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con la historia
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con la historia ENTREVISTAS Tomo CUATRO
Camilo Rodríguez Chaverri
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Primera edición, San José, Costa Rica, marzo del 2005 © 2005, Camilo Rodríguez Chaverri camilorch47@hotmail.com ISBN (tomo 6): 9968-9463-003-8 ISBN (obra completa): 9968-9463-000-3 Entrevistas, redacción y edición: Camilo Rodríguez Revisión final: Mónica López Diseño: José Ismael Medina Obando Producción gráfica: Editorial IPECA
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Para papá, quien me enseñó a admirar Para mamá, por su capacidad de asombro Para Don Álvaro, de quien aprendí a perder el miedo Para Doña Mayita, quien me ayuda a encontrarme Para Eduardo Agami y José Alberto Soto
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muchas gracias Expreso mi agradecimiento especial a José María Penabad, Salustio Pauta, Mónica López Lutz, Islany Carrillo, Alba Luz González, Paula Vargas, Marjorie Ross, Graciela Jiménez, Kira Delgado, Vilma Loría, María José Morales Ross, Francinie Castillo Ramos, Irene Sancho, Say Leng Acón, Kathya Benavides, Saylin Madrigal y Martín Sosa. Este libro se lo debo al periódico OJO, un periódico alternativo del ámbito político y cultural, donde ha aparecido el 90 por ciento de estas entrevistas. Deseo expresar que en este libro hay muchos detalles y elementos especiales, invisibles tal vez o intangibles, y casi siempre indefinibles, que le debo a muchas mujeres periodistas, comunicadoras, escritoras o cineastas a las que admiro y cuya excelente labor profesional me ha enseñado lo poco que sé de la técnica de la semblanza: Inés Trejos, María Montero, Aurelia Dobles, Carmen Juncos, Doriam Díaz, Sylvia Alvarado, Yuri Jiménez, Lorna Chacón, Larissa Minsky, Lilly Edgerton, Gilda González, Any Pérez, Ana Alarcón, Gilda Aburto, Marielos Campos, Ligia Córdoba, Patricia Jiménez, Camila Schumacher, Evelyn Fachler, Neyssa Calvo, Ana Lucía Faerrón, Fabiola Pomareda, Ana Rojas, Leda García, Nono Antillón, Hilda Hidalgo, Marjorie Ross, Amelia Rueda, Dámaris Ruiz, Lizeth Castro, Vilma Ibarra, Roxana Zúñiga, Rocío Pérez, Urietta Aguilar, Xiomara Cubero, Wendy Cruz, Macarena Barahona, Monserrat Aguilar, Evelyn Ugalde, Irene Benavides, Cristina González, Iris Zamora, Carolina Montero, Thelma López, Yaliam Madrigal, Juliana Escobar, María del Mar Cerdas, Gabriela Camacho, Vivian Quesada, Gabriela Solano, Andrea Solano Ulloa, Gina Polini, Silvia Caamaño, Mauren Salguero, Adriana Núñez, Gianina Segnini, Gabriela Ugarte, Catalina Silesky, Milena Fernández, Silvia Carbonel, Isabel Ovares, Patricia León, Laura Martínez, María Lourdes Cortés, Ana Jane Camacho, Carmen Navarro, Thaís Aguilar y Kattia Muñoz. En memoria de la escritora y promotora cultural Delfina Col lad o, el maestro Arnoldo Herrera, el coplero Carlos Huezo Córdoba y la promotora social Anna Gabriela Ross.
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Esta colección de entrevistas comentadas y semblanzas desea dejar para la historia un conjunto de opiniones y de miradas que me parecen muy particulares. Es la historia de gente especial con la que el destino me ha reunido. Agradezco el tiempo que me dedicaron y le agradezco a usted que se dispone a detener su paso ante las palabras, los gestos y los destinos de esta gente a la que admiro. No es una selección. Simplemente recopilo entrevistas que llevo conmigo para siempre. Por favor no analice los criterios de escogencia, porque me encantan todos los personajes que están pero, lamentablemente, no están todos los que me encantan. Ojalá que le gusten estas personas y que aprenda con ellas tanto como yo, o más. Así sea. Camilo Rodríguez Chaverri
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Índice
1 7 El pueblo en su olimpo 3 0 La Poltro en su trono 3 9 El heredero de la promesa 4 9 El aliado de las esferas 6 1 El escritor salido de sus tinieblas 7 2 Las casas de su memoria 8 9 La gran soprano de Costa Rica 1 0 3 Con vocación de tormenta 1 1 2 Le tienen miedo a la cultura 1 2 1 Un músico completo, un poeta 126 1 3 5 La escritora y el mito Néstor Zel ed ón
Ana Poltronieri
Benjamín Gutiérrez
Jorge Jiménez Dered ia José León Sánchez Julie ta Dobles
Guadalupe González Jacques Sagot
Alfonso Chase
Adrián Goiz ue ta
El mito de Yolanda Oreamuno Carmen Naranjo
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1 6 5 Maestra en todo… 1 9 5 “No podrán destruir al ICE” 2 1 2 Un campesino cultivado 2 5 6 Padre de la educación privada 2 8 4 Patriarca de nuestra cultura 2 9 4 La pasión ambulante 3 1 0 Pintor de jaquecas 3 2 8 Soy un príncipe 3 4 8 “O se es, o no se es”
Victoria Garrón de Doryan Jorge Manuel Dengo Luis Alberto Monge
Guil lermo Malavassi Guid o Sáenz
Alberto Cañas Fel o García
Rafa Fernández
Guadalupe Urbina
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Sé que a veces miro para atrás, pero es para saber de donde vengo. De una canción de “Malpaís”
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Néstor Zeledón
El pueblo en su olimpo
“Hay un montón de movimientos artísticos, copias de lo que viene de afuera. No tiene mejor calidad que lo que se hacía antes. La euforia de la comercialización del arte ha venido en detrimento de la calidad”. No cabe en ese cuerpo Tiene cara de dios. Como la imagen de Zeus que aparece con su descubrimiento cuando uno está en la escuela. Entrar a su taller es como entrar en el Olimpo. Todos los seres son enormes. Una mujer desnuda, se llama Aire, y cuelga de un cable. Parece que ya casi lo arranca y sale dejando un hueco en el portón. Otra mujer se llama Fuego. Otra más es Eva. Le llega al suelo el cabello. La que se llama Agua sale del agua como una sirena. La bautizada como Tierra surge de los pies y da vuelta a las manos. Así es la tierra, hay una salida y un retorno. Arriba es voluminosa... Los cuatro elementos son cuatro mujeres bellas en este sitio mágico. El escultor dice que lo primero para él fue la concepción femenina. Entonces, toma la mano de Cari, su compañera, en la suya. Parece una mano de piedra. Debe ser terrible pasar una noche aquí porque todas las criaturas adquieren vida en la sombra. “Alguien me preguntó que si adquieren vida, yo diría que tal vez cuando yo muera... Mientras tanto, están muy tranquilas”, dice Néstor Zeledón, Premio Magón 1992, quien ahora rompe el silencio. El mar anda en sus ojos y hasta parece un león. Tiene el pelo como Rafael Alberti, con quien estuvo en 1971 en Budapest, en una conferencia por la paz.
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Las imágenes de sus esculturas son alucinantes. Parecen criaturas vivas que quedaron entre la madera por obra de una maldición. “Tengo dos motos pandilleras. Eso me encanta. A veces comienzo un viaje en moto, y se me mete una imagen. Entonces tengo que detenerme para iniciar”, cuenta. Así, una imagen de unos dos metros y medio de alto, impone terror con sus ojos hundidos y su cara de pájaro agorero de la noche y de la muerte. Es el ángel de la muerte. Don Néstor le llamó Samael, pero es la síntesis en sus manos creadoras de Azrael o Ezrael, con una máscara de la tragedia griega en la cabeza. “Tengo una atracción por la figura del ángel de la muerte que no es infernal, es el mensajero de Dios. Es aquel que en una sola noche mató a todos los primogénitos en Egipto, es el de las plagas que hace otra aparición en el exterminio de los demonios y más reciente para mí en Hiroshima”, explica. Nadie merece el castigo de dormir al lado de esa criatura de las tinieblas... Otra escultura contagiosa y embriagante es “El mártir”, un resumen del dolor de la muerte de Víctor Jara, el cantautor chileno masacrado por el régimen de Pinochet. Es un cristo latinoamericano. El brazo derecho lo sostiene y el izquierdo está hundido, derrotado. Es como un negativo, un molde del sufrimiento. “El domingueño” es el campesino de cafetal. Dice Zeledón que se llama así porque en sus facciones tiene están incluidas las características fenotípicas de las familias de apellidos domingueños, muy claras en la mente del artista, quien vivió 30 años en Santo Tomás de Santo Domingo. Y “La cogedora de café” tiene un rostro que llora pero ya ni reclama ni pregunta “Fui trabajador de cafetal toda la juventud. Por eso los entiendo”, dice el Maestro, mientras muestra un relieve que se llama “Retablo de navidad”, y que recrea el ambiente del cafetal y la casona. Y “El abrazo” es una escultura silenciosa, donde la madera habla. Es una ternura casi incompatible con la fuerza de quien recreó al mismísimo demonio y lo tiene ahí, en el corazón de su mundo.
Sincretismo de sopa Todo lo echa en una olla y lo cocina como una sopa personalísima. Por ejemplo, María y José, ya campesinos, 18
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se transformaron en sus ojos en Don José y Mariquita. Don José lleva un saco de gangoche, un martillo, una camisa de botones y sandalias. Mariquita usa trenzas y delantal. Y los reyes magos son un sabanero, un lechero y un pejibayero. Él estudió Anatomía con don Juan Portugués durante la juventud y sus figuras persiguen la perfección del detalle. La escultura “La miseria” tiene cara de animal. Es el grito del hambre. Tiene la boca tan abierta que se ve la tráquea, se le sale el codo. Y en “Figura doliente” se le salen las vértebras cervicales Se nota el enorme interés por la denuncia social sin desapego por lo estético. Quizás el mejor ejemplo de “Marginados”. Se trata de un grupo de precaristas. Tienen una cerca de verdad al frente. Es un alambre de púas que va de lado a lado en la obra. “La cerca separa. Es uno de los elementos más crueles de la historia. Divide. Yo aquí, usted allá. Los que están fuera son las poblaciones marginadas, los indígenas, los campesinos”, agrega don Néstor a todo lo que transmite la obra. Además de irreverente y beligerante al crear, es sumamente osado. En “La espera”, una mujer abre las piernas como si fueran alas. Y “El grito” es uina mujer delgada, que se sostiene las manos sobre el sexo. Es un orgasmo, la representación de una mujer que se masturba. En el centro del taller en una escultura, un hombre con su miembro erecto quiere salir corriendo. La escultura se llama “Sin título”. “Antes esta escultura se llamaba “Desesperado”, pero luego conocí una de Rodin que se llama ´Desesperación´. Es que le tenemos miedo al cuerpo y al sexo. No hay nada que asuste más en esta sociedad que un pene erecto. Esta escultura es una maravilla de escándalo. Es un escándalo maravilloso “El hecho es que yo, en mi necesidad de interpretar la vida, toco todos los temas. Pretendo no tener prejuicios de ningún tipo. ¿Por qué no puedo interpretar artísticamente la erección? ¿Simplemente porque choca con la doble moral del costarricense? Pues se acabó de mojigatería”. Esa valentía es propia de alguien que ha tomado sin preguntas los designios del destino y las voces que le llegan del Más Allá. Nació en Guadalupe en 1933. Su mamá, a quien él dice Tencha, tiene 92 años, y cada vez que lo ve lo persigna porque es ateo. Tiene siete hermanos, y para sobrevivir tuvo que ser de todo.
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Cogió café para comprar el uniforme de la escuela y fue músico de la Filarmónica de Guadalupe. Con 15 años de edad vivía en Guanacaste y era machetero. Y también con 15 años se fue a la Revolución del 48. Era el soldado más joven de los mariachis Asimismo, fue sabanero. Vivía en Belén de Carrillo. “Ahí aprendí a mujerear, a machetear, a bailar y a beber guaro. Todo empezó con el vino de coyol”, confiesa Don Néstor, quien estuvo en eso dos años. Luego fue pescador, navegó 30 años con bote propio, anduvo en el Tempisque, y cerca de la Isla Venado, y de la Chira... Fue marinero en el golfo, lo que le permitió captar los personajes que inmortalizó en 1976, en la exposición “El golfo de Nicoya, la tierra, el hombre y el mar”. Don Néstor fue marinero de vela, con un bongo de un solo tronco, de esos que casi le hablan al compañero, que son como una sola criatura con el hombre que los doma. “Vea todo lo que he sido. Yo mismo veo y me asusto”, dice mientras zambulle los ojos en un olla de sopa de mondongo que hizo para sus invitados. Como si con agua la memoria echara raíces...
Imaginero con don Manuel Zúñiga En 1952 entró a la Escuela de Bellas Artes. Trabajaba en el taller de imaginería de Manuel Zúñiga, el papá de Paco Zúñiga y de Edgar Zúñiga. “Era un maestro imaginero fuera de serie. Aprendí mucho con él. Ya Paco vivía en México, pero aun así fuimos buenos amigos. Siempre nos encontrábamos cuando venía a Costa Rica”. Cuando terminó la carrera, su gran maestro, don Juan Portugués, a quien dice que le debe todo, lo dejó como profesor de Escultura, encargado de contagiar la técnica de talla en madera y piedra. “Fundé esos talleres. Pero hay un lapso intermedio en el que estuve fuera de la escuela dos años, en1954. Fui a Nicaragua a unirme con Mora Molina. Me pasé toda la revolución del 55 volando bala. Mi odio contra Liberación Nacional nació en el 48, cuando mi casa fue dinamitada. El terrorismo lo inauguró Liberación”, asevera, con una mueca de dolor. Estuvo de exiliado político nueve meses, pero cuando Don Pepe hizo una amnistía, la acogió y se vino. “Disparaba con odio profundo, pero cuando la guerra calentó, sentí asco, y ya no quise disparar más. También entre 20
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los mariachis vi cosas espantosas. No podría hablar del 55, porque tendría que decir cosas muy feas de los dos lados. Un día iban a fusilar a un liberacionista, y alguien dice, ‘no, no, diay, güevón, por qué te metiste en esto’. Eran amigos. “Después de tanto dolor, decidí no votar nunca. Lo hice por Mario Echandi, y ahora por Abel. Tenía 40 años de no votar, creí que no votaba nunca más, hasta que se lanzó mi compañero de lucha”.
Grupo de los Ocho “Un artista es partícipe de su tiempo. He sido partícipe directo de la historia nuestra. Muchas de las esculturas están influidas por el conocimiento profundo que tengo de mi patria. Eso tendríamos que llamarlo contexto social. Siempre se mira al artista en una jaula de oro, mucho más allá del bien y del mal. Pero no es así. “La universalidad es como una capacidad de síntesis. El artista le da la trascendencia y convierte algo en un símbolo. Es una capacidad innata del individuo. Ningún artista inventa el arte, es parte de una corriente”, arguye, mientras juega con papelitos. A finales de los 50 regresó como profesor. Fue dibujante de ingeniería y arquitectura en compañías constructoras, y aunque no tenía su título de licenciado, fue profesor y llegó a ser hasta catedrático. Poco después, fundó el Grupo de los Ocho junto a Felo García. Ahí estaban Manuel de la Cruz González, Harold Fonseca, César Valverde, Luis Dael, Hernán González y Guillermo Jiménez. “Felo y yo somos los únicos sobrevivientes, y cuando nos vemos, lo primero que hacemos los dos es preguntarnos ´¿cómo está tu salud?´”, dice, muerto de risa. “Tuvimos una reunión con Daniel Oduber, y le explicamos la necesidad de crear un Ministerio de Cultura. Se fundó la Dirección de Artes y Letras, a cargo de Felo, y yo lo acompañé en la junta directiva. ”Fundamos el Grupo de los Ocho con el objeto de democratizar el arte. Su sede era Las Arcadas, frente al Teatro Nacional, porque exponíamos al aire libre”.
La tragedia de la mano En los 60 hizo el monumento a don Cleto, en Plaza González Víquez. Fue allí que se fracturó la mano Camilo Rodríguez Chaverri
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Durante más de 20 años tuvo que vivir lejos de la madera y la piedra. Del 65 al 87 estuvo con la mano impedida. Casi se vuelve loco. No tenía remedio. “Me hicieron una operación para aliviar el dolor y no lo alivió. No aguantaba coger ni una taza de café. Fue un golpe sicológico terrible. Amanecía con el ímpetu de hacer esculturas y no podía. “Vivía con Nadia, una compañera que tuve en la vida. Vivimos una vida bohemia terrible, me desordené, casi me mato. Todo era por motivo de la mano, de la frustración. “Le dije a Nadia, paremos esto, ya está muy bien, hasta aquí, sembremos flores, cambiemos el paisaje. Ella no quiso. Entonces, me quedé solo. Ella había sido bien pateada por la historia, como yo, y nos habíamos juntado para terminar de despedazar lo que nos quedaba de la existencia. “Era tan linda, tan linda, que de ella se enamoraban los hombres y las mujeres. Murió de 34 años, Samael se la dediqué a ella. Carita, mi compañera, lo sabe muy bien. Ella ha vivido metida dentro de mí todo el tiempo”, confiesa, mientras vuelve a refugiar la mano pequeña de su mujer en su mano de oso. La pesadilla acabó en el año 85, se operó la mano exitosamente y reinició su carrera. Del camino de la amargura siempre surgen malos y buenos recuerdos. A don Néstor también le quedó “Cuentos y relatos del camino”, un libro de cuentos del campo y de imágenes hermosísimas. “Yo no soy escritor, no lo seré. Soy escultor, pintor, dibujante. Sin embargo, me hacía falta el lenguaje para comunicar cosas”. Durante esos años de la tragedia, también dibujó con la mano izquierda. Incluso, obtuvo un Premio Aquileo J. Echeverría en pintura También encontró una solución en la escultura en hierro, porque aguantaba a sostener el soplete. “Así hice ‘Los amantes’ del Edificio Numar, el Cristo de hierro del Museo de Arte Costarricense, y ´Mundo hombre´ de la Universidad Nacional, escultura de la que Jorge Debravo escribió un poema, el más largo que de él se conoce. También “Juventud”, que está en el Colegio Humboldt, “La niña y el papalote” y varias más, que considera menores.
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50 años Su primera exposición fue hace casi medio siglo, en 1956, en la salita de espera del Teatro Arlequín. “La primera exposición de mi vida tenía relación con una obra de teatro que se llama ´El sistema dos´, cuando el Arlequín estaba 50 Metros al Norte de Bar Chelles. “En el 2006 voy a cumplir 50 años de la primera exposición. Entonces quiero celebrar esa exposición con 50 obras inéditas. No va a ser una retrospectiva. Va a ser en el Museo de Arte Costarricense y será como las bodas de oro”. Han sido muchas las exposiciones. En 1992, cuando tuvo una exposición en el Museo de Arte Costarricense, mostró 54 obras durante tres meses. Ahora tiene 42 obras nuevas para la exposición del 2006. Eso no quiere decir que se olvida de su historia como escultor. En el segundo piso de su taller, donde también vive, tiene un tríptico de 1954, dedicado a la conquista. A un lado están los indígenas, en el centro la conquista, y al otro lado el Valle Central, Guanacaste y Limón. Dice que ahora lo quiere hacer más grande. Ahora quiere relieves muy grandes, de dos metros de alto por cinco de altura. Quiere allí sintetizar la época precolombina, luego el Descubrimiento, la Colonia, hasta el período republicano, de 1821 hasta nuestros días. Mientras me muestra cómo el arte manda hasta en su habitación, pues, por ejemplo, su cama es una copia de una obra sobre un rey maya, cuenta que tiene muchos proyectos pendientes y va dictando poesía mientras habla. “Una de las cosas más hermosas que hay en este país es el puente sobre El Salto del Ángel. La gente ve El Salto pero nadie ve el puente. Está hecho con el amor de los carpinteros y con maderas del lugar. Es el único puente de madera de la zona. “Por ahí un camión quebró una viga del piso, y yo cogí un pedacito y lo tengo de recuerdo”, dice don Néstor, quien ha expuesto en Taiwán, Suiza, Alemania, Brasil, México, El Salvador y Nicaragua.
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Las confesiones Continuamos hablando, detrás está Radio Universidad. Alza las manos hacia su compañera, que viene con un platillo, y parece como si quisiera ordenar que se haga la luz. Entonces me cuenta la historia de un bongo que tenía. Es una historia que aparece en “Cuentos y Relatos del camino”. Es la historia de Adelfa, un bote de un solo árbol, lo compró hecho pero le hizo la cabina y el mástil. La muerte del bongo tiene que ver con la muerte de su ex mujer. Me muestra las fotos de ese momento. Hasta las fotos duelen. “Quemé Adelfa al poco tiempo de haber muerto ella, la quemé para que se me fueran los recuerdos. A Adelfa le decían el pargo rojo. “Fui a Nicoya, compré un litro de ron, dos galones de gasolina y diesel, y un rollo de película. Tomé fotos de todo el proceso. Llegó un amigo a acompañarme y yo le dije, ´no, váyase, déjeme solo, este es mi sufrimiento´. “Al final la marea se llevó todo el carbón. No quedaron más que los clavos herrumbrados. “En sus tiempos, salía con Adelfa de la Isla de Cedros con el viento del sur, y duraba hora y veinte minutos para llegar a Puntarenas. Luego, salía de Puntarenas a la 1 y llegaba a Puerto Morenos, en la boca del Tempisque, donde está el ferry, a las 6. “Todo lo que viví ahí fue muy importante. Toda esta vida refleja las influencias que he recibido como artista. Mi formación ha venido en contacto directo con el pueblo. Me considero surgido de la raíz de la gente del campo”.
Como un animal grande Una vez escuché en la presentación de un libro de Carlos Cortés, que los animales grandes paren despacio. Eso ocurre con don Néstor. Una de sus obras, “El árbol de los triunfos y los fracasos”, le tomó nueve meses. Y como un animal grande, al caminar se sienten sus pasos. “El problema del arte ahora se deriva del hecho de que el país está imbuido de lo que nos viene de afuera. A mí, la verdad, me importa un pito lo que me viene de afuera como estilos en boga. Embarqué mi vida apegado a la realidad de mi pueblo. Yo soy un experimento de mí mismo, y si fracaso, 24
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fracaso, y si triunfo, triunfo. A mí me importa lo que digan de instalaciones, pero que lo hagan otros. Es paja para mí. “Felo (García) y yo fundamos el Grupo de los Ocho, que signific ó una revolución dentro del ambiente artístico costarricense, que significó un cambio total en el arte. El arte en Costa Rica se divide en antes y después del Grupo de los Ocho. “Pero ahora es un problema hablar del arte. Todo ha derivado en detrimento del arte. Ha aumentado lo comercial. El arte ahora es otra cosa. “Hay un montón de movimientos artísticos, copias de lo que viene de afuera. No tiene mejor calidad que lo que se hacía antes. La euforia de la comercialización del arte ha venido en detrimento de la calidad. Hay una comercialización exagerada. Y no me canso de repetir que como experiencia estética ha bajado mucho su calidad”
El cuerpo para fabular En su obra hay una magnificación del cuerpo humano... “El cuerpo humano es apto para expresar todo lo que uno desea expresar. Es la obra más maravillosa de la naturaleza, y todo lo que uno quiera expresar puede hacerlo a través de la figura humana”. Expresa desde orgasmos, como en “El grito”, hasta la tristeza supremo, expresada en la obra “El horror de nacer”. “¡Qué triste es esta escultura! ¿verdad? Lo que es una depresión... Es como el enfrentamiento en el momento en el que el ser humano sale del calor de la tranquilidad y se encuentra con este hijueputa mundo”. Descansa de su ímpetu mirando vagamente los platos de la mesa. Luego vuelve la vista al mueble donde está el radio, con la emisora de la música clásica. Más allá su mirada se detiene en una escultura de San Francisco de Asís. Como si fuera un niño, se asombra y celebra aquel hallazgo. “Francisco de Asís es una figura a la que le tengo mucho aprecio, no sólo por la revolución profunda que provocó en el siglo XIII, sino porque con él vino la vuelta de la iglesia al camino de Cristo, con renuncia del oro. “La figura de Francisco se me hace gigantesca en el momento en que habla de la armonía del ser humano con la naturaleza. Un hombre en el siglo XIII que hablaba del Hermano Lobo, cuando el mundo no tenía las condiciones actuales, es un hombre de una visión extraordinaria. Es Camilo Rodríguez Chaverri
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alguien con una visión superior. Debería ser el santo de la ecología actual”. A pocos metros de donde está Francisco de Asís, dos motos pandilleras parecen instalaciones en medio de tanta criatura de madera. “Ay, las motos son la página más linda de mi vida. El motociclismo es casi igual que navegar a vela o que volar a un metro de altura “Todos los domingos salgo a volar, o sea, a andar en moto. Como uno no tiene la cobertura del carro, uno siente el olor del campo, del chancho, la fritanga, de lo que sea. Esta es la mejor manera de conocer a Costa Rica, el país más hermoso del mundo. “La gente gasta millones en ir a Miami, y no conoce el paisaje costarricense. Desde 1957 ando en moto. Sólo una vez me accidenté y fue porque me tomé el último trago montado en la moto y me hizo efecto de camino”.
Caza la madera Él busca personalmente la madera para sus obras. Tiene una finca en Quebrada Honda de Nicoya. Se llama “Los Carules”. Comienza todas las obras en Guanacaste y las termina en Barva “Lo primero que hago es que pongo la madera a secarse en la sombra. Soy delincuente, porque si me encuentra la policía a medio camino y me preguntan por los documentos de la tuca tengo que decirles que no es madera para la venta y que no tiene papeles”. Sus maderas preferidas son cedro amargo, guanacaste, cenízaro, roble, caoba y laurel. Algunas de sus obras, como Samael, son de un árbol entero, “Me gusta mucho la melina, un árbol de origen africano, sembrado en Guanacaste, y que me parece que es el árbol para el futuro de Costa Rica Es un árbol de crecimiento rápido. Crece en 15 años lo que un cedro o un caoba tarda 50. La posibilidad de la melina es que uno puede hacer una arboricultura, un cultivo” Le recuerdo que Don Pepe Figueres tiene un valioso libro sobre arboricultura llamado ´Franjas de luz´. Reacciona ante el comentario. “No, no, si a la vuelta de los años me di cuenta que Don Pepe era un viejo positivo. Si Figueres y Calderon se hubieran puesto de acuerdo, nos hubiéramos ahorrado 5 mil muertes. ¿Cómo es posible que gente que pensaba igual se
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separara? Al final, lo que queda en la historia es que Figueres refuerza la obra de Calderón”. En eso llega su compañera, con una guitarra en ristre. Se nos ha acabado el tiempo. Ella escuchó a la gran Emilia Prieto y ahora canta lo que rescató de nuestro pasado. Don Néstor la mira feliz. Ella canta. “Voy buscando las palabras que la brisa se llevó / voy buscando tus caricias, tus sonrisas y tu voz / cogé nuestro corazón / abrílo con esta llave / y verás que solo vos sos el que cabe”.
El zarpe Vamos con el zarpe. Todavía hay tiempo para alguna anécdota. Una, en especial, es imprescindible: “Un día estábamos, en la cantina, Limón, Felo (García) y yo, tomando ron colorado, y me dijo Felo: ´mirá, estoy desesperado por pintar. “Yo vivía a cien metros del Correo, en un cuartillo. Era más bien como una oficina, pero tenía un diván y un calentador, y ahí vivía. “Le dije que sólo tenía pintura de tarro. Aún así nos fuimos. Pero no había dónde pintar. Entonces arrancamos la puerta. El problema fue al día siguiente cuando tuve que explicarle al dueño. De ahí surgió una gran obra, que se llama ´El bongo y mi compañera´”. Y el zarpe, en serio. “Felo era arquitecto en el MOPT y Don Néstor estaba trabajando en el monumento de Cleto González Víquez. Nos íbamos a tomar un trago en una cantina y ahí llegó un pachuco, ´mae, ahora tiene que ponerse las pilas con el roco, porque la cabra quedó muy tuanis´”. Don Néstor se muere de la risa. “La malacrianza es deliciosa. Hay un sabor especial en el lenguaje de la gente. Esa vez Felo y yo nos moríamos de la risa. Hay una colaboración mutua entre Felo y yo a lo largo de nuestra historia. Trabajamos juntos en el monumento de González Víquez, en el de Nicoya y en el de La Cruz. “También trabajamos juntos en el monumento abstracto más extraordinario de Costa Rica, que es uno del Conservatorio Castella. Lo hicimos en un solo día. “Es que en ese tiempo se podían hacer cosas, cuando teníamos exposiciones en Las Arcadas, y contábamos con ayuda hasta de los policías municipales”. Aprovecha para hablar de don Arnoldo Herrera (qdDg). “Recuerdo cuando Arnoldo mandó a traer un montón de Camilo Rodríguez Chaverri
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instrumentos a Checoslovaquia. No tenía ni plata para pagar, pero él sabía que de alguna manera se la jugaba. Cuando le mandaron a cobrar, hizo un escándalo, dijo que pobrecito el Castella, se va a quedar sin instrumentos por culpa de un país comunista. Vanguardia Popular estaba en campaña y tuvieron que conseguirlo como donación”. En eso entra a la cocina y vuelve con enorme y humeante olla de mondongo. Él la hizo. “El momento más lindo es cuando los amigos se reúnen a comer. No es como antes, cuando llenaba un bote con salchichón, pan y guaro, y me iba mar adentro. A las dos semanas buscaba un puerto para ver gente y practicar el ejercicio de hablar”, cuenta, mientras mira cómo toma gustosamente la sopa su hijo menor, que se llama Leonardo El Mar, en honor a Da Vinci. Hemos estado hablando durante muchísimas horas. Y no puede terminar hasta que nos trae las pinturas en las que trabaja ahora. Los nombres parecen títulos de cuentos. El Zarpe, La Socola, La Tapisca, El Estero, El Saludo, El Cuentazo, El Racimo y El Anciano. La gente luce radiante, fresca, natural... Son como reencarnaciones La gente en Guanacaste dejó de bañarse desnuda en los ríos y de lavar la ropa en el río las mujeres sin nada más que un chingo, y lo dejaron cuando llegaron los cartagos con su malicia y se pusieron a ver. “Todo el mundo piensa que yo soy solamente escultor, aunque tengo dos exposiciones de dibujo, y un Premio Nacional de Dibujo. La primera exposición se llamaba ´El Golfo de Nicoya, la tierra, el hombre y el mar”, y la segunda, ´Imágenes de la patria´”, nos recuerda don Néstor, quien además luce dos Premios Nacionales en Escultura y el Premio Magón. Cuando se vino para Barva dejó de esculpir, no tenía un lugar donde se sintiera cómodo. “Me dediqué a dibujar todo un año para ver dónde me sentía bien. Hasta que me di cuenta de cuál era el lugar donde me sentía bien, hasta ese momento fue que empecé a esculpir. “Tengo que estar cómodo para trabajar. No tengo computadora, ni siquiera sé escribir a máquina, pero hay detalles en los que sí me cuido”. Se pone de pie, se lleva a su esposa del brazo, y carga la guitarra de ella con su mano de piedra. Lo veo caminar despacio, como un fauno, como una criatura de la mitología. Parece salido de una leyenda, y con su vida se esfuerza, 28
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aunque sea involuntariamente, por demostrar su origen casi celeste... Ojo, setiembre 2002
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Ana Poltronieri
La Poltro en su trono
Costó llegar a su casa. El camino da varias vueltas. Al frente hay un lote con una palmera. Ella ha dicho que es su tesoro. Mientras busco la casa, una cabeza con anteojos grandes se mueve en la esquina. Bajo el sol parece un papalote encallado. Mueve los brazos tan ágilmente como si los llevara y los trajera el viento. Se devuelve dando pasos rápidos. La velocidad le inyecta colorido a su figura. Y llega, medio agitada. Cuando me disculpo por la impuntualidad, me entero que ni sabe la hora. Tampoco ella estaba lista a tiempo. Con un movimiento en la mano me indica que no le importa mucho. Con la cabeza me pide que la siga. Y se encuentra con la puerta de su casa cerrada. Se angustia buscando las llaves, se toca todo el cuerpo, como tanteándose. -Para mí las ´putas` llaves son una mortificación. Quisiera no necesitarlas nunca más. Ya no quiero esas cosas que estorban tanto. Es la Poltro. Ni lo duden. Entra a la casa como si llevara un gran peso sobre la espalda, y lo tira en la sala. Respira resuelta, tranquila. Como si al llegar a la casa se quitara un grueso fardo de encima. Un olor a madera invade el espacio. Es que es de lo más coqueta, y aquella sala parece de juguete, como si fuera una casa de muñecas. Hay cuatro reproducciones de pinturas de don Paco Amiguetti. Allí están las réplicas de las irrepetibles e inmortales obras “El niño y el viento” y “Conflicto entre el niño y el gato”. Y hay otras de uno de los sobrinos del artista, Walter Herrera Amighetti, casado, a su vez, con una sobrina de la señora del reducto. De nuevo, los nombres de las pinturas se le quedan a uno en la retina ”Huellas”, por ejemplo, o “Mirada”. 30
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Entre ángeles y gatos Hay ángeles y gatos de adorno. Gatos de todos los colores y razas, gatos despiertos, gatos dormidos, gatos que serpentean sobre las mesitas. De la misma manera, ángeles con violín, ángeles con espada, ángeles de pie, angelitos bebés que sonríen entre nubes. La fauna entera de los felinos y la colección completa de la diversidad del cielo. No le puedo preguntar por su ángel, porque se nota su presencia en todo cuanto hay en su casa. Más que poblado por un ángel, todo parece habitado por un duende. Sin embargo, señala uno en especial, al que le tiene mucho cariño pues dice que se inspiró en él (o en ella, no importa) para realizar mejor su trabajo en el montaje de Uvieta, la gran obra del dramaturgo Alberto Cañas. Pero, aparte de los gatos en los almohadones y todos los mininos de porcelana o de cerámica, pensé que en el lugar no habían miaus de pelo. Me equivoco. “Me gustan los gatos porque son silenciosos. Yo tengo una. Ella es original, así que no necesita un nombre pomposo. Se llama Minina, y es muy libre, como yo. Duerme conmigo, en mi cama, y cuando quiere irse, se va”. “Esta gata es una bandida. Pasa y se me restriega, como diciéndome ´yo soy tu dueña´. Bueno, y yo me dejo. Me hace una gracia verla pasando, con el rabo parado, parece un esnórquel”. En el corazón de una pared, una máscara parece un lunar enorme. Y en un altar, al lado de la Virgen y de un crucifij o muy particular, están desafiantes y luminosos los arcángeles Rafael, Gabriel y Miguel. En el centro de la mesa más grande de la pieza, hay una caja con lo que ella llama su tesoro. Se levanta corriendo, como quien recuerda una travesura, para abrirla. Está llena de cromos de todos los colores y orígenes. Esperaba encontrar todo tipo de reconocimientos, condecoraciones, placas, recuerdos de homenajes... “Ya no quiero cargar con nada del teatro. De por sí, nunca me dieron un premio que valiera la pena en plata. Siempre me dieron reconocimientos que no significaban dinero. Siempre, de gratis, qué bonita cosa... Por eso, eché todo en un baúl y lo mandé para la Escuela de Bellas Artes. Ya no me importa”, me explica la señora Poltronieri. Conserva apenas una medalla, que cuelga de un portallaves, al lado de la puerta de la sala. Es una medalla Camilo Rodríguez Chaverri
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que recibió en representación de Costa Rica en una actividad latinoamericana realizada en México, y auspiciada por la UNESCO y el International Theatre Institute (ITI).
Primero que todo maestra La gente la conoce como la leyenda del teatro que se ha forjado montaje tras montaje, pero la Poltro vive orgullosa de su labor educativa. Cuando tenía 20 años se encontró con la oportunidad de dar clases, pues había escasez de maestras, y en eso estuvo la mitad de su vida. “La gente me ubica en el escenario, pero primero que todo yo fui maestra. Estuve en escuelas pobres, marginales, escuelas de niños descalzos. Principalmente estuve en Cinco Esquinas de Tibás, cuando aquello era rural y lejano”. Un detalle curioso es que la escuela lleva el nombre de otra mujer legendaria, Esmeralda Oreamuno Jiménez, hija, esposa y madre de ex Presidentes de la República. “Claro que nadie se acuerda de que soy maestra. Creen que sólo me tienen que recordar como actriz. Bueno, ya ni eso. Es que esta es otra Costa Rica. La gente está muy rara. Por eso me he aíslado”. Dudo con la mirada. Una figura de la cultura costarricense de la altura de ella no se puede aíslar. Rectific a. “Bueno, a mí nadie me aísla”, dice resuelta, como quien despierta de un shock. Después de la Escuela de Cinco Esquinas, doña Ana Poltroniere dio memorables clases en el Conservatorio Castella, impartió lecciones de español en el Colegio Lincoln y dice que ajustó a los 30 años para la pensión en la Escuela de Teatro de la Universidad de Costa Rica, adonde la llevó el dramaturgo Daniel Gallegos, para que se hiciera cargo de las clases de Expresión Oral. “Daniel dice que hablo muy claro, que no tengo que hacer esfuerzos con la voz y que sé leer poesía. Debe tener razón”, dice la gran señora de las tablas, mientras se levanta del sillón de la sala en el que estaba. Así empieza una febril caminadera por todo su apartamento. De ahí en adelante, no pudo mantenerse quieta ni dos minutos. Parece que tiene hormigas en las plantas de los pies o que le echaron un maleficio de los que nuestras abuelas llamaban “asogue”. Hace más de 20 años se fue para su casa, y de ahí sólo sale para las funciones. 32
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Su papá es del norte de Italia, de la zona del Piamonte, y su mamá del sur de la península, de Calabria. Es la menor de 11 hermanos y todos nacieron aquí.
En El Paso de la Vaca Creció en el Paso de la Vaca y luego su familia se pasó para la zona de La Sabana. Estudió en la Escuela Julia Lam, en el Edificio Metálico, y en el Colegio de Señoritas. Desde que era una joven estudiante destacó en cuanta dramatización inventaran, y era famosa por sus dotes para el canto. “No es por nada, pero siempre he cantado muy lindo”, dice orgullosa, haciendo una trompita de chiquita que se chinea. “Canto boleros, y las canciones de las películas de esa época, que interpretaba Amparito Montes y eran dobladas por María Félix”, dice la capitana del teatro, mientras acaricia una vieja máquina de coser, sembrada en una esquina de la sala, como si fuera el patio de un montón de santos y ángeles. Nunca ha sido estrafalaria, sino fresca y frugal. “Me cuido mucho, me gusta comer lo hecho por mí y no soy de gustos exquisitos”, confiesa. Hace dos años tuvo una dolencia de salud, un problema vascular en un ojo, a propósito de una frustración que tuvo que ver con un recital de poesía que quedó en nada. Así vive su carrera y su profesión de actriz, con pasión, con frenesí, con desenfreno, como si el teatro fuera un amante que lleva por dentro, y que porta consigo por doquier. Era una maestra jovencita cuando se adentró en el mundo de las bellas artes. “Aprendí mucho de Manuel de la Cruz González, Enrique Benavides y Quico Quirós. Siempre andaba detrás de las grandes figuras”. Arrancó en el Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica, la lado del maestro Lucho Ranucci. “Nunca leía nada de teatro, y siempre lo que hice lo hice bien. Me pasaba los días disfrutando la vida. Iba mucho al paraninfo de la universidad, y le ayudaba en Radio Universitaria al periodista Rolando Angulo, quien tenía un programa infantil. Tengo lindos recuerdos de esos años, cuando la emisora estaba a cargo del escritor Carlos Salazar Herrera”. Y en esos años interpreta personajes difíciles y complejos en obras como “La zapatera prodigiosa”, “Las manos sucias” y “Deseos reprimidos”. Son los años de Lenín Garrido, Anabel Garrido, José Trejos, José Tassies y Kitico Moreno.
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De ahí para acá ha participado en más de medio centenar de montajes. El más reciente fue “Entre camagüa y elote”, con Lucho Barahona. “Me encantó esa obra, porque era la historia de mi barrio, del Paso de la Vaca. Además, en esa obra canto, y eso es como un regalo para mí”. En esa ocasión cantó “He guardado” y “Noche inolvidable”. “Y me gustó mucho que hablamos en la obra de otros tiempos, del tiempo de los cromos, cuando la gente se saludaba en la calle, no como ahora”.
Historia luminosa No se piense que tiene mala memoria. Habla de esa obra simplemente porque le gustó. Igual recuerda el montaje “El delito en la isla de las cabras”, con Kitico Moreno y la cantante Albertina Moya, así como “Pedido de mano”, con José Trejos y Guido Sáenz. En los sesentas estuvo estudiando en España, y se lució en el Teatro Arlequín. De esa época recuerda “Tartufo”, con Enrique Granados, actual ministro de Cultura, así como “La casa de Bernarda Alba”, que considera la mejor obra en cuyo montaje ha actuado. Dice que no vive ensimismada en sus glorias como actriz, pero tiene su vanidad especial, faltaba más. “Siempre me he manejado por intuición. Nací con facilidad para esto. Y he conseguido buenos resultados. Recuerdo, por ejemplo, una obra que se llama ´Cupido tiró a matar´, y que montamos en el Centro Cultural Norteamericano. Trata de una señora que llega a visitar a una de sus hijas, ella le presenta un pintor y, ya está, se enamora. Si, después de un tiempo ahí, la hubiéramos pasado al Teatro del Angel ahí estaríamos todavía, bien trepados”, confiesa. Expresa una enorme gratitud por la gente más grande de la historia del teatro en nuestro país, donde ubica a quienes llama, simplemente, “los de la época de los chilenos”, o sea, Marcelo Gaete y Sara Astica, Lucho Barahona y Dionisio Echeverría. “Fue con ellos que nuestro teatro dio el gran salto. Después, resulta que cambió la época y ahora lo que les importa es el teatro liviano, el que tiene un cliente fácil, que no exige, pero, bueno, diay, todos tenemos que sobrevivir, ¿o no?”, sostiene.
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La Segua La Poltro también estuvo en “La Segua”, la película de Oscar Castillo de la década de los ochentas. “Ay, para qué me recuerda eso, no ve que hasta terminé agotada y enferma, en un hospital”. Me dice, como en secreto, que lo de ella no es el cine, sino el teatro. En cambio, actuar para series de televisión le hace más gracia. “Me invitan a ayudarles en ´La Pensión`, y siempre lo hago con gusto. Me encanta el trabajo de algunos valores de la tele, como Manuel Ruiz, Eugenia Fuscaldo y César Meléndez”, cuenta, mientras se deshace en palabras de gratitud para Oscar Castillo. Le pregunto por las otras series televisivas de La Mestiza, por “La Plaza” y “EL Barrio”, el gran clásico del género. “Apenas los he visto por pedacitos. Es que viera cómo me cuesta pasar un ratillo sentada frente a un tele. Yo necesito estar todo el día en actividad”. Por eso es que adoptó las ardillas de un parquecito que queda cerca de su casa, y se encarga de alimentarlas dos veces al día. Nadie le paga por hacerlo. Lo hace por amor a la vida. “Voy a comprarles frutas todas las mañanas. Les doy comidita especial para ellas. Me toca alimentarlas a las 7 de la mañana y en la tarde, antes de que caiga la noche. Lo hago para cumplir con el universo y para estar más cerca de mi espíritu”. Habla tan rico que si a alguien se le hubiera ocurrido grabar sus palabras día tras día, ya habría publicado varios libros con sus frases certeras, sus relaciones coloridas y sus sentencias.
Sus cosas... Cuando le pregunto la edad, me contesta con una de esas salidas: “mire, no le pregunte eso a una mujer, porque la mujer que dice la edad es capaz de decir cualquier cosa”. ¡Opa! Mejor le preguntamos de otras cosas. “Hablemos mejor de lo que me da pereza. Así como me dan pereza las llaves, le tengo pereza a la envidia. La envidia desgasta a la gente. En cambio, amo a la gente espontánea, a las personas auténticas y sinceras”. Esta leyenda viviente le hace honor a su fama. Tampoco es religiosa, y acepta todo como venga, sin decir ni pío... Le encanta ver un canal de cable que se llama Infinito, ama el mundo de lo esotérico, y ha tenido relación con la Sociedad Teosófic a. “Tengo mis apuntes y he recibido mis lecciones. Camilo Rodríguez Chaverri
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Sin embargo, no me gusta que me enfrasquen en una teoría, ni en una filosofía. Tengo mi manera de pensar acerca de la existencia de Dios. Es una versión mía y sólo para mí”, comenta esta seguidora del Tarot de Osho Zen. Cree en la reencarnación. “¿Cómo no iba a creer en la reencarnación? En algo hay que creer. No voy a terminar en nada, por supuesto”, dice mientras, curiosamente, toma en sus manos una imagen de Francisco de Asís, y la acaricia como si fuera un bebé diminuto, o un peluche. “Viera cómo me gusta este santo. Todos los días le hablo, y les hablo a los arcángeles. Ayudan mucho. Uno les habla un rato, y poco a poco le entienden. Hay que tener paciencia, eso sí, porque tampoco es que se consiguen las cosas así de fácil. Todo cuesta, qué le vamos a hacer”. “Yo tengo claro que uno debe ser bueno por convicción. Por ejemplo, desde que yo me hice mamá de esas ardillas en esta casa nunca faltan las frutas. Eso es una bendición”. Y le pregunto a qué le tiene miedo. “Ah, le tengo horror al ridículo. Nada más. No le temo al tiempo, ni le presto atención a eso que ahora llaman ´tendencias´, y que siempre ha sido la bendita moda. Yo me visto como me da la gana. Tampoco le temo a la vejez, qué va”. Le digo que ella está guapa, prieta, que es una señora “pochotona”. Quiero que me hable del amor, pues ya había averigüado, por otros medios, que tiene 74, aunque aparenta 10 ó 15 años menos. “No voy a andar pretendiendo tener novios, aunque sé que ahora hay muchachos a los que les agradan las mujeres maduras. Además, me gusta mucho la gente joven. Todos mis amigos son mucho menores que yo”.
Veraneras y celajes ¡Ajá! Es una gran pispireta. Y cada vez que sale a relucir la chiquilla que actùa y que le anda por dentro, se ve de lo más divina. “Lo único que hago contra el tiempo es caminar un kilómetro por día, enamorarme del canto de los pájaros que se paran en la palmera del lote del frente, y sentarme a ver esta veranera que tengo en el patio, y que ahora me está floreando. Ah, bueno, y también me tiño el pelo, porque, diay, una tiene derecho al cariñito, ¿verdad?”. Es de lo más jugada. Termina las respuestas con una pregunta para dejarme sin espacio para las réplicas.
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“Ya la gente no se fija en los detalles. Eso es una tirada. Yo creo que el cielo tiene nubes para todos, y que por eso tienen un montón de formas. También pienso que un montón de males se curan con sólo ver los celajes”. La Poltro conserva la ilusión por todo. Me cuenta fascinada que ya casi inicia sus lecciones de francés, pues le dieron una beca, que todavía lee italiano y que se ha habituado a descubrirse los males y las pulgas. “Compré un libro que se llama ´Manual de Merck´ porque ahí vienen las explicaciones para todas las enfermedades, y cuando me duele o me pica algo, yo quiero saber qué es lo que pasa. Detesto ´batear´. Y también me entretengo. Por ejemplo, ahora estoy estudiando los síntomas de la esquizofrenia, pero no crea que es que estoy delirando”, dice, muerta de la risa.
Grandes actrices Y termina mencionando a quienes admira, porque no puede salir una nota sobre ella sin que se consigne a quienes le llenan de luz la vida. “Admiro a una actriz de Alajuela, muy amiga mía, se llama Lilliam Blandino. Creo que Roxana Campos es buenísima, y también Ana Istarú, Haydée De Lev, Aurelia Dobles y Eugenia Fuscaldo. Todas ellas me gustan mucho. “En cambio, no me gustan las actrices que coquetean con el público. Cada cosa a su edad y en su momento. Hay un cuarto de hora para todo. A mí no me molesta que la gente reciba premios. Allá cada quien. Eso es porque nunca he perdido nada en la vida. Todo ha sido ganancia, y me alegra que a la gente también le vaya bien”. Le pregunto de qué se arrepiente. “Ah, qué dicha que me acordé de algo importante, y con esto termino, porque cuando habla y habla, empiezan a aparecer las tortas. Lo que quiero que escriba ahí, por favor, que no se le olvide, porque es muy importante, y también es una barbaridad. Lo que jamás haría de nuevo es subirme a un escenario en medio de un dolor muy grande. Tuve que actuar en tres ocasiones en que la muerte de un ser querido me partía el alma. Me arrepiento. Escríbalo, no se le olvide. Ese cuento de que hay que actuar porque el show tiene que seguir es una barbaridad. Las tres veces lo hice bien, pero, no friegue, no es igual. No es vara mía, como dicen los pachuquillos de ahora. Es la pura verdad, y quiero que todo el mundo sepa que hay cosas más importantes que el espectáculo”. Camilo Rodríguez Chaverri
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Sé que la entrevista terminó. Sus ojos me lo dicen. No importa. Logramos abrir el cofre de la Poltro, que está exactamente entre sus ojos y el pecho. En la pura boca. Sus joyas siempre vienen vestidas de palabras. Ojo, junio 2002
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Benjamín Gutiérrez
El heredero de la promesa
Entro en sus dominios. Su casa es un espacio mágico, y él es el dueño del hechizo. Todo tiene una vibra especial a su alrededor. Es como un sacerdote de la música, como el creador de rituales nuevos. Su talento lleva de la mano la serenidad que le dan los años, y se nota la enorme plenitud que lo inunda al tener el privilegio de hacer lo que le gusta, y de hacerlo muy bien. Benjamín Gutiérrez goza su Premio Magón, que se une a la designación como Hombre del Siglo XX en música en nuestro país, de acuerdo con un grupo de especialistas consultados por el periódico La Nación. Me recibe en su casa con su tradicional elegancia, así como con la solemnidad que le da otro matiz a su presencia. Llegamos a una sala o cuarto de estar, rodeado de paredes de vidrio, ventanales enormes que dan al patio. El viento que agita las plantas hace música en medio del silencio y la quietud que imprime la estructura de la casa bajo la mirada de don Benjamín. Todo en él es melodía, todo convive armoniosamente como si fuera su creación gigantesca. No hay varios benjamines, todo va envuelto con sublime empaque en su porte de artista, en su aire de duende atrevido y talentoso, en su actitud siempre abierta y optimista. Es un caballero. En su porte hay mucho de quijote pero vestido con un gusto exquisito, con un sentido estético que convive con él siempre, porque viene inscrito en su código genético. Eso sí: él hace un esfuerzo por afinar esa delicadeza siempre. Considera que hay que universalizar y llevar a todos los rincones del mundo el talento de nuestros grandes artistas, Camilo Rodríguez Chaverri
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y que gente como el pianista Jacques Sagot y la deportista Claudia Poll deben exhibirse gracias a las bondades de la globalización porque nos dan prestigio. Sus palabras van al grano. “Cuando sale algo extraordinario en arte no debemos dejarlo pasar. La indiferencia ante esos valores es producto del individualismo nuestro. No nos damos cuenta de que cuando tenemos algo grandioso, también hay que mostrarlo fuera”, comenta don Benjamín.
La globalización del arte “El arte es universal. La globalización no sólo es de la comunicación y los negocios. Ahora todas las culturas están más cercanas. Pero lejos de lo que algunos creen, eso va a permitir que las culturas se acentúen. De ahí que sea un fenómeno sociológico”, comenta. “Nuestro país está más preparado para esa globalización que cualquier otro país de la región. Curiosamente, tenemos una actitud xenofílica. Somos abiertos para lo que venga de afuera. Por eso, cuando han venido artistas argentinos, cubanos, chilenos, aportaron mucho”. “Hasta la migración nicaragüense demuestra eso. Lejos de lo que parece, nos ha beneficiado, porque genera crecimiento de la población trabajadora. Siempre he creído en la apertura de fronteras. El país que demuestra la bondad de los extranjeros es Estados Unidos”, dice, sin reparos. “En el aspecto artístico, la globalización nos benefic ia. El talento está en todas partes, y para los artistas no hay fronteras”.
“Creo en los ancestros” “El mundo está lleno de ancestros en el arte. Creo en los ancestros. Por ejemplo, Darío es Nicaragua como el Teatro Nacional es Costa Rica. ¿Se imagina lo que significa un teatro entre cafetales? Su presencia le cambió el panorama a Costa Rica. Fue el centro intelectual de nuestra sociedad. “A partir de entonces, nuestro país empezó a enviar jóvenes a estudiar a Europa, principalmente a Bélgica y a Francia. El Teatro Nacional se inauguró con la Ópera Fausto, y eso da una idea de nuestra admiración por Francia. Es que siempre hemos estado abiertos a lo que viene de Europa”, apunta el Premio Magón de este año.
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“Esa apertura hacia la influencia exterior, hizo que luego vinieran sudamericanos a dar un gran aporte a nuestro desarrollo artístico. Los chilenos fueron fundamentales. También los argentinos, a quienes se les debe el mayor impulso al teatro en nuestro país. Por esa apertura tan nuestra, es que estamos inconscientemente preparados para la globalización”. “El problema es que somos indiferentes a ello. Eso se debe a que somos individualistas y a que nuestros antepasados fueron completamente montañeses, y que nunca hubo presencia fuerte de la Corona en estas tierras”.
Un país con nombre Don Benjamín se entrevista solo. No hacen falta las preguntas. Él construye sus propias transiciones y sigue hablando, con esa voz que tiene una música por dentro, y que siempre hace que uno se lamente de que usted no la escuche, y tenga que conformarse con leer su transcripción. “Costa Rica ya va teniendo nombre en lo político, gracias a que no tenemos ejército y al Nobel de la Paz. Eso ayuda mucho. Cuando sale del país un artista como Jacques Sagot, o un talento como Claudia Poll, sus grandezas nos ayudan a ubicarnos en el mundo”; comenta. De acuerdo con don Benjamín, con la globalización hay una tendencia por nacionalizarse, como mecanismo de defensa, pero no hay que sucumbir ante el miedo. Al contrario, hay que aprovechar toda esa influencia a la que hemos estado abiertos. “Siempre estamos copiando a los grandes, y eso no está mal, porque ha permitido grandes avances en salud y educación, y hasta tenemos un enorme prestigio en la producción de café”.
Goza del éxito Don Benjamín se sabe vencedor de grandes batallas. Confiesa que nuestra mentalidad montañesa–que, curiosamente, convive con una apertura hacia el mundo– obliga a que nuestros artistas brillen fuera para ser reconocidos. ”Casi me atrevo a decirle que el éxito que he tenido ha sido por ser reconocido en Europa y Estados Unidos”. Pero su éxito va más allá de su esfuerzo personal. Sus ancestros tienen que ver en el asunto. Es bisnieto del músico Camilo Rodríguez Chaverri
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Pilar Jiménez y fue su abuela, doña Rosa Jiménez, quien le enseña a tocar piano. Luego está en el Conservatorio de la Universidad de Costa Rica, y viaja a Guatemala, Estados Unidos y Argentina. Es en ese país del sur, convive con el maestro Alberto Ginastera, uno de los más grandes compositores del siglo XX. Considera que esta época fue la de mayor importancia para su formación, pues no sólo estuvo al lado de uno de los clásicos de todos los tiempos, sino que el medio le ofreció el contacto con los más grandes compositores del mundo. “Ginastera parecía, más bien, un gerente de banco. Usaba chaleco y era elegantísimo. De hecho, yo me vine de Argentina con la costumbre de usar chaleco. Ginastera usaba una frase muy simpática. Decía que ´no sólo hay que ser un buen compositor, también hay que aparentarlo´ “En esa época viví la bonanza de Buenos Aires, que es la ciudad más europea de América. Estaban recibiendo la influencia del vanguardismo europeo. Tuve que aprender a levantarme el ego, porque era la única manera de sobrevivir”.
De vuelta en casa Regresó a Costa Rica a trabajar con otra visión. Tuvo que entender que aquí no iba a encontrarse el ambiente profesional de los países desarrollados. Corre el año de 1967 y hasta cinco años después se profesionaliza la Orquesta Sinfónica Nacional. “Guido Sáenz fue el pionero, el gran apasionado de ese gran movimiento. Él le dio el apoyo a Gerald Brown, y juntos trajeron músicos de Europa, América del Norte, América del Sur y hasta un japonés”, recuerda. Fue con ellos que empezó el Programa de Profesionalización de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Programa de la Orquesta Sinfónica Juvenil. “Gracias a esa visión de Guido Sáenz, y al apoyo de Figueres, ahora tenemos músicos costarricenses profesionales”, quien ahora tiene 16 años de dedicarse a la composición. “Yo nunca estoy pensando en el escenario costarricense. Siempre pienso en el mundo. Por ejemplo, en 1982 estreno la ópera ´El pájaro del crepúsculo´, basada en un cuento japonés, y en 1985 estreno ´El Regalo de Reyes´, basada en una obra de
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O´Henry. También, en 1986 compongo una obra para el 50º Aniversario de la muerte de Federico García Lorca”.
Mezquindad tica Entonces recuerda una nueva faceta de la indiferencia que critica tanto en los costarricenses. “La obra se llamaba ´Fuego y sombra´. Tenía un libreto de Lil Picado, y la escenografía era de Luis Carlos Vázquez. Participaban la Compañía Nacional de Danza, la Compañía Nacional de Teatro, la Sinfónica Nacional y los mejores cantantes del país. En una de las presentaciones estaba la esposa del gobernador de Puerto Rico, y se impresionó tanto que fue a hacer gestiones en su país para presentar la obra allá. Pero no hubo manera de convencer a los jerarcas del momento”, cuenta, quejándose.
Aceptó las condiciones Le pregunto si no se ha sentido demasiado talentoso para un medio tan chato y pequeño como el nuestro. “Tenía que tomar una decisión. O me quedaba en Buenos Aires, me iba para Estados Unidos u otro países que contara con grandes condiciones profesionales, o me quedaba en Costa Rica con las condiciones de acá. “Nunca he pedido nada. Nunca he criticado. Nunca he generado polémica en contra del ambiente. Lo acepto tal cual es. Es la única manera de entender que estoy haciendo música para el mundo”. Es que a don Benjamín nunca le ha ganado la vanidad. Ahí radica su grandeza. “Por ejemplo, cuando me quitaron de la dirección musical de la Compañía Lírica no me molesté. Siempre he tenido muy claro que cuando llegan directores extranjeros el beneficio es también para mí. No sólo es bueno porque llevan más gente al teatro, sino porque entre más músicos vienen, más sale mi música”, explica. “Mi música se toca en Europa, América del Sur, Estados Unidos. Y a todos esos escenarios mi música ha llegado gracias a los directores que han pasado por nuestro país”, argumenta Gutiérrez, quien antes tenía sus derechos de autor en Suiza, pero ahora los pasó para la Asociación Costarricense de Autores Musicales (ACAM).
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No esperar nada Se nota en el maestro Benjamín Gutiérrez un enorme gozo por la vida, fruto seguro de la plenitud de su existencia. Dice que la receta ha sido no esperar nada a cambio de lo que hace. “Lo que uno hace, lo hace por vocación. Si hubiera estudiado una profesión liberal, igual estaría componiendo. “Componer es mi gran vivencia, mi gran distracción. No tengo por qué esperar nada de nadie. Nadie tiene la obligación de estarme premiando por hacer lo que me gusta. Y si uno no espera nada, todo es ganancia”. Le pregunto en quiénes ha encontrado talento como compositores en nuestro país. Dice que la lista es larga: Mario Alfaro Güell, Bernal Flores, Fidel Gamboa, Marco Antonio Quesada, Eddy Mora, Alejandro Cardona, Carlos Macaya, Luis Diego Herra, Vinicio Meza, María Prétiz. “Deben ser muchos más…Así que me disculpen los que olvido. Son muchos para una ciudad pequeña como la nuestra”.
La música popular Ahora hablamos de la música popular. Don Benjamín considera que hay mucha música buena. “Los brasileños, por ejemplo, tienen mucha calidad. Por eso es la música popular con mayor presencia en los escenarios europeos. El tango también ocupa un lugar de privilegio en Europa gracias a Piazzola. En México también hay compositores de una gran sensibilidad, como Manzanero. Dentro de su simplicidad y su poesía cotidiana, hay muchas cosas qué reconocerle, sobre todo con un buen intérprete, como Luis Miguel, por ejemplo. “Latinoamérica tiene una presencia universal. El problema es la calidad. Es el gusto. Si se produce música de buen gusto tiene oyentes en todo el mundo. Vea el fenómeno de los Beatles. ´Yesterday´ ya es un clásico, y si usted la escucha con una orquesta y un ballet nota la diferencia. “Pero, ¿cómo le podemos exigir a la juventud que analice intelectualmente una obra musical si no se le presenta como se debe?”
La magia del rock Consultado acerca del rock, don Benjamín considera que es un lenguaje musical asociado al jazz, y que eso lo enriquece 44
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mucho. “El jazz funciona por medio de progresiones, no se puede quedar en una posición melódica. Creo que la ópera rock es un recurso lindo y muy válido. Pero es muy caro. Tiene que presentarse con muy buena calidad. Es un espectáculo visual que debe competir con lo que vemos ahora por cable. Esas son las maravillosas exigencias de la globalización. Ni en la ópera rock, ni en nada, se puede condescender con lo nacional. El mundo de hoy exige calidad en todo. Ese es el reto”.
Las exigencias de ahora “La globalización es tan maravillosa que nos exige mucha calidad, porque tenemos todas las culturas del mundo en las manos. La globalización pertenece a la juventud o de quienes se mantengan jóvenes. Las condiciones nos obligan a ser exigentes. “Hay programas como los de Discovery, que nos llegan por cable, en los que también nos dan información sobre las diferentes culturas de Oriente, África y del Amazonas. Y algunas culturas primitivas, por ejemplo, no van a cambiar, pero ahí están, en exposición para el mundo”. “Ese fenómeno nos compromete a todos. Nos exhibe a todos. Por eso, hay que producir con calidad, porque estamos expuestos al mundo. A los jóvenes ya nada los sorprende. El impacto de la tele y el satélite nos lleva a eso. Hasta una guerra la presenciamos en directo y a color. “La juventud de ahora lo tiene todo, pero debe entender las condiciones globalizadas. La calidad, el buen gusto, la eficiencia y el aprovechamiento de los talentos. Por eso mismo hay que aceptar la globalización como un hecho natural, planetario. Si no aceptan mi trabajo o mi arte aquí, tal vez en otro lugar sí. “Estamos viviendo una de las épocas más interesantes de la historia de la humanidad. Vea por ejemplo la lentitud con que se desarrollaba un acontecimiento en la Edad Media, o en la época de la Colonia. Ya eso dejó de ser así. El mundo de hoy es vertiginoso”.
Optimista Le comento que le noto muy optimista, pues ni siquiera cuando critica sus palabras llevan un sentido destructivo. “Es que el desarrollo de la tecnología es para bien. Aunque Camilo Rodríguez Chaverri
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hayan factores negativos en el comportamiento humano, los avances siempre nos ayudan”. Le interrogo acerca de la política en Costa Rica, y su música sigue armoniosa. “Nuestro país tiene una característica que difícilmente cambiaría. La política es muy festiva. El pueblo sabe que no le cumplirán con lo que le prometen, pero también sabe que hay que celebrar la fiesta. “Existen dos partidos para que nadie se perpetúe en el poder. Eso es propio de nuestro individualismo y de haber estado lejos de la Corona. Ahora los políticos se quejan de que los han desprestigiado, pero no hay tal. Los costarricenses creen en sus instituciones y eso es muy importante. Ya lo demostró el pueblo con el ICE. Por eso, los políticos pueden desprestigiarse o no. Es problema de ellos si quieren ser serios o no. Ya eso es un asunto de educación política. Pero las instituciones no corren peligro”.
Bipartidismo Le pregunto si considera que esas dos fuerzas se parecen y me contesta que son la misma cosa. Me explica: “La gente sabe que son la misma cosa. Los gobernantes pertenecen a las familias adineradas, pero eso no les importa. Al ser dos partidos, los mandos medios cambian, es decir, los de elección popular. Pero, en el fondo, la gente sabe que manda el poder económico, y lo acepta con toda naturalidad. No hay asombro ni protesta. De ahí que defienda tanto sus instituciones, de ahí que crea en la educación, la energía y la salud públicas”. “Curiosamente aquí ni siquiera hay definición política. Por eso, ahora los candidatos anuncian propuestas para resolver problemas concretos”. Este músico es un gran filósofo. Ha aprendido del silencio. En su vida todo es moderado y rítmico, y se juntan las pasiones y los razonamientos. Al salir, un Amiguetti de Benjamín Gutiérrez lo retrata muy bien: es como un gnomo, europeo, místico, de leyenda. Una leyenda viva en la historia de la música de Costa Rica.
Formación de toda la vida Gutiérrez nació en 1937 y para 1953, con 16 años, ingresó al Conservatorio de la Universidad de Costa Rica, donde realizó estudios con el maestro Miguel Ángel Quesada. 46
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Más tarde estudió en Guatemala, donde obtuvo un Bachillerato en Música, al lado del maestro Augusto Ardenois. En octubre de 1957 estrena en el Teatro Nacional su primera composición formal. Se trata de una ópera basada en la novela “Marianela”, de Benito Pérez Galdós. Por el éxito obtenido el Instituto Internacional de Educación le otorga una beca para que estudie en el Conservatorio “New England”, de Boston, donde obtiene una Maestría en Música. En esa época compone un concierto para Clarinete y Orquesta y pequeñas obras de Música de Cámara. Cuenta que en 1960 vuelve al país pero no encuentra condiciones profesionales, por lo que regresa a Estados Unidos. En 1961 continúa estudios en Colorado, con el compositor fracés Darius Milhaud y en Michigan con Ross Lee Fenney.
Con Ginastera Lo que quería era orientación en el campo de la composición musical, y un profesor estadounidense le aconsejó que buscara a un compositor de prestigio en Hispanoamérica, que fuera común a sus raíces. Por eso, en 1964 se va para Argentina y recibe una beca para estudiar composición y orquestación contemporánea con el reconocidísimo maestro Alberto Ginastera. De vuelta en Costa Rica, en 1967, trabajó como profesor en el Liceo de Heredia, el Conservatorio Castella y la Facultad de Educación de la UCR, y en 1972 pasa a ser Director del Conservatorio de la Universidad de Costa Rica.
La Compañía Lírica En 1980 nace la Compañía Lírica con Marina Volio como ministra de Cultura, y en 1981 estrenan el Teatro Melico Salazar con la ópera Carmen. Sigue como Director Musical de la Compañía Lírica, hasta que en 1985 decide dedicarse exclusivamente a la composición. Ha compuesto unas 40 obras y las ha estrenado todas. Es un privilegio que le agradece a las instituciones de nuestro país, pues en muchos países desarrollados numerosos compositores no pueden darse ese gusto.
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Una familia de pianistas La gran inspiración de su vida es su bisabuelo, Don Pilar Jiménez. El maestro Benjamín Gutiérrez insiste en que cree en los ancestros. Cuenta que Don Pilar era un adolescente cuando sucede la guerra de 1856. Ahí conoció a Manuel María Gutiérrez, quien fue el primer Director General de Bandas. “Era un músico con una formación pianística, organista y violonchelista. Afinaba los pocos órganos que había en el país. Por ejemplo, el de la Iglesia de Heredia, que fue edificada en 1779”. “A mi bisabuelo, don Pilar, hay que imaginárselo tal y como es. Con el pelo largo y la levita, un músico al estilo europeo y en el siglo XIX. A él le tocó ver el estreno del Teatro Nacional”. Don Pilar casó con Melchora Núñez, hija de un hombre adinerado de San José, por lo que todos sus hijos estudiaron en Europa. A todos los enseñó a tocar piano, pues sabía que eso les abriría muchas puertas al otro lado del Océano. Sus hijos fueron pioneros de Guadalupe, y cuando su papá ya estaba mayor, lo obligaron a ir a Europa, a conocer las fuentes de su sabiduría. Don Benjamín recuerda que en casa de sus abuelos y tíos abuelos siempre había un piano, y que la familia se reunía alrededor de la música. Por eso, todos sus primos aprendieron a tocar ese instrumento. Pero sólo él siguió los pasos de Don Pilar y se convirtió en un profesional de la música. Ojo, marzo 2001
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Jorge Jiménez Deredia
El aliado de las esferas
Su casa parece un museo. Él la ideó, la proyectó, y en ella todo está lleno de símbolos. Hay triángulos en toda la estructura, porque sabe que el triángulo representa el equilibrio renacentista, y en las ventanas simboliza nueve elementos. El blanco de todo resplandece, casi encandila. Parece una casa construida entre nubes o sobre un yacimiento de mármol, en el corazón del Carrara que lo ha visto crecer como escultor. Su esposa, doña Guiselle, su gran compañera de vida, me guía hasta una sala amplia y con muchos espacios. Allí están sus naturalezas vivas, su reloj mágico llamado ´El mal del tiempo´, en honor a la obra de Max Jiménez; también están los dos “Diálogo”, así como “Eterno femenino”, “Coloquio” e “Imago materno”. Todo es blanco como en el cuento de Carlos Salazar Herrera que se llama “La calera”… Y en medio de aquel blanco en el que uno se sumerge, como si hubieran bañado la casa en un mar de leche, surge el hombre con cara de niño, el niño con barba, con su ropa negra, de siempre, con su aspecto de sacerdote o de pastor, con su aura de santo, de persona pura. “Tiene cara de buena gente”, le dije el primer día que lo vi, en canal 13, donde lo entrevistaría mi amiga, la poeta Leda García. De nuevo, después del saludo, se sumerge en el blanco de los muebles. Aunque sea sin querer, todo está en ese sitio para que él sea el centro, el elemento que salta como una gota, milagrosa, en el mantel plateado de un lago sereno. Lo primero que urge decir sobre Jorge Jiménez Deredia es que tiene una voz particular, que se parece a su cara. Rostro Camilo Rodríguez Chaverri
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y tono se hermanan, y son como las de un pequeñín. Me resulta especialmente luminoso, y, me ayuda a entender mejor porqué el Vaticano lo escogió para esculpir a San Marcelino Champagnat, un gigante del amor, el santo de los niños y fundador de los Maristas. Su voz de niño atrapa. Devuelve a quienes la escuchan al inicio de todo, la niñez, que es como los inicios de la vida que crea Jiménez Deredia en sus génesis. En sus génesis destaca la sombrilla de pobre, como si fuera el reflejo de una mano que ve el escultor en el cielo. La génesis es la síntesis del fenómeno de transmutación y la materialización del tiempo místico, como él explicará en esta entrevista…
Sus orígenes Nació cerca de la estación del tren, en Heredia, en una casita de adobe, la tercera casita al norte de la esquina este de la estación. Su papá quedó paralítico a los 32 años, cuando él tenía sólo 6 años. Le aplicaron la vacuna de polio y, con ello, le activaron el virus. Quedó paralizado. Sólo podía mover la cabeza. La situación de la familia se complicó. Son 7 hermanos. Jorge era el cuarto hijo, y el primero de los hombres. Era muy importante para su papá, don Enrique Jiménez García. “Papá siempre quiso un varón en la casa. Mis hermanas vivían con la desilusión de que él no les daba mucha pelota porque quería un hombrecito”, dice el escultor. Como era el primero de los hombres, sus hermanas jugaban de muñecas con él. “Una de mis hermanas cuenta que cuando estaba en la escuela deseaba salir para ir a jugar conmigo de casita. Yo era el bebé de ellas. Eso me dio mucha estabilidad emocional”. Luego su papá se fue recuperando, aunque fuera parcialmente. “Un año después ya estaba caminando. Era una persona muy orgullosa y nunca quiso usar bastón. Yo tenía 7 años, así que contaba con el tamaño adecuado para convertirme en su bastón. Me llamaba cada vez que iba a hacer un movimiento. Yo era su bastón cuando viajaba a su tallercito, porque él siempre trabajó de radiotécnico. Desarmaba radios y televisores. Me tocaba ir a comprar los repuestos a la famosa Gallito. Iba de Heredia a San José a comprar los tubitos que se usaban en ese tiempo”. 50
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Dice Jorge que la actividad que desarrolló junto a su padre se convirtió en una gran escuela para su vida. “Papá me enseñó el sentido de dignidad. Tiene 76 años y se conserva activo y fuerte”. Tuvo una infancia llena de trabajo. Con mil esfuerzos, su papá construyó una casa, y se fueron a vivir a una cuadra de donde estaban antes, a 125 metros del Centro Penitenciario San Agustín.
Entre cafetales “Siendo pequeño, venía de la escuela y me iba a andar por un cafetal. Me metía por el río Pirro. Había muchos árboles de manzana rosa y guaba, y unas matas de banano. Yo cortaba los bananos verdes y hacía una huaca en un hueco que descubrí en el tronco de un árbol. Ahí los maduraba. “Siempre andaba solo. Tuve una niñez muy sola. Veía a Tarzán en la tele, y tenía mis propios bejucos para atravesar el río. A veces no llegaba al otro lado, y había que tirarse al río. En ese sector, ya el río había pasado por el crematorio, y venía sucio. También tenía una flechilla y me divertía mucho quebrando botellas”, dice Jiménez Deredia. Estuvo en la escuela Joaquín Lizano, y recuerda especialmente el patio central. La escuela estaba a 50 metros de la Gobernación de Heredia. “Era el primero de la clase, junto a dos compañeros, que se llamaban Andrés y Juan Carlos. La maestra me llevaba a su casa para que le ayudara a corregir tareas. Después me daba un vaso con leche y unos quequitos. Era una mujer muy rigurosa, que me ayudó mucho”. Luego, entró al Liceo de Heredia. Ahí conoció al escultor Ólger Villegas, quien era profesor de Artes Plásticas. A su lado hizo su primera escultura. “Muy cerca de la casa estaba un aserradero que fue donde conseguí el primer pedacito de madera en el que esculpí”.
Su primera escultura Tenía 13 años cuando descubrió la escultura. “En el tallercito del Liceo de Heredia, por primera vez probé que era capaz de crear algo. Creí que había perdido la escultura, porque se la di a una hermana que vive en Estados Unidos, pero ya la recuperé”.
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Se organizó un concurso y una exposición con trabajos de escultura de estudiantes de todo el país, y los premios se los dieron a los tres representantes del Liceo de Heredia, Jorge y dos de sus compañeros, José y Aquiles. “Llegó Arnoldo Herrera y se enojó porque ninguno de los ganadores era del Castella. Le reclamó a Ólger, y él le dijo que en lugar de enojarse, lo que debía hacer era becarnos. “Don Arnoldo aceptó la sugerencia de don Ólger. El único problema que teníamos era encontrar cómo podríamos llegar hasta La Sabana. Al final, él se las ingenió para que un bus que andaba por todo San José primero fuera por nosotros. Nos recogía a las 6 de la mañana”. Entonces, su maestro de Escultura desde Segundo Año de secundaria fue Néstor Zeledón. “La experiencia en el Castella fue fabulosa. Arnoldo Herrera se enteró de que yo tenía talento y me dejó las llaves para que me pudiera quedar trabajando durante los fines de semana. Incluso, las cocineras me dejaban una olla de arroz y una olla de frijoles. Me las dejaban en una refrigeradora, y yo disfrutaba mucho de esa comidita. Por eso, cada vez que vengo al país quiero comer sólo arroz, frijoles y plátano maduro”.
En el mercado de Heredia “Me gusta ir al Mercado de Heredia a comer enyucados. Hay una señora que hace unos enyucados como nadie los hace, y es ahí mismo, como a 40 metros de donde yo nací. “En ese mercado compro frutas. La gente me conoce. Me indispone ir a comprar a los grandes supermercados. No me gustan ni la abundancia ni el consumismo. Me parece que la gente ya perdió el sentido de las cosas. No se compra lo esencial, se compra por comprar. Aquí, en los supermercados, hay vinos de Francia, de Italia, de España... No me gusta todo eso. “A mí me hace mucha falta la simplicidad, la relación con la gente, la oportunidad de hablar con el señor que me vende la carne o con la señora que me vende las frutas. Voy al mercado por placer. “La abundancia genera muchos problemas. Yo recuerdo que cuando estaba pequeño, no había gordos. Si nos fijamos en la foto de mis compañeros de la escuela, usted verá que no hay un solo gordo. En cambio, ahora las golosinas son una tragedia en los niños. Antes no había esa cantidad de dulces.
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“Recuerdo que cuando estaba yo en la escuela comíamos gallitos de frijoles molidos, de carne o de repollo, que eran los más baratos y los que podía comprar yo”.
Neurosis consumista “Es que no había esa neurosis de comprar a toda costa. Cuando entro en los grandes supermercados americanos siento que me vomito. Veo a gente que va con mortadelas enormes, y me pregunto si les puede caber todo eso; o con semillas, que saben tan rico, pero que hacen tanto daño. “Todo eso que consume la gente, todo eso enturbia. Es como que le echen mucho humo a uno en los ojos. Bueno, por algo es que la principal causa de muerte es el problema cardiovascular. En ese sentido, los ticos padecen hasta por una razón genética. Los costarricenses tendemos a no tener una enzima que controla la grasa. Mi cardióloga dice que le ha tocado asistir niños de 7 años que sufren infarto. “Como dos kilos de frutas por día. No tomo café, ni té, ni chocolate. En Italia tengo árboles de frutas. Tomo las frutas de los árboles. Los he sembrado cerca del taller, y me detengo dos veces al día para ir a comerlas. Voy como a las 10 de la mañana y después vuelvo como a las 4 de la tarde. Es como un ritual. Nunca tomo las frutas para llevarlas al refrigerador. Prefiero que se caigan de maduras. “Sembré los árboles de manera que siempre tengamos frutas en el patio de la casa. Tengo tres cerezos, que me dan sus frutos en abril y mayo. También tengo dos albaricocas; un árbol de pera; las pruñas, que me dan sus frutos para setiembre, y las manzanas, hacia octubre y noviembre”. En diciembre, cuando llega el frío, Jiménez Deredia vuelve a Costa Rica. Pasa en su casa de Heredia durante Navidad y enero. Para febrero programa sus giras por Estados Unidos o América Latina, e Italia lo vuelve a recibir en marzo, cuando inicia la primavera.
La aventura de Carrara Se casó a los 21 años, en 1975. Cuando eso, era profesor en el Castella, mientras estudiaba Bellas Artes en la Universidad de Costa Rica. Permaneció tres años en la U, hasta que obtuvo una beca para estudiar en Italia, hace 26 años. Se fue a un curso para aprender la técnica del mármol, en Carrara. Le dieron su tiquete de ida y vuelta, y tuvo que Camilo Rodríguez Chaverri
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vender algunas de sus esculturas para comprar el tiquete de su esposa. Vivían con 200 dólares al mes, y nuestro escultor trabajaba 15 horas por día. Se esforzó y produjo tanto que hasta hizo una exposición, a pesar de su corta experiencia con el mármol. Vendió tres piezas, lo que lo estimuló muchísimo, e inyectó en él las ansias e ilusiones de vivir del arte. “Quise quedarme en Italia, y no tener otro trabajo que no fuera el arte. Ni siquiera me interesaba la docencia, porque la docencia te ata. En cambio, yo necesitaba estar libre. Durante muchos años, tomé un tren para irme a Francia, a España, a Alemania. Cada dos meses pasaba 15 días en París. Viajar siempre me abrió el horizonte, y el mercado”. Fue en 1986 cuando su obra empezó a ser reconocida en el mundo. Pero durante su década inicial en Europa debió vivir en medio de ingentes sacrificios. “Vivíamos casi que del terreno que teníamos al frente. Yo había sembrado zapallos, repollos, tomates, culantro... Todos los días tomaba un perol grande y se lo llenaba a mi esposa con todo lo que se necesitaba”.
Una década de sacrific ios “Durante esa década vivimos con muy poco dinero. Fueron 10 años muy duros. No teníamos dinero para pagar la calefacción. Teníamos un carrito, y en verano cargábamos la madera necesaria para el invierno, porque pasamos 7 años sin regresar a Costa Rica. Debimos soportar Italia durante los meses más fríos. “Poníamos un ladrillo en las brasas, para envolverlo en trapos y ponérselo a nuestro hijo en la cama. Por eso, yo estoy seguro de que mi esposa, Guiselle, ha sido fundamental, pues me ha ayudado siempre, siempre, siempre...”. Viven a 5 kilómetros de Carrara. “Con el esfuerzo de muchos años, logré comprar la casa donde vivo. Ahí hice mi taller, independiente de la casa. Es una casa pequeñita, pero de por sí no me sirve nada más grande. Y las cosas que no te sirven, sólo te producen ansias”. Latinoamericano y de origen protestante, no deja de ser una sorpresa que sea el primer artista no nacido en Europa que tiene una obra suya en la capital de la Iglesia Católica, en Roma.
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-Se ha dicho que es el primer artista latinoamericano que es tomado en cuenta por el Vaticano. También se dice que es el primer protestante... -Nací en una familia con varias religiones. Mi papá era protestante y mi mamá, católica. Hice la Primera Comunión, pero cuando cumplí 15 años me inicié en la Iglesia Bautista de Heredia. Incluso, fui Presidente de la Asociación Nacional de Jóvenes Bautistas. Y conocí a mi esposa en un campamento bautista. -Luego tuvo una destacada posición en una iglesia protestante en Italia. -Cuando llegué a Italia me integré a una iglesia Metodista. Durante cinco años dirigí esa iglesia en Carrara. Tenía apenas seis meses de estar allá cuando me hice cargo de la comunidad. Fue muy significativo para mí porque en ese momento no había latinoamericanos en esa región. No tuve problemas con el idioma. En tres meses ya estaba hablando italiano. Cuando prediqué por primera vez tenía apenas 5 meses de estar allá. -Usted ha hablado de signos, símbolos, nuevas leyendas. ¿Ha cambiado su visión religiosa? -Mi visión religiosa se amplió. Poco a poco me fui separando de la iglesia. En eso ayudó la circunstancia de que me fui a estudiar Arquitectura a Florencia. Al mismo tiempo, empecé a estudiar la estructura del hombre y su necesidad de entender la dimensión espiritual. Eso me dio un espectro de 360 grados. Entendí que no es la comunidad o la iglesia la que tiene la verdad, sino que todos los hombres buscan su verdad existencial. -¿Empezó a estudiar otras religiones? -Empecé a estudiar la cultura de las religiones y la psicología analítica, que me permitió entender cómo estamos constituidos los seres humanos. Inicié mis estudios acerca del inconsciente colectivo, los arquetipos... Entendí que el ser humano necesita símbolos, y que son los símbolos los que nos permiten entendernos... -Y todo eso empezó a notarse en su escultura. -Bueno, es que en la escultura encuentro la oportunidad para crear símbolos. Eso lo conseguí cuando me separé de la iglesia, porque la comunidad religiosa te genera barreras. -Pero, ¿dónde deja a Jesús, que era su líder? - Para mí Jesús representa la luz. Es la luz misma, el equilibrio del ser. Yo no lo he dejado. Solamente que mi visión sobre Él se ha ampliado. Jung me aclaró todo con la Camilo Rodríguez Chaverri
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idea del Sí mismo. Entendí que el arte y las religiones tienen significado si colocan en el centro al hombre. Si los dogmas o los ritos sustituyen al ser humano se pierde el sentido de la vida.
Las esferas indígenas -Se encuentra entonces con las esferas indígenas... -Esto fue importantísimo. La decodificación de la alquimia de las esferas precolombinas ha sido fundamental en mi vida. En las esferas hay un mensaje de visión integral de la vida . He logrado entenderlo gracias a la psicología analítica. Me siento feliz con la decodificación de su alquimia. -A juzgar por sus esculturas, el mensaje espiritual está en el círculo... -El círculo representa el momento de individualización del ser. Con el círculo se ubica al hombre en la tierra como parte de un proceso cósmico. El todo no se representa de manera plana o lineal sino de manera circular. -¿Qué más encontró en los antiguos borucas, que lo lleva a pensar en que hay en su legado un mensaje espiritual? -El símbolo tridimensional de la esfera de los antiguos borucas... Las culturas prehispánicas que se desarrollaron en el territorio de la actual Costa Rica tenían una visión holística del mundo en donde el hombre formaba parte de una totalidad integral; fíjese que ellos crearon un símbolo como la esfera en piedra que les ayudó a dar una respuesta existencial sin tener que recurrir a sacrificios humanos o a la creación de divinidades, como ocurrió en otras culturas como la maya o la inca. -¿De ahí nacen sus génesis? -Así es. Entendí con las esferas la dimensión de mi espiritualidad y la espiritualidad de mi pueblo. Los antiguos borucas crearon un símbolo que perduró durante dos mil años y las Génesis son un esfuerzo por decodific ar ese símbolo y el mensaje alquimístico que contiene.
La magia del círculo -El crítico Pierre Restany ha sido fundamental para divulgar ese mensaje, que ya se encuentra en su obra. -Sí, sí. Lo conocí en la Bienal de Venecia, en 1988. Él era parte del jurado. Luego, en 1999, nos encontramos en Madrid, donde yo tenía una exposición. Empezamos a hablar 56
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de la importancia del elemento circular. Y fue durante nuestro tercer encuentro, en Venecia, en el 2000, que él siente que el mensaje de las esferas le interesa. Fue hasta esa fecha cuando se acercó a este legado de los antiguos borucas. Estuvimos diez días en el Sur de Costa Rica y otros diez días en mi taller, en Carrara, Italia. Durante el verano del 2001 fui a París y estuve con él veinte días, precisamente cuando estaba escribiendo el libro sobre mi trabajo. -¿Cuál es el legado del libro de Restany? -El libro presenta la problemática sociológica y etnológica de nuestro pueblo de manera clara. -¿Cómo fue que usted se acercó a las esferas? -Desde que tenía 9 años me encontré con las esferas. Fue en 1985 cuando elaboré “Poema Mítico” e introduje la esfera con una intención de estudio. Siempre me encantaron las esferas. Por ejemplo, mi esposa me reclama que la primera vez que la invité a salir solos fue para ir a ver las esferas precolombinas del Museo Nacional. Siempre supe que había algo especial en las esferas, y que tenía que ver con el ser, con la espontaneidad del ser humano. En 1985 entiendo que ese mensaje tiene que ver con la alquimia y la transmutación. -Usted ha dicho que las esferas tienen que ver con el tiempo místico. -Sí, se han hecho muy pocos estudios sobre este tema. No logro entender qué es lo que ha pasado. El mensaje de las esferas es un mensaje fuerte y de carácter hermético e inconsciente. El mensaje fue codificado por los chamanes con símbolos alquimísticos. Es muy peligroso decodificar este mensaje con un método científico racional porque se arriesga de alejarse del objetivo para el cual fueron creadas. -¿Por qué cree que se llevó tanto tiempo decodificar ese mensaje? ¿Y por qué le corresponde a un escultor explicarnos el sentido de las esferas? -Para entender el mensaje de los antiguos borucas, inscrito en las esferas de piedra, hay que tener, a la vez, una predisposición hacia los valores inmateriales y una mente abierta a todas las expresiones simbólicas que el ser humano ha creado durante su historia. El artista por su naturaleza trabaja con símbolos y crea imágenes para poder entender la realidad. Por eso se puede deducir que está más cerca de este lenguaje que otras disciplinas. -¿Se entiende el mito de la esfera a través de su escultura?
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-En mi escultura estoy recuperando la esfera como símbolo. La esfera precolombina en piedra constituye un mensaje importante para todos los costarricenses. Por eso hablo de recuperar la identidad cultural comprendiendo la esfera. Sólo así podemos tener las armas para enfrentar el reto de la globalización. “Mi objetivo es que se declare a las esferas precolombinas patrimonio de la humanidad, porque son monolitos únicos en el mundo y solamente en Costa Rica se encuentran con estas dimensiones y en conjuntos orgánicos. Este puede ser el primer paso para tomar conciencia de una memoria cultural que vive en el inconsciente colectivo de cada costarricense”.
Inconsciente colectivo -De Jung obtiene usted conocimiento sobre el inconciente colectivo... -Él estudia el inconsciente analizando los sueños. Y deduce que la alquimia es algo así como una religión transversal entre las religiones. La religión cristiana, la hebrea, la musulmana y la hindú guardan una verdad que es común a todas y que la alquimia la expresa. “Al estudiar la alquimia, se descubre la importancia de la transmutación de la materia. Explica cómo se da la transformación de la sombra interior en luz, permite que se comprenda a través de la metáfora de la transformación del plomo en oro. -No me queda claro todo esto. -Te lo explico de otra manera: todos los seres humanos somos llamados a reconstruir diariamente un proceso de individualización del ser, es decir, debemos trabajar para saber lo que somos, para tener conciencia de nuestra participación cósmica. Un ejemplo de esto es el atardecer, que es un espectáculo inmenso que nos lleva a interrogarnos sobre el sentido de la totalidad y su significado en nuestro viaje. A veces, las religiones pueden ayudar a entendernos porque los mitos son muy importantes. Tenemos un lado conciente y un lado inconsciente, tenemos un lado racional y un lado irracional… El mito permite integrar nuestras dos mitades. -Con el análisis que usted hace, hermana o junta credos... -No hermano ni junto credos: trato de entender cómo funciona el ser humano. El hombre crea símbolos para poder comprender su inconsciente o las pasiones que se 58
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albergan dentro de él. Te doy algunos ejemplos para ser más claro: los egipcios explicaron la parte luminosa de ese inconsciente creando divinidades como Isis o Ra, y en sus representaciones gráficas colocaron un círculo como señal de armonización del ser. Comprender esto no signific a unir credos sino entender cada manifestación espiritual con sus características específic as y encontrar elementos comunes en culturas diversas. -¿Cómo introducir todo esto en la educación, y lograr que se entienda? -La educación debería de crear las condiciones culturales para que los estudiantes puedan comprender su propia identidad y puedan, así, dialogar a través de los símbolos con su parte interior. Se debería conocer la historia profunda de los pueblos, conocer los símbolos que la representan y, crear las condiciones para renovarlos, para actualizarlos y hacerlos eficaces en una realidad como la nuestra. Los jóvenes deberían acostumbrarse a ver su dimensión interior y la educación debería darles instrumentos para poder hacerlo.
Contracultura protestante -Me llama la atención que en sus comparaciones no cita a las iglesias protestantes. -La cultura protestante tiende a sustituir los mitos por una visión racional de la existencia. Organiza la sociedad y cambia el concepto de trabajo por el de producción, Max Weber, en su libro “La ética protestante y el origen del capitalismo” explica cómo esta cultura, con su ética, creó las bases de lo que hoy conocemos como capitalismo. Las iglesias protestantes encarnan esta ética que tiende a alejarse de las estructuras psíquicas del hombre y las substituye por el bienestar económico justificando la gracia de Dios en relación al crecimiento económico de los propios bienes. -Pero, según Octavio Paz, más bien la cultura protestante genera mayor bienestar. -Tenía razón Octavio Paz: la cultura protestante genera mayor bienestar pero este bienestar no le sirve al ser humano para responder a los problemas de tipo ontológico, es decir, a toda aquella dimensión que tiene que ver con el ser. “El problema se crea cuando las culturas organizadas económicamente predican el mito de la razón, empiezan a cortar los puentes de comunicación con el inconsciente generando una enfermedad que se conoce con el nombre de neurosis”. Camilo Rodríguez Chaverri
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-Este análisis lo acerca a la Iglesia Católica... -La iglesia católica ha conservado algunos puentes con el inconsciente que vale la pena analizar, como, por ejemplo, la confesión, que le ayuda a quien la practica para remover su sombra y trasladarla a su conciencia anulando tensiones interiores. Carl Gustav Jung sostiene que en el momento en que la cultura protestante elimina la confesión nace la psicología analítica. “La confesión tiene un fin terapéutico porque ofrece la posibilidad de experimentar un encuentro con las diferentes estructuras que constituyen el ser. Por eso creo que lo que me acerca a la Iglesia Católica es su gran humanidad y su esfuerzo por tratar de comprender cómo estamos hechos y cuáles son nuestros mecanismos de compensación”.
“Somos polvo de estrellas...” -Entonces. nuestros orígenes están escritos en el inconsciente colectivo... -El inconsciente colectivo es la suma de la historia de la humanidad. Nosotros procedemos del Big Bang, un proceso que ha desencadenado billones de años de transmutación, pero toda la memoria de este recorrido no se ha perdido, vive en nuestro inconsciente colectivo. Somos producto de un inmenso proceso cósmico y estamos viviendo sólo un momento de este recorrido. Nuestra historia es el resultado de un largo camino que inició con el polvo estelar y que en el devenir se está transmutando infinitamente. “Todo esto demuestra que somos producto de un proceso cósmico, y, al entenderlo, tomamos conciencia de lo que somos. Cada ser humano que nace, vive y muere ayuda a que el universo cumpla su destino. Somos polvo de estrellas”. Ojo, junio 2002
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José León Sánchez
El escritor salido de sus tinieblas
“Diez mil colones de recompensa por el Monstruo de la Basílica, José León Sánchez. El más horrendo y macabro delincuente de Costa Rica se fugó del presidio de San Lucas... Señas: mide un metro sesenta y ocho, moreno, ojos café, tiene una cicatriz debajo de la mejilla izquierda y otra en el pecho, al lado del corazón. Pelo crespo, negro, no fuma ni bebe licor, usa anteojos de aros negros. “¡Denúncielo! Por su captura y entrega a la policía vivo o muerto se dará una recompensa de diez mil colones. Es un criminal de gran peligrosidad y se supone que anda armado. Está calificado como un delincuente sicópata macabro, de alta peligrosidad”. Así describían al Monstruo de la Basílica en los periódicos de la época. No era la primera vez que se robaban las joyas de la Virgen, pero sobre él cayeron las siete plagas de Egipto. Cincuenta años después, entre tragos e historias, del alma le sale un lamento muy grande: Costa Rica no lo ha perdonado por un crimen que no cometió. José León Sánchez es el escritor costarricense más leído y conocido en el mundo. De los escritores vivos y de los muertos. Del best seller La isla de los hombres solos ha vendido más de dos millones de ejemplares. Y de la obra maestra Tenochtitlán un millón y medio de ejemplares. Sin embargo, en nuestro país sigue siendo el ladrón de La Negrita. Vive en Los Angeles de San Rafael de Heredia. Me dice que en el pueblo cualquiera me da razón por su domicilio. Llego a ese sitio de las brumas y pregunto por José León Sánchez. No saben en los teléfonos públicos ni frente a la iglesia. Se me ocurre probar de otra manera. Ahora pregunto
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si saben dónde vive el hombre que se metió a la Iglesia de Los Ángeles. Todos me dan la dirección de inmediato. El único escritor costarricense que aparece entre los 75 del Milenio, es conocido como un delincuente.
La magia y el asombro Dos cubanos se enteraron que José León daría una conferencia en el taller literario de Francisco Zúñiga y llegaron a escucharlo. Nadie más llegó. El escritor se disculpó con su anfitrión y se dispuso a salir. Le indignó la situación. Sin embargo, uno de los cubanos, el escritor Froilán Escobar, se atraviesa en su camino y le habla de su obra. —Quiero escuchar lo que nos ibas a decir, maestro, le dice Escobar. —Ah, sí, quieren escucharme. Pues vamos. Los sube a su carro y se los lleva hasta el campus de la Universidad de Costa Rica. Duró horas buscando unas llaves hasta que dio con ellas. Abrió un auditorio, encendió la luz, y se fue hasta el escenario. Subió y se dispuso a hablarles al par de cubanos. Después de tanto empeño, dictó la conferencia para dos personas. Así es José León, el hombre que estuvo en prisión descontando una pena por la que después hasta la mismísima Iglesia Católica le pidió perdón, el hijo de una prostituta que se lo regaló a un vendedor de sal, el chico que creció en un hospital y un hospicio, que fue declarado “incapaz de aprender” y que llegó a la cárcel a los 19 años siendo todavía un analfabeto. ¿Qué conjuro de los dioses, que confabulación de ángeles hizo posible que alguien así pudiera escribir una obra tan bella y tan buena como Campanas para llamar al viento? ¿Dónde surgió el genio en medio de aquel muchacho al que le metían fósforos por las orejas y le revisaban el recto para estar seguros de que no iba a meter objetos extraños a la cárcel? ¿En qué instante se hizo mar ese río poblado por las inmundicias que le echó todo el mundo encima? Más allá incluso de su obra, José León Sánchez es un personaje. Aquel chiquillo que se conmovió cuando el Presidente Calderón Guardia dijo entre lágrimas que no tenía un hijo, fue capaz de pedir que alguien le escribiera una carta en la que le anunciaba al Señor Presidente que habían 62
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acabado todos sus problemas pues él había decidido aceptarlo como padre. Y se me hace que la chata actitud de igualdad costarricense está frente a uno de sus más grandes íconos literarios y culturales de todos los tiempos y se niega a verlo. El único escritor nuestro que se roza con García Márquez y Vargas Llosa, y comparte con ellos hasta el agente, es un tipo sospechoso en su país de origen.
En Las Nalgas de Eulalia La primera vez que nos vimos fue en la Soda Tapia, junto a Froilán Escobar. El lugar estaba muy lleno y dijo que prefería un sitio más privado. Nos fuimos en su carro e imaginé un restaurante o una cafetería selecta, distinguida. Empezamos a subir y parecía que íbamos a llegar al cielo. De pronto, en Mata de Plátano, Goicoechea, detuvo el carro frente a un inmueble que parece el híbrido entre una casa de pueblo y una cantina. —Aquí es Las Nalgas de Eulalia, nos dice. Entra como Pedro por su casa y pregunta si ahí fían. Le dicen que sí, y nos acomodamos al fondo, en un salón vacío. Es un sitio limpio y pobre. José León pide vodka y olla de carne. Come con un gusto que da gusto. Dan ganas de comer con sólo verlo. Desde antes había dado señales de no quedarse con abejón en el buche, y apenas le dio muerte a dos tazones humeantes, dirigió su mirada de águila hacia el reportero y empezó a disparar palabras, poemas y reclamos. —“Estoy muy contento con mi nuevo libro Mujer... aún la noche es joven. Es una mentira sobre Agustín Lara”. —¿Por qué dice que es una mentira? —Porque soy un mentiroso. El escritor que no sepa mentir no vale un pito. En cada mentira hay una verdad que apenas está naciendo. “Estoy muy contento porque sé que será un éxito”. —¿Qué hace que un libro, que una novela sea un éxito? ¿La calidad o el boom que se le haga? —El sistema editorial en Europa no es como aquí. Bueno, en Costa Rica no hay editoriales. En Europa y en México uno es un esclavo de la editorial, pero un esclavo muy bien pagado. Te dan todo el apoyo y todo lo que tú quieras. Tengo tres años de estar estudiando a Agustín Lara. —¿Por qué dice que en Costa Rica no hay editoriales? Camilo Rodríguez Chaverri
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—La editorial es un negocio. Las obras deben venderse. —Pero eso pone lo comercial por encima de lo trascendental... —La obra que es buena inmediatamente se convierte en una obra comercial. —No me queda muy claro por qué dice que aquí no hay editoriales. —En una editorial de verdad, un consejo editorial evalúa las obras. Una vez que las aprueban, invierten mucho dinero en publicidad y promoción. En cambio, aquí los libros nacen muertos. La lectura no puede ser obligatoria. El lector debe ser el multiplicador del libro, quien traiga a nuevos lectores. —¿No ocurre eso en nuestro país? —Aquí nos meten como didácticos poemas que no son poemas, cuentos que no son cuentos. En el Museo de Arte hay un poema de Amighetti que no es ni poema ni es nada. —En Costa Rica hay casas de editoriales extranjeras. —Sí, pero publican las obras de autores costarricenses sólo para el consumo de Costa Rica. Esas obras nunca salen del país. En este país usted puede escribir hasta la segunda parte del Quijote que tendrá que hacer fila durante cuatro o cinco años. —¿Qué hace la diferencia? ¿La promoción? —Hay muchas diferencias. Por ejemplo, si un escritor no tiene agente, no es nada. —Es muy crítico con la literatura costarricense. ¿A quiénes rescata? —A muy pocos. Eunice Odio es la única persona que ha escrito poesía en este país. Le cuento algo: la primera persona que valoró la obra de Rulfo fue Eunice Odio. Fue la primera gramática que tuvo Costa Rica. —¿Y Jorge Debravo? —Apenas estaba amaneciendo. —¿Y Max Jiménez? —Eso era un hobby literario y en escultura. —¿Y Ana Istarú? —Menos, menos. —Usted dice que aquí nos meten por poemas cosas que no son poemas, cuentos que no son cuentos. ¿Qué le parecen los cuentos de Carlos Salazar Herrera, por ejemplo? —Una pésima copia de Salarrué, que sí es bueno. —Ya me habló de una poeta, por lo menos. Don Beto Cañas dice que lo mejor de su obra no son las novelas, 64
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sino los cuentos. ¿Quién más escribe cuentos en nuestro país? —No, no, es que una de las cosas más difíciles es escribir un cuento. Los míos no sirven para nada. Nunca aprendí a escribir cuentos. —¿No es demasiado todo lo que usted dice? —Mire, aquí hubo una extraordinaria cantidad de escritores famosos, de la talla de Gagini, Brenes Mesén, Centeno Güell, Moisés Vincenzi, García Monge. —Ah, ¿ellos sí valen la pena? —Eran capaces de iluminar el idioma, pero como no eran artistas, no tienen ningún valor. —¿Cómo es eso? —Es que narradores buenos hay muchos, pero artistas, muy pocos. Es algo raro. Nace uno aquí, otro por allá. —Entonces, ¿aquí no hemos tenido artistas? —Hay uno muy especial. Se llama Carlos Luis Fallas. Calufa era extraordinario, pero no conocía el idioma. Nunca le interesó la herramienta. —¿Está aislada nuestra literatura? —No nos toman en cuenta ni siquiera en América Central. —¿Qué escribirá ahora? —Un libro sobre la prostituta que le dio de comer a Vincent Van Gogh mientras pintaba sus grandes obras. —En su libro de memorias Cuando nos alcanza el ayer usted insiste en hablar de la prostitución de las mujeres de su familia. ¿Por qué? —Mi madre fue prostituta, y fue una benefactora de la humanidad. Siempre digo que mi mujer me hace feliz a mí, pero que mi madre hizo felices a todos los hombres de la montaña. Mi madre es más grande que la reina Isabel de Inglaterra. La prostitución era el oficio de Sara. Cuando Jehová quiso crear un pueblo preferido, escogió a Abraham, que siempre fue un chulo, y que explotaba a Sara, su hermana. Ella era estéril, y a los 90 años Jehová le permitió tener un hijo. —¿No ofende la memoria de su madre? —No. Asumo la memoria de mi madre y la amo. Me inspira una mujer que sacrifica su cuerpo para hacer felices a los hombres. —¿Por qué no se casó con una prostituta? Me encontré con mi esposa, pero no niego que me hubiera encantado casarme con una prostituta. Camilo Rodríguez Chaverri
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—¿Y qué pasa si su esposa se hubiera prostituido? —Esther, mi madre, prostituyó a todas sus hermanas. Fundaron una cofradía de prostitutas. Como a veces los hombres no tenían plata, les pagaban con hule. Mi madre tuvo 12 hijas y 2 hijos. Los vendió a casi todos. Aracelly, mi hermana, murió a los 14 ejerciendo la prostitución. —Pero, ¿y qué con todo eso? Mi madre me dio el genoma para convertir la vida en una mentira. El escritor que no sepa mentir, no sabe inventar. Cuando Jesús se reunió con 12 pobres en el lago, les dijo “Yo soy el rey del mundo”. Ninguno de ellos creyó que eso fuera una mentira. —¿Es una especie de catarsis? Su amigo Froilán Escobar dice que ha sacado toda la alegría del sufrimiento. —Buenísimo, buenísimo. —Me cuentan que estuvo unos meses en los pueblos de Juan Rulfo. ¿Está escribiendo una novela sobre él? —No, no. Simplemente que Juan Rulfo es el único y verdadero escritor de América Latina. Él nos enseñó a escribir a todos los escritores hispanoamericanos. —¿Qué quiere decir con eso? —Juan Rulfo nos enseñó a escribir contra el Diccionario de la Academia. Nos enseñó que las palabras tienen alma. —Entonces, me imagino que usted es muy riguroso con sus obras. —Después de que escribo le paso todo a la Máster Ahiza Vega Montero. Ella comienza a trabajar con mis palabras. Me analiza los tiempos, los índices de emoción. —¿Quién es ella? —Es una gran filóloga de nuestro país. Una vez, en un congreso en Granada, Gabo dijo que la filología no sirve para nada. Ella se levantó y le dijo que el problema es que él nunca aprendió a escribir. Sacó un ejemplar de “El Amor en los tiempos del cólera” y le señaló 11 errores gramaticales en una página. —Lo he escuchado quejarse de que la prensa en Costa Rica no le publica sus artículos, pero, por ejemplo, La Nación le otorgó el Premio ÁNCORA y usted no fue a recibirlo. —¿Cómo quiere que le reciba algo a La Nación si ellos me pusieron “El Monstruo de la Basílica”? Se catapultó con la cobertura de mi caso. No ve que la prensa le hizo el juego a la Iglesia. Cuando solicité la adecuación de la pena, Danilo
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Arias Madrigal era periodista de La Nación y lo mandaron a machacar con el caso de “El Monstruo de la Basílica”. —Siempre se ha dicho que Monseñor Rodríguez fue fundamental para usted. —Sin duda, Monseñor Rodríguez y el Padre Armando Alfaro. Cuando salí de la cárcel me fui para Desamparados, donde vivía Alfaro. Era un pueblo muy católico y nadie quería venderme comida. Estaba con libertad condicional. El Padre me buscó y me dijo que fuera a comer al colegio Monseñor Sanabria. Ahí comí por mucho tiempo, porque durante seis años nadie me dio trabajo. —Otro muy cercano a usted fue Joaquín Vargas Gené. —Vargas Gené es como mi hermano. Bueno, él era el jefe de redacción de La Nación cuando me bautizaron “El Monstruo de la Basílica”. Pero, luego, lo que hizo por mí no tengo cómo pagarlo. Escuche estas historias. Un día llegó a la cárcel, fue a darme la mano y no quise tenderle la mía. Estaba en Cuarto Año de Derecho, me dijo que lo de él era el periodismo, y que venía a regalarme todos los libros de la carrera porque tenía que prepararme pues ningún abogado me defendería. Otro día estoy en mi calabozo, y me llaman de la comandancia. Que Vargas Gené quería entrevistarme y contaba con un permiso especial para hacerlo en mi celda. Se quedaba mirando el montón de libros que tenía. Me preguntó sobre los problemas que teníamos en la cárcel, y cuando llegaron a sacarlo, les dijo “yo soy el ministro de Justicia, mañana sale el nombramiento”. —¿Qué fue lo que le dijo? —Que por cualquier cosa nos maltrataban. Entonces fue y les dijo que no podían volver a golpearnos. Los matones se opusieron y le dijeron que no podía impedir que usaran la fuerza. Vargas Gené les dijo que era una orden y que si no estaban dispuestos a cumplirla, que dieran un paso al frente. Todos dieron un paso adelante. Así que el nuevo ministro sólo les pidió que se quedaran en sus puestos durante cinco horas más. Se vino a hablar con nosotros y nos dijo, ´miren güevones, necesito que me prometan que van a estar bien portados 24 horas. Nada de fugas”. A los 22 días empezó a humanizar el sistema. Me dijo que le pidiera lo que quisiera, y le conté que quería ir al cine Rex. Gracias a él me dieron permiso para ir a ver una película.
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La otra cara del caso Anglo —Usted escribió un libro en el que defiende a Carlos Hernán Robles y a otros implicados en el Caso Anglo. —Le creo a Carlos Hernán Robles. Hay un principio fundamental en el Derecho que es el dolo. Si no hay dolo no hay delito. El delito en el caso Anglo fue la malversación de fondos, pero no hubo peculado. Es decir, los directivos no se aprovecharon de esos recursos para enriquecerse. —En esto, me parece que para usted tiene especial interés el señor Robles. —Un distinguido penalista dijo que todos eran inocentes excepto Carlos Hernán. En los tribunales hicieron un arroz con chancho. Carlos Hernán aceptó su responsabilidad: simplemente había ejecutado todas y cada una de las órdenes de la junta directiva. Sin embargo, cuando la SUGEF pidió permiso para investigar los libros del banco, la junta directiva se opuso. Carlos Hernán les dijo que estaban actuando mal, pero ellos no rectificaron. —¿Es cierto que el error más grande y caro fue el cierre del banco? —Cerraron el Banco Anglo para meter la banca privada. Cerrar el banco fue una torpeza, fue un crimen. Acabaron con 50 mil cuentas bancarias, arruinaron a 2 mil empleados. Por ley el banco no podía cerrar, pero fue tal la campaña que todo el mundo sacó sus ahorros del Anglo. —¿Qué piensa de los actos de los hermanos López en todo esto? —Ellos perdieron más plata que el banco. Primero ganaron mucho, pero después lo perdieron. Eran agentes del National City Bank y otros bancos extranjeros. El sistema bancario internacional hizo grandes negocios con esos bonos venezolanos, que formaban parte de un proyecto de los Estados Unidos para ayudarle a países emergentes, como también lo son Brasil y Argentina. —¿Por qué se metió el Banco Anglo a comprar bonos venezolanos? —Porque era un gran negocio. Durante el primer año el Banco Anglo se ganó $20 millones. —Después de todo, ¿qué ocurrirá en este caso? —Van a salir libres. De lo contrario, Costa Rica se verá en aprietos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
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—Los chilenos López dicen que se fueron del país porque la prensa ya los había condenado. ¿Fue algo similar a lo que le ocurrió a usted con el Crimen de la Basílica? —Así es. La prensa no permitió la justicia. A mí la Iglesia Católica me declaró culpable, y al excomulgarme me jodió. A ellos (los del Anglo) los jodió la prensa.
El Monstruo tiene abogado
Se trata de la historia de un ser humano que fue regalado por su madre siendo un bebé. Su madre era prostituta y vendía sus retoños, pero esta vez la criatura era muy débil y enferma, y nadie ofreció un cinco por él. También es la historia del chiquito que creció en un orfanato, hasta donde llegó el Presidente de la época, Calderón Guardia, y entre sollozos dijo que le dolía mucho no tener hijos. Nuestro pequeño lo pensó toda la noche, y al día anterior pidió que le escribieran una carta en la que decía, “Señor Presidente, han acabado sus problemas, he decidido aceptarlo como padre”. Es la historia de un hombre que estuvo en prisión durante un cuarto de siglo por un delito que no cometió, el hombre que llegó a la cárcel siendo analfabeto y que salió escritor, la historia del escritor costarricense que ha vendido más ejemplares alrededor del mundo, y quizás el único que tiene nombre propio justo abajo de aquellos que se hicieron famosos con el “boom”. La reconstrucción de los hechos ocurridos el día del robo de las joyas de la Basílica es el objetivo del libro “Escandaloso sacrilegio, la inocencia”, del periodista y abogado Juan Carlos Gómez. La obra inició como un proyecto universitario. En la clase del escritor cubano Froilán Escobar, Gómez decidió realizar una investigación sobre el enigmático escritor José León Sánchez. “Sólo me interesa el tema de la Basílica, la reconstrucción a partir de los hechos, de acuerdo con el estudio de los periódicos de la época y los testimonios de los testigos de primera fila”, explica Gómez, quien tiene una vasta experiencia como investigador, pues fue director de la Dirección de Investigación Tributaria y de Aduanas (DITA). “Cuando inicié la investigación, que duró dos años, discutía con mis amigos si lo mejor era iniciar el libro con la vida de José León o con el robo de las joyas de la Virgen de los Angeles. Decidí que lo mejor era partir desde el delito, Camilo Rodríguez Chaverri
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pues en esta obra no hay parcialidad hacia José León”, explica Gómez. “Por ejemplo, en el libro aparece el testimonio de ‘Chepita’, la esposa de ‘Cabuyo’, el sacristán de la Basílica. Ella dice que José León estuvo ahí, en la Basílica, el día del robo. Ni lo defiende ni lo acusa. No me puse a discriminar entre la entrevistas por el hecho de que favorecieran o perjudicaran a José León. Si hubiera actuado de esa manera, el libro hubiera perdido fuerza”. De acuerdo con el autor, en esta obra queda evidente la enorme manipulación que hubo alrededor del caso. “El más débil de la cadena era José León, y el hilo siempre se rompe por lo más delgado”, comenta. En 244 páginas, el libro desglosa los factores que se confabularon para que José León cayera en prisión. “Uno de los factores principales fue el caos religioso. Sólo tres meses antes de que ocurriera el robo, la Virgen se había traído de Cartago a San José, en febrero, por primera vez en su historia. Eso generó expectativas. El robo se dio en muy mal momento”. Costa Rica tenía poco más de 500 mil habitantes, y la mayoría vivía en Cartago y San José, lo que ayudó a que se generara mayor revuelo. Además, el libro analiza la especulación que se dio alrededor del robo. Alguna gente decía que el ladrón estaba en Nicaragua, y otros que estaba cerca de alguna de las fronteras. Y Gómez es valiente en el análisis del manejo que le dio vale prensa a la noticia. “Todos le sacaron jugo, pero principalmente ‘La Nación’, que era el periódico recién nacido. Gracias a todo el revuelo de este robo fue que tomó fuerza frente a los periódicos de don Otilio Ulate, ‘Diario de Costa Rica’ y ‘La Hora’. “Fue ‘La Nación’ la que bautizó a José León como ‘el monstruo de la Basílica’, siendo un menor de edad”, explica Gómez, quien enfatiza en que el libro no es inducido por José León. “Tengo mucha experiencia en interrogarios. Incluso, cuento con entrenamiento en Estados Unidos por mi antiguo trabajo en la DITA. Por eso, es que garantizo que siempre fui yo quien hizo las preguntas y José León quien las contestó. No es un libro complaciente”. Para la elaboración del libro, Gómez realizó más de 20 entrevistas a testigos, así como a Joaquín Vargas Gené, quien era el jefe de redacción de ‘La Nación’. “Todo lo que se dice se puede demostrar. Me quedan tres sinsabores. El primero 70
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es que ya la vida lo había condenado, desde que nació. El segundo, que la sociedad lo condenó sin que pudiera demostrar que era inocente. El tercero es que nos perdimos de un gran poeta. “José León es marginado, a pesar de su gran valor literario. No le han dado el Magón. La sociedad costarricense no lo ha perdonado. Y el objetivo del libro no es que lo perdonen, sino mostrar la verdad. “Monseñor Arrieta me lo dijo: la misma Iglesia Católica acepta que José León no es culpable”. Sólo falta esperar el libro, que será publicado por el grupo “La pluma es flecha”, que antes publicó dos novelas, una de Alfonso Chacón y otra de Carlos Villalobos. Ojo, julio 2001
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Julieta Dobles
Las casas de su memoria
La palabra tiene trono. Una región o un país pueden ser reino para el verbo, Y en Costa Rica alguna vez el trono fue de Jorge Debravo, también lo fue un tiempo de Eunice Odio, más tarde de Isaac Felipe Azofeifa y ahora es de Julieta Dobles. Esa mujer dulce y serena, profundamente sabia, con una sonrisa siempre oceánica y un aspecto bondadoso de niña con ojeras, es la poeta más reconocida por todos y por todas, más allá de los grupos y las tendencias. Y valga aclarar que no se debe a su bellísima forma de ser, a su natural vocación de amiga, a su lucha en favor de la poesía ni a sus múltiples discípulos y compañeros de taller literario. Se debe a que su poesía es exquisita, no brinda concesiones pero tampoco hace trampas, no se queda con el lector aguerrido sino con el sensible y el abierto, y en lugar de imponer barreras siempre ha construido puentes. Es una poesía íntima, la desnudez de su espíritu, pero que recorre paisajes y tiempos, vuela encima de la memoria y se ocupa de lo inefable, como debe ocurrir siempre con el poema. Es una poesía honesta, franca, siempre cercana, muchas veces desgarradora, apabullante pero suave, tormentosa a veces, pero siempre clara, diáfana, prístina, casi celeste. He venido varias veces a su casa, que en realidad son dos casas que juntaron para formalizar una interesante comunidad familiar. Una vez entrevisté aquí a su compañero de toda la vida, Laureano Albán, otro gran poeta de su generación y el más conocido de nuestros vates fuera de nuestras fronteras. Esta vez, como aquella, nos toca reunirnos un domingo por la noche. Por lo tanto, hay mucha gente. Cuando llego está con dos de sus nietas en una sala. Me hace gracia porque
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recuerdo que siempre ha sido como una gallinita que anda acomodando sus pollos bajo el ala. Me explica un poco cómo funciona aquella casa particular, y me cuenta que la administra uno de sus hijos, y no ella. “Rinde mejor el dinero, y eso está muy bien porque el dinero es para hacer alegre a la gente”, dice doña Julieta, y ya empiezan a salir versos, metáforas y criaturas de su boca. Así como en algún momento publicó un libro sobre nuestro país, en el que iba descubriendo etapas, edades suyas, épocas, provincias, meses y paisajes, una obra que se llama de la mejor manera posible, “Costa Rica poema a poema”. Ahora espera la pronta publicación de un poemario acerca de las casas en que le ha tocado vivir. “El libro está por aparecer en la Editorial de la UCR. Lo vamos a publicar con ocho fotos de Jorge, mi hijo, que es fotógrafo profesional. Él no pretende que sean ilustrativas. La fotografía tiene otro lenguaje, y Jorge ha hecho su propia visión del espíritu del libro. Ha tomado escenas de una casa que fue de mi madre, quien murió el año pasado. Ha tomado escenas conforme se ha ido despoblando la casa”, cuenta Doña Julieta, mientras esquiva los saltos y las alegrías del cuerpo de dos de sus nietas. La “Tita Julieta” tiene cuatro nietos. Atrás, en un mueble de la sala hay una foto de su única hija, Ángela, quien vive en Madrid. Se queda viendo la foto, ida por unos segundos... “Mi hija se llama igual que mamá y que mi suegra”, agrega.
La poesía de sus hogares “Tardé muchos años en hacer este libro, que se llama ´Casas de la memoria´. Fijate que lo empecé cuando ya estaba escribiendo ´Costa Rica poema a poema´. Luché mucho con él, porque es un poemario narrativo, en cada poema cuento algo”, explica doña Julieta. Le recuerdo que ese afán narrativo se encuentra en varios de sus libros, empezando por ‘Amar en Jerusalén’. “Sí, sí, es cierto. Empezó con ´Amar en Jerusalén´. Ese libro es la semilla de todos estos. Es el primero en que me atreví a narrar. ´Costa Rica poema a poema´ también tiene muchos poemas que son narrativos. “Yo tengo la idea de que cada casa te marca una etapa de tu vida. Las casas te dan un sabor, te dan un aura. He vivido en más de 20 casas, y cada una cumple con una época.
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“Cuando acabé me di cuenta que estaba haciendo una biografía mía, o más que mía, de la familia. Es un libro muy autobiográfico. Tuvo un origen muy simpático. Resulta que yo viví los primeros 9 años de mi vida en una casa pequeñita y muy humilde, que está al sur del Colegio de Señoritas. Se trata de una serie de cuatro o cinco casas unidas, unas casas de alquiler. “Cuando volvimos de vivir en Israel, un día la vi y me dieron muchas ganas de entrar. Pedí permiso. Era un salón de belleza. Detrás vivía una señora, la dueña. Entré con ella y me llevó hasta el patio. Tuve unas sensaciones tan encontradas... La casa estaba igual pero pintada. Para mí, en los recuerdos, esa era una casa enorme, y de pronto me encuentro con esa migaja de casa. “Mamá siempre decía que era un huevito, y yo la oía y me parecía absurdo, siendo esa casa de mi niñez una casa enorme en mi memoria. No había tal. Cuando fui a verla salí ´choqueada´. No era sólo nostalgia. Era, más bien, que supe que hay cosas irrecuperables. Esperaba encontrarme más de mi infancia, pero en ese momento era una casa fría, a pesar de lo que yo había vivido ahí. Debajo de muchas manos de pintura, estará mi mano pintando casitas...”. -Eso suena a un poema suyo. -Sí, eso es parte del primer poema de este libro. Me gustó mucho como quedó ese poema. Cuando se lo leí a Laureano, me dijo, ´mirá, qué buen tema, ¿por qué no te escribís un libro de las casas? Después, cuando ya vio los poemas, le parecieron llenos de lugares comunes... -¿Fue haciendo una especie de itinerario para atrás? ¿Fue en orden, desde la primera, o al revés, como aquel cuento de Alejo Carpentier que arranca con la muerte y termina con el nacimiento? -No los hice en orden, pero después los acomodé. Los fui haciendo de acuerdo a como me fueron brotando. La segunda casa que retraté fue una ya de cuando estábamos casados, y después volví a la casa de San Pedro, a la segunda casa que tuve con mis papás. “Es que cuando yo tenía 9 años nos fuimos a vivir a San Pedro. Es una casa tan importante que tiene varios poemas en varios libros. Viví en esa casa desde los 9 años hasta que me casé, a los 24 años”. -Es el período más largo en que ha permanecido en una casa... -Y resulta que de esa casa de San Pedro es el poema más largo del libro. Cuento las travesuras, cuento de las amigas, 74
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sobre todo de dos que se llaman Olguita y Úrsula, cuento de los viajes en bicicleta.
De la ciudad al campo -En esos años, la zona de San Pedro era muy diferente a los alrededores del Colegio Superior de Señoritas, donde había pasado usted sus primeros años. -Pasar de ser una niña de ciudad, que veía por la rendija de la puerta, porque al frente había un garaje, a vivir en el campo, porque San Pedro era puro campo, sí hizo una diferencia. La casa era la última casa del pueblo hacia el sur. De ahí para abajo sólo había cafetales, y la ciudadela de Zapote a lo lejos, una ciudadela de casas baratas, de cemento en pie. “Entre la ciudadela de Zapote y el cementerio de San Pedro sólo había cafetales, potreros y uno o dos riítos. Nosotros jugábamos ahí, porque llegaban a cuidar vacas. “Mi papá tuvo que abrir la acera a pala, con otro señor. La calle era un barrial, y poco a poco fueron pavimentándola. En ese momento de mi vida, ese lugar fue muy importante para mí. Fue como soltar palomas, dejar de pronto que volaran cinco palomas. “Somos cinco hermanas. Nos dejaban sueltas, nos dejaban salir. La puerta permanecía abierta. Todo esto que te estoy contando fue hace 50 años”. (De pronto una de sus nietas, Soledad, se sube en un tubo que está en medio de la sala. Más bien, se encarama en el mueble gracias al tubo. Haciéndome un guiño, doña Julieta dice más bajito que Soledad lo que está es escuchándonos). -A mí me pasaba lo mismo. Cuando hablaba la gente grande se me hacían las orejas de aquí a la puerta, pero a mí me decían ´Julieta, al patio, a jugar´, y apenas podía me metía detrás de una puerta. Ahora, los dejamos escuchar más. Por eso ahora los niños saben tanto, lo cual yo creo que está bien. “Fue preciosa esa época en que estaba en la escuela, como Soledad. Estuve en la Escuela Perú y seguí yendo a la Perú, a pesar de que quedaba lejos. Me iba caminando a la parada de bus, me subía en un bus y me bajaba en el Parque Morazán. A la vuelta, papá me recogía. El pasaje costaba quince céntimos. A mamá no le gustaba darnos dinero porque decía que comíamos cochinadas. Entonces, a veces caminábamos para ahorrarnos la plata. Eso era lo que podíamos llevar a la escuela. Caminando durábamos veinticinco minutos. No Camilo Rodríguez Chaverri
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había tránsito ni peligros. Un día que mami iba en el bus, nos vio, donde íbamos caminando. Aquello terminó en una castigada de locos “Desde entonces, siempre que he vivido en Costa Rica, he vivido en esta zona de San Pedro. Cuando nos casamos, alquilamos una casa que era parte de la vieja escuela de San Pedro, donde ahora está un negocio que se llama ´La Mazorca´. Es de mampostería, de calicanto. Si fuera de madera ya no existiría. “Fue que la compró un señor que la dividió en tres o cuatro partes, y nosotros alquilábamos. Le digo en el poema la casa escuela. Además hay otra historia. Perdoname que la atraviese aquí. Es el defecto de quien tiene demasiados recuerdos. “En el 48, cuando la Revolución, yo tenía 5 años. Como vivía por el Señoritas, retumbaban los balazos desde el Bellavista. Entonces, nos obligaron prácticamente a vivir en el suelo. “Pero papá y mamá decidieron que mejor nos íbamos unos días donde unos abuelos en San Pedro, donde mi abuela Soledad y mi abuelo Alfredo. Soledad, mi nieta, se llama así porque mi hijo le puso ese nombre en honor de su bisabuela y de la bisabuela de su compañera, que es otra Soledad”.
Entre gallinas y sustos “Nos fuimos a vivir a la casa de la abuela, que estaba donde ahora hay un restaurante chino, a la par de lo que en ese momento sí era la escuela y después fue nuestra casa. “Mi abuela tenía gallinas en el patio y un perico. Me subía en la tapia y veía a los chiquillos de la escuela. ¿Qué iba a pensar que ahí iba a estar mi casa? Esa casa nueva, de recién casada, la casa escuela del libro, es muy importante, porque ahí nacieron mis dos hijos mayores, Jorge y Esteban. “Me acuerdo que cuando nos casamos no teníamos plata, compramos muebles de segunda, unos sillones, una mesita, como casi todas las parejas que se casan. Laureano trabajaba en el Conservatorio de Castella y yo en el Colegio Vargas Calvo. Yo daba clases de Ciencias, y él de Español. “Muy lindo ese tiempo. Esas son cosas que pasan, se terminan pero ahí quedan, se cumplieron. De ahí nos pasamos a otra casa, que es una casa que encontré caminando por la calle, una casa vieja, de bahareque, encima le habían puesto repello, y el techo era de tejas. 76
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“Estaba en el barrio Saprissa, detrás del Vargas Calvo. Cuando la vi desocupada y con rótulo de ´se alquila´, dije ´esta es la casa que necesitamos´. Al día siguiente unos alumnos, que me vieron meterme a la casa, me preguntaron si la había alquilado, y más de uno me dijo ´ay, profesora, pero en esa casa asustan´. ¡Ah, la peste!, pensé yo, pero les contesté que no le teníamos miedo a los fantasmas. “Recuerdo al dueño, don Abel Sánchez, usaba un sombrerón. La casa tenía más de cien años. Y de verdad que había algo misterioso. Las paredes tenían unas resonancias raras. Resonaban voces en las paredes, voces como de conversaciones, de fiestas... No eran feas. “En ese tiempo, Laureano era directivo de la Editorial Costa Rica, y además, estábamos en la universidad, estudiando filología. Como los chiquitos estaban muy pequeños, a veces él iba y tomaba apuntes por los dos. Así que pasaba las noches muy sola. Y oía las voces. No me molestaban. Más bien me sentía como acompañada. “La casa tenía dos dormitorios y una cocina enorme. Ya iba a nacer mi tercer hijo, Federico. Era muy pequeña. Así que nos pasamos para otra casa, entre Barrio Pinto y La Granja. Siempre vivíamos en casas viejas. Nuestras entradas eran bastante exiguas como para pensar en una casa nueva. A la par de esta casa tenían un bananal. Después de que nosotros vivimos en esa casa la botaron. La gracia de esas casas es que tenían patio atrás... La pintamos con mucha ilusión y le tapamos las rendijitas. “En esa casa nacieron el tercero y el cuarto de mis hijos. Ya con Federico y con Rolando casi teníamos un equipo de básket. De esa casa yo tenía un poema doloroso, muy doloroso. Fue en un momento muy triste, cuando nos divorciamos, y escribí de esa época tan pobre pero tan rica, de tanta bulla y tanto juego... “De ahí nos fuimos a alquilar una casita campestre, en San Rafael de Montes de Oca. Era una casita muy linda, pequeñita, muy bajita. Laureano pegaba en todos los travesaños. Era una casa con chimenea, de madera, muy bien hecha...”.
Partir de cero “Por fin, terminamos de construir nuestra casa propia. Laureano trabajaba en el Ministerio de Educación, como asesor de imagen de Fernando Volio. Construimos una casa en una urbanización muy linda, El Dorado, en Curridabat, frente a la finca de Figueres. Es una casa esquinera, y vivimos Camilo Rodríguez Chaverri
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ahí cinco años, hasta que nos fuimos para España. En esa casa nació Ángela. “Laureano se fue con una beca por tres meses, una beca del Instituto del libro español, para aprender técnicas editoriales. En una de tantas llamadas me dijo, ´mirá, me voy a quedar en España, me van a dar un trabajo en una editorial´. Ángela, que es la menor, tenía 3 años, y el mayor tenía 11. Estábamos pagando la casa. “Me dijo que me fuera con todos los chiquillos, que vendiera la casa y que me fuera. Yo le dije que sí. Yo quería salir. He sido muy amiga de conocer; para un escritor es muy importante ver otros ambientes, otros paisajes. “Todo el mundo me dijo que era una locura. Yo pensé, ´si me quedo aquí, me quedo con casa y sin marido´. Él estaba como loco porque nos fuéramos. Vendí la casa, y con esa plata financié los tiquetes y me fui. “La vendí al contado. Me dieron la plata en dos pagos. Mamá quedó como apoderada. El colón estaba a 8,60. Me fui en diciembre del 78, antes de que se viniera la crisis de Carazo. Lo que me pagaron por la casa fueron 250 mil colones, que era lo que había pagado yo. “Compré los pasajes, y lo que me sobró me lo llevé. Cuando llegué al mostrador de Iberia, sin ninguna experiencia, llevaba un mar de valijas y de cajas, y ese montón de chiquitos. La persona que me atendió me dijo que tenía un gran sobrepeso, pero que me los iba a pasar. Ahora sé que hay que ir con lo indispensable y se compra allá lo que uno necesita, pero estaba muy pollita en cuanto a viajes se refiere. “Laureano había alquilado un piso en Alcalá, a 30 kilómetros de Madrid. Hicimos vida en ese pueblo. De vez en cuando íbamos a recitales y conferencias en Madrid. En el 78 hacía tres años que había muerto Franco. Estaba España saliendo del aislamiento en que la tuvo Franco. Todavía era un país pobre. Ahora, hace poco, que nosotros volvimos, vimos las diferencias. En ese entonces era un país muy abierto a todo lo que venía de afuera. Ya, no tanto...”.
Al lado de grandes poetas “En España nos hicimos muy amigos de Rafael Morales, Paca Aguirre, Félix Grande, Luis Rosales. Laureano se convirtió en un protegido de Luis Rosales. Justo Jorge Padrón
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se lo presentó. Luis le ayudó a conocer gente. Así fue como se acercó a Antonio Hernández “Hicimos una vida muy activa desde ese punto de vista. Laureano presentó un libro al Adonais, que es el concurso más antiguo y el premio más prestigioso en poesía que se da en España, y lo ganó en diciembre del 79. “Yo no era conocida como poeta. Los dos o tres libros que había publicado estaban agotados. Laureano les decía que yo era poeta, pero, aun así, a mí me daba una mezcla de risa y cólera, porque simplemente decían ´¿conocéis a la mujer del Adonais?´ Me convirtieron simplemente en la esposa del poeta, pero fue una gran alegría porque se nos abrieron más puertas. “Desde antes de irnos para España, él había tenido ninguneos aquí; su poesía es metafísica, diferente, original y muy suya. Por eso es que en Costa Rica no lo tomaban en cuenta. Y allá, como hasta lo metieron en antologías, él decía que España le había salvado la vida. “Dos años después, cuando terminé mi libro ´Hora de lejanías´, lo mandé al Adonais, y ganó el primer accesit. Después de un empate en el jurado, el gerente desempató. Ya la gente sabía que yo era la esposa de Laureano y eso fue lo que me cobraron para que perdiera en el desempate. No podían darle el premio dos veces seguidas a gente de un país tan pequeñito. “El Adonais tiene una ceremonia muy interesante. Nadie sabe nada del premio y para la ultima reunión del jurado, cuando deciden el premio, abren las puertas y ya la prensa está ahí. La noticia sale fresquita. “El día del anuncio, el muchacho que ganó, que era de Valencia, no estaba, y yo sí. En la ceremonia, cuando se anuncia el Adonais, hay una lectura del libro y una mesa de prensa. Como no estaba el muchacho, toda la lectura y todo lo que se hizo fue sobre lo mío. Los periódicos publicaron entrevistas a mí. “Me publicaron el libro. Ellos publican el primer premio y el accesit. Allá, en España, a Laureano y a mí nos han incluido en las antologías del Adonais. Esa época ha sido muy importante para nosotros como poetas. Estuvimos allá cinco años. Al principio, fue muy difícil. Cuando llegamos, resulta que no había tal trabajo y con la plata de la casa nos mantuvimos dos años. Nos la jugamos haciendo ventas por correo. En España no había trabajo, y no nos renovaron las
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visas. Vieras las angustias que vivíamos por la plata. Ahora entiendo muy bien a los indocumentados. “En eso se vino lo del Adonais, Laureano se vino a entregar la estatuilla, y Carazo se portó muy bien. Laureano le contó que me había dejado en España apenas con 30 mil pesetas. Primero lo nombraron agregado cultural, ganaba muy poquito, y después fue ministro consejero, con Monge. “En España primero vivimos en un piso, muy humilde, en Alcalá en la calle Luis de Torres, un nombre muy premonitorio, porque fue el traductor de Colón, y cuando llegaron a América se quedó sin trabajo, puesto que lo que esperaban era llegar a las Indias”.
Historia del viaje interminable “En esa casa de la calle Luis de Torres, Laureano empezó a escribir ´El viaje interminable´, que ganó el Premio de Cultura Hispánica. Era una casa pequeña, con una bañera antigua. Tenía una cocina blanca blanca, de puros azulejos, y el calentador del agua funcionaba con gas. Ahí yo me sentía un poco niña... “Recuerdo la bandeja de dulces que nos tenía Laureano en Navidad, cuando llegamos, con toda clase de dulces típicos de allá, mantecados, polvorones, unos dulces que huelen mucho. “Como al año nos trasladamos ahí mismo, en Alcalá, a una casa chalet, porque estábamos con añoranza enorme por tener jardín. Nos trasladamos al verde, a la par del río Henares. Aunque allá todo es muy seco. Hace poco fui y le tomé fotos a todas las casas. Alcalá era campo. Muchos años después, me enteré que cuando Laureano y yo nos íbamos para Madrid, los chiquitos aprovechaban para tirarse al río. “Hasta que decidimos trasladarnos a Madrid. Nos quedaba más cerca para las actividades literarias. Esta vez lo hicimos diferente. Primero buscamos la escuela para los muchachos. Recuerdo que se llamaba Escuela México, y estaba en un barrio al este de Madrid. Después empezamos a buscar piso alrededor de la escuela. Pusimos rotulitos por todo lado, ´necesitamos piso, tres dormitorios´. Alguien nos llamó. Fuimos a ver unas torres muy lindas. En ese momento la situación estaba un poco mejor. Hasta guardamos plata, ahorramos, vivimos en un piso nuevo... Ese piso tiene poema en este libro, por supuesto. A la par había una torre en construcción. Ahora que fuimos tienen un jardín muy bello, pero cuando eso no”. 80
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De Madrid a Nueva York “En eso, a Laureano lo trasladan a Nueva York, a la ONU, con la responsabilidad de hacer una labor de rescate de la imagen de Costa Rica. Como Monge de alguna manera había dado oportunidad y espacio a la Contra, los sandinistas le habían hecho una atmósfera muy fea a Costa Rica, sobre todo en universidades, donde mucha gente simpatizaba con lo que estaba ocurriendo en Nicaragua. “Primero se fueron Laureano y Jorge, mi hijo, a buscar casa. Hay una historia linda del destino. A veces las cosas no salen porque el destino es otro, y no podés ver, hasta después, lo que realmente estaba ocurriendo. Laureano se fue para Connecticut. Ahí tenía un amigo que le daba hospedaje. Resulta que en ese lugar todas las casas se le cerraban, no conseguía donde alquilar, se caían los tratos. En el momento en que Laureano decía ´cinco niños´, los estadounidenses cerraban las puertas. “Y entonces se fue a preguntarle a Fernando Zumbado si le podía ayudar a conseguir casa. Le puso a la orden a una secretaria de él, porque Laureano no tenía carro. La muchacha se puso al servicio de Laureano y Jorge, y buscaron en Long Island. Consiguieron una casa muy bonita, que era de unos colombianos. “En Long Island está el campus de la Universidad del Estado de Nueva York. “Antes de todo esto, habíamos conocido a un famoso traductor del español al inglés que se llama Frederich H. Fornoff. Lo conocimos en una tertulia en España, en la tertulia de José Luis Cano. Nos hicimos grandes amigos. A Fred le fascinó la poesía de Laureano, y se convirtió en el traductor al inglés de sus libros. “Cuando nos fuimos para Nueva York, Fred le habló a un señor Elias Rivers, un hispanista del Siglo de Oro, y gracias a él nos invitaron a la universidad. Nos puso en contacto con mucha gente de Estados Unidos. Íbamos los dos. Fuimos a dar conferencias a Carolina del Norte, Texas, Virginia, Washington, todo el Este, y luego a Louisiana. En Texas estaba Rima de Vallbona, y nos encontramos con ella. Hicimos muchos recitales de poesía y muchas conferencias sobre el asunto de Nicaragua”.
Universidades como guetos “Las universidades de Estados Unidos forman un gueto. Cuando uno llega, piensa que, como la mayoría de la gente Camilo Rodríguez Chaverri
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de Estados Unidos es de clase media, esa clase media tiene la misma cultura que aquí, y que se trata de profesionales. Eso no es así. En Estados Unidos la clase media es una clase obrera que gana muy bien, es gente que ha hecho high school pero nada más. “Se debe a que mucha gente no puede acceder a la universidad porque es muy cara. Allá hay dos maneras de entrar a la U: o tenés beca o la familia se endeuda. “Las universidades son guetos. Y a la gran mayoría de la población no les gusta ese tipo de personas. La gente, tanto allá como aquí, vota por el que se parece a ellos. Aparte de que éramos escritores, Laureano, como tenía ese traductor de lujo que es Frederick, que había dado sus libros a profesores, es conocido en las universidades. En ese momento, sobre todo era conocido por ´El viaje interminable´. “Gracias a Don Elias Rivers y a su esposa, Georgina Sabat, nos dieron beca en la Universidad del Estado de Nueva York, y nos fajamos. Al final, tanto Laureano como yo sacamos una maestría en literatura hispanoamericana. “Al principio, vivimos en una casa con ardillas y mapaches. A cada rato los mapaches asaltaban el basurero. Después nos fuimos a vivir más cerca de la universidad, porque estábamos durando una hora para llegar a la universidad. Decidimos cambiarnos porque estábamos viviendo en un pueblo de hispanos y los chiquillos lo que estaban aprendiendo a hablar era puertorriqueño. “Llegamos a un pueblo fundado por italianos e irlandeses. Fijate que mis hijos no sabían hablar inglés. Ángela estaba en Primaria, y un día se baja del bus llorando, porque le tiraron piedras y le dijeron spanish no sé qué. Me fui a hablar con don Bartoloto, el director del colegio, un italiano grandote. Hizo una reunión con todos los chiquillos, les dijo ´aquí, en este pueblo, todos somos hijos de inmigrantes, ella es hija de hispanos, como ustedes son hijos de italianos, irlandeses o griegos, el que se vuelva a burlar de ella, queda expulsado del colegio´. “En un país de inmigrantes, los racismos quedan fuera de lugar. En Europa hay mucho racismo, pero es que ahí el mestizaje es más antiguo. En cambio, aquí en América lo tenemos más fresco. “Vivíamos en una casa en alto, frente al mar. Era un mar tranquilo. Hace mucho frío. Lo que le da esas temperaturas terribles a Nueva York es el mar. Era una casa extraña. De nuevo, una casa donde pasaban cosas raras. Un hombre la había hecho a mano cuando volvió de la Segunda Guerra Mundial. Era una casa de madera, tenía misterio, en el jardín 82
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había figuras, y siempre escuchamos que aparecían sombras en ese jardín. Parece que era una mujer. Se movían los árboles y había como un llanto, como un quejido. Pero era una casa muy bella, en tres niveles. Es una de esas casas con vida, que no son casas vacías. Ahí vivimos un año. Era de un griego, pero resulta que quería subir el alquiler, y no podía subirlo porque estábamos ahí. Entonces, por ejemplo, estaba malo el calentador y no lo arregló. Quería que nos fuéramos”.
En casa de chinos “Como tuvimos que salir de la casa bella y tenebrosa, hicimos un trato con unos chinos. Es que mis hijos tenían dos amiguitos chinos, de Taiwán. El marido se había quedado en Taiwán, la china oyó que estábamos buscando casa, y nos propuso este trato: ´les alquilo, dejo a mis chicos, si les dan la comida y les lavan la ropa, apenas les cobro $ 300´. El trato estaba buenísimo. Nos quedó de perlas. “Estuvimos así varios meses. Cuando llegó de vuelta, con el marido, ya no quiso dejar de percibir el alquiler, así que ellos se fueron a vivir a uno de los garajes de la casa, y seguían percibiendo el dinero “En el garaje no tenían calefacción, y compartíamos la electricidad y la cocina. Nos tratábamos con mucho respeto, pero había algunos detalles por los que nos era difícil convivir. Cuando ella cocinaba, muchas veces quedaba un terrible olor a algas podridas. En cambio, de lo nuestro a ellos les parece asqueroso el yogurt y los quesos. “En el libro, esa casa se llama la casa oriental. La china no sabía nada de inglés y yo no sabía nada de chino. Juntas en la cocina éramos el caos. Había que darse a entender por señas. “En el 86 volvemos a Costa Rica, y poco después Óscar Arias nos manda para Israel. Había nombrado embajador a Laureano. Para mí fue maravillosa la experiencia en Israel desde el punto de vista vivencial. Por ejemplo, Jerusalén es una ciudad mágica, magnética. “Llegamos en mayo del 87. Todo olía a romero. Allá siembran romero en los parques. Se hace como un arbusto, enorme. Llegamos a la casa que el gobierno tiene para Costa Rica. Es una casa árabe, que los palestinos abandonaron cuando se fundó el Estado de Israel. Es una casa con columnas de piedra, con un jardín que le da vuelta y atrás tiene una pila para peces. “Antes había sido la casa destinada para República Dominicana. La casa tiene atrás un apartamento como Camilo Rodríguez Chaverri
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independiente, esa era la casa de un primer ministro, que tenía la esposa enferma. Construyeron ese apartamento para ella. “Había un desván enorme, lleno de chunches, era como secreto, y había un cuartito en alto. Nunca podíamos dejar sola a la muchacha que me ayudaba a limpiar la casa, que siempre dijo que ahí asustaban. “Todo es muy árido pero se te olvida. Hay una ley que obliga a que todo esté cubierto con piedra blanca de Jerusalén. Cuando le pegaba la luz del sol daba unos reflejos rosados o amarillos. También exigían un mínimo de jardín, por lo que toda la gente sembraba y regaba. Por eso, hasta que no salís de la ciudad no sabés que estás en el Desierto de Judea “Me metí a estudiar hebreo, aprendí a hablar, no a leer ni a escribir. Estuvimos en Israel durante tres años. Todos esos años los trabajé pero no me los pagaron. Había mucha actividad. Nos llevaban a conocer, íbamos a los kibutz. “El gobierno de Israel le da un trato preferencial a Hispoamérica, porque ganó en el 48 la formación del Estado con el apoyo de todos los países de América Latina. Hay un detalle importante y es que sólo Costa Rica y El Salvador tienen la embajada en Jerusalén. Los demás la tienen en Tel Aviv”.
De vuelta y a París “Del 90 al 98 estuvimos de vuelta en Costa Rica. En ese momento, Laureano hacía un taller literario especial y cobraba. Ahora no lo cobramos. Pero en eso momento las circunstancias nos obligaban. “Con un premio de poesía religiosa que ganó Laureano en el 89, y con lo que le pagaron por ´El viaje interminable´, en conmemoración de los 500 años de la llegada de los españoles a América, con esos dineros compramos estas dos casas, donde ahora vivimos en esta comunidad familiar. “Esta casa está hecha con poesía, como dice Laureano. Compramos primero una, que estuvo en venta como un año, y luego la del al lado, que era de tres personas, que no se podían poner de acuerdo con la venta. Cuando conseguimos comprar la segunda, las fusionamos. “Y las últimas casas que aparecen en este libro son la que tuvimos en París, cuando Laureano y yo nos fuimos para allá solos. Laureano consiguió un puesto ante la UNESCO, durante la administración de Miguel Ángel Rodríguez. 84
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“Era una casa preciosa, pero salimos corriendo. Había unas presencias rarísimas. Nos enamoramos de la casa, en las afueras de París. Era una casa hecha por un portugués, con baranda, una escalera lindísima, pero tenía una mala vibra. Se sentían y se escuchaban golpes en las puertas y en las paredes. La casa provocaba una sensación como de desamparo. A la empleada le tocaron varias veces la puerta de la casa y no era nadie. “Y luego nos pasamos a un pisito, porque los muchachos se habían ido para Madrid. El poema para este pisito se llama Casa para Dos. Yo me pasé meses en Madrid. Me era más amable que París. “Eso sí, que conste que me gustó mucho y que los franceses son muy corteses, y la cortesía es el aceite de la relación social. Conseguimos viajar mucho dentro de Francia. “Esta casa de París tiene un poema muy lindo, que me gusta mucho, habla de la nostalgia, los chiquillos, y todo, haciendo un recuento de angustias y separaciones”.
Casas imaginarias “Y luego, también hay en el libro una casa futura, ideal, y una casa aparte, de los sueños, que es una casa donde yo he vivido en sueños, y está relacionada con mi casa de infancia. Es uno de los pocos poemas que he escrito después de un sueño. “He soñado varias veces con una casa que no existe más que en mi sueño, en una calle solitaria, precaria. Es una casa de dos pisos, que no es así la casa de mamá, y lo lindo del sueño es que todo el techo estaba lleno de una enredadera como de rosas, o alguna flor encendida, y donde yo abría una ventanilla, en la buhardilla, lo que se oían eran las risas de los niños, muy chiquillos. Es muy simbólico de lo que ha sido la casa en mi vida. “La casa no sólo es el refugio, sino que siempre ha habido infancia. Siempre me las he ideado para que haya gente menuda. En otra época yo hubiera tenido 17 hijos, como mi abuela. “Los niños alivianan todo. Todos es fresco, hasta las fiestas adquieren más sentido con los niños, la Navidad, los cumpleaños, acepto que siempre he sido como una gallina con sus pollos, pero eso me ha hecho feliz, y eso también me defin e como mujer y como poeta”.
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Los libros de la reina del poema “El primero fue ‘Reloj de siempre’. Se publicó en mimeógrafo o polígrafo, con grabados de madera que me regaló una artista amiga, y en la portada hay una fotografía de unos charcos. Es de Miguel Salguero. Está encuadernado a mano. Me lo publicó la Biblioteca Líneas Grises, del Círculo de Poetas. Cuando eso tenía 22 años y estaba soltera. “Luego,‘El peso vivo’. Este fue el primer libro que me publicó la Editorial Costa Rica, e insistí en meterle atrás el ´Reloj de Siempre´. Fue el primero que ganó el Premio Nacional de Poesía. Lleva tres ediciones. “Después ‘Los pasos terrestres’. fue Premio Editorial Costa Rica en 1976 y Premio Nacional de Poesía. Es un libro muy de familia, con los hijos pequeños. Los libros nuevos tienen sus raíces ahí. Es poesía de lo cotidiano. Lo publicaron con unos dibujos muy lindos, de Sonia Romero. Pronto tendrá su primera reimpresión. “‘Hora de lejanías’ lo escribí en España. Ganó el accesit del Adonais, primero lo publicaron allá y luego en la Editorial Costa Rica. Es un libro de la nostalgia por Costa Rica, y de todos los descubrimientos que fui haciendo en España. Escribo sobre Alcalá, la plaza Cervantes, el río Henares, las cigüeñas que se detienen en edificios de la época del descubrimiento de América... “‘Los delitos de Pandora’, quería hacer un libro sobre la mujer. Hice una investigación grande en Madrid. Es un libro con un toque feminista. Yo tengo bastante de feminismo del bueno. Es un feminismo sin odios, de trabajar juntos, en igualdad de condiciones” “‘Amar en Jerusalén’. Con este libro gané por tercera vez el Premio Nacional de Poesía. Es un libro desgarrador. Tiene poemas narrativos. Cuenta cosas. Es sencillamente la explosión del dolor. Fue por la primera grieta que se abrió en mi matrimonio con Laureano. Lo escribí en el 88 pero lo guardé. Está escrito tan visceralmente que me daba pudor publicarlo. En el 91 se lo di a Beto Cañas, y claro, él lo publicó. Salió en el 92. “‘Costa Rica poema a poema’. Salió en el 97. Duré mucho escribiendo este libro. El 1 de marzo del 90 salí a comprar algo y vi ese cielo azul azul de marzo, y esos porós, esos robles, y volví como entusiasmada y me puse a escribir un poema. Luego empecé con unos poemas de los meses, y más tarde sobre lugares, platos, comidas, plantas, y al final 86
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también acerca de las provincias. Me invitan mucho a leer en colegios y en cursos de Español para extranjeros. Me piden específic amente ese libro. Incluso la UNED hizo un video sobre esta obra. “‘Casas de la memoria’. Fue gestado en la misma época que ´Costa Rica poema a poema´, pero se ha llevado mucho tiempo. Lo va a publicar la Editorial de la Universidad de Costa Rica. Las fotos que acompañan a los poemas son de mi hijo Jorge, quien las ha sacado en casa de mi mamá, una casa donde las paredes dicen tanto... Es una casa que estaba en medio de los potreros, en San Pedro, detrás de la Escuela Roosevelt. Vieras que en general me interesan mis raíces. Te cuento que mi abuelo era de origen sevillano y tuvo 18 hijos. Mi tatarabuelo era judío sefardita. Llegó aquí en 1780... Se llamaba Pedro de la Cruz y Diez Dobles. Se fue quitando las partes. Primero se quitó el De La Cruz, y cuando ya era Pedro Diez Dobles se quitó el diez, porque tenía más de una decena de hijos. “‘Poemas para arrepentidos’. Es un poemario de mis luchas en pareja, y de mis luchas por definirme como ser individual. Es sobre lo terrible de un divorcio después de tantos años de convivir juntos. Es como si te hubieran quitado una parte de vos, y tenés que reconstruirte como persona. Me siento muy orgullosa de algunos poemas de este libro, como ´Oda a la cebolla´, o ´Falacia patética´. María Bonilla montó una dramatización a partir de ese poema. Empieza una muchacha a bailar... El tema fundamental es cómo por medio de la palabra podemos crear mundos, y que el universo humano es completamente diferente del universo natural. Por ejemplo, cuando enterrás a un amigo en un día espléndido, soleado. La falacia patética es un recurso usado en el romanticismo. Por ejemplo, si va a haber un asesinato entonces hay relámpagos. El libro es muy lírico. No hay narrativa. En él tenemos la palabra, como decir los mundos. “‘Fotografías fuera de álbum’. En este libro viene un poema con el retrato de mis hijos. Se llama ´Retrato de mis hijos bajo el arbusto blanco´. Es un libro de retratos. Viene un retrato de Laureano, uno de mi abuela Soledad, que era una mujer tan especial; de mi suegra, Ángela Rivas; de mi madre, Ángela Izaguirre Moya. Hay un retrato de grupo, de mi primera lección que di como profesora, es un poema pedagógico, cuenta una anécdota. También hay retratos de paisajes, muchos de Francia, de España... Hay uno que se llama ´Fotografía en fuga´, que es acerca de la imposibilidad Camilo Rodríguez Chaverri
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de poder tomar de nuevo la fotografía una vez que ha pasado el tiempo y las circunstancias han cambiado. Lo escribí porque estábamos en Europa y veía a mis hijos en una foto de Navidad, que ya era imposible de tomar... “‘La casa cerrada'. Es el libro después de la muerte de mamá. Cuando los padres mueren, sobre todo en edad avanzada. No sólo es la pérdida, sino que ves representadas ahí tu futura vejez y tu futura muerte, y te das cuenta que formás parte de una cadena, diay, que van pasando todas las etapas de la vida, hasta la muerte. Te replanteás muchas cosas. Estos poemas surgieron cuando me quedaba en la casa de mamá, revisando armarios. Muchos papeles de ella fueron a Archivos Nacionales. Mamá fue maestra. Representa una época. Cuando murió, conforme se fue vaciando la casa, aquello representaba la fuga de muchísimas cosas. Por ejemplo, encontré mi última muñeca, de cuando cumplí 12 años. La perdí cuando me fui para España. Mi mamá la había guardado. Vos te imaginás lo que representa volver a ver esa muñeca en estas circunstancias. Apenas llevo como siete poemas. Es muy duro. Va a ser un proceso, el del duelo, hasta que acabe”. Ojo, abril 2003
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Guadalupe González
La gran soprano de Costa Rica
Es la única costarricense que ha cantado al lado de Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo. Tiene una magia especial. Es de una hermosura despampanante. Parece una escultura de Leda Astorga con una voz de ángel. A Guadalupe González sólo le falta volar. Al oírla cantar, alguna gente le ha dicho que los transporta al cielo. Junta las manos sobre el pecho, mete las puntas de los pies como los chiquillos con las tennis de la escuela, se traslada a la timidez de su infancia, y en el nido que forma con las palmas recoge los corazones de su público. Se pone unos zapatos de charol, de punta, cuenta con el dedo gordo, involuntariamente levanta los pies, y vuela... Antes se agarraba del piano y levantaba la pierna. Ahora el vuelo es grandioso pero más sutil. La Lupe es monumental en su trabajo. Y tiene un nombre que, en ópera, es más grande que el nombre de nuestra patria. Nació en Maracaibo, Venezuela, un soleado y caluroso 3 de agosto de 1955... Es una mezcla de muchos orígenes. Su mamá, Tanya Kreysa O´Connor, es de ascendencia checa e irlandesa, y Lupe también tiene bisabuelos españoles, mexicanos... y una abuela guanacasteca. Su padre, el pintor Manuel de la Cruz González, tenía una agencia de publicidad en ese país. Para sobrevivir se dedicaba al diseño gráfico, y estaba muy vinculado con los pintores de Venezuela de la época... Aquí, la soprano creció entre José Luis López Escarré, César Valverde, Felo García, Ana Poltronieri, Rafa Fernández,
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Ricardo Ulloa Barrenechea, Carlos Moya, Floria Pinto, Margarita Bertheau y Paco Amighetti. “Yo no pintaba porque ya eran demasiados pintores en la casa, empezando por papá y mamá. Además mi hermana pinta y yo lo que hacía era dibujar. Algo de eso me quedó a mí, porque, de hecho, a lo que me dedico ahora es al diseño gráfico”. Su mamá era como su hermana. “Cuando había que putearse, también lo hacíamos. Era parte de nuestra hermandad”. Ahora, la Lupe tiene más de una década de vivir en Estados Unidos. Labora en la Biblioteca de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Ese trabajo también la acerca a su historia. Cuando su papá perdió su agencia de publicidad, llamada OPCA, S.A., empezó a encargarse de hacer las portadas de los libros de la Editorial Costa Rica. Fue de ahí que le entró a la Lupe su amor por el diseño. “Cuando surgieron los restaurantes Antojitos, lo contactaron a él, para que diseñara el logo. Lo recordé ahora, porque estoy haciendo un trabajo de diseño para los 100 años de la OPS, que consiste en la exhibición de los ocho directores que ha tenido la institución en pósters”.
Igual políticos que pintores Se codeaban con gente de la política, con el Doctor Calderón Guardia, por ejemplo. “Conocí a los hijos de Calderón, a la esposa, doña Rosarito, que iba al salón de belleza de mi mamá”. La hermana, Ana Mercedes González, es historiadora del arte, y puede recrear todo ese mundo de gente interesante en el que crecieron. Pero La Lupe prefiere quedarse en lo anecdótico, y de vez en cuando, entre historia e historia, se muere de la risa. Las carcajadas son como intertextos imprescindibles. La mamá tenía un salón de belleza, y desde ahí, la vida de San José adquiere un formato colorido entre nombres, apellidos, leyendas y chismes. Por ahora diremos que fue a la vieja Escuela República del Perú, cuando empezó la lluvia de ceniza del volcán Irazú. Luego la escuela se hizo errante, sino que compartió la niña. Estuvo ubicada diagonal al Colegio de Señoritas. Y terminó el Sexto Grado en el nuevo edificio de la Perú. 90
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“Alguna vez mis papás querían que cantara, pero podía más mi timidez. En la escuela muy pocas personas conocían mi voz. Era muda. Le daba una peseta a una compañerita para que hiciera las preguntas por mí. Pero también creo que a la maestra le faltaba un poquito de sicología. “Siempre fui gorda, y eso en una sociedad de gente flaca es muy incómodo. Parece como lo que los gordos molestan... Conforme va uno creciendo se vuelve uno orgulloso. Trato de ser un gordo que no estorbe, un gordo autosuficiente, que no joda, que no ocupe más campo. Si veo que no voy a caber en un sitio, no me siento o no entro. No cabía en los asientos de los cines, así que opté por no ir más al cine”, cuenta, haciendo alarde de una dignidad bien puesta. Chiquita nunca cantaba en público. Le gustaba imitar cantantes. Escuchaba a Joselito y le hacía idéntico. “En la casa de la familia Pinto había una hamaca. Mientras me mecía, cantaba ´doce cascabeles lleva mi caballo por la carretera´. La cantaba solita, sin que nadie me oyera. Lo imitaba perfecto, le hacía exacto. “Era feliz y ahora también lo soy. No te voy a decir que el hecho de ser gorda no es algo que haya estorbado. Sí me ha estorbado, pero me liberé. Supe que el ser gordo no importa, si no lo que sos capaz de hacer”, se suelta, como entre paréntesis. Fue al Colegio Franco Costarricense. Tuvo que repetir Segundo Año. Era muy tremenda desde que estaba en Tercer Grado de la escuela, cuando dejó para siempre la condición de alumna de honor “En el cole pasaba raspando siempre, de vez en cuando un examencillo extraordinario, pero nada más”. Lo que sí cambió en el colegio fue su panorama de la otra acera. “Estaba mejor la cosa. Más despierta, empieza a uno a fijarse en los muchachos. Adelgacé un poquito, y yo iba de aventada, pero había una competencia muy fuerte...”, y la risa de nuevo pone un punto y aparte.
Ahora sí... La cosa empezó una vez en la clase de Música. Había un examen. El profesor decidió que todos cantaran algo. “Recuerdo que el profesor Ángel Boniche nos pidió en una clase que cantáramos. Uno por uno. Fue uno de los momentos más espantosos de mi vida. Yo me sentaba en una esquina, atrás, donde nadie me viera, pero yo podía ver a todos. Camilo Rodríguez Chaverri
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“En eso me toca a mí, me paré, y recuerdo que me dijo, ´Bueno, Lupita, cante “La Patriótica”. No podía, lo veía a la cara y no arrancaba. Me hice un chicle, cerré los ojos, y me oriné. Así como suena, cantando ´La Patriótica´ me oriné del susto. “Cuando terminé de cantarla hubo un silencio mortal. Abrí los ojos, y todos mis compañeros me estaban viendo a mí. Y había un silencio que duró tres o cuatro segundos. Yo dije ¿qué habré hecho? Uno de mis compañeros se paró y aplaudió, y otro, y otro... Me derretí y caí en la silla. El profesor me dijo que me metiera al coro, que cantaba muy bonito, y que debía estudiar Música”. Fue en Primero o en Segundo Año. Entonces, entró al coro, y en eso anduvo su voz por un lustro. Hasta que, cuando estaba en Quinto Año, se le antojaron las cuerdas. “Era el tiempo en que se acostumbraba darle serenata a los profesores. Yo quería tocar guitarra. Mi mamá me dijo que estaba loca, pues una guitarra era muy cara. Pero al final le pidió al padrastro de ella, Ricardo Freer, que era carpintero, que me hiciera una. “Nada que ver con las de Mora o de Guzmán, ni con una guitarra española... Mi guitarra era de cuerdas de metal, y sonaba a demonios. Era de plywood. La pintó de café. Le pasó brillo y quedó bien ´pola´. “A mí qué me importa... Estaba orgullosísima con mi guitarra, me aprendí ´el círculo de do´. Se me hacían callos y ampollas en los dedos. Pero, poco a poco, aprendí a manejar aquello. “Hasta que dije ´ahora sí´ me acerqué a las compañeras que hicieron un grupo de guitarras para preparar las serenatas. Eran cuatro o cinco, y eran las lindas de la clase. Yo les dije que quería, pero me hicieron medio mala cara. “Se reunieron un sábado, llegué a las 2 con mi bolsita de nylon y mi guitarrita. En el grupo había una compañera, Débora Dickson, con voz preciosa, que ganó todos los concursos intercolegiales de canto. Osé abrir la boca junto con Débora, y sé que aquello les sorprendió y me ayudó a integrarme al grupo. Llegó Débora y me abrazó. Me empatiné y eso me dio confianza. Hicimos la serenata, y todos me admiraban”. Luego su mamá hizo un enorme esfuerzo y le compró una guitarra de Ricardo Mora.
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“Me olvido de todo” “Una vez que estoy en la música, me olvido de todo, hasta de mí me olvido”, dice Lupe, como si lo que dijera se estuviera convirtiendo en un abrazo en medio de una fila india. No entró a la U, porque no pasó el examen de admisión. Le hicieron curva, la curva la raspó, pero no pasó. “Me sumí en una profunda depresión. Me preguntaba por qué todos estaban en la U y yo no”. Vino el coro sinfónico en el año 74. Era el tiempo de la reestructuración de la Sinfónica y el programa juvenil. La hermana le dijo que fuera, y asistió a la locución donde ahora está el café del Teatro. Era con el maestro Marco Dusi. Él le decía ´Levante la cabeza´, pero nada que la levantaba. “No logré verle los ojos. Y me dijo que llegara no sé qué día. Mi primera salida nocturna fue para el primer ensayo. Era la primera vez que iba a salir de noche de mi casa”. Tenía 19 años. Fue en esa ocasión cuando conoció una partitura, precisamente una obra de Mozart. “Antes de eso, jamás me imaginé que uno podía hacer todas esas cosas con la voz. Entró en mi destino la cantante Elizabeth Paniagua. Vivía en Barrio México, junto a la plaza. Cuando eso, jugó un papel muy importante”. Y también la primera leyenda viva del Teatro Nacional... “Conocí a doña Graciela Moreno siendo yo una chiquilla. Era muy amiga de la familia. Desde chiquilla sólo le digo ´mami´. “Cada vez que había un acto en el que nos podía meter a las dos, para allá íbamos Elizabeth y yo. Recuerdo verme en actividades en las que predominaban Serrat, Mocedades, Los Beatles, rancheras, canciones de nueva trova... Todos menos ópera, nada que ver con la ópera. Me parecía algo para gente vieja, aburrida y acartonada”.
El puente, la música coral Fue entonces que empezó el gusto por la música coral. Ese encantamiento creció y creció. Quería convertirse en directora de coro. Empezaron a venir cantantes profesionales del extranjero, entre quienes destacaba la chilena Patricia Brokmann, quien luego fuera fundadora de la Escuela de Música de la UNA. Fue su primera maestra de canto. “Un día llegué y le dije, ‘Perdone doña Patricia, ¿cómo hace usted para cantar esas notas?’ Me refería, sobre todo, a los agudos. Me contestó algo Camilo Rodríguez Chaverri
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fácil de decir, pero difícil, al fin de cuentas. ´Nada más abrís la boca y cantás, pero tenés que abrir la boca con fuerza y con ganas´”. En eso llegó otra chilena en exilio, Ana María Arenas y se hicieron muy amigas. “Un día teníamos ensayo general. Me paro y al abrir la boca, la abrí tanto, tanto, que se desmontó. Ana es enfermera y me asustó toda: me dijo, ´qué bruta, te vas a quebrar´. Seguí cantando, pero con un dolor de la grandísima puta...”. O sea, en resumen, se desmontó la mandíbula para hacer el primer agudo... Luego vino su primer solo en la jornada de villancicos del Teatro Nacional. “Fue para diciembre de 1976. El solo se limitaba a que dijera ´Canto yo... Hoy feliz´. Era el eco. Estaba con la partitura en la cara para que nadie me viera”. Más tarde hizo su primer solo formal en la Catedral Metropolitana. Era el año 77 Hay otro salto de un lustro, cantando en coros e iglesias, hasta 1982, cuando funda un coro que se llama Alfa y Omega. Tenía una connotación religiosa. Ensayaban en la casona del Doctor Calderón Guardia, cuando dejó de ser ahí el Colegio Anastasio Alfaro.
Entre una oficina y muchas bodas Contaba con gentes de todas las edades. Un coro tiene gastos muy grandes y ella no tenía financiamiento, por lo que consiguió un trabajo como secretaria en el Coro Sinfónico y ganaba 2 mil colones mensuales, lo cual era un sueldazo, y así sufragaba algunos gastos de su coro. Un día se le ocurrió a alguien invitarla a cantar el Avemaría en un matrimonio. Le fue muy bien. Poco a poco se fue difundiendo su buena fama, y todo el mundo la buscaba para cantar en bodas. Y entonces la Lupe se puso de moda... Para esos días también descubrió los jingles, y empezó a ganarse la platica en anuncios. Recuerda algunos, entre ellos uno de Cera Nugget, que decía “cera Nugget en pasta, da brillo que es un amor”. Ahí se juntó con Pigo Maf fi oli. Juntos trabajaron en un jingle de Mayonesa Craft, que sonó durante muchos años, y en otro que todavía anda por ahí, y que dice “Ina, Ina, Ina, la llave del progreso”...
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Con todo eso se ganaba buena plata y todo era para mantener el coro.
La primera lección de humildad En ese momento llega Enrique Granados al país y empieza el auge de la lírica. “Yo cantaba oratorio, todo lo que tenía que ver con coros. Álvaro Sáenz, sobrino de Guido Sáenz, y quien ahora es párroco en la Iglesia de La Merced, me agarró de la mano, y me dijo, ´venga mi hijita´. Me puso frente a la ópera ´Carmen´, desde el primer acto, hasta que terminó. Me dio la partitura, y me dijo ´llévesela para la casa, estúdiela´. “Yo era contralto. Nada que ver con soprano. Las soprano son flacas, lindas, y se mueren de amor en el escenario. En cambio, las contralto son malas”. Para esos días estudia ´El barbero de Sevilla´. Su modelo es la mesoamericana Marilyn Horne. “Imitaba a doña Marilyn como lo hacía con Joselito durante mi niñez. Imité tanto su técnica que me hice técnica. Desde entonces también soy amante de un señor que se llama Alzhaimer, porque no me acuerdo de mucho...”. Al rato, haciendo memoria, cuenta que vino un argentino e hizo audiciones para jóvenes cantantes. “Era alguien que tenía que ver algo en la academia en la que luego fui a estudiar. Me dijo que Rafael Ángel Saborío y yo teníamos muchas posibilidades de ir a Europa. Le dije que yo no era cantante, sino directora de coros... “Bueno, al final Saborío y yo empezamos a correr. El gobierno de Monge nos dio los tiquetes y jalamos para Italia. Me fui creyendo que era el ´non plus ultra´. En Costa Rica tenemos la virtud o el defecto de que cuando sacamos cabeza aquí, ya nos creemos el centro del queque... “Yo era bastante creída. Llegué a Italia, y me di cuenta que el mundo seguía más allá después de la cordillera. Encontré gente muy profesional y resulta que no pasé la audición. No había beca ni nada. Nada para mí. “Entonces, me fui, toda creída, y les dije que porqué no me aceptaron. Un gran maestro que se llama Mario Melani me llamó aparte. Al día siguiente tuve una reunión con él, fui y me senté, y ahí me dieron mi primera lección de humildad. Entendí que al toro no se le debe agarrar siempre por los cuernos... “Él me dijo ´usted tiene una buena voz y ha hecho un viaje muy largo, pero no tiene el nivel para entrar a esta academia´. Camilo Rodríguez Chaverri
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Así no más. Algo conocía él de Costa Rica, me dijo que yo venía de un país muy pequeño y que me iba a ofrecer un negocio. “Primero me recordó que ahí no daban beca. Luego me explicó que lo único que podía hacer por mí era aceptarme tres meses en sus lecciones de técnica vocal y que a los tres meses le volvieran a hacer el examen... “La verdad es que él me becó. Iba de oyente. Me costó mucho, fue muy duro. Cuando uno sale de Costa Rica, cree que ya lo hizo todo. Pero la verdad es que aquí se está empezando, apenas estamos dando los primeros pasos”.
Votos de pobreza “Llevaba 600 dólares en la bolsa. Rafa (Saborío) y yo nos fuimos a una especie de hostal de sacerdotes. Nos rentaban un cuarto. Luego él se fue para otro lado. Cocinaba en una resistencia. En una ollita cocinaba las pastas y le echaba el tomate crudo. Pasaba todo el día con pasta y con salsa de tomate”, recuerda. Tenía que caminar mucho. Estaba en Osimo, un pueblo colocado en una colina. Es un pueblo de la época de los romanos, conocido como el pueblo de los sin cabeza, pues en una de las guerras, le cortaron la cabeza a todas las estatuas. “Para llegar hasta donde vivíamos había un atajo... Consistía en 375 escalones. Rafa Saborío y yo lo hacíamos dos veces al día”. Dice que su aventura en Italia le enseñó a ser mejor ser humano. “La experiencia en Italia me enseñó a ver que soy parte de un universo. Dejé de ser el centro de mi mundo para ser un punto más en el universo. Lo primero es que hay que empezar a reconocer lo que valés, lo que podés hacer y lo que no...”. Vino la nueva audición, y le anunciaron que era soprano. “Empecé a cantar y a estudiar y di mis primeros pasos de nuevo. Pasar a ser soprano era de un enorme impacto sicológico y físico para mí. La soprano es siempre la bonita, la delgada, la princesa, la reina... Me sentía cualquier cosa menos la princesa y la reina. Yo me preguntaba cómo podría interpretar a esas figuras con este cuerpo “Pero en la segunda audición me dijeron que tenía mucho futuro, y eso era más importante que mis miedos. Eso sí, me advirtieron que el primer año era apenas de prueba. No estaban muy seguros de mi preparación”. 96
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Su vuelo supremo En mayo de 1984 tuvo su primer concierto en Italia. “Mi primer concierto fue en el teatro de la comunidad de Osimo. Ya era soprano, y fue un gran éxito. Me gustó ver cómo el público me aplaudía. Era el premio para mí. Era ver cómo la comunidad aceptaba mi trabajo “Desde esa primera vez supe que la interacción con el público iba a ser fundamental para mí. Siempre he tenido comentarios muy particulares. Por ejemplo, una vez tuve una presentación especial con 15 ó 20 alumnos de la academia. Cada uno cantaba una pieza. Al final del concierto me dijeron que afuera estaba una señora que quería hablar conmigo. Era una señora de 80 y pico de años. Cuando salí se le llenaron los ojos de lágrimas, y me dijo que quería conocerme y darme las gracias. “Cuando le pregunté que no entendía muy bien por qué lloraba, me dijo durante la Segunda Guerra Mundial le asesinaron a un hijo y que acababa de estar con él. ´Estuve con él cuando usted cantó´, me dijo la señora”, rememora Guadalupe, quien confiesa que le han pasado montones de cosas como esa. “Es frecuente que alguna gente se acerque después de los conciertos y me diga cosas como ´gracias por cambiar mi vida´, ´hoy vi a Dios oyéndola a usted´, ´con usted conocí el cielo´”, cuenta, con orgullo pero sin ostentación. “Me cuesta creer que uno pueda generar eso”. Del 1984 a 1987 estuvo en Osimo, de manera ininterrumpida. “No recibía ofertas sino apenas comentarios de ese tipo. Me acuerdo que estudiaba con cantantes coreanos, que llevaban becas fabulosas, de 2 mil ó 3 mil dólares mensuales. Llegaban con toda su familia. En cambio, a mí ni siquiera la academia me podía becar. Viendo mi situación, lo que hicieron fue darme trabajo. Yo era como el misceláneo. En los montajes de ópera ayudaba con el vestuario y la escenografía, también preparaba programas, pegaba afiches, limpiaba los pianos, sacudía, jalaba cajas... En invierno me tocaba subir los calentadores. “Con todo eso aprendí no sólo a cantar, sino a trabajar. Que me costara tanto me ha ayudado mucho. Por ejemplo, recuerdo cuando compré mi primer radio, mi primer tocadiscos. Ese día atesoré el radio en mis manos como si fuera de oro”.
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Entre concursos y lipidias Tuvo su primer concurso en Mantua, y quedó en tercer lugar. En eso llegó diciembre. El pasaje que le había dado el gobierno de Monge vencía el 31 de diciembre a las 12 de la noche. Ese día la pasó sola. “Compré una botella de vino espumante, me senté a esperar que llegara la media noche, abrí la botella a medianoche, vi el tiquete, lo rompí, me ´sampé´ la botella y amanecí con una goma del carajo”. A esa altura vivía en una casa de estudiantes. Le servía de dama de compañía a la dueña, que era una anciana muy enferma, y a cambio le permitían un cuarto y una cama. “Al principio se lo pagaba. Cuando ya no pude, se lo dije, y ella me ofreció quedarme a cambio de que la ayudara. “La llevaba a la iglesia, la acompañaba a hacer las compras, cuando estaba enferma la ayudaba a bañarse, la acompañaba cuando le daban ataques de epilepsia. “Nunca había visto un epiléptico en mi vida. Tenía ataques en la cama, y me tocaba atenderla”. Reconoce que le ayudó mucho ser muy sociable. “A los 7 meses ya estaba hablando italiano y me gané el amor del pueblo entero. Me quedan grandes vivencias. Por ejemplo, fui la celestina de una pareja de octagenarios. Él era el zapatero del pueblo, Don Antonio, y ella, Doña María, era tía de Franco Corelli, el tenor italiano. Ellos se enamoraron y yo les proporcionaba el lugar para que se vieran”. Se ganó la condición de hija predilecta de Osimo. Vivía con 200 dólares al mes. Ahorraba para pagar el tren para ir a un concurso. Los 200 dólares se los mandaba doña Lilly Yamuni. “Doña Lilly fue mi benefactora, mi ángel guía. Una vez ella fue a venecia, y yo fui a topármela. Estuve con ella, hablamos mucho. Nunca tendré cómo pagarle. Me vistió y me alimentó para que yo siguiera manteniéndome en lo que estaba”.
Ganó el Premio Pavarotti En 1987 la trajeron a Costa Rica para cantar Aída. Ya para entonces había ganado concursos. Todo se dio a través de Álvaro Sáenz, a quien ella le había mandado un casete. El viaje significa volver a Costa Rica, venir con un papel protagónico y como soprano. Su papá había muerto un año antes. Llegó en agosto y estuvo hasta octubre. También pasó a cantar Aída en México.
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Regresó a Osimo por un año y fue entonces que apareció la oportunidad de participar en el Concurso Internacional de Pavarotti, en el que participan los mejores y las mejores de todo el mundo. “Un profesor mío, Antonio Tonini, un gran músico, era el repasador personal de Pavarotti. Él me dijo que quería que yo participara representando a Italia”. Ganó la primera clasific ación y en la eliminatoria por Europa volvió a ganar. “Eso me acreditó para que fuera a la final, en Estados Unidos, con los 75 que pasaron entre los 1500 participantes. La final fue en Filadelfia. Sólo había tres latinoamericanos. Un argentino, una chilena y yo...”. Entonces, la gran noticia. La costarricense Guadalupe González, hija de un pintor y una dueña de sala de belleza, que jamás se imaginó en su infancia y adolescencia que cantaría ópera, que tuvo una guitarra que parecía un marciano y que hasta entonces veía aquello como algo de ´viejitos atrasados´, ganó entre 1500 participantes uno de los más prestigiosos concursos en el mundo... Esa fue la gran oportunidad para que se le abrieran las puertas en cualquier país del planeta...
En Costa Rica Aunque después de ganar el Pavarotti volvió a Osimo, en 1989 se vino defin itivamente. “Debo confesar que me vine desecha, porque me quería quedar allá. Pero ya era difícil conseguir mucho trabajo. Hay muchas argollas y mucha competencia. No había campo para centroamericanos. Traté, lo hice por el medio limpio. Por la vía legal. La forma ilegal es acostarse con un representante y eso no lo acepto. Nunca me acosté con alguien para llegar a un escenario. “Prefiere llegar hasta la gente a la que le es imposible llegar a esos escenarios, como a un lechero que parquió la vaca que iba arreando frente al salón comunal de Santa Elena de Monteverde, donde fui a hacer un concierto, y con la vaca afuera y en botas de hule, entró a escucharme. Era un concierto de ópera explicada. Entró como a la segunda o tercera pieza Lo vi donde venía con la vaca y cuando la dejó afuera. Yo me preguntaba qué le dirá a él. Canté parte de lo que le corresponde a Butterfly en Madama Butterfly y no podía quitar los ojos de la vaca. Después de cantar pensaba con qué me podría salir ese hombre del campo.
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“Él se acercó. Yo le dije que si tenía una pregunta. Y me dijo ´¿qué pasó con el carajo ese? Le respondí que el marinero regresó por el hijo. Y él exclamó, ´diay, qué lindo´. A mí se me vinieron las lágrimas... “Ese hombre me dio a mí una gran lección. No importa lo que se hace. La sensibilidad la llevás dentro. Existe en cualquier lugar, pero tenés que dejarla hacer”.
El año de la partida En 1992 se va para México a cantar el Réquiem de Verdi. “Mi mamá viajaba conmigo durante los últimos años. Me la llevaba a que me acompañara. Se me muere el 1 de abril, mientras estaba yo cantando allá. Me quedé un día más, decidí incinerarla y me traje las cenizas. “Pero en eso Zaida Sequeira, quien era directora de la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información en la UCR y presidente de la Asociación de Bibliotecólogos de Centroamérica, me dijo que iba para la UNESCO a escribir un libro, en la Biblioteca del Congreso, y que por qué no me iba con ella. “Luego, ella entra a trabajar en la biblioteca de la OPS, y a mí, después de un año, me nombran en la embajada. Era George Bush padre el presidente y me llamaron porque necesitaban a alguien que cantara el himno de Estados Unidos, porque la hija de Bush tenía una recepción en Georgetown. Yo me fui muy digna y muy sobria, y canté sin música, a capela”. A partir de ese hecho la invitaron a que participara en el Kennedy Center, en el Festival de las Américas, e invitó al pianista costarricense Jacques Sagot para que la acompañara. A partir de ahí, en diez años ha cantado con Plácido Domingo, con Luciano Pavarotti, con José Carreras. Además, ha destacado con la Sinfónica de Virginia, con la que ha cantado el Réquiem de Verdi, Aida, la Novena de Beethoven. También ha brillado con la Orquesta Sinfónica de Arlington, y es la única artista invitada a la que han llamado durante cuatro temporadas seguidas. Con los demás repiten cada seis o siete años.
Un gran premio en Francia Se ganó el premio internacional del público en un importante concurso en Francia. El premio es implementó 100
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por ella y para ella. “Había estado muy bien. La gente me aplaudía mucho. Dieron todos los premios, del menor al mayor, y no me llamaron. Todo el público se volcaba hasta donde yo estaba. Daban por un hecho que yo ganaba. Cuando anunciaron a otro en el premio absoluto, el teatro en pleno empezó a linchar, se paró toda la gente y se dirigió a ella. “Fue un escándalo. Me quedé esperando al jurado y les pregunté qué había pasado. Sabía que merecí ganar. Y fue tal la presión del público, allí y en los periódicos del día siguiente, que tuvieron que crear el Gran Premio del Público, y me lo otorgaron”. Aprovecha para decir cuatro verdades: “Este es un medio muy difícil, de competencia desleal, desigual, donde por la falta de espacio no se te permite crecer Si alguien viene y hace las cosas más o menos bien, lo aíslan. Vos no podés ser dueño de un espacio, por pequeño que sea. Guardo el dolor de no venir a cantar aquí. Hace unos años me sentía peleada con el medio, pero ya no”. Y sigue con su voluntad de multitud. Formó un coro en la OPS, además integró a una serie de músicos que en Washington no tenían mucho qué hacer y canta en el coro de la Iglesia Católica de un pueblo de Virginia. Su sueño es tener una escuela para enseñarle a los niños a cantar. “Creo que en Costa Rica hay mucho potencial. Quiero venir a ayudar, a ver si me dejan”.
Albertina Moya “El 25 de junio murió Albertina Moya. La triste noticia trascendió poco. Ella fue la persona a la que yo, sin haber conocido mucho, le agradezco el que me haya iluminado al escucharla cantar una obra de Benjamín Gutiérrez. “Era una gran cantante. Como todo buen costarricense que se queda en este país, murió siendo uno de los 4 pasajeros que quedaron gravemente heridos en un accidente de un autobús”, dice, entre molesta y muy dolida. “Le doy gracias a la vida porque he aprendido de mucha gente muy grande, y por las condiciones que he enfrentado, me ha tocado hacer de todo. Lo primero que he aprendido es que, a pesar de los problemas, hay que vivir sonriendo. “A mí me invitan a un concierto y llego en jeans y tennis, con una gorra. Así salgo del escenario. Y si pudiera presentarme así, lo haría. Esa carajada de tener que vestirse tan elegante es muy jodido”. Camilo Rodríguez Chaverri
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A pesar de su enorme talento, tiene los pies sobre la tierra. Una vez se quedó sin trabajo en Estados Unidos. Y pusieron un servicio de cattering, pero ella y su amiga servían más de la cuenta... Compraban camarones y lomito, y cobraban 4 dólares. “Por supuesto que quebramos y juega de nuevo, sin trabajo”, dice, entre dos carcajadas la Lupe, tan bella, tan grande, tan buena. Ojo, setiembre 2002
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Jacques Sagot
Con vocación de tormenta
Es el más importante pianista costarricense de todos los tiempos, uno de los articulistas más admirados y un gran cuentista. Jacques Sagot es trabajador, profundo, metódico, urticante, serio y genial. En esta entrevista se muestra elocuente y deja la modestia a un lado para decirse lo que la mezquindad de algunos en nuestro medio han tratado de silenciar. Lamentablemente no podrán, pues la luz brilla, aunque luchen por sepultarla. -Hablemos de su vida... -Nací el 15 de setiembre de 1962. El cumpleaños de la patria ha estado desde siempre ligado al mío. De niño mi mamá solía decirme que los desfiles y las festividades de la Independencia tenían por propósito el celebrar mi cumpleaños, y yo me creía el cuento. Los efectos que esta encantadora pero potencialmente peligrosa mentirilla tuvieron sobre mi ego y sobre mi relación con el mundo fueron, sin duda, considerables. Mi mamá logró, con aquella pequeña mistificación, hacerme sentir querido y celebrado universalmente por lo menos durante un día del año. La vida me dio después muchas oportunidades de comprender que esto no era así, y que nadie puede pretender -ni por un instante siquiera- monopolizar las fanfarrias del mundo entero. Sin embargo, no puedo negarlo: siempre fui -y sigo siendo- un perfecto “chineado”. He de decir, en mi descargo, que también soy un buen “chineador” cuando la vida me ofrece la ocasión de desempeñar este papel. -Usted ha manifestado ser de origen humilde... -Hasta los cuatro años de edad viví en Hatillo Uno. Ni me jacto de ello ni me averguenzo. Lo consigno porque me divierte el que algunas personas -desorientadas quizás por Camilo Rodríguez Chaverri
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mi origen y mi nombre francés- suponen que soy un señor pomposo y aristocrático, uno de esos pasajeros de primera clase que se hubieran salvado en el naufragio del Titanic. Nada más lejos de la realidad: ¡hubiera sido de los primeros en ahogarme! Mi infancia fue un poema, y eso se lo debo a mis padres. Ellos fueron los demiurgos, los arquitectos de esta extraña pero fascinante aventura que es mi vida. A veces me pregunto si todo lo que he hecho desde entonces -cada uno de mis conciertos, obras y escritos- no tiene por propósito fundamental el honrarlos y hacerlos sentirse orgullosos de mí.
La música y el miedo “De mi infancia tengo recuerdos que se remontan a los dos años de edad: la ceniza del Irazú mientras se acumulaba sobre mi cabeza y sobre el cochecito en que me sacaban a asolearme por la mañana; las primeras impresiones musicales -la Obertura Festival Académico de Brahms, que programaban los domingos en la Radio Universidad de Costa Rica-; la cuesta por donde, ante mi mirada ansiosa, bajaba el bus que traía a mi papá del trabajo; el primer trueno que jamás escuché -y esa tarde la recordaré hasta el fin de mis días-, con estremecimiento comparable al que las fuerzas de la naturaleza provocaban en los hombres de las cavernas. Me maravilla aún pensar que, como en el caso de todos los hombres, mi infancia coincidió sicológicamente con la infancia de la humanidad”. -Relaciona en su obra y aquí al miedo con la niñez... -Pocas cosas recuerdo tan vívidamente como los primeros terrores, las primeras pesadillas, los informulables, larvales temores de la infancia: todos los que he sentido después y los que aún hoy experimento son como ecos, como reediciones, como prolongaciones de esa original vivencia del miedo. El terror es una de las cosas que menos cambian en la vida. Desde entonces decidí pactar con él, sacarle partido, usarlo en mis juegos y en mi arte -que no es otra cosa que un juego, muy serio quizás, pero juego al fin. El miedo y yo terminamos por convertirnos en buenos y viejos amigos, aunque todavía, de vez en cuando, es capaz de rebelarse y de devolverme en cuestión de minutos a la primigenia sensación de indefensión y desamparo de la infancia. El momento más importante de mi vida fue aquel en que aprendí a verbalizar el miedo 104
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y el dolor, el día en que logré encadenarlos a la palabra y convertirlos en materia prima de mi música y mi literatura. Aún así, mi control sobre las potencias ocultas dista de ser completo: a veces se abren las esclusas del alma, y se cuelan por ellas toda suerte de demonios... pero también eso es parte del vivir”. -¿Qué influencia tuvo en su vida el Liceo Franco Costarricense? -Dejé once años de mi vida allí: toda la escuela primaria y secundaria. Mi contacto con la lengua y la cultura francesas -una de las fuerzas más fecundantes para mi sensibilidad- se lo debo a mi padre, quien también me iniciara en la música, y que siempre trató de mantener viva en mí la savia cultural de sus ancestros. Yo soy, como lo son tantos latinoamericanos, el producto de varios cruces transculturales: celebro mi complejidad, mi riqueza, mis contradicciones, mi heterogénea complexión cultural. Me declaro espacio de convergencia de varias culturas: la española, la francesa, la indoamericana y ahora también la norteamericana. Soy varios hombres en uno solo, y esto me parece ser una de las mejores cosas que pueden acontecerle a un ser humano. -¿Dónde quedan su lengua y su cultura de origen? -Tanto en Costa Rica como en París, Madrid o Houston, hay cosas que, parafraseando a Baudelaire, “le hablan a mi alma en su dulce lengua natal”. No es que me sienta un “ciudadano del mundo”, porque en el fondo no soy una persona tan cosmopolita como podría creerse. Me declaro simplemente feliz de poder configurar mi propia identidad a partir de varias percepciones del mundo diferentes, a través de una intimidad profunda con la sustancia cultural de diversos países. Yo soy proceso, búsqueda, constante producción de mí mismo: el día en que esto deje de ser así será también el día de mi muerte.
La patria en el corazón... “Por encima de todo, el centro de gravedad de mi persona es y será siempre Costa Rica. Uno no habita la patria: la patria lo habita a uno. Es esa latencia, esa especie de continente interno que uno lleva en el alma: lo que Romain Rolland llamaría “el aroma de una vida”. La patria es también una mitología personal, la caótica, fantástica suma de vivencias que informan la existencia: la latitud misma del espíritu. En rigor -y esto puede decirse de todo ciudadano Camilo Rodríguez Chaverri
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del mundo occidental- debo confesarme habitante de la República Independiente de Jacques Sagot. Población: Yo. Presidente vitalicio: Yo. Cartógrafo: Yo. Ministro de cultura: Yo. Presidiario perpetuo: Yo. Soy juez, testigo, carcelero y prisionero de mi propio reino. Soy individualista, sí, porque mi cultura -o mejor aún: mis culturas- desde la época de Descartes y Montaigne, me han modelado de esta manera. Reconozco ser buena arcilla en manos de ese inmemorial escultor: el tiempo. No pido disculpas por ello, y puedo asegurarle al mundo que hay cosas maravillosas en esta manera de ser”. -¿Qué signific a para usted la patria? -La patria es la suma de todas aquellas cosas que están cerca de mi corazón: mi patria es la mujer amada, es la música, la literatura, la poesía, las ochenta y siete teclas del piano, config urando su misteriosa sucesión de valles, colinas y selvas inescrutables. Y Costa Rica es la gran dispensadora, el origen de todo cuanto en el mundo amo. Cada concierto que doy es un tácito homenaje a ella, y cuanto más remoto o exótico es el lugar donde toco, más presente la tengo en mi corazón, porque la lejanía tiene el poder de exacerbar los amores... cuando son verdaderos. Uno de los momentos más decepcionantes de mi vida fue cuando en cierta ocasión un funcionario de Contraloría reprendió a la Orquesta Sinfónica Nacional por estar “invitando constantemente a ese pianista francés llamado Jacques Sagot, que nunca paga el impuesto exigido a todo solista extranjero”. ¡Imagínense ustedes!...
Piano y literatura -En usted se juntan la música y la literatura. -La música y la literatura no son para mí opciones: son estigmas, irrenunciables compromisos. Yo no las escogí a ellas: ellas me escogieron a mí. A veces tengo la impresión de que no soy yo el que da conciertos y escribe libros, sino la música y la palabra las que me habitan, las que me hacen tocar el piano y esgrimir la palabra. ¡Pero basta ya de metáforas militares! La palabra no se esgrime: a la palabra, como a la música, se le hace el amor, ¿o serán más bien ellas quienes me lo hacen a mí? -Estuve en la presentación de su primer libro, “Cuentos mágicos y góticos”. Creí que, por su calidad, iba a tener gran acogida, pero pasó casi inadvertido por culpa de la
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mezquindad de algunos. Ya viene el segundo. ¿De qué se trata? -Sí, ahorita sale mi segundo libro de relatos, “Cuentos de Plenilunio”, publicado por la Editorial Tecnociencia, que también publicara, hace un par de años, mis “Cuentos Mágicos y Goticos”. Le pido a mis queridos y fieles lectores que corran a comprar mi nuevo libro -no me importa hacerme cargo aquí de mis propios bombos y platillos-, porque si no lo compran va a ser muy difícil publicar el tercer volumen de cuentos, que ya viene también de camino. La autopublicidad es una de las cosas más impúdicas que sea dable imaginar, pero a veces no hay más remedio que practicarla. Aún cuando mis cuentos no tuviesen ningún valor literario -y espero ciertamente que no sea el caso- el libro valdría por los fantásticos dibujos de Ana Griselda Hine, y el extraordinario prólogo de Raúl Torres: a ambos, mil gracias por creer en el destino de este navío que apareja ya hacia el porvenir, y que tanto puede llegar a los más remotos litorales como naufragar aparatosamente tan pronto se haga a la mar. -Dice García Márquez que escribe para que lo quieran... -Uno tira al océano la botella, con la esperanza de que alguien va a encontrarla. El que el mensaje sea descubierto y descifrado depende enteramente de los caprichos del mar y de las manos en que caiga. Una vez creada la obra, deja de pertenecer a su autor. Serán mis lectores quienes decidirán de su suerte. En manos de ellos me pongo, sin reservas ni temores de ninguna índole. Ellos le darán vida a mis cuentos a través de ese maravilloso acto de co-creación que es la lectura activa, o le darán muerte a través del desinterés. La experiencia estética es siempre una vivencia compartida. Hacen falta dos para bailar el tango. Lo acepto con júbilo. Y debo agradecerle a Myriam Bustos, quien es la cómplice de mis travesías literarias, mi hermana de mil batallas, mi maestra, mi consejera y mi amiga, debo agradecerle por haber sido la aliada de mis sueños.
Los discos compactos -Ha producido dos discos compactos... -Si me permite seguir con esta obscena sesión de autofanfarria, anuncio que también está por salir un tercer disco compacto con obras de Chopin, Liszt, Schumann, Rachmaninoff y Bartok. Camilo Rodríguez Chaverri
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-¿Es mejor que los dos anteriores? -No lo sé. Es una crueldad obligar a una madre a escoger al “mejor” de sus hijos. Cada disco tiene sus cosas buenas, y otras que son mejorables. Tocar para un micrófono plantea problemas muy diferentes de los que propone un recital público: el micrófono no aplaude, ni vitorea, ni abuchea. Sin embargo, es una máquina implacable que no perdona la menor de las imperfecciones, y que siempre tiene sobre la ejecución un efecto un tanto homogeneizador y “pasteurizador” que despoja a la música de esa electricidad, de esa inmediatez, de esa segregación masiva de adrenalina -y feromonas también- propias al concierto público. Grabar en estudio y tocar conciertos son vivencias completamente diferentes: cada una de ellas tiene sus secretos y hay que aprender a “agarrarles el caido”.
¿Ministro de Cultura? -Don Abel Pacheco ha manifestado que, en caso de que gane, lo nombraría Ministro de Cultura... -Bueno, sí, para pasar a cosas mucho más desopilantes, resulta que se ha propagado ahora ese rumor de que yo “albergo secretas aspiraciones ministeriales”. Esto ha dado origen a algunas divertidísimas manifestaciones de la naturaleza humana. ¿Puede creer que hay gente que ya me anda “pasando la brocha” de la manera más descarada? Gente que nunca en su vida me había hablado se me acerca ahora en actitud de obsequiosidad y deferencia versallesca que me resulta entre cómica y patética. “Que se desengañen de una vez y reserven sus esfuerzos para mejores causas, pues conmigo la brocha y el cepillo son de nula eficacia. No voy a ser ministro por la sencilla razón de que no soy la persona adecuada para el cargo. Considero a don Abel un amigo personal y un hombre de extraordinaria calidad humana. Pero no por ello voy a aceptar un cargo para el cual no estoy calificado”.
Mejor como artista -Soy músico y escritor, y con mi piano y mi pluma puedo servirle infinitamente mejor a mi país que sentado detrás de un escritorio, oficiando diariamente la tediosísima liturgia de la burocracia administrativa. -Entonces, ¿cuál será su ministerio? 108
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-¿Quiere saber cuál es mi único, verdadero, irrenunciable ministerio? Se lo voy a decir ya mismo: son todos esos lectores que me honran con su fidelidad, todo ese público que me escucha y me ha seguido siempre a través de mi carrera. A ellos me debo en cuerpo y en alma. Mi corazón, mi obra y mi mejor esfuerzo les pertenecen. “No me interesa controlar, dominar, manipular, ´bombetear´, o ´fachentear´. He ahí cinco verbos que me son totalmente ajenos. Para eso hay mucha gente que tiene vocación natural indiscutible. El arribismo político me hace vomitar. Nunca podré entender el pasmoso mimetismo camaleónico de ciertos escaladores que cambian de color cada cuatro años con tal de colgarse a toda costa de la rameril ubre política de nuestro país”.
Poderoso “El único poder en el que creo es en el del talento y la inteligencia. Todo lo demás son paparruchas. Nada en el mundo podría encandilarme menos que el espejismo del poder político, esa trampa mortal en la que he visto caer a más de uno que alguna vez juzgara inteligente. “Aunque no soy ajeno al halago o al piropo, mucho más que hacerme admirar, anhelaría hacerme querer. Sospecho que es el caso de la vasta mayoría de los hombres. Quienes buscan la admiración, el reconocimiento, el prestigio, el poder -y aun quienes intentan reinar a través del terrorbuscan, aun cuando de manera quizás terriblemente torpe, hacerse querer por sus semejantes. -Pero usted se sabe profundamente admirado, ¿verdad? -La admiración de los demás es cosa muy gratific ante, pero únicamente en tanto representa una forma del amor. Cuando me pregunto cuál es la razón profunda que me mueve a dar conciertos y escribir libros desemboco siempre sobre la misma respuesta inocultable: porque quiero darme a querer por la mayor cantidad de gente posible, durante la mayor cantidad de tiempo posible.
Sin embargo... “Hay causas que defender, batallas que librar, y cada vez que uno empuña la palabra se corre el riesgo de ofender, irritar y provocar la urticación intelectual en aquellos que militan Camilo Rodríguez Chaverri
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en frentes antagónicos. También esto es parte inevitable del ser artista, y de la vida misma. El artista no es un gratificador universal, un hada madrina que pasa por el mundo irradiando la armonía y la concordia. Por la naturaleza de su trabajo, el artista es insurgente, subversivo, peligroso. “Acuérdese de lo que decía André Breton: “la belleza será convulsa, o no será.” El artista rara vez es un agente de la paz. Su misión es desestabilizar, socavar, sacudir, estremecer. De lo contrario será un mero decorador, un fabricante inocuo de bellas apariencias. “Y en este proceso es inevitable hacerse algunos o muchos enemigos. Lo divertido del caso es que la rivalidad de mis enemigos me honra tanto como la adhesión de mis amigos. Hay gente cuyo apoyo y simpatía me preocuparía hondamente. Significaría que algo en mi vida no anda nada bien”. -Don Guido Sáenz ha sido fundamental en su vida... -Mi vocación musical fue producto de esa gran forja de talento que él creara con la reestructuración de la Orquesta Sinfónica Nacional en 1971 y la instauración del Programa Juvenil un año más tarde. Yo no soy sino el resultado de esa gran efervescencia musical e intelectual que él desatara en el entonces adormilado medio artístico de nuestro país. Es una de esas personas con las cuales queda siempre una sensación de deuda no saldada, de gratitud nunca expresada de manera totalmente satisfactoria. -Se nota la infuencia de ciertos escritores y grandes compositores en su vida...¿Quiénes son los principales? -Son una especie de amigos, me habitan y son como la sangre de mi espíritu: Unamuno, Poe, Baudelaire, Victor Hugo, Verne, Ortega y Gasset, Schumann, Liszt, Chopin, Tchaikovsky, Bartok, Debussy... Están infinitamente más vivos en mi alma que muchos que se creen vivos y no son en realidad más que muertos ambulantes. A ninguno de estos grandes creadores los siento ni los he sentido nunca muertos. Creo conocerlos mejor de lo que conozco a muchos seres de carne y hueso con quienes departo cada día. Mi obra es también homenaje a estos viejos amigos: todo cuanto hago lleva la impronta de su presencia. No soy más que una confluencia, un estuario donde se confunden las voces de los artistas que han irrigado mi sensibilidad y mi pensamiento.
Yolanda Oreamuno -Usted está estudiando la obra de la escritora Yolanda Oreamuno. ¿Por qué la estudia especialmente a ella? 110
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-Es una voz que cobra cada vez más nitidez, más fuerza, más amplitud. La descubrí recientemente, después de haber escuchado durante años las mil fábulas entretejidas alrededor de su leyenda. Y comprendí entonces que la “leyenda” -esa donde la maledicencia, la envidia y el aldeanismo echan mano de la mitología para validarse a sí mismos- no era sino una forma particularmente insidiosa de la negación, del silencio, una manera de proyectar una nube de opacidad sobre la enorme escritora y su verbo impugnador, incendiario, profundamente subversivo. -De nuevo la mezquindad... -El genio asusta, y de inmediato moviliza en torno suyo las fuerzas del silencio. Pero a ella no pudieron silenciarla. -¿Qué significó para usted el contacto con la palabra de Yolanda? -Significó una conmoción de magnitud verdaderamente tectónica. Ni mi estilo literario, ni mi concepción del mundo, ni mi comprensión de la realidad de la mujer serán nunca los mismos después de haberla leído. -Sé que está tratando de reconstruir su vida en una investigación a largo plazo... ¿Qué ha encontrado? -Su vida reescenifica la inmemorial historia del espíritu altivo, indómito, singular, que se debate entre la pululación de criaturas liliputienses, insectiles. Quienes creyeron destruirla a través del despojamiento cometieron el error de sus vidas. Ahí está el terrible, impugnador retrato de don Vasco, en la “Ruta de su evasión”, denunciando la atroz disimetría de un sistema que priva a la mujer de la capacidad de erigirse en arquitecta de su propia persona desde el eje mismo de su ser. “Su obra es reconocida en toda Latinoamérica. ´La ruta de su evasión´ viene de publicarse en Venezuela, y constituye uno de los títulos de gloria más preciados de que pueden jactarse las letras costarricenses. “Estoy aquí para decirlo en Do mayor y cuatro por cuatro. Quiero renovar mi compromiso con su obra y su persona. Mi voz es la suya, y pienso hablar muy alto y muy claro. La verdadera batalla comienza apenas ahora. Y pueden ustedes estar seguros de que no estoy solo: son muchos -más de los que nadie hubiera podido nunca imaginar- los intelectuales que forman frente común en esta convicción. Ojo, marzo 2002
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Alfonso Chase
Le tienen miedo a la cultura
Era un colegial de pueblo, que todavía se perdía en el centro de la capital. Preguntando y preguntando, y después de un buen rato, di con su casa. O con su oficina. O con su estudio. Como quieran. Toqué la puerta asustado, nervioso. Una cabeza con una pipa salió por la azotea. Su barba de siglo XIX me resultó particularísima. Llevaba un libro de poemas y él me recibió como si fuera de la familia. Nunca se quitó la pipa de la boca, pero sus consejos y sus palabras me orientaron en la densa selva del verbo. Es que Alfonso Chase tiene puertas y ventanas en el alma, y por ellas sale y entra luz, y hay acceso para quienes quieran aprender de sus palabras. He vuelto varias veces como periodista. Es incisivo, cordial y fulminante. Sus frases llevan balas y rosas. La construcción de sus respuestas y la audacia de sus salidas siempre asombran. Ahora cambió de sitio su guarida. Su casa conserva lo mágico y maravilloso que siempre han tenido sus pertenencias. Es un pequeño apartamento de escritor, lleno de secretos y misterios, lleno de retratos de genios que lo acompañan en el milagro de la creación. En la salita hay una cabeza de ajos para ahuyentar las malas vibras y al cerrar la puerta me encuentro con dos herraduras. Sentado en el sillón que me ofrece, veo fotos de Eunice Odio y Yolanda Oreamuno, del escritor cubano Lezama Lima, de Evita Perón y el Ché. Y justo al lado del guerrillero argentino, una foto del subcomandante Marcos, con su pipa que los hermana.
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Así es, porque no tardo allí ni dos minutos cuando regresa Alfonso con su pipa y el humo que se posa sobre los retratos de su inspiración política: allí están los retratos de don Ricardo y don Pepe, Manuel Mora, González Flores y el doctor Calderón Guardia. El vive entre ellos, y entre sus ídolos, el Mago Merlín y el Conde de Saint Germain. Al lado de una ventana, un rótulo que dice “Relojería Chase” y que perteneció a su padre, quien en una de tantas fue relojero. Esa es la cueva sublime de un hombre que vive entre siete mil libros y de un poeta y cuentista que lee el Tarot.
Es una leyenda Al lado de la obra de un escritor o un artista, está la leyenda que haya sido capaz de construirse. Alfonso ya tiene un sitio en la historia de Costa Rica, aunque no sea la historia oficial. Ha publicado 32 libros, ha ganado muchos premios, y ha dicho todo lo que le ha dado la gana. El mismo reconoce que eso ha provocado que no tenga la posición social y económica a la que tuvo acceso. Le tienen miedo. La sociedad le cobra haber sido irreverente y lúcido, brillante y atrevido, audaz y travieso. Todo sobre una sola cabeza, todo en una lengua sin pelos, todo en una pluma luminosa. Mientras conversamos lo llaman guardas de parqueo y estudiantes, jóvenes escritores y señoras de la burocracia. Todo el mundo le dice “Alfonso”, que ya es una buena señal de apertura más allá de los límites entre clases o generaciones. Es que se crió en Hatillo, y su alma sigue ahí, en la clase media y la gente pobre de nuestro país. Es populista, ni lo niega ni le apena. Es urbano, homosexual, prolífic o, certero, ingenioso e irregular. Lo acepta tranquilamente. Y su obra marca a una generación, describe muchas épocas y se ganó un sitio en la que le corresponde vivir.
Niño adoptado Alfonso nació en Cartago, en 1944. Su padre, Luis J. Chase, enseñaba guitarra y era traductor. Había vivido 35 años en Estados Unidos y Europa, y podía impartir lecciones del mundo, pues hasta fue marinero. Y su abuelo era norteamericano.
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Es hijo adoptado. Tuvo oportunidad de conocer a su padre biológico, en su lecho de muerte, pero se quedó con la familia Chase Brenes. Se crió en la Zona Americana de Golfito, en los tiempos más rudos de la compañía bananera, cuando también existían la zona amarilla y costarricense, y los barracones, donde los peones (sobre)vivían. Estuvo frente al mar hasta 1951, cuando su padre perdió su contrato por apoyar a algunos empleados que luchaban por organizar una huelga. Entre otras cosas, se le acusaba por recibir en su casa a Danilo Jiménez Veiga, quien también promovía movimientos reivindicativos. A los 6 años sabía leer y escribir. Dice que empieza su actividad artística en el kínder George Washington y en la Escuela Jesús Jiménez. Luego empezó su peregrinaje por San José. Vivió en Guadalupe, Colima y cayó en Hatillo.
Adolescente de Hatillo Su papá estaba en la ruina. Tenía una finquita en Guápiles, pero la perdió. Y forman parte de gente que accede a una vivienda en el gobierno de Don Pepe. Tiene 10 años y empieza a conocer desde adentro eso que se llamó el fenómeno de la clase media. A los 12 años entra a la Escuela Manuel Belgrano y luego pasa por el Liceo del Sur. Dice que a los 13 empieza a escribir por hambre, pues promovían en los colegios concursos en los que daban premios de 50 colones. “Escribía cuentos, y con eso pagaba el agua y la luz, y me quedaba algo para comprar libros en la Lehmann y en la Librería Chilena”, cuenta Chase, cuyos autores iniciáticos fueron Herman Hesse, Oscar Wilde y Horacio Quiroga. “Me impresionó muchísimo el libro ‘Leyendas de Guatemala’, de Miguel Angel Asturias. De los nuestros, Fabián Dobles y Calufa Fallas, e influyó muchísimo en mí la novela ‘Manglar’, de Joaquín Gutiérrez”.
Lilia Ramos Cuando está en primer año del colegio conoce a la legendaria Lilia Ramos, quien se convierte en su sicóloga. “Mis papás me llevaron donde ella porque ya era inmanejable. Y
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a través de ella conocí la literatura costarricense. Lilia recibía libros de mucha gente”, cuenta. Va a una sesión por semana, y Lilia no le cobra a sus padres porque sabe que son pobres. A cambio, Alfonso le sacude los libros. Lilia era marxista y le enseñó que el trabajo hace al hombre. Le pregunto si es cierto que Lilia tenía los borradores de Yolanda Oreamuno, y me aclara que quien tuvo el borrador revisado de ‘La ruta de su evasión’ fue su madre, Brenes, quien la recibió de Luis Beltrán Prieto. Y crece Alfonso en medio de la argolla de la época, de la mano de Moisés Vincenzi, Arturo Echeverría, Juan Manuel Sánchez, Julián Marchena y Luisa González. De 1958 a1963 ellos le son familiares.
En la universidad Ingresa a la UCR en el 59, y ya conoce a Jorge Debravo, Laureano Albán, Julieta Dobles, Rodrigo Quirós y Marco Aguilar. Entra a un taller de Lenín Garrido llamado “Alguien más”, sobre poesía y apreciación del arte. En la U se junta con los jóvenes brillantes de su época. Marjorie Ross, Fernando Berrocal, Álvaro Quesada (q.d.p), Eugenia Chaverri, Zulay Soto, Arabella Salaverry y Mariamalia Sotela. Estudia “Ciencias del Hombre”, un híbrido entre Sociología y Antropología. “Era buen alumno, pero muy vago. Perdía el tiempo en todo lado. Pero don Carlos Monge me defendía. El me aconsejaba que me hiciera profesional para salir de pobre, pero lo mejor fue lo que aprendí de profesores como el padre Benjamín Núñez, Abelardo Bonilla, Eugenio Fonseca Tortós y Teodoro Olarte, quien fue el que más influyó sobre mí”. Es la época en que conoce y se junta con nuestros grandes escritores de este tiempo, Julieta Pinto, Carmen Naranjo, Daniel Gallegos. Y también están allí Cecilia Crespo y Álvaro Montero Mejía, con grupos de análisis, y figuras superlativas como Rodolfo Cerdas y Manuel Formoso Jr.
Sus primeras obras A los 21 años publica “Los reinos de mi mundo”, un libro de poesía muy elaborada. Luego “Arbol del tiempo”, y una novela experimental llamada “Los Juegos Furtivos”, que fue pionera en literatura urbana junto a “Los perros no ladraron”, Camilo Rodríguez Chaverri
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de Carmen Naranjo, y “Los dos reales y otros cuentos”, de Durán Ayanegui. Luego se va a trabajar de bibliotecario a la Oficina del Café, y lo mandan a formarse en Colombia y México. Se une a grupos intelectuales y empiezan a publicarle poemas y cuentos en revistas latinoamericanas. “Y el Círculo de Poetas, de Laureano Albán, es fundamental para dar a conocer nuestra poesía. De Laureano se habla mal porque le tienen envidia, y por haberse convertido en un personaje literario y un poeta profesional. Es latoso, pero siempre pensó en el grupo, nunca pensó sólo en él”, explica.
Jorge Debravo “Jorge Debravo tenía una enorme profundidad. Se conocía a sí mismo como poeta. Era humildísimo. Siempre hizo trabajos menores, pero con dignidad de campesino, que sabe que él vale aunque esté trabajando en una oficinilla. Estudió esoterismo, ocultismo. Era un hombre muy espiritual”, cuenta Alfonso sobre nuestro gran poeta. “Jorge era profundamente anticlerical. Era panteísta. Sabía que Dios está en todas partes. Veía a Cristo como un iniciado”, cuenta Alfonso, quien estuvo con Debravo hasta 15 minutos antes de que muriera. Chase se va del país en el 67 y regresa en el 69. Vagabundea por Estados Unidos y México, va de universidad en universidad, y estudia Diseño Gráfico en la UNAM. En 1968 intenta suicidarse. Le pusieron los Santos Oleos, pero recibió una segunda oportunidad. “Pasé el túnel que pasa todo el mundo. Traté de suicidarme en mayo y mi papá murió en setiembre del mismo año. Mi papá cambió su vida por la mía”, relata. “Desde entonces, pienso que no me voy a morir nunca. Me voy a integrar a lo que sea, pero morirme, nunca -continúa-. Desde que sobreviví del suicidio, fue muy difícil pararme. He publicado regularmente. Algunas obras no son de la altura de otras. Algunas son irregulares. No me importa. Ya escribiré la novela perfecta”, sentencia. “Mi comportamiento patológico obedece a que soy hijo único. Desde la muerte de mi papá, todas las relaciones que he tenido con hombres y mujeres han sido desde una posición de Padre”. De esos tiempos turbulentos surgió su libro “Cuerpos”. En México se encuentra con Cardona Peña y Eunice Odio. 116
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Y tiene aquí el apoyo de Margarita Bertheau, Ninfa Santos y Margarita Esquivel. “Aprendí que la obra es la que distingue a los escritores. La leyenda se desvanece. Lo que queda es la obra. ¿Qué sería de Eunice Odio sin “El tránsito de fuego”, por ejemplo?”, dice Chase.
Con Marcos y Chávez Al inicio de los setentas publica “Las puertas de la noche”, otra novela de vanguardia. Y entra al Ministerio de Cultura con don Alberto Cañas. “Don Beto fue paciente y tolerante conmigo. No le gusta lo que escribo ni mi personalidad, pero me respetaba”. “Además, a partir de los sesentas y, sobre todo, en los setentas adquiero una conciencia y una visión política de América, a partir de Martí, Bolívar, Madero y Zapata. Por eso admiro al sub Marcos y a Hugo Chávez, que son catalizadores, algo así como el Polo Norte y el Polo Sur”. Le replico y sigue adelante. “¿Cuál es el problema de ser populista? Los populistas optan por la economía social y las garantías sociales. Es todo lo que hizo Eva Perón, y lo que hizo está muy bien hecho”.
¿Inmortal? Le pregunto acerca de sus obras inmortales. “Ninguna obra es inmortal. Lo único inmortal es mi conciencia. He creado mi propia alma, gracias al cultivo del espíritu, que está en el cerebro. No hay cielo ni infierno. El infierno son los otros, y el cielo lo forman los lectores”, dice. “Mis cuentos y mis ensayos han abierto camino. Son una obra adelantada. Es que lo único importante es competir con uno mismo. No compito con nadie por premios”, explica Alfonso, quien considera que su narrativa es lo más valioso que ha producido. “A pesar de eso, aprendí a vivir como un poeta. Para mí, el gran creador de todos los tiempos es el Mago Merlín, capaz de crear su propia historia y la historia de los demás. Y admiro muchísimo al Conde de Saint Germain, quien ha vivido 482 años y todavía se aparece”. Le pregunto si se considera excéntrico. Su respuesta no deja dudas. “A partir de mi segundo nacimiento, cuando intenté suicidarme, aprendí a aceptarme como soy. Más que excéntrico soy extravagante. Cuando uno es excéntrico el Camilo Rodríguez Chaverri
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centro ya no es uno. Yo soy el primer asombrado con lo que digo y escribo”. Le digo que si le gusta escandalizar. “Me es indiferente. Me sorprendo no de tanta gente que nos detesta o me saca la lengua, sino de tantos que me quieren y apoyan. Vendo muchos libros. Tengo un público que crece. Consiste en unos dos mil lectores”. “Agarro un bus y me voy para donde sea. Me reúno con estudiantes y dirigentes comunales. Me encanta saber qué opina la gente. Mi universidad es el mercado. Ahí aprendo más que en Harvard”. Otra vez lo interrumpo, porque, a pesar de lo que dice, otros lo consideran un gurú de la argolla cultural. “Yo soy parte de esa argolla, y me molesta cuando veo que se cierra. Son élites culturales. Aquí ocurre en todo. ¿Cuánto hay que pagar para ser diputado o magistrado? El problema es cuando la plata y el apellido puede más que el talento. No es lo mismo llamarse Camilo Pinto Guardia que llamarse Camilo Rodríguez Chaverri”, dice Alfonso.
Sociedad estratific ada “Nuestra sociedad es muy estratificada. Del año 1970 para acá, 468 personas han sido ministros, diputados y presidentes ejecutivos, entre 468 personas se reparten todo el poder”, dispara Chase. “La clase media es un decorado. Es la gradería de sol. Y no la dejan jugar”, apunta. “Por eso no estoy de acuerdo con que se meta plata en política, pues convirtieron las elecciones en industrias. Quiero que una ama de casa sea diputada o un jardinero sea diputado. Los prefiero porque le pueden dar más al país que los diputados con apellido y chequera”, manifiesta, fulminante. “Por esa importancia de la plata en política es que hay tantos chorizos. Por ejemplo, quieren vender las instituciones porque hay muchos millones de por medio”. “La Segunda República ha muerto. Hay que crear una Tercera República con participación de la gente. En Costa Rica la evasión fiscal demuestra que hay mucha injusticia social, porque la clase media y los pobres sí pagan sus impuestos. Los que se roban los 20 mil millones en evasión son los ricos.”. Le pregunto porqué no quisieron que siguiera como Director Nacional de Cultura. “Me quitaron porque la 118
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cultura, cuando funciona, tiene una proyección política. Toda acción cultural activa es peligrosa. Cuando dije que debían crearse Consejos Nacionales y Regionales de Cultura, ellos se asustan. La base de cualquier cambio es la cultura. Por eso les resulté incómodo y molesto”, explica Chase, quien considera que, a pesar de eso, este gobierno ha apoyado las reformas a los premios nacionales y a la Editorial Costa Rica.
¿Ministro de Cultura? Dicen que podría ser el Ministro de Cultura si gana Rolando Araya, en las elecciones de febrero del 2002... “Rolando es muy amigo mío y estoy trabajando con él. No me ha dicho nada. Tengo más de 20 años de conocerlo y no me ha defraudado. El sabe que el gobierno del 2002 tendrá que apoyarse en la clase media y clase baja”, arguye Chase. Se presume que el rival a vencer por parte de Araya será don Abel. “Es un autor que queremos mucho. Responde al mariachismo de hueso colorado. No me gusta eso de repartir tamales, porque lo que necesita la gente es saber cuáles son sus planteamientos —agrega—. Va a perder contra Méndez Mata, porque una cosa es que lo quieran a uno y otra que voten por uno”, cuenta Chase, quien no está de acuerdo con la actitud de Ottón Solís y considera que el político más importante de las últimas décadas es Daniel Oduber. “Oduber fue el hombre más brillante, inteligente y exuberante que he conocido. Es el Príncipe de Maquiavelo, con toda la cultura de T.S. Eliot. Su visión de mundo era imperial. Fue un político formado en el dolor, en la aceptación, en el vacío de sus amigos”, recuerda.
Muy feliz... De los setentas a la actualidad, Chase ha publicado decenas de libros de poesía, ensayo y cuento. Ha ganado muchos premios, y ha sido muy leído. Sin embargo, la mezquindad de otros se fija hasta en su opción sexual para atacarlo. “Soy uno de los pocos homosexuales felices. Algo tenían que sacarme en cara. He sido muy feliz y muy exitoso. He amado a personas muy bellas física y espiritualmente. Mis relaciones han sido largas y placenteras. En el círculo intelectual hay bugas y homosexuales. En cultura no hay sexo, sólo hay calidad. El mundo artístico está lleno de creadores homosexuales, pues
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son especialmente sensibles por su condición”, argumenta Chase. El se ha destacado especialmente porque produce mucho. Dice que trabaja todos los días, y que escribe de 8 de la noche a 2 de la madrugada. Investiga por las tardes, mientras que durante las mañanas ordena papeles, va al correo y cocina. Sabe que como es inmortal morirá joven, y cree que Dios es energía, no “un viejillo de barba blanca, que pasa todo el día jodiéndonos”. Considera que Alberto Cañas ha sido el mejor ministro de Cultura y que los padres de la cultura son Brenes Mesén, García Monge, Rodrigo Facio y Luis Ferrero. Hemos pasado cinco horas entre preguntas, palabras y tazas de té. El humo de su pipa se confunde con el de la pipa del sub Marcos que tiene junto a la mesa. Sus libros parece que tienen ojos y que nos dicen maravillas y misterios con sus miradas. Debe ser por eso que cuando uno sale de la casa de Alfonso Chase, siempre se siente tan acompañado. Ojo, abril 2001
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Adrián Goizueta
Un músico completo, un poeta
Ese apellido suena a experimento loco de algún amante del lirismo. “Goizueta” es una de esas palabras que podría pasar por poema solitario. Y le cabe muy bien a uno de los músicos y promotores culturales más completos de nuestro país, pues aunque nació en Argentina, su aporte ha sido tan grande y signific ativo que ya le dio un lugar especial en nuestra historia musical. Su Grupo Experimental fue el primero que tocó como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional. También el primer grupo popular que tocó en el Teatro Nacional. El primero que realizó giras a Europa. Y el primero que grabó discos compactos. Adrián Goizueta trae lo de artista en la sangre. Su papá fue un famoso actor en su país, y también tuvo una destacada participación en radio. Se llamaba Oscar Casco, bueno, realmente Oscar Goizueta Casco, pero se quitó el primer apellido, y siempre me dijo que me lo quitara porque no me iba a ayudar de mucho. Creo que se equivocó, aunque al principio los periodistas escribían bien cualquier cosa menos mi nombre”, cuenta, sonriendo. “En mi casa siempre hubo afición por el arte. Mi madre, que se llama Ofelia Ramos, pero le decimos Cuki, canta maravillosamente. Sin embargo, nunca lo hizo en público. La gran motivación para el arte era mi padre, pero quien imponía orden para preparar la lección y estudiar era mi mamá. Inició con la guitarra cuando tenía 8 años. “El aporte de mi madre fue vital. No es simplemente que los chicos sean lo que quieran. Hay que orientarlos”.
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Debajo del zapato Adrián Goizueta vivió durante toda su infancia y adolescencia en el Barrio San Telmo, a sólo cinco cuadras de la Plaza de Mayo, en el corazón de Buenos Aires, la capital de Argentina. Era una época política difícil. Se sucedían una serie de gobiernos no democráticos y la situación se agudizó en 1966. Obtuvo grados académicos en música, tanto para profesor como para compositor. Pero tuvo que meterse a la U a estudiar otra cosa. “Mis padres me pidieron estudiar otra cosa, por lo que terminé metido en Economía Política. ¿Te podés imaginar a un músico en la escuela de Economía Política? Pronto me metí a estudiar Cine en la universidad. “Pero no podía abandonar la música, por lo que terminé convertido en el músico de todos mis compañeros. Ese tiempo en la U me permitió entender muchos elementos visuales que también son importantes en la música”. Se casó a los19 años. Daba clases y tenía un grupo de rock, que se llamaba Aspirina. Luego inició con la nota experimental, urbana, con tratamiento de voces. Pero la situación política de Argentina empeoró. “Sentías encima toda la represión de la dictadura. El hecho de ser joven ya te hacía sospechoso”. “Veías a alguien en una esquina, viendo hacia donde caminabas, y ya te ponías nervioso. A un amigo lo detuvieron porque le encontraron un libro llamado ‘La Cuba Electrolítica’. Estudiaba química, pero los muy tontos creyeron que se trataba de un libro subversivo. Tras de salvajes, los militares eran brutos”. “Llegabas como a acostumbrarte a eso. Siempre las conversaciones entre amigos decían cosas como esta: ‘te acordás de fulanito?, desapareció’, o tal vez, ‘a menganito lo mataron’”. “Mi música se impregnó de eso. Mi último grupo allá se llamaba Cantoamérica. Ibamos a barrios marginales y a fábricas. Eso era considerado subversivo. La represión empezó a ser más pesada, hasta que un día desapareció un chico del grupo. Se llamaba Néstor. Y dije, ‘bueno, vamonós’”.
La vida en otra parte Adrián y su esposa empezaron a jugar con un mapamundi, tirando el dedo al azar para buscar el lugar de destino. Primero 122
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salió la India, pero no podía ser. Luego apareció América Central. “Empezamos a leer en una enciclopedia y nos llamó la atención Costa Rica. Un país sin ejército y que destinaba el 30 por ciento de los recursos para la cultura. Pensé que tenía que ser el Paraíso”. Se reunió con Enrique Granados, actual ministro de Cultura, quien trabajaba en la Embajada de Costa Rica en Argentina, y cantaba en el famoso Teatro Colón, de Buenos Aires. Habló con don Arnoldo Herrera, fundador del Conservatorio Castella, y se le abrieron las puertas de esa maravillosa institución. Ya aquí, conoció en una fiesta a Ana Poltronieri, Mariano González y uno de los dueños del Hotel Cariari. Cantó un poco y le ofrecieron trabajo cantando allí. Corría 1977, y un año después surgió el Grupo Experimental. “Aquí había más apertura. Estaban ansiosos por hacer música. En cambio, en Argentina la argolla cultural es espeluznante. Muchos amigos míos coleccionaban conciertos y sinfonías en un closet”. Al año de estar en el Castella, se pasó para la UCR y poco después también entró en la UNA, donde se quedó y todavía da clases. El contacto con la docencia lo obliga a aprender. “Soy un fanático de la juventud. Los jóvenes siempre nos dan sorpresas. Nos enseñan cosas por su pujanza, su utopía e irreverencia”.
El Grupo Experimental Cuando llegó al país, Goizueta había trabajado en dos grupos de rock, uno de jazz y uno de folclorismo urbano. “Había estudiado música clásica, pero me ganaba la vida con música popular. Por eso es que el grupo experimental nació como una mezcla de las dos”, confiesa. “Teníamos unos cuantos talentos de música clásica, de la Sinfónica, con oboe, viola, violín y violonchelo, junto a otros de música moderna, con baterías y sintetizadores. “Incorporé arreglos escritos para música popular. Es que el músico popular era de oreja. Llevamos 20 años experimentando. Un amigo mío dice que se debe llamar ‘Adrián Goizueta y el Grupo Experimentó’ (risas). Pero hemos conservado una actitud de búsqueda. “Hemos pasado por varias etapas, no por modas, sino por necesidades como músicos. La primera etapa estuvo Camilo Rodríguez Chaverri
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relacionada con la música latinoamericana y costarricense. Hicimos arreglos de ‘Caña Dulce’ y la música de la adaptación de Marcos Ramírez. Ahí nació el primer disco. “Luego tuvimos una época más politizada. Coincidió con la guerra en Nicaragua y El Salvador. América Latina hervía. Y en tiempos difíciles es casi un crimen cantarle solamente a las flores y los paisajes”. Le pregunto si era música protesta. “Es que eso de música protesta suena a pataleta. En esa época,en la radio no te ponían una canción por nada. Nos decían que una canción no podía cambiar el mundo, y contestábamos que un discurso tampoco” Y dice que en la tercera etapa se pusieron casi bailables, con mucho trabajo alrededor de la música caribeña.
Apoyo para muchos “Apoyamos a muchos artistas. Hemos trabajado con obras de Jorge Debravo, Virginia Grütter, Alfonso Chase y Víctor Hugo Fernández. Por aquí han pasado muchos músicos. No es un grupo cerrado. La gente llega, y se va. Hasta tenemos como costumbre invitar para los conciertos a grupos menos conocidos, para apoyarlos”, arguye Adrián, quien ha tenido una política similar en sus trabajos en radio y televisión. “Cuando el grupo cumplió diez años hicimos algo insólito, y algunos también lo consideraron insolente. Estuvimos cinco días en el Melico Salazar e invitamos a grupos de música popular. Un día estuvo Marfil, otro día estuvo La Selección, otro día tuvimos a un grupo de bailes populares... Fue muy bueno, porque a partir de esa experiencia, Marfil se animó a ir al Teatro Nacional”. “Cuando estuvimos de solistas con la Sinfónica, llevábamos unos coros que decían ‘No los dejes morir, ‘No los dejes morir`, y Andrés Sáenz dijo en una crítica que parecía como si estuviéramos diciendo ‘Contrex es el antigripal’. Casi me muero de la risa. Lo recuerdo con mucho cariño. No me molesta la crítica. Me molesta el silencio. “El problema en este país no son las argollas. Lo grave es que a los nuevos les cuesta encontrar espacios, sobre todo si se salen de lo estipulado en Televisa-MTV. “En este país no creen en lo que hacen aquí. Creen en los artistas hasta que salen en periódicos de Estados Unidos o Europa. Por ejemplo, creyeron en Éditus hasta que salieron con Rubén Blades”, dispara, sin miedo. 124
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“Hay una frasecita que me parece nefasta. Cuando dicen ‘hay que ayudar al artista nacional’, se presupone minusvalía. Tienen que ayudarnos porque no servimos para nada. El otro problema es que, aparte de Radio Nacional y Radio U, no hay espacios. Se cierran muchas puertas. Ni siquiera el canal cultural ya no se dedica a la cultura”, dice Goizueta, quien ha hecho trillo en las emisoras Sonora, Estéreo Azul y 94,7, así como en canal 13. Hemos hablado durante más de dos horas. No hubo que entrevistarlo. Conversa como si siempre estuviera contestándose preguntas que se imagina. Adrián Goizueta tiene nombre de genio o de mago o de poeta, y siempre le hace honor al nombre. Es una gran dicha que cuando se puso a jugar con un mapamundi para escoger la región del mundo donde iría huyendo de la dictadura militar argentina haya puesto el dedo sobre Costa Rica. No fue casualidad. Fue un empujón de algunos ángeles que quieren a esta patria, a la cual este músico le ha dado tanto. Chavespectáculos, 2002
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El mito de Yolanda Oreamuno
El 8 de abril de 1916 nace en San José la costarricense más relevante de la primera mitad del siglo XX; junto a Carmen Lyra y Eunice Odio, es una de las plumas más líricas que nuestro pais ha producido. Quienes la conocieron celebraron siempre su belleza excepcional. Emilio Abreu Gómez escribió en El Nacional, México, el 3 de octubre de 1944: “La belleza de Yolanda es tranquila, serena, fijada por líneas que parecen trazadas en el aire de tan leves y tan tenues, que son... el óvalo perfecto de su cara... un perfil que hubiera gustado al Inca Garcilaso de la Vega”. Alberto Cañas dice: “No es que fuera bella, no. ¡Es que era la mujer más espectacularmente hermosa de todo Centroamérica!” Y por su parte, José Marín Cañas la recuerda así: “Tenía, en cualquier sitio donde estuviera colocada, una presencia de águila fina. Y daba, al mismo tiempo, la sensación de estar siempre, al par que azotada por el viento, inmóvil sobre un punto cimero. Ello le venia del esqueleto esbelto y armonioso, de la actitud mental, de la personalidad apasionada.” Y, sin embargo, si la presencia física arrolladora de la mujer fue siempre reconocida, su estatura intelectual topó a menudo con el escollo de una Costa Rica provinciana, hipócrita y profundamente machista. “Si, había algo que detestaba -nos refiere su íntima amiga Vera Tinoco- era la hipocresía aldeana, la estrechez de las convenciones sociales, la mojigatería de nuestra sociedad”. A Yolanda la admiraban como mujer, pero le temían como escritora. La suya no era una pluma “políticamente correcta, no era lo que hoy en día llamaríamos una escritora “light”.
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Bella y peligrosa El pianista Jacques Sagot es fulminante. “El macho latino puede perdonarle a una mujer el ser inteligente con tal de que sea fea y puede también perdonarle el ser tonta si es bonita. Pero una mujer bella e inteligente es más de lo que su frágil digestión espiritual puede tolerar”. Yolanda solía hablar de “la aristocracia del talento”, y se describía a sí misma como “espíritu en carne altiva”. Hija de una familia de estirpe venida a menos por la raquítica situación económica de la Costa Rica de principios de siglo, Yolanda fue elocuente ejemplo de la única aristocracia en la cual creyó: la aristocracia del pensamiento y de la sensibilidad. Yolanda inspiró amores volcánicos, a menudo tormentosos y en ocasiones trágicos. Era una mujer que tenía, sin proponérselo, la capacidad de volver literalmente locos a los hombres. Muchos la codiciaron, pero muy pocos la amaron y respetaron. En el fondo le temían. Uno de los romances de más dulce recuerdo para la escritora es su relación con Nicanor Zavaleta, el mis grande arpista de todos los tiempos. Había estado en un recital del célebre músico en Santiago, durante la breve estadía de nuestra novelista en Chile, como esposa del entonces embajador chileno en Costa Rica, Jorge Molina Wood. Tan pronto Yolanda enviuda (su marido se suicida, después de una larga crisis depresiva), Zavaleta comienza a cortejarla. Suspende conciertos, deja todo tirado y la sigue a Costa Rica.Vera Tinoco está muy cerca de ellos y recuerda emocionada los paseos a Puntarenas, las largas temporadas juntos, la amistad del gran músico, que se radica en Costa Rica durante tres largos meses con el único objeto de estar junto a ella. La escritora corresponde inicialmente a la devoción del arpista, pero decide romper la relación. Dentro del guión de vida de una “damita de sociedad”, tal decisión podía haber sido considerada descabellada. Después de todo, ZavaIeta significaba la promesa de solvencia económica, viajes a través del mundo, posición social y codearse con lo mejor de la cultura mundial. Sin embargo, ese “espíritu en carne altiva” se manifiesta en la respuesta que daría a su íntimo amigo Enrique Macaya: “¿Yo, esposa de Nicanor Zavaleta? ¿Y para qué? ¿Para pasarme la vida metida en un cuarto de hotel y andar todo el tiempo jalándole el arpa a don Nicanor? iNo gracias!” Tal respuesta la retrata. Camilo Rodríguez Chaverri
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A excepción de algunos amores que fueron como oasis de ternura en una vida llena de soledad e incomprensión, a vasta mayoria de las relaciones de Yolanda con el sexo opuesto corresponden a un patrón de depredación y egoismo por parte de sus compañeros. Su padre adoptivo la acosa sexualmente y la hace huir constantemente de la casa, para buscar refugio bajo el techo de sus amigas. En 1935 es secuestrada por Mario Goicoechea, en un hecho que constituye escándalo en medio de la apacible atmósfera provinciana del San José de la época. Yolanda escapa al acosador, únicamente para convertirse en victima del estigma aldeano de la “mujer deshonrada”. Es para “limpiarla” de semejante mancilla que el embajador chileno Molina Wood casa con ella en 1936. Hombre culto, refin ado y respetuoso de la libertad intelectual de Yolanda, el diplomático parece representar para ella una posibilidad de vivir la plenitud del amor y escapar del medio hostil y aldeano. Pero la tragedia no se hace esperar.Vera Tinoco cuenta que, media hora después de celebrada la boda, Molina Wood le confiesa a Yolanda que padece de sífilis, lo que le impide tener hijos y torna imposible cualquier forma de sexualidad normal. Los meses posteriores a la boda, transcurridos por la pareja en Panamá y Chile, son un verdadero descenso a los infiernos para la escritora. El estado terminal de la enfermedad sume a Molina Wood en profundas depresiones que lo llevarán al suicidio, y dejarán a Yolanda sumida en la soledad y la pobreza, hasta que sus amigos costarricenses hacen “una vaca’ para repatriarla en 1937. La mayoría de los hombres en su vida la buscaron para poseerla, para sojuzgarla y “domarla’. Nada tan grato para el ego varonil como doblegar a esta criatura indómita, hacerla entrar en el molde de la buena ama de casa, la que almidona camisas, cocina el día entero, y lava medias y calzoncillos. Se trataba a toda costa de “domar a la fierecilla”, de convertir a una mujer libre en empleada doméstica, de trocar la relación de pareja por una relación “dispareja”, marcada a fuego por el prejuicio sexista: es la crueldad de ese sistema patriarcal que ella reproducirá en “La ruta de su evasión”. De acuerdo con lo que manifiesta Jacques Sagot, quien realiza una investigación para publicar un libro sobre ella, después de su divorcio Yolanda es despojada de su hijo. “He ahí el precio a pagar por haberse atrevido a ser ella, por haberse rebelado ante un sistema lleno de prejuicios y aberraciones”, explica. 128
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Del dolor de esta gran desgarradura surge su novela “La ruta de su evasión”’, galardonada en 1948 con el “Premio Centroamericano 15 de setiembre” en Guatemala, y cuya primera edición fue publicada por la Editorial del Ministerio de Educación de ese país en 1949.
Una gran novela Es, con toda su carga de dolor y de soledad, una de las más auténticas obras maestras de nuestra literatura. Novela personalísima, nutrida de la influencia de Marcel Proust (autor favorito de Yolanda) y de Thomas Mann. “Es una de esas novelas que son como un pedazo de vida, capturada en toda su inagotable y vertiginosa riqueza. El personaje de Don Vasco representa al patriarca despótico, el dictador familiar, ese que Yolanda conoció tan bien. Los personajes femeninos (Elena, Teresa y Aurora) se debaten, a su manera, en un sistema que los priva de autonomia”, asevera Sagot. “A pesar de sus audacias formales, ‘La ruta de su evasión’ no es una novela experimental, un simple ejercicio literario. Es un testimomo perturbador, un pedazo del alma de la autora, nutrido con su sangre y su dolor. Sobre todo, es la denuncia de un sistema injusto, de una sociedad emponzoñada por el prejuicio sexista, donde hombres y mujeres son vistos, como victimas y verdugos unos de otros”, comenta Sagot. Mucho se ha señalado en ella la influencia de James Joyce y su monólogo interior. Sin embargo, es importante subrayar que la propia Yolanda declara no haber tenido conocimiento previo de la obra de Joyce. “Hay ideas que parecen estar ahí, flotando en el aire en espera de que alguien las aproveche, y a veces hay dos o más manos que las toman al mismo tiempo, sin que esto necesariamente signifique que una está copiando a la otra”’, dice la escritora en una carta enviada a Joaquín García Monge. Yolanda Oreamuno le quedó grande a nuestro país. En cierto sentido, sigue todavía quedándonos grande. Unos pocos de sus contemporáneos tuvieron conciencia de su genio. Los demás se limitaron a ver en ella a la mujer estigmatizada por una imagen totalmente falsa de ‘femme’ fatal, de vampiresa y mujer de escándalo. Esa leyenda, ese mito nefasto se interpone todavía entre nosotros y su obra. “A Yolanda urge buscarla en su obra, en su palabra, en su voz, no en los chismorreos infames y las calumnias de todos esos
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machos heridos y envidiosos que envenenaron su vida”, dice Sagot. “En este país indiferente y desmemoriado tiene uno que morirse para que lo recuerden”, advierte Yolanda, quien patentó la característica expresión tica “bajar el piso”, que tan atrozmente define nuestra idiosincrasia y nuestro miedo a la excelencia y la distinción. Yolanda conoció la pobreza, la enfermedad y la soledad. De joven no tenía ni siquiera dinero para comprar libros, y sus copiosas lecturas (Cervantes, Galdós, Proust, Mann), esas que contribuyeron a formar su sensibilidad y su cultura, eran producto de su amistad con Vera Tinoco y Olga de Benedictis (luego esposa del ex Presidente de la República Mario Echandi), ese “trío de mosqueteras” que cursaron juntas toda la enseñanza secundaria en el Colegio de Señoritas. El papá de Vera obtenía libros prestados de la biblioteca del Club Unión, y las inquietas jóvenes los devoraban y los comentaban. Eran veladas inolvidables, llenas de intercambios intelectuales, de vivencias literarias, de obras y autores discutidos apasionadamente.
Insaciable Yolanda era una lectora ávida, insaciable. Tenía familiaridad con los clásicos, y sentía por Proust una profunda afinidad espiritual (en particular por “La prisionera”, novela determinante en su vida). En cierto sentido, la agonizante protagonista de “La ruta de su evasión” anda también, como los personajes de Marcel Proust, “en busca del tiempo perdido”, reconstruyendo retrospectivarnente una vida que se disuelve ya en el umbral de la muerte. Para Sagot, era una joven de sólidas convicciones intelectuales, un temperamento fuerte y perfectamente defin ido: lo que Pío Víquez hubiera Ilamado “una flor rara surgida en prosaico jardín”. En el colegio se distingue, a los dieciséis años de edad, con un ensayo sobre la necesidad de emancipación social de la mujer, trabajo extraordinariamen te Iúcido, cuyo verdadero título se desconoce. Según Alberto Cañas, conocemos este ensayo con el título “Qué hora es” simplemente porque don Joaquín Garía Monge -uno de los primeros costarricenses en reconocer el talento de Yolanda- lo publicó en una sección del Repertorio Americano que Ilevaba ese nombre.
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Las jóvenes graduadas del Colegio de Señoritas estaban tan ávidas de vida intelectual, y tan conscientes del raquitismo cultural costarricense, que ellas mismas se encargan de contratar los servicios de una serie de distinguidos profesores que vendrían a ampliar su conocimiento de historia de Costa Rica, historia de la música, materialismo histórico, poesía y sicología, entre otras áreas. Enrique Macaya, Carlos Monge Alfaro, Isaac Felipe Azofeifa y posteriormente, Lilia Ramos, integrarían, entre otros, la distinguida nómina de profesores. Fue este el origen del famoso “Círculo de amigos del arte”, tan importante en el desarrollo de nuestra cultura. La técnica de la introspección y la enorme riqueza sicológica de “La ruta de su evasión” deben mucho, por ejemplo, a la familiaridad de la escritora con el mundo de Freud y Jung, que ella conociera a través de Lilia Ramos. Yolanda no era una criatura de academia. “Era mis bien un prodigio de sensibilidad, un talento intuitivo, natural, que supo mantenerse virgen de academicismos esterilizantes, y que sentía total desprecio por la pedantería libresca”, dice Sagot. Entre sus amigos se contaron intelectuales notables, como el guatemalteco Monteforte Toledo y los mexicanos Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, pero ella supo siempre mantener la frescura y la naturalidad de esa prosa suya llena de aromas, texturas, música y poesía, que la preservaron de todo intelectualismo de cafetín.
Depredadores Aún en la esfera de los más distinguidos intelectuales hubo Yolanda de padecer la depredación sexual: Lilia Ramos cuenta como ni más ni menos que Alfonso Reyes chantajea a nuestra escritora cuando intenta publicar en México su desconocida novela “Dos tormentas y una aurora’. El hecho es una verdadera vergüenza para el género masculino: Reyes exige de ella favores sexuales a cambio de un prólogo que habría de garantizar la publicación inmediata de la obra. Yolanda, por supuesto, se niega a participar en el trueque, y la novela queda inédita, presumiblemente perdida entre los papeles de la escritora que quedan en casa de Eunice Odio, cuando la novelista muere en México, el 8 de julio de 1956. Pocos, muy pocos fueron los hombres que a ella se acercaron sin afán predatorio, sin secreta envidia, sin miedo ante el talento apabullante que de su persona dimanaba. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Los hombres no existen: yo los invento” - señala en cierta ocasión. Y no podemos culparla, ante una oferta viril tan por debajo de su calibre de mujer y de escritora. En medio de este vado de amor, de respeto a su identidad y de verdadero apoyo emocional, algunos amigos exquisitos vienen a aliviar su soledad: Enrique Macaya, quien la amó profundamente, y Guido Sáenz, quien la introdujera en el mundo del piano y de la música de Frederic Chopin. Macaya fue su profesor de historia de la música, su confid ente y alma gemela durante los años de su juventud. Guido Sáenz vino a su vida como un bálsamo. después de la pesadilla de su segundo matrimonio, el robo de su único hijo Sergio, y la gravísima crisis de salud que la lleva al borde de la muerte y la hace internarse durante cuatro meses en un hospital de beneficencia en Washington, en 1949. Después de haber estado en brazos de la muerte, después de haberse visto administrar cuatro veces la extremaunción, después de ver una y otra vez reabrirse las heridas que una deficiencia inmunológica enconaba tenazmente en su cuerpo, Yolanda regresa a Costa Rica a morir pero como el Fénix, renace de sus cenizas, y la amistad con Guido Sienz le devuelve el gozo de la música y la revelación poética que fue el Larghetto del Segundo Concierto de Chopin. “Yolanda permanecería fiel a esta gran página pianística durante sus años de exilio en México, la escucharia una y otra vez, como el símbolo musical de una felicidad visionaria, apenas entrevista!’, nos dice Jacques Sagot.
Muchos trabajos Yolanda no pudo nunca completamente materializar su sueño de convertirse en una escritora independiente. La estrechez del medio no se lo permitió. Tuvo que ganarse la vida corno mecanógrafa, secretaria, recepcionista, costurera, chofer y relacionista pública. Sucesivamente la encontramos trabajando en la Bayern, en Taca, en la Embajada de Chile, como vestuarista del ballet de Margarita Esquivel, como dueña de una tienda de alta costura en Polanco, México D.F... “Era mujer de muchos talentos: tenia notables dones pictóricos, habilidad excepcional de vestuarista, cantaba con estupenda voz de contralto acompañándose a la guitarra, era una bailarina exquisita, y era capaz de hacer del arte culinario lo que este siempre debería ser: un acto de amor 132
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y generosidad. Esta personalidad polifacética le permitió subsistir en un medio que no la reconocía como escritora sino a regañadientes y con enormes reservas”, insiste Sagot. “Era una mujer telúrica, profundamente ligada a la tierra, enamorada de la naturaleza, del mar, de la montaña, un espíritu que sabía sentir el ritmo de la vida en el paisaje, en el color y los aromas, una sensualista que hada del goce sensorial una verdadera liturgia”. Pensemos por ejemplo en su ensayo “El espíritu de mi tierra”: “Estoy llena de mis propios pensamientos. Llena por dentro como una tinaja con su agua. He pensado en el viento. Tengo que pensar en su hilo recorriendo la tierra para dar con lo que busco. Es que hoy, no sé cuándo ni en qué momento, he pensado en el espíritu de mi tierra. Lo he sentido; pero no sé dónde lo he sentido. Sé que para encontrarlo tengo que seguir el hilo del viento, que es el que viaja desde el norte hasta el sur, el que conoce los mares, el que pasea por las calles y el que se enreda en el bosque. Para encontrar eso que busco, y que siento ya divino sin saberlo, sé que tengo que seguir el hilo del viento”. Muchos son los estudios que se han consagrado a la obra de Yolanda Oreamuno, y muchos son también los que vienen de camino. Lilia Ramos, Victoria Urbano, Mario Esquivel, Alfonso Chase, Rima de Vallbona y Emilia Macaya se han ocupado de ella con devoción y enorme lucidez. Dos de estos estudios descollan por su profundidad, y su identificación con el universo íntimo de nuestra escritora: el de Victoria Urbano (“Yolanda Oreamuno, una escritora costarricense”) y el libro reciente de Emilia Macaya (“Espiritu en carne altiva”). Este último, en particular, tiene el enorme acierto de hacer a un lado el mito, “Ahí les dejo la leyenda, pero yo me voy”, dijo Yolanda antes de partir definitivamente a México.
Más que novelista Y no basta con que los costarricenses leamos “La ruta de su evasión”. Yolanda era también una estupenda, cuentista y ensayista. Sus relatos, “VaIle alto”, “La llave”, “Las mareas vuelven de noche”, “De su obscura familia”, y sus ensayos, “El ambiente tico y los mitós tropicales” asi como los artículos consagrados a Max Jiménez desbordan de sensibilidad, hallazgos, estilísticos y observaciones atinadísimas. La Universidad de Costa Rica prepara ahora la primera edición de sus obras completas, y cabe esperar que con tal Camilo Rodríguez Chaverri
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ocasión surjan todavía algunos de los escritos que de ella se han extraviado (sabemos hoy en día que varias páginas fueron destruidos por la impotente furia de ciertos envidiosos que tuvieron el inconcebible honor de compartir su vida). Su obra es constante objeto de investigaciones doctorales y tesis de grado. El admirable homenaje escultórico de Marisel Jiménez que engalana el Paseo de los Artistas en el Teatro Nacional es una sublime prueba de las resonancias profundas que Yolanda ha despertado en artistas plásticos. Pensemos en los cuadros que le consagraran Bertheau, González, Sánchez, Morales, así como de la fascinación que su figura ha ejercido en nuestros coreógrafos, músicos y poetas (Alfonso Ulloa Zamora, Mario Picado y Alfredo Cardona escribieron poemas a su memoria). Ojo, enero 2001
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Carmen Naranjo
La escritora y el mito
En Olo vive la armonía. Desde que uno entra, hay un aire de cielo elevado, una idea de paisaje que puebla los ojos y que ha sido obra de una mujer que tiene horizontes en las manos. Olo es una utopía. Tres hectáreas de café y de ciprés, y una hilera de eucaliptos que tienen un atardecer pintado en la corteza. Más allá del portón, al lado de una casita de madera, parecida a las casitas de adobe de Escazú, se extiende el camino como un largo brazo de tierra. Las hojas de pino y de ciprés parecen los vellos rubios de esa extremidad que llega hasta la casa del fondo, como si fuera la cabeza de una criatura que sólo se puede apreciar, como unidad, desde el cielo. La cabeza tiene una gran boca, donde descansan “Pecas” y “Cacicón”, los perros que cuidan de la dueña, aunque no la cuiden de nadie más, pues son inofensivos y parecen ángeles peludos, compañeros de un ser especial. Abajo, en la casa, nos recibe Efraín, el encargado de cuidar de las plantas y los animales de Olo, el paraíso donde vive Carmen Naranjo, una de las más reconocidas escritoras costarricenses de todos los tiempos. Ella es una leyenda. Es hada madrina de la literatura, mecenas y patrocinadora de cientos de escritores y artistas, y una mujer que ha sabido destacar con altura y titularidad en un mundo que se presta para que los hombres sean los que encabezan y dirigen. Carmen Naranjo es la escritora costarricense más conocida fuera de nuestras fronteras, al lado de dos figuras de los años 40, la novelista y cuentista Yolanda Oreamuno, y la poeta Eunice Odio. Camilo Rodríguez Chaverri
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Doña Carmen vive con su familia de Olo: Efraín, su mano derecha; Marita, quien es la esposa de Efraín y la persona que le ayuda a la escritora en su casa, y Julia, hermana de Marita. Cien metros al norte del portón de Olo, está la casa de la mamá de Julia y Marita. La señora también se llama Doña Carmen. La escritora la quiere como otra mamá, y disfruta en su casa como si fuera la suya. Antes de empezar cualquier entrevista, la escritora quería que conociera a Guido, hermano de Julia y de Marita. Guido es ciego, y me reconoce por la voz. Ella disfruta de vernos hablando, y se le nota que prefiere que los entreviste a ellos, que les pregunte del cafetal y las gallinas, y que les acepte un cafecito. Tomamos un café en familia. Doña Carmen está que no cabe de contenta, porque la hace feliz esta gente buena, humilde, sencilla. Es gente de parte aseada, como dicen en el campo. Julia está empezando en el arte de escribir poesía, y doña Carmen le pide que traiga su cuaderno para que me lea algo. Julia tiene tres hijos, no tiene esposo, y vive con su mamá, que es la segunda mamá de casi todos sus nietos. De vuelta a la casa de la escritora, puedo detenerme en los detalles. Abajo están el aparcamiento, que es de casa de campo, abierto y con grandes horcones, y también una parte de la biblioteca. Me explica lo que significa Olo de una vez por todas. “A mí me encanta Olo. No quiero salir de aquí. Las hermanas Brenes González, hijas de Don Miguel Brenes, que fue Ministro de Trabajo, me regalaron una manzana en Playa Tamarindo, pero nunca he ido ni siquiera a conocerla. Es que en Olo vivo feliz”.
La casa es para los libros Miles de libros viven en el corazón de esta casa. Abajo, hay estantes al lado de las gradas que llevan al segundo piso, y hay libros en el único cuarto de la primera planta. Arriba, todas las paredes, excepto la pared de la cocina, tienen estantes de libros. En la segunda planta, la casa es de una sola pieza. En el fondo, se ve la cama de doña Carmen. No hay divisiones entre su cuarto, la sala y el comedor. En la pared que le sirve de respaldar, hay una docena de crucifijos, que colecciona la escritora. Son de muchas procedencias y culturas. 136
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Sólo el sanitario está separado del resto. En ese cuarto de baño, la escritora tiene un lavabo que trajo de México y unos cuadritos de Armenia. Esta pieza, como toda la casa, está adornada con cositas pequeñitas, como la letra de la escritora, como su risa, como sus gestos… Al lado de las gradas, hay una mesa pequeña y al frente de la mesa, una cocinita. Me invita a sentarme. “Aquí es de correte”, me dice, porque no hay sillas, sino bancas largas. Enciende el primer cigarrillo. La escritora usa pantalón de mezclilla, zapatillas deportivas, camisa de cuadros… Cruza la pierna y llama a “Pecas”, a quien convida a comer pan de queso, nuestro aporte a la mesa. (Luego, en la cuarta o en la quinta reunión, se le metió que “Pecas” tenía antojo de chorreada, y hasta su hocico llegó parte del platillo que le llevaron las poetas Ligia Córdoba y Tita Escalante, la primera de ellas, directora de una semblanza documental sobre la vida de doña Carmen, y la segunda, la gran anfit riona en la presentación de esa película en el Centro Cultural de España, en el Farolito, donde, de nuevo, nos encontramos con Julia, Marita, Efraín y “Pecas”, quien estaba en primera fila, moviendo el rabo de la felicidad). Esta “Pecas” se las trae. Durante la presentación del documental sobre Doña Carmen, no sólo se robó el “show”, sino que fue depositaria de buena parte de todos los regalos que le llevaron a su compañera. Por ejemplo, Vicky Ross, la animadora de televisión, le llevó de regalo, a Doña Carmen, una bolsa de comida para la “Pecas”. En un libro sobre esta finca que le publicaron hace poco en Venezuela, la escritora sintetiza la magia de este lugar con una sencillez apabullante. “Olo es una pequeña finca de café y frutales, árboles verdes y frondosos, declarado por la dueña República independiente y soberana, sin iglesias ni bancos, ni mercados. Es sólo un ejemplo del respeto a una tierra generosa, libre de manejos explotadores, donde radica la libertad de ser lo que los buenos sueños anticipan”. En la mesa de nuestra primera reunión hay natilla casera, pan de pulpería y café puro, del que producen por aquí. -Este café es de altura. Hay una cooperativa a la que pertenezco. Entre todos, producimos el cafecito para venderlo así. Le mandamos a comprar una bolsa para usted. Se lo tenemos listo. “Este hombre, Efraín, que es un campesino intachable, está a cargo de esta finquita de tres hectáreas. Es mi compañero de
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trabajo, ya se pensionó, pero lo siguen buscando los pinos, los cipreses, los eucaliptos. Él acude al llamado de la naturaleza. “Además, Marita, su esposa, tiene una mano milagrosa para sembrar. La escritora Roxana Pinto me regaló una musa india. Vieras qué linda que está. Y tenemos un almácigo de casi cincuenta arbolitos de corteza amarilla. “Me maravilla todo lo que aprende uno en el campo, con la gente buena. Vea qué ejemplo más bonito le voy a dar. La mamá de Julia y Marita cuidaba a sus dos hijos ciegos, los llevaba a las 3 de la mañana hasta el cruce y los acompañaba al médico. Tenían que caminar varios kilómetros para tomar un bus. Esa fue su vida durante muchos años. El papá de ellos tuvo una enfermedad, le dio un derrame y pasó siete años incapacitado. Murió a los 48 años. Desde entonces, esta señora se ocupaba de las labores del campo. El esposo acababa de comprar un lotecito, y había hecho la sala de la casa, nada más. En eso murió. Entonces, los vecinos terminaron la casita”.
Julia escribe poemas “Julia es mi alumna de honor en el taller de poesía. En ese taller, hay unas cincuenta mujeres que están en el arte y que vienen a compartir conmigo una vez por semana. Un ejemplo es Julia. Ella fue únicamente a primer grado. “Los hermanos de Julia, Carlos y Guido, están ciegos, y a pesar de eso cogen café. Eso me asombra. Igual que me asombran los poemas de Julia. Ayer hizo uno sobre las montañas. Venga lea, Julia”. Julia se sienta en la mesa de ´correte´, se pone los anteojos de doña Carmen y lee su poema. “Me gusta el silencio. / No soy amiga de pasear / ni de alejarme mucho del rincón casero. / Oigo el canto de los pájaros / y el ladrido de los perros. / No me gustan las voces fuertes y mandonas…”. Doña Carmen le aplaude a Julia, feliz con su poema. Se vuelve hacia mí y continúa. “Esto de Julia es la alfabetización de la vida. Hay que estar siempre listo para la vida. “La vida es una energía que no acaba nunca. La muerte simplemente es la transformación de la energía. Uno vuelve a la vida en otra dimensión. El cambio no se entiende como castigo, compensación o pecado. “El problema es que aquí no se puede hablar de estas cosas. La educación es un mito. Eso de que somos alfabetizados es una mentira. Julia me preguntó que si esos números tan raros 138
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eran en inglés, y realmente eran los números romanos. Así que le enseñamos tanto unos como otros. Ahora hasta escribe poemas”, dice Doña Carmen, muy orgullosa de su alumna. Carmen Naranjo nació en Cartago el 30 de enero de 1928. Sus papás fueron Sebastián Naranjo Prida, español, y Caridad Coto Troyo, cartaginesa. “Tuve tres hermanos, Manuel, Mario y Alfonso. Estoy entre Mario y Alfonso. Papá era monárquico, pero no franquista, como han dicho para denigrarme. Alfonso nació el día en que murió Alfonso XIII. Por eso lo bautizaron con ese nombre. “Mi verdadero nombre es Carmen Nivaria, y cansada de las bromas que me hacían porque ´Nivaria ni cambia´, dejé el ´Nivaria´ botado. Nivaria fue una reina guanche, que eran los moros venidos de África a las Canarias. “Mi papá llegó a Costa Rica en 1910. Ayudó como voluntario en el terremoto de Cartago y en el choque del Virilla, en el que murieron muchas personas. Ese accidente fue ocasionado por un error humano. El tren iba a toda velocidad, sobrecargado. Es más, Don Pepe (Figueres) tiene un cuento sobre el Virilla, pero no se lo puedo repetir a usted aquí. Mi papá tenía una tienda en Cartago que se llamaba ´La Lucha´. “Lo cierto es que mi papá era un hombre bueno, y mi hermano mayor también lo fue. También ayudó muchísimo. Por ejemplo, daba préstamos sin garantía, al puro ojo. Tuvo una gestión exitosa con las sucursales que puso en todo el país. Era una forma de democratizar el dinero”.
Un milagro que hace milagros “Viví tres años en Cartago. Nací un poco de milagro. Mi mamá no quería tener más hijos y trató de abortarme. Siempre me lo decía. Por eso fue que nací rebelde. “En vista de que mamá no quería cuidarme, mi papá se trajo a mi abuela de España. Ella se llamaba Carmen Prida Facio. Y todo Cartago vio aquello como una novedad. Que una señora haya cruzado el Atlántico era motivo de sorpresa. La gente le preguntaba y ella decía: ´me traía un pedo pero bien grande´. La gente se iba asustada de esa mujer, pero es que en Andalucía y en Venezuela ´pedo´ quiere decir miedo. Ella no se refería a ninguna función fisiológica. “Crecí con mi abuela andaluza, y la otra abuela, Josefa Troyo, también fue muy importante. Me tragué todo lo que era Cartago y todas sus leyendas. Aunque después no viví Camilo Rodríguez Chaverri
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mucho allá, iba los fines de semana. Conocí la leyenda de la carreta sin bueyes, o cuentos como el del robo de aquella mujer que creían muerta y la iban a casar con alguien, pero se la robó el Marqués de Peralta y se la llevó para Tierra Blanca. Son historias que nutrieron mi infancia. “Además, mi abuela Troyo se formó en Francia, en París, y me enseñó francés, aunque he dejado de leerlo. También me contaba las historias de sus hermanos, Pompilio y Tadeo, tan atorrantes que se iban a pie hasta San Isidro de El General, cuando sólo había trocha. Esos hermanos comían con los carboneros, hacían carbón y llevaban su almuerzo. Eran muy hábiles con las manos. Componían zapatos, y hacían fogones y aparatos de hojalatería. “Son famosos los Troyo por las locuras que hacían: se trajeron a Rubén Darío para el país, tomaban muchísimo licor, y hacían buena yunta. También organizaban cultos a la lechuza: montaban una lechuza en un palo y hacían procesiones. Esas cosas escandalizaban a Cartago”, dice doña Carmen, muerta de la risa. “Mi abuela tenía un primo hermano, Rafael Ángel Troyo, que era tan romántico, que con los temblores de 1910, salió a ver si bajaban ángeles y le cayó la torre de los salesianos. Precisamente era el abuelo de Daniel Gallegos. “Mi familia es descendiente de doña Anacleto, la que escondió a Morazán. Todos los parientes le ayudaron. Es una familia muy interesante”. “Viví en Barrio México desde los tres años de edad, a dos cuadras de Ana Poltronieri. Con Ana hice el kínder. Una vez me prestó un lápiz, lo mordí, y al devolvérselo, me dijo, ´un lápiz mordido, jamás´. Le comenté a mi papá y al día siguiente llegué con una caja de mongoles. Se los di, y me los tiró encima. “Fui a la Escuela República del Perú y al Colegio de Señoritas. El colegio me daba un poco de pereza. En ese tiempo, la directora era muy rígida. Inspeccionaba hasta si uno se había pintado las cejas. “Después de vivir en Barrio México, nos pasamos a la Avenida Segunda. Alquilábamos una casa de don Octavio Beeche, quien religiosamente llegaba a cobrar el alquiler cada último día de mes. Era un hombre muy hermoso y muy bien vestido. Después, fuimos de los pocos partidarios de don Octavio cuando se lanzó en las elecciones”.
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Amor por la lectura “Mi amor por la lectura ha sido desde siempre, desde que aprendí a leer. Tenía como tesoro la biblioteca de mi papá y la de mi abuela. Mi abuelo era campesino. Se llamaba Francisco Coto. Mi abuelo rescató a mi abuela de una de las inundaciones. Ella iba subida en la cama, por medio del río, en las aguas del Reventado, él la sogueó y la rescató. Se enamoraron. “Él acompañaba a doña Anacleto en la isla que tenía. Ella guardaba ahí todas sus joyas y su dinero. La isla estaba en una laguna, llegando a Paraíso. “Mi tía Luz Coto Troyo también vivió aquí, en Olo. Le hice un cuartito abajo. Ella se había casado con el edecán de don Ricardo Jiménez. Era un hombre que nunca conoció el trabajo, pero era inventor, hacía betún y cosas raras. Mi abuela lo tenía detestado. “Cuando viví en el barrio La Granja, a la par del supermercado Más x Menos, mis sobrinos estaban en el Calasanz, y le contaban a la gente ´viera que mi abuela pasa peleando con Carmen, porque es muy vaga, lee todo el día, dice que escribe, se acuesta muy tarde, y se levanta muy tarde´. “Yo siempre he sido irreverente. Por ejemplo, le voy a contar esta anécdota: habían dos mujeres en París, una se dedicaba a la prostitución y a la buena vida, y la otra rezaba todo el día, para que la hermana se salvara. Murió la prostituta en un incendio, y entonces la piadosa empezó a rezar por su salvación. Un día también murió, se fue al cielo, porque tenía una vida intachable, y ahí se encontró a la hermana, a la par de San Pedro, tocando un arpa y cantando ´no era pecado, no era pecado...´”.
Olo, el mundo natural Se me encarama un bicho verde en la computadora. Trato de quitarlo mientras Doña Carmen aprovecha para contar algunas cosas que seguramente no quiere que escriba. “Me gustan las personas sinceras y claras. Las que no predican y sí practican lo que piensan y sienten. “Olo es una prédica. Aquí le ayudamos a todo el mundo. Por ejemplo, ahora tenemos un caso de gente que necesita rehabilitación física y espiritual por algunas operaciones,
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gente que se siente muy cerca de la muerte. Nosotros dejamos que los traigan a Olo. “Aquí, está usted en la utopía. Marita y Julia son mis compañeras de sueños. Ellas no son trabajadoras mías. Son amigas. Yo compré esta finquita cuando vine de Israel, en el 74. “En ese momento, cuando venía de regreso, supe que me habían nombrado Ministra de Cultura. Mi familia me avisó. Mi mamá me dijo ´no acepte´, sobre todo porque los escritores viven en un pleito y en una rivalidad. La excepción que confirma la regla es Joaquín García Monge. Decía Yolanda Oreamuno, a quien no conocí, que ella llegaba, se sentaba con la pierna cruzada, alzaba la falda, y mientras Don Joaquín veía aquella maravilla de piernas, ella le robaba los libros. “Don Joaquín vivía en Avenida Segunda, que en ese momento era un lugar milagroso. Ahí creció doña Lola Fernández, y vivían don Joaquín García Monge y don Enrique Echandi, el pintor, con su esposa, una pianista alemana, famosa. “Era una cuadra de pura gente que después llegaría a ser muy conocida. “Mi papá organizaba una tertulia en la casa. Iban Luis Ferrero, Teodoro Olarte, Abelardo Bonilla y Constantino Láscaris. Mis hermanos y yo nos sentábamos alrededor. Aprendíamos un montón de cosas que no enseñan ni en la escuela ni en el colegio. Bueno, ni siquiera en la universidad”.
El Siglo de Oro “Estaba muy chiquilla cuando empecé a leer el Siglo de Oro Español, de Cervantes a Quevedo. Me encantó Lope de Vega. “La gente de la tertulia de mi casa era una gente muy bien informada de lo que pasaba en el mundo, especialmente en España. Como había leído tanto, yo les entendía. “Los primeros poetas de mi vida son de la generación de García Lorca, los Machado, y un poco después Rafael Alberti y León Felipe. Todavía ahora leo mucha poesía española. “También empecé a escribir muy chiquilla. Inicié con diarios, con anotaciones sobre la gente y sobre la sociedad. Y desde siempre fui ambientalista. Se me reafirmó después en el trabajo con Jorge Manuel Dengo, en el Instituto Costarricense de Electricidad. 142
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“Apenas pude, me metí a estudiar Filología. Hice un trabajo sobre Marcel Proust y el inca Gracilaso de la Vega. Era un estudio comparativo de las memorias de sus infancias. “Proust me encanta, lo leo mucho. También me gustan Margarita Yourcenar y Simone de Beauvoir. A la Beauvoir la conocí en París. Traté de que viniera al Colegio de Costa Rica. Sí que fue célebre. Usaba todas sus influencias en Europa y en América Latina en defensa de sus luchas y sus ideales”.
El ICE y el Seguro Social “Antes de trabajar en el ICE, empecé a trabajar en el Seguro Social. Era asistente del gerente, don Cipriano Güell. Después me fui a Venezuela. Trabajé con el Banco Obrero, y luego, pasé a trabajar con Naciones Unidas, en Caracas. Estuve allá encargada de escribir dos libros sobre políticas culturales en América Latina. “Los publicó el Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP). Estuve en Venezuela dos años. Ahí fue donde hice plata con consultorías extranjeras. Cuando regresé, le regalé a mi papá un Mercedes Benz. Me gasté toda la plata que había hecho, porque aparte del carro, con todo lo que me sobró, hasta con la venta de las valijas que traía para viajar y de los radios, le pagué a papá la hipoteca que tenía de la casa. “Ya habíamos empezado a construir en Barrio La Granja. Era una casa descuadrada, seguro como toda la familia. Mi papá la hizo así para aprovechar el espacio. “Aquí seguí trabajando en consultorías, pero con la OEA. Volví al Seguro Social e hicimos el INVU, que nació del Departamento de Habitación del Seguro Social. En el nacimiento de esa institución estuvimos muy involucrados Óscar Cadet, Gastón Bartorelli, Claudio González, Joaquín Alberto Fernández y yo. Eran los años de un sindicalismo muy honrado, muy idealista, que no tenía ambiciones personales sino ambiciones sociales, para que todos tuviéramos acceso al Seguro Social. “La primera lucha que yo di en el Seguro Social fue para que tuviera farmacias. Fue una lucha contra todas las farmacias privadas que había en el país, y contra los representantes de las casas productoras de medicamentos en Costa Rica. Es que antes de mi lucha, uno tenía que ir a las farmacias privadas a recoger las medicinas de la Caja. Las farmacias le cobraban a
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la Caja, pero daban productos farmacéuticos de marca, y no los genéricos, que son los más baratos. “Recuerdo haber recibido un sobre con el encargo de que me lo dieran a mí personalmente y en el que había 500 mil colones. Era para comprarme y yo, por supuesto, pregunté quién me trajo esto y lo devolví. Estaba furiosa de que alguien pretendiera comprarme. Casi le tiro los billetes en la cara al tipo que me los mandó. “Es una lucha que todavía se conserva. Escucho a la gente del Ministerio de Salud luchando por ello. Lo importante es que exista la voluntad y el criterio para comprar los productos genéricos, que son más baratos que los de marca, y que el Seguro Social entienda que la existencia de las farmacias en cada hospital y clínica es imprescindible para brindar un servicio que respete la dignidad de la gente”.
Con Jorge Manuel Dengo “Más tarde, ya en el ICE, me tocó, al lado de Jorge Manuel Dengo, influir en Mario Echandi para que declarara la nacionalización eléctrica, en 1958. En un hombre conservador como Echandi, aquello fue como un milagro. Lástima que todo eso se vaya perdiendo, y que seamos un país sin memoria. El otro día le preguntaba a varias personas quién era don Mauro Fernández, y nadie sabía. Aquí se hace de todo para que la gente olvide lo que se hizo. “Una cosa que me llevó a trabajar con Dengo fue el hecho de que Rodrigo Carazo ni siquiera hubiera participado en la ley del INVU, pero como don Pepe tenía camote con él, lo nombró gerente. “Andaba en Venezuela y cuando volví, hasta me habían cambiado el puesto. Me pasaron del puesto de Asistente de la gerencia a ser secretaria en el INVU. Entonces renuncié, y me fui a trabajar con Dengo al ICE. “Empecé como secretaria, pero era una secretaria muy especial, porque iba con mi Mercedes Benz al trabajo. Inmediatamente me fueron ascendiendo en el ICE, hasta llegar a ser Subgerente Administrativa. “Jorge Manuel Dengo es encantador, una persona humilde y franca. Gozo cada vez que me acuerdo que me contaba que tenía un secretario de actas que las hacía de manera subjetiva. Por ejemplo, ´el burro tal dijo tal cosa y el cafre tal dijo tal otra cosa´. Por supuesto que tal sujeto no era querido en la comunidad, pero nos reíamos mucho con sus salidas. 144
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“Después de estar con Dengo como subgerente, también estuve con Édgar Jiménez, un hombre muy inteligente. Don Edgar es una persona a la que le debo muchos favores, al igual que a Rafael Ángel Calderón Fournier, quien estaba en la junta directiva. Quiero mucho a Rafael Ángel y a doña Gloria Bejarano, su esposa. “Cuando me fui a México, el papá de Gloria era Gobernador de Morelia. Él me recibió y me ayudó. En México me fui al Centro Interamericano de Seguridad Social, dirigido por un ecuatoriano, el doctor Arroa, un hombre muy trabajador. Era alumna de unos cursos que se daban ahí sobre Seguridad Social. Después pasé a ser profesora. México es un gran divulgador de valores latinoamericanos. Hice muchas asesorías para OEA en el Caribe y América del Sur. Estuve allá, en México, como tres años. “Hablando de los Calderón, le debo mucho a Rafael Ángel, porque hice muchos programas gracias a su ayuda. “Después, trabajé con Rodrigo Fournier, también en la Caja Costarricense del Seguro Social. Era la asistente de él. Estaba en mi segundo año de universidad. “Nunca me metí en la política, me interesaba una política nacional, en la que no hubiera intereses creados y grupos de presión. Ya había vivido esa experiencia con las farmacias y los productos genéricos, estando en la Caja. Fui amiga personal de Juan Bosch, que tenía una lucha parecida en República Dominicana. Cuando me llamó para que lo asesorara, la gente que cobraba comisiones por conseguir pensiones, me decían ´gringa, go home´.
Con Don Pepe “Don Pepe me llamó en el 72 y me dijo, ´vaya, haga todo lo que pueda. Véndale a los judíos carne y café´. Siempre creí que un embajador debía hacer una labor cultural, tanto dentro del país como hacia el país de donde viene. En eso tuve mucho éxito. La señora Meir, que era una señora muy alegre y llena de vida, también fumaba y se tomaba sus tragos de coñac, y fue por ahí que nos hicimos más amigas. Me decía ´my daughter´. Ella tenía una envidia de cuerpo diplomático, un cuerpo diplomático de lujo. Imagínese que la escritora Rosario Castellanos era la embajadora de México. Murió allá, electrocutad Increíble, ¿verdad? “Don Pepe era muy divertido. Era muy amigo de Luis Burstin. Una vez, Burstin hizo una visita a Israel, y Don Pepe Camilo Rodríguez Chaverri
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me encargó que lo atendiera. Era el tiempo del Excelsior. Mi trabajo era conectarlo bien. Pasamos muy bien allá. “Poco tiempo después, se viene la guerra de Yom kipur. Me ponen desde allá a tratar de convencer a Don Pepe para que influyera de alguna manera. Él conocía a muchísimos dirigentes y líderes del mundo. La idea era que Rusia parara la guerra. “Después de muchos intentos, lo encontré en La Lucha. Le digo, ´Don Pepe, estoy en Israel´. Y me contesta, alarmado, ´¿Qué está haciendo ahí? Salga en carrera. No ve que están en guerra´. Se le había olvidado que yo era su embajadora. Se lo recordé. Me dijo ´¡No puede ser! Bueno, en todo caso, mejor salga´. “Yo vivía en las colinas de Israel. Durante la guerra manejé una ambulancia con la condición de traer a todos, árabes, palestinos y judíos. “Me tocó ver casos muy tristes, como las granadas que se incrustan en el ojo y queda la gente ciega. Tenía un compañero en el edificio donde vivía. Había estado en la guerra. Estaba ciego. Tenía un perro que lo guiaba. Qué nobles son los animales. “Aquellos días en Israel fueron muy difíciles. Imagínese que a mí me dejaron de pagar el salario de Costa Rica. Ni mi familia me podía mandar dinero. Entonces, unos vecinos, que habían sido voluntarios en el ejército de Israel, me regalaban la comida y, a cambio, yo les cuidaba los chiquitos. “Allá yo tenía un sirviente árabe; se llamaba Mustafá, era cristiano. Lo único que me pedía Mustafá era de morirse de la risa. Me decía, ´mire, cuando salga a atender el teléfono, por favor no salga con esa pijama tan corta, porque el Corán me prohíbe ver mujeres desnudas. Sólo podré ver mujeres desnudas cuando nos ganemos el paraíso´. “El pobre Mustafá creía que el paraíso signific aba tener derecho a ver mujeres bellas y desnudas. “También tenía un chofer que se llamaba Moshé, que se alistó a la guerra, pero antes, pidió permiso y se fue a dejarme los chiquitos al apartamento. Le tuve que cuidar los chiquitos hasta que regresó de la guerra. “Poco después, mi trabajo en Israel se limitó a algo muy importante. Me dediqué a sacar judíos de Rusia. Eran muy perseguidos. Por ejemplo, saqué a una familia que era pariente de la señora Meir. Para eso me ayudó Simone de Beauvoir. Y la familia me trajo de regalo y agradecimiento un perfume. Cuando me lo puse, tuve que desinfectar toda la casa. No 146
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se aguantaba aquel olor. Era un pacholí. No se quitaba ese perfume con nada”.
Chipre “De Israel me invitaron a Chipre, donde una familia de apellido Economus. Eran navegantes, fabricantes de naves, y socios de Onassis en un negocio de barcos. Me invitaron porque había escrito sobre la necesidad de integrar a Chipre al mundo europeo, y sobre la urgencia de deshacer el divorcio entre los turcos y los chipriotas. “Siempre he amado a un poeta muy cercano a Chipre, Kavafis. Recuerdo, por ejemplo, que Terence Moix usa un verso de Kavafis, bellísimo: ´si vas a Itaca, desea que el viaje sea largo, lleno de experiencias, y después de conocer, cuando vuelvas de Itaca, no digas que fue un sueño’. “Moix se declaró homosexual, lo cual no es nada en Europa y los países realmente desarrollados y civilizados. Escribió su primer libro sobre su primera experiencia homosexual. Se llama ´No digas que fue un sueño´. De ahí el epígrafe de Kavafis. “Ahí en Chipre conocí a María Callas, quien viajaba en el yate de Onassis, y después tuve el gran desengaño de que Jackeline Kennedy se metiera a vivir con Onassis. He oído esa versión de que fue venganza ante las muchas mujeres de Kennedy, que era muy mujeriego. También he escuchado que fue un asunto de seguridad personal. Tenía razón de vivir con miedo”.
Daniel Oduber “Conocí a Daniel en la universidad. Recibía clases de Platón con él. ¡Qué dominio de la filosofía, sobre todo de la platónica! Sé que, cuando estaba formando el gabinete, él le dijo a Gonzalo Facio que me hablara a ver si yo le aceptaba un ministerio. “Yo telefoneé a la familia; cuando me contaron, les pregunté qué ministerio, porque si era el de Seguridad o el de Gobernación, no lo aceptaría, pues eran ministerios de represión a la gente. “Mi mamá me dijo que era el de Cultura, y que no aceptara, que no me metiera en enredos, que en la Caja ganaba bien y tenía permiso para estar fuera del país. El permiso me lo había conseguido Rafael Ángel Calderón Camilo Rodríguez Chaverri
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“Me vine para Costa Rica. Creía que me iba a reincorporar a la Caja, pero las circunstancias cambiaron. Entré directamente al Ministerio. Me encontré programas muy buenos, y algunos muy dispersos. Me encantó el de teatro, que manejaba Óscar Castillo, que extendió el teatro por todo el país. “Decidí sostener todo lo que Beto (Cañas) había hecho muy atinadamente, y empezar a hacer una serie de documentos que presenté a la Asamblea Legislativa sobre política cultural. “Presenté un proyecto para que el Estado tuviera control sobre los medios de comunicación masiva, y que dedicaran un espacio a la cultura. Los medios de comunicación hicieron una campaña en contra de mi gestión. Me parece que la gente entendió que yo les iba a quitar las televisoras. “Sin embargo, el pueblo entendió, no se dejó engañar, pero Daniel me zafó el piso. Presentó un proyecto a través de otras personas, en el que establecía que el Estado compraba los medios de comunicación social. He ahí el origen del Canal 13 y de Radio Nacional. “No lo hice yo, pero estaba basado en mis ideas. Fernando Volio era Ministro de Educación. Nunca me llevé bien con él. Para Fernando, todas las ideas de bien social eran comunistas. Era un viejo cascarrabias. “Tiempo después, cuando se presentó el proyecto de Ley de Igualdad Real, fui con Margarita Penón a defender ese proyecto, y el peor enemigo que tuve fue Mario Carvajal. Un día me dijo que me había convertido en guerrillera contra los hombres. Si supiera lo que admiro yo a los hombres, que de adolescente iba a los partidos de baloncesto para admirarles las piernas. “Valga la mención para decir que vengo de una familia deportista. Alfonso era basquetbolista también, y Mario campeón de ciclismo. Yo jugaba tennis y baloncesto”.
Retomando lo del ministerio “En el año 74, no vine para las elecciones. Nunca he participado en política electoral. Nunca he ido a una plaza pública. Acepto que, muchos años después, creo que fui yo quien convenció a Óscar Arias de que tomara el tema de la paz, ya que en ese tiempo el conflicto centroamericano estaba ardiendo. Óscar se ganó el Premio Nóbel y a mí me costó una bomba del Movimiento Costa Rica Libre que me derrumbó una pared de la casa en Barrio La Granja. 148
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“Don Pepe me aconsejó que no dijera nada a la prensa porque era una invitación a que me siguieran poniendo bombas. El Movimiento Costa Rica Libre era terrible y decía que yo era comunista. Ahora hasta me da risa porque ser comunista es como estar pasado de moda. “Cuando salí de ministra de Cultura, pasé al ICAP, que estaba diagonal a radio Monumental, en el edific io Schifter, y empezaron a perseguir al ICAP “Mucha gente se pregunta por qué dejé el ministerio. Tuve que irme. No era un gobierno transparente. Daniel Gallegos y Julieta Pinto me contaron que sabían de las comisiones que recibió Daniel por carreteras. Además, había tráfico de objetos indígenas. “Cuando renuncié al ministerio, Daniel Oduber me puso en la lista negra. No encontraba empleo. La gente tenía miedo de quedar mal con Daniel, y entonces no me contrataban. Oduber fue un presidente muy dominante. ”A pesar de eso, seguí la amistad con Marjorie Oduber, una persona exquisita. Es una amistad que todavía conservo. “Dejé a Guido (Sáenz) de viceministro porque Beto (Cañas) me lo recomendó. Ellos habían hecho una gran labor juntos, en los inicios del ministerio. “Otra persona que me ha ayudado mucho, aunque le va a extrañar porque es conocido únicamente como comerciante y dirigente deportivo, es Enrique Weisleder. Él financió la publicación del libro ´Por Israel y por las páginas de la Biblia´, una recopilación de artículos que yo enviaba desde aquel país, siendo embajadora”.
La Revolución Sandinista “Bueno, la verdad es que simpaticé con la Revolución Sandinista. Estuve muy cerca. Les ayudé mucho. Atendí a mucha gente que venía enferma de lepra en los pies, por estar metidos en esos suampos que deja el Río San Juan. Los atendía en mi casa y los curaba. “Mi casa en Barrio La Granja tenía un alto. Mi mamá no se daba cuenta de quiénes estaban en el alto. Ahí metía a mis enfermos de la revolución. “También traje al escritor Julio Cortázar para que fuera a entrevistarse en el San Juan con los hijos de José Coronel Urtecho. “José Coronel Urtecho me hizo el prólogo al libro ´Mi Guerrilla´. María, la esposa del poeta Coronel, era partera, y Camilo Rodríguez Chaverri
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tuvimos muchas aventuras juntas. Tenía una lanchilla que atravesaba el río Medio Queso, que es afluente del San Juan. “Nos íbamos en la barquilla de motor con una lámpara de gas. Cortázar también tuvo ese tipo de aventuras a nuestro lado. Cuando veía la sangre y los gritos de la mujer, y a la par estaba yo que me desmayaba, María me decía: ´no seás pendeja, mujer, aprendé a vivir´. “Un día íbamos a visitar a Carlos Coronel, que vivía en San Carlos de Nicaragua, y me dice, ´se nos enredaron unas algas en las hélices´. También me dijo que se iba a tirar. Reaccioné y le dije que me tiraba yo, que era menor que ella. Me tiré a sacar las algas, y me dice ´si sentís algo más frío que el agua lo tirás bien lejos´. “Cuando estaba de nuevo en el bote, le pregunté que qué me podía encontrar que fuera más frío que el agua. Me contestó que una terciopelo, y me desmayé. A pocas cosas les tengo miedo, pero a las culebras sí. Ya con los alacranes soy amiga. María me decía, ´es que no hay nada peor que una amiga pendeja´”.
Colegio de Costa Rica “Volviendo al ministerio, fundé el Colegio de Costa Rica, que después pasó muchos años en el olvido. Luego lo tomó Marta Herra, posteriormente volvió a estar en el olvido, y ahí ha estado, de vez en cuando le dan pelota. El Colegio de Costa Rica me permitió traer a mucha gente importante del arte y la literatura. Es una lástima que no sea una prioridad, pues hay gente como la escritora Susan Sontag, que podría venir al país, porque es una amiga mía muy querida. “El Colegio de Costa Rica inició con Juan Rulfo, patrocinado por el gobierno de México, en los tiempos del presidente Luis Echeverría, quien recuerdo que nos había regalado para las labores de teatro un pequeño autobús, para que los actores fueran a los pueblos. Se lo di a Óscar Castillo, y en una de las tantas subidas se le quemó. Nos quedamos sin vehículo, pero las comunidades estaban tan hambrientas de cultura que nos pagaban las estadías “Juan Rulfo me dijo que no le ofrecieran tragos, porque estaba de ´parada´, pero qué va. Regaron la bola de que el día que habló estaba borracho. No es cierto. Simplemente es que era muy tímido. Tanto que a la hora de dar la conferencia, se limitó a contestar mis preguntas. Y a cada rato se quedaba callado. 150
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“Aquí se encontró con Cortázar, a quien traje poquito después para el Colegio de Costa Rica y para que hablara con los hermanos Ortega, Daniel y Humberto, así como con Fonseca Amador y con los hijos de Coronel Urtecho, como le acabo de contar. Estaba a punto de estallar la Revolución Sandinista. “El poeta Martínez Rivas vivía en Costa Rica, y como se peleaba con todo el mundo, por ejemplo, se peleó con Sergio Ramírez y con Pablo Antonio Cuadra, y cuando traje a Pablo Antonio, me insultó todita porque, según él, estaba trayendo a una élite egoísta de la cultura nicaragüense. “A propósito de Nicaragua, recuerdo que la esposa de Somoza me llamó para que la fuera a asesorar en políticas culturales, y le contesté que no podía porque para que existiera una política cultural había que tener libertad en el país. Se hizo un escándalo diplomático. “A mí nunca me han importado esas cosas. Le voy a dar otro ejemplo, cuando murió Allende, siendo embajadora en Israel, protegí a los chilenos que estaban en puestos diplomáticos en Jerusalén. “Ese hecho y el hecho de que me di permiso de decir que la muerte de Allende había causado un terremoto en América Latina contra la libertad y la tolerancia, hizo que tanto Chile como Nicaragua presentaran ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica una queja furibunda. Después, ambas embajadas abogaron para que me quitaran del Ministerio, queja de la que, en ese momento, se rieron Chalo Facio y Daniel Oduber. “Lo más duro que dije contra la muerte de Allende fue un discurso, siendo Ministra de Cultura, porque se celebraba algo de Neruda, y hablé sobre la importancia de Neruda en la literatura mundial. Se prestaba la ocasión para hablar de lo otro”.
Cultura latinoamericana para el país “Estábamos hablando del Colegio de Costa Rica, ¿verdad? Traje al poeta panameño Rogelio Sinán, y a las poetas nicaragüenses Gloria Guardia y Gioconda Belli, quien, por cierto, vivió un tiempo aquí, en los años de Somoza, y organizaba actividades culturales, a pesar de la discreción con que se tenía que mover. “Durante mi gestión como Ministra de Cultura, todas las semanas había algo fuerte, y casi todas las semanas había algo Camilo Rodríguez Chaverri
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de afuera. Cada vez que traíamos a alguien, se nos llenaba el Teatro Nacional, hasta la galería. Lo más divertido es que llegaban mujeres con niños de pecho, y los burócratas de cultura se quejaban por la bulla. A mí me parecía tan bello que las mujeres tuvieran derecho a amamantar con cultura a sus hijos. “Trabajamos mucho en promoción cultural. Recuerdo que le hicimos un gran trabajo de difusión a mucha gente. Le voy a contar un caso. Le hice una presentación divertida a un libro de Matty Crespo, sobre aquella historia cubana de que la muerte llegó a buscar a alguien. En lugar de la muerte, dije que había llegado la fama, y que pasó donde Myriam Bustos, y estaba ocupada con sus perros, y que pasó donde Abel Pacheco, pero que estaba grabando. Luego, el cuento dice que a la fama le robaron la plata. Es un cuento divertido, pero se lo termino otro día, porque me acordé que es mejor que hablemos de cuando salí del Ministerio de Cultura”.
Plantada “Me fui del Ministerio porque Daniel Oduber me zafó el piso en el proyecto de la televisión, del control de los medios de comunicación. Con mi proyecto, se obligaba a los periódicos a dar espacio, no suplementos de dos páginas como hay ahora, sino suplementos realmente buenos, dedicados a los temas de la cultura. “Un buen día, Daniel me mandó a Rodrigo Fournier, porque renuncié un 1 de mayo, y Oduber quería que, por lo menos, fuera a la Asamblea Legislativa a hablar de mi proyecto. Le dije a Rodrigo que le fuera a decir a Daniel que era una lástima que no hubiera venido él a mi casa para que viera cómo vivía una ministra pobre, que no hacía negocios. “Ya venía molesto conmigo desde hacía rato. El Consejo de Gobierno estaba muy molesto por las producciones del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica, sobre todo una de Víctor Ramírez acerca de las condiciones en que vivían los presos, y otro sobre la prostitución, que se llamaba Las Cuarenta, y que era de Toño Iglesias. “Teníamos que proteger a la prostituta que iba haciendo el relato. Todo lo que denunciaba Toño es algo que sigue ocurriendo. El documental dejaba al descubierto el tema de la prostitución de menores de edad por parte de los turistas. Fuimos los primeros en denunciar todo eso.
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“También recuerdo un documental sobre la deforestación, que fue producido y dirigido por Ingo Niehaus, quien, por cierto, acaba de hacer una película sobre prostitución de muchachitas, un tema que le preocupa a él y a Toño (Iglesias), desde hace treinta años”.
Istmo Films “Cuando salí del ministerio, conformamos la empresa Istmo Films, en la que los socios éramos Óscar Castillo, Samuel Rovinsky, Nico Baker, Sergio Ramírez, Toño Iglesias y yo. La idea era producir películas y documentales. “Cuando estábamos con el agua hasta el cuello, Nico Baker nos salvó porque nos compró la empresa, que también era la dueña de la Sala Garbo. “La Sala Garbo nació con Istmo Films, y nos daba entradas, pero Ia productora se comía todo. Cuando ya había que hipotecar la casa, que era lo único que yo tenía, dije ´me retiro´. Y también se retiró Sergio Ramírez porque, con muchos costos, también hizo una casa aquí, en nuestro país, donde vivió durante muchos años para trabajar contra la dictadura de Somoza. “Después trabajé con UNICEF, e hice varias películas con la Televisión Cultural Salvadoreña. Y cuando me cansé de viajar, y me sentía ya una valija, entonces me fui a representar a América Latina en México, por UNICEF. Ahí viví tres años. Me tocó el gobierno de Miguel de la Madrid. “Para poder alquilar la casa en México, un hermano de don Enrique Weisleder que vive allá, a pedido de don Enrique, me metió un empujón. Se lo agradezco muchísimo a los dos”.
Canción de la ternura “Mi primer libro es ´Canción de la Ternura´. Lo publiqué en 1974. Estaba en las tertulias de Lilia Ramos, a las que iban Julieta Pinto, Daniel Gallegos, Alfonso Chase y Luis Fernando Charpentier. “Ahí conocí a una persona que ha sido muy significativa en mi vida, Fabio Herrera, quien siempre me ha apoyado. Vivía en San Isidro de El General. Era un muchachillo. Llegaba a los espectáculos de Mireya Barboza. “Sobre el hambre de cultura en el país, Fabio fue una confirmación. Venía de lejos, a ver un espectáculo de Mireya Barboza o un recital mío. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Le regalé a Mireya mil pesos para que comprara luces. Todo el juego de luces lo hizo Carlos Francisco Jiménez, el papá de la escultora Maricel Jiménez. “´La canción de la ternura´ es un poema de fraternidad humana. Bueno, en realidad, mi primer libro es ´América´, y lo edité en polígrafo, ayudada por Victorita Garrón, que dirigía el Colegio Anastasio Alfaro”. “Luego, empecé a abarcar el fenómeno burocrático en el país, y el sistema de consumo. Fui la primera en hablar de esos temas en Costa Rica y América Central. “Es la época de mi libro ´Los perros no ladraron´. Se llama así porque los perros ladran por todo, pero cuando entra la muerte, no ladran. Ellos viven tan habituados a la naturaleza, que la muerte para ellos es un fenómeno al que todos los seres estamos destinados. Por eso, no avisan cuando llega la muerte. “Sigue ´Memorias de un Hombre de Palabra´, que es el mundo de la burocracia de los mensajeros, una síntesis de la gente que le sirve a los burócratas, lo que se llama aquí clase baja. La palabra baja no tiene que ver nada con dific ultades económicas. “El libro trata acerca de la angustia que vive la gente para salir adelante dentro de un sistema de consumo en el que sólo vale el que tiene. “Después ´Camino al Mediodía´, es la historia de un entierro de un hombre que se ha suicidado. Toca temas como la intimidad y la doble moral de Cartago, cómo todo el mundo vive con caras escondidas y corren los visillos para ver pasar a la gente. “´El caso 17720´ es la historia de un hombre que se vuelve loco por las ambiciones que tenía su familia. Es inventado, aunque confieso que yo iba a las sesiones de anatomía patológica, que impartía Carlos Céspedes. “´Cinco temas en busca de un pensador´ trata de aspectos sociológicos del país que requieren de la atención de los intelectuales. Uno es el famoso ´a mí que me importa´, el segundo es ´¿qué le vamos a hacer?´, otro más el ´ahí vamos´ y ´idiay´… “En ese libro faltan temas nuevos como ´pura vida´. Ahora quiero escribir esos otros. Tengo que ponerme más en contacto con gente joven, gente que maneje esos términos. Son como lugares comunes, y me interesa analizarlos. Por ejemplo, ´pura vida´, ´mae´, ´güevón´ y ´vara´”.
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Diario de una multitud “´Diario de una Multitud´ es un día en nuestro país. Yo viví el saqueo de las tiendas alemanas y españolas en los años 40. Un zapatero comunista le clavó unas tablas a la puerta de mi casa para cuidarnos. Nos fuimos a Cartago donde mi abuelo. “Una amiga de la familia, doña Ofelia Corrales, era famosa como médium. Ella me regaló un perro ruso. Incluso se llamaba Ruso. Los comunistas creían que era un insulto a la revolución. “En ese libro también viene una historia de amor y, al final, el presidente que aparece ahí es Don Pepe. Después él me decía ´¡qué bárbara, mi hijita! ¿cómo tenés memoria para tanto?´. Es que ya estaba en un período en que se le olvidaban las cosas “´Más allá del Parismina´ es una novela que publiqué en la editorial del Tecnológico y se agotó. Ahorita va a salir otra edición. “Y de los cuentos, el primero es ´Ondina´. Es el que más se ha leído en toda América Latina, y ha sido traducido al inglés, alemán, francés, ruso, italiano, polaco y otro montón de idiomas. “El segundo ´La Casa Desocupada´, aporta muchísimo. Luego vienen ´Pasaporte de Palabras´ y ´En Partes´, que es un libro que ha fascinado a la gente. “´Pasaporte de palabras´ es un libro de cuentos en el que empiezo a ensayar montones de cosas que luego voy a decir. Es experimental, como uno que se va a publicar ahora, que se llama ´Los Girasoles Perdidos´, en el que viene la historia de un girasol al que no le gustaba el sol, sólo la noche y la luna. Este libro no tiene puntuación. “Desde el inicio de mi vida como escritora, he combatido a los lectores consumistas. Es para evitar a esos que leen ´El Alquimista´, o que leen a Isabel Allende o a Graham Greene, y que no se detienen en sus valores. “´Los Girasoles Perdidos´ es un libro muy pesado. Mi narrativa no hace concesiones. Me decía Magda Zavala que pertenezco al neorrealismo”.
Los inclasificables “También he escrito libros inclasificables, como ´Días y Estancias´, que escribí con Graciela Moreno. En esta obra, Graciela cuenta su relación con el Doctor Moreno Cañas y Camilo Rodríguez Chaverri
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yo cuento mi relación con mi familia. Es que nosotras fuimos compañeras y amiguitas en la escuela. “Participé en un libro sobre Mireya Barboza, con su hermana, Ligia Barboza. Es muy lindo para mí recordar todo eso, porque yo le hice muchas coreografías y textos. Una de ellas me dijo ´tené este texto´, creo que era ´Simón, el Loco´, un poema largo que es mío. Simón el Loco es el personaje que crea otro personaje. Y ese era un tema obsesivo en mí, que se ve en ´Responso por el niño Juan Manuel´. “Otro libro de este estilo es ´Recordándola´, un homenaje a Marina Jiménez de Bolandi y a Dinorah Bolandi. “Yo pongo aparte los libros de poemas. Y de lo que he escrito en poesía, en el recuento, el primero es ´América´, el segundo es ´Mi Guerrilla´, que es un libro de poesía, no un panfleto. Lo escribí tomando distancia de los temas. “Entre los más recientes está ´En esta Tierra Redonda y Plana´, que es una poesía muy hospitalaria y que fue premiado como el mejor libro latinoamericano que se publicó en Europa en el 2002. La calificación la hicieron los autores europeos. Aquí pasó inadvertido. “Pero dejáme devolverme para hablarte de otros libros que he publicado. Está ´Sobrepunto´, que es un libro sobre la vida de una amiga mía. Los abuelos se la habían robado. No era una persona común y corriente. Por ejemplo, empezamos a aprender a manejar y el gusto de ella era chocar. También me invitaba a robar zapatos y no se robaba los pares, sino sólo uno. Después le dio por las drogas. Era algo que venía en su sangre, porque desde que estábamos pequeñas, teníamos que ir de cantina en cantina a recoger al abuelo. “´Responso por el niño Juan Manuel´ es lo que cuento siempre de mi hermano Mario, que hacía muñequitos. El esqueleto era un papel de cigarro. Luego, los vestía. Les hacía ropa con las revistas. Él inventaba historias, jugaba con aquellos muñequitos, les fue comprando cosas, carros, motocicletas. Después, fue corredor de bicicletas y de motos. Tenía una Harley Davidson. Cuando iba por el Paseo Colón, se soltaba de manos. “Y ´Vendimos la Lluvia´ es el cuento más famoso en nuestro país, aunque no tenga tantas traducciones como ´Ondina´”.
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Cuadernos de sorpresas Conforme tomo confianza, me atrevo a revisar los cuadernos que están sobre la mesa. Descubro que ahí tiene los poemas de sus nuevos libros, ´El círculo de los pronombres´ y ´Oficio de oficios´. Es un cuaderno de escuela. En la portada, tiene una foto de los Celtics de Boston. Me cuenta que todos sus libros nacen en un cuaderno como éste. En el caso de los poemas que están sobre la mesa, recién nacidos, están escritos impecablemente. “Todos mis libros nacen en cuadernos de escuela, con letra pequeña, redonda y muy juntita. La escritora Linda Berrón, que aprendió a estudiar la personalidad por medio de la letra, decía que, a juzgar por la mía, yo era muy agarrada y muy mentirosa”, dice doña Carmen, riéndose. “Así como los escribo en este cuaderno, así los publico. Hay gente que dice que el arte está en pulir. No creo en eso, el arte está en buscar la parte más creativa de uno. Claro que no me siento a escribir si no tengo ya todo pensado”, explica. Entre los cuadernos que tiene sobre la mesa, uno contiene el prólogo para un libro de Vilma Loría y el prólogo para un libro de Humberto Bertolini. Otro cuaderno contiene los originales del libro sobre Olo y unos cuantos cuentos. “Estoy escribiendo una novela gótica. Al principio, ocurre un crimen, pero las cosas no vienen solas y luego, la trama se complica”, dice doña Carmen. “Esta novela que tengo empezada anda por aquí. Está en uno de estos cuadernos. Debe ser en otro igual a éste. “Hasta las novelas las escribo a mano. Antes a veces escribía a máquina, pero no siento igual. Y es en serio que no reviso ni los cuentos ni las novelas. Los tengo muy pensados. Camino con los cuentos o los poemas en la cabeza, manejo con los cuentos y los poemas en la cabeza, me acuesto con ellos y amanezco con ellos. Lo que más le asombra a la gente es que escribo de un tirón, y lo mismo cuando lo hice con la máquina. No conozco las computadoras ni las sé manejar. Siempre digo que nací en la época de los dinosaurios”.
Libros inéditos “Entre los libros cuentos que es de me los pasen de ´Las mujeres salen
nuevos, que tengo inéditos, hay uno de sólo mujeres. Tengo que hablar para que los cuadernos a computadora. Se llama a la calle´. Tengo un montón de mujeres
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retratadas. Es un libro sobre las máscaras y los verdaderos rostros. Es sobre cómo las mujeres inventan rostros y después tienen conflictos endiablados. Uno de los cuentos se llama ´Yo nunca fui sorda´ y trata de cuando a una mujer le estaban preparando el funeral, y ella pensó que era un viaje. Otro de los cuentos se llama ´Todos los ayeres no hacen un mañana´” Sigo buscando en la mesa “de correte” otros cuadernos que nos den nuevas señales. No encuentro más cuadernos, pero sí como veinte ejemplares del periódico español “El País”. “No compro ´La Nación´. Vos sos el único que de vez en cuando me traés un periódico. Lo que leo es ´El País´, y con cierto atraso, porque los periódicos me llegan a la semana. Este domingo leo lo del domingo pasado. Eso sí, paso totalmente informada de lo que ocurre en América Latina, Europa, África y Asia. Eso no se puede conseguir con ninguno de los periódicos de aquí. “Me gusta mucho estudiar lo que pasa en el mundo. Por ejemplo, admiro ese papel que está desempeñando ahora Corea, que realmente es un paro a la política imperialista de Bush”, explica. En esta casa, las paredes se corren. Mientras va a correr la mitad de una pared para que el fuego del atardecer pinte de naranja y amarillo toda la casa, reviso lo que está leyendo doña Carmen. Realiza toda su actividad intelectual en esta mesita, donde ahora tiene un libro de Naipaul, un libro de Saramago y otro de Susan Sontag. Doña Carmen quiere un descanso en medio de la entrevista. Se sienta en una mecedora, y le hace cariños a “Pecas”, su amiga inseparable. En eso llegan Marita y Julia a ofrecer café, y doña Carmen pasa a hablar de su nueva y queridísima familia. “No se puede imaginar lo que es la mamá de ellas. Llevaba a pie a sus dos hijos ciegos hasta un cruce donde pasa el bus. ¿Ya se lo conté? No importa. Caminaba varios kilómetros todas las madrugadas. Eso me impacta”.
Entre islas “Como ahora están tan bien en literatura estas muchachotas (Marita y Julia), a veces, cuando quiero escribir y me da pereza sentarme para empezar en mis cuadernos, lo
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que hago es que les dicto a ellas”, dice, mientras le pasa las manos por el pescuezo a “Pecas”. Ahora, la entrevista pasa a una nueva etapa. Doña Carmen hablará de lo que quiera, como siempre, pero como quien brinca piedras en un río, va dejando espacios en el vacío. Lo que sigue es como las sábanas que hacen Marita y Julia y que tienen a la venta, los quilt, que están hechos de pedazos. “Coronel Urtecho decía que si yo hubiera sido hombre habría llegado a ser Presidente de Costa Rica. Y mi mamá decía ´¡que sal la mía! El único hijo inteligente me salió mujer´. También decía ´mi hija es una mujer que no sirve para nada, sólo para escribir´. “Hablando de mi mamá, al final ella vivió conmigo en esta finca, pero la odiaba a muerte, porque no le gustaba el campo”. Con su debido permiso, me pongo a registrar una libreta de teléfonos, porque me ha dicho que hasta los ojos se me van a hacer agua. Tiene teléfonos y direcciones de unas treinta revistas y editoriales extrajeras, y en medio, los teléfonos de algunos escritores famosos. Me encuentro con el teléfono de García Márquez en México y en Colombia. Me detengo ahí, por supuesto. “A García Márquez lo conocí en La Habana. Fidel Castro nos invitó a almorzar. Pasamos toda la tarde conversando. Mario Benedetti también estaba, con toda su ternura y su problema de asma. “Con otra persona con quien almorcé más de una vez, y a quien conocí de cerca fue John Lennon. Lo conocí porque coincidimos en diversas actividades y reuniones sobre derechos humanos y defensa de las minorías. Al final, si me veía en una actividad, se sentaba largo rato a hablar conmigo”.
De alumna a instructora “Una experiencia muy importante en mi vida es que tomé una beca que daba el Departamento de Estado y estuve un año en Iowa. Empecé como alumna y terminé como instructora. Yo era la única costarricense. Allá estaban los escritores Fernando del Paso, Luisa Valenzuela y Antonieta Madrid. Dentro de la beca, un requisito para estar allá es que teníamos que escribir una obra. Allá escribí ´Diario de una Multitud´. Fue a inicios de los años 70, y cuando volví me nombraron subgerente de la Caja
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“Rafael Ángel era directivo, y estábamos en el tercer gobierno de Don Pepe. Yo todavía no me había ido para Israel. Un día, recuerdo que había una huelga, y Rafael Ángel no quería saludar a Don Pepe ni darle la mano. Yo me lo llevé para un balcón y le dije que tenía que hablarle, tarde o temprano, porque era una figura histórica como su padre. “Don Pepe era muy abierto y lo recibió muy bien. Lo saludó como si nada hubiera pasado nunca entre las dos familias. Uno a Don Pepe le podía decir las cosas. Eso no significaba que uno lo fuera a convencer, pero, por lo menos escuchaba. Una vez Julieta Pinto, Alfonso Chase y yo le reclamamos la metida de patas de traer a Vesco y le dijimos que hasta que dejara de andar con Vesco no le volvíamos a ayudar. En efecto, cuando quiso volver a ser presidente, no le ayudamos en la precampaña. “Yo le daba clases a José María, Mariano, Karen Cristiana y Kirsten, los hijos de don Pepe en su segundo matrimonio. Ellos hablaban el español de La Lucha, porque con la mamá sólo hablaban en inglés y con Don Pepe también. “Me tocaba darles clases de buen español. Karen Cristiana y Kirsten acabaron escribiendo poesía, y Mariano escribió un poema muy lindo cuando murió Don Pepe. Lo tienen impreso sobre su tumba, en La Lucha”.
Cada libro, una aventura “Sonia Marta Mora es la mejor crítica que he tenido yo, aunque nunca he buscado reconocimiento. Cada libro es una aventura. Una vez, alguien compró un ejemplar de ´Ondina´ en un aeropuerto. Después, lo dejó en el asiento del avión, y cuando aterrizó, quién sabe dónde, se montó una traductora al inglés y se encontró con ´Ondina´. Ella me empezó a divulgar en Estados Unidos, sin conocerme siquiera. “Tampoco puedo negar la labor que hizo el Instituto Tecnológico por darme a conocer en todo el mundo. Por eso, les regalé la escultura que me había hecho Fernando Calvo. “Siempre he sido muy amiga de muchos escultores. A don Juan Rafael Chacón, que fue el gran escultor de figuras como Clorito Picado y Moreno Cañas, lo protegí hasta el último de sus días. “Empecé con los talleres cuando vine de Iowa. Los primeros talleres fueron de teatro. Leíamos mucho e íbamos montando las obras de teatro que escribían en el taller. Yo
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tengo teatro inédito. El libro se llama ´Golpe de Arenas y otras obras´”.
Talleres literarios “Poco después, empezamos con los talleres de cuento y de poesía. En esos talleres nacieron un montón de escritoras y algunos escritores. En el taller han estado Vicky Borloz, Vicky Saxe, Francisco Cartín, Irene Sancho, Ligia Barboza, Leticia Taboada, Vilma Loría, Roxana Pinto, Leda Quijano, Marta Barquero y Magda Zavala, entre muchos. “En los talleres hacemos dinámicas de grupo para que la gente pierda el miedo. Hay una dinámica buenísima, que se llama ´Dinámica del lazarillo´. Unos hacen de ciegos y los otros de guías. Después se cambian, y el que hacía de ciego ahora sería guía y viceversa. “También hacemos una dinámica con una naranja, para que la gente le pierda el miedo al cuerpo y al encuentro con otras personas. Primero se pasan la naranja de persona a persona con las muñecas, después con el codo, luego con los tobillos, las rodillas, la nuca…”. A esta altura de nuestra conversación, estamos almorzando en nuestro tercer o cuarto encuentro. Mandamos a traer helados a la pulpería. Minutos después, Doña Carmen se come un helado de palillo con todo gusto. Llama a Efraín, el esposo de Marita y encargado del mantenimiento general de Olo. Le dice que me cuente sus peripecias en las zonas bananeras. “En las bananeras me ponían a cargar como si fuera un animal. En cambio aquí en todo estamos mejor. Lo único es que no hay transporte para los niños. “Yo estuve en la bananera en el Valle de la Estrella y en Río Frío. Ahora trabajo con doña Carmen, haciendo de todo un poquito”, dice don Efraín. “Efraín es el campeón de aquí”, dice doña Carmen. “Me compone la electricidad, me refuerza los muebles, me limpia el patio y hasta me chinea a las ardillas que andan entre los árboles. Es un hombre muy valioso”. Efraín toma confianza, se sienta con nosotros en la mesa y dice que le interesa la cultura, porque “Doña Carmen nos ha enseñado muchas cosas interesantes”. Pasa al heladito de palillo, con nosotros, y dice que le gusta oír hablar inglés y ver escribiendo a máquina.
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Doña Carmen le celebra el comentario, y explica que tienen una vecina que es del Centro de Amigos para la Paz, y que llega a hablar con ella en inglés. “Con Efraín, que es un hombre de trabajo muy fino, vamos a poner una ebanistería, vamos a hacer banquitos y mesas, a precios muy accesibles, todo bien barato. Y con Julia y Marita tengo los delantales y los quilt, que son las sobrecamas de retazos. Estamos vendiendo este producto y nos va muy bien. Tita Escalante nos encargó uno para cama matrimonial. “Ahora estamos comprando las telas en ´Reta-kilos´, porque nos hacen buen precio. También hay gente que nos regala retazos. La gente que cose siempre tiene pedazos que sobran. Aquí en ´Calle Vargas´ también nos van a regalar”, dice doña Carmen, quien a veces fuma mucho y a veces no. En algunos momentos, enciende un cigarro con la punta del otro, y en otros momentos, pasa ratos enteros sin preguntar por su cajetilla. Fuma un paquete de cigarros desde que era una adolescente. Su papá fumaba, y sus hermanos Manolo y Mario también fuman.
Sus salidas “Mis hermanos tienen preferencia con las alemanas, Mario se ha casado con dos mujeres de origen alemán, y Alfonso con otra de origen alemán. Sólo Manolo se casó con una española. En cambio, a mí nunca en la vida se me ocurriría casarme con un alemán. “No me arrepiento de nada en la vida. Me siento realizada y plena. Olo me hace feliz. Me siento muy bien acompañada por Marita, Julia y Efraín, y recibo el cariño de ´Pecas´. No me hace falta nada. “Una de las cosas que más me gusta es que en mis talleres ha entrado gente mayor, como Georgina Meneses, y le hemos ayudado a pulir para que publique. Ya apareció su libro sobre los incas. Ella es peruana. “Yo tenía una utopía en San Ramón de Tres Ríos, pero me la encontré aquí, en Olo. No soy de mucho salir. Soy muy casera”, dice Doña Carmen. Hace un gesto cuando viene un rayo. Se agita con las tormentas. Va a cerrar las paredes, porque aquí las ventanas pueden ser del tamaño de una pared: responden a la vocación y a las dimensiones de alguien que no soporta la pequeñez
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ni las fronteras, porque nació para la grandeza, a pesar de ser sencilla y muy desprendida. “He hecho lo que me ha dado la gana. He cumplido con muchas de mis aspiraciones y sueños personales. Siempre he sabido ganarme justamente mi salario, y no acepto privilegios de ninguna clase. Tengo una pensión del Seguro Social de 300 mil pesos por mes, que es con lo que vivo. Podría haber pedido una pensión de Hacienda por haber trabajado en el servicio diplomático y por haber sido Ministra de Cultura, pero no quise nunca sacarle más plata al Estado. Aparte, me llega algo más por los derechos de autor que me pagan en Europa y en Estados Unidos. “No cobro ni por las tesis que tengo que poner en idioma para todos. Es más, a partir de algunas tesis o algún trabajo de investigación, hemos obtenido libros admirables, como algunos de Vicky Borloz, Roxana Pinto o Grace Prada, una mujer admirable, de alta sociedad, que se casó con un señor humilde y vive muy feliz”.
Almácigo de plumas “De mi taller han salido unos veinte libros ya publicados. Es tanto que tenemos nuestra propia editorial, Osadía, y tenemos nuestro propio material de trabajo. Hasta estamos exportando libros. “Me encanta ayudarle a la gente que tiene sensibilidad artística. Admiro mucho a gente como Guadalupe Urbina, la cantante guanacasteca que anda cantando a Costa Rica por el mundo. Le regalé un poncho para sus presentaciones. “Ahora estoy una película documental sobre la vida y la obra del pianista y escritor Jacques Sagot. No quiero adelantar nada más, pero ese proyecto me tiene muy ilusionada. “De jovencita nunca creí que iba a recibir tanto reconocimiento como escritora. Yo llego a un aeropuerto y hay fotógrafos, y en todo lado me esperan. “Pero yo soy una persona que se satisface con mucho menos. Muchos años después de ser escritora, también resulté pintora. Aunque, la verdad, empecé a pintar en tarjetas de invitación, durante las sesiones de la Caja. Ahí empezó mi afición por los dibujos. Luego tuve un curso de apreciación estética con Dinorah Bolandi, que es una sabia que vive escondida. Hace poco saqué un libro con mis dibujos”. Le pregunto qué le falta a la literatura costarricense. He querido hacerle la pregunta varias veces, durante estas tardes Camilo Rodríguez Chaverri
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juntos, pero en los intentos anteriores algo me había dicho que desistiera. Esta vez la agarro distraída, con “Pecas” a sus pies, y empieza a contestar como sin darse cuenta. “A la literatura costarricense le falta fuerza, más osadía, le falta atrevimiento”, dice de un tirón, y después me vuelve a ver, sobresaltada, como quien se percata de un embuste. “Quiero mucho a las escritoras de nuestro país. Muchas me caen muy bien. Quiero mucho a Julieta Dobles, Cristy van der Laat, Mía Gallegos, Ana Istarú. “Recuerdo que fui a muchas universidades de Estados Unidos con Ana Istarú. Llegábamos tarde. Cuando empezábamos, todo el mundo estaba furioso. Una vez, les leí un poema del libro ´Mi guerrilla´. Es un poema sobre un gato callejero que había aprendido de orgías y daba clases. Entonces dije que aprendió orgías en la universidad de Harvard y daba clases en Columbia. Todo el mundo se moría de la risa. Teníamos que recurrir a esos trucos por andar de callejeras y de impuntuales”, dice Doña Carmen. Hemos viajado por su vida, sus obras, sus milagros. He disfrutado más yo que ella, que prefiere andar caminando entre los cipreses que tienen un atardecer en la corteza, y los cafetales. Olo es un rincón del cielo que Dios dejó perdido en Calle Vargas de Tambor de Alajuela. Salimos de su casa enriquecidos, con un mar de palabras entre el pecho y la espalda. Domingos y tardes enteras nos ha tomado Carmen Naranjo. Seguramente, como a sus alumnos del taller, nos ha devuelto al mundo con nuevos colores en el alma. Ojo, marzo 2004
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Victoria Garrón de Doryan
Maestra en todo…
Esta entrevista me urgía, y la gran biógrafa, la gran maestra, la gran señora, está enferma y no puede concederme un tiempo. Por dicha, hubo una manera de realizarla. Doña Victoria Garrón de Doryan es la gran estudiosa de la obra de figuras como Joaquín García Monge, María Teresa Dengo, Anastasio Alfaro o Billo Zeledón, y es el gran emblema de las educadoras de antes. He aquí un tesoro que nos encontramos y apenas tuvimos que editarlo para usted. “Llegué al mundo, según me han contado, rodeada de árboles, animales domésticos -una vaca, un perro y varios conejos- y oyendo el correr de las aguas del río Torres, al límite norte de la ciudad de San José. “Cuando mis padres, Estanislao Garrón Lermitte y Claudia Orozco Casorla, contrajeron matrimonio, el 11 de diciembre de 1914, mi papá trabajaba en la casa Tournón; don Elois Tournón , que lo apreciaba mucho, le cedió una casa para que viviera dentro de la enorme propiedad del beneficio de café, en el Barrio Amón. “Allí nacimos los tres hijos, Jorge Enrique, el 11 de febrero de1916; Miguel Alberto, el 29 de setiembre de 1918, y yo, el 8 de octubre de 1920, acontecimiento que fue muy celebrado por haber sido la primera nieta de la familia Garrón Lermitte. “Pero el primer recuerdo que emerge de mí misma no es en esa propiedad, sino a la edad de tres años, sentada sobre las gradas inferiores de la escalera que comunicaba al segundo piso de una casa del Barrio la California. “La tercera vivienda de nuestra familia estaba ubicada al sur del Colegio Superior de Señoritas, colegio en el cual había estudiado mamá y había obtenido el título de maestra de kínder garten, bajo la sabia dirección de Miss Marian
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Le Capellain, educadora francesa traída por don Mauro Fernández para impulsar la reforma educativa. “Luego fuimos a vivir a una casa de la Fábrica Nacional de Licores. La historia de por qué nos fuimos es larga e interesante de contar. “A principios de 1924, mi tío Jorge Orozco se había trasladado con su familia a San Francisco de California. Ocupaba una importante posición en el banco que hoy conocemos con el nombre de The Bank of America, pero su esposa, Estela Carrillo Castro, se había cansado de vivir en esa ciudad y soñaba con regresar a Costa Rica. “Mi tío Jorge y Elsa, la hija mayor, que todavía no había cumplido los 10 años de edad, preferían permanecer en los Estados Unidos; pero mi tía Estela y su hijo Alexis deseaban regresar a su patria, decisión que al fin privó y que se hizo efectiva en agosto de 1924. “En aquel entonces, para viajar de San Francisco a Puerto Limón, había que tomar dos barcos: uno hasta Balboa, Panamá, para luego atravesar en tren el istmo hasta Puerto Colón y tomar otro barco, más pequeño, que pudiera atracar en Puerto Limón. Generalmente esos barcos más pequeños pertenecían a la United Fruit Company. Los Orozco Carrillo así lo hicieron. “Sigamos la historia: don Ricardo Jiménez Oreamuno había asumido la presidencia de la república en mayo de ese año 1924 y cuando se enteró de que Jorge Orozco se venía con su familia a Costa Rica, tuvo la feliz idea de ofrecerle la administración de la Fábrica Nacional de Licores, que había quedado vacante. Y así, la familia Orozco Carrillo se trasladó a la casa de habitación de la Fábrica, como se le llamaba entonces. “La casa del administrador era esquinera, de dos pisos y muy amplia; por esa razón mi tío les propuso a mis papás que ocuparan el segundo piso, ya que ambas familias eran relativamente pequeñas. Y así fue como en enero de 1925, dejamos el barrio del Colegio Superior de Señoritas para trasladarnos a la Fábrica. “Mi tío estuvo al frente de la Fábrica Nacional de Licores durante el gobierno de Don Ricardo, de 1924 a 1928; el de don Cleto González Víquez, de1928 a 1932; el tercer gobierno de don Ricardo, hasta 1936, hasta el de don León Cortés Castro, con lo cual fueron casi 16 años los que vivimos ambas familias en el barrio de la Estación, que comprendía la Estación al Atlántico, el Parque Nacional, el Colegio de Sión, 166
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la Casa Presidencial, la Fábrica Nacional de Licores, la Avenida de las Damas, el Parque Morazán, el Edifico Metálico, la Plaza España y la Casa Amarilla, con sus respectivos vecindarios”.
El Bellavistazo “Por vivir en la casa de la Fábrica, en febrero de 1932 mi familia se vio directamente afectada por un episodio que hoy es parte de la historia político-militar de Costa Rica. Un grupo de personas que no estaban de acuerdo con la manera en que se estaba gobernando el país se levantó en armas e intentó tomar el poder. Fue lo que se llamó ´El Bellavistazo´. “El 15 de febrero de 1932 dormía tranquilamente disfrutando de las vacaciones de tres meses, cuando a las 7: 30 de la mañana me despertó mamá y me dijo, ´estamos en problemas. No hay tiempo ni para bañarse. Vístase rápido porque tenemos que salir de aquí. “Inmediatamente, guardas armados de la Fábrica atravesaron mi dormitorio y entraron al cuarto que llamábamos el de los juguetes, en donde estaban mis muñecas bien acomodadas. En cosa de minutos derribaron parte de la pared que daba al sur y apareció una ventana con sus barrotes de hierro, que había permanecido oculta a nuestras miradas. En ese lugar, se acomodaron de guardas con sus fusiles. “Le pregunté a mi mamá que qué pasaba. Mi mamá me contestó, ´tomaron el cuartel Bellavista. Debemos irnos de aquí. Este es un lugar estratégico y pronto llegarán los guardas fiscales enviados por don Leonardo Zavaleta´. “Me vestí en un decir amén. En un medio de transporte que no recuerdo quién trajo, salimos hacia Barrio Amón, a casa de doña María Cristina de Carrillo. Íbamos mi abuelita, mi mamá, mi hermano Alberto y yo. Jorge, el mayor, estaba pasando una temporada en Carrizal de Alajuela. Se perdió del susto y la emoción del momento. “Junto con el profesor Miguel Ángel Dávila y don Rafael Iglesias, mi papá se puso a las órdenes de mi tío Jorge Orozco y de don Víctor Manuel Iglesias Bonilla, para defender la institucionalidad. “En la casa de los Carrillo, adonde fuimos, había bastante gente. Pero a los once años no se le da mucha importancia a las cosas y pronto me dediqué a jugar bola y ´oa´, que estaba de moda. “Cuando llegó el momento de iniciar mis estudios, me matricularon en la escuelita de las Carranza, que constaba Camilo Rodríguez Chaverri
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de kínder y primer grado, y estaba situada 50 metros al sur de donde hoy es el Auto Mercado del centro de San José, en barrio El Carmen. A mis hermanos y primos los matricularon en la Escuela Metodista, que es bilingüe. “Mi hermano Jorge me llevaba en bicicleta. Las lecciones comenzaban a las 12:30 del día y terminaban a las 3:30 p.m., y como las mañanas las tenía libres, un día por semana iba a la Escuela Maternal, en donde estaba matriculada mi prima Hilda Orozco. Siempre escogía la mañana porque repartían ensalada de frutas…Otras mañanas repartían avena o banano. “Un día, mi hermano me llevó a la escuela más temprano que de costumbre. Atravesé los amplios corredores, vi a la familia Carranza almorzando, seguí adelante y llegué a la escuelita, que quedaba en el fondo de la propiedad, o sea,150 metros al norte del actual Hotel Costa Rica. Como no había nadie, sentí una sensación muy extraña, seguramente miedo, y entonces de puntillitas me salí y me fui a mi casa. Allí me escondí en el cuarto de juegos hasta que calculé la hora de salida. Eso lo hice dos días. Al tercero, la maestra llamó preguntándole a mamá por qué yo no había ido a la escuela. Mamá se sorprendió enormemente, pues todos los días me había enviado con Jorge en bicicleta. “Tuve que confesarle la verdad. Me hicieron ir a pedir disculpas a la maestra. Ella me preguntó, ´¿qué hizo usted durante todos esos ratos?´ Le contesté, ´aprender las tablas de multiplicación´, pues mi hermano Alberto las estudiaba en voz alta y yo me las aprendí. La maestra, muy extrañada, dijo, ´¡dígamelas!´ Y yo me puse a repetir como una lora las tablas que correspondían al tercer grado. La maestra se sorprendió tanto que me perdonó, pero con el compromiso de que no volviera a escaparme. “Pasé a segundo grado en la Escuela Julia Lang. ¿Qué recuerdos guardo en esta escuela? Jugar, jugar y jugar. Fui muy feliz en ella. Me parece estar viendo sus aulas claras, espaciosas y sus corredores, sus patios interiores y un enorme salón de actos que compartíamos con la escuela de varones, la Buenaventura Corrales. “Cada mañana hacíamos fila en el patio central y cantábamos ´Señor en tu grandeza´, hermoso himno al Creador. Luego, venían los ejercicios de respiración matutina, y en filas íbamos a las respectivas aulas. En la puerta estaba la maestra, que revisaba uñas, dientes y zapatos, así como la forma de llevar el uniforme”. 168
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Su primer amor “Un secreto que he guardado toda mi vida y que ahora revelo es el siguiente: tenía nueve años cuando llegó a Puerto Limón un barco o buque de guerra francés llamado Entrecastreux. Las autoridades francesas, y en especial la familia Tournón, organizaron una serie de paseos y actividades para los marinos de guerra. Invitaron a varias señoritas de la sociedad josefin a, pero también a nuestra familia, dado que los Tournón tenían hijos cercanos a mi edad. “Desde el día que hubo un almuerzo en los bellos jardines de la residencia de los Tournón, unos de los marinos –tendría unos 23 años- se acercó a mi padre y le preguntó mi nombre y mi edad. Desde entonces fue mi compañero en los paseos a Electriona, una planta eléctrica y represa de la época, y a la finca ganadera ´La Holanda´, en Las Nubes de Coronado. “El día en que se iban, papá nos despertó muy temprano a Alberto y a mí para que fuéramos a la Estación del Atlántico a despedirlos. Cuando ya se habían ido, yo lloré, y al llegar a la casa recorté del periódico la fotografía en la que aparecía el marino con todo el grupo. La ocultaba debajo del colchón y de tiempo en tiempo la miraba. Me había enamorado. “La realidad de esta historia era que cuando el joven marinero me vio se impresionó mucho porque, según él, era idéntica a su hermanita, que había muerto a los 9 años. Y esa semana se dedicó a entretenerme a mí, pensando en su hermanita muerta. “Para ese tiempo, en mi familia, las excursiones fueron toda una institución. Los domingos generalmente salíamos, no sólo los Garrón, sino también toda la ´primada´ Orozco y algunos amigos. Íbamos a pie y llevábamos de almuerzo lo que se acostumbraba en aquellos tiempos: huevo duro y emparedados de carne, frijoles con tortilla y de postre la clásica tricopilia, es decir, jalea de guayaba en tajaditas. “En las vacaciones de enero de 1927, papá inventó llevarnos a Pigres, cerca del río Tárcoles, en el Pacífic o. Íbamos papá, mamá, Hortensia Corrales, Elsa y Alexis Orozco, y nosotros tres, Jorge, Alberto y yo. “Una vez nos fuimos en tren hasta Orotina. Allí pasamos unas horas en casa de la familia Nauté, amigos de papá, y al amanecer seguimos en carretera y con dos bestias de carga para llevar la comida, con tan mala suerte que el caballo que llevaba el café, el azúcar y los bizcochos, se escapó en la primera noche y así perdimos parte del bastimento. La Camilo Rodríguez Chaverri
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tragedia fue para papá y mamá, que tomaban café y les hizo mucha falta; a la gente menuda, que éramos todos los demás, no nos preocupó. “La temporada fue preciosa: dormíamos en tiendas de campaña y todo el día permanecíamos en vestido de baño. Descubrimos un riachuelo de aguas muy claras y más adentro, la casa de Pepe Pérez. Él salvó a papá y a mamá, pues tenía café y les regaló una cantidad suficiente para la temporada. “Pepe Pérez había cultivado todo lo que se necesita para comer: arroz, frijoles, caña, café, bananos, una huerta con legumbres, y hasta tenía una vaca para la leche. A todos nos pareció una maravilla. “Si dejamos pasar unos años, mis recuerdos de la adolescencia me llevan ahora al ´té danzante´ que me ofrecieron mis padres en el Club Unión cuando cumplí los 15 años, el 8 de octubre de 1935. Cursaba entonces el tercer año en el Colegio Superior de Señoritas. Primero llegábamos las quinceañeras a tomar té a las tres. A las cinco iban llegando los jóvenes para bailar hasta las 7:30 p.m. “Todavía en mi fiesta de 15 años se usaba el carné para apuntar las piezas que una bailaba y con quién. En los bailes formales, de etiqueta, los carnés eran muy bellos, algunos tenían forma de abanico, y tanto los muchachos como las muchachas debían apuntar su nombre a la par del número de la pieza para saber que estaba comprometida. El caballero debía atravesar el salón e ir a solicitar a la señorita que se levantara para bailar”.
El Colegio y la Normal “Ingresé en 1933 al Colegio Superior de Señoritas. ¡Qué emoción andar con blusa de rayas! “En el primer año había siete grupos de 35 alumnas cada uno. Y había tantos y tan distintos profesores. ¡Qué diferente a la escuela! “Don Claudio Cortés fue el director del colegio hasta mediados de mi cuarto año, cuando salió para ser el administrador del Ferrocarril del Pacífico. Su hermano era el Presidente de la República, don León Cortes. A don Claudio lo queríamos muchísimo, aunque también le temíamos. Su sucesor fue don Salvador Umaña. Con él obtuvimos el bachillerato. “Nuestros amigos eran preferentemente los muchachos del Liceo de Costa Rica. Manuel Aguilar Bonilla, por ejemplo me ayudó en cuarto año a ilustrar mi cuaderno de mineralogía. 170
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Como vivía casi enfrente, nos íbamos muchas veces juntos de mi casa al Parque Morazán, en donde los liceístas cruzaban hacia el sur y las del colegio de señoritas atravesábamos el parque. “Yoyo Quirós, compañero de mi hermano Alberto, pasaba a veces por casa y nos íbamos los tres bajando la avenida de las damas o la calle de la Estación, como también se le designaba. “Pero donde yo me encontré a mí misma, adonde maduré intelectualmente, por así decirlo, fue en la Escuela Normal de Costa Rica, institución en la que se formaban entonces los maestros y que estaba en la provincia de Heredia. Fue durante los años 1938 y 1939. ¿Diferencias? Para empezar, las materias eran específicas y respondían a una vocación y no a una exigencia. Los profesores en la Escuela Normal eran guías y amigos. Los profesores en el Colegio Superior de Señoritas estaban más distantes de las alumnas. Había respeto pero no amistad. “Posiblemente el hecho de que las compañeras viajáramos de San José, Cartago y Alajuela nos unió más. Curiosamente no tuvimos compañeras heredianas. “La Escuela Normal era mixta, pero en el grupo nuestro no se matriculó ningún varón. Por ello, el resto de los grupos nos tenían celos, pues a los muchachos les atraían las fueranas, o sea, las de Cartago, San José y Alajuela, y siempre estaban atentos a servirnos y acompañarnos. “El director, Don José Fabio Garnier, era muy estricto. Por ejemplo, no soportaba que me cortejara Amado Sánchez, un herediano de cepa. Ponía al profesor Willy Soto a seguirlo en las noches cuando venía a San José. Sólo por molestar, Amado le pagaba el cine a Willy mientras me hacía una visita en mi casa. Todavía vivía yo en la casa de la Fábrica. “En 1938, fui candidata a madrina de la Escuela Normal, pero el papá de mi contrincante, faltando diez minutos para cerrar el escrutinio, puso quinientos colones de votos, suma fabulosa para mis amigos y para mí, y no podíamos competir económicamente. “Al triunfar el Doctor Calderón Guardia en las elecciones de 1940, le pidió a mi tío, Jorge Orozco, que se quedara de administrador de la Fábrica Nacional de Licores, pero mi tío no accedió y abandonamos la casa a mediados de abril de ese mismo año. Cada familia alquiló una casa aparte: los Orozco Carrillo en el barrio La California y los Garrón Orozco en el
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llamado ´Potrero de los Gallegos´, donde se inauguró, un año después, la Universidad de Costa Rica”.
García Monge y Brenes Mesén “Como estaba acostumbrada a madrugar, inventé que tres veces por semana, de 7:15 a 8, iba a detenerme adonde don Joaquín García Monge para que me diera clases de Cultura General, en particular sobre Oriente y sobre indigenismo, pues en esos dos campos yo era totalmente ignorante. “La oficina –por llamarla de alguna manera- en donde don Joaquín ordenaba el Repertorio Americano, en la Avenida Segunda, frente a donde está hoy la Caja Costarricense de Seguro Social, era el lugar obligado de los jóvenes con ansias de cultura. Ahí llegaban periodistas, abogados, poetas, cuentistas y extranjeros de paso. “Ese año de 1940, en que la Universidad de Costa Rica todavía no había abierto sus puertas, el Repertorio Americano y don Joaquín llenaban ese vacío. “Madrugaba como buen campesino, siempre estaba correctamente vestido y ya había desayunado cuando yo llegaba, a la 7:15 de la mañana, a escuchar su charla matutina. Y para ser fiel a la verdad, nunca me cobró por las clases. “Pero sucedieron más cosas interesantes en el año 1940 para mí y mis compañeros de la Normal, porque al haber escogido el nombre de don Roberto Brenes Mesén para nuestro grupo, durante todo ese año y a mediados de 1943, íbamos el último sábado de cada mes a la casa de don Roberto y doña Ana María, su esposa. La presidenta de nuestro grupo era Hilda Martín Valverde; la secretaria, Florencia Figuls; la tesorera era yo. “Don Roberto nos hablaba de la importancia del idioma, del poder de la imaginación, de cómo despertar el amor hacia la lectura. El último año que lo visitamos nos habló de la literatura clásica griega. “Estábamos en guerra y cuando cayó Francia, en junio de 1940, se formó dentro de la asociación France-Amerique, el comité Pro De Gaulle, cuyo presidente era don Carlos María Jiménez Ortiz, el tesorero don Roberto Brenes Mesén, el secretario don Luis Castro Ureña y los vocales un señor de apellido Amón y papá. “Al mismo tiempo se formó el Comité Pro De Gaulle juvenil para allegar fondos a la causa del General De Gaulle. Rodrigo Fournier Guevara, Reina Rovinsky y yo éramos parte 172
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de ese comité juvenil, del cual Eugenio Jiménez Sancho era el presidente. “Entremos de lleno al año 1941, cuando la Universidad de Costa Rica abrió sus puertas. En ese verano, durante enero y febrero, ´temporé´ en Alajuela, en Itiquís. Ahí conocí a un joven mayor que yo, con porvenir en la agricultura, que me propuso matrimonio. “Me gustaba muchísimo, pero cuando vino a visitarme a San José y le dije que iba a entrar a la Universidad de Costa Rica, me dijo muy serio ´o la universidad o el matrimonio´. Y yo, que había esperado tanto el momento de ingresar a la universidad, le dije ´si es así, me quedo con la universidad´. Nunca me arrepentí. Seguramente él tampoco, pues poco tiempo después contrajo matrimonio. “En ese momento se dieron muchos de estos casos. Varias compañeras que entraron a la universidad cursaron solo el primer año, pues decían que si estudiaban una profesión, no se casarían. Es cierto: ellas se casaron primero, pero las que estudiamos en la recién fundada Universidad de Costa Rica también nos fuimos casando después de concluidos los estudios. El fantasma de la soltería fue desapareciendo poco a poco. “En 1941 el Rector de la Universidad era el doctor José Joaquín Jiménez Núñez, el Decano de la Escuela de Letras era el Presbítero y General Jorge Lines, que además era el secretario de la escuela, y nuestros profesores eran Abelardo Bonilla, Moisés Vicenzi, Isaac Felipe Azofeifa, Rodolfo Pinto, Hernán Zamora Elizondo, Arturo Agüero, José Fabio Garnier, Carlos Monge Alfaro, Rafael Obregón y Ernesto Wender”.
Escuela de Letras “Pasaron como un sueño esos cuatro años. Estudiábamos y asistíamos a conferencias y a actos culturales en el Teatro Nacional. Fui representante estudiantil de la Escuela de Letras, junto con Oscar Chacón Jinesta. “Nuestra escuela tenía dos ramas: la de Filología y la de Historia y Geografía. Nos atrevíamos a dar nuestras opiniones en los periódicos. Publiqué en 1941, con prólogo de Roberto Brenes Mesén, mi primer trabajo literario, ‘Casteldefells’, escrito junto con Socorro Penón. “También se publicaron mis primeros versos en el Repertorio Americano, con una nota introductoria de don Abelardo Bonilla. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Para esos años, hubo un momento en que parecía que los alemanes ganarían la guerra. Un grupo de amigos y amigas preocupados por el porvenir de la patria –Jorge Lyon, Oscar Güel, Claudio Salas, Merceditas y Yolanda Guerrero y yopedimos audiencia al Ministro de Guerra, Francisco Calderón Guardia, para presentarle un plan de cómo defender cuadra por cuadra la ciudad de San José, si fuéramos invadidos por los nazis. Y no sólo le presentamos el plan, sino que le solicitamos un instructor para que nos enseñara a manejar armas. No sé si nos tomó en serio o no, pero nos nombró al mayor Manuel Incer, nicaragüense, para que los domingos en la mañana, en el Tennis Club, nos enseñara a manejar una ametralladora. “En esos años ya estaba funcionado el Centro para el Estudio de Problemas Nacionales con asesoramiento de don Roberto Brenes Mesén, Isaac Felipe Azofeifa y Carlos Monge. Y la figura de Rodrigo Facio ya tomaba relieve como líder. “Yo fui corresponsal de la revista Surco, órgano difusor del Centro, y de vez en cuando iba a escuchar las charlas de Carlos Monge. “El 5 de marzo de 1945 obtuvimos la licenciatura de la Escuela de Filosofía y Letras. La ceremonia de graduación fue en el Teatro Nacional en horas de la mañana y después de un emotivo acto, don Abelardo Bonilla nos invitó a Georgina Ibarra, Elsa Orozco, Angelita Garnier y a mí a almorzar en ´Chez Marcel´, el restaurante de moda. “Tanto queríamos los graduados de filología a la Escuela de Letras, que inventamos seguir en clases extra de latín con el profesor Pinto. Asimismo, le solicitamos a don Isaac Felipe Azofeifa que nos diera un curso de literatura griega y a don Abelardo Bonilla un curso de literatura inglesa, que no estaban comprendidos en los programas de entonces. “Lo que no recuerdo es si los tres profesores nos dieron el curso gratis o si la universidad les pagó el estipendio. “Por la inopia de profesores que había, antes de graduarnos ya estábamos trabajando en los establecimientos de secundaria. Yo comencé haciendo un permiso en 1942 a la profesora Margarita Dobles, en la escuela Normal, y estaba apenas en segundo año de Letras. Ya en 1943 me nombraron en propiedad en la rama de bachillerato en la escuela Normal y después de graduada, me aumentaron el número de horas, pues podía trabajar en la mañana y en la tarde. “En la Normal me inicié en la carrera de educadora. Ya les había dado clases particulares a los hijos del ministro 174
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consejero de Venezuela, a Roberto Bruce y a los hermanos Valverde Vega, César y su hermanita, por un corto tiempo. Luego tuve una linda experiencia de dos meses en la escuela Perú… Ahí lo mejor que me sucedió fue haber conocido a doña Maria Teresa Obregón de Dengo”.
María Teresa Obregón de Dengo “´Doña Tere´ fue como una luz que me guió para poder cubrir un primer grado, faltando sólo dos meses para terminar el año. Ahí nació mi cariño, mi amistad, mi admiración, por esa estupenda educadora, de quien muchos años más tarde, en 1985, escribí la biografía. En diciembre de 1940 comencé a frecuentar su casa y a consolidar mi amistad con su hija Nenia y con los tres varones, Gabriel, Omar, y Jorge Manuel. “Tanto el grupo de profesores con varios años de laborar en la Normal –don Uladislao Gámez, don Rafael Cortéz, don Guillermo Azofeifa, don Miguel Palomares, los esposos Flora y Paco Amighetti- como los de la nueva coplada – Jorge Arce, Eduardo Trejos Dittel, Luis Bolaños, Blanca Iris Ulloa, Georgina Ibarra, Julián Zamora y yo-, nos llevamos muy bien. En la escuela Normal también conocí y aprendí a valorar y a respetar a la niña Emma Gamboa. Al principio, a los profesores jóvenes nos parecía pedante y lejana, pero poco a poco llegamos a conocerla mejor y a admirarla. Especialmente a partir del 2 de agosto de 1947. Pero esa es otra historia para más adelante. “Después de graduada, hice dos permisos cortos en la escuela de letras: en 1947 a don Arturo Agüero, en gramática histórica, y en 1948 a don Isaac Felipe Azofeifa, en gramática general para el primer año. “En 1947 nos tocó recibir en la escuela de letras a un grupo de universitarios de San Marcos de Lima, que venían acompañados del profesor Luis Mendívar; eran apristas, es decir, seguidores del pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, de quién se decía haber introducido la Social Democracia. “Raúl Haya de la Torre había estado en dos ocasiones en Costa Rica; en 1928 estuvo presente en la partida hacia el infinito de don Omar Dengo, quien había sido amigo suyo. También fue gran amigo de don Joaquín García Monge y de Billo Zeledón. En 1945 vino por segunda vez y tuve la maravillosa oportunidad de oírlo, en una conferencia que dio en la Escuela Normal, invitado por el doctor Marco Tulio Camilo Rodríguez Chaverri
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Salazar. La conferencia fue acerca del futuro de la educación en América. Ya en este tiempo tenía su pensamiento una marcada influencia en el Centro para el Estudio de Problemas Nacionales. Por eso no extrañó que llegara acompañado de Rodrigo Facio y don Joaquín García Monge. “Otro gran acontecimiento de 1947 fue la creación del Teatro Universitario bajo la competente dirección de Manuel de la Cruz González. El joven Danilo Jiménez le ayudaba a escoger a los participantes, fijándose especialmente en las modulaciones de la voz. “Entre las personas escogidas estaba Sheiris Mora Molina, que ya había interpretado el monólogo de O’Neill ‘Antes del desayuno’; pero en general todos éramos novatos. El elenco lo formábamos especialmente estudiantes de las escuelas de Letras, Ingeniería y Derecho. “Manuel de la Cruz seleccionó la obra ´El alcalde de Zalameda´ de Lope de Vega. Los ensayos estaban muy avanzados, en el Teatro Nacional, cuando en julio se dio la ‘Huelga de Brazos Caídos´, apoyada por los empleados bancarios y seguida por mucha gente. El 2 de agosto fue el desfile de mujeres y como los actores pertenecíamos a ambos bandos, el ambiente se comenzó a poner tenso, hasta que un día el director Manuel de la Cruz González, quien era muy calderonista, no apareció al ensayo y los actores de la oposición aprovechamos esa coyuntura para no volver. Así de impulsiva era la juventud y así de tensa estaba la situación política”.
El tiroteo contra las mujeres “A partir del 2 de agosto del 47, el país prácticamente se dividió en dos bandos: los que apoyaban la segunda candidatura del doctor Calderón Guardia y quienes apoyamos al periodista Otilio Ulate Blanco. “Yo era de la oposición –como se les llamaba a los que apoyamos a don Otilio- y participé en la Huelga de Brazos Caídos y en el desfile del 2 de agosto siendo profesora en la escuela Normal, y miembro del teatro universitario. “Además era ´andina´, es decir, estaba afiliada al ANDE, cuya presidenta era la niña Ema Gamboa, líder también del desfile del 2 de agosto. El desfile se organizó en un día feriado, el día de la Virgen de los Ángeles, la patrona de Costa Rica. “La niña Emma nos citó para las ocho y treinta de la mañana, al costado norte de la catedral, adonde las señoras 176
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y señoritas entramos primero a rezar. Portamos banderines blancos. A un grupo de doce de las más jóvenes nos tomó como cabos, y cada una de nosotras tenía que organizar un ´batallón´ de seis por seis señoras para iniciar la marcha a las nueve de la mañana. “Íbamos felices, ordenadas, optimistas, camino a la Casa Presidencial, para solicitarle garantías electorales al presidente Teodoro Picado. “Viendo pasar la marcha, el poeta José María Zeledón, nuestro Billo Zeledón, se inspiró y escribió el poema ´Canto a la mujer costarricense´. “El presidente debía recibir una delegación de doce personas, entre las cuales se encontraban la doctora Emma Gamboa, la profesora María Teresa Obregón de Dengo, la profesora María del Rosario Quirós, la licenciada Elsa Orozco y las maestras Margarita Baudrit y Clarisa Mora, entre otras. “Cien metros al norte de la Casa Presidencial estaban don Otilio Ulate y sus allegados, que conferenciaban constantemente con nuestros representantes. Al fin, el presidente recibió la petición escrita y dijo ´contestaré´, pero pasaban las horas y nada sucedía. “El grueso de la gente del desfile se instaló en el Parque Nacional, frente a la Casa Presidencial, y cantábamos y cantábamos las canciones patrias, desde el Himno Nacional hasta ´Los Hijos del Pueblo´, el himno patriótico del 15 de setiembre. Pero la única frase que le oímos en todo el día al presidente Picado fue ´pídanle un milagro a la Virgen de los Ángeles´. “Entre cinco y seis de la tarde, nos enviaron de las casas emparedados y suéteres. Todas las amigas y señoras ´ulatistas´ estaban ahí. Mamá desfiló en mi batallón. Había tres generaciones de mujeres juntas, de 18 a 80 años. “A las 11 de la noche dijo el presidente que harían un pacto de caballeros a la mañana siguiente y que, por lo tanto, podíamos retirarnos a nuestras casas. “Con gran regocijo nos disponíamos a partir, cuando se fue la luz y comenzó el tiroteo. Nunca se supo quién dio la orden de disparar, ni cual fue el móvil de esa acción, pero sí nos vimos obligadas a tirarnos al suelo. Al día siguiente, frente a la Casa Presidencial, en la calle y en la acera, había zapatos, carteras, collares reventados, aretes sin pareja, sombrillas y pañuelos. Nadie quiso ir a recogerlos. “Los bancos reabrieron sus puertas y las clases continuaron. Pero San José nunca fue igual. Pasaban constantemente Camilo Rodríguez Chaverri
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patrullas y camiones con hombres uniformados portando ametralladoras. En cualquier momento detenían a la gente. Comenzaron a confiscar los radios. El comercio cerraba con tablas al atardecer. La Avenida Central parecía un túnel. “La actividad nocturna era mínima. Hasta el juego de boliche, que era un sano entrenamiento de aquel tiempo, se había detenido, igual que los bailes universitarios. “Una noche salimos a tanda de siete en el Cine Variedades Virginia Echandi y yo, cuando comenzó una balacera. Llegamos a la Botica Mariano Jiménez y como el ruido de los disparos se intensific aba, entramos a la casa de los padres de mi amiga Julieta García, pues, aunque sabíamos que políticamente estábamos en bandos distintos, la amistad estaba por encima de todo”.
Un antes y un después “Tenía yo 28 años cuando estalló la guerra civil de 1948. Para entonces era integrante del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales y estaba profundamente comprometida con la causa que lideraba don Pepe Figueres. “Durante el corto lapso de la guerra, participé de la forma que pude a favor del Ejército de Liberación Nacional. “Todo cambió en el país después de la revolución de 1948 y para mí también hubo cambios radicales en el trabajo y en mi vida personal. “Atrás quedaron las temporadas de Alajuela de los años cuarenta y los seis años de trabajo en la Escuela Normal. “Una revolución que duró cinco semanas, cambió la config uración del país. Después, don Uladislao Gámez pasó a ser Ministro de Educación Pública y me trasladó, a solicitud mía, al Colegio Superior de Señoritas, que estaba bajo la dirección de la Profesora María del Rosario Quirós. “Siempre guardo como un tesoro la carta que me entregó el doctor Marco Tulio Salazar en respuesta a mi renuncia a la Escuela Normal. Entonces regresé al colegio en el cual había estudiado la secundaria. “En 1949 yo permanecía soltera y residía con mis padres, cuando un día de los últimos de enero, se presentó a mi casa mi amigo y compañero de estudios, Luis Barahona Jiménez, quien trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y me dijo, ´creo que he encontrado algo muy bueno para usted: una beca de UNICEF, para ir a París´.
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“Cierto que en ese momento tenía 28 años, pero como me había quedado siempre con mis papás, no era cosa de coger las valijas y salir corriendo. “Por tratarse de París y en recuerdo de mis ancestros, papá y mamá estuvieron anuentes, aunque se pusieron nerviosos. “Los compañeros del curso eran heterogéneos: de todas edades, nacionalidades, hombres, mujeres, solteros, casados, doctores, arquitectos, enfermeras, profesoras, visitadoras sociales, psicólogas. Había exactamente noventa y cinco representantes de treinta y cuatro países, más los asistentes, profesores y encargados de la administración; entre todos sumábamos más de cien personas. “Las visitas a diferentes centros de atención y escuelas fueron parte muy importante del curso. Empezamos en los alrededores de París, en una escuela secundaria en Saint Claude, donde todas las cosas son de piedra, pero de colores vivos, verde, azul, amarillo, rosado. “En Suresnes visitamos una escuela al aire libre para niños con deficiencias pulmonares, cardíacas o avitaminosis. Era una maravillosa construcción de hierro y vidrio, especialmente diseñada para que entrara el sol. Cada aula estaba construida en un pabellón aparte, para que no le quitara el aire y el sol a la que seguía. Jardines, árboles, pila de natación, baños, todo hacía de la escuela un lugar ideal para los niños. “Tuve varios pretendientes durante el viaje, pero el más insistente fue Jean Louis Cahoüet, a tal punto que llegué a aceptar la proposición de matrimonio que me había hecho cuando regresábamos de visitar Corbigney, aunque puse de condición que la boda fuera en San José, a donde él luego trataría de abrirse campo económicamente. “Así fue convenido. Debía salir de Francia el 12 de mayo, en barco, pues decía que debía traer muchas cosas con él. Pero en vez de tomar el barco en esa fecha, envió un cable en el que me decía que su madre tenía cáncer, que los médicos le daban de uno a dos años de vida y que, en esas condiciones, siendo hijo único, no se atrevía a cruzar el Atlántico dejando a su madre enferma. Por lo tanto, yo quedaba libre de todo compromiso con él, pues no se sentía con derecho de pedirme que lo esperara al menos dos años. “Escribí un poema que decía ´el pavimento húmedo y un par de focos que vienen hacia mí pero…han cruzado en la esquina. Así era mi vida: luminosidad que se acerca sorpresivamente y que cruza antes de llegar´.
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“La concepción del amor en mí era muy diferente a la de muchas otras amigas, que se habían amargado el resto de sus vidas por un fracaso amoroso. Esta discusión la había tenido por periódico, cuando era estudiante universitaria, con Alicia Vargas Gené. Ella afirmaba que sólo había un amor en la vida, o dicho de otro modo, que sólo una vez se podía amar profundamente. Era su caso: tuvo un solo novio desde jovencita, Rodrigo Fournier; con él casó y mantuvo toda una vida la unidad matrimonial sólida y segura. “Pero no era mi caso; yo tuve de joven muchos fracasos que resumí en ese poema. Pero el sufrimiento y las lágrimas que derramaba por un amor fracasado no me impedían volver a amar. Con el corazón hecho un puño salí el sábado 29 de mayo de 1950 a una fiesta a la cual me había invitado Noemí Coto Meza. Se realizó en el Hotel Holland House, a donde a menudo se bailaba los sábados. Allí, Noemí me presentó a Edward Doryan, médico graduado en Ginebra, que tenía ya once meses de vivir en Costa Rica y que había hecho amistad con varias señoritas josefin as”.
El amor “Edward, por esas casualidades del destino, había leído algunos artículos que yo había enviado desde París, tanto al periódico ´La Prensa Libre´ como al semanario ´Mujer y Hogar´. Titulaba todos los artículos como ´Una tica en París´, y contaba lo que más me había impresionado de esa bella ciudad. El doctor se intrigó por saber quién era yo y en más de una ocasión preguntó a sus amigos y amigas cuando volvería. Por eso Noemí, sabiéndome de ´cabanga´, ideó la forma de presentarnos. “Lo encontré agradable, buen conversador, buen bailarín; pero todavía estaba muy fresca la herida del 12 de mayo como para entusiasmarme. Pasaron algunos días y lo encontré de nuevo el 20 de junio en la Avenida Central. Yo iba con mamá, así que los presenté, y aunque nos invitó para ir a tomar té a su apartamento en un día determinado, tampoco le di importancia al asunto. “Llegó el 14 de julio, fecha en la que siempre asistíamos a celebrar el Día de Francia. Mamá amaneció con jaqueca, pero insistió en que fuéramos papá y yo a la fiesta en la Embajada de Francia. Y agregó: ´a lo mejor vas a encontrar al médico de la Universidad de Ginebra que me presentaste el otro día en la Avenida Central…´. 180
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“Fui a la fiesta y ahí estaba Edward Doryan. Se puede decir que al calor del champán y de la música comenzó nuestro noviazgo. La frase que ese 14 de julio me dijo Teddy, como lo seguí llamando, y que siempre recordaríamos como inicio de nuestra relación, fue la siguiente: ´señorita, si mi madre la hubiera conocido, estaría encantada con usted´. “¿Cómo fue que Edward vino a parar a Costa Rica? Él había obtenido una especialidad en neurología en Ginebra y trabajaba en París al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, en setiembre de 1939. En los meses siguientes se unió a una de las divisiones del ejército francés. Vino un ataque alemán. Por fortuna para él y sus colegas, eso ocurrió en un sitio cercano a la frontera con Suiza, donde pudieron guarecerse. Una vez superada esa etapa y ya al final de la guerra, prestó sus servicios profesionales a la Cruz Roja en los países de Europa que habían quedado devastados por ese horrendo conflicto bélico. “Gran parte de su familia, originaria de Polonia, había muerto a causa de los bombardeos de las primeras semanas de la guerra. Lograron sobrevivir solamente algunos que se encontraban en Gran Bretaña en ese momento. “Teddy era de una personalidad muy sensible al sufrimiento humano y no pudo sobreponerse por completo a las terribles experiencias que vivió durante la guerra. Más de una vez me contó sobre el profundo dolor que experimentó al tener que atender a decenas de jóvenes combatientes con sus cuerpos destrozados y en estado de indescriptible sufrimiento. “Las profundas secuelas emocionales que la guerra le dejó lo llevaron a alejarse de la práctica de la medicina. Optó entonces por el campo de las políticas en salud pública, y como consultor en esa especialidad viajó a América Latina y presentó sus servicios a los gobiernos de Venezuela y Guatemala. “Estando en ese país, escuchó sobre Costa Rica. Quedó hondamente impresionado al saber que en ese pequeño país acababan de abolir el ejército. Por eso vino a dar en nuestro país”.
Los laboratorios Doryan “Con su mente imaginativa, en junio de 1951, Eduardo fundó los laboratorios Doryan. ¿Cómo? No lo sé. Sólo sé que me convenció de que retirara las dos únicas acciones que tenía en la Jabonera Nacional, de mil colones cada Camilo Rodríguez Chaverri
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una, y con ese dinero alquiló un pequeño local de doña Hortensia de Corvetti. Buscó en casa de mis padres algunos muebles, fabricó él mismo otros y los pintó de blanco y gris. Se conectó con el colegio de farmacéuticos, presentó planes, pagó la patente, contrató una empleada que había trabajado en la botica Francesa, Gloria Piedra, y comenzó con un único producto, Latisana, que definimos como ´conjunto de plantas medicinales científicamente preparadas para combatir la obstrucción del hígado y la vesícula bilial´. Eso era lo que rezaba la propaganda. “Entonces no habían tantos tés de hierbas como ahora y tuvo gran aceptación. Por las noches, nosotros mismos picábamos con las tijeras las hojas de distintas hierbas, y por la mañana las empacaban. Hasta inventamos una canción llamada ´Obreritos´, que cantamos mientras hacíamos el trabajo. “En marzo de 1952 regresé a la enseñanza, al Liceo de Señoritas Anastasio Alfaro, que se fundó ese año. Eduardo fue dejando, poco a poco, unos programas radiales en los que trabajaba, para dedicarse exclusivamente al laboratorio. Ese verano conoció al doctor Rubén Miranda, profesor de la escuela de Farmacia de la UCR, y con él ideó el medicamento que le daría fama, el Amebicida Doryan, que salió a la venta en setiembre de ese año, con gran publicidad y no poca controversia. “El hallazgo de ese remedio fue la respuesta a una preocupación que Eduardo tuvo durante años. En su época de consultor de Salud Pública, en Venezuela y Guatemala, había visto los estragos que producen las amebas, sobre todo en las poblaciones pobres de nuestra América Latina. Luego constató que en la Costa Rica de entonces ese mal también estaba muy extendido. Durante años albergó la esperanza de ayudar a combatir esa enfermedad hasta que, con ayuda del doctor Miranda, dio con un remedio muy efectivo, y además, fácil de preparar, y de bajo costo, hecho con base en aceituno negro. “El matrimonio no es un juego, como escribí yo una vez en La República con ocasión de la muerte de mi esposo. Es mucho más que un contrato y más que vivir juntos. Cuando mi esposo y yo nos casamos, pusimos unas reglas muy simples, que siempre cumplimos. La primera era ´nunca ofendernos ni de palabra ni de hecho´. Y la segunda ´nunca salir a la calle, ni acostarnos, estando disgustados´. Uno de los
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dos tenía que ceder y pedir disculpas al otro. El que se había violentado más tenía que disculparse. “Parecen dos cosas insignificantes, y sin embargo, hay gran sabiduría en ellas. Si uno ofende al otro –decía mi esposo- es como un recipiente que se ha rajado, la esencia del amor se va saliendo, poco a poco, del recipiente. Y sin amor, el matrimonio no existe, podrá ser una convivencia pero nunca un matrimonio”.
Un liceo de señoritas “En 1952 se fundó el Liceo de Señoritas Anastasio Alfaro. A esta nueva institución fui llamada por la directora Vargas, y como el liceo tenía su asiento en el límite entre Aranjuez y barrio Escalante, acepté, pues teniendo un niño de meses, me quedaba más cómodo trabajar ahí que en el Colegio Superior de Señoritas. Yo había regresado al Señoritas a dar clases en marzo de 1950, después de que se venció el permiso sin goce de sueldo, que había solicitado para asistir al curso en Francia. “En 1956, la directora del Liceo, doña Elena Vargas, enfermó seriamente y me pidió que le hiciera un permiso de agosto a diciembre, que la sustituyera en la dirección. Me dijo que si yo no aceptaba, ella no se operaría sino hasta las vacaciones del año siguiente. “Nunca olvidaré aquel primero de agosto de 1956. A las siete y quince de la mañana ingresé a la dirección después de haber estado veinte minutos en la puerta de la institución, saludando a alumnas y profesoras. “Después, fui directora del Liceo de Señoritas Anastasio Alfaro durante dieciséis años. Durante ese tiempo me realicé totalmente como educadora. Me consagré a preparar a los jóvenes que han ingresado no sólo en el campo intelectual, sino también en su formación ciudadana, moral y espiritual. “Recuerdo que el padre Idearte escribió en el libro de visitas: ´el Liceo de Señoritas Anastasio Alfaro tiene todas las virtudes de un colegio privado sin ninguno de sus defectos´. “He de decir que, además, el liceo era famoso por la buena formación académica que brindaba. También lo era por los deportes, los desfiles, el coro, y las obras de teatro que presentaba, bajo la entusiasta dirección de la profesora Argerie Vega.
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“Durante los años en los que fui profesora de secundaria en instituciones publicas, emprendí otras actividades profesionales, que me resultaron muy estimulantes. Trabajé en el Centro Cultural Costarricense Norteamericano y en la Alianza Francesa. “En el centro cultural, que estaba ubicado en la Avenida Central, en los altos de la Soda La Garza, di lecciones de español a extranjeros, durante los años 1947 y1948. A partir de 1950 comencé a trabajar tres horas por semana en la Alianza Francesa. También, entre el 50 y el 51, laboré en el Colegio María Auxiliadora, de San José. De esta experiencia guardo agradables recuerdos. Sin embargo, una anécdota debe contarse. Cuando las autoridades de María Auxiliadora supieron de mi matrimonio, dos religiosas me visitaron, me llevaron como regalo un cuadro de la virgen María Auxiliadora, y me comunicaron que ya no podría trabajar más en ese colegio, porque seguramente quedaría embarazada pronto, y el reglamento de la institución no permitía profesores ´en estado´. Me dolió mucho, porque parte de mi trabajo consistía en acercarme un poco a las alumnas internas, quienes tenían su recreo en un patio separado de las externas y, a las cuales trataban de llevarles un poco de alegría, jugando con ellas. Confieso que una vez fui mensajera de uno de los liceístas que le envío un papelito a una de las internas. “Tiempo después, estando de directora del Anastasio Alfaro, recibí un telegrama de don Hernán Garrón, que todavía guardo, en el que me decía que el presidente electo, Francisco J. Orlich, me ofrecía la Secretaria Mayor del Ministerio de Educación Publica, que él me rogaba que aceptara, pues don Chico quería nombrar en ese puesto a una mujer y había pensado en mí. Lo medité todo un día y no acepté, pues estaba tan encariñada con el liceo, que no hallé como renunciar a su dirección. Así ha sido mi vida: las cosas me han llegado por sí solas, sin buscarlas. Ahora pienso, por ejemplo, en la poesía”.
La poeta “Mi abuela materna, Mamita Rosa, fue quien me contagió el gusto por la poesía desde mi más tierna infancia. Decía que su amor a la poesía venía de su ascendencia colombiana, y que seguramente yo había heredado ese mismo gusto por la
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misma vía. Sin embargo, de niña nunca se me ocurrió escribir poesía, simplemente me deleitaba con ella. “Fue a los 18 años que empecé a escribir, ya como una necesidad imperiosa del ser. Si no escribía andaba desasosegada, y sentía que algo me hacía falta. En esa primera época escribía para mí misma, avaramente, sin enseñar a nadie lo que brotaba de mi mano, de mi mente y de mi corazón. “Años después mostré mis poemas a don Abelardo Bonilla, a don Roberto Brenes Mesén, a José María Zeledón y al poeta Centeno Güell, quienes me estimularon; don Joaquín García Monje me abrió la páginas de su Repertorio Americano, para que publicara allí mis primeros versos. El mundo del sentimiento y el mundo maravilloso de la poesía se aunaron en uno solo, y todo lo que cabía en mi corazón se transformaba en poesía. Así de espontáneo y sincero fue mi primer libro de poemas, publicado por la Editorial Costa Rica en 1962 bajo el titulo ´El Aire, el Agua y el Árbol´. “El segundo libro, ´Para que exista la llama´ (Lehmann,1972), es el fruto de la meditación. ¿Qué es, para mí, la vida, la muerte, el hombre, el amor?¿Cuáles son los enfrentamientos y las angustias de la juventud? El ´ser´ de madre y el ´ser´ de poetisa se conjugan en ese libro. “En 1989 me fue publicado un nuevo poemario, ´Un Día vendrá´, que contiene una selección de poemas que corresponden a distintos momentos de mi vida. En algunas comparto esperanza y reflexiones acerca de la patria, este pedazo de tierra que amamos y que debemos respetar, que debemos querer pero también cuidar y defender. En otros poemas indago sobre los atributos que conforman el ser del poeta. “También abordo la búsqueda interna de Dios. Ese es el motivo de varios de los poemas de ese libro. Sobre ese Dios, ese Cristo que es hermano y amigo, escribo varios poemas, en lo que Dios se muestra aquí, ahora y siempre. “Asimismo, me gusta expresarme en francés. En 1998 me publicaron un libro de poesía titulado ´Bouquet de Violettes´. ¿Por qué lo hago? No es una pedantería. Es que el poeta sabe que la poesía surge a pesar suyo, y hay momentos en que, sin proponérmelo, comienza a formarse y a tomar sentido un poema en francés. ¿Herencia paterna? Seguramente que sí. Ojalá así sea”.
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Escritora de biografías “¿Cómo nació mi gusto por escribir biografías de personalidades costarricenses? Quizá porque de niña me nutrí de incontables y de variadísimas narraciones. Mi padre nos tenía una biblioteca especial: primero el Tesoro de la Juventud, una enciclopedia, y luego la serie completa de Julio Verne, cuentos de hadas de diferentes países, y libros tan bellos como ´Los cuentos de mi Tía Panchita´, de Carmen Lyra, y una colección llamada ´La Colección de Oro´, que editaba don Joaquín García Monge. “En las tardes de lluvia nos íbamos los tres hermanos al ultimo cuarto y ahí, en lecturas silenciosas o colectivas, saboreábamos los libros. Papá también estaba suscrito a varias revistas españolas, muy graciosas, que esperábamos, con impaciencia, una vez al mes. Siempre he pensado lo triste que debe ser la infancia sin ese pan espiritual que son los cuentos infantiles. “La primera biografía que escribí fue la de don Joaquín García Monge. Yo quise mucho a don Joaquín. Lo conocí cuando era muy niña, porque llegaba a visitar a mis tíos Jorge Orozco y Estela Carrillo, en la época en que la familia de ellos y la nuestra compartían la casa de la Fábrica Nacional de Licores. “Don Joaquín estaba casado con Celia, una hermana de mi tía Estela. Ese vínculo con los Orozco condujo a que don Joaquín y su esposa hicieran amistad con mis padres. Mi padre, además, conocía a don Joaquín porque ambos eran integrantes del Centro Germinal, una asociación cultural de la que don Joaquín era fundador. Más aún, la boda de mis padres se efectuó en la casa de don Joaquín. “Años después, cuando me gradué de maestra e inventé que quería ponerme a escribir, empecé a visitarlo con frecuencia para pedirle consejos literarios. Y así surgió una hermosísima amistad. Me gustaba mucho su forma de expresarse y las cosas que me contaba me resultaban fascinantes. Yo le llevaba lo que escribía para que él me lo corrigiera. Después, me hacía sus comentarios. “Cuando terminé mis estudios en la Escuela Normal, me impartió un curso de literatura universal. Cierro ahora los ojos y me lo imagino diciéndome, con su voz grave y apacible, ´usted no puede ignorar este libro´ o ´este libro, usted no puede dejar de leerlo´.
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“Mi biografía de don Joaquín fue un trabajo de varios años que vi culminado en 1971, cuando la editorial del Ministerio de Cultura lo publicó con el título de ´Joaquín García Monge´”.
Don Anastasio Alfaro “Otra de las biografías que he escrito es la de Anastasio Alfaro. En el Colegio Superior de Señoritas fui alumna de don Anastasio. Él ya estaba mayor y tenía sus cosas. Si uno escribía ´fin´ en la pizarra, él decía, ´meté la cabeza en un bacín’. Eran cosas de persona en edad avanzada, que a nosotros, adolescentes entonces, nos parecían muy graciosas. “Años después, quiso el destino que me nombraran directora del liceo que lleva su nombre. Pronto, me di cuenta de que las alumnas no sabían quien había sido ese señor. Un día me dije ´tengo que escribir su biografía para que las muchachas sepan algo sobre su vida y sepan que el nombre del liceo está bien puesto´. “Cuando la inicié, don Anastasio había fallecido hacía doce años. Para reunir la información necesaria, conversé muchas veces con sus hijos. Yo los visitaba en sus casas y ellos me contaban relatos sobre la vida de su padre. “Pero, ¿quién fue Anastasio Alfaro? Muchos de los costarricenses de nuestros días no tienen idea de cuál fue su legado en la construcción de nuestra nacionalidad. “Su primer puesto fue en el Departamento de Estadísticas, en donde inició sus famosas colecciones de materiales científic os. En 1885, fue enviado a Washington para hacer estudios en el Smithsonian Institute. El 12 de octubre de 1892, con motivo del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América, fue encargado de organizar el pabellón de Costa Rica en la exposición de Madrid. Años más tarde se le confió la dirección del pabellón de Costa Rica en la Exposición de Chicago y en 1897 el de la Exposición de Guatemala. “Don Anastasio Alfaro no sólo fue científic o sino también historiador. En sus obras junta maravillosamente sus conocimientos científicos con sus conocimientos históricos. “´Antigüedades de Costa Rica´, por el cual recibió un premio en la Exposición Centroamericana de 1897, es una obra de arqueología. En ´Arqueología Criminal Americana´ expone las amplias posibilidades que la aplicación de las ideas de la escuela penal positivista ofrecía a Costa Rica.
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“´Petaquilla´ es un libro delicado, lleno de fino sentimiento. Tiene poesía y prosa y, tanto en una como en la otra, el tema es científico, pero tratado en forma literaria. “´El Delfín del Corobicí´ está catalogado como uno de los más hermosos libros de la literatura infantil costarricense. Cuenta la historia de nuestros aborígenes, en forma novelesca, por lo que encanta a niños y jóvenes. Es la vida del hombre precolombino. “La ultima de sus obras la publicó en 1935. Se llama ´Investigaciones Científicas´. Tiene interesantísimos estudios acerca de la arcilla, la orfebrería indígena, la cerámica chorotega y las orquídeas de Costa Rica, así como estudios sobre aves, peses, rocas y volcanes… “Además de estos títulos, publicó una impresionante cantidad de artículos científicos y literarios en revistas nacionales y extranjeras, entre las que destacan las observaciones sobre la flora y la fauna de la Isla del Coco, escritas en colaboración con el sabio Henry Pittier. “En 1901 se matriculó en la escuela de derecho, pero su graduación se produjo hasta 1915. Y su título de Profesor de Estado en Ciencias Naturales lo obtuvo en 1918. Como se ve, era un estudiante permanente”.
Don Billo Zeledón “La biografía de don José María Zeledón, mejor conocido como Billo Zeledón, la escribí entre 1977 y 1978, a pedido del comité que se formó para celebrar el centenario de su nacimiento. El libro fue publicado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, en 1978, dentro de la colección “Quién fue y qué hizo”. En él se relata lo siguiente: ´Mis padres eran amigos de la familia Zeledón Venegas, y por ese motivo más de una vez en las conversaciones familiares se hablaba de don Billo; pero no fue sino hasta la Semana Santa de 1944, que tuve el privilegio de conocerlo personalmente, en Puntarenas, en donde trabajaba y vivía con doña Estercita, su admirable esposa y compañera. Desde entonces se entabló entre nosotros una sólida amistad, que se desarrolló fundamentalmente de forma epistolar. “Así, una estudiante de la recién fundada Universidad de Costa Rica y el autor de tres libros de poesía, vehemente defensor de los derechos ciudadanos, mantuvieron correspondencia durante seis años.
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“¿Quién se favoreció con esta correspondencia? La estudiante, naturalmente, que todavía guarda esas cartas como un ejemplo de lo que un escritor consagrado y un hombre de luchas políticas y cívicas, como era don José María Zeledón, podía hacer por una joven que apenas comenzaba a romper la barrera del medio en el cual se desenvolvía. “Las primeras misivas estaban escritas con letra clara, con trazos fuertes, vigorosos, como el espíritu de don Billo a los sesenta y siete años; pero la ultima, fechada el 17 de noviembre de 1949, diecinueve días exactos antes de morir, era una carta escrita con letra temblorosa que indicaba el increíble esfuerzo físico que tuvo que hacer para escribirla y, quizá por ello, es la que guardo con más afecto. “Y ¿qué podía decirme este luchador, este rebelde que criticó siempre a los gobiernos que no le satisfacían, que estuvo preso por su campaña de oposición al presidente Iglesias, que sufrió la destrucción del periódico ´Costa Rica´ en tiempo de Tinoco y que dio duras batallas tanto desde su curul de diputado por San José cuanto como miembro de la Constituyente? Todo eso también lo trato en la biografía”.
La biografía de Doña María Teresa “Doña María Teresa Obregón de Dengo fue una de las exponentes más destacadas de la primera generación de mujeres costarricenses que logró irrumpir con fuerza irreversible en el ámbito laboral y en la actividad política. En el libro biográfic o que escribí sobre ella, decía, al respecto, que en la generación de doña Maria Teresa se dieron las primeras profesionales de nuestro país, Angela Acuña, abogada, y Lita Chaverri, farmacéutica. Además, una pléyade de educadoras de primer orden, como Lilia González, Vitalia Madrigal, Isabel Carvajal (Carmen Lyra), María Alfaro, Andrea Venegas, Matilde Carranza, por no citar sino algunas. En generaciones anteriores ya habían sobresalido mujeres en la enseñanza como doña Julia Lang, doña Anatolia Zamora (la madre de doña Teresa), doña Adoración Salazar, las señoritas Ester Silva y Esther de Mezerville; pero esta vez fue un grupo mayor y definitivo que dejó sentado para siempre el papel de la mujer en el desarrollo de la sociedad, su destacada actuación política, su responsabilidad y valentía. Mi encuentro con Doña Maria Teresa ocurrió en año 1940, cuando don Amado Naranjo, inspector general de escuelas de
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San José, me llamo para ofrecerme un permiso de dos meses en la escuela Republica del Perú. “Estaba yo recién graduada de la Escuela Normal y nunca había trabajado en una institución publica. La Escuela Republica del Perú tenía fama de ser la mejor de San José. Yo sabía que contaba con una excelente directora y con un cuerpo de docentes homogéneo. El 30 de setiembre había una reunión de maestras donde iba a ser presentada por la directora, que tenía fama de estricta. Recuerdo que el corazón me latía aceleradamente: una directora que aun no conocía, maestras y alumnas nuevas, y todo eso a fin de año y con primer grado. “Al entrar no más al salón en donde se reunían las maestras, divisé a Doña María Teresa Obregón de Dengo, a quien sólo conocía de vista. Ella sabía que yo era hija de Claudia Orozco y de Estanislao Garrón, con quienes la unía una vieja amistad; inmediatamente se levantó y me dijo, ´no se preocupe, Victoria, yo estoy aquí para ayudarla. Ya he dado varias veces primer grado y tengo experiencia´. ¡Y fue como si un rayo de sol se abriera ante mis ojos para derretir el hielo que me rodeaba! “Ahí nació una amistad sincera entre esa excepcional maestra y una principiante; pues el titulo en la carrera docente no es más que una autorización para comenzar; el educador debe hacerse en las aulas y a lo largo de los años. “Ya en diciembre de 1940 comencé a frecuentar su casa, situada sobre la Avenida Central, cincuenta metros al este del Hospital San Juan de Dios. Fue ahí donde conocí a sus hijos: ´Nenia´ era una aventajada alumna del Colegio Superior de Señoritas (María Eugenia Dengo llegó a ser Ministra de Educación y una influyente reformadora del sistema educativo nacional); Jorge Manuel estudiaba fuera del país y no fue sino a su regreso que lo conocí. A Omar lo había conocido en 1938; tenia amistad con mi amiga Rosa Gamboa y el día que me lo presentó fuimos los tres a ver, frente a la Casa Presidencial, arriar la bandera a las seis de la tarde. Y a Gabriel lo conocí un año después. Ambos éramos representantes ante la primera Federación Estudiantil: Gabriel lo era por el Liceo de Cota Rica y yo por la Normal de Heredia. “A veces me contaba remembranzas de Heredia y sus gentes, como la de aquel hombre sencillo de sobrenombre ´Cucarachón´, quien hacía mandados y traía encargos de la estación del ferrocarril. Pues este mandadero se acercó a doña Tere poco tiempo después de la muerte de don Omar 190
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para decirle ´yo siempre le pido a Dios por usted, porque ¿qué harían esos chiquitos suyos si usted les faltara? Le he pedido que si ha de morir usted, que me muera yo en lugar suyo´. Para sorpresa y recuerdo imperecedero de doña Tere, ´Cucarachón´ falleció ocho días después de haber hecho esta súplica a Dios”. “En 1980, empecé a escribir la biografía de mi abuelo, Francisco Garrón. Mi paso por la Segunda Vicepresidencia interrumpió ese trabajo, y tuve que esperar hasta 1989 para terminarlo y publicarlo. Pude tejer la trama del libro basándome en dos documentos de excepcional valor para la historia de mi familia: los diarios de viaje del abuelo, escritos en su recorrido desde Francia hasta América en barco, y un diario que mi tío Enrique escribió mientras servía en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial”.
Primera mujer que fue Vicepresidenta “En cierto sentido, mi ocupación como segunda Vicepresidenta de la República fue una discontinuidad en mi vida profesional. Yo digo que fue como cortarle una tajada a un queque. Hasta entonces, yo había sido una educadora a la que le gustaba escribir poesía y participar en agrupaciones culturales y profesionales. Nunca antes había estado involucrada de lleno en la actividad política, salvo en la guerra civil de 1948, cuando estuve de propagandista a favor del Ejército de Liberación Nacional. Después de que terminó mi período, seguí siendo una educadora pensionada que, de vez en cuando, ha escrito artículos o biografías. Mi contacto con la política nacional a partir de entonces ha sido tangencial. “En otro sentido, mi trabajo como segunda Vicepresidenta fue el momento más representativo de mi vida profesional. Yo siempre fui una servidora pública y en ese puesto tuve una oportunidad muy especial para servir desde el gobierno a mis semejantes. “Fue una oportunidad inesperada. Recuerdo que un día de tantos me llamó don Óscar Arias a mi casa y me dijo que estaba pensando en mí como candidata a la segunda Vicepresidencia. Le dije, muy segura, que no entendía por qué había pensado en mí para tal puesto, y descarté cualquier opción de aceptar. “Varias semanas después, cuando pensaba que el asunto no pasaría a más, apareció el mismo Oscar Arias en mi casa. Camilo Rodríguez Chaverri
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´Usted se equivocó de visita´, le respondí en broma, cuando me insistió que yo debía ser su candidata a la Segunda Vicepresidencia. “Conversamos amenamente, y un poco por cortesía, le dije que iba a pensar en tan halagador ofrecimiento, aunque le repetí que no me podía imaginar a mí misma en tal posición. “Acepté porque comprendí que don Oscar Arias buscando a una persona con ciertas características: que fuera mujer, que peinara canas (pues las canas bien llevadas pueden infundir respeto y confianza), que fuera una militante de luchas cívicas, aunque no necesariamente de luchas políticas o partidarias, que hubiera tenido una vida de trabajo honrado, que fuera conocida por muchos costarricense (cosa que toda profesora o maestra pensionada puede ofrecer) y que estuviera dispuesta a tener una relación constructiva y leal con el presidente. “Además, yo era muy liberacionista y muy arista. Desde su nacimiento, me mantuve identificada con los ideales y las luchas del Partido Liberación Nacional. Y para la época de la campaña electoral de 1986, me sentía muy afín a los esfuerzos de renovación y adecentamiento de la política nacional que impulsaba don Oscar. “Participar en la campaña electoral me rejuveneció y me dio nuevas energías. Antes de hacerlo, me encontraba en una especie de limbo, sin saber exactamente qué vendría. “Mi esposo había fallecido recientemente, mientras Eduardo, mi único hijo, se encontraba realizando sus estudios de doctorado en Boston. En los primeros días de la campaña, me hice a mi misma dos promesas. La primera, que jamás trataría de forzar mi naturaleza para imitar los gestos o actitudes usuales en los políticos experimentados, y que yo no poseo. Me vi a mí misma como una profesora pensionada haciendo política y traté de aceptarme como tal. La otra promesa que me hice fue la de evitar toda competencia por parcelas de poder con mis compañeros de campaña o de gobierno. Por lo demás, no hubiera sabido cómo hacerlo, pues nunca fui una persona conflictiva”.
Manejo de recursos públicos “Una de mis primeras inquietudes al asumir funciones era el manejo de recursos públicos. En gobiernos anteriores, el segundo Vicepresidente estaba encargado de autorizar 192
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desembolsos de diversos fondos especiales y, según se me había advertido, no siempre era fácil saber si las autorizaciones de gasto eran convenientes para el país o si eran legalmente correctas. Y tampoco era fácil seguirle la pista al uso que se hacía de esos recursos. Precisamente el segundo Vicepresidente del gobierno anterior, don Armando Arauz, había tenido que enfrentar grandes dific ultades porque no logró impedir que los recursos del Fondo Nacional de Emergencias fueran usados indebidamente. “Fui con Miguel Pacheco, quien había aceptado ser mi jefe de despacho, a conversar con don Armando. Aunque lo encontramos muy deprimido por todos los problemas que estaba enfrentando, se mostró totalmente dispuesto a explicarnos acerca del manejo de los fondos especiales. Después de escuchar los consejos, nos quedó claro que en la Segunda Vicepresidencia no íbamos a contar con la organización necesaria para detectar posibles usos indebidos de los fondos que, en principio, yo debía autorizar. “Resolví entonces que no firmaría ninguna autorización de ese tipo y que fueran los ministros o presidentes ejecutivos de las instituciones involucradas quienes asumieran esa clase de decisiones. Recuerdo que alguien me dijo, “pero doña Victoria, el control de esos fondos le da mucho poder a un Vicepresidente”; y pensé más bien que era al contrario, que tenía que evitar que esos fondos tomaran poder sobre mí y sobre el presidente Arias. “Hice giras a lo largo y ancho del país, especialmente los fines de semana. En esos viajes, visitamos centros educativos, programas de nutrición, proyectos productivos y asentamientos campesinos. Nos reunimos con muchos grupos de vecinos que deseaban hacerle planteamientos al gobierno. Era un trabajo extenuante, pero me mantuve llevándolo a cabo no sólo porque sentía que era mi obligación, sino porque veía el fruto de esas visitas. “Las audiencias fueron otra actividad permanente que nunca dejé de realizar mientras ocupé la Segunda Vicepresidencia. Dos veces a la semana, abría mi oficina a todo el que solicitaba una cita. Muchas de las personas que acudían a las audiencias llevaban solicitudes para el Presidente Arias y deseaban que yo se las transmitiera. No era fácil acceder a don Óscar, porque él viajaba mucho, pero siempre tuvo tiempo para mis solicitudes”.
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Volver a las raíces “En mis años setentas y ochentas, he podido volver a mis raíces de distintas maneras. Ahora vivo a unos pocos metros de donde solían traerme mis padres desde mis cuarenta días de nacida, cuando papá trabajaba como contador durante las cosechas de café, cerca de Santo Domingo. “Ha sido esta una época para juntar de tanto en tanto a mis primos más cercanos alrededor de un café y charlar con ellos acerca de nuestra historia compartida y de lo que pensamos sobre el mundo de hoy. Ha sido un tiempo para almorzar con mis dos hermanos y, luego de la muerte de Jorge, para verme con mi hermano Alberto y su esposa Florencia frecuentemente. Ha sido un tiempo para compartir de cuando en cuando con diversas generaciones de ex alumnas del Liceo Anastasio Alfaro y con algunas de sus exprofesoras, que, como yo, poseen carné de ciudadanas de oro. También ha sido un tiempo para honrar los orígenes de mi padre, contribuyendo a la reconstrucción del edificio de la Alianza Francesa. Y he tenido tiempo, además, para revisar y publicar unos viejos poemas en francés y para dar un discurso aquí y otro allá. Y tuve también el tiempo para visitar a mi hijo en su despacho, cuando era posible, en los años en los que fue Ministro de Educación”.
Esta entrevista fue tomada de las memorias de Doña Victoria, en poder de la Editorial de la Universidad Interamericana, cuyo Presidente, Don William Salom, ha colaborado muchísimo con este libro. Es un texto que no ha sido publicado en algún periódico, y que quiere ser un homenaje para una gran mujer, una gran intelectual, una gran educadora, una gran poeta y una importante escritora de biografías. Doña Victoria está muy enferma. Esta entrevista no hubiera sido posible de otra manera. Pero he aquí un reconocimiento para la labor de un gran ser humano, de una persona excepcional, intachable, incorruptible, que ha forjado un gran ejemplo de vida y que ya es parte de nuestra historia.
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Jorge Manuel Dengo
“No podrán destruir al ICE”
Quien ve a este hombre sencillo, menudo y humilde, no se imaginaría que es el papá de muchas criaturas gigantescas e imponentes. Él es como los ríos más caudalosos: anda en silencio, surcando los campos, marcando el paisaje a su paso. Cuando fue Vicepresidente de la República, se iba caminando de su casa a la Casa Presidencial. Sólo lo acompañaba Arsenio, un indigente alcohólico, que lo esperaba en la esquina y lo dejaba en el portón principal del edificio central del Poder Ejecutivo. Los guardas de la Presidencia gozaban de verlo llegar a pata, abrazado con aquel pobre hombre. Le hago la observación y me contesta justificándose: “Don Otilio Ulate se venía caminando hasta la Presidencia, y don Cleto González Víquez se iba en tren hasta Heredia y caminaba de ahí hasta Barva todos los días”, explica Jorge Manuel Dengo, un nombre con mayúscula en la historia de Costa Rica. Este hombre que vive en San Pedro, de la Plaza Roosevelt unas cuantas cuadras al sur y el este, de 86 años y figura enjuta y sobria, es el padre del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), la Escuela de Agricultura de la Región Trópico Húmedo (EARTH), la Oficina de Planificación de la Presidencia de la República (hoy, Ministerio de Planificación) y la Comisión Nacional de Emergencias. Nació cuando compraron los muebles de la sala de su bonita pero frugal vivienda, unos muebles que eran de los papás de doña Maruja Benavides, su esposa y compañera audaz e inseparable, quien a veces incluso complementa o completa lo que él va contando.
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Los muebles de la sala y el fundador del ICE nacieron en 1918. “Estos muebles son de una variedad de caoba que ya casi ni existe. Los mandamos a arreglar y aquí se lucen”, cuenta don Jorge Manuel, cuya casa parece ser la típica habitación de clase media de nuestro país, lo que llama poderosamente la atención en un hombre que ha tenido influencia y peso político de verdad. En esta casa vive la honradez. Es algo respirable. No hay algo pomposo en ella. Se nota que quienes la habitan no tienen urgencias de ostentación ni de lujos. Don Jorge Manuel nació en Heredia, hijo mayor del gran maestro y filósofo de la educación, don Omar Dengo y de doña María Teresa Obregón, también educadora y la primera diputada de la historia, junto a Estela Quesada y Ana Rosa Chacón. Dengo recuerda que el legendario Lalo Gámez, tres veces ministro de Educación, era discípulo de su papá y que su esposa, doña Consuelo Lobo, oriunda de San Ramón, vivió en su casa. Eran cuatro hermanos. Jorge Manuel es el mayor, y la menor es María Eugenia, quien siguió los pasos de su padre y llegó a ser Ministra de Educación. En el medio estaban dos hermanos que fallecieron, Omar, economista, y Gabriel, geólogo. “Los Dengo principalmente somos tecnólogos, desde mi tatarabuelo, don Juan Dengo, quien vino de España en 1802. Dengo es un apellido de origen asturiano, de Oviedo. Mi tatarabuelo era oficial de artillería; mi bisabuelo, Benito Dengo, fue inventor de varias cosas, en el INCAE hay un libro de recopilación de inventos de Costa Rica, y ahí están sus inventos muy bien detallados”, recuerda don Jorge Manuel.
El ICE en la sangre Su abuelo fue el primer ingeniero mecánico que hubo en el país, graduado en la Universidad de Santo Tomás. “Yo guardo su título. Fue él quien introdujo la electricidad en Costa Rica”, confiesa don Jorge Manuel, emocionado. Su abuelo, Manuel Víctor Dengo, fue el padre de la primera planta eléctrica de América Latina. Esa planta es de 1884, y permitió electrific ar San José el mismo año que Nueva York. “San José fue la segunda ciudad en el mundo con luz eléctrica”, dice Jorge Manuel Dengo, más que orgulloso. “Esa planta chiquita era hidroeléctrica, de una acequia de 196
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Pavas que pasa por donde estuvo la fábrica de licores. Eso significó mucho para la sociedad de la época, compuesta por campesinos del norte de España, muy trabajadores, y los de Sevilla, que eran diferentes. “Tengo una familia de técnicos. Sólo papá y mi hermana estudiaron otra cosa. Yo tengo dos hijas ingenieras, Ana Teresa y Amalia. Una vive en Viena y trabaja con la ONU, la segunda exporta flores a Europa, junto al esposo, que es iraní. Mi hijo Manuel es ingeniero, vive en Nueva York, y también trabaja con Naciones Unidas; Jorge y Miguel, que fallecieron, los dos eran ingenieros. Miguel era ingeniero civil y falleció en un accidente del Arenal; Jorge era ingeniero industrial. De los míos, solo Carmen María no es ingeniera. Ella es contadora pública”, explica. Don Omar Dengo murió de 40 años, cuando el pequeño Jorge Manuel tenía 10 años. Después de la primaria, en la Escuela República de Argentina, entró a la Normal, y sacó el bachillerato en el Liceo de Costa Rica. Ya sabía lo que iba a ser en la vida. Se fue para Estados Unidos, y estuvo seis años en la Universidad de Minnesota. “Se acostumbra uno al frío. Pasé cinco inviernos, y al final sólo andaba con una suéter y una jacket de cuero. La proeza en esos seis años es que dejé novia aquí en Costa Rica, y sostuvimos el noviazgo por correspondencia todo ese tiempo. “Me fui en barco, y pude venir una sola vez en seis años. No tenía plata. Me la jugaba con una beca de 60 colones, y de eso le pasaba 15 colones a mi hermano Omar, que estaba en Wisconsin estudiando Economía. Anualmente me mandaban $ 200 para pagar las matrículas, y lo demás era como se pudiera. “Me mantenía pintando cuadritos, acuarelas, como las que tengo ahora aquí en la sala de la casa. Había un salvadoreño que estaba estudiando Medicina. Él me animaba a pintar y me acompañaba a vender los cuadros. Los vendíamos en una librería, a $ 5 cada uno”, recuerda. Volvió el 28 de diciembre del 43. “Fijate que no avisé. Me vine en bus de Mineapolis hasta Ciudad de México. Mi intención era seguir por tierra, pero no se podía. El embajador de Costa Rica en México me regaló el pasaje para que me viniera en avión. Esos últimos días en México pasé tomando agua y visitando algún amigo, porque no tenía ni un cinco. Llegué a la casa de mamá a la hora del almuerzo. Vivíamos
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en una casa que había sido de mis bisabuelos. Era de adobe y estaba cerca del hospital San Juan de Dios. “Mamá cogió unos vestidillos que yo traía para mandarlos a la lavandería, y revisando las bolsas se encontró un billete de $ 20. Yo había pasado hambres en México porque no me había dado cuenta de ese billete. Vos sabés lo que es eso. $ 20 eran un capital en México”.
La planta eléctrica de Heredia El joven Jorge Manuel había dedicado los estudios a los temas de producción hidroeléctrica y transportes. “Cuando estudiábamos el servicio eléctrico de Heredia era pésimo. Era una plantita hidroeléctrica, de 200 kilowatts, una combinación de la cañería de agua potable y la planta eléctrica. Fue construida en 1915. En Costa Rica en esos tiempos hubo mucha electrificación pequeña. En las fincas tenían un dinamito pequeño, así se inició la electrificación pequeña. “Me formé con la idea de servir aquí, con la idea de hacer la planta eléctrica de Heredia. Es más, se lo había prometido a mi novia”, dice Dengo, reviviéndolo en sus ojos. Su primer trabajo fue en Guácimo, construyendo la secadora de maíz, en el año 46. “Salí a la calle a ver cómo me orientaba. Fui a la oficina de la carretera Interamericana, pero al salir, me encontré a Jorge León Arguedas, que es un hombre mayor que yo, y que ha sido un gran científic o. Trabajó muchísimo tiempo fuera, en Perú, haciendo investigaciones sobre la papa, y en Roma, con la FAO. “Habíamos sido compañeros en la Normal de Heredia. Le conté que estaba buscando trabajo y me dijo que me fuera con él. Estaba trabajando con el instituto de asuntos interamericanos, que había fundado Roosevelt. El coordinador general era Nelson Rockefeller. Era el principio del AID, antes de lo que se llamó Punto Cuarto. “Aquí había tres ramas, la de agricultura, la de educación y la de salud. La de agricultura trabajaba en caminos rurales e infraestructura. Jorge me presentó a su jefe, Míster Rogers, y salí colocado. Se estaba promoviendo la producción de maíz en la zona de Guácimo, porque todo aquello había sido bananera, y cuando la United la abandonó y se pasó al Pacífico, la región quedó desatendida. “Cuando llegué, sólo había dos escuelas en toda la zona, la de Siquirres y la de Guápiles. El único banco que había era 198
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el de Limón. Y todos los negros se quedaron sin educación. Cuando pasó la revolución, le hablamos a Lalo Gámez y a Pepe (Figueres) sobre la necesidad de hacer escuelas en esa zona. “Pepe se entusiasmó mucho y vino toda la construcción de escuelas. Pepe también se dio cuenta de la situación cultural y migratoria de los negros. Eran súbditos británicos, no eran ciudadanos. Todos tenían el retrato del rey, lo único que les interesaba era qué estaba haciendo la flota inglesa y cómo le estaba yendo al Octavo Ejército del mariscal Montgomery en África. “Pepe insistió en que había que enseñarles español. Después de seis años en Estados Unidos, yo no entendía ni papa del inglés de los negros. También se quitó la restricción que no era de paso sino de trabajo. Cuando la United Fruit Company los trajo a principios del siglo XX, se impuso que no podían trabajar de Turrialba hacia el Valle Central, pero sí tenían permiso de transitar, algo que se confunde en la historia”. Dengo estuvo en la Zona Atlántica más de lo que esperaba, porque un incendio acabó con toda la estructura de madera de la secadora de maíz, y debió construirla de nuevo. “A esa zona me une el hecho de que, muchos años después, volví para fundar la EARTH. Esa universidad es el juguete mío más querido después del ICE. La fundamos entre un grupo. Me tocó dirigir toda la obra civil durante el proceso de construcción, durante los dos primeros años. Se construyó en un tiempo récord. La inauguramos en el 89, y hemos graduado mil y pico de estudiantes”.
Nace el ICE Después de Guácimo pasó al MOPT. “Antes de la Huelga de Brazos Caídos había un programa de caminos vecinales. El ministro de Teodoro Picado era Francisco Esquivel. Pasábamos sin nada qué hacer. Estaba aburridísimo. “En eso los munícipes de Heredia le pidieron al ministro que me cediera por un tiempo, me nombraron ingeniero municipal, y me puse a hacer la planta eléctrica de Heredia. La municipalidad en ese momento era de la oposición, era cortesista. Recuerdo que Arnoldo Ferreto era regidor. “Se nombró una junta administradora para hacer la planta. Estaban el ingeniero Samuel Sáenz, el contador Alfredo Benavides, y don Juan Rodríguez. Ya me había llevado para Camilo Rodríguez Chaverri
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Heredia a Federico Baltodano, que era el otro ingeniero del MOPT. La hicimos juntos. Se hizo una emisión de bonos de 2 millones de colones, que autorizó don Teodoro Picado. Como vi que con eso no alcanzaba, empezamos a buscar cómo se financiaba el resto. “Antes de la huelga me fui para el Banco Nacional, donde don Julio Peña, que era el gerente general, y le conté que teníamos los bonos. Lo visité varias veces. Cuando se vino la Huelga de Brazos Caídos, me dijo ´mire, Jorge Manuel, si no la hace ya, no la va a hacer nunca, porque este país se está complicando´. “En ese momento San José tenía 28 mil kilowatts, y el resto 2 mil kilowatts en plantitas pequeñas. El proyecto venía a duplicar la capacidad del resto del país. Esta planta de Heredia significó cuatro cosas. Primero, quitar la idea que había metido la compañía eléctrica de que sólo ellos podían. Segundo, nos permitió a los ingenieros jóvenes tener la experiencia de hacer un proyecto grande. Yo lo dirigía; Federico Baltodano y Óscar Cadet eran los ingenieros civiles, y German Herrera, el ingeniero eléctrico. Tercero, la experiencia mía en organización y financiamiento. Y cuarto, me permitió ponerme a estudiar en qué consistía el problema eléctrico de Costa Rica, punto básico para la fundación del ICE. “Formamos un grupo que se llamó Asociación para la Defensa del Consumidor Eléctrico, con Rafael W. Keith, sobrino de Minor Keith, que a pesar de ser hijo de norteamericano, era netamente nacionalista. “Durante la construcción de la planta eléctrica ya vino la revolución, pero al principio no nos detuvimos. Como no podíamos irnos para donde Figueres, nos organizamos desde la zona. Un grupo de gente donde estaba yo empezó a utilizar dinamita, hasta que a mí me capturaron. Salí en La Tribuna, como el facineroso Dengo, por haber volado la Planta de Tacares, lo cual no era exactamente así. Te explico: después de la batalla de El General, Carlos Luis Fallas intentó entrar por el puente del Pacífico, y hubo que hacer dos labores: parar la planta eléctrica y volarse el puente sobre el río colorado. Calufa lo que quería era venirse en tren a la capital. “Las tropas del gobierno estaban resguardando la planta. El grupo se voló un pedazo del canal de acceso. El canal tiene como 3 kilómetros y no se podía cuidar así de fácil”.
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A la par de Don Pepe “Estuve detenido como 22 días, al puro final de la revolución. Al terminar la revolución se nombra la Junta de Gobierno, Chico (Orlich) asume el Ministerio de Fomento, lo que ahora es el MOPT y quedé yo de viceministro. Asumí la dirección general del ministerio, y me tocó reorganizarlo. “Lo interesante es que llamé a colaborar a los ingenieros de la universidad. Todos acababan de graduarse. Era la primera generación de la UCR. Ahí estaban Carlos Espinach, Mario Quirós Sasso, Carlos Ulate Rivera, Hernando González Truque, Fernando Rojas. “Estuve un año en el ministerio, mientras tanto, Federico siguió dirigiendo la planta eléctrica de Heredia. La razón por la cual estaba ahí es porque quería fundar la corporación eléctrica nacional. No estábamos pensando en las plantas, sino en una institución nacional para luchar contra la Electric Bond and Share. “Salí del ministerio para organizar el ICE, que se fundó en mayo del 49. Todo empezó porque ese grupo de ingenieros inició una lucha para que convenciéramos al gobierno de fundar la corporación eléctrica. “Al principio, Don Pepe no estaba convencido. Chico (Orlich) sí. Un día, a principios del año 49, Don Pepe convocó a una reunión en el Teatro Nacional, en la que anunciaría la solución del programa eléctrico del país. “Este grupo de ingenieros nos fuimos al Banco Nacional, donde nos recibió la directiva en pleno, les dijimos que no estábamos de acuerdo con Don Pepe y de ahí salimos a reunirnos con él. Íbamos los del Banco Nacional, y nosotros. Tuvimos una gran discusión con Pepe “Don Pepe lo que proponía era hacer la planta del Reventazón con la compañía. Después de una discusión muy fuerte con él, pasadas las seis de la tarde, dice, ´bueno, señores, porque ustedes son gente muy honesta y muy patriota, voy a ceder a su petición´. Se fueron todos muy felices, y cuando yo iba para afuera me dijo, ´Jorge Manuel, venga acá. Y ahora, ¿qué carajos digo yo en el Teatro Nacional? Le dije que la verdadera solución era una corporación eléctrica nacional. Se lo expliqué, porque en la reunión sólo lo habíamos convencido de que echara atrás con el proyecto del Reventazón con la compañía. Después de escuchar todo el planteamiento, me dijo, ´claro, eso es lo que hay que hacer,
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¿por qué no me lo dijo antes?´ Simplemente es que no había querido oírme. “Nos fuimos para el teatro. Los funcionarios de la compañía estaban en primera fila. No habló del Reventazón sino de cómo íbamos a hacer la corporación y el programa de electrificación nacional. “La gente se puso de pie y empezó a aplaudirle. Ahí nació el ICE. Después se preparó la ley, que fue rápido porque yo ya la tenía redactada. La revisamos con mi hermano, Omar Dengo, Rodrigo Facio y Juan Arrea. Empezó en mayo del 49, con un decreto ley. Al principio éramos cuatro gatos. Fue incondicional el apoyo de Pepe para el ICE y el programa de electrificación nacional”.
La Garita, el gran salto “Ocupábamos una planta para duplicar la capacidad del país. Se hizo estudios en varios ríos, el Reventazón, el Grande de Tárcoles... Mucha gente creía que estábamos locos. La Nación empezó a atacar. Bueno, no, mentira. La Nación empezó a atacarnos desde que el ICE era una idea. Y no van a descansar nunca. Yo siempre le decía a Pepe y a don Elías Quirós, el presidente de la junta directiva, que nosotros necesitamos de La Nación, porque cada vez que dice algo malo, al ICE le salen bien las cosas. “El gobierno dispuso de 100 millones en diez años para hacer La Garita y el proyecto de electrific ación nacional. Hacer La Garita fue la conclusión de los estudios en varios ríos. Se empezó en el 52. El presupuesto total eran $ 10 millones. “Entre otras cosas, se decidió eliminar el tranvía de San José, que había sido de la Electric Bond and Share. Para terminar la concesión, ellos pagaron 3 millones de colones. Se destinó uno para la Municipalidad de San José y los otros dos fueron el primer capital del ICE. “Con eso fue que se hicieron los estudios del Reventazón y del Grande de Tárcoles. Es cierto que llegamos a la conclusión de que el gran potencial hidroeléctrico estaba en el Reventazón, pero ocupaba más estudios a fondo, mientras que en el Grande de Tárcoles era más fácil hacer los estudios y también podíamos disponer de una estación seca para trabajar. Además, yo era conciente de que como ingenieros no teníamos mucha experiencia, así que había que andar con pies de plomo para no meter la pata. 202
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“Los diputados de Cartago protestaron y dijeron que tenía que hacerse la del Reventazón. Eran los diputados de Don Otilio. En ese momento yo era Presidente del Colegio de Ingenieros y los mandé al diablo. Dije que por estar metiéndose los diputados había tantos problemas en los caminos, que no tenían criterios técnicos y que estaban haciendo politiquería. “Los diputados se me vinieron encima, furiosos. Vino el ministro de gobernación, Francisco Ruiz, a decirme que me retractara. Le dije que no. El Colegio de Ingenieros sacó una publicación apoyándome “Le dije al ministro que lo que podía hacer es renunciar, y me contó que don Otilio Ulate me había mandado a decir que ni siquiera pensara en eso. Con don Francisco venía don Antonio Castro, un abogado de Alajuela, muy amigo de Ulate. Me dijeron que si yo aceptaba una amonestación pública por parte del presidente, él se encargaba de arreglar todo. “Yo acepté pero no lo hizo nunca. Don Otilio nos convocó a la Casa Presidencial y nos dijo que ya la situación estaba arreglada. Me contó que habló con ellos y les dijo que él creía que nosotros teníamos la razón, que al Reventazón le faltaban muchos estudios más. Pero les aseguró que si ellos asumían la responsabilidad de que se hiciera la planta, él los apoyaba. Don Otilio contó que ellos le contestaron, ´ah no, eso no´. Luego concluyó diciendo que lo peor que se le puede decir a un diputado es que asuma la responsabilidad. No la asumen. Les da miedo, “Al final nos dijo ´vamos a brindar por la solución de problema´. Y yo le dije, ¿y mi amonestación?. Don Otilio me contestó, ´¿no la oíste?´ Y me confesó que él no era muy imparcial, pues estaba feliz de que la hiciéramos en su provincia, Alajuela.
Historia de sacrificios “La del Reventazón tuvo que esperar mucho tiempo. Primero se hizo la planta de río Macho, luego ríos como Tapantí, y las cabeceras del Pejibaye y el Pacuare. Incluso se pensó en hacer una planta arriba de donde está la de Cachí, pero después se decidió que no “La primera planta propiamente en el río Reventazón es la de Cachí, porque la de río Macho es en uno de los afluentes. Después se siguió con los estudios de Angostura, donde se encontraron unas fallas milenarias, que hacían peligrosos los Camilo Rodríguez Chaverri
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túneles. Imaginate que empezamos los estudios de Angostura desde el 55 y la decisión se tomó en el 80. Angostura tiene el túnel más grande que se ha hecho aquí. “Los tuneleros son verdaderos héroes del ICE. Los primeros, con los que empezamos La Garita, eran coligalleros de San Ramón. El más famoso era Claudio Campos, ´Colinda´, y también estaba Chalo Chacón. El ICE ha tenido mucho éxito en hacer túneles, en construir las plantas eléctricas, en operarlas. Primero trabajábamos en vivo hasta 11 mil voltios, luego hasta 30 mil, sin cortar la línea, y ahora hasta 200 mil voltios, y siempre sin quitar la corriente. “La tecnología es uno de los puntos más importantes, la tecnología que el ICE ha desarrollado no sólo en ingeniería sino en cuanto a los obreros técnicos y en telecomunicacio nes, no la tienen en América Latina, tal vez Chile un poco, o Colombia. Tal vez México sí, pero yo creo que somos los mejores”.
Mística -¿Por qué el ICE ha sido tan exitoso? -Hay tres razones. Una está en los objetivos con los que nació la institución. Eran cinco, y el quinto hablaba de hacer de sus procedimientos técnicos, administrativos y financieros, modelos de eficiencia que sirvieran de norma en otras actividades. Siempre hubo un empeño para que el ICE fuera una institución modelo “La segunda razón tiene que ver con los cinco puntos básicos en que se organizó el ICE. En primer lugar, el planteamiento y conceptualización del plan de electrificación nacional y el desarrollo de los programas; el segundo, la investigación de los recursos hidráulicos de Costa Rica; el tercero, el estudio de las formas de financiamiento, el cuarto, la formación y capacitación del personal, desde los ingenieros hasta el último obrero, y el quinto, la organización institucional”. -Pero eso se podía pensar desde otra institución, y quizás no hubiera tenido los mismos resultados. -La diferencia la hizo el darles la motivación para que tuvieran la mística que han tenido. En el ICE todo el mundo daba lo que fuera por la institución. Esa mística se mantiene. -¿No ha decaído la institución? -En ese sentido no, qué va. Los mismos sindicatos, aparte de los problemas políticos que tengan, mucho de lo que hacen defender la integridad de la institución. 204
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-Surge de nuevo el tema de la privatización. -Sí, sí, he oído de nuevo el tema de la privatización. Están hablando de un documento secreto firmado por Jorge Wálter Bolaños, Ronulfo Jiménez y Francisco de Paula Gutiérrez con el objetivo de crearle una situación financiera al ICE tan terrible que obligue a privatizarlo... -¿Cree que todo sea una confabulación para privatizarlo? -Yo no creo eso, pero eso dicen los sindicalistas, que no lo han dejado emitir bonos para destruirlo. -Lo de los bonos es cierto. -Claro que es cierto. También es cierto que han favorecido las condiciones para que el ICE se detenga. Pero no creo que haya confabulación. -¿Por qué tanto empeño en detener al ICE? -Ideológicamente son especialmente conservadores y piensan que sólo la empresa privada puede hacer las cosas. Se les olvida que la empresa privada no pudo resolver el problema eléctrico por una razón muy lógica: la empresa privada simplemente atiende a grandes concentraciones donde se produce utilidades. El campo no les interesa, porque hay poca gente. Eso ocurre en cualquier lugar del mundo. -Llevar electricidad hasta los últimos rincones, tener teléfonos públicos en todos los pueblos... Eso fue lo que hizo del ICE un ícono, un emblema nacional. -Y ese es el éxito de la empresa pública de Francia. En Estados Unidos también lo han conseguido por medio de cooperativas y otros sistemas. “La empresa privada puede electrificar ciudades, o áreas industriales, porque eso es negocio y produce utilidades. No hay ningún prejuicio de mi parte, es la función lógica de las empresas”. -O sea, que si es privado, no se puede pensar en bienestar para todos. -Cuando se habla de energía, al igual que cuando se habla de agua potable y seguro social, pensando en el país y no apenas en San José, se sabe que el capital privado no puede sostener ese tipo de inversiones. Eso no es aquí en Costa Rica. Es así en todo lado. Es un hecho de sentido común. Vendés donde haya demandas concentradas.
¿Privatizarán al ICE? -¿Podrán privatizar al ICE? Camilo Rodríguez Chaverri
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- No pueden provocar la privatización del ICE, eso es volver al año 28 del siglo pasado, a la Electric Bond and Share. No lo pueden provocar. La posición de ellos la veo como la posición de economistas muy conservadores. Incluso hay amigos míos entre ellos. Los más conservadores son Telmo Vargas, Eduardo Lizano... Todos son muy buenos economistas pero no van más allá del esquema economicista. No ven el resto de los factores sociales del país... -Es decir, buenos economistas significa que... -Mire, todos son gente muy seria. Por ejemplo, el equipo económico de este gobierno, como equipo, es el mejor equipo de Abel. Están muy preparados académicamente. El problema es que no calzan con muchas de las necesidades del país. -Se quejan por la lentitud del ICE, dicen que un gigante se mueve muy despacio. -Eso es explicable. El caso más típico es el seguro social. El país socializó la medicina a un grado muy alto, y con eso te comprás un sistema administrativo muy complejo, porque el país tiene leyes muy enredadas. Es muy difícil manejar aquí una institución. Esa complicación de leyes y enredos administrativos desmotiva a la gente. La gente se motiva cuando ve resultados. “No hay cosa más linda que ver la inauguración de una planta eléctrica. En cambio, cuando ves que la bendita carretera de Caldera no se termina, ni la Costanera, eso te molesta. No podés decir que es culpa de los ingenieros o de las instituciones. No podés echarle la culpa a nadie. Es parte de la complejidad mental de los que manejan la política. Esa complejidad está afectando al ICE”. -¿Cuándo se empezó a embarrialar la cancha? -Durante los primeros 25 años el ICE fue muy exitoso. En los siguientes 25 años, la interferencia política, las reformas de la junta directiva, la creación de las presidencias ejecutivas y las medidas violatorias a la ley con las que se obligó adquirir bonos del Banco Central atentan contra la institución. “En mis tiempos no había presidencias ejecutivas, gracias a Dios, porque eso fue el disparate más grande. ¿Vos creés que lo del Banco Anglo hubiera pasado con el anterior sistema de directivas? Jamás hubiera pasado una cosa de esas, donde un idiota le hizo caso a unos chilenos, y nadie dijo nada. -¿Cuál es la gran diferencia en las directivas? -Antes eran siete miembros propietarios, sin suplentes, todos nombrados por el Poder Ejecutivo, pero con condiciones. Tres de los directores debían ser ingenieros, uno licenciado en leyes, otro entendido en ciencias económicas, 206
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y los otros dos personas de reconocida capacidad y diligencia en finanzas, industria y agricultura. Eso decía la ley. -¿Y qué pasa ahora? -La directiva no tiene nada de eso. Ahora tienen tres ingenieros, que votaron a favor de la licitación de la banda de telefonía celular, y los otros cuatro son músicos. Por eso votaron en contra. Yo me pregunto, ¿por qué diablos Pablo Ureña está ahí? ¿Por qué está Lobo, aquel que fue diputado y ministro de Vivienda? Es algo rarísimo. No es que sean mala gente. Puede que sean muy buenas personas. Simplemente es que el ICE es una institución muy compleja. No la pueden tener en manos de unos músicos. -Así como ha criticado a los economistas y critica pasos en falso, como las Presidencias Ejecutivas y los cambios en la directivas, me imagino que no todo lo de los sindicatos le satisface, ¿o sí? -Conozco muy poco de las SALES, pero eso no me parecen, no me gustan. Si fueran cooperativas tal vez sí, pero creo que generan conflictos de interés. No siempre estoy de acuerdo con los sindicatos, pero creo que los mueve un interés supremo por defender la integridad de la institución.
¿Abrir telecomunicaciones? -¿Se debe abrir el mercado de las telecomunicaciones? -Es algo muy complejo. Voy a tratar de explicártelo. En parte estoy de acuerdo con lo que dicen algunos críticos del ICE. Pongámoslo en sus dimensiones. El problema es éste: en electrificación, el ICE tiene un dominio completo de toda la tecnología, las innovaciones son muy pocas y el ICE se maneja muy bien. “En cambio, en materia de telecomunicaciones, en realidad el mundo está evolucionando. Nuestros sistemas de comunicación, por más que uno se impresione de las computadoras, son poco frente a lo que vendrá. Estamos apenas en los comienzos de una gran revolución. “Y el asunto es que una institución de Estado no puede captar lo último en tecnología sino apenas lo que está consolidado en el mercado y tiene valor comercial. Es igual que con las medicinas. Los avances están en las empresas que invierten en investigación.”. -Usted quiere decir que el ICE no puede alinearse con el ritmo de estos tiempos.
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-La propuesta mía es que haya algún tipo de asociación u organización en que el Estado se asocie con una de las verdaderas compañías grandes. Hay dos tipos de compañías de telecomunicaciones, las grandes compañías muy serias y otras que son medio aventureras o medio oportunistas. -¿No estaríamos a medio paso de abrir las telecomunica ciones? -Creo que no se debe abrir el mercado de las telecomunic aciones, sino buscar una solución conjunta. Si vos abrís un mercado, todo el mundo tiene derecho a entrar. No podés discriminar entre las empresas serias y las que no lo son. El país caería víctima de las empresas. Los instrumentos para fiscalizar son muy pocos. La Contraloría, que es un ente fiscalizador, no tiene mayores criterios técnicos ni potestades en este campo. El problema principal no está en la parte financiera, sino en la técnica. -¿Su solución, que está en el medio, no sería peligrosa? -No, no. Yo no estoy de acuerdo con la apertura. Sería un caos. Hay que ir a Guatemala para ver lo que ha pasado, o al mismo Chile. Es más, en los mismos Estados Unidos, los grandes problemas que hay, a pesar de ser un mercado tan grande, es que se terminó el sistema de regulación, y las empresas se meten en más de un problema. No, es que las empresas no son perfectas, y te repito que hay aventureros y oportunistas. -Usted es un maestro en atención de emergencias. Ha estado en emergencias en toda América Central, es cercano a los bomberos y la Cruz Roja, y tiene su nombre grabado en atención de tragedias como la del Irazú, el Reventado, el huracán Juana. ¿Podríamos decir que el país está en emergencia por su situación fiscal o financiera? -El país no está en emergencia. Está estable económicamente. Que no está creciendo es otra cosa. El Banco Central tiene reservas amplias. También hay inversión extranjera, la guerra de Bush ha causado retraso en la inversión y en el turismo, pero uno de los países más estables en América Latina es Costa Rica. “Aquí no va a pasar lo de Argentina, ni lo de Venezuela. Tenemos un presidente sui géneris, no hay la menor duda, pero para un país en calma no es un peligro. Claro que se han metido en más problemas de la cuenta, no han evitado enredos, como este de la ministra de Educación que se puso a cambiar el sistema de pago sin que la institución estuviera preparada”. 208
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-¿Qué pasará con el ICE? -El ICE seguirá decayendo si no cambian de política. Lo que no entienden es que no es el ICE el que decae. Es el sistema económico nacional -¿Qué urge en el ICE? -Yo volvería al esquema que teníamos nosotros, con una directiva en manos de personas muy calific adas. Si me lo preguntaran, estoy a favor de la supresión de las presidencias ejecutivas. Se concentró todo en esas presidencias y eso fue un error gravísimo “Iría de vuelta a una gerencia general. Cuando Pepe nombró a la directiva, era para ocho años con un sistema gracias al cual a cada gobierno le tocaba sustituir apenas a dos. Puede ser que vinieran influenciados con ciertas ideas, pero un tiempito después de su nombramiento, se institucionalizan y no pesan tanto las influencias de afuera”.
ICE con cucarachas -¿Se le metió la gradería de sol al ICE? -Se le metió la gradería de sol y se le metieron las cucarachas, como a todo el país. Debe haber autonomía. No es que haya descoordinación con el gobierno, es que haya independencia. Ahora la autonomía no existe. “El problema nació con la ley 4-3. Ahí fue que se politizó el ICE. Fijate que ahora están 7 a 0. Es una directiva totalmente política. “Además, el artículo 17, todavía vigente, se incumple. Ese artículo dice que la política financiera será la de capitalizar las utilidades netas de la venta de energía eléctrica y cualquier otra fuente, (cuando eso no estaba telecomunicaciones) y su aplicación en la financiación y ejecución de los planes nacionales de electrificación y de impulso a la industria con base en la energía eléctrica. También dice ese artículo que el gobierno no derivará ninguna de esas utilidades, pues el instituto no deberá ser considerado como una fuente productora de ingresos fiscales, sino que deberá usar todos los medios a su disposición para incrementar la producción de energía eléctrica como herramienta básica para el desarrollo”. -Nada que ver con la realidad. -Ese artículo fue violado por todos. El truco para debilitar al ICE es ponerlo a comprar bonos del Banco Central. El ICE está indigestado de bonos del Banco Central y el Ministerio Camilo Rodríguez Chaverri
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de Hacienda. Son papeles que no puede utilizar, con la doble idiotez de que el Banco Central paga intereses al ICE que es parte del problema de endeudamiento. Se han enredado mucho. Es muy triste. -¿Cree que las cosas están tan mal como dicen los economistas? -No, no. Le voy a dar un ejemplo. La deuda interna es, en parte, ficticia, pero los economistas no lo ven así. Cuando te debés a vos mismo, pasás la plata de una bolsa a la otra. Es una deuda virtual. ¿Por qué no la olvidan? Yo sé lo que me van a contestar los economistas. Van a decir que no se puede porque al olvidar la deuda, el ICE va a dejar de tener esos bonos. Pero, ¿para qué quiere el ICE esos papeles? No le sirven de nada. No se pueden cambiar por plata. Son papeles, nada más. -Usted fue el segundo de a bordo en el gobierno de don Óscar Arias. Ahora, los sindicatos dicen que don Óscar privatizaría al ICE. -Óscar no va a vender nada y quienes dicen que Abel va a vender, tampoco tienen razón. Eso no es cierto. Óscar no va a privatizar. Óscar y yo tuvimos que ver con el ajuste estructural. Es más, yo estuve en eso desde el tiempo de Luis Alberto Monge, con Rodolfo Silva, Eduardo Lizano y Carlos Manuel Castillo. “Siempre nos opusimos a las privatizaciones, aunque ellos, los del Banco Mundial, siempre lo promovieron”. -¿Lo promueven abiertamente? -Mirá qué fácil. El Banco Mundial eliminó los préstamos para energía eléctrica y condicionó los préstamos para carreteras a que se manejaran por concesión. Ninguna carretera de estos países tiene la densidad de tráfico necesaria para producir una utilidad financiera. El benefic io de una carretera es económico y social pero en cuanto a servicios, no en dinero. “Vea el caso de México. Ese país se metió de cabeza a hacer carreteras. La teoría dice que para hacer carreteras de peaje, debés tener una libre a la par. Empiezan a funcionar las carreteras e inmediatamente el concesionario se da cuenta que los ingresos por peaje no le producen utilidades. Piden aumentos de peaje a tal punto que nadie las usa. O sea, que hay carreteras nuevas que nadie puede usar, y entonces la gente sólo usa las calles viejas. “En Europa, todas las carreteras de peaje son estatales. Igual si comparamos al ICE. Las instituciones eléctricas exitosas en Europa, son instituciones del Estado. Así ocurre 210
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en Francia, Alemania y Suiza. Gracias a Dios, eso en Costa Rica lo sabemos. Yo estoy seguro que no podrán destruir lo que ha conseguido el ICE”. Ojo, mayo 2003
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Luis Alberto Monge
Un campesino cultivado
Un día que fui a entrevistar a don Luis Alberto Monge le llevé como obsequio tres libros míos de poemas y uno de cuentos. Como quince días después, lo entrevisté en una emisora. Antes de iniciar, sacó mis libros. Tenía unos cuantos subrayados y otros marcados. Me mostró un poema, cerró el libro y me lo dijo de memoria… Es un hombre de detalles, y se hace amigo de uno sin proponérselo siquiera. Es dulce y simpático por naturaleza, afable y muy ameno. Tengo un mar por horizonte, y me cuesta escoger el punto del paisaje en que detendré mis ojos. He tenido diez sesiones de trabajo con el expresidente Luis Alberto Monge y me toca comprimir en treinta cuartillas una vida entera llena de proyectos, ilusiones, batallas y victorias. En medio de un centenar de fotografías y otro centenar de platones, el ex presidente se ha tomado el tiempo necesario para ir desgranando su vida. Se sienta en un trono de madera, con unos mangos para las manos que parecen un par de serpientes con cabezas de felino. Atrás, un escudo de Costa Rica en paño tricolor, en medio de todo tipo de recuerdos, galardones y reconocimientos que cuelgan como en todas las paredes de esta casa. Se toma el tiempo necesario para hablar de la vida, de los artistas que lo han impactado, de lo que vivió en la política y en la vida pública. Varias veces almorzamos con Chavelita, su recepcionista, y Viria, su asistente. Después de largas tertulias, pasamos a la sala de mimbre, al frente de una piscina que ya casi es virgen de nuevo. En los corredores exteriores, hay decenas de decenas de pinturas, cuatro obras de Fausto Pacheco, una de Amighetti 212
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y todas las obras pictóricas que le han regalado. Se conservan bien, como milagrosamente, como si Don Luis Alberto las pusiera ahí para que puedan mirar el agua y nutrirnos… Cinco tardes enteras estuvimos en la casa de don Luis Alberto Monge para esta entrevista. Almorzamos con él, con Viria, su asistente de toda la vida, con quienes integran su pequeño grupo de trabajo y se han ido convirtiendo en su núcleo familiar. Don Luis Alberto fue paciente, entretenido y gozó mucho recordando su vida, su paso por la función pública, su historia llena de anécdotas e interrogantes. Habla de su niñez en Palmares, de su paso por el Instituto de Alajuela y por el Mercado Central, donde trabajó y fundó un sindicato; de su amistad con Rodrigo Facio y el Padre Benjamín Núñez; de la influencia de Haya de la Torre en su vida; de Don Pepe y Oduber; de su gobierno, en medio de la aguda crisis, y finalmente de Óscar Arias, José María Figueres y Abel Pacheco. El texto es pausado y distendido, como don Luis Alberto, quien nos sirvió un té verde, nos contó de su amistad con Mario Moreno, ´Cantinflas´, y hasta de sus últimos encuentros con Don Pepe. No todo cabe en estas cuartillas, y el resumen en estos casos siempre huele a sangre, pero he aquí un extracto de nuestro encuentro.
Niño pobre y de campo Luis Alberto Monge nació en Palmares, 100 metros al Este de la Iglesia Parroquial. “Ya no existe la casa. Lo único que tengo es una pintura de Chepito Ureña. Él se tomó el cuidado de ir a Palmares, habló con mi hermana, vio muchas fotos de la casa, y así me regaló lo único que me queda de esa casa. “Somos seis hermanos Monge Álvarez y del segundo matrimonio de mamá, tenemos una hermana, Delia Fernández Álvarez, pero igual la gente cree que ella es Monge. Es que mamá murió y ella se crió con mis hermanas. “Mi papá se llamó Gerardo Monge Quesada y mi mamá Elisa Álvarez Vargas. Yo casi no conocí a mi papá. Cuando él murió, yo tenía 4 años. Tengo recuerdos de él, eso sí, alguna gente se queda impresionada de todas las cosas que recuerdo. “Él se enfermó, vino a tratarse a San José. Recuerdo cuando hicimos ese viaje. Nos fuimos por unos polvazales terribles, por una ruta de San Miguel de Naranjo.
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“Cuando eso, a Palmares la cazadora sólo entraba en verano. En invierno, sólo se podía ir a caballo, y se tomaba la cazadora en Naranjo “Recuerdo el episodio: me subía en una sillilla a asomarme por la ventana del vidrio. “Mi papá era un hombre con muchas inquietudes cívicas e intelectuales pero sin posibilidades de sacarlas adelante. “Supe por mi hermana mayor que era un tipo muy querido en Palmares. Tenía un cierto liderazgo. Por mis hermanos me enteré de cosas muy curiosas. Por ejemplo, mi padre simpatizó con el Partido Reformista del padre Jorge Volio Jiménez, el general. “En alguna ocasión, mi padre vino a visitar a don Ricardo Jiménez y a don Cleto González Víquez para pedir como jefe de una comitiva mejoras para el Palmares lejano y pobre. “No tuve abuelos, cosa muy triste, porque cuando somos niños siempre necesitamos abuelos. Mis abuelos paternos se llamaron Prudencio Monge Esquivel y Custodia Quesada, de los Quesada que colonizaron Ciudad Quesada la villa. “Ese abuelo acumuló mucha tierra por la zona de Buenos Aires, donde ahora pasa la carretera de Puntarenas, llegando a Palmares. Decidió darle a cada uno de sus hijos un pedazo de sus fincas. Papá lo vendió y se metió a comerciante. Tuvo una pulpería en la entrada del mercado de Palmares. Éramos vecinos de don Luis Estrada Fernández, padre de todos los doctores Estrada; a 100 metros vivía don Mario Urpí, uno de los fundadores de la mata de los Urpí en Costa Rica. “En ese negocio de mi papá se vendía pan, medicinas, jabones y ropa. Como enfermó, nos vinimos para San José. No sé exactamente qué tenía ni qué le hicieron. Aquí lo trataron los mejores médicos, se dieron cuenta que era un campesino con dinero y lo explotaron mucho. “Le hicieron una operación quirúrgica, ya se había recuperado y en eso tuvo un fallo cardíaco. También tuvo mastoidites. “Mi padre murió de 45 años de edad, dejó una viuda de 28 años, con 6 hijos. El negocio de él quedó en manos de los empleados, porque a mamá nunca le permitió trabajar y no sabía qué hacer. Al final, quebró el negocio. “Entonces, vino la gran tragedia de nosotros. Caímos en pobreza. No había ingresos. El mayor tenía 12 ó 13 años. Era Gerardo,´Lalo´, y se fue a trabajar en la construcción de la carretera a San Carlos. 214
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Los años de la Gran Depresión “Con el correr de los años, con lo que yo estudié después, me di cuenta que la quiebra del negocio no sólo fue impericia, que fue el crack mundial del 29. Por eso es que, estando yo muy chiquito, los amigos nuestros se iban de Palmares. Recuerdo el caso de la familia de Miguel Quesada, porque una cerca de piñuela era lo que nos separaba. Decían que iban para El General, en Pérez Zeledón. Fue tanta la gente que se fue para allá que fundaron otro Palmares, que ahora es distrito. Muchos eran de Esquipulas de Palmares. “Otros se iban a la península de Nicoya y ahí muchos de ellos llegaron a surgir, llegaron a ser finqueros. “En un pueblo, hay más dificultades. Por ejemplo, cuando yo estaba en la escuela, no había sexto grado en Palmares, ni en Buenos Aires, que era donde mi papá tenía tierras. Iba a hacerlo a San Ramón. Iba por entre barriales. Una tía mía trabajaba en una librería que se llamaba ´La Española´, y sabía que lo que me gustaba era los libros, así que me regalaba hasta diccionarios “Me tocó vivir parte de esa realidad de pobreza, porque soy el cuarto. El mayor es Gerardo; el segundo, Víctor Julio; entre Víctor Julio y Miriam, que es la tercera, había otro, pero no sobrevivió. Después de mí, la quinta es Carmen Lía, y luego Nautilio, ´Tilo´, que trabajó mucho en cooperativas. Seguro mi papá leyó alguna novela donde venía un personaje con ese nombre. “Mi padre recibía los periódicos de la época, aunque llegaban atrasados. Hay un episodio muy interesante, que demuestra que mi padre tenía una visión un poquito más avanzada: se lanzó la idea de la provincia de San Ramón, que absorbía a Zarcero, a Palmares. Un sacerdote, Bernardo Gómez, sublevó al pueblo contra la provincia. Los alajuelenses lo convirtieron en un héroe. Lo cierto es que echó a perder la provincia de San Ramón. “En Alajuela, hay un parque que se llama Parque Palmares, en honor a los palmareños. Cuando ganaron, el Padre repartió plata para triquitraques, pero advirtió para que no le compraran a Mario Urpí, Gerardo Monge y Luis Estrada, porque habían sido traidores. “Mi papá argumentaba que si había una cabecera de provincia a los 7 kilómetros, aunque fuera por camino viejo, seguramente iba a haber colegio, un gobernador y
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mayores facilidades. Él estaba seguro de que Palmares se iba a favorecer. “De esa lucha es que nació mucho clavo entre la gente de San Ramón y la gente de Palmares, pero sirve para ver cómo mi padre estaba por encima de las típicas pugnas entre los pueblos vecinos”.
Estudiante becado “Viví en Palmares hasta los 12 años de edad. Al terminar el sexto grado, me fui, porque no me entendía con mi padrastro. Había presentado exámenes para una beca de la Municipalidad de Palmares con la idea de ir al Instituto de Alajuela. Me dieron la beca y estuve los cinco años en Alajuela. La beca era de 45 colones por mes, para pagar comida y alojamiento. Vivía en el Barrio El Carmen. El camino de Alajuela centro a El Carmen era puro barro. “Ahí estaba la fábrica de aceites y grasas de Garrido Canabal, un migrante mexicano, que había sido expulsado de su país porque fundó un movimiento político en Tabasco, un movimiento muy radical, pareciera que de tendencia troskista. Fue todo un personaje de la política mexicana. En su movimiento bailaban alrededor de fogatas. “Se vino para Costa Rica y montó una fábrica con sus hijos, Druso y Lenín. Este Lenín Garrido fue el que luego se convirtió en actor y director de teatro. “Garrido Canabal se convirtió en uno de los pioneros del desarrollo industrial del país. Su fábrica estaba diagonal a la casa donde yo pagaba un cuartito. “Con el correr de los años, uno de los hijos de la casa donde yo vivía, Espíritu Santo Salas, fue Ministro de Obras Públicas de don Mario Echandi. “Antes de eso, se divorció y volvió a la casa de sus padres. Fue en ese momento que convivimos. Espíritu Santo era agrimensor. Se levantaba de madrugada para estudiar y trabajar. Él diseñó la circunvalación. Ojalá que todo ese proyecto se llamara Espíritu Santo Salas. Era una gran persona, de origen muy humilde, un hombre inteligente y batallador. “Me gradué con puros ´dieces´ en todo. Era buen estudiante porque no tenía ninguna posibilidad de distraerme en alguna cosa. Creo que alguien se robó las notas mías, porque yo las tuve guardadas para que me creyeran. “Todos los muchachos se peleaban por estudiar conmigo. Yo venía al centro para ir a la biblioteca, y estudiábamos de 216
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madrugada debajo de los mangos del parque. De pronto nos caía un mangazo. A la gente le gustaba estudiar conmigo, porque me gustaba mucho leer. “Íbamos al colegio incluso los sábados. Precisamente los sábados, cuando salía a las 11 del colegio, me venía para San José en la cazadora, con la ropa sucia, y trabajaba el fin de semana en un tramo del Mercado Central. “En el mercado, tenía mi trabajito en un tramo de don Humberto Rojas. Estaba en la esquina noroeste, en la esquina del ´refuego´, como le decían allá por los años cuarenta. Había mucha prostituta en esa esquina. Yo trabajaba cerquita de un hotel de amor transitorio, que se llamaba ´El trébol´. “En ese tramo en el que trabajé, vendíamos canastos para las cogidas de café, petates, sombreros de los inditos de Tabarcia, hisopos, tabaco en rama. “Aprendí a curar tabaco. Lo curábamos con pasas y también le echábamos ciruelas. La gente lo mascaba. Gustaba mucho el tabaco que yo curaba. “Además, me volví un gran técnico en canastos y petates, y en cigarrillos amarillos. Había gente que seguía prefiriendo la rama bien curada. Con una brocha le pasaba uno un embarrijo con clavo de olor, ciruela y pasa. La verdad es que le sabía muy rico a la gente”.
Efervescencia de los años 40 “Era los agitados años 40. Estaba muy polarizado el pueblo costarricense. Unos estábamos en la Oposición, criticando los fraudes y persecuciones, y otros estaban del lado de esos gobiernos, entre ellos, los más militantes eran los comunistas. “Los comunistas llegaron al mercado para conversar con nosotros. Tenían una organización muy buena. Se vestían de campesinos y llegaban a discutir con los campesinos de La Uruca y Santa Ana. “Mi patrón era cortesista. Él me daba libre para que me metiera en las discusiones de los camaradas. Como yo estaba metido en los sindicatos, no me podían decir que estaba en contra de las leyes sociales. No por creer que las leyes sociales le hacían un bien al país, podía aceptar yo los atropellos del gobierno. “Hubo muchos incidentes. El dueño de la Talabartería Mexicana era Beto Hidalgo. Tenía una pata de palo, y cuando
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se metía un mechazo le agarraba por andar volando hachazos como un pirata. Recuerdo a muchos personajes como él. “Los de la oposición éramos muy agredidos y acorralados. Aun así, logramos derrotar la reforma electoral del 43. Y lo logramos a pesar de que la oposición de la época era muy heterogénea, pues abarcaba los sindicatos de la Rerum Novarum, el Partido Acción Demócrata, el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales y los grupos conservadores. “En el 42 ya hubo fraude, y en el 43 presentaron un proyecto de ley que era como oficializar el fraude. Los de Alajuela veníamos a protestar en el tren. Era lo más barato. “La profesora Ana Rosa Chacón encabezó la lucha de las mujeres del 15 de mayo. Llegaron hasta la Asamblea Legislativa, y Manuel Mora salió diciendo que no se dejaran utilizar por fuerzas enemigas del progreso, pero que iban a retirar el proyecto. “A mí me visitaban muchísimos dirigentes del Partido Comunista, entre ellos, el hijo del dueño de una refresquería de ahí, del mercado. Sabían que yo era partidario de las leyes sociales. Pero nunca consiguieron sacar nada de mí. “Cuando terminé el colegio, me fui para el tramo a trabajar a tiempo completo. Empecé a vivir el calor del momento día a día”.
Sindicalista “Le voy a contar cómo nació lo de ser sindicalista. El 2 de agosto de 1943, en un sermón en la Basílica de Los Ángeles, se hizo el anuncio de que se quería ofrecer una alternativa democrática para los trabajadores. “Primero me acerqué a la Central del Sindicato Rerum Novarum, cuando acababa de salir de bachiller. Estaba trabajando en el Mercado Central. Busqué al Padre Benjamín Núñez, al costado de la catedral. Era la casa de una señora Carolina Dent, que era una benefactora. Hay una escuela que lleva su nombre. Ella no era partidaria de los sindicatos, pero le prestó la casa al padre Núñez. “Llegué del mercado y dije que quería hablar con el Padre Núñez. Le dije que era partidario de las leyes sociales, y que estaba en contra del gobierno de la época y del comunismo. “Los del campo por lo general éramos de la oposición, porque teníamos una formación católica y conservadora. Le 218
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dije que nací católico pero que no era practicante, y el Padre me respondió que no era una organización confesional. Le dije que queríamos defender a los trabajadores y él me empezó a ayudar. “Organicé el Sindicato de Empleados del Comercio de San José. Recluté a mucha gente de tiendas vecinas al mercado. Fui secretario general durante mucho tiempo. Todas las noches yo estaba clavado ahí, después del trabajo del tramo. “Ganaba 27 colones por semana, y me dieron un mejor trabajo en la Cruz Roja, como oficial mayor. Lo que tenía que hacer era atender la correspondencia y llevar las actas del Consejo Nacional. Tenía que trabajar los domingos, porque el Director General de la Cruz Roja, don Alfredo Sasso, el papá de Chaco Sasso, era voluntario, y venía a atender la correspondencia y a realizar trabajos administrativos todos los domingos. Fuimos muy amigos hasta el final de su vida. Me siguió queriendo mucho siempre, a pesar de que proveníamos de mundos muy diferentes. Recuerdo que, por ejemplo, siendo yo diputado, vino a convencerme por parte de las cámaras de que el aguinaldo no era conveniente, y le dije que era el mejor negocio para ellos. Al final, creo que lo convencí. “Todos los domingos, me dictaba cartas para el Comité Internacional de la Cruz Roja, en Ginebra. Allá está en un edificio al frente del Palacio de las Naciones Unidas. “Teníamos muy buena relación con la Cruz Roja Americana. Eran épocas de guerra. Estábamos en medio de la Segunda Guerra Mundial. La Cruz Roja ideó un sistema de mensajes para que los refugiados se comunicaran con sus familiares. “Recibimos el mensaje de una tica que estaba en Macao. Se había casado con un oriental. El chinito murió y ella quedó abandonada. Tuvimos que mover cielo y tierra para traerla. “También formamos un matrimonio. Resulta que llegó una nota de un muchacho que estaba en un hospital de lo que después sería Alemania Oriental. Como San José era tan chiquito, yo había visto un rótulo con ese apellido frente a la casa de un cuñado. “Agarro el mensaje, llego y toco la puerta. El muchacho estaba tuberculoso, se curó, vino y se casó con una prima de él, que vivía aquí. Y todo gracias a un mensaje del Comité Internacional de la Cruz Roja”.
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El Padre Núñez “Mi primer matrimonio fue un tortón a los 17 años de edad. Durante un tiempo fui vendedor, anduve ´polaqueando´. Y mientras tanto fue naciendo una relación muy estrecha con el Padre Núñez. Fue una relación de amigo, de hermano, de maestro. Hubo distanciamientos naturales, de los que se dan en política, pero por suerte no al final de su vida. Incluso prologué el libro de sus documentos, antes de que muera. “Unas veces la relación era como de discípulo, otras veces como de hermano, y muchas más como de amigos. Cuando se enojaba, yo le decía: ´si me sigue jodiendo, yo voy a escribir las memorias suyas´. Eso lo asustaba porque en algunos momentos fui su confesor. “Monseñor Sanabria lo preparaba para obispo o arzobispo, pero su descarrilamiento lo bajó de categoría. Es que a la par de su inteligencia y su cultura, tuvo problemitas porque se enamoró. “Aun así, Monseñor Sanabria siempre lo tuvo como su predilecto. Todos los curas lo respetaron mucho, lo protegieron mucho. “El papá, don Juan Pablo, era agricultor sin tierra, alquilaba pedacitos o pagaba con parte de la cosecha. El Padre Núñez recordaba episodios muy tristes. Por ejemplo, que una vez no le alcanzó al papá para las cosechas con que tenía que pagar. “Benjamín le ayudaba a herrar caballos, durante todos los fines de semana, en Turrialba. Eran de Pacayas, y migraron hacia Santa Cruz de Turrialba, la tierra de los poetas Jorge Debravo y Laureano Albán. “La mamá, doña Mariana, era costurera. Benjamín y su hermano Santiago fueron encaminados a estudiar para sacerdotes porque un curita alemán se dio cuenta de que eran unos genios sin posibilidad de estudiar, y les ofreció que se hicieran curas porque era la única posibilidad que tenían de educarse. “Eso pasó mucho con los buenos estudiantes. A mí también me ofrecieron hacerme cura, porque creían que no tenía posibilidades de estudiar. Me ofrecieron igual que a Héctor Morera, porque éramos compañeros en el colegio. “Pero Héctor sí quería. Yo lo conocí desde muy jovencito. Siendo muy chiquillo trabajé en los tabacales del papá de Héctor, quien tampoco tenía tierra, alquilaba, y nosotros dos íbamos a trabajar como los demás peones, siendo un par de carajillos. 220
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“Tenía un poco de frijoles en un terrenillo de Esquipulas, y recuerdo que una vez nos mandó a los dos a aporrear frijoles a pura varilla. “También un señor le daba un pedacillo de café, y nos mandaba a Héctor y a mí a coger café. “Tengo muy presente en la memoria cuando Héctor Morera entró al Seminario. Los papás de los estudiantes de las zonas rurales sólo podían venir cada dos o cada tres meses, pero yo sí iba a visitar a mi amigo Héctor todas las semanas, todos los domingos. Eso le impresionó mucho a Monseñor Arrieta. “Y el domingo en la noche me iba para Alajuela. Siempre fuimos muy amigos, aunque después tomamos caminos muy diferentes. Me alegré mucho cuando lo nombraron obispo de Tilarán. Antes era coadjuntor de Puntarenas. A los 75 años los obispos tienen que presentar su renuncia, pero, bueno, él sigue trabajando como desde los primeros años, cuando era un recién ordenado pichón de cura. Siempre ha sido muy humano. Es un tipo que siempre pudo comunicarse directamente con sus feligreses. Es mal hablado como todos los palmareños. Hay un pueblo en México famoso por los mal hablados. Aquí es Palmares. “Figúrese qué torta si hubiera aceptado yo seguir los pasos de Héctor, qué enredos para la iglesia”, dice don Luis Alberto, muerto de risa.
En la Cruz Roja ”Estuve en la Cruz Roja durante tres años. Era una Cruz Roja chiquitita, que estaba por donde ahora está el edificio del Seguro Social. Teníamos una pequeña enfermería a cargo de una ex hermana de la Caridad, María Arango Arreola. “Teníamos grupos de voluntarios. Era una época de mucha mística. La Cruz Roja era pobrecita. Buscábamos plata por todos los pueblos. Era yo el que daba las conferencias en comités juveniles y en grupos locales, y en el Liceo de Costa Rica y en el Colegio de Señoritas. “En la Cruz Roja éramos apenas como cinco, María Arango, tres choferes con tres ambulancias y yo, que barría y de todo. Teníamos comités auxiliares, muy activos algunos de ellos, por ejemplo, uno de mi paisano, Pedro Súcar, que tenía un magnífico comité. “Algunos tenían ambulancia. Eso iba descargando un poquito la carga de la oficina central. Había ambulancia Camilo Rodríguez Chaverri
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en Alajuela y en Heredia. Se fue distribuyendo un poco el trabajo. Una vez la Cruz Roja Americana mandó a un ex oficial del ejército para ver cómo estaba nuestra Cruz Roja y nos regalaron una ambulancia. “De ahí me consiguieron un puesto de pagador en el Seguro Social. El trabajo me lo consiguió el Padre Núñez, que era de la junta directiva. Fui a hablar a Radio Titania, e hice un ataque muy fuerte contra el comunismo. Entonces, el gerente del Seguro Social recibió instrucciones de que me echaran. Me llamó para contarme lo que ocurría, y yo le dije que si no tenía derecho a hablar de política, mejor me iba. “Me buscaron un sueldillo de vicepresidente de los sindicatos. En el 48, el Padre Núñez se fue al frente de batalla y yo quedé a cargo de los sindicatos. “Nos persiguieron mucho. Teníamos que cambiarnos de casa. Armando Aráuz andaba conmigo en esas. “Dormíamos en la Talabartería Mexicana, hasta que la señora, que se llamaba doña Berta, se asustó porque nos buscaban. También dormíamos en un cuarto de calle 12, que era del Padre Mardoqueo Valera. “El embajador de Argentina, Campodónico, tenía interés en el movimiento sindical. Ya en todas las embajadas tenían los agregados obreros que había puesto Perón por todas partes. El embajador había oído en la Casa Presidencial que querían que me agarraran vivo o muerto, y me recomendaba que saliera del país. “Armando y yo habíamos hecho un intento por entrar al frente. Nos concentraron a 50 hombres detrás del Leprosario Las Mercedes, en El Manzanal, que era de las monjitas españolas, franquistas y partidarias de Figueres a matar. “Nos mandaron a decir que nos habían descubierto. Aparecí a las 5 y 30 de la mañana por unos potreros de Curridabat. Me comuniqué con el frente cuando me dijeron lo de la Embajada de Argentina, y me fui a Panamá con una clave para comunicarme por radio con la gente de la guerrilla de Figueres. “Después, me mandaron para Argentina, y realicé una maratónica de 50 discursos esclareciendo lo que estaba viviendo Costa Rica. Llegué al país cuando el gobierno había caído. “Me metí muy jovencillo a la política. En el segundo año del colegio ya estaba en choques con la policía y las brigadas comunistas, y estuve en las manifestaciones de abril y mayo
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de 1943. En Alajuela encontramos un apoyo a nuestro movimiento pero era fuerte el calderonismo. “Para el 44, el cortesismo llegó a convertirse en una fuerza de un poder rural impresionante. Había lugares donde León Cortés tenía 70 votos y Teodoro Picado ninguno”.
Pueblo anticomunista “Es que el pueblo de Costa Rica, sobre todo el rural, ha sido muy anticomunista. El comunismo sólo sacaba votos en las zonas bananeras y con los muelleros. En las áreas rurales nunca lograron sacar diputados. Por ejemplo, Luis Carballo era de Naranjo, pero no salió de diputado por Naranjo, salió por la capital. “Ya yo sabía de don Pepe porque ya estaba involucrado en esas luchas de esos años. Cuando a don Pepe le interrumpieron su transmisión en radio América Latina, ya yo sabía muy bien quién era, porque él venía de San Ramón, era vecino de nosotros, y yo había oído hablar de él y de Toño, su hermano. “Todos nuestros grupos se solidarizaron con él. Ya habíamos organizado el movimiento Acción Demócrata, dirigido por don Alberto Martén, quien era el líder más importante, y se integraron el doctor Fallas y el doctor Valverde. “Beto Martén era el líder más prominente de este movimiento, como Rodrigo Facio era el líder en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. “Después nos fusionamos, en el año 45, y estuvimos unidos ya en las elecciones para diputados constituyentes, que fueron en diciembre del 48, cuando se declaró la composición de la Asamblea Constituyente y vino la primera invasión. “En esas elecciones del 46, el partido de don Otilio Ulate sacó una inmensa mayoría de votos. El siguiente fue el Constituyente, integrado por buenas personas que no pertenecían a los partidos. Fue un rejuntado muy interesante. Estaban don Juan Trejos, el papá de José Joaquín Trejos; don Lico Jiménez, el papá de Jiménez de la Guardia; Mario Alberto Jiménez; el señor Tovar… “El Partido Social Demócrata sacó cuatro diputados titulares, Rodrigo Facio, Fernando Fournier, Rogelio Valverde Vega y yo, y dos diputados suplentes, Carlos Monge Alfaro y Rafael Carrillo. “Durante todo este tiempo, estuve muy cerca de la Junta Fundadora de la Segunda República. El Padre Núñez Camilo Rodríguez Chaverri
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era ministro de trabajo, y formé parte de la comisión para redactar un nuevo Código de Trabajo que no fue aprobado. También estaba en la comisión Rodrigo Madrigal Nieto por parte de los empresarios, porque era el abogado de la Cámara de Industrias.
Rodrigo Facio “Rodrigo Facio fue mi maestro. Yo iba a las clases y conferencias del Partido Socialdemócrata, en la calle central, por la Iglesia de la Dolorosa, en los altos de una panadería. Me apuntaba en todas las clases y conferencias. “Y me matriculé en la Escuela de Servicio Social, que estaba adscrita a la escuela de Ciencias Económicas, cuyo decano era don Rodrigo Facio. “El Padre Núñez fue maestro por un lado, con todo lo que tenía que ver con el trabajo y la pobreza, y con Rodrigo Facio se da la entrada mía a la línea de fuego en la Asamblea Constituyente. Yo fui el diputado más joven en esa asamblea, y fue muy benevolente para mí, porque Facio era mi compañero y mi orientador. “Me dijo que me tocaba hacer la defensa del Capítulo de las Garantías Sociales. La idea nuestra era ampliarlas y fortalecerlas. Por eso, el capítulo se llama ´Derechos y Garantías Sociales´. Presentamos muchos artículos nuevos, y con respecto a la reforma del 43, no sólo la respetamos, sino que la ampliamos y la fortalecimos. “A Facio lo escuchaba primero en el partido y luego en las conferencias y reuniones. Hay un libro esclarecedor, que se llama ´Rodrigo Facio y la Asamblea Constituyente del 49´, de Óscar Castro Vega. “En el prólogo digo que en la Asamblea Constituyente había una constelación de figuras, pero sin duda que la gran figura fue Rodrigo Facio. Por ejemplo, pasó tres sesiones enteras desarrollando la tesis ´el poder de facto y el poder constituyente´ “Me acerqué mucho a él. Fui a verlo para que él fuera candidato para la campaña de 1958. Ya era rector de la Universidad de Costa Rica. Yo le dije, ´mire, para que el partido se proyecte, necesitamos que usted se meta´. Me dijo que don Chico Orlich y Daniel Oduber no lo iban a ver bien, y que no tenía dinero para hacer una campaña política. Sin embargo, al final me dijo que él aceptaba que era un compromiso con la historia, y que sí debía meterse. También 224
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le dije que había que actualizar su libro ´Estudio sobre la economía costarricense´. “Un día llegué a almorzar al Holland House, donde íbamos mucho, y estaba ahí. Él estaba en uno de los consejos del Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington, y me confesó que eso de irse al banco era para hacerse el banco, o sea, que ya estaba pensando en unos ahorros para meterse en campaña. “Vino de gira a América Central, me dijo que estaba revisando el libro, se fue a El Salvador, le dio un infarto en la playa y no llegó a tiempo al hospital. ¡Qué pérdida para el país! “Rodrigo tiene otro libro que es impresionante. Es un libro que contesta a los ataques de que somos aislacionistas. Se llama ´Trayectoria y crisis de la Federación Centroamericana´”.
En el 48 “En el 48, yo estaba entre quienes creíamos que era necesario un período revolucionario. El mismo don Otilio lo aceptaba en el Pacto del 1 de mayo del 48. Estaba muy tirante la situación. Jaime Solera habló con Otilio y con Don Pepe para que se reunieran. De ahí nació el Pacto Ulate Figueres, los 18 meses prorrogables de la Junta Fundadora de la Segunda República y la Asamblea Constituyente. Todo esto se dio porque don Otilio estaba convencido de que iba a tener que gobernar con diputados enemigos. “La etapa de la Junta Fundadora de la Segunda República tuvo muchos errores, pero fue la etapa más fructífera que tuvo Figueres. Surge el ICE, la nacionalización bancaria, y centenares de decretos ley que convalidó la Constituyente. “Entre los errores, pusieron un impuesto al capital que generó una reacción nacional tremenda, que era para financiar los costos de la guerra. Bajó la popularidad de Figueres y hubo que derogarlo. “Otro de los errores fue que don Pepe se comprometió demasiado con una gente enemiga de la dictadura Somoza, como Chendo Argüello, y luego escribieron libros contra Figueres. La posición nuestra siempre ha sido contra las dictaduras, pero la gente que buscaba Don Pepe no siempre era la mejor. “En el tiempo de la Asamblea Constituyente fui el diputado más agresivo en defensa de la Junta de Gobierno y
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de sus políticas. Isaac Felipe Azofeifa decía que el más joven era el que había dado la talla”.
El Cardonazo “Para cuando el Cardonazo, me tocó ayudar de nuevo. El Padre Núñez me llevó a una reunión. Don Pepe me dijo ´vaya y cierre el Correo. Controle las conversaciones entre los cuarteles y el Club Unión´. “Entonces me fui a cerrar el correo, y a ordenar que se controlaran las llamadas. Don Pepe me dio una pistola y me dijo, ´si llegan ellos primero, mejor entréguese´. Me voy, y la verdad es que era poco conocido para los ex combatientes. Me avisaron que me mandaban a llamar a la oficina de un comandante que había llegado, de parte de Figueres, pero jamás se imaginaron que yo había ido a tomar el correo con una escuadra. “Carlos Gamboa llegó y le dijeron que lo que había era un tipo raro, un flaco, que no lo habían reconocido. Entonces fueron a buscarme, y ahí estaba yo. El flaco era este mismo Luis Alberto Monge. Don Pepe quedó muy agradecido de aquello. “Poco después, nos dimos cuenta que se habían atrincherado en el anexo al Hotel Costa Rica. Llegó Frank Marshall, que era suicida y empezó a balearlos por todas las ventanas. Rapidito se terminó todo…”.
En Ginebra “Terminando la Asamblea Constituyente, me fui con un contrato con la Organización Internacional del Trabajo, en el año 50. Vivía en Ginebra. Tenía un contrato de seis años, pero no quería desligarme de América. Renuncié a los 3 años. Quería venir a incorporarme a la campaña de Don Pepe. Al director general de la OIT no le pareció, y me dijo que ningún funcionario de mi edad tenía la posición que yo tenía. “Me dijo, ´¿cómo es posible que se quiera ir?´, y ya cuando vio que no me iba a convencer, se sonrió, y me dijo que entonces necesitaba que le diera seis meses de preaviso. “Vine, y me metí a la campaña de don Pepe. Encontré un poquito cerradas las puertas. Había gente que creía que yo era comunista. Don Pepe y Daniel insistían en que fuera a los actos públicos. Iba a hablar a los barrios y los pueblos, pero 226
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había gente cercana a ellos como celosa, que no veían bien que estuviera al lado de los principales líderes del partido. “En eso me ofrecieron aspirar a la Secretaría General de la ORIT, la Organización Regional Interamericana de Trabajadores. Me fui a Río de Janeiro al congreso de la ORIT, me postularon los mexicanos y hablamos con la AFL-CIO, la central sindical de Estados Unidos. “La sede estaba en La Habana y dije que no aceptaba irme a la isla por la dictadura de Batista. Los cubanos empezaron a tratar de quitarme votos. Aun así, yo ganaba, pero no quería ganar con una división interna. Claro, los mexicanos felices que aceptara México como sede. “Al final ganamos y abrimos las oficinas de la ORIT en México. Hicimos una gran labor en una época muy difícil, mientras estaban en el poder los dictadores Pérez Jiménez, Batista, Somoza, Trujillo, Carías y Odría. “Dimos una gran batalla por la democracia, donde tuvieron una destacada participación Rómulo Betancourt, Víctor Raúl Haya de la Torre, don Pepe, Luis Muñoz Marín y Eduardo Santos. Todos me apoyaron tanto… “Fundé la revista Combate. El diputado Norman Thomas, el socialista norteamericano, me conseguía los recursos con fundaciones americanas. Y la dejé cuando me vine para Costa Rica, para ser diputado. “Ese tiempo me dejó grandes lecciones de los principales líderes políticos del continente. Por ejemplo, me marcó mucho mi relación con Haya de la Torre, que es el principal ideólogo político de América Latina, y el más original. Todos los movimientos políticos nuestros están influidos por el pensamiento del APRA, sobre todo lo del espaciotiempo histórico, las teorías de la relatividad en la política. Dolorosamente, a Haya de la Torre el ejército nunca le permitió ser presidente, “La ORIT hizo una gran campaña cuando Haya estaba asilado en la Embajada de Colombia, y se logró una reforma del convenio de 1933, con el dictador Odría. La tesis nuestra fue expuesta en todos los foros internacionales. Lo que hicimos fue defender el derecho de asilo. Hubo una reunión en Caracas, y se integró en el convenio del asilo un concepto que no estaba, y era que se decía que no eran perseguidos políticos sino delincuentes comunes, lo que no era cierto. Emitimos un concepto que ha servido de mucho, y es que ´la calificación del asilado corresponde al país asilante, no al país que lo persigue´. Camilo Rodríguez Chaverri
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Con Haya de la Torre “Haya de la Torre pasó casi cinco años encerrado en la embajada, sin poder salir. Cuando, al fin lo dejan salir, llega a México. Ya había vivido en México en los años 20 y 30. En el aeropuerto lo esperaban los periodistas, y dijo que quería pronunciarse desde la ORIT, desde mi oficina, porque fue la ORIT la que había ganado esa batalla. “Haya había trabajado con Vasconcelos en el Ministerio de Educación. Es más, él fundó el APRA en México, en 1923. Sus principios son proclamados en México. “Recuerdo que don Eduardo Santos tenía casa en París y le pagaba los pasajes a Haya de la Torre para que fuera a visitarlo. En dos ocasiones, coincidimos en París. “El día después de su declaración, le di un almuerzo en la casita mía en México. Lo vi tomarse unos tragos, y me dice, ´Monge, usted sabe que yo memoricé mucho a Shakespeare´. Empezó a recitarme páginas y pasajes enteros de las obras del más grande maestro del treatro. Me contó que cuando lo metieron a la cárcel la primera vez, después de una huelga estudiantil, hacía todos los personajes de Shakespeare él mismo. Me asombró la memoria, el talento y la sensibilidad de Haya. “Con otra persona con quien tuve una relación muy estrecha fue con Rómulo (Betancourt). Varias prominentes figuras del movimiento sindical venezolano trabajaban conmigo, y eran muy superiores a mí en experiencia. Fue a través de ellos que cultivamos una relación cercana. “Don Rómulo me metió en misiones delicadas. Una vez, me metí clandestino a Venezuela. Yo estaba en Montevideo. Empezó a buscarme, y hablamos ya cuando iba para una reunión en Río de Janeiro. Después, venía de paso por Costa Rica camino a México. Rómulo me dijo que me fuera a Puerto España, que me iba a esperar Vicente Gamboa Marcano. Me dio un manifiesto contra la dictadura. Mi encargo era llevarlo. El contacto mío era un taxista de Miraflores. Me di cuenta que estaba siendo vigilado, así que pensé en devolverme de inmediato. Ya andaban tras mis pasos. “Pero, vea cómo me salvé yo. Al subir al avión en Puerto España, vi a un reguero de venezolanos, que no era otra cosa que una delegación de ganaderos que venían de Curitiba. Conté que era de Costa Rica, y que iba para Caracas a pasear. “En el avión me dice, ´usted tiene pasaporte diplomático yo compré unas cosillas para mi esposa y mis hijos, ¿por qué 228
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no me las lleva?´. Yo le dije que sí. Y en el aeropuerto los estaba esperando el Ministro de Agricultura. En medio del recibimiento oficial, agarraron las valijas mías con las de todos los ganaderos, y ahí era donde venía el manifiesto. “Al final, sí me reuní con el taxista. Después de darle el manifiesto en Caracas, me fui para Maracaibo, y no llegó al hotel la persona que me dijeron que llegaría ahí. Capaz que lo mataron. Agarré el avión para Costa Rica y llegué sano y salvo. Con Rómulo estreché la relación cuando estuvo exiliado acá”.
Fogosidades políticas “Recuerdo cuando fracasó una acción contra Somoza, que encabezaba Pablo Leal. Todo se organizó desde aquí. Había un congreso del partido, y ahí iba a estar toda la oficialidad de la dictadura. Los responsables del atentado llegaron hasta las afueras de Managua, pero murió el ministro de Agricultura y suspendieron el congreso. “Mientras tanto, los del atentado creyeron que los estaban siguiendo y resulta que eran unos oficiales de tránsito. Ellos no se dieron cuenta, mataron a los oficiales y entonces se jodieron solos. “En esos años, hubo grandes presiones para que se fueran de aquí Juan Bosch y don Rómulo. Hicimos todo lo que se pudo, pero al final hasta hubo gente del partido que se portó mal con ellos. “Otro momento importante, y del que aprendí mucho, fue cuando me fui para Puerto Rico. Me dieron una casita en El Dorado, que es una playa bellísima. Yo andaba con un manifiesto debajo del brazo pidiendo la independencia de Puerto Rico. Me llevaron a hablar con Luis Muñoz, y rectifiqué. “Entre los dirigentes de los trabajadores había unos independentistas, otros estadistas, y otros que eran partidarios del Estado Libre Asociado. Y por estar yo apoyando la independencia, los dividía, los ponía a pelear. “A partir de mi rectific ación, tuve grandes conversaciones con Luis Muñoz Marín. En una de ellas estaba Ted Kennedy, el senador, y le pidió que nos contara cómo es que había tenido tanto éxito electoral. Muñoz Marín hizo el Puerto Rico nuevo. Empezó como poeta cuando era independista, y luego ideó lo del Estado Libre Asociado.
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“En una de esas, nos vamos caminando, Ted Kennedy, don Rómulo, Muñoz y yo. Nos metemos a un bar, donde estaban unos poemas de Rivera, y nos sentamos en la barra a tomarnos un trago. A cada rato Ted decía que en Estados Unidos tienen una gran admiración por este hombre que se reeligió las veces que le dio la gana. Al final, estuvo 12 años. “Viví intensamente esos años. Mucha de mi gente en la ORIT eran exiliados del movimiento sindical de Venezuela y de Perú. Formamos una escuela política muy importante”.
Diputado de oposición “Posteriormente, fui diputado de oposición en el gobierno de don Mario Echandi. Es una etapa en donde estaba debutando como diputado propiamente dicho, porque en la primera ocasión fui diputado de la Constituyente. En esta etapa, saco adelante la Ley del Aguinaldo, el Régimen de Relaciones entre productores, beneficiadores y exportadores de café, la Ley de la Propina, cuyo espíritu original era entregarles el diez por ciento sobre el monto de la cuenta. “Con respecto a lo del aguinaldo, conocí y viví casos de padres que no tenían nada para darle a los chiquillos en Navidad. El Padre Benjamín Núñez me contó que a él lo único que le daban era un caramelo. “Yo sabía del dolor de los niños que no reciben un regalo en Navidad, pero, sobre todo, sabía del dolor de los padres. Lo que hicimos fue crear el aguinaldo para los empleados privados. Ya existía para los empleados públicos, porque lo había establecido así don Otilio. Yo lo quería para todos los empleados. El proyecto de ley generó un debate muy fuerte”.
La historia del aguinaldo “Las cámaras empresariales se opusieron, y presionaron mucho a don Mario Echandi. Don Mario me lo vetó, y mandó una propuesta distinta, que consistía en generar una participación de los empleados en las utilidades. En México no resultó realista, porque, como tenían que compartirlas, entonces las empresas casi no reportaban utilidades. “Hubo forcejeos y negociaciones. No era un veto total. Don Mario hace una nueva propuesta y la devuelve, por medio de don Luis Demetrio Tinoco, un gran hombre, ministro de
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Educación del Doctor Calderón, y secretario de la Presidencia de don Mario. “Entre lo que iba y lo que venía, me lograron quitar los votos de los diputados de la Unificación , que eran Memo Villalobos Arce, Nago Hernández, Guillermo Jiménez Ramírez y Rolando Laclé. “Los llamo y les digo ´¿cómo ustedes, que son del gobierno de las reformas sociales, se oponen al aguinaldo?´. Era un poquito de celo político. Ellos sabían que el aguinaldo me iba a dar fama. “Alejandro Morera Soto era diputado del calderonismo y se oponía. Me reuní con él. Me dijo que esa ley iba en contra de los agricultores, y le expliqué que no era para los cogedores. Además, mi hermano Víctor Julio había sido jugador cuando Alejandro era capitán del equipo. Eso me ayudó mucho. “También se oponía Sáncho Robles, porque dijo que era muy difícil para los lecheros. Me comentó que él estaría de acuerdo si lo hacíamos escalonado. Le conteste que lo que podía ofrecer era mi palabra de honor de que iba a presentar el proyecto de reforma de la ley para hacerlo escalonado. “Cuando don Mario estaba festejando que no yo había logrado sacar adelante el aguinaldo, le llegó el bombazo. Fue tal el boom y el éxito del aguinaldo, que nadie se volvió a interesar en el proyecto que yo presenté, como había prometido, para ponerlo en práctica paulatinamente. Finalmente se quedó tal y como estaba. “En esos años, Marcial Aguiluz y Enrique Obregón eran diputados de mi partido. Después, Marcial se fue con Pueblo Unido, pero nunca fue comunista. Simplemente tenía una gran vocación de defensa de los trabajadores. Y Enrique fundó lo que él llamaba la izquierda democrática. “Marcial y Enrique estaban muy enojados por lo que yo había aceptado con respecto al aguinaldo, pero les dije que había que salvar la institución. “La otra gran ley la negocié con don Mario Echandi, y eso provocó el enojo, la furia de Oduber. Era la ley de los cafetaleros. Quería salvar la producción. Tuve tres reuniones con don Mario Echandi. Me llevó don Hernán Cordero Zúñiga, quien era su diputado, y aunque era abogado, tenía café, y aceptaba que el proyecto de ley era justo y correcto. “Don Mario se asesoraba con su ministro de Agricultura, don Jorge Borbón Castro, quien era productor, beneficiador y exportador. En el último encuentro le dije que no se iba a
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echar encima a los 40 mil productores, pues sólo los grandes cafetaleros estaban en contra. “Me dijo que quería algunos cambios, sobre todo por algunas observaciones de don Jorge Borbón. Eran detalles que se me habían ido porque no tengo ni una bandola de café. En la revisión me asesoró Jorge Luis Villanueva. “Me dijeron que la ley estaba bien para el que procesaba café ajeno, pero no era justa para el que procesaba el propio. De nuevo, les dije que luego podíamos hacer una reforma. Saqué una segunda ley, reformándola, como les prometí en ese momento. Cumplí mi compromiso. “Cuando los diputados supieron que me había puesto de acuerdo con don Mario, todo fue muy sencillo. La ley salió con 45 votos, es decir, todos los diputados votaron a favor de la ley”.
¿Candidato? “A partir de mi labor como diputado, alguna gente empezó a mencionarme como posible candidato para el futuro. Estaban por delante don Rodrigo Facio, Daniel (Oduber), Chico (Orlich). Sabía que era muy popular, pero que en algunos círculos me despreciaban mucho. Era y soy un tipo sin academia, y un maicero de Palmares. “Por mucho tiempo, aquello de mi candidatura fue un rumor pequeñito. En el 61, me meto muy duro a favor de Daniel en una perfecta barbaridad que hicimos Daniel y yo para obligar a Chico a ir a una convención. Fue un error gravísimo. Lo he confesado en algunos discursos. Dimos una batalla muy seria. Con Daniel nos metimos Alfonso Carro Zúñiga, Armando Aráuz y yo. “Vino la convención, y quedé muy mal parado con la gente de Orlich. Me mandaron a montar la Embajada en Israel, pero don Pepe me llamó primero y me contó que todo nuestra lucha se debía a que Daniel hizo un arreglo con ellos, en el que se establecía que su precandidatura contra don Chico era para hacerse conocer. Nunca nos dijo eso a nosotros. Alfonso y yo le reclamamos. Nunca nos hubiéramos metido tan duro si hubiéramos sabido que así era la cosa. Daniel nos dijo que sí hubo acuerdo pero que después vio que podía ganar y entonces se hizo el chancho. Me dijo que para qué nos iba a decir si ya estábamos en alta mar”.
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El tiempo de Orlich “No estuve en la administración de don Chico, pero sí me encargó abrir la primera Embajada de Costa Rica en Israel. Me dieron 700 dólares para que fuera a abrirla. “Me demoré más tiempo, y tuve que pedir plata prestada. El presidente de Israel era Itzaak Ben Zui, gran historiador sobre las comunidades judías de Oriente. “Lo había conocido en un viaje anterior. Cuando llegué a presentar credenciales estaba muy mal del cáncer que padecía. “A propuesta de la señora Golda Meir, acepté presentar credenciales en su lecho de enfermo, pero entró en coma y murió. Fui al funeral como Embajador de Costa Rica por decisión de la señora Meir, ministra de Relaciones Exteriores. Tuve que correr a comprar el condenado sombrero de hongo. Aquello parecía el entierro de un profeta del Antiguo Testamento. “Luego me consultaron que si estaba dispuesto a presentar cartas credenciales al Presidente del Parlamento, Kadis Luz, uno de los pioneros que vinieron de Rusia, un destacado kibutsiano. Con él, me parecía estar junto a un agricultor de Palmares, de Poás o de Zarcero. “Regresé y llegaron momentos difíciles. Se habían terminado los recursos de la revista Combate, y de la Escuela de Educación Política en La Posada, Coronado. Yo era Secretario de Asuntos Internacionales del partido. Me mandó a llamar el rector de la Universidad de Puerto Rico, Jaime Benítez. La iniciativa fue de él, y de Severo Colberg, que era el Director de la Escuela de Administración Pública, e Hipólito Marcano, el Decano de una Escuela de Derecho. Ellos se enteraron que yo necesitaba ayuda. Otra vez pasaba horas malas. Me dieron un contrato para que fuera dos veces al año a dar conferencias a la universidad. “De esa manera, me defendí un tiempo hasta que logramos iniciar los cursos en La Catalina. El primer seminario que fui a dirigir a La Catalina era para estudiantes universitarios de América Central, en 1964”.
Secretario general “En el 67, me eligieron secretario general del partido, cuando tenía mucha actividad en La Catalina para la formación política patrocinada primero con la Panamerican Camilo Rodríguez Chaverri
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Foundation de la Universidad de Gainsville, Florida, y luego por la Fundación Friedrich Ebert. “Me eligieron secretario general en medio de una gran tormenta. Según se rumoró, había un acuerdo entre Daniel, Don Chico y Don Pepe, para impulsar determinados nombres para el comité ejecutivo. Hice un discurso respetuoso pero vehemente. Un grupo de jóvenes de varios países de América Latina y el Caribe, que estaban en un seminario en La Catalina, solicitaron permiso para asistir a la asamblea nacional de 1966. “Reiteré el cariño y respeto que teníamos hacia los tres líderes históricos. Costa Rica les debía mucho a los tres. “Pero veíamos con recelo el surgimiento de una troika, que decidía la suerte del partido sin consultar con los cuadros dirigentes. Produje mucho impacto cuando dije que Don Pepe concebía a Liberación Nacional como un grupo de familia, de amigos, pero no creía mucho en un verdadero partido político; don Chico lo concebía como una maquinaria electoral, y don Daniel creía en el partido siempre y cuando él lo pudiera controlar. Nunca fue posible obtener el casete de ese discurso. “Esas distintas maneras de concebir el ideal de un partido ideológico y permanente, con el correr de los años, evolucionó positivamente. “Se desbarató la asamblea y en la segunda convocatoria me presenté como candidato a secretario general. Daniel se inclinaba por el doctor Rodrigo Gutiérrez, Don Chico y Don Pepe asumieron una posición expectante. “En ese momento, había conseguido un apoyo incontrastable, y gané sin contrincante y por aclamación. “Para la campaña de 1970, me tocó una gran crisis. Nos preparábamos para la candidatura de Daniel. Se rumoró que don Pepe y don Chico preparaban a Rodrigo Carazo para enfrentarlo a Daniel Oduber. Se dijo que un grupo de amigos personales de don Pepe, entre otros Jorge Rossi, Fernando Batalla y Bruce Masís, le manifestaron que si él, don Pepe, no se presentaba como candidato, Oduber le ganaba cualquier convención a Carazo. “Don Pepe anunció que presentaría su nombre para las elecciones de 1970. Yo estaba con Daniel. En serio, estaba con Daniel, pero le dije que no podía convertirse en un parricida político, enfrentándose a don Daniel. “En el momento en que iba a anunciar su retiro en la televisión, le acompañamos José Luis Molina, el doctor Max 234
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Teherán y yo. Daniel se fue para Europa. En cambio, Carazo no aceptó dejar a don Pepe como candidato único, a pesar de que se le tenía como un protegido de Figueres”.
Oduber “Don Pepe me llamó para decirme que Daniel se había comunicado con Alejo Aguilar, desde París, para afirmar que se había retirado para dejar a Figueres como candidato único, pero que si Carazo se había metido, pues que él también, que no había por qué mantener la palabra y el retiro. ¿Por qué si Carazo se le enrentaba, él no iba a tener ese derecho? “Vino Daniel de Europa. Sus amigos le organizaron reuniones en distintos lugares del país. Fabio Araya, el papá de Rolando, le hizo una reunión en Palmares. Fabio había sido dirigente de Otilio Ulate hasta el 62, pero a partir de ahí es más oduberista que cualquiera. “Después de la reunión en Palmares, se vinieron para una reunión en Naranjo. Según decía Don Pepe, un dirigente de Grecia que era amigo de él, Luis Carlos Suárez, Daniel dijo en la reunión que la idea de que se retirara era para que Don Pepe se quedara solo, pero que si Carazo se había metido, él también. Don Pepe lo interpretó como que Daniel le estaba dando la vuelta. Eso lo tenía enfurecido. Él me lo contó. Siempre estaba de mediador yo entre ellos. “Cuando él me dijo que estaba de los diablos, le pregunté cómo sabía todo eso, pero me contó que la reunión de Naranjo había sido el día anterior. “Entonces, Don Pepe dijo que se iba a postular por el Partido Social Demócrata, y se armó la de sanquintín. Eso fue un bombazo. Yo era el sándwich, llevaba y traía, andaba con recados de Don Pepe para Daniel y de Daniel para Don Pepe. Me tocó esa ingrata tarea. El partido se estaba desgajando. Don Pepe se iba a otro partido. Me gasté quién sabe cuántos años de mi vida tratando de conciliar entre ellos dos, tal vez unos treinta años. “Al final, Daniel confirmó que no se enfrentaba contra don Pepe, y que, más bien, lo apoyaba. “Rodrigo Carazo sí se mantuvo, y puso como condición para ir a la convención que me tenía que ir de la Secretaría General. De nuevo, Daniel volvió a meter la mano y puso de interino a Rodrigo Gutiérrez. Carazo sacó como el 30 por ciento.
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“Sé que debió haber sido doloroso para Don Pepe, porque él creía en Rodrigo Carazo. En cambio, don Pepe nunca creyó en Daniel, y Karen, su esposa, lo odiaba. La verdad es que Don Pepe había preparado a Carazo para enfrentarlo a Daniel, pero la impaciencia venció a Rodrigo. “Recuerdo que tuvimos un acto en el Parque Morazán. Después del acto, me fui de dejar a Don Pepe a Curridabat. Ya llegando, se le vinieron las lágrimas y me dijo que no entendía qué había pasado con Rodrigo, porque tenían una relación muy estrecha, incluso de los dos matrimonios, y que le habían dicho que en Coto Brus se dejó decir que él era una llanta que ya no merecía ni reencauche. Sin embargo, como digo una cosa, debo decir la otra, y lo cierto es que cuando Carazo fue presidente, a juicio del mismo Don Pepe, lo ayudó más a salir adelante con sus empresas que Daniel”.
Tres veces diputado Luis Alberto Monge fue diputado en tres ocasiones. La primera de ellas fue en 1949 cuando, a la edad de 23 años, integró la Asamblea Nacional Constituyente. La segunda oportunidad, cuando es elegido en 1958. Y vuelve a ser legislador en 1970. Fue jefe de fracción y Presidente de la Asamblea Legislativa. -Usted fue diputado en el tercer gobierno de don Pepe, cuando dicen que nacieron todos estos problemas en su partido. -Es cierto que Don Pepe estaba más cansado, pero, por ejemplo, desde la Asamblea Legislativa le dimos al país 859 leyes, proporcionalmente la cifra más alta en toda la historia del Poder Legislativo. -¿Usted preparó su candidatura desde la Asamblea Legislativa? -No. Más bien, hice obra desde la Asamblea Legislativa. El Parlamento es mi más importante escuela de formación política. Dejé huella. Alguna gente del partido empezó a decirme que quedó latente mi liderazgo en el Congreso, donde logré aglutinar legisladores de los diferentes partidos políticos, para conseguir la aprobación de importantes leyes para el país. -Usted fue candidato en dos ocasiones. En la primera, perdió contra alguien que creció en Liberación Nacional y que luego se fue, como ocurrió treinta años después con Ottón Solís. Antes ya había ocurrido lo de Rossi en el 58, 236
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pero esa salida de Carazo, cercana a su gobierno, ¿ya era señal de crisis en el partido? -No, no es así. Una vez me preguntó esto Enrique Benavides (qdDg), y me dijo que si la salida de Carazo se debió a la gravitación personal excesiva de Figueres sobre el partido, sobre todo por su candidatura del 70. La gravitación excesiva sí se dio, pero no fue por eso que se apartó Rodrigo Carazo, sino que se fue cuando esa gravitación no funcionó a su favor. Don Pepe lo metía en todo. Entonces fue cuando lo denunció tan airadamente. “Lo que ocurrió es que don Rodrigo se sintió muy seguro del apoyo de Figueres para su candidatura de 1970 y vio en una confrontación Oduber-Figueres grandes posibilidades de triunfo para él. No obstante, esta confrontación hubiera sido desastrosa para el partido, porque Oduber contaba con la maquinaria, y Carazo creía contar con el apoyo de Figueres. Posiblemente, entreviendo la posibilidad de esta peligrosa coyuntura, José Figueres decidió postularse él, y esta decisión no la pudo aceptar Rodrigo Carazo. -Pero, como le dijo Benavides, Carazo también denunció ese fenómeno de los negocios personales en asocio con las funciones partidistas o de Gobierno. -Don Rodrigo Carazo es un político que, antes de ser Presidente, nunca se consagró a la política exclusivamente, sino que combinaba ese quehacer con exitosos y grandes negocios y empresas. A lo largo de los años, nos hemos hecho muy amigos, y no quiero juzgar su actuación antes de ser Presidente y durante su administración. -¿Fue Don Pepe el responsable de que se abrieran portillos peligrosos? -Todas esas circunstancias dolorosas que se dieron desde el año 70 separaron poco a poco a nuestro partido de sus fuentes originarias de inspiración, y han dado lugar a que factores puramente emocionales o liderazgos de tipo personal hayan marcado a veces el rumbo. No hay duda de lo que el partido y el país le deben a Don José Figueres; pero Figueres fue muchas veces mucho más un líder emocional que un líder político. Esto explicaba que, a su lado, se encontraran tantos amigos y apasionados partidarios tanto conservadores como de izquierda. Por las mismas o parecidas razones, el partido como partido no pudo vincularse en forma sistemática a algunos de los gobiernos liberacionistas. Ha faltado relación recíproca en todos los casos.
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-¿Qué recuerda usted de su enfrentamiento con Carazo? Se dice que fue la primera campaña mediatizada. -En esa campaña, gravitó muy negativamente, en las acciones que apoyaban mi candidatura, el enfrentamiento muy amargado entre Figueres y Oduber. Acababa de ganar yo la convención, y salió una entrevista que le hicieron a don Pepe en la revista ´New Republic´, haciendo fuertes cargos de corrupción al gobierno de Oduber, que era del partido. A partir de ese momento, yo me precipité en picada, en todas las encuestas. -Utilizaron la frase de que con Monge, lo barren, lo barren… -En una entrevista, declaró que a mí me barría Carazo. Gente muy cercana a don Pepe se fue con Rodrigo Carazo, no tanto por estar contra mí, sino por estar contra Daniel Oduber. “Creo que en ese momento Don Pepe llegó a creer que yo era de la escuela de Daniel. No se pueden revelar las cosas que sé de la inquina de don Pepe contra Daniel. -¿Siempre creyeron que usted era de los incondicionales de Oduber? -Sí, creían eso, aunque no fuera cierto. -¿Se sintió traicionado? -Sentí el dolor de que ninguno de los dos, Don Pepe ni Daniel, me apoyaba. Daniel preparaba el prospecto de Carlos Manuel Castillo. -¿Fue muy duro Carazo contra usted? -La campaña de Carazo fue apoyada por un consultor norteamericano, reconocido por su éxito en campañas negativas. Entiendo que Figueres le envió una carta a alguien, no sé si a Rodrigo, que no le parecía correcto que se hubieran usado armas tan negativas contra mí. Por ejemplo, hubo un decomiso de millones de papelería en mi contra, que la tenían preparada para el final, hablando sobre mi vida final, sobre mi alcoholismo. “A pesar de que el Tribunal Supremo de Elecciones hizo ese decomiso, en los últimos días distribuyeron en las casas de zonas rurales documentos en los que decían que yo no era católico, que era casado con una judía y que me había casado siete veces. Diay, era un Richard Burton pero panzón. ”Había un operativo de teléfonos. Cada vez que yo no podía llegar a una reunión, por desorden o desorganización, decían que era que estaba internado para desintoxicarme. Por ejemplo, una vez me programaron dos reuniones a la misma hora, una 238
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en Desamparados y otra en Puntarenas. Mandé a Alfonso Carro a la de Puntarenas y me quedé en la otra. Después de la campaña supimos que utilizaron eso para lanzar el rumor de mi alcoholismo”. -¿Qué pasó después de la campaña? -Yo quedé mal. Daniel había insistido mucho en que pusiera en la jefatura de la campaña a Carlos Manuel Castillo. Lo sacó de la VicePresidencia de él para prepararlo para la futura campaña en contra mía. Eso signific ó sacrificar a Alberto Fait, que era mi jefe de campaña. Alberto fue tan generoso que siguió trabajando igual. El otro problema que me crié, fue que le di el primer lugar de San José a Carlos Manuel Castillo. -En la precampaña, usted se enfrentó a don Hernán Garrón (qdDg). ¿Generó eso división en el partido? -Alguna de la gente que estuvo con Hernán no se vino conmigo. Hernán quería el primer lugar por San José, al igual que Carlos Manuel. Pero lo puse en la segunda campaña, cuando gané. “Cuando perdió contra mí, lo primero que hizo fue irse un tiempo para Venezuela. Después volvió, pero no toda su gente se vino conmigo. Él creía que yo le iba a dar el primer lugar por San José, pero yo había adquirido un compromiso con Daniel”.
La segunda campaña -En su campaña de 1982, usted presentó el programa “Volvamos a la tierra”. -´Volvamos a la tierra´, más que un simple planteamiento político y técnico, constituye una actitud humana. Era una clara posición filosófica y espiritual frente a los recursos humanos y naturales. Significó una firme decisión política de Liberación Nacional que, sin abandonar las áreas urbanas, donde viven y trabajan cientos de miles de costarricenses, canalizó una más alta proporción de los recursos del Estado hacia las áreas rurales. “Volvamos a la tierra´ significó un sano desarrollo rural del campesino y de su familia y surgió como una sentida necesidad de dar nuevo impulso a la agricultura con el propósito de alcanzar la autosuficiencia de alimentos, y la producción de divisas y de empleo.” -También le apostó al cooperativismo.
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-La carta fundamental de mi partido establece que las cooperativas son un medio para el desarrollo económicosocial y el perfeccionamiento democrático. En este sentido, establece que debe crearse un gran sector cooperativo en la economía nacional. -El candidato del partido en el gobierno, en 1982, fue Rafael Ángel Calderón. ¿Qué recuerda de esa campaña? -Me negué a hacer una campaña sucia contra Rafael Ángel, aunque hubo una propuesta para hablar de los supuestos problemas del papá de Doña Gloria. Me opuse rotundamente a eso. Recorrí todo el país, porque necesitaba rehabilitarme de la campaña negativa que se me había hecho. Me movilicé por todo el país. -¿De dónde surgió usted tan amigo de Calderón? -Hay que aclarar, que yo estoy entre los grupos que en los años 40 luchábamos contra los gobiernos de Calderón y Picado, pero defendíamos las Garantías Sociales. Había un hilo conductor entre lo que él representaba y lo que yo defendía. En mi gobierno, le ayudé a juntar a la Oposición. “Antes, en mis períodos de diputado, había tenido buenas relaciones con los diputados del calderonismo, por ejemplo, los que me ayudaron a resellar el aguinaldo. Siempre he mantenido con muchos una amistad muy cordial. “En mi gobierno, a pesar de que tenía 33 diputados, no quería aplastar a la Oposición con la mayoría, entonces nos reunimos muchas veces, y en términos generales, él actuó con mucho patriotismo”. -Al llegar a la Presidencia de la República, usted se encontró una de las peores crisis de la historia. -La situación al comienzo de mi Gobierno se caracterizó por una severa crisis económica y social, acompañada por un profundo y generalizado desaliento y por una desesperanza de todos los sectores de nuestro pueblo. El entorno estaba incendiado por la guerra y la violencia. Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala se convirtieron en uno de los últimos escenarios del aberrante proceso de la Guerra Fría. La Unión Soviética y Cuba apoyaban militar y políticamente al gobierno Sandinista de Managua, y a las guerrillas de Honduras (los cinchoneros), El Salvador (Farabundo Martí) y Guatemala (el Ejército de Liberación). Estados Unidos apoyaba militarmente a los desprestigiados ejércitos de Honduras, El Salvador y Guatemala. Y brindaban respaldo político y militar a los llamados “contras” que desarrollaban acciones bélicas contra el régimen de Managua. El dilema para Costa Rica no podía 240
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ser más complejo. Los costarricenses no simpatizaban con el gobierno pro soviético y pro castrista de Managua. Y, de manera unánime y a lo largo de la historia, han desconfiado y repudiado los ejércitos centroamericanos”. -¿Cómo establecer prioridades en ese berenjenal? -Fueron establecidos dos principales frentes de batalla. El impacto de la crisis externa, aunado a una deficiente administración interna, nos condujo, en 1979, a un crecimiento cero. La inflación llegó a porcentajes desconocidos para nuestro país: más del 100 por ciento. El producto interno bruto por habitante se redujo en más de un 17%. El desempleo alcanzó niveles nunca antes vistos. El aparato productivo se contrajo en una forma violenta. La balanza comercial arrojó défic it de magnitudes sin precedentes. Hacia mediados de 1981 se dejaron de honrar las obligaciones internacionales y, por once meses, no se pudo hacer frente ni siquiera al pago de los intereses de la deuda externa. “Sin divisas en el Banco Central, la devaluación no se hizo esperar y, en pocos días, la tasa de cambio con respecto al dólar americano sufrió modificaciones de más del 500 por ciento. “Al desajuste económico se unió el desajuste social. La tarea de estabilizar la economía que teníamos por delante era titánica. Sin muchas opciones viables, la alternativa entre el caos o el ajuste estructural no dejó márgenes para la duda”. -¿Cuáles fueron los principales logros en esa etapa de salvación de la economía? -Logramos reducir el déficit global del sector público de 12% del Producto Interno Bruto, en 1982, a 3,5% al terminar 1983. Este nivel de equilibrio financiero estatal nos ubica en una situación muy favorable y supera a la mayoría de los países de América Latina e, incluso, a Estados Unidos. En el campo de la política cambiaria, como resultado de la política fiscal seguida de un reflujo de capital privado, se logró estabilizar el tipo de cambio en el mercado libre, y, posteriormente, unific ar los mercados cambiarios. Ello nos permitió combatir con éxito las presiones inflacionarias internas. En mayo de 1982 se estimó que la inflación, vista como aumento en los precios al consumidor, llegaría en diciembre a un porcentaje igual o superior al 120%. Sin embargo, ocho meses después, el porcentaje se redujo a un 82%. Habíamos establecido que, para 1983, reduciríamos la tasa de inflación hasta de en 40%. Si bien esta meta se consideraba difícil de alcanzar,
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concluimos el año 1983 con un porcentaje de inflación de un 11%
Amarrados a los bancos -La deuda externa era gigantesca. -Gracias a un esfuerzo técnico y político sin precedentes, se logró una renegociación de la deuda externa tanto con el Club de París como con los bancos comerciales privados extranjeros y con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Nos pusimos al día con las obligaciones. Esta conducta responsable fue factor decisivo en la recuperación de la imagen y las posibilidades de provocar inversión, que era fundamental en cualquier intento de reactivación económica. “Con clara conciencia de mis limitaciones en el campo económico, busqué y tuve la fortuna de formar un equipo realmente extraordinario. Jorge Manuel Dengo, Alberto Fait, Carlos Manuel Castillo, Eduardo Lizano, Rodolfo Silva, Claudio Antonio Volio, Juan Manuel Villasuso, Ennio Rodríguez, Porfirio Morera, Federico Vargas, Odalier Villalobos, Numa Estrada, Jorge Monge Agüero. Pido perdón si al correr de esta entrevista, he olvidado nombres. Estoy orgulloso de haberlos tenido como colaboradores cercanos y agradecido por sus eminentes servicios a la Patria”. -Le tocó iniciar con un creciente desempleo. -El desempleo, que en 1979 representaba un 4,9% de la fuerza de trabajo, alcanzó el 9,4% en julio de 1982. El subempleo, tanto visible como invisible, pasó, en ese período, de un 7,6% de la fuerza de trabajo a un 14,4%. De esta manera, la tasa de subutilización global que, en julio de 1979 era de un 12,5%, tres años después se ubicaba en un 23,8%. Si a ello le agregamos las estimaciones existentes sobre el desempleo oculto, este indicador alcanzaba, en 1982, la escandalosa cifra de 27,4%. Y ya para 1986 nuestro país estaba como antes de la crisis del gobierno de Carazo y de la cola que nos tocó enfrentar a nosotros. -Esa crisis fue catastrófica para las empresas. -No tenía un conocimiento adecuado del mundo empresarial, en vista de que en los caminos de mi vida, jamás me encontré con la responsabilidad de manejar una empresa propia o ajena. Ni pequeña, ni mediana, ni grande. Nunca tuve una empresa. Lo poco que sabía, era por la lectura o por asistencia a conferencias relativas a la actividad empresarial. 242
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Por eso no me resintieron las reservas hacia mí por parte de los empresarios de mi propio partido y la desconfianza y hasta hostilidad del sector empresario inclinado hacia otras tiendas políticas. Una vez elegido Presidente, les busqué humildemente y solicité su consejo y asesoramiento. Un numeroso grupo de dirigentes empresariales me perdió el miedo y me ayudó generosamente a superar mi notoria ignorancia del mundo empresarial. “Los persistentes esfuerzos por incrementar la producción y mantener puestos de trabajo nos condujeron a crear un programa de ayuda a las empresas privadas que enfrentaban problemas financieros a raíz de la crisis. A dicho programa se acogieron 152 empresas, y 91 de ellas recibieron ayuda de las instituciones del Estado costarricense, evitándose así una quiebra generalizada e irreparable. -Vino un violento y doloroso reajuste de la economía. -Es cierto. Fue necesario recurrir a un violento y brutal ajuste, eliminando subsidios, ajustando tarifas y racionalizando el gasto, a fin de eliminar los factores inflacionarios. La reforma de los artículos 93, 94 y 100 de la Ley Orgánica del Banco Central, aprobada por la Asamblea Legislativa, nos permitió intervenir en el mercado cambiario, eliminando los factores especulativos y así iniciar el proceso de recuperación del valor de nuestra moneda. “Sin ese ajuste, por doloroso e ingrato que haya sido, Costa Rica habría sido arrollada por la turbulencia social, y nuestra libertad y nuestra paz habrían naufragado”. -¿Hubo zancadillas en el camino? -No me gustaron las condiciones en que se pactó con el Fondo Monetario Internacional. La inflexibilidad que caracterizó en ese caso al Fondo recayó directamente sobre los sectores productivos, especialmente los agropecuarios, dificultando el proceso de recuperación que debe seguir a la estabilización. “En la carta de intenciones que suscribimos con el Fondo establecimos que, para 1983, reduciríamos la tasa inflacionaria hasta un 40%. Esa meta se consideraba difícil; sin embargo, concluimos el año 1983 con un porcentaje de inflación de 11%, compatibles con los índices internacionales y muy por debajo de los términos fijados con el Fondo Monetario Internacional”.
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¿Entregado a Regan? -Se le criticó mucho su posición frente a Ronald Reagan, en el momento más álgido de la Guerra Fría para América Central. -Mi respuesta a las críticas fue que Costa Rica siempre ha necesitado del apoyo de Estados Unidos y de la Casa Blanca, pero que las circunstancias eran tan difíciles que ese apoyo y esa comprensión eran, de verdad, apremiantes. Yo busqué y obtuve el apoyo del Presidente Reagan. A quién debía yo buscar en la Casa Blanca no era un asunto de los costarricenses. Era un asunto del pueblo norteamericano. Si el pueblo norteamericano me hubiera puesto a un presidente demócrata también lo hubiera buscado. -¿Cómo se llevó adelante todo esto? Para lograr nuestro objetivo en lo interno y en lo externo era indispensable una estrategia internacional. Un punto básico era lograr una comunicación fluida con la Casa Blanca. Existían indicios de que el grupo Republicano que encabezaba el Presidente Ronald Reagan, no disponía de información correcta sobre el Partido Liberación y sus dirigentes. Había indicaciones de que particularmente a don José Figueres y a don Daniel Oduber no les tenían simpatía, para decir lo menos. Como Presidente electo, hicimos dos viajes a California para hacer contacto con el llamado “Kitchen Cabinet” del Presidente Reagan, un grupo de empresarios que eran amigos personales del Presidente. “Seguramente fue acertada esa estrategia, porque en junio de 1982, a pocas semanas de inaugurarse la nueva Administración, ya se encontraba en Washington D.C. una comitiva de gentes de mi gobierno, con representantes del sector empresarial y de otros sectores de nuestro país. Yo la encabezaba. “Este fue el comienzo de una relación que acarreó indudables beneficios a Costa Rica. Hubo una invitación para que yo dictara un discurso en el Foro Mundial de Elecciones Libres y Democracia, patrocinada por el propio Presidente Reagan. También tuvimos una visita del Jefe de la Casa Blanca a Costa Rica, y una invitación imprevista para una conversación en la Casa Blanca. Me desplacé desde Miami, en donde me encontraba presidiendo una delegación costarricense en la Conferencia de Países Centroamericanos y del Caribe, patrocinada por la Fundación Rockefeller”. -Muchos dicen que el país puso en juego su dignidad. -Expresamos con franqueza al Presidente Reagan que Costa Rica no necesitaba ayuda económica para armamento 244
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bélico. Pero sí estábamos urgidos de colaboración rápida para superar los agudos problemas económicos y sociales que enfrentábamos. Convencimos al mandatario estadounidense, a su Vicepresidente George Bush, a su Secretario de Estado, George Schulz, y otros altos personeros de gobierno, que era del interés vital para los Estados Unidos ayudar a preservar la única base democrática y en paz de América Central, que representaba Costa Rica. Insistimos en nuestra tesis de que si esa base era arrollada por la ola ideológica y bélica que impulsaba el Bloque Soviético y Cuba, a Estados Unidos sólo le quedaban los ´marines´ y los ejércitos centroamericanos. Ambos factores eran repudiados por los pueblos latinoamericanos, y sería casi imposible conseguir solidaridad latinoamericana para atajar el avance del comunismo. -Se decía que Costa Rica recibió un millón de dólares por día y que no hubo un buen análisis de prioridades, que generó que le diera importancia a proyectos que no eran tan urgentes. -Eso no fue así. Si bien es cierto que recibimos mucho dinero, esos recursos eran urgentes e imprescindibles para salir adelante. El país estaba con el agua al cuello. Tanto los funcionarios claves citados, como otros a distintos niveles de la Administración Reagan, mostraron una actitud abierta y comprensiva para Costa Rica. “Por medio de diversos programas recibimos el apoyo que necesitaba el país. Con cartas directas a la Casa Blanca, presenté varios proyectos. Algunos se convirtieron en realidad y otros no. La más importante de estas propuestas epistolares fue el proyecto de la creación de la Universidad EARTH, para las áreas del trópico húmedo del Hemisferio Occidental. Es una universidad que, por el método de aprender haciendo, difunde el conocimiento de las ciencias agrícolas, desarrolla una mente empresarial en sus estudiantes, y les enseña cómo armonizar el crecimiento de la producción y la productividad con la protección del medio ambiente. Todo dentro de un marco de sentimientos de solidaridad frente a los problemas de pobreza y la promoción de los valores que dan sustento a sistemas institucionales de vida en libertad. Se nos dieron los recursos para el arranque de este trascendental proyecto”. -Fue un fundamento para las críticas del supuesto “Estado paralelo”, que, según sus opositores, dirigía la AID. -Así es. No previmos que miembros de la futura administración Arias Sánchez, que habría de instalarse el 8 de mayo de 1986, harían oposición. En parte porque un Camilo Rodríguez Chaverri
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importante asesor extranjero declaró que instituciones como CINDE y la Escuela Agrícola para Región Tropical Húmeda (EARTH) constituían un programa para instaurar un Estado paralelo bajo control estadounidense. Después se agregó que el Gobierno necesitaba ese dinero para problemas más urgentes del momento, y que en Costa Rica existía una excelente Escuela de Agronomía. Se instigó a las universidades públicas para que hicieran declaración dirigida a los diputados y a la opinión pública en general. “El proyecto de ley no pudo lograr su trámite legislativo antes del 30 de abril de 1986 y no fue sino hasta cinco meses después, en octubre, cuando se produjo el decreto legislativo, precedido de mucho cabildeo. Dichosamente, varios miembros del Gobierno Arias Sánchez convencieron al Presidente de que oponerse a la creación de lo que ahora se conoce en el mundo como Universidad EARTH era un error en perjuicio de Costa Rica y Latinoamérica. La EARTH goza de gran prestigio académico y científico. -Muchos criticaron su actitud frente a Estados Unidos aduciendo que era muy entreguista. -Dimos expresión plena al fiel acatamiento de la vocación pacifista de nuestro pueblo, que no desea restablecer el ejército, que no desea invertir en armamentos, que rechaza la guerra. Los antiguos creían que la guerra era la racionalidad última de la política, pero los costarricenses creemos que la guerra es el fracaso de toda política. Una política de paz era el imperativo ineludible. Costa Rica no es una potencia política, ni puede serlo. Costa Rica no es una potencia militar, ni quiere serlo. Costa Rica es una potencia espiritual, porque el pueblo practica una fe viva en la fuerza del sentido común. A eso respondió la política de la neutralidad de Costa Rica. Nos comprometimos a servir de buena fe a la causa de la mediación y la conciliación, y a realizar toda gestión y obra humanitaria que fuera posible en los casos de conflicto, inclusive de carácter bélico.
Tiempo de huelgas -Había convulsión social. -Nos “recetaron” dos huelgas. Una en el Atlántico primero y otra en el Pacífico, ambas ayudadas desde Nicaragua. En un incidente en Pocora, un trabajador fue herido por la Guardia Rural. Una foto de ese trabajador le dio la vuelta al mundo, como prueba de que Costa Rica era una falsa democracia, 246
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donde se atropellaba a los trabajadores. Fue el inicio de una campaña mundial, montada por el aparato de propaganda internacional del comunismo, para desprestigiar a la democracia costarricense. Toda clase de infundios se lanzaron a través de infiltrados en las agencias noticiosas. Tomando como fuente a dirigentes comunistas locales, recorrió el mundo la grotesca mentira de que organizábamos un ejército clandestino de 75 mil hombres para agredir a Nicaragua, y desde luego, con el dinero y las armas del Pentágono. Recibimos telegramas de diversas y distantes procedencias, solicitando la liberación de los presos políticos. Otros, exigían el cese de las torturas a esos presos políticos. Todo esto suena ridículo, pero, correspondió a un montaje técnico y diabólico del aparato de propaganda del comunismo internacional, que para entonces todavía funcionaba con innegable eficiencia. -Hubo una estrategia frente a la tormenta -Ante las serias amenazas a la democracia y a la paz de los costarricenses, originadas en la violencia y la guerra en el resto de Centroamérica y en la presencia de los factores negativos de la Guerra Fría, era imperativo diseñar una estrategia que trascendiera las fronteras partidistas y las normales discrepancias entre los distintos sectores sociales. En el campo político recurrimos a los ex presidentes de la República y todos, sin excepción, apoyaron la estrategia de procurar la unidad nacional frente a los retos de adentro y de afuera. Nos reunimos con frecuencia con el máximo dirigente de la oposición, Rafael Ángel Calderón Fournier. Manteniendo sus históricas discrepancias con el Partido Liberación, apoyó todas la acciones dirigidas a conjurar la crisis interna y enfrentar los riesgos derivados de las convulsiones que padecía el resto de Centroamérica. “En el campo de los sectores sociales, provocamos el diálogo entre las cámaras empresariales, las instancias del Gobierno Central, el Poder Legislativo, y las organizaciones sindicales, cooperativas, solidaristas, municipales y comunales. “Gracias al patriotismo de esos sectores y a pesar del acelerado proceso de empobrecimiento de los sectores de la clase media y popular; a pesar de la angustiosa situación de los grupos menos favorecidos de la población, hubo una verdadera tregua en la confrontación social. Se pudieron dar políticas y medidas ingratas en sus defectos inmediatos y el pueblo con sabiduría y estoicismo esperó el tiempo prudencial para que se produjeran los resultados positivos. Con ´Volvamos a la Tierra´, sí impulsamos nuevas líneas Camilo Rodríguez Chaverri
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de producción y exportación en horticultura, floricultura, citricultura. Reanudamos los esfuerzos hacia los sistemas de riego. Pusimos en marcha el Plan Bananero y aseguramos una aplicación estricta de la ley Régimen de Relaciones entre Productores, Beneficiadores y Exportadores de café. -El ajuste por culpa de la crisis tuvo ganadores y perdedores. -Tuvimos muy presente al estadista francés, a quien también le correspondió ser Primer Ministro en circunstancias complejas para la Francia y la Europa de los años inmediatos al final de la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a Pierre Méndes France. Sus charlas radiales semanales, las recopiló en un pequeño tomo con el título de “Gobernar es escoger”. Escoger entre dos o más nombres; entre dos o más caminos; entre dos momentos; entre dos circunstancias; entre dos o más ideas. Afirmó, con profunda sabiduría, que en política casi nunca se nos da la oportunidad de escoger entre lo bueno y lo malo. Lo más frecuente es que debamos escoger entre lo malo y lo menos malo.
Partido sin ideales -¿Qué es lo que ha pasado con Liberación Nacional? -Que hemos perdido coherencia y nos hemos alejado de las inspiraciones originales. Hay que regresar a las fuentes originarias de inspiración, así como a un concepto más ético del quehacer partidario. Es necesario un deslinde claro entre los negocios personales y las funciones de partido o de gobierno. Si un liberacionista quiere hacer negocios, que los haga. Está en su derecho. Pero no mientras sea funcionario del partido o funcionario de Gobierno. Además, el partido no puede conformarse con una existencia propiamente legal, satisfaciendo las exigencias normativas del Código Electoral en cuanto a asamblea, comités, convocatorias, etc. Para que un partido político pueda estar en condiciones de participar realmente en los destinos de un pueblo, debe tener un programa de trabajo y una organización mucho más ambiciosos que no se circunscriben a los períodos de campaña electoral y que trascienden los requisitos mínimos de la legislación electoral vigente. El partido debe ser una empresa de todos los días, constante y dinámica y no simplemente una entidad política legalizada. -Una vez le dijo usted a don Ignacio Santos que la política es brutal. 248
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-Es que la política es una jungla, es una cosa brutal, es de puñaladas, de puñaladas no sólo de los adversarios. -Le pregunto ahora, lo que le preguntó don Ignacio hace un tiempo. ¿Está en peligro su partido? - Ya se van acumulando tantos errores y tanta mediocridad y ya también se fortaleció esa línea que yo denuncié desde el 11 de abril de 1970, en la Asamblea Nacional, a gente que llega al partido no a ayudar al país, no a ayudar a los gobiernos, sino que a ver qué agarran para hacer negocios, y eso ya no lo soporta el pueblo de Costa Rica. Ganar una convención y ganar unas elecciones, para mí, no es lo importante. Lo importante es ganarlas con una visión de futuro y con una visión de futuro que salve al Partido Liberación Nacional. -Antes, usted hablaba de postulados básicos. -De cuatro postulados. Que eran que el partido político debe tener un carácter permanente y doctrinario, pero no debe entenderse como un fin en sí mismo. Que debe contar con democracia interna. Los cargos se deben asignar de “abajo hacia arriba”; nunca mediante la designación exclusiva por parte de los dirigentes. Que debe tener una función docente. El partido debe ser una escuela de democracia y educación ciudadana. Y, algo que hay que recordar ahora: que la dependencia en determinadas figuras o dirigentes políticos, en torno a los cuales gira la vida del partido, conduce al origen de luchas intestinas por el poder y al abandono de los principios y las funciones primordiales de la organización política democrática. “Siempre dije que debe evitarse la mezcla de los negocios personales con el desempeño de las funciones en el partido y el gobierno. No cumplir con esto le hizo daño al partido y al país. Siempre denuncié que el partido se estaba convirtiendo en un ´departamento de asuntos electorales´.
Óscar Arias -Últimamente, usted ha enfrentado personalmente a Don Óscar Arias. -La verdad es que Oscar Arias contribuyó mucho al descarrilamiento del partido cuando se metió en la campaña de la reelección. Creó las condiciones para que La Nación catapultara a Ottón Solís. “Óscar Arias primero andaba diciendo que sólo él detenía a Corrales. Luego, cuando iba adelante Rolando, decía que él tenía que lanzarse porque así se lo pedían desde el exterior. Camilo Rodríguez Chaverri
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-¿Hay celos y envidias entre usted y él? -No comparto con él, sus ideales, sus intereses. Óscar Arias responde a intereses económicos contrarios a los del pueblo, y tiene concepciones que no son liberacionistas. -Usted habló de la reelección como Golpe de Estado. -Es que fue un golpe de Estado. Se irrespetó a la Constitución Política, a la Asamblea Legislativa y al poder soberano del pueblo. Un grupo de magistrados secuestró la voluntad popular. -¿Qué pasa si don Óscar Arias gana las elecciones? -Si Óscar Arias gana las elecciones, será un presidente de facto, y como consecuencia, espurio e ilegítimo. Su triunfo no sería un triunfo de Liberación Nacional. Al contrario, puede representar el golpe de gracia contra la vida del partido. Él puede ganar, yo lo sé, y el partido puede morir. -¿Por qué? -Porque sus ideas no son liberacionistas, el empobrecimiento será mayor y el partido saldrá embarrado. -¿Qué piensa de don Abel Pacheco y su gobierno? -A Abelito lo queremos mucho. Es una persona bien intencionada. -¿Qué le parece su administración? -Abelito es una buena persona, lo admiro mucho como escritor, poeta y humanista, pero le faltó experiencia de gobierno en realidad no tuvo experiencia de gobierno. -¿Se puede salvar la administración? -No me gusta hablar de Abelito porque es el Presidente de mi país. Espero en Dios que le vaya lo mejor que se pueda. -¿Qué pasará con Ottón Solís? -Creo que su movimiento político ya se desinfló. -Calderón es su gran amigo. ¿Podría aspirar a la Presidencia después de Arias? -No creo. Él ha dicho que no. -Si Calderón dijera que sí, ¿lo consideraría una traición? -Mire, yo no estoy a favor de la reelección porque la experiencia latinoamericana indica que es una práctica nociva para la democracia. Sin embargo, no es por eso que creo que lo ocurrido es un golpe de Estado. No. El asunto es que violentaron la democracia, pisotearon sus mecanismos de pesos y contrapesos, acabaron con las potestades legislativos. La Sala Constitucional se metió a algo que no le correspondía. Eso es. “Aparte, yo sé que Calderón también se opone a la reelección”. 250
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-Pero, ¿si cambia de opinión? -Si la Asamblea Legislativa aprueba la reelección por los mecanismos constitucionales y democráticos, aunque yo me oponga, el ex Presidente que aspire estaría bajo el amparo del Estado de Derecho, pero si un ex Presidente aspira en este momento traiciona a la democracia, porque estaría avalando ese atropello atroz e infame. -¿Qué es urgente en nuestro país? -Que el pueblo recobre la fe y que los partidos recobren la credibilidad. Sin eso, no hay proyecto político viable. El problema es que ya nadie cree en nadie, y eso se debe a que los últimos gobiernos le han fallado a Costa Rica. -¿Fue liberacionista el gobierno de José María Figueres, supuestamente el más reciente gobierno de su partido? -Falló en muchos campos. Su gobierno tuvo posiciones que no son las de nuestro partido. Incluso, yo diría que el día más triste de la historia de Liberación Nacional fue cuando los policías ´cinchonearon´ a los maestros frente a la Casa Presidencial, siendo José María el Presidente.
Cantinflas y Negrete El expresidente se ha sentido muy cómodo, y ha estado hablando de todo lo que se le pregunta. No más empezando, me percato de que en esa sala de sesiones de su casa, en Pozos de Santa Ana, dos fotos de don Luis Alberto con Mario Moreno “Cantinflas” casi quieren guiñar el ojo. Aprovecho para preguntarle y él se devuelve en el tiempo. “Fui muy amigo de los actores Jorge Negrete y Mario Moreno. Jorge Negrete fue Presidente de la Asociación Nacional de Autores (ANDA). Mientras viví en México, le ayudé en todo lo que pude. Nos hicimos tan amigos que Negrete me pidió una vez que dictara un discurso en una asamblea de la ANDA. Después, Jorge regresó a la clínica. Tenía cirrosis porque había tomado muchísimo. “Mario Moreno y Jorge Negrete tuvieron una época de confrontación en el gremio. Es que ´Cantinflas´ aspiró a presidente de la ANDA, pero es que la admiración popular en favor de Cantinflas, no tenía una dimensión similar en la organización. Al fin y al cago, Mario era un patrón, contrataba al director y al guionista. “Mientras tanto, Jorge le dedicó su vida entera a ayudar a los artistas, sobre todo a los de menos fortuna. En el periódico Camilo Rodríguez Chaverri
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´Cine mundial´, que era farandulero, le decían ´El cabaretero´, porque tenía el apoyo de las cabareteras y de las muchachas de las carpas. “¿Por qué? Porque él estableció un centro maternal, para que, cuando ellas ensayaban, pudieran dejar a sus chiquitas ahí. La directora era Fanny Shiller, la mamá de Manolín Fábregas, que, para continuar la tradición, heredó el apellido de su abuela, doña Virginia Fábregas. “Ya cuando volví al país, resulta que nos trajimos a Mario Moreno, ´Cantinflas´. Lo conocí en México, pero allá mi relación con él no fue muy estrecha. Estrecha sí era con Jorge Negrete. “Doris y yo invitamos a Mario a unos actos de beneficiencia. Por cierto, fue la primera vez que vino Miami Sound Machine, con Emilio y Gloria Estefan. Le di un almuerzo en el Country Club con todo mi gabinete. Estuvimos muy contentos con él”.
Cantinflas contra el cáncer “En otra ocasión, nos encontramos en Puerto Rico, con motivo de la realización de una campaña porque unas inundaciones habían dejado muchos damnificamos. Con Puerto Rico me unían muchos vínculos. Había interés en mis cursos de la Escuela de Educación Política, adonde llegaban muchos puertorriqueños; saben de mis vínculos con Muñoz Marín y mis conferencias. “Antes de esto, hablé en actos del Partido Democrático Popular. Ese día, el presidente y yo dictamos nuestros discursos, y horas después le correspondía a ´Cantinflas´. Andaba vestido con saco y corbata, y anoté rápidamente la dirección del cónsul honorario de Costa Rica, que era donde estaríamos en la fiesta. Le dije que cuando terminara, podía integrarse a nuestro grupo. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando, horas más tarde, vi llegar a Mario Moreno! Fue un episodio maravilloso. “Otro encuentro interesante con ´Cantinflas´ se dio siendo presidente. Durante el penúltimo año, un Miércoles Santo recibo una llamada de él. Me dice, ´Presidente, estoy aquí en San José. No quiero que nadie lo sepa. Admiro mucho esta democracia, y andamos en un crucero. Yo quería que mi hijo conociera Costa Rica. Estamos en Caldera, pero nos trajeron a San José. Sólo quería saludarlo´.
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“Yo le dije, ¿cómo va a ser posible que no le brindemos ninguna atención?´, pero Mario tomó la suite y dijo que quería privacidad. Yo llamé a Danilo Jiménez Veiga, que es el mejor imitador de Mario Moreno que he conocido. En Ginebra era una sensación porque no se podían imaginar que un tico imitara a un mexicano tan, pero tan bien. Danilo siempre andaba una gabardina y una boina en la bolsa de atrás, para hacer el numerito apenas alguien se lo solicitara. Después, Muni (Figueres, su esposa) ya no se lo permitió. “En ese momento, Danilo era Ministro de la Presidencia, después de Fernando Berrocal, que había estado en el ministerio durante los dos primeros años de mi gobierno. Le dije ´te voy a dar una buena noticia y una mala´. La primera es que está Cantinflas en el país. Me ha insistido en que no necesita nada, pero por cortesía hay que ir, y ponernos a sus órdenes. La mala es que tenés que hacerte cargo de él. Luego, Danilo me contó que tuvo que darle gracias a Dios de que Mario no le pidiera nada, porque estaba con los chunches en el carro para irse para la playa. ´Pensé que si Mario me dice que sí me necesita, me mata Muni´, me dijo Danilo. “Cuando empecé a recibir noticias de su salud, que eran muy alarmantes, pensé que estaban exagerando, pero estaba en Houston, y cuando llamé, me di cuenta que no era cuento porque, en ese momento, lo estaban trasladando del DF hacia Puerto Rico. Lo llamé, no contestaba, y, entonces, le mandé un fax, diciéndole que se iba a recuperar… “Pero lo que es ese fax no lo vio él. Ya estaba en coma, y a la mañana siguiente murió. Tengo mucho que agradecerle a Mario Moreno, porque, sobre todo, me curó del cáncer. La lectura que uno hace cuando tiene un cáncer está relacionada con contar con una actitud positiva. Un día compré un paquete con veinte películas de ´Cantinflas´, más otras dos regaladas. Así que después de la radiación, todos los días veía una película de mi amigo. Ahora tengo hasta las tres primeras que salieron en dvd. “Lo curioso es que, durante mi estadía en México, mi relación fue con los que llamaban ´los negretistas´, y fue hasta después cuando me hice amigo de Mario Moreno”.
Entre artistas “Otra persona del arte que ha sido cercana a mí fue Baeza Flores, el gran poeta chileno. Insistí en traerlo a dar clases a la escuela de formación política de Coronado. Luego, estuvo Camilo Rodríguez Chaverri
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con nosotros en La Catalina, durante unos 12 años. Y en mi gobierno se puso a trabajar con Armando Vargas, y nos ayudó muchísimo en el manejo de la prensa. “Viera que me duele cómo un gran poeta como el maestro Baeza terminara en medio de la pobreza. Más de una vez me encontré con él en España y en Estados Unidos, y al final de su vida sabía que no iba a poder él solo. Lamentablemente estaba muy mal económicamente, por lo que le ayudé a comprar un apartamentito en Miami. Todavía se está pagando, pero ya falta poco. “Y viera que tuve una relación muy divertida con el pintor Jorge Gallardo. Un día nos lo encontramos en la fuente de Ojo de Agua, y me lo presentó Daniel Oduber. Me quedé hablando con él. Ya me habían adelantado que tenía ciertos problemas sicológicos. Yo le dije que vivía en México, y me dijo que quería estudiar a Siqueiros, Orozco y Diego Rivera, los principales expositores del muralismo. Me comentó que tenía mucho interés en analizar sus obras, pero que no tenía recursos económicos. Por cortesía, le dije que ponía mi apartamento a sus órdenes. “Pocas semanas después, me llamó, que si podía ir quedarse en mi casa, que iba para México. Estuvo viviendo conmigo, y le vendí cuadros de él a mis amigos, la mayoría costarricenses. Me dejé uno que se llama ´Mujer con jícara y flor´. Recuerdo que le vendí uno a Gonzalo Solórzano, el famoso ´Chalito´, que era embajador allá, y que era uno de los amigos más queridos por Don Pepe. Muchos de los cuadros que vendí fue a costarricenses, con la idea de que las obras volvieron al país, pero los dueños se quedaron allá. “Después de ese tiempo en México, esporádicamente nos vimos, hasta que Evangelina Aguiluz, la hija de Marcial Aguiluz y esposa de Hernán González, me contó un día que presentaban una retrospectiva de su obra. Ahí me lo volví a encontrar. “Tengo una gran admiración por los artistas. Fui gran amigo de Carmencita Granados y también lo sigo siendo de Lencho Salazar. Siempre he tenido afinidad por las artes. Recuerdo que, en el año 50, estando yo en la OIT, tuve que ir a Ecuador, y aproveché para buscar a Jorge Icaza, el autor de la obra ´Huasipungo´, una de las obras que fueron precursoras del realismo mágico, junto a otra que me gusta mucho, ´La vorágine´, de Rivera, el colombiano. Esa vez que hablé con Icaza, quedó impresionado de que un costarricense llegara
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a buscarlo. Él nunca fue marxista lenninista, pero sí era socialista. “Otro artista que ha sido cercano a mí es don Hernán González (qdDg), quien fue mi ministro de Cultura. Le agradaba mucho como yo lo presentaba: yo decía ´el escultor, el agricultor, el escritor y el ministro. Le ponía siempre de primero ´el escultor´ y de último ´el ministro´. “Aquí, en la casa, tengo obras valiosas, entre ellas, cuatro pinturas de Fausto Pacheco. Una de esas obras es uno de sus pocos óleos. Fausto no pintaba óleos porque los materiales son más caros. También tengo mucho de Magda Santonastasio, gran pintora, poeta y escritora costarricense, quien vive en San Diego, California. Uno de sus cuadros está en el Museo de San Francisco. Ella es una gran mujer”. Ojo, noviembre 2002
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Guillermo Malavassi
Padre de la educación privada
Padre de la educación superior privada y emblema de la formación universitaria, él es historia viviente. José Guillermo Jesús del Socorro Malavassi Vargas es el décimo hijo de don Rogelio Malavassi Belleli y doña Ninfa Vargas Lizano. “Mi padre llegó a Costa Rica a la edad de tres años, acompañado de su madre Caroleta, quien venía de Italia, vía Francia, a encontrarse con su esposo, Tomaso Malavassi, quien había llegado a Costa Rica un año antes, contratado con cientos de italianos, para trabajar en la construcción del ferrocarril al Atlántico. Él y su esposa tenían un pequeño negocio en un pueblo de Mantua, y habían hecho economías que guardaban en su casa. Tenían planes por realizar. Una noche se les quemó el local donde vivían y tenían su negocio. Hasta el dinero guardado se les quemó. Al verse en tan difícil situación, mi abuelo se fijó en un cartel que invitaba a los italianos a venir a trabajar en la construcción del Ferrocarril al Atlántico en Costa Rica. “La estancia de los italianos en la zona Atlántica culminó con la famosa huelga que tanta resonancia tuvo. Los italianos sentían la ausencia de comida italiana, no aguantaban el calor, las continuas lluvias y las niguas. Eso los llevó a la huelga y a dispersarse por Costa Rica. Aunque muchos regresaron a Italia, mi abuelo se quedó. Sabía mucho de agricultura, de construcciones rurales y de comercio. Tiempo después, logró permiso para traerse a su familia y se asentó hasta su muerte en Costa Rica. “Llegó a tener buenas fincas de café. Doña Carola, su esposa, tuvo muchos más hijos en Costa Rica. Fue una italiana valiente, trabajadora, de fuerte carácter. Ambos conocieron a
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Don Bosco en Italia y tenían un inmenso cariño por la obra de los salesianos. “Mi madre era la hija mayor del matrimonio de Francisco Vargas y Balbina Lizano. Este abuelo materno fue Alcalde de La Unión, sabía francés y era hermano del presbítero Diego Vargas. En algún momento de su vida de casado fue a Francia, entre otras cosas, a ver bailar can can. Fue muy activo en política. “Balbina, mi abuela materna, procedía, a su vez, del matrimonio de don Juan Lizano, de Concepción de La Unión, y de doña María Méndez. Esta mujer había estado casada con un hombre que murió en la guerra en 1856. Conservaba una medalla en recuerdo de aquel gesto heroico. Al quedar sola y con una niña que se llamaba Mónica, abrió una pequeña venta de comida en La Unión, en la que atendía a la gente madrugadora que iba a vender ganado a Cartago. Don Juan Lizano, soltero y rico hacendado, piadoso y devoto de la Virgen del Pilar, patrona de Tres Ríos, en una madrugada en que iba a vender ganado a Cartago, pidió a la Virgen que le deparara una buena esposa, porque sentía que le hacía falta una compañera en la vida. Al ir a tomar café en la venta de doña María Méndez, sintió que sus ruegos habían sido escuchados y poco tiempo después contrajo matrimonio con doña María y adoptó a Mónica como hija. “Tuvieron varios hijos y al cabo del tiempo murió él, murieron algunos hijos y al final volvieron a quedar solas doña María, viuda por segunda vez, y su hija Mónica, soltera. La viuda no supo conservar la rica herencia de Don Juan y volvió a quedar tan pobre como al principio. “Balbina, mi abuela, tuvo cuatro hijas, la mayor de las cuales fue mi madre. Ella estudió en el Colegio de Señoritas, viajando a veces a pie desde Santo Domingo de Heredia, adonde fueron a vivir por algún tiempo. En ese Colegio obtuvo mi madre el título de maestra. Recién graduada conoció a mi padre, Rogelio, quien se dedicaba a la agricultura y al comercio con mi abuelo Tomás. “Mi padre tenía urgencia por casarse, ya que quería mucho a su novia Ninfa, mi madre. Por haber quedado viuda su madre, o sea, mi abuela, no hallaba cómo hacerlo, ya que con lo que ganaba de maestra contribuía a sostener el hogar. Por fin se casaron. Contaba mi madre, con mucha alegría, cuán generoso, disciplinado y tierno fue mi padre con ella, en todos los sentidos de la convivencia. Tuvieron diez hijos, en dos grupos de cinco. Al comienzo vivían del comercio en una Camilo Rodríguez Chaverri
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tienda de su propiedad y del trabajo de unos pedazos de tierra de mi padre que él cultivaba y cuidaba, junto con unas pocas vacas, gallinas y siembras de hortalizas. Pero cuando fue aumentando el número de hijos, mi madre le pidió a Rogelio que mejor dejaran la tienda, ya que ella no podía atenderla con tanto niño. Por el mismo motivo había dejado la escuela. Mi padre accedió, pero ello les significó en adelante muchos quebrantos en las finanzas. Porque la tienda vendía todos los días. En cambio la agricultura del café era muy incierta: si llovía, si la flor cuajaba, si había buena cosecha y si había buenos precios del café...”.
Pobreza y fe “Todo ello fue causando angustia a mi padre, que se acongojaba mucho de ver que el presupuesto familiar de todo el año dependía de factores tan inciertos como los citados. Y con frecuencia pasaron años muy apurados que hicieron a la pobreza una constante amiga de nuestro hogar. “La situación fue muy difícil con el segundo quinteto de hijos, la crisis del año 29 y las vicisitudes de la cosecha y venta del café. Me tocó vivir la pobreza, de la que me percaté con el tiempo, cuando veía cómo vivían otras familias. Lo que ocurre es que mi madre tenía dotes especiales para hacer feliz a la gente en la pobreza o en el dolor. Ello por cuanto era sumamente diligente, dulce; sabía hacer de cualquier comida algo delicioso; de cualquier trapo, una vestimenta hermosa; de cualquier reunión, una agradable convivencia. Siempre enseñaba a cantar, a curar las enfermedades, a consolar, a aprovechar cualquier medio para hacer cosas ingeniosas. Era mujer de fe tan grande que lo hacía a uno sentir la viva presencia de Dios en todas las cosas y en todos los lugares. “En ese hogar nací yo, un 31 de mayo de 1932, a las cinco y media de la mañana. Atendió a mi madre la partera doña Rosa Calderón. Mi ombligo quedó enterrado en Cartago, ciento cincuenta metros al Oeste del templo del Carmen, en donde pasé los primeros siete años de mi vida. Aquel fue mi primer mundo, del que creí que nunca me separaría. “Mi hermano Enrique, dos años mayor que yo, fue mi amigo de infancia. Había mucha gente en la casa: el padre, a quien sentía lejano en mis primeros años; la madre, que era el cielo en la tierra; el montón de hermanos; una mujer que ayudaba a mi madre…
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“Recuerdo la misa de tropa los domingos en la Iglesia del Carmen. Era bellísimo oír entrar la banda y ver una fila inmensa de policías con rifles máuser y uniformes de paño azul y quepis. Después, seguir la misa escuchando la hermosa música que interpretaba la banda militar de Cartago. A la hora de la consagración sobrecogía el espíritu escuchar ´La Granadera´. Todos los niños la aprendíamos de memoria. Después de la misa, había que seguir apresuradamente el desfile de la banda y de los policías hasta el cuartel, al compás de una marcha militar de Souza. Todo ello, cada domingo, era como coger el cielo con las manos. “Se practicaba la hermosa costumbre del cinco del domingo: mi padre daba a los hijos pequeños .una moneda de cinco centavos. Se sentía uno muy bien con ella. Lo que venía luego era la gran decisión dominical: conseguir otro cinco para ir al cine Apolo a ver una película a las diez de la mañana, la que llamaban matinée; o comprar una bolsita de gofio de la fábrica Apolo, que valía un cinco, o una gran cuña de manjarete de la misma fábrica, que también costaba un cinco. Cualquiera de las decisiones agotaba la capacidad financiera del niño, pero cualquiera de ellas a mí me llenaba de alegría por el resto del domingo. A veces había alguna otra cosa, pero eran cuestiones aleatorias: ver jugar fútbol en la Plaza Iglesias; ir donde los salesianos que llenaban de dicha el mundo con su oratorio festivo. A veces alguna fiestecita infantil. Y el hogar, el dulce hogar, donde siempre estaba doña Ninfa, que así le decíamos a mi madre, que siempre daba la impresión de estar esperando al que entrara por la puerta, siempre sabiendo hacer de todo encuentro una bella ocasión para una anécdota, un ejemplo, un consejo. Sabía llevarlo a uno donde ella quería con suavidad, dulzura y firmeza. Y al llegar la hora de acostarse, mi madre enseñaba, siempre con dulzura, a elevar el alma a Dios: con Dios me acuesto, con Dios me levanto, la Virgen María y el Espíritu Santo. Que Dios me lo haga un santo. Y a dormir soñando dulzuras...Pobre, pero alegre, confiado y bien resguardado. “Ese mundo terminó cuando a la mitad del primer grado en la Escuela Jesús Jiménez, la familia decidió venirse de nuevo a Tres Ríos, haciendo una estancia previa en la finca ´El Banco´, de mi padre, en donde se pasaban días de ensueño en una rústica casa: no había electricidad ni agua potable. Todo se resolvía con canfineras, candelas y formas de obtener el agua de un ojo de agua cercano. Por la noche, si uno despertaba, podía ver las estrellas por las rendijas de la casa”.
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Leche al pie de la vaca “Por la mañana, mi padre ordeñaba un par de vacas y se podía tomar leche con espuma al pie de la vaca. Mi padre era feliz cuando la familia lo acompañaba en la finca. “Una vez que el inquilino desocupó la casa de Tres Ríos, para allá se fue la familia. Tres Ríos era muy hermoso, pequeño y ordenado. Allí continué mi primer grado y una larga estancia de vida hasta el sexto grado. Había mucha cooperación, sentido de comunidad y rica vida parroquial. En la época lluviosa se estudiaba en la escuela, las tareas se hacían por la tarde, se jugaba por las noches, se disfrutaba el domingo con la misa cantada, el cine de las cinco y media de la tarde, la retreta donde todo el pueblo daba vueltas por la calle principal mientras la banda municipal tocaba melancólicas piezas. Y de cuando en cuando teníamos admirables partidos de fútbol en cancha abierta, ya que había muy buenos jugadores en el pueblo. “Cuando comenzó a construirse la escuela nueva, los escolares fuimos dispersados por innumerables casas de la localidad. Tuve unos maestros que me motivaron mucho: Salvadora Vargas; mi tía doña Oliva; don Humberto Muñoz; el gran maestro de música, don Arnoldo Herrera. Gracias al interés en mí de doña Leticia Céspedes, participé intensamente en muchas dramatizaciones que me hacían sentir muy bien. “Cantaba con gusto, hasta en un coro de la Iglesia; jugaba fútbol, ´policías y ladrones´, y conseguía patines prestados, algún trole, espadas de madera, turco-turco de la gran Turquía, pasarraya con los trompos, chumicos, aprender a nadar en las pozas de los ríos o, con suerte, en la piscina de los tanques de abajo de la Municipalidad de San José, jugar basquetbol con el equipo que dirigía el farmacéutico Carlos Francisco Arias y travesuras sin cuento. “En vacaciones teníamos que trabajar los tres hermanos menores. Los mayores, ya con profesión, iban desenvolviéndose un poco lejos del hogar. Correspondía a los menores arreglar el bahareque de las viejas casitas de alquiler de mi padre, que algo ayudaban al presupuesto familiar; limpiar el huerto de la finca; acomodar la leña; cuidar las vacas y los bueyes y hacer mandados siempre. Mi padre era autoridad indiscutida y mi madre dulzura personificada. “En las vacaciones de tres meses teníamos que coger café, como lo hacía todo el pueblo, desde la mañana hasta la tarde, los sábados inclusive, hasta el término de la cosecha. La Semana Santa era maravillosa, con sus preparativos, la 260
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música, sobre todo el Duelo de la Patria en la procesión del Viernes Santo, hacer sonar las matracas… “Era un mundo casi perfecto. En tercer grado, sin saber qué era lo que me pasaba, me enamoré de una jovencita de cuarto grado. No sabía expresar ni podía comunicar lo que experimenté. Era una opresión interior, un afán por verla, una atención constante a ella. Todo se me enredó y, por fin, después de meses de padecer, aquello terminó, pero conmovió de manera poderosa mi alma de niño, sin saber yo qué era exactamente lo que me sucedía y qué era lo que había que hacer en aquella situación sin precedentes”.
Entre dos mundos “Aquel mundo admirable cambió con la muerte trágica de mi padre en diciembre de 1944, cuando terminaba mi sexto grado. Él era el jefe de la familia, el que manejaba su estructura financiera y tomaba las grandes decisiones familiares. “En 1945 comenzaba un nuevo mundo: fui matriculado en el Colegio de San Luis Gonzaga. Había que viajar a Cartago y permanecer durante la semana en casa de mi hermana mayor, que vivía con su marido y sus hijos en Cartago. Era otro mundo, lleno de gente nueva. Fueron los años de la Segunda Guerra Mundial, que trajo pobreza y limitación para conseguir ciertos productos que eran necesarios. “El mundo se me llenó de nuevas experiencias. En Tres Ríos comencé a recibir lecciones de guitarra con el gran músico don Víctor Fonseca. Algo aprendí, y la guitarra fue dulce compañera durante toda mi educación media. Cantaba sólo en ciertas ocasiones y me sentía muy bien. Con algunos compañeros dábamos serenatas a nuestras compañeras y amigas, sobre todo en Cartago. Por razón de las normas que se seguían en casa de mi hermana, cuando dábamos serenatas los viernes y se hacía tarde, la puerta de la casa se cerraba y entonces los compañeros me acompañaban hasta frente a la cantina ´La Última Copa´, en Taras, y yo seguía solito con mi guitarra y a pie, porque a esas horas no había servicio de cazadoras ni plata para taxi, debía atravesar el Alto de Ochomogo y la cuesta del Fierro hasta llegar a mi casa en Tres Ríos. Era muy solitario el paraje en aquel tiempo, y ese era el precio que debía pagar por andar dando serenatas. “Con ayuda de la familia, mi hermano mayor, que era farmacéutico, adquirió la Farmacia San Carlos, en Ciudad Quesada. Eso hizo que, con catorce años de edad, fuera Camilo Rodríguez Chaverri
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enviado por mi madre a acompañar a mi hermano a aquel lugar, al que costaba llegar por la lentitud del servicio de buses o cazadoras. Madre y hermanos comenzamos a frecuentar ese lugar. “En 1948, en una de esas visitas, me agarró la guerra civil. Así, tuve que permanecer allá más tiempo del acostumbrado. Luego regresé al cuarto año del San Luis Gonzaga a continuar estudiando y dando serenatas. “En Tres Ríos, mi maestro de guitarra fundó un grupo musical, ´La Pilarica´, compuesto de dos violines, flauta, contrabajo, violonchelo y tres guitarras. Con los ensayos y conciertos de ese grupo pasé algunas de las horas más felices de mi vida. Años después, la muerte y la distancia fueron señalando la desaparición de aquel conjunto que tanta dicha me dio. “También formé parte de la banda juvenil de Tres Ríos, en la que ejecutaba el saxofón alto. Recuerdo que dimos un concierto. Pero la guerra civil acabó con aquel hermoso proyecto. “En quinto año del Colegio fui presidente estudiantil. Dirigíamos el Colegio en todas las actividades propias de los estudiantes: disciplina, deportes, marchas. Llegué a tocar el bombo en los desfiles, lo que me complacía mucho”.
En el Seminario Mayor “Al terminar el Colegio, era obvio que otro mundo terminaba y era necesario tomar un rumbo en la vida. Tomé la decisión de solicitar entrada al Seminario Mayor. Todas las personas a las que consulté estuvieron de acuerdo con mi determinación. Fui aceptado. Los preparativos eran impresionantes: había que llevar escritorio, silla, atril, sotana, sobrepelliz, bonete. Una vez entrado en el edificio recién terminado en Paso Ancho, había que permanecer allí sin salir hasta las vacaciones de medio año. “La vida en el Seminario se desenvolvía con un orden admirable, en que cada hora del día estaba destinada a una actividad formativa, desde la hora de levantarse, la oración, meditación, Eucaristía, desayuno, hora de estudio y lecciones durante toda la semana. Miércoles, deporte con paseo por la mañana. Sábados por la tarde, aseo del cuarto y de todo el edificio. Domingos al mediodía, visita de parientes. A las pocas semanas estaba enamorado del Seminario. “El estudio del latín y del griego, de la filosofía escolástica, tan clara, ordenaba y profunda, de la historia y otras cosas; el 262
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aprendizaje del canto gregoriano y la práctica del polifónico, las ceremonias religiosas; las prácticas deportivas de los miércoles, el mes de mayo, el Corpus Christi, el rezo del Oficio Parvo, el trato con tan buenas personas, tanto los padres alemanes de la Congregación de la Misión como los compañeros seminaristas; aprender a guardar el silencio cuando así se prescribía... Todo me parecía un don del cielo. “En las vacaciones largas me puse a la orden del Padre Alberto Coto en Tres Ríos. Le ayudaba en todo lo que él necesitara: Eucaristía, horas santas… Mucho me agradó enseñar el catecismo a niños de San Ramón y de Concepción, lugares a los que viajaba a pie cuesta arriba y cuesta abajo, con ánimo incansable. El 8 de diciembre de 1950 hicieron su primera comunión. “En marzo volví de nuevo al Seminario y experimenté la misma satisfacción por la rica actividad que allí desplegaba. El 15 de agosto, por la tarde, tres seminaristas recibimos recado de que debíamos trasladarnos urgentemente a la Curia Metropolitana, porque nos llamaba el Arzobispo Monseñor Sanabria, a quien tanto queríamos y respetábamos. Allá fuimos, y de golpe y porrazo nos dijo que quería que fuéramos a continuar estudios en Roma, ya que estaba enterado del mucho provecho que alcanzábamos en el estudio y en la formación general que nos daba el Seminario. Casi no nos dio tiempo para lucubraciones. “A los pocos días partimos acompañados por Monseñor Sanabria rumbo a Roma, en avión de hélice, con la ruta Panamá, La Habana, Montreal, Glasgow, Amsterdam, Niza y Roma. Nos dejó en el Colegio Pío Latino Americano, que sería nuestra estancia en adelante. Al día siguiente nos llevó a Frascati a aprender a comer comida italiana y a reconocer un buen vino. Se despidió de nosotros haciendo sabias recomendaciones y manifestando su confianza en que lograríamos superar la tarea que nos esperaba. “Nos sentimos un poco huérfanos tan lejos de la patria. A la mañana siguiente fuimos llevados de Roma a Livorno, en donde se hallaban los estudiantes del Pío Latino terminando sus vacaciones. Con ellos, un centenar de maravillosas personas de los diversos países de América Latina y Filipinas, comenzó una camaradería admirable. Era un conjunto valioso de jóvenes, unos de mayor edad y otros adolescentes, de lo mejor: maduros, estudiosos, muy inteligentes, caritativos, creativos, industriosos, alegres. Terminados los días de Livorno, se imponía el regreso a Roma para que iniciáramos Camilo Rodríguez Chaverri
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los estudios en la venerable Pontificia Universidad Gregoriana. Nos encontramos de repente con que teníamos que entender y darnos a entender en italiano, pero, además, las lecciones en la Gregoriana eran en latín y las repeticiones, que eran un repaso de las lecciones a cargo de un asistente de profesor, así como los exámenes orales, también eran en latín. El esfuerzo y las luces del Espíritu Santo nos sacaron bien a todos”.
Filósofo “Me matriculé en Ética, Teodicea, Psicología Racional, un Seminario sobre Kant... Vinieron el otoño, el invierno, el verano, los exámenes, visitas al Coliseo, al Foro Romano, a Monte Casino, al Vaticano. Tuvimos cercanía con las inquietudes de Pío XII, que tanto pesaba en el mundo. Y fui guitarrista del Pío Latino. “Me gradué de Bachiller en Filosofía. Tuve dudas sobre si aquel era mi camino. Regresé a Costa Rica para tratar la cuestión con el Arzobispo, pero cuando llegué había muerto. Ello significó que creí cerrado ese capítulo. Así terminó un mundo y comenzó otro nuevo. “Mi madre estaba bastante enferma. Tomé a mi cargo la casa y la administración de los bienes, que por los trabajos que daban, alguna vez llamé ´los males´ de la familia; estudié un poco de contabilidad para llevar los libros y comencé a reflexionar sobre cuál camino seguir en la vida. “En febrero de 1954 conocí a quien luego sería mi esposa. Comenzó un noviazgo cultivado con dedicación y seriedad. En marzo me matriculé en la Universidad de Costa Rica en la antigua Escuela de Letras y Filosofía. Sería profesor. Por las mañanas veía la finca y por las tardes asistía a lecciones; ayudaba en la parroquia en todo lo que podía, lo mismo que tenía relaciones con la Juventud Obrera Católica. Dos o tres noches por semana iba a ver a mi novia. Acompañaba a mi madre, que se hizo mi amiga madura, y con ella tenía hermosas reflexiones sobre familia, religión y valores de la vida. “El estudio iba bien. El noviazgo se tornaba serio. Las cogidas de café rendían poco. Comencé a vislumbrar que aquel mundo de la finca parecía condenado a desaparecer también, como otros habían desaparecido, lo que efectivamente ocurrió años después. El año siguiente continué en la Universidad. Y en mayo contraje matrimonio con Idalí. Comenzó otro mundo nuevo. 264
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“Al año siguiente, Dios nos deparó el primer hijo. Ahora tenía una nueva responsabilidad. Nos trasladamos a vivir en Calle Siles de Montes de Oca, junto con mi madre. A fines de ese año, tuvimos nuestro segundo hijo, pero murió. Fue triste. Recuerdo que ocurrió mientras yo presentaba mis exámenes finales. “Mi madre se trasladó a Coronado, a casa de Enrique, mi hermano; y mi esposa y yo nos fuimos a San Diego de La Unión, a casa de sus padres. Así comencé el tercer año de la Universidad. Las cosas de la finca andaban mal; no producía lo necesario para sostenerse y en setiembre de ese año nació otro hijo”.
Al lado de los maestros “Como fui nombrado representante estudiantil, me tocó participar intensamente en todo lo relacionado con la reforma universitaria de 1957. Así tuve la fortuna de estar en comisiones con el Rector don Rodrigo Facio, don Enrique Macaya y don José Joaquín Trejos. Cuando llegaron los profesores para las cátedras de Estudios Generales, pude conocer desde el comienzo al doctor Constantino Láscaris, al doctor Saumels, al doctor Santoro, al doctor Archie Carr, al doctor Julio Heize. Tuve la alegría de que el doctor Láscaris me invitara a participar en el Seminario de posibles candidatos para la Cátedra Colegiada de Fundamentos de Filosofía, que constituía parte de la Reforma Universitaria. Allí tuve que dar una lección modelo y discutirla con estudiantes ante todos los futuros profesores de esa Cátedra; participé en una Mesa Redonda con experimentados Maestros y debí tomar parte en todas las discusiones del Seminario. “Al final de todo ese trabajo, tuve la satisfacción de que el Doctor Láscaris me propusiera como su Profesor Adjunto, lo que constituyó un privilegio. Al año siguiente él daba tres lecciones a un grupo de estudiantes y yo le daba una, lo que me obligaba a prepararla muy bien para no desmerecer completamente en contraste con el titular. “Además, comencé a dar lecciones de Español, Literatura y Psicología en cuarto y quinto año del Liceo de Costa Rica. Me agradaba mucho. También di lecciones de Español en el Colegio Don Bosco, mientras cursaba mi último año de la carrera. “Junto a eso, fui nombrado amanuense del secretario perpetuo de la Academia Costarricense de la Lengua. Ello Camilo Rodríguez Chaverri
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me permitió asistir a tomar el acta de las sesiones de esta Corporación, a las que asistían don Juan Trejos, don Luis Demetrio Tinoco, don Arturo Agüero, don Julián Marchena, don Hernán Peralta... ¡Qué experiencia maravillosa, poder escuchar la conversación de aquellos sabios y correctísimos señores! don Juan Trejos me enseñó a hacer actas de gran precisión, claridad y buen gusto. “El Doctor Láscaris dirigió mi Tesis sobre Unamuno y me gradué en 1958. Me propuso para profesor de medio tiempo a condición de que dejara toda otra actividad, lo que acepté. Con pena, dejé el trabajo en los colegios. Resulta que desde hacía un par de años me había sido ofrecido trabajar de Profesor de Español en el Colegio Don Bosco, en quinto año, y con lecciones de Psicología Racional en quinto año del Liceo de Costa Rica. Ya tenía un ingreso que, junto con el de mi esposa, alcanzaba para ver por los hijos. Pronto fui nombrado Secretario de la Facultad de Ciencias y Letras, cargo en el que era, además, Secretario del Consejo Directivo de esa Facultad, lo que me permitió trabajar con don José Joaquín Trejos, que era el Decano y presidía ese Consejo, con don Carlos Caamaño Reyes, don Arturo Agüero, don Rafael Obregón, don Rafael Lucas Rodríguez, don Claudio Gutiérrez, don Guillermo Chaverri... “Adquirí una moto Vespa para movilizarme. La usé por tres años. Pasé varios sustos con ella. En 1959 nació una hija y en 1960 el cuarto hijo. Ese año murió mi madre. La llevé a enterrar con espíritu tranquilo: ella merecía la gloria”.
Director de Estudios Generales “Fui elegido Director del Departamento de Estudios Generales, donde trabajé dos años. Se especulaba con mucha seriedad sobre la Teoría de los Estudios Generales. Esta cuestión tenía importancia internacional, por lo que fue necesario viajar a seminarios y reuniones en Kansas, Estados Unidos; Guatemala; El Salvador; Puerto Rico... Fue época de mucha actividad académica. “En 1964 fui elegido Secretario General y Vicerrector de la Universidad de Costa Rica. El Rector fue don Carlos Monge, con quien trabajé muy a gusto durante dos años. Mi cargo exigía ser Secretario del Consejo Universitario, coordinar la comisión de Personal y las Comisiones Académicas, dirigir la extensión Cultural, y la extensión de Publicaciones. 266
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“Había más trabajo que tiempo para realizarlo. Me correspondió presidir una delegación que fue a Alemania a estudiar administración universitaria. Durante mes y medio tuvimos rico conocimiento del modo de hacer las cosas en Alemania. Visitamos Berlín Oriental, entonces en manos comunistas; también otras ciudades alemanas. “Al regreso, en breve estancia en París, don Manuel Formoso y yo sufrimos un accidente en el carro de él. Don Manuel debió ser hospitalizado por la quebradura de la clavícula derecha. Aunque yo sufrí la quebradura de varias costillas y una lesión en el pie, disimulé el daño para conocer algunos lugares importantes de la Ciudad Luz. Días después regresé a Costa Rica, con un inmenso dolor en el pecho. Apenas llegué, pasé a la Clínica del doctor José Luis Orlich. Tan pronto como me palpó el costado izquierdo, diagnosticó la quebradura de las costillas. Cuando le dije que me las había quebrado en Francia, se quedó admirado de lo que hice, ya que se trata de una lesión muy dolorosa. “Ejercer la función de Secretario General y Vicerrector de la Universidad me alejó de mis compañeros inmediatos de claustro, ya que ahora me debía a toda la Universidad. Así volví a perder un mundo, para entrar en otro. “En febrero de 1966 obtuvo la Presidencia de la República don José Joaquín Trejos, quien tuvo la gentileza de invitarme a ocupar el Ministerio de Educación. Me correspondió romper el monopolio de la educación superior con la creación de la Escuela Normal Superior, lo que me significó un fuerte encuentro con algunos miembros un poco exaltados de la Universidad de Costa Rica. Se revisaron los ciclos educativos, se ejerció la inspección de escuelas y colegios con exámenes de diagnóstico, se aumentó el tiempo efectivo de duración de los períodos diarios de clase, se sobrellevaron un par de huelgas, se crearon varios colegios y muchas escuelas, se construyeron muchas aulas, se difundieron bibliotecas escolares, se celebraron con gran pompa los 15 de Setiembre... “Renuncié al cargo por razones especiales en setiembre de 1969. Pasé a ocupar el cargo de Director Ejecutivo del INA, desde donde impulsé lo mejor que pude esta interesante institución. Me retiré de ella en febrero de 1970 y pasé a la Universidad de Costa Rica a rehacer mi vida académica. Ocupé el cargo de Coordinador de la Cátedra de Fundamentos de Filosofía, a la que me dediqué con todo empeño. También desempeñé de manera simultánea las cátedras de Historia Cultural de Costa Rica y la de Filosofía Moderna. Y comencé Camilo Rodríguez Chaverri
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una larga colaboración en la Página 15 de La Nación por invitación de don Guido Fernández”.
Político visionario “Participé en la fundación del Partido Unión Popular, en el que tuve mucha acción. Renuncié a la precandidatura en gracia de la unidad de los partidos de oposición al gobierno. Para las elecciones de 1974, durante los tristes años de Vesco en Costa Rica, tomé posición con don Jorge González Martén, en el Partido Nacional Independiente, porque en esos aciagos días fue el candidato de oposición dispuesto a ir a una convención para elegir un candidato de toda la oposición al partido en el poder. No se pudo lograr tal desiderátum. Lo acompañé como candidato a la Vicepresidencia de la República. “Para ese tiempo, un grupo de padres de familia invitó a varios profesores universitarios al Colegio Sagrado Corazón para plantearles la posibilidad de crear una universidad privada en Costa Rica. Eran muchos miles los estudiantes que se quedaban sin lugar en la Universidad de Costa Rica. Además, el izquierdismo y algunos planteamientos comunistas parecían tener copada a esa universidad, lo que indignaba a muchos costarricenses, que, siendo cristianos y demócratas, se dolían de que sus impuestos fueran a dar a una universidad en la que parecían disponer quienes no eran ni demócratas ni cristianos, lo que estimaban un vejamen. “Se les contestó que sí era posible crear una universidad privada en Costa Rica, pero que costaba caro. Además, que era necesario hallar la figura jurídica adecuada para ella, lo que debía considerarse con cuidado. “Al nacer la Universidad Nacional, el Presbítero Benjamín Núñez, su Rector, y el Doctor Roberto Murillo, miembro de la comisión Ad Hoc de esa Universidad, me pidieron que fuera a trabajar en ella, como Decano Fundador de la Facultad de Filosofía y Letras. Acepté y pedí permiso en la Universidad de Costa Rica. Para mi sorpresa, algunos consideraban un acto de traición el ir a colaborar con la naciente universidad, en lugar de verlo como una simple colaboración de una universidad para con otra. Por un buen tiempo hubo esa lamentable actitud. “Yo cumplí mi tarea. Me tocó ser Decano fundador de la Facultad de Letras y Filosofía. La invitación que se me hizo fue para tratar de hacer una Universidad de excelencia.
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“Mientras tanto, don Alberto Di Mare coordinó un grupo de trabajo que se puso a preparar todo lo necesario para la creación de la universidad privada, una vez que fue emitida la Ley de Fundaciones. Esta figura jurídica se consideró la apropiada para la universidad”.
Nace la universidad privada “Al cabo de un año de trabajar, dieciocho fundadores creamos la universidad, lo que desató una larga polémica en el país, la que enfrentaron los fundadores de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA) con decisión, rebatiendo los pobres argumentos que daban los opositores de la libertad de enseñanza. “En agosto de 1976 por fin se reunió el Senado de la Universidad, la Junta Administrativa me nombró Rector de la UACA y, al día siguiente, mientras atendía mis tareas de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNA, llegó el Rector Núñez a mi oficina y me manifestó: ´vengo del Consejo Universitario a preguntarle en su nombre cuándo se va de esta Universidad´. Me pareció una grosería ese modo de plantear las cosas, pero acepté el desafío. Le propuse que me iría de inmediato, pero que me destacara la Universidad, sin goce de sueldo, en el ICECU, el Instituto Centroamericano de Extensión de la Cultura, ya que este Instituto tenía interés en que yo me hiciera cargo de una evaluación sobre su desempeño y me parecía procedente que algún mérito fuera para la UNA. Así procedimos y durante un año hice la investigación que fue publicada en 1979, en dos tomos, con el título de ´Comprender lo comprensible es un Derecho Humano´. Volví a la Universidad de Costa Rica, a mis cátedras mencionadas, aunque costó un poco la reincorporación. “Por invitación de don Armando Vargas me hice cargo del programa ´Línea abierta´, en Radio Monumental. Por un buen tiempo desarrollé tan oído y dinámico programa. “Cuando dejé ese programa de Radio Monumental, don Carlos Alfaro McAdam me ofreció abrir un programa en Columbia. El nuevo programa se llamó ´Conversando con don Guillermo´. Lo tuve un buen tiempo y resultó muy concurrido con llamadas telefónicas. Un malestar grave de las cuerdas vocales me obligó a dejarlo. “En febrero de 1982 fui elegido diputado solitario del Movimiento Nacional que había postulado a don Mario Echandi para la Presidencia de la República. Me dediqué con Camilo Rodríguez Chaverri
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empeño a la tarea. Propuse la derogatoria del privilegio que permitía a los diputados adquirir carro sin impuesto y retirar cupones de gasolina. No logré los votos suficientes para ello. Pero me abstuve de comprar automóvil de esa manera y no retiré cupones de gasolina. Dichosamente, tiempo después la Sala Constitucional quitó el privilegio de adquirir carro sin impuesto por razones de moralidad. “En 1987, después de treinta y un años de servicio, me retiré pensionado de la Universidad de Costa Rica”.
Casi tres décadas al frente “Desde 1976 he sido designado Rector de la UACA El nombramiento se hace por un año; de modo que he sido reelegido hasta llegar a cumplir veintisiete años de Rector, lo cual me convierte en uno de los más antiguos del mundo. “He sido uno de los fundadores de la Asociación Unidad de Rectores de Universidades Privadas de Costa Rica (UNIRE), compuesta por los Rectores de treinta y cuatro Universidades, y fui su primer Presidente, cargo que ocupé durante cinco años. “He sido elegido por las Universidades privadas para ser su representante propietario en el CONESUP, tarea llena de vicisitudes. Este órgano ha incurrido en varios defectos de funcionamiento desde su creación. Desde el amiguismo o favoritismo para con algunos y la mala voluntad contra otros, hasta la denunciada corrupción que felizmente hizo crisis en el año 2000 y se ha tratado de superar. Es un órgano muy estatista y con procedimientos que lesionan la libertad de enseñanza. Es una cruz que sufren las Universidades privadas. “También soy cofundador y Presidente de la Academia Santo Tomás de Aquino, dedicada al estudio de la obra de este gran pensador. “Los hijos contrajeron matrimonio y al presente hay once nietos, la menor de tres años y el mayor de veintidós, todos muy cerca de la casa en que vivo y del corazón de los abuelos. “Enseñé a tocar guitarra a los cuatro hijos. Con frecuencia tocamos y cantamos juntos. Nos gusta hacerlo en los Rezos del Niño, después de Navidad, y con cantos a la Virgen en el mes de mayo. “He escrito libros, artículos de revista, reseñas. Además he dado charlas, conferencias, innumerables lecciones. 270
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“En los últimos años he sufrido la quebradura violenta de la clavícula por un choque contra un árbol al lanzarme una yegua que iba a gran velocidad, por culpa de un problema en un estribo. Sufrí la invasión de la klepsiela en los pulmones, que me afectó muchísimo. Me he sometido a un par de operaciones y tengo pendiente alguna otra. Ello me ha llevado a creer, como Ortega y Gasset, que sana no es la persona que no se enferma, sino la que resiste todos los males y enfermedades “ Entre las cosas que he aprendido en mi vida están las siguientes: amar a Dios por sobre todas las cosas; elevar mi alma a Él desde que despierto y a lo largo del tiempo de vigilia de cada día y hasta que el sueño vuelva a mí; confiar en que su presencia amorosa cuida de mí; aceptar gustoso todo lo que de Él venga, sea lo que sea; perdonar cualquier ofensa, sin ni siquiera esperar disculpa; nunca gastar más de la mitad de lo que gane, pase lo que pase y tratar de dar y de dejar algo a los demás; temer el lujo y el derroche; procurar vivir con la mayor modestia posible; aprovechar el tiempo al máximo, por lo que casi nunca tomo vacaciones; no temer ni el dolor ni la enfermedad, pero sin buscarlos; servir a los demás siempre que me sea posible; agradecer el afecto que las personas me dan y corresponder de igual manera; procurar estar desapegado de los bienes de este mundo; ver siempre el mejor lado de las cosas, aun en las peores circunstancias, teniendo presente que no hay mal que por bien no venga; tratar de estar siempre alegre; evitar las quejas y no causar molestia a quienes deben estar cerca de mí. Vivir conforme el decir de santa Teresa de Ávila: nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta, la paciencia todo lo alcanza, sólo Dios basta. Deseo morir en mi casa, en mi cama y que me entierren con sencillez. Irme, Deo bene volente, a la Casa del Padre sin hacer ruido...”.
Soy libertario” -Usted se ha caracterizado por ser muy vehemente. -Siempre he creído que los principios se defienden, los delitos se condenan, y todo lo demás se discute. “Los apóstoles decían hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Por ese motivo, los apalearon…”. -Ha sido amigo y discípulo de mucha gente influyente.
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-Fui amigo de don Enrique Guier; del doctor Calderón Guardia, en su madurez; de Luis Demetrio Tinoco y de Óscar Barahona Streber. Por ejemplo, admiro mucho la capacidad de trabajo y el patriotismo de don Óscar Barahona. A Don Óscar le han negado que fue el redactor del Código de Trabajo. Ese código tiene un transitorio número 12, en el que expresamente se dice que, por cuenta del Estado, se editarán los documentos del licenciado Barahona Streber para análisis de los magistrados. -Pero nunca se publicó ese análisis del que usted habla. -Don Óscar se fue con el doctor Calderón Guardia para la Biblioteca de Nueva York. Tenía original y copia de su estudio, con citas jurídicas y documentos adjuntos. En la biblioteca se movía con confianza. Un día se metió a buscar unos documentos y cuando volvió a su mesa de trabajo, ya no estaban los dos tomos. Desaparecieron para siempre. ¿Usted se imagina lo que significaba ese análisis para el país? Por esa terrible desaparición, es que muchas veces el Código de Trabajo ha sido interpretado por cualquiera, y han hecho Dios de zacate. -Otra figura de la que usted habla es don Juan Trejos. -Don Juan Trejos fue el papá de don José Joaquín Trejos Fernández. Me enseñó a redactar. Cuando me matriculé en Letras y Filosofía, me tomaron mucho cariño Enrique Macaya y José Joaquín Trejos. Ellos me propusieron para que fuera el ayudante de don Juan, quien era el secretario de la Academia Costarricense de la Lengua. Cuando llego yo, ahí estaban Arturo Agüero, don ´Mechito´ Tinoco, don Alejandro Aguilar Machado y don Julián Marchena. “Antes de las sesiones, don Juan llevaba una botella de vino tinto, y nos decía ´la mejor manera de llegar a la reunión es que estemos distentidos y amistosos´. Cuando yo le llegaba con las actas, se sentaba a quitarles y a ponerles. Quedaban tan bonitas las actas…”. “También teníamos que hacer las comunicaciones para la Academia Española de la Lengua. Me enseñó muchísimo. Don Juan fue entre segundo padre, maestro y amigo. Fue un gran ejemplo de formación autodidacta. Salió del Liceo de Costa Rica. Era muy lector. Como su hijo, como don José Joaquín, apenas sacó el bachillerato. Don Juan y don José Joaquín se pasaban el día leyendo en la librería de la familia. Imagínese que cuando don José Joaquín se fue a estudiar a Estados Unidos, entró directamente a la Maestría”.
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-Es que en sus años de juventud no había universidad en Costa Rica. -En la época de Mauro Fernández cerraron la Universidad de Santo Tomás.
Sus maestros -Don Juan fue constituyente. -Era uno de los constituyentes más firmes, más claros. Don Juan demuestra que, en una gran porción, la educación es decisión personal. Por ejemplo, Lincoln llegó hasta tercer grado de la escuela. Fue empleado de un correo, aprendió Derecho, alquilaba libros y tenía que caminar muchos kilómetros todos los días para formarse. “También tenemos muchos ejemplos en nuestro país. Pienso en don Alejandro Aguilar Machado. Era un gran orador, un hombre de una gran cultura. El día que lo escuché por primera vez, yo estaba en cuarto año del colegio. Él estaba dictando un discurso a propósito de la muerte de don Mario Sancho. Recuerdo el modo de decir las cosas, las comparaciones. “Estando en la academia, recuerdo el día en que don Rodrigo Facio renunció como rector. Tenía 40 años. Llega don Alejandro y me dice, ´no puedo creer la noticia, ha cometido el inmenso error de renunciar, la rectoría de la UCR es el cargo más importante de este país, porque tiene que ver con la educación y con la juventud. “Y dicen que renunció porque no le alcanzaba la plata, pero creo que es que no lo dejaban en paz la niña Emma Gamboa y la Escuela de Educación. Él tenía una idea más académica y menos pedagógica”. -Es un conflicto que no ha terminado. -Don Víctor Buján y don Beto Cañas hablan de esto: los pedagogos le dan menos importancia al contenido que a la metodología, dicen que saben mucho de pedagogía, pero son puras babosadas. La cultura y la riqueza humana de los grandes maestros tienen que ver con conocimiento, con contenido. “Don Miguel de Unamuno, ese gigante, decía que él comparaba el saber con la leche y la pedagogía con el molde para hacer el queso. Lo importante es tener la leche, el conocimiento. El queso lo hace uno hasta con las manos”. -Otra gran figura es don Enrique Guier.
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-Un hombre admirable, un jurista de primera magnitud. Recuerdo las charlas en el Consejo de Gobierno, cuando se hablaba de cosas jurídicas, las discusiones de don Enrique Guier y del procurador, el señor José Francisco Chaverri. “Don Enrique se fue del gobierno. El Estado tomó el Muelle de Limón. Don Enrique sostuvo que no tenían que pagar prestaciones. Decía que iban a seguir con sus derechos. Pero, ante la huelga, los diputados comenzaron a hacer demagogia. Don Enrique decía que eso no era bueno para Costa Rica. Repartieron tanta plata en prestaciones, que algunos de estos muelleros llegaron al Black Star Line. Limpiaban la mesa con un billete de mil pesos. Don Enrique decía que eso no estaba bien, y que todo lo que permitiéramos lo íbamos a pagar en el futuro. Él era el ministro de Trabajo”. -Hay grandes personalidades de nuestro país ocultas en el olvido. -Aquí le bajan el piso a la gente. Un día estaba hablando con don Jorge González Martén, y me di cuenta que no sólo trabajaba con la empresa IBM, sino que realizó grandes aportes ante los problemas con devolución de equipos usados. Trabajó muchísimo para hacer más eficiente el uso de las computadoras. “Una de las primeras computadoras ocupó varios edificios en el ejército de Estados Unidos. González Martén ideó una máquina que no necesitaba las tarjetas perforadas. Eso provocó que la computación fuera mucho menos complicada. Durante 17 años, el Banco Nacional usó la máquina que él ideó. “Dicen que si don Jorge hubiera seguido en la computación, hubiera sido el Bill Gates de América Latina. La política se lo tragó. Le he preguntado por qué no tiene esa computadora en el Museo Nacional, y me ha dicho que no se la han querido recibir, porque creen que eso le daría aliento político. “Don Luis Alberto Monge, que sabe tanto de amores humanos —incluso sostiene que, en ese campo ha tenido cuatro administraciones— dice que los celos políticos son peores que los del amor”.
Ostracismo “En las ciudades griegas, todo el mundo se conocía. Cuando había gente sobresaliente, ya fuera en los juegos olímpicos, en el teatro o en la filosofía, los gobernantes les decían que les
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hacían sombra, y por eso inventaron el ostracismo. Votaban en una concha quien debía irse. “Era una especie de referendo. Arístides era un personaje respetabilísimo, y lo querían botar. Arístides iba caminando y había un ciudadano que no sabía escribir bien su nombre. Arístides se detuvo y le ayudó a escribir ´Arístides´ en la ostra”. -La mezquindad no permite rescatar a grandes personalidades. -Falta grandeza de ánimo. Imagínese que estuvieran vivos Don Pepe y el Doctor Calderón Guardia… Mis posiciones son muy diferentes a las de don Pepe. Sin embargo, era gentilísimo. De primera entrada, sabía que yo estudiaba latín, y el día que murió don Otilio Ulate, me pasa un papelito, que decía en latín, ´de los muertos, sólo lo bueno´. “Me hizo mucha gracia. De ahí en adelante, cada vez que nos veíamos, decía ´aquí viene mi profesor de latín´. Nunca tuvimos ni una palabra de más ni de menos. “Uno defiende posiciones. Eso no signific a que esté en contra de las personas que piensan distinto. Por ejemplo, cuando unos nicaragüenses secuestraron el avión de LACSA, y llegaron al aeropuerto de El Coco (hoy Juan Santamaría) llega Don Pepe y pide una ametralladora. Dice ´esos hijos de puta´, y se puso al frente del avión. Los nicas se asustaron tanto que se entregaron. Recuerdo que don Constantitno Láscaris me dijo ´eso sí que manda la parada, aquí nadie secuestra aviones, el Presidente es de verdad´”. -¿Estuvo cerca de Calderón Guardia? -Estuve cerca de él sobre todo cuando perdió en el 62. Además, cuando quedó don Pepe, en el 70, fui a darle el pésame. Viera qué triste lo que me comentó. Era muy amable, y con esa gentileza y encanto con que hablaba, igual que su hijo, me dijo, ´Guillermo, tengo un problema, se me hace muy difícil, no sabe cuánto, vivir en Costa Rica bajo un gobierno de José Figueres, y, por otra parte, por nada del mundo quiero irme exiliado. No me siento bien y no quiero salir del país´. Casi insinuó que sólo le quedaba salir de este mundo. Poco después murió.
Constantino Láscaris -Hace un minuto usted mencionó a don Constantino Láscaris.
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-Constantino Láscaris fue como otro padre para mí. Cuando estaba en Tercer Año de Letras y Filosofía, era representante estudiantil, y se vino la gran reforma. Fue una gran dicha. Participé en reuniones con don Rodrigo Facio, que era el rector; don Enrique Macaya, quien era Decano de Ciencas y Letras; don José Joaquín Trejos, quien era vicedecano. “Gracias a esa reforma es que llegaron Constantino Láscaris, Roberto Saumels, Archie Carr, Julio Heize y Salvador Aguado. “Conocí a don Constantino y a su esposa, doña Elena. Las dos hijas estaban chiquititas. Doña Elena era rusa. Las rusos blancas son lindísimas. Parece que les brilla el rostro y el cabello. Don Constantino me tomó aprecio. “Era gentil, amable, generoso. Le encantaba pescar y conocer la montaña. Se bajaba al paredón a coger matas. Lo llevé a San Carlos. “A veces pasaba por mi casa, para conversar. Tenía encargos académicos para todo el mundo. Nunca vi que tuviera envidia para nadie. Bueno, sólo una vez: cuando se pensionaron Carlos Luis Sáenz y Carlos Enrique Vargas, que eran sus compañeros en Estudios Generales. “Él me dijo, ´¡cómo los envidio! Ya se pensionaron´. Como si presintiera que no iba a llegar hasta eso. El cigarrillo lo mató. Murió a los 56 años. “Cuando fundó la Revista de Filosofía, me nombró secretario, y cuando fundó el Departamento de Filosofía me dijo ´dedíquese a Historia del Pensamiento´. “Lo invitaba a uno a participar a la par de Abelardo Bonilla, y de mucha gente importante que ya se fue. Sabía mucho. Y uno aprendía mucho de su vida y su actitud. Cuando se hizo comentarista de televisión, aquello era un oráculo. “Nunca dejaba que lo invitaran a un café. Siempre pagaba él en la soda o en la cafetería. Cuando murió, don Enrique Macaya dijo algo inolvidable: ´Constantino, la única pena que nos diste fue la de tu muerte´. “Murió solo. Se dieron cuenta de su muerte muchas horas después de ocurrida. Había dicho, hablando de la libertad, más allá de las dimensiones financieras y económicas, que el precio último de la libertad, es morir solo. Así murió él… Lo quise mucho, mucho”. -¿Cómo ve a Costa Rica? -En el fondo siempre soy optimista. Hay que entender los grandes motivos humanos. Que la gente esté bien es fruto de algo que se sembró. Cuando hablo del bien común, uno 276
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de los componentes es un sistema educativo que consiste en la escuela y el colegio, pero hay un sistema privilegiado en la infancia, en el que se aprende el orden, la paciencia, el respeto a los derechos de los demás, el no tomar lo ajeno. Si eso se siembra, la educación es la garantía interna del bien común. “Un gran educador me decía ´dadme un niño a los 7 años, y yo respondo por él a los 21´. La educación genera grandes frutos. Podemos convenir que hay mucha gente que no necesita policías ni jueces. Si hacen algo nocivo, reparan, se disculpan, piden perdón. “No hay que excluir el factor demográfico. Leyendo autores, decía alguien que uno de los problemas serios es que los índices de mortalidad infantil no existen. Mi abuelita tuvo veinticuatro hijos, pero sólo cinco sobrevivieron. Era la cosa más natural del mundo. En alguna época, si las mujeres no morían en el primer parto, morían en el segundo o en el tercero. “A comienzos del siglo XIX, la esperanza de vida en Francia en mujeres era de 30 años, y en hombres era de 25 años. En 1940, en Costa Rica la esperanza de vida era de 40 años. Y es un dato dado por don Édgar Cabezas, del Hospital San Juan de Dios. “Ahora, ancianos, mujeres y niños no se mueren, y la aparición de niños es más rápida que la creación de escuelas y colegios, y más rápida que la buena formación de maestros”.
Omar Dengo -Entre los educadores mayores, se habla mucho de Omar Dengo. -Hay un personaje, un maestro, don Gamaliel Cabezas, con quien he hablado de estos temas de la educación. Él vivía en Atenas o Esparta, así, con ´t´. Imagínese los años que tendrá. Él quiso estudiar para maestro, y se fue para la Escuela Normal, con don Omar Dengo. Con sólo hablar con él uno nota que hay una diferencia cualitativa. Tres años de Escuela Normal hacían una gran diferencia. Todos los lunes había un discurso de don Omar Dengo, sobre temas importantes. Dice don Gamaliel que en los 3 años de Escuela Normal, él leyó 500 libros. Así, ¿cómo no iban a salir buenos educadores? “Si usted hace una encuesta entre los muchachos de Estudios Generales para ver cuántos libros han leído, cuántos libros completos, se da cuenta que son escasísimos los Camilo Rodríguez Chaverri
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lectores. Hay estudiantes que han leído dos libros en toda su vida. “Otro elemento importante es el de la exigencia moral. Por ejemplo, un día, el secretario de la Escuela Normal embarazó a una secretaria. Cuando se percataron de que don Omar lo supo, ni el secretario ni la secretaria volvieron a poner un pie en la Escuela Normal”. -¿Cómo debe ser la formación de un educador? -Hay tres clases de profesionales que tienen que prepararse en ambientes especiales, porque más que profesiones son apostolados: los sacerdotes, los maestros y las enfermeras. “La preparación es mucho más que el ámbito académico. Por ejemplo, seminario significa semillero. Recuerdo cuando hubo una escuela de enfermería que dependía del Ministerio de Salud. “Los maestros se formaban en un ambiente en que eran los más altos patriotas de Costa Rica. Vea el caso de García Flamenco, el maestro que murió en La Cruz, en el tiempo de Tinoco. “Los maestros se lanzaban por el país como cruzados. No tenían la seguridad del nombramiento ni tenían un régimen de pensiones. “Había una disposición distinta. Yo tengo diferencias muy grandes con el pensamiento de don Mauro, pero mire qué época: don Mauro se reunía los domingos con todos los maestros de San José. Ni el ministro ni los educadores podían perder el tiempo de trabajo entre semana”. -¿Le urgen héroes, le urgen íconos al gremio de la educación? -El prototipo es Gabriela Mistral. Los maestros no sólo educamos dentro de la clase. Tenemos la tremenda necesidad de ser los formadores de los niños. Antes había quién los formara bien. Ahora las cosas van sancochadas. Los congresos de profesores son reuniones de pachucos. En esas condiciones, ¿cómo va a hacer usted para sembrar la garantía interna del bien común? “En el campo de Costa Rica, había escuelas que llegaban hasta tercer grado. Cuando llegué a Tres Ríos, los peones, don Juan, don Sérvulo, que si acaso sabían leer, trabajaban mucho y ganaban poco, pero recuerdo los rasgos. Si venía una mujer, y estaban hablando algo indebido, decían ´cuidado, que hay ropa tendida´. Delante de las mujeres o de los niños nada de una broma. Si decían que sí, cumplían. Si decían que llegaban
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el lunes a las 6, llegaban a las 6 de la mañana. Y eran tan pobres, ganaban tan poquito. Pero eran gente honrada. “Se formaron en tres grados de la escuela y en la iglesia. Si las personas no van a la iglesia y la escuela no les da lo suficiente, salen hechos unos mostrencos. “Además, hay sabios intelectuales que son unos idiotas morales, como decía Unamuno”. -Usted crea la Escuela Normal Superior. -Cuando llegué al ministerio, dije que hacía falta una Escuela Normal Superior. Es que se necesitaban profesores que preparara el Estado para sus necesidades, no la UCR. “Por decreto se abre la Escuela Normal Superior, en 1968. Sólo en cursos de verano, se matricularon mil estudiantes, y mil estudiantes en cursos ordinarios”. -Pero su Escuela Normal terminó siendo una universidad. -De ahí nació la UNA. Don Lalo no entendió. Quiso hacer una gran gracia.
Entre horarios y huelgas -Fue un ministro muy polémico. -Me encontré varias situaciones difíciles. Por ejemplo, durante muchos años no se construyeron edificios escolares. Los directores de escuela se dividían las instalaciones. El edificio de la Escuela Corazón de Jesús estaba dividido en dos, la mitad para una escuela y la mitad para la otra. “Comencé a hacer edificios, y aumenté los horarios. Me costó que los vagos se molestaran un poco. Es que antes había hasta tres escuelas en un edificio, por lo que le tocaban apenas tres horas a cada grupo. Cada horario se elevó de tres horas a cinco horas y tanto. “Yo mandaba cajones llenos de acciones de personal, nombramientos, ascensos, traslados… Todo a máquina. Los mandábamos a finales de febrero, y las devolvían por ahí del 20 de marzo. Por eso es que no se podía pagar a tiempo. “Arreglamos ese problema con el Servicio Civil Docente, que es una oficina del Servicio Civil dentro del Ministerio de Educación.”. -Y se le juntaron la lucha por el aumento de las horas de clase y la falta de pago. -La lucha por el horario escolar era fuerte. Yo estaba empeñado en ampliarlo. Se comenzó a tramitar el Convenio
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Centroamericano de Educación Básica, que contenía los 200 días. “Como los maestros me habían hecho dos huelgas, don José Joaquín estaba muy preocupado. “Don Elías Quirós era el gerente del Banco Nacional. A él le molestaban mucho las huelgas. Cuando venía la tercera huelga, no sé cómo fue que hablamos, pero me mandó un recado para ver cómo hacíamos entre los dos para pagarle a los maestros. Recuerdo que me mandó a decir que le mandara las cédulas, el nombre y el monto. “Después, yo le repondría la plata, cuando llegara al ministerio. Llegaron con la noticia de una nueva huelga y yo les anuncié, ´señores, todo el maestro que quiera su sueldo, puede ir a cualquier agencia del Banco Nacional´. Desarmé a los que estaban peleando. Tiempo después, me enteré que el favor le dejó alguna pérdida al banco. Le mandé una nota, y me dijo ´nooombre, para lo que significa para el país, no fue nada´”. -He escuchado mucho del término “malavassiada”. -Cuando el Banco Anglo se inauguró en el edificio de la Universidad de Santo Tomás, hice una crítica muy fuerte a don Mauro y a los que la cerraron. Cuando llegué a la universidad, me dijo don Alberto Di Mare que había un acuerdo tácito de no tocar el tema. Al día siguiente, me atacaron don Beto Cañas, don León Pacheco, don Mario González Feo, don Cristián Rodríguez, y don Mauro Fernández, nieto de don Mauro. “Un día después, dije ´me han salido atacando un nietecito de don Mauro, un león que ya no ruge, un Mario feo y otro que no es tanto´. También les salí con unas razones fuertes y se quedaron callados. “Además, me hice muy amigo de Carlos Darío Angulo, quien me atacaba fuerte. Antes de las 7 de la mañana pasaba por ´La República´, donde trabajaba. Le pedía prestada una máquina de escribir, y ahí mismo contestaba las críticas de ese día. “Don Carlos Darío me decía ´condenado don Guillermo´. Teníamos la Asamblea Legislativa en contra y era muy brava. Decía don Constantino que a don José Joaquín no lo atacaban porque era muy querido, y que entonces me atacaban a mí para que a él le doliera, porque don José Joaquín me quería mucho”. -Usted fue un sacrificado ante los grupos de presión.
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-Los maestros presentaron el proyecto de ley de carrera docente, y se aprovecharon para especificar que habría sólo nueve meses de clase, y el resto sería tiempo de vacaciones. El convenio centroamericano ya casi debía ser ratific ado. Y en una reunión con todos los de la ANDE, le dice el presidente de la organización a don José Joaquín, delante de todos los dirigentes, ´señor Presidente, venimos a pedirle un favor, queremos que no vete este proyecto de ley´. Don José Joaquín les dijo ´tengan la seguridad de que si la Asamblea Legislativa lo aprueba, no lo voy a vetar´. En ese momento me acabé yo como ministro, porque yo estaba por los 200 días. Nunca se lo dije a don José Joaquín, pero renuncié al día siguiente. Me pusieron de Director Ejecutivo del INA. Cuando terminó su gobierno, yo también me fui. “Ese proyecto de ley lo firmó don Víctor Brenes. Vea los problemas que ha traído: los maestros se agarran de la ley, pero el convenio es superior a la ley”.
El hijo salió rayado -Su hijo Federico salió tan irreverente como usted. -Me gusta mucho su trabajo en la Asamblea Legislativa. Tiene vena política. Es muy estudioso, siempre está bien informado y tiene gran intuición para captar el valor de las personas. -Lo atacan diciendo que es terco. -Es de una decisión inquebrantable. No le importa quedarse solo, incluso en su grupo. Se queda con su posición salga el sol por donde salga. Las definiciones son importantes. Me encanta cómo defiende los derechos de las minorías. -Dicen que los libertarios no respetan la democracia, que no saben perder. -Hay un concepto equivocado de lo que es democracia. Creen que la mayoría manda y punto. Primero que todo, el país es una república. Eso asegura los derechos y las garantías individuales. Antes de la nueva Constitución, la de 1949, antes decía ´Costa Rica es una república´. Ahora dice que es democrática. “Lo que no entienden algunos es que en la república se respeta a las minorías. Nuestro Señor fue minoría cuando lo mataron. Si hubiera habido una minoría que se plantara, no habría pasado la Ley 4 / 3, ni habrían permitido los benefic ios a Vesco.
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“Admiro la valentía de Federico. A Otto (Guevara) también lo admiro, y lo quiero como otro hijo. Otto es un poco más suave. Federico es más rudo. Pienso como ellos. Soy libertario. “Costa Rica entró por un camino de estatismo, de fascismo larvado, porque se parte de que nada es posible sin el Estado, y nada es posible contra el Estado, y nada es posible fuera del Estado. Es una vaina. El Estado vende seguros, es educador, es guardián, hace caminos, es cocinero, es pulpero, es electricista, es telefonista y vende guaro. Se mete en cosas que no le tocan, por lo que se produce una burocracia espantosa. Por ejemplo, despacha muelles, y yo me pregunto, ¿por qué no pone eso en otras manos? -¿Se puede ser libertario y católico a la vez? -Los libertarios se ligan estrechamente con la Doctrina Social de la Iglesia, por ejemplo, por el principio de acción subsidiaria del Estado. Lo expone Pío XI, en la encíclica Cuadragésimo Anno: la autoridad superior no debe hacer todo, porque se enreda en todo, y le resta libertad a la sociedad. “Lo que le corresponde al Estado es enunciar y defender el derecho, y fomentar el bien en todas sus formas, pero no hacerlo todo. Aquí el Estado se ha puesto a hacerlo todo. Aquí los ámbitos de libertad son muy estrechos. Según la Doctrina Social de la Iglesia, la razón de ser del Estado es ser gerente del bien común, pero no dueño. Termina uno sometido, como un esclavo”.
Don Abel -¿Qué piensa del Presidente Pacheco? -Le tengo un gran cariño a don Abel. Le tengo cariño y respeto. Yo anduve en cosas de gobierno. Lo que yo entiendo es que en este momento gobernar en Costa Rica es dific ilísimo. Unos sembraron semillas de vainas inconvenientes, y Don Abel se encontró los árboles grandes. “Don Abel, en tanto Dios le dé salud, es capaz de resolver problemas en su gobierno. Tiene un modo particular de darle vuelta a las cosas, hasta encontrar una solución. Sabe hallarle la comba al palo. “Algunos sectores lo molestan sin razón. El ejemplo es cómo han atacado ese discurso de Monterrey. No tienen nada qué atacarle, nada más la referencia a la trigonometría. Fui
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brillante en trigonometría, pero la mitad de mis compañeros no entendían. “Vea cómo se mete a defender que las casas del Estado sean bien construidas, que no hagan cochinadas, con malos materiales, con malas paredes. Eso sí que es una cosa buena. La casa una sola vez en la vida se hace, sobre todo la casa del pobre. Ya era hora de que un Presidente pusiera orden en ese tema”. -¿Le complican el trabajo al Presidente? -Me pregunto cómo se puede arreglar el ICE o RECOPE con los sindicatos y las convenciones colectivas, que no son convenciones sino robos colectivos. “El único camino es devolver sus libertades a la sociedad, la libertad de iniciativa, la libertad de empresa. Son los derechos de la sociedad, el Estado es un servidor de la sociedad, no su dueño”. -¿Hay una salida para esos problemas? -El país ha encontrado soluciones integrales. Una de ellas es el solidarismo. Le di clases como a 50 mil trabajadores en la Escuela Social Juan XXIII, por invitación del Padre Claudio Solano. “Tengo bellísimos recuerdos y anécdotas. Al Padre Solano lo tenían amenazado de muerte, y un día, le sale un peón de un bananal, se acerca al carro, él se asusta, pero simplemente era para preguntarle si podía aplicar en su casa todo lo que estaba aprendiendo. Y otro día, una mujer me preguntó qué le habíamos hecho al marido, que le llevó el desayuno a la cama. El hombre estaba transformado. “El trabajar unidos en lugar de trabajar enfrentados es fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad. En la Escuela Social Juan XXIII noté la afinidad de esos peones con el cristianismo. Lo que había que hacer era ayudarles a hacer el empate, el puente”. Ojo, abril 2004
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Guido Sáenz
Patriarca de nuestra cultura
Estaba en la escuela cuando se le ocurrió convertir el garage de su casa en caja de sorpresas. Así nació su primer proyecto cultural. Tenía un pequeño teatro en el parqueo del carro de su papá. Cobraba botellas para entrar. Contaba con un pequeño proyector de cine, y los niños del barrio disfrutaban de las películas de Charles Chaplin a cambio de unas cuantas botellas, que el pequeño Guido le vendía a un señor que pasaba una vez por semana con un carretón. Pero no se limitaba a ser el propietario de aquel universo en miniatura. También era parte del espectáculo. Cuenta que tenía facilidades para la magia y que se las daba de prestidigitador. Fue entonces que el alma se le contagió de ese mundo de abismos y encantos del arte y la cultura. Ha vivido a plenitud ese mundo, como si fuera a morir al día siguiente. Y como que nació con esa marca en el sino. Cualquiera juraría que si El Principito hubiera crecido, entre el sombrero y la rosa, hubiera sido idéntico a él. Creció entre los grandes íconos de la cultura de esos tiempos, como Yolanda Oreamuno, Paco Zúñiga, Max Jiménez, Quico Quirós, Francisco Amighetti, Abelardo Bonilla, Manuel de la Cruz González y José Marín Cañas. Y después de estudiar Teatro en Loyola y Piano en Boston, fue parte del proceso de profesionalización del arte de las tablas, al lado de Lenín Garrido, José Trejos, Guido Fernández, Ana Poltronieri y Kitico Moreno. Por eso, cuando llegó al ministerio de Cultura, nacido medio año antes, tenía claro qué se necesitaba en el país. Y en los seis años que fue viceministro y los dos que fue ministro
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nos dejó la más impresionante obra en cultura de nuestra historia. La profesionalización de la Sinfónica Nacional, la creación de la escuela de música que fue su programa juvenil, el Museo de Arte Costarricense, La Sabana y el Teatro Melico Salazar son parte de su legado a Costa Rica. Con esos atestados, más cientos de entrevistas de cultura para la televisión, obras de teatro, pinturas y artículos, llega al Ministerio de la Cultura don Guido Sáenz, como quien vuelve a su casa.
La casa de su espíritu Me espera en el corazón del patio de su casa. Parece un rey pequeñito, frágil pero con un águila en los ojos. Y su castillo es el sitio donde está su casa. Entre robles y sabanas rosadas, el viento danza con sus ojos abiertos, como imponiendo serenidad y silencio. Me espera con una sonrisa de gato, como un felino de piedra, que echa agua entre los bigotes, y está justo en la entrada de su casa. Lo primero que me cuenta es que el felino era de su mamá, la enorme pintora Luisa González, quien lo usaba junto a una pila para tortugas, entre las que había una que él recuerda con mucho cariño y que se llamaba Doña Goya. “Goya” es una palabra apropiada para tener en la mente cuando uno entra en la casa de este gigante de la cultura. Apenas en la puerta, nos recibe una colección de libros sobre pintores, y, abierto, un libro sobre la obra del escultor Jorge Jiménez Deredia. Es la casa de un artista. Y de alguien “tocado” por el mundo de animales y de plantas que nos rodea. Por ejemplo, lo entrevisto en una sala de estar, con un techo artesonado y cuatro horcones, de manera que para tres puntos cardinales que uno dirija su mirada, siempre se encuentra con plantas. Y hacia el cuarto punto cardinal está la pared que junta ese espacio con el resto de la casa. Allí, en medio del blanco de la estructura de cemento, reina una pintura de él, también de flores y de ese manto verde que lo impregna todo. Hay orquídeas por doquier, y cantan los pájaros por aquí y por allá, no todos a la vez, como si los tuviera amaestrados y les pagara para que se lucieran como fondo musical mientras él habla.
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En medio de la tertulia, sólo lo detienen dos cosas: una es el teléfono, porque lo llaman para felicitarlo, sin tregua. La otra es una libélula que se mete por una de las ventanas y no puede salir. Se acerca y con ternura la toma entre las manos. -Venga, gallito, salga por aquí, con cuidado. Cuando la suelta, está de espaldas a mí, y el ´gallito´ sale volando en medio del fondo de colores que generan tantas flores y tanto desorden vital de la naturaleza. -Quería vivir en un lugar donde pudiera ver a mis nietos mientras corren. Lo consiguió. En esta propiedad están las casas de tres de sus cuatro hijos. Y no sólo corren los nietos: en pleno centro de Escazú se oye un concierto de gallos y de perros.
Magia de una voz La sala parece una pecera de artistas. Dos obras de Paco Zúñiga y una de Paco Amighetti coronan una pared en cuya base descansa un viejo y elegante tocadiscos. Es en ese mágico aparato en el que aparece la voz luminosa de Daniel Oduber. Es una voz que denota un carácter y descubre el espíritu eternamente joven de un estadista. La grabación corresponde a uno de los últimos discursos de Oduber como presidente. Está en La Sabana, junto a lo que fue un viejo aeropuerto. Las palabras del presidente se ponen de pie, se quitan el sombrero y le hacen honor a un hombre pequeño y liviano cuyo peso en nuestra historia lo convierte en un roble maduro y saludable. Las palabras de Oduber salen danzarinas, como hadas, para impregnar la sala con sus colores. “Junto a este monumento de Paco Zúñiga, quiero decir que toda la cultura universal nos ayuda para vernos a nosotros mismos. La alegría más grande que me ha dado Guido Sáenz, y que se eternizó en esta obra, es poder como presidente, a pocos días vista de terminar mi período, ver este gigante que se ha levantado en La Sabana. No debería hablar de Guido Sáenz, porque entre amigos no nos gusta hablar de nosotros; pero de no haber sido por su tesón, su fuerza, su valor, sus noches de insomnio y de angustia, nada de esto hubiera sido posible, creo que todos los que apenas colaboramos en esta obra, no hicimos más que incendiarnos con la pasión de Guido Sáenz. El espíritu de un hombre, su valor y su energía, son valores que se olvidan por el temor, la duda, y la envidia. La Sinfónica Nacional, el Teatro Melico Salazar, el Monumento al Agricultor y hoy el 286
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Museo de Arte Costarricense y La Sabana... Gracias a Guido Sáenz por todo lo que nos está dando”.
Todo suyo... Cuando llego a su casa, todavía está conmovido por la reciente llamada de doña Marjorie de Oduber, quien le llama para sintetizar en una frase todo aquello que le dijo Oduber hace un cuarto de siglo. —Guido, it is all yours. Claro que sí. Fue tan vasta y fecunda su obra pública del 70 al 78, y brilla tanto después del paso de las décadas, que no sería raro que alguien lo proponga Ministro Vitalicio de Cultura. Por eso, cuando el presidente Abel Pacheco anunció su nombre al frente de la cultura, los medios y la gente del mundo del arte casi ni mencionaron el hecho de que sea liberacionista. Menudo detalle para quien durante veinte años llegó a la casa de los costarricenses con lo más exquisito y sagrado del arte, la música y las letras, por medio del programa “Atisbos”, la entrevista convertida en un género literario que acostumbraron insertar en el formato de la pantalla chica. Don Abel lo llamó a su casa por agradecerle que aceptara el puesto. “Estoy conmovidísimo. Que privilegio para mí, qué maravilla que sea en mi gobierno que volvamos a tener cabalgando a Don Quijote. Yo seré su humilde escudero, el Sancho Panza. Usted cabalgando con la lanza en ristre, y yo su humilde escudero”. Así le dijo don Abel, el poeta, vía telefónica.
Buena mano del destino El destino colocó a Guido Sáenz en el epicentro de todos los agitamientos pictóricos y en el cráter de todas las erupciones de colores de principios del siglo XX. En su casa se reunían las figuras mayúsculas de esa época. Yolanda Oreamuno, Pepe Marín Cañas, Abelardo Bonilla, y los más importantes pintores de la generación, con Quico Quirós como el gran jefe. “Quico tenía un liderazgo innegable. Era un maestro. Una frase, una palabra, un gesto de Quico, viraba el sentido de una tertulia o una discusión”, afirma don Guido. En ese entonces, los veía como gigantes, literalmente, los veía para arriba por ser él tan chico... Camilo Rodríguez Chaverri
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“Quico Quirós descubrió el paisaje costarricense, y por ser el líder, arrastró con él a su generación. Pintores tan valiosos como Manuel de la Cruz González y Margarita Bertheau, formaron lo que se ha llamado la generación nacionalista. Eso que decían de que pintaban siguiendo directrices de la oligarquía es falso y es ridículo. “Quico conoció a Joaquín Sorolla, y le quedó claro que él podía hacer algo similar con el paisaje costarricense. Por eso, tradujo el iluminismo de Sorolla y la obra de los impresionistas. Casi inventó el paisaje costarricense pictóricamente. “Manuel de la Cruz González, quien era un excelente pintor y un notable dibujante, me decía que la pintura de Costa Rica se divide en antes y después de Quico”, recuerda don Guido. Otra figura monumental que marcó su niñez fue don Pepe Marín, el autor de novelas tan notables como “Pedro Arnáez” y “El Infierno Verde”, que nació a partir de los cables que recibía él acerca de la Guerra del Chaco. “Pepe Marín llegaba todos los domingos a una finquita que tenía mi papá en Santa Ana. Ahí tenía una una pila de natación. Cuando eso no había piscinas, sino pilas, que se originaban de un arroyito o una acequia que estuviera limpia. Llegaba con sus hijos, José Luis, Berta y Eyda. Me quedaba viéndolo, absorto. Era el hombre más brillante que he conocido en mi vida. Un gran conversador, era exagerado y cuando hablaba con uno parecía que estuviera discutiendo. Hablaba como si estuviera mordiendo en el aire... Su vehemencia me deslumbró siendo un chiquillo”. Aunque en esa época, Joaquín Gutiérrez estaba metido entre las bananeras y los sindicatos, y no fue posible que se acercara a aquellas tertulias, luego se convirtió en uno de los escritores más cercanos a él, y “la taquilla segura” en Atisbos. “Cuando llevaba a Joaquín Gutiérrez, de seguro se me llenaba aquello de cartas y telegramas. La gente lo quería muchísimo, y él era una maravilla mientras no le tocara uno lo político. En ese ámbito era obcecado y beligerante”. “Soy muy respetuoso de lo político. Por ejemplo, la gente me pregunta que si ahora que Abel me llamó para el Ministerio de Cultura voy a dejar de ser liberacionista. No. Yo seguiré siendo liberacionista toda la vida, o hasta donde dé el partido...”.
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Entre artistas y aventureros Don Guido es bisnieto de Pepe Feo, uno de los más importantes colonizadores de las selvas caribeñas. Además, uno de sus abuelos era canario, don Eloy González de Betancourt, y se vino a aventurar por estas tierras. Otro elemento que permite valorar su carácter es que tuvo una madre atormentada por el destino, ya que su mamá, la abuela de don Guido, doña Luisa Feo Pacheco, murió durante su parto. “La vida de mi mamá estuvo marcada por la muerte de su madre”, cuenta don Guido. “Una vez hospedé a un pintor español muy amigo, y él se quedó largo rato observando las pinturas de mi madre. Luego, de manera grave, se volvió a mí y me dijo, -Pero Guido, esta señora la debe haber pasado muy mal”. Fue otro ex ministro de Cultura, Carlos Francisco Echeverría, quien explicó mejor la obra de la gran Luisa González en un ensayo que se llama “Una mirada sonriente a lo terrible”. No obstante, esa artista que se exorcizaba en sus obras no fue la única influencia familiar para el joven Guido. Su papá no era un artista consumado, pero sí fue un tallista notable. “Mi padre fue un importante soporte para que mi madre pudiera hacer su obra. Siempre organizaba las excursiones de la familia a Escazú y a Santo Domingo. Si Escazú –donde vive– es bello ahora, imagínese en esos tiempos. Era el pueblo más lindo. Las callejuelas de piedra, con caño en el centro, eran muy hermosas, y en sus caños deambulaban patos, cerdos y perros. El pueblo de campesinos humildes y casas de adobe, donde había que jalar el agua del río o del pozo, en baldes, era el motivo de los pintores de la época”. Creció entre las exposiciones de esa generación, siempre en el Teatro Nacional, de 1928 a 1937. Los más exquisitos intelectuales escribían sobre sus obras. Era frecuente leer críticas periodísticas de Emilia Prieto, Max Jiménez, Enrique Macaya, y los mismos Pepe Marín y Abelardo Bonilla discutían sobre lo particular y los alcances de cada uno de nuestros pintores. Don Guido explica que esa generación que lo marcó tuvo una etapa de cohesión similar a la que han tenido casi todos los movimientos pictóricos de la historia. “Los expresionistas, por ejemplo, destacaron como movimiento de 1905 hasta el momento de explosión de la Primera Guerra Mundial. Es en Camilo Rodríguez Chaverri
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más o menos diez años que se consolida el estilo. Ocurre también con la generación de Quico, Manuel de la Cruz y mi madre. Tenga en cuenta que Paco Zúñiga se va para México en 1936. Realmente iba para España, pero la Guerra Civil Española lo detuvo y se quedó en México. Cuando se fue tenía 23 años, así que ya estaba formado”.
Entrometido, por dicha Le pregunto por otra figura sobresaliente de la época, Max Jiménez. “También lo recuerdo en mi casa. Max era miembro del grupo ´Círculo de Amigos del Arte´, donde se encontraba con los gigantes de los que siempre hablo, como Marín, Macaya, Bonilla y Salazar Herrera. Todos ellos eran como tíos míos. Siempre fui entrometido. Me fascinaba todo ese movimiento, esa fascinante ebullición. Mi casa era un epicentro. Y de todo esto hablo en mis memorias, que están a punto de aparecer en la Editorial Costa Rica, donde gracias a Dios aprobaron su publicación antes de que me llamara Abel para el ministerio, porque si no hubieran dicho que me lo publican por argolla”, dice don Guido, cuyas memorias se titulan ´Piedra Azul: atisbos en mi vida´. Allí no sólo cuenta de sus luchas en materia de cultura. Don Guido redescubre sus años en la Escuela Buenaventura Corrales, donde se hermanaban el hijo del comerciante rico y el hijo del zapatero. Luego estuvo en el Colegio Seminario, y de ahí pasó a la Universidad de Loyola, donde estudió un año de Humanidades con Teatro como materia principal. Al concluir ese curso lectivo, decidió trasladarse a Boston para estudiar Piano, y dos años después tuvo que regresar al país pues una grave enfermedad afectó a su papá y lo puso al frente de la empresa familiar, la Ladrillera La Uruca, que ahora está al mando de sus hijos. Tenía 20 años cuando el destino lo arrancó de manera furtiva de sus estudios y lo puso a cargo de deudas, planillas, empleados y todo lo que conlleva una empresa. Salió de Costa Rica en 1947 y volvió en el 50, por lo que no vivió los años de la Guerra Civil, ni lo que la antecedió ni los hechos de la transición a través de la Junta Fundadora de la Segunda República. Siete años más tarde entró al teatro, pues sus amigos José Trejos y Lenín Garrido sabían que había estado estudiando el mundo de las tablas en Loyola. Se montó al barco con Daniel Gallegos, Ana Poltronieri, José Trejos, Lenín Garrido, Guido 290
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Fernández, Anabel Quesada, Irma Gallegos y Kitico Moreno. Junto a Kitico hizo yunta en muchas obras. Se convirtieron en una pareja maravillosa, así como ocurrió con José Trejos y la Poltro.
El mejor teatro Eran los tiempos en que nuestro humilde pero muy digno teatro se ocupaba de traer al público costarricense lo mejor de O´Neill, Chejov, Pirandello, y clásicos como Moliere. Era un trozo de paraíso, como una fotografía de la infancia y vista en tercera dimensión, pues Guido fue promotorde la cultura desde muy pequeño, en el garage de su casa, como ya hemos visto. Es la época del Arlequín, que fue un espacio muy formativo para todos. “Me ´volé´ 8 años en teatro de cámara. Le debo mucho a esta gente. Por ejemplo, le debo muchísimo a Guido Fernández (qdDg). Guido siempre me apoyó. Fue director de La Nación durante 12 años, y en ese tiempo todo lo que yo hacía a favor de la cultura era de verdad noticia gracias a él”. Dice don Guido que el teatro costarricense le debe muchísimo a Jean Moulaert. “Le debemos el habernos puesto en rigor, en disciplina. Éramos un montón de gente con mucho amor al teatro, pero sin hacerlo profesionalmente”. El joven Guido, con 26 años, era vital para el proyecto del Arlequín. En Loyola, había aprendido a maquillar, y conocía de Stanislavsky. Deja las tablas en el 68, con dos sellos de oro, “La colina”, de Daniel Gallegos, y “La visita”, de Durrenmatt. “Daniel Gallegos es un gran dramaturgo. Cuando leí La colina ´se me arrolló la lengua´, como diría él”. Aunque después de que dejó las tablas se metió en la función pública, nunca dejó de apoyar personalmente al teatro. Siendo don Beto Cañas el primer ministro de Cultura, don Guido le ayudó en lo que fue su más grande proyecto cultural, la creación de la Compañía Nacional de Teatro. Y cuando llegaron a Costa Rica los Catania y los Gaete, don Guido fió a los aventureros que iniciaron con el Teatro del Angel, porque en ese momento la ministra de Cultura era Carmen Naranjo, y un hermano de ella era gerente del Banco Nacional, por lo que no podía ayudarles con su firma. Lo marcó la relación con Don Pepe y Oduber, dos de los más cultos presidentes de nuestra historia. Para él, Don Pepe
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era un autodidacta extraordinario y Oduber un hombre culto de academia. “Cuando me encontraba a don Pepe, le preguntaba si había leído tal o tal otra obra, porque nos sentábamos a comentar autores. Un día le pregunté si había leído ´La sala número seis´, de Chejov, que yo acababa de descubrir. Me dijo que no, y yo se la envié. A la una de la mañana, o sea, pocas horas después de que recibiera el libro, me llamó, y me dijo, -Aquí estoy, Guido, viera qué borrachera de Chejov me tengo.
También pintor Y lo último que le conocemos es su maestría con las tonalidades y la reinvención que hace de la naturaleza que también embriagó a los suyos, a su madre, a Quico Quirós, a Manuel de la Cruz. “En esto de la pintura, como en muchas otras cosas de mi vida, mi esposa fue providencial. Un día ella llegó con un regalo para mí. Era un montón de pinceles, botellas de trementina y pinturas. ´Ahora sí, ponete a pintar´, me dijo, y se me desató esta nueva pasión creadora, este hermoso desenfreno.. Fue hace poco más de una década, y ya don Guido ha realizado numerosas exposiciones, la más reciente con obras suyas, de su hermana, de su padre y de su madre. Fue director del SINART durante los dos últimos años del gobierno de José María Figueres y sigue con la idea de que los medios de comunicación estatales deben estar al servicio de la cultura, los valores y la educación. Y, ahora, ¿qué le espera a don Guido como ministro de Cultura, un cuarto de siglo después de que salió de allí, lleno de éxito? “El país está en ciernes. Está vigente aquella famosa frase de Beto Cañas de que había que crear un ministerio de Cultura para que no exista gente que pregunte para qué un ministerio de Cultura. El ministerio se ha adormecido. Miguel Angel Rodríguez le redujo el presupuesto. Yo le dije a Abel que necesitamos importantes mejoras en el presupuesto. En cultura todo está adormecido. Hay que despertar, reactivar, reanimar todo”. El 3 de mayo de 1978, sólo cinco días antes de que acabara el gobierno de Oduber, inauguró La Sabana y el Museo de Arte Costarricense. El primer cuadro que recobró vida en una de sus paredes fue ´El Portón Rojo´ de Teodorico ´Quico´ Quirós.
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“Dije que yo mismo lo iba a cargar, y que lo iba a colocar en una de las paredes. Y cumplí”. Cumplió con los profundos clamores de su alma, y también con su infancia, con su madre, con su gente, con su patria... Si pudo hacer tanto en dos años como ministro, ¿qué no podrá hacer en estos cuatro años? Su historia personal nos hace esperar grandes obras. Ojo, julio 2002
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Alberto Cañas
La pasión ambulante
Alberto F. Cañas Escalante es uno de los más importantes íconos políticos y una figura literaria capital del país. Él admite que, incluso, lo han tomado de oráculo en política. Pero el amigo personal de Don Pepe; autor del libro “Los Ocho Años”, acerca de los hechos políticos ocurridos entre 1940 y 1948; fundador del Ministerio de Cultura y la Compañía Nacional de Teatro; ex diputado controversial; ex Presidente de la Asamblea Legislativa; conciencia viva de Liberación Nacional y ahora motor moral e intelectual del Partido Acción Ciudadana es, primero que todo y por mucho, uno de los más importantes dramaturgos y cuentistas de la historia de la literatura costarricense, así como uno de los periodistas que mejor ha ejercido la promoción cultural y un novelista ambicioso. No hay derecho a que la mezquindad nacional le haga sombra al escritor por el político. Los relatos de “El gallo pelón”, o “La exterminación de los pobres y otros pienses”, o “Crisantema”, deben estar en todas nuestras antologías. Y obras como “Una bruja en el río”, “La Segua” o “Uvieta” han marcado a generaciones enteras del teatro costarricense. Y es que detrás de ese hombre de 82 años, enérgico y provocador, que ilustra lo que dice con unas cejas que salieron del mar y suben y bajan como las olas; con unos gestos desafiantes y con una voz que no se parece a las otras, hay un personaje que resulta imprescindible para Costa Rica por su afán creativo, su carácter aguerrido, su búsqueda de la confrontación, su defensa de la historia, su apego a los valores y su vocación por la palabra. Es un gigante de nuestra cultura que nació para el debate y la polémica en un país mojigato, en el que hasta los grandes casi siempre prefieren evadir la fricción, y el silencio es la
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última respuesta en cualquier discusión. En cambio a don Beto la actitud desafiante lo conserva joven y lúcido. Detrás de él hay una condensación exquisita de historia patria, así que volaremos por encima de la política y la función pública, sin ignorarlas, pero teniendo en la mira siempre al escritor y al hombre que nunca ha dejado de inventar, de fabular, de recrear el mundo con sus ojos y su dominio exquisito del arte de contar.
Memoria de una leyenda Alberto F. Cañas Escalante nació en San José, en el barrio La Peni, como le dice él, donde ahora está el Ministerio de Planific ación, a cuadra y media del Banco Nacional. Nació en 1920, el 16 de marzo, cuando el país apenas se reponía del golpe al alma nacional que fue la única dictadura del siglo XX, la de los hermanos Tinoco, cuya memoria ha sido meneada con ganas por Don Beto (un hijueputazo siendo diputado hizo vibrar la Asamblea Legislativa, levantó polvo y risa, y lo convirtió en un personaje inolvidable en el arte de ejercer control político en el Parlamento). Sus papás, don Alberto y doña Claudia, respondían a la media costarricense. Ella era maestra retirada y él trabajaba en comercio, tenía una imprenta donde se tiraba el Diario de Costa Rica, y luego una oficina de agencias. Sólo tuvo una hermana, Amalia, quien murió en 1969. El pequeño Beto estudió en la Escuela Buenaventura Corrales, en el Edific io Metálico, y tuvo entre sus compañeros de clase a Manuel Aguilar Bonilla, Alfredo Cardona Peña, Jorge Arguedas Truque, José Rafael Echeverría, Jorge Hine, Ricardo Castro y a deportistas como Hernando González y Chales Silva. Asimismo, formó una fraternidad con quienes estuvieron junto a él desde primer grado hasta sexto año de universidad, Arnoldo Baudrit y Luis Casafont. Un año atrás venían también Danilo Jiménez y Daniel Oduber. La primera huella imborrable fue una iniciación mágica: aprendió a leer a los tres años. “Mi hermana me enseñó. Nadie sabe cómo. En la escuela éramos lectores. Pasé entretenido desde muy niño con Julio Verne, Salgari, las novelas de aventuras. A la salida de la escuela mi primo Ricardo Castro y yo nos íbamos a la Biblioteca Nacional “Mi mamá fue alumna de Joaquín García Monge. Cuando tenía seis años, fue a consultarle qué hacía conmigo, que si me metía a segundo grado, y él le dijo que no, que era mejor Camilo Rodríguez Chaverri
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que estuviera en primer grado porque no era lo más adecuado que tuviera que compartir con niños mayores. “Fue un pésimo consejo, porque llegué a aburrirme. Fui problema casi siempre, aunque tuve años en que las maestras, muy comprensivas, me entendieron. Me fue muy bien en segundo, muy mal en tercero, en cuarto me cambiaban de aula a cada rato y no lo perdí porque al final me llevaron al aula de Alberto Muñoz, un maestro de Liberia. A él le debo no haber parado en el presidio”, confiesa don Beto.
Isaac Felipe y Obregón Más tarde, en el Liceo de Costa Rica, se encontró con Roberto Fernández, de quien no se ha separado, y con quien más tarde fundó la página humorística La Piapia, en la que también participaba, desde el principio y hasta el final, el periodista y escritor Álvaro Fernández Escalante. Sus grandes amigos de toda la vida han sido Roberto Fernández, Toño Cardona y Jorge Arguedas. Aunque algunos creen que la cercanía con Daniel Oduber fue definitoria, don Beto recuerda que fueron íntimos amigos durante apenas tres años, en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. “Llegué al colegio a divertirme más que a estudiar, pero siempre me quedaba en algo para marzo: un año fue en dibujo, otro año en física y otro en agricultura. Ya en cuarto año me dio pena, y fui un mejor estudiante”. En el Liceo tuvo grandes profesores. Por ejemplo, en Castellano a Matías Gámez Monge, Samuel Arguedas e Isaac Felipe Azofeifa, que se había ido para Chile en el 28 y volvió en el 34. “Mi encuentro con don Isaac fue el encuentro decisivo. En ese momento don Isaac era un hombre joven, con ideas nuevas. Él y Carlos Monge, que era profesor de Historia, pero que no me tocó a mí, revolucionaron el Liceo y la educación. “Además, en Historia, me tocó a Rafael Obregón, y no lo cambio por Carlos Monge, como le decía yo a don Carlos. Creo que ahí fue mi formación, que seguí los pasos marcados en el último año, con Obregón e Isaac Felipe. Esos dos nos volvieron al revés. Isaac Felipe venía de Chile con ideas nuevas y con la influencia de los Frentes Populares. Eran los años posteriores a la Gran Depresión y el New Deal de Roosevelt, y la época de la Guerra Civil Española. 296
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“Sin embargo, a mí, primero que todo, me orientó la lectura en casa. Recuerdo que cuando tenía unos 15 años, papá me puso a leer a Valle Inclán, a Dickens, Víctor Hugo y Rómulo Gallegos. Con Isaac Felipe me puse a leer a los contemporáneos, a Pirandello, Pearl Buck, Lewis y Joyce. A Joyce no pudimos entrarle. “También nos metió muy hondo en los griegos, y tuvo la inteligencia de no ponernos a leer El Quijote, sino El Buscón de Quevedo y El Lazarillo de Tormes. Eso sí, dio una larga lección sobre El Quijote, y puso como tarea a los griegos, una pieza de Esquilo, una de Esopo, una de Aristófanes, y capítulos muy buen escogidos de la Odisea y la Ileada. “Contra todos los pronósticos, nos gustó más la Ilíada que la Odisea, por la buena selección del capítulo. A los años, pude constatar que prefería La Ilíada. Fuera de clase, nos inició en Neruda y en García Lorca, a quien asesinaron en ese tiempo”.
Semillero Y quizás lo más importante que hizo don Isaac fue que formó un grupo que se llamaba el Centro de Estudios de Castellano, que era algo así como el club de lectura que aparece en la película “La Sociedad de los Poetas Muertos”. “Recuerdo que ahí estaba Eloy Morúa. Éramos nueve o diez, porque escogió tres o cuatro de cada quinto año. Ese centro era para discutir lecturas. Ahí empezaba uno a escribir. Y Don Isaac no cometió nunca el pecado de poner a los estudiantes a criticarse entre sí, que es un grave error de los talleres. Yo al taller de Laureano Albán lo llamaba la Dos Pinos, porque llega leche del Irazú y de las llanuras de Nicoya y sale igual, homogenizada. En cambio, Azofeifa sostenía la mula con cada uno”. Su paso por la secundaria coincidió con el 50 aniversario del liceo, y entre las actividades de celebración hicieron un concurso literario. Lo organizó don Isaac Felipe, y contaba con un jurado de estudiantes. Por ejemplo, trajeron a Victoria Garrón del Colegio de Señoritas. Don Beto ganó el de cuento y el de poesía. Eso le hizo caer en el ámbito de don Rogelio Sotela, que era un gran promotor en esa época. “Don Rogelio me llevó a leer el poema con el que había ganado en Atenea. Isaac Felipe estaba feliz con lo que estaba consiguiendo. Imagínese que había poca plata
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para el premio y Azofeifa compró dos libros para darlos de premio. “El poemilla se publicó. Se llamaba ´El Punto Guanacasteco´. El cuento no se publicó porque era muy largo, como de 50 páginas, y tuvo que ser muy malo”.
Universitario inquieto “Estudié Derecho por un lado porque me interesaba, pero por otra parte porque no había otra opción. No tengo cara de farmacéutico ni de agrónomo. Aparte de sociología, en esa escuela no había nada más que derecho litigante. “Así que seguí en lo que estaba. En esos años de la universidad escribía poemas, y de cuando en cuando aparecía un poemilla en una revista estudiantil. También empecé a escribir cuentos de verdad, y en el año 41 don Joaquín García Monge me publicó uno en el Repertorio Americano. Estaba en cuarto año. Todo lo que había escrito antes desapareció. Lo destruí. Pero ese cuento sí lo conservé, y lo rescaté en ´Los cuentos del gallo pelón´”. El cuento del Repertorio generó una reacción muy favorable. José Pijuán, un importante crítico español que estaba en México, le mandó una carta a García Monge diciendo que era maravilloso. Y lo reprodujeron en un periódico de La Habana. En lugar de animarse, la publicación del cuento como que lo paralizó. “Después intenté hacer unos ensayillos teatrales que no condujeron a nada, y de pronto dejé de escribir poesía. Simplemente paré y dije ´no más´. “Me mantuve jugando con la prosa, escribía uno o dos cuentos al año, muy malos, que no he rescatado. Y estaba muy ocupado con la política. En la universidad tuve el encuentro decisivo con Rodrigo Facio, yo tenía 18 y él 21. Nuestro encuentro fue en ese grupo que se llamaba ´Asociación cultural de estudiantes de Derecho´, y que desembocó en el Centro de Estudios de los Problemas Nacionales, apadrinados por Carlos Monge e Isaac Felipe Azofeifa. “La idea del centro la trajo Brenes Mesén, quien había estado dando clases en una universidad de Estados Unidos, durante más de 20 años, y que se fue del país en 1919 porque había sido Ministro de Educación de Tinoco. “Brenes Mesén había sido profesor de mis padres. Como poeta, lo encuentro demasiado místico, teosófico, pero era un buen poeta. En uno de sus libros, Eugenio Rodríguez ha 298
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trascrito una conferencia de Brenes Mesén, que fue muy importante para mi generación. Él llegó en el 39. Era una figura intelectual de primera línea. “Llegó a Costa Rica y observó que estaban preparando como candidato único a Calderón Guardia. Esa fue la razón más importante de la conferencia, en la que estábamos todos los de Derecho, muchos de Farmacia y algunos liceístas. Nos dijo que entendía que estuviéramos inconformes y que por eso hacíamos desfiles en las calles. Nos dijo que no podíamos dejar de leer. Recuerdo una frase muy importante, ´lean mucho pero no crean que las soluciones están en los libros´”.
Brenes Mesén “Me parece que Brenes Mesén se adelantó a Haya de La Torre, con la teoría del espacio tiempo histórico. Decía que el gran error de los marxistas era que creían que todas las soluciones estaban en los libros. “Nos dijo que no sabíamos qué era lo que estaba pasando en este país, que teníamos que prepararnos teóricamente, pero que debíamos dejar las tablas de la universidad e irnos a los campos, que debíamos utilizar los domingos para ir a las cabeceras de los cantones y meternos a los mercados. Era el cleaning house de lo que íbamos viendo. “Brenes Mesén nunca visitó el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. Vea qué honesto que era. Nunca quiso dirigirnos. Esa conferencia fue vital. Él era muy literario, muy declamatorio. Empezó diciendo: ´yo soy una llama, yo quiero ser un fuego, yo quiero encenderlos e incendiarlos´. Esa conferencia debió haber sido en julio del 39, en las vísperas de la guerra, y el Centro se fundó en marzo del 40”. Y en cuanto a la literatura, en esos años del Centro descubrieron a Kafka. “Alguien se encontró ´El Proceso´, de Kafka, y aquello nos maravilló. También éramos lectores de Mallea, un argentino que ahora no hay quién lo soporte, pero en ese tiempo nos inspiraba ´La historia de una pasión argentina´”. Don Beto recuerda que para esa época, tuvo mucha influencia aquí Plinio Mendoza Neyra, padre de Plinio Apuleyo Mendoza, el gran amigo de García Márquez. Era el embajador de Colombia. Y el agregado cultural era el poeta Germán Pardo García.
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Fueron Mendoza y Pardo quienes publicaron la primera edición de la novela “Juan Varela”, de Adolfo Herrera García. Era el momento luminoso de la Colombia de Alfonso López y Eduardo Santos.
Don Pepe “Conocí a Pepe cuando regresó del exilio, en el 44. Llegaba a tomar café con nosotros, en el bufete, porque ya había conocido a Chalo Facio, en México. Llegaba con Chico Orlich y Alberto Martén. “El bufete de nosotros lo habían iniciado Rodrigo y Chalo Facio, luego estuvo Fernando Fournier, y yo llegué de cuarto. Pepe tenía su cuartel general en el bufete de Alberto Martén, en el pasaje Dent, y nosotros estábamos a media cuadra, en una esquina de la Avenida Central. Ahí empezamos a cultivar amistad con Pepe”, recuerda don Beto. En el 45 se funda el Partido Socialdemócrata, una fusión del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales con el grupo Acción Democrática, en el que estaban Don Pepe, Don Chico y el Doctor Valverde. Era un grupo salido del Partido Demócrata de León Cortés. Cañas ya estaba trabajando de periodista. Otilio Ulate le había dado una columna en el Diario de Costa Rica, que la había hecho él toda la vida. El heredero la escribió de 1944 a 1948. Admite que en esos años si acaso escribía un cuento al año. Fue Embajador ante las Naciones Unidas en el período 48-49 y fue Secretario de la Junta de Gobierno durante los últimos 15 días, cuando Daniel Oduber renunció porque se iba de embajador a París. En el 50 fundan el periódico “La República”, y Don Beto es su primer director. “Un periódico lo hacíamos con 6 ó 7 personas. Me tocó hacer de todo. Lo único que no hacía era el pregón”, dice. Ahí estuvo hasta el 52. En ese momento, Oduber, quien era el secretario general del partido, le encargó a Roberto Fernández que escribiera sobre la huelga de los brazos caídos y a él que escribiera sobre el período de los ocho años, sobre lo ocurrido del 40 al 48.
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Los Ocho Años “Fue en ese momento cuando me senté a escribir en serio. ´Los Ocho Años´ es un libro muy periodístico. La idea era que se pudiera publicar antes de la campaña de Don Pepe, pero se publicó tres años después, porque fueron quebrando sucesivamente las imprentas a las que se le encargaba”. El libro aparece en noviembre del 55, y suscita muchísimos comentarios. “Lo que dijeron Abelardo Bonilla y Pepe Marín Cañas me animó a seguir escribiendo. Pepe Marín murió en el 80 diciendo que yo no había superado ese libro y que esa obra tenía ritmo de ametralladora”. En el momento de la aparición, don Beto estaba de ViceMinistro de Relaciones Exteriores, y las circunstancias lo acercaron a nuevos proyectos literarios. Rodrigo Facio lo había llevado a la Comisión de Teatro Universitario, con Enrique Macaya, Abelardo Bonilla y Carlos Salazar Herrera. Lucho Ranucci era el director. Don Beto tenía amistad con Ranucci de antes. Fue en esos días cuando el Teatro Universitario montó el Teatro Arlequín, a finales del 55, y es un momento muy importante para su historia personal, porque también se convoca una reunión de escritores y publicistas para discutir sobre el problema de la falta de libros y de folletos acerca de Costa Rica, su historia y su cultura. Esta reunión tuvo como resultado la fundación de la Editorial Costa Rica
Le encienden la mecha Ranucci le pide que escriba una pieza, porque se presentaban piezas cortas con comida en el intermedio. “Yo había hecho intentos en los años 40. Le escribí a Ranucci la obra ´El héroe´, que tenía influencia de Sartre, y fue un fracaso espantoso. Lo más divertido es que era una obra política y el papel principal lo hizo un mariachi, Óscar Bakit. Sólo se salvó Ana Poltronieri, que ya tenía cara de actriz. “Me vi montado en la vena teatral. Encontré que el teatro me salía con mucha facilidad. Al año siguiente hice un segundo ensayo que se llamó ´Los Pocos Sabios´”. En eso Don Pepe lo volvió a mandar a Naciones Unidas, donde estuvo dos años, y le dejó la obra a Guido Sáenz, que estaba tratando de formar un grupo para tomar el Arlequín cuando la UCR decidió desampararlo. Con don Guido
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estaban Kitico Moreno, Fabián Dobles, Virginia Grütter y Lenín Garrido. En Nueva York, don Beto empezó a escribir en serio. Allá escribió “Oldemar y los coroneles” y “El luto robado”, y se las leyó a Guido Fernández y a Daniel Gallegos. “Ya tenía 38 años y era hora de que me dedicara a escribir de verdad. Habían pasado 20 años desde que salí del colegio y no había hecho nada. Lucho Ranucci volvió a Costa Rica y armó otro grupo, Las Máscaras, con Roberto Fernández, José Tassies y Virginia Maroto, que era muy buena actriz. “Roberto empezó a ver si metían ´Los Pocos Sabios´. Mientras tanto, en el Arlequín querían meter el primer Ionesco, así que se llevaron a los de ´Las Máscaras´ para generar taquilla, con Roberto Fernández, Virginia Grütter y José Trejos. “´Los Pocos Sabios´ tuvo un éxito descomunal. La temporada duró cuatro semanas, y usualmente eran de dos semanas. Tuvo muy buenas críticas. Era muy divertida”. Ya para entonces, en 1959, había escrito ´Una bruja en el río´. En el 62, empiezan a montar ´El luto robado´. José Tassies se encontró a una muchacha en ese momento extranjera, Haydée de Lev, y la metió junto a Virginia Maroto y a Roberto Fernández. “Yo había trabajado en dos personajes secundarios que estaban ideados para Guido Sáenz y Ana Poltronieri, y no los hicieron ellos. En todo caso, a la obra le fue de maravilla. Ya para ese momento tenía la obra ´La Parábola de la Hija Pródiga´, que no se ha estrenado nunca”. En los siguientes cuatro años, escribe “Algo más que dos sueños”, “En agosto hizo dos años”, así como “La solterona”, que nunca se ha estrenado.
Novelas cortas En medio de la producción de teatro, entre enero y setiembre de 1964 hizo un paréntesis para escribir tres novelas cortas. Escribe una tras otra. Se trata de “Una casa en el Barrio del Carmen”, “La labor de una vida” y “Orlando enamorado”. “Las publiqué en 1965 en un solo libro, que se llama ´Aquí y ahora´, y que no volví a editar porque decidí separarlas. Revisé ´Una casa en el Barrio del Carmen´, que se publicó sola en 1976 y llegó a siete ediciones. Creo que es el gran éxito literario de mi vida, junto a ´Uvieta´” 302
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Haydee de Lev había ido a estudiar teatro a México y cuando volvió, empezó un grupo de teatro con la comunidad judía del país. Le pidió a don Beto una obra. “Le di ´En agosto hizo dos años´. Era la única que se podía hacer con judíos. Haydee se rodeó de aficionados, y aquello fue una catástrofe. La prensa me dijo hasta de lo que me iba a morir, y sólo Cristián Rodríguez confesó que le parecía buena. “A raíz de tanta crítica, decidí que ya era mucha vaina. Todo lo que había escrito era para escenarios pequeños, y pensé en un gran espectáculo. Me puse a escribir ´La Segua´, y con esta obra cerré el chinamo”. En el año 71 se celebraron los 150 años de la Independencia. Vivía aquí el novelista nicaragüense Sergio Ramírez y estaba dirigiendo EDUCA. Don Beto, en ese momento primer ministro de Cultura del país, apadrinó una gran celebración regional, y puso al escritor nicaragüense al frente de un congreso de historiadores, una bienal de arte, (“iba a ser bienal, pero sólo hubo una”), un encuentro de escritores y un festival de teatros universitarios. Coronel Urtecho proclamó que el gobierno de Figueres había convertido San José en un cafetín. Y hasta hubo colados. Alfredo Cardona Peña, que había estado 22 años sin venir al país, se trajo al mexicano Pedro Guillén. Estuvieron aquí Cardenal, Coronel Urtecho, Tito Monterroso...”.
“La Segua” El festival de teatro era en dos ámbitos, el estudiantil y el profesional, y al frente del Teatro Universitario estaba el Pato Catania. “Fue facilísimo decidir que en el ámbito estudiantil nos representaran con ´Las Fisgonas de Paso Ancho´. El problema fue en el ámbito profesional, porque Carlos Monge decidió que Costa Rica tenía que participar con un gran espectáculo. “Preguntaron quién tenía un gran espectáculo escrito, y sólo existía La Segua. “Tuve ciertos remilgos por ser yo el ministro. Al final, decidieron montar la obra. El tipo de cambio estaba al 6 y el montaje costó 32 mil pesos, que eran como $ 6 mil dólares. La víspera del estreno se le fracturó el pie a Kitico, hubo que posponer el estreno, Costa Rica iba a abrir el festival y tuvo que pasarse para el final.
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“En ocho días Haydée de Lev lo estrenó. La fuimos a buscar un lunes para que estrenara el siguiente lunes. López Tarso, José Quintero y Suárez Radillo le dieron el premio de mejor actriz. Fue un trabajo hecho en ocho días. No se ha visto una cosa igual. También recuerdo que a Lenín Garrido le dieron el premio a la mejor dirección. “A raíz de eso, mandé una carta para que en los premios nacionales no se tomara en cuenta la obra. No quería que le dieran el premio al ministro. A los dos años, en el 73, se lo dieron a don Pepe por el libro ´La Pobreza de las Naciones´, pero eso le hizo gracia a la gente. En cambio lo mío lo hubieran tomado a mal”. Como ministro, le da un gran impulso al teatro, principalmente por la fundación de la Compañía Nacional de Teatro, de cuya época de oro, extrañamente excluyeron sus obras. “Yo fui el único autor que quedó excluido de la época de oro de la Compañía, que fue con Carmen Naranjo de ministra, a partir del 74. Adaptaron al teatro un libro de Luisa González; “Puerto Limón”, de Joaquín Gutiérrez; obras de Daniel (Gallegos) y de Samuel (Rovinsky) , pero nada mío”, advierte, dolido.
Gallo Pelón “Dije que no tenía más teatro que escribir, y me metí con una novela, ´Feliz Año, Chaves Chaves´. La escribí en nueve meses y la guardé. Y durante un viaje a Alemania empecé a escribir unos minicuentos que llamé ´Pienses´. “Cuando llego al Ministerio de Cultura estaba produciendo ´Pienses´, y en el momento en que me aburrí de ellos, empecé a escribir muchos cuentos, creo que los mejores cuentos del Gallo Pelón. “Ya cuando salí del ministerio, encontré que tenía ya los pienses y los cuentos del gallo pelón. Apareció “Cuentos del gallo pelón”, y años después seleccioné 30 de unos 60 ´pienses´, y publiqué ´La exterminación de los pobres y otros pienses´, en 1976”. Después, la Editorial Costa Rica abrió un concurso. “Recuerdo que en novela, el premio se lo ganó ´Murámonos Federico´, de Joaquín. Me senté a escribir ´Ni mi casa es ya mi casa´, pero ganó ´Un modelo para Rosaura´ de Rovinsky”, comenta.
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Mientras tanto, se publicaba “Feliz año, Chaves Chaves” primero en Argentina, en una editorial que quebró, y luego aquí, con poco éxito. “Fue tan regular la reacción, que el premio de novela de ese año se lo dieron a una novela de un colombiano, Marco Tulio Aguilera, publicada en Colombia, pero que se desarrollaba en San Isidro de El General”.
De nuevo el gusanito... “En eso, los del Arlequín se agruparon con Jean Moulaert, y un día llegaron a Excelsior, donde yo trabajaba, y me preguntaron si tenía una comedia. Tenía una idea y me senté a escribirla. A los 15 días, nos fuimos a la casa de Graciela Moreno y les leí el primer acto. “No sabía qué seguía, pero en el curso de la conversación se me ocurrió el segundo acto. Les dije ´vamos a plantear lo mismo pero años después´, y 15 días después les llevé el segundo acto. Se llamó ´Tarantela´, y llegó a 100 funciones”, dice Don Beto. “Para los días del estreno, Carmen Naranjo me había mandado a la Feria del Libro, en Frankfurt. Le dije a Guido (Sáenz) que me mandara un cable diciendo qué había pasado, pero a él se le perdió el papel con la información. “De Frankfurt pasé a Venecia y a Roma. Y cuando llegué a Nueva York, 15 días después, fui a visitar la Misión de Costa Rica. Fernando Salazar Navarrete tenía un paquete que me había mandado mi hija. Era una colección de recortes, con retratos de la gente carcajeándose. “El éxito fue tan grande que un sábado hubo que hacer dos funciones. Por eso, le dije a Moulaert que pusiera ´Una bruja en el río´, escrita hacía 17 años. Moulaert tiene muchas virtudes y sólo tiene un grave defecto, todas las obras le parecen muy largas. La redujo a la mitad. Aún así, el éxito fue aparatoso, y fue premio Aquileo J. Echeverría. “Después de ´Tarantela´, me había sentado a escribir otra cosa cómica. Lenín Garrido había dirigido ´La Segua´ y ´Tarantela´, por lo que le di ´Operación TNT´. En eso se les acabó la plata y decidieron cerrar el teatro”, relata don Beto. Sin decirle nada, Lenín se fue para la Compañía Nacional de Teatro, en los tiempos de la ministra Marina Volio. Fue la primera vez que su hija, la compañía, montaba algo de él. “Lo único es que un papel que estaba diseñado para Ana Poltronieri lo hizo Carmen Munster, mientras que Pepe Vásquez hizo uno que era para José Trejos. Incluso había Camilo Rodríguez Chaverri
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pensado otro para Anabel Garrido. Con actores extranjeros la obra apenas pasó. Reconozco que no es muy buena, es combate para mantener el teatro abierto”.
Uvieta A raíz del estreno de “Operación TNT”, don Beto se sentó a escribir “Uvieta”. “Me había indignado con una adaptación que hicieron del cuento, en la que Uvieta era un peón bananero y se limitaba a decir pestes de la compañía bananera. “La primera persona al que le ofrecí el papel de Uvieta fue a Guido Sáenz. Estaba todavía la mamá de Guido. Yo había oído que él quería volver. Guido había estado ausente desde el 67. Él no quiso. “En ese momento recordé que el éxito de ´Una bruja en el río´ fue debido al trabajo de Luis Fernando Gómez. Así que un buen día me lo traje y le leí Uvieta junto a José Trejos. No hubo necesidad de decirles quién era quién, y por supuesto que el ángel sería Ana Poltronieri. “Lo de ´Uvieta´ es una cosa de la que todavía no salgo del asombro. Le tenía mucha confianza. Yo sabía que funcionaba, a pesar de que tenía un grave defecto funcional que no se le pudo corregir nunca. Es un problema que el público no nota. Me encerré con Daniel Gallegos para buscar la manera y no pudimos. Se fue como estaba “El problema es que la escena culminante de la pieza se repite. No hubo manera. Uvieta confiesa dos veces, primero con el Ángel y luego con el policía. En ese segundo momento, ya la gente lo sabe, porque ya se lo dijo al ángel. Es un defecto espantoso. “Eso sí fue un fenómeno. Se estrenó un viernes con teatro lleno, en Bellas Artes, y el domingo la cola llegaba a la Facultad de Educación. Vendieron tanto que quedó lleno hasta para el martes, y así siguió. De todo lo que he dado al publico es lo único que ha sido unánimemente elogiado “Porque soy el escritor al que más duro le han pegado en Costa Rica. Las cosas que me han dicho los presuntos críticos no tienen nombre. Una vez Carlos Morales dijo que una obra mía él la consideraba un insulto a su madre, y otro dijo que una obra mía era un melodramón que tenía que ver para arriba para combatir con las radionovelas cubanas”. En medio de la alegría por Uvieta, publica los “Cuentos del gallo pelón”, y en ese año, 1980, gana dos Premios Nacionales 306
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Aquileo J. Echeverría, el de Teatro por Uvieta y el de Cuento por los del Gallo Pelón.
Entre muchos géneros Dos años después, sacó de la gaveta “Ni mi casa ya es mi casa” y la revisó con Lenín Garrido. “Es la única que tiene un fuerte sentido autobiográfico. Hay quien pueda reconocer a todos los personajes. “Le di a mis primos y a mi mamá una función privada antes del estreno, y les dije que si estaban de acuerdo se estrenaba, pero si había objeción, no. “Hubo una ligera objeción de una prima. Dijo que estaba presentando al abuelo con mucha crueldad. No era nada que no fuera cierto. En la obra estaban mis dos abuelos, pero sólo salió uno en la puesta. El otro lo suprimió Lenín. “Llegaron muchas gentes de mi vecindario. Un día llegó Eduardo Yamuni con la mamá, y ella me dijo ´ay, qué cosa más linda, salió todo el vecindario´. “De esa obra no se publicó más que un comentario. Víctor Valembois dijo que era una pretexto para hacer política. Pobre hombre, no conoce nuestra cultura, porque esa obra es la historia de un barrio”. Poco antes, tuvo un fracaso, “La Soda y el FC”, la historia de una partida específica. Don Beto acepta que la gente no la entendió. Y en 1984 tuvo la idea de su novela más grande ´Los molinos de Dios´. Dice que tuvo la idea entera, completa, en un instante. “Inmediatamente me senté a escribirla, la tenía en la mente, no tuve ningún titubeo. Tardé cuatro años, pero fue porque tuve que interrumpirla por la película de ´La Segua´. Trabajé mucho con Óscar Castillo en esa película. Le dije que los diálogos estaban en un español muy sui generis, un español que no es del siglo XVIII pero suena a siglo XVIII. No podía escribir un castellano muy puro, sino de gente de Cartago, abandonada. “Oscar, que era el productor general, quería un gran espectáculo, y el director, Antonio Iglesias, deseaba una obra edificante, ejemplarizante. Además, Óscar quería que saliera ´La Segua´, y hubo que inventar un sueño. “Al final, la película es otra cosa. No es mi obra, pero soy cómplice porque fui cediendo y cediendo. Óscar se empeñó en sacar la historia a la que se hace alusión en la obra. En la comedia hay una mujer aterrorizada porque el marido se le Camilo Rodríguez Chaverri
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volvió loco. Meten esa historia en la película. En ´Variety´ dicen que la historia la cuentan dos veces. Lo que sé es que lo mejor que tiene la obra de teatro no está en la película”. Retoma “Los molinos de Dios”, y en eso le da “Oldemar y los coroneles” a María Bonilla, que había hecho un excelente montaje de “La Magdalena”, de Fernández Guardia. Me llevé a un amigo panameño, Ernesto Endara, y me dijo al final de la obra que no había entendido nada. Carlos Catania dijo que era la mejor de mis obras, pero nadie la entendía. Hasta ahí llegué yo en el teatro”. En 1987, la Compañía Nacional de Teatro montó “Una bruja en el río” y también “Cosas de mujeres”, en el Vargas Calvo.
En los 90 En el 1991, don Beto publica “Crisantema”, una colección de cuentos. Asevera que es un libro del que no se ha publicado ni una sola reseña, y que igual le ocurrió con “Cosas de mujeres”. Ni siquiera hay noticia de que el libro exista. En el 92 publican “Los molinos de Dios”. “Lo que quise fue una novela que nos explicara y creo que expliqué muchas cosas, la decadencia de las familias tradicionales, la cultura del café. La novela fue muy bien recibida”. Al año siguiente tuvo una segunda edición. “En cambio, ´Crisantema´ se publica en el 91 y no se ha vendido todavía”, replica, decepcionado. Don Beto se queja de que no está en las antologías centroamericanas, sólo en Perú, Alemania y unas pocas de aquí. “Estoy reducido a ser oráculo político, pero no importa, yo también me divierto”. Considera que los escritores que más han influido en él son Chejov y Pirandello, pero le interesa la generación de novelistas después de la dictadura y es un lector constante de los clásicos españoles, del Siglo de Oro. Cuando entro a su casa, anda los tirantes de siempre, que son parte de su paisaje, y tiene entre manos un libro de Galdós, “Misericordia”. Y no dejo de interesarme en él en cinco o seis horas. La pasión corre por sus ojos, por su voz, por sus manos. No se detiene. Ni deja que uno le pregunte. El va con el ritmo de ametralladora que le descubrió Pepe Marín. Es domingo por la tarde. Han llegado sus hijos. A cada rato lo llaman, y lo apuran. A él no le importa. Está hablando de 308
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su obra, y se toma todo el tiempo. Es un roble de nuestra historia, una figura única e irrepetible. Él lo sabe. Contar su vida es contar una historia ejemplar. Y si a alguien le molesta, tampoco importa. Ejemplar no significa perfecto. Es la vida de un artista y un político, que ha sabido sacar tiempo para los dos vértices y que tiene ramas frondosas que miran al cielo y las estrellas. Ojo, noviembre 200
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Felo García
Pintor de jaquecas
Su pintura es música congelada, es multitud en el instante, ensamble mágico, baile de colores. Felo García es una institución de la cultura del país. Con él nació el abstracto, con él nació la pintura que lanza un grito por la multitud urbana, y con él nació la primera célula del Ministerio de Cultura. Aun así, es mucho más que eso. Fue un futbolista mítico, jugó en Inglaterra, Colombia y Venezuela, y fue fundador de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. Aunque tiene 75 años, parece mucho menor, y hasta en su manera de hablar se nota que es moderno y fresco, y que no se quedó en el tiempo, ni en su discurso, ni en su propuesta estética. Ni siquiera en la manera de conversar. Después de un paseo por su historia, le pido que comencemos a caminar por la casa, voy pasando penurias y congojas, tratando de escribir en la computadora mientras don Felo habla y habla, haciendo con los comentarios como el chiquito que entra a una piscina y empieza a tocar la superficie del agua a manera de tambor. En este momento ya me había hablado del futbol y la arquitectura, pero decidimos poner la historia patas arriba porque lo único que lo atraviesa, que lo toma y lo cruza de lado a lado, sin dejar rincones sin barrer, es precisamente la pintura. “Hay una gran poesía, una musicalidad en la pintura. Kandinsky decía que la pintura era música congelada. Estas obras abstractas son vibrantes, tienen ritmo, tienen cadencia. “En el 68 me metí con el arte matérico, a hacer composiciones. Y en el 74 arranqué con el paisaje urbano. La verdad es que no se puede escapar el mensaje social, aunque no es intencionado.”.
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Caminamos y caminamos. Los siete pisos de su casa, que va en cascada, hacia el precipicio, son como los pasos hacia el fondo de un mundo perturbador, de la mano de un artista que conoce de lo que son capaces sus manos y sus ojos. En la sala principal hay una pintura de una ola gigante. Me reconforta, porque me entero con ella de que aquel sentimiento de indefensión ante la grandeza no es propio de mí. La culpa es de las pinturas. “Esta pintura es del año 67”, me dice, apenas se entera de que la ola me atrapa y me revuelca. Qué movimiento. Parece que quisiera llevarse hasta su fondo azul todo lo que puebla aquel espacio. También está la pintura “Sociedad colgante”, del año 88, y monotipias del año 85, provenientes de una exposición en la Galería Echandi. En el comedor está “Colmena”, del año 76. De nuevo se detiene a explicarme una obra por aquí y otra por allá. “Todos son patios, ropa colgando”. (La que parece colgar es la gente que vive allí...). También me demoro frente a “Cobija Colorada”, una obra del año 91. “Esta obra se vuelve un macro del micro. Hace como un zoom”.
Descendiendo Más abajo, como si respondiera a la jerarquía del infierno, en “Callejón”, del año 76, las preguntas pueblan el paisaje urbano. Es pintura concreta, con composición geométrica. Se dan la mano el pintor y el arquitecto, sin vencer uno al otro, hermanados. Más grande que “Colmena”, está “Panal”, del año 94, con casi dos décadas de distancia. “En esos años me puse a pintar una obra más vibrante, más azul, más robusta. Es una pintura con composición más saturada”. Y en otro comedor, hay planos blancos que son ropa tendida y composiciones geométricas a la vez. Lo abstracto es concreto, como siempre en su obra. Se puede sentir el viento moviendo la ropa. En la sala, cuando vamos de vuelta, hay delfines, de la colección “Océanos y arrecifes”. Son saltos de agua. Aquello se convierte en un delirante viaje a su universo. Como si el pintor pusiera en el ojo de una cerradura el color y el movimiento del planeta.
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Todo se mueve alrededor de quien escribe. Es un resumen del temporal, la tormenta, el arco iris, el alba, la estrella, la noche y el silencio. Como en un nuevo epílogo de la obra “Cien Años de Soledad”, todos los elementos se levantan con el viento. Hay un remolino de colores. Conforme vamos bajando, llegan nuevas sorpresas. Hasta fauna marina se puede encontrar en una pared. Vamos por el quinto piso. Hay 28 obras. Un mar se traga todo. “Océanos y arrecifes” es de finales de los 90. Es pintura concreta, que inventa un azul soberano. En “Cardumen” parece que los peces se nos vienen encima. En el sétimo nivel, ya cuando la casa casi desemboca en el río, hay bulla en el agua, suena la serpiente de plata cuando pega con las piedras. Don Felo me muestra un collage de desechos de taller, y una pintura con unas casas como en el aire. Dan ganas de acomodarse debajo para atajarlas. Igualito a lo que ocurre en los alrededores del río Torres. “Esto es lo que ocurre en Barrio México, en Linda Vista, en Río Azul o en Cinco Esquinas”.
Paisaje urbano en el mar Luego, ya las casas aparecen encima del mar. Es el mismo fenómeno. Los tugurios y los ranchos encima de agua sucia, pero el anfit rión es más azul, aunque esté contaminado. Es un asunto de nobleza. Su vocación lo obliga. Don Felo se detiene para explicarme las pinturas que me han atrapado. “Ahora, en mis obras, el paisaje urbano se fue al mar. En este caso, rescato el paisaje universal. No es nuestro paisaje propiamente, sino uno inspirado en grandes ciudades de América Latina”. Me encuentro con “Autoconstrucción”, donde un tugurio está en proceso de confección, con pedazos de los materiales más indecibles que uno se imagine. “Es un ranchito donde están la escalera, pedazos de lata de zinc, palas. En todos estos paisajes urbanos hay cables. Los cables no pueden faltar en nuestro paisaje”, dice don Felo. Es un espectáculo para los ojos y para los oídos. Por ejemplo, hay obras de don Felo que suenan a aguacero. En el caso de una obra inspirada en Golfito, parece que las casas bebieran agua. También me muestra “Bahía de pescadores”, sobre Puntarenas.
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En este sétimo piso, al lado de las obras, hay cuadernos, carpetas y papeles. En un cuaderno tienen una enorme edición de gordas que ha dibujado a lo largo de las décadas. Hay desde gordas del año 62 hasta gordas del 96. Nunca las ha expuesto. “Son gordas que sonríen, son muy amistosas. Las de Botero son demasiado serias”, apunta. También hay grabado en aguafuerte, curiosidades en miniatura, y pinturas de futbol. En una libreta veo un perro comiendo, y me percato de que es parte del paisaje urbano que esconde en esas hojas. Al lado de una mesa de desayuno, tiene un dibujo de su estudio en Guadalupe, y una gorda entre ángeles y diablos. También tiene dibujos de paisajes de San Francisco, California, Canadá, Suecia y Portugal. Aprovecha los paisajes ajenos para contarme que ha expuesto en Estados Unidos, Inglaterra, México, Guatemala, El Salvador, Colombia, Nicaragua, Honduras y El Salvador.
Risa liberadora También me encuentro una obra cabaretera. “Es un night club en Desamparados. Íbamos varios pintores y escultores, Rafa Fernández, Paco Amighetti, Néstor Zeledón y otros más. Tengo tres pinturas sobre ese night club”, dice, muerto de risa. Se ríe mucho, como un niño. Se le prende la chispa y me muestra otra de sus travesuras. En su cuaderno de mujeres gordas, me muestra una que no habíamos visto. El título es “Se armó la gorda”, y la mujer aparece con pistola y cuchillo. “Es un rambo chingo y con busto”, dice, muerto de la risa. “Yo disfruto mucho. No me guardo nada. En lugar de escribir, dibujo. La gráfica es mi expresión predilecta”. De regreso, vemos las hojas del tabacón, una planta que parece inventada por él. Me cuenta que en Punta Mala, en el Pacífico, hizo una escultura urbana en madera del mar. “La hice en un peñón”, me está contando, mientras con el dedo señala grabados suyos en aguafuerte, y en una mesa se demora con las fotos de sus cinco hijos. Junto a sus obras hay una pintura de Manuel de la Cruz González, una de Fausto Pacheco y un César Valverde... “Aquí tengo a mis amigos, que me siguen acompañando.”. Es hora de volver la camisa de esta entrevista al derecho, como dicen en el campo, y de tratar de presentársela a usted Camilo Rodríguez Chaverri
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sin tantas arrugas ni manchas de cigarro en el pecho. Vamos a tratar.
Hijo de campesinos Rafael Ángel García nació el 30 de julio de 1928, en Paraíso de Cartago. Surge de la tradición campesina. Su papá, Miguel García, trabajaba al campo, tenía una finquita en Ujarrás, y su mamá, Marcelina Picado, se dedicó a la crianza de 7 hijos, de los que don Felo es el menor. Lo trajeron de dos meses para San José, para el Barrio Aranjuez, porque el papá se vino a buscar otros medios para subsistir. “Siempre fue agricultor, una de las pasiones de él era hacer fincas, después las vendía y volvía a iniciar el proceso”, cuenta Don Felo. “Lo que le encantaba era hacer el abra”. Su sitio era el sitio de las abras, como en la novela de Fabián Dobles. “Papá se vino a vivir a San José y a buscar un nuevo sendero de vida, pero se mantuvo ligado a la montaña, a las fincas. Además, mi mamá empezó una veta comercial en San José, en Aranjuez. Puso una pulpería y nos mostró un gran talento que en Paraíso jamás hubiera desarrollado”. Don Felo creció en el Barrio Aranjuez, y aunque ahora vive en Barrio Escalante, esta nueva ubicación también es originaria de su infancia. “Yo venía a esta zona de la capital a resbalar con hojas de palmera. En la poza del fondo de aquí donde está mi casa aprendí a nadar. Casi todo el barrio de Aranjuez y parte de Otoya eran el centro de natación. Y también del otro lado, hacia Guadalupe, había donde nadar, pero uno tenía que llegar temprano para coger campo porque era muy popular. La más famosa era ´La Cristalina´, una belleza de poza”. Fue a la Escuela Buenaventura Corrales hasta tercer grado y después estuvo en la Escuela México. “Las escuelas públicas eran muy importantes para forjar una forma de ser como país porque estábamos todos mezclados. Fue una experiencia social muy interesante. No había barreras económicas ni sociales”. El futbol ha sido muy importante en su vida. “Desde muy carajillo empecé a jugar fútbol. Mejengueaba en el potrero de la escuela. La canchilla era un montazal. Era muy difícil jugar ahí. Eso nos dio mucho control de bola”. También desde muy niño tocó la puerta del arte. “Me puse a dibujar desde los primeros años de mi vida. Yo sabía que el
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dibujo y el fútbol eran lo más importante para mí, porque me hacían sentir feliz”. Estuvo en el Colegio Seminario. “No era gran cosa ni en la escuela ni en el colegio. Apenas para irla pasando. Estaba muy metido en el deporte. En la Escuela México fuimos campeones en basketball en los Juegos Estudiantiles durante tres años seguidos, en cuarto, quinto y sexto”.
El deportista, el arquitecto “Con el Seminario jugaba fútbol y basketball. En ese tiempo también jugué fútbol con el Saprissa, en infantiles. En esos primeros años fui compañero de ´Catato´ Cordero. Después estuve jugando basketball con El Orión. “Estando en el Seminario, en segundo o tercer año, empecé a jugar futbol con el equipo de Tibás, y de ahí salí para primeras divisiones después de un partido que le ganamos a La Libertad. En un turno de esos que se hacían antes, ese equipo fue a visitar Tibás. Les ganamos 4 a 1 y yo hice los cuatro goles. Por eso fue que de ahí salí para La Libertad, pasaditos los 15 años de edad. “Para esa misma época fue que pasé del dibujo a la pintura. El padre Lehnard me inició en la pintura cuando tenía precisamente 15 años. Por mucho tiempo jugué futbol y dibujé, como si supiera que una actividad no debía quitarle todo el tiempo a la otra. “Cuando estaba con La Libertad, ya en primera, me salió una oferta para ir a jugar a Venezuela con el equipo del Club La Salle, un equipo profesional. Estuve allá un año. “Allá cumplí los 16 años. La idea era continuar los estudios en La Salle, pero tuve que decidir entre el futbol profesional y una beca que me estaban gestionando en Costa Rica para ir a estudiar Arquitectura en Inglaterra. “Regresé a Costa Rica, terminé el campeonato con La Libertad, ganamos el campeonato y nos fuimos a jugar a Cuba. De regreso me fui para Inglaterra. Desde antes de irme para Venezuela, sabía que la Arquitectura era definitivamente lo que me gustaba. “En esa época casi no se conocía de la Arquitectura, y era muy difícil que la gente tuviera idea de lo que era un arquitecto. Se sabía lo que era un ingeniero, pero no un arquitecto. Cuando estuve en Venezuela, en los años gloriosos de la riqueza venezolana, en el 45, había mucha prosperidad
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debido a la exportación de petróleo, y era uno de los países de avanzada en Arquitectura. Eso acabó de confirmar mi deseo. “Empecé en la universidad, en Inglaterra, pero se me cortó la carrera por la Revolución del 48, en nuestro país, porque me suspendieron la beca, que era del gobierno. “Ya en el cambio de gobierno me quitaron la beca. No era el primer escollo. Por ejemplo, para poder ingresar a la universidad hice el examen por suficiencia de lo equivalente al bachillerato, pues durante la Segunda Guerra Mundial mucha gente joven no tuvo oportunidad real de estudiar. Fueron cinco o seis años de guerra y eso marcó el futuro académico de una generación. “Para llenar ese vacío, se dio la oportunidad de que los estudiantes pudieran hacer los exámenes por suficiencia en las universidades. Eso me dio la gran salvada a mí, que no había terminado, pero no por culpa de la guerra sino del futbol. “Al final me quitaron la beca, y me quedé tirado, sin plata, viviendo de la caridad de la dueña del hotel, con el problema de que no tenía ni para comprar una estampilla para escribir a Costa Rica. “La única ventaja que tenía era que era vicecónsul en la embajada, y eso me daba una referencia diplomática. El cónsul se portó muy bien. Finalmente, de mi casa me pudieron mandar el tiquete de regreso y unos pocos dólares. Tenía que pagar lo que debía de los meses que había estado ahí, y me devolví con el tiquete y diez dólares. “El tiquete era de BOAC, la aerolínea que le dio origen a British Airways. El avión era un bombardero Lancaster. Le pusieron unos medios asientos, y ya. No tenía ni forro interno. Dentro del avión hacía mucho frío”.
De Inglaterra a Cuba “El avión tuvo dos fallas importantes, una sobre Lisboa, que nos obligó a quedarnos ahí dos o tres días, y luego pasamos otros dos o tres días debido a diversas reparaciones. En esos lapsos se me fue la plata. Sólo me quedó un dólar, y me lo cobraron para el transporte de Rancho Boyeros al centro de La Habana. “No he dicho que hasta ahí me alcanzó el tiquete. Bueno. Así fue. Me quedé en Cuba. Como única referencia se me ocurrió ir al hotel donde había estado con el equipo La Libertad. Estaba sin un centavo. Era un medio día en La 316
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Habana, con un calor horripilante, con la valija y un maletín a cuestas. “Le pedí al que estaba en la recepción que si me podía guardar las valijas, porque tenía un compromiso. Así me deshice del equipaje. Empecé a caminar, buscando la segunda referencia, que era alguno de los equipos con que había jugado. Más por refrescarme un poco que porque tuviera alguna idea de que ahí quedara alguno de los clubes, empecé a caminar en una dirección. “A las tres o cuatro cuadras me encontré con el club Fortuna, y aquello de verdad fue una gran fortuna. Estaba un grupo grande de gente jugando dominó, les pregunté por el club de futbol, y uno de ellos me dijo que estaba arriba, en el segundo piso. Subí una escalera de doble entrada, empecé a buscar a los lados y en eso venía bajando Rafael ´El Zorro´ Campos, con quien había jugado en Venezuela. Rafa Campos estaba con otro equipo, el Deportivo Venezuela, pero fue uno de mis custodios en Caracas. “Del abrazo casi nos venimos de cabeza en la escalera. Aquello fue como que se me abriera el cielo. Me preguntó si ya había visto a mi hermano. Resulta que un hermano mío, Alfredo, estaba jugando en La Habana, con un grupo de ticos. Yo ni siquiera sabía porque no había podido escribir. “Nos fuimos a saludar a mi hermano. Pasamos a recoger las maletas al hotel, que se llamaba San Luis y estaba en la calle Velasco. Curiosamente, a las dos cuadras estaba viviendo mi hermano, en una pensión. “Desde luego, inmediatamente me ´pensionaron´ ahí, y pasamos toda la tarde hablando. Por la noche, mi hermano me llevó al club Iberia, donde él estaba jugando. Inmediatamente me contrataron, porque se acordaban de mí, que había estaba jugando ahí con Libertad. Me dieron todo el tiempo que necesitara para ponerme en forma, y me adelantaron 500 dólares. Eran los años de Batista. Me quedé en Cuba durante dos años. Al año siguiente pasé a jugar con el Centro Gallego”. “Y a todo esto, había dejado la Arquitectura, pero en esa parte de la vida me encontré por primera vez con Manuel de la Cruz González e hicimos gran amistad. Él estaba exiliado en Cuba. Eran los años de la Junta Fundadora de la Segunda República y luego de la administración de don Otilio. “Me acerqué mucho a él, porque Manuel estaba pintando mucho. Trabajaba como maestro de ceremonias y como locutor en la CMQ, que era una emisora muy importante. Camilo Rodríguez Chaverri
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Hicimos algunos planes para ver si yo me reincorporaba a las tareas artísticas. Compartimos dos años. “Al año de estar en La Habana, volví a Costa Rica para pasar unas vacaciones. En eso, llegó al país el equipo Deportivo Cali, de Colombia. Estaba empezando a levantarse, y venía un poco flojo de delanteros. Por eso fue que me contrataron para que los acompañara en la gira por Centroamérica. “De ahí volví a Cuba, para seguir con el Centro Gallego, y estando en La Habana me mandaron un contrato para jugar con el América de Cali”.
En Colombia “Me fui de Cuba a Colombia, y ahí estuve dos años, en el América. En ese tiempo no se usaba que un futbolista volviera al país sólo para jugar con la selección. “El futbol profesional era muy demandante. Incluso era muy difícil estudiar, pero estuve siguiendo muy de cerca lo que era la Arquitectura a través de un amigo caleño, Darío Mejía, quien es arquitecto. Me veía mucho con él e iba a hacer rayas en su oficina. “Tenía deseos de continuar allá la carrera de Arquitectura, y a los dos años decidí volver a Costa Rica para determinar la manera de retomar los estudios en Inglaterra. “En esos dos años en Colombia aprendí mucho. Ya era la época de oro en el futbol colombiano. Era un pequeño campeonato del mundo. Los equipos estaban conformados por nacionalidades. Por ejemplo, había equipos de peruanos, equipos de uruguayos, equipos de argentinos o de brasileños, y había un equipo sólo de ticos, el de la Universidad de Bogotá. “Allá estaban ´Fello´ Meza, el ´Osito´ Solano, ´Chale´ Silva, ´El Cholo´ Rodríguez, Carlos Umaña, Jorge Umaña, Leonel Boza y Evelio Alpízar. Yo no jugaba con ellos, sino con el América. En mi equipo jugábamos siete peruanos, dos argentinos y yo. Después llegó Carlos Alvarado, a quien me llevé para jugar con el América. “El campeonato colombiano significaba un fenómeno muy especial. Era una liga pirata, que se reveló contra la FIFA. Eso le permitió llevarse a los mejores jugadores que había en el medio, con contratos muy importantes. Lograron que muchos jugadores federados pudieran ir a jugar en Colombia sin permiso de la FIFA.
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“Levantaron la afición con el futbol que se daba. Colombia es gigantesco. Para viajar entre departamentos había que hacerlo en avión, por las distancias y por la falta de caminos. “Al final, a pesar de todas las atracciones de ese futbol, regresé a Costa Rica, y empecé a trabajar como dibujante en el Ministerio de Transportes, durante el gobierno de don Otilio”. “Cuando llegué al aeropuerto me estaban esperando Alejandro Morera Soto, ´Chime´ Rodríguez y ´El Indio´ Buroy, de Alajuela, para ofrecerme jugar con la Liga, pero no estaba seguro. Después de seis años fuera, dos en Inglaterra, dos en Cuba y dos en Colombia, estaba muy despistado y no quería comprometerme. Menos cuando apenas estaba bajándome del avión. Les dije que me dejaran respirar para pensarlo. “Cuando llegué a la casa, ahí me estaban esperando don Ricardo Saprissa y Alejo Aguilar, para ofrecerme jugar con Saprissa. Igual: tuvimos una conversación muy amena, pero quedó pendiente. “Al día siguiente conversé con don Marino Leandro, del Cartaginés, en un negocio que tenía él, que se llamaba ´La Cartaginesa´, en el centro de San José. Me quería ofrecer jugar con su equipo, especialmente siendo yo cartago. Pero todo mi planteamiento era muy profesional. Había sido profesional desde antes de cumplir 16 años”.
Se peleaban por él “Yo, en todo caso, después, en las conversaciones, en la casa de Alejandro Morera, en Carrizal de Alajuela, empecé a discutir los términos económicos. Tanto para la Liga como para Saprissa y Cartago, mis pretenciones eran mil colones mensuales, y un premio por partido ganado. “Lo extraño es que en todos los casos, tanto en Alajuela como en Saprissa y en Cartago, me hacían una contraoferta de 700 colones, coincidencia muy extraña. Tuvimos ´un tire y daca´ por varios días, hasta que una noche, en mi casa, con don Ricardo y don Alejo, pegadas ambas partes, Alejo Aguilar le dijo a don Ricardo que él ponía los 300 colones adicionales. Así fue como cerramos el contrato. Me fui a jugar con Saprissa. “Recuerdo que tuve un malentendido con don Marino Leandro y cuando me enteré, tiempo después, me sentí muy mal. Quise hacer una humorada pero aquello fue Camilo Rodríguez Chaverri
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malinterpretado. Cuando hablábamos de los 700, yo un día le dije, ‘mire, don Marino, si nadie me paga los mil que estoy pidiendo, yo juego con Cartago, prefiero a Cartago que a Saprissa y la Liga, pero juego de a 700. Lo dije bromeando pero él lo tomó a mal. “Con Saprissa estuve un año, nada más. Ahí estaban ´El Cholo´ Sanabria, el portero; ´Catato´ Cordero, Alex Sánchez, Alvarito Murillo, Rodolfo Herrera y Tulio Quirós. “Nos fue mal ese año. A ellos no les gustó que yo fuera el único asalariado del equipo. Don Ricardo tenía un programa de ayuda a los jugadores. Por ejemplo, les daba el estudio. Pero con un contrato ya profesional el único era yo. Así que les caí muy mal. “Me tiraron a la guerra, me negaban la bola, lo que era lamentable para el equipo y para mí. Por eso me fui para Gimnástica Española, en las mismas condiciones con que había jugado en Saprissa. Es decir, se me prometió a final del año darme el pase libre. Con este equipo jugaban Alfredo García y ´El Zorro´ Campos. Sin embargo, al final del año no me quisieron dar el pase libre, como me lo habían ofrecido, y pedían mil colones por el pase mío. “Heredia quiso comprarme, y para comprarme, los Hermanos Esquivel iban a la salida de la iglesia a recoger fondos con unos tarros. Eso provocó un problema, porque el Padre Mata les dedicó un sermón. “Pero la cosa no quedó así no más: el Negro Esquivel le dijo al Padre Mata que si no los dejaba, entonces tampoco le iban a permitir a él que entrara los sábados y los domingos a los bailes del club a pedir dinero para la iglesia. Por eso, se hizo una santa paz, y, de paso, se hizo la plata para mi traspaso. “En Heredia no tuve problema. La mayor parte de los jugadores habían jugado en Colombia. Teníamos un estatus totalmente diferente. En el equipo jugaban ´León´ Alvarado, ´El Cholo´ Rodríguez, Max Villalobos, ´Ibo´ Arias. Todos habían estado jugando fuera. “Mientras tanto, seguía trabajando en el MOPT, y así pasé durante toda mi estadía en Heredia, donde me quedé hasta mediados del 54, cuando el MOPT me dio una beca para continuar los estudios en la universidad donde había iniciado“.
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De regreso en Inglaterra “Entonces, regresé a la universidad, y empecé a jugar en el tiempo libre, en un equipo de Primera División no profesional. En esa época no se permitía a los extranjeros participar profesionalmente. Había que ser súbdito de la corona. Es decir, sólo podían jugar los irlandeses, los neozelandeses, los galeses, los australianos, los jamaiquinos. “Jugué con el Hendon, del norte de Londres. Me daban una ayuda para cubrir gastos. Realmente no lo necesitaba, pero lo utilizaba especialmente para cubrir gastos de transporte y comida. “Estuve dos años en ese equipo, y era ese tiempo el que me faltaba para terminar. Realmente me faltaban tres años, pero tuve que hacer los tres en dos, que era el máximo de la beca. La explicación es que cuando había estado la primera vez, la carrera era de cuatro años, y cuando volví ya era de cinco años. “Cuando volví de Inglaterra, retomé la pintura con mucha fuerza. Allá estuve en el New Vision Group. Trabajábamos muy intensamente. Fue allá donde hice la primera exposición colectiva. No había latinoamericanos. En la exposición participaron cinco ingleses, un checo, un albanés, un australiano y yo. Si no me equivoco, éramos diez pintores, y todos expusimos obras abstractas”.
Pionero en pintura abstracta Poco después, Felo García sería el pionero de la pintura abstracta en Costa Rica junto a su gran amigo, Manuel de la Cruz González. “Los pioneros de la pintura abstracta en Costa Rica fuimos Manuel de la Cruz, Lola Fernández y yo. Manuel de la Cruz y yo éramos muy puristas, y Lola un poco menos. Su arte es un poco mezclado. “Expusimos los tres en el Museo Nacional. Cada uno por aparte. Mientras tanto, seguí jugando con Heredia, hasta que me retiré en el año 61, después de pasar cinco años seguidos en ese equipo, donde volví a finales del 56. “De finales del 56 al 58 pasé en la preparación de la exposición. En Londres nos habíamos impuesto una tarea de investigación y de autocrítica. Todos éramos autodidactas. Yo, por ejemplo, no pasé por escuelas de Bellas Artes.
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“Sin embargo, a finales del 57, don Teodorico Quirós me pidió hacerme cargo de un curso de Dibujo Arquitectónico que él impartía en Bellas Artes. “Cuando expongo en el 58 me atacan durísimo. La gente llegaba a burlarse de la obra mía. Aquello era bárbaro. Decían que yo hacía churretes porque no sabía pintar ni dibujar. “Guido Sáenz cuenta algo que me pasó: Una señora mayor estaba hablando con su hija, que era entonces una muchachita, frente a un cuadro mío. Yo me confundía con el público para escuchar las reacciones. Y la oí decir, ´mirá, hija, yo había sentido jaquecas, pero esta es la primera vez que veo una´. “Esa opinión era muy significativa para mí. La pintura debe ser buena, no bonita, y cuando hace sentir algo a alguien, aunque sea que se sienta mal, es porque hay algo que dice, provoca algo, comunica. “La pintura no figurativa, porque creo que toda la pintura es abstracta (por ejemplo, si uno hace un retrato, está haciendo una abstracción), la pintura no figurativa es pintura concreta, es la pintura por la pintura, sin referencia a objetos”.
Grupo Ocho “En el año 60 empezamos con el ´Grupo Ocho´, a raíz de un gran problema que se le presentó a Néstor Zeledón. Debido a la exposición que él estaba preparando, lo criticaron muy duro los colegas de Bellas Artes, Margarita Bertheau y Paco Amighetti. “Néstor se resintió muchísimo. Yo lo entendí porque ya había sufrido todo el desastre de mi exposición. Néstor llegó a quejarse, y yo le dije, ´mirá, Néstor, hagamos un grupo’. “Ya estaba Manuel de la Cruz González en el país. La listita de los artistas la hicimos Néstor y yo. Llamamos a Manuel de la Cruz González, Harold Fonseca, Luis Daell, Hernán González, César Valverde, Guillermo Jiménez. Éramos ocho contándonos Néstor y yo. “Luego invitamos a Lola (Fernández) a exponer con nosotros, invitamos otra vez a Carlos Poveda, y a Guillermo Combariza, un colombiano que trabajaba aquí, con el IICA. “El Grupo de los Ocho lo que quería era mover el ambiente, generar discusión nacional, revolucionar todo lo que era el arte. Aquí no había nada: nadie pintaba, nadie exponía. La
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idea que nos propusimos fue darle un revolcón a todo el medio. “Con el manifiesto y las exposiciones que hicimos generamos una revolución. Siempre se ha dicho que el arte en Costa Rica tiene un antes y un después del Grupo Ocho. La idea era que todo el mundo participara, que fuera muy abierto. Hicimos las exposiciones en lugares abiertos, en Las Arcadas fue la primera exposición, y luego tomamos Las Arcadas como nuestro centro de referencia. “Organizamos certámenes de pintura. Por primera vez se empezó a sentir que había gente a la que le interesaban las artes plásticas. “En las noches de exposición aquello eran ríos de gente, y se hacían tertulias que duraban toda la noche y la madrugada. De hecho, el público despertó muchísimo. Masivamente la gente empezó a interesarse por las artes plásticas. Recuerdo que el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), la Fábrica Nacional de Licores y la Municipalidad de San José nos ayudaron mucho.”.
El nido del Ministerio de Cultura “Mientras tanto, jugaba en Heredia, daba clases en Bellas Artes, trabajaba en el MOPT y ya estaba casado, desde cuando me fui para Inglaterra en el 54. Tenía una vida muy llena de actividades. “Del 56 al 59 también fui asesor del ICT, cuando Memo Castro Echeverría era el gerente, y estaba ahí Ricardo Castro Cañas. Tenía también el ejercicio de mi profesión, mis construcciones. “Todos los días me levantaba y salía de la casa a las 6 de la mañana a hacer inspecciones. No había las presas que hay ahora. Llegaba al ministerio a eso de las 7, y dos veces por semana salía a las 11 a entrenar en Heredia o en La Sabana. Regresaba a las 2 a la oficina y permanecía ahí hasta las 5 y 30. Del MOPT pasaba a la UCR, pero de camino iba haciendo las inspecciones que me quedaran en la ruta. Entraba a la U a las 7 y salía a las 9, y a esa hora me iba para la casa, dispuesto a sentarme a diseñar en Arquitectura los compromisos personales. “En 1963, en el gobierno de don Chico Orlich, Beto Cañas me propuso, a pedido de don Chico, que me hiciera cargo de la Dirección de Artes y Letras, el nido del Ministerio Camilo Rodríguez Chaverri
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de Cultura. La dirección estaba adscrita al Ministerio de Educación, y el ministro era Ismael Vargas. “Ya me había retirado del MOPT, durante ese mismo año, y acepté hacerme cargo de la Dirección de Artes y Letras para sacar el arte y la cultura de San José. Fue la única condición que puse. De ahí salieron las giras por todas las provincias, y los primeros festivales nacionales de arte y cultura. “Para estas giras, a los pueblos llevábamos coros; grupos de teatro; diversas agrupaciones musicales, por ejemplo, quintetos de viento; grupos de danza, exposiciones de pintura y de escultura, poesía coral. “Eran dos buses de artistas que iban y venían. Decía Arnoldo Herrera que no era el teatro de García Lorca sino de Felo García”.
Proyecto personal “No teníamos un fondo específico para hacer todo esto. Yo inventé un mecanismo: tomaba el salario mío, lo cambiaba y se lo daba a Miguel Salguero, quien era un asistente tremendo, importantísimo, durante esas giras. A Miguel le interesaba todo lo que estaba pasando en el arte. Miguel y Arnoldo Herrera se iban en los buses, pagaban todo con mi plata, y el gobierno me lo reintegraba dos o tres meses después. “Yo los mandaba en la mañana. Miguel y Arnoldo se hacían cargo de las decisiones, y yo me iba por la tarde, en la avioneta del gobierno, para el lugar donde estaban. “En la Dirección de Artes y Letras éramos sólo una secretaria, una encargada de la galería y yo. Conste que yo ni siquiera tenía escritorio. Sólo una silla que nadie quería y que andaba por los corredores del ministerio. Me ponía una máquina de escribir en los regazos y así empezamos a echar a andar la dirección. Nos metieron en una pieza que era de un carpintero del ministerio, y con él compartíamos nuestra oficina. Como él andaba arreglando oficinas por aquí y por allá, no nos estorbábamos tanto. “Yo tenía una gran prisa por empezar las cosas. No quería esperarme a que me armaran una oficina. Fuimos a Cañas, Liberia, Nicoya, Tierras Morenas de Tilarán, Limón, Puntarenas, Cartago, Golfito, Coto 47 y Quepos. No había nadie que no me apoyara. Todos los artistas se apuntaban con gran entusiasmo. Era fascinante ver el apoyo tan grande que recibió nuestra programación.
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“Después se hicieron otras cosas más. Teníamos una exposición cada 15 días en la Galería de Artes y Letras, que quedaba en la Avenida Central. No nos limitábamos a la pintura y la escultura. Nos acercamos a artistas nacionales y extranjeros, organizamos recitales de poesía y conferencias. “Para ese tiempo también fundamos el Ballet Nacional, para lo cual se trajo un maestro ruso. Tengo grandes recuerdos del gran trabajo que hicimos. En Cartago se hizo el Primer Festival Nacional de Artes, también se publicó la primera revista de Artes y Letras, y fundamos las becas-taller, que era para que alguien pudiera pintar o estudiar sin pensar en un trabajo adicional para mantener a su familia. Le dábamos el salario por un año para que se dedicara al arte”.
Coctel de sueños “Se ayudó mucho a La casa del artista, al Conservatorio Castella. Se trabajó mucho con los colegios. Se daban charlas en los centros educativos. Procuramos acercar a los artistas a los centros educativos. Siempre fueron conferencistas invitados”, dice don Felo, muy orgulloso de su labor. Estuvo cuatro años en la Dirección de Artes y Letras, tres años con don Chico Orlich y uno con don José Joaquín Trejos. “El Presidente Trejos me pidió que me quedara, y le dije que me quedaba sólo un año más. “Yo estaba pensando en mis proyectos. Durante esa época estábamos en la lucha por crear una Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica y en la lucha por crear el Colegio de Arquitectos. Ya en ese momento era presidente de la Asociación de Arquitectos. Fueron luchas muy duras, tanto para la creación de la Escuela de Arquitectura como para pasar de Asociación a Colegio de Arquitectos. “En Nicaragua ni había siquiera una asociación de arquitectos. En Honduras tampoco. Poco a poco fuimos estimulando la creación de las escuelas y de los colegios de arquitectos, y se formó la Federación Centroamericana de Arquitectos, de la que fui el primer presidente. “Mientras tanto, daba clases en la Escuela de Bellas Artes. Nunca dejé la docencia, por más exigencias de tiempo que tuviera. “Tampoco dejé de pensar en la importancia del Ministerio de Cultura. En las elecciones que perdió Daniel Oduber, en
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1966, yo estaba con él. Para ese tiempo, le escribí el primer programa para la creación de un ministerio de cultura. “Recuerdo que Daniel presentó ese primer proyecto de ministerio en una reunión que tuvimos con artistas e intelectuales. La reunión fue en Tres Ríos. El proyecto llegó hasta ahí porque ganó don José Joaquín, con quien seguí trabajando desde la Dirección de Artes y Letras. Después retomaron la idea Don Pepe Figueres y Don Beto Cañas, por dicha, porque el Ministerio de Cultura realizó una labor fundamental, sobre todo en esos años 70”.
El pintor y el promotor “De 1958 para acá no he parado de pintar, pero sin dejar mis luchas. Por ejemplo, estaba en la lucha de la creación de la Escuela de Arquitectura, y gestioné con la embajada de Inglaterra una asesoría para la creación de la estructura académica de la escuela. “En el 70 regresé a Inglaterra con tres compañeros, el arquitecto Jorge Bertheau, hijo de Margarita, la pintora; el arquitecto Santiago Crespo y el arquitecto Édgar Brenes. “Estuvimos allá un año. Nos especializamos en Pedagogía con énfasis en Arquitectura. Y a la vuelta conseguimos que por fin Costa Rica tuviera una Escuela de Arquitectura. La carrera se abrió en el 71. Fui el director de la escuela desde que regresé de Inglaterra. Empezamos con una metodología nueva en el medio nuestro, pensando en el aprendizaje en lugar de la enseñanza. “Siempre pensamos en una pedagogía que favoreciera clases más participativas y en grupos. Creó un cisma enorme en la universidad. Rompimos con toda la enseñanza tradicional. Estimulábamos el avance unipersonal, que un estudiante no fuera frenado. “Siempre he creído que la enseñanza es una metodología para mediocres. “El estudiante capacitado, inteligente, tiene que ir frenado, esperando a los malos estudiantes. En cambio, en el aprendizaje vos podés avanzar individualmente, de acuerdo con tu capacidad intelectual”, explica Don Felo, quien fue profesor universitario desde el 57 hasta los 90. “Durante todo este tiempo, tampoco dejé de trabajar como arquitecto. Todavía lo hago, aunque sea en menor escala. Sigo activo en todo, por gusto y por vitalidad, porque el cuerpo y el alma me lo piden”. 326
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“Como pintor, creo que realmente el soporte más grande ha sido el sentido plástico. Me he apropiado de lo figurativo para justific ar mi sentido plástico. “En el caso de mi primera exposición, la composición geométrica da el señalamiento de esa época, que luego se ve en el paisaje urbano. “En los 60 me voy a lo puramente concreto, que la gente llama puramente abstracto”, dice, pícaro con la palabra, y siempre tirando el anzuelo. “Después de los 50, se creó una cultura que favoreció la tolerancia y la comprensión. La comunidad se abrió a un nuevo concepto, una nueva visión, cuadros de esta naturaleza que no dicen ´yo soy´ sino “‘¿qué piensa usted de mí?’”. Ha sido la vuelta a un mundo en ochenta minutos. Es el mundo con muchas patas y ventanas, con bocas que uno imagina, con preguntas cuyos signos terminan siendo árboles o puertas. Es el mundo de un pintor de jaquecas, de un maestro de la interrogante, de un generador de abrazos de colores. El mundo de Felo García, una leyenda viva en el arte abstracto, la promoción de la cultura, el deporte, la arquitectura y la docencia en Costa Rica. Ojo, diciembre 2003
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Rafa Fernández
Soy un príncipe
Pasaron varios años desde que quise hacer esta entrevista y el momento en que el gran pintor Rafa Fernández Piedra estuvo en condiciones físicas y anímicas para recibirme. Sabía que su semblanza era urgente en OJO y que no podía pensar en la publicación de un libro de entrevistas a grandes costarricenses del arte y la cultura sin incluirlo a él. Fui a varios lugares sólo para verlo, al principio ni siquiera me atrevía a saludarlo, y al final opté por hablar primero con su esposa, quien me rompió la barrera de una repentina timidez que no me permitía solicitarle una entrevista. Fue así como pactamos tres encuentros, el primero de ellos durante la inauguración de su muestra antológica en el Museo de Arte Costarricense, que es un paseo maravilloso por su obra, que es singular y mayúscula en la historia del arte en nuestro país. Las otras dos reuniones fueron en su casa, en San Pedro de Montes de Oca, al frente del Colegio Vargas Calvo, una casa sencilla y bella, en la que se nota que hay un hogar. El príncipe de las bellas artes de Costa Rica, el protector de las mujeres elegantes y esbeltas de sus pinturas y el gran creador de un mercado para el arte que no sería lo que es sin él, ha pasado por una prueba muy difícil: dos derrames cerebrales lo tuvieron entre la vida y la muerte, y ya lleva varios años defendiéndose del infortunio y saliendo adelante. Tiene una voluntad a prueba de todo y un sentido de la dignidad que recorre toda su obra. Aunque no pudo cumplir su sueño de ser torero, él mismo ha creado sus propios rituales de vida y de muerte, y va hacia delante con esos ojos de águila contra los cuales no hay huracán ni desgracia que pueda… Esta entrevista está compuesta de varias conversaciones. Me habían dicho otros artistas y algunos colegas que debía 328
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hablarle despacio y que tenía que prestarle mucha atención para captar lo que quiere decir. Incluso, durante todos los encuentros nos acompañaron su esposa, doña Myrna, y su hija Alma, quienes querían facilitar la tertulia entre nosotros. Hasta había leído en una entrevista de la periodista Aurelia Dobles que él insistía en que hacía falta un gran esfuerzo para entenderle, pero no tuve problemas ni con una sola palabra que salió de su boca.
Seguro de su vuelo Como el águila que no necesita pavonearse en el vuelo, porque sabe que hasta el sol quisiera tener ojos para verla, como el tigre feliz que descubre su pelaje, Rafa Fernández sigue teniendo el mismo rey por dentro. Me lo encontré seguro, confiado en lo que dice, corajudo como siempre, siempre listo para dar la batalla. No tuvieron necesidad de “traducirme” una sola palabra de lo que dijo: todo llegó más que claro hasta mí. Se le nota la fatiga al conversar un buen rato, pero son más evidentes la lucidez, la fuerza interior, el fuego de sus palabras, la luz de su ejemplo y la gran capacidad de asombro de este niño grande que es el pintor de las reinas y los fantasmas. En esta entrevista habla de su vida, su niñez pobre, su relación con los toros, su padre zapatero, su madre amante de la poesía de Rubén Darío, sus años de trabajo en un cine, sus aventuras como cantante en Panamá, su relación con los grandes maestros (Manuel de la Cruz González, Paco Amighetti, Lucho Ranucci, Margarita Bertheau, Rodrigo Peñalba…), sus queridos fantasmas, las mujeres de su pintura y sus grandes luchas, entre ellas, la que sostiene ahora. Al final, habló de otros grandes artistas, que lo conmueven, como Botero, Lola Fernández, Jiménez Deredia y Jacques Sagot
El hijo del zapatero Rafa Fernández nació en San José, en Barrio Los Ángeles, en una familia pobre. “Como eran las familias antes: pobres pero decentes. Mi padre era zapatero; mi madre, ama de casa, una gran amante de la poesía. Fuimos cinco hermanos, tres hombres y dos mujeres. “Tuve una infancia muy llena de aventuras, una infancia muy pobre, pero generosa, lindísima. Antes se divertía uno Camilo Rodríguez Chaverri
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diferente a ahora. Jugábamos en el campo, jugábamos en la calle. La pasé muy bien haciendo diabluras. “Estuve en la escuela Brenes, y en la Escuela Roosevelt, en San Pedro. Era pésimo estudiante, pero me adoraban las maestras. Tengo esa facultad para las mujeres, siempre tuvieron mucho afecto por mí. Por eso es que he pintado tantas. “En serio que hacía diabluras, y me llevaban mucho a la dirección, pero lo bueno es que ya me compuse. Mi padre me compuso con chilillo. Antes el chilillo se aceptaba y uno se componía a puro chilillo. Ahora no, porque ahora dicen que eso es agresión. “Era un niño con lo que les ha dado por llamar ´déficit atencional´, exactamente. Pero todo se componía en la clase de dibujo. La maestra de dibujo me ponía a hacer un dibujo en la pizarra. La maestra me decía ´Rafa, venga, hágame el dibujo´. Yo lo hacía en la pizarra, con tiza, y los otros alumnos lo repetían. No tenía la menor idea con relación al arte, porque no tenía ninguna relación con el arte. Mi diversión era jugar futbol. Jugaba de portero. “Eso sí, mi mamá me leía cuentos y poesía. Recuerdo muchos poemas de Rubén Darío. No recuerdo amigos de la escuela. Ya todos se murieron, imagino yo. Ah no, mentira, en la escuela Roosevelt tuve algunos compañeros a los que todavía veo, como Alfonso Guevara, quien es muy amigo mío”.
El cine y los toros “Cuando salí de la escuela, trabajé en un cine. En el cine Venus. Tenían unas ventas adentro del cine, y yo las hacía. Antes se vendía maní y papas fritas en los cines. Yo andaba con las bolsas, vendiendo, y era el que pegaba los carteles. Vi cantidad de películas, películas argentinas, películas mexicanas… Vi miles de miles. Recuerdo una película de Francisco Petrone, no me acuerdo como se llamaba. Era una película muy, muy linda. “Trabajé en el cine como 8 años. Me dejó muchos recuerdos. Gracias al cine, fue una adolescencia pobre, pero muy entretenida. Ganaba poquito, pero me las arreglaba. La verdad es que no ayudaba nada en la casa. Soy el menor de los varones. No tenía tanta presión como mis hermanos. “Tengo un hermano vivo y una hermana viva, Mireya y Eliécer Cayetano, ´Tano´.. Los demás ya murieron. Desde la 330
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niñez y la adolescencia, hacía dibujos, pero lo que quería era ser torero. Mi papá me llevaba a las corridas de toros en la Plaza Solera desde que estaba chiquito. Los toros aquí eran una gran afición, pero antes, ahora no. Ese tiempo se terminó. “Yo iba los domingos, a las tres de la tarde. Venían los mejores toreros del mundo. Venían de España, de México… “Amo el ritual de los toros, la parafernalia de los toros. Los toros representan un ballet de muerte. Es un espectáculo donde uno siente la vida y la muerte. Posiblemente eso me acercó a la pintura de Goya. “En ese momento, no lo conocía, no tenía el honor de conocerlo, tenía un nivel cultural muy bajo. En cuanto a arte, nada. Yo a veces me pongo a pensar qué podía hablar con un amigo a esa edad. Diay, de futbol y de muchachillas, nada más. “A los toros me acompañaban dos amigos. Ellos también querían ir a los toros siempre, pero no tenían el conocimiento que tenía yo. El conocimiento lo tenía yo por parte de mi papá. Mi papá compraba muchas revistas. Venía mucha revista de toros al país. “Terminé la escuela y me puse a trabajar, me hice técnico dental, a los 15 años de edad. Tenía unos 15 años cuando decidí que quería ser torero. Ya era técnico dental. “La creatividad de mi expresión está limitada. Entonces, no puedo explicarle todo como yo quisiera. Trabajé como técnico dental con Fischel. Me metí en un laboratorio. Mi papá me consiguió un trabajo, y desde ese momento, por mucho tiempo dependí de mi trabajo en Fischel. Cuidado habla de Fischel, porque capaz que me investigan”, dice don Rafa y se muere de la risa…
Encuentro con la pintura “Yo empecé de cero. Después logré hacerme técnico dental. Me gustaba mi trabajo, pero a medias, como que sí y como que no. Me daba un sueldo, y eso me ayudaba a salir adelante, pero no me hacía feliz. “Hasta que un día me encontré con la pintura. Me encontré con ´La casa del artista´. Yo tenía unos 16 años. Me encontré con Paco Amighetti, con Lucho Ranucci, con Teodorico Quirós. “Lucho Ranucci fue mi maestro. Era un italiano muy bueno, una persona a la que le gustaba mucho enseñar. Era Camilo Rodríguez Chaverri
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un italiano muy grande, muy macho, ´La casa del artista´ tenía un ambiente muy lindo, muy romántico. Yo vivía ahí metido todo el tiempo. Recuerdo que ahí en ´La casa del artista´ tenían una sinfonola. Yo ponía música y me ponía a pintar. Para ese tiempo, el ballet de Olga Franco quedaba a la par del Teatro Nacional. “Esos grandes artistas con los que me encontré reconocieron que yo tenía talento. Me reconocieron la ansiedad que tenía por aprender, una ansiedad que nació de pronto, con el descubrimiento de la pintura. “Yo les dije que quería ser torero. Es lo que siempre he querido ser. Así que, al principio, pintaba toros, corridas, plazas… Ellos me decían que siguiera. Lucho Ranucci era el esposo de Olga Espinach, la fundadora de ´La casa del artista´. “Paco Amighetti era un hombre muy suave, siempre con su cigarrillo en la boca, un hombre muy llamativo, muy delicado… Paco era un poeta, pobre Paco, las mujeres lo agarraban, lo tenían dominado. Es que era muy enamorado. Era tremendo. Fue muy famoso por eso. Era famoso por sus enamoramientos. Se casó cinco veces. “Teodorico Quirós era un personaje. Era encantador. Todo lo que decía se volvía risa. Siempre andaba buscando el chiste. Era un pintor muy serio, pero sus palabras siempre tenían algo… Uno se reía de todo lo que él decía. Además, era un maestro extraordinario. Fue el inventor de la pintura de paisaje en nuestro país. “Otro de los artistas que conocí durante aquellos años era Manuel de la Cruz González, quien fue mi gran maestro después. Todo el respeto para mi maestro. Yo volvía de Nicaragua, participé en una exposición en ´Las Arcadas´, con un cuadrito, y Manuel me dijo ´¿por qué no vas a mi estudio, para darte unas lecciones?´. Yo le dije ´bueno, yo llego´. “Entré al grupo taller que tenía él. Ahí estaban Teresita Porras, Floria Pinto… Tengo que decir la verdad: Manuel de la Cruz me reconoció, reconoció mi talento. Me dijo ´usted es un gran pintor´. Con él aprendí muchísimo. Aprendí con sus grandes frases. No fue tanto lo que aprendí con su pintura como lo que aprendí con sus grandes frases. Lo que él decía siempre era profundo. Decía, por ejemplo, que la pintura era parte de nuestra sangre, que la pintura no se podía traicionar nunca, cosas así… Tenía frases estupendas. Era un personaje estupendo, irascible, arrancado…”.
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Margarita Bertheau “Aquella era una época en que los artistas tenían muchas historias. Una vez Manuel invitó a Margarita Bertheau, puso los cuadros en el suelo para que ella los viera, pero Margarita más bien se paró en todos los cuadros y empezó a bailar. Le dijo ´esto es una mierda´. Preguntáme qué pasó”, dice don Rafa, muerto de risa. “¡Qué no pasó…! Manuel enfureció y la echó de la casa. Con su danza, Margarita dañó algunos de las obras. No te imaginás la gran ofensa que puede significar para un pintor que alguien baile sobre los cuadros de uno. “Manuel de la Cruz González tenía entre sus obras los primeros cuadros abstractos que se conocieran de algún pintor costarricense. En ese momento, también empezaron a pintar abstractos Lola Fernández y Felo García. Manuel acababa de llegar de Venezuela. Allá vivió en Maracaibo. “Los admiré mucho, pero yo era Rafa Fernández. Siempre fui Rafa Fernández. En mi obra no se nota el paso de ninguno de ellos, jamás. Siempre cuidé mucho mi obra. Dicen, además, que no importa la influencia mientras tras de ella venga el asesinato. Creo que la idea fue de Baudelaire. “Mi formación artística, tan desordenada, tenía que ver con una vida que se forjó en medio de la pobreza y las necesidades. Imaginate que hasta fui cantante. Un día decidí que me iba de este país, le dije a papá, él me dio un permiso. En ese tiempo, sin ese permiso no podía salir. “Así fue como empezó esa aventura. Fue en los años 50 cuando canté en Panamá. Empecé a cantar por la necesidad. Me encontré con un night club al que le interesó mi voz. O sea, que me hice artista internacional. El night club se llamaba ´Happy Land´. Yo iba exclusivamente a cantar. “Tenía menos de 21 años. Yo fui y me hicieron una prueba en el night club. Siempre cantaba, desde chiquito. Mi papá también cantaba. A él le gustaba la ópera. Me la pasé muy feliz cantando. Viví ahí como cuatro o cinco meses. “Mi cultura no llegaba a que fuera a ver ópera siendo un niño o un adolescente, como hubiera querido mi papá. Si mi cultura hubiera llegado a eso, yo sería genial. “Cantaba música española. Pasé muy entretenido, pero nunca me enamoré de una bailarina. Todas eran putas, pero el lugar era muy elegante y sofisticado. Posiblemente me marcó el lugarcito, pero para bien. El night club en el que
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estaba era tan elegante que llegaba hasta el presidente de Panamá, que era Rimón. “Me vine de allá porque peleaba mucho. Tenía problemas con la gente. Siempre he defendido mi dignidad. No dejo que nadie me pase por encima. En aquel tiempo, se podía pelear a los golpes, porque nadie sacaba la cuchilla. Yo pasé peleando mucho, aquí y allá, y en todas partes. “Fui amante del boxeo desde siempre. Nunca quise ser boxeador. Mi pasión eran los toros. Me gustaba el boxeo posiblemente porque veía a dos hombres pegándose, uno defendiéndose y el otro pegando, y también me parecía un ritual. Claro que me pegaron más de una buena majada. “Una vez, en la Plaza Roosevelt, cuando yo tenía como 14 años, me pegaron muy duro. Pero ni así se le quitan a uno las ganas de pelear. Me majaron muchas veces. No por eso dejé de ser peleón”.
De Panamá a Nicaragua “Me devolví de Panamá y me fui para Nicaragua. Estamos en los años 60. Me fui como técnico dental, en el año 58. Me fui para Nicaragua, pero originalmente iba para México, a torear. Iba a hacerme torero. Pero no me alcanzó la plata para el viaje, y llegué hasta Nicaragua. ”Me casé en Nicaragua. Conozco a mi esposa allá. Ella es hondureña. Yo llevaba una beca para Bellas Artes. Antes de irme, me ayudaron a preparar todo por si acaso me tenía que quedar en Nicaragua. Aquí gestiono una carta, Olga Espinach escribe la carta, y la beca me la concede Somoza. “Como me quedé en Nicaragua, aproveché la carta para mover la matrícula. Se la llevé a Rodrigo Peñalba. Él fue mi maestro en Managua. Peñalba fue mi gran maestro. “Yo tenía 23 años cuando conocí a don Rodrigo. Era un hombre talentoso y un maestro fuera de serie… Un día me dijo ´usted tiene que seguir pintando, usted será un gran pintor´. A mí los grandes maestros siempre me cuentearon de que yo iba a ser un gran pintor, y me lo creí. “Conseguí trabajo donde un primo de Somoza. Trabajaba en las tardes, y pintaba por las noches. No había toros en Managua. Conservaba la esperanza de ser torero, pero
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me quedé ahí, esperando la oportunidad de seguir hacia México. “Mi esposa se llama Myrna Tercero Morazán. Ella es tataranieta de don Francisco Morazán. Estaba en la misma pensión que yo estaba. Ella era secretaria en la Embajada de Honduras. Fue así como nos conocimos. “Ella es tres años menor que yo. Tenía como 20 años. La conocí y al mes nos casamos. Sigo tan contento como el día en que la conocí. “Pensé que tenía que quedarme. Vivimos en Nicaragua como un año. De ahí nos fuimos para Honduras, donde tuvimos el primer hijo, Jorge Rafael. Tenemos cinco hijos, Jorge Rafael, Karla, Alma, Miguel Ángel y David Ricardo. “Jorge Rafael nace en el año 60, cuando yo me ganaba la vida como técnico dental. No pintaba bien, pero pintaba. Allá me encontré con algunos pintores hondureños, entre ellos, Mario Castillo, director de Bellas Artes allá. “Vivimos en Tegucigalpa, en el barrio Buenos Aires. Los primeros años de matrimonio fueron muy lindos. La ventaja es que todo siguió así. Yo viví muy feliz en Honduras... Nos acomodamos muy bien, y me puse a pintar”.
Libertad para crear “Mi mujer siempre me dejó el espacio para pintar, siempre respetó mi espacio, incluso cuando estábamos criando a la familia. Mi hija Karla nace en el 62, ya cuando estamos en Costa Rica. Después de estar en Honduras, volví a trabajar en el laboratorio Fischel, con Percy Fischel. Los laboratorios estaban por el Club Unión. “Después de esos años por América Central, me volví a encontrar con Don Paco, y con doña Margarita Bertheau, quien me quería mucho, me respetaba mucho, y a quien le gustaba mucho como pintaba. Nunca bailó sobre mis obras… ”, dice, entre risas. “Yo fui muy amigo de ella. No me dio clases nunca. Ella era una mujer muy enamorada de la vida, muy apasionada, hasta la muerte. Era una apasionada del arte. Por eso me respetaba tanto. Sentía que en mí corría una pasión como la de ella. “Mi arte siempre ha sido arte. Los grandes artistas lo han reconocido, sin importar en cuál etapa estuviera. “Mi arte primero era matérico. La atmósfera de los cuadros era propia de la pintura nicaragüense. De nuevo, no importa la influencia mientras tras de ella venga el asesinato. Es cierto Camilo Rodríguez Chaverri
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que las texturas y la paleta eran muy características de la escuela nicaragüense. “En Nicaragua había un movimiento pictórico, una tendencia que caracterizaba muy puntualmente a la pintura nicaragüense. Es el país de América Central que ha tenido una escuela. En Nicaragua conocí a varios maestros del arte que me ayudaron, entre ellos, también conocí a Carlos Martínez Rivas, poeta de los poetas. Fuimos grandes amigos. Fui amigo de varios de los poetas de esa generación. Por ejemplo, recuerdo que fui al entierro de Salomón de la Selva. “Cuando empecé, la gente decía que qué feo que pintaba. De por sí, para lo que me importaba… Yo sabía que dentro de mí había un gran artista. No me preguntés por qué lo sabía, pero sí lo sabía. “Empecé a pintar mis queridos monstruos. Eran mis compañeros de la infancia. Siendo chiquillo, yo era un gran lector de narraciones de terror, y me hice mi propio mundo. Nunca me dio miedo porque los veía como si fueran mis compañeros. Nunca me asustaron. “En los años sesenta toda la revolución era propia de la juventud. Inica el rock and roll, las películas de James Dean… Todo eso me envolvió. Me gustaban Los Beatles, creía en la paz y el amor. Yo vengo de otra generación, anterior, la generación que supo que el mundo vivía en medio de una guerra fría. Todo eso me afectaba mucho. Por eso es que me impactaron los años 60, que son los años de mis queridos monstruos”.
Nada con la política “Nunca entré en política, nunca. Siempre he sido apolítico, porque la política ensucia la cultura. Lo único que he hecho en política fue apoyar a Óscar Arias en su campaña anterior. Ya no más. Ya no me meto en eso nunca más. Ya estoy muy viejo. Más bien, ya viví lo que tenía que vivir en ese sentido. Porque a pesar de que estoy viejo, soy conciente de todo. Estoy lúcido. Como dice el refrán, ´viejo, pero no pendejo´. “La pintura es un camino que le va dictando a uno pautas. Uno debe tener mucho ojo para descubrir esas pautas. Uno tiene que ser muy parejo con la pintura. Es como una novia celosa. No se puede descuidar. Uno tiene que ser muy consecuente con su obra.
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“Después de los monstruos paso a una pintura muy tranquila, una pintura muy sensual, erótica, donde la poesía emerge. Para mí la mujer y la poesía son la misma cosa. “De las mujeres sólo la muerte me separará. Las mujeres de mi obra son un reflejo de lo que pienso de las mujeres en general, y de qué manera me habitan. Poéticamente han ido evolucionando. Cuando pasó de monstruos a mujeres, hay una reacción positiva en la gente. Aunque, la verdad, me seguía interesando poco lo que dijera la gente. Si me hubiera interesado no sería Rafa Fernández. No puedo esperar de la gente que me diga la verdad de mi obra. Ahora hay mucho muchacho al que le pasa eso, que por pintar como dice la gente se prostituye. “Mi obra no necesita ídolos. Es una obra para el tiempo. Por lo tanto, ya está, ahí está, en el tiempo”.
“La mujer es un aroma” “Yo amo a las mujeres que he pintado. Las amo a todas ellas, aunque ahora me han dejado, pero volverán, volverán. El rostro de las mujeres tiene que ver con el concepto que tengo yo de la mujer. La mujer es una flor. Debe estar siempre sentada. Es la única que puede producir la necesidad de que un hombre viva. Para mí, la mujer es tal y como yo la pinto. Es una mujer flor, una mujer elegante, querendosa, bella, esbelta… “Me inspiro en todas las mujeres. Mi mujer tiene un lugar primordial, tiene todo el amor mío, pero todas las mujeres me han inspirado. He tenido muchas modelos, pasan por la calle, y capto un gesto, una mirada… “Hay un prototipo, es cierto, pero fue dándose con el tiempo. Las he ido diferenciando. A partir de los ochenta se defin en como el centro de mi obra. El hombre en mi pintura no cabe, porque es muy patán. En cambio, la mujer es un aroma”. Le celebro esta frase: ´la mujer es un aroma´. Le pregunto que si alguna vez ha escrito poesía, porque sus palabras son filosas, y a veces quieren explotar como bombas de mano, o abrirse entre los dedos de uno como si fueran una flor. -He escrito cosillas, cuentos, poemas… Cuando dice esto, su hija Alma, que nos acompaña durante toda la entrevista, le pregunta que si le permite ir a traerme unos poemas, para agregarlos a esta semblanza. -Dejálos ahí dormidos, le sugiere a Alma. Camilo Rodríguez Chaverri
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“Las mujeres viven en mi obra y en mi vida. Cuando estoy en la soledad de mi estudio, yo hablo con ellas, y las beso. Parece una locura, pero han sido acompañantes de toda mi vida, como mis hijas, mi mujer… Por eso las beso. “Hablo rápido cuando me emociono. Nunca sentí que me estaba convirtiendo en alguien grande. Las grandes son ellas. Ellas me han tenido ahí para que las promueva. Eso es: yo soy un promotor de esas mujeres. Eso es exactamente lo que soy”.
Mis maestros “Ya te hablé de mis maestros, de Peñalba en Nicaragua; de Lucho Ranucci en el tiempo en que descubrí que soy un artista, de Manuel de la Cruz González… Entre los grandes pintores, admiro a Chagall. Para mí, es el pintor más extraordinario. También Picasso, que es el más fuera de serie de todos los pintores de este tiempo. Me encanta Picasso el malo, el terrible. Seguramente era Escorpión, como yo. No me veo en él, pero me encanta. Es maldoso. Capaz que yo sería igual si no fuera por mi mujer, que no me deja. “Tengo que darle las gracias a mi mujer, porque no me ha mangoneado. He podido ser pintor por el espacio que me ha brindado y por el respeto que le tiene a mi trabajo”. Le pregunto si siente que se ha encasillado en las mujeres, como han dicho algunos. “Sería tonto que no me encasillara en las mujeres. Las mujeres son el elemento primordial de mi obra. He vivido de ellas, suena muy feo, pero así es: he vivido acompañándolas, las beso todos los días porque no han dejado de seducirme. “A los ojos de otros, he tenido mucho factor negativo por el éxito que he conseguido. He creado muchos anticuerpos. He sido un escorpión, y tras de todo, malo. Si me hacen daño, muerdo. “Pasé toda mi vida peleando, desde la juventud. El ambiente de la pintura es un culebrero. Me defendí con base en la calidad. Es cierto que tuve muchos detractores. Decían que estaba encasillado, que yo era comercial. Curiosamente, esos que decían que yo era comercial están vendiendo obras gracias al mercado que yo construí. Antes los pintores vivían de limosnas. Ahora venden como locos”. -¿No es cierto, negra? ¿De qué te reís?, le dice a su hija, que celebra con los ojos y también con una sonrisa cada nueva genialidad de su padre. 338
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“Mejor poné ahí las cosas como son: soy el que más ha vendido porque la gente tiene muy buen gusto. Diay, si es la verdad… “Los judíos me hicieron el primer mercado. Les gustaba mucho mi obra. Tal vez descubrían el ramalazo judío que tengo. Siempre he tenido muy buena relación con los judíos de aquí y del extranjero. Ha sido una amistad para siempre. “No puedo quejarme de nada. Ni siquiera de los detractores, porque he hecho mucha exposición fuera. Y fuera del país, todo ha sido piropos y halagos”.
Distinción en mi pintura… “En el año 2000 tuvimos una exposición en Gerona, Barcelona, en un castillo medieval. ¿Te imaginás a mis mujeres en un castillo? Se veían como princesas, como si hubieran nacido para estar ahí siempre. “Ellas y yo estuvimos en un castillo del siglo XII. Me han dicho en España cosas muy bellas, como que tengo calidad. Pero la calidad yo sabía que la tenía, sólo que la gente es muy bondadosa conmigo. Con mis mujeres no, con mis mujeres son justos. Mis mujeres son extracción mía, eso sí, y yo salí de la extracción popular. Eso es muy importante. “A pesar de mi origen, ellas son princesas. Yo las hice princesas, pero siguen siendo de extracción popular. No son mujeres pobres. Yo tampoco soy un pintor pobre. ¿Para qué voy a decirte una mentira? “También dicen que mi arte carece de compromiso. Todo arte es comprometido. Para que no fuera así, el pintor tendría que meterse en una jaula o en una cueva. Todo eso de arte sin compromiso es una pura tontería. “Ahora, que si lo que quieren es que mis mujeres anden en harapos, lo siento mucho. Mis mujeres no permiten que su presencia sea pobre. Ellas son muy elegantes como para andar desarrapadas. Ahora bien, la elegancia no quiere decir clase. Eso se trae en la sangre. Hay mujeres pobres que son muy elegantes. Son mujeres muy distinguidas. Eso les pasa a las mías. Me las critican porque no pueden ocultar esa dignidad, esa belleza, esa esbeltez que las caracteriza. “Cuando dicen que mis mujeres son distinguidas, me excluyen. La distinción está en mi pintura. Mi pintura es distintiva. Un cuadro mío es distinción en una casa, en una familia. Por eso es que luego la familia no quiere que el
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cuadro salga de ahí. Los cuadros que yo le vendo a alguien se hacen parte de su familia…”.
Principios y gustos “Ha sido un principio mío: prefiero ser deseado que sobrado… Es un asunto de dignidad. La dignidad no tiene que ver con la formación intelectual. Es algo que viene con uno, porque es del espíritu. Hay intelectuales que no la tienen, porque son feos por dentro. “La historia del arte en Costa Rica está llena de grandes ejemplos de genios con dignidad… Ha habido un panorama de artistas muy rico. Tenemos grandes maestros, como Quico Quirós, Manuel de la Cruz González… Ahora tenemos que soportar esto: una historia llena de grandes pintores. O enriquecemos lo que teníamos como modelo o lo empeoramos. El punto es que hay que pensar que cuando se pinta se pinta para la historia. La obra de uno tiene que pasar la prueba del tiempo. “De los de ahora, respeto mucho a Lola Fernández. Ella es una gran pintora. Me gusta esa cosa fantasmagórica que rodea la pintura de ella. “De la gente joven todavía no me encanta alguno. Creo que todavía no han alcanzado el nivel que para mí es necesario para pasar a la historia. “De los de América Latina, me gusta Botero. Me gusta porque es un contador de cuentos. Es una pintura que me encanta. Botero hace una pintura primitiva. Igual que yo, él ha cogido todo del pueblo. Los gordos de Botero son tan elegantes como mis mujeres…”.
Sacar la rabia “Quiero decirte mucha cosa, pero habrá que esperar para sacar todo lo que tengo adentro. No sé cómo sacar toda esa rabia que tengo. Por ahora, he vuelto a pintar después de la enfermedad. Lo de ahora es un deseo de pintar, un deleite de pintar. Si salió, salió, y si no salió, no salió, como dicen los chiquitos. Ya no hay problema para mí. Me imagino que uno puede llegar a la pintura donde el deleite sea total. Es un deleite total de pintar. Creo que eso es lo que me está pasando. “Espero ser un hombre vital, lleno de energía. Así es mi pintura. En los últimos dos años he tenido que pasar un 340
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huracán para apaciguarme, un huracán producto de mis mujeres, ellas lo provocaron”. Lo detengo para decirle que si no le parece desconsiderado culpar a las mujeres del serio accidente cerebral que lo tuve entre la vida y la muerte, y que lo postró en una cama, por lo que ahora tiene sesiones de rehabilitación todos los días… Aunque se moviliza en silla de ruedas, ya está dando los primeros pasos. “El año anterior a lo que me ocurrió, o sea, en el 2001, trabajé hasta 18 horas diarias. Tuve la Bienal de Venecia; la exposición en el castillo de Gerona, Barcelona; una exposición individual en Panamá; una exposición individual en Kandinsky, la galería de una de mis hijas, y me fui un mes para Bogotá a hacer unas litografías. Sólo uno de esos proyectos era trabajo suficiente para un año para cualquier artista. “Además, estaba invitado para exponer en un palacio en Roma, estaba pintando, estaba preparando la exposición… “Lo que ocurrió es que me enojé, me enojé muchísimo con una persona extraña a la casa. Me puse como un toro, y se me vino de pronto todo esto. Todo estaba para que muriera. Me quedé para comenzar una misión. Me dieron la oportunidad de quedarme vivo más tiempo. “Yo soy un toro de casta. A veces se me quiere terminar la casta, pero yo sigo. Ay vamos, adelante. Esto se resuelve con pasitos pequeños, y con tiempo, con tiempo. No lo podría conseguir sin esta familia hermosa que tengo. “Fue muy fuerte el huracán y casi deja todo en el suelo. Pasé montones de meses con enfermeras particulares todo el día, unas enfermeras de lujo, mis hijas Karla y Alma y mi mujer, que es como mi doctora, bueno, ella es doctora, odontóloga, y con respecto a mi caso, ella todo lo sabe. Si me está pasando algo, ella siempre sabe que es”.
Lección de vida Vuelve a ver a un lado y al otro. Están su esposa, Doña Myrna, y sus hijas, Karla y Alma. Se detiene en cada una. Las mira despacito, quedamente. Y después dispara amor por la boca. “¿Cómo no voy a estar vivo con esta gente, con esta mujer y con estas hijas? He sido bendecido con una atención
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particular, que es de lujo. Esta atención no se paga ni con todo el dinero del mundo. Estoy vivo por ellas”. Su esposa le hace una señal, como que mire hacia el cielo. “Bueno, estoy vivo primero porque Dios quiso, claro que sí, pero después, por ustedes”, y señala a las tres mujeres de su vida. “Ellas me ven con los ojos del amor. Los ojos del amor son ciegos. La verdad es que yo también les di todo lo que pude. Paseamos mucho, disfrutamos mucho, anduvimos por todo Europa, por todas partes... Gozamos, gozamos mucho. El dinero es para utilizarlo. Es para saber donde va a gozar uno más, donde va a vivir uno con toda la gana… Yo ya viví con mi mujer, con mis hijos y mis hijas. “Ha sido una vida plena, y ahora estoy en una misión secreta. Ni yo sé de qué se trata. Mientras tanto, es una lucha de todos los días, una terapia de todos los días… Espero pasar toda esta prueba. Puedo pasarla, pero despacio, tranquilo, con amor, con cariño, con música, y con pintura, con pintura por supuesto. “Me ayuda mucho la música. Me ayudan Chopin, Mozart, Beethoven… Hay tantos. Me gusta la alegría del sonido. Las mujeres de mis pinturas siempre están como escuchando música”.
“Leí mucho” “Algo que siempre me ha gustado es leer. La literatura siempre fue un arma para mí, un alimento para mi obra. Me interesa la literatura latinoamericana. Vargas Llosa me encanta, por decirle algo común, y he leído todas las obras de García Márquez. Antes de lo que me pasó yo era un gran lector. He leído mucho. Ahora las pongo a ellas a leerme. Es Karla la que me lee. Alma también, pero a veces se queda dormida leyéndome. “La verdad es que soy un chineado. Mi esposa dice que sólo me faltó una pata para tener las cuatro de los árabes. Es que yo soy un príncipe”. Se detiene un momento, y entonces su hija Karla aprovecha para decir que él siempre las consintió, y que ahora les corresponde a ellas devolver ese cariño especial. Mientras Karla dice ´ahora lo consentimos nosotras´, a don Rafa se le mueve la cara como si le quisiera temblar, y una lágrima quiere recorrer el camino que va de sus ojos a su boca.
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No puede ser más bello el momento. Tiene como una luz que sale de algún sol acomodado especialmente en una esquina o una ventana. Hay un largo silencio, como para celebrar el instante aquel, y luego el pintor vuelve sobre sus palabras. “Soy el promotor de las mujeres. Al que me toque a una de ellas le va muy mal, porque eso es peor que me esté tocando a mí. Por eso es que las mujeres de mis obras me guardan tanta fidelidad. Si alguien pinta mujeres parecidas, todo el mundo sabe que está copiándome. Por lo tanto, tengo todas las razones para dormir tranquilo. Estoy tranquilo en mi palacio. Bueno, ahora estoy más bien como el personaje de ´El otoño del patriarca´”.
“Es otro mundo”. “Lo que estoy pintando ahora es otro mundo. Tiene relación con lo anterior, pero es diferente. Es que el vendaval arrasó con todo…”. Su hija Alma y su esposa le preguntan al unísono que si les permite traer alguna de las pinturas de ahora, que no han sido expuestas… -No, no, todavía no. Vuelve su rostro a mí, y se explica, como disculpándose. “Es que llevo cuatro o cinco cuadros. Eso se verá tal vez con el tiempo, hasta que yo diga, ´aquí, hasta aquí, entonces sí te los enseño. Te llamo para que vengás´. “Bueno, en Kandinsky expuse 13 pinturas, de las que he creado desde del vendaval, pero lo que estoy pintando ahora es diferente”. Doña Myrna, su esposa, me explica que para ellas las pinturas nuevas tienen un gran significado. “Es el regreso de él, porque lo del huracán fue en serio…" De nuevo irrumpe don Rafa, que tiene ganas de hablar. -Todavía no hablo bien, pero estoy comenzando a hablar. No tuve problemas de lenguaje. Fue de voz… Aquí (señala su cabeza) está toda la información. No se ha perdido”.
Mozart lo devolvió al mundo En esta sesión, doña Myrna y don Rafa hablan a intervalos. Continúa ella, orgullosa de poder contar cómo es que se recupera un artista…
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“El día que se conectó fue impresionante. Nos habían dicho que le pusiéramos a Mozart. Un día, escuchándolo, de pronto hizo una cara de dolor y empezó a llorar… “Al día siguiente le puse a Vivaldi, y de nuevo empezó a llorar. ´¿Sabés lo que estás oyendo?´, le pregunté, y él siguió llorando. Lo dejé llorar todo lo que quiso. Todavía lo emociona la música”. Don Rafa va diciendo que sí con la cabeza, y se emociona, y quiere llorar de nuevo… -Es mentira que los hombres no lloramos. Sí lloramos. Algunos somos unos maricones para llorar. Yo lloro mucho. Me ha hecho muy bien llorar. "También recuerdo una imagen de un hombre que tocaba piano a la par de un lago. Era un hombre con una túnica roja, y estaba tocando algo de Vivaldi. Vivaldi me emocionaba mucho …”.
Alma Su hija Alma es hermosísima. Embellece la conversación con su sonrisa. Sus ojos son la síntesis del asombro y el gozo, cada vez que su papá tiene una de sus salidas luminosas. A cada rato, se le sale del rostro una risa que vuela por la sala con unas alas de mariposa. Ella disfruta de ver a su papá tan bien. Se le nota en la cara que quisiera comérselo a besos cada vez que se sale con la suya, como cuando dijo que es un príncipe, o cuando comentó que quienes sostienen que él es un pintor comercial no explican que ahora están vendiendo obras por el mercado que él creó, que él abrió con sus mujeres. Ella también quiere hablar a cada rato, y le aporta a la semblanza detalles propios de las mujeres, detalles que a los hombres siempre se nos escapan. Me cuenta muchos detalles del huracán por el que pasó su papà, y aprovecho para preguntarle al pintor de su accidente. Es incómodo, pero es su nueva batalla. Sonríe porque sabe que era inevitable. “Muchas veces me he desesperado. ¿Para qué le voy a decir que no, si sí?, como dicen en un programa de televisión. Es desesperante. La terapia me ayuda. Es muy dura. Es una prueba dura todos los días. Es muy difícil, muy doloroso. Es mucho sacrificio, pero es un sacrific io que me aporta. La terapia me ayuda mucho a manejar la situación”.
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Señal de victoria “Al principio, no podía mover la pierna derecha. Ahora la muevo. Tampoco movía el brazo derecho. Ya lo muevo, mire…”. Alza y baja el brazo en señal de victoria. Estoy escribiendo en la computadora portátil y me lamento por no tener un fotógrafo al lado. Desistí de traerlo por respetar las reglas pactadas con su esposa: sesiones de media hora, ir solo, retirarme apenas viéramos señales de fatiga en el rostro o los gestos del pintor. La imagen de don Rafa mientras mueve el brazo derecho es como para una postal, como para ponerla en los camerinos de todos los estadios de cualquier disciplina deportiva. La imagen habla por sí sola. “Me costó mucho mover el brazo y la pierna, pero ya lo logré. Dentro de poco voy a mover todo. Soy un escorpión. Un escorpión nunca se da por vencido. A un escorpión como yo sólo lo vence la muerte”. En la sala de su casa hay una escultura de Jiménez Deredia y una escultura de José Sancho. La de Jiménez Deredia es una miniatura de la escultura que está en El Vaticano, de San Marcelino. La de Sancho es una de sus esculturas animalísticas. Ambas son muy bellas. Antes, en la entrada de la casa, vi una escultura de Manuel Vargas. Es una mujer, una chola, con una dignidad que sale a relucir por todos sus rincones. “Me gusta la obra de algunos artistas costarricenses. Ya te mencioné a Lola Fernández. También me impresiona la obra de Jiménez Deredia. Él es un gran artista. Se nota en todo lo que hace. Se nota con sólo ver su obra, con sólo conversar con él. He pasado mucho tiempo discutiendo sobre arte con Jiménez Deredia. Por ejemplo, hace catorce años estuvimos juntos en ´La casa de América Latina´, en París. En una sala estaba mi exposición, y en la misma casa estaban las obras de Jiménez Deredia. También estaba la obra de José Sancho. Recuerdo que a esa exposición llegó el nicaragüense Armando Morales. Otro artista costarricense que me encanta es Jacques Sagot. Es un genio Sagot. Qué bien que escribe. Cómo me gusta. Y es un gran músico. A otro que quiero mencionar es a Alfonso Chase, quien ha participado en muchas luchas por la cultura”.
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Óscar Arias “No me gusta la política. No participaría en política. Qué va. El único político al que ayudé es Óscar Arias. Me parece un gran político. Óscar Arias puede hacer lo que le da la gana porque es un animal político. Eso se lo debe a su inteligencia, no al Nóbel. El Nóbel es nada más que un accesorio. Lo que me gusta es que con Óscar se puede conversar. Es un hombre culto, que se nota que ha leído mucho. Se puede conversar y se puede aprender de él, bueno, si está de buen talante, porque a veces se pone majadero. Cuando Óscar está franco y sencillo, es una maravilla. Yo lo quiero mucho. “Pero te voy a hablar de otros que me tienen decepcionado. Sobre todo, me tiene indignado lo de Figueres. José María me tiene muy molesto, porque los otros dos (Miguel Ángel Rodríguez y Rafael Ángel Calderón) por lo menos fueron hombres y vinieron a enfrentar al país. José María no. “Lo que ha pasado en este último año con respecto a la corrupción es algo decepcionante. Todos los políticos saben que es muy grave, y que si hubieran estado en el poder, hubieran sido ellos los culpables. Mentira que los demás no hubieran incurrido en ese error. Las empresas hubieran sobornado al que estuviera. Hago la salvedad de Óscar (Arias), que es un amigo de verdad. “De la Costa Rica de hoy lo que me duele es cómo permitimos que se nos fuera de las manos aquella imagen y aquella idea de país, pequeñito, pobre, pero honrado y muy digno. Me preocupa el tema de la falta de honradez en el uso del poder. Y me inquieta y afecta la poca dignidad de los políticos que, como José María Figueres, dicen que van a venir y no vienen. Eso ha sido malísimo para el país. Es más honorable la actitud de Miguel Ángel. Imagínese usted, el haberse venido de la OEA a recoger los frutos de su actitud. Parece que cometió muchos errores, pero venir a encarar la justicia sólo lo hace un hombre”. Don Rafa nos ha regalado muchas horas. Conforme ha avanzado cada sesión, su rostro se va inflamando de vida, y sus ojos de águila lanzan un brillo que se viene volando como si fuera una espada de plata. La entrevista se convierte en una lección de vida, en una ceremonia… Con don Rafa en el uso de la palabra, la palabra en ristre, la tertulia es un ritual. De pronto, veo alrededor nuestro cuando caminan las mujeres elegantes y nos miran los toros. Desde su silla de 346
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ruedas, el pintor besa a las mujeres y enfrenta a los toros. También llegan sus queridos monstruos. Como al final de una novela clásica del realismo mágico, sólo falta un vendaval que se lo lleve para siempre a un paraíso junto a aquellas damas de castillo, aquellos miura y esos bichos que muestran los dientes como intimidándonos. Son las leyendas que ha inventado Rafa Fernández, viven con él en su casa y viven para siempre en los ojos de quienes llevan por dentro la marca del pintor. Pienso en su amor por la tauromaquia. El artista ama el ritual de la faena, como un matador. La vida lo ha llevado a esa paradoja, y él ha salido con la elegancia de quien enfrenta a la muerte y genera en ese instante belleza. Su destino de orero se ve, por fin, consumado… Uno ve sus obras y no se salva de ese vendaval. El artista es un dios pequeño, capaz de la sonrisa y también de la tragedia. El vendaval no pudo con él, ni podrá jamás con su obra. Más bien es su pintura la que genera en cada quien vendavales por dentro…
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Guadalupe Urbina
“O se es, o no se es”
Ella tiene la plenitud en los ojos, el entusiasmo en la boca, y una enorme sonrisa se asolea desde una de sus orejas hasta la otra. Su sonrisa es lluvia de luz. Parece como un puente colgante que va de extremo a extremo y que tiene un piano en lugar de piso. Ningún artista me llena más de alegría. El gozo nace cada vez que habla o que canta, y las ondas de su energía especial fecundan la piel del prójimo. A veces, ese prójimo es uno, y le queda a uno el alma prendidita de sus estrellas, como echando leche de palo, de abundante regocijo, como floreciendo hasta por los huecos de las orejas… Su música es la titular en el tocadiscos de mi carro. Es la única música para la que mis oídos nunca estarían indispuestos. Hay dos que la acompañan (Natalia Esquivel y el dúo cubano Ad libitum), pero así como sale el sol todos los días, así amanece el aparato de mi carro con su trópico azul, su trópico de lluvia, con esa mujer que le canta a la urbe nuestra y al campo, que convierte un paseo en bus en un poema y que nos chifla con sus canciones para Ana, para Alba, para Antonio o para Juana. Entre su guitarra y su largo pelo enmontañado, algo mágico ocurre, y entonces aquella música suya es citadina y guanacasteca a la vez, aborigen y europea, de Sardinal y de Holanda. Me enamoré de su trabajo por la que se supone es su puerta de atrás: primero me atrapó la cuentacuentos, que es, además, una gran cuentista. Entre las historias de su niñez, con la chancha Pánfila, que vivía en la cocina de piso de tierra de su casa; con el mono Benito, el que se rompió una pata, vivió como un hermano de ella y se ponía sus calzones 348
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de corbata, y el perro garrabero y vagabundo que salvó a su padre de la mordedura de una cascabel, la Lupe se roba mi aliento, me transporta a esa edad de los campos más abiertos que es la infancia, y me ayuda a descubrirme. Es edificante reconocer a una mujer tan dueña de sí misma, cuya seguridad ha de asustarnos en una sociedad tan machista, y cuyo arte es fuego con alas. Aunque nos duela admitirlo, a veces da lástima que Guadalupe Urbina no haya nacido en una patria más poblada, como México o Argentina, pues tiene todo para ser una de las grandes, versión gigante, de la trova y de la música latinoamericana, que es alternativa a la globalización que mete sus narices hasta en el arte. Pero, gracias a Dios, Guadalupe Urbina nació en Sardinal, en la casa de un hombre que no fue a la escuela pero que le enseñó cómo curar animales y defenderse en el monte, y de una mujer que no necesitó de la vida intelectual para ser profundamente sabia. Esta es la historia de una artista que decidió torcerle el pescuezo a su destino de mujer de zona rural, pobre, de origen campesino, y que triunfa precisamente gracias a todo eso que es, lo que la hace única en el concierto de artistas del país. Nació en octubre de 1959, y tuvo una infancia extrema, una infancia dura, en medio de una familia muy pobre y muy numerosa. Los hermanitos de ella no fueron rosario, fueron camada, catizumba, multitud… Sin embargo, la dignidad deja chica a cualquier adversidad que se le arrime. “Mi madre, que tenía diez hijos, tenía la calidad de vida que no tienen ahora. Tenía su patio gigantesco, sus árboles frutales, sus animales en la casa, sus perros, sus caballos, sus gallinas, sus chanchos, su propia fórmula para ser feliz. “Mi mamá tuvo que asumir todo el peso porque mi papá decidió quedarse muy a la sombra. Nunca asumió su rol paterno. Aunque él estuviera, aportaba lo suyo sólo cuando eso era posible, pero sin molestarse mucho. Es una cuestión cultural. Nunca perdió el sueño por el hecho de no poder cumplirnos. “Mi padre creía, como casi todos los padres de los hogares desintegrados y buena parte de los otros, que los hijos son de la madre. O sea, que mi ´mama´ tenía responsabilidad irrenunciable con sus diez criaturas”.
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Nunca renunciar al destino “Yo soy la última. Para que te hagás una idea de la diferencia, yo tengo una hermana que tiene una hija de mi edad. Es más, mi hermana mayor tiene 60 y pico de años. Ella podría ser mi madre”. La Lupe ya nos puso a ver en su mapa. Ya nos metió de cabeza en su historia. Ella abre la boca y dice cuatro palabras y hasta las paredes se ponen a escucharla. Nos reunimos en el Centro Nacional de la Cultura, CENAC, en la antigua fábrica de licores, y tengo claro que hasta los ventanales quisieran tener oídos para escucharla. Estamos a pocas horas de uno de sus conciertos, y me regala poco menos de dos horas en unas bancas de la parte de atrás. La ventaja es que conozco todos sus discos, sus libros, sus historias de la vida. Tiene el don de la palabra. Todo lo dice con gracia. Los gestos de la nariz y el brillo de la mirada son como la salsa lizano de la narración de sus historias. “Yo canto desde pequeñita. En mi casa se escuchaba música desde siempre. Mi madre era la más apasionada con la música. Vengo de una familia muy musical, una familia llena de gente que tiene gracia pa´cantar y pa´decir las cosas. “Mi madre fue apenas hasta segundo grado, pero tuvo una visión del mundo muy amplia. Todo lo analizaba con una gran profundidad filosófica, al punto de que era muy radical. “Ella nos obligó en la vida a tomar partido, nada de andar a dos aguas. O se es o no se es. Así he sido siempre. No puedo ser de otra manera. Con esa madre, no tenía de adonde salir por otro camino. “Empezar así te obliga a pensar que esto que una escoge, por más duro que sea, es lo que quiero hacer y no otra cosa. “Mi mamá me reforzaba cualquier tontería que yo imaginara. Mamá lavaba y nos hacía bombas. Hacía una con las dos manos para que fuera más grande y me decía ´mirá, vení a verlo todo por la bomba, todo el mundo esta ahí, hasta los árboles, que son tan altos. “Poco a poco ella me modeló como artista. En la casa teníamos guitarras y ella cantaba. Yo empecé a cantar con ella. Entonces, mi madre me subía a un barril, a un estañón, y me ponía a cantar. Al final, me aplaudía y me aplaudía. “Ahora tengo claro que si me subo al escenario es como si me estuviera subiendo al barril”.
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Conciencia plena “Muchos de mis hermanos no pudieron estudiar. Yo me encontré con todas las ventajas al ser la más pequeña, y también tuve ciertas desventajas. En el Sardinal en el que me tocó crecer sobrevivía el animal más fuerte, igual entre los chanchos que entre nosotros. No es que había consideraciones. No cabía la envidia, como en todas las familias, por el afán de supervivencia. “Tengo muy claro que, en mucho, mis papás me agredían. Como era la más chiquita todo lo pedía y todo lo quería. Como era pequeña, daba la lata. Seguramente mis papás se ponían muy nerviosos cuando mis hermanos hacían diabluras, porque, diay, en una casa de una decena de hermanos, es imposible ejercer control absoluto. “Estuve en la Escuela de Sardinal, pero saqué el sexto grado en San José porque durante ese año murió mi madre, a los 52 años de edad, de cáncer en el hígado. “Eso fue realmente lo que a mí me ha marcado toda la vida. Lo he tenido que superar con tratamiento especial. Fue un desarraigo de golpe. “Imaginate a una niña de 10 años, que tiene su casa, sus hermanos, sus animales, su patio, su mamá, y que de la noche a la mañana pierde a la mamá, la casa, el entorno, los amigos y la escuela. “Por todo eso, el traslado a San José se convirtió para mí en una tragedia. En Sardinal tenía una libertad de acción y de movimiento físico que jamás tuve en San José. “En mi casa de la infancia éramos pobres, pero nunca faltaba nada. Era lo que ahora la gente llama ´tenerlo todo´. “Sólo que no teníamos zapatos. Además, ¿a quien le importaba, en Sardinal, un hueco en la camisa? Y a 32 grados, ¿para qué zapatos? “Yo era la típica niña pobre, pero el concepto de pobreza era distinto. Un año un tío que vivía en Puntarenas, y que nos quería mucho, nos trajo zapatos. Esa fue la primera vez que me puse zapatos. Me los puse y me fui corriendo. Cuando volví, le dije a mi madre que no podía, tenía los pies muy magullados, y me dijo mi mama ´las niñas que pueden volar no necesitan zapatos. Guardálos y de repente le nacen alas también a tus zapatos´. “En San José, las casas pasan con la puerta cerrada todo el día. En cambio en Sardinal yo pasaba con mi tropa de amigos por el centro de la casa, igual en la mía que en la del Camilo Rodríguez Chaverri
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presidente municipal. En esos pueblos no había diferencias. Por lo menos, allá no se sintió el 48… “Los sábados y los domingos eran para los ríos. Las vacaciones eran para ir en carreta a cualquier playa y para jugar con los animales. Los perros, las gallinas y los chanchos son los juguetes de uno en el campo”.
Cambio de vida “Una hermana de mi madre vivía en Barrio Cuba. Pasé de la libertad de Sardinal al San José de los barrios del sur. Cuando eso, unas hermanas mías ya vivían en San José. “Después de un tiempo en la casa de mi tía, a mis hermanas les tocó asumir una responsabilidad enorme, que era mantenerme a mí en términos económicos y en la formación. Mis hermanas han tenido una vida muy dura. Apoyando a mi madre, no se daban el derecho a llorar, el derecho a ser débiles, a ser frágiles. “Yo tenía un trauma por la pérdida de un espacio ante otro en el que no tenía consuelo. Pero tenía que estar bien. La regla es que tenemos que echar pa´ delante. “La ventaja mía es que siempre he sido brillante. Fui una niña brillante en todo lo que hice. Desde siempre, todo lo que emprendo me puede salir bien. “La gente que no inventa es una calamidad. Desde niña pude crear porque tenía un patio de no sé cuántos miles de metros cuadrados. “Crecí en un mundo de espacios, aunque el ambiente no era muy saludable, porque tomaba agua donde fuera y andaba revolcada con los animales. “Esa niñez tan feliz me marcó, a pesar de la pobreza y a pesar de que mi padre era muy violento y agresivo. “Yo conocía los procesos de la agricultura y los ciclos de la luna, aunque sufrí por ese problema de educación en Guanacaste que hace que, por formación, tengan como prioridad a los niños. Los niños aprenden mientras a las niñas hay que cuidarlas. “En casa ocurrían cosas muy graves. Mi padre intentaba una vida sexual normal pero no quería nada en el ámbito emocional. Además, su salud no se lo permitía. “A las hijas se nos hereda, en el campo y en la ciudad, el deber de la madre de lavar la ropa y cocinar. En esos años, y en Sardinal, el servicio doméstico era salvaje: sin lavadora ni refrigeradora. 352
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“Por eso, en dos años el cáncer mató a mi madre. Yo pienso ahora que mi madre se acogió al cáncer como una manera de escapar. Renuncia a la vida y nos predica seguir adelante. Nos dice que tenemos que sobrevivir a todo y a pesar de todo. “Mi madre era una mujer llena de fantasía. Siempre tenía una corta historia para algo. Era una mujer de parábolas. Esa fue su manera de enseñar. Contar y cantar es una manera de comunicar”.
Barrios del sur “Después de estar un tiempo con una tía, mis hermanas asumieron el papel de cuidarme. Me fui donde una de mis hermanas en Alajuelita. Mis hermanas eran como mi madre. Hicieron todo lo necesario para que no me faltara nada. “Que me educara era todo. Fui a estudiar inglés al Centro Cultural Costarricense Norteamericano. Desde que murió mi mamá, tuve una vida sin expresar afectos pero con actos concretos. “Luego, en la secundaria, me fui para el Liceo del Sur. Ahí estuve los cinco años. Seguí sintiendo un contraste tremendo entre los niveles de agresividad que había en la capital y que, a pesar de todo, nunca hubo en mi pueblo. “Agredir a alguien era muy descalificado. Los pleitos en la escuela eran muy mal vistos. Bueno, te voy a contar un secreto: una vez le rompí la cabeza al hijo del director porque me andaba levantando la falda. Estaba muy necio, levantándome la enagua, cogí una piedra y se la pegué en la cabeza. “Después de que mi madre me dio un castigo muy grande, me dijo que no tenía que dejarme de nadie. Nunca más me levantaron la falda en la escuela. “El sexto grado lo hice en la Escuela Omar Dengo, llena de niños malcriados, agresivos y con un vocabulario terrible. Cuando llegué de Sardinal, sabía de matemáticas más que todos. “Cuando entré a esa escuela, me puse más tímida. Casi no hablaba y todo lo hacía muy bien. La única arma que tenía fue demostrar que era muy capaz. Los niños se enojaban mucho: ´llega una niña, lo sabe todo y ni nos habla,´ era lo que pensaban. “Las casas en San José eran muy chiquitas, de madera. En el barrio donde yo vivía, todas las casas estaban en malas condiciones. En cambio, allá en Sardinal vivía en una casona Camilo Rodríguez Chaverri
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de madera, y por más que tiraras cosas no había desorden. Teníamos la concepción del espacio que existe en un patio del campo”.
Vencer la adversidad “A veces tengo períodos de tristeza muy profundos. Con el tiempo aprendí a tratarme eso. Los períodos de tristeza vuelven. Hay que combatirla. La tristeza te mata y te llena de muchos temores. “El mejor antídoto ha sido cantar. La verdad es que el mejor remedio es inventar. Y una inventa cantando y contando historias. Esa ha sido mi respuesta fisiológica desde que mi mamá me subía a un barril y me aplaudía. ”En Sardinal cantaba y recitaba en la escuela. Nunca me importó quién me estuviera viendo. Ya en el colegio, cantaba cosas de Mocedades y de Serrat. Siempre fui como era. Siempre fui fuera de serie. A los 15 años era atea. Todo lo cuestionaba. Le decía a la profesora de religión, ´si Dios existe, ¿donde está?´. También le decía algo que sigo creyendo: que el musulmán y el budista valen tanto como el cristiano. Es más, ahora le agrego algo muy importante: los musulmanes, los budistas y los cristianos dicen y predican lo mismo. “Los musulmanes tienen ´El Corán´ y, ¿qué derecho tiene mi profesora de decir que no sirve? Claro que casi se muere conmigo, no, conmigo no; casi se muere por mi culpa. “Entonces, me convierto a los movimientos de izquierda. En los años 70, crecen muchos movimientos muy interesantes. Se habla de un cristianismo en favor de los pobres, se habla de las comunidades eclesiales de base y de la teología de la liberación. “Me enredo pero porque me convencen. Eso de ir a la iglesia por ir no iba conmigo, y eso de la juzgadera es una cosa muy difícil para mí, muy desagradable. “Que no le digan esas cosas a una adolescente que es artista y brillante, como lo fui yo. A los 14 años me iba detrás del gimnasio a fumar y tomaba cerveza a escondidas. “Era un desastre. Tenía que responder por lo que recibía, pero quería hacer mi vida. Entonces, entro a la UCR. Ahí estuve un año, y luego me pasé a la UNA. Me decían que ahí daban música con talleres y con coros”.
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Independiente “A los 18 me fui de casa. Trabajaba de 8 de la mañana a 5 de la tarde en una fábrica de ropa, en Pavas. Y entraba a la U a las 6 de la tarde. De 6 a 10 de la noche estaba en clases, todos los días. Como mis exámenes de la universidad eran muy buenos, me dieron una beca. “No pagaba la universidad, pero tenía que mantenerme en lo demás. Vivía con una amiga, Pilar Mora, en una habitación al lado de la casa de sus papás. Me trataban como de la casa. “Después, me fui a vivir a un colectivo de estudiantes de Guanacaste, en San Pedro. Pagábamos 150 colones al mes y cuidábamos al niño de la señora, que también era de Santa Cruz. “Éramos cinco o seis, entre hombres y mujeres. Fue un tiempo muy bueno y muy malo. A esas edades y con esas juntas aprendés a tomar vino, cerveza. Y no descansás ni de noche ni de día. “En esa época de mi vida pruebo de todo, hasta el fondo. También escribo muchísimo, de día y de noche. Escribía una poesía muy extravagante, muy complicada, un poco pretenciosa, con palabras bonitas. Tendría poco más de 18 años cuando pasó todo eso. “A los 20 años, trabajando con los grupos de la iglesia, que ahora sí me gustaba porque la percibía cerca de la gente -sobre todo de la más pobre- conocí a una persona que, de repente, se convirtió en mi amigo y en mi guía. Conocí a un hombre muy particular. Él se dio cuenta que yo era brillante en las letras y me fue jalando. “Yo estaba en un grupo de chicos y de chicas, en el barrio Cristo Rey. Lo conocí en cosas de la iglesia. Era un cura de la teología de la liberación. Estaba en un nivel intelectual en el que conversaba sobre temas que a mí me interesaban mucho. “Me devoraba sus libros. Me acercó a Antonio Machado, a Miguel Hernández, a Celso Ferreiro, a Luis Cernuda… Gracias a él conocí a la generación del 98 y a la generación del 27. “Él fue prácticamente la escuela que tuve. Aprendí con él sobre historia, sobre arquitectura, sobre música europea del Renacimiento. Es un cura español, y es el padre de mi hijo mayor, Antonio. “Todo aquello terminó en matrimonio, que duró diez o doce años. En la primera etapa de mi vida artística, este hombre fue mi mayor soporte. Le gustaba mucho lo que yo Camilo Rodríguez Chaverri
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hacía. No más al principio me dijo que tenía que dedicarme a la música, y que no perdiera el tiempo con las matemáticas. “Es mucho mayor que yo, y tenía una vida organizada. Eso tenía un lado positivo porque, entonces, tenía una vida estructurada. Pero, por el otro, tenía un problema para mí, y es que yo no iba haciendo mis propias estructuras. “Las estructuras mías eran diferentes a las de él”.
Vuelo “Ya había comenzado a viajar. Empecé a salir del país, para mostrar mi música. Era el año 83 o el año 84. Yo estaba en la UNA. Presentaba mis canciones en la universidad, y caían muy bien. Estaban en su apogeo las guerras centroamericanas. “Empezábamos a sonar Adrián Goizueta; Diego Díaz, que es un uruguayo que influyó en nosotros, y también yo. Era música contestataria. Lo que siempre me pasa y me sigue ocurriendo es que, por ejemplo, toda la gente estaba haciendo canciones como las de Silvio (Rodríguez) y Pablo (Milanés). “Mientras le ocurría eso a algunos de los nuestros, yo estaba cantando lo de mi provincia. No estaba a la moda, porque no andaba cantando a León Grieco ni a Fito Páez. En general, los de la onda alternativa y de izquierda levantaban la bandera comunista. “Yo no abrazo banderas. Eso me ha dado mucha realización y me ha abierto puertas en la vida. Crecí en una casa con diez niños, tan libre que hacía lo que me daba la gana. Por eso, no me gusta amarrarme a esas ondas. “Tiendo más al anarquismo que a cualquier otra cosa. El anarquismo es el balance y el equilibrio de un universo en movimiento. “En ese sentido, yo no tenía espacio, nunca tuve espacio en los movimientos de izquierda. No estuve entre la gente que se consideró ´de izquierda´, ni fui de los que decían que alguien era bueno si era de izquierda y que no lo era si no manifestaba simpatía por Fidel o los sandinistas. Por ejemplo, no fui a los grandes festivales de Nicaragua. “Se suponía que no estaba en condiciones para cantar como ellos. Ese espacio fue siempre muy difícil para mí, precisamente porque no dejan espacios. No les gusta que lo digan pero lo digo: no tengo bronca, no me gusta eso de la izquierda y la derecha, y no me siento bien con esos movimientos.
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“Me he dado cuenta de que era de izquierda alternativa, aunque para ser de izquierda había que andar el pelo de cierta manera y fumar marihuana. Te voy a decir otra barbaridad, que enoja mucho a cierta gente: los movimientos de izquierda nunca estuvieron en la base. Dependían mucho de que el poder les otorgara ciertos privilegios. ¿Cómo podían pretender que el Estado les diera algo si estaban en contra de lo que ellos mismos llamaban statu quo? “Es igual que si ahora yo pretenda que la empresa privada me financie todo. Como artista no puedo condicionar mi trabajo a lo que alguien o alguna institución o empresa quiera. Digo algo y no me importa que haya quien se asuste con eso. “La gente cree en una; la gente sabe que sos honesta. Lo que hacemos en un teatro o en un escenario es un esfuerzo conjunto. Apoyo a gente que no tiene dinero. Tener no es la condición. Apoyo a amigos, a gente en la que confío”.
Las canciones de mi provincia A esta altura de la entrevista, Guadalupe Urbina va impulsada por su propia pasión. Apago mis motores y me dispongo únicamente a escribir. Va como una bala loca, como dice Gonzalo Rojas en un poema. Va rapidísimo, y pegando en todos los extremos. Se pasa de tema en tema a como le da la gana. “Empiezo con las canciones que hablan de mi provincia. Canto alguna que otra canción que no es original. Sólo algunas canciones que marcan a mi tierra. Sólo unas poquitas. Lo que pasa es que soy de la opinión de que cuesta mucho ganar un espacio propio. “Recuerdo que me presenté en un concierto en 1986, dentro de en un festival en el que se decía que la paz del mundo comienza en Centroamérica. Pero soy muy caótica, dentro de esos sistemas organizados no tengo un espacio. Felizmente encontré que había mucha gente conocida. “Lo más difícil en este trabajo es saber lo que uno quiere hacer. Tengo certezas. No es arrogancia mía. “Pese a todo, una tiene que amar y defender la vida. Eso lo aprendí con la muerte de mi madre. La vida compartida es lo único posible. Eso es lo que se llama solidaridad. “Esas certezas que una tiene no se pueden poner a un lado. Mi vida es ir de un lado al otro. Me gusta ser errante. Fue muy duro aceptarlo. Es lindo llenarse de laureles. He Camilo Rodríguez Chaverri
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tenido oportunidades en teatros lindísimos y en festivales importantes. “Yo soy la que siempre he repetido. Hasta hace poco tiempo creía que hacer este trabajo es un regalo de la vida. Ahora creo que la chispa primera que dio luz al universo está en una. Mi trabajo consiste en hacer que esa chispa brille. “Esa chispa no me pertenece. Estoy obligada a devolverla, a través de dar todo lo que puedo dar. “Mi canción cuestiona el orden establecido. Creo en el poder de la palabra para transformar el orden de las cosas. Al principio era el verbo. En todas las culturas creo que mi trabajo es ese: que la palabra revuelque. “Siempre he dicho que mi energía cura, porque me curo a mí misma con mi trabajo. Es un trabajo para dar, para darse. Si no recibes lo que esperabas es porque no diste. Una recibe lo que realmente tiene que recibir. “Un día, una amiga me dio un masaje y me dijo: ´que entre lo que tiene que entrar y que salga todo lo que tiene que salir’”.
La distancia para curarse “Estoy lejos de Costa Rica, vivo en Holanda. Vivo allá porque tenía que salir unos años del país. El papá de mi hija, Ana, es holandés. Al final, el ambiente costarricense fue un ambiente muy hostil para mí. Casi todos los espacios son muy hostiles. Lo que cuesta es irse. Hay que aprender a tener seguridad ante un ambiente hostil. “Hay que asumir el regalo de la vida. Ahora bien, no te lo voy a negar: yo soy terrible. La gente que me conoce y que me quiere sabe que vivo en la luna que tenga. No tengo paciencia. Tengo un carácter terrible. Por ejemplo, cuando sé que quiero algo y que debe estar ahí, en el escenario, ahí lo quiero. No importa lo que me digan. “La gente cree que es que soy arrogante y dominante, pero no. Es que hasta que no me convenzan, sigo con mis posiciones. Cuando me demuestran que un punto es distinto a como lo estoy proponiendo, acepto. Pero si no, que ni pierdan el tiempo. “Creo que la sabiduría está en el código genético. Uno la tiene o no la tiene. Mi madre la tenía. Ella era sabia. Además, era parte de un pueblo apegado a las creencias agrícolas, al contacto con la naturaleza. No tengo más alternativa que cantarle a ese pueblo. Si lo niego, me muero. 358
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“Ahora me ha ido mucho mejor en mi país porque me asocié con dos personas muy inteligentes y muy jóvenes, que tienen una empresa que se llama Cosmovisiones. Es una chispa de la vida. Surgió en el espacio. Ellos son pareja. Fernando Francia es uruguayo y Gabriela Cob costarricense. Nos conocimos hablando sobre cosas del parto, los niños y los derechos de las mujeres. Y, en medio de esa conciencia feminista, nos flechamos. “Hemos organizado conciertos y giras, hemos producido discos, hemos editado libros. Todo es producto de ese flechazo. Todos los amores profundos crean un embarazo. Hemos tenido partos luminosos. ´Trópico azul de lluvia´ fue editado aquí, y también en Europa, por una empresa belga. Hemos hecho juntos una nueva edición de ´Madremonte´, y otra nueva edición, que se llama ´Al menudeo, y que es parte de un libro autobiográfico, que me publicó una editorial de mujeres en España. Es un poquito de todo. En el libro vienen poemas, canciones, cuentos, recetas y ensayos. “Ahora tengo otros proyectos. Sueño con venirme para Costa Rica. Creo que es hora del regreso. Me encantaría tener un bus y una carpa de circo para ir por todos los pueblos de nuestro país. Me gustaría hacer presentaciones para mi pueblo, que sean gratuitas. Y también me gustaría poner a los niños a cantar y a escribir. Ya hice un proyecto con niños. Los puse a escribir sobre la vida y el ambiente. Los niños son un público que me interesa mucho. Me encantaría hacer talleres con ellos en todos los pueblos. Ahora creo que sería feliz encaramada en un bus, de pueblo en pueblo, y con una carpa que pueda armar, y que me permita trabajar y mostrar mi música bajo el sol y la lluvia”.
Nuestro mono Benito (cuento de Guadalupe Urbina) Mi casa estaba llena de animales; cerdos, gallinas negras, gallinas coloradas, gallinas pescuezo pelado, gallinas de guinea, perros, gatos, perro-coyotes, una lora, dos alcaravanes, un chichiltote –¿qué es eso? pues un pajarito– y un mono. Si, aunque no me lo creás teníamos un mono. A esos monos en mi pueblo les llamamos congos. Aparte de todos esos animales mamá nos tenía a nosotros, cuatro hijas y seis hijos. Mamá cuidaba a los cerdos y a las gallinas para venderlos y así podía mantener a la familia. Cada animal en mi casa tenía un nombre y podría contar Camilo Rodríguez Chaverri
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y contar sin parar sobre ellos, pero por ahora solo quiero contarles nuestro encuentro con el mono. Los sábados todas las niñas y los niños del barrio nos bañábamos en el río. El agua tenía una frescura sabrosa que nos hacía temblar al principio, pero luego entre gritos y saltos se acababa el frío. Un sábado escuchamos un ruido muy fuerte, parecía que la tierra retumbaba. Los congos aullaban, los caballos relinchaban espantados y los perros ladraban contra el aire. Nosotros detuvimos nuestro juego para poner atención; sabíamos que los animales son los primeros que sienten cuando la tierra va a temblar. Los congos que estaban en los árboles del río huyeron a esconderse adentro del bosque, con tan mala suerte que una mamá perdió su cría en la carrera. El monito cayó sobre las piedras a la orilla del río y chillaba fuertemente; chiiiii, chiiiiiiiii. Nuestros ojos se abrieron del tamaño del monito y no podíamos creer lo que nuestros ojos veían. Todo fue tan rápido. Salimos del agua sin haber sentido el terremoto y nuestros ojos querían salirse. Nos fuimos acercando despacito, quedito al conguito y vimos que sangraba un poquito, queríamos tocarlo pero nos quería morder y lanzaba un chillido fino; chiiiiiii, chiiiiiiiiiiii. Mi hermano Pedro tenía miedo, pero era muy valiente y con mucho cuidado lo cogió y fuimos todos detrás de él hasta nuestra casa. Mi papá era un excelente médico de emergencias animales; nunca fue a la escuela, pero era el doctor de todos los animales alrededor de la cuadra. Por eso papá sabía que a un hueso roto se le curaba con una tablilla y el congo tenía la pata rota. Papá cogió la patita del mono y le puso su medicina, era un pasta hecha con hojas de sábila o aloe vera, como le dicen ahora en las tiendas, esta pasta se revolvía con polvos sacados de las conchas del mar, llamada concha nácar. Luego de ponerle la pasta le puso una tablilla de madera de balsa encima, porque esta madera no pesa nada y se la sujetó con un trozo de tela. A eso le llamábamos entablillar. Mientras papá realizaba esa operación mis hermanos y yo buscábamos el nombre para nuestro amigo y elegimos el nombre de Benito, más bien, Benito Tablilla. ¡Ta ta ta tan ta taaaaaaaaa! ¡Benito Tablilla! Poco a poco, y obligado por el hambre, Benito Tablilla aceptó nuestra famosa botella con una tetilla de hule rojo gigantesca y llena de leche, que apenas le entraba en su boquita.
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Unas semanas después ya había aprendido a comer limones dulces, papayas, mangos, anonas y cuanta fruta le lleváramos. Entre dos árboles de tamarindo construimos su casa, era un simple tablón sujetado a ambos lados por una cuerda gruesa y sobre él unas mantas viejas. Con el tiempo se hizo uno más de la familia y aprendió a aullar como los monos del río. Benito se convirtió en un joven fuerte y saludable y la única señal de su accidente era un brazo torcido que no le hacía falta porque tenía su maravillosa y potente cola. Con ella nos arrebataba las cosas de la manos; platos, ropa, comida y se escapaba entre las ramas. Cada vez que algo desaparecía de los tendederos había que buscarlo entre los árboles o decirle a Benito: “Benitooooo, dame acá esos calzones, que no son para ponérselos de corbata”, y Benito con los calzones de sombrero. “Benitooooo, no tirés ese plato que lo vas a abollar todo, Benitoooo. Benitoooo”. Y él miraba hacia abajo con cara de yonofuí, de yonosenada, de yolleguéahoramismo. Con el verano, los árboles de la casa estaban llenos de frutas y los congo del río se iban acercando cada vez más a los patios vecinos y así fueron llegando muy cerca del nuestro. Una tarde Benito respondió los aullidos de una manada, ponía pulmón, oído y atención, y a la mañana siguiente no lo encontramos entre los árboles del patio; inútilmente recorrimos los patios vecinos gritando su nombre, inútilmente esperamos todo el día. Benito jamás regresó. Según mi hermano Pedro, el otro día que andaba buscando leña vio un congo que corría entre los árboles con una pata torcida. Seguro que era Benito; le aulló como solíamos hacerlo cada mañana y Benito le contestó: urrurrgurrgurrg, que quiere decir “estoy muy bien, hasta la próxima”. (Cuento tomado del libro “Benito, Pánfila y el perro garrobero”, Guadalupe Urbina, editado por Cosmovisiones, 2002. Ilustraciones Gabriela Cob. [www.cosmovisiones.com])
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