Boletin psicología junio 2015

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“ENTRE NOS” “EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS EMOCIONALES” BOLETÍN Nº7 / DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA

COLEGIO MAYOR

PEÑALOLÉN Junio 2015 Santiago, Chile


El DESARROLLO DE COMPETENCIAS EMOCIONALES

Cuenta una historia que, una calurosa mañana de verano, un hombre se hallaba sentado sobre la hierba, bajo las ramas de un frondoso roble, disfrutando de la suave brisa y de la hermosa vista de su huerto. Aquel día había decidido un buen descanso para contemplar con placer los árboles y las hortalizas que durante mucho tiempo había sido cuidado con esmero. Paso por allí un caminante, con quien inició una animada conversación. Al cabo de un rato, el caminante comenzó a sugerir al dueño del huerto por qué no se esforzaba un poco más y, en vez de perder el tiempo sentado, se afanaba por mejorar la producción de su huerto. El recién llegado hacía más que proponer concejos; trabajando más en el huerto aumentaría la producción de tomates, con cuyos beneficios podría comprar más tierras, cultivar más, y, en el futuro, incluso establecer una empresa de tomates en conserva. A cada nueva propuesta, el dueño del huerto le preguntaba al caminante: “Y eso ¿para qué?” La razón final resultó ser esta: “Porque, si trabaja usted con esfuerzo y diligencia, un día podrá venir aquí y sentarse a disfrutar y ser feliz con lo que ha alcanzado”. A lo que nuestro primer hombre contestó: “Y, ¿qué cree usted que estoy haciendo yo en este momento?”

En general los padres declaramos que queremos que nuestros hijos sean felices, de hecho que es lo único que nos importa. Pero que hacemos en relación a esto?, con frecuencia cometemos el error de pensar que su bienestar o felicidad será en el futuro, y concebimos como algo primordial su aprendizaje de conocimientos, destrezas y actitudes que algún día darán sus frutos, y les permitirán encontrar un trabajo y condiciones de vida que les permitirán, finalmente, algún lejano día,… puedan ser felices. Sin embargo, los estamos educando para “ser feliz”

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Biológicamente las emociones tienen función adaptativa pero depende de la habilidad para percibirlas y para experienciarlas conscientemente para que el efecto de las emociones sea organizador o desorganizador. Este efecto organizador o desorganizador marcará la capacidad de la persona para relacionarse con ella misma y con los demás. Así la falta de habilidad para regular las emociones puede comportar graves trastornos personales e interpersonales, tanto con respecto a las negativas como a las positivas.

La educación emocional es “un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos, cognitivo y emocional, los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral” (Bisquerra, 2000, p. 243). Bajo esta definición convive la tesis que afirma que las emociones pueden educarse, sobre todo desde los primeros años de vida hasta la adolescencia (Marina, 2005). Además de la importancia de reforzar la dimensión emocional en el proceso de aprendizaje de los alumnos, debido a que las emociones tienen una fuerte influencia en la motivación y ayudan a generar un clima idóneo para el aprendizaje en el contexto aula y en el centro (Bisquerra, 2008).

El aprendizaje social y emocional, aumenta la capacidad de aprender de los niños, al tiempo que evita la aparición de problemas como la violencia. Las personas que no conocen sus emociones (o que no son capaces de controlarlas, lo cual puede, fácilmente, ser consecuencia de lo anterior) acaban siendo víctimas de sus propias emociones. ¿En qué sentido? Se dejan llevar por ellas sin saber muy bien a qué comportamientos les pueden conducir. La ira sin control puede desembocar en una acción violenta (incluso en un delito); una tristeza larvada, no identificada a tiempo, puede convertirse en una depresión de

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gravosa cura; llevados por la euforia, podemos acometer tareas cuyo sentido o cuyos beneficios, días después, observada la situación con sosiego, parecen inexistentes.

En otras ocasiones, las personas que desconocen sus emociones o no son capaces de canalizarlas adecuadamente acaban dejándose llevar por las emociones de otras personas, que toman el control. De este modo, al estar guiadas por la brújula de otro, no es difícil que se sientan pérdidas o que perciban insatisfacción, falta de acuerdo entre sus deseos y la realidad que ellas mismas fabrican a diario. Como vemos, la falta de control sobre nuestras emociones puede acabar generando la sensación de que vivimos sometidos a un «hado», de acuerdo con el cual está escrita nuestra historia (que a menudo se repite), sin que nosotros podamos hacer nada para cambiarlo.

Pensemos, además, en lo contraproducente que puede resultar no conocer las propias emociones. Ese desconocimiento puede llevarnos a la negación, al arrinconamiento de lo experimentado e, incluso, a su represión. Que lo adormecido acabe aflorando no es más que cuestión de tiempo. Pero ¿el paso del tiempo nos garantiza haber desarrollado una aptitud para afrontarlo? No, si nuestra ignorancia perdura…

Afortunadamente, muchas personas se han dedicado a estudiar este campo, y hoy existen multitud de recursos para educar nuestra parte emocional. De hecho, como veremos más adelante, incluso los currículos escolares recogen la necesidad de formar a niños emocionalmente competentes.

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La infancia es, probablemente, la mejor época de la vida para sembrar la esencia de la educación emocional y para trabajar este aspecto de nuestro ser. Esto ayudará a conseguir que los niños se conviertan en adultos saludables para sí mismos y para el entorno en el que viven.

Educar emocionalmente…

Cuando hablamos de educar emocionalmente a los niños nos referimos a la necesidad de aprovechar esta ausencia de barreras para conseguir que los niños sepan reconocer las diferentes emociones en sí mismos y en los demás; para ayudarlos a expresar lo que experimentan de modo que puedan ser entendidos; y para darles herramientas con las que encauzar lo sentido y controlarlo. Es común que a los niños les embargue literalmente una Boletín Entre Nos / Psicología / N° 7

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emoción. (Según la primera acepción del DRAE, embargar significa «dificultar, impedir, detener»; de acuerdo con la segunda: «suspender, paralizar»). Pues bien, precisamente lo que queremos es que los niños no se vean detenidos, dificultados o paralizados por lo que sienten, sino que puedan identificarlo, analizarlo y procesarlo de un modo constructivo y sano. Sin embargo, existe una dificultad manifiesta a la hora de trabajar las emociones con niños: el conocimiento lingüístico, el vocabulario, las palabras. Si el lenguaje nos permite manifestar lo que pensamos o sentimos, entonces desconocer determinadas palabras y su significado limitará en gran medida la gama de lo que podemos manifestar. Incluso es posible que nos limite en nuestra capacidad para comprender lo que pensamos o sentimos. Y es que pensar y hablar, por más que no compartan origen, son dos actividades muy vinculadas.

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