Gracias, Señor Camilo Rodríguez Chaverri
Gracias Señor
En memoria de mi abuelo José Joaquín Chaverri. Papi. Quien me enseño a orar con su ejemplo, Frente a una imagen de la Santísima Trinidad, En Cervantes de Alvarado, Cartago.
Mi cuaderno de oraciones A lo largo de año y medio, recorrí Costa Rica y Nicaragua fotografiando templos católicos con el objetivo de publicar una colección de ocho libros de imágenes. Aunque ocupe casi todo el tiempo tomando las fotos y manejando mi vehículo, en jornadas de hasta veinte horas por día, cuatro días a la semana, también tuve tiempo para escribir en un cuaderno cuentos y en otro cuaderno oraciones. Los cuentos aparecieron en un libro anterior, como recuento de todo lo que provocó el paisaje rural en mis ojos. Las oraciones vienen en este pequeño libro. Son poemas para Dios, formas de decir gracias por la vida, los milagros de todos los días, la salud, el amor, la amistad, la familia, la belleza, el fracaso, la soledad, la tristeza, la perseverancia, la paciencia, los consejos, los maestros, el tiempo, los árboles, los peces, el mar, los ríos, la música, el baile, las montañas, el abrazo, la patria, y, sobre todo, las palabras. Quería que este libro apareciera junto a los libros de fotografías de templos, pero tuve que esperar por falta de recursos económicos. Este no es estrictamente un poemario. Más bien, es la transcripción, simple y llana, de un cuaderno de oraciones. Espero que usted tenga una experiencia de acercamiento a Dios con estos pequeños textos, que no tienen ambiciones literarias. Son una sencilla, humilde, tranquila manera de decir gracias en medio del camino.
Camilo Rodríguez Chaverri
Vine a abrir los ojos a pagar con palabras la vida que me dieron De un poema del escritor Juan Carlos VĂlchez
Gracias, Señor, porque tuyos son todos los paisajes que hacen míos estos ojos, y tuyos los colores que nacen para mí por la mañana. Gracias, Señor, por la magia de tus manos. Gracias por la luz de tus ojos, gracias por ser tu primerísimo milagro. Gracias, Señor, por el nombre de todas las cosas, por las palabras que inventan de nuevo todo lo que creaste, por el agua que se llama lago, por el agua que se llama río... Gracias, Señor
Gracias, Señor, por las lecciones del mar que llega enfurecido a la playa y regresa calmo, como bajando la cabeza.
Gracias, Señor, porque los ríos más profundos, los más caudalosos, andan sus caminos en silencio. No saben hacer bulla.
Gracias, Señor, por las lecciones de humildad de los más grandes.
Gracias, Seños, por el sol que viste de azul y de verde a las montañas de nuevo con cada amanecer.
Gracias, Señor, por la niebla que pulcra, albísima, sobre tu creación.
extiende
una
sábana
clara,
Gracias, Señor, por la diferencia que estableces entre un día y el otro, con tu imaginación que ya todo lo pudo.
Gracias, Señor, porque no dejas de sorprendernos.
Gracias, Señor, por la vida callada del agua, que salta en las cascadas y duerme en los ríos clavados en el fondo de los valles y las montañas.
Gracias, Señor, por las montañas más altas, las cumbres desde las que elevo los brazos hacía el cielo donde vives, como en todas partes.
Gracias, Señor, por mi pequeñez ante tu creación altísima.
Gracias, Señor, por tu grandeza que no cabe en mis palabras más robustas y tiernas.
Gracias, Señor, por permitirme apreciar la diversidad en mi país, donde el mar y el cielo son uno, y la arena besa los pies de los árboles.
Gracias, Señor, por permitirme darte las gracias entre guarumos y quetzales, entre tucanes y estrellas.
Gracias, Señor porque todos los bosques de Costa Rica son templos que caminan, erigidos por tu gusto divino para nuestra contemplación.
Gracias, Señor, por el viento que derrama música en las hojas de los árboles, por las piedras que caen al lago y forman círculos de luz en su sabana plateada, por los pájaros que nos hablan de tus maravillas, desde los diminutos cofres de tus picos y la miel intocable de sus cantos. Gracias, Señor.
Gracias, Señor, por las maestras y los maestros de mi vida, gracias, Señor, por mi abuelo Joaquín, quien me enseño a orar y me inspira con su ejemplo. Gracias, Señor, por don Álvaro Fernández, don Miguel Salguero, don Beto Cañas... Gracias por Sor Bettina Vargas, por doña Mireya González...
Gracias por todos los rostros en que te apareces para llegar con consejos y enseñanzas.
Gracias, Señor, por las personas que me han inspirado, y por presentarse ante mí en la historia, la voz y la vida de mucha buena gente.
Gracias, Señor, por la manta raya que vuela en el agua, que planea con sus alas escondidas: por el delfín que encarna el espíritu de los niños en cada salto sobre el océano, por los monos araña que dibujan un mapa entre los árboles en cada nuevo lanzamiento sobre la nada.
Gracias, Señor.
Gracias, Señor, por las nutrias, los perros de agua, que juegan en las orillas del río, como duendes, conscientes de su afán de hacer travesuras...
Gracias, Señor, por las ardillas que inventan el asombro en cada fruto que llega a sus dientes escondido en una semilla...
Gracias, Señor, por los cachorros que se sorprenden al descubrir sus orejas y su rabo.
Gracias, Señor, porque aprendo de todas las criaturas.
Gracias, Se単or, por los valles que le dan amplitud de vista a mis ojos sedientos del horizonte.
Gracias, Se単or, por permitirme construir con la mente un mundo donde puedo acabar con las fronteras.
Gracias, Se単or, porque no pusiste cercas entre el mar y el cielo, entre el bosque y la playa, en medio de las estrellas...
Gracias, Se単or
Gracias, Señor, por las sonrisas donde asome tu dulzura, por las miradas de los niños que tienen sorpresas tuyas todos los días, por las alegrías serenas y profundas que nos regalas con frecuencia.
Gracias, Señor.
Gracias, Señor, por el lenguaje que conoce mi piel.
Gracias, Señor, por permitir que mi cuerpo se estremezca ante el amor, la compasión, la belleza, y la miseria.
Gracias, Señor, porque soy un árbol cuyo corazón late desde las hojas de la cumbre hasta las más remotas raíces de la noche eterna bajo el césped.
Gracias, Se単or, por el brillo que pones en personas, como una peque単a luna en cada pupila.
los
ojos
de
Gracias, Se単or, por la magia que imprime en el aire una mirada.
las
Gracias, Se帽or por la instituci贸n perenne de la sonrisa, que es el bosque de las hadas, el puerto de embarcadero de las sirenas, la patria de la fantas铆a, el sitio donde la emoci贸n le gana a la inteligencia.
Gracias, Se単or, por las mil diferencias que ha hecho en mi vida un abrazo, porque los abrazos sinceros traen consigo unas alas invisibles que vienen de ti. Se単or.
Gracias, Señor, por el concierto metálico de las chicharras.
Una orquesta se esconde en el bosque. Tiene el más bello escenario verde.
Gracias, Señor, por estos bichitos diminutos que inventan un mar de música inmensa.
Gracias, Señor, por tu gran capacidad de síntesis en el naranja del cielo, en el paisaje que lleva el tigre en su pelaje, en las colas como alas que nadan en los corales.
Gracias, Señor, porque incendias el cielo sin quemarlo, porque enfurece el mar sólo para embellecer la tarde, porque canta el agua para convertirse en poesía en nuestra piel.
Gracias, Señor, por la energía que siento en el campo, por la terapia del bosque en mis ojos, por el masaje del agua en mis hombros.
Gracias, Señor, por el empeño de mi madre, por su capacidad para dar amor.
Gracias, Señor, por el afán de estudio de mi padre, por su gran estímulo hacía mi trabajo.
Gracias, Señor, por la voluntad de lucha de mi hermano David, por la alegría con que respira, y por la rapidez de ingenio de mi hermano Andrés, por sus lindos detalles.
Gracias, Señor, por la ilusión de Tita, por ir a un centro diurno para personas mayores; gracias, Señor, porque todos los viernes estrena un saquito de vestir, porque baila con sus amigos y está feliz.
Gracias, Señor, por el tesoro de mi familia, más colorida que todos los colores.
Gracias, SeĂąor, porque me das las fuerzas para superarme; gracias, SeĂąor, porque me permites entender que toda competencia es contra mĂ mismo; y porque me ayudas a no ver a alguien como un enemigo.
Gracias, Se単or, porque inventaste lo inefable, lo que no oigo ni veo, pero intuyo.
Gracias, Se単or, porque inventaste el misterio y la magia.
Gracias, Se単or, por los designios que no entendemos, y gracias por los milagros.
Gracias, Se単or, porque me das fuerzas para combatir la pereza.
Gracias, Se単or, porque me das la paciencia para esperar el momento oportuno para cada paso.
Gracias, Se単or, porque me ayudas a tener perseverancia para no desfallecer en mis esfuerzos ni en mis sue単os.
Gracias, Señor, sorpresas.
por
llenar
mis
días
con
nuevas
ilusiones
Gracias, Señor, porque con cada amanecer tengo una oportunidad, y con la noche apagas mis temores y me descansar de mis miedos.
y
nueva dejas
Gracias, Señor, por todas las personas diferentes que conocemos día a día y que nos ayudan a seguir con nuestras metas.
Gracias, Señor, porque veo a mi papá en mi cara, a mi mamá en mi cuerpo, a mis hermanos en mis gestos.
Gracias, Señor, porque universo con memoria.
no
nací
de
la
nada.
Soy
un
pedazo
de
Gracias, Señor, porque el tiempo cumple su plazo en mí, y la vida sigue su destino en este organismo que construiste para mi disfrute y mi gozo.
Gracias, Señor, por la ternura del ternero con la vaca, por el instinto del bebé que se abraza a su madre, por la poesía sin palabras del pequeño oso panda que juega en una cuna que se forma para él en el bambú. Gracias, Señor, por el perezoso que cruza la calle despacito, enterado de que detiene al mundo y cuestiona la locura de la prisa a cada paso; por el circo de la luz del pico del tucán, por el retrato del paraíso que pusiste en el abanico de plumas de pavo real. Gracias, Señor
Gracias, Señor, por el colibrí que engaña a mis ojos con su vuelo; por su pico que escribe líneas en el aire, como si quisiera dibujar poemas...
Gracias, Señor, porque cuando el colibrí se detiene en el espacio y chupa de la miel de una flor, toca tu cielo con sus alas mientras yo me detengo y te doy las gracias, Señor, por el espectáculo sublime que veo.
Gracias, Señor, por la música, que es un idioma universal que conocemos, como la sonrisa, el llanto, el abrazo...
Gracias, Señor, porque le soplas los oídos a quienes tienen la maravilla creadora para aparear notas y ritmos.
Gracias, Señor, por ese lenguaje total de armonía y lucidez, por ese concierto de preguntas y respuestas que hay en las canciones que me inundan.
Gracias, Señor, porque con la música puedo imaginar al canto de tus ángeles.
Gracias, Señor, por la semilla en la que brota la vida, por las estrechez que goza de sí misma entre las ramas y las hojas de los árboles como si fueran conscientes de que son buenas hermanas.
Gracias, Señor, por el atardecer que abres en cada flor, por el sol que se asoma en las yerberas, por tu sangre en cada rosa, gracias, Señor.
Gracias, Señor, por las palomas que regresan siempre al sitio donde nacieron.
Gracias, Señor, por las tortugas que vuelven siempre a la playa en donde rompieron el globo blanco que las protegía del mundo.
Gracias, Señor, porque miro para atrás, porque puedo recordar para reconstituirme y sé de dónde vengo, Señor
Gracias, Señor, por el gavilán que se desgaja del cielo para buscar comida; por el basilisco, el cherepo, que camina sobre las aguas, y me recuerda a Jesús cuando camino sobre el lago.
Gracias, Señor, por el águila que vuela sola, como reina del aire, dueña de su destino, que pone su trono donde quiera, y que se luce para las nubes, como si supiera que también le debe la vida.
Gracias, Señor, por inventar tantas criaturas parecidas a tus mil rostros. Gracias, Señor, porque te veo en todo lo que creaste.
Gracias, Señor, porque mis manos se secan y se agrietan, como las manos de mamá. Entonces, me duele tocar todo lo que hiciste.
Gracias, Señor, por la fiesta del tacto cuando me curas. Gracias, Señor, porque salta mi piel y se estremecen mis huesos cuando mis dedos recorren la seda finísima de una rosa.
Gracias, SeĂąor, porque mi cuerpo siente y celebra a cada instante.
Gracias, SeĂąor, por las terminales de mis nervios, por la estructura compleja de mis sentidos, porque me permites saltar de alegrĂa ante el encuentro, siempre fresco, siempre intenso, con la belleza.
Gracias, Se単or, porque los volcanes son pechos de la tierra y nos dan la miel del paisaje y la memoria del cielo.
Gracias, Se単or, porque todas tus criaturas vuelan en el azul que nos cobija, y se visten en el ropaje blanco, de algod坦n, que tienen las nubes.
Gracias, Se単or, porque no dejaste rendijas y no se escapan de mis ojos ni los astros ni las estrellas.
Gracias, Señor, porque me ayudas a construir con mi trabajo.
Gracias, Señor, por poner una barrera entre el afán destructivo que puede tener mi profesión y mi labor de todos los días.
Gracias, Señor, porque no me dejas denigrar, no me permites cuestionar, no me das espacio para hacer daño con la palabra.
Gracias, Señor, porque no tengo vocación para asistirte en el juicio final y te lo puedo decir con franqueza. Gracias, Señor, por ayudarme a no juzgar desde el oficio con el cual me gano la vida.
Gracias, Señor, por el arte que nos muestra varios mundos dentro de este mundo.
Gracias, Señor, por los artistas, rebelde de nuestra especie.
que
sintetizan
el
espíritu
Gracias, Señor, porque el arte cristaliza la belleza de todo lo que no vemos, concreta lo intocable, hace parir para nuestros sentidos aquello que sólo, Señor, entiendes y concibes para nosotros desde el inicio de todo.
Gracias, Señor, porque los artistas son parecidos a Ti, pero infinitamente pequeños, muy pequeños ante Tu grandeza, embajadores Tuyos, emisarios Tuyos, diminutos espejos donde Te miras.
Gracias, Señor, por todos los países que no conozco, por todos los idiomas que ni siquiera he escuchado, por el arte que no ha llegado a mis ojos o mis oídos.
Gracias, Señor, porque mis sentidos no alcanzan a plenitud la abundancia de lo que crean tus manos.
Gracias, Señor, porque hay mucho por andar, si se lo permites a mis pies.
Gracias, Señor, por el infinito que nos espera.
Gracias, Se単or, estrellas.
por
contestar
preguntas
en
el
cielo
y
las
Gracias, Se単or, por darme respuestas en la gente y en la historia.
Gracias, Se単or, por entrevistarme con tu generosidad expresada en el agua, en la luz, en el amor, en el abrazo, en el poema.
Gracias, Se単or, porque tu abundancia es infinitamente superior a mis aspiraciones.
Gracias, Señor, por las zonas altas donde las nubes besan las cimas de los árboles y los animales se esconden en los diez mil verdes que nos inventaste.
Gracias, Señor, porque el cielo se agacha y mete sus narices en las salas del trópico.
Gracias, Señor, porque se nota que vives en los parques nacionales de mi país.
Gracias, Señor, por dejar tu paraíso tan cerca de tus manos y tus ojos.
Gracias, Señor, por vivir con nosotros, en esta patria.
Gracias, Señor, por las orquídeas, que son manualidades tuyas, delicadísimas, artesanías divinas.
Gracias, Señor, porque encantas a la vida con tus fórmulas en las horquetas de los árboles, sobre los riachuelos, en medio del bosque.
Gracias, Señor, porque compartes con nosotros las joyas hechas flor que riegas con esmero por la mañana para regalárselas a tu madre.
Gracias, Señor, por las orquídeas.
Gracias, Se単or, por ese panal de florecitas que es la hortensia, gracias por los pedazos de cielo en los atardeceres que son las yerberas; gracias por arrancarle a la luna llena la blancura de las calas; gracias por pintar con tu sangre las rosas y por regar todas las ma単anas lo lirios que nos traen tu aroma con el viento. Gracias, Se単or.
Gracias, Señor, por el esfuerzo y el sacrificio de tantas personas que entregaron su vida la progreso; gracias, Señor, por la sangre derramada hasta nuestro tiempo por tantos seres humanos bien intencionados; gracias, Señor, por la voluntad y el afán de bienestar y crecimiento de miles de gentes sin quienes no viviríamos tan bien ahora.
Gracias, Señor, porque soy consciente del río de sueños de la historia humanan que corre por mis venas.
Gracias, Señor, por tus llagas, gracias por tus heridas, por tu libérrimo triunfo sobre la muerte, tu indescriptible dignidad hasta el último instante, por la fuerza de tu pasión en la cruz. Gracias, Señor, porque es eterna tu victoria.
Gracias, Se単or, porque tienes mil maneras de asombrarnos. Creaste nuevas posibilidades para Tu gloria. Te las dan nuestros ojos, te las dan nuestras manos.
Estoy a la espera de Tus sorpresas Se単or, a la espera de Tus sorpresas, Se単or, a la espera de Tus nuevas incursiones en mis adentros.
Gracias, Señor, porque entras por mis ojos y anidas en mi cabeza.
Purifica mis pensamientos, aleja de mí la vanidad y la envidia; penetra en el fondo de mis razones. No dejes que se disminuya mi fe.
Gracias, Señor, porque sé que puedes transformarme para bien.
Gracias, Señor, por mis tropiezos
Gracias, Señor, por las espinas de mi camino.
Gracias, Señor, por amanecer en mí después de largas noches.
Gracias, Señor, por el agua de los ríos cuando he caminado bajo el sol, y por ese airecillo fresco que puebla mi cara después de la oración.
Gracias, Se単or, por la lluvia que me trae mensajes de lo alto.
Gracias, Se単or, por ayudarme a descifrar
el idioma del agua.
Gracias, Se単or, por el silencio que responde cuando cantan las gotas en la tierra seca; gracias, Se単or, por la plegaria que se dibuja con un chorrito en los ventanales.
Gracias, Señor, porque dices que no todo está escrito y yo te lo creo.
Gracias, Señor¸ porque también jugaste con los dados y aprendiste a perder.
Yo aprendo de Tu ejemplo, como se puede aprender siempre de los padres.
Gracias, Se単or, por permitirme caer.
Gracias porque he tenido que besar el polvo, Se単or.
Gracias por tu dulce manera de permitir que la vida me doblegue.
Gracias, Se単or, por regalarme el aplomo para ponerme de pie una y otra vez.
Gracias, Señor, porque no todo cabe en mi entendimiento.
No comprendo Señor, algunos de tus momentos difíciles. No entiendo las tormentas, las sequías, pero alabo las grandeza tuya, porque puedes abrirnos al cielo y mostrarnos tu rostro de colores, incluso después de que la muerte se anuncia en el firmamento.
Gracias, Señor, por estar aquí a mi lado, presente, como el otro conductor de mi vehículo. El único que nunca se equivoca en las esquinas. El Único infalible. El Único capaz de mirar a través del manto de la noche.
Gracias, Señor, por haberme salvado, por abrazarme en los accidentes, por sacarme con tus manos de los hierros retorcidos cuando le vi la cara a la muerte.
Gracias, Señor, porque he vuelto a nacer al lado de un precipicio.
Gracias, Señor, por multiplicar tu rostro en la risa de los niños, en cada recreo de una escuela; en las muchachas de los parques de los pueblos; en una pareja de viejitos al bailar.
Gracias, Señor, por tu ternura, que noto en los abrazos de mi mamá, en el llanto de alegría de papá y los sueños pequeñitos de mi abuela, que son motivos por los que respira.
Gracias, Señor, por la inifinidad de formas que tienes para llegar hasta mí.
Gracias, Señor, por encenderle los ojos al sol cada mañana, gracias por abrirle la boca a la tierra para que brinquen como serpientes locas los ríos por los valles, gracias por soplar en el horizonte para que nazca de nuevo al viento...
Gracias, Señor, por empezar de nuevo cada mañana, por destapar para nosotros la caja de sorpresas.
Gracias, por tu oscuridad, Señor. bostezas y te permites un sueñito.
A
veces
cierras
los
ojos,
Gracias, Señor, por permitirnos la noche al lado de tu descanso.
Gracias, Señor, porque despertamos por tu propia voluntad.
Gracias, Señor, porque la luna cierra los ojos para abrirlos de nuevo cada vez que duermes.
Gracias, Señor, por pintar el arco iris con tu afán de balance, de equilibrio; gracias por pintar atardeceres de rojo y naranja; gracias por pintar de turquesa el mar, y por llevar al cielo el color de las mareas.
Gracias, Señor, por darte todos los gustos, por improvisar en las combinaciones, por mezclar en las flores el rosado y el celeste, por dejarle un espacio a tus dedos, que también descubren la magia al azar.
Gracias, Señor, porque nunca te cansas de sorprenderme.
Gracias, Señor, por el abrazo de mis hermanos, la sangre de mi sangre, las otras derivaciones del ser que tienen mis padres.
Gracias, Señor, por darme hermanos que crecieran conmigo.
Gracias, Señor, por aplacar nuestras diferencias; gracias, Señor, por mermitirnos compartir.
Gracias, Señor, porque veo mis facciones en las facciones de ellos, porque nos parecemos como se parecen dos árboles de cedro, dos piedras del camino, dos pozas, ocultas en el verdor del río más puro.
Gracias, Señor, por tu lucidez para crear la ilusión y el amor.
Gracias, Señor, por tu generosidad para crear el sol y el día.
Gracias, Señor, porque nos enseñas que en la abundancia y en la diversidad de lo que crean tus manos se nota tu gran gusto por la vida.
Gracias, Señor, por tender el sol sobre los montes.
Gracias, Señor, por darle descanso a la luz.
Gracias, Señor, porque en la oscuridad también puedo escucharla.
Gracias, Señor, por hablarme bajito con las ranas; gracias, Señor, por la serenata que me das desde la diminutez del grillo en la esquina de mi cama.
Gracias, Señor, por mis flaquezas y mis defectos.
Gracias, Señor, porque me das la fuerza para no quedar vencido en el trayecto.
Gracias, Señor, porque me puedo vencer a mi mismo.
Gracias, Señor, porque sé que hay luz y hay sombra dentro de mí, pero siempre ganará Tú luz si dejo que me habites.
Gracias, Señor, porque sé imposible para ayudarnos.
Gracias, Señor, entrega para mí.
porque
que
ella
es
mi
una
mamá
es
escuela
capaz
de
de
lo
casi
generosidad
y
Gracias, Señor, porque tener una madre así es como tener un mundo entero a nuestros pies.
Gracias, Señor, por los chistes que cuenta mi hermano David, y por permitirle convertirse en una piedra que piensa cuando juega ajedrez.
Gracias, Señor, por el mar de pecas de mi hermano Andrés, gracias por su chispa, su ingenio, su capacidad para soñar.
Gracias, Señor, por mis hermanos.
Gracias, Señor, por mi familia, más fuerte que todos mis dolores, más sólida que todas las pruebas.
Gracias, Señor, por la energía que siento en el campo, por la terapia del bosque en mis ojos, por el masaje del agua en mis oídos.
Gracias, Señor, porque la naturaleza que creaste me abriga, me nutre y me conforta.
Gracias, Señor, por la fuerza de voluntad que se requiere para cualquier proyecto, para concretar sueños.
Gracias, Señor, por ayudarme a perseverar en mis luchas, para conservar el entusiasmo.
Gracias, Señor, por darme las pruebas para superarlas.
y por regalarme la energía
Gracias, Se単or, por todas las bellas oportunidades que me has dado para surgir y ser feliz.
Gracias, Se単or, porque se nota tu presencia en mi vida y en mi familia.
Gracias, Señor, por darme discernimiento espiritual para entender que fui elegido para luchar, para sobreponerme a las derrotas, para servir, para ser feliz.
Gracias, Señor, porque es más grande mi fe que la adversidad, más fecunda Tu luz que el dolor, más grande Tu camino que mis derrotas, más fuerte Tu palabra que mis fracasos.
Gracias, Señor, porque es superior el espíritu que la materia, el misterio que la razón, la fe que la fuerza.
Gracias, intuyo.
Señor,
porque
es
más
grande
lo
que
no
veo
y
apenas
Gracias, Señor, porque hay magia en todo lo que veo y en todo lo que creaste para que no vea. Lo respira mi alma, Señor.
Gracias, Señor, por los vorágine, del frenesí.
momentos
de
inquietud
en
Gracias, Señor, desconcierto.
silencio
en
medio
la
por
el
de
medio
bulla
de
la
y
el
Gracias, Señor, por los momentos de soledad en medio de la multitud, por los momentos en lo que estoy frente a tu presencia, a solas, para escucharte mejor.
Gracias, Se単or, por ese sistema complejo que es el pensamiento.
Gracias, Se単or, por la capacidad que me diste para discernir.
Gracias, Se単or, porque el pensamiento me pone encima de las criaturas del mar y del bosque, aunque bellas, aunque complejas, aunque insondables; gracias porque fue por Tu gusto y Tu santo capricho, Se単or.
Gracias, Se単or, porque me das el mal y me regalas el remedio.
Gracias, Se単or, porque creas puentes sobre todos mis abismos.
Gracias, Señor, porque me das abrigo en las tempestades, agua en las sequías, luz en los túneles en los túneles en los que me he metido.
Gracias, Señor, porque me dejas embarcar y me llevas al puerto seguro a pesar de la tormenta.
Gracias, Señor, porque hay lunares en mi piel, hay estrellas en el manto oscuro, hay islas verdes, con pájaros blancos, en la inmensidad azul, que baila.
Gracias, Señor, porque hay contrastes en Tu diversidad, piedras muy grandes en Tus ríos y en T6us potreros, meteoros que pintan un camino rojo, de fuego, en el firmamento.
Gracias, Señor, porque hay nubes en medio del corral de colores del viento y vuelan formas de conejos y de perros, ahí, en el cielo, al lado de la diminuta mariposa que abre y cierra las puertas de la belleza con sus alas.
Gracias, Señor, por los árboles verdes e intensos en medio de la sequía.
Gracias, Señor, por la fuerza del viento que los pone como si quisieran bailar boleros.
Gracias, Señor, porque me iluminas los ojos.
a moverse
Gracias, Señor, porque a veces tránsito por la incertidumbre.
Gracias, Señor, porque en medio de la zozobra solo tu presencia me alienta.
Gracias, Señor, porque camino a oscuras, tranquilo, seguro de que no hay abismos a la espera de mis pasos.
Gracias, Señor, por caminar a mi lado.
Gracias, Señor, porque me tienes a tus pies, feliz de mi posición ínfima, de mi pequeñez ante mi grandeza.
Gracias, Señor, porque nunca estoy tan alto como cuando te pido un favor de rodillas.
Gracias, Señor, porque a veces tengo hambre.
Gracias, Señor, porque me das ratos de sed.
Gracias, Señor, porque hay momentos de frío que no aplacan las cobijas.
Gracias, Señor, porque me das conciencia para entender que mi cuerpo te necesita tanto como mi espíritu.
Gracias, Señor, por los pájaros que firman el cielo con sus alas.
Gracias, Señor, por el pez, que tiene alas y vuela bajo la lámina mágica de la superficie marina.
Gracias, Señor, por el espejo reflejo de la ola en la nube.
del
horizonte
en
la
marea,
el
Gracias, Se単or, por el misterio del amanecer.
Gracias, Se単or, por permitir que renazcan los montes con la luz.
Gracias, Se単or, por dibujar manchones azules y verdes a lo lejos cuando despierta el sol y resurgen todos los colores que se mueven ante mis ojos.
Gracias, Se単or, por el milagro de la luz sobre los rojos de las flores.
Gracias, Se単or, por el barniz que permiten las nubes cuando se alejan
Gracias, tenido.
Se単or,
por
las
mil
maneras
de
decir
colores
que
has
Gracias, Se単or, por los montes de algod坦n que son las nubes.
Gracias, Se単or, por los animales que caminan en el cielo con el viento.
Gracias, Se単or, por las criaturas horizonte antes de la lluvia.
que
inventa
la
luz
en
el
Gracias, Señor, porque pájaros sobre la playa.
soplas
las
hojas
de
papel
Gracias, Señor, por escribir poemas en su vuelo.
que
son
los
Gracias, Se単or, por la furia hermosa del agua cuando llueve.
Gracia, Se単or, por esconderte en cada gota que golpea al mundo.
Gracias, Se単or, por el olor de la tierra reci辿n mojada.
Gracias, Se単or, por suspender el vuelo del p叩jaro entre la nube y el barco.
Gracias, Se単or, por detener el tiempo en las alas de la fragata.
Gracias, Se単or, por la gaviota que vuela, detenida en un lugar del espacio, justo a mi lado, frente a mis ojos, como si quisiera decirme algo.
Gracias, Se単or, por el r鱈o que parte en dos la monta単a, por el cascabel de las piedras y por las pozas calladas y profundas.
Gracias, Se単or, por hacer del agua una serpiente plateada que camina cuando ando a su lado.
Gracias, Señor, por la señora de setenta y ocho años que coge café en un pueblo de Palmares.
Gracias, Señor, porque coge café, muchas cajuelas, y hay quien se las pague.
Gracias, Señor, porque alguien me cuenta su historia, y yo te doy gracias por esa señora que no conozco y que admiro.
Gracias, Señor por regalarme el don del baile.
Gracias, Señor, porque bailar es una gran oración del cuerpo.
Gracias, Señor, porque mi espíritu brilla, se ilumina con el baile, que creaste para mí gozo, para mí celebración de la vida que me concedes, en un milagro de todos los días.
Gracias, Señor, por traer a mi vida circunstancias especiales, que yo conozco como casualidades y que no son otra cosa que pequeñas ayudas tuyas, empujones para mí, guiños de tu ojo sagrado, apretones de mano que recibo en la oración.
Gracias, Señor, porque sé que son tuyas las otras manos que tengo en el trabajo.
Gracias, Señor, porque nunca me he sentido solo y sé que no me desamparas por más que caiga una y otra vez. Gracias, Señor, por levantarme cada vez que me encontrado al borde del camino.
Gracias, Señor, por ser mi compañero en todas las batallas y el confidente de todos mis sueños.
Gracias, Señor, por los ojos de quienes hacen pinturas, porque muestran que hay otros paisajes que no todos vemos.
Gracias, Señor, porque hay mundos que sólo pueden inventarse a través de nuestros ojos.
Gracias, Señor, porque Tus poetas y artistas son aliados Tuyos en todas las latitudes.
Gracias, Señor Jesús, porque tuyo es el colores, Señor, y me los a cambio de nada.
paisaje,
tuyos
los
Gracias, Señor, por la magia de Tus manos, gracias por la luz de Tus ojo, gracias por ser Tú mi primer milagro de fe.
Gracias, Señor, porque en tu abundancia está la gran prueba de tu buen gusto.
Gracias, Señor, por tener el sol en los montes.
Gracias, Señor, por darle descanso a la luz.
Gracias, Señor, porque en la oscuridad también te puedo escuchar, en el silencio, en las palabras que dice la noche y que escuchan mi piel y mi espíritu.
Gracias, Se単or, por mis flaquezas y mis dudas.
Gracias, Se単or, por darme la fuerza para no deprimirme, para no sentirme vencido en el trayecto, vencido por m鱈 mismo.
Gracias, Se単or, por la luz y la sombra dentro de mi interior.
Gracias, Señor, porque el azul del cielo parece que no tiene fin cuando me tiro en el pasto a darte las gracias; gracias Señor, porque estás en el fondo de ese mar de nubes.
Gracias, Señor, porque me miras desde el altísimo barco celeste, donde vuelan los pájaros como peces enloquecidos por una marea, y en cada respiro tuyo llega el viento fresco hasta mí.
Gracias, Señor, porque en los árboles escondes muchos caminos para llegar al cielo.
Gracias, Señor, porque no hay un solo árbol que llegue directo hacia arriba, las ramas dan giros, se equivocan, buscan nuevas direcciones; si perseveran, las puntas encuentran la luz, en lo altísimo, en el dosel, donde el bosque es un montón de brazos extendidos hacía Ti.
Gracias, camino.
Señor,
porque
el
árbol
puede
ser
una
metáfora
de
mi
Gracias, Señor, porque cuando camino entre los árboles me siento abrazado por Ti; parece que los árboles fueran dedos Tuyos y de pronto me abrigas desde el cielo con sólo las yemas de Tus manos.
Gracias, Señor, porque en cada árbol encuentro artístico, en versión libre, Tuyo, de Tu belleza.
un
retrato
Gracias, Señor, porque me ayudas a enterarme de que todos los árboles del bosque tienen sus ojos abiertos hacía Ti. Por las noches, los cierran, y entonces es la luna quien te mira de su parte. Es un espejo donde reflejas Tu luz que cae como agua, que silba y se desliza por el lomo de la arboleda. Gracia, Señor, porque los árboles, con flores y frutos, me enseñan a quererte.
su belleza hecha hojas,
Gracias, Señor, porque Te comunicas conmigo a través del agua, me mandas a decir canciones en los riachuelos donde aplauden las piedras; me envías un discurso de luz por las cataratas, y llegan hasta mí los conciertos con la música del mar.
Gracias Señor, porque me escuchas en silencio desde los lagos y las lagunas. Gracias, Señor, por el lenguaje que nos une, tu grandeza y yo en la misma sintonía, en el agua.
Gracias, Señor, porque en las sabanas secas crece el pasto rubio y con el viento parece cabello que peinas con Tus manos invisibles.
Gracias, Señor, porque pienso que la tierra es una gran cabeza y que vivimos sobre tus pensamientos.
Gracias, Señor, porque tengo más de mil maneras de ilustrarme con Tu grandeza, de imaginar Tú presencia, de concebirle alrededor de mi pequeñez que respira y sabe decir gracias.
Gracias, Señor, porque usas Tus manos de manera fina para hacer bodoquitos de papel que luego soplas y conviertes en flores de los árboles; las que tienen el color del sol son de los corteza amarilla, las que tienen el color del fuego son de llamas del bosque, las que tienen el color de Tus heridas son jacarandas, y también las hay rosadas como las mejillas de Tu madre, asoleaditas en el paraíso, y blancas como si fueran pedacitos de luna a que arrancaras con Tus uñas.
Gracias, Señor, por regalarme caminos.
Gracias, Señor, porque tengo vocación de andariego. Andar es pisar la libertad para sentirla por dentro, para que se meta por los pies.
Gracias, Señor por las rutas que me trazas, Gracias, Señor, por los trillos que me muestras. Gracias, Señor, porque a Tu lado ando seguro por la vida, porque la senda que me muestras es el camino que conviene.
Gracias, Señor por la dignidad de Hilaria Obregón Carrillo, a quien me encontré debajo de un mundo de sol en las Delicias de Nicoya.
Gracias, Señor, porque a pesar de que camina con mucha dificultad, en el desierto, vestido de verde, camina a casa de su madre, camina despacito, consciente de su dignidad, consciente de Tu Poder, por lo que sabe que llegará.
Gracias, Señor, por su bastón, gracias por su sonrisa, a pesar del dolor, gracias porque se detuvo a conversar conmigo, gracias porque a mí también me fortalece la capacidad para soportar que le diste a Hilaria para su camino seco, sin agua, en la vastedad de Guanacaste.
Gracias, Señor, por el canto ronco de los congos.
Gracias, Señor, porque son pequeñas manchas negras que bailan entre las ramas más altas de los árboles verdes, a pesar de la sequía.
Gracias, Señor, por el señorío con que me miran como diciéndome, “no sos más que nosotros”.
Gracias, Señor, porque al atardecer el sol se derrite sobre el monte como si fuera un helado de naranja.
Gracias, Se単or, porque en la noche mis ojos llevan Tus nuevas bellezas en su registro de recuerdos.
Gracias, Se単or, porque me abres el pecho con la sonrisa de las personas.
Gracias, Se単or, porque me asombra la belleza de la gente, de sus rostros, de sus gestos, de sus ilusiones, de sus anhelos, de sus esperanzas, de sus luchas...
Gracias, Se単or, porque veo Tu encanto y Tu Talento para crear en todos mis hermanos y en todos mis hermanos.
Gracias, Señor, porque tengo flores en los ojos cada vez que salgo al campo, Gracias, Señor, porque le pusiste mucho empeño a todos los azules del cielo y del mar. Están vivos. Me quieren cantar en la cara.
Gracias, Señor, porque puedo trabajar tu creación a la vez. Gracias, Señor, todos los días y celebro desde mi grandeza de todo lo que edifiques para
y pensar en la grandeza de porque estoy en mi labor de mente y mis sentidos, la mis ojos y mis pasos.
Gracias, Señor, solidaridad.
porque
los
pingüinos
me
dan
una
lección
de
Gracias, Señor, porque con el frío ellos hacen círculos de hasta dos mil criaturas y ponen en el centro a los más enfermos, los pequeños, los viejos, los débiles.
Gracias, Señor, porque le dictas a Tus criaturas salvajes cómo llevar la vida.
Gracias, Señor, porque es perfecta Tu naturaleza.
Gracias, Señor, porque mientras camino por las montañas, me silban tu nombre en la música que ofician los pajaritos escondidos.
Gracias, Señor, porque caminar entre trillos y árboles es un ejercicio espiritual que nos regala la naturaleza. No sé todo lo que me dices en tus plantas. No sé descifrarlo pero sé que me lo dices, y que esto me alimenta, me acompaña para siempre.
Gracias, Señor, por tus discursos para mí, convertidas en canto del agua y canción del bosque.
tus
palabras
Gracias, Señor, por los seres humanos que le han torcido el cuello al destino. Gracias, Señor, porque hay gente que ha vencido al dolor y a la muerte a pesar de todos los diagnósticos.
Gracias, Señor, por el triunfo, la victoria de tus criaturas más afligidas por la adversidad y la pena.
Gracias, Señor, porque oficias milagros sintetizados en el empeño de las personas.
Gracias, Señor, por la alegría que me llena por dentro, que me habita cuando me acerco a Ti en la oración.
Gracias, Señor, por el optimismo con que me permites ver la vida y el futuro. Gracias, Señor, por las ilusiones y las esperanzas que me regalas para todos los días.
Gracias, Señor, porque tengo un arcoíris instalado en la pupila y todo lo puedo ver con Tus colores.
Muchas gracias a Maya Suarez Lippi, Paula Garro Ramírez, Zahyra Morales Mayorga, Karolina Brenes Solano, Marlen Rojas Rodríguez y las demás personas que me acompañaron en el proceso de vida en que escribí este cuaderno de oraciones. Muchas gracias a mis papás, a mis hermanos, a Tita, a Papi, a Abuelita María, a Tía Marta, a Abuelito Miguel, a Don Álvaro Fernández, a Don Guillermo Villegas, a Don Eladio Jara, a Don Wálter López, al Padre Armando Alfaro, al Padre Carlos Antonio Rodríguez, a Don Enrique Obregón, a Sor Bettina Vargas, a Sor María Elena Rodríguez, a Doña Mireya González, y muchos gracias a usted, que comparte conmigo un rato de oración, de celebración de la vida, esta oportunidad para decir, todos y todas, “Gracias Señor”.
Camilo Rodríguez Chaverri es periodista y escritor. Ha publicado más de sesenta y cinco libros, entre ellos obras de fotoperiodismo, entrevistas, numerosos volúmenes de compilación histórica, poesía, narración infantil y cuento. Trabaja en radio, prensa escrita y televisión. Tiene 32 años de edad.