Kala y los elefantes - Susanna Isern, Silvia Álvarez. Tierra de MU

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Las Niñas

Historias de ficción protagonizadas por niñas, inspiradas en culturas, leyendas y tradiciones de alrededor del mundo.

Colección Las Niñas Cambian el Mundo Kala y los elefantes

© texto: Susanna Isern 2021

© ilustraciones: Silvia Álvarez 2021

© edición: Tierra de MU 2021 www.tierrademu.com mu@tierrademu.com

Corrección: Torsitrad

Maquetación: Tierra de MU www.tierrademu.com

mu@tierrademu.com

Primera edición: noviembre 2021

ISBN: 978-84-123760-6-7

Depósito Legal: SA 452-2021

Impreso en Eslovenia por GPS Group

Todos los derechos reservados.

Queda prohibida toda forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por ley. Si necesita escanear o fotocopiar algún fragmento, diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos).

CONSEJERÍA DE UNIVERSIDADES, IGUALDAD, CULTURA Y DEPORTE

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General de Acción Cultural del Gobierno de Cantabria.

Susanna Isern silvia álvarez

La aldea estaba construida en la Tierra de Nubes. Kala vivía en una pequeña cabaña suspendida en el aire. Aquella zona era, además de montañosa, una de las más lluviosas del mundo. Era mejor evitar el suelo húmedo. En las calles de la aldea también vivían gallos salvajes. Casi siempre cantaban en mitad de la noche, pero eso ya a nadie le importaba. Uno de ellos se llamaba Cian, por su curiosa cresta azul. Era el mejor amigo de Kala.

Los sábados no había escuela y Kala ayudaba a su madre a recolectar té. A la hora del almuerzo, Cian se metía en la cesta y ambos abandonaban la plantación. La niña atravesaba la arboleda que llevaba a la gran cascada. Le gustaba contemplar a los elefantes mientras comía una ración de arroz y mango.

Un día, Kala descubrió a un nuevo miembro de la manada.

–Mira, Cian: ¡ha nacido una cría! —exclamó al ver a un pequeño elefante junto a su madre.

Entonces sucedió algo inesperado. Sin previo aviso, un grupo de hombres salieron de entre los árboles y corrieron, amenazantes, hacia la manada. Los elefantes huyeron en dirección contraria, pero era una trampa. Acorralaron al más vulnerable y lo apresaron.

Kala y Cian permanecieron escondidos hasta que los hombres se fueron.

–¡Es terrible! ¡Han capturado a la madre! ¿Qué pasará ahora con su cría? —se lamentó la niña con un nudo en la garganta.

La vegetación marcaba el paso de la estampida de la manada. En ese momento, Kala percibió un ligero movimiento en unos helechos. Desplazó las hojas con cuidado y descubrió al pequeño elefante, que comenzó a barritar con desolación.

–¡Lo siento mucho! —lo abrazó Kala.

–Se han llevado a mi madre —gimió la cría.

–No te preocupes. Iremos a buscarla —dijo la niña mirándole a los ojos—. Yo soy Kala y este es mi amigo Cian. ¿Cómo te llamas?

–Mi nombre es Taru —contestó el elefante.

Kala desconocía el paradero de la madre de Taru. Sin embargo, estaba decidida a recorrer hasta el último rincón de la Tierra de Nubes para encontrarla.

–Es arriesgado alejarse más de la aldea. La jungla es como un laberinto repleto de peligros —advirtió Cian.

El gallo tenía razón, pero Kala le había hecho una promesa al elefante y debía cumplirla.

A medida que se adentraban en la jungla, la vegetación se hacía más frondosa y los ruidos inquietantes y desconocidos se multiplicaban. Kala se sentía observada. Era como si docenas de ojos escondidos se posaran sobre ella.

De pronto, la niña pisó unas hojas gigantescas y cayó en una fosa oculta. El gallo aleteó hasta tierra firme y Taru logró detenerse antes de ser engullido por el agujero.

–¡Es una trampa de cazadores! —exclamó Cian. –¿Cómo la sacaremos de allí? —preguntó Taru.

Un tigre de Bengala salió rugiendo de entre los árboles. Cian y Taru se escondieron rápidamente. La fiera se acercó a la fosa. Kala estaba aterrorizada.

–Por favor, no me comas. Mira, si estoy en los huesos —dijo la niña mostrando su escuálido brazo.

–¿Comerte? Vengo a darte las gracias. Esta trampa era para mí —explicó el tigre—. La jungla está repleta de hoyos ocultos para cazarnos. Muchos tigres han sido apresados.

–¿Apresados? ¿Y tú sabes dónde se los llevan? —preguntó Kala. –A un espantoso lugar gobernado por los humanos. Al otro lado de la Montaña de la Nube Eterna.

–¡Tigre! ¡Tienes que llevarme hasta allí! —pidió Kala.

–Pero Kala, la Montaña de la Nube Eterna es oscura como la noche. Dicen que alberga a bestias despiadadas y que es casi imposible encontrar la salida —dijo Cian, que aún se encontraba cubierto por unos matorrales.

–¡No importa! ¡Tigre nos llevará hasta allí! ¿No es así?

–Está bien. Te debo una. Además, así podré salvar a mis hermanos.

Tigre arrastró un tronco hasta la fosa y Kala trepó por él hasta liberarse.

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