El loco Higuita y el escorpión

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gol o penalti

el loco

higuita

y el escorpiรณn JAIME PALOMO COUSIDO CATERINA RIMELLI

bookolia


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A Marco

© Textos originales: Jaime Palomo Cousido © De las ilustraciones: Caterina Rimelli © De esta edición: bookolia Colección Gol o penalti Imprime: Artes Gráficas Cofás ISBN: 978-84-944306-7-1 Deposito Legal: M-33384-2016 Reservados todos los derechos


Los tres palos son como la cárcel de un arquero, pero yo logré escaparme René Higuita

Gol o penalti es una regla que sólo existe en el fútbol que juegan los niños. Gracias a ella, las jugadas «polémicas» se zanjan rápidamente, lo que permite no perder tiempo en aburridas discusiones y seguir jugando. Jugando a la pelota. En este fútbol no hay patadas malintencionadas, no hay trampas, ni engaños, ni insultos; no hay derechos televisivos ni sueldos estratosféricos. Sólo existen las ganas de jugar. Jugar a la pelota.



pitido inicial A veces me gusta imaginarme jugadas absurdas, jugadas que sé que ningún futbolista se atrevería nunca a hacer. ¿Te imaginas lanzar un penalti con la cabeza? ¿Tirar una falta de tacón? ¿Rematar un centro con el culo? A nadie se le ocurriría hacer algo así en un partido, aunque sería divertido. Pero, ¿qué pasaría si hubiera un jugador lo suficientemente loco como para hacer alguna de estas jugadas sin sentido en un partido de máximo nivel? Sigamos imaginando. Eres el portero de la selección de tu país. Un jugador del equipo contrario hace un centro y el balón se dirige, suave, hacia ti. ¿Qué haces? Seguramente, atrapar el balón con las manos. Es lo que haría cualquier portero. Salvo que el portero se llame René Higuita.

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Higuita fue un portero colombiano que se inventó una jugada diferente, una jugada temida… ¡por su propio equipo! Pero también una jugada que transformaba, por arte de magia, un partido soso y aburrido en algo inolvidable. A esta extraña acción le pusieron un nombre: «el Escorpión». Y a su genial autor, René Higuita, le pusieron un mote: «el Loco».




Capítulo 1

El portero-delantero Medellín es la segunda ciudad más grande de Colombia, después de Bogotá, la capital del país. La ciudad está cerca de los Andes, la gran cadena de montañas de Sudamérica, cuyos picos llegan a alcanzar alturas de casi 7000 metros. La ciudad en la que nació Higuita en 1966 está a más de 1400 metros sobre el nivel del mar. Estamos en la comuna Castilla, un barrio popular lleno de cuestas. Como siempre, hoy hace calor. Unos niños están jugando al fútbol en un campo de tierra. Se disputa un torneo entre colegios de la ciudad. Viendo el partido se encuentran dos ojeadores del Independiente de Medellín, equipo de la primera división colombiana. Están buscando jóvenes talentos.

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Los ojeadores ya se han fijado en un chico con el pelo largo y rizado que juega de delantero. Es muy bueno regateando y tiene facilidad para meter goles. Se llama René Higuita. De repente, en el partido ocurre algo inesperado: el portero del equipo de René se ha lesionado. No hay otro guardameta para sustituirlo. Un jugador de campo tendrá que ponerse los guantes, así que en la portería se coloca el chico del pelo rizado, quien, ante el asombro de los espectadores, ¡hace unas paradas increíbles!


Pero claro, como no está acostumbrado a jugar de portero, el chico hace cosas un poco extrañas: sale de su área, regatea a los delanteros del otro equipo e intenta meter gol… dejando su portería vacía. Los ojeadores no dan crédito. Así empezó Higuita su carrera como portero. René tenía una agilidad y unos reflejos fuera de lo normal. Y además, como había sido delantero, jugaba muy bien con los pies.



Sus entrenadores quisieron aprovecharlo, e Higuita se convirtió en un portero muy especial. Era un portero-defensa o incluso, a veces, un portero-delantero. Dentro del área, los porteros son una especie de superhéroes. Tienen el superpoder de coger el balón con las manos. En cambio, fuera del área pierden esa gran ventaja: se convierten en jugadores normales. Es como si Supermán se quedara sin capa. O como si Spiderman, en vez de tela de araña, echara horchata por las muñecas. Y, encima, dejan la portería indefensa. Pero a Higuita no le preocupaba excesivamente perder sus superpoderes: se pasaba la mayor parte de los partidos fuera de su área. Si el equipo contrario galopaba a toda velocidad hacia su portería, René salía y se convertía en defensa. Si conseguía quitarles la pelota, intentaba regatear a los rivales e iniciar el ataque.

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A veces, empezaba a correr como un loco hacia la portería contraria decidido a meter gol. Porque, además de hacer paradas espectaculares, Higuita metía goles. Era un gran lanzador de faltas y penaltis. René marcó 41 goles en toda su carrera. No está nada mal para un portero, ¿verdad? Pues, aunque parezca mentira, hay dos guardametas que lo superan: Rogério Ceni (Brasil, 132 goles) y José Luis Chilavert (Paraguay, 62 goles).


Pero bueno, eso es otra historia. Sigamos con RenĂŠ.



Capítulo 2

El espectáculo de Higuita y la copa libertadores Higuita se hizo muy popular en Colombia. La gente quería ver a ese portero al que llamaban «el Loco». Con él, los partidos eran siempre apasionantes. En el fútbol no hay nada más aburrido que ver a un defensa pasar la pelota a su portero, pero, si el portero es Higuita, la jugada se convierte en algo emocionante. ¿Qué hará? ¿Intentará regatear a los delanteros del equipo contrario? ¿Y si le quitan la pelota? ¿Y si consigue regatear a varios rivales y meter gol? ¿Quién no ha soñado alguna vez con una jugada así? Era muy divertido ver a René corriendo con el balón, moviendo su melena rizada, mientras se dirigía como una bala hacia la portería contraria.

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En 1989 su equipo, el Atlético Nacional de Medellín, se clasificó para la final de la Copa Libertadores, la competición de clubes más importante de América. Su rival, el Olimpia de Paraguay.

El resultado global: 2-2. Como hay empate, la final se decidirá en la tanda de penaltis. Empieza tirando Almeida, el portero del Olimpia de Paraguay. Higuita, bajo los palos, se prepara para el lanzamiento. Almeida chuta. Higuita se lanza como un gato a su derecha y atrapa la pelota. El estadio grita de alegría.

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«¡Lo paró René!», exclama el comentarista de la televisión colombiana. A partir de ese momento, todos los jugadores consiguen marcar gol, hasta que Alexis, compañero de Higuita, falla. Llega el último lanzamiento. Si el Atlético no hace gol, el Olimpia de Paraguay será campeón. ¿Quién se atreverá a tirar el penalti decisivo? Quién si no: René Higuita.


Los aficionados, nerviosos, observan a René preparado para el disparo. Higuita corre y chuta el balón con todas sus fuerzas. La pelota entra a toda velocidad por el centro de la portería. Los aficionados gritan y respiran aliviados. Sigue la tanda de penaltis... Pero entonces ocurre algo realmente extraño: nadie consigue marcar. Los colombianos, que empiezan a estar nerviosos, tiran sus penaltis fuera o al poste. Es como si una misteriosa fuerza alejara los balones de la portería del Olimpia. Los paraguayos, en cambio, sí que tiran a portería... pero allí está Higuita, que empieza a parar penaltis uno detrás de otro. ¡Hasta cuatro paró en la tanda! Es como si René hubiera hechizado a los jugadores rivales. La final terminó cuando Leonel Álvarez, compañero de Higuita, marcó el penalti decisivo. ¡El Atlético Nacional era campeón de América! Era la primera vez que un equipo colombiano ganaba la Copa Libertadores. Higuita fue el héroe del torneo.

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René estuvo a punto de ganar la Copa Libertadores de nuevo en 1995, pero esta vez su equipo perdió la final contra el Gremio de Portoalegre. Aun así, «el Loco» protagonizó una de las jugadas más recordadas del torneo. Partido de ida de semifinales. El Atlético Nacional recibe al River Plate argentino. En el minuto 7 de la primera parte hay una falta al borde del área a favor del equipo colombiano. Higuita cruza todo el campo corriendo como un poseso hasta llegar a la pelota. ¡Quiere tirar la falta! Es una locura, porque si el balón da en la barrera, el Atlético Nacional tendrá que defender sin portero hasta que René consiga regresar. Pero por algo le apodaban «el Loco», ¿no? Los aficionados contienen la respiración. El árbitro pita y René chuta. La pelota supera la barrera a la perfección, empieza a bajar, golpea en el larguero y… ¡gooooooooooooooooooooooooool de Higuita! En el fútbol, las locuras, cuando salen bien, pasan a la historia.

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Aquella eliminatoria de semifinales se decidió por penaltis en el campo del River Plate. En la portería del equipo argentino estaba un gran conocido del fútbol español: «el mono» Burgos. Ese duelo de grandes porteros lo ganó Higuita, que detuvo un penalti y marcó otro… ¡lanzándolo a lo Panenka!

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