Wiiiiiii n02 marzo

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El papelón del Oscar ya lo sabemos todos: es como ir al Mc Donalds y que no haya ketchup o mostaza. Y sépanlo: en el Festival de la Corvina de Río en Formosa esas cosas no pasan, nadie se equivoca. Vimos algunas pelis nominadas. Ahí van las críticas. Manchester By The Sea Considerando que la ví por la viudita que Tirri y yo queremos para formar una familia (llámese Michelle Williams) y además porque la vendían como la peli indie de los Oscars (ganó como mejor guión) les puedo asegurar que es una pedorrada. Drama tras drama. Al chabón le pasan todas. Créanme: Juan José Camero y Andrea del Boca ya hicieron ese dramón en los años ´70. Básicamente la peli es: somos White Trash y por eso nos pasa de todo. Arrival Denis Villeneuve: no entendemos con Tirri el porqué de mezclar el drama de una hija muerta con unos extraterrestres que se comunican con tinta de calamar. Además la protagonista pretende hablar con estas "cosas" y nadie la entiende. Amy Adams y Villeneuve (a quien venden como el nuevo Ridley Scott) tienen menos gracia que un desalojo. .


La LaLand Damien Chazelle Los musicales son para Hollywood como para nosotros hacer dulce de leche, sino lo hacen bien ellos quien lo va a hacer, me parece demasiado local y por otro lado demasiado” Oscar” no voy a decir nada del aspecto visual, esta perfecta, pero quizás lejos de un buen guion , o una buena construcción cinematográfica, lejos de una "Argo" por ejemplo, pero bueno si te gustan las historias de amor con gente fachera está bien.

Fantastic Beasts And Where To Find Them Ganadora a mejor vestuario. Y nos quedamos cortos, porque si de ternura hablamos, amo esta película. Además de correcta, hace que los niños lean libros ­y agrego todo el marketing librero al respecto. Me compraría todos los volúmenes.

Nocturnal Animals Tenía una nominación para mejor actor de reparto. No obstante, quizá la hubiese nominado para mejor guión. Una peli que tiene muchas posibilidades en la construcción de la historia, pero como otras, naufraga en esa pose de "tengo plata pero sufro igual por cosas pasadas que ya no me afectan, aunque si pudiese..." Dos historias de las cuales una, de dejarla sola con Michael Shannon y el rarito fachero de Jake Gyllenhaal, hubiese sido un peliculón, y no solo a nivel policial, sino también narrativo, dramático y psicológico. Rescato a Michael, quien ya tuvo otras nominaciones. Sin embargo Amy Adams (again) siempre bajón, bajón y bajón...

















Los funerales del tirano

La soledad comienza con una pregunta que se extingue en la oscuridad de la ignorancia, el eco vacío de la noche primordial.

En su lecho de muerte el Rey deliró máximas y predicciones que de tan lúcidas se tomaron por divinas. Deploró al pueblo que llevaba tres días implorando su recuperación frente al castillo ­ “esa horda de ratas obsecuentes que veneran el puño que los aplasta, mugrientos, pobres, y promiscuos encima” ­.

Cuando Boydé quiso hablarle lo calló con un ademán. Con la misma frialdad con la que arrancaba una manzana para llevársela a la boca, razonó que el castillo gris era un autómata construido según planos de Bacon (1), que deformó pacientemente a sus habitantes hasta volverlos repulsivos e indefinibles, como un anfibio, Maldijo de nuevo a los árabes pero comprendiendo esta vez que su único fracaso fue definitivo. Pudiendo confesar algunas cosas que le mortificaron el alma durante 30 años, prefirió morir denunciando la incapacidad de todos los que no eran él. Boydé le cerró los ojos murmurando una oración. Anotó en su diario: “La soledad es un temor adquirido en la vejez”. Con una tranquilidad de la que ni el mismo se convencía, avanzó por el gran pasillo para anoticiar a la familia. El ejército custodiaba inmóvil el puente levadizo. Las armaduras y mallas metálicas brillaban con el último sol de la tarde. Una leve brisa acariciaba la escena. El pueblo esperaba que el gigante gris abriera las fauces, excitado por un sentimiento ruin de auténtica admiración. Ansiaba contemplar el cadáver de su monarca y si era posible, tocarlo, como a un talismán. Un viejo harapiento, convencido del aura que le otorgaba su ancianidad, se adelantó hasta la guardia agitando un bastón. ­ Quiero ver a mi Rey ahora mismo y no voy a esperar más. Es mi señor, tengo derecho en mi pretensión, a él respondo y por él daría mi vida. Un murmullo generalizado se propagó entre la muchedumbre. Varios se incorporaron para avanzar; otros permanecieron en sus lugares alentando al viejo.


­ Quiero ver al Rey, ¿son sordos? Córranse, la reputísima madre que los recontra mil parió. El General Rovella, interrumpido en un ensueño cogedor, apretó la mandíbula, contuvo la respiración, descendió del caballo, desenvainó la espada y lo ensartó a la altura del corazón, alzando el cuerpo como una bolsa de harina y arrojándolo al pasto. Fuera de sí, lo remató con saña innecesaria. Los que se habían aproximado retrocedieron. Hubo amagues de insurrección, alguien tomó una piedra. Pero todo volvió a la inercia del comienzo, bañado por la última luz de la tarde. Por un instante pareció que ocurriría alguno de esos hechos que cientos o miles de años después leemos o escuchamos y nos preguntamos si de verdad ocurrieron. Pero nada sucedió. El cadáver del Rey se expuso en la sala principal más de diez días, un capricho de Lucierne, hijo menor y nuevo monarca. Jonás y la Princesa temieron oponerse; seguirían evitando a su hermano, desplazándose como espectros por los oscuros pasillos de la bestia de piedra gris, tan parecidos a los de un sueño. Cuando el olor a podrido se volvió intolerable llevaron los restos al patio y los depositaron en una suntuosa bóveda de mármol negro. El pueblo aún velaba sobre la campiña, llorando la muerte de su Señor, desgarrando sus ya desgarrados andrajos. Era una noche espesa llena de antorchas y lamentos. En el patio estaban la familia real, funcionarios del reino, el enviado del Papa y la aristocracia. La Reina aferraba el brazo de Boydé. Jonás y la Princesa se abrazaban como animalitos acorralados. Mientras el enviado de Su Santidad se aprestaba a bendecir la bóveda, Lucierne surgió de una puerta lateral vestido con el manto real y la corona, sucio, ojeroso; abriéndose paso entre la multitud y en tono de fingida comedia declamó groserías referidas al encarcelamiento de su padre por los árabes (2). Como nadie se animaba a interrumpir, el religioso continuó la ceremonia a pesar de las bufonadas del nuevo Rey, que ensayaba pasos de baile y entonaba elegías amanerando la voz. La reina gritaba “basta, basta por favor, hijo, basta”, pero solo conseguía aumentar el patetismo del cuadro. Jonás condujo a la princesa al


interior del Castillo. Su hermano increpaba a los nobles y hacía bromas sobre el tamaño del pene de Cristo, riendo como un anormal. Hasta que se produjo un inesperado silencio que todos aprovecharon para rezar. De pronto, como impulsado por un resorte, Lucierne soltó una horrible carcajada. Hasta que el último de los presentes no abandonó el patio no detuvo su risa. Entonces volvió el silencio, y todo retornó a las fuentes. Porque el principio también se inicia y concluye con una pregunta que se extingue en la oscuridad de la ignorancia, el eco muerto de la noche primordial, la soledad, el silencio.

CONTINUARÁ...

1) La teoría no era original, Macedo El Divino la había expuesto en una cena agregando: “si no me creen fíjense en Boydé, es la persona que más desea huir de este lugar. Si por él fuera ya se habría suicidado, pero no puede, es imposible. Vamos a tener que ir acostumbrándonos a representar nuestro papel según el libreto”. 2) En la plenitud de su gloria el Rey fue hecho prisionero por el Turco Alejandro, enemigo del reino. Durante su encarcelamiento sufrió todo tipo de castigos físicos y psíquicos. Hubiera querido borrar aquel capítulo de su vida matando a cada uno de los que lo vieron y aún a los que guardaban recuerdo. Pero la muerte nunca soluciona las cosas. Se limitó a odiar a los árabes, a odiarlos en la medida en que al verlos contemplaba su derrota definitiva como ser.























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