El Delirio de Cali ISBN 97895898720-0-0 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema recuperable o transmitida en ninguna forma o por ningún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin el previo permiso de Fundación Delirio.
El Delirio de Cali
El Delirio de Cali
El Delirio de Cali ISBN 97895898720-0-0 Una publicación de: Fundación Delirio Textos: Andrea Buenaventura Borrero Isabella Prieto Bernardi Luis Guillermo Restrepo Satizábal Diseño y diagramación: Juliana Jaramillo Buenaventura Fotografías: Miky Calero, Aymer Álvarez, Johans Paredes, Camilo Santamaría, Lina Marcela Lasso, Carlos Dussán y Paco Manzano Archivos fotográficos: Carlos Alfredo Molina, diario El País, Edgar Hernán Arce y don Alberto Lenis Coordinación editorial: Isabella Prieto Bernardi Apoyo editorial: Luis Guillermo Restrepo Satizábal Asesor musical: Richard Yory Torres Impreso y encuadernado por: Quebecor World Bogotá S.A. Primera edición noviembre 2008
Santiago de Cali es una ciudad joven, contemporánea y cosmopolita, con una presencia de la cultura de origen africano, marcada por las corrientes migratorias de procedencia campesina. La influencia de los medios de comunicación, fundamentalmente la radio, el disco y el cine, permitió la llegada a Colombia de la música antillana, la cual se transformó en un fenómeno cultural a través de los diferentes usos que las clases populares hicieron de ella. Hoy, la Salsa está íntimamente ligada a nuestra ciudad, se ha convertido en un acontecimiento, y bailar es una forma de comunicarse. La Salsa caleña se baila con movimientos rápidos y fuertes que proyectan el encanto y el espíritu festivo de los caleños. La edición del libro El Delirio de Cali no pretende ser una obra investigativa ni literaria, es un compendio de diversos escritos e imágenes que refieren el porqué en Cali, la Salsa se baila así...
La Capital de la Alegría La voz de la urbe Herederas de Amparo y María Cali y su piel Delirio, el epicentro de la Salsa Delirio, el espectáculo
La Capital de la Alegría Santiago de Cali Fundación: 1.536 por Sebastián de Belalcázar Altitud: 995 m.s.n.m. Extensión territorial: 564 kilómetros cuadrados Clima: 23 ºC Extensión Municipal: 564 Km2 Idioma: Español Moneda: Peso colombiano Demografía: 2.369.696 de habitantes.
Dicen sus habitantes que Cali es la Capital de la Alegría. El paisaje, el clima, la gente, el desarrollo, la cultura y la alegría permanente les dan la razón. Es privilegiada su ubicación geográfica en el suroccidente de Colombia, al pie de la Cordillera Occidental, a mil metros de altura, rodeada de parques naturales y a tan sólo dos horas del océano Pacífico. También es la capital del departamento del Valle, tercera ciudad de Colombia, polo de desarrollo comercial, industrial y agrícola. En medio de un fértil valle, cruzada por siete ríos, Cali es el mejor ejemplo del cruce de culturas, traídas por inmigrantes que encuentran en la música su idioma común. Con su clima cálido y los vientos que refrescan sus calles, en Cali se goza la vida al aire libre. Sus cerca de dos millones y medio de habitantes son la cara de la multiplicidad racial: generaciones que forjaron su cultura y su personalidad.
A la belleza de sus mujeres le cantó Arturo Jorge Ospina, al decir “las caleñas son como las flores y vestidas van de mil colores”, tema interpretado por Piper Pimienta. Ospina nunca se imaginó que su canción se convertiría en emblema de la ciudad. Los cuatrocientos setenta y dos años de historia de Cali se reflejan en su arquitectura y en su cultura que vive en los museos, los festivales y en la calle. La música se mueve en todos los rincones de la ciudad y su vida nocturna palpita en los epicentros de la Salsa. Desde 1971 Cali es conocida como la Capital Deportiva de América. Ese año fue sede de los Juegos Panamericanos, la ocasión para transformarse en una ciudad moderna y para reflejar la cultura cosmopolita, donde el visitante es acogido con el calor y la generosidad propia del caleño. Cali es eso y mucho más: es una urbe sensual, lúdica, que invita a conocerla y a vivirla.
La voz de la urbe En los años 30, Cali se desperezaba de su vida tranquila y casi sedentaria. Una vida diaria donde pocas cosas pasaban, salvo la revuelta del 3 de julio de 1810, donde los criollos, hijos de españoles que nacieron en esta tierra, pidieron la independencia de la madre patria. O la de mediados del siglo XIX, en la ‘revuelta del zurriago’, cuando el pueblo se levantó para protestar contra el cercamiento de los ejidos en cercanías a la hacienda El Guavito, en el camino hacia Puerto Mallarino. En esas épocas, la diversión era asunto casero. Y la música era proporcionada en gran medida por los negros, que se inventaron el bambuco basado en sus instrumentos de percusión. Tales manifestaciones culturales fueron escritas de forma marginal en La María de Jorge Isaacs. Después, la burguesía blanca empezó a adaptarlas a sus gustos, las fundió con las contradanzas y los versos que heredaron de sus antepasados, para llevarlas a los instrumentos de cuerda.
En esa fusión cultural nació el que por muchas décadas fue considerado como la expresión de la nacionalidad colombiana, muy a pesar de lo que ocurría en las muchas provincias que conforman uno de los que puede ser calificado como de los países más ricos en diversidades étnicas y culturales del planeta. Una diversidad que para Cali ha implicado la obligación de abrir su espacio, su corazón y sus sentidos a los inmigrantes. A principios del siglo XX, Panamá se independiza y el canal que une al océano Atlántico con el Pacífico se convierte en la realidad que Colombia no fue capaz de concretar. Ese enorme avance de la humanidad produjo entonces un insospechado cambio en la entonces bucólica región vallecaucana, cuya vía más utilizada para comunicarse con el resto del país era el río Cauca. En ese entonces, Buenaventura era una bahía malsana, a duras penas habitada por negros que en su gran mayoría venía de las explotaciones mineras en el Chocó.
Carnavales de Cali en 1923.
En los años 20, el café surgió como la riqueza de la campesina nación de la época. Y se convirtió en el motor para integrar a Colombia con el océano Pacífico, la manera de integrar a Colombia con los mercados de Europa a través del canal. Así impulsó el desarrollo de Buenaventura, y construyó el ferrocarril del Pacífico. Con lo cual la villa apacible a la cual no llegaban los caminos reales, empieza a desplazar de las riberas del Cauca a la estación de la Calle 25, su comunicación con el mundo.
Tren de pasajeros hacia Buenaventura.
Llegaron los primeros discos. Venían de Argentina, donde emergía el tango, ese idioma del arrabal donde se fundieron las penas y las alegrías de los inmigrantes europeos. Llegaban de Estados Unidos, mostrando los prodigios de la posguerra y la absorción que una sociedad blanca y racista realizaba del Jazz, herencia de esclavos negros que transformó para siempre su cultura popular. Y llegaban de un país remoto, donde los africanos fusionaron su cultura con la de los blancos. Cuba, en el centro del Caribe, se convirtió en vecino de Cali, de la manera más insospechada: a través del Son que nació en los alrededores de Santiago, hace ya cinco siglos. Cuba, donde los españoles le permitieron a sus esclavos mantener sus instrumentos, y dieron lugar a la fusión de la cultura católica con los valores de las culturas africanas dando paso a lo que se conoce como el sincretismo o la santería. Ese son, que en el oriente de Cuba se transformó en canto de guerra durante la guerra de independencia contra España, es una mezcla afortunada de herencias africanas y tradiciones españolas. Y fue uno de los primeros protagonistas del disco, así como el más importante aporte de la música a la creación de la cultura popular urbana.
Estación del Ferrocarril de Cali, 1937. Desaparecida con la explosión del 7 de agosto de 1956.
Carรกtulas propiedad de Richard Yory Torres.
El Cairo, Lovaina, Mis Noches, El Avispero, La Habana, entre tantos otros sitios, fueron los receptores de la música que hacían los cubanos. Allí se le dio la bienvenida a la Sonora Matancera y allí, en los alrededores de la Calle 16 y la Carrera 12, se empezó a fraguar la manera de bailar que hoy identifica a la capital del Valle.
El primero en grabar fue el trío Matamoros, fundado por don Miguel, y acompañado por Ciro y Cueto. Después aparecieron el sexteto Habanero y el Septeto Nacional de don Ignacio Piñeiro, quien llevó el son a la capital, agregándole a la percusión tradicional y a las historias, el sonido de la trompeta. Fue él quien compuso ‘Échale salsita’, son premonitorio de lo que acontecería en los años sesenta. Y en los cuarenta, un ciego, don Arsenio Rodríguez, creador del son montuno a partir del guaguancó cerrero de sus ancestros, se atrevió a sumarle el piano, más vientos y una tumbadora, con lo cual se construyó la base para los ritmos que cambiarían para siempre el baile y la forma de contar historias: la guaracha, el mambo, el chachachá. Así nacieron las sonoras. Y, además de imponer para siempre la clave cubana, esos ritmos le pusieron alma y alas a los bailadores. Como ocurrió con el jazz en Chicago y Nueva York, o en Buenos Aires con el tango, los irresistibles compases llenaron primero los bailaderos de la noche prohibida antes de recibir la bendición de las grandes burguesías y tomarse los salones distinguidos, no sin antes perder un poco de la rudeza y la lascivia que tenían en sus principios. Y aceptando las Big Band, las grandes orquestas con que los blancos empezaron a emular las bandas de los negros, con el swing como aporte al baile popular. Todo eso llegó a Cali por la Estación del Ferrocarril. A su alrededor creció la industria, y a su lado el Barrio Obrero. Por sus vecindades surgió lo que entonces se llamaba la zona de tolerancia. Es decir, el barrio donde una cerveza valía 20 centavos y cualquier cosa era posible, incluyendo la posibilidad de bailar hasta el agotamiento.
La Sonora Matancera en Calipuerto, 1953.
El cubano Dámaso Pérez Prado, el 30 de diciembre de 1983, en la Caseta Matecaña, en la Calle Novena.
Allí fueron reyes indiscutibles de la guaracha el negro Domingo y ‘Chocolina’, de quienes fueron herederos Pedro Castro, ‘Cachafaz’ y el ‘Chato’, entre muchos otros insignes bailarines. El cine mexicano irrumpió en las pantallas del Cine Cali, del Rialto, del Avenida o del Sucre, y el pachuco encarnado en ‘Tin Tan’, ‘Resortes’ o ‘Clavillazo’ se quedaron en la memoria de la incipiente ciudad, haciendo las acrobacias con las que interpretaban la música cubana de la Sonora Matancera, de los Hermanos Castro o el mambo de Dámaso Pérez Prado. Y junto con La Tongolele, María Antonieta Pons y otras tantas vedettes, aportaron a crear ese inconfundible estilo caleño, que más de medio siglo después recorre el mundo. Así empezó a consolidarse la ciudad cosmopolita que tiene en la música su forma de comunicarse, y en el baile una de sus más descriptivas expresiones de identidad. En esas épocas, las nostalgias del bambuco y los pasillos que acompañaban la bohemia de los más pudientes, sonaban parejo con el bullicio de los suburbios. Eran las épocas donde Bienvenido Granda y después Daniel Santos, y después Celia Cruz, y en el medio muchos otros, se metían en el alma de lo que entonces era el pueblo caleño, esa mezcla racial que aún no termina de consolidarse. Y que debe su agilidad a su componente negro, su picardía al aporte indígena y el respeto por formas clásicas y elegantes al aporte de los blancos. Es el bailarín caleño.
Daniel Santos en la retreta del Paseo Bolívar, el 8 de mayo de 1978.
“Esa voz negra tan divina empezó a fascinar, a meterse en los vericuetos de la noche habanera y se enredó en la ternura de la brisa para atravesar los mares y el Caribe como el mar Rojo se abrió a su paso y esa voz que arrulla y destroza irrumpió en ese imprecisable amanecer del barrio Obrero para quedarse definitivamente en nuestras vidas, ancló irremediablemente y para siempre en estas noches caleñas…”. Umberto Valverde, escribió en Celia Cruz Reina Rumba.
En los años cincuenta las comunicaciones radiales y el desarrollo del cine permitieron el ingreso masivo de la influencia cultural. Fue entonces cuando aparecieron emisoras dedicadas exclusivamente al baile. Así se empezó a difundir lo que se escuchaba y bailaba en Nueva York, La Habana, Puerto Rico, Caracas, Barranquilla. De todo ello se fue alimentando la sultana del Valle, que ya estaba convirtiendo a Juanchito, al otro lado del Cauca, en epicentro de su rumba. Y que, a finales de los cincuenta, ya tenía en sitios como el Séptimo Cielo y Fantasio , el germen de la rumba caleña, donde empezaban a llegar visitantes de todas las clases sociales. Fue la época en que Jimmy Bogaloo daba los primeros pasos, mientras en Nueva York surgían inquietudes que transformarían todo y para siempre. Jhonny Pacheco, Ricardo Ray y Bobby Cruz, Larry Harlow, Charlie y Eddie Palmieri, Joe Cuba y su Sexteto, rompían los esquemas reinantes en la capital del mundo, donde las grandes orquestas de Machito, de Tito Rodríguez, de Tito Puente y el cubano José Curbelo, imponían la nota de la música latina.
Fue entonces cuando se impusieron las bandas de formatos pequeños que expresaban el alma del barrio y con la furia de los trombones lanzaban un grito de independencia, donde la creatividad y la improvisación reemplazaron lo que ya se había convertido en ‘música clásica’. Ese grito fue calificado por Bobby Cruz y Richie como un ‘Ketchup’, como una ‘salsa’, en entrevista por una emisora de Caracas en 1963. Salsa fue entonces la mejor manera de calificar esa fusión nacida del barrio neuyorquino, donde aparecen lentos e insinuantes bogaloos, el guaguancó toma velocidades y sonoridades impresionantes y los músicos de Puerto Rico se apropian del escenario. Ya en los sesenta y setenta llegaron las historias de Catalino ‘Tite’ Curet y los poemas del panameño Rubén Blades, a disputarle el protagonismo que tenían los cantos cubanos, revividos por Larry Harlow en su homenaje a Arsenio Rodríguez. Mientras tanto, Eddie Palmieri se inventaba ‘La Perfecta’, una banda que arrasaba con sus trombones, y grababa “vámonos p’al monte”, en pleno corazón de Nueva York.
Richie Ray y Bobby Cruz en el Gimnasio El Pueblo, el 10 de marzo de 1978.
Héctor Lavoe en el Gimnasio El Pueblo en 1982.
El panameño Rubén Blades, en una presentación en la Cárcel de Villanueva, el 22 de junio de 1979, acompañado de Santiago Mejía de la Octava Dimensión y el congero de Héctor Lavoe, Milton Cardona.
La Sonora Matancera, con Wuelfo, Caito, Yayo y Rogelio, el 11 de noviembre de 1978 en el Gimnasio El Pueblo.
“La pelea y el bochinche no me hacen falta”, Pablo, el cantante de los hermanos Lebrón, el 11 de agosto de 1979, en Las Vallas.
Sergio Botero, coleccionista y melómano, conocido como ‘el Policía de la Sonora’, acompañado de Vicentico Valdés, y Vitin Avilés, en el Coliseo de Esgrima.
Ismael Rivera en el Gimnasio El Pueblo en 1981.
El disco más vendido en la historia de la Salsa, con canciones como Pedro Navaja y Plástico.
Willie Colón y Rubén Blades en Las Vallas, al norte de Cali en 1979.
Piper Pimienta y Rolando Laserie, en el Evangelista Mora, 1977.
Entonces, el baile cambió en forma dramática. Y ya no era un asunto de seguir cánones y patrones, sino de crear, de inventar, de disfrutar, de agotarse en él. Sólo que, esta vez, los bailarines de Cali ya no eran los imitadores. Ahora, ellos y ellas podían hacer lo suyo. Y tan fácil era ir a Escalinata, a Honka Monka, como aparecerse en Cabo Rojeño. En diciembre de 1968, don Eduardo Lozano Henao, entonces director de la Feria de Cali, trajo a Richie y a Bobby como reemplazo de Tito Puente. Y mientras miles de personas de la barriada los recibían en Calipuerto, la burguesía los descubría en la caseta que se construyó en lo que fuera el Hipódromo de San Fernando. Era la Salsa liberadora, irreverente, agresiva y contestataria, que años después describió Andrés Caicedo Estela en Que Viva la Música.
Medardo Arias Satizábal, escritor de Buenaventura, cuenta lo que sucedió el 26 de diciembre de 1968, cuando Ricardo ‘Richie’ Ray inaugura la Caseta Panamericana y la Feria de Cali da un vuelco total: “La tradicional Caseta Panamericana estalló en notas de euforia colectiva. Esto era algo distinto; algo que estaba en la línea del trópico, del vibrar de la ciudad. No costó trabajo aprender a bailar el nuevo ritmo porque era algo sospechado, algo que tenía de trompetas matanceras, cadencia africana y corretear de tumbadoras. Entonces ‘Richie’ fue el rey y con Bobby Cruz, desató su torrente de música y una tempestad de piano que se dejó oír por todo Cali. Como una “nueva ola”, los amantes del sentimiento Ray Cruz irrumpieron por todos lados, caracterizados por una forma de ser con rasgos propios. En los buses o la universidad, en la fábrica y la oficina, el tararear del nuevo ritmo era un sonsonete diario, comparado sólo con la idolatría de la vieja guardia a la Sonora Matancera”.
Watusi y Angélica en el Campeonato Mundial de Salsa, en 1974.
De 33 a 45 rpm
También fue un descubrimiento para los músicos portorriqueños, porque vieron en Cabo Rojeño, donde hasta los perros bailaban, a las Amparo Arrebato en plena acción. Y encontraron que sus bogaloos, especies de guajiras lentas, se transformaban en veloces y endemoniadas versiones, que invitaban a los bailadores a desafiar la ley de la gravedad. Cambiar las revoluciones de un disco de 33 a 45 rpm, fue entonces el primer aporte de Cali a la Salsa. Otra forma de vivir la música, demostrando que el alma de los bailadores caleños, de los cuales Watussi era monarca indiscutible, estaba para otras cosas.
Fue así como esos artistas de la danza se diferenciaron de sus otroras maestros, los cubanos. Ahora, ya no era sólo cuestión de ritmo y cadencia. Ahora también se baila la melodía. Es más: usted escoge el instrumento, ya sea el piano, el bajo, la conga o la trompeta, incluso el pregón del cantante, ¡y se lo baila! Con velocidad indescriptible de la cintura para abajo y haciendo uso de todos los recursos histriónicos a su alcance. Sin perder el ta, ta- ta, ta, ta de la clave cubana. Sin desconocer el ritmo pero siguiendo la frase “Haga lo que quiera sin perder el compás”. Ese fue el sello de Cali.
Jimmy Bogaloo y Ofelia Realpe.
carรกtulas propiedad de Richard Yori Torres
Explosión de orquestas Presentación de La Fania y Jhony Pacheco, en el Gimnasio El Pueblo.
Llegan los años ochenta y con ellos se empiezan a concretar dos fenómenos que pondrían a Cali como uno de los epicentros mundiales de la Salsa: la consolidación de las orquestas con músicos de la tierra, y el nacimiento de las escuelas de Salsa. En el primer caso, lo que ocurrió fue la emulación de ese mundo que llegaba todavía en los discos, proveniente de Nueva York y de Puerto Rico. Y la sucesión de precursores nacionales como Fruko y sus Tesos, donde varios cantantes caleños y vallecaucanos hicieron su aparición. Allí surgieron bandas que empezaban a crear un sonido propio y a lanzar canciones que competían en calidad por el inmenso mercado que se abría. Es el mercado latino, donde el sello Fania había acaparado a las grandes luminarias de la Salsa, aprovechando el impulso que tomaba la industria audiovisual.
La boricua Yolanda Rivera, cantante de la Sonora PonceĂąa, en un solo de timbal en la Tienda de Pedro. 2001.
Henry Fiol el 30 de marzo de 1984, en el Coliseo Evangelista Mora.
El cubano Miguelito ValdĂŠs, en la Plaza de Toros en 1976.
La única vez que Tito Puente visitó a Cali, en el Estadio el 20 de septiembre de 1992, con su sobrina Millie Puente y Johnny Rodríguez Jr.
El Gran Combo de Puerto Rico en la Feria de Cali de 1975.
La Sonora Matancera en la casa de Humberto Corredor, con la gente del barrio Obrero, el 13 de noviembre de 1978. Entre otros aparecen Vicentico Valdés, Caito ‘el maraquero’, Chocolate Armenteros y Calixto Leicea, el trompetista de la agrupación.
La Sonora Ponce単a frente al Hotel Intercontinental de Cali
Papaito en el grill El Escondite en 1977
Celina y Reutilio Jr. en Los Compadres, diciembre 1987.
A Cali
Conjunto Clรกsico
Vuelvo a Cali
Sonora Carruseles
Edgar Hernán Arce, pionero de los espacios radiales dedicados a la Salsa en Cali, fue el creador del primer programa de este género, llamado Salsa, Ritmo y Sabor en Radio El Sol de Todelar, en 1969. El nombre de este locutor, hizo parte de la historia salsera en los medios de comunicación, junto con Julio de la Rosa Insignares, Alfredo Palacio Rivera, Juan Carlos Izquierdo, Miguel del Castillo Delgado y el ‘diablo’ Cajiao, en emisoras como Radio Tigre y la Voz del Valle. En la foto de mediados de los años setenta, aparecen entre otros, Edgar Hernán Arce, ‘Chocolate’ Armenteros, Yayo ‘El Indio’, Alfredo Palacios Rivera, Rogelio Martínez, director de la Sonora, Celia Cruz y, en el suelo, ‘Mister’ Babalú, Miguelito Valdés.
Salsotecas y coleccionistas En 1991, Gary Domínguez le propuso a la Directora de la Feria de Cali montar un espectáculo inédito: el Festival de Salsotecas y Coleccionistas. Con ello salió a la luz pública el tesoro acumulado por años en muchos hogares caleños, donde la música de las Antillas, y luego la Salsa, eran invitadas permanentes. El mismo Gary tenía en su Taberna Latina lo que llamó la Universidad de la Salsa. Y como él, cientos de personas habían montado en los barrios verdaderos templos dedicados al culto de esa música. Desde la Ponceña, quizás la primera salsoteca del mundo, pasando por La Barola, La Mulenze, Impacto Crea, Tin Tin Deo, Nuestra Herencia o Tiempo Libre, esos sitios se encargaban de impulsar la fervorosa afición de los caleños por el baile y el conocimiento profundo de los compositores, cantantes, músicos y orquestas que brotaban en Nueva York y por todo el Caribe.
Allí existe otra dimensión, distinta a la de las discotecas tradicionales, o de los sitios que, como Cabo Rojeño o El Séptimo Cielo, fueron los escenarios donde nació el baile al estilo caleño. A diferencia de esos salones de baile, las salsotecas mostraron siempre el profundo respeto que profesan sus propietarios y visitantes por sus ídolos, a muchos de los cuales sólo los conocían por la carátula de un long play o por los videos que guardan como un preciado valor.
Los coleccionistas son otra especie propia de la Salsa. Llegar a sus casas es adentrarse en un mundo aparte, donde los discos, los cd, los videos y los libros compiten por el espacio. Son personajes como Richard Yory, Isidoro Corkidi o Toño Salcedo, cuyas vidas ha sido una constante persecución de la ‘pasta’, como ellos llaman a las joyas musicales que acumulan por miles, o decenas de miles, y que manejan con destreza y respeto increíbles. En esas salsotecas y en las casas de los coleccionistas está la memoria de la salsa en el mundo, como lo reconoce Jhonny Pacheco, fundador del sello Fania y director de la orquesta Fania All Stars. Y está también la historia de Cali en los últimos setenta años. Es el testimonio del alma musical y bohemia que habita en cada caleño.
Isidoro Corkidi Yaffe
Lisimaco Paz y Janeth “ la Mona”
Richard Yory Torres
Carlos Molina, en su casa conocida como el templo de la salsa, en el barrio obrero.
En Cali la Salsa se baila así
El otro elemento fue el baile. Y quizás como en ninguna otra expresión cultural, allí se reflejó el espíritu de la Cali popular. De ese emigrante que llegó aquí atraído por su fama y en busca de las oportunidades que no tenía en su tierra. Entonces, y como ocurre desde los años treinta, bailar se volvió importante. Sólo que ahora, además del goce, la conquista furtiva y la diversión, también ofreció posibilidades de fama y de ingresos. Fue cuando empezaron a aparecer grupos de bailarines que armaban sus propias coreografías. Era, y sigue siendo paradójico, que mientras la Salsa es la expresión infinita de la libertad individual y la improvisación eterna, los grupos encontraron la esencia de su arte en la sincronización y el trabajo colectivo. Porque ya no se trataba de la increíble agilidad de Watussi, aquel negro que por momentos parecía levitar entre los acordes del ‘Sonido Bestial’, en los años setenta y ochenta, sino de la plasticidad que recreaba la vista de quienes gozan la Salsa pero carecen de los dones que acompañan a los bailarines caleños.
Bailarines en el estadio Pascual Guerrero, en el Festival de Orquestas, diciembre 27 de 1987.
Evelio CarabalĂ en los Carnavales de Juanchito en 1984.
MarĂa, la campeona mundial de salsa en Cali, en el Coliseo Evangelista Mora en 1974.
Bailarines de la ‘Vieja Guardia’ caleña.
‘Cali Style’ La ‘Salsa Cali Style’ se diferencia de otras maneras porque se baila en el primer compás, es decir ‘Salsa on 1’. El bailador reclamaba velocidad y la obtuvo poniendo a girar en 45 revoluciones los discos de 33 revoluciones. “En el baile caleño de la salsa los bailarines distinguen figuras de piernas como puntalón, pininos, estreis, paso cha, talta, paso profesional, puertoro, paso charanga, paso cañandonga, entre otros”, anota el ensayista Alejandro Ulloa en su obra El Baile: un lenguaje del cuerpo. “El pasito Cañandonga, un estilo de bailar la salsa balada, creado por las nuevas generaciones de bailadores y jóvenes caleños, cuando llegó de Puerto Rico al promediar la década del 80 … consiste en un movimiento sincronizado de la pareja, con ademán suave, abriendo el compás de las piernas, flexionando ligeramente las rodillas, con un vaivén acompasado de las manos enlazadas que se alternan con figuras con círculos o semicírculos, pero sin los arrebatos propios de la salsa dura”, narra el profesor Alejandro Ulloa, sobre una de las maneras de bailar esta música en la ciudad. “El Guateque se ha convertido en Cali en la denominación de la salsa ‘dura’ y su baile, para diferenciarla de la salsabalada…Como baile, lo han desarrollado en la década de los 90 jóvenes adolescentes, hombres y mujeres de los barrios populares de Cali, retomando los pasos y el arrebato ya clásico del bailarín de salsa, pero innovando, incorporando otros
gestos como las manos entrelazadas vibrando tensamente, para apoyar los brinquitos que simultáneamente hacen él y ella”, describe Alejandro Ulloa. Respecto al ‘Estilo Clásico Caleño’, el profesor Ulloa dice que se comienza en el primer tiempo del compás donde está marcado el acento en la Salsa: “el cuarto tiempo corresponde a un silencio que no se marca como silencio sino con un pique de uno de los pies, en el mismo lugar, o bien desplazándolo hacia adelante, hacia los lados, o también, indicándolo con otra parte del cuerpo, los brazos, la cabeza o la cintura”. Varias generaciones han dejado su impronta en los modos de bailar la Salsa en Cali. Dan testimonio los representantes de la ‘Vieja Guardia’, los bailarines de exportación en la década del 70 y los actuales con vistosas coreografías.
Carlos Paz, ‘el resortes’ colombiano Se lo pelean los de la vieja guardia, lo reclaman los nuevos talentos. Es Carlos Paz, maestro de solistas, que con sus pies da cátedra de cadencia, rapidez y suavidad. Él no mira a su público, lo hipnotiza a cada paso, sus pies cobran vida propia al golpe del timbal, luego se mete en las profundidades del piano. Más conocido como ‘el resortes’ colombiano. La fama tocó a su puerta cuando se presentó en 1980 con la Fania All Stars en el Coliseo del Pueblo, de ahí su carrera lo llevó hasta al centro de la escena salsera, a los clubes de Nueva York como bailarín y promotor. Músicos famosos lo acompañaron en su periplo, tocó el cielo con sus pies en el mismísimo Madison Square Garden. Como hubo un tiempo para la partida también se presentó el momento de volver cuando el siglo XX languidecía, Paz regresó a la tierra a sentar las bases para que otros talentos volaran.
Herederas de Amparo y María La sensualidad de las caleñas está presente en el baile, en el movimiento de sus brazos y caderas, en sus piernas torneadas con cincel, en su sonrisa coqueta y prometedora, en un cuerpo que exhibe y relaja para el goce. Ellas representan la entrega y el acople con su pareja. Protagonistas de la noche y del ritmo, fueron Amparo ‘Arrebato’ Ramos, María Tovar, Gloria ‘La Muñeca’, Aydé España y Ofelia Realpe. Alrededor de ellas se creó el mito, el de las caleñas son como las flores, hasta llegar a las campeonas mundiales de hoy, Yudi Aguilar y Viviana Vargas, Cecilia Montezuma, Hasbleidy Zaballa, Janeth Giraldo, Marta Montañez y tantas bailarinas que hoy dedican su vida a enseñar y a aprender nuevos pasos.
‘Guaracho’ y María
Cali y su piel La pareja enlazada, una mano que marca el paso, una cadera que sigue el compás. Dos que parecen uno mientras van y vienen llevando el ritmo, gozando cada paso. La interacción de cuerpos que hablan el mismo idioma, que se reconocen e intercambian saberes y sensaciones, sentimientos y destrezas. Parejas caleñas que han marcado hitos, como las de la ‘Vieja Guardia’, Evelio Carabalí y Luz Aydé Moncayo; Benigno Holguín e Hilda; Otoniel y Mercedes y otras que crearon la leyenda como Watusi y María. Las actuales, campeonas del mundo, ‘Mulato’ y Martha; John Géner y Yudi; Ricardo y Viviana. Las que están llegando a la escena a abrirse paso, Jorge y Cecilia; Julián y Hasbleidy; Nilson y Daysi; Juan y Yésica, acompañados de Alejandro y Liz; y Juan Carlos y Evelyn. Todas ellas con un estilo y un sello propio, con el sabor de Cali en sus pies.
Jhon Gener y Yudi, campeones mundiales de Salsa en Changó.
Foto de Ricardo y Viviana Ricardo y Viviana, campeones mundiales de Salsa.
“Su razón de ser (la salsa) radica en el goce propiciado por la sincronización entre la pareja y por la sincronización de ésta y cada uno de los integrantes con la música y el ritmo. Y en esto, el baile vuelve a encontrarse con la danza clásica pero sin que haya una actitud determinada en él. Tal vez, en rigor, la única representación que pueda atribuírsele al baile, es la representación del tiempo rítmico, del tiempo musical. El baile es, tal vez, su única metáfora posible, la perfecta metáfora del tiempo”, así describe el baile, como una metáfora del tiempo el investigador y académico Alejandro Ulloa S., en su ensayo El baile un lenguaje del cuerpo. “Como todo lenguaje, el baile también tiene una flexibilidad con límites; porque si bien es un lugar para la improvisación y la variación libre en la ejecución de los pasos, también estos están determinados por el ritmo y la relación con la pareja, configurando siempre un conjunto limitado de expresiones para un evento comunicativo que se regula internamente entre los dos actores”, dice Alejandro Ulloa.
Juan y Yésica.
Julián y Hasbleidy.
Juan Carlos y Evelyn.
El semillero
El talento no tiene edad en Cali, el mejor testimonio son los bailarines infantiles, quienes se roban la admiración del público en sus presentaciones con su ternura y coquetería, ellos prácticamente aprenden primero el swing que a hablar. Y es que el fenómeno de los niños salseros es posible sólo en Cali. Es común en los barrios populares, ver llegar por las tardes filas de chiquitines de la mano de sus padres, a las ‘guarderías sonoras’, para convertirse en los sucesores de los grandes bailarines de la capital vallecaucana. En el nororiente, en el barrio Ciudad Modelo, sobre la avenida Simón Bolívar, frontera de Cali con el Distrito de Aguablanca, está la Fundación Artística Nueva Dimensión, creada por Luis Carlos Caicedo. Con él se inició el apogeo de las agrupaciones infantiles que se han propagado por toda la ciudad desde 1996. Ellas, a través del juego y la paciencia, logran que los pequeños se enamoren del baile y se comprometan en un trabajo que requiere talento y disciplina.
Los Chiqui Babies de la Escuela Pioneros del Ritmo.
Salserines Latin Show de la Escuela Nueva Dimensión.
“Salserines Latin Show” Escuela Nueva Dimensión
Sabor a Miel de la Escuela Nueva Dimensi贸n.
Peque帽a Constelaci贸n de la Escuela Constelaci贸n Latina.
Maicol Steven y Sabor a Miel.
Cali es el barrio En las calles estrechas de la Cali popular, en las zonas de ladera y en el Distrito de Aguablanca, se dieron los primeros pasos para la creación de lo que hoy se conoce como las escuelas de baile. Ellas son en parte herencia de Benigno Holguín quien se dedicó a compartir conocimiento entre los habitantes de los barrios que se retaban para demostrar sus dotes de bailarines. Las academias como proceso de masificación se propagaron en los años 90, creando colectivos, grupos y escuelas, para transmitir un saber y una pasión a los vecinos. Esta labor social logra mostrar el talento de Cali a nivel internacional y entregarles a los bailarines una oportunidad de vida a través del baile. Saben que con disciplina y tenacidad pueden encontrar la llave para salir del anonimato. De las ligas menores, del baile recreativo, pasan al competitivo. Días, semanas y meses de sudor para encontrar la perfección, la armonía y el acople con el grupo. Horas de repetir hasta el cansancio los números más arriesgados que requieren de gran esfuerzo físico y de habilidad.
7,8 En las terrazas de sus propias casas funcionan estas empresas familiares que albergan a los más talentosos vecinos quienes por 10 mil ó 15 mil pesos aprenden el arte de bailar. Primero escogen la música, prefieren temas rápidos y explosivos, analizan qué les ofrece y cuantos cortes brinda para crear las figuras y los momentos de descarga. Luego diseñan la coreografía y a la señal de 7,8 marcan el inicio hasta lograr en días, semanas y meses, la perfección de sus movimientos y la sincronía que los ha llevado a ser reconocidos como los mejores bailarines del mundo. Hoy, estas escuelas y academias causan furor en el exterior, son modelo a nivel mundial, por que cultivan una tradición, pero sobre todo porque con sus montajes y coreografías, han convertido al baile en un proyecto de vida y una alternativa para miles de seres de las zonas populares de la capital vallecaucana.
El solista Julián Castro.
“La explotación comercial por parte de la industria cultural y el mercado, harán que el folclor urbano supere los límites del solar, en el barrio marginal, y sea escuchado, y bailado, en otras latitudes”, Alejandro Ulloa.
Cecilia y Liza Montezuma de la Escuela Constelación Latina.z
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Los ángeles de la salsa
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Escuelas de Salsa en Cali
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Delirio, el epicentro de la Salsa “(Del lat. Delirium). 1. Acción y efecto de delirar. 2. Despropósito o disparate”.
Real Academia de la Lengua Española.
Desde 1990 se inició la búsqueda desesperada por encontrar un motivo, un hecho, una hazaña que brindara a los caleños la oportunidad de encontrarse y congratularse con su ciudad olvidando los devenires de una urbe joven e impactada por los males comunes del universo. En el proceso de búsqueda se vislumbraron cantidades inimaginables de jóvenes en los barrios, que armaban fiestas a ritmo de Salsa para recoger fondos con los cuales pudieran terminar el sueño de tener una escuela de baile o comprar un tiquete de avión para ir a representar a Colombia en cuanto campeonato internacional se organizara y a la postre, año a año se traían los primeros lugares y eran más conocidos en el exterior que en su propia tierra. Por ese entonces la música Salsa todavía tenía el estigma y el desprecio de ciertas ideologías, pero las clases populares la adoptaron y la convirtieron en su forma de vida, bailar era la meta, bailar era el sueño y bailar era la vida. Mientras tanto las élites construían su propio mundo sin tener acceso a disfrutar lo que desde las entrañas de la ciudad hervía y estaba a punto de aflorar. Más adelante, y en la permanente provocación por descubrir el hecho o motivo, se apareció en todo su esplendor, el mágico mundo del circo con decenas de muchachos de las zonas más inesperadas que con su arte hicieron soñar con vuelos, acrobacias y pulsadas a ritmo de guaracha, son, guaguancó y mambo. Fue en los inicios del año 2006 cuando nació la mezcla mágica que hoy cumple con poner en escena el reflejo de una ciudad que no conoce la tristeza y que delira con un ritmo que se mete en la sangre y que proyecta su encanto.
“Bienvenidos los campeones de la salsa, héroes hechos a punta de ellos mismos, de sus piernas, de su sentido terrible de la armonía, del ritmo, de la picardía de sus cuerpos y sobre todo del buen gusto. Bienvenido Delirio, ese espectáculo fiesta que ha inventado Cali, para impulsarlos, para darles el nivel que merecen, para representar a Colombia y para decir que mi tierra, de ‘Picoeloro’, de las Tres Cruces, del Granada o de la Isla, de Versalles o de Aguablanca, será siempre la tierra del futuro”. El maestro Alejandro Buenaventura
Delirio, el espectáculo Delirio, nombre apropiado para describir una fiesta única. Mientras usted se acomoda en su asiento, al frente suyo hay una tarima en cuyo fondo hay un radio gigantesco, símbolo del medio de comunicación que más influyó en la llegada de la Salsa a Cali. De pronto, ese radio se abre y empieza la locura, en un ambiente diferente, y porqué no decirlo, exótico en una ciudad acostumbrada al encierro.
Aparece una orquesta de nueve músicos comandados por Juan Carlos Estrada. Y se desgrana una descarga ejecutada con una calidad y un sabor propio de las grandes agrupaciones de Salsa. Allí empieza el paseo, que aunque no quiera, lo avienta a la amplia pista de baile, donde usted tiene que defenderse con sus mejores pasos. O puede recrear la vista con la gracia de los bailarines veteranos y la belleza de las mujeres. Pero las cosas apenas se inician, porque en las tarimas ubicadas en varios puntos del escenario, saltan decenas de bailarines, quienes se pasean por el mundo ganando cuanto concurso salsero existe. En una coreografía digna de los mejores teatros, la cultura popular que nuestra ciudad ha construido en los últimos cuarenta años aparece en escena, como lo ha hecho en Quito, Panamá, Beijing, Madrid, Londres y La Haya.
Ahí no para la sorpresa, de las alturas de la carpa empiezan a aparecer personajes que hacen bellas y plásticas figuras con sus cuerpos. Son los muchachos del Circo para Todos, la fundación que ofrece una opción de vida distinta a jóvenes de estratos populares. Entonces, la belleza de su arte se confunde con la energía de los bailarines y con la fuerza de la orquesta. Allí se da uno cuenta de la importancia que tiene para una ciudad el disponer de un sitio como la carpa del Circo para disfrutar lo que hacen los caleños.
¿Y usted? Allí, en la mitad, gozando algo que nunca ha visto, viendo lo que no se había imaginado. Eso es Delirio, una afortunada idea que se ganó el reconocimiento de propios y extraños, que es capaz de unir la cultura con la diversión y apoyar a entidades que propenden por mejorarle la vida a muchas personas.
Es notable la calidad que Delirio ha logrado a través del tiempo y de las experiencias acumuladas en años de trabajo e investigación. De abrirle un espacio a los sectores populares de nuestra ciudad, que la viven, la sienten y la muestran con orgullo. De creer en la Salsa como la esencia de Cali y en el baile como la gran expresión de la cultura popular que adopta las influencias que recibe y crea imaginarios colectivos en cada esquina, en cada calle, en todos los barrios populares. En aquellos sitios donde bailar es obligado y donde vivir la música es la mejor manera de comunicarse.
La exótica ecuación, Salsa + Circo + Bailarines, es lo que usted encuentra en la Carpa del Circo. Son horas de emociones, en las cuales lo sorprenden los niños bailarines. O se le aparece un hombre-marioneta cuyos hilos son manipulados por otro en zancos, haciendo la más inusual muestra de baile. O ve una coreografía donde las bailarinas y los bailarines se convierten en muñecos que, cuando menos se espera, terminan bailando con usted.
O se encuentra de manos a boca con los campeones mundiales que lo llevan a la pista, mientras la orquesta ejecuta con maestrĂa alguna de las tantas inolvidables melodĂas que hacen eterna a la Salsa. Eso es Delirio, el delirio de Cali. Y ojalĂĄ se mantenga para siempre.
La muñeca, símbolo de la salsa, es una de las manifestaciones más populares de Cali, por ello Delirio le rinde homenaje a las mejores bailarinas de la historia salsera de la ciudad, con la tradicional, flexible y arrebatada pareja con la que todo bailador sueña… ella al son que le tocan baila.
Delirio en el teatro Lucent Dans en La Haya, Holanda. Octubre de 2008.
Presentaci贸n en el teatro Circo Price en Madrid, Espa帽a. 2008.
El teatro Sheperd’s Bush Empire de Londres, octubre 2008
Los ‘Champions de la Salsa’, así son llamados Viviana Vargas y Ricardo Murillo, una pareja de caleños que después de conocerse en una academia de baile en la capital del Valle del Cauca, unió su talento. Ahora ellos son considerados los mejores bailarines de Salsa del mundo.
Compañía Artística Rucafé Director: Carlos Fernando Trujillo
Academia de Baile Constelación Latina Director: Alirio Montezuma
Fundación Artística Nueva Dimensión Director: Luis Carlos Caicedo
Una organización cultural con nueve años de experiencia, multiplicidad de montajes coreográficos, dos puestas en escena de obras danzarias. Primero y segundo lugar en el III Congreso Mundial de Ruedas de Casino celebrado en Miami en Octubre de 2006.
Es una opción de desarrollo y formación para muchos jóvenes del barrio Alirio Mora Beltrán. Campeones en el IX Congreso Mundial de Salsa en Los Ángeles, Estados Unidos, 2007. Quinto puesto en el campeonato mundial de bailarines de salsa por parejas en Las Vegas, Nevada, Estados Unidos, 2006.
Se dedica a difundir el baile de la Salsa, cuenta con 320 bailarines y ostenta varios títulos, entre ellos tres veces campeones nacionales, tercer puesto en el Mundial de Salsa de Cali 2006 y 2007 y segundo puesto en el Festival Mundial de Salsa de Cali 2008.
Presentaci贸n en el Downtown Majestic, Bogot谩, Colombia. Junio 2008
Escuela Nacional Circo para Todos Escuela Nacional Circo para Todos Director artístico: Fabián Hoyos Escuela Nacional Circo para Todos Director arístico: Fabián Hoyos
Sorprenden con sus contorsiones y saltos que desafían la ley de la gravedad, sus equilibrios sobre la cuerda y sus arriesgados movimientos en el aire, son los artistas de la Escuela Nacional Circo para Todos. Jóvenes talentos locales y de exportación, quienes tienen la misión de transportar al público a un viaje de júbilo, euforia y creatividad.
Orquesta Cali Latino Director: Juan Carlos Estrada Compuesta por nueve profesionales de amplia trayectoria, quienes poseen todo el sabor y el estilo de las mejores orquestas de Salsa de la capital vallecaucana. Sus integrantes son jóvenes promesas quienes en su corta carrera han recorrido el delirante mundo de la música con las mejores agrupaciones nacionales e internacionales. Juan Carlos Estrada, director y voz. Humberto Alexander Torres, voz y bongó. Carlos Sabogal, timbales. Edwin Andrés Benavides, bajo. Jhonny López, congas y coro. Daniel Felipe Duque, trompeta. Alexander Estela, piano. Leonardo Fabio Morales, trombón y coro. Luis Gabriel Blanco, saxo y coro.
Plaza de Toros de Ca単averalejo. Cali, Julio de 2008.
Fundación Delirio Detrás de este proyecto artístico está la Fundación Delirio enfocada a reivindicar la cultura popular caleña y revelar la identidad salsera de la ciudad ante el mundo, a través de la capacitación, la investigación y el bienestar social de un grupo de la población para insertarlo en la industria cultural. Esta entidad sin ánimo de lucro ha propiciado más de 4.000 empleos directos e indirectos en tres años, entre bailarines, coreógrafos y diseñadores de vestuario de las distintas escuelas, alumnos y profesores del Circo, músicos y el equipo de producción y montaje del espectáculo. Delirio se nutre de las escuelas y compañías que hay en la ciudad, para ello convoca a los bailarines a través de varias audiciones privadas durante el año. De esta manera, en la Fundación tienen oportunidad los nuevos y más tradicionales talentos de la Salsa caleña de mostrar sus habilidades en un espectáculo de altísima factura artística, con una impecable puesta en escena y manejo de vestuario, luces, sonido y color. Los artistas que han pasado por el escenario han tenido la oportunidad de mostrar su talento ante más de 100 mil personas, entre representantes de los medios de comunicación, prestigiosos empresarios y grandes personalidades. En tan poco tiempo, la Fundación ha logrado reforzar la imagen de Cali como Capital de la Salsa, convirtiendo este aspecto en una ventaja competitiva para la ciudad y su gente.
Equipo de Realización Directora de realización - Gerente: Andrea Buenaventura Borrero Directora operativa: Ángela María Gallo Lloreda Directora de comercialización: Eleonora Barberena Lozano. Directora de mercadeo: Liliana Ocampo Hernández. Productor escénico: Carlos Fernando Trujillo García Asistentes de producción: María Ofelia Mosquera Viveros Israel Escobar Oviedo Escenografía: Johans Paredes Lara Sonido: Harold Ordoñez Gómez Luces: Álvaro Muñoz Zuluaga Discómanos: José Albeiro Martínez Qintana Richard Yory Torres Logística: Omar Díaz Perdomo Jorge Ramírez Comunicaciones: Isabella Prieto Bernardi Asistente de Prensa: Carolina Cardona Diseño Gráfico: Juliana Jaramillo Buenaventura Coordinadora de bienestar social: Mónica Ramos Rodríguez Asistente administrativa: Luz Adriana Romero Romero Secretaria general: Francis María Criollo Mellizo Auxiliares: Nelson Jurado Castaño Ana Tulia Garzón Papamija Aura Elisa Guerra Guerra