De vez en cuando le gustaba mirarla. Se llenaba la boca de silencio y los ojos de palabras. Era un viernes de los comunes. Chemo acababa de terminar un trabajo de carpintería, arreglaba su lugar de trabajo, ya oscurecía y mientras organizaba sus herramientas, la vio. Extrañado de su presencia se ensimismó para preguntarse: - ¿Quién es? Chemo fijó nuevamente los ojos en la criatura de 14 años. Tenía un rostro de viveza, la piel con el color de la miel, ojos separados y certeros, brillaban como el futuro. Un momento paralizó el tiempo, concretó el hilo del destino tejiéndolo, pero él, chemo no concordaba con el destino en ese momento, bajó la mirada para no encandilarse en su idilio momentáneo.
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Al día siguiente, pasó Dora por su lado, él acaso cortaba la puerta de Don Jerónimo, Chemo efectivamente la miró, se parecía a la criatura de ayer, pero le faltaba algo, la tiernísima mirada, no brillaban sus ojos como la joven de ayer, sin embargo no bajó la mirada, se sentía seguro de no sentir esa sensación extraña qué descontrolaba su Juventud, su inestabilidad para incrustarle el amor. Dora se acercó - Hola Chemo - ¿Qué más pues Dora? - Mirá , qué Saludes de María Eugenia -¿ Quién es ella? - Ahhh Chemo, pues mi hermana. - Ve, bueno emm, gracias. - Chao - Chau
De inmediato, Maria Eugenia corrió hacía Dora la cogió del brazo, y lazó sus ojos sonrientes a el Joven, corrieron juntas, dora no sonreía respondió violentamente al Acto de Maria Eugenia qué indicaba mala educación - ¿Qué le pasa Eugenia? , dejé de ser alborotada – Dijo con lidia-. - ¿Qué me pasa de qué? ¿Ud. por qué me regaña? Eso es qué le gusta Chemo – Se rió a carcajadas- Mentiras hermanita, deje el mal genio. Dora se quedó callada, su exclamación la evidencio, pero no le importó.
Dora era la hermana mayor de Maria Eugenia repetía dos veces la misma sonrisa cuando coqueteaba, le gustaba ver a Chemo trabajar en el corte de la madera, pues cuando ella pasaba expedía un olor a muelle, qué le recordaba el mar, Chemo , le recordaba el mar . Ellas nunca se apartaban una de la otra, Dora le llevaba 5 años a Maria Eugenia, a pesar de esto su sentimiento era ambivalente la quería pero odiaba en ella su belleza inocente convirtiéndola en la criatura más atractiva de Masaville , la protegía , le alcahueteaba , pero la apartaba de sus sentimientos más recónditos, como era querer a él, el carpintero en silencio.
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Pasó lo la noche y lo único qué tenían en común estas dos hermanas era el pensamiento adolescente en el que aparecía Chemo, idealizado. Chemo era tímido pero tenía las manos cálidas, cejas gruesas y ojos oscuros concurridos por el viaje de la observación, era curioso y aprendía fácil, ocupaba un lugar común en cualquier persona, pero quería ser lo imprescindible para María Eugenia. Era de esos qué tenían la facultad de pasar desapercibido con el fulgor de su astucia
Pasados los días, entre tanto vaivén: Chemo se enamoró de Eugenia, era más que evidente en su estado de inmensidad, ¡Ella lo quería! encontraba en el alcance del futuro, le encantaba pasear en su silencio, era una pareja de pocas palabras pero caminaban juntos brindando el respaldo apropiado. Guillermo como era su nombre real, a una familia humilde pertenecía desplazada de Frontino, Antioquia
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Al cabo de su infortunio, se instalaron desplazados en Medellín, propiamente en el sector qué soy se conoce como Masaville allí la urbanidad no se había instaurado por lo tanto tenía un aire de campo en la nueva metrópolis, invadida por campesinos, estos dos Jóvenes Juan Pablo y Jorgelina se casaron a los 20 años de edad, más que amor entre los dos era la idea de sobrevivir juntos, de tener hijos y no morir de desarraigo. Tener el primer hijo y firmar un legado con su unión, aquél legado de no pasar hambre cueste lo que cueste. Guillermo (Chemo) era el 5° hijo de 7 pequeños, siempre se destacó entre sus hermanos por amar el rompecabezas antes qué los demás, nunca estuvo contra la reglas, hizo las propias.
Estaba en el salón de clase a eso de las 6 de la mañana, el chico de cejas gruesas y mirada inquieta retorcía una hoja por puro ocio; La profesora era la señora, única licenciada en matemáticas del pequeño colegio, Pofriria se llamabael nombre ya le asignaba cierta rudeza, pero era desagradable pues al pronunciar la “r”, babeaba todo lo que estuviera a su alcance, tenía la lengua babosa , mojó el mamarracho de papel qué hacía chemo con solo regañarlo por su falta de atención- no era falta de atención, solo que al chico no le gustaba mirar a los ojos, no le gustaba mirarle el rostro-
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Chemo no esperó más que sus aturdidores gritos y salió del colegio para nunca volver, fue a su casa su padre, no estaba y su madre casi nunca lo escuchaba llegar, miraba en la alacena de tabla en búsqueda de algo para comer, no había , no era sorpresa, solo se podría comer hasta que llegara Juan Pablo, su papá. A pesar de que Chemo tenía conocimiento de esto, tenía tanta hambre qué decidió tratar de matar un cerdo, de esos qué criaba su madre para venderlos más caros en la plaza, siendo así cogió lo más primitivo qué encontró, un martillo con estacas oxidadas, no le importó, ni lo lavó, es que ni lo miró, fue corriendo hacía animal En su impulso, se detuvo, prefirió aguantar su hambre por unas horas a matar a un ser vivo, alguien que respiraba el mismo aire que él, realmente se contuvo. Decidió ser aprendiz de carpintería para así ganarse de esos centavos para mitigar el hambre, aprendió rápido como todo en su vida.
Chemo tenía la capacidad de apropiarse de los seres nobles, para quedarse con un poco de ellos, por esto el amor entre Eugenia y él. Sabía sobre manera que a pesar de su vida común ella lo hacía mejor persona, se dotaba de cumulo de virtudes y defectos, dos elementos inevitables en la” perfección “, como él lo llamaba, era el amor, la perfección de la realidad.
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- ¡Quédate conmigo! – Exclamó Eugenia-¿Qué tenés en la cabeza mujer? -Miedos, muchos miedos ¿Qué se podría decir sobre los miedos? Si toman forma propia convirtiéndose en demonios, Chemo los había conocido a lo largo de su vida, sin embargo no sabía cómo ayudarle a Eugenia a superarlos, eran jóvenes e inexpertos, de todo andaban huyendo, menos de ellos mismos, sabían que eran lo único real.
De esta forma se conocieron, Eugenia era de familia más afortunada, no adinerada, sino afortunada, de esas qué les vale la penca sábila colgadas en la puerta, pues la suerte les acompañaba hasta el día Qué murió don Anibal, el padre de estas dos niñas, qué bien no eran la luz de sus ojos pero de vez en cuando les demostraba un poco de aprecio, trabajaba duro como contador de coltejer en la época de su auge. Consiguió sus casitas y finquitas donde le brindaban un estatus notable, Ese don Anibal era muy bueno para las apuestas y siempre que jugaba poker ganaba un poquito más del valor de su sueldo, siempre compraba muñecas de trapo porque a Eugenia no le gustaban las de plástico, le decía qué parecían sin alma.
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Anibal nunca fue afectivo con su mujer, Senovia, senovia era de esas mulatas altas con cabello liso, le gustaban los vestidos blancos y los abrazos fuertes, abrzaba a sus hijas y les hacía trenzas cuando estaban pequeñas. Decía qué su éxito era haber sido madre. Cuando Senovia supo qué Eugenia se iría a vivir con Chemo concibió el hecho del a expropiación, por así decirlo, de una hija, sabía qué Dora siempre la acompañaría, por donde quiera que ella estuviera, pero Eugenia era la consecuencia de la felicidad, la tranquilidad. En el momento de irse a vivir juntos, parecía como si hicieran un contrato con el cielo, se revelaba la belleza de la unión sin pretensión alguna a lo absurdo, aunque se era Joven, se tomaba la mejor de las decisiones.
Pasaron los años y el día en que Chemo se levantó para decir no más a la misera, porque es que de amor no se come, porque en la sucia sociedad, no se concibe la grandeza de querer, hay que aprender, hay que trabajar, progresar en la medida de las posibilidades habitadas en un país intransigente.
Eugenia desde los 10 años le aprendió a su padre Agustín, los labores de la panadería, pero su especialidad era el roscón, lo trazaba con tal delicadeza demorándose entre 5 y 7 minutos en dejarlo a la perfección. Todo esto intentó enseñarlo a Chemo. Él lo aprendió con la misma facilidad con la que aprende todo en su vida, pero no estaba preparado para darle el sabor que Eugenia concentraba en cada pieza de panadería, era un asunto familiar el cuál Agustín supo instruirle muy bien. Mientras Eugenia hacía su magia con el Pan, Chemo distribuía estos productos por todo Masaville.
Chemo y Eugenia consiguieron la noción de salir adelante en unión, en la casa de Senovia y Agustín montaron la pequeña tienda dónde solo empezaron con poca mercancía, era un paso a no quedarse estancados y contribuir con el progreso de un barrio en desarrollo hacía la urbanización, de tal manera esta joven pareja aprendió a hacer negocios, fue un proceso lento, arduo. Primero porque lo único evidente es que se pertenecía uno del otro, pues el lugar no era de ellos y ansiaban a como dé lugar irse de ahí, ser una pareja con el grado de intimidad apropiado. Pues ya no son dos, ahora son tres, era Karen quién venía en camino
Era las 7 de la mañana Chemo, sale en su bicicleta, como es costumbre a llevar a Doña Marta sus dos Panes de mil, 3 Roscones, 3 pandequesos , lo que él no esperaba era la amabilidad de Doña Marta, podemos decir que era algo amargada con la vida, solía solo hablar lo necesario con Guillermo y pagarle lo preciso, decía que era una señora sola y no tenía como dar propinas. Lo invitó a pasar, le sirvió chocolate caliente, y le convidó un pandequeso y un trozo de pan se sentó con él y le dijo: - Se te ven los ojos nuevos, como si sintieras que habrá un buen día. Oíste, me contagiaste el buen genio Chemo terminó su alguito, dio las gracias a Doña Marta , y siguió su trabajo, repartió todos los pedidos, era un día peculiar, todos sonreían. Llegó a casa, y estaba Eugenia esperándolo en la panadería. - Chemo ya dejamos de ser dos Él no entendía a qué se refería Eugenia insistió Guillermo, que somos tres
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Guillermo le abrazó con tanta fuerza qué parecía fusionarse con Eugenia, parecía que llenaba de fuerza a Chemo para salir adelante, y pues, así fue, la llamarían Karen., así lo dijo Eugenia, Karen significa De casta pura, Sabían realmente que ella es consecuencia de la evolución de ellos dos. Nació la chiquilla, pasados sus tres años Chemo decidió irse con su familia de ese lugar y h construir su propio hogar, su propio negocio, Con sus ahorros compró un primer piso en el mismo barrio, ya más grande, ya más suyo, sabía qué lo merecían él y Eugenia y ahora Karen qué no hacía más que ser una pequeña felicidad para ellos dos, revisó cada detalle y aunque estaba en obra gris, sabía qué había algo inspirador ahí. Eugenia había esperado ese momento, como cuándo esperó irse con chemo, como cuando esperó amar a Chemo, como cuando esperó que su padre le enseñara las minucias del pan , como cuando esperó a superar la muerte de su padre, como cuando esperó, necesitó y tuvo paciencia.
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Chemo brilló con ella, Karen crecía, el tiempo pasaba y seguían siendo ellos dos, los de siempre sus aliados, socios, confidentes. Se acercó su segundo hijo, estaba ahí en el vientre de Eugenia, ella sin saberlo solo hasta los 3 meses de embarazo, porque ni la barriga le crecía, ni tenía síntomas de embarazo, supo que esperaba a Daniel – Así le llamaría- la vez que preparaba roscones, destapó la esencia de vainilla y sintió un revolcón en la panza, tan fuerte como si efectivamente llevara a alguien adentro, Chemo estaba sacando algunos panes del horno, oyó a Eugenia gritar de la felicidad, un grito de gloria, de victoria. Sabía qué era niño, lo supo desde la fuerza en que se manifestó en su Cuerpo, Eugenia estaba feliz, Chemo aún más. Comprendía que todo estaba siendo recompensado sin embargo, a lo largo del tiempo y fueron creciendo sus hijos algo pasaba con el carácter de Eugenia, ya no sonreía tan seguido y ya no tenía tanta paciencia como antes, le desesperaba hasta el mosquito de la panadería, ya no daba besos cariñosos.
¡Estaba cansada!, ¿De ser feliz? Eugenia siempre fue de alma libre, pese amar a Chemo sentía represión de no moverse del mismo lugar. Hasta aquí quedó claro qué tenía que salir de ahí, ya los chicos estaban grandes, ya Eugenia no tenía padres, no obstante seguía queriendo a Chemo, no del mismo modo febril que imponía la juventud de los dos, ya de un modo más adulto, eso que incursionó, y creció no como aventura adolescente sino como sentido del camino. Fue él quien aconsejó a Eugenia de irse por un tiempo , pero al mismo tiempo no quería que se fuera nunca de su lado , ni el de sus hijos , por otra parte, no quería verla aburrida, no por su culpa . Fue la decisión de ella, la tomó, se fue. Se largó lejos o huyendo, pero si escapando, si seguía ahí en ese lugar, infeliz, pero cómoda se sentiría frustrada. No era crisis, era realidad. Decidió irse para Europa donde una amiga de colegio. Específicamente era España, Madrid. Era la ocasión para vivir otras experiencias, conocer lugar bonitos, salir de Masaville, que todo le ha brindado, sin embargo es ella quién tiene ganas de llenarse la vida de experiencias. Chemo, quedó solo, con dos hijos, Daniel ya con 14 años, Karen Con 20, lidiaba lidió con la adolescencia de los dos, y como es costumbre en él no fue muy cariñoso, pero siempre dio buen ejemplo, los quiso, los quiere y los querrá, como dice la canción.
Él sabe que Eugenia no lo abandonó, pactaron verse una vez al año y así las expectativas de estar juntos de nuevos alimentan las ansias de no perderse ni un minuto de tanto cariño Los chicos conservaban un aire que lanzaba nostalgia y tristeza, sin embargo ver feliz a su madre anunció la madurez de estos jóvenes con conducta lúgubre, pues nada de esto era al imprevisible, había que reconocerlo, había que aceptarlo, mamá quiere respuestas a su vida. - Pa’ - Yo no quiero que mi mamá se vaya - Mijo, y yo no quiero que tu mamá se quede, no para ser infeliz.
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Ensimismado se recitaba entre sí las formalidades del querer, un elogio a la ausencia
De mono que no alargó más el drama, se marchitaba ya la tarde volviéndose noche, se fueron dejando a sus dos padres solos Cuando Eugenia iba, conversó con Chemo, le dijo algo que había preparado la noche anterior con bastante cautela, para dar con las palabras precisas para no sobornar la razón: Era también mi autocompasión, me complacía justificarme de tal manera que hasta yo me lo creía. Tenía aquél mundo, mí mundo oprimido, hoy se filtra sin compasión alguna el sonido del silencio, pero ya no le temo, en serio, no le temo, es un demonio que me satura la vida, pero al fin y al cabo soy torpe pero no idiota y sé que nadie es libre, por lo menos no tanto para llenarse los espacios vacíos del alma.
- Me gusta cuando nos absorbe la madrugada, asumiendo roles de románticos, cautivos los ¿dos o solo somos uno? Hoy estuve pensándolo hasta las entrañas, me gusta escribirle a usted el ausente también aclaro que tutearlo no es conveniente, soy respetuosa aunque lo no parezca, sí le gusta cómo le escribo siga leyendo, sí usted, el ausente. Mire, este es mi ritmo, mi son, mi abreviatura emocional, soy poco inteligente, soy poco literaria, pero aun así le escribo a usted, sí usted, el ausente, vea yo le voy a decir una sola cosa, no una no, varias porque para eso sí que soy bueno, hablando chachara todas sinceras, no como usted que se va y vuelve, vuelve a mí como si nunca se hubiera ido. -Tengo el método, el prospecto para afirmarle con la seguridad que dicta esta vida que me cansé de no quererle, me cansé de no adorarle, pero ¿arrepentirme? No, nunca esa es la pasión de mis actos, TODOS con amor con intensidad, lenta y a veces ciertamente fatal pero ahhh! De eso se trata todo este juego, a mí me divierte todo el tiempo, pero Usted siempre termina ganando. Oiga, pero tampoco es que tiene que darse cuenta de esto, le reitero, yo siempre soy el que está, Usted es la ausente.
Pero, deberían ustedes excusarme, no concibo más que la fatalidad y por ahí dicen que devoro la noción. ¿Saben? Es la culpabilidad la que nos hace más humanos, mi concepto a sí suene impulsivo, el arrepentimiento viene de una conciencia digámoslo así, activa, moral y ética, parece una cínica verborrea, cuándo nos ensimismamos y pensamos simplemente o complejamente, da igual, En el perdón nos descubrimos como seres sensibles, usted a mí me incrusta el verdadero contorno o inicio o lo que sea pero me incrusta el intento a mirarlo y no odiarlo.
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Ahora, la única familia posible se conservaba entre los tres, en vista de esto el día que la vio después de tanto tiempo había tomado algunas copas, No se sentía mejor, por supuesto, pero tampoco peor. No obstante era renovador seguirla queriendo, ella se sentía feliz de haber vuelto a su país, a su barrio a su familia, era digna de regresar cuando quisiera, aunque solo fuera por una leve euforia. En este sentido se concluía la cotidianidad de Masaville.
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s é v a r t Solo A o r u d o j a b a r t del e d n e r p a e s e Es qu r a r o l a a V e n e i t e s lo que
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Cuando se apagaron las luces y Eugenia se había ido, se encontraba la casa sin la magia de sus manos, su ausencia no hacía daños, pero causaba extrañarla de tal manera que impulsaba a Chemo a seguir adelante para que cuando la vieran , sus hijos y él ella recordara lo mucho que se habían querido entre todos. Chemo entendió, no fue capricho de ella irse, ahora la admiraba más que siempre, por salir de ahí darle un nuevo comienzo a un amor esencial, a pesar de la distancia.
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