El viaje de Od - Tierra de Mu

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Las Niñas CAMBIAN EL MUNDO

Historias de ficción protagonizadas por niñas, inspiradas en culturas, leyendas y tradiciones de alrededor del mundo.

El viajE dE Od Susanna Isern Ana Sender Colección Las Niñas Cambian el Mundo

El viajE dE Od © texto: Susanna Isern 2019 © ilustraciones: Ana Sender 2019 © corrección y maquetación: Lyra soluciones divulgativas

© edición: Tierra de MU 2019 www.tierrademu.com mu@tierrademu.com Primera edición: abril 2019 ISBN: 978-84-948337-4-8 Depósito Legal: SA 210-2019 Impreso en Grafo Industrias Gráficas Todos los derechos reservados. Queda prohibida toda forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por ley. Si necesita escanear o fotocopiar algún fragmento, diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos).


La llamaron Od porque sus ojos brillaban como dos estrellas en el firmamento. Od y su pueblo errante vivĂ­an recorriendo el bosque boreal en busca de nuevos prados. Eran los Ăşltimos


Llevaban varias semanas al abrigo de los árboles gigantes. Aquel invierno había traído un frío salvaje y parecía interminable. Naran, el hermano pequeño de Od, estaba muy enfermo.

Demasiados días con fiebres altísimas como para no preocuparse. Ni los remedios ancestrales, ni los baños fríos a la luz de la luna, ni el arrullo suave de su madre… Nada había logrado mejorarlo.


Una mañana, Od visitó al chamán del poblado. —Naran está muy enfermo. Si sigue así, no sobrevivirá al invierno. Necesito que te comuniques con el Dios de la montaña para pedirle consejo. El chamán inició un baile palpitante a golpe de tambor con su mirada fija en el cielo en busca de respuestas. Unos minutos después, habló: —Solamente el astrágalo, la planta medicinal que crece en las altas cumbres, puede curar a Naran.


Ascender hasta las cumbres en pleno invierno era muy arriesgado. Además, ni siquiera era seguro encontrar el astrágalo pues, aunque era perenne y no sucumbía a las bajas temperaturas, probablemente estaría sepultado por la nieve. Pero Od estaba decidida. En realidad, no tenía otra opción. Se acercó a Reno, su inseparable compañero, y lo miró a los ojos.


Con el primer rayo de sol, emprendieron el viaje a través de la profundidad del bosque. Tras varias horas de trayecto, se encontraron a un zorro asomando el hocico por una madriguera. —Hola, forasteros. ¿Podéis darme algo de comida? —preguntó Zorro. —Tenemos algunos víveres, pero los necesitamos para llegar a las altas cumbres —contestó Od. —Hace unos meses me atacó un águila. Logré zafarme de ella, pero quedé cojo de una pata. No puedo almacenar comida para el invierno ni tampoco migrar hacia tierras más cálidas. —Está bien, te daré una rebanada de pan con mantequilla de yak. Lamento no poder darte más.


Od y Reno siguieron su viaje. Con la caída del sol, se detuvieron para acampar en un claro del bosque. Ya entrada la noche, la niña percibió un movimiento sospechoso cerca de sus pies. Se despertó sobresaltada. —¿Qué haces aquí? ¿Nos estás robando? —No es esa mi intención —contestó Zorro al verse descubierto—. Quiero ir con vosotros. En el bosque tengo los días contados. —Pero no tenemos comida para todos. Zorro bajó las orejas y puso cara de pena. —De acuerdo, ya nos las arreglaremos —concluyó Od con resignación.


A la mañana siguiente, la niña, el reno y el zorro abandonaron el bosque boreal y llegaron a la falda de la montaña. Posada en un pedrusco, vieron a un águila de plumas doradas. A pesar de tener la cabeza cubierta por una caperuza, los detectó de inmediato. —¿Quién anda ahí? Necesito que alguien me quite la caperuza. Si no, moriré de hambre —suplicó Águila Dorada. —Si te libero, ¿cómo sé que no nos atacarás? —preguntó Od. —Me he criado con los humanos y mi lealtad está por encima de todo. —No le hagas caso, Od. Yo casi muero entre las garras de un águila. Si le devuelves la visión, acabará con nosotros. Recuerda que lleva días sin comer —advirtió Zorro. —Zorro, a ti te he dado una oportunidad y también se la daré a Águila.


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