Intrépidas - Pastel de Luna

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Cuando alguien se encontraba con Junko Tabei por primera vez, no podía evitar mirarla varias veces de arriba a abajo... Medía metro y medio, y no pesaba más de cincuenta kilos. ¿Cómo podía ser la primera mujer en haber coronado el monte Everest? Ella se reía de la confusión. Junko explicaba que el físico o la técnica no la llevaron al techo del mundo, sino que fue su determinación lo que la impulsó a la cima, y esa fuerza imparable nace del corazón. Intrépidas recupera los viajes de 25 mujeres exploradoras, muchas de ellas olvidadas con el transcurso de los años. Siguiendo sus pasos aprenderemos cómo superaron sus miedos, cómo consiguieron subir las montañas más altas, recorrer el mundo a pie, en bicicleta, viajar al espacio, volar cruzando océanos y continentes, sobrevivir en el desierto o bajar a lo más profundo del mar… Algunas llegaron a su meta y otras no, pero lo importante es el camino que recorrieron y cómo su viaje las cambió para siempre.



Sal en busca de tus sueños y disfruta del v iaje, porque cada paso que des cambiará quién eres


Este libro es un trabajo artístico y creativo en el que se representan las vivencias de veinticinco mujeres que recorrieron el mundo en busca de sus sueños. No es una obra científica ni académica. Sus historias han sido tratadas con respeto y cariño. Intrépidas quiere ser un homenaje a cada una de ellas.

Copyright Texto © 2018 Cristina Pujol Copyright Ilustraciones © 2018 Rena Ortega Copyright Edición © 2018 Pastel de Luna contacto@pasteldeluna.com www.pasteldeluna.com Corrección: Ana Doménech Impreso en España ISBN: 978-84-16427-17-8 D.L.: M-7997-2018 Todos los derechos reservados


32. AMELIA EARHART 1897 - 1937 (desaparece) Atchison, Kansas, EE. UU. Primera mujer en cruzar el Atlántico pilotando un avión. Desaparece en el Pacífico intentando dar la vuelta al mundo en su avión.

34. ALEXANDRA DAVID-NÉEL 1898 - 1969 Saint-Mandé, Francia Recorrió Asia y se disfrazó de mendiga tibetana para entrar en la ciudad de Lhasa burlando a las autoridades inglesas.

38. ANNE DAVIES 8. EGERIA

10. GUDRID

s. IV Gallaecia, Hispania

980 - 1050 (fechas aproximadas) Laugarbrekka, Islandia

Recorrió Tierra Santa. Escribió uno de los primeros diarios de viajes.

Llegó a América en una de las exploraciones vikingas. Dio a luz al primer europeo nacido en el Nuevo Mundo.

1923 - 2008 Reino Unido

36. CLÄRENORE STINNES

ANTONIA DEACOCK

1901 - 1990 Mülheim, Alemania

1931 - 2012 Johannesburgo, sudáfrica

Primera persona que da la vuelta al mundo en coche.

EVE SIMS Son las primeras mujeres occidentales en entrar en el reino budista de Zanskar en el Himalaya.

12. JEANNE BARET

14. SACAGAWEA

1749 - 1807 La Comelle, Francia

1788 - 1812 Tribu Agaidika, actual Idaho, EE. UU.

40. SYLVIA EARLE

Acompañó a los exploradores Lewis y Clark hasta el Pacífico.

1935 Gibbstown, Nueva Jersey, EE. UU.

Primera mujer en dar la vuelta al mundo en barco.

16. MARIANNE NORTH 1830 - 1890 Hastings, Reino Unido Recorrió los cinco continentes pintando. Descubrió varias especies de plantas, entre ellas una gran planta carnívora en Borneo.

1932 Reino Unido

Estudió el fondo marino y permaneció dos semanas viviendo bajo el agua.

42. HELEN THAYER 1937 Auckland, Nueva Zelanda Llegó al polo norte magnético andando y sin asistencia.

18. ISABELLA BIRD 1831 - 1904 Boroughbridge, Reino Unido Recorrió las montañas Rocosas a caballo, aunque también viajó por Asia. Fue la primera mujer admitida en la Royal Geographical Society.

44. VALENTINA TERESHKOVA 1937 Maslennikovo, Rusia Primera mujer que llega al espacio.

46. JUNKO TABEI 1939 - 2016 Miharu, Japón Primera mujer en coronar el monte Everest.

22. NELLY BLY 20. MAY FRENCH SHELDON 1847 - 1936 Bridgewater, Pensilvania, EE. UU. Recorrió parte de Kenia y Tanzania.

1864 - 1922 Cochrans Mills, Pensilvania, EE. UU.

48. ROSIE SWALE POPE

Dio la vuelta al mundo en 72 días emulando al personaje de Julio Verne, Phileas Fogg.

1946 Davos, Suiza Da la vuelta al mundo corriendo durante cinco años.

24. MARY KINGSLEY 1862 - 1900 Islington, Reino Unido Recorrió el Congo y Gabón estudiando las tribus de la zona, subió al monte Camerún y descubrió nuevas especies de peces.

28. ANNIE LONDONDERRY 1870 - 1947 Letonia (sin confirmar) Recorrió el mundo con una bicicleta.

50. ROBYN DAVIDSON 1950 Miles, Australia Cruza el desierto australiano a pie acompañada de cuatro camellos.

54. LYNNE COX 26. MARGARET FOUNTAINE 1862 - 1940 Norwich, Reino Unido Viaja por el mundo recopilando mariposas.

52. KAY COTTEE

1957 Boston, Massachussetts, EE. UU.

Primera mujer en dar la vuelta al mundo en barco, en solitario y sin asistencia.

Distintas hazañas a nado, se sumerge en las aguas heladas de la Antártida y consigue romper el hielo entre EE. UU. y la antigua Unión Soviética durante la Guerra Fría.

56. ELSPETH BEARD

58.

1959 Londres, Reino Unido

¿Cuál será tu viaje?

1954 Sídney, Australia

30. GRACE MARGUERITE 1895 - 1946 Liverpool, Reino Unido Primera mujer en dar la vuelta al mundo volando. Lo hace en un dirigible.

Da la vuelta al mundo en moto.


Uno de los lugares santos que visitó fue el mоte Sinaí, el cual subió a pie

un viaje de fe

«No

es un trabajo laborioso cuando una persоa ve que su deseo puede hacerse realidad»

Cuando Egeria c#ienza su verdadera peregrinación lo hace desde Cоstantinopla, capital del imperio cо el emperador Teodosio I

En su peregrinaje, legó hasta Egipto dоde vio el faro de Alejandría desaparecido en el s. VII Egeria proba blemente era una muj er religiosa que vivía en uno de los primeros mоasterios cristianos de Hispania. Partió de su hogar en bu/o siguien do las calzadas r0 anas Ella era la peregrina, pero sus ojos eran también los de sus compañeras de fe.

Con

los ojos cerrados, en el silencio de la noche, todavía podía sentir el calor de las velas de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, saborear las deliciosas manzanas del monte Sinaí, escuchar el bullicio del puerto de Alejandría y ver las miles de estrellas que parecían caer sobre ella cuando dormía al raso en Egipto. Pero ahora que había comenzado el viaje de regreso, todo le resultaba lejano, parecía casi un sueño. Egeria había hecho algo impensable para una mujer del siglo IV. Había dejado su hogar en Gallaecia para ver con sus propios ojos los maravillosos lugares que aparecían en la Biblia.

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Cuando se reunía con sus compañeras y leían juntas algún pasaje, su mente viajaba y su corazón se aceleraba pensando en tocar los olivos que un día vio Jesús. Poco a poco en su cabeza comenzó a fraguarse la idea de viajar a Tierra Santa. El primer paso, con el que cruzó el umbral, fue el más difícil, pero cuando lo dio, se sintió más ligera. Era curiosa, valiente y fuerte. Recorrió más de cinco mil kilómetros, del año 381 al 384, la mayoría del tiempo en burro. Escribía sobre todo lo que veía, y dibujaba los lugares que se encontraba a su paso, no quería olvidar nada.

Les dirigía cartas en las que les relataba cada paso que daba. Esas misivas son el único rastro que se conserva de su aventura. Se perdieron durante siglos, hasta que en 1884 se encontró un fragmento que las rescató del olvido y que había permanecido oculto en un monasterio italiano. Tras tres años de viaje su cuerpo comenzó a traicionarla, sus piernas no conseguían mantener el ritmo de su curiosidad inagotable. Estaba cansada. No sabemos si Egeria abrazó de nuevo a sus compañeras, su rastro se pierde en Constantinopla. Puede que en alguna biblioteca, escondido entre pergaminos, se encuentre su último gran relato, el de su vuelta a casa.

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la vikinga que soñaba con el nuevo mundo Sno!i, el primer europeo nacido en América

(Norte América)

(Te*an+a)

primeros viajes vikingos erik el rojo (985 d. c.) leif eriksson (1000 d. c.) gudrid y karlsefni En

la cubierta del barco, acariciada por la brisa marina, Gudrid soñaba con las extrañas tierras de las que le había hablado su yerno Leif. Estaba embarazada y quería que su hijo naciera allí, rodeado de prados verdes e interminables bosques. Era su segunda travesía, la primera fue mal desde el principio. Tras zarpar comenzaron las tormentas, perdieron el rumbo y tuvieron que regresar. La mitad de la tripulación enfermó y su primer marido, Thorsteinn, falleció. Ahora sentía que iba a ser distinto, iba a cumplir su destino. No se equivocaba, sus hazañas han pasado de padres a hijos en su tierra natal, Islandia. Cuando tenía quince años emigró con su familia a Groenlandia, que había sido descubierta por Erik el Rojo, amigo de su padre, veinte años antes. Erik les

dio tierras para arar y su hijo menor, Thorsteinn, pidió la mano de Gudrid. Al poco de llegar escucharon que un grupo de vikingos había llegado a una tierra desconocida, más lejos de lo que nunca había ido nadie antes, Vinland. Algo despertó dentro de Gudrid, que convenció a Thorsteinn y, cuando este falleció, a Karlsefni, su segundo marido, de que tenían que ir allí. Siguiendo las mareas, observando el viento y las estrellas, Gudrid cruzó el Atlántico y encontró el nuevo continente en torno al año 1000 d. C. Allí dio a luz a su hijo Snorri, el primer europeo nacido en América. Pero su sueño terminó tres años después, cuando los enfrentamientos con los indios se hicieron insoportables y tuvieron que volver a Islandia.

s vikingos Casa típica de lo bierta de turba cu la cо s se de n isla 10

Sin embargo, su corazón se quedó allí. Gudrid era vikinga, sus antepasados habían navegado de Noruega a las islas británicas, de allí a Islandia y más tarde a Groenlandia. Era feliz explorando, intentando ver más allá de la niebla, de las olas, de las montañas. Vivió los últimos años de su vida como una ermitaña en la pequeña iglesia que le construyó Snorri en la costa islandesa, desde donde miraba el mar cada día, rememorando el instante en que vio el Nuevo Mundo por primera vez.

C!o mujer cоciliado ra , Gudrid intentó entablar amista d cо las mujeres indias de pelo rojizo que se encоtró en América

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El descubrimiento de la buganvila se atribuyó a C/mersо, pero estaba enfermo cuando legarо a Brasil. Jea1e fue la que bajó a tie*a

la primera mujer en dar la vuelta al mundo

Durante su viaje catalogarо más de 650 especímenes, entre elos un delfín; y un cráter

Solanium baretiae fue descubierta por Eric Tepe que la bautizó en hоor a Jea1e tras cоocer su historia

Al llegar a Tahití la tensión sexual con los nativos evidenció que Jeanne no era un muchacho. Los marineros la asaltaron. El capitán Bougainville decidió que ella y Commerson desembarcasen en isla Mauricio. Nueve meses después dio a luz a un bebé que dio en adopción.

Observaba a los marineros en el puerto e intentaba memorizar sus gestos. Finalmente encontró valor para subir al barco, dejó de ser Jeanne y se convirtió en un hombre, Jean. Siempre había amado las plantas y cuando entró al servicio del botánico Philibert Commerson encontró a alguien que la complementaba: él tenía el conocimiento académico y ella el instinto. Se convirtió en su amante y colega, pero no podían casarse, él era un aristócrata y ella una campesina. En 1767 Philibert fue elegido para ir en la expedición de Louise Antoine de Bougainville que circunvalaría el globo. Era el sueño de cualquier científico

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y Jeanne quería acompañarle. Se haría pasar por su ayudante, ya que las mujeres no podían navegar con la Marina. Su sed de conocimiento superaba al miedo a convivir con más de cien hombres en pocos metros, durante unos tres años. Los marineros sospecharon inmediatamente. Commerson inventó que Jean era eunuco para excusar su timidez. Permanecía meses oculta en el camarote y cuando atracaban corría a tierra para disfrutar de la libertad de no sentirse vigilada. Buscaba nuevas especies mientras Commerson, delicado de salud, permanecía en el camarote.

Tras la muerte de Philibert, Jeanne quedó despojada de los seis mil ejemplares de plantas que habían clasificado juntos, y de su descubrimiento más preciado, una pequeña flor morada que se bautizaría en Francia con el nombre del capitán de la expedición, la buganvilla. Baret quedó olvidada y no volvió a saber nada de su trabajo.

C/mersо quería lamar Baretiae a una familia entera de plantas , las cоocidas c/o Tu*ae, pero a su muerte se les cambió el n/bre

Cuando consiguió volver a París se convirtió en la primera mujer en dar la vuelta al mundo, pero nadie la esperaba en el muelle. Cada vez que veía una buganvilla florecer en un jardín, cerraba los ojos para rememorar el día que la descubrió. Hasta su muerte, guardó una de sus flores cerca de su corazón, envuelta en el pañuelo de Philibert.

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Llevaba meses ayudando a los capitanes a encon-

abrió camino a los exploradores lewis y clark hasta el pacífico

trar el camino entre las montañas hasta el mar y no podía volver a casa sin saber cómo era. Reunió valor para pedir que la dejaran verlo, aunque eso supusiera una nueva paliza de su marido. Cuando se encontró delante de aquella inmensidad deseó más que nunca estar con los suyos. Pero entonces miró a Jean Baptiste jugando en la orilla, él era ahora su hogar. Sacagawea nació en 1788 en una tribu shoshone. Eran nómadas, vivían en tipis en lo que ahora es Idaho. Cuando tenía doce años, mientras los hombres cazaban búfalos, un grupo de guerreros hidatsa atacó su campamento. Las más jóvenes fueron secuestradas, sus madres, tías y abuelas asesinadas. Pasó a vivir entre extraños, en una casa hecha de barro. Con dieciséis años la entregaron a un comerciante de pieles, Toussaint Charbonneau, que le doblaba la edad. Pronto quedó embarazada. Fue entonces cuando Meriwether Lewis y William Clark se cruzaron en su camino. Tenían órdenes del presidente Thomas Jefferson de encontrar una ruta que comunicase el este de Estados Unidos con el Pacífico. Clark sabía que si llevaban una mujer y un bebé con ellos los indios no los atacarían. Además, ella y Charbonneau serían unos estupendos intérpretes. Dos meses después de dar a luz, en 1805, partieron en una expedición que duraría dos años.

Poblado en el que encuentran a Sacagawea Fuerte Clatsop

Pueblo Hidatsa Pueblo Shoshоe St. L:is

Sacagawea demostró su valía desde el comienzo. Era la primera en acercarse a los indios que les salían al paso, recuperó los diarios de Lewis y Clark cuando su barco se hundió, les consiguió caballos en las tierras en las que había crecido y encontró un paso a través de las Montañas Rocosas.

Clark se encariñó con Jean Baptiste durante el viaje, ofreció hacerse cargo de él y lo crió como a un hijo. En 1822 Jean Baptiste visitó la tribu de su madre y se presentó orgulloso como el hijo de Sacagawea. No la habían olvidado y jamás lo harán.

En 1806, tras saborear la libertad, volvió al poblado hidatsa junto a Charbonneau, donde murió en 1812. Pero consiguió una vida distinta para su hijo.

arido recibió tie*as Mientras que su m icios , Sacagawea y dinero por sus serv rec/pensa por no obtuvo ninguna y Clark ac/pañar a Lewis

Durante la expe dición pasó por su poblado, alí vi o a su hermano y pudo abrazar a su gente antes de tener que segu ir su camino 14

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«Si aprecias todo lo que la naturaleza nos enseña, encоtr arás la felicidad»

pintora incansable y amante de la naturaleza Crinum nor=ia (Borneo num )

Nor=ea seychelana (Seycheles)

iana, Nepen=es nor= planta carnívora de Borneo

a casarse, sino que le dio libertad para decidir cómo quería vivir.

Marianne

acudió a los jardines de Kew de Londres por primera vez en 1856. Quería ver algunas plantas tropicales que habían florecido. No estaba preparada para lo que le aguardaba. Quedó casi sin aliento cuando le entregaron un pequeño ramo de Amherstia nobilis. El naranja de sus pétalos llenó su corazón de nuevas inquietudes. Decidió entonces, con veintiséis años, que algún día iría al Trópico y pintaría aquella maravilla. Desde pequeña había sentido inclinación por la pintura, y su padre, Frederick North, le había inculcado el amor por la naturaleza. Su relación era muy especial, se admiraban y comprendían. Nunca forzó a Pop, como la llamaba cariñosamente,

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La muerte de su padre fue el golpe más duro en la vida de Marianne. «Ven aquí, Pop, dame un beso que me voy a dormir», esas fueron sus últimas palabras. Frederick no volvió a despertar y Marianne se sumió en una intensa depresión que le impidió hablar o salir de su cuarto durante casi dos años. Pero convirtió esa tristeza en determinación. Si seguir en Inglaterra se le hacía insoportable, viajar y pintar serían su medicina. Comienza su recorrido por el mundo en 1872, con cuarenta años y, durante catorce, recorre diecisiete países. Pinta más de mil cuadros. Se considera a Marianne una gran bióloga además de una estupenda pintora. Retrataba las flores en

Areca nor =iana (Sudamé rica)

nor=iae Kniphofia a) (Sudáfric

su hábitat. Su obra es casi fotográfica. Recorría grandes distancias cargada con óleos, lienzos y pinceles. Cuando algo llamaba su atención montaba el caballete y lo pintaba sin descanso. Descubrió cinco especies nuevas que llevan su nombre, entre ellas una planta carnívora que crece en las recónditas montañas de Borneo. Apasionada, incansable y generosa, Marianne murió a los cincuenta y nueve años dejando un enorme legado. A la vuelta de sus viajes decidió donar sus cuadros al lugar en el que empezó todo, los jardines de Kew. Consiguió llevar a Londres formas y colores con los que sus coetáneos solo habían soñado. Cada uno de ellos es una instantánea de una flora que, aunque está desapareciendo poco a poco, siempre estará viva en sus pinturas.

La Amherstia nobilis es la flor que despertó las ansias de viajar de Maria1e. Ya había pintado todas las flores de su jardín y su color carmesí hizo que quisiera descubrir más especies tropicales 17


«He legado al lugar que estaba buscando y supera cо creces lo que había soñado»

a caballo por el salvaje oeste

erо Jim e Isabela subi g’s Peak los 4429 m de Lо Ela usó sin equipo apropiado. tró unas botas que encо e el ascenso abandоadas durant

Fue la prim era mujer admitida en la prest igiosa Roya Geograph l ical Society g r a sus viaje acias s a China y Japón

M:ntain Jim Nugent, » un «desperado

en 1872, con cuarenta y un años. Allí comienza a montar a horcajadas y sus dolores de espalda desaparecen. Los colores y la gente de las islas le dan aliento para ir a las Montañas Rocosas, una fantasía que tenía desde pequeña.

«Me sentía avergonzada. Mountain Jim me arrastraba de una cuerda atada a mi cintura. Me faltaba el aire, no podía respirar y mis pies no me respondían. Pero tras un último tirón me vi en la cima de Long’s Peak. El paisaje me hizo caer de rodillas y dar gracias a Dios por permitirme ver aquello. Miré a Jim, inmóvil, la nostalgia se reflejaba en su cara mientras contemplaba las cimas nevadas bajo nosotros. Se giró, nos miramos en silencio. Qué extraña pareja éramos: una lady inglesa y un rufián del salvaje Oeste. Escribimos nuestros nombres en un papel y lo guardamos en una grieta antes de empezar el descenso». 18

Isabella nace en 1831. Era la hija de un pastor anglicano. Fue educada de manera convencional, pero alentaron su temperamento independiente. Su salud fue siempre delicada, tenía ataques de ansiedad que solo remitían montando a caballo. Con dieciocho años comenzó a padecer de dolores de espalda que la mantenían postrada durante meses. Se consumía en Inglaterra. Por fortuna, los médicos le aconsejaron que hiciera un viaje. Una breve visita a Canadá cambió todo, Isabella se llenó de vida. Tras quedar huérfana decide marcharse a las antípodas con el dinero de su herencia. Llega a Hawái

Era la admiración de los pioneros del lejano Oeste que se cruzaban en su camino. No podían creer que esa pequeña mujer inglesa (no medía más de 1.50 cm) recorriera las montañas en solitario, galopando sin descanso. Se cruzaron en su camino osos grizzlies, trabajó como vaquera en un rancho y se enamoró de un hombre de las montañas; peligroso, indomable, pero de buen corazón. Era feliz alejada de las convenciones sociales, de las visitas de cortesía, de lo que se esperaba de ella. Cuando cerró la puerta de su pequeña cabaña de madera tras volver de Long’s Peak, fue hasta el espejo de la pared y por primera vez reconoció a la persona que la miraba sonriendo. Había descubierto cuál era su camino.

Se salvó del ataq ue de un oso gri?ly tirándose al suelo y fingiendo estar muerta. El animal la ol isqueó y se alejó

El rancho dоde vivía en Estes Park

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Bañera de zinc

Reloj de arena

cias josas pertenen lu de da a rg unos Viajó ca las tribus, alg ra a p s lo a g re y o máquinas de tan inútiles c/ ielo hacer h

la reina blanca del kilimanjaro

Anilos cо su n/bre

Se ganó el ca riño de sus por teadores. Fue la única exploradora de l s. X I X que registró lo s n/bres de todos elos en el libro so bre su aventu ra

Palanquín de mimbre en el que viajaba

Un porteador se acercó a May y le comunicó que estaban cerca de una tribu. Ella ordenó que comenzasen a tirar cohetes y tocar tambores para anunciar su llegada. Se terminó de colocar la peluca rubia y la espada que reservaba para encontrarse con los sultanes de la zona, subió a su palanquín y adoptó una pose teatral. El estallido del primer cohete resonó en varios kilómetros a la redonda desatando los gritos de los animales, que huían temiendo por sus vidas. Alertados por el estruendo, hombres, mujeres y niños salieron de sus cabañas para encontrarse con una extraña mujer que los miraba desafiante. Realmente May sabía cómo hacer una entrada. 20

May French Sheldon realizó la expedición más excéntrica que nadie haya hecho a África. En 1891, con cuarenta y un años, viajó de Londres a Mombasa para demostrar que se podía entrar pacíficamente en el territorio masái. Hasta ese momento, los exploradores europeos evitaban cruzarse con los guerreros de esa tribu. Pero May tenía un plan: presentarse como una auténtica monarca, ofrecer banquetes a las tribus y ganarse su respeto.

i, te*itorio masá en r a tr en No pudo o de la algún gue*er a o vi sí o per impresiоada tribu y quedó

Sus doscientos porteadores cargaron con muebles, una bañera, vajillas, cuberterías de gala y con un palanquín de mimbre donde May viajaba cómodamente sentada. Ella había ordenado grabar con su nombre decenas de anillos que repartía a su paso. El anuncio de la llegada de una misteriosa reina blanca llegó al Kilimanjaro incluso antes de que ella vislumbrase la montaña sagrada. Cientos de personas acudían a verla y se arremolinaban en torno a su majestuosa tienda adornada con telas y encajes. Pero no pudo entrar en el territorio masái, sus porteadores se negaron a continuar arriesgando sus vidas. Aun así, su retorno a Londres fue triunfal, recibió condecoraciones e ingresó en la Royal Geographical Society. Sentada en su palanquín cruzó territorios llenos de peligros, pero no sintió la arena de África bajo sus pies; los cohetes le impidieron escuchar los sonidos de la sabana; su pelo, escondido bajo una peluca, no ondeó con la brisa del atardecer. Visitó treinta y cinco tribus, consiguió su respeto y volvió ilesa a Inglaterra, pero ¿aprendió algo de las personas que se cruzaron en su camino?

y May subió al Kilimanjaro exploró el lago Chala 21


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