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Fabricar la desgracia
La Posibilidad De Una Isla
Colofón
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En lo referido estrictamente al contenido, algunas de las críticas y los reparos expresados por diferentes actores desde que se conoció el proyecto, han sido inherentes a sus condiciones de partida, y por tal razón, serán irresolubles desde la perspectiva de los opinantes. Otros muchos, por el contrario, podrían haber sido subsanados (inclusive actuando de manera drástica) en una instancia futura, si hubiera habido reacciones más medidas y conciliadoras de la Administración (que, tanto para la aprobación como para la negación, fue tajante y sin matices, aunque en sentidos opuestos).
Muchos de estos reparos fueron razonables y ajustados a las lógicas del ‘buen arte’ disciplinar (y, por tanto, compartibles), mientras que otros, lamentablemente, se basaron en opiniones livianas y prejuiciosas, apoyadas en la mera construcción subjetiva del contenido la propuesta, que ocasionalmente se subestimó y ridiculizó.
Sin renegar de una previsible lectura político ideológica, que para todas las propuestas urbanas de escala (como tales, destinadas a influir en el destino de la ciudad y sus habitantes), debe seguramente plantearse, cabe decir que, para este caso, esta fue a menudo simplista y enfocada en resaltar dicotomías, inclusive algunas inexistentes (cabe aclarar, por partidarios de ambas posiciones).
La lectura y el intercambio disciplinar es, seguramente, la que deba persistir, para alimentar la discusión acerca de los futuros posibles de nuestra ciudad, y las mejores estrategias para alcanzarlos. La SAU está, sin dudas, mandatada a ser animadora fundamental de este debate.
Fábrica de Paisaje
Montevideo, 11 de julio de 2022
Como es sabido, Vaz Ferreira distingue entre cuestiones explicativas y normativas y aborda el equívoco que surge de abordar las segundas del mismo modo que las primeras.1 A su juicio, el afán por resolver asuntos valorativos como si fuesen descriptivos conduce a un arraigado paralogismo fundado en la presunción de que aquellos pueden tener también una solución “única y perfecta”.2 Una idea interesante, al margen de la ficción positivista que hay en asignar una respuesta siempre inequívoca a la pregunta por los hechos.
Para ilustrar esto el uruguayo recurre a ejemplos didácticos que exponen el citado cisma entre lo referido a “cómo es algo” y lo relativo a “cómo debe hacerse algo o qué debe hacerse y desearse”.3
En este segundo grupo incorpora el problema moral -“problema normativo por excelencia”- y también los de orden social, que considera centrales en el plano de los ideales y los actos.
Ahora bien, la férrea distinción entre juicios descriptivos y normativos es un tópico filosófico de larga data, aun cuando ha sido impugnada en el propio seno de la tradición analítica bajo el giro pragmatista: cabe anotar aquí la obra de Quine y de Putnam, así como la deriva ulterior de Carnap.4 Una polémica operación que no hace sino exaltar el signo valorativo de toda descripción y diluir así la ilusión de asepsia, por lo que puede incluso reforzar mi argumento: la dicotomía hecho-valor se anula en tanto niega a la observación toda pureza.
Pero es el propio Carnap quien brinda una lectura encuadrada en el clásico enfoque, cuando alude al lazo posible entre ciencia y vida: el conocimiento científico no es capaz de ayudar a establecer los fines pero puede alumbrar el modo más racional y eficiente de alcanzarlos, explica en su alocución de 1929.5 Bajo esta lupa, la elección de un telos se sustrae al campo de la ciencia y radica en cambio en el núcleo valorativo, aunque la ciencia puede anticipar los efectos de la opción tomada y mostrar su incompatibilidad con otras metas.
Max Weber entra también en línea con esto, aunque con una visión algo desencantada o escéptica sobre el alcance y la fertilidad de la ciencia.
La empresa científica discurre a su juicio bajo premisas valorativas que no puede ni debe justificar por sí misma, y por ende no tiene respuesta para lo único que importa: el modo en que hemos de vivir y actuar en el mundo. Y en ello coincide con Tolstoi, a quien cita en su propio texto. 6
El debate esbozado es atractivo y de plena vigencia, aunque no cabe aquí abundar en tales disquisiciones ni resolverlas. Unos apuntes que pueden resultar algo exóticos como umbral de un escrito destinado a comentar la propuesta Montevideo 360, cuya difusión reciente ha sacudido –junto a otras- la calma de la aldea. La opción, claro, no es caprichosa: lo que me propongo aquí es exponer los dilemas de aproximación que plantea una propuesta como esta, presa de la tensión que media entre análisis técnico y latido político. Una tensión que a menudo se ignora o elude entre los arquitectos, proclives a abordar el asunto desde el campo exclusivo del “proyecto”. Y las comillas son aquí todo un indicio: el proyecto parece entenderse allí de un modo restrictivo, como mero sinónimo del diseño.
Lo que me interesa es, pues, marcar una dificultad, señalar una falencia: la de abordar este tipo de propuestas bajo una lupa estrecha que ignora su espesor político y se atiene a calibrar su excelencia técnica. Una miopía apurada y riesgosa que descarta lo más importante, aunque –claro está– no lo único que importa-: el modelo urbano latente, el horizonte final, el destino deseable asignado a la polis Un encuadre asimilable al equívoco enunciado por Vaz Ferreira, en tanto aloja en la arena de la descripción lo que a todas luces tiene otro sesgo. O que, aun si asume esta complejidad, solo atiende al costado estético de esa esfera temblorosa.
Esto cobra un gran relieve en el caso de Montevideo 360, se vuelve ostensible al tratarse de la isla y el debate creado en torno a ella. Una isla orientada a colmar la demanda emergente de sectores de alto ingreso y amparada en una enorme inversión económica. Una isla que, de modo tautológico, denota y connota el aislamiento: induce o propicia la autoreclusión, la reunión de los que son y se saben iguales, y la vuelve irradiación simbólica.
Llego entonces al nudo que me importa: el proyecto de la isla reclama una valoración. Su evaluación no se agota en el rigor del veredicto empírico, no admite como tal un abordaje aséptico. Porque en ella laten hondos dilemas sociales y morales, esos mismos que el filósofo uruguayo ubica en el centro del universo axiológico.
Me explico mejor. Como toda iniciativa urbana de esta magnitud, la que aquí comento debe someterse a estudios que permitan medir su impacto social, ambiental y paisajístico, entre otros; un proceso orientado a obtener un diagnóstico certero y preciso en virtud de su anclaje científico. Este dictamen permite saber la incidencia que la propuesta tendrá en varios planos cruciales, pero no puede contribuir a decidir su pertinencia: aprobar su existencia o repudiarla es un dilema que activa resortes de otro orden; una elección fundada en algo previo. El asunto del impacto social es elocuente e ilustra muy bien todo esto. Me refiero, en especial, al posible efecto del proyecto en el proceso de fractura socio-espacial que sufre Montevideo. Los estudios realizados podrán revelar que este proceso se agudiza o que pervive, en cambio, indiferente a la concreción de la propuesta. Pero ese resultado puro y duro es incapaz, por sí solo, de fundar un juicio concluyente al respecto: el aprecio o el rechazo a la idea de la isla tiene un cimiento ideológico, aunque a menudo se encubra tras la pretensión de asepsia. Un sustrato implícito que creo debe hacerse visible y manifiesto, a fin de otorgar al debate todo su espesor y su fuerza. Porque no hay aquí neutralidad posible, y la mentada pregunta por el “proyecto” se muestra aquí estéril e inconducente.
No voy, pues, a detenerme en el “proyecto” bajo esa versión ceñida y algo ingenua. Ello me parece improductivo en este caso, repito, y del todo incoherente con mi propio discurso. Lo que sí me importa es evaluar el proyecto –sin comillas- bajo una lupa política: pensar, como diría Houellebecq, la posibilidad de una isla. 7 Aunque en mi fuero interno creo que ni debería ser pensada.
Lo primero que digo es que Montevideo no tiene altas densidades ni un aumento sensible de población, sino todo lo contrario; no necesita adentrarse en el agua. La creación de una isla es, bajo esta luz, algo absurdo e innecesario.
Pero hay algo más. Montevideo tiene ya muchas islas. Guetos de ricos y pobres, núcleos de exclusión deliberada o forzosa, piezas planas y homogéneas que condensan valores, lenguajes y hábitos. Estas islas situadas en tierra son el fruto podrido del modelo económico vigente, la huella ostensible de un proceso que me alarma. Y digo esto, claro está, bajo una lente torcida o sesgada: la que surge de anhelar una sociedad de iguales. Aunque la fractura también puede condenarse por motivos más inmediatos o instrumentales, como el riesgo asociado a la violencia que comporta: un enfoque pragmático habitual y pertinente, aunque fundado en otras valoraciones.
La isla propuesta es, ante todo, una isla. El emblema de la distinción, el signo perfecto de la distancia. Un reducto exclusivo, aunque sus puertas se digan abiertas y amplias. Un oasis de reclusión, un nuevo nido de confort que, para colmo, pierde contacto con la tierra en la que están los otros. Su evaluación implica un deber ser que le antecede como pauta ética. Construirla es, a mi juicio, un modo de alentar la grieta entre incluidos y excluidos, y también un modo palmario de aceptarla. Es un modo de inducirla, en el nivel raso de los hechos o en el puro plano imaginario. Construirla es asumir la desgracia que nos ronda. Y más aún, fabricarla
1 Las cuestiones explicativas describen los hechos, las normativas definen ideales y orientan la acción en torno a ellos. Carlos Vaz Ferreira, Lógica viva. En José Seoane (ed), Sobre Lógica. Textos de Carlos Vaz Ferreira n° 4 (Montevideo: FHCE-UdelaR, 2008).
2 Vaz Ferreira, Lógica viva, 88.
3 Vaz Ferreira, Lógica viva, 96.
4 Hilary Putnam, The Collapse of the Fact/Value Dichotomy and Other Essays (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2002).
5 Rudolf Carnap, “Wissenschaft und Leben”. Conferencia. Dessau, 15 de octubre de 1929.
6 Max Weber [1919], “La ciencia como vocación”, en El político y el científico (Madrid: Alianza, 1998).
7 Michel Houellebecq, La possibilité d´une île (París: Arthème Fayard, 2005).