Saludo del Rector Mayor
El Buen Samaritano SDB Ángel Fernández Artime, sdb Rector Mayor
En la Familia Salesiana, en la Iglesia argentina, en particular en la diócesis de Viedma, en Italia en Boretto, su ciudad natal, y en la diócesis de Reggio Emilia, ya hay un clima de gran entusiasmo: Artémides Zatti será proclamado santo.
2 • mayo 2022 Boletín Salesiano
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ueridos amigos del Boletín y de Don Bosco. Un rayo luminoso de esperanza rompe los sombríos pensamientos de este tiempo marcado por la pandemia y por tantas guerras, en particular la de Ucrania, que traen muerte, dolor y destrucción. Una buena noticia: la Iglesia universal reconoce oficialmente y certifica la santidad de un “salesiano del fin del mundo”, Artémides Zatti. Nuestro queridísimo “santo” es una figura bellísima, la manifestación de la Santidad, vivida en la cotidianidad, simplicidad, servicio humilde y alegre, en particular a los enfermos. Ha encarnado el corazón de Don Bosco y la riqueza del carisma salesiano. En él se refleja el aspecto más humano y amoroso de la familia salesiana. Estaba dotado de un corazón gentil que conocía el sufrimiento. Conocía bien lo que era la pobreza, inmigración, fragilidad y enfermedad. También conocía las dudas, decisiones difíciles, incluso aquella de permanecer con Don Bosco, viviendo plenamente su vocación original de salesiano, coadjutor como lo quería Don Bosco: testigo cercano a la gente, dedicado al servicio de enfermos y pobres.
Una vida humilde Responsable del Hospital San José de Viedma, tejió el grupo de sus pacientes llegando, con su inseparable bicicleta, a todos los enfermos de la ciudad. Gestionaba dinero, pero su vida era muy pobre. Para el viaje a Italia por la canonización de Don Bosco le tuvieron que prestar vestido, sombrero y maleta. Era querido y estimado por los enfermos, querido y estimado por los mé-
dicos que ponían en él la máxima confianza y se abandonaban a la influencia que brotaba de su santidad. “Cuando estoy con Zatti no puedo dejar de creer en Dios”, exclamó un día un médico que se había autoproclamado ateo. Porque para Zatti cualquier enfermo era el mismo Jesús. Cuando un día sus superiores le recomendaron no admitir más de 30 pacientes, se le escuchó comentar: “¿Y si el 31 fuera Jesucristo?". El ejemplo de Artémides como verdadero y cotidiano buen samaritano, misericordioso como el Padre, era una misión en un estilo que implicaba a todos aquellos que se dedicaban al hospital. Médicos, enfermeros, auxiliares, cuidadores, religiosas, voluntarios, que donaban su tiempo precioso al que sufre. Estaba atento para escuchar a los pacientes, sus historias, angustias, miedos. Sabía que también cuando no es posible superar la enfermedad, siempre se puede curar, consolar, hacer sentir una cercanía que demuestra preocupación por la persona frente a su enfermedad. En todo y siempre era salesiano y salesiano “coadjutor”. Es decir, no sacerdote. La vocación del salesiano laico forma parte de la fisonomía que Don Bosco quiso dar a la congregación salesiana. A ellos, Don Bosco les dijo claramente: “Tengo necesidad de vosotros”.
Testimonio del Papa El mismo papa Francisco experimentó la intercesión eficaz de Zatti, acerca de la vocación del laico consagrado, cuando era provincial de los jesuitas en Argentina. En una carta escribe: “En 1976, durante una visita canónica a los misioneros jesuitas del norte de Argentina, me detuve en algunos días en el arzobis-