Anunciad el evangelio

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Anunciad el Evangelio



Anunciad el Evangelio Tihamer Toth

® Asociación Pro-Cultura Occidental, A.C. Guadalajara, Jalisco, México.


Primera edición 1955 Gráficas Benzal-España

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualesquier medios, ya sea mecánico o digitalizado u otro medio de almacenamiento de información, sin la autorización previa por escrito del editor.

Impreso en México. Printed in Mexico.

© Copyright Derechos Reservados Segunda edición Septiembre de 2004 Editorial APC Avenida Américas #384 C.P. 44600 Tel. (0133) 36-30-61-42 Guadalajara, Jalisco, México www.editorialapc.com.mx 0200


Censura Eclesiástica

Nihil obstat: D. N. M. NEGUERUELA, Censor. Imprimatur: † JUAN RICOTE ALONSO, Ob. Aux. y Vic. Gral. Madrid, 25 febrero 1955.

Este libro está traducido del original húngaro HIRDESSÉTEK AZ EVANGÉI IUMOT! Por el M. I. Sr. Dr. Antonio Sancho, Magistral de Mallorca



Índice La Santísima Eucaristía ......................................... 9 ¿Qué es la Santísima Eucaristía? ....................... 9 El amor de Cristo en la Santísima Eucaristía ... 18 Nuestra alegría el día de Corpus ...................... 32 Nuestro clero ....................................................... 45 Acerca de la reforma del Breviario ................... 45 Vocaciones tardías ........................................... 53 El antialcoholismo y el clero católico ............... 58 El antialcoholismo y el espíritu eclesiástico ...... 66 ¿Es necesario todavía el celibato? .................... 73 Hoja volante contra el celibato ......................... 82 El clero del porvenir y la educación física ......... 96 Nuestra juventud ................................................ 111 Nuestra juventud harapienta .......................... 111 El Salvador Eucarístico y la juventud .............. 139 La conciencia del congregante ...................... 149 En la admisión de los congregantes .............. 161 Iglesia y escuela ................................................. 177 Algunos datos referentes a la «neutralidad» de las escuelas francesas ........................... 177 La guerra escolar de los católicos franceses .. 193 Moral laica y las escuelas en poder del estado .................................................. 239 ¿Hemos de suprimir la enseñanza religiosa en la escuela? .............................. 248 Nuestra época y la religión ................................. 257


Ateísmo y socialismo ..................................... 257 Señales de un renacimiento religioso en nuestra época ............................................ 303 Lucha contra Dios ......................................... 320


La Santísima Eucaristía ¿Qué es la Santísima Eucaristía?

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currió el caso en el año 1870 en tiempos de la guerra francoprusiana. Se incendió una pequeña aldea, y el primer edificio que empezó a arder con grandes llamaradas fue precisamente la casa del Señor. Espantados, pálidos, corrieron los habitantes hacia el templo; mas se detuvieron horrorizados: no había ya remedio, no era posible salvarlo. Grandes lenguas de llamas salían del edificio; el párroco no estaba en casa, y allá dentro en el santuario..., sí..., allá dentro estaba encerrada en el sagrario la Santísima Eucaristía. Acongojados, empezaron a cavilar los fieles: ¿quién va a entrar para recoger el Santísimo Sacramento? Todos los ojos se clavaron en el juez. Él era el primer personaje de la aldea: a él le tocaba realizar la hazaña. —¿Yo? Yo no puedo hacerlo –exclamó el juez–. ¿Yo, pobre pecador, he de coger con mis manos el Santísimo Sacramento, a Nuestro Señor Jesucristo, al divino Redentor? No, no es posible. Entonces pensaron en designar a otro, luego a un tercero y un cuarto; la respuesta siempre fue idéntica. ¿Yo, pobre pecador, he de tocar el Santísimo Sacramento? No, yo no me atrevo.

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Tihamer Toth Mientras tanto iba extendiéndose el fuego; todo el edificio parecía ya un mar de llamas. No había que perder tiempo... Cuando más apurados estaban todos, al juez se le ocurrió una idea salvadora: «Oíd; yo tengo un hijito de cuatro años, inocente, de alma angelical. El Salvador siempre amó a los niños, los amaba por su alma inocente. Mi hijo va a salvar el Santísimo Sacramento». Cogió en brazos al niño, entró en el templo ardiente, abrió a viva fuerza la puerta del sagrario: «Hijito, mira; en este cáliz está el buen Jesús; cógelo bien». Y a los pocos segundos, dejando atrás las vigas crujientes, llameantes, humeantes, apareció el juez en la puerta con el cabello desgreñado, con el vestido chamuscado, teniendo en brazos al niño, que devotamente estrechaba contra su pecho el Santísimo Sacramento... La Santísima Eucaristía estaba ya salvada. Bien sabían esos cristianos qué amor, qué gratitud y ternura debemos nosotros al Santísimo Sacramento, en que Nuestro Señor Jesucristo nos dio la prueba más brillante de su amor infinito. ¿Qué es para nosotros la Santísima Eucaristía? I. La Santísima Eucaristía es el recuerdo de Cristo que se despide. II. Es el manjar de nuestras almas. III. Es nuestra compañía en la peregrinación terrenal. I. Recuerdo de Cristo que se despide A) Este recuerdo lo prometió Jesucristo mucho tiempo antes de su Pasión, con ocasión de la multiplicación de los panes.

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La Santísima Eucaristía Después de este milagro, grandes multitudes rodean al Señor en Cafarnaúm: ¿Eres más grande que Moisés? –le preguntan–, porque también él nos pidió pan. —¿Si soy más grande? –contesta el Señor–. Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo. Vuestros padres comieron del maná y murieron; mas quien comiere del pan que Yo os daré, no morirá jamás. Los judíos empiezan a murmurar. Y Cristo confirma sus palabras: «En verdad, en verdad os digo...», y luego añade triunfalmente: «Quien come mi carne y bebe mi sangre, en Mí mora y Yo en él»1. B) Lo que prometió en esta ocasión el Señor, lo cumplió en la Última Cena. «El Señor Jesús, en la noche misma en que había de ser traidoramente entregado, tomó el pan» escribe el Apóstol2. ¡Qué sublime recuerdo del amor de Cristo! El mundo frívolo se encuentra hoy ante la Santísima Eucaristía con la misma incomprensión que un día los judíos. También hoy se pregunta: ¿Cómo puede dar Éste su cuerpo? ¿Cómo puede haber un cuerpo vivo en esa hostia inmóvil? El mundo moderno pregunta lo que preguntaron los judíos, ya que el engreimiento humano es siempre el mismo. Y, sin embargo, miremos el campo durante el invierno: ¡cuán frío, cuán rígido, cuán inmóvil!; ¡está sin vida!..., y, con todo, va a brotar de él la vida en millones de seres.

1. San Juan, VI, 57. 2. I Carta a los Corintios, XI, 23.

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Tihamer Toth Miremos el árbol descarnado durante el invierno; al parecer, está muerto; ¿es posible que lata en él una vida admirable? Miremos los hilos de alambres que pasan en todas direcciones por nuestras calles; quien no conozca la electricidad, ¿creerá que en ellos vibra una vida pujante? Me preguntas: ¿cómo cabe Dios en esa pequeña hostia? Mas ¿por qué no preguntas cómo cabe, por ejemplo, el grandioso edificio de un templo en tus ojos tan pequeños? Pues bien; el Dios todopoderoso, que en la naturaleza sabe obrar milagros tan sublimes, ¿no tendrá fuerza para obrar un nuevo milagro con qué dejarnos un recuerdo sublime de su amor? ¡De cuánto es capaz el amor! ¡El amor omnipotente! ¡El amor que se despide! ¡Con qué milagros nos sorprende un día y otro día el mismo amor humano! El mayor sufrimiento del amor es sentir su impotencia. ¡Cómo sufre el padre moribundo, que no deja a sus hijos sino su fotografía... porque no puede dejarles más! Pero Cristo agonizante era omnipotente. Y así nos dejó en recuerdo, no su fotografía, sino a Sí mismo en la Santísima Eucaristía. II. El manjar del alma A) Todos los seres vivientes necesitan un alimento. Un alimento que esté en consonancia con la clase de vida que les corresponde. El hombre tiene tres clases de vida: la del cuerpo, la del alma, la de la gracia o sobrenatural; ha de ser triple también su alimento. Así como el cuerpo se consume sin el alimento, de

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La Santísima Eucaristía un modo análogo se consumiría también el alma y llegaría a perderse la gracia. «Si los ciudadanos de la gloria viven en la tierra, del cielo han de recibir el pan» (San Buenaventura). Y puesto que Nuestro Señor Jesucristo dijo explícitamente: «Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros»3, la Iglesia prescribe que, por lo menos una vez al año, todos los fieles reciban el manjar sagrado. ¿Cuáles son sus efectos?: a) cura las enfermedades, y b) da nuevas fuerzas para la vida. a) ¿Cuáles son las enfermedades? Los pecados, la pena temporal merecida por los pecados y las malas inclinaciones. El pecado venial viene a ser en el alma como la erupción de la piel en el cuerpo. Mas si el Señor viene a nosotros e impone su mano a nuestras llagas, quedan curadas. Aún más, en la sagrada comunión el Señor hasta condona la pena temporal en la proporción del amor con que le recibimos. ¿Y quién no sabe por propia experiencia que el corazón del hombre se inclina al mal desde la juventud? Mas un manzano salvaje, después de injertado, dará buenos frutos. Así dice el Señor: «Quien me come, también él vivirá por Mí»4; sus inclinaciones no serán torcidas. b) La sagrada comunión no solamente cura, sino que comunica nuevas fuerzas para la vida sobrenatural. El pan sostiene la vida del cuerpo; la Santísima 3. San Juan, VI, 54. 4. San Juan, VI, 58.

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Tihamer Toth Eucaristía, el «pan celestial», nos da la gracia santificante, hermosea el alma y nos otorga la perseverancia final. Y así como no nos damos cuenta de cómo nos nutre el pan corporal, tampoco advertimos de qué manera la Santísima Eucaristía alimenta nuestra alma. No lo notamos, pero podemos repetir: «Vivo yo, mas no vivo yo, sino que vive en mí Cristo». B) Por desgracia, muchos hombres modernos no saben nada de todo esto; muchos ni siquiera sospechan qué cosa sea la comunión bien hecha. Lo indica el mismo nombre: comunión, es decir, unión. Dos seres se funden en uno. Dos: Jesús y yo. ¡Atención!: Jesús y yo, no yo y Jesús; porque en la comunión todo depende de quién es el primero y quién es el segundo, quién es el personaje principal y quién el secundario. Puedo comulgar de tal manera que yo sea el personaje principal y Jesucristo el secundario. Así comulgan los tibios, y luego se quejan de no ver el resultado de la comunión. Y puedo comulgar de manera que Cristo sea el primero y yo el segundo. Así comulgan los creyentes fervorosos, y consiguen las bendiciones de la Santísima Eucaristía. También los tibios reciben a Cristo, es cierto; mas no se funden con Él. ¿Basta comer un manjar bueno? Hay que digerirlo y asimilárnoslo; de lo contrario, es inútil. Se comprende por qué quedan sin efecto muchas comuniones y por qué no se nota la influencia de Cristo. Sencillamente, porque no hay lugar para Él en muchas almas. Nuestro corazón esté lleno..., ¿de qué?..., del mundo y de nosotros mismos. 14


La Santísima Eucaristía Observa a uno de esos hombres que, desde la mañana hasta la noche, desde el domingo hasta el sábado, desde el día de año nuevo hasta el fin de año viven de continuo en un ambiente extraño a Cristo. Ahora va a comulgar. Tendría que levantarse al ambiente sobrenatural de la sagrada comunión, pero no es capaz de ello. Sólo está allí su cuerpo; sólo está su lengua; mas están lejos su corazón, su alma, sus sentimientos, sus anhelos, sus pensamientos. ¿Cómo decirlo? Ese tal recibe a Cristo solamente en la antesala, y no le introduce en el aposento de los íntimos. ¡Pero recita una acción de gracias! Sí; repite una fórmula hecha. ¿Introduce acaso el Señor en la sala de íntimas confidencias, para explayar con Él su alma?... ¿Cómo ha de ser nuestra comunión? Hay que despertar en nosotros una fe firme: va a venir Cristo, el Hijo del Dios vivo, mi Rey; voy a hablar con Él, le daré gracias a Él, le haré peticiones, le presentaré mis quejas. Si después de comulgar así vuelvo a casa, mi madre, mi esposa, mi marido, mi familia, mis compañeros de oficina... quedarán sorprendidos: ¡cuánto más suave, paciente, amable, tolerante y pacífico me verán! ¿El motivo? Ellos no lo saben. Yo sí que lo sé: llevo a Cristo en mi interior. ¡La Santísima Eucaristía, manjar del alma! III. Nuestra compañera en la peregrinación terrenal A) Nuestro Señor Jesucristo quiso quedarse con nosotros hasta la consumación de los siglos. Acaso haya quien suspire con el corazón entristecido: ¡Oh, si yo hubiese vivido en aquellos tiempos en que el Señor anduvo por la tierra! 15



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