Amor y estudio, lazos de armonĂa familiar
Amor y estudio, lazos de armonía familiar Sugerencias para una pedagogía a los padres de familia
Bernardo Castillo Morán
Universidad Autónoma de Guadalajara Guadalajara, Jalisco, México
Primera edición 2004, folia universitaria, México Coordinación de edición Miguel Ángel Limón Ornelas
Coordinación de producción Eduardo Miranda Ortega
Corrección María Luisa Rolón Velázquez Ana Silvia Madrigal López
Diseño de portada Luis Antonio López García Diseño de interiores Alejandra González Razo Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualesquier medios, ya sea mecánico o digitalizado u otro medio de almacenamiento de información, sin la autorización previa por escrito del editor.
©Copyright Derechos Reservados Segunda edición Marzo de 2005 folia universitaria Universidad Autónoma de Guadalajara Avenida Patria número 1201 Colonia Lomas del Valle Código Postal 45129 Guadalajara, Jalisco, México Teléfono (0133) 3648 8824 ext. 32654 folia@uag.mx www.folia.uag.mx Impreso en México Printed in Mexico
Contenido Prólogo ....................................................................................... 9 Capítulo I La Educación de los hijos, un asunto primordial de los padres de familia ............................. 13 Capítulo II La virtud, el bien obrar y la formación de los hijos .................................................... 33 Capítulo III La virtud de la estudiosidad, en el seno familiar ........................................................... 55 Capítulo IV Algunos elementos que contribuyen a la unidad familiar y al buen desarrollo de los estudios de los hijos ................................................. 65 Apéndice ................................................................................. 77 Oración del estudiante .................................................. 77 Cristo modelo para que sigamos sus huellas ............ 78 Carta acerca del modo de estudiar .............................. 79 La sabiduría os fortalecerá ............................................ 81 Lección inaugural Rigans Montes ............................... 82
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A: Guillermo José María, Jorge Francisco, Juan Diego, Bruno de la Cruz y Fátima Guadalupe. “... sólo una gracia tengo que pedirles. Cuando mis hijos sean mayores, os suplico los hostiguéis, los atormentéis como yo os he atormentado a vosotros, si veis que prefieren las riquezas a la virtud y que se creen algo cuando no son nada; no dejéis de sacarlos a la vergüenza si no se aplican a lo que deben aplicarse y creen ser lo que no son... Si me concedéis esta gracia, lo mismo yo que mis hijos no podremos menos de alabar vuestra justicia”.
Sócrates1
Platón, Apología de Sócrates.
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Prólogo
“El que amonesta, es el precepto del padre, que apunta educar: “¿tienes hijos? ¡Edúcalos!” (Ecclo., 7, 23)”.
Santo Tomás de Aquino2 El presente trabajo es el resultado de una serie de cursos dirigidos a padres de familia. La finalidad de estas conferencias consistía en otorgar a los padres un modo de ver las relaciones familiares con el enfoque católico, sin fórmulas precisas. Cada familia es única e irrepetible. Por lo tanto, lo importante es meditar sobre estas cosas desde la perspectiva universal, en aquello que todos tenemos en común y a lo que todos debemos atender para lograr un mejoramiento de los hijos en cuanto a su desarrollo espiritual, en específico de sus estudios. Los temas que abordamos son, entre otros: el derecho y obligación de los padres de familia a ser los primeros y principales educadores de los hijos y la responsabilidad de infundir en ellos el amor por los estudios. Razón por la que ahondamos en el tema de la estudiosidad. Para entender que cuando se habla de estudio se está haciendo referencia a una virtud moral, también es necesario profundizar en el tema de la virtud para encontrar su relación con la educación. Finalmente se tocan algunos puntos importantes vinculados a los estudios. Uno de los propósitos es brindar una serie de sugerencias pedagógicas a los padres de familia. Por lo cual, las referencias bibliográficas son abundantes, pues no pretendemos ser originales sino veraces. .
Sermón: Éste es el libro de los preceptos de Dios.
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Bien dice un autor que escribe sobre la virtud lo siguiente: “... he citado mucho, incluso demasiado. Pretendo ser útil, no elegante... no he querido aparentar la invención de lo que la tradición nos ofrece..No quiero decir que no haya nada mío en la obra; al contrario. Pero sólo poseemos lo que hemos recibido y transformado, lo que hemos llegado a ser gracias a (o a pesar de) otros. Un tratado sobre las virtudes no podría –sin caer en el ridículo –buscar la originalidad o la novedad... Hace ya dos mil quinientos años –por no decir más– que los mejores intelectos reflexionan sobre las virtudes: he intentado continuar su esfuerzo, a mi manera, con mis medios, y apoyándome en ellos cuanto hiciera falta”3.
Quitando a estas palabras cualquier vislumbre de determinismo, caen muy bien a los fines que el presente trabajo tiene, y desde que no hay nada nuevo bajo el sol, sólo resta estudiar a los que con más tino y dedicación han escrito o hablado sobre las grandes verdades trascendentes a lo meramente humano. Sabemos por experiencia –después de impartir durante mucho tiempo estos cursos dirigidos a los padres de familia– que hay realmente una necesidad urgente sobre estos temas, una sed de verdad y de amor por parte de los padres para poderla ofrecer a los hijos, para guiarlos del mejor modo y por el mejor camino. Sin duda que también están aquellos que no ocupan de estas sugerencias pues son excelentes padres, a ellos, sólo les pedimos que nos André Comte - Sponville, “Pequeño tratado de las grandes virtudes”, SEP Biblioteca para la actualización del maestro, México, 1999, p 14-15. 3
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atiendan con su lectura. Y las aportaciones que puedan hacer a estas páginas siempre serán bienvenidas. Puede ser también que en algún momento los temas se vuelvan un poco pesados y difíciles, pero para que el ser humano pueda gozar de los frutos del estudio es necesario que pase por la fatiga. El problema está allí precisamente, en pensar que lo fatigoso es lo importante. Para el católico no es así; primero se debe empezar por adquirir hábitos virtuosos que lleven al deleite de lo que por amor al bien se realiza, de tal forma que entre más esfuerzo mayor debe ser el bien que se pretende conseguir. Por lo tanto ¿qué puede significar unos minutos de esfuerzo intelectual, si el beneficio es por el bien de los hijos? ¿Acaso no vale la pena? Tenemos la experiencia de que los últimos temas son más accesibles, es decir, más comprensibles. Y por lo mismo es mayor el gozo que producen en el alma del lector. Terminamos este preámbulo con las sabias, caritativas y didácticas palabras de Santo Tomás de Aquino, que dicen: “... el erudito, cuando expone lo que sabe, debe hacerlo de manera que: 1. enseñe 2. que deleite, y 3. que se acomode: a) a los ignorantes para enseñarles. b) a los que se aburren para deleitarlos y c) a los perezosos para estimularlos”4. Santo Tomás de Aquino, “Sermón: Éste es el libro de los preceptos de Dios”, Traducción de Horacio Bojorge S.J., Universidad Virtual Balmesiana.
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Capítulo I
La educación de los hijos, un asunto primordial de los padres de familia Las siguientes reflexiones tienen como finalidad ofrecer al lector una guía en la difícil formación de los hijos, específicamente con respecto al “estudio” de los mismos. Por tal motivo, nos interesa rescatar el concepto de estudio en Occidente y que fue la fuente del gran desarrollo intelectual y moral que hizo florecer las primeras y grandes universidades del mundo, a las cuales nutría en su actividad intelectual y práctica. Es necesario retomar al estudio como lo que es, una virtud a cultivar. En su relación con la familia, el estudio presenta características importantes, que lo convierten en uno de los tantos bienes que pueden contribuir a la unidad y perfeccionamiento de la familia. Por lo tanto, la tarea de la madre y del padre de familia es esencial para lograr que los hijos no sólo vean al estudio como un bien, sino que tengan a éste como algo que debe ser cultivado y amado; como una virtud que les brindará crecimiento espiritual, y lo demás vendrá por añadidura. Iniciemos la primera reflexión, partiendo del papel que cumplen los padres de familia ante los estudios de sus hijos, y la relación que éstos mantienen con la institución escolar. La primera afirmación importante es que: la familia es la primera institución educativa, y la madre y el padre los primeros educadores de los hijos, es decir, los padres tienen el derecho
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natural, a ser los formadores primarios y principales de sus hijos. El doctor Isidro Gomá en su excelente trabajo “La Familia” afirma lo siguiente: “La familia lleva en sí misma algo divino y, por lo mismo, algo religioso. Fundóse la familia con la intervención directa del mismo Dios, que quiso plasmar con sus manos omnipotentes la primera pareja humana, bendecir al primer himinio (boda) y darle, con su bendición, la maravillosa fuerza de multiplicar la vida humana en el mundo”5.
Esta nota es muy importante sobre todo por la situación en que se encuentran las familias contemporáneas. Lo más apremiante, es su reemplazo por otras instituciones, como el Estado totalitario, que se vuelve absoluto en materia educativa y niega a la familia la potestad de brindar educación a los hijos. Por otro lado, la familia se ve afectada por la situación actual, que ha sustituido a la moral tradicional por una nueva moral permisiva, relativista y cómoda; una nueva moral que se desentiende de todo vínculo trascendente y comunitario; una moral basada en el egoísmo, que reniega de la vida en común exigida por la familia, raíz y fuente de toda otra comunidad, como lo es la política. No es de extrañar la ignorancia existente acerca de que la institución de la familia, tiene un origen divino. Una institución jerarquizada, con distintos modos de relacionarse entre los miembros que la componen. “La Familia”, folia universitaria, U.A.G., Guadalajara, Jal., México, 2003, p 1-2. 5
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En su lugar se argumenta un supuesto igualitarismo de corte socialista, que hace mucho hincapié en el derecho, separándolo de la obligación y del deber. El mayor atentado contra la familia es la decadencia a la que ésta ha sido sometida, por la anarquía o desorden de las nuevas formas de pensar en el mundo actual. El doctor Gomá continúa diciendo: “... yo me atrevo a llamar a la familia la pupila del ojo del cuerpo social cristiano, que no puede tocarse sin que todo él sufra gravísimo riesgo...”6.
La familia en sí misma encierra una grandeza; le viene por su origen; ha sido instituida por el mismo Dios. Ya el mismo doctor Gomá, nos recuerda, que la misma historia manifiesta que los pueblos de la antigüedad relacionaron a la familia con la divinidad y que ningún pueblo separó a la familia de la religión, pues los altares siempre estuvieron en los hogares. Sin embargo, la familia también es grande por su vida en común, por ser una servidumbre, una agrupación de derechos y deberes, ordenados al mutuo servicio, como bien nos dice el doctor Gomá, familia hace referencia a famulado, que quiere decir espíritu de servicio. Este famulado o espíritu de servicio, en el cual se fundamenta una de las grandezas de la familia, da origen a relaciones exclusivas de esta institución: la conyugal; la paternidad, la maternidad, la relación filial, la fraternal y la heril.
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Ib., obra citada, p 3.
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El hombre es indigente por naturaleza, es decir, que ocupa a los demás, no sólo en lo corporal sino también en lo espiritual, y esta es una de las razones de la educación: “El hombre se asocia a la mujer, y ello por una exigencia natural, porque cada sexo busca en el otro el complemento necesario para la procreación de la humana vida y para el mutuo servicio y auxilio. Los padres se asocian a los hijos, por exigencia de la misma naturaleza, porque los hijos no pueden llegar a la plenitud de la vida física y moral sin el auxilio de los padres. Y padres e hijos buscan naturalmente el auxilio ajeno e incorporan a su vida cotidiana y común a personas extrañas, la servidumbre, a fin de que llene los oficios para los que no se bastan aquéllos. El conjunto de estas sociedades forma la sociedad doméstica, así llamada de domus, la casa, porque todos los que componen la familia viven alrededor del mismo hogar y bajo el mismo techo. Por esto casa en el lenguaje español, como en el de todo el mundo, equivale a familia”7.
La familia, no obstante y ser una institución completa, no es perfecta, ya que, el hombre alcanza su plenitud social en el plano de la comunidad política. Si en la familia se afirma la máxima de Aristóteles, de que el hombre es un animal social (Zoon politikon), en la comunidad política esto se reafirma. Esta característica propia del hombre, su sociabilidad, rebasa a la familia (casa) para dar pie a una unidad de familias, de carácter político, y que se conoce como la Ciu-
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Ib., obra citada, p 7.
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dad (Civitas para los latinos y Polis en los griegos); unión de familias, en busca de un bien común, la ciudad es, por lo tanto, al igual que la familia, una vida en común: “La ciudad, en el sentido político que damos a esta palabra, es una exigencia de la misma naturaleza. No le basta la familia del hombre, porque en ella no puede lograr todos sus fines. Dios impuso al hombre la ley de la conquista de la naturaleza: Dominad, someted... y las familias no podrían por separado adueñarse de los tesoros de verdad, de energía, de riqueza, que el mundo atesora. Es preciso que se junten familias y mancomunen sus esfuerzos para estas difíciles conquistas”8.
No es difícil deducir que siendo la comunidad política, una unión ordenada de familias en vista a un fin común, cada familia debe contribuir a este bien común del mejor modo posible, por lo cual, la educación que se imparte en la familia, debe ser reforzada por la comunidad política, que adquiere su razón de ser a partir de la misma familia, coadyuvando a la educación de cada uno de los individuos que componen una familia, para que a su vez contribuyan a la realización del bien común: doméstico y político. El propósito del capítulo, tiene como finalidad, dejar bien fundamentados los principios que rigen a la familia, y sobre todo, reafirmar el derecho de la familia y de los padres como primera institución y primeros educadores de sus hijos, por lo cual ahondaremos en el tema desde otras perspectivas.
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Ib., obra citada, p 25.
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Francisco Ruiz Sánchez, con respecto al fundamento educacional de la familia, argumenta lo siguiente: “El varón viene estructuralmente ordenado para el encuentro, la complemen-tación con la mujer; y ésta, también por su estructura, para su complementación con aquél. De esto no cabe duda. No tendrían sentido las diferencias que constituyen a uno en varón y a la otra en mujer; diferencias que hasta a nivel de sentido común, se advierten en función las unas con respecto a las otras. Esta primera sociedad, la del varón y la mujer, el matrimonio, tiene pues, un fundamento natural... hay allí –o debe haber– una complementación biológico sensitivo espiritual, supuestas a la vez la complejidad y la unidad de la persona, complementación que constituye otra unidad, en la que hay dos partes que, mediante la donación recíproca de sí, a través de la conducta, pueden alcanzar un bien común inaccesible a cada uno por separado: el bien del “todo” participado por ambos”9.
Siguiendo a Francisco Ruiz Sánchez, queda manifiesto que el matrimonio es la primera comunidad para el hombre. Dos personas, que deciden tener vida en común, compartiendo un mismo techo, bienes materiales, la intimidad y fines próximos, intermedios y finales. Los fines le dan una dirección al matrimonio una ordenación recíproca tanto de la mujer como del varón en distintos aspectos: primero, ambos tienen como deseo principal el cumplimiento de los fines, respetando su debida jerarquía, o subordinación, de acuerdo a la importancia y
“Fundamentos y fines de la educación”, Fundación Arché, Mendoza, Argentina, 1978, p 211. 9
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trascendencia de cada uno de ellos; segundo, mantenerse unidos de acuerdo al fin máximo alcanzado, como un fin logrado y de por vida y que además debe ser sostenido por ambos. La pregunta obligada es ¿cuál es ese fin en el orden de lo natural que se deriva de la unión entre el varón, en tanto que masculino y de la mujer, en tanto que femenina? Y ¿cuál es el ordenamiento de esta complementación fundamentada en las diferencias naturales, de ambas partes? Francisco Ruiz Sánchez da la siguiente respuesta: “¿No es acaso –como entre los vegetales y los animales sexuados– la producción de un nuevo ser, en este caso, de una nueva persona humana, el hijo o los hijos? Hablamos –lo hemos señalado– del fin natural, de la teleología (finalidad) que viene impresa en y con la naturaleza humana; no del fin que al margen de la naturaleza, se pueden proponer un hombre y una mujer –por ejemplo, el querer o no tener familia–, ya que la persona humana es la única criatura que puede apartarse de las finalidades naturales”10.
El mismo Francisco Ruiz Sánchez visualiza varios aspectos, relacionados con la educación deducidos de esta unión teleológica (de los fines), entre la mujer y el varón. 1) La ordenación recíproca del varón y la mujer está básicamente, a su vez, ordenada al hijo o a los hijos. 2) Dentro de la familia se dan una serie de relaciones diferentes que implican conductas y obligaciones: conyugal, paternal, maternal, filial, fraternal, y heril.
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“La Familia”, p 212.
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3) El hijo nace ya inscrito, “metido” en una sociedad y aunque es naturalmente un ser inteligente, no conoce; por lo tanto, su conocimiento puede ser erróneo, es decir, puede conocer mal. Por naturaleza es un ser no determinado en lo que hace a su movimiento específico: es un ser libre; no obstante no puede elegir, al menos en la primera etapa de su vida. 4) El hombre por naturaleza es un ente imperfecto, pero perfectible. Esto quiere decir que si bien el varón y la mujer engendran un hombre imperfecto, su responsabilidad no termina con engendrar; la finalidad natural de la complementación, no se logra con el mero hecho de traer un hijo al mundo. Para que esta finalidad se cumpla, ambos deben formar al hijo como hombre, actualizando todas sus capacidades naturales a través de una buena educación. 5) La continuación de la gestación, como una segunda matriz, es la familia. Esta formación del hijo, además de involucrar aspectos biológicos como salud, alimentación, etcétera, se llama educación, que Santo Tomás de Aquino, la define del siguiente modo: “Promoción y conducción de la prole al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”. Y en esto consiste también el fin propio del matrimonio. 6) El bien común del orden social familiar, que exige la plenitud de las partes con todas sus diversidades y relaciones. Debe predominar el bien común conyugal sobre el individual, y el bien común del otro, sobre el singular de cada cónyuge, lo que conlleva una serie de renuncias, dominio de las tendencias egoístas, etcétera.