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Misiones Salesianas EMERGENCIA UCRANIA

Emergencia Ucrania

Los Salesianos trabajan sin descanso para entregar las ayudas humanitarias y económicas y también dar apoyo y acogida a los refugiados. Emergencia Ucrania es la campaña de Misiones Salesianas para colaborar.

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Necesitamos alimentos, medicinas, productos de higiene, generadores de energía, pañales para bebés, sacos de dormir…”. Es la petición que llega de los misioneros salesianos que están trabajando en Ucrania. Tras varios días de conflicto, “se están registrando colas interminables para adquirir productos de primera necesidad y combustible. No sabemos qué va a pasar en las próximas horas”, explican los misioneros salesianos en Kiev.

Más de tres millones de personas han huido ya de sus hogares a causa del conflicto a los países fronterizos: Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Hungría y Moldavia. “A Chisinau, capital de Moldavia, ya han llegado más de 20.000 refugiados y en nuestra casa ya tenemos una veintena de personas acogidas. Y creemos que esto es sólo el principio”, explicaban los misioneros salesianos en este país hace unas semanas. Hoy (al cierre de esta edición) más de 370.000 personas han huido de Ucrania hacia Moldavia. “Y en Bratislava estamos colaborando con las autoridades porque ya hay más de 50.000 personas refugia-

“ das”, dicen los misioneros desde Eslovaquia. En este país son más de 250.000 personas las que han cruzado la frontera para salvar sus vidas.

Acogida de refugiados

En Polonia, los Salesianos también trabajan en la acogida a los refugiados que se acercan ya a más de dos millones de personas. “Los cines y los edificios públicos se han convertido en escuelas y salas de juego para los pequeños ucranianos”, asegura Monika Lawroska, que trabaja con los Salesianos en el Voluntariado Misionero en Cracovia. Los Salesianos en Polonia han organizado el centro de acogida para los refugiados en el seminario salesiano.

Pero detrás de todas estas cifras hay personas, sobre todo, mujeres, niños, niñas y personas mayores, porque los hombres entre 18 y 65 años tienen prohibida su salida. Así, son miles las historias de familias rotas, de preocupación y de incertidumbre. Nadie, hace tan sólo dos meses, pensaba que tendría que abandonar sus hogares para salvar su vida de las bombas. Esta es la

situación de Valentina, de 62 años, su hija Olga de 33 y su nieto Mark de 11. Antes vivían cerca de la estación de tren de Járkov, en el norte de Ucrania. Utilizaron durante varios días el sótano de su casa para estar a salvo de las bombas, “pero al quinto día, cuando empezaron a escucharse muy cerca, decidimos irnos”, cuenta Valentina.

Cadena de solidaridad

Su intención era llegar a Estonia porque el marido de Olga trabaja allí, así que fueron a la estación de tren. “Esos días había hasta ocho trenes diarios sin horarios. Llegaban cientos de personas, nos sentábamos, y hasta Leópolis con parada en Kiev. Mucha gente se mareó en el viaje porque no había agua para todos”, recuerda la mujer. “Nos recibieron con mucho cariño en la frontera polaca y, cuando se enteraron de que queríamos continuar nuestro viaje a Estonia, nos ayudaron con el viaje a Varsovia”, continúa Valentina, que dejó en Ucrania a su marido y a su suegra de 82 años. En la capital de Polonia las acompañaron al Centro Misionero Salesiano, donde pudieron descansar unos días. “Sentimos que Dios mismo nos llevó al Centro Salesiano porque se lo habíamos confiado todo a Él”, asegura. La cadena de ayuda y solidaridad con ellos tampoco se detuvo ahí, y gracias a las personas buenas que encontraron en el camino, Olga, su hijo Mark y Valentina se subieron a un autobús y llegaron a Tallin, la capital de Estonia.

“Las personas que permanecen en Ucrania se refugian en los sótanos de las escuelas, en refugios improvisados… La población tiene miedo, pero aún resiste y hay muchas personas que van al frente”, dicen los misioneros. “Hay poblaciones en las que las personas ya no tienen agua ni alimentos”, añaden.

El padre Oleh, misionero salesiano, lleva ya muchos días de viajes ininterrumpidos hasta las ciudades más orientales del país para ayudar a la población. “Me marcho con medicinas hacia estas ciudades y vuelvo con personas que no tienen otra forma de huir”, explica el salesiano. “Todo lo que veo allí es horror y personas que necesitan ayuda urgente: mujeres, niños, personas mayores…”.

Emergencia Ucrania

Para canalizar la solidaridad, desde Misiones Salesianas lanzamos la campaña Emergencia Ucrania para hacerles llegar nuestro apoyo y para que la respuesta a todas estas personas afectadas por la guerra sea la mejor y más rápida posible.

Ana Muñoz / Alberto López

Más información en: www.misionessalesianas.org

Educar a vivir la Cuaresma

Juan Linares, sdb

La Cuaresma no tiene buena prensa, tiene una mala propaganda. Da la impresión de que sea un tiempo de tristeza, depresión, privaciones impuestas. Educar a vivir la Cuaresma es dar a la persona la capacidad de comprender que el tiempo de preparación para lo que es importante, es muy beneficioso.

Todo tiempo de preparación es siempre un tiempo de austeridad, disciplina, ejercicio y concentración. Así, el equipo de deportes que se prepara para una gran final lo hace concentrándose, mentalizándose, recibiendo instrucciones y haciendo los oportunos ejercicios para estar a punto.

El tiempo de Cuaresma es un camino de preparación que conduce a la vivencia y celebración de la Pascua.

Lo fundamental para vivir estas semanas cuaresmales, es descubrir que no es un tiempo encerrado en sí mismo sino abierto, que no es un paréntesis sino un camino para llegar a la meta y vivir el Misterio de la Vida. Es el único hecho que puede dar el verdadero sentido a nuestra vida e historia.

La vida es Cuaresma, porque en todo tiempo hay que prepararse para la Pascua de Resurrección. Nuestra vida camina hacia la plenitud de la vida en el encuentro definitivo y total con Dios. Por esto, la Cuaresma no es tiempo de tristeza sino de esperanza, ya que en él somos conducidos al Amor de Dios, convirtiéndolo en tiempo de alegría.

Para vivir la Cuaresma es preciso una disposición interior, una acogida de este camino como tiempo de gracia. Es necesario desplazarse a un lugar que es el desierto para preguntarnos, ¿cómo estamos haciendo el camino de nuestra vida?

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