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con la historia
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Camilo rodríguez Chaverri
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con la historia ENTREVISTAS Tomo UNO
Camilo Rodríguez Chaverri
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Primera edición, San José, Costa Rica, marzo del 2005 © 2005, Camilo Rodríguez Chaverri camilorch47@hotmail.com ISBN (tomo 6): 9968-9463-003-8 ISBN (obra completa): 9968-9463-000-3 Entrevistas, redacción y edición: Camilo Rodríguez Revisión final: Mónica López Diseño: José Ismael Medina Obando Producción gráfica: Editorial IPECA
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Para papá, quien me enseñó a admirar Para mamá, por su capacidad de asombro Para Don Álvaro, de quien aprendí a perder el miedo Para Doña Mayita, quien me ayuda a encontrarme Para Eduardo Agami y José Alberto Soto
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muchas gracias Expreso mi agradecimiento especial a José María Penabad, Salustio Pauta, Mónica López Lutz, Islany Carrillo, Alba Luz González, Paula Vargas, Marjorie Ross, Graciela Jiménez, Kira Delgado, Vilma Loría, María José Morales Ross, Francinie Castillo Ramos, Irene Sancho, Say Leng Acón, Kathya Benavides, Saylin Madrigal y Martín Sosa. Este libro se lo debo al periódico OJO, un periódico alternativo del ámbito político y cultural, donde ha aparecido el 90 por ciento de estas entrevistas. Deseo expresar que en este libro hay muchos detalles y elementos especiales, invisibles tal vez o intangibles, y casi siempre indefinibles, que le debo a muchas mujeres periodistas, comunicadoras, escritoras o cineastas a las que admiro y cuya excelente labor profesional me ha enseñado lo poco que sé de la técnica de la semblanza: Inés Trejos, María Montero, Aurelia Dobles, Carmen Juncos, Doriam Díaz, Sylvia Alvarado, Yuri Jiménez, Lorna Chacón, Larissa Minsky, Lilly Edgerton, Gilda González, Any Pérez, Ana Alarcón, Gilda Aburto, Marielos Campos, Ligia Córdoba, Patricia Jiménez, Camila Schumacher, Evelyn Fachler, Neyssa Calvo, Ana Lucía Faerrón, Fabiola Pomareda, Ana Rojas, Leda García, Nono Antillón, Hilda Hidalgo, Marjorie Ross, Amelia Rueda, Dámaris Ruiz, Lizeth Castro, Vilma Ibarra, Roxana Zúñiga, Rocío Pérez, Urietta Aguilar, Xiomara Cubero, Wendy Cruz, Macarena Barahona, Monserrat Aguilar, Evelyn Ugalde, Irene Benavides, Cristina González, Iris Zamora, Carolina Montero, Thelma López, Yaliam Madrigal, Juliana Escobar, María del Mar Cerdas, Gabriela Camacho, Vivian Quesada, Gabriela Solano, Andrea Solano Ulloa, Gina Polini, Silvia Caamaño, Mauren Salguero, Adriana Núñez, Gianina Segnini, Gabriela Ugarte, Catalina Silesky, Milena Fernández, Silvia Carbonel, Isabel Ovares, Patricia León, Laura Martínez, María Lourdes Cortés, Ana Jane Camacho, Carmen Navarro, Thaís Aguilar y Kattia Muñoz. En memoria de la escritora y promotora cultural Delfina Col lad o, el maestro Arnoldo Herrera, el coplero Carlos Huezo Córdoba y la promotora social Anna Gabriela Ross.
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Esta colección de entrevistas comentadas y semblanzas desea dejar para la historia un conjunto de opiniones y de miradas que me parecen muy particulares. Es la historia de gente especial con la que el destino me ha reunido. Agradezco el tiempo que me dedicaron y le agradezco a usted que se dispone a detener su paso ante las palabras, los gestos y los destinos de esta gente a la que admiro. No es una selección. Simplemente recopilo entrevistas que llevo conmigo para siempre. Por favor no analice los criterios de escogencia, porque me encantan todos los personajes que están pero, lamentablemente, no están todos los que me encantan. Ojalá que le gusten estas personas y que aprenda con ellas tanto como yo, o más. Así sea. Camilo Rodríguez Chaverri
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Índice
1 9 Su naturaleza, el movimiento 3 1 Escultor de la ternura 4 5 La flor en su danza secreta 5 7 Del teatro a la novela 6 7 Motor del cine tico 7 7 Lara Ríos 9 1 Un gigante sin miedo 1 0 6 Con los ojos abiertos 1 1 9 La risa que escribe 1 3 0 Escritor por todos los rincones 1 3 8 Escritor con grandes ambiciones 1 4 7 Tengo fuego en las manos Édg ar Zúñ ig a José Sancho
Haydée De Le v
Daniel Gal leg os Oscar Castil lo
Marilyn Eche v erría
Ólg er Vil leg as Cruz Julie ta Pinto
Bryce Echenique
FERN ANDO DUR ÁN AYANEGUI Carlos Cortés
Laureano Albán
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1 5 6 Que jueguen las palabras 1 7 1 Pionero del desnudo 1 8 0 La reina del cuento 2 1 4 La escritora de Limón 2 2 4 El poeta de los niños 2 3 4 Los caminos del iluso 2 4 7 Una madrina para los poetas 2 5 2 El poeta debe envenenar 2 5 7 Un conde en la televisión y el teatro 2 6 6 El pintor de nuestro mundo afrocaribeño 2 7 5 La pintora de las sombras 2 9 5 Pintor de momentos de luz 3 0 8 De oro y de barro 3 2 4 La madrina de los libros 3 3 8 Madre del Festival de Coreógrafos Froil án Escobar Giorgio Timms
Myriam Bustos Elena Pardo
Rodolfo “Popo” Dad a Osvald o Sauma
Natal ia Esquiv el
José María Zonta
Gabrio Zappel li Cerri
Ricardo Rodríg uez Córdoba Leil a Rodríg uez
Fernando Carbal lo Antid io Cabal
Mabel Morvil lo
Marcel a Aguil ar Ortiz
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3 5 1 “Nací en un escenario” 3 6 5 La gran novelista en el exilio Marcel o Gae te
Rima de Vallbona
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Sé que a veces miro para atrás, pero es para saber de donde vengo. De una canción de “Malpaís”
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Édgar Zúñiga
Su naturaleza, el movimiento
Es un constructor de abecedarios y un artista ocupado por el tránsito del tiempo. Todos los elementos se hermanan en la obra de un hombre que ha tenido la virtud de ser una mezcla de muchas tendencias, muchos movimientos, muchas espacios y muchos mundos en uno solo. Su universo tiene microcosmos independientes. Y hasta puede darse el taco de decir que su mata da de todo. La madera y el mármol se hermanan en una idea de mestizaje. Y el mármol y la piedra abrazan a la esencia y el origen. Además, uno de los mejores ejemplos de lo que consigue es que a partir de fotografías de obras suyas obtiene pintura, a manera de collage, desaparece con acrílico y luego los recupera mediante el dibujo. Ese universo variopinto se manifiesta en el rosario de cristos que le han crecido de las manos. Hay cruces con dibujos goyescos. Otra, con hierro y tela metálica, quiere tocar el cielo con un Cristo que tiene cuerpo de sirena... Y en una crucifixión, Jesús tiene montones de clavos insertados en el estómago. Los ojos hasta que enchilan. A la par, hay otro caído, y se llama Fe. También hay obras en cera, para iniciar el proceso en bronce; maquetas de proyectos monumentales; huesos con metal, madera, concreto y plomo; reflexiones sobre el SIDA... Meditabundas y solemnes, una obra sobre el Padre Núñez y otra sobre Juan Rafael Mora parecen mirarnos. Y una maqueta de su papá, el famoso imaginero religioso, parece amarrada con una corona de espinas.
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En un extremo del taller, la maqueta del monumento al boyero que acaba de entregar a la comunidad de San Ramón parece escapada de una fábula... Son frecuentes y mágicas las figuras en las que las extremidades parecen de plástico o de goma, y que se extienden, se prolongan más allá de sus existencias. Igual ocurre, en general, con su obra. Sus esculturas y sus instalaciones se arrastran, penetran más allá de sus existencias. Una obra que se llama “Arando el futuro” abre el mañana mientras arrastra la semilla. Así es su historia personal como artista. Trae consigo un pasado en la piel y en el alma, pero lo va transformando, como cambia una flor con la luz. En su taller, en medio de dos horcones, un canasto de los malekus se convierte en homenaje. Salidos de un eucalipto, en una obra que se llama “Segunda Mitad del Siglo XX”, dos cuerpos se enfrentan en tensión. Cada cual jala a su lado, como cada influencia y movimiento en la cabeza del escultor y en su mirada. A él le gusta batallar con la materia. Aquí uno se encuentra obras en guayacán real, una madera muy rara, que él adquirió en Paraguay, durante un concurso en el que representó a América Central.
Ósmosis Mi cuerpo se detiene frente a una obra impresionante. Yo me detengo con él. Se llama “Hombre metate”, y es una piedra de la que surgen los brazos, las piernas y la cabeza de un hombre. Él carga la piedra y se mimetiza con ella. Me encantan sus gigantes asustados. Esas criaturas tan grandotas y tan frágiles que nos miran desde todos los nudos de este lugar sin límites. También llega cualquiera a la convicción de que en esta obra la sensibilidad social es un nutriente imprescindible. En medio de la nada, una partera parece clavada en una nube. El escultor la creó a partir de una partera hindú que vio en un documental. Lavaba al bebé recién nacido entre sus pies. Y es tan humano este taller, que es asidero de todos los miedos y todas las preguntas. En terracota, en arcilla quemada, una madre mira al cielo y el hijo, un hombre adulto, yace en una posición fetal. Pero lo más impresionante es encontrarse con las caras y los dientes y las bocas de los horcones. A lo largo de los años, 20
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Zúñiga fue comprando horcones de casas viejas, de casas que iban a demoler, y creó en sus entrañas una particular fauna humana. La exposición inicial de esa génesis que nos reúne con el pasado y con la selva se llamó “Historias de un pueblo”, luego otra se llamó “Secuelas del poder”, la tercera “Transitando en el tiempo” y la más reciente, “Del pasado al futuro construyendo el presente”. Juraría que fue mejorando la puntería, porque el último título sintetiza su obra. Precisamente en su taller inició su madre su trabajo artesanal y maravilloso con nacimientos, y aquí conoció ella al escultor que es como el papá y el maestro de casi todos los que siguieron. Por este taller donde ahora trabaja el laborioso Edgar Zúñiga, muchos y muchas han puesto sus manos a caminar sobre el espacio. En su familia la energía transmite un afán creativo. Edgar es hijo de artistas, hermano de artistas, y padre de artistas. Su papá, Don Manuel Zúñiga Rodríguez (qdDg), ha sido el más importante imaginero de toda nuestra historia, y su mamá, Doña Consuelo Jiménez López, es una importantísima artesana de pasitos.
Maestro de los grandes Al taller de don Manuel llegaban una gran cantidad de jóvenes destacados, y ahí dieron sus primeros pasos los escultores Juan Manuel “El Indio” Sánchez, Néstor Zeledón Varela, Nestor Zeledón Guzmán, Zenén Zeledón, Juan Rafael Chacón, Ólger Villegas y el mismo Paco Zúñiga, hijo de don Manuel y hermano de padre de don Édgar. De todo ese caldo de cultivo, de esa nata luminosa, se nutrió don Édgar, de una nueva generación, y que ha ido reuniendo en su obra esa especie de inconsciente colectivo que es la historia íntima y creativa de sus alrededores. Muy jovencillo, arrancó a calentar la mano en la imaginería religiosa, actividad a la que se dedicó de 1966 a 1980, y llegó a la escultura de una manera natural, por caída libre. “Crecí un hogar en el que las formas y el color eran cosa de todos los días. Vivíamos entre los pasitos y los santos. Mis hermanos mayores hacían imágenes grandes con mi papá. El primer taller estaba en San Pedro de Montes de Oca y luego fundó el de Alajuela”, empieza Edgar, desentrañando y desentrañándose. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Mamá se casó primero con un mecánico dental, don Róger Sandoval. Su papá, don Ricardo, era un dentista exitoso en Nueva York. De hecho, uno de mis hermanos mayores de parte de madre, y que también se llama Roberto, ahora es un escultor reconocido en Estados Unidos”, agrega. Del primer matrimonio su papá tuvo diez hijos, entre ellos el enorme Paco, y su mamá tuvo 4. Cuando se conocieron, don Manuel tenía 58 años y doña Consuelo apenas 35, incluso podía ser su hija, pues es menor que Paco. Vamos despacio con la historia. Su mamá queda viuda a los 35. Se queda sola al frente de su taller en Alajuela, donde ahora Edgar resume el cuento. “A mamá alguien le dijo que en San José había un señor que le podía ayudar con sus pasitos. Justamente en esos días a papá el médico lo mandó a vivir a Alajuela, porque a todos los que se enfermaban en San José los mandabana reponerse con el calor, en lo que se conocía como el potrero de los enfermos. Mamá le alquiló un cuarto y, bueno, terminaron pasándose de cama. Mamá tenía 4 y papá 10, e hicieron 5 más”, resume don Édgar.
Sangre que observa En su familia, el arte es algo añoso. El pintor José Valverde era tío de su papá y el artista Manuel “Lico” Rodríguez Cruz era tío abuelo. Asimismo, el legendario Melico Salazar era primo hermano de don Manuel y tienen un parentesco con el poeta Isaac Felipe Azofeifa. El escultor se llena la boca y sale el sol en sus ojos cuando habla de su padre. “Era el escultor más reconocido del país, adquirió dominio del barroco español, pero le imprimió una manera muy especial. Reconozco fácilmente entre los santos que son de él y los que no, aunque los estofados en oro y las orlas sean de la misma técnica española. La mayor parte de las imágenes de la Basílica de los Ángeles son de mi padre, e igual ocurre en la Iglesia del Carmen de Cartago, y en San José usted los puede observar en La Dolorosa, en la de Guadalupe, en muchas. “Siempre reconozco sus obras por el diseño de las orlas, por el modelado de la cara, por la anatomía. Fue en ese taller donde dieron sus primeros pasos casi todos los escultores importantes del país. Después de un tiempo junto a mi padre, cada uno iba haciendo su camino. Los de vanguardia, como Paco, mi hermano, y ´El Indio´ Sánchez, eran más estudiosos, pero también empezaron con Papá”. 22
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Aprovecho que menciona a Paco para meterlo en el mundo de su hermano. Aquí no hay envidias ni suspicacias. Edgar admira muchísimo a Paco y lo dice sin ambages. “A mí me dijo un maestro mexicano, Alfonso Reyes, un maestro en la danza y en la plástica, que cuando se dice que México es el país de los grandes escultores, se es inexacto, pues en realidad el maestro Paco Zúñiga vino a dar la cara por México. Y si lo dijo Alfonso Reyes, hay que prestarle atención”. En medio de su trabajo artístico, ha dejado tiempo y energías al rescate de la obra de los suyos. “Estoy preparando un libro sobre mi obra y mi vida artística trato de reivindicar la historia de mi padre. Se le tiene casi de incógnito, simplemente porque hacía imaginería y aquí no se considera arte. Entonces, me pregunto, ¿no será arte lo que hacían Miguel Ángel y Donatello, los grandes maestros del Renacimiento? Bueno, eso también puede pasar como imaginería”, explica Zúñiga.
Sin ambages “Aquí hay una gran desinformación. Lo que falta en Costa Rica es afán investigativo sobre las primeras corrientes y las diferentes influencias. Se ha logrado resolver una serie de deudas con la historia, con lo que tiene que ver con el modernismo”, cuenta don Edgar, cuya valiosa obra ha sido objeto de un estudio profundo por parte del semiólogo y escritor italiano Gabrio Zapelli, alumno de Umberto Eco. -Uno encuentra en su taller una mezcla variopinta de herramientas, tendencias y manifestaciones artísticas... -Como me formé en imaginería religiosa, echo mano de cualquier cosa, no tengo un respeto inmaculado por una técnica. -El semiólogo Gabrio Zapelli dice en un texto sobre usted y su obra que usted es alguien dentro y fuera del juego... -Sí, que igual respeto y no respeto. Por una parte, la tradición familiar me motiva a crear, hay una marcada inclinación a las artes plásticas, pero por otra parte, hay una cosmovisión que he ido formando principalmente a partir de los setentas, cuando nos vimos sometidos a una serie de reflexiones para buscar salidas más justas y más humanas para la sociedad. En los setentas nos equivocamos, erramos en los métodos, pero se fue generando una búsqueda y un
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compromiso con el ser humano, y eso se ve expresado en todas mis obras. “He tenido períodos escultóricos muy figurativos, otros más expresionistas, otros más orgánicos y esteticistas y sensuales. Y ahora un período más identitario, más telúrico, que se ha expresado en los horcones”. -Hay un planteamiento filosófico en sus obras, y una búsqueda de justicia. -Siempre que me planteo hacer una obra, ahí está el drama humano, conciente o inconcientemente, siempre se nota una lucha por trascender como especie humana y una lucha por la recuperación de los valores... -Es perceptible y casi audible en los horcones. -Me preocupo por la construcción de un futuro verdaderamente humano. Lo veo en los materiales, lo veo en las formas. Cuando recurro a los horcones, como un pretexto para crear una nueva obra, me estoy viendo en ellos, veo una magia, una energía del pasado que estamos perdiendo “Siento en la madera una vibración de esa historia que está clamando por salir, por hacerse presente en un momento en el que predomina la superficialidad, la imagen, la velocidad de las comunicaciones, la ganancia, el mercado, y no importan los valores éticos y estéticos. “Dejamos de percibir la belleza en nuestros campos, en nuestros espacios, en nuestras casas, en las maneras de vestir. Todo se va sustituyendo por valores éticos y estéticos superfluos, marcados por valores en primera instancia externos y que tienen como finalidad masificar un producto “La marca de un producto llega a convertirse en un ícono más importante que una religión o un valor. En este campo, uno termina luchando con los hijos y con uno mismo”. -Y hay lucha porque el artista propone una barrera con su obra, con su discurso estético... -Esa lucha que yo creo que todo artista e intelectual y forjador de pensamiento debe plantearse por emancipar a la humanidad de esa subcultura, de esa enajenación, tiene que expresarse en la poesía, en la escultura, en todas las manifestaciones artísticas, pero sin caer en el panfleto, en el discurso. “No es construir un discurso a través del arte, como nos pasó en los setentas. El arte no puede perder su poética, pero tampoco puede perder su realidad. Debe transmitir una reflexión, estados superiores de reflexión, de disfrute estético”. 24
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-La suma de lo estético y lo ético... -No creo en las obras que son muy lindas, pero simplemente muy lindas. No es simplemente lo cosmético. Eso lo maneja muy bien el mercado con un diseño. “La gran industria de la imagen se ha aprovechado de los artistas y opaca el producto artístico que tiene más profundidad, más fuerza”.
Horcones humanos -Encuentro un ejemplo de esto en los horcones, que son más de lo que parecen... -El horcón tiene mucho significado en cuanto que es fragmento de una arquitectura en vías de desaparición, pero, a la vez, es una arquitectura que responde al comportamiento social de una época “Si destruimos esa arquitectura, destruimos ese pasado, esos valores. “A mí me interesa el horcón como rescate, pero no es rescatar el pasado como una añoranza, sino como un pretexto para construir en el presente los valores que me permitan proyectarme al futuro. “No podemos construir el presente sin el pasado, que es su memoria, y sin el futuro que es su ilusión, su deseo”. -Esa idea del tiempo es casi obsesiva en su escultura. -Me interesa la transición en el tiempo como parte de mi obra. Me paso al futuro cuando trabajo el hierro, y transito al pasado cuando construyo esos monolitos, que son como del origen. Utilizo el bloque, que es de donde surge la civilización, y le integro las maderas encontradas y las piedras vírgenes, por ejemplo. En la madera veo la naturaleza, el calor tribal y la acción del hombre, por lo que también hay maderas aserradas. En la piedra veo el origen, la relación con el cosmos, de alguna manera el nacimiento del mismo planeta. Y en el hierro la acción del hombre por medio de la tecnología. Los fusiona para hablar del ser humano y su paso por la historia -Aparece otro elemento más recientemente, y debe ser objeto de un análisis particular. Se trata de sus pictogramas e ideogramas. -Los pictogramas son como jeroglíficos, y los ideogramas, símbolos que te dan una idea, es una figura abstracta que
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expresa un concepto. El pictograma me lleva a lo egipcio y lo maya, “Todo esto fue apareciendo por el impacto plástico, por la relación del dibujo, de la forma, tan primigenia, y que me evoca y me dirige a cualquier latitud, a cualquier período histórico. Transita uno en cualquier cultura. Esto se suma el discurso anterior de transitar en el tiempo. “El pictograma es el instrumento que ha utilizado el ser humano para testimoniar su paso por la historia. Es el elemento sígnico con el que se complementa lo simbólico de la escultura “Va aumentando el abecedario que voy construyendo en el tiempo”.
Puente -El semiólogo Gabrio Zappelli nos habla de su paso por movimientos y tendencias en el afán por establecer esos puentes. -Es muy interesante. Gabrio estableció una tabla semiótica donde yo transito de la abstracción a la figuración. No opté por ser un escultor figurativo o un escultor abstracto o un escultor minimalista, sino que voy de un lado al otro como parte de mi lenguaje. “No quiero encerrarme en un estilo o un concepto. Siento el arte con mucha más libertad, y dentro de la modernidad y la tradición, entre el arte entre comillas culto y el artesanal”. -Es una idea de arte sin definiciones ni fronteras, porque entiendo que usted va a publicar un libro de poemas. -En el arte hay muchos comportamientos. Están las personas que con habilidad hacen cosas bonitas y se quedan en lo decorativo, están las que desarrollan un concepto y se quedan ahí, y están las personas que ven su arte no como la búsqueda de establecer un concepto propio, sino como un lenguaje vivo, que se confronta, que se debate. No es como una planta de rosa, que siempre tiene rosas, sino como una planta que tiene bejucos, o como los matapalos que rompen un muro, y que transmiten una energía permanente. -La transición es su naturaleza. -Sí, por eso puedo recurrir a algo de mi pasado. Algunos curadores evitan entrar a profundizar en mi obra. -Zappelli dice que usted ha generado diferentes posiciones, a veces inspiradas en los temas y ocurrencias del arte contemporáneo internacional, y que no deja de 26
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sorprender tanto a los nuevos “analistas estéticos” como a los conservadores -De alguna manera sorprendo a algunos. Los conservadores dicen que soy demasiado contemporáneo y los contemporáneos que soy muy conservador. Una vez fui a presentarle mi obra a una directora del Museo de Arte Contemporáneo, me dijo que no cabía en ese museo. Nunca he expuesto ahí. Sin embargo, María Amelia Bulhoes, que es doctora de historia del arte, graduada de La Sorbona y quien ha destacado como curadora latinoamericana en la Bienal de Cuenca, sostiene en un escrito que uno de mis grandes aportes es llevar un concepto escultórico de identidad a una escultura totalmente contemporánea, una escultura contemporánea que no pierde la fuerza de una identidad, de un arraigo, que es la principal carencia del arte contemporáneo, en donde se hacen discursos artísticos muy cuestionados, sacados de la manga, con un gran vacío de significados.
Guantes puestos -Bajo la premisa de que cualquier cosa puede ser arte, una bola de futbol metida en una pecera y con un poquito de musgo encima, o una figura hecha con caca de elefante, como contó Vargas Llosa. -”Una cosa es hacer algo recreativo, vacilón, como divertimento, y otra cosa es hacer arte. Mucho de lo que llaman arte contemporáneo no es arte, es una dinámica, y está haciendo mucho daño, porque está generando mucha confusión. “Y lo peor es que pretenden empañar el trabajo de artistas que vienen creando un discurso plástico que se ha forjado a lo largo de años de frustraciones, de alegrías, de confrontaciones internas y hasta internacionales”. - Es el arte visto como un árbol en un muro, pues sus raíces le van ganando espacio al cemento. -Eso me transmite a mí una energía humana especial. Siento que no sólo hay que satisfacer necesidades personales de disfrute estético, sino de pensamiento, de reflexión. “Ese tipo de artistas que son como matapalos causan más temor y más incertidumbre a los curadores, porque no los pueden ubicar, y tienen un temor provocado debido a que nunca saben con qué les van a salir. Por eso se quedan con los que garantizan la estabilidad”. -Por lo que van homogenizando el arte... Camilo Rodríguez Chaverri
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-Aquí vivo eso, pero afuera no. Este no es un país que tenga una trayectoria artística o escultórica muy amplia. No es como un país europeo, que tiene artistas de hace 500 años. Ese es uno de los problemas. -Pero igual se podría vivir en Estados Unidos, en México o en Argentina. -Otro problema es que aquí los museos tampoco arriesgan. Prefieren escoger artistas jóvenes porque de alguna manera pueden influir en ellos. Aquí se da una situación bien fregada, y es que existimos cierta cantidad de artistas de trayectoria consolidada que las autoridades entre comillas plásticas no los toma en cuenta. Para las bienales internacionales no se nos convoca a los artistas de trayectoria sino a artistas jóvenes. -Lo cual, primero que todo, no es un pecado. -No, pero es que mucho de lo que hacen los jóvenes es decadente. No sé si lo importante es que refleja que vivimos un período histórico de decadencia, y que se pretende mitificar a los artistas con trayectoria con términos como artistas históricos y consolidados, y entonces no se les toma en cuenta. Y eso que yo soy joven. En el arte se es viejo a los 80.
Observador cosmopolita -Husmeando sin permiso un armario, mientras usted traía un té, vi miles de fotos de obras de todo el mundo... -Desde hace ya muchos años, por lo menos desde el 80, he venido promoviendo la escultura pública, la escultura en el espacio urbano. He estado investigando y realizando obras. He hecho 27 obras públicas, en Costa Rica tengo unas 10, y tengo en Alemania, en Francia, en Estados unidos, en México... -Sé que le ha correspondido representar a América Latina en parques escultóricos europeos. -En Alemania formamos un parque escultórico, para el cual invitaron a 120 escultores y luego seleccionaron a doce, entre los que estábamos un mexicano y yo. En Francia también se hizo una selección entre 125 artistas y entre los diez escogidos estábamos un canadiense, una argentina y yo. -Ese tipo de reconocimientos no tienen un espejo en nuestro país. -No tengo ningún premio nacional. Sin embargo, he ganado seis premios internacionales. No hay año que no 28
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haya expuesto. Creo que he expuesto más que cualquier otro escultor. -¿No siente ganas de salir corriendo? -Pues sí, por supuesto, porque me parece que este es un país mezquino, pero es contradictorio. Por ejemplo, al país le tengo un gran agradecimiento en el ámbito social. A mí me encargan muchos trabajos pero no el Estado ni los museos, no quienes deberían ser, sino la empresa privada, los coleccionistas. La primera que le hago al Estado es el Monumento al Boyero. -Le ha tocado forjar su espacio. -En ese sentido, no me quejo. Como empecé haciendo imaginería religiosa y tiene su mercado, yo tenía buena clientela, y me fui haciendo de mi propia infraestructura... Aunque me he dedicado a mi obra personal, por mucho tiempo seguí haciendo imágenes, con mis empleados en este taller. “Luego, monté una fundición con Franklin, mi hermano, y empezamos a fundir nuestra obra y la de casi todos los escultores del país. No he tenido necesidad de vender mi obra para vivir...”. -Que debe ser tan doloroso. -Hay obras que por nada vendería, pero como me mantengo en una constante producción no me apego mucho. Claro, al tiempo vuelve uno a ver aquello, y a veces se sorprende uno mismo. Me imagino que ese apego se da más con gente que hace muy poca obra, tres o cuatro al año “A estas alturas me siento muy realizado como artista, con una gran satisfacción, con una gran energía. Ni a los 20 ni a los 30 sentía la energía que siento ahora para producir “Una vez me dijo Rafa Fernández que después de los 50 años de edad fue cuando realmente empezó a sentirse realmente artista. También me pasa. Como que llegás a un nivel donde ya las cosas se han ido enrumbando más claramente, tu energía, tus símbolos, y otras cosas que ayudan, como la estabilidad económica y el prestigio”.
En su signo -Usted prepara su libro que se llama “En el signo de Édgar Zúñiga”. -Quería a los 50 años hacer una retrospectiva, marcar el inicio de otra etapa, de otra nueva mitad de mi vida, con esa base más sólida, más tranquila. Ya uno puede viajar y hacer Camilo Rodríguez Chaverri
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nuevas cosas. El estar viajando es importantísimo. Todos los años salgo. Me gusta visitar los países, los museos, las galerías. Es un refrescamiento y una confrontación “Me encanta ir a simposios. Siempre es una confrontación. Me gusta encontrarme con otros escultores, asumir retos, conversar. De pronto viene uno con una serie de ideas...”. -En Costa Rica, no hay mucha comunicación entre los escultores... -Desdichadamente estas corrientes esnobistas han profundizado algunas diferencias entre los escultores, que es la dinámica suscitada a partir de las bienales de la Cervecería, porque empezaron a invitar jurados de Nueva York que calific aban una obra latinoamericana con un patrón norteamericano. Se sigue dando. No se valora la semiótica, la simbología nuestra. Nos quieren meter en lenguajes que no son propios de la cultura nuestra. A su lado se respira el arte, se saborea y se siente. Por eso, no es raro que todas sus hijas y su hijo se hayan orientado hacia estos lares. -La mayor, Xiomara, se graduó en Periodismo, se fue para Barcelona y sacó una maestría en técnicas editoriales, por lo que ahora trabaja como editora en la empresa Farben. Además, está casada con el cineasta Jürguen Ureña “La segunda hija, Verónica, es historiadora del arte y tiene una especialidad sobre América Latina. Asimismo, está casada con el productor audiovisual Cristian Bulgarelli, quien está trabajando como guionista en España. La tercera es Tatiana, quien es pintora y está a punto de graduarse en Bellas Artes. De la misma manera, Emmanuel, mi hijo, y Adrián, mi nieto, estudian en el Castella. -El arte es como líquido amniótico en esta familia. -Papá producía mucho y mamá también. Usted todavía la ve pintando pasitos. Paco fue un ejemplo de laboriosidad. Y somos cuatro hermanos escultores, Roberto Sandoval, el hijo mayor de mamá, Paco, el mayor de papá, Franklin y yo. Además, mi hermana Eleonora pinta acuarela y Gladis es experta en artesanías. Ojo, diciembre 2003
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José Sancho
Escultor de la ternura
Creía que los animales no tienen espíritu. Lo creí hasta que la vida me reunió con las esculturas de José Sancho. El primer encuentro íntimo que tuve con sus obras fue en el INBio Parque, en Santo Domingo de Heredia, donde hay una colección de esculturas de él que van desde su etapa de trabajo con chatarra, en los años 70, hasta sus síntesis animalísticas más recientes. Sancho es el escultor de la ternura. No conozco una imagen más conmovedora que la de ´Osos amorosos´, una escultura en mármol que está en ese lugar. Este artista tiene la capacidad de encontrar amor en la materia, de sacar de la nada un abrazo, de poner a volar a la piedra y al metal, de sumergir lo que quiera con su trazo. Uno juraría que los elefantes que tiene en INBioParque de verdad quedaron atrapados en una piedra y que él les hizo el favor de liberarlos. Sancho pasará a la historia como el gran liberador de almas petrificadas. Como si sus manos se parecieran a las de Dios, le da vida a las criaturas. Nada tienen que envidiarle estos animales a los de los dibujos animados. Tampoco a los de la selva. En sus manos, se cumple en Costa Rica la renovación de la leyenda de Pinocho. Sólo que a los bichos no les crece la nariz, sino el horizonte. Este artista, que vive en Escazú, en medio de su propio bosque de animales, único padre que cuida de los frutos de sus partos, simplemente se encarga de tomarle una foto al espíritu de los animales, y de entregarnos una prueba en escala. La foto es el instante; la escultura, el destino del tiempo. Luego de modelar ese espíritu que anida en todas las criaturas del mar y del bosque, Sancho sabe que ya no le pertenecen. Camilo Rodríguez Chaverri
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Los ojos de cada quien se adueñan de aquel nuevo mundo. Es un universo hecho a la medida de la ternura del artista. Nos recibe en medio de aquel jardín alucinante. Está ´Cardumen´. Sus peces que no se sabe si nadan o vuelan. Son sus criaturas más emblemáticas y características. Luego, más allá, una maternidad perezosa en su rojo vital, como rojo es casi todo lo que lleva un color que haya escogido el maestro. Seguimos caminando por el jardín, hay dos torsos, y las manos pican de las ganas de poblar su superfic ie; uno es de granito y el otro es de mármol. El de mármol es lo que Sancho llama ´muy anatómico´. También hay un torso perforado, como si un ángel hubiera venido a dispararle con balas de miel, y de mascarón de proa, en un vértice del edificio que es su casa, una desnuda. Es una sirena que se vino detrás del cardumen y cayó en las redes del coleccionista de inventos de Dios, este hombre canoso, de mirada penetrante, que siempre usa camisas de rayas y parece un niño que descubre todos los días lo que su imaginación creó el día anterior.
Chatarra como semilla Un buen día, Sancho sembró la ilusión de sus manos, deseosas de encontrar su destino, en medio de la chatarra. Ahí fue descubriendo su sino de creador. Aquí, en el jardín luminoso, tiene recientes criaturas de su animalística, de nuevo con la chatarra con que se formó. Más allá hay un buqué hecho botellas, y un bosque con muchos ojos, como si fuera una foto nocturna de un grupo de árboles atestados de búhos. El escultor se detiene para explicar que esas son piedras del río Pacuare, y pienso que las piedras formaban parte de esos playones que son como explanadas puestas por las hadas del bosque para que los duendes tengan donde concentrar sus sueños. El artista no sólo sabe construir y crear. Muchas veces, apenas le limpia el rostro a los objetos para que cada cual sepa lo que realmente es. Me detengo ante unas nalgas que parecen manzanas que crecieron en un árbol mirando hacia el cielo. Ahora nos abre la puerta de uno de los dos pabellones que conforman su casa y adentro nos recibe el asombro: lo que hay ahí es un museo vivo, una exposición permanente dentro de su morada. Son una veintena de bichos de la selva que estaban encerrados en troncos y cuyos lamentos y súplicas guturales sólo el escultor escuchó. He ahí su gran mérito.
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En su exposición permanente está el gran grupo que se llama ´Flora y Fauna´. Son veinte animales. Todos, excepto uno, son de la naturaleza costarricense. Los invitados del extranjero son los pingüinos, una pareja en cortejo. Son pingüino rey, y Sancho los llama los malvinos, porque fue en esa isla donde los vio por primera vez. Cuenta que también tenía unos ´galapingüinos´, haciendo alusión a las Islas Galápagos, y me detengo para celebrar su gran maestría para bautizar sus obras. En una palabra, o en dos, sintetiza una obra que ya puede andar por el mundo con toda tranquilidad, ya sabe decir lo único que le hace falta. No más entrando hay un rabo largo, de tejón o tolomuco. Mi amiga Marcelle Laporte va a poner el vaso al pie de una escultura y él la detiene y sonríe. Tiene risa de malo, de maldoso, de travieso, de bandido… -Ya le ibas a poner el vaso a la par a la escultura, le dice a Marcelle, mostrándole amistosamente los dientes. Después del ratón con un rabo larguísimo, están los tucanes, unos sapitos que no pueden llamarse sapos, la martilla y el oso hormiguero. Hay unas esculturas más sugerentes, como una que puede tener atrapado, contra el madero, a un gavilán o a un pingüino. Depende de los ojos que lo miren. También hay una pareja de búhos, uno arriba y otro abajo, como vigilando desde dos niveles. No, más bien como expiando. Otra escultura tiene alas de murciélago; hay una pareja de reptiles apareándose; un serafín, un animal inédito, que, según don José, sólo él ha sacado de las entrañas de la naturaleza; otro perezoso y los cardúmenes. Viene un pizote, podría ser otro animal pero tiene cara de pizote; unas palomitas, una ardilla… Y la ardilla me hace recordar una escultura de Hernán González (qdDg), que vi en la mesa de la sala de la casa de la escritora Julieta Pinto, quien fuera su primera esposa. Como el escultor tiene aspecto de muchachón, de persona que nunca dejó del todo la adolescencia, no me da miedo preguntarle si alguien le ha dicho antes que una obra suya le remita en la memoria a una de González. - Le reconozco a Hernán que me influyó. Aprendí mucho de él. Me enseñó a afilar gubias. Tiene obras que son básicas en mi formación, ardillas, gallinas, terneros… Lástima que se metió a abogado, a ministro, a ganadero, a finquero, a combatiente… Aún así, nos dejó muchas obras. A él le pasó como a mí: llegamos a la escultura ya maduros. Me Camilo Rodríguez Chaverri
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pregunto qué hubiera pasado con él si se hubiera dedicado exclusivamente a crear. Seguimos la peregrinación por sus obras. Esta pieza de la casa que sirve de museo tiene dos plantas. Antes de la gradas hay fotos de las esculturas arboriformes. Hay una en el Jardín de Esculturas del Museo de Arte Costarricense; hay otra en EARTH; una más frente al Banco Central, en San José… “Espíritu del vuelo” parece el título de un poemario, pero es el nombre de una obra suya, experimental. Más allá está una divinidad egipcia, que, según dice, no puede faltar aquí porque los egipcios divinizaban a los animales, representaban a sus dioses con formas animales. Hay más cardúmenes, unos sapitos o ranitas, y subiendo las gradas una anaconda. Es imponente, como corresponde. Entre los espacios por los que camino, un tótem con una serpiente, un tigre o un oso (él dice que es un jaguar) y otras ranitas. Llegando arriba hay otro torso con unas nalgas como peras, como si en el cielo se hubieran enredado los cables y algo animal ahora tuviera forma de frutos…
Otro nivel Lo que más me asombra está en el otro nivel. Están las huellas del paso de un gigante. Mejor dicho, las cartas de navegación para surcar ese mar. Por ejemplo, está la maqueta de la obra que instaló el artista al frente del Tribunal Supremo de Elecciones, la maqueta del tótem del INBioParque, y los inigualables osos amorosos. Hay un tropel, dos tropeles… Casi como si quisieran que uno se les quite del paso. Recuerdo una película de Robin Williams en la que todos los animales de la selva africana se salen del televisor. Pienso en la cara de susto del actor, a pesar de que ni Hollywood ni los efectos especiales consiguen lo que el escultor saca de la madera. ´Avemorfosis´ es otro gran nombre para una escultura. Casi para ponerse de pie y aplaudirle al escultor poeta. Además, hay consistencia entre la imagen y la palabra. Y con ´Trompa y trompita´, que está en INBioParque, pienso que así como ´El Principito´, ´Los cuentos de mi tía Panchita´ y ´Cocorí´ serían un excelente inicio para cualquier niño que esté descubriendo los universos que habitan en los libros, esa escultura de los elefantes, o a la de los osos, sería la puerta perfecta para que los niños se acerquen a la escultura en general. También recuerdo que acabo de leer en un libro 34
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que la escultura es ´la más estática de las manifestaciones plásticas´, y me respondo que de seguro quien escribió eso nunca vio a los pájaros de Sancho alzando vuelo. Mientras husmeo en los detalles de todo lo que guarda en el segundo piso de su museo personal, el escultor toma un libro y busca una obra. La encuentra. -Esta es una obra en piedra que se llama ´Leda y el cisne´. Es una pieza importante en mi historia personal, porque sirvió de transición entre la chatarra y la escultura. Al lado de esa pieza me encuentro a un elefantito del año 1975, de hierro soldado y acero inoxidable, que también conocí en INBioParque. Me hizo pensar en las esculturas de Botero, pero son más antiguas que las del artista colombiano. “Qué bien”, pensé cuando llegué a esa conclusión durante mi segundo paseo por los jardines del INBioParque, en una visita exclusiva para ver de cerca, tocar y abrir los sentidos para estas obras. De vuelta en el segundo piso, con el escultor en busca de obras en un libro, vemos una obra que se llama ´Colibrí´. Mientras él dice que está en la casa, noto que no parece un colibrí pero es una escultura aérea, y casi vuela. Deberían dejarle ese nombre a esta obra y cambiarle el nombre a los pajaritos de pico largo y vuelo veloz…
Cardumen -El primer cardumen es del año 1975. Está en la Plaza de la Cultura. Sigue pasando las páginas del libro donde guarda toda la obra que ya no vive con él. El libro es, para Sancho, como un álbum de familia. Arruga la cara y meto los ojos en el libro. Está viendo una escultura que instaló en Puntarenas. -La gente del pueblo se la fue robando por partes. Ahora vemos ´Nicoya´, una cabeza maya, las figuras ovoides que están en el Banco Nacional… -Están en la sala de espera de la gerencia, le digo de inmediato, porque las recuerdo muy bien. Me muestra otra que conozco. Es ´Bosque´, que está en la Casa Presidencial. Es penetrante, como sus ojos. Es como si le pusiera ´Cardumen´ a otra escultura en la que sólo aparecieran los huesos de un pescado.
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Señala otra escultura y le pone el dedo a la hoja como si quisiera detener el movimiento de la imagen, pero se mueve sola. -Se llama ´Sierpe´, que quiere decir serpiente grande. Aquí en mis ojos, la serpiente no deja de moverse. Más allá, hay un armadillo de madera que parece un acordeón. Llegamos a ´El bebé y el fuego´. El bebé parece ´El Et´de la película de los años ochenta. -A lo mejor es un simio. Un lemúrido, dice Sancho. “Lemúrido” es otra palabra que parece estar pidiendo su escultura para embarrársele como nombre. Hay una comadreja que parece un guiño en el aire, y un trío de jirafas, es decir, otro tropel. El segundo piso tiene vocación de laboratorio, de taller de prueba y… en la escultura no hay error. El monolito ´Alfa´ es un antecedente del que está en el Jardín de Esculturas del Museo de Arte Costarricense. A un murciélago lo pegaron con chicle de un pedazo de madera, pero se mueve como si no lo supiera, y hay un batracio con unos ojos que se quieren salir. La maternidad no sólo tiene cara perezosa en las manos del artista: la escultura ´Florencia con Mariana´ sobrecoge. -Florencia es mi hija y Mariana es mi nieta.
Sensibilidad sin idioma Estamos frente a una fotografía de su escultura ´Paternidad´. -El tema de la paternidad, que está sintetizado en esta cultura que está en CIAPA; es un tema inédito. La hice con el pingüino, porque es el que empolla y cría. La ´pingüina´ sólo fornica y pone el huevo, dice, muerto de risa. Una escultura de los conejos se llama ´Conejil´, y lo que parece obvio resulta hasta poético. Le celebro dos bautizos más: ´Bandada´ y ´Elevación´. ´Bandada´ está frente al periódico ´La República´. No es de extrañar que los guardas del edificio le digan a algún reportero que ´esos animales salen volando de madrugada´. ´León en acecho´, de 1975, ya mostraba esa intensidad que resume el artista con sus ojos. Y una garza con machetes nos recuerda que nadie sabe para quien trabaja. Hasta un pájaro ha salido de unas bielas viejas. Ni qué decir de la bandada de azadones.
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Antes de que le pregunte de ese montón de cadenas convertidas en alas, azadas convertidas en plumeros y picos que ahora sí son picos, pero de animal, él parece que adivina… -Estás en la casa de un carpintero. En el otro cuerpo de la casa, que es donde nos ofrecerá una cena que él preparó para nosotros, en lo que puede parecer el salón, porque sala no existe, hay una maternidad perezosa; un cardumen de aluminio que sirve de colgante, de móvil; una altísima y voluminosa pintura de Luis Chacón, que es una cascada, y una especie de vitral musulmán. Hasta ahora me detengo a contemplar al artista. Antes no se pudo. Los discípulos superan al maestro, y él los cría muy bien, puesto que todas sus criaturas atrapan la atención y hasta él pasa siempre a un segundo plano. Cualquiera diría que hay una superación generacional. Ya en la cocina, mientras mete unos recipientes al horno, me quedo viéndolo. Usa tirantes y su camisa se parece mucho a las que usaba Picasso, y también a las que salen en las tiras cómicas como ropa de reos. Fuerte y macizo, a punto de cumplir 70 años, de mirada inclaudicable y aspecto de zorro viejo, disculpen los fronterizos pero se nota que es sumamente varonil y hasta sexy, como un Clint Eastwood tropical. En abril llega a las siete décadas pero parece diez años menor. Mientras alista algunos detalles de la comida, salgo de la pieza y le doy vuelta a la casa, por el jardín, reconociendo a sus habitantes. Cuando llego hasta ´Andróginos´, ya el escultor viene a mi lado. Es una escultura de granito, y parece una relectura de la mitología de los géneros. Es una pieza hermafrodita. -Para mí, es la escultura más importante de toda mi trayectoria. El escultor camina alrededor de la piedra. Parece un caballo brioso al que el amansador le suelta el mecate. Su cabello plateado hace el papel de la centella. -Es la que a mí más me llega en cuanto a mi concepción estético-plástica. Eso tiene que interpretarlo el observador. Es un torso y es animalística, a la vez. Tiene dos manifestaciones que no me propongo: son expresiones genitales, han salido siempre en mi trabajo, pero las sugerencias genitales no me las propongo. En este caso me propuse la animalística y me propuse el torso. Por eso está así, como patas pa´bajo.
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“Es la obra que más representa lo que he querido decir como artista. Además de ser masiva y con reminiscencias prehispánicas, es de un granito negro de Zimbawe, de África, que compré en Carrara, que es la capital del mármol en el mundo, y también de la piedra. Ahí consigue uno de todo”, dice el escultor. En este caso, hasta el material y su origen parecen subversivos. La obra es un instante del subconsciente del artista que él lleva a la realidad para la sorpresa de la noche.
Porteño José Sancho nació en Puntarenas en 1935. “Mi madre era costurera. Ella fue hija de españoles, nacida en Limón. Mi padre fue flautista, descendiente de criollos y mestizos, nacido en Palmares. Mamá se llamó Marina Benito, y papá, Rafael Sancho”. Le pregunto si es familia de los Sancho que tienen sangre de filósofos y poetas. “Hay dos troncos ´Sancho´ en Costa Rica. Está el tronco Sancho de por allá, de Palmares. Los de Cartago son los nobles. En cambio, los nuestros son los hediondos. Ojalá que salga eso. Escríbalo. Eso me gusta. “Soy el mayor de cuatro hermanos, hay dos varones menores, y una hermana que es la menor de todos. Me peló los ojos cuando le conté que mi papá era flautista. Pues sí, Don Rafael era músico de la Banda Militar de Puntarenas. Hoy se llama Banda Municipal de Puntarenas gracias a mi padre. Abolido el ejército se siguió llamando ´banda militar´, pero él lo cambió. “Viví la infancia antes de la escuela, hasta los seis años, en ese Puntarenas abierto y libre. Nací nadando. A mí me hicieron en el estero. “Fui a la Escuela Juan Rafael Mora. Recuerdo que Danubio Castro era compañero mío. Danubio es hijo de Florentino Castro. Todos los demás éramos puro lumpen. Yo, por ejemplo, era el hijo de la costurera. A las 9 hacíamos fila para que nos dieran pan con miel y leche rehidratada. “Yo era un ´mosca muerta´. Mi papá me decía ´mátalas callando´. Mi hermano era el díscolo, el tequioso… Yo lo envidiaba. “De las cosas que envidié de mi hermano es que salía corriendo y yo no podía. Aunque yo saliera corriendo, siempre me agarraban, pero yo no era tequioso, era un agazapado. Mi
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hermano era todo lo contrario, era todo lo que yo quería ser. Por eso lo envidiaba. “Vea cómo se notaba en todo quién era quién: yo hacía cositas y él las vendía; yo hacía anillos, muñequitos de Navidad, dibujos… Él se encargaba de buscarles dueño. Y de las tres pesetas que él obtenía yo no veía ninguna. Además, ese hermano mío era un gran dibujante, silbaba lindísimo, e interpretaba dulzaina, jugaba futbol, estaba en natación, y era capaz de hacer todo lo que quisiera…”.
Burstin y ´El Indio´ “De la escuela Juan Rafael Mora pasé al Liceo de Costa Rica. Entre mis compañeros recuerdo a Luis Burstin (qdDg), que es el tipo más brillante, más talentoso, más lúcido que jamás haya yo conocido. Imagínese cómo sería que es al único que recuerdo del colegio. “Así como hacía muñequitos en la infancia, en el colegio hice mobiliario. Me metí a hacer trabajos manuales con Manuel Prada. Hacía repisas, sillas, mesas, armarios, camas… Y Juan Manuel Sánchez, ´El Indio´ Sánchez, era el profesor de dibujo. Él me enseñó a dibujar. Años después, cuando ya volví a la escultura, a la edad de 40 años, fui a buscar a Juan Manuel Sánchez ya en calidad de escultor, y se acordaba de mí. De Juan Manuel lo que tengo es las grandes enseñanzas en la estilización animalística. Era genial. Los animalitos de Juan Manuel son poéticos. Me acuerdo que una vez me atreví a decirle ´mire Juan Manuel, yo quiero inspirarme en sus animales´. Se quedó viéndome y me dijo, -Siempre que los haga mejor… “Después del colegio, me metí a estudiar Economía. Ahí fue donde me fregué. Me ganaba la vida como mecanógrafo en oficinas de gobierno, en la mitad de los años 50. Trabajé en el Ministerio de Hacienda, en el Ministerio de Economía… “Cuando empecé a estudiar Ciencias Económicas, Rodrigo Facio era el rector y además era profesor de Doctrinas Económicas. También estaba Fernando Salazar Navarrete. En esos años, Rodolfo Solano Orfila no era profesor, pero fue compañero mío de trabajo, así como Eduardo Lizano Fait. “Entre los profesores estaban Rodrigo Carazo Odio, Raúl Hesse Estrada, Bernal Jiménez y Porfirio Morera Batres. “Seguramente me va a preguntar por qué estudié economía. La verdad es que no tenía otra cosa que estudiar. Era eso o Camilo Rodríguez Chaverri
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nada, porque era lo único que se estudiaba de noche. Era eso y nada más. Tenía que trabajar de mecanógrafo. No había otra salida. “No me apasionó la Economía pero la tomé en serio. Tanto que seguí adelante en la profesión. Yo no tenía idea de que estaba en un mundo prestado, pero lo tomé en serio. Estudié y trabajé. Hay publicaciones mías, libros, estudios, ensayos. Escribí muchos textos como economista. “Empecé a trabajar en la División General de Economía. Hacía estudios de precios. Tuve que fijar precios para las medicinas, las verduras… Había que ir al mercado, a ver cómo estaba la oferta y la demanda”.
De economista a escultor “Me fui a Guatemala a trabajar en la Integración Económica Centroamérica. Después llegó Carlos Manuel Castillo. Fui el brazo derecho de él en materia de administración y finanzas, tanto que cuando se salió, también me salí yo. Me quedé sin mi papá en la CIECA, que era el famoso ´doctorcito´. “Después me fui a trabajar con el BID, durante los años 68 y 69, en Washington. Viera que para nada me caló la revolución hippie. La vi pasar como ver una película. “Para esos años fue que empecé a dar pasitos de artista. Empecé traveseando, soldando. Aprendí a soldar para esos años, fue ´a güevo´ que aprendí. Me puse a soldar y listo. Empecé con animalitos, como una nueva etapa de las cositas que hacía de carajillo, y que mi hermano vendía sin darme a mí ni una peseta. “Las cosas fueron saliendo. Muchas veces me dijeron que estaba loco, pero por lo que hice, que fue abandonar el ejercicio de la profesión y dedicarme a la escultura con tres hijos de escuela, una esposa, una empleada doméstica y un jardinero. “Aún así abandoné lo otro y me metí de lleno en la escultura. No fue una decisión, no podía decidir: fue una fuerza incontrolable que surgió indómita y primitiva de mis entrañas. No podía sentarme a una mesa a hacer un informe como economista. Menos aún hacer un estudio de factibilidad o un presupuesto. No fue una decisión valiente, ni racional. Era el destino. No podía hacer otra cosa. “En un principio la esposa me estimuló, después vinieron los conflictos, pero eso no, no vale la pena…”.
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El joven escultor maduro “Hubo, como era de esperar, detractores, pero también hubo estímulos. Muchas autoridades del arte y muchos críticos fueron muy positivos. Me conocieron, y me reconocieron. Pero la gente del mundillo, sobre todo otros escultores, me consideraron un advenedizo y un oportunista. Me rechazaron, pero era más que todo los escultores, y era lo que podía esperar de ellos. Probablemente también decían que ya estaba viejo para empezar, pero nunca lo oí. “En ese momento me acerco al escultor Ólger Villegas, me voy para Heredia, al taller de él, me meto ahí todos los días, y él me enseña la técnica del modelado. Me enseñó de manera muy amorosa, con mucha paciencia, puesto que yo no sabía absolutamente nada. “En el año 75 hice la primera exposición, pero era de pinturas. Es que tuve una corta etapa de pintor. También hice la primera exposición de esculturas, en los jardines del Teatro Nacional. “En ese momento destaqué por la utilización de materiales de desecho. Los desechos no eran utilizados. No se había hecho una exposición así en el país. Tenían mucho público los materiales de desecho porque los observadores de muchas procedencias reconocían elementos tradicionales convertidos en escultura, como una plancha, un cuchillo, un martillo, una pala, y hasta engranajes. Lo veían como algo exótico. “Mis inquietudes siempre me llevaron a la animalística. Ya con la talla, empieza el torso de la muchacha joven, que es un ideal de belleza femenino. Empecé a leer mucho, a viajar mucho, a visitar talleres fuera de aquí. Hernán González también me dio explicaciones sobre el oficio de la talla, Juan Manuel Sánchez me dio consejos y Juan Rafael Chacón, ya ciego, también me explicaba mucho sobre la talla. “Un día me fui a ver trabajar el mármol, en Carrara, Italia. Para mí da igual un material u otro. Todos tienen su arte y su magia. Es exactamente lo mismo para mí en un material o en otro. No hay alguno que prefiera. Todos ofrecen posibilidades, la piedra, la madera, el mármol, el hierro, la chatarra… Todos los disfruto. Todos los materiales me parecen riquísimos. He trabajado con todos, desde la arcilla y la fundición desde luego. No es que nunca lo haya hecho, pero a mí lo que me interesa es la talla. Es el procedimiento de concebir la idea, proyectarla en el material y quitar lo que sobra”.
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Le pregunto de quemarropa si alguna vez se ha confundido como artista. -Me estás haciendo una pregunta muy jodida. Siempre he estado muy confundido, y al mismo tiempo muy claro. Sigo estando confundido, sigo sin entender la cosa: no entiendo la vida, no entiendo la muerte, no entiendo la existencia. Para mí esto es un milagro, la vida, y estoy a la espera del milagro de la muerte. Son dos milagros o es el mismo milagro, quién sabe. No lo entiendo, pero tampoco importa. “Si me compraban las obras, me ayudaban a superarme, porque dependía de lo que iba vendiendo. Fui a África a ver sus animales; fui a la Antártica; voy a ver cardúmenes a la Isla del Coco, voy a los parques nacionales…”. Le digo que retoma el espíritu de los animales y los convierte en un instante de luz en la piedra o el mármol, y que, entonces, la escultura vence al tiempo. “Llamálo espíritu, si querés. Yo no lo llamo espíritu. Simplemente es la expresión de lo esencial a través de la forma. Lo esencial puede ser un gesto, puede ser una actitud, puede ser simplemente una imagen sencilla, simple. Es lo que vos llamás espíritu. A mí ese concepto del espíritu…”. Guarda silencio y luego se ríe. “Pero ya esas son disquisiciones filosóficas. Yo le llamo filosofía. Por ahí he escrito algunas cosas”. Le pregunto si ha evolucionado. “Mi obra ha evolucionado y no ha evolucionado. Sigo haciendo lo mismo que cuando comencé en el 75. Ya tenía cuajadas en mi mente las ideas que luego se expresaron mediante distintos materiales, materiales con plasticidad, y madera, y piedra. Ahora uno dice plástico y enreda la cosa. “Treinta años después de que empecé hago exactamente lo mismo. No veo que haya evolución ni enriquecimiento. Además, yo te puedo asegurar que si hay alguien confundido en la vida es José Sancho. Por eso, todo lo que hago son variaciones sobre los mismos temas”.
Genios “Hay dos grandes genios del arte universal que me impactan. Uno es Constantin Brancusi, de origen rumano. Admiro de él la capacidad de síntesis, el encuentro de lo esencial a través de la forma. Él lo aprendió a su vez de los escultores prehispánicos. Este arte mío yo ya lo conocía en el Museo Nacional, en la animalística producida por los escultores prehispánicos. Esos son los otros genios. 42
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“Esa pieza que ves ahí, esas dos hachas, es totalmente brancusiana; sin embargo, las formas son las hachas prehispánicas. El arte prehispánico es fundamental en mi formación. Está en nosotros, en los costarricenses. Por esto es que Costa Rica es un país de escultores… “De nuestros escultores vivos admiro muchísimo a Maricel Jiménez y a Leda Astorga. Hay envidia entre los escultores, hay mediocridad. El medio costarricense es un medio muy mediocre en general. Se manifiesta mucho en todas las profesiones y en el arte también. “Hay mucho en el arte de aquí que es pura comercialización. Hay que vivir de esa comercialización, hay que vender, hay que satisfacer gustos, hay que competir, hay que correr el piso… Existen muchas excusas. “He expuesto afuera, pero a mí no me interesa eso. No me interesa ni ser conocido ni exponer afuera. Me interesa mucho este país. Incluso, me molesta que las obras mías queden afuera. Todo lo que creo es para Costa Rica. “Ahora, que si tuviera que salir corriendo, me iría para Nicaragua, y si tuviera que escoger, me iría para Vietnam. No obstante, desde que dejé la Economía, dije que quería ser un escultor para Costa Rica. Para los que necesitan mercado ser conocidos afuera sí es necesario, pero no ando en busca de mercado. “Soy como un lobo estepario, como el de la obra de Herman Hesse. Eso es: el personaje de Hesse, ese soy yo. Soy misántropo, no busco la libertad pero sí la redención. “Vivo en un mundo pseudoascético, casi sin comunicación. Aquí, en esta casa, no hay televisión, no hay periódicos, no hay computadora, no hay correo electrónico, no hay internet… Los faxes los transmito y los recibo a través de la oficina de correos de Escazú, y siempre son manuscritos”. Le pregunto que si escribe poesía o ensayos. “Escribía ensayos como economista. Ahora, como escultor, por la fuerza de la senilidad, me ha dado por escribir algunas cosas de naturaleza biofilosófica, un poco para explicarme mi concepción del mundo, mis mentiras, mis angustias, mis dudas existenciales. En el libro que acaba de salir hay algunas cosillas que he escrito. En el libro anterior, que es más grande, también. “Vos no sos tan tonto: no te tomás ni un trago para estar lúcido y agarrarme cansado. Ya me di cuenta. Mejor lo dejamos hasta aquí”.
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Cocinero de lujo Mientras conversa, hemos comido pescado al horno, con jengibre. También preparó carne al horno. Sirvió pan español, vino y agua, y un pan con almendras, dulce, con una salsa en alcohol, para el postre. Atrás, del segundo piso baja la música… Nos han acompañado Bach y Mozart. Se lo comento. -Me gusta la música romántica, Bethoven, Schubert; la música post romántica, Brahms, Wagner; la música moderna, Schostakovich, Bartok… Ahora, no me interesa nada del arte nuevo. Nada en el mundo, en lo absoluto. Ya estoy hasta la coronilla del arte contemporáneo. No lo aguanto… “Vos no te has tomado nada, ni siquiera un confite de estos, y preguntás y preguntás. Dejáme decirte que lo único que me interesa es la naturaleza, el arte per se. Lo que tenía que ver ya lo vi. Ahora me interesan el mar y el bosque. La naturaleza es la materia prima de mi trabajo. “Tengo en la mente escenas muy frescas de mi niñez en Puntarenas, observando los reptiles asoleándose en las rocas, las aves marinas, las bandadas, los cardúmenes… Pasaba horas de horas viendo ese espectáculo”. Le pregunto que si considera que entró tarde al arte, que si no se arrepiente. “Nunca me he preguntado qué hubiera pasado si yo me hubiera dedicado al arte en lugar de la Economía desde mucho antes. Es una pregunta absurda y ridícula. El tal ´hubiera´ no existe. Lo que es, es, y tiene que ser cuando es… Las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir. “Es cierto que la vocación de artista fue reprimida en mí. La reprime la sociedad. La reprime el mercado. Pero la vocación de carpintero siempre la tuve. Cuando se desencadenó esa vocación, era porque tenía que desencadenarse”. Mi última pregunta: ¿Qué quiere hacer nuevo, diferente?. “Mi futuro es la muerte, y mientras no me muera, voy a seguir haciendo las mismas esculturas que he estado haciendo. Mis planes son mientras esté vivo. Por eso, seguiré trabajando… Estoy vivo porque trabajo y trabajo porque estoy vivo. Lo único que me da mucha cólera es que se me haya acabado el vino… ¿No ves? No me había dado cuenta”. Ojo, febrero 2005
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Haydée De Lev
La flor en su danza secreta
Es una diva, pero parece un girasol en el viento, una flor en su oculto movimiento, en su danza interna. Camina, y parece que el mundo bailara al compás de sus piernas torneadas, con pecas que parecen astros sobre el firmamento albísimo. Su sensualidad se adobó con el tiempo. Ahora es una señora (que me perdone ella si es falta de respeto) exquisita y sexy, de conversación sabrosa, que se degusta despacito, mientras abraza y abrasa con su voz avasalladora. Haydée De Lev fue un símbolo sexual en nuestro país, y ni los años han podido acabar con sus encantos. Desató enamoramientos furtivos sin quererlo. Siendo madre de 4 hijos, los hombres se peleaban las butacas de las primeras filas y le lanzaban desde cartas de amor hasta poemas. Tiene una caja repleta de poemas que le escribieron anónimos admiradores. Pero más allá de su belleza con fama de apoteosis, quedarán para la historia su talento y su laboriosidad, que le significaron un sitio especial en el teatro y la radio de nuestro país. Esta trigueña de 66 años (leyó bien: tiene 66 años, y sigue encendiento tormentas en la piel), se vino para Costa Rica hace 40 años, casada con un tico que fue a estudiar Medicina a su país, Argentina. Ya tenía dos hijos, aquí tuvo otros dos, y a los años se divorció. Pero su inserción en el mundo intelectual y en nuestro ambiente artístico la indujeron a quedarse. Es que nació con un olfato especial por el arte. De niña montaba un espectáculo para su hermana, y cada vez que notaba que se aburría le cambiaba los personajes. Aquello era la suma de un pequeño circo y una miniatura de Camilo Rodríguez Chaverri
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teatro. Y fue el verdadero inicio de una mujer de las tablas, que se ha ganado el respeto en varios países iberoamericanos y ha participado en más de 50 montajes en nuestro país.
Raíces aladas Nació en Buenos Aires, y allí surgió su espíritu indómito. Desde muy chiquita fue rebelde. Tenía 17 años cuando quiso incorporarse al grupo “El Nuevo Teatro”, pero su padre le dijo que no. Poco después decidió dejar botada la educación formal, a pesar de que la amenazaron con todos los tormentos del infierno. Entonces, se consumió en el bendito vicio de los libros. La lectura se le convirtió en una adicción devoradora. Leía de todo, excepto de aquello que tenía que ver con sus cursos. Después se le metió entre peca y peca estudiar Escultura, y ya que tiene el cuerpo como un mapa del paraíso, aquello se le hizo una obsesión, pero no la admitieron en la Escuela de Bellas Artes porque había superado la edad de ingreso. Su madre la había metido en la Escuela Normal para que se preparara como maestra, pero no estaba dispuesta a claudicar, y un día una prima le ayudó a encender la chispa. “Mi prima me habló de la Escuela Nacional de Cerámica, y así fue como terminé siendo técnica y profesora de cerámica artística”.
Modesta, pero elegante Su espíritu no se rinde fácil. “Eso me viene de la familia. Mi padre llegó de Rumania siendo muy niño, y tuvo que trabajar desde pequeño. Su primer trabajo fue como mandadero en el puerto de Buenos Aires. Al final, era alto funcionario de una importante empresa. Mi madre también vino de Rumanía, hablaba seis idiomas, tocaba piano y era una mujer exquisita. De ambos heredé la voluntad para no rendirme”, dice De Lev. “Todo ha ido surgiendo con mucho trabajo. Ni nací en cuna de oro ni dormí entre sábanas de seda. De hecho, de niña aprendí a reciclar la ropa, y todavía lo hago. Pequeña vestía muy modestamente, pero aprendí de mi madre la escogencia y combinación de los colores. Siempre he andado prendidita, aunque sólo tenga cuatro trapitos. La pobreza moderada ayuda al ingenio”.
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Ni idea del teatro Cuando la hermosísima y frondosa muchacha contrajo nupcias, el teatro no figuraba en su vida. Había visto mucho cine, pero con las tablas, nada. Ya en Costa Rica, estuvo en el intento de hacer una Escuela de Artes Dramáticas, pero no fructificó. “En eso estábamos tres argentinas, esposas de médicos ticos, y las tres teníamos mucho interés por el arte. Las otras dos eran Carmen Juncos, quien ahora es editora en La República, y Marta Guerra, quien es profesora de Historia del Arte”. La señora De Lev ya tenía el gusanillo de actuar y nada la detuvo. Su primera obra profesional fue “El luto robado”, de Alberto Cañas, en el Teatro Las Máscaras. Los comentarios fueron favorables, y De Lev dio los primeros pasos firmemente. Poco después, también ingresó a la televisión. Era el año 1962, y con poco tiempo en el país ya era un personaje público. También fue la primera mujer locutora que entró en televisión. No había telepromter (pantalla que permite que los presentadores lean encabezados mientras miran a la cámara). “Tenía que memorizar parte de lo que iba a decir de cada noticia”, cuenta. Luego, ideó un programa televisivo dirigido a las mujeres, los niños y el hogar, pero no le fue muy bien. Entonces se integró a la agencia de publicidad Publicentro, donde fue directora de Producción. “Filmé varios comerciales. Gozo con sólo recordarlo, porque no tenía ninguna experiencia en publicidad. Hasta dirigí las cámaras”, dice, sonriendo.
En México Más tarde vivió dos años en México, donde la seleccionaron para la obra “El décimo hombre”, con el famoso director japonés Seki Sano. “La obra fue un éxito. Ibamos a hacer 4 presentaciones y terminamos haciendo 25”, recuerda, emocionada. Las críticas de los periódicos fueron muy elogiosas y el mítico Manolo Fábregas la llamó por su actuación, pero no pudo aceptar. “Me dio miedo todo lo que signific aba esto para mi familia”. Debió ser una decisión desgarradora. En el periódico “Esto”, de México, las críticas decían, “¡Qué formidable Camilo Rodríguez Chaverri
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actriz! Bella de figura, bella de rostro, bella de voz. Es una mujer y una artista de fina sensibilidad, una de las mejores actrices que hemos admirado en los últimos años”. De regreso en Costa Rica participó en “Las Preciosas Ridículas” de Moliere, bajo la dirección de Lenín Garrido. Luego, en “La Señorita Julia”, bajo la dirección de Daniel Gallegos. Formó su propio grupo, Git, que se presentaba en un pequeño recinto de la calle 4. ‘Era tan pequeño que parecía una cajita de zapatos. En el edificio había una peluquería para hombres, un taller de zapatero remendón y al final estaba el teatrito. Oscar Castillo había conseguido la sala, y me la cedió”.
Teatro por dentro Cuando empieza a hablar sobre teatro, sus ojos van creciendo, parece que se desorbitan, pero la naturaleza los obliga a permanecer en su sitio, a pesar de que quieren salir volando. “Cada obra de teatro es una aventura y debe ser única. El actor es como el buzo que se mete en las más oscuras profundidades. Tal vez sepa lo que quiere, pero nunca sabe lo que se puede encontrar en el camino. Siempre el actor se enfrenta a un personaje que puede resultar más complejo de lo que parece. Siempre hay que darlo todo. “Una vez, un gran director inglés, Peter Brooke, quien tiene una escuela de teatro en París, me dijo que el actor necesita ‘una maleta llena de vivencias’. Debe ser minucioso y un gran observador de su entorno. Debe permitirse un ejercicio pleno de la imaginación. No puedo concebir a un actor o una actriz que no lea constantemente. “La lectura te abre la mente y te expande el horizonte. El actor y el artista no pueden ver la lectura como una distracción para un rato de ocio. La lectura es el alimento, la comida para el espíritu. Así como necesita el cuerpo, necesita el alma. “Sólo a través de la lectura se puede desarrollar un ejercicio permanente de asimilación y de crítica”, dice De Lev, quien ama la música clásica, la ópera y también la buena música folclórica y popular.
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Romántica incurable “Soy una romántica incurable. Por eso es que leer me conduce al orgasmo del espíritu. Leo desde que era muy niña. Leo todos los días, y cuantas horas pueda robarle a las demás actividades. “Cuando estaba muy pequeña, mi papá me obligaba a apagar la luz del cuarto a las diez de la noche. Entonces, velaba una lamparita con un vestido viejo de muñeca, y seguía leyendo”. Fue entonces cuando intuyó que le tocaba encarar privilegios dolorosos. “Ser actor es un privilegio doloroso. Pero, aun siendo un oficio difícil, hay pocas satisfacciones en la vida que se le puedan comparar. “Cada vez que estreno una obra de teatro y estreno un personaje recuerdo mis partos. Es algo sublime. Es dar la vida. Los personajes son hijos del actor. Debe parirlos. Hay que entender el personaje, estudiarlo, saber la historia de la obra, ubicarse en el tiempo y en el espacio. Por eso, cuando me ha tocado encarar algún personaje histórico, como María Estuardo, leo todas las biografías que encuentre. Igual hice cuando personifiqué a Ana Frank”, dice De Lev, quien se siente muy orgullosa de haber actuado en obras de los costarricenses Daniel Gallegos, Samuel Rovinsky, Alberto Cañas y Carmen Naranjo. “Daniel Gallegos es mi gran amigo. Es nuestro gran dramaturgo y un estupendo novelista. Tuve el gran privilegio de actuar en ‘Punto de referencia’ en dos montajes, con 17 años de diferencia. Soy ‘Ana’ en el teatro y ‘Rebeca’ en la novela. Eso me emociona muchísimo”.
Contra el teatro barato Le pregunto acerca de la calidad del teatro que se hace en Costa Rica. “Me acuerdo que una vez Sara Astica dijo que antes de hacer mal teatro o teatro de mal gusto prefería hacer empanadas”. Le digo que lo califique, que determine si es teatro chabacano, o vulgar, o indecoroso. “Todo lo que le pongas es poco en casi todos los casos. Ahora, muchos quieren subir al escenario, y no les importa cómo. Eso es como que te dijera que soy pintora sólo porque embadurno telas”. Le pregunto si desea dirigir. “Claro que quiero ser directora teatral, pero todavía tengo muchísimo que dar como actriz”. Camilo Rodríguez Chaverri
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Doña Haydée (es que no le puedo decir Haydée, simplemente, no me sale, pero ese ‘Doña’ tampoco es decoroso para una mujer cuya figura esconde los años o los exhibe muy bien ordenados), esa mujer sensualísima admira a las otras de su estatura. “Admiro muchísimo a Ana Poltronieri, una mujer intuitiva, con talento fenomenal. También respeto muchísimo a Sara Astica y Gladys Catania, que son estupendas y adorables. Y Eugenia Chaverri es buenísima, buenísima”.
Pionera en radio En los tiempos de Carmen Naranjo como ministra de Cultura, durante el gobierno de Daniel Oduber, De Lev fue directora del Departamento de Radio del Ministerio de Cultura, y sembró la semilla que dio nacimiento a Radio Nacional, emisora de la que nuestra actriz es fundadora y fue su primera directora. Su legado es un histórico proceso de producción radiofónica de gran calidad. Para muestra, un botón: “grabamos ‘Cuentos y Leyendas de nuestra tierra’ y ‘Cuentos y Leyendas Universales’. Poco después, durante una visita de estudios a España, me recibió Jorge Julio Rico, quien era el director de Radio Exterior de España. Le dije que llevaba un ‘demo’ de los ‘Cuentos y Leyendas Universales’. Se sorprendió tanto, tanto al escucharlo que creyó que los actores eran españoles. La calidad de quienes participaron en esas grabaciones (Guido Sáenz, Fernando López, Alonso Venegas, Rodrigo Durán, Luis Fernando Gómez y la diva de esta historia) lo dejó sin palabras. Le gustó tanto que transmitió toda la serie en España, a lo largo de seis meses”. Cuando habla de su emisora, se le llena la boca de estrellas. “Fue grandioso para mí darle una opción al país de un medio de comunicación que llegara a todos los sectores sociales de este país con una propuesta diferente”, explica De Lev, quien también incursionó en proyectos alternativos para televisión, como el programa infantil “Totita y sus amigos”, que se transmitió por canal 11, así como “Secretos”, en canal 19, sobre sexo, mujeres y temas polémicos. Y también puede darse el taco de afirmar que actuó en cine, en una buena película. “El cine y el teatro son muy distintos. Peter Brooke ha sido director en cine y en teatro. El dice que el teatro es más difícil, y creo que es así. El actor de teatro está desnudo frente al público. Sin embargo, el cine 50
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también tiene sus dificultades. Una de ellas es que hay que volver varias veces al mismo punto. En esas condiciones, conservar la energía y el peso de cada escena es más difícil”.
El mito Le pregunto acerca del mito que se creó alrededor de su nombre y su figura. Sus palabras brotan como el agua de la fuente, sin detenerse. “La gente me inventaba historias y no eran muy lindas. Cuando quieren hacer cosas que haces, y no pueden, o no se atreven, entonces te detractan. “Me inventaban amantes, desde el portero del teatro hasta el Presidente de la República. Tantos hombres dijeron que habían tenido algo conmigo, que, de haber sido cierto, no me hubiera dado tiempo ni de comer. “En Costa Rica los niños no nacen con el pan debajo del brazo, nacen con una sierra eléctrica, y antes de que comiencen a caminar, ya les han enseñado a usarla”. Le pregunto si no hay huellas de resentimiento en lo que dice. “Estoy en una etapa maravillosa de mi vida. Tengo mucha paz interior. Se me han resuelto muchos enigmas. Ya estoy conciente de lo que significa ser mujer en un mundo sexista y falocrático. Sin embargo, aún creo en el amor. Me gustaría encontrar a un hombre que me acompañe en el camino que me resta”. Pero, le digo, una mujer tan bella, de seguro ha de tener más de un pretendiente. “Sí, pero asusto a los hombres. Me tienen miedo porque aprendí a decir lo que siento, lo que quiero y lo que no quiero. Eso hace que no sea el tipo de mujer de las que necesitan de protección masculina. Soy como una canción de María Elena Walsh. Dice así ‘aprendí que la nuez es arrugada y viejita, pero que puede tener mucha, mucha, mucha miel’”.
Años como preguntas Cometí la descortesía de anunciar su edad. La averigüé recurriendo a otros recursos. Porque cuando le pregunté por la edad, de respuesta le salió un poema: “los años son como preguntas. Tengo los años que calcules al verme caminar. Y de una vez te contesto que no tengo nada de cirugía en el cuerpo”, concluye, con una risa quinceañera, de oreja a oreja, una sonrisa llena de unas manchas especiales, que son
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como dedazos de un artista en su rostro, la marca de fábrica exclusiva, o una especie de sello de calidad. La señora tiene ahora un microprograma de poesía en Radio Mil, y delira el oído de quienes escuchan lo mejor de Neruda, Debravo, Darío, Azofeifa, Storni, Bécquer y tantos otros y otras poetas en esa voz que inventa escaleras en el viento y que tiende puentes invisibles a través del aire que nos separa. Anduvimos por la sala, el comedor, la cocina. Le quise robar reliquias en su biblioteca, pero no pude. Y en medio de su colección de obras de Rafa Fernández, con esas mujeres señoriales, me abrió una caja de luz debajo de la piel. Parece una de esas mujeres de Fernández, como si se hubiera escapado de uno de los cuadros. Sobre todo, se parece en su dignidad. Pero, la verdad, es más bella, más guapa, más provocativa. Y a los 66 todo eso todavía le luce.
“El bolero, nuestro pasaporte común...” Un bolero es como un duende reencarnado en letras. Es un poema con piernas, que camina por el viento y va contagiando con su secreto aliento al corazón. La actriz Haydée De Lev y el bailarín Rolando Brenes presentaron un espectáculo único que ya es conocido en varios idiomas y fuera de nuestras fronteras. Se llama ‘En alas del bolero’ y es una sublime compilación histórica y poética del bolero, que es el gran aporte latinoamericano a la música. Este espectáculo ha sido objeto de maravillosas críticas en universidades extranjeras; sin embargo, en nuestro país pasa inadvertido. San José. Hotel Corobicí, 11 de la mañana del 15 de agosto. Unas mil quinientas mujeres, empleadas o madres de las empleados de la Pozuelo están en la fiesta que la empresa organizó para agasajarlas. En eso, una mujer y un muchacho suben al escenario. La luz los muestra como en una cápsula de colores. Y apenas iniciaron, el sitio se transformó. “Hoy vamos a contarles una historia, aunque no cronológicamente. Hace más de cien años, como en los cuentos de hadas, nació en la Perla de las Antillas, el bolero”. Y el encanto se convirtió en movimiento sensual y en nido de suspiros. No hubo una persona en el salón que no dejara entrever alguna joya que llevara por dentro y que arrojara luz en medio de las canciones. 52
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El bolero nació de tierra caliente, de palmeras y de mar, nació del mestizaje fecundo entre la cultura ancestral de nuestro continente y la que nos llegó de allende los mares.
Los parientes del bolero Del baile de cuadrillas, que surge como sincretismo entre las cortes y los tambores de los esclavos africanos, nace a mediados del siglo XIX, el danzón, la génesis de todos los ritmos del Caribe. Y del danzón nacieron a finales del siglo XIX dos ritmos, el son y el bolero, que curiosamente no se bailaba, se tocaba en tríos de guitarra y se usaba al principio para dar serenatas. El espectáculo de la señora De Lev y el bailarín Brenes nos acerca a ese mundo exquisito de nuestra música. Nos convertimos en conocedores del camino que nos lleva ese tesoro. El primer bolero de que se tiene noticia fue compuesto en 1885, su autor fue el cubano Pepe Sánchez y su letra era un lamento de amor, lo que es casi una constante en todos los boleros. A comienzos de los años 20, los hermanos Matamoros crean una canción que es mitad bolero y mitad son, y el bolero descubre sus dotes de danza mientras sigue cantándole al amor. “Es un baile de posesión, de marcado dominio del macho, y quizás por eso toca y despierta atávicas sensaciones en la pareja que sigue el ritmo sensual y cadencioso de su música incomparable, mientras el Bolero llora lágrimas negras”, dice doña Haydée, desatada y exquisita, como siempre. Para la génesis del bolero, entre los músicos que logran destacarse en Cuba se encuentran Ernesto Lecuona, compositor de canciones de fama internacional, y Gonzalo Roig, director de la primera orquesta sinfónica que hubo en La Habana y que compuso, además de zarzuelas, lamentos de amor. Comenzando la década de los cuarenta, los directores de las grandes bandas norteamericanas, se inspiraban en las creaciones latinoamericanas, como “Perfidia” del mexicano Alberto Domínguez, que Glenn Miller, con su estilo incomparable, colocó en el firmamento universal.
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Y surgió el mambo... Santa Isabel de las Lajas fue la ciudad que en Cuba vio nacer al incomparable Benny Moré. En 1951 el cubano Dámaso Pérez Prado, buscando en los baúles musicales de su patria, encontró un ritmo que había sido creado en 1939 y lo lanzó a dar la vuelta al mundo: el mambo. Y también en 1951 otro músico cubano, Enrique Jorrón, crea en Cha - Cha - Cha. Empieza a cantar (o tararear) “Solamente una vez”, hasta fundirse con “Bésame mucho” Pobre nació el Bolero, pobre y caribeño. Por eso llevó en su piel olor a mar y trabajo, a sal y sudor. Cruzó fronteras, atravesó los mares y llegó a México. Allí se hizo verbo, melodía y leyenda, como Agustín Lara y pasión de mujer, como el inmortal “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez. Y es entonces cuando el bolero se va de rumba. Además de boleros, en los 40, otros ritmos hacían vibrar los pies y las caderas de los bailarines: el guaguancó, el bembó y la guaracha, entre otros, y la propia Rumba, que dejó de ser una mera invitación a la fiesta, para convertirse en una danza con personalidad propia.
“Vereda tropical” El Bolero nació en Cuba, pero se hizo grande en México, tierra de tantos músicos notables, hombres y mujeres que proyectaron al mundo sus composiciones. Entre muchas maravillas nació “Vereda tropical”, de Gonzalo Curiel. Dicen que fue con los pequeños circos cubanos que viajaban por el Caribe, como llegaron los primeros boleros a Puerto Rico. Allí se empaparon del sentimiento patriótico, y de esa pasión desbordante, altiva y contestataria del boricua. Y allí se quedaron para siempre, junto a la bandera de la estrella solitaria, como un puño en alto en medio del mar. “Lamento borincano” es uno de sus inmortales. Hay quien ha definido a los boleros como “Mentiras con música”. Tal vez así sea, pero... son tan hermosas estas mentiras. En todo caso, la poesía de la letra de los boleros habla siempre de amores contrariados en los que casi nunca falta una mentira.
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“Luna Liberiana” “Enredado como una trepadora, en los muros de piedra que en el pasado fueron frontera para los piratas, o pereceando en las blancas arenas de las playas mientras contempla nostálgico las luces de los puertos. Sí, nadie cantó nunca a sus ciudades con tanto sentimiento como el Bolero: San Juan, La Habana, Santo Domingo, Veracruz, Caracas, Panamá, Puntarenas, Liberia...”, arranca de nuevo Doña Haydée, desde el escenario. Y Rolando sigue, como si conversara con todo el cuerpo. “Dicen que hace medio siglo la ciudad de Liberia se alumbraba con una modesta plantita eléctrica privada. Por eso, en las noches de luna, se apagaba el alumbrado eléctrico en las calles y allí quedaba la ciudad blanca, más blanca bajo la luna brillante, tentando a los trasnochadores y poetas con su encanto de encaje”. Allí, una de esas noches, el director de la banda militar, Jesús Bonilla, compuso Luna Liberiana, que fue estrenada el domingo siguiente en la tradicional retreta del parque. No son pocos los costarricenses que han llevado la voz romántica de nuestro pueblo en alas del Bolero. Ray Tico es uno de los trascendentes. Y Eladio Jara, otro de los grandes, que ha traído hasta el presente el anecdotario que acompañó a nuestros grandes compositores.
El presente del milagro “La historia del Bolero no sólo es pasado y en nuestro presente rutilan grandes estrellas con sus versiones modernas donde los ritmos se funden y surgen en feliz amalgama del ayer y del ahora”, explica Brenes. Creadores de la talla de Armando Manzanero, Pablo Milanés, Rubén Blades y Juan Luis Guerra, entre otras luminarias musicales, mantienen vigente nuestro ritmo latinoamericano por excelencia. Con obras de arte como la canción “Como abeja al panal”, de Juan Luis Guerra, “Yolanda”, de Pablo Milanés, o “Somos novios”, de Manzanero, cuando los latinoamericanos de distintos países se reúnen en cualquier lugar del mundo, cada uno lleva los aires de su tierra y cada uno es hermano del otro. Valses y cuecas, tangos y joropos, cumbias y merengues, pero todos comparten un ritmo el bolero, que es un pasaporte común de todos los que vivimos al sur del Río Bravo. Camilo Rodríguez Chaverri
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El bolero, sí, el bolero, el poema colectivo de América Latina preñado por una guitarra y convertido en eternidad por alguna voz especial. El bolero, el más grande legado de nuestros músicos para la humanidad, una especie de obra de arte que nace de nuevo en la memoria y el beso de cada uno de nosotros. Ojo, junio 2002
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Daniel Gallegos
Del teatro a la novela
“En el arte hay que ser serio y humilde. Y hay que dar lo mejor de uno sin pensar que se es el mejor”. Su casa está enclavada en un enorme lote ubicado en San Isidro de Heredia. La última entrada a la izquierda antes de adentrarse en el Parque Nacional Braulio Carrillo y luego hasta que Dios y su dirección nos lleva a un portón eléctrico. Se abre el portón y podría pensar cualquiera que está entrando en un cuento fantástico. Como si uno pudiera saltarse por una pintura de un libro de literatura infantil y cayera al otro lado en medio de castillos y dragones. Al final de la propiedad, su casa se yergue imponente. Es una cabaña de campo, blanca, albísima, tan hermosa que parece que tuviera una gran boca que nunca deja de sonreír y una voz que dice “aquí estoy”, o como una niña linda, que sabe que lo es y lo celebra con los ojos. Desde el portón, las plantas de rosa parecen pequeños incendios de luz en medio del jardín que es verde y lo cuidan tanto que luce como la superficie que besan las bolas en una mesa de billar. Las hortensias son dueñas y señoras del espacio, desde que entro al jardín hasta que aparco el vehículo. Ya está el señor en la puerta de su casa. Baja las gradas que lo llevan al sitio donde el jardín permite estacionarnos. Viene con los brazos cruzados y una suéter encima de los hombros. Es de una elegancia suprema. No se trata de la ropa. Es una elegancia que le sale del espíritu. Parece incapaz de decir una mala palabra. Parece algo así como el embajador itinerante del país encantado de la discreción. Y esa discreción caracteriza la entrevista a partir del instante en que nos sentamos en la sala, cuya pared que da al jardín es un gigantesco vidrio partido en dos por una
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columna, como si fueran dos ojos que miran todo el tiempo, o una ventana que no termina. Si no fuera porque es dramaturgo y novelista, cualquiera pensaría que hubiera sido un excelente cadidato para canciller. Mide cada cosa que dice como si le diera miedo ofender o lastimar. Cuesta un mundo “sacarle” algo que pueda generar “roncha”. Y mucho de lo que dice, lo comenta bajo petición expresa de que no se publique. Habla en el campo abierto pero secreto que Emilia Prieto llamaba “el íntimo sobaco de la confid encialidad hermética”. Daniel Gallegos es uno de las más importantes figuras del teatro costarricense, y ahora nos sorprende con novelas genuinas, que no se parecen a lo que se publica en el país. Pero si uno llevara hasta su casa a una persona sensible, que no lo conociera, y le pidiera que adivinar qué es ese señor, de seguro diría que una extraña pero fascinante figura de un príncipe que cree en la meditación trascendental.
Alejado del teatro “Estoy muy alejado del teatro. Es un trabajo muy serio, muy duro, pero en este momento no encuentro estimulante lo que se hace en el país. Hay una gran frivolidad en la manera de hacer teatro”, dice don Daniel, sentado en un mueble de su casa. Lo dice con las manos cruzadas, como si quisiera orar o combatir el frío. Lo dice mientras mira por los ojos de su sala al jardín verde y amplio, como si fuera un lago con algas y pequeñas islas de colores. Se le nota que no quiere hablar de esto, pero que sabe que las preguntas en ese sentido son inevitables. Sus palabras salen como si estuvieran caminando en un campo minado. Habla como si apenas quisiera decir lo mínimo permitido, sin excesos. Se cuida de no hablar demasiado. “El teatro en Costa Rica viene siendo un poco lo que se espera por el tipo de influencia que nos llega de otros lugares donde hay conceptos de ‘entretenimiento’ que han llevado a nuestras salas lo banal”, continúa, con la mirada perdida en el horizonte pintado de amarillo por el sol que baña en oro las tardes de diciembre. “Por eso, me doy cuenta que creen que un buen actor cumple su trabajo con sólo aprenderse el papel y decirlo correctamente. De ahí a interpretarlo hay un gran trecho. Pocas veces se ven los personajes, en lugar de los actores. 58
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Podemos ver pocas buenas interpretaciones, excepto en casos como el de el ‘Pato’ (Catania), Haydée (De Lev), Gladys (Catania), Leonardo Perucci...”.
Habla con la cara A veces se pone las manos sobre la cara. Se tapa el rostro. Cierra los ojos con fuerza y arruja el entrecejo. No quiere molestar con lo que dice. Se le nota tanto una especie de aristocracia del espíritu, que hasta duele preguntarle sobre la crisis del teatro o la política, pero no queda de otra. “Cuando comencé a hacer teatro, daba cualquier cosa con tal de que un director famoso me admitiera en sus puestas. Quería aprender las cosas con que estaban experimentando. Asistí como observador a un montaje de Peter Brook, por ejemplo. También fui asistente de Fernando Wagner. Y nunca lo hice pensando en que podía decir ‘ah, soy asistente de fulano’. Lo hacía por la posibilidad de aprender. Simplemente era por ver qué podía aprender yo de los directores”, comenta. -No ha mencionado usted a alguno de los actores o las actrices jóvenes, de nuevas generaciones. ¿Quién es bueno entre los nuevos? -Me parece que alguien como Arnoldo Ramos podría destacarse más si se dedicara a explorar posibilidades en él mismo. Ana Istarú me parece formidable, y es una de las figuras más importantes del teatro de hoy. -Si yo le preguntara a los jóvenes actores y las jóvenes actrices acerca de la trivialización del teatro, y de ese nuevo género que se limita a juntar un montón de chistes “rojos” en algo que ellos y ellas llaman “obra de teatro”, estoy seguro que me dirían que es la única maner de vivir del teatro. -Eso es cierto. Bueno, pero no me gusta ponerme a hablar del teatro porque no quiero despotricar. Sé lo que es el teatro, sé lo que cuesta y sé el amor que le tienen los actores. Pero aquí hay poco estímulo. -¿Lo hubo alguna vez? -En los setentas venían directores extranjeros. Se invitaba a mucha gente. Había mayor movimiento y buenas posibilidades de aprender. Nuestro teatro no tenía esa tendencia a la frivolidad que tiene ahora. -¿No se puede rescatar ese buen teatro?
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-Hay gente que ha ido a estudiar fuera. Me interesan sus propuestas. -¿Quiénes son? -Me interesa Roxana Ávila y su grupo. También Marcos Guillén, que ha hecho teatro en Europa y viene de estudiar durante mucho tiempo en Estados Unidos. Y Fernando Vinocour también es bueno. -Hace un rato me dijo que al principio daba cualquier cosa con tal de que un buen director lo aceptara, y que lo hacía por aprender. ¿Se ha perdido esa actitud en nuestro teatro? -Hay una cosa que me molesta mucho del teatro... El teatro da pie para el exhibicionismo.
Odia el exhibicionismo -¿Por qué le molesta tanto? -Odio el exhibicionismo. Ahora se ponen a vivir de la imagen que quieren dar y se olvidan de lo que son. En el teatro y en el arte en general hay que ser serio y humilde. Y hay que dar lo mejor de uno sin pensar que uno es el mejor. Siempre hay alguien mejor que uno. -Pero dicen que su obra, en conjunto, es la mejor...Sostienen que usted es el mejor dramaturgo de Costa Rica. -Cualquier movimiento teatral es bueno por la cosecha de buenos dramaturgos. Los grandes movimientos teatrales se distinguen porque hay varios, no uno, ni dos, ni tres. Es cierto que Shakespeare es una figura gigantesca dentro del movimiento isabelino, pero al lado de Shakespeare había muchos dramaturgos buenos. -Pero, creo, con todo respeto, que no me ha contestado. -Le voy a decir algo: en tantos años que tiene de vida la Compañía Nacional de Teatro sólo me han montado dos obras. ‘La colina’ en los ochentass y ‘Una aureola para Cristóbal’ en los noventas. Nada más. Mis obras han sido puestas sobre todo en el Arlequín viejo y en el Teatro Nacional, cuando Graciela Moreno me ha llamado. -¿Qué piensa acerca de Graciela Moreno? ¿Por qué despierta tantos sentimientos encontrados? -Ella es una mujer muy importante para la cultura costarricense. Tiene un carácter muy especial. Yo la admiro mucho. Sabe lo que quiere y lucha por conseguirlo. Eso puede 60
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causar diferencias. Es fundamental, como también lo son Guido Sáenz, Beto Cañas, Carmen Naranjo, Julieta Pinto... -¿Hay relevos para ellos y ellas? -Debe haber relevos, pero no los conozco. -Háblenos de su obra. Encuentro en el conjunto de ella un interés filosófico. -El teatro en general me parece un medio que además de entretener, porque por supuesto que tiene que entretener, genera una posibilidad para la reflexión. El teatro es el espejo de la humanidad, como decía Shakespeare.
Sus obras de teatro -Desglosemos un poco la obra. Me parece inquietante ‘La colina’... -’La colina’ es una discusión acerca de la posición del hombre frente a Dios, en términos de justificar su existencia. -¿Cree usted en Dios? -Sí, creo en Dios, en un Dios que es la razón de toda la Creación. -La obra trata de Dios, pero, además, trata acerca de la religión como mecanismo. -Respeto mucho los medios que tiene el hombre para encontrar su vínculo con Dios. Respeto su necesidad de sacralizar espacios, por ejemplo. Paradójicamente, también la religiones han dado motivo a guerra y violencia, cuando creen que sus cánones religiosos son los únicos para llegar a Dios. -Una obra suya de relevancia por su actualidad es ‘En el séptimo círculo’... El nacimiento de esa obra creo que tiene que ver con un hecho real... -Es cierto. Es una obra muy actual. Más actual que cuando la escribí. Leí una noticia acerca de unos muchachos que le tiraban ácido en la cara a los viejitos. Empezaron a hacer este tipo de actos espantosos y no sabía cuál era el motivo de esos actos salvajes. -¿’Punto de referencia’ es otra exploración, como ‘La Colina’? -Sí, es la exploración sobre relaciones de pareja y amistad. Es que no siempre el sexo es lo que más une a las personas. Hay vínculos entre dos personas que pueden ser mucho más fuertes. -Y ‘La casa’ es la exploración de la vida en familia, un chico, su madre, sus hermanas... Camilo Rodríguez Chaverri
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-También tengo una obra que quiero mucho, porque fue la primera que recibió un premio. Se trata de ‘Ese algo de Dávalos’, que ganó el premio ‘15 de setiembre’ de Guatemala, un premio que en otros años ganaron Yolanda Oreamuno y Eunice Odio. -Me parece que su última obra de teatro, ‘Una aureola para Cristóbal’, ya marca la transición suya hacia la novela. ¿es una adaptación de la novela de Carpentier? -No, porque el conflicto principal de mi obra es entre Cristóbal Colón y Pío Nono, y eso no se da en la novela de Carpentier. Como lo expresé, la obra de Carpentier me sirvió de inspiración, y traduje a escena muchos pasajes. -Entonces, ¿por qué se alejó del teatro? -Porque creo que ya terminó mi ciclo. -Pero, algo más debe existir... -Lo que tuvo que ver con mi paso a la novela fue la decadencia del teatro costarricense.
Ahora, novelista -Como novelista, primero publica ‘El pasado es un extraño país’. Luego, ‘Punto de referencia’. Ya mencionamos que sus obras son filosóficas. En el caso de la novela, ¿qué temas le interesan para reflexionar? -El tema que estoy explorando es la relación que tiene el ser humano con su tribu. Tribu llamo a cualquier asociación de seres humanos que se reúnen en un pueblo o en un país. La tribu es el grupo al que el ser humano cree que debe pertenecer. En todo pueblo u organización social existen reglas para mantener la cohesión. -Es un tema muy amplio... -Lo que me interesa señalar es que el individuo se resiente de ser excluido, pues lo que busca siempre es la aprobación. Muchas veces, para conseguir la aprobación tiene que mutilar partes de él como individuo. Es una especie de dialéctica entre fascinación y renuncia... El individuo se halla ante el problema de escoger entre su integridad o renunciar a ella en parte o totalmente para amoldarse a lo que dicta la tribu. -El individuo pierde mucho de sí por conseguir el favor de la tribu. -Por eso, se escucha a menudo “si yo hubiera hecho tal cosa... o si hubiera hecho tal otra”. -Usted admira al individuo, es un defensor de su individualidad... 62
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-Lo que más admiro del ser humano es su autenticidad. Tengo conciencia social siempre y cuando no esté en conflicto con el prejuicio. -Algo muy significativo de ‘El pasado es un extraño país’ es que no se parece al resto de las novelas que se han venido publicando. Además, el título es un verso perfecto. -El título es la traducción de una frase del escritor inglés Hartley, en una obra que se llama “The go between”. Originalmente dice, “The past is a foreign country. They do things differently these”. -Es una novela ordenada, en la que todo está en su sitio. -Me gusta que el autor saque sus propias conclusiones. -En esa afirmación se esconde el dramaturgo... -Es posible. Me interesa la interacción. No me gusta el receptor pasivo.
Matar fantasmas -¿Se ve usted en la novela? -No es una novela autobiográfica. -¿No fue una manera de matar fantasmas? -No, no. La novela se basa en una anécdota de un amigo mío. Yo la desarrollé, y por supuesto que uno usa el baúl de sus recuerdos. No obstante, los personajes son diferentes, aunque uno siempre mata fantasmas. Escribir es exorcisar los propios demonios. -Pero uno siente que el narrador de verdad está ahí adentro. -Es que con el narrador ocurre algo similar que con el actor. La compenetración es fundamental. -¿La novela ‘Punto de referencia’ es un punto de encuentro con su obra de teatro? -Eso le queda de tarea a cada lector. Quiero que el receptor lo descubra. -Usted vive solo, en esta casa-cabaña, entre hortensias y rosas. Se le nota apacible... -La vida es maravillosa y todas las edades son buenas, pero en la que estoy yo tiene la enorme ventaja de que te permite encontrar respuestas. Sigo aprendiendo de lo sencillo. Huyo de ser protagónico. Aquí tengo el cariño de mis amigos. Y me gusta conversar con la gente simple, de campo. Hay una frase que me inspira y orienta. Dice “el gran hombre es aquel que Camilo Rodríguez Chaverri
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guarda en silencio la grandeza de su soledad”. No me creo un gran hombre. Otro día leí algo de un libro de Oriente, que enseña que lo único más lindo que el silencio es el ruido que hace el agua en su camino. -¿Escribe todos los días? ¿Qué prepara en este momento? -No, no. Escribir no es sólo sentarse frente a la máquina. Todo empieza con la reflexión. Cuando uno se sienta en la máquina ya tiene bastante escrito. Cada quien tiene su manera de matar las pulgas... -¿Cree en esos escritores que dicen que pasan ocho horas por día frente al ordenador? -No sé. Yo no. No hay cosa más espantosa que una página en blanco. -¿Qué hace cuando un libro está en proceso? -Muchas veces converso con mis amigos que escriben, como Julieta Pinto, que es una mujer entrañable y muy valiosa. Antes lo hacía con Carmen Naranjo, pero ahora está como escondidilla.
Don Beto y don Samuel -Los otros dramaturgos mayores son Alberto Cañas y Samuel Rovinsky. Además, son sus amigos. ¿Qué piensa de su obra teatral? -Son mis colegas. Les tengo gran respeto y admiración. Hemos sido compañeros durante muchos años. Nos une mucho el vínculo literario. Sus obras son muy diferentes. -Hábleme de don Beto. -Beto conoce el alma del pueblo, la sicología del costarricense, su sentido del humor y sus ocurrencias. El lenguaje que utiliza Beto es tan verdadero, tan genuino del costarricense... En eso radica parte de la riqueza de su obra. -¿Y don Samuel? -Es una persona preocupada por los problemas sociales. Es muy serio en su trabajo. Me gusta ‘El martirio del pastor’. Y en ‘La víspera del sábado’ lo encuentro a él, orgulloso de sus ancestros judíos y orgulloso de ser costarricense. Es alguien sincero e íntegro. -Me han contado que usted tiene mucha influencia del cine. -Adoro el cine. Me pasé la adolescencia en California, muy cerca de Hollywood. Entré al teatro como sustituto de algo
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que quería hacer. Gozo muchísimo el cine. Es muy diferente al teatro. Es complejo y maravilloso. -Los tres, don Beto, don Samuel y usted, se reúnen a ver películas. -No, más bien es Beto con un grupo de amigos. Yo a veces voy. Es que Beto es un gran fanático del cine. Tiene una filmoteca increíble. Uno le habla de cualquier película y él la tiene. -Estudió televisión en Francia. ¿Qué ha hecho en video? -Hice varias obras de teatro para televisión. ‘Luz de gas’, ‘La más fuerte’ y ‘Añoranzas del viejo Cartago’. El teatro para tele es diferente. Hay que trabajarlo como si fuera cine. Ir segmentándolo, y estudiar escena por escena. -¿Quiénes son sus maestros? -Cada novelista que leo es un maestro. Hemingway, Faulkner... Todos tienen algo qué enseñar. Acabo de leer “Tinísima”, de Elena Poniatowska. Es una obra impresionante. Me encantan Saramago, José Luis Sampedro y Muñoz Molina...Amo ‘Invierno en Lisboa’. -Tengo la impresión de que no soporta la mediocridad. -El costarricense tiene algo malo. En todo piensa que ‘echando a perder se aprende’. -Lo que odiaba Yolanda Oreamuno. -A Yolanda le tenían horror. Es que era tan bella, tan inteligente y tan intelectual... La veían como un bicho raro. -Jacques Sagot está escribiendo un libro sobre ella... -Qué dicha. El también es un artista excepcional, un individuo fuera de serie. -¿Qué piensa del ambiente político del país? -Estoy angustiado por la política de este país. Los partidos están desgastados. El pueblo ya no les tiene confianza. Hay una peligrosa falta de fe en la vida institucional. Pero, bueno, el costarricense tiene recursos valiosos. No quiero ser pesimista. Mi oposición a los partidos mayoritarios no es tanto por los candidatos sino por la pérdida de credibilidad de las agrupaciones. -¿Catalizan esa frustración en apoyo a los partidos emergentes? -Me parece que Ottón Solís puede significar algo distinto. -¿Qué piensa de Otto Guevara? -Sólo quiero decir que hay actividades y tareas que no se pueden sustraer del Estado, porque, por su naturaleza, son responsabilidad de los gobernantes. Camilo Rodríguez Chaverri
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-Ya se habla de una segunda ronda. ¿Cree que se vaya a dar? -Podría ser que haya una segunda ronda. El otro día estaba hablando con uno de mis empleados, y me contó que andaba paseando en Turrialba, porque él es de allá, y que se asustó porque todos sus amigos liberacionistas ahora están con Ottón Solís. -¿Qué es urgente en la política costarricense? -La política es el arte de lo posible, de concertar opiniones. Pero no se puede seguir partiendo el ayote por la mitad como se ha venido haciendo por tanto tiempo. Se necesita algo más fuerte, que acabe con este sistema que sobrevive con base en parches. Nuestro sistema está fallando. Hay que reflexionar sobre esto. -¿Hay liderazgo como para promover las reformas que se necesitan? -El político más importante de este país es Oscar Arias. Me duele que haya abandonado su papel de gran reformador. -¿Apoyaría una reforma que establezciera la posibilidad de reelección y que luego llevará a don Oscar a la Presidencia? -No. Siendo él el gran ícono político de este país debe estar sobre todos, incluso sobre su propia reelección. -¿Se desgastó en la lucha por la reelección? -Aprobar la reelección era caer en el mismo esquema. La reelección lo comprometería políticamente y no le permitiría llegar como el gran reformador. El lograría más por encima de todos. Por ejemplo, al frente de una campaña que exigiera una transformación hacia un régimen parlamentario. Ojo, abril 2002
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Oscar Castillo
Motor del cine tico
Cuando estaba metido en las remotidades de Nicaragua grabando su primer película se le iban las horas y los días embutido en el proyecto. Tanto fue así que un día se enteró que era 18 de diciembre... Cuatro días antes estuvo de cumpleaños y ni se dio cuenta. Es un hombre de convicciones, y de obsesiones. Por dicha. Porque son sus obsesivas luchas las que hicieron que el cine no fuera ni sea una utopía en nuestro país. La escasa historia del séptimo arte en Costa Rica es casi que la historia de un hombre macizo, canoso, varonil y “emperrado”, que a los 60 aparenta 10 años menos y dice que la fórmula para vivir bien es dejar atrás el pasado. Me recibe en su oficina. En el segundo piso de una habitación estrecha pero bien distribuida y decorada con gusto. La pared que va hacia la calle es de vidrio. Afuera llueve. Las gotas de agua parecen pellizcos en el charco que se formó en la terraza. Un árbol despliega sus ramas como brazos de un bailarín sobre la estructura blanca y de cemento. Es una jacaranda. Hasta el nombre le ayuda. Allí, Oscar Castillo agita su voz entre las paredes. Mira a los ojos. Tiene una mirada de hierro. Denota la veta de arrebatos y frustraciones que han moldeado su carácter de árbol invencible, que todos los días despierta a la vida como el día del nacimiento; con su personalidad de chaparrón, que, aun en tiempos de sequía trabaja como una gota, igual que esas que brincan como duendes en el piso de afuera. La pared opuesta a la de vidrio tiene un recuento de su carrera. En un extremo el afiche de la película “La Segua”; al lado, el afiche del montaje en teatro de “Julio César”, de Shakespeare, el último que hizo para la Compañía Nacional de Teatro; también el de “Insurrección”, su primer largometraje; el de “Eulalia”, con la foto de su compañera, Camilo Rodríguez Chaverri
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Maureen Jiménez; y al final una caricatura en la que aparece entre las más grandes figuras de Costa Rica en los ochenta, según el Colegio de Periodistas. Allí se ve tan campante como hoy, y tan aguerrido. De plano se nota que no es fácil derribarlo. En sus manos, las venas quieren saltarse. Parecen culebras que quedaron atrapadas más abajo de la piel. Todo en él destila un energía especial. La energía de un tronco, de una jacarandá, como la que baila afuera, como enamorando al viento... Oscar Castillo regresa al ojo de la opinión pública, allí donde los periodistas hacen la olla. Le devolvió credibilidad a la producción televisiva nacional con “El Barrio” y las teleseries que siguieron, y ahora le da brillo a la producción cinematográfica costarricense con una película que no tiene vocación de estornudo. Quiere generar comentarios, cultivar el análisis, encender la chispa, provocar la explosión. Eso es lo que le corresponde al arte. Y él primero que todo es artista.
Un castillo de verdad En el ático está su esposa con su hija recién nacida, Gabriela, que se convirtió en la gran ilusión de un hombre que es abuelo desde hace rato. La bebé está inquieta porque el día anterior le pusieron unas vacunas, y aunque la mamá se esmera en entretenerla, él no se puede concentrar. “Es que esta chiquita es mi locura”, reconoce. No es sino hasta cuando se llevan a Gabriela que el tata se sosiega, y obligado por mil circunstancias, se devuelve en el tiempo. “Soy muy malo para las fechas y para todo lo que tiene que ver con el pasado. Tengo tanto qué hacer en la vida, que prefiero no mirar atrás”. El director de “Asesinato en El Meneo” es un josefino incurable. Nació en el Hospital San Juan de Dios, hace seis décadas, y creció cerca del Parque Escarré, por lo que desde muy niño ama el beisbol. Su cuerpo es el de un atleta. También jugó tennis, hasta que un codo no le permitió seguir adelante, y fue karateca durante una década. Estudió en la Escuela Juan Rudín y en el Liceo de Costa Rica. Le tocó el privilegio de contar entre sus profesores a Teodoro Olarte y Bernardo Alfaro. Y para esta época se enamora del arte de las tablas, pues un pariente de uno de sus mejores amigos les mandaba entradas para el Teatro Nacional.
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“Los actores se ‘mandaban’ las tres obras. Era la época de las compañías de teatro de repertorio. Por ejemplo, un domingo estaba el Juan Tenorio para las 3, Segismundo a las 6 y alguna obra nueva en la función estelar. Eran los mismos actores para todas”, recuerda Castillo. Había tres funciones de tres obras distintas. Así que se pasaban en el teatro desde muy temprano en la tarde hasta muy entrada la noche. Y cuando entró a la U, con la idea de estudiar Medicina, se encontró con la primera oportunidad de actuar.
Entre los grandes “En Estudios Generales había grupillos que montaban obras. Existía un curso llamado ´Práctica de teatro´, que impartían Lenín Garrido y Guido Sáenz, mientras que el curso de apreciación estaba a cargo de Beto Cañas”. Castillo considera que su gran apego al teatro nació de un día que se presentaron en el paraninfo de la vieja universidad. Estaba actuando en un montaje de “Los jugadores”, de Nicolás Gogol. “Después de la obra, subieron al escenario Rodrigo Facio y Carlos Monge, que eran el rector y el secretario de la U, en ese momento. Me dijeron que debía dedicarme al teatro porque tenía mucho talento. Y yo de ‘güicho’ les hice caso”, recuerda. Empezó en el Teatro Universitario, en el que participó durante el proceso de resurgimiento, junto a José Tassies. “El Teatro Universitario había dejado de existir y lo resucitamos con el montaje de la famosa obra ´Esperando al sur’”, explica Castillo. En esos tiempos no había posibilidad de vivir de la actuación, así que montó una fábrica de pinturas e imper meabilizantes. Tenía apenas 23 años. Pero pronto afloró su vocación de empresario. Cuando cumplió 28, su empresa ya era la más grande de su sector en América Central, con más de 70 empleados. “El negocio anduvo muy bien hasta que empezó a estorbarme demasiado. Entonces lo vendí para dedicarme al cine”. Le digo que se le nota el talento para las empresas. Me responde con una carcajada. “Los amigos míos que son empresarios me consideran muy ‘volado’. Un buen empresario no hubiera dejado una fábrica tan rentable. Yo
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lo veo de otra manera. La fábrica producía solamente dinero, pero dejó de producirme satisfacciones”, admite. Mientras tanto, hacía cosas en el Teatro Arlequín, el Teatro de la Esquina y el Universitario. En eso anduvo hasta mediados de los 70s, cuando lo nombraron Director de la Compañía Nacional de Teatro. “Eran unos 14 ó 15 actores de planta, y los directores éramos ‘Pato’ Catania, Alejandra Gutiérrez y yo. Eramos muy pocos, con pocos técnicos, un chofer, una miscelánea y una contadora, y aun así hacíamos 360 funciones por año.
Éxito impresionante “Llegamos a reunir hasta 75 mil espectadores para la temporada de una obra. Dividíamos la compañía en dos grupos. Unos se quedaban con los montajes de la sala y los otros andaban de gira por todo el país. Esa fue la época de mayor empuje para el teatro. Y su éxito no se debió al apoyo estatal, sino al cumplimiento de una fórmula. Es muy sencilla: al público hay que organizarlo. El Estado simplemente subvencionaba el costo del boleto. Por ejemplo, si costaba 8 colones, al público sólo se le cobraba 5 colones. Cuando yo le presentaba el presupuesto a la Contraloría General de la República, indicaba la cantidad de espectadores que esperábamos para cada montaje. Es que teníamos muy claro que estábamos trabajando hasta con el último cinco del campesino que compraba un pantalón o un fresco”, explica Castillo. “Como la mitad del elenco siempre andaba de gira, resultó muy importante que en el Taller Nacional de Teatro también formáramos en promoción cultural. Muchos actores y actrices se convirtieron en promotores del teatro. Por ejemplo, Luis Fernando Gómez creó un grupo de teatro en Puntarenas, Mimi Prado estuvo en Limón y Remberto Chaves en Tilarán”. En ese tiempo, Alejandra Gutiérrez tenía un programa especial para los colegios, gracias al que organizaron el Primer Festival de Teatro Estudiantil. Asimismo, iban a las empresas para formar grupos, como ocurrió en Pozuelo y Republic Tobbaco, por ejemplo.
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Teatro de pique... Cuando le pregunto qué fue lo que ocurrió con ese movimiento cultural, Castillo explica que hubo un cambio de la correlación de fuerzas en América Central que provocó que los recursos que se dedicaban a la cultura se fueran a otros sectores. Le replico que, además, debió existir alguna responsabilidad de quienes estuvieron al frente de la compañía. “Es una historia muy larga, pero no quiero profundizar en el asunto. Algún día diré en un libro mis hipótesis y toda la verdad sobre este asunto”. Fue para esa época de la que no quiere hablar cuando el teatro se trivializó. “Usaste un adjetivo apropiado para no herir susceptibilidades. El teatro se trivializó, se ha banalizado”. Le consulto si considera que en nuestros teatros el negocio se ha puesto encima del arte. “Aquí el teatro dejó de ser arte. Dejó de ser un lugar donde uno llegaba a que le movilizaran y le sacudieran el alma”. Y muchos se preguntan si Oscar Castillo estaría dispuesto a volver al teatro... “Me gustaría tener una sala. Quisiera demostrar que si uno se organiza bien, es serio y es responsable, puede crear un espacio para un público sensible e interesado en la calidad y la profundidad. Estoy seguro que encontraría recursos, ya no del Estado, sino de la empresa privada. Puede ser que ahora el boleto cueste 4 ó 5 mil colones, y en lugar de eso, cobremos 3 mil colones, con la idea de que las empresas nos ayuden. “Podría demostrar que sí se puede hacer buen teatro, sobre todo porque hay muchos empresarios que fueron grandes aficionados del teatro en los setentas, pero que no volvieron a las salas y añoran el teatro. Estoy seguro de que están dispuestos a contribuir”.
Cine meneado... Fue la empresa privada la que hizo realidad “Asesinato en el meneo”. 24 inversionistas le apostaron a la nueva aventura de Castillo, quien reconoce que la película aspira a una utilidad. “Es la única manera de hacer cine aquí. En general, hay dos maneras de hacer cine. Una es que sea industria con un poquito de arte, y la otra es que sea arte con un poquito de industria. El caso de la industria es el que se ha desarrollado Camilo Rodríguez Chaverri
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en Estados Unidos. El caso del cine arte, que se olvida de la industria, se da en Europa, pero el Estado pone toda la plata. “Si hay compromiso, hay una enorme diferencia. Por ejemplo, acabo de leer un artículo acerca de TV Española, pues hay una polémica porque quieren recortar el 15 por ciento de los gastos. Imagínese que hay 97 compañías independientes que trabajan para TV Española. Y tiene el compromiso de dedicarle el 10 por ciento de su tiempo y sus recursos al arte europeo. También invierten $156 millones en producción de cine. Con esas condiciones, y con oportunidades de recibir subvenciones, préstamos directos y cosas por el estilo sí se puede pensar en películas que no necesariamente deben dejar utilidad. Incluso, si dejan ganancias, se van para los fondos de inversión utilizados por la industria del cine. “En América Latina lo hacía Argentina, pero ya no. En México hubo un recorte muy serio, y se limitó el presupuesto a $ 7,5 millones, que no significa nada si tomamos en cuenta que, por ejemplo, una producción como ´Y tu mamá también´ costó $ 4 millones, así como ´Amores perros´ costó $ 3 millones. Esas películas mexicanas fueron producidas con dinero privado, porque los empresarios ya vieron en esta industria un potencial”.
Vieja ilusión Castillo se inició en el cine siendo director de la Compañía Nacional de Teatro, en los años setentas. “En esa época se formó la organización Directores Asociados Latinoamericanos S.A. (DALSA), con la idea de que produjéramos nuestras películas. Además, ya estaba el Centro de Cine. Ahí quedó el proyecto, pero ya me había entrado la necesidad de hacer cine. “Para mí el cine es la verdadera expresión del arte total. Wagner encontraba esa expresión en la ópera. Hay en el cine una infinidad de posibilidades de expresión artística. Se puede ver la realidad desde distintos ángulos. No es un cuadro, como en el teatro. La cámara permite ver la realidad en forma fraccionada. La cámara toma acentos en los detalles. Recuerdo, por ejemplo, la imagen de Buñuel. Cuando el ojo se corta. Eso es Dalí, pero también es la magia del objetivo, que aquí llamamos el lente”. Castillo esperó que regresara al país el escritor Samuel Rovinsky, quien estaba estudiando Cine en Francia, y le propuso que se metieran a una productora, una distribuidora 72
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y una sala de exhibición. Ahí participaron Antonio Iglesias, Sergio Román y Carmen Naranjo. Y luego se integró Nico Baker. De ahí nació “Insurrección”, pero luego el grupo se fue acabando. “Nico fue comprando las acciones de los otros. El es un empresario. Es muy inglés. De esos ingleses que están en las novelas de Agatha Cristhie. El sigue usando la distribuidora. Cuando eso éramos 20 millones de centroamericanos, y ahora somos 30 millones”. “Es una lástima porque teníamos muchos proyectos. Queríamos rescatar en cine el mundo mágico de Miguel Angel Asturias, el mundo literario de Salarrué y de Rubén Darío”. Baja la cabeza, como buscando recuerdos sobre el escritorio. Saca los primeros folletos de “La Segua”, cuando apenas quería iniciar la realización de ese sueño, que nació con el nombre “Cinematografía Costarricense S.A. o CICOSA. Le digo que haciendo recuento con él se encuentra uno a un personaje que se levanta y cae, y que aprende de las ‘chichotas’. “Son etapas de la vida. En varias oportunidades lo he arriesgado todo. En algunos casos la apuesta ha salido bien y en otros casos la apuesta ha salido mal. Así es la vida. Si uno no se arriesga, la vida no tendría sentido”.
Aventura permanente “La vida es una aventura. Cuando uno se acomoda, se sosiega y se tranquiliza. Se convierte en alguien que se limita a recortar bonos y esperar la muerte. Me encantan los riesgos. ‘La Segua’ fue importante para mí. Tuve la idea, fui co-guionista, actor y productor”. “La película fue muy importante por muchas razones. Su estreno sirvió para suavizar las relaciones con México. Estábamos en medio de la Guerra Fría. Me llamó la embajadora y me dijo que si me comprometía a llevarle al Presidente Monge ella nos ofrecía una recepción”. Sin embargo, acepta que a la película le fue muy mal, pues no recuperó un porcentaje alto de la inversión. “Después se vendió y la han pasado en más de 20 países, pero en ese momento fue un fracaso”, confiesa Castillo. Y a los dos años hizo “Eulalia”. Sólo tres empresarios se quedaron a su lado después del fracaso anterior, Alvaro Sancho, José Antonio Nassar y Benito Artiñano. La película se
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estrenó en 1987 y rompió los récords de taquilla, que en esa época los tenía Rocky 4. Después se fue para Francia, donde su esposa estudió Cine. Allá hicieron teatro en español, y destacaron con una temporada larga para estudiantes de Quinto Año de secundaria que presentarían su examen de bachillerato en nuestro idioma. Al regreso dirigió “Julio César” con la Compañía Nacional de Teatro y salió para México, donde fue productor de la película “Como agua para chocolate”, en la que Maureen fue asistente de dirección. De nuevo en Costa Rica se encontró con Arnoldo Soley Soler, y se metieron en la empresa “La Mestiza”. Lo primero que produjeron fue un documental sobre los Parques Nacionales. Y dos años después dieron un gran salto, y con ellos la televisión nacional, gracias a la aparición de la serie “El Barrio”, por canal 6. “Hicimos un estudio de mercadeo y vimos que había un espacio que se podía aprovechar. Repretel estaba empezando, y Angel González se mostró interesado. Creo que le ayudamos a esa empresa a tener un fuerte impulso en los ratings. Fue una época divertidísima, porque al mismo tiempo empezamos a hacer el estudio. Hacíamos cuatro capítulos mientras terminábamos la escenografía. “Después, vino ‘La Pensión’, en 1999, y ‘La Plaza’, en el 2000. Y como que quedaba tiempo para empezar a pensar en el cine.”
La obsesión da frutos “La verdad es que desde hace 5 años tengo entre manos una película que se llama ‘Corobicí’, pero es muy cara, tiene que ver con la naturaleza y requiere de muchas tomas aéreas. Es un proyecto que no se puede apresurar. “Y entonces, empezamos a pensar en una película sobre los salones de baile. En muchos países hay salones de baile, pero aquí son muy especiales. Nunca he visto pleitos en los salones, excepto una vez que le abrieron la cabeza a mi amigo Carlos Morales. “Pero, en general, nuestros salones de baile son muy particulares. Pensaba en algo así como un Romeo y Julieta tropical. A la par de eso, hace dos años analizamos la idea de producir una serie televisiva con detectives. Empezamos a darle vuelta a eso, y a la relación de la corrupción con el meneo y el hedonismo, y muy rápido fue saliendo ‘Asesinato 74
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en El Meneo’. La película me ha tomado de dos a tres años. Pero la etapa de ejecución, sólo pasaron 14 meses desde la idea de la película y el estreno. “Maureen y yo nos encerramos con la historia cinematográfica y luego se la pasamos a Samuel (Rovinsky), quien escribió los diálogos. Y después Maureen y yo terminamos el guión definitivo”. De ahí para acá toda ha sido una locura contra reloj. El 5 de enero estaba listo el guión. Y Castillo arrancó la producción de inmediato. No tenían la plata, pero se fue a hablar con el empresario Luis Carcheri, dueño de casi todas las salas de exhibición de San José, para que le diera las fechas de estreno.
Drama y comedia Tenía que ir a San Francisco, California, para ver si en un mercado de proyectos alguien se interesaba por su película “Corobicí”, que se puede hacer en inglés, y pasó por México a buscar a Armendáriz. “Sabía que necesitaba a Armendáriz, porque es el hilo conductor, el que une el drama con la comedia”, explica Castillo. “Desde antes había pensado en los actores. Nuestro medio es pequeño y ya tenía claro que quería a Alonso Venegas, Gustavo Rojas y Carlos Alvarado, por ejemplo. “. Al frente de la búsqueda de “novios” que pusieron plata para la película estaba su inseparable compañero de yunta, Arnoldo Soley Soler. Le pregunto cuánto costó la película. No quiere decirlo. Le da miedo correr peligro. Un secuestro, sobre todo. Pero consultando y consultando, sabemos que costó poco más de un millón de dólares, tal vez unos 400 millones de colones. Le acompañaron 24 inversionistas y esperan que la película permita recuperar la inversión y hacer un fondo para nuevas producciones. “La película está llena de cosas que quiero que vea la gente. Creo que el espectador costarricense perdió la sutileza de la lectura. En la película se juntan el hedonismo y la corrupción, hay muchos símbolos esotéricos. Además, la empresa de los detectives se llama Ojo y el ojo es un signo que está en pantalla constantemente. La palabra ‘meneo’ es parte de todo un concepto. Al final, el político corrupto no es el malo de la película. O por lo menos no es el único malo. También lo es el hijo que pretende traicionar a su padre empresario, la chica guapa que hace cualquier cosa con tal de Camilo Rodríguez Chaverri
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conseguir lo que quiera, la dueña del salón que paga lo que sea con tal de que el diputado le ayude a liberar un avión y el empresario al que lo único que le importa, al final de cuentas, es que le depositen la plata en un banco suizo. ¿Y qué viene ahora? “Quiero darme un tiempo. A veces siento que tengo la cabeza llena de ruido. Quiero descansar, pero sólo para tomar impulso”.
¿Sucesores? Llueve afuera. Castillo está en su escritorio, como hundido en el fondo verde de la pared de atrás. Hay una jacket Polo, y muchos indicios de un bebé por doquier. Me detengo, recuerdo lo que hemos conversado, y sólo me salta una duda. Me pregunto quién tomará las riendas del sueño cuando don Oscar falte. “Maureen, mi esposa, que es una piedra angular en mi vida, hace un gran trabajo. También hay guionistas y productores que han trabajado con nosotros y que ahora hacen cosas solos. Me preocupa que algunos tienen la Muestra de Cine y Video como un fin en sí y se limitan a un cortito por año. Pero veo intentos mayores, como el documental ‘Polvo de estrellas’. Debería existir mucho con ese tipo de aliento. Debemos ir más allá de los cortos. Si me dicen que producen tres cortos de 30 minutos para unirlos después, ya eso es otra cosa. Eso lo han hecho hasta Coppola, Scorsese y Woody Allen. Pero, bueno, necesitamos que no tengan espíritus chiquiticos”. Me acompaña afuera. Aquí trabajan sus tres hijas grandes, María, quien es directora administrativa; Marcela, quien produce ‘La Zaranda’, y Ana Cristina, la directora comercial. Me deja en las gradas. Mientras bajo lo miro de reojo. Miro sus manos de oso. Unas manos como las de un cuento de Yolanda Oreamuno. Cualquier mujer se enamoraría de esas manos... Y miro a ese hombre grande, a esa obsesión con ojos y pantalones, que ya tiene un sitio en el cielo de nuestra historia. Ojo, abril 2002
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Marilyn Echeverría
Lara Ríos
Lara Ríos podría ser el nombre de un balneario que queda en el Paraíso. O puede ser el nombre de una quinta que tiene Dios para llevar a los niños desvalidos. Es un nombre que ha marcado, como un fierro de plata, el alma de mucha gente del país. Y lo ha hecho en la edad en que dicha huella se convierte en imborrable. Miles de costarricenses se han acercado al mundo de la palabra gracias a los libros de Marilyn Echeverría, esa mujer de letras que juegan “quedó” y “escondido”; que se ríen tanto, pero sin burla; que se tiran como en un tobogán y caen por dentro. Desde la selección de su nuevo nombre, esta inquieta señora incansable nos mostró una orientación precisa: no quiere ir sola por su universo, tiene vocación solar y sus textos calientan a muchos. “Para un chiquillo es mejor decir Lara Ríos. Te imaginás a una pobre criatura que tenga que presentar un examen donde le preguntan el nombre de una señora que se llama Marilyn Echeverría Zürcher de Sauter. Ese nombre les resulta irrepetible. Te imaginás qué crueldad”, dice esta mujer sin límites, en cuyas frases no se notan las fronteras. Marilyn Echeverría nació en San José, 150 metros al Norte de la Avenida Central, en un lugar que se llamaba Discolandia. “En la esquina, los González vendían mantequilla, era un paquetón de una libra, y había que hacer largas filas para comprarlo. La más pereza que me daba era que, como no habían batidoras, cuando uno cumplía años, había que darle vuelta al queque durante más de una hora. Igual ocurría con los helados de sorbetera. Había que echar sal y hielo, y darle y darle vuelta. Después, el bendito helado ya no me sabía a nada. Por dicha que éramos dos hermanas nada más, Ingrid y yo, y entonces había que celebrar pocos cumpleaños”. Camilo Rodríguez Chaverri
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En medio de la obra de Lara Ríos, cualquiera encuentra que ella busca las rutas secretas a los tesoros de su pasado. Si bien creció en el centro de la capital, cuando tenía 8 años, después de la Primera Comunión, pasó junto a su familia al Barrio La California. Eran puros cafetales. Las calles no estaban pavimentadas. Su mamá creyó que era la jungla. La pequeña Marilyn siguió estudiando en la Escuela República del Perú, y luego en el Colegio de Sión. “Entre mis compañeras de niñez o adolescencia están Irma Jiménez, casada con Mariano Sanz; Olga Chavarría, casada con Alberto Echandi; Tinita Gutiérrez de Lehmann; Marlene Becker de Sauter; Zenia Ruiz de Pereira y Maruja Arguedas. “Nos reunimos todos los meses del mundo. Somos treinta y pico. Unas venimos juntas desde la Escuela Perú y otras desde el Sión. Nos reunimos, tomamos café, rezamos por los que se han muerto y chismorreamos”, dice, con una sonrisa donde viven los duendes. Aparte de que la literatura le viene por herencia, porque es nieta del apoteósico Aquileo J. Echeverría, en aquellos tiempos no había vacunas, y a la pobrecita niña le dio tosferina y la mar de sarampiones. “Recuerdo que estaba muy chiquilla cuando pasé tres meses tosiendo sin parar. Lo único que había era una vacuna de viruela negra. Vivía muy enfermiza. Me traían montones de libros, y aun sin poder leer, me los ponían encima de la cama porque tenían muchos dibujos y pinturas. Después me empezaron a traer libros de enanos, duendes y hadas. Y me trajeron ´Corazón´. Lo leí cuatro veces y lloré exactamente las cuatro veces. “En ese momento yo pensé, ´¡qué lindo sería leer libros así como Corazón pero que no se llore tanto! De ahí me surgió la idea de escribir ´Pantalones cortos´, a manera de diario, con las travesuras de uno de mis hijos”.
Pantalones cortos “Pantalones cortos” botó el muro que existía entre los niños de Costa Rica y la literatura. Lo que en el mundo se le atribuye a “El Principito”, la obra universal del niño que veía sombreros que terminaban siendo una culebra atragantada, en Costa Rica tiene como principal exponente a ese mocoso tequioso, con déficit atencional a prueba de amortiguamientos.
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“Ese libro tiene relación directa con mis hijos y mi vida. Casi todo lo que pasa ahí es cierto. Mi hijo estaba en la escuela Humboldt, y me mandaban papelitos o recados en la libreta de apuntes, que Rudi se levanta a cada rato a arreglar los lápices, que hace ruido con los dedos, que pide el borrador, que se sube al árbol de guayabas y vendió toda la cosecha. ¡Vea qué facha! “Eran unas torerías terribles y los hijos le salieron igual que él, o sea, que mis nietos repiten la historia. Pero en ese entonces no había ritalina. Yo me quitaba un zapato y le daba. No había otra manera de educar. Si le daba una palmada, me dolía más a mí. Por eso el zapato siempre estaba a mano”. Ahí radica la primera explicación, el acercamiento natural que genera doña Marilyn en favor de su obra. Pero en ella, y en los libros, se nota un cielo de elementos, lo que llaman una atmósfera, un ambiente, que tiene raíces más allá de la vivencia familiar. Lara Ríos no es un ama doméstica metida a escritora. Es una sicóloga, una pintora del hogar, que escudriña, profundiza en el alma de las cosas y en los detalles más pintones de la convivencia entre personas que son familia, aunque no lo hayan escogido, para encontrar luz que permita a los más pequeños ver con más claridad algún camino, casi siempre el que ellos y ellas quieran. “Siempre he leído muchísimo. En los tiempos en los que a uno le decían cuáles libros podía leer y cuáles no, me empeñaba en leer los prohibidos. Recuerdo, por ejemplo, el libro ‘Amor se escribe sin hache´, de Jardiel Poncela. Es humorístico. Siempre me gustó el humor. Recuerdo ´Los que se van a la porra´ , y también ´Una mosca en la sopa´, de Fernando de la Iglesia. “Muy chiquilla leí unos capítulos del Quijote, y cuando cumplí 15 años, mi papá me regaló un Quijote con páginas de cebolla y con unas ilustraciones divinas”. Luego, la vida le puso pruebas, obstáculos, golpes que dejan sangre, como las banderillas en el lomo de los toros. Falleció su papá, don Gonzalo Echeverría Flores, magistrado del Tribunal Supremo de Elecciones, hijo menor de Aquileo. “Prácticamente no conoció al papá. Tenía cinco años cuando el abuelo murió. Aprendió a admirarlo a través de sus libros “La situación se nos puso difícil cuando papá cayó con un derrame. Entré a trabajar en el Banco de Costa Rica cuando ya estaba enfermo. Ganaba 550 colones al mes, que era muy poco. Imagínese que una enfermera ganaba 100 colones por noche. Le daba el sueldo entero a mi mamá. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Durante todo mi noviazgo, tuvimos que lidiar con esa situación. Werner, mi esposo, era comerciante. Tenían la firma José Sauter e hijos. Salían a vender montones a Guanacaste, Limón y Puntarenas. Iban a caballo. Vendían de todo. Cuando se pasaron con la oficina para San José, les dieron la representación de Smith Corona, Rosago, calculadoras Marchand y la línea Scotch, de 3 M. Yo recibía unas clases de costura, y pasaba por ahí tirando lente. Más de una vez me hacía la encontradiza: ´¡ay, mirá, qué casualidad, no te había visto por aquí!´. “Y papá murió un mes antes de casarnos. Mamá no quiso cancelar la boda porque dijo que era mala suerte. Me casé la mañana del 18 de setiembre de 1954. Tenía 19 años, y él tenía 26. Yo fui a arreglar la iglesia. No había recursos económicos. Por supuesto que no tuve despedida de soltera, porque todo el mundo estaba de luto”. Casó en Santa Teresita. En la ceremonia había 10 personas. Se fue la luz, no había sonido, ni música. La suegra creyó que no había nada de eso porque la familia de doña Marilyn estaba de luto...
Cuando nació la escritora Marilyn Echeverría cuenta que el primer poema que escribió Lara Ríos fue después de ir a ver un circo. Entre Marilyn y Lara nos lo recitan: “El elefante es un infante, muy tolerante de la maldad, tiene un sombrero con un plumero, y unas orejas pegando al suelo”. Lo escribíó a los 9 años, y en medio de la emoción del acto creativo, de la transmutación que termina en belleza, se llevó el primer socollón, la primera gran fregada... “Papá cogió el escrito, me dijo ´sí, está muy bonito, pero mire, mi hijita, guárdelo, y no se lo enseñe a nadie, porque usted es nieta de Aquileo, y cuando escriba van a esperar mucho de usted. Me dio la gran tirada porque a partir de ese momento todo lo que escribía, lo guardaba”. Comenzó a escribir cuentos de hadas. “Había leído tanto que las hadas me andaban revoloteando por la cama”, confiesa. De esa invasión, a inicios de los cincuentas surgió el libro “Cuentos de mi alcancía”. Lo mandó a la Editorial Costa Rica y se lo rechazaron. “Yo pensé, ´¿quién te mete, Juan Bonete? Pero es que ya estaba el gusanito ahí.
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“En eso hicimos un viaje a la Argentina y me encontré un libro ´Tutu marambá´, de María Elena Walsh, un libro de poemas locos, de un humor increíble. “Yo estaba acostumbrada a los poemas muy lindos de Carlos Luis Sáenz, Lilia Ramos, Emma Gamboa... La literatura de Walsh me cautivó. Uno de mis hijos, Konrad, era alumno de Joaquín Gutiérrez. Le dije que le llevara las poesías, pero que no le dijera que eran de la mamá sino de una amiga. A Joaquín le encantaron. Entonces, le dije a Konrad que me tocaba ir a hablar con él. Mi hijo estaba furioso porque iba a quedar como un perfecto mentiroso. Yo le dije que no se preocupara, que yo le iba a explicar a don Joaquín. Divino el viejo, como un abuelo. Así lo pensé porque yo no había tenido abuelitos. “Don Joaquín me dijo que había mucha picardía en lo que yo estaba escribiendo, y que también había mucho humor. Me convenció de que mandara el libro al Concurso Carmen Lyra. Y gané. ”El seudónimo Lara Ríos lo ideó Cecilia Valverde, que en ese momento estaba en ANFE, porque una amiga mía, Maureen Durman (qdDg), le habló para que nos ayudara a buscarlo. Yo quería usar el seudónimo ´Anémona´, y Maureen me dijo que eso le sonaba a mono, que jamás... “Cecilia propuso que le pusiera Lara Ríos o Lara Montes. El nombre del libro era ´Algodón de azúcar´. Cuando la obra ganó, no quise ponerle el nombre mío, porque Marilyn Echeverría Zürcher de Sauter es un nombre muy largo y terrible para un chiquito. “Cuando eso, el escritor Marco Retana (qdDg), que trabajaba en la Editorial Costa Rica, se me acercó y me habló de los ´Cuentos de mi alcancía´, que era el libro anterior. Me dijo que les diera una pulidita. Aún así, salió primero el segundo, el premiado, ´Algodón de azúcar´”.
Escritora... y empresaria Doña Marilyn es una suma de varias vocaciones supuestamente incompatibles, entre ellas, la de la escritora, la de la pintora y la de la empresaria. Cuenta que tuvo un vivero junto con su hermana Ingrid y Silvia Esquivel de Durman. “Importábamos plantas lindísimas, principalmente de Holanda, Estados Unidos y Panamá, hasta que un día hicimos un pedido a Holanda de azalias amarillas. Venían llenas de nemátodos y las quemaron en el aeropuerto. Con eso, también nos quemaron la gana de Camilo Rodríguez Chaverri
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seguir”, cuenta Lara Ríos, quien es nieta de un inglés, tiene origen suizo, y habla inglés, alemán y francés. “Después de la aventura con las flores, resulta que una tía soltera no tenía una entrada fija, y resolví ayudarla haciendo lasaña. Compré una maquinita de macarrones y le mandé a poner un motor de un cuarto de caballo. Pagué a hacer unos hornos con bandejas hondas para asar la pasta, y comencé a vender en los automercados. Mi tía y yo recogíamos la plata, y toda la cosa. “Luego, los de la empresa Del Campo nos pidieron que hiciéramos ravioles con carne molida. Mamá nos ayudaba. Un día el tequioso de Rudy, mi hijo, metió la mano donde estaba haciendo yo la pasta de la lasaña y se le quedó prensada. Me fui corriendo adonde mi marido tenía las herramientas, traje un destornillador y jalé la máquina. Nada le pasó, pero se le pusieron los dedos negros. Así que decidimos acabar con ese negocio, lo vendimos y con la plata le compré unos bonos a mi tía, con lo que cumplimos el objetivo”. Mientras andaba en una cosa y en la otra, también escribía y pintaba. Hacemos un recorrido por las obras que viven todavía con su madre, o sea, que están en su casa. En la sala tiene una pintura donde se lucen, felices y tranquilones, unos graf fiti. Hay uno que dice “Yo fui el primero. Atte. El huevo”; otro dice “Mi mamá es una rata. Atte Micky”, y de nuevo su infaltable humor: “Biba el hidioma”. Empezó a pintar soltera. Estaba de oyente en la Escuela de Bellas Artes, pero en eso le dio un segundo derrame a su papá. Cuando llegó ya estaba muerto. “Recuerdo que cuando lo vi, puse los pinceles a la par para acercarme al cuerpo de Papá”. Esa circunstancia la obligó a dejar las clases, pero la vocación es demoledora, apabullante, tormentosa. Y cuando se aplaca su sed, por fin se ve de nuevo el sol. Doña Marilyn también talla en madera, sobre todo obras para sus hijos. Ha tallado baúles, camas y armarios.
Formación que no descansa... Durante 8 años recibió clases con el escritor argentino Carlos Catania. “Teníamos un interesante grupo de estudio. Carlos nos puso a leer montones. Por ejemplo, estudiamos, ´Mientras agonizo´, de Faulkner; libros de Conrad; Steinberg; Melville; ´Madame Bovary´; las obras de Dostoievsky; los libros de Beauvoir y de Albert Camus; ´La región más
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transparente´, de Carlos Fuentes; y ´El Señor Presidente´, de Asturias. “Hubo dos libros que no pude bajar, y Carlos casi me mata: ´La montaña mágica´, de Thomas Mann, y ´En busca del tiempo perdido´, de Proust. No puedo con esa lentitud”, confiesa la señora de su casa. Se reunían una vez por semana y leían un libro para cada reunión. “Nos poníamos a escribir. Una vez les conté un sueño, y Carlos me dijo que estaba completamente loca”, cuenta, entre risas. “Nos ayudó montones a abrir la mente. Estábamos en el grupo muchas amigas que veníamos juntas desde los tiempos del colegio de Sión y que éramos muy cerradas en muchas cosas. Nos mandaba al cine y nos abrió el mundo de la cultura”. En eso me levanto a revisar un detalle en mi computadora, y aprovecha para hablar con el jardinero a través de una ventana. Le habla con un cariño auténtico, tan genuino como su obra, que fue creciendo en medio de ese rosario de ocupaciones. Después de “Algodón de azúcar” y “Cuentos de mi alcancía”, en 15 días escribió la obra de teatro “El eco y el miedo”. “Nunca había escrito tan rápido. La considero como una obra aparte. En algún momento la voy a rescatar. Daniel Gallegos me dijo que me ayudará”. Posteriormente aparecieron en antologías algunos cuentos como “El país rosado” y “El duende y el joboto”. “Dejame detenerme un momento en los abejones de mayo, que son los benditos jobotos. La gente dice jogoto o fogoto. Por eso, insistí en ese nombre”, confiesa. El tercer libro fue “Pantalones cortos”, que es su gran best seller, un libro que está en el imaginario colectivo. “Fue un éxito desde el inicio. Tiene un montón de ediciones, como diez. Y me han pasado muchas cosas lindas por culpa de ese libro. Un sicólogo me contó que le había llegado un chiquillo de 9 años que no quería leer. Él le dio ´Pantalones cortos´, y le dijo que como se iban a ver una semana después, le hiciera el favor de leer nada más un capítulo. A la semana la mamá llegó llorando porque el chiquito había leído el libro completo. “Yo me encuentro muchos muchachitos que me dicen ´ay, doña Lara, yo he leído su libro tres veces´. ´Pantalones cortos´ es un libro verídico. Es muy cierto. La cuestión es que los muchachos se encuentran en el libro. Cuando iba a las escuelas, siempre me señalaban a un Arturo o a algún Camilo Rodríguez Chaverri
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chiquillo tequioso o hiperactivo. Además, el libro tiene sentido de humor. “Una vez en Radio Reloj hicieron un programa que consistía en leer cuentos para niños. La productora me dijo que quería que fuera para que los saludara, porque agarraban niños de la calle y los ponían a actuar, para que fueran los protagonistas. El chiquito que hacía de Arturo era muy triste. Un día le dijo a la muchacha productora que quería suicidarse. Pero ella le contestó que antes que todo, le hiciera el favor de leer el libro. Al final, su actuación fue exitosa. Todos los chiquitos llegaban a felicitarlo. Cuando fui, apenas comenzó el programa, con los ojos llenos de lágrimas, la muchacha me contó que cuando lo felicitaban porque iba a actuar, el chiquito le decía a todos los demás que a ya, gracias al papel de Arturo, ahora él tenía porqué vivir”.
Lara y el rey En 1986 aparece “El rey que deseaba escribir un cuento”. “Me dijeron que tenía que escribirlo en un mes. Es horrible que lo prensen a uno así. Pasó la primera, la segunda, la tercera semana. Yo decía, ´Ay, Dios mío, Señor Jesús, María Auxiliadora, qué horror´. Al final lo resolví de la siguiente manera. Pensé que ese rey que quería escribir un cuento era yo, y que tenía una mesa llena de incrustaciones de mármol y un lápiz de oro. El rey decía ´yo voy a escribir un cuento, que nadie me interrumpa´. Veía el sol, las nubes, las estrellas, el cielo. Un día llegó la esposa y le dijo ´mirá, nos van a invadir los países vecinos y vos con el cuento ahí´. Igual mi esposo, que empezó con el cuento de que ´diay, no hay comida´. El rey le contestaba, ´vayan busquen al consejero real´, y yo le decía a mi marido ´buscá algo por ahí o tal vez la empleada...´. “Y el rey se fue a un río, y buscó a un anciano, que lo regañó. ´Usted no se da cuenta que estamos todos con hambre, porque desde que usted está escribiendo un cuento nadie trabaja´. “Muy compungido, veía que había miseria por todos los lugares por donde iba pasando. Entonces, el rey resolvió vender su corona, el lápiz de oro, la mesa incrustada... Llega a la casa, y le dice la esposa ´aquí vamos a cambiar de sistema, vamos a vender todas mis joyas y a comprar semillas, para sembrar trigo, y como no sabemos hacer pan, pues que el cocinero le enseñe a las mujeres del pueblo.’ Y entonces todos estaban encantados con el rey con callos en las manos que 84
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un día se apeó la corona y escribió este cuento que te acabo de contar”. Ese cuento ahora está en Harcourt, los libros bilingües de texto, por lo que la hicieron retratarse de campesina de la época. Luego viene el libro “Cuentos de palomas”, en la época de la administración de Óscar Arias, así como “Verano de colores”, que es la continuación de “Pantalones cortos”, cuando Arturo entra a octavo. Es un relato acerca del período de las vacaciones. Más adelante publica el libro ´Mo´, la historia de una joven cabécar. “Te voy a contar cómo fue que nació ese libro. Me voy para donde el dentista y me pregunta que qué estaba escribiendo. Cuando le conté que era la historia de una cabécar, me preguntó que qué era eso. Ay muchacho, por Dios, eso sí que ya es el colmo. No puede ser que ese mantudo no supiera qué es un cabécar. Y me dije, si este hombre, que es todo un dentista, no sabe, entonces hay miles que no saben. Así que me decidí a poner al día a los cabécares. “Para eso nos fuimos para Ujarrás y Salitre, en la zona sur, mi marido, Álvaro Borrasé, Alice Matamoros y yo. Nos fuimos a los diferentes ranchitos, y empecé a preguntar si no habían visto a un sukia. En eso me dijeron que viera a ese señor que venía caminando por allá. Le pregunté cómo manejaban la magia, y me dijo que dependía de cuál, porque existe la magia blanca, que es con Dios; la magia negra, con el Diablo, y la magia roja, relacionada con el espiritismo y que viene de Panamá. “El sukia me contó miles de cosas que es lo que yo escribí en el libro. Resolví ponerle Mo, que signific a neblina en cabécar. Mo tenía poderes. Veía en el agua lo que iba a pasar en el futuro o lo que estaba sucediendo en otro lugar. En el libro también aparece Mina, que significa mamá, pero al papá lo tuve que matar de fiebre amarilla en la primera página, porque se dice ´kaga´, y eso no se puede escribir en un libro para niños. “También aprendí con otro sukia, que era un personaje del pueblo. Se llamaba Telésforo. Decían en el pueblo que con sólo mirar a las mujeres las seducía. Tenía un ojo torcido, 10 mujeres y 30 chiquillos. Nos enseñó la mata de azul para la ropa, para teñir.” Doña Marilyn es fresca para hablar, y profundamente clara. No se anda con rodeos. “A más de uno le parece una herejía Camilo Rodríguez Chaverri
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cuando digo algunas cosas, pero no me importa. Como cuando le dije a mi marido que no me gusta Bach, aunque sí me gustan Beethoven o Vivaldi. Otra barbaridad que digo que es me hubiera encantado ser hombre, un industrial con montones de cosas, o un abogado, como mi papá”, dice la señora Ríos o Echeverría.
Otra vez con enredos Nos hemos pasado a un comedor. Ya anduvimos por la sala, la biblioteca y un cuarto de estudio. Me ofrece galletas y me cuenta que las hace María Elena, la muchacha que trabaja como empleada doméstica. “Estamos a punto de vender galletas”, dice, casi coqueta y muy traviesa. “Lo de los negocios me viene fácil, como las historias. Una vez, me voy para donde mi cuñada, que vive en Nueva Zelanda, porque se le casaba un hijo. Me dijo que a mí me tocaba arreglar la iglesia y el salón. Hacía mucho frío y llovía. Fuimos a una subasta, porque allá se vende así. Pasan con unos carritos llenos de flores, y uno levanta un rotulito de cartón cuando quiere comprar. “Después pregunté por el follaje, y me dijeron que allá no se usaba. Le dije que me llevara por el barrio. Había unos árboles de eucalipto. Le pedí un machete a mi cuñada, y me dio no exactamente un machete pero sí un cuchillo grande. Empezamos a apear ramas de los árboles. Ella me decía ´vos te estás volviendo loca´. “Y con los eucaliptos robados, un viernes comencé a arreglar todo. Era la primera vez que se usaba allá el eucalipto, y todo el mundo estaba admirado. Termina la boda, pasó todo y a la mañana siguiente nos sirven al desayuno un müesly, que es una granola deliciosa. Se me encendió la chispa, y le digo a la cuñada, ´mirá, ¿cómo no se te ha ocurrido vender este müesly delicioso? Vamos a hacer bolsitas y vamos a ir a vender “Con los lacitos que habían sobrado de la boda y un azafate, nos dirijimos a la parte comercial. Me decían que estaba mal de la cabeza, pero vendimos todo. Cuando regresé al país, le dije aquí a mis hijos, que ya eran universitarios, que nos montáramos ese negocio. Ahora lo tienen mi hijo mayor y mi nuera. El producto se llama Lustig, que significa ´contento´ en alemán.
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Pantalones largos “´Pantalones largos´ es el libro que más me ha costado de todos. Es cuando el muchacho va a entrar a la universidad. Se habla del sexo y las drogas. Tuve que irme a los hogares CREA. Fue tan doloroso oír los cuentos de estos muchachos. Me hablaron de la muerte blanca, que es cuando parece que se mueren pero no... “También hablé de la hiperactividad. Me fui a un colegio controversial, para preguntarle a los muchachos si les importa casarse con una muchacha que esté pasada por las armas... “Quería tener un personaje virgen, pero puse uno virgen y otro entortado hasta aquí (se agarra el cuello) con drogas. “En ese tiempo, mi hija Annemarie estaba en taekwondo y se ´gorreaba´ a los hermanos. La puse en el libro. Ya hay balas y un poquito de pillos que se raptan a una muchacha. Con su taekwondo le pega una patada a no sé quien e impone el orden. Uso los recursos, las vivencias caseras para ponerlas en los libros. No son exageraciones. “Llevaba 13 capítulos, escribí 5 capítulos más de un solo tiro, pero no guardaba en la computadora hasta cuando iba a cerrarla. Se fue la luz y los perdí. Un 23 de diciembre volví a escribir los 5 capítulos, cayó un rayo, se fue el transformador del barrio, y de nuevo no había guardado. Dije ´no voy a terminar, no me da la gana, cochinada de libro, qué cólera, Dios seguro no quiere que publique este libro, voy a tener que llevarlo donde un padre´... Al final lo terminé, con cólera, pero lo terminé”. Después publica “El círculo de fuego blanco”. “Es que me dio por el esoterismo. Me critican que eso es de New Age. Lo que menos soy es de New Age, pero sí he leído varias cositas, para enterarme y saber. Por ejemplo, en ese libro hablo de los poderes de los cuarzos”.
Trabajo con niños La labor social es definitoria en su personalidad y su obra. Le ha permitido conocer mejor el mundo de los niños. Trabajó con Sor María Romero dando clases de cocina a las chiquitas pobres y los 24 de mayo vendiendo repostería. “Quise mucho a sor María. Tengo hasta un pedazo de manto de ella. Aparte de eso, estuve 18 años trabajando en un hogar infantil para los chiquitos abandonados. Se llama Hogar Infantil Blanca Flor. Estuve los 18 años en la junta directiva. Para mí lo más Camilo Rodríguez Chaverri
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duro fue cuando recibí a una bebé para la casa. Tuve que ir por el ICE de San Pedro. Cuando llegué, la muchacha que iba a regalar a su hija estaba en un taxi cambiándole el pañal a la chiquita. Me arrimé al taxi, y ella me dijo que tenía mucha prisa, porque necesitaba coger el tren de vuelta para Limón. Le dio un beso a la chiquita y se fue. Yo lloré y lloré, hasta que por fin se me pegó el nudo. “También recuerdo la historia de un chiquito a quien sus papás lo dejaban amarrado a la cuna de los pies y las manos, mientras iban a trabajar, y la de otro chiquito al que lo bañaban de madrugada y le pegaban porque se hacía pipí en la noche. Traía toda la cara aruañada, me lo dejé un día, y cuando mi marido me vio con el quinto hijo, se quedó petrificado...”. Una carcajada cierra la historia de esta mujer que ha sabido arrancarle el gusto incluso a los momentos de dolor. Es herencia, y le viene de su abuelo Aquileo. “Me sé muchas historias de mi abuelo Aquileo. Te digo una. Resulta que a su esposa ya no le salía la leche para su hija menor. Le dijo a una nodriza que viniera para contratarla, y ya cuando hablaron, le preguntó cuáles eran sus estipulaciones. La muchacha le contestó, ´bueno, para el desayuno yo pido mi cafecito, mi jalea, mis huevitos... Después, a media mañana mi leche y mi queque; al almuerzo mi carne, pollo, arroz y frijoles, postre; en la tarde café con algo, y en la noche una sopa con otro pedacito de carne´. En eso, se vuelve mi abuelo y le dice que qué le parece si le da el sueldo entero y maman todos”. Aquileo la marcó con sus cuentos y su ingenio. “Él era muy pobre y siempre tomaba gratis, porque era invitado a todas partes. Era simpatiquísimo. Una navidad no tenía ni un cinco y a la media noche empezó a pegar gritos. Decía ´corran, corran, que se va´. Contó que era el Niñito Dios, y que se le había escapado. Tenía en las manos plumas teñidas de colores, y les confesó que lo único que había agarrado eran esas plumas. Contaban que los chiquitos se ponían las plumas cuando les dolía el estómago o la cabeza. ¿Cómo no se va uno a inspirar? “Aquileo puso una pulpería y el rótulo decía ´se vende escobas y otros comestibles´. Puso esa pulpería para aprender el idioma de nuestros campesinos”, concluye esta bella señora, quien dos días por semana trabaja en Tutor Club, ayudándole a leer a los niños, creando en ellos el hábito de la lectura.
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Está enferma pero siempre se le nota una empeñosa elegancia espiritual, es sumamente digna y conserva el gusto por la alegría. Nunca se deja vencer. Como si Dios le diera fuerzas más grandes que las de los demás, sólo para que siga llenando a los niños con sus historias y su amor.
Síndrome de Tuorette Ahora, la escritora se enfrenta a las ingratas consecuencias de una extraña enfermedad que le ha generado muchos tics y contrariedades nerviosas. “Esta enfermedad se llama Síndrome de Tuorette. Se desarrolla en la infancia. Hasta ahora, atando cabos, recuerdo que desde niña yo parpadeaba muchísimo. Mi marido me lo recuerda. Cuando una cuñada nos hizo una cita, veníamos de Manzanillo, yo tenía el pelo largo, me lo amarré y cuando salí a hablar con él, cuenta Werner que no tengo una idea de cómo parpadeaba. Nunca le di importancia. Sabía que parpadeaba cuando estaba nerviosa”. Paradójicamente, las características de los chiquillos inquietos, con déficit atencional e hiperactividad, y que son los mimados en sus obras, son también las particularidades que podían indicar la presencia de la enfermedad en Doña Marilyn. “Lo que pasa es que en una mujer la hiperactividad siempre es menos. Yo era una santa en el colegio. Nadie tenía que jalarme el aire. Pero, eso sí, era muy preguntona, desde muy pequeña. Cada vez que le preguntaba algo a mi mamá, ella salía aventada donde la vecina para poder contestarme. Eran preguntas que tenían que ver con el sexo, que cómo era esto y que cómo es lo otro. Gozo mucho recordando la cara de mamá cuando le dije que me explicara por qué habían casas de citas”. La Lara Ríos que sirvió de puente entre los niños y los libros, que se puso de un lado al otro del abismo, para que ellos pasaran caminando por su espalda, comenzó a ir a las escuelas hace 20 años y de un momento a otro se percató de que perdía la voz con facilidad y al rato de estar hablando, también le faltaba el aire. “Creo que todo me vino a raíz de un estrés muy grande que enfrenté. Cuando eso, yo era presidenta del Instituto de literatura infantil y juvenil, acababa de pasarme de casa y de cambiar de servicio doméstico. Tuve que detenerme ante esos síntomas extraños. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Nadie aquí llegaba a saber qué era lo que tenía. En eso, durante un viaje a Estados Unidos, estaba donde una amiga, y ella me dijo que aunque no sabía mucho de medicina, tenía la certeza de que lo mío era el Síndrome de Tourette, porque un nieto de ella lo padecía y encontraba puntos en común. “Me fui a la computadora, y me di cuenta que era lo que yo tenía. Llegué al médico ya con mi diagnóstico, y resulta que él no había visto ni un caso en toda la carrera. Me mandó al sicólogo y al neurólogo, y como yo sabía que da depresión y te cierra la garganta, estuve en Canadá y en Estados Unidos para determinar si se podía hacer algo para conservar el estado de las cuerdas vocales. “Es una enfermedad incómoda. No es que no sea llevadera, pero molesta. Compro todos los libros sobre la enfermedad. Ya soy una especialista. “Por ejemplo, en mucha gente esta enfermedad da coprolalia, que es cuando de manera inconciente decís malas palabras, y también ecolalia, cuando repetís el final de las frases. A mí no me ha dado nada de eso, gracias a Dios y a María Auxiliadora. Yo qué sé qué más latas da, pero no les doy importancia “Si tengo que hablar en frente de la gente me angustia pero todo el mundo sabe, se hacen los que no es con ellos la cosa, y punto. Parece que lo que uno tiene que hacer es buscarle el humor a las cosas. Una vez, siendo presidenta del instituto, metí la pata, llegué donde el médico, y le dije, ´doctor, aquí vengo a que me vea el Tourette´. “En el grupo me llaman Madame Tourette. Hay que sacarle el jugo al humor. A veces me preguntan si puedo dar un discurso, y yo digo, ´diay, me cancelaron un concierto en el Melico Salazar, pero un discurso sí puedo, y entonces me contestan´, ´ah, yo no sabía que usted cantaba...´”, y suelta una risa que borra todos los tics y se declara vencedora. “En lugar de estar uno pensando en el mal que tiene, hay que darle gracias a Dios por todo. Esa es mi filosofía. ¡Qué dicha que tengo algo para ofrecerle a las ánimas del Purgatorio, al Papa, a los que sufren! Me siento contenta de eso. Ahí estoy empujando el carretoncito lleno de males, voy por media cuesta, hay otras cosas peores. Yo puedo hacer de todo menos cantar. Y de por sí, como te dije, todos se hacen los locos cuando estoy con muchos tics”, explica doña Marilyn, quien sueña con hacer una fundación de personas con Síndrome de Tourette, “porque así nos podemos conocer y ayudar unos a otros”. Ojo, febrero 2003 90
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Ólger Villegas Cruz
Un gigante sin miedo
Uno le da cuerda y él enciende la mecha. Luego, la entrevista arde. Basta con abrirle la puerta y se deja venir hecho lava que canta, magma que abre los ojos en medio de la noche y que siempre desafía. Es un gigante que no le tiene miedo a su sombra. Danza con sus palabras que escupen fuego. Y es profundamente tierno en medio de sus maravillosas y exquisitas alharacas. Es crítico, fecundo, libérrimo, irreverente, prolífico, urticante y, aunque no parezca, por dentro se conserva más que joven. Su personalidad tiene muchas ventanas que siempre están abiertas, con sol o con lluvia, y él deja que el aire y el viento lo refresquen todo. Incluso cuando arremete en contra de las nuevas tendencias del arte, se lamenta por haber desperdiciado un cuarto de siglo como profesor de educación secundaria, se queja de las argollas y de los galeristas, y se muestra molesto por la mezquindad costarricense con los artistas. En esta entrevista hay rosas y balazos. Conviven los homenajes, los bellos recuerdos y los reclamos más enardecidos. Algo queda claro: Ólger Villegas es de esos pocos ríos profundos que hacen bulla entre las piedras. Y de pronto, aquel sonido se convierte en música. Como si fuera el secreto deseo de un poema que adquirió vida. Ahí los dejo con la entrevista. Pero que después no me echen los clavos. Ni que se los echen a don Ólger. -Usted nace en San Ramón en los años 30. -Nací en 1934. Fíjate que mi familia son gentes muy humildes, gentes de la canalla, que se esforzaron muchísimo. Tengo tíos que fueron maestros, zapateros, artesanos, músicos... Es gente muy pobre pero muy trabajadora. La lucharon mucho para poder vivir. En aquellos tiempos no era como ahora que hay dinero. -Es la pobreza del campo de esos años... Camilo Rodríguez Chaverri
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-Sí. Había mucho qué comer pero no había dinero. Por eso, muchos extranjeros prestaban dinero y al final se quedaban con las tierras de la gente que no podía pagar. “Es un hecho histórico muy común en todo América. Y es lo que explica que los Peter fueran los dueños de Sarchí y los Orlich de San Ramón. “Hice hasta Sexto Grado en San Ramón, en la Escuela Jorge Washington. Mi padre y mi madre fueron maestros. Se esforzaron mucho. Tenían el título de enseñanza superior de aptitud. Mi padre preparaba maestros para que fueran a dar lecciones en zonas rurales”. -Murió cuando usted estaba todavía muy pequeño... -Mi padre desapareció en 1948. Nunca supe dónde lo tiraron. Lo recuerdo como una persona muy llena de ideales. Para el tiempo de la guerra, los agarraban en San Ramón y los mandaban para la Penitenciaría... -Es un vacío que ha tratado de llenar hasta en sus obras, que siempre piden como un abrazo. -Mira, quedarse uno huérfano a los 13 años, como dicen los mexicanos, es de la purísima chingada. Es quedarse parado sobre la valija, y esperar a que todo el mundo te haga como le da la gana. A esa edad uno es el trapo de las cajetas de todo el mundo. A mi madre la dejaron sin trabajo, éramos seis, yo era el mayor. -La época posterior al 48 fue más hostil de lo que la historia ha registrado... -Los famosos tribunales suspendieron a más de un empleado público. Mi madre se vino para San José a torrentear con todos nosotros. Fuimos a parar a Alajuelita... -Y las circunstancias lo obligaron a quemar etapas, a crecer más rápido, a ser hombrecito. -Tuve que trabajar desde los 13 años, pero no me gusta hablar porque esto me marcó muy profundamente en la vida. He querido olvidar. Lo he hecho para poder vivir. Espiritualmente esas cosas te llenan de amargura. Hay que recordar con cariño las cosas buenas y olvidar las malas. “Fue al cabo de los años, ya casado, que hice ese propósito. En eso me ayudó mucho mi esposa (María de los Ángeles Cordero Víquez, pero sólo le dicen Mayela) que es una mujer muy especial. No se pudo preparar académicamente, pero cuenta con un sexto sentido maravilloso, con una inteligencia natural”. -Fue la tabla que le ayudó para que no se hundiera.
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-Hay un gran paralelismo entre mi esposa y yo: perdí a mi padre a los 13 y mi esposa lo perdió a los 15. Ella es de una familia increíblemente grande, de Barva de Heredia. Uno de sus abuelos murió de 113 años y tuvo 14 hijos. Ellos mismos también eran 14 hermanos. Para la celebración de los 100 años, hubo gente que se quedó fuera del salón.
Embellecer la desgracia -No quiero ser desconsiderado, pero su adolescencia desamparada ha marcado su obra y no le podemos pasar por encima... -Paramos en una situación horrorosamente difícil. No había dinero, no había medios, vivíamos en una casita muy humilde, apenas para cubrirnos de la intemperie. Poco después empecé a viajar a la Escuela de Bellas Artes... -Pero no había podido terminar el colegio, ¿o sí? -Iba a Bellas Artes sin tener bachiller. Por eso fue que después no pude viajar a Italia, que era la ilusión de mi vida. -A pesar de la pobreza, su contacto con la escultura fue temprano... -La primera vez que me vine de San Ramón fue para ir al taller de Manuel Zúñiga, el papá de Paco Zúñiga y de Edgar Zúñiga. Ahí trabajé como un año, en su taller de San Pedro de Montes de Oca. Años después trabajé en su taller de Alajuela. Luego de mi primera etapa con don Manuel, pasé al taller de Néstor Zeledón Varela, ese gran escultor, padre de Néstor Zeledón Guzmán. Don Néstor Zeledón Varela fue uno de los mejores escultores animalistas de Costa Rica. Cuando murió, nadie se dio cuenta de eso. Su muerte pasó inadvertida. No se convirtió ni siquiera en una noticia pequeña. Néstor fue compañero de Paco Zúñiga, Juan Manuel “El Indio” Sánchez, Paco Amighetti y Juan Rafael Chacón. Eran de las misma generación... -Y usted forma parte de la siguiente generación, junto al otro Néstor Zeledón... -Néstor Zeledón Guzmán, Guillermo Jiménez y yo fuimos compañeros en la academia. Fuimos discípulos de Sonia Romero, Carlos Salazar Herrera, Margarita Bertheau, Teodorico Quirós, León Pacheco, Paco Amighetti, y Alexander Vierig, un pintor alemán que vivió muchos años en Cuba y en Costa Rica. Abelardo Bonilla fue otro gran profesor que no se puede olvidar. Don Abelardo nos daba Estética y Filosofía del Arte. Camilo Rodríguez Chaverri
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-Eran profesores con leyenda. Maestros, con mayúscula. -Con Don Abelardo nunca hice apuntes en clase. No era necesario. Bastaba con escuchar las clases que daba. Era profundo, con un conocimiento increíble de lo que hablaba. Era un gran conocedor de la materia que impartía y una de esas personas a las que se les puede escuchar toda la vida. -¿Y los otros? -Paco Amighetti era un gran conocedor de lo que enseñaba, Carlos Salazar Herrera nos daba dibujo de perspectiva, y era verdaderamente un lírico. Tenía una forma muy hermosa de enfocar las lecciones, llenas de anécdotas. Hacíamos química, porque era muy jovial, muy amable... “Otro muy interesante era León Pacheco. El único problema es que se le iba ´la pajarita´. Nos estaba hablando de un tema y de repente abordaba otro. Todos eran personas muy cultas. León Pacheco también daba clases de francés porque su esposa era francesa, y allá vivió muchos años”.
A pie a la U -Sus años ahí, en medio de las pobrezas, le permitieron sacarle jugo a la adversidad. -Cuando fui a Bellas Artes tuve una época que no puedo precisar, porque ya la acción del tiempo lo desubica a uno, pero recuerdo que coincidió con el tiempo en que estaba en el taller de Néstor Zeledón, en la que tuve que combatir la pobreza. Estaba viviendo en Alajuelita, y viajaba a pie a Bellas Artes. Tenía 50 centavos, y se iban en dos tosteles o en un refresco. Por eso muchas veces viajé a pie. -Y aparte de su formación como escultor, ¿qué hacía? ¿Cómo se ganaba el cinco? -Trabajaba en imaginería y en talla de muebles ornamentales, donde don Juan Castro, un señor que tenía una mueblería en Hatillo. Y luego en talleres de escultura, donde Zúñiga de nuevo, pero en el taller que puso en Alajuela. Ya ahí yo era el que le servía de escultor, era como el jefe del taller. Yo le ´paraba´ las figuras. Esa escultura no me dejó nada más que el oficio. -Le sirvió para calentar la mano... -Era escultura religiosa, pero me dio todas las posibilidades que da el oficio. -¿Cuándo entra en su vida México, que lo transforma y que usted lleva hasta en el acento? 94
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-Me fui para México de 25 años. Estaba soltero. El viaje operó en una situación igualmente raquítica. Con 62 dólares pagué un mes de estadía, y a los tres meses me tuve que salir del hospedaje porque no podía pagar. Entonces me fui a un lugar donde una persona me acogió como a un hijo. A esa persona la he llegado a querer como a una padre adoptivo. De él aprendí muchísimas cosas. Se llama el Doctor Gregorio Casillas. Es un médico extraordinario, de esos que se hicieron en una época en que no había ultrasonidos ni radiografías. Tiene 96 años. Se le acaba de morir su segunda esposa. “Todo empezó porque su primera esposa, Guadalupe Iñiguez, era compañera en Bellas Artes y me quería mucho porque yo le ayudaba a modelar. Ellos se querían mucho. Cuando Guadalupe murió, el doctor casi se trastorna... Al cabo del tiempo, se volvió a casar con una amiga de Guadalupe”. -¿Cómo va a parar a México? -Iba a aventurar. Me fui para la Academia de La Esmeralda. Llevaba cartas de Quico Quirós, Abelardo Bonilla y Paco Amighetti. Cada uno me dio una carta para Paco Zúñiga, pero él nunca me atendió. Te cuento la historia. Hicimos una cita. Cuando llegué al lugar pactado, que era la puerta de la academia, a las 11 de la mañana, hacía 15 minutos que se había ido, diciendo que tenía un compromiso de última hora. Así que no lo busqué más. -Quedó más solo que siempre... -Me fui para donde el señor Beltrán, que era el secretario de la academia, y le expliqué lo que pasaba. Me permitió ingresar al curso libre de escultura, con Alberto de la Vega, con quien tuve una gran amistad. Era una bella persona, muy serio y callado, pero no era mezquino. Era tímido, esquivo, pero cuando uno le mostraba interés, soltaba la lengua, y era muy conversador, muy especial. Siempre me llevé muy bien con él...
Lindo y querido -En usted y en José León Sánchez he notado un apego casi atávico a México... Me imagino que igual pasaba con Paco Zúñiga, no sé. -Desde 1963 viajo a México todos los años. Hubo épocas en que pasaba la mitad del tiempo aquí y la mitad allá. También hubo años en que iba cuatro o cinco veces. Ahora sólo voy a fundir lo que me interesa. La fundición allá es mejor. Todavía Camilo Rodríguez Chaverri
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es rentable ir a fundir pero no a vender, porque la escultura es muy mal pagada. En México pagan mejor la pintura que la escultura. Yo he vendido allá, pero a coleccionistas y a personas que me conocen y que saben quién soy, no a las galerías, porque en las galerías son muy groseros, y se quieren quedar con la mejor parte. -Pero sin las galerías de nuevo se queda muy solo. - Seguramente el error mío es no llevar cosas a las galerías, porque me parece inmoral que una gente que no hizo nada más que vender se quede con la mejor parte. Creo que un dealer debe tener un porcentaje adecuado y justo, pero ellos alegan que es una labor difícil. Prefiero hacer las dos cosas, hacer el mono, y luego echármelo al hombro e ir a venderlo. (Por primera vez en la entrevista, don Ólger sonríe y todo aquello se transforma). “Cómo va a ser posible que uno se mata haciendo una obra, y el galerista se gana una gran porción sin ningún esfuerzo. Yo a eso me le enfrento”. -¿Quiénes son los grandes escultores que conoció en México? -En esos primeros años en México conocí a muchos. Tengo amistad con muy buenos escultores. Yo no haría selección entre buenos y malos. Sería inmoral que si todos le ponemos una alta dosis de esfuerzo y voluntad a lo que hacemos, otro venga y diga este sí y este no, porque a la vuelta de los años me he dado cuenta que algo que no tiene valor para uno, sí lo tiene para otro. Por eso cuando alguien dice que soy el mejor, me apena. Aquí todo el mundo le baja el piso a todo el mundo. -¿Quiénes son los escultores nuestros que lo sobrecogen o lo han marcado? -En este país todos los escultores que están activos son gentes muy honestas, que trabajan con mucho cariño, que le ponen mucha tiza al taco. Son grandes tipos, como Manuel Vargas, Aquiles Jiménez, o Jorge Jiménez Deredia. Aquí en Heredia hay uno que vive toda la vida en su taller trabajando a pesar de que llegó muy tarde a esto. Es Jorge Benavides. Nadie dice nada de él. Eso me sulfura. -Quizás usted es el escultor con más obra en espacios públicos. -No tengo pretensiones en esto. Si fuera un escultor genial viviría en un palacio, pero no dejo de vivir feliz. Esta casa es un hogar y tengo una familia maravillosa. Tengo la gran virtud de ver todo con gran realismo. A la gente conforme 96
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más los adulan más se sienten la pata del rey, y se pierden. Hay que tener los pies en la tierra. -Su relación con el arte no es un puño cerrado, sino una mano con muchos dedos. -Me gusta escribir, y aprendí a cantar, aprendí a dibujar y a esculpir. Me pueden decir que soy bueno o malo, o extraordinario, pero nadie me va a engañar. Yo sé quién soy en escultura. -Aquí, en esta pequeña casa, como de muñecas, tiene un taller... -Manejo aquí un lugar, en mi casa. Es prácticamente una bodega, donde proyecto mis cosas. La verdad es que me iba a trabajar en fundición y marmolería en México, pero resulta que ahora sólo voy a fundir. El mármol en México es caro y aquí se vende poco. Aquí se vende el bronce y la madera.
El oficio -¿Cuál material le gusta más y cuál es el que le ha sacado más canas? -Todas las técnicas tienen una alta dosis de dificultad y todas generan la misma dosis de placer, el problema es que en mármol y en madera, las cosas que se quitan ya no se pueden reintegrar, en cambio en el bronce sí. Todo lo que es escultura es bello, la madera tiene su encanto, el bronce es extraordinario y el mármol ni se diga. -Sé que varios escultores fueron descubiertos por usted, cuando usted era profesor... -Ni me digas. Tiré 25 años al cajón de la basura siendo profesor de colegio. Vieras la risa que me da que han querido imponer un voto de censura a la señora ministra, y que los profesores dicen que no hay un programa. Nunca ha habido un programa que valga la pena. En educación estamos bateando hace 40 años. Nunca están todos los laboratorios necesarios. Siempre hay problemas serios de aulas, de contenido... Esto va a seguir toda la vida porque nadie tiene interés en esas cosas. “Los diputados llegan a ver qué hacen en cuatro años, y después buscan una embajada, un hueso gordo, y los otros siguen vegetando en su pueblos. “Aquí nadie está interesado en el arte, lo que existen son individualidades, gente que nace con el estigma del arte, y que hacen lo indecible. Por eso un Zúñiga, un Aquiles Jiménez, un Manuel Vargas, un Jiménez Deredia. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Aquí las becas son para una bola de bombetas, y a la vuelta se pierden. Todo el mundo le zafa el bulto a la opinión. Nadie se puede enojar porque uno diga la verdad. ¿Quiénes son aquí los favorecidos con las becas? Los amigos de fulano de tal, los amigos de los políticos... Mientras que los que tienen talento, van a buscar beca una vez y otra vez, y después no vuelven. “Yo una vez solicité una beca. Vino hasta mi maestra de kínder a pedir ayuda, y me dijeron que no le hiciera más fuerza, porque a quien estaba en Italia le iban a dar un año más. Y al año siguiente me hicieron lo mismo, pero ya era un varón, no una mujer la que estaba fuera. Otra vez solicité en la embajada de Italia, era una beca de UNESCO, el señor que decidía era el esposo de Doña Victoria Garrón de Doryan, y me dijeron que no me podían dar la beca porque que yo no era bachiller. O sea, el talento, la vocación, la lucha no importan para un carajo. -Bueno, pero en el 2000 estuvo en la Bienal de Venecia y parece que le fue muy bien... -Me reconocieron el trabajo y me volvieron a invitar para este año. No volví a ir, ni vuelvo. Es por muchas cosas que me sulfuran del arte. Hay una corriente en la actualidad que quiere desmitificar al arte y al artista. No me explico cómo podría ser eso. Todo consiste en echar abajo todo lo que son las estructuras de creación tradicionales. Ahora el gran arte son las instalaciones, las performances, y toda esa bola de babosadas que se están dado. A mí, con mucho respeto, me parece un reguero de estupideces: instalaciones a base de videos, de cinematografía; instalaciones de piedra y de tierra, escultura matérica...
Caca de elefante -Recuerdo un artículo de Vargas Llosa acerca de un joven artista que esculpía en caca de elefante, y de un pintor que firmaba el lienzo en blanco y cobraba miles de dólares por su “obra de arte”. -Me imagino que también viste un artículo de un tipo que hacía cuadros con vellos púbicos, semen y excremento. “El arte es otra cosa. Yo siento que en el arte como en la educación, lo que han querido es masificar. Por eso es que el ambiente se ha enlodado, porque le dan campo a todo el mundo.
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“Son advenedizos, gente que le van al chiripazo. No necesitan dibujar. No les interesan los elementos fundamentales, que son línea y color en pintura, así como forma, volumen y espacio en escultura. “Ya la escultura no es escultura. Es cualquier cosa. ¿Cómo es posible que una escultura sea un catre viejo? A uno esas cosas lo desaniman”. (Intempestivamente se pone de pie, se sube los pantalones y trata de endulzar el semblante. Tiene en este instante un rostro canino de pocos amigos, unos ojos de susto que no puedo con ellos. Por nada del mundo abriría yo la boca en este instante...). -Eso es lo que se pretende ahora con el arte. El non plus ultra es gente que uno dice ¿dónde está la obra? ¿dónde está la trayectoria de esa gente? No hay nada de eso. (Se sienta de nuevo. Se echa para atrás con una frescura sabrosa. Se acomoda riquísimo, como un saco con brazos. Le pregunto si se siente amargado o si está resentido...). -No te puedo negar que esto produce frustración, pero una persona como Ólger Villegas no puede ponerse a hacer cosas que estén acordes con la moda del momento, o de la época. Yo tengo toda una carrera en escultura que me ha costado mucho, como para ponerme a hacer, ahora , después de viejo, esas pendejadas como instalaciones. Sería faltar a la ética de escultor. “Tengo un rumbo en la escultura que no puedo traicionar. Tengo un concepto en la escultura que es muy propio y con el que he demostrado que puedo darle mensajes al espectador. Una escultura que para mí es todo un medio de expresión muy original. Y no puedo acabar con eso”. -¿Siente que se trata de un movimiento que atenta directamente contra la sustancia misma del arte? -Es un complot, claro que sí. Un día de estos venía en un periódico una entrevista con un iluminado cubano, un curador de un museo neoyorquino, que estaba hablando de estas cosas, y toda la entrevista pasó poniéndose de acuerdo para decir que el arte en América debe tener un rumbo diferente. -Un rumbo que sea igual aquí que en París y en Nueva York... -Estoy de acuerdo con ese señor cuando dice que se puede copiar porque Picasso decía que se podía copiar. Bueno, en algunos casos, pero no necesariamente se debe copiar.
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Cuando un ser humano tiene talento para hacer cosas originales y propias, no tiene por qué copiar
Su mensaje especial -Pensemos entonces en su legado como artista. ¿Qué lo hace particular? -He trabajado mucho pensando en que mi escultura sea una escultura que lleve un mensaje especial a mi público, un mensaje que tenga valores como la ternura, la amistad, el amor. “Pero también pienso que la escultura tiene que evolucionar, porque la escultura en la vida general del escultor, tiene que ir transformándose, tiene que contar con períodos o etapas, tiene que irse superando día con día, tanto en el mensaje como en el aspecto exterior, en la forma. La forma tiene que evolucionar, y es en ese proceso en el que he estado siempre”. (Se queda viendo hacia un punto indefinido de la pared, en una sala diminuta. En un espacio de 4 metros de largo por 3 de ancho hay 26 pinturas, 3 esculturas y 10 adornos. Parece la casa de un cuento). -Mi gran preocupación en el arte es el ser humano. Estuve muy involucrado con a la imaginería en una época que fue la más oscura y difícil. Es una etapa de la que no me quiero acordar. Sólo que me dejó grandes conocimientos en lo que respecta a los mecanismos técnicos del oficio. “Después tuve una etapa en México, que fue donde realmente abrí los ojos, y supe que en la escultura había mil posibilidades para expresar lo que uno quisiera. “Me interesó mucho el movimiento de las formas. Anduve muy interesado en los músicos, en los bailarines, en los vendedores ambulantes. Tenía un gran trasfondo social. Me interesaba mucho lo cotidiano del ser humano en una escultura muy figurativa, con mucho movimiento y forma”. (La entrevista está en un momento en que Ólger Villegas no necesita combustión. Vuela planeando. Se le sale un poquito de existencia por la guayabera blanca, se apresura a acomodarse y no pierde el hilo). “Posteriormente tuve una etapa de unos 7 años interesado en el retrato en la escultura. Hice una serie de retratos. Para mí, el mejor es el de Otilio Ulate, que está en el Banco Central. Ahí hay una concepción muy especial de lo que yo quería que fuera el retrato. También hay uno muy bueno de 100
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don Ricardo Jiménez en el INS, otro de Tomás Soley Güell, y otro de Jenaro Valverde. Hice como 16 retratos de personajes costarricenses... -Luego su escultura se vuelve más sobria, más sutil. -Es la siguiente etapa. Es una etapa muy bonita, donde he tenido más conciencia de la necesidad de simplificar la escultura. Hay una síntesis de la forma. Es un largo período donde hice una cantidad de obras como las seis variaciones sobre el tema del amor. Ahí está incluida la caricia, el beso, el idilio, los amantes... “Después hay una serie de esta etapa que sí es mi etapa larga, una serie de figuras que son variaciones sobre el tema de la maternidad. Ahí está el beso maternal, el silbo amoroso, el abrazo, el arrullo... “Y luego hay una serie de figuras como el pescador. Hay tres versiones del pescador. El más moderno es el que llevé a la Bienal de Venecia. -Creo que es la etapa donde está ubicada ´La Esperanza´, que es un mármol blanco; ´Los niños televidentes´, en madera, y la familia que está en el INA. -Quiero decirte que en la escultura a mí me sucede lo siguiente. No te puedo hablar de lo que hacen los demás, pero sí puedo admitirte que de repente me devuelvo, y retomo una figura humana... Tenemos que vivir, y lo digo con sinceridad. Tiene uno que ganarse la vida. Uno no hace cosas a pedido del cliente, sino cosas que le placen y que se venden, y con eso come uno. Son las chambas que uno hace a veces, como un monumento.
El arte como fenómeno -En monumentos y obra pública no puede quejarse porque tiene muchos. -Si yo hubiera hecho todos los que he deseado hacer, no me hubiera alcanzado el tiempo. Lamentablemente hay muchas cosas que nunca se pudieron llevar a cabo. Me acuerdo, por ejemplo, del proyecto de un monumento a la madre, con seis figuras maternales con todas las razas universales. También recuerdo un Garabito para San Ramón, que nunca se hizo, y ´Los próceres de mi pueblo´, que era un mausoleo para los tres grandes poetas de Sam Ramón, Lisímaco Chavarría, Carlomagno Araya y Félix Ángel Salas. Lisímaco y Félix Ángel murieron muy jóvenes. Es que aquí la vida es muy difícil. El
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camino del arte es muy duro, porque no todos los días se hace una obra de arte. (Entra su esposa. Su mirada se endulza. “Yo amo a esta mujer. Aunque mi mujer es hiperactiva, todos los días limpia, cocina, no aplancha, porque eso sería el colmo. Ella es fundamental en mi vida”. Hace un silencio, como cambiando de casete, y retoma el rumbo) “El arte es un fenómeno sociológico. Te voy a contar lo que me pasa. No he llegado a la abstracción, pero si sigo trabajando la forma, podría llegar al abstracto. Es todo un proceso. Eso es lo que no entienden muchas gentes. -Y le pasa con los poemas, porque hay un Ólger Villegas que es poeta. -Dejame decir que no se necesita estudiar para sentir el arte. Una persona puede nacer para el arte dentro de una familia de alta sociedad o una de bajos recursos. Para vivir y disfrutar del arte, lo único que se necesita es poseer una gran sensibilidad. Eso se da en las alturas y en la plebe. La historia está llena de casos. En las cortes europeas había grandes artistas, y también está el caso de Van Gogh, que nunca vendió un cuadro, si acaso uno en toda su vida, y Goya igual. Miguel Ángel siempre vivió reclamándole a la Corte que no le pagaban lo suficiente, pero después se supo que siempre le pagaron mejor que a Leonardo Da Vinci. Un gringo que se dio a la tarea de remover la historia biográfica de ellos, se dio cuenta que de Miguel Ángel era un millonario, porque aparecieron muchas propiedades. Una de las cosas que más me duele es que tengo muy mala memoria para recordar nombres... Siempre me sonaban en la historia del arte. Soy fatal para las fechas.
Descubridor y maestro -Nos fuimos por otro lado cuando quería que habláramos de su paso por la educación. Me interesa porque usted orientó a muchos artistas. -En la vida uno tiene que hacer cosas que no le gustan. Las tiene que hacer por necesidad. Venía llegando de México cuando me casé. No encontré acomodo en ninguna parte, ni siquiera en los talleres de imaginería, que fue donde más pedí trabajo. “Me encontré un día de tantos unas lecciones y ahí duré 25 años. Cuando ya no pude, porque me fastidiaba, le 102
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dije a don Rubén Campos Esquivel que me consiguiera la pensión. El viejito comenzó a gestionar la pensión, y de 25 años aparecieron apenas 21 años y 8 meses. Me salí en el 84 pensionado con 8 mil pesos, y con el dolor de haber perdido 25 años en algo que nunca me gustó. Me dejó tan frustrado que nunca volví a la universidad, ni a los colegios, nunca más. Me sentía tan mal en la educación, que yo imaginaba que a uno le pagaban para que los muchachos le pusieran apodos. “Lo único bueno es que hay como siete gentes que se dedicaron al arte, y mi paso por la educación valió la pena si es que de verdad los estimulé. Ahí empezaron conmigo, en las aulas, los escultores Aquiles Jiménez, Jorge Jiménez Deredia, Jorge Bernardo Salazar; el poeta y filósofo Álvaro Zamora; el escultor Crisanto Badilla y su hermano Pedro, que era un excelente acuarelista; Aldrobandi Chaves, José Bernardo Corrales, el tenor Danilo Chaves... -¡Ve de todo lo que el país se hubiera perdido! Yo sé que Jiménez Deredia, por ejemplo, dice que usted lo descubrió y lo orientó hacia el Castella. Junto a este aporte suyo desde el colegio, a ellos los une el hecho de ser heredianos. ¿Qué es lo que hay en Heredia que es cuna de escultores? -Creo que somos 23 escultores activos en Heredia. Hay dos pueblos donde proliferan los artistas, uno es San Ramón y el otro es Heredia. Puede ser que la naturaleza, el paisaje y el ambiente sean propicios para que el espíritu del hombre sea proclive al arte. Esa es la única explicación que yo tendría, que haya una aura mágica que así lo disponga. Me parece más lírico que real, pero, bueno, es válido porque yo soy un artista... -Y un artista que esculpe, que dibuja, que pinta, que canta, que escribe poemas... -El secreto del asunto es el siguiente: vos sabés que el arte se nutre de vivencias. El artista las necesita para producir sus obras. Muchas gentes le llaman inspiración. Son verdaderamente vivencias que el artista logra traducir. El mecanismo técnico es el que hace la diferencia y le da carácter a la obra. “Pero el momento, la vivencia, la idea, le llega al pintor, al escultor, al músico. “A mí me sucede que estas cosas que de último momento se me ocurrieron para replantear y pulir son cosas que no podía cantar, esculpir, pintar o dibujar. Las apunté tal y como llegaron, y así surgió una colección de poemas. No me Camilo Rodríguez Chaverri
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preocupa presumir de nada en eso. Simplemente quiero que la gente los lea. Yo sé positivamente que mañana, o en veinte años, alguien los va a leer y le van a gustar. Yo creo que al libro le voy a poner “Mi otro sendero”. Es un nombre muy significativo... No es rimbombante. Es un libro muy gráfico de lo que quiero.” -Lo que no le creo es que haya descubierto esa vena ya maduro. Seguramente tiene muchos poemas anteriores. -En una ocasión quemé como cien poemas en México, en medio de una depresión, cuando salí del lugar donde estaba hospedado, por falta de plata.
Los discos -¿Y cuándo fue que descubrió que también es músico? -La música ha sido algo muy especial para mí desde siempre. Te voy a contar la historia de lo que sido en música, porque es larga. Llegué a ser músico a los 16 años. Me fui para donde Claudio Brenes, al Conservatorio Castella, y comencé a estudiar con él. Me hizo una prueba, y me dijo que tenía una voz que se puede trabajar. Estuvimos trabajando intensamente como 4 ó 5 años, al cabo de los cuales entré a áreas operáticas, música napolitana y música lírica “Llegué a tener un manejo de la voz, tenía muy buenos agudos y una gran seguridad. Llegué al do natural o al sobreagudo. Lo que conseguí no se lo brinca un chivo. “Jorge Velásquez y yo éramos los alumnos avanzados de Claudio Brenes. Lamentablemente se fue para Estados Unidos, se cayó de una tapia y murió. Canté con Albertina Moya en el Teatro Nacional, fui compañero de Édgar Espinoza, el periodista, que podría ser un gran barítono. También estaba con nosotros Fello Aguilar, un tenor turrialbeño. Me acuerdo de María Elena Quirós, de Emer Campos, el barítono; de Marco Antonio Quesada, de Amelia Barquero, de Elenita Villalobos. Fui de la época de Franco Contreras y Tey Adán García. De Heredia éramos Carlos Manuel Benavides, Édgar Benavides y Efrén Villalobos”. -¿Cómo, en medio de tanta pasión, se separó de ese mundo? -Por un disgusto me corrí de la academia. Según yo, nunca iba a volver. Y no fue sino hasta hace unos dos años y medio que volví. Tuve una etapa muy difícil, y llamé al tenor Danilo Chaves, que fue mi alumno en el colegio, comenzamos 104
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a platicar, y me dijo que me fuera para allá. Hicimos un ejercicio, nos pusimos a vocalizar y me volvió el gusano. Seguí yendo y con eso salí de la depresión. Es decir, que tengo dos años y medio de estar estudiando canto -Y ya hasta grabó... -Tenía como tres meses cuando me encontré con un amigo de San Ramón, Lito Estrada, y de estar acompañándolo en un bolero por aquí y en otro por allá, terminamos armando un disco, que se llama ´De mi ayer íntimo e inolvidable´. “Luego aparecieron dos amigos más, de mi infancia, uno era vecino y el otro era de mi edad, y armaron un trío entre ellos dos y el primero que me había encontrado. El trío se llama ´Soles musicales´. Ellos son Oldemar Porras, Lito Estrada y Claudio Vargas, y grabamos unas canciones para un CD que titulamos ´Recordar para vivir´” Nos pasan a la mesa, se levanta despacio, se mueve como un gigante. Ya sacó lo que le estorbaba en el buche. Me imagino que seguramente piensa: “qué torta, se me fue la mano, pero no importa”. Se vuelve hacia mí, y me dice “yo entiendo muy bien que cada quien dice lo que quiere, pero es importante decir las cosas como son”. Hay helados, confites, pan dulce, un fresco rojo como la sangre... Sonríe feliz, como si hubiera descubierto un tesoro. Yo también. -El hecho de que yo sea gordo tiene una explicación en esta casa, concluye el maestro Ólger Villegas. Ojo, marzo 2003
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Julieta Pinto
Con los ojos abiertos
En la sala donde nos sentamos, una escultura nos olfatea. Quisiera como acercarse a husmearnos. Casi no puedo dejar de verla en las dos o tres horas que pasamos ahí sentados. Es una ardilla de Hernán González, el primer marido de la escritora Julieta Pinto, a quien debimos esperar muchos meses, pues una alergia la quiso separar del mundo por mucho tiempo. La sala es sencilla, y todo tiene cara de despedida. Es que doña Julieta dejará el apartamento en el que vivió por muchos años. Ahora pasará un tiempo en San Rafael de Ojo de Agua, donde creció y luego vivió de cerca los hechos del 48, y donde viven sus hijas, y también en Las Nubes de Coronado, cerca de Dios y con el paisaje casi entre las manos. En la sala de la entrevista, ya se nota que alguien está partiendo. Sólo que hay objetos que son tan dueños del lugar, que quitarlos será como derrumbar un árbol. Es el caso de una pintura de César Valverde, dueña caprichosa de una pared. Julieta Pinto González nació en San José, en el hogar de Enrique Pinto y Graciela González. “Éramos tres hermanas, Floria, Mercedes y yo, que soy la mayor. Don Enrique Pinto, mi papá, era abogado e ingeniero. Trabajó muchísimo, tuvimos mucho dinero, y luego lo perdimos casi todo. Mi papá estuvo muy enfermo, y mi mamá siempre fue muy valiente. “Todos los Pinto tienen locura por la agricultura. Papá medía fincas y hacía cosas de abogado. Trabajaba muchísimo para poder comprar una finca. Por fin, compró en San Rafael de Ojo de Agua una finca abandonada. Empezó a trabajarla con café y con caña. Tenía una especie de patiecillos donde se asoleaba el café. Al final, papá murió dejando un capital grande”.
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Lectora precoz “Crecí en Ojo de Agua los primeros ocho años de mi vida. Aprendí a leer sola y a escribir sola, con tal de que no me trajeran a San José. Papá tenía mucho interés por aprender de todo. Yo heredé ese interés. “Me entró el gusanillo de leer muy temprano en la vida. Aprendí a leer a los cinco años. Aprendí con ´La Divina Comedia´. Ese fue mi primer libro, y aprendí con esa obra por curiosidad pura y limpia. Es que aquellos dibujos que venían en el libro podían matarme. Yo me preguntaba qué era aquello, qué era lo que decía. “Crecí entre caballos, nos montábamos a pelo, entre el café y la caña. Crecí cogiendo café y trompeándonos con las cogedoras. También aprendí a sembrar la caña. De todo hice. “Y a los 8 años me traen para San José. No sea ingrata. A una chiquilla salvaje se la traen para la ciudad. Yo era salvaje. Me meten a la escuela más pavorosa del mundo, la Escuela Perú, con doña Betty Beeche. ¡Qué martirio! Papá se daba cuenta de que yo sufría espantosamente, así que los sábados me llevaba en tren a la finca. Puedo decir que vivía sólo los sábados y los domingos. “Entré directamente a tercer grado, porque ya sabía mucho. Desde que entré, la maestra estaba brava. La Niña Betty tenía amores y odios. A mí desde el primer día me odió. Ahí en la escuela no era buena estudiante. “Una vez que salí de aquel tormento, entré al Colegio de Señoritas. Tenía algunos profesores de lujo, como León Pacheco, Carmen Roldán y Henry Maguí, quien me dio matemáticas. Me metió tanto en los números que casi me dedico a eso. “En el colegio se me abrió el mundo. Leía y leía. Era absolutamente feliz. Fueron cinco años de felicidad abundante lo que tuve yo en el Colegio de Señoritas. Durante el último año se me muere mi padre. Yo era muy chiquilla, a pesar de que tenía 17 años. Era como si tuviera 14. “Las compañeras me trataban muy bien, con un cariño tan especial, siempre como cuidándome. En ese momento, mi hermana Floria tenía 15 años y Mercedes tenía 11. “La muerte de mi papá fue como todas las muertes, que no se esperan. Fue casi al final del colegio. Nunca creí que papá moriría. Saqué de primer año hasta quinto corrido. “Por cierto, en el Colegio de Señoritas me hicieron un homenaje el día de las mujeres. Y cuando llegué se me Camilo Rodríguez Chaverri
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encogió el colegio, hasta en la azotea estuve viendo dónde estaba aquel inmenso colegio mío. Ahora era pequeñito. Al crecer uno, el concepto que uno tiene de todo le cambia, y le quedan a uno recuerdos tan lindos. “Siempre saboreás tu niñez, la llevás con vos todo el tiempo. Aquellos años en la finca, jugando con mis hermanas, no es una cosa que tratás de olvidar. ¿Qué me decís de los niños de la calle? Si uno tuviera el poder de darles una niñez como la que merecen”.
Cambio de mundo “Salí del colegio, y nos fuimos para San Francisco, California. Estudié unos años allá, en Belmont College, y mis hermanas sacaron allá el high school. “Luego vine y me casé. Antitos de morir papá, Hernán González se me declaró. Como que yo lo quería mucho. Él fue a verme allá, a Estados Unidos. En aquel tiempo había unas becas, y él estaba terminando Derecho. Era dos años mayor, nada más. Pero estábamos tan enamorados, que apuramos las cosas. Hizo la tesis cuando ya estábamos casados. Es más, ya con una chiquita, Gloriana, la mayor. “Mi hija es la primera Gloriana que se puso aquí. Escogimos el nombre Hernán y yo cuando estábamos leyendo un libro sobre Isabel, la Católica, a quien le gustaba que en privado la llamaran Gloriana. Todas las demás son menores que mi hija Gloriana, porque después el nombre se puso de moda, como ha pasado con otros también. “Yo tengo 82 años. Gloriana va a cumplir 60. Yo me siento como si tuviera cualquier edad. Debe ser la alegría de vivir, porque es tan maravilloso el mundo, tan maravillosa la gente, a pesar del dolor tan intenso que me producen la pobreza y la pena ajena. “Hernán se hizo abogado, se graduó, pero nunca ejerció. Nos fuimos para San Rafael de Ojo de Agua. Mamá no sabía qué hacer con la finca, así que Hernán hacía los negocios de papá, y se fue metiendo en la finca poco a poco. “Como yo sabía tanto, entre los dos veíamos la finca. Estuvimos como diez años viendo la finca. Para mí fue como recuperar la niñez. “Para ese tiempo, ni él esculpía ni yo escribía. Ahí tuvimos problemas. Hernán era bastante ´alegre´, era ´enamoradillo´. Así que para probar, nos fuimos a dejar a Gloriana a Canadá. Ella quería terminar el colegio allá. 108
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“En Miami cogimos un carro y empezamos a subir. En Nueva York nos hablaron de Woodstock. Llegamos a un lugar donde todo el mundo era artista. Todos eran escritores, o pintores, o escultores. Nos volvimos locos los dos. Conseguimos una casita que era un sueño.. “Le conseguimos colegio a las chiquillas, y hasta ahí llegamos.¡! ¿Qué íbamos a dejar a Gloriana! “Estuvimos allá dos años. Hernán había comprado una finca en San Rafael de Ojo de Agua. Estaba a la par de la finca que dejó papá. La compramos entre los dos. Así que vendimos un pedazo y con eso vivimos allá. “Allá vivía el escultor Harvey Fite. Hernán estaba muy interesado en su trabajo y en sus esculturas. Se hicieron muy amigos, hasta que un día Harvey le da una gubia, y en piedra hizo una lagartija. Harvey le dijo ´¡Hernán, por Dios, usted es un escultor!´. “Todo cambió cuando Hernán se dio cuenta que era un escultor. Cuando volvió a Costa Rica, convertido en un escultor, lo recibió una enorme indiferencia. “Hizo la mayoría de sus esculturas en casa, cuando todavía estábamos casados. Pero aquí volvieron las dificultades, por las actitudes de él. Yo siempre escribía poesía solilla, y quería realizarme en algo. Un día le dije que quería estudiar. Hernán me dijo que no me dejaba, y entonces yo le dije que me iba para la universidad”.
Realizarse “Me vine para San José con mis cuatro hijos. Tenía cuarenta años exactos. Aquello que hice fue como un polvorín. Yo estaba fascinada. Estudié filología en la Universidad de Costa Rica y tuve grande profesores, entre ellos Abelardo Bonilla e Isaac Felipe Azofeifa. Con Isaac Felipe Azofeifa, quien era profesor de Castellano, una vez me tocó hacer en clase una redacción sobre la madre. Cuando se la llevé, me dijo don Isaac: -’Julieta, quédese después de la clase. Me encantaría leer su poesía’. Yo casi me desmayo. Yo sé que usted escribe poesía. Con sólo su redacción sé que escribe poesía. Tráigame cuentos poéticos de su niñez. “Fijáte que, entonces, empiezo yo. No podía ni subir las gradas de la alegría. Venía como flotando en el aire. El primer cuento fue ´El río´. Así que se lo llevé a la semana siguiente.
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Lo lee Isaac, y me dice ´usted sabe escribir, y sabe escribir muy bien, sólo tiene que ir puliendo´. “Ya yo me trastornaba. Todas las semanas le llevaba un cuento. Esos cuentos se convirtieron en ´Cuentos de la Tierra´. Lo publiqué en la editorial que tenía Lilia Ramos. Les encantó el libro, le hicieron mucha bulla. “Seguí en la clase de Isaac, y seguía yendo a la oficina de él. Entonces, Isaac me leía cosas. Después, saqué el título. “María Rosa Bonilla, la esposa de Abelardo Bonilla, me ayudó muchísimo. Vivíamos cerquita. Estaba yo en tercer o cuarto año. Don Arturo Agüero nos metía de memoria las palabras en latín y en griego. Aquello era hórrido. Me chocaba tanto aquel curso que lo repelía. Ella me decía ´mire, Julieta, ¿cómo se le ocurre que va a dejar la carrera? Venga y la hago meterse todo eso en la cabeza´. El curso se llamaba ´Gramática Histórica´. “Aprendí muchísimo de Góngora, Quevedo y Cervantes. Aprendí muchísimo con los clásicos gracias a la guía de don Abelardo Bonilla. Con don Abelardo tuve cinco años de clases. Todo me gustaba mucho. Don Abelardo lo daba lindo, muy lindo. La mitad de la clase era estudiar, ver libros. Por ejemplo, en la escuela y en el colegio aborrecí ´El Quijote´, y don Abelardo me hizo amarlo. “Me duele tanto los niños que estudian tres horas por día. ¡Ay, qué horror! ¿Qué les pueden dar en tres horas? También me preocupa la gran cantidad de maestras que lo que quieren es salir de la clase ligero. No se les ocurre que están formando el alma de un niño, el deseo de un niño para forjar su futuro. Los buenos maestros te ayudan a formarte. “Ahora que digo maestros, no conocí a García Monge. Yo era muy corta, terriblemente corta. Muchas veces mi timidez pudo más que yo. Con decirte que no conocí a Yolanda Oreamuno ni a Eunice Odio. Yolanda era un poquito mayor que yo. Igual me pasó con don Joaquín García Monge. Tampoco tuve cercanía con Pepe Marín. “Sabía de Yolanda y de don Joaquín por Lilia Ramos, que me impulsó muchísimo. Lilia tenía alma de maestra. Lo impulsaba a uno. Le daba a uno el libro que sabía que era el que te convenía. “Lilia Ramos fue amiga mucho antes de que yo entrara a la universidad. Fue in between, en la época en que tuve dificultades con Hernán. Cuando entré a la universidad, ya muchos de mis contemporáneos tenían nombre propio.
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Por ejemplo, Beto Cañas ya daba clases, y era un conocido escritor. “A Daniel Gallegos, que es hermano mío, lo conocí mucho después. Es una persona tan especial. No lo conocía, y como Daniel se fue para Estados Unidos, pasé muchos años sin saber de él. Nos conocimos no sé cuándo, pero fue un clic. Lilia Ramos me lo presentó “Lilia era como sin edad. No pasaban los años por ella. Estaba muy llena de vida, muy llena de deseos de ayudar a todo el mundo. Otra mujer que me ha ayudado mucho es Carmen Naranjo. Hemos sido muy amigas”.
Inquietud social “Salí de la universidad con una inmensa inquietud social. Lo que más me duele en el alma es la pobreza y la niñez abandonada. Me metí a trabajar en el IMAS en el tiempo de don Pepe. Él se empeñó en que yo tenía que ser diputada. Yo le dije ´Don Pepe, yo no estoy capacitada´. Entonces, me nombró en la junta directiva del IMAS. Yo vivía zampada en el IMAS. Fue en el año 70. “Una cosa lindísima es cómo conocí a Don Pepe. No te he dicho que me tocó la revolución del 48, nada menos que en la finca. Ya estaba requete casada. Fijáte que unos de los alzados se vinieron para Ojo de Agua. Teníamos que hacer arroz y frijoles y llevárselos a la montaña, que todavía era muy espesa en ese lugar. “Cuando llegaban los mariachis, sonaba el pito del ingenio, ellos sabían de qué se trataba y tenían que correr para esconderse en la montaña. Un día vi a mis hijas cogiendo todas las muñecas y tapándolas con basura. Les pregunté por qué estaban haciendo eso, y me contestaron que las estaban escondiendo para cuando llegaran los policías. “Un día, llegaron los policías, y yo les conté la historia. Se impresionaron mucho, fueron a verlas, y empezaron a hablar con las chiquitas. ´No, nosotros no somos malos. Nosotros tenemos chiquitas, como ustedes. No se asusten’. “Entre los combatientes que llegaban a la finca recuerdo a Rodrigo Madrigal Nieto, Édgar Gólcher, Gerardo Fernández, Roberto Fernández y Marcial Aguiluz. “Se tuvieron que ir porque en casa ya fue demasiado. Ya no se podía esconder más gente. Ya los mariachis estaban muy cerca. En cualquier momento podían caer. Cruzaron el río, se fueron a ´El Rodeo´, y de ahí partieron hacia La Lucha. Se Camilo Rodríguez Chaverri
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reunieron en la finca donde ahora está la Universidad para la Paz. “Además, en la finca no fueron prudentes. Se robaban las municiones, se iban para el pueblo, y las ponían en los postes para que explotaran. Era peligrosísimo. Era enorme la carrera que tenían que pegar para llegar a casa a tiempo. Ya era demasiado sabotaje. A Hernán le dio mucho miedo que a las chiquitas y a mí nos pasara algo. “Así que se fueron. Hernán se fue con ellos. A la par de Marcial Aguiluz, que era muy valiente. Claro, no sé cuántos días pasé yo casi sin dormir. No podían ir a los pueblitos. La gente les llevaba pollos y huevos a la montaña. Decía Hernán que aquello fue muy bonito”.
El IMAS y el ITCO “Antes de conocerlo, Don Pepe me daba una pereza horrible. Yo pensaba que se le debían de haber subido los humos. Hasta que nos fuimos un día Hernán y yo a comer a un restaurantillo con don Pepe, Gerardo Fernández y Édgar Gólcher. Estábamos ahí comiendo, y yo semblanteando a don Pepe. En eso entran tres chiquillos a pedir algo de comer, muertos de hambre, con sólo verlos. Él reaccionó de inmediato y yo expectante de lo que iba a hacer. Le dijo a una mesera:-Venga acá, por favor, hágame el favor de darle a estos niños todo lo que ellos quieran. “Me conquistó. Le dije que lo que más me interesaba era el trabajo social. Me dijo que me quería dar una diputación. Le dije que no, como ya te comenté. Entonces, me pidió que fuera a trabajar con el Padre Armando Alfaro, que es alguien extraordinario. Trabajé mucho con él. Claro, estaba yo con aquel entusiasmo, y vivía metida en el IMAS. “Estando en el IMAS, el padre Alfaro me nombró en el ITCO, como coordinadora del IMAS en aquella institución. Así conocí todo el país. Por ejemplo, recuerdo que fui muchas veces a El Jobo con Miguel Sobrado. “Estuve en el ITCO tres o cuatro años. Anduve por todo el país. Llegábamos en avión, o por unos caminos que no te podés imaginar. Una vez, íbamos para los asentamientos ´La vaca´ y ´La vaquita´, y cuando nos dimos cuenta, estábamos entre un montón de muchachos con rifles. El Padre Alfaro les habló. Salimos íntimos de todos. “Hernán ni chistó porque como don Pepe fue el que me había metido, no podía ponerse a reclamar. Cuando el padre 112
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se fue del IMAS, yo me fui con él. Después, Don Pepe me metió en el Patronato Nacional de la Infancia. “En el PANI pasé ocho años, pero cuando llegó Luis Alberto Monge, figuráte que una persona que llegó a esa institución, creyó que yo lo que quería era un puesto. Parece que le estorbaba, me quitó y le dijo a Monge que me pusiera en el INA. “Hernán era Ministro de Cultura, y le tocó oír la carta mía en el Consejo de Gobierno. Le dije a Monge todo lo que se me ocurrió. ¿Cómo se le ocurría ponerme en el INA? Lo único que yo quería era ayudarle a los niños. Por eso quería estar en el Patronato Nacional de la Infancia. “Ahora, que podía haber ido, porque la ministra de la niñez es Rosalía Gil, que es prima mía, ya no puedo porque estoy enferma. Me hace mucha gracia porque tiene el modito de la mamá, pero es muy plantadita. Hay que ayudarle en todo”.
Profesora “Después, fui a dar clases de literatura a San Ramón, en la sede de Occidente. “Nos íbamos a la una de la tarde. Dábamos clases de 3 a 6 de la tarde, y después volvíamos. “En eso me llamó el Padre Núñez, y entré a la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje. Todavía me duele hablar de esos años porque lo ideal es que hubieran seguido con lo que nosotros hicimos. “Pero cuando murió mi hijo no quise saber nada de nadie. Tenía 23 años. Murió de un cáncer que tuvo desde los 18. Al principio, lo enfrentó, supuestamente lo superó, hizo su vida, se casó y poco después le volvió. “Son esos golpes terribles. No, no, no existe dolor igual. Seguís con ese dolor eternamente, igual hoy, ayer, mañana. Hernán sufrió muchísimo también. “Me metí unos años en la casa, y entonces volví a escribir. Escribí un libro sobre él que nadie conoce. Carmen Naranjo me lo publicó. De ese libro sólo saben mis amigos íntimos. Yo tengo todos los ejemplares”. Se le transfigura la cara. Guarda un largo silencio. Dejo de escribir en la computadora. Que el sonido de las teclas no le estorbe. Pasa unos minutos abstraída, y poco a poco sale a la superficie.
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“Carmen era muy amiga mía. Llegó a casa, me vio escribiendo, cogió el libro y me dijo ´Julietilla, yo te voy a publicar este libro. Se lo das nada más a quien querás´”.
Los libros “Uno de mis libros se llama ´Si se oyera el silencio´, y son cuentos de mujeres, de lo que no dicen ahora ni podían decir. “Luego, ´La estación que sigue al verano´, que es una novela. Después ´Abrir los ojos´. Yo digo que la gente cierra los ojos al propio. No quieren ver lo que está pasando en la calle. Ese libro es de historias de niños con problemas tremendos. En la nueva impresión le agregué uno, sobre un niño que se robaron aquí. Fijate que no volvieron a saber de él, pasaron tres o cuatro años. Entonces, fue la abuela a Guatemala, de paseo, estaba en un parque, llegaron un montón de chiquitos a pedir limosna, y él la reconoció. Se lo habían llevado para allá y le sacaron un pulmón. Lo habían dejado en la calle, y donde vio el chiquito a la señora le dijo ´Tita´. Al rato llegó el señor y le dijo ´Tío´. Lo tuvieron en el hospital. En este momento, el chiquito está vivo, con un pulmón menos, pero vive con dignidad. La gente cierra los ojos a todo. En este libro, cada cuento es una historia terrible de niños.
“Me cuesta hablar de eso” Se le quiebra la voz. Doña Julieta llora a poquitos, ve las llaves, se amarra la boca, vuelve a ver dos hileras de libros. Quisiera estar sola en este momento. Me levanto a ver libros. Al rato, sigue ella solita el curso de sus obras. “Otro de mis libros es ´Los Marginados´. En él hay una gran cantidad de gente, de peones, que se van a la montaña a ver si pueden trabajar. La obra habla acerca de la ilusión de todos los campesinos, que es tener su pedacito de tierra. Ahora me pregunto qué irá a pasar con los campesinos, en San Isidro, en Ojo de Agua, en La Argentina, en todos los pueblos que conozco. Hay demasiada desocupación en la zona rural de Costa Rica. “El campesino que tiene cinco manzanas, tuvo que venderlas, se le fue la plata, y ahora llena aquí los cordones de miseria. Somos un país de campesinos. Son cuatro los que se pueden defender en computación, por ejemplo. Hacéme el
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favor de decirme dónde vas a meter a los peones de las fincas, a qué hora los vas a educar. “¿Cómo puede ser que aquí haya familias con dos o tres hijos y que no tienen qué comer? Eso se llama pobreza. A la escuelita de San Rafael de Ojo de Agua llegan los niños desesperados por comer, y encuentran un día sí y otro no. Los lunes se desmayan de hambre porque no han comido ni el sábado ni el domingo. ¿Cómo es que el país no hace algo para solucionar estos problemas? “¿Me vas a decir que no tenemos los ojos cerrados todo el tiempo? Si abriéramos los ojos sería otra cosa. “¿Qué esperanza tiene este país?. Que me den una solución, qué me digan qué van a hacer con ellos. “Las pensiones son algo pavoroso. Mientras unos tienen mucho, otros no tienen ni lo mínimo. Carlos Roberto Loría ha denunciado en internet los montos de las pensiones. Se te para el pelo de punta. Aquí hay pensiones de un millón de colones mientras un pobrecito tiene que jugársela con sólo 30 mil colones al mes”.
Paisajes “Por todo esto es que tengo que ir a la finca, ver los árboles, escuchar el río, oír las vacas, para decirle a Dios ´no entiendo nada de lo que estás haciendo en el mundo, no entiendo nada, a mí me pesa tremendamente el sufrimiento de tu pueblo´. “Mejor sigamos hablando de mis obras. Otro de mis libros es ´A la vuelta de la esquina´. Este libro es acerca de todo lo que me tocó ver en el IMAS. Hablo de gente pobre que siempre tiene sus problemas. Aún así, no es nada en comparación con lo que se ve ahora. “Es mil veces peor ahora. Habría que botar ese libro y hacer uno nuevo, totalmente. “En ese momento de mi producción literaria, ya vienen más novelas. ´Él sermón de lo cotidiano´ es la historia de una persona a quien conocí y quise mucho. Tuvo una vida muy desgraciada. Le sucedieron cosas inverosímiles. “´El eco de los pasos´, es la novela de la revolución, contada por una mujer en una finca entre el sol y la neblina. También es la historia del viejito más querido, que estaba en San Isidro, y cuidaba de las terneras en la finca. Me fui acercando por el amor con que cuidaba las terneras, y empecé a ver todas
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las facetas. Para nada era un intelectual, pero era puro amor, ternura, y vivió tantas aventuras, tantas cosas lindas. “´Historia de navidad´ es un librito de cuentos para los nietos que me reclamaron porque no salían en mis obras. ´David´ fue un libro anterior donde salían los mayores. Ahora los chiquitillos, los bisnietos, están reclamando. “´Tierra de espejismos´es una novela en la que hablo de mis experiencias en el ITCO. Y sigue ´El Despertar de Lázaro´…” Dice el título de la novela y detiene sus palabras, como si quisiera detener el temporal que viene a su mente. Conozco la obra. Toma el alma de uno y la conmociona, como si fuera una esponja. Hasta ahora entiendo que la obra es un exorcismo. Es un antídoto para un dolor sin cura. -Prefiero no hablar de ese libro, dice, unos minutos después. Para ayudarle a salir, le pregunto por ´El Lenguaje de la Lluvia´, una de las más bellas sorpresas de la literatura costarricense de los últimos años. “Ese libro es pura poesía. No he publicado poesía. Nunca publicaré. No puedo. La poesía mía es antigua. Ya eso pasó de moda. Ahora se usa la prosa poética”. Le digo que, aunque no quiera admitirlo, ´El Lenguaje de la Lluvia´ es un libro de prosa poética. “Es mi niñez. Es un homenaje a mi padre. Por eso salió llena de poesía”.
Las Nubes Esta casa, ubicada en Los Yoses, es de una belleza singular. Es interesante, y hasta un poco misteriosa. Pero parece que un temblor sacudió sus entrañas hace muy poco. “Me pidieron este apartamento después de 28 años, porque la hija del dueño se casa. ¿Cómo le voy a decir que no?”. (Es curioso como la casa está en franca protesta. Se le nota). “Así que me voy para arriba, a Las Nubes. Aquí en Los Yoses he vivido tantos años solamente por la vista. En este apartamento tengo vista a las montañas al este y al oeste. Puedo ver el amanecer y el atardecer. “Ahora hay otro mundo en esta zona. En cambio, en Las Nubes tengo cercanía con las vacas, con el pasto, con el aire... Las Nubes era una finca de ganado de mi padre. Me quedó a mí. Ninguna de mis hermanas la quería porque hace mucho frío. Me la dieron en lugar de unas casas. Allá tenía cuatro vacas y una lechería. Mi hijo la convirtió en una maravilla. 116
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Fue a comprar novillas puras a Estados Unidos y empleaba el mejor semen. Cuando él faltó, durante veinte años vi la finca con un esfuerzo muy grande, porque no me gusta la lechería. Me parece monstruosa la explotación a las vacas. “La maternidad es algo tan maravilloso. Es el origen de la vida. Vi la lechería cuando tuve que hacerlo, y cuando ya estaba muy cansada, aparece el nieto mío, Francis, y me dice que le encantan los terneros, que por qué no me lo llevo. Poco a poco se adueñó de todo el trabajo de la finca. Él se encarga de todas las tareas de administrarla, y yo llego a disfrutar del paisaje. Paso un mes allá, en el tiempo calientito. En diciembre, me voy por las mañanas y a las cuatro de la tarde vengo de regreso, porque aquello es un congelador. “Y en San Rafael de Ojo de Agua también me siento muy bien. Con la ventaja de que la finca de San Rafael también me devuelve a la niñez, y a los mejores años con todos mis hijos pequeños”.
Tata Pinto “Tata Pinto era mi tatarabuelo. Estoy escribiendo un libro sobre él. Es una historia larga, una novela. Rosarito fue su esposa. Nunca se supo nada de ella. Tuvo 17 hijos. A ella le hice toda una historia dentro de la novela. La organicé de la siguiente manera: un capítulo para Tata Pinto y un capítulo para Rosarito. En la novela, Rosario hace su diario. Según las fechas, tiene sustento histórico. Viera cómo he investigado, y a mí que no me gusta eso. A mí lo que me gusta es la imaginación. Toda la historia de Tata Pinto es verdadera, pero con la de Rosarito hice lo que quise”. Algo me pasa en la computadora. Le ruego que detenga el relato por un minuto. Pero con el incidente toma otro camino. “Esperáte para contarte lo que me pasó a mí con la computadora. Me fui quedando ciega con la cochinada de la computadora. Entonces la vendí. Ahora no conozco la computación. Escribo a mano, y una criatura maravillosa, que se llama Alexandra, me hace el favor de pasármelo, con una paciencia y con una devoción que da gusto. “Daniel Gallegos también me ayuda, porque a él no le afecta la vista, y es que yo, primero que todo mis ojos, porque leo como loca. ¿Te imaginás quedarse uno sin poder leer?.
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“Medito, hago yoga, hago tai chi y chi kon, que son unos movimientos tan lentos, tan lentos, que dan una energía especial. “Mi instructor se llama Carlos Morales. Une los tres, el yoga, el tai chi y el chi kon. El tai chi es un poco más fuerte que el chi kon. “Paso leyendo todo el día. No puedo hacer nada más. El corazoncillo no anda muy bien. Paso feliz en Las Nubes y en San Rafael de Ojo de Agua. “En San Rafael de Ojo de Agua se deshizo la finca, no quedó nada. Sólo la arboleda y la casa. Bueno, sólo nos queda un pedacito de tierra. Dos hijas mías viven ahí, y tres nietas. Es lindísimo, pero depende de la época. Ahora es imposible. Ayer me morí del calor. Fue monstruoso, pavoroso. Cuando estoy en Las Nubes, y voy para San Rafael, me quedo por lo menos dos días en San José. Igual cuando es al revés. Es que tengo que hacer una estancia, porque, si no, el corazoncillo se enoja”, concluye Doña Julieta, siempre tan dulce, tan solemne, con esa imagen suya de Blanca Nieves extemporánea, de princesa que nunca perdió su esbeltez y esa dignidad que lo cobija todo... Ojo, mayo 2004
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Bryce Echenique
La risa que escribe
Cuando era un escolar, inventaba historias; le dijo a sus compañeros que era hijo del campeón peruano de automovilismo, y lo mejor de todo es que se lo creyeron. Se convirtió en el ídolo de la escuela. Luego, le confesó a un profesor que era un mentiroso de primera y que no le creían ni lo que se comía, y el señor de la confidencia le aclaró que más que mentiroso era un escritor, y que nadie se lo había dicho. Ya tenía 15 años, y tuvo que apurarse para recorrer los caminos perdidos. Y a los 27 empieza a escribir, después de complacer a su padre con el Derecho y sin contar ni con un poema de adolescencia a su haber. Alfredo Bryce Echenique es uno de los maestros del humor en la literatura, y escribe para el oído, o sea, que parece que está hablando en sus novelas y sus cuentos. Por ahí inicia nuestra entrevista. “Escribo con humor para que duela menos. Escribo así por caridad. El humor empieza en casa. Es desde niño que uno empieza a reírse de sí mismo. El humor es muy distinto a la burla y al desprecio. Para escribir con humor hay que ponerse en el pellejo del otro para mirarlo bien”. -Otro de los elementos recurrentes de su obra es la ironía, hermana del humor. -La ironía es la sonrisa de la razón. Pienso en Carpentier, cuyas novelas son de una gravedad tremenda. Pienso en la literatura de Borges, tan bien escrita. Y en Julio Cortázar, con ese enorme manejo de la ironía. -En una frase Cortázar resumió sus ironías, “Qué risa, todos lloraban”. -Cortázar decía que no se explicaba qué pasaba con los escritores latinoamericanos. -Escribe así en medio de la pesadumbre personal, de la tristeza... Camilo Rodríguez Chaverri
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-Sí, pero es que la literatura estaba muy seria, contando cosas muy feas de los países de cada escritor. Y yo he querido escribir algo mucho menos serio. Empecé a escribir en Francia, en París. Ahí pasaban largas temporadas todos los escritores del boom latinoamericano. En esos años del boom usted no veía nada de humor en Carlos Fuentes o en Mario Vargas Llosa. “Una vez, Mario me dijo que el humor es muy reaccionario. Pero cuando leyó mi novela ´Un mundo para Julius´, me llamó y me dijo que por primera vez había entendido que hay novelas que no existen sin humor. “Recuerdo que Mario votó en contra de una novela de Manuel Puig. Eso es grave. Y él lo sabía. Puig introdujo todo un aire fresco, de lo oral, de los sueños. Puig pensó en la historia con “h” minúscula. “El boom se ocupaba de lo grave, y cada escritor tomaba a su país como coto privado para su obra. “Quise cambiar porque sentí que en mis maestros faltaba la sonrisa. No se ocupaban del habla latinoamericana, que es particular. Se olvidaban de esa característica muy nuestra, que es hacer de las cosas más difíciles un objeto de irrisión. “Tampoco tomaban en cuenta nuestra curiosidad por el mundo. A cualquier parte del mundo que llegue un latinoamericano se siente un poco como en casa. Eso nos hace muy diferentes. “De esto que te comento me di cuenta cuando llegué a París. Cuando invitaba a un profesor o a un escritor especializado en América Latina, se sentaban a la mesa y les entraba un terror horrible cuando servíamos la comida latinoamericana. Creían que los íbamos a envenenar. ¡Y supuestamente eran especialistas en América Latina! “En cambio, a nosotros, en América Latina, nos toca probar todas las comidas del mundo, igual en Costa Rica que Lima o en Bogotá. Los latinoamericanos somos muy curiosos. “Y también somos muy originales, por más que consideremos que París es la capital del mundo, y que creamos ‘leernos’ en textos hechos por franceses... A pesar de que importamos leyes, constituciones, sistemas parlamentarios, la curiosidad del latinoamericano enriquece más que la cerradumbre del francés. Un famoso escritor francés, cuyo nombre no quiero mencionar, dijo antes de morir que jamás había leído algo que no fuera francés. Pobre hombre... “Jean-Paul Sartre escribió en un prólogo sobre un escritor que no era francés algo así como, bueno, qué diablos, qué 120
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cómodo era ser francés. Un gran escritor tiene el coraje intelectual de dudar, entre otras cosas, de la grandeza única de su patria. La literatura de otras naciones y otras culturas también puede ser maravillosa. La importancia de la obra de Sartre, sin duda, es que tiene que ver con que lo movía la curiosidad por lo ajeno”.
¿Es original? -¿Le preocupa la originalidad en sus novelas? -Picaso plagió a todos los artistas que estuvieron antes que él, vio y copió todo lo que se hizo antes en África, Asia, América... Es un artista único, aunque retoma toda la pintura universal. Picasso vuelve a leer a Goya, a Velásquez, al arte primitivo... “En el caso mío, por ejemplo, si estaba en Francia, para qué diablos escribir sobre Perú. Muchas veces los escritores latinoamericanos del boom escribían únicamente sobre sus países por un complejo de inferioridad, sobre todo para esos años en los que estábamos llegando de París, y éramos unos muchachones. “Fíjate que le pedí a mi traductor al francés que leyera un cuento que escribí sobre París y que luego apareció en mi libro ´La Felicidad Ja Ja’. Él leyó el relato y le pareció ejemplarizante y único. Ni mejor ni peor que los otros cuentos sobre París, sino simplemente el único relato ´peruanizado´. En mi obra está el París mirado por el prisma de un peruano. -Y he encontrado un apego por lo oral y un interés importante por la psicología de la mujer... -Se mezclan los ingredientes en cada novela. Ni el mismo autor de una obra literaria puede decir cuáles son los ingredientes del cóctel de sus palabras. Cuando terminé de escribir ´Huerto cerrado´, el libro no me gustaba. Sentía que esa no era mi visión sincera, honesta, del mundo. Tenía como una camisa de fuerza. Y leyendo los cuentos de Julio Cortázar noté que él metía un tono oral, y hasta una irreverencia por la tradición, por el peso de lo literario... Un buen profesor de gramática le hubiera puesto mala nota. Pero es que Cortázar ya conocía la lengua, y la dominaba tan bien que hasta podía maniobrar a su favor. Si uno se queda con el peso de la tradición, pierde una gran oportunidad. “Para muchos novelistas, la novela es poner orden, dividir la historia en parte 1, parte 2, parte 3, epílogo, desenlace... Pero no ocurre con todos los novelistas. Hay otros que Camilo Rodríguez Chaverri
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soñamos con meter al libro una voz, la emoción, el caos y el desorden típico de la vida. “De lo que se trata esto es de contar el cuento de la vida. La máxima ambición es que el lector oiga, escuche nuestra voz, y que piense que el escritor estaba pensando sólo en él cuando escribía, que comparte el escritor un trozo de camino con él”. -El rescate de esa voz es una tarea muy difícil... -Sí, sobre todo porque se trata de la creación de una voz, de un habla que llegue a todos los lugares, que sea de lo más concreto y lo más abstracto posible, y ambas cosas a la vez. Recogemos un grito enorme con las palabras. Nuestra voz tiene que recoger las voces de muchos más. -¿Hay que escribir y reescribir y reescribir para llegar a esa voz? -De lo que se trata es de conseguir la melodía que debe acompañar al libro. Y esto mientras te ocupas de lo más valioso, porque al escribirlo, resumo y retomo un momento de mi vida que hasta la muerte se vuelve a vivir en la literatura. Por eso es que es vital trasladar la ilusión de la oralidad al papel. Allí hay una relación estrecha con los juegos, con los retuécanos.
¿Desmesura cervantina? -¿Su literatura se le va por todas partes, como agua entre los dedos? -Mi literatura se inscribe en la gran tradición de la desmesura cervantina. Es una literatura que se ocupa del arte de la discresión, de irse por las ramas pero sin perder nunca el hilo de la historia, de la narración, y sin que se salga del relato el cuento o los cuentos, que es la vida. -Hay una enorme influencia del cine en su obra. -Pertenezco a una generación que ama el cine. Cuando yo era un chico se era un macho si tomabas tanto como Bogart. Los machos no bailan, son tipos fuertes y rudos... El cine nos hacía salir de las fiestas hechos unos adolescentes miserables. Pero más allá de eso, ese mundo del cine es un mundo de débiles y poderosos, que marca la obra literaria de mi generación. -Usted menciona mucho a los personajes de los westerns. -Es que el western es la última épica. Y hay una enorme relación de nosotros como escritores con el western porque 122
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la novela es un poema épico, un poema épico en prosa aburguesada. -También encuentro, sobre todo en la novela ´La amigdalitis de Tarzán´, un homenaje al bolero. -He querido que mis referentes preferidos sean la música y las canciones. Aparecen con frecuencia los tangos, las rancheras, los boleros. Recuerdo que en los ochentas empecé a hablar con mis amigos de la casa perfecta, y llegamos a la conclusión de que la casa perfecta es aquella que tiene un cubículo, un espacio especial, que es nuestro mundo soñado y compartido, que se llamara ´El lloradero de Benny Moré´, y que sirviera para echar a los amigos con música de Moré durante días de días. Así que ya puedes empezar a hablar de la ´literatura sentimental´ de Bryce Echenique. -La adolescencia es una patria que usted visita a menudo... -´Un mundo para Julius´ es eso que apuntas. También aparece ese universo de la adolescencia en ´No me esperen en abril ´, que es una idealizada continuación de la novela de Julius. Esta segunda novela de la que le hablo es el único libro que empecé dos o tres veces. Pero es que no era el tiempo, todavía. Ni había bebido tanto vodka, ni había visitado tantos países, ni tantos amigos se me habían muerto. -Pero usted no es escritor de un solo libro que se repite sin cesar, como quien se cambia la máscara a cada rato en un baile de disfraces... -Fíjate que eso que piensas de la adolescencia en las novelas sólo aparece en unas. Ponte el ejemplo de Manolo Esterne. Esa obra, ´Huerto cerrado´, nada tiene que ver con las que hemos mencionado. Se instala en una calle de Lima, como en el cine omnipresente. Se siente parecido a un actor no conocido. Es como andar con moneda falsa por el mundo. “Este actor, Jacques Marron, aparece en la película que más veo. Se llama ´Historia de tres amores´. Tenía la boca más fea de Hollywood, estaba condenado a la soledad, era shakespereano, hablaba un inglés que nadie hablaba... El pobre Manolo estaba mal, ni su ídolo era ameno”.
Comunes y corrientes -Su literatura sentimental es de personajes comunes y corrientes... -Después de novelas como ´El Siglo de las Luces´, de Carpentier; ´La muerte de Artemio Cruz´, de Carlos Fuentes; Camilo Rodríguez Chaverri
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´Cien Años de Soledad´, de García Márquez, era urgente escribir algo más livianito. Hay que pedir permiso para eso, para que se caiga uno en la primera fila... -Sin que ello signifique que lo liviano sea light... -Por ejemplo, los músculos también lloran y se divierten. Martín Romaña cada vez que creía que Inés ya lo iba a matar, se volvía enano. Ella es el hombre de la historia ´tradicional´, y él, la mujer. Lo que quiero decirte es que lo liviano también puede ser combativo, significativo, importante. La historia de Martín Romaña va en contra de las reglas del machismo. “Todo esto de lo sentimental tiene como antecedentes las obras del siglo XVIII, pero sin lo lacrimógeno. Ahora el tono es irónico. La última transgresión posible, y que no es la sexual, es la transgresión de los sentimientos. El hombre es el que derrocha, es el torpe, el antieconómico. Aparece como poco práctico, bondadoso, se deshace de las cosas fácilmente”. -Eso de escribir como una mujer, de entrar en su mundo y hablar por ella, como también ocurre en ´La Amigdalitis de Tarzán´, es cosa seria... -Se me planteó como un desafío. En ´Huerto cerrado´, hay una frase de un diario íntimo de Manolo, que se ha quedado en el internado, porque lo castigaron, y mientras piensa en su chiquilla, que tiene 15 años, como él, lee un cuento de Chejov, y en el relato está esa frase que se convierte en el fin del libro... ´Aquel que ama más es el más débil´. -¿Es por eso, y con un trasfondo machista, que dicen que su literatura es ´sentimental´? -Claro, claro, tiene rasgos femeninos. Y cuando empiezan a analizar lo ´sentimental´ de mi obra, yo recojo el guante y es cuando me enfrento a la aventura de escribir las cartas de una mujer en ´La Amigdalitis de Tarzán’. -¿Por qué le imprimió ese carácter epistolar a la novela? -La carta es el único género literario que no se puede mejorar ni empeorar. Tiene otra característica especial, que es el manejo del tiempo. A diferencia del email o el fax, la ventaja de la carta es que te la dejas, y la miras cuando sea, como un libro o un poema. En carta y con tiempo, Fernanda se contaría mejor. En la novela, quien lucha, es valiente y optimista, siempre es ella. Su marido es un araucanote, es un gigantón que le pega y la ama, y que desaparece de su vida y de la vida de sus hijos.
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-Y está el pobre de Juan Manuel Carpio, que no se cansa de esperarla... -Ah... Como esperan las mujeres. Y quiero decirte que una pista importante para entender mejor esta novela está entre los epígrafes. Los epígrafes de mis libros están ahí para orientar al lector. Esta vez quise que fueran únicamente de mujeres, pero se me quedó uno de Hemingway, que resultó imprescindible. Es de su novela ´A través del río y entre los árboles´ y retrata a Fernanda. ´Conoció la injusticia y el dolor, pero jamás estuvo triste una mañana´. Así es el carácter solar de Fernanda. -Por su afán lúdico, esto de fabular debe venir de su niñez. -Lo de inventar historias sí viene de la infancia, pero no el apego a la literatura. Yo no empecé a escribir joven. Más bien empecé tarde. Jamás escribí un poema ni un verso en la adolescencia. Sin embargo, para ello también tenía una razón literaria. Inventaba cuentos que le contaba a mis compañeros. A menudo me decían, ´Alfredo, a ti no se te cree ni lo que comes´. “Todo lo que contaba era inventado. Mi padre era muy tímido, formal, disciplinado, todo lo anti-heroico que te puedas imaginar. Aun así, una vez compró un carro idéntico al del campeón de las carreras de esas a las que iban como dos mil carros y terminaban como cien. Eran unas carreras increíbles, lo que ahora llaman rally. Muchos las aprovechaban para huir de casa. El gran campeón se llamaba Arnaldo Alvarado. Y mi papá compró un carro igualito. Un día íbamos para la casa, y me dice mi papá, ´Alfredo, ¿por qué no hacemos una prueba con este carro tan veloz?´ Empezó a acelerar y el carro casi volaba. De inmediato bajó la velocidad y dijo ´es mejor llegar 10 minutos luego que un minuto de silencio´. ´Yo, que quería un papá más intrépido, encontré en su carácter comedido la magia literaria. Mis papás empezaron a escuchar las historias del papá de Alfredo Bryce, que es ese Arnaldo Alvarado. Empecé a ganar adeptos y terminé siendo el ídolo de la escuela y el chico más envidiado. Me dejaban pasar al frente al hacer fila y me ponían buenas notas. Cuando salían las clases, todos mis compañeros esperaban el carro del gran Arnaldo Alvarado, el papá de Alfredo. Hasta que un día llegó mi mamá, y mis compañeritos le preguntaron, asombrados, casi sin aire, de la emoción,´¿usted es la esposa de Arnaldo Alvarado, el papá de Alfredo?´ Mi madre, con su Camilo Rodríguez Chaverri
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enorme devoción, se limitó a contestar, ´si lo dice Alfredo, así es, ¿por qué lo dudan?´. “En el colegio le conté a un profesor que tenía problemas por andar inventando historias, y él me dijo que el problema era que yo había nacido escritor y ni me daba cuenta. Me orientó en la lectura, y por dicha que no empezó con el Quijote porque yo no lo hubiera soportado. Inicié con ´La vida de Don Quijote y Sancho´, de Unamuno, en un lenguaje que me resultaba más accesible. Y tras de todo, empecé tarde porque primero estudié Derecho para complacer a mi papá. A los 27 me fui para París y ahí me puse a escribir.
A su manera -Me parece que, a pesar de que habla de sus amigos, en esto de la literatura usted es lo que en Costa Rica llamamos ´un pizote solo´. O sea que... -Sí, sí, he hecho carrera literaria a mi manera, solo y alejado, nunca en un boom ni en un antiboom. Soy un hombre que quiso tanto escribir que ya ha escrito tanto. Mi mayor premio sería que me castiguen como en ´Las mil y una noches´, que me encierren y que sobreviva por los cuentos, por la calidad de mi prosa. -La lectura de un escritor es diferente. Dice García Márquez que se dedica a ver las tuercas del autor del libro. ¿Tiene algún método particular de lectura? -El gran tesoro es releer. Un día de estos me encontré con dos novelas de un joven escritor sudafricano. Las compré en España, por pura intuición. Siempre compro por pura intuición. No leo suplementos culturales. “Ahora que estuve en Las Palmas de Islas Canarias, me llevé a mis grandes maestros, para releerlos. Stendhal, que es mi super favorito, quien me parece que conforme pasan los años escribe mejor y mejor. También Flaubert y Balzac. Proust ya no, pues fue una herencia de mi madre, que lo adoró siempre. Así que ya lo había leído en el colegio, y no me influyó tanto durante la época de mi formación como escritor. “Pasé como cinco o seis meses, en un hotel con todas las comodidades. Caminaba por horas en la playa, pasaba seis horas con Stendhal o Flaubert, luego dormía por las tardes y, después, a escribir. La escritura produce dolor, aislamiento. Uno va desarrollando un sexto sentido. Como dijo mi profesor de colegio, lo más difícil es llevar toda la inventiva al papel. 126
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“A partir de cierta edad, hay un enorme goce en la relectura. Más cuando ocurre como en mi caso, porque soy alguien que no tiene respeto por el libro objeto. Los rayo, les arranco hojas”. -Le comparan frecuentemente, en peso y en dimensiones, con Mario Vargas Llosa... -Mario es muy inteligente, es un gran intelectual. Es un escritor cerebral. ´La fiesta del chivo´, por ejemplo, surge de unas 100 mil entrevistas. En cambio, yo llego a la realidad literaria por otros caminos. Mario concibe una novela como un plan. Es una creación estructural. Mi obra es la obra de un novelista artista. “Escribo más que todo con base en la emotividad. Escribo con las tripas, como dicen en Francia. En mis obras todo está escrito con el cuerpo y el alma. En las novelas de Mario, sobre todo en las primeras, que son las que más me gustan, como ´La Casa Verde´ o ´La ciudad y los perros´, la historia viene precedida por un plan. En ´La ciudad y los perros´ hay un plano del colegio militar, y en ´La Casa Verde´ , un plano de la Amazonía peruana. “Alguna vez quise seguir esos pasos de Mario, sobre todo cuando estaba escribiendo la novela ´Reo de Nocturnidad´. Cuando la iba a escribir estaba viviendo en Montpellier, donde estaba trabajando como profesor visitante. Al llegar, me dieron un plano de la ciudad y lo guardé de recuerdo. “Empecé a escribir la novela con el plano al lado. Quería ubicar la novela en esa ciudad. Pero en un momento ya no soporté más su presencia, y me pregunté en voz alta, ´¿qué hago yo con todo ese mar de verdad?´ “Lo que yo no recuerdo, lo invento. Eso que escribí sobre Montpellier es un invento, es un Montpellier muy peruano. Poco tiene que ver con la realidad”. -Quiso seguir ese camino de Vargas Llosa, pero su talento es distinto. En cambio, sí encuentro una influencia de su obra en las novelas de la segunda etapa de Vargas Llosa, sobre todo en obras como ´Pantaleón y las visitadoras´. -Sí, él lo ha aceptado. Un día estábamos caminando por las calles de Barcelona, y nos topamos con una librería. Entramos y vimos de frente una pila enorme con libros de Manuel Puig. Mario los esquivó y me dijo, ´estos libros me persiguen, una vez me equivoqué con el humor de Puig, voté en contra de él para un premio y me siento mal por eso´. “Sin embargo, a pesar de que tienes razón cuando dices que hubo una transformación en Mario con obras como ´Pantaleón y las visitadoras´ o ´La tía Julia y el escribidor´, también debes Camilo Rodríguez Chaverri
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notar que lo que hay allí es cómico, no humorístico. Incluso, fíjate que en esa obra hay cierto desprecio por el escribidor. Y en su obra, desde siempre, señala la obsesión de Mario por el tema del fracaso, que es una obsesión de él como escritor. También ocurre en ´Conversación en la Catedral´. -Pero su Juan Manuel Carpio también fracasa en ´La Amigdalitis de Tarzán´ e igual le ocurre el Don Juan peruano de uno de sus relatos de ´Guía triste de París´. -No, no, te equivocas. Mis personajes no fracasan. Por ejemplo, Pedro no muere, lo matan cuando lo están dejando de querer. Su amada sabe que sin ella, Pedro no sabe vivir. Su condición natural es estar enamorado de ella. ´Manongo es un tiburón financiero, un ladrón, el rey de paraísos fiscales, y cuando busca el amor, lleva unas pastillas por si no llega la Teresa famosa. Mis personajes no son unos fracasados. Son unos locos que llevan sus locuras hasta las últimas consecuencias”.
Poesía y bolero -La poesía encuentra un nicho sagrado en algunos párrafos de sus relatos. En ´La Amigdalitis de Tarzán´, Fernanda escribe algo maravilloso. Dice en una de sus cartas que ´en Londres, el sol casi sale´. -Me encanta que menciones eso. Por ejemplo, no sé cómo Quevedo no es considerado un gran compositor de boleros, sobre todo cuando escribe ´polvo soy, mas polvo enamorado´. En ese sentido, ¿qué tienen Los Panchos o Lucho Gatica que no tenga Quevedo? -El bolero sale y vuelve a salir en ´La Amigdalitis de Tarzán´. Es más, Juan Manuel Carpio se gana la vida cantándolos... -Muchos boleros son perfectas novelas de amor que duran 3 minutos. Los boleros son ramas de poesía popular, y yo me ocupo de dejar ahí mis propias perlas, que las dejo ahí, en mis obras. Eso que tú me recuerdas, de ´el sol casi sale´, creo que es el único bolero que existe sobre Londres. -¿Fue muy difícil matar el fantasma de Julius para seguir escribiendo? -No, no me costó en el plano literario. Me costó porque fue una novela de mucho éxito. Yo estaba acostumbrado a ser aislado. Me hizo daño el ir y venir, las fotos y la fama. Pero después de Julius, de nuevo me metí en París, y surgió la obra ´La felicidad ja ja´.
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-Mario Benedetti también tiene apego por la oralidad. Se ha dicho que su obra, don Alfredo, no se parece a la obra de ninguno de los otros escritores latinoamericanos. Pero algunas de Benedetti tienen cierta cercanía... -Pero la obra de Mario es más de protesta. El es un militante. En cambio, lo lúdico es lo mío. En mi obra siempre hay mucho de juego. nédita, 2002
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FERNANDO DURÁN AYANEGUI
Escritor por todos los rincones
Su padre era carpintero y su madre, costurera. Siendo un niño leía poemas épicos y se agarraba a trompadas con el único compañero que obtenía tan buenas notas como él. Tenía sólo once años cuando se fue para Cuba con una beca. Allá hizo la secundaria, e inició una larga travesía por el mundo, porque siendo estudiante de la UCR anduvo por todos los países latinoamericanos que sufrían dictaduras para informar las condiciones en que estaban sus universitarios, y luego de obtener un bachiller en química en la Universidad de Costa Rica, también estudió en Holanda, en la Universidad de Lovaina, Bélgica, y en Harvard. Fue uno de los once químicos que concluyeron la vitamina B 12, toda una hazaña de la ciencia, y siendo una joven autoridad en la ciencia, se metió a trabajar en la política académica de la UCR, hasta que llegó a ser Rector. En medio de todo esto, Fernando Durán Ayanegui ha publicado más de veinte libros y ha sido fundamental en la historia de la literatura costarricense como uno de los líderes de la ruptura con el costumbrismo que dominó por muchas décadas. Su novela corta o relato largo “Cuando desaparecieron los topos” ganó un premio en España y es uno de los más importantes textos publicados en los últimos años. Pero parece que la mezquindad del medio ha confabulado en su contra, y se ha aprovechado de su tradicional soledad (casi todos sus libros son publicados por una editorial pequeña porque no está dispuesto a negociar) para arrinconarlo. -¿Cómo es que un niñito de 11 años se fue para Cuba así no más?
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-Yo también me lo he preguntado. Cada vez que uno de mis nietos cumple 11 años me lo pregunto. Mis papás eran muy pobres. Cuando se presentó la convocatoria para un examen para la beca a Cuba, fui y gané. Y luego salí para Cuba con $ 10 y una valija de cartón. Allá estudié la secundaria, en un sistema diferente al de aquí. Se compone de dos años de educación vocacional, luego tres años en una escuela politécnica militar y en el último año en la escuela superior de artes y oficios. -Luego de estar seis años allá, lo lógico era esperar que se quedara en la isla. -Pues sí, pero en eso se vino la conmoción por la lucha en contra de la dictadura de Batista. Y entonces me tuve que regresar. Bueno, había venido tres veces. Una vez vine porque el Ministro de Educación de Cuba iba a visitar nuestro país. Veníamos en un avión que él mismo piloteaba. Y otra vez vine enrolado como marinero en un barco que llegaba a la Barra del Colorado para regresar cargado de madera. El problema es que ya cuando estaba aquí le dieron órdenes al capitán de que se fuera para Colombia y me tocó ideármela para regresar de aquí en avión a Cuba. Por cierto, ese barco se hundió cuando iba entrando al río Magdalena... -Usted regresó para estudiar en la UCR... -No, porque el Consejo Superior de Educación estaba integrado por unos cuantos estúpidos que decidieron que mis seis años en Cuba no equivalían al bachillerato, que tenía que cursarlo aquí de nuevo. Exigí que de primero a cuarto año me lo hicieran por suficiencia, y cursé quinto año en un colegio nocturno. Los profesores me tenían miedo. En español, por ejemplo, estaban leyendo “María”, de Jorge Isaacs, y ya yo andaba con Hemingway, Faulkner, Carpentier y Asturias.
Camote -¿Cuándo fue que nació Camote? -Camote nace cuando era vicerector de docencia de la UCR. Había escrito mucho tiempo, cerca de cuatro años, una columna satírica política en la página 15 de La Nación, que salía los domingos, y que yo firmaba como S. Gallo. Cuando me nombraron vicerector, me pidieron que dejara de escribirla, porque era muy agresiva. Era el año 78. Yo estaba muy familiarizado con la prensa europea. Había pasado muchos años en Bélgica. En Europa la prensa es mucho más beligerante. Como tuve que atender la “sugerencia” del Camilo Rodríguez Chaverri
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Consejo, empecé a escribir crónicas ocurridas en el parque de Alajuela. Apareció un personaje que opinaba de todo, y tenía fisga. Era como una especie de truco para poner a un personaje a decir lo que yo no podía decir. De ahí luego surgió el libro “Mi pequeño bazar”, que fue un éxito de librería, porque vendimos 5 mil ejemplares en seis meses. Ese libro significa mucho para mí, porque me puso en contacto con Parmenio Medina. El editor le pagó para que le hiciera publicidad, y fue así como nos conocimos. No perdimos el contacto hasta el final. Quienes me impidieron entrar a la Universidad de una vez eran capaces de creer que si no sabía historia de Costa Rica no era culto. Yo sabía historia de Europa, en cambio. Lo que creo es que me salvé de que me idiotizaran en la secundaria de este país. -Luego entró a la UCR. -Entré precisamente cuando estaban los estudios generales en su apogeo. -Con Constantino Láscaris, Teodoro Olarte... -Así es. ConstantinoLláscaris, Tedoro Olarte, Marco Tulio Zeledón, Rafael Lucas Rodríguez. Recuerdo que el curso de apreciación de teatro me lo daba Guido Sáenz. -Estamos hablando de los años 60. -Más bien yo entré a la UCR en el 59. Regresé al país en el 57 y perdí dos años por las tonterías de quienes no me dejaron entrar a la U. -Usted ha dicho que era de una familia pobre, ¿cómo se costeó los estudios? -Siempre tuve que trabajar. Durante mucho tiempo trabajé en el Laboratorio de Aduanas, que estaba dentro del Laboratorio de la Fábrica Nacional de Licores. Ahí supe que no iba a ser alcohólico, porque tenía que catar vinos. Nunca me emborraché. -En la U, ¿empieza su vida pública? -Fui miembro del Consejo Universitario como representante estudiantil y miembro del directorio de la FEUCR, que cuando eso se llamaba Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica. “También estuve en el movimiento estudiantil internacional. Estuve en infinidad de congresos en Kenya, Brasil, Canadá, Nueva Zelandia... Y me tocó formar parte de una comisión especial de investigación e información, que se dedicaba a estudiar las condiciones de los universitarios en los países regidos por una dictadura. -¿Qué hacía usted en esa comisión? 132
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-Hacíamos investigaciones in situ. Estuve en República Dominicana, Guatemala, El Salvador, Paraguay, Panamá y Brasil.
¿Tipo subversivo? -¿No era un trabajo peligroso, “subversivo”? -Por ejemplo, recuerdo que me tocó buscar al presidente de la Unión de Universitarios de Brasil a lo largo de todo ese inmenso país. Anduve por Brasilia, Río de Janeiro, San Pablo, Salvador y Mina Gerais. “Lo encontré refugiado en la casa del Gobernador de Mina Gerais. Era perseguido por la dictadura. -Es entonces que se va para Europa... -Estuve un año en Holanda trabajando en una organización estudiantil, y pasé a Lovaina, donde estuve cuatro años. Ya al final de ese tiempo, llegó a Lovaina Robert Woodward, quien luego fue Premio Nóbel, en el 66. Venía a recibir el doctorado honoris causa. Yo trabajaba en un laboratorio de la Universidad, él llegó y me invitó a ir a Harvard donde un equipo que dirigía estaba trabajando en la etapa final de la síntesis de la vitamina B-12. Estuve entre el equipo que concluyó esa sítesis. Eramos once personas, dos alemanes, un austríaco, un japonés, un galés, un suizo, un hindú, tres gringos y yo. “Esa síntesis es una de las hazañas más espectaculares del mundo de la química. Tiene 64 centros de asimetría, lo que quiere decir que en el camino hay que eliminar una gran cantidad de compuestos. -¿Cuándo se dio esto? -Se dio entre octubre del 71 y setiembre del 72, que fue el año lectivo en que estuve en Harvard. -Participar en un proyecto tan ambicioso, seguramente le abrió muchas puertas en Estados Unidos. -Pues sí, pero yo ya tenía el compromiso de volver a la UCR. Era un compromiso que contraje con la beca con la que me fui para Europa. -¿Qué encontró en la UCR? -Fue deprimente. Llegué de un lugar donde inventan técnicas y no hay límites de ninguna clase para la investigación, a un sitio con todas las limitaciones. Imagínese que en Harvard trabajaba en un laboratorio donde se me permitía hacer todo en una atmósfera de argón, que es un gas sumamente caro, y con unas bombas de vacío perfectas. Camilo Rodríguez Chaverri
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Aquí me sentí mal. Y al ver las condiciones, encontré que era necesario meterme en política universitaria. -¿Hizo bien con anteponer el dirigente al químico? -Claro que fue un error, porque la política académica consume mucho tiempo. -Y el científico se perdió entre los trámites. -Lo que voy a decir es pedante, pero ilustra muy bien la situación. Es como que Wanchope se retirara a los 25 años para convertirse en dirigente federativo... -¿Cómo fue ascendiendo en la Universidad? -Primero fui el primer decano electo de la Facultad de Ciencias, luego el Coordinador del Sistema de Estudios de Postgrado, más tarde Vicerrector de Docencia y finalmente Rector. -Todo eso casi de manera vertiginosa... -Fui Decano en el 73 y Rector en el 81. En ocho años, sí. Y fui Rector durante otros ocho años, hasta 1988. Fui rector contra la cúpula de Liberación Nacional, que era mi partido. Yo era liberacionista desde el 60, cuando se fundó la juventud del partido.
Adiós al verde -¿Era militante? -Incluso fui miembro del directorio hasta que Daniel (Oduber) pervirtió a la juventud del partido y empezó a nombrarla a dedo. Al primero que nombró de esa manera fue a Oscar Soley. Entonces, la juventud del PLN perdió sentido. Luego fue muy corrupta. Se convirtió en una escuela de fraudes electorales. Siendo rector me enteré de las barbaridades que ocurrían en la juventud, y se lo comenté a alguna gente. Quien me prestó atención fue el padre Benjamín Núñez, y me dijo que no se podía hacer nada porque la juventud era autónoma. -Entonces, ¿dejó el partido? -No. Lo dejé en 1996. Más bien, en la práctica lo dejé en 1993. No voté por José María (Figueres), a pesar de que había estado en su equipo de campaña. -¿Cómo fue eso? -Me convencí de que no se podía votar con él cuando empezó el juicio de Chemisse. No lo acuso de nada, pero creo que en sus declaraciones hubo muchas incoherencias. -¿Qué rescata de su gestión como Rector de la UCR?
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-En la U ocurren muchas cosas que habrían ocurrido sin que importe quién es el Rector. Creo que ayudé en la organización, en el Sistema de Estudios de Postgrado, en la organización de la Editorial de la UCR y en la opción de una política de centros regionales. De hecho, me parece que la defensa de esa posición (la regionalización) siendo Vicerrector me hizo Rector, pues me permitió adentrarme en la U. “Demostré que uno puede ser dignamente independiente sin dejar de pertenecer a un partido. Por ejemplo, mandé a poner un busto de Calderón Guardia, como se acordó muchísimo tiempo antes, y nadie se había atrevido. Recuerdo que el bronce lo compramos de los sobros del que adquiría el AYA para medidores.
El escritor -¿Cuándo empezó con la idea de que sería escritor? -En Cuba ya tenía la idea de que escribiría. Empecé a hacerlo cuando estaba en primer año de la Universidad. En un examen de castellano, hice un ensayo, y la profesora, que era doña Virginia Zúñiga, me escribió esta leyenda: ´usted tiene que ser escritor´. Le aposté que antes de que terminara el año le iba a escribir un cuento. Pero mientras estudiaba en la U trabajaba como profesor de español en un colegio, el Colegio México, por cierto, que en ese momento era el primer y único colegio de los barrios del sur. Llevaba todo el bloque de generales, por lo que no tenía tiempo. Pero apenas terminé, me dispuse a escribir el cuento. Cogí un cuaderno de escuela, y me puse a redactar, con la idea de firmar como Fray San Martín, porque mis alumnos del colegio me decía San Martín de Porres, por negrillo. Lo hice manuscrito y así lo mandé al periódico “La República”. Decía en una nota que lo enviaba así porque no tenía ni máquina de escribir ni máquina de afeitarme... A los días apareció el cuento en “La República” con un pequeño comentario de don Alberto Cañas, que era el Director. Don Alberto decía que el autor de ese cuento no podía ser tan joven como afirmaba, y que de seguro era peruano, por eso de Fray San Martín y porque si decía que no tenía máquina de afeitar era lampiño. Luego me publicaron ahí mismo el cuento “Dos reales”. Resulta que daba clases privadas a muchachos de otros colegios para redondearme los ingresos, y un día llegó Guido Camilo Rodríguez Chaverri
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Fernández (qdg) a la casa de uno de mis alumnos. Cuando eso ya había publicado ocho cuentos. Guido era secretario general de la ANDE y me dijo que la ANDE me podía publicar un libro con esos cuentos. El libro se tituló “Dos reales y otros cuentos”. -Y de ahí hasta ahora ha publicado más de 20 libros. Sobre todo, me parece que le ha interesado el género del cuento. -Más que cuento, he querido escribir novela corta. Nunca me he interesado por novelas grandes. De hecho lo que más me interesa de mi obra son esas novelas cortas, o relatos largos. -Por ejemplo, “Cuando desaparecieron los topos”... -Y “La joya manchada”, y “Retorno al Kilimanjaro”, y “Tienes nombre de Arcángel”, “Las estirpes de Montánchez”, y “El lugar común de la sonrisa”. -”Cuando desaparecieron los topos” ganó un premio de renombre en España. Sin embargo, sinceramente pasó inadvertida en nuestro país. -Así, es.
¿Le bajan el piso? -Se ha dicho que usted es muy significativo en la historia de la literatura de Costa Rica porque le correspondió romper con el costumbrismo que dominó el ambiente literario por muchas décadas. -Creo que ahí se da el inicio del realismo social. Recibí de algunos escritores grandes reacciones de rechazo. Uno de ellos me mandó a decir que yo escribía como cubano. Diay, ¿qué esperaban, si había recibido la influencia de muchos escritores cubanos... -Se da una ruptura con su obra. -La verdad es que nunca me molestaba la obra de escritores como Magón, que era racista, espernible, y que despreciaba al pueblo costarricense. -Entonces, fue un tiempo de mucha soledad para usted. -Recibí el estímulo de algunos, entre ellos, Calufa. Ibamos juntos a la “Sociedad de Amigos de la Revolución Cubana”. Un día llegó y me dijo “sos un comemierda. ¿cómo se te ocurre escribir esa cochinada de cuento?”. Y la verdad es que tenía razón. -Era un maestro y un amigo...
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-Sí, y me da vergüenza contarlo, pero en ese tiempo ya se habían peleado don Pepe y Fidel y Liberación dijo que los militantes del partido que fuéramos a esa Sociedad de Amigos de Cuba debíamos salir del partido. Yo tenía una visión errada de la militancia en un partido, y dejé de ir. Por cierto que iba con Francisco Gamboa y él sí decidió dejar el partido, y luego hasta se hizo de izquierda. -En general, no se le reconoce su mérito como formalizador de esa ruptura con el costumbrismo. -Jézer González dice que sí me correspondió ese papel. En todo caso, a mí me interesa más otro momento histórico de mi producción. Es cuando me sumerjo en una nueva línea que tiene que ver con el relato fantástico. Por ejemplo, se nota en “Cuando desaparecieron los topos” y “La joya manchada”. Algunos de mis relatos incluso rozan la ciencia ficción. Y muchos en Costa Rica no han entendido de lo que se trata. Es una vena poco explotada en nuestra literatura. Es un tipo de novela, por ejemplo “La estirpe de Montanchez”, que juega con la historia, con los tiempos, con espacios irreales, pero que siempre se refiere a una realidad. -Hay como un afán por ignorar su obra... -Muchos críticos ni la mencionan. Jézer González escribió un artículo crítico sobre mi obra y no han qurerido publicárselo en los periódicos. -¿Qué piensa de los cambios en la escogencia de los libros de texto de secundaria, que deja por fuera sus cuentos “Dos reales” y “El puntito curioso”? -Como yo soy autor, van a decir que me molesta porque me sacaron. Pero, por ejemplo, no aparece Alberto Cañas, y uno se pregunta por qué. Lo que me preocupa es la influencia evidente de la Academia. Se nota en el hecho de que predominan los autores que son filólogos profesionales. Alí Víquez aparece, y no está Alberto Cañas. Hay razones de sobra para sospechar que hubo algo raro por debajo, por más que Alí sea mi amigo y un buen cuentista. Ojo, enero 2002
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Carlos Cortés
Escritor con grandes ambiciones
Muchos escritores costarricenses mayores pensaban que el periodista, poeta y narrador Carlos Cortés era una piedra preciosa que no se había pulido. Pero la novela “Cruz de olvido”, considerada por el prestigioso crítico Julio Ortega como una de las diez mejores aparecidas en América en 1999, lo hizo dar el gran salto. Ya no es una brillante promesa, sino un gran exponente de su generación y uno de los pocos escritores costarricenses llamados a escribir lo que se conoce como “una gran novela”. También cuenta con una sólida formación como periodista, con especializaciones en España y en Francia. -Se le reconoce a usted un enorme vigor intelectual, que tiene que ver con su ejercicio sistemático de lectura. -Soy parte de una familia de maestras que leían prácticamente desde siempre. Era parte de esa especie de entronización de la clase media en Costa Rica después de los años cincuentas. Se manifestaba en el amor por los libros, la superación personal y el acceso a la universidad. Crecí rodeado de libros y revistas. De ahí mi vínculo con el periodismo y la literatura. -Me parece que usted es más escritor que periodista. -Así es. Mi pasión está más cerca de la literatura que del periodismo porque soy un hombre de pasiones largas, y la literatura se desarrolla a lo largo del tiempo, mientras que el periodismo exige golpes, inyección de energía. El periodismo funciona por cortes, que son como cortocircuitos. En cambio, la literatura apela mucho más al tiempo mítico. Vi el periodismo como un oficio, una profesión, pero cuando me di cuenta ya estaba envuelto en puestos editoriales. -Y su carrera periodística va ligada a la literatura. 138
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-Pues sí. Me inicié como redactor de Culturales de La Nación durante dos años. Luego pasé al Semanario Universidad, donde estuve en la revista cultural “Forja”, al lado de Carlos Morales. Me vine para la revista Rumbo, con Marcela Angulo. Ella me hizo editor. En ese tiempo hicimos un periodismo muy interesante. Era la transición de finales de los 80 y principios de los 90.En el 89 me hice cargo de lo que sería el proyecto de Revista Dominical, y escribí en “Enfoque”, que era el suplemento de los domingos, del que surgió la Dominical. Pero me pasaron a jefe de edición, como asistente de Bosco Valverde, y luego a jefe de información. -Después estuvo estudiando en Europa... -Ya había estado antes. En el 87 hice una Maestría en Sociología de la Prensa en la Universidad de Navarra. En el 94 me fui a Francia. Allá obtuve una especialización en prensa escrita y un postgrado en Nuevas Tecnologías de la Información. Allá retomé una vertiente que me interesa, que es el impacto de los medios dentro de la sociedad. -En medio de toda la teoría periodística, saltó el escritor, porque fue durante ese tiempo que escribió su novela “Cruz de olvido”. -Sí. Es que me siento heredero de una generación de periodistas escritores. -Marín Cañas, García Monge, Joaquín Gutiérrez, Adolfo Herrera... -Sobre todo Marín Cañas. Muchos grandes escritores de América Latina han sido periodistas o profesores. Me nutrí de la tradición del periodismo literario. -¿Hay un sacrificio del escritor por culpa del periodista? -La lucha cotidiana por obtener la noticia no significa que haya que olvidarse del análisis. El problema del periodismo no es el micrófono, es el contenido. -Alguna vez se ha escuchado su nombre para dirigir alguno de los medios de “La Nación”. Eso demuestra una madurez suya en el periodismo. -La Nación ha sido una de las escuelas más importantes de América Central. Uno lo aprecia cuando observa que todos los directores de medios de Costa Rica se han formado en La Nación, y que hay periodistas formados en La Nación que dirigen medios centroamericanos. -¿Los hermanos Fernández? -Sí, es el caso de Guillermo y Lafitte Fernández.
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-Usted se perfila como uno de los más importantes periodistas a partir de su formación y sus puestos en La Nación. -He llegado a puestos de gran responsabilidad gracias a la confianza de gente como Eduardo Ulibarri.
Obra literaria -Háblenos de su obra literaria. Usted empezó a publicar muy joven y ha publicado muchos libros. -La generación de los 80 se ha dividido en dos partes: un grupo de escritores que empezó a publicar en los 80, entre ellos, Rodrigo Soto, José Ricardo Chaves y yo; el otro grupo, compuesto por quienes empezaron a publicar en la década de los noventas, entre ellos Jorge Arturo. -Me parece, por lo que he leído en entrevistas y hasta en prólogos que usted ha escrito, que creció como escritor de la mano de grandes maestros de nuestra literatura. -Empecé a publicar por influencias de gente como Carlos Catania y Carmen Naranjo. En los 80 hubo una efervescencia de premios y editoriales, que no dio gran calidad literaria. Sin embargo, nos sirvió como una gran oportunidad para publicar. Muchos aprovechamos esas circunstancias. -Es el tiempo de sus poemarios “Erratas advertidas” y “Los pasos cantados”, así como de su novela “Encendiendo un cigarrillo con la punta del otro”. -Sí. El hecho de publicar joven no es algo que me enorgullezca. Salieron cosas interesantes y también erratas inadvertidas. -Luego, en los 90, aparece ese hermoso libro “El amor es esa bestia platónica”. -Ese libro me encanta, me gusta lo que salió de ahí. Creo que es mi mejor libro como unidad. -Creo que entonces aparece “El que duda no ama”, la recopilación de parte de su obra poética, que no ha recibido la atención que se merece. -Casi todos los libros de poemas son ediciones clandestinas. En general, es imposible predecir los caminos en que la poesía puede abrirse al lector. -Hay un poeta en usted que creo que no quiere reconocer. -Si no hubiera escogido la narrativa, diría que ahora, casi a los 40 años, podría hacer una obra poética que me hiciera sentir más orgulloso. Perdí mucho tiempo tratando de buscar 140
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mi voz propia. Perdí de vista lo esencial: lo que se dice, que es lo más importante.
Excesiva retórica -Usted se refiere al “qué” sobre el “cómo”. Pero, ¿no es tan importante el “cómo”? -Sí, pero pienso en la excesiva retórica de la poesía latinoamericana de las últimas décadas. Nuestra poesía alguna vez ha caído en el espejismo de creer que hay que desordenar el diccionario para hacer buenos poemas, que se requiere de juegos verbales estrambóticos. -¿Se manifiesta mucho esa tendencia en la literatura costarricense? -Sí, y en el caso de Costa Rica eso es criminal, porque tenemos un sedimento neomodernista que hizo que no tuviéramos vanguardia. Nuestro poeta revolucionario es Debravo, quien es un poeta clásico, y un gran poeta. Es que nunca nos hemos librado de una carcaza de palabrería muy fuerte. -Pero, ¿eso es malo? -Depende de lo que usted piense. Un poeta como Duverrán lo entendió bien. Su obra de madurez es de gran vigor y brillo. -¿Isaac Felipe Azofeifa? -Toda su obra es de una coherencia ideológica, política y estética impresionante. Hay que recordar que, si bien empezó a escribir muy joven, don Isaac empezó a publicar muy viejo, cuando tenía unos 50 años. -¿Quiénes son nuestros grandes poetas? -Tenemos tres grandes poetas, Isaac Felipe Azofeifa, Jorge Debravo y Eunice Odio. Creo que Alfonso (Chase) también es un poeta importante. Y Ana Istarú es la única que ha sido editada en España por una editorial importante, Visor, donde publican a Cernuda, a Vallejo... -José León Sánchez me dijo en una entrevista que aquí las editoriales se dedican a sacar los libros de nuestros autores de una gaveta para meterlos en una bodega... -Eso está genial. El modelo de Editorial Costa Rica fue fundamental para el descubrimiento de nuestra tradición. Por eso es que nuestro país es el único en América Central que ha puesto en limpio su tradición. Hay autores problemáticos que no tienen lugar ahí, como José León Sánchez, pero esa labor es innegable. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Sin embargo, una industria editorial subvencionada no se preocupa por el mercado. Se ha publicado indiscriminada mente, pero se ha olvidado que la función de la literatura es crear lectores.” -Dice el novelista Carlos Villalobos que un libro en Costa Rica tiene unos 200 lectores, si le va bien... -Creo que no. Un promedio aceptable de lectores para un libro que tenga éxito está entre los 2 mil y los 5 mil lectores. Claro, sin ayuda del aparato escolar. Pero para un autor que está empezando 200 lectores es un número que está bien, aquí, en México, o en cualquier lugar del mundo. Un autor se construye con el tiempo.
Conspiración del silencio -Hace unos años, Carlos Morales le preguntó a Alberto Cañas si no sentía que el periodista se había comido al escritor. ¿Le puede pasar eso a usted? -Sentía una angustia por dedicarme a otras actividades antes de escribir “Cruz de olvido”. Había hecho una obra muy dispersa. Estaba buscando el tamaño de mi ambición literaria. Un escritor debe tener ambición. Cualquier tipo de ambición y de cualquier tamaño. Alfonso Chase me habló de esa dispersión en mi obra en medio de una crisis personal por la que atravesé a principios de los 90. El me advirtió que estaba a punto de disolverme como escritor. Tenía razón. Con “Cruz de olvido” aprendí qué es lo que tengo que decir como escritor. Pobre el escritor que no sepa cuál es el mundo que tiene que expresar. Soy un poco huérfano de padres. Antes de “Cruz de olvido” me sentía como perdido. Mi condición natural es la orfandad. -Al hablar así de su novela comete una injusticia con su libro “El que duda no ama”. -”El que duda no ama” es lo que quisiera que sobreviviera de mí como poeta. El escritor que consigue un buen poema en su vida se debe sentir pagado. -”Cruz de olvido” es una novela atrevida, no sólo por el estilo y el lenguaje, sino por lo que significa para nuestra sociedad. ¿Cómo la definiría? -Es una especie de síntesis de mi vida, vivida o soñada, y también es una gran anulación. Ahí están el dios de la creación y el de la destrucción juntos.
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-Es una novela polémica, agresiva, violenta. Creí que se iba a convertir en escándalo. Me imagino que usted también. Pero nada pasó. ¿Qué piensa de esto? -La sociedad costarricense ejerce una conspiración de silencio. La vida pública nacional está regida por leyes mucho más importantes que una obra literaria. Creo que el libro fue leído pero que su dinamita fue silenciada. -Me imagino que usted estaba preparado para que se le viniera mucha gente encima... -Me río un poco de la situación. Por ejemplo, algunos guatemaltecos que leyeron la obra me preguntaron si me habían puesto bombas y que cómo hacía para protegerme. El costarricense tiene un talento especial para ver a otro lado cuando no quiere enterarse de algo. Tiene una enorme capacidad para invisibilizar sus contradicciones. -¿Le dio rabia esa indiferencia? -Al principio me tranquilizó. Uno pasa por distintos estados de ánimo. Después volví a preocuparme. He entendido lo que han dicho los grandes maestros: la literatura es un veneno letal, pero que actúa poco a poco. Uno debe inocular un mensaje para que surta efecto. -¿Qué está escribiendo ahora? -No estoy escribiendo en el estilo de “Cruz de olvido”. El escritor furibundo que escribió esa novela dominado por la ira no existe. Me interesa demoler las bases ideológicas de mi sociedad. Quiero contar historias que a través del ácido corrosivo haga más real la realidad. Es una sociedad llena de tapujos y de veladuras. No siempre hay que escribir con una ametralladora. Hay etapas para los heroicos furores y otras para apuntar mejor el blanco. -Hay elementos característicos de su obra. Lo grotesco, el rescate de la oralidad, ¿qué más? -Me interesa describir la decadencia, el paso del tiempo, el absurdo en las relaciones humanas. -Pero en su ambición, ya descubrió lo que quiere contar, y lo que sigue no debe estar muy lejos de “Cruz de olvido”. -Descubrí una serie de historias que quiero contar. Con la novela me pasó como si me metiera en un mundo que hasta hace poco era una intuición. Para mí, fue como abrir una casa abandonada. Entré a la sala, me falta ir a la cocina, a los dormitorios, asomarme al balcón e ir al sótano. -Ahora, ¿qué va a publicar? -Creo que va a salir una novela a finales del año. Es una historia de amor en un cine. Se llama “Tanda de cuatro con Camilo Rodríguez Chaverri
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Laura”. Y tengo un par de novelas más. Escribo todos los días muy temprano por la mañana, así como los días libres, los fines de semana y durante las vacaciones.
Escritores profesionales -Se ha hablado mucho sobre los escritores profesionales, que se dedican a tiempo completo a escribir... -Eso de los escritores que escriben ocho horas por día es mentira. Lo que es cierto es que siempre tenés que estar inmerso en esa realidad. En la etapa de escribir el libro, la escritura puede ser hipnótica, ritual, absoluta, pero hay otras etapas que no funcionan de la misma manera. La diferencia es que un escritor como Vargas Llosa o García Márquez puede publicar todos los años. El punto es saber dónde quiero llevar al lector. Puedo ir en tren o en bus o en bicicleta. Puedo tardar un año o una década. Ese no es el punto. -Ha dicho que no quiere escribir más poesía. ¿No es muy injusto? -Escribí muchísima poesía y publiqué la mitad de lo que escribí. Si bien hasta hace un año o dos no tenía nada más que decir en poesía, siento como un incipiente deseo de volver a reescribir lo que escribí. Pero lo cierto es que la carreta narrativa me va a durar mucho rato. Por otra parte, creo que la importancia de la poesía es inversamente proporcional a su peso. Es silenciosa. Es lo contrario del río. Es como la respiración del universo. -Su compañera, María Lourdes Cortés, es una mujer de arte. ¿Ha sido fundamental en su obra? -Es muy difícil verlo desde adentro. No lo puedo ver. Lo único que puedo decir es que muy difícilmente hubiera podido escribir “Cruz de olvido” sin María. He tenido la suerte de encontrar a una mujer que le dio sentido a todo lo que he vivido antes y a todo lo que quiero vivir. Es un golpe de suerte. No hice nada para que fuera así. -Se dice que nuestra literatura se conoce poco fuera... -No. Nuestra literatura es desconocida fuera. Siempre ha existido un debate entre quienes piensan que nuestra literatura es endogámica, para consumo interno, y que no significa nada fuera, y quienes hemos propugnado por participar en la literatura latinoamericana. Somos un país periférico. Estamos entre el triángulo Cuba-ColombiaMéxico. El intelectual costarricense siempre se ha arrimado a México, porque le ofrece una plataforma institucional. Ahí 144
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se le ofrece la posibilidad de introducirse en un mega-relato. En Costa Rica al escritor se le dificulta mucho encontrar qué decir. Este país tiene un problema identitario. No se siente una república bananera, no es un país antimperialista, no es un país caribeño, ni es indígena. Aquí no hay megarelatos. La paz y la sociedad igualitaria no dan para escribir. Literariamente, la paz es un desastre. -Junto a eso, existe una “SBM” (Sociedad de bombos mutuos) y algo así como compartimentos estancos. Unos escritores confabulan contra otros, y entre ellos hay mucha mezquindad. -El “mundillo” literario costarricense es sectario. No hay polémica ni controversia. Cada quien es rey en su “reinecito”. Hace 10 ó 15 años alguna gente bromeaba porque cada quien publicaba en su propia editorial. En poesía, por ejemplo, cada quien tiene su propia capilla y su propio dios. -Pero, me parece que usted no forma parte de un “mundillo”, o encima de esos compartimentos estancos. -Soy como un lobo estepario. -¿Esos mundillos se caracterizan por su mezquindad? -Sí, pero eso es propio del mundillo literario en todo el mundo. Lo que pasa es que en los países desarrollados la cobija alcanza para todos. Ese es un problema cultural iberoamericano. No se separa la persona de su obra. El mejor ejemplo es Camilo José Cela, quien es un personaje público en España. No es un gran escritor, pero se confunde su obra con su figura. El gran escritor de España de esa generación es Torrente Ballester.
Su visión de Costa Rica -¿Cómo ve a Costa Rica? -Es una sociedad en la que algo está a punto de pasar y no pasa. Tenemos mucho tiempo de experimentar esa sensación y eso produce una serie de respuestas contradictorias. Es una especie de estado de suspensión que va desde la rabia hasta la indiferencia, y que da paso a una especie de germen de ciudadanía responsable. Cada día se visualiza más en el espacio público. Ha habido un vacío en los últimos 20 años, que dejó la crisis del Estado benefactor, junto con una transformación de la sociedad en una más masiva y de polarización, pues crece la desigualdad y la concentración de la riqueza. Todo esto Camilo Rodríguez Chaverri
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hace que se desconfíe mucho. Al vacío que dejó ese Estado benefactor no se le opone nada. Eso genera incertidumbre. La sociedad se ha transformado muchísimo y ha permitido que los problemas se acumularan sin resolverlos. Pasamos de una sociedad agraria a una brutalmente urbanizada, con un sistema de partidos arcaico y un Estado terriblemente burocratizado. -¿Por qué si está a punto de pasar algo, no pasa? -Creo, por ejemplo, que en Costa Rica los problemas no se resuelven porque es mucho más rentable para los políticos que no se resuelvan. -Aunque la gente no lo articule de esa manera, lo sospecha, como si hubiera un negocio en todo lo que tiene que ver con política. -Mi generación está en una disyuntiva interesante. Hay una cierta tentación del caos y la resignación a la complicidad. O tirás la piedra o te quedás callado y sos un poco cómplice del descrédito. Por eso es que hay que colaborar para que exista una especie de estatuto de ciudadanía de mínimo común cívico, que permita a mi generación volver a actuar en política sin sentirse un ladrón, un cómplice o un tonto. La única salida para introducir reformas es la política. Estamos frente a una especie de calle sin salida. Ojo, noviembre 2001
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Laureano Albán
Tengo fuego en las manos
En él se juntan el ingenio, el talento, el trabajo, el método, el misterio y la mala fama. Es un poeta productivo y exitoso, digan lo que digan sus enemigos. Y fuera de nuestro país se le reconoce como tal. Sólo en los años ochentas ganó diez premios en Europa. Él mismo acepta que eso fue lo que lo hundió en nuestro medio. Ser tan connotado provocó que le hicieran mala atmósfera. Y paradójicamente ha escrito que el poeta es siempre una víctima de su futuro. Eso le ha ocurrido a él. Aquí hay un mecanismo automático de marginación. La mezquindad gana espacios, y Laureano Albán -quien tiene nombre de personaje de novela- debe seguir la ruta de Yolanda Oreamuno, Eunice Odio, Paco Zúñiga, Chavela Vargas y Carmen Lyra, es decir, nuestros genios excluidos, marginados. En los periódicos no escriben sobre su obra. De vez en cuando le tiran una “chinita”, y desvirtúan su trabajo. Pero nadie habla de su monumental “Enciclopedia de maravillas”, más de mil quinientas páginas y más de mil poemas que le tomaron 20 años de labor señera. Ni dicen que ha publicado 22 libros que destacan por su rigor estilístico.
Marginado Albán cuenta que con suspicacias y pretextos baratos no permitieron que su obra participara ni para el Premio Nacional de Poesía del 95 ni para el del 96. Pero de por sí tiene la terca vitalidad de las energías subterráneas, que siempre escapan de sus encierros y conocen la luz del sol a pesar de ajenos empeños venenosos.
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Mala noticia. El compañero de infancia y juventud de Jorge Debravo, el fundador del Círculo de Poetas Costarricenses y, para muchos, el poeta vivo más importante de Costa Rica, no existe en nuestro país. Nos negamos a reconocerlo. Anteponemos su personalidad grandilocuente a su verbo inagotable. Pero él mismo dice que todo poeta es un artesano que retuerce la luz. Para muchos no es tan bueno, para otros es latoso, y hasta cuentan barbaridades sobre él, pero se me hace que le han hecho el gran favor de convertirlo en mito. Ahora es un poeta tan grande como su obra. Hasta denuncian que utiliza su puesto diplomático para hacerse votos para el Nóbel de Literatura, pero Albán explica que su pecado es visitar universidades para dar conferencias sobre Costa Rica y sobre literatura. “Se me va el salario en viajes”, admite. Pues claro, ¿qué querían? El poeta es un andariego que quiere llevar flores en una mochila. Tiene derecho a compartir su parcela de luz con el mundo. No importa que a algunos les parezca un pesado o un necio, su verdad obliga a la convivencia de las palabras. Y un escritor tiene derecho a combatir el olvido, y a luchar por perpetuarse en sus obras, como decía Unamuno.
Encuentro entre maletas Lo llamé un día antes de que regresara a París, donde vive y trabaja, como funcionario de Costa Rica ante la UNESCO. Me dijo que no concedía entrevistas. Le repliqué que quería hablar de su Enciclopedia de Maravillas, porque no conocía una propuesta igual en poesía. Le expliqué que me parecía sospechoso que ni siquiera la mencionaran por el mérito de ser, al menos, una obra ambiciosa, innovadora e insólita Me dijo que sólo podía atenderme mientras hacía sus maletas. Concedido. Qué importa. Pensé en el encanto de la intimidad que hace más vulnerables a las personas. No lo conocía. Había leído parte de su obra, pero, sobre todo, había escuchado todas las historias oscuras que se le achacan. Si uno le hace caso a todo lo que dicen, debe esperar un ogro. A verlo me fui, desarmado y solo. Henos aquí un domingo a las seis de la tarde, en medio de ropa doblada, regalos para sus nietos, llamadas telefónicas de última hora y un par de chiquillas que corrían de aquí para allá dibujando el aire con sus sonrisas. 148
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Salió de una habitación un hombre grandote, hermoso, con cara de niño travieso. 1, 85 de estatura y 250 libras en una guayabera o algo parecido. Nada que ver con el monstruo que pintan. Para empezar, ni da miedo. Su sonrisa acaba con cualquier barrera. Y los anteojos le dan pinta de nerdo bondadoso. Apenas se acerca y habla, con su voz ronqueta y sus dientes abiertos como un abanico de abrazos, se esfuma el abismo de la distancia. Es decir, se cruza el puente, aunque sea de hamaca, tambaleante y bullicioso. Porque, como él mismo escribió, en un poema hay tantas alas, como cicatrices hay en el olvido.
Lo ignoran —Parece que ignoran algo tan llamativo como su enciclopedia de poemas. ¿Por qué será? —Porque es una aplanadora. Me llevó veinte años de trabajar con lo numinoso, lo misterioso, lo trascendental. —Usted fue uno de los autores del Manifiesto Trascendentalista. ¿Lo conserva vivo en su obra? —Así es. El poeta dice lo inefable, utiliza el lenguaje indirecto. No podés pasar más allá de la mente racional con lenguaje racional. La belleza es la sombra de Dios sobre el universo, como escribió Platón. El lenguaje figurado es el instrumento para expresar las vivencias trascendentales, que no son racionales. —¿Hasta cuándo lo tendrán en el olvido? —Quizás hasta que gane el Nóbel. No me mencionan por miedo. Tengo que seguir luchando aunque no les guste. Por ejemplo, estoy trabajando dos tomos más, para unirlos a los tres de la Enciclopedia de Maravillas. —Tiene fama de petulante, de arrogante. —Neruda hablaba de la confabulación de los mediocres. Juan Ramón Jiménez pensaba en la red de los tonos medios. El mecanismo para bajarme el piso es decir que soy vanidoso. Nada de eso. Soy un gordo que se va a convertir en ceniza. —¿Y qué pasa con los tonos medios? —En este momento son invencibles. Se apoderaron de los Ministerios de Cultura, por ejemplo. Son una mafia. Una vez atacaron a Neruda porque, siendo de izquierda, aceptó una invitación del Pen Club de Nueva York. Lo que pasa es que todos se morían de envidia. —¿Ellos lo han aíslado? Camilo Rodríguez Chaverri
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—Es que si uno llega a un congreso, y lee dos o tres poemas, y queda mejor que otros, ya al siguiente congreso no lo invitan. —¿Se nota tanto eso en un congreso de poetas? —Es que la poesía es como un violín. O lo tocás bien, o todo el mundo se va. —¿Y la prosa? —La prosa es como una guitarra. Cualquiera que la rasgue, hasta canta rancheras. —¿Qué hace la diferencia? —Víctor Hugo decía que el intelecto no sabe cantar. La inteligencia no construye poemas.
“Me dan palo” —¿Le duele saber que lo dejan de lado? —Me han dado mucho palo. Hicieron una selección de los mejores autores del Siglo XX y me dejaron por fuera. —¿Se afecta su cosecha poética por estas cosas? —El genio creador es un misterio. Es una cruz de oro. —¿Qué es lo que hace en la UNESCO? —Recorro Europa dando conferencias sobre Costa Rica. Doy una sobre literatura, otra sobre civilidad costarricense y otra sobre cultura. Trabajo a muy alto nivel. —Y aprovecha para dar a conocer su obra... —Tengo dos años de estar en eso. —En la prensa lo atacan. Dicen que está en la UNESCO porque quiere el Nóbel. —He visitado más de 200 universidades. Quiero trabajar tranquilo. El Presidente Rodríguez me ha ayudado mucho. Quiero, como el Diablo, que no me vean venir. —Algunos ven con muy malos ojos lo que usted hace. —En Costa Rica eso es un síndrome. A don Paco Zúñiga le dijeron que la escultura que está en Maternidad Carit (Hospital de las Mujeres) era la Vaca Echada. Eso es normal porque los tonos medios se apoderaron de muchos espacios. —Lo acusan de usar su puesto diplomático para hacerse proselitismo literario. —Ser funcionario diplomático es la única forma que tiene el poeta para viajar. Es toda una tradición en América Latina. Pablo Neruda, Octavio Paz y Miguel Angel Asturias también trabajaron en puestos diplomáticos. Tengo 20 años de estar en esto. Gané el Adonais, el premio más antiguo en la cultura hispánica. Carazo me nombró en la Embajada, y Luis 150
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Alberto Monge me mantuvo allá. Luego gana un libro mío el premio a la mejor traducción al inglés de la Universidad de Columbia. Para la campaña de Arias estuve trabajando al frente de los discursos, y luego me fui para Israel. Sólo estuve fuera del Servicio Exterior durante el gobierno de Calderón, porque estaba terminando mi enciclopedia. —¿Qué importancia ha tenido su trabajo para nuestro país? —Por ejemplo, cuando estaba la revolución Sandinista, me envió Monge como embajador alterno ante la ONU y recorrí Estados Unidos visitando universidades y hablando de Costa Rica, que era visto como un país entregado, siendo una gran democracia, mientras en Nicaragua estaba la piñata.
Jorge Debravo —Usted fue el amigo más cercano que tuvo Jorge Debravo. —Nos conocimos cuando teníamos 7 años, en Santa Cruz de Turrialba. A los 14 nos encontramos en el Colegio Clodomiro Picado de Turrialba, y cultivamos una enorme amistad hasta que murió. —¿Ejercieron mucha influencia uno en el otro? —Recuerdo que cuando Beto Cañas leyó su último libro dijo que ya tenía influencia mía. Yo no lo veo así. Es que Jorge estaba madurando. Sus sermones ya habían quedado de lado. Lo truncó la muerte. Con él iniciamos el Círculo de Poetas. Fue entonces cuando iniciamos a dar talleres, y todavía Julieta (Dobles, su esposa) y yo estamos en eso. —¿Quiénes fueron sus autores iniciáticos? —Neruda, García Lorca, Vallejo, la generación del 27, Whitman. No nos interesaban los autores nacionales, excepto Brenes Mesén y Max Jiménez. Es con Max Jiménez y con Eunice Odio cuando nuestra poesía ha estado más cerca del genio. —¿Y qué piensa de Isaac Felipe Azofeifa? —Creo que su libro “Vigilia en pie de muerte” es genial, pero a veces escribía de acuerdo con la influencia del momento. —¿En qué se diferencian los del Círculo? —Sí, sí. Es algo en lo que siempre fuimos y seguimos siendo distintos Julieta, el mismo Jorge, Rodrigo Quirós, Ronald Bonilla y yo, que siempre somos auténticos. Nunca
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coqueteamos con las modas literarias. Hace más de 30 años que yo escribo contra la corriente.
Controversia por talleres —Sus talleres literarios han dado mucho de qué hablar. —Aquí en mi casa nos reunimos todos los martes. Por estos talleres han pasado casi todos los escritores nuevos que son buenos. Gente tan talentosa como Mía Gallegos y Milton Zárate. —¿Y qué pasa con los talleres cuando sale del país? —También los he hecho en otros países. He formado poetas en Francia, España. Tenemos una vida entera de práctica. En estos días publica su primer libro una gran poeta española que formamos nosotros (Albán y Dobles). Se llama Monserrat Deuset. También han estado con nosotros Marta Royo, que ganó el Premio Nacional de Poesía de este año, y Eduardo Vargas, que ganó el de cuento. —Dicen que cuando a usted no le gusta un poema de alguien que esté en el taller, lo quema. ¿Es cierto? —No, no. Simplemente que tenemos una ceremonia especial. Si la mayoría vota colocando su dedo para arriba se quema la punta derecha de la hoja donde está el poema. Si colocan el dedo al medio, se quema un pedacito a la mitad de la hoja, y si lo colocan hacia abajo, se quema la parte de debajo de la hoja. Esa ceremonia la inventó Jorge Debravo y se llama “La Marca del Fuego”. —¿Qué es lo que hacen en un taller? —Los miembros del taller deben pasar de la sub-literatura a la estética de la mimesis, que es donde están los lugares comunes, luego a la estética del absurdo, que es en parte la técnica del pensamiento lateral, y finalmente la estética de la creatividad. Se trata de la poyesis griega, la épica, la lírica y la dramática. En el taller creemos, como Aldous Huxley, que el genio creador es la condición natural del ser humano. Como en el cuento de la lámpara de Aladino, buscamos liberar al genio creador. —Es el regreso de la épica. —Mi libro “El viaje Interminable”, por ejemplo, es épica desde la literatura. Por otra parte, Octavio Paz decía que la novela es la épica de la burguesía. —Dicen que usted es grosero al formar nuevos poetas. —Un taller no es para alimentar egos. Hay gente que viene y sigue viniendo. Muchos fueron a talleres de otra gente, y no aprendieron nada. En los años sesentas iniciamos un 152
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proceso muy dinámico de búsqueda de excelencia literaria. Siempre nos hemos opuesto a la mediocridad. El mismo Jorge (Debravo) se enojaba cuando escuchaba poemas malos. Desde ese tiempo trabajo haciendo publicaciones. En Biblioteca Líneas Grises tenía que buscar hasta el cartón. Di a conocer nuestra poesía, y estuve a cargo de ese trabajo, porque Jorge trabajaba con la Caja y lo trasladaban de un lugar para otro. Le tocó vivir en San Isidro de El General, Naranjo y Heredia.
Julieta Dobles en su vida —Su compañera de toda la vida, Julieta Dobles, es una poeta más reconocida y querida en nuestro país que usted mismo. ¿A qué se debe? —Es la dicotomía elemental. Yo soy el malo, y Julieta es la buena. Nos han hecho daño, pero como dice ella, ya estamos curados de espantos. A Julieta la quieren porque les parece inofensiva. Nos hemos hecho juntos, nos conocemos desde que teníamos 20 años. —Hasta he escuchado rumores de que usted publica con su nombre poemas de ella, y que doña Julieta escribe por los dos. —Lo que quieren es ponernos a pelear. Son dos estilos completamente diferentes. A mí los poemas me salen solos. —¿Por qué harán este tipo de comentarios? —Son los mismos que ejercen el sistema “tú me premias, yo te premio”. Parece que quieren eliminar eso con una ley, para que los jurados no puedan repartirse ni repetirse. Ojalá. —¿Por qué no premiaron su Enciclopedia de Maravillas? —Ni en el 95 ni en el 96 quisieron aceptarlo. Es que le tienen miedo. Recuerdo la historia del escritor de la famosa novela “La conjura de los necios”. No pudo publicarla, y se mató. Cuando su mamá la publicó, esa novela obtuvo el Premio Pulitzer. En la obra hay una frase genial: “la muestra de que ha surgido un genio es que todos los necios se confabulan contra él”. Un día le pregunté al escritor Quince Duncan porqué será que no me quieren, y se volvió y me dijo que eso no era nada, que esperara que apareciera la enciclopedia... —¿Qué es lo más importante de esta obra suya? —Tiene aportes que van desde el surrealismo, el simbolismo, los juegos del dadaísmo, la musicalidad del modernismo, la riqueza de imágenes de la vanguardia del 27, el animalismo Camilo Rodríguez Chaverri
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existencial cósmico de Vallejo, hasta el exteriorismo, que es lo antagónico al trascendentalismo.
¿Ha robado poemas? —Cuando se enteraron que estaba escribiendo más de mil poemas para una enciclopedia, algunos dijeron que seguramente le había robado poemas a sus alumnos de los talleres. —A mí los poemas me salen solos. Nunca he robado nada, pero en todo caso podría robar cualquier cosa antes que poemas. Escribo todos los días y a cualquier hora. Me pasa aquello de García Lorca que decía, “no me pidais que lo explique. Tengo el fuego en las manos”. La poesía no es una demostración. Es una mostración, como el mar. —¿Qué piensa de los otros grandes poetas, Jorge Charpentier y Alfonso Chase? —Jorge es bueno. Alfonso es como el pato, vuela, corre y nada. A veces vuela bien y a veces vuela mal. —Alfonso dice que su prosa siempre ha sido de vanguardia. —Es un hombre muy talentoso e inteligente, pero también es imprevisible. —¿Qué es lo peor de la literatura costarricense? —La laxitud y el compadrazgo. A nuestra literatura le falta tensión estilística. —Se dice que los dos escritores más conocidos fuera de nuestras fronteras son usted y José León Sánchez. —Yo le publiqué su primer libro a José León Sánchez. Jorge (Debravo) y yo hicimos una campaña para sacarlo de la cárcel. —Ha sido embajador en gobiernos de los dos partidos. ¿Cómo ha hecho para conservarse con trabajo? —Siempre voy con el que me parece mejor. —¿Con quién va ahora? —Con Abel Pacheco. —¿Ganará? —Sí, claro. Sólo lo pararía un balazo. —¿Por qué? —Porque es el primer populista culto de América. La única respuesta ante el desconcierto por la pérdida de fe en los políticos es el populismo. Es una respuesta espontánea. Pero Abel es una paradoja, porque es un hombre muy culto. —¿Ganará el Nóbel? 154
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—Ya sea que lo gane o lo pierda, siempre lo ganaré. No hay otra enciclopedia escrita en poemas en el mundo.
Frases fulminantes En su obra Enciclopedia de Maravillas, en la que dedica poemas a muchas palabras ordenadas letra por letra, alfabéticamente, también aparecen algunas frases sobre lo que signific a la poesía para Albán. He aquí algunas de ellas, junto a ráfagas de sus poemas. * Un poema es un mecanismo en el que las palabras se hieren entre sí hasta desaparecer. * Las cosas tienen el poder de volverse una mirada. (Poema para El gato). * El poeta sabe que su deber es buscar, con igual amor, todas las verdades y todas las mentiras. * Yo no miento. Sólo mezclo olvido y recuerdos y milagros e infancia, y el frío sin escarcha que ha nimbado por siempre los rostros de mi patria. * La casa de mi abuelo tenía un patio con cielo, y el cielo tenía todas las lluvias que yo he visto. * Entre todos los dioses yo escogí uno: el que lee poemas, conmigo, cada atardecer. * Cuando escribo siento al lector llenando con su asombro el blanco entre las líneas. * La poesía es una prueba del asedio sin paz de lo invisible. * El poeta sabe que la literatura es un truco, pero el poema nunca debe saberlo. * El mundo es un mar de prosa. El poema saca por un instante la cabeza para que respire el hombre. * Ser claro no es ser simple, ser claro es ser exacto. * Con la poesía, Dios ha creado el mundo. El hombre puso la prosa. * Todo verdadero poeta sabe demasiados silencios. * La poesía es el relámpago que cae sobre la rosa, y se convierte en rosa. Ojo, junio 2001
Camilo Rodríguez Chaverri
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Froilán Escobar
Que jueguen las palabras
Cuando el hombre se apodera de las palabra, se convierte en un dios pequeño, un satélite con ojos para sus propias estrellas. Cuando el ser humano le pone nombre al mundo lo convierte en universo. Un planeta con palabras es un paraíso. Él lo sabe. Por eso nunca creció. El lenguaje tiene espacio como juego en la niñez. Excepto en el caso de los escritores, él sigue jugando con las palabras. Es un domador de las bestias que viven en esa jungla que ahora recrea en una alucinante batalla de las palabras que se llama “Largo viaje de ceniza”, su más reciente novela, publicada por la editorial española Le Bouganville. El escritor cubano Froilán Escobar da de qué hablar por su manejo del estilo y su creación de un lenguaje en sus libros más recientes. Esta novela, que ha generado reacción entre críticos tan importantes como Julio Ortega, sigue los pasos de otra obra maravillosa de Froilán, “La vieja que vuela”. -Hace poco vino el escritor cubano Eliseo Alberto, y preguntó insistentemente por usted. Me contó que usted es conocido como escritor en Cuba y reconocido por los escritores. ¿Cómo vino a dar a Costa Rica? -Llegué a Costa Rica hace 10 años. Me enamoré de Helín Betancourt (rectora de la Universidad San Judas Tadeo) en España, y siguiéndola a ella, llegué aquí. Había un encuentro de escritores latinoamericanos, yo estaba en España haciendo una investigación sobre Martí, y ahí me la encontré. -Usted ha investigado la vida de Martí profusamente. -Por ejemplo, en esa ocasión estaba investigando sus pasos en Oviedo, porque se enamoró de una muda. Tiene un poema, que es la única referencia que hay. Yo quería crear un 156
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nuevo ámbito de estudio de la vida de Martí. Los libros que se habían hecho excluyen sus amores. Me interesé por rescatar que Martí se enamoraba como todos los poetas, con locura. Bueno, y cuando el amor me trajo hasta Costa Rica, también estaba trabajando en un libro sobre los españoles en América, sobre los indianos. -Entiendo que también ha estudiado el paso de Martí en Costa Rica. -Aquí encontré textos inéditos, un telegrama que le mandó a Pío Víquez, cuando él sale rumbo a Panamá. Encontré cosas inéditas, y también hay muchos elementos en prensa de la época. Cuando Martí vino por primera vez, llegó junto con sacos de carbón, enredado entre la carga. “La terminal de trenes del Atlántico está reconstruida, pero es muy parecida a la que vio Martí. Llegó en barco a Limón y se vino en tren. Vino a entrevistarse con Maceo...”. “La primera vez que estuvo en Costa Rica me puse a organizar la celebración de los 100 años de la primera visita de Martí a este país”.
Martí en su obra -En su obra literaria, Martí lo persigue... -Para los cubanos y para los latinoamericanos, uno de los problemas más difíciles es ser consecuente. Para mí, la grandeza de Martí es que fue consecuente. Decía que había que dar la vida por la independencia, y puso la suya a las órdenes de esa lucha. “Era un poeta extraordinario y un hombre inflamado. Hacía unos discursos increíbles. Cuando estaba haciendo la campaña para comprar las armas para pelear por la independencia, iba a Tampa y Cayo Hueso, en Florida, Estados Unidos, y se dirigía a los tabaqueros, para que le dieran algo de lo poco que ganaban. “Ellos eran analfabetos casi en su totalidad. Y Martí empezaba a decirles que las malpas son novias que esperan y hemos de poner la justicia tan alta como las propias malpas. “Un periodista gringo le pregunta a un tabaquero que si entiende lo que dice Martí, y el tabaquero analfabeto le contesta algo muy hermoso: ´yo no entiendo lo que dice pero sé que tengo que dar la vida por lo que está diciendo´. “No hacía concesiones. Subía a la gente a su altura. No bajaba a la altura de ellos”.
Camilo Rodríguez Chaverri
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-He escuchado a un escritor cubano y a dos intelectuales de ese país referirse con mucho respeto a su libro “Martí a flor de labios”. -“Martí a flor de labios” es un libro que nace a partir de mi trabajo como periodista. Estaba en la revista ´Cuba Internacional´, y me pidieron que hiciera un trabajo sobre la ruta de Martí desde el desembarco hasta su muerte. Desembarcó en playitas de Cajobabo, al sur de la actual provincia de Guantánamo, y murió en Dos Ríos. “Yo iba a hacer el recorrido. Lo iba a hacer parcialmente, buscando alguna huella, algún vestigio. Fui al pueblito de Cajobabo, que es desértico, lleno de plantas espinosas. Ahí me encontré a alguien que había conocido a Martí a los 11 años de edad. Su madre había recibido en su casa a Martí y a Máximo Gómez. “Se quedó impresionado de Martí, con la manera de mirar de Martí, con la manera de aceptar lo que le daban, con su manera de no figurar. Me contó una historia genial. Entonces, decidí hacer la ruta a pie, recorrí los 400 kilómetros, una zona muy abrupta. Martí la había hecho a pie. Había que recorrer la sierra de Baracoa, que es un lugar abrupto”. -Pero ya era poco lo que se podía encontrar... -Haciendo la misma ruta de Martí, descubrí a siete personas que lo habían conocido. Uno de ellos participó con él en el primer combate, y tenía 17 años, fue de los primeros que se le unió a los expedicionarios. Cuando lo encontré, estaba ciego completamente, y ya no hablaba. Conversé con una nieta, y me dijo que no le hablaba a nadie. “Estaba sentado en su taburete, ni me contestó el saludo. Entonces, empecé a contarle su historia, los detalles que yo sabía de la gente que anduvo con Martí como él, sobre todo porque yo conocía el diario de Martí y el de Máximo Gómez. “Estaba callado, pero hay un momento en que me dice ‘¿y cómo usted sabe todo eso?´. Se acabó su silencio. Empezó a contarme todo. Era un hombre seco, acostumbrado a la intemperie. “Me dijo: ´yo ya no sirvo para nada, estos ojos ya no ven nada, pero yo los amo porque vieron a Martí´. -El prólogo de ese libro es de Cintio Vitier, un poeta cubano que acaba de ganar un premio de relevancia mundial... -Cuando terminé el libro sentí que era un texto herético. Le dije a Cintio que a lo mejor no le iba a gustar. Yo indagué 158
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sobre la relación física de Martí con las cosas. Cuento en el libro cómo Martí se bañaba en cueros en los ríos. En cambio, Cintio era el gran estudioso de Martí. -En el prólogo dice algo que debe ser lo más bello que me han escrito en la vida. Cintio Vitier le dice que sólo había leído algo así de bello en las propias páginas de Martí... -Para mí era un elogio en ese momento desmesurado. Por primera vez, tuve la dicha de ver que las editoriales empezaron a discutirse la publicación de un libro mío. La Casa de las Américas, El centro de Estudios Martianos y la Editora Política. Luego, el libro ganó el premio de la crítica en Cuba.
La muerte del abuelo con Maceo -Hace un rato me habló de Maceo. Como estudioso de la historia de Cuba, ¿le interesa la figura de Maceo en nuestro país? -Tengo un proyecto de novela que tiene que ver con Maceo. Mi abuelo fue uno de los combatientes de la campaña de Pinar del Río, que protagonizó Maceo. Murió en el combate de Ceja del Negro, en Viñales. “Mi proyecto es escribir sobre mi abuelo. Murieron ahí 53 cubanos. Mi abuelo murió el 5 de octubre de 1895 y mi padre nació el 17 de octubre de ese mismo año. Nació doce días después. La novela será una historia increíble y mágica, de cómo mi padre conoció al suyo. Y tiene que ver con la campaña de alfabetización de 1961. “Fuimos a ver a un hermano que estaba alfabetizando en Viñales. Nos fuimos a medianoche, y en Pinar del Río tomamos el primer bus. Teníamos que bajarnos en el kilómetro 14 y por equivocación nos bajamos en el kilómetro 12. “Preguntamos cómo se iba a Loma Blanca. Mi padre ya era un hombre viejo, padecía de enfisemas. Con el calor que hace en Cuba se puso mal. “Llegamos adonde corría un río, el río Guao. Mi padre ya no podía más. Me puse a merodear. Vi un obelisco en homenaje a los caídos. Descubrí a alguien que tenía el mismo apellido que yo. Le dije a mi padre, ´viejo, aquí hay una persona que tiene el mismo apellido que nosotros´. Me preguntó cómo se llamaba´. Le dije que Rubén Escobar Vento. El viejo se levantó, como si algo lo iluminara, y me dijo, ´pero si ese es mi padre, mijo´, y se echó a llorar. Yo nunca había visto a mi padre llorando. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Como de mi abuelo no se hablaba porque era un hombre perdido en el olvido y la muerte, fue así como él encontró a su padre y yo mi abuelo “Me puse a investigar y encontré en los archivos un acta de Máximo Gómez que documenta que mi abuelo había estado ahí, a las órdenes de Antonio Maceo, durante 8 meses”.
La vieja que vuela -Antes de hablar de la novela que le acaban de publicar en España, me interesa la otra novela suya que tuvo acogida internacional, “La vieja que vuela”. -Parte también de la realidad. En la sierra hay un lugar que se llama Oro de Guisa. Yo iba hacia el centro de la sierra, se me había ido el transporte de la mañana, el siguiente era hasta las 4 de larde, y pensé, ´¿qué hago, madre mía? Decidí ir a la salida del pueblo, a ver si alguien me daba una botella, un aventón. Vi a lo lejos, como a un kilómetro de distancia, algo que era como una carpa, en medio del monte, una carpa blanca. Decidí ir a verla. “Estaba hecha con una tela que se utiliza para cubrir el tabaco para que los insectos no pasen. Pero la pusieron encima de unos árboles enormes. Adentro estaba lleno de pajaritos. Había un hombre y me puse a hablar con él. En medio de ese realismo mágico de nuestros países, un pájaro carpintero se me posó en el hombro. “El hombre me invitó a su casa. Era alguien raro. Tenía un cocodrilo en la casa. Y estaba ahí una india. En cuba quedan muy pocos indios, ver un indio es extraordinario. El pelo le llegaba a la cintura. Me contó que era su mamá. Tomé café y refresco que él me brindó; hablamos sobre porqué tenía animales; él era el único hijo; no conoció a su padre; su madre era una mujer diferenciada... “Salí y pregunté en el pueblo sobre la gente de la carpa. Decían que era una bruja y que volaba. Se sustentaban en que vivía al pie del cementerio. Me contaron que el hijo la amarraba con un mecate al tobillo para que no se fuera lejos. Pero la verdad es que era una mujer sin historia. Su historia era la maledicencia, el murmullo. Y decidí construirle una historia”. -Hay un rescate de la oralidad cubana, pero apenas es como el germen de otra cosa...
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-A mí no me interesa un realismo folclórico, ni arremedar el lenguaje de los campesinos. Construí un lenguaje tanto en “La vieja que vuela” como en “Largo viaje de ceniza”. No me interesa literaturizar el lenguaje de los campesinos. Eso es literatura sobrepasada. El asunto era crear un lenguaje a partir de cómo hablan y cómo escriben los latinoamerican os.Mi padre, los campesinos cubanos, la gente de la ciudad. Y sustentado en Góngora, Cortázar, Vallejo, Martí, Quevedo, Lezama Lima -Sé que usted tuvo relación personal con Lezama Lima. -Empecé a trabajar como periodista muy temprano, siendo muy joven, en el periódico “Juventud Rebelde”. Me encontré en una venta de libros viejos, dos de sus obras, “Aventura sigilosa” y “Enemigo rumor”. Llegué al periódico con los libros, y me dijeron que vivía ahí cerca, en Trocadero 162, que fue donde vivió siempre y donde murió. “Me fui en la tarde y le toqué a la puerta. Me salió un hombre gordo, que parecía una montaña caminando. Se bamboleaba. Le dije ´buenas´, y me dijo ´buenas´. Le dije ´Mire Lezama, soy un joven poeta, y descubrí estos libros suyos´. Y me dijo: ´que pase la poesía´. “Y fuimos amigos hasta su muerte. Estuve en el entierro del poeta. Fui uno de los jóvenes de entonces que estuvo en el Curso Délfic o, que viene de Delfos. Consistía en que te prestaba los libros que consideraba que eran imprescindibles para tu formación. Así conocí ´La Montaña Mágica´, ´Las Soledades´ de Góngora, ´La Divina Comedia´. Lezama me acercó a Tu Fu, a Basho, el de los haikus, el de los epigramas. Por él conocí la gran poesía española”.
Lezama Lima -Lezama es un iniciador, un encendedor en su vida. -Me puso en contacto con la poesía del mundo. Cuando venías a devolvérselos, se comentaban las obras entre los dos. Era maravillosa la posibilidad de oír a Lezama hablar del poema, de la poesía, del poeta. Era como un niño, le gustaban los chismes. Se reía, disfrutaba, hablaba como escribía... “En esa época estaba de moda Nicanor Parra, y nosotros, que éramos doce poetas jóvenes, habíamos inaugurado una revista literaria, “El Caimán Barbudo”. La dirigía Jesús Díaz, y nos decían ´Jesús y los doce apóstoles´. “Nos llamaban los poetas coloquiales, los poetas seducidos por los poemas y los antipoemas de Nicanor Parra. Pero Camilo Rodríguez Chaverri
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nosotros decíamos que el único poeta coloquial de Cuba era Lezama, porque escribía como hablaba”. -Es el tiempo en que se siente la influencia de la revista “Orígenes”. “Quiero decir, poeta coloquial es Lezama, pero también son coloquiales todos los del grupo de la revista ´Orígenes´, como Eliseo Diego, Fina García Marruz, Cintio Vitier. Orígenes se funda en el 40 y dura hasta el 50 “Lezama era el gran maestro de ellos, un hombre que con 20 años deslumbró a Juan Ramón Jiménez. Lezama sigue siendo una necesidad todavía. Puso a los cubanos a ser contemporáneos de todo lo bueno que se estaba haciendo en el mundo “Carlos Fuentes publica uno de sus primeros cuentos en ´Orígenes´. También Roberto Fernández Retamar y Fayad Jamis publican sus primeras cosas ahí. “No era un grupo cerrado, eran católicos pero no tenían una visión estrecha. El sectarismo es contraproducente para la cultura, porque es excluyente”. -Aparece en España esta novela suya, “Largo viaje de ceniza”, y dicen que es una novela histórica. -No estoy de acuerdo con que se le ponga el calificativo ´novela histórica´. No debió tener en la portada una foto de Fidel y del Che, sino una ilustración de Orestes Orejas. En la novela hay una historia, un campesino, Eutimio Guerra, que se suma a la guerrilla en los primeros días, después del desembarco. Él era guía de la tropa y confidente del ejército a la vez. Esto es fiel a la historia. Estuvo jugando como ese personaje doble, lo descubrieron, pero siguió insistiendo hasta que lo mataron. “Sin embargo, no me interesaba eso. Lo que a nosotros los novelistas nos interesa es lo que no le interesa a la gente. La novela llegó a un callejón sin salida. Por eso se ha hablado tanto de la muerte de la novela. “Se ha estado haciendo una novela para elegidos, una búsqueda formal interesantísima, como la de Joyce, pero sin historia. “Quería fusionar eso. Necesitaba una historia que me sirviera para contar un lenguaje, y no al revés”.
Jungla de palabras -Y al ponerse a contar un lenguaje, su novela se convierte en una densa jungla de palabras, en un juego difícil. Es una 162
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novela pesada. Hay que ponerse botas de hule y capa para entrar en esa selva inhóspita... -No me interesaba hacer una literatura amable. No es una novela fácil. Hay una búsqueda en el ámbito de la estructura y del lenguaje. En la novela me propuse avanzar retrocediendo. Se cuenta algo, pero ese algo está lleno de antecedentes. -La novela no cuenta linealmente. Por eso es que no es fácil -A la gente le gusta que las cosas comiencen por el principio y terminen por el final. En la novela no hago esa concesión. El personaje que cuenta la historia es un personaje de ficción. Participa en la historia como si fuera un personaje real pero es un personaje inventado, un hombre que lo oyó todo... -Hay una presencia de Fidel y del Che en la obra. -Me interesaba, ya que iba a contar esa historia, no contarla como historia, sino como vida. La vida y la historia no se llevan bien, porque la historia quita a los personajes que le parecen inconvenientes, y los momentos que no le funcionan bien para dar una determinada visión, victoriosa, unilateral. La historia es excluyente, pero la vida no. La historia recoge el acto, pero no el proceso germinativo, el mundo interior. -¿Hay un interés de enganche al citar en la novela a Fidel y al Che? -Todo novelista parte de sus circunstancias. Estaba lleno de eso, había investigado esa historia muy bien. Había hecho un trabajo de investigación. Pero no me interesaba escribir un libro de historia, sino una novela... -Sé que al crítico Julio Ortega le interesó el libro. Incluso publicó 20 páginas en la revista LiterateWord... Ortega escribió un ensayo sobre “Paradiso” de Lezama. Creo que eso nos hermana. Le envié mi novela por correo electrónico. -Ortega elogia del libro. Dice que es un libro de sabiduría, pero yo no entiendo porque utiliza ese calificativo “de sabiduría”... -Roa Bastos decía que quería escribir un libro audible más que legible. Yo quería eso, también. Hay como una enemistad entre la oralidad y la escritura. Quería lograr conseguir que esto se fundiera. En la carta que le mandé hacía alusión a eso, y Ortega dice que es muy sabio. “Por eso, a Orestes Orejas yo le creé una historia dentro de la historia. Busqué que el nombre y el apellido funcionaran. La imagen de ese personaje lleno de voces me ayudó mucho. Camilo Rodríguez Chaverri
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Estaban las voces como si fueran parte suya. A veces narra él y a veces narran otros. -Son como voces invitadas... -Hay intertextos de Joyce, de Samuel Beckett... -Y hasta una alusión a una bomba guanacasteca. -Yo escribí el primer borrador en el 98. Ya estaba en Costa Rica. Había una guanacasteca, y se la escuché. Luego, se lo atribuí a una canción que me cantaba mi padre en Pinar del Río. También hay elementos de canciones populares, de Matamoros, de Sindo Garay.
El heredero devuelve la moneda -Usted participa en un proyecto editorial que se llama “La pluma es flecha”. -Soy un herededo. Todos somos herederos. Soy un heredero del curso délfico de Lezama. Que te prestara un libro ese maestro era algo tan generoso. Igual, yo conocí a Alfonso Chacón con su primera novela, que todavía no ha salido, lleva tres años en ese proceso, y no sale. Quise devolver la moneda. Pensé lo de “La pluma es flecha”, a partir de crear un grupo de amigos de la literatura, que les interesa hacer, que esperan esas horas privilegiadas como se espera una novia, para escribir una novela, un poema, o un cuento Empezamos a publicar. Pusimos un dinero cada uno, 38 mil colones, el primer libro fue “El tiempo en los ojos”; luego vino “El libro de los gozos”, de Carlos Villalobos, “Escandaloso sacrilegio la inocencia,” de Juan Carlos Gómez, que reconstruye la historia del robo de la basílica y la vida de José León Sánchez -¿Qué piensa de la industria editorial en Costa Rica? -Es pésima. No hay visión en la que debe primar lo literario. Priman las relaciones de amistad, de deudas y favores. Aquí hay buenos escritores como los hay en todas partes del mundo. El talento no es algo que toca en un país sí y en otro no. Pero es muy cerrado. Hay un sentido muy competitivo. Veo el caso mismo de José León, que no le den el Magón, a pesar de que las novelas “Campanas para llamar el viento” y “Tenochtitlan”, y cuentos como “El poeta, el hombre y el río” y “La niña que vino de la luna”, son excelentes, de lo mejor de aquí y entre las grandes obras de América Latina. Hay una miseria de no reconocerle lo que vale. “No es regalar elogios. Martí decía que a los amigos se les critica de frente y se les elogia por la espalda. Cuando regalas 164
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un elogio fundamentado, crecido, tú creces. La poesía cuanto más se da, más se tiene. La mezquindad, la tacañería, impide que la gente se conozca. Eso pasa en este país”. -Aquí no hay críticas ni elogios, ¿verdad? -En Costa Rica falta la confrontación, pero no de mundos enemistados, sino de mundos que no se conocen y están ansiosos de conocerse. Para crecer hay que confrontarse... Aquí el socavamiento, la erosión, lo que llaman serruchadera de piso no permite que los escritores puedan crecer. “Los escritores no se leen ni entre ellos. Una de las cosas más difíciles es ser contemporáneos de tu tiempo. En América Latina somos contemporáneos de Góngora o a lo mejor de Neruda. No somos contemporáneos de Alfonso Chacón ni de Carlos Villalobos. “Es muy fácil ser contemporáneo de Rimbaud o de Quevedo o de Góngora. Lo difícil es ser contemporáneo de tu tiempo, de lo bueno que se está haciendo hoy en Francia o en Inglaterra”. -Publican muchos libros en Costa Rica, pero no hay lectores. -Es un problema de motivación. Uno no debe leer nada si no está motivado. ¿Cuántos atardeceres te pasan de lado y por falta de motivación no los ves? La promoción debe ser inteligente. Uno es heredero de todo lo bueno que se ha hecho, y que tú has podido descubrir. -Usted trabaja en nuestro país como profesor de Periodismo. Sé que da un curso que se llama “Laboratorio de Técnicas de Nuevo Periodismo”. ¿De qué se trata? -A principios del siglo pasado, Dos Passos y otros hicieron los primeros trabajos del nuevo periodismo, que es utilizar las técnicas de la ficción para hacer periodismo a partir de lo singular, de lo concreto, de una historia. El periodismo informativo, el interpretativo y el de opinión, abordan desde lo general, lo impersonal, en tercera persona, con la intención de ser objetivos, pero eso en términos de la realidad es intransferible “Ni siquiera los lenguajes analógicos, como el cine o la fotografía, lo consiguen. Roland Barthes lo llama un efecto de texto, una ilusión de objetividad. La objetividad no es posible. Eso supone tener toda la información, todos los detalles. Es como pensar en dios “El periodismo informativo trata la noticia como una mercancía y conspira contra la lectura, porque escribe los textos para que no sean leídos. Sólo le importa que el lector Camilo Rodríguez Chaverri
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lea los titulares y el lead. De ahí la pirámide invertida. Incita a la persona para que no lea”.
Periodismo con manos de escritor -Y ese nuevo periodismo del que usted es apóstol, ¿qué ofrece? -Sí incita a leer. Como dice García Márquez, hay que agarrar al lector por el pescuezo y no soltarlo hasta el final. No apela al lector sólo por aspectos cognoscitivos, sino también emotivos. Los personajes tienen pasado, relieve, densidad, no son simples referencias, como ocurre en el periodismo informativo, o interpretativo, en el que sólo interesan los hechos “En el nuevo periodismo, los personajes sí son importantes, los personajes no son simples referencias. El nuevo periodismo se propone ahondar. Muestra, le da al lector los elementos suficientes para que juzgue. No explica. No hay que explicar que algo determinado es una injusticia. El lector lo sabrá -Dice que el periodismo es vendido como mercancía, pero igual ocurre con la literatura. -Por eso en mi novela, el lenguaje no es amable. Exige que el lector participe. En este momento la literatura está siendo secuestrada por el mercadeo. Es un fenómeno mundial. Los escritores nuevos tienen que hacer literatura que entretenga, igual que el periodismo. Por ejemplo, en Estados Unidos, después de la industria de la guerra, la segunda más importante es la del entretenimiento. A la gente no le interesa que haya un Cortázar, un Lezama, un Roa Bastos, un Guimaraes Rosa... Esas gentes hicieron catedrales. En cambio, a los comercientes del libro les interesa Jaime Beyli, literatura que no trasciende, literatura para hoy, que se vende fácil. No necesitan hacer inversiones en promoción. Por ahí va el negocio. La realización de un novelista es que su novela se la lleven al cine. Entonces, tiene que ser una novela fácil. A García Márquez quieren llevarle al cine “Cien años de soledad”, pero es un fracaso, porque se queda afuera lo más importante de la novela, que es el lenguaje.
Obreros de la palabra “El que quiera camarones, que se moje los calzones”, reza un dicho popular. Y un grupo de jóvenes y voluntariosos 166
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escritores están empeñados en demostrarlo en el proceso de publicación de su literatura. La quieren celeste, y entienden que les cueste. Saben que las frutas no vienen maduras, y las están madurando entre sus manos, sus sueños, sus imaginaciones. Quieren publicar los libros que les salen por dentro, pero para hacerlo se echan al agua fría y salen al otro lado del río después de un enorme esfuerzo, porque tienen que nadar contra corriente. Ellos ponen la plata, levantan los textos, compaginan los libros, diseñan la portada, los empacan, distribuyen, promocionan, presentan y venden. No quieren que las obras se queden en medio del vuelo, clavadas en una gaveta. Por eso, confabulan contra la mezquindad y el olvido. Saben que en Costa Rica muchos libros buenos no son publicados o quedan en las bodegas de cualquier editorial. De ahí que se hayan juntado para hacer votos por sus particulares maneras de decir, de investigar un tema, de apropiarse de una fuente, de adueñarse de una historia y de promocionar un libro. Forman la pública y notoria confraternidad de “La pluma es flecha”.
Los buenos se confabulan Todo empezó cuando se juntaron los escritores Froilán Escobar, Carlos Villalobos, Juan Carlos Gómez, Angela Martí, Alfonso Chacón y un grupo de personas jóvenes interesadas en la literatura y con deseos de publicar sus primeras criaturas. Para empezar escogieron las novelas ‘El tiempo en los ojos’, de Alfonso Chacón, y ‘El libro de los gozos’, de Carlos Villalobos.Cada uno tuvo que aportar 38 mil colones, y se reunieron a hacer todas las labores, tanto las técnicas como las manuales. A la aventura hermosísima de publicar un libro le sumaron dignidad, altivez y heroísmo. “Es que el atardecer más hermoso te puede pasar al lado y si no estás motivado, no lo ves”, explica Froilán Escobar, quien puso una semilla de colores en el alma de sus amigos.
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Rigurosos Son contundentes. No se trata de argollas, ni amiguismos. “Si una obra no tiene calidad, le ayudamos a su autor”, continúa. “Hay que escribir libros trascendentes, que sean para hoy y para mañana”. Como dice Escobar, lo que buscan es ayudarle a nacer al poeta. En este país los talleres literarios tienen algo fatal: le quitan todos los filos poéticos a la gente. Al final de un taller, todo el mundo escribe igual. Nosotros, en ‘La pluma es flecha’ estamos empeñados en trabajar por el respeto de las voces. En la expresión puede existir un estado de concurrencia sin que se censure la individualidad”, explica. Resulta que en nuestro país todo está muy segmentado. O saprissista o liguista. O liberacionista o mariachi. En cambio, en “La pluma es flecha” no importa el grupo de procedencia ni las ideas de cada quien. Lo que importa es las cosas que dice. “Vemos lo que nos une, no lo que nos separa”.
Libros baratos Buscan que sus libros sean baratos. No se trata de una empresa comercial, sino de un sueño con alas. Tratan de vender los libros a través de las presentaciones. Y llevan sus palabras entre valles y veredas. “Aquí vender libros es muy difícil, pues no hay promoción. Lo que existe es un montón de compartimientos estancos. Cada quien está solo y con un pequeño grupo, y son cerrados”, denuncia Escobar. “Las librerías sólo te reciben los libros en consignación, y no hay establecen buenas maneras para promocionarlos. Junto a eso, la gente no lee porque la lectura es obligatoria, y, como decía Borges, ni la felicidad puede ser obligatoria”.
En abierta confrontación Otro de los problemas que ha detectado el grupo en el pequeño universo literario costarricense es que no hay confrontación con el mundo. En el país vivimos aislados, pues no existen puentes ni con la crítica. Por eso, las novelas de Chacón y Villalobos van para el mundo. Quieren enviarlas a un grupo prestigioso de ensayistas de renombre mundial, pues ya es hora de que crucemos los cercos y derribemos los muros de nuestras fronteras. 168
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“No regalamos elogios, ni queremos que nos los regalen. Lo importante no es el blanco, sino el impulso de la flecha”. Si usted desea integrarse a este grupo en el que la única carta de admisión es el deseo de decir y crear, puede llamar a los teléfonos 221-5948 y 258-3315, con el escritor Froilán Escobar.
Inspirados por Lezama Lima Froilán Escobar es cubano, tiene 56 años y llegó a Costa Rica hace una década. En Cuba ha publicado una decena de libros, entre ellos, una novela, poemarios, testimonios, e investigaciones sobre José Martí y el Che Guevara. Fue discípulo del poeta y novelista Lezama Lima, y formó parte de sus famosos cursos délficos, de los que extrajo algunas joyas para “La pluma es flecha”. “A partir del conocimiento de la obra de cada quien, Lezama te decía ‘tienes que leer tal libro’. El nos acercó a la cultura china, la cultura griega, la cultura hindú.
Entre los más grandes Allí Escobar se hizo amigo de otros grandes de la literatura cubana como Eliseo Diego, Fina García y Cintio Vitier. Cuenta que no eran mezquinos, y sentían una enorme alegría cuando un joven se les acercaba a hablar de poesía. Incluso, luego se publicó un libro que se llama “Album de los amigos de Lezama”, y allí aparece un poema de Escobar. “Yo le escribí dos poemas. Uno se llama ‘Arbol de copa grande’ y el otro ‘Zambullido bajo el cristal’. Lezama era como un niño, y le daba una alegría tremenda que le escribieran. Cuando le llevé uno de sus poemas, me dijo “póngase cómodo, amigo, que va a entrar a la historia”.
El Caimán Barbudo Luego Escobar formó parte de un grupo de escritores que fundó en 1961 “El Caimán Barbudo”, una revista literaria que aparecía en el periódico “Juventud Rebelde”. El grupo lo formaban doce poetas y un novelista, Jesús Díaz. Por eso les llamaban “Jesús y los doce apóstoles”. Escobar salió de Cuba en el 90 para escribir un libro al lado de dos jóvenes instituciones, Paco Ignacio Taibo y Félix Guerra. Camilo Rodríguez Chaverri
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Se fueron a hablar con quienes habían estado con el Che en el Congo, y de esa aventura surgió “El año que estuvimos en ninguna parte”, un libro que ha sido traducido a una docena de idiomas. Estuvo en España, dio clases de literatura cubana en Suiza, y llegó a Costa Rica.
Un poco de todo Aquí da clases en la Universidad San Judas Tadeo, fue corrector en la Editorial de la UNED y asesor del Ministerio de Cultura. Desde la San Judas Tadeo fundó la revista “Cuenta que te cuento”, que tuvo una gran aceptación latinoamericana, y crearon el Premio Mundial de Literatura José Martí, que le concedieron a María Elena Walsh, lo que causó revuelo en Argentina. También estuvo a cargo de un suplemento de literatura infantil en el periódico La República llamado “El gato con botas”, y una revista cultural por internet. Inédita, 2002
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Giorgio Timms
Pionero del desnudo
Un hombre nos ha puesto en el mapa de la fotografía del mundo. Su trabajo es reconocido en Nueva York y París. Hasta el nombre le ayuda. Giorgio Timms suena a artista. Como si Dios y sus papás se hubieran puesto de acuerdo y desde el nombre condicionaran la vocación de sonrisa y de tormenta. Y es que desde muy joven parece que el destino lo empuja al arte y a la creación de belleza. Él va jugando por la vida, como volando, como pasando las uñas por todas las materias en las que el ingenio del ser humano ha puesto la mano. Sabe de historia, conoce a fondo la historia del arte, por ejemplo, y su formación le sirve de alfombra al niño que sale de él y que va dejando por el mundo estelas, flores, retratos, preguntas y golpes para adentro. Su trabajo ha ayudado a demostrar que la fotografía es arte y que el fotógrafo es una especie de poeta del instante. Pero si en algo Giorgio se ha ganado un sitio en la historia que él ama es como fotógrafo de ruptura, pues fue el primero que se adentró en el escabroso mundo de los desnudos, y especialmente los desnudos masculinos en una sociedad homofóbica y profundamente machista. Giorgio Timms Calvo tiene 50 años y nació en Esparza. El Timms es de su abuelo inglés, y el Giorgio es de un origen complicado, y le resulta difícil de contar. -Usted ha sido pionero en materia de arte. Se nota que la formación en artes y en cultura universal ha sido definitorio para que su papel sea el de iniciador en varios ámbitos. -Lo del arte nació en mí de una forma muy extraña. Cuando entré a la universidad ya trabajaba y me hice muy amigo de dos muchachas que también trabajaban. Los tres hicimos el primer año en dos años. Íbamos en desorden. Y
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así ha sido durante toda mi vida. Me voy instruyendo y voy aprendiendo en los campos que me interesan. “Con la fotografía inicié en la U. Entré a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica a estudiar grabado. Al tercer año tenía que separarme de mis dos amigas, porque ellas iban a Artes Gráficas y yo a Artes Plásticas. Por seguir con ellas en algo llevé un curso de Fotografía. Les conté que iba a llevar un curso sólo para estar con ellas. Me contaron que iban a llevar Foto, así que yo llevé Foto “Pude haber dicho cualquier otra cosa. El profesor que me tenía que matricular me dijo que no podía, porque era del área de Plástica, pero estaba la gran fotógrafa Victoria Cabezas, y ella le dijo que por qué no, que si yo quería llevarla, pues que la llevara”. -O sea, que entró en Fotografía por pura casualidad. -Yo no creo en las casualidades, las cosas suceden por alguna razón. Ahí, en ese curso, me encontré con que eso era lo mío. Además, tenía mis dudas acerca de mi habilidad en grabado. El profesor Juan Luis Rodríguez me decía que era bueno pero vago. Yo dudaba si en realidad podía hacer algo más en grabado. “En foto me di cuenta que me sentía cómodo y que era un lenguaje que yo manejaba. Antes había estudiado otras cosas, como historia, literatura, llevaba lo que me interesaba, era como un diletante izquierdista”. -Y muy pronto empezó a triunfar en este campo. -Estaba en el segundo año de la carrera cuando gané el Premio Nacional de Fotografía, en el Salón Nacional de Foto, que convocaba en ese tiempo el Museo de Arte Costarricense. “Lo gané con una fotografía hecha en Alajuela, una fotografía casual, en la calle, hecha para un curso de mi primer año, no para el concurso”. -¿Lo asustó el premio? -Cuando participé, la máxima aspiración era que me aceptaran una foto. Tanto que cuando la directora del Museo de Arte Costarricense, que en ese momento era Virginia Vargas, me llamó para decirme que había ganado y para felicitarme, le dije muchas gracias y le corté. Creí que alguien me estaba haciendo una broma.
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Obligado a crear -¿Ese premio definió su futuro en la Fotografía como arte? -Ese premio fue muy importante porque a mí nadie me conocía. Me sentí obligado a demostrar que en realidad yo era fotógrafo y que era bueno. Los premios tienen ese doble filo, a veces se le otorgan a gente joven y después no dan más... -Me imagino la furia de otros por su premio. -El premio creó cierto resquemor en fotógrafos ya reconocidos que estaban participando. Al año siguiente me propusieron que fuera profesor en Bellas Artes. No tenía ni el título... -Me interesan sus búsquedas artísticas a partir de ese momento. -Comienzo a trabajar, a buscar en qué puedo yo expresarme de una manera más personal a partir del premio. Ya iba para mi tercer año, y el premio me obligó a dar un gran salto. Me hizo sentir una responsabilidad. -Le insisto en la fotografía como rama del arte, como espacio para crear, para inventar, para fabular. -Ya era conciente de lo que estaba haciendo. Estaba buscando un lenguaje, una temática que fuera más particular. Como trabajo de un curso tenía la asignación diseñar la portada de un libro. Escogí el libro ´La estación de fiebre´, de Ana Istarú, que es mi amiga. Es poesía erótica hacia lo masculino, y fue por eso que comencé a trabajar desnudo masculino. Eran fotos en color, solarizadas, alteradas en el laboratorio. “Comencé a hacer mucha foto de desnudos. En eso viene la celebración de los 150 años del descubrimiento de la foto, en 1989, y el Museo de Arte Latinoamericano en Washington decide hacer una exposición con fotógrafos de todos los países que conforman la OEA. Entonces, el Museo de Arte Costarricense me pide que representé al país junto a Vicky Cabezas. Le presento a la gente del museo en lo que estoy trabajando, en el museo lo aceptan y mi trabajo se envió para allá”.
En París y Nueva York -¿Hubo reacciones importantes?
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-El trabajo tuvo muy buena acogida, incluso después fue a Nueva York y a Puerto Rico. Y dos años después el Museo de Washington decide hacer una exposición de arte latinoamericano en París y me invita. -¿Se vieron en nuestro país esos primeros trabajos con desnudos? -Aquí no se vieron. -¿Cuándo se empiezan a presentar aquí? -Después de la exposición en París vino ´Propuestas´, que era un programa del Museo de Arte Costarricense. Cada año cambiaba de género o disciplina. El año que se decidía que ´Propuestas´ era de Fotografía, el Museo de Arte lo organizaba por invitación. Presenté unas ahí y pasaron sin pena ni gloria. “Pero luego, al salón que había ganado envié cinco desnudos, y obtuve una mención de honor. Y para mi sorpresa, también gané el primer lugar de público, que era por votación de todos los visitantes a la exposicion”. -¿También creyó que era una broma? -Tenía miedo de exponer los desnudos en el país. Creía que la temática no iba a ser bien aceptada acá. Cuando el público que va el salón premia mi foto sobre muchas que podían ser más complacientes para el gusto general, me doy cuenta de que yo pensaba que el medio no estaba listo, pero sí lo estaba. -Pero me parece que no fue ese el gran salto al vacío. -José Luis López Escarré me impulsó a exponer, él en ese tiempo tenía a su cargo las galerías del Teatro Nacional. Y entonces hice la primera exposición de desnudos... -La primera en la historia de la fotografía en Costa Rica. ¿Generó escándalo? -Sí, pero del bueno. No hubo una cuestión negativa. La realidad es que en ese momento la fotografía aun no estaba muy establecida como manifestación artística en el país. Cuando yo contaba que iba a exponer ahí, la gente no me creía que me prestaran una galería del Teatro Nacional para exponer foto. “Pienso que un poco lo que sucedió fue que el sitio donde se expuso impone cierto respeto. El sitio donde se vea una exposición de desnudos le cambia un poco el carácter. A partir de una misma foto vista en distintos espacios, vos vas a hacer una lectura distinta de ella. Por ejemplo, una fotografía de desnudo en una revista médica tiene un carácter ilustrativo,
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y un carácter erótico en Play Boy o Play Girl. Si la ves en una galería, la ves como arte.”.
El desnudo asusta -Ese fue el gran aporte de su exposición. -Siento que el desnudo no se puede exponer en cualquier parte, que fue lo que pasó con Jaime Tishler, que expuso en la Biblioteca del Instituto Tecnológico. Se la censuraron porque había como una mala reacción del público, aparentemente. Que la hayan quitado me parece una falta de respeto, porque se la bajaron. Cuando él llegó, ya se la habían quitado. Pero el error fue de quien autorizó la exposición ahí. Aparentemente fue la bibliotecaria quien dijo, la quitan o la bajan, y punto. -¿Qué ha ocurrido cuando expone sus desnudos en otro sitio, distinto del Teatro Nacional? -La Universidad Véritas es la única universidad centroamericana donde se imparte Fotografía en América Central y una de las tres universidades latinoamericanas que la imparte como tal. Ahí soy el director de la carrera. Hice una exposición en la universidad. Había una foto de desnudo y le pegaban papelitos, como la hoja de parra... “El asunto es que una galería es una galería. Exponer en un café o en un lugar que no tiene ese carácter siempre es riesgoso. En el caso de los desnudos, despertás un montón de problemas que la gente puede tener”. -Doblemente riesgoso en el caso del desnudo masculino. -Con el desnudo masculino lo que siempre he notado es que los hombres no saben cómo reaccionar. Al rato ni las mujeres... “Lo que es natural dentro de una sociedad machista es que nunca haya problema con el desnudo femenino. Socialmente está aceptado. La mujer está para ser vista y el hombre para ver. “Si uno se pregunta, qué es lo que le molesta a un hombre de un desnudo masculino, simplemente es que está tomando el papel de una mujer, de un ser que considera inferior”. -Y el machismo cohíbe... -Claro, cualquier comentario favorable es peligroso porque puede ser mal interpretado. Dependiendo del grado de educación, le puede suceder a las mujeres. Un día llegó una muchacha y frente a una foto de desnudo masculino me dijo ´¡qué lindas piedras esas que están en la foto!, y yo le dije que no me dijera que estaba viendo las piedras, cuando al frente Camilo Rodríguez Chaverri
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de esas pequeñas piedras hay un hombre desnudo. Siempre existe el problema de cómo expresar tu admiración por una obra sin que se piense otra cosa. En una sociedad que ha sido tan reprimida en lo sexual, eso es entendible.
Siempre la gente -A pesar del éxito, el prestigio y el renombre que adquirió a partir de estos trabajos, usted ha incursionado en otros campos. -He trabajado otros temas. A mí se me encajonó en los desnudos, pero he ido más allá en mis exploraciones. Lo que sí es casi como una necesidad en mis trabajos es que haya gente o una manifestación de su presencia. Me interesa la foto casual en la calle, pero con personas. Y me gusta mucho el retrato, es un campo riquísimo -También ha sido fundamental su aporte como fotógrafo educador. -Tengo como 15 años de estar dando clases. Doy clases porque me castigó la lengua. Me parecía lo peor que podía hacerse. No entendía cómo alguien podía estudiar para dar clases. Y terminé haciéndolo, y disfrutándolo, disfruto de las lecciones muchísimo. “Uno enseña pero a la vez aprende mucho. Creo que uno aprende por un lado y por otro también te empuja de cierta manera, es de nuevo esa responsabilidad que uno debe tener de estar creando. No sólo se enseña en clase, también hay que trabajar, enseñar con lo que se hace”. -Y sé que ha sido importante su trabajo en investigación sobre la historia de la fotografía en el país. -Me he metido a investigar y conocer la historia, pero sin pretensiones. Estoy a punto de terminar historia del arte. Las materias que me faltan no son de historia, sino de las otras cochinadas que lleva uno de otras facultades. “En la historia de la fotografía soy autodidacta absoluto. Lo que trato de transmitirle a los estudiantes es que la historia es como una alacena, no sólo es saber lo que pasó, sino el volver la vista atrás, analizar la historia, reinterpretarla, partir de ella. “Aparte del disfrute, te amplía las posibilidades de disfrute de las imágenes. La periodista Gina Polini me decía que ahora que murió Manuel Álvarez Bravo, el famoso fotógrafo mexicano, se sentía muy bien porque conocía su vida y su obra. 176
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“El aspecto rico de la historia no es el saber fechas o nombres. Es que enriquece lo que uno hace. Saqué el bachillerato en fotografía en mi propia escuela, siendo el director, porque antes no había universidades que impartieran esta carrera. “Ahora estoy sacando una Maestría en Humanidades en la Universidad Interamericana. Me encanta porque es como yo. Tiene como mi forma. Me ofrece filosofía, historia, literatura”.
Fotografía como arte -Su gran legado es demostrar en Costa Rica que la fotografía es arte... -En realidad la fotografía no se definió durante el siglo XIX; el primer movimiento que se da es a finales del siglo XIX, a partir de fotógrafos que tratan de validar la fotografía como arte. “A partir de ahí, durante todo el siglo XX, ha habido un reconocimiento muy pequeño. Toma fuerza a partir de la aparición de la televisión, en los años 60. La fotografía deja de tener el rol social de ser un medio informativo. Eso es lo que hace que el carácter artístico tome una gran fuerza. “Y es consecuencia de una subjetividad muy grande en las imágenes que se da después de la Segunda Guerra Mundial, un poco antes, como reacción a los horrores de la guerra. Es, más que todo, la reacción de los fotógrafos que habían participado en la guerra y que a partir de ahí la utilizaban para expresar otras cosas, siempre desde su visión personal. -Es la fotografía como creación. “En todo lo que está ahí, en la fotografía, está el fotógrafo. El tema es como un pretexto para el discurso personal. A partir de ahí empiezan a surgir las galerías especializadas en fotografía, y aquí arranca con la Gómez Miralles, que comienza durante el año 2001. “Hay otro elemento importante, y es que la fotografía ya no sólo es arte ella sola, por sí misma, sino que otros artistas utilizan la fotografía como lenguaje. Es el caso de muchos pintores, escultores y grabadores. “Uno va y se encuentra una instalación hecha con fotografía y no son fotógrafos profesionales. A veces utilizan fotos que no son de ellos pero se apropian para decir algo en sus obras.”. -¿Le molesta esto a los fotógrafos como artistas?
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-Eso está bien. Es una expresión. Un artista francés, Boltanski, hace ampliaciones de fotos de escolares de antes de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de niños judíos. Con ellas trabaja instalaciones. Las agrega a otros elementos para crear un discurso acerca del holocausto judío. Ni siquiera sabe de quién son las fotos. “También lo hizo Warhol con fotografías de Jacqueline Kennedy y de Elvis Presley. Esta apropiación de imágenes ya tiene tiempo. En este momento la foto es más combativa, más confrontativa que la pintura, incluso. Ha habido certámenes de pintura que los ha ganado una foto, para furia de los artistas. Pasó en una bienal aquí, que ganó un panameño. “En el asunto de la foto como arte, todavía nos falta un poco de educación para que se comprenda esto, para que entiendan que la fotografía es una imagen creada, no una copia de la realidad. Nunca lo ha sido, lo que pasa es que nos hemos creído ese cuento. Ahora es todavía más independiente porque el fotógrafo interviene más. La realidad es sólo un referente”.
Sobre todo contemporáneo -Las nuevas generaciones entienden mejor lo que usted dice. -Ese elemento es lo otro importante. Es fundamental el papel que la juventud tiene ahora. Los jóvenes entienden mucho mejor la foto, porque son una generación más visual, han crecido entre imágenes por todo lado. Se expresan mejor en la fotografía. El lenguaje se adapta más al carácter del joven de ahora. -Ustedes han organizado enormes exposiciones en la universidad. ¿Cuál es la reacción de los estudiantes de otras carreras? -Se resume casi como un asombro, que empieza precisamente con los estudiantes de otras carreras en la universidad. Lo mejor que ha habido es que se han percatado de la enorme cantidad de imágenes que pueden construirse. Tantas como fotógrafos. Volvemos a que es expresión de cada quien “También ha servido para mostrar los énfasis que hay, las distintas tendencias, y la calidad que puede lograrse por medio de una formación adecuada, que involucre no sólo la cuestión técnica, sino la conceptual”.
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La historia de un nombre “Yo me llamo, en realidad, bueno, yo decía que con aguas bautismales me llamaba Jorge Enrique y mi mamá logró que todo el pueblo de Esparza me dijera Jorge Enrique. Pero cuando me fui para el colegio de Puntarenas apareció el Jorge, y nunca me he acostumbrado a ese nombre, así, pelado. Me dicen ´Jorge´ en la calle y no vuelvo a ver, sólo cuando me dicen ´Jorge Enrique´ “Por dicha en el colegio unas amigas empezaron a decirme Giorgio, y ahí seguí. Luego lo oficialicé cuando en el Registro me pusieron Giorgio. Dicen en mi familia que me iba a llamar George Henry, pero que a la hora del bautizo el Padre me puso “Georgi Henry”, porque no pudo decir George Henry, así que al fin y al cabo iba a ser Giorgio.” Su papá, Don Manuel Enrique Timms Barahona se dedicó al trabajo en finca, a sembrar al final en Limón. Su mamá, Dora Emilia Calvo Sancho, trabajaba en el Seguro Social de Esparza. Estuvo en la Escuela de Esparza y el Liceo José Martí. Tiene una hermana, Dora Emilia, y tres hermanos mas por parte de padre Fue hijo único hasta los 6 años, no sólo en la casa sino en la familia del papá y la mamá, por lo que no sólo fue mimado sino que creció en un mundo de grandes. “Era mucha gente dedicada a mí. Mi mamá es nieta de Billo Zeledón, por lo que tengo mucha cercanía con toda la familia Zeledón. Y todos ellos, Rodrigo Zeledón, Estrella Zeledón de Carazo, todos iban a veranear allá. “Una infancia que hasta los 6 años me tuvo entre gente grande, me marcó mucho. Pronto me entusiasmé con la lectura, y fui muy buen estudiante. Pequeño me brinqué una etapa, y creo que después me he brincado otras más, o las he ordenado a mi manera.” Inédita, 2003
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Myriam Bustos
La reina del cuento
Por la mañana fui a la casa de Carmen Naranjo, y dejé ahí los cables de mi computadora. Por la tarde, cuando me recibió la cuentista Myriam Bustos, me enteré de que no podía conectarla. Entonces, ella me prestó su computadora, y este encuentro se convirtió en un dictado exquisito de la vida y los libros, las obsesiones, los gustos y las luchas de toda una vida de una mujer extraordinaria, que mucho le ha dado a la literatura costarricense. Y como su manejo del lenguaje es tan sabroso no sólo cuando escribe, sino cuando habla, dejamos este texto, entero, en primera persona, para que la reina del cuento nos contara lo que quisiera, sin frenos ni orientaciones, al gusto, con la sal, el azúcar y la temperatura que ella quisiera. Myriam Bustos nació en agosto de 1933, ”el día no lo digo porque no me parece necesario que me saluden para el cumpleaños: si hay una canción que me parece de una cursilería realmente impúdica, es el Happy Birthday.” “En Santiago de Chile tengo solamente un hermano, un año menor que yo. Vive allá con su mujer, sus hijos y nietos. Nos escribimos. Bueno, yo le escribo, porque mi hermano no siente la necesidad de escribir. Yo sí le cuento cosas. Le mando mis libros. A veces no le gustan mis libros y me lo dice; otra veces le gustan y también me lo dice, pero de manera muy contenida, porque él no es hombre de efusiones.” “Mi papá era médico siquiatra. Se llamaba René Bustos Quezada. Me heredó el interés profundo por la sicología y la siquiatría; en general, por el mundo interior de la gente, que es el único verdadero, por cierto. Él escribía poesía y era un gran lector, hecho raro entre los médicos, que si leen, no es, precisamente, literatura. Los psiquiatras a quienes he recurrido para que me ayuden con mis propias depresiones, 180
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ni siquiera se interesan por conocer lo que escriben sus pacientes, cuando estos lo hacen, en circunstancias en que una obra literaria revela tanto de su autor y es, además, una fuente riquísima de conocimiento psicológico. Recuérdese que Freud le concedió enorme importancia: entre sus escritos figuran unos cuantos dedicados a la interpretación y análisis de textos pertenecientes a la literatura. “Mi padre padecía depresiones, en una época en que no había absolutamente nada para tratarlas. Como no podía aliviar su drama, un día se suicidó. Tenía apenas 33 años. Él habría podido llegar lejos, si hubiera seguido viviendo, y para mí habría sido muy beneficioso tenerlo y recibir su influencia. Siempre me he sentido “renga” de padre, y me ha dolido. El doctor Mangel, mi ginecólogo, me dice que yo no lo he perdonado por lo que nos hizo al dejarnos solos. Y es cierto. “Cuando mi papá murió, yo tenía cinco años. Todavía no sabía leer ni escribir, pero mi mamá leía y escribía mucho, y fue ella quien me habituó a la literatura. “El suicidio de mi padre fue muy difícil de superar, pero más duro todavía fue lo que vino después. Mi mamá, Olga Arratia Guevara, fue hija de una familia cavernaria que consideraba absolutamente inoportuno e innecesario que las mujeres estudiaran. La dejaron con la enseñanza primaria y ahí le suspendieron la instrucción. Aficionada a la lectura desde chica, todo lo que no aprendió en un colegio trató de suplirlo con la lectura. También escribía poesía, cuento y novela. Tiene dos premios literarios en Chile- Uno es el Premio Alerce, de la Sociedad de Escritores de Chile, por un ensayo novelesco, que tituló La tragedia sexual de la Quintrala. (De paso, te informo de que el quintral es una parásita de flores rojas.) La mujer protagonista del texto de mi madre –que era colorina- fue muy famosa como devoradora de hombres. Incluso la menciona en sus libros el historiador Benjamín Vicuña Mackena. El otro premio que obtuvo mi madre también es importante. Se llama Premio Jalil Gibrán, y es auspiciado por el Instituto Chileno Árabe de Cultura. Lo ganó ella por un libro de cuentos sobre enfermos mentales, que se llamaba Zona de sombras. Su inspiración nació de su experiencia como esposa de médico que atendía a estos pacientes en un establecimiento llamado Open Door, donde mi papá trabajó por años. Yo me paseaba con ella, muy pequeñita, por los jardines de la institución, así es que puedo decir que las enfermedades mentales se hallan entre los Camilo Rodríguez Chaverri
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primeros pobladores de mi experiencia humana. Por cierto, no han sido una compañía amable, sino muy dolorosa y recurrente.
La tragedia de su madre “Mi mamá –que es la figura esencial de mi vida- quedó muy solitaria cuando murió mi padre. Estaba absolutamente abandonada. Casi no tenía familia. El desamparo (palabra que, creo, define gran parte de nuestra vida durante mucho tiempo) fue para ella muy duro. Era una mujer que atraía sorprendentemente a los hombres. No era linda, pero sí con ese atractivo misterioso que suelen tener algunas personas y que casi siempre termina siendo una maldición, porque no acarrea nada bueno, por lo general. “Y cometió un error imperdonable, para superar la soledad y contar con un apoyo: se casó con un hombre del que no estaba enamorada, que no tenía nada que ver con ella. Que era, en suma, la última persona en quien debió pensar para compartir la vida. Él sí estaba enamorado, por supuesto. Mi mamá pensó, equivocadamente, que un hombre viejo (él la aventajaba en treinta años o más) era garantía de que ella no iba a tener más hijos, y eso le parecía ideal para que mi hermano y yo no quedáramos marginados. Olvidó por completo que en primer lugar debía haber pensado en ella. “Él nos demostró mucho afecto. Y no era inventado. Por eso fue que la conquistó a ella. Le entró a mi madre por el cariño a sus hijos, y mi mamá se casó con él. Se convirtió en algo así como nuestro abuelo. “Los primeros años de vida matrimonial fueron llevaderos. Era teniente coronel de carabineros, que era un grado alto. Nos quería mucho, de eso estoy segura, pero empezó a molestarse porque en la calle le decían ‘mire, me encontré con su hijita, la mamá de los niños, de sus nietitos.’” “Él nos quiso mucho, lo reitero, nos trató como jamás nos hubiera tratado un padrastro. Era consentidor. Trataba de darnos satisfacciones, de llevarnos de paseo. Todo anduvo bien hasta el momento en que se jubiló y se quedó en la casa. “A partir de su inactividad, comenzó a sentirse celoso de mi mamá y nos hizo la vida imposible. La verdad es que, sin tratarnos mal, nos hostilizaba con su comportamiento. Con ella era un agresor, sólo que en esos lejanos años ese personaje no formaba parte de la tipología en uso, no era del dominio 182
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público. Y cuando surgía, nadie sabía cómo llamarlo, ni se atrevía, tampoco, a hablar del asunto con nadie, porque daba vergüenza. Vivía amenazándola por amores imaginarios. Él creía que ella tenía amores fuera del ámbito conyugal y eso lo atormentaba. “Fueron años de sufrimiento atroz. Con mi madre se convirtió en un auténtico y sádico agresor. Bebía para envalentonarse. Estando en su sano juicio era muy decente, muy aceptable, muy respetuoso. Pero cuando tomaba tragos afloraban violentamente sus celos. Un día, borracho, destruyó todo cuanto había en la casa y tuvimos que escapar de allí.” “Ya yo era adolescente. Tenía 14 ó 15 años. Mi mamá tomaba siempre la determinación de separarse de él, pero él no lo permitía. Jamás dejó que saliéramos defin itivamente de la casa. Se echaba al suelo, nos rogaba, juraba que nunca más, como lo hacen todos estos nada originales especímenes que hoy se encuentran debidamente estudiados. “Antes de que destruyera el mobiliario y los enseres domésticos, habíamos hecho un intento de irnos. Después de uno de tantos escándalos alcohólicos, porque los hacía permanentemente, nosotros nos fuimos de allí, decididos a no volver más. Hizo lo de siempre: ir donde estábamos refugiados (siempre la casa de un pariente o de una amiga), echarse a llorar y prometer que cambiaría. Cuando mi mamá se puso firme en que se iba, le dijo que no lo hiciera, porque la iba a matar, y que mi hermano y yo nos íbamos a quedar solos. Si yo tengo una angustia interna muy poderosa, muy poderosa, es por la vida que llevé durante tanto tiempo”.
Infierno prolongado “Esta situación se prolongó por nueve eternos años. En muchas ocasiones yo no podía ir al colegio. ¿Cómo iba a salir de la casa dejando a mi mamá con un energúmeno que amenazaba con que iba a matarla?. Tenía la certeza de que si la dejaba sola, él iba a asesinarla y a suicidarse. A los agresores no les queda más remedio que suicidarse, cuando han cedido a la obsesión patológica que los domina. Tampoco yo podía dormir, porque el señor escogía siempre la noche para agredir a mi mamá. Yo metía la cabeza bajo la ropa de cama y lloraba, tapándome los oídos para no escuchar. No podía hacer otra cosa. “Pero un día providencial terminó el drama que creía no iba a terminar nunca. Mi mamá se llevó a vivir a la casa, muchos Camilo Rodríguez Chaverri
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años antes, a un primo nuestro que quedó huérfano. Era hijo de una hermana de este hombre, la única hermana cuerda que tenía (había otras tres, todas sicóticas y encerradas). Era sobrino de él. No era primo nuestro de sangre, por lo tanto. “Vivió con nosotros desde los 14 años, cuando se quedó huérfano de padre y madre. Él presenciaba el drama de la vida de mi madre, que sin duda vivía con un hombre viejo que se había trastornado mentalmente. “Este muchacho vivió con nosotros y, después de una ruptura terrible que tuvo mi mamá con mi señor padrastro debido a las escenas de siempre, este primo a quien nuca dejaré de agradecer su providencial ayuda, intervino de manera terminante y nos dio una mano para irnos de la casa. “Se plantó ante el auténtico tío, y le dijo: ‘Perdone, la tía se va y se va conmigo’. Cuando sucedió eso, el primo tenía 20 años. Imagínate los años que tuvimos que soportar la tremenda situación. Nos fuimos los tres a vivir a un cuarto de pensión. Mi mamá no trabajaba ¿Te imaginas que un hombre celoso va a dejar que su mujer trabaje? ¡Jamás! Ni siquiera le permitía escribir, porque si la veía con la pluma en la mano, imaginaba que ella estaba haciendo una carta para algún hombre. “Yo estaba en el último año de secundaria. Ese fue el infierno de toda mi secundaria. Cuando nos fuimos, pasamos hambre e incomodidades. Mucho frío, incluso, privaciones de todo tipo. Él no nos permitió sacar nada de la casa, excepto un par de camas que mi mamá conservaba de su matrimonio con mi papá, y la ropa personal. “Cuando nos fuimos a vivir en ese cuarto de pensión, yo dormía en una cama con mi mamá, y mi hermano dormía en la otra. La salida de casa ocurrió en el mes de marzo. Yo me sentía mal de salud, pero no sabía qué tenía. En el mes de julio nos trasladamos a vivir a una viejísima casa que mi mamá tenía alquilada, y que era lo único que le había quedado de su breve matrimonio con mi papá.” “Nos fuimos a vivir a una casa vacía. No había nada que meterle adentro. Era una casa antigua y larga larga, que se prolongaba al fondo. Ni siquiera contábamos con una mesa para colocar el plato de comida. Ni sillas. Pero ya no teníamos miedo. Yo me sentía poseída de una fuerza que me permitía afrontar lo que fuera. Asistía al colegio, a pesar de mi problema de salud, y me iba muy bien en los estudios. Hasta dejé de comerme las uñas, porque me sentía dichosa 184
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de haber salido del drama familiar. Pero notaba que se me había abultado la panza. Eso me molestaba. Me hacía sentir incómoda. No tenía dolor, pero sí un poco de fiebre todos los días.
Ahora su hermano “Casi al tiempo en que nos fuimos a vivir a esa casa, mi hermano hizo un paseo a la montaña con unos amigos. Estábamos en vacaciones de invierno. Yo tenía 16 años, y mi hermano 15. “Él tuvo un accidente terrible. Se cayó en un barranco de 30 metros de altura y se quebró entero. Quedó allí tirado y sin conocimiento, acompañado por uno de los muchachos con que andaba mientras el otro bajaba a avisar lo sucedido y a pedir auxilio. “Casi dos días después se logró sacarlo del barranco. Estaba en la Cordillera de los Andes, en pleno invierno, con nieve y con mucho frío. El frío de julio es el peor allá. (Cada vez que siento añoranza de mi patria, la exorcizo rápidamente pensando en el frío invernal y sus consecuencias nefastas para mí.) “Mi hermano llegó a Santiago sin conocimiento. Lo sacaron los militares en una camilla y lo trajeron con conmoción cerebral, brazos rotos y cabeza rota. Fue internado en una clínica traumatológica particular y, por desgracia, había que pagarla. Mi padrastro, que se enteró del asunto y que consiguió a los militares para que lo fueran a buscar, le dijo a mi mamá que gastara todo lo que fuera necesario, porque él se haría cargo de los gastos. “El tenía su jubilación. Se había quedado tranquilamente a vivir en la casa que habían comprado mi mamá y él, con más aporte de ella que de él, porque mi mamá heredó una platilla del abuelo y él era un hombre que sólo contaba con su sueldo. “A mi hermano se le hizo una operación en la cabeza, y otras en brazos y manos. Estuvo tres meses internado y su rehabilitación llevó bastante tiempo. Mientras mi hermano se hallaba en la clínica, yo me quedé sola en la casa, porque mi mamá estaba cuidándolo. Pasó ahí los tres meses, día y noche. Yo me dediqué a pedir ayuda médica en el colegio donde estudiaba, porque seguía sintiéndome mal y nadie podía ocuparse de mí.
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“Empezaron a hacerme cientos de exámenes para saber qué tenía. A todo esto, mi hermano salió de la clínica en octubre y, simultáneamente a su salida, yo tuve que irme a la cama, porque los exámenes dieron el diagnóstico de tuberculosis genital, una enfermedad que no tiene nadie. Te desafío, Camilo, a que busques alguien que la haya padecido en Costa Rica y te doy un premio si lo encuentras, Esto no es un chiste: mi ginecólogo, el doctor Mangel, me dijo que este mal no se daba en el país. A mí me tocó el boleto premiado, entonces. Desde que supe esto, pienso que, de haber nacido aquí, no habría habido tal enfermedad en mi vida, y toda ella habría tomado un rumbo distinto”.
Enfermedad impensable “La enfermedad consiste en que el peritoneo se enferma. El peritoneo es la membrana que cubre los intestinos. Como del peritoneo a las trompas de Falopio hay una gran proximidad, se contaminaron las trompas de Falopio. Entonces, tenía tuberculosis peritoneal y anexial simultáneas, porque los médicos llaman anexos ováricos a las trompas de Falopio. El tratamiento consistía en reposo absoluto en cama y dos inyecciones diarias de estreptomicina, que había que comprarlas. ¡Para qué te digo cómo me quedó el trasero, con tanto pinchazo, y las piernas, y los brazos! “A todo esto, mi mamá tuvo que enfrentar el drama de no tener dinero para pagar la clínica ni el médico que salvó a mi hermano, porque mi padrastro puso como condición para darle el dinero que ella volviera a la casa. Ella había resuelto reingresar en el sacrificio, pero ni Iván ni yo lo aceptamos, de manera que se quedó sola con su decisión tan absolutamente irracional y suicida. Mi mamá le pidió facilidades al doctor y le explicó que iba a tardar años en pagarle. Por suerte, el médico comprendió y no le hizo ningún problema. “En el colegio donde estudiaba, mi querido y gran colegio, El Liceo Manuel de Salas, muy significativo para toda mi vida, se enteraron de la situación en que yo estaba, y me aprobaron el curso con las notas que tenía, que eran buenas por dicha. El colegio también me compraba, mes a mes, las inyecciones de estreptomicina. “Era un colegio fiscal (estatal) y experimental. No era privado. Así que los profesores tenían que hacer una ´vaquita` para poder pagarme eso. “Alguien debía ponerme las inyecciones. Una amiga comprometió a dos estudiantes 186
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de medicina amigos de ella a que fueran en la mañana y en la noche a ponerme las inyecciones. Esto fue durante seis meses. “Por otra parte, cuando mi mamá se separó de mi padrastro, en marzo, hizo gestiones ante un amigo de ella, que era escritor, para que le consiguiera un trabajo como secretaria. Lo único que ella sabía era escribir a máquina, pero con dos dedos, así como esta hija suya que comete mil gazapos por digitar únicamente con los índices de cada mano. Mientras mi hermano estuvo en la clínica, por supuesto que no trabajó. Pero estuvo desempeñándose como secretaria unos meses antes, y retomó la tarea cuando mi hermano salió de la clínica y yo me hundí en la cama, en medio de un calor de los mil diablos que me hacía aún más penosa la penitencia. “Mi mamá trabajaba en el Instituto Chileno Israelí de Cultura, donde empezó como secretaria y llegó a ser la presidenta, con todas las campanillas del caso. Toda su vida había cambiado. Escribía en periódicos y revistas sobre arte y literatura. Un detalle pintoresco es que estudió grafología para ganarse unos pesos haciendo una página en una revista femenina. Se hizo muy famosa y conocida con el nombre de Moraina, a quien consultaba gente importante del país que la había tomado como consejera, paño de lágrimas y orientadora de sus vidas. Mi hermano y yo nos reíamos de esta nueva ocupación de ella: éramos tan malos como cualquier adolescente que no ha tenido que arañar el suelo para sobrevivir. “A todo esto, el señor marido de mi mamá quedó mortalmente ofendido por la negativa a volver a la casa, y se dedicó a enviarle telegramas a mi mamá en los que la amenazaba de muerte. No podíamos vivir del miedo de salir a la calle. Fue tremendo. Pero la cosa no paró allí, porque se vengó, y a partir de entonces nunca más quisimos cruzar una palabra con él: como la casa de él y de mi mamá se había inscrito a nombre de él, como corresponde en el caso de una mujer sometida y amedrentada, la vendió y nunca recibió mi madre ni un centavo de lo que él debía haberle entregado. Nuestras malas condiciones económicas perseveraron, por lo tanto. “En el mes de enero del año siguiente y cuando ya llevaba tres meses en posición horizontal, conocí a un médico ginecólogo que le recomendaron a mi mamá, en vista de que. permanecía en cama y sin sanar. Me examinó y le dijo a mi mamá que podía estar 10 años más en esas condiciones, sin Camilo Rodríguez Chaverri
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resolver el problema. Explicó que la tuberculosis peritoneal estaba ya curada con el antibiótico, pero no la otra. “Su recomendación fue que debía extirparme las trompas de Falopio. Te lo digo de manera elegante, Camilo: se trataba de una salpingectomía. Mi mamá no se decidía. Yo era menor de edad. La consecuencia era que no iba a tener hijos. A mí no se me dijo la verdad. No se me dijo que no iba a tener hijos. Hicieron bien, porque tengo un sentimiento maternal exageradamente desarrollado que he debido canalizar por otras vías. “Entonces decidimos con mi mamá, entre las dos, que yo no aceptaba seguir en cama diez años. Para eso mejor no quería vivir. Le dije que era partidaria de que me operaran. “La operación se realizó en marzo de ese año, es decir, en 1951, un año después de habernos separado del marido de mi mamá. El médico me operó gratuitamente, tan linda gente, lo adoro y me dolió tremendamente su muerte, algunos años después. La de mi ginecólogo de entonces –el primero de mi vida- me hizo sentirme dolida y desamparada como si se hubiera tratado de alguien muy querido de mi familia. El duelo por él fue muy largo. Pero vuelvo a la operación. Me dijeron que sólo me habían extirpado un anexo, para darme la ilusión de que sí podía tener hijos, y me quedé tranquila. Saber la verdad completa en ese momento me habría hecho mucho daño”.
Tiempo de lectura “Permanecí ese año íntegro sin estudiar, por instrucciones médicas, y llena de rebeldía y frustración, porque anhelaba ir a la Universidad. Pasé el año entero yendo a controles médicos, sintiéndome muy frágil, muy endeble, insegura a más no poder. Estaba dedicada a leer, leí mucho, pero eso no me bastaba y me parecía que estaba perdiendo un año de mi vida. Recuerdo haberme echado una llorada interminable cuando vino la graduación de mi grupo escolar, en diciembre, y no pude hallarme allí, entre mis compañeros de tantos años. “Al año siguiente di mi bachillerato, porque no había alcanzado a cumplir con eso, e ingresé al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, a estudiar Pedagogía en Español. Iba a ser Profesora de Castellano. En Chile son más modestos en eso. Aquí se llama más elegante: filóloga. Aún siento vergüenza de decir, en Costa Rica, que soy filóloga. En otro 188
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país, ni siquiera lo diría y me presentaría con mi verdadero vestido: profesora de castellano. “Simultáneamente, ingresaba un tal Raúl Torres Martínez, que había estado antes estudiando Derecho y no se sentía contento con su elección. Desde entonces, no nos hemos separado. Vivimos cinco años de amoríos y de estudios. Debo agradecerle esto a mi enfermedad, porque si ella no se presenta, ingreso un año antes a la universidad y tal vez nunca habría tenido relación alguna con él. “Mientras tanto, mi mamá recuperó la confianza en sí misma, y empezó a ejercitar sus capacidades intelectuales. Ya había escrito algunos libros (todos en su juventud, reitero, porque el marido feroz y analfabeto no la dejaba coger la pluma), pero los tenía guardados. “Precisamente cuando yo era estudiante del Pedagógico, ella ganó los dos premios por sus dos libros. Fue una persona muy reconocida, muy respetada. “Raúl y yo terminamos la carrera, nos pusimos a trabajar y nos casamos en el año 57. Durante años no tuvimos más opción que la de trabajar en colegios particulares, con un horario sumamente recargado, porque en Chile cuesta mucho obtener una plaza fiscal como profesores. Pese a que yo había escrito casi desde la cuna (por imitar a mi mamá, desde luego), el trabajo como profesora me quitaba todo el tiempo para hacer otra cosa que no fuera preparar clases, corregir exámenes y todo eso, que es la más fastidiosa tarea de cocina para un profesor. Transcurrieron muchos años sin que escribiera nada, por lo tanto. Cuando públiqué mi primer libro, con el que gané el Premio Gabriela Mistral, un premio para obra inédita, que lo auspicia la municipalidad de Santiago y que cuenta con un jurado formado por escritores, era ya el año 1973 y yo tenía 40 años. ¡Imagínate, cuarenta años! No fui ninguna escritora precoz, como puede notarse “En el periódico decían que ganó el premio ´la hija de la escritora Olga Arratia´. Cuando gané ese premio, deseé publicar mi libro. Recurrí a un préstamo que daba el Banco del Estado con el aval de la Asociación de Escritores de Chile. Así que puedo decir que mi primer libro lo pagué yo, y no es la primera vez que lo hice. “Lo más lindo (hablo irónicamente) es que tenía que pagarlo mes a mes, y tenía un sueldo tan bajo como el de cualquier otro profesor. Me iba con un canasto lleno de libros, igual que una vendedora de huevos o de empanadas, y en la puerta de la Universidad Técnica del Estado, les pedía un préstamo a Camilo Rodríguez Chaverri
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todos: ‘¿Tú me puedes prestar cien pesos?’ Si me decían que sí, mi respuesta era: ‘Bueno, te los cambio entonces por este libro’. Como puede notarse, debí convertirme en descarada y agresora de bolsillos: no había otra solución. “Cuando eso, ya era profesora. No era como los escritores costarricenses que publican jóvenes. Tú, Camilo, por ejemplo, me mandaste tu primer libro cuando aún estabas de teta. Por mucho tiempo tuve que estudiar y estudiar. Cuando publiqué mi primer libro, ya tenía 40 años, como te dije. Ah, pero olvidé decirte que el libro se llamaba Las otras personas. Si no hubiera ganado un premio con él, no me hubiera atrevido, porque no tenía ninguna seguridad ni confianza en lo que hacía”.
Profesora de Castellano “Raúl era profesor también, por supuesto. Yo empecé en un colegio particular, y Raúl en un colegio fiscal. No podía escribir todo lo que quería no sólo cuando era estudiante, sino cuando era profesora. ¿A qué hora? Hay que pasar preparando lecciones, leyendo, estudiando lo que no se sabía, que era mucho. “Pasaba lo siguiente: siempre he sido una persona que se resfría con mucha facilidad. Mis resfríos eran memorables. Cada resfrío me significaba varios días de cama. Durante los resfríos producía mis cuentos. Por eso es que tienen sabor a mocos humanos todos los primeros cuentos que escribí. (Después adquirieron otros sabores y otros olores igualmente poco románticos, porque yo no escribo sobre flores ni souflés; ni siquiera sobre sanos postres de frutas naturales, aunque me gustan mucho, porque tengo más de vegetariana que de carnívora.) “En Chile, participé mucho en escuelas de temporada, por ejemplo, en la Universidad Técnica del Estado, donde pasé a trabajar después de varios años en colegios, primero particulares y después estatales. “La Universidad Técnica siempre enviaba profesores de diversas materias a provincias a lo largo de Chile. Con un país tan largo, ¿te imaginas todo lo que recorrí yo? Enseñaba ´Técnica de la Expresión´, ´Redacción comercial´, ´Comunicación oral y escrita´. “Estuve en el norte del país, en Vallenar. Antes, estuve en Arica. También estuve en el pleno sur; nada menos que en Punta Arenas, que es para morirse de frío, y en Coyhaique. 190
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Fui varias veces. Estuve en dos o tres ocasiones en cada provincia. “En el año 68 ganamos Raúl y yo una beca para ir a estudiar al Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Era un curso de Lengua y Literatura Española. Esa beca fue un hecho fundamental para nuestras vidas. Y mucho se lo agradezco a nuestro destino. “He tenido tres sueños grandes en mi vida. El primero fue conocer España. Soy admiradora de su cultura, su literatura y, sobre todo, su música y su geografía. El segundo era casarme con un profesor de Castellano, mira qué idiota, sabía que me iba a morir de hambre. Y el último, ser escritora. Los he cumplido todos. “Pero hay algo que ni siquiera me atrevía a soñar, porque no me parecía posible: vivir en un país donde no hiciera frío. Me enfermaba en Chile por el frío: sabañones en pies, manos y orejas; gripes que se prolongaban por quince días, infecciones vesicales muy dolorosas, inflamación de la garganta que derivaba en laringitis o faringitis con afonía y obstrucción, en fin... No me atrevía a venirme a un país cálido, como Costa Rica, cuando llegó el momento obligado y para mí inaceptable del exilio. ¿Qué voy a hacer sin mi trabajo y Raúl arreglándoselas solo con el precio de mis infecciones urinarias?, me decía. “En España, aquello fue la gran felicidad: conocer lo que quería conocer, aprender muchas cosas nuevas, con algunos profesores que realmente me enseñaron cosas nuevas, como el talentoso Carlos Bousoño (cuya Teoría de la expresión poética tanto aportó a mi concepción de la poesía), como el músico Cristóbal Halfter (que nos recomendó ver el cante flamenco en los mejores lugares y yo pasé allí embelesada por ese arte que me ha fascinado desde la infancia), como el profesor de Arte Antonio Almagro Díaz.. “Conocimos España cuanto nos fue posible. Los diítas feriados y los fines de semana nos íbamos para Italia, Francia, Portugal. En nuestra primera estadía, en el año 68, estuvimos seis meses en España, y en el año 70 nos invitaron a un congreso de ex becarios del Instituto de Cultura Hispánica. Fuimos, entonces, por segunda vez. ¿Te das cuenta qué maravilla? En el 70 seguimos conociendo países, que, para mí, es de lo más gratificante de mi vida”. Decididamente, pese a todo lo negativo y difícil que hay en toda existencia humana, he recibido innumerables premios gordos. (El más rollizo de todos es mi marido, y no porque tenga sobrepeso: él es una Camilo Rodríguez Chaverri
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sílfide porque respeta las instrucciones médicas, no como su mujer, que se traga una barra de chocolates completa, cuando la acucia la adicción.)
Pinochet “Simpatizamos con Allende. Éramos socialistas, ambos, desde que nacimos. Trabajamos con el gobierno de la Unidad Popular, y soportamos los problemas que produjo el boicot de la derecha y la intervención de los Estados Unidos. Ellos contribuyeron al Golpe de Estado. Soportamos los serios problemas. Uno de ellos, quizás el peor, era el desabastecimiento. Mucho de esto se halla registrado en algunos cuentos de mi libro Tribilín prohibido y en Que Dios protege a los malos... “Cuando vino el golpe, Raúl perdió su puesto de un plumazo, zas, para afuera, porque estaba trabajando en la Universidad Técnica, donde tenía un cargo de autoridad, además de sus clases, ganado por concurso. Nos enteramos rápidamente de las atrocidades que estaban sucediendo, vivimos de cerca la desaparición de personas amigas, gente conocida nuestra. Supimos de las torturas. Muchas personas amigas simplemente desaparecieron. Desde ese momento no se supo más de ellas. “Tenía una amiga con una hija partidaria de la Unidad Popular, y a una amiga de la muchacha la tomaron presa, y la dejaron en libertad tiempo después. La muchacha contó que la habían tenido junto con otras mujeres con las manos atadas atrás, sentadas en el suelo, y que en esas condiciones, las mujeres defecaban, orinaban, sangraban por la menstruación. Eso me espeluznó. “Yo era amiga de infancia de la esposa del español Carmelo Soria, que también desapareció de su casa y lo mataron. Su esposa, María Elena González, se fue con sus hijas a España, y hasta ahora vive allí, dedicada a conseguir el esclarecimiento de la muerte de su marido. Es uno de los casos que ha aparecido en el periódico El País. Su hija también ha ido a Chile y ha dado conferencias de prensa. “También un sobrino de Raúl fue apresado en su propia casa, y sólo se supo de él cuando lo mataron. Un hermano de Raúl fue a reconocer el cuerpo, porque la madre no tuvo valor de ir a reconocerlo. Cuenta que tenía las cejas quemadas, que le habían arrancado las uñas de los pies y las manos, y que tenía marcas de quemaduras en todo el cuerpo. (Ese episodio 192
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lo introduje en mi cuento “Semovientes”, que figura en el libro Inefable animal humano.) “El periódico informó que había muerto cuando lo descubrieron oculto en una casa, junto a otros. Era mentira. Tenemos muchos parientes y conocidos que sufrieron mucho. “Raúl se quedó sin trabajo, y muchas personas amigas, un abogado muy importante entre ellas: Nurieldín Hermosilla, le recomendaron que no se quedara en su casa. Raúl se fue a vivir a otra parte, y nos encontrábamos en la calle como si fuéramos delincuentes. Era una situación muy fea, muy fea. “Se gestionó su salida de Chile con ayuda del amigo abogado. Ese abogado había reunido a todos sus hermanos y los había mandado afuera. Raúl salió de Chile el 30 de noviembre del año 73, que era el día de su cumpleaños. Fue para mí un día terrible, pero también luminoso, porque una vez elevado el avión, él ya no corría peligro. Yo me quedé sola, durmiendo en una cama que casi no arreglaba cada día, porque no me interesaba hacerlo, viviendo únicamente con una sobrina de él que habíamos adoptado. La habíamos adoptado desde chiquita. La crié como hija mía. Ahora está en Francia, trabajando, y es psicóloga (por culpa mía, porque yo le insuflé el interés por estas materias, interés que era el mío). Ya la perdimos, pero viene a visitarnos cada dos años. Yo la aprovecho, entre otras cosas, para que me fotografíe a los perros”.
Huir de la tiranía “Raúl se fue rumbo a Ecuador, pero se bajó en Lima para ver a unos amigos. Todos los amigos estaban sin trabajo. Habían tenido puestos en la embajada de Chile. Se puso a vivir con ellos y empezó a buscar trabajo. “Le dieron trabajo en la universidad de San Marcos, pero Perú no concedía residencia a nadie, así que no sacaba nada con tener trabajo. Tenía un permiso como turista. Lo renovaba cada mes. No se resignaba a que no le iban a dar residencia. “Conoció ahí a un chileno en igualdad de condiciones, y este chileno era amigo de don Carlos Monge Alfaro, a quien llamó por teléfono y le contó su situación y la de Raúl. Don Carlos les dijo que se vinieran inmediatamente a Costa Rica y les prometió ayuda.
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“El 30 de marzo del 74 llegaron a Costa Rica, y empezó la lucha por encontrar trabajo. Una fundación alemana les había dado una beca a los dos, para elaborar una investigación sobre alcoholismo en el país. Mientras, Raúl consiguió tres horas de clase en la Universidad de Costa Rica como profesor de ´Historia de la Cultura´. En Chile, Raúl era profesor de ´Historia de la Cultura´ en la Universidad de Chile, y vicerrector académico en la Universidad Técnica del Estado. “Continué trabajando durante el año 74 en la Universidad Técnica, con una zozobra del carajo, porque día tras día iban eliminando gente. Efectivamente, a todos los que estaban conmigo cuando salí de Chile, se los volaron del trabajo, según supe después, ya establecida en Costa Rica. Para entrar en la Universidad, cada mañana debía mostrarle a un milico con metralleta mi cédula de identidad y esperar a que consultara una lista de personas que tenían prohibición de ingreso. Una vez adentro, era necesario firmar hora por hora las clases que se impartían: no fuera a suceder que se colocara la firma al entrar y el profesor se fugara. Cuando se salía, también se firmaba. Los milicos estaban apostados en todas partes. En ese invierno (más invierno que nunca en mi vida) yo carecía de toda voluntad para hacer nada. Mi depresión se había acentuado y vanamente intentaba aplacarla con esos medicamentos tan dañinos que producen resecamiento y una somnolencia que acentúa el mal estado anímico, porque es preciso ignorarla y actuar como si nada impidiera cumplir las obligaciones laborales. “En el mes de junio decidí que no podía seguir viviendo en Chile. Había perdido totalmente la esperanza de que las cosas se arreglaran y Raúl pudiera regresar. Cada día estaban peor. Cada día había más riesgos, más cantidad de malas noticias, todas trasmitidas por lo bajo, desde luego. “Pese a que me parecía inaceptable la idea de abandonar allá a mi madre y a la sobrina Nancy (que se hallaba estudiando Psicología en la Universidad de Chile), le anuncié a Raúl que me venía para Costa Rica. Yo de allá tenía que mandarle plata a él de la poca con que contaba. (Olvidaba decirte que, además de mi tiempo completo en la Universidad Técnica del Estado, acepté medio tiempo como profesora de Redacción Comercial en Manpower Internacional, porque así contaba con más dinero. Pero el agotamiento físico y mental era enorme. Recuerdo que me echaba unas dormidas larguísimas en pleno día, porque el cuerpo me las exigía) 194
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“A Raúl casi le dio un infarto. Pensó ´¿y con qué le voy a dar de comer yo aquí a esta mujer?´, pero no me dijo nada, porque el pobre es muy estoico. “A pesar de que la decisión fue en junio, decidí quedarme hasta finalizar el semestre en la universidad, a fines de agosto. Dejé las notas colocadas y no le dije a nadie que me iba. No quería despedida ni nada de eso. Estaba demasiado amargada para aceptar cosas de ese tipo, muy frívolas en una situación como la que vivía. La decisión de venirme fue la más dura que he tomado en mi vida, porque tenía que dejar a mi madre, y a mi sobrina, que dependía de mí. “Además, tenía que abandonar mi casa, que mucho me había costado formarla, y de mi casa, por supuesto que lo que más me dolía eran los libros. Eso es irrecuperable. Los libros no sólo eran literatura. Eran mi arma de trabajo. ¿Qué hace un profesor sin libros?. El dolor de libros únicamente lo comparo con el dolor de perros. Dejé la casa íntegra, en manos de mi madre, para que la alquilara, pero, en medio de esa situación política tan difícil, no fue capaz de alquilarla. (También me refiero a este hecho en “Conservar la casa”, un cuento que figura en mi libro Del Mapocho y del Virilla. Cuando lo escribí, mojé mucha hojas de papel. Franco Cerutti, que tuvo la generosidad de comentar ese libro mío en La Nación, dijo que ese cuento, el mejor del conjunto, era una sinfonía. No sé qué habría pensado Jacques Sagot. Algún día se lo preguntaré.)
Carlos Monge Alfaro “El primer costarricense que conocí, porque me fue a esperar al aeropuerto, fue don Carlos Monge Alfaro. Llegué a Costa Rica en una mañana de sol radiante, a las 7, luego de una noche larguísima, negra y desesperanzada. “Imposible olvidar el camino desde el aeropuerto. Iba descubriendo cosas nuevas. Don Carlos Monge me iba mostrando las puertas tan lindas de las casas. Eso me llamó mucho la atención. Don Carlos se metió por Rohrmoser, por la Nunciatura y todo eso. “Yo iba oyendo sus explicaciones. Después emprendimos el camino, pasando por todo el centro, hasta la Universidad de Costa Rica. Don Carlos se introdujo en la universidad y me mostró aquí y allá. Luego, nos llevó, a Raúl y a mí, hasta la casa que había alquilado Raúl, frente a la Facultad de Medicina. En ella había una cama, una mesita muy barata y Camilo Rodríguez Chaverri
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un par de sillas. Pero era el Paraíso, porque afuera no sonaban metralletas ni llegarían soldados, por la noche, a preguntar por nosotros, a averiguarnos dónde teníamos las armas y a registrar hasta el último de nuestros enseres. “Raúl no pudo permanecer mucho rato conmigo esa mañana porque estaba participando en un seminario de la Universidad de Costa Rica que se realizaba en el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL), en La Catalina, Santa Bárbara de Heredia, de manera que me dejó sola en la casa y se fue a cumplir con su obligación. Me dijo que nos veríamos en la tarde. Me tenía comida hecha, el pobre. Yo ansiaba dormir porque no había pegado un ojo durante el viaje, el de peor recuerdo de mi vida, por todo cuanto había tenido que abandonar, por lo incierto de mi vida futura. “Al día siguiente me llevó con él a La Catalina. Otra vez salimos con un sol radiante, y me agarré la primera gripe costarricense. La Catalina, en Santa Bárbara, es lo más frío que hay. Me confié en el sol, pero la neblina y la lluvia me enfermaron. “Lo importante es que, en La Catalina, el director de la biblioteca era don Alberto Baeza Flores, un poeta chileno que se fue muy joven a Cuba, participó en la revolución con Fidel, pero después no le gustó el rumbo de la revolución y se fue a México. “Don Alberto Baeza era una de las tantas personas a las que, en Chile, mi mamá le había hecho entrevistas en una revista. Ella le contó nuestra situación por carta, y don Alberto la instigó para que me convenciera de que no me podía quedar en Chile y dejar a Raúl acá. Le prometió que algo me iba a conseguir él para que me ganara unos pesillos. “Llegué a Costa Rica el lunes 4 de septiembre, el martes fui a conocer a don Alberto Baeza, y ya me tenía un trabajito listo. El trabajo era de correctora de estilo de las ponencias que se presentaban a los seminarios de CEDAL y que iban a publicarse. ¿Correctora de estilo? ¡Diablos! ¿Qué era eso? “Le di mi primer libro, el que se llama Las otras personas. Don Alberto se enamoró del libro. Le gustó tanto mi obra que, cuando él se fue de Costa Rica, años después, yo seguí mandándole lo que publicaba, y me contestaba invariablemente: ‘Me gusta, pero no tanto como Las otras personas”.
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El poeta Alberto Baeza “Don Alberto Baeza es una de las personas que más he querido y con que más me he compenetrado desde que vivo en este país. Le corregí el libro que escribió sobre Daniel Oduber y también el libro que escribió sobre Luis Alberto Monge, además de otros textos literarios y periodísticos. Confiaba mucho en mí, en materia literaria, se entiende. “Estuvo aquí unos diez años más, y fue un gran dolor para mí su partida. Cuando don Alberto se fue, acababa de conseguirme yo (con ayuda de Carlos Catania, Eliécer Venegas y Julio Suñol, porque nada cae del cielo en este mundo) un trabajillo como colaboradora de la página 15 de La Nación. Casi lo primero que escribí allí fue sobre la salida de don Alberto de Costa Rica. Se fue porque en CEDAL no permiten que la gente esté más de equis número de años. “En CEDAL estuve 5 años. Era un trabajo de medio tiempo, pero, como salía a las 2 de la tarde, y me demoraba una hora en llegar a San José, perdía prácticamente el día. “Lo único que podía hacer era irme para la casa a secar mi ropa eternamente mojada y tomar café. Ya había conseguido trabajo como profesora de ´Comunicación oral y escrita´ y de ´Técnicas y Métodos de Estudio´, en el Instituto de Cultura Hispánica, y daba cursos sobre escritores costarricenses. La primera persona que me tendió la mano allí fue don Alfonso López, profesor de un curso de gramática en que me matriculé y que luego heredé gracias a la confianza que depositó en mí el inolvidable escritor José Marín Cañas, quien nunca dejó de apoyarme y estimularme por mis escritos y mi labor como profesora del Instituto. Me siento muy privilegiada por haber conocido a este notable escritor y haber leído su obra.
La literatura de la nueva patria .Por cierto, lo primero que hice al llegar al país fue decirle a don Alberto que me guiara en la lectura de escritores costarricenses importantes. De Costa Rica, yo únicamente conocía la narrativa de Joaquín Gutiérrez, por razones obvias: él vivía en Chile y hasta dirigía la Editorial Quimantú, que tanto hizo, durante el gobierno de la Unidad Popular, por difundir las mejores obras literarias, que se vendían, en ediciones baratísimas, en los puestos de periódicos. “Sobra decir que Baeza, a la primera escritora que me recomendó fue a Yolanda Oreamuno. Me dio libros sobre Camilo Rodríguez Chaverri
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Yolanda, el de Rima de Vallbona y el de Victoria Urbano, como te dije. “Carmen Naranjo me gustó mucho, la leí casi recién llegada, y escribí casi inmediatamente sobre ella. Me maravilló que pudiera construir una novela como Los perros no ladraron, donde la narración es subterránea, porque en la superficie sólo hay diálogo. Leí a la excelente Julieta (Dobles) y a Laureano Albán, cuya Geografía del delirio me encanta. A Alfonso Chase, a Quince Duncan, a Julieta Pinto, a Virginia Grütter Por supuestísimo, también a Isaac Felipe Azofeifa, a quien igualmente le dediqué unos cuantos artículos. Me gustó mucho Jorge Debravo. Conocí la obra poética de Mía Gallegos y Ana Istarú, muy jóvenes ambas por entonces. Aprecio grandemente la poesía de Milton Zárate, a quien conocí bastante tiempo después. También la de Carlos Francisco Monge y Ronald Bonilla. Leí a los dramaturgos Daniel Gallegos, Samuel Rovinski, Alberto Cañas, a quienes estimo tanto, también, como personas. Me dieron una novela, Abnegación, de García Monge, y supe que había que juzgarla en el contexto de su época. Incluso fui amiga de Lilia Ramos y de don José Basileo Acuña, en cuya casa estuve muchas veces. “Don Alberto Cañas, por supuesto, me interesó mucho como cuentista y, más adelante, como novelista, y Carlos Salazar Herrera también, un clásico del relato breve. (Si no conoces, Camilo, su narración brevísima “El bongo”, tienes que leerla con carácter de urgencia.) Me gusta la obra de Alfonso Chase, que fue de las personas que más rápidamente conocí. Aprecio la narrativa (además del enorme trabajo de difusión literaria) de Alfonso Peña, el esforzado papá de la Galería Andrómeda y el editor de la revista Matérika, que reemplazó a la vieja Andrómeda. José Ricardo Chaves, que fue mi alumno y era muy joven, también cuenta con mi respeto entusiasta por su literatura, incluida la ensayística, de gran peso, aunque bastante desconocida por los costarricenses, para mala suerte de ellos, por haberse editado en México, y Jacques Sagot, a quien vi por primera vez cuando era un mozalbete de 17 años. Sara Chinchilla (gran amiga, generosa, leal) le dijo a Jacques que debía conocerme, y mantenemos una sólida amistad desde entonces. Cuando me trajo, muchos años después, los Cuentos mágicos y góticos, le dije que los presentara a la UNED, y también le dije, ‘o bien, si tienes plata publícalos por tu cuenta, atrévete´” Al igual que Chaves, Sagot no sólo se destaca por su muy particular narrativa, sino 198
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que tiene gran talento como crítico literario. Mis deudas con él son enormes. En fin, leí incansablemente, y no voy a nombrar a la totalidad de los escritores, porque son muchos. Puedo asegurar que soy una de las personas que más conoce la literatura nacional, pues me hice el deber de estar al día en eso. En la hora actual, continúo preocupada de estar actualizada, aunque no dispongo del tiempo necesario. Tengo muchos amigos entre los escritores (Las poetisas Lilly Guardia, Roxana Pinto, Eliette Ramírez y Marta Royo, se encuentran entre ellos), y no sólo entre los de mi generación, sino también entre los jóvenes y de mediana edad. Uriel Quesada, que tiene indudable talento y ha avanzado rápidamente desde que comenzó, se encuentra entre ellos. Como reside en los Estados Unidos, nos comunicamos por medio de libros, mensajes electrónicos y, cuando viene al país, nos permitimos largas conversaciones en algún café. Carlos Cortés y su mujer María Lourdes, lo mismo, como también Anacristina Rossi, autora que cuenta con reconocimientos múltiples por la gran calidad de su narrativa. Rodrigo Soto, igualmente. He sabido, incluso, que publicó un libro de poesía buenísimo, pero como no me lo ha regalado, lo desconozco. (Si nos estás escuchando, Rodrigo, toma esto como una reconvención y procede en consecuencia.) Guillermo Fernández me parece un escritor de mucho futuro, pues demasiado rápido ha publicado obras ya maduras, tanto en poesía como en cuento. Y tú, Camilo, también: no sólo te debo cuanto has escrito sobre mi literatura, sino además tus libros de poesía y tus microficciones, que son muy prometedoras: yo nunca habría podido escribirlas a tu edad. Decididamente, eres un joven adelantado, además de gran trabajador. (Yo te nombro oficialmente el hombre más trabajador de Costa Rica, y sé que no exagero. ¿A qué hora duermes? ¿O no te hace falta?) Una mención especial me merece Alí Víquez, narrador de relato breve preferentemente, aunque también ha publicado una novela que tengo en mi biblioteca y aún no he podido leer. Los cuentos de Alí escapan de toda relación con otros de autores nacionales, por sus temas, por el estilo de la prosa, por el tratamiento que les da a asuntos sumamente originales. Le pronostico un gran destino en la literatura. Y tampoco puedo abstenerme de mencionar a Gerardo Campos, escritor no tan joven como los anteriores y sí muy “quitado de bulla”, pero excelente cuentista a quien comparé, cuando leí su primer libro (Marisol sí sabe por qué te quiere, Ernesto) con el Marco Camilo Rodríguez Chaverri
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Retana de La noche de los Amadores. Ultimamente Gerardo se ha apartado bastante de esa influencia y ha publicado un libro que aprovecho de recomendarte, Camilo, y de recomendar a quien guste del buen relato corto: Las rosas de la 23X, de la editorial de la Universidad de Costa Rica.
Rincón del idioma “Empecé a escribir en La República casi apenas llegué al país. Me permitió el ingreso allí Julio Rodríguez, que aceptó siempre cuanta propuesta le hice de artículos y secciones. Tenía una columna que se llamaba ´Rincón del idioma´, con base en los errores de lenguaje que encontraba en los periódicos. Tuve ese espacio como tres años. “Aprovechaba todo lo que iba aprendiendo de la literatura costarricense para escribir en La República y en Excelsior. Don Alberto Cañas fue muy importante para mí, porque un día me llamó y me ofreció que escribiera las reseñas de los libros de la Editorial Costa Rica, para publicarlas en los periódicos: en La República, en Troquel, en Respuesta, en Contrapunto, en Excelsior, en Universidad, donde, además, escribí por años sobre otros temas, gracias a la aceptación de Carlos Morales, que fue el primer costarricense a quien recurrí, a mi llegada al país, para que me recibiera un cuento en el suplemento “Ancora”, de La Nación, donde él trabajaba entonces. Con Carlos (quien hasta envió un fotógrafo a mi casa, para ilustrar con fotos el cuento, que era “El establishment”, perteneciente al libro aún inédito Tribilín prohibido) tengo deudas monumentales, y las tienen, también, los chilenos exiliados acá y los nicaragüenses. “Cuando pasé a escribir en La Nación, después que abandoné La República, las reseñas ya tenían más carácter de artículos. “En esos primeros años, todo me llamó la atención del país, su clima, las particularidades de la gente. Nunca noté que me discriminaran por extranjera. Los alumnos eran muy receptivos conmigo, y me dieron un trato excelente. No me puedo quejar de nada en materia de trato negativo. Colaboración tuve por todos lados. “Una de las inquietudes más serias que tenía en Costa Rica es que quería darle sentido a mi vida. Cuando llegué, me había visto obligada a dejar mi trabajo, dejar de impartir clases, y me convertí en una silvestre, anodina y arrinconada correctora de estilo, trabajo que me proporcionó una 200
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experiencia muy valiosa para mi mejor conocimiento del idioma, eso sí. “En Chile, tenía estatus en la universidad. Cuando empecé a escribir en los periódicos de Costa Rica, eso me llenó mucho. Cuando me vi obligada a dejar mi país, tenía un libro listo para publicar allá: Tribilín prohibido. Lo publicó mi mamá, años después, en la editorial Nascimento, estando ella en Chile y yo acá. Mientras tanto, seguía escribiendo y ya había reeditado Las otras personas aquí. Recuerdo perfectamente que Laureano Albán me ayudó mucho a lograr eso en la Editorial Costa Rica. (Laureano me contó que uno de los escritores más influyentes entonces y que formaba parte del Consejo Editorial, dijo que yo era “una Corín Tellado pornográfica”. No sé si será verdad, pero me opongo.) Desde aquí envié, al Primer Concurso de Novela Corta a que se convocó en Venezuela, en 1976, por el Instituto de Cultura Hispánica, mi relato Tábula rasa. ¡Oh, milagro!: obtuve el segundo premio, que también consistía en una cantidad de dólares cuyo monto no recuerdo. Intenté publicar esa novela en la Editorial Costa Rica, para lo cual la patrocinó, con una bella e inteligente fundamentación, don José Marín Cañas. Pero me la rechazaron. Años después hice un nuevo intento ante la misma editorial, con resultado igualmente negativo: dijeron que era demasiado breve (tenía cincuenta páginas) para constituir un libro. Entonces acepté una propuesta de mi compatriota Eduardo Montecinos, de la Editorial Nueva Década, para integrar la obra a un tomo que contuviera tres relatos de parecida extensión. Lo constituimos con “Las otras personas” (el primer texto del libro homónimo), “La tierra del Edén” y “Tábula rasa”. Apareció en 1983. Eduardo, como editor, decidió el título: Tres novelas breves de Myriam Bustos. Como a mí me parece demasiado pomposo, siempre que me refiero al libro le recorto las tres palabras finales. Debo admitir que las tres novelas breves más parecen cuentos largos. Sin embargo, yo las percibo como novelas brevísimas y no como cuentos. En ellas toco el tema de la infid elidad y el del exilio. Confieso que les tengo cariño (a los relatos, se entiende: exilio e infidelidad son asuntos que quiebran la vida.) En realidad, su género es híbrido entre el cuento y la novela. En todo caso, la cuestión no me parece importante. En ellas, no cuento las cosas de manera lineal. Son de lo más complejo que he escrito, complejas pero cordiales y hospitalarias, dices tú, Camilo: no fastidian al lector, pero sí le exigen. No son para leerlas en un autobús. Son para leerlas Camilo Rodríguez Chaverri
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en un momento de soledad, de concentración, de silencio. Como todo libro que se respete. “Concursé, en 1978, en los Juegos Florales de Quetzaltenango con Que Dios protege a los malos..., un libro de exilio, en el que estaban presentes la preparación del golpe de estado y mi salida de Chile. “Gané el concurso, algo que me pareció realmente milagroso, pues a ese certamen acudía gente del resto de los países del istmo y de Panamá. El premio era la publicación y 500 dólares. Me lo publicaron allá, pero me pareció tan fea y descuidada la edición (que me perdonen los guatemaltecos, que se portaron bellamente conmigo cuando viajé al país para recibir el premio), que nunca se la mostré a nadie. Y consideré que nunca existió. La Editorial Costa Rica me hizo la edición bonita. La otra no la tomo en cuenta. No me gustan los libros descuidados y feos, porque un libro feo me quita el deseo de leerlo. Creo que tienen que ser aceptables el continente y el contenido. Si me das agua en un vaso plástico, prefiero tomar directamente del grifo, a sorbos, aunque me moje la nariz y se me herrumbren los labios y los dientes. Hay un compromiso estético que me acomete frente a muchos otros objetos. Por eso, corrijo mucho.”
Antidio Cabal “Luego vino el libro Del Mapocho y del Virilla, con el que gané el premio del concurso ´Una Palabra´ de la Universidad Nacional. A raíz de ese libro conocí a Antidio Cabal, que, para mí, es una de las personas más respetables como ser humano y como hombre culto y escritor en este país. Como en otros casos, los costarricenses no saben lo que tienen en él. Suele ocurrir (aquí y en la quebrada del ají) que personas admirablemente dotadas en el ejercicio de una disciplina o un arte viven produciendo y sólo son tomadas en cuenta cuando desaparecen. Pienso no solo en Antidio Cabal (cuya obra Campo Nublo, publicada en Las Palmas de Gran Canaria, mientras su autor reside en Costa Rica, se encuentra entre los libros que más aprecio y amo, si tú quieres, Camilo, te hago un clon, para que la conozcas), sino en el notable pintor chileno Julio Escámez, que no ha recibido en este país el reconocimiento que merece, por su vida retirada y sin publicidad en San Pedro de Barva, y por su nula autopromoción, tan necesaria, lamentablemente.
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“Del Mapocho y del Virilla recoge cuentos que se refieren a situaciones que yo imaginé como ocurridas en Chile y en Costa Rica. Para yo poder crear una historia, necesito darle siempre un ámbito geográfico, necesito saber ´es allá´ o ´es acá´. Muchas todavía ocurren en Chile. Las imagino allá.” “Después de ese libro, publiqué Rechazo de la rosa, que es un libro que ya está más maduro. Lo siento más logrado. Es un libro con más fuerza, más universal: las situaciones que allí narro pueden provocar respuestas en personas de cualquier lugar o condición. “Eso es muy importante. Si una no se sale del terrenito en que vive y produce, la obra no levanta vuelo. Claro, hay que explicar que uno nunca se sale porque quiera salirse. Eso ocurre o no ocurre. No es algo intencionado. Es como cuando a una le dicen ´¿por qué no cambia sus temas?´ ´¿por qué no escribe sobre otra cosa?´, sugerencias que he recibido muchas veces. Una no puede escribir sobre otros temas sólo porque alguien se lo diga. Eso depende de un cambio real que se tiene que generar en la misma persona, que debe ser producto de un proceso, y ojalá de una evolución. A veces la evolución no se produce, y frente a eso no hay nada que hacer.”
Obsesiones y miedos “En el libro Reiterándome, retomo, como siempre, los temas que a mí me preocupan. Las mismas inquietudes que me asaltan surgen otra vez: el tema de las obsesiones, las relaciones personales, la mentira, el engaño, las casa en que se vive o donde se anhela vivir, la pérdida de los seres queridos, el envejecimiento, la soledad, que es uno de los temas que siempre me han inquietado.” “Creo que en lugar de reiterándome, estaba revisándome. Hay en este libro una construcción formal más rigurosa y a la vez más simple. El profesor boliviano Willy Muñoz me decía que en el cuento de ese libro “El hombre que está arriba”, se pasa de la realidad a la fantasía sin que el lector siquiera se percate.” Es que yo, al escribirlo, tampoco me percaté de lo que estaba ocurriendo, porque la escritura la arrastra a una y la conduce, tantas veces, adonde no había pensado llegar. Aparece en ese libro un cuento que yo quiero mucho y que tardé bastante en escribir, porque no conseguía encontrar el camino (situación que también enfrenté con “Madre perra”, otro de los relatos del conjunto), hallar el “tratamiento” adecuado para el tema (cada tema, cada asunto impone Camilo Rodríguez Chaverri
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un tratamiento distinto, tú lo sabes, y por eso un libro de cuentos resulta de escritura más compleja que una novela, en la que el autor se desenvuelve siempre dentro de un solo molde). Estoy hablándote del que llamé “Metáflora”, donde aparece un hombre enamorado de una bugambilia. Trata del conflicto humano generado por la incapacidad de relaciones, sobre todo cuando no están aceptadas por la sociedad. El hombre quería tener dos mujeres. Eso era lo que él quería. Pero eran dos bugambilias, una morada y una blanca toda desteñida, así como soy yo. Cuando lo escribí pensé en ´La calera´, el cuento de Carlos Salazar Herrera. Es el mismo tema, pero con argumento diferente. Presenta la saturación del hombre con la blanca y el contraste de la morada, y al final, cómo el hombre decide quedarse solo. “Ahí también está la historia de “Madre perra”, que es tremebunda. A muchas personas les ha producido asco. Don Alberto Cañas dijo, en su prólogo al libro, que era un cuento notable. Creo que bastó eso para que muchos lectores que tal vez no habrían reparado en él le prestaran atención. Te cuento que yo, cuando tenía todos los textos escritos, hasta pensé en eliminar del libro ese relato, porque temía que no fuera bueno y malograra el conjunto. “El regreso de O.R. es un libro bastante complejo. Siempre he tenido preocupación con los cierres de los cuentos. Tiene que haber una forma de terminar la cosa, no como “bueno, sí, ¿y qué pasó después?´.” “Tú cierras el cuento y tienes los elementos necesarios para proseguir tú mismo la historia, buscándole un contenido a eso que el escritor no te dice, que te lo sugiere.” “En este libro está el cuento “Complaciendo a los niños”, donde una familia se va a trasladar de casa y los chicos del barrio empiezan a pedir las cosas que tienen por ahí para regalar. Al final, los tiro a un barranco con todo y carro. Un día, leí este cuento en la plaza de El Farolito, en el Centro Cultural Español, y una señora, la madre de las escritoras Dorelia y Macarena Barahona, me dijo, espantada, que ella nunca me entregaría a un niño para que lo cuidara. De nuevo el problema es que la gente le atribuye a una las motivaciones de los personajes.” “Mis personajes son variados. Exorcizo el exilio en los cuentos. A mí la literatura me ha salvado, y de qué manera. Estaría liquidada si no contara con esta vía de escape, con esta muleta formidable para no caerme
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Historias secreta de cuentos “La huida” –que también forma parte de El regreso de O.R.- nace un día en que venía de visitar a mi madre, que estaba en un hogar de ancianos, en la Casa de Salud María Auxiliadora. Yo venía llorando, como tantas veces, y en eso rozo, sin darme cuenta, a un hombre viejo que venía en bicicleta. Se levantó del suelo y me vociferaba maldiciones gitanas y de otro tipo. El hombre me seguía y me seguía. Y yo, muerta de miedo.” “Una exagera. La exageración es la que te hace bonita la historia, le pone la densidad que la historia necesita, y los detalles. Sin embargo, a veces tengo muy clara la motivación, y a veces no, porque de seguro está en el inconsciente. “Raúl, mi marido, está en muchos cuentos y en muchas de las microficciones. Me vengo de él, de sus ofensas, de sus agravios, en los cuentos. Él se ríe porque se reconoce. Yo me río más, porque tengo mucho sentido del ridículo, y a veces lo pongo a él en situaciones francamente ridículas. Nunca se ha enojado conmigo, porque no es ningún tonto y sabe que la literatura nace de cualquier cosa, y que una aprovecha lo que sea para elaborar una historia donde nunca, pero nunca, la realidad inspiradora se presenta tal como es. Fíjate, por ejemplo, en los cuadros de Picasso que retratan a una mujer. Ella fue la inspiradora, la fuente, pero el resultado es otro, puesto que el arte no es copia, sino creación, invención, reelaboración. La verdad es que mi marido me ha estimulado mucho. Con la poca confianza que tenía en mí misma, su apoyo ha sido fundamental. Si me hubiera dicho que mis cuentos eran malos, hubiera dejado de escribir, con profundo dolor. Estoy absolutamente segura de que yo no habría sido escritora sin él, que habría colgado tempranamente la pluma. “Después, los libros que vienen son, precisamente, los microcuentos que figuran en Cuentas, cuentos y descuentos, título que inventó él, además, que también me escribió el prólogo, un sesudo prólogo que va más allá de mi libro. (A mí me importa un rábano que me censuren porque mi marido o un amigo escribe algo sobre mí. Tampoco tengo pudores para declarar que el trabajo de mi esposo tiene calidad, como lo hice cuando propuse, hace un tiempo, ante la editorial de la UNED, la publicación de ese excelente libro suyo que se llama César Vallejo; poemas y tormentos. Te lo recomiendo, Camilo, si no lo conoces.) “De repente me surgió una historia, Camilo Rodríguez Chaverri
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y después me engolosiné con la cosa. Son más de ochenta textos brevísimos. Uso la técnica del collar: una historia me lleva a la otra. Pasa más en este tipo de literatura que en la otra de los cuentos-cuentos. Cuando uno tiene una profesión de escritora, está siempre pensando en la obsesionante literatura, y descubre cosas que le pueden servir para su trabajo. Le ocurre a mi marido, que se ha dedicado a estudiar la revolución científica y tecnológica, y sus implicaciones en la vida actual. Siempre anda en eso. Viejo chiflado, que por fin logró concretar sus preocupaciones y su conocimiento vasto del tema en un libro publicado por EUNED y que se llama Los nuevos paradigmas en la actual revolución científic a y tecnológica. “Cuentas, cuentos y descuentos se publicó en el 95, y en el 96 publiqué Recuentos. Después del segundo libro de cuentos pequeñísimos, creí que no iba a seguir en eso, pero pasaron seis años, y en el 2002 publiqué Microficciones. Lo que los une a los tres es que todo es sintético, condensado, resuelto en el menor espacio posible. Cuando yo voy a escribir, debo saber de antemano si se tratará de un cuento o de una microficción, porque la técnica, el estilo, son absolutamente distintos en cada caso. Sin duda, no es la extensión la única diferencia, como podrá creer alguien ajeno a la narrativa”.
Premio Nacional de Cuento “Más adelante, publiqué De pluma y de plomo, y Una ponencia y otras soledades... . Gané el Premio Nacional de Cuento con este último libro de pura casualidad. Creí que nunca iba a ganar un premio nacional en Costa Rica. Cuando estaba concursando Rechazo de la rosa, declararon desierto el premio de cuento, Observa tú que yo no soy persona con ángel para los premios en este país, de manera que ni pienso en ellos cada año. Todos los que he obtenido datan de varios años atrás, con excepción del inesperado Aquileo que me trajo Una ponencia... En general, mi trabajo no les gusta a los jurados, eso es un hecho muy obvio. ¿Que si me duele? Es bonito obtener un premio de estos, pero a la edad que yo tengo ni siquiera se sufre. Afortunadamente la vida va haciendo que la persona valore lo que realmente tiene valor y deseche lo demás. Para mí, el premio lo llevo adentro: está en la satisfacción de poder escribir, en la suerte de poder publicar y en la respuesta favorable que se obtiene, a veces, de los lectores que dicen algo. Nada más.
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“También quiero decirte algo, siquiera, de Cuentos para almas diáfanas. Es donde hay más historias de perros y niños. Es el más optimista. Más bien, el único optimista. Está pensado para gente a la que no hay que amargarle la vida. Los otros no importa, porque son para adultos, y los adultos saben que la vida es negra. Yo me pongo en el papel de los niños y los animales.” “Cuento la historia de las memorias de Burrita. Está inspirado en una perra que recogí en la calle y a los dos días se me murió. Es el más tierno de todos. En él, la perrita no muere, sino que hasta se prepara para su matrimonio (naturalmente, con uno de mis perros, qué te crees). De ese libro, a mi esposo le gusta “Los últimos años de Pedro”, la historia del hombre que les cuenta historias a los niños. A mi amigo Francisco Delgado, el poeta turrialbeño, le gusta, en ese mismo relato, la historia de los niños que se salvan de un incendio, que es una historia intercalada, así como las incluía Cervantes en su Quijote. (A propósito de Francisco Delgado, hace rato que no quiere nada conmigo, Y pensar que ha escrito comentarios tan bellos sobre mi trabajo literario, que no han podido publicarse porque no hay dónde...) “El libro no es de niños ni de animales, sino de seres inocentes, seres desvalidos, puros, y a merced de los vendavales de este mundo. “En ese sentido, me gusta aclarar que los perros agresivos son culpa del ser humano. El ser humano los cruza para lograr animales de ataque, luego los mantiene encerrados, amarrados, solitarios, los vuelve locos, y como si eso fuera poco, no los controla. Yo no podría matar a esos animales. Tuve una aventura terrible. Una perrita mía me la mató un perro en la calle, un pastor alemán. Desde entonces, no salgo sin protección, pero me encomiendo al cielo de que no tenga que matar a un perro para defender a los míos. Ellos no tienen la culpa. No deberían permitir que en el país tengan un perro de razas como las de los pitbulls. Habría que prohibir la reproducción y, mientras exista, es preciso que los tengan resguardados”. “El libro Temas recurrentes es como Reiterándome. Son cuentos amargos. Ese terrible, que se llama “Las tres gracias”, es la historia del hombre al que se le pone fea la esposa, situación que no es nada infrecuente en la vida. Está, también, la anécdota del hombre que llega a la casa y se entera de que el otro escapa en pelotas, y luego el relato de la mujer que se queda sola y empieza a escuchar ruidos atemorizantes en Camilo Rodríguez Chaverri
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plena noche. En el cuento “El cuarto propio”, desarrollo la historia del viejo mezquino que nunca permitió que alguien entrara en su pieza. Ahí se encontraba un tesoro y no lo quiso compartir. Pero no me preguntes, por favor, en qué consistía el tesoro...
Pobre mamá “Pero no sólo quiero hablarte de mis libros. Un hecho trascendental en mi vida es que me pude traer a mi mamá para Costa Rica. Se vino en 1981 porque ya estaba anciana y sola. No se acostumbró nunca al país. Nunca logró integrarse, porque las personas de tercera edad no resisten el trasplante, eso hay que saberlo. Le alquilé una casa que quedaba a tres cuadras de la mía. Me pasaba toda la tarde con ella y con el chihuahua que le compré para que tuviera compañía. Renuncié a toda vida propia. Cuando tenía cuatro años de estar aquí, se le diagnosticó el mal de Alzheimer. La tuve que ver destruirse. Se puso violenta. Después, fui notando cómo se transformó en una cosa. Lo más terrible es que dejó de hablar y de pararse. El período final se produjo porque dejó de comer. Ya no sabía cómo es que se come. Se convirtió en una especie de muerto en vida, con el cuerpo como el de los judíos en el campo de exterminio. Puedo asegurarte que este es un dolor que sobrepasa cualquier otro. “El tema del deterioro está en mis cuentos. Lo viví con ella. Es horrendo, terrible. Fue mi gran tragedia en Costa Rica. No la sepulté, la incineré. Aquí tengo las cenizas de ella. “Como ya sabes, otro tema del que te he hablado es el del exilio. Nadie está del todo feliz, por mucho que ame a la persona, cuando se casa y se aleja de su patria. El exilio es terrible, es un largo período de padecimientos, de añoranzas. Es un duelo larguísimo. Termina cuando tú te has integrado en el otro país. Mi acostumbramiento a Costa Rica es producto de que pude hacer cosas, y me interesa todo lo de acá. Les he ayudado a los escritores del país a difundir su obra, a prologar su obra. A algunos les he ayudado a revisar su obra, también. Sin embargo, la añoranza existe siempre. “En mi caso, también está la ventaja de que tengo a mi marido, y que él es chileno. Los dos sufrimos el mismo fenómeno, nos disgusta lo mismo, estamos muy compenetrados en todos los aspectos. Si juegan Chile y Costa Rica, somos partidarios de que gane Costa Rica, imagínate... Cuando fui a los Juegos Florales con Que Dios protege a los 208
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malos, que son cuentos en los que Chile, ya empecé a sentirme de acá... “Uno logra acomodarse, te digo, en Costa Rica, en la forma de ser obligan a irme de este país, sentiría viví una vez y fue muy duro.
casi solo se hablaba de hay algo más elocuente del costarricense. Si me un segundo exilio. Ya lo
Escritores foráneos Mi relación con otras personas que escriben ha sido muy importante en este país. He mantenido una real amistad con ellas casi desde mi llegada, y el punto de contacto ha sido la literatura. Los argentinos que han vivido en Costa Rica, por ejemplo, me han resultado entrañables. Carlos Catania (ya retornado a su Santa Fe, pero siempre cercano, para mí), Víctor J. Flury y Ricardo Martín forman un trío que me ha hecho sentirme su hermana. Como se sabe, los tres no sólo son escritores (y de los buenos), sino, además, autores de artículos de periodismo cultural (muchas veces, acerca de obras literarias) y orientadores de sus alumnos en talleres literarios y en cursos sobre literatura. He estado varias veces en este tipo de reuniones y aprovechado el conocimiento de los profesores escritores. Ricardo Martín –menos “popular, por así decirlo, que Carlos y que Víctor- es autor de una novela corta que atesoro entre mis libros más queridos: Los ojos y la boca, que publicó la Editorial Losada y que deberían conocer aquí todas las gentes de letras, por su gran calidad. Además, Ricardo es un magnífico autor de microficciones que se tiene guardadas por no sé qué afán de ocultamiento que no comprendo. Estos tres argentinos –a los que uno, aunque lo conozco bastante menos, al poeta Tomás Saraví.- son como de mi familia, en Costa Rica. Guatemala se ha acercado a mí, del mismo modo, en la persona de otro escritor de talento y muy particular en su estilo narrativo-poético: Rafael Cuevas, profesor universitario en la Universidad Nacional. España no sólo me ha brindado la amistad de Antidio Cabal en persona, sino también, a distancia, me ha regalado a unas cuantas amigas escritoras que se han ocupado de mi trabajo escrito. Cristina Lacasa, la poetisa aragonesa; Marina Martín, la profesora y ensayista segoviana residente en Estados Unidos; Ana María Fagundo, la también profesora, ensayista, poeta y cuentista canaria que sólo ahora ha
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regresado a su tierra después de toda una vida de trabajo en los Estados Unidos, igualmente. “Y Chile: ¿qué relación tengo con él, en materia literaria? Gracias a la intervención de mis dos amigos poetas -Juan Antonio Massone y Fernando González-Urízar, que no hace mucho partió de este mundo-, pertenezco a la Academia Chilena de la Lengua desde 1996, en calidad de miembro correspondiente (a Costa Rica). Gracias a la profesora, ensayista y poeta María Inés Zaldívar, cuento con un ensayo de su autoría sobre mi libro Reiterándome (Reiterándome, de Myriam Bustos, o la elevación frente a la negación). Gracias a Gabriela Mora, profesora de Literatura en Rutgers University y ensayista notable, he conseguido contactos con importantes gentes de letras y me he benefic iado con la lectura y la posesión de sus invaluables libros y de sus ponencias en distintos congresos. Todas estas personas amigas y compatriotas me envían sus publicaciones, al igual que el escritor Rolando Rojo (”Cabro Nano”), que trabaja también en una universidad chilena y es un destacado narrador. Ellas me permiten mantener el contacto con mi país natal y estar enterada de lo que se escribe por allá. Por supuesto, cuento también con muchas amigas en Chile que nada tienen que ver con la literatura, pero que me escriben, que no me olvidan.
Libros ilustrados Un grupo heterogéneo de artistas costarricenses, chilenos y colombiano (uno de ellos) me ha hecho el gran regalo de ilustrar mis libros, a partir de la publicación de Tres novelas breves, cuyos dibujos creó mi compatriota Osvaldo Salas. Son ellos Hugo Díaz (Rechazo de la rosa); Marcos Roda (Reiterándome); Luis Paulino Delgado (El regreso de O.R.); Fernando Castro (Cuentas, cuentos y descuentos); Osvaldo Salas y Oscar Cuevas (Cuentos para almas diáfanas); Osvaldo Salas (Recuentos); María José Acosta (De pluma y de plomo); Osvaldo Salas (Aprendiz de investigador); Ana Griselda Hine (Una ponencia y otras soledades); María Pía Jiménez (Objetos interiores); Jaime David Tischler y Carlos Charpentier, fotógrafos (Temas recurrentes); Felo García (Microficciones); Rebeca Vargas (Inefable animal humano). Todos ellos han enriquecido la fisonomía de mis textos.
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Ganándose los frijoles Cuando dejé mi puesto de correctora de estilo en CEDAL, trabajé un par de años como profesora en la Escuela Superior de Ciencias Contables y, simultáneamente, en el Colegio Universitario Monterrey, de la UACA (Universidad Autónoma Centroamericana), donde fui Directora de Estudios y profesora de Metodología de la Investigación. De allí pasé a desempeñarme como productora académica en la UNED, donde continué hasta finalizar mi período laboral activo. Creo que mi labor allí fue significativa, porque también pude contribuir al perfeccionamiento de los textos didácticos ajenos. Además, me di espacio para producir mis propios libros destinados a la enseñanza, que son varios, unos acerca de la elaboración de algunos tipos de “composiciones” escritas de uso corriente y carácter práctico, como esquemas, resúmenes, notas verbales o recados escritos, solicitudes, presentaciones, recomendaciones; otros sobre puntuación y castellano correctivo, y una última obra llamada El estudio, activo trabajo intelectual, que se destina a la materia de Técnicas de Estudio, en la Universidad Estatal a Distancia. Como puede notarse, mi vocación de profesora ha pesado fuertemente en mi producción escrita.
Los perros en su vida... “Cuando estaba chica tuve un perro y se me murió. Lloré amargamente. Mi hermano y yo fabricamos pequeñas coronas con las flores que había en el patio de la casa y lo enterramos envuelto en un abrigo nuestro junto a un limonero. Aquí en Costa Rica, le compré un perrito a mi mamá, un chihuahua al que Raúl bautizó como Pasapopillo, y empecé a darme cuenta de lo lindos que son; me lo pidieron como novio, para aparearlo como una perrita, dije que sí pero exigí que me dieran una de las crías, y ese que me dieron fue el primero mío aquí en Costa Rica. Se llamaba Chanchito. Todo empezó porque pensé en un perrito para que le sirviera de compañía al de mi mamá. Uno conmigo, el otro con ella, pero se veían todos los días y se entendían admirablemente. A Chanchito debí aplicarle la eutanasia cuando apenas tenía cinco años, porque le aparecieron cálculos renales y sufría mucho. Qué experiencia más negra la de tomar esa decisión. Luego recogí una perrita que se había perdido y la llevé a mi casa. Era la Pascuala, que es “Cancita Celeste” en un Camilo Rodríguez Chaverri
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cuento. En la vida real me la mató un perro, como ya te conté, y en el cuento se fue al cielo, donde estoy segura de que se encuentra. Hay un cielo especial para los perros, ¿lo sabías? ”Descubrí que hay perronalidad. La perronalidad es la personalidad del perro. Me parece mucho más respetable que la personalidad de los humanos. Los perros tienen las mismas características del ser humano: los hay celosos, los hay tímidos, los hay atrevidos, los hay desvergonzados, los hay impúdicos… Mira esta perrita que está aquí, con nosotros, cómo se acuesta de espaldas y muestra las vergüenzas. Necesitan el cariño con desesperación. En lo único en que no se parecen a los seres humanos es en que su fidelidad y su lealtad son a toda prueba. “Creo que los perros me van a acompañar siempre, mientras yo esté en condiciones de atenderlos, puesto que dan mucho trabajo. Me llenan la vida. Ahora tengo cinco: Negrillo y Bubulina, huérfanos ambos, porque se me murieron los papás. Esta Bubi es la tremenda. Es una perra difícil. Le quita la comida al perro, y el perro jamás se la roba a ella. Él, como un galán, lo permite. Ella es como la típica mujer difícil. Si hay varios perros en una casa y una sola perra, la conflictiva es la perra. Como si fuera una mujer. Además de los defectos que te mencioné, Bubi es depresivoansiosa. Yo la comprendo, porque en tres oportunidades he padecido ese desorden psicológico. Igual que ella, yo me deprimía al mediodía. Era tan atroz mi estado, que sólo deseaba morir. Los otros tres perros que tengo son los hijos de Negrillo y de la perra Chiquita de mi incomparable amigo José Solís (quien, entre paréntesis, es el mayor conocedor de mi literatura: constantemente me corrige detalles cuando yo digo algo sobre alguno de mis cuentos, que son como si él los hubiera parido). El y yo somos consuegros, entonces, y además fuimos los celestinos, porque los cruzamos bajo nuestra vigilancia. Van a cumplir cuatro meses. Se llaman Chiguate, el macho; Segua, la hocicona de patas larguísimas y pies y manos grandes, que tiene cara de caballo, y Pata Café, la negrita más pequeña, a quien regalé, pero como se negó a comer durante una semana completa, debí traerla de vuelta a casa. Todos estos cachorros usan indumentaria muy particular: desde el cuello hasta los pies, lucen manchas negras e irregulares en la rosada piel, como si remedaran a los dálmatas, pero sólo en la pechera Se encuentran en la edad más hermosa, pero también más dura de sobrellevar. 212
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¿Me ves las manos y los brazos, llenos de heridas? Porque ellos expresan su cariño lanzándose en trío a morderme y rasguñarme. Desde que están en casa, no he podido ponerme vestido, porque debo protegerme las piernas con pantalones. Te aseguro, Camilo, que estos perritos nuevos han hecho que este período sea mucho más precioso para mí”. Inédita, 2003
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Elena Pardo
La escritora de Limón
En otra vida fue reina. Se lo noto con sólo verla. Está sentada en una silla de plástico, bajo una carpa azul, frente al parque Vargas, en medio de un homenaje a su amiga, la poeta Eulalia Bernard. La silla de plástico quiere pedirle perdón pues ella parece haber inventado la palabra elegancia. Aunque es blanca, en su ropa hay algo que recuerda la delicada belleza de los vestidos de las mujeres negras que conservan la distinción que les viene de Jamaica y de África. Enamora la belleza de esta señora, su sonrisa, su manera de vestir. Tiene algo que el pianista y escritor Jacques Sagot llamaría “aristocracia del espíritu”. A sus 77 años, nada hace falta para que uno se entere de que sabe lo que es ejercitarse en el encanto. Limón no siempre es como el ébano del continente al que le debemos la cultura embriagante de la provincia. Y Elena Pardo es una síntesis de la personalidad de esta tierra. Después del encuentro en el parque de Limón, con el tajamar a la vista, y el mar a la orilla de la oreja, nos hicimos amigos por teléfono, y sólo después de varias conversaciones, nos reunimos. Vive en la Loma de los Garrón, camino a Cerro Mocho, en esa maravilla del paisaje de Limón, donde una montaña a la orilla de la ola permite ver la playa como si uno estuviera planeando para tomar fotos desde el aire. Está abierta la puerta de una humilde casa de madera, pintada de verde. Cuando me acerco, llega una perra boxer viejísima, pero que, con sólo verla, no se ha cansado de andar. Entonces veo venir a la bella dueña de su espacio. La memoria se guarda de vida en vida, y ella algo recuerda de su pasado de reina. 214
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Su casa se ve pequeña y sencilla por fuera, pero es grande y está llena de reminiscencias de las culturas de Limón. Hay una esquina de la sala donde tiene como un pequeño museo oriental, por lo que podría pasar por la casa de alguna familia china de esta ciudad. También hay numerosas pinturas del mundo aborigen, indígena, de Talamanca, y muchas pinturas del reino afrocaribeño. En el medio de todo, la escritora limonense es una aparición luminosa. Mientras me prepara una limonada, me detengo en cada una de las quince obras de pintores limonenses que pueblan las paredes del segundo piso, y que, por la amabilidad del diseño arquitectónico de su casa, se pueden apreciar desde la planta baja. Luego, me asombra una puerta que cuelga de la nada en el centro de su rincón oriental. En ese momento vuelve la señora con dos vasos en las manos, y descubre mi interés por aquella puerta que parece ser una herida del planeta por la cual uno pasa a otra dimensión. -Esa puerta me la prestó Francisco Alvarado Avella. Viene de China. Sonríe, y me lleva a una terraza, que es como un ojo gigantesco en esa casa y en esa loma. Desde allí, las casas del fondo parecen dientes de la enorme boca del mar.
Un personaje Elena Pardo Castro nació el 4 de mayo de 1927, en San José, hija de Rogelio Pardo Figueroa y Arabella Castro Quijano. Llegó a la provincia de Limón de 9 años. Su padre fue nieto de uno de los fundadores de Limón, Pedro Pablo Pardo, un capitán de navío. “Papá era comerciante. Tenía muchísimas tierras porque fue uno de los primeros hombres en afincarse en Limón. Cuando eso, estas tierras no valían nada. Hoy valdrían quién sabe cuánto. “Papá fue gobernador de la provincia de Limón en 1910, en el tiempo de don Ricardo Jiménez. Tuvo varias residencias. También vivió en Bocas del Toro. “Tuvo un negocio con Otilio Ulate, se llamaba Pardo y Ulate. Era una empresa de exportación e importación de bienes. Luego tuvo una empresa que se llamaba Pardo y
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Maduro, e hizo negocios con Míster Wolf, el gerente de la Limón Trading Company. “A los 6 años perdí a mi mamá. Tuve una niñez llena de dolor, pero aprendí a gozar de la belleza desde que estaba muy pequeña. “Papá nos trajo para Limón cuando se cansó de estar solo aquí. Yo ya había estado en la escuela García Flamenco y en la Vitalia Madrigal, en San José. Llegué a Limón cuando iba para tercer grado. Éramos una familia nómada. Papá tenía fincas, y le encantaba irse con nosotros para la montaña. “Pasamos grandes temporadas en Santo Domingo de El Roble, en Heredia, en un pueblito pequeño. Ahí pasábamos en una finca cafetalera. “Mi papá era un aventurero de las fincas. Por ejemplo, fue dueño de la hacienda ´La Vieja´, en San Carlos, que después fue de don Otilio. Mi papá se la vendió. En esa finca había de todo, pero no se podía sacar nada porque no había carretera. Las mulas se iban hasta la panza de barro en el invierno. Ahora, en cambio, pasa la carretera Interamericana al frente. “También tenía una finca en El Tejar de Cartago. Era una lechería. Era muy inquieto, un verdadero hombre de avanzada. Por ejemplo, en esa finca tenía ganado Holstein. Se vendía a 15 céntimos la botella de leche. “Uno de los amigos más íntimos de mi papá era Míster Wolf, pariente de Calderón Guardia. Era amigo de mi padre. Le ofreció el negocio de la Limón Trading, que era un negocio muy grande. “Fue en 1936, pero ya en 1940 nos devolvimos porque papá se puso muy enfermo. Papá perdió a la segunda esposa en 1934. Ella murió de 36 años. Cuando eso mi papá tenía un almacén que se llamaba ´La Proveedora´, la mejor ferretería de Limón. Estuvo 60 años. “A los 12 años perdí a mi papá. Me quedé muy sola en el mundo. Por eso tuve que volver a la Escuela Vitalia Madrigal, y después pasé al Pensionado de Monjas de Heredia. “Estuve en el Colegio María Auxiliadora, donde estaba interna. Posteriormente fui al Instituto de Alajuela, porque en los pueblos no había colegios. Los muchachos de provincia estudiaban en las capitales de provincia. Tenían que irse para Alajuela, Heredia o Cartago. En Limón no había colegio. Mi hermana mayor, Eneida, se había ido para Alajuela, y era la que nos cuidaba, así que nos fuimos para allá.
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“Mi hermana se convirtió en mi segunda mamá. Es más, ella todavía dice que es mi mamá. Me dice que soy su hijita, su muñeca. “El Instituto de Alajuela era un colegio mixto. Ahí empecé yo a incursionar en teatro y en radio. En cuanta asamblea había, yo participaba dentro de alguna dramatización. “Saqué el bachillerato y me casé. Tenía menos de 18 años. Mi esposo era un hombre de dinero, veinte años mayor que yo. Nos habíamos conocido en Limón. La verdad es que yo estaba muy solita. Fue entonces cuando tuve a mi chiquita, Arabella, la que es poeta. Estuve casada apenas dos años. En ese momento estaba viviendo en San Carlos de Nicaragua, que era en ese tiempo el pueblo más espantoso, más remoto que se pueda imaginar. “Cuando lo dejé, me vine para Limón, como siempre ocurriría con cada etapa de mi vida de ahí en adelante”.
La Revolución en el puerto “Ahora estoy escribiendo mi noción del 48. Yo creía en Don Pepe, y tenía toda la exaltación de la época. Recuerdo que la radio clandestina pasaba todo el tiempo transmitiendo consignas revolucionarias. Todo el mundo estaba exaltado, con la pasión a flor de piel. “Había bombardeos frecuentes. En Limón, una bomba cayó en un lote baldío. Uno dice ´bombas´, pero la verdad es que eran ´hechizas´. “Recuerdo que los oficiales del 48 eran guapísimos. Yo armé un comedor en Limón para recibirlos, para atenderlos… Todos comieron en mi casa, o por lo menos la mayoría. “Recuerdo a Pillique Guerra, a Johnny Víctory, a los hermanos Castro, a Carl Steinvort, a Mario Truque, Jorge Arrea, Castro Astúa y Benjamín Piza. “Ayudé tanto a la gente de Figueres que hasta me nombraron ´Madrina de la Legión Caribe´. “Poco después de la Revolución del 48, mi hermana Eneida me aconsejó que empezara a estudiar. En ese momento entré a estudiar Odontología, aunque Eneida me insistía en que estudiara Educación. Me fui a estudiar a San José. Me metí a la Universidad de Costa Rica “Mi dentista me aconsejó que estudiara Odontología y eso fue lo que hice. Mi familia me ayudó a sacar la carrera. Apenas me alcanzaba para medio vivir.
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Mi chiquita iba conmigo a clases casi todos los días. Entre mis compañeros y mis compañeras me ayudaban a cuidarla. “Todas las mañanas mi hijita me decía ´mami, ¿qué nos toca hoy, pótesis o cilugia?´ “Saqué la carrera en seis años. Cuando empecé a estudiar tenía 20 años. A veces era tan difícil la situación que no tenía ni plata para comprar leche. Cuando me ocurrían esas cosas, mandaba a mi hija para Limón. Tuve que pasar hambres para estudiar, pasé muy duro, pero, aún así, fui una excelente alumna. “Incluso, a pesar de mis limitaciones, trabajé como actriz durante todo el tiempo en que estuve en la universidad. Lucho Ranucci era el director. En ese tiempo estaban en el teatro Haydée de Vives, Francisco de la Espriella y José Tassies. José Trejos llegó un poquillo después. Desde entonces, la reina de las tablas era Ana Poltronieri. “Siempre fui primera actriz, como la Poltronieri. Por eso es que casi ni nos veíamos. Participé en la obra ´La sirena varada´, con Fernando del Castillo. También trabajé en la obra ´Ha llegado un inspector´, con Óscar Bákit, quien luego se dedicó a la publicidad y escribió un libro de cuentos mariachis, del 48. “En ese ambiente del teatro fue que me hice muy amiga de Francisco de la Espriella, quien es tío de Abelito, el Presidente. Rómulo Salas también actuaba y terminó siendo el amor de mi vida”.
Una educadora “Desde que empecé la universidad me enamoré de Rómulo Salas, quien también era estudiante de Odontología y compartía conmigo el amor por el teatro. Tenía 19 años. Yo era mayor. Cuando terminamos la carrera, nos casamos. “Yo creo que era que se ponía tan celoso con lo de la actuación que se metió él también en la actuación, y en serio. Recuerdo que participamos en la obra ´Débora´. “Apenas terminamos la universidad, nos vinimos para Limón. En ese momento, la provincia atravesaba una terrible crisis económica. No había banano, no había cacao, y tuvimos que lucharla mucho. Ya veníamos de dentistas. “Combinamos la práctica profesional con el trabajo como profesores de Ciencias en el Colegio Diurno de Limón. Estuvimos trabajando de esa manera durante diez años. Además de eso, dimos clases en el Colegio Nocturno durante dos años. 218
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“Como estábamos juntos en todo, mientras uno daba clases, el otro estaba trabajando en el consultorio. Esos años no reportaron mucho dinero pero fueron muy gratificantes. “Ayudamos a formar varias generaciones de muchachos aquí en la provincia de Limón. Nosotros siempre decimos que los limonenses deben tener una estrella en la frente, porque en Limón hay mucha oscuridad y mucha ignorancia. La estrella que tenemos que llevar en la frente es para ir iluminando el progreso”.
Una madre, una dirigente “Rómulo y yo tuvimos dos hijos, Romano y Gilma Alejandra. Romano es odontólogo, y Gilma Alejandra vive en Estados Unidos. “Nunca dejé mi interés por el trabajo comunal. Apenas volví a Limón, recién casada, me integré en muchos grupos. Tenía un club de visitadoras sociales, formado por estudiantes que todos los días iban al hospital, y trabajaban en el salón de Pediatría, en el salón de Mujeres y en el salón de Hombres. Estas visitadoras sociales cuidaban a los niños y les daban lecciones a los que estaban en edad escolar. “Para el Día del Niño y para la navidad, las visitadoras sociales hacíamos juguetes para regalar, y hasta hicimos unos muebles para la sala de Pediatría del Hospital Tony Facio. Los muebles los hicimos junto con un profesor de Artes Industriales que ya murió, y que se llamaba don Carlos Araya. “Mientras estuve trabajando en el colegio era quien montaba casi todos los espectáculos y las coreografías. A muchos muchachos les organizaba actos sociales para enseñarles protocolo, para enseñarles cómo comer, cómo servir una mesa y cómo tratar a su pareja. “Busqué crear un movimiento teatral en Limón. Recuerdo que estaba montando ´La zapatera prodigiosa´, y por capricho de una muchacha que al final no quiso actuar se nos cayó la obra, a pesar de que teníamos lista la escenografía. “Con la misma gente que estaba en los talleres de actuación preparaba una gran cantidad de material didáctico que repartíamos en las escuelas limonenses. Y como era profesora de Ciencias, en el área de Botánica a principio de año les exigía sembrar un árbol en almácigo, y para trasplantarlo a finales del curso lectivo. Así fue cómo nació mi interés por las áreas verdes de Limón, que es algo que conservo hasta hoy. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Tengo la satisfacción de que nunca se me quedó ningún bachiller en Biología. Luego, de la Universidad de Costa Rica recibí la noticia de que mis alumnos eran los mejores del país. “Después de mi paso por la educación, entonces sí me dediqué de pleno a mi profesión. Mis entradas se multiplicaron, y eso permitió que pudiera disponer de más recursos para mi trabajo comunal. “Fui Presidenta del Patronato Nacional de la Infancia en la provincia de Limón, presidenta de la Junta Directiva de la Aldea de Moín, que recibía a los chiquitos que recogía el PANI por estar abandonados o en estado de maltrato y abuso. En todo esto hice una labor lindísima, que me llenó muchísimo. “Le hicimos un kínder a la aldea, y dos o tres veces me encargué de la pintada de las casas de la aldea, del alcantarillado y las aceras. También les pusimos play grounds y les hacíamos unas fiestas de navidad maravillosas. “También fui presidenta del Centro de Formación y Recreación Juvenil de Limón. Dentro de todo lo que hicimos en esa institución, recuerdo que publicamos una colección de obras de pintores limonenses en forma de tarjetas postales. “Asimismo, montamos clases de pintura infantil en el centro de formación y empezamos la investigación de la cocina limonense. Hicimos varios talleres de deportes y de arte. Y hasta me dedicaron el Primer Festival de Teatro de Limón, que se llamó Palma de Oro. Fue en el año 80”.
Una compañera ”Mi esposo fue presidente del Club Rotario de Limón, y juntos montamos una semana cultural que se llamó ´Limón, puerta del Caribe´. “Para esa celebración recuerdo que montamos la obra ´Murámonos, Federico´, y se le hizo un homenaje a don Joaquín Gutiérrez. Dentro de lo que incluimos para esa semana, tuvimos una exposición de pintura limonense, porque siempre he tenido mucho interés en dar a conocer la obra de artistas limonenses como Negrín (Ricardo Rodríguez), que es el pintor más importante de la negritud. “La actividad la inauguró Rodrigo Carazo junto con su ministra de Cultura, Marina Volio. Estaban muy sorprendidos con nuestra organización, porque incluso trajimos el Teatro Nacional de Muñecos y la Compañía Nacional de Danza. 220
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“Dentro de ese trabajo cultural, hicimos una gran labor de promoción del cine. Todas las noches dábamos cine en los barrios. Siempre he trabajado ad honorem. Hasta que me da risa que me lo pregunte. Esa es la única manera de llevar cultura a la comunidad. “De la misma manera, estuve metida en el Garden Club, y nos dedicamos a sembrar arbolitos por toda la provincia. Estuve de presidenta del club durante tres períodos. Y cuando entregué la presidencia y se nombró una nueva directiva, hasta ahí llegó el club. Finalmente desapareció. “En los últimos veinte años me he dedicado a escribir y a publicar mis libros. Siempre he leído mucho y me ha gustado escribir, pero todo el trabajo profesional y comunal no me permitió dedicarme antes a esta labor”.
Sus libros “El primer libro fue ´Limón y su cocina´. La primera edición es de los años 80. Usted sabe que no me quedó ni un libro, si seré yo loca. Bueno, lo que sé es que se trata de una obra histórica, porque nadie había recopilado tanta información sobre la cocina de la provincia de Limón. Ya tiene dos ediciones. “El segundo libro fue ´Mi viejo Puerto Limón´, que también tiene dos ediciones. Es un libro de cuentos y narraciones. El libro retrata una parte muy rica de la historia de Limón. Lo que trato es de transmitirle a los jóvenes parte de sus raíces. “El tercer libro es ´Una vez en un tiempo´. Esta obra es la autobiografía de una niñita en su entorno, sus reacciones ante el paisaje, ante los seres que se mueven alrededor de ella, y las costumbres de un pueblo que está aislado, al que se tiene acceso únicamente por medio del ferrocarril. “Es autobiográfico. Es la síntesis del asombro siempre constante de esa criatura que se asoma a la vida y al paisaje con ojos exaltados. “También he publicado constantes y numerosos artículos sobre el devenir histórico de Limón, casi todos los sábados mando boletines de prensa a la radio y me publican muy seguido en ´La Nación´, ´La Prensa Libre´, ´Diario Extra´ y ´La República´. “Mi participación en los periódicos me ha permitido incidir en muchos aspectos que deben revisarse de nuestra historia. Por ejemplo, conseguí que una ley restableciera el
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verdadera nombre de la isla Uvita, que es Quiribrí. Eso lo conseguí gracias al apoyo del ex diputado Teddy Cole. “Desde hace seis años soy la coordinadora de Belleza y Ornato de Limón. He estado sembrado árboles, sembrando plantas, poniendo recipientes de basura, haciendo boletines para motivar a la gente… Casi todos los sábados transmito un boletín sobre este tema en la radio. “Ahora estoy esperando que se publique mi novela ´Solentiname´. Es una novela de 360 páginas en la que cuento la historia de amor de una mujer que se enamora de un revolucionario que pelea contra Somoza. El personaje no es el padre Cardenal, por si las dudas… “Hay diferentes paisajes. A uno de los personajes lo ponen preso, lo maltratan, lo torturan. Gracias a un amigo de la mamá, lo tiran a la frontera, y viene a dar al Valle de la Estrella, donde trabaja como peón bananero y protagoniza una huelga en el año 75. “Hago un estudio de la idiosincrasia del negro y del poblador de Limón. Es un tipo muy especial y muy diferente. Pasan muchísimas cosas, hasta que se encuentran los dos personajes, que se habían visto dos veces en su vida. La historia termina con su encuentro amoroso, pero hay mucha cosa que se va desarrollando en el medio. “Ahora estoy escribiendo otra novela. Es la historia de dos vidas, y trata acerca de las circunstancias de dos personajes que se mueven en ambientes opuestos uno del otro, tanto con respecto al ambiente como en lo político. “Es la historia de una mujer de Limón y un hombre de San Isidro de El General. Ella apoya a los liberacionistas y él es mariachi. Al final, se juntan. Para esta novela he estado apoyándome en gente que sabe mucho, como Óscar Aguilar Bulgarelli, para tener datos fidedignos”.
Un amor “Mi amor murió hace 6 años, y me le hicieron el honor de ponerle su nombre al Centro Regional Universitario de Limón, que ahora se llama Doctor Rómulo Salas Guevara. “Es un gran honor y un reconocimiento para nuestro trabajo. En Limón lo que hace falta es sentido de pertenencia. Hay muchas facetas culturales, pero ninguna se define bien, y aunque parezca mentira, casi nadie se siente verdaderamente ligado a este lugar.
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“Los negros todavía sienten arraigo por Jamaica y por su cultura inglesa, pero sin asentar completamente su cultura en esta tierra, y los chinos tampoco se han integrado del todo, menos los nicaragüenses, ni los indígenas, que se tienen como animales exóticos, pues a ninguno de estos grupos se les considera de manera adecuada. “Estoy estudiando todos los trabajos sociológicos que hay sobre esta zona. La historia de Limón se forjó a hierro y humo, porque sus raíces tienen un sentido especial a partir de la construcción del ferrocarril. Varios de los estudios que más me han interesado hacen hincapié en analizar el carácter y el comportamiento de quienes participaron, y se patentizan las conclusiones en el comportamiento de esos grupos en la actualidad. “Los trabajadores de distintos grupos étnicos sufrían un tratamiento diferente de parte de los capataces. Los chinos eran los peor tratados, mientras que los criollos rápidamente se retiraron, porque no soportaron el clima malsano de la región. Los italianos, por su parte, eran tratados un poco mejor, pero las condiciones fueron tan inhumanas que fueron ellos quienes protagonizaron la primera huelga. En todo caso, los negros fueron los mejor tratados, porque sabían hablar inglés. Aunque los capataces eran sureños, con arraigados prejuicios raciales, tenían que confiar en ellos para que sirvieran de puente de comunicación para los otros trabajadores. “Cada grupo racial formó un ghetto. Cada uno defendía sus derechos o sus condiciones, y se unían en sus dolores y en sus miserias. Esa condición persiste hasta hoy: el chino se mantiene en su círculo racial, el negro es reacio para aceptar la amistad del blanco y hasta cierto punto se muestra antagónico, mientras el criollo y el híbrido nadan en dos aguas, tratando de entenderse con unos y con otros. Ya me metí a socióloga, pero no importa. En todo caso, en mis obras, lo que pretendo es mostrar todo esto a través de personajes, no de mis opiniones ni mis concepciones. Al fin y al cabo, lo único que persigo es que tengamos una comunidad más próspera, más orgullosa de sus raíces y más unida”. Viva Limón, diciembre 2003.
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Rodolfo “Popo” Dada
El poeta de los niños
Desde que estaba muy pequeño, Rodolfo Dada iba a Tortuguero a pescar con su padre, Don Juan Dada. Luego don Juan compró una finca en la zona, y a los años sus hijos Mauricio y Rodolfo se aventuraron en el mundo del turismo. Mauricio es el propietario del Hotel Mawamba y Rodolfo el del Hotel Laguna Lodge. Rodolfo, mejor conocido en el mundo de la cultura como Popo, vivió en Tortuguero junto a su familia durante seis años, precisamente mientras consolidaba el hotel. Ante todo, él es un personaje singular de la cultura costarricense. A nadie se parece y nadie se parece a él. Antes de la aventura en Tortuguero, el famoso Popo tuvo una verdulería en Guadalupe y cultivaba hortalizas en terrenos alquilados, ya fuera en Coronado o en las cercanías de Heredia. Mientras tanto, estudió Literatura y Filología en la UCR y la UNA. Y fue el jefe administrativo de los mercados de Managua durante la revolución sandinista. Es que primero que todo es soñador y poeta. Siempre ha estado muy preocupado por la marginación y la pobreza, y a la par ha crecido el mito de que nadie es mejor revisando poesía ajena y haciendo agudas observaciones. Incluso la leyenda dice que más de un poeta afamado de América Latina le envía sus textos inéditos para que Popo les eche una mano. Ese prestigio como trabajador de la palabra, como alfarero del verbo, crece y crece. Hace poco le dio una charla a los periodistas del periódico Al Día acerca de la sencillez del lenguaje. Uno de sus libros, Cuajiniquil, causó revuelo en los años 70. Popo era un joven universitario. Incluso, el gran escritor
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centroamericano Manlio Argueta apadrinó su divulgación y la obra tuvo eco en el istmo. Luego vinieron sus libros de historias y poemas para niños y niñas, que es de lo mejor en este campo que se ha publicado en el país. Obras como “Kotuma, la rana y la luna” y “Abecedario del yaquí” están entre las obras de literatura infantil más significativas de nuestra historia. Y Luis Ángel Castro ha contribuido a su promoción musicalizándolas. El poeta ha llevado a su reducto a sus hermanos de la palabra. Tortuguero es otro gracias a la mano de Popo en la cultura. Escritores famosos como el peruano Alfredo Bryce Echenique han estado en los canales gracias a una invitación de este hombre incansable, que a las 4 de la mañana ya anda caminando por el hotel y que a las 6 sale de pesca, con turistas o con amigos. Ahora, junto a su amigo, el poeta Norberto Salinas, está organizando un festival de poesía que reunirá en Tortuguero a una veintena de escritores latinoamericanos. He aquí un extracto de nuestra conversación en el caracol gigantesco y mágico que está construyendo Popo, donde tendrá la recepción de su hotel y una sala de conferencias.
Retraso de 40 años -Usted tiene fama de ser un gran estudioso de la poesía. ¿Qué le falta a la de nuestro país? -La poesía costarricense tiene un atraso, una desubicación histórica muy grande. Hay que hablar con seriedad de la ubicación histórica del lenguaje literario. Debemos tener unos cuarenta años de atraso. Esperemos romper eso. -¿Tiene que ver con la influencia de poetas de generaciones anteriores? -La influencia no es mala. El poeta argentino Jorge Boccanera dice que la influencia siempre es tan amable... Que alguien tenga una visión del mundo y de enfrentar la vida similar a vos es digno hasta de levantar una copa. -Hay una afinidad entre escritores que es bella pero no es imprescindible que dos sean afines para que se disfruten. -Vos ves, por ejemplo, Kavafis, el poeta griego, me encanta, pero está lejísimos de mí. Su visión poética del mundo está muy lejos de la mía. Sin embargo, es cierto que a veces hay gente que maneja tu ternura, tu manera de decir las cosas... -Como si alguien dijera algo que uno quería decir antes o de una mejor manera. Camilo Rodríguez Chaverri
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-Alguien así en mi caso, que maneja una ternura, una manera de decir las cosas que me llena es el poeta argentino Juan Gelman. -¿Le ocurre con los poetas de su generación y que son cercanos a usted, como Norberto Salinas u Osvaldo Sauma? -Me encanta la poesía de Norberto Salinas y la de Osvaldo Sauma, pero no tiene nada que ver con la mía. Son muy diferentes. -¿Quiénes están muy cerca de usted? -Coronel es gente que está muy cercano a mí. Alberti en ciertos libros está muy cercano a mí. Uno busca su gente más aliada, sus compinches, dentro de la literatura, y no por eso hay que pensar en la influencia. Vos como poeta no andás copiando a nadie. Yo no ando copiando a Kavafis simplemente porque me guste. Imaginate lo que sería tener influencia de alguien como Pessoa, que escribe con cuatro estilos diferentes. -He escuchado que nadie en Costa Rica conoce la literatura norteamericana como usted. -Eso es decir mucho. Lo que pasa es que tengo una traducción de poesía femenina norteamericana. Todas tenían estilos muy diferentes, y respetamos muchísimo cada estilo. Es un buen libro. -Usted ha sido muy crítico de ciertos círculos de escritores. -Es interesantísimo lo que ocurre con algunos sectores, que han ganado muchos premios nacionales, pero tienen un sistema de construir poesías que es anticuadísimo. Usan concepciones métricas muy antiguas, usan endecasílabos... Podés usar alejandrinos, el sonsonete de la poesía costarricense, pero eso no tiene mucho que ver con la esencia de la poesía. -¿Cuáles son las consecuencias para la poesía? -Eso te quita la vida. A mí me decía Jorge Boccanera que si así te enseñan en la escuela, entonces por lo menos quitale algo. Por ejemplo, si un poema decía “tengo la furia del mar entre las manos”, mejor decilo así: “tengo la furia, las manos”. El punto es que hay un montón de trucos muy evidentes y tontos en nuestra poesía. -¿Dónde está la esencia, el músculo más allá de la grasa? -La poesía tiene que ser alma, corazón puro. Podés usar símil y metáfora pero sin trucos. No se puede estar tan atrasado históricamente. Estamos atrasadísimos. Peor en 226
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la poesía. Esto es hablar duro sobre algo, pero con bastante conciencia.
Valiente -Usted es muy crítico, pero igual me imagino que distingue a los buenos. -Hablemos, por ejemplo, de Jorge Debravo. Su libro “Milagro abierto” es muy débil, pero luego se fue soltando. Debravo sería un monstruo, tenía una ternura, una visión del mundo.. No le dio tiempo de quitarse de encima la influencia de gente como Miguel Hernández. -Lo caracteriza decir cosas que nadie se atreve... -Por ejemplo, despotrico muchísimo con respecto a nuestro poeta Aquileo J Echeverría. Me parece terrible. Mientras Whitman ya existía, y Vallejo también, a nuestro poeta nacional se le ocurre decir, ´hola, ñor José María, traiga la leña pa´ vela´ -¿Cuál es el pecado? -Uno tiene que estar viviendo en el año 2003. La poesía costarricense tiene 40 años de atraso. Ve este ejemplo: cuando Julián Marchena vivía, decían que Costa Rica era el único país en el mundo que tenía un poeta modernista vivo. -¿No pasaba algo similar en otros países de la región? -Te pongo el caso de Nicaragua. José Coronel Urtecho publica en 1926 un poema en el que le mete un bombazo al modernismo, y empieza un movimiento de poesía... -José Coronel Urtecho fue su amigo. -¿Cuáles son las virtudes de Coronel? Además de ser un iconoclasta, un hombre que experimenta (y decía que era poeta de la nariz a la jeta) otra cosa fundamental es que gentes como él nos traen la poesía norteamericana. La traducción de coronel de Ezra Pound, por ejemplo, es de lo mejor que existe. En Nicaragua, a Coronel lo consideran el papá. Tal vez su obra no es la más importante, pero es el papá. “Nicaragua siempre ha sido un centro fundamental de la poesía latinoamericana. Ahora no. Ahora nada es centro de nada. Pero en Nicaragua ahorita van a salir un montón”. -El caso de Carlos Martínez Rivas, que vivió aquí. -Carlos Martínez Rivas era considerado el mejor poeta de lengua hispana cuando estaba vivo. El poeta Mario Matarrita lo conoció muy bien. Vivió mucho aquí, en el Sheraton, en San José. Alguien le pagaba el cuarto,
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“Y hay otros poetas muy interesantes en Nicaragua. El caso de Alfonso Cortés. Lo tenían amarrado a un palo de almendro. Es un cuento clásico de la poesía nicaragüense. Lo usó García Márquez en ´Cien años de soledad´. A Alfonso Cortés lo metieron al Hospital Siquiátrico. Estaba encerrado en un cuarto, con una ventana pequeñísima. Era su único contacto con el mundo. Hay un poema que se llama ´Ventana´. Dice “ese trozo de azul tiene más intensidad que todo el cielo”. -También Salomón de la Selva. -Salomón de la Selva es muy interesante, porque escribe primero en inglés. ´El poema del soldado desconocido´ lo hizo primero en inglés. Salomón peleó en la Primera Guerra Mundial. -El asunto es que son muchos. -También está Alberto Ordóñez Argüello, que es un poeta muy sólido, y Joaquín Pasos, que es una de las cumbres, y Manolo Cuadra.
¿Generación “ralita”? -Hace un rato me dijo que ´ahora nada es centro de nada´. -Tengo un dolor enorme porque la poesía latinoamericana, en las generaciones menores de los 60, está sin cumbres. Si te vas país por país, sentís esto que digo. Ahora vivís con la medianía, salvo los viejos que quedan. En ningún lado encontrás un Borges, un Cortázar, un Onetti. -¿Será que no los tenemos o que no los conocemos? -Los mataron. Es que el primero que se presenta en la generación nuestra o anterior a nosotros ante la revolución latinoamericana, y dice ´yo estoy aquí´, es el poeta. Gente como Roque Dalton o Leonel Rugama... -Usted se vino para Tortuguero, a construir este paraíso dentro de otro paraíso, y pasó diez años sin escribir. -Pero tengo tres meses de escribir. Le escribí un poema a papá que me gusta mucho. Estoy escribiendo unos poemas del mar, que también me gustan mucho, como la génesis del mar. -Me encanta su literatura infantil, que me imagino que le escribió a sus hijas, pero ya están grandes. -Ahora le estoy escribiendo a mis nietas, sobre los colores, los números, los sentidos. Cuando un niño dice ´mar´, en su mente empiezan a nadar delfines y ballenas. Es maravillosa la capacidad de abstracción del ser humano. De lo que parto en 228
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este libro es que el niño tiene el mismo proceso que tuvo la humanidad en todo su desarrollo. Cuando llega a la palabra es impresionante. “Por eso ese capítulo de las palabras es tan bonito para mí. No he podido empezar a escribir, pero ¡cómo me gusta! Al final la última palabra es universo, y no quedó nada afuera, ni el pleito de un borracho. Eso es magia pura. Acordate de García Márquez, cuando en ´Cien años de soledad´ a todos se les olvida todo, y usan un papelillo para ponerle nombre a cada cosa. La palabra es algo mágico. Uno tiene que amarla tanto.” -Usted está entre los grandes de la literatura infantil en Costa Rica, pero hay muchos y muchas. -La literatura infantil es muy buena en Costa Rica. Muchísimos países de Latinoamérica no tienen la mitad de lo que tenemos aquí. Primero Carmen Lyra, después Joaquín (Gutiérrez), Fabián (Dobles), y en los ochenta, Lara Ríos, Julieta Pinto, Floria Jiménez, Floria Herrero, Alfonso Chase... Yo no sé por qué en este país logramos meternos tanto en esta literatura... -Y han vendido muchísimo. Los libros de Lara Ríos son buenos ejemplos y, entre los suyos, “La voz del caracol”. -“La voz del caracol” fue editado en Cuba. Fue una edición de 30 mil ejemplares. Lara Ríos ha vendido 300 mil ejemplares en este país. “El desarrollo de la literatura infantil es ejemplar. No encontrás en otros países gente metida en esto de la altura de Carmen Lyra, Alfonso Chase, Julieta Pinto. Tenemos un montón de Magones que escriben literatura infantil. Y tenemos muchos libros ilustrados por Hugo Díaz y El Indio Sánchez. Vicky Ramos también es una gran ilustradora, y Mabel Morvillo es una escritora tremenda. Tampoco olvidemos la gran labor y la obra de Carlos Rubio.
Entre Joaquín y Fabián -Usted estuvo en aquel famoso grupo literario, El taller del lunes. -Ese taller era muy lindo. Ahí estaban María Montero, Norberto Salinas, Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Magda Zavala, Mario Matarrita, Rodrigo Soto, Juan Antillón. Era bonito el taller. Eran voces muy distintas. A la hora de pulir era muy rico. Siempre se lograba limpiar muchísimo, con los ojos de todo el mundo puestos en el texto. Camilo Rodríguez Chaverri
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“No había un sumo pontífice. Había un gran respeto entre todos. Trabajamos juntos durante diez años. Nos reuníamos a cenar, en el apartamento mío, en Guilá, en San Pedro. Era la calle cáustica. No era la calle de los universitarios. Éramos los colgaditos de la izquierda. Juan era candidato a la presidencia. Era el único taller literario que tenía un candidato a la presidencia. Llegaba gente muy importante. Más de una vez llegó Cardona Peña, por ejemplo. -Siento que ese tiempo lo persigue incluso aquí, en Tortuguero. -Claro. Cada vez que se presenta una oportunidad, me traigo a algún poeta, a algún escritor para Tortuguero. Aquí los poetas no pagan. El turista extranjero financia ese gusto. -Su obra inicia con Cuajiniquil, un libro sólido, que se sostiene. -Ese es un libro de los 20 años. Después de eso no volví a publicar poesía. -Y ganó un premio en narrativa... -Sí, después de Cuajiniquil, me dieron un premio de la UCR en cuento. Por un solo cuento, que se llama ´El domador´. Era un concurso que hizo la Federación de Estudiantes de la UCR en el 70 y pico. -Posteriormente viene su obra de literatura infantil, y ahora regresa a la poesía. -No tengo ninguna prisa. Estoy volviendo después de los 50, ya viejote. No tengo canas porque no tengo pelo. La generación nuestra va a dar una obra muy sólida pero muy tardía, nosotros maduramos muy viejos, fuimos adolescentes viejos, gente que vivió un sueño, la esperanza de un mundo diferente. Cuando nos dimos cuenta éramos viejos y no habíamos superado la adolescencia -Joaquín Gutiérrez es una persona muy importante en su vida. -Creo que es uno de los pilares fundamentales como escritor y como ser humano. Es un hombre inmenso. No hablo de Joaquín como escritor, sino como ser humano. Era una persona fuera de serie, con una vida enorme, densísima, con una capacidad de contar las cosas, de contar la esperanza. Rodolfo Arias acaba de publicar un libro sobre su vida y su relación con los amigos.
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Apoyo entre generaciones -Esa generación de Joaquín Gutiérrez y Fabián Dobles es muy significativa en la formación de su generación. -Nos ayudó mucho la relación con ellos, con Joaquín, con Fabián. Ellos se sintieron muy ligados al taller de los lunes. Nos enseñaron lo que sabían, todo lo que sabían. Joaquín te reproducía conversaciones enteras que tuvo con Eunice Odio, con Yolanda Oreamuno y con Joaquín García Monge. Te reproducía de memoria una conversación y los imitaba. Era como estar viendo una película. Además de grandes novelistas, eran grandes conversadores. “Fabián también tenía una memoria muy especial. Y desde otro punto de vista nos presentaba a esa misma generación. Después del 48 le tocó muy duro, estuvo preso, lo llamaron una vez para fusilarlo y lo tuvieron frente a un verdugo. “Nos dio por hacer entrevistas para un proyecto que después no se realizó. En eso andábamos Norberto (Salinas), Osvaldo (Sauma) y yo. A Joaquín le hicimos una entrevista sobre Carmen Lyra, y a Fabián lo entrevistamos sobre la guerra del 48. Fabián nos contó todo lo que le hicieron, y después nos dijo que nunca la publicáramos porque no le gustaría herir los corazones de los que quedan vivos y los corazoncitos de sus hijos y sus nietos. Así de tierno. Ya él los había perdonado. Es un lindo detalle de la grandeza de Fabián. -Usted y Norberto Salinas participaron de la Revolución Sandinista. -Y participamos con Joaquín y con Fabián y con el viejo Pepe Figueres en un montón de reuniones clandestinas. Fue hermosísimo participar en esas reuniones clandestinas. Confabulamos y paramos una guerra que la CIA había inventado. -¿Cuál guerra? -La idea de ellos, los de la CIA, era crear un enfrentamiento entre Costa Rica y Nicaragua para justificar una invasión. Con don Fabián y don Joaquín logramos parar eso. Don Pepe nos ayudó. “Después Carmen Naranjo y yo insistimos con el tema de la paz y el respeto entre las naciones. Esa campaña nuestra le sirvió a Óscar Arias para ser presidente”. -Ahora, Norberto y usted están organizando un festival de poesía.
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-Somos parte del festival itinerante de poesía, creado por el director del Festival Internacional de Poesía de Medellín, Fernando Rendón, que hace que estén al mismo tiempo o a pocos días de diferencia, poetas en Medellín, Costa Rica, Río de Janeiro y El Salvador “Es una idea muy fraterna. El de Medellín es el festival más grande del mundo, reúne a 200 poetas del mundo. Convocan a 20 mil personas. Ahí han estado poetas costarricenses como Osvaldo Sauma, Camila Schumaher y María Montero”.
Hermanar a los poetas -Me imagino que cuesta mucho organizar actividades entre poetas costarricenses porque hay muchas rencillas entre los grupos y luchan por marginarse entre sí... -Antes hubo cacería de unos contra otros. Ahora queremos hermanarnos. Les tenemos un gran respeto y un gran cariño. -Es el objetivo de otro proyecto de ustedes que se llama Casa de Poesía. -Lo bonito de Casa de Poesía es que hay gente que no está de acuerdo, pero ceden, todos cedemos en algo. Alguna gente no estaba de acuerdo en usar el Teatro Nacional, porque era como oficializar el festival, pero reconocimos todos que está bien, porque el Teatro Nacional te ab}re todas las puertas, representa un cierto nivel de la cultura del país, y, ¿por qué vas a excluir a ese nivel y a ese sector? Eso sí, van a leer poetas de San Antonio de Belén, San Ramón, Guanacaste, San Isidro de El General, y a la par, estarán Ana Istarú, Alfonso Chase, Julieta Dobles. -Me encanta que quieran rescatar a gente como Miguel Fajardo. -Eso mismo dice Norberto Salinas. Miguel Fajardo es un gran poeta e intelectual de Guanacaste, pero nadie lo conoce fuera. Sus libros sólo se consiguen en su provincia. Ahora, por ejemplo, le vamos a llevar a Roberto Sosa, que es un poeta hondureño importantísimo, y los vamos a sentar juntos, porque Fajardo lo admira mucho. Le vamos a mandar sus libros a Roberto primero, para que los dos se conozcan y tengan un verdadero intercambio durante el encuentro. Sé que después de esto, lo van a invitar a Medellín, a Río de Janeiro. Eso le levanta el techo cultural a Guanacaste y a Costa Rica.
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“Pero lo más importante es que vamos a discutir durante tres días acerca de la situación de la poesía de Costa Rica, con poetas de aquí y de afuera. Y eso será en Tortuguero, en los bellos canales del cantón de Pococí, porque la casa invita. Como siempre, les diremos: bienvenida la poesía”. El Guapileño, abril 2003
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Osvaldo Sauma
Los caminos del iluso
Un día, el poeta mexicano Jaime Sabines se fue con un grupo de sus amigos para un burdel. En eso, llegó una mujer con una caja de libros y Sabines compró uno que contenía el poema “El cuervo”, de Edgar Allan Poe. Empezó a leerlo en voz alta para sus amigos y poco a poco las prostitutas lo fueron rodeando. Ponían sillas y sillas, y hasta apagaron la rocola. Pero el cuento terminó... Las muchachas se levantaron a reclamarle y no aguantaron el pretexto del final del cuento, por lo que tuvo que buscar qué leerles, y sólo encontró un puñado de poemas suyos. Cuenta el poeta Juan Buñuelos, quien lo acompañaba en esas andanzas, que al final ni les cobraron la cuenta. Más bien, casi sacan a Sabines en hombros. La historia me la contó Osvaldo Sauma. Si no fuera porque Sabines era muy capaz de ese tipo de anécdotas, juraría que fue a Sauma que le ocurrió, porque cuando uno se lo encuentra en un recital, encuentra en él una vocación especial de promotor del poema. Juraría que nadie puede negarse a que Sauma termine de leer un poema cuando su voz ya ha alzado vuelo con imágenes. Casi todos los poetas leen sin gracia. Le pasaba a Neruda, y a Octavio Paz, por ejemplo. Pero Sauma es una brillante excepción de la regla. Cuando empieza a leer sus poemas el ambiente se nubla con un aliento especial. Por otra parte, alguna vez lo llamamos en un artículo “el novio de la poesía” por su cercanía con los jóvenes poetas y la hermandad que ha establecido con sus amigos de las letras. Si uno tuviera que pintar o describir a un poeta por fuera, él sería un excelente candidato. Tal vez el mejor. Se le nota que es poeta. La barba cana, la cola juvenil, los párpados de 234
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bohemio, las camisas, las botas cortas, ese aspecto de noche de fiesta. Todo está en su lugar, como si lo hubieran llamado para “hacer castings” para una película sobre la vida de un bohemio que escribe versos. En otras palabras, que hay un enlace entre lo que es y lo que parece.
Sauma, año a año Nació en San José en 1949, y creció en Barrio Roosevelt, en San Pedro, entre cafetales y plazas de futbol. Desde chiquillo lo metieron en el La Salle. “Fue una angustia existencial terrible. Mis amigos estaban en la Escuela Roosevelt. Mis padres creían que el La Salle era lo mejor. Desde entonces me han tenido que soportar... “Era muy problemático, pero, daiy, alguien tenía que tomar una ruta alterna. El hecho de estar ahí a la fuerza fue doloroso”. Era un individuo poco tolerable para los curas. Perdió segundo año por conducta. Pasó al Calasanz, pero lo soportaron apenas seis meses. Después estuvo en el Dobles Segreda. Pasó el año dejando todos los pelos en el alambre, y le dijeron, diplomáticamente, que era conveniente que buscara otra institución. Sauma se inició en el mundo literario más bien tardíamente. Se iniciaban los años 70, que fueron muy importantes en los cambios de su generación. Hubo un movimiento muy fuerte en torno a las ciencias y las letras. Empezó a germinar su vena poética en medio de una atmósfera cultural muy fuerte. En ese tiempo, aquí vivía gente de la talla de Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, José Luis Quesada, Alvaro Urtecho, Sergio Ramírez, Carlos Mejía Godoy y Gioconda Belli. También había un auge de teatro muy interesante, nutrido con los montajes de Tierra Negra. Era un ambiente cultural que no podía pasar inadvertido para un espíritu tan sensible como el de Sauma, quien ya se había reconocido, desde el colegio, en obras como “Una búrbuja en el limbo”, de Fabián Dobles. “Me identifiqué con el personaje, rebelde, que se escapa de las clases y se pasa haciendo estatuitas. Me leo en ese personaje”, confiesa Sauma.
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Recepcionista Ya en la universidad influyen en él “Plenitud”, de Amado Nervo, y “El lobo estepario” y “Damián”, de Herman Hesse. Entra a estudiar Derecho, pero luego se pasa al Periodismo. “Era una época muy rica. Aquí estaba un grupo de profesores chilenos, que venía de un proceso formativo con Umberto Eco y la semiótica”, cuenta Osvaldo. Empezó a trabajar en el Hotel Cristal, que estaba donde ahora funciona la empresa Repretel. Era recepcionista, y se turnaba con Rubén Pacheco, quien más tarde se convertiría en un magnate hotelero. En ese momento nace el Ministerio de Cultura, en el último gobierno de don Pepe. Nombran de ministro a don Alberto Cañas y de viceministro a don Guido Sáenz. Es don Guido quien llama a Osvaldo y le ofrece trabajo en el Departamento de Juventud. El asistente de don Guido era Carlos Francisco Echeverría, y cuando él se va a estudiar a Europa, Osvaldo queda en su puesto. Pero en ese tiempo nuestro poeta era informal y fiestero. “Una vez me fui escapado y pasé durante una semana en Puerto Viejo. A la vuelta, me tenían lista la carta de despido. Gracias a las gestiones del filósofo español Constantino Láscaris, consiguió un nuevo trabajo. “Me dieron ´brete´ en el Instituto de Investigaciones Centroamericanas; donde también trabajaba el gran poeta Manlio Argueta”, recuerda Osvaldo.
Periodista y mochilero En eso lo llamaron del periódico Excelsior. Empezó con Rocío Fernández la revista de Excelsior y tenía a cargo la sección de Cultura. Para ese tiempo la ministra de Cultura era Carmen Naranjo, y vino al país el gran escritor mexicano Juan Rulfo. “Recuerdo que Rulfo andaba hasta el culo. Se bajó del avión borracho y se fue borracho. Carmen (Naranjo) andaba furiosa. Pero habló bien, cuando tuvo que dictar discursos estuvo lúcido y brillante, a pesar del guaro”. Luego de dos años y medio en Excelsior, Osvaldo renunció para irse a andar por el mundo. Anduvo año y medio de mochilero, principalmente en Europa. Iba para Londres. Iba enamorado, detrás de alguien. Pero lo deportaron. Cayó en Francia y desde ese país hizo su segundo 236
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intento con rumbo a Inglaterra. Sin embargo, no hubo manera. Como si todo estuviera orquestado en su contra. Se afincó en España y pasó la mayor parte del tiempo entre ese país y Marruecos. Trabajaba repartiendo propaganda en buzones de correo. “España atravesaba una época muy difícil. Acababa de morir Franco. Cerca de la mitad de la población no tenía empleo. Recuerdo que cada vez que me enteraba de un trabajo me apresuraba a llegar, pero siempre encontraba a gente de la que me hice amigo entre despacho y despacho”, recuerda. España estaba repleto de migrantes, principalmente de argentinos, que huían de la dictadura de Videla. Osvaldo vivió en Barcelona con el escultor costarricense Carlomagno Venegas y en Granada con nuestro pintor Carlos Salazar.
Abandonado en Marruecos Y, cuando el pintor decidió hacer las maletas, se quedó solo en Granada, la tierra que conserva la huella de ocho siglos de dominación de los moros. Trabajaba en lo que saliera. Le ofrecieron meterse en el negocio de la venta de artesanías y se fue para Marruecos para comprar sus mercancías para la venta. Estando allá, a uno de sus compañeros le vino una esquizofrenia catatónica. “Se llamaba Jesús. Literalmente me tocó cargarlo. Andádamos varios españoles y yo, pero los demás se perdieron. Un tipo llamado Mohamed me dio trabajo en una construcción. Yo era ayudante de albañil a cambio de la comida y de que me dejaran dormir ahí, junto a mi amigo enfermo”. La situación se puso tan difícil en Marruecos que Osvaldo no pudo soportar más y recurrió a la Embajada de Costa Rica en Madrid. “Una mujer muy especial me mandó 2 mil pesetas”. Y fue entonces que le ocurrió uno de los hechos más dolorosos de su vida. “Fui a comprar los tiquetes de bus que nos llevaría del pueblo marroquí en que estábamos hasta el pueblo donde se toma el ferry para cruzar a España, y cuando volví por mi amigo, ya no estaba. Los árabes se lo cargaron y al tiempo supe que apareció en una playa violado y deshidratado”.
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Marihuana Ya de regreso en Costa Rica, entró a canal 13. Produjo “Tiempo joven”. El programa presentaba media hora de música y media hora de análisis o discusión. El programa coincidió con los inicios de músicos tan talentosos como Manuel Obregón. El cierre del espacio retrata a la época. “Un día presentamos un concierto de rock, precisamente en el momento en que estaba surgiendo la nueva trova latinoamericana. Y resulta que en un periódico apareció una crítica en la que se afirmaba que canal 13 apoyaba la marihuana. Diay, ¿qué culpa nos cabía si eso era parte del concierto?” Era el jefe de operaciones del canal, y cuando empezaron los problemas con su programa, prefirió irse. “Mi tata tenía un camión, y me tocó ir a trabajar jalando sorgo y algodón. Me la pasaba entre Filadelfia, Santa Cruz y Liberia. En eso estuve más de un año”. Mientras tanto, publicaban sus primeros poemas en revistas de cultura y en una antología de poetas jóvenes que publicó Alfonso Chase bajo el título de “Los Nuevos”.
El Castella Y en medio de sus luchas cargando sorgo en el camión de su papá, lo llaman del Colegio Castella, una especie de taller libre e institucionalizado. Para un poeta, trabajar de educador en un centro educativo así es una aventura. “En la poesía no existe metodología. Se trata de que no vean la lectura como una carga ni odien los libros que les exigen leer. Ese era y sigue siendo mi trabajo. “Es una forma de educación muy diferente. Cuando uno ve chiquillas de 14 ó 15 años, que estudian Danza y ya tienen presencia escénica, entiende la grandeza de este trabajo”. “La poesía es un don. No creo en el afán, ni en la disciplina. No entiendo eso de sacar un libro porque ya no me cabe en el ordenador”, explica Sauma. “Escribir es una obsesión. Y cuando se va la obsesión, sale la maquinita. Me gusta Neruda, pero tantas odas son de maquinita. El colombiano Aurelio Arturo sólo tiene un libro, pero es magistral”.
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Calidad más obsesión “Lo esencial es la calidad. El poeta tiene todo el tiempo del mundo. No es una carrera de caballos, para llegar primero”. Consultado acerca de la poesía costarricense, Sauma asegura qe hay una tendencia a cerrar la brecha entre nuestra poesía y la poesía centroamericana, que siempre tuvo más vuelo. “Me parece que, en este sentido, Isaac Felipe Azofeifa hizo un aporte valiosísimo, junto a Jorge Debravo. “El resultado se nota en poetas de la talla de Ana Istarú, y la mayoría de los jóvenes poetas buenos, entre ellos, Luis Chaves, Mauricio Molina y María Montero. Son mejores, incluso, que lo que uno encuentra en el resto de América”. “Hay muchos poetas que, más que ejercer su función poética, lo que quieren es una cuota de poder, lo que desean es ascender socialmente a través del arte. Eso es deleznable. Sé que la vida del artista es difícil, pero esas actitudes dañan la obra. “No desarrollamos al poeta por desarrollar al político, al mae de relaciones públicas. Entonces nos encontramos con editoriales en las que los miembros de la junta directiva se autopublican. No le apuestan al desarrollo potencial de los jóvenes, no son editoriales riesgosas”.
Perro Azul Para Sauma, Ediciones Perro Azul es un gran ejemplo de lo que debe hacerse. “Brindan una opción y hasta sacan más ediciones que las editoriales grandes. Pero lo más importante es que dan una oportunidad. Permiten que publique gente tan buena como Alexander Obando o Rodrigo Soto. Además, estas ediciones nos han permitido observar cómo, por ejemplo, de un buen poeta como Luis Chaves también surgirá un gran narrador”. Es muy interesante cómo Osvaldo Sauma se hace amigo cercano de grandes figuras de una generación mucho mayor que la suya. Trascendió su enorme amistad con Francisco Amighetti, Fabián Dobles e Isaac Felipe Azofeifa. Cultivó estas amistades como quien descubre una planta cuyos frutos conversan, y la riega todos los días con jugos y leche. A raíz de la publicación de su primer libro, Amighetti le manda una carta muy entusiasmadora, y ahí nace una amistad hasta la muerte. “Un día estábamos Ana Istarú y yo en un recital en el Instituto Soviético, y llegó Joaquín Camilo Rodríguez Chaverri
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Gutiérrez. Después de un rato se levantó y nos dijo que ellos, los escritores de su generación, se habían quedado sin hermanos menores, y que nosotros, los de mi generación, nos habíamos quedado sin hermanos mayores. “Llegué a fraternizar mucho con ellos. Joaquín y Fabián llegaban mucho a un taller que teníamos. También hice un viaje con Fabián, y eso nos acercó mucho”. Y con Isaac Felipe, todo inició cuando el gran poeta comentó “Retrato en familia”, de Sauma.
Tres grandes amigos Los tres contribuyeron a darle un espacio, un sitio especial. Don Paco le pidió que presentara sus obras completas, Don Fabián quiso que le escribiera un prólogo para “Una burbuja en el limbo”, que significa tanto para Osvaldo, e Isaac Felipe también. Osvaldo le presentó el libro “Poesía reunida” y, después de su muerte, también el libro “Cien poemas de amor”. “Les agradezco mucho todo. Paco, por ejemplo, me decía que deseaba que me reconocieran, porque le gustaba mi poesía y la entendía bien”. Sauma considera que Amighetti es un poeta esencial, con un lenguaje muy concreto y muy plástico. “No es gratuito que Martínez Rivas le seleccionara sus mejores poemas. Fue un poeta sincero. Y sus crónicas de viajes son de una verdadera riqueza espiritual y una profunda sabiduría existencial”. Con respecto a Fabián Dobles, Sauma considera que fue un poeta extraordinario. “Empezó muy bien como poeta, pero tuvo que traicionarse porque tenía que vivir de algo. Por eso es que inicia como narrador, después de ser poeta. Escribe lo que más se le conoce, ´El sitio de las abras´, ´Ese que llaman pueblo´, ´Una burbuja en el limbo´, ´Historias de Tata Mundo´. Y luego de esas publicaciones de los años 60 pasa por un largo silencio, que rompe hasta inicios de los 90”. Recuerda que Fabián fue el único escritor de su generación que no salió del país, por lo que vivió en carne propia la persecución política. Las otras figuras de los 40 se van... Se fue Joaquín Gutiérrez, se fue Eunice Odio y se fue Yolanda Oreamuno.
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El maestro Y en cuanto a Isaac Felipe, Sauma considera que “Vigilia en pie de muerte” ha sido el más importante comienzo para la poesía costarricense. “Isaac Felipe venía de estudiar de Chile, y en sus poemas estaba la música del chileno, y un poco la música del nicaragüense. De ahí surge ´Vigilia en pie de muerte´. Luego él quiso romper con eso, y su cambio se nota en ´Cruce de vía´, aunque me parece que es un poemario menor. “Después publicó ´Cima del gozo´ y uno siente que es una historia verdadera, una visión del amor”. Curiosamente, con la siguiente generación tiene menos contacto, con excepción de su gran amiga Virginia Grütter y de Carlos Rafael Duverrán, que, además, son las figuras más representativas de los 50. Lo cierto es que, más allá de sus amigos y maestros, a Sauma lo caracteriza la hermandad con los poetas, esa cercanía que hace que nadie hable mal de él ni quiera bajarle el piso. Todo un piropo en un país en el que el serrucho siempre está bien afilado.
De fiesta en fiesta Sauma también ha estado muy cerca de los festivales más grandes que se organizan en el continente. Ha estado en varias ocasiones en el Festival de Medellín, en el Festival de Cali, y en el de Bogotá, todo lo cual le permitió organizar el primer encuentro de poetas dentro del marco del Festival de las Artes. “Los festivales han sido fundamentales. Lo ponen a uno en el mapa de lo que se está haciendo. El festival de Medellín, por ejemplo, es un verdadero fenómeno, con recitales que reúnen a cinco mil, diez mil espectadores. Ni Bogotá ni Cali cuentan con tanto público. Me parece que todo se debe a que en Medellín habitan en la cuerda floja. Cuando se vive en ese estado los extremos se sublimizan”. Según dice, los festivales han servido para acercar la poesía a la gente. “La poesía nunca ha tenido una gran audiencia. En Estados Unidos las ediciones son de unos 10 mil ejemplares, que no significa nada para un país con 250 millones de habitantes. Como dice el Nobel ruso Joseph Brodsky, hay que repartir la poesía como la leche, de puerta en puerta, que en cada hotel haya una antología poética del país al lado
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de la Biblia, que no se enojará pues ni ha podido molestarse porque le ponen al lado el directorio telefónico”. Sauma también ha estado en festivales en Oaxaca, México, y en Quito, Ecuador. Pronto estará en el Festival de Rosario, Argentina, junto a Luis Chaves. Dentro de este tipo de actividades, es pionero en Costa Rica. Ha organizado dos encuentros de poetas, uno en 1994 y otro en 1998. Y ha traído a gente de la talla de Jaime Sabines, José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Blanca Varela, Gonzalo Rojas y Alvaro Mutis.
Las huellas del poeta En 1982 aparece “Las huellas del desencanto”. El libro que surge después del viaje. “El título lo sugiere todo. Según me decía Paco Amighetti, ya se intuía el reconocimiento pleno de esa soledad, ese dolor. Fue un libro muy mal editado, pero tuvo sus repercusiones”. Luego vino “Retrato en familia”, que ganó el Premio EDUCA en 1985. Era uno de los favoritos de Isaac Felipe Azofeifa. Es un libro que retrata muy bien la voluntad de conjugarse con el todo, con la naturaleza, con los miedos, todo en un territorio propio, que es la familia. “Esa familia, que es mi territorio, va más allá de sus miembros, y tiene que ver con el patio trasero, los árboles y los pájaros que lo habitan”, dice Sauma. En 1992 publicó Asabis, en el que recoge ese viaje a España, en el que vuelve a su origén libanés. “Me reconozco en todo lo que hay de Oriente en Granada, que sigue siendo moro, porque 800 años no se borran así no más”. Y el año pasado apareció “Bitácora del iluso”. Es un libro muy reconocido. Según algunos epecialistas, es el cuaderno de poemas más importante de los últimos años. Incluso, para el crítico Carlos Porras es el mejor poemario de nuestra historia. Sauma admite que el libro ha tenido una repercusión interesante. Ha sido ampliamente comentado en Ecuador, Colombia, Chile, Nicaragua y nuestro país. “Es un libro muy riguroso, dedicado a lo esencial, sin malabarismos. Es un libro directo, llano”, explica. “Cuando escribí estos poemas ya me había reconciliado con el dolor. En eso estriba su madurez”.
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Más poesía y menos policía Los poemas deberían llevarse hasta la puerta de la casa, como la leche. Deberían considerarse un servicio público y su costo reducirse al mínimo. La poesía debería venderse en los supermercados y existir al menos una selección de poemas en cada cuarto de cada hotel en esta tierra. ¿Son estas las “chocheras” de un poeta? ¿Son simples utopías? Las respuestas están en una conferencia del Nobel de Literatura Joseph Brodsky, que la Editorial Norma publicó en el libro “De la pena y la razón”, en 1988, gracias a una traducción de Margarita Valencia. Para Brodsky, la poesía-tanto su lectura como su escrituraes un arte que atomiza; es mucho menos social que la música o la pintura. “Históricamente hablando, la proporción de la audiencia de la poesía en comparación con el resto de la sociedad no la favorece”, dice, en la conferencia. “Ni la Antigüedad Griega o Romana, ni el glorioso Renacimiento ni la Ilustración han dejado rastro de vastas audiencias -para no hablar de legiones o batallonescomandadas por la poesía”, reconoce este poeta ruso que tiene muchos años de vivir en el exilio. Por eso es que, aunque duela aceptarlo, aquellos que llamamos clásicos deben su reputación no a sus contemporáneos sino a su posteridad. Eso no quiere decir, sin embargo, que exprese cuantitativamente su valor. “Apenas les otorga, retroactivamente y con cierto esfuerzo, el número de lectores al cual tuvieron derecho para empezar”. “De hecho, sus circunstancias reales fueron por lo general bastante estrechas: cortejaron a los mecenas o se congregaron en las cortes en forma muy similar a como los poetas de hoy van a las universidades”, apunta Brodsky. Esta actitud se basaba, y se basa, en la esperanza de una cierta generosidad, pero también en la necesidad de una audiencia. Siendo tan pocos los que sabían leer, ¿dónde más podía encontrar un oído amable o un ojo atento para sus versos? El asiento del poder era, con frecuencia, el asiento de la cultura, y la dieta era mejor, la companía más colorida y afectuosa que en otras partes, incluido el monasterio. Pero Brodsky reconoce que conforme pasaron los siglos, los asientos del poder y los de la cultura tomaron caminos diferentes. “Es el precio que se paga por la democracia, por el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, del
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cual todavía apenas el uno por ciento lee poesía”, reconoce el Nobel, quien vive en Estados Unidos. “Me preocupan los lectores de poesía. El porcentaje actual del uno por ciento es apabullante y escandaloso, cuando no trágico”. Y luego pone la tragedia en números. Dice que el número usual de copias de una primera o segunda colección de cualquier poeta en Estados Unidos oscila entre dos mil y diez mil ejemplares. Sin embargo, la población de Estados Unidos va entre 280 y 300 millones. “Esto signific a que una casa editorial, al publicar el primero o el segundo volumen de este o aquel autor, apunta a menos del 0.001 por ciento de la población. Es absurdo”. Durante siglos, la falta de imprenta y la limitada alfabetización impidieron que el público accediera a la poesía. Ahora ambas son prácticamente universales y ese porcentaje ya no es justificable. Si nos guiáramos por un 1 por ciento, que es el porcentaje de la población que lee poesía, los editores en Estados Unidos no deberían imprimir de dos mil a diez mil ejemplares de un libro de poesía sino de 2,8 millones a 3 millones de copias. ¿Tendrán tantos lectores de poesía en Estados Unidos? Brodsky cree no sólo eso. Cree que tienen muchos más. “Determinar exactamente cuántos es algo que por supuesto se podría establecer a través de la investigación de mercado, pero eso es precisamente lo que debemos evitar”. Y aquí se explica: “Se cree que el mercado para la poesía se encuentra entre quienes tienen educación universitaria, y es a ellos a quienes se dirige el editor. No se supone que la masa de los obreros lea a Horacio ni el campesino a Montale o a Marvell. Tampoco se espera que el político se sepa de memoria a Gerard Manley Hopkins o a Elizabeth Bishop”. De acuerdo con Brodsky, esto es tan tonto como peligroso. La distribución de poesía no debería basarse en criterios de mercado porque, por definición, cualquier cálculo de esta índole es una estafa para el potencial existente. “En lo que se refiere a la poesía, el resultado global de la investigación de mercados, con todo y sus computadores, sigue siendo típicamente medieval”. Todos somos alfabetizados. Por lo tanto, cualquiera es un lector potencial de poesía. La distribución de libros debería basarse en esta premisa, no en una “noción claustrofóbica de la demanda”. En los asuntos culturales, no es la demanda la que crea la oferta. Es al revés. 244
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La poesía debería estar disponible para el público en un volumen mucho mayor. Debería ser tan ubicua como la naturaleza que nos rodea. O tan ubicua como las gasolineras, agrega Brodsky. “Debería haber librerías no sólo en los campus o en las calles principales, sino también a la entrada de las fábricas. Las ediciones rústicas de aquellos que consideramos clásicos deberían ser baratas y estar a la venta en los supermercados”. Reconoce el gran poeta que esto puede sonar o parecer un poco loco incluso para los oídos mejor dispuestos. Pero no lo es. Tiene mucho sentido hasta desde el punto de vista económico. Tres millones de ejemplares dentro de 300 millones de habitantes de Estados Unidos producirán más que dos mil o diez mil ejemplares. Elemental. “Si publicaran tres millones y no dos mil ejemplares perdería la selva húmeda brasileña o colombiana, pero yo creo que un árbol enfrentado a la decisión de convertirse en un libro de poems o en una pila de memorandos, bien podría optar por lo primero”, señala Brodsky. El punto es que la super-abundancia en los asuntos culturales no es una estrategia opcional. Es una necesidad. Un señalamiento selectivo de objetivos en lo cultural conduce inevitablemente al fracaso. “Por eso, quisiera sugerir que con la tecnología barata disponible en estos momentos hay una oportunidad evidente de convertir a Estados Unidos en una democracia ilustrada”. El costo de una docena de ediciones rústicas de poesía, incluso a los precios actuales, no sumaría más de una cuarta parte del precio de un televisor. Brodsky tiene la razón. Si no se hace no es por la ausencia de un apetito popular por la poesía sino por la casi imposibilidad de estimular este apetito por la falta de acceso a los libros. Debería llevarse los libros de poemas hasta la puerta de la casa, como la electricidad. Debería considerarse un servicio público y su costo debería, consecuentemente, ser el mínimo. Debería haber al menos una antología de poesía sobre la mesa de noche en cada cuarto de cada hotel o motel, al lado de la Biblia que, según Brodsky, no protestará por esta proximidad, ya que no protesta por la proximidad del directorio telefónico. Brodsky propone que implementen esta idea en el país de ex Torres Gemelas, que tengan una antología de la poesía estadounidense en cada habitación de paso. “La poesía estadounidense es el más grande patrimonio de esta nación. Camilo Rodríguez Chaverri
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A veces se necesita un extraño para ver ciertas cosas con claridad. Esta es una de esas cosas, y yo soy ese extraño”. La poesía, por definición, es un arte extremadamente individualista. Su tono general es de elasticidad y fortaleza. Exige mirar de lleno lo peor sin parpadear. “Por eso, el papel del poeta pone todo el asunto patas arriba. Si uno pudiera hablar sobre la función social de quien es un trabajador independiente, entonces consiste en escribir. Su único deber es con el lenguaje, es decir, escribir bien. El deber de la sociedad es encontrarse con él a medio camino, o sea, abrir su libro y leerlo”. Brodsky dice que la poesía es la forma suprema de locución humana en cualquier cultura. “Al negarse a leer o a escuchar a los poetas, la sociedad se condena a formas inferiores de articulación, como las del político, o las del vendedor, o las del charlatán”. Con ello, también castiga su potencial evolutivo, pues lo que nos distingue de los animales es el don de la palabra. “Con frecuencia se acusa a la poesía de ser difícil, oscura, hermética. Francamente, esto no es indicativo del estado de la poesía sino del peldaño de la escalera evolutiva en el que se halla atascada la sociedad. “La poesía no es una forma de entretenimiento, y en cierto sentido ni siquiera una forma de arte, sino nuestra meta antropológica, genética; nuestro faro lingüístico, evolutivo. En el más pobre de los casos, leer poesía es un proceso extraordinario de ósmosis lingüística. También es una forma muy económica de aceleración mental”. Con frecuencia, un poema nos proporciona una epifanía o una revelación. Según Brodsky, cuando piensa en las grandes obras de los poetas que han sido empujadas al olvido, piensa en el hombre incapaz de articular, de expresarse adecuadamente, que retrocede a la acción. “Y como el vocabulario de la acción se limita a su cuerpo, acabará actuando con violencia, extendiendo su vocabulario con un arma allí donde debería haber un adjetivo. “Una sociedad que tenga como santos seculares a varios poetas es más difícil de gobernar, pues un politico se vería obligado a ofrecer un punto de vista, un plano de observación, para no decir un nivel de dicción. Una sociedad de esta índole sería una democracia más auténtica que las que hemos conocido hasta ahora”. Ojo, febrero 2002 246
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Natalia Esquivel
Una madrina para los poetas
Las palabras tienen vocación de danzarinas. Y una mujer las pone a bailar como si fueran cobras que se levantan del suelo gracias a la música. Se ha encargado de tomar la obra de algunos poetas para surcarles el camino con su guitarra y su voz. Muchos y muchas poetas costarricenses son y serán un poco más conocidos gracias al encanto y el talento de una muchacha que decidió tomar en ristre una guitarra, y dar batalla a favor de la palabra. Es una de las principales aliadas de la obra de gente tan grande como Jorge Debravo, Eunice Odio, Ana Istarú, Max Jiménez, Alfonso Chase, Lisímaco Chavarría e Isaac Felipe Azofeifa. Se trata de Natalia Esquivel, una joven y muy preparada defensora del poema. Una suma de niña y mujer que se encarga de ponerle ropa al verso y de andarlo por el mundo vestido de cualquier cosa. Con sólo llegar a su casa, se le nota su conciencia revolucionaria del arte, o sea, su vocación subversiva; así como la capacidad que tiene de romper esquemas y de convertirse en sí misma. Anda por el mundo con la guitarra como una espada o como una flecha. Es una especie de Robin Hood de la cultura, pues se apropia de las metáforas de los grandes autores y las pone sobre una alfombra mágica para que vayan por el mundo mostrándole a la gente los mejores paisajes que construye el alma humana.Vive en Heredia, cerca de la universidad donde aprende y de las escuelas y colegios donde enseña. Su casa es como ella. Ya fuera en la sala o en los ojos, da la impresión de que es más grande por dentro que por fuera. Camilo Rodríguez Chaverri
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De entrada, lo reciben a uno cuatro o cinco Fridas Kahlos. Una con clavos que parecen troncos, árboles deforestados en todas las latitudes de su cuerpo. Otra con hondas heridas, casi reparadas pero todavía sangrantes, en la cintura. Y una más en la que Frida vuela desde un edificio afincado sobre una nube. Pero lo que me hace pensar en Natalia es una frase de la Kahlo: “Árbol de la esperanza, mantente firme”. Acierto. Incluso descubro, posteriormente, que nuestra cantautora tiene una canción con ese nombre.. Al lado de Frida, en la pared hay una obra de Diego Rivera. Es la manifestación festiva de una piñata a la que se le abrió la panza sobre el suelo. La sensación de fiesta me hace pensar en lo que pueden sentir las palabras que pasea Natalia entre las cuerdas y los dedos. Una máscara de ojos tristes y otra de ojos endemoniados, rojos y saltones, indican que algo hay con Cuba. Uno de ellos es el Indio Athuey, de Matanzas. También hay tres pinturas de esa artesanía isleña que no es artesanía, que es arte, y en una de ellas un negro subido sobre una palmera y con dos gallinas vestidas de colores a sus pies, abre la puerta a la santería.
Entre escritores y músicos La casa es tan variopinta como la luz de sus ojos. Tiene una electricidad contagiante. Hace un chispero en el espíritu. Es la casa de una artista. Detrás de la mesa del comedor, unos cuantos ladrillos sobre los que descansan unas tablas sirven de mueble para un equipo de sonido, y en todas las fronteras de la pieza hay montones de discos compactos. Unos cien, quizás. Hay música de los compositores que más admira, entre ellos, brasileños y cubanos, como Chico Buarque, Djavan, Compay Segundo, Silvio Rodríguez, César Portillo de la Luz, Marta Valdés... Y de los más grandes intérpretes de su alma, como María Bethania, Ana Belén, el Trío Matamoros, Celina González y algunos mexicanos... La colección es diversa, como sus gustos. “Igual estudio ´La fuga en la menor, de Bach, que un bolerito...”, dice Natalia, quien se gana la vida enseñando música en dos escuelas y en la UNED. “Me encanta la docencia. Por eso es que enseño a los niños y también a los adultos mayores, que es lo que hago en la universidad”. Y ha de ser en sus orígenes que se entiende tanta tolerancia con el crisol de opciones en música. Al lado de una buena 248
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colección de botellas vacías de ron cubano, como Varadero, ron nica, como Flor de Caña y el guatemalteco Zacapa Centenario, un baúl descansa sobre el suelo, como un sapo que quiere pasar inadvertido. Pero tiene algo así como aura, y resulta casi mágico. “Ese baúl lo uso desde mi niñez. Lo trajo mi madre de España, cuando se vino con mi padre. El primer viaje fue en barco”, cuenta Natalia. Su mamá, la educadora Amparo Benítez Aldón, es de Cádiz, Andalucía, pero estaba viviendo en Barcelona cuando Mario Esquivel Tovar, guanacasteco de origen guatemalteco, andaba estudiando allá una especialidad en Derecho. Del amor de ellos nacieron Natalia y sus tres hermanos. Y de sus inquietudes, germinó la semilla de colores que le andaba a la música entre los ojos y la voz. El señor Esquivel fue Embajador de Costa Rica en Guatemala, y allá surgió su investigación sobre Eunice Odio, un estudio que es referencia obligatoria para acercarse a la obra de esa gran escritora costarricense de todos los tiempos. Quizás sea esa cercanía de siempre de Natalia con la literatura la llave para generar en ella el interés por musicalizar poemas. Desde los 7 años de edad toca guitarra y escribe letras para canciones, a los 9 las componía, y surgieron entonces obras para su gato, para sus familiares y a favor o en contra de alguna situación cotidiana.Después de la primaria, en la “República Dominicana” de San Francisco de Dos Ríos, y de la secundaria, en el Colegio Nuestra Señora de Desamparados, durante unos años estudió Filología Española en la Universidad de Costa Rica, y entró a Guitarra Clásica en la UCR, y también a Música con énfasis en Guitarra Clásica y Educación Musical en la UNA.
Humillaciones para músicos Empezó a cantar en el Hotel Valladolid, en Heredia, hace unos siete años, y desde entonces ha dado conciertos y ha cantado en lugares que van desde pequeños bares hasta espacios en manifestaciones grandes. En su casa tiene el afiche de un concierto suyo en el Centro Cultural de México y otro de un concierto en el Centro Cultural de España. Su primera presentación fue hace unos ocho años, y en esa ocasión la presentó Guadalupe Urbina. Para ella han sido fundamentales figuras como Urbina, Adrián Goizueta, Alejandro Cardona y Luis Monge. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Los músicos tenemos serias limitaciones. A veces es humillante tener que cantar en lugares donde miden la música de uno por la cantidad de comida o de cervezas que vendieron. He sentido más de una vez que han estado a punto de decirme, ‘Mira, ¡qué bien estuviste hoy!´, pero no por lo que hice, sino porque la noche estuvo muy bien en ingresos”, cuenta Natalia, quien en su primer trabajo de producción, musicalizó obras de Isaac Felipe Azofeifa y contó con letras de Guadalupe Urbina y algún arreglo de Edín Solís. Luego, trabajó en la producción de tres casetes que sirven de apoyo didáctico para unos libros de Nora de Chacón, en los que musicaliza poemas de Juan Ramón Jiménez, García Lorca y Juana de Ibarbourou, así como textos de Carlos Gagini. “Me encantó musicalizar ´Platero y yo´, de Juan Ramón, y ´El romance de la luna luna’, de García Lorca”, confiesa Natalia. Ahora, está muy contenta por la producción de su primera obra profesional independiente, gracias al apoyo de la UNED. Se trata de una colección de canciones que son la adaptación musical de poemas de Debravo, Azofeifa, Chase, Lisímaco Chavarría, Eunice Odio, Max Jiménez, Virginia Grütter y Ana Istarú, así como varias composiciones originales. Según Johnny Valverde, de UNED, este proyecto señala la importancia de que las universidades públicas respondan a la sociedad con productos culturales de alta calidad, de manera que la juventud costarricense pueda acceder a la literatura de una manera innovadora y atractiva.
La mamá del puente Es una gran gestora de la construcción de un puente entre la poesía y el bolero, la metáfora y la trova, la estrofa y el flamenco, así como la gran impulsora de lo inefable del poema escondido en el pentagrama... Pero quizás lo más valioso del trabajo de Natalia sea su vocación lúdica. Se trata de un juego maravilloso, en el que la artista le da espacio al universo pleno de los elementos. A la salida de su biblioteca hay tres copias de obras de Picasso, una fotografía de una escultura del rostro de Eunice Odio y un afiche de un concierto en homenaje a Yolanda Oreamuno en el que participó... Incluso ha compuesto una canción acerca del libro “La ruta de su evasión”. Dentro de ella, destacan los libros de Emilia Prieto, una obra de Hemingway en Cuba, grandes libros sobre artistas vistos por otros artistas, los ensayos de Mistral sobre 250
conversaciones con la historia, TOMO UNO
escritores, análisis de las obras del Museo del Prado y el arte pictórico mexicano, libros con letras de canciones y con poemas musicales de Nicolás Guillén, y una monumental cantidad de libros de poemas. Sobre la cocina, dos pinturas de Guatemala y una pintura de un desnudo convertida en reloj confirman la capacidad de rodearse de arte de una mujer que transforma las otras manifestaciones artísticas en música. Sobre una repisa, tres o cuatro begonias quisieran cantar, y sobre el desayunador, a una mata de ´cara de mula´ sólo le faltan ojos para tener una expresión con palabras. Todo parece hablar y moverse en esta casa. Podría pasar por la cueva de un pintor o el rincón más sagrado de alguno de nuestros escultores. Es el espacio vital de una guitarrista, de una compositora, de una maestra de escuela que ha servido de madrina para nuestra poesía. Con sus dientes que dan espacio para el aire y la imaginación, cuando sonríe Natalia, se sale una niña de su rostro, como un duende, se escapa de sí. Es su alma de artista, que la delata. Ojo, octubre 2002
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José María Zonta
El poeta debe envenenar
José María Zonta es un joven y muy importante poeta costarricense que ya es muy reconocido en los círculos literarios del continente. Su nombre suena por aquí y por allá. Ha ganado premios en Europa y en América Latina, y reconoce que está trabajando para escribir una obra mayor, como “El tránsito de fuego”, de Eunice Odio, o “Cuerpos”, de Alfonso Chase. Con él hablamos de su embrujo por la palabra. —Usted ha hablado de la poesía como magia. ¿A qué se refiere? —La poesía es magia. El poeta debe ser un mago. Eso supera la visión de la poesía como fenómeno literario. Debe ampliar su campo de acción. La literatura es un oficio. El poeta debe ampliar su campo de acción. No puede limitarse al oficio de escritor, debe ser un alquimista y un mago. Eso no quiere decir que los poetas literariamente puros sean malos, es que sólo tienen una parte. Hay que diferenciar entre conocimiento literario y sabiduría. El poeta debe aspirar a ser sabio. —¿Cuándo el poeta se convierte en un sabio? —La sabiduría poco tiene que ver con editoriales, premios y publicaciones. Es lo oculto, donde el peligro es más hermoso y es irresistible. La sabiduría es para el poeta lo que la vela encendida es para la mariposa. Sabe que puede ser mortal, pero su belleza le hipnotiza. —Eso de la magia genera polémica hasta entre científicos. —Hay autores que consideran que los científic os de hoy son los magos y alquimistas del pasado. Parafraseando a Bergier, el coautor de “La Rebelión de los Brujos”, el poeta 252
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actual es el alquimista del pasado. En lugar de transmutar metales en oro, transmuta almas. El poeta no puede permitir que el lector se le escape de su poema igual que como llegó. Tiene que haberlo envenenado. —El arte debe sacudir, entonces. -El arte entendido como herramienta para mejorar la vida de las personas, no el arte visto como entretenimiento, como tránsito del que se sale sin experimentar cambios. —Froilán Escobar dice que el movimiento literario de Costa Rica está conformado por compartimentos estancos, que los poetas están muy aislados ¿Es cierto? —Mientras que nos sigamos mirando unos a los otros como en un espejo nunca vamos a crecer. Si estuvieran aislados, pero se produjeran libros de calidad, no habría problema. Pero Froilán tiene razón. Se forma un grupo en esta esquina para pelearse con el grupo de la otra esquina. —¿Hay confrontación entre los grupos? —No están confrontados, que sería muy bueno, sino enfrentados de manera estéril. Hay excepciones sólo justific adas por el talento. Eunice Odio y Alfonso Chase . Es gente que superó el esquema mental reducido de nuestra literatura. Lo demuestran “El tránsito de fuego”, de Eunice, o “Cuerpos” de Alfonso. —¿Qué piensa de su amigo Alfonso Chase? —Llegó el momento de exigirle que saque las uñas de su verdadero talento. Ya está bien de ser el príncipe de nuestra pequeña república. —¿Laureano Albán? —Yo de Laureano admiro los sueños, la pretensión, la ambición, pero no lo mataría una gota de humildad. Cuando uno vea escritores como Cortázar y Borges, que no ganaron el Nóbel, y recuerda que hay escritores vivos tan importantes como Kundera o Alvaro Mutis, que no han ganado el Nóbel, piensa que está bien que Laureano aspire, pero tiene que justific arlo con mucho trabajo y grandes obras. Una vez dije en Colombia que prefería ser Borges o Cortázar que ser Nóbel. Además, Grass y Saramago son muy humildes y geniales. —¿Espera publicar algo como las mejores obras de Eunice o Alfonso? —Espero algún día jalarme una torta. —¿Está trabajando para eso? —Caí en el facilismo de los premios. Me dieron muchos y muy seguidos. Ese exitismo me perjudicó. Ahora estoy tratando de retomar el vigor. Llegué a desdeñar la lectura. Camilo Rodríguez Chaverri
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Como ganaba premios, me parecía que no me hacía falta. Borges decía que otros se enorgullecían de los libros que habían escrito, pero que él se enorgullecía de los libros que había leído. Y que lo diga Borges, que publicó relatos tan maravillosos como “El Aleph”. Ahora leo mucho más. —Algunos dicen que en cultura hay una SBM, Sociedad de Bombos Mutuos, una argolla pequeña y excluyente. ¿Afecta esa SBM la calidad de lo que se publica? —Podrían tener algo de razón. El poeta debe aprender a dinamizar con el poder o alejarse. El pecado no es acercarse al poder. El pecado es aprovecharlo para publicar libros malos. —¿Qué rescata de su obra? —Diez o quince poemas de este libro nuevo. Me caen mal los escritores que cuando alcanzan el éxito renuncian a sus obras viejas, pero el poeta está obligado a evolucionar. He publicado poemas muy malos y libros muy malos. “Juego Azul” no me gusta para nada. —Eso no quiere decir que sea un libro malo. —Bueno, no es que no me guste, es que es una mierda. —¿Ha sacrificado calidad por cantidad? —Sí, en “Lobos en la brisa”, por ejemplo, hay poemas que deben ser más pequeños. Sobran muchas palabras. Me faltó esfuerzo de síntesis. —En Costa Rica, ¿importan más los premios que la calidad? —El medio poético costarricense fomenta el facilismo. Estamos todos los poetas como en un carrusel detrás de una zanahoria, que es el Premio Nacional de Poesía “Aquileo J. Echeverría”. Se llega al colmo de poetas que aceleran irrespetuosamente la salida de sus obras para concursar. Eso es poner la poesía al servicio de un premio. Escriben de un tamaño, un estilo y un contenido que están en función de la mira de un premio. Jorge Debravo escribió que el poeta debe ser libre, si no como hombre, como poeta. —Sé que está investigando mucho sobre la vida y obra de Debravo. —El Ministerio de Cultura me contrató para escribir su biografía, con lo que intentaré llenar un vacío injusto. Se habla mucho sobre él, y la fecha de su nacimiento, el 31 de enero, es el Día de la Poesía en nuestro país. —Esa investigación me despierta la más grande envidia... —Es un premio del destino. Aunque estilísticamente no estoy con Debravo, éticamente me siento tributario de él. 254
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—¿De qué manera definiría a Debravo como poeta? —Hay muchas categorías para definir a un poeta. El poeta puede ser un trabajador de la palabra. También puede ser un talento, o un genio. Jorge Debravo fue el más insigne trabajador. La vida no lo dejó madurar hasta convertirse en genio. —Pero, ¿cómo era? —Jorge era un exabrupto, una erupción de poesía. Era un látigo, un golpe en la mesa pasiva de este país. Como digo en mi poemario “Ladrones”, era un opositor, un disidente, un alguien fuera de tiempo, un reclamo, un reproche entre la gente, una dosis de infortunio en medio de la felicidad, una exclusión. Estaba atento a otras señales, era uno de esos poetas que reciben un telegrama con su derrota inevitable, pero se levantan, miran de frente y combaten. —¿Qué le falta a los poetas jóvenes? —Mucha lectura, trabajo, vigor, coraje y sed de sol. Les falta ambición, entrar el juego y meter la pata duro. Se dejan ablandar por las defensas contrarias. —Usted vive con una poetisa muy joven... —Lucía Estrada, mi compañera, es una poetisa colombiana. Tiene 20 años, y me cambió como poeta. Tenemos dos años de vivir juntos. Antes apostaba al facilismo, y ella me hizo conocer otros territorios de climas más rigurosos. Ahora formamos una secta de dos. —Es un abogado reconocido, ¿cómo hace para dejarle espacio al poeta? —Hay un estereotipo de que el poeta es un vagabundo, un borracho, un bohemio, y que tiene que andar por ahí, ejerciendo su oficio tristemente. A mí me gobierna el trabajo. Escribo todos los días, leo todos los días, corrijo todos los días. Conseguí que el abogado becara al poeta. El abogado compra los libros que el poeta necesita. Si yo fuera pintor, me gustaría tener un estudio maravilloso, espacioso, amplio, donde la luz entre a distintas horas en distintas tonalidades, pero como soy poeta tengo un estudio con miles de libros. Con una ventana maravillosa y un jardín de botellas, es un templo a la poesía, donde se le rinde culto a la palabra. —Me parece que sus poemarios son unidades temáticas y estilísticas. —Debemos superar la noción de escribir poemas para escribir libros. Hay que construir un libro como se construye una casa. Lo primero que me cae es el título, y con él vienen las características del libro. Camilo Rodríguez Chaverri
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El libro es más sabio que yo. Sabe cuándo detenerse. Prefiero la noción de libro como unidad, como organismo coherente en sí mismo, más que la colección de poemas. Ojo, agosto 2001
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Gabrio Zappelli Cerri
Un conde en la televisión y el teatro
Ha sido el director de guionistas de las series televisivas costarricenses El Barrio, La Pensión y La Plaza—primero Plaza Siglo XXI—. Está detrás, como artífice de los guiones, como el alma del arte detrás de la obra. Gabrio Zappelli ha tenido que dejar atrás a su país, Italia, para meterse a analizar al nuestro, desnudarle el espíritu y conocer todos sus recovecos, con la responsabilidad de llevarlos a la televisión. Llegó al país hace sólo cinco años, y su nombre ya tiene mucho peso en nuestra televisión. Pero detrás de él, y de sus años en Costa Rica, hay un artista revolucionario, moderno, integral y subversivo, con muchas inquietudes y sueños. En su vida la única regla que ha valido siempre es amar el arte y entregarlo todo a su favor. Cuenta que cuando tuvo que hacer el servicio militar en su país se dedicó a enviarle a sus amigos tarjetas postales que él mismo diseñaba. Todas tenían un sentido artístico, pero a un investigador le pareció que era un espía y que lo que enviaba eran mensajes en un código especial. Gabrio se burló públicamente de quienes creyeron que su arte era la labor de un espía, y como represalia los otros buscaron, entre casi 80 tarjetas postales que tenían decomisadas, las 6 ó 7 tarjetas en las que Gabrio aparece desnudo. Por eso, lo acusaron de ultraje al pudor, pues las leyes postales italianas permiten enviar desnudos femeninos pero no desnudos masculinos. Después de un par de juicios, todo terminó en una multa y en múltiples entrevistas por televisión a ese artista que defendía su derecho a inventar sus propias tarjetas postales y a decorarlas con su sentido estético.
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Un detalle curioso es que Gabrio es un conde, algo que no significa mucho ahora pero que fue muy importante siglos atrás. Su familia noble inició en 1395, en la zona baja de Yugoslavia, cerca de Albania. De ahí subieron hasta Venecia, y su bisabuelo, que fue embajador de Italia en Austria, se hizo terrateniente en Istria, zona de la que sus familiares tuvieron que huir durante la Segunda Guerra Mundial. Sólo su bisabuelo se quedó y murió al pie del cañón, con las botas puestas. Quizás de allí venga el espíritu aguerrido de nuestro conde. Gabrio creció en Florencia y en Chianti, la famosa zona productora de vino. En esas comunidades transcurrió su niñez y parte de su adolescencia. Era tremendo. En la escuela llevaba muy buenas notas en todas las asignaturas excepto en Comportamiento. Es que era muy inquieto. Para los convulsos años 60, Gabrio ya era un colegial, por lo que absorbió buena parte de los movimientos estudiantiles y las protestas universitarias que, sobre todo en 1968, tuvieron cabida en Italia, Francia y Alemania, principalmente. “Empecé en un colegio de arte, que fue donde se generaban más protestas y huelgas, pero también se trabajaba mucho. En ese tiempo me gustaba mucho la pintura. Estudiaba música, estaba en conjuntos y bandas tocando el saxofón y fundé una compañía de teatro aficionado”, cuenta Gabrio. Tenía apenas 17 años y ya andaba con su compañía de marionetas y títeres. Ya a los 21 funda su segunda compañía, y se integra a la Asociación Nacional de Teatro Italiano, por lo que realiza muchas giras dentro de su país, así como en Francia y Alemania.
Una universidad de lujo Gabrio estudió en la Universidad de Boloña, que es una de las más antiguas de Europa y una de las más importantes de Italia, pues hasta el mismo Dante (algo así como el Cervantes de Italia, disculpando la comparación) estuvo vinculado a este centro de estudios en sus inicios. Allí se metió en la Carrera de Letras y Filosofía, que había abierto una Sección de Semiótica –el estudio de los signos y los lenguajes– precisamente con quien sería el padre de este campo del conocimiento, el famoso escritor Umberto Eco, quien fue su profesor durante mucho tiempo. Se hicieron tan amigos que, incluso, él lo quería como su defensor en el juicio por ultraje al pudor debido a sus tarjetas postales, 258
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pero fueron sus padres quienes le insistieron en contratar a un abogado. Luego se introdujo en la especialidad de las disciplinas de las artes, de la música y el espectáculo, en la que se estudia la pintura, el cine, la danza, el teatro y la televisión, entre otros campos artísticos. Y ya cuando corren los años 70, con sus grupos de teatro recorre comarcas y veredas, aprendiendo de la gente. Desde 1975 dirige y monta espectáculos profesionales. Después del servicio militar, Gabrio inicia su carrera como académico. Inician los años 80 y es nombrado Director de Cine y Teatro en la Escuela de la Universidad de Florencia. Luego pasa a Roma, donde arranca con una academia de teatro. Y desde 1981 inicia con una nueva compañía de teatro. Luego vendrían los años del cine y la televisión.
Su vida en el cine y la tv —¿Cómo se introduce en el mundo del cine? —Un tío mío, Leonardo Pescorolo, es productor de cine en Italia y me aceptó en su equipo de trabajo. Él ha sido el productor de obras de los grandes directores italianos. Empecé como asistente de produccción porque él es muy estricto y me dijo que tenía que empezar de abajo. Con él estuve en la producción de la película “La Ciudad de las Mujeres”, de Fellini, también en la película “Farinelli”, así como en la película “El Diablo en el Cuerpo”, de Bellochio. Luego pasé a la Compañía de Producción Films Mauro, de Laurentis, otro famoso del cine italiano, y con él estuve en la producción de cuatro películas en Italia, Suiza y Estados Unidos. Fue entonces que empecé a trabajar al lado del escenógrafo Oswaldo Desideri, que ganó el Óscar por la escenografía de la película “El Último Emperador”. —Teniendo tantas oportunidades, ¿por qué se vino para Costa Rica? —Es que fue precisamente con Desideri como jefe que llegué a Costa Rica. Íbamos a realizar la producción de una miniserie aquí, después de muchos cambios. Primero íbamos a rodarla en Cuba, luego pensaron en Cartagena de Indias, en Colombia, pero al final escogieron este país porque aquí vive Víctor Barriga, quien es cuñado del productor, que era Peter Zoli. Yo venía como escenógrafo, como decorador. —Pero, ¿por qué se quedó aquí? Camilo Rodríguez Chaverri
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—Me encontré con Enrique Garnier, el Director de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, y me propuso quedarme aquí impartiendo cursos de Escenografía, Iluminotecnia, Crítica Teatral, Vestuario y Guión. Poco después también me propuso impartir Historiografía de las Artes en la Maestría de Arte. Me sonó bien el cambio y la nueva aventura. Y hasta empecé a trabajar en un guión para cine con Mercedes Ramírez, en una historia de acción. —¿Y cuándo entra en escena “El Barrio” en su vida? —Tenía ya casi dos años de estar en el país cuando Óscar Castillo me contrató como supervisor de las escenografías, hace poco más de tres años. En diciembre de ese año, en 1997, viajé a Italia y cuando regresé en enero de 1998 ya me integraron como director de guionistas de El Barrio, al frente de Catalina Murillo, Walter Fernández, Dorelia Barahona y Jéssica Clark, entre otros. —La aventura de El Barrio es importantísima para el imaginario de los y las costarricenses. ¿Es conciente de eso? —El Barrio fue una escuela de televisión para Costa Rica. Fue la primera serie costarricense que se puede llamar con ese nombre. Tuvo altos y bajos que dependieron de la relación con los patrocinadores. Era la primera vez que tanto los patrocinadores como los productores hacían algo de esa magnitud. Es que hay que ver la magnitud de la puesta en escena. Imagínese que llegamos a tener hasta 28 actores por capítulo, con filmaciones en exteriores y en interiores.
Zambullido en este lago —¿Cómo hizo para acoplarse y dirigir a los guionistas si era extranjero y no conocía la letra menuda del costarricense y su forma de ser? —Bueno, tuve gente buena y talentosa a mi lado. Además, todo requería de mucha investigación. Así que por cada capítulo consultábamos con médicos, abogados, sociólogos, con los profesionales que ocupáramos. —Pero eso no parece ser suficiente. —Yo me apoyé en el testimonio de mucha gente, en la observación de sus vidas. Llegamos a hacer 400 historias, porque cada capítulo estaba compuesto por tres historias independientes que se enlazaban al final. Eso requiere de mucha creatividad pero también de mucha investigación. 260
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—Pero me imagino que hubo algún elemento del trabajo o alguna característica particular que le obligó más, que le provocó más problemas. —Sí, sí. Aquí no hay costumbre de trabajar en equipos. Todos trabajan individualmente y luego juntan el trabajo. Cada trabajo está desarrollado por cada quien por aparte. Yo no estaba acostumbrado a eso. —Luego vino la experiencia de La Pensión. —En La Pensión todo el trabajo de preparación tuvo que ser muy rápido. Tenía que gustar siendo cómico, pero ofreciendo algo que nunca se había hecho en Costa Rica. Aquí todo lo humorístico había partido de la farsa. Por ejemplo, un hombre vestido de mujer, que imita a una mujer, pero que se sabe que es un hombre. Nosotros estamos preparando una comedia, y la diferencia con la farsa es que en la comedia sí se parte de situaciones reales, que parecen reales, más bien. El mayor reto era mantener ese género de comedia. Aquí empecé como director de guionistas, al igual que en El Barrio, pero tuve que ver con el planteamiento del proyecto. —Alguna gente ha dicho que La Pensión no responde a nuestro medio, que pasaron por alto detalles vitales, como el hecho de que un chofer de bus no vive en una pensión de esas dimensiones. —El personaje del chofer de bus es verdaderamente un chofer de bus. Pero aquí el punto es que partimos de arquetipos. El programa es para toda la familia. Por eso, Don Pedro representa a esos hombres pesados, majaderos, que son solteros insoportables o maridos insufribles por delicados. Doña Tere es del tipo de mujeres que tienen la obligación de llevar adelante a la familia. Riqui es el hermano excéntrico, el hijo de familia que sale como lo que la familia nunca quiso tener. Mientras tanto, Eddy es el tipo de hijo aprovechado, al que han chineado y se ha convertido en un vagabundo. Elvira es como la tía que siempre sabe mucho de lo oscuro y el pasado. Abigail, la muchacha bonita con aspiraciones y en espera del príncipe azul. También está Camacho, quien aparece esporádicamente y que representa para Doña Tere el sueño del hombre seductor y el galán. En ese contexto, Paco, el chofer de bus, responde muy bien a lo que se le pide como tío bueno y tonto, pero también responde a lo que se quiere de él como chofer de bus.
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Arquetipos —¿Se saca tiempo para analizar esos arquetipos para que respondan a una realidad nacional? —Hay que investigar mucho. Consultar a quienes saben más de esta materia. La edad de los personajes es vital. Hay que crear todo un cuadro que armonice estatus, edades y aspiraciones. Ahí está el alma del asunto. —¿Y qué ha ocurrido en el caso de La Plaza? —Plaza Siglo XXI tuvo un planteamiento inicial equivocado. Me parece que se debió al temor por perder participación de los patrocinadores. Tenían mucho miedo de que no se viera el producto en primer plano. Eso no ocurre en Europa ni en Estados Unidos. Allá no se pide la participación de los productos patrocinadores en pantalla. —Pero, ¿qué tiene que ver eso con el error en sí, en el planteamiento de Plaza Siglo XXI? —Es que ese miedo de perder participación de los patrocinadores provocó que no se hiciera un planteamiento nuevo. Los personajes de El Barrio brincaron a Plaza Siglo XXI. Fue una violación al contrato pasional con el público. El público acepta a nuestros personajes insertados en un espacio, en un contexto determinado. Aquí los hicimos brincar de un género dramático a un género cómico. Pasamos de tres historias dramáticas e independientes que se entrelazaban al final de cada capítulo en El Barrio a una sola historia por capítulo, pero no dramática sino cómica. Ya los personajes no pertenecían a El Barrio pero no eran autónomos como para pertenecer a Plaza Siglo XXI. —¿Y qué ocurre ahora con esa serie? —En la redefinición del proyecto pasó a llamarse solamente La Plaza. Ahora sí contamos con personajes autónomos. Quedan El Nene, Chayo y Toño, porque representan a ticos emblemáticos, y se trata de muy buenos actores. —¿Qué debilidades encuentra en la televisión costarricense? —La televisión costarricense es una aproximación. No es completamente profesional. Dejan que se pierdan los buenos resultados obtenidos. En eso responde a la forma de ser de los costarricenses. Los costarricenses se relajan. Necesitan motivación de otra gente. Aquí logran algo importante y luego se conforman. La impuntualidad es un ejemplo. Primero se acepta una hora, y luego se irrespeta. Aquí se acuerda algo y luego se permiten violaciones a reglas pactadas. 262
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Ritmo y disciplina —Entonces, lo que le falta a nuestro medio también tiene que ver con esto. —Así es. Para obtener buenos resultados hay que mantener un ritmo, una disciplina. Lo que más hace falta es el control de calidad. Eso ayudaría a la constancia. —¿Y qué otro elemento resulta urgente? —No hay mucha competencia. Eso hace que haya conformismo. En Italia, por ejemplo, un gran guionista puede lograr producir, ver en pantalla, unos 6 ó 8 guiones a lo largo de su vida. Los guionistas más famosos de la televisión italiana han visto unos 8 guiones a lo largo de su carrera. Aquí, en cambio, hay un guionista de El Barrio que ya lleva 60 guiones. La falta de competencia hace que se reduzca el interés por mantener la calidad. Aun así se puede producir mucho de óptima calidad. Hay condiciones. Hay buenos actores, buenos guionistas, condiciones de trabajo. —Usted también se ha iniciado en el mundo del teatro en nuestro país. —Yo hice mucho teatro en Europa. Incluso teatro experimental. Aquí traje La Trampa Perfecta, que es una adaptación de la novela La Invención de Morel, del argentino Adolfo Bioy Casares. Trata el tema del mito de la máquina amorosa, o el engendro mitad hombre mitad máquina, al estilo Robocob. Una mujer llega a una cita para buscar trabajo y encuentra a un investigador que la seduce y la introduce en una trampa. Luego revela que realmente es una mujer, y la deja en su lugar dentro de una máquina. Actuaron Roxana Campos y Sandra Loría. —Aquí no tuvo el mismo éxito que en Italia. —El montaje que realicé de esta obra estuvo año y medio en cartelera en Italia. Aquí quizás el problema fue que no respondía a un tipo de idea que tienen algunos sobre el teatro. Por el tipo de montaje, que requería de una estructura muy alta y larga, no se podía pensar en una sala de teatro tradicional. Por eso, lo hicimos en la Estación al Pacífico. —¿Y qué tal le fue con El Barbero de Sevilla? —Se trata de una adaptación mía del clásico El Barbero de Sevilla. Yo había hecho un trabajo muy grande sobre el autor. Y mi adaptación se enfoca en lo teatral, retoma esos elementos más teatrales de la obra.
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Alumno y amigo de Eco —¿Qué sorpresas nos puede ofrecer? ¿Qué hizo usted en Europa que no se haya explorado en nuestro país? —Yo hice mucho teatro invisible. Se trata de algo similar a lo que está haciendo Los Elegidos, aquí pero en teatro. Por ejemplo, una vez montamos una conferencia sobre vampirismo natural. Preparamos a muchos actores, y llamamos a una conferencia de prensa. Llegaron muchos periodistas y aparecieron muchas notas en los medios. Fue muy interesante analizar el manejo de la sabiduría y el límite entre la verdad y la mentira. También trabajamos en un espectáculo llamad0 Pan, porque signific a “todo” en griego. Se trata de un espectáculo para dos públicos distintos en un mismo espacio. La escenografía está dividida por una pared y una puerta. A un lado hay una historia y al otro lado una historia distinta. Pero los actores trabajan en ambas, y aunque cada historia es independiente, cuando alguien que ha visto una y va a ver la otra aclara mucho las dos. Este tipo de proyectos se pueden llevar a cabo aquí también. —Usted fue alumno de Umberto Eco, el padre de la Semiótica. También ha tenido como maestro a Osvaldo Desideri. Ha tenido muchos grandes maestros, ¿verdad? —Así es. La gran suerte de mi vida es que me he encontrado maestros que me han enseñado mucho. En pintura Renato Renaldi. En cine, Osvaldo Desideri. En danza, Aurelio Millosch. Se trata de gente de primera línea en Europa. Aquí he contado con el apoyo de Sergio Román, quien conoce mucho de teatro y de teoría televisiva. Es una persona fuera de serie. Un sabio. Tiene una profunda cultura y en este país no la han aprovechado como se debe. —¿Qué es lo que más extraña de su país? —Extraño a mi familia. También los lindos lugares donde viví. Florencia es muy hermoso y, al igual que Roma, tiene sitios inolvidables y maravillosos. Pero no extraño a la gente, que en Florencia es pesada y en Roma caótica. Extraño el amor por lo que se construye en comunidad, porque aquí no hay amor por las cosas cívicas, por lo que nos pertenece a todos. Lo de las protestas del ICE le dio cierto sentido a un país en el que parece que la gente se aguanta lo que sea con tal de no comprarse un problema. —¿Y qué le gusta de nuestro país?
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—La posibilidad de estar muy cerca de muchas diferentes situaciones climáticas. Este país es un lugar que puede generar mucho gozo. No he tenido malas relaciones con la gente que me rodea. Y aquí hay condiciones para hacer producciones de calidad. Sólo hay que afinar algunos detalles. Chavespectáculos, 2001
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Ricardo Rodríguez Córdoba
El pintor de nuestro mundo afrocaribeño
Hay un mundo de luz y de color en las obras de Ricardo Rodríguez Córdoba, Negrín, el pintor más importante de la negritud costarricense, y un gran personaje de la provincia de Limón. Su obra exuda dignidad. De sus manos surgen negros valientes, altivos, elegantes. Negras bellísimas, coloridas, trabajadoras. Casi podría decir uno que las obras de Negrín son la reivindicación que el arte le concede a un pueblo incomprendido, que ha sido víctima del prejuicio y la mezquindad. Limón es tan variopinto como sus pinturas, llenas de un mar que sonríe como si tuviera dientes blanquísimos, pintados todas las noches por la luna. Los peces que pinta Negrín están bañados por polvos de oro y de plata, y las tortugas, panza arriba en la playa, duelen en los ojos y por dentro. No hay idealización ni fantasía. Las ropas de las mujeres son tan bellas como cuando uno las ve, vestidas como las flores, en la salida de los templos evangélicos de Limón. El dueño de esas manos que tienen ojos nació el 7 de enero de 1940 en Limón, exactamente donde ahora están los patios del muelle alemán Su papá se llamó Adolfo Rodríguez Alvarado, de Puntarenas, y su mamá, María Dolores Córdoba Centeno, de Liberia. “Se vinieron a vivir aquí cuando yo ni siquiera había nacido. Mi tata era comandante del cuartel de Liberia en el tiempo de los Tinoco. Se quedó sin brete. Aquí nacieron mis hermanos: el que estaba antes de mí nació en Siquirres, y el último y yo nacimos en el puro puerto. 266
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“Éramos ocho hermanos, y sólo quedamos dos. Mi mama nació en 1900, y mi tata era 32 años mayor que ella. Te voy a contar cómo fue que se emparejaron. “El coronel era como el jefe del pueblo, o sea, que el viejo tenía mucho poder, llegó donde mi abuela, y le pidió que le diera a Lola en matrimonio. “Crecí en Limón, y he pasado aquí toda mi vida. Aquí aprendimos a jugar fútbol, boxeamos… El limonense de cepa ha jugado de todo. “Carajillo, carajillo jugaba ´puro´. Eso se jugaba con dos ladrillos. Uno cortaba un pedazo de madera de escoba y lo ponía en medio de los dos ladrillos, y luego lo le daba con el pedazo de palo que quedaba. Uno los tiraba para arriba y después contaba los pasos desde el sitio del golpe hasta donde cayó el pedazo de escoba”.
Entre la gente A esta altura de la conversación, ya han pasado unas diez personas; saludan a Negrín con una gran naturalidad y algunos se quedan escuchándolo. -Jugar puro era jugar como una suma de golf y del béisbol, dice uno de los amigos de Negrín que se ha quedado escuchándonos. Negrín retoma la palabra: “También jugábamos recogiendo cucarachas de las alcantarillas. Poníamos un palo con una melcocha, las cucas se subían en la melcocha, lo llevábamos a media calle, tirábamos la melcocha, y a majar cucas se ha dicho. Al día siguiente, había cientos de cadáveres de cucarachas en media calle. “También jugábamos cuatro esquinas. Se necesitaba de cinco personas, porque alguno tenía que quedar sin esquina. Alberto Amador, el presidente de JAPDEVA, era parte de la pelota. Le decíamos ´Taxi´ Amador. Vieras cómo jode y jode. Dicen que todavía llega a la Casa Presidencial a contar chistes. A Abel le gusta eso. Aquí venía a contar babosadas, en el corredor de mi casa, que es donde pinto. “Cuando yo era un niño, aquí en Limón, también jugábamos papalotes; encumbrámonos papalotes para setiembre, que es cuando hay mucho viento en Limón. “Había tiempo para cada juego, había tiempo para jugar bola de vidrio, para jugar bolinches. Jugábamos chócolas, que también les llaman canicas. Y en las noches jugábamos Camilo Rodríguez Chaverri
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´Presente capitán´. Hacíamos un cuadro en el centro de la calle, uno de los jugadores se iba para el otro lado, y luego empezaba a buscar el cuadro. El tiro era mantener al capitán siempre fuera del cuadro. Uno se llevaba unos raspones tremendos. “La pasión de nosotros era estar metidos en ´Los baños´. Hasta Abel Pacheco llegaba a nadar ahí. Yo lo conocí cuando éramos chiquillos. Un tío de él era comandante en Limón. Le decíamos el Macho Pacheco. Era comandante y odontólogo. “Nos encantaba meternos en el ´swimming pool´, que era una zona de ´Los baños´, exclusiva para la gente de la compañía bananera. Nosotros nos metíamos ahí. No nos importaba. Íbamos dando la vuelta por ´Los baños´, montados sobre la roca. Tenían hasta un trampolín en la playa. Llegaba uno y lo corrían. No nos importaba. “Primero estuve en la Escuela Tomás Guardia. Me expulsaron por bueno. Estuve con Rogelio Pardo Evans, el ex ministro. Éramos buenos para estar buscando pleito a cada rato. Me expulsaron por dibujar, pero no le puedo decir qué dibujé. Lo mejor hubiera sido que me ayudaran y encaminaran a pintar otras cosas. “En ese tiempo estaban abriendo el colegio de monjas. Estaban dando primero, segundo y tercer grado. Yo estaba en tercero, y me salvé. Claro que me prohibieron defin itivamente dibujar. Me dijo mi mamá, ´si usted dibuja lo mando para el Reformatorio San Dimás, que decían que estaba en San José. “Entonces fui a la Escuela Sagrado Corazón de Jesús. Rafael Ruano Amarillo era compañero mío, y ahora es médico. Harry Powell también”.
Dibuja desde la escuela “En la escuela hacía mis dibujillos para satisfacer mi espíritu. Claro, en ese momento ni sabía que era por eso. Creía que era por puro gusto. Me gustaba pintar paisajes de Tarzán, panteras y leones. Siempre me tiraba a pintar animales, y personajes como Supermán y Batman. También pintaba dibujos de Cristóbal Colón y de Pizarro a tinta china, y en el colegio ya pintaba retratos en acuarela y crayón. A los 22 años gané el primer concurso de pintura, que organizó la municipalidad de Limón. “El núcleo de nosotros, en la escuela, era gente que ahora es profesional. En ese tiempo no había tiempo para andar
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en vicios. Ninguno de mis compañeros de escuela ha sido vagabundo. “Salí de sexto grado, y fui al colegio, que estaba por el Parque Vargas. Era pequeñito, apenas para la ciudad. Fui hasta tercer año, pero no aguanté más. No quise volver. “Me fui a trabajar a las bodegas y a los muelles, como un animal. Cargaba parafin a, latas de manteca, y sacos de abono de 100 y 200 libras. Después trabajé en la aduana en el despacho principal y finalmente en el muelle, bajo la tutela de la Northern. “Recuerdo que trabajé con los barcos de unos colombianos que traían cemento de su país, el barco Pereira, el barco San Andrés, el Adolfo Federico, el Uraba Trabajé como dos años cargando en las bodegas y año y medio en el muelle, en los talleres de la Northern como ocho meses, y en la aduana trabajé dos años y medio. “Después de eso, ya me dediqué exclusivamente a la pintura. He estado en esto durante más de cuarenta años. Y la gente de por aquí me quiere mucho. No puedo ir a Cahuita, Puerto Viejo, Punta Cocles, Punta Uva o Manzanillo. No puedo pasar inadvertido. Cada vez que salgo encuentro tal vez unos veinte o treinta amigos. ”Sin embargo, en el resto de Costa Rica casi ni me conocen. Si acaso han escuchado algo de mí por el Premio de Cultura Popular que me dieron hace unos años. “Entre la gente que conoce de arte, sí conocen mi obra, aunque de mí, como persona, conozcan muy poco. El señor Sebastián Tena compraba pinturas mías y creía que yo tenía como 70 años y que yo era un italiano que me había venido a hacer una escuela de pintura en Limón. Es que hay gente que me dice Negrini, pero es Negrín. “Eso sí que es el colmo: que la gente crea que yo soy un viejillo italiano colérico y a punto de morir”.
Cuerda y color “Mi mamá era enfermera obstétrica. Yo tenía amistad con el doctor Gazel y con el doctor Jacobo Luis, que fueron muy importantes por aquí. Mi mamá les regalaba cuadrillos que yo pintaba. “La verdad es que me encanta pintar. Lo único que me gusta tanto como pintar es la pesca. Ese es mi pasatiempo.
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Pintar es mi profesión. Tengo ahí adentro más de 300 cuerdas, y entre ellas hay un montón de cuerdas que están sin uso. “Tenía dos amiguillos que también le daban al dibujo, uno era Carlos Eduardo Vellans, Pilín, y el otro era Carlos Marroquín. Hacíamos una competencia amistosa de quien dibujaba mejor, a Pilín yo no le tocaba ni las niguas. “Al principio, vendí cuadros en cinco pesos, luego vendí cuadros en cuarenta pesos, y cuadros de cuatro pies por ocho en ochenta pesos. “Me ha ido muy bien vendiendo. Por ejemplo, en Heredia, el abogado Fernando Sánchez, el primo de Oscar Arias, tiene 54 cuadros míos. Dice que él tiene la sucursal de Negrín. “Yo pinto sin copiar. Tardo hasta un mes con cada pintura. He hecho exposiciones en la Alianza Francesa, en el Museo Nacional, en la Sala Kamakiri y en la Asamblea Legislativa. Y aquí, en mi casa, he recibido hasta al Primer Ministro de Jamaica. “Pinto blancos, negros e indios. Rescato al ser humano en mis pinturas. Creo que el retrato de una persona es el retrato de una época. El negro usaba mucho el blanco, para repeler el calor. Entonces, yo lo uso si quiero retratar una época. “También recuerde que antes el negro usaba saco, corbata y un casco safari los sábados. Eso todavía se ve en Limón. Cuando van a la iglesia adventista, esto parece un desfile de modas: negras con vestidos africanos hasta el suelo, y unos sombreros elegantísimos. Y negros que quién sabe cuánto tienen que bretear para comprarse esos vestidos. Son elegantísimos. “No voy a pintar al negro triste o enfermo, sucio o mal presentado. Siempre lo quiero en su mejor presentación. Mi deber es pintar al negro como debe ser, pero no necesariamente como es. “Yo siempre pinto el negro sin denigrarlo. Como pinto en el corredor de mi casa, los negros pasan y si ven a un negro descalzo, me dicen, ´no, Negrín, ¿por qué ese negro sin zapatos? Ponga unos zapatos viejos´. “Los negros se sienten felices con mis obras, porque siempre se ven contentos. Nunca voy a pintar a una negra con un vestido sucio. “Conmigo comenzó la lucha por ver las raíces de los negros. A los negros les cuesta pensar en sus raíces, si ven para atrás sólo ven martirios y esclavitud. No querían saber nada del tiempo atrás, pero ahora sí. En el caso de Limón, yo tengo que ver con ese cambio. 270
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“Sólo hablaban de África, y todavía hablan mucho de nuestro viejo continente, pero no es que pensemos en volver. Simplemente es volver a lo que hemos sido. “Volver a las raíces es volver a las raíces aquí. Podemos ir a pasear a África, Haití o Jamaica, pero es aquí que está lo nuestro. “Limón es mi hogar, aunque ya uno no pueda moverse tan libremente como antes. Hace muchos años, yo me iba caminando hasta Bananito, hasta Pensur, hasta Cahuita o Puerto Viejo si me daba la gana, pero ahora, cuando le llega a uno la noche por ahí, está uno muerto. La peligrosidad aquí está tremenda”.
Relevo “A mí ya dejó de preocuparme tanto Limón. Ya estoy muy viejo. Que se preocupen los jóvenes. Los viejos ya no podemos arreglar nada. Los jóvenes son los que deben arreglar las cosas acá. Es preocupante la situación de la basura, la delincuencia, las drogas. “Figueres el viejo, tenía cuatro o cinco negros que eran los ojos de él, pero los demás no. Sin embargo, los negros siempre han sido liberacionistas. En Limón gana Unidad porque ya todo el mundo es blanco. El negro siempre ha sido minoría en Limón. Desde que yo me conozco, yo sé que aquí siempre ha habido más blancos que negros. “Además, antes, a cada cincuenta varas veía usted una negra con batea, en el Teatro Acón, en el Teatro Arrastry, en la estación, en el parque... Ahora no. “La cultura que había antes era formidable. Antes el ciudadano de Limón era más respetuoso. Dejaba uno una bicicleta arrimada al corredor y nadie se la robaba. “Añoro la gente noble de antes, la limpieza que tenía Limón... Cuando yo estaba en la escuela, Limón era la ciudad más limpia de Centroamérica.
A todo el mundo se la debo “Saludo a todo el mundo, a todo el mundo se la debo: la gente tiene la culpa de que me tengan la estimación que me tienen. “En Limón siempre estoy de moda. Aquí pinto, en el corredor de la casa, a la par de la acera, porque aquí donde estamos hablando no es la acera, es el corredor de mi casa. Me Camilo Rodríguez Chaverri
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apearon la baranda de cemento a patadas, pero siempre ha sido el corredorcillo mío. Aquí es donde mato pulgas. “El viejo Hernán González, el escultor, que ya falleció, se sentaba en la acera conmigo. Cuando eso él era ministro y me decía que podía ir al Ministerio de Cultura cuando quisiera. “El problema es que ya casi no camino. De aquí, de mi casa, al parque, duro como una hora. Es que una operación que me hicieron en la rodilla me puso pendejo. “Usted puede pensar que, aunque no camine, para pintar no tengo problemas, y que eso es una bendición. Pero nadie dijo que esto es fácil. Darle el matiz que a la gente le gusta requiere tiempo. No es fácil, pero tengo alumnos míos en Limón que son tan buenos como yo. Están Honorio Cabraca Acosta, William Durán, Carlos Herrera, Edgar Ramírez, Luis Obregón, Eliécer Jiménez, Ricardo Campbell, Juan Harrison, Ricardo II, que es un negro de Cieneguita. Cada uno tiene su estilo. “Empecé a enseñarles las dimensiones, el horizonte, los puntos de fuga, a que conocieran sobre escorzo. Yo quise que alguien como yo les enseñara todo eso, porque eso a mí me lo enseñó la vida. Aquí dicen que soy la encarnación de algún pintor frustrado porque aprendí sólo. “Entre mis alumnos hay grandes pintores. Juan, por ejemplo, vive en Santa Fe, California, y vende cuadros en 20 ó 30 mil dólares”.
Entrevista a muchas voces Mientras vamos conversando, Negrín integra a toda la gente que pasa y lo saluda. Es amable con todo el mundo, aunque a veces no tenga cara de serlo. La gente le habla como si fuera rutina saludar a un elemento fijo, imperturbable, del paisaje. Hemos tratado de dejar por fuera mucho de lo que la gente dice al pasar, porque si no, la entrevista sería un laberinto, pero valga decir que, gracias a Dios, hicimos la entrevista un domingo por la mañana, pues si las visitas hubieran sido más frecuentes, habríamos tardado el día entero conversando, pues Negrín jamás dejaría de hacer un paréntesis con quien pasa, sea quien sea. Pasan dos o tres personas mayores, y le cuentan que no están muy bien de salud. Ya, hacia el final, Negrín hace una confesión en ese sentido. “Cómo se caga la diabetes en la
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gente aquí, en Limón. El coco del rice and beans, cuando se come mucho, es malo: pone espesa la sangre. “Antes había más variedad en lo que uno comía. Las negras vendían yuca, bofe, totó y pudín de yuca. Recuerdo que cocinaban palometas, y que mucha gente pescaba cacapailas, que son unos pescados que comen caca. Simplemente los pescaban, los partían por la mitad y los lavaban”. La primera vez que vine a buscar a Negrín fue porque me di cuenta que le iban a quitar la casa donde ha vivido desde siempre, que es un trozo de pasado que sobrevive. “Todas las casas de esta calle eran iguales, pero sólo esta quedó. Ahora me van a sacar, tengo un lote en Cerro Mocho y me dieron una plata para hacer una casita. Ya está a medio hacer. Tengo que trabajar como un negro, porque tengo que pulsearla para poner cerámica y cielorraso. “Sé que Abel no quiere que le pase a los artistas lo que le pasó al Pibe Hine, que murió en una esquinita de un hotel, o a Gilberto Hernández. “Comenzó con la casa de los papás de Jorge Debravo. Después, el Ministerio de Vivienda vino a hacer el estudio aquí. Don Abel y don Helio Fallas se encargaron de mi casita, me dieron dos millones doscientos mil. Me iban a dar de tres millones trescientos mil, pero no están dando este tipo de ayuda. La platilla que me dieron no me alcanzó. “El 4 de mayo me tengo que ir a la brava. Yo no sé cómo voy a hacer para pintar, porque toda la vida he pintado en este corredor. No sé si voy a poder ´hallarme´. “Querían declarar esta casa patrimonio cultural. Aquí nació el movimiento pictórico limonense, pero para ellos, en San José, eso no es importante. Creen que con darme el Premio Nacional de Cultura Popular, en el 2000, ya se arregló toda mi situación como artista. “Yo estaría de acuerdo de que me echen de mi casa sólo si convirtieran esto en una galería de lujo, para que todo el mundo venga a buscar lo mejor de la pintura limonense. Esta casa tiene más de cien años, pero ya no se pudo hacer nada por ella. Hubiera sido un gran logro que cuando estos chiquitos negritos de Limón crecieran, se encontraran en esta casa toda una historia pictórica del pueblo, que es la historia que empieza con este pintor que está conversando con usted y que pasa por todos los pintores que fueron alumnos míos. “Yo sería millonario si pudiera pintar con la intensidad de cuando tenía 22 ó 30 años, que es cuando uno no se cansa Camilo Rodríguez Chaverri
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nunca. En cambio ahora, cuando uno se da cuenta ya está agotado. Uno tiene que ir pintando los cuadrillos poco a poco, a lo que está dando la cuerda”.
Los jóvenes lo admiran y lo siguen Llega un automóvil. Vienen dos muchachos de poco más de 20 años. Traen a un bebé. Lo bajan. Saludan a Negrín como si fuera abuelo de ellos. Son blancos. Negrín les pregunta qué quieren. Lo que desean es que el pintor alce al bebé, para tomarle una foto. Luego le preguntan cuánto les cobraría por pintar a su familia, a partir de una fotografía. El monto que menciona Negrín es aceptable siendo el artista que es, pero parece mucho para unos muchachos. Ni siquiera titubean. Le dicen que un día de estos le traerán la foto. -Este chiquito parece de plomo. Está pesadísimo. Negrín sonríe. Se siente feliz por la visita de los muchachos. Junto a ellos, también nosotros nos vamos. Lo dejamos con su nueva pintura, su barrio, su casa que casi se cae pero que es como parte de él, como si fuera un caracol que lleva su techo consigo. Negrín es el más grande poeta del color que tiene Limón, y un pintor que merece ser mucho más conocido y querido en Costa Rica. Sus negros quieren salirse de sus obras. De repente, uno se encuentra con las negras con batea que él pinta y las saluda, les pregunta por la yuca, el bofe y el patí, con la misma familiaridad con que todo el mundo saluda al artista en el patio de su casa. Viva Limón, abril 2004
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Leila Rodríguez
La pintora de las sombras
Todo empezó el día que fui a la casa de la pintora Leila Rodríguez para hablarle un asunto de su oficina como Primera Dama de la República. Iba a conversar con la esposa del Presidente Abel Pacheco acerca de las esferas de piedra de la cultura boruca, en el Valle del Diquís, al sur de Costa Rica. Encargado por el escultor Jorge Jiménez /, buscando información sobre las esferas me he ido enamorando del legado de los indígenas en esa región del país, y quería hablarle del asunto a la esposa del Presidente. Todo fue más fácil cuando me di cuenta que me había topado con una artista. Me cambió la imagen de una esposa de mandatario. La casa entera es obra de los ojos y las manos de una mujer habituada a cultivar la belleza y a crear espacios particulares, irrepetibles, en los que se respira el alma de alguien que abre las alas cuando pinta. Terminada la reunión para hablar de las esferas precolombinas del Valle del Diquís, donde nos quedó el legado de la cultura y el arte boruca, le pedí que me permitiera escribir un artículo sobre la pintora que,a fuerza del destino, ha tenido que asumir la misión de ser la compañera de un gobernante. Pactamos realizar la entrevista en dos partes, la primera de ellas en Esparza, en la finca que hizo doña Leila a punta de pala y de persistencia, y la segunda en su casa, en Rohrmoser, en medio de la galería impresionante y colorida que ha ido forjando a su gusto y que sirve como de recuento de la historia de su formación como artista. En Esparza, un sábado de marzo, cuando los rayos del sol caen sobre los árboles como un baño de oros y de mermeladas de naranja, nos esperaba la artista vestida de blanco, con unas Camilo Rodríguez Chaverri
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sandalias que le robó al arcoiris, sentada en una butaca de madera, una silla que va cayendo sobre sí misma, y que hace que las rodillas queden mucho más arriba que la cintura, una manera genuina de acomodar la madera al cuerpo. La casa de la finca es sencilla pero muy bella. No hay lujos, mas todo parece de un gusto exquisito. En la mesa del corredor hay unas piedras con unas bolinches pegadas como si fueran los ojos de una criatura que se esconde dentro del mineral. En uno de los horcones de la casa, un tronco adquirió cara de burro, y alguien le puso hasta anteojos y sombrero. No más frente a la sala, hay una santa cena hecha con jícaras partidas por la mitad, y que es obra de don Abel. A Judas le puso un saquito, para distinguirlo, como se lo merece. En una de las paredes hay un dibujo de Rafa Fernández. No había visto otro igual. Lo hizo a propósito del libro “Paso de tropa”, de Abel Pacheco. En uno de los cuartos hay un cristo que parece hecho de piedras, y que es uno de esos objetos extraños que uno siempre se encuentra en casa de un artista. Pasamos a un gran rancho donde ella recibe a sus visitas. En una grabadora hay un disco de Roberto Carlos, y empezamos la entrevista mientras escuchamos los éxitos del cantante brasileño. “Aquí hemos hecho un microclima. Lo primero que hicimos fue sembrar la finca con muchos árboles de la zona. Eso lo hicimos durante dos años, y después compramos esta casa, en una fábrica de casas de esas que se montan en un lugar, pero que ya vienen listas. La compramos en Grecia, donde había una fábrica famosa por hacer casas para fincas. Lo único que hice fue meterle más ventanas y más tomacorrientes. “La fábrica quebró, porque seguramente son tan bien tratadas y construidas que no eran rentables. Yo le doy mucho mantenimiento, vengo todas las semanas, y si encontramos alguna avería, inmediatamente arreglamos todo. Siempre digo que me conformo con una casa donde haya agua y donde los excusados funcionen”.
Entre árboles y esculturas “Esta finca era un potrero, y nosotros empezamos a sembrar pochote. Poco a poco, fuimos consiguiendo el milagro”, cuenta doña Leila.En los jardines de la casa hay una 276
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imitación de una cabeza olmeca, que ella misma construyó con cemento, y una estela maya que copió de una pequeñita que trajo de Copán. Hay tres arados y una cureña, que servía para sacar tucas de la montaña sin destrozar el bosque. “Todo esto lo he conseguido con campesinos de la zona. Me voy con Ulises, que es el peón de la finca, y que tiene exactamente lo que tenemos de haber comprado esta finca de trabajar con nosotros. Entró la misma semana en que adquirimos la propiedad, hace 26 años. “Teníamos un año y medio de casados cuando la compramos. Después de haber realizado el trabajo de reforestación, construimos una piscina pequeñita y una pila. Luego, compré un sapo en una venta de cerámica, le pinté unos jeans azules, le pusimos una capa de vidrio, lo horneamos, le pusimos una manguerita y gracias a una bombita saca el agua por esa manguerita y después la recicla”, cuenta. El sapito está bien sentado, echando agua por su pequeño hocico, y el sonido que hace el chorrito le quita el estrés a cualquiera. El sonido es muy agradable. Es la música líquida, la pintura que le entra a uno por los oídos y que nos embarra de colores la mente. “Todos los árboles que hay aquí los hemos sembrado Abel y yo. Hay desde injertos de guayabas raras, hasta una fruta que se llama ´uglyfruit´, que es un injerto de mandarina con grapefruit. “Aquí tenemos hasta una especie de mangos que son de Filipinas. Los horcones de este rancho son de guachipelín, que es una madera que puede soportar hasta doscientos años a la intemperie, con sol y agua, y nada le pasa. “También hemos sembrado limón dulce, limón ácido, persa, criollo y limón mandarina. Tenemos aguacates de varias clases, pejibayes y carambolas. Todas las frutas que hay sobre esta mesa son cultivadas por nosotros”. Sobre la mesa hay un arreglo hecho con frutas. Todas están intactas, pero cada una adquiere nuevas formas en conjunto. Los colores de cada fruta parecen reaccionar químicamente junto a los colores de otras frutas. Parece un arco iris con jugo y numerosas estopas. “Esta finca es algo tan especial para mí. Cada vez que vengo, me voy, llorando casi, de la tristeza que me da abandonar este lugar”.
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La historia de la casa En eso estamos cuando llega una pareja de amigos de doña Leila, Patricia Valldeperas y Orlando Coto. “Esta pareja estrenó esta casa con nosotros. Cinco señores la construyeron. Ellos vinieron a ver el lugar y me dijeron ´necesitamos agua para la construcción´. “Localicé a un viejillo que sabe donde nace el agua, lo trajimos y rapidito todo estuvo listo. Corrimos a meter el agua. Hicimos un pozo artesanal a la velocidad de un rayo. “Había otro problema. Resulta que no podía funcionar la bomba sin electricidad. Me fui para el ICE, y me dijeron ´si usted compra el transformador, le ponemos la luz, pero tiene que donarnos el transformador, porque, si no, no podemos darle el mantenimiento. “Me traje un transformador de Paraíso de Cartago. Los viejos del ICE no podían creerlo. Me traje el transformador sentado en el asiento de adelante, como si fuera una persona. Yo tenía un Volkswagen. Cuando eso, Fabián tenía como año y medio. Venía atrás, pero yo me puse a pensar que era un peligro. Así que pasé, dejé al chiquito en la casa, en San José, y seguí sola hasta Esparza. “Llamé a Abel, y le dije ´esto es apoteósico, así que me tiro la gira de una vez hasta allá´. El transformador se parecía a Arturito, el de la película ´La guerra de las galaxias´. Al final, casi le venía conversando. “Cuando llegué, los viejos no lo podían creer. Les hizo tanta gracia… Tanto que me dijeron ´bueno, tardamos unos días construyéndole la casa´. Claro, es que les dije que la necesitaba para hace una semana. “La estrené para una Semana Santa. Un Miércoles Santo por la tarde llegué con cortinas y camas. Les ofrecí una recompensa si me hacían la casa en cinco semanas. Les dije ´si se apuran, yo los premio´. Les di mil pesos a cada uno. Fue hace 26 años. “Todavía no habíamos sembrado tanto, pero había una luna… Pusimos almohadones y colchonetas. Nos tiramos panza arriba en la arena. Hicimos hasta una fogata y empezamos a cantar. Nuestro amigo Orlando Coto era el cantante principal, mientras que Abel recitaba”.
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Su hijo entre niños del campo “La historia de la Virgen que esculpí en esta finca es muy interesante. La hice cuando Fabián tenía 10 años. Un día vi una estampita de una virgen de España, que es muy venerada principalmente en Córdoba. Es la virgen de los estudiantes. La vi en una estampita de Primera Comunión. “Fabián, mi hijo, hizo la Primera Comunión en Esparza. Cuando me enteré de que los niños en San José tenían que ir a las clases de catecismo durante tres años, dije ´bueno, no voy a perder los sábados de Esparza, lo siento mucho pero Fabián se queda sin hacer la Primera Comunión´. “De pronto, un día que estaba aquí en la finca, le pregunto a Ulises ´¿cómo hacen aquí los chiquitos con la Primera Comunión?´ y resulta que Ulises era nada menos que el catequista. Me dijo ´en estos momentos vamos a empezar a dar el catecismo en la Escuela de Nances´, que es el pueblito que está más cerquita. “Las clases de catecismo eran los sábados de 1 a 5 de la tarde. Me quedaba ideal. Pasaron en clases de marzo a noviembre. Fue una excelente experiencia porque le daban las clases con chiquitos del pueblo, de todos los estratos y con muchas necesidades. Eso le dio una sensibilidad social muy de él. “Igual ocurre con su amor por la tierra. Salió así porque nos vio sembrar, vino a cultivar árboles desde que era muy chiquito, supo que no le hacíamos daño al bosque y que protegíamos los animales de la finca. “Bueno, imagínese que si Fabián estuviera pequeño en estas épocas me lo quitaría el Patronato, porque cuando empezamos esta finca, lo puse a trabajar pero en serio. ¿Quién dice que los chiquitos no pueden ayudar? Así es que aprenden. “Necesitamos limpiar alrededor de la casa, quitar muchas piedras para luego sembrar. Pues Fabián, chingo, en pelota, se salió de su piscinilla de plástico, y llenaba los carretillos de juguete con piedras. Las amontonaba, a cómo él pudiera, pero nos ayudó. Yo lo puse a trabajar en esta finca, a aprender de verdad. Ahora no quieren que los chiquitos trabajen, pero si en el campo todo el mundo trabaja “Ulises lo ponía a desgranar maíz para las gallinas, con los hijos de él. Como uno más. Así que se crió con chiquitos del campo, sencillo como ellos.
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“Después de hacer la Primera Comunión con los chiquitos de la Escuela de Nances, Ulises también lo preparó para la confirma. Y Ulises fue su padrino. La ceremonia fue en la Iglesia de Esparza. Y como los curas se hicieron tan amigos, desde entonces les mando sacos de naranjas. Es más, les regalé tres o cuatro pinturas. Creo que algunas de las que están en la casa cural de Esparza son de las mejores que tengo”.
La Mama Negra “Tengo una anécdota muy linda de lo que signific a que un hijo de uno tenga una formación así, con chiquitos de campo. Tuvimos una tienda durante diecisiete años por el mercado, en el edificio Raventós. Fabián empezó a trabajar en vacaciones. La primera vez que le pagamos, me dijo ´quiero que me lleve al super, porque yo le voy a regalar con mi sueldo un diario a Mama Negra´. Mama Negra es la mamá de Ulises. Él tiene locura por el papá y la mamá de Ulises. A la mamá de Ulises le dice ´Mama Negra´. Es una india. Y a la mamá de Elsa, que es la esposa de Ulises, le dice ´Mama Blanca´. Fueron motes que les puso Fabián. Esa vez compró arroz, azúcar, tapa dulce, jabón, manteca, atunes, de todo… Y se lo trajo a Mama Negra para Navidad. “El gran paseo de los fines de semana era ir a ver a Mama Negra y a Mama Blanca, a un pueblo que se llama San Juan Chiquito, donde ellos viven. Abel subía en el pick up a todos los chiquillos y se los llevaba. “Otras veces nos íbamos de paseo a Mata de Limón con Fabián y con los hijos de Ulises. Paseaban con nosotros como si fueran hermanos de nuestro hijo. “Por ejemplo, Maruja, la mayor, tenía una gata que se llamaba Rascadura. Ellos jugaban con Rascadura. Fabián le daba el montón de comida y Rascadura se cuitiaba por todo lado. Es que estaba acostumbrada apenas a lo que cazaba. La gata era medio arisca pero se dejaba de Maruja y Fabián. Aunque la verdad es que era medio salvaje, porque siempre venían rasguñados. “La Rascadura pasaba subida en los almendros. Yo no sé por qué. A Abel le tocaba subirse a los árboles a bajar a la gata. Quedaba todo arañado. “Mamá venía mucho a la finca. Más de una vez iba yo a comprar a la pulpería, y veía venir a una señora rarísima, con una lora en una mano y un motete. Andaba llena de flores, y yo me decía ´¿quién será ese personaje tan extraño?´. ¡Y era
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mi mamá! Se bajaba del camión y se venía caminando. Le encanta esta finca”.
¡Quítense, que viene el Doctor! “Abel aprendió a manejar ya viejo. Ya estaba en Puriscal, trabajando como médico”, cuenta doña Leila. Entonces interviene Orlando Coto, su amigo. “Subíamos para Puriscal en primera. Manejaba tieso. Vieras qué penurias en las cuestas…”. De nuevo habla doña Leila, ahora entre risas. “Manejaba el carro como empujándolo, como los Picapiedra. “En Puriscal, cuando estaba aprendiendo a manejar, la gente decía, ´ahí viene el doctor, quítense´. “Pero, bueno, ya cuando compramos la finca en Esparza algo se la jugaba. Y yo también manejo, así que me venía hasta sola. Como tenemos tantos árboles frutales, las cosechas son una maravilla. Por mucho tiempo vendimos frutas frente al Bulevar Rosa, en Escazú. Ahí tuve una boutique. Mientras yo atendía la boutique, Fabián y un amiguillo vendían naranjas en el pick up. “Con el limón mesino la historia era diferente. Dejaba a Fabián, todavía chiquitico, durmiendo con el tata, y a las 5 de la mañana me venía para acá. Habían cortado el limón, y todos los hijos de Ulises se ganaban una platica recolectándolos. “Tenés que cogerlos uno por uno, porque si el limón se golpea, se daña. Lo mejor es llevarlo en cajas de cartón, que son más suaves. Me iba con un camión rural, y me traía los limones para Cenada. Ahí los vendía. Había un puesto de Periféricos. Me hablé con el muchacho que le compraba frutas y verduras a esa cadena de supermercados. “Lo llamaba con anterioridad, y entonces él me estaba esperando con los limones. Hubo una época en que le sacamos cien mil pesos a la cosecha. Abel siempre dice ´yo pongo el abono y Leila recolecta los limones y se deja la plata´. Es cierto, pero de no ser así, se perdería la cosecha. “La finca tuvo una época muy buena, en que producimos muchas cosas. Llegué a exportar mango Haden a Alemania. Se abrió en Orotina un lugar de recolecta de fruta, y me hicieron comprar una acción de 10 mil pesos para poder exportar con ellos. Compré colchones de espuma de hule para transportar las mangas en camión. A veces sólo aceptaban el 10 por
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ciento de lo que yo les llevaba. Lo mismo con la naranja. Por eso, decidí buscar otros canales de venta. “Abel dice que tenemos una finca de engorde, pero de engorde de nosotros. Una vez, el decidió comprar una vaca para que los chiquitos de Ulises tuvieran leche. Eran como siete en ese momento. Fue una gran ayuda. “Venía aquí a cada rato. Teníamos un alambre para que de cierta parte hacia acá no pasara, pero a ella le gustaba venir aquí a binear. Se comía las matas pequeñas. Lo menos era la boñiga, porque nos servía para abonar. “Un día la vaca se me metió en la cocina. Por supuesto que empezó a tener bebés con los novios vecinos. Empezaron a ser tantas que un día yo decidí que iba a ajusticiarme una, y me fascinó el sistema. “Un vecino me prestó un lugar donde destazaba corderos, y un señor que tenía carnicería aquí fue contratado para enseñarme. He matado como cuatro o cinco vacas. Echo todo en bolsas de plástico. Yo no soy una gaveta, todo lo digo. Ojalá que no me metan a la chorpa por esto que le estoy contando. “Pero es que es un muy buen tiro. Echa uno en bolsas el hígado, la cola, el mondongo… Me venía a las 5 de la mañana, a las 7 estaba aquí, y rapidito estaba en el trabajo de acomodar todo en bolsas. “La primera vez que lo hicimos, cuando llegué, Ulises había puesto la cabeza de la vaca en la entrada de la casa. Cuando la vi, la tiré por allá, como Doña Bárbara, la de la novela de Rómulo Gallegos. En la familia me decían Doña Bárbara. “La carne me dura un año entero. Para que luego no me hicieran daño en las plantas, le alquilaba potrero a un vecino. Fabián también ha sido loco con las vacas. Una vez subió a una vaca a un segundo piso. Él sacó el bachillerato en el Instituto Rosa María Rojas, que le decían ´El Taller Tres Erres´, porque era para enderezar muchachos. Pues resulta que entre Fabián y otro chiquillo subieron a una vaca y le tocaron la puerta a la directora. Cuando ella abrió, se le metió en la dirección. “Yo también soy loca. Parezco muy cuerda, pero no. Doy una imagen de muy tranquila, porque estoy tan descompuesta como mi hijo”, dice Doña Leila, muerta de risa.
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Explorando el campo “Abel me decía ´vamos a aquella loma´. La meta era ir a un árbol que señalábamos allá, a lo lejos, antes de salir. Abel cogía como una alforja. Le echábamos refrescos, huevos duros y sánguches. Siempre nos perdíamos. Nunca llegábamos al punto que habíamos establecido. Llegábamos a otro lado. Eso sí, andábamos juntando todo lo que encontrábamos. Cualquier piedra bonita era una buena recompensa para la caminata. Entre Abel y Fabián le encontraban ojos a las piedras, o le veían cara de burro a un tronco, como ese que viste en la entrada, con anteojos y sombrero. “Un día, cuando llegamos a la cerca de la finca, nos encontramos una raíz lindísima, pero con montones de picos. La subimos hasta aquí, no sé cómo, pero entre los tres lo conseguimos. La tengo de adorno en mi casa, en San José. “Otras veces nos íbamos recogiendo piedras en el camino hasta casi llegar a Liberia, para no tener que pagarlas. Como siempre teníamos el pick up, era una salvada”.
Nació dando guerra “Yo nací en la Clínica Bíblica. Como buena ariana, nací por cesárea, dando guerra. Alguien como yo no podía haber nacido de parto natural. Nací el 30 de marzo. Soy lo que llaman Aries reciente, del año del Acuario. Según la tradición china, soy caballo. Mi mamá se llama Leila Stahl Navarro, y es una mujer maravillosa. Se casó con un hombre divorciado cuando ella tenía 16 años y él tenía 29. “Mi mamá tiene magia en las manos: pinta, borda, cose, cocina como los cielos, ha sido una abuela de locura con Fabián. Ella tenía un carrillo Volkswagen y lo llevaba a los zoológicos y a ver aviones al aeropuerto. “Yo hablo mucho de Fabián, pero todos los hijos de Abel, de su primer matrimonio, tuvieron mucho contacto conmigo. Es más, algunos de ellos han sido como hijos míos. El hijo mayor de Abel es Abelito. Vive en Dota, y se dedica a recolectar moras y hacer quesos de cabra y de vaca. Su esposa es una mujer estadounidense muy especial. “Cuando me casé con Abel, sus hijos estaban entre los 3 y los 17 años. El primer regalo de Abel fue una máquina de coser, para que les arreglara la ropa. Yo sabía muy bien, porque aprendí viendo a mi mamá, que sostuvo la casa cosiendo durante dos años, una vez que papá estuvo sin trabajo. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Mi único hermano se llama Yurán. Dicen que mi abuela sacó mi nombre de una novela, y el de Yurán también. Tengo también dos ´medias hermanas´, María Elena y Mayra, que quiero mucho. “Crecí en San José, en diferentes lugares. Hasta los 7 años, viví en una casa de mi abuelita materna, por el Liceo de Costa Rica. Luego, viví por la Dos Pinos, en Barrio Luján. “También viví por el Paseo de los Estudiantes, y ahí aprendí a montar a caballo. Fue hasta después de todo eso que mi papá hizo la casa en el Barrio González Truque, antes conocido como Santa Eduviges, entre Colima y el centro de Tibás. Ahí estuve de los 13 a los 21 años”.
La pintora “Siempre he sido una amante del arte. De 7 años de edad ponía música clásica. Lo único que tenía era una radio, y siempre la tenía en una estación donde tocaban música clásica. En cambio, Yurán sólo quería música mexicana. “Desde que estaba en primer grado de la escuela, tanto una tía mía como la maestra, me celebraron que tuviera facilidad para el dibujo. Muchas veces le hacía los dibujos a las compañeras. No crea que de gratis. A las que podían pagar les cobraba. “Nunca me ayudaron para la música, bueno, papá compró una guitarra para mi hermano y para mí, pero Yurán se apropió de la guitarra y a él le pagaron clases de guitarra. Yo también tenía otro problema y es que soy zurda. Por lo menos él aprendió a tocar guitarra muy bien y cantaba divino. “Tengo una muy buena colección de discos clásicos. Me relaja mucho cuando estoy pintando. Entro en un éxtasis. “Estuve en la Escuela Vitalia Madrigal los seis años, y en el Colegio de Señoritas, sólo el Primer Año. Después, estuve en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús. “Tanto tanto jodí, que me metieron interna, y sin saber yo. Un día, a las 2 de la tarde, me mandan a llamar de la dirección. Cuando llegué, estaba mamá con una valija. Ay, nunca se lo perdoné. “Por eso, me levanté en huelga, no fui a la merienda, y lloré toda la tarde. No me quise poner piyama. A las 8 de la mañana la madre superiora le dijo a mi mamá ´mejor llévesela´.
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“Yo no molestaba tanto como para que me metieran interna, y además, eso se conversa con un hijo. No le hacen uno una barbaridad de esas. ¿No le parece? “No todo es a machetazo limpio, como fue en mi caso. Vale más que mi mamá ha cambiado mucho, y yo no he sido así como fueron conmigo. “Puede estar pensando por qué me castigaban. Bueno, por las tonteras que uno hace, que empezás a fumar, o que te vas a la soda Garza con tus amigas. “He sido muy amiguera. Yo tengo unas amigas divinas. Después de un buen matrimonio y unos hijos buenos, el amor más maravilloso es el de unas amigas y unos amigos, porque los hijos se te van, y hasta podés quedar viuda. Entonces, ¿qué te queda? Soy muy chineadora con mis amigas. Después de cualquier circunstancia, unas amigas quedan para jugar naipe y para viajar. “Yo no debo ser difícil, tal vez un poco atravesada, pero nunca difícil. Por ejemplo, las empleadas domésticas que yo tengo tienen años de trabajar conmigo. Maritza Pérez tiene 26 años de trabajar conmigo. Empezó ayudándome, cuando era una chiquilla. El día que se graduó en el Colegio Dobles Segreaa, llegué con un ramo de flores. Ella me trata como si fuera su segunda mamá. Me gusta sacar partido de una persona. Cuando alguien comete un error no hay que darle una patada en el fondillo y jale. Nada de eso”.
Un chispazo ”La noche que yo conocí a Abel, fue un click mágico. Esa noche le conté a Abel todo mi pasado, desde la noche anterior. Yo dije ´no le va a quedar nada que no sepa de mi vida, y que alguien le vaya a decir´, porque, además, poco después descubrí que era celoso como un demonio “La verdad es que lo conocí antes, pero en circunstancias muy diferentes. Yo era novia de un primo hermano de Abel, que se llamaba Fernando. Él ya falleció. Mi novio llegó a visitarme en San Isidro de Puntarenas, en época de veraneo. Yo siempre iba a veranear con mis tíos. Era una casa del Doctor Elizondo, y la alquilaban mis tíos. “Fernando llevó a Abel, y nos vinimos a bailar a Esparza, donde los Benavides. Iba con una amiga, porque la tía Flora era tan divina conmigo que me dejaba ir con una amiga. La amiga se emparejó con Abel, y a la vuelta hicimos una fogota en la playa. Camilo Rodríguez Chaverri
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”Abel me causó muy buena impresión. Cuando eso, era el director del Chapuí. Le dije que si él me podía enseñar el Chapuí. Él atendió muy cortésmente a la novia de su primo, me enseñó todas las celdas, y luego no nos volvimos a ver durante diez años. “Mientras tanto, él tuvo su primer matrimonio y yo me fui casi cinco años para Estados Unidos. “Cuando volví a verlo, ya los dos estábamos divorciados. Yo estaba en el Hotel Diriá, en Santa Cruz. Andaba con unas amigas. Íbamos para Carrillo, a pasar allá la Semana Santa. “Iba Carmen Santos, una gran amiga mía, y yo le dije ´con este hombre me voy a casar´. Le pedí que hiciéramos una fiesta en su casa. Le prometí que yo hacía tal cosa y tal otra. Todo era con la idea de que lo invitáramos. “Pasé tres días pensando en Abel. Llegamos a San José y empezamos a buscarlo. Había algo de ventaja en todo esto, y es que Carmen Santos y la mamá de Abel, doña Marta, eran amigas y contemporáneas. Además, las dos eran enfermeras, y trabajaron juntas en Nueva York. “La fiesta fue el 18 de mayo de 1973. Llegó hasta Doña Marta. Me habían contado que Abel tenía una novia, que era sicóloga, y que ya tenía un año de jalar con esa muchacha. Pero ese día se peleó con ella y llegó solo. Por eso, ahí mismo arrancamos con nuestro amor. Nos casamos en el 75”.
Poesía plástica “Vieras cómo me compenetro con la vida en esta finca. Por ejemplo, un día de estos estaban cuatro pajaritos en el cuarto. Estaban en las cerchas, conversando. En eso, uno se puso boca arriba. Eran unos soterré, aunque Abel les dice chicopiojos. “Y yo disfruto de todo en este lugar. Por ejemplo, a la par de la piscinita tengo un árbol muy raro, que tiene unos frutos que son como piñas. ¿Los ve? Se llaman bandanos o pandanos. “Aquí todo guarda una historia. Por ejemplo, nos encontramos este mecate en el mar, en Puntarenas. Es mecate de barco. Y lo pusimos de adorno. “Cuando sembramos los pochotes, Abel llamó a don Pepe para que le dijera con cuanta distancia los sembrara. Le dijo que cada tres metros. A los meses, lo volvió a llamar, porque resulta que no crecían, y le dice a Abel, ´¿quién le dijo que sembrara los árboles con sólo tres metros de distancia?´ Abel 286
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le dijo ´usted, don Pepe, fue usted quien me dijo´. Y don Pepe le contestó ´ay, qué tonteras las que dice uno´. “Como le dije hace un rato, esta mesa es hecha por mí. Arriba tiene madera de guanacaste y debajo de pochote. Un detalle importante es que hay que saber cómo secar guanacaste. Se hace de adentro para afuera. El guanacaste tiene como una goma que sirve para sellar grietas. Esa goma era muy perseguida por quienes trabajaban en buques”.
Estudiar, un sueño “En la época en que me crié, casi ningún padre le daba a una muchacha la posibilidad de estudiar fuera de la casa. Ni siquiera viniendo de una buena familia. Jamás pensar en la universidad. Lo más en una escuela de comercio, y de ahí salir para ser la secretaria de algún amigo de la casa. “Por eso no pude estudiar. Luego, me metí en la American Business, cuando ya estaba divorciada. “Cuando me casé por primera vez era una chiquita. Lo que quería era salir de la casa. Esa es la verdad, porque antes las muchachas no teníamos posibilidades de surgir en la vida porque no nos lo permitían. A mí me encantaba la pintura y la música; y el entorno familiar, en una sociedad machista, lo único que hacía era servirme de barrera. “Me fui para Chicago. Mi primer esposo era un estudiante de Ingeniería Mecánica. Lo que hicimos fue un convenio. Yo necesitaba libertad para crecer como persona y tal vez hasta como artista, porque en ese momento ni siquiera me imaginaba que podía llegar a ser pintora. Y él quería tener alguien que lo mantuviera. “Al casarme pasé a trabajar. Al mes me fui para Chicago. Papá me dio una plata por cualquier emergencia, pero estaba tan chiquilla que lo que hice con la plata de las emergencias fue comprar un carro. Voy a hacer el examen para sacar la licencia en Estados Unidos, sin hablar inglés, y me la dan. Así soy yo. Cuando me esmero por algo, lo consigo. “Aquello no fue un matrimonio, sino un convenio. A los cinco años, siendo todavía una chiquilla, nos separamos. Mi verdadera historia de amor y mi verdadero matrimonio es con Abel. Abel ha sido el gran compañero de mi vida”.
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La casa de la artista En Esparza no pudo hablar la pintora. Si bien es cierto que habló la artista, porque nos llevó a conocer sus esculturas, la de La Virgen de los Estudiantes, y la de la cabeza olmeca, y hasta vimos cómo le pinto unos blue jeans a un sapo de cerámica, que ahora echa agua por la boca en una pilita que es el deleite de los oídos de quienes la visitan en su finca, la verdad es que la pintora se quedó para la segunda cita, que fue en su casa en Rohrmoser, precisamente donde me di cuenta que la Primera Dama es una artista cuyo talento paradójicamente recibe la sombra de la vida pública y del poder. Su casa es la galería doméstica de arte más armoniosa e inquietante que conozco. En la sala, una obra de Rodolfo Stanley parece abrir ojos en la piel de los visitantes. También hay dos obras de Fausto Pacheco, y una de Isidro Cong Wong. Las de Fausto Pacheco parecen llorar. Si hubiera que escogerle una voz a estas pinturas, la única que les cabe es la de Chavela Vargas. Y las de Cong Wong son la magia del sincretismo: son tan chinas como guanacastecas. “Me contó Isidro que él pinta vacas y toros en los árboles, porque cuando estaba chiquillo se emborrachaba con guaro de coyol, y ese guaro es tremendo, porque si se asolea, se le suben los tragos incluso al día siguiente, y en la borrachera él veía a los toros encaramados en los árboles”, cuenta Doña Leila. Tenía dos pinturas de Rafa Fernández, tan elegantes siempre, señoriales, como salidas de una misa bautista un domingo en Limón. A la par de la puerta, no más cuando uno entra, se topa con un grupo de dibujos de Nicolás Gallegos. Estos dibujos tienen 130 años. “Ese pintor Nicolás Gallegos es familia de los Gallegos que usted y yo conocemos, porque son de una raíz común. Es familia del escritor Daniel Gallegos, por ejemplo”. Hay una obra que pintó doña Leila de una ventana de la casa del papá del pintor Gonzalo Morales, quien es su maestro. Es una obra con luz propia. Cualquiera juraría que un espíritu vive en ese cuadro. Más allá, en un corredor, tiene dos obras de Cándido Bidó, un dominicano que fue dado a conocer en Costa Rica por doña Leila y su esposo. “Abel lo presentó aquí. Es un artista muy importante allá. Su obra es muy particular”.
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Ya en el comedor, hay una pintura de Juan Luis Ramírez. Es una obra a la que sólo le falta hablar. Tiene los rayos del sol sobre la gente y una casa de campo, de madera, de reglas que van acostadas casi encima una de la otra. Parece como si hubiera un sol que sólo sale para esa pintura… Su hijo, Fabián Pacheco, ahora agrónomo y dirigente ambientalista, también es pintor. Pinta con tierra. Sus obras también son genuinas, salidas de un mundo interior que no se parece a ninguno.
Ensalada de colores Entre el comedor y el bar hay otra pintura de Gonzalo Morales, donde una bolsa con naranjas tiene un brillo como espacial. Y afuera, en el patio, hay una obra indígena de las que esculpe doña Leila. De vuelta por un corredor nos encontramos obras de Cabraca, el pintor de Limón; de Claudio Carazo, de quien también tiene una obra de dos negras en una sala de lectura, y de la irrepetible Margarita Bertheau. Además de la obra pictórica, aquello parece un museo de curiosidades del mundo. Sobre la mesa donde hemos estado hablando, hay un violín chino, y a un lado hay una cabeza de negra. Es de Haití. “Lo compré en Estados Unidos, a un tío mío que se lo había traído. Esta obra tiene, por lo menos, unos sesenta años. El pelo de esta negra es igualito al de la mamá de los Simpson”, explica, muerta de risa. También hay un caballo que quiere cabalgar encima del bar. Lo compró en Perú. Es arte indígena. Hay rincones de la casa que parecen nidos de orquídeas, y hay una escultura que salió de unas minas de Nicaragua. Entre sus obras también hay que contar la mesa en la que hemos estado hablando. “Esta mesa también la hice con madera de la finca. La parte de arriba es de un guanacaste, y la parte de abajo, de cenízaro. La curvatura de la mesa es la curvatura del árbol”. A mi espalda, en una pared del comedor, hay una pintura de ella sobre Fabián. El niño de la obra me mira incesantemente. “Me encanta hacer retratos. Por ejemplo, un día de estos viene la gobernadora de Puerto Rico, porque cuando estuvimos allá vi un retrato de ella, que tiene de adorno. Yo me acerqué y le dije ´¡qué horrible! Mejor yo le
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hago un retrato, porque ese está muy mal hecho´. Pues viera que me tomó la palabra”. Por las amplias ventanas, veo un tabacón bellísimo y unas matas de sábila. Me cuenta que cuando don Abel o Fabián se queman con el sol, ellos mismos agarran unas hojas, las abren y se las pasan por la cara. “Más de una vez se han embarrado la sábila en la cara y en el pelo”. Mientras caminamos por el corredor volado del jardín, vemos las pinturas de las paredes. En una oficinita hay una pintura de Alvarado Avella. Me cuenta que se la regaló a Don Abel la hija de don Ricardo Jiménez, Esmeralda. En otro de los cuartos hay una pintura de Arévalo y un grabado que hizo Amighetti para el libro ´Paso de tropa´. En el apartamento del segundo piso, que alguna vez alquilaba, ya no vive nadie. Entonces, ahora es su galería personal. No más de entrada, nos recibe un parque de Rodolfo Stanley, otra obra de Margarita Bertheau, y dos de Rafa Fernández. Hay una pintura de Harévalo, y en un extremo, un baile de colores de Fabio Herrera. En la oficina de don Abel, que ahora está en ese segundo piso, hay otra pintura de Arévalo. Es un retrato del Quijote. También están unos negros pintados por Claudio Carazo. Y es en esta segunda planta que tiene un pequeño museo de la obra pictórica de su bisabuelo, Agustín Stahl, puertorriqueño, hijo de un alemán y de una holandesa, quien fue científico, botánico, político, médico y dibujante. “Ilustraba los trabajos que hizo en la isla, a lo largo de toda su vida. Desde pequeñita, oí hablar muchísimo de él. Es una leyenda en mi casa. Su único hijo varón era el papá de mi mamá. Hubo una relación muy estrecha con la familia en Puerto Rico. El hijo de mi bisabuelo vino a conocer los volcanes, conoció a mi abuela y se casó con ella. Se quedó aquí para siempre. Yo me he encargado de rescatar su obra, sus dibujos, las pruebas fidedignas de sus hallazgos y descubrimientos en esa isla. Es uno de los grandes científicos de la historia de Puerto Rico”.
Pintora, a pesar de todo “Empecé a pintar de chiquilla, como le conté. Primero retrataba a mis compañeras o ilustraba mis tareas y las de ellas. Alguna maestra me piropeaba mis dibujos. Cuando tenía 13 años, me regaló mamá un juego de pinturas muy bueno. Eran unas pinturas marca ´Victoria´, 290
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que eran alemanas. Me las compró en la Librería Universal. Como los Federspiel son alemanes, traían mucha cosa de allá. “Empecé a trabajar cosillas en pastel. Siempre las regalaba, porque siempre hubo alguien que me pidiera las cosillas”. Luego, fue Miss Costa Rica en 1960. Ya había salido del colegio. “Un grupo de personas manejaba esas cosas. Entre ellos estaban unas personas de una agencia de publicidad; Andrés Borrasé, de La Prensa Libre, y unos funcionarios de LACSA. “Designaban a unas muchachas, éramos poquitillas. Nos invitaron a un coctel en el Hotel Costa Rica. Luego, tuvimos otra actividad en el Country Club, y a los días me llamaron por teléfono para decirme que me habían escogido a mí. Es que antes escogían a la Miss Costa Rica en petit comité. “A todas las muchachas les gusta eso. A mí también. Me dio la posibilidad de salir, de viajar. Ahora la gente se encarama en un avión con mucha facilidad. Antes no. Fue una gran oportunidad. Imagínese hace cuántos años fue, que el avión salió de La Sabana. Fuimos a Miami. Por supuesto que no me iban a dejar ir sola. Mamá y papá se vinieron conmigo, y una prima mía. Ellos se hospedaron donde una hermana de papá que vivía allá. Yo iba con cuatro chuicas, y allá compré algunas cositas. “Ahí terminó ese episodio, porque, como me casé muy joven, me tuve que ir a trabajar a Estados Unidos. Curiosamente, nunca dejé de pintar. Pinté algunos cuadros que vendí allá. “Casi no tuve tiempo de pintar, pero no lo abandoné del todo. Me tuve que meter a trabajar en una fábrica, cuando apenas hablaba tres palabras en inglés. Hacía bombillitas para cohetes y aviones. Era un trabajo muy sofisticado, porque trabajaba en unos hornos. Lo que había que hacer era pegar la bombillita con la base con un pegamento especial. Después tenía que hornearlo. Muchas veces me quemé porque las planchas donde se ponían las bombillas se calentaban. “Era un trabajo que yo hacía contenta. Nadie me molestaba. Había gente de todo lado. Trabajaba con mucha gente de Bolivia, de Puerto Rico, de México. “Viví en Chicago durante cinco años. Era una increíble liberación de mi casa, de mis papás. Era como volar. Significaba la oportunidad de tener mi propia casa. Papá era muy celoso, y sufrí mucho siendo una chiquilla. Antes los papás eran muy severos. Una forma de salir sin que nadie se Camilo Rodríguez Chaverri
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lo comiera a uno era salir casada. Encontré fantástico casarme e irme. Nadie podía decir nada de mí. Fue algo de chiquillos, mi primer esposo me utilizó y yo lo utilicé. Por eso, pedí la anulación del matrimonio y me la dieron. En el Vaticano consideraron que no había ningún problema. Me dieron la anulación hace como doce años. “Tampoco era algo que me desvelara. La pedí porque consideré que ese matrimonio no fue una unión de verdad. “No soy de ir a misas. Hice la Primera Comunión, como todas las niñas de mi época, pero no creo en la confesión. Sé que soy mejor cristiana que mucha gente que se dice ser cristiana. Lo más importante es respetar los diez mandamientos. Ya con eso sos la persona más correcta del mundo. “Los monseñores me quieren mucho. Ahora que fuimos al Vaticano, Abel y yo tuvimos que entrar en dos recepciones distintas. Aquí estaban muy preocupados, que cómo me lo explicaban. ¿Qué es esa tontera que me voy a enojar por eso? Yo entré cuando me correspondió hacerlo, tranquilita y feliz”.
En la CIA “Cuando volví me puse a trabajar con la CIA. Era un trabajo divino. Sencillísimo. Recuerde que yo era secretaria. No piense que andaba investigando por ahí. Nada de eso. “Y tenía un caballo que había comprado en La Verbena, en Alajuelita. Siempre me ha gustado montar. Mi caballo estaba junto a los caballos de un grupo de amigos de Argentina y de Inglaterra. “Lo de montar me viene desde que era una chiquilla. Montábamos mucho en el Paseo de los Estudiantes. Recuerdo que había una funeraria Campos que tenía unos percherones bellísimos. Había entierros con coches que eran un espectáculo lindísimo. “Una señora que se llamaba doña Adela les tenía caballos a sus hijos. Doña Adela tenía una hija y un hijo. A veces, mamá le alquilaba los caballos para nosotros. Andábamos por todo San José. Un día nos metimos a la casa de Carmen Robles, al pasillo, al zaguán de la casa. Viera los alaridos que pegaba del susto. “Una amiga muy cercana a mí era Vera Tinoco, quien es prima hermana de papá y prima hermana del papá de Abel. Ahora resultamos familia. Me fascina jugar canasta. Vera es la 292
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mejor jugadora. Cuando esté bien roquita me voy a dedicar a jugar canasta. Pasa uno una tarde entera matándose por 300 pesos. “Ella vive por la Corte, casi a la par de los doctores Echandi. Tiene una mente privilegiada, gracias a la canasta porque ese juego ejercita la mente. A veces estamos Eugenia, Vera y yo. Ella jugaba con una compañera invisible. Así aprende a darse lo que cada quien tiene en la mano”.
De la mano del poeta “Ya casada con Abel, me metí a trabajar en pintura con Katty Garret, durante dos años, y luego un año con Gonzalo Morales. Fue hace más de 20 años. Fue entonces que empecé a pintar mucho. He sido constante pero no sistemática. La finca me ha ocupado muchos años, pero me ha dado mucho para pintar. Es que una va dejando las cosas que son importantes para uno para el final. Primero que todo en la casa marcha bien, que haya comida, que la familia esté bien atendida. A mí me formaron así. Que haya podido crecer como pintora es una dicha en medio de todo eso. Por ejemplo, no me hubiera gustado que mi marido me llamara la atención o que el chiquito estuviera mal atendido. “Aún así, he hecho diez o doce exposiciones. Soy una pintora realista, de la misma línea de Gonzalo Morales. Soy admiradora de los pintores que tengo aquí, en la casa, como Rodolfo Stanley, Rafa Fernández, Fausto Pacheco, Emilia Cersósimo, Cabraca, Claudio Carazo, Isidro Cong Wong. “Todavía lo que me falta es tiempo. Ahora, como Primera Dama, tengo un montón de compromisos, pero siempre tengo que dejar mi tiempo para pintar. Es mi destino. Tengo que cumplir. “Jamás soñé con ser Primera Dama, pero he tratado de cumplir. Soy terriblemente vanidosa con lo que hago. Estoy tratando de ayudarle a Abel en una forma muy discreta. Que no digan ´ay, qué vieja más insoportable, no deja al marido salir solito…´. “Tengo mis proyectos y me la juego con las muchachas que me ayudan. No quiero hacerle problemas a Abel, y mucho menos al país. Yo estoy para ayudar. “Ha sido un esfuerzo muy grande para mí porque yo tengo vocación de otra cosa. Soy una artista. Me gusta esculpir, pintar, sembrar árboles, cuidar plantas. Ah, y algo que no le Camilo Rodríguez Chaverri
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he dicho: buceo con tanques, esa es mi otra locura. Me tiro al mar y me encuentro conmigo misma. Me fascina esquiar en agua, todo lo que tenga que ver con agua. Si me tengo que montar en un Titanic y me dicen que se va a hundir, no me importa, les digo que para eso son los salvavidas. “Un día, la Reina de España estaba que no cabía porque me iba a ir a bucear. “Aprendí hace muchos años en México. Fui a ver un barco argentino que está hundido en Acapulco, desde hace ochenta años. Me paré en cubierta. Quedaba parte de la baranda, a sesenta pies. “No tengo tanque, porque no vale la pena tenerlo. Todos los hoteles los tienen maravillosos. Eso sí, a todos los paseos voy con mis patas de rana, y me tiro de cualquier lugar, en el Golfo de Nicoya, en todo lado. No me dan miedo los tiburones”. Todo inició en una reunión, y de ahí para acá, nos ha tomado cuatro reuniones esta semblanza sobre Leila Rodríguez, la pintora, la escultora, la finquera, que es una gran artista, y que ahora tiene, de recargo, las labores de Primera Dama. Tenemos muy claro que puede hacer mucho bien desde su posición, pero será su arte el que debe darle un lugar en el mapa de la historia del país. La pintora no tiene la culpa de ser la esposa del Presidente. Jamás se imaginaron sus manos que ponen a volar los colores, que aquel hombre iba a regir los destinos del país. Ya sólo le faltan dos años, y ya sabemos que la vocación es dura de roer. Pronto tendrá doña Leila todo el tiempo para seguir inventando paisajes y sombras. Ojo, mayo 2004
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Fernando Carballo
Pintor de momentos de luz
Alguna vez, Botero dijo de Fernando Carballo que nadie como él, en América Latina, hacía de cada momento algo grandioso, algo importante, con su luz… Carballo es el pintor que hace del instante un espectáculo. En su estudio, en Canta Rana, en Cartago, tiene la pequeña huerta donde cultiva esos chispazos eternos. Nos espera con la camisa con las faldas por fuera y los colochos alborotados. Él mismo parece ser un momento iluminado por su mano de artista. Nació en Cartago, y de aquí no lo saca nadie. “Soy Jiménez de la canalla. Nací en La Puebla, por la Basílica”, dice, mientras distrae la vista, y extiende las manos a un gato nuevo, un gato gris que parece extraterrestre. “Es de madre canalla y un padre siamés. Soy gatero desde güila. Tiene una semana no más, de estar aquí, y las ratillas se fueron. Estas ratas de ahora no son como las de antes, que uno las veía temerosas y escondidas. Ahora pasan a la par de uno como si se sintieran vecinas. “Nací el 9 de julio de 1941. Soy el número doce de diecisiete hermanos. Yo rajo con eso. Es un golpe psicológico cuando lo cuento. La gente no sabe la tolerancia que hay que tener. Claro que también nos agarrábamos a chayotazos y todo. Recuerdo que nos llamaban a comer a todos a la misma hora. Era una mesa descomunal, en forma de ´ele´. “Mi papá ya murió. Tuve el gusto de que viera mi primera exposición. Fue muy significativo para mí porque él no tenía muchas esperanzas conmigo. Yo era desordenado y distraído, pero por lo menos era gracioso y no peleaba. “Mi padre se llamó Victoriano Carballo Salas. Fue un patriarca. Era un señor que apenas leía. Admiro mucho lo Camilo Rodríguez Chaverri
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que hizo en su vida. Su padre murió, es decir, mi abuelo, y él era el hijo mayor. Tenía once años, y eran como ocho hermanos, nueve con él. A partir de entonces, y con esa edad, le tocó ´chapiar´ y trabajar mucho al campo. Por un tiempo trabajó con un señor de apellido Mezerville, en una tostadora de café. Al principio lo pusieron de guarda, pero papá tenía una gran inteligencia natural, así que fue aprendiendo de las labores de la tostadora. “Ya cuando sabía muchísimo, se vino para Cartago y montó su propia empresa. Se llamaba ´La flor del café´. Era una tostadora de café. Sabía mucho por lo que le enseñó el señor Mezerville. Recuerdo verlo cómo agarraba el café con las manos, lo frotaba, hacía un huequito entre los dedos y lo olía. Todo esto antes de comprarlo. Era como una forma de catar para él”. Estamos en una mesa al lado de sus pinturas. En eso, el gato entra por un costado, y se me encarama en la computadora. No me deja seguir escribiendo. Don Fernando ni se inmuta. Se ríe de la travesura de su misingo, y extiende sus brazos como para tomar entre ellos a un bebé. “Estamos en un pleito por el nombre. Aquí tenemos una pizarra en la que nos escribimos todo lo importante. Está en la cocina. Es que yo soy un gran cocinero. Sobre todo, soy un cocinero original. A veces les escribo en la pizarra el menú o la receta, para que aprendan. “Ahora estamos utilizando la pizarra para analizar los nombres que se han propuesto para el gatito. Ignacio, mi hijo, quiere que se llame ´Toulouse´, pero la hija de Ignacio quiere que sea ´Merlín´, que, la verdad, me gusta más. Tengo un socio que dice que el nombre tiene que ser ´Chibolas´, porque al gatito le quitaron las bolas. Fijate que en la pizarra escribí mal Toulouse, y me regañaron todo, que cómo un pintor iba a escribir mal ´Toulouse´. “Lo que escribo de fijo en esa pizarra, que no puede faltar, es el menú de los domingos. Bautizo los platillos con unos nombres elegantes. Un día de estos, a la bebida le puse ´fresco de frutas de cosecha´. La mamá de mis hijos dice que me encantaría tener una soda o un restaurante”.
Entretenido “La pintora Zulay Soto, que es amiga mía desde que estamos así (con la mano hace un gesto de “pequeñitos”) dice que soy un gran narrador, que soy muy bueno para contar historias, que tengo sal. 296
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“A mí me hubiera gustado escribir, pero no tengo disciplina. Ahora voy a leerme ´El evangelio según Jesucristo´. Mañana salgo para México en bus. Voy a estar allá un tiempillo, porque me gusta ir a comprar cositas y a ver lo que están haciendo. Me llevo el libro para el viaje, pero hace tiempo perdí la costumbre de leer por la bendita televisión. Antes sí leía mucho. “De güila, amaba a mi mamá, quien compraba ´Bohemia´ y ´Para ti´, dos revistas cubanas. Estaban hechas en sepia oscuro. Ella me abrió las puertas del arte. Ahí conocí a Evita Perón, a Gabriela Mistral. “Cuando empecé a leer, la mamá de Zulay Soto era maestra, y nos enseñó a leer a Zulay y a mí. Desde entonces, me gustaba aprenderme poemas. “En mi casa, éramos seis mujeres y once hombres, y vivíamos a cincuenta metros de la Basílica. Por eso, mis hermanas mayores me mandaban vestido de blanco, perfumado con el agua 4711 que usaba mi papá. Me empapaban las orejotas y el copetillo, y me iba a dejarle flores a la Virgen de los Ángeles. Fue allá por el año 47. Me entrenaban para que, antes de dejar las flores, le recitara a nuestra Patrona. “Mis hermanos decían ´ay, mamá, no lo deje ir´… Yo practicaba en el espejo, antes de irme, ´Oh Virgen María…´. Cuando iba a recitar en la iglesia, hasta que alzaba los brazos. Dicen que la gente se reía de verme, pero yo en ese momento me sentía de lo más importante. También recitaba un poema de Zapatero. “Mis hermanos me metían a jugar futbol y a boxeo, yo le hacía, era fuerte, pero no era lo mío. En cambio, amaba dibujar en las paredes de la casa y en cuadernos viejos. Después, me obligaban a lavarlas y las volvía a pintar. “No podía con la tentación de ver los pedacitos limpios. Después, con una escalera pintaba en aquellas esquinas que no alcanzaba con mi estatura de niño. Las pintaba, las lavaba y las volvía a pintar. “A los 11 años, fui a traer con un amigo a una hermana de él, que era maestra en San Juan de Chicuá. Ahí me metí en la biblioteca de la escuela, vi un libro de Leonardo Da Vinci, y otro que se llama ´Los siete pintores más importantes de la historia´. Vieras cómo me llegaron esos libros, sobre todo el de Leonardo. Esas figuras que hago yo tienen que ver con Leonardo. Me robé los dos libros. “Cuando crecí un poco, prácticamente obligué a papá a comprarme unos óleos. Recuerdo como si hubiera sido Camilo Rodríguez Chaverri
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ayer que fuimos a la Universal, y yo fui escogiendo uno por uno...”.
Dibujante y verdulero “Inicié la primaria en la Escuela Winston Churchill. Después nos pasamos de barrio y estuve en la Escuela Jesús Jiménez. Como todos los cartagos, fui al Colegio San Luis Gonzaga. Y me costó. No era un chiquito inquieto, pero no estaba conforme en clase, tampoco aburrido, pero lo que pasa es que no ponía atención. “Desde la escuela descubrí a la actriz Gina Llogobrígida, la vi en la película ´Trapecio´, con Lancaster. Durante una época sólo pintaba a Ginas guindando del trapecio, o bailando. “Después, me enamoré de Sofía Loren. La dibujaba en los cuadernos de la escuela. Con ella me quedé. La sigo amando. “Mis papás veían los cuadernos, y luego se quedaban viéndome. Al rato, mi mamá decía ´nada podemos hacer, él es así, ¿qué podemos hacer con él?´. “Me echaron del San Luis Gonzaga, así que me metí a un tramo de verduras de un amigo, en el mercado de Cartago. Ya había aprendido mucho con él cuando quebró. Así que me puse las pilas y continué yo con el tramito. Ya sabía vender verduras. Claro, yo también quebré. Tenía 14 años. Un día pasó Marco Aurelio Aguilar, quien fue mi profesor de dibujo, y me dijo: ´¿qué está haciendo usted aquí? Usted se puede ganar desde 40 hasta 80 colones en una oficina, por el talento que tiene´. Me dio una carta de recomendación, fui, le dije a mi mamá, y agarré camino para San José. “Me fui para la Casa Gráfica, que quedaba en calle 11. Era de un alemán. En ese momento, era la mejor imprenta y litografía de San José. Hacían libros. El dueño, el jefe, era Enrique Hangen, quien me enseñó mucho. Era muy recio y me hizo muy bien, porque yo tiendo a dispersarme. Ahí me disciplinaron. “Conocí también a Lara Solano, que era un gran personaje de San José. Solía andar unos abrigos enormes. Era una vieja mal hablada. Yo me quedaba impresionado, porque seguía siendo cartago, encima de todo. “En ese tiempo también conocí a Manuel de la Cruz González. Años después me dio un gran apoyo. Recuerdo a Cristina Fournier, una excelente dibujante, y a Gloria ZayasBazán, que hacía unas mujeres de una sensualidad que no 298
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puedo olvidar, una sensualidad que me vuelve a la cabeza sin que yo quiera, unas bocas carnosas, unas cejas arqueadas naturales, lindas… “Además de la MonaLisa, en mis obras están las mujeres de Zayas-Bazán. Ellas viven en mis pinturas. “Cristina Fournier y Gloria Zayas-Bazán hacían tarjetas de navidad. Ellas dejaban ahí los originales de sus dibujos y a mí me tocaba organizarlos. Un día me robé uno. Era uno de las flores que nacen en los caños. Cristina logró hacer un ramito precioso. Yo dije ´me lo robo, aunque la Virgen de los Ángeles me castigue´. Pero después le conté la verdad a Cristina. A ella le hizo gracia. Es una dibujante exquisita. “Antes, el trabajo de imprenta era muy difícil, había que dibujar las letras, todo en el mismo lugar. El montaje era con picas. Se trabajaba con plomo. Años después, cuando alguien les dijo que los vapores tenían consecuencias para la salud, los trabajadores hicieron una protesta. Entonces, los alemanes resolvieron darles plata por día para que compraran leche, porque se dice que neutraliza los efectos del plomo. Pero los compañeros eran unos grandes ´tapis´, así que se tomaban la plata en guaro. “Después, en la empresa se enteraron de la situación y decidieron comprarles la leche directamente. Cuando eso, vendían las canastitas con botellas de vidrio. Ponían las canastitas en agua con hielo, para que la leche se mantuviera fresca. Los trabajadores decían que no les gustaba esa leche. Unos querían otra marca; otros, que estuviera casi recién ordeñada ahí en la empresa. Claro, es que preferían la plata para los tragos. Finalmente, no sé en qué paró el enredo”.
En la imprenta En la mesa de la entrevista estamos Alba Luz, mi compañera; don Fernando; su hijo Ignacio y yo. Su hijo participa de la conversación, y a cada rato le recuerda detalles al pintor. Don Fernando hace un paréntesis para hablar de él. “Cuando me casé con la mamá de Ignacio, él tenía 3 años, pero es Carballo, es hijo mío. Ahora es el encargado de vender mis obras. Tiene una galería a cincuenta metros de la Basílica. Se llama ´Pueblarte´. Es un nombre bellísimo. Para mí es muy significativo que esté en La Puebla. “Trabajé en la imprenta como seis años. Durante ese tiempo, por influencia de mis amigos, me metí en el Colegio Nocturno Justo Antonio Facio, que queda en La Sabana. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Yo viajaba desde Cartago todos los días. Llevaba el almuerzo y me iba a Tibás, donde una tía abuela, para que me hiciera el favor de calentármelo. Claro, mi tía abuela, que se llamaba Rafaela, ya era una mujer mayor, y se le olvidaba lo que estaba haciendo. Entonces, cuando me calentaba el almuerzo lo metía en una ollita con agua, como en ´Baño María´, y cuando hervía, el agua se le metía a la comida. Así que me tocaba comer sopas con arroz y frijoles. “Iba hasta Tibás porque estaba en la edad de la coquetería. Entonces, cuando venían las chiquillas del Colegio de Señoritas, yo me arreglaba el cuello, levantado a lo James Dean; iba con el copetote tieso de vaselina y las patillillas largas, como Elvis Presley. A veces era un desastre porque se me levantaban con el viento. Se lo juro que me creía Elvis Presley o James Dean. “Después del tiempo en la imprenta, fui a pedir trabajo a Publicidad Garnier. Estuve un año, y me metí a la Lehmann. Después, estuve en Casa Gráfica, en San Antonio de Belén. Ahí conocí al papá de mi hijo Ignacio, Víctor Jarrín, un muy buen dibujante. Yo viajaba desde Cartago hasta el cruce de San Antonio de Belén. Nunca tuve carro. No sé ni manejar. Soy muy nervioso y muy neurótico, histérico también. “Mis hijos siempre me han reclamado que no tenga carro. Imagínese que una vez saqué 20 mil colones en el Banco Anglo. Fue en el año 77, y esperaba que, con eso más una arrimadita, pudiera comprarme un carro. Pero siempre les encontraba un defecto a los carros. Finalmente, cambié la plata por unos dólares y mandé a mi esposa a Austria, donde unos tíos. Estábamos muy mal, pero no la mandé a la porra. Preferí mandarla a Austria. “Vivimos separados veinte años, agarrados de las mechas, pero ahora tenemos tres años de vivir juntos de nuevo, y somos muy amigos. Ella se llama Maritza Luján. “Cuando nos separamos, los chiquitos estaban muy pequeños. Valeria, la menor, tenía como 6 años. La separación fue horrible, fue muy fuerte, fue muy grueso todo, muy traumático... “Al tiempo, me fui a vivir con una señora que se llama Olga Coronado y tuve una chiquita más. Olga y yo vivimos un tiempo juntos. Nuestra hija se va ir a estudiar cine a Cuba. Un día de estos me lo dijo. Yo estoy feliz. “Resulta que vivían cerca Maritza y Olga, y eran amigas, y los chiquillos todos eran amigos entre sí. Entonces, un día,
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Valeria me dice ´diay papi, todo el mundo se habla, sólo vos y mami no se hablan´. “Leila Rodríguez, la esposa de don Abel Pacheco, trabajó conmigo en Casa Gráfica, cuando era Miss Costa Rica. Ella me inspiró para hacer unos ángeles. Eran Leilas con unas alas flotando sobre unos árboles. No recuerdo quién tiene esa obra. La he buscado porque ella la quiere, pero no la encuentro”.
Don Hugo Díaz “Después de un rato, volví a Garnier, y estuve doce años seguidos. Había gente muy buena. Estaban Moisés Barrios, Hugo Díaz y Gonzalo Morales. Eran grandes artistas. Al final, fui director de arte de Garnier durante siete años. Cuando eso, ellos ya no estaban. “Don Hugo Díaz fue uno de esos encuentros en la vida que marcan a un artista. Yo era más silvestre, Gonzalo y Barrios tenían más conocimiento, Barrios había estado en la universidad, Gonzalo era hijo de Gonzalo Morales, un pintor viejo. Él también se convirtió en gran pintor, y en maestro de pintores. Por ejemplo, fue el maestro de Leila Rodríguez. “Don Hugo me dio un gran apoyo, un gran empuje… Es lo que a veces uno necesita. Recuerdo que al ver mis dibujos me dijo que los expusiera. “Ya tenía 30 años cuando hice la primera exposición. Las cosas las veo igual. Lo que me ha cambiado es el cuerpo. He cambiado más por fuera que por dentro. “Cuando supe que Hugo había muerto, no lloré, pero cuando me hicieron una entrevista, fue terrible, hacía una cara en la tele... Ya en el entierro sí lloré. Hugo fue mi gran amigo y mi maestro. “En esto del arte hay unas rivalidades, unas cosas tan feas, que uno siempre guarda en el alma a la gente que le ayuda sin oscuras intenciones. A mí, la persona que más me ayudó fue Hugo Díaz, sin duda. “Lo extraño mucho, sobre todo porque el ambiente entre los artistas es muy pesado. A veces cojo para Turrialba mejor que para San José. Ahí tengo algunos buenos amigos, como el poeta Érick Gil Salas. “Antes me emborrachaba, fumaba, jalaba, hacía de todo, pero me estoy componiendo, ya no me luce porque soy abuelo. Todo eso, tan malo, tenía que ver con la presión que
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uno siente como artista, la rivalidad que hay, los rencores, todas esas carajadas… “Don Hugo me dio un espaldarazo, pero siempre fue objetivo. Me decía, por ejemplo, ´mire, Fernando, no se subestime, en tinta china esto en Costa Rica no lo hace nadie, nadie´. Y es que con tinta china o hacés arte o no lo hacés. No se puede corregir. “Recuerdo que temblaba en esa primera exposición. Es que soy muy tímido, aunque no parezca. Antes de eso, cuando participé en algunas muestras colectivas, me daba diarrea y dolor de cabeza. Entonces dije, ´no sirvo para esto, no tengo las pelotas para hacerle frente a esto´. “Don Hugo me impulsó. Una, dos, tres, y hago mi exposición. Me mandé a hacer un traje muy bonito. A Maritza, mi ex, también le mandé a hacer un traje. Y parecíamos un par de muñecos en la puerta. “Inmediatamente, Margarita Bertheau recibió mi exposición con mucha alegría. A Whitman, al inicio de su carrera, un gran escritor le publicó una nota que decía ´lo saludo al principio de una gran carrera´. Pues Margarita me escribió en el periódico algo así. César Valverde también celebró la exposición. Él conoció los dibujos primero y me dijo ´eso hay que exponerlo, Costa Rica tiene que saber que tienen grandes dibujantes´. “Esa primera vez, la presentación me la hizo Paco Amighetti. Paco me comparó con Kafka, dijo que ´los personajes de Kafka y los de Carballo son turbios, se arrastran, esconden las manos…´. El texto original de Paco, escrito a mano, lo tenía Hugo Díaz. Yo quería tenerlo. Cuando murió Hugo, lo comenté, y creo que me lo están buscando. “Esa primera presentación mía fue en una salita del Ministerio de Cultura, en el edificio Raventós. Fue el 73, y yo me dije ´bueno, adelante Fernando, con el apoyo de Margarita, de don Paco, don Hugo y don César, mandaría huevo que te echés para atrás´”.
Con tintas de imprenta “Empecé a experimentar con mi obra y la tinta china se me hizo pequeña, así que empecé a incursionar con tintas de imprenta. Nadie las usaba para dibujar, pero yo trabajaba en una imprenta y las conocía muy bien. Me embarraba hasta la mano, hasta temblaba de la emoción de ver aquellos negros, porque trabajaba en puro blanco y negro. Esas tintas son muy 302
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ricas, muy dúctiles, muy plásticas, muy grasosas… Yo estaba como Pancha en Acapulco, como dice mi ex mujer. “No tenía plata para esos cuadros tan grandes, y los necesitaba. Con la ayuda de mi familia compramos unas láminas de ´tablacel´. La segunda exposición fue en el año 78. Hubo algunas en el medio, del 73 al 78, pero esta fue cuando cambié la técnica. Por eso digo ´la segunda´. “Ya para ese tiempo, Hugo me decía, ´Fernando, aquí nadie nunca ha hecho eso´. Qué importante que era para mí. Eso a veces hace falta, inflar la vanidad. Esa presentación me la hice yo. Y me la premiaron: fue un premio nacional de dibujo. No te imaginás la alegría, porque yo no hago componendas con nadie, como lo hace otra gente. A mí sólo me gusta trabajar. La honestidad es parte de lo que aprendí en mi casa y que consolidé a la par de Hugo. “Ya viejo, no me va a tentar nada… Una amiga me dice que el Magón, que yo me merezco el Magón, pero no voy a hacer nada nada, no voy a decirle a nadie, ni voy a mover nada. “A decir verdad, sólo una vez lo he hecho, pero no por mí. Fue por Don Hugo. Érick Gil Salas y yo empezamos a trabajar para el Magón de Hugo. Un día, le dije a Macarena Barahona ´¿qué tal si recogemos firmas?´, y me dijo ´no seás tan polo, Fernando´. “En realidad, fue idea de Erick, pero yo la adopté y mandé a recoger firmas. Empecé a hablar con Guido Sáenz, Jorge Charpantier, Magda Zavala… Le hablé a todos. Para mí mismo no tengo voz, pero para Hugo sí la tuve. ¿Para que me den un premio a mí? Jamás. Seguro el orgullo no me deja. “Lo que hice esa vez fue mover un poco la idea del Magón para Hugo entre artistas y entre mis ex amigos comunistas. Ah, porque fui comunista, antes del tiempo de los sandinistas, ya siendo pintor. “Viera lo que me pasó. Después de la exposición del 78, ya me había separado de Maritza, y vivía en El Alto de Ochomogo, al frente de la Carpintera, con Olga. Un día, en la noche llega uno de los comunistas, que no le puedo decir el nombre, porque yo no soy jodido, y me dice, ´Carba, guardame esto´. Era una caja, y le dije ´ponéla ahí´. “A los días, el cabrón llamó por teléfono a la OIJ. Un día, por la noche, me acuerdo que empecé a escuchar ruidos alrededor de la cabañilla, y no supe qué era. Al día siguiente en Garnier, me pusieron las esposas y me encarcelaron dos semanas. La caja lo que tenía era armas. Me echaron de Garnier, y se enfermaron mi mamá y mi bebé. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Yo, como estaba conociéndolos a ellos, a los comunistas, los molestaba mucho. Yo decía que los de seguridad eran chiquitillos, y empecé a burlarme de todos. Decía ´otro de seguridad y es más chiquitico que el otro: ese mide menos de metro y medio y es de seguridad. Deben ser bombetas´. “Pero ellos tenían sistemas de orejear, y creo que no me perdonaron la irreverencia de burlarme de la seguridad e inteligencia del partido comunista. Los de la inteligencia eran unos borrachos hasta el alma. Su venganza fue atroz. “En Garnier era el director de arte, el dibujante mejor pagado de este país. Viera a la gente envidiosa… En esa época, me metí a dar clases en Bellas Artes. César Valverde era el director, y me dijo que yo servía para dar un curso ahí. Pero luego llegó otro director. Un día, me dijo que no había clase, que teníamos que ir al auditorio. Yo había pedido una tarea, y les dije a los muchachos, ´vayan y dejen todo en el aula´. Cuando el director se dio cuenta que iban para el aula, en la plaza, al frente de todos, me dijo ´vos podés ser el director de arte de Garnier y ganar tanto, pero aquí mando yo´”.
¡A vivir de la pintura! “Después de que salí de la cárcel, donde estuve dos semanas, para arreglar la torta, los comunistas me pusieron a trabajar en el periódico ´Libertad´. Quebró ´Libertad´, y entonces dije ´¡a vivir de la pintura!´. “Fue muy difícil, pero me ayudaban algunos hermanos que tenían conciencia de lo que yo estaba haciendo. Todos los hermanos nos parecemos: gordillos, orejones, sin cuello… “Una hermana me mandaba un diario de comida, porque el inicio fue muy difícil. Me cortaban el teléfono y la luz a cada rato. Estos güilas míos las pasaron feas. “En los ochenta, ya solo mi mujer estaba metida con los comunistas, entonces la mandaron para afuera y me mandó a los hijos en un camión de carga. Primero se fue a Nicaragua y de ahí a Cuba. Yo estaba viviendo de la pintura. Imagínese… “La ventaja que tengo ahora es que pasé por lo más duro, entonces aprendí a disfrutar de lo bello. Cada vez que tengo aquí a mis nietos, en el estudio, me digo ´¡qué dicha que mi vida me ha dado el gran regalo de tener a estas piojillas!´. “Ahorita tengo un proyecto muy interesante, que está empatado con los primeros dibujos en blanco y negro, del año 78. Los quiero hacer en tela. Llenar una aceitera de tinta, y dibujarlos con la aceitera, con óleo y con esmaltes 304
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comerciales, que salga bien diluida la línea. Va a quedar muy gráfico. Va a ser la exposición estrella. Es lo que he querido hacer. No es lo comercial, no es lo que me da de comer, pero es parte de mi evolución como artista. “Pero primero me voy a dar un paseo por México. Voy para Oaxaca con unos señores que son amigos míos. Ellos me prestan una casa. Voy a ver si conozco a Fernando Toledo, que me parece el mejor pintor mexicano. “En México he aprendido mucho, y también han sido muy buenos conmigo. Una vez, estaba en una exposición de Botero en el museo Tamayo, y había una grabación de él en un televisor. Unos amigos me dijeron ´está hablando de vos´. De veraz, en medio de la entrevista de televisión, que pasaba y volvía a pasar, Botero me mencionaba. Ha hablado muy bien de mi obra. Es una dicha para mí”.
Iberoamérica pinta “Algo de lo más importante que me ha tocada vivir es el haber sido seleccionado para ´Iberoamérica pinta´, que era un proyecto junto a otro que se llamó ´Periolibros´. La idea era publicar en los periódicos más grandes del continente, obras de grandes escritores, ilustradas por pintores muy representativos de Iberoamérica. Yo fui el único de Costa Rica. Ilustré el libro de Guimaraes Rosa. “Yo entré en la selección recomendado por un famoso pintor paraguayo, Carlos Colombino. A él lo conocí muy brevemente porque vino a dar unos cursos de xilografía. Me dijo que quería un trabajo mío, y se lo cambié por uno de él. El mío lo tenía en mi oficina, en uno de los trabajos que he tenido, y cuando viajé a Argentina a un curso, se perdió la pintura de mi escritorio. “El otro que me recomendó fue Cándido Bidó. A él lo conocí en España. Además de ilustrar las obras, ´Iberoamérica pinta´ se convirtió en una exposición colectiva, que anduvo por varios países y ciudades. Empezó en México y llegó hasta Montevideo. Mi hijo Ignacio la vio en Ecuador. Mis obras estaban entre las de Tamayo y las de Tápies. Esa vez, en ´Iberoamérica pinta´, Bidó me dijo que se notaba mi trabajo, el proceso de mi obra. “Otra alegría que tuve fue cuando el trabajo mío salió reproducido en una revista que dan en los aviones. El que escribe la parte de arte dijo ´¡y cómo Carballo maneja los Camilo Rodríguez Chaverri
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cuerpos…!´. La revista me la mandó Rafa Fernández. Me la mandó como un presente, porque estaba muy agradecido porque le ayudé en una linda obra que hizo. Su esposa es hondureña, y el huracán Mitch hizo desastres allá. Entonces, Rafa organizó una subasta para ayudarle a la gente de Honduras. Su hija, que es lindísima gente, me llamó para decirme que si les podía ayudar. “Hablé con una señora que me ayudaba en trámites con mis obras, le pregunté que si tenía algunos trabajos míos que fueran buenos, y cuando me dijo que sí, le pedí que le mandara dos dibujos a Rafa. Dicen que se vendieron muy bien. “De mi obra, se han dicho cosas muy bonitas. Uno de los más atinados ha sido el escritor Alfonso Chase. En un artículo que escribió sobre mi trabajo, dice la palabra ´turgencia´. La verdad es que yo no sabía qué significaba. Busqué en el diccionario, y dice ´algo que parece y no es´. Eso ocurre con mi obra, dice Alfonso. Además, para él, y para otros, algo muy importante en mis obras es la profundidad de las miradas. “Déjeme enseñarle lo que dicen algunos críticos de mi trabajo. Aquí lo tengo. En un catálogo. Espérese para buscar los anteojos, porque ya los guardé, a ver si leo algo de aquí a México, como voy en bus…”. Al final, no encuentra los anteojos, y me pongo a buscar lo que él quiere. En un catálogo, me encuentro con la opinión de Pablo Bocha. Dice, “para poder entender lo que es y representa una obra de Fernando Carballo, no se necesita conocer o ser un experto; hay que saber mirar, sentir, vibrar, para poder comprender”. Pero, con quien me detengo es con el maestro Ricardo Ulloa Barrenechea. En el catálogo dice don Ricardo, “para Fernando Carballo el arte no es simplemente una organización de formas y diseños, o una recreación de imágenes surgidas de la fantasía con el objeto de emularla. Sus figuras son signos de poderosa presencia significante”. Nos vamos a ver las obras. Le tomo algunas fotografías, y me muestra algunos recuerdos, entre ellos, varias fotos con don Hugo Díaz, esculturas de otros artistas, y cientos de pinceles y de libros. “Alguna gente dice que eso de la profundidad de las miradas no es arte, que los personajes con miradas lejanas y profundas no corresponden al arte, que la pintura es disposición de formas y colores. Yo no creo eso. Yo trabajé el abstracto de chiquillo, pero ya no. 306
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“La verdad es que el arte ahora se presta para unos jueguitos tontos. En eso tienen mucho que ver unas bienales que aquí son anales, porque no se vuelven a hacer. Una vez, la ganaron con unos pollos metidos en una caja. Se descompusieron los pollos, se caían en pedazos y olían hediondo. Por lo menos que no huelan… “Un sobrino mío contaba que en Inglaterra un pintor pasaba un tiempo comiendo solamente zanahorias, y cagaba de un color; después pasaba comiendo únicamente remolacha, y cagaba de otro color, y al final comía exclusivamente espinacas, y cagaba de ese color. Después, con la caca anaranjada, verde y morada, hacía unos cuadros de arte. Claro, procesaba aquello para que no oliera feo. Los ingleses lo compraban en no sé cuántas libras esterlinas. “Será que sigo siendo cartago, pero mi arte va por otro lado. Siempre me han hablado de la fuerza de mis obras. No es algo deliberado. Las manos caen como si fueran de cemento. “Uno se va encontrando como es. Si no llegás como sos, no hacés nada. Duele mucho, porque uno tiene cosas que no se quiere ver, tiene tufitos, pelillos que no quiere que se vean, pero si quiere decir la verdad, si quiere hacer arte de verdad, no le queda otro camino. Alfonso Chase y Hugo Díaz lo dicen de mi obra: es como hacer poesía con la pintura. Por el respeto que tiene Alfonso por la palabra, sé que no dice mentiras”. Inédita
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Antidio Cabal
De oro y de barro
Fue el poeta Eduardo Jenkins quien me contó que el día de su boda llegó Antidio Cabal con los primeros ejemplares de uno de sus libros. Lo había publicado con dinero de su bolsillo. Algo similar me contó la poeta Ana Antillón. Era una colegial cuando un joven recién llegado de España le publicó su primera obra. Y en Guápiles, me contó el poeta Alfaro, de Santa Bárbara de Heredia, que en su pueblo había un antes y un después del arribo de don Antidio. Una vez que llegó a vivir ahí, empezó a desarrollar un movimiento cultural que ha provocado que tres o cuatro jóvenes poetas empezaran a publicar. Pero ha sido la escritora Myriam Bustos quien me ha dicho en reiteradas ocasiones que la literatura costarricense tiene una deuda de gratitud con Antidio Cabal y que es doloroso que ya casi llegue a sus ochenta años sin que casi nadie sepa quién es y todo lo que ha hecho por nuestro país. Lo llamo un sábado por la tarde después de conseguir su número telefónico con su hijo, Dionisio Cabal, fundador del grupo folclórico Cantares. Me cuenta que el jueves se va para España, que tiene varios compromisos en encuentros de poetas y escritores, y que no piensa volver a Costa Rica en dos años. Empieza una lucha por sacar un ratito en su agenda. No puede atenderme el domingo, ni el lunes, ni el martes. Lo llamó todos los días y a cada rato. No quisiera que se vaya sin contarme su historia. Por fin, el miércoles me llama y me dice que su esposa Isabel tuvo una buena idea: me propone que saque un permiso en el aeropuerto para que pueda entrar con él y lo entreviste durante las tres horas que debe esperar para el despegue de su avión. Así lo hacemos. Un miércoles por la tarde llamé a la empresa Alterra Partners, concesionaria del aeropuerto Juan 308
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Santamaría y el jueves a las siete de la mañana, entré con un permiso para entrevistar al señor Antidio Cabal. Nunca había realizado gestiones tan sofisticadas para una entrevista. Incluso, me acompaña la encargada de Relaciones Públicas de la empresa y me deja instalado en unas sillas de espera, al lado de don Antidio, frente a unos teléfonos públicos. Están su esposa, su hija menor, Antidia, de unos 8 años, y su nieto Dionisio, a quien él le dice Dionisín. Su esposa y su hija viajarán en un mes para juntarse con él en su tierra de nacimiento. Ellos gentilmente se hacen a un lado, y aunque al principio me siento mal por arrebatarles estas últimas horas antes del viaje, no más iniciando don Antidio me recuerda que la idea fue de su esposa. Amigo íntimo del novelista Carlos Luis Fallas (´Calufa´), del poeta Carlos Rafael Duverrán y de una docena de escritores que no han formado parte de la argolla, don Antidio tiene una vida llena de aventuras y de peligros. Por ejemplo, siendo quien le revisaba los discursos a tres presidentes de Venezuela, se metió en una guerrilla urbana. Pero mejor iniciemos la historia por el principio. Antidio Cabal González nació el 3 de abril de 1925, en Las Palmas de Gran Canaria. Sus padres se llamaron Antidio Cabal Fernández y Carmen González Viera. “Éramos cinco hermanos, pero una murió muy niña. Se llamó Catalina, pero le decíamos Lina. Murió de tres años. Nunca la he olvidado, por cierto. Me acuerdo muy bien de ella. “Mi hermana Carmen vive en Venezuela, y los otros dos han muerto. Uno de ellos, Horacio, fue comandante del ejército republicano en la Guerra Civil, a los 20 o 21 años de edad. Era un gran tipo. Murió hace unos veinte años. Y mi hermana Ángeles murió hace unos cuatro o cinco años. Cantaba maravillosamente. Fue tentada por el cine, pero la familia no la dejó actuar. “Mi padre era maestro armero, del ejército. En España se sigue una carrera. O sea que era especialista en arreglo de armas. Se retiró del ejército muy joven. No le gustaba ese ambiente a pesar de que le encantaban las armas. España emitió una ley para que se fueran los oficiales monárquicos, y realmente se fueron los republicanos. Se dedicó a vivir. “Mi padre había tenido una historia llena de osadía. Intervino en la Guerra Civil, fue herido, y después estuvo dirigiendo una fábrica de municiones en Barcelona. Lo Camilo Rodríguez Chaverri
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condenaron a muerte. Es una historia que tengo que escribir por aparte, en un libro: fue salvado por un amigo, que consiguió que en lugar de matarlo lo condenaron a cadena perpetua. A los tres años lo dejaron libre por influencia de este amigo. “Por su parte, mi madre era de oficios domésticos. Era una mujer sumamente inteligente aunque llegara simplemente a sexto grado”, cuenta don Antidio sentado a mi lado, en una silla de espera del aeropuerto. Ambos hacemos un esfuerzo para que el altavoz no nos distraiga. Quiero que me cuente su vida y sólo tenemos tres horas de tiempo. Él se esfuerza por sintetizar y me habla con una sonrisa de satisfacción.
El joven poeta “A los 12 años empecé a escribir por influencia de un venezolano. Esta es la primera vez que lo cito en mi vida. Se llamó Elías Azpurúa. Fue en Marsella. Era un venezolano amante de las letras. Muy joven se había ido para España, y a causa de la Guerra Civil debía volver a Venezuela. Lloraba porque no quería volver. Más bien quería quedarse en Marsella, mientras pasaba la guerra. “Otra persona que me animó a escribir fue un zapatero de Orihuela, un pueblo muy grande de Alicante. Me animó a escribir y a leer. Me prestó ´La estrella de Sevilla´, de Lope de Vega. “Leí ´El Quijote´ a esa edad, a los 12. Lo leí tres veces. Mi padre me lo mandó de España. Los niños pueden leer cualquier cosa. Lo leí con 12 años, no con 30. También leí ´La Galatea´. “Por la Guerra Civil mis padres sacaron a mi hermana, a mi hermano y a mí. Quisimos irnos para la Argentina, donde mi madre tenía dos tíos carnales. Por qué no fuimos, lo ignoro. La policía francesa nos importunó mucho. Llegamos a Marsella en mayo o en junio del 37 y regresamos en octubre del 38 a Barcelona, en plena Guerra Civil. “Cuando pasamos del último pueblo francés al primer pueblo español, nos encontramos a soldados de la Internacional, es decir, soldados extranjeros que lucharon en España y que, en ese momento, salían por un acuerdo internacional. “Llegamos de noche a una Barcelona muy bombardeada. El 26 de diciembre del 38 entraron a Barcelona las tropas de
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Franco. Los moros gritaban ´abajo rojó, abajo rojó, abajo rojó´. “Me tocó crecer con Franco, y con asco… Franco fue una desgracia total, cuyos componentes son, entre otros, un millón de muertos, un millón de presos y un millón de exiliados. Son números redondos. “Significó la desaparición de la conciencia social y la conciencia poética, como fuerzas vivas y respetables del país, como fuerzas vivas del espíritu. “En la poesía, España retrocedió de poetización a versificación. Como ejemplo último está Laureano Albán en Costa Rica. Él llega a España y lo enseñan a versific ar. Ese fue su problema. “Conocí a todo el grupo de Turrialba, a Jorge Debravo y a Laureano. Antes había conocido a los jovencísimos Ana Antillón, quien es una maravilla de poeta; Raúl Morales; Eduardo Jenkins Dobles; Carlos Rafael Duverrán; Mario Picado; Salvador Jiménez Canossa… Eran los jóvenes baluartes del momento. Yo querría haber publicado la obra de Salvador Jiménez, quien murió hace más de diez años”.
Fundamentos de una pasión “Va a sonar raro, pero es la verdad: estudié una secundaria extraordinaria, como hecha para mí, para los que amamos las humanidades. Era un bachillerato franquista que no había alcanzado a eliminar el espíritu de la república, que estaba presente culturalmente incluso en los profesores franquistas. “Fue extraordinario porque tuve siete años de latín, tres años de griego clásico, y tres años de Filosofía, desde la clásica hasta Nietzsche. También tuvimos un curso de literatura hispanoamericana. “Molesta aquí lo que te voy a contar, pero no sé por qué molesta. Rubén Darío no figuraba dentro de la literatura hispanoamericana sino dentro de la literatura española. Es más, aparecía como el padre de la poesía contemporánea de España. Cuando uno buscaba a Darío en la literatura hispanoamericana, decía ´véase en literatura española´. “Todos los 23 de abril había un concurso provincial de poesía, teatro, narrativa y ensayo en historia y en filosofía. Se daban tres premios en cada rama. Se celebraba todos los años, sin excepción, y tenía una enorme importancia regional. Participé todo el tiempo que fui estudiante.
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“Después del colegio me fui a estudiar a Madrid, a la entonces llamada Universidad Central, que es la Complutense. Estuve un año. Al año quería irme de España. No quería vivir en España. Me resultó muy estrecha la inquisición general que había sobre la vida, sobre la palabra y sobre la comida. Hasta eso: había unas colas enormes… “Quería irme a Alemania, a una Alemania todavía devastada por la guerra, una Alemania donde había unos amigos míos. La razón fundamental es que no quería ser soldado, menos soldado de Franco, a pesar de que por ser hijo de militar yo tenía privilegios. ¿Cuáles eran esos privilegios? No limpiar la mierda en los cuarteles, no pelar papas en la cocina, etcétera. “Cometí un error de cálculo, de logística. Un gran día en Gran Canaria, en el pueblo de Arguineguín, que era un pueblo que desapareció, un pueblo en que las casas estaban bajo la arena, porque era muy ventoso. En medio de ese paisaje planetario, de arena, océano, cebollas y viento, decidí que tenía que irme. “Le tengo dedicados varios poemas a ese pueblo y a ese momento. “Me embarqué en la goleta Rafaela Orive, de 90 toneladas. Tres meses después llegamos a Venezuela. La flota canaria de pesca es la segunda de España en importancia, después de la gallega. “Un modo de huir era embarcarse en estos veleros. Hacían que iban a pescar al banco de Río de Oro, en el Sahara Occidental, que era entonces colonia española, fingían que se iban para allí y partían hacia Venezuela, el país ansiado por los españoles que querían mejor vida. “Llegué a Venezuela de 23 años. Por orden médica, se nos dio por cárcel el Hospital San Antonio de Carúpano. Estuvimos cuatro meses, hasta que se nos dejó en libertad. Entonces no quise permanecer en Venezuela. Había una dictadura militar, comandada en ese momento por Marcos Pérez Jiménez, Delgado Chalbaud y un general Lloveda. Era un triunvirato. No quería ir a Venezuela. Ya en el mar, traté de que nos desviáramos a la Guatemala de Arévalo, pero no los convencí”.
Un país sin ejército “Estando en Venezuela me enteré de que había un país que no tenía ejército. Desplacé mi vida hacia aquí. Llegué 312
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unas semanas antes del 15 de setiembre de 1949. Estaba en el poder la junta de gobierno de Figueres. “Ese 15 de setiembre marcaría un cambio en la orientación ética de mi vida. Descubro un país que, aunque suena fuerte es la verdad, un país cuyos hábitos histórico-sociales de conciencia, de espíritu y de conducta práctica, no se encuentran ni en Oriente ni en Occidente. No estoy halagando a nadie. Igualmente, cuando tengo que hablar mal del país, lo hago, pero nunca en el extranjero. “Costa Rica me pareció un país realmente excepcional, que poco a poco y por desgracia, se ha ido ´latinoamericanizando´ en lo que esto tenga de peyorativo En esto, tiene una gran responsabilidad la cultura mal dirigida y mal digerida de los historiadores nacionales. Tengo ganas de tener una polémica con ellos. Bueno, ya me voy, pero digo esto entre otras cosas porque se avergüenzan o se lamentan de que en Costa Rica no hubiera habido una conquista radical, con sangre, como en México, Perú, Colombia o Guatemala, y también que no haya habido una guerra de independencia. “Ignoran o quieren ignorar que estas dos circunstancias han hecho de Costa Rica lo que dije antes, un país fuera de serie. Puedo hablar de esto tres o cuatro horas, porque me siento muy satisfecho de que pueda existir un país así. “Vine al país un poco de tránsito. Me venía muy bien mentalmente. Me sentía muy mal de la cabeza. Costa Rica me sirvió como una inmensa cura inmediata de placidez, de dulzura, de tranquilidad. Es que tú no conociste esa Costa Rica eh, esa maravilla de país que teníais. “Llegué pensando que, una vez restablecido, iba a enrolarme como marinero en un barco mercante, durante cuatro o cinco años para ahorrar, y luego irme a vivir libre de presiones económicas a una aldea japonesa para dedicarme a escribir, únicamente. “Pero lo que sucedió fue que me fui ´hundiendo´ en la sedosidad del país, que es una sedosidad activa, no de anestesiar. Me sentí muy bien. En ese momento, sentía que Costa Rica era una provincia de España, y sentía que España era una provincia de Costa Rica. Esa es mi nacionalidad. Aquí estoy en casa. “Al principio me fue difícil vivir aquí, pero no por el ambiente sino porque durante los tres primeros años sólo trabajé nueve meses. Me dediqué a subsistir, a comer y a no comer. Después, cuando empecé a comer todos los días, me Camilo Rodríguez Chaverri
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metí a jugar baloncesto en la Gimnástica Española. Jugué tres o cuatro años en Primera División, con Bermúdez, Nancho Fernández, Guillermo Campbel y Trejos. Yo no era tan bueno como ellos. “A medida en que me fue posible escribí artículos que se publicaban en el Diario de Costa Rica, cuando el director era Isberto Montenegro. Ahí trabé amistad con Guido Fernández, y llegamos a tener un suplemento cultural dirigido por nosotros dos. El suplemento fue publicado durante unos cortos meses. “Y entre este ir y venir acabé siendo nombrado por Rodrigo Carazo como jefe de personal del INVU a partir del 1 de enero de 1955”.
Colección “Oro y Barro” “En el año 55 inicié la colección ´Oro y Barro´, donde publicamos obras de Eduardo Jenkins Dobles, Ana Antillón, Raúl Morales, Alfonso Ulloa Zamora y Lenín Garrido. En ´Oro y Barro´ se publica, por primera vez en forma de libro, la poesía de Isaac Felipe Azofeifa. Antes sólo se había publicado en revistas. “Yo financiaba la publicación de los libros con mi dinero, con mi bolsillo. Yo los pagaba por mi gusto. El primero fue el de Ana Antillón. Lo pagué con el aguinaldo de 1954. De ahí en adelante publiqué los libros con mis ahorros. Se publicaba cuando había dinero. “Es la etapa heroica de mi trabajo. El primero que iba a ser publicado era una colección de poemas de Carlos Luis Sáenz, en el año 54. Él fue muy gentil, revolvió cajas y baúles para justific arse, me dedicó doce o catorce poemas que me entregó manuscritos, y al final me dijo ´me vas a perdonar, pero no tengo tiempo ni calma para hacer un libro como quisiera hacerlo. Más adelante, Antidio´. “En ese tiempo colaboró mucho Dinorah Bolandi, que era una maravilla de persona. Tengo un poema que le dediqué en los años 50. En el poema le digo que ella es una especie de flor muy peculiar en la maceta, una flor que tiene espinas desde las raíces. Era generosa, transparente, dura y muy justa. “Guillermo Ramos Morales era el más joven de ese conjunto, porque no éramos grupo. Crecimos juntos, como escritores y como intelectuales, Carlos Luis Altamirano, Ana Antillón, Raúl Morales, Mario Picado, Salvador Jiménez y yo. Coronando el conjunto, por encima de nosotros, estaba 314
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Alfonso Ulloa Zamora, y Guillermo era el más joven de todos. Tenía 14 años. Imagínate la clase de bicho raro de la poesía que era Guillermo, si los demás teníamos entre 26 y 30 años. “Es uno de esos poetas que no se ha publicado. La última vez que lo vi era corrector de estilo de Diario Extra. Ahora que me voy, te dejo la tarea de ir a buscarlo. Tiene un increíble depósito histórico de nombres y libros. No te extrañe que diga que no te atiende. Hay muchos genios que son así. “Álvaro Mata y Norberto Salinas me han pedido que escriba un libro sobre estas cosas que nos tocó vivir. Yo, siendo lo mucho o lo poco que tú pienses, te digo que Guillermo es un hombre esencial, es un solitario, no figura en ninguna tribu, en ninguna capilla… Es un hombre áspero y tierno. Es de una gran sensibilidad poética. “Años después, fui jefe de Relaciones Públicas y Publicaciones del CNP. Estando en ese encargo, Luis Alberto Monge me buscó para que dirigiera la revista ´Combate´, de la Social Democracia. En esa revista estaban Muñoz Marín, Salvador Allende, Haya de la Torre, Betancourt, Don Pepe y Eduardo Santos. “En los siete primeros números no quise que mi nombre figurara. Creía que un poeta no debía prestarse a poner su nombre a excrecencias políticas, pero tenía que ganarme la vida. Tuve que dejar el puesto cuando me enteré que lo pagaba la CIA “Cuando me quedé sin trabajo, durante un año, Rodrigo Carazo me dijo que me fuera para Venezuela. Fue muy gentil. Me pagó el pasaje, me cubrió los gastos. En el 61 me fui para Venezuela. Salí el 13 de febrero. “Empecé a trabajar como corrector de estilo personal del presidente. Al final, estuve en ese puesto con tres presidentes, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, los tres seguidos. “Corregía los discursos y los documentos que me daban. Corregía los discursos después de pronunciados. Los revisaba antes de su publicación. Rómulo era una maravilla de persona, Leoni era un prepotente y Caldera era un hombre muy fino, más allá del anecdotario humano corriente”.
Poeta guerrillero “Fue en esos años cuando me incorporé a las guerrillas urbanas. Mi papel fue el de organizar reuniones y acoger a guerrilleros que iban con alguna razón a Caracas. Los Camilo Rodríguez Chaverri
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guerrilleros me enseñaron mucho. Al final de los años, mi casa era la casa de reunión de comandantes guerrilleros. “Estaba al mismo tiempo en el centro del poder y en las guerrillas. En mí estuvo claro siempre, instintivamente, el antigringuismo entendido axiológicamente como antiimperialismo. Yo era un socialdemócrata. Por ejemplo, fui columnista de ´La República´. Publiqué la columna ´Comentarios´. Echandi negoció con Orlich para que me la suspendieran. ´Me metés en cada problema, muchacho´, me dijo Don Chico una vez. “Tengo una vida inútil muy movida. De la guerrilla conservo un libro que me publicaron, titulado ´Gran tiempo´. Es exclusivamente de poemas guerrilleros. La única vez que me agarraron fue por error. Me llamó por teléfono Virginia Grütter, que venía de Alemania del Este, que estaba en tal hotel, que fuera por ella. Fui detenido durante día y medio. Se me detuvo a las dos de la tarde y se me dio salida a la nochecita del día siguiente. En la cárcel, la democracia no me dio de comer. Me tuvieron todas esas horas sentado en una silla. “Y me salvé porque se me detuvo no porque sospecharan de mí, sino porque Virginia Grütter estaba fichada. Ella me llamó irresponsablemente. Todo estaba controlado. Quien me salva es mi superior inmediato, el ministro del Interior. “Estuve en Venezuela quince años y medio. Entré a las guerrillas hacia finales del año 61, y me mantuve hasta que me vine. Cuando el Partido Comunista ordena que sus guerrilleros bajen de la montaña, al mando de Douglas Bravo, entramos en una etapa muy peligrosa. “Se me dio la orden de no ir por la universidad durante dos meses. Yo no estaba en la estructura guerrillera, sino en la infraestructura guerrillera, que es más peligrosa. La estructura es la que está organizada oficialmente, con conecciones. Se sabe quién es el jefe, y quiénes la integran. “Los de la estructura guerrillera tienen ciertos privilegios. Cuando caen presos, pueden ser ayudados por la prensa y por presión internacional… Pueden ser asistidos, y en el Congreso los senadores intervienen. Tal vez mueran, pero así como pueden morir pueden ser salvados. “En cambio, los de la infraestructura no pertenecen a la nómina oficial de la guerrilla. Ahí estaba yo. Tengo un poema que lo dice, porque un historiador de apellido Caballero me mandó a decir que no sabía en cuál guerrilla estaba yo. Le
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mandé a decir que estaba en un sitio en que podía saber de él sin que él supiera de mí. “Fue muy bonito el tiempo de las guerrillas. Antes yo era un miedoso enorme, pero se me fue el miedo. La existencia de esa actividad me convirtió ese miedo en un resorte. “Al final, no conseguimos nada. El capitalismo es invencible por la simple razón de que el capitalismo no pasa por el espíritu sino por el bajo vientre. No hay modo de vencerlo. “Yo creo que el marxismo es tan utópico como el cristianismo o el judeocristianismo. Hice mi maestría sobre marxismo. ´El capital´ es una ética. Así lo desarrollé en mi maestría. “Es que terminé de estudiar Filosofía en Venezuela, y ahí fui profesor. Dicté clases de teoría poética para profesores universitarios de la materia y de institutos pedagógicos, que prepara profesores para la enseñanza media”.
Profesor de Filosofía “Una vez perdida la guerra, huí del lugar, sea esto honorable o no. Volví a Costa Rica en el año 76. Volví para sentirme existencialmente más seguro, en el sentido de que mis hijos eran todos de aquí. Amo a Venezuela, pero ya no estaba a gusto allá. “Empecé de Profesor de Filosofía de la Universidad Nacional, fui decano y fundé la editorial de la Universidad Nacional, la EUNA, de la que fui su primer director. “Ya tenía experiencia en ese sentido, pues pertenecí a la primera comisión fundadora de la Editorial Costa Rica. Estaba compuesta por Fernando Volio Jiménez, Eduardo Jenkins Dobles, Fabián Dobles y yo. “Nosotros estructuramos, esquematizamos a la Editorial Costa Rica. Acabo de leer por internet un texto sobre la historia de la Editorial Costa Rica, y omiten a Fabián Dobles. Dicen en esa página que nuestro proyecto no fue aprobado. La verdad es que no fue aprobado en primera instancia, pero sí lo fue en segunda instancia. “En esa ocasión, fracasó nuestra propuesta de dotar a la Editorial Costa Rica de maquinaria propia, traída de Checoslovaquia a cambio de café, como los checos aceptaban. “Fue rechazado por el gobierno ´para no negociar con un país comunista´. Imagínate qué tontería y qué ridículo. El Camilo Rodríguez Chaverri
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proyecto de la Editorial Costa Rica empezó con Figueres y terminó con Echandi. “Mucha gente nos ayudó a concebir un buen proyecto. Por ejemplo, me aconsejó Calufa. Yo fui muy amigo de Calufa. Nos hicimos amigos en el año 55, tras un enfrentamiento ideológico. “Era un conversador de maravilla. Era, junto con Ernesto Cardenal, de los hombres que he conocido, de quien uno tenía la impresión de que decían lo que pensaban y lo que sentían. “Calufa era comunista, no porque perteneciera al Partido Comunista, sino porque había nacido utópicamente comunista. Aunque no hubiera existido un partido comunista él hubiera sido comunista. “Era de aspecto bronco, de voz bronca, y era un amigazo, para las buenas y para las malas. Si tenía que golpearte, te golpeaba, pero de frente. En eso era único, único que yo sepa hasta la fecha. “También fui muy amigo de Fabián Dobles. Fue una amistad muy sostenida. Me parece un gran novelista y un gran escritor, especialmente en ´Historias de Tata Mundo´, que bien hubiera aparecido en el Siglo de Oro español, junto con los cuentos de Juan de Timoneda. “Otro de los grandes, a la par de Fabián Dobles y Califa, era Joaquín Gutiérrez. Entre Joaquín y yo, misteriosamente o no, nunca se pudo constituir o fraguar una amistad. Dicho sea de paso, la novelística de Joaquín Gutiérrez, de entre los grandes novelistas, es la única que no me gusta”.
Rodrigo Carazo “Fui muy amigo de Rodrigo Carazo. Para mí fue el último presidente verdaderamente costarricense que ha tenido Costa Rica. El anterior fue Alfredo González Flores, a pesar de que vivió la intervención de Wilson en Costa Rica. Eso lo menoscaba, pero siempre fue visionario y muy valiente. El otro fue Juanito Mora. Los destaco a ellos tres porque tuvieron que afrontar peligros extranacionales. Cuando tuvieron problemas con el extranjero, los resolvieron como costarricenses. “González Flores se enfrenta a las petroleras, y a Rodrigo Carazo es el precio del petróleo el que lo afecta, también”.
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En este momento de la entrevista debemos dejar la sala donde estábamos, para pasar a la sala de espera, ya donde no pueden entrar acompañantes. Como tengo permiso, paso al lado de él. Cuando los encargados de seguridad revisan su equipaje, le digo a una policía que ese señor es poeta, y que los poetas siempre son tan peligrosos como inofensivos. Después, le digo a otro que cuidado con ese señor, porque fue guerrillero. Les explico que en uno de los bultos lleva unas bombas. Dos policías separan todos los bultos del poeta y los inspeccionan, de nuevo. Jamás creí que me hicieran caso. -En otras circunstancias, reviento aunque no viaje. Estoy perturbado, se me subió la sangre, dice don Antidio, furioso. Sin embargo, muy caballerosamente no me reclama. Lo que quería era dar a entender que ese problema tenía historia, no debí jugarle una mala pasada. Una vez sentados adentro, prosigue. “Mientras Carazo fue presidente no lo visité, pero cuando dejó de serlo, lo fui a buscar, para darle un abrazo y decirle que me encantó su actitud como gobernante. Él siempre ha sido generoso, abierto, leal a la amistad. “Le tengo una sorpresa. Es un libro de poemas sobre Costa Rica, y lo voy a simbolizar en él. Era una sorpresa,-me dicepero escríbelo, no importa. Espero que la vida me dé tiempo. Creo que sí, porque nunca he fumado y nunca he bebido, salvo vino, que en España es considerado como alimento paradisíaco”.
La academia y la poesía “Estuve en la UNA de marzo del 77 al 31 de diciembre del 90. Además de fundar la editorial y de dirigirla, fui decano del centro de investigación, docencia y extensión artística, que es lo equivalente a la Facultad de Bellas Artes. “Me interesa personalmente decir lo siguiente: nunca confundí la academia con la política; por lo tanto, tuve problemas estructurales con liberacionistas, socialcristianos, pero, sobre todo, con los de izquierda, a quienes en más de una ocasión tuve que decirles que yo era marxista pero que no comía mierda. “En la universidad botaban a la derecha para rector y a la izquierda para el sindicato. Por eso, los sindicatos universitarios son sindicatos pequeño burgueses, adscritos en
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el fondo a la mercadotecnia y al cultivo histórico social del bajo vientre. Las cosas no pueden ser más claras. “Aparte de eso, aprendí a no tener amistad con los poetas, para quienes la relación humana y la relación poética son una única ´mescolanza´ subjetiva. Confunden lo personal con la obra. No quiero confundir una obra con su autor. Por eso, no me interesa tenerlos como amigos. “A mí, en principio, aun a riesgo de cometer injusticias, me parece que en Costa Rica hay dos tipos de poetas: los poetas que escriben según el espíritu y los poetas que escriben según el alma. En eso se basa la antología que he estado preparando. “El alma es fabricada, es un producto histórico social. El espíritu es congénito. Cuando te paren, te paren con espíritu, no con alma. El alma nace por influencia órfica en el siglo IV, o en el siglo V, antes de Cristo. El alma tiene que ver con la influencia del filósofo Pitágoras, que la ´heladiza´, la impregna con la hélade. “Cuando llega Sócrates, ya el alma es una categoría ética racional, y simboliza el hecho de estar vivo. El alma es de un ser pensante, con conciencia de la existencia del individuo. “En las sagradas escrituras, en las viejas y en las nuevas, no se habla de alma. El cristianismo lo toma de los griegos, y lo convierte en un impuesto de aduanas para ganar al cielo. “Homero, Dante, Cervantes, San Juan de la Cruz, Baudelaire, Juan Ramón Jiménez, Góngora y Quevedo son escritores del espíritu. Mientras tanto, del alma también hay grandes poetas, entre ellos Miguel Hernández, Rafael Alberti, Garcilaso. “Cuando la poeta Ana Antillón tenía sólo 16 años, un día me dijo que entendía la diferencia entre Garcilaso y Boscán. Me dijo que Garcilaso escribía entendiendo las palabras como un producto, mientras que Boscán entendía las palabras como una raíz. Ese día, Ana me dejó con la boca abierta. “De los poetas que escriben con el espíritu, en Costa Rica señalo, sin orden de preferencia, a Eunice Odio, Ana Antillón y Carlos Rafael Duverrán. Son los tres que me impactan. Y hay que añadir, aunque la historia oficial no lo acepte, a Pío Víquez, no el poeta de la lira, sino el poeta de la no lira. Con él, encabezo la antología de la literatura de Costa Rica. “Además de ser un gran poeta, Pío Víquez es un periodista extraordinario, el primer periodista influido por Larra que no se parece a Larra. Viene de Larra pero cuesta saberlo. Esto se
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debe esencialmente a que Pío Víquez es un poeta y Larra no. Esta es la diferencia establecida. “Y entre los poetas del alma, los más grandes de nuestro país son Isaac Felipe Azofeifa, Alfredo Sancho y Mario Picado Umaña. “En el tercer grupo de los poetas está el pueblo que canta. El pueblo genera la poesía de las bombas y las retahílas. Tengo una antología casi concluida de la poesía del pueblo. Mi antología surgirá como una acusación, una protesta, una extrañeza, porque los poetas cultos de Costa Rica calumnian o desprecian a la poesía creada por el espíritu del pueblo. Esos escritores cultos de Costa Rica, que no aprecian la poesía del espíritu del pueblo, van desde Fernando Centeno Guëll, quien fue mi amigo, hasta Carlos Cortés, que se dejó decir que los poetas del pueblo sólo escriben chayotadas. Quienes piensan así de las retahílas y de la poesía del pueblo, de la literatura que nace en el espíritu de la gente humilde, de una vez le hace una cansadilla a San Juan de la Cruz, a Lope de Vega, a Cervantes, a Tirso de Molina, a Góngora, a Quevedo y a otros de los más grandes escritores españoles de todos los tiempos”. Lo interrumpo para decirle que su hijo, Dionisio Cabal, de Cantares, es quien más ha trabajado, en los últimos años, en la recopilación de la poesía del pueblo. Le pregunto de qué manera influyó él en la vocación de su hijo. “Creo que Dionisio hace un gran trabajo en ese sentido. Si en algo le ayudó la formación, lo atribuyo a dos puntos. El primero es que le regalé grandes colecciones con las fábulas de todas las grandes culturas del mundo. El segundo es el ambiente de la casa. Él creció entre pintores, poetas y guerrilleros, aunque él no supiera que eran guerrilleros. En Venezuela, siempre teníamos en la casa a grandes poetas, como Rafael Cadenas, que vino hace poco a Costa Rica. Yo di una conferencia sobre su vida y su obra. Somos muy amigos. Otros poetas venezolanos que siempre estaban en casa son Palomares, Joaquín Marta Sosa, Samuel Villegas y Meri Lu Sananes, así como grandes profesores, como Juan Nuño, Federico Río y Antonio Pasquali. En mi casa no había televisor. La televisión fue desterrada de la casa. Al principio mis hijos sufrían mucho, pero al final creo que les hizo bien. En lugar de estar viendo teleseries, yo los llevaba a exposiciones de pintura sistemáticamente”.
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Revolución Sandinista “Colaboré con la Revolución Sandinista, antes y después del triunfo. No me instalé en Nicaragua después del triunfo. No correspondía a mi percepción del mundo, como marxista, como hombre utópico. “La Revolución Sandinista fue la única revolución fresca, hermosa, joven. Históricamente es considerada la única revolución vertical y horizontal, como los buenos terremotos. Al principio fue un proyecto humano maravilloso, porque hubo una especie de iglesia marxista que permitió que las mujeres subieran al primer plano de la realidad. Pero después del triunfo no: las mujeres se vieron afectadas por el patriarcado socialista. “Es innegable que hubo corrupción en su dirigencia, pero no fue por eso que se cayó la Revolución Sandinista. Se cayó por una combinación punitiva, radical, del imperio más la socialdemocracia, que axiológicamente son lo mismo, tal y como se practican en la historia. “No dejaron que la revolución se expresase. Era sumamente peligrosa, más que la cubana, porque era una revolución que editaba los libros de sus enemigos porque le convenían a Nicaragua, aunque no le convinieran al Frente Sandinista. “Pongamos un caso grande, que es Pablo Antonio Cuadra, muy amigo mío. Tengo cartas de él en las que me dedica su libro ´El canto de Cifar´. Me lo dedicó en una carta. A Pablo Antonio los sandinistas le publicaban sus libros, a pesar de que sabían que no simpatizaba con ellos. “Otro gran amigo que tuve entre los poetas nicas fue José Coronel Urtecho, que fue muy desaprovechado por Costa Rica. ¿Qué no desaprovecha Costa Rica? Hasta lo que produce, hasta a Juanito Mora, y a la poesía de su pueblo. “Vivo feliz. Tengo casi ochenta años. Mi esposa, Isabel, es profesora de Educación Física. Me hacía nadar 23 piscinas seguidas. La conocí en un sitio adonde he ido una sola vez en la vida: en una discoteca. “No sé bailar. Admiro el baile, sobre todo los bailes del pueblo. Entre el flamenco y la Compañía de Danza de Moscú prefiero el flamenco. Con el alma prefiero a las balletistas, con el espíritu me quedo con las bailadoras gitanas y flamencas. “Ahora voy a un encuentro de poetas en la Universidad de La Laguna, en la isla de Tenerife. Quiero quedarme dos años en España. Allá me han publicado mis libros.
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“El primer libro mío fue ´Poesía y error´, que contiene cuatro libros. El primero es ´Gamborino´, que es de absoluta juventud. Es el nombre de la quinta en que viví yo en Muchamiel, Alicante. Ahí viví cósmicamente. No había luz eléctrica. Nos alumbrábamos con candil, cuyo aceite las lechuzas solían beberse. “El otro libro es ´Si quien el alma´. Lo escribo en Madrid. Es un libro urbano. El tercero es ´Ítaca´, un libro de sonetos, y el cuarto, ´Morado´, es una valoración personal de mi propio existir. “Luego publiqué ´Campo nublo´, que es poesía en prosa. La poesía no tiene por qué figurar en verso. Después ´Cancionero del yo´, que es una visión muy dura del mundo y ´Junia´. Entiendo que hemos nacido para ser inevitablemente incompletos. Eso representan ´Campo nublo´, ´Cancionero del yo´ y ´Junia´. Sólo tenemos plenitud en la utopía. Afortunadamente, la utopía está en nosotros, igual que las necesidades fisiológicas. “‘Isabel’ es un canto de amor, muy espontáneo, de cuando la conocí, aunque se editó ahora, dicisiete años después. Soy muy feliz. Es una felicidad que estuvo garantizada por mi cercanía con la muerte. Me dio cáncer en el año 2000. Se me descubrió en marzo o abril del 2001, en estado muy avanzado. Era cáncer de próstata. “Soy un milagro. Soy un milagro de Isabel. Según ella, es un milagro de la Virgen de Los Ángeles. Entonces, si ella lo dice, yo lo creo”. En eso, escuchamos su nombre por el altoparlante. Sólo falta él para ingresar al avión. Nos damos un abrazo apurado, y sale corriendo con sus dos valijas. Lo veo largo rato, hasta que cruza a la derecha. Parece un muchachón de 80 años. Lo mejor de todo es que lo es… inédita setiembre 2004
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Mabel Morvillo
La madrina de los libros
Poca gente sabe lo que ella sabe del mundo de los libros, de los gustos de los costarricenses en cuanto a la lectura y de la importancia de apoyar la buena literatura. Mabel Morvillo ha sido fundamental para que muchos escritores encuentren su camino, pues es imprescindible un buen editor o una buena editora. Pero ella también es la creadora de mundos y de fantasías, la dueña de un universo que los niños y las niñas llenan con sus colores. En medio de una feria del libro, en San José, nos sentamos en el área de comidas a hablar de su vida, de sus luchas y de los libros. -Ayer unos muchachos colombianos que se presentaron en esta feria decían algo muy interesante: los libros pasaron del ámbito de la cultura al ámbito de los negocios. Eso quiere decir que no se puede publicar poesía. Es muy doloroso que ocurra de esa manera. No estoy de acuerdo, pero, por ejemplo, yo quería hacer una colección de poesía, sacamos ´Órbita´, el libro póstumo de Isaac Felipe Azofeifa y ahí anda todavía, dando vueltas. También es que las empresas editoriales venden libros como venderían salchichas. Y la verdad es que la poesía requiere un esfuerzo adicional. “Estos muchachos que se han presentado aquí consideran que el boom de los escritores colombianos jóvenes tiene que ver con las revistas literarias, que llegan masiva e inofensivamente hasta quienes pueden convertirse en lectores de las obras”. Ella no pierde el tiempo. No más inicia la entrevista, y ya empieza a delinear la ruta. Estamos en una mesa de plástico, en la que alguien acaba de comer. Hay huellas de platos 324
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desechables y de alguna salsa derramada. Doña Mabel se toma un café. Cruza la pierna y empieza a contar su historia. Cada diez segundos sonríe. Es la suma de la escritora, la maestra, la mujer cuenta cuentos, la editora y la persona “transparente”, que lo mira a uno a los ojos y le llega hasta el fondo.
Entre dos continentes Mabel Morvillo nació en Buenos Aires, Argentina, en 1947. Sus papás eran inmigrantes italianos. Nicolás Morvillo llegó a Argentina a los 14 años de edad, solo, como llegaron muchísimos italianos y españoles durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. “Argentina es un país cosmopolita, Buenos Aires tiene muchísima influencia europea, de la cultura francesa… Siempre tuvo un nivel superior al resto del cono sur. “En Buenos Aires vos encontrás gente muy europea, con rasgos blancos, ojos claros y pelo claro, y en las provincias del interior encontrás rasgos indígenas fuertes mezclados con rasgos españoles. Pero el predominio del blanco europeo es fuerte por las migraciones. “Te decía que mi papá llegó de 14 años. Es una historia que estoy tratando de recuperar. Le daba angustia hablar de su pasado. Mi abuelo paterno murió muy joven, y mi abuela quedó sola, con nueve hijos, cuando estaba llegando la guerra. Lo que hizo fue un poco repartir los hijos. “De eso estoy escribiendo, de ese sentimiento de desarraigo, porque ahora hay internet y es fácil volar; en cambio, en aquellos tiempos era súper difícil. Hubo gente que no se vio nunca más. Mi papá soñó en volver, porque la familia se quedó en varios lugares: dos tíos estaban en Estados Unidos, otros dos en Argentina, otros en Italia… No volvieron a verse nunca más. Son historias muy duras. “Quiero escribir acerca de esa fuerza por sobreponerse a la adversidad, de ese empeño por salir adelante. Siempre le digo a mi hija que ahora hay más caminos, más opciones, más oportunidades, a pesar de lo fragmentado que está el mundo. “Buenos Aires era gigantesco. Mi padre trabajó en todo, trabajó en el puerto, como ayudante de la gente que hacía negocios. En ese tiempo, Argentina era el granero del mundo.
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“Luego trabajó en una empresa muy grande, y se estabilizó. El sueño de los europeos era hacer una familia; hacer la América, decían ellos; armar la vida en América. “Todos los que yo conocí, los viejos italianos, amigos de mi papá; en los barrios hay miles de italianos, todos son súper trabajadores. Tenía que ver con aquel sentimiento que les había dejado la guerra”.
La niñez “En mi casa había jardín adelante y huerta atrás. Los italianos habían pasado hambres. Por eso, tenían la buena costumbre de tener de casi todo en la huerta. Había tomates, acelgas, lechugas, perejil, árboles frutales. Por eso, tuve una infancia colgada de los árboles frutales. “En Argentina hay cuatro estaciones, en verano se da todo y en invierno se quema todo. Por eso, en mi casa siempre se hacían conservas de berenjenas, de tomate. La comida se conserva mucho en Argentina. “Mientras yo estuve, de joven, ya los hijos de los inmigrantes casi no hablaban italiano. Mi mamá no lo hablaba. Por cierto, mi mamá es hija de italianos, pero nació en Argentina. Mis abuelos llegaron durante la Primera Guerra Mundial, y todos sus hijos nacieron en Argentina. Mi abuela tuvo nueve hijos pero le quedaron siete. “Mi abuelo materno era práctico en el puerto de Buenos Aires. El práctico es el que maneja los barcos pequeños que hacen atracar a los buques grandes. Hizo mucho dinero durante la guerra. Hay cosas que quiero recuperar, porque, por ejemplo, mientras mi abuelo materno hacía dinero, mi papá trabajaba como ayudante en cualquier actividad menuda del puerto. “En las familias no se habla mucho hacia atrás, pero mi papá era de Nápoles, y se le salía algo sobre el mar, los volcanes, la abuela. El impacto del viaje tuvo que haber sido muy fuerte y de alguna manera siempre estaba la necesidad de amortiguar el dolor del desarraigo. En medio de esta historia que quiero reconstruir, me faltan muchas piezas en el rompecabezas de mis bisabuelos, pero estoy haciendo un esfuerzo. “Sólo tengo un hermano, Jorge, quien es ingeniero agrónomo. Él tiene un vivero en Buenos Aires. Mi cuñada también es ingeniera agrónoma. En mi familia hay alguna cosa genética que nos hace amar mucho la naturaleza.
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“Crecí en Buenos Aires, estuve en varias escuelas públicas, e hice la secundaria en un colegio de monjas. Cuando eso, no eran mixtos. Era un poco normal esa forma de crecer. Estábamos aisladas en el colegio, con barrotes. Recuerdo que en la otra esquina había un colegio de varones, y entonces le pusieron cedazos a las ventanas para que no pudiéramos ver a los muchachos. Era la época, la época…”.
Filóloga y profesora “Estudié Filología en Buenos Aires. Estudié Filología porque no podía estudiar Periodismo, que era lo que yo quería. Periodismo no era una profesión para mujeres. “A mis papás la palabra ´universidad´ les daba pánico. Yo había salido graduada de maestra en el colegio, porque soy de una de las últimas generaciones que podían salir de maestras al concluir la secundaria. En los últimos dos años llevé ´Pedagógicas´. Lo que estudiábamos era muchísimo. “Yo lo agradezco, porque le queda a uno una cultura general. Por ejemplo, mi hija sabe alguna información de los ríos, pero nunca le explicaron qué es una cuenca… “Ejercí como maestra de primaria, daba clases en la mañana y estudiaba Filología por las tardes. Eran los años del boom literario de América Latina, y una época espectacular. Yo tuve que pagar la universidad para formar parte de todo aquello. “En mi familia estudiaban los varones; las mujeres no. Mis tíos tenían una profesión, pero mis tías no. Tenía que cortar con todo eso. “Fue una época muy interesante. Había un abismo impresionante entre ese mundo lúgubre del colegio de monjas y el paso a la universidad. Recuerdo que al inicio, en ´Introducción a la Estética´, el primer libro que leí fue uno de Bertold Bretch. Luego leí uno de Italo Calvino. Uno siente que el mundo se le sacude todo. “Yo le decía a un chico de la Escuela de Periodismo, que me entrevistó el otro día, que la cosa más impresionante fue descubrir a Cortázar, porque a Borges lo descubrí muchísimo después. Cuando estaba en tercer año de la universidad cayó en mis manos ´Bestiario´. Leer ese libro fue una revelación. Me enamoré por siempre jamás de la obra de Cortázar. Hay un movimiento interior tan fuerte, ´Bestiario´ es un libro que te mueve unas fibras diferentes. “Cortázar no iba demasiado a Buenos Aires. Nunca lo vi en persona. En ese tiempo tenía cierta fama, pero no como Camilo Rodríguez Chaverri
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ahora. Era un escritor para iniciados. Después fue ganando un público de lectores mucho más amplio. “´Bestiario´ es un libro bastante hermético. En ese tiempo, era demasiado novedoso. Hacía una ruptura de los espacios y de los tiempos. Por ejemplo, recuerdo que en ´El perseguidor´, dice ´esto lo estoy tocando mañana´. “Cortázar tiene muchos cuentos que rompen con todo. Recuerdo aquel del que se pone el suéter y se tira por la ventana; o el de la persona que vomita conejitos, o del hombre que va en bicicleta al acuario todos los días, hasta que termina convertido en un animal del fondo marino, que estaba en el sótano del lugar…”.
“Siempre escribí” “Siempre escribí, desde la escuela. Qué importante que es el estímulo: las maestras me estimulaban a escribir. Me decían ´muy bien Morvillo, siga así, usted tiene posibilidades´. Es que antes, en la escuela, a los niños y a las niñas se les llamaba por el apellido. “Empecé a escribir poesía, como todo el mundo. La poesía fue el primer género literario. Creo que todos empezamos escribiendo poesía. “Mis tíos me fueron heredando libros. Tengo que recordar que mi primera infancia fue la época de la radio, de las grandes aventuras de Tarzán en radio, y los libros de Salgari y Julio Verne, todos pasados a la radio. Recuerdo también a Mandrake. “Todo eso desató la imaginación. Cuando los vi en la tele, como a los 13 ó 14 años de edad, ya no tenían gracia, porque siempre yo los había imaginado mejor. A esa edad, empecé a juntar plata para comprar mis libros. “Me faltaba asesoría, porque, por ejemplo, compré ´La crítica de la razón pura´, de Kant. No sé en qué estaba pensando. Después aprendí. Desde entonces soy muy mala compradora de todo en la vida, excepto de libros. Soy mala para comprar, me ataranto mucho, soy muy despistada. Voy a comprar sólo lo que necesito comprar. Pero de líbros sí soy muy buena compradora. “Una vez que terminé el colegio, fui maestra durante dos años. En un momento determinado de la universidad, uno podía dar clases en colegios, clases de ´Castellano´ y ´Literatura´. Los primeros años recibían ´Español´ o
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´Castellano´, los últimos años recibían ´Literatura´. En cuarto año leían literatura española, hasta la generación del 27. “En quinto año tenía que leer literatura hispanoamericana, a partir de antologías y algunos libros que sí tenían que leer completos, como el ´Martín Fierro´, ´Don Segundo Sombra´, ´María´, ´Don Quijote de la Mancha´, lo mismo que siguen leyendo ahora, aunque los tiempos hayan cambiado”.
La represión “Cuando me vine para acá ya tenía 13 años de dar clases. Me vine en el año 78. Me vine porque conocí al que fue mi marido. La situación en Argentina era angustiosa, me sentía muy asfix iada, y hubiera salido corriendo para cualquier otro lado. “Nos pusieron audífonos en las aulas para vigilarnos, porque ya había muchos autores prohibidos. Todos los autores que podían ser comunistas estaban prohibidos en el país. Entre ellos, uno de los escritores prohibidos era Neruda. “Uno piensa que la represión tiene unos efectos de supresión física, porque desaparece mucha gente, y uno empieza a volverse casi indiferente. Uno dice ´se volaron un piso entero´, y hay que seguir viviendo, como si nada estuviera pasando. “Cuando uno se da cuenta, la represión está adentro de uno. Es atroz el efecto que tiene en los seres humanos. La represión golpea mucho más en el interior. Uno empieza a enajenarse. Uno empieza a tener miedo y no se da cuenta. “Uno empieza a meterse en uno mismo. De pronto, no podés hablar, no podés opinar. La represión llegaba al extremo del ridículo. Te encontraban un libro como ´La revolución del estructuralismo´, y con sólo la palabra ´revolución´ ya el libro era subversivo. En esas circunstancias, uno empieza a dejar de ser humano. “En eso, a mi ex marido le ofrecieron un trabajo aquí, y nos vinimos. Lo primero que supimos de Costa Rica es que no había ejército. No sabíamos dónde quedaba, ni de qué tamaño era, pero sabíamos que no tenía ejército. ¿Sabés lo que eso signific a cuando has vivido en la represión? “Cuando llegamos, me encontré con una ciudad pequeña. La primera sensación fue haber llegado a un pueblo. Es muy extraña la sensación de no conocer a nadie. No tenés a quien llamar, aunque tengás un teléfono a la par. Camilo Rodríguez Chaverri
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“En un país que no conocés, te subís a un bus y no entendés nada de lo que están hablando. Iba de compras, pedía un ají, y nadie sabía lo que es un ají. Aquí es un chile. Pedía una batata, y tampoco. Aquí es un camote. Así con todo. “Es toda una experiencia. Además, iba descubriendo otro lenguaje, otro modo de ser, una cordialidad que yo no conocía. Me enamoré de Costa Rica. “Me sorprendió la sencillez de la vida. Buenos Aires siempre ha sido muy formal. En Buenos Aires hay ropa para verano, ropa para invierno, ropa para otoño y ropa para primavera. A determinados lugares tenés que ir de cierta manera. Aquí es distinto. Aquí uno puede ir a conocer el Teatro Nacional en tenis. “En el año 78 o 79, un día iba caminando por el Parque Morazán, y había un grupo de gente escuchando poesía. Me acerqué, y el que estaba leyendo era Ernesto Cardenal. Cuando vi al poeta nicaragüense en ese parque, yo casi me desmayo. Para mí era un ícono. Ese tipo de maravillas no las vivís en Buenos Aires nunca. Ese día me quedé escuchando a Cardenal, por supuesto. Después le escribía cartas a mis amigos, y no me creían. También me encantó la naturaleza. “Rohrmoser fue el primer lugar donde viví, aquí en San José. Luego, viví en Moravia, en Los Yoses y ahora en Curridabat”.
Entre escritores “Entre la primera gente que conocí está Ana Istarú. Cuando la conocí acababa de ganar el premio Joven Creación. Ella me llevó a la Editorial Costa Rica con el primer libro. Conocí a su madre, doña Matilde Marín, que fue diputada. Era una mujer brillante, cálida, cordial… También conocí a Alfonso Chase, a Carlos Luis Sáenz y a doña Adela. “Con don Carlos Luis y doña Adela hicimos mucha amistad. Conocían mucho de Argentina. Don Carlos Luis estuvo muy cerca de Joaquín García Monge y del Repertorio Americano. “Yo aprendí muchísimo de don Carlos Luis. Cuando eso, él vivía en Barrio México. Poco después conocí a Lara Ríos, que es un personaje increíble. Ella me fue conectando. Yo hago relaciones muy fácilmente. Me encanta conversar y me encanta la gente. “De la literatura costarricense, quería leer todo en dos semanas. Primero leí algunos libros de Alfonso (Chase), 330
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algunos de los cuales me encantan; libros de Carlos Luis Sáenz y los clásicos costarricenses que él me prestaba. Por ejemplo, los escritos de Omar Dengo, las novelas de Joaquín García Monge… “Empecé a leer todo lo que encontraba. Leí y conocí a Joaquín Gutiérrez, a Fabián Dobles, a Isaac Felipe Azofeifa… Los conocí bien. Es algo que aquí se puede. Trabajar en difusión cultural de la Editorial Costa Rica me permitió conocerlos bien. “Cuando recién llegué, estuve casi tres años en el país sin trabajar. En ese tiempo estuve escribiendo, me metí en un taller de títeres con Enrique Acuña, y montamos una obra de teatro mía, ´La titiritera del arco iris´, con Mariano González como director. Fue en el año 79, y se montó como parte de las actividades del año internacional del niño. “Era un montaje de la Compañía Nacional de Teatro. La Ministra de Cultura era Marina Volio, y Mimí Prado era la directora de la Compañía Nacional de Teatro. Yo la había conocido antes. “Al estreno de la obra fue el entonces presidente Rodrigo Carazo. Mandé las fotos a Buenos Aires. Mis amigos no me lo creían. Eso en otros países es insólito. “Aquí nació mi hija, Ana Mercedes. Durante los primeros años di talleres de literatura y clases particulares. Me divorcié cuando mi hija tenía como dos años y medio. Tenía que empezar a trabajar, di clases en la Humbolt durante un par de años y publiqué uno de los libros, ´Cuentos cuando el cielo es un sol´. Ana Istarú me presentó a Virgina Well, que era la gerente de la editorial, y ella me explicó cómo era el procedimiento. Un día que fui a ver alguna cosa del libro, me encontré con Virginia y me dijo que si quería trabajar con ella. Yo estoy bendita. Imagináte que ese libro lo ilustró Fernando Carballo”.
En la editorial “Me fui a trabajar a la Editorial Costa Rica. Fue una experiencia tan bonita. Soñé con ser periodista y no pude, pero gracias a ese trabajo tenía un programa en Radio Universidad, en el que entrevistaba a los escritores. Por eso conocí a tantísima gente. “En ese momento había un poco más de espacio para la cultura. Hemos ido perdiendo muchas cosas. Entre otras cosas, hemos perdido espacio para la conversación. Ya no Camilo Rodríguez Chaverri
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acostumbramos tomarnos un café y conversar. Los argentinos tenemos una cultura de tomar café. “En Argentina ya había publicado un libro,´El arco iris de Ana´. Por eso mi hija se llama Ana. También tengo una obra de teatro que se llama ´Ana en el círculo maravilloso´. La montamos en el Teatro Universitario en el 91 o el 92, de nuevo con Mariano González. “Después del primer libro, mandé al Premio Carmen Lyra un libro de poemas ´La rayuela en el agua´, que no ganó por la cantidad de páginas, que no eran suficientes de acuerdo con los requisitos para el premio. Joaquín (Gutiérrez) era jurado y se puso furioso. El premio fue declarado desierto. Él escribió una cosa preciosa sobre el libro y lo publicó la Editorial Costa Rica. “Después publiqué otro libro de cuentos, que se llama ´Los habitantes de la brisa´. Lo están reeditando ahora. No son cuentos ´tan para niños´. Son unos cuentos más para jóvenes. Algunos tienen que ver con cosas de Costa Rica que me impresionaron mucho. Por ejemplo, Costa Rica es el único país cuyo héroe nacional no es militar, no pertenece a la oligarquía, no fue intelectual; más bien era un soldado raso, y negro… Eso me incitaba al amor, vos lo comprenderás. “Hay un cuento que trata de rescatar un poco eso: cómo hay un juego subterráneo desde la sangre y el origen indígena y que permite que Juan encienda la tea. “Ahí también está ´La noche de las serpientes´. Tiene que ver con que cuando llegué la gente me dijo que las serpientes salen aquí hasta por el inodoro. El cuento es muy lindo, es reivindicatorio de las serpientes. Le tengo respeto a las serpientes como a las temblores, que fue a otra cosa que me tuve que acostumbrar. En Buenos Aires nunca hay un temblor. Antes de venir, sólo una vez había sentido un temblor en mi vida. Aquí me han tocado montones. Me acuerdo de uno en Semana Santa. Me di un gran susto. Mi hija estaba pequeña. Aquello fue la maternidad puesta a prueba al máximo. “Después de esos tres libros que te dije, he publicado uno con Farben, ´Un tobogán en una burbuja´”
“No hay fenómeno” La interrumpo para preguntarle si considera que hay un fenómeno de literatura infantil en nuestro país. “No hay tanto un fenómeno. Están los escritores de antes, Carlos Luis Sáenz, Lilia Ramos, Carmen Lyra, Fernando 332
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Luján… Luego hubo un momento en que sí se dio un crecimiento, cuando se instituyó el Premio ´Carmen Lyra´, que fue un impulso para que mucha gente participara, que muchos entraran en el mundo de la literatura infantil. “Alguna gente ha seguido trabajando, pero otros no. Ya no es un fenómeno. Hay escritores importantes, como Carlos Rubio, Lara Ríos y Floria Herrero. Por ejemplo, Popo Dada pasó mucho tiempo sin escribir nada. Nosotros recuperamos ´Kotuma´, y ahora ´De azul el mar´, que es un libro que Popo le escribió a sus nietas. Por dicha que volvió a publicar. “Creo que no hay gente nueva, no hay un movimiento. A la editorial me llega muchísimo material pero con conceptos de hace cuarenta años, con rima facilona, con moralina. “Este es un mundo diferente. Es el mundo de los chicos de Harry Potter. Me parece que esa obra responde a una necesidad que tiene el ser humano de sumergirse en un libro donde haya ciertos elementos básicos: emoción, magia, sorpresa, acción… “En Harry Potter hay un héroe, más bien un antihéroe, que es rechazado por la familia, y todo lo hace con una capacidad interior, no con la fuerza. Me encanta el fenómeno de Harry Potter, porque demuestra que no es que los niños no lean, es que quieren escoger, no quieren leer lo que les impongan, hacen fila a media noche para comprar el nuevo libro de ´Harry Potter´ porque les interesa. “En el Ministerio de Educación no han entendido que el mundo de los chicos de ahora es diferente. Primero, los ministerios de educación no deberían estar sujetos a los cambios de gobiernos. Ni en educación ni en cultura se puede dejar todo en manos de la política. Los países deben tener un plan nacional de cultura y un plan nacional de educación. Hay que preguntarse, primero, adonde quiere ir el país. En eso tenemos que opinar todos. “En lugar de fomentar la lectura, porque de la lectura dependen una gran cantidad de posibilidades humanas, en el sistema educativo los ponen a leer para que sepan cuál es el sujeto y cuál el predicado. Ahí no hay acción, no hay magia, no hay sorpresa. “En el sistema educativo, hay que leer ciertos libros porque hay que evaluar la lectura. No se toma en cuenta que tal vez un muchacho no quiera leer ´El Quijote´ pero sí podría leer ´Cien años de soledad´.
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“Es un tema complicado. Los ministerios no incentivan la lectura. Hacen todo lo contrario. Lo que buscan es que los chiquillos le zafen el bulto a la lectura”.
Trincheras “Estuve trabajando con la Editorial Costa Rica durante tres años. Después, estuve al frente de la Dirección General de Cultura, con Carlos Francisco Echeverría como ministro, el famoso ´Cachicho´, y con Mimí Prado como viceministra. Luego de que salí del ministerio, estuve unos meses en el Teatro Nacional, con Graciela Moreno, y de ahí pasé a Farben, que es donde trabajo. “La experiencia en el Ministerio de Cultura fue una maravilla. Mucha gente se queja de la función pública. Para mí, fue una experiencia espectacular. Me permitió conocer Costa Rica desde un ámbito muy cotidiano, me permitió conocer las comunidades, trabajar con gente que tenía ganas de hacer cosas… “No hay plata, pero ese no es problema. El ministerio debería ser una instancia técnica, coordinadora, que ayude a las comunidades a organizarse. No creo en la cultura paternalista. No es que la gente se adormezca y espere que el Estado les brinde todo. “Debe ser al revés: si la comunidad quiere hacer una casa de la cultura, entonces el ministerio le presta a los especialistas, le ayuda a estudiar el entorno, y les dice ´si hay recursos, si la comunidad puede ayudar a conseguirlos, podemos hacer hasta un castillo; si no, podemos hacer algo modesto´. “Tiene que ser así, porque si el gobierno se los da todo, verás que la gente lo deteriora. Es el caso de las cabinas de teléfono. Nadie siente que la cabina de teléfono le pertenece. Por eso es que están siempre abandonadas y deterioradas. El papel del Estado en cultura debe ser que funcionen los recursos dentro de un plan nacional. “Después de mi paso por el ministerio, aprendí muchísimo con doña Graciela Moreno. Fue una experiencia muy entrañable. Ella fue una personalidad muy controversial, querida y odiada. Graciela me adoptó. Tuvimos una relación amorosísima. La conocí como uno conoce a todo el mundo. Aquí es tan fácil conocer a toda la gente. “Graciela era una mujer pasional. Todo lo hacía por impulsos. Este país le debe a ella tener el Teatro Nacional en pie. Casi se viene abajo con los terremotos del 90 y el 91. Hay 334
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que tener mucho valor y mucha decisión para conseguir lo que ella ha conseguido. “Este es un país profundamente ingrato y con mala memoria. Me duele mucho. Es un poco mezquino en la gratitud, en el reconocimiento. Una persona no puede ser condenada por su carácter. Eso tiene que ver con el tamaño de la aldea. Como todo el mundo se conoce, es fácil confundir los límites. “Decíme, ¿qué sabés de la vida privada de Julio Cortázar? Nada. En cambio, aquí cualquiera engaña a la mujer o al marido y todos nos enteramos. Aquí se contamina la obra de la persona con su carácter. Se cae en mezquindades que no tienen mucho sentido. Cuando muere alguien, la gente dice ´ay no, a mí no me toca hacerle el reconocimiento´”.
Los nuestros “En la literatura costarricense, me parece indiscutible la obra de Joaquín Gutiérrez y Fabián Dobles. Es una obra verdaderamente grande, sobre todo porque es una lectura del país a cabalidad. Eso no suele suceder en todas las literaturas. Por eso, es muy difícil partir de ellos y decir qué pasó después. Fabián recupera al hombre rural, y Joaquín incursiona en la realidad social. Después de ellos, por mucho tiempo no hubo una obra como un ´Puerto Limón´, de Joaquín Gutiérrez. “El asunto es que después de ellos el mundo se fragmentó, el arte y la literatura en particular. La siguiente generación estableció una ruptura. “Me parece que durante mucho tiempo se notó esa fragmentación, hasta que llegamos a una obra como ´Cruz de olvido´, de Carlos Cortés, que marca una diferencia sustantiva con lo que se había escrito, por lo descarnado del tema y lo bien escrito que está el libro. También destaca la obra de Ana Cristina Rossi. “Y hay dos escritores muy importantes, Tatania Lobo y Fernando Contreras, que marcan algo muy importante. La suya deja de ser una literatura experimental. Son contadores de historias. “Tanto en ´Única mirando al mar´ como en ´Los peor´, Fernando Contreras cuenta historias. El otro libro, que se llama ´El tibio recinto de la oscuridad´, me parece que es su mejor obra, pero no tiene tanto éxito, porque se mete en el escabroso terreno de los viejos. No es una historia tan
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entretenida ni tan llevadera como los otros, pero es un gran libro. “En el caso de Tatiana Lobo, hay muchas obras maravillosas. ´Entre Dios y el Diablo´ es una investigación histórica. Por eso, es lectura en la universidad. La gente no lo asume como literatura, pero sí lo es. “En el caso de ´Asalto al paraíso´, me parece que Tatiana es muy abarcadora. Tuvo mucho impacto por el tema. Sin embargo, me parece que la novela ´El año del laberinto´ es más impresionante. Además, ´Calypso´ me gusta mucho, es un libro riquísimo”.
El mundo editorial “Estoy en el mundo editorial. Es un mundo que se ha transformado mucho. Cada vez hay menos editores y más publicadores. Coincido con los chicos colombianos que lo han dicho en esta feria del libro. Los verdaderos editores, como Carlos Barral o Santiago Losada, le apostaban a un autor, hacían un esfuerzo de mercadeo, de edición… Ahora es al revés: tenés que demostrar que lo que vas a publicar se va a vender, aunque no necesariamente sea lo mejor… “Aquí uno puede apostarle a veces a lo mejor, pero en los países grandes tenés que ir a la venta masiva. Por ejemplo, Borges se lee mucho porque es un ícono. Es casi como un pecado mortal no leerlo, pero Borges no debe haber vendido en toda su historia lo que vende Pablo Coelho en un año. “El trabajo de las editoriales debe contemplar un esfuerzo por la literatura. Era lo que hablábamos al principio de la poesía. Los libros son una producción intelectual, creativa. “Las editoriales pequeñas hacen un trabajo importantísimo. Siempre se quejan de que sólo pueden imprimir quinientos ejemplares, pero yo le digo a mis amigos que las editoriales grandes, como Farben, también hacemos quinientos ejemplares. Hay una contracción en el mundo del libro. Si tuviera menos años me metería en un proyecto de editorial pequeña para escritores nuestros, porque considero que el pecado es que no han considerado la importancia de un esfuerzo, aunque sea mínimo, en mercadeo. No necesitan una estructura de mercadeo como Alfaguara de México o Planeta, sino una estructura mínima, porque en lo demás están muy bien. Por ejemplo, las ediciones son bellísimas “Las editoriales grandes, como Alfaguara o Norma, también publicamos poquísimos libros de literatura al año. 336
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“Otro problema serio es que hay muy pocas librerías. El librero compra lo que va a vender rápido. El editor publica lo que va a vender bien. No hay el deseo de hacer un esfuerzo. Lo que se vende bien no es la literatura, es la novedad, qué te digo, la vida de Clinton, o el último buda, o la nueva tendencia en los negocios… En cambio, a la literatura hay que hacerle un esfuerzo. Y si es difícil para las editoriales grandes, ¿cómo podrá ser para las pequeñas?” Inédita junio 2004
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Marcela Aguilar Ortiz
Madre del Festival de Coreógrafos
No puedo hablar de su casa, de su ambiente, ni de los rincones más íntimos de sus espacios personales, puesto que vive en México y realicé esta entrevista en una de sus visitas al país. Es un domingo. Las ocho de la noche. Sale para México el lunes por la mañana. La casa es de sus padres, Doña María Eugenia Ortiz Morales y el Doctor Manuel Aguilar Bonilla, ex vicepresidente de la república en el tercer gobierno de Don Pepe Figueres. La entrevista transcurre en una finca muy bonita en La Garita de Alajuela, justo al lado del Zoo Ave. En un muro que da al patio, están grabadas las letras que forman la palabra ´Izcalli´, que significa ´esta es tu casa´ en idioma nahuatl. Entonces, estamos en Izcalli. Marcela tiene más de cincuenta años, pero si uno la mira caminando de espaldas, o la escucha hablando, o se limita a observar sus manos, sus pies, su cutis, el aire que va dejando a su paso, pensaría que tiene 35 ó 40 años a lo sumo. Es vegetariana, sólo consume huevo, y luce delgadísima. Es de una sensualidad impresionante y tiene un magnetismo tal que sostengo la computadora con las dos manos por miedo a que vaya tras ella… Es una mujer bellísima, con una fuerza escénica que se nota con sólo conversar con ella. Juraría uno que sus palabras salen de su boca bailando y que tanta dulzura que se le nota hace que esas palabras vengan bañadas en miel. Es una de las coreógrafas más importantes de América Latina y una bailarina exquisita, con mucha fuerza, con ímpetu, con una grandeza y una elegancia que, como en el anuncio de Chivas Regal, se tiene o no se tiene. 338
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En otras vidas fue cisne y ardilla. Se conjugan en ella la esbeltez y la soltura, la altivez y la agilidad, la frescura y el sentido de la excelencia. Marcela Aguilar Ortiz nació el 3 de mayo de 1951 en San José. Creció entre dos hermanos. Ahora, ella vive en México y uno de ellos en Washington. Sólo el segundo, que es médico, siguió los pasos de su padre. El hijo mayor de Marcela, Pablo, nos recibió en la entrada, en medio de media docena de perros. Él está estudiando aquí. “Crecí en San José. Vivíamos en Barrio Escalante. Papá era médico en el Hospital San Juan de Dios y en el Hospital Central, que ahora se llama Hospital Calderón Guardia, y que estaba a la vuelta de nuestra casa. Recuerdo que después papá trabajó en el Hospital México. “Mi mamá es ama de casa, pero se ha interesado mucho por la cultura, y eso me ayudó mucho. Ella hace yoga, estudió historia del arte y tiene alma de artista”.
Nací bailando “Yo nací bailando. Casi es la pura verdad. Me trajeron una foto para la memoria de la Compañía Nacional de Danza. Aparezco con Clemencia Martínez, la maestra. Estaba muy pequeña. La foto fue tomada en el Teatro Nacional, y se nota el deterioro en el que estuvo antes del arribo casi providencial de doña Graciela Moreno, que vino a rescatar al Teatro Nacional y a conservarlo para las nuevas generaciones. “Clemencia formó a mucha gente. De hecho Mireya Barboza, quien después también fue mi maestra, fue alumna de Clemencia. Compartí funciones con Mireya Barboza siendo yo una chiquita. Bailamos en la misma función cuando ella ya era una gran figura y yo era una de las más pequeñitas alumnas de Clemencia. “Estuve con ella hasta los 12 años. Un día de estos le contaba a mami que yo recuerdo hasta los olores del camerino, los olores del maquillaje, los olores del vestuario… Era muy emocionante. Bueno, sigue siendo emocionante, porque el teatro es un lugar de fantasía, un lugar donde todo puede pasar. El teatro es la síntesis de la ficción, del juego. Ese ambiente especial existe. Tanto existe que uno tiene recuerdos de la ficción. En el recuerdo confirma uno que la ficción existe. “Uno mide la vida por las obras. Por ejemplo, Camilo Rodríguez Chaverri
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yo digo que Jimena nació cuando estábamos haciendo ´María Santísima´, y Pablo nació cuando yo estaba haciendo ´De película´. Es que he trabajado mucho en teatro, pero de eso hablaremos más adelante. “Luego Clemencia se casó, dejó de dar clases y no quise entrar con nadie más. Pasó un tiempo durante el que yo nadaba, jugaba tennis, hacía mucho ejercicio… Eso mantuvo mi cuerpo entrenado. “Siempre me ha gustado mucho el deporte. Jugué volibol cuando estuve estudiando en Estados Unidos y en Canadá. Incluso estuve en la selección de volibol del colegio, que es mucho decir. “Volví a la danza al conocer de cerca a Mireya. Nunca me aparté del todo. Por ejemplo, siempre estuve en las coreografías de las obras de teatro del Colegio Saint Clare. “Fui al Sión en la primaria y al Saint Clare en secundaria, pero en Tercer Año me fui, estudié en Canadá un año, en Ontario, y en Estados Unidos estuve otro año. Saqué el high school allá. Durante esos dos años siempre fui interna. “En aquellos años, en Costa Rica no existía una escuela de danza. Era como una utopía. La danza solamente existía como estudios donde las chiquitas se hicieran graciosas y ágiles”.
Soy discípula de Mireya “En realidad, Mireya fue quien profesionalizó la danza en el país. Al regreso de mi viaje por Estados Unidos y Canadá, ingresé a la Universidad de Costa Rica para estudiar Ciencias Políticas y Sociología. No más entrando a la universidad fui a ver un espectáculo que Mireya presentó en el Teatro de la Escuela de Bellas Artes. En ese momento ella estaba trabajando sus montajes con actores, porque en el país no había bailarines profesionales. Daba una clase en la Escuela de Artes Dramáticas, y también trabajaba con gente de artes marciales. Ya que no había bailarines, lo más cercano era contar con yudocas y karatecas. “Estaban presentando ´Días azules´. Lo vi y dije, ´bueno, diay, voy a entrar a clases con ella´. Ese encuentro con Mireya me abrió un mundo. En ese momento me decidí simplemente a tomar clases, pero rapidísimo ya estaba involucrada en lo que hacía Mireya, y estaba presentándome con ella. Siempre digo que éramos como bailarines al vapor.
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“Soy de la primera camada de bailarines del país, junto a Nandayure Harley, Jorge Ramírez, Rogelio López, Elsa Flores, Francisco Ramírez (qdDg), Marco Lemer y Norma Jiménez, entre otros y otras. Cada quien agarró su camino, pero, en realidad, toda la gente siguió vinculada, de alguna manera, con el arte y la danza. “Soy discípula de Mireya a través de toda la vida. Mireya era una gente muy libre. ´Libre´ es la palabra que mejor la defin e. Era, por lo tanto, una maestra que dejaba a quien seguir su camino. Desde un principio apoyaba la intuición de cada quien y fomentaba la libertad. Fue un privilegio toparse con ella porque desde un principio nos impulsó a ser bailarines creativos. “La posibilidad de ver al intérprete como un creador, que es la gran discusión en este momento, hace que nos veamos como artistas que no trasladamos sino que reinventamos lo que hacemos. Este es el tema que me interesa. En México, doy un curso sobre este aspecto. Es un curso de la licenciatura en Coreografía en el Centro Nacional de las Artes. Mi curso es parte del programa de estudios del último año, cuando van a hacer sus proyectos de graduación. Y es algo que viene conmigo desde las primeras enseñanzas de Mireya. “Mireya ha sido la gran maestra de mi vida, a pesar de que lo único que hice con ella fue un espectáculo de danza en el año 72. Tuvo muchísimo éxito. El Teatro Nacional se llenaba. Luego fuimos al Segundo Festival Cervantino con gran éxito. “En la universidad, estudié Ciencias Políticas y Sociología durante tres años y medio. Estudiaba, bailaba y trabajaba en el Centro de Cine del Ministerio de Cultura. Ahí hacía labores de socióloga. Desde entonces he tenido una vida llena de trabajo y de actividades. Recuerdo que para esos años me levantaba a las cinco de la mañana a hacer yoga, y de ahí en adelante, tenía la agenda llena”.
Centro de Cine “Mi labor en el Centro de Cine consistía en hacer la investigación para los documentales. Trabajé mucho con Óscar Castillo, ´Toño´ Iglesias, Ingo Niehaus, Víctor Vega (qdDg), Carlos Sáenz y Carlos Freer. “Fueron los años luminosos del Centro de Cine, bajo la dirección de Doña Kitico Moreno. Recuerdo que vino un especialista de la UNESCO, Jean Pierre Pilón, un canadiense Camilo Rodríguez Chaverri
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francés, quien estuvo todo el primer año. La UNESCO donó los equipos para el Centro de Cine. Por eso, había una relación muy estrecha. Me ofrecieron una beca para ir a estudiar cine, y no la acepté por la danza. Creo que en ese momento me di cuenta que ya había escogido mi camino. “Aprendí mucho en el Centro de Cine. Trabajé en un documental sobre desnutrición en el campo y otro sobre desnutrición en la ciudad. También ayudé en el famoso documental sobre deforestación que dirigió Ingo Niehaus, e inicié pero no terminé uno sobre asentamientos campesinos y ocupación de tierras, en la Zona Sur, en los asentamientos de ´La vaca´ y ´La vaquita´”. “Lo que sí tengo es la historia costarricense de la danza aquí en mi cabeza. La he vivido toda, y tengo memoria de elefante, me acuerdo de todo, algo que es horrible. A los tres años y medio de estar en la universidad, con Sociología y Ciencias Políticas, había que decidir, había como un tope: me iba a limitar a ser estrella del Teatro Nacional o me voy a estudiar Danza fuera del país. Era seguir muy en serio o llegar hasta aquí. Tenía un techo en Costa Rica y los primeros bailarines ya estábamos pegando la cabeza. “Un día que salí con una gorra después de la obra y me sentí divina entre la gente, como muy importante, me dije ´o te vas o esto se acabó´. Entonces, mis papás me ofrecieron ayuda para irme a estudiar. En eso, apareció por aquí un bailarín inglés y me habló de una escuela muy importante, The London Contemporany Dance School. Me fui el 11 de setiembre de 1973. Tenía 22 años. En Miami me enteré de que había habido golpe de Estado en Chile y que habían matado a Salvador Allende. “Llegué a Londres. La verdad es que para ingresar hacían audición, pero como yo venía de tan lejos, me aceptaron en período de prueba durante tres meses. Si no cumplía el nivel, me sacaban. “Fui la primera latinoamericana en esa escuela. Estuve allá cuatro años y medio. Al principio fue muy difícil. Yo no estaba acostumbrada a la manera tan impersonal que tienen para trabajar, que es difícil pero es buena. Después entendí porqué. “Al principio fue muy duro, pero es parte del entrenamiento de un artista. Hay que enfrentarse a la vapuleada del ego para poder empezar de verdad. Para alguien de América Latina es algo hasta doloroso. Por ejemplo, pasaron tres meses en los que ningún maestro sabía siquiera mi nombre. 342
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“Claro, lo que nunca faltó fue una disciplina súper estricta. Eso no me costaba, porque me había habituado a la disciplina desde que era una niña. Iniciamos 70 personas en tres grupos. Acabamos graduándonos sólo seis artistas. En la escuela había muchos gringos y europeos. Curiosamente no había españoles. Yo era la primera que hablaba español. Había un cubano, pero en la compañía de la escuela. Es decir, que no era estudiante. “A pesar de todo, me fue muy bien. Hice tres años, que era como el primer nivel, y al final de esos tres años la escuela invitaba a algunos alumnos a quedarse para hacer como un año de especialidad. Me invitaron a quedarme. Fue un año de privilegio, porque se trata de un año de creación. Yo pasé haciendo coreografías, porque mi mayor interés ha sido la coreografía. Era una maravilla porque la misma escuela producía las obras. “Al final, me quedé como seis meses más, ya trabajando, y hubo un momento en que me hubiera podido quedar. Aparte de la carrera daban cursos para adolescentes, y me contrataron durante un tiempo para que diera clases para adolescentes. En eso hubiera podido permanecer”.
De Londres a Barcelona “La Escuela de Danza del Instituto del Teatro en Barcelona le solicitó a la escuela inglesa donde yo estudié que le cediera a una maestra. En Londres, me recomendaron a mí, por lo que estuve en Barcelona, yendo y viniendo. Pasé unos meses de trabajo muy interesante. “A la vuelta, me ofrecieron quedarme de planta en la escuela de Londres, pero se estaba acercando el momento de volver a casa. Siempre vine por lo menos una vez al año. Cada vez que estaba aquí, me invitaban a dar clases en la recién fundada Escuela de Danza de la Universidad Nacional. “Di unos cursitos rápitos, luego estuve un tiempo dando clases, pero no hubo química. Yo ya estaba acostumbrada a otra disciplina, y a una manera más abierta de formación artística. De pronto se confunde lo académico con lo cuadrado. Siempre he peleado con eso. “En eso, hicimos una cosa maravillosa patrocinada por la Guolbenkian Foundation, que es una fundación que patrocina el arte. Ellos tienen algo que se llama la Guolbenkian Coreografic Summer School, en la Universidad de Guildford. Hicieron audiociones, y escogieron 24 bailarines de Europa, Camilo Rodríguez Chaverri
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ocho coreógrafos y ocho músicos. Era un proyecto de lujo. Consistía en meterse un mes en la universidad a trabajar y experimentar… Nos dieron clases técnicas, una de ballet y una de danza contemporánea, y luego se planteaba un problema coreográfic o a solucionar ese mismo día. Así ocurrió durante todos los días de ese mes. “Robert Kohan, que es un famoso coreógrafo norteamericano, era quien estaba al frente del taller. Al final de cada día, se presentaban funciones de lo que se había hecho durante esa jornada de trabajo. “Al final de ese mes, llegó a ver los trabajos finales una señora muy importante del mundo de la danza, Ana Sokolow, una estadounidense de origen ruso. Ella es una de las más grandes maestras de la danza. Se dio cuenta de que yo era costarricense y se puso a hablarme en español. Muy poco tiempo después de conocerla, ella me tomó de favorita supongo que sólo para que hablara con ella en español. “Ella inició el movimiento de danza moderna en México. Coincidió con el tiempo en que mi papá estudiaba en México. Él vio espectáculos de ella, y antes de que saliera del país ya me hablaba de ella. Papá recuerda una obra sobre la Guerra Civil Española. Ella estaba con los republicanos. Ella siempre estuvo muy comprometida con la política. “Para el tiempo en que nos conocimos, ella vivía en Estados Unidos, y fue a Londres como invitada especial para el cierre de esta experiencia de un mes de la que te estaba hablando. Nos hicimos tan amigas que pasábamos largas horas juntas, y me contó parte de sus anécdotas en México. Llegó en el año 39, fundó una compañía que se llamaba ´La paloma azul´, y durante toda la década de los 40 generó el desarrollo de un movimiento cultural alrededor de la danza. “Le confesé que no sabía qué hacer, y ella me dijo, muy dramática como era, que había comprendido lo que el arte significaba en México, que todo el mundo en México era artista, que el señor que vende tortillas hace cerámica y pinta, y yo me fui a México a ver si entendía eso que ella quería darme a entender. Luego pensé que lo que realmente quería era que yo me fuera para México”.
México “Algo hay de cierto en lo que me decía Ana Sokolow. No hay día que usted salga a la calle y que no encuentre a un indito en una esquina tocando un instrumento musical. 344
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México es mágico para los artistas. Eso me impactó. De México me impresionó lo artesanal. Allá eso se debe a que hay como un gusto por la existencia, como una manera especial de ver la vida. “Además, mi papá había estudiado allá, y me había transmitido un enorme interés por todo lo que suscitaba el encuentro de culturas y de mundos en México. La primera vez que yo había salido de Costa Rica había sido para ir a México. “Después del consejo de Ana, en este viaje me encontré con que había un movimiento de danza ya muy consolidado. Llegué en el año 78. Hice como una primera ida para ver qué había. Me encontré con personas muy interesantes, y también me reencontré con mi cultura. “Siempre en mis trabajos en Londres recurría a América Latina. Por ejemplo, hice un estudio de personajes de ´Cien años de soledad´. Y ese interés por nuestra cultura se lo debo a mis padres. Papá tiene más de un cuento y más de una anécdota acerca de la habilidad del indio mexicano. Estaba en la puerta de salida de un hotel en la Avenida Juárez, y había un indio vendiendo violincitos que había hecho él mismo. En eso llegó un famoso violinista, que andaba de paseo en México, tomó uno de los violincitos y empezó a tocarlo. Cuando se lo fue a devolver, el indito se lo regaló. ¡Qué amor por la belleza y por el arte! Primero el arte y después el negocio. ¡Qué maravilla! “En ese viaje a México encontré a dos personajes que me ayudaron mucho: Graciela Henríquez y Raúl Flores Canelo. Eran dos gentes que tenían una idea de investigar en lo popular para extraer las fuentes de sus obras en lo latinoamericano. “Después de encontrármelos a ellos decidí vivir en México. Estuve ahí del 78 al 80. De México salí a Venezuela por otra maravilla de encuentro, que tuve en Londres. Estando en mi escuela de danza llegó una venezolana, Adriana Urdaneta, y poco después su hermana, Luz Urdaneta. Nos hicimos amiguísimas. Ella trabajó en todo lo que monté en Londres. Por ejemplo, hizo una interpretación de Remedios La Bella, de ´Cien años de soledad´. Terminaba girando en las sábanas. Le monté ese ´solo´ y ganó un premio muy importante en Inglaterra. A partir de ese montaje, uno de los profesores principales de la escuela se interesó en leer a García Márquez”.
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Venezuela “Desde que llegó Adriana a Londres, soñábamos con la posibilidad de hacer una compañía latinoamericana. Regresó a Venezuela, y de pronto me llama a México y me dice ´ya tengo presupuesto´. En ese momento, el presidente de Venezuela era Carlos Andrés Pérez. Era su primera administración, y tenía mucho interés por el arte. “Me fui para Venezuela a iniciar esta compañía, que bautizamos como ´Danza hoy´. Fue una compañía importantísima en el ámbito latinoamericano. Tuvo gran calidad de bailarines formados como profesionales. Esa compañía tuvo un carácter muy especial. Se movió internacionalmente en serio. Estuve un año de allá para acá. Lo que pasó es que no me gustó Caracas para vivir. Era una ciudad muy agresiva. Me sentí sola. Qué curioso. En Londres nunca me sentí sola, ni en Barcelona, ni en México, pero en Caracas sí. Como que no sintonicé. Después de un tiempo lo que ideamos es que iba a montar en Caracas pero no vivía ahí. Viajaba mucho de México a Venezuela. “Todavía tenemos una linda relación. Ahora están en París. Como la situación en Venezuela es muy difícil, tuvieron que salir. Cuando eso, venía a Costa Rica apenas de vacaciones. De Caracas pasé a Nueva York y estuve como cuatro meses haciendo un montaje. “En el año 81, Elena Gutiérrez me invitó a venir a trabajar con la Compañía Nacional de Danza. Estuve de abril a diciembre, y me pasé esos meses dando clases, bailando y montando. Hasta fui directora interina unos meses. “Fue un período intensísimo. Algunos de los bailarines habían sido de la primera generación, como Mercedes Bogan, MimÍ González, Nandayure Harley y Francisco Ramírez”.
Reencuentro con el país “Ese año fue muy importante porque coincidimos varia gente que había estado afuera. Por ejemplo, Jorge Ramírez y Nanda Harley habían estado en Nueva York. Veníamos con mucho entusiasmo. “Recuerdo que en el tiempo en que estuve en Inglaterra fui a un festival de coreógrafos en Colonia, Alemania, y pensé que eso nos hacía falta en Costa Rica. Precisamente en el 81, en esos meses de reencuentro, nació el festival de coreógrafos. Yo tuve la primera idea. Doña Graciela Moreno 346
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acogió la idea encantada de la vida, pero con una razón por debajo, y es que lo estábamos proponiendo para diciembre. La razón subterránea tenía que ver con el Teatro Melico Salazar. Terminaba el gobierno de Carazo, y a la fuerza había que reinaugurar el Melico Salazar antes de que terminara la administración. No tenía butacas, y entonces le pidieron prestadas las butacas al Teatro Nacional. Se llevaron todas las butacas y las pusieron en el Mélico. Para la reinauguración se montó la ópera Carmen. “Doña Graciela estaba furiosa con aquel atropello y le pareció maravilloso que se hiciera ese festival… para que la gente se sentara en el suelo. El primer festival de coreógrafos fue en diciembre del 81. “Yo quise muchísimo a Doña Graciela. Ella se peleaba con uno, lo detestaba, pero después lo quería a uno a morir. Pero eso pasaba con los demás. A mí me quería, y nunca me detestaba, porque decía que me adoraba porque yo era hija de mi papá. Me confesó que, siendo una chiquilla, se había enamorado de él. Me contó que una vez ella y papi eran padrinos en una boda, la boda de Virgilio calvo, y que ese día quedó flechada. También me decía que María Bonilla y yo éramos sus hijas“.
Festival de Coreógrafos “A Doña Graciela le cayó el Festival de Coreógrafos como anillo al dedo. Ella no cerró el teatro a pesar de que no tuviera butacas. El festival fue una experiencia maravillosa. Antes el festival era sin selección. Eso era parte de mi idea , que no hubiera criterio de selección. Vino de todo: grupitos de escuelitas, grupos profesionales y lo mejor de lo mejor. Se trataba de verlo todo. Fue con el festival que nacieron los grupos independientes, como ´Diquis tiquis´, ´Losdelmédium´… Para el festival fue que hicieron sus primeras cosas. “El festival es muy importante para la historia de la danza y el arte en Costa Rica. Ya es una tradición. Un día de estos Doriam Díaz, de La Nación, me llamó a México para consultarme acerca del festival de coreógrafos y le dije que marcó un antes y un después de la danza en Costa Rica. Es un hito, como también lo fue el paso de Mireya Barboza o lo es el trabajo de Elena Gutiérrez. “Después de que inició el festival, me ofrecieron la Dirección de la Compañía Nacional de Danza, pero yo Camilo Rodríguez Chaverri
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no tenía edad para echarme ese paquete, y no me sentía capacitada todavía. “Y en unas vacaciones, en México, conocí a mi esposo. Recuerdo que ya mis papás vivían en La Garita, por lo que yo vivía con mi abuelita, Graciela Morales, en San José, y el novio me llamaba todos los días. Él es actor, así que llamaba a horas espantosas. Como los actores viven de noche, llamar a la una de la mañana le parecía algo absolutamente normal. Mi abuelita lo atendía con gentileza y me decía ´la llaman por teléfono… Ese muchacho tiene una voz muy bonita´. “Se llama Luis Rábago y sigue trabajando como actor. Nos casamos el 23 de diciembre del 81. Jalamos como un mes, y luego a distancia, con llamadas durante las madrugadas. Yo tenía 29 años y él, 32. “Hemos estado yendo y viniendo, entre México y Costa Rica, pero hemos hecho vida artística principalmente allá, aunque hicimos algunos esfuerzos aquí. Tuvimos una experiencia muy terrible en México, un asalto espantoso, y a raíz de eso nos vinimos para Costa Rica en el año 88. Pero fue muy difícil. ”La verdad es que aquí es muy difícil abrirse paso. Él está acostumbrado a otro nivel, y aquí no se vive del teatro. Los actores hacen otra cosa, tienen que trabajar en algo más, y dedicar sus ratos de ocio al teatro. Eso se cobra muy caro en el arte. “Hicimos ´Limón Limón´. Él es el autor de ´Limón Limón´. Trabajamos un año sin cobrar un cinco. Lo sacamos delante de esa manera, con trajes enteros de mi papá, vestidos de noche de mi mamá… Además, vivimos con mis papás, hasta que después alquilamos una casa en San Ramón de Tres Ríos. Valió la pena por ´Limón Limón´, que marcó una época aquí. Tengo guardada una crítica espléndida de ´Limón Limón´ que apareció en México porque fuimos al Festival del Caribe, en Cancún. Allá les encantó”.
Carrera en México “En México hemos hecho mucho juntos. Tenemos un grupo que se llama ´Calidra´, como las ranitas. Es un grupo de espectáculos para niños. Hacemos mucha cosa mezclada. Mi esposo es muy crítico, y toda su generación de actores trabaja con mucho rigor. ”Allá tienen una manera muy directa de decir las cosas, y las críticas suenan muy duras. Es muy útil tener la crítica, 348
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aunque uno se enoje y hasta llore. Papi es así, directo. Me dice ´eso no me gustó´. Así no más. Pablo, mi hijo, también. A veces me dice ´esa obra tuya no me gusta nada´. “Ya casada, llegué a México en el año 82, y empecé a trabajar en el Centro de Investigación Coreográfic a. Simultáneamente empecé a trabajar en teatro. Es que a través de Luis, mi esposo, conocí a Héctor Mendoza, quien me pidió que le hiciera el movimiento escénico y la coreografía para una obra que iba a montar. “Héctor Mendoza es una de las figuras más importantes del teatro mexicano. Seguí trabajando con él. Eso me ha abierto muchas puertas. En el año 84 se celebraba el cincuentenario del Palacio de Bellas Artes, y montaron la obra con que se había inaugurado, que era ´La verdad sospechosa´, de Juan Luis de Alarcón. “Como Mendoza siempre ha sido un director muy innovador, hizo una adaptación de la obra: sucedía en un estudio de radio, donde se hacía una radionovela de ´La verdad sospechosa´. La ambientamos en el año 34, cuando se inauguró el Bellas Artes. Los actores iban vestidos como en los años 30. “Era un circo de tres pistas: estaba el estudio de radio, y una historia sentimental entre una coreógrafa y un director de teatro que dirigía la radionovela. Yo no era la actriz pero sí la coreógrafa de verdad, mientras que mi esposo actuaba como director de la radionovela. Además, yo bailaba en la obra, porque, como tercer punto en lo que venía diciendo, dentro de la adaptación había una versión en danza”.
Con Héctor Mendoza “Seguí trabajando en México, igual en teatro y en danza, y actué con Héctor Mendoza en una versión de ´Las mil y una noches´. No me gusta tanto actuar. Lo he hecho cuando se me ha presentado la oportunidad, pero estar en el escenario no me gusta tanto. La dirección y la coreografía me gustan mucho más. “Y la verdad es que es un privilegio hacer lo que uno quiera hacer. No mucha gente tiene ese privilegio. Dedicarse a esto es estar encontrando nuevos mundos. Cada vez que se mete uno en nuevos proyectos se está metiendo en nuevas aventuras. Cada proyecto se convierte en un montón de posibilidades que se abren. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Ahora lo último que he hecho es el movimiento escénico de un montaje de una obra de Calderón de la Barca. Lo he hecho con una generación de muchachos formados por mí. Ha sido apasionante dedicar un año a profundizar en el verso del teatro clásico español. “La ventaja cuando uno hace lo que ama es que puede cansarse pero nunca se aburre. Lo peor que a uno le puede pasar en la vida es aburrirse. Cuando uno se aburre, debe ser como que se le quiten las ganas de vivir. “Uno se harta también. Ahora venía en un estado de saturación enorme. Después del descanso, tengo muchas ganas de regresar a dar clases. “No sólo disfruto mucho de mi trabajo sino de mi familia. Jimena está terminando la secundaria en México y Pablo está terminándola aquí. Son muy seguidos. Sólo hay un año y cinco meses entre los dos. Pablo quiere estudiar publicidad aquí. Él se vino para Costa Rica y decidió que este es su país. Está muy consentido por los abuelos. Jimena quiere estudiar Medicina. No sabemos todavía donde. Tal vez estudié en la UNAM, o tal vez en la UCR. El abuelo le recomienda eso… Con los dos aquí, las posibilidades de que nos vengamos los demás, o sea, mi marido y yo, también crece. Jimena está en una edad de grandes idealismos. Ella quiere formar parte de ´Médicos sin fronteras´. Mi papá se asusta, pero yo le digo que falta tanto para eso… Por el momento que sueñe, que de sueños está compuesta la vida. Yo lo que quiero es que sean felices, como he sido feliz yo con la danza, las clases, el teatro, la vida…”. Vuelve a ver hacia atrás, a pesar de estar tan joven, y recuerda lo de Londres, Barcelona, México, Venezuela, el Festival de Coreógrafos, la Compañía Nacional de Danza, Elena Gutiérrez… Más atrás a Clemencia Martínez y a Mireya Barboza, el Centro de Cine, las clases de Ciencias Políticas y de Sociología… Una vida intensa, llena de tesoros que Marcela Aguilar ha sabido perseguir y encontrar para llevarlos consigo. Todo lo que ha vivido se sintetiza en su sonrisa, y cuando camina o se mueve, uno sabe que en ese cuerpo, de alguna manera, se resume la historia de la danza en Costa Rica. Inédita, octubre 2004
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Marcelo Gaete
“Nací en un escenario”
Es una casa de artistas. Parece una jaula abierta. Hay en ella cientos de objetos y de máscaras, tazas, 76 botellas y 47 aves de diversos materiales. En una pared, hay una foto de un metro de ancho por dos metros de alto. Es una foto de él, pero poco tiene que ver con el ego y mucho tiene que ver con el oficio: es la foto de un montaje. Le hablé varias veces para que me permitiera elaborar una semblanza de su vida, y varias veces me dijo ´no´. Sin embargo, siempre fue amable y me trató con deferencia, a pesar de su fama de cascarrabias. Nos esperan en la puerta Marcelo Gaete y su esposa, Sara Astica. Cada quien es una leyenda con ojos. De entrada, a doña Sara la invito a un programa de televisión, porque no me siento bien prestándole atención solamente a uno de estos dos gigantes. A ella no le importa, del orgullo que siente por su marido. Pero a mí sí, porque es difícil juntar esas dos historias en un texto, a pesar de que son historias entrelazadas y que se necesitan mutuamente. -Como decía Bernard Shaw, las horas pasan y los años pesan. Así inicia la entrevista, después de muchos intentos, que siempre se vieron truncados por la cantidad de trabajo de este hombre que supera los setenta años. Ahora sé que esa fue la razón. Doña Sara nos ofrece algo de tomar, y con su voz y sus manos pinta el aire de la casa. Con cada trazo deja heridas en la piel del espacio que nos une y nos separa. Rápidamente, don Marcelo me ofrece asiento, y a mi lado empieza a contar su historia. Va haciendo su colección de gestos mientras conversa, y entre palabra y palabra, su rostro Camilo Rodríguez Chaverri
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va dejando un dibujo diferente en el paisaje de un comedor que parece hecho como si fuera para un set de televisión. “Nací en Santiago de Chile el 2 de enero de 1932, en un hogar de artistas. Mi madre tocaba piano, unos primos son actores, uno es actor de teatro y otro es actor de cine. “Mis padres se llamaban Marcelo Gaete Ahumada y Graciela Perigallo. Soy hijo póstumo. Nací seis meses después de que murió mi padre. Se cayó y chocó la cabeza con una cuneta. Eso fue el 6 de julio de 1931, y yo nací el 2 de enero de 1932. Eso para que la gente no crea que soy hijo apócrifo. “Nací en circunstancias particulares y he sido medio raro desde niño, seguramente por el susto de mi pobre madre. Además de hijo póstumo, soy hijo único. Soy una cosa extraña, la perla de la familia. “Mi padre era el jefe de mi madre en los ferrocarriles, en la Estación Mapocho. Mi madre había tenido que trabajar por su situación familiar. Ella había estudiado en el Santiago College, el colegio de mujeres más importante de Chile. Los ingleses le habían enseñado contabilidad y taquigrafía. “Mi mamá empezó a trabajar muy joven, y se enamoró de su jefe. Tengo una carta de ella muy hermosa, en la que me cuenta todo esto. “Mi papá era muy celoso, y la pobre vieja no disfrutó de su marido, ni de sus nietos porque nos vinimos después del golpe de Pinochet”.
Formación de un artista “Yo fui al colegio en Santiago porque me consiguieron una beca. Éramos parientes de don Carlos Hamilton, rector del Saint George. Me becaron por ser hijo único de una madre viuda, pero cuando repetí ´Humanidades´ salí chiflado. Hasta ahí llegó la beca. “Fui a un liceo público, al José Victorino Lastárrea, hasta que me retiré porque empecé a estudiar contabilidad en el Instituto Superior de Comercio. Después, empecé en clases de pintura y de escultura, hasta que me retiré. “Entonces, me puse a trabajar en el Ministerio de Educación, en el departamento de orientación profesional, o sea, el más desorientado hacía los test para orientar a la gente. “El director era Abelardo Iturreaga, de descendencia vasca. Primero me sometió a todos los test. Tenía yo 17 ó 18 años, la edad de quienes hacían los test. Don Abelardo fue 352
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el fundador de la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile. De hecho, la escuela ahora lleva su nombre. “Después de dos años en ese trabajo, me retiré. Luego un tío mío, que trabajaba en el Ministerio de Hacienda, me consiguió un puesto en el Correo y Telégrafo. Estuve de despachador durante seis años. “Al teatro me metí por una razón bien extraña: yo tenía una tendencia a la pintura, a la literatura, pero un primo hermano mío, bastante mayor que yo, René Solís de Obando, quedó de prosecretario del Consejo de la Caja Nacional de Empleados Públicos y Periodistas, que ahora se llama INP. “Viví un año en la casa de ellos, e iba con René a ver teatro. Así me empecé a meter en ese ambiente. Eso fue en los años 52, 53, 54 y 55. “En la oficina de él siempre había mucha gente inteligente. Estaba un empleado, Luis Lillo, que tenía formación artística, y llegaba el fiscal de la Caja, Sergio Vodanovich, quien ya era un dramaturgo chileno importante. “Iban como a las 5 de la tarde a discutir de teatro. Yo, que estaba al lado, en el Ministerio de Educación, me pasé un día a hablar con ellos, y con la insolencia de la juventud dije que el teatro era muy fácil. Me respondieron ´ah, ¿sí? ¿Muy fácil? ¿Por qué no hace una prueba?´. Eso me lo dijo Jorge Díaz, el famoso dramaturgo chileno, quien ahora vive en Madrid. “Y decidí meterme a estudiar teatro. Era el año 52. Me metí a teatro en la Universidad Católica. El primer año me eliminaron por mal actor. Volví a insistir en el 53, me volvieron a sacar, y en el 54 me eliminaron de nuevo, por malo. “Había un director que era muy amigo y me dijo, ´mire, si usted quiere tanto el teatro, le va a ir bien, pero no se achique´. “Tomé clases particulares con un gran maestro, que tuvimos con la Sara. Se llamaba Teodoro lowey. Era un verdadero maestro. Hicimos un curso intensivo, y nos fue muy bien. En el año 55, debuté en el teatro en una obra con una compañía de un pintor estupendo, Agustín Cardemil, que no era buen actor, pero que había montado una compañía junto a su compañera, una actriz española, Sofía Castelló”.
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Junto a Sara Astica “En la mitad del 55, formamos un grupo de teatro con Sara; con Rafael Benavente; con Aníbal Reina, del Pedagógico, quien después se vino para acá. “Aquel grupo se llamaba ´El Ateneo de Chile´. Éramos absolutamente griegos. La Sara y Reina venían del Pedagógico. Tenían tres años de cursos de Castellano. Mientras tanto, yo tenía un currículo de empleado público de la puta madre. “Estrenamos con una obra que hemos tratado de montar aquí. Se llama ´A la manera de…”. Es ideal para principiantes, porque es una serie de cosas cortas. Por ejemplo, hicimos ´A la manera de Federico García Lorca´, ´A la manera de Bernard Shaw´, ´A la manera de Neruda´, ´A la manera de José Ingenieros´, ´A la manera de Arthur Conan Doyle´... Recuerdo que la Sara hacía a Neruda muy bien. Teníamos un ataúd y de ahí salía la Sara. “Nos fue muy bien con la crítica. Fue tal el éxito en un barrio, que nos pasamos para el centro de Santiago. Unos empresarios nos dieron el teatro para que siguiéramos ahí, y estuvimos tres meses de gratis. “Uno de ellos era un ser maravilloso, Jorge Di Lauro, sonidista de Chile Films, un argentino estupendo. También estaba Nieves Yancovich. Lo cierto es que entregamos el sitio a teatro lleno. “En ese momento, ya éramos insoportables e insufribles, peores que los de aquí, cuando están empezando y tienen éxito. Cuando veo a los chiquillos de aquí, pienso que pasamos por lo mismo. Es la etapa de la insoportabilidez. “En ese momento, en Chile había muchas compañías profesionales. Eran muchísimas, el Teatro Experimental de la Universidad de Chile; el Teatro de Alejandro Flores; el Teatro Américo Vargas; el de Miguel Frank; el Teatro Municipal de Santiago, donde estaba la Sociedad de Arte Escénico. Eran muchas las compañías. “La Sara y yo nos casamos el 7 de enero de 1957. El hijo nació once meses después. Fue un embarazo largo. Siempre lo digo para que no se piense otra cosa. En el 57 nació nuestro hijo Marcelo, en el 59 nació Paz, en el 61 nació Rodrigo, en el 65 Luis Alberto y en el 69 Paula, que es la que se quita la edad. “Durante todo el tiempo hemos estado dedicados al teatro. Desde el 66 hasta el 75 dedicamos mucho tiempo a hacer
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televisión. Participamos en muchas telenovelas. Yo empecé a producir y a dirigir telenovelas. “La Sara y yo somos pioneros de la televisión en Chile. En esos años, teníamos estabilidad económica, y seguíamos trabajando con las compañías grandes, gracias a que pertenecíamos a los sindicatos de actores. “Producíamos y trabajábamos en telenovelas durante el día y en la noche en el teatro. Cuando vino el golpe de estado, cambiamos el estilo, pero no teníamos idea de salir de Chile”.
Pinochet “Habíamos votado por Salvador Allende, habíamos trabajado para él, yo era muy amigo de Allende. Él iba mucho al teatro, se metía en los camerinos, era muy teatrero. Era muy ´pige´, o sea, de clase bien, y la gente no podía comprender como ese ´popof´ fuera socialista. “En los años antes del golpe hicimos muchos sainetes, y después también, hasta que nos dejaron. En televisión, hicimos la ´Historia del sainete chileno´ en el 74, y nos dieron el Premio Nacional de Televisión. “Cuando nos dieron el premio ya la situación en Chile era terrible. En ese momento, nos habían tomado a todos presos, a la Sara, a Paz Esther, a Marcelo y a mí. “Nos llevaron con los ojos vendados. No supimos donde era que estábamos. No estuvimos ni 48 horas. Una compañera mía, Gloria Lazo, me cayó encima, de cómo la tiraron. Un día, como a las seis de la tarde, me dicen ´Señor Gaete, se va con sus dos hijos´. “´Y mi señora, ¿se queda aquí?´, les pregunté. Después de su respuesta, les dije que no me iba sin ella. Pero la Sara me dijo ´sacá a los niños de aquí´. Lo hice por ellos. Sólo Dios sabe lo mal que me sentía al dejar ahí a la Sara. “Viene un horror: estuvo doce días desaparecida la Sara, estaba mi madre muy asustada, y los niños, y yo… “Ya estábamos con decreto de expulsión, la Sara sobre todo. Cuando pudimos salir, ella salió con un pasaporte que tenía una ´L´, que significaba ´listada´. Era un pasaporte que sólo servía para salir. Con ese pasaporte no dejaban ingresar a Chile de nuevo. “Lo de Pinochet fue horrible, horrible. Ahora, treinta años después, a la Sara la han ´careado´ con dos torturadores. Acaba de ir allá, para enfrentarse a los dos torturadores. Sara Camilo Rodríguez Chaverri
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estuvo nueve meses presa. ¿Te podés imaginar su dolor y nuestra desesperación? “Cuando iba a ver a la Sara a la prisión, todas las semanas, tenía que llevar ropa, vestidos… Era de lo más irónico: mientras la Sara triunfaba en la televisión chilena, le sacaban la cresta en la cárcel. “Ahora estamos muy serenos, y podemos hablar de todo aquello porque han pasado treinta años. Hasta nos queremos ir a Chile, a morir allá. Estamos viendo las posibilidades. Nuestros hijos se casaron con chilenas y se fueron. “Una hija está en Nueva York, y se hizo gringa. Viaja la Sara con tortillas, frijoles volteados Ducal, pejibayes, un kilo de café Volio, dos mediolitros de salsa Lizano, y tamales Natura. “Pero todo lo demás pinta como que queremos irnos para Chile, a morir allá”.
Salir de Chile “Cuando vimos que ya no había salida, que teníamos que dejar Chile, teníamos cinco opciones: Suecia, Cuba, Perú, Venezuela y Costa Rica. Me había conectado y me habían hecho las entrevistas de rigor. “La Sara me dijo ´escoge tú que estás afuera´. Suecia lo rechacé de plano, porque era un cambio muy brusco. Venezuela no, porque había muchos chilenos. En Perú estaba el presidente Velasco Alvarado, que era un socialista, así que sabíamos que lo iban a quitar y quedábamos en pelota otra vez. Y en Cuba, le cerrábamos la posibilidad a los chicos de volver a su país. “Nos decidimos por Costa Rica, porque, además de todo lo anterior, no tiene ejército. Cuando llegamos, Marcelo tenía 15 años y Paula tenía 6. Yo tenía 43 años y la Sara tenía 40. “Tomás Soley Soler era embajador en Chile. Lo amenazaban con ponerle bombas todos los días porque le ayudó a mucha gente a salir. Nos hicimos muy amigos. Luego, cuando fue embajador en Ecuador, nos encontramos allá, a propósito de una gira que realizamos. Le estamos eternamente agradecidos. No tenemos cómo pagarle lo que hizo por nosotros. “Llegamos a trabajar en el Teatro del Ángel, en Cuesta de Moras. Yo llegué dos meses después que la Sara, porque la Paula agarró la tifoidea, así que tuvimos que esperar. La Sara no podía esperar.
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“Cuando llegamos, nos ayudó la gente del Teatro del Ángel, Lucho Barahona, Bélgica Castro, Dionisio Echeverría (qdDg). “Cuando llegué, me sorprendí mucho del fenómeno que se producía en el teatro del museo, al aire libre. La gente iba con la familia entera, se había creado un teatro popular. En Chile había, pero no mayormente. Este de aquí me sorprendió. Me dolió cuando lo cerraron. “Me asombró en general el nivel. Vi a Óscar Castillo; a Alfredo ´Pato´ Catania, que estaba de director; a Luis Fernando Gómez; a Aurelia Trejos; a Roxana Campos. “La primera obra que vi aquí fue ‘Puerto Limón’; luego fui a El Arlequín, y vi ´El peligro de las Flores Atómicas´, con Haydee de Lev, y con dos jóvenes, la Eliette Arias y la Lisbeth Quesada. También vi ´Equus´, con Lenín Vargas. “Sobre todo, me impresionó el nivel actoral. Luego, perdí la perspectiva como para hablar de ese tema porque me metí a trabajar. Al principio, trabajé mucho con Él Ángel, con el Teatro Universitario y con El Arlequín. “Desde que llegamos, hemos estado trabajando honestamente, y nos ha ido bien. Al principio, hubo que adaptarse. Lo primero que nos causó desconcierto fue el clima. Veníamos de un lugar donde hay cuatro estaciones, con lluvia sólo a veces, y cuando llegamos veíamos a la gente con sol radiante en la mañana y con un paraguas debajo del brazo. No entendíamos que lloviera con calor. “Nos insertamos en el medio teatral. Tuvimos el apoyo de algunos chilenos. La Sara hizo ´Maria Estuardo´. Yo me presenté a trabajar con Jean Moulaert. En la primera obra en la que trabajé estaban Aída de Fishman, Lisbeth Quesada y Andrés Sáenz, que era un buen actor y es un hombre muy culto. “De ahí para acá, no paramos. Tenemos más obras aquí que en Chile. Te repito que lo más importante cuando llegamos era que aquí no había milicos. Que un policía no viniera a interrogarnos era maravilloso. Ahora hay más represión, pero tampoco como en otros países. “Ahora éste es nuestro país, la verdad. Cuando llegamos a Chile, es un horror el frío”. Le pregunto si no era muy pequeñito el ambiente teatral a la par del mundo teatral de Chile. “La gente nos dice que llegamos a hacer el teatro en Costa Rica. Eso no es cierto. La Sara y la Olga Marta Barrantes ayudaron mucho, pero aquí ya había mucho camino andado. Las obras de Guardia y de
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Gagini eran una señal. Había una semilla muy grande, desde el año 1900. “Hicimos una contribución porque el teatro es nuestra vida. Como empezamos a dar clases, eso le ayudó mucho al teatro costarricense. Si tú tienes cinco mil alumnos de apreciación de teatro, o de cine, o de danza, tienes la posibilidad de que mucha gente te siga. A nosotros, mucha gente nos va a ver desde ese tiempo, porque empezaron a escuchar del movimiento teatral costarricense cuando todavía eran unos chicos universitarios”.
Su teatro en Costa Rica “La Sara empezó con Haydée de Lev, y yo trabajé en todas partes. Al principio, trabajé en el teatro Arlequín, con José ´Pepe´ Trejos, Luis Fernando Gómez, Anabel de Garrido y Lenín Garrido. Sobre todo, en los primeros dos años. “En el 77 presentamos la primera obra de nosotros, dirigidos por Lenín Garrido. Fue la primera vez en Costa Rica en que ya tuvimos una concepción y un montaje como grupo. “También trabajamos con Moulaert, como te dije, y eso nos ayudó mucho, y con Luis Carlos Vázquez y con la Poltro (Ana Poltronieri). “El 7 de enero del 77, la fecha del matrimonio, cuando estábamos cumpliendo veinte años de casados, empezamos en el Teatro O´Neill, con Surco. Le pusimos Surco a nuestro grupo. Fue tan complicada la votación por la escogencia del nombre. Había tantos chilenos ayudándonos “Surco es en lo que se siembra. Por eso le pusimos ese nombre. De ahí para acá no hemos parado de trabajar con un teatro de calidad. “No sólo hicimos un trabajo aquí, sino que empezamos a mostrar afuera lo que se hacía en teatro en Costa Rica. Las primeras giras fuera del país habían sido en el 82 a Panamá, y en el 83 a Colombia y Ecuador. Hemos recorrido toda la costa del Pacífico en bus y toda la costa del Atlántico en tren. “Hemos estado desde Houston hasta Montreal, y a la vuelta pasamos por Nueva York, Washington y Miami. Y en el 87 entramos a Chile con una gira. Entramos con pasaporte oficial. “En mi casa todos hacemos teatro. Cristóbal, el nieto, hacía teatro para la gente que llegaba de visita. El elenco estaba conformado por Cristóbal, la Paula, y la hija de la señora que 358
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nos ayudaba en la limpieza. A cada invitado le cobraban cinco pesos. Cuando me enteré, se los prohibí. Cristóbal se enojó, y me dijo que Surco no era nada, que el teatro de él se llama Época, y que es más importante que Surco”, dice don Marcelo, y por primera vez se ríe con buena gana. “A la vuelta de los años, Cristóbal estudió Dirección de Cine en Nueva York. Ahora hizo una película muy linda, que se llama Nostalgia de Segunda Mano. “Es muy linda la película porque él no había ido nunca a Chile. Así que es una película en la que se fundamentó sólo en lo que ha escuchado a partir de nosotros. “Hace poco fue a Chile, para filmarla, y se encontró con la Sara y la Paula. Viajaron mucho con el Caco, que es mi hijo Luis Alberto, quien trabaja allá, en el programa de televisión ´Tierra adentro´. “Esa vez filmó lo que ahora es su documental. Son 20 minutos. Fue su tesis. Es muy emocionante para mí. La película es muy linda. Viene pa´cá y jugamos pool. Yo le tengo un cariño tremendo. Acaba de cumplir 25 años. Creció aquí, pero luego ha estado en México y en Colombia. “Él no sabe todavía de dónde es. Creo que va a ser yanqui, como la Paz. Algunos de los míos tienen un despelote de nacionalidades que no preciso comentar”.
Graciela Moreno “El teatro nuestro se refleja en lo que hemos hecho. El año pasado presentamos ´Barranco Abajo´, y este año, ´Rinoceronte´. “Empecé a dirigir acá, más por economía que por otra cosa. Empecé a dirigir en comedia. Los teatros independientes la pasan muy mal. Hasta Marcia Saborío y la María Torres, que son tan conocidas y tan queridas, lo viven. Es muy duro trabajar aquí con un teatro independiente. “´El Teatro de la Esquina´ es un ejemplo de lo difícil que es. Hay que pagar un alquiler, pagarle a ´La Nación´ por el anuncio, pagar la cuenta de la luz, pagarle a la municipalidad de San José. “Un gran apoyo ha sido la Vargas Calvo, porque a la Graciela Moreno sólo había que darle el 2 por ciento de la entrada. A la Graciela no le han hecho el homenaje que se merece. Al tico se le olvida de repente lo que ha hecho la gente.
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“Graciela le puso orden al teatro. Antes de ella, estuvo muy desordenado. Graciela acabó con la corrupción. “Ella organizó el festival de los jóvenes coreógrafos, y entendió las necesidades que teníamos los grupos independientes de teatro. La Vargas Calvo nació para los independientes. Te daban el 90 por ciento de la recaudación, y te pagaban la publicidad. Además, pagaban la luz y pagaban todo. Fue una subvención que ella dio. La gente le debe a la Graciela una gran honra. Es cierto que era autoritaria, pero siempre fue justa. “Era una mujer a la que encuentro en un sitio importante de la historia del teatro y del arte en Costa Rica. Era estupenda. A mí me ayudó desde que llegué. Te voy a contar la verdad: cuando yo llegué, dos meses después que la Sara, empezamos vendiendo libros para Larousse, como agentes. Yo recorría los hospitales, iba a Heredia y a Alajuela. También hacíamos empanadas, con la Sara, y los dos hijos mayores. Si hubiera seguido vendiendo empanadas, estaría millonario. La Graciela nos encargaba media docena de empanadas todos los domingos. Rodrigo y yo distribuíamos las empanadas en Chelles, en el Piano Bar… “Uno de esos domingos, me dice Graciela, ´Marcelo, tengo que hablar con usted muy seriamente. Me han dicho que va a trabajar en El Arlequín, con Mouleart, en un protagonista´. Se detuvo un momento. Se me quedó viendo, largamente, y me dice, ´Marcelo, ¿usted necesita hacer eso? ¿Usted va a hacer teatro porque necesita ganar dinero?´. “Yo le contesté ´No, no, Graciela, voy a hacer teatro porque es lo que más he hecho en la vida´. Y ella me contestó, aliviada ´¡Qué dicha! Yo creía que era por necesidad´. “La Graciela no sabía lo que yo era, y estaba preocupada. Seguramente pensaba ´¿Cómo se va a defender en un escenario?´. Yo casi nací en un escenario …”.
¿Crisis en el teatro? “Mirá, es largo de conversar, pero el teatro siempre ha estado en crisis, desde que tengo uso de razón. Era un enfermo que se moría pero que no se muere, desde Shakespeare hasta ahora. “El asunto es que no se puede comer todos los días filet de corvina o filet mignon. Hay que comer arroz y frijoles. El teatro es un fenómeno muy importante, y tiene factores distintos que entran en juego. 360
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“Yo puedo decir ´voy a hacer solamente teatro de Shakespeare, Ionesco y Molieré, pero sucede que el pueblo es más bebé que tú, tú tienes que desprenderte un poco de lo que tú tienes que hacer, para hacer lo que la gente quiere ver, y en el camino los vas conduciendo hacia donde quieres. “Para mí, el ´Rey Lear´ sería muy atractivo por la edad que tengo, pero sucede que el pueblo se queda con ´Las fisgonas de Paso Ancho´. Les es natural. El grupo nuestro es el que más ha hecho obras ticas. “La presunción de uno de querer dar algo que a ese pueblo no le sirve es una estupidez. Tenemos que educar. Y en el teatro se educa igual que en la escuela, o sea, se empieza con el silabario. Si tú le das ´El Quijote de La Mancha´ a un chico de 8 años lo vuelves loco, lo taras. “Al público teatral latinoamericano, no al tico, hay que llevarlo de la mano. Si la escala de Europa es cien, aquí estamos en cuarenta. No puedes hacer que la gente sea más culta de un día para otro. Es una presunción muy estúpida. Es algo impuesto, que se nota, como de nuevo rico, como de peña cultural de provincia, que se creen muy exclusivos, y hablan refin ado, para un petit comité. “El problema aquí es que hay mucho serrucho. Hace poco me enteré de que andaban diciendo que yo soy un actor difícil, porque estaba trabajando con un director argentino y querían dejarme mal. Él no me lo dijo, pero me lo dijeron otras personas. Aquí te bajan el piso, y te das cuenta. “Otra persona preguntó que por qué he ganado tantos premios nacionales. Si uno gana un premio un año y al otro también, ¿pa´ qué inventan los premios si van a ponerse a decir tonterías? Uno no necesita de los premios. Si el teatro no es como el futbol: no se necesitan los campeonatos. “Yo tengo como cinco premios nacionales de teatro. Los gané en el 78, en el 79, en el 85, en el 89 y en el 96. Si se lo dan a uno por algo será. Yo no me inventé los premios”.
Las telenovelas “Luego de estar varios años aquí, tuve otra época de televisión. En el 82, 83 y 84 hice tres novelas seguidas en Bogotá. Andaba con mi nieto Cristóbal, que es la locura mía, y a él le encantaba que me pidieran autógrafos. La gente me decía ´¿usted es el que hace la telenovela?´. Y él se sentía muy feliz de que se quedaran mirando a su abuelo.
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“Me muero de la risa cada vez que recuerdo que un día me bajé en un pueblo porque andábamos de gira. Ese mismo día llegaba un roquero. Me confundieron, creyeron que yo era el roquero, y las chiquitas se me tiraban. “En Chile tuve una carrera en televisión. La dictadura de Pinochet se encargó de acabar con ella. Allá estuve en ´La chica del bastón´, en el 68; ´El socio´, con Perucci; ´Amalia´, con Perucci y la Sara; ´El Padre Gallo´, en la que estuve hasta que salimos. “En la segunda etapa, que fue en Bogotá, estuve en ´El hijo de Ruth´, ´La pezuña del diablo´, ´Operación zeta´. Volví en el 97, a hacer ´Oro verde´. Ahora, Perucci está haciendo una allá. Él es de lo mejor. Hemos sido muy amigos. Yo lo admiro mucho. “Es un hombre muy provinciano. Lo conocí en Santiago. Venía de Chañaral, del norte. Le gustaba comer los domingos con nosotros. Le encantaba quedarse en nuestra casa. Es como de la familia. “Ahora mi nieto quiere rodar una película conmigo, en Estados Unidos. Quiere hacer la historia del abuelo”. Se queda pensando largo rato, con la mirada hacia el piso. “Cuando estoy aquí, añoro Chile, y cuando estoy en Chile, añoro Costa Rica. Yo creo que nos tenemos que ir, pero no sé. Los elefantes viejos van a morir al lugar donde nacieron. Todo es muy confuso. Mis hijos en Chile me dicen que nos vayamos pa´ allá, y la hija de Nueva York también, que nos vayamos pa´allá”. Ahora, me ha llevado hasta un cuartito donde está su oficina. Tiene una foto enorme de Einstein, a quien representó en una obra memorable. -Einstein me encanta. Era tan inteligente el viejo. Tiene pósters del festival de Barcelona, en Venezuela; de otro festival venezolano; de una película de Miguel Littín, ´La tierra prometida´, y una foto enorme de Sandino. -He hecho 28 películas. Ahí tengo un recuerdo de la primera, ´Tres miradas a la calle´, con Naun Kramaremco. Otra de las primeras es ´Ajuste de cuentas´. Se trata del asesinato de un mafioso. En la película yo soy el mafioso. “Vieras que la gente me conocía mucho en Chile. Se nos cortó la carrera por culpa del régimen. Es terrible el sentimiento de impotencia. Los griegos inventaron todas las cosas buenas y las malas, el ostracismo, el desarraigo, echarte del país. Como dice Andy García, en una frase buenísima:
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´no soy un migrante, no vine a ganar plata, soy un exilado político´. “Me echaron de mi país. Por eso vine a vivir aquí. Ya Costa Rica es mi país. Me preocupa la inseguridad social que estamos viviendo. Me duele las cosas que teníamos y que se han ido perdiendo de a poco, como la capacidad que tenía el país de dar beneficios sociales importantes. Cuando llegué, me impactó que las leyes de aquí eran como las de Salvador Allende. La ley 4055 de Salvador Allende, cuando era diputado, con 32 ó 33 años, es como la Caja del Seguro Social de ustedes; igual ocurre con la ley de las empleadas domésticas y los fogoneros, como las leyes sociales de aquí. “Me encanta saber que mis dos países tienen tanta relación. Por ejemplo, el doctor Guido Miranda, don Carlos Monge Alfaro, don Isaac Felipe Azofeifa, Joaquín Gutiérrez y hasta la Carmen Lyra tuvieron aportes muy importantes allá y, de cierta manera, se formaron en Chile. “Me han contado que María Isabel Carvajal estaba en Chile en unos juegos florales, y se encontró con Joaquín García Monge, lo saludó y le dijo que no sabía qué seudónimo ponerse para participar en un concurso. Estaban en la alameda. Él estudiaba en la Universidad de Chile. Utilizaban un bus que entraba por la calle Carmen y salía por la calle Lyra. Don Joaquín le dijo ´el pseudónimo puede ser Carmen Lyra´”. Mientras voy tecleando todo lo que dice, la vista me traiciona entre cientos de fotos que tiene en esta oficina. -Tengo montones de fotos. Realmente me aburren. Me dan ganas de quemarlas todas. Son unas 120 fotos. Mirá, aquí tengo fotos con un primo. Cuando vino, fuimos a Manuel Antonio, y a Puerto Viejo. Él es primo y ella es prima, y se casaron entre ellos. Además, su hija se casó con mi hijo. Una manía de los Gaete casarse entre familia. Eso y el teatro, verdad, porque, por ejemplo, mi hija Paz es actriz y diseña escenografía”. Tiene una foto grandota de García Márquez. Me quedo viéndola. No hace falta la pregunta. “Conocí a Gabo porque íbamos a hacer una telenovela a partir de ´El amor en los tiempos del cólera´. Es divertidísimo”. Más allá hay una foto de Allende; una ventana de Trujillo. (“Y eso que aquí no tengo nada de lo de Chile”). “Hubo un momento en que éramos 25 ó 26 chilenos aquí, en el teatro. Lo que hemos aportado es trabajo, no más. El caldo de cultivo estaba muy fuerte aquí. En Nicaragua o en El Camilo Rodríguez Chaverri
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Salvador no hubiéramos hecho nada porque no existían las condiciones que ya existían en Costa Rica”. Mientras apago la computadora, me pone un brazo en la espalda y una mano en el hombro, me ofrece otro café u otro té, y conforme voy caminando a la puerta, se despliega en gratitud y cordialidad. Cuando ingresamos al vehículo, quedan de nuevo Marcelo y la Sara, como le dice él, al frente de su casa, uno al lado del otro, en medio de esa vivienda en la que parece que los objetos se adueñan de ellos, los cientos de ángeles, los pájaros que Dios guarde vivan porque se vuelven locos de chocar con las paredes, las botellas, y miles de adornitos que hacen que la casa parezca metida en un sueño. Pues bien, hemos despertado del sueño, y lo que usted leyó fue parte del juego. Ojo, noviembre 2004
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Rima de Vallbona
La gran novelista en el exilio
Había escuchado hablar mucho acerca de ella y leí algunas de sus obras. Sabía que era profesora en Estados Unidos, y me llamó siempre la atención que su narrativa nunca se había alejado de nuestro país y que ella, desde muy lejos, fuera una de las intelectuales que más ha estudiado la obra de Eunice Odio y de Yolanda Oreamuno. Hace unos meses, vino al país para presentar un libro, pero ni siquiera pude ir al acto de entrega de la obra. Sabía que se iba en uno o dos días, y alguien me sopló que estaba en un pequeño hotel del Barrio Amón. Llegué un viernes al caer la tarde, justamente a menos de veinticuatro horas de su vuelo de regreso a casa, en Houston, Texas, Estados Unidos. Aunque, a juzgar por su obra, el hogar que guarda en su mente y en su corazón está en San José. Rima Gretchen Rothe, mejor conocida como Rima de Vallbona, nació en San José. “Nací en San Chepito. ¿Dónde más iba a nacer yo?”, me dice, como rompiendo el hielo. Es una señora delgadita, muy bonita, que anda vestida como para ir a misa. En el segundo piso del pequeño hotel hay una salita, ahí conectamos mi computadora y nos sentamos a hablar. “Nací el 15 de marzo de 1931. Cuando tenía un año me trasladaron a Guadalupe. Ahí viví toda mi infancia y mi adolescencia. Mis papás se llamaban Ferdinand Herman Rothe y Emilia Strasburger. Ella nació en Cartago pero era de origen alemán. ¿Cómo iba yo a usar todo ese nombre? Suena muy extranjero, ¿verdad? “Mi papá se dedicaba al negocio de bienes raíces, y mamá era ama de casa, como casi todas las mujeres de entonces. Fuimos las de mi edad quienes empezamos a romper los moldes. Nuestras pobres madres eran esclavas de su vida Camilo Rodríguez Chaverri
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doméstica. Vivían amargadas porque no habían cumplido sus sueños. ´Tejedoras de sueños versus realidad´ es mi nuevo libro, y trata un poco acerca de eso. “Éramos seis hermanos, tres mujeres y tres varones. Todos están muertos. Se me murieron los últimos dos en el año 2001, un hombre y una mujer. Todos vivieron acá excepto uno que se casó con una colombiana, y se fue a vivir allá por mucho tiempo. Quiso venirse para acá cuando quedó viudo, pero no le fue bien. Nunca he visto a un hombre casado que esté tan enamorado de su esposa como mi hermano. En el cementerio, llorando a su esposa, se encontró a su segunda esposa, también viuda, quien estaba llorando a su marido. “Estuve en la Escuela Pilar Jiménez, de Guadalupe, cuando la escuelita era una casucha. Recuerdo que cuando salíamos a recreo retumbaba. La escuela quedaba al frente de la plaza de Guadalupe. La mayoría eran niños muy pobres. Algunos llegaban sin haber desayunado”.
Minoría desplazada “En uno de mis cuentos más autobiográfic os, narro la experiencia de sentirme una minoría desplazada. Teníamos la mejor casa del lugar, pero los chicos me miraban un poco como a distancia. Siempre tuve un complejo de inferioridad porque siempre me sentí poco integrada. “Fue muy doloroso. No he podido curarme de eso. Es una lección muy buena en el sentido de que mi padre, que tenía muy buena condición económica, y que traía de Estados Unidos toda la ropa que usábamos, nos enseñó que no teníamos que ofender a los otros. “En la escuela usábamos uniforme igual que todos y no nos dejaba usar ninguna joya que pudiera ofender a los demás chiquitos. Muchos iban descalzos, la mayoría. Nosotros sí teníamos zapatos, como algunos otros”. “Era la penúltima de los seis hermanos. Nací un año y medio antes que mi hermano menor. Cuando me jubilé, fui a arreglar lo del Seguro Social y mi jubilación en Estados Unidos, y tuve problemas por el cálculo de los años. Como aquí, en Costa Rica, el gobierno y la iglesia van juntos, no fui bautizada cuando nací, sino cuando ya éramos dos los que teníamos que bautizarnos. Así que aparece el certific ado en el año 33. Allá, en Estados Unidos, se ampararon en eso, y no me querían dar la jubilación después de 31 años de trabajar en la Universidad de Santo Tomás. 366
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“En ese momento tenía 65 años pero me la querían negar porque creían que tenía 63. Es que mi padre no era religioso. Él era franmasón. Y mi madre era abiertamente anticlerical. No podía ni ver a un cura. “Fue una tía abuela mía, una tía de mi mamá, quien se cuidó de que las tres mujeres tuviéramos una formación católica. Ella era íntima amiga de los curas del Seminario, que eran alemanes. Los curas todas las noches iban a hacer tertulia a la casa de ella. “Así que fue ella quien llegó con pistola en mano a que nos llevaran a bautizar. Es como para García Márquez. Para el bautizo, mi padre, tratando de imponer su fuerza ante el cura, le pidió que me llamara Rima. El sacerdote le dijo que ese nombre no estaba en la onomástica. Mi papá le contestó ´bueno, entonces Rima Gretchen´. El padre le dijo que tampoco. ´¿Cómo que no? Gretchen significa Margarita en alemán´. Se salvó, porque ya le iban a cobrar una multa”.
Una Costa Rica muy pobre “Lo que más les envidiaba a los chiquitos descalzos era que tenían una gran capacidad física. Cuando jugaban al can, yo me sentía inútil a la par de ellos. Ese era un juego en el que había que atrapar la pelota en el aire. No he sido de ejercicios. Mi padre nos tenía muy enclaustradas. Así que cuando mis compañeros jugaban al can, yo casi siempre tenía que ser espectadora. Eso se lo envidiaba a los niños pobres. “Me encantaba descalzarme y patinar en la baba del caño. Eso me causó infecciones y de todo. Era a escondidas de papá. También íbamos a las pozas del río Torres, y nos bañábamos en calzoncito y en camisón. Me quedó de todo eso un recuerdo tan lindo de una Costa Rica lejana, que es el paraíso que he perdido… “Cuando murió mi padre, pasamos a sufrir pobreza. A veces lo único que teníamos de comer era unos huevitos. Fue para ese tiempo cuando me acostumbré a comer mucha fruta. “Tenía diez años cuando murió mi padre. Ya Costa Rica le había declarado la guerra a Alemania. Estábamos en la Segunda Guerra Mundial, y nos persiguieron. Un libro en el que hablo de eso es ´Las sombras que perseguimos´. Ese libro toca el tema de la persecución de mi padre y de otros amigos alemanes.
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“Iba a terminar la escuela a los 11 años, pero mi padre murió cuando yo tenía cerca de 10 años. Nunca me olvido que como era reciente su muerte, yo anduve un año entero de negro. Llegó la graduación, se organiza todo un acto oficial, y en el escenario, todas las niñas y los niños iban de blanco y yo iba de negro. Recuerdo que yo lloraba y lloraba. “Fue muy triste para mí porque mi madre no le daba importancia a las notas ni a la escuela. Es más, se oponía a que siguiera estudiando. Le entregué el certificado de la escuela primaria, y ni lo miró. Para ella, todo eran los hombres. Los tres varones eran como los ojos de su cara. Las mujeres no éramos nada. Yo he querido que no pase con mis hijos”.
La persecución “Me ha quedado para siempre grabado el impacto que causó en mí la persecución. Cuando se llevaron a mi padre a la Penitenciaría, como a casi todos los alemanes, porque los repartieron entre la Penitenciaría y el Cementerio General, él fue víctima de un amigo, que le quitó mucho de lo que tenía. “Me da mucha cólera que nos haya pasado todo eso, porque mi padre era muy tico. Si uno abre las páginas de la historia de la dictadura de los Tinoco, se da cuenta que mi padre, Ferdinand Herman Rothe, luchó contra el régimen. “Su historia es muy particular. Nació en un barco. Su padre fue un aristócrata de Alemania. Él se formó en un colegio militar. En ´Las sombras que perseguimos´ hablo de todo esto. El hermano de mi abuelo estaba aquí. Andaba escapado de Heidelberg, donde estaba estudiando. Se metió de marinero, se enamoró de Costa Rica y luego se enamoró de una muchacha. Trajo elefantes a Costa Rica para transportar la maquinaria del ferrocarril. “Le escribió a su hermano, que es mi abuelo, quien se vino por todo lo que le dijo en la carta. Se enamoró de mi abuela, doña Enriqueta Cornejo de Rothe. “El apellido Cornejo es el único lado hispano que tengo. Viene de la dinastía de los conquistadores. Los Cornejo llegaron a Tres Ríos y después pasaron a Barva. Fue en Barva que mi abuelo conoció a mi abuela. Los dos eran pobres, muy pobres. La dinastía la dejaron atrás. “Cuando muere mi papá, me cambia la vida. Yo quería entrar a la secundaria. Mi mamá me dijo, ´bueno, como tus hermanos tuvieron que ponerse a trabajar, a vos también 368
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te toca´. Mi hermana había llegado hasta tercer año en el Colegio de Señoritas. Mi padre quería que estuviéramos en la educación pública porque así se conoce la realidad. “Mis hermanos mayores habían estado estudiando en Alemania. Cuando murió mi padre, mi madre decía que estábamos en la miseria, pero después descubrimos que había escondido el dinero. “Después, yo ni siquiera pude gozar del colegio. Mi mamá me dijo ´te voy a dejar estudiar el primer año, y después te ponés a estudiar para secretaria´. Así, me obligó a entrar a la Escuela de Comercio Castro Carazo. Mi hermana y yo habíamos estudiado inglés en la Escuela Inglesa Castro Carazo. En esa escuela aprendí el inglés, pero como no volví a usarlo, después tuve que reaprenderlo. “Tuve que enfrentarme a la triste realidad de ser una perseguida. Como se rumoraba de la guerra, los estudiantes de orígenes de las otras naciones me veían con malos ojos. Había una chiquita de origen francés, y otra de origen inglés. “No era querida por las compañeras. En un momento determinado, todos se pusieron de acuerdo en el recreo, porque yo había salido a hablar con mi hermana. Cuando entré a la clase, me cubrieron con el impermeable y se tiraron encima de mí, para darme golpes. “He tratado mucho el tema del envío de los alemanes a los campos de concentración. Los norteamericanos no quieren reconocerlo. Lo llaman con un nombre muy disimulado. Les dicen ´campos de internamiento´. “Estando en Estados Unidos, le escribí a la mamá de una amiga mía, pidiendo que si me podía dar datos de esa época y me mandó una carta de 25 páginas. Ella es tica. Para ese tiempo les quitaron las fincas y todo. En una ocasión que fue a visitar al presidente Figueres, reconoció la mesa que tenían ellos para sus banquetes y que había sido decomisada. Estaba en la casa del presidente. También reconoció unos cuadros que eran de su familia, la familia Knor. “La hija de esa señora vive en Nueva Orleáns. Yo la conocí de seis años de edad. La fui a visitar antes de casarme. Ella me dio la dirección de la mamá. He vivido en Estados Unidos más de 40 años. Había conocido a mi novio en Francia, cuando fui a disfrutar de una beca de la Alianza Francesa. “Pero le voy a contar qué hice aquí, antes de irme. Incluso fui la primera secretaria de la Contraloría General de la República. Era la secretaria de don Amadeo Quirós”. Camilo Rodríguez Chaverri
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En medio de la adversidad “Cuando dejé el colegio, entré a la Escuela de Comercio Castro Carazo. Cada día que me tocaba ir me daba un jaquecón que no me dejaba. Así que le dije a mi mamá ´estás perdiendo el dinero, no aprendí taquigrafía y no sé nada´. “La verdad es que había aprendido algo de mecanografía, más o menos, pero le dije a mi mamá que no iba a ser nunca una secretaria. Ella me decía que las mujeres nacieron para casarse y tener hijos. Y concluyó con esta frase ´si quieres estudiar, tú te las arreglas´. “Yo ya estaba convertida en una adulta. Terminé la primaria a los 11 años; a los 12 años hice el primer año de la secundaria, y a los 13 años entré a la Castro Carazo. Aquello fue un fracaso. Hasta lo rimé, para que te quede más bonito. “Apenas estaba entrando a los 14 añitos, y me dice mi mamá ´vos te las arreglás, no te voy a dar un cinco´. Fui al Registro Civil, a probar que era huérfana de padre. Y me fui con el certific ado para que me dieran la matrícula gratis. “Luego, tenía que resolver el problema del uniforme. Mi padre me dio una colección muy grande de muñecas alemanas. Había de todo. Yo, en cambio, jugaba con las muñecas de trapo de mi hermana. “Jugábamos casita entre las tres hermanas. Las que más me gustaban a mí eran las muñecas negras. Una vez, mi papá me regaló una muñecota enorme, muy linda, que se llamaba Isabel, y se la cambié a mi hermana por una pequeñita negrita. Mi mamá se moría de la risa porque yo decía que cuando me casara quería tener un hijo rubio, de ojos azules; uno pelirrojo y pecoso, otro chinito y sobre todo uno negro, con todos esos caracolitos tan bellos en el cabello. Mi mamá se carcajeaba porque en ese tiempo, una mujer que se metía con más de un hombre estaba marcada para siempre. “Mi papá me había regalado un libro con muñecas de papel, que también me gustaban mucho. Las favoritas eran Petunia y Patches. Eran dos negritas. Jugaba siempre con ellas, les hacía ropita, y pude haberme dedicado al diseño de ropas y de todo. “Pues bien, las vendí todas, y con eso compré mi ajuar de estudiante del Colegio de Señoritas. Entonces, empecé a jugar en la vida en serio. No fue como el primer año, que lo hice como si de verdad estuviera jugando. Una de mis compañeras de esa época vive en Nueva York. Nos vemos de cuando en cuando. Ha ido a Houston y yo a veces voy a Nueva York. Se 370
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llama Telma Sandoval. Volver a vernos, aunque sea allá, es una manera de no desligarnos de Costa Rica”.
Un par de zapatos “Sólo tenía un par de zapatos. Al poco tiempo, ya tenía a los pobres con agujeros. Con las lluvias de acá no se puede cuidar los zapatos. Yo tenía que meterlos al horno para que se secaran, y muchas veces me los puse húmedos al día siguiente. “Recuerdo que para esos años, estaba en el Colegio de Señoritas la poetisa Estela Fuentes; también Norma Oconitrillo, la esposa de Eugenio Rodríguez… “Eran tres secciones, la ´A´, la ´B´ y la ´C´ . Como se organizaban por orden alfabético, y yo tenía la ´R´ de Rothe, estaba en la sección ´C´. La que me hacía competencia en las notas era Carmen Revilla. “Norma Oconitrillo estaba en la ´B´, y había otra muchacha que se destacaba. No recuerdo el nombre. Las tres éramos presidentas porque cada una tenía la mejor nota de su clase. Realmente fuimos muy amigas. No había competencia entre nosotras. Por cierto que a Carmen Revilla la he visto varias veces, y siempre le digo que yo estoy viviendo la experiencia que le tocaba vivir a ella, porque la beca que yo gocé en la Alianza Francesa se la dieron a ella, pero el papá no la dejó ir. “Eso fue durante el tiempo en que estaba de secretaria en la Controlaría General de la República. Pasaba ocho horas pegada a la máquina, haciendo cartitas aburridas. Yo no aguantaba eso. Tenía mi escritorio frente a la ventana que daba a la Avenida Central, y durante esta visita al país vi que cerraron el ventanal. Eso me distraía mucho “A las cinco me iba para la Alianza Francesa. Ahí practiqué mi francés, porque más o menos había aprendido a hablar en el Colegio de Señoritas. Carmen Revilla estaba tomando clases, ya llevaba muchos años y hablaba muy bien su francés. En cambio, yo lo hablaba muy mal. “Yo le había hablado al director de la alianza con respecto a que me gustaría participar en uno de esos concursos que le llegaban a él. Él me dijo que el único problema que tenía yo era que estaba de novia de un tico, y estaba muy enamorada. “Cuando a Carmen Revilla le dieron la beca y el papá no la dejó, el director me llamó y me dijo que si la quería, me Camilo Rodríguez Chaverri
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la podía ceder a mí. Le dije que enamorada o no, yo me iba. ¿Quién era mi novio? Eso sí que no lo revelo. Es como un secreto bancario. Es un secretillo de la FBI, o sea, capítulo cerrado. Además, no jalé mucho, sólo tres meses, pero siendo mi primer novio, me enamoré como una burra. Imagínese que si me enamoré que mis amigas me dijeron que no me iba a ir con esa beca… “Definitivamente estaba decidida a que tenía que ir a estudiar a París. ¡Qué ilusión! Antes de eso, tuve que pasar un examen con el embajador de Francia, quien me tenía que hacer una entrevista en francés, para lo cual una señora me daba clases en francés todos los sábados. “Después, tenía que darle la noticia a mi novio. La beca consistía en estudiar en La Sorbona toda la colegiatura. Me daban la comida, el alojamiento y el viaje de regreso. El asunto es que tenía que conseguir el dinero del vuelo para París. “Yo tenía que trabajar para darle a mi madre lo que nos exigía que cada quien diera en la casa. En eso, mi hermano, el tercero, no conseguía trabajo. Vi que era que no buscaba. Estaba muy acomodadito viviendo de lo mío. Ya se había casado la hermana mayor. “Mi hermano estaba de vago. Mientras yo me iba al trabajo a las 6 y media de la mañana, él se quedaba durmiendo… Yo regresaba al almuerzo, y él estaba haciendo crucigramas en la cama. Pero parece que Dios me estaba ayudando, porque mi hermano se ganó el premio mayor de la lotería. “Así que le dije ´bueno, ya hice mi parte. Ahora usted se queda a cargo de mi mamá, y de mis hermanos, que necesitan ayuda todavía, y a ver si por favor me presta el dinero para pagar el vuelo de Costa Rica a Francia. “Lo difícil era enfrentarme a mi novio, del que estaba realmente enamorada. Le pedí a Dios para resolver ese dilema. Le dije que me habían dado esa beca. Me quedé 15 días más, y me dijo ´mire, me casaría con usted en una semana, pero mi madre nos destrozaría el matrimonio porque soy el predilecto. Váyase y disfrute de su beca´. Era lo mejor, porque no iba a estar deseándole la muerte a la pobre señora. En realidad, según él sí habíamos terminado, pero yo le escribí cartas durante cuatro meses. Le mandaba cartas cada día. “Me contestó sólo dos veces. Él era abogado, y sus cartas parecían notas para sus clientes. Vi que al hombre ni le interesaba yo”.
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El amor en Los Alpes “Cuando estaba más desesperada por el rompimiento, se me presentó la oportunidad de hacer un viaje a Los Alpes, a un precio de estudiantes, a 650 francos. Lo que recibíamos de beca era 25 mil francos. ¿Cómo perder ese viaje? “Ahí conocí al doctor Carlos Vallbona. En ese momento, yo tenía 21 años, y él tenía 25 años. Ya era médico. Estaba haciendo la residencia en un hospital de niños. Es español, catalán, y había estudiado en Barcelona. Estuvimos de novios durante cuatro años. “Cuando me dijeron que andaba loco por mí, yo me reía. Me parecía un chiquillo de 15 años. Cuando le dijeron que yo decía que era un chiquillo, se puso furioso, vino y me dijo ´yo tengo 25 años, y soy médico´. Parecía un chiquillo, pero la verdad es que era bien guapo. Estaba acostumbrada a aquel novio lleno de mundo y de vida. En cambio, este otro no tenía experiencia de nada. “Sin embargo, se me metió por el hueco de una aguja el Doctorcito Vallbona. Ya cuando le dije que sí, me dijo, ´eso sí, te tienes que esperar cuatro años, porque estoy haciendo la residencia en el Hospital de Niños de París´. “El noviazgo empezó en París, en diciembre de 1953. Luego, contamos los días que nos vimos. No nos vimos ni seis meses en cuatro años. Al tiempo, arreglamos con su familia y me fui a convivir con ellos durante un verano. Después de tanto rato, ya sé hablar catalán, aunque no me atrevo porque se burlan de mí “Estuve ese verano en la casa de campo en Cataluña. Ese lugar me inspiró mucho para el pueblo que inventé, que he llamado ´Nograles´. Le puse ´Nograles´ porque la ciudad de origen de mi marido se llama ´Granollers´. No quería ser tan obvia, pero en Nograles transcurren casi todos mis cuentos. “Aparte de eso, ´Las sombras que perseguimos´ transcurre en Guadalupe. Es que llevo a Costa Rica en el corazón. Por ejemplo, cada vez que me preguntan por mi país, pienso en las montañas azules del Valle Central. “En Francia estuve un año, y después mi novio me dijo que pidiera una beca al Instituto de Cultura Hispánica. Por eso, pasé en España otro año. Ya tenía dos años de estar en Filosofía y Letras cuando me fui para París. “Mi novio y yo estuvimos escribiéndonos durante tres años y medio. Cuando me gradué, pasé en México un mes entero, y de ahí me fui una semana entera a verlo, a ver en Camilo Rodríguez Chaverri
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qué quedábamos. Es que después de París él se vino para Houston. La verdad es que estaba cansada de la espera. “Después del año en Francia, el año en España y el tiempito que estuve entre México y Houston, me tuve que devolver para Costa Rica. Cuando eso, hubo un momento en que estaba enseñando en el Vargas Calvo de San Pedro, y por fin me dijo que quería casarse ya, en el mes de junio. Yo tuve que decirle ´no puedo, tenemos que esperarnos hasta finales del año´. Es que no podía dejar botadas las clases. Queríamos casarnos en diciembre de ese año, pero tuve que hacer exámenes del gobierno, de Castellano, que era lo que impartía. “Desde que regresé a Costa Rica, me había metido a terminar la carrera de Filosofía y Letras. Entre mis compañeras estaban Mireya Cantillano y Liliam Rojas. Sólo recuerdo a las mujeres porque éramos las más destacadas. Los hombres que estaban ahí no eran muy inteligentes. Las ´inteliburras´ éramos las mujeres. “Entre mis profesores de la universidad, destacaban Abelardo Bonilla, León Pacheco, Arturo Agüero e Isaac Felipe Azofeifa. Don Isaac era uno de los mejor preparados, pero no era muy entretenido. Le decíamos ´Dormital´. Creo que no era tanto él sino que nos daba la clase enseguida del almuerzo. “Cuando pensé en dar clases en un colegio, consideré que lo mejor para mí era ser profesora de francés, pero cuando terminé la universidad fue cuando me aceptaron en el colegio Vargas Calvo, y me dieron plaza como profesora de Español. “Mientras estudié en la UCR sí di clases de francés, pero después me sentía mejor dando Castellano, porque eso fue lo que estudié. Hice mi tesis sobre Carmen Lyra. Cuando eso, me mandaron a dar clases a un colegio nuevo, que era experimental, y estaba dirigido a obreros y campesinos. Tenía menos de 22 años, y entre los alumnos había gente de 24 y 25 años. Trataban de tomarme el pelo, pero, poco a poco, me empezaron a respetar”.
Houston “Terminé con el trabajo en el Colegio Vargas Calvo el 12 de diciembre, califiqué los exámenes, entregué las notas, y mis alumnos me hicieron una fiesta de despedida, que era una sorpresa. Yo no había hecho ni las maletas.
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“Recuerdo que el avión salió a las 10 de la mañana. Me fui en Panamerican. Pasé a Nueva Orleáns donde mi amiga, Bárbara Knor, que había sido compañera mía en el colegio, que es a quien visito todavía. Hablamos en el aeropuerto unas cuantas horas. “Cuando llegué donde mi novio, a punto de convertirse en mi marido, ya era otro. Me sorprendió que ya era un hombre. Cuando lo conocí, su cabellera era abundante y oscura, pero cuando volví a verlo, ya se estaba quedando calvo. Yo dije ´¡ay, mi abuela!´ Como él me vio hasta asustada, me preguntó qué me pasaba, y tuve que decirle la verdad. ´¿Cómo va a ser posible? Tienes que usar un champú´. Él es el médico pero yo le receté y le salvé el pelo, porque desde que comenzó a hacerme caso, se le terminó de caer el pelo. “Llegué el día 13 de diciembre. Era tardísimo. Mi novio me esperaba a las 8 de la noche. Tenía a todos sus amigos y a la gente del hospital a la espera con una fiesta de bienvenida. Pero me quedé con mi amiga. Había una cola enorme en el aeropuerto y llegué tarde. Por eso, tuvieron que cambiarme el vuelo, y llegué dos horas después. “Yo llegaba tarde siempre, y a todo, era tica tica en eso. Era como el buey despacio, bien tranquila. El doctor tenía listo todo para el compromiso. Me hubiese puesto más nerviosa de haberlo sabido, porque supuestamente tenía a todos sus amigos para darme el anillo. “Él quería que nos casáramos el 25 de diciembre, que fue la fecha que me conoció, pero nos casamos el 26 de diciembre. Me casé con ese conocido desconocido. Nos casamos en 1956, o sea, que ya voy a cumplir 50 años de casada. Ese es el tiempo que tengo de vivir fuera de Costa Rica. Cuando me presentan como escritora allá, dicen la escritora ´houstoniano costarricense´. “Aunque María Amoretti reconoce que me desligué de Costa Rica sólo físicamente, porque toda mi obra gira alrededor de este país, aunque haya inventado un pueblo. Sigue siendo un pueblo costarricense”.
Profesora universitaria “Como no había terminado mi tesis de maestría, traté de terminarla allá. Pero empecé a tener hijos. Al mes de casada me llegó el primer embarazo. Tuve tres mujeres y un varón. Todos están en Estados Unidos, pero no en Houston.
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“Con los hijos era más difícil terminar la tesis. Todo lo he hecho con base en saltos y brincos. Estuve bastante tiempo en mi casa. En eso, fui a reemplazar a una secretaria francesa en la Universidad de Houston. Sin saber inglés yo, tenía que contestar el teléfono. En ese momento estaba esperando a mi tercera bebé. “Ahí conocí al director del departamento de Español, él se enteró de que había terminado una maestría, me reconoció los estudios y me dijo que por qué no hacía la tesis, que me matriculara. Hice exámenes, y me tocó un profesor español. Le dije que mi tesis era sobre Carmen Lyra, y me dijo que académicamente la literatura latinoamericana no valía y que la de Costa Rica menos, porque nadie la conocía. ¡Qué barbaridad! Era una lástima porque hasta había entrevistado a un sobrino de Carmen Lyra. “Hice una tesis sobre Camilo José Cela. Cuando me faltaba un mes, mi hija recién nacida, de un mes, la segunda mujer y la tercera de la fila, se me enfermó, casi se me muere. La doctora decía que no tenía nada, pero yo me puse tan necia que empezaron a hacer exámenes, y apareció un coco, una bacteria mala. Incluso, murieron dos de los niños que nacieron el mismo día que mi hija. “Cuando salimos del peligro, recibo una carta en la que me explicaban que tenía que hacer más requisitos. La verdad es que yo sabía más que ellos, y me tenían miedo. Me dijeron que no fuera a las clases, sino que hiciera tareas en la casa. Al final quedamos en que escribiera un ensayo, como una tesina, sobre un autor que yo escogiera. Sentí que no querían que estuviera en las clases. En ese momento, aquella universidad era como una escuela secundaria de aquí. “No tenía ánimo, y me di cuenta que tenía que hacer algo. Le escribí a don Arturo Agüero, que tenía el tribunal para mi tesis. La terminé y me gradué en Costa Rica. Y en serio que pasé siete años en la casa. Estaba harta de ser ama de casa. Lloraba mañana, tarde y noche. Fue entonces cuando comencé ´Mi noche en vela´ como una reacción a ese trabajo rutinario de la casa. “Estar en la casa tenía el mismo problema que estar sentada de secretaria: el problema es la rutina. Tiene que ver con una filosofía mía que le voy a explicar. Sartre decía que el infierno son los demás. Yo no creo en eso. A mí, los demás me ayudaron, a pesar de mi madre, que Dios la haya perdonado. En cambio, el infierno para mí es la rutina.
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“Suena el teléfono un día, y es el rector de la Universidad de Santo Tomás. Me ofreció un puesto de profesora de español en esa universidad. Le dije que casi no sabía inglés, y me dijo que todas las clases tenían que ser en español, por lo que no importaba. “Tenía que consultarlo con mi marido. Él me dijo que sí le parecía. Le dije que me preocupaba que sólo había enseñado en secundaria. Él soltó la carcajada, y me dijo, ´pero no sabes que la universidad en Estados Unidos, sobre todo en bachillerato, es como una escuela secundaria de España o de Costa Rica´. Eso me animó. “Me preparé para dar las clases. Primero entré por seis meses. Estaba a cargo de un curso que se llama ´Conversación, civilización, cultura y literatura´. A los seis meses, cuando ya me iba, los alumnos se fueron todos a hablar con el rector. Así que me dejaron ahí. Al final, enseñé durante 31 años en esa universidad, desde el 64 hasta el 95. Llegué a ser la directora del departamento de español. “Antes de ser la directora, organicé ese departamento, a pesar de que estaba contratada sólo para medio tiempo. Cuando llegué había apenas dos chicos, pero cuando lo organicé pasamos a tener cuarenta estudiantes. Antes de eso, los de francés sobresalían, pero los arrasé. Estaban tan contentos con lo que había hecho, que me llamó el rector, y me dijo ´mire, Rima, no vale la pena que esté a medio tiempo. Me gustaría que sea la directora del departamento de español´”.
Directora de español “Ya como directora, no tenía que enseñar doce horas, como los otros, sino que podía enseñar sólo nueve horas. Lo que sí daba eran los cursos de civilización y cultura, así como de gramática y composición avanzada. Como directora, cree otros cursos selectivos, como ´Teatro contemporáneo español´, ´Literatura contemporánea española´, y ´Literatura latinoamericana´. Ya estábamos en los años 60 y se vino el boom latinoamericano. Estudiamos mucho a Borges y a Cortázar. “Es una universidad católica de rompe y rasga. Vea si era católica que yo hablaba de Unamuno, y cuando mandaba a los estudiantes a la biblioteca, me mandaban una nota muy diplomática, en la que decía ´Unamuno está excomulgado
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del índex. No debe mandar a los estudiantes a preguntar por sus obras´. “Así que tuve que escribirle al señor obispo para que me hiciera el gran favor de darme un permiso papal para que pudieran leer a Unamuno. “Mis alumnos sabían tanto que pasaron a hacer la maestría en Rice University, que es una de las cinco universidades más importantes de Estados Unidos. Y algunos estudiantes me decían que por qué estaba en la Universidad de Santo Tomás y no en Rice University, porque lo que les estaba dando yo era superior. “Creo que algo muy importante para mí y para mis estudiantes es el hecho de que yo sea escritora. Le quiero hablar un poco de mis obras. ´Noche en vela´ capta muchas experiencias mías en relación con mi adolescencia. Por ejemplo, mi búsqueda de Dios en un ambiente nada religioso. Me costó encontrar el camino a lo espiritual. Me encontré en la universidad con las Confesiones de San Agustín. Eso me ayudó mucho. “En un pasaje de ´Noche en vela´, la chica había oído a don León Pacheco decir que la Biblia tenía profundidad. Pero los católicos no leían. Sólo los protestantes. Cuento esa historia en el libro porque yo conocía una señora, de apellidos Watson Pastora, protestante, que vendía biblias protestantes. Cuando le fui a comprar la Biblia, me ofreció darme clases de inglés, y me dijo que eran gratis. Ese fue mi primer contacto “Después de ese libro, publiqué ´Polvo del camino´, que es mi primer intento de escribir cuentos. Me salieron largos, algunos son casi como novelas”.
Yolanda y Eunice “Siendo una muchachita, yo había tenido relación con Lilia Ramos. Ella me influyó para estudiar a Yolanda Oreamuno. No la conocí, pero estando allá, me llamó la atención que en ninguna universidad de Estados Unidos se hablaba de ella. Por eso preparé un librito acerca de la vida de Yolanda y de su obra. En ese compendio que hice aparecen como seis o siete cuentos de Yolanda, y hasta un capítulo de una novela perdida. Rescaté ese capítulo del periódico Excelsior. Después de ese trabajo, los que han usado esos cuentos no me han dado el reconocimiento, pero fui yo quien los rescató. “Como quería utilizar toda la investigación como parte del trabajo para obtener una maestría, aproveché una entrevista 378
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que le había hecho a Lilia Ramos sobre Yolanda. Lilia la conocía de arriba abajo. Saqué el casette en que había grabado la entrevista, y lo convertí en una carta de una estudiante porque tenía que presentar algo novedoso o muy creativo. “Tiempo después hice un trabajo similar acerca de Eunice Odio. Yo fui la primera persona que habló de ellas en las universidades de Estados Unidos. “Lo mío está entre lo más importante que se ha hecho sobre ellas. Juan Lizcano, en Venezuela, dio a conocer a Eunice Odio. Publicó una antología que se llama ´Eunice Odio, antología de un gran poeta´. Así como le dije, como si fuera un hombre. Juan era íntimo amigo de ella. Luego, se publican las primeras cartas de Eunice a Juan. Ella le decía Juanito. No pude gozar como él de estar en su casa, pero he hecho un esfuerzo, incluso al seguir los pasos de Lizcano. Él le publicó muchos poemas que aparecieron, por ejemplo, en una famosa revista que se titulaba ´Zona Franca´. “Está a punto de aparecer ´Mujeres y agonías´, que primero se llamó ´Baraja de soledades´. Tardaron más de seis años en publicarlo. Como toda mi obra, gira alrededor de las mujeres. Estudiar a Yolanda y a Eunice me ayudó mucho para visualizar los grandes problemas que tenemos las mujeres por culpa del machismo imperante en la sociedad. Otro libro que me interesa es ´Cosecha de pecadores´. La verdad, me interesa mucho toda mi obra. He hecho un trabajo intenso. Creo que llevo a Costa Rica en mi corazón y que mi obra es una muestra de cómo una puede conservar vivos los recuerdos, por más lejanos que sean, y de qué manera puede vencer la literatura al tiempo y al olvido. Tengo casi medio siglo de vivir fuera de mi país, pero en mis libros sigue siendo mío”. Ojo, febrero 2005
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