A ndrzej W alicki P o p u lism o y m a rx ism o en Rusia
Editorial Estela
La ed ición origin al inglesa fu e p u b lica d a p o r C la ren d on Press, de O xford , con el título d e T he C o n tr o v e r sy o v e r Capitalism (S tu d ies in the social p h ilosop h y o f th e Ku¿¿ian p op u lists)
E ste lib ro fu e e s crito en O x fo rd y está en deuda con ciertas p e r s o n a s . A n t e to d o } d e b o r e c o n o c e r m i deud a con los W arden and F e llo w s o f A ll S ou ls C olleg e, en tre los q u e tu v e el p rivilegio de tra b a ja r — c o m o V isitin g F e llo w — en el cu rso acad ém ico 1966-67. P o c o p u e d o ex a g e r a r la deuda q u e con tra je con el p r o feso r Sir Isaiah B erlín , q u e d iscu tió con m ig o las ideas con ten id a s en este lib ro y d e q u ien r e c ib í ayuda en otro s m u ch os sentidos. A g ra d ez c o p ro fu n d a m en te los esfu erz o s q u e d edicaron a este tra ba jo mis a m ig os in g leses M r. H a rry W illetts, M rs. E llen de K ad t, y M rs. y M r. A r le n e y A n th o n y P o lo n sk y q u e corrigieran el estilo del libro. A sim ism o d es e o ex p resa r m i recon ocim ien to a M r. J. S. G . S im m on s, q u e m e a y u d ó a en con tra r cu anto n ecesité en las b ib lio te c a s d e O x fo r d . F in a lm en te d eb o con fesa r m i gratitud a cuantos c o n tr ib u y e r o n a c rea r la a tm ósfera d e estím u lo y amistad q u e m e r o d e ó d u ra n te m i estancia en Inglaterra. A
V a rsov ia , abril d e 1968.
© by Oxford University Press, 1969 Versión castellana de Ricard Domingo Primera edición castellana: abril 1971 Diseño y realización de la cubierta: Enric Satué © de la presente edición (incluido el diseño de la cubierta y la tra ducción), Editorial Estela, S. A., Avda. José Antonio, 563, Barcelona-11 Impreso en Gráficas Saturno, Andrés Doria, 29, Barcelona. Depósito legal: 13.706 - 1971. Printed in Spain - Impreso en España
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a l ic k i
Capítulo primero
El concepto de populismo
Este libro no intenta ser un estudio exhaustivo del populism o ruso, su génesis histórica, desarrollo y declive. Nos hem os co n cre tado a algunos aspectos de la ideología del populism o ruso clásico, e incluso dentro de estos límites nuestra aproxim ación no es estrictamente histórica. Sin embargo, estamos convencidos de haber seleccionado aquellos aspectos del populism o que serán de m ayor utilidad para una m ejor comprensión de lo que realm en te fue el populismo. L«os rasgos esenciales más característicos del populismo ruso, en su esplendor, se nos revelan según creem os, en su actitud ante el capitalismo y ante el m arxism o; ante el capitalismo y ante El Capital. Tal aproximación, no obstante, necesita de una justificación. Ante todo, debemos evitar la confusión terminológica. El térm ino “ populismo” (narodnichestvo) ha sido asociado a m uchos y m uy distintos significados, por lo que parece es necesario empezar por el aspecto semántico. La necesidad de una investigación semántica en la historia del término “ populismo” ha sido realizada tanto en la Unión Soviética como en Occidente. Resulta significativo que Boris K o z’m in — el académico cuyos trabajos han jugado un papel dirigente en el reciente renacer de los estudios del populismo en la URSS— creyó necesario detenerse ante los problemas semánticos (aunque había reducido su investigación a la palabra “ populism o” según se utiliza en las obras de Lenin) ,l En Occidente este problem a ha sido fijado por Richard Pipes, que ha desarrollado un útil y siste mático estudio de la historia de la palabra “ populism o” , del que ha derivado una interesante, aunque discutible, conclusión acerca del uso apropiado de este término.2 Esta conclusión sostiene, en breves palabras, que el concepto de populismo, según ha sido presentado, entre otros por K oz’min, es de hecho un artificio polémico, creado y popularizado por los publicistas marxistas al principio de los años noventa y, como tal, carece de justificación histórica.3 El autor es plenamente consciente de que este uso del térm i-
no está íntimamente relacion ado con este co n ce p to d e pop u lism o que Pipes ha caracterizado com o h istóricam en te in ju stificado. Sin embargo, el artículo de P ipes nos p ro p o rcio n a un útil pu n to de partida a partir del cual pod em os clarificar el co n ce p to de p o p u lismo que deseam os presentar y justificar, en este lib ro. Ante él —escribió Pipes—, el significado del término "populismo” es obvio: describe un socialismo agrario de la segunda mitad del siglo xrx que sostenía el postulado de que Rusia podía pasar por alto el estadio capitalista de desarrollo y proceder a través del artel y de las comu nas campesinas directamente al socialismo. Su inspiración vino de Herzen y Chemyshevskii, y su estrategia de Lavrov, Bakunin y Tkachev. En primer lugar se manifestó a sí mismo abiertamente en el movimiento de Ir hacia el Pueblo, y alcanzó su cénit en el terror de La Voluntad dol Pueblo, después de lo cual, rápidamente, fue perdiendo terreno hacia el marxismo. Esta clásica concepción, por designarla de algún modo, de narodnichestvo constituye, por ejemplo, el marco en que se ha insertado el más reciente y extenso tratamiento del tema, el Populismo russo, del profesor Venturi, originalmente publicado en 1952.4 A Pipes hay que atribuirle el m érito d e h a b er d a d o la c o n cepción clásica o, más bien, corrien te del p opulism o. Ha e sta b le cido que la palabra “ populism o” tuviese dos significados distintos y en cierto m odo contradictorios: el estrech o sign ificado h istórico y el amplio significado m arxista. A cepta el p rim ero y , a p a ren te mente, intenta eliminar el segundo, p o r ser h istóricam en te in ju s tificado y rehusado por aquellos a quienes fu e ap licad o.0 N o esta mos de acuerdo con esta conclusión p ero aceptam os la distinción y pensamos que una elección consciente en tre los dos sign ifica dos de la palabra es una condición previa a una co n ce p ció n c o n sistente del populismo. En el prim er sentido, el térm in o p o p u lismo denota una teoría que invoca la hegem on ía d e las masas sobre la élite culta,6 en el segundo sentido denota una teoría del desarrollo no capitalista en Rusia; en el p rim er caso está op u esto al intelectualismo abstracto de aquellos rev olu cion a rios q u e trata ron de enseñar a los campesinos, de im ponerles los ideales del socialismo occidental en lugar de com pren der cuáles eran sus necesidades reales y actuar en nom bre de tales intereses e id e a les, de los que los campesinos se habían h ech o ya con scien tes; en el segundo caso, se oponía a las teorías sociológicas y e c o n ó m i cas que sostenían que el capitalismo era un estadio de d esa rrollo inevitable y que Rusia no constituía una ex cep ción den tro de esta ley general de la evolución. En el primer sentido, el populism o, estrictam ente hablando, fue únicamente un corto episodio en el m ovim iento re v o lu cio n a rio ruso: emergió a mitad de los años setenta y pron to d io paso a nuevas actitudes, representadas por los terroristas re v o lu cio n a -
ríos o, h a b ie n d o su frid o una apropiada tran sform ación , a d op tó el pu n to de vista te ó ric o d e l m arxism o. A esto p od em os añadir que p osteriorm en te, en la d écad a de los años och en ta y n oventa, la v isión d e q u e las ideas d e la in telligen tsia debía dar paso a las o p in ion es d e la g en te fu e sostenida, y llevada a p elig rosos extrem os, p o r lo s seg u id ores de I. K ab lits (Y u z o v ), q u ien , en su ferv ien te an tiin telectu alism o, se situ ó m u y cerca d el oscu ran tis m o re a ccio n a rio . P o d e m o s tam bién — aban donan do el pu n to d e vista estrictam en te h istórico— ob serva r las actitu des d e los p o pulistas h acia las m asas cam pesinas durante los p rim eros años, y en contrarlas en tre los bakuninistas del com ien zo de los años setenta. S ería sin e m b a rg o totalm ente in ju stificado a p lica r el n om b re d e pop u lista s (en su p rim er sign ificado) a los segu id ores de L a b ro v , a los ja co b in o s ru sos o a los m iem b ros de L a V o lu n tad d el P u e b lo ; si deseam os utilizar la palabra “ p op u lism o” en su estrech o sen tid o h istórico, d eb em os con v en ir con P le ja n o v qu e L a V o lu n ta d d e l P u e b lo fu e un rech azo com p leto y u niversal del p op u lism o.7 Es ev id en te, p or tanto, que la con cep ción corrien te del p op u lism o, tal c o m o P ipes la describe, y la presenta V en tu ri en su e x ce le n te lib ro , es, desd e este pu n to d e vista, dem asiado am plia, ya q u e c o m p re n d e todas las corrien tes d el m ovim ien to re v o lu cio n a rio ru so d e los años sesenta y setenta, in clu yen d o L a V o lu n ta d d el P u e b lo , en la que, de form a bastante correcta, ve la cu lm in a ción d e l m o v im ien to rev olu cion a rio populista. En e l se g u n d o sen tid o, el p op u lism o n o era un m ovim ien to organ izado, sin o una id eología , una am plia corrien te d e p en sa m iento, co n d iferen cia s en su m ism o seno, h allán dose sus r e p r e sentantes n o s ó lo en tre los re v olu cion a rios, sino tam bién en tre lo s p u blicistas n o re v o lu cio n a rio s q u e in v oca b a n reform as legales en interés d e los cam pesinos. T o d o s los rev olu cion a rios ru sos d e los años setenta, in dep en dien tem en te de sus diferen cias en cu a n to a la estrategia re v o lu cio n a ria y la apropiada rela ción en tre la in te l ligentsia y el p u e b lo , represen taron , en este sen tido, d iferen tes variantes d el popu lism o. A este respecto, la co n ce p ció n corrien te del p op u lism o está m ás justificada, p e ro ca rece, p o r otra parte, d e p re cisió n y tiend e a ser excesivam en te vaga. P o r o tro lad o, tiend e algunas v e ce s a ser dem asiado estrecha, p u esto q u e d e s vía el énfasis d e la id eología populista al m ov im ien to re v o lu c io n a rio p opulista y , especialm en te, olvid a a los p en sad ores p opulistas n o rev o lu cio n a rio s, cu y a con trib u ción a la id eolog ía pop u lista fu e a m en u d o m a y o r q u e la de los rev olu cion a rios; M ija ilovsk ii, p or e je m p lo , q u e fu e en m u ch os sentidos el te ó rico m ás rep resen ta tivo e in flu yen te d el popu lism o, apenas es m en cion a d o en el lib ro d e V en tu ri, y sus teorías n o alcanzan n in gú n tipo de e x p o sición en él.8 En una palabra, la co n ce p ció n del p op u lism o qu e
sostiene que éste alcanzó su cénit con el terror de La V oluntad del Pueblo no distingue claram ente entre el p opulism o co m o tal (o sea, el populism o com o corrien te de pen sam ien to) y el m o v i miento revolucionario populista — una distinción q u e d e b e h a ce r se si deseamos evitar la confusión. Estrictamente hablando, nos p arece qu e el pop u lism o ruso, en el sentido más am plio del térm ino, no p u ede definirse com o movimiento político. Cuando decim os “ el m ovim ien to r e v o lu c io nario populista” , nos referim os al m ovim ien to re v o lu cio n a rio que exponía la ideología populista; la palabra “ p opulista” , p o r co n si guiente, no define el m ovim iento, sino únicam ente algunos a sp e c tos de la ideología del m ovim iento. El m ovim ien to Ir hacia el Pueblo y el terrorism o revolu cion ario representan tipos m u y diferentes, si no opuestos, de m ovim ientos re v olu cion a rios; T k a chév, los jacobinos revolucionarios y V oron tsov , los reform istas apolíticos, tenían m uy p o co en com ún, en térm inos de actitudes políticas. Lo que unía a estos hom bres tan diferentes y a estos movimientos, también diferentes, fu e un cierto cu erp o de ideas, ciertas actitudes hacia el capitalism o, opuestas a las arcaicas es tructuras de la vida social rusa. El argumento que Pipes lanzó contra el segu ndo co n ce p to de populismo consiste en indicar que fu e un uso relativam ente n u e vo de la palabra, introducido y popularizado p o r los p rop a g a n distas marxistas en los años noventa; su prin cipal crea d or, se afirma, fue Struve, quien, desatendiendo obviam ente las d ife ren cias entre los varios adversarios del desarrollo capitalista en R u sia, los reunió arbitrariamente b a jo un m ism o ad jetiv o y m od e ló sus controversias con los marxistas rusos en las disputas entre los eslavófilos y los occidentalistas de los años cuarenta. Este argumento, sin embargo, no resulta convincente. En p rim er lugar, el uso que Struve dio al nuevo con cepto de pop u lism o n o era tan abstracto y arbitrario com o para ser aplicado a cu alqu iera que creyera en la habilidad de Rusia para pasar d e la rgo ante el capitalismo; 8 nunca fue aplicado, por ejem plo, a Constantine Leont’ev, a pesar de que, sin duda, fue uno de los más resu el tos adversarios del desarrollo burgués en Rusia. M u ch os de q u ie nes resultaron etiquetados presentan variantes distintas, y a lgu nas veces mutuamente exclusivas, de una amplia corrien te de pensamiento realmente existente, pero falta de un nom bre com ú n ; la mayoría eran, com o mínimo en parte, conscientes de ello, y el nombre narodnichestvo no resultaba mal elegido puesto q u e la creencia en los principios del pueblo (narodnye nachala), o p u e s tos al capitalismo, estaba ligada con la m ayor parte de los sign i ficados históricamente registrados en esta palabra, incluso los más vagos e imprecisos. En segundo lugar, y aunque el papel de
S truve n o d e b e ser pasado p o r alto, el n u evo con cep to de p o p u lism o se d e b e m u ch o m ás claram en te a L enin. F u e L en in qu ien le d io una co n cre ta co n n o ta ción h istórica y sociológ ica , señ alan do que el p o p u lism o era una protesta con tra el capitalism o desd e el punto de vista d e los p e q u e ñ o s p rod u ctores d irectos, qu ien es, al verse a rru in a d os p o r el d e sa rro llo capitalista, veían en él tan só lo un re tro ce so p e ro , al m ism o tiem po, pedían la a b olición d e las viejas form a s fe u d a le s de e x p lota ción . F u e L enin, y n o S tru ve, quien p u so los cim ien tos d e los logros acad ém icos sov ié ticos en este te rren o ; e l p r e ju icio , desigu al tratam iento d el p op u lism o, y la escasez, cu a n d o n o v irtu a l ausencia d e estu dio sob re él, tan característica, d esafortu n ad am en te, d e un la rgo p e río d o e n el d esa rrollo d e las cien cia s sociales en la U R S S , estaba con ecta d o con una o b v ia d e sv ia ció n de la p osición d e L en in .10 K o z ’m in, c o n secu en tem en te, estaba bastante en lo cierto al reivin d icar el re g re so a L en in p ara elim in ar estos p reju icios y reparar el d añ o qu e había sid o ca u sa d o p o r ello. E sto n o sign ifica, p o r su puesto, q u e sea posib le, ni d eseable, m irar el p o p u lism o ru so d esd e la p ersp ectiva de los añ os n oventa. M uchas cosa s han ca m b ia d o desd e en ton ces. El esqu em a d e P le ja n o v s o b r e el d e sa rro llo d e R usia ha sid o in valid ad o p o r el h ech o de q u e la r e v o lu c ió n socialista rusa casi coin cid ió, en e l tiem po, co n el d e rro ca m ie n to d e l absolu tism o, y la p ro d u cció n socialista ha sido allá organ izad a, a p esa r d el rela tiv o atraso y aislam ien to d el país. L a a p lica b ilid a d d e m od elos u niversales d e d esarrollo d eb e ser puesta en tela d e ju icio , a la vista d e los n u evos p rob lem a s que han sid o su scita dos p o r las nuevas n acion es d escolon iz a das; la idea d e l d e sa rro llo no capitalista, en países agrarios a tra sados, se ha h e ch o rea lid a d — au nqu e una dura y d ifícil re a li dad— en m u ch o s lu g a res d el m u n do. T od os estos fa ctores p on en en serio p e lig ro la p o sició n d el evolu cion ism o clá sico en las c ie n cias socia les con tra la q u e los populistas rusos habían p rotestad o con tan g ra n d es en ergías, ya en los tiem p os d e su in d iscu tib le dom in io d e la so cio lo g ía . S u teoría d el d esa rrollo socia l n o lin eal ha sido atacada d esd e m u ch as p osicion es: p o r los fu n cion alistas, por los difusionistas, q u e adelantaron la tesis de qu e una c iv ili zación p u ed e saltarse un estadio de d esa rrollo m ediante el p r é s tam o y d ifu sión d e un b a ga je cu ltu ral, y finalm ente, d e un m o d o m ás radical, p o r los relativistas culturales. L a teoría m arxista del d esa rrollo e c o n ó m ico ha su frid o tam bién un con sid era b le c a m b io, y d iversas escu ela s han a p arecid o en su in terior. E stam os co n v e n cid o s d e q u e estos n uevos datos h istóricos y lo s cam b ios corresp on d ien tes en el pensam ien to te órico d eb en ser ten id os en con sid era ción y utilizados co m o un pu nto d e partida m ás v e n ta jo so para el estu d io d el pop u lism o ruso. C on tod o, la co n ce p ció n
de Lenin sobre el populism o nos sigue pareciendo el m ejor punto de partida. Su posición en relación con el populism o nos recu er da, en algunos aspectos, la posición de M arx en relación con los hegelianos de izquierda. Y aunque M arx fu e a m enudo demasiado severo, e incluso injusto, en su crítica a La ideología alem ana, pocas dudas pueden caber de que la conocía perfectam ente y de que la idea que de ella tenía no debe ser echada en saco roto por los estudiosos del pensamiento alemán. K oz’min ha advertido correctam ente que Lenin, com o tod o el mundo, en su tiempo, utilizó la palabra narodnichestvo en m uchos sentidos, incluyendo el estricto significado histórico. El más im por tante de estos diferentes usos del térm ino era, según él, el más amplio. En este sentido, el populism o era, en palabras de Lenin, una completa visión del mundo cuya historia com ienza con H er zen y acaba con D an ielson ;11 era una doctrina teorética que ofrece una solución particular a problem as sociológicos y económ i cos muy importantes,12 una im portante tendencia en el pensa miento social ruso,13 una inmensa área de pensam iento social.14 Era el término común para todas las ideologías dem ocráticas en Rusia —tanto revolucionarias com o no revolucionarias— que expresaban el punto de vista de los pequeños prod u ctores (ca m pesinos en su mayor parte) y buscaban cam inos de desarrollo no capitalista; un término que puede ser aplicado n o sólo a los re v o lucionarios de la década de los setenta y a los llam ados “ p opulis tas liberales“ de los años ochenta y noventa, sino tam bién a Chemyshevskii y, de alguna forma, a los partidos cam pesinos de principios del siglo x x . Estamos de acu erdo con K o z ’min en que este amplio sentido de la palabra “ p opulism o” es m u y im p or tante para la correcta comprensión del punto de vista de Lenin sobre la materia. Parece que vale la pena advertir que en algunos de los artículos de Lenin el término “ populism o” se aplica — com o cierta categoría tipológica— a algunas ideologías no rusas: así, por ejemplo, en el artículo Dem ocracia y populism o en China (1912), la ideología de Sun Y at-sen ha sido clasificada com o populista: el demócrata chino, escribe Lenin, argum enta e x a c tamente como un ruso. Su similitud con los populistas rusos es tan grande que abarca incluso una com pleta identidad de ideas fundamentales y muchas expresiones individuales.15 Esta amplia perspectiva comparativa nos parece m uy atractiva y valiosa. Nos permite ver el populismo ruso com o una variante particular de un modelo ideológico que emerge en diferentes sociedades atrasa das durante los períodos de transición y refleja la característica posición de clase de los campesinos. No significa, por supuesto, que el populismo pueda ser visto com o una expresión directa de la ideología campesina; es una ideología form ulada por una in tel-
ligentsia dem ocrática que, en países atrasados faltos de una fuerte estructura de clase burguesa, disfruta un m ayor papel de auto ridad social y desem peña una parte de m ayor relieve en la vida nacional que los intelectuales en los estados económicamente más desarrollados. La recon stru cción de la concepción de Lenin sobre el populis mo hecha p o r K o z ’m in en la Unión Soviética significa una revi sión y un distanciam iento del prevaleciente canon de interpre tación: un canon que oponía artificialmente a los demócratas revolucionarios de los años sesenta con los populistas de los años setenta, separaba a C hem yshevskii de los posteriores ideólogos del populism o, en quienes no se veía sino un rebaje de plantea mientos, y desvaloraba la significación histórica del pensamiento populista y del m ovim iento revolucionario populista. Distanciar este canon significó rem over un gran obstáculo que durante m ucho tiem po había perm anecido en el camino de una aproxima ción sin p reju icios, y predispuesta al tema. El recon ocim ien to de que C hem yshevskii no debe ser separado del populism o, ni m u ch o m enos opuesto a él, no debiera condu cim os, sin em bargo, a olvidar las diferencias que le distinguían de los florecientes populism os de los años setenta. Pensamos que K oz’min fu e dem asiado lejos en su intento de poner el énfasis en el populism o de C h em yshevsk ii y que erró al rehusar la visión tradicionalm ente establecida de que el populismo en su forma clásica había em ergido tan sólo al final de los años sesenta.16 Su reconstrucción de la con cepción de Lenin sobre el populismo es parcial, puesto que intencionadam ente tiende a pasar por alto la distinción que L enin hizo entre la herencia de los años sesenta (es decir, la herencia de C hem yshevsk ii) y la adición populista a la misma. Estaba en lo cierto cuando resaltaba que, de acuerdo con Lenin, la historia del socialism o populista puede y debe rem on tarse al socialism o ruso de Herzen. Sin embargo, estaba equ ivo cado cuando sugería que el reconocim iento que hizo Lenin de la contribución de H erzen a las teorías populistas equivalía a situarle entre los populistas. P arece oportuno recordar que Lenin, después de todo, fu e bastante in equívoco al clasificar a Herzen com o un revolucionario acom odado, o sea, un representante de una fase p repopulista en el desarrollo del pensamiento revolucionario ruso.17 Un exam en de las concepciones de los prim eros populistas y de todos aquellos pensadores que han contribuido a la doctrina populista se sitúa fuera del alcance de este estudio. Sin embargo, si deseam os clarificar nuestra concepción del populism o (y nuestra interpretación de la con cepción que de él tenia L en in ). no podem os evitar detenernos brevem ente en las relaciones entre el populismo clásico y las ideas de sus padres.
D eten g á m on os, e n p rim e r lu g a r, e n el p o p u lis m o d e H erzen . C o m o los p op u lista s, se o p o n ía a l d e s a r r o llo b u r g u é s d e R u sia y esp eraba la tra n sición d ir e c ta a l s o c ia lis m o a tra v é s d e la s c o m u nas cam p esin as. E s ch o ca n te , sin e m b a r g o , lo d istin ta q u e fu e su im agen d el ca p ita lism o y e l p u n to d e v ista d e s d e e l q u e lo c r i ticaba. N o p en sa b a en el ca p ita lism o en té rm in o s d e e co n o m ía p olítica ; e l p u n to d e v ista d e u n p e q u e ñ o p r o d u c to r , q u e estaba sien d o d iv o rcia d o d e su s m e d io s d e p r o d u c c ió n p o r e l d e s a rro llo d e la gran in d u stria ca p ita lista , e sta b a co m p le ta m e n te a u sen te en su crítica d e l O ccid e n te ca p ita lista . E stricta m e n te h a b la n d o , no critica ba e l ca p ita lism o c o m o fo r m a c ió n e c o n ó m ic a (d e la q u e no p oseía lina n o c ió n c la r a ), sin o la s o c ie d a d b u rg u e s a , c o m o fe n ó m en o s o cio cu ltu ra l, in te rp re tá n d o lo e n té r m in o s h is t ó r ic o -filo s ó ficos co m o sín tom a d e l d e c liv e final d e l d e c r é p ito v ie jo m u n d o. L e rep elía la b u rg u esía , a la q u e tra tó , d e fo r m a a lg o a r is to c r á tica, co m o u na cla se s u p e r io r d e g e n te s v u lg a r e s y d ep ra v a d a s. P ara los p op u lista s, q u ie n e s, c o m o v e r e m o s , e ra n a este r e sp e cto d iscíp u los d e M a rx , el ca p ita lism o e ra e q u iv a le n te a la e x p r o p ia ción , p ro le ta riza ció n y tota l m is e ria d e la s m asas. P a ra H erzen , p or el con tra rio, el ca p ita lism o e r a u n e sta d io d e e sta b iliza ció n final y d e cre cie n te b ie n e s ta r; n o d u d ó e n a firm a r q u e in clu s o el p rob lem a d el p ro le ta ria d o ha s u b sistid o , q u e e l tr a b a ja d o r en t o dos los países e u ro p e o s es u n fu tu r o b u r g u é s .38 E n co n tra ste co n la p re o cu p a ció n d e lo s p o p u lista s (y d e M a r x ) p o r la cre cie n te dep au p eración de las m asas, v io al ca p ita lism o c o m o u n a é p o c a de avan ce socia l d e las m asas y a tr ib u y ó e ste a d e la n to a la b u r guesía: Con la llegada de la burguesía, los caracteres individuales están des truidos, pero estas personas eliminadas están m ejor alimentadas (...) la belleza de la raza está eliminada, pero su prosperidad aumenta... es ésta la razón por la que la burguesía está triunfando y está destinada al triun fo. Es inútil decir a un hombre hambriento: “te sienta m ejor estar ham briento, no busques comida”.“ Esto está ciertam en te en o p o s ició n a la v isió n p o p u lista del capitalism o. Es c o rre cto d e c ir q u e H e rz e n c r itica b a e l ca p ita lism o n o d esd e el p u n to d e vista p op u lista , sin o m á s b ie n d e sd e una óp tica aristocrática. & d ifícil im a gin a r u na a ctitu d m ás a risto crática h acia “ las m asas” q u e ésta: He llegado a odiar la civilización de masas y de concentraciones masi vas... Miro con un horror mezclado de disgusto a la muchedumbre, movién dose continuamente, hormigueando, previendo que me robarán la mitad de mi asiento en el teatro y en la diligencia, cómo se lanzarán, al igual que bestias salvajes, en los vagones de tren y cómo caldearán, contami nándolo, el aire.90
Es realm ente asom broso lo poco interesado y familiarizado que H erzen estaba con las dolorosas contradicciones del desarrollo capitalista, lo p oco preocupado que se mostraba por la perspec tiva de la proletarización de artesanos y campesinos; este conjunto de problem as que habían sido expuestos por los socialistas peq u eñ o-b u rgu eses (Sismondi) y, posteriormente, reinterpretados p or M arx, eran casi del todo ajenos a su imagen del estadio final del v ie jo m undo. M iró al capitalismo desde el otro extremo —no desde el punto de vista del alto precio de la industrialización, sino desde el punto de vista de su máximo resultado— : el consumo barato y estandarizado. Y a este respecto, sus observaciones (como las observaciones semejantes de Tocqueville) eran a menudo muy desenfocadas, no premarxistas sino más bien posmarxistas; anti cipando la crítica de lo que ahora llamamos sociedad de masas y cultura de masas, escribió: Todo —el teatro, las diversiones, los libros, los cuadros, el vestido— todo ha bajado en calidad, aumentando terriblemente el número. La mu chedumbre de la que estaba hablando es la mejor prueba de éxito, de fuerza, de crecimiento; está abriéndose paso a través de todos los diques, inundándolo y anegándolo todo. Se contenta con cualquier cosa y nunca le basta. En cualquier lugar, la hidra de las cien mil cabezas acecha y espera, a la escucha de todo, para mirar cualquier cosa, indiscriminadamente, para vestirse de cualquier forma, alimentarse con cualquier cosa —ésta es la todopoderosa muchedumbre de conglomerada mediocridad (para utilizar la expresión de Stuart Mili) que lo compra todo y así todo lo domina.® N o h ay nada — absolutamente nada— populista en este tipo d e crítica d e la sociedad burguesa. El populismo fue una amplia corrien te de pensam iento dem ocrático ruso, que reflejaba el punto de vista d e clase de los pequeños productores (principalmente ca m p esin os), deseosos de liberarse de los restos de servidumbre, p e ro al m ism o tiem po puesto en peligro por el desarrollo capi talista. Si esta definición (dada por Lenin) debe ser aceptada y tom ada seriam ente, debem os llegar a la conclusión de que no pod em os describir a H erzen com o populista. Está justificado em pezar la historia de las teorías populistas con el socialismo ruso; n o está justificado, p or el contrario, presentar a Herzen como un id eólog o de los pequeños productores. Él no fue un socialista p eq u e ñ o -b u rg u é s; fue un revolucionario acomodado y un socia lista acom odado, un aristócrata liberal disgustado, un occidentalista desilusionado que, habiendo perdido las esperanzas puestas en O ccidente, buscaba consuelo en la idea de que su país no había alcanzado todavía su form a final. No hay nada de accidental en e l h ech o de que tuviese una gran dificultad en encontrar un len g u a je com ú n con los raznochintsy democráticos de los años
sesenta: de que sostuviera agudas polém icas co n C h e rn y sh ev sk ii y D obrolyu bov, defen d ien d o la herencia espiritu al de los h om b res superfiuos de las clases acom odadas; y en el h e ch o d e q u e los r e volucionarios de la llamada jo v e n e m ig ra ción le a cu sa ron d e aris tocracia y liberalism o y llegasen a ro m p e r sus rela cion es p e r s o nales con él.2- Es com pren sib le q u e él, p o r su parte, se sintiera repelido por su rudeza plebeya en sus esp lén d id as m em oria s: M i pasado y mi pen sa m ien to, en las que resaltó c o n o rg u llo su p e r te nencia a una gen eración m e jo r — la d e lo s h o m b re s d e lo s años cuarenta. La gran significación h istórica d e su socia lism o ru so consiste, entre otras cosas, en el h e ch o de q u e fu e e l la zo m ás importante y d irecto entre el eslavism o y el o ccid en ta lism o d e los años cuarenta y las ideologías populistas d e la segu n d a m itad de siglo.23 El caso de C hern ysh evskii fu e m u y d ife re n te d e l d e H erzen. A la vista de su cru cial im portan cia p ara la sistem atización e interpretación de la con cep ció n de L e n in s o b re el p o p u lism o , p a rece oportuno exam inarlo den tro d el m a rco d e las id ea s gen era les de Lenin sobre el desarrollo del p en sa m ien to s o cia l ru so. Para hacerlo, debem os em pezar co n la ca teg oría d e la Ilu stra ción (prosvestiteV stvo) que era, y sigu e sien d o, fu e n te d e n u m erosas tergiversaciones. La categoría de la Ilustración, en su a p lica ció n a la h eren cia de los sesenta en Rusia, fu e p rim era m en te in tro d u cid a p o r P le janov, que quedó sorpren dido p o r la sim ilitu d e n tre las c o n c e p ciones filosóficas de los radicales d em ócra ta s ru sos d e lo s sesenta y los ilustrados franceses del siglo x v in . S in duda, el m a teria lismo y el racionalism o del sentido co m ú n d e lo s ra d ica les ru sos del período de reform a estaba ligad o c o n el co n ce p to d e l sig lo x v u i de una naturaleza hum ana e sen cia lm en te in m u table y racional. Este concepto, que se ocu ltaba tras e l p r in cip io a n tro pológico de C hernyshevskii le sirvió c o m o un p o d e r o s o m e d io en su apasionada lucha contra las in stitu cion es, tra d icion es v prejuicios de una sociedad sem ifeudal, lo cu a l es sim ilar a la lucha que anteriorm ente fu e sostenida p o r los p en sa d ores de la Ilustración francesa. El racionalismo ahistórico y d ogm á tico d el sig lo x v m se m a nifestaba de form a especialm ente fu erte en D o b r o ly u b o v , q u ien vio la mismísima esencia del p rogreso en la etern a lu ch a entre las tendencias naturales del desarrollo y las antinaturales. Las concepciones filosóficas de C hernyshevskii exp u estas p rin cip a l mente en su Principio an tropológico en F ilosofía (1860) 24 eran más complicados, puesto que trató de com b in a r el racion alism o y el naturalismo de la Ilustración con algunos elem entos h isto ricistas y la dialéctica hegeliana. Se con sideraba a sí m ism o d isc í
pulo de F eu crbach y ciertam ente había algún m otivo típicamente feuerbachiano en su antropocentrism o, en su fiel defensa del in dividualism o hum ano contra las usurpaciones de las hipóstasis hegelianas de lo G eneral.25 En conjunto, sin em bargo, su prin cipio an tropológico, así com o su teoría del egoísm o racional (m uy sim ilar a la teoría de H elv etiu s), coincidía en lo esencial con el cru d o con cep to de la naturaleza humana de D ob rolyu b ov; su inseparable ingrediente m oral, su énfasis sobre el antropocentris m o y sob re la liberación del individuo, lo hacían consonante con el verdadero espíritu de la Ilustración europea. D esde el punto de vista de P lejanov, lo más esencial era el hecho d e que tanto los hom bres de la Ilustración franceses y rusos (in clu yen d o a C hernyshevskii) eran idealistas históricos, que veían los progresos del intelecto hum ano y la expansión de la Ilustración com o prim eros m otores del desarrollo histórico de la sociedad. L enin, habiendo aceptado el concepto de Ilustración rusa d e los años 1860, le dio un alcance diferente: desde su punto de vista, lo más im portante era, no el contenido teorético, sino el con ten ido socioh istórico de las concepciones de los hom bres de la Ilustración. Para él, la analogía esencial entre la ideología de la Ilustración dieciochesca y el radicalism o ruso de los años se senta consistía, en prim er lugar, en su calidad antifeudal y d em ocrá tico -b u rg u e sa : según él, ambas representaban a la dem ocracia burguesa en el clim a de su fase ascendente, en la que era todavía honesta, em prendedora, inequívocam ente progresiva y ligada a una sin cera p reocu p a ción p or la felicidad general de la humanidad. La caracterización de la Ilustración rusa fu e hecha por Lenin en su artículo La h eren cia a q u e renunciam os. E num eró los si guientes rasgos de esta herencia: a) violenta hostilidad a la serv i d u m bre y a tod os sus produ ctos económ icos, sociales y legales, b) ardiente d eseo de enseñanza, autogobierno, libertad, form as de vida eu ropeas y general europeización de Rusia, c) defensa de los intereses de las masas, principalm ente de los cam pesinos (quienes, en la ép oca de los ilustrados, no estaban todavía com pletam ente em ancipados, o apenas iniciaban este proceso de em ancipación), la sincera creen cia de que la abolición de la servidum bre y sus restos sería seguida p or un bienestar universal, y un sincero d eseo de ayu dar a que esto se lograra.20 Estos tres rasgos, con cluía L enin, constituyen la esencia de lo que en nuestro país llam am os la h erencia de los años sesenta, y es im portante resaltar que n o hay absolu ta m en te nada d e populism o en esta herencia.27 Para dar un ejem p lo de lo que quería decir por hom bre de la Ilustración rusa, L enin escogió a Skaldin, un escritor algo m ed io cre y d e segunda fila. Una dt* las razones para esta decisión fue sim plem ente la censura rusa, que no permitía una referencia
abierta a la herencia de Chernyshevskii. N o h ay lu gar a dudas, sin embargo, de que, según Lenin, no era Skaldin sin o C h ern y shevskii la figura central entre los hom bres d e la Ilustración de los años sesenta. El artículo La herencia a q u e ren u nciam os es por consiguiente un serio argum ento para la tesis de que, en la concepción de Lenin, Chernyshevskii y los populistas representan dos corrientes diferentes de pensamiento. Koz'min, que por supuesto era consciente de esto, levan tó c o n tra este argumento la tesis de que en la con cep ción d e L enin , la oposición entre hom bres de la Ilustración y populistas no era absoluta: un hom bre de la Ilustración podía al m ism o tiem po ser un populista. Esto es perfectam ente cierto y no h ay duda de que era así en el caso de Chernyshevskii. K o z ’m in había a d vertid o con razón que la caracterización que Lenin hace de S k aldin co m o el típico hombre de la Ilustración sólo podía ser aplicada p a rcia l mente a Chernyshevskii. Tratem os de desarrollar esta idea. A l igual que Skaldin, Chernyshevskii fu e un ardiente occidentalista, un propagador de la europeización gen eral de R usia; al m ism o tiempo, sin embargo, y en contraste con S kaldin, d efen d ió con gran energía la comuna campesina, en la que los econom istas liberales vieron la m ayor carga para el desarrollo eu ro p e o de Rusia. Skaldin criticó agudamente la servid u m bre rusa, p e ro (a diferencia de los populistas) no era consciente de las d olorosos contradicciones del progreso capitalista; esto n o p u ed e decirse acerca de Chernyshevskii, quien quería p roteger al cam pesinado ruso de los sufrimientos ocasionados p o r el tipo clá sico de d esa rrollo capitalista inglés. Skaldin propagó las ideas d e A d a m Sm ith y de la economía política liberal; C hernyshevskii criticó estas ideas desde el punto de vista de una econom ía de las masas tra bajadoras, denunció a los apologistas del industrialism o burgués, a los que acusó de hacer un ídolo de la riqueza nacional, olvid a n d o el bienestar del pueblo (pero — hay que insistir en e llo — no compartía la opinión de que el capitalism o com o tal n o era sino una deterioración, un retroceso). Queda justificado lleg a r a la conclusión de que la censura rusa no fue la ú nica razón qu e tu vo Lenin para decidirse a elegir a Skaldin, y no a C h ern ysh evsk ii, como un ejem plo del típico hom bre de la Ilustración: deseaba presentar un ilustrado que n o fuera populista, que pu diera e je m plificar la forma pura de la ideología antifeudal de la dem ocracia burguesa radical. El dem ocratism o de Skaldin no podía su frir la comparación con el dem ocratism o de C hern ysh evskii, p ero tenía, desde este punto de vista, la im portante ventaja d e estar libre de cualquier “ añadido” populista. El m ism o L en in escrib ió: “Hemos escogido a Skaldin com o ejem plo precisam ente p orq u e, mientras él era indudablem ente un representante de la ‘herencia*
se erigía al m ism o tiem po com o un declarado enem igo de aquellas viejas instituciones que los populistas habían tom ado b a jo su p rotección.” 28 P or lo que sabem os, C hernyshevskii, en contraste con Skaldin, era un con ven cid o protector de las viejas instituciones de las com unas campesinas. L leg ó a propon er a los eslavistas un tipo de alianza para la defensa com ún de las com unas contra los econom istas liberales, que pedían su abolición ju n to con el resto del bagaje feudal (esta alianza, sin em bargo, no pudo consum arse, puesto que los m otivos de am bos socios eran enteram ente dis tin tos).20 En su C rítica de los p reju icios filosóficos contra la propiedad com unal de la tierra (1859), defendía que Rusia, y en general todos los países atrasados, podían beneficiarse de las experiencias y de los logros científicos occidentales y, gracias a esto, eva d ir los estadios interm edios de desarrollo, o p or lo m enos redu cir considerablem ente su duración. Su principal argum ento para la com una era una con cep ción dialéctica del progreso, recla m ando que el prim er estadio de cualquier desarrollo es, com o regla general, sim ilar, en cuanto a su form a, al tercero; así, el p rim itivo colectivism o com unal es sem ejante, en cuanto a su form a, al desarrollado colectivism o de una sociedad socialista y p u ede facilitar una transición directa a ella. L os populistas que, com o verem os, reinterpretaban esta argum entación en té r m inos de la tríada dialéctica que encontraron en El Capital de M arx,30 p u sieron en esto el principal fundam ento teórico d e sus con cep cion es. Y p u ede añadirse que estaban bastante en lo cierto al considerarse ellos m ism os com o continuadores del pensam iento de C h ern ysh evsk ii: en am bos casos la defensa de la com una cam pesina estaba m otivada p or una profunda p reocu p ación p o r el bienestar d el cam pesinado, al que deseaban p roteger d e la e x p r o p iación y de la proletarización. H abía un verdadero sentim iento populista en las palabras de C hernyshevskii: ... No nos atrevamos a tocar la sagrada y ahorrativa costumbre que hemos heredado de nuestro pasado, toda cuya miseria se redime por un inapreciable legado —no nos atrevamos a asaltar el uso común de la tierra— la gran magnanimidad de cuya introducción depende, ahora, el bienestar de las clases campesinas en la Europa Occidental. Que su ejempío sea una lección para nosotros.*1 Y sin em bargo, eran bastantes las diferencias conspicuas y significantes entre C hernyshevskii y el flamante p opulism o c lá sico d e los años setenta. C hernyshevskii no pensaba qu e la p re servación de la com una fu era incom patible con el desarrollo capitalista y , globalm en te, no era p or ningún m edio un adversario del p rog reso b u rgués en Rusia. C om o el resto d e los h om bres de
la Ilustración d e los a ñ o s sesen ta , e ra un c o n v e n c id o o c c id e n t a lista. y co m o tal n e g ó r o tu n d a m e n te la im a g e n d e H e r z e n d e la “ decrep ita E u rop a “ ; 32 lo s ru so s — p e n s a b a — d e b e n t o d a v ía a p r e n d er de O ccid en te y r e c o n o c e r h u m ild e m e n te la s u p e r io r id a d de los log ros o ccid e n ta le s.’13 D e s e a b a p a ra R u s ia un p r o g r e s o b r e v e , más ráp id o y m ás h u m a n o , p e r o n u n ca o p u s o R u s ia a O c c id e n t e negando la op in ió n d e q u e las co m u n a s c a m p e s in a s ru sa s r e p r e sentasen el g erm en d e un tip o s o c ia l d e d e s a r r o llo d ife r e n t e y más eleva d o. E ra c o n sc ie n te d e la s d o lo r o s a s c o n t r a d ic c io n e s d el capitalism o, p e ro sin e m b a r g o p e n s ó q u e e llo s u p o n ía u n g ra n p rog reso en co m p a ra ció n co n las fo rm a s s o c ia le s p re c a p ita lis ta s ; criticó am argam en te lo s e p íg o n o s d e la e c o n o m ía p o lít ic a lib e r a l, pero, en a g u d o con tra ste c o n M ija ilo v s k ii, E lis e e v , T k a c h e v y otros p opulistas d e los a ñ os seten ta , a p r e c ia b a a lt a m e n te lo s m é ritos de sus clásicos. E n p o ca s p a la b ra s, s u e n e m ig o n ú m e r o u n o n o era el cap italism o sin o el a tra so r u s o — c o n d ic io n e s a siá tica s de vida, estru ctu ra socia l asiática, o r d e n a s iá tico .31 Es m u y sig n ifica tiv o q u e tra s la a b o lic ió n d e la s e r v id u m b r e , los trazos p op u lista s d e la id e o lo g ía d e C h e r n y s h e v s k ii e m p e z a r a n a dar p ie al ra d ica lism o p o lític o d e la d e m o c r a c ia b u r g u e s a . A n t e s de la reform a, resa ltó q u e lo s d e m ó cr a ta s e ra n s ó lo c o n ju r a d o s en em igos d el p a rtid o a ris to crá tico y d e e ste m o d o in s in u a b a n q u e podían recon cilia rse co n el a b s o lu tism o a c o n d ic ió n d e q u e é s te llevase a térm in o un p ro g ra m a s o c ia l p rog resista .''15 D e s p u é s d e la reform a, am argam en te d e s c o n te n to d e su s r e s u lta d o s y c o n el m od o b u ro crá tico (léa se: a u to c r á tic o ) e n q u e h a b ía s id o p r e p a rada, lleg ó a la co n c lu s ió n d e q u e n o e r a p o s ib le e n R u s ia resolver la cu estión s o cia l d e fo rm a sa tisfa c to r ia s in u n c a m b io p olítico, es d ecir, sin r o m p e r las ca d e n a s d e la a u to c r a c ia .30 E n lo s años setenta, en su e x ilio sib e ria n o , se a d h ir ió a esta c o n v ic c ió n con tal firm eza q u e re h u y ó in c lu so la le c tu r a d e o b r a s s o b r e el problem a ca m p esin o y la c o m u n a ca m p e sin a . E n u n a d e su s ca rta s escrib ió: “ E stoy h a rto d e to d o e s to ... M e p r o d u c e n n á u s e a s lo s cam pesinos y la p rop ied a d ca m p e sin a d e la tie r r a .” 37 El s ig n ific a d o de este ru d o ju ic io es bastan te c la r o : en c o n tr a s te c o n lo s p o p u listas, quienes, co m o v e re m o s, p ro c la m a b a n un p e c u lia r a p o li ticism o, C h ern y sh ev sk ii p e n s ó q u e en las c o n d ic io n e s d e R u sia carecía en a bsolu to d e sig n ifica d o a p r o x im a r s e a p r o b le m a s s o c ia les abstrayén d olos d e la u rg en te n e c e s id a d d e un c a m b io p o lít ic o . La d iferen cia en tre la h e re n c ia y el p o p u lis m o c lá s ic o — e s to es, p o r su igu al v a lo r en a m b o s ca sos, e n tro C h e r n y s h e v s k ii y sus discípulos pop ulistas— q u e d a ría e x p u e sta c o n m a y o r c la r id a d si con fron tásem os la ca teg oría d e la Ilu stra ció n c o n la c a te g o r ía del R om an ticism o e co n ó m ico — una c a te g o ría q u e ha s id o a p lic a d a p or L enin en sus análisis d e l c o n te n id o e c o n ó m ic o y s o c ia l d e l
p o p u lis m o .38 N o será sim p lifica r en e x c e s o el d e c ir q u e lo s r e p r e s e n ta n te s d e la h e r e n c ia d e lo s a ñ os sesen ta fu e r o n v isto s p o r L e n in fu n d a m e n ta lm e n te c o m o h o m b re s d e la Ilu stra ció n , m ie n tra s q u e lo s p o p u lis ta s lo fu e r o n m ás b ie n c o m o r o m á n tico s . R o m a n tic is m o s ig n ifica , e n e se c o n te x to , u na c r ítica al ca p ita lism o d e s d e e l p u n t o d e v ista d e u na u to p ía re tró g ra d a p e q u e ñ o b u r g u e s a , u n a id e a liz a c ió n d e l tip o p re ca p ita lism o d e re la c io n e s e c o n ó m ica s y s o c ia le s . L o s h o m b r e s d e la Ilu stra ció n , s e g ú n la v isión d e L e n in , fu e r o n lo s id e ó lo g o s d e u n a ra d ica l d e m o c r a c ia b u r g u e s a , lu c h a n d o c o n tr a lo s re s id u o s d e l fe u d a lism o , y c o n c o n fia n za e n e l p r o g r e s o ca p ita lista , p e r o sin v e r , o s u b v a lo r a n d o , su s a s p e c to s n e g a tiv o s (C h e r n y s h e v s k ii, q u e los v io d e fo r m a m u y c la ra , n o e ra a e s te r e s p e c to un típ ic o h o m b r e d e la Ilu s t r a c ió n ). L o s p o p u lista s , e n o p o s ic ió n a los ilu stra d os, fu e r o n lo s id e ó lo g o s d e la d e m o c r a c ia q u e , c o n s c ie n te s d e las trá g ica s c o n tr a d ic c io n e s in h e r e n te s al d e s a r r o llo ca p ita lista , d ie r o n u n p a so a d e la n te en c o m p a r a c ió n c o n lo s h o m b r e s d e la Ilu stra ció n : El populismo —escribió Lenin— dio un gran paso adelante, si lo compa ramos con la herencia, mediante su postura ante los problemas de la sociedad, postura que los guardianes de la herencia eran —en su tiempo— parcialmente incapaces de tomar, o en parte no lo hicieron, y siguen sin hacerlo, dado que su inherente estrechez de miras se lo impide. A l plan tear estos problemas, los populistas llevaron a cabo un gran servicio histórico, y es bastante natural y comprensible que, habiendo ofrecido una solución (cualquiera que fuese su validez) a estos problemas, el populismo llegase a ocupar un lugar destacado entre las tendencias pro gresistas del pensamiento social ruso.® A l m is m o tie m p o , sin e m b a r g o , fu e u n p a so atrás, y a q u e lo s p o p u lis ta s , h a b ie n d o p e r d id o to d a la co n fia n za en e l p r o g r e s o e u r o p e o b u r g u é s , a d o p ta r o n el p u n to d e v ista d e l R o m a n tic is m o e c o n ó m ic o . L a id e o lo g ía d e la Ilu s tra ció n era d o m in a n te e n el m o v im ie n to d e m o c r á t ic o r u s o d e lo s a ñ o s sesen ta , c o n c r e ta m e n te c u a n d o la a te n c ió n d e t o d o s lo s p ro g re sista s r u s o s esta b a d irig id a h a cia la lu c h a p o r la a b o lic ió n d e la s e r v id u m b r e ; e l p o p u lis m o fu e u n a r e fle x ió n id e o ló g ic a d e lo s n u e v o s p r o b le m a s q u e e m e r g ie r o n e n R u s ia tra s la r e fo r m a . T a n to lo s h o m b r e s d e la Ilu s t r a c ió n c o m o lo s p o p u lis ta s d e fe n d ía n lo s in te re se s d e l p u e b lo (e n p r im e r lu g a r , lo s in te r e s e s d e l c a m p e s in a d o ); lo s p o p u lista s, c o n to d o , e n c o n t r a p o s ic ió n a lo s ilu stra d o s, co m b in a r o n en su id e o lo g ía e l d e m o c r a tis m o b u r g u é s a n tife u d a l c o n la r e a c c ió n c o n s e r v a d o r a p e q u e ñ o - b u r g u e s a co n tr a e l p r o g r e s o b u rg u é s. E s ésta la r a z ó n p o r la q u e la h e r e n c ia d e lo s a ñ o s sesen ta fu e in e q u ív o c a m e n te p r o g r e s is ta , m ie n tra s q u e la h e r e n c ia d e l p o p u lis m o era e n e ste a s p e c to a lg o a m b ig u a . E n p a la b ra s d e L e n in : “ É sta es la
razón por la que los populistas, en lo que toca a la teoría, son exactamente com o un Jano. m irando con una cara al pasado y con otra al futuro.” 40 La cara reaccionaria del Jano populista fue vista p o r Lenin en el socialismo populista. En los puntos generales dem ocráticos de sus programas, los populistas eran progresistas, p ero en sus teorías socialistas eran — según Lenin— p eq u eñ o-burgu eses, utó picos y afectados por el Romanticismo econ óm ico reaccionario. Para muchos de nosotros, este ju icio pu ede aparecer dem asia do severo. Pero no debem os olvidar el sentido con que Lenin aplicaba al populismo el térm ino “ reaccionario” . Este término —explicaba— está empleado en su sentido histórico-filosófico, describiendo solamente el error de los teóricos que para sus teorías toman modelos de formas anacrónicas de sociedad. No hace referencia en absoluto a las cualidades personales de estos teóricos o a sus programas. Todo el mundo sabe que ni Sismondi ni Proudhon eran reaccionarios en el sentido vulgar del término.*1 Pensamos que a lo anterior deben añadirse aún otros dos ca li ficativos. En primer lugar creem os que al aproxim arse al socia lismo populista desde la perspectiva de nuestro tiem po es difícil negar que no sólo puede descubrirse aquí la m irada retrospectiva de Jano sino también su atención al futuro. En segundo lugar, pensamos que algunas ideologías reaccionarias n o d eben descar tarse fácilmente, que un punto de vista reaccionario en la teoría social (reaccionario en el sentido h istórico-filosófico) pu ede a veces no ser un obstáculo, sino un punto ventajoso. F ue el ca rácter reaccionario de los ideales sociales de los socialistas p e queño-burgueses occidentales lo que les perm itió descu brir as pectos del capitalismo que permanecían inadvertidos a los apologistas liberales del progreso burgués.42 En su artículo Una caracterización del Romanticismo económ ico, L enin indica un impresionante paralelismo entre las concepciones econ óm icas de los populistas y los puntos de vista de Sismondi. El paralelism o es, globalmente, convincente, pero sería una excesiva sim plifi cación sacar de él la conclusión de que los populistas eran m eros epígonos de Sismondi. El populism o apareció en un país atrasado, pero, sin embargo, los economistas populistas de los años ochenta y noventa no podían ser meros seguidores de Sism ondi. Sabían que la socialización del trabajo y una industrialización a gran escala eran necesarias al desarrollo y la independencia de su país; después de todo, habían leído a M arx y fue m ucho lo que aprendieron de él. “ El proceso social de desarrollo no consiste en una repetición mecánica de las secuencias de las fases a través de las cuales las sociedades más avanzadas han pasado ya.” 43
Creemos que esta generalización puede aplicarse igualmente a la historia de las ideas, y el populismo ruso nos proporciona un buen ejem plo de ello. Resumiendo, estamos de acuerdo con Pipes en que la amplia y objetiva definición de populismo ha sido introducida por los marxistas; creemos, sin embargo, que no es por ningún medio tan amplia com o para ser aplicada a qualquiera que creyese en la habilidad de Rusia en pasar por alto el capitalismo.44 De hecho es — por lo menos en el uso de Lenin— mucho más precisa y no puede ser despachada com o un simple ardid polémico. Más bien se trata de un truco m etodológico y, por cierto, muy bueno. Delimita un importante conjunto de problemas, nos capacita para prescindir de simples divisiones políticas o doctrinales para ver la unidad esencial de una Weltanschauung socialmente determi nada; es suficientemente precisa como medio de clasificación y y puede hacerse incluso más precisa, puesto que aporta buenas razones para llegar a una útil distinción entre el populismo clásico del período posreformista y el populismo temprano o el prepopulism o de los años sesenta. Esta distinción, debemos insistir en ello, no significa decir que los primeros populistas no fuesen vedaderos populistas; indica tan sólo que el populismo es un concepto dinámico y no estático. Nos declaram os de acuerdo con K oz’min cuando dice que la historia del populism o empieza con Herzen y Chemyshevskii; creemos, sin em bargo, que el populismo clásico aparece unido du rante el tránsito de los sesenta a los setenta. No cabe duda de que el socialism o ruso de Herzen fue un inmediato predecesor del socialism o populista, pero, sin embargo, sería una excesiva simplificación decir que Herzen fue sólo un populista: él perte necía a una generación diferente. Fue el producto de una form a ción intelectual distinta y m erece capítulo aparte en la historia del pensamiento social ruso. Chem yshevskii, también. Aun ha biendo sido m ucho más populista que Herzen, no se le puede designar com o populista com pleto. En muchos aspectos fue popu lista, pero su significado en la historia intelectual rusa no debe reducirse a su populismo. Fue ante todo un hombre de la Ilus tración y su populism o era, por así decirlo, un populismo in statu nascendi, em ergiendo desde dentro del marco ideológico de la Ilustración rusa de los años sesenta. Entre sus legítimos conti nuadores y discípulos encontramos no sólo populistas sino también a Pisarev, cuya ideología era decididamente antipopulista.45 La con cepción de Lenin sobre el populismo es para nosotros una especie de justificación histórica de nuestro uso del término y un punto de partida para nuestra interpretación del pensa miento populista. El m ayor énfasis, sin embargo, se pone en este
libro en aquellos aspectos del populism o ruso que no habían salido a flote en la visión de Lenin sobre el populism o, p e ro que hoy son claramente visibles. Lenin interpretó el populism o en térm inos de su relación con el desarrollo del capitalismo en Rusia. Hay, sin em bargo, otro aspecto del problema, relacionado éste con el tardío desarrollo económico ruso. El populism o ruso no fu e sólo una reacción ideológica al desarrollo capitalista d entro de R usia, fu e tam bién una reacción a la econom ía capitalista y al pensam iento socialista occidental. Reflejaba no sólo los problem as de los pequ eñ os p r o ductores. enfrentados a la producción capitalista a gran escala, sino también los problem as específicos de un país agrícola atrasado en confrontación con los estados capitalistas altam ente d esa rro llados. Fue una reacción rusa al capitalism o occid en tal y, tam bién, una respuesta rusa al socialism o occiden tal — una reacción al capitalismo y al socialism o occidentales p or parte d e la in telligentsia democrática en un país agrícola atrasado en un tem prano estadio de desarrollo capitalista. Es bastante com p ren sib le que el populismo ruso clásico fuese, ante todo, una re a cción al m a r xismo — después de todo, M arx era entonces la figura dirigente del socialismo europeo y, al mismo tiem po, el autor d e los libros más autorizados sobre el desarrollo capitalista. N o es en absoluto accidental que el inicio del floreciente populism o clásico c o in c i diera, en el tiempo, con la prim era ola de difusión de las ideas marxistas en Rusia. Ésta es la razón p or la que hem os ded icad o tanta atención a las relaciones entre el populism o y el m arxism o. No resulta exagerado decir que el encuentro con M a rx fu e de máxima importancia para la form ación de la ideología populista, que sin Marx hubiera sido diferente de lo que fue. Como fecha convencional que m arque la aparición de la id e o logía populista clásica proponem os el año 1869. T res docu m en tos clásicos del populismo se publicaron entonces: C artas h istóricas, de Lavrov, el artículo de M ijailovskii, titulado ¿ Q u é es el p r o greso? y el libro de Flerovskii, La situación de la clase o b re r a en Rusia. Los dos primeros daban muestras de una creen cia o p ti mista en el progreso, tan característica de los h om b res de la Ilustración, resaltando las dolorosas con tradicciones de los p r o cesos históricos y, finalmente, criticaban y rehusaban el e v o lu cionismo naturalista con su concepción de un cam ino unilineal de desarrollo; paralelamente rem ovían las fundaciones teórica s de la concepción de que Rusia tenía que seguir el m od elo general de desarrollo capitalista de Occidente. Flerovskii, en su m om ento, formuló estas cuestiones histórico-filosóficas de form a cru elm en te concreta y realista. Su vivida descripción de la crecien te d e s trucción del campesinado ruso y de las nuevas form as capitalistas
de explotación, que aparecían en los pueblos rusos, estaba seguida p or la con clu sión de que se debía hacer cualquier cosa para p r e v en ir la continuación del desarrollo p or caminos capitalistas, uti lizando en su lugar las posibilidades de desarrollo inherentes a la com una campesina. Otra m atización debe hacerse para evitar m alentendidos. El adjetivo clásico se aplica en este libro al pensam iento populista posterior a 1869, y no de form a individual a ninguno de los pen sadores populistas. El populism o era una amplia corriente de pensam iento con diferencias en su seno; era una estructura id e o lógica supraindividual dentro de la que eran posibles m uchas p os turas, algunas veces com plem entarias, y otras, sim étricam ente opuestas unas a otras. Q ueda claro, por consiguiente, que es difícil en con trar en un pensador individuado todos los aspectos y los elem entos constituyentes de tal estructura; en cada caso individual, las p rop orcion es son distintas y en algunos caso puede incluso establecerse la total ausencia de un elem ento importante. Así, p or ejem plo, L a v ro v fu e apenas un econom ista rom ántico; el R om anticism o eco n ó m ico era indudablem ente un rasgo im portante del populism o, sin em bargo L a v rov representaba, dentro de la ideología populista, la tradición racionalista e individualista de los h om bres de la Ilustración, y esta tradición era asim ismo parte constituyente del populism o. T kachév, tom ado aparte, era una figura bastante única y atípica, pero es justificado, no obstante, interpretar sus ideas co m o la expresión m ás extrem a de un as pecto particular d el populism o. P or consiguiente, tanto L a v rov com o T k a ch ev , d ieron una expresión clásica de algunos aspectos del p opulism o clá sico y n o un reflejo fidedigno de la total estru c tura d el p opulism o. La d iferencia entre ellos y C hernyshevskii cuya ideología, después d e todo, contiene algunos im portante ele m entos d el p opulism o, consiste en el h ech o de que ellos se opu sieron m utuam ente den tro del m arco d el p ensam iento p o p u lista clásico. Y es este m a rco general, ju n to con los m odelos ca racterísticos de los p osib les puntos de vista dentro de él, lo que con stituye el rasgo distintivo y la unidad — la estructura— del pensam iento populista.
Capítulo segundo
E! populismo clásico y sus postu!ados
1. La controversia sobre el progreso La popularidad de las Cartas historie juventud dem ocrática fu e verdaderament Lavrov entre la cipalmente a un capítulo de este libro titiV !}01? 16' Se debía pringreso” . “ La humanidad — escribía LaCrov—T precio del P a para que unos pocos pensadores, sentados pagado demasiado pudieran discutir sobre su progreso ” i e T h SUS mesas de trabajo, los individuos de pensamiento crítico d roll° Personal de minoría culta ha sido com prado con el áur ¡a priviIeg¡ada sufrimiento de m uchas generaciones de e ° * y*0 y los terribles tadas; cada pensamiento, cada idea han ^ duramente exp losangre, sufrim ientos o fatigas de millón J engendrados con la noria civilizada nunca debería olvidarlo personas·2 La m icualquier esfuerzo p or descargarse de su debería hacer de pensamiento ético y crítico debería de ■ a' , Cada individuo deshacerme de la responsabilidad dol cClrSe. a sí mismo: “ Debo propio desarrollo y esto lo conseguiré <¡i ia*í®riento Precio de mi rrollo para dism inuir el mal en d „ ° este mismo desaEn estas palabras en contram S J n T e L ^ 61 futur° " 3 estado de consciencia de la juventud edi rl e exPresion del mentada p or un sentimiento de cu ln ah iliH o/ y pr_ogl;esista> atorcrificarse en beneficio del bienestar Ho 1 SOC,la ’ deseando sael estado de consciencia de los a c o m o d a d o s ^ e ^ 12' t0d° ÍUe (término introducido por N K i conciencia agobiada más sobrio raznochintsy, jugó e n to n n Í qU6’ ÍUnt° con el el movimiento dem ocrático ruso El lih “ n imP °rtante papel en cuestiones y d . b . respúeste í ^ ° t . " “ X t” ° ' U,*ba “ s U „ .e de ellas era, iQ u é e , * Individuo d e.ee descargar ,u deuda s o íS “ íu e rts sen tim ien to de a u e la
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• En las condiciones rusas, estas
teorías no eran sino un instrum ento co n v e n ie n te d e lo s apolo^ gistas del capitalism o, es d ecir, de la g en te q u e a co stu m b ra b a a explicar y a justificar los su frim ien tos d e las m asas en n o m b re de las leyes objetivas de la historia o d e las le y e s de h ie r ro d e la econom ía política. C ontra tal ob je tiv ism o , L a v r o v fo r m u ló su v in dicación de su bjetivism o y fu e a p oy a d o en su id ea p o r N icolá s M ijailovskii. L os rasgos com u n es de sus co n c e p cio n e s h an sido etiquetados (de form a m u y desafortu n ad a) c o m o s o c io lo g ía s u b jetiva o m étodo su bjetivo. Este su b je tiv ism o p op u lista ha sid o ridiculizado p o r P lejan ov, p ero m e re ce sin d u da ser to m a d o en consideración y exam inado m ás ob jetiv a m en te. La controversia entre ob je tiv ism o y su b je tiv is m o ten ía una larga historia en Rusia. Sus orígen es d e b e n situarse en el h e g e lianismo ruso d e los años treinta y cuarenta. B a k u n in , q u e p e r teneció a la generación de los años cu arenta, escrib ía a ce rca de esto en 1870: En los años treinta, bajo el mandato opresivo de Nicolás I, apareció por primera vez en Rusia la teoría de los objetivistas, que explicaban todos los hechos históricos por referencia a su necesidad lógica, negaban cualquier significado a los hechos individuales y reconocían una sola fuerza real invencible y omnipotente en la historia —la fuerza de su razón inmanente. Es una teoría muy útil para quienes, asustados ante la acción, deseaban salvar su cara, consigo mismos y frente a los demás, presentando una excusa que justificase su vergonzosa inactividad. Esta teoría está toda vía desmoralizando a una gran parte de nuestra juventud educada de origen acomodado.4 Escribiendo acerca de los objetivistas d e lo s a ñ os treinta, B a kunin se refería a la recon cilia ción co n la re a lid a d de B elin sk i y a la suya propia.5 Esta recon cilia ción altam en te filosófica , t o mando sus argum entos de una in terpretación p a rcia l d e l h e g e lia nismo, consistía en un recon ocim ien to de q u e la e x isten te re a lid a d social y política estaba sancionada p o r la o b je tiv a R a zón d e la Historia y que se tenía que aceptar, q u e se d e b ía m ira r d e sd e el punto de vista del tod o y no desde la d istorsion an te p e rsp e ctiv a de la propia individualidad subjetiva. L a co n clu sió n p rá ctica era que, en lugar de intentar cam biar la realidad p ara adaptarla a los propios postulados subjetivos, uno debía ajustarse a sí m ism o a las exigencias de la realidad. D eb e añadirse qu e al co m ien zo d e los años cuarenta, Bakunin y B elinski ren un ciaron a su re co n cilia ció n y rehabilitaron el subjetivism o schilleriano, q u e tan severa m en te habían condenado antes. D e este m odo, su b jetiv ism o significaba en su lenguaje la protesta individual con tra las le y e s inhum anas de la V/eltgeist hegeliana. P osteriorm ente, en los años cin cu en ta y sesenta, esta misma actitud podía en contrarse en las den un cias que hizo H erzen de la econom ía p olítico -lib e ra l, ju n to con la teoría
del d esa rrollo natural incontrolado, y en la crítica de C hern yshevskii a los ep íg on os del occidentalism o, especialmente Boris C hicherin, q u ien com b in a b a la econom ía liberal con la doctrina hegeliana de la n ecesid a d histórica.*1 Más tarde aún, en los años setenta, la lu ch a con tra el naturalism o positivista de las teorías burguesas d el p rog reso, especialm ente contra la teoría de Spencer y, tam bién, con tra el darw inism o social, cobró m ayor importancia. L as con clu sion es básicas de la sociología subjetiva pueden resum irse en tres puntos. P rim ero, se trataba de una defensa de la ética — una fu erte co n v icció n de que los valores morales no pueden elim in arse ni d erivarse de los hechos, de que el mal moral no p u ede ser cien tíficam ente exp licado y de que la protesta moral contra el su frim ien to tiene un valor en sí misma y es obligatoria in dependientem ente de cu alqu ier con dición objetiva. En segundo lugar, era una p ostu ra ep istem ológica y m etodológica que negaba o ponía en d u da la posibilid ad d e la aproxim ación objetiva en las ciencias socia les; en este sentido, el subjetivism o consistía en la afirm ación d e q u e el con ocim ien to histórico y sociológico nunca puede ser realm ente o b je tiv o p orqu e siem pre depende de las em o ciones in con scien tes, o, m u ch o m ejor, de los ideales consciente mente elegid os de los escolares. En tercer lugar, era una filosofía de la historia q u e reclam aba que el factor subjetivo — pensamiento y volu n tad h um anos— pueden oponerse de form a efectiva a las llamadas le y e s d el d esa rrollo y juega un papel decisivo en el proceso h istórico. L a v ro v basó en esto su filosofía práctica que proclam aba qu e los in d ivid uos de pensamiento crítico unidos en un partido pod ían d ev en ir una fuerza social y cambiar el estado de cosas presen te en la d irección indicada por sus intenciones subjetivas. El p ro g re so — m antenía el autor de las Cartas históricas— no es en ab solu to una le y del desarrollo en funcionam iento auto m ático, n ecesa rio y ob je tiv o . Tales leyes no existen, los sucesos históricos son siem p re únicos e irrepetibles (esta afirmación de L a v rov era, en cierto m od o, una anticipación de las tesis de W in delban d y R ic k e r t). El problem a principal, por consiguiente, es el p rob lem a d e la selección , el problem a de encontrar un cri terio que n os p erm ita escog er lo que es importante y significativo de entre la m asa am orfa de los datos históricos. Tal criterio debe ser su b je tiv o p o rq u e depende siem pre de la elección del ideal social. P o r con sigu ien te, toda clasificación de los datos históricos se basa en las rela cion es de los hechos con los ideales del inves tigador y cu a lq u ie r recop ila ción de sucesos históricos consiste, esencialm ente, en com p on er la historia entera alrededor de los sucesos q u e abrían el cam ino a la realización de este ideal. L avrov escribió: “ En la p erspectiva histórica definida por nuestros ideales
m orales, n osotros nos e rg u im o s al final d e l p r o c e s o h is t o r ic o ; la totalidad del pasado so rela cion a c o n n u e s tr o id e a l c o m o una .nene de pasos p rep a ra to rio s q u e c o n d u c e n in e v it a b le m e n t e al final definido.'* 7 D e esta m a n era , el h is to r ia d o r lle g a a la n o c ió n de progreso - -una ca te g o ría q u e im p a rte o r d e n s o b r o e l m a te r ia l histórico no traba jado y c o n fie r e un s ig n ific a d o a la m a sa c a ó tic a de hechos. La historia n o tie n e e n s í m ism a u n s ig n ific a d o ; m u chos dignificados p u ed en e n co n tr a r s e e n e lla , p e r o t o d o s le so n im partidos p o r los h om b res. Y un s ig n ifica d o p r e s u p o n e u n id e a l. Esta aproximación de los hechos históricos a un futuro m ejor, real o ideal. d«*l que ¿amos conscientes, esta evolución de nuestro ideal moral en la vida presente de la humanidad, es para cualquier persona el único significado de la historia. la única ley de la ordenación histórica de los hechos, la ley del progreso —tanto si consideramos el progreso com o un hecho continuo o sujeto a fluctuación, tanto si creemos en su realización actual o sólo en su realización en la conciencia/ La m ismas prem isas filosófica s su b s is te n b a jo la t e o r ía d e la acción con sign ificad o d e L a v r o v . L a c o n d ic ió n p r e v ia d e la v e r dadera actividad hum ana y d e la v e r d a d e r a a c t iv id a d h is tó r ic a era, según él, un a cto d e v a lo r a c ió n y u na e le c c ió n c o n s c ie n t e d e l ideal. D e este m od o, la h istoria h u m a n a e m p ie z a c o n la a p a r ic ió n de individuos de p e n s a m i e n t o c r ít ic o q u e tra ta n d e m o d e la r el destino de los h om b res m ed ia n te la c r ític a y la id e a liz a c ió n . L a crítica destru ye la v ie ja s o cie d a d , la id e a liz a c ió n p e r m it e a lo s hom bres con stru ir una so cie d a d n u e v a y m e jo r ; lo p r im e r o p r e supone una h abilid ad d e a n álisis ra cio n a lista y e s c é p t ic o a lta m e n te desarrollada; la segu n d a , una fe a rd ie n te y d o g m á tic a , p e r o la com binación d e am bas es n ecesa ria p ara q u ie n e s d e s e a n c a m biar el m undo. D eb ería m o s a ñ a d ir a esto q u e L a v r o v d is tin g u ía entre una falsa y una legítim a y v e r d a d e r a id e a liz a c ió n h u m a n a . P or falsa idealización en ten d ía a lg o m u y s im ila r a la r a c io n a liz a ción en el sen tido fre u d ia n o o a la id e o lo g ía en e l s e n t id o e n q u e Karl M annheim utiliza esta p a la b ra : 0 id e a liz a c ió n s ig n ific a b a , en este sentido, sim p lem en te el e sfu e r z o d e l h o m b r e , g e n e r a lm e n te inconsciente, para ocu lta r lo s m o tiv o s re a le s d e su c o m p o r t a m ie n t o e interpretar sus asp ira cion es en té rm in o s d e o b je t iv o s n o b le s y desinteresados. L a otra clase d e id e a liz a ció n — la v e r d a d e r a m e n te humana— era, en cam b io, a lg o sim ila r a la u to p ía d e M a n n h e im . Su esencia fu e descrita p o r L a v r o v c o m o la fo r m u la c ió n d e l id e a l p ropio en op osición al o rd e n s o cia l e x is te n te y a lo s in te r e s e s creados de sus defen sores, q u e tratan d e e s c o n d e r su e g o ís m o d e clase b a jo la m áscara de varias falsas id e a liza cio n e s. L av rov resu m ió su p ro p io id ea l en la sig u ie n te fó r m u la : “ El desarrollo físico, in telectu al y m ora l d e l in d iv id u o ; la in c o r p o r a
c ió n d e la v e r d a d y la ju s tic ia a las in s titu cio n e s s o c ia le s ” 10 o : “ el p r o g r e s o c o n s is t e e n el d e s a r r o llo d e la c o n c ie n c ia y en la in c o r p o r a c ió n d e la v e r d a d y la ju s tic ia a las in stitu cio n e s s o c ia le s ; es un p r o c e s o q u e e stá s ie n d o a lc a n z a d o m e d ia n te el p e n sa m ie n to c r ít ic o d e in d iv id u o s q u e a sp ira n a la tr a n s fo r m a c ió n d e su c u lt u ra ” .11 L a v r o v e n te n d ía p o r cu ltu ra u n a e s tru ctu ra s o c ia l e s ta c io n a ria b a s a d a e n la r e lig ió n , la tr a d ic ió n y las fo rm a s p o p u la re s. L a a p a r ic ió n d e in d iv id u o s d e p e n sa m ie n to c r ít ic o c o m p o r ta una tr a n s fo r m a c ió n g r a d u a l d e la cu ltu r a e n la c iv iliz a c ió n , es d e c ir , la c o n v e r s ió n e n u n a s o c ie d a d d in á m ica en la q u e la r e lig ió n h a ya s id o r e e m p la z a d a p o r la c ie n c ia y e l m a n d o d e las co s tu m b r e s p o r e l m a n d o d e le y e s ra cio n a le s. El d e s a r r o llo d e la c iv iliz a c ió n y a n o e s o r g á n ic o , e s p o n tá n e o c in c o n s c ie n te , s in o p r o g r e s iv a m e n te d e te r m in a d o p o r la a c tiv id a d c o n s c ie n te d e lo s in d iv id u o s .12 Esta te o r ía d e l a u to r d e la s C a rta s h istó rica s fu e sin d u d a u n o d e los e je m p lo s típ ic o s d e la s o b r e e s tim a c ió n ra cion a lista d e l p a p e l d e lo s fa c t o r e s in te le c tu a le s e n la h isto ria h u m a n a . L a g ra n a tra cció n q u e o p e r ó e n R u s ia fu e d e b id a al h e c h o d e q u e la ju v e n tu d p o p u lis ta s e c o n s id e r a b a a sí m ism a c o m p u e s ta p o r in d iv id u o s d e p e n s a m ie n to c r ít ic o , u n a id e n tific a c ió n q u e e l m ism o L a v r o v c o n s c ie n te m e n te in te n tó . P o r o tr a p a rte , n o a rm o n iz a b a c o n la id e a liz a c ió n p o p u lis t a d e la a r c a ic a c o m u n id a d ca m p e sin a q u e , in d e p e n d ie n te m e n te d e su p o s ib le p a p e l e n a b r e v ia r la tr a n s ició n al s o c ia lis m o , d e b e s e r r e c o n o c id a c o m o p e r te n e c ie n te a u n a cu ltu ra a lg o e s ta c io n a r ia . V e r e m o s q u e lo s s e g u id o r e s d e L a v r o v , q u e p a r tic ip a r o n e n e l m o v im ie n t o d e ir al p u e b lo , e ra n c o n s c ie n te s d e e s to y , a d ife r e n c ia d e lo s b a k u n in ista s, n o a p ela b a n a lo s in stin to s h e r e d a d o s d e l c a m p e s in a d o ru s o , s in o q u e tra ta b an d e d e s p e r ta r lo s a l p e n s a m ie n to c r ític o . S u id e a l d e u na c iv iliz a c ió n r a c io n a l fu e la ca u s a p r in c ip a l d e su fr a c a s o al in te n ta r m e z cla rse c o n lo s p o p u lis t a s o r t o d o x o s (e n e l e s tr e c h o s e n tid o h is tó r ic o ) y , fin a lm e n te (d e s a te n d ie n d o e l e je m p lo d e su m a e s t r o ), d e s u a b a n d o n o d e l m o v im ie n t o p o p u lista . R e s u lta s ig n ific a tiv o q u e la te o r ía d e L a v r o v fu e se m u y p r ó x i m a, e n m u c h o s a s p e c to s , a la filo so fía d e la h istoria d e lo s o c c id e n t a listas r u s o s d e lo s a ñ o s c u a re n ta — a las id e a s d e B e lin s k i s o b r e e l c r e c ie n t e p a p e l d e l in d iv id u o y d e la c o n s c ie n c ia ra cio n a l d e la h is to ria , a la s r e fle x io n e s d e H e rz e n s o b r e el p r o c e s o p r o g r e s iv o d e in d iv id u a liz a c ió n , y a la c o n c e p c ió n d e l h is to r ia d o r lib e r a l T. G r a n o v s k ii, q u e v io la e s e n cia d e l p r o g r e s o en la in d iv id u a li z a c ió n d e la s m a sa s m e d ia n te el p e n s a m ie n to .13 L a ín tim a r e la c ió n d e l p e n s a m ie n to d e L a v r o v c o n lo s p r o b le m a s filo s ó fico s d e lo s a ñ o s c u a r e n ta es e v id e n te e n su s p rim e ra s o b r a s : e n su s a rtícu lo s s o b r e H e g e l y e n su E s b o z o d e los p r o b le m a s d e u n a filo s o fía d e la p r á c tic a (1 8 6 0 ).14 E l s u b je tiv is m o d e L a v r o v — c o m o la re v u e lta
de Belinski contra la crueldad de la W eltgeist y la filosofía de la acción de Herzen— 15 estaba dirigida, en sus principios, n o tanto contra el naturalismo positivista com o, más bien, contra el feti~ chismo de la necesidad racional y contra la absolutización de lo general en la filosofía de la historia hegeliana. Su propia filosofía de la historia estaba inspirada en K ant (el ideal del progreso concebido como una idea reguladora, com o un postulado de la razón práctica), en los hegelianos de izquierda, especialm ente en B. Bauer (el pensamiento crítico com o m otor principal del p r o greso) y en el antropologismo de Feuerbach (antropocentricidad en oposición a objetivismo y al espíritu absoluto h e g elia n o). Existía también una evidente afinidad entre la teoría de las Cartas históricas y las ideas de los hom bres de la Ilustración rusos de los años sesenta, quienes, com o L avrov, sobreestim aban el papel progresivo de la ciencia y de la élite intelectual. C h ernyshevskii, por ejemplo, vio el principal vehículo de progreso en los individuos ilustrados y emancipados cuyos logros iban siendo adoptados, a través de la imitación, por la masa popular, que dejada a sí misma hubiera perm anecido estancada en la rutina conservadora de la vida.10 Pisarev profundizó m ucho más en este sentido, m ucho más que Lavrov, con su teoría del pensa miento realista. Pero había también una diferencia. El su bjeti vismo de Lavrov estaba ligado a un cierto relativism o (aunque el mismo Lavrov intentaba ev ita rlo), mientras que los hom bres de la Ilustración apelaban a la naturaleza humana racional y esencialmente incambiable y no se hubieran mostrado de acuerdo con tildar de subjetivos sus propios ideales. Compartían el indi vidualismo racionalista de Lavrov, pero, puesto que creían en una escala de valores natural y universal, antes podían ser a cu sados de dogmatismo ahistórico que de relativismo histórico. Queda justificado decir que Lavrov fue el occidentalista y el hombre de la Ilustración más extrem o dentro del m ovim iento populista. Sus Cartas históricas tienen sin duda m uy p oco en común con el populismo en su más estricto sentido, es decir, con la teoría que propugnaba la hegemonía de las masas populares sobre las élites cultas. Este pequeño libro que tan bien había expresado los conflictos morales de la juventud populista y, tam bién, su sentimiento de sobreestimación propia y la creencia en su misión histórica, no dejaba lugar, hablando con propiedad, al utopismo retrógrado tan característico del populismo pleno. La relación de Lavrov con las grandes tradiciones progresistas de la Europa moderna, particularmente con el individualismo hum a nista y racionalista, era demasiado fuerte. El valor central de este humanismo —libertad y desarrollo de la individualidad— había sido impugnado por él en sus agudas frases sobre el p re
ció del progreso, pero en sus razonamientos subsiguientes fue plenamente restablecido y le dio nuevos fundamentos. El último análisis de la teoría de L avrov sancionaba el sangriento proceso de desarrollo histórico en el pasado: si el pensamiento crítico es el m otor principal del progreso social, el precio de sangre, sufrimientos y fatigas de m illones de personas que se ha pagado por este problem a, no ha sido inútil; si el desarrollo de la indivi dualidad, ju n to con la incorporación de la verdad y la justicia a las instituciones sociales, es el principal criterio de progreso, debemos llegar a la conclusión de que la historia europea ha sido, a pesar de todo, una historia de progreso, y que el resultado final del largo p roceso de la creciente opresión y explotación de las masas m erece, sin em bargo, una apreciación positiva. Con la cali ficación, p or supuesto, de que ahora es ya el mom ento de saldar la deuda. En sus trabajos sociológicos posteriores, Lavrov, bajo la in fluencia de M arx, prestó m ayor atención al aspecto económ ico de los procesos sociales. Las ideas básicas de las Cartas históricas permanecían inmutables, si bien perdieron algo de su significación original. Más chocante es todavía el hecho de que en sus últimas y más elaboradas obras sociológicas L avrov trataba el proceso histórico com o un p roceso ob jetivo de evolución social, que con sistía en el paso del estadio de cultura al de civilización, de la solidaridad inconsciente de costum bres a la solidaridad consciente de individuos em ancipados. El m étodo subjetivo se redujo, en estos trabajos, a la defensa de los juicios valorativos y a dar un poderoso énfasis al factor subjetivo en la historia; la mismísima médula del subjetivism o, o sea, la negación de la posibilidad de un conocim iento ob jetiv o en las ciencias sociales, de hecho, ha desaparecido. L os m otivos kantianos han dado paso al prevale ciente espíritu del positivism o. Fue, sin embargo, más bien una modificación que un cam bio radical en la estructura de su pen samiento. Y a en sus Cartas históricas se observaba una distinción entre la historia, que trata de lo que es único e irrepetible, y la sociología, que en contraposición a la historia intenta descubrir algunas norm as de regularidad general en el desarrollo social. Pocos años más tarde, en su artículo Sobre el m étodo en la socio logía (1874), L a v ro v no dudó en afirmar que en la sociología ambos m étodos — el su bjetivo y el objetivo— estaban justificados y eran aplicables. C on el paso del tiem po empezó incluso a bu s car la justificación objetiva de la revolución social y a hablar acerca de su inevitabilidad histórica.17 P ero esto no fue una concesión al ob jetivism o en el sentido de la idolatrización h ege liana o a la apología liberal del desarrollo natural e incontrolado. Ha sido oportunam ente advertido (por J. H ecker) que el método
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a xd rzej
w a lic k i
subjetivo de L avrov estaba m u y p ró x im o en este sen tid o al tné todo antropoteleológico de L. F. W ard, q u ien con sid era b a qu e ]0 procesos teleológicos artificiales eran su p eriores a los naturales pero no negaba la existencia de algunas le y e s g en era les de la’ evolución social.1" En los ambientes revolu cion arios, las teoría s d e L a v r o v en contraron una fuerte oposición p o r parte d e los bakuninistas románticos que criticaban su intelectualism o, su én fasis en ]a Ilustración y su obvia falta de créd ito al p oten cia l esp on tá n eo ante la revuelta del cam pesinado ruso. El m ás serio riv a l d e las teorías del progreso de L a v ro v n o resultaba, sin e m b a rg o, la tendencia bakuninista. sino T k a ch ev, el id e ó lo g o de la c o rrie n te jacobina dentro del m ovim ien to re v o lu cio n a rio populista. Su crítica, desarrollada en la form a m ás com p leta en su artículo ¿Q u é es el partido d el p ro g reso ? (1870) 19 se ce rn ió s o b re los puntos más sensibles de la doctrina d e las Cartas históricas. M o s tró con fuerza y claridad los postulados d e los p en sa d ores p o p u listas que trataban de encontrar una solu ción al p rob lem a de la individualidad y al progreso social. Según T kachev, el autor de las Cartas históricas ha sustituido la noción real del progreso p o r una n o ció n form al, com pletam en te inútil com o criterio de clasificación: si todos los ideales son n e c e sariamente subjetivos, todas las ideologías, in cluso las m ás re a c cionarias, tienen igual derech o a autotitularse progresistas. La tesis de que todo es im portante o no im portante, bu eno o m alo, únicamente con respecto al hom bre, no constituye un buen a rg u mento; es cierto que no podem os con o ce r una cosa en sí misma, pero sería absurdo sacar de aquí la conclusión de que las ciencias naturales son m eram ente subjetivas. L o m ismo resulta cierto con respecto a la teoría del progreso. P uede aspirar a la ob jetivid a d porque existen algunas verdades elementales, universalm ente v á lidas y evidentes por sí mismas, que pueden ser utilizadas co m o patrón absoluto para m edir la progresividad. Existe, escribía Tkachev, un criterio absoluto con el que podem os contrastar la validez de las ideologías; existe pues la posibilidad de una id e o logía infalible, es decir, de una fórm ula de progreso absoluta, universalmente válida y obligatoria.20 El rechazo de Tkachev del m étodo subjetivo no fue, con todo, consistente y consecuente. Había rehusado el relativism o p o r ser una actitud que disolvía la fe en la absoluta certeza del o b je tiv o escogido, pero no intentó hacer lo mismo con el norm ativism o, sin tratar de derivar sus ideales de ninguna ley ob jetiv a del desarrollo histórico. La noción de progreso — afirmaba— p re s u pone tres elementos: un movimiento, su dirección y su fin. P e ro para evocar una clara noción de progreso en la m ente hum ana
sólo dos de estos elem entos son necesarios. H ay un progreso en la naturaleza p orq u e en el m undo orgánico se desarrolla un m ovim ien to en una determ inada dirección ; en este caso, el fin es idéntico a la d irección del m ovim ien to; en la historia no puede encontrarse una d irección tan firm e y definida del m ovim iento; contrariam ente a la opin ión de Spencer, el proceso histórico no debe ser tratado co m o un proceso orgánico porqu e no hay una d irección única y firm e en él y en sí m ism o no es progresista ni retrógrado.21 P o r consiguiente, la definición de progreso social debería con ten er só lo dos elem entos: m ovim iento y fin; buscar una d irección firm e y objetiva en el m ovim iento de la sociedad no tiene sen tido, igu al qu e no lo tiene buscar fines en el m undo orgánico. El fin ú n ico y e x clu sivo d e la sociedad (para T kachev era un a xiom a ) es la felicid ad de todos sus m iem bros. La fórm ula absoluta de p rog reso presupone, p or consiguiente, una definición científica y o b je tiv a de la felicidad. B uscan do tal definición, T k a ch ev tom aba base en las defini ciones d e la v id a “ ex celen te y universal” , “ científica y ob jetiva” que en con tró en el lib ro de S p en cer P rincipios de biología. Su con clu sión fu e q u e la felicid a d consistía en la satisfacción de las necesidades, es d ecir, en un p erfecto equ ilibrio entre las n ecesisidades del h o m b re y los m edios de que dispone para satisfacerlas. Sin em bargo, las n ecesidades hum anas son m u y diversas, y al gunas no p u ed en satisfacerse sino a costa de otras. Las necesidades artificiales d e las individualidades desarrolladas de la m inoría privilegiada están sien d o satisfechas a costa de las masas traba jadoras, a las qu e falta in cluso lo más necesario. Ésta era una buena p o sició n d esd e la cu al atacar a L avrov. Según T k achev, el hecho d e q u e el d esa rrollo d e la individualidad estuviese situado en el cam p o d e la fórm u la del progreso de L avrov, le facilitó testim onios y p ru eb a s de que el autor de las Cartas históricas era esencialm ente un p orta v oz de la clase privilegiada, que siendo p rodu ctora d e ideas d e los in dividuos de pensam iento crítico llegó a acostu m brarse a tratarse a sí m ism a com o la sal d e la tierra, la levadura d e la historia, los cread ores de la felicidad hum ana, de manera qu e su m ism a existencia les aparecía ya com o prueba suficiente d el p rog re so h istórico.22 D esde este punto de vista — se guía d icien d o T k a ch e v — se constataba sin duda un progreso en la historia: la sal de la tierra ha ido crecien d o y p erfeccion án dose, su p ro g re so es evidente. Sin em bargo, esta clase de p ro greso n o tiene nada en com ú n con el progreso de la sociedad. El desarrollo in d ivid u al d e individuos de pensam iento crítico, com o el m ism o L a v r o v señala, ha sido con seguido a costa de las masas; su p ro g re so constante era paralelo a una regresión con s tante en la historia de las masas populares. A l fin, la situación del
pueblo se hizo tan insoportable que la minoría privilegiada Se encontró a sí misma amenazada por este hecho. Este sentimiento de inmediato peligro motivó muchas teorías pseudoprogresistas que —como la de Lavrov— proclamaban la necesidad de una división más justa de las riquezas materiales y culturales. Pero todas estas teorías defienden, abierta y perseverantem ente, la idea de que la individualidad humana debería alcanzar el alto nivel de desarrollo al que ha llegado la minoría privilegiada, e in clu so más: desean %guir desarrollándose en el m ism o sentido.2^ Y es ésta la forma con que revelan su esencia reaccionaria. El llamado desarrollo de la individualidad es un postulado rea ccio nario, porque la condición previa de la felicidad conyugal c o n siste en la nivelación moral e intelectual de las individualidades. La tarea principal del Partido del Progreso es, por consiguiente, detener el caótico proceso de diferenciación causado p or el m o v i miento histórico retrógrado; reducir la actual pluralidad de in d ivi duos diferenciados a un denominador común, a un mismo nivel.24 De este modo Tkachév elaboró su propia fórm ula en contra de la fórmula del progreso, que había sido propuesta en las Cartas históricas. La fórmula de Tkachév quedaría expuesta en los siguientes términos: Para establecer la más completa igualdad posible de individuos (no debemos confundir esta igualdad con la llamada igualdad política, judi cial o incluso económica —debe ser una igualdad fisiológica y orgánica, una igualdad que emane de la misma educación y de idénticas condiciones de vida); armonizar las necesidades de todos los individuos con los me dios de que se dispone para satisfacerlas —éste es el único fin posible de la sociedad humana, el supremo criterio del proceso histórico. Cualquier cosa que nos acerque al fin, es progresista; cualquier cosa que nos empuje hacia otra dirección es reaccionaria.® A los ojos de Tkachév esta fórmula era una simple deducción de su definición de felicidad. La satisfacción de las necesidades de todos presupone la adaptación de estas necesidades al actual nivel de la productividad del trabajo. Para alcanzar esto, la so ciedad debería controlar y regular el desarrollo de las necesidades, suprimir deliberadamente aquellas necesidades individuales que, en el actual nivel de desarrollo económico, sólo pueden satisfa cerse a costa de otras gentes. Una completa nivelación de las necesidades es condición fundamental para alcanzar la felicidad social, y la liquidación de la cultura de élites altamente desarro llada es el precio que debe pagarse por ello. Cualquier proceso diferenciador destruye la armonía entre las necesidades humanas y el actual nivel de producción, aumentando por consiguiente el número de individuos descontentos en la sociedad. Bajo las c o n
diciones del igualitarismo obligatorio, objetivo de los verdaderos progresistas, los individuos con m ayores necesidades, y que ca rezcan de posibilidades para satisfacer estas necesidades adicio nales a costa de los demás, serán infelices, de m odo que su propia felicidad requiere la igualación de su desarrollo intelectual y m o ral con el del resto de los m iem bros de la sociedad menos desa rrollada. C ualquier increm ento en las necesidades debe ser co le c tivo y planificado, armonizado con un increm ento de producción. Las concepciones políticas de Tkachév (a quien volverem os a referim os más adelante en este mismo trabajo) indican claramente que la tarea de nivelar a los individuos iba a ser tomada por la vanguardia revolucionaria, que habiendo tom ado el poder del Es tado organizaría un sistema centralizado para el crecim iento y la educación de los niños, frenando el desarrollo de individuali dades sobresalientes y preservando así la igualdad m oral e inte lectual de la sociedad. La revolución — proclam aba Tkachév— no finalizará con la tom a del poder; esto será sólo el com ienzo de la total transform ación revolucionaria de la sociedad. La polém ica de T kachév con L avrov no se refería únicamente a los m edios de acción. Incluía tam bién los fines y los valores principales. En agudo contraste con L avrov, separándose a sí mismo de la tradición de Herzen y Chernyshevskii, Tkachév rehusaba rotundam ente el principio de la individualidad. En la teoría de los individuos de pensamiento crítico, en el ideal del desarrollo com pleto de la personalidad vio la quintaesencia del individualismo, que, a sus ojos, era una ideología burguesa, p ro fundamente hostil y ajena a la gente. En uno de sus artículos afirmaba que los principios del individualismo habían sido fo r mulados ya p o r Protágoras y por los sofistas, que fueron los ideólogos de la civilización urbano-burguesa de Atenas; sin em bargo, el antiindividualism o tenía una genealogía igualm ente vie ja y m ucho más im presionante — había sido form ulada por Platón, que en su idealizada im agen de la vieja Esparta, expresó con fuerza el prin cipio de la total subordinación del individuo al con junto social.20 Estas ideas de Tkachév le separaban del resto de pensadores populistas no menos que sus concepciones jacobinas, blanquistas, sobre la lucha revolucionaria. Su ideología no cayó dentro del m arco del dem ocratism o burgués, ni siquiera en el más amplio sentido del térm ino. Fue un tardío discípulo de M orelly, B abeuf y Buonarroti, en Rusia, y, tal vez en toda la Europa de su tiem po, el portavoz más consistente y extremista de aquel crudo com unism o que (para usar las mismas palabras del joven M arx) niega la personalidad del hom bre en cualquier esfera.27 K oz’min estaba probablem ente en lo cierto cuando sugería que la ominosa visión de shigalevism o en la novela de D ostoievskii
El poseído, era de hecho una alusión a las ideas de T kachev de la nivelación de los individuos.28 La negación del principio de in dividualidad fue una solución específica al característico dilema del pensamiento populista. La lógica interna y las contradicciones inherentes en la ideología populista llevaron m uy a m enudo a sus representantes a formularse esta pregunta: ¿C óm o puede recon ciliarse el alto aprecio por el colectivism o arcaico de la comuna campesina con el postulado de la libertad individual, el bienestar del pueblo que (de acuerdo con la doctrina populista) exigía que se detuviera el proceso de occidentalización con el bienestar de la intelligentsia, producto de la occidentalización e interesada vital mente en su desarrollo. Este dilema, concebido com o un problem a teórico y una tarea práctica, apareció por vez prim era en el Socialismo ruso de Herzen. Éste deseaba com binar el com unism o de los campesinos rusos con el principio de individualidad rep re sentado por la intelligentsia rusa, y esta tarea era equivalente, a sus ojos, a una síntesis de los principios rusos indígenas con el progreso europeo: el pueblo ruso miraba hacia los valores na cionales del pasado ruso, según la concepción de Herzen, mientras que la intelligentsia rusa era concebida com o aquella parte de la nación rusa que había pasado a través de la escuela europea y repetía intelectualmente — de forma abreviada— todo el desarrollo del mundo occidental. La solución a tal problem a era, sin em bargo muy difícil, incluso en la pura teoría. El creador del socia lismo ruso pedía la maximalización de la autonomía y de la libertad individual, pero según su propia concepción, la comuna rusa, en su forma actual, excluía cualquier posibilidad de autono mía individual para sus miembros. Por otra parte, él vio en Ingla terra la situación opuesta: las naciones anglosajonas han liberado al individuo a costa de la total pérdida del principio comunal, creando hombres aislados y solos; la nación rusa, por el contrario, preservó su comuna al precio de la absorción total del individuo por el todo social.29 Se deducía de lo anterior que la em ancipación del individuo ha sido realizada de form a más com pleta en los países capitalistas más desarrollados, que la libertad individual estaba íntimamente relacionada con este tipo de desarrollo social y económico que los populistas — incluyendo a Herzen— acostu m braban a tratar como el más perjudicial para el pueblo. Ser conscientes de esto planteó a los pensadores populistas una cuestión inevitable: ¿es cierto que los valores representados por el principio de individualidad por una parte, y el principio co m u nal por la otra, son complementarios y pueden ser arm onizados? ¿No sería posible que se excluyeran mutuamente? La respuesta de Tkachev a esta pregunta fue inequívoca y evitó cualquier duda: Sí, proclamó, estos valores son antagónicos, cuando m enos
en el momento presente, y no pueden ser reconciliados hasta que la completa nivelación de los individuos se haya logrado. Las concepciones de N. K. Mijailovskii, en su aspecto socio lógico e historiosófico contienen una respuesta diferente. Consiste ésta en el intento de mostrar que el proceso histórico ha sido, esencialmente, un retroceso, no sólo (com o pensó Tkachev) desde el punto de vista del bienestar del pueblo, sino también, incluso rebasando al anterior, desde el punto de vista del desarrollo de la individualidad. El desarrollo de la individualidad — razonaba M ijailovskii— no es en absoluto resultado de la evolución social de tipo occidental; por el contrario, es incompatible con este tipo de evolución social y está siendo destruido por el llamado progreso social. N o sería en absoluto inútil abordar un examen detallado de la concepción de M ijailovskii sobre la relación mutua entre individualidad y progreso social. Las Cartas históricas de L avrov dieron una fórm ula inmejorable de populismo com o ideo logía de la intelligentsia, com o expresión de las aspiraciones y conflictos m orales de los individuos de pensamiento crítico; la doctrina sociológica de M ijailovskii no renuncia a los valores de la minoría ilustrada y espiritualmente emancipada, pero, al mismo tiempo, representa al populism o en su aspecto campesino, com o una utopía retrospectiva, reflejando y expresando el punto de vista de los pequeños productores puestos en peligro por el p ro greso capitalista. La doble cara del populista Jano se mira en ella con una particular claridad y diferenciación. El artículo de M ijailovskii ¿Q u é es el progreso? es el primer intento de interpretación sociológica de la historia, que, en sus aspectos esenciales, defendió hasta el fin de su vida. El marco negativo de su referencia le fue facilitado por las concepciones sociológicas e históricas de Spencer, fundamentalmente en su teo ría del progreso. Según el pensador populista, Spencer sobre estimaba el h echo de que existen dos tipos de progreso — el p ro greso de la sociedad y el progreso del hombre— y que estos dos tipos de progreso no siem pre coinciden convenientemente.30 Siguiendo a Spencer, M ijailovskii tom ó com o punto de partida la llamada ley de B aer que había definido el progreso en el m un do orgánico com o un proceso de transición que va de la h om o geneidad incoherente a la coherente heterogeneidad, de lo simple a lo com plejo. Sin em bargo, sus conclusiones fueron distintas a las del filósofo inglés: en la ley de Baer vio un argumento deci sivo para la con cepción de que existe un antagonismo inevitable entre el progreso orgánico de la sociedad y el múltiple desarrollo del hom bre. El tipo orgánico de desarrollo social, presuponiendo una diferenciación de la sociedad a través de la división del tra bajo, priva a los hom bres de su universalidad individual y de su
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an d rzej w a l ic k i
globalidad, los reduce a órganos especializados, subordinados por completo a un supuesto todo-orgánico superior; la diferenciación '"heterogenización) y la cohesión de la sociedad se presentan de este modo, en razón inversa a la diferenciación interna (hete rogeneidad, multiplicidad) e integralidad de los individuos. Lg sociedad primitiva es una masa homogénea, pero cada uno de sus miembros, tomados separadamente, es bastante heterogéneo; com bina en sí mismo todos los poderes y capacidades que pu ede de sarrollar, dado el nivel cultural y las condiciones físicas locales del tiempo.31 La división del trabajo con su correspondiente dife renciación social destruye esta primitiva globalidad y plenitud de la vida, transforma al individuo en un m ero órgano del orga nismo social. El desarrollo de este organismo es incom patible con el desarrollo de los hombres, puesto que la diferenciación de cada organismo está necesariamente relacionada con el proceso regre sivo de homogeneización de sus órganos, es decir, de la limitación de su independencia y plenitud mediante la especialización.32 Igual que el organismo humano se desarrolla (se diferencia a sí m ism o) a costa de sus órganos, igualmente el organismo social se desa rrolla a costa de los hombres. Sin embargo, el organismo social es una abstracción: sólo el hombre es un organismo real, sólo sus placeres y sufrimientos son reales, y, por consiguiente, sólo su bienestar debería ser la medida del progreso. Y desde este antropocéntrico punto de vista, la fórmula del proceso de Spencer se convierte, de hecho, en una fórmula regresiva. La razón es sim ple: progreso individual y evolución social (sobre el m odelo de la evolución orgánica) se excluyen mutuamente, exactamente com o ocurre con la evolución de los órganos y la del organismo com pleto, que mutuamente se excluyen.33 La filosofía de la historia de Mijailovskii nos ilustra este punto explicando la evolución intelectual de la humanidad por la e v o lu ción de las formas de trabajo. La línea general de esta concepción es muy semejante al esquema de las fases de pensamiento de Lavrov; 34 sin embargo, su contenido es mucho más rico porque el destino del pensamiento humano fue relacionado p or M ijai lovskii con el problema de la división del trabajo y su im pacto sobre la individualidad humana. La primera gran época de la historia fue designada por M ija i lovskii período objetivamente antropocéntrico. El hom bre en aquel tiempo se constituyó a sí mismo en centro real, objetivo y absoluto de la naturaleza y explicó todos los fenómenos naturales refirién dolos a sí mismo —de aquí el carácter animista y antropom órfico de sus representaciones religiosas. A l principio de este p eríodo la cooperación social era casi desconocida. Posteriormente, cuando el instinto de autopreservación forzó a la gente a agruparse, apa
recieron dos form as de cooperación: la simple y la com pleja. El prototipo de la prim era fu eron los grupos libres de cazadores, el prototipo de la segunda, la familia patriarcal, donde la d ivi sión entre trabajo m asculino y trabajo fem enino fue establecida, y las m ujeres quedaron subordinadas a los hombres. La coop e ración sim ple no se relaciona con la diferenciación social y la especialización de funciones — los individuos preservan en ella su diferenciación interna y el grupo conserva su homogeneidad. En el caso de la coop era ción compuesta, lo cierto es lo contrario: en el prim er caso — coop eración simple— tenemos una sociedad homogénea, cu yos m iem bros se encuentran diferenciados, siendo iguales, independientes y libres; en el segundo, una sociedad diferenciada cu yos m iem bros son desiguales, no libres, parcial mente especializados y jerárquicam ente subordinados unos a otros.35 La coop era ción sim ple permitía el progresivo desarrollo del hom bre, tanto físico com o espiritual; la cooperación compuesta puso en funcionam iento el progreso social, el lado opuesto de esto fue una regresión en la evolu ción de los individuos. De este m odo, por ejem plo, la división del trabajo en la familia, que aumentaba las diferencias entre h om bre y m ujer, privó a ambos sexos de una parte de su globalidad humana. En el p eríodo objetivam ente antropocéntrico prevaleció la c o o peración simple. En la época en que la cooperación com pleja había alcanzado una p osición dom inante, una nueva época — el periodo excéntrico— había em pezado. A l escoger estos extraños nombres Mijailovskii quería indicar la peculiar cualidad de la visión del mundo que él cre y ó característica de aquel período. P or excen tricismo quería dar a entender la falta de centro, resultante del fraccionamiento y fragm entación del todo. La división del trabajo comportó la fragm entación de la personalidad humana y esto, a su vez, originó un cam bio sim ilar en la aprehensión del m undo: realidad desintegrada en una m ultitud de esferas autónomas, re clamando la existencia en sí misma y p or su voluntad de serlo; el antropocentrism o (aunque preservado nominalmente a la esfera religiosa) dio paso al policentrism o; las fuerzas naturales y so ciales em pezaron a p a recer al hom bre com o algo ajeno a él, e x terno y objetivo. La fuente de este excen tricism o fu e vista por el pensador populista en la crecien te com plicación de las relaciones humanas. En la cooperación sim ple, el objetivo del esfuerzo com ún está claro para todos; esto com porta un sentimiento de solidaridad y un entendimiento m u tu o entre los m iem bros del grupo; en las condiciones de la coop era ción com pleja, el objetivo com ún se tom a cada vez más d ifuso y, finalmente, se descom pone en una serie de objetivos separados, autónom os; la teoría se aleja de la p rá c-
tica, la ciencia, el arte y la economía se convierten en fines autó nomos en sí mismos; los hombres dejan de comprenderse unos a otros aunque se encuentren unidos de la form a más estrecha posible.3* Esto da como resultado la aparición de grupos aislados y antagónicos y la creciente disolución de la solidaridad moral consciente de los hombres. El desarrollo de la ciencia aporta una analogía a este proceso destructivo que, por una parte, se divide en diferentes y estrechos campos de especialización, y, por otra se convierte en un conocimiento abstracto y metafísico, separado del hombre, deshumanizado en su absolutismo y objetividad. Las fuerzas y funciones que antes habían pertenecido al individuo total, completo y global se divorcian del hombre viviendo su pro pia vida, indiferente, si no hostil, respecto a los otros. El hombre primiti\’o, pobre, desgraciado, pensó que todo había sido creado para él. Y ahora resulta que el mismo hom bre ha sido creado para cualquier otro propósito excepto el de su propio interés. Existe el interés de la Justicia, Moralidad, Ciencia, Arte. Y todos estos entes abs tractos le piden un homenaje exclusivo y absoluto, estando todos ellos reñidos entre sí: el Arte no necesita de la Justicia, la M oralidad se opone a la Ciencia, la Riqueza ignora la Justicia, la Justicia form al no tiene nada en común con la Moralidad. Pero —una circunstancia significativa— todas estas categorías abstractas, nacidas en el proceso de la diferenciación social y en lucha constante entre unas y otras, son unánimes al apoyar el orden social que les ha dado existencia.*7
Queda plenamente justificado decir que aquello que Mijailovskii trató de definir y describir era, en sustancia — para utilizar la terminología del joven Marx—, el fenómeno de la alienación. Marx escribió: La naturaleza de la alienación implica que cada esfera adopta una nor ma diferente y contradictoria, y que la moralidad no adopta la misma norma que la economía política, etc., porque cada una de ellas es una alienación particular del hombre; cada una se concentra sobre un área específica de actividad alienada y se aliena en sí misma de las otras.*
El parecido de esta cita con el concepto de Mijailovskii del excentricismo es asombroso; sin embargo, las obras del joven Marx fueron desconocidas y los adversarios marxistas de Mijailovskii (especialmente Plejanov, cuya interpretación necesaria del mar xismo no dejaba lugar a algo como la alienación) fueron incapaces de apreciar este interesante aspecto de su pensamiento. Mijailovskii no negó los grandes logros alcanzados en el período excentricista en el dominio de la ciencia, el arte y la industria; pensó únicamente que el precio que se había pagado por ello resultaba demasiado elevado y, en segundo lugar, que no todos aquellos éxitos se debían a la división del trabajo. Además del tra
b a jo d iv id id o , q u e d a b a n t a m b ié n a lg u n o s e n c la v e s d e t r a b a j o n o d iv id id o , la c o o p e r a c i ó n s im p le c o n s u c o r r e s p o n d ie n t e t i p o d e r e la c io n e s h u m a n a s p u d o s a lir a d e la n t e e v it a n d o s u p r o p ia d e s tr u c c ió n fin a l, y é sta e r a la r a z ó n p o r la c u a l la g e n t e m a n t e n ía a ú n la h a b ilid a d d e lu c h a r p o r su in d iv id u a lid a d c o n t r a la s f u e r za s a lie n a d a s , o b je t iv a d a s . P a r a M ija il o v s k i i, la in d e s t r u c t ib ilid a d d e la c o o p e r a c ió n s im p le e r a u n a p r u e b a d e q u e e x is t ía la p o s i b i lid a d d e s u p le n o r e n a c im ie n t o , l o q u e in a u g u r a r ía u n a n u e v a e r a d e la h is t o r ia , la ta n e s p e r a d a é p o c a d e r e g e n e r a c ió n u n iv e r s a l. E sta t e r c e r a é p o c a , p r o fe t iz a d a p o r m u c h a s d e la s g r a n d e s m e n t e s d e la h u m a n id a d , f u e d e s ig n a d a p o r é l c o m o e l p e r i o d o s u b j e t i v a m e n te a n t r o p o c é n t r ic o . L o s h o m b r e s d e e s te p e r ío d o s a b r á n q u e , o b je t iv a m e n t e , n o so n e l c e n t r o d e l u n iv e r s o , p e r o r e c o n o c e r á n s u d e r e c h o s u b j e t i v o a h a c e r s e p a s a r p o r ta l c e n t r o y ju z g a r lo t o d o d e s d e e l p u n t o d e v is ta d e la in d iv id u a lid a d h u m a n a v iv a e in d iv is ib le . E n e l c a m p o d e l c o n o c im ie n t o , e l p r im e r s ig n o d e e sta n u e v a a c t it u d h a c ia e l m u n d o f u e v is t o p o r M ija il o v s k i i e n la filo s o fía d e C o m t e , e s p e c ia lm e n te e n la s o b r a s d e l s e g u n d o p e r ío d o d e s u a c t i v id a d : e n su c r ít ic a a la s a b s t r a c c io n e s m e t a fís ic a s , p o r u n a p a r t e , y la e s t r e ch a e s p e c ia liz a c ió n p o r o tr a , e n s u te s is d e q u e t o d a v e r d a d e r a u na v e r d a d p a r a e l h o m b r e , p e r o n o u n a v e r d a d a b s o lu t a e n s í m ism a , e n s u ju s t ific a c ió n d e q u e e l m é t o d o s u b je t i v o c o m b i n a d o c o n e l p o s t u la d o d e la s ín te s is s u b je t iv a d e l c o n o c im i e n t o y , fi n a l m e n te , e n s u id e a d e la a r m o n ía y la u n id a d d e la e x is t e n c ia i n d i v id u a l c o m o c o n d ic ió n fu n d a m e n t a l p a r a la fe l ic id a d h u m a n a .30 S in e m b a r g o , e s s ig n ific a t iv o q u e M ija il o v s k i i s e s in t ie r a a s í m i s m o m u c h o m á s p r ó x i m o a lo s c o m t ia n o s o r t o d o x o s , q u e p e r s is t ía n en lo s e le m e n t o s r o m á n t ic o s d e l p e n s a m ie n t o d e s u m a e s t r o , q u e al p o s it iv is m o c ie n t ífic o d e lo s c o m t ia n o s r e v is io n is t a s d ir i g id o s p o r L it t r e . E l m is m o C o m t e , r a z o n a b a , e s t u v o , a p e s a r d e t o d o , d e m a s ia d o c o n e l o b je t iv is m o , in c a p a z d e e m a n c ip a r s e a s í m is m o d e la t r e m e n d a in flu e n c ia , a ú n p r e v a le c ie n t e , d e la v is i ó n e x c é n tr ic a d e l m u n d o .40 M ija ilo v s k ii d io u n a r e c a p it u la c ió n d e su a r t íc u lo e n s u fa m o s a fó r m u la d e l p r o g r e s o . E s la s ig u ie n t e : El progreso es el acercamiento gradual al individuo integral, a la máxima y más diversificada división del trabajo entre los órganos del hombre y la mínima división del trabajo entre los hom bres. T od o lo qu e impida este avance es inmoral, injusto, pernicioso e irracional. C ualquier cosa que dism inuya la heterogeneidad de la sociedad y p or consiguiente incremente la heterogeneidad de sus m iem bros es moral, justa, razonable y beneficiosa.*1
Desde el punto de vista sociológico, esta fórm ula es ciertamente interesante. Expresa la mismísima esencia de la retrógrada utopía populista, una utopía que idealizaba la economía campesina prim i tiva, concediendo un alto valor a su autarquía, a su independen cia del mercado capitalista. Mijailovskii repitió constantemente que los intereses de la individualidad coinciden con los del tra bajo no dividido, no especializado, esto es, con los intereses del campesinado ruso. El campesino ruso, al igual que el hom bre p ri mitivo, vive una vida pobre pero llena; al ser económ icam ente autosuficiente es, por consiguiente, un hom bre independiente, g lo bal y total. Satisface todas sus necesidades mediante su propio trabajo, utilizando toda su capacidad — es campesino y artesano, pastor y artista, todo en una persona. La falta, o el débil desarro llo de la cooperación compleja, le permite conservar su indepen dencia y la cooperación simple une a unos y otros en simpatía y entendimiento mutuo. Esta unidad moral es la que m antiene la propiedad común de la tierrra y el autogobierno de los m ir rusos. Mijailovskii era bastante consciente de que la com una cam pesi na entonces existente estaba de hecho m uy lejana a su ideal. Con todo, creyó que la causa de que así fuera no estaba en la misma comuna, sino en las influencias destructivas que venían del ex te rior y en el bajo nivel de desarrollo de la cooperación simple. Esta última explicación se basaba en la distinción entre tipos y n iveles de desarrollo. Desde el punto de vista del nivel de desarrollo, la comuna campesina no puede compararse a una fábrica capitalista, pero, al mismo tiempo, representa un tipo m ucho más elevado de desarrollo; Rusia, siendo un país campesino, está todavía m ucho menos desarrollada que los países capitalistas occidentales, pero, a pesar de ello, es muy superior a aquéllos en cuanto a tipo de desarrollo. También esto resulta cierto en el caso de los corres pondientes niveles y tipos de desarrollo de la individualidad del hombre. El principio de individualidad, por consiguiente, no es algo que deba ser introducido en la comuna rusa desde fuera, como pensó Herzen; la defensa de los viejos principios del pueblo es, de este modo, equivalente a la lucha por un tipo superior de individualidad. La misma noción de individualidad cam bió su co n tenido. La individualidad fue vista por Mijailovskii en la in divi dualidad del hombre, en su totalidad, y no en los rasgos p ecu lia res y en las habilidades que distinguen a un individuo de otro.42 De esto se seguía que la individualidad de los grandes académ icos y pensadores, es decir la individualidad de parcializados especia listas, representaba un tipo inferior de desarrollo: el “ y o ” de un Hegel, escribía Mijailovskii, es, estrictamente hablando, apenas una pequeña fracción del “ yo” humano.43 De este modo, el teórico del populismo, que consideraba que
el principio de la individualidad era el valor central y la piedra angular de su visión d el m undo, se aproxim a m ucho a Tkachév, quien rehusó violentam ente este principio, viendo en él la quin taesencia de los valores burgueses. M ijailovskii, por supuesto, nunca hubiera p od id o aceptar la idea de T kachév de la forzada nivelación de los individuos; sin em bargo, debe advertirse que tanto T kachév com o M ijailovskii abogaron p or el ideal de una sociedad hom ogénea y expresaron de form a teorética el espíritu de un cierto igualitarism o prim itivo campesino. Es com prensible que la teoría del progreso de M ijailovskii p ro vocara que el autor de las Cartas históricas polem izase contra ella. En un largo artículo titulado La fórm ula del p rogreso de N. K . M ijailovskii (1870), L a vrov arrem etió contra esta teoría con una serie de graves objeciones. L a liquidación de la división del trabajo — afirmaba— obstruiría el desarrollo de la ciencia y la tecnología; la com pleta hom ogeneidad de la sociedad exclu y e la aparición de individuos de pensam iento crítico, portadores de n u e vas ideas y, p o r esta mism a razón, se distinguen del resto de la gente; con seguir los postulados de la fórm ula del progreso de Mijailovskii, significa, de hecho, transform ar una sociedad dinám i ca en otra estacionaria y no progresiva; finalmente, la aceptación de esta fórm ula equivale a proclam ar que el proceso histórico ha consistido ciertam ente en una regresión constante. L a vrov ni tan sólo dudó en form u la r las tesis que tan vehementemente rehusó Tkachév: la división de una sociedad prim itiva hom ogénea en otra compuesta p or una m ayoría trabajadora y una minoría privilegia da era necesaria y progresiva, puesto que había h echo posible poner en m ovim ien to a la sociedad. Sin la división del trabajo nadie hubiera p od id o com pren der el valor de la individualidad en cualquiera de los posibles significados de esta palabra. El p rin ci pio de división del trabajo opera una función progresiva y será progresista hasta que el pensam iento crítico haya pasado a la p ro piedad de todos. E incluso entonces — razonaba L avrov— el esfuer zo por la entronización de la igualdad no será equivalente a la progresividad. L os hom bres no han nacido absolutam ente iguales y, siendo éste el caso, el desarrollo libre y global del individuo debe también incluir el desarrollo de lo que le distingue del resto de la gente. L a igualdad debería afirmarse únicamente en aquellos atributos com unes a todos los hom bres, que constituyen la esencia del hom bre, y una igualdad tal no es com patible con una cierta diferenciación de la sociedad.44 Los argum entos de L a vrov no convencieron a M ijailovskii. P or el contrario: en sus últimas obras hizo su crítica al progreso de una form a incluso m as radical, resaltando de form a m ucho más fuerte el carácter retrospectivo de su ideal social. En ¿Qué es el
progreso? había tratado todavía de convencer a sus lectores de que situaba la edad de oro en el futuro y no en el pasado, y que no aceptaba la crítica de Rousseau sobre la civilización.4*r· embargo, pocos años más tarde retiró estos calificativos. En uno de sus artículos (Sobre Schiller y muchas otras cosas, 1876) afir maba explícitamente que Rousseau y Schiller estaban en lo cierto cuando afirmaban que la edad de oro no estaba ante nosotros sino detrás.4* Llegó incluso a confesar que su propia interpreta ción de ia leyenda de la edad de oro es mucho más literal que la de Schiller: la edad de oro no es una hipótesis, sino algo muy real, en muchos países sólo recientemente ha desaparecido y algu nos de sus rasgos esenciales todavía pueden encontrarse en el modo de vida y en las viejas costumbres del campesinado ruso.
2.
Romanticismo sociológico
Los conceptos sociológicos de Mijailovskii pueden definirse como una forma de romanticismo sociológico por analogía con la categoría de Lenin de romanticismo económico. El mismo M ijai lovskii —aunque con algunas limitaciones— utilizó este término como definición del creciente interés por las formas arcaicas de vida social, característico de los académicos socialistas y conserva dores y reflejo del desacuerdo general frente al clásico liberalis mo burgués. En su serie de artículos titulada La lucha por la individualidad (1875-1876) escribió a este respecto: Hoy en día, vemos, en primer lugar, un declive sorprendentem ente rápido de la confianza en los principios de la libertad form al y del bien es tar individual como garantía del bienestar público y, en segundo lugar, una decadencia igualmente rápida de las doctrinas que acostumbraban a utilizar estos principios como los cimientos de todo el edificio de la so cie dad. (...) Los trabajadores, bajo su propia iniciativa, están reconstruyendo algunas instituciones enteramente medievales y sujetándose voluntaria mente a ellas. [Se refiere Mijailovskii a las trade-unions considerándolas una reconstrucción de los gremios medievales — A. W .l A l obrar de este modo se ven acompañados por las ciencias sociales que anteriorm ente acompañaron la aparición de las ideas burguesas. Mirando hacia atrás, hacia la Edad Media o incluso hacia tiempos más remotos, eso resulta ser un aspecto interesante de los estudios actuales. Tanto M arx com o los representantes de la orientación ética (Kathedersozialismus) muestran una gran tolerancia en sus actitudes hacia algunas formas medievales d e vida social, una tolerancia que, hasta hace muy poco, ha sido absolutam ente imposible. Y no es sólo mera tolerancia. En los polvorientos archivos de viejos documentos, se están descubriendo olvidadas formas de vida social y se recomienda que sean preservadas formas sociales que sobrepasan su tiempo, como mínimo para que puedan ser estudiadas y descritas. En otras palabras, el ensalzamiento del presente empieza a dar paso a una nueva actitud, una actitud que podría definirse como romanticismo sociológico
si el interés por lo v ie jo n o estuviera com binado con un interés por algu nas nuevas form as de relación social, si fuera una m era idealización del pasado y no un esfuerzo p or estudiarlo y aplicar sus enseñanzas a las nuevas necesidades. Esta am pliación del cam po de estudio ha probado ya su carácter sorprendentem ente estimulante e inspirador de algunos aca démicos. M aurer, Nasse, M aine, Brentano y L aveleye han recogid o una rica cosecha.47
Una valoración positiva de la mirada retrospectiva a la Edad Media fue algo nuevo en la concepción del mundo de Mijailovskii. En ¿Q ué es el p rogreso? la retrospección se dirigía a la vida del hombre prim itivo; la Edad Media, considerada como la época del máximo desarrollo de la jerarquización del orden social, era vista como la culm inación del período excéntrico. La cualidad peculiar de la fórmula del progreso de Mijailovskii consistía en el hecho de que podía ser enfrentada igualmente contra el feudalismo que contra el capitalismo, o, para ser más precisos, contra algunos aspectos de ambos. El ideal de la homogeneidad social podía diri girse contra la división de la sociedad en clases separadas y cerra das, siendo la Edad M edia la época en que se alcanzó el máximo grado en este sentido, y al mismo tiempo contra la división del trabajo aumentada p or el desarrollo capitalista de la sociedad; Mijailovskii aceptó el progreso burgués com o un proceso que ten día a la destrucción de las barreras clasistas, pero, al mismo tiem po, lo rechazó com o un proceso que privaba a los pequeños productores independientes de su autosuficiencia económica. De hecho, ya en 1869, M ijailovskii estaba dedicado principalmente a la crítica de la nueva estructura capitalista de la sociedad, pero entonces la vio com o una mera continuación de las tendencias excéntricas del feudalism o y no vio en la sociedad feudal nada que justificase el m irar retrospectivam ente en esta dirección (con la excepción de aquellos enclaves de la igualdad y la cooperación simple com o pudieron ser, por ejem plo, las comunas militares de los cosacos). Posteriorm ente, en los años setenta, el rápido creci miento del capitalism o ruso aumentó su sensibilidad hacia los as pectos específicos y (según su punto de vista) negativos del na ciente orden burgués, y, al mismo tiempo, le permitió apreciar algunos aspectos de la sociedad medieval a los que anteriormente no había dedicado mucha atención. En primer lugar fue la simi litud entre la com una campesina y los gremios y asociaciones arte sanales m edievales. M ijailovskii no negaba que los gremios y los contemporáneos arteVs rusos habían limitado la libertad indivi dual y las posibilidades de desarrollo individual; sin embargo, pensó que las consecuencias negativas de esta limitación habían sido menos peligrosas que los resultados negativos del desarrollo capitalista. Utilizando la terminología de Marx, es correcto decir
que la superioridad de la com una y de los grem ios so b re las es tructuras capitalistas fue vista p or el pen sad or p opulista en el hecho de que las relaciones humanas no habían sido cosificadas en ella: en la comuna y en el grem io, el capital n o estaba u nid o con el capital, pero los hom bres estaban unidos con los h om b res, los individuos con los individuos. Para el in dividuo, las consecuencias del desarrollo social eran m ucho m enos desastrosas en la Edad Media que en los países capitalistas contem poráneos. D e a q u í sa caba Mijailovskii la conclusión de que era totalm ente injustificado decir que el capitalismo había liberad o al in d ivid u o o q u e la e c o nomía política burguesa había m ostrado un cu id a d o e x c e s iv o por la libertad y el bienestar individual, cayen do de este m o d o en el individualismo y el atomismo. El individualism o, en el sen tid o de ver el valor central en el individuo hum ano, es en sí m ism o la única actitud propia hacia el m undo, p ero sería tra b a jo va n o b u s car una expresión de esto en la econom ía liberal. L o s econom istas tienen su propio espectro (el S puk de Stirner) al que d esa g ra d e cidamente sacrifican la libertad y el bienestar de los hom bres. Este nuevo fantasma es el sistema de m áxim a p rod u cción . U n sis tema tal no puede hacer felices ni siquiera a los ricos, p orq u e pone en marcha una frenética carerra de am biciones y n ecesid a des sin ofrecer ninguna posibilidad real de satisfacerlas. P o r c o n siguiente, el verdadero individualism o debe m irar al pasado, a la Edad Media y a la arcaica Edad de O ro.48 No es ninguna exageración sostener que entre los autores c u yos libros contribuyeron de form a más decisiva a que M ijailovskii llegase a tales conclusiones, fue M arx el que ju g ó el papel p rin ci pal. En El Capital, M ijailovskii encontró una dramática historia de cóm o grandes masas de hom bres eran separadas, repentina mente y por medios violentos, de sus form as de subsistencia y arrojadas, com o proletarios libres y desligados, al m erca d o del trabajo; 49 una historia de la forzosa separación de los cam pesinas de la tierra,60 del divorcio del productor con respecto a los m edios de producción, de la privación (utilizando el lenguaje d e M ija ilo v s kii) de su autosuficiencia económica y, por la misma razón, de su totalidad individual. Según el esquema de Marx, es con d ición fu n damental del capitalismo la aniquilación de la propiedad privada alcanzada por uno, es decir, la expropiación del trabajador; p o r el contrario, el socialismo, siendo negación de una negación, e x p ro p ia rá a los expropiadores haciendo que los m edios de p rod u cción pasen a ser propiedad de los productores (aunque esto n o será una restauración de su propiedad privada). M ijailovskii, al igual que otros populistas, dedujo de esto que Rusia, a fin d e evadir las atrocidades de la primitiva acumulación, cuya historia estaba escrita en los anales de la humanidad con letras de sangre y fu e
go,M debe h a ce r cu a n to esté a su alcan ce para evitar la fase ca p i talista, para p r e v e n ir la in du strialización según el m od elo inglés. Por otra parte, la a d a p ta ción d el esqu em a de M arx a sus propias concepciones le e v id e n c ió q u e el socialism o y las form as m ed ieva les de p ro d u cció n , esp ecia lm en te la p rop ied ad com ú n de la tierra según se m antenía en las com u n a s cam pesinas rusas, n o eran sino diferentes n iv eles d el m ism o tip o, y , p o r consiguiente, qu e en R u sia el cam ino m ás c o r to h acia el socialism o estaba en el desarrollo de las rela cion es en tre tra b a jo y prop ied ad q u e ya existían, aun que de form a p rim itiva , en las p ob la cion es rurales rusas y en los arteVs de los artesan os ru sos.52 S u con clu sión final era paradójica: La cuestión obrera, en Europa, es un problema revolucionario, puesto que su solución consiste en devolver los medios de producción a los pro ductores, es decir, a la expropiación de los actuales propietarios. La cuestión obrera, en Rusia, es un problema conservador, puesto que su solución consiste meramente en mantener los medois de producción en manos de los productores, o sea, proteger a los actuales propietarios ante la expropiación.M Los razon am ien tos d e M ija ilo v s k ii evid en cia ron la mala in ter pretación q u e h acía d e M a rx , al a d op tar solam ente aqu ellos aspec tos de sus teoría s q u e ad m itían una fá cil in trod u cción en la estructura g en era l d e su s p ro p ia s co n ce p cio n e s populistas. N o o b s tante, el im p a cto d e M a r x s o b r e M ija ilovsk ii n o debe redu cirse simplemente a este h e c h o — fu e m u ch o m ás p rofu n d o, llegando hasta la raíz m ism a d e l p en sa m ien to d e M ijailovskii. Y a en 1869, en su artículo L a teo ría d e D a rw in y las cien cia s sociales, M ija i lovskii se re fe ría a las c o n c e p c io n e s de M arx sob re la división del trabajo, p o n ie n d o e sp e cia l in terés, naturalm ente, en sus efectos negativos que, c o m o adm itía, h abían sid o com p ren d id os en su tota lidad y ex p lica d o s te ó rica m e n te p o r el au tor de El C apital; 54 se refería tam bién a las id ea s d e A . S m ith, F ergu son y otros — cita dos por M a rx a este re sp e cto . C iertam en te, no es d ifícil encontrar en El Capital m u ch o s p a sa jes q u e M ija ilovsk ii pu do h aber citado en apoyo d e sus ideas, c o m o el q u e sigu e: La parcialidad y las deficiencias del trabajador especializado devienen perfección cuando aquél constituye una parte del trabajo colectivo. El hábi to de hacer siempre una misma operación le convierte en un instrumento infalible, mientras su relación con todo el mecanismo le obliga a trabajar con la regularidad propia de los elementos de una máquina. (...) En la manufactura, para enriquecer el trabajo colectivo en poder productivo social y, a través de él, el capital, cada trabajador debe ser empobrecido en cuanto a su poder productivo individual. . Alguna mutilación parcial del cuerpo y de la mente se hace inseparable incluso de la división del trabajo en la sociedad, como un todo. Sin embargo, desde que la manufac tura lleva esta separación social de las ramas del trabajo a extremos
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axd b ze j w a l ic k i
mucho más ostensibles, y también, por su peculiar división, ataca al in^ viduo en las mismas raíces de su vida, resulta 3a prim era en aportaI materiales a la patología industrial y, por consiguiente, la primera Cn darle inicio.
Después de esto, Marx citaba con su aprobación el siguiente párrafo de las Palabras jamiliares, de D. Urquhart: “ Subdividir a un hombre es ejecutarlo, si m erece la sentencia, asesinarlo, s¡ no la merece... La subdivisión del trabajo es el asesinato de la gente.” 55 Entendemos que Mijailovskii encontró en estas afirmaciones de Marx no sólo un apoyo a sus concepciones ya consolidadas sino que, con mayor probabilidad, aquéllas constituyeron el real punto de partida de sus propias ideas. No sólo tom ó de Marx cuanto se ajustaba a su propia teoría, sino que, de hecho, formó el marco general de sus concepciones bajo una fuerte influencia de El Capital. Parece cierto que en prim er lugar ley ó a M arx y que sólo después se enfrentó al problem a de la división del tra bajo y sus efectos destructivos sobre la integridad del individuo, tratado por autores anteriores com o son Rousseau y Schiller. Pa rece del todo probable que su idea fundamental — la afirmación sobre la incompatibilidad entre el progreso de la sociedad y el progreso de los individuos— derivada del concepto de M arx sobre la perfección del trabajador colectivo que se conseguía a costa del, y en razón inversa al, desarrollo del trabajador individual. Es realmente asombrosa la profundidad con que M ijailovskii había asimilado este aspecto del pensamiento de M arx y la poca aten ción que a ello dedicaron sus oponentes marxistas en Rusia, com o en el caso de Plejanov y, de un m odo especial, los marxistas lega les que de forma casi absoluta desecharon las dolorosas contradic ciones y el aspecto trágico del progreso industrial. Las conclusiones de Mijailovskii y Marx fueron, por supuesto, muy diferentes. Para el autor de El Capital la división del traba jo, cuya culminación encontramos en el capitalismo moderno, constituía un progreso considerable ya que capacitaba al trabaja dor para desembarazarse de los impedimentos de su individuali dad y desarrollar la capacidad de su clase.CG Desde el punto de vista de Mijailovskii, lo cierto era lo contrario. C hernyshevskii, al haber encontrado en Marx la corroboración de la idea de que la riqueza nacional es idéntica a la pobreza popular,57 proclam ó que el bienestar del pueblo, es decir, el bienestar de los p rod u c tores individuales, debiera haber sido considerado com o la única medida de progreso. Al haber aprendido de M arx el alto precio del desarrollo capitalista, rechazó el pago de un precio tal, sen tando sus esperanzas en la supuesta posibilidad de restaurar las formas arcaicas de vida social adaptándolas a las nuevas con d icio
nes. Así, desde el punto de vista marxista, se convirtió en un romántico social, o sea, un reaccionario en el sentido históricofilosófico de la palabra. Puesto que —según palabras de Lenin— es esta equivocación la que ha ganado para los románticos, de forma bastante justa, la designación de reaccionarios, aunque este término no se utiliza para indicar un simple deseo de restaurar las instituciones medie vales, sino el intento de m edir la nueva sociedad según el viejo patrón patriarcal, el deseo de hallar un m odelo en el viejo orden y en las viejas tradiciones, que resultan del todo inadecuadas a las nuevas condiciones económicas.68
El contenido sociológico de la utopía reaccionaria de M ijailov skii resultará m ucho más claro si lo comparamos con otra doctri na reaccionaria aparecida en Rusia simultáneamente y que repre sentaba, en cierto m odo, una contrapartida cuasi religiosa al populismo ruso — las enseñanzas de L ev Tolstoi. Mijailovskii hizo a m enudo referencia a ello, llegando incluso a escribir un artículo en que trazaba un paralelismo entre éstas y sus propias ideas.eo Le indignaba el dogm a de Tolstoi sobre la no-violencia y su idealización de las relaciones familiares patriarcales, pero, a pesar de esto, encontró en el tolstoísmo muchos elementos que lo hacían com patible con su propia postura. Algunas de estas semejanzas resultaban bastante asombrosas. Al igual que M ijailovskii, Tolstoi ponía en duda y rechazaba la noción com ún del progreso, afirmando llanamente que la edad de oro está a nuestras espaldas. D e acuerdo con la sociología subjeti va reivindicaba la prim acía del punto de vista ético condenando la teoría de las leyes inexorables de la historia, acusándolas de inmoralidad y ciego optim ism o. A l igual que el pensador populis ta estimó que la p e rfección consistía en una armonía del desarrollo más que en su alto n ivel; los niños campesinos —proclamaba— no deben aprender de nosotros, de la gente ilustrada, sino, por el con trario, nosotros debem os aprender de ellos. Mijailovskii aceptó esta afirmación interpretándola a la luz de su teoría de los tipos y niveles de desarrollo: desde el punto de vista del nivel de desa rrollo, F ed ’ka, un cam pesino, no puede ser igual, por supuesto, a un Fausto o Ham let, internamente divididos; no obstante, repre senta un tipo m u ch o más arm ónico y (por consiguiente) superior, y de haber sido capaz de escribir hubiera escrito cosas mucho mejores que G oethe.60 El artículo de M ijailovskii sobre Tolstoi fue escrito a mediados del setenta, o sea, durante la época en que la doctrina de Tolstoi estaba en su fase germ inal, tal com o había sido formulada en sus artículos pedagógicos de 1862. En sus escritos posteriores, las se mejanzas entre sus concepciones y las de Mijailovskii son, tal vez.
más evidentes incluso. Esto se debe al h echo de qu e aparecía en ellas el tema central del pensamiento de M ijailovskii: la crítica a las teorías sociológicas orgánicas (especialm ente las de Spencerl ci y la crítica a los apologistas burgueses de la división d el trabajo La teoría de un organismo social, que presuponía la división del trabajo, resultaba a ojos de Tolstoi una desvergonzada excusa de holgazanes. Pensó, igual que M ijailovskii, que la d ivisión del tra bajo significaba un detrimento incluso para la m inoría privilegia^ da. que se había liberado a sí misma del trabajo físico. L a d iver sidad en la actividad diaria es condición previa a la felicidad: El pájaro tiene una naturaleza tal que debe volar, saltar y picotear y sólo cuando hace todo esto, sólo entonces, se siente contento y fe. liz, sólo entonces se siente pájaro. Lo mismo es cierto en el caso del hombre: es feliz, se siente a sí mismo como hombre sólo cuando pasea, anda de un lado a otro, se levanta y se mueve, cuando es capaz de utilizar en su trabajo sus dedos, ojos, oídos, lengua y cabeza.®2 De este supuesto llegó Tolstoi a la conclusión de que el p rin cipio de división del trabajo en la sociedad debía ser reem plazado por el principio de división del trabajo cotidiano de cada in d ivi duo en diferentes servicios: cada hom bre debería ocuparse, su ce sivamente, de todo tipo de trabajos, ejercien do de este m odo todas sus capacidades.6^ Es fácil descubrir que éste era exactam ente el mismo ideal que M ijailovskii había expresado en su fórm ula del progreso. No cabe duda de que estas semejanzas eran significativas y, por consiguiente, que las utopías sociales de M ijailovskii y Tolstoi estaban mutua y significativamente relacionadas. A m bas exp resa ban el punto de vísta del campesinado com o clase de una sociedad precapitalista; ambas protestaban contra la desigualdad social, r e husando el progreso burgués y mirando hacia atrás, a un pasado remoto. No obstante, sus formas de expresión — de carácter casi científico en el caso de M ijailovskii y más próxim as a la religión en el de Tolstoi— eran enteramente distintas, estando m uy lejos de ser iguales los significados que cada una de ellas com portaba. Aparte del obvio desacuerdo en el punto de la n o-violen cia , M i jailovskii no compartía la actitud de Tolstoi con respecto a la ciencia y el arte, ni tam poco su entusiasmo por el patriarcalism o: convencionalmente hablando, en este aspecto se encontraba m ucho más a la izquierda, pero por otra parte su radicalismo no podía compararse al de Tolstoi, que fue un verdadero nihilista en sus críticas de la sociedad y el estado. Tolstoi — un aristócrata patriar cal, profundamente arraigado a la vida rural— era en apariencia más fácilmente capaz de identificarse a sí mismo con la visión del mundo de los primitivos y patriarcales aldeanos. M ijailovskii, en
contraposición al con de de Yasnaya Polyana, fue y se mantuvo como un intelectual, produ cto de la occidentalización y sólo le resultaba natural tratar de adaptar su utopía campesina a la tradi ción de los hom bres de la Ilustración rusa y a los valores general mente aceptados de la intelligentsia progresista. Esta es la razón por la que la utopía de Tolstoi era genuinamente arcaica mien tras que la utopía de M ijailovskii reflejaba más bien un suspirar romántico p o r la arm onía perdida del mundo arcaico. El m ism o M ijailovskii era plenamente consciente de que per tenecía a la intelligentsia, pero hizo una distinción entre los inte lectuales genuinos y los m eros especialistas en tal o cual rama del trabajo intelectual. Su ideal del intelecto era el de un lego —un hombre que reh ú ye subordinarse a las exigencias de la subdivi sión del trabajo, que defiende conscientemente su pluralidad, qua no restringe su responsabilidad encerrándola en los estrechos lími tes de un trabajo especializado, que está interesado por la suerte de todos sus coetán eos y participa activamente en la lucha por un futuro m ejor.04 El leg o era, de esta forma, en el campo del trabajo intelectual, la contrapartida de lo que el campesino suponía en el trabajo físico; la com binación de la pluralidad del lego con la plu ralidad del cam pesino sobre la base de una cooperación simple altamente desarrollada se concebía com o el ideal social, cuya rea lización com portaría el m ayor desarrollo posible del ser humano. El lego y el cam pesino eran por consiguiente, según Mijailovskii, aliados naturales en la lucha com ún contra el sistema capitalista, que potenciaba la coop eración com pleja, dañando así al individuo por m edio de su subordinación total a un organismo social suprahumano. M ijailovskii n o negaba que, a pesar de esta supuesta comuni dad de intereses, la distancia entre el campesino y el lego no era, en absoluto, fácil de superar. Adem ás, admitía incluso la posibili dad de un con flicto entre la intelligentsia y el campesinado, como consecuencia d el oscurantism o de este último, y por ello se mostró siempre m u y p ru dente al distinguir entre los intereses y las opi niones de la gente. En el tiem po en que las opiniones de la masa popular eran citadas frecuentem ente por los reaccionarios más notorios, aficionados a oponerlas a las opiniones de los intelectua les progresistas, y alababan a los campesinos por su fidelidad a la autocracia rusa, su conciencia de la posibilidad de tal conflicto alcanzaba incluso m om entos trágicos. Yo soy un lego... —escribía Mijailovskii—. Sobre mi mesa hay un busto de Belinskii, que aprecio sobremanera, así como unas estanterías con libros, que me han acompañado durante muchas noches. Si la vida rusa con todas sus prácticas usuales invade mi habitación, destruye mi busto de Belinskii y quema mis libros, no me someteré a los aldeanos; lucharé... E incluso
en el caso de que deba ser vencido con el mayor sentimiento de hum ilde y abnegación, diré hasta el último momento: Perdónalos, Dios de ia verdad y de la justicia; no saben lo que hacen. Por todo esto, debo seguir protestando.* Y aquí tenemos otra cita, igualm ente exp resiva: Lo que importa es el intercambio de valores entre nosotros y el pueblo un intercambio honesto, sin engaños ni pensamientos ocultos. Oh, s¡ pudiera sumergirme en esta masa de gentes rudas y grises, disolverme en ella irrevocablemente, preservando únicamente esta brizna de verdad e idealismo que he logrado alcanzar a costa de la misma. Oh, si por lo menos vosotros, lectores, llegaseis a la misma decisión, especialmente los que tenéis una luz que brilla con mayor fuerza que la mía y sin som bra que la oscurezca. ¡Qué gran resplandor se desataría y qué gran oca* síóa marcaría esto en la historia! ¡Sin paralelo en la historia!®0 La misma idea, el mismo anhelo de sum ergirm e en la grisácea masa de la gente fue expresada con posterioridad p o r D ostoievsk ii en su famoso Discurso sobre Pushkin (1880), en que incitaba a los descarriados rusos — la intelligentsia occidentalizada y alienada— a someterse ante las masas, m ezclarse con ellas, preservan d o al mismo tiempo la cualidad universalm ente hum ana de sus ideales y enriqueciendo de esta form a la escala popular de valores. M uchas otras analogías pueden fácilm ente hallarse, ya que estas ideas y emociones fueron sin duda m uy características de la m ayoría de las corrientes de pensamiento ruso a lo largo del siglo x ix . Sin embargo, parece que Dostoievskii y M ijailovskii — un con servad or visionario y un populista de las clases acom odadas con m ala c o n ciencia— estaban ciertamente entre los que dieron a estas ideas y emociones su m ejor y más palpable expresión. Las citas anteriores de las Notas de un lego de M ijailovskii arrojan luz sobre una peculiar contradicción en su pensam iento. A diferencia de Tkachév, trató de com binar una exposición de los ideales igualitarios de la homogeneidad social con una firm e a d h e sión a los valores que — según su propia afirmación— habían sido adquiridos a costa del pueblo, es decir, por m edio del p roceso de diferenciación social tan severamente condenado en su teoría s o c io lógica. Suponiendo que esta brizna de verdad e idealism o haya sido adquirida de tal form a y que pueda encontrarse en peligro ante los rudos aldeanos, él volvió de hecho a la teoría de L a v ro v sobre los individuos de pensamiento crítico. Esto era equivalente, en lo esencial, al reconocimiento de que la m inoría intelectual rusa occidentalizada representaba algunos valores que — de a cu e r do con la doctrina del socialismo ruso de H erzen— debían ser introducidos, desde fuera, en el mundo comunal arcaico del ca m pesinado ruso. Por igual motivo, M ijailovskii, aunque d e form a
involuntaria y só lo parcial, reh abilitó el p rogreso bu rgués o c c i dental. Esto es lo q u e L e n in q u ería d ecir cu ando escribía: Cuando el señor Mijailovskii empieza su sociología con el individuo que protesta contra el capitalismo ruso como desviación accidental y temporal del camino recto, rebate su propio propósito, porque no cae en la cuenta de que fue el capitalismo por sí solo quien creó las condiciones que hicieron posible la protesta del individuo/" Existe, p o r su p u esto, una cierta extrasignificación p olém ica en esta afirm ación p e r o , c o n to d o , señalaba correctam ente una con tra dicción de la q u e M ija ilo v s k ii n o p od ía escapar. S ería estúpido buscar una re la ció n cau sal directa entre los valores de la in telli gentsia rusa y la a p a rición d el capitalism o ruso, p ero sería difícil negar q u e éstos n a cie ro n en E urop a com o resultado d el p rogreso burgués a n tifeu d a l y q u e la in telligen tsia rusa d ebe su existencia al proceso de occid e n ta liza ció n . Sus va lores no eran bu rgueses en el sentido estricto d e la pala b ra , p e ro se encontraban ligados al progreso b u rg u és en el sen tid o d e la totalidad d e los p rocesos e c o nómicos y so cia le s c u y a fu n ció n , segú n vem os en la perspectiva del desarrollo h istó rico d e E urop a, consistía en destruir las estru c turas p recapitalistas y así allanar el cam ino al tipo bu rgués m o derno de socied a d . L o s v a lo re s e ideas cread os p or estos p rocesos mostraban una acu sad a ten d en cia a d even ir autónom os y a su p e rar el m a rco d e las so cie d a d e s b u rgu esas qu e se m ostraban in ca paces d e en g lo b a rlo s . L a im p ortan cia d e esto radica en el h ech o de que los p op u lista s ru sos p od ía n com bin arlos fácilm ente con su actitud d e cla ra d a m en te n eg a tiv a h acia el capitalism o ruso. P ero se demostró im p osib le, d e h e ch o , a ju starlos a las instituciones arca i cas y a la in tem p ora l c o n c e p c ió n cam pesina del m undo, a quienes los populistas d esea b a n d e fe n d e r ante la exp lotación capitalista. De ahí la co n tr a d icc ió n fu n dam en tal q u e p u ede derivarse d e casi todas las va ria n tes d e l p op u lism o. El m u n d o arca ico d el ca m p e sinado ru so y la h e re n cia id e o ló g ica de la intelligentsia rusa eran heterogéneos y el in ten to de M ija ilovsk ii de dem ostrar su esencial hom ogeneidad, su in gen u id a d , estaba sin em bargo destinada al fracaso. A m ed ia dos d e la d éca d a d e 1870, M ijailovskii form u ló una teoría más co m p re n siv a q u e p reten d ía arroja r n ueva luz no sólo sobre el p ro g re s o y re g r e s o d e la historia hum ana sino, igu alm en te, sobre los m ás g e n e ra le s p rob lem a s d e la e v olu ción en el m u n do orgánico. L a lla m ó teoría de la lu ch a p or la individualidad. En realidad, el ca rá cte r cie n tífico de esta teoría era desde sus co m ie n zos m uy d u d o so : a este re sp e cto, sien do M ijailovsk ii un verd a dero lego, era m u y in fe rio r a L a v ro v , qu e m ostró sin d u da su mayor eficien cia en la c o n trib u ció n al d esarrollo de la sociología
como ciencia, y cuyos intereses científicos eran m ás autónomos mas independientes de la ideología populista. P ero co m o documenJ tos históricos reveladores de la calidad específica, las con tradiccio nes internas y los postulados del pensam iento populista, las obras de Mijailovskii no han sido superadas y p or ello m erecen un tra tamiento mucho más detallado en estas páginas. Uno de los rasgos característicos de las especu lacion es para., científicas de Mijailovskii era una extraña inconsistencia teórica que ilustraba, después de todo, el bien con ocid o fen óm en o de st?r magnetizado por las ideas del enemigo. A pesar de su aguda crí tica del organicismo biológico en la teoría social, M ijailovskii cedió ante él en sus construcciones más teóricas.68 A pesar de su crítica al método analógico, su teoría de la lucha p o r la individuali dad se basaba en una analogía.69 A pesar de sus cargos contra los darwinistas sociales, en quienes vio apologistas de la sociedad b u r guesa,70 él mismo se m antuvo dentro de los lím ites del natura lismo y del evolucionism o. La diferencia entre él y los organicistas, ideológicamente capital, consistía en el h ech o de que él impugnaba su ciega confianza en el progreso autom ático logrado a través de la supervivencia del más fuerte. En op osición a este complaciente optimismo, propuso una teoría pesimista, que p rocla maba que la evolución natural, tanto en el m undo orgán ico com o en la sociedad humana, se logra siem pre a costa de una constante y gradual disminución de la calidad (tipo) de desarrollo y que, desde el punto de vista del individuo, representa un proceso regresivo. La teoría de Mijailovskii empieza con la afirm ación de que existen diferentes estadios de individualidad que luchan entre sí y tratan mutuamente de dominarse. Esta afirmación se basaba en la clasificación hecha por Haeckel de los organismo b iológ icos y sobre sus tesis, que sostenían la primacía de un tod o p erfecto, la imperfección de las partes y viceversa. La relación entre el todo y sus partes es siempre antagónica: el órgano subordina en p ro vecho propio la individualidad de las células y al m ism o tiem po se defiende contra la subordinación a una individualidad superior del organismo; el organismo individual, a su vez, sostiene una lucha por su individualidad contra la individualidad su perior de la colonia. El hombre representa uno de los estadios de individua lidad (el sexto estadio en la clasificación de H aeckel) y com o tal debe luchar por su propia individualidad en contra de las in divi dualidades inferiores (las individualidades de sus órganos, que él debe subordinar despóticamenet a sí mismo) y contra los su perio res. Existe una total jerarquía en estas individualidades su p erio res suprahumanas (fábricas en el papel de unidades de coop era ción compleja, feudos, clases, naciones, estados, etc.), cada uno
de ellos lu ch an do p or sí m ism o contra los demás y tratando de dominarlos. D esde el punto de vista del hom bre individual, éstas no son sino d iferentes individualidades sociales que no pueden desarrollarse si n o es a costa de su propia libertad e integridad, p or consiguiente — con clu ía M ijailovskii— la sociedad es el princi pal, el más p ró x im o y p e o r enem igo del hombre, un enemigo con tra el que siem p re debe estar prevenido y en guardia.71 En las ]Votas de u n leg o exp resó esta idea con palabras incluso más duras: “ P rocla m o qu e lu ch aré contra esta individualidad superior que crea el p e lig ro de absorberm e. N o m e preocupa su perfección, deseo p erfeccion a rm e a m í mismo. Luchem os, trataré de vencer y veremos hacia qu ién se decanta la victoria.” 72 Estas palabras — n o debem os olvidarlo— se refieren a yma so ciedad desarrollada orgánicam ente, de acuerdo con las leyes de la evolución natural, o sea, ante todo, la sociedad capitalista que representaba según M ijailovskii la m ayor victoria del todo social sobre los individuos. Sin em bargo, lo s h om b res no están destinados a ceder ante tal evolu ción ; p u ed en y d eben luchar para prevenirla mediante la creación de una socied a d no orgánica, basada en la cooperación simple. M ija ilovsk ii creía que una sociedad así no se trans formaría en una in dividualidad suprahumana, su bienestar coin cidiría am pliam ente, si n o del todo, con el bienestar de sus m iem bros. N o es n ecesa rio d ecir que éste era el contenido de su ideal acerca del v erd a d ero socialism o. M ijailovskii concebía el socialis mo com o una socied a d capaz de reducir al mínimo necesario la socialización de lo s h om b res (en el sentido de subordinarlos a m e canismos sociales im personales y supraindividuales) y capaz, al mismo tiem po, de p o n e r de relieve la solidaridad humana cons ciente y la com u n id a d de intereses. Resulta fundamental subrayar este punto, p u esto qu e la teoría de la lucha por la individualidad puede p rod u cir la im p resión de que su ideal consistió en la con secución de una existencia solitaria y autosuficiente de una m ó nada. Una in terpretación totalm ente incompatible con sus aspira ciones de verse su m ergid o y disuelto en la masa popular. De hecho, M ija ilovskii n o m enospreciaba el significado de la solida ridad social, au nqu e una cierta fascinación por la lucha a favor de una lucha en fa v o r de la independencia individual oscureció este problema en sus tratados teóricos. N o obstante, había desarrollado ya algunas ideas so b re este tem a en ¿Q u é es el progreso? y vol vió sobre ellas en los años noventa, en relación con el famoso libro de D u rk lieim D e la división du travail social (1893).73 Aunque D u rk h eim , en contraste con Mijailovskii, era un ex egeta de la división del trabajo, el contexto general de su pensa miento fue asom brosam ente sem ejante al de su revalorizador ruso.
Al igual que Mijailovskii, defendió que el principio de la división del trabajo se refiere tanto al desarrollo de la sociedad humana como al del mundo orgánico, y, al aceptar la le y de Baer, vio la esencia de los procesos de desarrollo en la transición de la sim plu cidad (homogeneidad) a la com plejidad (heterogeneidad). A lejá n dose de los organicistas vulgares, admitía que las ventajas de la división de trabajo iban ligadas a algunos inconvenientes, y plan teó a sus lectores el dilema siguiente: “ ¿Es nuestro deber tratar de convertim os en seres humanos íntegros y com pletos, suficientes en nosotros mismos; o, por el contrario, debem os ser tan sólo una parte del todo, el órgano de un organism o?” 74 En contraposición a Mijailovskii, abogaba por la segunda solución, y justificaba su elección no sólo por referencia a las necesidades económ icas, sino también sobre bases éticas: el ideal del polifacetism o individual y la autosuficiencia autárquica los consideraba egoístas y antiso ciales; el nuevo tipo de solidaridad social creado por la división del trabajo era según él m uy superior al viejo, cuya existencia más pura se hallaba en las sociedades arcaicas de las que gradual mente desaparecía a causa de su desarrollo económ ico. D efinió el viejo tipo com o una solidaridad m ecánica a través de la sem ejan za, mientras el nuevo tipo era solidaridad orgánica a través de la diferenciación de la sociedad. El prim ero — argumentaba D u rk heim— vincula al individuo directamente con la sociedad, sin intermediario alguno: en el segundo, el individuo depende de la sociedad, pues depende de las partes de que éste se com pone; en el primer caso, la personalidad individual se halla totalmente absorbida por la personalidad colectiva, mientras que en el segu n do, debido a la especialización, los hom bres se individualizan y el ligamen social, si bien m uy fuerte, les permite m ayor libertad de elección individual. La reacción de Mijailovskii ante este sistema argumental fue muy interesante. Repitió sus tesis de que el valor de la individua lidad no consiste en la diferenciación parcial, sino en el p olifa ce tismo y en la globalídad; él mismo se declaró partidario de la solidaridad mecánica, reclamando que sólo una solidaridad a tra vés de la similitud vincula a los hombres com o seres m orales y que fue la gradual disolución de la solidaridad m oral lo que co n virtió a los hombres en seres aislados y solitarios, h echo que A mismo Durkheim había señalado en su explicación sobre las ca u sas del creciente número de suicidios.75 Subrayó de nuevo que los viejos lazos sociales, en contraste con los nuevos u orgánicos eran simples, directos, no cosificados e inteligibles, capaces de unir a los hombres por medio de sentimientos, ideas y objetivos com unes sin aumentar su mutua dependencia. No obstante, su idealización de los vínculos sociales arcaicos tenía m uy p oco en com ún con oí
romanticismo con servad or de los eslavistas rusos.70 Nunca aban donó el ideal de la autonom ía intelectual y moral del individuo y, por consiguiente, n o pu do idealizar la aceptación irreflexiva de la tradición y la a b sorción de la conciencia individual por parte de la conciencia colectiva de un grupo social. Soñaba en una com u nidad que se basase en el consentim iento consciente, la libre y racional elección de va lores com unes, y por el mismo motivo, aun que de form a inconsciente, aceptó el m odelo de la individualidad que se había form a do co m o consecuencia del progreso burgués, como resultado de la d isolución de los vínculos sociales arcaicos. De nuevo, su ideal resultó tener dos caras y una vez más se reve ló que la W eltanschauung populista, según había sido expresada en su pensamiento, debía su unidad y su estructura no tanto a la homogeneidad qu e le era propia, com o a su peculiar esquema de contradicciones, a la p ecu liar tensión existente entre dos form acio nes de valores históricam ente heterogéneos. Volvamos em p ero a la teoría de la lucha por la individualidad. Estaba subdividida en m uchas teorías específicas que explicaban, con mayor o m en or ingenuidad, distintos aspectos de la evolución biológica y social. Y a qu e la falta de espacio nos hace imposible ocupamos de su totalidad, deberem os ceñ im os a un breve resu men de dos teorías: la teoría de los héroes y la muchedumbre, y la teoría del amor. La prim era de ellas, form ulada por Mijailovskii en el tratado Los héroes y la m u ch ed u m bre (1882), se convirtió en objeto de extrañas tergiversacion es que partían, en su m ayor parte, de la simple ignorancia de su contenido. El precedente fue sentado por Plejanov, que al ju zga r el título d el tratado de Mijailovskii, halló en él una exp resión de la creencia subjetivista sobre la om nipo tencia de los h éroes (es decir, la intelligentsia populista), que podían agitar y dirigir a la muchedum bre (o sea, las masas cam pesinas) .77 Sin em bargo, las ideas de M ijailovskii care cían, de hecho, de elem ento alguno en com ún con una veneración por el héroe, y el tem a de su tratado no era en absoluto el pro blema del fa ctor su b je tiv o en la historia: la teoría de Los héroes y la m uchedum bre se refiere a los problem as de la psicología social y al com p ortam ien to irracional de la muchedum bre, antici pándose de algún m o d o a la teoría de la imitación de Tarde. M i jailovskii no intentó justificar las tácticas subjetivistas del partido terrorista la V olu n tad del P u eb lo; en el fenóm eno social de la imitación de los h éroes p o r la m uchedum bre no halló nada que mereciese su interés o su elogio. P or el contrario, lo interpretó como un síntom a de patología social y degeneración. Su interés por este problem a n o guardaba relación con el tema tradicional populista de la relación m utua entre la intelligentsia y las masas:
nació de la oleada de pogroms que se había extendido por RUs¡a al principio de los años ochenta. Trató de responder a esta cues tión: cuáles son las condiciones sociales que crean héroes talos como la bestia ebria, Vas'ka Andreev, que son capaces de reun¡r a su alrededor a la muchedumbre dirigiéndola b a jo la vergonzosa consigna: “ ¡abajo con los judíos!” . La respuesta de Mijailovskii estaba basada en la sólida obser vación de la existencia de una relación entre el creciente antise mitismo y la irrupción del capitalismo en la sociedad campesina La explicación que daba a esta relación era, sin em bargo, poco convincente, desprendida simplemente de sus teorías generales histórico-sociológicas. La ciega imitación de un h éroe — afirma ba— se encuentra vinculada a las monótonas condiciones de vida creadas por la división del trabajo. Un héroe que aparezca súbita mente en medio de gentes privadas de su polifacetism o y con unas vidas rutinarias, se convierte fácilmente para ellos en una expe riencia de fuerza irresistible, ahogando sus facultades críticas y potenciando la imitación irracional. Resum iendo, la teoría de Mijailovskii acusaba a la división capitalista del trabajo de crear condiciones en las que la gente, privada de su individualidad y transformada en muchedumbre sin rostro, se hacía particularmen te sensible a las diferentes psicosis sociales, con el consiguiente peligro. La segunda teoría —la teoría del amor— era una extraña com binación de apariencia paracientífica con un contenido especulati vo y esencialmente romántico. Parece significativo que fue in fluenciada en gran manera por Schopenhauer. El autor de El mundo como voluntad e idea había com binado en su filosofía un idealismo especulativo antirracionalista con una form a prepositivista de naturalismo, y era este último aspecto el que le valió su gran popularidad durante la segunda mitad del siglo x ix . El amor —argumentaba Mijailovskii— es una fuerza de la na turaleza que embauca a los individuos mostrándoles espejismos de felicidad, pero que de hecho los sacrifica sin más. L os amantes son seducidos por medio de ilusiones de plenitud, de superación de su dolorosa lejanía; de hecho, sin embargo, su am or no es sino un medio para la preservación de la especie. M ijailovskii que dó profundamente impresionado ante la idea de Schopenhauer —una idea que también pudo haber encontrado en Schelling y en otros muchos pensadores románticos— de que la esencia del amor consiste en el anhelo de la totalidad y plenitud perdidas del hom bre. Llegó incluso a proclamar la superioridad del hermafroditis mo como tipo de individualidad.78 Como cualquier división, la de los seres humanos en dos sexos diferentes priva al individuo de la integridad global en que se cifra la perfección del individuo. Para
ilustrar esta idea, M ijailovskii citó un viejo mito que Platón en su Banquete había puesto en boca de Aristófanes. He aquí que en el pasado, la gente era hermafrodita. Eran verdaderos gigan tes, muy superiores, incomparablemente más poderosos, tanto físi ca como intelectualmente, a los hombres de hoy. Al sentirse tan poderosos, tram aron un audaz intento para invadir el Olimpo y los dioses les castigaron por ello partiendo a cada uno de ellos en dos mitades. Estas dos mitades, sin embargo, se abrazaron mutua mente y se negaron a separarse, de modo que muchos de ellos murieron de ham bre. Al verlo, Zeus se apiadó de ellos dándoles a todos la form a de seres separados —hombres y mujeres. Aunque estos seres eran capaces de vivir separadamente guardaban un confuso recuerdo de su anterior estado y de este modo, de sus ansias por la perdida unidad, nació el amor. Este espléndido, inteligente y poético mito —concluía Mijailovskii— es válido para nosotros por dos razones. En primer lugar, porque muestra cla ramente la superioridad del hermafroditismo (como tipo psicológico) sobre un organismo sexualm ente dim órfico; en segundo lugar, porque es igual mente claro al indicar que el amor sexual es una forma de enfermedad.n
Aunque haya sido form ulada en un lenguaje tan naturalista, esta conclusión m uestra un aspecto del pensamiento de Mijailov skii, que le sitúa en una sorprendente proximidad con los román ticos alemanes y con el idealismo neorromántico de Vladimir So lov’ev. El filósofo y teosofista romántico Franz von Baader, daba esencialmente la misma definición del amor, si bien, por supuesto, su lenguaje difería considerablem ente del empleado por Mijailov skii: veía el am or com o un forcejeo por la restauración de la primitiva androginia, com o un medio que ayuda al hombre y a la mujer a com plem entarse mutuamente (tanto en alma como en espíritu), ayudando así a restaurar la imagen del hombre integral, la imagen de su santidad primitiva.80 En contraposición a Baader, Mijailovskii no crey ó en la existencia real de la androginia primi tiva. Con todo, S olov ’év tam poco compartía su creencia, pero esto no le impidió hacer de la androginia parte inseparable del ideal de la totalidad, de proclam ar que la división en dos sexos era equi valente al estado de desintegración o de crear una teoría apro piada sobre el am or sexual.81 El rasgo más peculiar de la teoría de Mijailovskii fue, no obs tante, su directa relación con la idealización de la autosuficiencia de la primitiva econom ía campesina. Esta autosuficiencia, con su correspondiente polifacetism o e integridad, era para él una carac terística común del hermafroditism o y de la economía autárquica. La gente, sostenía, nunca ha sido hermafrodita, pero sin embargo la distinción entre los dos sexos era en el pasado menos acusada
que hoy. y, entre los campesinos se m antiene todavía m enos vis¡ ble que en las clases superiores de la sociedad; análogamente, l:i importancia del amor ha ido aumentando en p rop orción directa con el progreso de la civilización (una idea sim ilar había sid0 expresada por Rousseau, que defendía que la parte moral de¡ amor es un sentimiento ficticio, que sólo en la socied ad ha adqu¡, rido el amor este ardiente ímpetu que a m en u do lo hace fatal para la humanidad) .S2 La explicación de esto la halló Mijailovskii (;como siempre!) en el desarrollo de la división d el trabajo: cuan» to más dividida está la gente, tanto más am or necesita, pues esperan que la experiencia unitiva del am or les ayude a conquistar su primitiva globalidad. Esta curiosa teoría nos parece puede considerarse com o un do cumento altamente significativo, revelador de la sustancia interna de la visión del mundo de M ijailovskii. B ajo la apariencia de un naturalismo científico, que prevaleció a lo largo de la segunda mitad de siglo, hallamos en ella rasgos realm ente románticos y emotivos, así como toda una estructura rom ántica de pensamiento. Era romántica en el sentido histórico de la palabra, y no tan sólo en el de una catalogación convencional por v olv er la vista al pasa do, como en el caso del romanticismo económ ico. Hallam os en ella —y, a través de ella, en todo el pensamiento de M ijailovskii— el problema, típicamente romántico, de la reconciliación de la indi vidualidad con el universalismo (en el sentido de totalidad, de globalidad de contenido); el problema de cóm o superar la separa ción preservando al mismo tiempo la existencia individual, cómo ser uno mismo y al mismo tiempo sentirse en el espíritu de la infi nita variedad del mundo. La solución de M ijailovskii a este pro blema fue de hecho una de las más características soluciones románticas: el individuo no debería sumergirse en un m undo con cebido desde un punto de vista panteísta, sino que debería abrazar y asumir en sí mismo todo el mundo en su totalidad. Éstas eran las aspiraciones románticas que daban base al ideal de M ijailov skii, de la heterogeneidad de la existencia individual, de la totali dad englobadora de la vida individual. Los moldes románticos pueden ser descubiertos con toda faci lidad en la visión del mundo y, sobre todo, en las actitudes emo cionales de algunos otros populistas, o como mínimo en aquellos que idealizaron románticamente al campesino vulgar exponiendo los ideales románticos del heroísmo individual. Sin embargo, pare ce ser que en los escritos de Mijailovskii se halla el m ejor mate rial para el estudio de la contribución romántica al pensamiento populista.
3.
Socialism o y lucha política
El paso de los años sesenta a los setenta —los años de la disputa entre L avrov, M ijailovskii y Tkachév acerca del progre so— marca el com ienzo del movimiento revolucionario populista en Rusia.83 La distinción entre el movimiento revolucionario prepopulista de los años sesenta y el ya maduro populismo revolu cionario de los años setenta, consistía en un característico cambio de énfasis — en el cam bio del radicalismo democrático antifeudal al socialismo agrario anticapitalista. La continuidad de la tradición revolucionaria pudo haber sido preservada, puesto que algunos ele mentos del socialism o agrario formaban también parte de la ideo logía revolucionaria, ya en los años sesenta. No obstante, el cam bio de énfasis fu e claro y significativo. En contraposición a los revolucionarios del antiguo Tierra y Libertad, cuyos objetivos eran dem ocráticos y no socialistas, los revolucionarios de los años setenta creyeron necesario separarse de la democracia burguesa para poder así resaltar el carácter socialista del movimiento y ase gurarse de que n o serviría para allanar el camino al desarrollo capitalista. Esta nueva actitud encontró expresión en la teoría de la máxima prioridad de la revolución social sobre la meramente política — una teoría que se conviritó en botón de muestra del populismo revolucionario clásico. La revolución social —la trans formación revolucionaria de las bases económicas de la sociedad— quedó identificada con la revolución socialista; la revolución polí tica, es decir la transform ación revolucionaria de la estructura política existente, se concebía com o una revolución netamente burguesa de la que los verdaderos socialistas debían mantenerse distantes. En una palabra, los revolucionarios rusos, al haber comprendido que la dem ocracia política no podía resolver los más dolorosos problem as sociales, se preocuparon en demostrar y ase gurarse que ellos no eran revolucionarios burgueses, que su revo lución, en oposición a las revoluciones políticas de Occidente, no seguiría los intereses de la burguesía. Su preocupación por mani festar el carácter antiburgués de su movimiento se convirtió para ellos en verdadera obsesión. Esto es lo que nos permite explicar nos el curioso hecho de que en Rusia (un país que tanto había sufrido su propia estructura política autocrática) los revoluciona rios se mostraran tan intransigentes y obstinados al criticar la burguesa y fraudulenta libertad política de Occidente. De este m odo, el populismo revolucionario ruso de los años setenta quedó vinculado a la más profunda desconfianza hacia el constitucionalismo liberal y también a una ostensible indiferencia hacia las formas políticas. L os populistas consideraban que el par lamentarismo occidental era un instrumento de la burguesía y un
fruto de su victoria. El socialism o se presentaba co m o opuesto a la lucha política. Ésta, no era únicam ente negligida, sin o inclus0 rechazada llanamente por burguesa en su con ten id o y perniciosa para la causa revolucionaria; argüían asim ism o qu e el constituí cionalismo liberal haría más fuertes a las clases p oseedoras, arruú nando de este m odo y por algún tiem po las p osibilidades de los socialistas. Aunque hoy nos parezca una curiosa paradoja, l0s revolucionarios de los años setenta se con sideraban a sí mismos apolíticos y hacían gala de esta extraña in diferencia ante la polí tica como garantía de que su socialism o había sido purificado de la contaminación burguesa. Se argumenta a veces que la desilusión ante la libertad p olí tica, especialmente la desilusión p or el parlam entarism o, era rasgo común de los revolucionarios europeos después de los sucesos de 1848-1851 en Francia. Esto es perfectam ente cierto y debem os te nerlo en cuenta com o uno de los factores que fa cilita ron que los populistas rusos adoptaran su particular punto de vista; n o obs tante, ello no constituye una explicación suficiente de su indife rencia política. Los revolucionarios occidentales nun ca se m ostra ron indiferentes ante cuestiones tales com o el repu blican ism o con tra la monarquía y m ucho menos ante la autocracia. P o r el con trario, se mostraron desilusionados con el m ecanism o de las e le c ciones generales, puesto que éste había ayudado a la restauración del imperio en Francia. El caso de los populistas rusos fu e algo diferente: el rasgo peculiar y distintivo del populism o clásico ruso consistía precisamente en el convencim iento de que, desde el pun to de vista de los objetivos socialistas, la autocracia era m ejor que la monarquía constitucional o que una repú blica burguesa. Algunas veces esto se relacionaba con una p redisposición a c o o perar con el zar, si éste se mostraba dispuesto a lleva r a cabo las reformas sociales necesarias; la autocracia rusa se oponía al cons titucionalismo por ser un poder político no vinculado a los in tere ses creados de las clases privilegiadas, siendo p o r consiguiente mucho más apropiado para proteger los intereses del pu eblo. (D e bemos recordar que los defensores de la autocracia rusa se m os traban siempre dispuestos a representar el constitucionalism o como el poder oligárquico de los privilegiados.) Esta actitud hacia la autocracia fue muy característica de los llam ados populistas legales, pero no era completamente ajena al am biente rev o lu cio nario. Sin embargo, en el caso de este último era m ucho más típica la postura que podría formularse com o sigue: la autocracia com o tal es ciertamente mala, pero con todo se le debía dar preferencia sobre las formas constitucionales, puesto que impide el desarrollo del capitalismo y hace imposible que la burguesía rusa se trans forme en una fuerza política poderosa e independiente. Es in tere
sante que una form u la ción clásica de esta postura pueda «-neón trarse en el D iario del jo v e n C hernyshevskii. Ivste escribía: “ No importa si existe un zar o no, si existe o no una constitución; Jo que verdaderam ente im porta son las relaciones sociales, es decir, cómo prevenir la situación en la que una clase chupa la santfn* de otra/’ Y con clu ía : “ L o m e jo r sería que el absolutism o pu die ra mantener su d om in io so b re nosotros hasta encontrarnos sufi cientemente h abituados al espíritu dem ocrático, de tal m odo que, cuando una form a p op u la r de g ob iern o llegue a reem plazarlo, <J poder político pu eda ser ce d id o — de ju re y de fa d o - - a la clase más numerosa y m ás in feliz (cam pesin os asalariados-}* trabaja dores) y, de este m od o, p od rem os evadir todos los estadios tran sitorios.” 85 Los populistas de los años setenta no conocían el Diario de Chernyshevskii, p e ro le y e r o n sus artículos sobre la historia p olí tica de Francia y a p ren d ieron en ellos a diferenciar entre libera lismo, cuyos ob je tiv o s se lim itan a reform as m eram ente políticas, y democracia, c u y o ú n ico o b je tiv o es el verdadero bienestar del pueblo. En su a rtícu lo L a lucha d e partidos en Francüi (1858) su maestro llegó in clu so a p rocla m a r que Siberia, cuya población vivía en unas con d icio n e s relativam en te buenas, era un país más democrático que Inglaterra, azotada p o r Ja plaga del pauperism o. Esta concepción n o p o lítica de la d em ocracia ejerció una profunda influencia sobre el pen sam ien to populista, pero, irónicam ente no fue ésta la última p alabra de C hern ysh evskii. En sus Cartas sin destinatario (cu y o destinatario, de h ech o, era A lejan d ro II), llegó a la conclusión de qu e la d em ocra tiza ción política era una con d i ción necesaria — y sine qua n on — para el verdadero progreso social en Rusia; p o r esta razón se puso ju n to a los liberales a c o modados de T v e r’ , q u e ped ían para Rusia una constitución lib e ral. La censura zarista, sin em b a rgo, n o perm itió la publicación de las Cartas, y C h ern y h ev sk ii, d esde su ex ilio siberiano, no pudo continuar influenciando la id eolog ía del m ovim iento revolu cion a rio ruso. Según las m em oria s de S takhevich, que se reunió con Chernyshevskii en la zon a pen iten ciaria de A lexan drovsk, los compañeros de p resid io d e C hern ysh evsk ii, incluido el propio autor de las m em orias, fu e ro n cog id os p or sorpresa cuando le oyeron la afirm ación sigu iente: Repetís que la libertad p olítica n o alim enta al ham briento. P ero tom em os como ejemplo el aire, y p regu n tem os: ¿P u ed e alim entar a un h om bre? Por supuesto que no. Y sin em b a rg o, sin alim ento el hom bre puede so b re v i vir algunos días m ientras q u e sin aire n o pu ede vivir por más de diez minutos. Igual que el aire es n ecesario para la vida del organism o hum ano, asi lo es la libertad política para el n orm a l funcionam iento de la sociedad.*
La evolución de las ideas políticas d e C h e r n y sh e v s k ii se antj cipo, por así decirlo, a la e v o lu ció n d e l p o p u lis m o revolucionar^ de los setenta. Verem os cóm o los pop u lista s, b a jo la p re sió n de sil propia experiencia revolucionaria, se v ie r o n fo r z a d o s a reconocer finalmente la prioridad del cam bio p o lític o s o b r e la s tareas sociales del movimiento. El problema de la relación en tre lo p o lític o y lo s o cia l no era como podemos ver, un problem a n u e v o . T a m b ié n la generación de los sesenta le prestó su aten ción ; lo re a lm e n te n u e v o fue la convicción de que los ob jetiv os p o lítico s y so cia le s eran, en las condiciones rusas, no sólo distintos, sino in clu s o o p u e s to s entre sí Los revolucionarios de la antigua T ierra y R e fo r m a — una organi zación inspirada por C hernyshevskii, H erzen y O g a ré v — propu sieron objetivos políticos tales com o, p o r e je m p lo , la convocatoria de la Asamblea de la Tierra, y n o v ie ro n en e llo una traición o un olvido de los objetivos sociales de la r e v o lu c ió n . El rechazo de la lucha política y la actitud negativa h acia la lib e rta d política no prevalecieron en el m ovim iento re v o lu cio n a r io ru so antes del principio de los años setenta. Esta prevalencia fu e la resultante d e m u ch a s causas. D e éstas, la más inmediata y obvia fu e la influencia d e B a k u n in , q u e ya se había convertido en líder y je fe te ó rico d el a n a rq u ism o interna cional. Se opuso a M arx y al P artido S o cia l D e m ó cra ta Alemán sobre la base de que los socialistas n o d e b e ría n h a b e r participado en ninguna lucha política; no deberían h a b er lu ch a d o p o r escaños en el parlamento burgués, sino que h ubieran d e b id o intentar la derrocación absoluta de toda form a de p o d e r p o lítico . T o d a la im portancia que se diera a los problem as m era m en te p o lítico s era, a sus ojos, una form a de apostasía, una ca p itu la ción ante el trivial radicalismo burgués. D esde su punto de vista era p re fe rib le la autocracia rusa a una república bu rguesa: b a jo un d om in io au tocrético, el pueblo no se inm iscuye en la p olítica, el E stado es para el pueblo una fuerza externa, m ientras q u e en una rep ú b lica , la idea de Estado y el deseo de participación en la vida política se introducen profundamente en su con cien cia, h a cién d oles menos receptivos al anarquismo. Sin em bargo d eb ería m os a ñ adir que, aunque los populistas aceptaron el a p oliticism o de B aku n in , los motivos que les llevaron a ello fu eron sen siblem en te diferentes, pues no se trataba tanto el problem a del E stado c o m o el del capitalismo, lo que resultaba para ellos de extraord in aria im p or tancia.87 Otro factor fue la peculiar psicología de los a com od a d os de conciencia inquieta, expresada de form a e x celen te en las Cartas históricas de Lavrov. Los m iem bros del círcu lo de los “ eh a ik ov skistas” — la mayor organización populista de p rin cip ios de los
ofios setenta— se ca ra cte riz a ro n p o r una extrem a intensidad de espíritu é tico ; 88 su s a sp ira cion es d e pureza y sacrificio total se expresaron en o ca sio n e s en una term in ología de carácter religioso, hallando fin a lm en te u na v á lv u la de escape en la enseñanza reli giosa del “ D e o -H u m a n is m o ” .80 U n espíritu sim ilar de apostolado pararreligioso ca ra cteriz a b a a los m iem bros del círcu lo d e D o l gushin. F le ro v sk ii, c o n q u ie n habían entrado en contacto, los comparaba a lo s p r im e ro s cristia n os y escrib ió para ellos el m ani fiesto de una n u e v a r e lig ió n : una relig ión de la igualdad.1*0 El rechazo d e la lu ch a p o lítica fu e p ara estos jóven es una form a de saldar su d eu da c o n el p u e b lo . E ra un acto de autoabnegación, un acto d e a u to rre n u n cia en fa v o r del p u eb lo, para el que, según pensaban ellos, la lib e rta d p o lítica era algo com pletam ente ca rente de sen tid o y v a lo r. M ija ilo v s k ii, qu e tanto éxito había tenido al form ular en sus a r tícu lo s leg a lm en te p u blicados los problem as actuales y lo s d ilem a s d e l m o v im ien to revolu cion a rio, lo definió como una v icto r ia d e la co n cie n cia (el sentim iento del deber moral) so b re el h o n o r (e l sen tim ien to d e los derech os p rop ios). En su e x ce le n te a rtícu lo s o b r e la n ov ela de D ostoievskii El p o seído, e x p re só esta gra titu d de la sigu iente form a: Para el hombre que ha saboreado el fruto del árbol del conocimiento general-humano, nada más atractivo que la libertad política, la libertad de conciencia, libertad de expresión y libertad de prensa, libre intercam bio de ideas, mítines políticos libres, etc. Y, naturalmente, queremos todo esto. Pero si los derechos que esta libertad nos ofrece han de servir para prolongar el dominio de la fragante, coloreada flor sobre nosotros, en tal caso ¡rechazamos estos derechos y esta libertad! ¡Maldigámoslos si sólo nos sirven para aumentar nuestra deuda con el pueblo en lugar de per mitimos saldarla!... A l reconocer la prioridad total de las reformas sociales, renunciamos al aumento de nuestros derechos y libertades, pues vemos estos derechos como instrumentos para la explotación del pueblo y la mul tiplicación de nuestros pecados.01 La triste c o n v ic c ió n d e q u e el aum ento de los derechos p o lí ticos y civ iles d e la in tellig en tsia redu ndaría en un aum ento de su deuda co n el p u e b lo se basaba en una aguda apreciación del hecho de q u e la lib e rta d p o lítica según el m od elo inglés había estado vin cu la d a al d e sa rro llo d e l capitalism o. L os libros de F le rovskii (La situ a ció n d e la cla se o b rera en R usia, 1869, y El alfa beto de las cien cia s s o cia les , 1871) ju ga ron un im portante papel en la crea ción d e la im a gen p opulista del capitalism o y de la libertad p olítica b u rg u esa . F le ro v s k ii estuvo en contacto con los que entonces era n lo s d os p rin cip ales centros del m ovim iento populistas; co n e l c ír c u lo d e los chaikovskistas y el de los d o lgushinistas. L a ju v e n tu d pop u lista qu ed ó profundam ente im pre sionada p o r los a rtícu los p u b lica d os en el diario “ A nales de la
Patria": el articulo de M ijailovskii ¿ Q u é e s el p r o g r e s o ? y también los de Eliseev, que atacó con veh em en cia a la p lu to cra cia e inter pretó el sistema parlam entario c o m o e l in stru m en to id ó n e o para el dominio brutal ejercid o p o r la clase b u rg u esa ,9- y — finalmente pero no en último lugar— la influencia d e M a rx , c u y o Cap¿taj (vol. I) había sido difundido co n gran p ro fu s ió n e n los círculos populistas, incluso antes de p u b lica rse la e d ic ió n ru sa (1872) influencia que tuvo una especial im p orta n cia . El m ism o Marx (a diferencia de Bakunin) tu v o siem p re p re s e n te la lu ch a polí tica: los populistas rusos, sin em bargo, p o d ía n in te rp re ta rlo fácil mente según su prop io estilo: la tesis d e M a rx d e q u e la super estructura política sirve siem pre a los in tereses d e la cla se dom i nante, sus denuncias de la h ip ocresía lib era l, su ce rte ra crítica a la democracia burguesa form al, to d o esto p o d ía se r interpre tado com o argum entación p od erosa d e la p rio rid a d d e lo s cam bios sociales (económ icos) sob re los p olíticos. La evolución ideológica del m ov im ien to r e v o lu c io n a r io se de sarrolló paralelamente a los n u ev os p ro ce so s d e la econ om ía y de las relaciones sociales del cam po ruso. P o c o s a ñ os d espu és de la abolición de la servidu m bre, los cam p esin os ru sos em pezaron a sufrir las nuevas form as capitalistas d e e x p lo ta c ió n que, en unión de los restos del sistema c o r v é e y co n un m a y o r p resu puesto financiero em peoraron su p rop ia situación a n terior. A dem ás de la explotación intensificada p o r parte de los terratenientes, apareció una nueva clase de ex p lota d ores in sa ciab les: lo s lla mados kulaks o m iroeds, capitalistas u rbanos y u su reros, ágil mente descritos en el libro de F ierov sk ii. R esu lta bastante comprensible que el m ovim iento rev o lu cio n a rio d e m o crá tico rea c cionase ante estos procesos desarrollando los asp ectos an ticapi talistas de su ideología y aum entando la id ea liza ción d e la supuesta igualdad socialista del mtr cam pesino. La verdadera explosión de esta fe rom ántica en los instintos socialistas del cam pesinado ruso fu e el gran m ov im ien to Ir hacia el Pueblo en 1873-1874. V enturi lo ha llam ado un a cto cole ctiv o rousseauniano.93 Siguiendo el ejem plo de los ch a ik ovsk ista s y de los dolgushinistas, cientos y m iles de jóven es, h om b res y m ujeres, ataviados con ropas campesinas y sin plan p re v io algu n o, a veces sin haberse consultado siquiera entre sí, m arch aron a los p u eblos para saborear la vida auténtica, saludable y sencilla. E l d eseo de mezclarse entre la gente era tan fuerte que algu n o de ello s había hecho un sincero intento de convertirse al cristianism o o rtod ox o. Por ejemplo, Aptekman, un judío, d ecidió con v ertirse a la d o c trina ortodoxa y después del bautism o se sintió, literalm ente, r e novado.**4 El entusiasmo que acom pañó al m ovim iento Ir hacia el P u eblo
era — según el te stim o n io unánim e de sus participantes— algo único, sin p r e ce d e n te s e irrep etib le. S ergei K ravchinskii lo des cribe así: Nada parecido se ha visto antes o desde entonces. Era una revelación más que una propaganda. A l principio el libro, o el individuo podían mostrar la pista de su origen, de modo que podía saberse que tal o cual individuo había sido impulsado a unirse al movimiento; pero algún tiempo después, esto resultaba imposible. Era un poderoso clamor que nadie sabía de dónde venía, llamando a los predispuestos a apuntarse al movimiento, al gran trabajo de la redención del país y de la humanidad. Y los predispuestos, oyendo este clamor, se levantaron cubriéndose de pena e indignación por su pasado, abandonando sus casas, riquezas, hono res, familia, entregándose al movimiento con una alegría, un entusiasmo, un fervor, que uno sólo experimenta una vez en la vida. Y cuando esto se pierde, es para nunca volver a encontrarlo... No era un movimiento político. Más bien se parecía a un movimiento religioso, del que tenía todo el carácter contagioso y absorbente. La gente no sólo pretendía un objetivo práctico distinto, sino que buscaba asimismo la satisfacción de un senti miento interno del deber, una aspiración hacia su propia perfección moral.*5 Entre los q u e p a rticip a ro n en el m ovim ien to pueden distin guirse dos g ru p o s g e n e ra le s: lo s bakuninistas y los lavrovistas. Los orígenes d e esta d ife re n c ia c ió n se rem ontan a los fines de la década de 1860 — lo s a ñ os de la interesante controversia sobre el valor d e la e d u c a c ió n y la cien cia d esde el punto de vista de la causa rev olu cion a ria . B a k u n in , en el diario de los em igrados “ La Causa d el P u e b lo ” (1868) a con seja b a a la ju ven tu d rusa aban donar sus escu ela s y u n iv ersid a d es, ya que éstas eran una mera forma d e e x p lo ta c ió n d e las m asas. En una época revolucionaria, argumentaba, a p re n d e r es u na o cu p a ción im procedente; los re v o lucionarios n o n e ce sita n la cie n cia oficial, que sirve a los intereses de la clase d om in a n te y a cre cie n ta la desigualdad social. N echaev y Tkachév 96 com p a rtía n las m ism as ideas; entre los chaikosvskistas fu eron sosten ida s p o r el jo v e n p rín cip e K ropotkin , el cual en su estudio p ro g ra m á tico s o b re El ideal d e la sociedad futura, postulaba la liq u id a c ió n tota l d e cu alqu ier tipo de institución de educación su p e rio r, p r o p o n ie n d o en su lugar talleres-escuela abiertos, q u e co m b in a ría n el estu dio con el trabajo, im pidiendo así la separación d e l tr a b a jo in telectu al y el trabajo físico. Creía que estas escu ela s p o d r ía n desarrollarse con gran rapidez y o b tener incluso m e jo r e s resu lta d os en la educación que en las mejores u n iv ersid a d es existentes. Este desm esurado desprecio por la ciencia oficial se c o n v ir tió en ocasion es en una actitud desde ñosa por la e d u c a c ió n y la cien cia com o tales. N o es, pues, de extrañar q u e L a v r o v , q u e era a un m ism o tiem po revolucionario y académ ico, cr e y e s e n e ce sa rio separarse de las ideas de Bakunin
sobre este tema y oponerse a ellas. L a m e jo r expresión de s postura la encontramos en su C on ocim ien to y R evolución artículo que se publicó en el prim er n ú m ero d e su diario de 10 emigrados "¡Adelante!” (1873). S En los inicios del movimiento Ir hacia el P u eb lo, las diferencias entre bakuninistas y lavrovistas quedaron, p o r así decirlo, bo rradas y allanadas por el elevado entusiasm o d e am bos; más tarde sin embargo, durante el trabajo diario entre los campesinos' reaparecían recrudeciéndose en alguna ocasión. L o s bakuninistas' que constituían la mayoría, representaban el ala romántica del movimiento: los lavrovistas, aunque de acu erdo con el entusiasmo general, estaban mucho más próxim os a la h erencia racionalista de los hombres de la Ilustración de los años sesenta. L os primeros apelaban a las emociones e instintos de los cam pesinos; los se gundos deseaban enseñarles a m oldear su conciencia. L os ba kuninistas fueron correctamente con ocidos com o los rebeldes; habiendo aceptado la tesis de Bakunin, que sostenía que los campesinos rusos estaban siempre dispuestos a alzarse en rebel día, iban a los pueblos, no a enseñar a sus habitantes, sino a impulsar su alzamiento; fueron principalm ente a Ucrania y a la región del Volga, esperando resucitar las tradiciones rebeldes de Sten’ka Razin y Pugachév. Los lavrovistas recibieron el nom bre de los propagandistas. Iban al pueblo con una pacífica propa ganda de ideas socialistas, esperando educar a los campesinos, preparándoles de este modo para una futura y consciente revuelta socialista. Tanto los bakuninistas com o los lavrovistas sentían un gran aprecio por la comuna campesina. L os segundos, por su parte, se sentían mucho menos inclinados a idealizar sus rasgos arcaicos, antediluvianos. Al igual que C hernyshevskii y Lavrov, no apreciaban tanto las formas existentes de vida com unal como la potencialidad socialista que le atribuían. A m bas corrientes rechazaban la lucha por la libertad política. Sin embargo, los lavrovistas, a diferencia de los bakuninistas, se m ostraban muy favorables al Partido Socialdemócrata alemán, a pesar de su obvio carácter político. Plejanov, que había empezado su carrera revo lucionaria como bakuninista convencido, expresó más tarde: “ Su propaganda [la propaganda de los lavrovistas] fue probablemente más razonable que la nuestra.” 88 Hablando de los bakuninistas, Plejanov ha dicho con gran acierto que enseñaban el bakuninismo siguiendo la moda rusa.08 La palabra anarquismo no es una definición adecuada de la ideología de los seguidores rusos de Bakunin. Tomaron de Baku nin lo que necesitaron: en primer lugar su alto aprecio por Jas formas arcaicas de protesta social, tales como las rebeliones cam pesinas y el bandidaje.100 Quedaron profundamente impresionados
por la afirm ación d e B akunin sobre el ideal popular ruso, pero sus actitudes hacia la com una campesina tendían a ser marcada mente m enos críticas que las de su maestro.101 El ideal arcaico de la falta de Estado fu e de h echo abandonado por ellos, reem plazándolo con un p ostu lado de descentralización y autogobierno; por ejemplo, K ra vch in sk ii afirmó explícitam ente que, para él, el anarquismo significaba solam ente federalism o.102 El antiintelectualismo de B akunin y su hostilidad hacia la civilización burguesa se fusionó en su id eología con una clara crítica populista al desarrollo capitalista y con los ideales federalistas de Shchapov.103 Los resultados d el m ovim iento Ir hacia el Pueblo fueron muy desalentadores. Sus jóv en es entusiastas fueron a menudo arres tados por la policía con la colaboración activa de aquellos a quienes deseaban preparar para la futura revolución o levantar en una inmediata in su rrección . L os campesinos rusos se mos traron m ucho m enos receptivos a las ideas socialistas de lo que habían creído los intelectuales revolucionarios. El movimiento populista había atravesado una gran experiencia; faltaba anali zarla y sacar conclusiones. Conclusiones a largo plazo y m uy características fueron las que sacaron algunos lavrovistas, principalmente su grupo de P etersburgo, el más coh eren te y al mismo tiempo el más inclinado al sectarismo pertinaz y doctrinario. A l perder su fe en el cam pesinado, dirigieron su actividad propagandística hacia los traba jadores industriales. D esarrollaron este trabajo de forma muy cauta, resaltando el trabajo educacional a largo plazo, separándose de acciones revolucionarias directas y condenando no sólo los disturbios y las algaradas, sino incluso las huelgas, puesto que las consideraban prem aturas. P o co después, en la segunda mitad de los años setenta, em pezaron a justificar su postura mediante apelaciones a la autoridad de M arx: puesto que la comuna cam pesina — argumentaba— es reaccionaria y está destinada a una disolución natural, la revolu ción socialista en Rusia debe pospo nerse hasta que el capitalism o y el proletariado industrial ruso hayan alcanzado un grado suficiente de desarrollo.10·* Debemos subrayar que com binaban esta teoría con una fuerte mezcla de las actitudes populistas tradicionales hacia la lucha política: la libertad política fue reconocida com o un estadio necesario de desarrollo, pero se resaltaba al mismo tiempo que luchar por ella era una de las tareas históricas de la burguesía, y que los socialistas deberían mantenerse al margen de esta lucha para poder de este m odo preservar su ideología de las contaminaciones que podía causar el idealismo burgués. Esta convicción les llevó, de forma m uy natural, a adoptar una actitud de esperar y ver, una peculiar filosofía de la inactividad.105
Esta caracterización no debe a p lica rse a tod os los lavrovistas —no todos los prim eros propagandistas se en contraron ante ta] callejón sin salida; m uchos de ellos, ju n to c o n los rebeldes, Se pasaron a las filas de la organ ización rev o lu cio n a ria Tierra y Libertad, creada a fines de 1876. In clu so el m ism o L a v ro v presentó desde un principio en su revista “ ¡A d e la n te !” una línea mucho más revolucionaria que la de sus seg u id o re s en R usia; esto pr0^ dujo una fuerte repulsa que finalm ente — al final de 1876, después de la asamblea de los lavrovistas en P arís— co n d u jo a una escU sión y a la liquidación de la revista d e L a v ro v . L a postura cuasimarxista a que llegaron algunos de sus se g u id ores hacia el fina] de los años setenta, se m antuvo ajen a al a u tor de las Carias históricas. Aunque éste estaba co n v e n cid o d e qu e la revolución debía prepararse cuidadosamente, nun ca r e d u jo el trabajo prepa ratorio a la mera propaganda. A p o y ó y estim u ló el trabajo revolucionario entre los trabajadores urbanos, sin p erd er la espe ranza en la potencialidad socialista de las com u n as campesinas. Deseaba para Rusia un socialism o agrario h a llan d o las condiciones previas en el desarrollo de las com u n as cam pesinas desde el estadio de la propiedad colectiva de la tierra hasta el estadio del cultivo colectivo de ésta. A l m ism o tiem p o comprendía Ja necesidad de una producción industrial m od ern a a gran escala y creía en la posibilidad de una in du strialización no capitalista en Rusia. Los argumentos que daba para d em ostra r tal posibi lidad se anticiparon en cierta m edida a la teoría de Vorontsov, aunque existía también una diferencia im p ortan te: en contraste con los populistas legales, el editor de “ ¡A d e la n te !” concebía la posibilidad de una industrialización n o capitalista sob re la base de su total dependencia del éxito p re v io de la re v olu ción socia lista.506 El programa de Tierra y Libertad, ela b ora d o p o r los primeros chaikovskistas que habían podido escapar del arresto, se basaba tanto en la experiencia de los rebeldes com o de lo s propagandistas. La plataforma común era resultado del con v en cim ien to de que los revolucionarios deberían actuar únicam ente entre el pueblo y a través del pueblo. Las principales razones de su escaso éxito las encontraron en la exageración bakuninista de la rebeldía de los campesinos y en las formas dem asiado abstactas y exce sivamente teóricas de su propaganda socialista. Este último re proche fue directamente dirigido contra los lavrovistas, pero tenía también en cuenta la experiencia de los bakuninistas, que habían llegado a la conclusión de que era errón eo em pezar la agitación revolucionaria entre los campesinos por un ataque general a los mismos fundamentos del orden social existente. Para evitar estos errores en el futuro, el programa de Tierra y L ibertad proponía
una reducción de las tareas actuales del m ovim iento hasta lim i tarlas con aquellas qu e arm onizasen con los deseos y necesidades del pueblo. N o es suficiente — p roclam ó K ravchinskii— despojar se del vestido alem án e ir a los pueblos con atuendos de cam pesino; no sólo los socialistas, sino también el mismo socialismo debe vestirse co n el tosco abrigo de los campesinos rusos.107 Vemos pues que el n u ev o program a fu e un intento de eliminar el intelectualismo abstracto y las utopías mediante el ajuste de los ideales socialistas a las ideas de los campesinos y a la realidad en que se insertaba. Éste fu e el origen del narodnichestvo en el estricto sentido h istórico de esta palabra. Posteriormente Z helya bov escribió so b re esto lo siguiente: Habiendo llegado a la conclusión de que las dificultades creadas por el gobierno hacen imposible imbuir con el socialismo la conciencia del pue blo, los socialistas se convirtieron en populistas... Decidimos actuar en nombre de los intereses de los que el pueblo ya se ha hecho consciente —no ya en el nombre de la doctrina pura sino sobre la base de los inte reses arraigados en la vida del pueblo, intereses de los que es consciente. Ésta fue la cualidad característica del narodnichestvo. Pasó de los sueños y de la metafísica al positivismo y se adhirió a la tierra (pochva). Ésta es la cualidad básica del narodnichestro.108 El nuevo m ovim ien to Ir hacia el Pueblo, iniciado por los revolucionarios de T ierra y Libertad, estaba mucho m ejor orga nizado que el p rim ero Según V era Figner, la nueva organización tendió desde bu en p rin cip io a sustituir los principios federalistas por el centralism o y la d irección efectiva.100 Las condiciones en que se desarrollaba la actividad clandestina hicieron que esta tendencia se forta leciera constantem ente hasta que, finalmente, Tierra y L ibertad se transform ó en una organización centralizada, militante. L enin en ¿ Q u é hacer? valoró m uy favorablemente este logro y lo m ostró com o un ejem plo para ser seguido por los marxistas revolu cion a rios rusos.110 El postulado de una organización fuertemente centralizada había sido ya exp u esto hacía tiem po por Tkachëv. Sin embargo, sus ideas, y especialm ente su minoritarismo revolucionario cono cido bajo el n om bre de jacobinism o o blanquismo eran incompa tibles con el prin cipio generalm ente aceptado de la acción a través del pueblo e igualm ente, p or supuesto, con el narodnichestvo de Tierra y L ibertad. D eseaba que el movimiento revolucionario tomara el cam ino de una conspiración tejida por los revolucio narios profesionales cu y o prim er objetivo sería la toma del poder político. En los m ovim ientos hacia el pueblo vio tan sólo una tremenda pérdida de energía y propuso, en contra de ellos, la idea de volv er a los m étodos de Nachaev, con quien había cola borado a finales de los años sesenta.111 Su revista “ The Tocsin"
"Nabat” invitaba a los re v o lu cio n a rio s ru sos a aprender d0 experiencias de las con sp ira cion es rev olu cion a ria s de la pri^^ mitad del siglo, recom en d á n d oles so b r e to d o la tradición de Bak!^ y Buonarroti. A sim ism o, m ostra b a u n gran aprecio por la Gy rienda revolucionaria y la h a b ilid a d con sp ira d ora de los p0la en los prim eros tres n ú m eros d e “ T h e T o c s in ” pu blicó un exte^ artículo sobre la con sp iración p a triótica q u e había dado origen30 la insurrección polaca d e 1830.112 En este con tex to parece s ig ^ cativo que sus más p róx im o s c o la b o ra d o re s (en el período em¡' grante de su vida) fuesen p o la co s : C a ro l Janicki y Kacpe' Turski.113 El pueblo — sostenía T k a ch é v — n o p u e d e liberarse a sí mism0 por sus propios esfuerzos. El a p o y o d e l p u e b lo es necesario parg la victoria de la revolu ción , p e ro es m ás im portan te una dirección fuerte y una acción bien organ izada p o r parte de la vanguardia revolucionaria. El trabajo p re p a ra torio en tre el pueblo no tiene sentido; es meramente una m anera d e e v a d ir la acción germinamente revolucionaria, una oportu n a ev a sió n de los revolucionarios reaccionarios. La revolu ción en R usia n o p u ed e posponerse, ya que sus posibilidades dism inuyen co n el paso del tiempo. Hoy el Estado ruso es absolutam ente a b su rd o y absurdam ente absoluto, pues no está arraigado en la socied a d y le falta un verdadero apoyo; está suspendido en el aire; 114 m añana, transformándose en constitucional y m oderado, será capaz d e ganarse una fuerte base social; hoy la burguesía rusa es déb il, y el capitalismo ruso está todavía en su estadio inicial; m añana tal v e z sea demasiado difícil extirpar la semilla burguesa de la tierra rusa. Este diagnóstico se adaptaba al ánim o im pacien te de los bakuninistas, siempre prestos a enrolarse en una a cción revolucionaria directa; sin embargo, y por otra parte, las ideas d e Tkachév sobre el pueblo y su visión de la sociedad constituida, moldeadas por el estado totalitario revolucionario, estaban diam etralm ente opuestas a la fe bakuninista en la espontaneidad y a su ideal de una federación libre de comunas autogobernadas. L a com una campe sina —argumentaba Tkachév— no pu ede en gen d rar el socialismo; las autárquicas y cerradas com unidades ru rales pertenecen a formas más conservadoras y estacionarias de vida social y no se encuentra en ellas ningún germen de desarrollo progresista. El colectivismo, el comunismo innato del cam pesinado ruso, puede facilitar grandemente la transformación revolu cion aria de la so ciedad, pero no constituyen una base adecuada para el socialismo. El pueblo por sí solo no será capaz de crear una sociedad dinámica y progresista; ni tan sólo sería capaz de perm an ecer fiel a sus viejos ideales y defenderlos contra fuerzas sociales hostiles.115 La tarea de la vanguardia revolucionaria no puede, p o r consiguiente,
reducirse al d e rro ca m ie n to d el absolutism o. El partido revolu cio nario debe tom a r y fo rta le ce r el p od er absoluto del Estado ruso para hacer d e él un p o d e ro s o instrum ento de la dictadura revolu cionaria y u tilizarlo para una transform ación completa de toda la vida social. L a a u torid a d d el partido revolucionario dirigiendo el Estado r e v o lu cio n a rio d eb e reem plazar, para el pueblo ruso, la autoridad de su m ítico zar. Entre los m iem b ros d e T ierra y Libertad la actitud hacia Tkachév era, co m o n orm a, declaradam ente negativa: le acusaban, a menudo, de co m p ro m e te r el m ovim iento revolucionario ruso y de traicionar la cau sa d el p u e b lo en beneficio de sus propias ambiciones p olíticas. S in em bargo, y a pesar de esto, algunas de las ideas de T k a c h é v a celera ron entre los revolucionarios el proceso de d ife re n cia ció n de T ierra y Libertad. La influencia de éstos había sid o un instrum ento en la cristalización de una nueva corrien te d en tro d el m ovim ien to — la corriente que procla maba que tra b a ja r en tre e l p u e b lo debería dar paso a una lucha política sistem ática y b ie n organizada contra la autocracia. Este desganado a b a n d on o de las posiciones puramente popu listas (populistas en el sen tido estrictam ente histórico de la pa labra) tu vo su orig e n tanto en los éxitos parciales com o en el fracaso global d el seg u n d o m ovim ien to Ir hacia el Pueblo. Los revolucionarios, qu e se h abían asentado en rem otos pueblos como médicos rurales, m aestros o artesanos, con el propósito de ayudar a los cam pesinos en su vid a diaria y organizar su resistencia frente a los terratenientes, los kulaks y los oficiales de la admi nistración local, p od ía n ciertam en te alegar que habían obtenido muchos resultados p ositiv o s; p ero se veían obligados al mismo tiempo a adm itir qu e era im posible una continuación realmente efectiva de su tra b a jo , en las con dicion es políticas existentes. Su experiencia ha sid o con sid era d a en las m em orias de Vera Figner: Vimos que estaba p erd id o nuestro asunto en el campo. En nosotros, el partido revolu cion a rio ha su frid o una segunda derrota. Y en esta oca sión no era p orq u e sus m iem b ros estuviesen faltos de experiencia; no era debido a un program a abstracto qu e apelaba a la gente con objetivos que no les concernían o con ideales inaccesibles; no era porque habíamos pues to excesivas esperanzas en el clim a de preparación de las masas. No, no, tuvimos que abandonar el escenario sabiendo que nuestro programa era vital, que nuestras dem andas se correspondían con una respuesta real en la vida de la gente. L o q u e faltaba era libertad política.'17
Esta amarga v isión d e la ineficacia de los métodos de lucha puramente populistas — en su acepción más estricta— llevó a los revolucionarios a d ed ica rse al terrorism o político. En enero de 1878, una m uchacha, V e ra Z a su lich , disparó sobre el general T repov, gobernador de San P etersbu rgo, para vengar a los revolu
cionarios que habían sido azotados en la cá rce l; utilizando ]a terminología de M ijailovskii, pod em os d ecir qu e, con este acto, el movimiento revolucionario de los años setenta hizo el cambio pasando de una lucha en n om bre de la con cien cia a una lucha en nombre de su propio honor. En m ayo, u n gen darm e, el coronel Heyking. fue asesinado en K ie v ; en agosto, K ra v ch in sk ii, ayudado por Barannikov, asesinó al general M ezen tsov, je fe d e la Tercera Sección de la policía secreta, valiéndose de un p u ñal; el 2 de abril de 1879 A lexander S olov’év, habiendo p revia m en te inform ado a la organización Tierra y Libertad, p ero sin ayu d a d e ésta, intentó asesinar al zar; pocas semanas después, una organ ización terrorista autónoma conocida con el nom bre de M u erte o L ibertad se había constituido dentro de Tierra y Libertad. L a n ueva corriente no fue aprobada por los narodniki ortod ox os, qu e unidos en torno a Plejanov. acusaban a los terroristas de aban donar el trabajo entre el pueblo y de traicionar el prin cipio tra d icion a l de la máxima prioridad a las tareas “ sociales” . Bastante d iferen te — casi entu siasta— fue la opinión de la revista ja cob in a “ T he T ocsin ” : aun que Tkachév se mostraba bastante escép tico resp ecto al terroris mo, la mayoría de sus seguidores, especialm en te T urski, vieron en él la m ejor manera de conseguir la desorganización y el derrocamiento del aparato estatal existente. P e ro la principal ven taja del terrorismo fue — desde el punto d e vista ja cob in o— el hecho de que significaba una considerable red u cció n del trabajo en el campo y una concentración de las fuerzas revolucionarias en una organización altamente centralizada, m ilitante y clandes tina. Plejanov ha indicado con acierto que los editores de “ The Tocsin” tenían buenas razones para alegrarse de esto. En 1879 estaban todavía en una buena posición para re co n o ce r el fracaso del movimiento hacia el pueblo y h acer la siguiente afirmación: Nosotros fuimos los primeros en señalar la inevitabilidad de este fra caso, fuimos los primeros en invitar a nuestra juventud a que abandonase este camino pernicioso y anturevolucionario y regresara a la tradición de la acción revolucionaria directa conducida a través de una organización revolucionaria centralizada y militante [esto es, la tradición de Nechaev], Y no gritábamos en el vacío.11· La transición al terrorismo iba a m enudo acom pañada de dudas y escrúpulos. Muchos miembros dirigentes de T ierra y Libertad aceptaban la necesidad del terrorism o, p ero trataban, al mismo tiempo, de mantenerse fieles a los principios del narodnichestvo. Altamente significativo a este respecto fue uno de los artículos de Kravchinskii publicado en el prim er núm ero del órgano clandes tino del partido (otoño de 1878)-110 El valiente asesino prevenía a
slls camaradas del p e lig ro de un e x ce siv o entusiasm o p or el te rrorismo. Debemos recordar —escribió— que éste no es el camino apropiado para lograr la liberación de las masas trabajadoras. El terror no tiene nada en común con la lucha contra los cimientos del orden social existente. Contra mía clase sólo puede levantarse otra clase; sólo el pueblo puede derrocar C1 sistema [social]. Por consiguiente, la parte principal de nuestras fuerzas debería trabajar entre el pueblo. Los terroristas son únicamente un desta camento defensivo cuya tarea consiste en proteger a los revolucionarios, que están trabajando entre el pueblo, de los golpes bajos del enemigo. La concentración d e todas las fu erzas revolu cion arias en la lucha política con tra el E stado existen te pod ía escon d er el serio peligro de abrir el ca m in o a la bu rgu esía, qu e — com o ha sido probado por la su erte q u e han su frid o las revolu cion es políticas en Occidente— m u estra sie m p re una gran habilidad en la u tili zación de los éx ito s a p aren tes d e la r e v o lu ció n para sus prop ios fines. Para p rev en ir esto, el p a rtid o rev olu cion a rio d ebería ase gurar para sí el a p o y o a ctiv o d el p u e b lo , crean d o p or consiguiente una fuerza que fu era capaz d e u tilizar la libertad política o b te nida por la rev o lu ció n p olítica p a ra lanzarse a una efectiva lucha social contra la b u rguesía. Sin em bargo, ni el a rtícu lo d e K ra v ch in sk ii ni la n ueva v e r sión del program a d el p a rtido, e la b ora d o en 1878,120 pu dieron salvar la unidad d e T ie rra y L ib erta d . D espu és d el intento de Solov’év, P lejan ov y P o p o v , a ctu a n d o en n om b re de los n arodniki ortodoxos, p idieron la in m ediata co n v o ca ció n d e una asam blea general del partido. S u p e tició n fu e aceptada y la asam blea general, precedida p o r e l e n cu e n tro de los inn ovadores, en L ipetsk, fue abierta en V o r o n e z h el 24 de ju n io de 1879. L os in n o vadores esperaban q u e la v icto ria fu e ra para sus oponentes, p ero resultó ser al revés. S e c r e ó una situ ación m u y fa v ora b le para ellos a causa de la rig id e z d ogm ática d e P leja n ov qu e al n o recibir una respuesta a d ecu a d a a su ataque al terrorism o m on tó en cólera y aban donó la reu n ión . Este su ceso resultó m u y aflic tivo para los participantes, p e r o les perm itió llegar a un co m p ro miso: ambos tipos d e a ctiv id a d rev olu cion a ria fu eron ratificados por la reunión y al te rro rístico C om ité E jecu tivo se le con ced ió una total autonomía. Sin e m b a rg o, el com p rom iso fu e harto frágil. Hacia octubre de 1879, la escisión existente fu e form alm ente reconocida y T ierra y L ib e rta d d e jó d e existir. L os narodniki ortodoxos (a los que se ju n tó, co n gran disgusto p or parte de los innovadores, V era Z a su lich ) cre a ro n una organ ización separada bajo el nombre de R ep a rto N e g ro (C h e m y i p e r e d e l); este n om bre significaba, literalm ente, un rep a rto igual de toda la tierra entre el pueblo negro, esto es, en tre los cam pesinos. L os in n ovadores
¿
adoptaron el nombre Narodnaya v olya que, d eb id o a la ambigye dad de la palabra volya, significaba al m ism o tiem po la volunta del pueblo y la libertad del pueblo. D e esta form a incluso ej nombre de la antigua organización fu e dividido. V era Figner repitiendo la observación de M orozov, escrib ió sob re este asunto·' " Chemyi peredel tomó la ‘T ierra’, nosotros tom am os la Libertad v cada fracción siguió su propio cam ino” .121 Fue fácil para La Voluntad del P u eb lo asegurarse la hege. monía absoluta en el m ovim iento revolu cion ario gracias al sentí, miento casi universal de que el trabajo entre el p u eblo no había conseguido ningún resultado duradero. La organización Reparto Negro pasó a un plano m uy secundario, perdiendo incluso terreno cuando una denuncia hecha por un traidor ob ligó a sus dirigentes a emigrar. La innovación teórica de La V olu ntad del Pueblo con sistía en la idea de que las tareas políticas debían tener prioridad a las tareas sociales, e intentaron justificar esta postura haciendo referencia a las características específicas del Estado ruso. El jefe teórico del partido, L ev T ijom irov, vio claram ente que, en la lucha de clases que se desarrollaba, el Estado ruso no podía permanecer neutral, estando sus intereses estrecham ente vincu lados a los intereses de los privilegiados. P or otra parte, no desea ba abandonar la optimista idea de que el Estado ruso carecía de una fuerte base social, por lo que estaba, utilizando la expre sión de Tkachév, suspendido en el aire. En una palabra, deseaba probar que el Estado ruso apoyaba decididam ente a las clases poseedoras sin estar, a cambio, decididam ente apoyado por ellas. Esto era posible utilizando la concepción de la llamada “ Escuela Estatal” en la historiografía rusa (S. S olov’év, B. Chicherin) que defendía en la historia rusa, a diferencia de la historia de Occi dente, el Estado había sido siempre una fuerza completamente independiente y no un mero instrumento de las clases sociales existentes, sino más bien el creador de ellas, el supremo orga nizador del conjunto de la vida social.12- S olov’év y (especial mente) Chicherin sacaron de esto la conclusión de que el Estado era, y continuaría siendo, la fuente principal de iniciativa y el motor principal del verdadero progreso en la vida rusa; los teóricos de La Voluntad del Pueblo utilizaron su teoría para probar la tesis de que en las condiciones rusas la lucha contra las clases poseedoras (incluyendo a la burguesía) debe necesaria mente convertirse en una lucha política. Conclusión lógica puesto que partía de la premisa de que la burguesía y las clases acom o dadas rusas habían sido engendradas por el Estado y permanecían en entera dependencia respecto a él. En un artículo programático titulado Las tareas de La Voluntad del P ueblo se afirmaba lo siguiente: “ Cualquier intento de hacer algo en favor de los
¡„tereses de las m asas n os em puja necesariamente a enfrentarnos con el gobierno. P o r con sigu ien te nuestra actividad asume un carácter político.” 12:i La aceptación del p ostu lado de una lucha política no excluía, por supuesto, diferencias im portantes en su interpretación. Según plejanov, dos tendencias se oponían en el seno de La Voluntad ¿el Pueblo: la ten den cia constitucional representada por Zhelya bov y la tendencia blanquista (jacobin a) hacia la que se inclinaba Tijomirov.121 Es factible aceptar esta idea. Pero debemos aña dir. no obstante, qu e T ijo m iro v estaba m uy lejos del blanquismo consecuente, sien do m ucho más consecuente, a este respecto, otro m iem bro d el com ité ejecutivo, Mariya Oshanin, discípula del veteran o ja co b in o ruso P. G. Zaichnevskii y ar diente seguidora d e las ideas de T kachév.125 Según Z h ely a b ov , desviar el m ovim iento hacia la lucha polí tica significaba fo rja r una alianza con todas las fuerzas sociales que deseaban d erroca r o lim itar el absolutism o ruso, y en primer lugar con los liberales. El o b je tiv o de esta alianza debía ser la instauración de un g o b ie rn o representativo y la introducción de la libertad política, lo qu e ofrecería a los socialistas un terreno legal en el que podría desarrollarse su lucha en nombre de los intereses econ óm icos d el pu eblo. M ijailovskii puso los cimientos teóricos de esta con ce p ció n en una serie de artículos titulados Cartas políticas de una socialista y publicados (de forma anónima, por supuesto) en la revista “ V oluntad del Pueblo” en 1879. Se opuso a las ideas qu e hasta hacía m uy poco él mismo había defendido, utilizando el argum ento de que en las condiciones rusas la libertad política podía con vertirse en un arma en favor de las fuerzas antiburguesas: la burguesía rusa, a diferencia de la bur guesía francesa del siglo x v m , era, afortunadamente, demasiado débil todavía para instaurar su dom inio de clase después del derrocamiento del absolutism o ruso. La interpretación que dio T ijom irov no era tan clara. Se ha llaba entre el populism o (en el estricto sentido de la palabra) y el blanquismo. A diferencia de Z helyabov, éste puso el énfasis en la toma del p od er, en una acción determinada llevada a cabo por la vanguardia revolu cion aria y no en la amplia alianza con los liberales. Sin em bargo, y por otra parte, rechazaba la idea de Tkachév de una dictadura post-revolucionaria de larga dura ción. Según T ijom irov los revolucionarios debían tomar el poder para retenerlo únicam ente hasta el momento en que una revo lución popular espontánea estallase. A pesar de estas diferencias, todos los miembros del partido estaban de acuerdo en que el camino más corto para derrocar el absolutismo era el asesinato del zar. Y verdaderamente se
hicieron todos los esfuerzos posibles para conseguir este fin. l dos primeros intentos —el intento de volar el tren del emperaj03 y la explosión en el palacio de Invierno cuidadosamente prep°r rada por Stepan Jalturin— habían fracasado, pero el tercer intento tuvo éxito. El primero de marzo de 1881 A lejandro II fu asesinado por el estallido de una bom ba que arrojó un miembro de La Voluntad del Pueblo, Ignacy H ryniew iecki, un polaco nacionalizado ruso. Sin embargo, las esperanzas de los revolé cionarios quedaron amargamente truncadas. Su acción no pro_ vocó el caos y los disturbios revolucionarios sino, por el contrario la consolidación de la autocracia; en lugar de instalarse la liber tad política, sobrevino el más extrem o dom inio de la reacción; en lugar del esperado gran aumento de la fuerza y popularidad del partido, el asesinato del zar fue seguido por una eficaz acción represiva que, en la práctica, puso fin a su actividad revolucio naria dentro de Rusia. El Comité E jecutivo o, con m ayor pre cisión, aquellos miembros de él que lograron burlar el arresto, enviaron al nuevo zar una carta (escrita por Tijom irov y modificada en algunos detalles por M ijailovskii) en la que le exhortaban a convocar a los representantes de todo el pueblo ruso para reconstruir el sistema estatal existente, de forma que pudiera evitarse en el futuro una sangriente revolución. Se in cluía en esta carta una declaración solem ne en la que el partido revolucionario afirmaba que se sometería incondicionalmente a las decisiones de una Asamblea Nacional librem ente elegida.120 Sin embargo, Alejandro III prefirió desarrollar una política que excluía cualquier esperanza de una evolución pacífica de la mo narquía rusa. El 3 de abril de 1881 los principales organizadores y autores materiales del asesinato — Rysakov, Zhelyabov, Mijailov, Kibalchich y Sof’ya Perovskaya— fueron ahorcados (Hrynie wiecki murió a causa de la bomba que él mismo arrojó). Durante las audiencias sólo Rysakov, un joven de diecinueve años, desfa lleció. El valeroso comportamiento del resto, especialmente el coraje de Zhelyabov y Sof’ya Perovskaya, asombró a los jueces y se ganaron la admiración del mundo entero.
4.
El privilegio del atraso
La Voluntad del Pueblo había sido vencida, pero para los revolucionarios rusos no se operó un retorno a su primitivo, siem pre más aparente que real, apoliticismo. El último reducto del apolítico narodnichestvo ortodoxo —la organización de Plejanov Reparto Negro— había dejado de existir en 1881; poco después sus antiguos miembros adoptaron la postura socialdemócratn y
crearon en el exilio, en 1883, la prim era organización marxista ¿el movimiento rev olu cion a rio ruso — el grupo llamado Emanci pación del T rabajo. El m ism o año, Plejanov había publicado su primer libro m arxista titulado Socialism o y lucha política, en el qUC trató de dem ostrar qu e la revolu ción social en Rusia debía estar y estaría precedida p or la revolu ción política. De este modo, a principios de los años ochenta, la idea de la lucha política había sido aceptada por todas las corrientes del movimiento revolucio nario ruso. En su lu gar n ació otra disputa: el debate sobre la interpretación de la lu ch a política sobre el factor tiempo de las ¿os revoluciones, la política y la social. El grupo de Plejanov ¡ sostenía la idea de qu e el derrocam iento del absolutismo sería i necesariamente una re v o lu ció n burguesa y que ésta debería sepa- ^ rarse de la futura re v o lu ció n social por un período de tiempo suficientemente la rgo co m o para asegurar el completo desarrollo ¿el capitalismo ruso. L o s supervivientes de La Voluntad del pueblo opusieron a esta idea la afirm ación de que la evolución política en Rusia sería el prim er paso de la revolución social y que los cimientos del socialism o podían ser colocados en Rusia inmediatamente después d el derrocam iento del absolutismo za rista. Esto no significa, sin em bargo, que el viejo apoliticismo popu lista hubiera desaparecido p o r com pleto del escenario histórico. £1 populismo revolu cion a rio había tom ado una orientación polí tica, pero, aparte de él, existía tam bién una corriente socialreforniista del populism o, y para esta corriente los años ochenta no fueron un período de crisis sino, p o r el contrario, el período de mayor desarrollo. L os estudiosos rusos del populismo acostum braban, y todavía acostum bran, a llam ar a esta corriente el popu lismo liberal. Sin em bargo, este nom bre es inapropiado, tanto desde el punto de vista p olítico com o desde el punto de vista económico: parece m u ch o m e jo r definirlo com o un populismo, legal no revolucionario. L o s representantes de esta corriente, aunque eran apolíticos en un sentido m ucho más literal que los revolucionarios, no abogaban en absoluto por el sistema parla mentario liberal. En la econ om ía política, el liberalismo era para ellos un verdadero espantajo, un sinónim o de la más ruda explo tación capitalista a la que ellos com batían en nombre de los intereses del pueblo, sin d iferir a este respecto de los populistas revolucionarios.1"-7 Eran liberales únicamente en el sentido amplio y específicamente ruso de esta palabra — en el sentido de desear un progreso no revolu cion ario m ediante reformas sociales dictadas desde arriba. D urante los años setenta el representante más característico de esta corrien te fu e Grigorii Eliseev, que consi deraba a Ricardo y a M althus com o los dos pilares principales de
la nueva esclavitud, y veía en la autocracia rusa una forma h tica muy superior a los sistemas parlam entarios de Occidem i La autocracia rusa, pensó, no esta vinculada a los intereses i sistas de la burguesía, sus verdaderos intereses coinciden con l"*' intereses del pueblo ruso, lo que ha sido probado por la eman °S pación y la liberación de los cam pesinos. En consonancia con e^' idea, trató de persuadir al gobiern o zarista de que era necesar· utilizar el poder del Estado en la lucha contra el capitalismo ru^° y para lograr su convencim iento utilizó, de la form a más corrip]^ posible, la descripción hecha p or M arx de las atrocidades causad^ por la acumulación primitiva y la revolu ción industrial en Ing]a térra. Mijailovskii, que fue el am igo más p róxim o y constante de Eliseev, perteneció también a esta corriente: a pesar de su sitn. patía y admiración por los revolucionarios, él, personalmente, n0 creía en la victoria de la revolu ción y tenía, por consiguiera que apelar al gobierno zarista, tratando en vano de convencer a la minoría dirigente de la necesidad de defender las comunas campesinas rusas contra la irrupción del capitalismo.129 Sin embargo, no era un representante típico del populismo legal: su significación era mucho m ayor, puesto que fue el teórico que formuló las ideas más generales del populism o, un pensador cuyas ideas podían ser compartidas, y a m enudo lo fueron, tanto por los populistas revolucionarios com o por los populistas no revo lucionarios. La figura central del populism o social reformista y legal fue, sin duda, V. P. V orontsov que firmaba con las iniciales V. V. Su libro Las suertes del capitalismo en Rtisia (1882) fue el intento más ambicioso de analizar los rasgos específicos del capi talismo ruso, y al mismo tiempo la argumentación teórica más elaborada y original de la posibilidad y la necesidad de un desa rrollo no capitalista en Rusia. Las teorías de Vorontsov deben situarse p or supuesto en el contexto de las concepciones económicas de los primeros escrito res populistas. Estrictamente hablando, sería más apropiado empe zar con la crítica de Chem yshevskii a los epígonos del libera lismo económico y con el esquema de su economía política de las masas trabajadoras; este trabajo, sin embargo, nos conduciría fue ra de los límites del presente estudio. Por consiguiente, para evitar divagaciones innecesarias nos ceñiremos a una breve presentación de las ideas de V. Bervi-Flerovskii, el publicista económico más importante entre los escritores populistas de los años setenta. Según Marx, el libro de Flerovskii La situación de la Clase Obrera (1869) fue el libro más importante de este género después del estudio de Engels sobre las condiciones de la clase obrera en Inglaterra. Fue el primer libro que dijo la verdad sobre las con diciones económicas rusas.130 Por clase obrera Flerovskii entendía
tanto los trabajadores urbanos com o los rurales, los proletarios y los pequeños propietarios, en una palabra, el conjunto del p u eblo trabajador. A diferencia de otros m uchos populistas, no idealizó las condiciones económ icas de los cam pesinos y los artesanos rusos, sino, por el contrario, dio una descripción aterradora de su creciente destrucción, de su creciente dependencia de los kulaks y los especuladores, y de su inhabilidad para sobrevivir a los im puestos financieros decretados por el Estado. L legó incluso a p ro clamar que la situación de la clase obrera en Rusia era, de hecho, mucho peor que la del proletariado en Occidente. N o obstante, se mantuvo fiel al populism o, puesto que la razón principal de lo expuesto no la veía en el atraso de Rusia, sino en la traición a sus principios nacionales tradicionales, en la ciega im itación de los caminos occidentales en el terreno económ ico y social. En O cci dente —defendía— hay dos form as principales de p rodu cción agrí cola: las propiedades grandes y medias, cultivadas p or arrendata rios o asalariados, y las pequeñas parcelas cultivadas p or cam pe sinos individuales que detentan su propiedad. A m bas form as tienen sus ventajas e inconvenientes aunque de hecho éstos p re dominan. La primera form a — las grandes y medianas propieda des— ostentan un bajo nivel de productividad y m antienen una situación catastrófica sobre los trabajadores agrícolas. Las p equ e ñas parcelas individuales son m ucho m ejores, puesto que la p ose sión de la tierra por quienes la cultivan es la condición previa de las relaciones normales entre los trabajadores y la tierra.131 Pero esta forma agrícola, característica de Francia, tiene tam bién m u chos aspectos negativos. Un pequeño propietario individual ea un trabajador privilegiado, siem pre dispuesto a explotar a los otros;132 es codicioso, individualista, antisocial y hostil al espíritu de solidaridad y cooperación. Adem ás, las pequeñas propiedades engendran eternas subdivisiones de la tierra, m uy perniciosas desde el punto de vista de la eficacia económ ica. En la comuna campesina rusa, Flerovskii descubrió la tercera y m ejor form a agrícola que posibilitaba la com binación de las ventajas y la eli minación de los inconvenientes de las dos prim eras.133 El bajo nivel de productividad de las comunas tenía su origen únicamente en circunstancias externas: si el Estado disminuyese sus exigencias financieras, principalmente si cancelara los pagos redentores, si el principio de la propiedad comunal de la tierra se hiciese u niver sal en Rusia, esto es, si las fincas de las clases acomodadas pasa ran a ser propiedad de las comunas campesinas, en una palabra, si se eliminaran los obstáculos externos, la productividad de la agricultura rusa crecería rápidamente y las ventajas económ icas de la comuna campesina se harían evidentes. Debe subrayarse que en contraste con las concepciones de Lavrov. Flerovskii no postu-
laba la transición de la p rop ied a d c o le c tiv a d e la tierra al cultiVQ colectivo de ésta, sin o q u e p o r e l c o n tr a r io v a lo ra b a altamente comuna campesina so b re la base d e q u e ésta su p u esta m en te com binaba la distribución ra cion a l e igu a lita ria d e la tierra con ]a total independencia d el ca m p esin o in d iv id u a l e n su s parcelas de propiedad tem poral. L o s p rin cip io s co m u n a le s fu e r o n agudamente contrastados p or F le rov sk ii c o n e l co m u n ism o , q u e él concebía com o equivalente d e la su b o rd in a ció n to ta l y d e la sum isión del individuo. L os latifundios, cu ltiv a d o s co le c tiv a m e n te p o r trabaja, dores asalariados, aparecían ante sus o jo s c o m o u n a form a mucho más próxim a al com u n ism o q u e las co m u n a s cam pesinas. En su protesta contra el tra b a jo esp ecia liza d o, en su én fasis sobre la independencia econ óm ica d el ca m p esin o in d iv id u a l, ha llegado a posturas m uy p róxim as a las d e fen d id a s p o r e l rom a n ticism o so ciológico de M ijailovskii. De form a m u y contrapuesta a V o r o n ts o v , F le r o v s k ii estaba di recta y próxim am ente rela cion a d o co n el a m b ie n te revolucionario; su libro El alfabeto d e la cien cia socia l (1871) fu e e scrito a peti ción de los dolgushinistas; su p an fleto titu la d o C ó m o d eb e uno vivir según las ley es d e la N a tu ra leza y la V erd a d (publicado secretamente en la prensa clan d estina) in cita b a a lo s campesinos a luchar contra sus terratenientes; d u ra n te su p rim e r e x ilio no se abstuvo de participar p erson alm en te en la a ctiv id a d revolu cion a ria directa entre los cam pesinos. C o m o p o d e m o s v e r n o fu e en m odo alguno un populista lega l n o r e v o lu cio n a rio . S in embargo, y paralelamente, su indiferentism o p op u lista h a cia las form a s po líticas le hizo posible apelar a la au torid a d d el E stado existente y asumir que la revolu ción p olítica era in n ecesaria en R usia. A de más, llegó incluso a apelar a los terratenientes m ostrá n d oles cómo debían confraternizar con el p u e b lo y tra b a ja r en b en eficio de éste sin dejar su p osición de terratenientes.134 E stas apelaciones nacían de su creencia de que em barcarse en un d e sa rro llo no capi talista era deseable para la totalidad d e la n a ció n rusa, y no sólo esto, sino que era tam bién el ú nico m e d io p ara e v ita r una catás trofe a escala nacional. Su program a socialista — com u n a s cam pe sinas en el cam po y arteVs ob reros en la industria— estaba vin cu lado a una m otivación nacionalista, p rop a g a d o n o s ó lo en nombre de la justicia social, sino tam bién, y tal vez en p rim e r lu gar, como un medio para sacar a la nación rusa d e la h u m illa ción (la derrota sufrida en la guerra de C rim ea) y de la p obreza, co m o un medio para alcanzar y superar a Occidente. Cuando pienso en nuestra situación política y socia l — escrib ió Fle rovskii—, cuando observo cóm o vam os a la cola de la civiliza ción europea y cuando comparo nuestro pu eblo con los persas, que, igual q u e nosotros.
tuvieron un gran Estado y sin embargo han perecido por su apego a la civilización antigua, viene a mi mente que la única salida posible para nosotros es la realización de la gran idea, una idea que ninguna otra nación ha tratado aún de llevar a la práctica.1*6 E squivando la c e n su ra b le palabra socialism o, F lerovskii defi nió esta gran id ea c o m o la in tro d u cció n de un sistema social basa do en la solid a rid a d y la c o o p e ra ció n a escala nacional, exclu yen do la lucha d e cla ses en la q u e O ccid en te estaba sum ergido. La liqu i dación de la p o b r e z a y d e lo s antagonism os sociales daría a Rusia una ventaja tre m e n d a s o b re la E uropa occidental, haciendo posible de este m o d o q u e la n a c ió n ru sa ju ga ra un grande y glorioso papel en la historia u n iv e rsa l, con stitu y én d ose en la vanguardia de la civilización y d irig ie n d o a la h u m an id ad .13n Este lem a c a r a cte rís tico : alcan zar y superar a Occidente, tam bién se en cu en tra en lo s escrito s d e V oron tsov. L a principal dife rencia entre F le r o v s k ii y V o r o n ts o v fu e la m ejor com prensión que tuvo el ú ltim o d e la n e ce sid a d de la industrialización. No era en absoluto a lg o co m p le ta m e n te n u ev o en el pensam iento p opu lista: así, p o r e je m p lo , la rev ista ém ig ré de L avrov, “ Adelante” , afirmaba e x p lícita m e n te q u e h ostilid ad hacia el capitalism o no era sinónimo de h o stilid a d h a cia la industrialización: la industrializa ción a gran esca la es h o y día u n requ isito d e la civilización, pero puede y d eb e b a sa rse e n p rin cip ios socialistas.137 A . Gerschenkron, un fam oso esp ecia lista en m ateria d e atraso econ óm ico describía al populism o ru so c o m o una m an ifestación de la W eltanschauung específica de los in te le ctu a le s rusos, con su profunda e inmediata preocupación p o r e l b ie n e sta r d e l cam pesinado y su resistencia a aceptar la in d u stria liza ció n ; 138 creem os que esta generalización es algo parcial, p u e sto q u e, a u n q u e se adapta m u y bien al romanti cismo econ ó m ico , n o tie n e en cu enta los elem entos del socialismo moderno que (c o m o , p o r e je m p lo , en L a v ro v ) eran también inhe rentes al p en sa m ien to pop u lista. L a p osición de los economistas j populistas de la d éca d a d e lo s och en ta se caracterizaba no tanto por I su oposición a la in d u stria liza ción en cuanto tal, sino más bien por la búsqueda de u n m o d e lo n o capitalista de industrialización, un modelo q u e tu v ie ra en cu en ta los intereses del campesinado y los aspectos e sp ecíficos d e la situ a ción econ óm ica de Rusia, definida como un país a g ra rio atrasad o en coexisten cia con los países desa rrollados capitalistas. A este resp ecto, las ideas de Vorontsov pare cen tener un in terés p articu lar. El partido d el p u e b lo —e s crib ió V oro n tso v — hubiese adelantado enorme mente en los aspectos p rá ctico s si la du alidad qu e dicotom izaba su visión del m undo h u b iera s id o elim in a d a, si su fe en la viabilidad de los prin cipios populares h u b iese estad o u nid a a la con vicción de la imposibilidad histórica del d esa rrollo d e la p r o d u cció n capitalista en Rusia. Tal con vic
ción puede surgir de nuestras gen era liza cion es (siem p re q u e éstas sean ciertas) .**
Esta cita resum e la p rin cip a l in te n ció n id e o ló g ic a de Las suer~ tes de capitalismo en Rusia. L o s p e n sa d o re s p o p u lista s d e los años setenta estaban profu n d am en te in flu id os p o r la pesim ista convic ción de que el tiem po iba en con tra d e e llo s, d e q u e el llamado curso objetivo de los su cesos — el a u to m a tism o d el d esa rrollo eco nómico— em pujaba a su país a ca m in a r p o r la sen d a capitalista. M ijailovskii, p or ejem plo, n o cu e stio n ó la e x iste n cia d e un curso objetivo de los sucesos, sino ú n ica m en te su in e v ita b ilid a d ; se opu so a ella en n om bre de sus p ostu la d os m o ra le s su b je tiv o s, aunque aceptaba que las p osibilidades de una re a liz a ció n afortunada de estos postulados dism inuían co n e l p a so d e l tie m p o . Entre los revolucionarios, esta du alidad en la v isió n d e l m u n d o fu e expre sada con particular fuerza p o r T k a ch e v , q u ie n p r o c la m ó que la totalidad del futuro de R usia d ep en d ía d e lo q u e se h icie ra en pri mer lugar — la rev olu ción socialitsa o la fo r m a c ió n y la estabiliza ción del capitalismo ruso. El libro de V oron tsov ap ortó lo s a rg u m e n to s n ecesa rios para una concepción más optim ista, p ro cla m a n d o q u e e l cu rso objetivo de los sucesos no era en a bsolu to un alia d o d e la b u rg u esía rusa. Este optimismo, no obstante, fu e só lo p a rcia l y n o c o n d u jo al quie tismo: V orontsov defendía q u e era im p o sib le en R u sia el capita lismo com o form a de p rod u cción p red om in a n te, p e r o n o prejuzgó la suerte del capitalism o ru so c o m o form a d e ex p lo ta ció n de las masas. La creencia de V oron tsov en e l fra ca so final d e la industriali zación capitalista de Rusia estaba basada en su análisis d e las con diciones internacionales en las qu e había n a c id o el capitalismo ruso. Escribió lo siguiente: La peculiaridad histórica de nuestra industria d e gra n escala consiste en que debe crecer cuando los otros países ya h an lo g ra d o u n alto nivel de desarrollo. Esto implica un d ob le resu lta do: en p rim e r lu gar, nuestra industria puede utilizar todas las form as que han sid o creadas en O cci dente, y, por consiguiente, puede desarrollarse rá pid a m en te sin necesidad de un progreso lento a través de los sucesivos estadios; en segu n do lugar debe competir con países que gozan de gran exp erien cia y alto grado de industrialización, y la com petición con estos riva les p u ed e asfixiar las débiles ascuas de nuestro capitalism o escasam ente d esa rrollad o.110
La conclusión general era del todo optim ista: Los países recién llegados a la arena de la historia poseen un gran privilegio en com paración con sus antecesores, p riv ileg io consistente en el hecho de que la experiencia histórica acum ulada p or los otros países les permite configurar una imagen relativam ente aproxim ada d e su próxim o tránsito y luchar por lo que los otros ya han con seguid o, p ero no de forma
instintiva, sin o d e m o d o co n sc ie n te , n o p a lp a n d o en la o s cu rid a d sin o sabiendo los o b s tá cu lo s q u e d e b e n ev ita r en su ca m in o. R u sia p e rte n e ce a estos países p e c u lia rm e n te p r iv ile g ia d o s .“ 1
La idea d e q u e e l a tra so p u e d e ser u n p riv ile g io h istó rico fu e ya proclam ada e n R u sia p o r H e rz e n q u e se in sp iró en C h a a d a ev,142 y también p o r C h e r n y s h e v s k ii q u e la e x p r e s ó en el sigu ien te a fo rismo: “ L a h istoria e s c o m o u n a a b u ela ; am a a los n ietos m ás jóvenes. A lo s r e c ié n lle g a d o s (ta rd e v en ien tib u s) n o les da los huesos (o ss a ), s in o la m é d u la d e lo s h u esos (m ed u lla m o ssiu m ) , mientras q u e E u r o p a o c c id e n ta l se ha h e rid o los d ed os en sus intentos de r o m p e r lo s h u e s o s .” 143 U n a fo rm u la ció n ex trem a d e la misma id ea p u e d e h a lla r se en la p ro cla m a A la J o v e n G e n e r a ción (1861) j144 escrita p o r S c h e lg u n o v y M ija ilov , q u e fu e u n o d e los prim eros d o c u m e n to s d e l p o p u lism o re v o lu cio n a rio : “ N osotros somos una n a c ió n a tra sa d a y p re cisa m en te en esto con siste n u e s tra salvación.” V o r o n t s o v co n ta b a p u e s c o n una cierta tra d ición en la que p o d e r in sp ira rse. L o q u e le d istin gu ía d e sus p red ecesores (con la e x c e p c ió n , h asta c ie r t o p u n to, d e C h ern y sh ev sk ii) fu e el cambio d e én fa sis h a cia lo s a sp ectos p u ram en te eco n ó m ico s del problema, esto es, la id ea d e q u e e l p riv ile g io d el atraso p od ía ser utilizado p a ra a c e le r a r e l p r o c e s o d e in d u stria lización . V oron tsov c o n s id e r ó q u e lo s in con v en ien tes de com p etir con países más d e s a rro lla d o s co n stitu ía n ob stá cu los in am ovibles en el camino d el d e s a r r o llo ca p ita lista d e R usia. E l capitalism o ru so, argumentaba, n o tie n e m e r c a d o s e x te rn o s y, al m ism o tiem p o, n o puede p ro d u c ir p a ra su m e r c a d o in tern o p u esto q u e su p rop io desarrollo, al a rru in a r a lo s ca m p esin os y artesanos, re d u ce co n s tantemente el p o d e r a d q u isitiv o d e la p ob la ción . A sí, la gran in dustria capitalista e n R u sia , te n ie n d o una m od ern a tecn olog ía y a dispuesta p e r o d e sp ro v is ta d e m e rca d os, p u ed e d esa rrollarse in ten sivamente, m e d ia n te e l a u m e n to d e la p rod u ctiv id a d y (p o r la misma ra zón ) d e la e x p lo ta c ió n d el tra b a jo, au n qu e será, al m ism o tiempo, incapaz d e d e s a rro lla rs e ex ten siv a m en te; esto es, d e dar empleo a los o b re r o s , c u y o n ú m e ro aum enta constantem ente. La gran industria ca p ita lista p o d r á cre a r islotes d e m od ern a p r o d u c ción que será n su ficie n te s p a ra satisfacer las n ecesid ad es de las clases su p eriores, p e r o n o p o d rá con v e rtirse en e l m o d o d e p r o d u c ción p re v a lecien te a esca la n a cio n a l; p od rá ex p lota r las m asas y arruinar una in fin id a d d e p e q u e ñ o s p rod u ctores, p ero sin su p erar su incapacidad d e d a rle s e m p le o y con v ertirse para e llo en una escuela de los a ltos m é to d o s d e l tra b a jo socializado. En E uropa occidental el ca p ita lism o era h istórica m en te n ecesa rio y p rog resis ta, en cuanto a fo rm a d e s o cia liza ción d el trabajo, m ientras qu e en Rusia, y en to d o s lo s p a íses atrasados, en gen eral, só lo p u ed e ser una form a d e e x p lo ta c ió n , u n u su rpador, un n e g o cio a b ortiv o.
un hijo ilegitimo de la historia. El gobierno ruso, al haber identificado la industrialización en cuanto tal con la industrialización capitalista, desarrolla todos los esfuerzos posibles para apoyar a] capitalismo artificialmente, lo implanta y pródigam ente lo mantie ne. lo trata con guante blanco — com o resultado de todos estos esfuerzos se tiene la impresión de estar jugando al capitalismo representando una parodia del capitalismo. L os mismos capitalistas rusos se hallaron ante la necesidad de dar alguna explicación por su evidente falta de éxito, pero tal explicación hubiera sido impo sible sin encontrar vina víctima propiciatoria a quien achacar las culpas. Esta víctima apropiada la hallaron en la comuna cam pesina. La agricultura rusa era, a los ojos de V orontsov, otra prueba del fracaso general del capitalismo ruso, no tan sólo esto, sino que llegó incluso a decir que en todos los países europeos, con la única excepción de Inglaterra, los métodos capitalistas de producción estaban en creciente receso (para com prender exactam ente el sig nificado de esta afirmación debemos tener presente que para Vo rontsov la esencia del capitalismo en la agricultura se hallaba en el cultivo a gran escala, lo cual presuponía la expropiación de los pequeños propietarios; si los pequeños productores agrícolas no habían sido divorciados de sus tierras, su producción, según este criterio, no era capitalista aunque ésta fuera una producción de consumo altamente desarrollada, destinada al m ercado capitalista y dependiente de éste).145 El descenso en la productividad de la tierra y la creciente desintegración de la comuna campesina eran, según él, resultado de la absurda política financiera del gobierno que azotaba a los campesinos para obligarles a vender su grano y su forraje, lo cual significaba destruir las fuerzas productivas. En estas condiciones, proseguía Vorontsov, todas las ventajas de la com una aldeana desaparecen y lo único que permanece son los inconvenientes de pertenecer a una asociación, en el sentido administrativo de la pa labra, inconvenientes entre los que se encontraba en prim er lugar la notoria responsabilidad colectiva por los onerosos impuestos exigidos y los pagos redentores. A pesar de esto, los campesinos iniciaron una lucha por la preservación de su independencia eco nómica y empezaron incluso a ganarla, aunque al precio de a máxima restricción de su propio consumo; los propietarios de las grandes fincas, al sentirse tentados por las altas rentas de la tierra, que les proporcionaba mayores beneficios que el cultivo de las tierras señoriales mediante trabajadores asalariados, se inclinaron progresivamente al traspaso de sus tierras en arriendo, renuncian do por consiguiente a la dirección de la agricultura en favor de los colonos. De este modo —concluye Vorontsov, utilizando la termi
de M ijailovskii— los campesinos rusos han defendido su ¡¡levado tipo de agricultura y no es culpa suya que esta victoria jiaya sido obtenida a costa de un considerable descenso del nivel je desarrollo.140 Vorontsov vio la alternativa del capitalismo en Rusia en la industrialización iniciada y controlada por el Estado. El gobierno, según esta con cepción , debía nacionalizar la gran industria y esti mular la transferencia gradual de las pequeñas empresas a los ¡¡rtel’s obreros, cu ya actividad sería controlada y dirigida por m e dio de métodos indirectos. L os artesanos y los trabajadores indi viduales debían verse anim ados a organizarse en cooperativas, que recibirían ayuda del gobiern o mediante el suministro de materias primas y asegurándoles salidas para sus productos. Una ayuda similar se destinaría a las comunas campesinas. Como podemos ver, Vorontsov esperaba que una industrialización no capitalista sería menos dolorosa, y más humana, que la variedad capitalista, que salvaría a los cam pesinos y a los artesanos rusos de las atro cidades de la acum ulación primitiva. Sería erróneo, sin embargo, sacar de esto la con clu sión de que V orontsov deseaba eternizar la existencia de los pequeños productores independientes en cuan to tales — él deseaba únicam ente ofrecerles la posibilidad de un tránsito suave y sin dolor hacia la form a socializada del trabajo. Sólo fue parcialm ente discípulo de Mijailovskii — era evidente que no podía suscribir el ideal del trabajo no dividido y no socia lizado, puesto que había aprendido mucho de Marx, a quien a me nudo citaba en su libro. Para él y a diferencia de Mijailovskii, la socialización del trabajo era una muestra del progreso y una nece sidad del desarrollo económ ico. En el desarrollo histórico de las relaciones económ icas, v io los tres estadios siguientes: 1) la pro ducción popular preindustrial, 2) la socialización del trabajo en el proceso de industrialización, finalmente 3) la producción popular socializada, esto es, el socialism o; evitaron la palabra socialismo por temor a la censura zarista.147 Esta concepción presentaba la industrialización no capitalista bajo los auspicios del Estado com o el único medio de superar el atraso económ ico y, al m ism o tiempo, com o el camino más corto y, en cierto sentido, privilegiado hacia el estadio superior del desa rrollo económ ico. La conclusión referente a Rusia rezaba como sigue:
n o lo g ía
Esperemos que será la suerte de Rusia el servirles [a los trabajadores occidentales] com o ejem plo de sus intentos de reorganizar el sistema social; esperemos q u e la visión de Rusia consista en la realización de la igualdad y la fraternidad, aunque ella no está destinada a luchar por la libertad. “ ·
L a esperan za d e V o r o n t s o v d e q u e R u s ia — la R u s ia zarista p odía avan za r p o r el ca m in o s o c ia lis ta s u r g ía d e s u con v en cim iem " d e q u e la in d u stria liza ció n e ra u n a n e c e s id a d o b je t iv a d e l Esta^° ruso y q u e n o p o d ría lo g r a r s e m e d ia n te m é t o d o s ca p ita lista s: “s¡° g u ien d o la sen da ca p ita lista — e s c r ib ió — n u n c a c r e a r e m o s una gratl industria altam en te d e s a r r o lla d a ” .1'10 E sta a fir m a c ió n s e deducía <je una tesis m ás g en era l r e fe r e n te a la p e c u lia r id a d d e l atraso eco I n óm ico c o m o tal: “ C u a n to m á s a tra sa d o está e l p r o c e s o d e indus^ ; trialización , tan to m ás d ifíc il e s h a c e r le s e g u ir la s lín e a s capitalist - tas." 150 S ó lo e l E stad o es u n a in s titu c ió n c a p a z d e in v e r tir e l capital no con m iras a lo s b e n e ficio s s in o e n v ista s a l b ie n e s ta r social· só lo una in d u stria liza ció n p la n ifica d a a l m o d o s o c ia lis ta a través de las agen cia s d el g o b ie r n o p u e d e a s e g u r a r la in d e p e n d e n c ia eco n óm ica d e R u sia y p r e v e n ir el q u e se a e x p lo t a d a p o r p a íses capi talistas m ás d e sa rro lla d o s ; s ó lo e l m o d e lo n o ca p ita lis ta d e desa rro llo p erm itirá a la in d u stria ru sa c o m p e t ir c o n su s riv a le s occi den tales y a seg u ra r las sa lid a s n e c e s a r ia s p a r a s u s productos — d esa loja r a In gla terra d e lo s m e r c a d o s a s iá tic o s y derrotar a A m érica en el c o m e r c io d e l trig o . El tra d u ctor d e E l C a p ita l d e M a r x , N . D a n ie ls o n (q u e firmaba con el seu d ón im o: N ik o la i- o n ) , q u e m a n tu v o c o r r e s p o n d e n c ia con M a rx y E ngels d esd e 1868, p r o v e y é n d o lo s c o n in fo r m a c ió n d e pri m era m an o s o b re e l d e s a r r o llo e c o n ó m ic o e n R u s ia , lle g ó a co n clu sion es sim ilares. S e co n s id e r a b a a sí m is m o m a r x is ta y e ste recla m arse m a rxista n o e sta b a to ta lm e n te fa lto d e b a se . S u principal lib ro — E sb ozo s d e n u es tra e c o n o m ía s o c ia l p o s t e r i o r a la em an ci pación d e los ca m p esin o s (1 8 9 3 )— lo e s c r ib ió a s u g e r e n c ia d e Marx qu e había in sistid o fu e r te m e n te en q u e lo s d a to s s o b r e el desa rrollo d e la e co n o m ía ru sa q u e r e c ib ió e n la s ca rta s d e D anielson d eberían h a b er sid o p re se n ta d o s y a n a liz a d o s en la p re n sa .151 Al recib ir el a p o y o d e M a rx , D a n ie ls o n p u b lic ó en e l p e r ió d ic o ruso “ La P alab ra” (1880) un e x te n s o a r tíc u lo q u e c o n te n ía tod a s sus ideas básicas y con stitu ía e l p r im e r ca p ítu lo d e su lib ro . D ebe h a cerse n ota r q u e este a rtícu lo fu e a lta m e n te v a lo r a d o p o r M arx, q u e v io en él la con firm a ció n d e su s id e a s s o b r e lo s e fe c to s socia les d el d esa rrollo capitalista. En una ca rta d ir ig id a a D anielson (19 d e fe b re ro de 1881) e s cr ib ió : H e leíd o co n el m a y o r in terés su a rtícu lo , q u e es, en e l m e jo r sentido de la palabra, origin a l. D e a q u í el b o ic o t —si r o m p e s las telarañ as del pensam iento ru tin ario, p u e d e s estar siem p re s e g u ro d e ser b o ico te a d o ya de buen p rin cip io ; ésta es la ú n ica arm a d e fe n siv a , q u e en su perplejida d, los rou tin iers saben cóm o em p u ñ a r. H e sid o b o ic o t e a d o e n A lem ania durante m u ch os, m u ch os años, y lo sig o s ie n d o to d a v ía e n Inglaterra, con la pequeña v a ria ción d e q u e d e vez en cu a n d o se la n za con tra mí algo tan absurd o y estú pid o q u e m e a v erg on za ría d a rm e p o r enterado pú blicam en te de ello. P e ro \in tén talo! v*
ggta apreciación del a rtícu lo d e D a n ie lso n n o d e b e s o r p r e n d e r la imagen que tenía D a n ie lso n d e l c a p ita lis m o h a b ía s id o Humada bajo la influencia d ecisiv a d e M a r x ; e l a u to r d e El C n p « [ por su parte, quedó en ca n ta d o d e v e r q u e e l c r e c im ie n t o d e l nitalis™0 ruso, según lo d e scrib ía D a n ie ls o n , d e s m e n tía las il u C¡ones pequeño-burguesas de un d e s a r r o llo e c o n ó m ic o fá c il y s u a jío sin cierta satisfacción p r e d ijo q u e la s c o s a s iría n d e m a l 'n peor, que los procesos e co n ó m ico s , a n a liz a d o s p o r su c o r r e s ponsal ruso, estaban a b rien d o el p a so a u n a ñ o d e p e n u r ia e n gusia:153 en €S*° halló una c o r r o b o r a c ió n d e su v is ió n te ó r ic a d e las regularidades del d esa rrollo ca p ita lista : “ E ste e s u n p r o c e s o sangriento, con venganza. ¡L o s añ os d e p e n u ria se s u c e d e n in in terrumpidamente y cobran d im en sio n es n o s o s p e c h a d a s h a sta h o y en Europa!" 1M Danielson, que quedó, p o r su p u esto, p r o fu n d a m e n te im p r e s io nado por este diagnóstico, lo u tilizó c o m o u n a r g u m e n to c o n tr a el llano optimismo de los lib era les ru sos, q u e c o n s id e r a b a n e l p r o greso capitalista com o la pan acea d e tod a s las e n fe r m e d a d e s s o c i a les de su país. En los años n ov en ta v io c o n fir m a d o s su s p u n t o s d e vista por el hecho de que la so m b ría p r e d ic c ió n d e M a r x se h a b ía materializado en Rusia en 1891. L o s m a rx ista s le g a le s in te r p r e t a r o n la gran carestía de este año c o m o e l re s u lta d o d e l a tra s o e c o n ó m i co ruso, cuyo único rem edio, p ara ellos, p a sa b a p o r u n r á p id o progreso capitalista: D anielson lo v a lo r ó c o m o e l r e s u lt a d o d e l decantamiento de Rusia hacia la sen d a ca p ita lista y c r e y ó q u e todos los rusos capaces de d iscu rrir d e b ía n h a b e r a p r e n d id o d e esta experiencia que era n ecesa rio c o m b a tir a l c a p it a lis m o y e n contrar para su país otro ca m in o d e d e s a r r o llo e c o n ó m ic o . Considerándose a sí m ism o m a rxista, D a n ie ls o n tra tó d e d e s lin darse de los publicistas, que re p re se n ta b a n e n su s o p in io n e s e c o nómicas un estrechísimo pu nto de vista c a m p e s in o .15* D e l ib e r a d a mente evitó citar a V orontsov (a u n q u e d e h e c h o se h a b ía in s p ir a d o mucho en él), tratando, en ca m b io, d e u tiliza r c u a lq u ie r o c a s ió n para fundamentar sus opin ion es h a c ie n d o r e fe r e n c ia a la a u t o r i dad de Marx y Engels: Sus E sb o z o s están r e p le to s d e cita s n o sólo de El Capital (sobre tem as tales c o m o la d e s t r u c c ió n d e las industrias campesinas, la p ro leta riza ción . la c e n tr a liz a c ió n d e l c a pital, el papel del crédito p ú b lico y el d e s a r r o llo d e lo s f e r r o c a r r i les, etc.) sino también de la c o rre s p o n d e n cia p r iv a d a q u e m a n tu v o con sus maestros. A pesar d e to d o esto, n o h a y lu g a r a d u d a s sobre su pertenencia a los populistas lega les. En lo s tem a s b á s ic o s estaba de acuerdo con V o ro n tso v — lo q u e les d istin g u ía m u t u a mente podía reducirse a las d ife re n cia s d e én fa sis. El tr a d u c to r de El Capital de Marx, en co n tra p o sición a l a u to r d e L a s s u e r te s del capitalismo en Rusta, no afirm aba la c o m p le ta im p o s ib ilid a d
La esperanza de V oron tsov de q u e R usia — la Rusia zarista^ podía avanzar por el cam ino socialista su rgía d e su convencimiento de que la industrialización era una n ecesid a d ob je tiv a del Estado ruso y que no podría lograrse m ediante m étod os capitalistas: usU guiendo la senda capitalista — escrib ió— n u n ca crea rem os una gran industria altamente desarrollada” .1'10 Esta afirm ación se deducía de una tesis más general referente a la p ecu lia rid a d del atraso ecoi nómico com o tal: “ Cuanto más atrasado está el p roceso de indus trialización, tanto más difícil es h a cerle se g u ir las líneas capitalist 1 tas.” 150 Sólo el Estado es una institución capaz de in vertir el capital no con miras a los beneficios sino en vistas al bienestar social· sólo una industrialización planificada al m o d o socialista a través de las agencias del gobierno pu ede asegurar la independencia eco nómica de Rusia y prevenir el que sea ex p lota d a p o r países capi talistas más desarrollados; sólo el m o d e lo n o capitalista de desa rrollo permitirá a la industria rusa com p etir co n sus rivales occi dentales y asegurar las salidas necesarias para sus productos —desalojar a Inglaterra de los m erca d os asiáticos y derrotar a América en el com ercio del trigo. El traductor de El Capital de M arx, N. D a n ielson (que firmaba con el seudónimo: N ik ola i-o n ), que m a n tu vo correspondencia con Marx y Engels desde 1868, p rov ey én d olos co n in form ación de pri mera mano sobre el desarrollo e con óm ico en R usia, lleg ó a conclu siones similares. Se consideraba a sí m ism o m arxista y este recla marse marxista no estaba totalm ente falto de base. Su principal libro —Esbozos de nuestra econ om ía social p o ste r io r a la emanci pación de los campesinos (1893)— lo escrib ió a sugerencia de Marx que había insistido fuertem ente en que los datos sobre el desa rrollo de la economía rusa que recib ió en las cartas de Danielson deberían haber sido presentados y analizados en la prensa.101 Al recibir el apoyo de Marx, Danielson p u b licó en el periódico ruso “La Palabra” (1880) un extenso artículo qu e contenía todas sus ideas básicas y constituía el prim er capítulo de su libro. Debe hacerse notar que este artículo fu e altam ente valorad o por Marx, que vio en él la confirmación de sus ideas sob re los efectos socia les del desarrollo capitalista. En una carta dirigida a Danielson (19 de febrero de 1881) escribió: He leído con el mayor interés su artículo, q u e es, en el m ejor sentido de la palabra, original. De aquí el b oicot —si rom pes las telarañas del pensamiento rutinario, puedes estar siem pre seguro de ser boicoteado ya de buen principio; ésta es la única arma defensiva, q u e en su perplejidad, los routiniers saben cómo empuñar. He sido boicotead o en Alemania durante muchos, muchos años, y lo sigo siendo todavía en Inglaterra, con la pequeña variación de que de vez en cu ando se lanza contra mí algo tan absurdo y estúpido que me avergonzaría darm e por enterado públicamente de ello. Pero i inténtalo!
Esta a p recia ción d el artículo de Danielson no debe sorprender nos. La im agen qu e tenía Danielson del capitalismo había sido form ada b a jo la influencia decisiva de M arx; el autor de El Capi tal, p or su parte, q u e d ó encantado de ver que el crecim iento del capitalism o ru so, segú n lo describía Danielson, desmentía las ilu siones p e q u e ñ o -b u rg u e sa s de un desarrollo económ ico fácil y sua ve. N o sin cierta satisfacción pred ijo que las cosas irían de mal en peor, q u e los p rocesos económ icos, analizados por su corres ponsal ruso, estaban abrien do el paso a un año de penuria en Rusia; 153 en esto h alló una corroboración de su visión teórica de las regu laridades d el desarrollo capitalista: “ Este es un proceso sangriento, co n venganza. ¡L os años de penuria se suceden inin terrum pidam ente y cob ra n dim ensiones no sospechadas hasta hoy en E uropa!” 154 D anielson, qu e qu edó, p or supuesto, profundamente im presio nado p o r este diagn óstico, lo utilizó com o un argumento contra el llano optim ism o d e los liberales rusos, que consideraban el p ro greso capitalista co m o la panacea de todas las enfermedades socia les de su país. E n lo s años noventa vio confirmados sus puntos de vista p or el h e ch o de qu e la som bría predicción de M arx se había materializado en R usia en 1891. L os marxistas legales interpretaron la gran carestía de este año com o el resultado del atraso económ i co ruso, cu y o ú n ico rem edio, para ellos, pasaba por un rápido progreso capitalista; D anielson lo valoró com o el resultado del decantam iento de R usia hacia la senda capitalista y creyó que todos los rusos capaces de discurrir debían haber aprendido de esta experien cia qu e era necesario com batir al capitalismo y en contrar para su país otro cam ino de desarrollo económ ico. C onsiderándose a sí m ism o marxista, Danielson trató de deslin darse de los publicistas, que representaban en sus opiniones e co nómicas un estrech ísim o punto de vista campesino.155 D eliberada mente evitó citar a V o ro n tso v (aunque de hecho se había inspirado mucho en é l), tratando, en cam bio, de utilizar cualquier ocasión para fundam entar sus opiniones haciendo referencia a la autori dad de M arx y E ngels: Sus E sbozos están repletos de citas no sólo de El Capital (sob re tem as tales com o la destrucción de las industrias cam pesinas, la proletarización, la centralización del ca pital, el papel del créd ito p ú b lico y el desarrollo de los ferrocarri les, etc.) sino tam bién de la correspondencia privada que mantuvo con sus m aestros. A pesar de todo esto, no hay lugar a dudas sobre su perten en cia a los populistas legales. En los temas básicos estaba de a cu erd o co n V oron tsov — lo que les distinguía mutua mente podía red u cirse a las diferencias de énfasis. El traductor de El Capital de M arx, en contraposición al autor de Las suertes del capitalism o en R usia, no afirmaba la completa imposibilidad
para industrializar a R usia seg ú n el m o d e lo capitalista; sin eín bargo. igual que V oron tsov , a co stu m b ra b a a utilizar el argunie^* de la falta de m ercados e x tra n je r o s refirién d ose constantement° a la situación catastrófica d e la a g ricu ltu ra en Rusia para persua* dir al gobierno de qu e el p r e c io d e la industrialización capitalist era demasiado alto y q u e un m a y o r d e s a r r o llo capitalista era con trario a los verdaderos in tereses d e l esta d o ru so ; de la misma m*' ñera que V orontsov se con v irtió en el p o r ta v o z d e los pequeños pr0 ductores, tratando de salva rlos d e l p a g o d e la industrialización, y creía además que el traba jo so cia liz a d o p o d ía conseguirse en R^j sin pasar a través del estadio capitalista. En una palabra, com. partía la convicción de V o r o n ts o v d e q u e era p osible para Rusia adoptar una industrialización n o cap italista y controlada por e¡ Estado, que permitiría com b in a r el a u m e n to d e productividad con el aumento del bienestar p op u la r. A c e r c a d e esto escribió; Nos ha correspondido re solver u na tarea q u e p u ed e ser formulada de la siguiente forma: cóm o elevar n u estra in d u stria a l n iv el de la industria occidental para prevenir de este m o d o q u e R u sia se convierta en una tributaria de los países más avanzados, y , al m ism o tiem po, aumentar el bienestar del pueblo entero. P ero, al h a b e r id en tifica d o la gran industria moderna con su forma capitalista, re d u cim o s este problem a al siguiente dilema: ¿A qué debemos sacrificar n uestras in d u stria s populares —a nues tra propia industria capitalista o a la in du stria in glesa— ? Toda vez que el problema fue form ulado de esta m a n era —y precisam ente lo fue de esta manera— nuestras industrias p op u la res re cib ie r o n sentencia de muerte y empezamos a extender nuestra gran in d u stria capitalista.15®
Los lectores de los E sbozos d e D a n ie lso n n o sabían que este dilema, presentado por él com o fa lso y m e r e c e d o r únicamente del trato irónico, fue de hecho fo rm u la d o p o r E ngels. En la carta a Danielson fechada el 22 de sep tiem b re d e 1892 escribía Engels: Otra cosa es cierta: si Rusia requería, d esp u és d e la guerra de Crimea, una grande industrie de su propiedad, s ó lo p o d ía ten erla de una forma: la jorma capitalista. Y ju nto con esta form a estaba ob lig a d a a aceptar todas las consecuencias que acompañan a la gra n d e in d u strie capitalista en todos los otros países... En lo que se refiere a este a sp ecto d el problem a: la des trucción de la industria nacional y de las ram as a grícola s dependientes de ella, en todo su alcance, el problem a real q u e u sted se plantea me parece que es el siguiente: lo que los rusos d eb en d e c id ir es si su propia gran industria iba a destruir su manufactura dom éstica , o b ien si la importación de productos ingleses se encargaría de ello. C on p r o te cció n , serían los rusoa quienes lo efectuarían, sin protección, serían los in gleses.“ 7
Como podemos ver, pues, la anterior cita d e D anielson contenía de hecho una polémica directa, a u nqu e escon d id a , con Engels. Éste no era un caso único: aunque D a n ielson se consideraba a $í mismo un marxista, no estaba en absolu to d isp u esto a abandonar
sus ideas s o b r e el d esa rrollo econ óm ico de su país, que hacía ya tiempo había e sta b le cid o ; h izo tod o lo posible por con vencer a Engels d e la v a lid e z d e sus ideas pero, al considerar fracasado su intento, se a fe rró , in clu so co n más fuerza, a sus ideas; acostum braba a in v o c a r la au torid a d de M arx y Engels en cada ocasión apropiada, p e r o cu a n d o fu era qu e polem izase con sus maestros, acostum braba a h a ce rlo sin referen cia a ellos, tratando de este m odo d e p a sa r c o m o un m arxista ortodoxo. La in flu encia d e l m a rx ism o se m aterializó en Danielson en los intentos p ara elim in a r d e sus ideas la retrógada utopía del rom an ticismo e co n ó m ic o . P o r esta razón rechazó los proyectos de V o rontsov, K r iv e n k o y otros escritores populistas que exigían del Estado una a y u d a organ izada para los trabajadores individuales y los artesanos ca m p esin os: fundam entó su actitud explicando que, según M a rx , era im p osib le p reserv a r la p rodu cción patriarcal, que la m ejora rea l d e la situ a ción de los productores directos podría conseguirse ú n ica m en te m ediante una transform ación estructural de todo el sistem a e c o n ó m ic o .158 A l final de sus E sbozos form ulaba su p rogram a d e la sigu ien te form a: ...La in com p a tib ilid a d de nuestras form as de produ cción con las necesi dades de la m a y o ría n os am enaza con enorm es desastres que alcanzarán tanto a la p o b la ció n c o m o al Estado, ante lo cual nuestra única posibilidad es ésta: a p ren d er d e nuestra h eren cia histórica y cesar en la destrucción de nuestras v ie ja s form a s h istóricas de producción, una form a basada en la propiedad d e lo s m ed ios de p rod u cción por los productores directos. Es necesario h a c e r esto pa ra p od er evitar el peligro que amenaza a cu al quier n a ción q u e p a rte d e los antiguos cim ientos de su bienestar. Todos los esfu erzos d e b e n d irigirse a la u nificación de la agricultura, de la industria m a n u fa ctu rera en las m anos de los productores directos, pero esta u nificación n o d e b e h acerse basándose en unidades productivas p eq u e ñas y fragm en tad as — q u e sería equivalente a decretar la m ediocridad universal— , sin o sob re la base d e la creación de una produ cción masiva socializada basada a su v e z en el lib re desarrollo de las fuerzas sociales productivas y la a p lica ción de la cien cia y la tecnología, con o b jeto de satisfacer las gen uin as ex igen cia s d el bienestar de la población e n te ra .^
Un estu dian te a m e rica n o del populism o legal, A . P. M endel, bautizó este p ro g ra m a co n el n om b re de la solución m axim alista y lo con tra stó co n e l p rogra m a m ínim o de V oron tsov .100 Esta d ife rencia p u e d e a cep ta rse, p ero no d eb e ensom brecer la sim ilitud esencial en tre lo s d os program as. D e h echo, V oron tsov y D an iel son p ro p u g n a ro n dos v a ria cion es del m ism o m odelo de industria lización. E l a u to r d e L as su e rtes d el capitalism o en Rusia, estaba tam bién bastan te fa m ilia riza d o co n el m arxism o, y, al igual que Danielson, no n egaba la n ecesidad de la socialización del traba jo. D anielson, p o r su parte, n o podía librarse d e la idealización de la p ro d u cció n p a tria rca l — contrariam ente a sus intenciones, el r o -
manticismo económ ico, em b e lle ce d o r d e la im a g en de la economía precapitalista y causante de la in fra v a lo ra ció n d e la perniciosidad de algunos residuos del feu dalism o, era, a m e n u d o , m ucho más evidente en sus escritos que en los e scritos d e V o ro n tso v . Tanto Vorontsov com o D anielson deseaban una in d u stria liza ción que no causara la ruina de los pequ eños p r o d u c to r e s n i la disminución del nivel de consum o de las masas. L a d ife re n cia q u e les separaba se reducía en la práctica a sus a p re cia cio n e s resp ectiva s de la validez de ciertos m étodos para co m b a tir al cap italism o como el crédito barato para los artesanos, la d ism in u ción de los impuestos, consejo agronóm ico gratis para los cam p esin os, y tantos otros. Vorontsov prom ovía estos m edios, m ientras q u e D a n ielson se mos traba un tanto escéptico ante estas sem im ed id a s y resaltaba la necesidad de una transform ación g lob a l d e l sistem a e con óm ico, de cretado y llevado a cabo p o r el Estado. Y —finalmente, pero no en ú ltim o lu ga r— n o d e b e m o s olvidar que ambos escritores populistas creía n en la n ecesid a d de poder llevar a término sus program as e co n ó m ico s sin nin gu na reforma política. Este rasgo característico del p op u lism o leg a l levan tó una verdadera indignación entre los m arxistas. rusos. P le ja n o v escribió acerca de este tema a Engels: Supongamos que la com una cam pesina es rea lm en te n u estro salvavidas, pero ¿quién llevará a cabo las reform as postuladas p o r N ik o la i-o n ? ¿el gobierno zarista? ¡Es m ejor la pestilencia q u e estos reform istas y sus reformas! El socialismo introducido p o r la p olicía ru sa i m enuda qui mera!1®
La ideología de los populistas legales, esp ecia lm en te la de los economistas profesionales, m uestra un asp ecto d el p op u lism o dife rente al de las ideologías de los populistas rev olu cion a rios. Su relación con el socialismo internacional era m u ch o m ás débil, casi inexistente, pero, por otra parte, representaba los in tereses de los campesinos, y de los pequeños p rod u ctores precapitalistas en ge neral, de una forma m ucho más directa. N o es en absolu to acci dental que el artículo N u evos tallos en los ca m p os d el p u eblo, análisis muy apreciado por Lenin com o tip ifica dor d e los m ejores aspectos del populism o,102 fuese escrito p o r un populista legal, Eliseyev o K rivenko.163 El populismo [escribía un académ ico soviético] fu e una variante rusa de la corriente pequeño-burguesa de pensam iento social, q u e existió en muchos países como reflejo de la ideología de los p eq u eñ os productores de mercancías, arruinados por la marcha triunfal del capitalism o. Sismondi y Proudhon fueron también representantes de esta corriente. P ero en ningún otro lugar, en ningún otro país, la ideología de la dem ocracia pequeñoburguesa ha encontrado tanta popularidad y una expresión teórica tan ajustada com o ocurrió en el caso del p op ulism o liberal ruso
de la décad a d e 1890. A u n q u e la ideología pequeñoburguesa había sido reflejada a n teriorm en te —m u ch os antes que el populism o ruso— en las enseñanzas re sp ectiv a s d e Sism on di y P roudh on, n o por eso sería erróneo afirmar q u e las ideas d e los populistas liberales rusos de la década de losi noventa p u e d e n tratarse com o una variante expresiva y especialmente! distinta de ésta.18*
A ce p ta m o s esta afirm ación co n una salvedad. La representatividad y la e x p re siv id a d so cio ló g ica de la ideología de V oron tsov yí Danielson n o s p a re ce fu e ra de dudas, pero existe tam bién poco¿ lugar a du das d e q u e ésta n o era hom ogénea, de que su rom anti cismo e co n ó m ic o p e q u e ñ o b u rg u é s estaba m uy lejos de ser consis tente y, en este sen tid o, clá sico; hallam os una expresión m u ch o más clásica d e él en las con stru ccion es historiosóficas utópicas d e M ijailovskii. L a s o p in ion es econ óm icas de V orontsov y Danielson eran una cu rio sa m ezcla de elem entos hetereogéneos: la idealiza ción d e la com u n a cam pesina y de la arcaica industria popular se hallaba co m b in a d a en su idoelogía, con un program a de industria lización, la alta a p re cia ció n qu e sentían p or la independencia de los p eq u eñ os p r o d u cto re s discu rría paralelam ente al postulado de la socia liza ción d e l tr a b a jo “ Engels advirtió esta heterogeneidad e incongruencia d e lo s elem en tos constituyentes en una carta d iri gida a P le ja n o v en la q u e form ulaba el siguiente com entario sobre las ideas d e D a n ielson : ...en u n país c o m o e l vu estro, en e l que la gran industria m oderna ha sido im plantado s ob re la p rim itiva com un a campesina y en el qu e coexis ten, al m ism o tiem p o, tod os los estadios de civilización, en un país que, además, ha s id o ce rca d o p o r el despotism o con una m uralla china in te· lectual, en u n país c o m o éste, nadie debe extrañarse ante la aparición de las m ás in cre íb le s y grotescas com binaciones de ideas.“ 6
Esta o b s e r v a c ió n p a re ce m u y acertada. Y o añadiría únicamente que h o y so m o s m u ch o m ás con scien tes de la relatividad de n ocio nes tales co m o “ g r o te s c o ” en el dom inio del desarrollo econ óm ico e ideológico resp ectiv a m en te. L o que resultaba grotesco desde el punto de vista d e l m o d e lo d e desarrollo econ óm ico occidental clá sico, lo con sid e ra m o s h o y com o un rasgo típico del desarrollo de los países atrasad os en unas con d icion es de crecim iento rápido pero d e se q u ilib ra d o d e la econ om ía mundial. La heterogeneidad histórica d e lo s e lem en tos constituyentes de la ideología de V o rontsov y d e D a n ielson fu e de h ech o un fiel reflejo de la peculiar coexistencia de a sin cron ism os, tipificadora de todos los países atra sados en el p r o c e s o d e m od ern iza ción .106 P or consiguiente, el p o pulism o ru so n o fu e só lo una id eología de los pequeños produ c tores, sino tam bién el p rim er reflejo ideológico de los rasgos espe cíficos del d e sa rro llo e co n ó m ico y social de los recién llegados de
' los países agrarios atrasados que están llevando a cabo el proceso de modernización en las condiciones creadas p o r la coexistencia con países altamente industrializados. Además, fu e también el pri.. mer intento de explicar teóricam ente estos rasgos específicos y de ducir de ahí conclusiones prácticas. Y en este sen tid o, fue una ideología realmente representativa no a pesa r de la h eterogen ei dad de sus elementos, sino gracias a ella. Quizá las concepciones de los econom istas populistas sean la mejor explicación de ello. Flerovskii, V o ron tsov y Danielson seña laron una doble amenaza capitalista: el p eligro interno que amena zaba al pueblo ruso, y el peligro extern o que am enazaba a la na ción rusa en conjunto. No se limitaron únicam ente al problema de cómo prevenir la proletarización del cam pesinado ruso, sino que abordaron también el problem a de cóm o evitar la proletarización de Rusia como nación, cóm o salvarla de ser explotada por países más avanzados y asimismo cóm o asegurar para Rusia un lugar honorable entre las naciones del m undo. Este aspecto del popu lismo a escala nacional apareció ya en los escritos de Herzen, es pecialmente en su imagen de Rusia com o p roletaria entre naciones burguesas. Su lema de que Rusia es un país qu e no tiene nada que perder pero mucho que ganar 167 era p aralelo a la imagen de Marx del proletariado com o una clase que n o tenía nada que per der excepto sus cadenas. La idea de que los países atrasados, en general, estaban más próxim os al socialism o que los países desa rrollados se remonta, com o mínimo, hasta B akunin, y el problema de los factores externos (difusión de ideas y tecn ología modernas, la necesidad de ir al mismo paso que los vecin os más avanza dos, etc.) había sido ya ampliamente tratado en los trabajos de Chemyshevskii.1®8 Sin embargo, sólo los populistas legales de los años ochenta y noventa situaron el problem a al plantear la cues tión de la industrialización no capitalista com o m edio para alcan zar y sobrepasar a las naciones económ icam ente más avanzadas. Desde la perspectiva de nuestros días, vem os en las teorías de Vo rontsov y Danielson no sólo un intento legítim o de defender a los campesinos, a quienes muchos socialistas de aquel tiem po pro clamaron, con excesiva presteza, com o condenados, sino tam bién el primer intento de plantear y solucionar algunos problemas del atraso económico, que son, todavía hoy, tóp icos de los países atrasados o desigualmente desarrollados del m undo.100 Para evitar la mala interpretación, debem os dejar bien claro que esta tesis no está relacionada con la con v icción de que sus opiniones estrictamente económicas fuesen esencialm ente correc tas —decimos únicamente que enunciaron las preguntas exactas y formularon por primera vez algunos problem as n uevos e impor tantes. No hay lugar a dudas que la suerte de los campesinos era
para ellos m u ch o más im portante que el desarrollo económico del país. Está asim ism o fuera de dudas que infravaloraron toscamente las posibilidades de desarrollo capitalista en Rusia al mostrarse excesivamente optim istas sobre la industrialización no capitalista, y al mismo tiem po dem asiado acríticos en su creencia de que bajo los auspicios d el Estado sería fácil combinar la industrialización con un aum ento firm e del bienestar del pueblo. Pocas dudas caben de que tam bién ellos com etieron muchos errores, malinterpretando hechos e interpretando tendenciosamente los datos económicos, presentando im ágenes falsas de las tendencias de la economía rusa, etc. Sin em bargo, en el presente contexto es de mayor im portancia la con sid eración de que ellos eran plenamente cons cientes del h ech o de que el atraso económ ico creaba sus propios ' problemas específicos y de que los países atrasados no solo no debían, sino qu e tam poco podían, repetir en su desarrollo el modelo inglés clásico. L a afirm ación de Vorontsov de que la indus tria capitalista rusa nunca sería capaz de conquistar mercados exteriores pu do h aber sid o errónea, pero el problema concreto de la influencia de las con dicion es internacionales sobre la industria lización de los países atrasados no era, ciertamente, un pseudoproblema. Su esperanza de que el gobierno zarista llevaría a término , una industrialización no capitalista en interés del pueblo era, indu dablemente, una ilusión reaccionaria, pero esta ilusión surgía de la captación correcta de la relación existente entre el atraso eco nómico y el papel del Estado en la iniciación y planificación del desarrollo econ óm ico. H oy , nadie se asombra de la tesis de que los países atrasados n o puedan desarrollarse siguiendo las líneas del \ capitalismo occid en ta l clásico; ningún marxista proclama hoy, / como hizo P leja n ov , que el socialism o es sólo posible en aquellos ; países que han re co rrid o el ciclo entero del desarrollo capitalista. Y no hay nada sorprendente en el hecho de que fuesen los popu listas rusos quienes postulasen, por primera vez, la industrializa ción no capitalista de los países atrasados —después de todo, R u sia había iniciado la industrialización mucho después y estaba mucho más atrasada que cualquier otro de los grandes países europeos y, p or consiguiente, tenía que llevarla a cabo en condi ciones estrictam ente diferentes a las del modelo clásico.
C apítulo
tercero
Populismo y marxismo
populistas rusos en confrontación con Marx y Engels
VOS r
el primer capítulo de este libro tratamos de mostrar que rxistas proporcionaron la definición del populismo ruso. En los 111 ,j.uj 0 siguiente resaltamos la importancia que tuvieron cie rel ca? 1gS marxistas en la ideología populista y el movimiento p o taS ·*f 6 Ahora, trataremos de mostrar que el populismo clásico no Pulis fjc definido, ni únicamente influenciado, por el marxismo, fue s ue en cierto sentido éste le dio su existencia. Creemos que s*n° grxismo debe reconocerse en su calidad de m arco principal ^ {eren cia para una comprensión apropiada del populismo ruso <^e,r. g i populismo clásico, por su parte, debe reconocerse com o c aS jg jos capítulos más importantes en la historia de la recep u.n,° ¿gi marxismo concebida en un sentido amplio. cl0^ sto se debe al hecho de que el populismo clásico no fue ú n ij,iente una reacción al desarrollo del capitalismo en Rusia, sino Cambién (especialmente al principio) una respuesta de la in telli° democrática rusa al capitalismo y al socialismo occidentaDespués de todo, fue una preocupación tradicional de los inte lectuales rusos el ponderar el futuro de Rusia en términos de la deseabilidad o indeseabilidad de seguir el ejemplo de la Europa occidental. Desde este punto de vista, cobra gran importancia el establecer cuál fue la im agen d el capitalismo occidental que se formaron los populistas, su historia y su actual situación. Y no es ninguna exageración decir que esta imagen se formó bajo la total influencia de Marx. Puede parecer una paradoja, pero fue El C a pital de Marx el causante de que los demócratas rusos concibieran al capitalismo como su enemigo número uno, contribuyendo de esta forma a la intensificación de su idealización de las relaciones sociales precapitalistas y, por la misma razón, el causante de su madurez populista. Puede demostrarse fácilmente que durante los años setenta fu e ron los populistas quienes jugaron el papel principal en la propaga ción del marxismo en Rusia. Para sorpresa de Marx ,1 la primera ^
ntsia \es
traducción de El Capital apareció en Rusia (publicada en 1872, apenas cinco años después de la publicación del original alemán y quince años antes de su traducción inglesa). Eli populista revo lucionario Hermán Lopatin, amigo íntimo de M arx, inició la tra ducción y tuvo que abandonarla com o consecuencia de su rápido pero abortado intento de liberar a C hernyshevskii de Siberia. Fue continuada y finalizada por otro populista, Danielson, quien, como sabemos, se autodefinía com o m arxista convencido. Se debió a los populistas el que las ideas de El Capital empezaran a divulgarse entre los campesinos y los trabajadores rusos: un activista de Tierra y Libertad, Y. M. Tishchenko, no se desprendió nunca del libro de Marx durante su participación en el movimiento Ir hacia el Pueblo; - otro m iembro de Tierra y Libertad, el emi nente revolucionario S. Kravchinskii, escribió un cuento titulado Mudritsa Naumovna con el que trataba de ilustrar y popularizar entre los trabajadores la teoría marxista de la plusvalía. Casi todos los pensadores populistas —tanto revolucionarios com o reformis tas, de Tkachév a Vorontsov— acostumbraban a hacer referencia a Marx y a utilizarlo ampliamente en sus críticas a la economía política liberal. Ya en 1865, Tkachév se definió a sí mismo (por escrito) como seguidor de K . Marx, cuyas ideas se han hecho ahora comunes a todos los hombres conscientes y honestos.3 Eliseev en 1869 llamó a Marx el hombre de m ayor talento y hones tidad entre los economistas políticos contem poráneos; 4 el mismo año, Mijailovskii sacó de Marx los principales argumentos de su concepción de los efectos negativos de la división del trabajo.5 Lavrov, una vez escapó de Rusia, estableció de form a casi in mediata relaciones con Marx y Engels y se hizo miem bro de la Internacional; posteriormente, bajo la influencia de M arx, empezó a defender la revolución social haciendo referencia a las leyes objetivas del desarrollo y mediante citas en su periódico “ Adelan te” extraídas de El Capital y de El M anifiesto Comunista. En una carta a Marx del 25 de octubre de 1880, el Comité E jecutivo de La Voluntad del Pueblo le informó de que El Capital se había convertido hacía tiempo en un libro de uso cotidiano para la intelligentsia democrática rusa.® Esto era, tal vez, una exageración. Muchos de los populistas de la base no tenían de El Capital sino un conocimiento de segunda mano. Sin embargo, queda justificado afirmar que la influencia indirecta de M arx alcanzó incluso a aquellos populistas que nunca leyeron sus libros. Esto fue debido a que la descripción hecha por Marx de las atrocidades de la acu mulación primitiva y de la revolución industrial en Inglaterra, su teoría de la plusvalía y su crítica al carácter form al de la demo cracia política burguesa fueron inmediatamente adaptadas al pen samiento populista constituyendo una parte de éste.
Un ejem plo instructivo de la influencia de El Capital sobre el pensamiento populista puede hallarse en dos artículos de los pri meros años setenta (ambos publicados en 1872). Uno de ellos, ya mencionado en otra ocasión, fue el trabajo de Eliseev titulado La plutocracia y su base social ,7 nos muestra cómo la imagen popu lista del desarrollo capitalista fue configurada entera y totalmente por Marx. Eliseev cita a Marx con gran amplitud y, además, mu chas páginas de su artículo eran simple y únicamente resúmenes o síntesis de las respectivas páginas de El Capital.8 La conclusión general era, p or supuesto, que debería hacerse todo lo posible para prevenir el desarrollo capitalista de Rusia. Aunque parezca extraño, Eliseev pensó que esta conclusión estaba de acuerdo con la afirmación de M arx (citada por él al principio de su artículo) de que en el proceso de gestación de un nuevo orden social la fun ción de com adrona la desempeña la violencia y que la violencia en sí misma es tam bién una fuerza económica.9 Si la violencia es pues la comadrona, razonaba Eliseev, esto significa que el papel del Estado es activo, que el Estado puede interferir legítimamente en el proceso de transform ación social con el propósito de prevenir resultados indeseables. De este modo, El Capital fue utilizado por el populista publicista para persuadir al gobierno del zar de que era su deber com batir al capitalismo ruso. Eliseev denunció fieramente el sistema parlamentario occiden tal considerándolo com o un mero instrumento sometido a las clases propietarias y su egoísmo, y lo contrastó con el Estado ruso que, en su opinión, no estaba vinculado al capitalismo y podía por tanto proteger los intereses generales de la sociedad. Podemos añadir a esto que el censor zarista mantenía una opinión similar. Éste, un tal Skuratov, que había permitido la publicación de El Capital sobre la base de que las denuncias que hacía Marx del capitalismo iban directa y únicamente dirigidas contra el orden social de los países ocidentales sin hacer referencia al Estado ruso que, según él, nunca suscribió los principios del laissez-faire y que protegía conscientemente el bienestar de los obreros.10 El segundo artículo, titulado Acerca de la ocasión de la tra ducción rusa de “ El Capital” ,11 fue escrito por Mijailovskii. El Capital fue utilizado en esta ocasión como un poderoso argumento en favor de la concepción populista de la primacía absoluta de las cuestiones sociales sobre las meramente políticas. El rencor popu lista contra los políticos liberales se justificó mediante referencia a los mismos cimientos del materialismo histórico —indicando que los sistemas políticos son meros reflejos de las relaciones económi cas; y que, por consiguiente, los cambios en la esfera económica (esto es, lo social) es lo que realmente importa. Además, la crí tica marxista al carácter ilusorio y formal de la democracia bur-
guesa apoyó la convicción populista de que la libertad política estaba ligada al capitalismo y falta de cualquier valor autónomo en sí misma. Por consiguiente, un gobierno constitucional en Rusia sólo podía servir a los intereses de la burguesía y empeorar la situación del pueblo.12 Podemos decir con toda seguridad que en la década de los setenta esta interpretación del m arxism o estaba muy difundida, siendo incluso la prevaleciente entre los populis. tas rusos. El hecho de que Marx nunca olvid ó la llamada lucha política se consideraba com o una clara inconsistencia derivada de su oportunismo político; ésta fue la opinión de Bakunin, e induda blemente consiguió difundir entre los revolucionarios rusos la idea de que Marx, com o dirigente de la Internacional, era un de fensor de la moderación y un portavoz de la aristocracia obrera pequeño-burguesa. Pero debe recordarse que Bakunin también valoró altamente la producción académica de su gran adversario, mostrándose en este sentido partidario del materialismo histórico y llegando incluso a ofrecerse para traducir al ruso El Capital de Marx. La combinación de una actitud bastante negativa hacia Marx como político, con un profundo respeto hacia él com o teórico fue, ciertamente, un rasgo m uy típico de los populistas rusos. Ste fanovich, uno de los más representativos seguidores populistas de Bakunin, expresó esta actitud dual de la siguiente manera: “ El marxismo como teoría -—no com o afiliado al partido socialista occi dental y exponente de su política práctica— no exclu ye el po pulismo.” 13 Como podemos ver, la recepción del m arxism o por parte de los populistas fue muy peculiar. Aceptaron con presteza la crítica de Marx a la democracia política pero rechazaron com partir su firme opinión de que era, sin embargo, un gran paso hacia adelante en comparación con la autocracia. Quedaron profundam ente impre sionados por su exposición de las crueldades del desarrollo capita lista —tan profundamente que no pudieron aceptar su tesis de que el nacimiento del capitalismo era, a pesar de todas las crueldades, el mayor progreso de la historia humana. Su imagen del capita lismo, era, globalmente, no marxista ya que vieron el desarrollo capitalista como un proceso esencialmente retrógrado, pero, no obstante, esta imagen hubiera sido imposible sin la influencia catalizadora de Marx. Sus conclusiones prácticas fueron a menudo incompatibles con el marxismo, no obstante, se apoyaban en una argumentación teórica que había sido tomada de M arx o, cuando no, derivada de una particular interpretación de sus ideas. Un ejemplo particularmente sorprendente de la influencia ocul ta de Marx lo hallamos incluso en la teoría de M ijailovskii sobre el progreso, esto es, en la más articulada y extrema expresión del romanticismo económico (sociológico) populista. Com o ya hemos
demostrado a lo largo de este libro,14 ésta se basaba en el análisis marxista de la división del trabajo y su efecto destructivo sobre la globalidad individual, especialmente sobre la tesis de Marx de que la perfección del trabajador colectivo se conseguía a costa de, o en razón inversa a, el desarrollo del trabajador individual. Mi jailovskii sacó a relucir esta tesis y, previa decisión de que el desarrollo individual es el único criterio de progreso aceptable, dedujo de esto que el llamado progreso social era, de hecho, un retroceso. Qué duda cabe de que esta conclusión era contraria al marxismo, pero, sin embargo, se derivaba del análisis marxista de las dolorosas contradicciones del progreso. Engels escribió, en una carta dirigida a Marx, que ni el mis mo Maurer — el académ ico que tanto había contribuido a la com prensión de las form aciones económicas pre-capitalistas— estaba libre del ilustrado prejuicio de que seguramente desde la oscura Edad Media debía de haber tenido lugar un constante progreso hacia cosas m ejores. Este prejuicio, continuaba Engels, le impide a Maurer ver no sólo el carácter antagónico del progreso real, sino también los retrocesos individuales.15 En el caso de Mijailovskii, lo cierto es lo contrario: estaba tan ansioso de liberarse de los ilustrados prejuicios burgueses, tan trastornado por los retrocesos individuales, que rechazó reconocer el carácter progresista de la evolución social y cayó en el retrogrado utopismo romántico. No es de extrañar que el romanticismo económico de los popu listas se adaptara también a las categorías marxistas mediante las cuales fue interpretado por Lenin. Éste reflejaba, ciertamente, la reacción pequeño-burguesa al progreso capitalista, pero expresa ba también la reacción de los intelectuales rusos a los análisis marxistas de las trágicas contradicciones del desarrollo capitalis ta. Puede decirse que se basaba sobre una absolutización del lado negativo de este desarrollo, según lo describió Marx. No era mar xista en sus conclusiones, pero, no obstante, se vinculaba a la des cripción marxista clásica del desarrollo del capitalismo. A menudo se expresaba incluso en lenguaje marxista: en los años noventa no sólo Lenin, sino también los mismos populistas (Vorontsov, Daniel son) definían sus ideas com o expresión ideológica de los intereses de los productores inmediatos que se hallaban en peligro por el desarrollo del capitalismo y trataban de evitar la proletarización. A pesar de todo lo dicho, es bastante comprensible que, dejan do a un lado su gran deuda hacia Marx, fuera muy difícil para los populistas denominarse marxistas —el caso de Danielson es algo excepcional. Para ellos, el obstáculo principal consistía en el determinismo marxista y el evolucionismo naturalista, según se hallaba expresado en el prefacio a la primera edición alemana de El Ca pital. Esto implicaba que no podía evitarse en Rusia el tormentoso
proceso de desarrollo capitalista. Esta im p lica ció n fu e hecha explí.. cita por los discípulos rusos de M a rx qu e, n o d e form a antinatu ral, contribuyeron a lograr un sign ificativo ca m b io en la actitud populista hacia el m arxism o. El caso de M ija ilo v sk ii fu e más radi cal. El sentimiento de deuda hacia M a rx d io p a so a la conciencia de la incompatibilidad con, y la o p o sició n a, sus teorías. La oposi ción, sin embargo, es tam bién una re la ció n in ten cionada, a veces la más próxim a y más significativa. Una detallada historia del cam bio d e actitu des hacia el mar xismo en el ambiente populista resultaría dem asiado extensa, aun que ciertamente fascinante. Sin em bargo, y en b en eficio de la con cisión, nos ceñirem os a un b rev e d esa rrollo de aqu ellas interpreta ciones populistas del m arxism o que p a recen se r las m ás revelado ras en lo que respecta al problem a te ó rico de la ev o lu ció n social y del atraso económ ico, así com o a la p osib ilid a d y deseabilidad de un modelo de desarrollo no capitalista para R usia y para los paí ses atrasados en general. El primer intento im portante p o r parte de los revolucionarios rusos para asimilar algunos elem entos del m a rx ism o había tenido lugar ya en la primera m itad de los años sesenta, a n tes de la publi cación del primer volum en de El Capital. F u e realizad o p or Peter Tkachév, quien form ulaba sus ideas d e la sigu iente m anera: La vida social en todas sus m anifestaciones, la literatura, la ciencia, la religión, y las formas políticas y jurídicas, n o es sino el resultado de unos principios económicos dados que se hallan en la base de tod os estos fenó menos sociales. Los principios económ icos dados, en su desarrollo gradual y consecuente, crean una acción recíproca entre las rela cion es humanas y producen la industria y el com ercio, la ciencia y la filosofía, las leyes y las formas políticas; en una palabra, dan existencia a la totalidad de nuestra civilización y de su progreso.“
Esto es, por supuesto, una paráfrasis del lib ro de M arx Zur Kritik der Politischen Ö konom ie. T k a ch év sostenía en 1865 que la idea del materialismo económ ico “ ha sido trasplantada a nuestra literatura — com o todo lo que de bu eno tiene— desde la cultura de Europa Occidental. Y a en 1859 el fam oso exilia d o alem án Karl Marx así lo había expresado con claridad y exactitud. Esta idea se ha hecho ahora com ún a todos los hom bres h onestos y cons cientes y no caben objeciones serias p or parte de ningún hom bre inteligente” .17 Debemos añadir que Tkachév no se contentó con una declara ción general de principios, sino que trató, tam bién, con m ayor o menor éxito, de aplicar estos principios a su interpretación de las luchas ideológicas del pasado y del presente. A sí, p or ejemplo, interpretó la lucha entre el catolicism o y la reform a com o una lucha entre la aristocracia feudal y la naciente burguesía; 18 en
la em ancipación de la m u jer vio un resultado necesario del desa rrollo ca p ita lista ;10 en su polém ica contra Lavrov se opuso fuer temente a la e x a g era ción del papel del pensamiento crítico, pro clamando qu e en la historia el papel decisivo no lo desempeña el intelecto hum ano o el con ocim ien to abstracto, sino las inclinaciones derivadas de los intereses vitales de los hombres y de las mujeres que, p or con sigu ien te, tienen sus raíces en la esfera de las rela ciones econ óm ica s.20 Este específico materialismo económ ico de Tkachév n o llegaba a m arxism o; consistía más bien en una pecu liar m ezcla de algu n os elem entos de marxismo con un primitivo utilitarismo, ex a gera n do toscam ente el papel de las motivaciones económ icas directas en el com portam iento individual. Desde el punto de vista de la historia de las ideas su postura no está caren te de un cierto interés. N os enfrentam os a un interesante proble ma al interpretar las crudas teorías de Tkachév: ¿cóm o es posible que coexistiera en la ideología de Tkachév el materialismo econó mico — una teoría que, p o r lo general, aparece en relación con el determinismo co n ce b id o de form a mecánica— con la convicción extrem adam ente voluntarista de que el futuro de Rusia, en su totalidad, dependía de la voluntad y de determinadas acciones de la minoría rev olu cion a ria ? En la C on trib u ción a la crítica de la econom ía política de Marx. Tkachév le y ó qu e las form aciones económ icas no pueden perecer hasta que hayan alcanzado el total desarrollo de sus fuerzas produc tivas. En los años ochenta y noventa, los marxistas rusos acostum braban a sacar de esto la conclusión de que la revolución socialista en Rusia debía estar precedida p or el com pleto desarrollo del capi talismo ruso. T k a ch év , que, naturalmente, no podía suscribir esta opinión, argum entaba que la revolución socialista en Rusia era posible d esp u és de la term inación de todo el ciclo de desarrollo capitalista, o bien, antes de tom ar este camino. Todo principio eco nómico tiene su p rop ia lógica interna de desarrollo. De la misma manera que cu and o razonam os no podem os saltar directamente de la primera prem isa a la conclusión, así en el desarrollo histórico de un p rin cipio e con óm ico es im posible evitar las fases interme dias.21 Sin em bargo, es posible iniciar un nuevo ciclo de desarro llo en el supuesto de que los viejos principios económicos hayan sido com pletam ente liquidados. Esta posibilidad de elección es mucho más real en las épocas de transición, cuando las viejas relaciones econ óm icas han sobrepasado ya su tiempo de existen cia y las nuevas aún n o se han establecido con firmeza. Por con siguiente, el utopism o no es algo peculiar de los revolucionarios extremistas que tratan de sustituir los principios económicos exis tentes p or otros nuevos. L os verdaderos utópicos son los modera dos que desean p reservar el sistema económ ico existente y, al mis
mo tiempo, evitar algunas de sus fases naturales de desarrollo 0 evadir algunos de sus resultados naturales e inevitables. En Rusia la revolución socialista puede hacerse ahora que la vieja forma-' ción feudal ha agotado ya su vitalidad y la nueva, la formación capitalista, aún no se ha asentado, o bien en un lejano futuro cuando el país haya pasado a través de todas las dolorosas fases del desarrollo capitalista. Hoy, el futuro del país está por completo en manos de los revolucionarios, mañana será demasiado tarde Alemania se enfrentó a la misma alternativa durante su gran guerra campesina. A diferencia de Engels, T k achév no pensó que la derrota de Miintzer fuese el resultado de la necesidad histórica. Pensó, por el contrario, que M iintzer tenía una posibilidad objeti va de vencer y que su historia hubiese salvado a las masas alema nas de los dolores y sufrimientos del desarrollo del capitalismo.22 Pocos años después — en 1874— T k achév lanzó una agria po lémica contra Engels. El contexto de esta polém ica no fue ruso, sino más bien internacional — la controversia nació sobre la cues tión de las divergencias ideológicas entre B akunin y Marx y su lucha por la dirección de la Internacional. D espués del asunto de Nechaev,23 en el que Bakunin había in volu crado a la Interna cional, se votó una resolución en la que la Internacional condenó a Nechaev, desaprobó los m étodos conspiratorios y se separó de las actividades ilegales de las sociedades secretas revolucionarias. Tkachév, que simpatizaba con Nechaev y era, en cierto sentido, su discípulo y seguidor, interpretó esta resolución com o una sepa ración radical de todo el movimiento revolu cion ario ruso. Baku nin, por su parte, acusó a Marx de traicionar la revolución, de abandonar la verdadera lucha social en beneficio de aspiraciones puramente políticas. Vio en M arx al portavoz del proletariado cualificado, de mentalidad burguesa, propio de los países ricos y altamente desarrollados y se identificó a sí m ism o com o el por tavoz del mísero proletariado, com o el abogado de las masas trabajadoras de los países pobres y atrasados. La abortada revo lución española de 1873, conducida por los seguidores de Bakunin, añadió leña al fuego. Engels la condenó y ridiculizó, afirmando que España, siendo un país atrasado, no estaba madura para la revolución socialista y que los revolucionarios españoles, en lugar de dedicarse a las aventuras anárquicas, deberían tom ar parte en las elecciones de las Cortes.24 Las actividades de Bakunin escindieron la Internacional y la amenazaron con el colapso (cosa que ocurrió p oco después). Ba kunin, al igual que Hertzen, había pasado un período en el que combinó el revolucionarismo con un cierto paneslavismo, una ideología hacia la que Marx y Engels se mostraron siempre pro fundamente suspicaces y hostiles. El asunto de Nechaev, quien
recomendaba y practicaba un extremo y despiadado inmoralismo en la elección de los métodos de lucha, ayudó a desacreditar al movimiento revolucionario ruso en general. Todos estos factores hicieron que M arx y Engels, en la primera mitad de los años setenta, se sintieran algo suspicaces respecto a los revolucionarios rusos, especialmente aquellos de entre ellos que, como Bakunin y Tkachév, rechazaban las tácticas de la gradual preparación de la revolución, proclam ando que Rusia, y los países atrasados en general, estaban m ucho más preparados para la gran rebelión social que los países burgueses occidentales, económicamente de sarrollados. Ésta fue la razón del tono ofensivo del artículo de Engels Literatura en la emigración: Tkachév era ridiculizado como un escolar inexperto y los revolucionarios rusos émigrés descritos como un grupo de estudiantes inmaduros que, pronunciando grandilocuentes frases afectadas, se hinchaban como ranas y se devoraban unos a otros.25 Tkachév replicó a este artículo en su famosa Carta abierta a Engels (1874),20 en el que acusaba a Engels de abandonar los métodos revolucionarios y propugnar únicamente la acción legal. Engels, por su parte, polem izó con Tkachév en el siguiente artículo de la serie Literatura en la emigración y en un artículo separado titulado Sobre las relaciones sociales en Rusia. Volveremos a las opiniones de Engels en el último capítulo de este libro; en r>l presente contexto parece suficiente afirmar que de las dos mayo res aportaciones que Tkachév había dirigido contra Engels en su Carta abierta, la prim era — rechazo de las formas ilegales de lucha— se basaba, hasta cierto punto, en una mala interpretación, pero la segunda — negación de que Rusia estuviese preparada para la revolución socialista— reflejaba una diferencia esencial en sus respectivas posturas. Contrariamente a la opinión de Bakunin, Engels no fue nunca un apologista del legalismo y no pretendió aconsejar al m ovim iento revolucionario ruso que rechazara la cons piración, esto es, que se autodestruyese. La diferencia de opinión sobre el segundo tema derivaba de un desacuerdo teórico y fun damental. Para Tkachév la debilidad o, según decía él, la inexis tencia de la burguesía rusa era un argumento importante para la viabilidad de la revolución socialista en Rusia: significaba para él que el capitalismo ruso, al ser todavía muy débil y artificial, era fácil de eliminar, y que el gobierno ruso en su lucha contra los revolucionarios carecía del apoyo de una fuerza social importante, que en Europa occidental se convirtió en el más poderoso anta gonista del socialismo. Engels pensó, por supuesto, que lo cierto era lo contrario. La condición necesaria para el socialismo es el alto nivel de desarrollo económico, que es resultado de la indus trialización capitalista.
La burguesía —escribió Engels— es una c o n d ic ió n p rev ia tan necesaria para la revolución socialista com o lo es el m ism o p roleta ria d o. H e aquí n un hombre que dice qu e esta re v o lu ció n p u e d e lle v a rs e a térm in o con mayor facilidad en un país que, a u n q u e n o tien e proleta ria d o, n o tiene tampoco burguesía; esto dem uestra q u e tod a vía n o h a a p ren d id o el ABC del socialismo.*
No puede negarse que esta op in ión a rm on iza perfectam ente con el prefacio a la prim era ed ición alem ana d e El Capital. La evolución de cualquier form a ción e co n ó m ica es u n p r o c e s o histó rico natural, objetivo e indepen dien te d e la v o lu n ta d h um ana: una sociedad no puede rem over los o b stá cu los cre a d o s p o r las suce sivas fases de su desarrollo n orm al ni m ed ia n te a u d a ces decla raciones ni mediante decretos legales.28 L a s le y e s d e l desarrollo social avanzan p or su cam ino con férrea n e cesid a d , y lo s países subdesarrollados deben pasar a través de las m ism as fases de desarrollo económ ico que los países d esa rrolla d os y a han com pletado: el país industrialm ente m ás d e sa rro lla d o só lo muestra, a los menos desarrollados, la im agen d e su p r o p io fu tu ro .20 Para los populistas rusos, estas g e n era liza cion es fu e ro n , con toda seguridad, un hueso difícil d e roer. L a a p lica ció n a R usia de esta postura teórica con d u jo a los socialistas ru sos ante un dra mático dilema, cuya form u lación m ás ex p re siv a se halla en el artículo de M ijailovskii K a rl M a rx a n te e l trib u n a l d el señor Zhukovskii (1877). Para los socialistas occid e n ta le s — argum entaba Mijailovskii— , la teoría m arxista del d e sa rro llo socia l o fr e c e una explicación científica del pasado y una fu en te d e argu m en tos en pro de la necesidad y la deseabilidad del socia lism o. Suscribirla no significa para ellos una escisión m oral, un d iv o r c io en tre su ideal y su diagnóstico de la realidad social existen te. U n socialista ruso que defienda la teoría m arxista se hallará en una situación diferente: se verá forzado a aceptar que las co n d icio n e s previas del socialismo no son, h oy p or h oy , constatables en un país y que la imagen del inmediato futuro de Rusia se halla en la descripción de Marx del desarrollo del capitalism o en Inglaterra. A dem ás, el determinismo histórico marxista le obligaría a a cep ta r todas las consecuencias del progreso capitalista, a p esa r d el cla ro co n o ci miento del daño y dolor que ocasionaría al p u eb lo. Toda esta ruina de m ujeres y niños qu e tenem os tod avía ante no sotros, y que desde el punto de vista de la teoría h istórica de M arx no debemos repudiar, puesto que significaría actuar en n uestro p rop io detri mento; al contrario, debemos recibirles com o los d ifíciles, pero necesarios, escalones hacia el templo de la felicidad. Sería, ciertam ente, m u y difícil de llevar esta contradicción interna, este con flicto en tre la teoría y los valores que, en muchas situaciones concretas, desgarraría inevitablem ente el alma de un discípulo ruso de Marx. D ebe reducirse asim ism o a desem peñar el papel de un espectador, que, con la desapasionada ecuanim idad
de un P im en , e s crib e lo s a n a les d e u n progreso de doble filo. No puede tomar parte a ctiv a e n este p ro ce so . Es m oralm cnte incapaz de em pujar hacia d ela n te e l la d o m a lo d e l p roce so y, por otra parte, cree que la actividad m o tiv a d a p o r su s sen tim ien tos m orales contribuiría únicam ente a retardar y a la rg a r to d o e l p ro ce so . Su ideal, si es realm ente un discípulo de M arx, con siste, en tre otras cosas, en h acer de la propiedad algo inse parable d e l tr a b a jo , d e m o d o q u e la tierra, las herramienta y todos los medios d e p r o d u c c ió n p erten ezca n a los obreros. P or otra parte, si real mente com p a rte la s id ea s h istórico-filosó fica s de M arx, debe alegrarse al ver a los p r o d u c to re s d iv o rcia d o s de sus m edios de producción, con side rando este d iv o r c io c o m o la prim era fase d e l inevitable y, en última instancia, b e n é fico p ro ce so . D e b e , en u na palabra, aceptar la liquidación de los p r in cip io s in h eren tes en su ideal. Esta colisión entre el sentimiento moral y la in e v ita b ilid a d h istórica d e b e resolverse, por supuesto, en favor de la últim a.30
Este ra z o n a m ie n to n o fu e, tal vez, m eram ente hipotético: es bastante p o s ib le q u e M ija ilo v s k ii tuviera en mente a discípulos rusos d e M a rx co n c r e to s . P rob a b lem en te éstos debían hallarse entre los ú ltim o s la v ro v ista s, que, al haber aceptado la teoría de M arx d e la s fa ses su ce siv a s d el desarrollo social, interpretán dola en té rm in o s fatalistas, se su m ergieron a sí m ismos en la postura d e p a siv o s o b se rv a d o re s del supuestamente objetivo e inalterable p r o c e s o . U n ca so e x trem o de esta filosofía de la inac tividad fu e u n ta l N a silo v , d escrito en las m em orias de Iv. Popov, con qu ien e s tu v o en co n ta cto durante los años 1877-1888. Este hom bre se co n s id e ra b a a sí m ism o un discípulo de M arx, y d ed u cía del m a rx is m o q u e lo s su cesos debían dejarse madurar, siendo tan im p osib le a c e le r a r c o m o retrasar su debid o curso. H abiéndose afirmado en esta c o n v ic c ió n , N asilov se relajó; hablaba con los amigos, ju g a b a al a je d re z y esbozaba planes, esperando el m o mento en q u e lo s su ce so s estu viesen m aduros.31 K o z ’m in r e m a r c ó c o n a cierto: “ U no debe tener un tem pera mento e q u ív o c o , cierta m en te, para sentirse satisfecho con tal s o lución.” 32 L o s r e v o lu c io n a r io s d el T ierra y Libertad no podían aceptarla, p e r o este re ch a z o n o significó un rechazo explícito del marxismo. T o d o s e llo s sentían un profu n d o respeto por M arx y se m ostraron in ten sa m en te p re o cu p a d os cuando su autoridad empezó a ser in v o ca d a p o r lo s lib era les rusos en apoyo de la tesis de que Rusia n o estaba m a d u ra , tod avía, para la transform ación del so cialismo. E llos in ten ta ron in terpretar a M arx a su propia manera y aprender d e él tan to co m o fu era posible. Así, por ejem plo, en un artículo a n ó n im o a p a re cid o en su periódico clandestino, acep taban los análisis s o c io ló g ico s sob re la situación en Rusia e x puestos en la p o lé m ica d e E ngels contra Tkachev. Pero persistían en con sid erar q u e el socia lism o era un producto de la miseria y la e x p lo ta ció n y n o el co ro la rio d e un alto nivel de desarrollo económ ico.33
Plejanov, que era en a q u ellos m om entos el máximo toó rico de la ortodoxia populista, a p ortó otra solución al problei^ Su artículo La ley d el d esa rrollo e c o n ó m ic o de la sociedad y ^ tareas del socialism o en R usia (1879) es de crucial importan^ para una com prensión co rre cta tan to d e su populism o como de SlJ marxismo. Resulta m u y característico y sign ificativo que Plejanov eni^ pezase su artículo con una iron ía con tra los seguidores de Tkachev y su idea de una tom a d el p o d e r : se m an tu vo hasta el fin de su vida enemigo intransigente d e l b la n q u ism o y su rechazo a una toma del poder fu e un la zo im p orta n te entre su período popu]^ y su período m arxista. Igu alm en te significativo fue el hecho de que ya entonces, com o id e ó lo g o d el p opulism o ortodoxo, tratase de criticar al blanquism o d esd e la p o sició n del determinismo his* tórico de Marx. Ha pasado el tie m p o en qu e uno podía pensar que para cam biar una estru ctu ra so cia l bastaba hacer una cons. piración, tom ar el p o d e r d el estado y , después de esto, hacer llover sobre las masas un cie rto n ú m e ro de benévolos decretos Esta idea no era sino un r e fle jo d e la fa se teológica en el desa rrollo de la teoría social; sin em b a rg o, la cien cia social ha entrado hoy en una nueva fase, p ositiv a , representada en la teoría del socialismo por M arx y Engels. (J u n to co n ellos el joven Plejanov llamado también R odbertu s y D ü h rin g .) El a u tor de El Capital había demostrado que las form as socia le s estaban determinadas por el desarrollo econ óm ico y q u e la vid a socia l se gobernaba mediante leyes que no podían cam biarse a ca p rich o. P ero ¿era necesario sacar de esto la con clu sión de q u e la lu ch a p or el socialismo en un país atrasado, co m o R usia, era a lg o absurdo y destinado al fracaso? Plejanov intentó d em ostra r q u e no era así, que las tareas socialistas de T ierra y L ib erta d estaban de acuerdo con la ley del desarrollo econ óm ico de la socied a d . L a s ley es del desarrollo, sos tenía, no son las m ism as en to d o lu ga r; la historia no es un proceso uniforme y m e cá n ico ; el m ism o M a rx no es un hombre deseoso de encerrar a toda la raza hum ana en un lecho de Procrusto de leyes universales. P ara ser m ás precisos, deberíamos decir que las leyes universales d e la dinám ica social no existen, pero al estar interrelacionadas y al ap a recer bajo diferentes com binaciones en sociedades d iferentes, con d u cen , a veces, a resul tados finales m uy diferentes. S on co m o las leyes de la gravedad que, siendo las mismas en cu a lq u ier lugar, su resultado puede ser en un caso la órbita elíptica d e un planeta o, en otro caso, la órbita parabólica de su com eta.35 A l desarrollar su teoría, P le ja n o v , probablem ente sin darse cuenta de ello, repitió la idea p rin cip a l de Tkachev: una transi ción directa al socialism o, sostenía, era p osible en Rusia porque
era un país en que todavía no se había iniciado la senda del desarrollo capitalista. Según M arx, citando una sociedad ha to mado el cam ino co rre cto de las leyes naturales de su movimiento, no pu ede ni evita r las fases naturales de su desarrollo ni elim i narlas m ediantes decretos legales.30 Sin embargo, Rusia (argu mentaba P le ja n o v ) n o se ha sitvado todavía sobre este camino fatal. E uropa occiden tal se desarrolló a lo largo de la senda capitalista, p o rq u e la com una campesina occidental se desintegró en la lucha con el feudalism o; sin em bargo, en Rusia la comuna se había p reserva d o relativam ente intacta. En Occidente la socia lización del tra b a jo capitalista suministró la base objetiva del socialism o; en R usia la proporciona la posesión colectiva de la tierra. La socialización del trabajo en Rusia (esto es, la transición al cultivo co le ctiv o de la tierra) puede conseguirse sin divorciar a los p rod u ctores de los m edios de producción, com o un simple corolario del p rog reso tecnológico. El pueblo ruso (en este punto empiezan a d ivergir las ideas de Plejanov y Tkachev) 37 organi zará espontáneam ente la totalidad de la vida social bajo principios socialistas, en el supuesto de que sean eliminados los obstáculos externos crea d os p or la intervención constante y la influencia desm oralizadora del Estado. Incluso si el gobierno triunfa en su intento de destru ir la com una, los hábitos e ideales colectivistas del p u eb lo cam biarán m u y lentamente. P or consiguiente, el p ro grama de T ierra y L ibertad tiene todavía una fuerte base de asentamiento en la realidad social y no necesita ninguna c o rrección. Había un punto débil en la argumentación de Plejanov: un error eviden te en la interpretación y en la traducción de la frase de M arx que citó. T raducida correctam ente y sin abreviaciones es com o sigue: ...Incluso cuando una sociedad se ha situado en el camino correcto para el descu brim iento de las leyes naturales de su movimiento —y es el objetivo últim o d e este trabajo poner al descubierto la ley económ ica del m ovim iento d e la sociedad moderna— no puede ni despejar mediante audaces declaraciones, n i elim inar mediante decretos legales los obstáculos creados p or las sucesivas fases de su desarrollo normal.® ¡?
Es o b v io qu e no es lo mismo situarse en el camino correcto para el d escu b rim ien to de las leyes naturales que situarse en el caynino c o r r e cto de las ley es naturales (en el sentido de en trar en la órbita de la operatividad de las mismas). El signifi cado correcto de la anterior cita de El Capital es que iiicltiso el descu brim ien to y la explicación científica de las leyes del de sarrollo econ óm ico de una sociedad dada no hace posible evitar las fases naturales de este desarrollo o eliminarlas mediante d e -
cretos legales. La interpretación de P leja n ov se basaba, por con* siguiente, en un simple error. Dejemos, sin embargo, este punto. Más im portante es la lógica interna en el razonamiento de P lejan ov. H a y e n él un oculto pesimismo: ¿Qué sucederá si Rusia se sitúa finalm ente en el ca mino fatal de las mismas leyes económ icas que gobiernan hoy a las sociedades capitalistas de O ccidente? T k a ch ev pensó sobre este tema en términos de fuerza: ¿quién dem ostraría tener más fuerza, las tendencias capitalistas espontáneas o la vanguardia revolu cionaria consciente y disciplinaria? Para P leja n ov , que rechazaba el blanquismo y desaprobaba la idea de op on erse a las leyes naturales, era éste un problem a m ucho más difícil; el reconoci miento de que el capitalismo era en Rusia, com o en cualquier otro lugar, una tendencia natural del desarrollo social le llevó inevi tablemente a una ruptura completa con el populism o. Esto fue una peculiar paradoja histórica: lo que determ inó la ruptura de Plejanov con el populismo com o tal fu e su p osición más ortodoxa dentro del movimiento populista. P uede decirse que se hizo socialdemócrata porque deseaba mantenerse fiel al v ie jo programa de Tierra y Libertad, que proclam aba que las masas hacen la revolución y la historia la prepara.39 El camino de Plejanov hacia el m arxism o n o era, sin embargo, el único. En la década de los años ochenta existieron en Rusia — en Petersburgo, Kiev, Nizhnii N ovgorod, K azan y otras ciudades junto al Volga— gran núm ero de círculos revolu cion arios cuyos miembros evolucionaron gradualmente hacia el m arxism o, com binando muy a menudo las teorías económ icas de M arx con un culto hacia la heroica Voluntad del P ueblo y algunos elementos de blanquismo.40 Alexander UTyanov (1866-1887), el herm ano ma yor de Lenin, constituye un interesante y revela d or ejem plo de esta transitoria formación intelectual. N o se le d ebe pasar por alto ni aun cuando se tratase de una esquem ática revisión de la adaptación populista al marxismo. UTyanov era populista únicamente en el sentido más amplio de esta palabra. Se consideraba a sí mism o continuador de la Voluntad del Pueblo, pero en su Programa de la -fracción terro rista del partido í(Voluntad del P ueblo” 41 abandonó la denom i nación tradicional de “ Socialistas-populistas” , llam ando a sus se guidores simplemente socialistas. En sus ideas no había nada de utopismo retrógrado; vio en el campesinado la principal fuerza revolucionaria, pero en la clase obrera de las ciudades, el socia lismo era para él un resultado necesario de la prod u cción capi talista y de la estructura de clase capitalista.42 Sin em bargo, pensó, esto no excluye la posibilidad de otra transición al socialismo, más directa, supuesto que hay condiciones favorables especiales
en los hábitos del p u eblo y en el carácter de la intelligentsia y del gobierno.13 L a le y del desarrollo económ ico hacia el socialismo a través del capitalism o no era, en su interpretación, universal, sino condicional: expresa una necesidad histórica que gobierna el proceso de transición al socialism o si este proceso se deja que se desarrolle espontáneam ente, si no hay intervención consciente por parte de un gru p o social.43 Para en ten der la cualidad peculiar del intento de UTyanov de com binar populism o con marxismo, debemos reparar en el hecho de que él trad u jo uno de los trabajos iniciales de Marx titulado C on trib u ción a la crítica de la filosofía hegeliana del Derecho. Esta tra d u cción se publicó en Suiza con un interesante prefacio de L a v ro v .44 L a crítica a la religión, el tema principal del trabajo de M arx, tenía para UTyanov Una importancia se cundaria. S e interesó principalm ente en los pensamientos de Marx sobre la p osibilidad de saltarse el desarrollo histórico de un país, pasando p or algunas fases de este desarrollo sobre el plano ideológico. Según el jo v e n M arx, el desarrollo político de A le mania se adelantó a su desarrollo histórico porque Alemania había experim entado en el pensam iento todo lo que Francia había e x perimentado en la realidad: ésta era la razón de por qué existía para Alemania la posibilidad de lanzar una revolución proletaria aunque n o hubiese pasado a través de la fase de la revolución burguesa. D e form a bastante correcta UTyanov vio en esto un importante argum ento para la tesis de que los países histórica mente atrasados, p ero ideológicam ente desarrollados, podían evi tar o saltarse algunas fases de su desarrollo natural. Un miembro del grupo de P etersbu rgo de la resucitada Voluntad del Pueblo, B. K o l’tsov, escrib ió sobre esto lo siguiente: Hablamos m u y a m enudo sobre este trabajo de Marx y UTyanov que siempre argum enta qu e la idea de que Alemania hubiera experimentado en el pensam iento todo lo que otros países habían experimentado en la práctica, no con tradice las últimas ideas de Marx y puede ser aplicado, asimismo, a Rusia... Ú ltim am ente m e ha sucedido a menudo escuchar de otros socialdcm ócratas de Rusia que ellos también habían pasado a través de esta fase de interpretación del marxismo.45
El desarrollo id eológ ico de U T y a n o v quedó truncado por su muerte — fu e ejecu tad o debido a su función dirigente, en un atentado contra la vida de A lejandro III (el llamado Asunto del 1 de m arzo de 1887). L a suerte de su hermano, escribía la esposa de Lenin, N. K rupskaya, sin duda influyó profundamente a Vladimir ITich.40 El fu tu ro dirigente de la revolución rusa quedó también profundam ente trastornado por la cobardía de los libe rales de Sim birsk, que después del arresto de su hermano reaccio
naron rompiendo las relaciones con su fam ilia. Según Krupskaya esta experiencia juvenil m arcó indudablem ente la actitud de Lenin hacia los liberales.·*7 Podem os añadir a esto qu e la suspicacia y el odio hacia los liberales distinguieron desde el comienzo a Lenin de Plejanov. Para el padre del m arxism o ruso, la socialdemocracia significaba precisam ente un acercam iento y una alian za considerables en la lucha com ún p or la libertad política.
2.
Plejanov y la realidad racional
Volvamos de nuevo a Plejanov. C om o ya hem os advertido, no fue un accidente el hecho de que el más consistente teórico del populismo ortodoxo resultase ser el prim ero en rom per con el po pulismo y en reconocer la necesidad del desarrollo capitalista de Rusia* Los revolucionarios de la V oluntad del P ueblo, una vez que renunciaron al principio de la a cción a tra v és del pueblo, se pasaron, parcialmente com o mínimo, al blanquism o, mientras que Plejanov, tanto en su período populista com o en su período marxista, fue siempre un firme adversario del blanquism o. Su con versión a la socialdemocracia le perm itió salvar esta tendencia práctica del viejo populismo. En el p refa cio a su prim er libro marxista, El socialismo y la lucha política, escrib ió: “ Una postura en favor del trabajo entre el pu eblo y para el pu eblo, una firme convicción de que la emancipación de los trabajadores la conse guirán los mismos trabajadores — esta tendencia práctica del viejo populismo— no me resulta ahora m enos apreciable que antes.” 48 Posteriormente —en el siglo x x — form uló esta idea incluso con mayor claridad: ...en teoría, el socialdemócrata no tiene nada en com ún con el populista, desde el punto de vista de su actividad práctica está m u ch o más próximo al populismo de lo que nos parecía antes, durante la fiebre del debate. Ambos cifran todas las esperanzas de su éxito en la actividad autopro pulsada de las masas; ambos están profundam ente con vencidos de que su trabajo tiene sentido, siempre y cuando despierte a las masas. A este respecto, un populista tiene mucho más en com ún con un socialdemócrata que, por ejemplo, con un miembro de la Voluntad del P u eblo.4®
El significado de la conversión de P lejan ov a la socialdemo cracia quedará aún mucho más claro si recordam os la opinión corriente sobre la socialdemocracia alemana entre los revolucio narios rusos de aquel tiempo. Un cofundador del G rupo Eman cipación del Trabajo, L. Deutsch la definía com o sigue: “ En todo el mundo civilizado el nombre socialdem ocracia iba entonces aso ciado al pacífico y parlamentario partido cuya actividad se caracterizaba por una supresión casi com pleta de todo tipo de
métodos de lu ch a determ inados y revolucionarios.” Resulta muy característico qu e los seguidores de Plejanov no deseasen adoptar este n om bre: si n osotros nos llamamos socialdemócratas —argu mentaban— tod os los elem entos revolucionarios se mostrarán ex traños hacia n osotros desde el mismo comienzo de nuestra actividad.01 En cuanto a Plejanov, él deseaba adoptar la etiqueta de socialdem ocracia únicam ente porque implicaba moderación: aspiraba a d esarrollar un program a político que fuese aceptable para los liberales, un program a que, sin asustar a nadie con un lejano fantasm a ro jo , se ganaría la simpatía de todos, excepto los enemigos d eclarad os d e la dem ocracia.5- Este programa, presen tado y ju stificado en El socialismo y la lucha política, consistía, dicho en p oca s palabras, en un enfático compromiso con la lucha política com b in a d o con un resuelto rechazo del blanquismo. El principal m é to d o de lucha debía ser la agitación entre los tra bajadores. La dictadura de una clase revolucionaria —proclamó Plejanov critican d o las tendencias blanquistas existentes entre los miembros de L a V olu n tad del Pueblo— difiere tanto como el día de la n oche, de la dictadura de un grupo de revolucionarios: ningún com ité e jecu tiv o, administrativo o de cualquier otro tipo, tiene el d erech o de representar a la clase obrera en la historia.53 La gran m isión de la clase obrera rusa es llevar a término la occidentalización de Rusia, acabar el trabajo de Pedro el Gran de; 84 una tom a del p od er por parte de los socialistas revolucio narios tan sólo con seguiría obstaculizar la realización de este fin; seria, con toda seguridad, un desastre que, como resultado final, provocaría una gran regresión histórica. Un alto nivel de desa rrollo e con óm ico y un alto nivel de conciencia de clase proletaria son con dicion es sin e qua non del verdadero socialismo. Un poder político que trate de organizar desde arriba la producción socia lista en un país atrasado se verá forzado a recurrir a los ideales del com unism o patriarcal y autoritario; el único cambio consistiría en reem plazar a los “ h ijos del sol” peruanos y a sus oficiales por una casta socialista. N o cabe duda — añadía Plejanov— de que bajo tal tu telaje el p u eb lo no se educaría para el socialismo, sino que, p or el con trario, perdería toda su capacidad para continuar el progreso, o bien mantendría esta capacidad a costa de la reaparición de las mismas desigualdades económicas que el go bierno rev olu cion a rio ha intentado liquidar.55 Para preven ir este resultado los revolucionarios rusos debe rían decidirse p or el largo y difícil camino capitalista.66 La futura revolución socialista debe separarse de la revolución política (esto es, del derrocam iento del absolutismo zarista) mediante un pe ríodo de tiem po lo suficientem ente prolongado como para permitir el m áxim o desarrollo capitalista del país y educar al proletariado
ruso en la escuela política de la actividad legal en un Estado parlamentario de derecho. Este p eríodo pu ede ser más breve quu en Occidente, porque en Rusia (debido a la influencia de Occiden te) el movimiento socialista se organizó m u y pron to, cuando el capitalismo ruso estaba todavía en su estadio inicial. Gracias a su temprana adopción del marxismo, los socialistas rusos tuvieron la oportunidad de acelerar el desarrollo de la con cien cia de clase proletaria entre los trabajadores rusos. (En con traposición a los últimos economistas, Plejanov puso firm em ente el énfasis en la conciencia de los fines generales e históricos del m ovim iento, re· chazando cualquier subordinación de la táctica revolucionaria a las demandas de la conciencia inmediata y tradeunionista de los trabajadores.) No obstante, por otra parte, el p erío d o de desa rrollo capitalista no debía ser demasiado c o r to : es p osible abreviar un proceso natural, pero cualquier intento de acortarlo excesiva mente, o de reemplazar un proceso natural p or otro artificial, crea el peligro de originar resultados finales diferentes e indeseables.5? En el ambiente de los populistas revolu cion a rios se consideró al libro de Plejanov com o equivalente en la práctica a una trai ción al socialismo. Esto era ciertamente errón eo, p ero no incom prensible. En el artículo ¿Q u é debem os esp era r d e la R evolución? (1884) ,r*8 se halla la mejor expresión de la rea cción que causaron los argumentos de Plejanov entre los supervivientes de La V o luntad del Pueblo. Su autor fue L ev T ijom irov, el teórico diri gente del partido y futuro renegado. (S e con virtió no sólo en un convencido enemigo del m ovim iento revolu cion ario, sino incluso en un fiel defensor de la autocracia.) Su argum ento principal es d siguiente: un hombre que proclama la inevitabilidad y la progresividad del capitalismo es ciertamente un extraño socialista. Se gún su propia teoría, el desarrollo del capitalism o im plica nece sariamente el máximo sufrimiento de las masas, pero, no obstante, acepta estos sufrimientos, confortándose con la idea de que conducen en última instancia a un fin beneficioso, aunque lejano. Para ser consecuentes, estos socialistas deberían convertirse en capitalistas, porque sólo los capitalistas son realm ente capaces de impulsar hacia adelante el progreso capitalista. Es im posible ele var a los trabajadores rusos a un nivel de conciencia de clase socialista, y, al mismo tiempo, evitar que atem oricen a los libe rales burgueses con el fantasma rojo. Un socialista que trate de hacer esto se parecería a un misionero tratando de persuadir a los salvajes de que la esclavitud es un estadio necesario del pro greso histórico y que, por consiguiente, sería beneficioso para ellos convertirse en esclavos. La fuente verdadera de la teoría de Plejanov se halla en el difundido hábito ruso de tener los ojos puestos en Occidente y seguir el ejem plo de los países occi
dentales desprecian do el h echo de que sus historias sociales han sido com pletam ente diferentes de la rusa. En realidad, el desa rrollo d el capitalism o en Rusia no es en absoluto necesario. A r gum entando en fa v or de esta idea, T ijom irov com binó algunos elem entos de T k a ch év con la teoría económica de Vorontsov. La burguesía rusa — afirma— es débil, está falta del más mínimo prestigio social y es incapaz de tom ar y mantener el poder esta tal. El capitalism o ruso es, ciertamente, m uy eficaz en su cruel explotación de las masas, pero no puede llevar a cabo la gran misión progresista de la socialización del trabajo, com o lo ha conseguido el capitalism o en Occidente. En Rusia —con clu ía T ijom irov— el socialismo es, indudablemente, una necesidad inevitable, porqu e después de la caída de nuestra autocracia nadie excep to las masas trabajadoras rusas asumirán necesariamente el poder... No, n o será pid ién d olo al capitalista com o nosotros conseguiremos algo para la clase obrera. N o debem os luchar por una constitución bur guesa. y, en general, nuestro ob jetivo no es una constitución, sino la sobe ranía del pu eblo.
El m ism o P leja n ov vio en su totalidad la tragedia que para un socialista suponía el tener que aceptar el desarrollo capitalista en su país. Ésta fu e una de las razones principales que motivaron la peculiar cualidad necesaria de su marxismo, su enfática acep tación de la n ecesidad racional y sus apasionados ataques contra el m oralism o y el subjetivism o. No es ninguna exageración el afirmar que la necesidad es, indudablemente, la categoría central en el m od elo m arxista de Plejanov. En los escritos de Plejanov pueden discernirse fácilm ente dos líneas de razonamiento, basadas sobre presupuestos teóricos diferentes. A veces argumentaba que el desarrollo capitalista eu ropeo era la m ejor posibilidad para su país, lo que im plicaba, com o mínimo tácitamente, que existían también otras posibilidades peores. P or ejemplo, la posibilidad de un com unism o autoritario peruviano. Otras veces rechazaba lla namente el que existiera cualquier posibilidad de elección, afir mando que su program a político se basa en el conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo, y que la validez de su pronós tico podía dem ostrarse con exactitud matemática y que su reali zación era algo tan seguro com o que mañana amanecería.59 En sus prim eros trabajos m arxistas — El socialismo y la lucha política y Nuestras diferen cias— el prim er tipo de argumento era superior, aunque, no obstante, posteriorm ente, prevaleció el segundo tipo. Enfrentó su rígido objetivism o contra la sociología subjetiva populista, elim inando y ridiculizando todos los intentos de pensar en térm inos de lo q u e d eb e ser. L os socialistas científicos — decía Plejanov— están luchando por el socialismo no porque éste deba
ser, sino porque es el estadio más p ró x im o en la magnífica e irresistible marcha de la H istoria/50 El socia ld em ócra ta nada en ]a corriente de la historia61 y las causas d el d esa rrollo histórico no tienen nada que ver con la voluntad o la con cien cia humana.^ Este cambio de énfasis — de lo qu e es desea b le a lo que es necesario— nos parece bastante in teligible. A l com ien zo de ]a conversión de Plejanov al m arxism o h u b o un acto de elección determinado por su escala de valores, segú n la cu al los procesos naturales eran considerados m ejores q u e los artificiales. Sin embargo, esta elección quedaba abierta a serias o b je cio n e s desde el punto de vista de los socialistas rev olu cion a rios. A l ser cons ciente de esto, y de form a totalm ente natural, P le ja n o v intentó persuadir a sus oponentes, m ientras se co n v e n cía a sí mismo de que ésta era la única elección científica, de q u e, estrictamente hablando, él había aceptado m eram ente la e le cc ió n que ya había sido hecha por la historia misma y que n o p od ía cam biarse me diante ninguna protesta subjetiva. A l estar co n v e n cid o de que el progreso capitalista necesariam ente com p ortaba gran sufrimiento a las masas, tenía que poner el m a yor énfasis p o sib le en su nece sidad; una necesidad absoluta y una n ecesidad, adem ás, que podía creerse que era racional; era, después de tod o, la única justifica ción de la aceptación de los sufrim ientos hum anos. Podemos decir que Plejanov necesitaba una teod icea y qu e la encontró en la idea de un desarrollo necesario y racional de la historia. Parece, por consiguiente, que no es suficiente ex p lica r el necesitarismo de Plejanov mediante una sim ple re feren cia al espíritu prevalente del determinismo científico y el e v olu cion ism o positi vista de sus días. Ciertamente, se pu ede h allar en e l marxismo de Plejanov un tinte positivista y naturalista — era rasgo com ún de la aplastante mayoría de pensadores m arxistas de aqu el tiempo. Sin embargo, en el caso de P lejan ov — en con trap osición al evo lucionismo naturalista de un K au tsky— , con cu rría tam bién una cierta influencia de Spinoza 63 y, sobre tod o, de H egel, en quien trató de encontrar argumentos contra el su b jetiv ism o populista. La necesidad a la que se refería no podía ser una sim ple nece sidad de hechos —ajustarse uno m ism o a los m eros hechos no sería otra cosa que un simple oportunism o. P o r consiguiente, ésta debía concebirse como una necesidad on tológica, una necesidad inherente a la estructura racional del universo. Era, en breve, la necesidad racional de Spinoza, convertida en dinám ica e histórica por Hegel y reinterpretada científicam ente p or M arx. R econci liarse con tal necesidad era, innegablem ente, algo alentador y encomiable, pues proporcionaba un pod eroso sentim iento de mi sión histórica, así como la certidum bre sobre la victoria final. Desde este punto de vista resultan especialm ente esclarece-
dores los artículos de P le ja n o v sob re B elinskii. El más im portante de todos ellos — B elin sk ii y la “ realidad racional” — fue escrito durante los años n ov en ta (1897) y se refiere de form a directa a la controversia en tre populistas y m arxistas rusos. P or con si guiente, vale la pena h a cer una digresión para exam inar la actitud de Plejanov h acia la “ realidad racional” , según él mism o la expresó en sus a rtícu los so b re B elinskii. N. M ijailovskii fu e q u ien d escu b rió y dio a con ocer la im por tancia que para la con trov ersia entre populistas y marxistas tenía el desarrollo filosófico d e B elinskii. En polém ica con Struve (en 1894),04 a quien acusaba de un agresivo desprecio p or el individuo humano, trazó una co m p a ra ció n enter el m arxism o de Struve y el hegelianismo d e los años treinta de Belinskii. Belinskii, hacia fines de 1837, y b a jo la influencia de la famosa tesis de H egel “Lo que es real es ra cion a l, lo qu e es racional es real” , llegó a la conclusión de q u e era n ecesa rio reconciliarse con la realidad, postrarse ante la R a zón d e la H istoria y renunciar para siem pre a todo m oralism o, su b jetiv ism o y h eroísm o abstracto. Citando algunas afirm aciones relevan tes de Belinskii, M ijailovskii sugirió que existía una analogía entre la recon ciliación de Belinskii y *il marxismo ru so: e n am bos casos, el conflicto entre personalidad y realidad h istórica se ha resu elto en favor de esta última, y la solución consiste e n la su b ord in a ción del individuo a una n ece sidad pretendidam ente ra cion a l y beneficiosa. Sin em bargo, B e linskii volvió finalm ente so b re sí realizando su reconciliación base con la realidad base, reb elá n d ose contra la teodicea historiosófica y negándose a aceptar la exigen cia de ésta: que los sufrim ientos humanos pu eden ser justificados. C on profunda satisfacción citó Mijailovskii el sigu iente p asaje de la carta de Belinskii a B otkin: Búrlate si quieres, pero sigo m anteniendo que la suerte de un sujeto, la suerte de un in d ivid u o es más im portante que la suerte del mundo entero y la salud del em p era dor ch in o [la A llgem einheit de H egel] ... Te estoy hum ildem ente agradecido, E gor F edorich [H egell, y me inclino ante tu birrete filosófico, p ero con tod o el debido respeto a tu filisteísmo filo sófico, tengo el h on or d e in form arte de que, incluso si fuera a alcanzar el nivel más alto p osib le de desarrollo, te pediría una relación de todas las victimas de la vida y la historia, la suerte, la superstición, las inquisicio nes, Felipe II, etc. D e lo con trario, m e arrojaría desde este nivel superior. No quiero la felicidad , au n q u e fu era gratis, si no estoy seguro de la suerte de mis hermanos, m is propias carne y sangre. D ecir que el desorden es esencial para conseguir la arm onía pu ede parecerles práctico y agradable a los amantes de la m ú sica p ero, con toda seguridad, no les parecerá así a la gente cu yo papel en la vida se reduce a expresar mediante su propia suerte la idea del desorden.®6
El artículo de P le ja n o v B elinskii y la “ realidad racioriai” con s tituía, en cierto sentido, una respuesta a Mijailovskii. En con
traste con el publicista populista, P leja n ov se hallaba profunda, mente fascinado no por la revuelta de B elin skii contra la realidad sino por su reconciliación con ella. S egún su interpretación, ej período de la reconciliación fu e la época en que Belinskii hjZo los esfuerzos más meritorios para superar el subjetivism o idealista, característico de Schiller, y el racionalism o abstracto de ]a Ilustración; la época en que la intelligentsia, personificada por Belinskii, descubrió por prim era vez que los ideales para ejercer una influencia real y positiva deberían h aber reflejado sus ten dencias inherentes, y no sólo los nobles, p ero abstractos, sueños diurnos de la esperanzada creencia idealista. Según Plejanov, Belinskii fue en aquel m om ento un genio sociológ ico que halló instintivamente el único cim iento posible de la ciencia social en la doctrina hegeliana de la realidad de tod o lo real.00 Su error no consistió en su actitud general hacia la realidad, sino únicamente en su concepción excesivamente estática de ella, en la identifi cación de la Razón dinámica de la realidad (esto es, las tendencias progresistas inherentes a ella) con la realidad em pírica que exis tía en Rusia. Su revuelta contra H egel n o subsanaba este error, sino que, por el contrario, significaba un retroceso al utopismo, un pecado original teórico.07 A unque fuese com pletam ente justificado como un estallido de las pasiones reprim idas, n o podía justificarse teóricamente. Sin embargo, P lejanov se m ostraba m uy aficionado a añadir a esto que el mismo Belinskii fu e consciente de que una revuelta subjetiva no comportaba una solución teórica: después de todo, el mismo Belinskii expresó la opinión de que existía un sólido raciocinio en su reconciliación, un raciocin io que necesitaba únicamente adaptarse a la idea dialéctica de la negación.08 Parece muy significativo que Plejanov resaltara fuertemente el aspecto trágico de la reconciliación de B elinskii. Subraya con gran fuerza que el “ loco Vissarion” , personalmente, nunca se re concilió sinceramente con la realidad base de la Rusia de Nicolás; que el rechazo de los ideales abstractos fue un acto de autonegación y no un acto de conformidad. L os lectores inteligentes del artículo de Plejanov se veían arrastrados, pues, a la conclusión de que existía una íntima analogía entre el rechazo de Belinskii del heroísmo abstracto y el rechazo de los marxistas rusos del ideal abstracto de una transición directa al socialismo. En su inacabada Historia del pensamiento social ruso, Plejanov intentó trazar un paralelismo entre la reconciliación con la realidad de Belinskii y el marxismo ruso.68 Existía también otra razón explicatoria de por qué el nombre de Belinskii pudo ser invocado por Plejanov en su polémica contra el populismo ruso. Belinskii era un convencido occidentalista y Plejanov, según sabemos, se mostraba inclinado a consi-
¿erar al m arxism o ru so co m o el estadio final del desarrollo del occidentalismo ruso. L a con troversia entre populistas y marxistas era a sus ojos una con tin u a ción de la fam osa controversia entre eslavistas y occidentalistas q u e se desarrolló durante los años cuarenta.70 En la actitud de B elin sk ii hacia el capitalism o occidental, P le janov halló una p ru eba im portante de la consistencia del o ccijentalismo de B elin sk ii, y , al m ism o tiem po, un testimonio del hecho de que él nunca d e jó de bu scar una base objetiva del p ro greso de Rusia. H acia el final de su vida, Belinskii m archó al extranjero y, a d iferen cia de H erzen (aunque no sin reservas), reconoció la cualidad p rogresiva d el capitalism o, llegando a la conclusión de que el p ro ce so interno de desarrollo civil empezará en Rusia tan sólo después de qu e las clases acom odadas rusas se hayan transform ado en burguesía.71 P lejan ov citó estas palabras repetidas veces interpretándolas com o un correcto pronóstico del futuro de Rusia y co m o un argum ento en favor de la proximidad de Belinskii al m aterialism o histórico.72 De este m odo, y según la interpretación de Plejanov, a B e linskii se le con sideró co m o un p red ecesor del m arxism o ruso o, estrictamente hablando, d el m arxism o de P lejanov. Sin embargo, esta afirmación no equ ivale a una negación del aspecto populista en la herencia ideológica de B elinskii. Según P lejanov, las con diciones sociales en la R usia de N icolás no estaban suficiente mente maduras com o para qu e B elinskii pudiera superar com pletamente el utopism o. Ésta es la razón de por qué su herencia era doble, constando de un lado fuerte y un lado débil. Los marxistas rusos h ered aron y desarrollaron sus m ejores logros teóricos mientras que el origen de la sociología subjetiva de los populistas se rem onta a su caída teórica — su revuelta moral contra el hegelianism o. A ñ os más tarde, Plejanov intentó com batir las tácticas de L en in acusándole de subjetivism o y blanquismo, basándose para ello en este pecado original teórico de la intelligentsia rusa. In clu so después de la R evolución de Octubre, el padre del m arxism o ruso argumentaba persistentemente que los bolcheviques deberían h aber aprendido de la lucha de B e linskii contra el utopism o y les prevenía del gran peligro de los ideales abstractos.73 Igualm ente característico fue su deseo de ser enterrado en P etersbu rgo ju n to a la tumba de su pensador ruso predilecto. La interpretación de P leja n ov del desarrollo ideológico de B e linskii ilumina la propia tragedia de Plejanov. Estaba familiari zado con el concepto hegeliano de la ironía de la historia, pero nunca supuso que él sería una de sus víctimas. Estaba conven cido de que su recon ocim ien to de la necesidad histórica le salva-
ría, de una vez para siempre, del utopismo, pero su concepto de la necesidad racional resultó ser la esencia misma de su pro pia utopía. La utopía de un occidentalista ruso que deseaba para su país un desarrollo normal, europeo, siguiendo la secuencia racional de las fases y siempre en perfecta armonía con el cre cimiento interno, económico y cultural. El ideal de un socialismo construido en Rusia después del éxito final del proceso de occidentalización, sobre la firme base de un capitalismo altamente desarrollado y democrático, demostró ser no menos abstracto que los ideales de los populistas rusos.
3.
Populismo y marxismos rusos de los años noventa
La controversia sobre el capitalismo ruso alcanzó su punto álgido en la década de los noventa, cuando el marxismo se con virtió en Rusia en una influyente corriente de pensamiento y entró a formar parte del movimiento de los obreros rusos. Sólo entonces, en el período de la rápida transformación de la Rusia de Witte, el debate entre populistas y marxistas centró la aten ción de la totalidad de la intelligentsia rusa sobre los problemas de la industrialización capitalista. La aparición, en los primeros años noventa, del llamado marxismo legal añadió un fuerte abo no a este debate. Después de la publicación del libro de Struve, Notas criticas sobre el desarrollo económ ico de Rusia (1894), el marxismo legal se convirtió en una potente corriente de pensa miento que disponía de periódicos propios y de representantes entre los profesores universitarios y otras instituciones de educa ción superior (A. Skvortsov, A. Chuprov, M. Tugan-Baranovskii, y otros). Casi todos los numerosos libros que glorificaban la cua lidad progresiva de la industrialización capitalista y argumenta ban en favor de la disolución de las comunas campesinas, fueron escritos por marxistas legales.74 Para un intelectual ruso medio (si no estaban directamente relacionado con el movimiento revolu cionario) el marxismo en Rusia no empezaba con Plejanov, sino con Struve. El marxismo legal era, en esencia, una variante rusa del mate rialismo económico definido por Gramsci com o una mezcla de economía política liberal burguesa con el marxismo apropiada mente simplificado y castrado.75 Posteriormente, Lenin lo definió así: El struvismo no es algo meramente ruso, sino, com o prueban claramente los recientes sucesos, una avanzadilla internacional por parte de los teó ricos burgueses para matar suavemente al m arxism o, ahogándolo en sus abrazos, matándolo con una ñngida aceptación de todos los aspectos y
elementos verdaderamente científicos del marxismo excepto su aspecto agitador, demagógico blanquista-utópico.™
N. Ziber, profesor de la Universidad de Kiev, cuyo libro David Ricardo y Karl Marx fue altamente valorado por el mismo Marx, constituye uno de los predecesores de Struve77 Su libro no fue publicado hasta 1885, pero algunas de sus partes —la disertación sobre la teoría del valor de Ricardo y un ciclo de artículos titu lado La teoría económica de Marx— fueron publicados anterior mente, en los años setenta, y contribuyeron en gran medida a la popularización del marxismo entre los miembros de Tierra y Libertad. (Debe advertirse que ejercieron también alguna in fluencia sobre el joven Plejanov que de ellos sacó citas para su artículo La ley del desarrollo económico de la sociedad y las tareas del socialismo en Rusia.) 7S Los académicos soviéticos tienden a valorar a Ziber mucho más positivamente que a Struve, resaltando su papel de pionero en la propagación del marxismo en Rusia. Esto puede ser cierto, pero si consideramos la tipolo gía general de los marxismos rusos, no puede negarse que fue Ziber, y nadie más, quien inició la interpretación económico-liberal del marxismo, una interpretación que posteriormente fue asi milada por los marxistas legales. A los ojos de Ziber, Marx fue, ante todo, un discípulo y continuador de Ricardo. El Capi tal, escribió Ziber, no es sino una continuación y un desarrollo de los mismos principios sobre los que se edificó la doctrina de Smith y Ricardo.79 Según Ziber, las formas de vida social no pueden ser escogi das; son el resultado inevitable de un desarrollo natural en el que la actividad consciente de los hombres puede jugar única mente el papel de una comadrona que tiene la posibilidad de abreviar el parto, pero que no intervendrá excesivamente en el proceso orgánico del mismo. La necesidad de pasar a través de una fase de desarrollo capitalista está determinada por una ley universal del desarrollo económico; es posible contrarrestar algunos resultados socialmente dañinos de la industrialización capitalista (por ejemplo, la legislación laboral inglesa), pero un intento de liquidar al capitalismo antes de que haya madurado para liquidarse a sí mismo, sería igual a la absurda acción de un hombre que se agarra los cabellos y tratara de elevarse.®0 El desarrollo económico es evolucionista, sus fases naturales no pue den ni evadirse ni abreviarse artificialmente; la estructura insti tucional del Estado es un mero reflejo de su economía y se ajusta siempre automáticamente a las bases económicas de la sociedad. La creencia de Ziber en este progreso automático era tan firme que no dudó en proclamar que incluso el socialismo podía ganar
su causa sin revolución, en el m om ento exacto en que se vea económicamente justificado. La inauguración d el socialism o será declarada oficialmente por un congreso internacional de estados económicamente desarrollados.81 Es obvio que un hombre com o Z ib e r debía ser un enemigo intransigente del populismo. No sólo proclam ó que la comuna campesina estaba destinada a la desaparición, sino que fue lo suficientemente atrevido com o para añadir a ésto que, para el desarrollo de la economía, era necesario expropiar y proletarizar a la mayor parte del campesinado ruso. D ijo en una ocasión: ‘‘Nada saldrá del campesinado ruso si no se le hierve en una cal dera industrial.” ^ Es —pensaba Z iber— una le y universal tanto del desarrollo industrial com o del agrícola el que la producción atomizada y dispersa de los pequeños productores independientes sea sustituida por una producción centralizada, capitalista a gran escala. Aksel’rod estaba en lo cierto cuando confesaba en una carta a Plejanov que la teoría de Z ib er con d u jo a los socialistas rusos a una triste confusión: “ La suerte del cam pesinado debe dejarse en manos del proceso espontáneo de la historia y noso tros, nosotros mismos, debemos convertirnos en liberales o sim plemente sentarnos y cruzam os de brazos.” 83 Es interesante advertir que Struve mantenía una idea dife rente: no es que los socialistas deban convertirse en liberales, sino que los liberales, que desean actuar con efectividad, debe rían convertirse, como mínimo durante un cierto tiem po, en socialdemócratas. De este modo, el futuro dirigente liberal testimo niaba la debilidad política del m ovim iento liberal ruso. Las Notas críticas de Struve contienen una crítica a la doc trina populista y un apologético trato de la industrialización capi talista de Rusia. Struve proclam ó que en los procesos sociales la voluntad de los individuos no cuenta lo más m ínim o, oponién dose de esta forma a la sociología subjetiva populista. P or con siguiente, la actitud hacia el capitalismo no debe ser ideológica, sino objetiva; debe ser la actitud de un científico que demues tra la necesidad y las regularidades interiores de un proceso dado. La esencia del libro de Struve se hallaba apropiadamente expresada en su conclusión final: “ D ebem os re con ocer que nos falta cultura e ir a la escuela del capitalism o.” 84 Naturalmente, esta frase provocó un estallido de indignación entre la intelligentsia populista. Incluso m uchos marxistas se sin tieron obligados a reconocer que la conclusión de Struve había sido formulada con cierta torpeza. Sin em bargo, y a pesar de ésto, Struve, como autor de las Notas críticas, se con virtió en una autoridad reconocida por la gran mayoría de m arxistas de aquel tiempo. Incluso su abierto revisionismo fue tratado de forma be
nevolente com o consecuencia de sus méritos en la lucha contra el populismo. Tan alta llegó a ser su reputación que en 1898 se le com isionó para redactar el Manifiesto del Primer Congreso de los Socialdem ócratas Rusos. Este Manifiesto (aceptado por el Congreso) presentaba una plataforma común que pudo ser com partida tanto p or los revolucionarios com o por los marxistas lega les. En ella no se m encionaba la hegemonía del proletariado ni, por descontado, la tom a del poder político. La tarea principal de la clase trabajadora rusa quedó definida com o la lucha por la libertad política, ya que la débil y cobarde burguesía rusa no podía desarrollarla eficazmente. Posteriormente, Struve confesó que ya entonces la libertad política era para él más importante que el o b jetiv o final, esto es, el socialismo. Struve amaba apa sionadamente la libertad, y el socialismo en cuanto tal no le ins piraba em oción alguna ni m ucho menos pasión: “ Fue simplemen te razonando con lógica com o llegué a convertirme en adepto al socialismo, puesto que había llegado a la conclusión de que era un resultado histórico inevitable del proceso de desarrollo eco nómico.” 85 Resulta significativo y característico que ya en sus Notas críticas anticipase Struve algunas de las ideas cruciales del revi sionismo de Bernstein. Rechazó la Zusam menbruchstheorie y la V erelen d u n g sth eorie; y aunque reconocía que el marxismo era la única teoría científica del desarrollo social, afirmó llanamente que éste n o disponía todavía de unos cimientos filosóficos ade cuados. N o es, pues, de extrañar que hacia fines de la década de los noventa se hallase enteramente preparado para sumarse al m ovim iento revisionista alemán. Su obra Die M arxsche Theorie der Sozialen E ntw icklung (1899) 80 fue, en algunos aspectos, m u cho más radical en sus críticas a M arx que las mismas tesis de Bernstein. Struve acusó a M arx de ser un utópico (la misma acusación, com o recordarem os, que él — en nombre de M arx— había lanzado contra los populistas). Describía la revolución so cial com o un proceso esencialmente evolucionista, viendo en el socialismo, no tanto la negación del capitalismo, sino más bien un resultado inevitable del desarrollo del mismo capitalismo. El h echo de que el revisionism o marxista apareciese en Rusia tan pronto, antes incluso que en Alemania, nos parece com pren sible y susceptible de una explicación racional. Se debió a los rasgos peculiares de la situación ideológica en Rusia. A este res pecto escribió P leja n ov: “ La peculiaridad de nuestra historia en los años recientes consiste en el hecho de que incluso la europei zación de nuestra burguesía se ha realizado bajo la bandera del marxismo.” 87 El m ism o Struve expresó una idea similar cuando afirmó que el m arxism o legal era esencialmente una justificación
del capitalism o y que, p or consiguiente, su papel en el desarro llo del pensam iento ruso podía com pararse al papel jugado en Occi dente p or la econom ía política liberal.88 Indudablemente, el mar xism o legal fu e la prim era ideología pro-capitalista que provocó una respuesta y ganó una gran popularidad entre la intelligenu sia rusa. Se hizo popular p orq u e n o era abiertam ente una ideo logía burguesa, p orqu e parecía em anar de la tradición socialista. P or otra parte, estaba tan profundam ente comprometida en im pulsar el desarrollo del capitalism o que, desde buen comienzo, tuvo que proclam ar una apropiada revisión del marxismo. Hacia 1900, la m ayoría de los prim eros marxistas legales rom pieron finalmente sus relaciones co n la socialdemocracia rusa. Se sumaron a los dirigentes liberales de las zemstroassemblies creando de este m od o los n ú cleos d el fu tu or Partido Constitucio nal D em ocrático. S truve se con virtió en el dirigente del ala dere cha de este m ovim iento liberal. El diagnóstico de los escritores populistas, que desde el com ien zo habían considerado a los mar xistas legales com o defensores de la burguesía, parecía, pues, que demostraba su validez. Sin em bargo, para P lejanov esto no signi ficaba que tuviese que rom p er su alianza política con Struve: después de todo, él consideraba qu e una alianza con la burguesía progresista e ilustrada era una con d ición previa para acabar con la occidentalización de Rusia. N o obstante, regresem os a los años noventa. La aparición del m arxism o legal y de su apologética actitud frente a la industria lización capitalista de Rusia m otiv ó que los escritores populistas lanzasen una enérgica cam paña con tra el m arxismo. Mijailovskii fue quien desem peñó el papel dirigente en esta campaña.80 Atacó la filosofía del m arxism o vien d o en ella un hegelianismo inverti do, la búsqueda de una esencia m etafísica, una tendencia simplificadora y reduccionista que pretendía hacer salir toda la com plejidad y riqueza del m undo de un único y absolutizado prin cipio de todos los principios. La dialéctica era a sus ojos un tipo de sofisma consistente en una p ecu liar com binación del relativis m o con el dogm atism o. C onsideraba que el concepto de necesidad histórica era una m istificación resultante de una identificación injustificada de la exp licación científica de los hechos históricos en térm inos de sus causast con la exp licación metafísica de los mismos en térm inos de sus supuestos p rop ósitos.°° Es totalmente injustificado, afirmaba, creer que las posibilidades que se han realizado en la historia eran las únicas o las más racionales. Re sulta, pues, natural que M ijailovskii se mostrase particularmente indignado ante la afirm ación m arxista de haber encarnado la Razón de la Historia y haber com pren dido sus leyes objetivas. El aserto de Engels (citado p or S tru ve) de que la antigua escla
vitud fu e un estadio de desarrollo necesario porque sin ésta el m oderno socialism o hubiese sido imposible 01 es, según la apre ciación de M ijailovskii, un perfecto ejem plo del presuntuoso autoengrandecim iento tan característico del hegelianismo. D es pués de todo, tam bién Hegel pensó que la aparición de su propia filosofía absoluta era justificación suficiente de todas las cruelda des de la historia. Los ataques de M ijailovskii a los marxistas rusos fueron incluso m ucho más agudos y violentos. Pretendían haber com prendido la im portancia del factor económ ico pero, de hecho, éste había sido com prendido m ucho antes por los populistas. La única innovación consistió en la conclusión de que el factor económ ico es un autócrata ante el que la razón humana y la voluntad moral deben inclinarse. L os marxistas rusos se muestran muy orgullosos de su objetivism o pero, de hecho, son tan subjetivos, tan centrados en sí mismos que ni siquiera pueden seguir y com prender correctam ente los argumentos de sus adversarios. Su actitud hacia los escritos de M arx y Engels recuerda la actitud de los fanáticos musulmanes hacia el Corán (esta acusación iba dirigida principalm ente contra P le ja n ov ); la actitud de los m ar xistas de base hacia sus dirigentes es una viva ilustración de la teoría d el h éroe y la masa que tanto han ridiculizado. Se m ues tran orgullosos de haber liquidado el doloroso divorcio entre lo que es y lo q u e d ebiera ser. N o es extraño: este divorcio no pu e de existir en una ideología de capitulación, y resulta un verda dero placer aligerar la conciencia propia. Las raíces del m arxis m o ruso se deben buscar en la época muerta de los años ochenta — la época de los pequeños acontecim ientos y del filisteísmo fácil. Según M ijailovskii, el m arxism o era inapreciable para la gente que deseaba ajustarse al clima ideológico creado por la victoria de la reacción : quienquiera que fuese demasiado perezoso para pensar, podía vivir tranquilam ente convencido de que todos los problem as habían hallado ya una adecuada solución en la d octri na m arxista; quienquiera que no desease arriesgarse en la ac ción, podía convencerse de que, incluso sin su participación, la historia lo realizaría todo a su debido tiem po; quienquiera que fuese incapaz de elevarse a las alturas de los ideales, podía r i diculizar llanam ente a los ingenuos utópicos y enorgullecerse de su postura objetiva y científica ante la realidad social: quien quiera que se sintiese indiferente ante los sufrimientos humanos, podía racionalizar su actitud diciendo que eran inevitables y que la m iseria de h oy preparaba el camino para el Paraíso del futuro.02 V em os, pues, que las amargas diatribas de M ijailovskii contra los marxistas rusos eran una continuación directa de la indaga-
clon populista sobre el precio del progreso. Para entenderla apro piadamente no debemos olvidar que los populistas excluían la posibilidad de un capitalismo m oderado, dando p o r sentado que la industrialización capitalista resultaba necesariam ente mucho más dolorosa para las masas y que se vieron reafirmados en esta convicción por los mismos marxistas. D ebem os recordar que en aquel tiempo no eran sólo Plejanov y los m arxistas legales rusos, sino también los socialdemócratas alemanes, los que trataban a los campesinos como a una masa reaccionaria hom ogénea y se hallaban bastante dispuestos a sacrificarlos ante el altar del pro greso industrial: el programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana reconocía la progresiva ruina a la que se veían condu cidos los pequeños productores independientes com o una necesi dad natural del desarrollo económ ico.93 T od os estos factores con tribuyeron a la aparición de un peculiar clim a de opinión entre la intelligentsia populista rusa: cualquier m arxista ruso era sos pechoso de ser un defensor de la exp ropiación de los campesinos o incluso de favorecer los intereses de la naciente burguesía; cualquier conversión individual al m arxism o era considerada no menos que como una traición total a la tradición progresista rusa. Los marxistas legales, que, com o sus últimas posiciones ideo lógicas reflejan claramente, se hallaban en un proceso de aleja miento de las tradiciones del socialism o ruso, podían reaccionar ante esto encogiéndose de hom bros; p ero los m arxistas revolucio narios se mostraron, como m ínim o al principio, sensiblemente afectados por tales acusaciones. Una vivida ilustración de esto fue el caso de N. Fedoseev (1871-1898), fu n dador de varios círculos marxistas en la región del Volga. L os m iem bros de estos círculos no se consideraban adversarios del populism o, sino que, por el contrario, deseaban continuar y adaptar a las nuevas condiciones las tradiciones todavía vivas del populism o revolucionario, así como la herencia progresiva del pensam iento populista. Fedoseev se hallaba, indudablemente, m uy lejos de pensar en una justifi cación del capitalismo, y m ucho más de proclam ar la necesidad de la expropiación del campesinado ruso. Pensaba, en cambio, que la primera tarea .de los revolucionarios rusos debía consistir en dar más tierras a los campesinos o, com o m ínim o, devolverles las parcelas que les habían sido sustraídas com o consecuencia de la reforma agraria de 1861 y p reven ir de este m odo su expro piación. Su carta a Mijailovskii — escrita en septiem bre de 1893, esto es, al comienzo de la campaña de este últim o contra los mar xistas rusos— es, desde este punto de vista, un docum ento his tórico del más alto interés. Afirmaba que se sentía personalmente injuriado e insultado por los alegatos de M ijailovskii y que ni tan siquiera podía entenderlos: después de todo, tanto los populistas
com o los m arxistas hablaban en nombre de las masas explotadas, ambos trataban de contrarrestar el proceso de depauperación, defender a los cam pesinos y, si era posible, transformar al pro letariado rural en propietarios independientes de la tierra. A dm i tía que don de hay hum o hay fuego, que él mismo había oído hablar acerca de algunos marxistas de Orenburg que proclama ron que ayu dar a los em pobrecidos campesinos significaba poner un obstáculo en el camino del desarrollo capitalista ruso. Sin embargo, un h om bre com o M ijailovskii no debiera haber identi ficado al m arxism o ruso con las absurdas opiniones de ingenuos estudiantes de provincias.04 La respuesta de M ijailovskii apareció impresa en el diario po pulista “ La R iqueza de Rusia” .95 El severo crítico de los marxis tas rusos se sintió confortado al oír que existían en Rusia dife rentes tipos de m arxistas y que algunos de ellos, com o su corresponsal, se sentían identificados con las aspiraciones de los sufridos cam pesinos rusos. Sin embargo, añadió que, aparente mente, estaban en m inoría y que, por desgracia, los discípulos de M arx que m arcaban la pauta eran bastante diferentes. Por su parte, F ed oseev contestó a M ijailovskii en una carta del tamaño de un extenso artículo. Su tono era hasta cierto punto concilia dor. Trató de con v en cer a M ijailovskii de que los verdaderos marxistas rusos n o tenían nada en com ún con los economistas burgueses que, co m o S kvortsov, Chuprov, y otros, disimulaban su verdadera esencia b a jo el manto del lenguaje marxista (Struve no fue m en cion ado en este contexto, pues no se habían publicado todavía sus N otas crítica s). L legó incluso a admitir que su carta anterior había sido escrita en un tono inapropiado y que estaba en un error al sentirse personalm ente insultado por las opiniones de M ijailovskii. P e ro M ijailovskii, por su parte, debiera haberse esforzado p o r con segu ir una m ejor comprensión de la nueva ge neración de intelectuales revolucionarios. La carta de Fedoseev era al m ism o tiem po un reproch e y un reto: ¿Por qué ha escrito que estamos atropellando los ideales de nuestros padres? ¡Esto n o es cierto ni pu ede serlo! ¡Hubiéramos sido cretinos y monstruos m orales, si hubiésem os atropellado los ideales de Belinskii, Chem yshevskii, D ob roly u b ov , Saltykov y N. K . M ijailovskii!... Estos nom bres son apreciados por n osotros com o el más valioso tesoro del pensa miento ruso. Pero, ¿q u é debem os hacer si los padres retroceden o se detienen en su m archa; si no quieren oir nada nuevo, si no desean comprender la n ueva vida con sus dolorosos problemas, si únicamente lanzan acusaciones contra aquellos cu yo deber era dar un paso adelante para mantenerse al n ivel d e las exigencias de las nuevas condiciones de vida? 66
La trágica muerte de F cd oseev p ro p o rcio n ó una especie de epílogo a esta correspondencia. En 1898, dep ortad o y condenado a trabajos forzados, se suicidó. Una de las razones principales que le movieron a tomar esta decisión fu e la depresión moral motivada por el hecho de que entre sus com pañ eros de pena habían algunos que, debido a sus ideas m arxistas, vieron en él a un defensor de los intereses de clase de la burguesía. Lenin, que había iniciado su carrera revolu cion aria en uno de los círcu los de Fedoseev, quedó m uy con m ovid o p o r esta tragedia.07 La mutua comprensión y una alianza entre populistas y mar xistas eran, pues, objetivos m uy difíciles de conseguir. Esto era debido, hasta cierto punto, al h echo de qu e en los años noventa el populismo estaba representado casi exclu sivam en te por los po pulistas legales, de entre los cuales sólo M ija ilovsk ii tenía alguna autoridad en los medios revolu cion arios; V oron tsov , Danielson y Yuzhakov habían sido ampliamente desacreditados com o conse cuencia de su actitud hacia la autocracia. L a situación ideológica era tal que, por una parte, los m arxistas legales, com o Struve, provocaban a los populistas para que acusasen a todos los mar xistas de ser agentes de la burguesía, m ientras que, por otra parte, los mismos populistas se hallaban com p rom etid os p or gente como Vorontsov, que com o resultado d e sus actitudes hacia la libertad política, habían recibido de los m arxistas el apodo de policía populista. La situación co n trib u y ó en gran manera a la polarización de las posiciones ideológicas y o b lig ó al jov en Lenin a separarse del populista A m igos del P u eb lo. Sin embargo, la agudeza de la crítica de L en in a los amigos del pueblo no debe oscurecer el h ech o de qu e su actitud hacia el populismo era diferente no sólo de la p osición de Struve, sino también de la de Plejanov. Estas d iferencias aparecieron clara mente en su trabajo titulado El con ten id o eco n ó m ico del populis mo y la critica que de él se hace en e l libro d el señ or Struve (1894-1895). Al principio del trabajo encontram os la afirm ación de que el marxismo no tiene nada en com ún con el h egelianism o, “ la fe en la necesidad de que cada país tenga qu e pasar a través de la fase de capitalismo” y muchas otras cosas sin sentido.0® El mar xismo ruso no se basa en nada que no sean los h echos de la historia y de la reali dad rusas; es también íesto es, com o el pop u lism o —A . V.— ] la ideología de la clase trabajadora; sólo que da una ex p lica ción totalmente dife rente de los hechos generalmente con ocid os del crecim ien to y de los logros del capitalismo ruso, y tiene una com pren sión bastante diferente de las tareas que la realidad de este país sitúa ante los ideólogos de los productos directos.1*
L enin no dudó en acusar a Struve (en quien todavía veía un aliado) de resaltar excesivam ente lo que diferenciaba a los popu listas de los marxistas y de olvidar que tanto el populismo como el m arxism o eran ideologías de la clase trabajadora.100 Se des lindó del estrecho objetivism o de Struve, un objetivismo que está dedicado a probar la inevitabilidad y la necesidad del proce so y no se esfuerza en revelar en cada estadio específico de este proceso la form a que toma la contradicción de clase inherente a él.101 Astutam ente subrayó que cuando pretende demostrar la necesidad de una serie dada de hechos, el objetivista siempre corre el riesgo de convertirse en un apologista de estos hechos y enfrentó a este objetivism o el método de un materialista que revela las contradicciones de clase, y al hacer esto define su pos tura.102 El capitalism o no era para Lenin (en contraposición tanto a Struve com o a P lejanov) el sistema social del futuro de Rusia, algo que se desarrollaría y florecería únicamente después del derrocam iento de la autocracia rusa, sino el sistema social de la Rusia actual, algo que estaba ya definitivamente establecido.103 La conclusión era obvia: si el capitalismo ruso estaba ya maduro, no existía la necesidad de una alianza entre socialdemócratas y liberales com o la que tanto deseaban Plejanov y Struve. Lenin no acusó a los populistas de ser demasiado antiburgueses, sino, por el contrario, de ser insuficientemente conscientes de las ten dencias burguesas en la vida real y adherirse a las ilusiones bur guesas. En los años ochenta, Plejanov trató de convencer a los populistas de que habían demostrado tener excesivos prejuicios contra los liberales. Una década después, el joven Lenin acusó a los populistas de depositar excesivas esperanzas en la sociedad liberal. R echazó el tono apologético de los razonamientos de Struve sobre el significado progresista de la destrucción del pe queño capital p or la producción capitalista racionalizada y a gran escala.104 A dem ás, comparando las ideas de Struve con los postulados de los populistas legales, que pedían cosas tales como créditos baratos para los pequeños productores, ayuda técnica, una salida organizada para sus productos y cosas similares, Lenin se puso resueltam ente al lado de los populistas. A este respecto, los populistas —escribía Lenin— comprenden y repre sentan los intereses de los pequeños productores con mucha mayor correc ción; y los marxistas, mientras rechazan todos los aspectos reaccionarios de su program a, no sólo deben aceptar los puntos democráticos generales, sino llevarlos a la práctica con m ayor exactitud, profundidad y amplitud.1®
La peculiaridad de la posición de Lenin en los debates de los años noventa adquiere todavía m ayor importancia si la relacio nemos con algunos rasgos característicos de su reciente biografía
política: su profunda p reocu p a ción p o r la cu estión agraria, su negación a considerar a los cam pesinos c o m o una m asa reaccio naria (actitud m uy característica d e los m en ch ev iq u es y de la Segunda Internacional en su c o n ju n to ).106 Y , finalm ente, sus tác ticas políticas basadas, no en la alianza c o n lo s k a d ets (com o pos tulaba Plejanov), sino co n los tru d o v ik s; n o co n la burguesía liberal, sino con la pequeña b u rgu esía y el cam pesinado demo crático. Podemos añadir que era con scien te d e esto y que, en 1912. él mismo llamó la atención s o b re la re la ció n entre el bol chevismo y el intento d e ex tra er d e la u top ía p opulista su núcleo democrático correcto. A lgú n día, e scrib ió, lo s historiadores estu diarán este esfuerzo sistem áticam ente y trazarán su relación con lo que en la primera década del siglo x x ha v en id o a llamarse ‘‘bolchevismo” .107 4.
Marx y Engels en c o n fro n ta ció n c o n e l p o p u lis m o ruso
Hemos visto que el im pacto d el m a rx ism o fu e un fa ctor impor tante en la form ación del p op u lism o ru so d esa rrolla d o. P or otra parte, hemos visto tam bién qu e du rante lo s a ñ os ochenta y no venta el populismo constituía el p rin cip a l m a rco d e referencia para los marxistas rusos y que este h e ch o es de singular impor tancia para com prender la re ce p ció n d e l m a rx ism o en Rusia. Ahora, reflexionemos un m om ento s o b re la respuesta de Marx y Engels al populismo. La confrontación con el pop u lism o ru so su scitó para ellos una importante cuestión teórica: ¿E ra p o sib le q u e el socialism o ven ciese en Rusia antes de que el capitalism o ru so h u b iese alcanzado el nivel de desarrollo de O ccid en te? ¿E ra p o sib le para la revo lución socialista triunfar en un país atrasado antes de la victoria del socialismo en los países m ás d esa rrolla d os d e O ccidente? Marx y Engels respondieron a este p ro b le m a en 1882 en el prefacio a la traducción rusa (d e P le ja n o v ) al M a n ifiesto comu nista. Esta toma de posición, am plia y d iferen cia d a m en te comen tada en Rusia, se concreta en: Hoy el problema es éste: ¿puede la ob sch in a fcom u n a cam pesina] rusa, que, aunque está m uy debilitada, con tin úa sien d o u na form a primitiva de propiedad común de la tierra, pasar directam ente a u na form a superior de propiedad común com unista? O, p or el con tra rio, ¿d e b e prim ero sufrir el mismo proceso de disolución qu e m arca la e v o lu ció n histórica de Occidente? Hoy, la única respuesta posible a esto es la sigu ien te: Si la Revolución Rusa se convierte en la señal para una re v o lu ció n p roleta ria en Occidente, de modo que ambas se com plem enten m u tu am en te, la actu al propiedad de la tierra común rusa puede servir com o pu n to d e partida para un desa rrollo comunista.108
V isto ésto en el con texto de la controversia entre Plejanov y los p opulistas revolu cion a rios de L a V oluntad del Pueblo, esta op in ión d e M a rx y Engels resulta algo equívoca, y parece tender al co m p rom iso teórico. N o contiene ninguna afirmación categó rica d ed u cid a de la le y del desarrollo económ ico. A dm ite la posi b ilidad d e qu e el d esa rrollo capitalista de Rusia puede interrum pirse y q u e la actual com u n a cam pesina puede convertirse en el punto de partida de un desarrollo comunista. Sin em bargo, se h ace d e p e n d e r esta posibilid ad de la victoria de la revolución socialista en los países capitalistas de O ccidente industrialmente d esarrollados. R eafirm a la tesis de que el socialism o tiene m ayo res p osib ilid a d es en los países altam ente desarrollados, pero, al m ism o tiem p o, con sid era que el desarrollo econ óm ico de los paí ses atrasados p u e d e verse esencialm ente m odificado b a jo la in fluencia de las co n d icion es internacionales. A sí pues, esto implica que el fu tu ro d e los países atrasados no depende sólo de su p ro pio d esa rrollo interno, sino tam bién, e incluso más, del contacto cu ltu ral co n sus v ecin os econ óm icam ente desarrollados. L o s m o tiv o s p olíticos de esta precau ción en el pronóstico son eviden tes: la p érd id a d e la fe en la potencialidad socialista de Rusia h u b iera oca sion a d o un debilitam iento de la energía de los rev o lu cio n a rio s ru sos y desde el pu nto de vista de M arx y Engels un e fe cto tal era totalm en te indeseable. D esde 1877 estaban con ven cid os de q u e R usia se hallaba en el um bral de la revolu ción y q u e esta re v o lu c ió n ocasionaría vina n ueva era revolucionaria en toda E urop a. L o s fu n d a dores del socialism o científico se m os traron entusiastas partidarios de L a V oluntad del P ueblo y se sintieron o rg u llo s o s de sus contactos con ésta.100 Trataron al par tido d e P le ja n o v , R ep a rto N egro, de form a irónica, com o un p a r tido qu e m ientras p red ica b a la necesidad del trabajo en tre el p u eb lo , m a rch ó al e x tra n je ro y se desentendió de cualquier acti vidad re v o u lcio n a ria .110 In clu so la con versión de P lejan ov al m ar xism o fu e, en un p rim er m om ento, abordada p or Engels (M arx ya había m u e r to ) co n cierta reserva y desconfianza. La crítica de P le ja n o v a L a V o lu n ta d del P u eb lo le pareció prem atura y dem asiado d o ctrin a ria .111 C u an do V era Zasulich, en nom bre del grupo E m a n cip a ción d el T ra b a jo, pid ió a Engels que expresara su op in ión s o b re el lib ro de P lejan ov, N uestras d iferen cias, r e ci bió una respu esta a lg o chusca. Form alm ente, Engels ni rechazaba ni a p oyaba las o p in ion es d e P leja n ov diciendo que con ocía m uy p oco de la actu al situ a ción rusa. Sin em bargo, y en la misma m edida, su respu esta im plicaba qu e las acepciones teóricas gene rales n o con stitu ían una base suficiente que perm itiese dar una respuesta a la cu estión planteada sobre lo que debe hacerse. A d e más, afirm aba q u e en las co n d icion es rusas una conspiración b la n -
quista podía convertirse en la chispa que ocasion ara una explo sión revolucionaria genuina: 4'Si alguna vez el blanquism o... ha podido justificar en cierto m odo, su existencia, co n seguridad que ha sido en Petersburgo.” 112 R echazaba tam bién la aprensión de Plejanov hacia la toma del p od er p o r parte de los socialistas revolucionarios, diciendo que ni siquiera los m ás ardientes revo lucionarios socialistas eran capaces de terg iv ersa r el norm al desa rrollo de Rusia: la realidad p ost-revolu cion a ria difiere siempre de las aspiraciones subjetivas de los rev olu cion a rios y, de uno u otro modo, la necesidad histórica siem pre gana ventaja. Esto es lo que Hegel llama la ironía de la historia, una ironía a la que pocas personalidades históricas escapan.113 Si los m iem b ros de la V o luntad del Pueblo hubiesen leído esta carta, ciertam ente que no les hubiese gustado ser tratados co m o instrum entos inconscientes de la irónica Razón de la Historia. P o r otra parte, la opinión de Engels de que su blanquismo tenía cierta ju stificación y no podía ocasionar daño alguno al desarrollo de R usia, m inó el dogma cen tral de la estrategia política de P leja n ov . No toda la actitud de Engels pu ede e x p lica rse m ediante meras consideraciones tácticas. Su aversión p o r destru ir la ilusión que tanto había hecho para fortalecer la energía de los revolu cionarios rusos, sólo halló en esto una ex p lica ció n parcial. El populismo ruso — un m ovim iento socialista en un país agrario atrasado— le retaba con un verd ad ero p ro b le m a a resolver: un problema relacionado con el desigual d esa rrollo econ óm ico y con el impacto que producía en los países atrasados la civilización capitalista y las ideologías socialistas de O ccidente. La opinión que expresaron M arx y Engels en su prefacio a la edición rusa de El M anifiesto C om unista, ya había sido expresada por Engels en 1875, en su polém ica con tra T k a ch e v (S obre las relaciones sociales en R usia). Era para E ngels una verdad evi dente que las naciones occidentales estaban m u ch o más cerca del socialismo que Rusia, una verdad de la qu e sólo la extrem a igno rancia de un Tkachev podía perm itirse dudar. N o obstante, admi tió que la comuna campesina rusa podía so b re v iv ir hasta el mo mento en que fuera posible transform arla en una unidad agrícola de forma superior, comunista. La realización de esta posibilidad dependía, según él, del éxito previo de la re v o lu ció n proletaria en Occidente, pues sólo la victoria del socialism o en Occidente podía crear, para el campesino ruso, las co n d icion es materiales y políticas necesarias para esta transform ación. Así pues, los rusos no eran en a bsolu to una nación escogida del socialismo. Sin la ayuda del O ccid en te socialista, la comuna campesina rusa se desintegraría internam ente de form a inevitable dando paso al desarrollo capitalista típico.
Sin em bargo, Lenin modificó posteriormente esta opinión. En 1894, en un “ Epílogo” a la reedición de su artículo Sobre las relaciones sociales en Rusia proclamó que el desarrollo del capi talismo ruso había anulado ya la posibilidad de la salvación de la com una. Sugirió, además, que esta posibilidad había sido siem pre m uy dudosa, puramente teórica y que había señalado su exis tencia más que nada por razones tácticas. La fe en la fuerza mila grosa de la com una animó en aquel tiempo a los heroicos terro ristas cuya determ inación y coraje habían sacudido al zarismo ruso: “ N o debem os condenar a aquellos hombres por pensar que su p u eblo era una nación escogida por la revolución socialista. Pero no estam os obligados a compartir sus ilusiones.” 114 D ebem os subrayar que esta opinión de Engels no se basaba únicamente en datos recientes sobre el desarrollo del capitalismo ruso, sino tam bién, y sobre todo, en una cierta hipótesis teórica: “ Una sociedad que se halle a un nivel inferior de desarrollo no puede abordar las tareas ni solucionar los conflictos que han surgido — y que pueden surgir— únicamente en sociedades situa das en una fase m uy superior de desarrollo. Es históricamente im posible.” Es posible que los países atrasados encuentren en los vestigios de sus form as arcaicas de propiedad y en los hábitos correspondientes de sus pueblos medios efectivos para abreviar su cam ino al socialism o y evitar muchos de los sufrimientos de que han sido víctim as la totalidad de las naciones de Europa Occidental. Sin em bargo, esta posibilidad surgirá tan sólo des pués de la victoria de la revolución en Occidente. Sólo entonces, cuando la econom ía capitalista haya sido derrocada en su país de origen y en los países en que floreció, cuando los países atra sados hayan aprendido de este ejem plo cóm o debe hacerse, cómo es posible transformar las fuerzas productivas de la moderna industria en propiedad pública y hacer que sirvan a los intereses generales de la sociedad; sólo entonces, y no previam ente, será posible para estos países atrasados tomar un atajo tal en su desarrollo. Pero, por otra parte, su éxito estará garan tizado.115
La correspondencia de Engels con N. Danielson nos proporcio na un interesante com entario a este artículo suyo. Se trata del intercam bio de opiniones entre dos hombres que veían los mismos hechos con perspectivas completamente diferentes. La posición de Danielson era la de un hom bre profundamente comprometido con lo que sucedía en su país y ansioso de contrarrestar los pro cesos indeseables o bien evitarlos; la postura de Engels era la de un espectador que no se hallaba directamente afectado y con sideraba el desarrollo del capitalismo ruso en términos de una evolución natural e inevitable de la sociedad. Danielson deseaba
recibir de Engels una confirm ación d e la cre e n cia populista de que existía en Rusia la posibilidad de una industrialización no capitalista, esto es, la posibilidad de salvar a los cam pesinos rusos de una expropiación y una p roletarización inm inentes. Sin em bargo, Engels le respondió que el cam p esin o a p a re ce h o y predes tinado a la ruina m y que la com una cam p esin a rusa pronto se convertiría en un sueño del pasado: “ N o ca b e d u d a de que se está perdiendo una gran oportunidad, p e ro con tra los h ech os económ i cos no hay solución posible.” 117 D eb em os a ñ adir a esto que Engels excluía cualquier posibilidad de un d esa rrollo m o d e ra d o del capi talismo ruso, y que la necesidad de pasar p o r la fase capitalista era, mucho menos aceptable para los p opulistas ru sos según la interpretación de Struve, que trataba, co m o m ínim o, de dem os trar que las nefastas consecuencias d el ca pitalism o m odern o po dían, en las condiciones rusas, su avizar o evitarse. S tru ve creía que el desarrollo del capitalism o en R usia p od ía ser sim ilar al desarrollo del capitalismo en los Estados U n idos. Engels rechazó esta idea argumentando que es ló g ico qu e, en R usia, el cambio debe ser mucho más violento, m u ch o m ás in cisiv o y acompañado de sufrimientos inmensamente m ayores d e lo qu e pueda serlo en América.11* Asimismo, insistió en qu e su corresp on sa l populista debía aceptar la inevitabilidad de los te rrib le s sufrim ientos y convulsiones y reconciliarse con el in elu cta b le destin o: “ Q ue les destinées s’acomplissentP’ 110 La única co n so la ció n qu e p u d o ofre cer a Danielson consistió en la segu ridad de qu e la nación rusa sobreviviría a las crisis y que no existe n in gú n gran mal histó rico que no quede com pensado p o r un p ro g re so histórico.310 Sin embargo, ésta fue una con solación m u y p o b re para alguien cuya preocupación principal era la suerte de a q u ellos que se con vertirían en víctimas de este p rogreso h istórico general. La his toria, escribió Engels en una carta dirigida a D anielson, es la más cruel de todas las diosas, con d u ce su ca rro triunfal sobre montones de cuerpos, no sólo en tiem pos de gu erra, sino también en tiempos de pacífico desarrollo e co n ó m ico .120 P ara Engels esto constituía una explicación teórica y, en cie rto sentido, una justi ficación de las crueldades que la historia reserva b a a los campe sinos rusos. Para Danielson (qu e citó esta afirm ación en su libro sobre el desarrollo económ ico ruso) m era una advertencia con tra los peligros de los procesos espontáneos e in con trolados de la historia. Regresemos ahora a las declaracionese de M arx. En 1884, En gels entregó al grupo Emancipación del T ra b a jo una carta de Marx al editor de Notas sobre la patriat escrita en 1877, en rela ción con el artículo de M ijailovskii K a rl M a rx ante el tribunal del señor Zhukovskii 122 (M arx no la había m andado por miedo
a que su p u blicación com prom etiera al progresista periódico ruso a los o jo s de las autoridades). El grupo de Plejanov se abstuvo de publicarla. La carta apareció en las páginas del periódico populista “ El M ensajero de La Voluntad del Pueblo” (núm. 5, G inebra, 1886) y p oco después fue reimpresa en un diario legal ruso “ El M en sajero Jurídico” , núm. 10, 1888). Los escritores populistas (M ijailovskii, V orontsov, K rivenko) vieron en ella una prueba de qu e M arx no hubiera compartido las ideas de sus dis cípulos rusos, e inmediatamente se aprovecharon de ello en sus polém icas con los marxistas rusos. M a rx p ron u n ció en esta carta su juicio sobre la concepción de M ijailovskii referente a la tragedia de los marxistas rusos. P rivó a esta con cep ción de su piedra angular al afirmar que su obra El Capital no contiene ninguna teoría universal del desarro llo de la historia. M ija ilovsk ii —escrib ió M arx se siente obligado a metamorfosear mi esbozo h istórico de la génesis del capitalismo en Europa Occidental, con v in ién d olo en una teoría histórico-filosófica de la m arche genérale impuesta por el destino sobre cada pueblo, cualesquiera que sean las circunstancias en qu e se encuentre, para así poder llegar en última instancia a la forma económ ica q u e asegurará, ju n to a la máxima expansión de las fuerzas productivas del trabajo social, el más com pleto desarrollo del hombre. Le pido perdón. [A l m ism o tiem po m e honra y me afrenta en exceso.] m
Las regularidades internas del proceso de acumulación, según la d escripción de El Capital, hacen referencia exclusivamente a Europa O ccidental y no deben extenderse mecánicamente a otros territorios del m undo, porqu e sucesos asombrosamente análo gos, p ero qu e tienen lugar en diferentes ámbitos históricos, con ducen a resultados totalmente diferentes” .113 Cada forma de evo lución d eb e ser estudiada por separado y luego comparada por las otras. N adie llegará nunca a una explicación científica de un desarrollo h istórico con creto mediante el pasaporte universal de una teoría general histórico-filosófica, cuya virtud suprema con siste en ser superhistórica.124 C onsecuentem ente, M arx rechazó la sugerencia de M ijailovs kii de qu e El Capital entrañaba una actitud negativa hacia los esfuerzos de aquellos rusos que trataban de encontrar para su país una senda de desarrollo que fuese diferente y mejor que la de O ccidente. N o siendo partidario de dejar sujeto nada a conjeturas form u ló así su opinión: A prendí la lengua rusa con el propósito de capacitarme para la apre ciación del desarrollo econ óm ico de Rusia hoy, y posteriormente estudié las publicaciones oficiales y de todo tipo relacionadas con este tema. He llegado a la siguiente conclusión: Si Husia continúa por el camino que ha
seguido desde 1861 perderá la m ejor oportu nid ad q u e jam ás ha ofrecido la historia a una nación para sobrellevar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista.'**
Naturalmente los populistas interpretaron estas palabras como una confirmación de su creencia de que existía en R usia la posi bilidad de escapar al desarrollo capitalista. El em inente escritor populista Gleb Uspenskii consideró la carta d e M arx com o un amargo reproche dirigido contra la socied a d rusa p o r su ineptitud para utilizar su m ejor oportunidad.126 L enin, polem iza n do con los populistas, afirmó que de hecho M a rx h abía ev ita do dar una respuesta definitiva.127 P lejanov basó su in terp retación de la car ta de Marx en el hecho de que desde 1877, R usia había conti nuado por la senda capitalista y que, p o r con sigu ien te (según la fórmula de M arx), tenía ahora que pasar p o r todas las vicisitu des del desarrollo capitalista.125 Sin em bargo, n i L en in ni los p o pulistas sabían que P lejanov tenía en sus m an os un docum ento posterior en el que la postura de M arx se m ostraba m u ch o más, y mucho más claramente, incongruente con la in terpretación que hacía Plejanov del marxismo. Nos referim os a la carta de Marx a Vera Zasulich (8 de marzo de 1881) en contrada después de la revolución en el archivo del grupo E m an cipación d el T rabajo y publicada en 1924.129 Contenía la respuesta a una carta d e Zasu lich en la que ella interrogaba a M a rx so b re si era cierto o no que la comuna campesina rusa estaba con d en ad a y que Rusia, según afirmaban los marxistas rusos {tenía ella en m en te a algu nos de los lavrovistas de fines de la década de los setenta), no tema otra posibilidad, com o no fuese pasar p o r todas las fases del capitalismo.130 Respondiendo a este m aldito p rob lem a del p o pulismo ruso, Marx se disoció de los m arxistas rusos y repitió, una vez más, que El Capital no contiene nin gu na teoría universal sobre el desarrollo económ ico. Su con clu sión final es la siguiente: Así pues, el análisis desarrollado en El Capital n o aporta razón alguna, en favor o en contra, de la vitalidad de la com un idad rural. A h ora bien, la investigación especial que he realizado sobre este tem a, utilizando para ello materiales obtenidos en fuentes originales, m e ha convencido de que esta comunidad es el m otor principal de la regen era ción social de Rusia, pero para que ésta pueda funcionar com o tal se tendrían q u e elim i nar primero las perjudiciales influencias que la acosan p or todos lados y asegurar después las condiciones norm ales para el desarrollo espon táneo.“ 1
La tarea de eliminar las influencias p erju d icia les del exterior —esto es, las influencias del Estado, de los capitalistas, y de los terratenientes— coincidía con las tareas de los populistas revolu cionarios y la feliz realización de esta tarea n o se hizo depender
de la victoria p revia de la revolución socialista en Occidente^ n o fu e un m ero descuido. Tres borradores de una carta de M arx, encontrados en su archivo y que contienen una elaborada argum entación de su conclusión general,132 aportan un testimonio adicional sobre este punto. Si los populistas rusos hubieran podi do le e r estas veinte páginas de Marx, hubiesen encontrado en ellas, sin duda, una inapreciable y autorizada justificación de sus esperanzas. Y esta lectura, debemos hacerlo constar, hubiese esta do de acu erd o con el propósito de estos esbozos: Marx no los escribió únicam ente en relación a la carta de Zasulich, sino tam bién com o un prim er apunte para el folleto que intentó escribir a petición d el C om ité E jecutivo de La Voluntad del Pueblo. El razonam iento de M arx guarda un gran parecido con la Critica a los p reju icios filosóficos contra la propiedad comunal de la tierra de C hernyshevskii — un artículo que Marx había leído con m ucha atención y que, obviamente, ejerció cierta influencia sobre é l.133 El com unism o, argumenta Marx, es la restauración, bajo una form a superior, de las arcaicas relaciones de propiedad, representadas p o r la com una campesina rusa y, por consiguiente, puede ser posib le para Rusia — suponiendo que las condiciones externas fu esen favorables— pasar directamente de las comunas rurales a la m oderna producción comunista a gran escala. Las comunas prim itivas son extremadamente consistentes y es muy probable qu e su decadencia no fuese consecuencia inevitable del curso natural de la evolución, com o pretenden los académicos burgueses, sino, co n frecuencia, resultado de las presiones exter nas. L a com u n a cam pesina rusa representa el tipo superior de colectivism o a rcaico y el hecho de que no se base en vínculos sanguíneos, sino en relaciones vecinales, aumenta sus posibilida des de progresiva evolu ción . Rusia se halla hoy en una situación en extrem o ven tajosa p orq u e el comunismo primitivo ruso ha so brevivido hasta el tiem po en que las condiciones previas, econó micas, técn icas e intelectuales del comunismo moderno han apa recido en O ccidente. R usia no es ni un país aislado ni, como la India, un país b a jo dom inio extranjero, sino que está conectada con el m erca d o internacional y puede procurarse la tecnología y la cultura m odernas, asim ilando los frutos del capitalismo occi dental, p ero rech azando su m odus operandi. En una situación tan excepcional co m o ésta no existe ni la conveniencia ni la necesi dad de un desarrollo capitalista. L os intercesores del capitalismo ruso que proclam an la necesidad de pasar por todas las fases sucesivas de desarrollo no debieran olvidar que la industrializa ción capitalista en R usia tam bién pasa por alto algunas de sus fases naturales al asim ilar los resultados que ya ha conseguido el desarrollo industrial en O ccidente, com o son la moderna tecnoloY
gia, los ferrocarriles y la banca (e l m ism o a rg u m en to h abía sido utilizado por C hem yshevskii en su a r tícu lo ). L o q u e lo s liberales rusos llaman la desintegración natural d e la co m u n a cam pesina es, de hecho, el resultado de una p olítica d e lib e ra d a p o r parte del Estado que ejerce gran presión finan ciera s o b r e la com u n a con la intención de su bvencion ar el capitalism o ru so a co sta d el ca m pesinado ruso. (L os populistas habían e x p u e sto y a esta misma interpretación.) Si los grandes ingresos q u e el g o b ie r n o obtiene de los campesinos em ancipados, y qu e utiliza p a ra estim u la r el capitalismo ruso, hubiesen sido utilizados p a ra d e sa rro lla r la agri cultura, nadie hubiera hablado de una d e sin te g ra ció n natu ral de la comuna, sino que todos h ubiesen r e c o n o c id o en ella u n im p o r tante elem ento de la su perioridad de R usia s o b r e e l O ccidente capitalista. Incluso desde un punto de vista pu ram en te e co n ó m ico , s ó lo el desarro llo de la comuna puede sacar a la agricu ltu ra rusa d e su ca lle jó n sin salida. Cualquier otro m edio com o, p o r e jem p lo, e l sistem a in glés d e p ro piedad capitalista de la tierra, con d u cirá con toda s eg u rid a d al fracaso. El sistema inglés es com pletam ente incapaz de asegu rar las co n d icio n e s de que depende el desarrollo de la agricu ltura rusa.144
La conclusión final era sim ple e in e q u ív o ca . L a co m u n a ca m pesina rusa no está amenazada p o r una te o ría a b stracta o p o r una supuesta necesidad histórica. Su v e rd a d e ro e n e m ig o es la a u to cracia rusa que artificialm ente apoya al ca p ita lism o ru so. L o que realmente importa n o es la solu ción d e un p ro b le m a te ó rico , sino la destrucción de un enem igo con creto. L a com u n a ru sa hallará su salvación en la rev olu ción rusa.135 El folleto sobre la com una cam pesina q u e M a r x h a b ía p ro m e tido al Com ité E jecu tivo d e L a V o lu n ta d d e l P u e b lo n u n ca llegó a escribirlo. ¿F ue la en ferm edad d e M a rx la ú n ica ra z ó n p ara no hacerlo? Parece más seguro cre e r q u e M a r x n o estaba m u y co n vencido de haber m editado sob re este p ro b le m a en to d a su p r o fundidad y prefirió no expresar un ju ic io p re m a tu ro . U n estudio más detallado de los tres esbozos d e la carta d e M a r x a Z asu lich supera los límites de este trabajo. U n análisis d e estas ca ra cterís ticas sólo sería posible com o parte in tegran te d e un estu d io más amplio sobre las ideas de M arx resp ecto al co m u n ism o p rim itivo y a su evolución. Sin em bargo, p a rece a p ro p ia d o in d ica r en el presente contexto que el fa v ora b le interés d e M a rx p o r las co m u nidades primitivas nació relativam ente ta rd e en su v id a y en rela ción con los problem as rusos. En una carta a E n gels d el 25 de marzo de 1868 escribe M arx: La historia humana es algo parecida a la p a leon tolog ía . P o r causa de cierta miopía de ju icio, hasta las m ejores in teligen cias d eja n , en absoluto,
de ver las cosas q u e tiene delante d e sus narices... Después, llegado el m om en to, n os sorpren de en contrar p or todas partes huellas de lo que no su p im os v er. L a prim era reacción contra la R evolución Francesa y el p erío d o de Ilu stración a ella vin culad o fue, naturalmente, querer verlo tod o co m o m ed iev a l y rom án tico... L a segunda reacción es remontarse más allá d e la E dad M edia, a los tiem pos prim itivos de cada nación, lo cual corresp on d e a la ten den cia socialista.1*
Estas p alabras las escribió en relación con el libro de Maurer s o b re la com u n a ru ral en Alem ania. M arx las consideraba excep cion a lm en te im portantes 136 y cifró su im portancia en el hecho de q u e en tre otras cosas, habían privado a los rusos hasta del último atisbo d e l d e re ch o a proclam arse originales, incluso en este aspec to.137 N o s p a rece q u e esta afirm ación de M arx es prueba suficien te d e q u e su interés p o r M aurer se v io estimulado, hasta cierto punto, p o r las prim eras teorías del populism o ruso, posiblemenet p o r el S ocialism o ru so de H erzen. Posteriorm ente, a su vez, el interés cien tífico en las estructuras sociales y económ icas arcaicas, que tan to in ten sificó la fascinación ejercida sobre su mente por la S ocied a d antigua de M organ, perm itió a M arx dirigir su mirada n u eva m en te hacia el pop u lism o ruso, que constituía entonces el intento m ás sign ificativo d e encontrar lo más n uevo en lo más v ie jo .138 U na b r e v e com p a ra ción de las ideas de M arx con las de En gels p erm ite v e r qu e sus respectivas actitudes hacia el problem a populista estaban m u y lejos de ser idénticas. Engels se mostraba, g lob a lm en te, m ás pesim ista sobre las perspectivas del socialismo en R usia. En con tra p osición a las ideas de M arx (las expresadas en lo s esb o zo s d e su carta a Z a su lich ), se inclinaba a interpretar la d esin teg ra ción de la com una cam pesina en Rusia com o un p ro ceso natu ral e in evita b le y nunca d ejó de subrayar que prim ero debía triu n fa r la re v o lu ció n socialista en Occidente. Nunca puso el m e n o r énfasis en la idea de que la com una campesina era un elem ento d e la su p eriorid ad de Rusia sobre Occidente sino que, p o r el con tra rio, en algunas d e sus afirmaciones presentaba a la com u n a cam pesina, no co m o el m otor de la regeneración social de Rusia, sin o m ás b ien co m o bastión tradicional del despotismo ruso. Sin em b a rg o , d eb em os com pren der que estas diferencias, con frecu en cia , n o se d eb en atribuir tanto a divergencias teóricas co m o a razon es p olítica s inmediatas y a la influencia de varios sucesos h istóricos. A sí, p or ejem plo, la polém ica de Engels contra T k a ch e v refleja b a la atm ósfera creada por el asunto Nechaev y por el g ra v e con flicto en el seno de la Internacional entre m arxistas y bakuninistas. L o s esbozos de la carta de M arx a Zasulich reflejaban las exagerad as esperanzas que tanto M arx com o Engels
tenían entonces en una inminente revolución en Rusia. La actitud mucho más cauta que adoptaron en su prefacio a la primera edi ción rusa del Jlíani/iesto Comunista debe interpretarse com o la reacción ante el fracaso de la Voluntad del Pueblo. Finalmente, la correspondencia de Engels con Danielson y su “ Epílogo” al ar tículo Sobre las relaciones sociales en Rusia se explican haciendo referencia a las nuevas perspectivas que abrió la rápida indus trialización de Alemania y Rusia. Al principio de los años ochen ta. tanto Marx como Engels demostraron un gran interés por la propiedad arcaica. En un artículo sobre la Marca Alemana (1883), aconsejó a los campesinos alemanes que debían restaurar, bajo una forma nueva y superior, su vieja comuna rural. Una restau ración así, pensó, permitirá a los campesinos tomar una senda no capitalista hacia la producción agrícola moderna a gran escala.130 Danielson desarrolló más tarde una idea similar sobre la gran industria inserta en la comuna campesina.140 Sin embargo, hacia los años noventa, Engels se tornó tan escéptico sobre esta idea que en su lugar se inclinó a pensar que los campesinos aparecen hoy condenados.141 Así pues, las ideas más relevantes de M arx y Engels no eran inamovibles y no pueden explicarse sin hacer referencia a su contexto histórico y político. No obstante, el significado de estas ideas no puede reducirse a su valor documental. El populismo ruso planteó a M arx y En gels un verdadero problema teórico, y no meramente un proble ma práctico, un problema cuya importancia no iba a ser univer salmente reconocida hasta el siglo x x , y los esbozos de Marx en sus cartas a Zasulich se cuentan, con toda seguridad, entre los primeros intentos serios de hallar una solución. En ellos, se exa geró curiosamente, sin duda, el posible papel que podía jugar la comuna campesina como motor de la regeneración social de R u sia. Tal vez nos resulte extraño, pero es com prensible: surgía del naturalismo decimonónico que, trazando un paralelismo entre el desarrollo de la sociedad y el crecimiento orgánico, buscaba siempre un germen natural de evolución. Estaba, asimismo, vinculado a la creencia en el desarroollo espontáneo, compartida entonces tanto por los liberales como por la mayoría de los socia listas.142 Sin embargo, y por otra parte, hallamos en estos esbo zos de Marx, muchas ideas geniales que debilitaron el método decimonónico basado en la interpretación del cambio social en términos de un proceso natural conforme a la ley. Encontramos también en estos esbozos una interesante form ulación del planteo de nuevos e importantes problemas, tales com o el del desarrollo asincrónico, el peculiar privilegio del atraso, el papel del contacto cultural y su efecto demostrado en una evolución interrelacionada y abreviada; en una palabra, el problema de una senda no capita
lista para la superación del atraso econ óm ico y social. El hecho de que fuesen los populistas rusos quienes suscitasen estos p roble mas y llamaran sobre ellos la atención del autor de El Capital es, a nuestro parecer, justificación suficiente para recon ocer que sus ideas constituyen uno de los capítulos más interesantes en la historia del pensam iento social del siglo xxx.
Notas
j Cf. B. P. K o z ’ M tN , IVarodnichestvo na b urzhuazno - demokratichcikom ¿tañe osvoboditel'nogo dvizheniya u Roasti’, IatorichesMe zapiski, vol. LXV, 1959 Reimpreso en B. P. K o z ’m in , Iz isíorii reuolutsionnoi mysli v Rossii, Moscú· 1931· 1 2 R. P i p e s . NaTodnichestvo: A Semantic Inquiry, "Slavlc Revlew” , volu men XXIII. núm. 3. septiembre 1964. 3. Ibid., p. 458. 4 . Ibid., PP· 441-442. 5 . Ibid., p. 458. 6. Ibid. 7 G. V. P i - e j a n o v , Izbrannye filosojskte proxzvedeniya, Moscú 1956, vol. I, 66 (c lt · p o r P ip es' P* 4 5 3 )·
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Debe advertirse, sin embargo, que apareció una edición Inglesa del libro
V en tu rl bajo e l títu lo R oots o f Rerolution. A Histary o / the Populist and
Social*3* M ovem en ts in N ineteenth C entury Russia, Londres, 1960. Este título mucho m ejor que populism o ruso, dado que Indica con toda claridad que °i libro trata del populismo no como una corriente del pensamiento, sino del ® iodo populista en el movimiento revolucionario ruso. g, R. P i p e s , op. c i í . , p. 4 5 8 . 10 . K oz’min escribió a este respecto: “ Sólo la crítica de Lenin al popu lismo fue reproducida y el reconocimiento de Lenin de la gran significación histórica de esta corriente de pensamiento revolucionario fue ahogada en el silencio. Esta práctica signiñea muchas veces una abierta falsificación." (B P· K o z 'm i n , Iz isíorii reuolutsionnoi misly v Rossii, p. 640). 1 1 . Leninski sbom ik, vol. X IX , p. 237(clt. por Koz'min, op. cit., pp. 645-6). 12 V. I. L e n i n , Collected Works, Moscú-Londres (desde 1960), vol. I, p. 337. 13. Ibid., p. 338. 1 4 . Leninskii sbomifc, vol. X IX , p. 237. 1 5 . V. I. L e n i n , C ollected Works, vol. XVIII. p. 163 (en esta edición de las obras de Lenin, la palabra “ narodnichestvo” se halla traducida por “ narodism” ; creemos, sin embargo, que es preferible sustituir este torpe neologismo por el término generalmente aceptado “ populismo” ) . 16. Como Venturl, él sabía que, estrictamente hablando, antes de 1870 ha bía en Rusia únicamente un prepopulismo, pero pasó por alto esta distin ción con la intención de evitar la pedantería (c/. Roots o/ Revolution, prefa cio, p. X X X III). 1 7 . C/. L e n i n , C ollected Works, vol. XVIII (en memoria de Herzen). 18. A. Herzen, Ends and Beginninp, en My Past and T houghts, vol. VI, Londres, 1927 (trad. por C. Garnett), pp. 11-12. 19. Ibid., p. 12. 20. Ibid., p. 14. 21. A. H e r z e n , Ends and Beginnino, en My Past and Thoughts, vol. VI. Londres, 1927 (trad. por C. Garnett), pp. 15-16. 2 2 . C/. Estudio de K o z ’ m in titulado Gertsen, Ogarev i “ molodaya émipratsiya” (en su Iz istorii reuolyutsionnoi m ysli v Rossii, pp. 483-578). 23. La doctrina de Herzen del socialismo ruso puede describirse com o un intento de formular un tipo de síntesis de las concepciones conflictivas sobre el pasado y el futuro de Rusia, que habían aparecido en la época de N ico lás I. Al Igual que Chaadaev —un occldentalista aristocrático, extraño y soli-
tarto pensador reJlgioao. cuyo r-pléndldo retrato Intelectual so hall« pintado #*n l.i* rr.. ;>-tUu do Her.-.-n - . Her/en afirmaba que Rusia era un pal* sin hl*tnri.i. un p.n* en que ningún peno del payado obstruirla la Introducción d<> un orden 'OcUl nuevo y mejor. Compartió con los eslavistas la creencia de que U comuna campeona ora un germen regeneración social y la convicción de qu<> el colectivismo (identificado por él con el socialismo c In cluso con el comiuilnmo) rra inherente al carácter del pueblo ruso; al prin cipio dr los artos cincuenta licuó Incluso a proclamar que el socialismo rra un pu'-r.te sobre el que los eslavistas y él podían encontrarse y estrechar yus manos (A. I. Gersten, Sobrante íochinenií, vol. VII, Moscú, 1957, p. 118) y, fin.Tlí’T: :¡’ o, permaneció fiel a la idea de la personalidad Ubre y autónoma que constituye el fondo de la Welfaníchauunp del occidcntnllsmo clásico de los años cuarenta. La comuna campesina, pensó, debía ser permitida por la Idea de la personalidad, que ha sido Introducida en Rusia desde Occidente y que estaba repre^-ntada por la intcllipentaia rusa, especialmente por los esta mento· acomodados y cultos. La taren del socialismo ruso era, por consiguiente, reconciliar los valores de la fnícllipent.’ria ruso occldentallznda y el comunismo del campesino ruso: preservar la comuna y mantener la libertad individual (Ccftjrrtx, Sohranie sochmemi, vol. XII, p. 156. Para un análisis detallado de las relaciones entre el socialismo ruso de Herzen y la controversia entre eslavistas y occldentallstas de los años cua renta. véase asimismo A. Walicki, W kregu, konserxoatyw ne j ufopli, Vnrsovla, 1964. cap. 16. 24. Cf. N. G. Chernyshevskii, Selecíed Philosophfcal Essays, Moscú, 1953. 25. Podemos encontrar estos motivos incluso en su estética, en un primera disertación La relación estética entre arte y realidad, 1853, en la que proclamó que la mayor y más auténtica belleza no iba a ser encontrada entre las idea les platónicos o el espíritu hegeliano, sino entre los hombres de carne y hueso, entre los seres humanos reales e Individuales. (La conclusión de su argumento era que el arte es meramente un sustituto de la naturaleza y que la belleza se Identifica con In plenitud vital.) 26. Lr.MN, Collectcd Works, vol. II, p. 504. 27. Jbid., pp. 504 8. El populismo, opuesto a la herencia, fue caracterizado por Lenln como un sistema de concepciones que comprende los tres rasgos siguientes: 1) la creencia de que el capitalismo en Rusia representa un detcrioramiento, un retroceso, 2) la creencia en el carácter excepcional del sistema económico ruso en general y del campesinado, con sus comunidades aldeanas, artel*, etc., en particular, 3) menosprecio de la conexión entre la intellipenUía y las Instituciones políticas legales del país, por una parte y los intereses materiales de las clases sociales concretas, por otra (ibid., pp. 513 s. El último punto se refiere a la llamada sociología subjetiva). En un artículo posterior (Democracia y populismo en China), Lenin tomó la concepción de que el popu lismo en el sentido específico del término, es decir, distinto de la democracia, como un suplemento de la democracia, consiste en la combinación del deseo de una reforma agraria radical con los sueños socialistas, esperanzas de eva dir el camino capitalista (ibid., vol. XVIII, pp. 165 s.). 28. Lenin, Collectcd Works, vol. II, p. 505. 29. Cf. la siguiente exposición de Chernyshevskli: "Exiísten en el eslavlsmo varios elementos sanos que merecen ser atendidos. Y sidebiéramos es coger, el eilavlsmo es mucho mejor que esta torpeza Intelectual, esta ne gación de las Ideas modernas que tan a menudo aparece entre nosotros bajo el escudo de fidelidad a la civilización occidental (C iiehnyshkvskii, PoIíioc sobrante íochincnníe, vol. IV, Moscú, 1948, p. 760). 30. Véase p. G0. 31. Cheknyshevhkij. Izbrannye ék on om ich eskie p roizvcn d cn iya , Moscú, 1948, vol. I, p. 108 (cit. en la traducción de A. Geksciienkuon, E con om ic B ackw ard n eu in Historical Perspective, New York, Londres, 1962, p. 172). 32. Véase el artículo de Ciieknysiievskii, O j)r»cJu«flj p ad en iya Rima (S o bre las causas de la caída de la antigua R om a) en “ Polnoe sobranle sochinlenii”, vol. VII, Moscú, 1950, pp. 643-69. 33. /bíd-, p. 663. 34. "Polnoe sobranle sochlnenli", vol. V, p. 698. 35. Cf. ibid., p. 216. 36. Véase p. 84.
° n Y u‘ Sxr.Ki.ov, N . G. C h ern ysh evsk li, eg o zhizn'i d eya tcV n ost’ Moscu-Lenlngrado. 1928, vol. I. p r 4 5 0 . 38. C f. esp ecia lm en te Lenin. A . C haracterlsatlon 0 / E con om ic Rom anticlsm , C o llectcd W ork s, vol. II. 39. Ibid., pp. 515-516. 40. Lenin, Collrcted W orks, vol. I, p. 5 0 3 . 41. /bid., vol. II, p. 217. 42. Esta escuela de socialismo perfiló con gran exactitud las contradic ciones de las condiciones modernas de producción. D ejó al descubierto las hipócritas apología» de loa economistas. Probó de form a incontrovertible los desastrosos efectos de la maquinarla y de la división del trabajo; la concentra ción del capital y de la tierra en pocas manos; la sobreproducción y las cri sis; señaló la inevitable ruina de la pequeña burguesía y el campesinado, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, las agudas desigual dades en la distribución de la riqueza, la guerra Industrial de exterminación entre las naciones, la disolución de los v iejos lazos morales, de las viejas re laciones familiares, de las viejas nacionalidades (K. M arx y F. Engkls, El Ma nifiesto C om u n ista, p u n to d e partida d el socialism o. Con una introducción de Harold J. Laski, Londres, 1948, pp. 156-157). 43. W. K u la, P r o b le m y i m e to d y istorii g o rp o d a reze j (“ Problemas y métodos de la historia económ ica” ), Varsovla, 1963, p. 715. 44. PrrEfl, op. cit., p. 458. 45. Después dei encarcelam iento de Chernyshevskli y la muerte de D ovrolyubov (1861), Dm ltrll Plsarev (1840-1868) pasó a ser el propagandista más influyente del cam po dem ocrático. Su prim era preocupación fue la em anci pación del individuo de las creencias tradicionales y los m ódulos de com por tamiento; el papel principal en la liberación de los hom bres de los prejuicios y lazos sociales Irracionales se otorgaba al desarrollo y popularización de las ciencias naturales. No había lugar en su Ideología para la idealización rom án tica de la gente vulgar. En sus artículos sugoria la actitud de pensamientos realistas, cu y o prototipo literario encontró en Bazarov, el héroe nihilista de la novela de Turguenlev P a d res e h ijos; desafiando a la generación de los pa dres, estuvo de acuerdo en llamarse a si mismo nihilista, en el sentido de que rechazaba cualquier cosa que no pudiera Justificarse desde un punto de vista realista, utilitario (con el paso de los años, principalm ente bajo la influencia de propagandistas reaccionarlos, quienes utilizaron la palabra com o término de abuso, ln etiqueta nihilista fu e también colgada a los revolucionarios popu listas, sin que fuese, naturalmente, aceptado por ellos). Él no fue. en absoluto, un adversarlo del desarrollo capitalista; p or el contrario, consideraba que los capitalistas ilustrados eran partidarios del pensam iento realista, y contribuían notoriam ente al bienestar general de la sociedad. V io a la estética com o prin cipal enem igo del realismo, p or lo que la actitud idealista y estética ante la vida quería representar, característica de los intelectuales de origen aco modado. En su lucha obsesiva contra los esteticistas llegó incluso a proclam ar que la creación y el consum o de valores meramente artísticos contradecía el principio de la econom ía de las fuerzas materiales e intelectuales, y que la música y las artes plásticas eran totalmente superfluas para la humanidad. En una revisión de la teoría estética de Chernyshevskli (L a d estru cció n d e la estética , 1865) era interpretada p or él com o significativa de una liquidación total de la estética, y en sus artículos P u sh k in y Belinski ridiculizó la poesía d e Pushkin y criticó la valoración hecha p or Bellnski, en quien reconocía únicam ente a un semirrealista. Este agresivo radicalismo iconoclasta y puri tano en el dom inio del arte era una form a de com pensación de la m oderación de su programa social, que se reducía al trabajo paciente y pacifico en pro del progreso m aterial e intelectual. La aparición del populism o clásico fue acompañada de un rechazo con s ciente del plsarevism o. El realismo fu e reem plazado p or una idealización ro mántica de la gente com ún y el espíritu de autosacrificio revolucionario; el culto a las ciencias naturales abrió paso a otro extrem o: a la con v icción (espe cialm ente característica de los bakunlnlstas) de que la educación superior con* tribuye sólo al aum ento de desigualdad. 1. P. L. Lavrov, F iloso/iya i s o ts io lo g iy a , vol. II, Moscú. 1965, p. 81. Citado en la traducción Ruarían P h ilo so p h y , de J. P. Scanlan. editada por James M.
Edie. James P Scanlan y Mary-Rarbara Zoldin. con la colaboración de George L. Klin*. Chicago, Quadrangle Books. 1965. vol. II. p. 138. 2. ibid.. p. 8*. Cf‘ Philosophy. vol. II. p. 143. 3. Ihid. p. 86 Cf. Russian Philosophy, p. 143. 4 . M. B a k cm ix, «Vaufca i nasushchnoc revolyu tsionn oe dolo, Genova. 1870, p. 32. 5. Fue proclamado en el articulo de Bakunin P refa cio a los Discursos gim násticos dt Hrgtl. publicado en 1838 y aceptado generalmente com o el primer manifiesto del hegelianismo ruso. Su justificación filosófica fue la famosa afir mación de Hegel; "Lo que es real es racional, lo que es racional es real.” 6. Cf. CHCKNYSHrvsxit, Polnoe sobrante sochincniJ, vol. V.. Moscú. 1950. pp. 650 s. Chicherin se aferró al concepto hegellano de sociedad com o una to talidad supraindi vidual. sujeta a la ley de hierro de ln necesidad histórica; en contraste con esto. Chemyshevskií concebío la sociedad com o una suma de vidas individuales (ibid., p. 385). sujeta a manipulaciones racionales en interés de U mayoría. 7. L a v ro v , op. cit., p. 44. Cf. Russian Philosophy, p. 131. 8. Ibid.. p. 132. 9. C- K. MANjrtreiM, ldeology and Utopia, New York-Londres. 1952. 10. L av ro v, op. ctÉ., p. 54. Cf. Russian Philosophy. p. 54. 11. L av ro v. Formula Progrcssa JV. K. Mijaiíovskopo. Proíiimi/ei ÍJ*forii. Nauchnye osnovy Utoríi cit'iiizacit. sep. 1906. p. 41. 12. Esta teoría fue desarrollada con mnyor extensión por Lavrov en sus últimos trabajos sociológicos. Cf. P. S o r o k i n , Osriotmyc jjroblcmy soefotopii P. L. Larrora. en P. L . L a v r o v , E stad, vospominantya maferialy, publicado por Kolos. Petersburgo, 1922. 13. Cf. T. N. G r a n o v s k ii, SochineTiiya, Moscú. 1900. p. 445. 14. Cf. P. L. L a v r o v , Filosoflya i sociolopiya, vol. I. 15. Cf. A. W a u c k j , Hegel, Feuerbach y la “ izquierda filo só fica ” rusa, en "Annali dell’Istituto Giangiacomo FeltrínelH” , anno VI, Milano, 1963. 16. Sin embargo, tanto Chemyshevskií como Lavrov estaban de acuerdo en que el desarrollo intelectual de los individuos de pensamiento crítico habia ya alcanzado un punto en el que se iba haciendo posible disminuir el vacío entre la minoría Intelectual y las masas. Chemyshevskií escribió: “ Al princi pio, gente de un alto desarrollo intelectual sobresalía del nivel de las masas y. debido a su rápido progreso, dejaba a las masas cada vez más lejos, detrás suyo. Pero, a! alcanzar grados de desarrollo muy elevados, la vida intelectual de la gente avanzada adquiere un carácter que se toma cada vez más Inteligi ble para la gente vulgar, que corresponde cada vez más a los simples reque rimientos de las masas. Y en su relación a la vida Intelectual de la gente vul gar. la segunda, y a la vez más elevada, mitad de lu vida histórica, consiste en una gradual reversión hacia aquella unidad de la vida nacional que había existido al principio, y que fue destruida durante la primera mitad del movi miento”. (Selectid Philoaophical Essays, Moscú, 1953, p. 190.) 17. Uno de los capítulos del trabajo de Lavrov Sotsiyal'Tiaya reuolyuísiya i zadachi nrorstuenností (en Vestnik Narodnio Voli, 3, 1884. y 4, 1875) lleva por titulo “La inevitabllidad de la revolución social*’. 18. Cf. J. F. H i c k z r , Russian Sociology, A Contributlon to the History of SocioLogical Thought and Theory, Nueva York, 1915, p. 118. 19. El manuscrito de este articulo, fechado el 16 de septiembre de 1870. fue confiscado por la policía rusa (habia sido Impreso por primera vez en P. N. Tkachev, ¡zbrannye sochineniya na sotsiyaruo-politichesfciyc tcm y, ed. B. P. K oz'mjn, vol. II, Moscú, 1932, p. 166-224). Esto no significa que la crítica de Tkachev a Lavrov permaneciese desconocida pora sus contemporáneos. Tkachev atacó a Lavrov en la mayoría de sus artículos que se publicaron du rante su vida (por ejemplo. El papel del pensam iento en la historia, “D élo” , 9-12, 1875: El Pueblo y la Revolución, "Nabal” , 4, 1876; Revolucionarios-reaccionarios, “Nabal", 5, 1876. y otros). Hemos preferido presentar las ideas de Tkachev según las desarrolló en ¿Qué es el Partido del Progreso? Porque este tratado es, a la vez, el intento primero y más sistemático de definir posturas con el autor de Cartas históricas y, al mismo tiempo, el mejor esquema de las premisas gene rales de la ideología de Tkachev. 20. P. N. Tkachtv, ¡zbrannye sochtneniya, vol. II. Moscú, 1932, p. 174. 21. Ibid., p. 194.
22. Ibid., p. 2IR. 23. Ibid., p. 219. 24. Ibid., p. 205. 25. Ibid., pp. 200 s. 26. C f. el articulo de T k a c h k v , l/foplcheskoe gosudarstvo bursfiuazii, 1869 (P. N. T k a c h k v , Izbrann ye «ochinenfya, vol. II, Moscú, 1932). 27. K. M a iix , Early \orltings, traducidos y publicados por T. B. Bottomore, Londres, 1963, p. 153 (Manuscritos económicos y filosóficos, tercer manuscrito). 28. C f. B. P. K o z ’ m in , P. N. T kach ev i rei>olyut*tonnoc d vizhenie 18C0-kh g o d o v , Moscú, 1922, p, 193. Dostolevskll pudo haberse familiarizado con la concepción de la nivelación de los Individuos de Tkachtfv a través del último artículo, El jm eblo d el futu ro, publicado en “ Délo” , 1868. 29. A. I. Gr.irrsEN. Sobrank* sochinenii, vol. XII, Moscú. 1957. p. 156. 30. N. K. M i j a i i . o v h k i i , Polnoe sobrante sochinenii, 5.4 ed.. vol. I. s e p . 1911. p . 32. Cf. Russian Phllosophy, vol. II, p . 177. 31. Ibid. 32. En la terminología de Mijallovskll, la personalidad integral ftsel’naya, tselostnaya lich nost') se oi>oníu a la personalidad integrada, esto es. una per sonalidad que estaba sufriendo un proceso de adaptación (Integración) a la totalidad social. Según el sentido que daba Mijallovskll a esta palabra, inte gración era el término opuesto a d iferen cia ción , y su ideal de la personalidad integral presuponía que ésta debía estar diferenciada en sí misma, o sea. que debía ser polifacética. En pocas palabras, integralidad (en el contexto de la teoría de M ijallovskll) significa globalidad, mientras que integración signi fica especialización. 33. M i J A i L o v s K i r , o p . cit., p . 41. Cf. Russian Philosophy, p . 180 34. Lavrov dividió la historia intelectual de la humanidad en tres épocas: la é]>oca del subjetivismo ingenuo, la época del estudio de las leyes inmuta bles del mundo exterior en su objetividad, y la época en que el hombre se convierte de nuevo en el centro de todo el mundo, pero esta vez el centro del mundo no como existente en sí mismo, sino en cuanto es comprendido por el hombre, conquistado por su pensamiento y dirigido hacia sus objetivos. En este punto, comentaba Lavrov, la gran ley descubierta por Hegel. cuya apli cación parece ser posible a multitud de esferas de la conciencia humana, halló un tercer paso, aparentemente un retroceso al primero, resolvió de hecho la contradicción entre el primero y el segundo. (Russian Philosophy, vol. II, p. 125.) La similitud entre la tríada histórica de Lavrov y la filosofía de la histo ria de Mijallovskll es obvia, pero debemos resaltar que esta concepción fue vagamente vislumbrada en las Cartas históricas de Lavrov. 35. M i j a i l o v s k i i , op. cit., pp. 82-83. 36. Ibid., pp. 91. 37. Ibid., pp. 98-99. 38. K . M a k x , E arly w ritin gs (Manuscritos económicos y filosóficos, tercer manuscrito), p, 173. Puede añadirse que el joven Marx, Igual que Mijailovskii. propugnaba la superación de la división del trabajo (en beneficio de la tota lidad del hombre) y se oponía también al objetivismo, viendo en él un coro lario de la ret/tcación. La objetivación, escribió, es la práctica de la aliena ción (ibid., p. 39: Sobre la cuestión ju d ia ). Su antiutopismo no le ahogó la esperanza de una superación radical de la división del trabajo en el futuro. Escribió: “ ...E n la sociedad comunista, donde nadie tiene una esfera exclu siva de actividad, sino que cada uno puede abarcar las ramas que desee, la sociedad regula la producción general, haciendo de este modo que sea posible realizar una cosa hoy y otra mañana: cazar por la mañana, pescar por la tarde, recoger el ganado al atardecer, criticar después de cenar, en cuanto tengo mente, sin convertirme por ello en cazador, pescador, pastor o critico. ( K . M a r x y F. E n c e l s , T he G erm án ld eo lo g y , Londres, 1965, pp. 44-45). A pesar de la Jocosa manera de escribir, el ideal expresado por el joven Marx en este pasaje parece haber sido tomado con bastante seriedad por su parte. (C f. K. T u c k e u , Phtlosop/iy and M yth in Karl M arx, Cambridge,1964, pp.195 s.) 39. M i j a i l o v s k i i , op. c*f., p. 90. 40. Ibid., p. 105. 41. Ibid., p. 150. Cf. Russian Philosophy, vol. II. p. 187. 42. Por la palabra individualidad, escribió, la gente entiende usualmente
•jn complejo formado por aquellas cualidades que distinguen ni Individuo do tado de lo* dem.i< hombre*. El adjetivo individual significa (en esto sentido) uso peculiar. En Jo que se refiere a nosotros, damos n esta pnlnbrá un sentido completamente diferente: por individualidad significamos el com plejo formado por toda« ios cualidades del organismo humano en arnera!. 43. MuuLOVsKn. op. cií., p. 463. 44. Cf. Lavwov, Formula progressa N. K . M tjailovsk ogo (ed. citada), pp. 12, 13-14. 16. 31. 35. 39. 45 MUAllOVSXII, op. cit., p. SO. 46. MljallovskU estaba de acuerdo con Schillcr en que los progresos de la sociedad se habían conseguido a costa del hombre Individual, que hnbín sido despojado de su Totaiitat. Rechazaba, sin embargo, In idealización que hacía SchiUer de la antigua Grecia y su estética utopía, que interpretaba ln edad de oro en términos de economía campesina, igualdad primitiva y coopera ción simple. 47. MuAiiovsmx. Polnoe sóbrame sochínenii, vol. I, sep. 1911, p. 432. Mljailovski hizo referencia a los siguientes trabajos académ icos: G. L. Maurkr. EtnJfituna rur Geschichte der M arck -, H o/-, D o r f·, und S tad tverfassu n g und der óffm tlich en Gehalt, 1854 (traducción rusa, 1880); ídem, G eschi& itc der Marktnvrrfassung in Deutschland, 1856 (los trabajos de Maurer fueron muy bien acogidos por Marx y ejercieron una cierta Influencia sobre su actitud hacia la comuna campesina rusa); E. Nassx, ü bcr d ic m ittela lterlich e Feldgemeinschaft in England, 1869 (traducción rusa, 1878); H. S. Mainb, .Ancicnt Laxe, Its Connection Wifh the Early llistory and Its ftelatton to M o d c m Idean, 1861, y Villape Communüy in the East and West, 1871 (ambos traducidos ni ruso); L. Brijctano, Die arbeitergilden d er G cgcn w a rt, 2 vols. 1871-2. E. L. Larcure, De la propriété et de ses form es primitiues, 1874(traducción rusa, 1885), Debe añadirse que la objeción de M ljallovskii al término romanticismo so ciológico puede ser fácilmente contrarrestada. Estaba en la mismísima esen cia del romanticismo económico (sociológico) que las enseñanzas del pasado fuesen aplicadas para subsanar las nuevas necesidades. Lenln remarcó con fuerza que el romanticismo económ ico no significa “ un simple deseo de restaurar las Instituciones medievales", sino que era más bien un intento de medir la nueva sociedad en la vieja medida patriarcal. ( L x n i n , Collecíed Works, vol. II, p. 241.) 48. Cf. Muailovsku, op. cit., pp. 457-463. 49. K.Marx, £1 capital, vol. I, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, p. 716. 50. Ibid., p. 718. 51. Ibid., p. 715. 52. Chemyshevskil, en su Critica a los prejuicios filo só fico s contra la pro piedad comunal de la tierra, desarrolló una argumentación similar, aunque sin hacer referencia al marxismo. Años más tarde, el mismo Marx, bajo el im pacto del populismo ruso (y, también, bajo la influencia del artículo de Chernyshcvskli), reprodujo esta línea de razonamiento en los famosos borradores de su carta a Vera Zasullch. El comunismo, argumentaba, es lu reaparición, en una forma muy superior, de las relaciones arcaicas de propiedad representadas por la comuna campesina rusa; de aquí la posibilidad que tiene Rusia de una transición directa al comunismo, evadiendo de esta forma el doloroso proceso de la desintegración de sus comunas campesinas. (Cf. último capítulo de su libro, pp. 188-191. 53. Mijailovskji, op. cit., p. 703. 54. Cf. ibid. ,pp. 170-172. 55. K. Makx, El capital (edición citada; todas las citas son del capítu lo XIV: Diuifión del trabajo y m anufactura). 56. /bid., p. 329. 57. Cf., por ejemplo, la siguiente cita de El capital: “ Sin embargo, el si glo xviii no reconoció de forma tan completa com o el x jx la identidad entre ia riqueza nacional y la pobreza del pueblo*', (/bid., p. 725.) 58. Lenin, Collected Works, vol. II, p. 241. 59. Desnilsa i shuitsa L ’va Tolstogo, 1875 (en M u ailovsk ii, JAteratum okri tiche$kic stat’i, Moscú. 1957). 60. Cf. Muailovskii, L iteratum okriticheskie stat’i, pp. 156-158. 61. Cf. capitulo 30 del tratado de T o lsto i Tak ch to zh e nam d elat '?
G¿, L, N. T o i j i t o i , Polnoe m branip sochinenif, vol. XXV. M o n c ü . 1937. p. 390 (T ak chto zh e nam delat'?). 63. Jbld., p. 389. 04. Cf. M i j a i l o v r k i i , Notan de un Iego, 1R75-7 (Polnoe »tibranltt aochinenil, vol. III). 05. M i j a i l o v h k i x , P oln oe »obrante sochincnii, vol. III, .vpt. 1904.p. 692. Citado en la traducción de J. H. Dilllngton en «u libro Mlkhailovnky and Huirían PopuIUm, Oxford. 1958. p. 95. OG. M iJAiLOVRKir. op. cit., p. 707, 67. Lknin, Collocted W orks, vol. I. p. 415. G8. Cf. J. K. llKCKrii, op. cit., p. 1.14. 09. Cf. el articulo de M i j a i l o v u k i i Analogichenkii metod v obBhchvstvennoi nauke, 1809, y una serle de artículos titulada Teoiiya Darvina i obshchcstücnnaj/a nauka, 1870-1873 (Polnoe aobraníc sochincnii, vol. I). 70. La crítica que hacia MljallovskU n Darwin, aunque fue ridiculizado por Plejanov, era, de hecho, similar a la opinión de Marx sobre Darwin, según ln expresó m su carta n Engels del 18 de junio de 1862. La difundida opinión según la cual exlstia un ncuerdo esencial y un paralelismo intimo entre Dar win y Marx se basaba, de hecho, en una mala interpretación. Cf. el excelente comentarlo hccho por Shlomo Avlnerl, From Hoax to Dogma. A Footnote on M arx and Darurtn, "Encounter” . marzo 1907. 71. M iJ A ih o v s K ir . o p . cit.. vol. I. p . 474. 72. /bid., vol. III, p. 423. A pesar do las apariencias, las palabras de Mijallovskll no deben ser interpretadas como lina declaración de anarquismo extre mo. fcl no simpatizó con el Estado centralizado, pero su enemigo número uno no fue el Estado, sino el capitalismo, como la forma más desarrollada y más peligrosa de cooperación completa. Al Igual que muchos otros populistas, llegó Incluso a pensar que la interferencia del Estado podria ser utilizada para prevenir el desarrollo capitalista, defendiendo de este modo los Intereses de la Individualidad humana. 73. Cf. MIJAIIX3V8KH. O tlikl , sept. 1904. vol. II, pp. 64-99. 74. E. D u r k i i e i m , The División o f Labour in Society, Glencoe. Illinois, 1960. p. 41. 75. M u a i l o v s k i i , O tliki, vol. II, pp. 66-67, 76. El eslavismo ruso de los años cuarenta era. en muchos aspectos, una re acción romántico-conservadora al proceso allenador relacionado con la desinte gración de los vínculos comunales tradicionales. AI Igual que Mljallovskii, los eslavistas propugnaban el Ideal de lo Integridad personal y valoraron altamente la comuna campesina, en ln que vieron el germen de un tipo superior de de sarrollo social. Sin embargo, en agudo contraste con el pensador populista, acostumbraban oponer la personalidad integral a la Individualidad autónoma, condenando todo racionalismo, puesto que velan en él una enfermedad de Occidente, y propugnando el regreso a la Irreflexiva aceptación de la tradi ción interiorizada. Defendían que la fe religiosa es la única garantía de inte gridad, siendo la autonomía su peor enemigo. La autonomía del individuo oca siona la desintegración de la sociedad y hunde al individuo en el aislamiento y en la soledad, convirtiéndose en la libertad de extraños vagabundos. La autonomía de la razón destruye la fe y fragmenta la personalidad humana. Un individuo debe convertirse en una parte de la colectividad, su conciencia y su razón deben subordinarse enteramente a la conciencia supralndividual de la colectividad. La eclesiología de los eslavistas —la concepción de aobomost (libre unidad y concillarism o)— era de hecho una teoría de la comunidad supraindivldunl de tradición que excluía cualquier posibilidad de alienación. El concepto de los eslavistas de un conocimiento sintético inmediato (fe) iba dirigido contra la reflexión racional de los Intelectuales desarraigados. Su Ideal de sociedad puede describirse en términos del Geme»nschc/t de Tónnles, mien tras que el ideal de Mljallovskii presenta una combinación de varios aspectos de G em eln sch aft y Gesetlscha/t. Véase A. W a u c k x . Peraonalíty and Society in the Id eology o f Hussian Slavophiies; A Study in the Sociology o f Knowledge. "California slavic studles". vol. 11, Berkeley y Los Angeles. 1963. 77. Cf. G. V. P l e j a n o v . Izbrannye filosofsk ie proizredeniya, Moscú. 1956, vol. I, p. 735. Respecto a la polémica de Mljallovskii contra la interpretación (o, m ejor dicho, malinterpretaclón) que hizo Plejanov de sus ideas, véase M i j a i l o v s k i i , Otkliki, sept. 1904. vol. I. pp. 15-33.
?s
C f M ijulov^ku. P oln oe sobra n te a och in cn n ii, vol. II. sept. 1907, pp. 342 s. Cf. M sjm ovsitii, P oln oe sóbram e .«ochincnti. v ol. I, p. 509. *0. Cf. K. SrsiNi. F n m : ron Baader ct le ro m a n ticism o m lstíq u c, vol. III, 79
París. 1942. pp. 569-572. Si Cf K Mocmi-uiku. Vindimir S o lo v 'e v : z h iz n ' i u c h c n lc , París, 1951, pp 203-207. 82. 3 - J RotvstAr. On th c O rigin and F o u n d a tio n o f th e In cq u a llty of M-mhxnd W >rka. vol. VI, Edimburgo. 1774. pp. 192 s. 83. Parre* oportuno recordar al lector que el toma de este libro es el po pulismo en cuanto a Ideología, y no el m ovim ien to revolu cion arlo populista, por consiguiente. no entraremos en detalles sobre las actividades, programas politices y principios organizativos de todas las organizaciones revolucionarlas que suscribieron las Ideas populistas. Nos ceñ im os a la discusión de aquellos aspectos del populismo revolucionarlo que parecen ser los más esenciales para la comprensión de la estructura general del pensam iento populista y de· la.i tensiones entre las diferentes posiciones que existían en su seno. 84. Chxrxysbevsxji, F^olnoe sobran te sochinenii, vol. I, M oscú, 1939, p. 110. 85. íbid. Vale la pena advertir que estas Ideas del Joven C hem yshevskll se combinaron con la creencia de que la m onarquía absoluta nntlarlstocrátlca p o día favorecer los intereses de la dem ocracia. “ Esta m onarquía —escribió en hu Diano— debe estar por encima de todas las clases, y se crea especialmente para proteger a los oprimidos, esto es, a las clases Inferiores, los campesinos y lo« trabajadores. La monarquía debe estar enteram ente a su lado, ir n su ca beza y proteger sus intereses. Su deber es utilizar todas sus energías para trabajar en pro de la futura igualdad — no una igualdad form al, sino una Igual dad real... A mi modo de ver, esto es lo qu e hizo P edro el Grande.*’ (Ibid., p. 122. Citado en Vewturi, op. ctí., edición Inglesa, p. 139.) 86. Citado en Skxtlov. op. c i t , pp. 448- s. 87. Aunque había muchos elementos populistas en el pensam iento de Bakunin. debemos distinguir cuidadosamente entre anarquism o y populism o. El anarquismo es. por definición, incom patible con el cstadism o, mientras que el populismo es perfectamente com patible tanto con las tendencias anárquicas como con el más consecuente cstadismo. L os populistas legales representaban un tipo de socialismo de estado; Tkachev proclam ó que la victoria de sus ideales sólo podría conseguirse mediante un Estado totalitario revolucionarlo. Los anarquistas creían en la deseabilidad de un desarrollo de la sociedad com pletamente espontáneo; en contraste con esto, la sociología subjetiva de Lavmv y de Mijaüovskii defendía que las tendencias espontáneas de desarrollo ■oclal debían sujetarse a un control consciente y racional. 88. Cf. Ventuki. op. cií., pp. 471 s. 89. Cf. T. 1. P o l n e r , N. V. C h a ik ov sk ü i " b o g o c h e lo v c c h c s t v o " , en ChaiJeovsJcti; religioznye i o b sh ch e stv e n n o -p o litic h e sk ie isk a n iy a , París, 1929. 90. Cf. Ventuki, op. cit., p. 498. 91. M ijajlovskii, Polnoe sobrante soch in en ii, vol. I. pp. 870-872. 92. Cf. el artículo de E u s e e v La p lu tocra cia y su b ase socia l, publicado en O techestvennye Zapísk i, 2, 1872. Reim preso en N. K. K a k a t e v , N arod n ich esk aya ekonom icheskaya literatura, Moscú, 1958, pp. 125-159. 93. VcNTuni, op. cií., p. 503. 94. Cf. O. V. Apteicman, O b sh ch estvo *Z e m ly a i V o ly a '7 0 -k h g o d o v po lichnym vospommaniyam. 2.J ed., Petrogrado, 1924, p. 1C8. 95. Stefniak |S. Kravchinskli), U nd ergrou n d R u ssia : R e v o h ttio n a r y P rofiles and Sketches /rom L ife. Con un prefacio a cargo de P. L avrov, 2.· ed., Lon dres, 1883. pp. 25 s. 96. Nechaev, colaborador de Tkachev y Bakunln, form u ló sus puntos de vista de la siguiente manera: “ Realmente, no tiene sentido Ir a ln escuela, porque toda la gente educada se convierte Inevitablem ente en explotadora, y el proceso de educación es, en sí mismo, una form a de ex p lota ción ” . (Citado en el libro de B. P. K oz’min, P. N. T k ch e v i Ket>olyufsionnoe duizhcnic 1860-kh godov, pp. 193 s. 97. Cf. P. A. K r o p o t k i n , D o lz h n y -li m y za n y zV sy a rassm oíreniem idéala budushchego obshchedívennopo stroya ? Reim preso en R evoli/uísíonnoe narodnichestvo 70-kh godov X IX v ek a , ed. B. S. Itenberg, M oscú. 1904. 98. C. V. Plejanov, Sochineniya, editado p or D. Riazanov, 2.é ed.. MoscúPetrogrado, vol. 11. p. 140.
9». /bid., p. 139. 100. Según E. J. IlotiRRAwn, “ ningún movimiento político ha reflejado las aspiraciones espontáneas de loe campesinos atrasados, en Ion tiempo» moder nos, con m ayor sensibilidad y exactitud que los bnkunlnUtan, que deliberadaernnto se subordinan a ellas’'. (E. J. H o b h b a w n , Primitiva H cbels: Studiet in A rch a ic Form a o f Social M ovam cn í in thc Í9th and 20th Ccnturiea, 2.* ed.. Manchester, 19G3). 101. La m ejor exposición de las ideas de Bakunln sobre la comuna campe sina se hallan en el famoso A nexo A a su libro Eatadismo y anarquismo (re impreso en ftcvolyuísionnoc Warodnlchcsívo 70-kh godov X IX v ek a ). Vio en la com una tres elementos positivos: 1) la convicción de que toda la tierra de bería pertenecer al pueblo; 2) la propiedad comunal de la tierra: 3) autoges tión. com binada con la actitud obviamente hostil hacia el Estado. Sin embargo, estos tres elem entos positivos de la comuna se hallaban, según Bakunln, vincu lados a tres aspectos negativos: 1) patrlarcallsmo, 2) la absorción del individuo por la com unidad y 3) fe en el zar. Bakunln esperaba que estos aspectos ne gativos del cam pesinado ruso serían erradicados como consecuencia de la revolución social. 102. C f. R e v o ly u ts lo n n o e N arod n ich estvo 70-kh godov X IX veka , vol. II, editado por S. S. Volk, M oscú-Leningrado, 1965, p. 339. 103. Afanasll Shchapov (1830-76) — h ijo de un pobre diácono siberiano, profesor de historia rusa en la Universidad de Kazan, expedientado por mo tivos políticos en 1860 y exiliado en Slberla en 1864 (cf. V enturi, op. d i., pp. 196-203)— fue, Incuestionablemente, una de las figuras más interesantes en la historia del prim itivo populism o. En sus trabajos sobre la historia de los V iejos Creyentes y sobre la colonización de nuevos territorios por el pueblo ruso Interpretó la historia rusa en términos de una incesante lucha entre el pueblo y el Estado, entre el libre federalismo y el centralismo obligatorio. En salzó el m ir cam pesino, en el que vio el arquetipo de la autogestión popular libre de la tierra, y se mostró entusiasta en cuanto a los Viejos Creyentes, que representaban ante sus o jo s la encam ación del verdadero espíritu de la cris tiandad ortodoxa, Incólum e de las influencias destructivas del Estado. Al Igual que los eslavistas, Idealizó románticamente el pasado prepetrino ruso y fue, hasta cierto punto, directam ente Influenciado por ellos (especialmente por Konstantlne Aksakov, que vio la historia rusa com o una lucha entre el pueblo y el E stado). Com o otros pensadores de los años sesenta, él no era un populista m aduro: el capitalism o no era para él el problema central; oponía el espíritu de la com una no tanto al espíritu del capitalismo com o al espíritu del Estado centralizado, que había destruido la antigua libertad rusa. Su filosofía de la historia rusa era sim ilar a este respecto a las ideas de dos decembristas que hablan cifra do su tarea en la restauración de la libertad en Rusia. Al Igual que los decem bristas, idealizó las viejas repúblicas rusas de Pskov y Novgorod. creyendo que el antiguo espíritu dé libertad estaba todavía vivo en los cora zones del pueblo ruso. Hay que añadir que — en contraste con los populistas de los años setenta— era un convencido constitucionallsta y un apasionado defen sor de la libertad política. Sin embargo, y a pesar de todas las diferencias. Shchapov e je rció una considerable Influencia sobre el movimiento revolucionario populista. Sus ideas se entrelazaban con motivos anárquicos, dando un giro sin gular y arcaico a la concepción populista de una federación libre de comunas autogobem adas. El jo v e n Plejanov, dirigente de la organización populista Re parto Negro, siguió a Shchapov en su definición de la historia rusa como una trágica historia de la lucha a vida o muerte entre dos principios de vida diame tralmente opuestos: el principio com unal del pueblo y el principio individua lista del Estado (Sochineniya, vol. I. p. 111). 104. C f. Sh. M. L e v i n , Obshchesít>cnnoe duizhcnte v Rossi v 60-70-e gody X IX v e k a , Moscú. 1958, pp. 378-383. Es interesante y característico que estos últimos lavrovlstas se considerasen a sí mismos socialdemócratas y, después de la escisión en el grupo Tierra y Libertad, simpatizaran con la organización de P lejanov Reparto Negro. 105. La expresión de Plejanov (cf. P l e j a n o v , Sochineniya, vol. X XIX . pp. 87 s .). 106. C f. Μ. M. K arpovich, Ρ. L. L a vrov and Russian Socialifm. “ California Slavlc Studies” , vol. II, Berkeley, Los Angeles. 1963. 107. C f. B. P. Koz'm in, íz istorii rct'olyuístonncn myslt v Rosii. p. 642.
108. lz rechei na sude A. I. Zehlyabova. N. I. K ibalchicha i S. L. P erovskoi. Bylo*. núm. 3, 1906. p. 64. 109. Cf. V. F i c n e r , Polnoe sobranie sochinenii, Moscú. 1932. vol. I. p. 105. U0. Cf. L*jnx, Collected W orks , vol. V. p. 474. 111. Sergei Nechaev (1847-82), fundador de la organización revolucionaria, totalmente centralizada y clandestina. La Venganza Popular, recurrió en sus actividades revolucionarias a la mitiflcación, presentándose a sí mismo como representante de la Internacional y miembro de un Comité Revolucionarlo de toda Ruada; fue ayudado en esto por Bakunin. que le dio un distintivo espe cial con la inscripción de la Inexistente Alliance Révolutionaire Européenne. Comité GénéraL El Catecismo revolucionario de Nechaev recomendaba poner en práctica mé todos de lucha extremadamente despiadados e inmorales: el revolucionario, según Nechaev, desprecia y odia la ética social existente; para él. todo lo que per mite el triunfo de la revolución es moral y todo lo que se interponga en su camino es inmoral (citado en el libro de V e n t u r i , op. cit., p. 366). Esta regla fue aplicada en el caso de Ivan Ivanov, miembro de la organización de Ne chaev, que. por protestar contra los métodos de Nechaev, fu e sentenciado a muerte y ejecutado (1S69). Su asesinato permitió a la policía encontrar la pista de La Venganza Popular y arrestar a sus miembros. El ju icio de Nechaev (en San Petersburgo en 3871) despertó un gran interés tanto en Rusia com o en Occidente. La prensa reaccionaría (y también Dostoievskil en El poseíd o) utilizó este hecho para desacreditar al movimiento revolucionario ruso en su con junto. Para la juventud revolucionaria rusa, el asunto Nechaev fue un tremendo golpe moral que contribuyó grandemente a la condena global de las conspira ciones revolucionarias de tipo blanquista (desde el punto de vista de Tkachév, esto constituyó, por supuesto, un gran paso atrás). Sin embargo, después de la amarga experiencia de los movimientos hacia el pueblo, la actitud hacia Ne chaev sufrió un cambio considerable. Los miembros de La Voluntad del Pue blo pensaron seriamente en organizar su fuga de la fortaleza de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo. 112. Cf. “Nabar, núms. 1-3. 1875-1876. 113. En el libro de Venturi, sus nombres se escriben Yanitsky y Tursky; de forma similar, el nombre del asesino de Alejandro II, Hryniewiecki, se escribe Grinevitsky. Esta desfiguración de los nombres polacos (cuando apare cen en un contexto ruso) es común en muchos libros occidentales. Sin embargo, nada lo justifica. No importa que Hryniewiecki (en contraposición a Janicki y Turski) fuese un polaco rusificado: nadie niega que Herzen era ruso, pero a nadie se le ocurre escribir su nombre Gertsen. 114. Expresión utilizada por Tkachév en su Carta abierta a Engels. 115. P. N. T k a c h é v , Izbrannye sochineniya, vol. IV, p. 264. 116. Cf. B. P. K o z 'm in , lz istorii revolyu tsíon n oi m y sli v R osii, pp. 366 s. 117. V. F i g n e r , op. cit., vol. I, p. 157. (Citado en la edición inglesa del libro de Venturi, p. 577.) 118. Citado en el libro de P l e j a n o v , N uestras d iferen cia s (Sochineniya, vol. II, p. 148). 119. The Programme o f the Journal " Land and F reed o m ” . Reimpreso en K a r a t a e v , op. cit., pp. 322-326. 120. Para los programas de Tierra y Libertad (y,asimismo, de otras organi zaciones revolucionarias de la década de los 70), véase K a r a t a e v , o p . cit., y Revolyutsionnoe narodnichestvo 70-kh godov X IX veka . 121. V. F j c n e r , op. cit., p. 157.
122. Chichcrin llegó incluso a proclamar que lacomuna campesina (en la que vió el mayor obstáculo para el normal desarrollo de Rusia) era única mente una institución artificial y relativamente moderna, creada por el Es tado para imponer a los campesinos la responsabilidad colectiva. Su apología por un Estado burocrático centralizado estaba inspirada en la filosofía de Hegel. 123. Cf. N. K . K a r a t a e v , op. ctí., pp. 386 s. 124. P l e j a n o v , Sochineniya, vol. XXIV, pp. 104-113. 125. Cf. F i g n e r , op. ctí., p. 164. Para información acerca de Zaichnevskü se debe tomar como referencia el trabajo de K o z ’m i n : P. G. Z aich n evskii i Molodaya Rossiya (en su lz istorii revolyu tsionn oi m ysli v R osii, pp. 127-403).
126.
Cf. Literatura partii Narodnoi voli, Moscú, 1907. pp. 451 op. cit., pp. 716-718.
ss.
V é a se
ta m b ié n V e n t u r i ,
127. Esto era admitido por N. K. Karataev, que escribía: “Los populistas liberales también pertenecen al campo democrático.” Había una diferencia de clase entre su programa económico y el programa de los liberales. (K a r a t a e v , op. cit., p. 10.) 128. Cf. su artículo La plutocracia y su base social (cf. p. 87, núra. 2). 129. Había, de todas maneras, una considerable diferencia entre los puntos de vista de Eliseev y Mijailovskll. Aquél consideraba la autocracia como el m ejor sistema parlamentario, mientras que el último, en sus Cartas políticas de un socialista, abraza la causa de la libertad política. Al final, en los años noventa. Mijallovskii se separa de Vorontsov, protestando contra la aceptación final del absolutismo ruso. 130. K. M a r x y F. E n g e l s , C orrespondence 1845-1895. A selection uñth Comm en ta ry and N otes, traducción de Dona Torr, Londres. 1936. pp. 282 s (Carta de Marx a Engels de 1870). Marx escribe: “ Este hombre (Flerovskil) es un enemigo determinado de lo que él llama optimismo ruso. Nunca me hice de masiadas ilusiones respecto a este comunista Eldorado, pero Flerovskii sobre pasa todas las previsiones... Un odio fulgurante hacia los terratenientes, capi talistas y oficiales, ninguna doctrina socialista, ningún misticismo sobre la tie rra (aunque en favor de la forma comunal de propiedad), ninguna extrava gancia nihilista. Se encuentra por todas partes una cierta cantidad de habla duría bienintencionada que, sin embargo, se adapta al estadio de desarrollo alcanzado por la gente a quien va dirigido este libro. De todas formas, éste es el libro más importante que ha aparecido desde Condiciones de la clase obrera. La vida familiar de los campesinos rusos —las palizas mortales a las esposas, el vodka y las concubinas— está, asimismo, correctamente descrita. Sería, por consiguiente, bastante oportuno que tú me enviaras los imaginarios embustes del ciudadano Herzen.” De cualquier modo, esta opinión fue expresada por Marx basándose en las primeras ciento cincuenta páginas del libro de Flerovskii (cf. ibid.; He leído las primeras ciento cincuenta páginas del libro de Flerovskii). Y debemos re cordar que el populismo de Flerovskii tiene sus mejores y más características expresiones no en la parte descriptiva de su libro, sino en el último capitulo. (Reimpreso en el libro de K a r a t a e v , op. cit., pp. 192-219.) Si Marx hubiera leído este capítulo antes de expresar la opinión citada sobre el libro de Flerovski, ésta, probablemente, hubiera sido mucho menos favorable. 131. V. B e r v i - F l e r o v s k i t , Izbrannye ekonom icheskie protzvedeniya, Moscú. 1958, vol. I, p. 608. 132. 7bid., p. 593. 133. Es interesante observar que el mismo argumento en favor de las co munas campesinas había sido ya utilizado en 1849 por el pensador eslavista A. S. Jomyakov. Cf. J o m y a k o v , O selskoi obshchine. O tvetnoe pis,mo k priya telyu . P oln oe soranie sochinenii, 4.a ed., vol. m , Moscú, 1914. pp. 459-468. 134. C f. F l e r o v s k i i , Izbrannye ekonom icheskie proizvedeniya, vol. I. pp. 612 s. 135. Ibid., p. 589. 136. Ibid., p. 566. 137. Cf. O ch erk i u sp ejo v ekon om ich eskoi eksploatatsii v Rosii za poslednie gody. V p éred , núm. 5, Londres. Reimpreso en el libro de K a r a t a e v , op. cit., pp. 284 s. 138. A. G e r s c h e n k r o n , Economic Backwardness in Historical Perspective, Nueva York-Washington-Londres, 1965, p. 186. 139. V. V [ o r o n t s o v J, Sud’by kapitalizma v Rossii, sept. 18S2, p. 4 (la parte esencial del libro de Vorontsov está reimpresa en K a r a t a e v , op. cit.). 140. V. V [ o r o n t s o v J, op. cit., p. 14. 141. Ibid., p. 13. 142. Chaadaev, com o sabemos, concibió este privilegio en términos de libe ración de la carga del pasado. Las naciones occidentales, pensó, están encade nadas por su magnífica historia; están bajo el peso de su pasado y no dispo nen de libertad para escoger su futuro. En Rusia, la situación es bastante di ferente y mucho más ventajosa para un monarca absoluto ilustrado; basta con revelar la imperiosa voluntad soberana e instantáneamente todas las opiniones le ceden el paso, todas las convicciones ceden humildemente ante ella y todas
¡as mentes se muestran dispuestas a aceptar nuevas ideas. Por consiguiente, Rusia está en una posición en la que puede aprender de las experiencias de Occidente y crear su propio futuro de acuerdo con la razón ilustrada y la voluntad consciente. Este particular privilegio, consistente en la falta de histo ria. justifica la creencia de que Rusia está destinada a encontrar soluciones a los más importantes problemas sociales, a conseguir la realización de los Idea les que surgieron en sociedades antiguas y a dar la respuesta a las cuestiones más importantes que hoy captan la atención de la humanidad. (P. C h a a d a e v , Apologie d'un fou, en “Sochineniya 1 pís'ma” , vol. I, Moscú, 1913.) En la interpretación de Herzen. la liberación de la carga del pasado era considerada como una veintaja para los revolucionarios y no para el absolu tismo ilustrado. Era. según él, una garantía de que los rusos, a diferencia de los europeos, eran capaces de conseguir una ruptura radical y real con el viejo mundo. Los rusos conscientes, argumentaba, que están claramente divor ciados del pasado ruso y han recibido una educación humanista cosmopolita, que los ha alejado de la realidad social presente en Rusia, son la gente más independiente del mundo. Nada puede contenerlos: Somos independientes por que no poseemos nada. No existe literalmente ninguna demanda sobre nuestras afecciones. Todas nuestras memorias están teñidas de amargaura y resenti miento... Nos inclinamos ante la fuerza bruta: somos esclavos porque no tene mos camino alguno para liberarnos; pero, pase lo que pase, no aceptaremos nada del campo enemigo. (A. H e r z e n , From the O th er S hore and T h e Russian People and Socialism, Londres. 1956.) Para un análisis de las ideas de Herzen desde el punto de vista del desa rrollo económico, véase G e r s c h e n k r o n , op. ctt., pp. 167-171. 143. C h e r n i s h e v s jo i , Polnoe sobrante aochtnenii, vol. V, p. 387 (crítica de los prejuicios filosóficos contra la propiedad comunal de la tierra). Citado en la traducción de G e r s c h e n k r o n , op. cit., p. 173. 144. Reimpreso en el libro de K a r a t a e v , op. cit., pp. 83-98. 145. Asi, la afirmación de Vorontsov significaba simplemente que los cam pesinos europeos se habían mostrado capaces de defenderse contra el proceso supuestamente inevitable de la concentración de la producción agrícola y la propiedad territorial. Y debemos asentir que, en este aspecto, Vorontsov se mos tró esencialmente correcto. Cf. D. M i t r a n y , M arx against th e Peasant, Lon dres. 1952, pp. 25-28. 146. V . V Í o r o k t s o v ] , o p . c it, p . 290. 147. Jbid., p. 16. 148. Jbid., p. 124. 149. Jbid., p. 63. 150. Jbid., p. 15. 151. Al mismo tiempo. Marx autorizó a Danielson a publicar citas en la prensa de su correspondencia con él. Cf. Istoriya russkoi ek o n om ich esk oi m ysli, vol. II, parte 2. editado por A. Pashkov y N. A. Tsagolov, Moscú. 1960, p. 322. 152. K. M a r x y F. E k c e l s , Correspondencia 1846-1895 (ed. cit.), p. 386. 153. Jbid., p. 384. 154. Jbid., p. 386. 155. Cf. Istoriya russkoi ekonom icheskoi mysli, vol. II, parte 2, p. 329. 156. N d c o la i -o n {Danielson 1. Ocherki nashego p oreform en n a go ob sh ch estvennogo jozyaistva, sept. 1893. pp. 330 s. (la parte más importante del libro fue reimpresa por K a r a t a e v , op. cit.). 157. K. M a r x y F. E n c e l s , Correspondence 1846-1895, pp. 499-500. 158. Cf. A. P. Mendel, Dilemmas o f Progress in Tsarist Russia. Legal Po pulista and Legal Marxism, Cambridge. Mass., 1961, pp. 56 s. 159. N i k o l a i - o n (Danielson}, op. cit., pp. 375 s. 160. Cf. A. P. M e n d e l, op. cit., cap. 2. 161. Perepiska K. Marksa i F. EngeVsa s russkim i politich eskim i d eya tel yami, 2.a ed.. Moscú. 1951. p. 334. 162. Cf. L e n in , Collected Works, vol. I, pp. 340-395. 163. Cf. K a r a t a e v , op. cit., p. 660, nota 145. 164. A. I. P a s h k o v , Ekonomicheskie raboty V. I. Lenina 90-kh god ov, Mos cú, 1960, pp. 68 s. A la luz de la anterior explicación resulta difícil compren der por qué tantos académicos soviéticos (incluido Koz’mln) tratan a los populis tas legales de la década de los noventa corno meros epígonos del populismo. Si su ideología fue una acertada expresión teórica de lo que era (según Lenin)
el contenido social del populismo, sería más razonable situarlos entre los más clásicos representantes del pensamiento populista. 165. Pereptska K. Marksa i F. EngeVsa s russkimi politicheskim i deyatelyam i, p. 341 (carta del 26 de febrero de 1895). 166. C f. W. K u l a , P roblem y i m etod y historii gospodarezej (Problemas y métodos de historia económ ica), Varsovia, 1963, p. 189. 167. A. I. H e r z e n , Sobranie sochinenii, vol. VII. Moscú. 1956. p. 16. (Nous n ’a von s q u ’á gagner, nous n'avons ríen á p erdre.) 168. Para un interesante análisis de las opiniones de Chemyshevskil sobre el desarrollo económ ico en los países atrasados, véase Istoriya russkoi ekonomichesícoi mysli, vol. I. parte 2, pp. 707-719. 169. Así. por ejemplo, A. M e n d e l (op. cit., cap. 2) señaló que elprograma de desarrollo económ ico de Vorontsov puede interpretarse como una anticipa ción del modelo indio de industrialización. 1. En una carta a Kugelmann (12 de octubre de 1868) decía Marx: "Hace pocos días, un editor de Petersburgo me sorprendió con la noticia de que la traducción rusa de El Capital estaba en curso de impresión. (...) Es una ironía del destino que sean los rusos, a quienes he combatido sin interrupción durante veinticinco años, y no sólo en alemán, sino también en francés e inglés, quie nes hayan sido siempre mis ‘protectores’ (K. M a r x , L etters to Kugelmann, Londres, p. 77.) 2. C f. O. V. A p t e k m a n , op. cit., p. 246. 3. T k a c f i é v , Izbra nn ye soch in en iya, vol. I. p. 70. 4. Citado por A. L. R e u e l , en Russkaya ékon om ich eskaya mysV 60-70-kh gg. X IX v e k a i m arksizm , Moscú, 1956, pp. 219 s. 5. Cf. M u a i l o v s k i i , P oln oe sobranie sochinenii, 5.J ed., vol. I. sept. 1911, pp. 170-172 ( T eoriya D arvina i obsh ch estvenn aya nauka). 6. Cf. P erep isk a K . M arksa i F. EngeVsa a russkim i politicheskim i deyateyam i, p. 251. Vera Zasullch expresó una opinión similar en su carta a Marx de 16 de febrero de 1881 (ibid., p. 299). 7. Reimpreso por K a r a t a e v , op. cit., pp. 125-159. 8. Véanse las notas al artículo de Eliseev en la antología polaca del pen samiento populista: Filozofia spoleczna narodnictwa rosyjskiego (“Filosofía so cial del populismo ruso"), editado por A. Walickl con una introducción del mismo autor; 2 vols.. Varsovia. 1965. 9. Cf. K. M a r x , El Capital, ed. citada,p. 751. 10. Cf. R e u e l , op. cit., pp. 234 s. 11. Reimpreso por K a r a t a e v , op. cit.,pp. 160-9. 12. El hecho de que el apoliticismo populista hubiera sido generalmente justificado mediante referencia al marxismo quedó confirmado e x post facto en un importante artículo, La revolu ción política y el probler7ia económico, publicado por N.· Kivalchich en el periódico clandestino de La Voluntad del Pueblo. La dedicación a la lucha política, se nos dice en el articulo, fue gene ralmente combatida con las teorías de Marx, que en El Capital ha demostrado que las relaciones económicas de cualquier país son la base de todas sus ins tituciones sociales, políticas y legales. Esto ha conducido a algunas personas a deducir que cualquier transformación en el sistema económico sólo puede ser resultado de una lucha en la esfera económica y que, por consiguiente, ninguna revolución política puede ni iniciar ni retrasar una revolución económica. ( Narodnaya vo ly a , núm. V ; citada en la traducción de V e n t u r i , op. cit.. p. 679.) Debemos advertir que, en lo que se refiere a un punto del testimonio de Kivalchich, no es correcto: de hecho, los que se oponían a la lucha política pensaban, por lo general, que la revolución política retrasaría la solución so cialista de los problemas económicos y sociales. 13. Citado por Sh. M. L e v i n , op. cit., p. 334. 14. Véanse pp. anteriores 47-51. 15. Cf. K. M a r x , Pre-capitalist Fconomic Formatíons. editado y con una introducción de E. J. Hobsbawn. Londres, 1964, p. 146. “Carta de Engels a Marx del 15 de diciembre de 1882.) 16. T k a c h ü v , Izbra n n ye soch in en iya, vol. V. Moscú. 1935. p. 93. 17. Citado en la traducción de V e n t u r i , op. cit.. p.395. i T k a c h e v , op. cit.. vol. I. p. 70.)
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Vra«r Tm citfv. op cit . vol. I, pp. 260-262. W iiir ifwd.. ZhrniJrii t'oproi. 2ó ffyid. vol. III. pp 213-215. (Kol· myiU v istorii.) 21 /b u l. vol I. PP 260-262 22 Tracr*v. op cit., vol. I. pp. 260-262. F.s Interenante señalar que* 1« op in ió n d* KntfvU aobrr las posibilidades d r 1« victoria de Mllntzer (dlm nrtralm entr opur»ta a la dr Tkach«*v) fur citada rrprtldaj» vecra |x>r Plejanov, que la titi U/ó como un argumento contra la tdei» dr ln tomn del i>oder. Kn Nucatra* d ifrrm eía t dirigió r*tr argumento contra Tknrh^v; años mán tarde lo dirigió contra Lm ln (véase Plejanov. lzb ra n n ye filnm tfskie prolsvedrníya, vol. I, Mos cú. 1956. pp. 473 God na rodinr, Parii, 1921, vol. I, p. 28). 23. V¿a*r p. 154. nota U t. 24 Cf K Marx y F. Kncels. O bras (edición rusa), vol. XV . Moscú, 1033, PP 106-124 25 K.. Marx y F. KNcriji, Obni* (rd. nmn), vol. XV, M okcú, 11)33, p. 235, 2« Cf. TuAtwtv. /rhfrtnni/r sr>rhinenJ|/a, vol. III, pp. 88-98. 27. K Marx y F. F.wceij*. Srlerfed Works, I^ondres. 1950, vol. II. pp. 40 s. 2s. K M a r x . El capital, rd. citada, p. 10. 2» Ibid.. p. 9. 30 MíjAn.ov*xtt. Polnoe sobrante sorMnenH, 4.* rd., vol. IV, srpt. 1909, pp. 167-173. PImen rs un prraonajr de ln obra dr Pushkln Boris O odunop, con cretamente un m onjr y un cronista. 31. I. I. Po»ov. Minursher i prrerM foc, l.rn in srod o, 1924. vol. I. pp. 42-43. Cf Kor'Miw, Jz istorii rero/yufsionnoi myjtJi v R ossii, pp. 381-382. 32. Kof'Mif*. op. d i·, p. 382. 33 Véasr Vewtvri. op. d f., pp. 022-3. 34. Pij^awov, Sochínrniyfl. 2.a rd.. vol. I, M oseú-Petrogrado, p. 50. 35. íbid.. p 62. 36. tbid., p. 59. 37. Tkachev. como sabemos. no creía cu ln espontaneidad. 38 K Marx. El Capital, rd. cltadn, p. 1 0 . 3». Programa drl periódico "Tierra y Libertad" (escrito p or S. StepnlakKravchlnckli)- Cf. Karatakv, op. d t., p. 322. 40. Cf. S. V. Uteoiun. The "P rvp a ra tory” Trvntl in th c R ussian R cv n lu tio nary M ovrm ent in the 1880*9, rn "Soviet Affnlra*’. i'd. j»or. D. Fottmnn. L on dres. 1962. núm. 3. Véase también Y. Z. Polkvoi, Z a ro z h d en lc m arksizm ti v R ouii, Moscú. 1959. 41. Reimpreso por Karataev, op. d t., pp. 631-636. 42. /bld., p. 63). 43. /bld. 44. Véase Lavrov. FUosofiya i sotsioloftiya, Moscú. 1905, vol. II, pp. 581-613. 45. Citado por Polevoi, Z arozh d en le m arksizm a t> TIomíí, p. 315. 46. N. K. KnursKAYA, M rm orics o f L cn in , Iiondroit, 1930, p. 5. 47. fbt¿.. p. 4. 4A. P lsjamov, Sochinm lya, vol. II, p. 27. 49. tbid., vol. XXIV.p. 128. 50. Citado por V. Vaoaw’yaw. C. V. P lek h a h ov . O p y t k h a ra k tcristik i sotsia l’ nopolitichrikifeh « o iít w I I , Moacú. 1924. pp. 94-5. 51. Jbíd., p. 86. 52. Pijcjanov, Sochincníyo, vol. II. p. 83. 53. fbid., p. 166. 54 íbid.. vol. III, p. 78. 55. P 1.EJANOV. Sochinrntya, vol. III. p. 81. 56. /bid., p. 325. 57. V^a**· Pijcjanov, Ííbm nnyr filosofsk i* p ro izv v d en iy a . vol. IV. Mokcú. 1958. p. 140. Plejanov ar rrOrr«* al argumento dr ChrrnyshrvHkl de que, n penar de la posibilidad de reducir la duración del proceso de xccudo de los cigarros, Ior cigarros que han «Ido arcados de este m odo pierden su nrotnn. 58. Vritnik Naarodnoi Voli, Ginebra,núm. 2, 1884. 59. Cf. Pi.rJANOV, /zbrannyr fU osoftk ie p n jizvvd vn íya , vol. II. Moscú. 1956, p. 621. 60. íbid.. vol. IV, pp. 113-114. 61. Jbid., vol. I. p. 392. 62. Ibid., vol. IV. p. 86.
PU*;‘!n“ v v *° ^Plno/.a i*l inayor prcd<*cr*or drl ritarxlmno. Cf. / 2 br(in> nye filojutfaklt· prtilzvcrtt’nlya, vol. II, p. 360. 04. VíSaMe Míjaii^whhh, O y. /\ A'íruuo í Jcj/o "Krlítche/iNlJ zamufkaj po noproaí* ob rfkonomlcheskom rnzt>ilU IU>hkH" IUi Ituw nabranla m>chin*nH. vol. VII. aept. 11109. 05. Hr.i.íNMKii, P oíno» sobran!« soc/UnenK, vol. XII, Moncú. 1953, pp. 22 I. 60. P i . u a n o v , Izbra n n yv flloaofakto p m lxvvd vn iya . vol. IV. pp. 542, 271. 07. /bId., vol. I, p. 458. 68. V¿n«e üki.inmkii, op. cií., vol. XI. p, 570. A p«**iaj· «Ir sus mucha* v**n(ajiijf, Iii Interpretación <1·· Plejnnov «·» culpable de un olrrto «*»quematlnmo. Kl dninin Ideológico de li<?llnNkll no era el de un hombre Incapaz. d<* aoluclonar ImportanteN problem a* tedrlcos. Su correspondencia privada demuestra de for ma con vin cen te que su e»fu e r/o por reconcilíame con la realidad surgió de la dolorona claridad de conciencia que tuvo aobre nú alienación personal y su abstracción. No fu e hnsüi ln década de 1840 cuando empezó n meditar seriamente sobre las vías de desarrollo abiertas a Ilusia. Rn el periodo de reconci liación fue básicam ente un hom bre supeiíluo. Consideraba que era un mero espectro y trató por todos los m edios de sumergirse en la vida real para convertirse do este m odo en un hom bre real. C f. A. Waí.icki, flu yel, Fnucrbach y la “ izq u ierd a filo s ó fic a ** rusa, "Antutll d ell’Istltuto Glanglacomo Feltrlnelli", A nno Sesto, Milán, 1963. 69. C f. P l e j a n o v , ObshchU pían "Istorii rwsskoj obschestuennoj myslt·*. "SochlnenIyu,^ vol. X X . p. X X V III. 70. C f. ibld., v ol. X , p. 162; vol. X X III, pp. 86-87; vol. X X IV , pp. 43-44. 71. Hklinbkh , op. cU·, vol. X II, p. 468. 72. C f. P i j c j a n o v , Jzbrannyc ftlo s o fs k le p ro lzv cd cn iy a , vol. IV, pp. 495, 521. 73. Asi ea cóm o argumentaba —en el revolucionario año 1918— a favor de ln necesidad de pasar por la fase capitalista: "U no de los creadores del socialism o científico, F. Engels. expresó una vez esta brillante Idea: sin la antigua esclavitud, el socialismo moderno hubiera sido Imposible. R eflexionem os sobre esta ideo: es equivalente u una justifica* ción de la esclavitud, una justificación dentro de una cierta época histórica. ¿No es ucaso una vergonzosa traición del ideal? ’’Por favor, tranquiliza tu m ente: no hay, en absoluto, ninjeuna traición. Ks únicam ente el rechazo de un Ideal utópico, nacido en la vaga esfera de la abstracción y divorciad o de las condiciones concretas hic vt nunc. Rechazar este ideal fu e un m érito de Engría y no un error. Un Ideal abstracto ha obs taculizado durante dernusiado tiem po el desurrollo de la mente humana. Y no era algo falto de sentido que Bellnskil deplorase el periodo en que se halló bajo su perniciosa influencia." ( P l e j a n o v , G od na rod in e, vol. II, París, 1921, p. 260.) 74. “ El rasgo más característico de la econom ía política burguesa rusa de la década de 1890 fu e la actitud “ entusiasta" de muchos economistas burgueses hacia el m arxism o, un fenóm eno que nunca ha aparecido en nlnKÚnotro país." (P ammkgv, op. cií., pp. 77-78.) 75. C f. A. G r a m s c i , T h e M o d c m P rln ce and Ofher W ritings, Londres. Lawrence y Wíshart, 1957, pp. 153-161. 76. L e n i n , C o lle c te d W o rk s, vol. X X I, p. 222. 77. En el posfaclo a la segunda edición alemana de El Capital. 78. Para la Influencia de Z lb cr sobre Plejanov, véase Vagan‘yan, op. cit., p. 36. 79. N. I. Zibkr, /zbrannye é k o n o m ic h c s k ie p ro izv ed cn iy a , Moscú, 1959. vol. I, p. 556. 80. Ibld., vol. II, p. 673. 81. C f. A . L. R eu el, op. clt., pp. 325-326. 82. Citado por N. K. M ijailovn k ii, ÍJferafum ye vosj>ominaniya, P o ln o e s o branic socM nenii, vol. VII, sept. 1909, pp. 327-328. 83. PereplsJca G. V. P fejanooa i P. B. A k sel'ro d a . vol. II. Moscú. 1925. p. 197. 84. P. S t r u v e , Kritichesfcie zametki p o uoprosu ob ék o n o m ich esk o m rast’ iííi Rossii, sep. 1894, p. 288. 85. C f. P. S t r u v e . M y C on ta cts and Con/ÜcU u»ith Lenin, “ Slavonic Review**, vol. XII, abril 1934, p. 577.
(K !!M9
Archiv fur aoxtale Genrtzgebung m u í Statlntik'\ v o l. X IV ,
B e rlín .
H7 Plcjajíov, *'Sochlnrnlya", vol. XXIV'. p. 181. KH. Cf A*n*nrvu*u iK. Solovev). O pyt filosofa russkoi lltera tu ry. scpt. 1905.
p V.V,
Rfl, Cf. especialmente loe siguiente* articulo» di· M ijaii.ovnkii: L iteraU tm yr ro#ponn»uii*iyflr IX y XX: O n<irüdnich«**ít’<* jj-ηα V. V. (el final); fcpisom rmtrtntfor. 'Rua.'kor bogatstvo” . m oro 1894; O p. P. S tru ve i «*í#o "KritichoAkij zametkaj po voinvsu ob ¿konomichoefcom ra¿t>i((i Roesíi" (lodos los ar ticulo· mencionado* retan recogidos en el séptimo volumen del P o ln o e s o brante soehmrnii, do Mtjallovskil. 90. NI Mijailovskii ni sus oponentes marxistn* enyeron en la cuenta de que la critica del joven Marx al hegelianismo era, a este respecto, m uy similar a la critica do Mijallovskll al marxismo. Véase K Maiix y F. Enüeij?, The Ger men Idtology, Londres, 1965. pp. 39-64 (especialmente, p. 59) (edición inglesa). 91. Véase Encels. ¿nfi-Dúhrinp. La revolución cicníi/tca do H orr Eutjcn Dvhnnp, Moscú. 1954. pp. 250-251- Cf. p. 164, n. 7. 92. Cf. MuAXLOvsxrt, Polnoe »ubranie aochinenü, vol. VII, sept. 1909, pá gina* 751-758. 93. Cf. D. MrriuNr, Marx apoinst (he Poasanf, Londres, 1952, I.* parte. Sin embargo, debemos constatar que la actitud de la Primera Internacional ha da los campesinos resultaba mucho más aceptable para los populistas rusos. Asi, por ejemplo, el Manifiesto de los ob reros agrícolas, de J. P. Becker, pu blicado en nombre de la sección alemana de la Internacional en 1869, sugería que los pequeños productores agrícolas podrían evitar la ruina uniéndose en cooperativas e introduciendo la propiedad común de la tierra. Los m iembros do la sección rusa de la Internacional tradujeron al ruso este manifiesto y fue leído, dentro de Rusia, por los miembros del circulo de Chalkovskli. (Véase B. S. I t x n b c r g , Pervyi Intematsional i revolyu tsionn aya R ossiya, Moscú, 1964, paginas 56-59.) A esto debemos añadir que no fue hasta 1883 cuando Engels v io en la res tauración y modernización de la antigua Marca alemana una solución al pro blema campesino alemán. Véase el articulo de Engels La M arca, 1883 (K. M a h x y F. E n g e ls . Obras, ed. rusa, vol. XV, Moscú, 1933). Este artículo se publicó también en forma de panfleto separado bajo el título El ca m pesin o a lem á n : su presente, su pasado y su posible futuro. 94. Cf. N. Fedoseev, Staf'i i pis’ma, Moscú. 1958. pp. 96 ss. 95. Véase Muailovskii, Polnoe sobranle sochinonii, vol. VII, scpt. 1909, pá
ginas 728-733. 96 .
F e d o íe e v , o p . c i t - , p . 120.
97. Véase B. Vomk, Introducción a F ed oseev, o p . cit., pp. 24-28. 98. L e n in , CoKected W o r k s , vol. I, p. 338. 99. /bid., p. 394. 100. /bid., p. 500. 101. /bid , p. 499. 102. Ibid., p. 401. 103. Ibid., p. 495. 104. L e n in , CoKecícd Works, vol. I, p. 501. 105. /bid., p. 504. 106. Haciu fines de 1909 escribió Lenin: "Los mencheviques, al luchar con tra el populismo como doctrina errónea del socialismo, de un m odo doctri narlo. subestimaron ei contenido históricamente real y progresista del popu lismo como una teoria de la lucha de masas p eq u eñ o-b u ryu esa del capitalismo democrático contra el capitalismo liberal de los terratenientes, del capitalismo "americano" contra el capitalismo “ prusiano". De aqui la monstruosa, idiota y renegada ideu de que el movimiento campesino es reaccionarlo, de que un cadete es más progresista que un trudovik." (/bid-, vol. XVI, pp. 119-120.) 107. ibid-, vol. XVIII, p. 359. 108. El Manifiesto comuntsto: Un punto de referen cia socialista (C om m u ntst Manifest: Sucialist Landinark). Una nueva apreciación escrita para el Par tido Laborista por Harold J. Laski, junto con el texto original y los prefacios. Londres. 1948. pp. 108-109. 109. Véase, por ejemplo, la carta de Engels a favor del 10 de abril de
1882 (P a rcp lsk a K. M arksa i V. F.ngcVna russfeimi potirieheiifclmi deijal^ oom t, página 260). 110. C f. Vaoanian. op. cif., p. 54; Poi.kvoi, op . cií., p. i:i4. 111. C f. |*. Akhki.‘ |(o!>, O ru pp a "Otnnthozhdenli· trudn". I.vtopisí inarksiztna, Z a p isk i In stitu ía K . M arksa i F. EnueVsa, vol. V i; Moxcú-l«enlngrndo, 192«. página 92. 112. K. Maiix y K. Krtor.ui, Correspondence 1876-1895, p. 437. (F.ngel* n Zasullch, 23 do abril de 1885.) 113. Ibid ., p. 438. 114. Prreplsfert K . M arksa i F. Etn/cl’sn ,t ruaaklmi poli(icho.ikim i d e y a te lyíiml, p. 296. 115. /b id .. pp. 290-291. 116. K. Mahx y V. Kncíciji, Correspondencia esco g id a , Moscú. 1956,p. 525. (Engels n Dnnlelson. 15 do m arzo de 1892.) 117. /b id ., p. 526. 118. Ib id ., p. 546 (Carta del 17 de octu bre de 1893). 119. /b id ., p. 547. 120. K. M ahx y F. Enceiji, C o r r e s p o n d e n c e 1846-189 5 (liendres, 1936), p. 510 (Carta del 24 de febrero de 1893). 121. C f. N ic o la i-o n (D an lelson l, O ch erki, p. X V (Kauataev, op. cit., p. 484). 122. Véase stipra, p. 108. 123. K. Mahx y F. Engelh, C o r r e s p o n d e n c e 1846-1895, p. 354. 124. Ibid ., p. 355. 125. Ib id ., p. 253. 126. Véase el articulo de G. I. Uspenhkii, G o r’k ii u p r e k (“ A m argo repro c h e "), en Sobrante aochlnenli, vol. IX , M oscú. 1957, pp. 166-173. La pu bli cación de ese artículo (escrito a fines de 1888 para el p eriód ico “ Volzhskii vestnlk” ) no fu e autorizada p or la censura. N o obstante, no d e jó p or eso de sor con ocid o, ya que circu ló am pliam ente entre los escritores e Intelectuales rusos que sim patizaban con el populism o. Fue publicado, p or prim era vez, por N. K. Plksanov, en “ N ovyl m lr” . núm. 3. 1929. 127. Véase Lenin, C ollectcd W o r k s , v ol. I, p. 266. 128. Véase P lejanov, S och in en iya, v ol. VII, pp. 263 s.; v ol. II, p. 340. D ebe mos advertir que, en su com entarlo a la carta de M arx. P leja n ov tuvo que form ular sus opin ion es de form a m u ch o más cauta de lo norm al. En otras ocasiones se refería no sólo a los datos em píricos sobre el d esarrollo econ óm ico de Rusia, sino tam bién, y en prim er lugar, a las leyes sociológica s generales, sin dudar ni un instante en afirm ar qu e nuestro con ocim ien to de estas leyes nos perm ite prever, con precisión m atem ática, la d irección general del desa rrollo social en el futuro. 129. P ublicado p or B. N ik olaevbkii en "Iz arkhlva P. B. A k se rro d a ", B erlín. 1924, y p oco después p or D. Ryazanov ( A r k h i v K . M a rksa i F. E n g e l’sa, núm. 1). En 1881, P leja n ov y Zasulich eran todavía populistas. N o publicaron la ca r ta de M arx (después de todo, era una carta privada) porqu e sabían que M arx intentaba elaborar, en un panfleto especialm ente ded ica d o a este tema, sus ideas sobre la posibilidad de un tránsito d irecto al socialism o en Rusia. Sin em bargo, ¿p or qué no quisieron publicarla m ás tarde» después de la m uerte de M arx? ¿Fue, acaso, un intento d eliberad o de desatender ciertas Ideas de su maestro que no arm onizaban con su propia Interpretación d e las teorías de éste? Y. Z. P olevol afirma q u e la pu b lica ción de la carta de M arx era sim plemente Innecesaria, ya que tanto sus Ideas co m o las de Engels sobre este asunto habían sido ya expuestas en el p refa cio a la edición rusa de El M a n i fie s to Comunista (op. cit.. p. 163, nota 9 1 ); sin em bargo, esta respuesta n o resulta convincente. C f. la discusión entre E. Y urevskü y B. N ikolaevskl en “ Sotsyslisttchcsklj V estn lk '', N ueva Y ork -P arís, núm s. 4-5. 130. Véase Perepiska K. M a rksa i E nffcl’sa s politichesfcim t d e y a felyrtmi, pp. 299-300. 131. K. M arx y F. E ncela. C orrespondencia escogida, M oscú. 1956, p. 412 132. Véanse K. M ahx y F. E ncei.m. Obras, ed. rusa. vol. X X V III, M oscú 1935, pp. 677-697. 133. C f. V. M. Shtkin, Ocheríci rart'itiya ru ssk o i o b s h c h e s t i'e n n o -p o lit ic h e s koi m ysli, Lenlngrado, 1948, p. 236.
134 K. Marx ? T Ekckls. Obras, ed. rusa. vol. X X V II. p. 684. Creo op or tuno seAalar que esta tesis de Marx fue. de hecho, tina form u lación exacta de! presupuesto básico de los economistas populistas. 135 fbtd . p 687. 136. K . M a r x . Prt-cepitalist Econom ic Form ations, editado por E. J. Hobsbawm j con una Introducción del mismo. Londres. 1963. p. 140. 137. /bid . p. 139. 138. /bid., p. 140. Hobsbawm señala correctam ente que. en lo que so re· Aere a la primitiva sociedad comunal, el estudio de G eorg von M aurcr transfor mó. casi con absoluta seguridad, las ideas históricas de M arx y Engcls: estos dos autores intentaron demostrar la existencia de la propiedad com unal com o un estadio en la historia alemana. Pero por encim a de todos se halla Lewis Morgan, que con su Sociedad antt^n^x ejerció una notable influencia sobre ambos. Cite libro les proporcionó a Marx y Engels las bases para su aná lisis d*l comunalismo primitivo (ibtd., p- 24). Hobsbawm tam bién ha señalado la influencia de la literatura sociológica y económ ica rusa qu e M arx devoró de 1873 en adelante (ibtd.» p. 49). Debemos añadir que la influencia, y la misma existencia, del populismo ruso fue. asimismo, uno de los instrumentos que colaboró a producir esta transformación de las ideas de M arx sobre la historia. 139 Cf. K. Ma r x y F. Emcils, Obras, ed. rusa. vol. X V , p. 645. 140. Cf. la polémica de Engels contra esta opinión en su carta a Danielson del 24 de febrero de 1893. K. Ma r x y F. E ncels, C orrespondence 1846-2895, páginas 506-510.) 141. Véase supra, p. 161. nota 116. 142. Esta creencia en el crecimiento natural fue un aspecto que distinguió a Marx de los revolucionarios de tipo blanquista. Asi. las exageradas espe ranzas que puso Marx en la comuna campesina estaban vinculadas a su in tento de encontrar para Rusia una vía al socialismo que fuese directa y. ai mismo tiempo, natural.
Indice
A d v e r t e n c ia .................................................................................. *
C
a p ít u l o
·
5
I
El con cepto de p o p u l i s m o .............................
C
a p ít u l o
II
El populism o clásico y sus p o s tu la d o s ................................... 1. 2. 3. 4.
C
La controversia sobre el p r o g r e s o ........................... Rom anticism o s o c io ló g ic o .......................................... Socialismo y lucha p o l í t i c a ................................... El privilegio del a t r a s o ..........................................
a p ít u l o
2. 3. 4.
N
otas
Los populistas rusos en confrontación con Marx y E n g e l s ......................................................................... Plejanov y la iealidad r a c io n a l......................... 114 Populism o y m arxism o rusos de los años noventa. M arx y Engels en confrontación con elpopulismo r u s o .............................................................................. 132 .
27 27 45 53 30
III
Populism o y m a r x is m o ............................................................... 1.
^
99
99 122
145