Diócesis de Nogales Seminaristas compartiendo el Evangelio
Cincuentena Pascual -III Domingo de PascuaCiclo A 30.Abril.2017
Hugo Alberto Bermúdez Orozco
Meditación del Evangelio Lucas 24, 13-35 Este Domingo el Evangelio nos sigue narrando la Pascua de Cristo resucitado. En esta ocasión a los dos discípulos que van desde Jerusalén a Emaús. Pero estos discípulos iban tristes, abandonados, decepcionados, porque había muerto su Maestro, el que iba a liberar al pueblo de Israel. En pocas palabras, se les estaba acabando la fe y la esperanza. Es precisamente en ese trayecto donde el Señor Jesús, que ha resucitado, se manifiesta a estos discípulos, sin embargo, no lo reconocen por la tristeza que cargaban en ese momento de sus vidas. Son dos las acciones por las que Jesús se hace reconocible a Cleofás y a su amigo. En un primer momento, el Señor les interpreta las Escrituras, todo el camino del proyecto de Salvación en la cual, Dios iba a actuar en el hombre por amor. Narra el camino de Israel. La Resurrección no es solamente que un cadáver vuelva a la vida, sino que se ve cumplido el plan de Dios por nuestra redención. El Maestro enseña a la Iglesia cómo se han de interpretar las Sagradas Escrituras y cómo discernir el paso de Dios en nuestra vida, y cómo se hace efectiva la Pascua del Señor en nosotros. “Quédate con nosotros, que está oscureciendo en mi vida y tú eres la Luz que ilumina todas las tinieblas”. Que sea esa nuestra suplica al Señor para que sea así el huésped distinguido de nuestro hogar. En un segundo momento, Jesús parte el pan con ellos. Es aquí cuando los dos discípulos lo reconocen. El Señor se les revela diciendo que las promesas de Dios se cumplen y sigue cumpliendo hasta el día de hoy. En aquel momento los discípulos sienten que sus corazones ardían mientras escuchaban a Jesús cuando les explicaba las Escrituras y partía el pan. Así debe de ser el corazón de cada cristiano, al escuchar la Palabra y fraccionar el pan, que arda por nuestro Señor que ha resucitado, que sea nuestra alegría en medio de las dificultades que vivimos Que anunciemos que el Señor ha resucitado y hace maravillas en nosotros, que él vive.
En nosotros se hace presente este camino de Emaús, vamos cabizbajos, llenos de tristezas y derrotados porque parece se ha perdido la fe. Aparece el Señor caminando y no lo reconocemos, hacemos que nuestras inseguridades nos tapen los ojos. Entonces el Señor nos explica cuál es el sentido de nuestra vida al escuchar su Palabra de vida. Justamente en la Eucaristía, se hace reconocible, se hace presente en su Cuerpo glorioso. Diría san Jerónimo, ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo. Ahí lo podemos encontrar. El Señor se encuentra en la Eucaristía, en la comunidad cristiana que se reúne para partir el pan y se encuentra en la comunidad cristiana que profesa su fe en torno a los Apóstoles y sus sucesores. San José María Escrivá de Balaguer decía: En el camino de Emaús. Nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre. Y Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra”. Es así como se manifiesta a estos discípulos y se sigue manifestando en la Iglesia, así como ellos cambiaron su tristeza en alegría, hoy el Señor Jesús quiere ser esperanza para cada uno de nosotros. Que nos levantemos a anunciar que hemos visto al Señor y como cristianos estamos llamados a hacer presente a Cristo en todos los ámbitos donde se desarrollan las tareas de los hombres. “Señor Jesús, que en este camino salgas a nuestro encuentro, que ilumines la oscuridad de la noche de nuestras vidas, que te quedes con nosotros para que a través de tu Palabra y de ti Cuerpo en la Eucaristía te reconozca como el Salvador, el centro de mi vida". Amén
Después de leer esta reflexión te invitamos a orar por las vocaciones: ¡Oh, Jesús! Pastor Eterno…