Cara de pajaro - Algar

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Cara de pรกjaro




A Júlia, Blanca y Enric, mis mayores críticos, mis mayores fans.

MIXTO

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R OCIO B ONILLA


Carrasco era un niño… como cualquier otro. Le gustaban los pasteles, jugar con sus coches, hacer rugir a sus dinosaurios y construir cabañas en su habitación. Tenía una imaginación prodigiosa y siempre andaba construyendo algún que otro “cachivache” que finalmente acababa guardado en el armario de su habitación, junto al resto de “cachivaches”.

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Le encantaba ir al colegio, solucionar problemas de mates, buscar hojas secas para un collage o estudiar el Universo.

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Y aunque era de los m谩s bajitos de la clase, nunca le import贸 demasiado, ya que Carrasco ten铆a un mont贸n de amigos.

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Un día, volviendo del colegio, subió al ascensor con la señora Manolita, la vecina del tercero. La señora Manolita tenía un trasero enorme y hablaba mucho, muchísimo. Siempre la acompañaba su perro Hulk, que al contrario de lo que su nombre sugería, era diminuto, y habitualmente vestía un también diminuto jersey de color rojo.

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Habitualmente Carrasco se escondía detrás de mamá para que a la señora Manolita no se le ocurriera pellizcarle las mejillas, cosa que hacía a menudo y que él odiaba. Pero aquel día, solo ante el peligro, se refugió en una esquinita del ascensor, cruzando los dedos tras la espalda y tratando de poner cara de niño bueno. Al llegar al tercero, la vecina se lo quedó mirando fijamente y, con los ojos entornados, le dijo: —Mmmm… ¡menuda cara de pájaro tienes tú! Y acto seguido, salió del ascensor, seguida de Hulk, como de costumbre. —¿Pájaro? ¿Qué habrá querido decir? —se preguntó Carrasco, extrañado, solo en el ascensor.

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Aquella noche se pasó toda la cena pensativo, dándole vueltas a la observación de la señora Manolita 10

Luego se miró y se remiró en el espejo del baño, esperando encontrar alguna pista sobre su supuesta relación con el mundo de las aves, pero no hubo manera… 11


A la mañana siguiente, dispuesto a esclarecer el misterio de una vez por todas, buscó su equipo de explorador en el armario de los “cachivaches” y salió corriendo hacia el parque de la esquina en busca de su objetivo: ¡pájaros!

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Los encontró en los árboles, en los tejados, en la fuente, entre los arbustos, en las escaleras y hasta en los charcos que había dejado el riego. Había pájaros negros, pajarillos delicados, pájaros que caminaban a saltitos y pájaros con el pico muy largo, pero ninguno se parecía a él lo más mínimo.


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