La realidad lesbica en el estado espanol retos de futuro

Page 1

La realidad lésbica en el Estado español: retos de futuro Carmen G. Hernández 8 diciembre 2007, San Sebastián III Jornadas de Políticas Lésbicas de la FELGTB Hace más de treinta años, cuando empezó a organizarse el llamado movimiento de liberación homosexual en España, había una gran diferencia respecto a nuestros compañeros gays: en una sociedad que hacía del machismo su esencia más básica, su espacio natural como hombres era el público (la calle, los medios, el conocimiento canónico, la palabra) y el nuestro, como mujeres, el privado (la casa, la familia). Incluso a la hora de vivir la homofobia esta realidad marcaba diferencias: muy pocas lesbianas fueron encerradas en cárceles por peligrosas sociales o maleantes 1 -como fueron muchos hombres gays2, mujeres transexuales y personas transgénero. Básicamente porque, como dice Beatriz Gimeno, para que te priven de libertad primero has de tenerla. Y las lesbianas, como mujeres, no disponíamos de algo tan básico. Nuestras cárceles eran nuestras propias casas o los psiquiátricos a los que nos enviaban nuestros padres o hermanos. Me pregunto cómo se puede indemnizar a todas esas lesbianas que sufrieron también la represión franquista y que no constan en ningún registro oficial. Esa es la primera tarea pendiente que lanzo aquí: la reconstrucción de la memoria lésbica en nuestro país3. No será fácil pero no imposible. Y es la justicia histórica que exigimos, con recursos para hacerlo, también. Respecto a nuestras compañeras heterosexuales, quizás las diferencias eran pocas alrededor de los años 70. Sufríamos el mismo ostracismo como mujeres, la misma violencia, la misma exclusión, la misma discriminación. Nuestro cuerpo era controlado por el sistema, por nuestras familias, y estaba orientado fundamentalmente a la reproducción y nunca al placer (la moral católica controlaba firmemente este aspecto). La meta fundamental era 1

La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS) aprobada en 1970 pretendía sustituir la ley de Vagos y Maleantes de 1933 (cuya reforma en 1954 incluyó a los homosexuales). 2 Habría que estudiar también cuántos de aquellos hombres eran bisexuales. 3 Hay algunos trabajos hechos en este sentido, pero es imprescindible dedicar más recursos para fomentar la investigación, recopilar testimonios y difundir esa información.


arrebatárselo, tener el control de nuestro propio cuerpo y destino. Una lucha que ha sido uno de los hitos de la historia de la Humanidad en la que el movimiento y teoría feminista ha sido protagonista y promotor fundamental. Separar sexo de reproducción, conseguir el uso legal de anticonceptivos, el aborto, el divorcio, ganar la calle… fueron metas fundamentales conquistadas que nos permiten estar en estas jornadas sin necesidad del permiso paterno o de nuestro marido, o irnos esta noche de fiesta sin que ningún hombre tenga permiso moral para violarnos. Han pasado más de 30 años desde que las lesbianas nos embarcamos en el movimiento organizado feminista por la liberación sexual, junto a las mujeres heterosexuales y bisexuales, y más de 30 que lo hacemos junto a los gays, bisexuales y las personas transexuales por la liberación homosexual. Nos hemos dejado la piel por conseguir todas esas conquistas que mencioné antes, igual que lo hemos hecho para conseguir el reconocimiento del derecho a casarnos con una persona del mismo sexo o que las personas transexuales puedan cambiar su DNI sin necesidad de haber completado el proceso de reasignación sexual. Hemos luchado en muchos otros movimientos sociales, en el ámbito político, sindical, jurídico, educativo, empresarial… Hemos contribuido a parir y alimentar esta democracia-una grandísima muestra lo tenemos con la compañera Empar Pineda- pero muy poca gente lo sabe o es consciente de ello. Empezando por nosotras mismas. Más aún. No sólo no somos conscientes de ese rol fundamental que hemos jugado y seguimos jugando, sino que encima somos las últimas en disfrutar de ese sistema de libertades que nosotras también hemos ayudado a construir. Vemos además que tres décadas después, muchos hombres gays y bisexualescompañeros de viaje- siguen asumiendo su rol de hombre dominante en una sociedad machista, ignorando el peso trascendental que ha tenido el movimiento feminista en sus vidas y contribuyendo con la invisibilización que sufrimos las lesbianas y mujeres bisexuales (en el ámbito académico, periodístico, cultural y político LGTB). No obstante, es importantísimo


explicar también que algunos han asumido el discurso feminista y están intentando cambiar la situación (cabe destacar a Pedro Zerolo 4 y Toni Poveda5 entre ellos), incluso en determinadas estructuras, como es la FELGTB, cuyos activistas están haciendo un gran esfuerzo por el cambio. Vemos asimismo que el espacio público ha ido abriendo huecos a las mujeres, a base de muchísimo esfuerzo desde el movimiento feminista (heterosexuales, bisexuales y lesbianas, todas juntas) y sus alianzas. Huecos que aún distan de la plena igualdad laboral, salarial, en las cotas de poder, en el uso del tiempo, etc. pero que sin duda son bastante significativos. Pero esa conquista básica, ¿nos ha llegado a todas? No. Ese ámbito público empieza a sonar en femenino… heterosexual. No nos engañemos: da igual que en silencio seamos lesbianas, para la sociedad somos heterosexuales y como tal nos tratan. Excepto en espacios como el activismo y en la ficción, la realidad femenina en nuestro país sigue siendo netamente heterosexual. Desde las consultas médicas, los planes de igualdad, los planes sanitarios, las listas electorales, la historia… las lesbianas seguimos sin existir. Por supuesto que ha habido espacios de cambio, pero como colectivo, somos fantasmas. Seguimos estando, de algún modo, como hace 20 años, encerradas en los armarios, en los pubs, y como novedad, en los chats. La calle, lo público, sigue sin ser nuestro, como lesbianas. Aunque hemos peleado como fieras para que los demás y las demás lo disfruten. ¿Queremos, podemos seguir así? ¿Cuánto más vamos a esperar? Si quieren, hablemos de los flecos legales que funcionan mal: del queso gruyere de la ley de reproducción asistida y todos los vacíos que genera (en la imposibilidad de donar óvulos a tu pareja, en los resultados absurdos de no avisar antes de dar a luz y que tu esposa pueda tener que adoptar al niño después). De los jueces que ponen problemas, de los ginecólogos a punto de infarto, de los formularios sin casilla, de los cotilleos de los compañeros de trabajo. Pero, ¿saben qué? Ese no es el verdadero problema. Mañana surgirán 4 5

Fue Presidente de la FELGTB entre 1997 y 2003. Presidente de la FELGTB desde 2007.


otros nuevos vacíos, nuevos frenos. El problema de fondo es que no nos conocen, no existimos y nosotras no estamos haciendo todo lo que debemos para acabar con ese problema de fondo que se llama INVISIBILIDAD. No me entiendan mal. Sería absurda e injusta si nos culpara a nosotras mismas de nuestra situación. Son muchos siglos de persecución, torturas, violaciones para olvidarlo en 40 años. Pero también sería irresponsable si no les dijera que la llave del cambio no la tiene ni el Gobierno, ni los gays, ni los jueces, ni los médicos, ni nuestros padres y amigos. Que el victimismo nos condena y que la llave del cambio está en tu mano, en la mía, en la de todas. Y tiene un nombre con once letras: VISIBILIDAD. ¿Qué significa ser visible? ¿Ser invisible es una opción? ¿Nos gusta vivir una doble vida, llena de silencios, ausencias, mentiras enquistadas? ¿Por qué nos produce, no miedo, sino terror el ser visibles? Hablemos de la lesbofobia. Ese odio irracional hacia las lesbianas que puede generar

despidos,

rechazo

familiar,

insultos,

agresiones,

violación,

persecución e incluso muerte. La lesbofobia que hemos vivido durante siglos nos ha enseñado a vivir ocultas. Un odio o rechazo que muchas incluso sienten o que hemos sentido alguna vez en la vida hacia nosotras mismas por nuestra orientación sexual. Llevamos inserto en la memoria colectiva todo el dolor y el horror que ha conllevado la represión a la existencia lésbica durante miles de años. Es normal que el miedo nos paralice. Pero, ese miedo tan visceral, ¿sigue teniendo razón de ser en la realidad española de hoy? Y sobre todo, ¿qué perdemos siendo invisibles? Hablemos de la invisibilidad como opción, del silencio y la doble vida como destino. Si alguna lesbiana quiere ser invisible, tiene todo el derecho del mundo a serlo. No apoyo el outing porque salir del armario es un proceso personal. No lo apoyo incluso en aquellas lesbianas que votan contra ellas mismas en el Congreso o van a manifestaciones del Foro de la Familia a corear en alto que la gente como ella son como cucarachas. Creo que tenemos que


pelear aún con más fuerza para que esa mujer pueda mirarse al espejo, empiece a quererse, a amarse y a amar en libertad a otras mujeres. Que pueda sentirse orgullosa como lesbiana. Ahora bien, como activista, no pienso seguir defendiendo la invisibilidad como una opción. Como no defiendo la lesbofobia internalizada, ni el rechazo a la diversidad de nuestra comunidad. Porque el silencio nos excluye, nos aliena, nos margina, nos daña física y psicológicamente, nos aparta del cuidado, de los derechos, de la dignidad, del futuro. Y no puedo apoyar eso. Mi silencio, tu silencio, contribuye a que otra adolescente tenga que pasar por lo que pasaste tú o por lo que pasé yo. Y me parece tremendamente injusto. Lo siento mucho, compañeras, pero no tenemos legitimidad para seguir acusando a las instituciones, a nuestros compañeros gays, a los medios de comunicación de nuestra situación si decidimos seguir siendo invisibles. Porque ese paso lo tenemos que dar nosotras. Está claro que esta sociedad sigue siendo machista y que la discriminación es estructural. Pero hoy, diciembre de 2007, hay leyes que nos protegen, hay más recursos que nunca, y nuestro miedo se alimenta más de recuerdos pasados que de hechos presentes. El único modo de romper el círculo vicioso de nuestra discriminación, basado fundamentalmente en la invisibilidad, es siendo visibles. ¿Qué nos despiden por salir del armario? Peleemos desde el movimiento lgtb, desde los sindicatos por ese despido. ¿Qué nuestra familia nos rechaza por decirles que somos lesbianas? Contemos con más referentes conocidos, con más apoyos psicológicos para hacerles entender que esto es normal. A veces saldrá bien, y otras, no, o costará más tiempo. Pero, ¿qué porcentaje de casos se vive como un proceso trágico? Seguro que mucho menos que si analizamos las consecuencias de vivir una doble vida llena de medias verdades, medios silencios. De mentiras en casa, en el médico, en el trabajo, en la escuela de nuestros hijos e hijas. De exilio. De alcohol para socializar. De estrés constante. De depresiones, bulimia. De ITS y cáncer sin detectar. Ese porcentaje es mucho más alto, mucho más dañino y mucho más


real, aunque los estudios que lo contemplen sean mínimos, porque nuestra realidad sigue sin ser analizada. Dañino para nosotras y para la gente que nos quiere. Seamos honestas: el precio de la invisibilidad, no nos engañemos, es a la larga muchísimo más letal que el rechazo o el despido puntual. Sobre todo si tenemos una red que nos apoya: una red que existe y que también tenemos que visibilizar. El miedo, de una vez, debe dejarnos salir de ese búnker en el que nos metimos hace siglos para evitar los graves perjuicios de una guerra que, afortunadamente y gracias a nuestro esfuerzo, ya no es lo que era. Demos ese paso. Y démoslo juntas. Cuantas más seamos visibles, más fácil será para el resto. Más referentes con los que borrar siglos de prejuicios que llenan esa palabra -lesbiana- que tanto cuesta pronunciar aún. Desde el Área de Políticas Lésbicas de la FELGTB, fomentar la visibilidad lésbica es nuestra prioridad y estamos diseñando todo tipo de herramientas que nos puedan servir de apoyo para salir del armario: una web con diversos recursos, una campaña muy completa para promocionar la visibilidad (en la que animaremos a lesbianas con presencia pública a salir del armario), una Escuela de Género, etc. Creemos que necesitamos empoderarnos, sentirnos fuertes y orgullosas de nuestra orientación sexual. Y para empoderarnos tenemos que conocer nuestro pasado, todo lo que hemos hecho por los demás (y que debemos seguir haciendo). Conocer todo lo que nos perdemos por ser invisibles. Tener referentes en los que mirarnos. Y, por supuesto, querernos, cuidarnos. No esperar a que venga alguien a hacerlo por nosotras. A menos que los sectores más reaccionarios intenten hacernos retroceder a todos, la visibilidad lésbica será la estrella en 2008. Contamos con el apoyo explícito de nuestros compañeros de la FELGTB. Eso sí. Apoyo tendremos, pero está en nuestra mano hacerlo realidad.


Cuanto más visibles, mejor podremos conocer también nuestra diversidad interna, que es mucha y muy rica, como estamos viendo estos días. Porque no podemos dejar a nadie fuera de nuestros colectivos y demandas concretas: ni por su edad, ni por su identidad de género, ni por su diversidad funcional, ni por sus creencias, ni por su origen, ni por su lengua, ni por su estado serológico, ni por otra circunstancia. Saquemos del armario nuestras prácticas sexuales, demos a conocer toda nuestra contribución cultural, política, social, educativa. Que es, ha sido, y sigue siendo, mucha. Necesitamos esos referentes también, los de la historia. Presionemos para conseguir fondos e investigar esa presencia desde el ámbito académico. Y por supuesto, sigamos peleando por nuestros derechos como mujeres con todas las alianzas que hemos forjado estos años, especialmente con las compañeras heterosexuales y bisexuales del movimiento feminista. ¿Y qué ganaremos siendo visibles? Más salud, más placer, más libertad, más plenitud. Poder ejercer los derechos que como presuntas heterosexuales no podemos disfrutar. Podremos exigir que nos incluyan en los estudios y análisis de la realidad, del presente y del pasado y que se hagan visibles en el currículo escolar. Podremos exigir protocolos ginecológicos que contemplen nuestras prácticas sexuales. Podremos pedir políticas específicas para luchar contra la lesbofobia. Podremos exigir que nos contemplen en los planes de prevención del VIH-SIDA y otras ITS. Que nos sintamos incluidas en la prevención del cáncer. Podremos exigir que cuenten con nuestra realidad en los planes de igualdad. Que haya herramientas específicas para abordar la violencia intragénero. Podremos ayudar a nuestros padres y familiares a entender mejor qué es eso de tener una hija lesbiana. Y podremos estar más fuertes para embarcarnos, si así lo deseamos, en la aventura de la maternidad y garantizar los derechos de nuestros hijos.


A nivel global, nuestro cambio ayudará a compañeras de otros países que viven una lesbofobia atroz o incluso a aquellas que pidan el asilo por ese motivo en nuestro país o en la Unión Europea. Y sobre todo, pondremos nuestro grano de arena para que las lesbianas desde su infancia puedan vivir con plenitud y orgullo su desarrollo vital, como cualquier chica heterosexual. Compañeras. Llevamos muchos años repitiendo una y otra vez cuáles son nuestros problemas en distintos foros. Podríamos reunirnos con todos los agentes sociales del planeta, plantearles todas esas demandas, que si nosotras no damos el siguiente paso- ser visibles- serviría de muy poco. ¿No creen que va llegando la hora de entrar en una nueva fase de nuestra historia? Yo creo que sí. Creo que nuestro momento ha llegado. Y me encantaría saber si ustedes lo creen también. Porque si hemos contribuido a cambiar tantas cosas importantes, podremos conseguir otra más: nuestra felicidad. Juntas, podremos.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.