Cartas de navegación

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Cartas de Navegaci贸n Camilo Rodr铆guez Chaverri


Notas para conservar en la valija de lectura La más reciente –supongo- obra poética de Camilo Rodríguez ni siquiera me ha llegado –como sí todas las anteriores, que son numerosas- en forma de libro, sino estampada en hojas sueltas por el mismo escritor con ayuda de una impresora personal de las que todos nos valemos como complemento de una computadora. Sospecho que se trata del “borrador” –impecable y con excelente “definición”- de un futuro libro de poemas que el autor presenta con el nombre de Cartas de navegación y lo divide en ocho partes tituladas “Tierra firme”, “Hacerse a la mar”, “Cambio de timón”, “La delicia de esta tormenta”, “Zarpar”, “Amago de tempestad”, “Después del tsunami”, “Botella al mar”, “Quemar las naves” y “Escribe el mar sobre líneas”, todos nombres relacionados con una travesía por el océano –con todo y temporal- que es la gran metáfora de una historia de amor con gran talento estructurada poéticamente en pequeños textos que reducen una situación a lo mínimo, pero la situación está sugerida y plasmada con un cierre que la torna redonda, perentoria, autónoma y comprensible sin el recurso del resto de la obra. Los “cierres” son realmente eso que la palabra significa, contundentes, a veces iluminadores y otras, concluyentes, con frecuencia muy originales en cuanto a la manera de sugerir un efecto, un hecho. A veces son producto de toda una compleja operación mental realizada con auxilio de metáforas. Que los poemas de esta obra cumplen con el requisito de síntesis exigido a la poesía (a la de antes y a la de ahora), es un hecho claramente advertible. En ella apenas se inicia la lectura. ¿Cómo logra el autor tal síntesis? Entre otros múltiples recursos, prescindiendo de los elementos de enlace que están explícitos invariablemente en la prosa: han desaparecido aquí las uniones gramaticales (conjunciones y locuciones conjuntivas) y las semánticas (unos cuantos contenidos). Por lo general, estas deben suponerse, actualizarse mentalmente entre aseveraciones de gran contundencia y brevísimas, escuetas, contenidas, despojadas de todo accesorio. No hay explicaciones ni fundamentaciones: sólo resultados, consecuencias. La tarea del lector es, por lo tanto, ardua, activísima, pero muy bien orientada por las “señales” que el poeta va clavando en el trayecto y que, además de guiarlo, producen respuestas emocionales e intelectuales (de disfrute del lenguaje, por lo general).


Si se me pidiera exponer –en una enumeración antojadiza, anárquica en materia de ordenamiento y nacida al calor de la gratísima sorpresa que me deparó la lectura- las características más fácilmente apreciables en los minúsculos textos que componen esta nueva obra de Camilo Rodríguez, podría decir que ellos son... --Poemas en que la relación amorosa se poetiza alegóricamente como si se tratara de un pormenorizado viaje por vía marítima (hecho que se evidencia asignando a la obra un título anunciador del recurso y bautizando cada una de sus partes con nombres relacionados con el tipo de aventura que emprenden los navegantes). --Poemas en que ese viaje por mar constitutivo de la metáfora de la relación amorosa no está conformado por un avance sucesivo temporal –como ocurre en cualquier otro tránsito de un sitio a otro-, sino por fragmentos de situaciones y por las observaciones que realiza el viajero lírico en los diferentes hitos de la experiencia. --Poemas en que la metáfora del viaje por mar no puede concebirse al pie de la letra ni situación por situación, porque los momentos en que se centra el viajante lírico son, a veces, los propios de cualquier otro viaje, incluidos aquellos que se realizan sin moverse del patio de la casa o sin salir del dormitorio (tan barco como cualquier otro). (“Veo un cordel...”, poema 4 de “Cambio de timón”) --Poemas en que el mar no sólo inspira los nombres del conjunto y de cada una de sus partes, sino también las comparaciones, las metáforas y, en general, las oportunas y personales figuras literarias de que se vale el escritor. --Poemas que recurren, muchas veces, a metáforas herméticas e intrincadas (El viento “me permitió ver el bosque de brazos que escondes en la cabeza”, en poema 2 de “Cambio de timón”). --Poemas en que surgen comparaciones inusitadas e inéditas (“No hizo falta el mar. / Tus giros vienen de la ola”, poema 2 de “Cambio de timón”). --Poemas que a ratos instalan ante el lector una imagen sinuosa y difícil de precisar y descifrar (“No eres tú la que mira, / sino una niña perdida / hallada en quien la ve”, poema 3 de “Cambio de timón”). --Poemas inspirados, a veces, únicamente por un acontecer brevísimo que sólo constituye un momento de un episodio mayor que ni se menciona ni se describe, cual si se tratara del detalle minúsculo y casi invisible de un enorme cuadro al óleo (“Tienes una manera de llorar...”, poema 3 de “Cambio de timón”).


--Poemas en que la amada –destinataria interna en toda la obra, “árbol con piernas”, “margarita vestida por el sol”, “pájaro de otra época”inspira el tema con la sola expresión de su emotividad no reprimida (“Tienes una manera de llorar / es seca y profunda./ Es un temblor agazapado y corto”, poema 3 de “Cambio de timón”). --Poemas en que el acto carnal no se menciona ni describe nunca, pero se sugiere en versos contundentes y elocuentes de un comportamiento muy preciso y claro (“Extraño tu agonía, / tu manera de anunciar que agonizas con las caderas”, poema 7 de “Cambio de timón”). --Poemas en que ni por descuido ni por casualidad surgen rimas ni ritmos tradicionales, ni medida exacta de los versos, pero donde hay un lenguaje muy trabajado en que las metáforas delatan la capacidad innnegable para apartarse de la expresión corriente y prosaica. (“eres el único misterio que rezo”, poema 6 de “Cambio de timón”; “...en tus ojos / todo termina / en lluviosos escombros”, poema 3 de “Cambio de timón”; “...huevo de oro en versión hembra”, poema 1 de “Cambio de timón”). --Poemas elaborados, en un caso, con abstención casi total de las reglas ortográficas de puntuación y de exigencia de mayúsculas (El texto 6 de “Cambio de timón” –rara avis dentro del conjunto-, es el único en que el escritor prescinde absolutamente de las letras más grandes y de los signos de puntuación, transgresión que me parece arbitraria y cuyo propósito no me queda claro, si se juzga el texto dentro de su contexto). --Poemas entre los cuales suelen aparecer algunos de carácter anecdótico (“Me dijeron / el nombre / de una flor / que te regalé.../ También me contaron / un detalle: / la pitahaya florece de noche. / Como vos”, poema 8 de “Hacerse a la mar”). --Poemas en que suelen aparecer giros propios del habla coloquial, sin que por ello desmerezcan su calidad lírica (“También me contaron / un detalle:”..., el poema 8 recién mencionado; “No son tus manos / que nacieron de las uñas de Dios”, poema 7 de “Tierra firme”). --Poemas que invitan a intentar el desciframiento de los títulos de las partes del libro, a la luz del contenido de los distintos textos que las conforman (“Tierra firme”, “Cambio de timón”, etc.). --Poemas que delatan la existencia de un plan de trabajo previo y cuidadosamente seguido en distintos aspectos: división de la obra en partes, cada una con sus específicos contenidos, asuntos


desarrollados en textos breves y sintéticos al máximo (con elipsis tanto del contenido como de la sintaxis). --Poemas en que Dios aparece como fruidor de la fiesta erótica de los humanos, una especie de Dios Pop (al que el poeta trata de tú a tú –o de vos a vos), partidario, incluso, de la música popular -Santana, rock, etc.- (poema 1 de “La delicia de esta tormenta”). --Poemas en que suele obtenerse una conclusión derivada de la experiencia (conclusión muchas veces sorprendente o, cuando menos, discutible): Dios “sabe ser un buen perdedor”; Dios se entusiasma con las prácticas eróticas de sus criaturas hasta el punto de que a veces querría participar como músico para contribuir al mejor desarrollo del espectáculo amoroso: “Nos escucha / deseando tocar saxofón”, poema 1 de “La delicia de esta tormenta”. --Poemas que no escatiman la presentación de situaciones anómalas, inusuales, imposibles, cuando se trata de describir la respuesta erótica exacerbada de los amantes que están viviendo el momento de máxima intensidad en la expresión amatoria (“... Mi piel / se derrama”, poema 2 de “La delicia de esta tormenta”). --Poemas en que la hipérbole expresada en hechos físicos imposibles comunica excelentemente la intensidad de las respuestas del enamorado en su más alta meseta erótica o emocional (“me tienen que juntar / del suelo. / Con pala, balde y cuchara / me recogen”, poema 2 de “La delicia de esta tormenta”). --Poemas en que el comportamiento erótico femenino se compara invariablemente con el baile y con la música (“...la cumbia que inventa tu cintura”, poema 2 de “La delicia de esta tormenta”). --Poemas en que las partes del cuerpo de la amada se describen echando mano de la comparación implícita con toda suerte de elementos de la naturaleza: accidentes del paisaje, metales, vegetales, todo ello sin nombrar jamás la zona corporal correspondiente. (Los senos son copas, montañas, conos, botones, picos, volcanes..., en el poema 3 de “La delicia de esta tormenta”.) --Poemas en que la personificación de las partes del cuerpo es componente esencial de las figuras literarias más logradas (“Aplauden los ojos y los dedos meten hasta sus narices”, poema 3 de “La delicia de esta tormenta”). --Poemas en que la personificación se extiende también a otros elementos: los de la naturaleza, que solidarizan con el hablante lírico (“El mar sube en una barca, / va de un extremo del cielo al otro...”, poema 4 de “La delicia de esta tormenta”).


--Poemas en que la solidaridad de la naturaleza marina con el enamorado es total (poema 4 de “La delicia de esta tormenta”), elemento romántico, este, que parece no querer abandonar jamás la poesía de todos los tiempos. --Poemas que reiteran las reacciones de todos los enamorados del mundo y de las distintas épocas, poemas en que se repite una vez más el ciclo del amor, con el apaciguamiento del inicial torrente, incluido, con las quejas y reclamos por aquello que empieza a extinguirse o a modificarse negativamente (“Cualquiera creería... / que los pájaros que llegaron conmigo / ya no cantan como antes”, poema 1 de “Zarpar”). --Poemas en que se aprovechan elementos de la historia bíblica para aludir, simplemente, uno de los hitos del amor (“Una nueva serpiente va dejando / un hilo de agua”; “... me espera tu manzana”, poema 2 de “Zarpar”). --Poemas en que se construyen imágenes insólitas y originales. (“Deberías andar un canasto / para que juntes las frutas / que caen de tu cuerpo”. Ella aparece como un árbol frutal, y como es árbol, él “Quisiera que echaras aquí tus raíces”, poema 3 de “Zarpar”). --Poemas que expresan la fugacidad y la brevedad del abrazo amoroso, y la renovación casi inmediata de la sed erótica (“Llego al tesoro. Llegamos. / Es eterno. Apenas dura / y de nuevo me quedo esperando”, poema 6 de “Zarpar”). --Poemas que poetizan el sentimiento de plenitud, de asombro y de paraíso que suele apoderarse del ser humano enamorado durante el apogeo del estado de enajenación en que se halla. (“Todos los insectos se juntaron. / Suenan bajo tu piel. // Bajo el mapa de tus huesos / dos ventanas al cielo / son pedazos de mar que vuelan // Aquí nací para siempre”, poema 1 de “Después del tsunami”). --Poemas constituidos, en unas cuantas circunstancias, por versos muy escuetos y desligados entre sí por nexos gramaticales, que mezclan referencias a lo que ocurre en el ámbito externo con el suceder en la mente del hablante lírico, hasta constituir una serie de asuntos compactos como un guante diseñado con palabras. (“No me faltaba más azul. / Estaba bien con tus ojos. / Llegaste con un dije de espiral / como si te hubieras abierto el pecho. / Adentro te cupo el mar. // Lo vi. / Demasiado azul. / Dicha para mi locura. // El color se ha derramado. / Lo inunda todo. // Necesito un barco para salvarme. Si quieres, todavía hay un espacio. // Aún voy solo en el arca.”, poema 2 de “Después del tsunami” (texto precedido por un bello e inspirador


epígrafe de Héctor Rodas Andrade: “Cuelga de su cuello un collar de planetas”). --Poemas que plantean muy originalmente las contradicciones y ambigüedades que crea la pasión amorosa en quien la vive en toda su intensidad. (“Echarte lodo. / Ponerte una cobija de alfileres. / Tirarte un barril encima. / Desearte una nube que anidara en vos. / Borrarte con un mazo. / Echar tus palabras al río. // Todo eso quise.” (variante siglo veintiunesca y tropical –se me ocurre- de “Desmayarse, atreverse, estar furioso, / áspero, tierno, liberal, esquivo... // Esto es amor: quien lo probó, lo sabe”), poema 3, de ´Después del tsunami´”). --Poemas que exigen del lector toda una tarea interpretativa y capacidad para husmear en aventuras humanas erigidas lingüísticamente con los recursos extraordinarios de la poesía (“Te llamo desde mis ancestros, / desde los fantasmas que habitan en mi piel, / desde los ángeles que invoco, / los santos que me recomiendan / y los demonios que acuden en mi ayuda. // Ven, / no dejes que se apague / la llama del bosque, / no le eches agua al fuego, / deja el barco en la orilla, / permite que la sal haga su trabajo en la herida, / que el universo / vuelva a detenerse / un instante / a mirarnos / como entonces”, poema 2 de “Botella al mar”). --Poemas en que la soledad, la pérdida, la ruptura, cuando se presentan, no se mencionan directamente, sino que se convierten en un paisaje desolado que las simboliza (“El mar es un desierto / si ya no sos un pez imaginable. / Es un lago donde el agua / se fue para otra parte. / El viento sustituye a las olas. / Espero que del cielo caiga / en forma de pájaro / el pez que alguna vez fuiste / en este mar que ya no existe sin vos”, poema 3 de “Botella al mar”). -Poemas, en fin, que le abren un sitio importante a su autor no sólo entre los poetas costarricenses, sino dentro de la buena poesía universal. Myriam Bustos Arratia Curridabat, julio-agosto del 2005


Para M.


Siempre hay una segunda oportunidad. A veces sirve para terminar de despedirnos. Del guión de la película “La puta y la ballena”.


Tierra firme


1 Fue otro dios quien hizo tu boca. Su hechura viene de otra dimensi贸n. Tu boca no viene del mismo artista en el cielo. Quien la hizo sabe que de un trazo puede nacer un paisaje. Qui茅n sabe si el dios que hizo tu boca s贸lo vivi贸 para ello.


2 Primera estación del tiempo Entiendo el color de la noche. El cielo y el mar desaparecen. Se hospedan en tus ojos. Allí duermen. Segunda estación del tiempo ¿Qué pasa en el cielo cuando amanece y todavía duermes? ¿De dónde sale la luz si no has abierto los ojos? Tercera estación del tiempo ¿Qué ocurre en el mundo cuando despiertas? ¿Qué pasó cuando el cielo estaba encerrado en tus párpados?


3 A veces me parecías una margarita vestida por el sol. Otras veces eras un pájaro de otra época, un relicario de la naturaleza. Ahora sé tu secreto. La certeza me llegó sin atuendos. En otra vida fuiste un caudal.


4 Te abrazo por primera vez por culpa de la lluvia. El paraguas alcanza apenas para los dos. QuĂŠ ganas de pedirle al cielo un diluvio.


5 Una cara de gato ilumina este espacio. Pongo las manos en el vacío. No hay huellas de felino. Eres tú. Te quedaste dormida y bajó la marea. No te devolveré al silencio.


6 Me cuentan una costumbre de pueblo. En algunos sitios, llaman al viento desde la montaña. El viento responde a mi nombre. Podrías ser un árbol para que te mueva las ramas, o una nube para que te dé la forma y te lleve adonde quieras. Este viento nunca quiere llamar a la tormenta. Le gusta juntar las barcas en el lago y que vuelen en él los papalotes. Desea con entusiasmo descubrir dónde tienden al sol tus enaguas recién lavadas, llegar hasta el cielo y morir convertido en tu lluvia.


7 No son tus ojos forma coloidal del cielo. No son tus manos que nacieron de las uñas de Dios. No son tus dedos tallos de bambú. No es tu boca pliegue donde se juntan tus secretos. No son tus palabras vestidas de música barroca. Menos es tu perro con el que compito por un rincón, ni tus gatos, que me enseñan los dientes desde el techo lejanísimo. Ni siquiera es tu piel. Es que me dejaría en tus manos, que dispongas de mí. Eso es todo.


Hacerse a la mar El amor del poeta es como un haz de paja que arde r谩pido y voraz. Attila J贸zsef


1 Todas las aguas descansan, el viento muere y la luna es una estrella de la noche. No hay palabras en el mundo cuando duermes. El mundo entero guarda silencio. Convierto tu sue単o en manifiesto. Es paisaje. Llevo en el pecho la huella de aquel momento.


2 tienes el fuego encendido, tengo la leña cortada. Gilberto Santa Rosa

Tus besos traspasan la noche. Me pueblas la cara y la dejas como una puerta después de un tiroteo. Llego a la cama con el rostro deshecho de gozo y todavía estás disparándome tu boca por el cuello y las orejas. Tus balas me salen por el ombligo y por las piernas. Mi cuerpo le canta al encuentro. Encendiste el fuego. Encuentro tu rosa burbuja de lava racimo de estrellas. Tus besos son las campanas que llaman a la batalla y al viento. La noche suda congojas viéndonos en este juego.


3 Eres una flor hechizada. Esperas abrirte al cielo. Mientras duermes, siempre estĂĄ viva la luz, cuidĂĄndote. El dĂ­a te espera. Te disfruta la noche. Amenazas con abolir el tiempo.


4 Son dos soles que no duermen. En ti siempre es de d铆a. No descansa el azul profundo. En tu mirada qued贸 el mar y ya no hay c贸mo detenerlo en su desbandada hacia las nubes.


5 Cierro los ojos. El viento muestra sus manos en tu cabello. DespuĂŠs del beso en la intemperie, el aguacero llega al cruce de vĂ­as, al sur de tu ombligo. Quedo mojado, indefenso en el desamparo del humedal. Que nadie se atreva a rescatarme de tus misterios.


6 Hay erupci贸n, bullicio en la piel, las gotas salen de su cueva, cantan. En este delirio s贸lo tienen cabida los ojos del cuerpo. Estas venas se desbocan como caballos locos. El fuego vino para siempre, enciende llamas sobre las olas nos deja solos, a los dos, para siempre solos.


7 Hay viento en el fondo del mar. Se llama corriente. En el piso del océano crece la hierba como cabello, el viento la lleva y la trae como lo hace con el tuyo. Trato de besarte y el viento lleva tu pelo entre tus labios y los míos. Es el beso más bello que me inventó el destino.


8 Me dijeron el nombre de una flor que te regalé… También me contaron un detalle: la pitahaya florece de noche. Como vos.


Cambio de tim贸n


1 Piensa el poeta su mujer detiene el paso del sol, las nubes chocan por mirarla, el viento le quita la ropa y las piedras le susurran… Piensa el poeta su mujer es de una nueva especie, hada por azar de la naturaleza, huevo de oro en versión hembra. El cielo inventó atardeceres cuando nacieron los ojos de la mujer del poeta. Está en la puerta de otra dimensión. Los demás la desconocen. Piensa el poeta en su mujer. Ya no hay vecina que le guste. Pobre poeta.


2 No hizo falta la mañana. Me iluminaron tus ojos. No hizo falta el mar. Tus giros vienen de la ola. Ni siquiera el sol… Con tus huesos llega la llama y crece una fogata. Lo único fue el viento. Me permitió ver el bosque de brazos que escondes en la cabeza.


3 Tienes una manera de llorar es seca y profunda. Es un temblor agazapado y corto. No eres tú la que mira, sino una niña perdida hallada en quien la ve. En tu voz, como música de fondo, va el paso inexorable de algunos elementos… Y en tus ojos todo termina en lluviosos escombros.


4 Veo un cordel con tu ropa. Tienes todas las prendas limpias. En ti, todo se seca al sol. Veo un tendedero de un pez贸n al otro. Y en cada beso me llega olor a jab贸n. Mi cuerpo lo explica de otra manera. La memoria me tiende la mano. Que Dios escuche esta plegaria.


5 Esperan tus manos la tierra Lo dice una voz que sólo yo escucho ¿Está aquí? ¿Quién la invita? Tal vez no te escuche. Respondo a lo que quieres. Cierro y abro los ojos y entre tus manos los poros piden semillas. Algo germina en ti.


6 perdido y hallado en tu templo supe que mi religión está en tu piel perdido para siempre me hallé en ti eres el único misterio que rezo y comí de tu cuerpo y llegué a la cruz, al vértice secreto podría morir aquí en esta cueva, como Lázaro juntos conocimos la vida eterna me llegan tus cantos de sirena y cuando tu voz le da paso a la música pasos de una dulce agonía sé que estoy perdido y hallado en tu templo.


7 No es tu voz, adobada con miel; ni tus gestos de niña de palacio. No es tu manera de dormir conmigo; ni tu abrazo, que no es de sirena. No son las complicidades del alba. Ni siquiera el silencio que te formó un camino. No son los secretos compartidos ni los pactos de sangre, ni los nombres nuestros escritos con cuchillo en un tronco. Nada de eso es lo que extraño esta mañana en una cabaña oscura viendo al viento desatar el llanto de las hojas y el temor chillante de los techos. Extraño tu agonía, tu manera de anunciar que agonizas con las caderas.


La delicia de esta tormenta


1 Dios oficia su fiesta en tu caverna. Entra sin zapatos. Anda tan descalzo como nosotros. Vamos desnudos desde adentro. Dios detiene su trabajo Y goza contigo. Tus gemidos son música para sus oídos. Nos escucha deseando tocar saxofón. Nos sigue con las manos, se agita su piel. (Le sumaría una pieza de Santana a tus gemidos como música de fondo). Cuando sale luz de sus paredes, tu caverna es el nuevo paraíso. Dios lo acepta y nos aplaude. Él también sabe ser un buen perdedor.


2 Sabes que a veces me basta con tu voz. No importa lo lejos que estĂŠs. DetrĂĄs del telĂŠfono, susurras en mi piel. Se derrama. Me tienen que juntar del suelo. Con pala, balde y cuchara me recogen. No importa lo lejos que te haya mandado el silencio. No quiero que te acostumbres al concierto milagroso que te sale de la boca. No abandones este cuerpo. Por ver este baile no se quitan las ganas de la cumbia que inventa tu cintura para que nos trague la noche.


3 Dos copas de plata con oro en la punta. Montañas cubiertas de nieve rosada. Dos conos con estrellas de azúcar en la cima. Pequeños botones de flor con secretos en los labios. Esta boca quiere partirse en dos… Dos lenguas necesito para las chispas de miel. Aplauden los ojos y los dedos meten hasta sus narices. Celebro la contemplación de estos volcanes. Contagio a todas las sierras y montañas. De la cima de estos picos se anuncia la erupción y a los dos nos llueven hormigas desde el vientre… Es locura nacida entre dos abismos.


4 Camina una tempestad de mariposas cuando caminas. El mar sube en una barca, va de un extremo del cielo al otro‌ En cada nalga hay una ola. Son dos ojos que abres y cierras. Camina una nube de signos en ti. Camina el calor y vuela el fuego mientras caminas.


Zarpar


1 ¿Será que el desdén vino para quedarse? Mario Benedetti

Cualquiera creería que tienes empeño en echarme de este nido. Que los pájaros que llegaron conmigo ya no cantan como antes, que han salido todos los animales de sus madrigueras, que hay un desorden vital por el aullar de gnomos que desatas en mis fronteras. Cualquiera diría que me has dejado aquí como un precarista, que vivo del usufructo de una parcela que colinda con tus piernas. Cualquiera pensaría que entré en tus humedales como quien entra a cazar en regiones prohibidas. Esto, que crees que es tuyo, también es mi casa. Es mi nacimiento más reciente. Soy ciudadano de esta piel. Nadie, ni siquiera vos, tiene derecho de arrancarme de mi nueva patria.


2 Una nueva serpiente va dejando un hilo de agua. Baja por tu cuello y se pierde en la oscuridad. El agua me lleva de la mano hasta la perdici贸n de la serpiente. En el centro de la noche donde est谩 mi castigo divino, me espera tu manzana.


3 Deberías andar un canasto para que juntes las frutas que caen de tu cuerpo. Eres un árbol con piernas. Una enredadera se agita en la mitad del tronco y hay fiesta desde la cima hasta la tierra. Hago viento con los besos, el árbol se mece, hay éxtasis en el paisaje. Quisiera que echaras aquí tus raíces.


4 Creces hasta ser una estatua que escucha, y te salen ramas. Los årboles te miran y los påjaros quieren hacer en ti su nido‌ Eres referencia para el sol. La luz pasa y se va la sombra como una flor que se arrastra. La magia no te pierde de vista.


5 No es lo que llueves en palabras. No son tus puertas secretas. No son los pasadizos que descubrí, ni el ventanario que tienes en la espalda. No acabo de enterarme del atardecer en tus ojos, ni me asombra tanto el sol que no deja de ponerse cuando miras. Es tu olor. Estoy mojado de tu olor. Deja ciega esta nariz. Me emborracha por dentro. No es un licor suave. Es una cruz de flores. La mejor compaùía, una sombra de ansiedad.


6 Como un coligallero estoy en tu orilla. Espero las horas y los dĂ­as, va y viene el agua, busco en el fondo de tu pozo, sube y baja la marea, entre mis dedos las piedras quieren ser semillas. Por fin, arriba tu desorden, tu caos. Me quedo en esta orilla y tus olas me escriben sobre lĂ­neas en la piel. Llego al tesoro. Llegamos. Es eterno. Apenas dura y de nuevo me quedo esperando.


Amago de tempestad


1

Hay en mi corazón furias y penas. Quevedo

El golpe sonó en los tobillos, hizo trozos los huesos. Me cuesta caminar. Un mundo de entrañas cae en mis pies. Algo ha muerto en mi pecho. Dejó en el suelo restos de un animal furioso. Se metió por mi boca con el primer beso. Estoy liberado de ese gigante. Ahora peso mucho menos. Deberían echarme piedras en los bolsillos para que no me lleve el viento. Seríamos dos los ausentes.


DespuĂŠs del tsunami


1 Todos los insectos se juntaron. Suenan bajo tu piel. Bajo el mapa de tus huesos dos ventanas al cielo son pedazos de mar que vuelan. AquĂ­ nacĂ­ para siempre.


2 Cuelga de su cuello un collar de planetas. Héctor Rodas Andrade

No me faltaba más azul. Estaba bien con tus ojos. Llegaste con un dije de espiral como si te hubieras abierto el pecho. Adentro te cupo el mar. Lo vi. Demasiado azul. Dicha para mi locura. El color se ha derramado. Lo inunda todo. Necesito un barco para salvarme. Si quieres, todavía hay un espacio. Aún voy solo en el arca.


3 Echarte lodo. Ponerte una cobija de alfileres. Tirarte un barril encima. Desearte una nube que anidara en vos. Borrarte con un mazo. Echar tus palabras al rĂ­o. Todo eso quise. Debajo de las sombras quedaron tus pies en lo claro. QuĂŠ bellos. Tienen un encanto mĂĄs grande que mis miedos.


4 Son de universal interés poético el pubis y el seno. Siendo menos rigurosos, la mirada, la voz, la sonrisa… A mí me interesan las axilas. Le escribo a tus axilas. Deberían tener otro nombre. Visto tu cuerpo de lado se forma una cima en tus axilas. Se te cae la piel pequeño puente colgante. Es una rosa bañada en rayos, un ojo secreto, ojo y espejo, un sitio donde tu belleza se encuentra consigo misma. Las axilas anuncian tu celo. Huelen a humanidad, diría tu abuelo, pero ese olor viene de la selva, y se adhiere a mí como una pesadilla recurrente. Juro que parece que saldrá una mariposa del misterio de ese rincón inaudito. Me lanzan preguntas tus axilas me estremezco y les responden mis clamores.


Botella al mar


1 Llegó el viento, me borró los ojos. No pude ver cómo caían las palmeras, los edificios. El mar se volvió loco, se salió por todas partes. (Escucho el agua que ronda… Es un animal grande que me respira en la oreja). Pude reconstruir el caos en mi cabeza. De nuevo me pasó con vos. No me sirvió escaparme de tu vuelo. La tormenta sigue aquí adentro. Tu ausencia me dejó ciego de palabras. Todo ha sido un derrumbe de piedras sobre la piel.


2 “… tenía la costumbre de hablar sólo. Una vez me contó que en el aire se escuchan las palabras olvidadas, y que si uno las repite, las cosas vuelven a pasar. Yo escribo, por si eso fuera cierto, las que nunca te dije”. De Orestes, un legendario personaje de Península de Valdés, Argentina

Te llamo desde mis ancestros, desde los fantasmas que habitan en mi piel, desde los ángeles que invoco, los santos que me recomiendan y los demonios que acuden en mi ayuda. Ven, no dejes que se apague la llama del bosque, no le eches agua al fuego, deja el barco en la orilla, permite que la sal haga su trabajo en la herida, que el universo vuelva a detenerse un instante a mirarnos como entonces.


3 El mar como un espíritu rompiendo a gritos esta orilla de mí. Mayra Jiménez

El mar es un desierto si ya no sos un pez imaginable. Es un lago donde el agua se fue para otra parte. El viento sustituye a las olas. Espero que del cielo caiga en forma de pájaro el pez que alguna vez fuiste en este mar que ya no existe sin vos.


4 Todas las puertas me llevan a tu puerta que no se abre a mi paso. Pienso en el mar. Ahora es una sopa de letras. No puedo esculpir una palabra. Las que conozco estĂĄn al otro lado. Te entreguĂŠ lo que soy, lo que digo, lo que creo. No puedo ser a este lado de tu puerta cerrada.


5 Antes del naufragio iba en el barco para cualquier sitio. Ahora no tengo urgencias por llegar. No me esperás en ningún puerto. Que no me tiren una cuerda. Me basta con un papel para no ahogarme… Este llanto sólo sale con tinta y con tiempo. Este papel es lo único que me puede juntar con la vida más allá de la tragedia.


Quemar las naves


1 Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos. Jorge Luis Borges

Llegué al puerto y ya no estaban ni tu casa ni tu barrio. El mar borró el paisaje de mi memoria. En el lugar en que te amé la desolación es más grande que el desconcierto. Cerré los ojos en la tormenta y al abrirlos de nuevo lo que conocí antes había dejado de existir… Supe que debo aprender como si estuviera naciendo. Entendí el tamaño de esta pena: nací entre tus piernas y me quedé solo, desamparado, sin tu olor ni tu vida… Me amamanto con tu recuerdo y el sonido de las olas es la música de esta tristeza.


2 Cuando de veraz se necesita un hombre entonces hay que llamar a una mujer. Luis Puenzo y Lucía Puenzo

Como no te encontré supe que no me esperás en alguna orilla del agua. Tomé la mejor decisión… Me llevé para la playa al pueblo entero, organicé una comida, les serví tragos, monté una tarima para los músicos. Era casi un turno. Al frente de todos, quemé mis naves. Lo hice de esta manera por si me traiciona la memoria. El mar no tiene buena voluntad para un hombre al que no lo espera una mujer en algún ruedo de la tierra…


Escribe el mar sobre lĂ­neas


1 Hay alfileres en mis nervios, una culebra de plata me atraviesa piernas y brazos, puños invisibles aprietan mis manos. Digo que es gripe, resfrío, lo que llaman “quiebra-huesos”. Pero soy conciente, no tengo moquera, ni dolor de garganta, ni congestión en el pecho. Tanto rodeo para admitir que mi cuerpo sigue llorándote todo el tiempo.


2 Podría decirte que tengo tus fotos en un baúl de objetos viejos, que eres una nueva reliquia en el comedor de la casa, una nota en la libreta de apuntes para comentar en mis memorias, que te tengo en los cuadros de familia como tiene un cazador cabezas de venados. Quisiera decirte que saqué tu retrato de la billetera, y que boté las dos o tres notitas de amor que alguna vez me escribiste. Todo eso sería despecho, desesperación por llamar a tu lástima. Por eso, me basta con confesarte que ya sin naves con todas las velas bajo fuego hago barquitos de papel.


3 Soy extranjero entre las paredes de esta casa. Sólo duermo y desayuno. Amanezco perdido. Ocupo un cuerpo que no me pertenece. Lo que veo lo ve otro aquí adentro. Lo que escucho lo escucha otro. Estoy en vos, y en mi cuerpo alguien más llena el vacío. Sólo en vos existo. Debería trasladar mis pertenencias al territorio de tus ojos. Pero como no estás estoy despatriado de mí mismo.


4 ¿Para qué salir corriendo si te tengo aquí adentro? De la canción ´Ojos de ángel´ Sueño de Orfeo

Los libros y las fotos se apoderaron de los espacios de este estudio. Soy víctima de la ocupación de los ojos. Me miran desde los rincones. Me estorban las caras de las fotos que puse en la alfombra para tener presente las entrevistas que debo editar. Hago un trillo para caminar de la cama al baño, de la cocina al escritorio… Se apoderaron de mí. No puedo concentrarme. No puedo escribir frente a la computadora. Paso canales en el televisor, busco música, pero todos los videos me hablan del mismo tema. No es el caos de afuera el que me estorba. Lo que me tiene invadido, inundado hasta las orejas, es tener que verte en cualquier lugar hacia donde gire la vista. Como cuando alguien se golpea y queda viendo estrellas y manchones, no importa si es de día o de noche, si el cielo está azul o el único horizonte está en estas paredes. ¿Qué puedo decir? ¿Qué quiero quemar este apartamento? No vale la pena. Sería poco original. Lo leí en un cuento. Por ahora dejaré el papel para tratar de escribir las notas del periódico, aunque sea a través de tu rostro, que me sigue hasta el monitor, hasta la cama, hasta el único plato que tengo y que está sucio desde hace una quincena, cuando te fuiste. Quiero huir de tu rostro. Cerrar los ojos es una trampa. En la noche de mi cabeza queda tu sonrisa en medio del cielo negro. Le subo el volumen al tele, todo el volumen que permite el aparato, y tecleo apresuradamente sobre mi computadora, con furia, como si quisiera matar las letras. Tengo presente al boxeador que le pega obstinadamente a su bolsa después de un mal día. Lo peor de todo es que esta furia me da vergüenza, y ya no me importa que las imágenes y las metáforas se hayan ido para otra parte. Me emputa verte por todas partes. Eso es todo. No necesito tu acuse de recibo, ni tus conmiseraciones. Simplemente es que quiero sentarme a escribir mis notas de periódico, tranquilo, sin que me estés susurrando tu risa en la oreja, como si no existieras aquí, como existís, por todas partes.


5 Sólo una película vimos juntos. Estaba en cartelera cuando te fuiste. Es una historia que repite el tiempo. Volví esta noche. Volví solo. Es el mismo cine de aquella noche. Son las mismas butacas. Tengo el secreto deseo, el delirio de encontrar tus ojos entre el manto negro de este espacio. Esta oscuridad vuelve a ser un abismo sin vos.


6 Tengo pájaros en la ventana, fotos y afiches en las puertas, pinturas y epígrafes en las paredes, compromisos para todas las horas, cine y teatro por las noches, banalidades para el paso del tiempo. Lleno con prórrogas las preocupaciones. Me he invadido a mí mismo. No hace falta una consulta clínica. Sé que lleno todos los vacíos para huir de tu ausencia.


7

el mar, el mar, y tĂş, plural espejo. Octavio Paz

Este mar es contagioso. Pica en todos los rincones. Sos la versiĂłn femenina del agua. Te llaman marcia, esa mar que entra y sale, desbocada, con el alma poseĂ­ada por un potro sin ley. Cierras los ojos y chocas en mi frontera. Marcia viene en medio de sus venas, y aplaca los dolores de la tierra. El planeta es marciano, propiedad de la mar, con su enagua azul sobre la lluvia y el trote de caballo en cada ola.


8 Andas por tu jardín. Algo, lo sé, te falta. Jorge Luis Borges

He vivido en muchos pueblos, en varias casas, barrios distintos entre sí. Siempre que vuelvo encuentro todo más pequeño menos luminoso. Son mayores las dimensiones. Todo está mejor distribuido en mis recuerdos. He pensado en esto hoy que te he visto. Han pasado los años, estás muy linda. Pero por dicha que la vida casi nunca nos reúne. Te ves mejor entre mis fantasmas.


9 Entre las ruinas pienso que nunca será polvo quien vio su vuelo o escuchó su canto. Giovanni Quessep

Llegué al final de la tragedia. Ni el viento ni el agua terminaron de derrumbarme. SI hago el recuento, Se cayeron los edificios. Apenas quedan señales de lo que hubo antes, si acaso vestigios de arquitectura. Por aquí veo una puerta en el suelo, por allá una ventana, una cocina, la llanta de un vehículo, la manivela de una bicicleta. Son recuerdos de lo que en este mundo hubo. La desolación habita el paisaje. Me toco y me siento. Estoy vivo. Después de la lucha, tengo golpes y heridas, un ojo morado y una pierna rota. Es poco. Aquí voy. Camino. Estoy casi listo para la vida.


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