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con la historia
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Camilo rodríguez Chaverri
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con la historia ENTREVISTAS Tomo TRES
Camilo Rodríguez Chaverri
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Primera edición, San José, Costa Rica, marzo del 2005 © 2005, Camilo Rodríguez Chaverri camilorch47@hotmail.com ISBN (tomo 6): 9968-9463-003-8 ISBN (obra completa): 9968-9463-000-3 Entrevistas, redacción y edición: Camilo Rodríguez Revisión final: Mónica López Diseño: José Ismael Medina Obando Producción gráfica: Editorial IPECA
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Para papá, quien me enseñó a admirar Para mamá, por su capacidad de asombro Para Don Álvaro, de quien aprendí a perder el miedo Para Doña Mayita, quien me ayuda a encontrarme Para Eduardo Agami y José Alberto Soto
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muchas gracias Expreso mi agradecimiento especial a José María Penabad, Salustio Pauta, Mónica López Lutz, Islany Carrillo, Alba Luz González, Paula Vargas, Marjorie Ross, Graciela Jiménez, Kira Delgado, Vilma Loría, María José Morales Ross, Francinie Castillo Ramos, Irene Sancho, Say Leng Acón, Kathya Benavides, Saylin Madrigal y Martín Sosa. Este libro se lo debo al periódico OJO, un periódico alternativo del ámbito político y cultural, donde ha aparecido el 90 por ciento de estas entrevistas. Deseo expresar que en este libro hay muchos detalles y elementos especiales, invisibles tal vez o intangibles, y casi siempre indefinibles, que le debo a muchas mujeres periodistas, comunicadoras, escritoras o cineastas a las que admiro y cuya excelente labor profesional me ha enseñado lo poco que sé de la técnica de la semblanza: Inés Trejos, María Montero, Aurelia Dobles, Carmen Juncos, Doriam Díaz, Sylvia Alvarado, Yuri Jiménez, Lorna Chacón, Larissa Minsky, Lilly Edgerton, Gilda González, Any Pérez, Ana Alarcón, Gilda Aburto, Marielos Campos, Ligia Córdoba, Patricia Jiménez, Camila Schumacher, Evelyn Fachler, Neyssa Calvo, Ana Lucía Faerrón, Fabiola Pomareda, Ana Rojas, Leda García, Nono Antillón, Hilda Hidalgo, Marjorie Ross, Amelia Rueda, Dámaris Ruiz, Lizeth Castro, Vilma Ibarra, Roxana Zúñiga, Rocío Pérez, Urietta Aguilar, Xiomara Cubero, Wendy Cruz, Macarena Barahona, Monserrat Aguilar, Evelyn Ugalde, Irene Benavides, Cristina González, Iris Zamora, Carolina Montero, Thelma López, Yaliam Madrigal, Juliana Escobar, María del Mar Cerdas, Gabriela Camacho, Vivian Quesada, Gabriela Solano, Andrea Solano Ulloa, Gina Polini, Silvia Caamaño, Mauren Salguero, Adriana Núñez, Gianina Segnini, Gabriela Ugarte, Catalina Silesky, Milena Fernández, Silvia Carbonel, Isabel Ovares, Patricia León, Laura Martínez, María Lourdes Cortés, Ana Jane Camacho, Carmen Navarro, Thaís Aguilar y Kattia Muñoz. En memoria de la escritora y promotora cultural Delfina Col lad o, el maestro Arnoldo Herrera, el coplero Carlos Huezo Córdoba y la promotora social Anna Gabriela Ross.
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Esta colección de entrevistas comentadas y semblanzas desea dejar para la historia un conjunto de opiniones y de miradas que me parecen muy particulares. Es la historia de gente especial con la que el destino me ha reunido. Agradezco el tiempo que me dedicaron y le agradezco a usted que se dispone a detener su paso ante las palabras, los gestos y los destinos de esta gente a la que admiro. No es una selección. Simplemente recopilo entrevistas que llevo conmigo para siempre. Por favor no analice los criterios de escogencia, porque me encantan todos los personajes que están pero, lamentablemente, no están todos los que me encantan. Ojalá que le gusten estas personas y que aprenda con ellas tanto como yo, o más. Así sea. Camilo Rodríguez Chaverri
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Índice
1 9 El duende de los libros 2 8 Labriego de la historia 3 7 Contador de historias 5 3 El mundo en sus ojos 6 5 El escritor que nos rescata 7 5 Las aventuras de un quijote cubano en Costa Rica 8 5 Filósofo de la naturaleza 1 0 2 Viven en el olvido y la miseria 1 0 7 Reina de nuestros sabores 1 1 6 Escritora a los 88 años 1 2 0 Siguiendo los pasos de Noé 1 3 0 Con alma guerrera Luis Ferrero
Eduardo Oconitril lo
Eug enio Rodríg uez Vega
Arnold o Mora Rodríg uez Mig uel Salg uero Orlando Núñ ez
Alexander Skutch
PAdre y Mad re de Jorge Debrav o Marjorie Ross
Doña Dorothy Pinto de Serr ano Carlos Lachner
Guil lermo Castro Echeverría
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1 3 5 La primera mujer que votó en Costa Rica 1 4 2 Heroína en los prostíbulos 1 5 2 La educación hace la diferencia 1 5 9 El trabajo dignifica su vida entera 1 6 7 La leyenda de los salones 1 7 7 Quijote en un banco 1 9 9 La risa que piensa 2 0 9 Pasión que vuela 2 2 4 Un castillo de sacrificio y perseverancia 2 3 1 Músico del espíritu guanacasteco 2 3 9 La escritora de las minas de Abangares 2 4 6 Testimonio vivo de la Costa Rica que se fue 2 5 6 La madrina de las empresas 2 7 1 El padre del IMAS 2 9 8 El buey de Castillo
Doña Bernarda Vázquez Méndez Doña Virginia Gaitán
Eleonora Bad il la Saxe Don Fernando Oller
Jorge “Negro” Cald erón Wil liam Hayden Carlos Huezo
Otto Escal ante
José Alberto Castil lo Don Medardo Guid o Ofelia Gamboa
Álv aro Fernández Mayi Antil lón
Manuel Aguil ar Bonil la Marco Hernández
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3 0 9 Padre del desarrollo agrario
José Manuel Sal az ar Nav arrete
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Sé que a veces miro para atrás, pero es para saber de donde vengo. De una canción de “Malpaís”
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Luis Ferrero
El duende de los libros
“Para escribir mis libros he tenido que quitarme el bocado para comprar papel y tinta. En cambio, a la Selección Nacional le dan todos los millones del pueblo. ¿Cuánto perdimos manteniendo a una selección que no pasó ni de la primera fase?” Es la suma de un duende, un gnomo y papá pitufo. Parece el dueño del monte. Hasta su aspecto le ayuda a la leyenda que ha ido creando. Todo parece indicar que es el único costarricense que ha escrito cien libros y que sobrevive para contarlo. Discípulo de dos pilares del humanismo y la cultura de América, de Joaquín García Monge y de Alfonso Reyes, y conocedor del universo indígena costarricense, Ferrero es una autoridad en el estudio de la escultura costarricense, ha rescatado del olvido a muchas figuras de nuestra cultura y tiene un nombre propio en el mundo académico de etnólogos y antropólogos. Todo ello, y su enorme vocación de trabajo, lo sumen en la soledad y el sacrificio. Vive en San Cayetano, detrás del Parque Escarré. Junto a la puerta de su vieja casa de madera, de dos plantas, hay un árbol de guayaba. Así es él, como el árbol, de madera seca, que soporta el paso del tiempo y los golpes de la vida, y que no se quema así no más. Desde que me abre la puerta, la casa del autor de un centenar de títulos parece lo que es, y se parece a su dueño. Es frugal y austera, de una pobreza digna y casi elegante. La casa no es muy grande, pero la falta de muebles y de adornos hace que luzca más espaciosa de lo que es. Sobre una mesa de madera mal labrada, un racimo de bananos, unas cuantas bolsas de comida y unas frutas Camilo Rodríguez Chaverri
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desperdigadas adornan la sala, desde la que se ve una cocina con muchos implementos de plástico y un banco como los que usan en el campo para el ordeño. Conforme vamos avanzando, los pocos retratos que adornan la casa muestran el mismo rostro selvático. Hay muchas fotos de él y una cantidad enorme de carátulas de sus libros, que, bajo vidrio, adornan las paredes amarillentas. Hay varias carátulas de su libro “Árbol de recuerdos”, varias de su obra “Gozos del recuerdo”, una esquina especial para la carátula de su insustituible “Pensando en García Monge”, el corazón de una pared para “Zúñiga en Costa Rica” y en el centro de la pared que debería ser el punto de convergencia entre la sala y el pasillo, la carátula de “Perfiles al aire”, un compendio de las semblanzas que Ferrero ha escrito para rescatar a figuras nuestras tan importantes como Arturo Echeverría Loría, Ricardo Fernández Guardia, Joaquín García Monge, Norma Loaiza, Carlos Salazar Herrera, José Sánchez, Aníbal Reni, Francisco María Núñez, León Pacheco y Reinaldo Soto Esquivel. “Esta es la casa de la egolatría”, dice, como quien cuenta una travesura. Tiene retratos suyos de figuras de la talla de Amighetti, Hugo Díaz, Maf fi oli, Renán Vargas... Ha puesto a retratarlo a artistas chilenos, uruguayos, centroamericanos. Lo cuenta con todo gusto. Lo que en otros resulta ostentoso, en él parece tierno.
Artista en la pobreza Me lleva al segundo piso, donde tampoco hay muebles. Las pilas de libros semejan montañas entre los pasillos y cualquier espacio que se abra a sus dominios. En su habitación, que es también su espacio para el trabajo, sólo hay una silla, frente a la computadora donde está preparando tres libros. Me siento sobre la cama individual donde duerme. Al lado hay una ventana que da a la calle, y detrás de él, una puerta que fue pintada con alguna imitación de arte primitivista. Lo entrevisto mientras me va enseñando ilustraciones de sus nuevas obras. Un amigo le consiguió una computadora con escáner a un precio simbólico, y alguna institución le donó el dinero para que lo adquiriera. No tiene servicio de internet ni cable, porque sus ingresos no se lo permiten, y admite que hace muchos años que dejó de comprar libros,
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por lo que “se la juega” con los pocos que consigue prestados, así como aquellos que le llegan del extranjero. “Antes me tocaba atender a muchos académicos que venían al país. A veces recibía en esta casa a varios antropólogos o etnólogos por mes. Pero ya no puedo. Qué va. Imagínese que vivo de una pensión que me dan como Premio Magón, y la base es de sólo 50 mil colones. Apenas me alcanza para comer y para los cigarros”. Fuma “Ticos”, pero él les llama “vagos”, pues resulta que, a pesar de que su nombre tiene que ver con Costa Rica, son elaborados en Honduras. Se fuma muchos “vagos” por hora. A veces enciende un cigarrillo con la ´chinga´ del otro. Fuma como si se los quisieran quitar o si estuviera en competencia con alguien. Sin embargo, sabe andar espacio para llegar de prisa. Fuma mucho, pero con un ritmo casi musical, casi armonioso. El aire que entra por la ventana permite que la nube de humo se quede a su lado, en el hemisferio que le pertenece durante nuestra tertulia en su cuarto. Apenas se escucha la voz del mar, que sale de una aplicación de su computadora acompañada por el vuelo sereno de una mantarraya. En el cuarto hay fotos y retratos de los suyos más cercanos. Una foto de su mamá, con quien vivió hasta su muerte, fotos de sus abuelos paternos, su abuela materna y fotos de él con su mamá de distintas edades y épocas. En su trabajo creativo, sólo ese Luis Ferrero que puebla todas las paredes de su casa le acompaña.
Detalles de un hombre leyenda Tiene 72 años y nació en Orotina, que fue fundado por uno de sus antepasados, don Primo Vargas. Vivió allá hasta los 6 años de edad. A los meses murió su padre, quien tenía unas minas de oro en el Aguacate. Con la fiebre por el metal precioso y su enfermedad, se fue yendo, poco a poco, la fortuna de su familia. “La plata de la familia se fue acabando. Nuestros problemas se agravaron tanto que el día que veníamos de enterrar a papá, nos encontramos todos los muebles de la casa en la calle, porque hacía varios meses que no se podía pagar el alquiler”, cuenta don Luis, cuyo padre hablaba francés, alemán, italiano, romance y piamontés, pues nació en el
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Piamonte, en Italia, a pocos kilómetros de la frontera con Suiza y con Francia. Su mamá lo mandó de vuelta a Orotina, donde la abuela materna, Ernestina; pero la ciudad le había dañado el alma, y sólo quería andar entre las calles de la pequeñísima capital de entonces. Así que continuó la primaria en la Escuela República de Chile, en Barrio Luján, y concluyó en la Escuela Porfirio Brenes, por la Iglesia de La Dolorosa. Entre ese barrio y Colección, mejor conocido como San Cayetano, transcurrió su niñez. Donde está el Escarré, estaba el crematorio. Y a una cuadra, la laguna de oxidación de San José. Junto al guayabo que vela al lado de la puerta de su casa, como un ángel cuyas alas se clavaron en medio del vuelo, se veía pasar en esos años la Acequia de las Arias, que recogía todas las aguas del alcantarillado de San José y que en verano se ponía insoportable con las aguas residuales de la Fábrica Nacional de Licores. Después de esa historia, es entendible que a don Luis no le molesten ni el humo ni el ruido, y que los malos olores que a veces llegan por ahí no tengan ninguna influencia en su vena creadora. Al contrario, quizás los olores se le metieron en la personalidad, porque siempre fue revoltoso y rebelde. “Cuando entré al Liceo de Costa Rica empecé a tener problemas con el Profesor de Química, que prácticamente no hablaba español, y con el Profesor de Castellano, porque decía que en Costa Rica no había literatura. Que dijera eso me revolvía la sangre, porque yo ya tenía contacto con don Joaquín García Monge y él me había puesto a leer obras nacionales”, cuenta don Luis. Su contacto con la cultura inició años antes, en la escuela, pues su maestra, Claudia Brenes Montero, invitaba a una personalidad del país por semana. Así, desfilaron por las aulas Carmen Lyra, Brenes Mesén, Anastasio Alfaro, Clorito Picado, Paco Amighetti, Juan Manuel Sánchez, Auricela Castro de Jiménez y Reinaldo Soto. “En ese tiempo los chiquitos éramos más ´avispados´. Ahora es que la televisión los atonta. Yo me acuerdo que les preguntábamos de todo, aunque fueran preguntas idiotas, pero éramos atrevidos, osados”.
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Fue de esa manera que un día de tantos se acercó a García Monge y el padre del Repertorio Americano empezó a prestarle libros y a orientar sus lecturas. “Cuando llegué al colegio ya había leído a nuestros autores, y me enfrenté a ese profesor tan burdo, que se atrevía a decir la tontera de que aquí no existía literatura. Naturalmente, me echaron. Y fue en ese momento que empecé a acercarme más seguido a la ´cueva´ del Repertorio...”.
Con García Monge Consiguió trabajo de misceláneo en el Dispensario AntiTuberculoso. Entraba a las 6 de la mañana y salía a mediodía. Después de almorzar en su casa, en San Cayetano, se venía en carrera para los dominios de García Monge. “Don Joaquín me llevó de la mano por la obra ensayística de Martí y de Mistral. Después me acercó a Whitman y Goethe. Luego me fue metiendo en el campo de la investigación y la literatura. Todavía hoy tiene una enorme influencia en mí. No sería yo ni la sombra de lo que he sido sin esa mano poderosa, que me moldeó, me modeló para el trabajo. “Por ejemplo, en 1975 apareció la primera edición de mi libro ´Costa Rica Precolombina´, que generó un gran impacto, sobre todo por la concepción ecológica que le imprimí a lo cultural, basado en la lectura de la filosofía y la concepción del mundo y de la vida que tenían los indígenas. “Nadie se lo imagina, pero eso viene conmigo desde los tiempos de García Monge, porque don Joaquín era un gran ambientalista. Él tenía muy claro que Costa Rica es un puente y un filtro tanto en los que respecta a la naturaleza como a la cultura. “Yo nací en 1930, y ya en 1942 hablaba de estos temas con don Joaquín, quien pertenecía a la Sociedad Ecológica Británica desde inicios del siglo. Recuerdo haber leído un escrito suyo de 1904, en el que hablaba de la obligación que tenían las escuelas y los pueblos de limpiar los cauces de los ríos, y en el que se oponía, abiertamente, al cultivo de pino y ciprés en nuestro país, pues los consideraba destructores del paisaje y el ecosistema. “Sostenía que si continuábamos cultivando especies exóticas, no habría dónde anidaran los pájaros, ni qué comieran las ardillas. Decía que en lugar de coníferas, había que sembrar leguminosas, y que el futuro de la humanidad estaba en los bosques, de donde saldrían los alimentos y las Camilo Rodríguez Chaverri
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medicinas que iban a salvar a la humanidad. Eso lo decía hace casi cien años. Fíjese qué visión tenía mi maestro”, dice don Luis, como relamiéndose de la dicha de compartir su tiempo con ese gran hombre.
Entre escultores y grandes escritoras Joaquín García Monge le presentó a dos de sus amigos, Juan Manuel Sánchez y Paco Zúñiga, y fueron ellos quienes lo encaminaron hacia las artes plásticas. Don Luis ha escrito cerca de una veintena de libros sobre escultura, y otra veintena sobre cultura precolombina. Ambos legados se los debemos a él, pero también a su maestro, que vivía en la Avenida Segunda, donde luego estuvo un aparcamiento y la casa de mariachis ´La Esmeralda´. Allí conoció de cerca a quienes considera los “más fieles” de don Joaquín: Max Jiménez, José Rafael Chacón, Carlos Luis Sáenz, y aquellos que don Luis llama “la camada de don Joaquín”, Yolanda Oreamuno, Margarita Bertheau, Eunice Odio... “Don Joaquín fue el gran líder cultural de Costa Rica. Marcaba el rumbo. Al fallecer dejó un gran vacío cultural. No hemos tenido otro líder cultural como él. Fue el gran protector de las mujeres talentosas de sus tiempos, como Yolanda (Oreamuno) y Chavela (Carvajal). Yolanda asustaba por bella y por talentosa, y publicó en el Repertorio sus primeros cuentos. “Asimismo, los primeros artículos de Chavela aparecieron en el Repertorio siendo ella alumna del Colegio Superior de Señoritas. Se le hizo un escándalo a don Joaquín y las mamás de las colegialas pedían que echaran a esa muchacha, engendro del mal, que se atrevía a publicar con su nombre. “Las viejas puritanas de ese tiempo, a las que Alfonso Chase llamaría ´cacatúas´, decían que cómo era posible que le publicaran a esa chiquilla que era hija de una cocinera y que no se sabía ni siquiera quién era su padre. Don Joaquín le dijo que siguiera escribiendo, y para protegerla la bautizó Carmen Lyra, porque cuando estuvo en Chile, de donde había regresado en 1903, vivió entre una calle llamada Del Carmen y otra llamada Calle Lyra”, concluye don Luis, que también tuvo contacto con el Grupo Germinal, donde destacaban Omar Dengo, la misma Carmen Lyra y Rómulo Tovar. “Cuando alguien me pregunta por la influencia de García Monge. Les pongo un ejemplo fulminante. Don Joaquín era 24
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agnóstico. Y todo el país lo sabía. A pesar de eso, Monseñor Sanabria iba a cada rato a la ´cueva´ del Repertorio a pedirle consejo”, cuenta don Luis, quien también aprendió de García Monge mucho acerca de la filosofía hindú, de la que sabía muchísimo.
Periodista de lo olvidado A los 16 años, Ferrero empezó a trabajar en el periódico “Últimas Noticias”, del General Pinaud. Lo primero que hacía era levantar textos y jalar el café para todos. Un día de tantos, el periodista José Antonio Zavaleta le dijo que escribiera algo para rellenar el espacio, y don Luis se mandó un escrito sobre el punto guanacasteco, en el que sostenía que no era guanacasteco sino de los negros africanos de Chiriquí. Se le hizo un escándalo de padre y señor nuestro. “Lo que más risa me da de esos tiempos es que firmaba con mi nombre completo. O sea, firmaba los artículos como Luis Eduardo Emilio Rafael Lorenzo Ferrero. Lo peor de todo es que me daban permiso”, dice, entre carcajadas. Una particularidad de este autor de cien libros, es que va escribiendo tres libros a la vez. Por ejemplo, ahora está terminando “Los cacicazgos teocráticos de Mesoamérica” y “Los Hombres Jaguar”, sobre la cultura madre de Mesoamérica, así como una obra sobre el arquitecto José María Barrantes. “Llegué a la conclusión de que casi todos los mejores edific ios de Costa Rica construidos antes de 1956 son de él”. Dice que ahora tiene obsesión por las ilustraciones para sus libros. Por ejemplo, para este libro sobre la obra arquitectónica de Barrantes ya tiene fotos de la Iglesia Santa Teresita, la Iglesia de Desamparados, la Iglesia de San Cayetano, el edificio del antiguo Aeropuerto (ahora Museo de Arte Costarricense), la Asamblea Legislativa, el edific io viejo del Hospital Calderón Guardia, y decenas de casas y escuelas, entre las que recuerdo la Escuela España, la Pilar Jiménez, la Nicaragua y la República de Argentina. “Barrantes es una figura extraordinaria, a la que hemos tenido en el olvido. Nunca salió de Costa Rica. Su único título era el de maestro de obras. Se graduó en la Sección Técnica del Liceo de Costa Rica, y fue el arquitecto de decenas de edificios. Ya anciano, por puro orgullo sacó el título en Escuelas Internacionales, por correspondencia.
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“Me puse a escribir este libro porque me dio vergüenza que en un libro sobre la historia de la Arquitectura en Costa Rica le dedicaron apenas cinco líneas”, concluye Ferrero. Otra figura que ha despertado su atención es Ezequiel Jiménez, artista del siglo XIX, a quien Ferrero considera el primer pintor de Costa Rica, y maestro de Teodorico Quico Quirós, Manuel de la Cruz González, Fausto Pacheco y Juan Ramón Bonilla. El primer libro lo publicó en El Salvador en 1948, y trata acerca de mujeres destacadas de la historia de Costa Rica, entre ellas, Pancha Carrasco, Margarita Esquivel, fundadora del Ballet Tico; Rosalía de Segura, pionera del periodismo femenino, y la maestra Águeda Peralta.
Con Alfonso Reyes Don Luis se fue para México en 1950, y por intercesión de García Monge estuvo al lado de Alfonso Reyes, gran amigo suyo y el gran humanista de América, que realizó una gran labor cultural como traductor, poeta, pedagogo, diplomático y filólogo. Allá estudió Bibliotecología, después de que le hicieron un examen de suficiencia porque no había estudiado la secundaria. Durante ese tiempo vivió en casa de Paco Zúñiga. “Paco era un hombre encerrado en sí mismo, pero cuando entraba en confianza, era más abierto. Era un amigo muy leal y generoso. Y gracias a él conocí a muchos grandes de la cultura mexicana, entre ellos a Octavio Paz”. También estudió en Nueva York, donde se hizo amigo de la Mistral, y vivió en casa de Federico de Onís, el discípulo predilecto de Unamuno. Por las amistades que ha tenido y el renombre que adquirió en el ámbito académico, bien pudo haberse pensado en su nombre para ser embajador, pero no. “Qué va. En este país para ser embajador o agregado cultural hay que tener el espinazo de hule o ser cantante de moda. Los embajadores y los agregados culturales no saben nada de nuestra cultura. Por eso es que somos completamente desconocidos en muchos campos. ¿Cuándo ha visto usted a un Magón que sea nombrado embajador en España o en México?”. Le digo que supe que alguna vez Luis Alberto Monge pensó en él para Ministro de Cultura, y lo admite. “Le dije que no, porque le puse algunas condiciones. La primera es que existiera un apoyo total por parte del Consejo de Gobierno. 26
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La segunda era y sería siempre fundar bibliotecas públicas en cada barrio. La tercera, convertir la Biblioteca Nacional en un espacio exclusivo para investigadores. “Y la cuarta es que no me gusta eso de ´Cultura, Juventud y Deportes´. Nada de eso. Cultura y punto. No entiendo esa tontería de que el Ministerio de Cultura tenga que ayudar al futbol, que es un negocio multimillonario. Yo me pregunto, ¿cuánto dinero perdió el pueblo de Costa Rica manteniendo a una selección que no pasó ni de la primera fase? “Para escribir mis libros he tenido que quitarme el bocado de la boca para comprar papel y tinta. En cambio, a la Selección Nacional le dan todos los millones del pueblo. Vivo de una pensión que me dan como Premio Magón, y la base es de 50 mil colones. Por eso es que ahora me toca recibir a la gente en un parque o una biblioteca. La verdad es que a mí me da vergüenza. Porque, mientras eso me ocurre a mí, que ya casi llego a mi libro número cien publicado, hay diputados, ministros y asesores que se engordan los bolsillos con la plata del pueblo. “Si me ayudaran como sé que me lo merezco, después de 50 años dedicado a la cultura de este país, ya llevaría muchísimos libros más. Pero así no se puede”. Se levanta bruscamente. Busca algo entre libros y bultos. Está desesperado. Por fin lo encuentra. Lo mira contra la luz del bombillo de su cuarto. Luego me lo entrega. Es un cheque con un valor de 5 mil colones. “Me lo acaban de dar. Es ´mi premio´, mi pago por derechos de autor. Eso es lo que me paga una editorial del Estado. ¿Verdad que da vergüenza? Pues me quedó apenas para que vea usted que cuando hablo de miseria no estoy hablando paja”. Ojo, julio 2002
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Eduardo Oconitrillo
Labriego de la historia
“Aquí se descuida a muchos personajes históricos importantes” La historia de Costa Rica es un campo sembrado de olvidos. Muchos personajes históricos yacen en la pena del silencio, y sus obras trascendentes aparecen sin autor porque no nos hemos detenido a estudiar sus orígenes. Son muchos los nombres que lucen desteñidos o añejados por falta de estudios, libros, investigaciones. Las excepciones confirman la regla, y, ante la sequía, sus colores brillan con intensidad de sobrevivencia, como un girasol que supera a los plaguicidas en un terreno quemado, o el albatros que parece una mano blanca en el cielo, en medio de la tormenta. Una excepción es la obra del escritor Eduardo Oconitrillo, quien, sin ser historiador de profesión, lleva más de 25 años de trabajo incansable, rescatando con pinzas figuras históricas tan importantes como los hermanos Tinoco, Julio Acosta, Alfredo González Flores, Rogelio Fernández Güell y Ricardo Moreno Cañas. Oconitrillo es un labriego de la historia. Es un hurgador de periódicos viejos, un topo de ese mundo subterráneo que se queda en el día a día de las décadas y que nunca tiene un espacio en la historia oficial. Quien conoce la vastedad de su obra, jamás se imaginaría que estudió Economía después de salir del Liceo de Costa Rica, hace medio siglo. Fue víctima de las circunstancias, pues Ciencias Económicas era la única facultad en la que las clases iniciaban a las cuatro y media de la tarde, y él tenía que trabajar. Tampoco es imaginable que trabajó en un banco durante una década o en la Oficina de Planificación durante 7 años. 28
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Sus años de adulto joven transcurrieron en oficinas estatales. Obtuvo una maestría en Economía Agrícola en Wisconsin, Estados Unidos, y posteriormente fue auditor del Instituto de Tierras y Colonización (ITCO) durante 12 años. Fue durante su época en el ITCO que empezó a interesarse de manera más profusa por la historia. Se metió de cabeza a la Biblioteca Nacional a conocer todo sobre la obra y el pensamiento de Alfredo González Flores. De paso, se nutrió de todo cuanto existía acerca de los hermanos Tinoco y tomó la huella de otros personajes que luego se adentran en sus obsesiones de escritor, como el poeta Fernández Güell y el ex Presidente Acosta. Tenía poco más de 40 años cuando inició, y había tan poco, que se fue abriendo campo como si en lugar de piernas, llevara aspas gigantescas o una mecanizadora que le abre paso, dejando listas las eras en las que don Eduardo riega sus semillas, para regalarnos, más tarde, sus grandes cosechas.
González Flores -Esta aventura suya, llena de descubrimientos y rescates, inicia con la figura histórica de Alfredo González Flores. -Cuando yo era auditor del ITCO, apareció un libro de Eugenio Rodríguez Vega sobre don Ricardo Jiménez. Se llama “Los Días de don Ricardo”. Es una obra sintética y motivadora. Me llamó la atención lo que aparecía acerca de González Flores, y un día que pasé frente a la Biblioteca Nacional decidí meterme un rato a buscar los periódicos de la época para conocer mejor a ese hombre que fue Presidente sin que nunca nadie emitiera el derecho al sufragio para votar por él. “Dos años más tarde salió un concurso sobre su vida y obra, y mandé la mitad de lo que tenía, pues, de paso, empecé a recopilar información sobre los Tinoco. En el jurado estaba don Carlos Monge, quien entonces ya era ex Rector de la Universidad de Costa Rica, así como el historiador Carlos Meléndez, y el pionero del periodismo costarricense, Paquito Núñez. Me dieron una mención honorífica y el ofrecimiento de publicar el libro. En eso comenzó la Editorial de la UNED, lo mandé y me lo publicaron”. -Esto ocurre hace ya más de veinte años. La edición de la EUNED es de 1980. Es su gran inicio como escritor, a los 46 años de edad.
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-Es un año muy importante para mí. Aparece este libro sobre Alfredo González Flores. También aparece otro que me interesa mucho, llamado “Rogelio Fernández Güell, escritor, poeta y caballero andante”. Y en diciembre me publican el libro sobre los hermanos Tinoco. -Usted inicia una lucha por darle a González Flores el sitio histórico que se merece. -El gobierno de González, nacido de una maniobra electoral, pese a lo torcido de su origen, quiso ser un gobierno de orden, moderno y renovador. Inició proyectos de gran mérito, como la creación del Banco Nacional, al que le otorgó el monopolio de la emisión del dinero, la consolidación del crédito y la implantación de un nuevo sistema tributario, la tributación directa. -¿Le perjudicó demasiado la manera en que llegó a la Presidencia? -Su gobierno era muy débil. Quien dominaba la época era Máximo Fernández, quien fue candidato en cinco elecciones. Todos creyeron que Alfredo iba a ser un instrumento de quienes lo colocaron, pero no. Era un hombre provinciano, de buena fe, que poco sabía de los recursos de la política. Nunca le interesó quedar bien con nadie, sino con la patria. Bueno, eso es un estadista. -Cuando lo derrocan, se lo dicen, y replica que llamen a Pelico (Tinoco). Era su hombre de confianza. -Es que tengo la impresión de que quien propone a Alfredo González para Presidente fue Pelico. Cuando llegan donde don Ricardo con un pliego en el que 22 diputados se comprometen a votar por él, van el doctor Carlos Durán, Máximo Fernández y Federico Tinoco. Era natural que fuera su hombre de confianza. -Afirma usted en la novela “Un dictador en el exilio” que el régimen no fue tan feroz como lo han pintado. -Pelico Tinoco era un político más que un militar. El militar era su hermano Joaquín. Actuaron en función de la “cafetocracia”. Como empedernido jugador, amaba el riesgo y el azar. Todo aquello no fue para él sino una partida de naipes barajada con bayonetas. Pero una vez en el poder, y alejado todo peligro de reforma, convocó a una asamblea constituyente que aprobara la nueva Constitución, redactada por cinco ex Presidentes... -Una Constitución que no pasó de ser un noble proyecto.
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-Luis Demetrio “Mechito” Tinoco me decía que era el mejor proyecto de Constitución de nuestra historia. Pero es cierto. El país no vivió ni un día con esa constitución. -Usted habla en la novela de Joaquín Tinoco, quien, me parece, es una figura mítica... -Es el dandy, el apuesto. Fue un personaje histórico de una época romántica. No sólo era famoso por sus aventuras amorosas, sino por sus duelos, principalmente cuando mata a Manuel Argüello De Vars, quien era un abogado prominente. Tuvieron un pleito por un cliente de don Manuel, empezaron a discutir y terminaron en un duelo. Cuentan que la viuda juró que lo mataría, y un día se lo encontró cerca de La Soledad. Joaquín iba a caballo, y ella venía en carruaje. Sacó la pistola y le disparó todos los tiros. Joaquín, que era muy valiente, esperó que se le acabaran las balas, y luego se quitó el sombrero para rendirle tributo como dama. Eso lo retrata muy bien. -Usted lo describe a profundidad en la novela. -Poseía unos ojos negros de mirada intensa, que en su familia son hereditarios; un bigote pequeño y una diminuta mosca bajo el labio inferior. Contaba con un armonioso don de gentes. Vestía, además, con impresionantes uniformes, vistosos y sobrios, y el chacó, emplumado o no, le sentaba de maravilla. Con frecuencia calzaba botas federicas sobre pantalón blanco, como el Káiser. Montaba elegantemente, tiraba al blanco mejor que nadie y sabía saludar como Proust asegura que lo hacía únicamente el príncipe de Sagán.
Julio Acosta -De esta época arranca su investigación sobre el ex Presidente Julio Acosta. Hay una enorme relación entre los personajes. -Es que, fíjese que, por ejemplo, el 27 de febrero de 1918, se alzó en armas contra el gobierno de Ticono el aventurero Rogelio Fernández Güell. Lo acompañó un pequeño grupo. Después del combate de El Pozón vino la huida del grupo insurgente hacia Panamá. Un militar, Patrocinio Araya, con el encargo de darles alcance, más bien les dio caza y los asesinó impunemente. El maestro salvadoreño Marcelino García Flamenco denunció el crimen, y moriría un poco más de un año después, combatiendo en el campo de batalla a los Tinoco. Mientras tanto, en la frontera Norte, y con el apoyo del gobierno de NIcaragua, Alfredo Volio organizó la Camilo Rodríguez Chaverri
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llamada Revolución del Sapoá. Sin embargo, fallece antes de los hechos. Es entonces que entra Julio Acosta, se suma a la revolución y la acaudilla hasta el final... -Cuando todo empezó, don Julio Acosta ni siquiera estaba en el país. -Don Julio había sido ministro de González Flores, y cuando los Tinoco dan el golpe de Estado sale para El Salvador, pues su esposa, doña Elena, es de allá. Cuando muere Alfredo Volio está en ese país, administrando una finca de su suegro. -¿Por qué califica a Acosta como el hombre de la Providencia? -Porque me parece que fue providencial para nuestro país. Lo criticaron por su política del perdón y el olvido. No persiguió a los seguidores de los Tinoco. Unió a la familia costarricense. Llegó con mucho poder, pues era muy popular debido a que era el jefe victorioso de una Revolución, aunque haya llegado al final y no tuviera participación en el campo de batalla. -¿Cómo fue que surgió su liderazgo si parece que hasta estaba “desconectado” de la lucha? -Cuando muere Alfredo Volio de fiebre amarilla, los otros líderes de la Revolución, que recibía apoyo del Presidente Chamorro, de Nicaragua, no se ponen de acuerdo, y entonces lo llaman. Los otros líderes eran el Padre Volio, hermano de Alfredo, y Manuel Castro Quesada, que, al igual que don Julio, había sido ministro de González Flores. -Pero se han empeñado en criticar su administración por débil y timorata. -Cuando empecé a investigar sobre su obra, tenía esa idea, que me quedó de las lecturas que hice de don Mario Sancho, Pero no fue así. En el 21 los panameños invaden el país, ya venían por Golfito, y él manda las guarniciones. Luego no hubo guerra, porque intervino el gobierno de Estados Unidos, pero lo cierto es que a don Julio no le tembló el pulso. “Era tan honrado y honorable que quemó toda la correspondencia que recibió siendo Presidente, para que luego no tomaran represalias contra muchas personas por sus sugerencias y peticiones”. -Rogelio Fernández Güell es un personaje lleno de aventura. Y, de nuevo, es usted quien lo rescata... -Era la primera pluma de los republicanos. Fue un gran periodista y un hombre lleno de aventuras. Fue amigo cercano y secretario de Madero, en México. También fue muy amigo de Máximo Fernández. Era un gran polemista, un gran 32
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orador. Escribió un libro sobre la Revolución Mexicana que es de lo más hermoso que se ha escrito sobre esa época tan convulsiva. Algo que lo unió muchísimo a Madero es que ambos eran espiritistas y masones. Cuando llega al poder, lo nombra director de la Biblioteca Nacional de México, el único director extranjero en su historia. También fue cónsul de México, en Maryland, Estados Unidos, pero cuando le dicen que para renovarle el cargo debe dejar su nacionalidad, renuncia. “Imagínese cuán aventurero era, que tuvo tres hijos. Uno de ellos nació en México, otro en Estados Unidos, y el tercero en España.”
Un siglo de políticos -Muy poco tiempo después de su irrupción -porque le calza muy bien el término- en el mundo literario, con la aparición en un año de tres libros sobre personajes históricos preponderantes y poco explorados, publica usted su obra más voluminosa... -Me gusta mucho esta obra, “Un siglo de política costarricense”. Se trata de las crónicas de las campañas políticas de 1889 a 1982. Es un libro que me obligó a leer y estudiar los periódicos de esas épocas, así como a hablar con numerosos políticos. Me alegra mucho que se hicieran dos ediciones y que se agotara. -Sería muy útil actualizarlo. -Estoy trabajando en la revisión y actualización. Lo que pasa es que saldrá un libro diferente a este, un libro mejorado. Yo lo inicié con la elección de 1889, porque muchos consideran que ahí nació la democracia costarricense. Ahora estoy trabajando en esa investigación, pero con otro enfoque. Se llamará “Políticos y elecciones del Siglo XX”. Iniciaría con don Rafael Yglesias, en 1901, y terminaría con el actual Presidente. -Otro libro importante es el de Moreno Cañas, sobre su vida, su muerte y el mito. Me parece que es lo único consistente que se ha escrito sobre él como figura histórica. -Bueno, igual que con los Tinoco, Julio Acosta o Rogelio Fernández Güell. Aquí se descuida muchísimo a nuestros personajes históricos.
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-Hay gente que dice que si no hubieran asesinado a Moreno Cañas, habría llegado a ser Presidente primero que Calderón Guardia... -Nunca encontré que le ofrecieran la Presidencia. Fue una figura presidenciable entre el pueblo. Lo que sé es que el doctor Peña Chavarría le iba a ofrecer una candidatura precisamente el día que lo mataron. “Me parece que es una gran figura, y que hizo grandes cosas en medicina. Fíjese que, por ejemplo, hizo una operación a corazón abierto que fue una hazaña en esa época. Y lo que uno puede concluir de su labor como diputado es que estaba muy preocupado por lo social”. -En el libro “Memorias de un telegrafista...pero de la Casa Presidencial” deposita mucha historia secreta, es un libro de detalles... -Mi mamá me contaba historias de un viejito del Barrio Los Angeles, que era telegrafista. El primer capítulo contiene sus historias, pero después utilizo el libro para ubicar allí muchas crónicas y anécdotas de ese período histórico que va del 14 al 19, y termina con una de las versiones del asesinato del general Joaquín Tinoco.
Asesinato de Tinoco -En su libro más reciente, “Un dictador en el exilio”, que es una novela, usted dedica el último capítulo a contar otra versión del asesinato de Tinoco. -A Joaquín lo matan unos minutos antes de las 7 de la noche del 10 de agosto de 1919. El lunes 11 fue sepultado con gran pompa. Y un día después, desaparece Pelico (Federico) del escenario nacional. El general Juan Bautista Quirós, en su calidad de primer designado (ahora vice Presidente), ocupó la Presidencia de la República. Pero la política de Washington siguió inalterable. Por presiones de los representantes del Presidente Wilson en San José, Quirós convocó a una Junta de Notables que le recomendó renunciar y llamar al ejercicio del poder a don Francisco Aguilar Barquero, quien había sido segundo designado de la Administración González Flores. -Es para esos días que entra en escena un hombre a quien le atribuyen el asesinato de Tinoco. -En Puntarenas se rescató el cadáver de un ahogado. Era el de Agustín Villalobos, y su nombre, casi desconocido hasta ese momento, comenzó a sonar.
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-Dice usted en la novela, que se “urdió una leyenda” alrededor de su nombre... -Era inaceptable que tres meses después del asesinato de Tinoco no apareciera aún el asesino. De repente, el país se encuentra de buenas a primeras con un cadáver hecho a su medida. Sin más ni más, se convierte al desconocido en un héroe y un accidente en un suicidio por “remordimientos”. -En “Un dictador en el exilio”, por primera vez, usted cuenta la otra versión. -Contarla en el libro “Memorias de un telegrafista... pero de la Casa Presidencial” hubiera sido peligroso e imprudente. -Usted sostiene que a Joaquín Tinoco lo mata su amigo Julio Estrada, por celos. -Julio Estrada estaba con él. Era uno de sus amigos cercanos. Joaquín va a cenar con su hermano Pelico. Tenían que conversar asuntos importantes. El Presidente de Estados Unidos no acepta el régimen. Ni la Constitución de 1917, ni la farsa de las elecciones, ni la declaratoria de guerra a Alemania, ni el ofrecimiento de aguas y puertos al gobierno norteamericano para sus necesidades de guerra. Nada consiguió ablandar al obstinado presidente Wilson. “Esa noche tienen que hablar sobre el asunto. Pelico lo llama y lo apresura. El chofer de Joaquín, Morúa, no aparece. El general sale caminando.” -Y Julio Estrada se aprovecha de las circunstancias... -En la novela sostengo que mientras el general se adelantaba a pie, al encuentro de Morúa, Julio Estrada fue a apostarse contra la esquina de la avenida sétima. Fue él quien saludó al general. Sólo una persona como él, que había presenciado la repentina salida de Tinoco, pudo decidir, de pontro re, improvisar y consumar el hecho. -Dice usted en la novela que lo hizo por celos. -Y explico que lo hizo contra toda razón, porque su esposa era intachable. Los celos enfermizos de su esposo le hacían la vida imposible y ya había tenido que acogerse a la protección de su padre. Ocho días después, una mañana de domingo, cuando se disponía a ir a misa, Estrada vuelve con sus celos, quiere impedir que ella salga, ella insiste y cuando se dirige a la puerta recibe tres tiros. -Su obra se caracteriza por contar historias que siempre fueron soslayadas. Por ejemplo, en el 89 publica un libro sobre el Bellavistazo cuando nadie había tratado el asunto a fondo. También se caracteriza por novelar los hechos, lo
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que hace muy amenos sus libros. Y hasta ha escrito un par de novelas. -Qué dicha que puedo hablar de mi novela “Un tango llamado nostalgia”. Es un libro más o menos biográfico. Trata de una sastrería de San José de hace más de medio siglo. Se llamaba “El arte”. Y bueno, se llama así porque, a la par de mi historia, otra de mis grandes pasiones es el tango. Ojo, mayo 2002
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Contador de historias
“Generalmente un ministro llega y le cambia el nombre a las cosas que dejó el anterior. Es una manía que tenemos en el país. Todos los ministros de Educación queremos ser pequeños mauritos”. “Las universidades entraron en un excesivo electorerismo. Siempre se vive en elecciones, para elegir decanos, o vicerrectores, o miembros de consejos universitarios. Me preocupa. Si un decano o un director de escuela depende del voto de los profesores para que lo reelijan, tiene poca autoridad para llamarlos al orden”. “Lo más importante de la educación es el maestro como figura humana. Todos los instrumentos de la educación, todos los métodos no valen nada, si no hay detrás un maestro que crea en su misión. En cambio, un buen maestro puede a veces hacer maravillas aunque no tenga instrumentos ni programas adecuados”. Habla como escribe. O sea, que al hablar es musical y lírico. Y ha hecho que figuras fundamentales de la historia de Costa Rica, como Ricardo Jiménez, Omar Dengo, Rodrigo Facio, Joaquín García Monge, Monseñor Sanabria o Roberto Brenes Mesén, puedan ser mejor entendidas gracias a esa pluma exquisita, sobria y colorida. Si sus libros pudieran convertirse en otra cosa, serían pájaros de plumajes soberbios. Y si los escribió en máquina de escribir, de seguro las palabras salían brincando y chocaban contra las paredes o se escapaban por las puertas y ventanas. Eugenio Rodríguez Vega es un contador de historias. Por eso la historia se siente tan bien en sus manos. No es un académico, es un poeta que se equivocó de camino. No en vano, uno de sus tíos, Carlo Magno Araya, fue uno de los grandes poetas de una época de la literatura costarricense.
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Hay algo en él de duende, algo que se vino con él de los potreros de San Ramón y que no lo abandona nunca. Por eso es fresco, frutal, una persona lluviosa, con abanicos en los ojos, que deleita al conversar. Vive en una cooperativa de lotes montañosos en Santa Ana. Afuera hay itabos, caña india, árboles del trópico más seco y un concierto de cantos que bajan de las ramas y del cielo. El hombre que sabe lo que es una historia bien contada nos espera afuera, en la cochera. Parece ser la entrada natural de la cabaña. Tiene un brazo sobre la espalda de su esposa, doña Norma Oconitrillo, y la otra presiona sobre la cadera por lo que el brazo forma un triángulo muy cerrado.
Vivir en una aventura A su cabaña se entra por la segunda planta. Y para ir a la primera hay que bajar unas gradas. En lugar de baranda, una soga a doble hilera hace juego con el fondo café, de madera curada y barnizada. Hay que agacharse para pasar por los corredores que ha convertido en biblioteca y que desembocan en su oficina. Por ser tan bajita, la cabaña es más acogedora. En el pasillo entre tantos libros, hay una foto de Rodrigo Facio y una de Borges. En un marco alargado, han juntado las fotografías de tres de los más grandes para don Eugenio: Camus, Huxley y Unamuno. “Me afectaron mucho hacia los 20 años de edad, que fue la época en que más leí”, dice este escritor con su voz de niño grande y su rostro amistoso. También hay una caricatura de Hugo Díaz, de cuando don Eugenio se estaba trasladando de la Contraloría a la universidad, y al lado dos fotos de Chaplin quieren saltar hacia el frente. Una de ellas es de “Luces de la ciudad”. Una copia de “Las uvas y el viento” de Pablo Neruda está colocada como si pidiera a gritos ser leída. Sucumbimos ante la tentación. Y lo que parecía es. El libro está dedicado por Neruda. “Es que Raúl Hess, que está casado con una prima mía, estaba estudiando Economía en Chile y en un círculo de ajedrez conoció a Neruda. Más que un gran regalo, este libro es un tesoro para mí”. En esta biblioteca se nota el esfuerzo por contar con títulos imprescindibles. A primera vista, todos son libros muy valiosos, y un buen número son libros raros en el país. Una vez, la Embajada de Argentina hizo un concurso sobre 38
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Sarmiento, él lo ganó y con ese dinero mandó a traer de México La Comedia Humana, de Balzac. “Don José Joaquín Trejos, que fue profesor mío, los llevó a casa y ha sido una persona muy importante en mi vida, nos vendía libros a pagos a los estudiantes pobres como yo. Nos hacía un arreglo para que pagáramos diez colones por mes”, cuenta don Eugenio.
Niñez de potrero Don Eugenio nació en San Ramón en 1925. Creció allá hasta los 17 años. “Siempre digo que San Ramón tuvo sus cien años de soledad. Se fundó en 1840 y era el lugar de destierro. Terminó el aislamiento hasta 1940, cuando construyeron la carretera de Puntarenas. Hasta entonces era un lugar poco comunicado, que conservó ciertas tradiciones buenas y malas. Recuerdo que cuando estaba chiquillo, había un negocio llamado “El club de amigos”, que había sido fundado en 1900. Allá fue Brenes Mesén a dictar algunas conferencias, siendo un chiquillo, cuando acababa de llegar de Chile. El club era de la clase alta. Mi papá nunca fue socio del club, pero nosotros nos metíamos de alguna manera”. Su papá, Virgilio Rodríguez, fue empleado judicial durante muchos años. Eugenio creció entre potreros, cafetales, guayabales y pozas. “Quedé marcado para siempre. Todos los días me acuerdo de algo de San Ramón. Ahí nací, nacieron mis hermanos, mis padres, mis abuelos. Mis bisabuelos son fundadores del cantón. “Éramos cinco hermanos. Papá era un tipo muy especial. Lo mandaron a estudiar al Instituto de Alajuela. Muy pocos muchachos de San Ramón iban allá. No terminó, pero siempre tuvo una gran inclinación cultural. Tenía muchos libros. Yo empecé a leer en casa. Esa fue la gran influencia en mí. Algunos libros eran de mi abuelo, Rafael Rodríguez Salas, quien fue diputado de San Ramón durante veinte años seguidos, de 1898 a 1918. Sólo podía volver a San Ramón en las épocas de receso. “Cuando me preguntan si he sido diputado digo que no, que mi abuelo gastó la cuota para varias generaciones. Era un hombre muy inteligente, muy lector, aunque tampoco estudió. Estaba muy interesado en las cuestiones legales. En esa época hacían un examen de suficiencia a ciertas personas y le dieron el título de procurador judicial. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Entonces, después de ser diputado fue alcalde de Orotina, estuvo ahí por lo menos diez años. Él se fue para Orotina y casi todos los hijos lo siguieron , y algunos quedaron ahí”.
500 mil primos “Cuando yo estaba en la escuela, don Lalo Gámez llegaba de vacaciones, porque su esposa era de allá. Yo pasaba por el teatro de San Ramón, y escuchaba a don Lalo con el piano. Siempre supe que tenía inclinación por las manifestaciones artísticas. Cuando yo estaba chiquillo, había muchas veladas, gente que cantaba, que bailaba. “Antes mi pueblo era la tierra de los poetas. Es el pueblo de Lisímaco Chavarría, de Carlo Magno Araya, de Félix Ángel Salas. Nosotros crecimos leyendo sus poemas en la escuela. Otro, del que no nos hablaban en la escuela, es Rafael Estrada. “Eso sí, yo creía que era algo del pasado, pero hace unos años hubo un acto en la Asamblea Legislativa con poetas jóvenes de San Ramón, y ahí me encontré con muchos muchachos bastante buenos” “Tengo una familia muy grande, tengo 80 primos hermanos, hijos de tíos, tengo cientos de primos segundos y terceros por los dos lados, muchísimos. Soy primo hermano del doctor Valverde Vega. Beto cañas dice que va a organizar un concurso con un premio muy valioso al que demuestre que no es primo mío”, cuenta muerto de risa don Eugenio, quien después de la Escuela de San Ramón pasó al Liceo de Costa Rica. “Yo debía haber ido al Instituto de Alajuela, como todos en San Ramón. No obstante, mi hermano Hugo y yo nos vinimos para San José porque teníamos unas primas. Así que nos repartieron. Yo me quedé donde unas primas Bonilla Vega, y mi hermano donde otras primas, Rudín Rodríguez. “Si no hubiéramos tenido primas en San José no hubiéramos estudiado. Faltaban veinte años para que hubiera colegio en San Ramón. Del grupo que salió conmigo de la escuela, sólo dos fuimos al colegio, Roberto Losilla y yo”.
Contactos luminosos Cuando Brenes Mesén dicta un famoso discurso que encendió a la juventud josefina, y que fue rico abono para el
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Centro de Estudio de los Problemas Nacionales, el pequeño Eugenio estaba en primer año. “Había venido muy poco a San José. La carretera llegaba hasta Naranjo. En el verano arreglaban el camino entre Naranjo y San Ramón”. Entre sus compañeros de colegio están el ex diputado Alfonso Carro Zúñiga; el ramonense Roberto Losilla, que fue diputado, embajador en Venezuela y contralor; el hombre de teatro Lenín Garrido. “Nos reunimos todos los años. Todavía llegan como cuarenta. Entre nosotros tenemos hasta un sacerdote, Edwin Baltodano Guillén, quien nos da una misa muy rápida. Siempre dice que él sabía que se iba a hacer sacerdote, a pesar de todo lo que hicimos nosotros para que no lo fuera. “Me acuerdo de los nombres de todos los compañeros. A mí siempre me ocurre que se me van mucho las caras, pero los nombres y las voces sí se me quedan. Si alguien llega y no lo ubico, sólo necesito escucharlo y de inmediato le digo el nombre y el apodo”. Don Eugenio pasa en el Liceo de Costa Rica del 39 al 43. “Toda la época del liceo fue la época de la Segunda Guerra Mundial. Fueron años muy especiales, llenos de preocupaciones ideológicas. Los estudiantes del liceo éramos muy metidos a grandes y eran años muy politizados. Los profesores también contribuían algo. Mi profesor de Literatura era Isaac Felipe Azofeifa, y el de Historia, Carlos Monge. Además, Rafael Obregón era el Profesor de Cosmografía, y León Pacheco daba francés. Lo recuerdo muy bien, era pequeñito y gritaba mucho. “En el colegio teníamos muchas discusiones acerca de las políticas sociales, los fraudes electorales y la corrupción. Era mucho menor la corrupción que la que conocimos después, debido a que el país era más pobre y el Estado más pequeño. Veníamos del gobierno de Don León Cortés, que fue un viejo austero, autoritario, con una gran obra”
La política y la universidad En el 42 entró al Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, siendo alumno de cuarto año del liceo. “Me llevaron Carlos Monge e Isaac Felipe Azofeifa. Luego, casi de pantalón corto, fui fundador del Partido Social Demócrata, cuyos líderes eran Alberto Martén y Rodrigo Facio. Antes, Alberto Martén había sido el líder de Acción Demócrata Camilo Rodríguez Chaverri
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y Rodrigo Facio el líder del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. “Luego me matriculé en Ciencias Económicas, que era una escuela que acababa de abrirse, y estuve ahí año y medio. Fui alumno de José Joaquín Trejos, que daba Matemáticas Financieras. Don José Joaquín fue una persona que me ayudó mucho y hasta fue padrino de mi boda”. En economía, don Eugenio fue alumno de don Eduardo Iglesias Rodríguez, hijo de don Rafael Iglesias. También es alumno de don Jaime Solera Bennett, quien era Profesor de Legislación Mercantil, y de Rafael Alberto Zúñiga, quien fue gerente durante muchos años del Banco de Costa Rica. Luego fue secretario de la Escuela de Ciencias Económicas durante cinco años pero siendo alumno de otra escuela. Es que enfermó y eso lo hizo meditar. Así que se pasó para Derecho, con lo que también complacía a su papá y a su abuelo, quienes soñaron ser abogados y nunca pudieron estudiar Derecho. En esa época, de nuevo recibe la influencia, por cercanía y brillo, de dos grandes figuras de la historia, Alberto Martén y Rodrigo Facio. “Don Alberto era profesor de Economía en la Escuela de Derecho y me puso de director de un semanario político cuando yo apenas tenía 18 años”. De 1946 a 1951 comparte en Derecho con quienes se convierten en sus grandes amigos, Enrique Obregón, José Luis Molina y Alfredo Quesada. En el 48 ya era estudiante de tercer año, y junto a José Luis Molina, dirigía la campaña de radio de la oposición nacional.
Vocero de la oposición “Cuando anularon las elecciones, la policía empezó a capturar a quienes estaban en la oposición. A los que no encerraron, hubo que esconderlos, y quedamos los dos carajillos al frente de Radio Alma Tica, que era la voz de la oposición nacional. José Luis tiene muy buena voz y yo le escribía la cosas que él leía. “Don Pepe ya estaba preparando la rebelión. Los dirigentes de las ciudades no estaban, y nosotros dos dábamos instrucciones, haciendo creer que éramos voceros de las grandes figuras de la oposición, pero la verdad es que
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decíamos lo que nos daba la gana porque no podíamos tener comunicación con alguno de ellos. “Nos tocó abrirle la puerta a don Otilio Ulate para un discurso y en un par de ocasiones también a Monseñor Sanabria. Estuvimos en esas hasta el 12 de marzo, que fue cuando nos cerraron la estación. “Entonces, me metí en un grupo de los que queríamos irnos al sur, pero ya no podían recibir más gente, así que nos mandaron a Río Cuarto, porque supuestamente ahí se iba a abrir el segundo frente “Nos fuimos a pie desde Grecia, pasando por Tacares hasta Río Cuarto. Duramos dos días. No se podía ir por el camino sino por cercos. Llegamos a colonia Toro Amarillo. Éramos cien personas. Cada uno venía con un humilde máuser. “Teníamos que resguardar el aeropuerto de Río Cuarto, pasaron quince días y los nicas llegaron hasta Villa Quesada. Era gente de la Guardia Nacional de Somoza, y se metieron lo que quisieron, pero no fue trascendental. “El 11 o el 12 de abril nos dijeron que había terminado todo. Y otra vez a pie hasta Heredia.”.
En los 50 y los 60 En el 51, don Eugenio es fundador del Partido Liberación Nacional, y en el 52 entra a trabajar al Departamento Legal del Banco de Costa Rica, donde labora durante casi diez años. En el 53 publica su primer libro, “Apuntes para una sociología costarricense”. Lo imprime la Editorial de la Universidad de Costa Rica gracias al apoyo de Rodrigo Facio. Era su tesis de Derecho. Guido Fernández escribió varios artículos sobre este libro. Hasta hace poco, Don Eugenio no tenía ni una copia, y Rodrigo Alberto Carazo, que era su compañero en el Consejo Universitario de la UNED, le regaló el de él. Cuando publicó ese libro ya era Secretario de Ciencias Económicas. En la mañana estudiaba Derecho y en la tarde trabajaba en Economía. Estando en el Banco de Costa Rica, Eugenio Fonseca Tortós piensa en su candidatura para Secretario General de la UCR. En ese entonces, el Secretario General tenía carácter de vicerrector así como funciones administrativas muy importantes.
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“Ahí estuve tres años. Estaba de Secretario General y era profesor de Sociología en Estudios Generales. Desde antes habían llegado Constantino Láscaris, el francés Veillard Baron y el sociólogo italiano Gustavo Santoro. Desde mucho antes estaba aquí Don Teodoro Olarte, y también el señor Saumells, un catalán”. Las clases magistrales en Estudios Generales se transmitían por Radio Universidad y generaron toda una revolución, aunque subterránea, en la cultura política del país. “Me nombraron Secretario General en el 61 y me quedé ahí hasta el 64. A la mitad del gobierno de Orlich, sorpresivamente me nombran Contralor. Yo no tenía ni la menor intención de serlo. Era Secretario General de la Universidad de Costa Rica y ahí estaba muy bien. Un día estaba almorzando y en eso me dicen que tenía una llamada urgente. Era el hermano de don Chico, Cornelio Orlich, y me dijo que su hermano Francisco quería que se discutiera mi nombre para contralor. Le contesté que me diera un tiempo y me dijo que no, que había que discutirlo en el plenario de la tarde. Yo estaba feliz en la universidad. Era la segunda autoridad de la universidad”.
“Los días de don Ricardo” El que seguramente es su libro más querido y reconocido, “Los días de don Ricardo”, un bellísimo paseo por poco menos que la primera mitad del siglo XX de la mano de la figura política más importante y colorida de esos 40 años, fue escrito cuando era Contralor General de la República, en algún momento lleno de miles de momentos, entre el 64 y el 70. Me imagino que el libro sirvió de exorcismo, y que en medio del andamiaje de la burocracia y los permisos y controles, aquel don Ricardo genial y pícaro, despierto y muy culto, lo divertía y lo limpiaba del embote público. Pasó en la Contraloría siete años. “De todos los lugares donde he trabajado, la Contraloría ha sido el lugar donde he podido hacer un trabajo más satisfactorio, más completo. El contralor tiene mucha autoridad, no puede echarle uno la culpa a nadie, lo que hace bueno o malo es responsabilidad de uno. Creo que me tocó consolidar la Contraloría General de la República”. Y vienen las inesperadas confesiones. “Después de estar allí en los años de (don Chico) Orlich, don José Joaquín (Trejos) 44
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y el primero del tercer gobierno de don Pepe, todavía me pregunto por qué renuncié... “Un día, estando en la Contraloría, me visitaron tres profesoras, María Eugenia Dengo, Vivian Rivera de Solís e Hilda Chen Apuy. Venían en nombre de un grupo de profesores, y me querían pedir que aceptara la candidatura a rector. A mí siempre me llamaba por dentro la educación, y dije que sí. Al final, me eligieron. “Estuve cuatro años de rector. Realmente el período de rector era de tres años, me reeligieron una vez y estuve un año más, pero renuncié. Me tocó presidir el Tercer Congreso Universitario, que transformó la organización de la UCR, para bien y para mal. A partir de entonces entró la universidad y en general entraron todas las universidades en un excesivo electorerismo. “Siempre se vive en elecciones, para elegir decanos, o vicerrectores, o miembros de consejos universitarios. Eso es lo que más me preocupa. Si un decano o un director de escuela depende del voto de los profesores para que lo reelijan, pues tiene poca autoridad para llamarlos al orden. “Y soy en parte responsable, porque presidí ese congreso, en el que se dio la apertura. La gente quería participar, es un deseo muy legítimo, pero eso debe tener un límite”. Don Eugenio renuncia en el 74, y se dedica a escribir hasta el 82. “Aun siendo contralor o rector, de 7 a 8 de la mañana leía de cosas que no tenían que ver con el cargo. Leía historia, poesía, filosofía... Me entonaba el espíritu. Cuando llegaban los empleados estaba muy bien dispuesto para hacerle frente al día”. “El libro ‘Los días de don Ricardo´, se lo debo a mi secretaria de la Contraloría General de la República, que me decía que había que reunir todo eso que yo estaba escribiendo”. En el 71 aparece “Los Días de don Ricardo”, que va mucho más allá de un análisis de lo que consiguió el Presidente Jiménez Oreamuno en sus tres períodos como Presidente, del 10 al 14, del 24 al 28 y del 32 al 36. “Este libro le gustó mucho a don Pepe Marín Cañas. Él escribió varios artículos en la Página 15. “Cuando don Ricardo sale de la Presidencia, yo tengo 11 años. Lo conocía por los reportajes de La Tribuna y del Diario de Costa Rica. Nunca hablé con él. Una que otra vez lo vi de largo. Cuando murió, yo tenía veinte años. Pero me encanta lo que significó él en la primera mitad del siglo pasado. Después, siempre tuve la tentación de Camilo Rodríguez Chaverri
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completarlo, porque años después de publicado el libro, me enteré de más cosas. Sin embargo, los otros libros no me han dejado tiempo”.
Muchos libros valiosos Sus libros sobre historia o, más bien, sobre historias dentro de la historia no se quedan en lo anecdótico. Hacen como un encuadre. Toman lo que en mercado llaman nicho. Se ocupan del árbol dentro del bosque, pero nunca pierden la perspectiva del bosque. Tienen una enorme vocación de rescate. Eso queda claro con lo que hizo después de “Los días de Don Ricardo”. “Después recogí su pensamiento. Me costó mucho. Pasé muchos meses en la Biblioteca Nacional. Ese segundo libro, ´Don Ricardo, su pensamiento político´, es valioso porque demuestra que él conocía muy bien el alma del país”. En 1980, don Eugenio publica “Biografía de Costa Rica”, un libro que ya lleva ocho ediciones, lo cual es muchísimo si tomamos en cuenta que no es un libro de texto. Don Eugenio lo define como un esbozo de la vida de Costa Rica desde el descubrimiento hasta los días actuales. Yo le agregaría un par de adjetivos al sustantivo esbozo, porque el libro es sobrio y poético. También en el 80 aparece “De Calderón a Figueres”, una crónica de la vida de Costa Rica en esa época. La crónica termina con los hechos que ocurren justo antes de iniciarse nuestra Guerra Civil. En el 82 publica “Siete Ensayos Políticos”, cuando ya era Ministro de Educación. Daniel Oduber era Presidente del Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL). Ahí escribe sobre Tomás Guardia y el Estado liberal. “Tomás Guardia era un enigmático militar que paradójicamente sentó las bases civilistas del país. También escribe sobre Alfredo González Flores. “Me inspira ese hombre que creó el impuesto sobre la renta, el territorial y el de plusvalía. Cuando cayó la obra, todo eso se vino al suelo”.
Cargado con grandes figuras En ese libro, aparece Jorge Volio, cura y general, a quien don Eugenio le tiene un cariño especial, palpable desde “Los días de Don Ricardo”. “Jorge Volio es una figura extraordinaria. 46
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Fue un precursor de muchas cosas, precursor de eso que se llama ´Teología de la Liberación´ y del concepto en nuestro país de los intelectuales comprometidos. En un año levantó un partido y le disputó la Presidencia a don Ricardo y don Alberto Echandi”. Asimismo, don Eugenio nos acerca a Roberto Breses Mesén y a su pensamiento político. “No sólo es interesante el gran poeta. Escribo de él desde sus ideas anarquistas. Es un abanderado de la justicia social. Regresó al país impactado por la obra del Presidente Roosevelt (Brenes Mesén fue Ministro de Educación del régimen de los Tinoco y vivió en Estados Unidos más de 20 años). Él fue el gran impulsor del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, sin embargo, no quiso desentrañar un papel protagónico dentro del grupo”. Entre los siete ensayos políticos, don Eugenio habla de las ideas políticas de los nacionalistas, de la liga cívica que se fundó en el 28, y desentraña a figuras que luego regresan en otro de sus libros, como García Monge, José María Zeledón u Omar Dengo. “En este caso los analizo dentro de una gran campaña en contra de las bananeras, en su visión con respecto a las grandes plantaciones trasnacionales y en contra las compañías eléctricas”. Ve esa liga cívica con su repercusión por, para y hacia los empresarios nacionales que estaban afectados. “Monseñor Sanabria es otra de las figuras de estos ensayos. Al principio, lo recibí con muchas reservas siendo yo muy jovencito. Luego, tuve claro que, sin su apoyo, la legislación social hubiera sido muy difícil. Y, además, me interesa muchísimo como gran historiador”. Ahí no podía faltar Rodrigo Facio, su maestro, el gran ideólogo de la Social-Democracia en Costa Rica. “Escribo sobre la influencia de las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre, y me interesa Facio como historiador. En ese sentido, él publicó tres libros que son muy importantes, ´Trayectoria y crisis de la Federación Centroameriana´, en 1942; ´Estudio sobre la economía costarricense´, que es un libro pionero, y después ´La Banca Central en Costa Rica´”.
Andariego, buscador de historias Hay algo de alternativo en su trabajo. Otros andan las autopistas de la historia y saben de atajos. Él prefiere las trochas y los caminos rústicos. Mientras otros pasan por los puentes, él prefiere meterse en los ríos. Camilo Rodríguez Chaverri
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De esa manera, aunque tiene muy claro que Don Ricardo es la máxima figura de la primera mitad del siglo XX y Don Pepe, la máxima figura de la segunda mitad, no se embarra en sus análisis ni se queda en el elogio fácil. “Nunca he tenido que ver ni he sido íntimo de las figuras que me han llamado la atención o con las que he trabajado. No fui íntimo de Don Pepe, ni de Don Chico, ni de Don Luis Alberto. Somos de la misma edad y del mismo rumbo. Pero no creo que eso tuviera influencia en el hecho de que me haya nombrado su ministro de Educación. “Me pongo a ver mi vida, y es una vida pública, en la que la inmensa mayoría del tiempo he sido funcionario. 4 años de rector, 4 años de ministro, 7 años de Contralor, 10 años de abogado del banco, en total 25 años. En los blancos leía y escribía. Si tuviera que definirme, he sido un funcionario público que siempre lee y a veces escribe. La verdad es que es más interesante haber vivido así”, dice como viendo desde el patio de atrás de su alma, donde crecen las flores como en los alrededores de esta casa de cuento que diseñó Felo García y en la que nos abrigan treinta metros de libros a doble fajo.
Rescates imprescindibles En el 90, publica “Por el camino”, un libro de memorias. “Lo escribí anticipadamente, pensando en Pío Baroja, que decía que uno comete el error de escribir las memorias cuando ya no tiene memoria”. Y en el 93 aparece “Voces del 43”, que publicó el movimiento cooperativo. Es una crónica de lo que pasó en el 43, un año muy especial, el año de las Garantías Sociales, el año del Código de Trabajo, en el que coinciden el auge del movimiento cooperativo, con el cura Santiago Núñez, hermano del padre Benjamín Núñez; la creación de la Escuela de Ciencias Económicas, y la publicación del famoso “Ideario Costarricense”. Es el año en que se crea la Cooperativa Victoria, de Grecia. “En la formación de la Cooperativa Victoria tuvo una gran importancia el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. Incluso su constitución legal se hace en el protocolo de Rodrigo Facio”, recuerda don Eugenio. Y en el 2001 publica “Cinco educadores en la historia”, un libro sobre Julián Volio, Mauro Fernández, Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge y Omar Dengo. “Son cinco
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hombres que no era que tenían unas cuantas ideas sueltas. Es que siempre tuvieron los pies sobre la tierra”. De nuevo hablamos de educación, y es obligado detenernos en su paso por el ministerio. “Cuando me nombraron Ministro de Educación, me pronosticaron que no iba a durar ni un mes, porque había renunciado de la Contraloría y luego de la Rectoría. Llegué dispuesto a quedarme los cuatro años. “Siempre digo que Guillermo Vargas escogió estar bien con La Nación y mal con los gremios, mientras que Ástrid Fischel ha preferido estar bien con los gremios y mal con La Nación. En cambio a mí me tocó estar mal con los dos. “Fue una época muy difícil, una época de aguda crisis fiscal, que se juntó a los problemas en Centroamérica. Incluso, me tocó hacerle frente a dos huelgas del Magisterio. A pesar de eso, mantuve una buena relación con los gremios, a pesar de la oposición frecuente que hacen ellos por razones tácticas”.
En medio de la tormenta. “Entre los aportes como ministro, uno fundamental fue la publicación de los libros de texto por primera vez en Costa Rica. Publicamos más de una docena de libros elaborados por profesores costarricenses, en Español, Ciencias, Estudios Sociales, Matemáticas. Fue una labor que costó mucho. “Desgraciadamente no se continuó. Generalmente un ministro llega y le cambia el nombre a las cosas que dejó el anterior. Es una manía que tenemos en el país. Todos los ministros de Educación queremos ser pequeños mauritos. “Establecí mayores vínculos con instituciones educativas fuera de San José. sobre todo con los colegios técnicos. Siempre he tenido claro que lo más importante de la educación es el maestro como figura humana. Todos los instrumentos de la educación, todos los métodos no valen nada, si no hay detrás un maestro que crea en su misión. “En cambio, un buen maestro puede a veces hacer maravillas aunque no tenga instrumentos ni programas adecuados. Claro, lo ideal es que haya las dos cosas pero no siempre se consigue. “Conocí maestros en lugares apartados que realizaban una obra maravillosa ellos solos, sin ayuda del ministerio. “Ahora hay un problema muy serio y es que es imposible juntar tantos factores que son muy diversos. Uno es la burocracia del ministerio, otro los gremios y otro los medios de información. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Casi siempre se malogran proyectos educativos por razones políticas, no necesariamente de política electoral, a veces por puntos de vista o criterios ideológicos o personales. Con los gremios es muy difícil entenderse. Se pierde mucho tiempo. A veces gastaba horas y horas en conversaciones con los dirigentes del magisterio, sabiendo que no íbamos a tener ningún resultado, pero era necesario hacerlo. No se puede estar en pugna permanente con los educadores. “Alguna vez me criticaron porque me estaba acercando a la ANDE, y les contesté que se pueden hacer muchas cosas con los educadores, algunas cosas sin los educadores pero ninguna cosa contra los educadores”.
Cerca de la Presidencia En el 90, Carlos Manuel Castillo lo invita a que lo acompañe en su papeleta presidencial. “Carlos Manuel era tres años menor que yo. Me invitó junto a Muni (Figueres). Me dijo, ´¿qué te parece, viejito? Al fin y al cabo a los presidentes se les olvida que se pueden morir, y si yo me muero, me gustaría dejar ahí una persona de confianza´. “Cuando estudiaba en Estados Unidos, me escribía cartas largas. Antes, nos conocimos en el Partido Socialdemócrata. Él había estado en Acción Demócrata y en la Escuela de Derecho, porque estudió Derecho hasta tercer año, pero luego le dieron una beca para estudiar Economía en Estados Unidos. “Castillo era de una familia muy humilde, de San Pedro de Montes de Oca, frente a donde estuvo el Banco Anglo. El papá era empleado del Almacén Koberg y en la casa tenía un tallercito de reparación de refrigeradoras”. Me hace recordar su niñez en San Ramón. Hay algo de niño en sus ojos, en su semblante, en sus palabras. La niñez es el espacio preferido del espíritu. Y todo en él hace pensar en un viaje, en un recorrido, en alguien que se va pensando en los demás, que descubre en la otredad la luz que también habita en él. Eso queda claro al saber que, como la mayoría de sus personajes, Eugenio Rodríguez ya ha hecho su propio espacio, su rincón, su cueva, su nido. Y que al contar la de los demás, va haciendo un trillo en la que él y los otros contamos sobre la vida laboriosa y dulce de este gran contador de historias.
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Cinco grandes educadores Que el libro “Cinco educadores en la historia” haya pasado inadvertido en algunos ámbitos es insultante, pero, sobre todo, es un grave síntoma. De nuevo, don Eugenio Rodríguez cuenta con sencillez y lirismo cómo cinco grandes intelectuales influyen en nuestra historia a través de la educación y la promoción cultural. Esta obra es tan rica como “Los días de don Ricardo”, “De Calderón a Figueres” o “Biografía de Costa Rica”. He aquí una síntesis de lo que opina don Eugenio sobre cada uno de estos pilares de la democracia costarricense. Julián Volio “Era un prominente abogado y político. Fue ministro principal de don Jesús Jiménez y del doctor Castro Madriz. Fue desterrado a San Ramón durante varios años y en varias oportunidades. Le echan la culpa del tufo cultural que hay en San Ramón “En los tiempos de Tomás Guardia, era el lugar de destierro. Los desterrados se iban con sus parientes. Con él se fueron músicos, intelectuales, familias amigas. Hay un distrito de San Ramón que se llama Volio, en honor a él. Ahí tuvo una finca “Cleto González Víquez dice de don Julián Volio que tenía soberbias cualidades de estadista, abogado, empresario y hombre de acción”. Mauro Fernández:“Es el gran reformador de la educación de Costa Rica. Fue un hombre múltiple. También era un gran hacendista, un ministro de Hacienda muy famoso. Siendo yo ministro de Educación, envidié muchísimo su condición, porque tuvo la dicha de ser ministro de Educación y de Hacienda, era el super ministro de don Bernardo Soto, en los 1880, y consiguió muchísimo a pesar de que en ese entonces Costa Rica era un país extraordinariamente pobre”. Roberto Brenes Mesén “Gran prosista y gran poeta. También fue un gran anarquista de la época, junto a Carmen Lyra, José María Zeledón, Omar Dengo. En el libro cuento algo acerca de su aporte a la educación. Durante veinte años fue educador en Estados Unidos. Era profesor de literatura hispanoamericana y de español. Fue fundador de la poesía moderna en Costa Rica, como decía don Alberto Baeza, otra figura muy interesante, un chileno que vivió mucho en Cuba y en Costa Rica. Baeza me acercó a un Brenes Mesén distinto al que yo conocí. Y todo gracias a que nos juntamos cuando él era bibliotecario en CEDAL. Brenes Mesén también tuvo Camilo Rodríguez Chaverri
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mucha importancia como impulsor de la juventud en los 40 y con los programas de educación rural y urbana”. Joaquín García Monge: “Maestro de escuela y profesor del Liceo de Costa Rica, se negó a dar clases en la UCR porque no estaba de acuerdo con algunos lineamientos y numerosas normativas. Fue un educador muy importante y reunió condiciones incomparables como promotor cultural, sobre todo como editor. Hay que revisar las colecciones que publicó él solo. No hablemos únicamente del Repertorio, sino de las colecciones literarias que publicó, sin plata y sin imprenta. Aparte, recordemos que el gran Repertorio Americano es una obra de 40 años. Y todo lo que hizo, lo hizo con una pensión de miseria”. Omar Dengo: “Era un orador notable y un hombre extraordinario. Murió de 40 años, Me parece increíble que con sólo 40 años de edad, haya dejado una huella tan importante. Algo curioso es que uno ve las fotos y parece un señor de más edad. A veces también parece un artista de cine. Tiene que haber sido una persona extraordinaria para haber dejado una huella tan profunda en gente que lo conoció de cerca como Víctor Raúl Haya de la Torre, que vivió aquí unos meses en 1928, en el año en que murió don Omar. “Una vez, estando yo de Contralor, andaba en Roma, y en un restaurante lo veo comiendo en una mesa solo. Yo no lo podía creer. Era Haya de la Torre. Me acerqué y empezó a hablarme de don Omar. Me echó de memoria las últimas palabras de Dengo. Siendo un tipo tan brillante y no siendo costarricense, tiene que haber sido impresionante nuestro Omar Dengo para haberlo asombrado tanto. “Además, Cristián Rodríguez decía que Dengo era la persona que conoció (y él conoció gente en todo el mundo) con más facilidad para las lenguas extranjeras. Don Omar Dengo no salió de Costa Rica, y hablaba inglés y francés, y leía alemán perfectamente”. Ojo, enero 2003
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Arnoldo Mora Rodríguez
El mundo en sus ojos
“Los partidos políticos están en una profunda crisis. Desde los años 80 son fábricas de candidatos. No hay pensamiento, no hay debate interno, no saben donde están parados ni saben qué necesita Costa Rica. Lo único que les interesa es un puestillo. De síndico para arriba todo es cacería”. “La mayor esperanza es la consolidación de las universidades públicas en materia de investigación. Es nuestra gran fortaleza en la región. Sólo Costa Rica hace investigación básica desde Yucatán hasta el norte de Colombia”. En las gradas nos recibe un óleo enorme de Jorge Gallardo con una cruz de Alajuelita. Al frente del óleo, una pintura de una artista estadounidense nos recuerda el carácter cosmopolita de la casa que nos está esperando. Hay trece velas entre la pequeña sala y el comedor. Es una mesa de cenízaro, que pesa como si fuera de piedra. Cada silla es de una sola pieza. La entrevista transcurrirá bajo el abrigo de 18 pinturas. Al fondo de la sala, hay una escultura de Mario Parra, que mandó a hacer cuando nació su primogénito. Es una maternidad. En la mesa del centro de la pieza, otra obra de Parra, pero en arcilla, una familia campesina. El detalle es asombroso. En la cintura del hombre, por detrás, un machete se anuncia como una marca de prestigio. Al entrevistar a Arnoldo Mora Rodríguez, filósofo y ex ministro de Cultura, parece como si nos estuvieran cuidando los ojos de las obras de Rafa Fernández, César Valverde, Manuel de la Cruz González, Fabio Herrera, Fausto Pacheco, Oswaldo Guayasamín, Jorge Gallardo, Paco Amighetti y Manuel Zumbado. Detrás de la mesa de comedor, en una pared amplia hay varias obras de Chepito Ureña, ese mito de colores de San Rafael de Desamparados. También hay obras de Cristina Camilo Rodríguez Chaverri
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Fournier y una pintura de Solentiname, que les regaló el mismo Ernesto Cardenal. En esa mezcla tan heterogénea se sintetiza de alguna manera la visión de Mora, abierta y profunda, con vocación de totalidad, pero con cuidado por los detalles y las diferencias. Cuenta que a Chepito Ureña le compró la única marina que había pintado, y que lo llevaba a ver casas de adobe para que las pintara antes de que las demolieran. Igualmente, del taller de Jorge Gallardo rescató un ensayo de obra, una prueba, que resulta ser un ángel que está al lado de la puerta de la sala. Nativo de Palmares, Arnoldo Mora ha cultivado su espíritu con lo mejor del mundo. Se nota en todos los recintos de su casa. En la sala de televisión hay 23 máscaras de Costa Rica, Cuba, Chile, Corea, Rusia, Perú y México. Unas máscaras lloran, las otras reclaman o se quejan, pocas sonríen y más de una sobrecoge. Entre la habitación de su hija y un pasillo hay unas 50 muñecas de todos los continentes, así como una veintena de piezas precolombinas, cuatro de ellas originales, entre las que se cuenta una que les regaló doña Marjorie de Oduber. En medio de todo esto, dos canarios y dos periquitos parecen dos trozos de pinturas que salieron volando. Las paredes parecen mapas gracias a numerosas telas y artesanías de Chile, El Salvador, Guatemala y México, y en medio de un rosario de madera, un pequeño rosario budista se enrolla sobre sí mismo. En la entrada de una de las bibliotecas de la casa, dos caricaturas de don Arnoldo obra de don Hugo Díaz. Empieza a hablar acerca de don Hugo, y entonces ya no hay quién lo detenga. “Hugo Díaz fue un hombre que no conoció el mal. Los teólogos franciscanos de la Edad Media tenían una teoría muy interesante. Sostenían que hubo seres humanos antes de Adán. Los llamaban prelapsarios o preadamitas, y creían que quienes provienen de ellos, no conocen el mal. Yo siempre he dicho que Hugo Díaz fue un prelapsario”. Le duele quedarse sin amigos. Muchos se han ido. “Yo era como hermano de Isaac Felipe Azofeifa, de Rodolfo Solano Orfila, de Joaquín Gutiérrez. Recuerdo muchas veladas juntos, con Óscar Castillo, y otros más. Hacíamos unas tertulias muy lindas. Nos hacen tanta falta. Íbamos al cine, a la Sala Garbo, y luego pasábamos al bar Shakespeare”. En la mesa de cenízaro de su comedor, amparados a la sombra de los árboles que pintó Chepito Ureña, abrimos 54
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el cofre del profesor del Doctorado Latinoamericano de la Universidad Nacional.
en
Pensamiento
Viviremos en Marte -¿Cómo ve el mundo de hoy? -Estamos viviendo la más grande revolución científico técnica de la historia de la humanidad. Como consecuencia, estamos ante la creación de una especie humana nueva. La mayor revolución que va a venir la inició un monje llamado Mendel. Es la ingeniería genética y la biología molecular “Van a criar una especie humana resistente a volar 10 ó 20 años en el espacio. Profesiones como la medicina se van a convertir en oficios. Cada vez veremos con mayor claridad que la única ciencia que existe es la física. La biología y la química son ramas de la física. La física es la parte de la filosofía que estudia la materia. -Todo esto en medio de la globalización. -No, lo que están demostrando es que la globalización no existe. George Bush se encargó de demostrarlo a pesar de que habla tanto acerca de la globalización. Al ponerle impuestos al acero y darle $ 180 mil millones a los campesinos, se acabó la libertad de comercio, y sin proteccionismos, de la que tanto hablaba. “Dicen que el Estado no debe intervenir, atacan a Keynnes cada vez que pueden, pero apenas ocurre la tragedia del 11 de setiembre en Nueva York, corren a inyectarle recursos a las compañías aéreas porque, de lo contrario, colapsan. Hegel decía que el Estado es dios en la historia. Y eso es lo que han demostrado. “Otro elemento notorio es que se acabaron las grandes revoluciones ideológicas, que habían iniciado con las grandes revoluciones liberales a partir de Holanda en el siglo XVII”. -Impera lo económico y lo comercial sobre lo ideológico. -Se trata de grandes bloques de mercado. Pasamos de la estructura de un estado nacional a un estado multinacional. La totalidad de la riqueza del mundo está en poder de 400 trasnacionales, de las cuales, el 70 por ciento son de origen norteamericano, contando el suelo, el subsuelo y la estratosfera. Hasta la Luna y Marte se están privatizando. -Usted habla de bloques de mercado y de trasnacionales. ¿Qué papel desempeñan los países como tales?
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-Hay un bloque de mercado muy consolidado que es la Unión Europea, y uno en consolidación que es América. Cuando Estados Unidos habla de ALCA, no es que quiera o no quiera, es que esta obligado. Por primera vez en la historia, Estados Unidos realmente necesita de América Latina. “Fíjese que más del 70 por ciento del comercio mundial está en aguas del Pacífico y del Atlántico. De ahí que Panamá es la vía interoceánica más importante del mundo. Estados Unidos puede perder todo, menos el canal. El canal no es negociable. Por eso es que la Guerra Fría no ha terminado en el Caribe. Sigue siendo importante Guantánamo. El que controla el Caribe controla América. Es como el Mediterráneo en Europa. Colón no vino a América, vino al Caribe. No pasó de la desembocadura del Orinoco”. Incluso le da una interpretación teológica. Tiene todo el conocimiento de la Oceonografía, y cuando no le cabe en sus explicaciones, recurre a la idea del paraíso primitivo. Cada vez que no le alcanza la ciencia, se saca de la manga la teología. -¿Y qué pasa con los otros bloques del planeta? -Ya en esta década, Europa alcanzará el sueño napoleónico. Y el Bloque Oriental, liderado por la madre patria, que se llama China, será la otra gran potencia del Mundo. Asia no existe, es China con unos países alrededor. Igual que América del Sur no existe; es Brasil y el resto de los países alrededor. Ni Mesoamérica existe, sino México y un conjunto de países vecinos.
No estamos listos -¿Somos concientes de todo esto en Costa Rica? -Eso es lo que más me angustia. El tren pasa a 150 kilómetrs por hora, y nosotros vamos en bicicleta o en triciclo. Para Costa Rica eso muy importante saber qué vamos a hacer en América Latina, incluso saber si vamos a seguir existiendo como nación. La tarea más importante y más patriótica es la defensa y consolidación del estado social de Derecho. Incluso, podemos convertirnos en un modelo para América Latina. -En medio de los grandes bloques, ¿qué debe hacer América Latina? -Ya lo trazó Bolívar: la única manera de negociar con Estados Unidos es unirnos. Figúrese a Europa produciendo desde Portugal hasta Rusia. Piense incluso en que la mayor reserva natural del mundo está en Siberia, y es absolutamente
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virgen. Con esos climas, para poder explotarla habría que juntar los esfuerzos de Europa, América y Japón. “El mundo que nos ha tocado vivir es muy distinto. Desde que las dos orillas del Rin se hermanaron, desde que Alemania y Francia se juntaron comercialmente, se acabó el panorama político anterior. El centro económico es Alemania, y el político y cultural es Francia “Nada de esto se puede analizar sin ver en el otro extremo la pobreza y el retraso en África, la India, Indochina, Bangladesh, América Latina. En la India hay 130 idiomas, y todavía se ve gente que vive como hace mil millones. “Acaban de hacer la Unión Africana, como la Unión Europea, pero África va a seguir siendo un enclave europeo. Desde el tiempo de los romanos, África suministra la mano de obra europea”. -En África se reinventa la esclavitud. -La esclavitud la inventaron los mismos africanos. Occidente se aprovechó de eso, especialmente Portugal, esclavista por excelencia. Cuando Colón llega a América, el 8 por ciento de la población de Sevilla es negra. Y vienen a América como servicio doméstico. Portugal fue esclavista desde el siglo XV. Hay que recordar a personajes históricos como Juan El Navegante y Enrique El Navegante. Tomemos en cuenta que descubrieron las costas africanas “No son hombres de tierra, son marinos. Cogían esclavos y los vendían. “Ya se daba la esclavitud al interior mismo de las tribus. Y se repite la historia en Nigeria y en Sudán. Todo esto es fomentado por el hambre. América latina no debe permitir que Estados Unidos le haga algo así. -De ahí que usted piense en el sueño de Bolívar. -El que está llevando la punta es el gobierno de Cardoso. Brasil ha sido el único imperio de América Latina. Lo fue hasta 1888, con Pedro I y Pedro II. -Nixon escribió un libro poco antes de morir en el que asegura que la gran competencia en poder de Estados Unidos será China. -China está llamado a ser la otra gran potencia, en los próximos 20 años, a más tardar. Y lo que más teme Occidente es un eje Tokio-Pekín-Nueva Delhi. Ese eje abarcaría el 40 por ciento de la población del mundo. Ya China e India son potencias nucleares, y Japón lo puede ser en cualquier momento, pues tiene a los científicos que lo pueden conseguir. Incluso Brasil también puede serlo, cuando lo quiera. Camilo Rodríguez Chaverri
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“La guerra sigue siendo el gran negocio del mundo, la gran industria. Los cinco miembros del Consejo de Seguridad con derecho a veto son los cinco principales productores de armas, Francia, Inglaterra, China, Estados Unidos y Rusia. Estados Unidos produce el 37 por ciento de las armas que utiliza el mundo”.
Dios en la guerra -Usted me dijo que ya no hay guerras ideológicas, pero sí hay guerras religiosas. -Hay siete grandes guerras de religión. Desde la guerra en la ex Yugoslavia, todas las guerras tienen un componente tribal. Son más entre tribus que entre países. No son guerras ideológicas. Son étnicas. El componente lingüístico y étnico es el punto de discordia. Ocurre en Irlanda, Pakistán y la India, Timor Oriental, Indonesia, el sur de Sudán y Nigeria, y el Archipiélago Filipino. En América Latina el gran ejemplo de guerra étnica es Chiapas. -Un ejemplo que sintetiza es el de Jerusalén. -Jerusalén es la ciudad santa de todas las religiones monoteístas, que son particularmente agresivas. Ahí están los casos de la Guerra Santa en el Islam y las Cruzadas en el cristianismo. -Muchos intelectuales dicen que las guerras de este siglo serán por el agua. -Hablemos del ambiente. El problema es que la sociedad de consumo es necrófila. Por ejemplo, Estados Unidos tiene el 6 por ciento de la población mundial pero gasta el 20 por ciento de los recursos. “El ser humano tiene una enorme capacidad de destrucción. El sapiens se comió físicamente al nederland y al cromagnón “La violencia ha servido para el desarrollo de la producción y, al mismo tiempo, para la guerra. Un machete sirve para trabajar y también para cortarle la cabeza a quien me cae mal “Estamos destruyendo más especies que nunca. Ninguna especie ha destruido más especieas vivientes que el sapiens. Aquí todo el mundo celebró a Franklin Chang, pero pocos se han detenido a reflexionar en sus palabras. Dijo que la Tierra va a ser inhabitable, por lo que hay que hacer habitable Marte. La Tierra será como el Sahara. Si no cambiamos, a la humanidad le espera algo espeluznante. 58
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“El cambio iría de la mano de la ciencia y la técnica, pero la ciencia y la tecnología destruyen si no hay valores. Los valores deben estar por encima. La energía atómica es tan energía atómica para suministrar bienestar como para producir armas nucleares. “Hacia 1936, se vio un proceso armamentista pavoroso. Los más grandes científicos elaboraron una carta para alertar a la humanidad. El más pesimista fue Freud y el más optimista fue Einstein. “Einstein le manda una carta a Freud y le dice que su actitud le asusta, le escandaliza. Einstein le pregunta a Freud que por qué es tan pesimista. En otras palabras, lo sermonea. Freud le contesta con un telegrama de sólo dos frases. Le dice, ´Doctor Einstein, usted estudia la materia, yo llevo la vida entera escudriñando el corazón del hombre´”. -Volvamos a Costa Rica. -Costa Rica tiene 20 años de vivir de la renta. No hemos vuelto a producir transformaciones signific ativas. No lo hemos hecho mal, pero no lo hemos hecho bien. No somos democracia sino mesocracia, ni ´muy muy´ ni ´tan tan´. “En este final y comienzos de siglo, repetimos la fórmula de los antepasados: esperar que aclaren los nublados del día.
Investigación universitaria -Pero si no lo hacemos tan mal, ¿cuáles son nuestras tablas de salvación? -La mayor esperanza es la consolidación de las universidades públicas en materia de investigación. Es nuestra gran fortaleza en la región. Sólo Costa Rica hace investigación básica desde Yucatán hasta el norte de Colombia. “El mundo del siglo XXI se dividirá entre los países que hacen investigación básica y los que no la hacen. Los que la hacen serán países con mayúscula, mientras que las otras naciones suministrarán la mano de obra esclava “Vivimos la revolución científico técnica más grande de la historia de la humanidad. Empecemos por el ejemplo de internet, la más grande biblioteca jamás soñada a la orilla de la cama. Ni Borges, en su cuento, lo imaginó. “Por internet yo me meto a los grandes debates filosófic os de las universidades europeas, en temas como ética y bioética. Esto sobre todo en Europa, porque, según la UNESCO, de cinco libros significativos publicados al mes, en pensamiento puro, tres están en alemán, uno en francés y otro en inglés”. Camilo Rodríguez Chaverri
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-¿En qué debe cambiar la educación costarricense? -El grave problema de la educación costarricense es la secundaria. Es la adolescencia. Después de 1948 se han generalizado los liceos. Cada cantón tiene por lo menos un liceo, pero la infraestructura mínima es totalmente carencial. No se puede crear un buen liceo sin una buena biblioteca “La UCR tiene medio millón de libros. Para una universidad como esa, debería tener tres millones. Le voy a contar una anécdota de una verdadera universidad. Yo di un curso sobre la historia de la universidad. Yo digo que una universidad es una biblioteca en torno a la cual hay maestros y alumnos. “La primera universidad fue la de Alejandría. Le voy a dar otro ejemplo. Durante las dos guerras mundiales los alemanes invadieron Bélgica. Las dos veces Lovaina, mi alma mater, fue incendiada “Nombraron una comisión para reabrir la universidad, reorganizaron la biblioteca, recorrieron Europa entera recogiendo documentos, y cuando tuvieron un millón de ejemplares abrieron la universidad, no antes. Eso es una universidad que se respeta, y es lo que nos falta a nosotros”. -¿Es memorista nuestra educación? ¿No fomenta el pensamiento? -Debemos contar con la mayor cantidad posible de profesores, para que la educación sea más personalizada. Y lo que más urge es una mayor comprensión del mundo de la adolescencia. El estudiante debe tener interés e inquietud, pero aquí no se los despiertan ni en el hogar, ni en el colegio. Se ven completamente desamparados. “Hay muchos docentes sin vocación, que están por el salario, aunque muchos otros sí son abnegados”. -¿Cómo ve a los partidos políticos de nuestro país? -Los veo en una profunda crisis. Desde los años 80, son meras maquinarias electorales, fábricas de candidatos. No hay pensamiento, no hay debate interno, no saben donde están parados ni saben qué necesita Costa Rica “Lo único que les interesa es un puestillo. De síndico para arriba todo es cacería. “Costa Rica necesita pensarse ella misma. No podemos tomar una decisión si no sabemos adonde vamos “No hay estadistas. El estadista es el que ve más allá de las narices. El hombre inteligente no necesariamente sabe muchas cosas. Lo que sí sabe es distinguir lo esencial de lo accidental”.
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Crisis de la Iglesia Católica -Usted fue sacerdote. ¿Cómo explica todo lo que ha estado ocurriendo con la Iglesia Católica, sobre todo lo que tiene que ver con actos irregulares de curas? -Los escándalos de aquí no son lo que me parece más grave. El desafío de la Iglesia Católica es lo que Nietzsche llamó la muerte de Dios. Estamos presenciando el más grande proceso de secularización que jamás haya visto la humanidad... -A pesar de las grandes guerras santas. -La religiosidad es innata en el ser huimano. Uno tiende a adorar algo. Según Weber, en Occidente eso es la ciencia, y eso distingue a Occidente desde los griegos. Somos hijos y herederos directos de Grecia, y en política somos hijos de Roma. “En Costa Rica hay una laicización. Es lo que estamos viviendo con el fin de la cultura campesina. En los países escandinavos como Suecia, el 49 por ciento de la población se reconoce agnóstica o atea. Antes de 100 años, sucederá algo similar en Costa Rica. El futuro de la Iglesia Católica está en no ser una institución autoritaria. -De lo contrario, ¿se abre un abismo? -Lo vemos en el caso específico de la ética privada. La mayoría de los bautizados practica métodos de control de la natalidad; la mayoría de los matrimonios no son religiosos, son uniones libres; por año hay más divorcios que matrimonios religiosos. “Estamos viviendo un período de transición. Está cambiando el concepto de estructura familiar, como se nota claramente en Estados Unidos. Tienen un solo hijo; los adolescentes, los teenager están fuera de la casa, se van apenas terminan el colegio; prefieren tener perros y gatos que hijos”. -Pero la familia en América Latina es diferente. -En América Latina la familia es tribal. En Estados Unidos es él, ella, un hijo, y, si falla la píldora, otro hijo. El hijo manda al viejo a un asilo de ancianos. Le avisan por teléfono cuando muere. “En lo microsocial, es muy difícil predecir. En lo que yo llamaría una sociología cuántica, es muy difícil determinar hacia adónde vamos “El gran desafío de la Iglesia Católica en Costa Rica es que todavía globalmente concibe su pastoral en una sociedad agraria a punto de desaparecer. Todavía no ha creado un Camilo Rodríguez Chaverri
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mensaje, una presencia en una cultura urbana. San José empieza en San isidro de El Guarco y termina en Tacares de Grecia, por el momento. En los próximos 20 años llegará hasta San Ramón. En medio de todo eso, no sabemos dónde meter la basura y usted gasta una hora en una presa. La Iglesia Católica no se ha preparado para esa sociedad”.
Ese hombre geniecillo... Arnoldo Mora estudió en la Escuela Central de Palmares y en el Seminario Menor. Cuando tenía 8 años, se inauguró una biblioteca pública en la comunidad, e hicieron un concurso. En las vacaciones de 15 días de su segundo grado le dieron el premio como asistente más asiduo a la biblioteca. Recuerda que le regalaron el libro “Gogo, el pingüino”. “Nunca leí un libro de cuentos de hadas. Comencé a leer las colecciones de ciencias. De 8 años leía sobre protozoarios y pronto me enamoré de las biografías de las grandes figuras, como Lincoln y Juana de Arco”, cuenta don Arnoldo. Estaba comenzando la Segunda Guerra Mundial, su papá administraba un comisariato, y la gente se reunía para preguntarle al niño genio las capitales y los nombres de los presidentes involucrados. Para quinto grado ya leía los libros de Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Verne y Salgari. En el colegio, fue asistente del laboratorio de Física y Química, y pasaba metido en un observatorio astronómica aficionado.
Libros y más libros Todos los estantes de la sala, el comedor y los pasillos están llenos de libros. Además, cuenta con tres bibliotecas. En la sala hay unos cien libros de historia de arte, con colecciones de los museos de casi todo Europa. Además, ama la música clásica, tiene unos 500 discos compactos, y podría apostar con cualquiera que se sabe quién es el intérprete y el año en cada caso Se hizo cura y se fue para Europa en 1960. Permaneció en Bélgica durante un lustro. En Lovaina estudió en el Instituto Superior de Filosofía, y obtuvo su licenciatura y doctorado en Filosofía.
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Regresó y se integró al Seminario Mayor. Pasó allí de 1965 a 1969, y se peleó con Monseñor Rodríguez. Entonces, entró a trabajar a tiempo completo a la Universidad de Costa Rica. Fue miembro de la Comisión Organizadora de la Universidad Nacional, nombrado por don Pepe Figueres, junto al Padre Núñez, Roberto Murillo, Francisco Antonio Pacheco, Roberto Villalobos y Enrique Góngora. Director de la Escuela de Filosofía y Decano de la Facultad de Letras, ha publicado diez libros individuales y otros tantos colectivos. Entre sus obras, destacan “Historia del pensamiento costarricense”, “Perspectivas filosófic as del hombre”, “Las fuentes del Cristianismo Social en Costa Rica”, “La identidad nacional en la filosofía costarricense”, “La identidad de nuestra América” y “El ideario de don Joaquín García Monge”.
Prominente Fue ministro de Cultura con José María Figueres, y, miembro de la Academia de la Lengua junto a Carmen Naranjo, Samuel Rovinsky, Daniel Gallegos, Julieta Pinto, Alberto Cañas, Eugenio Rodríguez Vega, Adolfo Constenla, Virginia Sandoval, Rafael Herra, Jézer González, Laureano Albán, Emilia Macaya y Fernando Durán Ayanegui. Su esposa es Xinia Rey Sánchez. Tienen 26 años de casados y tres hijos, Juan Manuel, Carlos Arnoldo y Adriana Sus lecturas preferidas son los ensayos de Sábato, Unamuno, Ortega y Gasset, Octavio Paz, Vasconcelos, Reyes, Alejo Carpentier y Carlos Fuentes. Vive en una casa muy particular, diseñada por su gran amigo Roberto Villalobos. “No quería tener rejas en mi casa. Que fuera bella y que me permitiera ver el paisaje. Yo sin montañas no puedo vivir. Le conté todo esto a Roberto, pero él más bien comenzó a preguntarme mi vida privada más íntima. Me dijo, ´Es que esta va a ser tu casa, vos sabés qué, no quiero hacer una casa, quiero hacer tu casa´” Tiene tres condecoraciones importantes de gobiernos europeos. La orden “Leopoldo Segundo”, en el grado de Gran Oficial, la máxima condecoración a un extranjero en Bélgica; la Orden al Mérito Docente y Cultural “Gabriela Mistral” en el grado de Comendador, en Chile, junto a Joaquín Gutiérrez e Isaac Felipe Azofeifa, y la condecoración como Oficial de la
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Orden de las Artes y de las Letras del Ministerio de Cultura de Francia. Vive entre unos 10 mil libros. Permanentemente está leyendo tres o cuatro libros. Eso es lo que lee por semana. Pero, encerrado, cuando su familia se va de vacaciones, lee hasta dos libros por día. Ojo, agosto 2002
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conversaciones con la historia, TOMO TRES
Miguel Salguero
El escritor que nos rescata
Vive en la boca de los atardeceres. En un lugar donde parece que desembocan los colores del cielo. Si las nubes rosadas y celestes del firmamento se convirtieran en olas, golpearían en el patio de su casa. Allí donde hizo su rancho, vivieron alguna vez los Príncipes de Prusia. Pero lo suyo no es un castillo, ni un palacio. Es como la casa que levantaban con hojas de palma los primeros colonos de San Carlos, San Isidro de El General o Cariari. Con su mano de hombre de campo y su visión de lo campesino, no ha dejado en el paisaje ni siquiera vestigios del paso por ese lugar de los sobrinos del Káiser Guillermo II, el emperador alemán que llevó a su pueblo a la Primera Guerra Mundial. Al llegar, nos recibe una música folclórica que se va cambiando de camiseta. Primero es del Perú, luego de Colombia, de Ecuador, de Bolivia. Había ido hasta el carro por nosotros. Cuando llega a la puerta, toma un palo entre las manos, con el que abre el picaporte, que él inventó. -Este es el control remoto de la puerta de mi casa, dice mientras hace alarde del palo maltrecho. En la planta de abajo, abierta, con sólo una malla como protección, hay un cerco de postes de teca. Más que postes, son varillas. Hacen las veces de paredes. Y encima de ellas, aparece el atardecer en llamas, a través de la malla. Sobre un poste grande, en uno de los vértices de la casa, una pintura de Olegario Mena sonríe. -Esa pintura la hizo Roy, uno de mis hijos, dice Miguel Salguero, con una media sonrisa, que es la típica mueca de agrado de los padres orgullosos de la obra de sus vástagos. Camilo Rodríguez Chaverri
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Salguero tiene muchos hijos. 13 hijos propiamente dichos, y 26 libros que ha parido en medio de sus andanzas, sus aventuras y sus odiseas en la patria tica. Frente a la foto, sobre el cerco de varillas de teca, hay doce chonetes. Son todos los sombreros que ha usado en sus programas de televisión y en sus películas. Parecen doce campesinos de rodillas, que hacen una reverencia al paso de una dama.
Tres grandes de la cultura Y justo al lado del retrato, como si estuvieran descansando, hay cuatro o cinco fotografías. Cualquiera juraría que respiran. En una de ellas aparece don Miguel junto a Carmencita Granados y a Abel Pacheco. Si hubiera que hacerle un pie de foto, habría que agregar un rótulo, al sur del marco, y debería decir “Tres mosqueteros cuya arma es la palabra y cuyo escudo es el pueblo”. La pieza entera no tiene divisiones. Es un salón enorme, con una mesa al centro. En las paredes del cerco que no tienen fotos o sombreros, hay una refri, un mueble de cocina y unas escaleras. En el último vértice, casi a lo lejos, un cuadro le recuerda a don Miguel ´Los secretos de Isolina´, uno de los antojos de su espíritu que ha llevado al cine. Y en el corazón del lado que me queda al frente, hay dos obras de Chepito Ureña, insigne y poco valorado pintor de San Rafael Abajo de Desamparados. En medio de la montaña que resguarda su rancho, llegan algunos gritos, o lo que queda de ellos a la distancia. “Es que aquí hay una gallera”, explica Salguero. “Eso de poner a los gallos a pelear no me gusta. Ya están a punto de morir, y hasta los soplan con tal de que siga esa fiesta horrorosa. Es una barbaridad”. Miguel Salguero anda vestido de lo que es durante los fines de semana, un ´amo de casa´. Pantaloneta que deja al descubierto las piernas macizas de este hombre de 69 años bien escondidos; camiseta blanca, abierta al pecho, y brazos que han sido agradecidos con el sol de los ochenta lugares donde ha vivido su dueño. Anda descalzo, y sus pies recuerdan las leyendas de los campesinos de antaño, que conocían los zapatos y los calzoncillos el día de su Primera Comunión, y que, de ahí en adelante, apenas ´calzaban´ para ir a misa los domingos. 66
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Cuentan que era usual verlos venir de la iglesia con los zapatos al hombro y que, al final de sus vidas, tenían tal ´callo´ que podían moler el culo de una botella con la planta de los pies. Nos ofrece unas galletas de natilla, y cuando saca un plato, viene en el centro, como si fuera un platillo, una lagartija color café, de las que hacen bulla. Sin sorprenderse mucho, la quita con cuidado, algo que de seguro hace muy seguido.
Que lo dejen hablar Con él es muy difícil preguntar. La tertulia siempre se va por donde le plazca. Nos invita a la segunda planta, y aclara que no es segundo piso. Arriba, aquello es como andar en barco. El rancho es obediente y se mueve al son de sus pasajeros. De nuevo, es una sola pieza. Pero don Miguel puso unos postes de más, en forma cuadrangular, acostó sobre ellos una manta, y así nacieron los dos aposentos. Entra y sale de su habitación, y nos invita a entrar. No hay puerta. Basta con correr una esquina del manteado para sumergirse en su más íntimo reducto. Sobre la cama hay revistas, recortes y fotos de muchachas en traje de baño. Ni se inmuta. Con la fama de galán que tiene, sabe que en aquel descubrimiento no hay novedad. Al salir de aquello, que parece un pequeño campamento dentro de un rancho, una tienda de campaña que anidó en una casa, nos ofrece asiento. Al frente, ya la noche se comió las naranjas, los limones, las guayabas y las mieles del atardecer. Ahora el cielo tiene una cara negra y plana, con muchos ojos. En el horizonte, una hilera de luces parece el maquillaje sobre las cejas de la noche. Es Puntarenas. La lengua de tierra tiene fuego por las noches. La luz permite un espectáculo de insolente hermosura. De pronto, un trozo de luz se desprende, y empieza a flotar en la noche. “Es un crucero que va saliendo de Puntarenas”, explica don Miguel. Se queda embebido en el espectáculo de algo que parece una fiesta de luciérnagas, se zambulle en el horizonte, y entonces se le sale el duende, el poeta que le vive por dentro. “Parece un portal flotante”, dice don Miguel, y un hondo suspiro le pone exclamación a su verbo. Camilo Rodríguez Chaverri
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Como cuando chiquillo Ya, bañado en su interior, respira su historia, entre bocanadas de palabras. El rancho en el que vive pretende parecerse al rancho en que nació, en Güaitil de Acosta. La única diferencia es que en aquel donde vivió sus primeros años el piso es la tierra barrida, mientras que este tiene un piso rudimentario y pobre, pero piso al fin y al cabo. “Yo quería que esta casa tuviera el piso de tierra, pero aquí el suelo es muy arcilloso, y cuando se moja se hace una melcocha. No es como el de Acosta, que usted lo moja y lo barre, y entonces de verdad que no hace falta piso.”. Este hombre sonriente y dicharachero llegó hasta cuarto grado de la escuela, pero tiene a su haber casi tres decenas de libros. Rapidito se echó a la calle. A los 10 aprendió la vocación del andariego entre Emilio Salgari, los Dumas, José María Pereda y Víctor Hugo; a los 12 leía El Quijote y Martín Fierro, y a los 14 agarró un fusil, que era más grande que él, y se echó al monte, detrás de don Pepe. Miguel Zúñiga Díaz, que en ese entonces todavía no se había encaramado el “Salguero”, fue el soldado más joven de la Revolución del 48. A la vuelta, siguió de precoz y de fogoso. A los 17 se ´juntó´ por primera vez. Una bailarina le robó el corazón. De aquí para acá ha echado en sus alforjas cinco matrimonios, y una que otra travesura. Precisamente de un divorcio venía cuando cayó por estos rincones de Barranca. “Cada vez que me divorcio me voy sin nada. Todo lo dejo. Así me pasó cuando me vine para este lado de Puntarenas. Pero rapidito me puse a levantar esta casa con uno de mis hijos. 15 días después ya estaba metido en este rancho.”, cuenta. “Y eso que duramos dos semanas porque no quise meter maquinaria pesada, no quise que me metieran aquí un ´back up´ y que le diera mucha vuelta al suelo”.
En Hojancha como en Barranca Igual le ocurrió cuando anduvo por Hojancha. Hasta allá fui a visitarlo hace un par de años. Vivía en una casita de madera, y en la sala y el comedor no tenía más adornos que cientos de sus libros, ordenados por tamaño y hasta por color. 68
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“Cuando me fui para Hojancha, apenas llevaba lo que me cabía en el carro. Alquilé una casa por teléfono, sin conocerla. Me cobraron 20 mil pesos. Cuando llegué allá, pedí que me mandaran una mesa de comedor por encomienda. “En el carro apenas me alcanzaba para cargar una colchoneta, una almohada, unas cajas de libros y una máquina de escribir”, recuerda. Todo eso se explica desde su infancia. No sólo devoraba libros, sino que tuvo un tata que, a pesar de las limitaciones, contaba historias de Quevedo, Del Campo y José Hernández. En él y en su vida transcurre todo como si fuera una tertulia, sin orden, sin prisa, pero con renglones y trillos. Uno de sus clásicos, el programa de televisión ´El fogón de Doña Chinda´, nació de esa manera. “Yo les explicaba a los actores lo que quería. El único guión que tenía, lo andaba por dentro, en la cabeza. Yo explicaba lo que quería, y después cada uno hacía lo que mejor le pareciera. Siempre le he tenido mucha fe al talento y a la improvisación”. Empezó escribiendo como ´Camilo Ureña´ y firmaba desde Dota. En ese pueblo más de uno se inventaba la autoría de sus notas, como también ocurría con ´Camilo Galagarza Cabalceta´, seudónimo con el que firmaba Vargas Gené desde Curubandé de Liberia. En su primer libro, ´Conozcamos Ticolandia´, una colección de sus estampas, el entonces director de La Nación, don Ricardo Castro Beeche (qdDg), en el prólogo, dibuja el primer paisaje de nuestro don Miguel. “Hará algo más de tres años empezó a llegar a nuestras oficinas del periódico un joven sencillo, moreno, de mirada viva, de andar firme, y de un aspecto simpático, nos venía a dejar, casi con timidez, sus artículos costumbristas, que son verdaderos cuadros de la vida nacional. Al leerlos, no se nos escapó su valía. Bien escritos, reveladores, de un gran conocimiento de la vida y las costumbres de nuestros campesinos, denotaban a la vez la extrovertida imaginación de su autor”. Al lado de la incorregible ´Mencha´, la cámara fotográfica que rodó por el país junto a él, y que hizo leyenda, don Miguel ha hecho patria dibujándola, retratándola, como si Dios le mandara a inventarla en la voz y la desbordada imaginación de los campesinos y las mujeres de los pueblos de este país que él conoce mejor que todos y más que cualquiera.
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Miguel Salguero ya es leyenda Miguel Zúñiga Díaz, conocido como Miguel Salguero, nació en un rancho de palma, en Güaitil de Acosta. Corría el año 1933. Sus padres, Venerando Zúñiga Jiménez y Hermelinda Díaz Ureña, habían emigrado un año antes de Desamparados , adonde regresaron cuando Miguel tenía dos meses de edad, en una sola jornada a pie, desde Güaitil hasta San Miguel. El niño fue creciendo entre cafetales, milpas y fincas de lechería, en Salitrillos, Las Mesas, Saurez y El Cedral, en el cantón de Aserrí. También vivió en el centro de Desamparados y luego tuvo su residencia durante varios años en la Hacienda El Salitral, que fue propiedad, entre otros, del Fundador de la República, Doctor José María Castro Madríz. El abuelo de Miguel, Juan Pedro Díaz, fue mandador durante 40 años en El Salitral, su papá y sus tíos trabajaron como peones allí, durante muchos años. Desde La Calera, una casona en lo alto de Salitral, Miguel fue a la Escuela República de Panamá, en San Antonio, hasta cuarto grado; fue la única educación formal que habría de recibir, en vista de que la familia decidió trasladarse en 1945 a la región de El General. En Pérez Zeledón vivió en ranchos pajizos y prácticamente bajo el alero de la selva, en La Guaria, la Fila de San Juan, la Cebollana y las Nubes de San Ramón. En 1948 estalla la Revolución y se incorpora a las filas de Figueres. Tiene apenas 14 años. Cuando triunfa, el joven soldado fue condecorado en Desamparados , su fotografía y testimonio fueron publicados en el Diario de Costa Rica y La Nación.
Mandadero y agricultor Luego trabajó como mandadero en el Registro Civil, y en Correos y Telégrafos de la Y Griega, fue guarda raso en una colonia agrícola-militar en la Cinchona de Sarapiquí, de donde pasó nuevamente a San José y más tarde a San Isidro del General . En esta nueva etapa se dedicó un tiempo a la agricultura en San Rafael Norte de Pérez Zeledón; luego viajó a San José, consiguió una beca para estudiar en el Colegio Salesiano de Cartago, pero no se adaptó.
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Un mes después de su ingreso, se unió a un sacerdote salesiano para instalar un cine, con una vieja máquina del religioso, en la Arrocera Lara, situada a 100 metros del mercado de Alajuela. Luego tuvo cines de 16mm en Río Segundo y Carrizal de Alajuela, así como en San Miguel de Desamparados y en La Cruz de Guanacaste. En 1950 conoció en Heredia a don Eduardo Dengo, don Yayo, con quien se asoció para hacer siembras de papas, frijoles, maíz y otros cultivos, en San Rafael Norte de Pérez Zeledón. De nuevo en San José entra a trabajar en el Resguardo Fiscal y se traslada, como guarda raso, con permiso del Patronato Nacional de la Infancia, a La Cruz de Guanacaste. Fue en esta región donde, años más tarde, tuvo la idea de recorrer el país para darlo a conocer por medio de la prensa.
Escritor de cuentos y leyendas De regreso a San José, entró a trabajar como mandadero y “muchacho de oficina”, en el almacén de la Junta de Protección Social de San José. Fue en esa época cuando aprendió a escribir a máquina. Durante las noche escribía cuentos y novelas. Su primer cuento fue publicado en ´Hablemos´, una revista editada en Nueva York, y que distribuían los periódicos en América Latina; La Nación lo hacía en Costa Rica. En 1955, cuando el país fue invadido desde Nicaragua por exiliados políticos , marchó hasta el Pelón de la Altura, Liberia. Terminada la acción, fue enviado como Jefe de Destacamento del Resguardo Fiscal en aquel puesto fronterizo. De regreso en San José fue nombrado jefe del departamento de Licencias de la Dirección General de Tránsito. En 1957 renunció para dedicarse a pequeñas industrias , como una heladería y una fábrica de cosméticos “casera”. También tuvo una pulpería en Barrio Cuba y una lavandería de ropa. Luego trabajó como agente viajero de un almacén de Puntarenas, y en 1959 pasa a realizar esas labores en el Almacén Zúñiga y Co., que distribuía los productos Westinghouse; tiempo después comenzó a distribuir aparatos de televisión, ya que ese invento fue introducido en esa época al país. Tuvo mucho éxito y ganó el premio al mejor vendedor del año.
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En esa época comenzó a enviar colaboraciones en forma más asidua a los periódicos La Prensa Libre, La República y La Nación.
Entre libros y potreros Desde pequeño soñó con ser escritor. Cuando iba a dejar unas botellas de leche a la ciudad de San José, para el consumo del patrón de El Salitral, que vivía en Barrio Otoya, aprovechaba para visitar las librerías y comprar libros. Así leyó a los clásicos españoles y algunos franceses. Cuando la familia se trasladó a las montañas de El General , se suscribió al Diario de Costa Rica, que recogía cada ocho días, cuando bajaba a San Isidro a vender hortalizas y granos. Las diversas lecturas, unidas a los cuentos y leyendas que le contaba su padre y a las mil anécdotas que, con un formidable humor, le narraba su madre, despertaron en el muchacho la imaginación y los deseos de escribir En 1961, el periódico La Nación le publica sus primeras “estampas típicas”. Otón Acosta escribió en un artículo que aquellas ´estampas típicas´ eran “verdaderos cuadros de costumbres”. A raíz de los elogios de don Manuel Formoso en su columna de La Nación, Miguel propone a don Ricardo Castro Beeche la creación de un suplemento. Nace “Conozcamos Ticolandia”, más de 300 estampas típicas, y también nace “Vida en Tiquicia”, un suplemento que habría de significarle, dos años más tarde, el segundo Premio Nacional de Periodismo Joaquín García Monge. Comenzó así una larga carrera periodística que se extendió al radio, cine, prensa escrita y la televisión. También fue diputado con el Partido Unión Generaleña (PUGEN) y candidato a la Presidencia de la República “sin un cinco en la bolsa”. “En la Tienda El Globo me fiaron la tela para 125 banderas. Después de las elecciones, fui a pagarlas. Y un día que estaba en mi programa de radio ´Aló pueblo´, un señor llamó y dijo que había estado ahí, cuando yo pedí fiado, y que luego había ido a averiguar si había pagado. Vea usted, en todo se fija la gente”.
Plegaria de un errabundo Publicamos un poema reconocimiento a su gran obra. 72
de
Miguel
Salguero,
como
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Señor No quiero eternidades de piedra o bronce ni cielos alejados de mi pueblo. Promesas de aureolas sacrosantas ni altares colmados de rodillas. Quiero, Señor, fundirme en hierbas terrenales volver al maiz que alimentó el vientre de mi madre. Ser fruto amarillo entre hojas verdes de un suculento huerto campirano, mezclar mi sangre yerta entre raíces que la traduzcan en savia redentora, ser piedra humilde del sendero que pisa vigoroso el pie descalzo camino hacia el rancho se su amada que cual agua parida monte arriba le espera entre algas terrenas y nutricias. Ser, simplemente, pasto que da leche y leche que da sangre de rebeldes que aman a la luna entre los montes y aman el sol meridiano de lo justo. Caminar sin rumbo como el polvo de la plaza de mi pueblo que levantan las patadas y los gritos y se esparce como abono por los campos. Compartir alturas con el congo. Y roncar con el congo el aguacero; Teñirme de quetzal de verde-sangre que cuida el plumaje de la herencia. Señor, ¡quiero ser bosque eterno de quetzales!, de loros parlanchines y ranas amorosas, de campos bananeros y llanos bananales. Ser fruto de la boca trepidante de infantes , de viejos, de gamberos, de niñas restallantes en su seno. De hombres cantando necedades sobre la eterna necedad de amar, y ser amados, de tan dulce necedad, Señor yo quiero, ser citara o guitarra, violín, piano o trompeta que canta adoloridos versos de amor o de despecho. Señor, quiero ser agua de los mares Camilo Rodríguez Chaverri
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habitada de seres abismales de secretas preguntas sin respuesta. Ser aire surcado de saetas como aviones o cohetes impotentes de ir más allá de la galaxia. Esto quiero, señor lo mucho o poco que me falta vivir en esta tierra vivirlo en paz junto a la hormiga que cuida con dolor su terronera. Dejarla vivir, Señor, yo quiero, porque es su reino soberano. Vivir en paz con mi vecino con el bosque , con la hierba, que hierba quiero ser, eternamente. El Guapileño, febrero-marzo 2002
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Orlando Núñez
Las aventuras de un quijote cubano en Costa Rica
Fue la mano derecha de don Pepe. Si me tapan los ojos y me permiten ver en medio de su casa juraría que es un miembro de la clase media baja, un ilustre desconocido. Su habitación es sencilla, modesta, sin lujos ni oropeles. No luce como la casa de la mano derecha de Don Pepe Figueres, el personaje del siglo y el político más importante después de don Ricardo Jiménez. Nos recibe Orlando Núñez. Alto, espigado, todavía esbelto. La fuerza de su expresión y sus palabras nos hacen olvidar que tiene 76 años. Su acento es cubanísimo, su forma de ser, también. De una vez por todas rompe los cercos y las barreras. Se sienta en un mueble de su humilde sala, y cuando le pregunto por el libro que escribe sobre don Pepe, se pone de pie y camina a un extremo de la misma pieza. Ahí está su computadora, en un pequeño escritorio similar a los que tienen los maestros de las escuelas rurales y pobres. Regresa y se sienta al lado de dos bibliotecas, que son los grandes adornos de su casa. Hay varias fotos de don Pepe y en el centro de la mesa, un libro, solamente. Este hombre que instauró la oficina de prensa de casa Presidencial y defendió como un paladín al polémico fundador de la Segunda República, fue compañero de Fidel Castro en la universidad, trabajó en teatro y es uno de las más poéticas plumas que ha tenido el periodismo costarricense. Vive en Barrio Córdoba, el más pueblerino y pintoresco de San José. Su casa es como él: no le interesan las lámparas Camilo Rodríguez Chaverri
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ni los automóviles, ni la cerámica ni las alfombras, ni las apariencias, ni los adornos. Apenas unas cuantas sillas y muchos, muchos libros. Sus amigos reconocen que hay en él algo muy grande: estuvo al lado del poder, pudo saborear sus mieles y no lo hizo. Ni antes ni después de estar al lado del caudillo buscó puestos o favores. No le interesó entrar al partido, no quiso ser diputado ni ministro, y ahora vive en el anonimato y la pobreza, a mucha honra de él. Podríamos decir que se trata de la obra de la dignidad en el pellejo de un hombre valeroso.
Don Pepe y yo Me enseña tres cuadernos en los que escribió sus memorias al lado del caudillo. Las acaba de pasar en limpio y anda buscando una editorial que le publique sus cuatro verdades acerca del fundador del Partido Liberación Nacional. Conoció a don Pepe en el cine Rex de La Habana, en abril de 1948. Estaba en una confortable butaca del lunetario. Ya se hablaba en las universidades latinoamericanas de Figueres, así como de Muñoz Marín, Rómulo Betancourt y Haya de la Torre. Y ahí, en el cine, apareció ese hombre pequeñillo, con ojos de águila, que bajaba de un jeep Willys y caminaba entre muchos hombres con su aspecto incorregible de jefe. Ese era don Pepe, con apariencia de niño rebelde y mirada fiera, y el joven Orlando lo vio en una pantalla gigante, tan grande por fuera como grande fue su lucha. En ese tiempo, uno de los contertulios de Orlando era Fidel Castro, quien acababa de llegar proveniente del colegio de los jesuitas, el más caro de Cuba. Otro de los compañeros de Orlando era Rodolfo Santos, padre del periodista Ignacio Santos, quien, incluso, fue compañero de clase de Fidel hasta su graduación como abogado. Don Orlando es una especie de sincretismo, pues le han curtido la piel sus luchas en la isla y su labor al lado de Figueres Ferrer. En medio de la pulcritud de su sala, con las palabras del periodista salen historias que llenan el espacio como la luz del sol cuando pasa entre las nubes, es un rayo que se va expandiendo, como si se rompieran sus paredes y contaminara todo con sus colores.
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Fidel, de cerca Primero habla de Fidel. Dice que su papá era español y que llegó a la isla siendo soldado de una de las más sangrientas tropas, encargada de acabar con la guerra en Cuba. “El papá de Fidel venía a cargo del General Valeriano Weyler. En ese momento de la guerra los españoles decidieron llevar a los campesinos a las ciudades para que no les ayudaran a sus enemigos. Los campesinos hacían sus necesidades en las calles y morían de hambre. Hubo 200 mil muertos”, cuenta Núñez. Las palabras le salen como piedras, y caen sobre la mesa del centro, retumbando, como lanzadas del cielo. “Cuando terminó la guerra, les garantizaron a los españoles vida y hacienda. El padre de Fidel regresó a España y cuando se vino para Cuba ya definitivamente, empezó a trabajar fuertemente. Era una fiera. Se robaba la tierra de los vecinos”, comenta. De esa historia surgió Fidel. “Ya en la universidad lo conocí muy bien. Fidel era muy inteligente, y tenía una memoria extraordinaria. Siempre quiso ser presidente de la federación de estudiantes, pero no pudo. “Eramos amigos, pero un problema nos separó. Fidel y yo tomamos la facultad de Antropología Jurídica para una huelga. Estábamos molestos por un horario de exámenes. Pusimos un sello en la puerta de entrada para que nadie entrara. Había un muchacho que venía de una provincia lejana y estaba preocupaba por su examen. Podía asistir a la universidad sólo una vez por semana. Era estudiante a distancia. El profesor había dicho que si entraba al aula, él le tomaba su examen. “El muchacho le explicó a Fidel que tenía necesidad de examinarse. Empezaron a discutir y el muchacho decidió entrar el edificio. Cuando estaba rompiendo el sello de la puerta Fidel se le fue encima y empezó a pegarle. Siempre ha sido muy fuerte, mientras que el muchachito era flaco y frágil. Yo me metí a defenderlo y Fidel nunca me lo perdonó”, cuenta Núñez. “Fidel le había roto una oreja y sangraba mucho. Yo se lo quité y él me dijo, ‘tú no sirves para esto’. Era cierto, yo no servía ni sirvo para esos atropellos”, confiesa.
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El pandillero de la U Luego, Fidel se metió en una de las pandillas de la universidad. “Esas pandillas se formaron al calor de la gente que venía de la Revolución Española. Eran grupos de pistoleros, afectados por los rencores de la guerra. Por culpa de ellos fue que la universidad se puso invivible”. El joven Orlando salió de la universidad e hizo carrera política en el Partido Liberal, el más antiguo de Cuba, en el que fue presidente de la juventud. “Ese era el programa formado por los generales de la Guerra de Independencia. En ese tiempo Fidel era candidato a diputado del Partido Ortodoxo, pero se vino el golpe de Estado de Batista”, cuenta Don Orlando. Después vino la toma del cuartel Moncada, agarran a Fidel y con el tiempo le otorgan la amnistía, por lo que se fue para Méjico. “Había dos maneras de buscar una solución para la crisis política de la isla. Una era la salida pacífica y democrática, por la que yo luchaba, y otra, la fuerza, la opción de Fidel. “Pero es que a él sólo le importa el poder, que tuvo y que tiene. Como me oponía a su manera de buscar soluciones para los problemas, cuando ganó la Revolución tuve que esconderme. Primero estuve en el Convento de San Francisco y luego en la Embajada de Costa Rica, donde me dieron un salvoconducto para venir al país”.
Llegó a Costa Rica Orlando llegó a Costa Rica en 1959, y aquí empezó a organizar su vida. Era difícil para un extranjero conseguir trabajo. “Eramos vistos como sicarios y asesinos de Batista.” Aquí fue conociendo personajes importantes. El primero de ellos fue, paradójicamente, el Doctor Calderón Guardia. Más tarde fue a pedirle trabajo a Otilio Ulate, propietario del Diario de Costa Rica. “Don Otilio dijo que no podía darme trabajo porque debía pagarme mucho. No era así, porque yo necesitaba cómo ganarme la vida, pero eso nunca lo entendió Don Otlio, así que me tocó seguir buscando”. Y en una actividad política en Guadalupe, conoció a Don Pepe, el hombre que le daría un giro a su vida y lo pondría al lado del poder durante uno de los gobiernos más polémicos y difíciles de los últimos cincuenta años.
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En ese momento, en Miami se forma el Frente Revolucionario Democrático, precursor del Consejo Revolucionario Cubano, que apareció dirigiendo la invasión a Cuba por Bahía Cochinos, en Playa Girón. Ese frente abrió una oficina en Costa Rica y lo encargaron del trabajo en el país, junto a otro cubano, José Miguel Tarafa. Pero cinco semanas antes de la invasión a Cuba, una carta del Frente cayó en malas manos y fue a dar al despacho de los diputados Marcial Aguiluz y Enrique Obregón, quienes exigieron su expulsión y la de Tarafa. Entonces se fue para Guatemala, donde estaban los campamentos para preparar la invasión.
El fracaso de Playa Girón Considera que el fracaso se debió a la traición del gobierno de Kennedy, quien los abandonó. “Con los avioncitos que había heredado de Batista, Fidel hundió los barcos y pequeños aviones B 26, muy antiguos, que era lo que teníamos. Sólo para que se haga una idea de lo viejos que eran esos aviones, imagínese que tuvimos que quitarles las torretas de las ametralladoras para que les cupiera más gasolina, porque, de lo contrario, tenían que regresar a cada rato por combustible. “Fidel tenía unos aviones Mustang Sea Fury y nos hizo pedazos. Muy cerca estaba un enorme portaviones de Estados Unidos. Cuando la masacre ya era evidente salieron dos aviones gringos solamente a poner orden”. Don Orlando se inquieta cuando habla de Playa Girón, se frota las manos y las venas del cuello parecen serpientes que se muestran en la superficie de un pantano. Murieron unos 300 cubanos y Fidel tomó unos mil rehenes de la Brigada 2506, y Kennedy luego le pagó al régimen 52 millones de dólares para que los soltara. “A Kennedy no lo puedo ver ni en retrato. Es un traido, y creo que eso le costó la vida. Tenía a su lado mucha gente de izquierda y no quería aparecer como un yanqui. Los de su gobierno optaron por tirar a los cubanos para que los mataran y aquí paz y en el cielo gloria. “Por maricón a Kennedy se le metió Nikita Kruschev con los misiles a Cuba y casi se viene la hecatombe”. Casi, casi, pero no. Y Nikita devolvió los misiles a su lugar. Fue cuando los cubanos de la Isla popularizaron un dicho que
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refleja la inventiva y la oralidad de quienes nacieron en Cuba. Ellos decían “Nikita mariquita, lo que se da no se quita”.
Periodista Don Orlando añoraba volver a Costa Rica. Apenas pudo se vino y le dieron trabajo en el periódico La República, que era de don Pepe, don Chico Orlich y el empresario inglés Alex Murray. Empezó de redactor, pero dos meses después ya estaba como jefe de información. “Era un periódico político, muy mal manejado económicamente”, explica don Orlando. Cuando ya no pudo sostenerlo Don Pepe pasó a manos de Rodrigo Madrigal Nieto, con quien trabajó hasta 1969. Tenía una columna llamada “Radar”, que era como la de Julio Rodríguez ahora. El columnista de La Nación era Manuel Formoso. “En ese tiempo publiqué una novela sobre la situación en Cuba llamada ‘El grito’, y don Pepe me ayudó a publicarla”. Núñez también fue miembro fundador de la Asociación de Periodistas, de la que surgió la carrera de Periodismo para la UCR , la colegiatura y, por supuesto, el Colegio de Periodistas. En 1969 salió de La República, y se metió a empresario, de la mano de Manolo Rodó, una institución del teatro, quien había sido gobernador de San José.
Amante de la zarzuela Traía grupos de zarzuela, orquestas sinfónicas y solistas. “Fue una época muy productiva. Las embajadas ayudaban a traer a los artistas. Nuestra gente pagaba apenas 15 colones, no como ahora, que hay que pagar 30 mil colones para ir al Teatro Nacional”, explica Orlando. “No pasaba una semana sin que ofreciéramos un espectáculo para el pueblo, no como ahora que lo que traen al teatro es para la élite. ¿Hace cuánto que no viene una orquesta de cámara de fama mundial? ¿Cuándo traen a un Plácido Domingo o a un Pavarotti a precios accesibles?,” cuestiona Don Orlando, quien fue directivo de la Compañía Nacional de Teatro, directivo de la Sinfónica Nacional y miembro del grupo de Teatro Israelí. Con Esteban Polls, primer director de la Compañía Nacional de Teatro , se metieron en la aventura de una 80
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temporadade teatro sólo con actores nacionales. Montaron Romeo y Julieta, con “Pato” Catania y Arabella Salaverry en los papeles estelares, acompañados por Oscar Castillo, Lenín Garrido y Enrique Granados, entre otros. Por primera vez La Nación le dedicó una foto de portada a una escena de teatro, gracias a las gestiones de su director, Guido Fernández, quien es considerado por muchos, entre ellos Alberto Cañas, como el mejor crítico de teatro de nuestra historia. “Aquello fue una revolución. Conseguimos que el Pato Catania saliera con cinco trajes, porque nos fuimos a las tiendas y pedimos ayuda”, explica Núñez. También montaron “La Dama del Alba”, de Alejandro Casona, con Haydee de Lev; “Yerma”, de García Lorca, y una obra de Samuel Rovinsky. En eso lo llamó el Secretario de Don Pepe. “Quería que me hiciera cargo de una serie de tareas de su campaña para las elecciones del 70. Yo vivía bien con lo de teatro, pero no podía decirle que no. Así que dejé todo y me fui con él a trabajar en su campaña contra Mario Echandi”.
Al lado del caudillo Después de las elecciones, don Orlando hizo planes para irse a Miami, donde tenía trabajo seguro gracias a los contactos de sus familiares. “Recogí todas las llaves y fui a darle a Don Pepe las cuentas. Había conseguido trabajo como periodista. Pero él me dijo que me quedara para fundar la oficina de Prensa de la Casa Presidencial. Así que nos fuimos para allá con él”, recuerda. Fue ahí que don Orlando se convirtió en el funcionario más cercano del personaje más importante del Siglo XX. De aquí es que surge el libro que está a punto de publicar. “Fue una época muy especial. Don Pepe tuvo la más feroz oposición periodística que registra la historia de Costa Rica. Todas las ideas de don Pepe eran combatidas por La Nación y todos los otros medios, excepto La Prensa Libre, porque todos seguían la línea de La Nación. “Los títulos eran tendenciosos, había mala intención. Don Pepe tuvo que gobernar en medio de una terrible enemistad con la prensa; contra el radicalismo de los grupos de derecha del país; contra las intrigas de Fidel Castro, quien no le perdonaba que se le enfrentara sin miramientos, y contra las alzas del petróleo”, explica Núñez. Camilo Rodríguez Chaverri
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Recuerda que se opusieron a proyectos tan vernáculos como el de la Olla de Carne, que consistía en que el gobierno proveía de verduras a las familias pobres y les conseguía carne a muy bajo costo para que pudieran tener una nutrición balanceada. Para ello, Don Pepe quería utilizar los excedentes del CNP de las cosechas. Según Núñez, el choteo periodístico acabó con el plan. “También se burlaron de la incaparina, una especie de afrecho que quería traer don Pepe para la alimentación de los muchachos. Decían que eso era comida de vacas”, confiesa. Le digo que algo lleva de razón la prensa por la exhuberancia de algunas ideas de don Pepe, y nos cuenta el ejemplo de Asignaciones Familiares. “La idea de Asignaciones Familiares era poner los recursoso en manos de las mujeres marginadas. Era un gran proyecto, que se adelantaba a los tiempos, pero, poco a poco, se lo fue comiendo la burocracia”. Don Orlando contará en el libro cientos de anécdotas del caudillo, y muchos pormenores de sus luchas. “Nadie supo el trasfondo de la pelea contra el Banco Central porque había cerrado el crédito para aleagro y el comercio pequeño, con lo que facilitó la proliferación de las garroteras en los 60 y 70”. “De igual manera, cuando quiso ampliar la Avenida Segunda le hicieron un escándalo porque debía atravesar el sagrario de la Catedral. Le decían hereje porque iba a romper una pared. El dejó la Avenida Segunda hasta donde existe, y de ahí para acá nadie pudo continuarla.
Vesco Y llegamos a la que es considerada la más oscura página de la historia de don Pepe: su relación con el convicto Robert Vesco. Don Orlando mira al cielorraso antes de contestar, cruza la pierna, la vuelve a su sitio original, toma aire y suspira. “Mire, lo de Vesco fue un error que tuvo sus motivos. Don Pepe estaba cansado de los atropellos de la prensa, y Vesco lo sedujo con la idea de hacer un periódico”. Le recuerdo lo que significaba la imagen de Vesco. Don Orlando se pone más vehemente, se acomoda en su silla y su voz lanza al aire las huellas de su beligerancia. “Vesco era un financista en fuga, pero vino al país a invertir, a comprar bonos, a poner su plata al servicio de instituciones como el ICE y el INVU”.
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Le explico que no por eso dejaba de ser un hombre perseguido por las autoridades de Estados Unidos. “Fue un error, pero no sólo de don Pepe. El lo consultó con su consejo de ministros, y todos estuvieron de acuerdo en permitirle la entrada”. Ahora le pregunto qué hay de cierto en cuanto a que Vesco llegó más bien por culpa de la desesperación de Don Pepe porque sus empresas estaban en bancarrota. “Nooombre, no joda. Si Don Pepe siempre estuvo quebrado. No era algo nuevo. Esos son puros cuentos. Vesco no vino a salvarle las empresas a don Pepe. Es más, a Vesco lo ordeñaron aquí personas que no se llaman Don Pepe”. Le refuto que, al fin y al cabo, Vesco ni siquiera ayudó a consolidar un periódico. “No lo hizo, pero esa era la idea de don Pepe. Vea usted que luego vino Excelsior, que ha sido el único reto serio que se le ha planteado a La Nación. Por culpa de Excelsior tuvo que varias sus planes, comprar maquinaria y remozarse, todo gracias al intento sano y valiente de Don Pepe”.
La Sinfónica “Ni lo de Vesco ni ningún cuestionamiento de otra naturaleza soporta en la balanza frente a un logro tan sobresaliente como fue la Revolución Musical de su gobierno. Don Pepe repartió instrumentos musicales por todo el país, y creó dos instituciones históricas, la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Sinfónica Juvenil”. A pesar de todo eso, figuras de primer orden en la historia de Liberación Nacional, entre ellas, Luis Alberto Monge y ALberto Cañas, han admitido en OJO que la tercera administración de Figueres Ferrer se le quedó corta a las otras dos. Se lo comento y se enciende. “Que no jodan Luis Alberto y Beto. Don Pepe hizo lo que pudo. Recuerde aquello que decía acerca de que le pedían que barriera y se le paraban en la escoba”. “Excepto un supuesto enredo con unos dólares, que un ministro compró antes del cambio de precio, y luego los cambió y se hizo de mucho dinero, excepto eso, no hubo actos de corrupción como los que se han visto en los últimos años. “La corrupción inició con CODESA. Que yo sepa, no fue en el gobierno de don Pepe que ocurrieron los saqueos del Banco Anglo, Aviación Civil, los CAT o Asignaciones Familiares”. Camilo Rodríguez Chaverri
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También se ha dicho que el Don Pepe del 70 estaba cansado y aburrido. Don Orlando lo refuta. “Don Pepe siempre estuvo lúcido. Durante ese gobierno escribió el libro ‘La Pobreza de las Naciones’. El problema verdadero es que sus sucesores no estuvieron a la altura del maestro. Ahora no hay ni pelea contra la pobreza, ni ideas nuevas, ni planteamientos revolucionarios en la administración pública, como sí ocurría con Don Pepe. “Don Pepe cometió muchos errores, pero el fundamento de su obra es el mejoramiento de las clases más necesitadas. Según Núñez, su libro recoge primicias, anécdotas que no fueron conocidas por la comunidad nacional. “Don Pepe tenía carácter fuerte, pero era muy amable, y sólo arrancaba en cólera cuando sabía que no deseaban dejarlo trabajar en paz. Siempre decía que sus mayores errores se debían a excesos de otros. Ojo, octubre 2001
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Alexander Skutch
Filósofo de la naturaleza
Vive en medio de la montaña, en una casa humilde, de madera y bahareque, que no invade el ambiente. Parece como salida de la tierra. Es una casa viva, con unos brazos abiertos para el visitante. Está a 14 kilómetros de camino de piedra de San Isidro de El General, en el Centro de Observación de Aves “Los Cusingos”. En una habitación de atrás, con la ventana abierta al cielo, hay un siglo de sabiduría y trabajo científic o. Sentado en su silla replegable, como las de los hospitales, un hombre de todos los tiempos pasa las páginas de un libro como revisándolas. Este 20 de mayo cumplió 99 años el científico y escritor Alexander Skutch, uno de los más reconocidos y afamados ornitólogos del mundo, quien ha dedicado ochenta y dos años al estudio de la vida y la naturaleza, y ha publicado 35 libros sobre aves, filosofía, religión y cuidado ambiental. Vive en Quizarrá de Pérez Zeledón, un pequeño pueblo ubicado en la boca del bosque. Ha vivido aquí desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, antes de nuestra pequeña guerra civil. No costó muchos días convencer a las personas del centro científic o que le compró la finca y cuida de él para que nos permitieran entrevistarlo. Sin embargo, me dio la impresión de que estaban seguros de que aquel hombre mayor sólo nos daría unos minutos. La entrevista fue a intervalos, don Alexander se cansa con facilidad y escucha muy poco. La periodista Cristina González nos acompañó y fue la encargada de repetir muy fuertemente y al oído cada una de nuestras preguntas. Camilo Rodríguez Chaverri
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Don Alexander se detenía antes de cada respuesta, como si estuviera masticando cada palabra, o como si encontrara cada idea en un punto fijo de la pared. Nos detuvimos sólo cuando él nos dijo que ya estaba muy cansado de contestar. En ese momento, sentí que habíamos abusado de sus energías, pero acto seguido don Alexander dijo que no quería que le tomaran más fotos en la cama, y que por favor lo trasladaran a su oficina. Así que, a pesar de que estaba cansadito, pasó media hora más posando para las fotos mientras leía en el recinto en que guardan sus libros. Cuando terminamos las fotos, antes de regresar a su cuarto, le exigió a Claudio Mora, el hombre que cuida de él, que guardara bajo llave todos los libros que habíamos estado revisando. O sea, que no ha llegado el momento para que don Alexander piense qué va a hacer con todos esos libros antes de su muerte. Por ahora, esas obras son parte de su trabajo de todos los días. Además de todos los libros publicados, el señor Skutch tiene ocho manuscritos de observaciones y análisis sobre la naturaleza, y en este momento trabaja en la edición de esos textos con el fin de que también aparezcan como libros. Trabaja en su oficina de lunes a domingo, de 8 de la mañana a mediodía. Después del almuerzo, lee cinco horas más, pero en su habitación. Se levanta a las 6 de la mañana, y se acuesta a las 9 de la noche, después de tomarse un vaso de leche. Tiene muchas décadas de no comer carne, basa su alimentación en frutas y verduras y ahora le hace honor a sus amigos con alas y pico, pues come como un pajarito. En las cuatro horas que pasamos con él no sólo nos habló de su trabajo como científico, sino de su dieta, su relación con las religiones, y hasta de un Dios que “hizo todo lo que pudo, aunque no todo le salió bien”. En una de sus obras, uno de sus principales traductores, Raúl Elvir, se pregunta cómo definir su obra. Se trata de un naturista, un escritor, un filósofo, un poeta, un hombre de ciencia, un viajero. Muchos libros suyos son minuciosas descripciones sobre la vida de los pájaros, con un ojo de observador al que no se le escapan detalles. No es exagerado decir que un dibujante podría reproducir los ejemplares descritos como si los estuviera viendo. Y tampoco es excesivo decir que don Alexander se parece a los pájaros. Hay algo en su cara, una 86
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tendencia como a tener pico o a mirar como ciertas aves. No es invención mía. Me lo dijo el periodista Miguel Salguero y tiene razón. Dice don Miguel que él lo reconoció hace más de 30 años. Desde entonces, parecía un pájaro encerrado en el cuerpo de un hombre, como en el cuento de Darío. Hace 70 años, mientras trabajaba en un laboratorio muy pequeño, un colibrí hizo su nido al otro lado de donde se sentaba con su microscopio. Fue ese animalito nervioso, cálido, de alas surrealistas, la primera provocación para que el botánico dejara las plantas por los pájaros.
Minucioso Dice Raúl Elvir que los recuentos de Skutch acerca de actividades de un pájaro que construye su nido o de una pareja alimentando a sus pichones es como ver una película en cámara lenta. Aparte de eso, el mismo Elvir admite que otros libros de Skutch abordan temas meramente filosóficos, si bien encuadrados dentro de sus experiencias personales sobre la vida animal y vegetal. El modelo de vida que ha escogido y sus relaciones con el mundo viviente que lo circunda dan pie a numerosas y agudas observaciones filosóficas. Su nombre se incluye en el libro “Desarrollo de las Ideas Filosóficas en Costa Rica”, de Constantino Láscaris. En otro de sus libros, “The Golden Core of Religion” analiza el origen de las religiones dentro de una perspectiva antropológica. Y cuenta con libros de viajes, donde aparece el ojo del naturista por lo que anota todo lo que sea de interés para el geógrafo, el biólogo, el botánico, el ornitólogo. Alexander Skutch nació en Baltimore, Maryland, Estados Unidos, en 1904, pero se crió en el campo. Tenía dos hermanos y una hermana. Él es el mayor. El otro que vive es el cumiche, doce años menor que don Alexander. Sus papás fueron Robert y Rachel Skutch. A los 17 años empezó a estudiar Botánica. En 1926, con 22 años, se fue para Jamaica a efectuar estudios sobre el banano, y en 1928 recibió el doctorado de la Universidad John Hopkins. En noviembre de ese año se embarcó en Nueva York con rumbo a Panamá para profundizar sus estudios sobre el banano en una estación experimental de Changuinola. En 1930 pasa una temporada en el centro experimental de Lancetilla, Honduras, y a inicios de esa década realiza cuatro viajes a Guatemala. Desde entonces, nunca se separaría de Camilo Rodríguez Chaverri
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esta franja de vida que es América Central. Desde aquí ha dirigido sus investigaciones, ha escrito sobre Dios, la fe, el estilo de vida del ser humano y su necesidad de armonizar con el cosmos si desea sobrevivir como especie. “Primero fui a Panamá. Hice uno de los estudios principales de la anatomía de la planta del banano”, cuenta don Alexander, y por primera vez una sonrisa se dibuja en todo su rostro. Cuenta que allí trabajaba en un laboratorio muy pequeño, y al otro lado de donde se sentaba con su microscopio un colibrí hizo su nido. Fue ese animalito nervioso, cálido, de alas surrealistas, la primera provocación para que el botánico dejara las plantas por los pájaros. Llegó a Costa Rica en 1935 , y fue aquí que empezó con el estudio de los pájaros, observando nidos de oropéndolas y de otros pájaros que hacen anidaciones grandes. Antes de nuestra siguiente pregunta, se dirige muy atento, busca mis ojos con los suyos y me pregunta si necesito más luz. Habíamos llegado de día, pero la tarde ya se hermanaba con las estrellas, y en el cuarto estábamos en la penumbra. Le doy las gracias y contesta con una reverencia, como el caballero que no deja de cabalgar ni de quitarse el sombrero ante una dama. “Al principio dedicaba todo el día a ver pájaros. Casi siempre estudiaba nidos, y estaba sentado al lado del nido hasta el amanecer, si era necesario. Empezaba a las cinco y poquito de la mañana, y pasaba todo el día estudiando el mismo nido. Pero muchas veces tenía que empezar en la tarde, dependiendo de la especie, y me aguantaba hasta la mañana siguiente. “Me iba hasta que el pájaro se sentara en el nido. Era entonces que me tocaba escribir las notas antes de dormir. Había que escribir de inmediato todos los detalles, porque se pueden olvidar o enredar”, cuenta don Alexander. Entre 1940 y 1941 viaja a la América del Sur para levantar una especie de censo sobre las reservas del árbol de hule, por encargo del Departamento de Agricultura de Estados Unidos Y pasó nueve años solo en su finca, Los Cusingos, trabajando hasta quince horas por día, escribiendo artículos para revistas científicas y preparando el terreno para sus obras profundas, vastas y casi siempre especializadas. En el año 50 se casó con Pamela Lankaster, hija del famoso naturista y cafetalero Charles Lankaster. Ella murió el 29 de julio del 2001.
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“Pamela era muy buena compañera. Me ayudaba en algunos estudios. Por ejemplo, ella entraba en el escondite que tenía yo cerca de un nido y pasaba largas horas ahí, mientras yo iba a escribir mis notas. Pasaba unas horas ella y las otras horas yo, y entre los dos podíamos espiar el nido todo el día. “Ella primero fue enfermera, pero no gozaba de buena salud. Durante la Segunda Guerra Mundial, su ánimo falló, murieron algunos de sus parientes y también sufrió depresiones. “Un mes después de casados, ella cayó muy enferma, y tenía que llevarla a San José a cada rato. Por eso es que luego no tuvimos hijos, pero eso no fue un problema para nosotros”, dice don Alexander. Dejó de estudiar los pájaros hace dos años, porque no puede caminar bien, ni andar solo. Sin embargo, los ocho manuscritos de observaciones sobre pájaros que todavía no se han convertido en libros lo mantienen muy ocupado.
Consistencia -Muchos intelectuales del mundo admiran en usted la coherencia entre pensamiento, obra y vida. ¿Ha cumplido como naturalista? -Tengo un libro, “La finca de un naturalista”, que habla sobre mi vida en relación con la naturaleza. Por ejemplo, nunca he usado químicos, solamente contra los zompopos. Nunca fui amigo de regar productos extensivamente. -Me llama la atención la frugalidad de su hogar, sin lujos ni adornos... -Al principio tenía unas vacas que me ayudaban a mantenernos, pero la mayor parte de la vida he subsistido con los derechos por mis libros y mis artículos en varias revistas científic as. Siempre he comido con moderación y sólo productos naturales, y he pasado todo el tiempo estudiando pájaros. Por eso no he necesitado mucho. -Usted ha tratado en varios libros el tema de la religión. ¿Cuál es su experiencia personal? -Cuando joven practiqué la religión judía. Mi familia es judía. Ahora no tengo religión, o más bien tengo mi propia religión. Mi religión es no maltratar a nadie, ni a los animales. Por ejemplo, me ha ayudado el ser vegetariano desde hace muchos años. Empecé cuando tenía como 17 años o 18 años. Camilo Rodríguez Chaverri
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-En sus obras aparece constantemente su orgullo por sus hábitos alimenticios. -No como ningún tipo de carne, pero huevos y leche sí. Decidí no comer carne para no maltratar a los animales. Yo he vivido más que cualquiera de mis hermanos, y sólo he padecido uno que otro resfrío, pero nada serio ni duradero. -Usted ha estudiado pájaros en Panamá, en América del Sur, en Trinidad y Tobago. ¿Por qué nunca se fue de Costa Rica? - En 1935, el 28 de noviembre, yo bajaba del pequeño tranvía eléctrico de la avenida principal de San José, con mochila al hombro, atravesé la calle hacia La Sabana, y en el bolsillo llevaba un boleto para San Isidro de El General. De las muchas partes de la tierra llamadas paraíso de los naturalistas ninguno merecía ese elogio más que Costa Rica. “Viví en Rivas de Pérez Zeledón de 1936 a 1939. La ubicación de Rivas me agradaba mucho. Ocupaba la parte inferior del largo y angosto valle del río Buena Vista, un rápido torrente de los cerros. El estruendo incesante llenaba la cabaña con un sonido que hablaba de su poder salvaje e indomable. Después de haber vivido al lado del río por muchas semanas, me acostumbré tanto a su voz que la mayor parte del tiempo la brisa me llevaba el sonido con volumen aumentado, me despertaba súbitamente con un sentido renovado de su presencia, y era feliz de tener ese poderoso murmullo siempre conmigo. “Además, no había cañería y siempre nos bañábamos en el río”. -Pero en sus libros también habla de las enormes talas en esa década. -Durante los cuatros meses de la estación seca los hombres de Rivas se ocupaban de talar el bosque que cubría las laderas. No les faltaba tierra ya desmontada. Mucho más de la mitad de las tierras que ya les habían dado cosecha yacían ociosas. Cada colono nuevo deseaba tomar posesión de nuevas tierras para esta clase de tosca agricultura. -Era parte de una cultura. -Para conseguir el título legal de una finca, la ley obligaba a desmontar y sembrar por lo menos la mitad del área. Cada verano renovaban con celo su ataque a la floresta. Enero y febrero eran los principales meses para la tala de árboles. Antes de talar los grandes árboles, derribaban con sus machetes todos los arbolitos, arbustos, bejucos y plantas bajas. Aquello parecía un parque atractivo. Pero casi siempre 90
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ese estado idílico duraba poco. Casi siempre los árboles eran derribados hacia el fondo de las laderas, por lo que al chocar unos con los otros las copas terminaban destrozadas.
Plantas, no pájaros -Usted llegó al país a estudiar plantas,no pájaros.. -En 18 meses había preparado y enviado por correo 6 mil especímenes de plantas, muchas de ellas nuevas para la ciencia. Y había identificado 218 especies de aves migratorias y residentes. -¿Cómo fue que pasó de Rivas a Quizarrá? ¿Por qué no se fue a otro lugar donde pudiera encontrar muchas especies de plantas? -Luego de un paseo por Maryland, (Estados Unidos), anduve por playa Dominical, por el río Térraba, y también al otro lado del Cerro de la Muerte. En uno de esos días, cuando el día casi había terminado, desensillamos nuestros animales cerca de una peña alta que dominaba el río Peñas Blancas. El sitio se llamaba Quizarrá, por un árbol de madera fina que crecía en las florestas de la vecindad. Me senté a descansar mientras el sol se ponía detrás de las lomas y pensé ´este es el sitio perfecto para el lugar que soñaba, un amplio panorama, un río claro, una extensa floresta, y un potrero para mi caballo´. -Ha vivido en esta humilde casa durante más de 60 años. -Tan pronto como el hombre siente un terreno propio debajo de sus pies, comienza a pensar en un techo. Para la base de la construcción escogimos vigas de unos 15 cm. La finca contiene una enorme variedad de maderas. La madera de algunos de los árboles mayores, como el palo de vaca y la candela, atrae tantos insectos que hasta en un lugar seco se haría polvo en uno o dos años. Otras maderas como el guayacán, comenegro, y cacique, duran muchos años aunque estén en contacto con la tierra. Mientras que algunas maderas duras como las del guayabo común se pudren en poco tiempo”. -Apenas estaba llegando, y ya sabía mucho de los árboles de la zona. -¡Qué va! Aprender la idiosincrasia de las maderas de una zona requiere años de experiencia. A pesar de que coleccioné muchas especies botánicas en la región, y envié muestras a
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museos de EEUU, yo no hubiera podido dirigir a nuestro hachero. -Me encanta ver que ésta es la casa de un campesino. -Terminé la primera parte de la casa en el año 41, los primeros cinco cuartos. Años después añadimos la última parte. La finca me costó 5 mil colones. Las tierras aquí eran muy baratas en esos tiempos. Al otro lado del río había muchos terrenos baldíos. Le compré a un hombre que se llama Chico Mora. Él tenía esto con mucha montaña y también tenía muchos árboles en medio del pasto. He conservado la montaña desde que vine. Hemos sembrado solamente donde estaba desmontado. “Proyecté mi casa para ser económica y durable más que elegante. Para las paredes escogí el bahareque, que es un tipo de construcción muy difundida en la Costa Rica de esos años. Y la casa sigue bien, sin problemas”. -Quizarrá de Pérez Zeledón ha sido fundamental para su trabajo. -He identific ado como 300 especies de pájaros en la zona. Después de 20 años en Los Cusingos, aún quedaban aves que no había estudiado. -Por eso me extraña tanto que se quedara aquí más de medio siglo. -Había buscado sin éxito los nidos del hormiguero calvo, el carpintero pardo, el soterré silbador y el mielero luciente. Llegué a la conclusión de que podía contribuir más trabajando en lugares donde viven otras especies y empezamos a pasar las estaciones de cría en otras regiones. “Además, cuando vine aquí había muchos tucanes, ahora casi no hay. Es más, por los tucanes es que se llama ´Los Cusingos´”. -Le ha tocado enfrentarse a los cazadores. -Muy doloroso, sí. He sabido de mi impotencia para proteger el bosque de los transgresores y sus perros. Centenares de palmitos han sido robados a causa de las escasas libras de ese suave tejido comestible que hay en sus puntos de crecimiento. Los cazadores furtivos exterminaron algunos de los pájaros y mamíferos más grandes y espectaculares. Años han pasado desde que vi por última vez un tucán pico bicolor, una pava crestada, un caracara avispero, un jacamar rabirrufo, un venado selvático o un pizote. -Vivió sin luz eléctrica durante más de medio siglo. ¿Cómo hizo para soportar una década aquí solo y en esas condiciones? 92
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-Cuando llegué aquí estaba soltero, y aunque viví solo durante nueve años, no me aburrí porque estaba demasiado ocupado. Además, no tenía suficientes ingresos para casarme. -La electricidad le hubiera ayudado a apurar sus estudios. -No nos hizo falta la electricidad. Usábamos lámparas de canfín. Sólo hizo falta cuando Pamela se puso vieja y débil. Fue en ese tiempo cuando vendí la finca al Centro Científico y ellos pusieron la electricidad. -Pamela Lankaster ha sido muy importante en su vida y en su obra, pero, ¿cómo hizo para convencerla para que se metiera en esta montaña con usted? -El papá de Pamela, don Carlos Lankaster... ¿Sabe como se escribe Lankaster? Bueno, era cafetalero, tenía una gran finca pero también tenía mucho interés en la naturaleza. A cada persona que viniera a Costa Rica para estudiar la naturaleza se le recomendaba ir a hablar con él. “Su finca estaba entre Cartago y Paraíso, y conocí a Pamela en las visitas a su papá. Le dije que se casara conmigo, pero don Carlos le dijo que primero lo mejor era que conociera aquí, la finca, para ver si se hallaba. Se vino para acá con un hermano, y después me dijo que sí se casaría conmigo. “Ella se adaptó muy bien aquí. Y no pasábamos tan solitarios porque teníamos algunos amigos...”.
El colibrí y el quetzal -Usted tiene un doctorado en botánica, pero terminó siendo una autoridad mundial en Ornitología, algo que no estudió en la universidad. Todo empezó con aquel colibrí del laboratorio. Usted también recuerda su encuentro con el quetzal. -En Guatemala había visto muchos quetzales disecados y en monedas, pero fue en Costa Rica donde los conocí a fondo. Antes de eso, sólo mientras viajaba por senderos difíciles en el norte de Guatemala, gocé mi primera visión de un quetzal. -Creo que pasó un año entero estudiando quetzales en nuestra fila de volcanes. ¿Verdad? -Pasé estudiando quetzales en Montaña Azul, cerca de Vara Blanca, de mediados del 37 a finales del 38. Por sugerencia de mi vecino Juan Schroeder, había salido del Valle de El General por avión y visité Vara Blanca. La finca estaba a 3 kilómetros
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de la aldea. La vivienda donde pasé pertenecía a un alemán que tenía ahí una lechería. -También ha escrito mucho de sus viajes a América del Sur. -Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, en Europa, el gobierno de Estados Unidos tenía miedo de que no hubiera más café, y me contrataron para estudiar en Perú, Ecuador y Colombia la posibilidad de sembrar café. Fue una aventura muy bella. -Si bien usted es muy riguroso en los libros con el estudio de los pájaros, seguramente tiene algunos favoritos. -El pájaro que quiero más es el carpintero de cuello colorado, de nuca colorada. Me gusta mucho porque cuida mucho a sus hijos. La mayoría de los carpinteros cuidan muy bien a sus proles hasta que sean independientes. Una vez que salen del nido casi en todos los casos los pájaros no pueden volver, tienen que aprender a ser independientes. En cambio, estos carpinteros vuelven a dormir con los padres en el mismo hueco hasta el año entrante. -¿Cuál es el pájaro más difícil para estudiar? (Se detiene a pensar mientras el señor que vela por él le frota la cabeza) -Hay muchos pájaros muy difíciles de estudiar. El quetzal es muy difícil. Cumplí 99 años. Le quiero decir a la gente que hay que cuidar mucho a los pájaros. -¿Cuál de sus libros le gusta más y cuál libro le parece más importante? (Se ríe. Se queda viéndome. Se ríe de nuevo). -Me hace muy feliz todo lo que he hecho grande. Estoy contento. Preguntarme cuál de mis libros me gusta más es como preguntarle a un hombre cuál de sus hijos es favorito. Uno no debe tener favoritos. -¿Cuán importantes son los libros que tiene inéditos? -Leo de seis a nueve horas diarias. Leo de todo, leo todo en inglés, y todo es para afinar mis manuscritos. Tengo libros que escribí hace 30 años y están sin publicar. Tengo ocho manuscritos sin publicar. -¿De qué se trata? ¿Qué podemos esperar en sus ocho manuscritos? -¿Ya leyó mis 35 libros? ¿Verdad que no los ha leído todos? Léalos mientras tanto.
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Amor y religión -He leído algunos de sus libros y en ellos habla del amor... -Amar es de suprema importancia. El amor que es más que una pasión pasajera se expresa en cuidar. Deseamos no solamente preservar sino también beneficiar lo que amamos, hacerlo más feliz si es un ser vivo, o guardarlo fielmente si es algo inanimado. -E incesantemente habla de la religión. Es su segundo tema, después de la naturaleza... -Dos voces convocan al ser humano con un llamado tan imperativo que pocos de los que las escuchan pueden oponerse. Una de ellas es la voz de la religión, la cual nos ordena abandonar todo interés mundano y buscar la santidad, Dios y la vida eterna. La otra es la naturaleza en sí, la cual nos invita a llenar nuestro espíritu con la belleza, y nos reta a descubrir algunos de sus más ocultos secretos. En obediencia a algunos de estos llamados, nosotros podemos ignorar casi todo lo que un ser humano prudente aprecia y busca afanosamente: riqueza, comodidad, seguridad y estatus. No es bonito abandonar los amigos, los papás, la patria, para seguir el llamado de la infinidad donde el riesgo acecha, pero lo hacemos. -Me encanta que, aunque usted sabe mucho acerca de la vida de las flores tropicales y los pájaros, no se limita a lo meramente científico. Hay poesía en sus descripciones. -Las selvas son el vestido viviente de nuestra madre tierra, una vestimenta útil e indispensable para su salud y bienestar. Cuando se le quita ese atavío, su piel y carne se consumen a merced de las lluvias y de los vientos. -Usted ganó la primera edición del premio INBio al mérito en la conservación de la biodiversidad costarricense. -Fue porque demostré que la procreación de las aves tropicales es más lenta que las de las familias del Norte y porque tengo un estudio acerca de la dispersión de semillas. -Algunos enemigos de los conservacionistas puros dicen que la solución de conservar sin producir no es sostenible, pues lo ideal es producir sin dañar. -Por ejemplo, cuando compré Los Cusingos, tenía aproximadamente media hectárea de café en producción. No bebo café y la perspectiva de producirlo tan lejos de un beneficio no era alentadora. Pero cada vez que veía el pequeño cafetal en plena floración, no dudaba en que los Camilo Rodríguez Chaverri
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arbustos pagaban por la atención que recibían. Producir en la tierra también guarda encantos. -Usted ha descubierto grandes tesoros en el país, sobre todo porque durante los primeros años rodó todo lo que quiso. -Estuve un año en el Macizo del volcán Barva, otro en Cañas Gordas, cerca de la frontera con Panamá. Durante dos estaciones estudiamos las aves de la selva, cerca de Puerto Viejo de Sarapiquí. De todos los lugares que visitamos, Sarapiquí tiene la fauna más rica y algunos de los árboles más impresionantes. “También hice un viaje largo a Venezuela para estudiar el guaití, que hace grandes nidos colgantes de palitos entrelazados, cada uno con varios aposentos”.
El cosmos y la eternidad -Me llama la atención que a la par del naturista, es muy conocido el filósofo. -Me interesa la filosofía desde que era muy joven. Cuando entré al colegio, ya había leído a Bergson, Spinoza y Spencer. Siempre he reconocido que Spencer es el que más ha influido en mi vida. “Mi principal esfuerzo en filosofía ha sido por derivar de una visión del mundo, una ética que se ajuste a los descubrimientos de la ciencia moderna. En ese sentido, la moral es un esfuerzo para lograr la coexistencia armoniosa con cada uno de los componentes del entorno. De ahí que las relaciones del ser humano con el universo deben ser respetuosas”. -En sus libros de filosofía, usa muchas metáforas y parábolas en las que sale a relucir su alma y su mirada de naturista. -La vida es un árbol de muchas ramas, ninguna de las cuales puede sobresalir a expensas de las demás sin destruir la simetría y el balance. No debo pensar qué puedo hacer para disminuir todo el sufrimiento de los seres vivientes sino qué puedo hacer para reducir el sufrimiento del cual soy directamente responsable o que me llama la atención inmediatamente. Como lo enseñó Gandhi, sólo el hombre verdaderamente corajudo puede tener éxito en la práctica de la no violencia. -A usted le ha interesado el tema de las frustraciones impuestas por los límites del hombre de carne y hueso. 96
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-Es el tema de la resolución metafísica mediante la persistencia ontológica. Un espíritu agradecido, pleno de amor y de recuerdos queridos, de hermosas e interesantes cosas, podría continuar existiendo felizmente, aparte del cuerpo que nutrió su crecimiento. Quizás los místicos y ascetas, que trataron de alcanzar la felicidad eterna, apartando sus ojos del mundo visible y negando el afecto a las criaturas anduvieron por el camino equivocado. El espíritu aislado o introvertido no tiene mucha probabilidad de existir sin el soporte del cuerpo, al contrario del exteriorista, que se nutre de las cosas que ha apreciado y amado. Tales espíritus podrían preservar recuerdos del planeta que han amado y protegido, mucho después que la propia Tierra haya dejado de existir como un refugio de vida y ello sería un triunfo de la lealtad cósmica. -Es una lucha por perpetuarse. -Aspirar a la vida eterna es una expresión convincente de la lealtad cósmica. Aquellos que no deseen intensamente prolongar su existencia conciente más allá del breve lapso de vida orgánica parecen no amar suficiente, no estimar bastante las glorias de la naturaleza, no tener mucha sed de una comprensión profunda, no valorar lo necesario el gran privilegio de existir como un ser conciente, no atesorar suficientemente los recuerdos que han cosechado, la visión del Cosmos que se han formado. -¿Y cuáles son las consecuencias? -Mirar con indiferencia la extinción de nuestros espíritus, con todas sus esperanzas, aspiraciones y recuerdos es valorar estas cosas muy ligeramente, y este deseo ardiente de prolongar nuestra existencia conciente viene a nosotros del propio Cosmos, perpetuarlo es el primer principio del ser, del cual nosotros somos parte. -¿Esa inmortalidad es un proceso que se da de por sí? -La inmortalidad o existencia espiritual indefin idamente continuada es necesaria para la realización del proceso del mundo y de nuestras aspiraciones morales. La meta de la moralidad es vivir en armonía con todos los seres, pero las condiciones de la vida animal hacen que esta meta sea irrealizable. -No se puede en un plano material. -Sólo en un reino espiritual podría darse una diversidad de seres que vivan en perfecta armonía. Debemos desear la inmortalidad no como un premio por vivir rectamente sino como condición indispensable para la realización de Camilo Rodríguez Chaverri
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nuestros ideales. Además, puesto que toda la vida de este planeta, parece destinada a una eventual extinción por el enfriamiento o explosión del sol, todos los valores que el ser ha estado luchando por realizar a lo largo de las épocas, serán totalmente perdidos, a menos que algunos habitantes de la Tierra sobrevivan a su destrucción y sólo como espíritus separados de sus cuerpos parece posible que sobrevivan. -¿No es como hablar del realismo mágico? -A pesar de que carecemos de pruebas para considerar que la mente o la conciencia pueda existir separada de un cuerpo orgánico, debemos conservar la fe en que la inmortalidad es realizable por nosotros, viviendo día tras día como si guardáramos dentro de nosotros un imperecedero espíritu.
Las religiones -En su libro “The Golden Core of Religion”, habla del papel de las religiones en el desarrollo de la humanidad. -Mi libro deslinda el terreno en religiones primitivas y de avanzada. Las primeras enfatizaron en las relaciones y fundamentos de la vida tribal. Las últimas en el cuidado del alma. Sin embargo, todas han apuntado a que el ser humano sea capaz de velar devotamente por todo aquello que demande su cuidado. Además, su efecto ha dispuesto una mayor felicidad para el hombre y le ha motivado a ser mejor padre y ciudadano, más considerado con su vecino y con los seres vivientes en general. -De acuerdo con don Carlos Abarca, en “Life Ascending”, usted plantea una filosofía de la vida. -La obra comienza haciendo un recuento de las características de los planetas de nuestro sistema solar. Esbozo diversas teorías acerca de su formación y componentes, y logro una síntesis acerca de las principales explicaciones. Resalto la situación y las características del planeta Tierra, que debido a las condiciones especiales resulta ser el único apto para que la energía creativa pueda desarrollarse a altos niveles. -Hasta en sus libros de filosofía, usted resalta su amor y admiración por el trópico. -El esplendor que la luz nos da, en ningún sitio se manifiesta de manera más profusa e ininterrumpida que en las más húmedas regiones de los trópicos, donde las plantas crecen y florecen y las aves muestran el más brillante plumaje a lo largo del año. 98
conversaciones con la historia, TOMO TRES
-¿Cómo es que confluyen el botánico, el ornitólogo y el filósofo? -Mi filosofía es, en algunos aspectos, muy parecida a la de Spencer, pero yo he pensado más en valores. Cuando me interesé en la biología, por mucho años casi no pude leer más que ciencias. Después de radicarme en Quizarrá, tuve más tiempo, así que volvió mi pensamiento a la filosofía. Cada uno de nosotros necesita una orientación. Nos preguntamos por qué estamos aquí y qué es lo más valioso que podemos hacer con nuestras vidas. -A don Luko Hilje, usted le concedió una entrevista en la que habla de los falsos supuestos de las religiones. -En las religiones que se llaman mundiales hay demasiados supuestos que hoy no se pueden probar. Esas religiones no ofrecen sufic iente evidencia para poder aceptarlas. De todas las que he estudiado, el animismo es una de las que más me han gustado. Se apega a la filosofía de no dañar nada si se puede evitar. Eso es esencial en el hinduismo y en el budismo también. Pero otros aspectos de esas religiones no me gustan tanto. Me gusta el budismo porque es una religión apacible, que no quiere dañar nada, que no quiere perseguir a personas que no crean como ellos, pero me parece demasiado negativo, porque procura escapar de los dolores de la vida más que gozar de lo bonito y bello que hay en ella, y esto me parece muy necesario. -Don Luko menciona artículos suyos sobre los ideales del género humano, unos artículos que fueron traducidos por doña Hilda Chen Apuy. -La naturaleza tiene muchas cosas que son horribles, como la depredación y el parasitismo, que ocasionan tanto sufrimiento a los hombres, animales y tal vez a las plantas. También tiene muchos aspectos muy lindos. Trato de difundir la belleza de la naturaleza sin negar sus aspectos desagradables.
Lo material y lo psíquico -Algunos de sus planteamientos sobre carne y espíritu son casi esotéricos. -Cada ser tiene en sí su polo material y su polo psíquico, aunque sólo podamos ver sólo el polo material. En nosotros el aspecto psíquico tiene un gran desarrollo, que no se encuentra en otros seres. Sólo nosotros estamos esforzándonos para entender la naturaleza y el universo, sus fines y sus Camilo Rodríguez Chaverri
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propósitos. Al mismo tiempo, el ser humano es peligroso para la naturaleza. Tenemos que evitar el convertirnos en ese peligro tan grande. Más bien, hay que desarrollar el aspecto espiritual más ampliamente pues es muy importante para completar nuestra naturaleza. -Usted ha ahondado en este tema, partiendo del análisis de la selección natural expuesta por Darwin. -En los átomos hay algo de sentimiento. Si captáramos en nuestra mente el sentimiento de un átomo no podríamos interpretarlo. Son sentimientos que van amontonándose en patrones armoniosos de la conciencia, hasta llegar a nosotros o tal vez más allá. El curso de la evolución es la armonización. -Llegamos al tema de Dios. -Si uno piensa en una mente o en un espíritu por encima de la Naturaleza, que es muy comprensible y bondadoso, si hay un Dios que de veras tiene ese espíritu de amor, ¿cómo permite desarrollar la perversión y todo lo horrible que hay en la naturaleza? No puedo entenderlo. Un Dios que es todopoderoso moralmente no puede estar encima de la naturaleza que Él hizo. -¡Qué confusión! ¡Qué complejo! -Se presenta esta confusión por algunos aspectos del teísmo. Se puede decir que hay un Dios que es todo amor y bondad, pero no es omnipotente. Hizo lo mejor que pudo y no pudo hacer más. El mundo no está como él quisiera que estuviera, pero es lo mejor que podía hacer. Eso es más concebible. -Huxley decía que fuera de la humanidad no hay linaje, no hay estirpe de los animales que tenga algún futuro. -Creo que estaba equivocado. La humanidad está deteriorando el desarrollo del reino animal, pero si desapareciera la humanidad no sabemos qué otra clase de animal podría subir hasta donde estamos nosotros, y tal vez más allá. Si nosotros desaparecemos, tal vez otra clase de animales podría desarrollarse más. -¿Qué tipo de filósofo es? -Del libro “Life Ascending” apareció una reseña en el Tico Times pero quien la escribió no entiende mucho de filosofía porque me llamó platónico, que no lo soy. La idea más característica de Platón consiste en las señales más allá del cielo. En eso no creo. Entonces no soy platónico, sino aristotélico. -¿Qué es urgente para que cuidemos la naturaleza? 100
conversaciones con la historia, TOMO TRES
-Lo más importante es controlar la población. Si no lo hacemos, no hay esperanza para el mundo. La gente que más piensa y que es más capaz de producir y estudiar, limita el número de sus hijos. Hay mucha capacidad entre las gentes más pobres. Necesitan la oportunidad de educarse. Pero hay mucha desigualdad entre la gente. Los chinos son muy prácticos, porque han existido con una gran población por miles de años. Saben que no pueden seguir aumentando su población. Son realistas. Han hecho algo práctico, que deben hacer todos los países. Debe decirse a la gente que puede tener dos hijos, no más. El control de la natalidad es lo mejor. -Muy acertadamente don Luko Hilje se preguntaba si podemos tener una medida acerca del tamaño de una población para un territorio determinado. -Se puede conseguir más comida sin destruir más bosque. Si toda la gente fuera vegetariana, ayudaría mucho a resolver el problema de la alimentación. Ojo, julio 2003
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PAdre y Madre de Jorge Debravo
Viven en el olvido y la miseria
La niebla y el frío lo inundan todo. Para llegar a su casa hay que caminar por un potrero, con el pasto a la rodilla. Parece un sitio abandonado, la madera está deteriorada, las ventanas no tienen vidrios, no hay bombillos en las estancias y en medio de la oscuridad de la sala apenas surge la luz de una candela. Así, invadidos por la pobreza, en medio de una vejez miserable, viven los papás de nuestro gran poeta Jorge Debravo. En las montañas de Turrialba, a 20 kilómetros de caminos de piedra al norte de la cabecera de ese cantón cartaginés, aguantan frío y hasta hambre los seres humanos que procrearon al más entrañable y querido poeta de nuestro país. Parece que no hay nadie en esa casa vieja, añosa, artrítica. Tocamos la puerta y como no hallamos respuesta, entramos así no más. El piso cruje, se tambalea. Entonces una voz emerge de la nada. Es la voz de una anciana. “Cuidado se hunden, el piso está muy malo”, dice la voz, y pocos segundos después vemos a una señora por un pasillo. Viene apoyando las manos en las paredes. Camina muy despacio, mirando al suelo, no vaya a ser que un obstáculo la derribe. “Perdonen la sencillez de esta casa, pero pasen adelante”, dice, con dificultades. Le cuesta un mundo llegar hasta donde estamos. Da congoja verla movilizándose. Ni siquiera preguntó quiénes éramos. Cuando llega sonríe, y dice cordialmente, “gracias por su visita”.
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conversaciones con la historia, TOMO TRES
De adentro sale un humarascal, y en medio del humo, la voz de un hombre. Otra voz de anciano. Y de nuevo, llegan los pasos lentos, lentísimos, del señor. “Me llamo José Joaquín, ella es mi esposa, María Cristina, somos los papás de Jorge”, dice, adivinando el motivo de la visita. El piso está muy malo. Nos ofrecen asiento en la sala, pero en eso uno de los dos recuerda que no tienen bombillos.
“Siempre hace frío” Les pido que me lleven al lado del fogón porque hace mucho frío. “Aquí siempre es así, siempre pasa uno muchos fríos”, me aclara doña María Cristina. La cocina es el sector de la casa donde la miseria muestra su cara más cruel y dolorosa. El piso de madera está lleno de aberturas por el deterioro. Se ve el suelo. En una vieja cocina de leña, las brasas se agitan y los chisporroteos se enfrentan al viento. Ella quiere ofrecernos algo. Se le nota en las manos y en los ojos. Mira para todos los lados, y no encuentra lo que busca. Le decimos que no se preocupe, que se siente y que nos cuente de su vida y de su hijo poeta. Pero no hay más que una silla, por lo que decide hablar de pie. Viven solos. Los dos tienen 85 años. Están sordos. Hay que hablarles casi a gritos. Unicamente reciben una pensión de 10 mil colones por mes que les dieron hace sólo tres meses. Antes, hace mucho, él tuvo una pequeña pulpería en medio de la nada, entre potreros y montañas, pero la vejez no le permitió seguir. Don Joaquín padece de serios dolores en las rodillas, y ya prácticamente no puede caminar. Y doña María Cristina sufre de reumatismo, jaquecas y náuseas. Sin embargo, ambos tienen mucho de no ir al médico, y sus hijos, que también son pobres y trabajan al campo, temen lo peor. Ellos los tranquilizan. “No estamos alentados, pero tampoco estamos postrados. Vivimos solitos, pero nos ayudamos. Cuando yo no puedo caminar, ‘la Doña’ me trae todo a la cama, y cuando ella necesita ir al excusado, que está fuera de la casa, yo le ayudo a bajar las gradas”, dice don Joaquín. Siempre han sido pobres, pero hasta ahora es que de verdad pasan por la humillante condición a la que expone la miseria. Doña María Cristina sólo ha ido a San José dos veces en 85 Camilo Rodríguez Chaverri
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años de existencia. Una vez vino con su hijo, Jorge, porque necesitaba unos anteojos, y más de 30 años después, vino a la capital el pasado 19 de abril, cuando develaron el retrato de su hijo como Benemérito de las Letras Patrias. Ese día fue la primera vez en la vida que salieron juntos de Guayabo Norte hacia la capital. Para que asistieran a esa actividad, varios funcionarios de la Asamblea Legislativa tuvieron que correr a conseguirles ropa. Tienen 66 años de casados y criaron a seis hijos. Doña María Cristina siempre ha sido ama de casa, y la maestra de sus hijos. Es más, ella fue la maestra del poeta.
La maestra del poeta Criaron a sus hijos en las faldas del volcán Turrialba. “Cuando los chiquillos estaban pequeños, aquí no había caminos. Por eso es que Jorge, que es el mayor, no podía ir a la escuela. Tenía que ir entre el monte y los ríos. Por eso es que había que esperar a que creciera”, explica doña María Cristina. “Jorge estaba muy pequeñito, así que tampoco podíamos ponerlo a trabajar al campo, estaba muy nuevito como para maltratarlo mucho”, agrega don José Joaquín. Tuvieron que pasar muchos años antes de que pudiera entrar a la escuela. Por eso, su mamá empezó a enseñarle a leer. Y poco a poco, el poeta se fue adentrando en el maravilloso mundo de la palabra. “Aparte del poquito de trabajo que conseguíamos para él en el campo, Jorge pasaba el día leyendo. Y de un día para otro, me dijo que estaba escribiendo poemas. Los escribía en un cuadernito y me los iba a leer allá, a la par del fogón, mientras yo hacía todo lo de la casa”. Cuando Jorge pudo ir a la Escuela de Santa Cruz ya tenía 15 años, y caminaba hora y media de su casa al centro educativo. Al tercer día de clases lo pusieron en el aula de sexto grado. Doña María recuerda que después de un año en la escuela de Santa Cruz, la maestra de Jorge le mandó a decir que ojalá pudieran hacer el esfuerzo de enviarlo al colegio. “Tuvimos que lucharla mucho para recoger el cinquito. Casi no podemos mandarlo. Ninguno de los hermanos de él pudo ir, y sólo una hermana estuvo en el colegio un tiempito. Jorge sabía que era un gran esfuerzo y siempre lo agradecía, a pesar de que era tan callado, tan tímido”, dice su mamá. 104
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Fue en ese tiempo de colegio que Jorge se reencontró con Laureano Albán, el otro chiquillo del pueblo que amaba la poesía. “‘Laureanillo’ es nieto de don Laureano, un señor que tenía una pulpería en un pueblo de aquí que se llama ‘El Torito’. Recuerdo cuando su papá lo mandaba a todas las casas a vender pan”, dice don José Joaquín.
Don Joaquín y los poemas Pero, ¿cómo fue que un muchacho que vivía a hora y media de la escuela pudo conocer a los poetas? Su papá lo escuchó hablando de poesía, pero no entendía mucho, porque ni siquiera había podido ir a la escuela. “Yo aprendí a leer solito—dice don Joaquín—. Apenas me la juego con las letras. Cuando Jorge me hablaba de la poesía, yo ni sabía de qué me estaba hablando”. A pesar de eso, un día don Joaquín fue a vender unos saquitos de maíz a Turrialba y preguntó por aquí y por allá que si eso que su hijo Jorge llamaba poesía, que si eso se podía comprar en algún negocio. Alguien le explicó que los poemas no se compraban ni se vendían, pero que en alguna librería podía preguntar por libros. Entonces, don Joaquín anduvo por todo el pueblo y consiguió dos libros con la plata de los saquitos de maíz. Uno de Gustavo Adolfo Bécquer y el otro de Rubén Darío. Esos fueron los dos primeros libros de Jorge Bravo Brenes, nuestro inmortal Debravo. “Mi hijo era una persona ‘muy aparte’. No era de amigos, ni de andar callejeando. Desde chiquillo pasaba entre cuadernos, escribiendo poemas. Y ya cuando estaba en el colegio, venía a leerme lo que escribía, y me hablaba mucho de un señor que él quería mucho, creo que se llama Pablo Neruda”, confiesa la mamá. La muerte de Jorge les sigue pareciendo una pesadilla. Ese cruel 4 de agosto, del negrísimo año 1967, les clavó un puñal en el alma.
“Era un milagro” No tienen parientes que escriban poesía o que les guste. “Jorge era un milagro, seguro por eso nos duró poquito”, dice su madre, y un suspiro le cierra y le abre la boca. Su mamá ni siquiera tenía los libros editados. Para el 19 de abril, le llevaban de sorpresa una colección con las nuevas Camilo Rodríguez Chaverri
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ediciones. Cuando se los entregaron, doña María Cristina los vio muy extrañada, y con mucha pena de caerles mal por señalarles un error, les explicó que esos no eran los libros de su hijo. “Estos no son los libros de Jorge. Es que él los escribía a mano. Perdonen, pero si fueran los de él yo los reconocería, porque tiene una letra muy parecida a la mía, y sólo escribía con letra pegada, como de carta”, dijo, bañada en ternura. Muchos de esos “libros a mano”, sus manuscritos, quedaron en poder de don Joaquín y doña María Cristina, pero después de su muerte los llevaron a una universidad, porque la polilla estaba devorándolos en las gavetas de madera de la humilde vivienda. Se presume que muchas de esas obras eran inéditas, pues corresponden a épocas distintas a las de la obra reunida y guardada por la esposa del poeta, y que fue publicada después de su muerte. Lo grave es que ahora los señores no saben ni siquiera dónde los dejaron, ni con quién. “Pero no importa, de por sí son muchos libros”, dice doña María Cristina, “ya con esos está bien”, concluye, mientras aprieta en su pecho los libros que creía que no eran los de su hijo. Ahora sí cree que son, y los guarda en un baúl, a la orilla de la cama. “Aquí duermen los libros de Jorge, cerquita de nosotros, y de mi corazón”. Ojo, mayo 2003
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Marjorie Ross
Reina de nuestros sabores
Tiene un cuarto de siglo de rescatar lo que está detrás de las ollas. Al principio, su interés por el rescate de la cocina costarricense fue poco comprendido. Así como subestiman la cocina en sí, subestiman su trabajo intelectual. “Muchos creían que era una loquera. Decían que primero me había dado por escribir poesía y ahora por la cocina”, cuenta entre sonrisas. La periodista y abogada Marjorie Ross tiene 25 años de investigar el mundo culinario de Costa Rica, y tanto trabajo la ha colocado en un trono en esa materia. Es una autoridad, quizás la máxima en este tema. Cuando en 1984 publicó su libro “Al calor del fogón” la cocina costarricense estaba tirada en el abandono. Sus trabajos vinieron a reinvindicar ese pequeño reino de la mujer costarricense, subordinada en casi todo, despreciada y casi muda, que toma el delantal como un escudo y cabalga batallas entre sabores. Luego de “Al calor del fogón”, entró a estudiar la cocina limonense. “La cultura limonense sufre mucha discriminación. Creo que rescatar su cocina es una manera de reinvindicarla. No había bibliografía. Estuve viviendo un tiempo en Inglaterra y ahí conseguí mucho material para este libro”, cuenta Ross. Más tarde publicó “Las Frutas del Paraíso”, un recorrido por el delicioso universo de los olores que Dios tira al mundo en las manos que tienen las copas de los árboles, y “Entre el comal y la olla”, un estudio de la cocina costarricense, que incluye particularidades de cada región del país, con afán didáctico y soporte histórico. Camilo Rodríguez Chaverri
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La cocina reivindica - Su obra es una manera de reivindicación de la mujer costarricense. - Entre la olla y el comal, la mujer costarricense sí es la reina. Aunque es subestimada en casi todas las actividades por el sistema patriarcal, su trabajo es reconocido en la cocina. Eso es algo que nunca nos han negado. - Siendo usted intelectual y escritora, muchos se preguntan porqué se adentró en la cocina. ¿Por qué se inició en este campo? - Me di cuenta que se estaba perdiendo lo que teníamos. Era insólito que una intelectual se dedicara a un tema considerado “liviano”. Se pasaba por alto que la cocina nos da una dimensión de la identidad nacional. - Siendo una investigadora y una estudiosa, ¿la meten en el mismo saco con las señoras que enseñan recetas en los programas de la tv? - Todavía me cuesta mucho que diferencien entre una periodista que escribe sobre cocina y una cocinera práctica. Sé cocinar, pero si tuviera un programa, tendría que ser sobre la cultura que hay detrás de lo culinario. - Pero sabe de recetas lo que nadie más sabe. ¿Le gusta cocinar todo eso que redescubre? - Sí, claro. Es muy difícil desligarlo de mi vida personal. No soy buena recomendadora. Como desde hormigas colombianas hasta piedras. Puedo decirle cuál restaurante es bueno y cuál no. Lo que pasa es que hasta en el peor encuentro algo importante desde el punto de vista etnológico.
Los platillos son espejos - En su nuevo libro “Entre el comal y la olla”, escribe sobre cocina regional dentro de la cocina costarricense. ¿Hay platillos que son nacionales? - Hay platillos nacionales y platillos regionales. Los nacionales están por encima de diferencias geográfic as y de clase. Lo nacional demuestra el mestizaje del que venimos, todo lo que le debemos a los indígenas y los negros. Por ejemplo, en el gallopinto encontramos la herencia negra. - ¿El gallopinto con herencia negra? - Sí, es uno más entre muchos platillos latinoamericanos que provienen de África. Esa mezcla de arroz y frijoles era lo que les daban los tratantes a los esclavos en las travesías trasatlánticas. 108
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- Usted también habla de herencia indígena. - Hay un detalle que puede reflejar nuestra pintoresca manera de ser. Aquí se cocina con mucho sabor, pero siempre son sabores delicados. En la cocina se refleja nuestra individualidad. No ocurre, por ejemplo, lo del picante en México. Nuestros platillos no son picantes, pero la chilera no falta en la mesa. Entonces, cada quien toma la cantidad de picante que quiera. Que la comida lo traiga desde la cocina irrespeta nuestra individualidad.
El momento del abismo - ¿Cuándo empezamos a perder nuestras tradiciones culinarias? - Yo vengo de una familia con enorme tradición culinaria. Mi papá era Ross Coronado, por parte de madre, descendiente de Vázquez de Coronado. Mis tías abuelas eran famosas por sus tamales y pastelería. Dos de ellas eran monjas del Sión, por lo que seguían esa tradición de famosas cocineras: la dulcería, las cajetas, la repostería casera, pan dulce y yemitas. “Aprendí a respetar mucho esa labor, y entendí cómo se magnificaba el rol de la mujer desde la cocina. “Me enseñaron a cocinar en la escuela. Una vez me preguntaron en Radio Monumental quién me había enseñado a cocinar, y como contesté que aprendí en la escuela, mi mamá se resintió. La verdad es que fue la niña Julia. Es que en la casa se aprende a cocinar viendo. Otra cosa muy distinta era la labor de la escuela. Esa institución era la protectora y la transmisora de las tradiciones culinarias del país. La enseñanza culinaria era más completa, más coherente. Teníamos cuadernillos con recetas ya sistematizadas. “También nos enseñaban sobre nutrición. Se nos decía cuáles eran las frutas de temporada. Eso permitía abaratar en una gran medida la despensa familiar. Pero esa costumbre desapareció en los años 60 y 70, precisamente cuando iniciaron los embates de la globalización. - ¿Cómo empezó a reflejarse eso en la cocina? - De pronto no había cocina costarricense. Si nos visitaba una persona extranjera, no había dónde llevarlos a conocer la comida nuestra. “Por eso me impuse la tarea de recolectar sistemáticamente las recetas. Me enteré de que no era tanto lo que se había perdido, pero se despreciaba lo que teníamos. “El libro fue provocando una curiosidad que coincidió con el crecimiento del interés turístico en el país. Camilo Rodríguez Chaverri
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Cocina en el aula - ¿Obligó eso a un cambio? - De nuevo en la escuela pedían tareas en relación con la cocina costarricense y comenzaron las ferias del maíz y de las frutas. “Siento que el proceso se ha revertido, pero se confunde la cocina campesina y la criolla costarricense. Entonces, en un restaurante sirven en jarros de lata despintados, creyendo que eso es parte de lo que debe venir con la cocina costarricense. Eso es cocina de los sectores rurales pobres. Por ejemplo, en un restaurante el menú era de cartón, y estaba escrito a mano, con faltas ortográficas; las mesas no tenían manteles y el lugar no reunía condiciones para llevar turistas. No hemos superado del todo esa confusión.” - ¿Alguna institución se ha preocupado por la cocina costarricense? - Ahora el INA da cursos y la Asociación Costarricense de Chefs tiene planes para fundar una escuela gastronómica. - ¿Se apega la cocina costarricense a un balance en la dieta? - Hay una discusión, pues la dieta basada en el arroz y frijoles ha demostrado ser excelente, a pesar de algunas debilidades. Tiene exceso de grasa, sobre todo cuando se cocina con manteca animal. Y a eso se agrega que los costarricenses no estamos acostumbrados al consumo de frutas y verduras. En el casado, la ensalada se limita a una hoja de lechuga que es de adorno, y todos la dejan en el plato. - En este sentido, ¿nos golpea la globalización? - Nos sofisticamos en el mal sentido. Las comidas rápidas y las frituras le ganan a las verduras. Sin embargo, la composición básica de la dieta es adecuada, con una porción pequeña de carne, propia de un pueblo modesto. Esto también se lo debemos a los indígenas porque el centro de su dieta nunca fue la carne, sino el maíz. La carne era un complemento, un adorno.
El fogón como trono - ¿Hasta qué punto lo de la cocinerareina puede ser también un mito? - La excelencia en la confección siempre ha sido reconocida. Pero eso no significa que se le diera a la mujer el dinero ni el poder que merecía. Por ejemplo, cocinaba pero no hacía las
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compras. El hombre iba al supermercado y, como proveedor, establece un mecanismo de dominación. Esto puede ser un espejismo, pues se trata de un reinado de puertas para adentro. - Los movimientos feministas ven la cocina con malos ojos. - Hay feministas que ven el delantal como signo de opresión. En cambio, yo veo la cocina como un reducto de poder, y un universo en el cual la mujer podía mandar aunque fuera con límites. Me parece absurdo el feminismo que cuelga el delantal. - ¿Porqué suele decirse que los hombres cocinan mejor? - Después de la Revolución Francesa, los hombres que trabajan como cocineros de las cortes monárquicas pasaron a ser dueños de restaurantes para la burguesía. La dominación patriarcal insistía en que la mujer estaba bien para cocinar todos los días, pero que el hombre debía cocinar para ocasiones especiales. “Esto no tiene ni pies ni cabeza. Hay excelentes cocineros y excelentes cocineras. También hay hombres que no saben cocinar y mujeres que tampoco lo hacen.”
Sexo y comida - Hay una relación milenaria entre la cocina y el sexo. ¿Qué piensa de los afrodisíacos? - Somos lo que comemos. Es un principio de supervivencia. Y otro que está íntimamente relacionado con la vida es el principio de la reproducción. De manera que se hermanan y se han relacionado durante siglos. La ciencia demuestra que hay afrodisíacos de verdad, más allá de las supersticiones. Por ejemplo, el chocolate efectivamente afecta al cerebro de manera que la persona esté dispuesta al amor. Los cronistas de Indias hablan de que los hombres que tomaban chocolate estaban más preparados para los placeres de la cama. - Me parece que la comida no sólo tiene que ver con el gusto, que se puede convertir en una fiesta para los sentidos. - La comida tiene que ver con todos los sentidos. Los chinos dicen que un platillo no sólo debe saber bien, sino verse bien, oler bien, y hasta sonar bien y estar dispuesto para el tacto, para el contacto con la lengua. - Usted destaca como poetisa, ¿encuentra un puente entre estas dos pasiones?
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- -Sí, encuentro relación entre la cocina y la poesía. Ahora estoy escribiendo un libro con el artista Carlos Poveda. Es sobre los productos que América le dio a Europa y la identidad latinoamericana a través de la cocina. Son textos históricos y poéticos acompañados con sus obras plásticas.
Comunicadora a fuego lento En 1984 apareció “Al calor del fogón”. Era algo inusitado en la literatura costarricense, pero tuvo una reacción ambivalente. Cuenta su autora que muchas mujeres de alta sociedad consideraron que era un libro para empleadas domésticas. “Veían como poco elegante encargarse de la cocina. Ahora es distinto”, señala Ross, quien considera que en la cocina, como en todo, hay diferencias. “No en todas las casas se come igual. La clase media y baja come más tortillas, y la clase alta más pan. La tortilla se ha ido ganando un espacio. Franklin Chang llevó tortillas al espacio y en la NASA hay un estudio que dice que la tortilla es mejor que el pan, pues no se desmoronan y se conservan por más tiempo”, comenta. Sus libros tienen un enorme valor educativo, descubren, enseñan, comparten. En lugar de libros de análisis con recuentos de recetas parecen libros de abrazos. Abrazan al alma nacional, la acurrucan, la miman, la chinean. Se debe, sin duda, a las enormes dotes de comunicadora de esta poetisa, quien tiene más de 35 años de ser periodista y se distingue por la sobriedad y precisión de su pluma, siempre certera.
Enorme trayectoria Se inició cuando tenía 17 años. Hizo sus primeras armas en El Diario de Costa Rica, donde estuvo al lado de los legendarios Joaquín Vargas Gené, Ventura Cordero y Julio Suñol. Luego trabajó en La Prensa Libre y en La República, dirigió los periódicos de izquierda Prensa Política y El Nacional, y fue jefa de redacción del Semanario Universidad. En canal 6 trabajó con otra institución del periodismo, Luis Burstin, y junto a su esposo, Rodolfo Cerdas, tuvo un programa de entrevistas en el 6 y en el 2. Durante diez años fue colaboradora permanente de La Nación, en la “Revista Dominical”, “Viva”, “En forma” y 112
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“Buen vivir”, así mismo estuvo a cargo de los fascículos de cocina. Después, fue jefa de información en Al Día y editora de la revista “Siempre al día”. También escribió la columna “Puntos de vista”, que aparecía en ese periódico tres días por semana. Ahora tiene una columna permanente en El Financiero, y escribe para la revista Nexos, de la empresa American Airlines.
El arco que acierta el tiro La periodista y abogada Marjorie Ross, reconocida por sus columnas de análisis político, sus reportajes sobre temas familiares o de pareja y sus sabrosísimas notas sobre la cocina costarricense, publicó el poemario, Jaguar Alado, impreso por el Ministerio de Cultura. Se trata de un joyero repleto de secretos, una mesa servida que vamos descubriendo poco a poco, degustando un nuevo manjar de Ross, ahora cocinado a fuego lento, con las brasas de una imaginación fresca, las llamas lejanas y apenas sugerentes de su irreverencia, el condimento de una apertura y franqueza casi juveniles, y hasta el picante de una audacia siempre femenina y exquisita. Son poemas que cuidan la forma, y que esconden una luz distinta, bañada de la sensualidad con la que Ross toca a las palabras. Es que su mirada de poeta alumbra y abre puertas. “Como te llevas puesto / tu sombrero de mago, / quedan destrozos / de ángel adolescente / tras tus huellas.” Es irreverente. Su verso es urticante. No permite concesiones, ni se guarda los mapas a los tesoros perdidos. “Que siga hirviendo / eternamente buena / en secreto caldero / de bruja medieval / mi magia blanca.” De esta manera, el poema también puede convocar alianzas o tempestades. “En cónclave nocturno, / hermanadas en luna, / las mujeres valientes / me den el astral sortilegio / oculto tras sus párpados.” Por eso, refleja un erotismo delicioso y conciente. “Habitada por aves, / envuelta en líquenes / volcán activo, / buyente de lava / te reclamo.” Tiene su propia selva interior, un planeta que renace en sus adentros. “Se me ha llenado la cabeza de delfines con frío y heridas mariposas ajenas.” Haciendo eco de las palabras del cubano Eliseo Diego, Doña Marjorie demuestra que la memoria a veces es una forma de ternura: entonces se llama nostalgia. “Recorriendo pasillos / Camilo Rodríguez Chaverri
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he buscado tu aroma / tu palabra / la dulce pulpa de tu mano / entre las sábanas.” La palabra es totalizadora. No hay democracia en su manejo. Se tiene o no se tiene. Y cuando se domina, la palabra puede reinventar, recrear, sintetizar de manera maravillosa. “Amigo de siempre / tu mano me contiene / y mi palabra / te resume en silencio / más allá de mis ojos.” La poeta es una observadora infatigable, y dibuja la amistad, el cariño y el amor con imágenes precisas. “Tú, penacho glorioso, yo, cabeza coronada. Tú, la mano que dispara, yo, el arco que acierta el tiro entre las ramas.” También la poesía puede ser un espejo sin edad ni memoria, un abrazo de autoafirmación más allá del ahora y hasta una puerta que nos saca del tiempo. “Me asomé y allí estaba mi vejez orgullosa, mi altivez de señora de la espuma y del aire.” Sus palabras dan la impresión de estar preñadas por duendes. “Que no te inquiete mi vigilia risueña, deja que siga durmiendo como embriagado el diosecillo de la flecha.” Sobre todo, porque el poema denota que ha pasado bastante agua debajo del puente. “Una renovable cálida corriente que me recorre toda.” Asume el reto de retratar el espíritu por los ojos, que también sirven de ventana al universo. “Profundamente lúcida tu mirada deshoja flores aladas, para mí. Estrella profunda bajo tus párpados, mi vida.” En este libro, doña Marjorie regala más de un consejo con ritmo y desenfreno. “No escondas tu voz entre los pliegues de la memoria, ni encierres tu silencio entre pilas de sábanas y amores fallecidos (…) No dejes que te arranquen el derecho a pensar, a presentirlo todo con lúcida locura de profeta. Profeta de la vida, no des campo a la muerte entre tus párpados.” Pero el poema también puede ser reclamo. “De tanto adelgazarme para no gastar luz sobre tu espejo, me endurecí despacio, concha caracol coral cerrado.” Y también un desnudo del alma. “Me atropelló un celaje de tristeza con aroma de códigos secretos y solitarios potreros inasibles.” Por lo que el canto puede ser un soliloquio desenfadado y triste. “Me persigue la ausencia de tu voz, ocarina de selva, fragilidad de barro, encantador de sierpes.” Y el poema más hermoso es, sin duda, el que le da título al libro: “(…)Si hay reserva de eternidad, reserva quiero, pues los días se agolpan como olas en un mar cuyo reloj se descompuso ayer. No logro detener su giro alucinante, hacia la playa de senderos difuminados, espejeando la más distante
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nebulosa enamorada del firmamento. Jaguar, jaguar alado de enloquecido vuelo.” El libro Jaguar Alado es, en efecto, un vuelo enloquecido, pero de seguro también es la descripción de un sueño que no termina, pues, como ha escrito la poetisa, sigue durmiendo embriagado el diosecillo de la flecha mientras ella continúa siendo el arco que acierta el tiro entre las ramas. Una domadora del verso y una gran señora del poema. Este libro no debe faltarnos por dentro. Ojo, setiembre 2001
Camilo Rodríguez Chaverri
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Doña Dorothy Pinto de Serrano
Escritora a los 88 años
Tiene 88 años, no necesita anteojos y todavía conduce su vehículo Yaris. Todos los días va de su casa, en San Rafael de Montes de Oca, hasta el Banco Nacional de San Pedro, y hace sus mandados con soltura y libertad. Doña Dorothy Pinto es una institución de nuestro país en el rescate de la conchería como recurso lingüístico tradicional y una importante escritora de literatura para niños. Pero con casi 90 años encima, no sólo eso la hace célebre. También lo es porque sigue siendo una pintora prolífic a y una gran promotora cultural. Además, muchísima gente tiene que ver con ella por su pericia al volante. Incluso, los domingos llega hasta el centro de la capital con su carro. “Es que le tengo miedo a las presas y pánico a las rotondas. Hay muchos locos en la calle, que se creen dueños de las vías”, cuenta doña Dorothy Pinto de Serrano, quien ha escrito siete libros y todavía escribe sus concherías y libros de cuentos y poemas infantiles. Le ilusiona la idea de contar con nuevas publicaciones. “Siempre vivo con humor. Por eso es que todavía escribo. Hace un mes terminé una conchería. Lo que escribo son recuerdos, vivencias y fantasías de una época linda que me tocó vivir”. Doña Dorothy nació en San José el 19 de agosto de 1914. Desde muy niña ha tenido relación estrecha con el arte y con el campo. “Para mí, el campo fue una maravilla. Crecí en San José, pero desde que tenía unos 10 ó 12 años le ponía atención a las muchachas que trabajaban en la casa. “Me ponía a prestarles atención sobre cómo hablaban. Una vez, tenía yo como 8 años, y salí con una de las empleadas 116
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de la casa. Me prendí de su delantal sin darme cuenta, y entonces me dijo ´chacalina, lárgueme el delantal porque me espretina´,
Frase como génesis “Pasé días dándole vuelta a la frase. Le ponía atención a todo lo que hablaba. Se llamaba Genadina. En alguna conchería metí su nombre. En ese tiempo había mucha ocasión de escucharlos, porque venían vendedoras con canasto, a vender lechugas, cebollas, huevos. “Traían las gallinas con el pico para abajo. La empleada las mataban, les torcían el pescuezo. Mi mamá preguntaba a cómo los huevos, a dos por dos reales, le contestaban. Y luego por algo más le decían que eran seis reales. Después yo preguntaba y resulta que eran tres pesetas”. Dice doña Dorothy que llegaba el lechero que venía para arriba de Coronado y como era de confianza entraba hasta la cocina. Duraba años el mismo lechero. Luego, siguió con el entusiasmo por todo lo que era vernáculo, campesino. En las vacaciones la llevaban a veranear. “Ahora la gente sale pero no como antes, A veces nos íbamos los dos meses de vacaciones a alguna finca. “Ya grandecita, me tocó vivir en una finca en Coronado, había lechería y siembros. Escuchaba a los peones y las esposas de los peones”, cuenta doña Dorothy.
Entre turnos y peones Iba a los turnos de Coronado, que eran muy famosos. Y también más arriba, en Las Nubes de Coronado, que cuando eso eran fincas y fincas, pues entre una casa y la siguiente había un kilómetro de distancia. “Siempre les tuve mucho cariño y admiración a los campesinos por su sencillez, su honradez, A mí alguien me preguntó si las concherías eran una burla de esa gente, y dije que no, de ninguna manera. “Cuando empecé a escribirlas mi interés fue sacar todo eso que traía en la cabeza y que mis hijos y las otras generaciones pudieran saber algo de la Costa Rica que me tocó vivir”. Y para llegar a la gente nueva, Doña Dorothy decidió hacerlo de manera fluida y con mucho humor. Aunque empezó con las concherías, ya lleva cinco libros de poemas y cuentos. “Primero me dediqué a las concherías, Camilo Rodríguez Chaverri
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con el ánimo de rescatar ese lenguaje, y también porque mi esposo me lo estimuló”. Y explica que, aunque tenía ganas de publicar, lo que la impulsó fue que alguien le dijo que eso era pasado de moda. “Esas palabras me cayeron como pólvora. Fue lo que más me impulsó. ¿Cómo es eso de que unas cosas nuestras van a estar pasadas de moda? Aquello fue como un chilillazo que me dieron. Las concherías no deben pasar de moda nunca”.
Primero que todo mamá Doña Dorothy nunca se imaginó que iba a ser escritora. Ella estudió en la Escuela Vitalia Madrigal y el Colegio de Señoritas. Luego entró a la Escuela de Bellas Artes. Se imaginaba que iba a ser madre y pintora Antes de publicar su primer libro, mandó una conchería a “La Tribuna”, con seudónimo. “Sentí una gran emoción cuando la vi publicada. Eso me entusiasmó a seguir adelante, y ya las mandaba sin seudónimo”. Cuando salió su primer libro, las Cartas de Dulcelina Mena, tenía mucho miedo. No obstante, está muy satisfecha porque incluso han dramatizado algunas de sus concherías. “La primera vez que me llamaron de una escuela, todavía vivía mi esposo. Fuimos. Creí que iban a destrozar una conchería mía porque la iban a representar unos chiquillos muy chiquillos. Pero lo hicieron tan lindo que a mí se me salieron las lágrimas. Estaban todos lindos, vestidos de conchos”, dice, muy emocionada. “Mucha gente me llama y me dice, ‘ay, me encantan sus libros, porque así hablaba mi abuelo´. Pero tal vez hay gentes que del todo no han oído eso.”.
Liduvina Ahora Doña Dorothy anda muy feliz, porque acaba de escribir una nueva conchería. “De nuevo, es una vivencia, pero le puse en el rótulo ´Ecos del pasado´. Me devuelve al año 1950 y a Liduvina. Resulta que mis hijos estaban chiquillos, y me quedé sin empleada. Ya tenía tres chiquitos. Y entonces una prima me mandó a Liduvina. “Para mí lo primero es que fuera buena con mis hijos. Entró con sus motetes y descalza. Le pregunté cómo era con los chiquitos, y me contestó... ´qué si soy cabrona para los chacalines!´...”, y termina Doña Dorothy muerta de la risa. 118
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Confiesa toda coqueta que todo el mundo le pregunta cómo se conserva tan bonita y tan entera. “Lo que hago para conservarme es estar en actividad y no ser pesimista. Siempre miro la vida con optimismo. Mi esposo murió hace 14 años. Cuando murió, pasé seis noches pidiéndole a Dios que me llevara a mí también. Pero bueno, quiso que me quedara y que conociera 17 bisnietos. Así que tuve que buscar la manera de sonreírle a la vida”. Como pintora, ha expuesto en Costa Rica y en España. También ha ilustrado sus siete libros con sus dibujos y pinturas, así como el libro “Unas de palo...¡y otras de miel!”, de su hijo Germán Serrano, quien ahora es Presidente Ejecutivo del INS. “Con el transcurso de los años, he ido pintando retratos de mis 16 nietos. A estas alturas todavía me faltaban unos. Resulta que faltaba el retrato de uno de mis nietos. Guillermo, mi hijo, me dijo que le faltaba el menor de los 4 hijos de él. “Yo le dije, ´bueno mirá, yo no sé cómo va a salir, yo ya estoy muy roca. Si no te gusta, me lo devolvés y yo no me enojo´. Pero ahora que lo acabo de terminar, la verdad es que están fascinados. “A estas alturas, me salió muy bien, pero les dije que no sigan con los bisnietos porque son muchos...Ya no juego, ya no entro. Paso, mejor paso”. Ojo, octubre 2002
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Carlos Lachner
Siguiendo los pasos de Noé
“Costa Rica no es desarrollado porque no tiene la intención de serlo. Hay un enorme conformismo. Vivimos tranquilos en la mediocridad.”. “Yo diría que la meta de Costa Rica es ´joder´, no dejar a los otros progresar, atravesarle leyes al que quiera superarse, ponerle controles enfermizos a todo”. Su oficina es un híbrido entre un recinto ejecutivo y una galería de arte. La magia y la luz de los artistas costarricenses nos miran con sus muchos ojos desde todas las paredes que se avecinan a partir de la puerta de entrada y hasta la sala donde recibe a quien le visite. Dos litografías de Paco Zúñiga cobijan el espacio. Parecen señoras del servicio. Tienen un dolor y una dignidad que embriagan. En su oficina, que está al lado, hay obras de Max Jiménez, Rafa Fernández, Fabio Herrera, Gerardo González y Gallardo, y en el pasillo que une a su oficina con las otras hay obras de Adrián Arguedas y Bernal Ponce. No todo es costarricense. Dos litografías del peruano Fernando de Syszlo están en el corazón de la albísima frontera de su despacho. También hay una máquina de escribir del año fusil de chispa, que se levanta sobre un archivo como una araña metálica. Es una Silenta que tiene el alma y la elegancia de una señora bien. Y hay una pequeña máquina de coser que se adueñó de una esquina y que podría pasar por un roedor en las manos de cualquiera de los escultores que admira el dueño de este espacio. Se trata de Carlos Lachner, uno de los principales espadachines que tiene la cultura costarricense, un empresario reconocido por su capacidad innovadora, un 120
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músico y compositor al que la mezquindad nacional no ha querido reconocer su monumental talento creativo y uno de los mejores amigos del Presidente Abel Pacheco. En corrillos se dice que es el único consejero al que don Abel escuchó con especial cuidado a la hora de escoger el gabinete. Lo niega, naturalmente. Pero es entendible que el Presidente confíe en él, sobre todo porque se conocen desde la niñez, nunca le ha interesado un puesto público, siempre ha colaborado ad honorem y se mete de lleno única y exclusivamente en temas de cultura. “A lo largo de los años me ha interesado participar en política porque me parece una obligación ayudar a que se incline la balanza por el mejor grupo. Nunca he querido ser ministro, ni embajador, ni diputado. Simplemente me interesa ayudar. En lo único que he aceptado es en juntas directivas de museos. Estuve en la directiva del Museo de Arte Costarricense y en la del Museo del Banco Central, así como he estado desde sus inicios en el Museo del Niño”. Ahora se ha acercado al ministro Guido Sáenz, conociendo la vocación de grandeza del reinventor de la Orquesta Sinfónica Nacional, creador de su programa juvenil, y padre de La Sabana, el Monumento al Agricultor y el Museo de Arte Costarricense.
El Arca del Mundo Lachner quiere que Costa Rica tenga un gran monumento que lo particularice frente al mundo. Algo así como la Torre Eiffel en París o la Estatua de la Libertad en Nueva York. “Estamos planeando algo más grande que todo lo que se ha hecho en cultura en este país. Se lo presentaremos a don Abel en unas semanas, durante el mes de julio. Si lo llevamos adelante, será el monumento cultural y ecológico más importante de nuestra historia. “Lo que queremos es que sea un monumento con el que se ligue a Costa Rica en todo el mundo. Con ello, lo primordial es convertir a nuestro país en la capital ecológica del planeta”, dice Lachner, seguro y muy ilusionado. Es un proyecto del arquitecto Walter Hidalgo, quien se graduó en Barcelona, y en primera instancia lo ideó para esa ciudad. Sin embargo, poco a poco se fue percatando de que ese proyecto estaba especialmente diseñado para nuestro país.
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Se trata de un museo escultórico animalístico, y que se llamará ´El Arca del Mundo´. No han escogido el sitio, pero se supone que estaría al Oeste de San José, tal vez entre Santa Ana y Puntarenas, con el objetivo de atraer a los cruceros y de estar en ruta de las playas de Guanacaste. “Todo iniciaría con un monumento en medio de un lago del tamaño de una cancha de futbol. Sería como un higuerón o un lirio que emerge del agua. Adentro, en salas, y también en las riberas del lago, habrá esculturas de carácter animalístico de todo el mundo. Por ejemplo, a algún escultor australiano se le pedirá una obra sobre los koalas. Y así con cada sitio de la Tierra”. La responsabilidad del diseño final del proyecto recae en Greg Lyn, un reconocidísimo arquitecto de California, famoso por el carácter filosófico de sus modernos diseños. De acuerdo con Lachner, la idea es que el gobierno de Costa Rica brinde el capital semilla, que sería de algo así como un millón de dólares, y que a partir de allí se pueda conseguir financiamiento en todo el mundo. “Hay muchas empresas petroleras, farmacéuticas y de químicos que tienen interés en ligar su imagen al ambiente. Costa Rica debe aprovecharse de esas circunstancias. “Ya se instituyó la fundación con 18 personas provenientes de nuestro mundo cultural, ambientalista y empresarial. La idea es que el proyecto no tenga dueño. Que sea el gran ideal de Costa Rica. Para esto, ya hemos recurrido a instituciones nuestras de gran prestigio internacional, como el INBio y la EARTH”. “Junto a ´El Arca del Mundo´, queremos instaurar un premio especial en nuestro país, que sea algo así como el Nóbel del Ambiente, mucho más que el Premio Príncipe de Asturias”, comenta don Carlos. Para él, un buen parámetro es un enorme proyecto cultural en Bilbao, España, que condujo hasta esta ciudad a 800 mil turistas sólo durante el primer año. “Imagínese que si nosotros conseguimos que aparte del millón cien mil turistas que vienen por año, lleguen unos cien mil más, y que de los otros, la mitad se quede un día más para conocer el monumento, estaríamos generando ingresos por 100 millones de dólares al año”, puntualiza.
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Otro museo universal “El otro proyecto que le planteé a don Guido es transformar el viejo edificio de la antigua Aduana en un museo de artes plásticas, de manera que el viejo edificio del aeropuerto, donde está el Museo de Arte Costarricense, se pueda especializar en escultura. “Además, el museo busca ser universal. Primero que todo, debemos luchar por tener una colección de pinturas latinoamericanas”, asevera Lachner, quien tiene una colección de obras de artistas del continente en su casa. “En mi casa debo tener unas cien obras, de unos cincuenta artistas. Tengo obras del peruano Syszlo; de Amaral; del nicaragüense Armando Morales; del salvadoreño Benjamín Cañas; de Iturria, de Uruguay; de Pérez, de Argentina.” En los jardines de su casa tiene esculturas costarricenses, obras de Fernando Calvo, Jiménez Deredia y dos muy chiquitas de Paco Zúñiga. “En una ocasión visité a Paco Zúñiga en su casa, en México. Quería comprarle una escultura. Tenía que hacerle la pátina. Me dijo que me la vendía si hacía buen tiempo y podía terminarla. Costaba $ 2 mil. Recuerdo que tenía una grande, de tamaño natural, que costaba $ 15 mil. Yo no tenía la plata, y en ese tiempo una escultura pagaba mucho en impuestos. A los muchos años supe que su agente se la vendió al actor Arnold Swarzeneger en $ 400 mil. “Además, acostumbro regalarle a mis hijos una obra de arte para diciembre, por lo que los tres mayores deben tener ya unas veinticinco obras cada uno”. “El arte es la mejor inversión que existe. Se aprecia muchísimo. Obras que Van Gogh no pudo colocar ni regaladas, que ponía en la calle para que alguien se las llevara y después pasaba y ahí seguían, hoy cuestan $ 50 millones. “Uno invierte mil dólares en una obra, y al correr de los años vale $ 20 mil ó $ 30 mil. Junto a eso, brindan un enorme gozo espiritual, y van generando un patrimonio para la familia. Tener arte en la casa contribuye a formar a los hijos. Aunque al principio digan que no les gusta, tener contacto con obras les va dando un tono cultural distinto”. Cuenta que esta buena costumbre de comprar arte comenzó cuando estaba muy joven. “Mi papá le compraba obras a Fausto Pacheco. Tenía muchísimas. Yo empecé muy jovencillo, estando recién casado. Inicié adquiriendo obras de carácter primitivista, de pintores nuevos y desconocidos, porque no tenía plata para pagar por obras de artistas Camilo Rodríguez Chaverri
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conocidos. Luego, gracias a Dios he tenido la dicha de coleccionar a lo largo de los años las obras que más me gustan”.
Las seis grandes reformas Con dolor, lo saco del arte y lo meto en la política. Es algo insoslayable. Su cercanía con don Abel obliga. “Tengo un anhelo. No voy a ser protagonista, pero al menos quisiera ser partícipe. Lo que anhelo es que Costa Rica tenga una meta clara, una meta definida. Costa Rica debe definir qué es lo que quiere ser como nación. Debemos lograr el desarrollo económico. “En lugar de eso, la meta de Costa Rica yo diría que es ´joder´, no dejar a los otros progresar, atravesarle leyes al que quiera superarse, ponerle controles enfermizos a todo. “Si uno quiere preguntarse cómo debe buscar ese desarrollo, debe mirar hacia los países asiáticos. Allá se desarrollaron cuando consiguieron un consenso entre las fuerzas laborales y empresariales. “Nunca como ahora el país puede conseguir esto, gracias a la vocación de diálogo de don Abel. Y para ello hay que entrarle a seis grandes reformas, seis pasos importantes... “El primer paso importante es la reforma al Reglamento Interno de la Asamblea Legislativa. El segundo paso es conseguir una gran reforma fiscal. De la segunda reforma viene la tercera, que es resolver el problema de la deuda pública. “El cuarto paso es la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. El quinto paso es la reforma al Código Electoral, de manera que los ciudadanos de verdad voten por personas y no por los que imponen las listas de los partidos, así como que todos tengan posibilidades de acceder al poder, y no sólo quienes puedan gastar sumas millonarias en las campañas políticas. “Y el sexto paso es la reforma a los bancos del Estado, para que puedan competir contra los bancos privados, así como la creación de un banco de desarrollo, que pueda prestar plata para proyectos de riesgo. Ese banco, que no esté apegado a las utilidades, es urgente para el desarrollo económico del país”.
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“No nos interesa el desarrollo” “En 1950, Costa Rica tenía índices menos malos que los de Corea, que venía de sufrir los golpes terribles de una guerra. Hoy, aquella nación tiene ingresos diez veces superiores a los nuestros. Recuerdo que una vez vino al país el rector de la Universidad Internacional de Florida. Organizaron una reunión con directores y directivos de medios. Yo estaba en la directiva de Radio Monumental. “Preguntó cómo es que Costa Rica no se había desarrollado. Uno de los directores de periódico dijo que se debía a que éramos muy pequeños. Él le replicó que Singapur es más pequeño y desarrollado. Otro dijo que teníamos muy poca población. Replicó nuevamente con el ejemplo de Singapur. Alguien dijo que se debía a que no tenemos materias primas, y él contestó que Suiza tampoco tiene materias primas... “Cuando me llegó el turno, dije que Costa Rica no es desarrollado porque no tiene la intención de serlo. Hay un enorme conformismo. Vivimos tranquilos en la mediocridad. Por eso es que no nos hemos desarrollado económicamente”.
Su vida y sus obras Carlos Lachner nació en Cartago el 11 de marzo de 1932. Sus papás, Manuel Lachner y María Rosa Guier, se lo trajeron para San José cuando tenía 5 años. Su papá era hijo de don Vicente Lachner, un médico que dejó su carrera por la de educador, y que destacó como director del Colegio San Luis Gonzaga. En su casa tenía pupilos, muchachos que le enviaban para que los formara. Con lo que obtenía en la especie de pensión para estos pupilos logró mandar a sus hijos a estudiar a Alemania. Ese país atravesaba la crisis económica ocasionada por la Primera Guerra Mundial, por lo que los tres hermanos vivían con $ 150 al año. Uno se hizo médico y los otros dos, dentistas. Pero en una mesa de tragos le robaron al papá de don Carlos los instrumentos para dentista que había comprado con plata enviada desde Costa Rica, por lo que tuvo que devolverse antes de terminar. Se dedicó a hacer negocios, y con los años conoció a don Álvaro Sáenz, un famoso vendedor de carros al que le habían ofrecido vender la agencia Chevrolet. Se conocieron de casualidad. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Papá aparentaba vivir bien, pero es que alquilaba casas buenas y andaba carros nuevos que siempre debía. Don Álvaro Sáenz le ofreció el negocio, y le dijo que hacían falta $ 20 mil, que mi papá no tenía. “Papá los consiguió prestados, conformaron la sociedad, y a los 6 meses se los pidió de vuelta. Estamos hablando de 1939 y 1940. Don Álvaro le explicó que ya esa plata no existía, por lo que no podía devolvérsela. Así que tuvieron que seguir juntos. Recuerdo que en esa época un carro valía 4 mil colones”. El papá de don Carlos murió cuando él tenía 19 años. Acababa de terminar la secundaria en un colegio militar de Estados Unidos, y tuvo que ponerse a trabajar en Lachner y Sáenz, sin experiencia alguna en la empresa. Empezó como mandadero, luego fue el encargado del Departamento de Repuestos, más tarde Gerente de Ventas, hasta que ascendió a la Gerencia General junto a su hermano Guillermo, quien murió hace 12 años. Entonces quedó de Presidente de la Junta Directiva, y se fueron acercando su hijo, Manuel, y su sobrino, Mario, quien ahora está al frente de la empresa.,
Pops, McDonalds, RadioMensajes Es Piscis, por lo que es un gran soñador. “Lo que me gusta es la creación de nuevos proyectos. No me gusta mucho administrar, prefiero simplemente crear”. Ideó la llegada al país de Pops, es socio fundador de Radio Mil y de Radio Mensajes. “Cuando fundamos Radio Mensajes, quien tuvo la idea, Antonio Cañas, creyó que el monto de saturación llegaría al tener 800 bípers. Durante muchos años estuvimos solos. Tardamos 10 años en llegar a mil bípers. Hoy tenemos 25 mil asociados, y adquirimos Telebíper y Skytel, con lo que contamos con un total de 50 mil bípers”. Más tarde, también fundó McDonald´s Costa Rica, y en la zona de Pococí, Limón, se metió a finquero. Tiene una finca de flores y follajes al norte de Guápiles, una finca de palmito en Guácimo y una finca en Río Frío de Sarapiquí donde produce palmeras para exportar en pote o maceta. “Le tengo una enorme fe a la producción de palmito. Sufrimos precios muy bajos, pero vienen tiempos mejores, porque el mayor productor de palmito, Brasil, más bien se va a convertir en el gran importador, ya que la comunidad 126
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internacional le está prohibiendo que explote el palmito de montaña en el Amazonas. “Ya han tenido que empezar a producir palmito de pejibaye, con costos muy altos, y sin experiencia ni tecnología. Va a ver que se va a poner mucho mejor la cosa”.
Lachner y Sáenz En sus aventuras agrícolas lo acompaña su hijo Manuel, quien ya tenía experiencia pues le tocó desarrollar la rama forestal de Lachner y Sáenz. “Con forestales nos fue muy bien, porque logramos venderlos cuando se vino la crisis de la empresa, y eso nos ayudó mucho. “Dichosamente logramos pagar el 100 por ciento de las deudas de Lachner y Sáenz. Previendo que muchos podían perder sus intereses, les ofrecimos cambiar la deuda por acciones. De esa manera les íbamos a capitalizar los intereses que no podíamos pagar en efectivo. Lástima que sólo los grandes lo hicieron. Ahora nuestras familias tienen el 53 por ciento de la empresa, mientras que el otro 47 por ciento está en manos de quienes aceptaron hacerse socios para salvar los intereses. A mí me queda la conciencia tranquila porque les ofrecimos una salida adecuada, y el tiempo nos dio la razón”.
Música en la sangre “El papá de mi tatarabuelo era maestro de capilla en un pueblo de Alemania. En su pobre casa pintaba con carbón en la pared notas musicales para sus hijos porque no tenía dinero para el papel ni la tinta. Luego, los ponía a tocar horas de horas en un piano de mentiras, que no sonaba. Realmente era un teclado de madera, en el que los ponía a prueba. Luego, al que le demostrara tener destreza lo ponía a tocar en el órgano de la iglesia. “Los tres hermanos llegaron a ser grandes compositores y directores de orquesta. Sus obras han empezado a valorarse cien años después. Hay más de 30 discos compactos con sus obras”. Aunque la prensa de espectáculos no le ha prestado la atención debida, el empresario y promotor cultural Carlos Lachner también destaca como compositor y cantante. Compuso su primera canción hace 27 años. Con el apoyo de gente tan conocida como Rodrigo Maf fi oli, Lalo Rojas, Eddy Camilo Rodríguez Chaverri
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Anthony, Ligia Jiménez y Fernando Castro, Lachner produjo un disco compacto con 16 canciones, de las que él compuso la letra de 10 y la música de 12. Además, musicaliza textos de María Pozuelo y Marta Gutiérrez, así como convierte en canción el poema “Hombre”, de Jorge Debravo. He aquí la letra de tres de las canciones de Carlos Lachner.
Se vale soñar Se vale soñar, como soñaba cuando niño. Se vale soñar, porque soñando estoy contigo. Se vale soñar, porque en mis sueños tú eres mía, porque mis noches no son frías, porque lo puedo todo ahí. Se vale soñar mis más profundas fantasías,porque en mis sueños hay poesía, porque soñando estás aquí.
Quieres marcharte Quieres marcharte de mi vida, quieres buscar otra ilusión. Quieres correr nuevos senderos, quieres hallar un nuevo amor. Sé que lo harás tarde o temprano, sé que hallarás sólo dolor. Y cuando ausente contemples tu vida, comprenderás que fue un error. Comprenderás que sigues siendo mía, que fue un capricho tonto de tu ayer. Comprenderás que sólo hay una vida, y que por tonta, la echaste a perder.
Tú eres Tú eres una luz en mi noche, alegría en mi llanto, manantial de mi sed. Tú eres el timón de mi barca, que se agita en las olas, que está pronta a encallar. Tú eres el norte en el camino que marca mi destino que trata de encontrar. 128
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Tú eres mi única esperanza, sin ti no habrá distancia, que yo pueda alcanzar. Ojo, julio 2002
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Guillermo Castro Echeverría
Con alma guerrera
Camina con bastón. Su paso es seguro a pesar de los titubeos. Hay en él una fortaleza especial. Es el largo aliento que dejan en el alma de un soldado las largas jornadas confrontado con la muerte. Guillermo Castro Echeverría conserva una fuerza vital que le viene de otros tiempos. Y la cuerda le alcanza para rato. Estuvo en la Segunda Guerra Mundial ysufrió una tuberculosis que lo obligó a permanecer mil días en un hospital militar. Al final, había pasado tanto tiempo en el nosocomio que le tenía cariño. “Entonces más bien le tenía miedo a la calle”, dice don Memo, refugiado en su cueva, una biblioteca muy cálida, donde prepara un libro sobre la época de la colonia. Antes de entrevistarlo, le acompañamos en un paseo por su hogar. Rebosa de orgullo. Por dentro su apartamento parece la suma de un castillo pequeñito y un museo lujosísimo. Las lámparas de araña quisieran volar por el cielorraso, los candelabros tienen ojos y a los faisanes, elegantísimos, sólo les falta hablar. Nos enseña sus pinturas: una de Lola Fernández, otra de Manuel de la Cruz González, la tercera, de Amighetti. Se detiene frente a una pieza de mármol que parece viva. Es un nacimiento blanco, tan real que parece que sus criaturas están dormidas por obra de un encantamiento. Hay varios quijotes de madera. Y uno de esos quijotes está solo y desolado. “Este Quijote me lo regaló el santero Néstor Zeledón. Es que cuando fui gobernador de San José luché por el mejoramiento de cementerio Calvo. Mis gestiones fracasaron porque los muertos no votan. Entonces Néstor dijo que yo era un quijote sin caballo”, recuerda don Memo. “Pero después se sintió mal y me mandó el caballo”, concluye, sonriendo. 130
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Sobre una estantería hay un gallo disecado. “Este gallo está tieso a propósito. Es para que yo recuerde que en esta casa la que canta es la gallina”, dice, muerto de la risa. Luego nos muestra una pared gigantesca de vidrio. Afuera están las montañas de Escazú y los cedrales de San Pedro y Sabanilla. Las montañas dicen cosas en silencio y él nos permite que escuchemos a su lado. Por esa sensibilidad que sólo dan el viento y el paisaje, don Memo cría pájaros al aire libre, tiene una pajarera sin techo. Quizás ese contacto con el ambiente y el humor rico que lo habita son los responsables de conservarlo tan entero. Ni siquiera necesita anteojos para leer.
Vida vertiginosa Entramos en materia. Se arrecuesta en un escritorio de 1841 que pertenecía a Braulio Carrillo, mira a todas partes como buscando un recuerdo, y alza vuelo. Don Memo nació en 1920, en Panamá. Su tía Alicia Castro de Porras era Primera Dama de ese país. Cuando la guerra entre Panamá y nuestra república, en 1921, se lo trajeron de regreso. Creció en Pacaca, que luego llamaron Villa Colón. Es de una familia histórica y, por su formación como genealogista de categoría sabe que es descendiente de los conquistadores. Cuando era un niño se arruinó su papá, que era agricultor. Con mil esfuerzos metieron a Memo al Colegio Seminario, donde se hizo gran amigo de Danilo Jiménez Veiga, Daniel Oduber, Gonzalo y Rodrigo Facio y los primos de los Tinoco. Por la difícil situación de su familia, tuvo que empezar a trabajar en la municipalidad de Cartago y en el Banco de Seguros. Pero ser pobre y de una familia de nombre es una carga muy pesada. Esa fue una de las razones por las que, con sólo 21 años, decidió irse a Estados Unidos para enfilarse en el ejército. “La idea de defender la libertad me obsesionaba. Hitler estaba muy fuerte. Para irme tuve que pedir plata prestada, porque para otorgar la visa le pedían a uno una certific ación del banco. Me dieron 30 mil colones, los deposité en una cuenta bancaria, y a los dos días, ya con la visa en mano, se los regresé a su dueño”.
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Trabajó durante un mes en una fábrica de Los Angeles, y recuerda que era frecuente ver en la calle a artistas tan famosos como Betty Davis, John Crawford, Clark Gabble, Errol Flynn y Tyrone Power. Y lo llamaron para el servicio militar. Estuvo en entrenamientos en San Francisco y en Hawaii. “Teníamos que estar dispuestos a las pruebas más difíciles las 24 horas del día. Nos decían que el tiempo ya no nos pertenecía, que le pertenecía al Tío Sam”, recuerda don Memo. El lema era cruel: “un soldado debe estar en perfectas condiciones físicas para morir”. Estuvo en la División 77 de la Infantería. Por eso, se especializó en el manejo de la bayoneta, las granadas, la ametralladora y el mortero. Y soportó terribles pruebas en las montañas y en el desierto de California.
Siempre al frente Don Memo era scout o avanzadilla, es decir, iba adelante del pelotón, estudiando el terreno y buscando al enemigo. “Tuve mucha suerte, pues jamás me tocó una bala”, dice, con voz pausada, de persona agradecida. Estuvo en la última batalla del Pacífico, de abril a junio de 1945, la más sangrienta etapa de la guerra, cuando murieron unas 250 mil personas. “La guerra es algo inimaginable. Por ejemplo, mi División sólo tomó seis prisioneros porque los japoneses preferían suicidarse”, recuerda. Dice con orgullo que nunca tuvo un demérito, y que siempre sobrevivió las batallas porque llevaba en el pecho la idea firme de que era una obligación conservar la vida. “Mi ángel guardián me salvó la vida. Para mí, ese ángel es mi abuelo Anselmo Castro Méndez, quien murió en una misión diplomática del gobierno de Bernardo Soto. Al pasar por El Salvador se contagió de fiebre amarilla. Ni siquiera le dio tiempo de llegar a San José, pues murió en Esparza. “Cuando estaba en los momentos más difíciles, le pedía a mi ángel que me sacara adelante. En una oportunidad nos atacaron con morteros. Estaba bien resguardado pero se me ocurrió cambiarme de refugio. En el momento en que salí explotó un mortero donde había estado. “Otra vez, cruzando un puente, iba desarmado, y de repente vi cuando un japonés me estaba apuntando. Por poco me mata. Sé que de nuevo fue mi ángel quien me hizo 132
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ver hacia abajo, que no era normal cuando uno iba con carga por un puente”, explica.
Fin de pesadilla Después lo mandaron para Filipinas a prepararse para la invasión a Japón, pero los planes cambiaron por las bombas de Hiroshima y Nagasaki. “Al final de la guerra los soldados no saben qué hacer, no tienen idea de cómo encontrarán a los suyos y hubo infinidad de historias de hombres que llegaron a sus casas, pero sus mujeres ya tenían nueva compañía”. “Al regreso enfermó. Me diagnosticaron tuberculosis. Y pasé tres años en el hospital. Ahí los amigos dejan de ser amigos, porque poco a poco se van alejando, mientras que los médicos y las enfermeras se convierten en verdaderos amigos”. “La gente que uno frecuentaba empieza a ir cada semana, luego cada mes y al final sólo mandan tarjetas para Navidad”, dice, llanamente. Durante el tiempo del hospital terminó la secundaria. Sale de 27 años e ingresa a la Universidad de California. Empieza Derecho, pero en 1951 se encuentra con don Pepe Figueres, quien lo convence de estudiar Relaciones Internacionales.
Jefe consular En 1953 don Pepe lo nombra Jefe Consular, pero renuncia en 1955, después de pelear en contra de la invasión calderonista. “Era terrible que un partido se recostara a la voluntad del dictador Somoza”, explica don Memo, para quien ese enfrentamiento fue un desorden. “En ambos bandos existía un profundo desconocimiento militar”. Luego trabajó como gerente en el Instituto de Turismo, y más tarde se dedicó a la publicidad y las ventas. E inventó un espacio publicitario en el reverso de las cajas de fósforos. “Se vendían dos millones de cajetillas de fósforos por año y fue así que me hice de platilla”. Después, como gobernador de San José en el gobierno de don Chico Orlich, se enfrentó a la ceniza del Irazú. Su salida pasa inadvertida, y aunque eso lo entristece, un amigo le explicó por qué era importante. “Alvar Masís me dijo que el pueblo de San José me había dado la ovasión más grande que
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podía y que también le correspondía a un buen árbitro de futbol: la ovasión del silencio”.
Jefe de generales Lo mandaron para Washington con un puesto en la embajada y presidió la Junta Interamericana de Defensa, el cuerpo militar más importante del continente. “El momento más sublime fue cuando vi izar la bandera de Costa Rica y la de Estados Unidos, mientras presidía a los generales, siendo representante de un país sin ejército”, recuerda. En los 70 y 80 don Guillermo fue Secretario General del INCAE y se forjó un nombre como escritor. Ha publicado “Al final del arco iris”, un libro de anécdotas de San José; “Ceniza”, sobre su lucha contra el Irazú; la novela “Soda Palace”; después los libros de historia “Cartago”, sobre la fundación de la ciudad y los gestores de la obra, Juan de Cavallón y Vázquez de Coronado, así como “Perafán, un centauro agónico”, acerca de Perafán de Rivera. Hace pocos meses apareció “Su norte es el sur”, libro de sus memorias de la Guerra Mundial. Con más de 80 años, sigue escribiendo. Ahora estudia la época que va de 1561 a 1670, cuando el Pirata Morgan quema Panamá, y Costa Rica se refugia comercialmente en su valle central. Para esta tarea, cuenta con las más antiguas enciclopedias del país y con toneladas de documentos que ha recopilado durante muchas décadas. “Trabajo muchas horas por día. Es que hay obras que le urgen a uno, aunque esté un poco viejo”, dice don Memo, quien es especialista en preparar árboles genealógicos y no ha dejado de verse como el joven soldado que salvó la vida por intuición y fe en los ángeles. Ojo, octubre 2001
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Doña Bernarda Vázquez Méndez
La primera mujer que votó en Costa Rica
Su casa es pequeña y humildísima. Huele a pobreza. Viven juntos ella y otro hermano que quedó soltero. Entre los dos se acercan a los dos siglos. Es un hogar honesto, donde la frugalidad es una regla de la vida. Él anda unos zapatos figueres con grandes huecos, se le sale el dedo gordo de ambos pies, y el dedo más pequeñito también se asoma. Ella anda unas chancletas gastadas, y lleva la mitad del lomo del talón como si quisiera besar el suelo. Bernarda Vázquez Méndez es la primera mujer que votó en Costa Rica, pero si ese fue un privilegio, simplemente se quedó en el papel. Aparte de un puñado de títulos en la pared de la sala, la historia de vida de doña Bernarda no se diferencia de la historia de cientos de miles de mujeres solas, de campo, que no tuvieron acceso a las oportunidades, ni a los estudios. Hasta en la lotería salió, pero por ello no le pagaron derechos de imagen. Eso no se conoce en el campo. Nació y se crió en San Ramón, y apenas comienza a hablar los astros más luminosos se pelean un lugar en sus ojos. Le digo que de quién son esos ojos, que si no me los regala. “Lástima que tengan dueño”, me contesta doña Bernarda, saliéndome al paso. “Bueno, ahora más bien están en trámite”, agrega, haciendo alusión a que está esperando tratamiento para las cataratas que viven en ellos. En su hogar eran siete hermanos, y todos están vivos, Teresa, Francisco, Vitaliano, Romilio, Rafael y Mariana. Ella es la antepenúltima.
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Sus papás se llamaron Benjamín Vázquez Castillo y Flora Méndez Bolaños Hizo la escuela en San Ramón, hasta cuarto grado, y de 10 años se la llevaron para La Tigra de San Carlos. El papá trabajaba la tierra y la mamá en la casa. “Jamás de la vida sabía lo que era eso del voto. Jamás habíamos oído hablar del voto de la mujer. No sé cuántas votarían, votaban de La Vega para acá, y de La Esperanza para acá”, cuenta Doña Bernarda. Es que la primera votación en la que participaron las mujeres fue a propósito de un plebiscito para determinar si una franja de tierra donde ella vive debía pertenecer a San Carlos o a San Ramón. Fue en 1950, tres años antes de la primera elección presidencial en la que hubo voto femenino. Doña Bernarda perdió, porque la verdad es que ella se sigue sintiendo ramonense. “Ese día hubo un aguacero terrible. Eso es lo que se reparte aquí todo el tiempo. Por ejemplo, ahora que vienen ustedes a visitarme, hemos pasado 15 días ´guardados´ por culpa del temporal. Hasta hoy le vimos la cara al sol. “Hasta ahora es que nosotros medio sabemos que es votar. Cuando eso aquello era como ir a jugar. Era casi una travesura para nosotros. Antes, sólo papá era el que votaba. Pero esa vez, nos empujaron, fuimos por pura curiosidad. “La gente que habíamos de aquí eran pocas de San Ramón, casi todos venían de San Carlos. 244 votaron para San Carlos y 41 votos para San Ramón. Mis hermanos Chico y Felo, mi mamá y yo votamos por San Ramón Pero yo todavía voto por San Ramón.
Los ríos, siempre... “Para el día de las elecciones, el río Peñas Blancas berreaba. Nosotros mañaneamos, pero los de San Ramón no podían pasar por culpa del río. Tuvieron que dar tiempo y pasaron a las 7 y 30, arriesgando la vida. Yo estaba esperando desde las 5 y 30. “Eso era porque antes yo ayudaba mucho a cocinar en los turnos. Solamente yo era la cocinera aquí. Como que a ninguna le gustaba la cocina. Yo era la encargada del pozol, los tamales, la olla de carne. “Bueno, no es por rajar, pero los tamales de La Tigra son famosos. Se hacen tamales más ricos. 136
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“Cuando votamos, ni escuela había. Cerraron un pedacillo donde ahora está una plaza, en la esquina donde hay unos árboles de ´Llama del bosque´. “Los hombres se asustaron porque íbamos a votar las mujeres. Lo que tenían era miedo. Estaban tan asustados y nerviosos que se pusieron violentos. “Había una enorme ´tirria´ entre los de San Ramón y los de San Carlos. Un señor de San Carlos dijo que si don Chico Orlich tomaba tribuna se lo apiaba”, dice Doña Bernarda, con una larguísima y carnosa risa. Ella sabe que eso del poder es más bulla que nueces, más paja que pasto, más gula que hambre. Por eso, mejor se sale por un huequito... “Lo que duele es que aquí pasan cosas muy raras. Hasta que uno se muere sabe que se murió”, dice en broma, y se echa la primera carcajada que sorprende al sol y compite con su luz. Confiesa que le costó muchísimo obtener la cédula personal, que es liguista hasta el corazón y mariachi hasta la muerte. También explica que pasó 16 años sin votar porque no tenía cédula. “Voté en el 66 por Cielito Lindo (don José Joaquín Trejos Fernández). Nunca voté por Don Pepe. A La Tigra vino doña Karen, la mujer de él. Vino para una fiesta del 30 de julio, lástima, porque no la vi. “Cuando nosotros votamos estaba en la presidencia don Otilio Ulate. Debía estar desde mucho antes, pero pasamos más de un año en un zafonazo que le metió Don Pepe a Don Otilio”. Le pregunto cómo, si es tan ramonense, no votó por Don Chico Orlich. “Conocí a don Chico Orlich. Estaba llenísimo el río San Lorenzo. Casi se los lleva. “Estábamos preparándole la comida a los ramonenses para después del bendito plebiscito, y en eso llegó don Chico. Los sancarleños tenían una mujer hablada para que fuera a votar de primero, pero don Chico legó a la cocina de nosotros y me dijo que tenía que votar primero una mujer de San Ramón. “Pero, es más, Don Chico me caía bien, pero, aunque hubiera tenido cédula, no hubiera votado por él. No me gusta Liberación simplemente porque es Liberación”.
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Las señoras copetonas “Llegaron de la Asamblea Legislativa y me llevaron para hacerme un reconocimiento. Eran unas señoras copetonas”, dice Doña Bernarda, quien insiste en que le digan Bernarda. “¿Qué les cuesta decirme Bernarda? Nada de doña, por favor. Tampoco Bernardita porque suena a chiquilla, y ya no me luce”. Le pregunto por los novios. “Vieras qué cuatro novios tuve. Mejor dicho, tenía que quitármelos de encima”. Don Chico y doña Bernarda son hermanos, pero a sus edades, no hay diferencia entre su relación y la relación de los esposos. “Él y yo nos hicimos viejos juntos, pero papá nos enseñó a respetarnos los unos a otros. “A este Chico cuesta manejarlo. Se sube a los palos. Un día de estos un sobrino se lo encontró encaramado en un árbol de limón”, cuenta doña Bernarda. “Hay que hacerle la fuerza a la vida”, se apresura a explicar don Chico. “Bernarda dice que si uno se encuentra una flor de itabo, hay que bajarla”, comenta. “Chico y yo somos muy buenos, nunca peleamos. Vamos a la tigra caminando en avión y nos venimos de la mano”, dice, otra vez muerta de la risa, haciendo un gesto de cómo van a la orilla de la carretera. “Siempre hemos sido muy buenos caminando. Nos íbamos adonde una hermana que vive en Jicarito de Venado, donde el Diablo dejó la chaqueta. Eran siete horas caminando. A veces se ponía peor la cosa. Un día salimos a las 5 de la mañana y llegamos a las 6 de la tarde”, recuerda. En eso le tomo una fotografía y reacciona sorprendida. “Si me sale novio con esa foto, ¿qué hago?”, dice entre pícara y pizpireta. “Pues que me pida la visita a mí”, le replico. “Ajá, así lo vamos a hacer”, contesta, otra vez muerta de la risa. “Ya me parece cómo voy a quedar de guapa, como una muñeca...”.
El espíritu no envejece “El espíritu no envejece. Nosotros dos luchamos por estar jóvenes, pero en mucho nos ayudaría un apoyo más grandecito de los del gobierno. Ahora todo el mundo tiene una buena pensión. En cambio, nosotros nos mantenemos con la pensioncita de 13 mil colones.
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“Vea lo que le pasó a Felo Vázquez. Casi se quiebra la columna cuando se cayó de un palo. Aquí por casualidad es que dan pensión, porque a Felo, un hombre viudo, con problemas en la columna desde la caída esa, no le dan ni pensión. “De un pronto a otro se echaron para atrás con la pensión de él. Por eso, para las próximas elecciones, si estamos vivos no vamos a votar. Que se suban solitos, que se encaramen por otros. Si pagan voy, porque tengo una pensioncita. A ver si se encaraman solos todos esos políticos. Si se encaraman, que se vayan hasta el cielo”, comenta, carcajeándose. “Ya casi no veo. Estoy muy mal de la vista. Estoy yendo al Hospital Calderón Guardia. No sé cómo esas cataratas no me han bañado toda”. Los saco al patio para tomarles otra foto. Están muy serios. Les comento que don Abel diría que están más serios que un chancho meando. “Ah, Abelito, que siempre sale con esas varas, verdad”, dice doña Bernarda. “Yo voté por Abelito porque dijo que iba a ser presidente para obligar a las muchachas a taparse el ombligo, porque, diay, ya lo enseñan todo”.
Su marido postizo Don Chico anda unos zapatos ´burros´ rotos. Son muy parecidos a los famosos zapatos ´figueres´, pero no me atrevo a decírselo porque capaz que me pega. Viven en media manzana. Les construyeron la casita con un bono. Don Chico siembra yuca, y dice que no tiene papaya porque se mete el ganado a comérsela. “Para no pelear hay que hacer el propio”, dice don Chico. “Si acaso pasamos con una cólera, pero se nos pasa. No me mangonea ninguna mujer, menos esta Bernarda. Somos buenos hermanos”, dice Don Chico. Don Chico nos muestra los reconocimientos para su hermana. Uno de la Presidencia de la República, el 30 de julio del 1998; otro del Tribunal Supremo de Elecciones, el 30 de julio del 2000; el tercero es del Consejo Municipal de San Ramón, del 19 de enero del 94; uno más del Consejo Municipal de San Carlos, del 26 de setiembre del 91, y el quinto que nos muestra es del periódico San Carlos Al Día, de noviembre del 85.
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Cocinera de Monseñor Barquero En su casa no hay adornos. Lo único que acompañaba en las paredes a los títulos de Bernarda, como les dice Don Chico, es una foto del papá, Más allá, a un costado hay una foto de Monseñor José Rafael Barquero. “He conocido muy bien a Monseñor Barquero. Fui su cocinera durante seis meses cuando todavía no era un monseñor, cuando era el Padre Barquero. Fui a cocinarle cuando él estaba en Santa Cruz de Guanacaste”, cuenta Doña Bernarda. “Mamá había muerto y una hermana se vino a vivir con nosotros. Entonces yo me pude ir a ayudarle al padre” Le pregunto qué consejos le daría a las mujeres. “¿Ahora para qué? Ahora los ejemplos no sirven de nada. “Mejor no les aconsejo. Yo aquí caigo mal sólo porque fui la primera mujer que votó. Una vez me dijo una señora que yo no debí haber sido la primera. Era una cursianta. Me dijo que debió haber sido Margarita Penón. “Otro día, una vez que había elecciones, me preguntó una chiquilla que si iba a votar. Le dije que no, y entonces me dijo ´¿quién la tiene metiéndose?´”, y se va a ahogar de la risa, doña Bernarda. “Cuando me mandaron unos papeles de lotería con mi foto, me guardé un pedacito y con los otros pedacitos prendí el fuego”. Le pregunto si salió bien bonita en la lotería. “ Pero ¡qué pregunta! Por supuesto. ¿No me está viendo?”, contesta, abriendo y cerrando los ojos con coquetería.
Cucharillas “Esta zona es la peor que hay. Desde que empezamos a votar, las mujeres somos tan cucharillas... Una vez oí el golpe de un hacha, y era la finada Paola Murillo, chiquititica, casi ni se veía de lo chiquitica que era, y estaba volteando un palo, con pantalón de mezclilla azul y un sombrero. No me acuerdo como si hubiera sido hoy en la mañana. Aquí salía el tigre, pero seguro si vio a la chiquilla esa, con hacha en mano, salió en carrera, huyéndole. “Yo voy al hospital cuando la Cruz Roja me lleva a ver lo de los ojos. Es que dicen que vinieron unos canadienses para curarnos. “Yo siempre digo que si estos dos viejillos seguimos jodiendo, que nos lleven al Asilo de Ancianos”, y se echa otra 140
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carcajada. “El que no sirve, que no estorbe. Lo único que me preocupa es que el problema de los asilos es que se hacen ´miches´”, cuenta doña Bernarda, que parece hecha con madera de guayabo. Le comento que se nota fuerte, conservada en el buen dormir. Me explica que parece ser algo de familia. “A mi hermano Romilio lo han picado seis culebras, y una vez le cayó una rama en el pie. A Flora, una sobrina, la picó una toboba cuando tenía dos años. De verdad que somos como de guayabo”. Sigue cocinando en cocina de leña. “Aquí cocinábamos y comíamos de todo. Aquí se comía hasta cusuco, pero en la casa nunca quisimos comer cusuco, eso que ustedes llaman armadillo, porque es conocido: el que come cusuco, el olor de la manteca se le pega a la gente. “Bueno, le voy a decir la verdad: una vez comí cusuco, por el olorcillo no me gusta, pero fue en San Ramón. Es que los cusucos de San Ramón no eran tan hediondos. Aunque fuera diablo, seguro ahí me hubiera parecido muy rico”. El Guapileño, mayo 2003
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Doña Virginia Gaitán
Heroína en los prostíbulos
Mucha gente trabaja con adultos mayores, niños abandonados, personas desvalidas, personas con discapacidad, alcohólicos o drogadictos, hasta con privados de libertad, pero nunca escucha uno de alguien que trabaje con prostitutas. En Limón, una mujer de 83 años, maestra y enfermera de profesión, incluso con un cáncer a cuestas, entra a los prostíbulos para llevarle a estas mujeres un mensaje de esperanza, las cura, las limpia, les da de comer, les ayuda con sus hijos y hasta les regala una fiesta de Navidad para ellas y para sus chiquitos. A su lado solamente van dos señoras. Es una misión difícil, casi podría decirse que políticamente incorrecta. Sin embargo, da gusto percatarse de la satisfacción casi respirable de una mujer que cuenta historias como las de una mujer a la que tuvo que curarle una gusanera terrible en una pierna. Más allá de su misión, Virginia Gaitán Vindas tiene una historia personal llena de aventuras y de luchas. Nació en 1920, exactamente detrás del Colegio de Señoritas, en el centro de San José. Luego, su temprana infancia transcurrió en una casa que estaba frente al Hospital de Niños Su papá, Julián Gaitán Magaña, era un farmacéutico mexicano. Su única hermana, Inés, murió de 15 años por una fiebre tifoidea. “Yo era una chiquilla tremenda, y mi mamá era una señora estricta. Cuando tenía 7 años, mis papás decidieron irse para una finca que tenían en el Valle de la Estrella. Por eso, me internaron en el Colegio Corazón de Jesús, en Cartago, y ahí empecé a sacar las uñas”, cuenta doña Viqui Gaitán. El día más triste fue cuando la llevaron interna. Pero se le pasó rapidito, porque, como estaba atada en la casa, cuando 142
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la dejaron suelta comenzó a juntarse con las chiquitas que se portaban mal. Aun así, las monjas le tenían mucho cariño, porque para todo levantaba la mano, que quien quiere hacer la oración: Viqui; que quien quiere dirigir el canto: Viqui; que quien participa en la dramatización: Viqui; etcétera.
¡Qué travesuras! En Semana Santa las llevaban con velo a las procesiones. “Yo iba empujando a las señoras o haciendo alguna travesura. Con una compañera iba amarrando las toallas de las señoras en la procesión de la Dolorosa, del Sábado Santo. “Cuando nos dimos cuenta, se nos había perdido la fila de las compañeras, llegamos al colegio y estaba la puerta cerrada. Cuando nos abrieron, íbamos corriendo para adentro, pero una monja nos dijo que nada de eso, y nos dejó esperando a la madre superiora. “La madre superiora era colombiana, se llamaba Enriqueta Yela, y en lugar de decirnos que qué dicha que llegamos, nos castigaron. Nos llevaron a hacer las oraciones y nos quedamos sin cena. Nos acostaron con hambre”, cuenta doña Viqui. “Otra vez usé mis influencias con el jardinero, que era un viejito que nos quería mucho. A las internas nos mandaban bananos de la compañía bananera y él los recogía. Le decíamos abuelito, y un día le vi un bicho en la camisa. Le pregunté que qué andaba, y resulta que eran alepatos, unos animales muy hediondos. “Le pedí al viejito que me trajera unos al día siguiente. Me los trajo en una cajita. Como me portaba mal, me ponían a ayudarle a las empleadas, que conocíamos como las hijas de casa. “Entonces, a la mañana siguiente, yo cogí los alepatos y metí uno en cada cama. Estaba feliz porque íbamos a tener animalitos por todo lado. Y empezó aquel alepatero... Tuvieron que quemar los colchones, y nos pusieron de rodillas a limpiar los catres”, dice, muerta de la risa. “También cogía pelos de maíz, las flores de la mazorca, y se las echaba en la cama a las monjas. Y una vez les eché azúcar y se hizo aquel hormiguero... “Fijate que yo tenía una suerte que nunca me agarraron”. Estuvo interna durante los años 27, 28 y 29. Murió el papá, que era voluntario de la Cruz Roja y tuvo un accidente
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durante un incendio. Por la mala situación en que quedó la familia, la pusieron en el Colegio de María Auxiliadora. “El Paseo Colón era la calle del tranvía, y tenía que recorrerlo para llegar a la escuela. Ese año fue cuando pusieron el uniforme café, y los chiquillos de la Escuela Colón nos decían cucarachas. “Un día mi mamá me dijo que si un chiquillo me iba a tocar, les diera un sombrillazo. Así que el día que se me cayó la sombrilla por jugar en la línea del tranvía y se quebró, le dije a mi mamá que se lo había quebrado a un mocoso. Mi mamá más bien me felicitó”, y otra carcajada cierra la historia.
Sor María Romero Lo más importante de esa niñez no fueron las travesuras, sino que la niña Viqui conoció a Sor María Romero, quien dejó una profunda huella en su vida. Formó parte de las misioneritas de Sor María, participó en la consagración de los hogares y en la propaganda del rosario. “Por las noches nos íbamos a la calle, había una marimba y Sor María nos daba permiso de bailar. “Sor María era milagrosa. Yo lo constaté. Nadie tuvo que contármelo. Cuando estábamos en la preparación de una fiesta para Navidad o para los pobres, nos decía ´ahora vienen a cobrarme y no tenemos con qué pagar´. Nos poníamos a orar, y en eso le avisaba la monjita portera que la estaban esperando. Al rato volvía feliz porque una señora había llevado precisamente la suma que ella necesitaba para pagar. Así que nos tocaba orar como acción de gracias por el favor de la Virgen”, confiesa doña Viqui, muy emocionada. “Cuando estábamos preparando los juguetes para las fiestas de los pobres, no alcanzaba con lo que había en la bodega. Se lo decíamos y ella oraba y nos mandaba a buscar más. Nosotras habíamos escarbado todo y sabíamos que ahí no quedaba nada. Sin embargo, al regresar nos encontramos con que, milagrosamente, había más bolsas de regalos. Esa clase de milagros que le hacía la Virgen a Sor María era cosa normal. “Muchos años después, un día me la encontré y le dije que me venía para Limón, que yo le iba a hacer un campito para que mandara dos monjitas. Y me contestó, ´No, pastichona´, porque nos decía pastichonas’, no vamos para allá porque tú estás ahí, y esa será tu misión’.
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Maestra La mamá enfermó, por lo que Viqui tuvo que salir de cuarto año del Colegio e hizo una solicitud para entrar como maestra aspirante. Cumpliendo los 17 años fue a trabajar a la Escuela Abraham Lincoln, de Alajuelita. Como maestra, inventaba y hacía una y otra actividad. Trabajó en Alajuelita cinco años. Luego, en la Escuela de Osejo, en la Sabana, estuvo dos años, y un año en la Escuela de Pavas. También recorrió todo el país visitando los centros donde había trabajo de la Juventud Católica Activa Siendo maestra, entró a la Escuela de Enfermería. Antes, había estado en la Escuela de Higiene del Ministerio de Salud, y cuando se graduó como asistente sanitaria escolar y visitadora social, siguió estudiando. Estudiar siempre ha sido algo muy importante en su vida. En algún momento estudió para telegrafista, mecanógrafa y taquígrafa. En 1951, se graduó de enfermera. Se fue para Venezuela a trabajar de enfermera y estuvo allá nueve años. Como llegó sin trabajo y llevaba unas encomiendas para las monjas salesianas, ella la recibieron muy bien, tenían una pensión para señoritas, estuvo ahí dos días y se fue a buscar trabajo. En la pensión había una muchacha que trabajaba en el Ministerio de Salud, le consiguió trabajo, y fue a dar a una comunidad ubicada en una montaña altísima, lejísimos. Estuvo un año allá. Ahí nació su hija mayor, Viqui, y tuvo que atender su propia parto. Allá conoció al que fue su esposo, Julio Rebelo Gonsalves, un portugués, ingeniero electricista y con negocios en Venezuela. En ese país, doña Viqui también fue directora de un leprocomio, un leprosario, durante dos años; más adelante estuvo en una clínica y al final resolvió instalar una empresa de servicios de enfermería, así como una casa de reposo que se llamaba “Salud y Vida”. “Tenía muchísimo médico conocido. En la planta alta tenía una especie de guardería, en la que se podía quedar hasta la empleada, y en la planta baja, un servicio especial para ancianos, con un médico especializado”. Además, brindaba servicios de enfermería a domicilio. Fue tal el éxito que durante un mes de diciembre puso un aviso en la radio de que se necesitaban enfermeras, tal era la demanda. “Me tuve que regresar a Costa Rica porque mi mamá estaba conmigo, ella nunca se sintió bien allá y resolvimos Camilo Rodríguez Chaverri
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venirnos. Aquí empecé a trabajar de enfermera obstetra en el hospital para tuberculosos, el Blanco Cervantes, de ahí pasé al Calderón Guardia, y fui supervisora de consulta externa en el México”.
En nuestra provincia Llegó a nuestra provincia en 1972, hace más de 30 años. “Mi esposo compró una finca en Limón y nos vinimos. Cambié el Hospital México por un trabajo en el Valle de la Estrella y al final pasé al Hospital Tony Facio”. Ya en Limón, su sensibilidad empezó a dar resultados. Lo primero que inventó fue preparar un programa radial llamado “Conversando con el Médico”, en Radio Casino. No era su primera experiencia en este medio, puesto que había tenido un programa en “La voz de la Víctor”, de la Juventud Católica Activa. En Limón empezó a ir a las escuelas para brindar educación sexual. “No les hablaba de preservativos, sino que luchaba por exaltar la autoestima de las mujeres y por eso los daba a grupos mixtos, porque hay que decirle a las mujeres para que entiendan los hombres”. Como salesiana, Doña Viqui empezó un oratorio en el barrio Cieneguita, dando charlas a los niños y jóvenes de esa zona marginal. Pasaba en el hospital durante toda la semana y los fines de semana en el oratorio. “Mi marido me estriló, me dijo que ya no era misionerita. Pero yo recordaba el encargo de Sor María Romero, y en eso el Padre Eduardo Ramírez me puso en el programa de la Pastoral Social”. Doña Viqui empezó a buscar chiquillas en barrios marginados, y les daba clases de manualidades, cocina, costura e higiene. Incluso compró hasta una caja con juegos de cubiertos plásticos para explicarles cómo había que sentarse en una mesa. Todo esto lo hacía en el salón Reina del Mar, un espacio con nombre para una novela. “Aparte de dar clases en Cieneguita, hacía más de una travesura. Por ejemplo, una vez convencí a tres médicos para que se vistieran de reyes magos y fuimos a repartir confites a los barrios pobres. Por cierto que en un barrio nos apedrearon, porque no llevábamos ni ropa ni comida, sólo golosinas para los chiquitos”, y la risa casi no la deja ni terminar.
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Prostitutas no, egipciacas. “Yo conquistaba a los médicos para mis luchas. En el hospital organizaba clases de karate, guitarra, aeróbicos, costura y manualidades. Como novedad, el año pasado también ofrecimos dos cursos de hidroponía y ahora uno de bonsai para este mes de enero”, dice doña Viqui, , a quien durante este mes la van a operar, puesto que tiene cáncer de mama. “Tienen que operarme y estoy feliz de la vida. No es la primera vez que padezco de algo. Por tocsoplasmosis tuve cuatro abortos, pero aquí estoy, haciéndole frente a mis luchas. “No me quiero morir hasta que no tenga organizadas a las egipcíacas, que es como llamo a las trabajadoras del sexo. Les puse ese nombre en memoria de Santa María Egipciaca, una prostituta que terminó siendo santa, porque tuvo un llamado del Señor, se retiró a la montaña e hizo penitencia. “No quería morir sin confesión, vivía en una cueva, y en eso, de casualidad se acercaron unos misioneros y uno de ellos era cura. Tenían mucho frío, ella los dejó dormir ahí, el cura la confesó y hasta le dio la extremaunción. “A los seis meses, fueron a la cueva y el cadáver estaba incólume, intacto, impoluto, rodeado de flores. La cueva estaba convertida en un jardín...”. Con las egipciacas o prostitutas empezó a trabajar desde un día que estaba dando curso y pasó una muchacha que se notaba desesperada. La siguió y le dijo que ella era Viqui Gaitán, que era enfermera y que trabajaba con la Iglesia. Al final, se la trajo para el salón Reina del Mar. “Resulta que era una prostituta, se había hecho de un novio e iba a dejar esa vida, pero en eso se enteró de que el tipo la engañaba. Al final, le dijo que se iba a casar con ella y no se casó. Le dijo que no podía casarse con una puta como ella. Lo cierto es que cuando yo la vi, la muchacha iba para la farmacia a ver qué tomaba para envenenarse. “Gracias a Dios, no estaba embarazada. Seguí aconsejándola y terminó dándole gracias a Dios. La convencí de que se fuera para donde su familia. Ahí empezó esta misión mía, este apostolado. Ellas también necesitan mucho apoyo. “A los días pasé por un prostíbulo y me metí. Había muchas mujeres egipcíacas. Y resulta que en ese lugar me hice de muchas amigas. A una de las camareras yo la había atendido en un parto. Le expliqué que era una labor de la Iglesia Católica, y así me fui metiendo”. Camilo Rodríguez Chaverri
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¡A poner orden! “Hasta los viejos que llegan ahí me quieren. Un día llega uno y me dice que le preste el crucifijo, lo besa y se le salen las lágrimas. Con una sola persona que nos escuche y que piense que en lugar de estar con egipcíacas, debería estar con su esposa y sus hijos, con uno solo de esos sinvergüenzas que cambie o que al menos reflexione, yo me doy por satisfecha”. De acuerdo con los censos que ha hecho doña Viqui, ha tenido contacto con 127 prostitutas en Limón, y hay unas 250 entre ticas, dominicanas, puertorriqueñas, panameñas, nicaragüenses y colombianas. “Muchas no tienen seguro, si están enfermas vamos a visitarlas y a curarlas Se les aconseja, se les hace fiestas para el día de Navidad y a sus hijos también. Ahí no puedo llevar un tema muy amplio o profundo, porque las pierdo. Conseguí el apoyo de una maestra pensionada, y entre las dos les hablamos de la misericordia del Señor”. “Me ha tocado ir a la cárcel a sacar a alguna, o mandar a alguna para su casa porque está borracha. Un día me fui a hacer mandados, y frente a la iglesia venía una, borrachísima; la llamé y me la llevé a desayunar, después la puse en un taxi para la casa. Ellas son mis muchachitas. Son tan cariñosas, te abrazan, te cuentan su vida. Por eso, es que yo me ando metiendo en esos lugares, aunque a veces lo tenga que hacer sola. “Un día entramos una compañera mía y yo, la otra es tan señora y tan mayor, y estaban unos muchachos arreglando la corriente, se volvieron y nos dijeron, ´Tan viejas y en estas cosas, ¿no les da vergüenza?. Yo no aguantaba la risa”, dice doña Viqui, de nuevo a punto de asfixiarse de la risa. “Ahí mismo una vez hasta novio me salió. Otro día, se le puso un bicho a volar de un zapato al otro, un borrachito me lo espantó y otro, que estaba más allá, creyó que era otra cosa y vino y le pidió más respeto para doña Viqui. Casi se arma un pleito”.
Su misión en esta tierra Doña Viqui ahora está preparando una feria de la salud para las egipcíacas, y se va a efectuar el 22 de abril, precisamente el día de Santa María Egipcíaca. 148
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“Ellas trabajan en medio de condiciones inhumanas. Un día iba yo por el mercado y una de ellas me contó que otra estaba muy enferma de un pie, que tenía unos hongos y los dedos estaban muy infectados. Le contesté que teníamos que ir a curarla de inmediato. Fui a comprar una palangana y un recipiente de agua destilada. Cuando llegué al prostíbulo, que era un verdadero pulguero, ahí ni siquiera se podía abrir el tubo, porque aquello era sucísimo. Todo estaba a color de pelo corriendo. Después de que le envolví el pie, hablé con el Ministerio de Salud y clausuraron el lugar. “Hay que estar con ellas un tiempo para poder considerarlas. Recuerdo la historia de una chiquilla que andaba en esto. La conocí cuando tenía 16 años. Estaba comenzando en la prostitución. Me di cuenta que estaba embarazada, y empecé a buscar quién la atendiera. Cuando llegamos a la siguiente semana, no estaba la chiquilla. Había abortado. “Antes de tener su embarazo, un día la vi, había seis egipciacas en una sala y ella bajó las gradas. Llegó un hombre sucio, indecente, desagradable, venía de una bananera, y la escogió a ella, se fue con la María para arriba. Después me contó que se enfermó por la hediondez de aquel hombre, y no pudo comer en varios días”.
Las excluyen, las marginan. “Otro problema que me he encontrado es que los papás las dejan, las excluyen. Por eso es que no tienen salida. El mundo de ellas cada día se estrecha más y se limita al prostíbulo. “Ahí las hacen trabajar más de la cuenta, los clientes les pellizcan los labios, les golpean los pechos. A esa chiquilla, la María, que te cuento, un tipo la maltrató montones y después no quiso pagarle. Ellas se apoyan entre ellas, andan un puñalito, son colegas y tienen que protegerse entre ellas. Van a dar a la cárcel y nadie piensa que todo lo hacen en defensa propia. “Tengo a dos muchachas que reflejan la situación. Una es una negra tataretas y trompuda, que sufre mucho por sus hijos y por el alcoholismo. La otra vive en una zona donde sólo hay drogadictos y prostitutas, y tiene como siete chiquitos. A sus niñitas no les espera más suerte que la suya. A veces andan ebrias y sucias. A mí me da no sé qué de verlas así. “También me preocupa que no todas usan preservativo. Por ejemplo, a las dominicanas no les gusta usar el condón. Camilo Rodríguez Chaverri
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Y una ve como ya hay unas, sobre todo las que tienen unos quince años de ser prostitutas o más, que tienen síntomas hasta de cáncer”, confiesa doña Viqui, muy conmovida. “Ya conseguimos personería jurídica para el grupo que está trabajando por las egí pcias. Estoy con la idea de conseguirles trabajo y de reintegrarlas a la sociedad. Como las discriminan, lo que quiero es conseguirles una lavandería. Y no puede ser en una casa o en un local que se esté cayendo.”
Una lavandería “¿Por qué una lavandería? Bueno, porque en una casa no les puedo conseguir trabajo porque a la esposa le da miedo que le quite al marido. En una soda o en una tienda tampoco, porque ya viene alguien y les dice que es desagradable o se ve mal una mujer así trabajando en comercio. Por eso quiero darles una opción verdadera. “Ellas son muy pobres y ganan muy mal. Pagan mil colones por el cuarto y el que se acuesta con ellas también paga. Es un negocio redondo para el chulo que se aprovecha de ellas. No les alcanza para nada porque tienen que tomar licor para soportar esos cuerpos hediondos encima de ellas y también consumen drogas. “La mayoría tienen que ver el montón de chiquillos. A las poquitas que tienen a los hijos con los papás, o sea, con los abuelos, para que ellos se los cuiden, entonces también les toca mantener a los papás. “Es rarísimo que alguna tenga casa propia. Además, tienen tanta prole que no hay otro trabajo que puedan hacer y que les alcance. Con cincuenta mil que ganarían en una casa no pueden pagar 15 mil de casa, más luz, más agua, más comida. Tampoco pueden lavar ajeno porque no tienen lavadoras. Por todo lado están complicadas, hay que estar con ellas para darse cuenta de la miseria tan grande. He llorado con ellas infinidad de veces. Una sale de ahí con un nudo en la garganta”. En eso se escucha a un grupo de niños afuera. Están frente a su puerta. Le traen un concierto de villancicos. Es una serenata. Nos cuenta que ella les enseñó a cantar y que tenía un grupo, pero que este año el cáncer no la ha dejado seguir con los chiquillos. Ellos la extrañan. Las egípcias también la extrañarían. Casi ojalá que Dios nos la deje por muchos años, que el cáncer sea 150
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vencido y que doña Viqui siga cabalgando entre monstruos y molinos, con sus sueños, sus quijotadas y su gran misión de vida. Ojo, marzo 2003
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Eleonora Badilla Saxe
La educación hace la diferencia
Si el Instituto Tecnológico de Massachussets es la capital de la investigación en tecnología del mundo, el Laboratorio de Medios es el centro del planeta en la lucha por prever cuáles serán sus tendencias y por orientar el conocimiento hacia los países más retrasados. Y es ahí donde una costarricense lucha por conseguir herramientas y construir puentes para el Tercer Mundo y de facilitarle a los países pobres elementos que le permitan cerrar la brecha digital. Cuando Costa Rica fue el primer país en el mundo en llevar computadoras a las aulas de las escuelas públicas, ella estuvo entre los doce educadores seleccionados para capacitarse en la formación de métodos y sistemas que le abrieran a los escolares el mundo de la informática. En 1989, Eleonora Badilla Saxe se vinculó a la Fundación Omar Dengo y aquella idea de llevar tecnología hasta pueblos lejanos la cautivó. Era un proyecto sin precedentes en el mundo. En los pocos países que habían incorporado computadoras al sistema educativo lo hacían a partir de la secundaria y el objetivo era preparar a los muchachos en el mercado laboral. La idea de Costa Rica era tomada como una locura. Cuenta Eleonora que cuando Costa Rica fue a pedir apoyo a los organismos internacionales, le dijeron que no porque todavía tenían un faltante enorme de aulas, y que la infraestructura debía ser una prioridad. Oscar Arias replicó que ambas luchas debían ir de la mano y que no podíamos descuidar la formación tecnológica por la falta de otras condiciones. El ex Presidente los convenció de que había que hacer las dos cosas al mismo tiempo. “El desarrollo no es como una escalera, no es paso por paso. Más bien es como una espiral. Es muy complejo y 152
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multifactorial. Hay que abordar todos los problemas al mismo tiempo”, explica Eleonora. Cuando el país tomó esa decisión no tenía con quién enfrentar el reto. Esta investigadora en Educación trabajaba en la UCR y acababa de clausurar un kínder. Una vez que la escogieron, se fue por primera vez para el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde conoció al doctor Seymour Papert, quien en ese momento estaba haciendo investigación para aplicar la computación en la formación de niños. El primer año, el programa llegó a 30 escuelas de la zona rural. Hoy hay más de 500. Mientras crecía el programa, hicieron un convenio con una universidad de Hartford en Connecticut, y 10 costarricenses se especializaron en tecnología educativa.
Primeros en el mundo Y poco a poco el país fue generando noticia en el mundo por el lenguaje logo, del doctor Papert, y que no es un software educativo tradicional, pues el niño tiene el control y está invitado a crear. “El programa fue sumamente importante porque en él el niño decide qué es lo que hay que hacer, por lo que potencializa el desarrollo del pensamiento lógico”. Empezaron con el logo escritor, y ahora se usa el programa “Micromundos” que es multimedial y tiene acceso a internet. Luego de ser directora de este programa en la Fundación Omar Dengo durante 4 años, Eleonora fue Asesora en Informática Educativa del Ministro Eduardo Doryan. Comenzaron con el programa en secundaria, donde ya había computadoras, pero con un perfil laboral. Luego de poner el sistema a las órdenes del pensamiento lógico y la creatividad, inauguraron el kiosko de información, con la idea de que todo el conocimiento se diseminara a los rincones del país. Cuando termina el gobierno de Figueres, se va a trabajar con don José María, que había empezado un proyecto para llevar la tecnología a las comunidades rurales y alejadas de América Latina, llamado Pequeñas Comunidades Inteligentes (LINCOS por sus siglas en inglés). “Mi trabajo era implementar LINCOS. Implementamos diez en República Dominicana y dos en Costa Rica. Diseñamos toda la capacitación y el enfoque educativo para la gente que está al frente de los Camilo Rodríguez Chaverri
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LINCOS y pensamos en la proyección a la comunidad”, recuerda Eleonora. “Llegamos a las comunidades rurales con tecnología de punta y antena parabólica, y buscamos cómo hacer para que los aparatos sean amigables, que la gente entienda que hay cosas interesantes y que no le tengan miedo. “La experiencia es que los jóvenes no tienen ningún problema, hacen fila para entrar, pero los adultos mayores, los campesinos y las mujeres que no han salido nunca de su cocina ni se acercan. El reto era desarrollar un abordaje comunitario y capacitar a la gente para que aprovechara las oportunidades”. Eleonora estuvo ahí hasta el año 2000, cuando se va a este nuevo reto, al MIT. “En esta universidad de Massachusetts inventan el futuro para el mundo desarrollado. Ahí inventaron los multimedios y los hologramas, por ejemplo. Ahora estamos empeñados, como don José María Figueres, en que también llegue a los países pobres y retrasados”.
Adivinando el futuro -¿Qué gana Costa Rica con este proyecto en el que usted participa? -En el año 2000 por primera vez se genera una preocupación seria por la brecha digital, e inicia en Massachussets un grupo de investigación que se llama Naciones Digitales. “Yo tenía relación con Seymour Papert y otros investigadores como Mithel Resnik desde 1989, y ellos me invitan como investigadora. Les puedo dar la visión del mundo en vías en desarrollo. Les doy la visión educativa, la visión de la comunidad. “Este grupo tiene un portafolio de muchos proyectos de investigación, y yo estoy trabajando con un iraní, Bakhtiar Mikhak, en Costa Rica, y visito y superviso los proyectos en Colombia, Panamá y México”. -¿De qué se trata su proyecto en nuestro país? -Se llama ´Aprender Independencia´. Estamos pensando en la manera en que formamos a científic os, ingenieros, educadores y profesionales. En América Latina siempre los hemos formado para que repitan procesos. “Los ponemos a repetir experimentos, con honrosas excepciones. Y la forma en que hacemos la llamada transferencia tecnológica es inadecuada, porque en lugar de transferencia es dependencia. 154
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“Hay razones políticas, culturales, históricas y económicas. Sin embargo, la principal razón es que no tenemos las herramientas para producir nuestra propia tecnología. Con este proyecto, en Massachussets nos obligamos a pensar en el desarrollo de tecnologías muy accesibles, tecnologías que permiten desarrollar tecnología, que permiten manufacturar tecnología. Así fue como inventamos un laboratorio de fabricación personal”. -¿Cuáles son las grandes diferencias que intuyen en las nuevas tecnologías? -Por ejemplo, una nueva tecnología tiene forma de torre, y cada capa tiene una función. La diferencia es que es modular. Con una capita uno se conecta a internet, con otra capa se programa sonido y con otra se programan las luces. “Las capas son pequeñísimas y el hecho de que sean modulares lo que significa es que podemos diseñar fácilmente. “En el proyecto nuestro, en Costa Rica, vinculamos a estudiantes del Colegio Científico de Cartago, del Colegio Técnico de Heredia, del Instituto Tecnológico de Costa Rica y del INCAE. Y lo más importante es que muchachos de colegios y universidades están diseñando. Estamos produciendo nuestros propios materiales digitales. “Los muchachos de secundaria y universidad diseñan prototipos, y los del INCAE determinan si hay viabilidad económica y comercial. Están desarrollando materiales educativos, un reloj para el Museo del Niño, por ejemplo, un material educativo para las clases de ciencias de los colegios, y también censores para la agricultura. Se trata de materiales tecnológicos que responden a nuestra realidad y a nuestras necesidades. “Estos módulos se llaman LUTEC, que es el diminutivo de ´Luthiers de la Tecnología´. Luthiers en francés son los que elaboran sus propios instrumentos”.
Los pasos de INTEL -Costa Rica ha ejercido cierto liderazgo en la región en cuanto a la producción de software. -El otro día estuvimos en una reunión con gente que desarrolla software. Es cierto, en ese campo Costa Rica es innovador, y hay gente que tiene competitividad internacional. Lo que queremos es conseguir algo así pero en hardware, y que sea accesible a los muchachos. Camilo Rodríguez Chaverri
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-O sea, que la tecnología se democratice... -Estoy totalmente entusiasmada con el concepto de democratización de la tecnología. Es la misma idea que llevó al ex presidente Figueres a proponer los LINCOS. “Estamos cambiando la manera en que formamos a nuestros futuros profesionales. Estamos diseñando algo nuevo transformando la tecnología a la realidad nuestra”. -Pero, ¿qué se puede conseguir formando a jóvenes y no a maestros? -No, no. También estamos trabajando para los maestros desde la Facultad de Educación de la UCR. Lo que queremos es repensar todos los procesos de formación de docentes sin miedo a la tecnología. El objetivo es que los docentes, más que solamente pensar en cómo aplicar la tecnología a la educación, ofrezcan a los diseñadores de la tecnología las especific aciones para la producción de materiales digitales educativos. -¿Qué es lo que está haciendo más falta en nuestro país? -En el país lo que hace falta es que invirtamos en educación. No le estamos dando a la educación lo que necesita. Obligamos a la ministra Fischel y al ministro anterior a recortar. “Es una tragedia que no invirtamos en educación. O recortaban los 200 días o recortaban en otros campos. Lo ideal sería contar con 260 días de clases, más inglés, más tecnología. Plata hay, el asunto es de voluntad política. “Somos un país pequeño, y no tenemos plata para todo, pero para educación deberíamos tener primero. En lugar de tijeretear primero la educación, hay que tijeretear en otros campos. Tenemos que ser generosos con la educación La educación de Costa Rica merece los recursos que necesita. Además, hay que variar la forma en que estamos preparando a los maestros. En este momento, los estamos preparando casi igual a como me prepararon a mí en los años 70. “Hay que buscar cuáles áreas estratégicas hay que fortalecer dentro de la educación para preparar a las nuevas generaciones y que puedan enfrentar los retos del mundo globalizado sin perder nuestra propia cultura”. -¿La estamos perdiendo con la transferencia que permitimos ahora? -Lamentablemente, sí.
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Apoyo a Figueres -José María Figueres dice que podemos aspirar a la mejor educación del mundo. ¿Cree que podamos llegar a tanto? -Sí, claro. Pero solamente si invertimos en educación. Hay otra cosa que nos falta en el país y es invertir en investigación. Cuando voy a los países latinoamericanos, y en general a los países en vías de desarrollo, siempre nos preguntan dónde está la garantía de lo que van a invertir. Eso demuestra que no hay cultura de la investigación. La investigación verdadera tiene un riesgo, un costo de la oportunidad. Si queremos desarrollarnos, hay que echarse al hombro esos riesgos. -¿Qué nos garantiza el hecho deque las universidades del Primer Mundo tengan interés en cerrar la brecha digital, cuando esa brecha hace que los países pobres dependamos de los países ricos? -El Laboratorio de Medios del MIT se fundó en un momento en que todas las tecnologías computacionales estaban en manos de expertos. Un grupo de visionarios, entre los que estaban Negroponte, Papert y Resnick, pensaron que la computación iba a estar en todos los objetos y los procesos de la vida diaria. “En aquel momento era una locura, pero les hicieron caso. Por eso, lo fundaron no sólo con los ingenieros en computación, sino con músicos, artistas, especialistas en video, sociólogos, sicólogos y educadores. En un ambiente multidisciplinario pensamos de qué manera la tecnología impacta al ser humano y a sus actividades cotidianas. “Por ejemplo, ya sabemos que las computadoras no serán como televisores, que es lo ha ocurrido hasta ahora, sino que vas a poder ponértelas. Estamos pensando, por ejemplo, en una jacket. Mirá qué interesante: el hilo con que se borda una parte de la jacket es hilo conductor. Entonces, el teclado va a estar en la jacket, y tendré el cerebro de la computadora en la bolsa. “En el laboratorio de medios también he visto una computadora en el tacón de un zapato. Cuando caminás, la computadora se activa y te manda la señal a un anillo y con eso podés hablar con teléfono. Parece mentira, pero así será”.
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Embajadora del futuro Eleonora Badilla Saxe nació en San José en 1956. Es la hija de Victoria Saxe y Edgar Badilla. Tiene una hija de 22 años, Daniella Capra Su niñez fue compleja. Hizo el kínder en la isla de Jamaica, porque su papá trabajaba con una empresa trasnacional. Aprendió a leer y a escribir en inglés antes que en español. “Mi mamá se enojó mucho con aquello y mandó a traer el Paco y Lola. Así que ella fue mi maestra en español”. Toda la primaria y la secundaria estuvo en institutos bilingües. Luego, estudió Educación en la UCR y en la UNA. Se especializó en Preescolar, y hace 25 años tuvo un kinder. Su maestría la obtuvo en la Universidad de Hartford, en Connecticut Luego de vincularse con la Fundación Omar Dengo, fue su directora, así como asesora del ex ministro Doryan y del ex Presidente Figueres. Inédita, 2003
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Don Fernando Oller
El trabajo dignifica su vida entera
Si para vivir uno tuviera que respirar trabajo, don Fernando Oller Zamora tendría garantizados 500 años de vida. No puedo imaginarme a alguien que haya entregado más horas de su existencia a un proyecto, a una empresa, a un sueño personal que ahora le da de comer a 352 familias. Uno necesita de otros elementos: buen tino para administrar, ojo ávido para encontrar el nicho o el camino, corazón y carácter para conducir a su gente, en fin, mucho, pero lo primero que se necesita es el pulmón, el riñón y el músculo del alma, y todo ello es imprescindible para trabajar, para levantarse temprano, casi siempre, acostarse tarde cuando las circunstancias lo ameritan y nunca renunciar a las necesidades del tiempo personal que requiere una empresa. Es persona que ha trabajado toda su vida, y que, a los 87 años, sigue al frente de su empresa, y ya casi le da el relevo a sus hijos, pero seguirá a su lado, como un peón más, es don Fernando Oller Zamora, padre y fundador de Distribuidora Pedro Oller, ahora DIPO. La buena vibra de su empresa, la cordialidad de ese mar de gente, la amistad manifiesta, la bienvenida que tiene el visitante en los ojos de todos y todas, la energía que transmiten ahí es obra y fruto del afán silencioso de un hombre modesto, modestísimo, a quien le cuesta mucho hablar de sí mismo, y que me esperaba asustado como un pollito ante la primera entrevista periodística de toda su vida. Don Fernando es un hijo de migrante y hermano de todos quienes creen que el trabajo santifica y redime. Parece mucho menor de lo que es, y en su cara larga, como si tuviera el privilegio de atesorar más experiencia de la cuenta, las
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manchas y las arrugas indican muchos caminos andados y conocidos. En medio de las cicatrices y los trillos de la vida que indica su cara, y el paso lento pero firme, despacito pero siempre aguerrido, el señor Oller sonríe, y su sonrisa borra todos los años, opina y su sabiduría opaca cualquier sombra, cualquier lágrima del recorrido. Habla con franqueza de niño e ímpetu de adolescente, aunque por dentro sus palabras peinen canas y ya hayan pasado por donde asustan. Mucha es el agua que ha pasado debajo de sus puentes, pero siempre sabe que la vida fluye, también como el agua, y que hay que adaptarse a los cambios y entenderse bien con los nuevos tiempos. Por eso, sabe que pronto su empresa debe cambiar de casa, y que los alrededores de la Estación del Pacífic o ya no podrán ser su paisaje favorito. Por eso ha entendido que las generaciones nuevas tienen nuevos bríos y ha compartido con sus hijos el mando, poco a poco, hasta estar a punto de dejar la empresa en manos de ellos. Por eso, ahora anda con chofer, aunque no lo necesita y, lo que es más: le estorba. No obstante, cuando le hago la observación del chofer, se ríe, se pone una mano en la cabeza, como un chiquillo descubierto en medio de una travesura, y dice, “no lo necesito pero ya aprendí a ser obediente”. Es parte de una saga de migrantes o “criollos” modernos, es decir, hijos de migrantes que le inyectaron al país una energía y una visión que han sido imprescindibles para el desarrollo comercial y empresarial. Don Fernando Oller nació en Heredia el 9 de marzo de 1916. Su papá era el español Pedro Oller Brugueras, un catalán que nació en las montañas que rodean a Barcelona, en un pueblo que se llama Villa de San Pedro de Rubí. Su padre, que fue Pedro y sigue siendo Pedro por todas partes, nació el 24 de diciembre de 1883.
La aventura de su papá A los 18 años, su papá se vino para Costa Rica, en 1901. Llegó a Limón en el vapor Cataluña, un 8 de marzo. Había estado en la Escuela de los Hermanos Maristas en su pueblo natal. Salió de la escuela y empezó a trabajar en Barcelona. Ahí tenía un primo que era capitán de barco. El primo lo estaba empujando para irse para Filipinas, por las ventajas que suscitaba en esas tierras la ascendencia española, pero por 160
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cabezonada se vino para Cuba. En el barco venía una familia de españoles que vivían en Costa Rica y que estaban de paseo en Barcelona. Eran los Pagés, quienes habían iniciado la empresa Uribe y Pagés, madre de los supermercados Palí y Más X Menos, y hoy de la Corporación de Supermercados Unidos (CSU). Se dirigían de Barcelona a Santiago de Cuba, y de ahí para Limón. Lo convencieron de que se viniera para Costa Rica. Decidió seguir hasta Limón y en la capital empezó a trabajar con Uribe y Pagés. Uno de sus clientes, don Amado Rosabal, un herediano de ascendencia cubana, lo convenció de que se fuera a trabajar con él. El señor Rosabal tenía varias empresas en Heredia, entre ellas un patio de beneficio, una fábrica de candelas y una fábrica de jabón. Después se independizó. Casó en Heredia con María Rosa Zamora Gutiérrez y puso una refresquería al costado sur del parque central de esa ciudad. Fracasó. Como dice su hijo, don Pedro Oller tuvo que comenzar a esforzarse y a joderse desde cero. Se dedicó a sacar el tabaco de Turrialba para la fábrica nacional de cigarrillos, de la Republic Tobbacco, y se fue a sacar verduras y chayotes de Ujarrás. Era comerciante por todos los costados. Dice don Fernando que llegó a tener un cariño especial por el campesino tico. Por eso, después de un tiempo compró un terreno al norte de El Yas de Paraíso. Llegaron a ser diez los hijos, seis mujeres y cuatro hombres. Y en la esquina de la casa abrió una venta de verduras. Con eso comenzó de nuevo. Vendía tabaco para confección de puros. “Me acuerdo de chiquillo que las mujeres arrollaban la tripa y la capa. Luego, cortaban con una chaveta la extremidad. La chaveta era una cuchilla redonda y que servía de guillotina”, cuenta Don Fernando, quien conforme recuerda preña de luz sus ojos, que en momentos de nostalgia paren bellísimas lágrimas. “Después puso en la parte de atrás de la casa una panadería y un horno. Yo soy el tercero de los hombres y a los 6 años empecé a trabajar. Me mandaban con una canasta a entregar el pan. ´Levántese y vaya deje el pan´, me decían. Me iba con un saco al hombro o una canasta... “La panadería creció mucho. Llegamos a tener tres hornos. Mandábamos pan desde Heredia hasta Santiago de Paraíso. En el camino conocí a todos los dueños de pulperías y comisariatos, a gente como don Joaquín Chaverri y como don Carlos Charpantier, que dedicaron toda su vida a los Camilo Rodríguez Chaverri
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negocios de abastecimiento de los pueblos. No sé cómo hubieran hecho todos los pequeños pueblos de este país sin ese tipo de comerciantes que lo apostaban todo, sus energías, su poco dinero, su tiempo, todo por un negocito en pueblos tan pequeños y remotos como Santiago. “De allá para acá mandaban racimos de banano. Eran los tiempos cuando estaba la plaza de cerdos en Heredia, mientras la de ganado era en Alajuela. Por culpa de los chanchos es que a los heredianos nos dicen en la calle: ´cuche pa´Heredia´”. Se muere de la risa con su ocurrencia. Esperamos dos minutos mientras se recompone porque se sostuvo el estómago con su salida, se echó para atrás y dio vuelta sobre sí mismo en su silla giratoria. “Mi papá traía el banano para alimentar los cerdos, mientras empezaba la feria”, concluye, después de sus carcajadas, que le han puesto más color a su rostro.
Migrantes hermanados “Recuerdo que teníamos mucha relación con todos los migrantes y toda la gente del comercio. Por ejemplo, un señor que se llama Francisco Rojas, y que le decían Chico Chulo, era el rey de las carnicerías en Alajuela”. “Mi tata fue muy amigo de Alfredo González Flores y corrió peligro cuando la dictadura de los Tinoco. Siempre tuvo mucho interés por todo lo que ocurría en el país. “La familia fue formando un núcleo de trabajo. Yo fui a la Escuela Joaquín Lizano. Llegué hasta sexto grado. Pasé un año en la Escuela Normal, y después empecé a trabajar. “Papá siguió con la panadería, después puso una fábrica de fideos, en un lote que compró al frente. Trajo unas máquinas importadas. Se las financió don Manuel Solera, quien era importador de harinas. Siempre seguíamos trabajando juntos. Como el asunto de la panadería era de esclavos, y había que trabajar toda la noche y todo el día, nos acostumbramos a exigirle mucho al cuerpo. La gente que trabajaba con nosotros iba con una canasta cargada de pan de Heredia hasta Carrizal, hasta Santo Domingo o hasta Santa Bárbara. “Después descubrimos que el negocio estaba en la fábrica de fideos y en el campo de la harina. Comenzamos a traer harinas importadas directamente por Oller, y otros productos que nos hicieron famosos, como la manteca en latas. La manteca era de cerdo y se traía de Chicago. Otro producto que recuerdo es el papel de envolver, el papel para enrollar. 162
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“En eso estuve hasta que cumplí 24 años. En ese momento murió el segundo de los hombres, mi hermano Alfredo. Murió de peritonitis. Su muerte nos golpeó muchísimo. Nos costó enrumbarnos de nuevo. “El menor de mis hermanos, Enrique, estudió en el Colegio Seminario, entró a Derecho, y se hizo abogado. Ya con Enrique, empecé a ver la necesidad de separarme, de independizarnos. La guerra mundial generó escasez de harina, por lo que pudimos hacer negocios. Se pudo constituir el almacén de depósito de Heredia. Ya estábamos grandes, y en eso murió papá. Repartimos lo que había y, como lo habíamos previsto, yo me quedé con Enrique. “Fue allá por los años 50 y pico. Mi hermano ya ejercía el Derecho, y tenía muchos clientes del lado de Santa Bárbara. Compramos una propiedad en San José, entre él y yo, y para 1960 me vine a abrir el negocio, a vender harina y manteca, y a surtir con productos de panadería. Me traje un muchacho que trabajaba con nosotros, Luis Herrera, de San Joaquín, a quien conocí porque iba a Heredia a vender tamales de elote que llevaba en una canasta. “Trabajábamos Luis y yo. Fue un momento muy propicio, porque en 1961 comienzan a existir en Costa Rica los super mercados. Abren los Más x Menos, de la familia Uribe. Recuerdo que el primero fue el de Cuesta de Moras. “Cuando eso, todo el comercio estaba alrededor del Mercado Central, en la calle 10 y la avenida 1, y aquella decisión de los Uribe extendió el espacio comercial de San José”.
De nuevo juntos cubanos y españoles “Nosotros estábamos lejos del centro del comercio, y no nos auguraban ningún futuro, pero nos sostuvimos. Ya en 1965, cuando habían llegado los exiliados cubanos a Costa Rica, los que huían del régimen de Fidel, uno se podía encontrar gente muy valiosa, que venía a buscar cómo refundar su vida. “Llegó un contador muy bueno y comenzó a trabajar con nosotros. Se llama Juan Cotera García. Conocía mucho y nos ayudó un montón. Mi conocimiento era de la calle. Mi sabiduría era de la revista ´Selecciones´. Todos los meses la leía de cabo a rabo, y me encantan la historia y la geografía. Incluso fui muy destacado en matemáticas, pero en literatura y gramática era nulo. Ni Heredia escribía con hache. El
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cubano Cotera vino a abrirnos los ojos en muchos campos y nos amplió el horizonte. “Éramos muy austeros y trabajadores, pero eso no lo es todo. Algo muy importante para nosotros fue que vino un representante de Kellogs, y por recomendación de Silvestre Alonso, de Automercado, nos visitó para ofrecernos la representación de su marca. “En ese tiempo, el consumo de productos Kellogs era mínimo. Parte de lo que se consumía era por receta médica, en una dieta especial. Apenas se venderían unas mil cajas al año. Era insignificante, sobre todo si se toma en cuenta que ya se importaba mucho detergente y papel higiénico, por ejemplo, que eran productos que se traían por vagones, ahora dicen por contenedores.
Así, comenzamos a luchar con Kellogs. “Luego, vino Procter and Gamble, y se trajeron un cuerpo de vendedores cubanos que estaban en Perú, porque los habían sacado de La Habana a Lima. Comenzaron a enseñarnos a nosotros. No sólo nos enseñaron cómo vender. Nos dieron un nuevo aire como empresarios. “Aprendimos a echarnos al agua. La primera aventura riesgosa fue la compra de una flotilla de pick ups para repartir el producto. Compramos cinco carritos. “Instruyeron a varios muchachos, y todavía hay uno ayudándonos, o sea, uno de ellos tiene 36 años de trabajar con nosotros. Se llama Carlos Sotomayor. Fue gracias a esa ayuda que nos vino de afuera que nos empezamos a levantar. “Durante muchísimos años no tuve otra razón de ser que el fortalecimiento de la empresa. Es más, me casé, con Mayra Alpírez Prestinary, a los 49 años, cuando ya estaba mucho más que maduro. Antes, me había dedicado exclusivamente a trabajar. Eran otros tiempos, y yo estaba temeroso de no tener con qué mantener la familia, sobre todo porque los negocios no eran lo estables que son ahora para nosotros, gracias a Dios. “Mi hermano fue presidente del Banco Nacional y Embajador en Naciones Unidas. Tenía una redacción preciosa, una bonita letra”, me dice, mientras se pone de pie y saca de una gaveta, como un tesoro bien guardado, un puñito de papeles. Son papeles que guardan la letra de su hermano y de su padre. 164
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Está a punto de llorar. Se emociona con las huellas del pulso de los suyos que se han ido. Los sopesa, los abraza con los dedos, como si los papeles fueran palomas que al tocarlas muestran la vida que llevan por dentro.
Unidos pero en diversos caminos Como los negocios iban creciendo, don Fernando y su hermano se pusieron de acuerdo. Su hermano se quedó con las inversiones en propiedades. Se creó RECOPE. Por eso, se fueron las Shell, y los hermanos Oller les compraron varias propiedades. “Cuando nos separamos, mi hermano se quedó con esas propiedades y yo seguí con el negocio. Ya los muchachos míos estaban más o menos grandes, y comenzaron a ayudarme a trabajar. Ellos han sido los que más se metieron a revolucionar el negocio, metieron la computación, contrataron gerentes profesionales, que era algo que nunca me había pasado por la cabeza. “A veces cuesta aceptar los cambios, pero con las nuevas generaciones vienen también sus estudios, su visión diferente, su fuerza. Mi hijo Fernando se puso a ayudarnos desde chiquillo. Enrique, mi hermano, también se llevaba bien con él. Son de carácter parecido. Él aprendió bastante de Enrique. “Mis hijos llegaron a un acuerdo que me pareció fundamental. Decidieron que los cuatro estarían en la junta directiva. Yo estaba un poco angustiado porque la figura mía comenzaba a mermar, y por impulso de ellos buscaron un gerente. “La empresa fue creciendo y creciendo. Ahora yo también entiendo los cambios. Tenemos nuevos proyectos, y antes de cinco años tenemos que estar fuera del lugar donde estamos ahora. Hay que buscar hacia otro lugar, hacia el oeste de la ciudad. “Me une con las nuevas generaciones mi sed de aprender y de saber mucho de las empresas. Por ejemplo, hemos tenido en la directiva a Esteban Brenes, el director académico de INCAE, quien fue Ministro de Agricultura, y a Carlos Guillermo Sequeira, toda una autoridad en Nicaragua, así como a don Fernando Leñero y Alejandro Egea, reconocidísimos estudiosos de los negocios, hasta don Mario Castillo Lara, quien está ahora en la gerencia de la empresa”, comenta don Fernando, quien, cada vez que habla de los proyectos nuevos, Camilo Rodríguez Chaverri
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se quita de encima como medio siglo y recobra el ritmo y el tono de otros tiempos.
Sobre todo trabajador insigne “Yo trabajo todos los días, desde los 6 años de edad. Por muchísimo tiempo trabajé noche y día, sábados y domingos. “Hicimos un cuerpo de vendedores que todo el mundo se los peleaba. Ahora va el equipo con una palm pilot, transmiten la información al sistema, al día siguiente estamos entregando el producto. Todo eso lo ha hecho progresar mi hijo Carlos, quien está a cargo de la computación. “Mi hijo José Alberto, por su parte, está a cargo de los Frijoles Don Pedro. Él es el que ha empujado esa industria. Además, mi hijo Jorge es el dueño de la agencia publicitaria Consumer, y Fernando tiene una empresa de muebles. Todos mis hijos son gente de empresa, con carácter, temperamento y disposición”, explica don Fernando, muy orgulloso. A los 87 años, pasa muchas horas del día trabajando y otras muchas jugando ajedrez por internet. “Juego ajedrez de toda una vida. Me enseñó mi tata cuando teníamos una pulpería. Imaginate la cantidad de años que tengo de jugar ajedrez. “Algo que me ha ayudado mucho para conservarme y mantener mi interés por el trabajo, es que dejé de fumar. Yo fumé mucho, hasta tres paquetes diarios. Hice un esfuerzo especial y lo dejé hace como diez años. Un día dije ´no más´, pero mil veces había dicho ´no más´. “Otro detalle que deben tomar en cuenta los jóvenes es el cuidado del buen nombre, del prestigio. Por ejemplo, yo nunca tomé licor en exceso. Sé tomar. Nunca en mi vida me he visto borracho. “Yo puedo decir que he trabajado más que cualquiera, por la cantidad de tiempo que tengo de estar en esto, y eso me hace sentirme orgulloso, feliz y satisfecho. Puedo ver para atrás y aceptar con la frente en alto lo que he hecho en la vida”. Inédita, febrero 2004
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Jorge “Negro” Calderón
La leyenda de los salones
Baila como si tuviera alas en las piernas, o como si debajo de él en lugar de tierra, hubiera agua, y muchos peces lo llevaran y lo trajeran. Baila como si Dios le hiciera cosquillas en las plantas de los pies. En otra vida fue más estrafalario que la suma de un fauno y un unicornio. Tal vez un Pegaso que en lugar de volar, bailara. No pareciera que un ser humano lograra todo eso solo. Baila como si fuera al son del canto de las sirenas. Hay algo de delfín en él, y mucho de lince. Y a los 76 años, su cuerpo conserva parte de la elasticidad y la magia que lo han hecho único. Jorge “Negro” Calderón es el más famoso bailarín de Costa Rica de todos los tiempos. Las anécdotas de lo que generaban sus pasos y su espectáculo espontáneo siguen siendo una realidad en los salones de baile. Todavía baila y se faja con cualquiera. Todos los viernes va a “El Tobogán” y baila con mujeres que podrían pasar por su esposa, o por su hija, o por su nieta. Hasta una niñita que, de acuerdo con su edad, podría ser su bisnieta, perfectamente puede tener en el Negro a un maestro y a un compañero de baile. “Bailar es la diversión más placentera de mi vida. Es pleno gozo. Al bailar uno se comunica. Cuando estoy bailando soy verdaderamente yo. Más bien me disgusta cuando una muchacha está bailando conmigo y se pone a ver para todo lado o se pone a cantar. Yo les digo que bailen calladas, que se concentren, para que sepan en lo que están”, dice El Negro, para quien el baile no es mero divertimento. Mientras habla, bailan sus manos y sus ojos, y cuando empieza a contar su historia, también baila la leyenda, se Camilo Rodríguez Chaverri
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adentra en todos los rincones y le saca sabor a la historia oculta de las fiestas y los salones. Bailan los labios, baila la lengua, bailan el pasado, la memoria, la palabra, el oído, la pie Baila el universo y nosotros con él. “Antes, bailar tenía que ver con aventurarse. Más de una vez tuvimos que hacer un hueco en la arena para entrar a algún salón de Puntarenas, porque no nos alcanzaba la plata para pagar la entrada. “Sin embargo, lo que echo de menos no es la aventura, ni son las travesuras. Es la calidad. Antes se bailaba con más gracia y mayor elegancia. La diferencia es cualitativa. La sociedad era más recatada, más seria, y había un sentido estético más refinado a la hora de bailar. Ahora baila más gente, pero cuesta más ver a personas que bailen realmente bien”, explica El Negro, como es conocido popularmente. Le pregunto si será que el cambio de los tiempos lo hace ver su realidad mejor que las otras. “No, qué va. Hubo una transición musical, pero no me quedé atrás. Bailo música vieja pero me encanta lo nuevo, que no es tan nuevo. Yo conozco la historia de la música. Por eso sé de adonde viene cada ritmo. Por ejemplo, ahora lo fuerte es la salsa, y antes eran el son montuno, la guaracha y el guaguancó, pero resulta que la salsa surgió de la suma de todo eso”, argumenta. “Me gusta mucho el calypso. El reggae menos. No encuentro que tenga mucho sabor”, confiesa.
Al mejor mono Bailando le ha pasado de todo. “Un día estaba en la Casa España. Había una gradita para entrar a la pista, y al frente estaba una muchacha que me gustaba mucho. La vi donde estaba bailando, y por estar viéndola puse mal el pie y caí de cabeza en la pista. Cuando me levanté estaba ahí la muchacha, a un metro de distancia. Eso era exactamente como que me cayera encima una danta, sobre todo porque a lo que estaba acostumbrado era a que la gente me hiciera rueda en todos los salones imaginables en el país. ¡Qué vergüenza me dio! Uno, que estaba acostumbrado a lucirse todo el tiempo, y que le pasara algo así.”, cuenta Calderón, que también ha estado a punto de entrar en pleitos apenas por choques accidentales al bailar. Empezó a bailar hace 60 años. “En los años 40 se bailaba en muchísimos salones desaparecidos y hasta en las sodas. 168
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Bailé muchísimo en la Soda Díaz; la Soda El Sesteo; la Soda Navidad, de Desamparados, así como en salones que eran verdaderos mitos. Hacían bailes en el hotel Panamerican, que estaba en la Avenida Central, donde está ahora la Plaza de la Cultura. También, había un salón de los empleados de Fuerza y Luz, y se podía ir a bailar en la Casa España, la Casa Italia, la Casa Libanesa”, enumera, mientras busca algún punto perdido en el horizonte. “Cuando estaba joven iba a bailar todos los días, entre semana y los domingos. Se bailaba mucho los jueves y los sábados, ocasionalmente los domingos, pero lo fuerte era jueves y sábados. No era como ahora. Antes los viernes no eran los grandes bailes”. Bailando consiguió miles de novias, y no lo niega. “Conseguí miles de mujeres, pero no porque yo les interesaba, sino por bailarín. Si Dios no me hubiera cedido el don del baile, nadie se hubiera detenido a verme”. Salió bailarín por el ejemplo de su madre, doña Elisa Aguilar Espinoza (qdDg) , quien en aquellos tiempos de su juventud era famosa bailando en San José con su hermano Arnulfo. “En cambio, mi papá, don José Calderón (qdDg) no bailaba pero ni los ojos. Mala suerte mía que no los tengo”, dice, con un tono especial este hombre silvestre, exótico, florido, que en sus tres cuartos de siglo viste pantalón blanco, zapatos blancos, medias blancas y camisa rojo marrón. De lejos, es como una fruta del Caribe. Parece una flor masculina que nunca envejece ni se marchita. Siempre ha sido un personaje y las mujeres se pelean por él. En el salón o en la discoteca, iba de muchacha en muchacha, o más bien, las muchachas venían a él. Y lo digo en pasado por prudencia, porque el Negro asegura que esos tiempos no se han ido para él, y que no piensa, como creía, que los tristes días de ahora serán los bellos días de ayer. Vive al día, sin deudas, sin teléfono, sin mayores pretensiones, y no se cansa de ser feliz.
A teatro lleno Aunque por las noches siempre brilló con sus piernas mientras la gente susurraba ´¡qué hombre más artista!´, la verdad es que su talento se convirtió en arte a los ojos de
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la gente erudita gracias a varios espectáculos en teatro de primera y a taquilla llena. En la obra “Bolero”, la mítica Cora Flores, de la Compañía Nacional de Danza, bailaba con él, pero llegaba una y llegaba otra, y lo jalaban para acá y para allá, como le ocurre en la realidad, aunque allí también se plasmó la magia en la suma de plástica y movimiento gracias a la visión y la sensibilidad de Luis Carlos Vázquez. “Siempre que voy a bailar, bailo toda la noche. Antes los bailes eran de las 8 de la noche y a las 2 de la madrugada. Más de una vez algún hombre llegó celoso, pero después, cuando me trataban, me decían que les caía mal porque sus novias sólo querían bailar conmigo”, reitera, regresándose en sus andadas. El Negro trabajó muchos años en el Correo, y después se dedicó al comercio. “Hacía lo que cayera, chorizos, pero de los buenos. Había muchos jamones, pero prefería no hacer nada inadecuado”. Después montó un negocio de fotografía, donde ahora está la Churrería Manolos. “En 1990 se vino un meneo, casi terremoto, hubo un cortocircuito y comenzó a quemarse todo. Entre el fuego y el chorro de los bomberos destrozaron mi negocito. “Perdí trofeos y premios de las competencias de baile. Cuando ya había pasado casi todo, veo que venía pasando don Abel Pacheco, que tenía ´El Palacio del Pantalón´. Lo acompañaba un amigo mío, que se llama don Gilbert, y me lo presentó. “Don Gilbert me preguntó qué había pasado y les conté. De inmediato don Abel, que ni me conocía ni idea tenía de que iba a ser Presidente, se volvió y me dijo, ´Negro, mirá, no te preocupés por nada, cualquier cosa que vos necesités, no tengás pena, que yo te ayudo en todo lo que pueda´. Nunca lo necesité, pero es algo que yo le agradeceré siempre. “Hace poco, para la ´Cadena Mayor´, que organiza su esposa, doña Leyla Rodríguez, para conseguir fondos para el Hospital Blanco Cervantes, iba yo entrando y él saliendo, y me dijo, ´diay, Negro, ¿cómo te va?´, con un encanto y una dulzura que tiene ese hombre con esa linda forma de ser”. Hace un tiempo, el Negro de nuevo fue noticia porque le otorgaron un premio singular a propósito del Día del Artista Nacional, y cuya celebración se llevó a cabo en el Edificio Metálico.
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Y de paso en paso, pasamos del swing de este relato, al bolero de un espacio en el que vamos como bailando, al son de dos.
La leyenda responde -¿Es cierto que las negras bailan más? -El baile de las negras es más espectacular, más peliculero, pero eso no demerita en nada el baile de las blancas, por ejemplo las cubanas. No, no, en todas partes se cuecen habas. -¿Siempre ha sido un pizote solo? -Vivo solo desde hace cuatro o cinco años. Me cocino y me llevo muy bien conmigo. Estoy pensionado, pero la pensión no me alcanza. Me la voy redondeando con una cosilla y con otra. -Me da la impresión de que con poco tiene. -No añoro nada, no soy nada nada nada materialista. No tengo ambiciones. Bueno sí, ambiciono algo, ambiciono vivir tranquilo, que mis hijos estén bien. -Pero en los salones de baile sí era ambicioso e implacable. -Eso es otra cosa. Pero sí. Gané concursos del famoso Leonardo´s, gané trofeos y placas, y también gané un concurso de resistencia, que duró tres días y tres noches. -Por lo menos se detenían para echarse un sueñito. -Nada de eso. Pasé tres días y tres noches sin dormir, bailando. Fue en el Sesteo, que estaba donde ahora está el Palacio de los Deportes, al costado oeste del Parque Central. Participaron 60 parejas, y al cabo de tres días con sus noches, sólo mi pareja y yo soportamos. “Fue en el año 54. En ese tiempo yo trabajaba en el Correo, la única angustia es que tenía que ir a trabajar.
Tres días sin detenerse “Esa vez que bailé tres días seguidos, hasta aluciné. Al final veía ´los azules´, como los que ven los alcohólicos incluso cuando no están ´jumos´. En un momento creí que había graderías. Mientras las demás parejas desistían, se retiraban o salían de ´El Sesteo´ y caían en la calle, mi pareja y yo soportamos. Cada cuatro horas nos daban cinco minutos. Nos poníamos clara de huevo en las corvas, y como se secaba, eso nos ayudaba mucho. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Cuando eso yo trabajaba en Correos de Costa Rica. Ya tenía que terminar el concurso de resistencia porque no podía faltar al trabajo. Me ´pintaban´ porque en lugar de llegar a las 7, llegaba a las 7 y 30 cada vez que andaba trasnochado por la bailada. “Como nada que terminaba el concurso, unas muchachas llegaron a hablar con el Director de Correos, para que me diera un permiso especial. Él les dijo que no se podía suspender mi trabajo por un concurso, y entonces se fueron a hablar con el gobernador de San José, un señor de apellido Calderón, y él mandó a suspender el concurso. “El premio era de 300 colones. Lo ganamos. Algo curioso es que nunca necesité desodorante, ni lo necesito, gracias a Dios, o será que ya me habitué”, dice, muerto de risa.
El bailarín en la guerra -La gente no se imagina a un bailarín que sea soldado, pero usted lo fue. -Estuve peleando en la Revolución con Figueres y también estuve en el 55. Salimos de la Escuela Militar de Guadalupe, y nos fuimos primero a Sarapiquí. De ahí me pasaron para San Ramón. El cuartel general era la escuela del pueblo. -¿No le picaban las piernas? ¿No se moría por una bailadita? -Recuerdo que convencí a un amigo mío, Carlos Sáenz. Le dije ´mirá, escapémonos a bailar´. Lo convencí y con miles de miedos nos fuimos.
Nos fuimos uniformados, y quién sabe quién nos cantó. -¿Y cómo hizo para bailar con casco y rifle? -Guardamos el casco y el rifle debajo de la mesa, en el saloncillo de baile al que llegamos. ¿Quién sabe quién nos cantó? Cuando oímos un revuelo en la puerta. Y nos quedamos fríos. El teniente era el Indio Morúa, y ahí estaba… Llegó a buscarnos. Estaba de los diablos. -¿Trató de convencerlo para que se quedara bailando? -¡Qué va! Al día siguiente, en la mañanita, nos levantaron a todos y reunieron a toda la tropa en el patio.
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“El coronel del batallón era Santiago Calderón y el comandante ejecutivo, Eduardo Arana, quien había estudiado en una academia en Estados Unidos. Como Arana también andaba bailando de salón en salón, nos saludábamos y nos conocíamos muy bien. Llega y me llama. Estaba toda la tropa en los alrededores del patio de la escuela. “Necesitaban un campo abierto donde toda la gente viera el castigo. Dijeron unas palabras y yo qué sé que. Al final, tenía que coger un rifle en la espalda, con los brazos detrás, y hacer 200 sentadillas. “Estaba parado Eduardo todo serio. Me dice ´comience´, y comienzo, ´uno, dos, tres, cuatro…´. Pero rapidito me tiré al suelo, como desmayándome. Les dije que no podía más, y por más que trataron, no me hicieron hacer las sentadillas. “Entonces, Eduardo les dijo que me recogieran, y después, a solas, eran las grandes risas. Éramos amigos, no me iba a ´palear´ ni nada así”. -¿Y qué le hicieron al otro, a Carlos Sáenz? -Ve, eso sí me da cólera: al otro ni lo mencionaron.
Famoso -La primera vez que escuché de usted, me habló mi mamá, que baila mucho. Tenía yo unos 7 ú 8 años. -La gente me para en la calle, dicen ´ahí va el Negro, el que baila´. Me preguntan por el baile. -¿Lo encasillan con algún baile en particular, con algún ritmo? -Ahora me preguntan mucho por el bolero, pero es por los espectáculos que monté con Haydée de Lev. -De lo nuevo en baile, ¿qué le disgusta? -No me gusta el swing criollo, aunque sí me gusta el swing de las grandes bandas, y me gusta la cumbia colombiana. A la cumbia actual le llaman swing criollo, pero no siento nada, no me llena. “Siempre les digo que el swing criollo ni es swing ni es criollo. Este swing es una mala imitación del de las grandes bandas, y no es criollo, porque la música que lo origina no es nacional, es cumbia colombiana”. -¿Hay algún ritmo que lo llene más? -Lo que más me llena es el bolero, aunque gané concursos de tango en canal 4, en los tiempos de Patiño y de Crespi.
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“También bailo mucho ´paso doble´. Es que depende del lugar. Había salones que se especializaban en cada ritmo. Por ejemplo, en Puntarenas, era muy famoso bailando el paso doble”. -¿Cómo ha ido cambiando su gusto musical? -En otros tiempos el ´son montuno´ era lo que más me gustaba. Y en mis mejores años también fui guarachero. La guaracha es la salsa de hoy en día. En eso hay un pleito. Los cubanos dicen que ellos son los primeros que fusionaron la música hasta crear la salsa, y los puertorriqueños también. -¿Ha sido pionero en algún paso en particular? -Soy pionero del bolero marcado. Nunca lo vi en nadie. El bolero marcado lo inventé con una bailarina de Puntarenas. Estábamos bailando un paso doble, después vino un bolero, hice un movimiento que se me pareció al paso doble y empecé a hacerlo. Yo creo que es mío. Nunca se lo copié a nadie. Más bien, todos los demás me han tenido que copiar a mí. -¿Le ha ayudado el baile a vivir mejor? -Depende cuál es el sentido de su pregunta. Muchas veces, me contrataban en casas ricas, que celebraban un té o un aniversario de bodas. También en el Tennis Club y hasta en el Club Unión. Nada como para hacerse de plata. “Ahora bien, si le tomo el otro sentido, pues sí: no podría vivir mejor que como he vivido, bailando”. -¿Ha sido instructor de baile? -Toda la vida me han pedido que dé clases, desde antes de existir ´Merecumbé´, y todas esas academias. Siempre me dijeron que pusiera una escuela de baile. He dado clases, pero individuales. Es que yo me siento un profesional y no me gustan las chambonadas.
El paso de los años -Me contaron que ha tenido que bajar el ritmo. -Un día estaba montando una revista musical, como decir ´En alas del bolero´, que fue el que tuve con Haydée de Lev, pero con todos los ritmos. Se llamaba ´Después de los boleros´. Estábamos en un ensayo en el Ministerio de Cultura. Había reunido mucha gente, bailarines, bailarinas. Sentí un jalón, y no me pude sostener. Les dije ´hasta aquí llegamos por hoy, y hasta nuevo aviso´. “Hasta nuevo aviso fue que fui al hospital, primero me diagnosticaron una hernia lumbar, posteriormente me 174
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dijeron que era otra cosa y me mandaron a rehabilitación. Nunca me hicieron nada. “Después que vaya a reumatología, que es un desgaste en la cadera, que es posible que sea artrosis. La verdad es que todavía me duele, pero ni eso hace que deje de bailar. “Todavía tengo en mente ese espectáculo ´Después de los boleros´. Sé que algún día lo voy a hacer”. -¿Y todavía le duele el “jalón” de la pierna? -Me meto una inyección yo mismo, me tomo una pastillita, y me voy a bailar tranquilo. Después ni me viene el dolor. “Aunque a veces prefiero andar con un poquito de dolor. Los dolores son sicológicos, si uno piensa que le duele, le duele. Vea esas señoras que piensan que tienen de todo y no tienen nada”. -Dicen que tanto baile le ayudó a hacerse de muchas novias. -Era muy enamorado. Nunca en la vida he tomado licor ni he fumado, pero sí me gustan mucho las mujeres. Bueno, jovencillo me fumaba un cigarro por aparentar, pero me caía mal, y cuando tenía sed, por la tontera de la juventud, no compraba un refresco, sino una cervecilla que ni me terminaba de tomar, pero lo hacía porque me daba vergüenza que las chiquillas me vieran y creyeran que era un ´mamitas´. La bendita cerveza me duraba toda la noche, y al final ya estaba caliente. Hasta que un día dije ´qué me importa a mí lo que digan´. -Usted se queja de la calidad de los bailarines, pero tanta escuela de baile debe generar gente muy preparada. -Ahora hay muy buenos bailarines y bailarinas, hombres y mujeres, pero, por ejemplo, si antes había 50 personas bailando en un salón, casi todas bailaban bien. Hoy hay 200, y por lo menos la mitad no bailan tan bien. Se ve mucha bailarina buena, pero es por la gran cantidad de gente que hay.
La vida del Negro Calderón Jorge “Negro” Calderón nació en Barrio Luján, al frente de la Escuela República de Chile. Cuando estaba en la escuela, se escapaba a las pozas, como ´La chocolata´, para bañarse con todos sus compañeros. “Un portero de la escuela se dio cuenta. Era vivo el bandido. Vea lo que nos hizo. Un día se fue detrás de nosotros. Como todos los carajillos nos echábamos chingos al agua, dejábamos toda la ropa hecha un montoncillo. Pues Camilo Rodríguez Chaverri
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agarró toda la ropa y se la llevó. Nos tuvimos que ir así para la casa. Viera qué cuadro el de nosotros tapándonos. Y esas tundas en la casa. Y qué llorada”. Estuvo en el Liceo de Costa Rica, pero no lo terminó. “Ojalá lo hubiera terminado. Tal vez ahora sería un profesional. Pero no me quejo. La vida no ha sido ingrata conmigo. “No soy un sabio pero tampoco un tonto. No me ha ido mal porque siempre he creído que el que hace el bien, recibe la ayuda de Dios. Y aunque sea feo decirlo, he sido bondadoso, he ayudado a muchas personas, dentro de mi capacidad económica. “Empecé a bailar cuando estaba en el colegio. Nos pasamos a vivir a Plaza Víquez. ´Catato´ Cordero vivía a la vuelta de mi casa, a la par de una cafetería que se llamaba ´La Ondina´. “Hicimos un equipo de futbol que se llamaba ´Once Estrellas´. Jugaban futbolistas famosos, como ´Catato´ Cordero, Olman Ramírez, Alberto Ramírez y ´El Pollo´ Granados. Yo no era muy buen jugador. ´Catato´ decía ´este negro es bien malo para jugar futbol, pero el día que no juega, perdemos´”.
Beisbolista de Primera División “También jugaba béisbol. Era mejor beisbolista que futbolista. Había un equipo que se llamaba ´El Costa Rica´, y teníamos un ´traido´ eterno contra ´Escuelas Internacionales´, un equipo que después se llamó ´El México´ y ´El coca cola´. “Un día, el director técnico me vio jugando, mejengueando que llamamos aquí, y me dijo que jugara con ellos en ´El Costa Rica´. Así fue como entré a primeras. Después el equipo se llamó el ´H. Vargas´, ´El Orange´ y ´El Cemento Alsen´. “Viví con mis papás hasta los 50 años. Nunca me casé. Viví en unión libre con una muchacha como 30 años menor que yo. Antes tuve una hija, siendo muy jovencillo. En total, tengo cinco hijos, y los veo. Nos visitamos y de todo. Curiosamente mis hijos no son muy bailarines. Les gusta el baile, pero no como a mí. “Soy un trasnochador profesional. Llegaba a las 2 de la mañana, y entraba a trabajar a las 7. Llegaba tarde y caía en suspensiones a cada rato. Yo no sé cómo no me echaron. Pero que quede claro que llegaba 15 ó 20 minutos tarde, porque no soy un irresponsable, sólo un poquito impuntual por culpa de las bailadas de la noche anterior”. Viva Limón, julio 2004 176
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William Hayden
Quijote en un banco
Es el segundo hijo de una familia numerosa, y el alcoholismo de su padre lo obligó a pensar en cómo ayudaba a la supervivencia de sus hermanos cuando era un niño de escuela. Vendía chances en el primer piso del Banco Nacional, en San José, y en la antigua Plaza de la Artillería, frente al Banco Central, y desde muy chiquito soñó con trabajar en estas entidades. En una fue asesor y funcionario especializado, y medio siglo después es el flamante gerente de la otra. Bajo su gerencia, el Banco Nacional ha alcanzado índices y utilidades impresionantes. Nadie podría creer que William Hayden, uno de los banqueros más exitosos de la historia de Costa Rica, tuvo que dejar el colegio para trabajar haciendo huecos e instalando postes de luz, a pesar de que era uno de los mejores estudiantes del Liceo de Costa Rica. “Yo nací de pie. En vez de sacar la jupa, saqué los pies”, dice don William, conciente de que muy pocos consiguen todo lo que él ha obtenido a base de persistencia, trabajo, humildad, sacrificio y lo que personalmente denonima “diosa fortuna”. En la sala de reuniones que está junto a su despacho, tiene 55 quijotes. Los hay en madera, plata, bronce, acrílico, acuarela, lápiz, aluminio, cristal, porcelana y cerámica. Cuenta que en su casa tiene más de 150 quijotes y que ha leído unas diez veces el libro más traducido después de la Biblia. Hay mucho de quijote en él, que aceptó un puesto en la Organización de los Estados Americanos (OEA) sin hablar inglés y que concursó por la gerencia de la Bolsa Nacional de Valores sin saber mucho de la materia.
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En ambos casos, un esfuerzo mayor que el usual y un empeño en salir adelante hicieron que ganara las batallas contra la adversidad. Fue de la misma manera que ha demostrado que los alcances de la banca estatal son miles de veces superiores a lo que nos tenían acostumbrados. Él ha hecho la diferencia, como también la hizo siendo niño, en el instante en que se percató de que sus hermanos tenían tres días de no comer y que la pobreza lo había puesto en su primera cita impostergable con el destino. “He tenido que esforzarme mucho, pero me ha ayudado la diosa fortuna. En serio, fue que nací de pie. Estuve en gran riesgo de morir asfixiado, pero sobreviví. Desde entonces, nunca le he tenido miedo a los riesgos mayores. “Además, mi mamá tiró el ombligo al mar. Como nací en San José, ella lo guardó y en un viaje que pudo hacer a Puntarenas lo tiró al mar. Decía que iba a ser muy afortunado y que iba a viajar mucho. Yo me he esforzado para que se cumplan sus deseos”. William Hayden Quintero nació el 26 de mayo de 1939, y parece mucho menor de lo que es. Él atribuye su buen aspecto a dos razones. “La primera razón por la que parezco menor es porque soy negro, y los cholos no nos arrugamos. La segunda es la más importante: hago mucho ejercicio. He sido corredor de fondo. Tengo a mi haber 18 maratones. Recuerde que una maratón es una carrera de 42 kilómetros. He estado en diez maratones en Nueva York, así como maratones en Londres, en París, en Ámsterdam, en Berlín y casi todas las de Costa Rica. “Todos los días corro una hora y veinte minutos, y hago un poco de pesas. Toda la vida he hecho mucho deporte. Jugué fútbol y tengo más de 35 años de estar corriendo. Todos los días, a las 5 de la mañana, ya estoy en actividad.
Niñez tormentos “Nací en San José, en el barrio Santa Lucía. La casa donde nací estaba 75 metros antes de la Funeraria Polini, en la calle que desemboca en Avenida 10. Mis papás se llamaron Edwin Hayden Artavia y Obdulia Quintero Gutiérrez. El apellido Hayden proviene de un atorrante que anduvo por las zonas bananeras de Panamá. Mi madre también es panameña, de padres colombianos, descendiente del general Quintero, famoso en revoluciones colombianas. 178
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“Mi tata era comerciante, vendía todo lo que se le pusiera por delante, y mi mamá, ama de casa. Fuimos siete hermanos, han muerto dos. Yo fui el segundo, pero para efectos prácticos, me tocó hacerme cargo de la responsabilidad en ausencia de mi padre y por problemas de salud de mi hermano mayor. “Te voy a hablar de la infancia, ¡qué tirada!, fue problemática, muy jalonada por la pobreza. Éramos una familia muy numerosa y con muy pocos ingresos. Mi tata era individualista. Primero estaba él, después estaba él y por último también él. Nunca superó los problemas de alcoholismo. “Andábamos al garete. Eso me obligó a crecer siendo muy niño. Me acuerdo que a los 7 ó a los 8 años ya tenía que hacer algo para llevar plata a mi casa. Por ejemplo, desde que tengo uso de razón, cuando estaban esas famosas fiestas de tirar confeti, en diciembre, yo iba, recogía el confeti, lo empaquetaba y lo volvía a vender. “Junto a eso, conseguía alguna plata, me prestaba algo una abuela materna, y, diay, para diciembre, por ejemplo, compraba juguetes y revendía en las aceras de la Artillería, donde está ahora el Banco Central, donde tenemos ahora un kiosco electrónico del Banco Nacional. “Fui a la Escuela Porfirio Brenes. Entré a los seis años. Vivíamos al frente de la escuela. Mi hermanillo estaba en primer grado, yo me metí a las aulas con él, y cuando me di cuenta, me dejaron ahí metido. “Por la pobreza, siempre éramos candidatos a que el Patronato nos ayudará con uniformes y alimentos para mi mamá y mis hermanos más pequeños. “Luego, para entrar al Liceo de Costa Rica, me metí a trabajar en construcción los tres meses de vacaciones del curso lectivo. Tenía 11 años. Me dieron trabajo en la construcción de un edific io ubicado por la Soda Palace, precisamente para instalar el Centro Sport, de la familia Méndez Mata. “Me tocó entrar como ayudante, como peón. Estaban haciendo la chorrea, llenando las paredes de cemento. Me pusieron a cargar los carretillos de cemento y a subirlos por los andamios, para ponérselos a la par al albañil.” “Ahí estuve tres meses. Con lo que me gané en ese trabajo hice un ahorro y me compré el uniforme del Liceo de Costa Rica. Era un uniforme gris, de vestido entero. Entré al Liceo y me gané una beca. Recuerdo que otra persona que se ganó una beca similar fue Álvaro Cedeño.
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“Esa beca era una gran oportunidad porque nos ayudaban un poco con útiles y nos daban un pase para ir a la soda a comernos un refrigerio. El dueño de la soda era un profesor de Mecanografía, de apellido Meoño. También tenía la pulpería y cantina ´La Bala de Bronce´, en la Avenida 10, cuando uno va subiendo hacia la iglesia de las Ánimas, a mitad de camino”.
Colegial y chancero “Durante los años que estuve en el Liceo de Costa Rica, todos los fines de semana mi abuela me prestaba 20 colones. Yo iba por la plata los sábados por la mañana. Compraba con esos 20 colones un entero de chances. Me iba por toda la calle vendiendo el entero en pedazos, me ganaba 2 colones por el entero, y con la plata compraba 22 colones en chances, y de esa manera se iba multiplicando la plata. Al final del domingo tenía 60 ú 80 colones ganados. “Le pagaba a mi abuela y con lo que me quedaba vivíamos toda la semana. Mi hermano mayor tenía una especie de tara. Parece que lo bañaron de carajillo con unas paperas y eso le afectó el habla. Por eso, no podía ayudar mucho. Los otros eran muy pequeños. Yo era, prácticamente, quien llevaba el sustento de la casa, excepto por lo que aportaba mi tata cuando tenía épocas de lucidez. Por lo general, él vivía su vida, y la familia no contaba para nada. Para los alcohólicos, todo gira alrededor de ellos. Dios quiera que no me jale las patas. “Se me hizo la vida imposible en el Liceo de Costa Rica, a pesar de que era uno de los primeros promedios de la clase. Poco a poco, empecé a notar que no podía seguir en ese colegio. “Tenía mis lugares para vender chances. Por ejemplo, iba mucho a una barbería que estaba donde ahora está el Melico Salazar. A la par también estaba la Soda La Perla, que era de un polaco, compañero mío. Tuve problemas porque el polaco, siendo compañero mío, me echaba de la soda. “Un día entré a la barbería del lado y ahí estaba mi profesor guía, de apellido Jiménez, quien era profesor de Agricultura. El liceo quedaba donde están los planteles del MOPT, y había 3 ó 4 hectáreas de huertas. Las clases de Agricultura consistían en sembrar hortalizas en la parcela de uno. Este profesor se estaba pelando en la barbería, se asustó de verme, y me dice ‘¿qué anda haciendo usted, Hayden?’”. 180
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“Me vi obligado a contarle. La semana siguiente, cuando me tocó clase con él, quiso hacer una gracia poniéndome de ejemplo ante los cuarenta compañeros. En ese momento me serruchó el piso, porque el colegio era muy clasista. El liceo era donde iba toda la gente, ricos y pobres. Perdí estatus ante los compañeros, entre quienes había muchos hijos de papi. “Eso también me fue generando cierto descontento de seguir en el Liceo, aunado a los problemas de la casa. Estaba mañana y tarde en el liceo, de 7 a 11 de la mañana y de 1 a 3 y media de la tarde. A veces llegaba a la casa y no había nada qué comer, si acaso una aguadulce. “Estando en esas, iba yo saliendo de cuarto año, y vi que no se podía más. Ahorqué los hábitos y me dediqué a trabajar. Fue cuando tuve mi primer trabajo formal. En ese momento vivía en barrio Los Pinos, a la par de barrio Cuba, en los barrios del sur. Yo era de los huestes de los barrios del sur”.
Peón y electricista “Un señor que era vecino mío trabajaba en las oficinas de Fuerza y Luz, en la subestación de Los Ángeles, y me consiguió un trabajo de peón. Tenía que andar en esas cuadrillas, en esos carros de Fuerza y Luz que están llenos de postes y que tienen cajones atrás, donde va la gente sentada. Los que van ahí son los electricistas, los ayudantes y los peones. Yo era uno de ellos. “En marzo del año siguiente, cuando estaban entrando a clases en las escuelas y los colegios, me pasó una anécdota bonita. Cuando mis compañeros entran a quinto año, yo ya estaba en Fuerza y Luz; mi primer trabajo fue en calle 20, que desemboca en el Hospital de Niños y viene de Barrio México. En ese momento, Fuerza y Luz estaba cambiando las líneas de transmisión de 4 mil voltios por unas de 13 mil voltios. El trabajo consistía en ir sembrando nuevos postes. Para enterrarlos hay que hacer huequitos redondos. Mi trabajo como peón era hacer esos huecos. Hay unas palas especiales, largas, más altas que uno. Estando en esos menesteres, pasan dos compañeros míos que vivían en Barrio México, se asombraron de verme ahí, y entonces vinieron las preguntas y la extrañeza concebida. Fue un momento muy doloroso para mí”, dice don William, y es el único momento de la entrevista en que se le quiebra la voz y hace un esfuerzo visible por no llorar.
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“Estuve en ese trabajo bastantes años. Me dediqué a tratar de surgir en la Fuerza y Luz, por lo que hice cursos de electricidad en escuelas vocacionales. Mi aspiración en ese momento era hacerme electricista. A lo más que uno podía aspirar era a ser capataz de una cuadrilla. “Estuve cuatros años metido en una cuadrilla, Me casé en noviembre del año 58, con una muchacha del barrio. Al principio su mamá no me quería, y la internó en un colegio de monjas. Después, la mamá murió. Cuando nos casamos yo tenía 19 años. Al mes siguiente de que me casé, mi esposa ya estaba embarazada. Se me despierta el sentido de responsabilidad, y me pongo a pensar ‘¿qué voy a hacer con mi vida?’. Fue entonces que se me ocurrió meterme a estudiar otra vez. “Fui al Liceo de Costa Rica de noche pero no me pude matricular. Así que terminé en el colegio que está a la par de La Sabana, donde saqué el bachillerato. Me metí a la UCR, y seguía trabajando como peón en Fuerza y Luz. “Entre a la U en el año 60. En esa época había que hacer dos años de Estudios Generales. En eso empieza la diosa fortuna a intervenir. Estando dentro de las cuadrillas, la meta era ser electricista. Ya trabajaba en las líneas, arriba, en escaleras. Es decir, era lindero, trabajaba instalando transformadores, aisladores y líneas, conectando los cables de las casas contra las líneas secundarias. “Un día estaba frente a la subestación de La Uruca, y la corriente me dio un golpe. Perdí el conocimiento, y me llevaron a las oficinas. Cuando me restablezco, ahí estaba un señor Wilburg Soto Blanco, el encargado de la oficina. Comenzamos a hablar, y le cuento que soy bachiller, y que estoy estudiando en la universidad. Me dijo que qué estaba haciendo como peón, y de inmediato agregó, ‘voy a hablar para que lo nombren asistente mío’. El trabajo de él era llevar el inventario de todo el material y administrar las bodegas, así como confeccionar las planillas y mandarlas a las oficinas principales, de Avenida Quinta.”
A cargo de las emergencias “Me quedé trabajando con él, pero seguía ganando los mismo 55 pesos de cuando era peón. Después conseguí una promoción y me mandaron de nuevo a Fuerza y Luz, pero en la subestación de Los Ángeles. La unidad todavía existe, es la de servicios de emergencia. Tenía a cargo mío cuatro 182
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cuadrillas de emergencias, encargadas de reparar las averías. También ya era el encargado de la bodega. Pasaba tres días en una cosa y tres días en otra. “Para un mes de setiembre, cuando se hacen los inventarios, llegó una gente del Departamento de Auditoría de Quinta Avenida, y me entronqué con ellos. Dos meses después entré a la Quinta Avenida, en el Departamento de Planillas, ya ganando mejor, gracias a Dios. Cambié de peón a oficinista. “Me metí a estudiar Estadística. Siempre fui bueno para las matemáticas. Cuando entro a la universidad, no sé por qué razón, cuando venía del barrio Los Pinos y de barrio Cuba a Fuerza y Luz, estaban construyendo el edificio del Banco Central, y yo me decía, ‘yo voy a trabajar en el Banco Central.” “Igual me pasó cuando vendía chances en la acera del Banco Nacional y entraba al banco. Le vendía chances a la gente que estaba haciendo fila y a veces a los cajeros, y pensaba ‘voy a trabajar en el Banco Nacional’. En ese tiempo, los puestos de cajero en los bancos eran ocupados por toda la alta sociedad. Los hijos de papi eran cajeros. Por eso, una aspiración mía desde que estaba en el Liceo de Costa Rica era ser empleado del Banco Nacional. Obviamente, era en las cajas donde yo veía a la gente que salía del liceo. “Cuando entré a Estadística, en la Escuela de Ciencias Económicas había cuatro carreras: Economía, Estadística, Administración y Seguros. En administración eran como 60 estudiantes, en Economía unos 20 y en Estadística 4 ó 5. Me gustaba esa exclusividad. Me llamaba la atención el hecho de poder formar parte de ese pequeño grupo. “Mientras tanto, cuando estoy en la Quinta Avenida se presenta la oportunidad de que me ofrezcan un puesto como asistente del Auditor General de la Northern, un señor de apellido Porras. Rompí el naipe, después de ocho años en Fuerza y Luz. Cuando me meto a trabajar en la Northern como asistente del auditor, me pongo a pensar que nada estoy haciendo yo en Estadística, así que me cambié a Administración de Negocios. Recuerdo que hice los cursos de Contabilidad, Derecho Laboral y Derecho Comercial, pero tuve que interrumpir los estudios. “Es que, estando en la Northern, veo en las pizarras de la universidad un anuncio del Banco Central de Costa Rica, en el que se decía que en esa institución estaban interesados en contratar a estudiantes para que trabajaran en el Camilo Rodríguez Chaverri
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Departamento de Estudios Económicos. Requerían gente que estuviera estudiando Economía o Estadística. “Participo en los concursos y me gano una plaza como estadístico. Les metí la yuca de que estaba en Estadística, aunque fuera mentira. Me volví a pasar a Estadística, y empecé a trabajar en el Banco Central, ganando mejor. Esto fue en 1965, y dentro del Departamento de Estudios Económicos, entré a la sección de Estadística.
Estudios monetarios “Trabajé varios años en esa sección. Luego, dentro del banco fui promovido a otras secciones. Pasé a subjefe de la sección de Estudios Monetarios, en donde se hace la programación monetaria del Banco Central de Costa Rica, que consiste en fijar el crecimiento del crédito, fijar metas de inflación y de devaluación, y hacer la estimación del crecimiento de la producción nacional. “En mis manos empieza a estar el diseño de la política monetaria y crediticia del Banco Central y del país. Cuando termino Estadística en la universidad, me encuentro con que me faltan únicamente cinco materias para obtener la licenciatura en Economía. Para conseguirlo, me ayudó mucho estudiar un año Administración. Ese titubeo en mis años de estudio de Estadística me permitió sacar las dos carreras, y era algo muy bueno. Esas dos profesiones me convertían en un híbrido bien cotizado. “Estaba en la Dirección de Estudios Monetarios, cuando la diosa fortuna volvió a aparecer. Se creó, dentro de Estudios Económicos, una unidad de estudios especiales. El jefe de Estudios Económicos era don Willie González Truque, que llegó a ser Presidente del Banco Central, durante el gobierno de Carazo. Don Willie crea la Unidad de Estudios Especiales, una sección que pueda atender más rápidamente las necesidades de la junta directiva del Banco Central. “Si los directivos del Banco Central pedían un estudio en Estadística o un estudio fiscal, tenían que esperar un mes o dos meses hasta que estuviera listo. Había que agilizar estos pedidos con un departamento multidisciplinario, que contara con profesionales en economía, estadística y contabilidad. “Estando al frente de la Unidad de Estudios Especiales, se viene todo el colapso del Sistema Monetario Internacional, el sistema de Bretton Woods. Me corresponde participar en todo lo que tiene que ver con los estudios de la crisis, 184
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y me salgo de mi esfera de economista costarricense para meterme en los vericuetos de la economía internacional. En esas circunstancias, se hacen muchas reuniones en el ámbito del Consejo Monetario Centroamericano. Todos los Bancos Centrales se encontraban preocupados por las condiciones en que iban a quedar nuestros regímenes cambiarios, y ahí me corresponde la suerte de que el director del Fondo Monetario Internacional, encargado de los cinco países de Centroamérica, Venezuela y México, me contrata como su asistente personal. Nos conocimos en esas reuniones.” “Yo no hablaba ni papa de inglés, pero él me preguntó y yo le dije que sí hablaba. En octubre del 73 hay una reunión mundial en Nairobi, Kenia. Hubo un vuelo especial, pero antes estuvimos en una reunión en Río de Janeiro, donde estaban los representantes de todos los países latinoamericanos para fijar su posición ante el Fondo Monetario Internacional. Hubo un charter de Río de Janeiro a Nairobi, y en ese vuelo se me acercó este señor, Guillermo Huezo, hondureño, el director para América, Venezuela y México. En el vuelo me ofreció el trabajo. “En ese avión iban cuatro miembros de la junta directiva del Banco Central, hablamos con ellos y cuando llegamos a Nairobi ya estaba contratado para trabajar con el Fondo Monetario Internacional. “Cuando llego a Costa Rica, proveniente de Nairobi, a finales de octubre, termino la tesis en la UCR para graduarme en Economía. don Eduardo Lizano, don Fernando Naranjo y don Miguel López (qdDg) eran los miembros del jurado. La tesis mía fue sobre los modelos de oferta y demanda del dinero, por lo que tomaba las dos disciplinas, la Economía y la Estadística. Era una tesis muy econométrica”.
En el FMI “Me voy para Washington en enero del 74, a trabajar en el FMI, en el centro del imperialismo, en una de las instituciones más odiadas de todo el orbe. La familia llegó en marzo. Ya tenía cinco hijos, y el sexto nació allá. “Estuve cuatro años, todo el mundo en la casa aprendió a hablar inglés, pero esa fue precisamente la primera sorpresa para mí y el gran reto. El FMI es una Torre de Babel. Hay 1500 empleados de todas las partes del mundo: rusos, pakistaníes, hindúes, japoneses, europeos. El idioma universal en esa Torre de Babel es el inglés. Camilo Rodríguez Chaverri
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“De ahí tengo algunas experiencias bien interesantes. El directorio del Fondo Monetario Internacional consta de un director gerente, que es puesto por los países europeos. En ese entonces era un holandés. El segundo a bordo es puesto por Estados Unidos, y hay 20 directores que representan a todos los países del mundo, dentro de ellos estaba don Guillermo Huezo, de quien yo era asistente personal. “Voy a la primera reunión, en un salón majestuoso. Me siento detrás de él. En esta reunión solemne se ven todos los asuntos de todos los países, los compromisos, los acuerdos para girar o para no girar platas. Igual que pasa hoy. Por la falta del inglés, en la primera reunión no entendí de qué se estaba hablando. Entré en una depresión, y empecé a increparme el por qué no había sido suficientemente honesto para decir que no estaba capacitado para el puesto. Tuve que meterme a estudiar por mi cuenta, con una profesora individual, y en tiempo de tres o cuatro meses, ya estaba en capacidad de desenvolverme. Por eso, me quedé 3 años y medio más.” “Al tiempo de estar ahí, pasé a economista en el Hemisferio Occidental, siempre a cargo de las economías de América Central, Venezuela y México. Me tocaba ir a todos estos países. Recuerdo que vino un huracán que causó estragos, y me tocó hacer todo un modelo de reconstrucción de la economía de Honduras y Guatemala. “Viene toda la crisis del petróleo, se cae el sistema de Bretton Woods, y se promueve todo el sistema de flotación de las monedas y libertades cambiarias. Fue un caos, una época convulsa. “Estando en el FMI, tenía que ver con la economía costarricense. Era el contacto del Presidente del Banco Central y el ministro de Hacienda ante ese organismo internacional. Tenía que preparar todos los préstamos emergentes cuando se tienen problemas de balanza de pagos y debilidad en las reservas monetarias internacionales, negociarlos con las autoridades de aquí y servir de enlace con las autoridades de allá”.
En el Banco Central “Estando en esos menesteres, llegó Bernal negociar un préstamo emergente con el FMI, en de Oduber. Cuando Bernal llega, me pregunta haciendo usted aquí?’, y me propone que me
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Jiménez a el gobierno ‘¿qué está devuelva a
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Costa Rica como asistente de él, que era Presidente Ejecutivo del Banco Central. “Me regreso al país a principios del 78. Fue una mala elección, porque pronto iba a terminar el gobierno de Oduber. Contaba con una garantía al ser funcionario del Banco Central, porque nunca dejé de serlo, simplemente estaba a préstamo en el Fondo Monetario Internacional. Me vine por las ganas de volver, porque en Estados Unidos uno es un número, nada más. Me vengo de asesor de Bernal Jiménez en la Presidencia Ejecutiva del Banco Central. Lo que yo no sabía es que para traerme a mí, Bernal pensiona a don Willie González Truque, y me da su puesto. “Meses después, cuando entra Carazo, en mayo del 78, nombra a don Willie González Truque como Presidente Ejecutivo del Banco Central, y él se saca el clavo. Me dice, simplemente, ‘yo no necesito asistente, vaya a ver qué le ofrecen en el Departamento de Estudios Económicos’. Después de ser economista del FMI, volver a ser parte del equipo de un departamento era mucho bajar de piso. “Entonces, de nuevo se presenta la diosa fortuna: sale a concurso el puesto de gerente de la Bolsa Nacional de Valores, porque al gerente, Adrián Hidalgo, lo nombran vicepresidente ejecutivo de CODESA. “Sin saber nada del mercado de valores ni del mercado de capitales, ni de lo que es una condenada bolsa, me encierro en la biblioteca del Banco Central; de por sí no tenía nada que hacer, porque me tenían relegado, en Siberia, como lo llamábamos nosotros. “Me estudio los orígenes de la Bolsa Nacional de Valores, que nació en agosto del 76, como una subsidiaria de CODESA; me preparo, formulo un plan de acción sobre qué haría yo si soy nombrado gerente de la bolsa. Igual hice años después cuando me entrevistaron para el puesto de gerente del Banco Nacional. “Hago los exámenes escritos que había que hacer, los gano, y vengo a una entrevista final. Integraban el jurado Rodrigo Arias Sánchez, hermano de Óscar Arias; Humberto Pérez, que era dueño de Scott Paper, y Álvaro Sancho, corredor de bolsa y en ese momento dueño de Inversiones Samma. Me gané el puesto, y empecé en junio del 78. “Estuve ocho años en la Bolsa Nacional de Valores. Lo interesante es que no les di gusto de que me marginaran dentro del Banco Central. Más bien, sin querer queriendo, me dieron una gran oportunidad”. Camilo Rodríguez Chaverri
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En la Bolsa Nacional de Valores “La bolsa me cambia radicalmente mi destino como profesional. Si no hubiera sido por ese puesto, creo que estaría como economista del Banco Central. Tal vez hubiera llegado a Presidente del Banco Central, pero para eso hay que meterse en política, y nunca me he metido en política. “Empezando el gobierno de Carazo cuando se viene la debacle de la economía, el dólar pasa de 8,60 hasta 42 colones, y el Banco Central renuncia a manejar el tipo de cambio, por lo que se lo da a la Bolsa Nacional de Valores. Tenía toda la experiencia de las flotaciones sucias y flotaciones libres. Son flotaciones sucias cuando son intervenidas, y flotaciones libres cuando el mercado las conduce. Tenía toda la experiencia en esta materia tanto del Banco Central como del FMI. “A través de la Bolsa Nacional de Valores, este cristiano, William Hayden, empieza a manejar el sistema cambiario costarricense y empieza a ser famoso en los medios de comunicación. “En esa administración no tenían un equipo económico bueno. Las últimas acciones que se tomaron en el Banco Central, con Bernal Jiménez al frente, permitieron dejar una plataforma para que el nuevo gobierno tuviera una política de los tres ´dieces´: una devaluación del 8,60 al 10; que el precio de la gasolina fuera 10, porque eran los resabios de la crisis petrolera, y que las tasas de interés fueran del 10 por ciento. “Carazo toma la determinación de no devaluar. Ese fue el gran error. Eso se lo dejamos montado nosotros, pero él no lo aceptó. El país queda con una posición muy débil de reservas monetarias internacionales, hay inopia en el Banco Central y se viene la crisis petrolera. Esa fue la debacle. “Cuando llego a la Bolsa Nacional de Valores, tenía un año y medio de existencia. Como empezamos a manejar el tipo de cambio, la bolsa empieza a crecer. Me toca a mí, en los ocho años que estuve al frente, realmente hacer la Bolsa Nacional de Valores. Cuando llegué, era una oficina de diez empleados, que estaba a la par del cine Capri, con quince corredores de bolsa, y nada más. “Empiezo a visitar las bolsas de valores de América Latina y Europa, estudio la de Nueva York, la de Chicago, y entonces, más o menos configuro, viendo todas esas experiencias, cómo debe ser la bolsa de valores en Costa Rica.
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“Lo que hice fue edificar, construir la Bolsa Nacional de Valores. La diseñé hasta dejarla cómo es. Diseñé la estrategia para determinar cómo tiene que ser el mercado accionario, cuál es el tratamiento de los títulos de renta fija; cómo tienen que hacerse las negociaciones en el corro, la cámara de compensación, la custodia de valores. En ese momento no existía la Superintendencia General de Valores, la SUGEVAL. “En ese momento, la Bolsa Nacional de Valores se autorregula. Me corresponde a mí toda la reglamentación para esa autorregulación, que es el germen de la Comisión Nacional de Valores, convertida años después en la SUGEVAL.
Ideólogo incomprendido “En 1978, cuando Monge pierde contra Carazo, sale un anuncio en La Nación, donde el Partido Liberación Nacional está convocando a profesionales e intelectuales a una reunión para hacer la nueva plataforma ideológica. Yo no tenía nada que ver con Liberación, pero quería ofrecer mis planteamientos en el ámbito financiero. Fui al Balcón Verde. En la reunión estaba don Luis Alberto Monge, don Raúl Hesse y toda la plana mayor. Empiezan a hablar y llegan al convencimiento de que se necesita una nueva plataforma ideológica. Poco después, empieza Monge a anunciar su programa ´Volvamos a la Tierra´, para lo cual, primero que todo, se hacen comisiones de estudio. “Quedo como coordinador de la Comisión de Reforma del Sistema Financiero de Costa Rica, a cargo de treinta personas. Me sirve como tribuna. A partir de los trabajos de esa comisión, Luis Alberto Monge montó su plataforma de campaña y su programa de gobierno. “En el 82, cuando llega al poder, no me llamó, ni nadie lo hizo. Yo no era del partido. Fui en aquella ocasión al Balcón Verde porque me parecía importante contribuir con algo. “A partir de esas reuniones, empiezo a escribir sobre la reforma del sistema financiero costarricense, tengo la experiencia de algunos años en el Banco Central, algunos años en el Fondo Monetario Internacional y estoy en la Bolsa Nacional de Valores. Escribí mucho en los periódicos, tuve una columna en ´La República´ y en ´Esta Semana´. “Cuando empiezo a escribir, me empiezo a meter con la banca estatal, que, según decían mis artículos, estaba atrofiada, era corrupta e ineficiente, y se había convertido en Camilo Rodríguez Chaverri
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una fuente generadora de pérdidas para el Estado y para el país. Así, empiezo a convertirme en un furibundo contra la banca estatal. En Liberación Nacional hablar en contra de la banca estatal es convertirse en enemigo. Creo que eso influyó para que no fuera presidente del Banco Central o Ministro de Hacienda. “Cuando viene el Congreso Ideológico de Liberación Nacional, el Congreso Francisco J. Orlich, para fijar la plataforma ideológica de Liberación, antes del gobierno de Monge, re voy yo con un folleto de 80 páginas, y esbozo tres tesis: la primera era mantener la nacionalización bancaria y el monopolio de los depósitos, pero haciendo la banca más eficiente; la segunda era permitir la banca mixta, entre banca privada y banca estatal, con bancos privados que tuvieran acceso a los depósitos, que fue la que adoptó el gobierno de Figueres, muchos años después; la tercera era la venta de los bancos del Estado porque, según yo, no se necesitaban. “Fue muy interesante. Cuando me toca el turno de exponer, se levanta don José Manuel Salazar Navarrete, que era uno de los gurúes en el congreso, junto a Bernal Jiménez, Raúl Hesse y Carlos Espinach padre. Se levanta don José Manuel y dice ‘el documento que se va a exponer es una ofensa para Liberación Nacional’. Simplemente es que se fue por la tercera tesis. Don José Manuel no se conformó con las ofensas. Después dijo, ‘propongo que ni siquiera perdamos tiempo con este documento, porque quien no está con la banca estatal no es liberacionista’.” “Viera la silbaba que me pegaron. Había un profesor de colegio, que impartía clases de inglés y que era muy folclórico, le decían ´Gavetas´. La pregunta mía es que hacía él ahí, pero bueno, se levantó también y me increpó violentamente, diciendo que yo era un quintacolumnista, y con el mismo telele de don José Manuel. “Al final, me defendí, les dije que estaban tergiversando el asunto, les dije que mi documento contenía tres tesis, y que ellos se habían limitado a hablar de una. Aquello era un diálogo de sordos. ¿Para qué congreso ideológico? Fue un profundo fracaso. De ese congreso tomaron lo que quisieron para hacerle la plataforma a Luis Alberto Monge. “Al final, después de toda la habladera, les gustó la primera tesis, la de mantener la banca nacionalizada pero más eficiente. Me dan como premio el encargo, junto con Bernal Jiménez, Salazar Navarrete y Raúl Hesse, de reformular
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el documento, para que Luis Alberto Monge pudiera incluirlo en su plataforma. “Gana Monge, el hijo de mamá esperaba que me llamaran a algo, no me llamaron a nada. Esa fue toda mi participación en el partido y en la política”.
No lo llamaron “Cuando Monge llega al poder, crea una nueva comisión para plasmar en proyectos de ley todo lo que se habló en la reforma de ´Volvamos a la Tierra,´ específicamente en cuanto a reforma en el sector financiero. La comisión la preside Raúl Hesse, quien muere en el camino, y lo sustituye Rufino Gil Pacheco. La tarea era hacer los proyectos de ley. “En eso estaban cuando Porfirio Morera termina su gestión como gerente del Banco Nacional. Entonces, me van visitar a la Bolsa Nacional de Valores don Carlos Espinach, que era el presidente de la Junta Directiva del Banco Nacional, y don Jorge Alfaro, directivo del Banco Nacional, quien ahora está en el Banco Central. Me van a visitar para ofrecerme la gerencia del Banco Nacional. Fue en el año 82. “Algunos años antes andaba vendiendo chances, y soñaba con trabajar en ese banco. Lo pensé, y después de una semana les dije que sí. Nos reunimos en el club Londres, diagonal al Centro Colón. Mi sorpresa fue que me dijeron, ´bueno, como vos sabés, es un nombramiento político, el gerente lo nombra el Consejo de Gobierno´. Me preguntaron que si yo tenía contactos en el gabinete, y les dije que conocía a don Claudio Volio, ministro de Agricultura; a don Marco Antonio López, ministro de Industrias, y a don Alberto Fait, vicepresidente. Me dicen que pueden garantizarme cuatro votos de la directiva, cuatro de los siete, y que por eso había que ir al Consejo de Gobierno. La única manera de que el nombramiento no fuera al gabinete era que todos los directivos votaran por un solo candidato. “Me voy a hablar con Alberto Fait, y me dice que soy el candidato ideal, que sí, que claro, que cuente con él. Cuando se ve el asunto en el Consejo de Gobierno, no estaba Monge en el país, por lo que presidía Fait. La sorpresa es que no saqué un solo voto en el Consejo de Gobierno. Se recordó mi pasado como furibundo atacante del sistema bancario nacional, dijeron que yo tengo un carácter agresivo y que no me iba a llevar bien con el sindicato, que era la mamá de Tarzán y ahora es una fiera dormida. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Me cuentan lo que pasó en el Consejo de Gobierno y que se nombró a otra persona, que la gente de la directiva no lo aceptó, y que entonces pusieron a Rolando Ramírez Paniagua. “Bueno, sigue la vida. Estando en la Bolsa Nacional de Valores, el AID, ante la corrupción que era CODESA y que imperaba en los bancos del Estado, creó un Estado paralelo. Pusieron un millón de dólares por día, y el gobierno se plegó totalmente. El AID mandaba en Costa Rica. “Vuelve la diosa fortuna: se crea una institución que se llamó la Corporación Privada de Inversiones, que era un banco de desarrollo financiado por el AID con 20 millones de dólares. Aparte de ese dinero, el AID fondeó a siete bancos privados con medio millón de dólares para cada uno, con el objetivo de que fueran socios accionistas de la corporación. “Don Ernesto Rohrmoser, quien ahora es Presidente del Banco Cuscatlán, llegó a ofrecerme la gerencia. Me ofreció un salario tres veces superior al que ganaba en la bolsa. Me fui a hacer banca de desarrollo y estuve ocho años. Fortalecimos la corporación. Se financiaban los proyectos en función de la viabilidad y de su impacto socioeconómico, y no de las garantías. Todo estaba orientado al sector exportador no tradicional, flores, helechos, todo eso. “Potencialicé la corporación, conseguí aportes de capital del gobierno inglés, de la CDC; conseguimos plata de un organismo de desarrollo del gobierno alemán, de un fondo de desarrollo de Holanda y de la Cuenca del Caribe, además, de los famosos fondos ´936´ de Puerto Rico. Salí de ahí porque tuve problemas con uno de los directivos. “Realmente fue que cada uno de estos organismos que metió plata para que financiáramos proyectos de desarrollo y de exportación de productos no tradicionales puso un director dentro de la Corporación Privada de Inversiones. No me llevé bien con el director de Alemania, y eso propició que renunciara en el año 94. Después la corporación decayó mucho, y terminó comprándola Interfin, que era uno de los socios. La corporación como corporación desapareció. Lo que hizo Interfin fue comprar la cartera crediticia”.
Adelante “Me quedé un año como consultor independiente, y en eso me salió el puesto de gerente del Banco Panamericano, que era de unos peruanos. Ahora es el Banco Uno, y es de 192
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un nicaragüense. Estuve un año. La intención de los socios peruanos era venderlo. Mi papel era levantar la imagen y preparar la novia para que se casara. “Me fui a trabajar con los hermanos Ramírez Steller, en Saret. Cuando estaba en la Corporación Privada de Inversiones les había financiado a ellos la creación de la primera zona franca en Costa Rica, la de Saret, que inició poco después de que se aprobara la ley de las zonas francas.” “Fuimos a ver zonas francas a República Dominicana y a Colombia. Ellos compraron el terreno en Alajuela, y montamos todo el esquema. Yo les ayudé mucho. A raíz de esa relación quedé en la junta directiva y terminé como gerente financiero de ellos durante año y medio. “Estando con Saret, sale un anuncio en La Nación, en febrero de 1997. Era del Banco Nacional, que, a través de la empresa Pricewaterhouse, abría concurso para el puesto de gerente general. Me dice una hija, ‘papi, vea lo que salió en La Nación’, y le digo, ‘está loca, esa carajada está conversada políticamente, lo están haciendo para imagen. Es tontera meterse en eso’. Ahí murió la conversación. “El anuncio volvió a salir en marzo. ‘Papi, no han nombrado gerente’, me dice mi hija Ingrid, de nuevo. Le respondí que no me prestaba para esas payasadas. Pero, de a calladito, ella mandó mi currículum. Se lo mandó a Pricewaterhouse. “Un día me llamaron para entrevistarme. Entrevistaron a 35 personas y fueron seleccionando. Al final quedamos cinco. “Venía como el recomendado número uno de la Pricewaterhouse. La junta directiva me entrevistaba un primero de abril. La semana previa fue Semana Santa. Me clavé la semana completa para escribir un folletito de lo que había que hacer en el Banco Nacional, igual que hice con la Bolsa Nacional de Valores. “Vine a la entrevista con los siete directores. Fue un martes. En el curso de la entrevista les dije que preparé un folleto, pero no lo quisieron recibir. El jueves en la mañana me llama a casa don Rodolfo Solano Orfila, y me dice, ‘¿usted me puede mandar el folletito?´. ´Sí, claro´, le contesté. Me agregó algo que no me sorprendía: ‘Ya se empezó a mover el gobierno, y nos están poniendo a tres personas’. El más fuerte de los candidatos del gobierno era promovido por Rebeca Grynspan. “El 8 de abril, la Junta Directiva del Banco Nacional hace un berrinche, se declaran soberanos y autónomos y, pensando Camilo Rodríguez Chaverri
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en los intereses del banco, para meter a un profesional y no a un político, en sesión secreta, por siete a cero me nombran a mí. A las ocho de la noche, Alfredo Volio me llama, y me dice.´Don William, ¿está sentado?, es que le tengo una noticia que lo va a asombrar. Lo acabamos de nombrar como nueve gerente, en votación secreta y por unanimidad´.” “Ahí no murió el asunto. El gobierno se movió. Marcos Vargas, quien era en ese momento el ministro de la Presidencia, y Rodrigo Bolaños, quien era Presidente del Banco Central, llamaron a la junta directiva. La respuesta de la junta directiva es una síntesis de dignidad: ‘el acuerdo se mantiene, si nos quieren quitar, nos quitan’”, cuenta don William, y contesta una llamada interna. Se dirige a mí. “¿Vos te comerías algún gallo?,” me dice este hombre sencillo y humilde, en quien la academia y el éxito no han hecho más que agrandarle el espíritu. “En el Banco Nacional, lo primero que hice fue aplicar lo estipulado en el folleto que le entregué a los miembros de la Junta Directiva. Venía consignada toda la estrategia. En el banco había mucha burocracia y desidia de los funcionarios. Al inicio, lo urgente fue cambiar la mentalidad en la conducción de los negocios. Como fui un enemigo furibundo de los bancos del Estado, lo primero que hice fue tratar de corregir los defectos que le veía desde afuera. Hice una programación financiera y un saneamiento de las finanzas. También redactamos un decálogo de valores, en el que primaban la honestidad, la transparencia, la ética, la agresividad y la atención al cliente. “Provoqué un cambio radical. El objetivo era devolver al banco a sus orígenes, porque estaba diseñado para crear desarrollo económico. Me siento muy orgulloso de los cambios que implementamos, porque son hechura mía. Por ejemplo, toda la plataforma tecnológica y la banca electrónica. “Asimismo, tuvimos una reorganización profunda. El banco estaba muy centralizado en esta torre, que es el edificio principal. Las 140 oficinas del país no hacían nada si alguien no levantaba un teléfono en San José. Hice seis bancos regionales, que son semiautónomos, y que trabajan independientemente, simplemente siguiendo las políticas y las directrices de la casa matriz. Cada región tiene unas 30 oficinas y unos 450 empleados. “Por ejemplo, en este edificio principal, en los primeros tres pisos hay un banco regional, y del cuarto para arriba la 194
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casa matriz, donde trabajan unos 850 empleados. Aquí nos ocupamos de la formulación de políticas, la contabilidad y las finanzas. Desde la gerencia se emanan todas las directrices y todo el control. “Fui reelegido el año pasado. Soy el primer gerente que se reelige en los últimos 30 años. Ninguno de mis antecesores completó los seis años. “Tengo el estigma de que soy liberacionista, aunque realmente no lo soy. En todo caso, me reeligen en un gobierno de la Unidad, con don Abel y siete directores del PUSC. “Ser gerente del Banco Nacional es una responsabilidad muy grande, es un cargo de mucho poder. Esto es más que un ministerio, en tamaño, en dimensiones, en importancia. Mi reelección es un reconocimiento de que las cosas se están haciendo bien. “Otro éxito importante de mi gestión es el nacimiento de las tres sociedades anónimas: BN Valores; BN Vital, que es nuestra operadora de pensiones, y BN Fondos, que es la sociedad anónima que se ocupa de los fondos de inversión. Al cierre del 2003, entre las tres generaron 6 mil millones de utilidades, casi el 40 % de las utilidades del banco. “BN Valores es el más grande puesto de bolsa de América Central; BN Vital copó el 53 % del mercado y BN Fondos es número uno en el país en fondos de inversión.
Mística “Le hemos inyectado mística al personal, y hemos establecido planes estratégicos para cumplir metas. Algo muy importante es que logré convencer a esta junta directiva para que los empleados participen en la distribución de las utilidades que se generan, tal y como ocurre en la empresa privada. “También tenemos un sistema de evaluación del desempeño individual, mejor conocido como SEDI. A todos los funcionarios se les hace una calificación individual de responsabilidad, puntualidad y otros aspectos. A los que saquen un 100 le otorgamos tres puntos de incremento en el salario base. Hay una meta grupal que tienen que cumplir todas las oficinas del país. Cada una tiene metas de utilidades, metas de colocaciones, de calidad de la cartera y de cumplimiento del plan comercial. Todas las personas de la oficina, aparte de la calificación individual, pelean duro para que la oficina cumpla las metas grupales. Si la oficina cumple, Camilo Rodríguez Chaverri
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a cada uno se les da cuatro puntos adicionales de incremento en el salario base. Un buen funcionario tiene asegurado un incremento que se paga como un bono, y un 15% de las utilidades del banco se destina a pagar ese bono individual. Se llama Bono de Productividad. Se paga en abril de cada año, una vez que se completan los estados financieros. Todo el mundo se pellizca, todo el mundo contribuye a ese objetivo, cuanto más grandes sean las utilidades, más grande es el bono”.
En su charco “Estoy en mi charco, me siento muy bien, me siento muy realizado, cada día la preocupación es qué hago nuevo hoy, porque siempre tengo que hacer algo más. “Mantengo un perfil muy bajo a nivel del sistema financiero. Aquí el pararrayos de la prensa es Rodolfo Brenes, a quien todo el mundo le dice ´Chirrisco´. “Este banco se transformó con nuestra gestión. Eso me genera una enorme alegría. Podría hablar horas y horas. En el 97, el banco se ganaba 560 millones de colones. Ahora se gana 19 mil millones de colones por año. Cuarenta veces más. El banco tiene 1 650 000 (un millón seiscientos cincuenta mil clientes), 250 mil operaciones de crédito, y hacemos siete millones de transacciones al mes. Tenemos 4165 empleados en 140 oficinas, y una expansión de diez oficinas por año. Además, el Banco Nacional ahora es un banco totalmente electrónico. Siempre están las filas, pero, diay, con un millón seiscientos mil clientes, tiene que haber filas, aunque sean cada día más pequeñas“Existen 120 mil clientes en Internet, 800 mil transacciones en Internet y contamos con la red de Internet más grande que hay en el país.”
Banca de Desarrollo “BN Desarrollo es el proyecto estrella. Hemos financiado a 60 mil personas entre microempresarios, pequeños y medianos empresarios, y hemos colocado 130 mil millones de colones en cuatro años. El programa arrancó en abril del 99. Ese es nuestro trapito de dominguear. En la Asamblea Legislativa hay diez proyectos para crear un banco de desarrollo, ¿para qué, si ya el país lo tiene en el Banco Nacional?”, dice don William, quien se considera una persona apegada a su familia. 196
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Su esposa se llama Lidieth Cordero Jiménez. Ella es ama de casa y tienen 45 años de casados. Su hijo mayor, William, es corredor de bolsa y director de mercadeo en BN Vital. El segundo, Marvin, es neurólogo; Ingrid es abogada; Randall es corredor de bolsa, y trabaja en Pipasa, a cargo de las compras de materia prima; Rodney es historiador, especialista en computación y en diseño publicitario, pintor y cantante, y es autista, y Mauricio es médico internista. Le pregunto por los doscientos quijotes de su oficina y su casa. “Mi amor por El Quijote nace primero que todo por mi tata. Dentro de sus locuras, cuando paraba la tomadera era un apasionado lector, y una de las obras que leía era ´El Quijote´. Permanentemente se pasaba en mi casa citando los refranes, las locuras y los paradigmas de El Quijote. Un regalo que él me hizo, uno de los pocos que me hizo, fue un Quijote de madera. Con ese Quijote empezó mi colección. “Aparte de eso, he leído el Quijote unas 10 veces. Soy un gran admirador de Cervantes. Se refleja en la personalidad mía. He tenido que enfrentar muchos retos y he peleado por mis objetivos, aun sabiendo que son difíciles de alcanzar y, que en algunas oportunidades, son quimeras. “Trato de ser perfeccionista, de ubicarme dentro de la realidad. Por eso, trabajo con altos estándares de ética y de transparencia. Tengo una gran consideración por el ser humano, y aunque parezca que no tenga sentido del humor, me río mucho de mí mismo. Siempre estoy en una paradoja de que no me siento bien donde estoy ni con lo que estoy haciendo, porque siempre quiero mejorar y estar mejor, pero eso sólo es sano si uno tiene sentido de autocrítica y sentido del humor. “Me encanta ese afán de la búsqueda constante de la realidad, que me ha caracterizado, y a lo largo de la vida he estado ayudándole a mucha gente, tendiéndole la mano a muchas personas. En el caso del Banco Nacional, tenemos 4200 empleados contentos, prósperos, capacitados, con una ambición de hacer que el banco cada vez sea más grande. “Para todo esto sigo el ejemplo de El Quijote, que es uno de los pocos personajes creados por la literatura, creado por la pluma de un escritor. La filosofía, la sabiduría, el rompimiento de paradigmas, el hecho de que venciera su locura y llegara a la cordura, mientras a Sancho Panza le pasaba al revés. Todo eso me encanta, incluso esa transmutación de personalidades entre El Quijote y Sancho.
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“Como mi mama echó mi ombligo al mar, he estado en todas partes, en América, Europa, Asia, Medio Oriente, África. En todas partes trato de ver de si me consigo un Quijote, a lo que se agrega el hecho de que en el banco me conocieron la locura, y todos me regalan Quijotes. La preocupación es qué va a pasar con toda esta colección. Hay obras muy caras, pero, sobre todo, obras que tienen un gran valor sentimental para mí. “Mucha gente relacionó mi cercanía emocional con El Quijote con mi lucha contra la directriz de don Miguel Ángel Rodríguez en el 98. Mediante esa famosa directriz se limitaba el crecimiento del crédito a los bancos del Estado a un 10 por ciento por año. Me tocó pelear fuertemente contra la directriz presidencial. Los ataqué por la prensa, fui a la Asamblea Legislativa, y la quitaron en julio del 2000. Hasta me regalaron una pintura de un Quijote con mi cara, y en los molinos estaban los rostros de Miguel Ángel, Lizano y Leonel Baruch. “Me siento un revolucionario. Fue presidente de la Asociación de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas y miembro de la FEUCR. Cuando empezamos hacer estudios para crear carreras cortas en el ámbito de la administración, con cuatrimestres en lugar de semestres, de pronto nacieron las UACAS, que nos robaron el mandado, y tuvimos que organizar una huelga que duró 15 días y que paralizó a la universidad. De ahí para acá, he cabalgado, he tenido mis quimeras y he peleado contra gigantes y contra molinos. Haciendo un recuento, la verdad es que me siento pleno y sumamente satisfecho”. Ojo, febrero 2004
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Carlos Huezo
La risa que piensa
Dice un poema de E. Agami que la vida es como un paisaje en rompecabezas, que uno arma y pone en un cuadro, en la sala de la casa. Luego, se van cayendo, poco a poco, las piezas, y ya no hay cómo sustituirlas. El rompecabezas sigue ahí, en la sala, pero el sol ya tiene un hueco, tiene un hueco el cielo, y en algún árbol el tronco presenta un orific io inverosímil. Es el mismo rompecabezas. Es el mismo paisaje. Pero le faltan piezas. En mi niñez, se me cayó la primera pieza, que se llamaba Joaquín Chaverri. En la adolescencia, otras dos, Marta Rodríguez y María Francisca Picado. Pero es hasta ahora que se me cae una pieza cercana más allá del ámbito familiar. Acaba de fallecer uno de los más importantes productores de radio y televisión de la historia de nuestro país, Carlos Huezo Córdoba, mejor conocido como “Huecito”, “Cantaclaro” o “Juan sin miedo”, por sus programas más recordados e importantes. Murió a los 80 años, luego de 46 años de vivir en Costa Rica y con 60 años de experiencia en medios de comunicación. Es él la pieza que le falta ahora al rompecabezas de mi vida, como diría Agami. Carlos Huezo Córdoba nació en El Salvador, y siempre se sintió muy orgulloso de ser un indígena de los pipiles. Llegó a Costa Rica en 1957, y entre muchas otras cosas, participó en las primeras radionovelas, creó el micro programa “El Ja Ja del Aire” y fue el compañero de Edwin “Metro” González (qdDg). Tal vez muchos nunca lo vieron ni escucharon hablar de él, pero identificarían su carcajada en un segundo. El dramaturgo Jorge Arroyo diría que Huecito ostenta la hermosa manera de que nos recuerden siempre, por encima de quienes somos. Camilo Rodríguez Chaverri
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Arroyo me recuerda que era amplio el menú de risas que punteaba ´El Ja ja del aire´. ´Quién no recuerda aquella explosión asmática que provocaba que alguien dijera, ´¡ay, se ahogó ese viejo!´, o la risa del cínico… o la risa del tonto… Todas las risas de un hombre cuyo arsenal se formó sin ningún estudio´, dice Arroyo. Se lo comenté a Huecito hace unos meses, y lo admitió, aunque me explicó que en El Salvador trabajó como payaso de un circo y en el Canal 6 como humorista. “Empecé con la práctica de las risas con una totalmente metálica que tenía que llegar a todo el público, sin necesidad de micrófono”, afirma.
Revolucionario En 1944 era presidente de El Salvador, el represor general Maximiliano Hernández Martínez. Fue una época muy difícil para América Central. En todos los países, excepto en Costa Rica, gobernaba un dictador. Estaba Tiburcio Carías en Honduras; Anastasio Somoza en Nicaragua; el general Ubico en Guatemala. Huecito era tan popular como humorista, que conoció a todos los dictadores, incluso estuvo en una fiesta del hondureño Tiburcio Carías. En ese entonces, Huecito también trabajaba en la alcaldía municipal de la capital. “Renuncié por meterme a revolucionario y me fui a un pueblito que se llama Olocuilta, decidido a luchar por la reivindicación de las libertades en mi país, influenciado por Lil Milagro Ramírez, la primera mártir de la guerrilla salvadoreña. El general Martínez cayó el 2 de abril y un servidor suyo se vio sin empleo y con inquietudes revolucionarias. Mi madre, sabedora de que yo siempre había querido meterme en la radio, me llegó con un anuncio que decía que YSI Radio Intercontinental ofrecía un trabajo. Un cuñado me prestó un saco, un hermano un pantalón y me fui a la entrevista. El dueño de la emisora, don Ricardo Ramos, me contrató y después me dejó como productor de YSI Radio Continental. Ya ve: la caída del general Martínez me abrió las puertas de la radiodifusión. “El socio de don Ricardo, don Raúl Tabanino hacía planes para sacar al aire Radio 1050, ´La Voz Suprema del Espacio´. Y ahí pasé como locutor, vendedor, animador… ¡siete oficios, catorce necesidades! Y empecé mis programas humorísticos. Luego de siete años, pasé a ´La Voz de Latinoamérica´, donde 200
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hice ´La Alcaldía de mi pueblo´, un programa al estilo de ´La Tremenda Corte´, que terminaba con una ordenanza municipal en verso humorístico. También ahí nació ´El Cantaclaro´, que era la versificación de las noticias más trascendentales del día, que yo cantaba con mi guitarra. “´El cantaclaro´ nació curiosamente. En la emisora renunció una muchacha que se llamaba Violeta. El administrador se llamaba Jacinto y el locutor deportivo, Narciso. Aprovechando la coyuntura de tener a los tres con nombre de flor, hice una décima que llegó a manos de mi jefe. Dice así, La cosa se puso peor y que no les cause enojo, ponga su barba en remojo quien tenga nombre de flor. Se empezó con la maceta porque el jefe así lo quiso, la primera fue Violeta. Y aunque su enojo es distinto, si peligra don Jacinto, con mayor razón Narciso. “Eso le gustó al jefe y puso ´El Cantaclaro´, que, utilizado también para criticar a los generales que vinieron después del general Martínez, alcanzó un gran éxito”, nos contaba Huecito a Jorge Arroyo y a mí.
En Honduras “En 1954, fui contratado para dirigir unas emisoras en San Pedro Sula, Honduras, bajo las órdenes del General Díaz Celaya; además de director artístico de las radioemisoras, era el secretario ad honorem del Consulado de El Salvador. “San Pedro Sula es la capital comercial de Honduras, y éramos muchos los salvadoreños que vivíamos ahí, una verdadera invasión. Apenas me di cuenta que el cónsul explotaba inmisericordemente a nuestros paisanos, cobrándoles por la cédula de residencia, lo cual no era más que un robo declarado, me le enfrenté y me convertí en defensor de mis paisanos. “Ya como un enemigo, el cónsul me acusó ante el general Díaz Celaya. Dijo que yo era ladrón internacional, comunista y estuprador. Yo me había ido sin papeles de residencia, porque el general me había dicho ´véngase y le arreglamos todo aquí´. Pues nada, de eso me agarraron para meterme a Camilo Rodríguez Chaverri
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la cárcel, y fue el entonces embajador salvadoreño quien me salvó de las autoridades hondureñas, y me mandó para El Salvador. ¡Todo por evitar que el cónsul siguiera robándole a nuestros compatriotas! “Después volví a Honduras, pero antes tendría que pasar por Costa Rica, donde después de todo me quedé para siempre. Venir a Costa Rica era un sueño que tenía desde niño. En El Salvador, en mi época de primaria, nuestros maestros se dedicaban en especial a Costa Rica. Nos hablaban de que era el país más democrático, nos hablaban de don Cleto González Víquez y de don Ricardo. Y yo desde jovencito me decía, ´yo me voy para Costa Rica´”.
En Costa Rica Cuando el avión aterrizó en La Sabana, ya le esperaban los locutores salvadoreños Omar González y Leonardo Heredia, quienes se hicieron famosos en nuestro país, así como el guitarrista Francisco Bracamonte. Venía contratado por la emisora “La voz del trópico”, de don Guillermo Sáenz. Cuando empezó a trabajar en Costa Rica, la emisora quedaba a la vuelta de la Librería Universal, y en esos años tuvo un gran compañero, Joaquín Vargas Romero. Al frente estaba Radio City, de Antonio Múrulo Canossa. Poco después, fue en esta Radio City, donde Huecito empezó con el radioteatro, al lado del famoso cómico cubano “Socotroco”, y su esposa, Leonor Sandoval, quien fue una gran cantante. En esa emisora también se hizo amigo del recordado “Pomponio”. En esos años, convivió con el Trío Alma de América y con el Negro Córdoba, un reconocidísimo requinto. De Radio City pasó a Radio Titania, de don René Picado y don Mario Sotela, quienes luego serían fundadores de canal 7 y canal 6, respectivamente. La vieja Radio Titania estaba en la finca Echandi, y ahí trabajó con los inolvidables locutores, Leonardo Heredia y Omar González, ambos compatriotas suyos, así como con Carlos Pérez Centeno. Don Carlos Pérez era el dueño de Publicentro, y en esa empresa Huezito realizó trabajos junto a doña Inés Sánchez, quien estaba recién llegada al país, y con la grandiosa Carmencita Granados.
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Poco después, cuando don René Picado fundó canal 7, le permitió arrancar con Saulo García Madrigal, Carlos Luis Jara e Inés de Vives, el primer programa de espectáculos de televisión de Costa Rica, “El Show de Saulo”. En canal 7, también fue un pionero en las noticias, pues estuvo en la primera etapa de Telenoticias, con Mariano Sanz. De nuevo, cantaba las principales canciones del día, como en ´El cantaclaro´, de El Salvador. Simplemente le cambió el nombre: ya no era ´El cantaclaro´ sino ´Juan sin miedo´.
Padre de muchas emisoras Es el fundador de emisoras en Nicoya, Golfit o, Puntarenas, San Ramón, San Carlos y San Isidro de El General. Todo eso empezó cuando Pedro Argüello lo contrató para inaugurar Radio Pampa, en Nicoya, Ahí conoció a don Rogelio Fernández, padre de Johnny Fernández, ex Presidente de la Cámara Nacional de Radio (CANARA), quien siendo muy jovencito ya era locutor de esa emisora. Su otro gran compañero era Aramís Cubillo. De ahí, Huecito pasó a Radio Golfito, con Marcos Muñoz Castro; más tarde, fundó Radio Puntarenas, y ahí conoció a Edwin “Metro” González, con quien luego fundó el “Ja Ja del Aire”. También estuvo en San Ramón, donde trabajó en Radio Cima, con don Carlos Córdoba Núñez, y doña Gladis Zúñiga. Poco después pasó a Radio Cima, canal 2, de Ciudad Quesada. “En 1963 o 1964, estando yo en Radio Cima, en San Ramón, don Carlos Córdoba me propuso que me fuera para Ciudad Quesada, a una segunda Radio Cima, pero, quien había puesto la frecuencia a los tres meses le dijo a don Carlos que se la quitaba y que se iba de aquel lugar. Era Presidente de la República don Chico Orlich, y mi jefe lo buscó y le contó lo que había pasado. Don Chico cedió la frecuencia del Instituto Geográfico de Costa Rica, que estaba sin usarse. Pero un hermano de don Carlos quería ser diputado y empezó una campaña muy dura en contra de Liberación Nacional, Y el partido reclamó, porque don Chico le había dado una frecuencia al hermano de quien los enlodaba. Don Chico llamó a don Carlos y le pidió mesura, pero don Carlos le dijo ´mi hermano dice verdad´, y mantuvo esa posición. Entonces, don Chico decidió quitarnos la frecuencia.
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“Nos devolvimos a San Ramón, y le dije a don Carlos, ´mire, yo soy salvadoreño, no me puedo poner en contra del ministro, pero sí le puedo ganar esta frecuencia periodísticamente. Escribí un artículo titulado ´Los presidentes no deben mentir´ y lo mandé donde don Manuel Formoso, a La Nación, quien me lo publicó al día siguiente, y en destacado. “El Ministro Urbina se fue donde don Chico y le enseñó el escrito. Le dijo que yo no tenía papeles de residencia y que al día siguiente me pondrían de nuevo en El Salvador. Pero don Chico le dijo ´no lo toqués, porque al final de esta nota dice que mañana hablará del Ministro de Gobernación, y quiero ver qué dice de vos´. “Al día siguiente salió ´Los ministros no deben mentir´, y don Chico le dijo a don Paco, ´no me toquen a este señor, porque habla claro y yo a los hombres de verdad los respeto mucho´”.
“El Fogón de Doña Chinda” Estando en San Carlos, le escribió unos versitos a don Miguel Salguero dedicados al programa “El Fogón de Doña Chinda”. Don Miguel los publicó en la revista “Gentes y paisajes”, que en ese momento se publicaba como sección semanal de La Nación. Sería el inicio de una gran relación, que llevó a Huecito a “El Fogón de Doña Chinda”, “El duende de Jericó” y “Tertulias del 13”. En 1965 entró a “El Fogón de Doña Chinda”, para sustituir a Zoilo Peñaranda. Y para ese tiempo, Don Mario Sotela lo contrató para animar una maratónica de 12 horas en canal 6, y luego lo envió para San Isidro de El General, como administrador de Radio Satélite. Huesito le puso de condición que no despidiera ni al gerente ni a otros empleados, y que él sería el segundo de a bordo. En Radio Satélite se volvió a encontrar con “Metro” González y montaron un radioteatro. Fue tan bueno que los artistas internacionales primero iban a su radioteatro, y luego se presentaban en San José.
A Honduras, de nuevo “En 1967, me llamó Javier Rojas, con quien había trabajado en Radio Cima, para hacer el Cantaclaro con el 204
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Trío Los Juanes, pero tuve que volver a Honduras, esta vez a Tegucigalpa, justamente al punto de inicio de ´La guerra del futbol´, de la que me salvé providencialmente. Yo me fui con mi esposita, que es tica, y con mis hijitos mayores, y aunque me lo vio un excelente pediatra hondureño, yo quise que también lo vieran en El Salvador. Y me fui, exactamente en los días en que reventó la guerra entre Honduras y El Salvador, y me salvé, porque yo era de los primeros que iban en la lista. Ya tenía programas en el canal 5 de TV y en las Emisoras Unidas, que eran lo más poderoso del país; tenía un programita que se llamaba ´Las estampas del caite´, de costumbres, y ´Lo que pasa en el busito´, que era sobre lo que la gente comentaba de política y congojas. La guerra hondureña-salvadoreña, a la que se llama ´La guerra del futbol´, no tuvo nada de futbol. Yo me di cuenta de cómo se preparó ese genocidio, sin quitarle razón a Honduras, de ninguna manera. Los salvadoreños nos estábamos apoderando de Honduras sin que Honduras se diera cuenta. Éramos 85 mil salvadoreños en ese momento y nos hubiéramos apoderado de ella, si no nos sacan. Eso que no les quepe duda… A mí me conocían y, además, tenía detrás de mí a un tal Indio Sinforoso. Bueno, no tanto detrás de mí sino más bien detrás del premio ofrecido por el comando paramilitar: quedarse con todo lo de cada salvadoreño que asesinaran: pertenencias, casa, finca, lo que fuera. Yo estaba de primeritico en la lista del Indio, de primeritico, y por llevar a mi hijo al pediatra de mi tierra, me salvé”.
Un clásico de la radio Posteriormente, se vino a trabajar con don Carlos Alfaro (qdDg) en Columbia, y fue entonces que empezó “El Ja Ja del Aire”, junto a Metro y a Olegario Mena (qdDg). Huecito hacía el libreto, el guión. Consistía en contar un chiste que terminaba con la despampanante y sabrosísima risa de él, que tenía unas carcajadas que caían como una cascada con una cabeza de agua y que provocaban un contagio seguro en toda la gente. “El Ja Ja del Aire” estuvo 31 años al aire, sin fallar ni un día. Recibían una enorme cantidad de cartas. Contaba Huezito que en algunos momentos de mucha dificultad económica, recortaba las estampillas de la gran cantidad de cartas que recibían y las vendía a un coleccionista. Eran tantas las cartas, que recogían cajas de estampillas. Camilo Rodríguez Chaverri
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Con más de medio siglo en radio, y la participación en numerosos programas y proyectos de televisión, hace dos años, rondando los 80 años de edad, inició el programa “Tertulias del 13”, junto a quien firma esta nota. Durante todo este tiempo, fue el único músico que estrenó dos o tres canciones por día, como le contaba a sus amigos. Huecito es un maestro que ha dejado su huella en mi pluma y en mi corazón, así como en la visión profesional de decenas de periodistas y músicos.
Metro y medio de sabiduría Medía metro y medio, y tenía 80 años. Es una figura fundamental para entender la radio de Costa Rica, sobre todo lo que tiene que ver con el fenómeno de las radionovelas y el radioteatro, la importancia de la radio rural, y el peso del uso del buen humor en los medios de comunicación, así como para conocer los inicios de la televisión, pues estuvo en los primeros espectáculos televisivos producidos en Costa Rica y, sobre todo, era un testigo viviente del aliento popular de muchas producciones de antes y de ahora. Don Carlos Huezo es uno de mis abuelos postizos. Los otros son Álvaro Fernández Escalante, Miguel Salguero, José María Penabad y Alberto Cañas. Ha dejado este mundo un hombre con un talento supremo, que a los 80 leía varios libros por semana, y memorizaba poemas de muchas páginas. Recuerdo un día que hizo un acróstico en memoria de don Joaquín Gutiérrez, sólo para agasajar a su esposa y una de sus nietas. Tardó tres minutos redactando aquel poema que le sacó las lágrimas a los familiares del autor de “Cocorí”. Fue gran amigo de don Abel Pacheco, y contaba que pasaba mañanas enteras en “El Palacio del Pantalón”, la tienda que tuvo el Presidente en el centro de la capital. Murió de un paro cardiorrespiratorio, sólo dos semanas antes de que estuviera listo su libro de décimas, con un prólogo de la escritora Carmen Naranjo. Lo vi por última vez el 24 de diciembre, pues fuimos juntos a recoger una ropa y juguetes para niños pobres. Leía el periódico entero y estaba muy pendiente de lo que ocurría en el mundo. De hecho, en los inicios de Telenoticias, de canal 7, era el encargado del humor, bajo la dirección periodística de don Mariano Sanz.
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El último día que lo vi, el 24 de diciembre, me recordó que él tenía mucha energía y podía hacer algún otro programa, o escribir para algún periódico, aparte de “Tertulias del 13”. Me dijo que si a mí no me molestaba, entonces que le ayudara a buscar también una chambita adicional. Es inconcebible que un hombre que le dio tanto al país no tuviera pensión, y que hasta el último de sus días estuviera pendiente de cómo le iba a llevar el sustento a los suyos. Viajábamos juntos casi todos los días del canal al Parque Central, donde yo lo dejaba para que tomara el bus a San Sebastián, donde vivía en una casa pequeña y muy humilde. Opinaba de todo, y cuando íbamos solos, me pegaba algunas trapeadas. Sé que siempre tenía razón, y también sé que sus críticas siempre eran de frente, pues era como José Martí pedía sobre el ideal de un amigo, atacaba de frente y defendía por la espalda (Sé que también puteó a más de uno cuando se daba cuenta que hablaban algo malo de mí, que fui su último compañero de yunta, su buey derecho).
Décimas para el pueblo Nos hicimos tan amigos, que yo pasé a redondearle un poquito los ingresos con un periódico que tenemos en Guápiles. Entonces, lo ponía a escribir décimas acerca de personajes de la zona, y hasta un especial hicimos, una edición con 30 poemas de Huecito para 30 personajes muy importantes de la comunidad. Le hicimos un almuerzo junto a todas las personas, y él le cantó su canción a cada quien. Estaba que no cabía de contento. Como siempre, se ponía feliz cuando alguien lo felicitaba por una de sus canciones. Comía poquísimo. El día de ese almuerzo, comió tan poquito, que le pregunté si le molestaba algo. Y me respondió con esos ojos de pícaro, y una voz susurrante.”Así como es el niño, así es el juguete”. Y también hay que decir que tenía un carácter bravío. Que era iracundo y corajudo, como un buen indio pipil, de El Salvador, con la pura cepa de la sangre ancestral. Había que verlo enojado. Conmigo se puso de los diablos más de una vez, y hasta que echaba fuego, pero era tan noble, que rapidito se le bajaba, a pesar de que los “colerones” casi siempre fueron culpa mía. Ese carácter se juntaba con una voluntad endemoniada, que le permitía superar las barreras de su edad y ponerse Camilo Rodríguez Chaverri
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las pilas con los jóvenes. Recuerdo un día que se fajó con nosotros a bailar una cumbia en el programa, y la cantidad de llamadas que provocó ese gesto de él. Y fue ese carácter el que le ayudó a que, hace medio siglo, pudiera superar al licor y salir de las garras del alcoholismo. Con frecuencia, me hablaba de esa batalla, que sin duda fue la más dura de su vida, y con orgullo me contaba cómo era que había hecho para salir de las tinieblas de la adicción. Lo último que deseo destacar es su ingenio. Su capacidad para convertir en verso cualquier opinión, historia o detalle. Muchas veces, simplemente por molestar yo le decía, “Huecito, se equivocó en la canción por esto y por esto otro”, y 15 minutos después, en el siguiente corte, me contestaba. Ha muerto un hombre de familia. Su gran orgullo eran su esposita, como él le decía, y sus hijitos. Ha muerto un hombre ejemplar. En “Tertulias del 13” y en el SINART nos queda un vacío irremediable. En la poética costarricense también. Nada ni nadie podrá llenar el espacio de la música, la poesía y el encanto de Huecito. Lo vi por última vez el 24 de diciembre. Ese día me llevó a recoger una ropita para familias pobres. Murió como un pajarito, sin avisar siquiera. Y en el cielo ya hay problemas porque anda Huecito en una pura cantadera, que canción para Santa María, que canción para Santa Lucía, que canción para San Pedro. Todos andan tarareando sus canciones y Dios anda de los diablos porque nadie quiere trabajar. Vaya a saber el Altísimo si nos lo quiere mandar de vuelta. Aquí los estaremos recibiendo con los brazos abiertos. Pero si quiere reforzar con nuestro Huecito su orquesta celestial, que lo tenga Dios en su santo seno y que su ejemplo y sabor queden con nosotros para siempre. Nos quedan su sentido de la dignidad, su alegría, su risa y todo lo que hizo único a ese hombrecito que me llenaba de luz todas las noches. El Guapileño, enero 2004
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conversaciones con la historia, TOMO TRES
Otto Escalante
Pasión que vuela
Un hombre grandote, con una enorme pinta de bueno y de servicial, de hablar pausado y con una sonrisa que conjuga voluntad, dulzura y firmeza de carácter, un hombre con unas manos como palas pero con colores, es, a la vez, quien mejor puede contar la historia de las armas del 48, porque fue a traerlas a Guatemala en decenas de viajes, y también quien mejor conoce la historia de la aviación en Costa Rica, sobre todo porque estuvo al frente de la empresa nacional durante su edad de oro. Otto Escalante nació el 26 de octubre de 1921, detrás de la Iglesia de la Soledad, por donde ahora está el complejo de la Corte Suprema de Justicia, 75 metros al norte de la casa donde vivió Joaquín Tinoco. “Donde está la Corte Suprema de Justicia había un lago, y cuando estábamos chiquillos íbamos a pescar olominas”. Su papá era don Francisco Escalante Rojas, un mecánico de máquinas registradoras y de máquinas de escribir, y su mamá era doña Eduviges Viepking Ruven. Don Otto es gemelo y todavía hoy resulta que él y su hermana Olga enferman de lo mismo al mismo tiempo. De niños enfermaban de todo cuanto Dios crió, de viruela loca, de escarlatina, y ahora del corazón, de insuficiencia cardíaca. “Mi padre nos abandonó cuando yo tenía 4 años, y el mérito de mi madre fue que tuvo que ser una gran trabajadora, laboró como secretaria, sabía varios idiomas, y así nos mantuvo, porque éramos cuatro, teníamos una hermana menor, Anie, y un hermano menor, Édgar (qdDg)”, cuenta don Otto. Durante su niñez, todavía vivía su abuela, Elizabeth, y con el trabajo de las dos, madre y abuela, el joven Otto estudió en una escuela privada, la Escuela Alemana. “En ese tiempo, mi abuela Elizabeth era la profesora de inglés de casi todos los colegios de segunda enseñanza. Era Camilo Rodríguez Chaverri
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profesora en el Liceo de Costa Rica, en el San Luis Gonzaga, en el Colegio de Señoritas, en el Instituto de Alajuela y en el de Sión. Pasaba mucho tiempo de allá para acá, en los trenes de ese entonces. “El alemán lo aprendimos porque la abuela sólo en alemán nos hablaba, y el inglés lo aprendimos porque ella misma nos daba, a Olga y a mí, una hora diaria de clases, todos los días del año, sin excepción, a las seis de la tarde”, recuerda don Otto.
Colegio Seminario Cuenta que era bien portado, pero que lo expulsaron supuestamente por fumar. “Nunca he fumado, pero hacía colección de cajetillas de cigarrillos. Un día los profesores encontraron a unos muchachitos fumando y les registraron el bulto. No les encontraron nada. En cambio, a mí sí. Entonces, tuve que valerme de mi abuela para que fuera a dar fe de que yo no fumaba”. Llegó hasta cuarto año en el Colegio Seminario y como ese colegio no tenía quinto año, terminó en el Liceo de Costa Rica. Entre sus compañeros del colegio estaba Daniel Oduber, Jorge Rossi, Danilo Jiménez Veiga, Rafael París y Gil Chaverri. La mayor parte de los profesores del Seminario eran curas, mientras que en el Liceo recibió lecciones de Carlos Borel, Isaac Felipe Azofeifa, Carlos Monge, Rafael Obregón, Ramiro Montero y Napoleón Quesada. El director del colegio era Lucas Raúl Chacón “Nos invitaba todos los domingos a ir de paseo. Él decía que íbamos de gira. Éra un hombre muy disciplinado. Nos reuníamos al frente de la casa, había que estar a las 6 de la mañana, y por supuesto que siempre faltaba alguien. Se ponía furioso con lo que él llamaba ´esos chiquillos incumplidos´”, dice don Otto, quien antes de salir de bachiller, fue la primera persona que tuvo una licencia de guía turístico y trabajaba los fines de semana. “Los turistas venían de Limón en tren, y nosotros los llevábamos a pasear a todos los lugares de interés de ese tiempo, los llevábamos a Ojo de Agua, a la Basílica, al Parque Nacional, al Parque Bolívar, a Alajuela, a Heredia, y cuando había buen tiempo, también al volcán Irazú”.
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Cuando salió del colegio, comenzó a trabajar en la Empresa Nacional de Transporte Aéreo (ENTA). El dueño era Erick C. Murray, un estadounidense que vivió aquí por mucho tiempo. Al poco tiempo esa empresa se vendió a la TACA, que eran del señor Lowell Yerex, neocelandés, fundador de esa empresa. Pusieron a don Román Macaya de gerente de la compañía y me nombró su secretario, después de que estuve por año y medio al frente de la oficina de carga de la compañía en el aeropuerto de La Sabana”.
Estudiante de Aviación “Siendo empleado, en el año 41, me encontré con la coyuntura de que el gobierno de los Estados Unidos estaba en el proceso de envío de refuerzos de guerra a los ingleses. Necesitaba pilotos muy experimentados para realizar esos vuelos con los aviones que iba a utilizar. “En Costa Rica, ese comité que administraba las becas estaba conformado por don Román Macaya; el coronel Andino, agregado militar de la Embajada Americana, y el coronel Valenzuela, director general de Aviación Civil. “De los posibles candidatos, sólo uno llenaba todos los requisitos. Todos los demás, incluido yo, no los llenaban. Unos tenían menos de 21 años, otros no eran bachilleres, otros no hablaban inglés… “Entonces, a Enrique March le dieron el bachillerato en seis meses y a Juan Víctory yo le hice los exámenes en inglés. Además, me valí de un vecino que era director del Registro Civil para que me confeccionara una cédula falsa. Al final éramos seis que queríamos ser pilotos y seis que querían ser mecánicos de aviación. Los que viajaron con beca fueron Juan Víctory (´Johnny´), Enrique March, John Daly, Cristie Williams, Agustín Penón y yo. Llegamos a Nueva York y nos mandaron a diferentes lugares, a Johnny Víctory y a mí nos tocó irnos para Albuquerque, Nuevo Mexico. “Allá estuvimos año y medio, y nos graduamos de pilotos comerciales. Yo obtuve resultados muy buenos, y me pasaron a Phoenix, Arizona, para sacar una licencia de instructor y otra de vuelo por instrumentos, que en inglés se llamaba ´vuelo a ciegas´.
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“El título mío de piloto está firmado por el entonces Secretario de Estado del gobierno de Franklin Delano Roosevelt, Cordel Hull”.
TACA Se vino a trabajar de copiloto en la compañía TACA. Tenía 21 años. Estuvo apenas un año, porque lideró una huelga de pilotos costarricenses debido a que la compañía los tenía volando con sueldos inferiores a los pilotos norteamericanos. Igual en el caso de los copilotos. A los norteamericanos les pagaban 400 dólares y a nosotros 400 colones. El cambio estaba en 5,65, es decir, a ellos les pagaban 5 veces más. “Ganamos la huelga, pero a mí me despidieron. Ya me había casado. Me casé en el año 44. El primer trago que me tomé fue el día que me casé, del susto que tenía. “El hijo mayor, Jorge Arturo, nació el día que me despidieron, el 23 de febrero de 1945. “Me quedé en Costa Rica dando instrucción de vuelo en algunas escuelas que había en La Sabana, y después me fui a volar en Nicaragua, con una empresa que dirigía un piloto muy conocido de la Primera Guerra Mundial, Jimmy Ángel, descubridor de las cataratas más altas del mundo, en Venezuela. Por eso es que se les conoce popularmente como Ángel Fulls. “Estuve volando con él durante dos años, y regresé a Costa Rica para volar con una empresa de Manuel Enrique Guerra, el famoso ´Pillique´ Guerra. Después, me fui a volar a LACSA, en el año 46, volé durante año y medio. Salí de LACSA porque el entonces gerente tenía la política de no ascender a los pilotos costarricenses a capitanes. “En vista de que no había futuro ahí, dejé esa compañía y fundé con Jimmy Ángel una empresa aérea doméstica. Se llamó Aerovías Occidentales. Volábamos a Golfito, Guápiles, Villa Neily, San Isidro de El General y Guanacaste”.
En el 48 “Primero que todo, yo siempre adversé políticamente al Partido Republicano Nacional que llevó a Calderón Guardia en el 40 y a Teodoro Picado en el 44. Yo era cortesista. Conocí muy bien a León Cortés. A él le encantaba comerciar con los
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alemanes, y mi madre le manejaba toda la correspondencia que se originaba con esa relación. “Después de las elecciones fraudulentas, que le quitaron la segunda presidencia a don León Cortés, él murió, en marzo de 1946. Yo tenía una avioneta privada, me dediqué a volar sobre el cortejo fúnebre tirando flores. Yo había adornado la avioneta con guirnaldas negras. “El cortejo iba desde la catedral hasta el cementerio general. Era entre veinte y veintidós cuadras, que en ese tiempo era toda la gente de San José. “Recuerdo que las cajas fúnebres se transportaban con percherones. En ese momento caí en desgracia con el gobierno. “Después de las elecciones del 48, me quitaron la licencia de piloto, y andaba escondiéndome porque me querían meter preso. Estaba escondido en la casa de Felipe Ramírez, en Santo Domingo de Heredia. ”Un día que llegué a escondidas a ver a mi familia, mi señora, que se llamó María Cecilia Herrera Romero, me dijo que en la mañana había pasado Frank Marshall Jiménez, para decirme que a las 5 de la tarde iba a pasar por ahí don Antonio Escarré hijo, para llevarme a un lugar no identificado. “Yo no sólo no conocía en ese momento a Don José Figueres sino que no tenía idea alguna de que iba a haber una revolución. Fui un furibundo ulatista, y pensando que se estaba planeando algo en defensa de la presidencia de don Otilio, estuve de acuerdo en esperar que pasaran por mí. ”Don Antonio Escarré pasó a las 5 de la tarde en punto, y me llevó en su automóvil a una finca que tenía en Cartago. Llegamos a las 6 de la tarde Ahí nos encontramos con don Fernando Valverde Vega, a quien yo no conocía del todo, y él me explicó que el propósito era salir a medianoche hacia la finca de José Figueres, hacia La Lucha. “Me dijo que nos iríamos a caballo y que ahí me estaría esperando un compañero de trabajo, el piloto Guillermo ´Macho´ Núñez Umaña. Llegamos al portón de la finca. Ya estaba amaneciendo. Ahí estaba esperándome ´El Macho´ Núñez para explicarme lo que entonces se dio en llamar ´El Plan Maíz´, uno de los tantos planes de don Pepe Figueres para desarrollar el movimiento revolucionario. “´El Macho Núñez´ me explicó todo el Plan Maíz, que consistía en salir a los dos o tres días de La Lucha para tomar la plaza de San Isidro de El General. Ahí había un campo de Camilo Rodríguez Chaverri
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aterrizaje donde llegaban regularmente dos o tres vuelos diarios de la compañía TACA. “El propósito era secuestrar los aviones y utilizarlos para volar hacia la ciudad de Guatemala, donde estaban las armas que le iban a prestar a don José Figueres. “Núñez también me confesó que anteriormente habían pasado varios compañeros pilotos, pero que habían dicho que ´El Plan Maíz´ les parecía muy arriesgado. “Me dijo que yo también estaba en libertad de devolverme a San José con la condición de que no hablara nada sobre lo discutido. Dije que me quedaría a pesar de que hasta ese momento nunca había volado como capitán de un avión Douglas DC3, y eran los únicos disponibles. “Ahí conocí a doña Henrietta (Boggs), la esposa de Don Pepe. Ella llegó con una cobija y me dijo que me la regalaba porque ahí hacía mucho frío por las noches. Estuve dos días en La Lucha, del 10 al 12 de marzo de 1948, y a la medianoche del 12 de marzo salimos en un camión de carga. Los pilotos para la operación éramos Guillermo Núñez, Mario Lizano, Teodorico Zamora y yo. “Íbamos a tratar de coger dos aviones, pero también en los aviones que secuestramos llegaron tripulaciones mixtas de pilotos americanos y copilotos costarricenses, entre los cuales iba Juan Víctory, quien estuvo de acuerdo en jugársela conmigo. “Primero que todo, salieron cuatro camiones de La Lucha a San Isidro de El General, la mayor parte ocupados por gente que iba a pelear. Entre otros, iba el coronel Domingo García, que se convirtió en jefe de la plaza militar de San Isidro. También iba Rodolfo Quirós González. “A las 5 de la mañana del 13 de marzo comenzó la lucha armada para ocupar la Plaza de San Isidro. Duró más o menos una hora. Los pilotos llevábamos instrucciones precisas de los jefes de la revolución de no entrar a pelear con los demás que llevaban esa misión. “Por supuesto que el ´Macho´ Núñez, que era un hombre muy valiente, no se aguantó las ganas y se metió a volar bala. Ya cuando la plaza de San Isidro estaba en manos de la revolución, empezaron a llegar los aviones comerciales de TACA. “Capturamos tres. El primero que llegó venía a cargo de un piloto gringo y de Juan Víctory. Mandamoa varios mensajes a San José diciendo que el avión tenía defectos mecánicos y que, por eso, no podía seguir a Palmar y a Golfito. 214
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Pedimos que mandaran otro avión y unos mecánicos que auxiliaran. “Eso fue entre cinco y media y siete y media de la mañana, porque la lucha duró cerca de una hora. El siguiente avión llegó como a las 8 de la mañana y también lo capturamos. “Para entonces el gobierno estaba en conocimiento de que habían perdido la plaza de San Isidro de El General pues estaba en manos de la revolución. Comenzaron los preparativos para poner guardias y retenes en puntos claves de las entradas de San Isidro. Teníamos que defender la plaza”.
La aventura de las armas “Preparamos los aviones para salir volando ese día, a las 2 de la tarde, hacia ciudad de Guatemala. En uno iban Guillermo ´Macho´ Núñez de capitán y Mario Lizano de copiloto. En el otro íbamos Juan Víctory de capitán y yo de copiloto. “En Guatemala hubo algunos problemas. El Presidente era Juan José Arévalo, y el jefe del ejército, Javier Arana. Arana le estaba ayudando a la revolución, pero el Presidente Arévalo ignoraba el arreglo “Nosotros llegamos a las cinco de la tarde, tres horas después de que salimos, y nos tomaron presos porque no llevábamos ninguna documentación ni carta de nadie. “Para el jefe de la plaza militar del Aeropuerto La Aurora, el coronel Ricardo Coszensa, éramos aviones piratas, que no teníamos ninguna identificación ni algún papel. “Después de algunas consultas con el jefe del ejército, nos dejaron libres, con instrucciones de que voláramos a un aeropuerto militar cercano, que se llamaba Los Cipresales. Era una base militar del ejército de Guatemala. “Ahí nos recibieron el coronel Arturo Altolaguirre Ubico, sobrino del dictador Jorge Ubico, y el coronel Marcos Vargas, que en tiempos de la Presidencia de don José Figueres fue embajador de Guatemala en Costa Rica. “Estuvimos inspeccionando el cargamento de armas y de oficiales de la Legión Caribe, que vinieron a entrenar a los costarricenses en el uso de las armas y en el proceso de la revolución. Entre los más importantes estaban el general Ramírez y Horacio Hornes, ambos dominicanos. “Estaba programado el despegue de los aviones con las armas y los oficiales para las 2 de la mañana. A esas horas había un pésimo tiempo en ´Los cipresales´, al punto de Camilo Rodríguez Chaverri
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que la neblina que cubría el campo difícilmente nos dejaba vernos unos a otros. Además, el campo no tenía iluminación para vuelo nocturno. “En esas condiciones, pensé que con la gran experiencia que tenía el capitán Núñez, lo mejor era que decidiera él y hubiera jurado que iba a decidir posponer el vuelo. Por lo menos esa fue mi esperanza. “Pero la llegada de las armas era tan importante para el esfuerzo de la revolución y para el entusiasmo de las fuerzas revolucionarias, que decidió seguir adelante con el vuelo. “Después de todo, yo también estuve de acuerdo, pero previendo que podían tener un accidente grave, por las condiciones imperantes, decidimos escoger una frecuencia de radio secreta, para comunicarnos entre nosotros sin que nos detectaran las torres de control de los aeropuertos por donde tendríamos que pasar a lo largo de la ruta entre Guatemala y San Isidro de El General. ”La comunicación era para que tanto el capitán Núñez como yo pudiéramos saber cómo iba el otro, y estuviéramos seguros de que ninguno de los dos habría sufrido un accidente. “Lamentablemente no funcionó lo de las frecuencias, y yo seguí convencido de que el vuelo del capitán Núñez habría sufrido algún contratiempo, y él pensó lo mismo de mi vuelo porque no nos pudimos comunicar, hasta que, como a las 5 de la mañana, cerca de Quepos yo vi el avión del capitán Núñez, a mi derecha y volando un poco más bajo que yo. Faltaban pocos minutos para realizar el aterrizaje en San Isidro, adonde habíamos arreglado con el coronel García que extendiera unas sábanas blancas en forma de cruz sobre la pista de aterrizaje si todavía la plaza estaba en poder de la revolución. Si no estaba la sábana, íbamos a seguir para aterrizar en otro aeropuerto cercano. “Esas previsiones se frustraron porque a esas horas de la mañana la pista de aterrizaje de San Isidro siempre estaba cubierta por neblina, y aterrizamos a como hubiera lugar, sin estar seguros. “Pudimos descargar las armas, con el alborozo de don Domingo García y de la gente que estaba al mando de él”.
Un largo operativo Realicé entre veinticinco y treinta vuelos entre Guatemala y Costa Rica. Hasta quince días después de comenzada la 216
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revolución fueron vuelos de Guatemala a San Isidro de El General, y luego fueron entre Guatemala y Puerto Limón, porque, después de la toma de esa ciudad, ya el centro de operaciones de la revolución se había trasladado para allá. “Conocí a Don Pepe cuando volaba a San Isidro. Un día, el coronel Arana me mandó a llamar a su oficina, a su despacho. Lo que quería era enviarle un recado a don José Figueres. El recado consistía en lo siguiente: como él era el que estaba respaldando todas las fuerzas, y no veía que la revolución avanzara, quería que yo le transmitiera al general Figueres el mensaje de que revolución que se estanca es revolución que se pierde, que si no veía avances en los próximos días se vería obligado a quitarle el respaldo. Arana era guatemalteco y dijo que tenía presiones diplomáticas, y de su gobierno. “Cuando llegué a San Isidro, al día siguiente, me monté en un jeep para ir a Santa María de Dota, donde estaba el Cuartel General. Cuando le transmití el recado a Don Pepe, él me dijo ´vaya dígale al coronel Arana que yo no cuento con indios para mandarlos a matar así porque así, que el grupo revolucionario está constituido por profesionales y maestros, gente del más alto nivel educativo, a los que no puedo mandar a morir antes de que estén entrenados en el uso de las armas, pero que yo le prometo que en los próximos días sí tendrá noticias del avance de nuestra revolución´. “Para mí el problema radicaba en el hecho de que tenía que ir a decirle eso al coronel Arana sabiendo que él era indígena. Es más, a Arana le decían el Indio Arana, así que tuve que variar un poquito el mensaje. “De todas maneras, me devolví a Guatemala con la esperanza de que se le hubiera olvidado al coronel Arana el requerimiento de la respuesta rápida de Don Pepe, pero apenas aterricé en Guatemala, al día siguiente de mi reunión con Don Pepe, me mandó a decir con uno de los oficiales que nos atendían que me presentara en su despacho apenas me fuera posible. “Cuando llegué a la sede del ejército, en ciudad Guatemala, a entrevistarme con el coronel Arana, me lo encontré solo, en su oficina. Dio órdenes de que me dejaran entrar, y en el camino de la puerta de su oficina al escritorio, pensé de todo. Francamente iba con un gran temor de que al darle la respuesta pudiera ordenar que me apresaran, pero como el que es mandado no es culpado, me arrimé adonde estaba Arana, que estaba recogiendo papeles.
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“Llegué donde él estaba. El coronel Arana siguió viendo para abajo. Yo le comuniqué el mensaje lo mejor que pude, tratando de controlar mis nervios, y de pronto me encaró y dijo, ´tiene razón el general Figueres´. “Hubo un período de una semana en el que estuvimos presos todos los tripulantes por parte del gobierno de Guatemala. Nos tuvieron en la región de El Petén. La presión diplomática del gobierno de Costa Rica y de otros gobiernos de Centroamérica hizo que el gobierno de Guatemala tratara de disimular un poco el apoyo, pero después la ayuda siguió siendo similar a lo que fue antes de la presión”.
Cerca de la victoria “También hice un viaje de San Isidro a Ciudad Panamá para recoger dinero que la colonia costarricense había acumulado para ayudar a la revolución.E hice un viaje a Guayaquil, Ecuador, con el mismo propósito. “Mientras estuvimos en San Isidro de El General y en Limón, casi inmediatamente después de que aterrizábamos los aviones del gobierno llegaban a bombardearnos con tan mala puntería que ninguna bomba cayó nunca ni siquiera cerca. “Pero eso impedía que fuéramos a dormir o a descansar por miedo a que, de casualidad, una bomba cayera donde estábamos durmiendo “La toma de Limón coincidió con la marcha nocturna de San Isidro de El General hasta la ciudad de Cartago. Se construyó una pista de aterrizaje cerca de la ciudad de Paraíso y ahí comenzamos a aterrizar procedentes de Guatemala. “También se estableció un servicio regular de avionetas entre Puerto Limón y Cartago para trasladar a personalidades importantes que eran parte del movimiento revolucionario. “Fue así como trasladé a Gonzalo Facio Segreda y Daniel Oduber Quirós, que estaban en Estados Unidos promoviendo ayuda para la revolución. “Lo demás es historia conocida. Después de la revolución, seguí siendo muy amigo de don Pepe, hasta el punto de que, cuando nació Elizabeth, mi segunda hija, él mismo me pidió que lo nombrara padrino de bautismo. A Elizabeth la llevaron a bautizar don Pepe y doña Henrietta. “Durante el período de la junta de gobierno, don Pepe me pidió que formara la Junta de Aviación Civil.
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“Algo muy interesante es que el grupo que participó en la revolución estaba integrado por un montón de pobretes. Muchos no teníamos casa ni nada, y creíamos que hablándole a don Pepe podíamos conseguir facilidades de la banca nacionalizada. Afortunadamente, don Pepe no nos apoyó. Ahora lo veo como un error que cometimos. “Nos decía, ´mire, si yo les ayudo, apenas venga otro gobierno cree que fue malhabido y les quita todo´. Es decir, que nunca nos valimos de nuestra condición en sus gobiernos. Todos seguimos trabajando como si nada hubiera pasado”.
Junta de Aviación Civil “Yo fui fundador de la Junta de Aviación Civil, que quedó integrada adicionalmente por Rodrigo Herrera Mata, asistente del jefe de operaciones de TACA, y Ricardo Mora, el técnico en mantenimiento. Nombramos a Mario Facio Segreda como director general de Aviación Civil. “Con la ayuda del Procurador General, Paul Chaverri Rodríguez, redactamos la primera ´Ley de Aviación Civil´, que se hizo sobre los mismos lineamientos que regían la ley de Estados Unidos. “Yo quedé de presidente de la junta de Aviación Civil, y cuando don Otilio tomó el poder, volví a LACSA, pero ya como capitán. Después fui jefe de pilotos y jefe de operaciones. Por mucho tiempo me tocó ser como un piloto de chequeo. Andaba chequeando a los pilotos. Cada avión es totalmente diferente a otro, y hay que revisarlo todo. Ese fue mi trabajo hasta 1955, cuando vino la contrarrevolución y volví a enrolarme como piloto del gobierno, rechazando al grupo del doctor Calderón Guardia. “Figueres había ganado las elecciones con el 73 por ciento de los votos. El gobierno de los Estados Unidos le ayudó al de Costa Rica donándole tres aviones de guerra, tipo P-51, que eran aviones cazabombarderos, y yo anduve uno de esos. “Ninguno de los pilotos que estábamos con el gobierno había volado nunca ese tipo de aviones, que era muy difícil de manejar. Tuvimos que subirnos para repeler la incursión de la fuerza aérea de la Guardia Nacional de Nicaragua, que constantemente invadía el país, y venía a bombardear las bases de las fuerzas nuestras y a las comunidades cercanas, como Ciudad Quesada y San Ramón.
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“La contrarrevolución duró 15 días. Fue en agosto del 55. Terminada esa lucha, que fue una vergüenza nacional, pues quienes nos invadieron eran soldados nicaragüenses, una vez que volvió la calma seguí volando como piloto de la compañía Lacsa. “En el año 55, la estructura de capital de LACSA era 40 por ciento de Panamerican World Airways, cerca de un 20 por ciento de capital privado costarricense y cerca de un 20 por ciento del gobierno, pero, a partir del 55, cuando se adquirieron los aviones Combay-340, surgió la necesidad de tener una base financiera más fuerte. “El capital privado se había extendido a una gran cantidad de inversionistas costarricenses, entre ellos, Antonio Peña Chavarría y Raúl Gurdián Rojas. En el año 57 el señor Smith, gerente general de LACSA, tuvo que abandonar el puesto porque la Panamerican lo nombró presidente de la sección de los hoteles Intercontinental, que eran subsidiarios. “Ahí se creó un vacío de poder, y se me nombraba mucho como posible sucesor, pero entonces recibí una llamada de Don José Figueres para decirme que quería conversar conmigo sobre la posibilidad de que se me designara. Las palabras de él fueron ´mire don Otto, por ´ay´ anda la bola de que yo lo estoy apoyando a usted, pero eso no es cierto, más bien le aconsejo que se espere un tiempo… Cuando usted adquiera más experiencia, cuando esté listo yo lo llamo y le digo que sí lo apoyo´”.
Al frente de LACSA “En 1957 me nombraron sub gerente general de LACSA, a cargo del departamento comercial de la empresa. Estuve ahí del 57 al 60, cuando pasé a ser gerente. Seguí volando hasta el 72, casi solo vuelos domésticos, pero no dejé de volar. “Me levantaba a las 4 de la mañana, y de 5 a 10 tomaba vuelos domésticos. A las 10 entraba a la oficina. Del año 60 al año 72 cambiamos la flota de aviones convencionales a aviones con cabinas de presión y motores de turbo hélice. Pasamos de bimotores a cuatrimotores y comenzamos a mejorar mucho el transporte de carga de importación desde los Estados Unidos y el transporte de carga de exportación. “En el año 65 ya había hecho los arreglos para que LACSA entrara en la era del jet. Fue cuando se adquirieron aviones de fabricación inglesa, de propulsión a chorro. 220
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“Ese cambio se hizo necesario porque, para entonces, ya las empresas aéreas competidoras, especialmente las de los Estados Unidos, comenzaron a realizar servicios con aviones muy modernos, que estaban dañando la competitividad de LACSA, lo que en un tiempo me obligó a pedir la protección del gobierno para que no concediera permiso a esas líneas aéreas de volar a Costa Rica hasta que LACSA estuviera dispuesta a competir en igualdad de condiciones. “Nunca pretendimos una protección a ultranza que hubiera perjudicado los intereses del país en su afán por captar y aumentar el ingreso del turismo a Costa Rica. Lo único que solicitamos es que nos dejaran tener las misma capacidad y eficiencia. “En el año 72 me nombraron presidente de la junta directiva, y estuve en esa posición hasta que me retiré, en julio de 1989. En el 72 llegó el momento en que el gobierno de los Estados Unidos obligó a la Panamerican a deshacerse de todas sus acciones en aerolíneas desde México hasta la Argentina. Eso respondía a que el Departamento de Justicia consideraba que siendo la Panamerican el más grande operador de transporte aéreo en todo el mundo, sus vuelos a Latinoamérica se convertían en un monopolio por cuanto era dueña de todas las compañías que existían, Mexicana; Aviateca, de Guatemala; Sahsa, de Honduras; Lanica; Lacsa; Copa, de Panamá; Avensa, de Venezuela; Avianca, de Colombia; Aerovías de Brasil y Aerolíneas Argentinas”.
Bonificación de Panamerican “La Panamerican accedió y puso las acciones a la venta, pero no querían venderlas a granel sino en bloque. Aquí no había quién las comprara en bloque. Yo le pedí a la Panamerican que me diera una opción para colocarlas en un año, pero no pude hacer mucho. “Una vez, cuando creí que ya había conseguido al cliente, me dijo la verdad. Era un conocido cafetalero millonario, don Florentino Castro, quien tenía una pista de aterrizaje en la finca de Lindora. Ya cuando creí que estaba listo para adquirir acciones un día me dijo ´prefiero ver un billete de mil dólares pegado a una mata de café que un billete de cincuenta colones pegado al ala de un avión´. “De pronto recibimos un mensaje con el que nos informaban que el nuevo accionista era un señor boliviano, nieto de Simón Patiño, que era el rey del estaño. Se llamaba Camilo Rodríguez Chaverri
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Jaime Ortiz Patiño. Su papá era embajador de Bolivia en Francia. “Cuando Don Pepe se dio cuenta me dijo ´¿cómo es que un hombre que explota a los pobres mineros viene a comprar nuestra aerolínea?´. “Lo cierto es que vino a conocer. Era un hombre muy simpático y muy agarrado. Le pregunté que porqué había comprado LACSA, y me dijo que tenía una empresa de transporte aéreo de carga que volaba de Inglaterra a Sudamérica, y que le compraba los aviones a Panamerican, pero que siempre les pedía rebaja. La última vez que les había comprado, le dijeron que los precios de los aviones estaban en listas, que no podían hacerle quiebre, así que mejor le daban las acciones de Lacsa como bonificación. Casi me pongo a llorar. “Era riquísimo. Tenía un palacio en Ginebra. No le inyectó dinero a la empresa. No nos ayudó en nada. Ya por esa época, del año 68 al año 75, para mejorar la imagen de Lacsa no sólo en Centroamérica sino en Sudamérica, hice arreglos de operación conjunta con algunas de las principales aerolíneas, como Ecuatoriana, Avianca, Varig y Viasa. “Eso nos permitió realizar vuelos a Ecuador, a Brasil, a Colombia, Venezuela y San Juan de Puerto Rico. Esos arreglos nos permitían utilizar, en algunas ocasiones, equipos de vuelo de las compañías participantes”.
Ligas mayores “Dado el enorme crecimiento del negocio en los años 70, entramos en las ligas mayores al adquirir dos aviones de los más grandes, dos Douglas DC8-200, con capacidad para 170 pasajeros y con amplias bodegas de carga para acomodar el equipaje y la carga corriente. “Así, desarrollamos nuevas rutas, y nuevos destinos en Estados Unidos, porque antes los destinos eran únicamente Miami, Nueva Orleáns y Los Ángeles. Pudimos extender los destinos a Nueva York, en la costa este de Estados Unidos, y a San Francisco, en la costa oeste. “Continuamos volando a todas las capitales de Centroamérica y Panamá y con los arreglos realizados con las empresas sudamericanas, aumentamos las frecuencias de vuelo, que llegaron a ser casi diarias a Ecuador, Brasil, Colombia, Venezuela y Puerto Rico.
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“Siempre mantuve el criterio de que ejercer la presidencia ejecutiva o la gerencia de una empresa tan importante no podía tener éxito si no tenía el apoyo de los accionistas de la empresa, y por el año 88 u 89, surgió la posibilidad de que un grupo de inversionistas japoneses adquirieran acciones que, en ese momento, se estaban emitiendo para aumentar la estructura financiera y económica de la empresa. “Cuando los inversionistas japoneses lograron adquirir más acciones y se constituyeron en el bloque mayoritario de accionistas, sentí que había perdido el apoyo y el respaldo del que había disfrutado durante toda mi gestión de casi treinta años al frente de la empresa. Por eso fue que renuncié en julio de 1989. “En el año 90, don Calixto Chaves me pidió ayuda para la formación de la empresa ´Aero Costa Rica´. Por razones ajenas a la participación de algunos funcionarios que conocíamos bastante del negocio, la empresa desgraciadamente quebró. “Del año 91 al año 94 ocupé la representación de la línea aérea venezolana Avensa, y le conseguí permisos para volar de Venezuela vía Colombia a Panamá, San José y Guatemala, en Centroamérica. “Después me retiré, he estado enfermillo pero le ofrezco pelea a la adversidad y siempre salgo adelante. Cuando veo para atrás, me siento muy satisfecho de lo que he hecho en la vida y lo recuerdo todo con la frente en alto, porque no hay una sola cosa de la que tenga que avergonzarme”. Inédita, julio 2003
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José Alberto Castillo
Un castillo de sacrificio y perseverancia
Nació envuelto en la mantilla que se reserva para los mejores. Cuando, hace cuarenta y ocho años, una legendaria partera de nombre doña Nodia vino desde Jiménez para ayudarlo a traer al mundo, nunca se imaginó que en sus brazos lloraba una criatura que, en pocas décadas, se convertiría en uno de los más importantes soportes económicos, sociales y laborales del cantón de Pococí, la provincia de Limón, la Zona Norte y el país. Nació donde ahora está la panadería de Chumino, en Guápiles centro, el 5 de junio de 1955, en el hogar de don Édgar Castillo Madriz y doña Dinorah Calvo Jiménez. Era un hogar muy humilde, con once hijos. Su casa estaba detrás de una cantina de don Juan Carvajal (padre adoptivo de su madre). Ese negocio era administrado por su padre. Recién nacido, parecía tan frágil, que sus padrinos, don Miguel y doña Rosa Madrigal (padres del ganadero Guido Madrigal), lo llevaron a bautizar de emergencia; le pusieron por nombre José Alberto. Fue a la Escuela Central de Guápiles. “Cuando salí de la escuela, todavía no había colegio en Guápiles. Pero lo abrieron al año siguiente. Me quedé un año sin estudiar. Entré al colegio porque don Reinaldo Jiménez, que era el director de la escuela y después fue diputado, le habló a mi papá para que me pusiera a estudiar, porque había sido muy buen alumno en la escuela. “Soy parte de mi primera generación de estudiantes que se graduaron en el Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Pococí. Cuando salí del colegio, me puse a buscar trabajo. 224
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Jovencillo, jamás pensé en ser empresaro. De hecho, cuando salí del colegio, fui a buscar trabajo en la Standar Fruit Company, en la Caja Costarricense del Seguro Social, en un montón de lugares. Llené como diez solicitudes, pero no me llamaron de ningún lugar. “Gracias a Dios, el director del Colegio Agropecuario de Pococí, don Guillermo Pereira, nos consiguió un cupo en la Escuela Técnica Agrícola de Santa Clara, San Carlos. para José Eugenio Fernández, Luis Solano, Luis Gerardo Sandí, que es finado, y para mí. “Había que pagar 250 colones por mes. Era mucha plata. Don Francisco Rojas era diputado de la zona, y me consiguió una beca de 400 colones por mes, que era toda la plata del mundo para mí. Pagaba el estudio y me quedaba plata para los gastos. Así que estudié gracias a don Reinaldo, a don Francisco Rojas y a don Guillermo Pereira”.
Una persona mágica Quizás por esa magia que lo acompaña desde el nacimiento, la vida lo ha cobijado y le ha regalado la vitalidad y la energía necesarias para salir adelante con proyectos grandes y ambiciosos. Tiene lo que la gente llama estrella. Esa virtud con la que la providencia premia a unos pocos y, con base en el sacrificio y la perseverancia, es el empresario más pujante y prominente de Pococí, Limón y el país, y es un hijo predilecto de Guápiles. Alto y fuerte, todavía un cedro joven, impetuoso como el sol de la mañana, Castillo habla claro, dice las cosas por su nombre y nunca se anda por las ramas. De seguro por eso, la comunidad ha demostrado una confianza enorme en sus empresas, lo que, según dice, ha sido la fórmula y el verdadero empujón para su crecimiento y desarrollo. Ahora, Castillo participa en el liderazgo de unas cuarenta empresas, entre ellas la cadena de Almacenes El Colono (más de una docena), el Grupo Hotelero Suerre, los Auto Repuestos El Colono, la agencia de carros Toyota del Atlántico, los Clubes y Servicios El Colono, tres gasolineras, tajos y hasta una empresa de seguridad. Tiene más de mil empleados, y una de las recetas que más fomenta es la inversión en el factor humano, por lo que todos los años reparte entre el personal de sus empresas un porcentaje de las utilidades. Camilo Rodríguez Chaverri
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Pero el inicio fue difícil. Él es el tercero de once hermanos, de una familia humilde, y ha salido desde muy abajo, poco a poco, con trabajo en una mano y más trabajo en la otra.
Guapileño de cepa Don José Alberto, mejor conocido simplemente como Castillo, trae consigo un enorme olfato de progreso. Cuando chiquito andaba juntando las frutas de la época, ya fueran guayabas, naranjas, nances o caimitos, y las vendía en la escuela. También trabajaba para un carnicero (el famoso Calancho, q.d.D.g), a quien le vendía las hojas de malanga que cortaba en las madrugadas en las orillas del Río Guápiles. Le pagaban a cincuenta céntimos el saco de hojas y, desde entonces, Castillo se caracterizó por ser un chiquillo diferente. “Hacíamos mejengas con una vejiga de chancho. Yo me enteré que café Triangulo daba una bola de cuero por un número determinado de bolsas vacías de ese producto y, entre varios, las conseguimos. Viera que fiesta la siguiente mejenga. El problema es que no estábamos acostumbrados a una bola tan moderna. “Soy de una de las familias fundadoras de Guápiles. Los Castillo, junto a los Cruz, los Jiménez, los Carvajal y los Ocampo, vinieron aquí, cuando esto era montaña y llovía todos los días, y los temporales hacían que el pueblo, apenas caserío se aislara. Por eso, esta tierra tenía un gran soporte en sus trapiches, que le servían de sustento cuando ni siquiera se podía traer comida. Quiero restaurar el de mi familia”, explica Castillo, quien siempre se acostumbró a ayudar, así que andaba vendiendo hasta los huevos de las gallinas de su mamá. Se graduó en diciembre de 1975 y ya en enero de 1976 se integró a trabajar en Cariari con el Instituto de Tierras y Colonización (ITCO). “Cuando eso, Cariari consistía en veinte casas y una oficinilla del ITCO. El carro de la institución era el único del lugar, y en las noches nos tocaba correr para el hospital con gente enferma que no tenía otra manera de salir de sus casas. “Me siento muy orgulloso de Cariari, que se creó apenas en el año 65. Me encanta ver los frutos de un proyecto que creó mi primer jefe, José Manuel Salazar Navarrete. Llegué a Cariari en enero de 1976. No había luz, no había agua, no había carretera, no había clínica, no había ni comercio”.
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Fue en estos años, cuando Castillo empezó a pensar en la urgencia de un negocio que les llevara a los agricultores los productos que necesitaban para sus cultivos. Y, de esta manera, se sembraba la semilla de un árbol milagroso y gigantesco, que ha dado frutos dulces e inconmesurables para Pococí. “Calcule cómo era Cariari de pequeño, que cuando monté El Colono, me decían ´Castillo, ¿por qué se fue tan largo, tan lejos del centro?´”.
Ardua tarea del arranque Ya con la firme convicción en el mundo de los negocios, Castillo dedicó todas sus energías al comercio. Primero renunció al ITCO, en febrero de 1977. Pero el presidente de la institución, José Manuel Salazar Navarrete, le pidió que se quedara y le aumentó el salario de 2600 colones a 4800. Por eso, junto a su socio, Juan Bonilla, siguió madurando la idea. Necesitaban 50 mil colones para empezar, decidieron que Bonilla renunciaría a su trabajo, mientras Castillo le ayudaba después del suyo en el ITCO. Buscaron a Mario Soto, quien entonces era el gerente del Banco Nacional y fue él quien les concedió el préstamo de 70 mil colones con el que empezaron. El lote les costó 20 mil, la construcción 45 mil y al final les quedaron 3 mil colones para invertirlos en mercadería. Pero era muy poco dinero, por lo que tuvieron que tomar algunas medidas de emergencia, como tapar las ventanas con láminas de Playwood. “Imagínese si esos 3 mil colones eran tan poco, que incluso lo que fui a traer a San José me cupo en tres cajitas de mercadería: una cajita de Trisán, una de Bayer, y una de International Agencies, que es una casa distribuidora de productos agroquímicos. “Las estanterías parecían prácticamente vacías, puesto que eran muchas y los productos, muy pocos. Por eso, yo me fui a una bananera que administraba Salvador Saborío y recogí todos los galones de gramoxone desocupados. Luego los lavé y los puse a tapar los campos que sobraban,” cuenta Castillo, en medio de una sonrisa llena de nostalgia.
Hace 25 años Abrieron el 23 de diciembre de 1978, y durante diciembre y enero vendieron mucho, 85 mil y 62 mil colones, respectivamente, lo que significaba dinero suficiente para Camilo Rodríguez Chaverri
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empezar a levantar cabeza. Pero luego las ventas bajaron. “Pasaban hasta tres horas sin que nadie llegara al negocio. Entonces decidimos dar servicio a domicilio. Se tardaban dos horas de Cariari a Guápiles, bien cargados de productos, y nos tocaba ir a San José, por la carretera vieja, con todos los productos y volver el mismo día. “Estábamos solteros y vivíamos en el negocio. Ahí dormíamos. El inicio fue muy difícil. Recuerdo que tenía un camión Willys. Luego compré un Datsun. Costaba 35 mil colones y sólo pude dar mil quinientos de prima. Lo llené de productos para el negocio y me lo traje. Cuando crucé la línea del tren, apenas al lado del río Reventazón, la panza del carro pegó y me quedé justo en el medio de la línea. El camión no se movía ni para atrás ni para adelante. Y en eso escuché al tren y vi sus luces que se acercaban. No sé cómo, pero apenas pudo pasar el camión, que fue a dar a un lado del camino, jodido, con un día de salido de la agencia y ya averiado y flojo.” Debido a la persecución política, Castillo fue despedido del ITCO y, entonces, ambos socios, Bonilla y él, debieron redoblar esfuerzos pues en ese momento empezaron a depender exclusivamente del negocio. Tenían más de un año de tratar de sacar a Castillo del ITCO, pero el peso de la gente (la comunidad de Cariari había enviado una carta con 800 firmas, en la que lo apoyaban) lo sostuvo en su puesto hasta abril de 1980. Querido por la comunidad, presidente de la Asociación de Desarrollo de Cariari y de la Unión de Asociaciones de Desarrollo, Castillo, para, ese tiempo regidor de Pococí, tenía que demostrar su habilidad innata para hacer negocios.
Vocación para el éxito Castillo tiene apenas 48 años. Su influencia en el mundo empresarial resulta ejemplar para muchos. Él siempre responde que la fórmula del éxito es trabajo y más trabajo, pero, sin duda hay otros elementos que desempeñan un papel vital en el caso de una persona que, según su amigo Mario Soto, gerente de Empresarios Guapileños, es capaz de levantar cualquier empresa enferma, y ha generado mucha riqueza gracias al apalancamiento financiero, la visión para los negocios y un buen equipo de trabajo. “Mi equipo de trabajo es muy importante. Uno nunca sabe mucho. Pero es esencial escuchar a los que saben, a las 228
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personas que han reunido el conocimiento y la experiencia que uno necesita para el éxito de las empresas. Gilberto Gómez, Julio Bonilla, Alfonso Chaves, Juan Bautista Sánchez, Santos Aguilera, Gastón Aguilar, en fin, en todas las empresas tiene que estar la gente que sabe del asunto, la mejor gente. Es más, tengo un asesor financiero que ha estado a mi lado durante ya casi veinte años, don Carlos Mora,” dice Castillo. “Los empleados son muy importantes. Son el soporte de la empresa. Hay que invertir en ellos. Se merecen parte de las utilidades, porque han generado la confianza que nos da el prestigio.” Castillo, además, tiene una característica sublime: ha apoyado incondicionalmente a los hermanos, quienes lo apoyan con sus actividades en sus empresas. Uno de sus hermanos encabeza los Auto Repuestos El Colono, otro de sus hermanos tiene camiones, el mayor de ellos trae de Estados Unidos todos los camiones del Grupo Colono y se encarga de las reparaciones, y un cuarto hermano está al frente de una empresa del Grupo Colono que distribuye lubricantes y productos Texaco. Además, su asesor personal, Carlos Mora, cuenta que le montó una ferretería en Coronado a una de sus hermanas, y una empresa de suministros de oficina, en Guadalupe, a otra de sus hermanas.
El hombre de confianza Además, su papá, don Édgar, el famoso Abuelo de El Colono, es su hombre de confianza; su firma ha sido la autorizada para muchos de sus cheques y él, personalmente, ha realizado gestiones importantes desde siempre. De nuevo, se nota la unidad familiar. Don Edgar tuvo un gesto con Castillo que fue bellísimo y muy significativo para él: cuando vendió su casa en Guápiles, le prestó los 300 mil colones que le pagaron. Y eso era más dinero que lo que le habían prestado en el banco. Gracias a la sensibilidad y el sentido de solidaridad de Castillo, el Grupo Colono también le ayuda mucho a la comunidad. Castillo mantiene el albergue de alcohólicos comandado por doña Ana Ligia Araya de Leiva, y brinda el soporte económico más significativo para el funcionamiento del Hogar CREA de Guápiles, y del Hogar CREA de Limón. En todos los pueblos donde está afincada alguna empresa del Grupo Colono, se le ayuda al Hogar de Ancianos, a la Cruz Roja y a la iglesia. Por ejemplo, a finales del 2003, Castillo le Camilo Rodríguez Chaverri
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dio más de 40 millones de colones a la Iglesia Católica, que reportó como parte de su contribución comunal a la hora de pagar impuestos. “No lo escriba. Uno nunca contribuye con la comunidad para que la gente lo sepa”, dice Castillo(pero no le hacemos caso, por que al fin y al cabo, su éxito va de la mano con su generosidad y su entrega a Pococí, a Limón, a toda la zona del Caribe y el Norte del país. Él, más que nadie en la zona, demuestra que la providencia paga bien a los que más dan). Algo fundamental es la confianza de su personal, y la empatía entre él y su gente. “En todas las empresas, todo el mundo maneja firmas. Nadie me ha hecho una sola chanchada. Cada uno siente que la empresa es de él. Se ha ido creando un equipo bajo esa línea. “Hay una lista gigantesca de toda la gente que ha confiado en nosotros. Hay una gran cantidad de amigos, de personas que nos han apoyado y nos han ayudado. Lo que el Grupo Colono ha hecho se debe a esas personas. En los momentos más duros, sobre todo en la parte financiera, ha habido muchas personas que siempre estuvieron conmigo. Mi gratitud siempre estará presente y estoy comprometido a corresponder a lo largo del tiempo, representándolos bien”. Castillo guarda tesoros y joyas cuyo peso le han dado gran valor a Pococí. Dios lo premia con una vida plena, y una familia linda, unida y humilde. Bien para todos y alegría para su corazón. Castillo es de los mejores empresarios. O el mejor. El Guapileño, diciembre 2003
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Don Medardo Guido
Músico del espíritu guanacasteco
Pregunto por él en Bagaces. Una señora me muestra dónde está su casa, pero de inmediato agrega algo que no esperaba: -Vive en esa casa, pero búsquelo en el parque. A esta hora siempre está conversando en el parque. No lo esperaba porque tiene 92 años. En el parque de Bagaces, veo una cabeza albísima, como si anduviera vestida de luna llena. Al lado de él, un muchacho lo escucha. Cuando llego, hasta que siento algo que me baja de la garganta al estómago. Estoy frente al padre del cantar llanero, el autor de “Mi espíritu guanacasteco”, el primer maestro de capilla de Liberia. Esperaba ver a un viejito con bastón, no a un hombre que todavía recibe el sol en el parque y dirige la tertulia en el pueblo. Para más señales, ese señor de camisa blanca y cabeza como de cal, con anteojos muy gruesos y una sonrisa en la boca, es el creador de unas 250 canciones, maestro de música durante sesenta años, gran investigador del folklore guanacasteco y el último de un grupo luminoso de artistas, donde también destacaron Jesús Bonilla y José Ramírez Aizar. Me saluda como si yo fuera otro bagaceño de la tertulia, y cuando me presento y le explico que mi único interés es entrevistarlo, me devuelve otra sorpresa. -El problema es que estoy ocupado, conversando con mis amigos. Si quiere vuelve en la tarde. En la tarde volví, pero ya había dejado a un nieto en el mismo poyo del parque, para que me dijera que me esperaba en su casa. A cincuenta metros del parque, está su casa. Es humilde, pero está muy bien prendidita. Me pasan adelante, y me
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dicen que él me espera debajo del árbol de mango que está en el patio. Ahí tiene dos mecedoras, una mesa larga y un montón de carpetas con información. Me muestra cientos de recortes de entrevistas, poemas, fotos suyas en los periódicos y algunos de sus libros. Por fin hemos conseguido iniciar la entrevista con don Medardo Guido, el último de una generación de músicos que han provocado que la historia de Guanacaste esté fresca, como la brisa y la sombra que nos regala el mango. Don Medardo Guido Acevedo tiene 92 años. Nació el 8 de junio de 1912, en Liberia, hijo de José Guido Guido y Rosa Acevedo Rodríguez. “Mi papá era sastre, barbero y agricultor. Mamá se encargaba de los oficios domésticos. Éramos seis hermanos. Crecí con una abuelita hasta la edad de tres años. Aprendí a leer y a escribir a la edad de seis años. Me enseñaron en la casa. También me enseñaron las tablas de multiplicar. “Entré directamente a segundo grado, en la Escuela de Bagaces, porque en mi casa ya me habían enseñado todo lo que era de primer grado”.
Entre dificultades “Fui un excelente estudiante. Por eso, cuando estaba en cuarto grado me promovieron para una beca. Eran los tiempos de don Ricardo Jiménez, quien dio las primeras quince becas para Guanacaste. Eran becas para estudios de colegio. Mi maestro, don Tito Blanco Solís, y mi director, Eduardo Arata Ruiz, dieron a entender que estaba en sexto grado para que me dieran la beca. “Así fue como entré al colegio de 10 años de edad. Me llevaron al Colegio de los Salesianos en Cartago. Como no tenía medio de transporte, me iba en una carreta que llevaba frijoles, maíz, y otros productos para embarcarlos en las lanchas en el puerto fluvial de Bebedero. Iba de Bagaces a Bebedero en carreta, de Bebedero a Puntarenas en lancha, y de Puntarenas en tren de carbón rumbo a San José. “En San José me echaba la valija al hombro, cruzaba a pie de la estación del Pacific o a la estación al Atlántico, para coger el tren de la Northern que me dejara allá en Cartago. Los servicios de transporte en San José eran el tranvía y los coches jalados por caballos. Casi no había carros.
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“Cartago era muy frío para mí. El cambio de clima me afectó al inicio, pero después me acostumbré. “Entre mis compañeros de colegio recuerdo a Jesús Bonilla y a José Ramírez Aizar, que eran de Santa Cruz, tan guanacastecos como yo. Los tres llegamos a ser músicos y compositores. Estaba también Jaime Lobo de Cartago, que después fue aviador, y Luis París, de Puntarenas. “Comencé el primer poema en cuarto grado. Cuando ya me gustó dedicarme a la poesía, recitaba en la escuela. Participaba en todos los actos cívicos. Después, en Cartago, mis profesores me dieron lecciones sobre literatura. Mi maestro era Isaac Felipe Azofeifa. Curiosamente, en ese momento él estaba encargado de coordinar todo lo de la banda del colegio. También recuerdo que mi profesor en vocalización y en canto eclesiástico en latín era Héctor Cúneo, un italiano. “En la teoría, hice estudios generales, en todas las asignaturas. Nos daban las asignaturas de inglés, italiano y latín, lo único que no se daba era el francés. “Aprendí los tres idiomas. Todavía me defiendo en los tres, pero especialmente en latín, porque estaba en el coro del colegio y se cantaba casi todo en latín, porque la misa era en latín, y sólo algunas canciones eran en español. “Me quería hacer sacerdote pero mi papá me dijo que no, porque a mí ya me gustaba tocar guitarra y andar dando serenatas, y él decía que eso no le convenía a un sacerdote. “Cuando salí de ahí fui maestro de capilla. Era el único de Guanacaste. Fui también director de la Banda Municipal de Bagaces, e integrante de la Banda Militar de Liberia, como músico de primera categoría, archivero y secretario de la misma banda”.
250 canciones “En el colegio, comencé a componer música y letra. Antes era sólo letra. He compuesto unas 250 canciones. La primera canción fue en 1919, cuando tenía sólo siete años. “Entre los motivos regionales, la primera canción mía fue ´Allá en la hacienda´, luego compuse ´La tapisca´, ´El arreo´, ´Bienvenido´, ´El vaquero´, ´Tragedia llanera´, ´Voces de mi tierra´ y ´El parrandero´. “A partir de ahí, empecé a componer un poco de todo. Entre las que tienen aires típicos, la más conocida es ´Espíritu guanacasteco´, pero también hay otras que yo Camilo Rodríguez Chaverri
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considero valiosas, como ´Nuestras mujeres guanacastecas´, ´Liberianita´, ´Soy como soy´, ´Lamento llanero´ y ´Mi morenita´. “Yo me acuerdo de los nombres y las letras de las más importantes. Mentira que me acuerdo de todas, pero de las más importantes sí. Además, gente como el profesor Miguel Fajardo, se han encargado de estudiar mi obra, de compilarla y de publicarla. Entonces, me guío mucho por lo que se ha publicado. “Yo tengo muchas canciones románticas, que son clasific adas propiamente así y no directamente como canciones típicas. Entre las románticas, a mí me gustan mucho ´Amor fingido´, ´Pamperita´, ´Mi muchachita´, ´Silenciosamente´ y ´Entrega de amor´. “Aparte de las que tienen aires típicos, hay otras canciones que tienen sabor criollo, como ´La conga liberia´, ´Marcha´, ´Fortuna´, ´Viviré esperando´ y ´A la distancia´. “Pero es que yo soy un músico muy metido en muchos campos. Por ejemplo, en la zona se me conoce por la música escolar, porque tengo doce himnos de escuelas o de colegios, y tengo una enorme cantidad de juegos, de coplas, de retahílas y de bombas, que los chiquillos aprenden en la escuela. “Miguel (Fajardo) me ayudó mucho, porque me clasificó todo lo que he compuesto, y también lo que he escrito, porque, por ejemplo, tengo una dramatización regional, que se llama ´Periquín´, un cuento que se llama ´Triste Navidad´, y más de cien poemas. “En ese sentido, yo estoy muy contento con todo lo que me han ayudado a publicar. Por ejemplo, como compositor y como persona para mí ha sido muy importante la publicación del libro ´Fragmentos sobre el folklore y cosas del terruño´, que es un libro que contiene la reseña geográfic a e histórica del cantón de Bagaces”.
Zapatero y maestro de capilla “Apenas terminé los seis años en el Colegio Salesiano, me gradué en las escuelas profesionales del Colegio en zapatería, cortado, alistado y montado, gracias a todos los profesores extranjeros. Entonces, me vine para Bagaces. Trabajé en zapatería, pero después lo abandoné y me llamaron a trabajar en la escuela. Daba doce lecciones de música y tenía un grado a cargo, tenía cuarto grado. De ahí me botaron por política en los tiempos de don León Cortés, porque no iba con el partido 234
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de él. Los dirigentes intervinieron y me botaron porque decían que yo permitía que los niños me contestaran a coro cuando yo hacía las preguntas. Esa fue la razón. “Me quedé sin trabajo. Un padre vino a dar una misa de la Virgen de El Carmen. Se llamaba Fray Alberto de Selva de Mar. Era un español. Me habló y me dijo que le cantara la misa en latín, le dije que no porque hacía mucho tiempo que no cantaba, él me dijo ´mira, yo te voy a ayudar, no tengas temor´. “Después de que le canté la misa, me dijo ´mira, ¿te irías para Liberia de maestro de capilla?, pronuncias el latín mejor que cualquier universitario, y voy a hablar con el coronel Rafael Hurtado, comandante del Cuartel de Liberia y con el Coronel Víctor Manuel Roig, para que te den una plaza en la banda militar´. “Conversó con ellos, y me autorizaron para que me llamara a la banda militar. Allá estuve diez años. No trabajé en educación. Era maestro de capilla con 42 muchachas del coro, y estaba en la orquesta de Liberia como cantante y guitarrista. Era un músico de primera clase. “Estando allí, el comandante de plaza me llamó para que le sirviera como secretario de la comandancia de plaza en lugar del mayor Bernardo Ortega Leiva, que había fallecido. “De allí hicieron gestiones en Bagaces para que me viniera a trabajar aquí. Ya en 1946, vine a trabajar en la escuela de Bagaces como maestro de grado y maestro de música. “Después, cuando vino la revolución, la junta militar me llamó y me entregó la clave del ejército, en 1948, para que yo le diera instrucción militar a 85 hombres. Yo había estudiado milicia en el cuartel de Liberia. Punto ahí, verdad, porque no quiero hablar de la revolución. “En esa misma época despidieron al director que estaba en la escuela para colocarme a mí. Yo no quería. Era hacerle daño al compañero, pero dijeron que era una orden militar y tuve que aceptar. Más adelante, cuando estaba de ministro don Lalo Gámez Solano, me nombraron asesor supervisor de escuelas en el circuito tercero de Bagaces. “Años más tarde me dieron un recargo provisional del circuito de las escuelas de Cañas hasta Solania, Líbano y los Ángeles de Tilarán. De allí ya me pensioné. Tenía 42 años de dar clases. Pasé a dar clases en la Escuela de Artes Musicales en La Fortuna de Bagaces, durante tres años, y fui maestro en la escuela de El Pelón de la Bajura durante otros quince años. Si sumamos todos, son sesenta años de dar clases. Camilo Rodríguez Chaverri
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“En El Pelón de la Bajura, yo era maestro privado, o sea, me pagaba la empresa. Tenía a mi cargo las lecciones de música de quinto y sexto grado. Era maestro de la escuela de verano, inclusive. “Luego me dijo el médico que me retirara. Comencé a padecer de la vista, la laringe y la faringe. Me dijo que lo que me estaba haciendo daño era la tiza. De por sí, ya era suficiente”.
Folclorista “He trabajado mucho en folklore. Por ejemplo, realicé el trabajo ´Fragmentos sobre el folklore y cosas del terruño´. Era un libro importantísimo. Ya se agotó ese material. Aquí hay muchos tipos de música. La gente cree que la música guanacasteca es una sola, y nada de eso”. Tiene un enorme fólder con muchos papeles. Saca un librito largo y delgado. Es uno de sus libros. Busca una página en especial, que ya tiene marcada, y empieza a hablar sobre el folklore. “En Guanacaste tenemos muchísimas manifestaciones del folklore. Por ejemplo, dentro del folklore se conocen las siguientes clases: folklore poético, folklore narrativo, folklore lingüístico, folklore mágico, que abarca la parte medicinal y las diferentes creencias o mitos... “También tenemos el folklore ergológico, que es el que contempla aspectos culinarios, y el folklore social. Al estudiar el folklore guanacasteco, he estudiado las bebidas, los caldos, los guisantes, los dulces, la vivienda, los cultivos, los tejidos, los utensilios, los trabajos en oro, las vasijas, etcétera. Ah bueno, además, las clases de manualidades, las artes industriales y la construcción de instrumentos musicales. De todo esto hay en Guanacaste. “Mi esposa se llamó Álida Octaviana Alvarado. Como ella ya está en el cielo, ahora dedico más horas a las canciones y al folklore. La música hace que nunca me sienta tan solo. “He hecho muchas investigaciones. Por ejemplo, con Miguel Fajardo he hecho una recopilación de las diferentes retahílas. Me interesa mucho el folklore porque cada uno de esos tipos de folklore que le dije tiene su explicación. “A partir del folklore, he estudiado los valores, y lo que me preocupa es, precisamente, la pérdida de valores”.
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Entre artistas “Otro regalo que me ha dado la vida es la dicha de conocer a grandes artistas. A Mario Chacón lo conocí muy bien. Estuvimos juntos en La Voz de La Víctor, la emisora más famosa de nuestros tiempos. “También he conocido de cerca a Ofelia Gamboa, la gran poetisa de Las Juntas de Abangares. Fuimos compañeros de la Asociación Guanacasteca de Autores, AGA. De aquellos tiempos, sólo quedamos nosotros dos. Estaban el poeta Rodolfo Salazar Solórzano, el músico y poeta José Ramírez Aizar, el poeta Antonio Espinoza, el poeta Manuel Rodríguez Caracas. “Gracias a Dios, he sido muy conocido y muy querido, no sólo por parte de los músicos y de los poetas. Por ejemplo, el padre Ruiz, que era cura en Tilarán, me vino a ofrecer la candidatura de diputado con Liberación Nacional. Yo le dije que no, que mejor me mantenía al margen porque no quería meterme en problemas. En ese momento estaba dedicado a la escuela. “De todo lo que he hecho en mi vida, de lo que me siento más orgulloso es de mis canciones. Además, dicen que soy el creador del cantar llanero. Por lo menos, sí sé que he sido quien más lo divulgó. Estuve el 6 de agosto del año 1946, en un recital para don Teodoro Picado, y ya ahí expuse mi música original. Entre las canciones, iban unas del cantar llanero. Sentía temor. Así que un abogado me dio unos traguitos. Esa vez, iba la banda militar de Liberia. Es más, recuerdo cuando se presentó la banda militar por primera vez. Cuando nos presentamos para don Teodoro, también iba el conjunto de baile folclórico 25 de julio, dirigido por Lía Bonilla Chavarría, hermana de don Jesús Bonilla, a quien tuve de amigo, e iba el famoso declamador Antonio Obando Espinoza. ¡Viera a ese hombre con un poema en la boca! “Después de tanta vida, todas las semanas recibo gente de todo el país. Mañana vienen de la emisora ´Faro del Caribe´ y de la Universidad de Costa Rica. Estoy esperándolos. Yo me preparo bien. Ojalá que les parezca todo lo que les voy a decir. Mejor paremos para que mañana no me agarren cansado”. Aún así, cuando ya me lleva por la sala de la casa, ve la guitarra, y sin que yo se lo pida, la toma y se sienta con ella en los regazos.
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-Vos creíste que te ibas a ir sin tu cancioncita. Pues no. Aguardate un momentito. (Empieza a travesear las cuerdas…). -Estoy viejo, pero no pendejo, chiquito. Vas a ver. Y la música se apodera de la casa. Casi podría salir volando. Casi juraría que a la casa le surgen alas. O que, sin saberlo, volamos con todo y la casa. Seguramente desde afuera, cualquiera se habría asustado de ver un enorme hueco donde antes estuvo el sitio donde vivió el primero y también el último de los grandes compositores del cantar llanero guanacasteco. Inédita
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Ofelia Gamboa
La escritora de las minas de Abangares
El pueblo de Las Juntas de Abangares es lo más parecido que conozco a los pueblos de las leyendas y los cuentos de hadas. Sus calles de adoquines, y su dimensión, su pequeñísimo cuerpo frente a las montañas del fondo, da la idea de una aldea. Es un pueblo bellísimo. Y lo debe ser más cuando uno llega un domingo a las seis de la mañana, porque la quietud hace que su belleza resalte. A esa hora llegué a entrevistar a doña Ofelia Gamboa, la poeta del paisaje minero de Costa Rica. En una casa humilde, de maestra rural, sentada en una mecedora, una señora de mirada bondadosa me espera. Con esfuerzo, se pone de pie cuando me ve llegar. Se dirige al portón para abrirlo, pero un nieto se le adelanta. A la hora de sentarse, le queda de frente la montaña, justo atrás del pueblo. “Nací en Las Juntas de Abangares. Mi historia personal va paralela a la historia del pueblo en todos estos años. Mi padre, José Gamboa Rodríguez, fue el primer Presidente Municipal de Las Juntas. Antes de eso, Las Juntas pertenecía a Cañas. Y mi mamá, Ángela Solórzano, era ama de casa”. Habla despacito, con dificultad pero con señorío. Cada una de sus palabras viene como cobijada por una solemnidad que sale de su boca. “Mi padre era muy influyente en el pueblo. Él estudió en el colegio, pero entiendo que llegó hasta tercer año. Fue entonces que se vino y aquí puso una farmacia. Era boticario. Antes, el boticario siempre era muy influyente en el pueblo. Por eso, rapidito mi papá era muy importante en Las Juntas. Poco después fue tesorero municipal, ejerció ese cargo
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durante diez años, y terminó siendo Presidente Municipal por mucho tiempo. “Aquí hice mi educación primaria. Yo siempre digo que me hice poeta antes de aprender a leer y escribir. Desde antes de entrar a la escuela me gustaba ver cómo caía el agua de la lluvia, y cómo silbaba el viento entre las ramas. En los meses del verano, me gustaba ver las bandadas de loras y guacamayas, que hacían sus nidos en los árboles que bordeaban los caminos y los potreros”. Estoy encantado de su voz y de su forma de hablar. Uno sabe que es una poeta con sólo escucharla conversar. Habla como dictando un poema a niños de segundo grado. “El paisaje me llena, el paisaje preña mis palabras. Siempre he disfrutado la vistada camino a las minas donde, años después, yo di mis primeros pasos como maestra, en La Sierra, allá en aquel cerro que está frente a nosotros. Ahí hay una mina que se llama Cuatro Vientos, y en el verano se divisa la casa de Ladina Saboz, una suiza que es la dueña de esa mina. Somos amigas. Hay temporadas que se va para San José y temporadas que trabaja en la mina. Ella es contadora y tiene otras profesiones. Es una mujer muy preparada. “Después de terminar la escuela en mi pueblo, estuve en el Colegio Superior de Señoritas. Hace poco estuve visitando a una compañera que vive en Santa Bárbara de Santa Cruz. Se llama Odet Héctor. Ahí estuvimos haciendo recuerdos, muy bonitos, de cuando fuimos compañeras en el colegio. “Por todas, éramos cuarenta y dos alumnas de un primer año. Esa vez en el colegio había cuatro primeros años. El colegio era muy lindo. Se daba una convivencia muy bella, una hermandad entre alumnas y profesores que siempre llevo conmigo, con gran cariño. Había un profesor por cada materia. Recuerdo a la niña Cristina Lizano, que nos daba Educación Física; don Julio Fonseca, el autor del famoso vals Leda, Premio Internacional de Música, que nos daba esa materia; también recuerdo a la niña María del Rosario Quirós, que nos daba matemáticas, y a Miss May de Morales, quien nos daba inglés. “También estaba la niña Elsa Alfaro, que nos daba cocina; don Manuel Fernández nos daba Castellano; don Aquiles Cabezas nos daba Física, y la niña Estrella Umaña nos daba Botánica”.
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Escritora precoz “Escribo desde que estaba en la escuela. Yo acostumbraba leer de todo. Me gustaba mucho leer narrativa. Mi hermano, José Gamboa, me regaló varios libros. Entre todos me llamó mucho la atención uno que se lo recomendé a mi hija para que se lo comprara a mi nieto, se llama ´El maravilloso mundo de Nils Holgerson´. Ese fue mi libro favorito, siendo una niñita. “Era un libro muy común entre niños y adolescentes. Es la historia del hijo de un granjero que es convertido en duende por otro duende. Lo convirtió en duende porque era mal portado y desobediente. Entonces, como los duendes entienden el lenguaje de los animales, y él tiene un pato blanco, se mete debajo del ala del pato blanco y emprende un viaje con una bandada de seis patos silvestres a través de Suecia. Mientras vive con los patos, tiene oportunidad de hacer buenas acciones, salvando a la bandada de patos de la zorra que siempre los andaba persiguiendo. Así dura un año viajando con los patos hasta que finalmente los patos llegan a la granja del papá de Nils Holgerson, y descienden para pasar la noche. Entonces, Nils se viene caminando y llega a la casa de los padres de él, y en el momento en que pone los pies en el umbral de la puerta de nuevo es convertido en niño. En el colegio me gustó mucho Selma Lagerloff, una escritora sueca, la del libro de Nils Hogerson. Ya para la secundaria, poco a poco leí sus obras completas. “Después del colegio, no pude ir a la universidad, porque murió mi padre, que era el que se entendía siempre con la educación de los hijos. Tuve seis hermanos. Yo soy la menor. “Sabía que me tocaba ponerme a trabajar. Como mi padre y mis hermanos habían trabajado mucho en la zona minera, a mí me atraía profundamente el trabajo en las minas. “Había ido desde pequeña, porque resulta que un hermano mío, Chepe Gamboa, que después fue el que hizo la Fosforera Costa Rica en Heredia, era oficinista de la compañía, y mi padre también era oficinista, pero un oficinista con mayor responsabilidad. Como las minas me llamaban poderosamente la atención, y también me gustaba mucho la función de educadora, empecé a trabajar de maestra. “Tenía sólo 17 años de edad cuando empecé a trabajar en La Sierra, que es un pueblo que está a menos de media hora en carro. En ese momento, los mineros viajaban a pie. En una
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hora estaban en la mina. La Sierra es nuestro pueblo minero por excelencia. “Había un sector que era conocido como la zona minera. Ahí estaban todas las casas de la superintendencia, un gran hotel de los americanos, las oficinas de correos, la administración, la subestación eléctrica, la fábrica de hielo y la comandancia, que era una casa totalmente cerrada, de puro cemento. Le decían la casa de la pólvora. Ahí no entraba nadie porque, como su nombre lo indica, lo que guardaban era pólvora. La abrían sólo cuando iban a entregar pólvora para los trabajos de la mina, y rapidito la volvían a cerrar. “Ahí también estaba el gran edificio de los mazos. Vea, el edificio de los mazos era un edificio alto y grande, con ventanales de vidrio, donde había una máquina de motores que trituraban el oro y el metal. También allí había veinte mazos, uno a la par del otro, todos del tamaño de un hombre. Cada vez que los mazos estaban funcionando, era un estruendo que se oía hasta Las Juntas. Es el estruendo más grande que he escuchado y sentido en mi vida”.
La maestra de 17 años “Yo era maestra en La Sierra, que era de una compañía de americanos que se llamaba la Abangares Gold Fields Company. Cuando comencé a trabajar en la escuela del pueblo minero, había veinte niños en primer grado y doce niños en segundo grado. “Estudié para maestra después, en el Instituto del Magisterio, donde había estudiando mucho maestro aspirante. Ahí obtuvimos el diploma de maestros. Sólo funcionaba en vacaciones, para que los maestros tuviéramos oportunidad de asistir. “Comencé a trabajar en la región de las minas en 1941. No sé exactamente cuando iniciaron la labor en las minas, pero entiendo que fue antes de 1900. No estaba empezando el pueblo. Ya el pueblo era bastante viejo. Cuando llegué, ya había toda una tradición. “A mí me tocaba primero y segundo grado, pero también había tercer y cuarto grado. Yo no viajaba, porque en las minas había gente muy buena. Me quedaba ahí entre semana. Yo vivía en la casa del administrador del comisariato, que se llamaba don Rubén Salazar. Todavía vive aquí una hija de él. A veces nos ponemos a hablar de esos años.
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“En ese pueblecito estuve cinco años. Me casé con un muchacho de ahí de las minas, que se llamó Noé Montoya. Yo tenía 20 años cuando me casé. Tuvimos tres varones y dos mujeres. El mayor y el menor murieron en Las Juntas, años después. El mayor, Rodrigo, era músico, era primer saxo de la banda de Liberia. Se me murió en Liberia porque no se cuidaba y era diabético. El segundo, Milton, es oficinista de la municipalidad, y el menor, René, murió pequeñito. Las mujeres se llaman Eliette, que es maestra pensionada, y la otra, Lisette, quien es economista, y es subdirectora de la Oficina de Servicios Públicos de Heredia. Viene cada quince días o cada mes a verme. “Vivo a la par de la hija mía, de Eliette. Hay una señora que todas las noches me viene a acompañar en mi casa, duerme en esta casa, para que yo no duerma sola. “Después de que trabajé en la escuela de La Sierra, me vine para la Escuela Central de las Juntas de Abangares. Trabajé como maestra 17 años aquí, después trabajé como maestra de kínder 23 años. En total, trabajé 45 años, y me pensioné de 63 años. Toda una vida me dediqué a la formación de los niños”.
Sus libros “Siempre he escrito, y compartía mis poemas y mis cuentos con los niños, pero publiqué el primer libro, ´Oro y Sol´, hace poco. Es una narrativa histórica de mi vida. El libro contiene historias de mi niñez. “El segundo libro, ´El expreso de la mina´, es como una continuidad de ´Oro y Sol´, son historias de las minas. Yo sé que soy la escritora costarricense que se adentra en el mundo minero. ¿Por qué lo hago? Porque esta es mi vida. Abro los ojos por la mañana, salgo al corredor a respirar aire puro y lo que veo al frente es una montaña donde hay una mina. “Todo lo que viene en mis libros son relatos verídicos. ´En el expreso de las minas´ viene cómo jalaban el oro de aquí de la compañía a Manzanillo, para llevarlo en lancha a Puntarenas, donde era embarcado en los grandes barcos que iban para los Estados Unidos. “Había una sirena enorme, que estaba en el edific io de los mazos. Sonaba para la entrada y la salida de los trabajadores, para la hora del almuerzo. Era tan grande y tan fuerte que se escuchaba hasta el puerto de Manzanillo.
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“Alguien que me ayudó mucho como escritora fue Delfina Collado. Me hice muy amiga de Delfina porque, como ella era escritora y periodista, vino a una reunión de escritores en Liberia, y ahí nos conocimos. “Delfina me animó para que publicara todos los poemas y las historias que había escrito para los chiquillos de la escuela. Ella fue quien me dijo que todo esto tiene un gran valor. “Entonces fue cuando publiqué ´Columpios´, que es un libro de narraciones y poemas para niños. Yo trabajé muchos años con niños. Mi vida se debe al trabajo educativo. Formar niños y abrirles las puertas del conocimiento y el asombro ha sido mi mayor satisfacción. “Ahora tendría que incluir en un libro todos los poemitas que he escrito. Los poemas están sueltos. Eliette es la que me guarda eso. La poesía es mi hábitat natural. A mi amigo, el periodista José Manuel Peña, que tiene un periódico aquí en Guanacaste, le acabo de mandar un poemita que se llama la ´Lluvia´, ¿quiere que le diga un pedacito?” La lluvia viene llorando, ausencia de soles rotos, laciamente, quedamente, sus hebras se están cayendo en los ayes de esmeraldas de los pinos, y en los lotos y en los hongos que pretenden vanos gestos que no entiendo´ Lluvia que viene llorando, como niña a mi ventana, tu angustia de soles idos en las manos del invierno, tu tristeza va cayendo como dobles de campanas, con peso de cosas muertas en mi corazón de infierno… Es angustia lo que sientes del invierno en los celajes, que en los mares van rielando sus impúdicos metales, o es dolor que va muriendo, como mueren los paisajes… “Yo me la sé toda, toda, pero dejémosla hasta ahí. Lo mío no ha sido solamente escribir, sino también memorizar los poemas para decirlos en clase. Yo sé que le abrí un mundo lleno de magia y de color a muchísimos niños.
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“El año pasado estuve enferma, porque me caí y me fracturé una pierna. Entonces me llevaron y me operaron la pierna, pero a los cuatro meses me dieron de alta, y quedé de lo más bien, camino lo más bien y todo. Por eso, sigo apreciando la naturaleza, la lluvia, el viento, los sonidos del verano y del invierno, el color de la montaña… “Mi esposo murió exactamente hace doce años. Era dos años mayor que yo. Desde entonces, me dedico a la contemplación y a celebrar el universo bellísimo que me rodea. Tengo lo que necesito y soy feliz. Aquí en Las Juntas, he encontrado el espacio para encontrarme conmigo misma, con mi destino, con la poesía, con los niños y con la vida”. inédita
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Álvaro Fernández
Testimonio vivo de la Costa Rica que se fue
Elegante, sobrio, distinto. Álvaro Fernández Escalante nunca pasa inadvertido. Esté donde esté, las personas lo miran y se percatan de que tienen en frente a una de esas figuras que ha conservado cosas buenas de otros tiempos, como el señorío, el sentido de la palabra empeñada y el buen vestir. Álvaro Fernández Escalante, abogado y economista, periodista y diplomático, se destaca por sus comentarios lúcidos, críticos y punzantes y que han hecho que, al acercarse a sus siete décadas de vida, sea el adulto mayor con la más frecuente participación periodística en la televisión nacional. Entrevistarlo es devolvernos en el tiempo para que nos cuente secretos de alguien que vivió los conflictos nacionales de 1948 y 1955, y fue Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), embajador adjunto de Costa Rica ante la ONU y un experimentado diplomático y periodista. La tertulia del café que compartimos se convierte en un paseo por la vida de don Álvaro Fernández Escalante, a quien conocí cuando tenía 18 años y estaba haciendo las primeras prácticas en televisión. Coincidíamos en una oficina de la entonces recién fundada empresa Repretel, en el Centro Comercial Colonial, en Escazú. Me lo presentó el director de la sección de prensa de ese momento, e hice clic con ese señor esbelto, culto, gran conversador y tan bien parecido, que siempre anda como salido de una lavandería de personas que se inventó para él. Me contó que le gusta la poesía y que alguna vez tuvo un microprograma que consistía en leer un poema para el 246
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arranque y para el cierre de la transmisión de canal 6. En ese momento, yo ya había publicado tres o cuatro libros de poemas, y me encantó encontrarme con alguien que uniera esos dos mundos, el del periodismo y el de la poesía. Entonces, pregunté por la videoteca, y me puse a buscar los casetes con la evidencia de aquello que me había contado don Álvaro. A los días me encontré con un don Álvaro treinta años más joven, con el bigote negro y con la voz en medio de un mar de imágenes. En los casetes enormes en los que se guarda aquel microprograma, me sorprendió cómo pasaba de un poema a otro, y siendo la misma voz, era como muchas voces a la vez. Un fondo oscuro, una silla, y un hombre joven, vestido de traje entero, con un libro en las manos. Eso era todo. Sin embargo, era un descubrimiento para mí, y el indicio de que existía una manera diferente de hacer televisión. De ahí para acá, él me prestó el papel y juntos hemos escrito una historia, la del programa “Alto Contraste”, el más antiguo de los programas de Repretel, donde este señor me ha puesto en el mapa y me ha dado las herramientas para aprender a entrevistar y, sobre todo, para saber que lo más importante para un periodista es saber escuchar. Después fui descubriendo sus otras facetas. He leído con atención todas las páginas que guarda con su “Columna sin importancia”, que originalmente apareció en “La Nación” de los años cincuenta. Firmaba como P.Z. y que tenía un humor exquisito, que lo sigue teniendo. Luego coincidimos en la página de opinión de “Al Día”, donde volvió a aparecer la “Columna sin importancia”, primero firmada por P.Z., pero luego firmada directamente por “Álvaro Fernández Escalante”. En el medio, he aprendido a admirar el humor de élite, el humor inteligentísimo, y que no brinda concesiones, de “La Piapia”, que editara don Álvaro junto a sus primos don Alberto Cañas Escalante y don Roberto Fernández Durán. Cuando estábamos iniciando, también presencié el traslado de “La Piapia” a la televisión, convertida en el medio electrónico en “La Pájara Pinta” Ahora, no sólo es mi maestro, sino que es como el abuelo que ya no tengo, por no decir que un segundo padre, que es, en realidad, lo que significa para mí. Consejero, amigo, gran crítico de mi trabajo, y alguien en quien confío a ciegas, sabiendo que, como decía José Martí de los amigos, me ataca de frente y me defiende por la espalda. Camilo Rodríguez Chaverri
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La entrevista que sigue es muy pequeña y muy vaga, y se queda corta para el gran personaje de mi vida que es Don Álvaro Fernández, pero las razones de espacio me impiden escribir todo lo que quisiera sobre él. Sólo he de decir que es el modelo de padre, de abuelo, de esposo y de jefe que me llega de otros tiempos. Es el modelo de quien enseña con una sonrisa, con un abrazo, con un jalón de orejas que nunca deja un rojo intenso. Es el modelo de señor y de maestro que yo necesitaba, y que tanto le urge a la gente joven. Dios quisiera que todos pudiéramos tener una guía como la que me ha dado él. Antes de la entrevista, sólo urge decir que don Álvaro tiene dos hijos, uno de ellos es sordo, casado con una sorda, pero con dos hijos que escuchan. Han sido don Álvaro y su esposa, doña Alma, los segundos papás de estos dos niños, y he aprendido con él también, por su convivencia y el sacrific io y esfuerzo desplegados en la crianza de los nietos, que la “abuelitura”, como le llama don Álvaro, trae un segundo aire y es mágica para el espíritu.
Otros niños, otros tiempos -Cuéntenos de su infancia en aquellos años treinta. -Nací en La Soledad y crecí en un lugar muy humilde, que es Barrio Luján. Y también en Limón. Barrio Luján era una comunidad muy pobre y mi padre era líder ahí. Era una persona muy preocupada por la gente humilde. Se quitaba el bocado para dárselo a los otros. Y lo admiro mucho porque aunque soy muy sensible, ando lejos de esa generosidad sin límites de mi padre. “Tuve una infancia muy vinculada a las actividades normales de un barrio pobre. Jugábamos futbol, boxeo, ´suela´, ´punto al tarro´. Hasta que a las siete de la noche nos llamaban a la casa, so pena de ser palmeados en las posaderas. “Crecí junto a la Panadería ´La Nueva América´, en la avenida 14, entre calle 15 y 17. Esa calle era de piedra. Eso lo pavimentaron muchísimos años después. “Hacíamos huecos en la calle para jugar chócolas. Tenía a Plaza Víquez muy cerca. Hacíamos papalotes. Había piratas de papelotes, que eran chiquillos que le ponían unas navajillas en las puntas para cortar los otros y que se fueran con el viento. “Además, se hacía bronca entre huelgas. Las huelgas eran lo que después se conoció como barras. Estaban la huelga 248
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de ´Lujaneña´, la huelga de ´La Cordillera´, la huelga de ´La Florita´, en fin. Adquirían el nombre de la pulpería de cada barrio o calle. Por supuesto que, a veces, cuando había un enfrentamiento de tipo internacional, avanzábamos varias huelgas en contra de otras. Nosotros contra los de Morazán, por ejemplo. “En Barrio Luján empezamos a jugar béisbol. Fue el primer lugar donde se jugó beisbol en Costa Rica. Ahí se dio el embrión de ese deporte. Porque el futbol se podía jugar en todo lado, pero el béisbol lo implementamos nosotros. Ahora que para hablar de las mejengas de aquellos tiempos, que si hablamos de mejengas estamos hablando de futbol, hay que decir que yo era el hijo del riquillo del barrio porque ponía la bola. Por eso me dejaban jugar (risas). Era el portero. Muchos decían que no jugaba tan mal, pero siempre estuve consciente de que era el dueño de la bola. Y hasta hacíamos toreo a la vuelta de la Pulpería El Radio”. -Esa infancia moldeó su carácter. -Sí, sí. Le pasan a uno cosas muy tristes. Mis mejores amigos estuvieron por ahí. Era muy amigo de unos carajillos Moya, que también tenían platilla, y carro y perro. El perro se llamaba Turpis y nunca me quiso. Me andaba correteando. Entonces mi papá me regaló uno que se llamaba Prince, que poco después murió. Su funeral fue toda una ceremonia. “En esos años creían que yo iba a ser millonario porque inventaba de todo para hacerme la platilla. Tenía una ruleta y siempre ganaba yo. Entonces, decían que iba a ser diputado o sinvergüenza”. -Háblenos de la escuela. -Estuve en la Escuela Buenaventura Corrales. Caminaba de Barrio Luján al Edificio Metálico. Iba en las mañanas y volvía. Regresaba a la escuela y volvía a casa por la tarde. Hacía cuatro vueltas. No como ahora que hay que llevar a los nietos en carro. Claro, eran poquitos carros en ese tiempo. “Eran los tiempos de los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. En la escuela había dos equipos. Uno se llamaba ´Alemania´ y el otro ´Inglaterra´. “Yo tenía una imprentilla de hule. Hacía un periódico en el barrio. Se llamaba ´El Lujaneño´. Un día, por pura travesura, puse unos anuncios que decían ´viva Hitler´ y me andaban buscando los policías. Papá estaba furioso. Pero era un mocoso y no pasaron de trapearme por la imprudencia”.
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Marca indeleble -Alguna anécdota de ese tiempo que lo marcara para siempre. -Un día estaba todo sucio, tirado en la tierra, cochinísimo, cuando vi llegar a mi papá. Me imaginé que me iban a pasar por las armas. Pero lo que hizo fue pedirme que tomara un poco de tierra en mi mano, que la viera con cuidado, y luego me dijo, con sabiduría y fervor, que viera bien esa tierra, que la apretara, que la sintiera en el pecho y en el alma, que era la tierra de la patria y había que quererla y cuidarla. ¿Cómo no lo van a marcar a uno cosas tan sublimes como esa? -Después vino el tiempo del colegio. -Fui al Liceo de Costa Rica, aunque mi hermano mayor había estado en el Seminario. El uniforme gris del colegio me lo hacía el sastre Padilla, que se lo hacía a todo el mundo. Luego, en el Liceo, le vendían a uno los botones metálicos. Como el uniforme era con kepis, corbata y, además, engomado, sonaba uno cuando caminaba, como un soldadito de madera. “Disfruté mucho del orfeón, el coro, porque la música, que es armonía y orden, era muy tomada en cuenta y ayudaba en la formación de manera singular. “Era bueno para el boxeo. El profesor Yayo Garnier me buscaba contrincante, hasta que una vez un negrillo me noqueó. Después resultó que era un campeón panameño. “Carlos Borel era mi profesor de Física y nunca le entendí nada. Cuando empezaba a comprenderle un poquito, incluía algo nuevo para que yo no entendiera. Yo decía que me tenía ´tirria´. Una vez puso tres números en la pizarra, por batear, multipliqué el primero por el segundo y lo dividí entre el tercero, y fui el único que pegué. Aún así me quedé, y tuve que ir por un tiempo a recibir clases a su casa, por la Y Griega. Al final, me pasó por empujón, por cariño”. -Tenían mucha rivalidad con el Seminario. -Sí, participábamos en basketball contra el Seminario. Desde entonces, el baloncesto es más popular que el futbol en los colegios, curiosamente. Recuerdo, como si hubiera sido ayer, las hurras: ´racatapleo, racatapleo, viva el Liceo, eo, eo´ y ´Racatabraca, racatabrica, viva el Liceo de Costa Rica´. Éramos más, y por eso, nos oíamos más. Don Yayo Garnier fue nuestro profesor de Gimnasia, y al final terminaba abrazado con el profesor del otro equipo. En tercer año salí del colegio y me metí a aprender prótesis dental. Entonces, para seguir con 250
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los estudios formales, me integré al Liceo Nocturno Domingo Sarmiento, que por un movimiento estudiantil en el que estuve metido, cambió el nombre a Liceo Carlos Gagini. -Me imagino que eso motivó grandes cambios en su manera de hacer amigos y socializar. -Fueron cambiando los amigos. Ya no veía a los del barrio, ni a los del Liceo. Empezaban las urgencias de la carne y quería uno tener su noviecilla. Andaba buscando mi ´peor es nada´ y la copaba en el recreo; la invitaba a una soda que se llamaba La Garza, a una leche de malteada y a un tostel, cuando alcanzaba. “Una vez me robaron la plata y me di cuenta hasta que me estaba tomando una leche agria con una noviecita, y entonces empezaba a jalar y a botar con la pajilla, jalaba y botaba, jalaba y botaba, porque no quería terminar. (risas) En esos tiempos agarrarle la mano a una noviecita era un gran logro. “Me metí en política. Soy de una familia muy liberal. Estuve muy vinculado (bueno como un carajillo que era) a la última campaña de don Ricardo Jiménez. El jefe de campaña era Manuel Mora, para que vea usted qué cosas. Y Carmen Lyra era una de nuestras grandes activistas. Por eso, cuando me hablan del olimpo liberal me da mucha risa”.
Los años 40 -Esa fue una década que marcó políticamente a todo el mundo…. -Claro. Por ejemplo, recuerdo muy bien el tiempo de las ´Brigadas de Choque´, en el gobierno de Teodoro Picado, después del robo de las elecciones de don León Cortés. “Yo estuve en los movimientos revolucionarios. En el año 48 era todavía muy muchachito pero por lo menos hacía bulla. Y en el 55 también. “Todo eso hizo que muy rápido yo fuera alguien fogueado; eso resultaba más gratificante e importante que decir que era doctor o licenciado”. -Usted se casó muy joven… -El papá de mi señora era Ministro Consejero de la Embajada de Colombia. Alma, mi esposa, llegó aquí con dos hermanas. A mí me gustó su hermana María, pero tenía novio; ´tenía arete´, como decíamos en esos tiempos. Y me metí a cortejar a Alma, para estar cerca de la otra, y más bien me enamoré, hasta el punto que ahora sin Alma estaría desalmado. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Trabajaba y estudiaba. Era Inspector en el Ministerio de Seguridad. Ahorraba con la idea de casarme y estudiaba Ciencias Económicas y Derecho. Pasé a ser Inspector de la Tesorería Nacional. Y eso era ya un logro porque de 280 colones pasé a recibir 900 colones por mes. “Yo trabajaba ahí cuando fui por mi señora a Colombia, porque se la habían llevado de vuelta. Ya había comprado los muebles, y había construido un apartamento detrás de la casa de mis padres. Me la traje en un barco en lo que iba a ser la Luna de Miel, y pasamos una semana en Limón porque yo estaba desesperado porque mi mujer conociera el tren que, como gran novedad, duraba nueve horas a San José. “En eso quedó embarazada y entonces tuve que empezar a ahorrar. En un tiro me dijo que ya venía el chiquito, la metí en la Clínica Bíblica, y resultó que era falsa alarma. Y se fueron los ahorros al carajo. Y ahora, ¿qué iba a hacer cuando fuera en serio? Ya había gastado la plata destinada para el parto. “Nació el niño. Yo fumaba afuera como una chimenea. Dos amigos se fueron a empujarse un trago conmigo a la cantina de la esquina. Uno de ellos, Harry Carranza, era el gerente de una venta de carros. Yo le dije que tenía unos clientes para los carros, pero era mentira, sólo era la desesperación de la cuenta de la clínica. Entonces me dio en pocos minutos un carro para que se lo vendiera a mis clientes, que ni siquiera existían. Yo apenas si sabía manejar. Y muy mal. Pero diay, ¿qué me quedaba? “Tuve que irme en el carro que me dio, un Mercury nuevecito, lindísimo, a ver a quien se lo vendía. Se lo llevé a Roberto Sasso, y le dije que ese carro era para su tata. Entre los dos enredamos a Sami (Samuel), su hermano, y no fue cuento que se fueron a traerme al tata, a don Rodolfo, y lo subieron. El traveseaba y de todo, y yo me dije ´ya no lo va a comprar´. Pero al final si me lo compró y le tuve que recibir a cambio su Pontiac. Entonces me acordé de un dentista que se llamaba Eduardo Carrillo, que tenía un carro morado horroroso. Le dije que viera qué lindo Pontiac, que don Rodolfo Sasso lo manejaba con guantes y que estaba casi nuevo (yo le había puesto perfume). Para no cansarlos con el cuento se lo vendí en 12 mil pesos y le recibí la lata de él en 2 mil, y ya llegando a la venta de carros, encantado de la vida, Tuta Cortés me vió y me dijo, ´¡te compro el tarantín!´. “Y así fue como conseguí la plata para comprar a mi hijo, sí, así como sonó, porque si no pagaba me lo dejaban decomisado. 252
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“Ah, bueno, me contrataron y por un tiempo me dediqué a vender carros”. (Risas).
Diplomático -Pero usted se ha destacado también como diplomático. -Poco después me gané un puesto en la Embajada de Colombia. Mi primo Roberto Fernández era el embajador, y me dijo que antes de irme tenía que visitar a Don Pepe, nuestro presidente. “Me fui para la Casa Presidencial, y Don Pepe me dijo que tenía que llevarle unos ´souvenirs´ al embajador. En el aeropuerto, el secretario de Don Pepe llegó con los ´souvenirs´. ¿Cuáles souvenirs? Desde que empecé a cargar la valija me percaté que ahí había gato encerrado. Estaba pesadísima la valija. Más tarde, Roberto, el embajador, me contó que eran unas armas para un levantamiento en Venezuela contra el director Pérez Jiménez. Es que Don Pepe era muy travieso”. -Usted vivió muy de cerca todo el rollo de las dictaduras latinoamericanas de esos años. -Así es. Una vez metimos a la embajada a un venezolano perseguido político y lo escondimos en el segundo piso. Con motivo de una recepción, le llevábamos whisky y después rezábamos para que no se ´jumara´ y empezara a cantar (risas). “Luego Don Pepe aconsejó que me nombraran Director del Departamento Económico de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), y ahí estuve un año. “Después fui embajador en Honduras, pero para las siguientes elecciones apoyé a Rossi y perdimos por minoría absoluta. Así que volví al bufete, con Rodrigo Madrigal Nieto a la cabeza. Me encargaba de la representación de Habana Pikes, que era una empresa gringa en Cuba, y que compraba granos básicos, pero en eso Fidel botó a Batista, y se terminó el negocio. “Yo había conocido en el Zamorano, en Honduras, al papá de los tomates de la United Fruit Company para la zona, y entonces me fui a trabajar con él como Director de Relaciones Públicas para Costa Rica, durante tres años. Pero ahí construí mi propia tumba, pues con los proyectos de las cooperativas y las mejoras, se arregló tanto el ambiente laboral, que llegaron a la conclusión de que el departamento de relaciones públicas ya no hacía falta”.
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Movimiento Costa Rica Libre -¿Fue para esos tiempos que usted tuvo una relación beligerante con izquierda? -En efecto, en ese tiempo conformamos el Movimiento Costa Rica Libre. Muchos llegaron a creer que iba a ser hasta candidato presidencial en contra de los comunistas, encabezados por Obregón Valverde, pero no. Me echaba unos grandes discursos, y era el enemigo número uno de los comunistas en el país, pero no pasé de ahí. -¿Por qué no? -Siempre ha sido más importante mi familia. Además, poco después me fui para Nueva York como Embajador adjunto ante Naciones Unidas. Y cuando perdió Oduber, me fui para El Salvador autoexiliado (porque me fui en auto). Y estuve en la ODECA 10 años, alguno de ellos como Secretario General. Después, tuve a cargo la Naviera Multinacional del Caribe (NAMUCAR), donde estuve otros 10 años, estableciendo nexos comerciales entre las islas del Caribe y los países continentales latinoamericanos. -¿Y de ahí para acá? -Bueno, sufrí con la quiebra de las financieras. Me metí al negocio de las bananeras. Compramos una finca bananera pero inmediatamente la alquilamos. Y conformé al Grupo Consolidado para recuperación de las pérdidas. Fue en ese tiempo donde me ofrecieron un negocio con unas acciones de canal 11. Y así fue como me metí como empresario de televisión, con Repretel, empresa de la que soy miembro de la junta directiva. Ahora, además de eso, soy directivo y accionista de una empresa estibadora.
Al lado de René Picado -Usted es un periodista de la vieja guardia. ¿Cómo se inició en este campo? -Me inicié al lado de René Picado, ayudándole en la creación del noticiero de canal 7. Fue antes de que llegara Julio Suñol y durante el tiempo de Suñol también. Julio fue el primer periodista que montó un noticiero en el 7, aunque el primero en dirigir Telenoticias como tal fue Mariano Sanz. “Luego, cuando trabajaba en la United me encomendaron la edición del periódico de la compañía, que se llamaba ´El Pacífico´, y que se imprimía en La Nación. Ahí empecé a tener contacto con periodistas, con quienes compartía aventuras 254
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y anécdotas. Un día el director Ricardo Castro Beeche, me preguntó porque no escribía esas historias mías en una columna que él mismo bautizó ´Columna sin importancia´, y cuando le pedí que no apareciera mi nombre, me dijo que la firmara como P.Z., pues si era sin importancia, no valía ni una peseta. Y la mantuve por cinco años en ese periódico. “La retomé hace siete años en ´Al Día´, hasta hace un tiempito. Junto a mis primos Roberto Fernández y Alberto Cañas edité por varias décadas la página humorística ´La Piapia´, pionera en el periodismo de ironía fina y crítica punzante. “Ya en televisión, tuve por más de un año el microprograma ´Desde mi ventana´, en el que rescataba desde las costumbres del San José de antaño hasta la poesía y el encanto que todavía nos acompañan en el mundo, así como externaba mis críticas y observaciones acerca de la vida del país, cosa que hacemos juntos en Alto Contraste, desde hace casi diez años”. -Quisiera que me hable de su familia. -Tengo dos hijos, Álvaro y Gustavo, y cinco nietos. El hombre una vez que se casa y tiene hijos, se debe a esa unidad. Alguien me dijo que el matrimonio era lo peor que había inventado la humanidad, pero mientras no se invente algo mejor, hay que seguir caminando juntos y contentos. Nuestros gobiernos olvidan la importancia de la familia. Por ejemplo, debería de existir un súper ministerio de la infancia, aunque toda la plata estatal sólo alcanzara para eso. -¿Es el humor su antídoto? -Tengo un hijo con necesidades especiales, con limitaciones funcionales. Gustavo es sordo. Antes de que él naciera escribía artículos y poemas muy serios pero luego encontré en el humor, un arma contra la adversidad. Se trata de llevar la cruz con gusto y sonriente. La gente se pregunta, ¿por qué me pasan estas cosas a mí, Dios mío?, pero nunca piensan que estas cosas le pasan a otros, y ni siquiera se acuerdan de Dios cuando se ganan la lotería. -¿Desde cuando viste de manera tan elegante? -Desde el colegio me acostumbraron a la corbata, y desde entonces he tenido que trabajar bien presentado. Además, me gusta. Chavespectáculos, 2002
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Mayi Antillón
La madrina de las empresas
Ha sido pionera en la participación femenina en organizaciones empresariales de América Central, pionera en el apoyo de la pequeña y mediana empresa, pionera en la institución de criterios de excelencia empresarial y pionera en la activación nacional a través de programas de apoyo a la creatividad, el entusiasmo y la iniciativa empresarial. Mayi Antillón es un motor del mundo de las cámaras empresariales. Actualmente es la Vicepresidenta Ejecutiva de la Cámara de Industrias, fue el motor logístico de la Unión de Cámaras Empresariales y fue gestora de la participación de las mujeres empresarias en asociaciones aliadas a la Federación de Entidades Privadas de Centroamérica y Panamá (FEDEPRICAP). Además se propuso que el país debía contar con una Ley de Pequeña y Mediana Empresa (PYME) y lo logró. Promueve los procesos de mejoramiento continuo y por ello se le considera la mamá del Instituto de Excelencia Empresarial, lanzado en el primer trimestre por la Cámara de Industrias. Le ha tocado abrir las puertas a la participación femenina en campos que estaban ocupados sólo por hombres. Es más, fue la primera estudiante que ocupó la VicePresidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica (FEUCR). Y cuando entró al mundo empresarial, en la medianía de sus 20 y pico de años, nadie se imaginó que dos décadas después se le reconocería como uno de sus motores que mueven al mundo empresarial. Siempre con ella, una sonrisa. Sale a relucir como madre, como hija, como esposa, y como una apasionada defensora del sector productivo. 256
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Vive en Los Laureles, Escazú, y quedamos de vernos para esta entrevista el 1 de mayo a las 9 de la mañana. Cuando propuse el día y la hora, ni chistó. Se nota que para el trabajo es militar. Nos espera en el portón de su casa. Se disculpa por los desordenes en su casa ya que han decidido hacer una remodelación importante. En la sala de su casa hay dos pinturas de la salvadoreña María Teresa Tikas. Una de las pinturas se llama ´Lágrimas´, y es de un niño que se tapa el rostro. Las vibras del dolor están vivas en esa obra. Nadie puede llegar a esa casa sin dejar de verla. En el otro extremo de la sala, hay una pintura haitiana que compró en República Dominicana y cerca de la puerta que da con el patio de atrás una pintura de unas tajadas de sandía que compró en el Bazar del Sábado, en San Angelín, México En la sala también sobresalen las fotos, entre ellas una de su mamá cuando se casó, y al fondo, encima de la puerta hay una ventana de pintada en Marruecos... “Cuando hicimos la casa hace diez años, Luis y yo la hicimos con muchísimo esfuerzo. Faltaron muchos detalles que hemos ido llenando con el tiempo”.
Misa todos los días “Antes de construir en Los Laureles alquilábamos un apartamento en Rohrmoser, por la Nunciatura. Era una ubicación estratégica porque cuando tuve a los niños, necesité mucha ayuda de mi mami. “ Mi mami es mi consejera. Ella es el pasajero número cinco de todos nuestros viajes familiares. No viajo sin ella. “ Entre otras cosas, ella nos formó con mucha cercanía a Dios y a la iglesia. Desde muy chiquita, ella nos acostumbró a ir a misa diaria. Cuando estaba en el Kinder, pasábamos a misa en las Animas antes de irme a dejar. Sino era posible ibamos a misa de cinco y cuarto donde Sor María Romero. Ya en la Escuela Perú, con jornada alterna, cuando nos tocaban clases por la tarde, asistíamos a misa de once en Don Bosco. Siempre las cuatro hermanitas Antillón juntas. “Esa formación cristiana te da una gran solidez, un gran apego a lo que es el recogimiento en la iglesia y la oración. “Cuando estábamos chiquitillas, en el mes de mayo participábamos en todas las procesiones con flores a María.
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“En esa época, mi mami que estaba en clases de costura, nos cosía vestidos iguales a las cuatro. Recuerdo perfectamente uno de ellos: azules con botoncitos rojos. “Cada una de mis hermanas escogió caminos diferentes. Carmen, la mayor, es sicóloga y ha sido exitosa en su campo de la publicidad. Florencia, su hija y mi ahijada también estudio psicología. Mi segunda hermana es Florencia. Ella descubrió su micromundo en la microbiología. Ella y su marido, José Antonio Gené, son microbiólogos y tienen su Laboratorio de asesoría a empresas que también con mucho esfuerzo se les reconoce. La tercera de mis hermanas es la Nono, quién no la conoce por sus cualidades de comunicadora?” “Yo estudié Ciencias Políticas, y mi esposo, Luis Pal, es abogado. Nos complementamos a la perfección.
Adolescencia activa y feliz “Siempre fuimos muy deportistas, con gran afinidad con la música. Mis hermanas tocaban guitarra y yo tocaba el órgano. Estuvimos en el equipo de basket de nuestros colegios, en primaria en el María Auxiliadora y en la secundaria en La Salle. Participamos en la estudiantina y luego armamos un conjunto que ganó un Festival de la Canción Intercolegial. Les agradezco a mis papás todos los esfuerzos que hicieron durante nuestra niñez y juventud por fomentarnos en primer lugar la espiritualidad, luego nuestro amor en familia, el fomento al deporte, a la música, a las obras sociales...Nos llegaron a poner hasta una discoteque en la casa, para que los amigos llegaran a la casa y tuviéramos necesidad de andar en fiestas en la calle”. “Ahora que tengo hijos adolescentes me doy cuenta qué importante que es el hecho de que la casa sea el centro de amigos”. Se pone de pie y regresa con un álbum enorme. -¿Que por qué tan coqueta? No ves, desde chiquitilla, se contesta ella misma, con una foto en la mano. Habría de tener unos tres o cuatro años, y aparece con la mano en la cintura, como si estuviera modelando. Sigue con las fotos -No ves. Desde chiquitillas nos ponían a bailar a la Nono y a mí… “Mi mamá es salvadoreña. Nosotras desarrollamos un gran amor por ese país. Amamos a Costa Rica, pero también amamos a El Salvador. Es más, todas nacimos allá. Mi papá 258
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estudió Medicina en El Salvador, y se casó cuando todavía se estaba especializando en ginecología”. “Aunque llegamos a Costa Rica cuando yo estaba muy pequeña, durante toda mi niñez pasábamos las vacaciones en El Salvador. Íbamos para Semana Santa, para las vacaciones de julio y para las de diciembre.
“También me siento salvadoreña” “Nos íbamos por tierra. Seguro por eso amo tanto Centroamérica. Nos levantábamos a las 5 de la mañana y a las 8 de la noche ya estábamos en San Miguel a hora y media de San Salvador”.. “Somos muy ticas y muy salvadoreñas. Lo que une a las hermanitas Antillón, ahora tan ocupadas, es que la mami nos convoque a una comida salvadoreña, ya sea pupusas; panes con chumpe, el chupe es el pavo, el chompipe; pollo con loroco, que es una enredadera que da unos tubitos verdes que le dan un sabor exquisito al queso”. “El Salvador pega mucho en nosotras. Llevamos sangre de ese pueblo trabajador, de gente que siempre está dipuesta a emprender...” Nos sorprende una ardilla en el patio de la casa y Doña Mayi se detiene para saludarla. Comenta que tienen muchas en los alrededores, y que ella se pone muy feliz cuando la visitan
Olor a tierra “Sigamos con nuestra historia. Una se baja del avión en El Salvador y hasta que le huele aquella tierra, aunque poco a poco se nos han ido los nuestros. Primero murió mi abuelita, después mataron a mi tío, en 1989 y hace siete años, mi madrina, la única hermana de mi mamá murió de un cáncer muy ingrato. “Tengo mucho de mi tío Chachi., que fue un gran político, un gran concertador. “Trabajé para una federación regional privada como directora de Desarrollo Institucional. Ese trabajo en FEDEPRICAP me permitió estar cerca de mi otro país, y en general de los procesos de organización empresarial del istmo. Hay una nueva interrupción. Ahora se trata del canario, que se llama Piolín. Camilo Rodríguez Chaverri
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-Piolín, ¡qué lindo!, ¡qué canción más linda! Vas a salir en la entrevista. “También es una herencia familiar: Mis abuelitas tuvieron sus canarios, mi mamá siempre ha tenido sus canaritos y por supuesto que yo, tenía que tener uno... Me da una gran paz escuchar a Piolín cantando...”.
La politóloga “Entré a Generales, y ahí todavía no tenía claridad de lo que quería estudiar. Cuando iba a salir de La Salle, me dieron una oportunidad. En el colegio tenían un programa en el que a los estudiantes más activos y académicamente más empunchadillos les permitían hacer una práctica. Así que me fui a trabajar tres meses con unos arquitectos, porque quería ser Arquitecta. Me di cuenta que no necesariamente era lo mío...” En eso, entra a la sala Anuska, su hija de 16 años. “´Anuska´ es el nombre de mi suegra, y en húngaro significa Ana”, explica Antillón. “ Mi hermana Florencia, que era mi confidente en asuntos académicos me sugirió que mientras llevara Generales llevara algunas materias de Lenguas Modernas, que me iba a ser de gran utilidad para cualquier carrera Llevé portugués e inglés. “Finalmente me decidí por las Ciencias Políticas, que era una carrera, me incorporé a grupos de dirigencia estudiantil, y prácticamente vivía en la universidad, muy feliz. “Fui la primera mujer que entré a la FEUCR. Fui vicepresidente de la federación, cuando fue electo como presidente Ricardo Castro, mi gran compañero y amigo desde tiempos de la juventud liberacionista. . “Mi carrera de Ciencias Políticas y la experiencia política universitaria me marcaron mucho. Estando en la FEUCR tuvimos la experiencia Ricardo y yo de asistir a un Congreso de Estudiantes en Irak. Estaban en guerra con Irán y prácticamente todos los estudiantes estaban dentro del ejército y en el Congreso el gran tema era la guerra y su amor hacia Sadam Husseim. Esto paso hace más de 20 años...” “El otro viaje que me marcó mucho fue el que realicé con don Luis Alberto Monge a Israel. Él fue nuestro primer embajador en ese país, y es bellísimo llegar a un pueblo donde quieren tanto a tu presidente. Lo sentí mucho más porque iba en misión oficial, de asistente del presidente. Fue lindísimo. Me impresioné mucho cuando fuimos al 260
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holocausto. En el muro de los lamentos sentí muchas ganas de orar por el mundo. Hubo un acto muy emotivo que fue cuando le dedicaron a nuestro presidente el bosque ´Luis Alberto Monge´, en el cual se encuentra también el árbol ´Mayi Antillón´. Eso me ha quedado en la memoria para siempre. “Estando ahí, tuve la oportunidad de ir al Santo Sepulcro. Es una experiencia impresionante para un católico. “Sentí una energía muy especial. Es un sentimiento que he vivido tres veces: en el Santo Sepulcro; cuando he estado cerca del Santo Padre, el Papa aquí en Costa Rica y en Roma, y cuando vi la película ´La Pasión de Cristo´, que cambió también mi imagen de Nuestro Señor.
La escuela política “Estando en la U estuvimos trabajando mucho en la campaña de don Luis Alberto. Él era muy querido en el ámbito estudiantil. Saliendo yo de la vicepresidencia de la FEUCR, entré como asistente del viceministro de la Presidencia, don Manuel Carballo. “Cuando faltaba año y medio me nombraron como Oficial Mayor de la Casa Presidencial. Tenía 23 años. Era una gran responsabilidad tener las llaves de la Presidencia y organizarle las reuniones al presidente y al Ministro y Viceministro de la Presidencia “Cuando cumplí 24 años, me casé. Luis también tenía 24. . Jalamos cuatro años, y le tocó muy duro porque fue novio de una dirigente estudiantil. Yo tenía muchas giras, y él se convirtió en mi asesor en potencia. “Don Luis Alberto es el padrino de mi boda, al igual que don Pepe. A don Luis le sigo guardando un gran cariño casi como un padre. En mis tiempos de juventud también tuve muy cerca a Daniel Oduber, quien era gran amigo de mi tío Chachi. Fueron cancilleres en los mismos años. “ “Don Pepe me decía ´mi piloncita´. Luis y yo íbamos mucho a visitarlo en Ochomogo. Allá comíamos con él con un grupo de amigos que tuvimos la suerte de gozar de su amistad y consejo. Mi gran amiga Sandra Pizsk compartirá conmigo que hemos sido muy afortunados por el gran cariño que tuvimos de don Pepe.” “José María nunca supo de mi relación con su papá. Siendo presidente, cuando le conté, me dijo “para don Pepe vos serás la ´piloncita´, pero para mí ´la peleoncita” Se refería a Camilo Rodríguez Chaverri
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que durante la administración de él nos tocó pelear muchas cosas”. Al lado de los Arias y su incursión al mundo empresarial “Al finalizar la Administración Monge, don Rodrigo Arias me solicita que le apoye como su asistente por mi experiencia durante tres años en Casa Presidencial. Estuve con él don Rodrigo el primer año. Y en 1987 entré al mundo de las organizaciones empresariales, del que no he salido. Entré a través de una excelente oportunidad que me dio don Federico Vargas Peralta, quien era el Ministro de la Deuda Externa. Fue nombrado director gerente de CINDE y me propuso que me fuera como su asistente “Me tocaba ver los proyectos de apoyo de CINDE para el fomento de la competitividad del sector productivo. Trabajé mucho con el tema de fortalecimiento empresarial, específic amente con proyectos que se desarrollaron en la Cámara de Comercio y la Cámara de Industrias.” “Con el tiempo empecé a representar a CINDE en FEDEPRICAP. Las instituciones costarricenses que pertenecían a la federación eran CINDE y la Unión de Cámaras. “Estuve en CINDE del 87 al 90, tres o cuatro años. Don Federico se fue de candidato a diputado. Carlos Manuel Echeverría, quien había sido mi profesor en Ciencias Políticas y quien dirigía la Federación y desarrollamos proyectos conjuntos desde mi representación en esa federación por CINDE, me propone el cargo de directora de desarrollo institucional, a lo que acepté como un gran reto. Defin itivamente soy mujer de retos...” “Carlos Manuel me enseñó muchísimo. Es una máquina de trabajo. No tiene horarios. Lucha por lo que cree...”. “La verdad es que Carlos Manuel me dio mucho espacio para crecer en muchas áreas. En formación empresarial recibí un curso de INCAE dedicado a organizaciones empresariales. “Ellos te traían toda la experiencia y mejores prácticas de organizaciones empresariales europeas y latinoamericanas. Ahí aprendí la filosofía de la vertebración social, de la Confederación Patronal Mexicana (COPARMEX), por ejemplo. “FEDEPRICAP me dio la oportunidad de formar grupos de líderes empresariales femeninas en toda la región. Ahora me encuentro a algunas de ellas, con altos cargos en sus países. “Para los años de trabajo en FEDEPRICAP yo cogía el avión como quien coge el bus para desplazarme a todos los países de la región y dedicarles todo el tiempo. 262
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Llegaron los hijos en medio del trabajo “Mientras trabajaba y trabajaba, también hacía familia. Estando en CINDE tuve a Anuska, y a José Luis estando en FEDEPRICAP. En ese momento andaba viajando por todas partes y las empresarias se identificaban mucho con mi pancita. “Nunca agarré mis incapacidades. Recién mejorada seguí trabajando. Recuerdo que había un seminario importantísimo, y me trasladé una semana al hotel sede del Encuentro con empresarios alemanes con todo y marido, hijos, la nana de José Luis, y hasta la cuna. De esa manera pude atender el seminario. “Como podés notar, todo el apoyo, toda la comprensión y toda la realización de mi vida como profesional ha sido posible gracias al gran apoyo de mi compañero de vida: Luis Pal. “Anuska desde chiquita entregó certific ados de participación en todos los seminarios en Centroamérica a los que me tocó llevarla conmigo”.
Unión de Cámaras “Estando en FEDEPRICAP, don Marco Vinicio Ruiz, quien era el presidente de la Unión de Cámaras, me ofrece el proyecto de trabajar juntos dentro de esta organización cúpula del sector empresarial, quien tenía interés de internacionalizar al sector productivo nacional. “Marco Vinicio ha sido un gran centroamericanista. Él ha entendido que el mercado de América Central es al primero al que tiene acceso el exportador costarricense antes de dar el gran salto hacia Estados Unidos y Europa. “Él había valorado mi trabajo estando en FEDEPRICAP, donde me nombraron presidenta de la Asociación Latinoamericana de Organizaciones Empresariales. “Como había extendido fronteras en organizaciones similares, desde ese tiempo he sido muy estudiosa de cómo se comportan las organizaciones similares a la de uno. Cuando entré a la Unión de Cámaras tarde de poner en práctica todos mis conocimientos y redes de apoyo”. “De esta forma, asumo el reto de ser la directora ejecutiva de la Unión de Cámaras, y me permito aprender mucho del proceso de internacionalización y comercio exterior en el
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cual el país decidí integrarse decididamente. Ahí estuve otros cuatro años. “De nuevo, me tocó ser la primera mujer en asumir el cargo de Directora Ejecutiva de la cúpula empresarial. Eso es algo que ha sido recurrente en mi vida. “. “He sido más de la producción que de un partido político. Claro, no puedo perder mi veta socialdemócrata, pero lo primero es la defensa de una agenda nacional que le permita al sector productivo generarle bienestar al país. “Desde la Unión de Cámaras me tocó vivir el proceso de Concertación Nacional. Participé en la mesa social, con todo lo que tenía que ver con FODESAF. Trabajamos con mucha transparencia, con mucha mística. Desarrollamos una gran confianza con los diversos grupos allí representados. “El problema fue que nunca se logró la concreción de los acuerdos “.
Motor de las industrias “Queda como presidente de la Cámara de Industrias don José León Desantri y don Gabriel González, como su vicepresidente. Ellos deciden que se necesitaba reorganizar la cámara y ponerla a jugar en las grandes ligas. Se venía el proceso del TLC, en lo que yo me había especializado, y pensaron que mi experiencia les podía servir. Lo que querían era fortalezar la institucionalidad de la cámara. “Me vine a trabajar con ellos. Fue un gran reto. Tenía más de una década de estar en el ámbito empresarial, pero trabajando sólo con la dirigencia, como lo fueron la experiencia de CINDE, de FEDEPRICAP y de la Unión de Cámaras. “Cuando entré, yo misma me preguntaba qué hace una politóloga en un sector tan ligado con lo económico, con la producción, como lo es el sector de los industriales. Pero había llegado para seguir diseñando política empresarial que era el campo que había desempeñado con éxito en mis anteriores trabajos en CINDE, FEDEPRICAP y últimamente en la Unión de Cámaras. Ahora era el tiempo para el diseño de la política industrial”. “En todo lado me ha tocado abrirle espacio a las mujeres. Nunca me han recibido mal. Mi carta de presentación es mi trabajo incansable y comprometido por el sector... “En la producción industrial vos ves a la gente crear, innovar, arriesgar. Es complicado pero apasionante. 264
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“El industrial nace pequeño, y conforme va crecienco va jalando a otros, va haciendo cadenas, va enamorando a otros de la aventura que es la producción. Es una cadena de bendiciones. “Desde que estuve en FEDEPRICAP, me marcó el modelo de los mexicanos de vertebración social. Una empresa no puede ser exitosa si su entorno no crece con ellos. Su entorno social tiene que ver con su misma empresa, con su comunidad, con su país”.
Defensa de la pequeña empresa “Entramos a definir la política industrial en tiempos de apertura. Recorrí instituciones similares a la nuestra para conocer qué estaban haciendo, y descubrí que la política industrial de los países desarrollados estaba dirigida a los sectores más representativos y que requieren más apoyo en procesos de apertura, las pequeñas y medianas industrias. “En la Administración Rodríguez costó mucho convencer que se necesitaba legislar para institucionalizar el fortalecimiento de los productores pequeños y medianos. Las PYMES son mucho más que pequeños emprendimientos del quehacer social y de subsistencia. Son unidades económicas que tratan de permanecer en el mercado independiente con condiciones adversas, pero que siempre tratan, siempre luchan. “Ese es el grueso de la pequeña y mediana industria en Costa Rica. 94 de cada 100 empresas costarricenses son pymes. El Estado debe tener un papel muy importante de acompañamiento. Al principio de la administración anterior, se creyó que al hablar de este tema estábamos tratando de volver a las políticas proteccionistas. Ante eso trajimos experiencia internacional. La experiencia que causó más impacto es la del gobierno de los Estados Unidos, donde desde hace cincuenta años se implementan estos benefic ios. Es más, asistí al 50 Aniversario de la creación de la Ley de Pequeña y Mediana Empresa en Estados Unidos en octubre del año pasado. Es un acta, que crea el Small Business Administration. “Se trata de una oficina federal, cuya influencia es transversal, pues está presente en todas las políticas estatales del país y promueve proyectos y programas para el fortalecimiento de este sector. El convencimiento de esta
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política la tiene la generación de empleo e impuestos tan determinante que tiene este sector. “También en España existe apoyo institucionalizado para la pequeña y mediana empresa, en América Latina también. He conocido de cerca la experiencia en la Unión Europea. He tenido la oportunidad de participar en actividades y seminarios patrocinados por el BID haciendo un recuento de toda la experiencia europea en esta materia “Una vez analizadas estas experiencias, trajimos a los expertos al país, el Poder Legislativo tuvo más sensibilidad que el Poder Ejecutivo en este tema. “El diputado Guido Alberto Monge entendió muy bien de lo que se trataba. Su formación profesional le permitió liderar el proceso, ya que él había estado trabajando como consultor en los temas de pequeña y mediana empresa en América Latina. También fueron muy importantes los diputados José Manuel Núñez y Carlos Vargas Pagán, quien, siendo presidente del Congreso, abre la puerta para hacer seminarios y mesas redondas en la Asamblea Legislativa. Esto nos permitió hacer un diagnóstico de lo que necesitaba la pequeña y mediana empresa. “También llevamos a delegación de diputados y banqueros a Argentina para que conocieran el modelo de ese país. Estuvieron muy apuntados Guido Alberto Monge; William Hayden, el gerente del Banco Nacional, y Marco Vinicio Ruiz. Luego trajimos expertos. “Finalmente se conformó una comisión mixta especial, que presidió Guido Alberto. El secretario fue José Manuel. Otros miembros fueron Álvaro Trejos, el doctor Salas, de Turrialba y el presidente del congreso, que en ese momento era Carlos Vargas. “En ese proceso participaron en este foro mixto legislativo a parte de la Cámara de Industrias, por el sector pyme, el MEIC; PROCOMER, CONARE. De esa comisión salió un informe que recomendó la legislación pyme para el país”.
Pionera “Hay que tener paciencia, perseverancia y tolerancia. Las cosas no salen al ritmo que uno quiere, pero Hay que ser positivo y pensar que todo se va a ir superando y que se tendrá la capacidad de convencer. Por ejemplo, estoy satisfecha con la Ley PYME. La Cámara de Industrias pudo hablar de este tema y ha podido seguir hablando porque está haciendo 266
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bien su trabajo. Trajimos estudios, planteamos el tema con seriedad y objetividad. Tuvimos la capacidad de trabajar con los señores diputados y se logró el primer objetivo. Ahora nos toca implementarla. “Otro gran proyecto que trabajamos con mucha mística fue en la construcción de esta moderna sede en la que estamos. Trabajamos desde ubicar el mejor terreno, la construcción y la inauguración en mayo 2000 de la Casa de los Industriales. Fue una gran tarea satisfacer a 800 industriales. Cuando uno construye la casa, debe ponerse de acuerdo con su pareja, y es complicado. Ahora imagináte cuando estamos hablando de un proyecto donde están involucrados 800 asociados. “La casa de los industriales alberga hoy al Instituto de Excelencia Empresarial donde se brinda capacitación, asesoria y asistencia técnica a nuestros empresarios. Es un lugar donde se acompañan a los empresarios en sus procesos de mejoramiento continuo, con visión, con dimensión de futuro”. “Tengo una gran energía, capacidad de trabajo. Soy demasiado determinante en las cosas que hago. “Una mujer fuerte no tiene que ser como un hombre. Cuando la mujer asume posiciones de hombre no se ve bien, porque es mujer. En puestos de mando hay que aprender a escuchar, asimilar y tomar decisiones. “El gran reto es que la gente crezca, aprenda y mejore en una labor de equipo. Soy una mujer de equipo. No tendría la fortaleza que parezco tener si no fuera por el equipo, en el que no sólo están mi presidente, mis directores, mi personal técnico, sino también mi familia”. “Siempre comparto responsabilidades con mi gente, reconozco mis limitaciones y mis fortalezas. No soy ingeniera, ni química, ni economista. Tengo cualidades para ser estratega, y por eso armamos el equipo con cada una de las personas que más conocen .
Actuar: El despertador para Costa RIca “Ahora estamos llevando adelante un importante proyecto de activación que se llama Actuar. “La importancia de Actuar es que a partir de este programa buscamos fortalecer toda la riqueza humana de las empresas, los esfuerzos que las personas hacemos para superarnos, la valentía de las personas que se atreven a cumplir con sus Camilo Rodríguez Chaverri
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sueños, la importancia de la planificación estratégica para salir adelante, y el peso de la labor en equipo. Queremos expresar qué hay detrás de la empresa, la trascendencia de contar con visión y con panorama de largo plazo. El reto de trabajar por el país”. “Con el Programa Actuar el camino ha sido difícil pero altamente estimulante y refrescante. Cuando una hace las cosas y ve a los trabajadores tan motivados, a los gerentes, a los empresarios, no puede sentirse más que comprometido a seguir adelante con proyecto tan ambicioso. “Todos han sido bien difíciles, la Ley PYME, la construcción del edificio, el Programa Actuar… No soy una mujer de retos fáciles. “Creo que estudiar Ciencias Políticas fue una bendición para mí porque me dio una visión integral. No tengo películas fragmentadas. Veo una película de larga duración. Trabajo desde un esquema sistémico. “Mi gran preocupación es de que todas las cosas que hagamos desde el sector productivo deben traducirse en grandes cambios sociales. Los grandes cambios deben ir ligados con la producción. No puedo ver mejoras en lo social si no tenemos fortalezas en la producción”.
Construyó 150 casas “La mejor manera de demostrar es haciendo. Por eso, para mí es muy edificante lo que hemos hecho con ´Cedes Don Bosco´. Se trata de un gran ejemplo de responsabilidad social empresarial. La Cámara de Industrias asumió su responsabilidad. “Don Richard Beck fue presidente de la Cámara de Industrias y de CINDE. Es alguien a quien le he tenido gran admiración. Fue él quien nos habló de ´Cedes Don Bosco´. “Desde niña supe de la obra social de los salesianos, de don Bosco y de Sor María Romero, por lo que convencerme no era tarea difícil. “Hacemos una cena anual de gala, junto a un ´show´ lindísimo. Se hace rendición de cuentas de lo que es ´Cedes Don Bosco, y cómo le ayuda a muchos niños y adolescentes de una zona urbano marginal, y es ahí donde muchos empresarios se enamoran del proyecto y deciden colaborar. “Siempre me ha interesado trabajar en el ámbito social. Siento obligación de poner mi energía también a este tipo de obras. 268
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“Yo soy salvadoreña y no pude disimular mi preocupación de estado como quedó El Salvador después del terromoto del 2001. Estructuré todo un proyecto, un reto, un compromiso con un país, mi país, que se encontraba herido. Hablé entonces con mis directores. “Constituímos una comisión con las empresas industriales del área de la construcción: Holcim; Pujol, AMANCO, Incesa Estándar, entre otras. Coordinamos con el embajador de ese país y empezamos a redondear el proyecto. “El proyecto lo denominamos un TECHO para EL SALVADOR. Las empresas se pusieron de acuerdo y se estableció un precio de $1,900 por unidad prefabricada. Pensamos en unas diez casas, tal vez veinte o veinticinco.
Un techo para El Salvador “Buscamos patrocinadores que nos donaran recursos para el envío de casas a El Salvador. Me invitaron a los programas de radio, la gente me empezó a oír, y algunas empresas empezaron a hacer sus donativos. También particulares se motivaron, lo mismo que en las escuelas se organizaron para que cada niño donara un dólar y la Dirección ponía la diferencia. El número de casas empezó a crecer y a superar nuestras metas. Paralelamente empezamos a conseguir empresas que nos apoyarán a transportar las casas prefabricadas que ocupaban mucho espacio y peso. La empresa Unilever regaló el transporte. Y por un momento me volví ministra de vivienda y de transportes. “Al final llevamos 150 casas. Reconstruímos el Barrio San Antonio, en Armenia, que fue el lugar más devastado por el terremoto. Una señora se me acercó y me dijo –“Gracias, Ahora estábamos mejor que antes del terremoto. ´…He ido dos veces después de esto y me siento satisfecha de nuestro trabajo. En esa localidad se recuerda con especial cariño a Costa Rica. Yo sé que Dios me dio las energías para hacer esa gran obra. Yo fui solo un instrumento”. Está sentada en un sillón de su sala. Hablar de su vida la ha devuelto en el tiempo. Hay en ella un aire adolescente que siempre la hace lucir fresca. Hablar de sus proyectos la ha embellecido. Siendo lo fuerte que es, ahora parece más dulce y, sin duda, feliz. La mujer fuerte, la dama de hierro, la madrina del sector empresarial ha dado mucho de qué hablar por sus proyectos
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y demuestra con su vida todo lo que puede conseguir una mujer cuando se ata a sus sueños y sopesa lo que vale… Inédita
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Manuel Aguilar Bonilla
El padre del IMAS
Vicepresidente de Don Pepe en su tercer gobierno y su médico de cabecera, el doctor Manuel Aguilar Bonilla es testimonio de esos años en los que los médicos surgían como personajes de la política gracias a su prestigio y al valor de su trabajo profesional. Después del doctor Calderón Guardia y del doctor Ricardo Moreno Cañas, cuya cercanía con el alma popular se siente todavía, varios médicos fueron influyentes y sus palabras siempre fueron muy bien recibidas. Dos de ellos fueron el doctor Sáenz Herrera, fundador del Hospital Nacional de Niños, y el doctor Manuel Aguilar Bonilla. Vive en una finca muy bonita en La Garita de Alajuela, justo al lado del Zoo Ave. Llegamos a entrevistarlo un domingo por la tarde. Ya estaba anocheciendo. Queríamos entrevistarlo a él y a su hija Marcela, famosa coreógrafa que vive en México y ha sido pionera en muchos campos, y la gestora de la idea del Festival de Coreógrafos, que se realiza todos los años en el Teatro Nacional, durante el mes de diciembre. Tuvieron que recibirnos en el aparcamiento porque hay una colección de perros. Aunque dicen que no hacen nada, la verdad, solo no me bajo. Creíamos que primero debíamos entrevistarlo a él, por su edad o por respeto a sus años. Como usted quiera decirlo. No aceptó. Quiso que entrevistáramos primero a Marcela, y permaneció durante las tres horas que tardó la conversación con la coreógrafa. A cada rato intervenía para agregar un comentario, siempre atinado, a lo que decía su única hija, quien ya lleva casi treinta años viviendo fuera del país. Después, ya avanzada la noche, iniciamos su entrevista. La verdad, creia que íbamos a empezar, pero que en algún momento nos iba a pedir que dejáramos para otro día una segunda parte. Camilo Rodríguez Chaverri
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Qué va. Don Manuel habló y habló sin pausa y sin cansarse, hasta pasada la medianoche. Salimos de su casa casi a las dos de la mañana, y si fuera por él, de repente hubiéramos amanecido conversando. Fue tanta la alegría que decidimos detener el tiraje de una colección de entrevistas en tres volúmenes hasta que estuviera lista esta entrevista. Manuel de Jesús Pascual de Vailón Aguilar Bonilla nació el 17 de mayo de1920. No más cuando inicia la entrevista, Marcela, su hija, quien también se quedará con nosotros hasta la madrugada, nos ofrece galletas y bocadillos. Le pregunta si desea comer algo, y él le pide una fantacolita. Su casa es bellísima y muy diferente. Prácticamente no tiene paredes tal y como las conocemos. Muchas de las paredes son de vidrio, y muchas otras parecen de piedra. Hay arte por todas partes, y se nota la mano de una sensibilidad especial. Ha de ser la de su esposa, quien discretamente dejó al doctor y a su hija ser los protagonistas de la noche. En un muro que da al patio, están grabadas las letras que forman la palabra ´Izcalli´, que significa ´esta es tu casa´ en idioma nahuatl. Entonces, estamos en Izcalli. A lo largo de las horas, un perro pasa a su lado, sin inmutarse siquiera. Él inicia por ahí. “Ahora tenemos sólo siete perros, pero llegamos a tener nueve”. Y señalando al más chineado, continúa. “Se nos murió la mamá de este. Era una Foxterrier lindísima. Un día se pasó al zoológico, la agarró otro perro y la mató. “Toda la vida hemos tenido Foxterrier. desde que yo tenía siete años, y todos los machos se han llamado Ney. El nombre es por el mariscal Ney, el más fiel general de Napoleón, el que metió la pata en Waterloo. Todos se han llamado Ney, con su respectivo número. Este que me acompaña es Ney XIV. Todos son inteligentísimos. Yo soy un amante de los perros”, dice el doctor Aguilar Bonilla, mientras le pasa la mano para allá y para acá al Ney del momento.
Nieto del benemérito “Nací en San José, cerca del Calderón Guardia, por la Embajada de México. Nací en casa de mis abuelos, porque mi papá murió a los 32 años, dos meses y tres días antes de que yo naciera. Murió por culpa de la influenza española que asoló el mundo. Se llamaba Manuel Aguilar Morúa. Yo soy lo que se conoce como hijo póstumo. La familia de él 272
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era de Cartago. Era primo hermano de Julio Peña Morúa. Su papá, Francisco Aguilar Barquero, fue Presidente de Costa Rica después de la dictadura de los Tinoco. Mi abuelo murió cuando yo tenía cuatro años. Fue nombrado Benemérito de la Patria en vida. Creo que sólo mi abuelo y Don Pepe han recibido ese honor en vida. “Recuerdo que cuando estaban discutiendo el benemeritazgo de Don Pepe, salió en la prensa que el único nombrado en vida hasta ese momento era, precisamente, mi abuelo. Yo tengo una foto de cuando le entregaron el benemeritazgo. Ese día estuvo con él toda la gente del gabinete que había tenido, entre ellos, Pedro Pérez Zeledón, Ministro de Obras Públicas y Transportes; Joaquín García Monge, Ministro de Educación; Carlos María Jiménez, Ministro de Gobernación; Andrés Venegas, de Relaciones Exteriores, y Carlos Brenes Ortiz, Ministro de Hacienda. “Quien le entregó el Benemeritazgo fue Arturo Volio Jiménez, hermano del General Jorge Volio, y hermano de Alfredo Volio, el jefe de la revolución contra Tinoco. Don Alfredo murió de fiebre amarilla en Nicaragua, y entonces Julio Acosta tomó el mando. “Mi abuelo fue dictador. Durante su gobierno no hubo congreso. Era el tercer designado del gobierno de González Flores, pero cuando inició de presidente ya había terminado el período que le tocaba constitucionalmente a González Flores. Cuando terminaba ese período constitucional todavía estaba el gobierno de Tinoco. “Mi papá, Manuel Aguilar Morúa, fue abogado, igual que mi abuelo. En mi familia sólo abogados ha habido por los dos lados, jueces, magistrados, de todo. No había habido un médico en toda la historia, hasta mi caso. “Por otra parte, mi mamá se llamó María Teresa Bonilla Carrillo, era de San José, y fue la ama de mi casa. Mi bisabuelo materno, Manuel Antonio Bonilla Nava, fue Ministro de don Braulio Carrillo, quien botó a don Manuel Aguilar. No se ha podido confirmar si existía algún parentesco entre nosotros y ese don Manuel Aguilar. Tengo un dato no confirmado, porque mi abuelo era hijo natural. Pero con Carrillo sí era claro el parentesco. “Mi abuelo era hijo natural de una indita de Paraíso de Cartago, que se llamó Sacramento Barquero. Él se crió descalzo. Escriba ´se crió´. Cuidado escribe ahí ´nació´, como aquel cuento de una campaña de don Cleto González
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Víquez, en la que don Andrés Venegas dijo ´don Cleto nació descalzo…´”.
Siempre entre los primeros “Crecí en San José. Me crié en casa de mis abuelos maternos. Por razones de índole económica mi madre se vio obligada a alquilar la casa, única herencia de mi padre. La alquiló en 200 colones por mes. La situación también hizo que tuviéramos que convivir con mis abuelos y tres tías solteronas. Nunca he podido comprender cómo pudo mantenernos mi mamá con ese reducido ingreso. “Los primeros tres años de primaria los hice con ´la maestra en la casa´. Era la niña Cristina Torres. Tuvo que ser así porque padecía de los oídos y en una ocasión estuvieron a punto de operarme de mastoiditis. En esa época era una operación peligrosísima, porque fue antes de que hubiera acceso a las sulfas y a los antibióticos. Tenía una altísima mortalidad, y el que se salvaba, milagrosamente, quedaba con la cara torcida por parálisis facial. Para evitar el riesgo de que me resfriara y me complicara con esa temible gravedad, mi madre hacía el esfuerzo de pagar por mi enseñanza a domicilio. “Cuando iba a entrar a cuarto grado esa situación se tornó insostenible, pues una hora diaria de clase era totalmente insuficiente para cubrir la materia de ese nivel. Afortunadamente la niña Clemencia, hermana de mi maestra, me aceptó en su grupo, ya que ese año le correspondía impartir dicho curso a un grupo que venía con ella desde primer grado. “Entonces, fui a la Escuela Buenaventura Corrales, en el Edificio Metálico. Fueron compañeros míos Virgilio Calvo; Carlos Collado, quien murió en la guerra, era médico y fue fusilado por los alemanes y Raúl Gurdián. También soy contemporáneo de Beto Cañas, pero nunca fuimos compañeros de clase. “Luego pasé al Liceo de Costa Rica. Una de las épocas más felices de la vida ha sido, sin duda, los cinco años de secundaria. El colegio era excelente, pues tenía un conjunto de profesores extraordinarios. Tanto es así que, posteriormente, constituyeron el núcleo principal de docentes de la naciente Universidad de Costa Rica. Entre mis profesores estaban Napoleón Quesada, Miguel Ángel Dávila, Alejandro Aguilar Machado, Jorge Oconitrillo, Rafael Obregón Loría, Ramiro
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Montero Sánchez, Bernardo Alfaro, Carlos Monge, Isaac Felipe Azofeifa y Eduardo Garnier. “Salí de bachiller el 17 de diciembre del 37. En ese momento, el presidente era don León Cortés. Ya cuando eso andaba enterado de lo que ocurría en política. Siempre me sorprendió lo que supe que había ocurrido en la campaña del 24, cuando tenía yo cuatro años de edad. En esa ocasión fueron candidatos Jorge Volio, Ricardo Jiménez y Alberto Echandi. Parece que hubo un mal manejo, y llegaron a decirle a don Alberto que le estaban arrebatando la victoria, que por qué no tomaban las armas para defender el sufragio, pero él les contestó que ´la presidencia de la república no vale una gota de sangre de un costarricense´. “En mi casa eran antitinoquistas, por supuesto. Es lo único que recuerdo, un odio tremendo de mi familia por la dictadura de los Tinoco. Es que Joaquín Tinoco mató en un duelo a mi tío político Manuel Argüello de Bars, casado con una tía mía. Era de una familia de Andorra, casi en la frontera de España y Francia. “Crecí marcado por mi familia, y nunca tuve interés por la política, hasta la fecha. Era muy buen estudiante. Llevaba 1 corrido. Antes un 1 era como luego fue un ´10´ y ahora es un ´100´. Había un grupo de cuatro compañeros que éramos los mejores de la generación. Llevábamos 1 corrido. En el año 37 se celebró el cincuentenario del liceo, por lo que don Jaime Benet dio un premio de 500 colones al que tuviera el mejor bachiller. Don Jaime era el abuelo de Jaime Solera Benet. Los cuatro compañeros que teníamos uno corrido éramos Virgilio Calvo, Carlos Collado, Federico Baltodano y yo. “Como estábamos empatados en quinto año, hubo que irse a calificaciones de cuarto año, pero en cuarto año los cuatro teníamos 1 corrido; así hubo que irse a tercer año, pero de nuevo todos teníamos uno corrido; entonces a segundo año, y en segundo se descartaron Virgilio Calvo y Carlos Collado, porque ambos tenían un 2 en Educación Física. “Ya con las calificaciones de primer año, ganó Federico porque yo tenía un 2 en dibujo en el primer bimestre. La maestra Carmen Madrigal Nieto, hermana de Rodrigo, me había puesto ese 2 porque era malísimo para dibujar. Después del primer bimestre, Baltodano me hacía el dibujo y de ahí en adelante saqué 1 en dibujo. “Desde siempre, mi deseo era estudiar Medicina, pero no tenía ninguna posibilidad, porque no había ni universidad. Camilo Rodríguez Chaverri
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La verdad es que tenía locura por estudiar medicina. Sin embargo, no me atrevía ni a decirlo, porque mi familia era de abogados, y mi madre tenía la esperanza y la ilusión de que fuera abogado. Es más, me tenía guardada la biblioteca de mi padre. En esos años, en Costa Rica sólo había escuela de Derecho, Farmacia y Agronomía. “Yo tenía dos hermanos, una hermana diez años mayor y un hermano ocho años mayor. Mi hermana fue ama de casa y mi hermano no estudió, tuvo negocios de automóviles, incluso tuvo automóviles de alquiler, porque entonces no se llamaban taxis. Paraba los carros frente al entonces Teatro Raventós, donde ahora está el Mélico Salazar. “En cambio, yo siempre tuve el deseo de estudiar, y fue decisivo el hecho de que el doctor Moreno Cañas operó a mi hermana de piedras en la vesícula biliar. Cuando eso estaba en tercero o cuarto año. La única vez que vi al doctor Moreno Cañas fue porque operó a mi hermana. Cuando lo mataron yo estaba en primer año de Medicina en México”.
Historia de la piedra “Después de operar a mi hermana, el doctor Moreno Cañas le entregó varios cálculos en recuerdo de los terribles dolores que le habían ocasionado. A mí me pareció una idea brillante apropiarme de la más grande y bonita para engrosar una colección de minerales que tenía que presentar en el colegio. Yo quería engrosar mi colección, pero, sobre todo, quería someter la nueva piedra, de manera malévola, al análisis y diagnóstico del profesor. Desde luego, toda la clase estaba enterada de la situación y esperaba ansiosa la clasificación de la piedrecilla redonda. “El profesor, don Ramiro, inició con gran propiedad el reconocimiento de mis ejemplares: ´esta es una calcopirita; esta otra es un feldespato, aquella otra un cuarzo´, y al llegar a la de mayor expectación, la observó detenidamente, le aplicó unas gotas de un ácido, otras de soda cáustica, la volvió a examinar, probó con la lengua si tenía algún sabor especial (disimuladas las risas de toda la clase) y en última instancia proclamó, ´yo creo que es un canto rodado´, nombre genérico que se la da a las piedritas redondas de río que no ameritan clasific ación. “Al final del curso entregamos, cada uno, la colección, escogiendo lógicamente las mejores representantes de cada mineral. Yo presenté cerca de sesenta piezas distintas, cada 276
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una en cajita de cartón, cartulina con su correspondiente nombre científico y todas ellas formaban un rectángulo al unirlas entre sí con goma casera. “Un compañero que no se había preocupado por la búsqueda de minerales para la colección, cuando faltaban pocos días para la entrega del requisito obligatorio, me llamó por teléfono para pedirme que le regalara algunas piedrecitas que tuviera repetidas. Era un buen amigo y compañero de muchos años de escuela y colegio, por lo que, con mucho gusto, le obsequié algunas, desde luego inferiores a mis seleccionadas. “Yo gané el segundo lugar y a quien le regalé las repetidas, el primero. La presentación de mi colección fue muy modesta; la de mi compañero, preciosa. Su abuelito era el dueño de la joyería más exclusiva de San José y las piezas se exhibieron en una bella caja de madera con sus correspondientes divisiones. Cada mineral descansaba sobre un algodón de color que contrastaba con el del ejemplar: la dorada calcopirita en fondo azul, el albo cuarzo en negro, la pirita de hierro en rojo y así sucesivamente…”.
Larga travesía a México “Es muy largo el cuento de cómo entré a estudiar Medicina. Salí de San José el 28 de diciembre de 1937, y llegué a México el 17 de enero del 38. Conseguí irme porque un tío me regaló 500 colones cuando me gradué de bachiller y una tía me regaló 100 colones. En total, eran unos 150 dólares, porque el cambio estaba a cuatro colones por dólar. “Me fui en un barquito de carga, de matrícula inglesa, llamado El Salvador. Cobraban 22 dólares por el pasaje de Puntarenas a Champerico, Guatemala. Después, en Guatemala tomé un tren. Hubo muchas incidencias en ese viaje. Hablo de eso en un libro que acabo de publicar. El tren costaba 15 dólares desde Champerico hasta la Ciudad de México. El último de los que tomé era el que llamaban el tren interoceánico. Llegaba a la Ciudad de México no con horas sino con días de atraso. “Nos fuimos juntos mi compañero Federico Baltodano y yo. El equipaje que llevábamos era, de mi parte, un viejo baúl y una pequeña valija, y de parte de Federico, un enorme valijón. Mi baúl iba manifestado como equipaje y las otras piezas nos acompañaban en el carro del ferrocarril. En determinado momento el conductor nos informó que la Camilo Rodríguez Chaverri
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próxima parada sería ´Las Cruces´, que era nuestro sitio de arribo. El conductor nos informó que el tren se detendría muy poco tiempo pues éramos los únicos pasajeros con ese destino. Para ganar tiempo pasamos al andén del carro la maleta de Federico y a los pocos minutos el tren se detuvo. Federico se bajó apresurado, yo le pasé el valijón y me tiré con mi equipaje de mano. En pocos minutos el tren inició de nuevo su marcha y nos quedamos solos en medio de un bosquecillo que, desde luego, no era ´Las Cruces´. Nunca supimos el motivo por el cual el maquinista detuvo la marcha en ese sitio, quizás fue que se le atravesó un animal. El caso es que tuvimos que caminar un trecho que se nos hizo largísimo. Íbamos alternando la carga del equipaje de Federico, hasta que llegamos a un lugar igual de solitario donde encontramos una mínima construcción de latas de zinc y una banca de madera con un pequeño cartel al frente que decía ´Las Cruces´. Ahí estaba tirado mi baúl. “Con el atraso de más de una hora que tuvimos al tener que caminar con carga pesada, el trayecto entre el sitio donde nos dejó el tren y el lugar de la estación, perdimos la conexión de ese día y fue necesario esperar al siguiente para continuar hasta la frontera con México. En ´Las Cruces´ teníamos que esperar al tren que venía de ciudad de Guatemala hacia la frontera. “Entrada la noche, con hambre y sed, iniciamos una exploración por los alrededores, en busca de una vivienda donde nos vendieran algún alimento. Afortunadamente divisamos a regular distancia unas luces que venían de un ranchito ocupado por una familia indígena. Nos atendieron amablemente, y nos ofrecieron para comer lo único con que contaban, que era ´chengas con chimbimbes´, es decir, frijoles con tortillas. Al día siguiente, con gran alegría tomamos el tren que nos llevaría a la frontera mexicana”.
Crisis en la frontera “Arribamos a la frontera al caer la noche y después de cumplir con los trámites correspondientes en Ayutla, al lado guatemalteco, atravesamos el caudaloso río Suchiate, límite natural entre los dos países. Ya estaba oscuro, y atravesamos el río en un pequeño bote manejado por un indito. “Al presentar los documentos en el pueblo que lleva el mismo nombre que el río, sufrimos la más grande decepción: nos faltaba un permiso de la Secretaría de Gobernación de 278
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México, y no podíamos continuar el viaje sin ese requisito. Quizás el obstáculo se hubiera podido vencer ofreciendo alguna recompensa al oficial de migración, pero esa posibilidad nunca pasó por nuestra mente, en medio de nuestra juvenil inocencia. Si existió alguna insinuación de la autoridad, no la supimos comprender. “Pasamos la noche en un cuarto común con seis camas pegadas a la pared por sus cabeceras, donde había sendos clavos para colgar ropa. Ya acostados, disponiéndonos a dormir, entraron dos mexicanazos con pistolas al cinto. Nos atemorizaron hondamente, pero, sin tomar en cuenta nuestra presencia, colgaron charros y armas en sus respectivos clavos y rápidamente se acostaron agotados y empezaron a roncar. “Como una especial concesión, al día siguiente permitieron nuestro traslado a Tapachula, pequeña ciudad en ese tiempo del Estado de Chiapas, bastante cerca de la frontera. Averiguamos que la única representación de Costa Rica en México era el cónsul. Le dirigimos un extenso telegrama, carísimo para nuestros exiguos fondos, y en el telegrama incluimos los nombres de las personas que le habían entregado cartas de recomendación a Federico. Todas estas personas eran amistades de su papá, quien fue una persona muy conocida en el medio político. Yo llevaba una sola carta de presentación, de don Octavio Beeche, tío político de mi cuñado, Fernando Robert. “A los pocos días de estar en Tapachula amaneció Federico con un calenturón precedido de escalofríos solemnes. La situación económica hacía prohibitivo llamar a un médico, de manera que yo asumí la ´irresponsabilidad´ del tratamiento. Para mí, en ese entonces, toda la patología se resumía en dos enfermedades: resfrío o indigestión. Inicié el ensayo terapéutico por la primera, metiéndolo en la cama, bien cobijado, con aspirina cada seis horas para que sudara a mares en el terrible calor de Tapachula. Al día siguiente amaneció hirviendo de nuevo. Compré un termómetro y confirmé que tenía niveles arriba de los 40 grados. “Entonces empezó el segundo tratamiento, que fue por indigestión. Le di purgante de sal de Inglaterra y el resultado exhaustivo fue de cinco evacuaciones acuosas. Al tercer día estaba pálido, deshidratado y con fiebre de igual magnitud. ”No quedó más que llamar a un médico que nos recomendó la señora de la pensión. Llegó poco después un señor de apellido Andrade en un Ford modelo 1938, azul, con capota blanca, de lona. Era un convertible precioso. Después Camilo Rodríguez Chaverri
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de un somero interrogatorio y un breve examen físico, sin la menor duda emitió su diagnóstico: paludismo. “Ya habían transcurrido suficientes días para cumplir con el período de incubación del parásito, seguramente contraído en alguna de las costas del Pacífico centroamericano, siempre infestadas de ese terrible azote. Le prescribió quinina, que surtió muy buen efecto, y en pocos días el cuadro hizo remisión sin presentar recaídas posteriores”.
Peripecias conocidas “Estando retenidos en Tapachula, hicieron escala en el aeropuerto los futbolistas costarricenses que jugaban en México y que venían a integrarse a la Selección Nacional. Eran Eduardo Goldoni, Rodolfo Muñoz y Toño Hütt, que era amigo de mi hermano Chico. Así se enteraron en mi casa de una de las peripecias de nuestro viaje. “Por gestiones del cónsul, el permiso de gobernación llegó ocho días después de estar en Tapachula, y así pudimos continuar el accidentado viaje en su última etapa: Tapachula - México D.F. El último episodio de la odisea fue en el famoso tren interoceánico, llamado así porque tocaba alternativamente puertos del Pacífico y del Atlántico mexicano en su prolongado recorrido de 36 horas teóricas, pues siempre se presentaban atrasos. Por razones obvias compramos tiquetes de segunda clase, que eran vagones con bancas de reglilla de madera, y viajamos con los más pintorescos compañeros tanto del género humano como de las más variadas especies zoológicas: pollos, gansos, chompipes, perros y hasta cerditos que bajaban y subían en las múltiples escalas del trayecto. “Llegamos por fin al Distrito Federal el 17 de enero del 38, como ya le dije En ese momento, la Revolución Mexicana no había terminado. El general Zedillo andaba alzado en armas en Huaxaca y Puebla, al sur del país. “Estuve allá cinco años y medio. Los últimos seis meses fueron para el servicio social en un pueblo. En esos días llegó a México el doctor Jorge Vega Rodríguez, quien llevaba un encargo del doctor Peña Chavarría, Director del Hospital San Juan de Dios. El encargo consistía en hablar con las autoridades de México, para que nos permitieran a dos ticos venir a hacer el internado en San José. El hospital tenía 1500 camas, todavía no existía el Hospital Nacional de Niños, ni había universalización de los hospitales a través de la Caja 280
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(del Seguro Social). Eso indica la importancia que tenía ese hospital y, a pesar de eso, sólo tenía dos médicos internos. No había residentes. “En México estuvieron de acuerdo en que realizáramos el internado en San José. El doctor Vega nos dijo que la Junta de Protección Social nos daba los pasajes de ida y de vuelta en avión, así como 400 colones mensuales. Nos vinimos. Era muy significativo porque teníamos cinco años de no estar en Costa Rica. Yo no podía venir de visita, en tiempo de vacaciones, porque no tenía dinero para los pasajes. “En ese momento, estábamos terminando la carrera cinco costarricenses, pero tres debían materias. Finalmente, nos vinimos Carlos Aguilar, quien acaba de morir, y yo. Los otros tres eran Gonzalo Arias, Noé Conejo y Manuel Zamora. Gonzalo Arias fue secretario del Diario de Costa Rica durante muchos años, y era el mayor de todos. Imagínese que cuando empezamos la carrera, yo tenía 17 años y él tenía 36. Gonzalo trabajó muchos años con don Otilio Ulate. Por su parte, Noé Conejo trabajó mucho tiempo en Alajuela, y era famoso como jugador de futbol. Incluso fue seleccionado nacional. Era extremo derecho. Y el tercero, Manuel Zamora, era hijo de Cérvulo Zamora, quien tenía una tienda en el mercado, donde hacían uniformes para los colegios”.
De vuelta en Costa Rica “Bien, vinimos los seis meses, me gané medio año de internado y me lo valieron por servicio social. Llegué el 12 de diciembre de 1943, con la idea de que empezaba el internado el 1 de enero del 44. Eran los años del gobierno del Doctor Calderón Guardia. Nunca conversé con el doctor. Solamente lo conocí de vista. “Iba a estar en vacaciones los últimos quince días del año 43, para entrar a trabajar el 1 de enero, pero Bernardo Cartín estaba terminando el internado y no le daban permiso de casarse porque el hospital no podía quedarse con un solo interno, así que vino a hablar conmigo para convencerme y que e yo mpezara de una vez. Le dije que sí. “En junio del 44 regresé a México. El avión hacía escala en Guatemala, y había que pasar la noche en esa ciudad. Lo recuerdo porque me quedé en una pensión de doña Isabel Asturias, y esa noche estalló la revolución en Guatemala contra Jorge Ubico, el dictador. Estando en el hotel nos tocó una manifestación de señoras, iban del brazo unas de las Camilo Rodríguez Chaverri
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otras, en silencio absoluto, y aún así se armó una balacera. Ahí hirieron a una señora costarricense que vivía en Guatemala. Murió allá. Germán Carmiol me fue a buscar al hotel, porque tenía una herida en la región glútea. Le metieron un balazo por ahí. Al día siguiente, en plena revolución, tomamos el avión para México. Esa noche cayó Ubico, el 26 de junio del año 44. “En México, hice un informe sobre los seis meses de trabajo en el Hospital San Juan de Dios, y presenté el examen de graduación. Después no me podía venir porque no había lugar en los aviones. Estaban en plena guerra y mucha gente que conseguía una plaza en el avión, estaba sentada y llegaban para quitarla y poner a un militar. “Se me estaban acabando los fondos, lo que me llevé de economías del internado se me estaba terminando, y de repente una tarde me enteré de que habían expulsado de Costa Rica a dos generales nicaragüenses que se levantaron contra Anastasio Somoza, el viejo. Al derrotarlos las fuerzas de Somoza, pasaron la frontera y se entregaron. Eran el general Guillén Largaespada, y Noriega Gómez. “El gobierno de Picado los tomó presos, y para no tener problemas, los metió en un avión y los expulsó a México. Me enteré y supuse que, de regreso, el avión iba a estar vacío. Me fui inmediatamente, pero cuando llegué me dijeron ´lo sentimos mucho pero ya están los asientos asignados, de todos modos váyase al aeropuerto a las 5 de la mañana, tal vez no llega alguno de los pasajeros´. Por cada uno que llegaba, yo sufría. Hubo un momento en que faltaban tres, faltaban dos, y cuando sólo faltaba una persona… llega doña Tulita Crespi, y me le siento a la par. Le dije ´usted va para Costa Rica?´, ´¿por qué?´, me respondió. Noté que estaba asustada. Así que le dije, ´bueno, usted sabe que la salida es muy peligrosa, el avión tiene que pasar entre dos volcanes, el Popo y el Istla, y los pilotos mexicanos los conocen, pero los ticos no´. Y me dijo ´ay no, mejor no me voy´. Y todavía tengo la imagen de verla subiéndose en un taxi. “Yo corrí a tomar el avión y cuando me subo, entonces digo ´diay qué bruto, de verdad que es un peligro. Y me puede pasar lo de siempre: alguien se arrepiente a última hora, salva la vida, y otro que no tenía que ir en ese avión, sí se mata´. Sufrí durante todo el vuelo. Era un avión chiquitillo de una empresa nacional de transporte aéreo, y todo lo que le dije a la señora me empezó a funcionar para mí. El viaje se me hizo eterno. 282
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“En el avión eran puros ticos. Todo el mundo se levantó de los asientos, y en eso llega el piloto y se pone a conversar con nosotros. En medio de la conversación llega el copiloto y les pregunté ´¿quién está manejando el avión?´. Casi me muero. Pero el piloto me contesto que lo estaba haciendo Tomy Beck, un piloto que iba en el avión como pasajero. Finalmente llegamos al aeropuerto de La Sabana. “Estudié para presentar el examen de incorporación, que era salvaje. Teníamos que hacer exámenes en once materias. El examen tomaba tres días. Un día era el escrito, y se realizaba de 7 de la mañana a 6 de la tarde. Al día siguiente era el examen oral. Lo presenté con Carlos Luis Valverde, Marcial Fallas, Quirós Madrigal, Álvarez Iraheta, Germán Naranjo y Carlos Sáenz. “El tercer día era el examen práctico de cirugía, medicina interna, ginecobstetricia, pediatría y anatomía patológica. Por cierto que el examen de cirugía, que me tocó en el Hospital San Juan de Dios con Carlos Luis Valverde, fue una prueba de verdad. Estando ahí, le dijeron al doctor Valverde Vega que había llegado una emergencia, una apendicitis. Llegamos y me dijo ´opérelo usted y yo lo ayudo´. Al final la enfermera, la negra Federica dijo ´as rapid as you´. Duré tanto que la negra hizo mofa conmigo. Y Valverde me aprobó. “Me fue muy bien. Aunque es feo decirlo, fui el único caso en toda la historia del Colegio de Médicos y Cirujanos en que conseguí el 100 por ciento de los puntos. Después, cuando la Universidad de Costa Rica abrió la carrera, las pruebas de incorporación le tocaron a la Facultad de Medicina. Pero de los que ingresamos con examen de incorporación a través del Colegio de Médicos y Cirujanos, sólo yo conseguí la nota mayor”.
Médico en Costa Rica “Empecé a trabajar en el Hospital San Juan de Dios en el año 45. Por cierto, que todo me ha sucedido un 17. Nací un 17 de mayo, me gradué del colegio un 17 de diciembre, me incorporé un 17 de diciembre, llegué a México un 17 de enero y me iba a casar un 17 de junio, pero murió mi cuñada, la esposa de mi hermano, un 8 de mayo, así que lo pospusimos un mes y diez días. “Estuve en el San Juan de Dios del año 44 al año 63, prácticamente veinte años. Pero hubo un lapso en que me fui
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a Estados Unidos, durante los años 52 y 53, para estudiar en el Hospital John Hopkins, en Baltimore. “La Escuela de Medicina de la UCR arrancó en el año 60. Empecé como profesor titular de cirugía de la UCR en el año 63. El concurso fue durísimo. Éramos 24 concursantes para dos plazas de profesor titular. Concursó la gente más prominente del país. Y ganamos empatados en primer lugar Vesalio Guzmán y yo. Éramos más jóvenes que la mayoría. En la tabla de puntaje contaba el aspecto académico. Teníamos mucho récord en publicaciones. Contaba la presentación de todos esos trabajos. Creo que en el puntaje hospitalario nos hubieran ganado pero en el universitario ganamos con 326 puntos. El que seguía estaba en 206 puntos, o sea, que le ganamos por 120 puntos. “En el Hospital San Juan de Dios llegué a ser subjefe de cirugía, pero hubo una circunstancia especial. Se abría un concurso para jefe de cirugía, yo iba a concursar, pero el contrincante tenía 15 años más que yo, y era pariente cercano de mi mamá. En el jurado estaban el doctor Carlos Manuel Gutiérrez, el doctor José Manuel Quirce y el doctor Jorge Vega. “Me dijeron que era muy feo que le ganara yo a uno que había sido hasta mi jefe. Me propusieron que no concursara, y que el otro se retiraba en tres años. Lo acepté, pero lo que sucedió es que, como él no era profesor en la universidad, aunque fuera el jefe mío en el hospital, empezó a obstaculizarme el trabajo universitario. Por ejemplo, tenía un paciente preparado para la clase de clínica quirúrgica, y cuando yo llegaba, ya le había dado la salida “Eso generó un problema entre la universidad y el hospital, y decidieron partir en dos el servicio: una jefatura universitaria y otra no universitaria. Se fueron conmigo a la universitaria Claudio Orlich, quien ahora es jefe de cirugía en el Hospital San Juan de Dios, y Carlos Prada, quien ahora es jefe de ginecología en el Hospital México”.
Las vivencias del 48 “Estuve en el Hospital San Juan de Dios desde el año 44. Desde ahí me tocó vivir todos los hechos del 48. Estaba en el Servicio de Cirugía que dirigía el doctor Carlos Luis Valverde Vega. “Todo empezó porque don León Cortés arrasó en el año 44, pero le dieron el triunfo a Picado. Yo era uno de los asistentes 284
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del doctor Valverde, que tenía mucha influencia política, por lo que me fui empapando de la situación. “En el año 42 yo había conocido a don Pepe, quien pronunció un discurso en Radio Alma Tica, en el que sostenía que el gobierno debía irse, y lo expulsaron. Lo conocí en México cuando llegó exiliado, con una mano adelante y otra atrás. Desde entonces hubo una estrecha amistad entre nosotros. Incluso se empeñó en que fundáramos un Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales en México, y fundamos el grupo ECEM, que signific a Estudiantes Costarricenses en México. “Nuestra misión consistía en ver los problemas nacionales desde un lente distinto, a la distancia. Se presentaron muchos proyectos, entre ellos, la necesidad de la creación de la Escuela de Medicina en Costa Rica. Ese proyecto lo presentamos el doctor Fernando Trejos Escalante y yo. Habíamos estudiado juntos, y después él se fue a especializar en Endocrinología en Estados Unidos. Ese fue uno de los trabajos que se presentaron en el ECEM. “Mi simpatía por Figueres arranca, entonces, de esos años en México. Me tocó ser el pediatra de sus hijos del primer matrimonio, José Martí y Muni. Ya más cerca del 48, tuve que ver mucho con el doctor Valverde Vega por ser asistente de su servicio. “También me tocó la famosa manifestación del 13 de febrero del 44. Siendo interno del hospital, se llenó el Paseo Colón, hubo una balacera y montones de heridos por culpa de las fuerzas del Doctor Calderón. Fue un domingo. Estábamos de guardia Vesalio Guzmán y yo. Entraron como cuarenta heridos de golpe. Hay un detalle que no olvido: ´Muñeca´ era de esos personajes populares, inolvidables, de la capital. Era una señora renquita, y vendía flores. Llegó ´Muñeca´ con una herida en la cabeza. A todos los curamos, los cosimos, y después fuimos de uno en uno para dictarle a una enfermera las lesiones. Ella las iba escribiendo. Hay un detalle chistoso. Cuando iba dictando y me tocó el caso de ´Muñeca´, le dije a la enfermera que escribiera que tenía una ´herida contusa en cuero cabelludo´, pero ´Muñeca´, que era muy ´metiche´, se sentó y dijo ´¿cómo dice que con tusa si fue con un garrote?´”.
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El asalto al hospital “Me tocó vivir el asalto al Hospital San Juan de Dios. La gran mayoría de los médicos eran ulatistas. Al hospital lo asaltaron las fuerzas de Picado, comandadas por un coronel Brealey, y el lugarteniente Samesil Solano. Entraron a culatazo limpio, rompiendo puertas, porque decían que teníamos una estación de radio para comunicarnos con Figueres. Agarraron un montón de gente presa, y entre los presos se llevaron a Fernando Trejos Escalante, que era calderonista. Yo me salvé porque había estado con difteria, y todavía estaba la cama donde estuve internado con la historia clínica. Pero ese día ya estaba trabajando, y en el momento en que asaltaron el hospital yo estaba en la puerta despidiendo a un tío, Eduardo Bonilla Gutiérrez. “Al primero que agarraron fue a mí. Andaba de uniforme blanco y una jacket celeste. Me metieron de primero en el carro, y se metieron en el hospital. Recuerdo que rompían vidrios, y que yo oía balazos. El chofer de ese camión era Eduardo Mora Valverde, el hermano de Manuel Mora Valverde. Era chofer del bus de la fuerza de Picado y había sido conocido mío en México. Se recostó a la rueda como si estuviera muy cansado. Me di cuenta de que se estaba haciendo el tonto o el distraído. Me fui corriendo de asiento en asiento, y me metí de nuevo al hospital. Ya dentro, corrí y me metí volado en la cama en la que estuve hasta el día anterior. Todavía estaba mi nombre en el expediente, con la historia clínica. Llegó a mi cama Samesil Solano, y me pregunto ´¿usted es médico?´, le contesté que sí, ´¿y por qué está aquí?´, me cuestionó. Le contesté ´es que tengo una enfermedad infecciosa muy contagiosa´, y le enseñé el papel. Samesil salió en carrera. “A partir del asalto al hospital, metieron preso al que pudieron, y el hospital se quedó solo. Al día siguiente todos los familiares querían llevarse a sus respectivos pacientes. En el país ya estaba horrible la cosa. “Le di la salida a todo el mundo. Era imposible retenerlos. No había médicos. Esa noche estaba en el hospital el hijo del embajador de China, Chenmu Chen. El hijo era interno nuestro, y la embajada estaba al frente del hospital, a la par de la Clínica Orlich. Era la casa que estaba al lado. “En la noche, él me pasó a la Embajada China. Pasé la noche en la embajada, y al día siguiente llegó Carlos Grau Canalías, quien había estado en el ejército de Estados Unidos. 286
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Él me llevó a la casa de los Grau en Barrio Otoya. Íbamos en el automóvil de él, con la bandera americana en la tapa del motor, pues era veterano de la guerra. Pasé la primera noche en la embajada. La otra noche pasé en la casa de los Grau, y luego un señor de apellido Elsner, de la Cruz Roja, me sacó de la casa de los Grau, y me llevó a Cartago con la intención de poder pasarme al lado de Figueres.. “Hay otro capítulo que no le he contado, y que es anterior. Yo vivía por el Hospital Central, y por la noche me registraban todito las fuerzas del gobierno. En una de esas, me encontraron una hoja de una sesión clínica donde aparecía el nombre de Valverde Vega, y según ellos, eso ya me implicaba. “Tuve mucha amistad con Valverde Vega. Estando un día en su casa, con Otilio Ulate, llegaron a decirle que don Juan Trejos Quirós estaba enfermo. Don Juan era el papá de José Joaquín Trejos Fernández, y era uno de los representantes de Ulate en el tribunal electoral para la revisión de votos. El otro era Fernando Volio Sancho. Para seguir con la historia, llegaron a decirles que a don Juan Trejos lo habían tenido que internar para operarlo de la próstata. Fue entonces cuando Valverde y Ulate me nombraron a mí, de 27 años de edad, representante del Partido Unión Nacional. Fue de emergencia. Yo andaba en otra cosa. “En el control de la revisión de votos, en el 48, el titular era don Fernando Volio Sancho, pero yo soy el único superviviente de todo lo que le voy a contar”.
La revisión de voto “La táctica del calderonismo era retrasar el recuento de votos, para que se llegara al último día de febrero sin que hubiéramos terminado. Esa era la táctica de los representantes de Calderón, que eran Carlos Luis Fallas, Calufa, y Roberto Campabadal Tinoco, que después fue muy amigo mío. Si un voto tenía una manchita, lo peleaban, pero don Fernando Volio les decía que sí porque estaba seguro de que tenía mayoría. Por eso prefería que rechazaran los votos en lugar de perder tiempo discuténdolo. Los miembros del tribunal eran José María Vargas y Gerardo Guzmán, dos magistrados de carrera judicial, así como Max Koberg Bolandi. “Con esa estrategia de los calderonistas, se fue posponiendo el recuento final, hasta el último día de febrero, por lo que hubo dos dictámenes: don Gerardo Guzmán y don Camilo Rodríguez Chaverri
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José María, a pesar de que el recuento no se había podido terminar, dieron por buena la elección de Ulate, mientras que Koberg dijo que no podía suscribir ese criterio porque no se había hecho la revisión voto por voto. Eso dio pie a que el asunto pasara a la Asamblea Legislativa y se generaron las condiciones para la revolución. “Me acuerdo como hoy que nos reuníamos en una casilla de madera por el Hotel Europa, y decían que iban a quemarla para destruir la documentación. El único sobreviviente de un incendio hubiera sido yo, con 27 años, porque ya había estudiado por cual ventana me hubiera tirado en caso de incendio. “El 1 de marzo del 48 hirieron a Carlos Luis Valverde y murió dos días después, el 3 de marzo. Yo estuve en la operación. Lo operó el doctor Vega y lo asistió el doctor Quirce. Ahí también estábamos el doctor Martínez y yo. “Lo que pasó fue lo siguiente: a Valverde lo hirieron cuando salió a la cochera para asomar un pañuelo. Le dispararon, y una bala le entró por el costado. Le lesionó el hígado y el intestino delgado. Valverde cayó herido, y no permitían que lo levantaran. El famoso ´Tabío´, un matarife a sueldo, no permitía levantarlo. Don Eduardo Montealegre les pedía que lo dejaran llevarlo al hospital, pero pasó mucho rato antes de que lo pudieran asistir. Yo lo recibí en cirugía menor. Lo trasladamos directamente a la sala. El que lo llevó en ambulancia fue Santos Quirós Navino. “Las heridas que tenía Valverde no eran para morirse. Murió porque se desangró. Fue culpa de ´Tabío´, porque no les bastó con dispararle. No dejaron que lo asistieran. Además, nunca orinó, y en ese tiempo no se sabía de un síndrome de nefrona distal, o necrosis tubular aguda. Cuando hay hipotensión prolongada, los tubos renales se necrozan por falta de circulación. Esos tubos son los que filtran la orina. “Esa vez, llamaron al doctor Enrique Berrocal, jefe de Urología, quien era calderonista. Le pasó una sonda a la vejiga y no tenía ni una gota de orina. Los riñones no funcionaban. Hasta después se conoció ese síndrome. “Vea si no era mortal la herida si lo hubieran llevado a tiempo, que la noche del 2 de marzo, cuando estaba Valverde internado, me tocó operar a un muchacho de Calle Blancos, de nombre Otto Quirós, que tenía una herida similar a la de Valverde. Es más, estaba con perforación de varias asas en intestinos, es decir, más complicado, y no murió. Otto Quirós se salvó”. 288
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La batalla de El Tejar “Cuando iba para donde Don Pepe, se dio la batalla de El Tejar. Me tocó atender a los heridos. Fue la más cruenta de las batallas. Las fuerzas de Figueres pasaron en la famosa noche fantasma y tomaron Cartago. Cuando las fuerzas del gobierno se dieron cuenta, se devolvieron, y en El Tejar los recibieron. Hubo centenares de muertos. Quemaron cientos de cadáveres en una fosa que armaron en la plaza frente a la casa de don Cuco Arrieta. “En el Hospital Max Peralta estábamos atendiendo a los heridos Vesalio Guzmán y yo. Hicimos 35 operaciones en dos días. En una operaba yo y me ayudaba Vesalio, y en la siguiente al revés. “La mayoría de los heridos eran calderocomunistas. Casi todas las heridas eran de armas Remington, cuyas balas son muy explosivas. La anestesia de todas las operaciones la dio una monja que se llamaba Sor Paula Calvo, que vivía en El Carmen de Guadalupe. Era la anestesista. Cuando eso era con cloroformo. “Si no hubiera estaba enfermo en el hospital, me hubiera ido para la revolución mucho antes. Antes de eso, yo vivía donde mi hermana, por Barrio Otoya, y una noche llegó Don Pepe en motocicleta. Me extrañó la visita. Me conversó tamaño rato, le conté el plan que tenía, que era empezar en el Charity Hospital de Nueva Orleáns, porque había sido aceptado para hacer cuatro años de residencia en cirugía. Le conté a Don Pepe, y él me dijo que era lo mejor para mí. Años después me confesó que luego de eso fue a buscar a Beto Lorenzo y a otros más, porque al escuchar mis planes, no quiso interrumpir mi futuro profesional, y le dio pena de que mis planes a corto plazo fueran interrumpidos por la revolución. No quería ser él quien me embarcara en una aventura tan insegura teniendo yo unos planes tan claros”.
Director de cirugía del Central “El 3 de febrero de 1963, estando en Puntarenas con la familia, me llegó un telegrama de Rodrigo Fournier, ofreciéndome la jefatura de la sección de cirugía del Hospital Central, que es ahora el Hospital Calderón Guardia. Comprendía once servicios de cirugía. “El Hospital San Juan de Dios era de la Junta de Protección Social de San José, y el Hospital Central de la Caja del Camilo Rodríguez Chaverri
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Seguro Social. Me acuerdo que estaba jugando futbol con los chiquillos en la playa cuando me lo anunciaron. Yo estaba bien en el Hospital San Juan de Dios, pero se me presentaba una buena oportunidad. Me dieron mejores condiciones y todas las facilidades. Incluso, la primera cátedra que hubo en el Seguro Social fue la mía de cirugía. La puse como condición. También puse como condición que hubiera auditorios disponibles, y que hubiera residencia de cirugía, cuatro años de residencia. Eran condiciones para llevar la enseñanza de mi cátedra al hospital del Seguro. “El hospital tenía tres o cuatro internos, yo necesitaba doce internos, y pedí 23 becas para jóvenes costarricenses para que fueran a hacer especialidades en distintas ramas de la cirugía. Me dijeron que sí. Era el gobierno de don Chico Orlich. Recuerdo una reunión con Fournier y con don Chico. Después de que expliqué la situación del país y la importancia de las becas, don Chico dijo, palabras textuales, ´este ayote yo lo parto´. “Entonces fui a México a pedirle al Seguro Social de México, que a once estudiantes que iban a salir de servicio social les permitieran venirse a hacerlo aquí. Al final, vinieron diez costarricenses y una muchacha mexicana que era novia de un tico. Lo recuerdo muy bien porque tuvimos algunas incomodidades. Por ejemplo, en el cuarto del Hospital Central para internos, había 10 camas, pero no podía quedarse ahí la muchacha, así que me la llevé para la casa y ahí vivió el año entero de internado. “Cuando me nombraron de jefe de cirugía era también para que organizara la sección de cirugía del Hospital México, que ya estaba en construcción. Me fui a México a hablar con el Seguro Social de allá, que tenía montones de hospitales, a conseguir que me recibieran a por lo menos 20 médicos jóvenes para prepararlos en distintas ramas, dos en urología, dos en gastroenterología, etcétera. “Llegué a México, me fui a hablar con las autoridades, había dos individuos cuya venia era clave, el jefe de enseñanza y de investigación y el jefe de relaciones internacionales, y resulta que los dos habían sido compañeros míos. Eran los hermanos Sergio y Gastón Robelo. Dando la excusa de que el hospital se iba a llamar Hospital México, porque habían donado los planos, se nos abrieron las puertas. Me dijeron que me ayudaban en todo. Nos dieron beca para veinte costarricenses, financiadas por el Seguro Social de México”.
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Vicepresidente con Daniel y Don Pepe “Yo no era amigo de Daniel Oduber. Si usted me pregunta si me quise meter en política le digo que no, pero Don Pepe sí quería que me metiera, y que llegara hasta las últimas consecuencias. “Fui candidato a primer vicepresidente con Daniel en el año 66. El segundo era don Claudio Alpízar, un hombre de negocios. Creo que fui una imposición de Don Pepe. El otro candidato que tenían visto era Beto Cañas. Siempre he creído que Beto Cañas lo merecía mucho más que yo. Esa vez, perdimos las elecciones por cuatro mil quinientos votos. José Joaquín Trejos nos ganó por muy poco. “Mi suegra, Graciela Morales de Echeverría, era candidata a diputada de Trejos, y yo era candidato a vicepresidente por Liberación Nacional. Doña Graciela fue la única diputada de gobierno que defendió la banca nacionalizada. Después le llegaban llamadas de amenaza. “La política genera muchos roces. Esa vez, mi suegra no quería ni vernos. Un día hasta nos echó de la casa. Mi señora tenía siete meses de embarazo. Pero después se le pasó. Al final de cuentas, en el 70 votó por Figueres. “Yo conocí a Daniel porque estaba en la misma escuela. Venía un año atrás que yo. Después nos separamos, porque él estudió en el Seminario. También lo veía en el basketball, y nos conocimos de cerca porque temperamos juntos una vez en Alajuela. Pero, aparte de eso, no tenía ninguna amistad ni vinculación política. “Daniel perdió porque le hicieron una campaña terrible como comunista. Creo que nunca ha habido una campaña tan salvaje. Sacaban en tele una fila de individuos que eran fusilados por soldados de Cuba en un paredón, y el lema era ´un voto para Daniel es un voto para Fidel´. “En el 70, volví a ser candidato a la vicepresidencia, junto a Jorge Rossi. El día de la escogencia estaba en una finquita que tuve en las faldas del Volcán Irazú, en la finca que ahora es de Pilar Cisneros. Estaba viendo la asamblea del partido, y cuando empieza don Pepe a referirse a la escogencia, mencionó una lista de diez o más, en cuenta ´Chalo´ Facio, pero después de mencionarlos a todos, nos nombró a Jorge y a mí. “Me vine para San José, la asamblea había terminado, y me fui a la casa de Don Pepe. Le dije, textualmente, ´Don Pepe, ¿por qué no me dijo nada?´ Y me contestó ´porque si Camilo Rodríguez Chaverri
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le hubiera dicho, usted me hubiera contestado que no, pero ahora usted no me va a hacer el feo de no aceptar´”.
Padre del IMAS “Dicen que Don Pepe estaba muy cansado para ese gobierno del año 70. Creo que no. Él no estaba cansado. Simplemente que fue otra época. El gobierno de Don Pepe que inició en el año 53 fue trascendental porque hubo grandes reformas. En cambio, en el año 70 ya el país estaba mejor. Fue un gobierno que destacó mucho, en medio de las particularidades de Don Pepe. Por ejemplo, a él nunca le interesó el consejo de gobierno. Ahí se aburría, se dormía, se levantaba y me decía ´Manuel, siga usted…´. “Otro detalle de ese gobierno tiene que ver con la llegada de Vesco al país. Estuve totalmente en desacuerdo. Jorge Rossi es testigo. Fue Jorge el que me calmó. Don Pepe amenazó con expulsarme del partido. Don Jorge y yo nos manifestamos en contra de la llegada de Vesco desde el inicio, y Don Pepe se puso furioso con nosotros. “Yo me enojo poco, pero cuando me enojo, me endemonio. Fue Jorge Rossi el que calmó los ánimos entre nosotros, porque no toleré nada en ese aspecto. Pese a ese tremendo lunar, el gobierno tuvo muchas cosas positivas. Uno de los puntos más positivos fue la creación del IMAS, en la que tuve que ver. “Dentro del tercer gobierno de Don Pepe, como vicepresidente de la república, me correspondió trabajar en la creación de esa institución, junto al padre Armando Alfaro Paniagua, Alfonso Carro Zúñiga en la parte legal y Wálter Dintel en el área técnica. “Ese fue el encargo que me hizo Don Pepe. Él quería que yo siguiera en política. Una vez me reclamó, años después. En esa ocasión me dijo, ´lo puse de vicepresidente con Daniel, lo puse de vicepresidente conmigo, lo puse en el IMAS, que era un campo ideal para hacer política, pero usted nunca quiso entender´. “Le podría hablar tanto del IMAS. Me sentí tan bien trabajando en favor de esa institución. Sólo le voy a decir una cosa: el IMAS actual no tiene nada del IMAS que nosotros fundamos. Empecemos por el nombre. IMAS quiere decir ´Instituto Mixto de Ayuda Social´. La idea original era que fuera un ente mixto, con igual participación en la directiva del sector público y el sector privado. 292
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“Recuerdo muy bien que se hizo una reunión en el Tennis Club. Llegaron unos 800 personajes del sector privado y estaban muy dispuestos, muy apuntados con la institución. En la primera directiva había tres representantes del sector privado, tres representantes del sector público y yo. El sector privado estaba representado, entre otros, por Carlos Manuel Rojas, papá del diputado Carlos Manuel Rojas y el canciller Roberto Rojas. “El IMAS funcionó muy bien durante seis años. Todos los directivos trabajaban con nosotros ad honorem. Durante esos seis años no se suspendió una sola sesión por falta de quórum, ni siquiera para Semana Santa o para fin de año. “Resumiéndole lo importante del IMAS, le voy a dar un ejemplo: el gobierno del Canadá nos dio 350 mil dólares para un estudio integral del problema de miseria en Costa Rica, y una institución llamada DESAL; de Chile, vino a hacer once volúmenes de estudio con las causas de la miseria y la manera de combatirlas, una por una. “La aplicación de ese estudio, que era el plan de lucha contra la miseria, se pudo haber financiado con el 50 por ciento del dinero de Asignaciones Familiares. Pero al cabo de veinte años, se hubieran visto los frutos, pero no se ven. Era el plan de Don Pepe, pero no se llevó a cabo lo que el plan dictaba. Don Pepe decía ´el IMAS tiene la estructura pero no tiene los fondos, mientras que Asignaciones Familiares tiene los fondos, pero no tenía la estructura´. Al final, los fondos de Asignaciones Familiares se convirtieron en una caja chica del Estado. “Le voy a sintetizar qué fue lo que pasó: en otro gobierno nuestro, en el de Daniel (Oduber), se transformó el IMAS en un ente público, en una institución como cualquiera otra, con un presidente ejecutivo y una junta directiva que se llenaba con los compromisos políticos. Inventaron muchos salarios y muchas dietas. Eso se paseó en el IMAS. “Es una lástima porque hicimos un gran esfuerzo para levantar a una institución que, de verdad, combatiera la pobreza. El nacimiento del IMAS demandó muchas de nuestras fuerzas. Hay que tomar en cuenta que, en mi caso, la institución me demandaba muchísimas horas por semana. Yo nunca dejé el servicio profesional. La vicepresidencia era ad honorem, y yo tenía que vivir de algo. Por la vicepresidencia, lo único que me daban era 1500 colones para gastos de representación. Esa plata no me alcanzaba ni para las flores de las embajadas, ni para las bolas de futbol o las medallas de Camilo Rodríguez Chaverri
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los partidos que me dedicaban. Lo único que no pagaba era la gasolina. Hasta el chofer lo pagaba yo. “Sustituí a don Pepe durante cuatro meses, un mes por cada año. Cuando volvía de cada viaje, me decía ´téngame la burra unos días más para terminar el libro que estoy escribiendo´. Ese libro era ´La pobreza de las naciones´. “Cuando pasó el primer año e hice mi declaración de bienes, la tributación me mandó una nota, porque no había declarado el mes que había ejercido la presidencia. La satisfacción que me queda es que ahí tengo el documento de la secretaría de la Casa Presidencial, en el que determina que no recibí ningún sueldo mientras fui presidente en ejercicio. “También fui presidente del IMAS ad honorem. De la misma manera, fui coordinador ad honorem de Asignaciones Familiares durante el gobierno de Luis Alberto Monge; durante el gobierno de Óscar Arias fui presidente de la Comisión de Emergencias ad honorem, y fui dos años Presidente de la Junta de Protección Social durante el gobierno de José María (Figueres). Todo ad honorem. Lo he tomado como una manera de retribuirle al país lo que me dio, en mi educación primaria y mi educación secundaria, toda gratuita. “Antes de salir del gobierno, ya sentí que el IMAS iba a correr peligro. En enero del 74 inaugurábamos en Liberia una ciudadela del IMAS. Eran 300 casitas. Don Pepe iba a llegar a la inauguración. Yo me había ido con anticipación para tener todo arreglado. La inauguración era un domingo y el sábado por la noche me llamó Don Pepe, me dijo que no podía ir y que me hiciera cargo del acto. “Llegué y me encontré que todas las casitas tenían una bandera verde y blanca, lo cual me ocasionó un terrible shock. Dije ´no se inaugura la ciudadela hasta que quiten todas las banderas´. El candidato a diputado se puso furioso, yo me devolví al hotel y le dije, ´no vuelvo hasta que quiten todas las banderas, la ciudadela es del IMAS, y el IMAS es del gobierno. La ciudadela no es del partido´. “Después me di cuenta que Daniel Oduber y Carlos Manuel Castillo habían dicho que los había hecho quitar las banderas por mi entrañable amistad con Fernando Trejos Escalante, quien era el candidato de la oposición. Para esas elecciones no voté. No podía votar contra Fernando Trejos Escalante, ni podía votar contra Liberación Nacional”.
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El secuestro del avión “Me tocó atender el secuestro de un avión de LACSA que venía de Limón. Lo secuestraron unos revolucionarios sandinistas, se lo llevaron a San Andrés, y pedían la libertad de Carlos Fonseca Amador, Humberto Ortega y Plutarco Hernández, que estaban en la Penitenciaría. Desde San Andrés exigieron la liberación de estos reos, que estaban bajo las órdenes del Poder Judicial. Fonseca Amador estaba en la cárcel de Alajuela, pero tratando de sacarlo de ahí, los otros dos mataron a un policía. Don Pepe estaba en Oregon, Estados Unidos. “Los secuestradores se comunicaron conmigo directamente, y yo escuchaba los gritos de una chiquita, que era la hija de un funcionario de la compañía bananera. La tenían con una pistola en la cabeza. Reuní a todo el consejo de gobierno. ´Chalo´ Facio y los abogados decían ´imposible soltarlos porque estaban bajo la tutela del Poder Judicial´. Me fui solo, entré a la oficina, dije ´no quiero que venga nadie´, lo pensé, salí y les dije ´los voy a soltar, yo toda la vida he tratado de salvar vidas, si ahora tengo la oportunidad de salvar una vida más, para mí eso es definitivo´. Los abogados decían que era una barbaridad. “De San Andrés se los llevaron a Cuba. Me ayudó mucho don Manuel Mora, porque llamó a Fidel. Nosotros mandamos a México a los tres prisioneros. Era el gobierno de Díaz Ordaz, quien andaba en Michoacán, en el entierro de Lázaro Cárdenas. Total, se logró hacer la comunicación, y ellos estuvieron de acuerdo. “Tuvo alguna participación un médico que había sido compañero mío, y que se había dedicado a la política. Él era secretario de Díaz Ordaz. Los mandamos para allá. La salida de los reos fue espectacular, con Mario Quirós Sasso, ministro de Obras Públicas y Transportes. Les habíamos dado la orden de que no volaran sobre territorio nicaragüense, porque se los apeaban. Los Somoza no iban a tener consideración para nadie. Ya había salido el avión, y en eso llegó el embajador de Nicaragua, de apellido Lacayo, y quien hacía entender que el territorio nicaragüense contemplaba 200 millas marítimas, como sugiriendo que se iban a apear el avión. Me puse endemoniado y le dije al carajo porque no le puedo decir diferente, ´si algo les pasa a estos señores, yo a usted lo mato´.
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“El recibimiento de los rehenes también fue espectacular, sobre todo el de esa chiquita a quien le ponían la pistola en la cabeza. Yo estaba feliz de la vida porque no hubo ni un herido. “Cuando estaba tomando la decisión, en el consejo de gobierno me dijeron ´¿no le vas a consultar a Don Pepe?´. Como contesté que no, todos empezaron a preguntarme por qué. Yo les expliqué. ´No le voy a decir nada porque sé que me va a decir que no, y de todos modos lo voy a hacer´. Recuerde que, en el otro caso de secuestro, don Pepe agarró un arma y fue contra los secuestradores. Fue un verdadero espectáculo, pero hubo dos muertos. “Aquí, algunos estaban furiosos, porque decían que yo le había pasado por encima al Poder Judicial. Entonces, decidí ir a visitar al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, que era don Fernando Baudrit. Llegué a hablar con él con un atenuante, y era que hacía poco había operado a su esposa, que tenía un absceso en la vesícula. Además, tenía insuficiencia cardíaca, por lo que no se podía ni acostar. Me tocó operarla con anestesia local, semisentada. “Me recibió don Fernando, y yo le dije, ´mire, parece que es una gran torta la que yo me jalé´. Me dijo que sí, y agregó una palabra técnica que siempre olvido. Él lo llevó a Corte Plena, y hubo una votación de 17 magistrados. Por 9 votos contra 8 se decidió archivar el asunto. Después me enteré que el voto noveno fue el de don Fernando Coto Albán. “Un detalle bonito es que, cuando estábamos en esa situación, en los periódicos decían que me iban a meter a la cárcel. Entonces llegaron todos mis compañeros del Liceo de Costa Rica en una manifestación, diciendo que si me metían a la cárcel, que ellos iban a meterse conmigo, hasta Jorge Manuel Dengo, quien es tres años mayor, pero perdió tres años porque tuvo un problema en una rodilla. Por eso fuimos compañeros en el Liceo de Costa Rica. “Cuando vino Don Pepe, no me dijo ni una palabra… Seguimos siendo grandes amigos, hasta su muerte. Fui su médico personal hasta que falleció, y mi hijo, que también es médico, también fue cercano a é. El certificado de defunción le tocó a Manuel, mi hijo”.
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Paso leyendo “Me pensioné estando en el Hospital México, en el año 89. Ahora paso leyendo mucho. Todavía leo sin lentes. Por dicha no los necesito. Y no se me cansa la vista. “Si me pregunta cómo veo al país, le contesto de la siguiente manera: Abel está haciendo lo mejor que puede, está sacrific ando hasta su salud. En cuanto a la situación del país, me devuelvo a cuando salí de la escuela en el Edificio Metálico, en el año 1932. La graduación de sexto grado fue muy emocionante. Se realizó en el salón de actos. Hubo nostálgicos discursos de despedida. La actividad estuvo amenizada con el hechizo de la maravillosa marimba salvadoreña Atlacatl, que repetidamente se vio obligada a ejecutar la pieza de gran moda, Señora Tentación, del músico y poeta Agustín Lara. Por cierto que también fue muy popular una ingeniosa y simpática parodia: Señora Situación, cuya letra reflejaba, en tiempos de Don Ricardo, condiciones y quejas idénticas a las de ahora y siempre…”. Ojo, agosto 2004
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Marco Hernández
El buey de Castillo
Fue don Carlos Mora, quien es asesor en las empresas de José Alberto Castillo y en las empresas de Marco Hernández, quien se encargó de que se conocieran. Pero fue el alma de cada uno la encargada de que se hicieran tan amigos. Tanto que Castillo le dice a Hernández "El Buey", aludiendo a que son yunta, y que junto a don Marco se mete en cualquier negocio. Marco Antonio Hernández Ballestero nació el 13 de octubre de 1954. Sus papás, Miguel Ángel Hernández Zúñiga y Ángela Ballestero Solano, vivían en Juan Viñas, pueblo donde nació don Marco. "Mi papá era carpintero, de toda la vida, y mi mamá, maestra de escuela. Son cinco hermanos, dos hombres y tres mujeres. Crecí en Juan Viñas. Fui a la Escuela Cecilio Lindo, y cuando tenía 15 años mi papá decidió venirse a trabajar a San José. Los hombres de la casa nos vinimos con él. "Ya cuando eso estaba acostumbrado a trabajar. En Juan Viñas iba a la escuela y trabajaba en la pulpería Santa Cecilia. Era dependiente. Entré a los 10 años, cuando estaba en cuarto grado. "Después pasé a trabajar a un bar y restaurant. Trabajaba en la parte de los helados. El cine estaba a la par. Era el cine Esquivel, de Nallo Esquivel. Por cierto que se quemó hace poco. "Ahí llegaba el superintendente del Ingenio Juan Viñas, don Gerardo Santacruz. Un día me dio trabajo. El chiste era que uno trabajaba la zafra, y cuando terminaba la zafra, dependiendo de la amistad lo dejaban en mantenimiento del ingenio. Si no, le daban a uno una boleta, y con la boleta, un canasto y dos sacos, para ir a coger café. "Era negocio. Era muy duro, pero se ganaba mejor que estar ahí. Lo mejor era las mojadas y la caramboleadas en los
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cafetales, y las madrugadas. En diciembre anda uno breteando y tratando de capear el temporal. "Vinimos a vivir al ´Paso de la vaca´. Dormíamos en el piso de una bodega. Ahí pasábamos la noche mi papá, mi hermano y yo, porque mamá y mis hermanas se quedaron en Juan Viñas. "Mi papá y mi hermano vinieron a trabajar a la construcción de la casa del dueño de la empresa de los autobuses de Moravia, don Juan Muñoz, y a mí me pusieron a trabajar en el taller de mantenimiento de la empresa de autobuses. Viajábamos a Juan Viñas los fines de semana. Después se vinieron para San José mi mamá y mis hermanas. "Resulta que estando en el taller de mantenimiento, primero de ayudante del mecánico, luego de ayudante del pintor, después en el taller de torno y soldadura, estando ahí me empezaron a enviar a San José a hacer mandados. Me mandaban a Ferreteria Borbón a comprar cosas para el torno. La tercera vez que llegué a Ferretería Borbón pregunté que si había trabajo. El señor que me atendió me dijo que no sabía pero que podía hablar en el segundo piso, y en el segundo piso me atendió Renato Castro Beeche, hermano de Ricardo Castro Beeche, quien fue director de La Nación.
En Ferretería Borbón "Hablé con él. Era un postulado mío pedir trabajo ahí. Llené una solicitud, me fui, y me llamaron a mi casa, para que me presentara para una entrevista. Toda mi vida, desde que nací, pasé a la par de los serruchos, el martillo, la lija, la brocha, la madera. Mi papá era carpintero. Imagínese si siempre he pasado en eso, que tengo en la oficina un nivel, una garlopa y un afinador que eran de mi papá. "Como he pasado siempre en ese tema, y trabajé en las temporadas de mantenimiento del Ingenio Juan Viñas, a la par de Raúl Sánchez, un señor que tenía muchos años de trabajar ahí, cuando fui a la entrevista con el encargado de personal, Carlos Alvarado, él me llevó a la ferretería, y que qué es eso, un tornillo, qué es esto otro, lija, y así sucesivamente, no le podía fallar. "Había aprendido mucho de ferretería a la par de mi papá, así en el ingenio, en el taller de los buses y en el taller de precisión. Siempre he tenido la habilidad de ser curioso. Me dieron el trabajo, y viera el lío que fue decirle a mi papá que me iba a trabajar a la ferretería. Se puso de los diablos, Camilo Rodríguez Chaverri
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que cómo se me ocurría, que ahí podía llegar a ser un gran tornero. "Ya estaba en el Colegio Nocturno José Joaquín Jiménez Núñez. Le puedo enseñar las notas, que son mis testigos mudos. Espérese que lo voy a pringar todo", me dice Don Marco, y va a sacar unos papeles del archivo, de la sección de Personal. "Antes de ver las notas del colegio, vea mi nota de Primer Grado, en 1962. Ahora vea la nota de Cuarto Grado, en el 66. Aquí dice que tiene que mejorar la letra, y que estudie mucho en vacaciones", dice, muerto de risa. "Empecé a venir al colegio. Una compañera que trabajaba en la Clínica Católica, Isabel, estaba toda contentota conmigo, y me propuse llevarla a pie hasta su casa. Cuando eso, todavía trabajaba en el taller. El uniforme era con un suéter gris y con corbata. Era el Colegio Napoleón Quesada de noche. En un momento, Isabelita y yo hicimos una parada, para comprarle algo en una ventanita, y me dice ´ay, se golpeó ahí´, mientras me señalaba debajo de un ojo. Me paso la mano yo y era grasa del taller. "Llegué hasta la casita de Isabelita y nunca más la volví a invitar de la impresión que me llevé de andar todo embarrado de grasa, todo por trabajar en el día en un cabrón taller y estudiar en las noches. "Bueno, lo cierto es que en Ferretería Borbón, me empezaron a pagar 135 colones por mes menos el seguro. Llegué muy industrioso, empecé a sacar las gavetas y fui poniendo bonito aquello. Me gritaban sapo, sácalas, y Renato contento con el peón. La manguera que se importaba de Alemania, venía con un tapón de hule. Cuando uno iba vendiendo, ahí quedaba el tapón. Y cuando iba yo para la segunda planta, los cabrones me tiraban los tucazos con el tapón. "Pasó el tiempo y fui progresando. Había llegado con el objetivo de hacer muy bien hechas las cosas. Al año siguiente era el jefe del departamento de repuestos de motores fuera de borda marca Johnson. "Empecé a darle al tema. Ahí se vendía herramientas eléctricas portátiles marca Stanley, y yo aplicadísimo aprendiendo. Al frente de la Ferretería Borbón, estaban Almacenes Unidos y Reimers. De Reimers venía Juan Antonio Lara a Ferretería Borbón a comprar alguna cosilla, y en el departamento de repuestos yo era el coco. Me decía, ´chino, chino, tiene tal cosa. Chino, chino, tiene tal otra.´ Un día me dice, ´chino, ¿cuánto gana aquí? ¿no se iría para Reimers?´. Le
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dije que ganaba 135 colones menos el seguro, pero me ofreció 135 colones sin rebajar el seguro".
Pasé a Reimers "Tenía dos años y medio de estar en Ferretería Borbón. No dije nada ahí, ni en la casa. Simplemente al día siguiente, me bajé del bus y en lugar de meterme en Borbón, me metí en Reimers. Me fui donde Efraín Valverde, y me dice ´diay, ¿qué está haciendo aquí?´. Me mandó para el segundo piso, donde Tere Retana. Me llenó la boleta. Vea, aquí está, entre los testigos mudos, que tengo guardados. "Y empecé a trabajar. Ahí fue que arrancó la historia. Si la Ferretería Borbón había sido como ir a la escuela., Reimers era como entrar a la universidad. Había muchísimas más líneas. "Seguía imperando ese instinto mío de aprender, así que me metí en más líneas. Me hice especialista en el mostrador. Cuando tenía tres meses me llega una citación legal. Era que Ferretería Borbón me estaba cobrando el preaviso. Fui donde Juan Antonio Lara. Yo estaba asustadísimo. Y me dice, ´no le haga caso, yo mando a pagar eso´. ¡Qué alivio! "Estando en el mostrador me volví un doctor en el tema. En eso aparece una oportunidad de convertirme en facturador del Departamento de Mayoreo. Tenía que hacer un examen, que consistía en tener buena letra y manejar la calculadora. "Siempre he tenido retos. Se trata de un asunto de actitud. Ya vio usted cómo en todas las notas de la escuela me pedían que mejorara la letra. Yo me había puesto las pilas y de verdad que le hacía letra casi perfecta cuando me lo proponía. También me había apurado con los números. El 4 lo hacía como una silla. Y a Roberto Thompson, que era el jefe, le gustó la prueba y me dieron el trabajo. "En el escritorio del facturador, me tocaba contacto con los clientes. ¿Imagínese lo que es un hijueputa como yo, que venía del cafetal, en un escritorio, con teléfono y calculadora, libros y gavetas? Y sentado, padre, ahí. Me sentía en un avión. "Llamaba la gente de las ferreterías de todo el país. Yo los atendía, y manejaba el libro de precios, que era enorme. "En Reimers estuve trece años. A don Roberto Thompson le gustó mucho mi trabajo. Iba a hacerle inventario en la bodega, que le buscara el catálogo tal, que le ayudara con aquello otro. Bueno, el viejo me agarró de diez para la goma, que decían antes.
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"Carlos Quirós Boza empezó a enseñarme cómo se hacían los cálculos de la mercadería. Todavía trabaja en Reimers. Y Pablo Zúñiga estaba estudiando para árbitro, y me enseñó a hacer los boletines de precios. Un buen día, el mejor agente de Reimers, Héctor Cruz López, se fue a pasear a España. De regreso, apareció que tenía un problema en el nervio óptico y al final perdió un ojo. A raíz de ese problema, apareció una oportunidad de agente vendedor".
Agente vendedor "Él era el dueño del puesto y ganaba muy bien. Me decía ´monillo´. Un día se me acerca y me dice, ´monillo, va a quedar un chance, usted tiene que ponerse las botas´. Él habló con doña Irma Krogman, que era la dueña del negocio, y el 2 de abril de 1977 pasé a ser agente. Había entrado a Reimers en el 74. En ese momento ganaba 1700 colones por mes, y el primer mes de agente vendedor me gané 13 mil colones. El dólar estaba a 8,60, y el pago equivalía a 1500 dólares. Imagínese. "Como yo soy de monte, tirador de caña y cogedor de café, y hasta trabajé en el Ingenio Juan Viñas, de las 12 de la noche a las 12 del día, en el laboratorio de muestras, siempre me tuve que mantener mi ropa, mi Glostora, mi Agua Velva. En la época de coger café, de 6 de la mañana a 4 de la tarde, yo cogía de 12 o 14 cajuelas. Y en la pura tarde tenía que ir a medir el café, con un hambre. Llenaba el canasto, vaciaba, y Mario Alvarado tiraba la moneda de dos pesos. Terminaba de medir y gastaba dos pesos en ocho empanadas y un café, que era un paquete que le vendían a uno las viejillas que vendían en el tren. Recuerdo que le vendían a uno el café en jarros de loza. "Desde esa época las condiciones me obligaron a ahorrar. Echaba las monedas debajo del colchón, y el sábado en la tarde uno contaba. Tenía que pagarle al polaco, que era más bien polaca, la hermana de Nallo Esquivel, que vendía ropa a pagos, aceite de aguacate, glostora y colonia. Entre semana usaba aceite de aguacate, y los domingos glostora y agua velva, nada más para los domingos. Recuerdo que después salió Pino Silvestre, y con esa colonia era que se derretían las chiquillas. También guardaba plata para ir al salón de baile de Nallo Esquivel. Guardaba dos colones para la rocola. "Cuando me gané esos 13 mil colones pensé en ahorrar. Yo me había casado a los 23 años, en diciembre de 1976. Quien 302
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es mi esposa, era mi profesora de Estudios Sociales en quinto año. La conocí cuando ella estaba haciendo la práctica. Se llama María del Carmen Solano Mora. "Vivíamos en un apartamentillo en Moravia. Desde que me casé, poníamos en un papel para cada hijo, en qué gastaba cada cinco. Aquí tengo esos papelitos, para que usted siga conociendo mis testigos mudos. Ahí hay cinco colones de la época, de recuerdo. Lo que sobraba, lo mandaba para el banco", dice don Marco. Entre los papeles que guarda, también hay una copia de un poema que se llama "Eres el resultado de tú mismo" "Ya de agente, yo viajaba en bus. En el bus todo el mundo reclamaba porque yo tenía que cargar conmigo una maleta de cuero que heredé de Héctor Cruz. Así que pensé ´me voy a comprar un carro´. Me voy solo, un viejillo me atiende, todo odioso, y más bien salí en carrera. "Pero Javier Quirós es amigo de una prima de la esposa. Ella me lo dice. Ella le habla y yo me voy para donde Javier. Le dije que quería un carrito, un pick up. Javier me preguntó que si yo era casado, y me explicó que a mí lo que me servía era una Station Wagon. Le dije que sólo tenía 5 mil pesos, y me preguntó que cuánto podía pagar por mes. Después me preguntó que si podía hacer un pago extraordinario con el aguinaldo, y así fue como me la compré. "Era color rojo. Me sentía en otro mundo. La compré, fui y firmé, pero, diay, acaso yo sabía manejar. Llamé a la prima de la esposa, y le pedí por favor que si podía venir".
Su primer carrito "Aquí también tengo el pagaré de ese carro. El otro testigo mudo. Mire: lo compré el 5 de diciembre de 1980. En los cañales de Juan Viñas había traveseado un chapulín, y rapidito empecé a andar vendiendo en carro. Ya en carro, empezaron a subir las ventas. "Los ingresos seguían para arriba, y al año siguiente compré la casa. Pagaba 929 colones por mes en el Banco Crédito Agrícola de Cartago. A los dos años fui, entregué el carro y compré uno nuevo. Pagué lo que debía del anterior y compré el nuevo a contado. "Yo empiezo a participar en el departamento de compras, y llegué a un nivel en que era el que más ganaba en Reimers. Le puse mucha atención al negocio en la calle. Hubo un momento en que había necesidad de ampliar líneas y mejorar Camilo Rodríguez Chaverri
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en entregas. Pido una cita en la gerencia. Cada día yo más pendiente de la jugada. "Hasta que viene la devaluación, y mi concuño, Germán Retana, el que era motivador de la Selección Nacional, me dijo ´cambiá la plata y pasala a dólares´ Además, Carazo pidió que las prestaciones fueran al Banco Popular, y mejor me liquidaron. La plata de la liquidación también la pasé a dólares. "Dentro de las decisiones que tomaron en Reimers, en medio de la crisis del país, quitaron la línea de plomero doméstica. Visualicé el negocio, y en el 85 empecé a poner la empresa. Contraté a una persona que empezó a comprar en plaza. Es que la situación difícil hacía que ocurrieran cosas como la siguiente: Yo llegaba a Guápiles y un martillo costaba 150 colones y en San José ya estaba en 300 colones. Todavía no se habían dado cuenta. Compraba todos los martillos, venía y los vendía en San José. "Puse a un carajo a jalar la cosa, a manejar el negocio, y en el 86, en diciembre, mi concuño Germán Retana se va para California a estudiar. Me dice, ´Marco, venga a Estados Unidos´. Yo me alboroto, empiezo a moverme, y va este polo con los tres hijos para California. Primera vez que iba a salir. Nunca me había montado en un avión. Me llevé $ 25 mil en esta bolsa. Cuando llego, me dice Germán, ´¿vos tenés una tarjeta de crédito?´. Y le digo yo, ´nombre, aquí tengo la plata´. ¡Qué regañada me pegó! Fuimos, y así fue que saqué mi primera tarjeta de crédito. Él vivía en Pasadena, donde hacen ´El desfile de las rosas´. En todo el viaje gasté casi $ 4 mil dólares, en unos 15 días. "Ya vengo de vuelta en el avión, y en pleno vuelo, tuve tiempo de contarle a la cuñada, Olga Marta Solano, que venía a ver a la familia, lo que estaba haciendo. Le dije que si lo hacía, y fallaba, me podía devolver, porque estaba joven. Puse la carta de renuncia el 27 de febrero de 1987".
Macasomo "Salgo a la calle. Ya mi empresa se llamaba ´Distribuidora Macasomo´, porque provenía del nombre de mi esposa, María del Carmen Solano Mora. Empezamos a vender. En lugar de Macasomo, me le decían Sacamocos. Empecé en el closet de mi casa. Luego, mi papá compró una casa en Guadalupe, y me dio la planta de arriba.
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"Después, alquilé otra bodeguilla, en Guadalupe, en Barrio Santa Cecilia. Ya estábamos con plomería y ferretería, como importador directo. No le debía ni un cinco a un banco. Era mi billete el que iba jugando. Yo sé que era una carajada de polo, pero después cambió "Yo ya necesitaba un asesor porque se me complicaba mucho el manejo de todo. Juan Quirós Herrera me recomendó a Carlos Mora. Fue don Carlos el que empezó a decirme que asesoraba a unos señores Castillo. Yo ya había conocido a Castillo. En Reimers me tocaba visitar Cartago, Alajuela, Heredia, San José, la Zona Sur, Guápiles y Limón. "Había que ir a Cariari cruzando los ríos porque no había puentes. Visitaba a Pepito Porras y a El Colono. José Alberto Castillo era un flaco. Me hacía un cheque con fecha de dentro de 15 días, un cheque posfechado, que llaman. Yo le decía que no, que en la compañía no me lo permitían, y él me contestaba, ´pero, ¿cómo se le ocurre? A mí me lo permiten en Uribe y Pagés, en La Granja, en todo lado´. Yo le decían que esas eran las órdenes, así que me hacía un cheque al día y no me compraba. "Cuando Carlos Mora me habló de Castillo yo le dije ´no, no, sólo paga con cheques posfechados, es muy mala paga´. Pero Carlos Mora empezó a juntarnos. Yo antes creía que era odioso y petulante, pero al tiempo me di cuenta que realmente lo que es Castillo, la verdad, es tímido. "Cuando uno entra a tratar con Castillo se encuentra a una gran persona. Por Castillo yo me trueno a cualquier hijueputa. Castillo come en el plato de uno. Cuando vamos a comer, Carlos Mora es todo ´milindres´, Castillo come para adentro, come riquísimo, y si uno está a la par, le dice a uno, ´¡qué rica que se ve esa carne!´ y empieza a meter la cuchara en la comida de uno. Así es. Carlos Mora anda dejando comida, y apenas termina con su plato, Castillo sigue con el de los otros. "Hemos ido acomodándonos, acomodándonos. Con Carlos Mora, entonces, empiezo a tratar con Castillo. Le gustaba que yo fuera a Guápiles. Nos quedábamos donde él, en la casa de antes, donde tenía unos pájaros. Doña Magda nos servía esas toneladas de desayuno y él quiere que uno coma todo lo que hay. Se identificó de una manera increíble conmigo, no sé porqué putas. Y empezó a decirme ´Buey´, que yo era el buey derecho de él, que hacíamos yunta en lo que fuera. Así que de las empresas mías, de MAFISA y TRANSFESA, para las operaciones de Castillo hacemos lo que sea". Camilo Rodríguez Chaverri
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Suerre, Toyo y Guapileños "Un día me llama, ´Buey, viera la oportunidad que hay, véngase´. Nos sentamos con los Arias en Aderli. Lo que ahora es el Suerre en ese momento era un charral. A la par de una columna que había, en una mesilla nos sentamos con Cecilio y René Arias, y con los dos hijos de René. Los del negocio éramos Juan Rizatti, Pedro Saborío, Víctor Brenes, Édgar Guzman, Carlos Mora, Castillo, Carlos Murillo y yo. "Resulta que Víctor Brenes es de Capellades, y que conoce a mi tata, y en las reunioncillas que hacíamos, le digo, ´don Víctor , viera que mi papá lo conoce, y me contó que a usted le dicen mico´. Aquello fue un carnaval. "Entonces, ya me metí en el Suerre. En eso, viene Castillo y me dice, ´Buey, vea, tengo a un amigo que es gerente del Banco Popular, y quiero que montemos un negocio con él. Empezamos a darle vueltas. Castillo quería algo así como una venta de repuestos. Le dije que tenía amistad con Javier Quirós, y me fui a hacerle un planteamiento. Así nació Toyo del Atlántico. "Y un día, bajando las gradas del Hotel Suerre, me llama Carlos Murillo: ´mirá, te tengo que proponer un negocio´. Le estaban vendiendo Coopetragua. Le entramos al negocio Carlos Murillo, Carlos Mora, Castillo y yo. Así nació Empresarios Guapileños. "Hubo un momento en que estaba con ellos en Suerre, Toyo y Guapileños. Aparece Cervecería Bremen, y montamos una distribuidora entre casi todos los mismos. "El problema fue que, mientras tanto, TRANSFESA y MAFISA se me estaban cayendo a este lado. En un momento determinado le dije a Castillo que se me encharraló aquello. Entonces le vendí la parte mía en Suerre, Toyo y Guapileños. "De verdad se convirtió en mi buey derecho. No sé cuánto significó eso, pero levantamos de este lado. Y la moraleja, man, es que el ojo del amo engorda el caballo. "Empiezo a crecer en Tibás con Transfesa y ´La casa del Fontanero´, que ahora se llama ´El palacio ferretero´. ´La casa del fontanero´ es fruto de que Marco Hernández sale de Reimers, y Juan Miguel Salas me promete que montemos una ferretería. Le cambiamos el nombre de ´La casa del fontanero´ a ´El Palacio Ferretero´ porque realmente es una ferretería. "Bueno, pero devolviéndonos con el cuento, como estábamos creciendo tanto, alquilé una bodega por el estadio, y además soy morado hasta las orejas. Me vengo, don Ricardo 306
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Mangel, de Alumicentro, me invita a almorzar en diciembre, y me cuenta que anda buscando una bodega, y le cuento que yo también. Me cuenta que hay unas donde estaba Álvarez y compañía, y dicho y hecho. El encargado era Javier Fillol, quien era gerente del Banco del Comercio, y con él hice el trato".
MAFISA "MAFISA nació porque trabajando con Reimers viajaba a Cartago, y en Ferretería La Florida, tenía un empleado, José Ruiz, que llegaba con las devoluciones. Me caía malísimo. Pero siguió el mundo. Yo compraba en Central de Mangueras, en La Uruca, y revendía en Alajuela. Y me encuentro ahí a José Ruiz. Chepe pasa a ser empleado de un distribuidor en Cartago, trabaja en Tornillos Industriales S.A., TISA, como encargado de compras. Por muchos meses estuvimos negociando. Él era el comprador, yo negociaba... "Y llegó un día a TRANSFESA, que le cortaron el rabo, y que venía a decirme que su idea era montar algo propio. Yo dije que me dejara preguntar. Yo soy carbónico. No decido así no más. "Le pregunté a Carlos Mora, y don Carlos me dijo ´si usted me invita a esa sociedad, yo le ayudo´. José me llamó desde un teléfono público y yo le dije que habláramos. Así fue como entramos Carlos Mora, José Ruiz y yo. Chepe empezó con un 15 %, Carlos Mora con un 30 % y yo con un 55 %. Él lo que iba a aportar eran las prestaciones, al final algo pasó y no se las dieron, pero empezó a trabajar muy duro, a raspar la olla, y, diay, fue exitosa la operación. "MAFISA es importador de mangueras industriales, de uso hidráulico, y fitinería, que son cositas de bronce que sirven para acoplar tuberías de cobre. "También estamos con Remusa, Repuestos Mundiales S.A, que es en sociedad con José Ruiz. También tengo E.B. Técnico, que es un trato con unos mexicanos, recibo y pago lo que vendo, e Inversiones La Bandera, que es distribuidor exclusivo de Duratex. "Tengo que decir le verdad, y es que para mí Castillo ha sido un espejo donde yo me veo. Él y yo nos hemos sentado a contarnos la historia. Castillo, Chepe Ruiz, Carlos Mora y yo somos fiel reflejo de esas personas que nacimos de la nada. Chepe Ruiz vendía chances y periódicos en el mercado, Carlos Mora cogía café en Alajuelita y fue cajero en San Vito, Camilo Rodríguez Chaverri
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yo cogía café y tiraba caña en Juan Viñas y Castillo vendía huevos de doña Nora, su santa madre, ya fallecida, para poder ir a estudiar. "El Grupo Colono es el fiel reflejo de los propósitos que uno como persona puede concretar. Creo en que cuando se sigue el orden lógico de las cosas, hay que establecer una meta, un propósito y un plan para ejecutar, se establece a la perfección el ser, el hacer y el tener, que, para mí, es la clave de todo. "Ser es exactamente pensar en qué es lo que yo quiero. Hacer es ejecutar lo que corresponda para lograrlo, y tener es la consecuencia, el resultado de esas dos partes", concluye Marco Hernández, el buey derecho de Castillo. El Guapileño, diciembre 2003
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José Manuel Salazar Navarrete
Padre del desarrollo agrario
Tiene a un escritor en la lengua. A veces es un poeta. Otras veces es alguien que escribe cuentos. Siempre entretiene con su palabra. Y parece que hay una conexión clara entre sus palabras y sus ojos. Cuando son palabras pequeñitas, se cierran como un puente elevado, y cuando hay palabras que portan ideas grandes, toda su cara se resume en los ojos… Padre del Instituto de Tierras y Colonización (ITCO), actual Instituto de Desarrollo Agrario (IDA), José Manuel Salazar Navarrete es mucho más que un nombre sellado en la historia de cientos de asentamientos campesinos. Uno de los ideólogos del Partido Liberación Nacional, gran conocedor de la historia del desarrollo de diversas zonas rurales y ahora también novelista, es un gran personaje de nuestro país. Salazar Navarrete nació en San José el 16 de abril de 1928, y se crió en Barrio México, por El Paso de la Vaca. “Mis papás se llamaban Manuel Salazar Rivera y Dora Navarrete Grijalva. Mi mamá y todos los Navarrete eran de Santa Cruz de Guanacaste, así que íbamos allá a pasar todas las vacaciones. Hacíamos giras a caballo. “Era otro Guanacaste. Había que irse a mediodía en ferrocarril, llegar a Puntarenas, y esperar unas horas en el muellecito hasta las 12 de la noche. Entrábamos por el Golfo de Nicoya. Era un Golfo de Nicoya que no estaba contaminado. Los delfines iban jugando con la lancha. “Cuando estaba amaneciendo, llegábamos a Bolsón o a Ballena. Eran dos puertecitos. Ahí nos esperaban con caballos para ir hasta Santa Bárbara de Santa Cruz de Guanacaste. “Pero donde realmente nos criamos fue en Barrio México. Mi papá tenía una pastelería en el Paso de la Vaca. Era muy trabajador. Se dio la desgracia de que murió cuando tenía 30 Camilo Rodríguez Chaverri
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años de edad. Le dio una pulmonía. El día que se levantó de la gravedad de la pulmonía murió del corazón. “Yo tenía dos años de edad. Somos cinco, tres hermanas mayores y dos hermanos. Mi hermano Fernando tenía dos meses de edad cuando murió mi papá. Fernando es abogado y fue diputado, Viceministro de Relaciones Exteriores, y Embajador en Naciones Unidas, Colombia y Argentina. “Nos criamos como huérfanos de padre, con una maravilla de mamá. Seguimos un tiempo muy corto con la pastelería, y luego, por influencia familiar, el negocio se convirtió en una fábrica de ropa. “Crecí en esa fábrica de ropa. Tuve que trabajar desde los 8 años de edad. Trabajé en la fábrica de ropa y también en una tienda. Es que vendíamos al detalle la ropa que fabricábamos. La tienda estaba en el Mercado Central, mientras que la fábrica primero estuvo en Barrio México y después al frente de la tienda. “Nos pasamos a vivir al frente del Mercado Central, con todas las aventuras de un chiquillo en el ambiente variopinto y colorido de un mercado. “Éramos pobres porque el país era pobre. Barrio México era un área representativa de la pobreza de la Costa Rica de ese tiempo. Ahí vivíamos, por ejemplo, Óscar Cháves Esquivel, quien luego fue fundador de ALDESA Valores y creador del Terramall; la actriz Ana Poltronieri; el Doctor Luis Burstin; el Doctor Lev; María Eugenia Vargas Solera, primera jueza de menores. Barrio México es muy interesante. Otro aspecto es que lo más representativo del llamado hoy Art Deco de la capital está en Barrio México . “Estudié en la Escuela República de Argentina. Realmente en esa época la escuela primaria era el crisol de la democracia costarricense. Uno tenía amigos de todos los estratos sociales. Amigos para toda la vida. “Tuve un maestro tan extraordinario en quinto y sexto grado, que fue quien me guió y me marcó la vida en lo académico y en lo humano. Se llamaba don León Ávila. También tenía otro muy bueno, de Educación Física. Se llamaba Maynard Kohkemper. Era un alemán extraordinario. “Además, en la escuela nos enseñaron a nadar en la pila Volio, que quedaba por el Paseo de los Estudiantes. “Nadé en pozas en Tibás y Moravia, y en el río Virilla, cuando no estaba contaminado. Hacíamos excursiones a Ojo de Agua, todos los sábados. Nos íbamos en ferrocarril y nos bajábamos en San Antonio en Belén. Todo lo demás era a pie. Uno de los de ese grupo era Daniel Oduber. 310
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“También recuerdo que en esos años había una revista en que publicábamos artículos en la escuela. Eso me permitió iniciarme en las letras”.
Niñez, cine y trabajo “Los niños y las niñas nos fuimos haciendo grandes. Asistíamos al Teatro Líbano y al Cine Adela. Los hombres nos íbamos los sábados a la tanda de tres del Raventós o del Palace. En ellos y en los cines del barrio vimos inolvidables películas mexicanas y argentinas, y otras de Hollywood, tan memorables como ´La Fiebre del Oro´, o ´Tiempos Modernos´, de Chaplin. También otras, como las de Shirley Temple, de Diana Durbin o de Mickey Rooney. “En el cine Adela fue un acontecimiento la película ´Siempre en mi Corazón´, de la que todos los amigos fuimos espectadores repetidamente. La vi al menos cuatro veces. En el Teatro Líbano el llenazo extraordinario fue la película ´El Gran Vals´. “Con el recuerdo de esta primorosa película se me viene a la memoria don Luis Fioravanti, inmigrante italiano, excelente sastre, que ya entonces había llegado a una edad avanzada. Siempre andaba ataviado con su elegante vestido entero que incluía chaleco, saco y corbata. Cuando proyectaban ´El Gran Vals´, ingresaba a la tanda de cuatro, se quedaba a la de las siete y seguidamente a la de nueve. Así cada día durante todo el tiempo en que estuvo en exhibición esa película. “Y lo que le voy a contar ahora no se lo he contado a nadie: en ese quinto y sexto grado yo era el primero de la clase, y no se me permitió ir a secundaria. Nunca fui a un colegio. “En ese tiempo era bastante corriente. Me dijeron ´usted lo que tiene que hacer es trabajar´. No había colegios nocturnos, ni siquiera el Omar Dengo, que fue el primero. Diurnos, en todo el país existían cinco: uno en Alajuela, otro en Cartago, y tres en San José, el Colegio de Señoritas, el Seminario y el Liceo de Costa Rica, al que ingresaron mis compañeros de escuela. Lo único que había eran dos escuelas de comercio, nocturnas. Yo estudié en la Escuela Manuel Aragón. Entré y me gradué con 13 años de tenedor de libros, y a los 14 años me gradué de contador privado. “Entonces, por las circunstancias familiares, trabajaba supervisando en la fábrica y tuve que aprender hasta de sastrería. En eso, un tío mío fundó la primera fábrica de zapatos que hubo en Costa Rica. Se llamaba ´M 27´. La fundó Camilo Rodríguez Chaverri
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con Carlos Manuel Zecca. Yo era el encargado de pegarle los remaches a las botas de trabajo. Lo hacía con una máquina. Viera mis manos. Era una jornada de trabajo pesada y terminaba con las manos realmente maltratadas. También quedaba en El Paso de la Vaca, a la vuelta de la Botica Solera, cerca del negocio de la familia de la que luego fue la profesora universitaria Estrellita Cartín, y de la casa de doña Carmen Valverde, que se casó con don Rómulo Betancourt y llegó a ser primera dama de Venezuela. Los zapatos aquellos eran famosos. Se llamaban zapatos ´Pocobién´. “Lo que apenas alguien podrá percibir, si es muy sensible, es mi terrible frustración como adolescente por no ir al Liceo de Costa Rica. El país tenía apenas cinco colegios de segunda enseñanza, ¡Qué gran contraste con esos trescientos que tiene hoy! “Eso me marcó para muchos años. Me dediqué a cultivar mucho la lectura. Me convertí en un devorador de libros, en la Biblioteca Nacional. Leí ´El Conde de Montecristo´, ´Quo Vadis´, ´Los Tres Mosqueteros´, ´Tarzán´… Leí todas las obras que pude de Julio Verne, Salgari, los dos Alejandro Dumas, Édgar Rice Burroughs, Doc Savage, Bill Barnes, Sandokan y Miguel Strogoff. Como uno no podía llevarse el libro a la casa, leía las tardes enteras en la biblioteca”.
En el Banco Nacional “A los 15 años de edad me presenté a un concurso en el Banco Nacional para entrar como empleado de oficina. En ese tiempo, era una gran distinción. Se presentaron 62 aspirantes. Yo no había alcanzado ni la estatura de hombre, pero quedé de segundo entre 62. “Entré al banco el 3 de mayo de 1943. Me llevaron donde el gerente del banco, Don Julio Peña Morúa, que además había sido fundador del Banco Crédito Agrícola de Cartago. Era como una curiosidad dentro de la institución. “Primero estuve en ´Clasificación de billetes´. Me tocaba elaborar la lista de los billetes retirados de circulación, e irlos a quemar en la azotea del banco. La jefa se llamaba doña Joaquinita. “Empecé a formarme en ese banco en el que había mucha mística, mucho interés por mejorar el servicio público y una honestidad a toda prueba. “Al mes de estar en ´Clasificación de billetes´, me pasaron a Juntas Rurales de Crédito, que había sido una idea de don 312
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Julio Peña Morúa. El jefe era el ingeniero Alfredo Hernández Volio, quien después alcanzó un mayor prestigio como Ministro de Hacienda de Don Otilio Ulate. “Ahí también trabajaba don Elías Soley Carrasco. Había también un ingeniero de apellido Mangel, papá del doctor Enrique Mangel. Eran de un esfuerzo y una capacidad de trabajo increíbles. “La idea era que hubiera una Junta Rural de Crédito en cada lugar de Costa Rica. Ahí capté más dosis de mística. Siendo oficinista tuve una interesante experiencia durante cuatro años. Una vez importaron machetes, picos y palas para vender. Yo estaba a cargo de la venta de esas herramientas. “Otra gran persona con quien tuve contacto en el banco fue Rodrigo Facio Brenes. En ese momento, estaba trabajando de secretario privado de don Julio Peña Morúa. Rodrigo y yo desarrollamos una gran amistad, lo que me permitió enterarme de lo que sería la vida universitaria, vedada de momento para mí porque no tenía bachillerato”.
Los hechos del 48 “Mario Cordero Croceri era compañero mío, y también conocía a su hermano, José Rafael. Un día me dice ´¿no querés enrolarte?´. Le dije que sí, y me fui para Cartago. Logré entrar hasta la finca ´Muñeco´, de los Masís. No más llegando, nos dijo un señor ´para atrás todo el mundo´. “Tuve que devolverme a Orosi. En eso salió uno que fue comandante, Vico Starke, pero no me dejó irme con él. Después resultó ser el comandante de la invasión a Limón. “Tuve que coger un tren a San José. Cuando llegué, por dicha me llevaron escondido, porque cayeron varios ´jeepones´ y registraron la casa. Yo estaba escondido en una casa a la vuelta. Esperé hasta el día en que San José quedó sin guardia. Entonces, ahí en el barrio México, le quitamos armas a algunos de ´Los Linieros´ de Carlos Luis Fallas, y nos fuimos a la calle. Yo tenía 20 años. “La revolución tiene un significado para mí más allá del enfrentamiento, y creo que significa más en otro sentido. Porque después del 48 viene el capítulo que es el de fondo en mi vida. Estando en el banco, me entero de un decreto de la Junta de Gobierno que, por la situación extraordinaria, permitía entrar a la universidad sin ser bachiller. Así que desde noviembre de 1948, es decir desde antes de la invasión nicaragüense y del episodio bélico de diciembre de ese año, Camilo Rodríguez Chaverri
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organicé un grupo de cinco, al final el único que usufructuó eso fui yo, pero juntos contratamos un profesor de matemáticas, don Bernardo Alfaro Sagot, autor de los libros de matemática para secundaria. Por mi trabajo en el banco a lo único que podía aspirar era a estudiar Ciencias Económicas. “Ves, donde sí me metí de lleno fue en contra de la invasión de la Guardia Nacional de Somoza. Nos entrenaron en la finca Lindora, de Marcial Aguiluz, junto a Hernán González. Marcial y Hernán formaron una compañía. Carlos Luis Valverde fue asesinado el 1 de marzo de 1948. Por eso, el batallón llevó su nombre. Los comandantes eran los hermanos Aguiluz, que también había vivido en Barrio México. “Recuerdo a poca gente de ese tiempo, pero sí recuerdo que había muchos de la Legión Caribe, que incluía a muchos peruanos y dominicanos. Éramos un grupo de unos 110 hombres, dividido en subgrupos. El ametrallador de mi grupo era un peruano. Nos fuimos en cuatro aviones DC 3, uno piloteado por Johnny Victory y otro por Pillique Guerra. “Volamos hasta el campo de aterrizaje en ´El Amo´, que era privado. Estuve en unas balaceras horribles. Recuerdo de una que duró toda la noche, estábamos al descampado y nos estaban disparando con una ametralladora calibre 50, de esas que las montan en un trípode. Lo que paró ese fuego y nos salvó fue que empezó a llover durísimo. “Alguien muy enterado me dijo que Aguiluz dijo que la operación de los aviones era la más riesgosa que se había realizado en las luchas de Costa Rica. Es que nos tirábamos del avión y de una vez a disparar… “Estuve entre los 110 escogidos para ir a tomar La Cruz, donde estaba Calderón Guardia. El ataque final fue un 23 de diciembre. Por gran suerte, cuando entramos el pueblillo estaba vacío. Lo habían abandonado. Recuerdo que había trincheras y comida que parecía estar caliente. En las casas habían guardado todo. Por ejemplo, encontré una máquina de escribir debajo del piso. “Eso parecía como un pueblo fantasma. No había nadie. Ni de las familias originales ni de los ocupantes. Dormimos por cortesía del padre, dentro de la iglesia. Nos acomodamos en las bancas y ahí pasamos la noche del 24 de diciembre, y recibimos el 25 de diciembre con un órgano increíble que había en esa iglesia. Alguien empezó a tocar por la mañana. “Ahí jugó de todo, tomando en cuenta que Estados Unidos a veces jugaba para un lado y a veces para el otro. En ese momento, cuatro aviones de guerra resolvieron el asunto, y 314
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los conseguimos a un dólar cada uno. Hay que recordar que Somoza era pro yanqui. Yo no sé cómo fue que conseguimos que nos dieran esos aviones. “Después de la operación regresé a San José, exactamente el 29 de diciembre“.
Universitario sin colegio “El 3 de enero de 1949 empezamos a estudiar matemáticas con don Bernardo Alfaro. Estudiamos en los libros cuyo autor era el excelente profesor de nuestro curso. En 15 días aprobamos el primer año. Eso sí, todas las noches, rum rum rum, estudiábamos parejito. “Hubo algunos “años”, como el tercero o el cuarto, que nos tomaron más días. Pero en marzo del 49 terminamos quinto año. Así superamos ese que era un obstáculo terrible. “En ese mes de marzo llego a la universidad, que quedaba donde ahora está la Corte Suprema de Justicia. Entré a Ciencias Económicas, entramos 200, y en diciembre de ese primer año terminamos 60. Finalmente, llegamos a quinto año de carrera sólo 15. Entre ellos éramos compañeros el ex presidente Rodrigo Carazo Odio; Raúl Hess; Édgar Jiménez Andreoli; Jenaro Valverde (qdDg), que estuvo en la Caja Costarricense del Seguro Social; el recordado Rodolfo Solano Orfila (qdDg) y Matilde Marín (qdDg) que fue diputada, Porfirio Morera Batres y varios otros, todos excelentes estudiantes y amigos. “Y de los que habíamos entrado sin ser bachilleres, sólo terminamos dos, Wallace Cover yo. Me gradué finalmente de Administración de Negocios, y después hicimos un grupo de Economía con Rodrigo Carazo, Rodolfo Solano Orfila, Matilde Marín, Raúl Hess y unos pocos más. Las otras dos carreras en esa Facultad de la UCR eran Administración Pública y Estadística. “Y vea las vueltas del mundo: yo que tuve esa dificultad, años después llegué a ser decano. El decano es el director por elección de la asamblea de los profesores y de la representación estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas con sus cuatro escuelas. “En esa época, la única universidad, por mandato constitucional, era la Universidad de Costa Rica. Ahí me hice muy amigo de Luis Demetrio Tinoco, ´Mechito´ Tinoco, que fue Ministro de Educación del Dr. Calderón Guardia. Eramos
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profesores en la Escuela de Ciencias Económicas dando el curso de Principios de Economía. “Yo mientras estudiaba, trabajaba en el Banco Nacional, que era emisor de billetes, y lo fue hasta el momento en que se formó el Banco Central, en 1950. Para la formación y los inicios del Banco Central me trasladé a esta institución y fui primer inspector de bancos, junto con tres compañeros más, bajo la dirección de don Jorge Arturo Sáenz Brenes, Auditor General de Bancos, y del Gerente General, don Ángel Coronas. “Después me fui a Brasil durante un año, y estudié en el Centro Superior de Enseñanza Getulio Vargas. Unas cosas que aprendí, de un profesor que venía de Harvard, fue la materia llamado relaciones públicas, así que me traje esas enseñanzas. “A mi regreso, en el 54, se formó el INVU, el primer gerente fue Rodrigo Carazo. Antes, Carazo era Director Nacional de Economía del Ministerio de Hacienda, que en ese momento estaba en los altos del edificio de Correos. “Así que fui a hablarle cuando supe que iba a ser el gerente, y le dije que un compañero de nosotros quería irse a trabajar con él, y fue cuando me dijo ´no, no, quien quiero que se venga conmigo sos vos´. “Así que fui el segundo de a bordo. Estuve desde el primer día de labores del Banco Central, y luego estuve desde el primer día de labores del INVU. Era jefe del departamento financiero. “En el INVU estuve cuatro años, creo que a partir de 1954. Me tocó la compra de las primeras hectáreas de los Hatillos. “Algo muy curioso es que en la Escuela de Economía, siendo yo estudiante o profesor, además de a Rodrigo Carazo, a Miguel Angel Rodríguez, como te conté, y a Óscar Arias, y desde jovencillos, los tres decían ´voy a ser Presidente de la República´, cosa que ellos alcanzaron. Al otro presidente que conocí ahí, pero es otro caso, fue a don José Joaquín Trejos. “Don José Joaquín vino a la escuela después de especializarse en Estados Unidos. El de él fue un caso muy diferente: le salió la presidencia ocho meses antes de las elecciones de 1966, por un pacto entre los expresidentes Calderón y Ulate, quienes lo lanzaron con el lema de ´las manos limpias´. Don José Joaquín nos dio los cursos de Geometría Universitaria y Cálculo. Dos descubridores desarrollaron el cálculo, uno de ellos fue Isaac Newton. Yo era tan bueno en cálculo que incluso pensé hacerme matemático, pero no seguí esa carrera. Mientras pasaba todo eso seguía de muy amigo con Rodrigo Facio, que 316
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fue profesor mío en la Escuela de Ciencias Económicas. Era profesor de Doctrinas Económicas. Él nos hablaba de cómo se formó el pensamiento en Economía”.
Del INVU al CNP “En eso promulgan una ley para reorganizar el CNP. Nombraron de gerente a don Elías Soley Carrasco, y él me llamó para ser subgerente. Ahí manejaba todas las importaciones y exportaciones de granos y de ganado. Tenía expendios para regular los precios en todo el país, y agencias de compras de productos a lo largo y ancho de nuestro territorio. “Fue una experiencia muy enriquecedora, como las juntas rurales. Me tocaba trabajar siempre con ingenieros agrónomos, campesinos y de refilón con abogados. Fue a partir del año 56. Tenía yo 28 años. A ese sistema lo hicieron desaparecer. “El CNP era el dueño de la Fábrica Nacional de Licores, y don Elías me dijo ´no quiero tener ninguna relación con eso´. Así que me delegó la administración de FANAL, que tenía su director. Empecé a aprender, todo era mercado y ventas. “Para eso trajimos un consultor puertorriqueño, y guiado por él compramos una finca de 30 hectáreas en Belén, que tiene las mejores aguas subterráneas. Por ese terreno pasaba el ferrocarril, y magníficas carreteras, sin embargo nunca se instaló ahí FANAL. Un diputado pasó una ley de que tenía que estar en Grecia, y así, el terreno de Belén terminó convertido en una finca recreo de los empleados del CNP. El Consejo Nacional de Producción tenía decenas de agencias de compras de arroz, frijoles y maíz en todo el país para asegurar, en los hechos, buenos precios a los productores de todas las regiones. Contaba además con expendios de productos de consumo popular para hacer seguros, en los hechos, precios bajos para benficio de los consumidores. Todo eso, como los sistemas similares, fueron desmontados en años recientes por las influyentes personas a quienes esas realidades no les importan en lo más mínimo. “Como te he contado, estuve en ciclos de cuatro años en esas instituciones públicas, y después venía de profesor. Siempre tuve aunque fuera un cuarto de tiempo, unas horas en la universidad.
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“En esa época se redactó la ley del ITCO, la ley más grande que se había dado durante el gobierno de don Mario Echandi. Él vetó la ley. “Ahí es que entra en esta historia Fernando Salazar Navarrete, mi hermano, que es abogado. Él fue diputado del 62 al 66. Él había trabajado en la campaña de don Chico. Don Chico era un hombrón. Tenía un manera recia de hablar, pero siempre fue un gran hombre. Apenas quedó de Presidente, don Chico me preguntó, ´José Manuel, ¿usted qué quiere?´ Yo le dije que había que crear el ITCO. Mi tesis de graduación universitaria fue sobre ese tema y se llamó ´Tierras y Colonización en Costa Rica´. Don Chico me respondió, ´entonces, espérese, usted va a ser el primer gerente´. Igual que cuando ingresé al Banco Central o al INVU, otra vez entré con ´La Gaceta´ en la mano: de nuevo estuve desde el primer día de la institución. “Hubo un sesgo que le di al ITCO que fue realmente distribuir tierras aptas para sembrar, y al mismo tiempo impedir que fueran ocupadas tierras que debían ser destinadas a parques nacionales. En las diferentes administraciones se le dio tierras a sesenta mil familias. Ahora la institución se dedica primordialmente a programas de titulación, pero distribuir tierras era lo esencial en aquellos otros tiempos, aunque los títulos no se dieran inmediatamente. Me parece que, en ese sentido, se ha desvirtuado la razón de ser de la institución. “Estuve en el ITCO con don Chico, con don Daniel (Oduber) y don Luis Alberto (Monge). En los años en que no estaba en el ITCO, volvía a la universidad. “Yo era decano y renuncié para ser jefe de campaña de Daniel Oduber. Yo era muy cercano a don Pepe y a Daniel. En ese momento, Daniel era nuestro candidato. Yo estuve en todos los primeros congresos ideológicos del partido. Fui organizador y dirigente de algunos de los primeros, junto a Carlos José Gutiérrez (qdDg) y a Eduardo Lizano Fait. “Eduardo y yo tuvimos una gran amistad. Él tuvo un papel muy importante durante las primeras décadas de la vida de Liberación Nacional. Dirigimos algunos de los primeros congresos ideológicos, en especial el segundo y tercero. Participé también en algunos aspectos de la redacción de la carta fundamental con el Padre Benjamín Núñez, de quien también fui muy amigo. Todos sabíamos, eso sí, que la carta fundamental y las correcciones de ese documento realizadas en los congresos era materia que siempre estaba en manos 318
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del Padre Núnez. Esos años, los de los primeros congresos ideológicos del partido Liberación Nacional, fueron los años gloriosos de Liberación Nacional. Era cuando de verdad éramos creyentes sinceros de esas ideas que poníamos por escrito. “Como fui jefe de campaña de Daniel, él me puso en la lista de diputados por San José. Los dos primeros puestos los ocupamos Alfonso Carro Zúñiga y yo. Fui diputado dos años. Alfonso fue presidente de la Asamblea Legislativa y yo fui jefe de fracción. Recuerdo que me sentaba en la primera silla, y del otro lado, en la primera silla se sentaba Rafael Ángel Calderón Fournier, que cuando eso era un muchacho joven y ya se sabía que iba a ser Presidente de la República. “En esa época bajo la guía de Daniel Oduber, fuimos verdaderos negociadores. Daniel fue el presidente más parlamentario que he conocido. Él mismo negociaba todo. Dedicaba gran parte de su pensamiento a su actividad parlamentaria. Cada semana me invitaba a almorzar en la casa presidencial con algún líder de la oposición. “Así se consiguió la creación del Puerto de Caldera, y la de Asignaciones Familiares,y varias otras leyes importantes. Esa es la magia que hay en negociar”.
La pasión por el desarrollo agrario “Dos años después me fui para el ITCO porque Daniel me lo sugirió. En mi familia me dijeron, ´qué bruto, con lo que cuesta ser diputado…´. Pero lo del ITCO es algo que llevo marcado en mi historia, en mi corazón. “Daniel me tenía una confianza enorme. Por eso, no me puso ningún ministro encima. En el ITCO trabajamos con tanta libertad que fue cuando se compró más tierras en todo el país. “Antes, trabajábamos con mucha soltura. Ahora, hay todo tipo de controles. Sin embargo, nunca ha habido más irregularidades que ahora en las instituciones públicas. “Estando de diputado me enfrenté a la United Fruit Company con una ley de expropiación de todas las tierras incultas. El bloque principal estaba en la Zona Sur. Así fue como creamos Coto Sur. Adquirimos tierras que llegaban hasta la frontera con Panamá. Esa extensión, la sembramos principalmente de palma aceitera. Eran 30 mil hectáreas. “Curiosamente, también hice amistad con el hombre más importante de la United, que era Richard Johnson. Incluso, él Camilo Rodríguez Chaverri
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nos vendió la semilla para sembrar palma aceitera. El primer semillero fueron 30 hectáreas de matitas. De todo corazón se lo agradezco a don Richard. Ese fue el origen de la enorme producción de aceite vegetal, por un valor de muchísimos millones de colones para beneficio de millares de pequeños colonos, que tienen sólo en esa actividad ingresos de centenares de miles de colones por mes. “Además, en el otro extremo del país, hicimos un trabajo muy interesante. En todo Sixaola formamos una empresa mixta entre la United y el Estado costarricense. El trato entre la United y el estado costarricense era mitad y mitad en la propiead de la empresa, que se llamó PAIS, S. A. Estuve en la junta directiva de ese consorcio que creamos. Íbamos allá en el avión de la compañía. Fue un período de valioso aprendizaje para mí. “Toda esa zona estaba llena de campesinos, y les ayudamos para que se convirtieran en agricultores, en productores. “Después, durante el gobierno de don Luis Alberto trabajé con el rango de Ministro de Desarrollo Agrario. Don Luis Alberto y don Chico me ayudaron. Sin embargo, debo admitir que el hombre más interesado en distribuir la tierra y en fundar parques nacionales fue Daniel. “Así estuve, entre los altos cargos y la universidad, hasta que me pensioné. “Creo que el desarrollo agrario tuvo un gran momento histórico. Fue un privilegio para mí estar involucrado con el ITCO en esa época. Todo se hizo con base en la ley, sin violar la propiedad privada. Aún ahora, hay muchos propietarios que estarían dispuestos a vender sus tierras para que las distribuyan. Hay muchas actividades en mala situación, la ganadería, el café… Pero debemos creer en el agro, porque es parte del alma, del ser costarricense. Para mejorar la distribución de las tierras, habría que dedicar muchos más recursos. “Otra gran cosa que comenzó con el ITCO fue la creación de parques nacionales. Costa Rica ha sabido crear instituciones en momentos en que hay retos históricos. En ese momento, el reto fue decir ´aquí no entrará nadie: estas tierras serán para parques nacionales´. “El primer parque nacional creado fue Cabo Blanco. Había un departamento del MAG, que en esa materia no manejaba muchos recursos. Yo llamaba al director y le decía ´aquí le tengo otro nuevo parque nacional, vamos a verlo´.
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“Reitero que se le dio tierra a 60 mil familias. Hay gente que cree que la tierra se volvió a concentrar. Eso no es cierto. Es cuestión de ir a ver a Cariari, por ejemplo. En Cariari se concreta lo que para mí era el ideal: crear regiones de desarrollo, democratizar la propiedad y distribuir la tierra. Un pensador argentino dijo que ´gobernar es poblar´. Eso es lo que se hizo con base en el ITCO en algunas regiones, como Coto Sur, Cariari, Río Frío y Sixaola. “Claro. Te voy a confesar que es más fácil hacerlo en el Atlántico que en el Pacífico. El Pacífico históricamente tiende a las fincas grandes. Uno hace recorridos en Guanacaste y atraviesa inmensas extensiones sin gente, y sin gente no hay progreso. El progreso lo encuentra uno en el valle de Palmares, en el valle de El General, en Cariari, en San Carlos. ¿Por qué? Porque hay mucha gente. “Hay un gran poeta, José Coronel Urtecho, que le hace un gran poema al Cantón de San Carlos. Era un gran admirador de Costa Rica, tenía una finca en Los Chiles en la frontera, pero la propiedad estaba ubicada en territorio costarricense, y estaba dotada con un canal para salir al Río San Juan cerca de San Carlos de Nicaragua. Ese poema sobre la región costarricense de San Carlos habla de la cantidad de gente, de las numerosas fincas y de la abundante producción. “Yo fui a una gira a la finca del poeta con Daniel Oduber, Hernán Garrón, y Óscar Arias. Dormimos en la casa del señor José Coronel Urtecho. De ahí, seguidos por periodistas de toda la prensa nacional, salimos a las seis de la mañana para atravesar Costa Rica de frontera a frontera por el Norte. Llegamos a las 2 de la tarde al Río Sixaola en la frontera con Panamá. Nos fuimos por dentro, pasamos por La Unión de Guápiles, y nos servimos de los tablones que habían sido colocados en los puentes del ferrocarril del Atlántico.
La Gran Serpiente Verde “Siempre me ha gustado escribir. No obstante, fue hasta después de viejo que saqué tiempo para hacerlo sistemáticamente. Hace unos años publiqué la novela ´La Gran Serpiente Verde´. Resulta que empecé a inclinarme por estudiar la ´Yunai´ desde hace muchos años. Así que coleccioné documentos y libros, hice incursiones, revisé los periódicos, y me metí de lleno en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en la que hay una sala de lectura bajo una gigantesca cúpula. Lo mismo hice en el Museo Británico. Camilo Rodríguez Chaverri
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Es decir estuve en las mejores bibliotecas del mundo, en las que se encuentra una cantidad increíble de información en documentos y libros. Más tarde, con base en toda la documentación, me entró la gana de publicar un libro en forma de novela. Fue un atrevimiento. He tenido la gran suerte de que hay algunas personas muy cultas a quienes les ha gustado mucho el libro, entre ellos Rodolfo Gurdián, Alberto Cañas y Mario González. “Ahora, además de escribir, paso mucho tiempo en La Unión de Guápiles, donde tengo una finca. Me gusta mucho trabajar con tranquilidad. He estado en medio de los vaivenes de la política. Eso le genera a uno mucha presión. Por ejemplo, en el año 66, después del gobierno de Don Chico, cuando perdimos con Daniel, me quedé sin trabajo. “He jalado mucho hacia el Atlántico, especialmente hacia Guápiles. Cuando me encontré esas tierras, fue tanto el amor que nos inspiró que íbamos cada ocho días. Nos íbamos hasta Turrialba en carro, de ahí a Guápiles en tren, llegábamos a las 6 y media de la tarde, y nos quedábamos en una casita de un señor Molina. Quedaba al frente de las palmeras. Al día siguiente, salíamos de Guápiles hacia la finca que está situado en el distrito llamado La Unión. Después, me hice un cuarto con baño y camarotes, ahí en el centro de Guápiles. Fue en el año 66. “Teníamos ganado ahí en La Unión, pero una vez se me salió un toro, chocó contra un camión, era un toro de 700 kilos y me metió en un problema. Así que quité todo el ganado y hasta los cuatro caballos que tenía. “Ya no quiero nada que camine frente a una autopista. Me dediqué a sembrar árboles. La principal ventaja de los árboles es que no caminan, no hay que pensar en que se le pueden atravesar a un camión. Sólo que en un cultivo forestal hay que esperar ocho o nueve años. Por ahora siembro los árboles llamados chancho o botarrama, de los que tengo buena semilla en la finca. “Mis hijos estaban chiquillos. Nos íbamos todos y al día siguiente el único tren que entraba era el de las 10 de la mañana y salía a las 2 de la tarde. Era sólo un servicio diario. Entonces, si no salíamos a las 10 de la mañana, nos tocaba quedarnos en Turrialba, dormir ahí y tomar un bus hasta el siguiente día. “Ahora me queda a una hora de San José, terminé sembrando árboles, es lo que estoy haciendo, miles de árboles.
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“Algo decisivo en todos mis años ha sido mi matrimonio con Virginia. Tenemos dos hijos, José Manuel y Sylvia. José Manuel fue Ministro de Comercio Exterior de José María Figueres, estudió Economía en Cambridge, Inglaterra. Una universidad de 800 años de historia, en la que José Manuel alcanzó diversos títulos, incluso el de doctor. Ahora está en el departamento de Comercio Exterior de la OEA en Washington, Estados Unidos. “Sylvia estudió matemáticas y estadística, y está de gerente de una empresa que importa piezas especializadas para Odontología, que se llama Implantec”. José Manuel Salazar Navarrete refleja serenidad y tranquilidad en su rostro, especialmente cuando hace una síntesis de su vida “lo µás importante de mi vida es que me consagré con plenitud al servicio en instituciones públicas. En aquellos tiempos la labor de un servidor público en los cargos de más alta responsabilidad sinificaba inagotable trabajo y pocos benefic ios, no como ahora. Antes se desempeñaba uno con gran idealismo, espíritu de sacrificio y completa honestidad”. Mucho de eso hace falta en la actualidad, evidentemente.
El Guapileño, diciembre 2003
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