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Dossier Susana Thénon: El festín del significado. María Negroni

DOSSIER SUSANA THÉNON OVA COMPLETA: El festín del significado

Inauguramos el dossier dedicado a Susana Thénon con este texto en el que María Negroni indaga acerca de Ova Completa, una obra que marcó una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género y se convirtió en un punto de referencia ineludible. Analía de la Fuente y Corina Dellutri –ambas integrantes de Palimpsestos, el grupo de investigación que dirige Negroni desde 2018– continúan en las páginas siguientes con aportes acerca de la producción primera de Thénon y de sus experiencias de traducción de la obra de Rilke; cierra Gisela Galimi con el análisis de un texto narrativo inédito de la poeta, cuidadosamente resguardado en el archivo de la Universidad de Tres de Febrero: La Trasgresión o la Guerra de las Criaturas.

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Por María Negroni

Este libro es un ácido, un aquelarre lingüístico y una diatriba contra el pensamiento políticamente correcto. Cuando Thénon lo publicó en 1987, hacía poco que Argentina había vuelto a la democracia, dejando atrás una de las dictaduras más sangrientas de la historia.

Hasta ese entonces, los poetas habían resistido a los discursos (y a las prácticas) del terror, atrincherándose en la extrema condensación del lenguaje. Habían encontrado la forma de decir más con menos, eludiendo las pinzas de la censura y los riesgos mortíferos del control. A los desaparecidos, a los vuelos de la muerte, a las políticas que perseguían y desamparaban a los más vulnerables, habían contestado con una suerte de sintaxis asmática, hecha de fraseos tensos y ritmos espasmódicos. La propia Thénon había escrito distancias, saturando de significado los espacios en blanco, abriendo subterfugios, haciendo que los poemas danzaran sobre la página como esqueletos o fantasmas materiales.

Ahora, con la apertura política había lugar para explorar terrenos menos lúgubres, más afines al juego y al desplante y Ova Completa fue, sin duda, el caso más extremo de ese cambio.

Hay de todo en este libro: habla cotidiana, groserías, enunciados en griego, latín, francés e inglés, versos de Quevedo, invectivas, jergas (jurídicas, del fútbol, del turf, del tango), referencias a la guerra de Malvinas, sacrilegios, escatología, sexo, neologismos, asociación de ideas, enumeraciones caóticas, disloques temporales y ataques furibundos contra todo tipo de clichés, incluidos los que provienen de las miradas paternalistas del hemisferio norte.

Si no te gusta “Yo soy yo y mis Periféricos” podés elegir entre estos saldos: “y mis Kits” “y mis Gadgets” “y mis Accesorios” “y mis Caireles” “y mis Repuestos” “y mis Abalorios” “y mis Trebejos” “y mis Agorafóbicos”.

Se diría que, en el gesto de Thénon, el lenguaje es un títere que trastabilla, lleno de contaminaciones sonoras, siempre a punto de derivar, de una letra a otra, de un sema u otro, de una idea a otra.

O bien, lo que es igual, que en eso indescifrable y carnavalesco que se despliega en la escritura, un estallido sintáctico teje la dispersión y el encuentro fortuito, para impedir cualquier tentativa de discurso homogéneo.

Repito: Ova Completa es una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género. Una verdadera conciencia de la lengua que se exacerba, si cabe, con el uso de la ironía, muchas veces autodirigida.

arriesgarse con “choto” o “Chacabuco” es pasaporte a la marginación, ¿queréis ser presa de antólogos chiflados? ¿tener una verruga en el currículum?

Acaso esto explique por qué el libro tuvo –en el momento mismo de su lanzamiento– tan entusiasta acogida por parte de las nuevas generaciones de poetas. Ova Completa fue leído y apreciado en todo su esplendor, en toda su agresiva seriedad, su novedad desopilante. No creo descabellado afirmar que Thénon abrió el camino a lo que después se conoció como “poesía de los 90”, a condición de recordar que ella llegó a la desacralización y al exabrupto coloquial después de un arduo camino de condensación semántica y formal y que la presunta “trivialidad” de su discurso siempre fue indeclinablemente política, visceral y genuina.

“Al poema le incumbe todo, aún la tierra más ingrata”, escribió Susana Thénon.

Quizá por eso, en ese arco obsesivo que va desde Edad sin tregua (1958) hasta Ova Completa (1987), los “lugares extraños” se reiteran como signos que aluden a la “caducidad trágica y tierna del lenguaje”, entendida como esa “distancia mínima que existe entre nosotros y nosotros mismos, o entre nosotros y lo otro”, para decir la huella de cada soledad, extrañamiento o desarraigo.

Hay en esta obra, pareciera, una geografía que gira hacia el afuera para abismarse en lo que no se ve, lo que se ignora o calla por razones de buen gusto o buenos modales, acaso en la confianza de que solo un mapa deformado puede ceder el esqueleto de un alma. La sensación es de extravío, de dolorosa amatoria de lo derogado. Siempre un paso más. Siempre una grieta interpuesta, como un pliegue donde es posible ir a buscar eso que los poemas no pueden explicar, pero sí comprender.

Serán poemas para la poesía, escribió, tratando de explicar cómo escribía. Y en un sentido, lo son. Poemas en bruto, degradados, erguidos como un monumento en un mundo solarmente negro, como cajitas musicales o patrias sonoras. Como si el objetivo del procedimiento fuera escenificar el proyecto siempre irrealizable de la significación, recordar que, como dijo Severo Sarduy, el lenguaje deseante de la poesía desconoce la funcionalidad, transgrede lo útil, insiste en el fracaso. Se trata de un deseo por antonomasia, un deseo de lo inexistente, en el vacío y ciego, para hacer surgir lo imposible: el festín del significado.

Si el germen de esta concepción del mundo-como-enigma y del lenguaje-como-ceguera está presente desde un comienzo, es en Ova Completa donde alcanza el clímax de su capacidad corrosiva. Allí, el afán carnavalizador, que multiplica las profanaciones y operaciones de tatuaje, da como resultado un lenguaje que, agobiando la intertextualidad y la parodia, intensifica hasta el límite el carácter “bustrofédico” del poema. El efecto es de extrañamiento radical. Como si los signos (no las emociones) revelaran un desequilibrio entre la experiencia y el mundo que solo una música desnuda, ambivalente, podría transcribir. Y sí. ¿Qué mejor para inexpresar la realidad, esa opacidad que necesita ser dicha, que una música hecha de partículas familiarmente irreconocibles como la Microphonie de Stockhausen, a medio camino entre una arquitectura de cristal y los misterios de un fotograma?

No hace falta agregar que la autora de Ova Completa echa mano por igual del lenguaje “emputecido” y el lenguaje “refinado”. Aristófanes, Apuleyo, Catulo, Boccaccio, Pietro Aretino, Rabelais, Góngora y Joyce son sus maestros. Sin duda, En la masmédula de Girondo –que, al estilo de los mosaicos

fonéticos de Haroldo de Campos, inventa, pluraliza o superpone palabras, brindando el espectáculo de una subjetividad escindida– merece figurar en la lista de textos precursores. También, por supuesto, la “musiquita muy cacofónica” de La bucanera de Pernambuco o Hilda la Polígrafa de Alejandra Pizarnik. Aunque el paralelismo entre ambas poetas no haya sido señalado, es obvio que comparten varios procedimientos textuales (la carga sexual del significante, la degradación de la cultura, la mezcla de registros discursivos, la deformación del latín o el uso de lo banal) aunque, en Thénon, lo grosero se mantiene siempre en una coordenada menos intensa, el lirismo está ausente, y lo obsceno tiene un cariz más ácido y, a veces, más político.

Como si estuviera unida a aquello que perdió, su voz habla para no decir nada o mejor dicho, para ser la voz de la cosa ausente. No hay otro mundo, pareciera afirmar, porque no hay mundo. O bien, en las palabras canta siempre el orden de la muerte, es decir lo ya cantado. Más vale desertar de lo expresable (que nos exilia de nosotros mismos) y después quedarse a la intemperie, en esos paisajes sedientos donde está la casa –sin tejado– de la poesía, su centro inubicable y apurado por conquistar la precariedad, su tembladeral de pesadillas y luz.

Espía y poeta, Susana Thénon (1935-1991) soñaba con una literatura que cupiera en el hueco de la mano de un niño. Su fin consistió siempre en no rendir cuentas, correr súbitamente al encuentro de las esquirlas del yo para consumar el extravío, no para cancelarlo, para volverlo luminoso como un faro.

*María Negroni nació en Rosario en 1951. Es escritora, poeta, ensayista, profesora y traductora. Doctorada en Literatura Latinoamericana en Columbia University, vivió durante muchos años en Nueva York, dedicándose a la actividad académica y a la escritura. En 1994 recibió la Beca Guggenheim en poesía. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano y sueco. Ha publicado ensayos como Museo negro (1999) y El testigo lúcido (2003), novelas como El sueño de Úrsula (1998) y La anunciación (2007), además de varios volúmenes de poesía. En la actualidad, dirige la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres Febrero.

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