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Sígueme es una publicación bimestral de la Pastoral Vocacional de la Diócesis de Nogales. El material publicado no refleja necesariamente la opinión de la Dirección
INDICE
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Editorial
Pbro. Eduardo López
Oración, Limosna y Penitencia. Espiritualidad Cuaresmal.
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Sem. Hugo Alberto Bermúdez Orozco
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La Esperanza del Gloria. Liturgia Cuaresmal
Sem. Marcos Oswaldo Rivera Paredes
Tetelestai: reflexión de las Siete Palabras Sem. Silverio Emanuel Ramírez
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El desierto en la Sagrada Escritura. Sem. Juan De Dios Castillo Encinas
Servicio y Oblación. Jueves Santo Sem. Roberto Aureliano Jones Torres
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Sem. Rubén Palacios Moreno
Sem. Víctor Adán De La Cruz Cabrales
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La renovación por el agua y el fuego. Vigilia de la Resurrección. ¡Ha resucitado: Aleluya!
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Las lágrimas de María. Sem. Marco Antonio Ozuna
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CUARESMA
De la Experiencia del desierto a la Gloria de la Resurrección
El
tiempo de cuaresma empieza mostrándonos en el Evangelio a Jesús en el desierto. Jesús es impulsado por el Espíritu a un lugar de escasez, donde la vida es casi ausente y donde agua y comida son muy limitadas. Es enviado por el Espíritu a un lugar de desolación, de purificación y de encuentro.
E
n la Sagrada Escritura encontramos, sobre todo en el libro de éxodo, la experiencia del pueblo de dios en el desierto, un lugar de peregrinación y de soledad, donde el Dios vivo se hace presente y acompaña a su pueblo.
C
uarenta años caminó el pueblo hebreo por el desierto, un tiempo de prueba, de angustia, de alianza. Ahora Jesús camina hacia el desierto, apropiándose así del caminar del pueblo de Israel para purificarlo. Es un signo de su misión, es el inicio de su ministerio. Ahora, Él es quien hace la alianza con Dios, viene a dar plenitud al peregrinar de los hijos de Abraham por el desierto; es quien viene a liberar a su pueblo y a pactar la verdadera alianza de Dios con el hombre, una alianza nueva y eterna que nos liberará para siempre.
En
este tiempo la
Iglesia nos ofrece, como camino de purificación y encuentro, la oración, la penitencia y el ayuno. Son herramientas que nos ayudarán a caminar con Jesús en desierto, a alejarnos del pecado y a purificar nuestra alma para después acompañarlo en el camino a la Cruz.
E
l vía crucis (camino de la cruz) es el sacrificio del mismo Dios hecho hombre. Ya no es un cordero el que se sacrifica como expiación, sino Él mismo es quien se da como oblación al Padre para el perdón de los pecados. Pero este camino no termina con la muerte, sino con el triunfo de la Resurrección. Cristo es la vida misma, y no puede permanecer atado, ni subordinado a la muerte. Él vive y vive para siempre.
C
risto se nos ha dado para tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Sin muerte no hay Resurrección. Por ello, en este tiempo cuaresmal, renunciemos y adentrémonos en el misterio pascual para cantar con Él la gloria de la resurrección.
Pbro. Eduardo López 3•
Sem. Hugo Alberto Bermúdez Orozco El tiempo santo de la Cuaresma es para meditar los misterios previos a la Pascua del Señor (pasión, muerte y resurrección de Jesucristo) y nos lleva a la conversión y al arrepentimiento de nuestros pecados. Comenzando con el Miércoles de Ceniza cuarenta días de camino a nuestra conversión. Para vivir esta cuaresma, es necesario reconocer ciertos pasos que nos van a ayudar a tener una espiritualidad que cambie nuestro estilo de vida, que en ocasiones es totalmente incompatible con el estilo y obrar de Cristo, camino, verdad y vida. Estos pasos son los siguientes:
Oración.
Es por la cual, todo cristiano está invitado a relacionarse con el Señor, de igual manera, pedirle la sabiduría
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necesaria para conocernos a nosotros mismos, encontrar nuestra felicidad y compartir esa misma alegría. Jesús mismo se apartaba de los demás para orar, y sus discípulos aprenden a orar. «Y pasó la noche orando» (Lc. 6,12). El sentido de la oración es pedir fuerza al Señor para que podamos llegar a una conversión sincera y verdadera.
Limosna.
Nosotros tenemos el deber de compartir todo lo que el Señor nos da, multiplica nuestra alegría. Esto no es un acto de desprendimiento como tal, sino que es un acto de compartir de lo que yo tengo a aquellos que lo necesitan. En los pasajes bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, nos dan luces sobre esta práctica. El mismo Jesús hace de la limosna una condición del acercamiento a
su reino (Lc 12, 32-33) que hace más valioso nuestro desprendimiento que cualquier otro tesoro.
El papa Francisco nos habla sobre la Cuaresma refiriéndose a ella como un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. (Mensaje de Cuaresma 2017). Es aquí donde podemos renovar el enitencia. Esto signifi- encuentro con Cristo vivo en su ca que buscamos el arrepen- Palabra a través de los sacratimiento de nuestros pecados y mentos y en el prójimo. buscamos el perdón por parte de Dios. En este tiempo de con- Pido a nuestro Señor Jesús que versión, la Iglesia nos propone en este tiempo de conversión formas de hacer penitencia podamos tener un corazón dicomo el ayuno, que no es dejar sponible para buscar nuestra de comer por dejar de comer, salvación a través de su camino sino que ofrecer al Señor un que nos lleva a la Pascua y ver, sacrificio, del mismo modo que en su victoria, la garantía del Jesús practicó el ayuno. Te- amor que Dios que tiene reserniendo en cuenta que no sólo vada. de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4,4). Esta práctica la obliga a las personas a partir de los 18 y hasta los 59 años. Otra manera de penitencia es la abstinencia, la cual se exige a las personas, a partir de los 14 años, no comer carne los viernes de Cuaresma. Las personas enfermas, de la tercera edad o que padecen algún trastorno no están obligadas ni al ayuno ni a la abstinencia.
P
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Los
tiempos litúrgicos de preparación, como lo es el Adviento y la Cuaresma, presentan en las celebraciones litúrgicas una expresión tan clara de lo que significa “glorificar a Dios”, ya que tanto en uno como en el otro, durante las celebraciones dominicales, se especifica en las ‘rúbricas’ No se dice Gloria, con la clara intención de magnificar su canto en las celebraciones de Navidad y Pascua.
Dice
la Instrucción General del Misal Romano que “el Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia congregada en el Espíritu Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas” (n. 31) y al formar parte de los •6
‘ritos introductorios’ es muy notorio cuando se realiza o no. La palabra griega que corresponde a decir la gloria, es doxología, misma con la que se conoce también a la oración con que culmina cada uno de los salmos y cánticos en la Liturgia de las Horas “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…”. Es por todo ello que, al glorificar a Dios, estamos afianzando nuestra esperanza que es Él mismo, en su amorosa Trinidad y presencia misericordiosa.
Cuando tengamos la oportunidad de cantar o recitar el Himno del Gloria junto a nuestra comunidad eclesial, recordemos lo que enseñaba san Ireneo de Lyon, padre de la Iglesia, Obispo del segundo siglo
de nuestra historia: “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva”. En verdad que Dios encuentra su gloria en nuestra vida, la vida que él nos ha otorgado a través de nuestros padres, la salvación que nos ha concedido por la pascua de su Hijo, la dicha que nos ha concedido de llamarlo Abbá-Padre, el don que desde la Cruz nos dio de sabernos hermanos e hijos de la misma Madre de Dios, y redescubrir en la vida nuestra, y en la de nuestros hermanos, su presencia redentora, sabiendo que atendiendo al que sufre, al que peregrina, al que tiene hambre y sed, al que necesita cobijo, al que está enfermo y a quien está preso, así lo glorificamos también a él.
Que la gloria de Dios siga siendo nuestra esperanza; bien lo decía también el fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola: “Todo para mayor gloria de Dios”. No desesperemos en cantar la gloria de Dios, para que nuestras voces se unan a las de nuestros hermanos y podamos cantar juntos, como Iglesia, esa misma Gloria, presente en nuestras familias y comunidades parroquiales. La Gloria de Dios que rebasa fronteras, idiomas y pretextos. Dios los siga bendiciendo con una santa Cuaresma y la dicha de una feliz Pascua de Resurrección.
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La Victoria del Amor
Tetelestai: La Victoria del Amor
Muy apreciados hermanos lectores, les saludo de nuevo alegre por tener este espacio para compartir con ustedes. Esperando se encuentren muy bien pido a Dios que continúe haciéndose presente de forma amorosa en sus vidas. Para este artículo compartiremos con ustedes un tema de gran profundidad, en este contexto de la cuaresma, que favorece a nuestro camino de fe y a una devota vivencia de la Semana Santa. Hablaremos de una de las palabras de Jesús en la cruz tomada del evangelio de Juan 19,30: “Todo está cumplido”, en griego, Tetelestai. Es importante tomar en cuenta lo dicho por el Catecismo de la Iglesia: la muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece, más bien, al misterio del designio de Dios, como lo explica San Pedro a los judíos en Pentecostés: “fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios” (Hch 2,23). Así pues, el •8
testimonio de Jesús en la cruz es un claro ejemplo de fidelidad a un compromiso realizado; Jesús es quien cumple plenamente la voluntad del Padre y al final de su vida, antes de su último aliento, con un grito de victoria puede decir: Tetelestai. De esta palabra griega, empleada por el evangelista san Juan, se han dado algunas traducciones, tales como “queda terminado”, “todo se ha consumado”, “está cumplido”, “está terminado”, etc. Pero si excavamos un poco más en este término griego podemos encontrar mayor riqueza. Tetelestai viene del verbo Teló que significa “alcanzar la meta”, “llegar al final”, “lograr lo que se quiere”, y de esta misma raíz viene Télos que significa “fin”. De este modo, Tetelestai es: ¡misión cumplida!, y al escucharlo en labios de Cristo, próximo a morir, es un manantial que nos inspira muchas cosas. La vida de Jesús, desde el principio hasta el final es una sola obediencia de amor al Padre, una sinfonía de escucha y puesta en práctica del designio de Dios.
Esta expresión de Jesús en la cruz, es pues, el anuncio victorioso de un atleta que ha alcanzado la meta. Pero, ¿cuál meta? ¿Qué victoria? Hablamos de la victoria sobre el pecado, sobre el engaño del enemigo, contra las tinieblas. Jesucristo mismo, en la hora de su muerte, declara el final del imperio de la muerte, ¡canta su propia victoria! La victoria del Amor.
una obra de arte y una obra de arte es bella cuando de principio a fin tiene armonía. Que a imagen de Jesús podamos vivir en armonía con Dios, y así, al final de nuestro peregrinar podamos decir: ¡Misión cumplida! Así nos lo conceda Dios por su gracia e intercesión de María Santísima. Amén.
Así como Cristo, los cristianos tomaremos conciencia de la tarea que se nos ha dado en esta vida y, voluntariamente, con la gracia de Dios, la llevaremos a feliz término. La vida del cristiano es
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En a vamos
esta ocasión analizar la importancia del “desierto” en el caminar del pueblo escogido de Dios; de ahí que este capítulo se presenta con las características de una larga narración, que describe una doble intervención de Dios para responder a las protestas de Israel.
A
quí sacia Dios el hambre de su pueblo Israel, salido de Egipto y liberado por la intervención prodigiosa de Dios. Inicia su marcha por el desierto, una marcha que se prolongará durante cuarenta años, como dirá más tarde la tradición. Podemos entender este capítulo 16 como una narración paradigmática de cuanto sucede en la gran • 10
estepa. En él se describe la conducta de Israel, la misión de Moisés y la respuesta de Dios.
D
esde Egipto a la tierra discurre un tiempo intermedio, señalado por la estancia de Israel en el desierto. Es preciso entender bien el significado de esta marcha. A veces, en efecto, bajo el influjo de otros textos paleotestamentarios (cf. Jr 2; Os 2,16) ha sido interpretada en términos idílicos, casi como si el desierto representara para Israel el lugar privilegiado del encuentro con Dios. Pero en las experiencias vividas por Israel las cosas no fueron tan simples e idílicas.
Ante todo, ya en el
Biblia y Cuaresma
mismo éxodo, el desierto es tan sólo un lugar de tránsito, no de permanencia. No es el lugar que se busca, y menos aún el punto de llegada. La tensión del éxodo, la estabilidad, el don de Dios es únicamente la tierra. El desierto es, por el contrario, un terreno inhóspito, sin agua ni comida, donde se avanza con fatiga.
E
n la mentalidad y en la cultura de Israel el desierto es un lugar de muerte. Y éste es el recuerdo que de aquella época intermedia quedó anclado en la conciencia del pueblo, como lo dice el profeta Jeremías en el capítulo 2,6-7. Hay un contraste evidente entre el desierto y la tierra. Es ésta, y no el desierto, el lugar anhelado.
D
e todas formas, es en el desierto, en el encuentro con Dios, donde Israel adquiere conciencia de su liberación. Pero no es que Israel busque a Dios en el desierto, más bien Dios busca y guía a su pueblo, precisamente porque está en el desierto. En estos términos habla el Deuteronomio: «En tierra desierta lo encuentra, en soledad rugiente de la estepa. Y lo envuelve lo sustenta, lo cuida, lo cuida como a la niña de sus ojos.» (Dt 32,10). Si en la historia de la tradición tiene importancia el desierto no es por el significado que tiene de por sí, sino porque está vinculado al ciclo del Sinaí, a la alianza y a la ley.
E
n esas dificultades del desierto es que está en juego la realización del éxodo entendido como tensión y camino hacia la tierra.
A
sí pues, en este tiempo cuaresmal que se acerca, busquemos experimentar este caminar por este desierto, pero nunca olvidando que vamos en marcha hacia la tierra prometida.
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Jueves Santo
El amor siempre nos lleva a servir, a donarnos sin limitaciones. No hay acción más auténtica que la caridad en el servicio a los demás, pues esta caridad es la virtud sobrenatural que brota de nuestro amor puro a Dios. En la Sagrada Escritura podemos encontrar muchos pasajes sobre el servicio, personas concretas que con gran sencillez y humildad supieron anteponer la voluntad de Dios en sus vidas para llevar a cabo la misión que Dios les solicitaba. Esa misión de vida en todos ellos, profetas, reyes, pastores, discípulos, les llevó a reconocer que Dios pedía de ellos el servicio, sí, a Él, pero en las personas. Ellos, beneficiarios su encuentro personal y la misericordia del Padre, supieron corresponder a ese amor tan inmenso en y para sus comunidades. Hoy, por difícil que se nos presente la realidad, seguimos encontrando servidores de Dios en nuestros ambientes de vida, personas que nos dan testimonio de cómo ser constructores del Reino, el cual Jesús nos vino a anunciar. Sin • 12
restarle
el
de entrega a todas estas personas, fieles servidores de Dios, podemos encontrar que es Cristo mismo quien nos demuestra cómo debe ser verdaderamente un servidor, pues Él, desde el ejemplo de lavarles los pies a sus discípulos, hasta el momento último de su vida terrena que lo llevó a entregarse por todos y cada uno de nosotros, nos demuestra su total desprendimiento de sí para donarse a los demás, fue Jesús la oblación más pura al Padre, Él fue la propia ofrenda. Así, podemos entender que la oblación es el sacrificio u ofrenda que nosotros hacemos a Dios nuestro Padre. Donde quiera que nos encontremos y a donde quiera que vayamos, nuestro compromiso como cristianos debe ser siempre servir a Dios. Este aspecto del servicio es esencial en todo buen cristiano.
El sacrificio puro y acepto a Dios es la oblación de la iglesia, que Jesús mandó que se ofreciera en todo el mundo, no porque Dios necesite nuestro sacrificio, sino porque el que ofrece es glorificado él mismo en lo que ofrece, con tal de valor que sea aceptada su ofrenda.
La ofrenda que hacemos a alguien es una muestra de honor y de afecto; y el Señor nos recordó que debemos ofrecer nuestras ofrendas con toda sinceridad e inocencia, cuando dijo: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” Mt 5,23. El mismo Catecismo de la Iglesia Católica en el número 606 nos dice que “toda la vida de Cristo es oblación al Padre”. En el 62, Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Este don lo significa y lo realiza por anticipado durante la última cena: “Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros” (Lc 22, 19). El ser siervo es descubrir y estar atento a las necesidades de los demás y estar siempre en disponibilidad para ver de qué manera podemos esforzarnos para ayudar desde lo que somos, es pues, una forma de imitar a Jesús, Servidor de servidores.
San Irineo nos ilumina sobre este punto diciéndonos que "Es necesario, por tanto, que presentemos nuestra ofrenda a Dios y que le seamos gratos en todo, ofreciéndole, con mente sincera, con fe sin mezcla de engaño, con firme esperanza, con amor ferviente, las primicias de su creación. Esta oblación pura sólo la Iglesia puede ofrecerla a su Hacedor, ofreciéndole con acción de gracias del fruto de su creación. Le ofrecemos, en efecto, lo que es suyo, significando, con nuestra ofrenda, nuestra unión y mutua comunión, y proclamando nuestra fe en la resurrección de la carne y del espíritu. Pues, del mismo modo que el pan, fruto de la tierra, cuando recibe la invocación divina, deja de ser pan común y corriente y se convierte en eucaristía, compuesta de dos realidades, terrena y celestial, así también nuestros cuerpos, cuando reciben la eucaristía, dejan ya de ser corruptibles, pues tienen la esperanza de la resurrección".
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Nuestra Fe...
El gozo de la Resurrección es para nosotros, los católicos, el hecho trascendente de nuestra fe, es nuestra alegría, nuestro gozo y esta gran noticia se regaba por toda Judea e iba avanzando en territorio y en cantidad de conversos, los testigos de la Resurrección, impactados, seguían compartiendo tan extraordinaria noticia.
Jesús le dijo: «María.» Ella se volvió y le dice en hebreo: «Rabbuní —que quiere decir ‘Maestro’—. Replicó Jesús: «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor», y les repitió las palabras que Jesús había dicho. Jn 20, 11-18
Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le preguntaron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le preguntó Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dijo: «Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo me lo lleve.»
Así nos lo relata el evangelista Juan, con María Magdalena como testigo fundamental, y en todo caso también como quien anuncia que ha visto al Señor, emisaria de la gran noticia.
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Por ello, las fuentes testimoniales a las que podemos recurrir, y en la que nos basamos, son testimonios de otros, en este caso son los que salen a relucir en las Sagradas Escrituras, en el Nuevo Testamento. Las narraciones son propias de los testigos primeros,
los oculares, y los segundos, confiesan lo que han escuchado, sus razones son para sustentar la fe en el Resucitado, que ya se había hecho tan fuerte. El hecho de la Resurrección se basa en la tumba vacía y las apariciones de Cristo, éstas se consideran motivo suficiente para la credibilidad del mensaje de Cristo crucificado y resucitado, hasta el punto de que la voluntad ordena a la razón que acepte como verdad de fe el mensaje pascual, anunciador de la resurrección de quien fue crucificado. La resurrección de Cristo, como vera et perfecta resurrectio hay que distinguirla claramente de un simple «despertar» de los muertos, como en el caso de Lázaro, y de un mero retorno a esta vida. Es verdad que también en el caso de Cristo hay un «retorno de la muerte a la vida». La resurrección de Lázaro y la de quienes resucitan junto con Cristo (en Mt 27, 52s; santo Tomás y, con él, san Agustín difieren de san Jerónimo, para quien también en esos casos se trataría de una resurrección definitiva) es imperfecta resurrectio; es decir, permanece el destino de tener que morir un día definitivamente y padecer la descomposición física. En cambio, en una resurrección vera et perfecta el individuo es librado de la muerte y además de la necesidad, y todavía de algo más grande, de la posibilidad de morir. Cristo resurge a la vida
inmortal de la gloria de Dios. Su resurrección significó no sólo la vuelta del alma al cadáver, según la terminología usual tomada de los griegos, sino la asunción de todo el hombre Cristo en la gloria del Padre, en las condiciones de la existencia del mundo de Dios. La humanidad de Cristo, hasta la muerte y la sepultura sujeta a las condiciones de la existencia terrena, se sustrae ahora a ellas y se transfigura, como diríamos hoy. Por ello, el cristiano debe mantener firmemente estos dos puntos esenciales: debe creer, por una parte, entre la vida presente en Cristo y la vida futura —en efecto, la caridad es la ley del Reino de Dios y, por nuestra misma caridad, en la tierra se medirá nuestra participación en la gloria divina en el cielo—; pero, por otra parte, el cristiano debe ser consciente de la ruptura radical que hay entre la vida presente y la futura, ya que la economía de la fe es sustituida por la de la plena luz: nosotros estaremos con Cristo y «veremos a Dios », esa debe ser nuestra postura.
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Reflexión Domingo de Resurrección
¡ H a re s u ci t ad o : Al el u ya ! Por: Víctor Adán De la Cruz / II de Teología
¡Demos gloria a Dios por la resurrección de nuestro Señor! Después de un largo camino, donde hemos padecido con Jesús, el esfuerzo es recompensado con su Resurrección. Este día debe de ser de gran júbilo para todos los cristianos y la palabra de Dios así nos lo hace saber con este hermoso pasaje del evangelio. Podemos dividir el texto en varias partes, pero me parece oportuno señalar dos aspectos que nos pueden ayudar a vivir mejor la Pascua. El primero: al comenzar a leer el Evangelio notamos que la primera en darse cuenta de que el sepulcro estaba vacío fue María Magdalena, ella tomó una actitud de preocupación porque no estaba su Señor, ¡se lo habían robado! Hemos de notar que fue muy de mañana a su encuentro, ella estaba ansiosa por verlo aunque fuera un momento, con eso se daba por bien servida. Pero no estaba, y va de inmediato a avisarles a los discípulos lo que ella había visto: ¡una tumba vacía!
Hay que ponernos en el lugar de María, imaginar sus sentimientos de tristeza y desaliento. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Hubiéramos actuado igual? Si transporto este acontecimiento a mi vida actual, ¿cuántas veces me he sentido vacío como esa tumba? ¿En qué momento me volví ciego ante lo que Jesús ha hecho en mi vida? ¿En verdad me preocupo por tener a un Cristo resucitado en mi vida? Tenemos una corta estancia en este mundo y no conviene que eso poco lo desperdiciemos con • 16
vicios, excesos, maltratos, injusticia, etc. Hemos de pensar que a nadie le gusta la infelicidad, pero cuántos estamos infelices y no nos damos cuenta, por el estilo de vida que llevamos, con prisas, ajetreos, miedos, inseguridades, etc. Los invito a invertir todo ese tiempo en nuestro Señor, a seguir buscándolo con la certeza de que Él no defrauda ni nos deja solos, aunque nosotros lo rechacemos. En un segundo momento, cuando los discípulos se dan cuenta de que su Señor no está van
en su búsqueda y logran interpretar las señales que Jesús les había dejado. Curiosamente el primero que corre es un discípulo que no tiene nombre, esto nos da pie a interpretar que el evangelista hace alusión a nosotros, todos debemos de salir en búsqueda de nuestro Señor, estar prontos a no perdernos de lo que Él quiere darnos. Más aún, este es el primero que cree, ¡qué gran enseñanza! Nosotros creemos no por haber visto al Señor, sino por convicción y eso tiene un gran valor para Dios. Cuando Pedro entra al sepulcro, nos encontramos con una escena memorable; todo removido, pero el sudario que le había cubierto la cabeza a Jesús estaba doblado aparte, ¿qué signo es este? Es un signo maravilloso, si nos ponemos a investigar las costumbres judías, podemos entender que lo que se representa ahí es que ¡Jesús volverá! No se ha olvidado de nosotros, nos entrega una esperanza viva de retorno. ¿Qué nos deja toda esta reflexión? En este contexto de la Pascua y todo lo que se vive previo, nos queda la esperanza plena en Jesús, además de una certeza en su amor
y misericordia para con todo el género humano. No sólo hay que vivir tiempos, hay que vivir con la plena esperanza en Dios. No hay que quedarnos con unos días santos, santifiquemos nuestras vidas y la vida de los demás. Ahora pregunto: ¿estás listo para el encuentro definitivo con el Señor? ¿Qué te hace falta mejorar? ¿Qué haces para crecer más como cristianos y hermano? Tenemos el gran compromiso de anunciar el reino de Dios, de vivirlo y llevarlo a los más necesitados. Termino diciendo: anuncia como María, cree como el discípulo y espera como Pedro.
Sem. Víctor Adán de la Cruz 17 •
ellos serán consolados.
. . ....
Antes de dar inicio a esta reflexión, que en mí se ha convertido en una oración, aprovecho para saludar y agradecer a todas las personas que tienen en sus manos este escrito, gracias por su apoyo a este proyecto que hacemos con tanto cariño para ustedes.
de Dios: “el amor de madre”.
Es por eso que si, para nosotros, Jesús es modelo de hombre y un hijo ejemplar, debemos entonces de reconocer en María a una madre ejemplar por ser una mujer valiente, quien no sólo dio un sí a Dios, sino aun cuando su decisión muchas Hace apenas una semana veces la llenó de lágrimas jamás me pasó algo muy curioso que se desistió de su misión, la cual fue convirtió en inspiración para mí al “ser madre de nuestro salvador”. visitar a un amigo, el cual vive con su madre y ella es una persona ¿Sufrió María aun siendo sumamente alegre. Noté en los ella la llena de gracia? Para esto gestos de esta gran señora algo debemos de recordar que María de tristeza. En un momento que era una joven, que entregó su tuve oportunidad de platicar con vida a Dios y decidió darse en mi amigo le pregunté: ¿pasa algo cuerpo y alma a Él por el bien del con tu madre?, la veo algo triste. mundo, aun cuando su mismo A lo que contestó: es a mí al que esposo, San José, tardó tiempo no me está yendo bien, pero ella, para poder comprenderla y como madre, siente lo que yo cuando éste se abrió a la voluntad siento, siente mis frustraciones del padre tuvieron que pasar y mis tristezas, pero también juntos muchas dificultades, como siente mis alegrías y es parte de ver que todas las puertas se les mis proyectos, es una conexión cerraban y nadie tenía espacio que muchos llamamos amor. para recibirlos a ellos y al salvador del mundo, el cual nació en unas San Juan de la Cruz nos condiciones muy humildes. decía: “quien no sabe de penas, no sabe de amores”. En el mundo, el Cuántas madres pasan amor y el dolor van muy unidos, por tantas dificultades en es por eso que puedo asegurar nuestro tiempo, temores de que las lágrimas de una madre algunas mujeres que llegan a son muestra de un sentimiento pensar que no pueden tener que trasciende a todo lo que un hijo, otras que sienten que podemos sentir o conocer y no están preparadas por ser que sólo se puede explicar muy jóvenes u otras que viven como un verdadero regalo una realidad extremadamente
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difícil que piensan que no existe la forma de sacar adelante a ese bebé que les ha nacido, sin darse cuenta que éste puede ser no sólo una bendición para ella, sino para todos los que la rodean. Pregúntale a María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste? ¿Sufrió María aun siendo ella la llena de gracia? Tras las primeras dificultades, y ver que su hijo era un niño sano, María lleva a Jesús al templo y escucha el anuncio profético de Simeón que le presagiaba que ese niño había de ser señal de contradicción y que a ella una espada le atravesaría su corazón de madre al ver el sufrimiento de su hijo, surge una persecución por parte de Herodes hacia los niños recién nacidos y tienen que salir huyendo a Egipto para evitar que asesinaran a su hijo.
Cuántas madres en nuestro tiempo, aun teniendo la dicha de tener a hijos sanos, se enfrentan a dificultades que las orillan a abandonar su hogar por la inseguridad y el miedo que les causa el saber que pueden perder a un ser querido; aun con llanto, y muchas veces sintiéndose solas, piensan que el mundo no tiene nada bueno para ellas. Cuando tú te sientas triste y sin fuerzas, pregúntale a María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste? ¿Sufrió María aun siendo ella la llena de gracia? Cuando pasó tres días de interminable sufrimiento al perder a su hijo en Jerusalén y tuvo que regresar a su camino con la incertidumbre de no saber si encontraría o no a su hijo, que era ya un adolecente.
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Como muchas madres en la actualidad, que sufren por la desaparición de un hijo o que, desgraciadamente por causas que no alcanzan a comprender, son arrancados de su vida y viven la incertidumbre de no saber qué pasa con ellos. A ellas sólo les puedo decir que le pregunten a María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste? ¿Sufrió María aun siendo ella la llena de gracia? También sufrió cuando muere su esposo, san José, quien era su apoyo incondicional y compañero en sus batallas diarias, quien fue un siervo prudente y fiel de Dios y aparte tomó el papel de padre de nuestro señor Jesucristo.
a una familia adelante, o porque este fue llevado al reino celestial antes. Y cuántas veces creen que no son lo suficientemente fuertes para sacar a su familia adelante y caen en la desesperación, en esos momentos tan difíciles pregúntale a María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste?
¿Sufrió María aun siendo ella la llena de gracia? De igual manera sufrió cuando su único hijo Jesús deja Nazaret para iniciar la misión que le ha sido encomendada, y María se queda sola en casa, sólo sabe de todos los ataques, burlas y persecuciones que sufre su hijo a causa de sus enseñanzas y sabe que Él se rodea del odio y la dureza de corazón de Como tantas mujeres que los que no lo aceptan. tienen que tomar el puesto de Como cuando un hijo deja padre y madre en nuestro tiempo, por la falta de un compañero que su casa para iniciar la persecución se convierta en apoyo en el diario de sus sueños, o iniciar su caminar y ayudante para sacar propia familia, y su madre siente
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Y aunque la vida nos prepara para ver morir a nuestros seres amados, no siempre es así. Cuántas madres ven morir a sus hijos y algunas, por largas o dolorosas enfermedades, terminan hasta con la última lágrima que hay en su ser. Y sienten que la vida se escapa junto con la de ese ser tan amado. En esos momentos, pregúntale a ¿Sufrió María aun siendo María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste? ella la llena de gracia? Sí, cuando Tú, madre, ¿cómo le supo que su hijo fue apresado injustamente, por la traición de hiciste? Para, que a pesar de tanto uno de sus amigos y los otros sufrimiento y adversidades, nunca lo abandonaron, y fue azotado, perder la fe y la confianza que coronado de espinas y condenado desde niña pusiste en el Señor. a muerte. Convencidos todos Cuántas mujeres lloran a estamos de que es muy fácil diario por un hijo en prisión, el cual confiar y creer en Dios cuando injustamente fue condenado y se todo nos va bien, y nos gusta ver sienten impotentes por no poder la imagen de una Virgen gloriosa, hacer nada al respecto, y saben de con una cara que sólo proyecta todo el sufrimiento que pasan ahí paz y amor. Y aunque sí es así, dentro y duran días, meses o años, todo esto lo consiguió porque sin perder la esperanza que la en las adversidades, la madre de justicia llegue al fin. Cuando estén Jesús, abrió su corazón a Dios. a punto de darse por vencidas, pregúntenle a María: Tú, madre, “Bienaventurados los que lloran, ¿cómo le hiciste? porque ellos serán consolados” (Mt. 5,5,) ¿Sufrió María aun siendo ella la llena de gracia? También lo hizo cuando se encontró con su Hijo, todo destrozado, cargando una cruz y en camino a su muerte; al tener en su regazo maternal el cuerpo ya sin vida de ese ser que tanto amó, hasta depositarlo en un sepulcro. la soledad después de haber hecho todo por él, y sabe que en ocasiones no salen las cosas como estaban planeadas, y el hijo empieza a sufrir, pero ahora él tiene que afrontar sus problemas por sí mismo, y ella en silencio sufre sus penas. Si tú has pasado por eso pregúntale a María: Tú, madre, ¿cómo le hiciste?
Dedicado en especial a mi madre. Te amo.
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Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones PAPA FRANCISCO «Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor». Es el Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra cada año el IV Domingo de Pascua, el Domingo del Buen Pastor, y que en 2018 es el 22 de abril. El Obispo de Roma empieza su Mensaje recordando la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar también en 2018, dedicada a los jóvenes, en particular a la relación entre los jóvenes, la fe y la vocación. El Papa señala que «en dicha ocasión tendremos la oportunidad de profundizar sobre cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro de nuestra vida y cómo esto es el ‘proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todo tiempo’» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, introducción). «Ésta es la buena noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina», para que seamos instrumentos de salvación en el mundo.
En cada una de las tres actitudes: escuchar, discernir y vivir, el Mensaje pontificio evoca el comienzo de la misión de Jesús, alentando a seguir sus huellas. Con la actitud de la escucha, cada vez más difícil hoy, en una sociedad ruidosa, de confusión interior el Papa subraya la importancia también de la del silencio, de escuchar y leer la Palabra, de la contemplación: «como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf Lc 17,21) En lo que respecta al discernimiento espiritual, el Santo Padre recuerda asimismo que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética y asegura que «también hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales Él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión».
«¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente!», es la exclamación del Papa en su Mensaje, destacando la importancia de la actitud de vivir: «cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio Pues «también en estos tiempos in- ordenado, o a la de especial consaquietos en que vivimos, el misterio de gración— a convertirse en testigo del la Encarnación nos recuerda que Dios Señor, aquí y ahora». siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros»… «El «hoy» El Mensaje del Papa Francisco para la proclamado por Jesús nos da la seguri- Jornada Mundial de Oración por las dad de que Dios, en efecto, sigue «ba- Vocaciones 2018, está fechado el 3 de jando» para salvar a esta humanidad diciembre de 2017, Primer Domingo de nuestra y hacernos partícipes de su Aviento. misión», reitera del Santo Padre.
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Nogales, Sonora.
17 y 18 de marzo
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