Ă“rganos
musicales
Camilo RodrĂguez Chaverri Maya & P.Z.
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Camilo RodrĂguez Chaverri
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Órganos musicales
Camilo Rodríguez Chaverri
1 Tenés un enjambre sísmico al norte de las piernas. Es un avispero que alborota esta sed. Un hormiguero insaciable. El reducto donde hacés migas con la miel y el sereno. Mi garúa de pronto es un aguacero. Mi goteo de ansiedad pasa a ser una tormenta de luz. Es obra de esa guarida de sapos donde paso de mendigo a príncipe.
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2 Sos la dulzura que se viste con ojos grandes. Sos la alegría que tiene una cascada de música en la risa. Sos la pasión que se despliega en un abanico de orgasmos. Sos el entusiasmo cuando se viste con tacones altos y baila salsa como una forma de hacer el amor con los brazos.
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3 Tus olores. La suma de la selva y los quesos finos. La combinación de los aromas dulces y el azufre que arde. El recuerdo de la tierra recién bañada. Chayote sazón. Canela en trozos. Rodajas de mandarina. Guayaba llena de gusanos. El misterio de la reina de la noche. La certeza del tomillo y el romero. El orégano sobre la leche. El pan dulce en la puerta de un horno de barro. La delicia de todos los olores en un rincón de la noche. La suma de los perfumes oscuros. La fiesta del olfato en esa pequeñísima caverna, en esa cueva luminosa y frutal.
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4 Detrás de este restaurante, quiero hacerte el amor en el carro. Quiero bajarte suavemente los calzones, como quien pela una fruta con placer, mientras se le hace agua en la boca. Quiero que se empañen los vidrios del vehículo y que sude el parabrisas. Que se escandalicen los vecinos, que quieran llamar a una patrulla. Igual en un cine, que hagamos el amor en plena función, y en el río Celeste, pequeño mar que serpentea, entre las fumarolas del volcán Rincón de la Vieja, bajo un aguacero en una playa desierta, al lado del camino cuando nos toque sufrir un embotellamiento vial, siempre al lado del camino, por consideración con los otros conductores, a quienes no queremos como público en un acto íntimo y mágico.
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5 Viven una fiesta mis oídos. Llega tu cascada en gotas fuertes. Cada uno de tus disparos de agua provoca un baile eléctrico. Uno tras otro, el bamboleo forma en nosotros un carnaval. Vamos en procesión con tus carcajadas del vientre. Es contagiosa la risa que puebla los labios de tu noche. Parece que te vas a morir de la risa con las piernas. Un canto de sirena en tu boca anuncia que saltan los delfines uno tras otro y tras uno más, y dos y tres más, en este mar tuyo donde se zambulle el miembro más feliz de mi tribu.
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6 Los hombres gozamos con el futbol. Vivimos con la alegría cortísima de los goles. Las mujeres no gustan tanto de este deporte. De un partido aman la celebración del gol. Es varias veces más prolongado que el mismo gol en sí. Eso ocurre con vos. Celebrás cada uno de mis goles con varios segundos de ovación. Cada grito tuyo es un nuevo abrazo en las entrañas. Un abrazo sexual. Cada conmoción de la luz en vos equivaldría a un gol para mí. Así las cosas, me ganás por goleada. Pierdo feliz. Cuando termina cada encuentro le aplaudo a tus piernas.
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7 Tanto me gustás que he dejado perdidas todas mis barreras. Tanto te quiero que he dejado en el olvido todos mis miedos. Tanto te adoro que pulverizo con el mazo de mi fe todas mis dudas. Tanto te necesito que se dirigen hacia vos mis energías buenas. No ha sido difícil por ese fuego de tus ojos. Has espantado todos mis fantasmas de siempre. No ha sido inesperado por esa luz que te sale de una dulce herida que tenés al norte de las piernas y al sur del ombligo.
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8 Una risa misteriosa te sale de las entrañas. Es una carcajada mágica. Te hace y te deshace una, dos y diez veces. Es la única risa que nace debajo del ombligo. Es la carcajada que me abraza, la cascada eléctrica que abrasa mis noches. Metralleta de luces que abrís y cerrás, abanico de colores que reís. La única risa arco iris. La carcajada que llaman orgasmo.
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9 Destilan aromas exóticos los labios de tu oscura herida para la noche. Destila aroma de albahaca y fresa la grieta de tu acantilado. Llegan hasta mí el olor de la manzana mordida y la canela en trozos. Salen de vos esos olores y el olor de los pastizales donde han caído guayabas y mangos maduros.
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10 Primero se sirve el buen vino y cuando ya se ha bebido mucho, entonces se sirve el inferior. Mas Dios me ha guardado el mejor vino para mi madurez. Lo bebo de tu copa rebosante sin embriagarme. Es después del banquete que llega la fiesta verdadera. Es después de comer en vos que puedo sentirme borracho de olores y feliz de estar vivo. Dios me envió lo mejor en vos envuelto como un tamal penetrante en aroma y con condimentos y especias poco comunes para mi paladar y mi estómago.
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11 Remojado este pan bueno con su leche vespertina, anda en amores con tus esencias olorosas y tus zumos de tomates. Es el Ăşnico manjar de dioses que me bebo al pie de una olla grande y serena.
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12 De niña, cuando abrías los ojos, de esas pupilas saltaban los duendes. Eran unos viejillos barbudos y feos que se paseaban por el jardín de tu casa. También saltaban las hadas madrinas y las amazonas. Una de esas mujeres del bosque te educó en los misterios del amor y te enseñó a convertirte en muchas mujeres a la vez cuando inventas la vida que chorrea en tus piernas. Me lo contó el duende que vive en tu ciénaga. Un día de estos casi me lo trago. Nos hicimos amigos. Es lo mejor para este poeta que quiere ser tu único inquilino, tu habitante.
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13 Espanto los fantasmas del hielo en tu boca de dragón. Me lanzo al vacío sobre ese nido de fumarolas. Cierro los ojos de mi espalda tirado en cruz sobre las olas del fuego. Mantengo tu llama viva con mi locura incandescente. Llevo un candelabro encendido a partir del pebetero que te inventó la tierra. Nos purifica el calor donde nacen los milagros. Nos bautizan las llamas donde se cocinan los misterios de la vida.
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14 Me hinco ante el altar de la vida. De rodillas, celebro el sitio de mi salida. Beso el puerto de llegada a este cielo. El arribo a la tierra se celebra con la boca. Se celebra con los ojos cerrados. En silencio, bebo del licor que destilas. Abro la boca y me lleno de vos. Me zambullo en el pozo del nacimiento. Nazco y muero de rodillas sobre tus grandezas. Muero con los ojos de la noche. Nazco en la paz de tu cuerpo entregado, tu cuerpo bendecido por mis mejores palabras, las palabras que dice mi boca en silencio.
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15 Un duende se sale de tu vientre. Se escapa por tu abertura más feliz. Se escapa del paraíso en que sueño. Se escabulle cuando repliego las velas. Se viene conmigo el remolino. De este colocho sale mi embarcación. Agradecido como estoy con tus aguas, persigo al duende por calles y avenidas, voy a sacarlo de un bosque, y se mete conmigo de nuevo el duende, se adentra en vos el enano fogoso cuando vuelvo con los vientos a favor con mi barco que bufa de la alegría.
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16 Tu escurridiza flor se abre y se cierra, como una planta carnívora. Se abre y se cierra como una puerta de la noche y del mar. Una puerta que me abrís, generosa. Una herida que curo al entrar y al salir. Una cicatriz que no se cura. Ingreso como un pájaro ciego. Cuando salgo, soy un dinosaurio y un ángel a la vez. Entro como una ardilla y salgo como un tigre. Soy un perro al entrar y un gato al salir. Tu húmeda flor, que gotea, que suda la gota gorda, es una puerta como la de Alicia en el país en las maravillas. Cruzo por esa herida y estoy en mi propia nación de la gloria, en mi paraíso vegetal, en mi cima animal. La flor y la herida, la puerta y la cicatriz. Todo al mismo tiempo.
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17 Por una pequeñísima nariz que escondés en esa grieta de la noche, se ha metido un pulpo. Ingresan mis existencias como se pasa con un foco por un túnel. El pulpo se asoma a tu puerta, me toma, me aprieta, me agita, me consume, me ordeña. Así como se apoderó de tus entrañas, el pulpo se apodera de mí.
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18 Quiero ser glotón en esa selva. Quiero comerme el único paraíso que parece comestible. Quiero pisar el único jardín cuya flor agradece ser pisada. Quiero lamer la miel que se chupa y se deja incólume. Quiero beber del único río que no desemboca en un mar. Quiero nadar en ese río. El río que invierte el orden. El río donde desemboca un mar. Quiero bañarme en ese río, bautizarme, volver a nacer ahí todos los días y todas las noches.
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19 Aquí le llamamos mono o mico. Yo quiero llamarlo oso muco. Come de la miel que le da su olor y su textura. No le tiene miedo al agua. Suda un almizcle como el de la serpiente. Cuando se le da de beber, se hace amistoso. Duerme tranquilo al lado del río o en su madriguera. Esconde más carne de la que parece bajo su pelaje. Conserva el aroma de las frutas y deja perfumados los árboles y henchidas las raíces. Furioso o excitado, lanza su gruñido. Desgarra la noche con esa dulzura exaltada. Parece que ríe en el bosque. Y come del fruto de la noche extrayendo el jugo con secreta elegancia. Los ángeles lo envidian. Le cambiarían el cielo por sus instantes de gloria.
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20 Quieren verte mis manos, mi lengua, mis noches, mis amaneceres. A oscuras te verán mis dedos. A oscuras te verá mi boca. Puedo construir tu imagen con mi boca. No quiero hacerlo con los recuerdos. Aunque esos recuerdos sean de ayer.
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21 Amo la belleza en sus miles de formas. Amo la belleza de las montañas, la música del río y el canto matemático de los pájaros. Amo las mañanas verdes y azules, los atardeceres naranjas y rosados, los caballos que corren por los potreros y las playas, las carcajadas de los niños y sus carreras en los recreos de las escuelas. Quiero asirme de la belleza. Quiero quedarme con todas las formas bellas de las nubes y la diversidad de todas las formas del verde en las hojas. Pero si tuviera que quedarme con una forma de belleza, no escojo una sino dos. La belleza de mi pequeña hija que es un sueño que ríe, habla y camina. Y la belleza de tu boca, tus ojos y tu voz mientras nos inventamos lentamente, suavemente, al hacernos el amor.
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22 Colochito de agua de mar. Moño de piel. Remolino de azúcar mágico. Empanadita de azul de cielo. Gallito de carne limpia. Estrella que alumbra mi noche. Túnel para llegar al país de las maravillas. Huequito en medio de un tronco para caer a un circo de luces. Tobogán para llegar al lugar del nunca jamás. Portillo para llegar a la selva donde soy tarzán. Chorrito de mar donde bebo la inmensidad de estar vivo. Tu rincón donde la poesía me escribe la vida de todos los días.
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23 Increíble el delicioso sabor salado y dulce de tu estrella. Sabe a miel con jengibre. Contagioso su olor. Huele a queso bañado en agua de coco. Inusitado el aroma de esta flor carnívora. Orquídea del pantano donde te rezo de rodillas. Me nutre la savia del tronco sanguíneo que desemboca aquí, donde abro la boca para ser puente por el que pasa ese arco iris líquido, ese río, abanico de flechas. Imprevisto el aire que puebla la villa que me ofreciste. Sangra el horizonte en que volamos con tus labios más rosados y mis labios marinos.
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24 Fuimos a celebrar nuestro compromiso a las dos de la madrugada. Apenas me liberé del interrogatorio de tu papá. En Alajuela, no había un solo restaurante abierto. Terminamos a las tres de la madrugada en una soda muerta de hambre frente al edificio de la corte suprema de justicia. Llegó un mae idéntico a papá pitufo. Hice un reguero con mi taza de café. Terminamos haciendo el amor en la sala de tu casa. Fue con la pasión más tierna de la que somos capaces. Salí de tu casa borracho con tu alegría. Después me fui a la calle. A la intemperie sin vos. Un escritor español diría que al exilio. Tenía tanta adrenalina del susto de hablar con tus papás que no pude dormir. Al bañarme, no me lavé con jabón la mano derecha para recordar tu olor durante muchas horas. Salí de la ducha al trabajo. He pasado el día riéndome solo. La gente me pregunta de qué me río. Me río como un tonto. Es de felicidad. Esa felicidad que es como un quilt. Está hecha de pedacitos. De pequeños retazos. Algo tan cursi y tan caótico como estas confesiones no puede ser otra cosa que poesía.
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25 Rosado es el cielo que besa al mar por las tardes. Rosado es el abrazo de la espátula. Rosado es el centro de ciertas verduras. Rosado es el corazón del banano. Rosado, el fuego de los ojos. Rosado, rosado, rosado el corazón de esa orquídea que duerme sobre el mar. Rosado es el color de la gloria que toco entre tus piernas. Rosado el contagio de mi lengua.
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26 Avisan tus campanas el arribo de las olas. Avisan tus pájaros que viene la lluvia. El griterío de tus pericos despierta a los árboles. Tus racimos de frutas se caen de las ramas al recibir la más feliz de las tormentas. Corren las vacas por los pastizales. Tus caballos relinchan porque temblará la tierra en vos. Van a caer del cielo algunas estrellas dormidas. Bajan tus montañas los ríos hirviendo. Canta tu boca el misterio del fuego hecho llama y luz en tu fuente. Llega hasta mí el anuncio de tu sueño vivo de ser un montón de fumarolas, de ser la diosa escondida en algún volcán activo, furioso y furibundo.
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27 Bailar activa nuestra condición de ángeles. Todo baila en mí cuando soplo tu silbato escondido. Todas mis criaturas caminan hasta tu río cuando las convoca tu música. Descubrí una flauta que anida en esa cueva. Su sonido se apodera de mis instintos. Todos mis seres entran felices por la misma puerta.
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28 Un órgano mágico. Si se sopla genera música. Si se bebe, provoca ebriedad. Si se come, llena y contagia. (Nunca se acaba esta comida). Si se huele, entra por todos los conductos, y su aroma sale por la boca y por las uñas. Es un órgano liberador.
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29 En todo me aparece el fruto de tu noche. Pelan una papaya y esa entraña rosada, con semillas negras y brillantes, se me le parece. En un ramo de rosas, le encuentro abierta o cerrada. También la veo en la herida cicatrizada de los troncos y en las orquídeas de todos los colores. La veo a oscuras en mi memoria, como un nido de luciérnagas desatadas y que no dejan de alumbrar. La veo desnuda en mis sueños. Sólo me falta hacerle un altar. Le rezo y le hago reverencias. Ni Dios se molesta de mi fe en tu rincón sagrado. Es mi naturaleza. Es mi sed.
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30 Fruta del reino animal. Rosa de fuego. Estrella ardiente. Empanada de papa rosada. Manzana rosa crecida bajo tierra. Centro gravitacional de mi fogata. Flor de la cueva. Nido con hormigas. Postre para acompañar al plátano. Manjar de ángeles. Resumen del cielo. Síntesis de la gloria. Todo lo que me regala tu noche.
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31 Dos faros que anidan en un cráter. Dos pequeñas frutas nacidas a la orilla del volcán. Dos gotas de fuego. Dos estrellas rosadas. Los dos puntos donde empieza tu juego de pólvora. El incendio se origina en la mecha que prendo en cada una de ellas. Son las dos cabezas del monstruo enano y fogoso que vive en vos.
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32 Encuentro a Dios en tus manos. Siento a Dios en tus cavidades. Escucho a Dios en la música de tu risa. Encuentro a Dios cuando me entiendo en tus ojos. Le rezo a Dios en el templo de tu cuerpo. Le hago un altar a tu sexo y ahí le pido a tu santísimo vértice oloroso. Dios es amor. Hallo a Dios en mi madre, en mi hija y en vos. Oro a Dios sobre tu pelo. En tu cuerpo encuentro una religión para adorar al creador del universo.
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33 A veces quisiera tomar una pastilla mágica para hacerme pequeñísimo durante las noches para dormir en tu estuche rosado. Se me antoja cobijarme con tus hojas absorbentes, que se agitan como alas de mantarraya. Quiero dormir en esa nube atrapada en una cueva. Deseo bañarme en ese manto de rosas que duerme en vos, que camina sobre tus piernas.
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34 Vivo una eucaristía en tu noche. Encuentro a Dios en tu largo camino. Naufrago en vos, muero en tu oscuridad y resucito cuando me das tu luz. Hay una ostia guardada para mi paso por la tierra. Comulgo de rodillas. Dios me perdona mis descuidos. Beso a Dios en la última cena que comparto con vos noche con noche. Vivo una misa en tu cuerpo. Dios está con nosotros en la fiesta de querernos. Dios se mira en un espejo en nuestra experiencia de vivirnos, morir y despertar el cuerpo en esta alianza mística.
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35 Movimiento telúrico que desata la miel. Maremoto que sale de vos. Abrazo de nubes que beso apretando los dientes. Cabeza de agua donde me ahogo. Chorro que se mete por mi nariz. Castigo de agua que recibo por mi gusto. Ráfaga de viento que me tira hacia tu vientre. Remolino que me traga. Embudo donde una mano invisible me toma del cuello, me lanza en un viaje de los sentidos sobre un tobogán rojo de sangre y me pone a nacer noche con noche.
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36 Sos el único ser vivo que tiene un estornudo para reírse. Es un estornudo pélvico. Es una carcajada genital. Una metralleta biológica. Dispara tu vientre y el viento se lleva las vibraciones. El aire se perfuma de vos. Tenés una onda expansiva que hace cimbrar los ventanales. Las paredes de la habitación es estremecen. Habita en mi casa la música que escapa de tus profundidades.
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37 Paseo por los mercados. Huelo los nances. Es una recreación de tu rendija de la luna. Un níspero entre mis labios se desgaja tan generoso como los dos gajos de tu reina de la noche. El rambután me recrea ese afán de carne cristalina. Sintetiza el mangostán lo que mi boca celebra ante la miel en agua que me provoca el contacto con esa flor tropical que se chupa y que se come. Flor milagrosa que conservás intacta entre esa rendija de luz.
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38 Una nutricionista me dijo que es incorrecto que exprese que “me dio un ataque de amor”. Ella dice que debo decir que “tuve una liberación de oxcitocina”. La poesía no entiende de hormonas. Se hace con hormonas. Me da un ataque de palabras. Mato en el verbo a todos tus ex novios, le echo agua hirviendo a tus fantasmas y siembro plantas en tus ojos para que florezcan cuando te riegue por dentro con mi boca, con mis besos. Yo derramo saliva sobre vos. Derramo mi sudor que queda impregnado en tus campos. Me derramo. Te pueblo con ríos de palabras. Eso no se llama liberación de hormonas. Lo que hago es escribir poesía en vos, encima de vos, sobre vos, debajo de vos y con vos.
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39 Entre las sábanas queda un registro de nuestros pasos conjuntos. Somos un animal de cuatro pies, un ángel de cuatro piernas que vuelan, una estrella con cuatro ojos, un tigre loco que enciende un fuego bajo la cama. En las sábanas se dibuja un mapa húmedo que señala los límites concretos de nuestro recorrido. Hay una memoria intangible en este sitio. Hay un abrazo del viento que queda atravesado en la atmósfera de la habitación. Queda la forma dibujada en las sabanas, como una costra del tiempo.
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40 Ando aquerenciado con tu realidad abundante. Me lanzo seguro de sobrevivir en ese agualotal. Me encariño con tu paisaje nocturno. Estoy hallado en tus olores. Tengo mi patria en este charco. Sos una religión para mi piel. Me persigno de rodillas con vos a la altura de mi boca.
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41 Tu cuerpo era una guitarra. Dios te puso carne y te dejó las cuerdas. Sos un producto singular de su naturaleza. Una sirena tuvo amores con un duende anormal, un duende enorme, hijo de una hada madrina y de Pie Grande. Sos hija de esa sirena y de El Dueño del Monte. Te muerdo las cuerdas y sale música de tu boca. Volás con mi lengua, sale una canción de ese tambor con el que te sentás. Es un himno de alegría que surge de la única arruga que tenés en la geografía de tu orquesta con orejas.
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42 Quiero pegarme como un pez a tu concha. Quiero convertir tu ostra en un caracol. Quiero aprender el idioma del mar en vos.
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43 Conforme te fui moldeando con mis dedos, te me fuiste poniendo cada vez más buena, como un pan que amasaron para mí en el cielo. Te me pusiste buena y esponjosa.
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44 A fuego lento, calentando el leño, forjamos el sudor de la madera y de pronto fue una sopa humeante, un caldo profundo, de olor contagioso, marino, penetrante, lo que salió de vos.
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45 Si me mataran y me partieran en dos el corazón, sacarían dos cortes finos y gruesos a la vez, cortes de tus besos, réplicas exactas de tus labios, diseños idénticos al de tu risa, espacio similar al que encuentro, abierto, cuando entro en tu noche, como si tuviera ojos en la lengua.
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46 No estaba clara tu naturaleza para mí hasta aquella noche en que nos quedamos dormidos en la playa. Cuando nos despertamos, una estrella de mar dormía en tu pelvis. Cuando la moví de la puerta de tu cielo rosado, decenas de cangrejitos y tortuguitas salieron de vos y se perdieron entre las olas.
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47 Dicen algunos científicos
que los volcanes hablan con
sus gases y sus señales de fuego. Se manifiestan a través de múltiples grietas. Vos también tenés un volcán, pero no habla. Canta. Tenés una voz que te sale de las entrañas. Tu canto me estremece. Tu volcán canta en un idioma que entiendo. Espero ser el único que entiende tus palabras ocultas, tus palabras de las profundidades, el abecedario de fuego que sale de vos en música y en múltiples mariposas que parecen personas, que hablan cantando, hablan como la gente. Vuelan mientras impregnan con tu discurso al viento que besa mi boca.
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Camilo Rodríguez Chaverri (Cartago, 1976) es periodista y escritor. Tiene veinte años de trabajar en radio, televisión y prensa escrita. Es autor de más de cien libros. Ha publicado varias decenas de libros de entrevistas, libros de poemas, libros de cuentos y libros de fotografías.
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