Vida y obra de Sor María Romero 14 testimonios históricos sobre la santidad de Sor María Romero
Camilo Rodríguez Chaverri Maya & P.Z. Editorial
Vida y obra de “Mis Sorcien María Colección libros”Romero 14 testimonios históricos sobre la santidad de Sor María Romero
Camilo Rodríguez Chaverri Maya & P.Z. Editorial Colección “Mis cien libros”
Dedico este libro a doña Mayita Suárez Lippi, mi abuelita afectiva, quien me contagió su fe por Sor María Romero, y a Sor María Elena Rodríguez Picado, hermana mayor de mi papá. Muchas gracias a las Hijas de María Auxiliadora, Sor Roxana, Sor Carmen María, Sor Elena María, Sor Milagro y Sor Cora Alicia. Muchas gracias a la joven comunicadora Evelyn Bonilla, quien me ayudó con el levantamiento de los textos, como parte de su trabajo comunal en la Universidad Latina de Costa Rica. Muchas bendiciones para Evelyn y su familia.
Introducción Sor María Romero debe ser un gran referente social y cultural de Costa Rica y Nicaragua. Es un ejemplo de integración entre los dos países. Nació en Granada, Nicaragua, en una familia con recursos económicos. Se formó como Hija de María Auxiliadora en El Salvador, y realizó una gran obra social y educativa en Costa Rica. Su labor social fue fundamental para el desarrollo de una conciencia urbana sobre el problema suscitado por el crecimiento de los anillos de pobreza en San José. Sor María Romero hizo un trabajo intenso, cristalino, transparente y maravilloso con niños, niñas y adolescentes. También construyó casas para familias pobres, y tuvo una destacada labor como consejera de cientos de personas. Sor María Romero generó un antes y un después en la obra salesiana en Costa Rica. Su obra fue fundamental en el ámbito social y en el ámbito espiritual. Son muchos los testimonios de su gran aporte en la vida de muchas personas, por su consejo y por su ejemplo de vida. Conocí la obra y la vida de Sor María Romero gracias al consejo y la fe de mi abuelita afectiva, doña Mayita Suárez Lippi. Fue ella quien me llevó por primera vez a la Casa de María Auxiliadora, y quien me contó el primer milagro atribuido a Sor María Romero. Creo en Sor María Romero. No siento en ningún otro lugar, la fuerza espiritual y la paz del alma que llegan a mí en la Casa de María Auxiliadora, epicentro de las obras sociales impulsadas por esta gran mujer nicaragüense y costarricense. Han sido publicados varios libros sobre ella. Incluso, hay un libro escrito por Sor María Romero, sobre sus obras sociales. Lo escribió cuando su apostolado cumplió diez años. También hay varios libros escritos por religiosas, Hijas de María Auxiliadora, y varias compilaciones de sus oraciones y sus cartas. Asimismo, hay un libro con testimonios de sus estudiantes y colaboradoras. Todos estos libros son muy valiosos.
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Este libro que presento para usted, es un aporte diferente y complementario. Es la compilación de los primeros catorce testimonios tomados bajo juramento por autoridades especiales, enviadas por El Vaticano, para estudiar la vida y la obra de Sor María Romero, por su fama de santidad. Hay muchos testimonios más, pero estos catorce me parecen los más completos y los más esclarecedores sobre todo lo que debemos aprender de Sor María Romero. No me cabe duda que Sor María Romero debe ser la santa de Costa Rica y la santa de Nicaragua. Obtuve los documentos gracias al apoyo de Sor Roxana Vargas, quien entonces era la directora de la Casa de María Auxiliadora. Una persona de buen corazón donó el dinero de la impresión. Esta persona conoció a Sor María Romero y fue estudiante de un colegio salesiano. Le agradezco a ella, que no ha querido que se mencione su nombre. Gracias a la lectura, la edición y la revisión de este libro, no me cabe duda que Sor María Romero hizo y hace milagros. No dudo que su fe en el Sagrado Corazón de Jesús y en María Auxiliadora, a quienes llamaba “Mi Rey y mi Reina”, así como su gran obra por las personas pobres, le fueron granjeando una serie de dones sobrenaturales, que quedan patentes en los testimonios de este libro. Me da miedo de que se acuse a este libro de promulgar actos extraordinarios antes de que la Iglesia Católica determine que Sor María Romero es santa, pero el objetivo es llamar la atención de nuestros dos países, Costa Rica y Nicaragua, para que se estudie mejor la obra social de esta gran mujer y se propague la fe en ella. Que Dios bendiga a quienes han hecho posible la aparición de este libro, y que Jesús Sacramentado y María Auxiliadora permitan que este libro sea un mecanismo para favorecer la fe y acrecentar la obra social que dejó mi gran santa, Sor María Romero, a quien le debo personalmente muchos favores y milagros. De hecho, este libro es el pago de una promesa a ella, y si sale a la luz pública, sé que ha sido porque ella también lo ha tomado a bien. Aclaro que, en la lectura de los testimonios, encontrará usted algunos elementos reiterativos, pero es parte del reconocimiento a la vida en santidad de Sor María Romero, a quien en el libro se le dice “SdD”, que significa “Sierva de Dios”, pues todas las entrevistas enviadas a El Vaticano fueron realizadas en 1989, cuando ella todavía no era beata.
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Dios quiera que muchas personas más se acerquen a la Casa de María Auxiliadora, ayuden a las obras sociales legadas por Sor María Romero y encuentren paz en Jesús y María, presentes en este lugar que ha marcado mi vida, espero que para siempre.
Camilo Rodríguez Chaverri Periodista y Escritor Guápiles y San José, agosto, 2012
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PRIMER TESTIMONIO
Me llamo Ana María Cavallini Colombari. Nací en San José, Costa Rica, el 27 de julio de 1899. Soy religiosa y pertenezco al mismo Instituto religioso de Sor María Romero, es decir, soy hija de María Auxiliadora. Hice mis primeros votos en El Salvador, el 6 de enero de 1927, cuatro años después de la primera profesión de Sor María Romero. Cuando entré en el Postulantado en San Salvador, Sor María fue mi asistente. Muy pronto (1925) Sor María fue trasladada a Nicaragua. Aquí me encontré con ella en el año de 1927 y convivimos en el colegio de Granada hasta que en 1931 la Sierva de Dios (S.d.D.) fue trasladada a San José en Costa Rica para el resto de su vida. Aquí en San José volví a convivir con ella los últimos cuatro años de su vida. Trabajaba con ella casi todos los días. Tuvimos una grande amistad y confianza. Siempre tuve mucha admiración por ella. Vengo a testificar en este proceso con mucha alegría porque quiero hacer constar la gran admiración de santidad que siento por ella. Lo que voy a decir lo sé principalmente por conocimiento propio y directo de la misma Sor María. También he conocido muchas cosas por lo que me han referido personas que la han conocido, por lo que se ha escrito acerca de ella y porque he leído muy atentamente sus escritos personales, publicados o inéditos; y después de su muerte he colaborado en la recopilación de sus cartas y numerosos apuntes sueltos. Llevada por la gran impresión que me hacía su santidad, presté mucha atención a su manera de ser y de actuar y recogí muchos datos sobre ella. Muchas veces me apresuraba a notar sus dichos para recogerlos fielmente. Algunos de esos transparentes recuerdos los consigné en un cuaderno que en la vida de la Sierva de Dios escrita por Sor María Doménica Grassiano, veo que es citado varias veces como ¨Cuaderno Cavallini¨. Y a él me remito. El original de mi cuaderno está ahora en Roma, en el archivo general de nuestro Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Aquí en San José tenemos una fotocopia en el archivo del tribunal pro causa de la canonización de la S.d.D. Sor María. Después de su muerte he consignado por escrito fielmente muchos testimonios de personas que se relacionaron con Sor María Romero o que le atribuyen gracias recibidas por su intercesión. Quiero añadir algunos grandes rasgos de cómo era ella según yo vi: Una persona de fe profunda; la transmitía, la "contagiaba". Una religiosa pura, íntegra, transparente, incapaz de una falsedad, mentira o engaño. Sobresalía en ella un gran amor a Dios, a Jesús Sacramentado, a la Santísima Virgen. Tenía mucha fe en los ángeles y en la poderosa intercesión de los santos. Un celo ardiente por la salvación de las almas. Amaba intensamente a la Iglesia, al Santo Padre, a los sacerdotes, a los misioneros. Otros grandes amores suyos fueron: los niños, los jóvenes; y, sin ser exclusivista, tenía preferencias especiales por los pobres. Sin embargo, para ella todos eran sus hermanos, en cada persona veía a Dios y no miraba
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nivel social, ni razas, ni religiones, ni sexos para hacer aceptación de personas: todos eran para ella hijos de Dios. Admiré en ella su completo abandono en la voluntad de Dios, su profundo espíritu de oración y de sacrificio, y la extraordinaria pureza de sus intenciones. Jamás el más pequeño acto de vanidad. A este propósito, y dada la gran relación de amistad y mutua confianza que nos unía, un día me animé a preguntarle a la S.d.D.: "Sor María ¿Cómo es que haciendo usted tantas cosas en bien de la gente y siendo tan apreciada por muchas personas, no haya sentido vanagloria o haberla expresado con palabras o gestos por todo lo que hace?". Ella enseguida me contestó: "Con íntima convicción podría repetir en el momento de mi muerte, que jamás he sentido dentro de mí el más leve movimiento de vanagloria que me pueda haber llevado a sentir o ejecutar el más pequeño acto de vanidad o de vanagloria por lo que hago. Estoy convencida de que soy solamente un instrumento de Dios y Él se vale de mí precisamente por mi nulidad. Él se vale de los débiles para las grandes cosas. Si usted fuera una persona más inútil de lo que soy yo, Dios la habría escogido a usted". Más de una vez le oí expresarse en estos términos. Deseo finalmente, destacar su "salesianidad": la S.d.D. fue una auténtica Hija de María Auxiliadora. Trató siempre de vivir el espíritu de sus fundadores, San Juan Bosco y Madre María Mazarello. Su lema era el de Don Bosco: "Dadme almas y llevaos a los demás". Practicó el "sistema preventivo". Siempre fue alegre, sembraba alegría y amabilidad en el trato. Vivió y transmitió un dinámico amor a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Hija de una familia distinguida (conocí varios de sus miembros), apreciada por sus virtudes cristianas, su condición social. El padre de la S.d.D. llegó a ser Ministro de Hacienda en tiempos del presidente Zelaya, en Nicaragua. Desde pequeña la S.d.D. mostró su sentido y amor a la modestia: nunca permitía que la bañara su niñera, ni nadie, sólo su mamá. Ya de pequeña tuvo un extraordinario amor a los pobres. Estuvo gravemente enferma de parálisis, y curó. Un día le pregunté cómo había sido esa curación y me dijo: Igual a la de Santa Teresita del Niño Jesús. Ya de pequeña, su hermana Matilde que era su confidente le manifestó en secreto que en su curación había visto a la Virgen María. Matilde, poco antes de morir, se lo refirió a su hermana Pastora, y ésta me lo dijo a mí. De joven fue magnífica colegiala, muy amante de la Virgen y de su pureza. A los catorce años hizo voto de castidad perpetua en manos de su confesor, el padre Emilio Bottari, salesiano. Algo extraordinario debió ver en la joven el padre Bottari para permitirle hacer el voto a esa edad. Cuando ya se disponía a ingresar en el Instituto Salesiano, el padre Bottari le dijo: "Aunque te hagan picadillo, sigue siempre adelante". Esto me lo dijo la S.d.D. y añadía que estas palabras le habían sostenido firme en tantas ocasiones difíciles.
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Supe que fue considerada como novicia observante, piadosa, obediente, humilde. Ya desde el noviciado mostró aptitudes y habilidades en música, dibujo y pintura. De hecho en lo sucesivo fue gran maestra en esas materias. También en mecanografía, en la que llegó a componer un método práctico, excelente. Por una confidencia suya, ya en los últimos años de su vida, supe lo siguiente: la madre Maestra sugirió un día a las novicias que cada una preguntase a Jesús: ¿Quién soy yo? Sor María, en un momento en que no había nadie en la capilla, puesta en oración ante el Santísimo Sacramento hizo la pregunta: Señor, ¿Quién soy yo? Y oyó una voz que le dijo: "Tú eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre.” Esto le quedó grabado profundamente en su corazón para toda la vida. Cuando en 1925 yo ingresé en el Postulantado (en San Salvador), Sor María Romero fue mi asistente. Pero por poco tiempo, pues fue destinada al colegio María Auxiliadora de Granada (Nicaragua) ese mismo año. Después de mi profesión también fui destinada a dicho colegio de Granada (año 1927) y así volví a encontrarme con ella. Convivimos en aquel colegio hasta que la S.d.D. fue destinada en 1931 a San José de Costa Rica. En el colegio fue maestra muy apreciada de música, dibujo y pintura, muy querida a las alumnas y de los familiares. Ejercitó un intenso apostolado en la juventud. En la comunidad religiosa fue muy observante, adicta a las Superioras, sencilla, pero muy inteligente. En Granada hizo su profesión de votos perpetuos el 6 de enero 1929, como delicadeza del Señor consideró ella este hecho que comunicó confidencialmente muchos años después. Para el día de su profesión de votos perpetuos había deseado vivamente ver la gruta de la Virgen rodeada de flores. El jardín estaba seco aquellos días, sin el mínimo indicio de vida. Pero el día de la profesión se vio lleno de flores recién florecidas. Cuando yo llegué a la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales esas actividades mencionadas en el interrogatorio estaban en marcha, y algunas habían evolucionado según iban pidiendo las circunstancias. Después de la muerte de la S.d.D. hasta hoy he seguido vinculada a esta casa y al influjo y presencia espiritual de la S.d.D. en ella y he comprobado la permanencia del impulso que ella dio a la maravillosa variedad de sus iniciativas y que sigue animando a sus antiguos y nuevos colaboradores. Sería interminable explicar el inicio y desarrollo de cada una de esas actividades. Centraré mi declaración con referencia a esta "Casa María Auxiliadora-Obras Sociales". La vida y celo apostólico de la S.d.D. estuvo siempre inspirado por el honor, amor, servicio de Dios, de Jesús Sacramentado (santa misa y culto eucarístico), de María Auxiliadora, en favor de los pobres y humildes, de los niños y los (las) jóvenes, por la salvación de todos los hombres.
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Esta casa ha venido a ser todo un símbolo y expresión de ese espíritu de Sor María Romero. Esta casa es como la Sede Permanente de María Auxiliadora. Se siente su presencia y acción; la sienten cuando se acercan aquí a Ella, y ellos se sienten movidos a irradiarla y a traer a otras personas. Sólo así explica el incontenible crecimiento de amor y devoción de los fieles a esta Madre Bendita. En su Casa se respira siempre un ambiente de paz y de cielo. Maravilloso es el afluir de gente durante la solemne novena preparatoria de la fiesta del 24 de mayo dedicada a María Auxiliadora. Fiesta que sigue prolongándose todos los días del año. Es notoria y ya famosa la devoción a los "Quince Sábados", que tanto propagó la S.d.D.; y la novena en honor de la Madre Celestial. En la Capilla (amplio templo construido dentro del complejo de esta Casa), hay siempre personas acompañando a Jesús Sacramentado. Se celebran muchas misas. Cada semana, en la tarde del sábado, después de una de las misas tiene lugar la procesión de Jesús Sacramentado por los corredores adyacentes a la capilla, sobresale el gran número de varones portadores de una vela encendida como símbolo de su fe. Todo esto fue promovido por la S.d.D. Sobre los orígenes de esta Casa puedo referir lo que sé por testigos inmediatos y documentos relacionados. Desde 1939, la S.d.D. (cuando aún estaba en el Colegio María Auxiliadora) comenzó un verdadero apostolado de Catequesis a los niños en la periferia de la capital y en los barrios más abandonados. Por el contacto con los niños conoció la pobreza y miseria de sus familias y sintió la necesidad de ayudarlas y llevarlas a Dios. En el colegio, no podía disponer más que de un pequeño local, a todas luces insuficiente para la organización de ese trabajo apostólico y asistencial que iba tomando grandes proporciones. Siempre soñó en que se le permitiera levantar un edificio en un cafetal, propiedad de las salesianas en un solar junto a la casa del Sagrado Corazón (noviciado entonces). Incluso tenía la seguridad de conseguirlo porque así se lo persuadían inspiraciones de la Virgen y de Don Bosco. Finalmente se le permitió, el año 1958, 1959, construir una casita en dicho cafetal. Fue el humilde grano de mostaza que, sembrado en tierra fértil por la S.d.D., con el favor de la Divina Providencia y de María Auxiliadora, ha llegado a convertirse en un árbol frondoso a cuya sombra se amparan almas a millares. Hoy se conoce con el nombre de "Casa de María Auxiliadora Obras Sociales", ubicada en la calle 32, entre avenidas segunda y cuarta de la capital. Algunos la llaman, casa de Sor María Romero. Aquí ha desarrollado la S.d.D. numerosas obras y aquí vivió la última etapa de su fecunda existencia.
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DISPENSARIO: distribución de comida a gente pobre Desde 1963 existía y sigue hoy funcionando, un dispensario de ayuda a muchas familias acosadas por la pobreza u otras necesidades. Cada quince días (cada grupo tiene su día), reciben buena parte del sustento material, sazonado con la catequesis y la formación moral. Tienen, además, todos los años una tanda de ejercicios espirituales guiados por un sacerdote. Se obtienen frutos muy consoladores .Gozan de vez en cuando de alegres fiestecitas y amenas sorpresas. Y a la puerta nunca faltan pobres en busca de pan y cafecito, ropa, consejo, etcétera. Se les atiende y ayuda según sus necesidades.
Unas fiestecitas para niños Da gusto ver en diciembre a unos quinientos niños de ambos sexos que asistan a la novena de la Navidad entre cantos, rezos y ruidos de panderetas y pitos. Hay familias que, cada día después de la novena, obsequian a estos niños con golosinas y juguetes. Se van felices para volver al día siguiente. Desde hace muchos años la S.d.D. instituyó para el día 28 de diciembre, y en honor de los Santos Inocentes, una fiesta para los niños menores de dos años. Acuden unos tres mil con sus mamás, todos de familias pobres, que son escogidos por discernimiento propio y según informaciones de organismos de asistencia a necesitados. Se les reparte: alimentos, ropa, golosinas, objetos de higiene y juguetes. Todo el apoyo de bienhechores y la eficaz ayuda y colaboración de señoras y Damas Salesianas.
La Escuela de Orientación Social Fundada por Sor María Romero, el 14 de septiembre de 1967. Completamente gratuita. Lo que la movió a abrir esta escuela fue su ansia de salvar las almas de tantas jovencitas expuestas a perderse por la falta de formación cristiana, la pobreza o los peligros morales. Asisten a dicha escuela unas doscientas adolescentes externas. Reciben clases de lunes a viernes, con mucha puntualidad. Se les dan cursos de mecanografía, tejido, corte y confección, trabajos manuales, cocina, canto, manejo de máquinas de coser industriales y aprendizaje de primeros auxilios. Todo acompañado de catequesis y orientación moral y espiritual, con el fin de prepararlas buenas cristianas y honestas ciudadanas. Disfrutan de alegres recreos, fiestecitas y paseos. Esta actividad ha continuado hasta el presente.
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Se sigue con interés a las exalumnas. Forman un concurrido centro bajo la dirección de una Hija de María Auxiliadora. Organizan la Pascua Juvenil. Por su propia iniciativa, por ejemplo, han hecho una rifa para recoger fondos y colaborar en la adquisición de un nuevo Sagrario. Se reúnen una vez al mes y muestran con entusiasmo sus deseos de apostolado y de corresponder a la gracia. Los padres de familia de alumnas y exalumnas se reúnen mensualmente y llevan una eficaz escuela de formación, siempre dirigidos por las Hijas de María Auxiliadora. La asistencia es numerosa.
El Consultorio Médico Otra de las grandes ilusiones de Sor María fue atender a los enfermos pobres, no acogidos legalmente por el Seguro Social. Se fundó el 24 de febrero de 1970. Es una obra que brotó del espíritu de Sor María Romero, con el fin de dar al mismo tiempo la salud del cuerpo y la del alma. Se da a los enfermos gratuitamente: atención de medicina general, cardiología, servicio de oculista y de odontología, rayos x y laboratorio para exámenes de toda clase. Según los casos se realizan pequeñas operaciones. El consultorio tiene también su farmacia, donde se provee a los pobres de las medicinas que los médicos les recetan. Diariamente se da a los enfermos también instrucción religiosa. Estas instrucciones son impartidas con la ayuda de unas cooperadoras y de Damas Salesianas. Actualmente hay un amplio local para operaciones de los ojos con uno de los mejores oculistas del país, el Dr. Roberto Quesada Guardia. Doña Lita de Quesada es la Presidenta de la Comisión de ayuda a los ciegos. Doña Amalita Orlich de Brealey forma parte de esta Comisión. También es muy apreciada la colaboración que presta el Instituto para ciegos, que funciona en Costa Rica.
El hogar Sor María Romero (así llamado hoy) Es un internado, gratuito en todo sentido, fundado el 24 de julio de 1973 por la Sierva de Dios. Se inició en unas casitas que se compraron a continuación del lote del "cafetal". Sor María siempre soñó en la construcción de un edificio amplio y apropiado. Esto ha sido realidad después de la muerte de la S.d.D., gracias a la colaboración y empeño de quienes la conocieron y veneraron. Es una gran institución dentro del complejo de la “Casa de María Auxiliadora – Obras Sociales”. Acoge a un grupos de adolescentes, sin medios para su propia formación, y que en su pobreza pueden encontrarse expuestas a
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graves peligros como en un Arca de salvación bajo el manto de María Auxiliadora. Reciben formación moral, espiritual e inteligente, y capacitación para las diversas labores domésticas. Las internas actuales son treinta, procedentes de diversas partes de Costa Rica, incluso muy alejadas de San José, y aquí gozan de cuanto necesitan y del cariño y atención de sus instructores religiosas Hijas de María Auxiliadora y de sus profesoras; algunas de éstas son Damas Salesianas que trabajan desinteresadamente por amor a la Obra de María Auxiliadora. Al nuevo edificio se lo ha llamado “Hogar Sor María Romero”. Justamente, sin duda, la S.d.D. en vida no habría permitido.
Algo sobre ASAYNE
(Asociación ayuda necesitados)
Esta asociación, promovida por Sor María Romero, nació el 18 de abril de 1972 con el fin dar a los pobres casitas cómodas y decentes. Como el sol, ASAYNE irradia luz y calor en las dos colonias fundadas por Sor María: una en Santa Teresita de Aserrí y otra en Lomas de Desamparados. En ambas se desarrolla un magnifico apostolado dirigido por un sacerdote y con la colaboración de las Hijas de María Auxiliadora. En la colonia Santa Teresita está en servicio una buena panadería para abastecer el pan a sus habitantes; hay un pequeño mercadito donde se les vende, casi a lo regalado, los artículos principales de comidas. Se ha formado entre los colonos un interesante grupo apostólico. En la colonia de Lomas de Desamparados se ha abierto una escuela que ahora lleva el nombre de Sor María Romero. Aquí también se realiza un magnifico apostolado; y en las dos colonias funciona la Archicofradía de María Auxiliadora. Desde su origen la Asociación ASAYNE tiene como presidenta a la señora Amalia Orlich de Brealey, que con el precioso grupo de señoras que forman la Asociación, trabajan desinteresadamente, buscando la gloria de Dios y el bien de las almas, animadas por el recuerdo y espíritu de Sor María Romero.
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Ejercicios Espirituales
El celo de Sor María Romero la llevó a promover tandas de ejercicios espirituales: para las señoras pobres que reciben ayuda; para las bienhechoras y las colaboradoras; para las jovencitas externas e internas de la Casa de María Auxiliadora; para niños y niñas de las escuelas públicas. Con todo este bien se han logrado abundantes frutos, apuntados para la eternidad.
Los llamados “Tes de Sor María” Una forma de suscitar colaboradoras para las obras a favor de los pobres fue promover grupos de señoras que, con el pretexto de reunirse para tomar una tacita de té, se unen para efectuar rifas, hacer labores u otras actividades sencillas y sanas, con el fin de recaudar fondos para las Obras Sociales que se realizan en la Casa de María Auxiliadora. Cada año entregan a esta Casa el fruto de sus diligencias. Existen varios grupos de estos en Costa Rica y en Panamá. Continúan haciéndose reuniones después de la muerte de Sor María Romero, quien con toda sencillez les indicó esta forma de ayudar a los que no tienen nada. Sustentado en la Providencia: Para el apoyo económico de estas Obras Sociales de la Casa María Auxiliadora no hay rentas fijas ni permanentes: llegan donaciones voluntarias, grandes o pequeñas, de personas generosas, generalmente porque se sientes agradecidas por gracias obtenidas de María Auxiliadora o atribuidas a la intercesión de Sor María Romero. También de personas o entidades que quieren ayudar a las obras por su sentido social y humanitario. Se puede asegurar que la divina Providencia y la Santísima Virgen lo han hecho todo y lo siguen haciendo sin cesar. A Dios la gloria para siempre. Vi siempre a la S.d.D. humilde, fervorosa, paciente, sacrificada. Sencilla, pero muy inteligente. Sincera y serena a pesar de que tuvo grandes y largos sufrimientos, llevando la cruz como los santos: silenciosa, ofreciéndola todo al Señor y abandonada en Él. En comunidad fue siempre alegre; era el alma en las recreaciones y en las funciones religiosas. Jamás demostró mala voluntad con nadie, nunca se le oyeron quejas ni murmuraciones; adicta y obediente a sus Superioras. Siendo muy observante de la Santa Regla, sabía adaptarse a los distintos caracteres, sin hacer sufrir a nadie y llevando con dulzura y paciencia las penas que a veces suele producir la vida comunitaria. Me llamó la atención la pureza y solidez de sus intenciones. En cuanto hacía jamás perdía de vista el fin por el cual había entrado en la Congregación: desposarse con Cristo, serle amorosamente fiel en tiempo de bonanza y en tiempo de tempestad; seguirlo crucificado. Tuvo siempre presente y practicó con perseverancia lo que le aconseja su confesor cuando ella partía para
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ingresar en el Congregación: “aunque te hagan picadillo nunca des un paso atrás”. Le oí decir más de una vez: Jamás he sentido vanidad, ni vanagloria, ni satisfacciones de amor propio por cuanto hago; lo podría asegurar en la hora de la muerte. Dios me ha escogido por instrumento suyo en vista de incapacidad. Él siempre se vale del débil para sus obras. Sería una ingrata si me atribuyera lo que Él siempre se vale del débil para sus obras. Sería una ingrata si me atribuyera lo que Él hace por mi medio. Vi en ella una auténtica Hija de María Auxiliadora. Trató siempre de imitar a sus fundadores San Juan Bosco y Madre Mazarello la que vivió auténticamente el espíritu y el celo de San Juan Bosco. El lema de Sor María Romero fue el del Santo: “Dadme almas y llevaos los demás”. Lema que supo practicar sin descanso en sus treinta y seis oratorios, en todas sus obras en bien de la juventud, en las diferentes misiones, en las numerosas tandas de ejercicios espirituales que promovió, para jóvenes (ellos y ellas), para niños, para personas mayores, pobres, bienhechores, colaboradores. Todas las múltiples obras que promovió y realizó en bien del prójimo brotaron de su celo por la salvación de las almas redimidas por Cristo. Practicó el sistema preventivo, con amabilidad y paciencia en el trato con sus alumnas revoltosas y con todos, sostenida por su dinámica con amor a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Siempre alegre, sembraba alegría. Resumiendo la impresión que tuve, de lo que pude observar y comprobar en la Sierva de Dios, diría que el ideal de santidad que iluminó y animó su vida fue este: “Amar a Dios sobre todas las cosas con alma, vida y corazón. Amarlo aceptando en todo su santa voluntad. Amar mucho a la Santísima Virgen y hacerla amar. Amar al prójimo con amor dinámico y práctico, dándose al bien del mismo sin tregua ni descanso, siguiendo en todo las inspiraciones de la gracia. Su amor a las almas era inagotable: así lo dicen sus palabras, sus escritos, sus oraciones, el claro testimonio de su vida y su amplio apostolado”. Este celo por las almas era sostenido e inspirado por una gran intimidad con Dios, con la Virgen, con su espíritu de oración continua en medio del más intenso trabajo; y con ausencia de todo egoísmo. Me consta con toda certeza que el libro: “Las Obras Sociales de las Hijas de María Auxiliadora en San José Costa Rica” fue escrito íntegramente por la S.d.D., aunque nunca se nombre a sí misma, ocultándose en un plural de autoras o en “la encargada“. Acerca de las “actas” de las “misioneritas“, a las que se alude en la primera página del libro, puedo asegurar que me consta que fueron redactas por Sor María con estricta fidelidad de lo que hacían o decían “las misioneritas” o lo que presenciaba la misma S.d.D.; nunca se escribió algo inventado. En esto Sor María era delicadísima. Este libro lleva la aprobación de la Curia Metropolitana con fecha 24 de mayo de 1973, firmada por Monseñor Oscar José Trejos, Vicario General, quien quiso acompañar la aprobación con una carta a la S.d.D. con la misma fecha. El original de esta carta se conserva en el Archivo General de las Hijas de María Auxiliadora en Roma.
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La Sierva de Dios, escribió esta obra sin la intención de hacerla imprimir para el público. Finalmente se decidió a publicarla porque lo dispusieron así sus Superioras y después por indicaciones de la señora Olga de Vicente. Las vicisitudes de la composición y publicación de la obra las expresa la misma autora en las dos páginas de: “Advertencias” con que se abre el libro. Como los considero muy significativas me permito presentarlas al Tribunal como anexo a esta mi declaración, añadiendo al texto de las Advertencias un fragmento de la carta de Monseñor Oscar José Trejos y otro de una declaración de Olga de Vicente (relacionada con la Nota publicada al final de las “Advertencias”) que han sido publicados (estos dos fragmentos) en la obra de Sor María Doménica Grassiano: “Con María toda para todos como Don Bosco” (traducción española), pp. 412 y 413. Si no recuerdo mal, se imprimieron unos ochocientos ejemplares del libro “Las Obras Sociales…” Su celo apostólico movió a la S.d.D. a inculcar la devoción a Jesús Sacramentado y a la Virgen, la santidad de la vida cristiana y el compromiso apostólico, en las “Advertencias” puestas al principio de la obra y en las recomendaciones y tantas otras indicaciones esparcidas en toda la obra. En todos estos años después de la muerte de la S.d.D., por disposición de mis Superioras y por la grande estima de la santidad de la S.d.D. que siempre he tenido, me he ocupado muy particularmente de las cosas relacionadas con Sor María Romero, reordenando papeles y recuerdos de ella. En el archivo del Tribunal de la Causa de canonización de la S.d.D. se guardan autógrafos de ella en libros de contabilidad y de limosnas entregadas. Causa maravilla la minuciosidad, claridad y orden con que llevaba sus cuentas. Se conservan además algunos originales de la S.d.D. donde apunta pensamientos espirituales, notas para catequesis, recetas, disposiciones, etc. Se conservan también en dicho archivo que está en la Casa Provincial de las transcripciones de textos de Sor María cuyos originales se guardan en el Archivo General, en Roma. También, en el mismo archivo provincial se guardan, como tesoro, aparte, en varias cajas, muchos escritos de la S.d.D. referentes a las obras suscitadas por ella misma. Con ellos se conservan también algunos de los libros piadosos que ella usaba. Yo misma, en estos años posteriores a la muerte de la S.d.D., he consignado por escrito muchas declaraciones de personas que han dado testimonio de gracias recibidas de la Santísima Virgen por intercesión de Sor María Romero y de las virtudes y fama de santidad de la misma. He tenido cuidado de que esas declaraciones fueran firmadas por sus autores y refrendadas las firmas por dos testigos. Sobre el “Cuaderno Cavallini”, que mencioné anteriormente, quiero anotar: Este cuaderno, escrito por mí, es muy sencillo. Al trazar esas líneas jamás creí lo que sería de él con el correr de los años. Comprendiendo y admirando la santidad de Sor María Romero Meneses, pensé que las Superioras escribirían
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biografía y, por tanto, mis anotaciones podían servir. No me preocupé del orden, de su redacción, de las fechas, de la caligrafía, unas veces letra vertical y otras inclinada; lo único que me interesaba era el contenido, que fuera exacto, claro, verdadero, sin sombras de duda ni de falsedad; por eso lo firmo cada vez, por temor de que después se dudara lo escrito. Por un tiempo dejé de escribir, y quedaron cosas muy importantes en el silencio. Pensaba: moriré antes que Sor María y mi cuaderno acabará destruido; por lo tanto tal vez estoy perdiendo el tiempo. Vino luego a mi mente una luz: ¿Y si fuera una inspiración del Espíritu Santo, que yo siguiera escribiendo? Empecé de nuevo a seguir haciéndolo, sobre lo que veía o lo que oía, añadiendo mis trazos a los ya escritos. Una buena parte de mis días de entonces estaba ocupada en ayudar a Sor María en lo que se ofrecía, de este modo pude acumular un tesoro de pensamientos y de hechos: Sor María era un Evangelio viviente. Lamento que no supe explotar tan rica mina. Dios se encarga de llenar los vacíos; los preciosos testimonios que se han dado y se siguen dando, son declaraciones valiosas de la vida de esta querida hermana llamada hoy, por voz de la Iglesia: Sierva de Dios. Como anexo Número 1 a estas mis declaraciones, sobre los escritos de la S.d.D., va la copia íntegra de mi cuaderno. Constaté siempre en ella un espíritu de fe a toda prueba. Además, lo transparentaba; se diría que lo infundía, lo contagiaba. Sobresalía su fe en Dios y en el poder de la Santísima. Virgen. Sentía viva la presencia de María en su propia vida y en su múltiple actividad, y de ella obtuvo milagros. La grandeza de su fe queda patente en sus escritos, en sus obras y en los centenares de declaraciones que se han dado sobre ella. He oído repetir tantas veces palabras o frases como estas: “me comunicó su fe en la Virgen”; “gracias a la fe de Sor María cambié de vida”; “con su fe aprendí a amar a la Virgen y acercarme a los sacramentos”. Yo personalmente admiraba su fe, y es porque nunca perdió de vista el fin por el cual se hizo religiosa: darse a Dios, amar a Cristo y seguirle en todo momento, alimentaba esta su fe profundizando en las Sagradas Escrituras, con su amor al santo Evangelio y a las enseñanzas de la Iglesia. Tenía fe ciega en el Papa y en sus palabras. Profunda oración y vida espiritual y sacramental. En algunos apuntes de Sor María Romero (y en hechos y actitudes de su vida) aparece suficiente claridad que estaba enterada de las tendencias teológicas y pastorales que, por apartarse del Magisterio de la Iglesia y de la fiel obediencia al Papa y a los Obispos, desorientaban a muchos. Ella lo lamentaba mucho, y se reafirmaba sencillamente en su fidelidad a la sincera comunión eclesial. A este propósito quiero mencionar algo que recogí en mi cuaderno. Un día, conversando con Sor María, le dije, tengo un libro de lectura espiritual y uno de meditaciones, bellísimos. Y ella me respondió, “para mí no hay nada como el Evangelio, la Sagrada Biblia. Cada palabra de Jesús, cada gesto tienen siempre algo nuevo, encantador. Paso ratos agradables, preciosos, saboreando esa fuente inagotable. Mire si no es cierto, vaya leyéndolo y
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meditándolo, es bellísimo. ¡Ah el Evangelio! Ningún libro puede ser mejor; esto, la Santa Biblia y el Observatore Romano; las palabras del Papa…y nada más. Todo (lo que se aparta de esto) es confusión, allí está lo más seguro, lo más bello”. Esto me quedó grabado para siempre en el alma, oído a Sor María en una mañana inolvidable. La S.d.D. consideraba como un hecho extraordinario la audiencia particular que tuvo con el Santo Padre, Pablo VI, en Roma. Dios le pagó así su gran amor al Romano Pontífice y a la Iglesia. Decía: “Vi a Jesús a través de la mirada del Santo Padre”. Me admiró la esperanza teologal que la S.d.D. manifestó en su confianza absoluta en Dios y en la Santísima Virgen. Junto con su amor a la vida y al tesón en vivirla para el Señor y su gloria y servicio, tuvo siempre un vivo deseo y esperanza de la comunión eterna en el cielo. En la tierra trabajó intensamente por salvar las almas, infundir un horror al pecado y llevar a todos una vida santa. Cultivó la esperanza con su extraordinario espíritu de oración y con la confiada invocación al Señor, a la Santísima Virgen, a los ángeles y a los santos. Acabado el tiempo destinado para esta sesión, el juez delegado ordenó que se suspendiera el interrogatorio y se prosiguiera en la próxima sesión. Y yo, el infrascrito notario, leí en voz alta al testigo su declaración, dándole la posibilidad de añadir, quitar o corregir lo que creyera oportuno. La testigo ratificó con las siguientes palabras: “Juro haber dicho la verdad y confirmo cuanto he declarado”. Sor Ana María Cavallini C. A continuación firmaron el juez delegado y el promotor de justicia como sigue: Juan Bautista Quirós Rodríguez. Juez Delegado Juan Francisco Saera Ferrada. Promotor de Justicia. Y yo el infrascrito notario, levanté el acto de todo lo realizado en esta sesión, y en fe de lo cual la firmé y sellé con el sello de mi notaría. Dado en San José, Costa Rica, el 16 de noviembre, de 1988. Sor Nidia Varela Aguilar. (Sello y firma del notario). Siempre vi en la S.d.D. una íntima unión con Dios y un gran amor al prójimo. Su pleno amor por Dios, a Jesús fue el valor supremo de su vida que le inspiró y sostuvo en su amor al prójimo y dedicación generosa a su bien y servicio. Deseaba ardientemente la salvación de las almas, y a esto se ordenaban todas sus obras: la propagación de la vida sacramental, de la devoción a la Virgen (la propagación de los quince sábados), los oratorios, donde desarrolló una labor eficaz entre los niños. Su amor inmenso a la juventud, sobre todo la más pobre y la más necesitada. Así aparece en sus obras, en sus escritos, y en el ejercicio de tantas virtudes. Amó a todos y tuvo especial amor y solicitud por los pobres, amor efectivo y realista en sus tantas obras sociales.
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Tenía una oración continua de alabanza y gratitud al Señor y a la Virgen, con frecuentes expresiones de este gran espíritu de oración. Me dijo en una ocasión que con frecuencia se despertaba en la noche hacia las dos de la madrugada y ya no volvía a conciliar el sueño; y que todo ese rato hasta la hora de levantarse lo pasaba repitiendo: ¡Mi amor, mi amor a mi Rey! ¿Cuántas veces se lo diré? Advertí siempre que la S.d.D. tenía una eximia prudencia. Jamás vi en ella una falta de discreción y prudencia en sus relaciones con los demás y en la vida comunitaria. La S.d.D. recibía muchísimas confidencias intimas de personas que acudían a ella, especialmente en las consultas (que fueron una de sus actividades más notorias y agotadoras) exponiéndole situaciones personales, familiares muy intimas y delicadas. Nunca salió de sus labios referencia alguna a estas cosas. Inspiraba plena confianza. Fue realmente muy prudente en trato con los demás, llena de respeto y de amabilidad y siempre con una sencilla actitud coherente con su condición religiosa. Siempre pude comprobar que la S.d.D. apreciaba con su debido valor la dignidad de toda persona humana, sin distinción, en esto, de clases sociales. Defendía a los pobres, a los obreros; deseaba para ellos que se les diera con amor cosas buenas, no cosas viejas o sucias. Solía decir, “al pobre también le gusta lo bueno, lo bonito”. Ella lo practicaba con mucho cuidado y cariño. En su aprecio de toda persona humana sabía encontrar las razones para tratar fraternalmente también a los borrachitos y andrajosos y pecadores. El caso referido por el Dr. Santi Quirós es significativo y admirable: cómo supo comprender al ladrón que le había robado parte de la ropa que tenía preparada para los pobres; cómo lo defendió, lo ayudó, en una palabra lo levantó; no lo enjuició. No dudo en afirmar que, entre lo mucho que se puede decir de las virtudes de Sor María Romero, hay que destacar su fortaleza, porque llevó el ejercicio de esta virtud hasta lo heroico. Soportó con humildad, silencio y semblante sereno toda clase de cruces provenientes del ambiente interno de la comunidad religiosa y del exterior. Tuvo de todo: incomprensiones, desprecios, humillaciones, calumnias, prohibiciones; su falta de salud con molestias muy agudas, la indisciplina de sus alumnas (y cosa notoria: No obstante esa indisciplina que a veces reinaba en sus clases, las niñas aprendían las materias escolares que les daba Sor María; y sobre todo aprendían de ella a orar, a ser buenas, de buenos sentimientos, a amar a Dios y a la Santísima Virgen. Admiraban la humildad y serenidad con que acogía las reprensiones de la Directora. Así lo he sabido de muchas que fueron sus alumnas). Fue sin duda cruz gravosa aquella su actividad de las ″consultas”, mantenida constantemente durante varios años. De lunes a viernes, y de las dos de la tarde hasta la hora de la misa vespertina, sentada en una sencilla silla de madera, atendía con solicitud llena de respeto y amor, a cada una de las personas que acudían a ella para exponerle sus problemas personales, familiares, sociales y pedirle su consejo y recibir aliento espiritual. Yo veía que
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esta actividad le resultaba agotadora y un día le sugerí que la moderase. Me respondió que mantenía esta actividad por fidelidad a un voto que hizo al Señor una vez que ella misma tuvo la dolorosa experiencia de verse rechazada bruscamente por una superiora a quien había acudido para pedir consejo en una de las cuestiones que se le presentaban en su vida y actividades. La S.d.D. me confió que, profundamente apenada y puesta en oración, hizo al Señor el siguiente voto: “Te prometo, Jesús mío, que en cuanto de mi dependa, jamás se alejará de mí una persona sin recibir consuelo”. Observé muy bien que la S.d.D. fue, con sencillez, muy mortificada. Jamás la vi buscar o aceptar satisfacciones personales de propios gustos, de alivios, de fama. Si duda pasó por sus manos muchísimo dinero, pero ello podría afirmar que nunca había gastado ni unos centavos en darse gustos. Sabía dar a cada uno lo que le correspondía, aunque fuera contra su propio gusto: al pobre y al rico, según lo que necesitase, con el profundo respeto de toda persona humana. Un detalle: el dinero que recibió para misas siempre lo respetó como tal con toda delicadeza; jamás, ni provisionalmente, lo utilizó para otro fin, aunque se le presentaran apremiantes necesidades de momento. Me consta que la S.d.D. renovaba sus votos como religiosa cada día.
Virtud de la castidad Sobre la castidad puedo decir que la vivía con toda delicadeza. Amaba con predilección la pureza y la modestia, y esto le proporcionó el placer de gozar perennemente la presencia de Dios; y de aquí su amor a los ángeles y a los niños. Fundó la liga de modestia en la ropa interior de las mujeres, porque sufría por la inmodestia en el modo de vestir. De jovencita hizo voto de castidad ante su confesor. No he sabido de alguien que dudara de la virtud de la S.d.D. en esta materia.
Virtud de la obediencia Jamás hacía nada sin la aprobación de sus Superioras. Le bastaba una orden, una palabra, un deseo de ellas para que hiciera lo que ella deseaba o se había propuesto. Si no eran aprobados, renunciaba a sus proyectos con serenidad. Lo bello en ella es que siempre obedecía sin quejas, con paz, aunque le costara lo que le mandaban. ¡Cuánto le costó la prohibición de las consultas y la distribución de agua, que duró largo tiempo! ¡Cuántas molestias e inconvenientes se originaron de esta prohibición! Y esta fue su reacción: bajo la impresión de profundo dolor que le causó esta prohibición, la S.d.D. oró, y cogiendo una hoja arrancada del
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almanaque, en la parte en blanco escribió: “Creo en Dios, Padre Todo Poderoso, Creador del cielo y de la tierra. Jesús. Jesús. Toda pasa, todo se muda. Sólo Dios basta”. Y en seguida, con Sor Laura, adoptó todas las diligencias para obedecer fiel y plenamente a la orden recibida.
Virtud de la pobreza Fue no sólo materialmente pobre y sencilla; sino también espiritualmente. Desprendida de sí misma, jamás buscó con cariños para su satisfacción, ni agradecimientos, ni atenciones, ni honores, ni publicidad; antes bien quiso ocultarse, no aparecer. Todo cuanto hacía era de su Rey y de su Reina. Y para la capilla buscaba siempre lo mejor. La conservación de muchos de sus apuntes en papelitos sueltos la debemos a la diligencia de Sor Laura que convivió tantos años con ella y que trataba de recogerlos y aprovecharlos sin que la S.d.D. se diera cuenta. Pienso que su muerte repentina, y fuera del ambiente en que vivió más de los cuarenta años últimos de su vida, fue providencial para la conservación de tantos apuntes autógrafos de Sor María, donde vibra su espíritu, su celo apostólico, su oración. Si su muerte hubiera sido precedida de larga enfermedad en su sede habitual tal vez habría tomado la iniciativa de hacer desaparecer esos escritos. Recorriendo los escritos conservados de Sor María (que yo después de su muerte he ayudado a reordenar) y los numerosos testimonios jurados de personas fidedignas (que yo misma he conocido o incluso directamente recibido y consignado), se podría hacer una larga lista de dones carismáticos y hechos preternaturales de la S.d.D. Entre sus escritos hay una agenda, que ella guardó siempre reservadísima, donde, a través de cuarenta y cinco años de su vida, fue anotando brevemente “gracias especiales” que recibía. Providencialmente, dadas las circunstancias de su muerte y la estima de santidad que se tenía de la S.d.D., este cuaderno se ha conservado. Muchos de los dones carismáticos y hechos preternaturales de la S.d.D. han sido fielmente recogidos, acá y allá, en la amplia y sólidamente documentada biografía de Sor María escrita por Sor María Doménica Grassiano: “Con María todo para todos como Don Bosco”. Esta declaración ante el Tribunal resumiré brevemente: “En cuanto a dones carismáticos: La S.d.D. tuvo, sin duda, el don de discernimiento de espíritus, y el de captar las disposiciones interiores de las personas que recurrían a ella. Su don de consejo fue ampliamente reconocido por las muchísimas personas que atendió en una de sus actividades más delicadas, notables y agotadoras a que le llevó su celo apostólico e interés por hacer el bien a todos. Quiero mencionar aquí lo que ya dije en el bloque 17: el voto que hizo en una circunstancia dolorosa de su vida y que ella misma me
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confió: “Te prometo Jesús, quien en cuanto de mi depende jamás se alejará de mi una persona sin recibir consuelo”. Y así lo reconocían las personas que acudían a ella por consejo: salían iluminadas, consoladas, confortadas en la fe y confianza en el Señor y en la Virgen. Era voz común: contagiaba fe, amor, confianza en Dios, en Jesús Sacramentado, en María Auxiliadora. También hay no pocos testimonios de su don de prever el futuro. En cuanto a hechos preternaturales: Son numerosos los que aparecen en el libro “Obras Sociales”: pagos de facturas, multiplicación de dinero, de víveres, de ropa; limosnas cuantiosas “providenciales”, multiplicación de cuadros del Corazón de Jesús, antojitos que la Santísima Virgen le concedía. Aquí referiré sólo algunos de los que he conocido o directamente de Sor María o de las personas relacionadas inmediatamente con los hechos. Ya declaré, en el bloque segundo, acerca de la visión de la Santísima Virgen que tuvo la S.d.D., siendo jovencita, cuando fue curada de la parálisis que sufrió. También lo dije en el bloque sexto, la voz que oyó siendo novicia: “Tú eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre”. Ahora añado que, según la breve anotación de la agenda secreta en 1959, el dialogo con Jesús se amplió así: “Y de ti ¿quién soy yo? Mi amada”. Según referencias de testigos fidedignos que lo oyeron de la misma S.d.D. sé que Sor María vio en sueños a Don Bosco, que señalando el cafetal donde ahora está edificada la Casa de María Auxiliadora –Obras Sociales, le dijo: “Allí se desarrollará una gran obra”. Y también vio a la Virgen que, señalando el mismo cafetal, le decía: “Esa será mi casa y de allí saldrá mi gloria”. Varias personas han testificado que vieron cosas extraordinarias de la S.d.D. yo lo he sabido por comunicación directa de esas personas. Refiero algunos casos: El éxtasis en que entró cuando acompañada con los Señores Enrique Cascante Méndez y su esposa María Cecilia Rojas, estaba orando a la Santísima Virgen. El éxtasis duró al menos un cuarto de hora. Cuando volvió en sí rogó a Enrique y María Cecilia que no dijeran nada a nadie mientras ella viviera. Enrique por mediación de Sor María Romero, había recibido una curación milagrosa poco tiempo antes. La “conversación” de Sor María con las flores del jardín que ella estaba regando: las palabras de Sor María con las flores y la “respuesta” de las flores. Escena presenciada por dos mujeres que, sin advertirlo la S.d.D. estaban observando: Luz María González y Maclovia Rojas que se dedicaban a la limpieza de los locales de la Casa de María Auxiliadora – Obras Sociales. Profundamente impresionadas se acercaron a Sor María y le dijeron: ¿qué es esto, que las rosas se doblan sobre usted? La S.d.D. les hizo prometer que guardarían secreto mientras ella viviera. Hecho recogido en la obra de Sor Grassiano. La misma Luz María González testifica de otros hecho: vio a Sor María en actitud de arrodillarse, pero elevada un metro del suelo. También esto fue
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referido directamente de la testigo, y se halla en el libro de Sor Grassiano (pp. 351-352). En este caso también la S.d.D. hizo prometer a Luz María que guardaría secreto hasta que ella muriera. Luz María, testigo del éxtasis y levitación, añade que al prometerle silencio le dijo a Sor María: Dios quiera que no muera yo antes. Y Sor María le contestó: “no morirás antes”. Según varios testimonios fue vista varias veces elevada del suelo. Señalo un hecho de “bilocación”, a favor de Miriam Aguilar Vargas, circunstancias impresionantes y significativas. Según varias anotaciones autógrafas del cuaderno íntimo: “gracias especiales”, cuando en 1974 Sor María estuvo enferma de reuma, en cama y privada de movilidad fue curada por San Juan Bosco que le habría dicho: Levántate y camina. (Cfr. Biografía escrito por Sr. Grassiano, p.466). Sor María comentó varias veces, y también conmigo concretamente, que consideraba como una gracia singular del Señor la audiencia que tuvo con el Papa Pablo VI. Me decía: “Vi a Jesús a través de la mirada del Santo Padre”. Sor María también consideró como un hecho extraordinario que atribuía a la Virgen María, lo de la corrección del nos en un pasaje del texto preparado para la imprenta del libro Obras Sociales. Lo había sometido a la revisión de la notable profesora de castellano, Doña Claudia de Rojas. Esta señora en una de sus correcciones, había tachado la palabra nos en la frase: “la Virgen nos da de vez por vez lo que necesitamos…” La S.d.D. sintió mucho que se suprimiera esa palabra, y se desahogó confiadamente ante la Virgen. Con gran maravilla suya cuando volvió a examinar el texto después de su oración a la Virgen aparecía al limpio el “nos” sin rastro de tachadura. No sólo comentó conmigo su alegría. Expuso también el hecho detalladamente en una carta escrita a la Superiora General, Madre Ersilia Canta. La S.d.D. consideró como un gran don, extraordinario, el “agua de la Virgen”, con la cual hizo tantísimo bien, espiritual y material, a muchas personas. En el libro “Obras Sociales de la Auxiliadora en San José Costa Rica” que como dije escribió la S.d.D., se afirman no pocos hechos preternaturales que sería largo referir. Me permito mencionar algunas “gracias especiales” que Sor María anotó en la agenda secreta, que considero significativas: -Febrero 1937: ante dificultades y oposiciones siente a veces impulsos de impaciencia y de ira. Dice a Jesús: “afortunados los que nunca caen”. Respuesta: “no es el que menos cae el que más me gusta, sino el que con más generosidad se levanta”. -Noviembre 1962: Pregunta confiada: “¿Verdad que es cierto que los que hacen los primeros sábados, la Virgen vendrá a visitar a la hora de la muerte para llevarlos después directamente al cielo?” Respuesta: “Para los que creen así será, porque las gracias se conceden conforme a la fe”.
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-En los momentos en que los achaques la tienen como inmovilizada, dice así a Jesús: “¡oh mi amor! Ya no sirvo, soy un pabilo!”. Respuesta: “Un pabilo puede encender muchas candelas”. -Mayo 1963: Por sus achaques no puede arrodillarse en la oración. “¡Qué pena, Jesús, sólo puedo estar sentada!”. Respuesta: “He tenido santos que han vivido siempre en una cama”. -Noviembre 1969: “A veces no rezo, Jesús, me distraigo pensando en Ti”. Respuesta: “Aquellos son medios, pero el que está unido a mí no necesita de ellos”. Y a estas lacónicas anotaciones en marzo y abril 1962: “La absolución diariamente”. “La bendición de María Auxiliadora”. Como la S.d.D. murió en Nicaragua no pude ser testigo de las circunstancias inmediatas de su muerte. En mi estimación fue la forma de morir más de acuerdo con su deseo de no aparecer ni llamar la atención de sus cosas. Muerte repentina, silenciosa, ninguno de los humanos fue testigo. Se cumplieron sus bodas eternas como ella las deseaba: acompañada de su Rey y de su Reina, entre los coros de los Ángeles y de los Santos. Traído el cadáver a San José de Costa Rica, fue recibido por una gran muchedumbre de gente. Funeral concurridísimo, presidido por el Señor Arzobispo Carlos Humberto Rodríguez Quirós. Miles de personas le acompañaron en su entierro. Las fotografías lo muestran. Muchas y muchos la lloraron como se llora a una madre. Me consta que la S.d.D. es veneradísima después de su muerte; pero no conozco ningún hecho o signo de culto público indebido que le haya sido tributado a ella. Ya dije que conviví con la S.d.D. en los últimos días de su vida. Entonces pude comprobar la clara opinión de su santidad que tenían las personas que convivían con ella o a ella acudían para ayuda y consejo. Yo misma, como dije, tuve gran estima de su santidad que me movió a poner mucha atención a su manera de proceder y a tomar nota de muchos de sus hechos y palabras. Después de su muerte se ha mantenido e incluso acrecentado esta fama, que no ha sido creada o fomentada artificialmente por las religiosas o parientes. Repito ahora que después de la muerte de la S.d.D. he tenido ocasión de escuchar y consignar por escrito muchos testimonios y declaraciones de personas que la conocieron en su vida o que han recibido favores materiales y espirituales que atribuyen a la intercesión de Sor María. Los testimonios abundan con expresiones como éstas: Sor María era un ser extraordinario en su sencillez…“trasparentaba a Dios; llamaba la atención su humildad y su sencillez; su mirada era de una santa; bastaba oírla hablar de la virgen para que uno sintiera en su vida la presencia de María Auxiliadora; tenía el don de profecía, lo que ella decía se cumplía; poseía las virtudes en grado admirable “ Allá a los inicios de las obras de apostolado que iba desarrollando, Sor María Romero encontró no pocas dificultades tanto externas como internas (de la misma comunidad religiosa). Ella lo aceptaba todo como perteneciente a la
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providencia del Señor, pero el Señor le urgía internamente a continuar y a confiar con Él, siempre dentro de la obediencia y discreción. Un día, entre ingenua y osada, ora al Señor: “Entonces ¿harás milagros?”. Y la respuesta: “Sí, con tal que creas y te abandones a mí como te he dicho. ¡Cree y verás!”. Y ella lo consigna en su agenda secreta de “gracias especiales”. Y la S.d.D., podemos decir al constatar tantas maravillas que el Señor y la Virgen han obrado por su medio, que la S.d.D. creyó y vio. Y hacia el final de su vida, en la misma agenda de “gracias especiales” consignará la oración sobre el salmo 74: “…recuerdo las proezas del Señor; sí recuerdo tus antiguos prodigios, medito todas tus obras, considero tus hazañas”. He querido recordar estas cosas porque reflejan el espíritu que yo pude advertir en la S.d.D. en los años que conviví con ella. Quiero referirme una vez más a mi “Cuaderno Cavallini”. Remito también a las declaraciones juradas, firmadas y ratificadas (se conservan algunos centenares de ellas) de gracias atribuidas a la Virgen o al Señor por mediación de Sor María Romero, tanto en vida de la S.d.D. como después de su muerte. Yo misma, durante estos once años después de su muerte, he recogido con todo cuidado muchas declaraciones de personas que acuden espontáneamente a dar gracias por las gracias recibidas y a dejar testimonio de ellas, con expresiones clarísimas de la opinión de la santidad de Sor María Romero. Gracias espirituales, conversiones, curaciones, matrimonios desunidos que vuelven a la paz y felicidad familiar, gente apartada de Dios que vuelve a la vida cristiana y sacramental, jóvenes que dejan vicios y vuelven al buen camino, alcohólicos que se regeneran, etc. Algunos de estos favores atribuidos a la intercesión de Sor María Romero han sido recogidos en la obra de Sor Grassiano, bien documentada en declaraciones autenticas. Y siguen hoy afluyendo espontáneamente personas que vienen a dar gracias y a testificar sobre su caso. Unos pocos ejemplos: Un día acompañé a Sor María en su visita a la ciudadela construida por ASAYNE. En el mercadito que se ha abierto en ella veo unas cebollas preciosas. Le expreso mi maravilla. Ella me dice que había pedido, días antes, a la que sus pobres pudieran condimentar los frijoles con un poco de cebollas o ajos. Y que apenas hecha esa oración se presentó un señor con esas cebollas, porque había prometido obsequiarlas para los pobres de Sor María si obtendría una buena cosecha. El relato, interesantísimo, escrito por Sor María Romero en el libro: “Las Obras Sociales de las Hijas de María Auxiliadora en San José Costa Rica”, en la página 2 hay una nota que recoge tres “gracias de María Auxiliadora concedidas a doña Olga de Vicente que nosotras las calificamos de milagrosas porque fueron instantáneas, sin intervención humana”. En la obra de Sor Grassiano, página 403, se publica una declaración de la misma doña Olga, fechada el 17 de junio de 1983, en la que la señora ratifica lo que se dice en la nota. Pues bien, yo tuve ocasión de visitar personalmente a la Sra. Olga en su
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casa y me aseguró que lo referente a ella en las “Advertencias” y en la Nota del libro citado sobre los milagros obtenidos, es completamente cierto. Son muchísimos los hechos sobre los cuales podría testificar con certeza porque los conocí o directamente o por testigos inmediatos de los hechos. Pretender referirlos todos sería interminable. Baste lo dicho.
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ANEXO N⁰ 1 DE LA TESTIGO SOR ANA MARÍA CAVALLINI
ADVERTENCIAS. TOMADAS DEL LIBRO OBRAS SOCIALES DE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA EN COSTA RICA. EL POR QUÉ SE HAN IMPRESO ESTAS CRÓNICAS. Al poner punto final a la crónica de la Casa de María Auxiliadora, escrita por insinuación de nuestras Superioras, acudieron al tropel a nuestra mente, los bellos e inolvidables recuerdos de la misión y de las Oratorios, en los que, tanto los oratorios como los misioneritas y nosotras las hermanas, los llamamos “los más bellos de la vida”. Entonces, fuimos a desenterrar de archivo la primera parte, que hacía tiempo no leíamos, y pensamos: ¡Ah, con qué gusto leerían las misioneritas las actas que ellas mismas escribieron cuando jovencitas, en aquellos años de gracias y de fervor! ¡Cómo gozarían volviendo a verse fotografiadas, moralmente, de cuerpo entero! Y resolvimos, para dar un ejemplar a cada una, imprimir en polígrafo un folleto de la primera parte con la tercera; agregando una segunda con anécdotas de su apostolado. Luego pedimos el favor de reproducirlo, a doña Olga de Vicente, mecanógrafa y profesora en redacción y ortografía, quien, agradecida por las gracias milagrosas que le ha concedido María Auxiliadora, ha venido a ofrecerse a servirnos aunque sea para barrer y limpiar; total como empleada en oficios domésticos; pero ella, yendo más allá, nos sugirió hacerlo imprimir, mejor, con la ayuda de los cooperadores. Al principio rehusamos; nos pareció demasiado lujo para nuestro humilde trabajo; pero después aceptamos, considerando que así podría agregársele fotos para ilustrarlo, fotos que a las misioneritas les agradaría ver y principalmente, porque el trabajo, aunque humilde, podría calificarse de “complemento de las Glorias de María”, ya que todo él habla de Ella y está impregnado de Ella. AUTENTICIDAD DE ESTAS CRÓNICAS. Antes de escribir los episodios de las misioneritas, como las gracias de María Auxiliadora, hemos procurado hablar personalmente con los protagonistas para escribir ni más ni menos, que la impía y pura verdad. Los nombres de estos últimos no aparecen porque algunos no lo desean; así que, o todos o ninguno, optamos por lo segundo. EL MEDIO DE CONSEGUIR LAS GRACIAS DE MARÍA AUXILIADORA Aprovechamos aquí, para comunicar a todos los que lean estas crónicas, el medio de conseguir las gracias de María Auxiliadora. San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son los milagros”. Y recomendaba, para conseguir los favores de María Auxiliadora, HACERLE UNA NOVENA ACOMPAÑADA DE LA CONFESIÓN Y COMUNIÓN, Y DAR UNA LIMOSNA PARA LOS POBRES. Nosotras recomendamos no sólo una novena ininterrumpida, hasta terminar cuatro tandas de quince sábados, con comunicaciones consecutivas los sábados, en honor de los quince ministerios del rosario: “Para conseguir la gracia; en acción de gracias; para que no se repita el problema, y en prueba de amor a la Virgen, porque no una gracia, sino un cúmulo de gracias. Ella concede siempre por medio de los sábados”.
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Consideremos que no basta tener fe en Jesús Sacramentado, sino AMARLE, procurando recibirlo diariamente si fuera posible. ¡Ah! ¡Más desea el Señor ser recibido de nosotros, que nosotros recibirlo…! Por consiguiente, para conseguir cuanto deseemos de Él, manifestémosle nuestro amor, acercándonos a menudo a la Santa Comunión; entonces María Auxiliadora, complacida, viéndonos con la gracia de Dios en el alma, y recibiendo frecuentemente a su Divino Hijo en la Santa Eucaristía, será nuestra incesante intercesora y ...¡todo nos lo otorgará!, si no es contrario de la voluntad de Dios. ¡Hagamos la prueba! Recomendamos, además, el rezo, antes o después de la novena. La Santísima Virgen, en todas sus apariciones, pide que le recen el rosario; y, si Ella es quien intercederá por nosotros al Señor para alcanzarnos lo que pedimos, es justo que nos empeñemos en complacerla dándole el gusto que tanto desea. Por último recomendamos “SU AGUA MILAGROSA”, de tanta eficacia (como lo prueban los casos narrados); se lleve siempre puesta su medalla y se bese a ambos lados antes de acostarse diciendo: “María Auxiliadora, cúbreme con tu manto; corazón de Jesús dame tu bendición, en el nombre del padre, del hijo, y del Espíritu Santo. Amén.” ACLARACIÓN: Hemos escrito crónicas a profusión, siempre por petición de nuestras Superioras, en diferentes ocasiones. Podría ser que éstas comparadas con aquellas, cambien en ciertos detalles, números o fechas, pero el contenido es el mismo, sin exagerar ni mentir. Suprimimos sólo algunos pasajes hechos que se encuentran minuciosamente escritos en los anales de la eternidad. ¡Sea todo, pues, para gloria del Señor y de la Virgen, Madre de Jesús y Madre nuestra! F.M.A. NOTAS: Las gracias de María Auxiliadora concedidas a doña Olga de Vicente que nosotras calificamos “milagrosas” porque fueron instantáneas sin intervención humana, son: 1. La curación de una hernia en la columna. Se le tocaba como un grano de maíz, y sólo podía extirpársela quirúrgicamente. 2. Tenía tres nervios afectados, los que no permitían funcionamiento normal de los riñones. La prueba de la “Uro colina”, que debe dar siete puntos, a ella le llegó a subir hasta veintitrés puntos. 3. Las hemorragias, indicio de algo maligno, sabido únicamente por su esposo. Último recurso era llevarla a Estados Unidos para que la viera un especialista. Cuatro días antes, vino ella a la Casa María Auxiliadora, prometió hacer la novena, los sábados, etcétera y dos días después al ponerle el médico una inyección para hacer la última prueba de la “Uro colina”, esperan veinte minutos y, al examinarla quedó estupefacto cuando comprobó lo que no acertaba a creer, y exclamó fuera de sí: Pero, ¡qué barbaridad…! ¿Qué es esto…? ¡Usted está curada…! Este médico, llamó a otro, y éste a aquel, sucediéndose entonces una cadena de llamadas telefónicas, ante la innegable curación. Lo que
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parecía de imposible solución, en un santiamén, sin ningún otro remedio lo efectuó la intervención divina, por medio de la Virgen. ¡Gracias, María Auxiliadora! ¡Seas con nuestro buen Dios, alabada y bendecida por siempre jamás…!
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ANEXO N⁰ 2. FRAGMENTOS PUBLICADOS EN LA BIOGRAFIA ESCRITA POR SOR DOMÉNICA GRASSIANO
“CON MARÍA TODA PARA TODOS COMO DON BOSCO” 1. De una carta de Monseñor Trejos “Estimada Sor María: Con el mayor gusto le pongo el Imprimátur a la relación o crónica tan edificante de la historia de las bondades de María Auxiliadora, hechas por medio de vuestra reverencia y el grupo de personas asociadas a esa obra. Muchos pasajes me han conmovido hasta las lágrimas. Espero Dios y María Auxiliadora bendecirán esas páginas para que hagan mucho bien…continúen bendiciendo sus obras y los instrumentos de que se han valido para realizarlas”… (Carta Ra de Mons. Oscar José Trejos a Sor María Romero, 24 de mayo de 1973. Página. 412-413). 2. Escribe y cita Sor Doménica Grassiano en la página 413 de la obra citada: “Hemos deseado tener una declaración de doña Olga, preguntándole expresamente, si las gracias obtenidas (indica tres), puestas en la nota en la página titulada Advertencias, responden a la verdad. Doña Olga nos mandó cuanto sigue: “Conocí muy bien a Sor María Romero Meneses. Declaro que lo que está escrito en el Libro Obras Sociales, escrito por Sor María, por obediencia a sus Superioras, en la nota que se refiere a mi persona, antes de la Primera Parte del libro, página que sigue a Advertencias, lo que hay escrito es completamente cierto, exacto…” (La nota en cuestión fue recogida en el anexo N⁰ 1 de estas Actas),
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ANEXO N⁰ 3. El LLAMADO “CUADERNO CAVALLINI”
LAS OBRAS DE SOR MARÍA Y ALGO MEJOR: SU VIDA Copia de un artículo: El Estado puede hacer muchas cosas por los pobres: casas, dispensarios, comedores, etcétera, pero Sor María ofrecía algo más: “el amor cristiano”. Ella estaba convencida de que la obra que realizaba, no era suya, era de Dios, ella era simplemente un instrumento en las manos divinas. Al fundador de una empresa económica, le pueden sobrevivir las ganancias que se reinvierten para potenciar la industria, cualquiera que sea, con miras de lucro. Las obras de caridad sobreviven sólo que sean de Dios, Él invisiblemente las sostiene. Vivimos en la época de las tecnocracias, de las planificaciones de los análisis, y proyectos, pero no está en esto el remedio a tantos males, el amor no va sujeto a estas cosas, todo es poco comparado al que ofrece el calor humano de la caridad cristiana. Se empieza el escrito con hechos de la infancia de Sor María. Nace en la ciudad de Granada el día 13 enero de 1902 (Nicaragua). Sus padres: Félix Romero y Anita Meneses. Bautizada el 20 de enero. Confirmada en 1905. Entró al Instituto el 24 de mayo de 1920. Santa Tecla: Primeros votos: 6 enero de 1923, en Santa Tecla, Colegio Santa Inés. El Salvador. Trasladada a Costa Rica en 1931, 21 de abril. Destinada al Noviciado, pasó al colegio el 6 de agosto de 1931. Murió en Nicaragua el 7 de julio de 1977. Su cuerpo fue trasladado a Costa Rica y sepultado el 11 de julio (en la mañana).
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Miradas que se cruzan Qué alegría hay en Granada: Gente que va y viene, todo se dirige a un mismo punto. ¿Qué sucede? Ha llegado, como visIta, el Excelentísimo Señor. Nuncio Apostólico, Representante del Santo Padre, el auténtico salesiano: Monseñor Juan Cagliero. Su agradable trato es un imán para grandes y chicos. Estos últimos revoletean alrededor del Padre, como pajarillos inquietos y curiosos y él les sonríe cariñoso imitando la acogida de Jesús a los niños. Entre esa turba de traje especial, ese día el peine no había pasado por la cabeza de la niña María, pero a ella esto no le importa, sólo quiere ver, oír, hablar. Se acerca el fin, y sus límpidos ojos, se fijan en los del venerable hijo de San Juan Bosco. Esta la ve y cruza su mirada con la inocente niña. Ambos sonríen y el futuro Cardenal de la Santa Madre Iglesia, pone su mano derecha sobre aquella desgreñada cabecita y la bendice. El corazoncito late apresuradamente por la dicha sentida, sin comprender que aquel gesto bondadoso del inolvidable purpurado, encerraba una profecía, un anuncio de que esta niña sería una gloria del jardín salesiano. Mientras la pequeña saltaba de gozo contando a su mamá el emocionante encuentro, la distinguida señora se apenaba por la manera de presentarse su hijita ante el Excelentísimo personaje. Ella sabía el deseo de la niña y quería engalanarla, pero como tardó en hacerlo, se le escapó, no entendía de apariencias humanas. Es uno de los primeros rasgos de la infancia de la que fue años después Sor María Romero Meneses.
Preludios de una misión Tenía María unos seis meses de edad y empezaba a gatear. Doña Anita, su mamá, acostumbraba a hacer un hermoso portal en el piso, para la navidad. Era el encanto de los niños contemplar el pesebre: San José, la Virgen y el Niño, acompañados con la mula, el buey, y en alto los ángeles que cantaban la Gloria. María no se contentaba con mirar. Recogía las basuritas que hallaba y las iba a poner como adorno al Divino Infante. ¿Qué pasa? Preguntó doña Anita, siempre hay basuras junto al pesebre. Al fin se descubrió a la culpable. Sor María al referir este hecho, agregaba: esto me lo contaba mi mamá, pero yo reconozco en esa actitud mía, el preludio de mi misión: “Jesús quiere que yo le lleve lo que el mundo juzga como basura: los pobres y pecadores. (Textualmente contado por Sor María a Sor María de Lourdes Argüello, de H. de M.A.)”.
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Ofrecimiento Había en el comedor de la casa una imagen del Niño Jesús, frente a la mesa. Siendo María muy pequeña cogía con sus deditos, granos de arroz de los que tenía en el plato, y levantando la mano se los ofrecía al niño Jesús. Comenzaba desde entonces a compartir con Jesús lo que tenía. (Contado por Sor María a la Señora Ofelia Gurdián, textualmente).
Dar al pobre Si faltaban piezas de ropa, si desaparecían víveres, si no se hallaba tal o cual juguete…ya se sabía: era la pequeña María, que con estos hurtos atendía las necesidades de los pobres, que encontraba en sus cortos años. Está bien que ayudes, le decía su mamá, pero debes pensar cómo lo haces; regalas ropa nueva que casi no ha tenido uso, das de todo lo mejor que hay. Pero mamá, le replicaba la generosa donadora, a los pobres no se les debe dar lo peor, ellos gozan cuando reciben cosas buenas. Esta convicción se mantuvo durante toda su vida. Hay que dar felicidad a los pobres, repetía. No sólo dar un pan, sino saciar su hambre, subsanar en lo posible, sus muchas dificultades, así más fácilmente, se acercan a Dios. (Textualmente relato de Sor María a la que esto escribe, Sor María Cavallini).
Delicadeza Infantil No quiero que me bañes, no quiero que me toques; que venga mi mamá, solo de ella, de ti no me dejo…Así decía la pequeña María, a sus sirviente que obedecía a los órdenes recibidas. No me dejo, seguía gritando la inocente víctima, vete, que venga mi mamá. Y le tiraba agua para que no se acercara la criada. El llanto y el pleito terminaron cuando llegó la mamá y se alejó la muchacha, dando el trabajo de baño a su señora. (Referido por Sor María textualmente a Sor María Cavallini).
Curación Milagrosa Una rara y penosa enfermedad atacó a María siendo muy pequeña, era ya colegiala; paralítica y sometida a grandes dolores. Ella confiaba en el poder de la Virgen y esperaba un milagro semejante al que se lee en la vida de Santa
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Teresita. La Santísima Virgen milagrosamente la curó, pero tal vez, para que recordara siempre la gracia obtenida, le dejó la huella de un cansancio en los miembros inferiores debido a lo cual sentía necesidad de un rato de descanso a medio día. (Referido exactamente a Sor Ana María Cavallini. Sor María dio otros detalles de esta curación, pero no los recuerdo).
Siempre con la Virgen Cada 24 de mayo es una fiesta de todo Granada, que se apresura a rendir homenaje filial a María Auxiliadora. En la víspera, sale la imagen de María Auxiliadora, de la capilla de los Salesianos y se traslada a la Catedral. Al día siguiente, el 24 vuelve de nuevo al punto de salida. Para esto, se organiza una procesión. María Auxiliadora es llevada en una artística carroza, entre repiquetes de campanas, música, cantos, descargas de pólvora. El gentío forma una masa compacta. Este era el día suspirado por María. A punto de empujones se metía entre el mayor nudo de personas, detrás de la carroza. De vez en cuando abría los ojos, para asegurarse más y así llegaba hasta el fin de la procesión, en la capilla de los Salesianos. “Yo sé -decía- que la Virgen me cuida y no tengo miedo de seguirla con los ojos cerrados”. Ciegamente la siguió toda su vida, con una confianza absoluta. (Referido por la misma Sor María textualmente a Sor Ana María Cavallini).
Prueba de inocente ternura Llegaba casi todos los días una mujer a la puerta de la casa y desde allí, con voz fuerte preguntaba. ¿Está doña Ana? Si estaba, entraba. A María le chocaba que esta mujer llamara “Ana” a su mamá, cuando todos la llamaban cariñosamente “Anita”. Pensó en corregir a la culpable y formó un plan que comunicó a sus hermanitas. “Cuando venga y pregunte por Doña Ana, nosotras escondidas, cantando al son de tambor, con golpes de la mano de la madera, le responderemos: “Aquí no vive doña Ana, vive doña Anita”. Dicho y hecho. El canto y el tamboreo fueron remedios eficaces. No se volvió a oír el doña Ana, preguntaba por Doña Anita. (Referido textualmente por Sor María a Sor María Cavallini).
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Primera Comunión La hizo en la Iglesia de la Merced, entre un grupo numeroso de niños y niñas, preparados por la Señorita Pacífica Alvarado, experta maestra en dicha preparación. “Mi primera comunión –decía Sor María- dejó huellas profundas en mi alma”. Fue un día de un gozo inmenso, celestial. Ella tenía ya una piedad bastante arraigada, infundida por sus padres y sus tías. Al lado de éstas vivió sus primeros años.
Chispa del cielo Ya era colegiala, alumna del María Auxiliadora de Granada. Un día vio una niña que llorando corría por los corredores del colegio y mientras tanto, iba diciendo: “Me han robado mi inocencia, me ha quitado mi inocencia”. Parece que fue una conversación inconveniente que oyó a unas niñas mayores. Cosa rara pues en su tiempo se cuidaba mucho la inocencia de las niñas. Este hecho produjo un gran dolor en el alma de María, jamás se borró la impresión recibida. ¡Ah! Pensaba, qué necesario es apartar a los niños de todo aquello que pueda manchar o perder el candor de sus almas…Estas reflexiones despertaron en su corazón el deseo de impedir el pecado, de salvar las almas. Años más tarde, ya religiosa, ansiaba un “teatro” para los niños, con diversiones formativas, películas agradables, y sin veneno, donde pudieran entrar los niños vendiéndoles la entrada a precios ínfimos para que no fueran a otras partes a perder la belleza de sus almas. Suspiraba tener un terreno para esta obra. “Ah -decía- si los propietarios se dieran cuenta del bien que puede hacerse a los niños, no sólo no pedirían tanto por una propiedad, la regalarían. Cuanto gocé con los Oratorios, por el bien que recibían aquellos miles de niños”. (Conversación tenida, palabras textuales, con la que esto escribe. Sor María Cavallini).
Hija de María Cursaba la primaria. Al llegar al cuarto grado, recibió la medalla de las Hijas de María, que sólo se otorgaba a las alumnas excelentes. Recordando aquellos felices tiempos, Sor María decía: “Fue uno de los días más felices de mi vida, tenía una dicha inmensa, me sentía toda de Dios, envuelta en el manto de la Virgen… y sentía que Dios me llamaba para ser toda de Él y sólo de Él… Fue una felicidad oír mi nombre, no sé cómo explicarla, me sentía en el Cielo”. (Palabras textuales de Sor María, dichas a Sor Ana María Cavallini).
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Fiesta de la Inmaculada Otra fiesta que la colmaba de dicha era la de la Inmaculada. Esta fiesta se celebra en Nicaragua con gran entusiasmo, sobre todo en Granada. Pólvora, música, cantos, gritería, luces, enramadas, procesión, todo lo que se dice es poco. Para algunos es un alegre agregado: la comedera de frutas, dulces, helados, que se reparten en las distintas casas donde hay un altar a la Inmaculada. María disfrutaba de todo esto tan tradicional en su tierra. Su amor a la Virgen iba más allá. La víspera era la confesión general del año, como se acostumbraba cuando se hacen los ejercicios espirituales. Porque – decía ella- para la Comunión del ocho, día de la Inmaculada, quiero estar toda limpia. (Palabras textuales de Sor María a Sor Ana Cavallini).
Voto de Castidad Estando en quinto grado de primaria, hice el voto de castidad para toda la vida. Era director del colegio, Reverendo Padre Emilio Bottari. Él era el confesor del colegio y confesor mío. Le tenía mucha confianza, lo venerábamos como un santo. De acuerdo con él, señalábamos sitio y hora para mi entrega al Señor. Llegado el momento, en la Capilla de los Salesianos, y ante el altar de María Auxiliadora, teniendo por testigo a Jesús Sacramentado, esperaba yo el momento, fervorosa, entusiasmada. Apareció el Reverendo Padre Emilio, con roquete y estola, y recibió mi voto, decidida de darme a mi dueño, a mi Rey, para siempre. La vocación se arraigaba en mi alma cada vez con más fuerza. “Cuando me despedí del Reverendo Padre Emilio, para entrar a la Congregación, él me dijo estas textuales palabras: Aunque llegue el día en que te hagan picadillo, nunca des un paso atrás. Podrán llegar momentos difíciles, en que te sentirás que te hacen picadillo, pero sé siempre firme y constante en tu consagración”. (Palabras textuales contadas por Sor María). Años después, mientras trabajábamos juntas, recordando a ese santo sacerdote, me dijo Sor María: “Cuántas veces recordé en mi vida esas palabras del Padre Emilio; me ayudaron y me ayudan a permanecer firme, aunque me hagan picadillo”. (Sor Ana María Cavallini). Nota de la narración de estas memorias. Todo lo que hay escrito en este cuaderno es auténtico. Trabajé largo tiempo con Sor María, y cuanto ella me contaba con los pequeños intervalos de descanso, o al alejarse de mi lado, yo después inmediatamente, lo escribía por temor de olvidarlo o cambiar sus palabras. Como ella era tan agradecida, todos los momentos en que ella podía
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demostrar su gratitud, los aprovechaba, trayéndome nuevos trabajos, sobre todo, todos los domingos antes de la Santa Misa, en la Casa de la Virgen. Luego, nos íbamos juntas a la Misa (para mí era una segunda Misa) y en el trayecto algo me contaba, o me pedía el parecer sobre algún asunto. En estas ocasiones conocí cada vez más la profunda piedad y humildad de Sor María. Transcribo aquí algunos recuerdos míos del Reverendo Padre Emilio, quien fue por un tiempo mi confesor, cuando yo trabajé en el Colegio de Granada. Por lo contado de Sor María cuando ella era colegiala, y por lo que conocí al Reverendo Padre Emilio comprendo que no sólo una vez él fue confesor del Colegio y al mismo tiempo director del colegio San Juan Bosco de Granada. Yo lo conocí siendo director. (Sor Ana María Cavallini). Lamentación. Siento inmensamente que yo dejé de escribir muchas cosas que me refería Sor María o que yo observaba, por el temor de morir antes que ella y en tal caso mi trabajo de nada servía, todo sería reducido al fuego. Otras veces y esto lo lamento mucho más, no escribía y al fin dejé de escribir, pensando en que mis escritos eran producto de mi soberbia que yo me creía otro D. Lemoyne, que recogía todo lo de Don Bosco, porque vio en él al Santo y que merecía se escribiera esa preciosa vida.
El Reverendo Padre Emilio Bottari Era el Padre director del colegio San Juan Bosco, de Granada. Salesiano auténtico, de origen italiano. Lo conocí ya mayor. Tenía en Nicaragua la fama de santidad, y en realidad lo era. Fervoroso, ejemplar, humilde, gran celo por la salvación de las almas. A él acudían personas de toda clase, condición en busca de consejos y de consuelo, de ayuda material y espiritual. Siempre se hallaba en este santo sacerdote una acogida bondadosa de padre y la rectitud de un amigo sincero. Nos hacía las conferencias el día de Retiro y a mí me dejaba la impresión de una persona que era más del cielo que de la tierra. Una vez oí este hecho, entre tantos que a él se referían: “Se le presentó un campesino y le dijo: Reverendo Padre, aquí traigo en esta cajita (era una cajita vacía de fósforos) un chapulín (lo traigo en la cajita, vivo). Ha llegado una bandada de chapulines a mi pueblo y están destrozando y acabando con las milpas. Yo tengo miedo de que lleguen a mi milpita (terreno sembrado de maíz). Por favor padrecito, desde aquí hágale un exorcismo al chapulín, para que se alejen y no vayan a mi milpita”. El Padre Emilio hizo oración, (no sé si era exorcismo) lo cierto es que el chapulín no llegó a la milpa. El Reverendo Emilio murió en su viaje a Italia. Tenía gran amor a la juventud, sobre todo, a los pobres. Una vez llegó a él una pobre mujer diciéndole que le recibiera interno a un hijo ya grande, el Reverendo Padre Emilio le dijo las condiciones para el internado y la pensión
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mensual en dinero; la mujercita oyó y luego le dijo: no puedo pagar eso. El Padre Emilio le rebajó la mitad. No puedo, decía de nuevo, la pobre mamá. El Reverendo le redujo la cantidad, pero ella seguía con el “no puedo”. Al fin, quedaron en que el muchacho quedaría interno y ella pagaría como pensión por el internado “una botella de manteca”. En Granada, por el calor, la manteca se vende como líquido. Cuando se supo esto, el Padre dijo: “lo hubiera admitido sin pagar nada, pero quise dar a la pobrecita el gusto de que pagara, de que su hijo no entraba gratis”.
Novicia “¡Qué feliz que era yo en el noviciado! Veía santas a todas las hermanas, sobre todo a mi “Madre Maestra”, Sor María Zanatta. Me parecía ver a la Virgen en ella. ¡Cuánto le debo! ¡Qué alma tan pura, tan observante de la pobreza, tan delicada y comprensiva! Cuando pienso en su actitud, pienso en su santidad; su porte recogido, tan digno, reflejaba su unión con Dios. Sus palabras y consejos era lo que ella practicaba. Me impresionaba su conversación tan correcta, el dominio de sí misma, su piedad; siempre sonriente y amable, aunque nada nos dejaba pasar. Su ejemplo era enseñanza”. Nota: Palabras textuales dichas por Sor María a Sor Ana María Cavallini.
Predilecta de la Virgen Una vez en el Noviciado, nuestra Madre Maestra, Sor María Zanatta, hablaba con nosotras sobre el evangelio del día que había sido tema de la meditación. Aplicándola a la vida: vayan a hacer una visita a Jesús Sacramentado y le pregunten lo que él le preguntó a sus apóstoles: “vosotros quién decís que soy yo”, pregunten a Jesús: “Señor ¿quién soy yo? Vamos a ver qué les contesta Jesús”. En la visita que hice bien cerquita del Sagrario, le pregunté: ¿Señor, quien soy yo? Y sentí una voz clara que me contestó desde el Sagrario: “Eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre”. Volví a ver a otras partes de la capilla para darme cuenta si alguien me había hablado, pero nadie había. Él me había contestado. Conté lo sucedido a mi Madre Maestra pero nada me dijo, sólo sonrió”. Nota: contado textualmente por Sor María, a Sor Ana María Cavallini.
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Recuerdos En el noviciado se distinguió por su profundo amor a la Santísima Virgen, su piedad, su carácter alegre, activa, emprendedora y sencilla, muy obediente y caritativa. Siempre tenía algo chistoso para tener alegre a la comunidad, buscaba en todo el lado bueno. Al terminar el noviciado fue nombrada asistente del grupo, de Aspirantes, Postulantes y Novicias. Estaban todas juntas, porque eran muy pocas. Entre ellas (como aspirante), estaba yo. La recuerdo siempre amable, sonriente, alegre, dispuesta a ayudarnos, a celebrar nuestras ocurrencias o candideces, pues poco sabíamos de la vida religiosa, sobre todo la que esto escribe, que nunca había estado con las hermanas. Estuve con ella sólo un año; la mandaron a Granada, Nicaragua. Al hacer yo mi profesión religiosa, fui también yo mandada a Granada, al mismo colegio, y nos volvimos a encontrar y vivir juntas. Desde el año 1927, hasta principios del año 1931. Seguía observándola y como siempre, me llamaba la atención su piedad, su amor a la Virgen, su carácter sencillo y alegre. Tenía una libreta donde escribía todos los pensamientos buenos y espirituales que hallaba y de vez en cuando leía algunos. Era muy querida de las alumnas. Les daba clase de piano, canto, dibujo, pintura y mecanografía. Se hizo un método especial de mecanografía y las niñas aprendían rápidamente. En las exposiciones de fin de año, se lucían las bellas pinturas de las niñas; artísticas y delicadas. Carecía completamente de disciplina. Era inútil que quisiera imponerse, aunque se mostrara severa; ganaba los ánimos con su amabilidad y paciencia. A ella recurrían a contarle sus travesuras, sus derrotas y triunfos, todo lo que les sucedía, le tenían mucha confianza y aprecio. Fue nombrada asistente de las internas, pero tuvieron que quitarle el cargo. No había disciplina. Cuando debían ir a paseo, tenía que suplirla por lo mismo, y entonces las niñas inventaban pretextos para quedarse en casa y no ir a paseo. Como Sor María se quedaba con las que lograban evitar el paseo, preferían quedarse con ella. Una vez se cayó en el baño y se quebró la mano. La enyesaron y luego le quedó defectuosa la muñeca, para toda la vida. Esto no le impidió seguir dando sus clases. Pasaba algunos recreos cortos de las niñas en la capilla, ¿qué hace allí? Se le preguntaba, y ella muy jocosa respondía: rezo, canto, recito, le digo cosas lindas a Jesús y a la Virgen. ¿Qué les recita? Contestaba: a veces las poesías que aprendí en los libros de lectura cuando era niña, “subió una mona a un nogal”, pero esto no es para Jesús, se le decía, y ella alegre exclamaba: a Jesús todo le gusta si se le hace con amor.
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Estos ratitos le servían de un descanso en la lucha que tenía con las niñas. Siempre la vi muy adicta a las superioras. Jamás le oí una queja ni una murmuración. De las niñas siempre hablaba con cariño y a veces contaba sus travesuras en una forma tan chistosa, que hacía reír a la comunidad. Todas las hermanas la querían y la buscaban, y ella jocosamente decía: “yo soy María Cenicienta”, refiriéndose a lo inútil que se sentía. Pero era lo contrario, era el alma de la música en las fiestas escolares, de capilla y de teatro. En el piano era una verdadera artista. Una vez estaba pintando una figura grande de San Juan Bosco y que hoy se conserva en el recibidor pequeño de la casa inspectorial. A menudo me llamaba para que yo le diera mi opinión y así corregir lo que no estaba bien. Yo me extrañaba de sus llamadas y de que me pidiera la opinión, pues nada sé de pintura. Yo se la daba por lo que me parecía. Una vez se lo dije: no me haga caso, yo no sé nada de pintura, sólo sé decir lo que me parece. “Esto es lo que me gusta, me dijo, usted me da su parecer con sencillez y rectitud”. Así era. Le gustaban las bromas, pero siempre que fueran finas. Rechazaba amablemente lo que era grosería o vulgaridad. Le tenía horror a los muertos. Haciendo la cruz con las dos manos decía: “a mí que no se me aparezca nada de la otra vida, pero ni mi angelito de la Guarda”. ¿Cómo quisiera morir? Se le preguntó un día. Al momento contestó: “no quiero dar trabajo a nadie, morir de pronto, aunque sea aplastada por un tonel”. Así fue, su muerte fue de pronto, aunque no aplastada por un tonel. Cuando pasaba cerca de la puerta de la capilla, si no podía entrar le decía: “Adiós” a Jesús, con la mano y le repetía el adiós a veces en inglés. Cuando la oíamos se reía, y ella misma celebraba lo que hacía con tanta sencillez. Cuando tenía ocasión, ponía flores en el altar pero muy cerca del Sagrario, para que le llegara bien el perfume a Jesús Sacramentado, y adornado con los colores.
Traslado Nicaragua sufrió con un terrible terremoto, en el año 1931; quedó destruida la ciudad de Managua. En este mismo año fue trasladada Sor María a San José de Costa Rica. En el año 1940 tuve ocasión de venir a San José por un mes. Gocé mucho al volver a ver de nuevo a Sor María. Ya el papá de ella había muerto, le hablé de él. Ella me escuchó serena. Me llamó mucho la atención de que ni por un momento me hizo ni una pregunta referente a su familia, al colegio de Granada, ni una pregunta sobre su patria, sobre tanta gente conocida. Escuchaba lo que yo le contaba y nada más, sin indagar otras cosas o algo nuevo, parecía muerta a lo pasado, pero no era así. Ella amaba mucho a la familia, las personas, la patria, pero sabía sobre todo mortificar su curiosidad.
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Expresiones y hechos de Sor María SU GRAN AMOR A LA VIRGEN. Esto es muy conocido y sus obras hablan. Lo siguiente son palabras textuales. “Usted no sabe lo que siento, cuando pienso en la Santísima Virgen, lo que quiere decir que ella es ´Madre de Dios´, no puede haber nada más grande. Me siento feliz cuando veo la capilla repleta de gente que acude a Ella. Le piden, le cantan, le alaban, le agradecen. Todas son personas que han recibido favores de la Virgen. Todos comulgan, en todos hay fe, hay amor. Esta devoción a mi Reina, los lleva a Jesucristo. Cuántas personas vienen a mí para consultarme, el remedio que les doy para sus penas, es siempre el mismo: haga los quince sábados en honor a la Virgen”. Y las gracias se multiplican. Cuando vuelven para contarme que ya consiguieron la gracia deseada, o el milagro esperado, les digo: “ahora hagan otros quince sábados para agradecer a la Virgen, y después otros quince para que la pena sufrida no se repita”. De este modo se acostumbran a buscar a la Santísima. Virgen y a Jesús. De aquí resultó un chiste entre unas señoras que comentaban lamentando el aumento de precios en las mercaderías. Una de ellas dijo con mucha gracia: “Todo ha aumentado, hasta los quince sábados de la Virgen; Sor María antes recomendaba sólo quince. Ahora ya van para los sesenta”.
¿Hablaba Sor María con la Virgen? ¿Conversa usted con la Virgen? Se lo pregunté un día: “sin parar”. Y ella, ¿le habla usted también? “Yo le hablo y ella me habla, es una Reina”, me dijo sonriendo. Bueno Sor María, le dije, cómo es eso del agua de la Virgen, sé que es milagrosa, yo sé que es agua pura de la cañería, como cualquier agua de la que tomamos, agua del chorro. “No, me dijo seriamente, es verdad que es agua de la cañería, agua del chorro, pero tiene ese chorro de donde la cogen, la bendición de la Virgen”. Cuénteme cómo es eso, le dije. “No puedo decírselo, es un secreto profesional”, y añadió: “Fíjese en esto: si usa esa agua una persona que no está en gracia de Dios, el agua no se conserva pura, pronto se forman telas dentro del agua; a otra clase de personas les dura mucho el agua, sin descomponerse. Una vez, yo misma di una botella de agua a una persona. Yo no sabía que esta persona vivía mal. No había llegado a su casa y ya el agua estaba llena de telas. Me la trajo, extrañada porque había visto que se la había entregado limpia. Me puse a conversar con ella, y descubrí que vivía mal con un hombre; esta es la causa, le dije”.
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Se ha hablado mucho de esta agua, lo cierto es que se han conseguido y se consiguen innumerables gracias con esta agua. La Virgen manifiesta su poder como quiere ¿no sucede lo mismo en Lourdes? Se pueden leer muchas de las gracias conseguidas con esta agua, en el libro escrito por Sor María: “Obras Sociales”. Sor María se reía con mucha gana refiriendo un hecho muy gracioso conseguido por dicha agua. A mí me lo contó y me parece que está en el libro “Obras Sociales”. “Un campesino tenía una vaca muy enferma. Débil el animal no podía estar de pie y estaba echado en el suelo. Se le habían aplicado remedios y nada se conseguía. Se acordó el hombre, el dueño, del “agua de la Virgen””. Con fe, puso a la vaca una inyección de esta agua, y al instante el animal se paró y siguió completamente bien.
Grandeza de la Virgen Otra vez, y varias veces me repitió esto: “Usted no se imagina cuando pienso en lo que quiere decir que la Virgen es Madre de Dios. No hay un título mayor que este, y nadie puede tenerlo, sólo Ella. No puede haber nada superior a esto; paso ratos enteros pensando y meditando lo que esto significa”. En otra ocasión, “¡Cuánto habrá amado Jesús a su Madre! ¡Qué coloquios habrán tenido los dos! ¿Se imagina usted esa dichosa vida en Nazareth?, gozo pensando en la intimidad que Ella habrá tenido con El, de cuántas cosas hablarían. Una de las dichas más grandes que tuve cuando fui a Italia fue la de ir a la Casita de Loreto. Allí me di gusto besando las paredes, creí estar en el cielo”.
Sus Fiestas Siempre que pensaba hacer algo especial, buscaba que fuera un sábado, o una de las fechas de la Santísima Virgen. Se preparó un grupo de Primeras Comuniones para el 8 de diciembre, año 1964. Gran entusiasmo. Empezaba la Capilla de la Casa de María Auxiliadora. La señorita Marta Esquivel, que ayudaba en la catequesis estaba encargada de buscar el sacerdote para la misa de dicho día. Lo buscó y quedaron ambos de acuerdo en el día y hora señalados. Amaneció el suspirado 8 de diciembre. Llegó el momento de la Misa y el sacerdote no aparecía. Espera y más espera y nada, no se asomaba. Se acudió a Sor María para preguntar que debía hacerse, pues ya a esa hora era imposible conseguir un sacerdote. Viendo que el tiempo transcurría dijo Sor María: “¡déjenme sola!”. Se encerró un momento en su cuarto y puso llave.
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¿Qué hizo? Nadie lo supo. Momentos después, se presentó un sacerdote desconocido sin que nadie lo llamara y celebró la Santa Misa, salvando la situación angustiosa. Nota: Relato exacto referido por Sor Laura Medal. H. de M.A., a Sor Ana María Cavallini.
Serenidad “Vengo para que me ayude a redactar un telegrama, que sea muy claro y no deje lugar a dudas”. Con estas palabras textuales se me presentó Sor María, pidiendo este favor. Ella deseaba un sacerdote que llegara a dar la “Bendición” a la granja Salitrillos, colonia de María Auxiliadora. Quería que la bendición fuera solemne para lo cual invitó un buen numero de bienhechores de esta obra y de sus obras. Para la bendición quería al padre. Buscó un sacerdote conocido de ella y que, al mismo tiempo, conocía muy bien el lugar donde estaba dicha granja. El Reverendo Padre contestó aceptando lugar, fecha, hora y puntualidad. Llegó el día. Carros y carros trasladaron los invitados al lugar. Varias Hermanas, hijas de María Auxiliadora acudimos también, y llegamos todos a tiempo oportuno. Esperábamos solamente la llegada del sacerdote y éste ni se asomaba. Sor María, con toda tranquilidad dio la bendición a la granjita, derramando piadosamente con el hisopo, el agua bendita, en todas partes, y sobre patios, gallinas, conejos. Luego, nos reunimos en una de las casitas, y se repartieron dulces, helados, galletas, frescos, etcétera. Hubo para grandes y chicos, pues se añadió un grupo numeroso de niños del vecindario. Estos no faltan nunca, siempre están presentes, aunque no los inviten. Sor María no dio la menor muestra de impaciencia, ni de pena o disgusto por la ausencia del sacerdote, todo lo hizo con gran naturalidad. Yo, que estaba al tanto de todo, no pude callar, por aparte me acerqué a Sor María y quejándome le dije: El Padre no cumplió, de nada valió el telegrama…Ella sin tono de queja, sencillamente me dijo: “Vio, no vino. Quién sabe qué pasó”. Reflexionando después sobre lo sucedido, admiré la virtud de Sor María, su dominio, su actitud ante las personas, que a nadie se le ocurrió quejarse del Reverendo Sacerdote. No hay duda, que ella sufrió con lo ocurrido, pero no lo demostró.
Otra vez en Salitrillos Fui con ella a Salitrillos. Hablando de todo un poco me dijo: “Tengo una gran ilusión con el Salón Comunal que se está haciendo; de allí se irradiará el amor a la Virgen, será un foco de luz para todos; se darán catecismo, conferencias,
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se ayudará a tantas personas para que vuelvan a Dios. En esta colonia de Salitrillos se ganarán a los pobres, para que conozcan a la Virgen, para que conozcan a mi Rey”. Me llevó después a ver el Mercadito. Un pequeño cuarto donde había algo de todo para vender a los pobres a precios ínfimos, casi regalado. Yo misma le había ayudado a formar la lista de los precios de acuerdo a la pobreza de las diferentes familias. Vi en el mercadito unas cebollas hermosas, frescas, parecían extranjeras. Como llamaron mi atención le hablé de esto a Sor María y ella me dijo: “Usted no sabe la cosa, le voy a contar: Imagínese que el sábado (estábamos lunes) estaba yo en la Capilla rezando y mirando a la Virgen. Me puse a pensar qué podría dar a mis pobres del mercadito, para que sus frijolitos tuvieran mejor gusto al comerlos. Pobrecitos, pensaba, sólo los comen hervidos con un poco de sal. Si tuvieran ajos, cebollas, algo que mejorara el sabor, serían más buenos. Mirando la Santísima Virgen, le dije: Madre mía, quiero hacer más gustosa la comidita de mis pobres; mándame unas cebollas o unos ajos, pero mándame hoy mismo, pues es el día para darlo. Mi Reina, ya ves que te pido con confianza, quiero cebolla o ajos, mándamelos ya, nada te cuesta; y seguí pidiéndole en esta forma. En esto me entretenía cuando llegó la portera y calladamente me dijo: “hay un hombre en la puerta, le trae un regalo, pero quiere dárselo a usted personalmente, que sea usted la que lo reciba. ¡Ya! Pensé es el regalo de la Virgen….Así fue, el hombre me entregó esta cantidad de cebollas que usted ve. Me dijo que le había ofrecido a la Virgen ese regalo, si tenía buena la cosecha de cebollas. Como fue buena, venía a cumplir lo ofrecido. ¡Qué buena es la Virgen! ”, acabó diciendo Sor María. Y yo, interiormente admiraba su gran fe en María Santísima y cómo ella se complacía en darle gusto.
“Tu Estrellita” “A menudo le digo a la Virgen: Acuérdate, Madre Mía, que soy tu estrellita y a Nuestro Señor le digo: apresura el tránsito; estoy deseando ir a ver a mis dos madres: la del Cielo y la de la Tierra”. Nota. Palabras textuales de Sor María tomadas por Sor Ana María Cavallini.
“Luces y más luces” ¿Vio qué linda está la Capilla? Me preguntó Sor María. Sí, le contesté, no me canso de verla. ¡Cuánta luz! Ella agregó: “Imagínese, me dicen que tanto gasto de luces en la Capilla; quieren quitar luces, pero eso no es lo justo, la Virgen
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nos da tanto dinero y les parece gasto inútil que Ella tenga luces encendidas. En otras partes de la casa, sí, yo veo falta a la pobreza tener luces innecesarias, pero en la Capilla, no; es la Casa de Ella y debe estar siempre linda”. Al oírla, pensé en el gran amor de Sor María a la Casa de la Virgen. Sor María que era tan delicada en asuntos de pobreza, que sabía utilizar hasta el más pequeño papelito, que escribía con letra finita para no gastar más papel que el necesario, tratándose de la Virgen todo le parecía poco. (Sor Ana María Cavallini).
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“Un cariño de la Virgen” Cuando se trataba de imprimir el libro de “Obras Sociales”, hecho por Sor María, el tipógrafo le pidió por adelantado la cantidad de “trece mil colones”. No los tenía y no quería pedirlos a la Hermana Directora, porque debía cogerlos del dinero que se recibe para los pobres. Esto le parecía injusticia. Se tranquilizó pensando en que la Virgen lo arreglaría todo. “Me entiendo con la Virgen” –pensó-. Y hablando con ella, como sabía hacerlo, le pidió que le diera el dinero que necesitaba para dicho fin. Llegó un señor a hablarle y le pidió oraciones. Con mucha pena Sor María le contó que no tenía dinero para imprimir su libro y que no podía cogerlo del que estaba destinado para los pobres. No se apene por eso, dijo el Señor, yo le mandaré algo con mi mamá. Sor María siguió pidiendo a la Virgen “Madre mía, siempre me has ayudado; demuéstrame que estás contenta con esto que estoy haciendo para tu gloria. Madre Mía Santísima, ayúdame”. Al día siguiente, el mencionado señor mandó a Sor María un cheque de “diez mil colones” para que los invirtiera en el libro. La Virgen no defraudó la confianza que se puso en Ella y demostró su agrado y su amor a la obra que estaba llevando a cabo Sor María.
Acuda a la Virgen Llegó una pobrecita suplicando a Sor María que le ayudara porque iba a perder su casita por una deuda que tenía, de trescientos cincuenta colones, ya que terminaba el plazo y no tenía con qué pagar. Sor María le dijo: “Acuda a la Virgen, acuda a Ella con toda confianza, la Virgen la ayudará”. Llegó la víspera del día temido en que se vencía el plazo dado. La pobre mujer había estado pidiendo a la Virgen que la ayudara a pagar la deuda. De pronto, se le acercó una señora desconocida y entregándole un paquete le dijo: “Busco una pobre vergonzante para darle esta limosna ofrecida a la Virgen para que curara a mi hija”. Y sin más entregó el paquete a la pobre mujer y se alejó. Al abrir el paquete, halló 500 colones. Pagó la deuda y todavía le quedó algo más para cancelar otros poquitos que debía.
“Todo me lo ha dado” “Vivo diciéndole al Señor: ¿qué más podrías hacer por mí? Todo me lo ha dado con infinito amor desde mi infancia; todos los gustos, las satisfacciones. Este amor grande a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora…Me lleno de amor
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cuando en cada misa, lo veo bajar del Cielo entre millonadas de angelitos que no saben cómo poner sus manitas; veo sus ojitos, sus sonrisas…es una belleza sin nombre…Fíjese ¡qué dolor! Me callo, han suprimido la otra misa del domingo, ya la gente estaba acostumbrada a esta misa ¡que se haga la voluntad de Dios! Después de unos momentos de silencio añadió: “Me he escrito una página de los silencios de la Virgen considerándola en distintas circunstancias: la Encarnación, Belén, la huida a Egipto, en la pérdida del niño, en el apostolado de Jesús, en la Pasión…” (Me enseñó para que lo leyera, todo lo escrito era bellísimo).
La Misa “¡Qué dicha tan grande, pensar que a nuestra casa viene tantas veces el Rey del Cielo! Esto se repite cada día, tantas veces cuantas Misas hay”.
“Un pretexto” “El consultorio médico es un pretexto, el objetivo es “el apostolado”. Al venir esos enfermos a los pies de la Virgen, a visitar a Jesús Sacramentado, al Rey de estas obras, aprenden a amar. Todo ha sido por Él y por Ella”. Hay que hablar con los enfermos, darse cuenta de sus necesidades. Cuántos tienen niños sin el sacramentado del matrimonio, en pecado, porque no hay quien los ayude con una buena palabra. En este consultorio se debe hacer un apostolado enorme, salvar almas. Nota: Textualmente lo dijo Sor María a Sor Ana María Cavallini.
Sufro… “Estoy sufriendo inmensamente por la conducta de algunos sacerdotes que se apartan de Dios, olvidan la santidad de su estado. Hay que rezar mucho por ellos. Me dio un librito sobre esto para que lo leyera y rezara, se llama “El gran mensaje de amor””. Nota: Textualmente lo dijo Sor María a Sor Ana María Cavallini.
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Sus Lecturas Sor María, le dije, tengo un libro de lectura espiritual y uno de meditaciones, bellísimos. Ella me dijo: “Para mí no hay nada cómo el Evangelio, la Sagrada Biblia”. Cada palabra de Jesús, cada gesto tienen siempre algo nuevo, encantador. Paso ratos agradables, preciosos, saboreando esa fuente inagotable. Mire, si no es cierto, vaya leyéndole y meditándolo, es bellísimo. Ah ¡El Evangelio!, ningún libro puede ser mejor, esto, la Sagrada Biblia y el Observatore Romano; las palabras del Papa…y nada más. Todo es confusión, allí está lo más seguro, la más bello.
Pedir Pasando frente a la puerta de la Capilla, recordando la conversación que habíamos tenido, se paró y dijo: “Nuestro Señor es bellísimo, tiene unas vivezas encantadoras. Nos dice: ´Pedid y recibiréis´, para enseñarnos a pedir. Luego dice: “Para que vuestro gozo sea completo”. Con esto gozamos, creyendo que lo que hemos pedido y se nos ha dado, es porque hemos puesto nuestra parte: la de pedir. Así el gozo es completo.
“Mi amor” “Para mí, lo que llena mi alma, lo único que repito sin cesar, sin cansarme, es decirle: ´mi amor, mi amor, mi Rey´. Cuando paso despierta las largas horas de la madrugada sin poder dormir, se lo digo continuamente: mi amor, mi amor…y siento que el amor invade mi alma. Imagínese usted, casi siempre me despierto a las dos de la mañana y ya no duermo más, así hasta la hora de levantarnos, repitiendo siempre mi amor…mi amor… ¿Cuántas veces se lo diré?”
Mi Rey Oyendo el comentario de que tanto se gasta en templos grandiosos, llena de pena me dijo: “¡Ah Mi Rey! ¿Cómo es eso? ¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren tal vez que Él viva en un galerón? Él lo merece todo; lo más bello, lo más grande, lo más rico…Dicen que lo que se gasta en templos se podría dar a los pobres. Esas mismas son las palabras de Judas cuando vio el gasto del perfume de la
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Magdalena. Esa gente que habla así no piensa lo que dice. ¿Acaso Jesús se quejó del frasco del perfume? Al contrario, Él que amaba tanto a la pobreza, defendió la Magdalena diciendo: “Pobres siempre los tendréis”. Él no pensaba que era un desperdicio. Yo no puedo oír esas palabras de queja por lo que se gasta en los templos. Jesús lo merece todo. Viene desde el Cielo para vivir con nosotros y ¿le vamos a dar un rancho a semejante Majestad?”.
Los Pobres “Algunos dicen que hay que enseñar al pobre a trabajar, en lugar de darle. Estoy de acuerdo, cuando esto se puede, pero mientras tanto, mientras aprende, mientras consigue trabajo, mientras empieza a ganar, no se puede dejar que muera de hambre. El Papa dice, ´Dad de comer al hambriento hasta saciar su hambre´. ¿Cómo puede uno, medir, o quedar tranquilo, viendo tantas necesidades?”. Las palabras del Santo Padre, son palabras de angustia. Nota: Palabras textuales de Sor María a Sor Ana María Cavallini.
Afán por los pobres Palabras de Sor María, exactas: “Si yo pudiera poner en práctica lo que deseo, no sé hasta dónde llegaría…me apasionan los pobres y Dios me ha dado el gusto de vivir entre ellos. Desde niña, todo mi afán eran los pobres” “Siento un dolor inmenso cuando veo faltar la pobreza entre nosotras, cuando hay tantas necesidades en los pobres. Mientras se mantenga la pobreza todo irá bien”.
Pobres Vergonzantes Un día hablando de las necesidades de los pobres y la urgencia de ayudarlos me dijo: “Cómo me duelen esos pobres que viven en chozas miserables”. Pero también me llegan al alma esa otra clase de pobres que antes fueran ricos y no se atreven a tender una mano para pedir ayuda…Han sufrido reveses de fortuna y para ellos la pobreza es más dura. Quisiera ofrecerles casitas bonitas, decentes, cómodas, aunque tengan que pagar más que los de las casas para pobres muy necesitados, por supuesto, teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno. Pienso que al querer solucionar la situación de esos pobres vergonzantes, es decir, la de aquellos que antes fueron ricos, Sor María recordaba (aunque no me lo dijo) que su familia había pasado esa triste prueba.
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Habían tenido muchas riquezas y todo, todo, lo perdieron por una fianza que hizo don Félix, el papá de Sor María.
Testimonio En su vida íntima, Sor María era observantísima de la pobreza. Pasó por sus manos mucho dinero, pero jamás gastó ni un centavo para darse el más pequeño gusto. En la mesa, jamás pretendía un cosa especial; en su ropa y calzado buscaba lo más pobre y sencillo y sólo lo necesario. No usaba talcos ni jabones perfumados, decía que era vanidad. Renunciaba a todo como la cosa más natural, desprendida de todo gusto terreno. Esto se comprobó, sobre todo, cuando murió. No se halló en las cosas de su uso personal nada que pudiera calificarse como la más pequeña falta a la pobreza. Si debía hacer un obsequio a quien no necesitaba daba cosas insignificantes, según fuera la persona, o mejor dicho, cosas de poco valor. Y esto no por tacañería, porque con los pobres era generosa. A mí, para mis Bodas de oro, me regaló un pequeño papelito con estas palabras: “Mi regalo es un abrazo del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Para un día de Santísima Ana, me felicitó personalmente y puso en mis manos un papel dobladito diciendo: “Este es mi regalo”. Lo desenvolví delante de ella y luego las dos reímos hasta no más poder; el regalo era un gatito plástico del tamaño de una uña, de los que ponen en las sorpresas para los niños. “El dinero es para los pobres decía, yo no puedo cogerlo para otras cosas”. Se disgustó cuando una Hermana de la Comunidad regaló unos vestidos a una niña que no necesitaba. “No es justo –decía – dar lo de los pobres a quien no necesita”. Sin embargo, por virtud, no manifestó su disgusto a dicha Hermana. Los borradores de sus cartas o de sus escritos eran retazos de papel blanco de las cartas que le mandaban, o el revés de los sobres o de las hojas de almanaque, etcétera. Escribía con la letra finita para no gastar más papel del necesario. Teniendo a mano el consultorio médico, nunca buscó para ella consultas médicas ni el uso de medicinas, con rarísimas excepciones. Se podría decir tanto de su amor a la pobreza. Ya próxima al viaje último que hizo a Nicaragua, una Hermana la vio remendado una prenda de ropa interior que ya estaba más para anular que para ocuparla. La Hermana se lo dijo; ella le contestó que todavía servía y la puso entre la ropa que llevaba en su valija para el viaje: “No se puede amar las riquezas –decía – cuando uno piensa cómo nació, vivió y murió Nuestro Señor”. Lo que más admiré en ella, fue su absoluto desprendimiento de todo, no sólo de lo material. Tenía el corazón sólo para Dios, ni objetos, ni personas, ni ideas; cuando comprendía que debía dejar su opinión, su manera de pensar o
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de sentir, lo dejaba siempre que al hacerlo no se dañaran los intereses de Dios. Lo importante –decía siempre- es hacer la voluntad de Dios. Cuando murió su hermana María Luisa, a quien ella quería tanto, se mantuvo serena, aceptando la pena como venida de Dios. “Él sabe lo que hace”, decía. De su amor a los pobres, no hay qué hablar, sus obras y escritos hablan elocuentemente.
¿Vanagloria? Sor María, le pregunté varias veces, ¿Usted no ha sentido alguna vez vanidad, vanagloria, satisfacción propia por todo lo que hace? La respuesta fue siempre la misma: “Jamás he sentido nada de eso, podría asegurarlo en lo hora de la muerte. Estoy firmemente convencida de que sólo soy un instrumento en las manos de Dios. Él se vale de mí como podría valerse de usted o de cualquier otra persona. Creo firmemente que se ha fijado en mí, porque soy pura miseria inútil, ignorante, incapaz de todo, tan pequeña, tan nada…Dios siempre se vale de lo más débil para sus cosas”.
Verdadero cariño Delante de mí reprendió a Sor Laura por una cosa, no recuerdo que fue; cuando ya no estaba Sor Laura, me dijo: “Yo quiero mucho a Sor Laura y le tengo confianza, pero esto no me impide decirle la verdad. Querer de veras a una persona, es evitarle purgatorio, para esto son las correcciones”.
“Un odre puesto al humo” A veces, en sus penas, luchas, cansancios, me decía: “Me siento como un odre puesto al humo”. Un día en que estaba con una pena, me volvió a repetir: “Me siento como un odre puesto al humo”. Yo le agregué, pero no olvide sus leyes, “Ah, no, me dijo, eso jamás, yo no las olvido nunca. Vivo para mi Rey y para mi Reina”.
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Sencillez Tenía el candor y la sencillez de un niño acompañados de la madurez de una persona bien equilibrada y adulta. “Me encanta Santa Teresita por su sencillez,” decía. “Me atrae todo lo que es sencillo”, afirmó en cierta ocasión, mientras miraba un niño pequeñito. “Por eso los niños son tan bellos, todo en ellos nos hace pensar en Dios; sus pestañitas, esos dedos con las diminutas uñas, todo nos habla de la delicadeza de las manos divinas. Todo lo sencillo es bello”. Otra vez dijo lo mismo mirando una rosa sencilla de un rosal plantado a la entrada de la casa: “Todo lo sencillo es bello”. Cuando presentó la primera parte del libro (que ella hizo), a la imprenta, el impresor le dijo: “La prosa de este libro es muy sencilla”. Ella al referírmelo me dijo: “No importa, no me gustan las palabras resonantes, ese lenguaje moderno tan elevado que ni lo entiendo, lo sencillo es lo mejor, siempre que sea claro y verdadero, que no tenga palabras ofensivas ni vulgares”. “Viera usted nuestras Superioras de Italia –me dijo- ¡Qué bellas son! ¡Qué sencillas! ”. Su modo de hablar era sencillo, y siempre gracioso. Se gozaban oyéndola contar sus cosas. En el año 1967, el Club Rotatorio, al celebrar sus “Bodas de Plata” dispuso dar “Medalla de Oro” a la mujer más caritativa del año, en Costa Rica. Sor María fue elegida y le escribieron una carta para que en tal día y hora, se presentara a dicho Club para condecorarla. Ella contestó agradeciendo y excusándose de no poder presentarse para tal objeto. Se presentaría en la Casa de María Auxiliadora una comisión para darle dicho condecoración. Así fue se presentó a la casa una comisión integrada por el Presidente del Club con otros señores y señoras. Recibió el homenaje como si no fuera para ella. Cogiendo el hábito donde estaba la medalla, viéndola con indiferencia dijo: “esto es una medalla para los pobres”. A continuación pasaron todos a visitar la Casa para que conocieran algo de las Obras Sociales. Entre una conversación y otra, mientras hacían el recorrido, el Presidente preguntó a Sor María, “¿Cómo hacen ustedes para sostener estas obras?” Sor María con toda sencillez le dijo, “le voy a referir un hecho. Yo necesitaba una cantidad de dinero. Salí a la puerta de la calle, pasaba en ese momento un automóvil manejado por un elegante señor. Con la mano le hice ademán para que se parara el carro. Se paró y bajó el señor, para mí desconocido, preguntándome qué necesitaba. Señor, le dije, “¿usted no sabe quién necesita un milagro?” “¿Un milagro?,” repitió el Señor extrañado, pensando tal vez que hablaba con una loca. “Sí, un milagro”, le dije. Necesito dinero y con un milagro puede ser que la Virgen me lo consiga. Bueno, yo no lo necesito, respondió, pero tengo un amigo que sí lo necesita. Se lo mandaré. Llegó el amigo, se hizo el milagro y con el milagro, llegó el dinero”.
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El Presidente y su comitiva reían a carcajadas oyendo a Sor María y viendo la sencillez con que ella ofrecía el milagro. Ellos resolvieron también ayudarla. Y seguían riéndose y repitiendo “ofrece milagros como quien ofrece un jabón, nunca hemos oído cosa igual”. En una ocasión dijeron: Sor María, han estado contando que usted ama a los ricos. Ella respondió: “Es cierto, los ricos me ayudan a sostener mis pobres. Amo a ricos y pobres, como Don Bosco, porque eran los ricos los que le ayudaban a sostener sus obras”. Esto lo dijo con toda sencillez.
“Su Fortaleza” ¡Cuántas fatigas, cuántas penas sufridas por su amor a los pobres y disimuladas con su habitual sonrisa! Llovían las contrariedades, dificultades a cada paso; no se quejaba, acudía a su Reina. Ella lo arreglaba todo. Desaprobaciones, burlas, desprecios, palabras ofensivas a veces directas y otras, indirectas y, lo más triste, de parte de las mismas Hermanas gran número de veces; todo lo soportaba sin herir a nadie. “Eso mismo y más, hicieron con el Señor”, repetía y quedaba tranquila. Jamás una palabra en contra. En un momento de una prueba muy dura, que la supe no por ella, sino por quienes fueron testigos, le dije: ¿Cómo está Sor María? Solamente me respondió con serenidad: “Estoy sufriendo mucho, siento el corazón con la punta hacia arriba”. Como me dio risa su comparación, ella también acompañó mi risa con la suya, y ni una palabra más. Personas que se le ofrecían para ayudarla en sus trabajos, en sus proyectos y cuando ya contaba con su cooperación se retiraban o no correspondían como era de esperar. “Qué se va a hacer –decía- la Virgen me abrirá otras puertas”. En todo veía la voluntad de Dios. Soportaba malas interpretaciones, la juzgaban mal; fue tratada de bruja que consultaba con los brujos, que los brujos la ayudaban en sus curaciones, etcétera. Se dolía, porque no era de palo, pero no se defendía, dejaba todo en manos de Dios. “Él aclarará las cosas, Él sabe que eso no es verdad”. Una vez fueron tan duros esos ataques que pidió una audiencia al excelentísimo señor obispo para contarle y pedirle consejo. Él Ia confortó. Quedó tranquila, confiando en Dios. En sus enfermedades no buscaba alivios, ni medicinas. “Ya pasarán”, decía; era su expresión más frecuente. “Las medicinas curan por un lado y enferman por otro” repetía. Las consultas diarias gastaban visiblemente su salud. La dejaban extenuada hasta decir: “me siento sin vida, como una naranja exprimida que ya no tiene jugo”. Pero seguía en la brecha, compadeciéndose de los que la buscaban, atendiéndoles. Nunca aprovechaba las ocasiones que se le presentaban para
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una diversión, un paseo, etcétera. “En el Cielo gozaré bastante” contestaba y con esta esperanza recreaba su cansancio. Una vez, en unos momentos de descanso, me dijo: “Me siento seca, como una naranja exprimida, ya no puedo dar ni gota de jugo. No puedo coordinar mis ideas, todo se me olvida, fíjese en lo que hacemos, lo que debo poner antes, lo pongo después, estoy agotada”. Le dije, esta es una consecuencia de una manera de vivir; usted va más allá de sus fuerzas; todos los días atendiendo a tantas personas y sin ningún descanso, esto es imposible, vence a cualquier roble. Ella me contestó: “Usted tiene razón, pero, no puedo dejar de hacerlo. Si supiera a veces cuanta lucha siento por el esfuerzo que debo hacer. Quisiera huir cuando me dicen que alguien me llama y me espera, pero no puedo dejar de atender a quien me busca. Esta ansia de decir una palabra de consuelo a los que sufren me viene de un voto que le hice al Señor”. Calló unos instantes y luego, como hablando consigo misma, recordando el pasado, dijo: “Yo estaba en una época de sufrimientos muy hondos y muy intensos. Sólo recibía humillaciones y desprecios, precisamente de la persona a quien yo podría recurrir para mis penas. Un día en que yo ya no podía más, me sentía desfallecer, me presenté a ella, a la Madre Inspectora, en busca de una palabra de consuelo, somos humanos. Ella (era la Reverenda M. Anita Zanini) no solamente me trató duramente, me ordenó que me callara, me dijo que Dios no estaba contento de mí y empujándome me quitó de su presencia, con amenazas de que me callara y que tuviera cuidado de decir algo de lo que estaba pasando entre ella y yo. En el colmo de mi dolor, me retiré a llorar ante Jesús Sacramentado y recordando aquellas duras palabras que ella acababa de decirme, dijo al Señor: “Dios mío, dime que no es cierto lo que me dijo, dime que me amas, que estás contento de mí…y recordando en medio de mi llanto que necesitaba trece colones para pagar una deuda, y que me urgían y que nada tenía, volví de nuevo al Señor y le dije: Dame Señor, ya, trece colones, como prueba de amor, de que me amas, de que estás contento de mí ”….Me vino la luz de abrir una alcancía; la abrí y en ella hallé exactamente los trece colones, ni un céntimo más ni un céntimo menos. Llena de emoción y de paz, con esta prueba de mi Dios dije al Señor: Te prometo, Dios mío, que en cuanto de mí dependa, trataré siempre de consolar al que sufre: jamás se irá de mi lado una persona sin una palabra de consuelo. Este es el secreto de mi apostolado. Hay veces me siento tan agotada que quisiera morder cuando oigo que alguien me busca, que quiere hablarme, pero al instante reacciono, recuerdo mi voto, voy al encuentro del que me busca, sonrío y me siento feliz consolando. Doy gracias al Señor por el mal trato de la Madre, la bendigo y le agradezco, pues gracias a ella, comenzó esta vida que llevo, tengo el gozo de este apostolado”. Por aparte, mandé a la Reverenda la Madre Margarita Sobbrero, la relación de lo que he escrito, pues en otro escrito no puse nombres que aclaran los hechos por temor de que alguien los leyera. Las cosas son exactas como están en este cuaderno. (Sor Ana María Cavallini).
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Goces y dolores En otra ocasión, hablando de los goces abundantes que Dios le daba, me dijo: En verdad, pero no crea que todos son sólo goces, también Él da sus pruebas. Él ha permitido que entre tantos goces, tenga espinas punzantes. Durante más de cuatro años, puedo decir cinco, tuve que sufrir constantemente, sin tregua de ninguna clase: desprecios, humillaciones, palabras duras e injustas, nunca una palabra de aliento, indirectas continuas aún delante de la Comunidad. Si me atrevía a confiar mi situación a la Reverenda Madre, las cosas empeoraban, ella me rechazaba de una manera tan brusca, que el corazón se cerraba y sentía que estallaba dentro de mí. Tragaba callada mis lágrimas; todo se lo ofrecía al Señor, pero tenía momentos en que me sentía desfallecer. Pasaba noches amargas sin dormir, para empezar luego un día, tal vez peor que el anterior. Me acordaba de las palabras del Reverendo Padre Emilio, mi confesor de antes: “llegará un día en que tal vez te harán picadillo…” Desde entonces me quedé con la costumbre de despertar a los dos de la madrugada y ya no puedo dormir más. La interrumpí preguntándole: ¿en la confesión no tenía usted algún consuelo, algún desahogo? “Esto era lo peor –me contestó- ni siquiera hallaba una buena palabra en el confesor; él también me rechazaba, a veces ni quería oír mi confesión, todo era oscuridad y amargura” Sor María, volví a preguntarle ¿esa persona que la hizo sufrir tanto en la comunidad, era su directora? “Sí, me dijo, era Sor Eugenia Quaglia. Yo procuraba estar siempre sonriente, como si nada pasara, reparó su actitud con gran cariño y finezas. Yo doy gracias al Señor, que me dio tanta fuerza y de que jamás sentí por ella mala voluntad, ni rencor. Ella fue sólo un instrumento de Dios. Él sabe el porqué de todo, en el Cielo comprenderemos las cosas como lo son. Así ha sido mi vida en muchas ocasiones, pero mi Rey y mi Reina lo compensan todo”. Le dije: es muy justo que tenga esas grandes penas; en la balanza debe haber equilibrio, por un lado penas y en el otro goces, son muchos los que recibe de Dios ¿no le parece? Ella bajó los ojos y me contestó: “Sí, son muchas las satisfacciones que me hacen gozar mi Rey y mi Reina, los amo con locura”. No, le dije bromeando, no ame tanto, no quiero verla loca. “Loca por ellos, me replicó, se lo digo constantemente y me siento llena cuando de todo corazón les digo: Mi Rey, mi Reina”. No se imagina cuantas veces he recordado las palabras del Padre Emilio: “Aunque te hagan picadillo, sé siempre firme y constante a tu consagración”. “Gracias a Dios, siempre me he sentido feliz de haberme consagrado al Señor” Hablando después con Hermanas que vivieron con ella en ese tiempo (sin que yo les preguntara o indicara que ya sabía), me han contado lo que sufrió Sor María y cómo lo sufrió, dando gran ejemplo de fortaleza y de humildad.
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Pruebas Cuando se trató de dar principio a las “casitas de los pobres” en Salitrillos, parecía que una fuerza diabólica oculta trataba de destruir o de arruinar cuanto se hacía: Lluvias torrenciales deshacían lo hecho convirtiendo el terreno en enormes lodazales. A veces las personas encargadas de los trabajos, se irresponsabilizaban y la obra no adelantaba. Otras veces eran los tractores o máquinas que no llegaban a tiempo, con gran pérdida de dinero, pues se tenía que pagar lo mismo a los obreros aunque no trabajaran. El terreno en algunas partes aparecía tan difícil, que se necesitaba gran paciencia y esfuerzos imprevistos, etcétera. A todo esto, Sor María, firme, sencilla, sin desahogos inútiles, sin quejas. “Confiemos en la Virgen –repetía- las obras de Dios siempre cuestan, confiemos en Él”. Tanto trabajo, le dije en cierta ocasión, y pensar que los pobres se muestran tantas veces groseros y mal agradecidos. “Es verdad, -me dijo- pero trabajamos por Dios, Él da la recompensa; a veces es la situación la que forma a los pobres tan amargados e insufribles”. Esta obra ASAYNE, formada por Sor María, se extenderá, muchos la imitarán, los pobres siempre conmueven. El comunismo trata de igualar las clases sociales, pero esto es un error. Dios que es tan perfecto en sus obras, no ha establecido la igualdad; hay diferencias en las mentalidades, en las capacidades, en los sentimientos, de aquí viene que hay quienes sean poseedores de riquezas y otros que nada tienen, pero “siempre habrán pobres,” dijo Jesús. Sin embargo, el rico siempre tendrá necesidad del pobre y el pobre siempre necesitará del rico.
Búsqueda Cuánto tiempo ocupó y cuánto trabajo tuvo, buscando terrenos para sus casitas, escribiendo cartas a los dueños pidiendo menores precios o donaciones a los dueños. Muchas veces yo le ayudé en dichas cartas. Cuando le preguntaba por los resultados, la respuesta era: “No contestan”; “No quieren”, “Nada ofrecen” y ella seguía tranquila de aquí para allá, con el pensamiento fijo en Dios, que le pedía esos sacrificios. “De todos modos me ayudan –decía- pues estas salidas buscando de Herodes a Pilatos, me hacen bien, siento que son un tónico para mi salud, me hacen recuperar fuerzas”.
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Nueva Asociación “Estoy tratando de hacer una nueva Asociación, incluyendo en ella a los de ASAYNE. Formada de hombres, hay muchos voluntarios, que se adhieren a mi plan, ya hay, en cierto modo, la organización. Hemos tenido algunas reuniones y muestran mucho entusiasmo. Cuento con ingenieros, abogados, personas muy preparadas y de experiencia. Me gusta trabajar con hombres más que con mujeres: ellos son libres, la mujer está siempre sometida al esposo, a los hijos, al hogar. Los hombres son más creativos, más conocedores de las distintas situaciones, en una palabra, más valientes y capaces”. (Me enseñó la lista de nombres, con las cuales contaba por el momento, Rodrigo Barzuna de presidente). Se comenzó a trabajar sobre este proyecto: consultas, contenido, disposiciones, consideraciones, formación de los artículos. Se hacían borradores; se consultaba, se rompían para hacerlos de nuevo; se presentaban en las reuniones. Se volvían de nuevo a corregir, a ver el pro y el contra; eliminaban condiciones, etcétera. La nueva Asociación que debía llamarse: PROAN (Pro- ayuda- necesitados) que comenzó con tanto interés y entusiasmo, no llegó a consolidarse. Lo concreto de las bases, era muy bueno, pero se presentaron a última hora, dificultades imprevistas y tanto trabajo quedó en nada. Siguió funcionando sólo ASAYNE, asociación en la que se formó una junta directiva, es un número de mujeres, es decir, bienhechoras que colaboraban con Sor María, en el asunto de “Casas para los pobres”. Yo trabajé mucho con Sor María en este asunto, conservo algunos borradores, sé cuanto luchó Sor María.
Amo a la Iglesia Sin cesar pedía por la Iglesia. Contaba como uno de los días más afortunados de su vida, cuando pudo hablar con S.S. Pable VI en el viaje que hizo a Italia. “Sentí a Cristo en su serena mirada, con su sonrisa, todo en él es santidad”. “Debemos rezar mucho por el Papa –decía- el origen de la Iglesia está en Jesús, allí hay que buscar el centro”. De este espíritu de fe, nacía la profunda veneración por la Jerarquía. “Recemos por los sacerdotes”. Era su constante súplica. ¿Qué sería de nosotros sin el sacerdote? Cuando alguno de ellos llega a hablarme (y llegan varios), me siento pequeñita, apenada, insignificante. Hay muchos muy buenos y muy santos. Debemos sostenerlos con la oración.
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Don Bosco Amaba con ternura filial a Don Bosco. A menudo se preguntaba ¿Cómo haría esto Don Bosco? ¿Qué diría Don Bosco en este caso? ¿Qué nos enseña Don Bosco? ¿Qué buscaba y que prefería Don Bosco? Otras veces: “Don Bosco no quería esto… Don Bosco decía así…Don Bosco era una sola cosa con la Virgen…Hay que ver el amor de Don Bosco a la Iglesia…al Papa”. Se inspiraba en las palabras y en los hechos de Don Bosco. ¡Qué grande es Don Bosco, qué Santo! ¡Qué bello es trabajar con los oratorios al estilo de Don Bosco! ¡Cómo amaba a los niños, a los pobres! ¡Ah! Los sacrificios de Don Bosco para salvar la juventud. Buscaba las fechas de Don Bosco y para cada 31 de enero hacía gran fiesta con los niños. Le gustaba recordar episodios de la vida del santo. Sobre todo, admiraba la unión con Dios de Don Bosco.
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Amor a la congregación (Su viaje a Italia)
Su mente siempre estaba atenta a las enseñanzas de San Juan Bosco y Santa María Mazarello. A nuestra cofundadora, aunque en forma distinta a la de Don Bosco, admiraba su profunda humildad, su característica sencillez y rectitud, su amor a la Santísima Virgen y a las almas. Los dos santos, salvadores de la juventud, sacrificados y abnegados sin medida. Amaba a las Superioras y sentía veneración por ellas. Consideraba sus palabras como sagradas, eco de la Voluntad de Dios. Por eso cuando les proponía su proyecto y no la aprobaban, quedaba serena y tranquila, aunque le doliera. “Así quiere el Señor”, repetía. Cuando las queridas Superioras le ofrecieron el viaje a Italia, llena de emoción lo aceptó, anhelaba conocer las fuentes del Instituto, al Papa, a todas las Reverendas Madres, ver el santuario de María Auxiliadora, la Casita de Loreto. La Virgen le concedió la gracia de poder hablar italiano, para darse a entender, pues la mandaron a diversas partes de Italia para hablar a las Hermanas. Cuando su italiano era incomprensible, se hacía entender con señas tan graciosas, que provocaba la hilaridad de quienes la escuchaban. “Este viaje lo aproveché de veras”, decía mientras contaba de variedad de anécdotas. Cuando recordaba su visita al Santo Padre, se conmovía por la audiencia privada que había tenido con él. Su gran fe le hacía reconocer al Augusto Vicario de Cristo, al mismo Cristo. ¡Qué grande y qué santa es nuestra Congregación! –repetía- nosotras somos como hormiguitas. ¡Hay que ver todo aquello! ¡Cuánto gozó hablando con las Reverendas Madres! Y luego, cuando tuvo la visita de la Reverenda Madre Leticia Galletti; no se cansaba de manifestar su profundo gozo; “Ella ha levantado mi espíritu, me ha ensanchado el corazón. Qué fina es, qué delicada y atenta, es una verdadera Madre. Con qué interés hacia sacar las fotografías para llevar el recuerdo de estas obras. Hasta los últimos momentos, quiso obtener la fotografía que le faltaba. En las Superioras hay una gran observancia a la Santa Regla, pero con corazón amplio, con una gran bondad”. “La Santa Regla, repetía, es el camino para ir al Cielo, es como el evangelio, se funda el Evangelio, se funda en el Evangelio, en Cristo”. ¡Cómo observaba la Santa Regla, hasta en sus menores detalles, sobre todo en lo referente a los votos! Sufría cuando veía faltas de observancia. Cuando llegaba a nuestra casa, al abrirle la puerta para que pudiera entrar, su saludo a la portera (que era una Hermana) era siempre el mismo: “Viva Jesús, amémonos, amémonos” y repetía lo mismo al despedirse. ¡Con qué amor repetía ese “Viva Jesús” que acostumbramos a decir, como saludo, al encontrarnos! Sufría por la falta de vocaciones, cuando alguna Hermana salía
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de la Congregación! “Hay que pedir constantemente la Santa Perseverancia” repetía, recemos por las que están y por las que se van. Rezaba por nuestros hermanos, los salesianos “Qué sean santos sacerdotes, que trabajen siempre, como Don Bosco, por salvar las almas”. No me canso de pedir por los sacerdotes. ¡Qué necesidad tenemos de ellos! ¡Qué sería del mundo sin ellos!, lo repetía muy a menudo. Recordaba con gran cariño la visita del Reverendo Padre Don Serié (S.S.). “Era un Santo” decía Sor María, “un verdadero santo”. Bastaba verlo, y mucho más, cuando se hablaba de él. ¡Cuánto aliento me dieron sus palabras! ¡Cómo gozo cuando le hablé de las obras que teníamos entre manos! Siga, siga adelante me dijo, Don Bosco está contento, la Virgen está contenta.
El Consultorio de Sor María Un cuarto de la casa, allí una mesa. Al frente de esta una silla, al otro lado, unas bancas de madera, ningún adorno. Al lado de este cuarto un corredor con bancas. Aquí esperaban, a veces horas enteras, las personas que de lejos y de cerca, llegaban a consultar a Sor María, a buscar una luz, una solución, un consuelo, una ayuda espiritual o material. De las dos de la tarde en adelante, ya estaba abierta la puerta. Las visitas se prolongaban a veces, hasta las siete de la noche, sin parar; si acaso se interrumpían por breves momentos, y ella volvía siempre atenta y dispuesta, para todos: hombres y mujeres, niños, ricos, pobres, jóvenes, viejos, intelectuales, ignorantes, buenos o malos, todos tenían los mismos derechos, las mismas oportunidades. Al llegar a la casa se les daba una ficha numerada, entraban por orden según el número de la ficha. Y así pasaban y pasaban, usando de todo el tiempo que se necesitaba, sin que jamás nadie fuera rechazado, sin que ella se negara. Esto le dejaba extenuada, agotada. Antes de empezar la consulta, todos los que querían hablar entraban al cuarto y se sentaban en las bancas. Entonces ella comenzaba dándoles una media hora de catequesis. Los temas eran siempre más o menos los mismos: la santa misa, la confesión, la comunión, el horror al pecado, la salvación del alma, el amor a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora. La necesidad de la gracia, el Cielo. Terminada la plática, salían todos, y comenzaban a entrar a hablar, uno por uno, como se ha dicho, por orden de ficha. Cuántas gracias, innumerables favores se obtuvieron de estas consultas, pero la mayor de todas ellas, sin género de duda, fue la gran devoción a María Auxiliadora y la frecuencia de la santa comunión. Ella no cobraba nada, sólo pedía ¿qué? “La práctica de los quince sábados en honor a la Virgen y con ella la confesión para obtener la gracia de Dios”. No exigía pero sugería esta condición. ¡Cuántas conversiones se obtuvieron!
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El don de la profecía era admirable, generalmente lo que predecía se cumplía exactamente. Tenía otro don maravilloso: sabía despertar la confianza; y al confiarle íntimas penas del alma, consolaba y fortalecía de tal manera, que se transformaban mentes y corazones. La alegría se enseñoreaba de aquellos que antes estaban abrumados por el peso de la angustia o del dolor. Las enfermedades de diversas causas desaparecían para no volver. Hogares desunidos hallaban la paz. Mujeres deseosas de tener hijos, conseguían lo inútilmente deseado. Quien gemía por no lograr trabajo a pesar de haberlo buscado en todas partes, podía estar seguro de que se le abría la puerta donde menos se esperaba. Hijos extraviados, alcohólicos, incrédulos, viciosos, volvían al buen camino una vez para siempre. No hacían grandes discursos; Dios irradiaba a través de su mirada, su corazón latía continuamente por el Señor, por su Reina. Cuando alguien se acercaba a darle las gracias por el favor alcanzado, por el problema resuelto, etcétera, podía estar seguro de que les decía: “La Virgen, la Virgen lo ha hecho, la Virgen todo lo alcanza de su Divino Hijo; siga invocándola, propague su devoción y los milagros lloverán a torrentes”. “No soy yo, es Ella” decía cuando alguien insistía en que era ella. “Yo siento algo en mí, decía, siento como una luz especial, una fuerza que hay en mí, cuando la Virgen va a conceder un milagro, una gracia”.
Oración ¿Qué decir de su espíritu de oración? La oración era el alma de su alma. Hay que leer sus escritos y es lástima que muchos han desaparecido. “Mientras me hablan, interiormente rezando” decía. Cuando interrumpía un trabajo, se notaba que oraba aunque exteriormente no lo hacía aparecer. Cuando juntas trabajando hallábamos dificultad en una solución, callábamos pensando, y ella movía levemente los labios, se veía que oraba. Si resolvíamos el caso, alegremente me decía: “Ya veo, vino la luz del Espíritu Santo”. Otras veces me decía: “Ah, mi Reina, Ella lo resuelve todo”. Cuando la dificultad parecía insuperable, me decía: “Recemos, recemos, todo se alcanza en la oración”. Una vez que le hablaba yo de la comunión espiritual me dijo: “Yo a Jesús lo tengo y lo siento siempre dentro de mi corazón”. “Qué bello es vivir en la presencia de Dios” exclamaba. Muchas veces la hallé en la Capilla, en la primera banca, frente al altar. Rezaba y rezaba…o escribía, o leía…pero todo en la presencia de Jesús Sacramentado. Una vez la hallé allí, escribiendo. ¿Qué escribe? le pregunté. “Estoy haciendo una pastorela para la fiesta del Niño Dios. Aquí, junto a Jesús, la mente me ´chorrea´, porque Jesús me inspira”.
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Una hija de Casa que trabajó con nosotras muchos años, atestigua: “Yo era la que cerraba la Capilla en la noche y guardaba las llaves para abrir al día siguiente. Sor María llegaba la primera para abrir, me pedía las llaves y entraba cantándole suavemente al Señor y a la Virgen”. Una Hermana cuenta: “después del desayuno, cuando la capilla estaba sola, ella llegaba, abría el armonio y tocaba y cantaba alabanzas al Señor y a la Santísima Virgen”. Su delicia era estar junto al Sagrario. En las procesiones eucarísticas que se hacen todos los sábados (en la Casa de María Auxiliadora) a través de los corredores, buscaba la amanera de ir lo más cerca posible del Señor Sacramentado. Pero atrás de Él “para contemplar mejor”, decía. La Misa es lo más grande-repetía-. “Así Misa; con mayúscula escribo esta palabra, nunca lo escribo con minúscula, lo mismo la palabra Cielo, continuamente se está inmolando en ella, el Rey del Cielo; continuamente viviendo con nosotras Jesús, en la Santa Misa”. “Las bendiciones de esta Casa nos vienen con las Misas que se celebran diariamente”. “Rezar es hablar con Dios, con la Santísima Virgen. Yo continuamente hablo con ellos” decía. “Tengo fe en el gran poder de los santos que interceden por nosotros. Han vivido nuestra misma vida”. “Lea esta vida de la Madre Laura, me dijo dándome el libro ¡Qué mujer de oración y de amor! Es otra Santa Teresa de Jesús”. “Me encanta pedirle a Santa Teresita del Niño Jesús. Tan sencilla, ¡tan santita!”. “No me canso de pedirle a San Juan Bosco, mi padre”. “Qué gloria la de San José; dichoso él siempre con la Virgen, con Jesús. ¡Qué felicidad la de aquella casita de Nazareth! Allí no faltaba, era el Cielo”. Tenía un gran amor a la Santísima Trinidad, a la Pasión de Cristo, al Ángel Custodio. Envidiaba a los coros de los ángeles que continuamente alaban al Señor. Pero donde y cuando se manifestaba más el gran amor de su alma, era cuando se trataba de la Santísima Virgen. Para ella todo le parecía poco. No se terminaría hablando sobre este tema. Este amor se desbordaba en la fiesta de cada 24 de mayo. “Gozo infinitamente –decía- pero el cansancio que me queda dura los trescientos sesenta y cinco días del año”. No podía ser a menos; se entregaba totalmente para que la fiesta fuera “lo más grande, lo más bello, lo más digno de mi Reina,” decía. Y así resultaba; cada año mejor que el año anterior. Gozaba con los miles de confesiones y comuniones de ese día. Gozaba con el gran número de Misas, con el torrente de personas que llegaban a festejar a la Virgen; con los actos de amor que se ofrecían a Jesús Sacramentado, expuesto en el altar entre un mar de luces y de flores, durante las tres horas del mediodía, cuando no se celebraban Misas. ¡Qué felicidad sentía en la Procesión de la madrugada, con la Virgen en una preciosa carroza, mientras el gentío rezaba el Santo Rosario de la Aurora y se elevaban cantos en honor a la Virgen acompañados de la Banda Musical!. ¡Con cuántas gracias le pagó la Reina Celestial!. Ella mimaba a esta su hija querida,
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la escuchaba, la complacía, le hacía sentir su poder, sus bendiciones, su amor de Madre. Era una corriente de gracias del Cielo a la Tierra y una corriente de amor de la Tierra hacia el Cielo.
El don del consejo Sor María tenía este don; no por su propio esfuerzo había alcanzado la prudencia humana, sino con la ayuda de la gracia; lograba luces superiores que muchos de los que la conocimos reconocíamos en ella. Muchas personas recurrían a ella ya personalmente o por cartas en asuntos materiales o espirituales, especialmente en casos de dudas; para todos había una luz que daba claridad y solución. Era grande la confianza que se ponía en lo sobrenatural de sus palabras. A grandes distancias se le consultaba asuntos familiares, la manera de resolver un problema, el arreglo de un pleito, la consecución de un trabajo, etcétera, y todos con la seguridad en lo que ella diría. Es lamentable que con su propia mano destruyera muchos escritos que ahora serían preciosos documentos. Sabía con un gran fondo de sinceridad, decir la palabra más acertada, el consejo más apropiado, la negación o la aprobación de un asunto consultado, y no fallaba en sus apreciaciones o decisiones. Ella no tomaba en cuenta la enorme fatiga de las audiencias, trabajo que superaba cuanto pueda imaginarse. Estaba siempre lista para escuchar a cuantos acudían buscando sus palabras. Ante su mirada pasaron personas de todas las clases sociales, doctas e ignorantes, buenas y malas, hombres y mujeres de toda edad y hasta niños. Donde quiera que fuera, se veía rodeada de innumerables personas que escuchaban lo que decía, como con oráculo, o mejor dicho, como inspirado por el Espíritu Santo. La facilidad en dar consejos eficaces aunque fueran amargos, está probada por muchas personas. Eclesiásticos y religiosos se le acercaban pidiéndole no sólo oraciones, sino también consejos y luces para sus almas o sus trabajos apostólicos. A un sacerdote que deseaba la eficacia en su apostolado, sinceramente le dijo: “Usted no lo conseguirá, mientras no ponga su mayor esfuerzo en su propia vida espiritual” Ella, por su parte, sólo confiaba en el poder de la oración, en la ayuda de la Virgen y en el poder de su Rey y Señor. Ella decía, “yo no hago nada, pero siento algo especial en mí cuando debo hablar o cuando callo oyendo lo que me dicen. Me conmueve la fe de la gente, decía, pero es la Virgen que se vale de mí, para sus obras; yo soy sólo un instrumento en sus manos”. En un viaje que hizo a Nicaragua, fui testigo del número grande de personas que esperaban el momento de poder hablarle, aunque sólo fuera unos minutos.
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Prudencia Aprendió a abandonar en las manos de Dios todas sus preocupaciones, pero esto no la llevaba a dejar su responsabilidad personal; confiaba en Dios y en la Virgen, pero no despreciaba a los medios humanos. Las obras son de Dios y si son de Él, tarde o temprano dan su fruto. Se apoyaba en Él con paz, con serenidad, pero siempre con arrojo, con esfuerzos a veces agotadores. Una vez que buscaba la aprobación de la obediencia; actuaba para llevar adelante la voluntad de Dios, lo que sentía que Dios le pedía. No era indecisa, pero sabía esperar aunque, a veces, le costaba esa espera previendo las consecuencias del retardo, la urgencia de los hechos importantes. Hay que dar tiempo al tiempo, repetía, pero con valor y energía ponía las cosas en marcha en cuanto de ella dependía. No daba plazos a los planes de Dios; su afán apostólico la empujaba a multiplicar sus actividades, sin cobardías, aunque el camino estuviera sembrado de espinas. Su prudencia, unida a su sentido de saber escuchar, favorecía sus relaciones humanas. Tenía el don de gentes, como suele decirse, se ganaba las voluntades. Cuando en sus juicios o decisiones surgían ideas contrarias que consideraba mejores o más claras que las propias, cambiaba, rectificaba con alegría, aceptando las experiencias concebidas por otras personas. Nunca es uno infalible, decía, los factores son muchas veces distintos, vistos por varios ojos. No se aferraba, cambiaba fácilmente si veía que la opinión ajena no era contraria a lo que Dios le pedía. No perdía la serenidad ni se dejaba llevar por el pesimismo en su trabajo apostólico; la confianza en la Virgen era el fundamento de toda su vida. Confiaba, por encima de todo, en la voluntad de Dios, por graves que fueran los asuntos. La vida de oración daba la primacía a cualquier actividad, era su modo práctico para obrar con su prudencia. Efectuaba los cambios guiada en todo por el parecer de las Superioras. Ante todo, la obediencia.
La Obra Empezó como el granito de mostaza que habla el Evangelio. Un oratorio, después otro, diez, cien, se extendió como árbol corpulento, con una ilimitada confianza en la Virgen. Sin nada humano, apenas un reducido cuarto en el Colegio, donde había de todo un poco, pero abundaba la gracia de Dios. Ante la realidad de esta expansión vino a la mente de Sor María la necesidad de un edificio grande para su tarea apostólica. “Solo yo sé cómo hemos comenzado, decía Sor María, recordando el pasado. Del mismo oratorio salieron las primeras socias que impulsaron las obras. La planta recién nacida, tuvo que superar graves obstáculos, incomprensiones”. “Humildemente, con una sonrisa
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continua” con oración y trabajo íbamos adelante con la cruz, en silencio, ocultando las lágrimas, sin ruido, pero dando pasos maravillosos. Para dilatar el Reino de Dios, lo único necesario es confiar plenamente en la omnipotencia divina, vivir de fe, de esperanza y de amor. Las conversiones, los milagros, los éxitos vienen después. Sin medios humanos, sin cualidades personales, se manifestaba el beneplácito de Dios y de la Santísima Virgen. Tan pobres como los primeros discípulos de Jesús, las Superioras proporcionaron la tierra para levantar la obra y el Señor desde el Cielo dio a los demás. Entre espinas nacieron las flores y se comenzó el edificio de lo que es hoy la Casa de María Auxiliadora. Con la bendición de Dios y un cuadro de María Auxiliadora como principio. Las contrariedades y los sufrimientos, no perdieron la semilla, le dieron fuerzas, la tierra fecundada y abonada con lágrimas produjo rápidamente un árbol frondoso. Los objetivos apostólicos, los gastos que exigían cantidades de dinero, las iniciativas que debían ser actividades reales, estaban en las manos de Dios, manos seguras. La obra se ha desarrollado a punta de golpes. Ha sabido escudriñar todas las encrucijadas humanas donde hay necesidades, y hoy miles de personas admiran esta importante labor progresiva, cumpliendo sus fines apostólicos, con medios que parecen extraños a los ojos que no saben mirar con fe los caminos de Dios. “Me conmueve el Evangelio”. Así me lo dijo un día que comentábamos juntas el pasaje del Evangelio, que nos refiere como Jesús tenía preparado en la playa, pez asado para sus apóstoles. “Se imagina usted, me dijo, ver esa lindura, a mi Rey de cocinero, asando el pez. ¡Qué cosa tan bella! ¿De dónde cogió los fosforitos para encender el fuego?”. Diciendo esto reía y reía y yo también reía contagiada por su risa.
Con los niños Se presentó una señora con un niño de pocos días, quería que Sor María lo conociera. Sonriente acarició a la madre y al niño pidiendo a María Auxiliadora que les diera su bendición y luego contemplando al niño me dijo: “¡Qué grande es mi Dios! Qué maravillosos son los niños. Pensar que mientras están formando en el seno de sus madres, no se dan cuenta de lo que está pasando dentro de ellas y las manos divinas van haciendo ocultamente esas pestañitas, esos ojitos, las manos, esas diminutas uñas, tantas perfecciones en un ser tan pequeño. ¿No es algo tan maravilloso? ¡Cuánta belleza! Sólo Dios puede hacer esto”.
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La Música “La música me encanta, me eleva, me lleva al cielo… Hay alabanzas a la Virgen, a mi Reina, bellísimas. Me gusta mucho (y se puso a cantar bajito, con su voz tan dulce): Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la Casa del Señor, ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén ¡Ya mis pies están pisando esos umbrales! Me dijo, y como ya iba a empezar la misa, entramos a la capilla, se sentó al armonio y tocó, “Qué alegría cuando me dijeron”, pero tocó de una manera especial, que la gente formó un bellísimo coro, como si hubiera oído la conversación anterior”. Estaba yo gravemente enferma. Había sufrido un infarto y ya me habían administrado el Sacramento de los enfermos. Me sentía muy mal. Se evitaban las visitas, pero Sor María llegó y se sentó al lado de mi cama. Yo le dije, Sor María, estoy muy mal, ya me voy a morir. Y ella: “No, no, usted no se debe morir. Yo moriré antes que usted, no puede morirse, yo la necesito”. En aquel entonces pensé que no me necesitaba, hoy comprendo que me necesitaba para poner mi granito de arena en este trabajo después de su muerte.
Gratitud No sé si me repito, pero me parece que poco se habla de la gratitud de Sor María. Miles le agradecen cuanto ha hecho y hace, pero no se trata de lo que agradecen otros, sino de lo que ella agradecía. Esta gratitud se transformaba sobre todo en oración, pero también a veces y muchas veces la manifestaba externamente. Cómo sabía compensar con palabras cariñosas con la participación en las penas o alegrías, con el interés que demostraba de ver solucionados problemas, de llevar las almas a Dios… Lo digo también habiéndolo experimentado personalmente en muchas ocasiones, y por lo poco o mucho que pude hacer, su gratitud me acompañó hasta el día que voló a ese Cielo que tanto deseaba. Creo que esa gratitud fue la que la obligó a callarme su viaje a Nicaragua, para evitarme penas. Pocas veces sueño con ella. Una de estas pocas veces, la vi como si estuviera viva. Al encontrarme con ella le dije: Tengo tanto que decirle. Una ex alumna me interrumpió. Al irse, volví a decirle; ya ve, tanto tengo que contarle y no he podido. “No importa, me dijo, escríbame al Cielo y yo le contestaré”. No conozco la dirección –le dije- para que pueda llegarle mi carta. Ella me dijo: Escriba, escriba, yo le contestaré. Y se fue. Todavía estoy escribiendo y estoy segura de que al fin de mi vida me contestará. Así sea.
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Obras En el libro “Obras Sociales” aparecen actas como si fueran escritas por alguna de las misioneritas, pero en realidad fueran escritas por Sor María, aunque no aparece su nombre.
Oratorio Central Estaba fundado en el Colegio. Sor María tenía organizado un grupo de canto. Eran catorce jovencitas que amenizaban las festividades solemnes de la Iglesia de San Francisco en Mata Redonda. Una de estas jóvenes, relató el mal que hacían los comunistas en ciertos barrios, y cómo se exponían hasta dar su vida por llevar a cabo su empresa anticristiana. Sor María y el grupo decidieron trabajar con mayor empeño por salvar las almas y confiando en la Divina Misericordia, se decidieron a empezar la batalla contra los enemigos del bien. Llamaron a esto “Misión” y a las que trabajaban “Misioneritas”.
La Misión Los días jueves y sábados, iban las misioneritas de dos en dos a los barrios más pobres y apartados de la ciudad para llevar comestibles y ropa, y a hablar de Dios. Antes de salir iban a la Capilla a rezar y luego, al volver, rezaban también. Sor María las preparaba y las guiaba. Las que no podían ir, por diferentes razones, quedaban orando. De este grupo, doce se hicieron religiosas, en diferentes comunidades.
La Acción Católica (En el círculo de la misión) En el año 1941, el día 13 de abril de la Resurrección, se estableció oficialmente, en el Colegio, la Acción Católica entre las Oratorianas mayores. Fue un acto sencillo pero de sumisión a los deseos del Papa.
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SEGUNDO TESTIMONIO
Mi nombre es Manuelita del Rosario Andrade Acosta. Conocida en mi Instituto, como Manuela. Nací en San José de Costa Rica, el 29 de abril de 1918. Soy religiosa. Mis padres, Francisco Andrade y Lavinia Acosta Artavia. Estoy ligada a Sor María Romero no por vínculo natural, sino religioso, pues pertenezco al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, al cual perteneció la S.d.D. y tuve la oportunidad de tratarla de cerca. He venido a testificar, movida por el deseo de ver a Sor María en la gloria de los altares, para la gloria de Dios y bien de las almas. La fuente de mi conocimiento acerca de la S.d.D. es directa, siendo yo alumna del Colegio María Auxiliadora, Sor María fue mi maestra de pintura, de religión, de catequesis y música, durante cinco años. Fui una de sus misioneritas. Siendo yo religiosa, no conviví con ella, sino por particulares y cortos períodos, como durante los Ejercicios Espirituales, reuniones, etcétera. Nuestra amistad era muy agradable, fraterna, se compartía muy bien con ella. En mis relaciones con Sor María como misionerita, pude observar mucho deseo de formarnos: me animaba y preparaba convenientemente para impartir la catequesis. Nos decía que, desde la vida práctica, comunicáramos el mensaje. Cuando los protestantes hacían propaganda de su religión y alguien venía a quejarse con ella, le aconsejaba más bien que hiciera lo mismo en su catequesis. Su espíritu de fe era admirable. Recuerdo que un día fuimos a visitar a un hombre que tenía fama de brujo, y decía, “a este hombre lo vamos a convertir”. Y efectivamente, después de hablar con él, logró que Manuel –así se llamaba- organizara su vida y recibiera el sacramento del matrimonio. Era una persona de mucha paciencia. La S.d.D. no tenía disciplina en las clases. Las alumnas aprovechaban esto para hacer sus travesuras. Sor María las corregía con mucha paciencia, demostraba siempre gran serenidad cuando tenía que enseñar a sus niñas. Tenía un coro de niñas muy indisciplinadas, y entre éstas, estaba yo. Un día nos propusimos molestarla. Yo empecé a cantar con una voz muy baja. Cuando ella me oyó, me dijo que yo hacía muy bien la segunda voz; cosa que me conquistó el corazón, pues desde ese día traté de cantar bien. Lo que Sor María enseñaba se nos quedaba grabado a pesar de la indisciplina. Aprendíamos bien con ella, nos inculcaba las devociones cristianas: Amaba mucho a los Santos y hablaba de ellos con naturalidad. Trabajó en favor de muchas adolescentes y jóvenes. Sus proyectos de bien abarcaban a la persona completa, pues a la vez que daba a los pobres las cosas materiales que eran necesarias, se preocupaba mucho por acercarlos a Dios con la palabra y con sus acciones. En la clase de catecismo estimulaba con premios y paseos agradables, pues en su compañía todos nos sentíamos muy bien. Entusiasmaba a los jóvenes en forma admirable y a todas inspiraba confianza en la protección divina. Siendo yo alumna y misionerita, íbamos a ir a un paseo y mi mamá estaba enferma. Yo le dije a Sor María lo que me ocurría, y ella me
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dijo, lo más triste es tener a la mamá enferma, pero tu mamá se compondrá y tú irás a paseo, y así sucedió. Otra vez se trataba de ir a una peregrinación donde la Virgen de los Ángeles de Cartago; yo estaba triste porque a causa de una fuerte insolación, no me habría sido posible asistir. Sor María me prometió que antes de la peregrinación yo estaría bien, y obtuvimos la gracia. Era muy agradecida con todas las personas que le ayudaban. Manifestaba este agradecimiento enviando medallas, estampas y otros objetos religiosos a los bienhechores, valiéndose muchas veces de nosotras, las misioneritas.
Administración de bienes La S.d.D. era muy organizada en sus asuntos y sabía, por tanto, administrar bien las ayudas que recibía, distribuyéndolas a su tiempo, a todas aquellas personas que se acercaban a ella, necesitadas de ayuda. Conozco el libro escrito por la S.d.D. llamado “Obras Sociales”. Además, conozco los escritos espirituales, no los he leído pero yo lo colaboré con Sor María Doménica Grassiano, transcribiendo algunos papelitos que había escrito Sor María. Sé que existe un librito escrito por Sor Ana María Cavallini, titulado: “Todo para mi Reina”. He leído la biografía, “Todo para todos como Don Bosco”, escrita por Sor María Doménica Grassiano. La S.d.D. vivió de fe. Siempre inculcó y practicó esta virtud. Hablaba de Jesús y María como si los estuviera viendo. Con frecuencia hacia suyas las palabras del Evangelio: “Pedid y recibiréis…”. Se empeñaba en hacer muy bien la señal de la cruz y trataba de vivir y hacer vivir el misterio de la Santísima Trinidad. Respecto a su devoción a los Santos, era muy fervorosa, e inculcaba la devoción al Ángel de la Guarda. Vivía con sencillez esa unión con Dios. En ella, lo extraordinario parecía ordinario. La devoción a Jesús Sacramentado era extraordinaria en ella. Fue muy respetuosa cuando se trataba de la Iglesia y de sus enseñanzas. Amó y respetó mucho al Papa y era sumisa y obediente a todas sus enseñanzas, a sus disposiciones, y se sometía con gusto. Inculcaba la adhesión y devoción, como también un amor filial al Santo Padre. La devoción en la cual demostró más su fe fue Jesús Eucaristía y María Auxiliadora. Manifestaba un gran deseo de que todos vivieran en gracia de Dios, inculcando la comunión frecuente y las visitas a Jesús Sacramentado. Manifestaba ese espíritu de fe en la celebración de las Novenas de María Auxiliadora y de la Inmaculada, Navidad, y al Espíritu Santo y, las celebraba con mucha solemnidad y devoción sentida.
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En las circunstancias dolorosas de su vida, demostró que tenía una fe muy profunda; como cuando recibía prohibiciones de las Superioras. Varias veces oí decir a las Superioras, “Sor María Romero no hace nada sin permiso”. Muchas Hermanas expresaban su descontento reprochando la actividad de los bazares y otras más que había iniciado Sor María. Estaba callada. Sólo decía, “La Virgen se encargará de todo”. En las obras que ella realizó, mantuvo siempre la serenidad, fruto de la confianza y de la gran fe que ella tenía. Muchas veces decía: “Si esto es voluntad de Dios, irá adelante”. Ella redoblaba su amor y confianza en Jesús y María Santísima; pero a veces le fallaban las criaturas. Por lo que decía y hacía se deducía que su entrega era muy generosa y alegre. Uno sentía que era un alma llena de fe. Esta fe fue constante y más bien aumentaba. Tenía el deseo de ayudar a las jovencitas pobres. Sin contar con dinero, sus deseos y proyectos se cumplían, por su fe tan grande en la ayuda de la Providencia que le salía al encuentro en sus necesidades. Un día, las misioneritas le contaron a Sor María que había muchas personas que no tenían casa en qué vivir. Sor María les sugirió que hablaran con el Presidente de la República, que entonces era el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, para que le expusiera esta situación. Él las escuchó y les dio instrucciones acerca de los pasos a seguir para lograr la ayuda necesaria. Al fin lograron este objetivo y llegaron a construir unas 15 casitas, en el terreno en donde hoy está el Barrio Sagrado Corazón de Jesús; recibió este nombre porque en cada una de las casitas se colocó el cuadro del Corazón de Jesús. Lo mismo que dije de la fe, puedo decir que Sor María vivió llena de esperanza. Esta la reflejaba en su serenidad y su alegría contagiosa. A las personas que se le acercaban tristes y casi desesperanzadas a pedirle un favor, ella las llenaba de consuelo, les hacía ver el camino, haciéndoles ver que Dios las amaba y que no las defraudaría. Muchas veces se le oyó repetir: “Sé de quién me he fiado… El Señor es mi fortaleza”. Todas esas frases las sacaba de la Biblia, especialmente de San Pablo. Cuando Sor María Romero murió, me dieron el encargo de descifrar papelitos escritos por ella en pedacitos de papel desechable, pues era muy amante de la pobreza, pero ordenada. Admirábamos la maravilla de su espiritualidad a través de esos escritos, muy frecuentes en sus coloquios con el Señor. Acerca de las dificultades que tenía Sor María Romero y cómo las superó, puedo hablar sobre esto sólo por lo que veía en sus manifestaciones externas, pues, como dije antes, no vivimos juntas en la misma Comunidad. Cuando decían que ella era bruja, yo le bromeaba y ella sólo sonreía diciendo que la Virgen lo sabía todo. En sus conversaciones manifestaba que su espíritu estaba totalmente unido a Dios y jamás criticó ni habló mal de aquellas personas que no la querían.
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Era muy desprendida de las cosas materiales, del dinero, etcétera, que recibía de sus bienhechores y amigos de las obras. Lo que recibía, lo repartía entre los pobres o bien compraba lo necesario para satisfacer sus necesidades más urgentes. Siempre serena, confiaba en Dios y en la Santísima Virgen. Era muy agradecida con quienes le ayudaban. En las contrariedades e incomprensiones, se comportaba con la mayor serenidad. Las frases que repetía continuamente eran, “te amo, Jesús Eucaristía, con el corazón Inmaculado de María”. “Pon tu Madre Mía, ponla antes que la mía”. Cuando pedía la conversión de alguien decía, “por la señal de la Santa Cruz, libra a (la persona determinada) de este mal”. El optimismo y la alegría fueron característicos en ella, tanto en las buenas como en las malas. Cuando tenía el proyecto del Consultorio, decía con sencillez: - aquí se va a construir la sala de patología (aunque no sé qué es eso), la de rayos X, etc. Una vez que se disgustó con una hermana, porque la llamaba con frecuencia, en la primera oportunidad que tuvo de encontrarse con ella, le pidió perdón, públicamente. Nunca vi que faltara a la virtud de la esperanza. La práctica de la caridad en Sor María Romero, fue evidente y habitual, a lo largo de su vida, sus palabras y hechos. Nunca prefirió el amor de las criaturas al amor de Dios. Era constante en repetir: “Qué bueno es el Señor, mi Rey, mi Todo, qué bueno es el Señor…”. Todo esto lo decía con mucha sencillez y naturalidad, según el carisma salesiano, actuaba en forma ordinaria aún en caso extraordinario. Su preocupación constante era la que todos conocieran, amaran y obedecieran a Dios y vivieran en su amistad. Nunca vi nada que demostrara incumplimiento de los mandamientos de Dios.
Caridad para con el prójimo Su caridad hacia los niños era notoria, especialmente en su deseo de enseñarles a conocer a Dios y de que fueran felices. Su amor al prójimo lo demostró concretamente en sus obras: provisión de ropa, alimentos, enseñanza gratuita de corte y confección y manejo de máquinas industriales a las jovencitas, para que más tarde pudieran ganarse honradamente la vida, librándolas a la vez de caer en pecado. Todo esto era con el fin de que vivieran en gracia de Dios. Hay un hecho concreto de un señor convertido, que era borracho y llegaba a pedir comida a la casa de la Virgen. Un día fue atendido por Sor María, quien con buenas maneras y cariño lo aconsejó para que dejara el vicio; él asegura que desde entonces cambió su vida, pues no olvidó jamás el gesto caritativo y cariñoso con que la S.d.D. le alivió el hambre.
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Con las hermanas de su comunidad usó una caridad exquisita en sus palabras, gestos y acciones. Recuerdo las palabras de consuelo y los consejos que me dio el día de mi profesión religiosa. Obediencia, organización y corazón fueron característicos en la manera de practicar la caridad hacia el prójimo en la vida de Sor María. No conocí en ella nada que fuera contrario a la caridad. Puedo asegurar que fue muy prudente. Su prudencia estaba animada por un fuerte amor a Dios. Cuando ella recibía una contra orden en relación con las actividades ya programadas, no se escuchaba jamás una queja contra quienes la contrariaban. Esto lo hacía movida por el respeto, obediencia y adhesión a sus superioras. Ella buscaba sólo la gloria de Dios, la extensión de su Reino y su justicia. En su vida religiosa se mostró discreta, prudente. Sus proyectos a veces parecían a simple vista imprudentes, como mandar muchachas a los cafetales y matorrales a catequizar a la gente, pero era movida por el deseo de colaborar en la extensión del Reino de Dios. Ella misma preparaba a las misioneritas con consejos y advertencias a la vez que las instruía en el modo de impartir las lecciones. Después de realizar una misión, pedía cuenta de todo, es decir, se hacía una verdadera evaluación del trabajo realizado. Sus iniciativas y proyectos siempre los sometía al discernimiento de las Superioras. Respecto al juicio que de ella se formaban las personas, puedo decir que muchas comentaban: “Sor María es una santa”. Un hombre que estaba en el aeropuerto a la llegada del cadáver de Sor María, dijo: “Sor María va a ser santa de altar”. Sor María Romero no faltó a la virtud de la prudencia. No conozco ningún hecho que manifieste en lo más mínimo que ella haya faltado a esta virtud. Sor María Romero practicó con su vida el mandato de Jesús: Dio a Dios lo que era de Dios, y al prójimo lo que era del prójimo. Con palabras y hechos practicó la virtud de la justicia, porque dio y dejó, lo suyo, a cada persona. Fue respetuosa de los derechos personales, físicos y morales de ricos y pobres. Cuando repartía víveres, medicinas, ropa, juguetes, etcétera, lo hacía con sencillez y prudencia, según el esfuerzo personal de cada persona. En el pago a los obreros y trabajadoras se regía por las normas de la justicia social. Nunca observé con ella ninguna injusticia. La S.d.D. ejercitó la virtud de la fortaleza en los momentos difíciles de su vida. Esta virtud estaba basada en la palabra del Señor, pues frecuentemente sacaba expresiones como: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta. El Señor es mi fuerza”. Las pruebas mayores fueron las contrariedades en la realización de sus obras. Estas las sabía superar con serenidad, confianza y amor. Mantuvo siempre el control de sí misma en medio de las contrariedades hasta en tribulaciones inherentes a la vida diaria. Las dificultades económicas y las incomprensiones las superó con la oración y la paciencia, aceptando serenamente la voluntad del Señor. Con gestos y palabras demostró siempre estar dispuesta a aceptar el querer divino.
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La S.d.D. daba testimonio de templanza en su modo de vestir, en la comida, en los paseos bajo el sol y en medio de incomodidades, en sus actividades apostólicas, sin proferir queja alguna y más bien agradeciendo al Señor. En cuanto a sus modales era muy delicada, suave y dulce en trato con las personas de toda clase y condición social. Dominó siempre la vanidad. Demostró desprendimiento de las propias ideas. En sus actos reflejaba la humildad, paciencia y dulzura. Cuando tenía en mente algún proyecto, lo manifestaba con sencillez. No conozco ningún caso en que se le haya reflejado un gesto de impaciencia. Fue siempre equilibrada en sus afectos, pues a todos trataba con la misma jovialidad. No conozco ningún caso irregular al respecto. Su estilo de vida fue sencillo en la alimentación y en todo: no buscaba para ella nada especial. No sé si llevó cilicio o alguna clase de mortificación similar.
Virtud de la pobreza La virtud de la pobreza la practicó según el espíritu salesiano, sin tacañería ni extravagancias. Para sí mismo no exigió nada especial. Sólo pensaba en las necesidades de los pobres. Se mostró libre de avidez terrenal y desasida de honores y riquezas mundanas. Todo lo que ella usaba era muy sencillo. Admirábamos el que ella no desperdiciara ni las hojas de los almanaques viejos, pues sus apuntes los escribía casi siempre en la parte limpia de estos. Demostró tener solicitud especial por atender a los pobres que acudían a ella para presentarle sus problemas, aunque también servía a los ricos que le solicitaban ayuda espiritual. La S.d.D. no recibió ninguna herencia que yo sepa. Por sus manos sí pasó mucho dinero que recibió de sus bienhechores; pero en este aspecto era muy desprendida. Apenas recibía alguna limosna para sus pobres la entregaba a la administración. No tengo conocimiento de que la S.d.D. haya actuado alguna vez contra la virtud de la pobreza.
Virtud de la humildad Su actitud fue siempre humilde y lo demostraba con hechos. Cuando era reprendida por su superiora por la indisciplina de las alumnas de su clase, nunca se excusaba, a pesar de estar segura de que ella no tenía la culpa en este aspecto.
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Fue sinceramente humilde en sus relaciones con Dios. Lo demostraba con su actitud, con sus palabras y escritos en que se confesaba poca cosa, agradeciendo la misericordia del Señor para con ella. En sus relaciones con el prójimo manifestó en grado muy notable todas esas virtudes: estimación, respeto, benevolencia. Nunca la vi testaruda u obstinada en sus puntos de vista. Se comportaba con sencillez y mansedumbre. Acogía con buena voluntad el parecer de personas prudentes. Demostró estar muy desprendida de sus intereses personales. Por sus actuaciones se veía claramente que era muy desprendida. Visitaba con alguna frecuencia las casas de las personas pobres, con el fin de llevarles con algún consuelo. En suma: su humildad era admirable.
Virtud de la obediencia En todas las actuaciones, la vi siempre muy obediente hacia las Superioras, respetaba el horario y todas las disposiciones y siempre dio buen ejemplo. Era obedientísima a las disposiciones emanadas de la Iglesia. Era su característica: la obediencia a todas sus Superioras, y no hacía nunca nada sin su permiso. Por referencia supe que Sor María recibió algunas prohibiciones y la suspensión de algunas actividades en su labor apostólica, pero nunca se le escapó ninguna queja; sufría en silencio.
Virtud de la castidad No la vi jamás faltar en lo más mínimo a la virtud de la castidad. Respecto de faltas contra la castidad, la S.d.D. solía repetir: “eso ofende al Señor, a la Trinidad que habita en nosotros”. Siempre se ingeniaba por prevenir a las jóvenes sobre los peligros en contra de la castidad. Hizo una campaña a favor de la modestia en el vestir. “La liga de la modestia”. Siempre se mostró equilibrada y deseosa de conservar la virtud. Siempre gozó del concepto de ser una persona muy casta. Nunca oí nada en contra. La S.d.D. Sor María Romero fue un dechado de todas las virtudes. Me baso en lo que vi, en lo que escuché y en el ejemplo que ella dio en toda su vida. Especialmente era notable su gran amor a Dios que se concretizaba en el trato amable y cariñoso con Dios. En todo momento practicó las virtudes con equilibrio, alegría y constancia. Era muy humana y comprensiva. Constante, complaciente y equilibrada. El ejercicio
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de las virtudes alcanzó en ella un grado heroico, dadas las circunstancias difíciles que le tocó afrontar. Entre los dones que recibió del Señor, podemos citar el carisma de sanación, el de penetrar en el espíritu de las personas. Se valía del Agua de María Auxiliadora; para poner de relieve que era Ella quien curaba las dolencias físicas y espirituales. Algunas veces anunció acontecimientos que realmente se constataron después. Unos meses antes de su muerte había manifestado que ella moriría durante el curso del año. Ella era una contemplativa en medio de su sencillez salesiana. En diversas ocasiones curó dolencias morales y físicas. Hechos preternaturales no conozco personalmente ninguno. Sólo por referencia supe el caso de un trabajador que realiza en la Casa de María Auxiliadora un trabajo de carpintería, y en una de las varias veces que le tocó realizar este trabajo en la capilla vio cómo Sor María se elevó del suelo. Ella le recomendó que a nadie dijera nada de eso. Esto lo oí directamente de la esposa del trabajador.
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Anexo correspondiente a la declaraci贸n de Sor Manuelita Andrade. Acerca de la vida de Sor Mar铆a Romero
Hago constar que digo verdad en cuanto al testimonio de santidad que recibí de Sor María Romero, desde que la conocí en el año 1932, siendo mi maestra de catecismo, canto, música y pintura y asistente en los recreos, en los que practicaba “la palabrita del oído”, por eso a ella le debo el inicio de mi vocación cuando me preguntó suavecito: “¿no quieres hacerte religiosa de María Auxiliadora?”. En los cinco años que fui su alumna, recibí continuos ejemplos de santidad con la práctica de muchas virtudes: fe, esperanza, y caridad, fortaleza, justicia, mortificación, obediencia, pobreza, paz, paciencia, benignidad, dulzura, amabilidad. Se le notaba que todo lo hacía por amor. Demostraba un grandísimo amor a la Santísima Trinidad, a la Santísima Virgen, con quienes era muy cariñosa, a nuestros Santos Fundadores y Patronos, a la Iglesia Universal y local. Para todas sus actividades apostólicas, catecismos, oratorios, preparación de adultos para recibir los sacramentos, entronizaciones del Corazón de Jesús y de María Auxiliadora, pedía permiso a las Superioras (oí decir a alguna: Sor María no mueve un dedo, sin pedir permiso). Me mandó una vez donde Monseñor Sanabria y cada vez, Monseñor daba autorización, pero una vez, dijo, “dígale a Sor María que le doy permiso para todo lo que quiera hacer”. Su amor a Dios se hacía visible en el amor con que trataba a todos. Uno no podía alejarse de ella sin un nuevo acercamiento a Dios practicando lo que ella aconsejaba: “Sea cariñosa con papá; consulte a su mamá antes de ir a alguna parte; usen ropas decentes; no dejen de comulgar todos los días, no olviden rezar el Rosario todas las noches; hagan muchas visitas a Jesús Sacramentado; no dejen de rezar las tres Avemarías; encomiéndese al Ángel de la Guarda; un Padre Nuestro a Don Bosquito diario para conservar la pureza”; los consejos que ella daba llegaban muy dentro, porque con su vida convencía y su sonrisa era irrepetible. Algunas frases que demostraban la abundancia de vida espiritual y que repetía mientras preparaba cosas para los pobres o durante el trabajo: “Todo lo que le pido a mi Reina, me lo concede”. Tal cosa – refiriéndose a las mil cosas que proyectaba- si es voluntad del Señor, la Virgen lo hará. “Gracias a mi Rey, porque me permite caminar por estos malos caminos para ir en busca de sus ovejitas”. El trabajo de las misioneritas en las familias, comenzó porque una de nosotras contó que los protestantes llegaban a hacer propaganda de su secta… Hagan ustedes lo mismo; vayan a las casas, decía, y preparaba toda la visita, desde la llegada… Saluden con cariño a los chiquitos y a los papás y comiencen preguntando cómo les ha ido y desde ese momento hay que dar el mensaje doctrinal…Cuando la criticaron porque sus misioneritas no estaban preparadas, dijo, “Eh, si espero a que se preparen, nunca empezaremos. En tu nombre Señor echaré la red”. Monseñor Cohen nos preparaba en apologética.
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Bondadosa siempre, le gustaba estimular con premios anuales a los niños, con ropa y dulces; a los ayudantes con un paseo anual, y ella repartía helados, dulces, etcétera, pero no comía, ni se quejaba del calor o cansancio. Ordenada, llevaba escrito todo lo que le regalaban para cuidarlo y agradecerlo. Cuando se juntan las que fueron sus alumnas y colaboradoras, recuerdan anécdotas muy lindas.
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TERCER TESTIMONIO
Me llamo Enrique Bolaños Quesada, hijo de Heliodoro Bolaños y de Ester Quesada. Nací el 5 de octubre de 1907, en Heredia. Residente ahora en la ciudad de Heredia, como obispo emérito de Alajuela. La traté personalmente pocas veces. Conocí sus obras, especialmente por medio de mi hermana Ester, religiosa salesiana. Tuve ocasión de conocer la obra de las misioneritas que era una cosa extraordinaria, pues nunca se había conseguido una colaboración tan eficaz de parte de los seglares. Cuando estuve de sacerdote en San Rafael de Oreamuno, pude darme cuenta de la labor que desarrollaban. Cuando pasé a la parroquia de Desamparados, tuve deseos de llamarlas para que me ayudaran, pues me daba cuenta de cómo trabajaban, cómo celebraban las novenas de San Juan Bosco, de la Inmaculada, de Navidad y otras, comunicándonos a todos un gran entusiasmo. Yo quise tener estos oratorios en mi parroquia, pues me daba cuenta de la labor grande y benéfica que realizaban en la catequesis y otras actividades formativas. La S.d.D., Sor María Romero supo interesar y organizar a los fieles seglares haciéndolos colaboradores. Esta era una gran solución de los problemas sociales: unirse para ayudar al necesitado. Cuando fui párroco de La Merced, que era entonces una parroquia muy extensa, venían también a ayudarme, animadas por Sor María Romero, damas cooperadoras salesianas en la campaña de entronización del Sagrado Corazón de Jesús y de María Auxiliadora. Me ayudaban también los padres salesianos. Sobre el agua de la Virgen, tan propagada por Sor María Romero, diré que un 12 de diciembre de 1976, una hermana mía llamada Edith, que estaba muy enferma, recibió la curación después de haber tomado con fe de esa agua, pues expulsó algo raro que tenía en el estómago y quedó sanada. Sé que Sor María Romero difundió e hizo arraigar mucho las devociones cristianas, especialmente la Eucaristía y la Virgen. Como ejemplo, testifico que en Naranjo, unas exalumnas del Colegio María Auxiliadora de San José, con el entusiasmo que les infundía Sor María, propagaron maravillosamente la devoción a María Auxiliadora. Ellas entusiasmaron a todo el pueblo de Naranjo y de San Pedro de Poás. Y esto lo sé muy bien, pues lo pude comprobar siendo obispo de Alajuela en ese tiempo. En Naranjo, construyeron una capilla en honor de María Auxiliadora levantada por las exalumnas. Esta capilla se convirtió después en un hogar de ancianos. Era notable la animación que infundían en las novenas… Sé que Sor María promovió la escuela para enseñar a las jóvenes los oficios de casa, y que esa escuela aún continúa. Supe lo que Sor María promovió para la alfabetización de mujeres pobres y en favor de muchachas adolescentes y jóvenes, en la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales, y quise imitar esa actividad en mi diócesis. Sobre el dispensario médico, no tengo datos especiales, fuera de lo que se ha publicado; pero que actualmente aún funciona y va creciendo.
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Me enteré de la iniciativa de Sor María, de hacer casitas para los pobres (ASAYNE) y sé que es una actividad que prosigue viva y eficiente. También supe de la actividad de Sor María como consejera y siempre oí que cuantos acudían a ella no se alejaban sin recibir consejo y consuelo. Los mismos beneficiados lo testimoniaban. También supe que cuanto llegaba a sus manos era para darlo a los pobres. Nada guardó o aprovechó para sí misma. También escribí un breve prólogo al librito de Sor Ana María Cavallini, titulado, “Todo para mi Reina, pequeña biografía de Sor María Romero Meneses”. La fe y el amor dan como fruto la esperanza, y estas tres virtudes dan luego, como fruto, la fortaleza. Esta es la síntesis de lo que fue y de lo que hizo Sor María Romero en su vida; y espero que en un día no lejano venga el Papa a beatificarla. Yo fui al funeral y al entierro. Asistió tanta gente que llenó no sólo la capilla y la casa, sino también las calles adyacentes. Aquí y en el extranjero tiene fama de santidad. Todas las personas que la conocieron decían que era una santa. Recuerdo que el Arzobispo de San José, Monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós, que presidió el funeral hizo una homilía muy bonita y elogiosa, y después que terminó yo dije para mí: ¡se quedó corto!, pues yo le hubiera agregado muchísimas cosas más. Su recuerdo no ha pasado, pues aún después de muerta todos seguimos recordándola. No pasa como con los grandes del mundo, que hacen mucho ruido, pero después de algunos años ya nadie se acuerda de ellos. Ruego a los miembros del tribunal una oración para alcanzar una gracia que estoy pidiendo al Señor, por intercesión de Sor María Romero para mi salud, que he de ser operado muy pronto.
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ANEXO N竅ー 1 CORRESPONDIENTE A MONSEテ前R ENRIQUE BOLAテ前S
En nuestro tiempo de tanta maldad y de malos ejemplos. Es interesante ver cómo personas que viven con nosotros, se santifican por el ejercicio de virtudes cristianas en grado extraordinario, así como hay falsos convertidos y “santos” de sola apariencia porque por sus frutos se pueden conocer. Tengo que lamentar no haber conocido mejor y tratado más a Sor María Romero. Hablé pocas veces con ella, pero sí oí y he visto muchas cosas admirables. Dejó las obras sociales de las que se benefician miles de personas y la Capilla de María Auxiliadora, centro de oración y de bendiciones. Fue religiosa pobre y humilde que realizó maravillas. Hizo objeto de su vida religiosa, el no permitir que nadie que se acercaba a ella en busca de consuelo, se fuera sin recibirlo. Enseñó a dar, y a darse, y a recibir la protección de María Auxiliadora. La sacó de apuros en el momento preciso, porque esperaba segura y confiada que Dios ayuda a los esforzados que imploran su auxilio. Así pudo realizar cosas increíbles llena de audacia y coraje por el amor de Dios. Organizó a los fieles haciéndolos cooperadores, como hijos de Dios y bajo la mirada de la Virgen. Una gran solución de los problemas sociales: unirse para ayudar al necesitado y promover al que puede ayudarse. Indudablemente que Sor María fue la religiosa santa y admirable. Las obras sociales que llevó a cabo son fruto de sus virtudes, amor a Dios y de Dios para sus hermanos. Se entregó siempre hasta agotarse y morir cansada de servir. Tiene el sello divino: humilde, pobre, sencilla, y realizó cosas extraordinarias. Su fama de santidad ya en vida, se extendió por todo el país y más allá. En casa, mi hermana Edith decía, “tiene cara de santa”. Sus obras han continuado y se desarrollan cada día. Yo mismo espero lograr librarme de la operación que el médico urólogo debe practicarme, pero no se puede por el estado de mi corazón.
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CUARTO TESTIMONIO
Mi nombre es Sor María Soledad Dávila Garibi González. Mi padre es José Ignacio Dávila Garibi y mi madre María González Chávez. Nací en Guadalajara, Jalisco, México, el 19 de febrero de 1918. Soy religiosa Hija de María Auxiliadora. No tengo ningún parentesco con la S.d.D. Sólo trabajé con ella ayudándole en los Oratorios. Yo la vi por primera vez en el año 1937, el 14 de diciembre, cuando ella fue a recibirme al aeropuerto. El año 1938 tuve la oportunidad de tener más contacto con ella cuando íbamos a cortar café al cafetal siendo yo postulante y después como novicia. Otro contacto fue del 45 al 49, cuando tuve el oficio de ayudante de Sor María en los oratorios. En el 61, en ocasión de un retiro espiritual tuve la oportunidad de verla y después ya no la volví a ver. Las relaciones con ella fueron siempre cordiales y nunca tuve dificultad con ella. Me enviaron a Italia a corregir el libro escrito en italiano sobre la vida de la S.d.D. Revisando el original no encontré nada contrario a la verdad, ni contra la moral. Las pocas correcciones que le hice eran de poca importancia. Fue trasladada a Costa Rica cuando el terremoto de Nicaragua del 31 de marzo de 1931. No sé los motivos del traslado. En cuanto a la vida comunitaria en relación con Sor María, se notó poco apoyo a la obra que ella iniciaba porque se consideraba una novedad no apropiada, porque se creía que las hermanas sólo tenían que dedicarse al colegio. En cuanto a los oficios que desempeñaba la S.d.D., sé que era maestra de música. Cuando yo colaboré con la S.d.D., ella tenía un cuartito en donde guardaba las cosas del Oratorio. Las alumnas admiraban su paciencia pues aunque tenía mucha indisciplina en las clases. Las niñas la apreciaban. Admiraban su celo apostólico. Se transparentaba su unión con Dios. Otras de las iniciativas que ella realizó fueron los oratorios que ella atendía, ayudada por las misioneritas. A ella no la dejaban salir de casa. Por eso tenía que valerse de estas jóvenes. En el año 1961, Sor María me llevó a ver la obra que se estaba iniciando: con entusiasmo me mostraba lo que ella pensaba que se realizaría en un futuro como si realmente lo estuviera viendo: el dispensario, el internado, las casitas de ASAYNE; y todo ahora es realidad. Los sábados venían las misioneritas a recibir instrucciones de Sor María para poder prepararse para la catequesis. Sor María les alistaba todo lo que iban a llevar a las misiones: cuadernos, pelotas para jugar, etcétera. Ella era muy ordenada en sus cosas. En una ocasión, vi regresar la caja llena de cuadritos del Corazón de Jesús, después de haber sido repartidos a muchas personas, habiendo previsto el número de las entronizaciones; ella repartió más de la cuenta, y sin embargo regresó con una caja llena; de esto soy testigo. Acudían muchísimas personas a pedir consejo para solucionar su problema y salían completamente consoladas y cambiadas.
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Aconsejó y propagó la práctica de los quince sábados en súplica y honor de María Auxiliadora. Su fin era acercar así a los sacramentos a las personas que acudían a ella. Insistía mucho en la devoción a Jesús Sacramentado y a la Virgen María. Sor María se relacionó muy bien con los obispos y sacerdotes. Sólo recuerdo que ella no hacía nada sin permiso de la autoridad eclesiástica y de sus superioras. La S.d.D. estuvo animada siempre por un espíritu de mansedumbre y de paciencia. Solamente en algunos casos en que comprobó hechos contrarios a la moral, corregía fuertemente, como cuando constataba algún robo o cualquier otro hecho que ofende a Dios. Nunca demostró apego excesivo hacia ninguna hermana o hacia ninguna superiora. Fue siempre prudente en la comunicación con los extraños, en relación consigo misma y con las Hermanas. Siempre fue solícita en el cuidado de las propiedades del Instituto. Se manifestó siempre adicta a las superioras. Era muy puntual y observante de las Reglas del Instituto. Respecto a sus colaboradoras, se comportó siempre correctamente. Estas aumentaban cada día, pues la S.d.D. les infundía confianza. Entre las primeras colaboradoras estaban las señoras que dieron inicio a los tes, que la ayudaban a hacer los vestidos para los pobres; entre ellas estaba una señora, Doña Amparo, quien había recibido un gran favor de Sor María. Ellas eran bien motivadas por la S.d.D. Les mostraba confianza, respeto y era abierta con ellas. Compartía con alegría, los triunfos de las actividades de ellas en el oratorio o cualquier otro ambiente. Les demostró siempre cariño y confianza. Visitaba a sus colaboradoras, cuando era necesario, es decir, procuraba fomentar las relaciones personales con ellas. Era siempre bien acogida, con cariño y respeto. Que yo sepa, no hubo nada que lamentar respecto a sus colaboradoras. No hubo necesidad de separar a ninguna del trabajo. No era exigente, invitaba, persuadía; y se manifestaba muy agradecida con sus colaboradoras. Siempre sus colaboradoras tuvieron de Sor María un concepto elevado: a veces decían, “Sor María es una santa”. En cuanto a la administración de los bienes, ella nunca me dijo nada ni yo le pregunté. Sólo me daba cuenta de que ella cuanto recibía se lo daba a los pobres y de acuerdo con su superiora. Experimentó con frecuencia la acción de la Divina Providencia en la ayuda financiera de sus obras, pues le llegaban ayudas cuando ella estaba necesitada de determinadas cantidades. Sor María siempre sintió, en sus apuros financieros, la confianza en la ayuda de la Providencia, que siempre la socorrió. Se encontraron muchos escritos de ella en los cuales demostró su gran agradecimiento a la Providencia por estas ayudas. Escribía también a las personas de quienes recibía algo, agradeciendo. Nunca usó de esos bienes para su provecho, sino que todos los empleaba para ayudar en los necesitados de todo: pan y vestido. En todas sus actividades
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demostró un amor especial a Dios, a la Virgen, al Instituto, aún en forma heroica. Mostró especial celo y fervor en el ejercicio de su vida espiritual e interior, en las prácticas piadosas. Se mostró siempre serena y alegre de su vocación y de la observancia de las Constituciones del Instituto. Sus escritos los vi sólo ahora cuando estuve en Italia, en febrero y marzo del año 1985, en que me tocó revisar la biografía escrita por Sor María Doménica Grassiano. Yo corregí cuadernos y papelitos que ella escribió. Nunca supe qué era lo que ella leía. Era muy reservada. No me di cuenta qué libros usaba para la catequesis ni cómo la daba.
Virtudes teologales: la fe. Sor María siempre dio testimonio de su fe profunda, con palabras y acciones, y en forma muy superior a lo común. Ella invocaba siempre a todos los santos. Los domingos en modo especial sugería la invocación a la Santísima Trinidad. Fue muy notable su devoción a la Santísima Virgen, bajo el título de Auxiliadora. Era muy devota de Jesús Eucaristía; incansable en recomendar la devoción a Jesús Sacramentado. Todos los sábados en la Casa de María Auxiliadora da gusto ver con qué devoción se celebra la procesión de Jesús Sacramentado, recorriendo la casa por los corredores, con la asistencia de numerosos devotos. Fue siempre muy adicta al Papa; se manifestó verdadera hija de la Iglesia, respetó mucho y siguió el magisterio del Papa, obediente a todas sus directrices, como también a la de los obispos locales. Siempre se atenía a lo que decían los obispos, respetando sus disposiciones. Demostró mucho su espíritu de fe en la devoción de los 15 sábados en honor a la Virgen, y del Corazón de Jesús. Lo expresaba en las entronizaciones en las casas de sus protegidos. Inculcaba también una confianza ilimitada en la protección y ayuda a María Santísima. Veía a Dios en la persona de sus Superioras, en las demás personas y en los acontecimientos. Por eso, sus reacciones eran llenas de espíritu de fe. En cuanto a la oposición que sufrió, siempre demostró gran espíritu de fe, especialmente cuando ella veía que debía realizar algo necesario para el bien de las almas. Ella obedecía siempre con fe.
Virtudes teologales: la esperanza. Ejercitó mucho la virtud de la esperanza. Cuando se concentraba en dificultades, recurría siempre a la oración llena de esperanza y gran confianza.
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Virtudes teologales: la caridad Caridad para con Dios: Puedo decir que el único y absoluto amor de Sor María, era el Señor. Esto lo ponía de manifiesto en su modo de hablar, solía decir con gran gozo: “Mi rey”, en Él confiaba y se abandonaba totalmente. Yo que viví algún tiempo junto a ella, noté que ardía de amor a Dios. Tuvo un deseo constante de hacerlo conocer y amar. Esa fue la finalidad de todas sus obras, desde el inicio, cuando me comentaba su deseo de hacer una casa en el cafetal, lote vecino al Colegio de María Auxiliadora, donde tenía su residencia.
Caridad para con el prójimo El amor de Sor María hacia el prójimo, era un fiel reflejo de su gran amor a Dios, porque si no lo hubiera amado suficientemente, no se hubiera entregado al prójimo como lo hizo. Este amor hacia el prójimo lo vivió aún en circunstancias difíciles, como cuando la directora del Colegio María Auxiliadora, a la cual pertenecíamos las dos, le daba un trato no muy amable, o no le permitía desplegar toda su acción caritativa hacia los pobres, o bien cuando le daba ciertos permisos que Sor María le pedía para beneficiar a las personas necesitadas, y se los concedía pero no de buena gana. Recuerdo que una vez, estando las dos en la capilla, llegó una señora llorando, y Sor María se dirigió a ella preguntándole el motivo. Esta señora era cubana, y estaba pasando muchas necesidades económicas, al punto que ese día no tenía nada que comer, pues su hijo no le había enviado el cheque que solía mandarle. Sor María la consoló y le dijo que rezaría por ella. A mí también me pidió que rezara para que solucionara su problema. Después de esto, la señora se fue a su casa. En seguida, Sor María se fue donde la Hermana Directora y le pidió el permiso de ir a la casa de esta señora a llevarle alimentos. La Hermana Directora le concedió el permiso, y ella me dijo a mí que la acompañara. Supe después que esta señora, cuando ya salió de este estado de necesidades, se convirtió en una gran bienhechora de las obras sociales, y ayudó a Sor María, en la casa de María Auxiliadora Obras Sociales, a fundar los famosos tes. Yo no sabría decir si Sor María faltó a los mandamientos de la ley de Dios, porque considero que esto es muy íntimo en las personas, externamente, no observé nada contrario.
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Virtudes cardinales: la prudencia. Yo trabajé al lado de Sor María, ayudándole a preparar los cuadros del Sagrado Corazón de Jesús para las entronizaciones, y lo necesario para los oratorios festivos dominicales, y no tuve la oportunidad de darme cuenta si era o no prudente. Ciertamente que observando su comportamiento con esa directora llamada Sor María Luisa Cerrato, que le daba un trato poco amable, puedo decir que fue prudente, porque nunca comentó conmigo el sufrimiento que esto le causaba. Algunas veces la vi salir del cuarto de la directora, con los ojos llorosos, y nunca me hizo ningún comentario al respecto. Yo ciertamente me di cuenta que esta directora era hiriente y no le daba los permisos de buena voluntad, ni permitía que la gente pobre llegara al colegio a hablar con Sor María.
Virtudes cardinales: La justicia En Sor María todo era transparente; se notaba y se veía que todo lo hacía para alabanza y gloria de Dios, rechazando su propia gloria y buscando la del Señor. Fue siempre fidelísima en el cumplimiento de los mandamientos divinos, de las leyes de la Iglesia y de los deberes de su propia condición religiosa. Tanto en los éxitos como en los fracasos, ella se mostraba muy agradecida con el Señor, dando siempre gloria a Dios. Todo esto lo expresaba ella en sus frecuentes jaculatorias, entre ellas una que le oí repetir muchas veces: “Gloria a Dios”. Siempre la vi muy sincera: lo que era, era, y en ella no había doblez. La primera impresión que tuve de la práctica de la justicia de la S.d.D. fue en la premiación de los niños del Oratorio en el día de Navidad, pues a cada uno le daba el premio que realmente se había ganado; según constataba en el control de presencias que ella llevaba durante todo el año. De esta manera estimulaba a los niños a ser puntuales en el año siguiente. No podía ver necesidad alguna sin remediarla; y prueba de ello son las obras que realizó a favor de los jóvenes olvidados y en peligro de perderse. Fue siempre veraz y honesta con todos; bondadosa y amable en el trato con el prójimo. Sólo alguna vez, cuando constataba que se ofendía a Dios, la vi reaccionar con fuerza, pero fuera de eso, actuaba con bondad y dulzura.
Virtudes cardinales: La fortaleza En el tiempo que conviví con la S.d.D., que fue antes de que se iniciaran las actividades en la Casa de las Obras Sociales, conocí que practicó la fortaleza en grado notorio. Tuvo muchas dificultades, incomprensibles: le negaban a
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veces permisos para realizar las obras que ella proponía, pues parecían novedosas. Siempre la vi con dominio de sí misma, serena y perseverante en el bien. Nunca le oí críticas acerca de las dificultades que se le presentaban. Sobre las dificultades económicas y pagos urgentes relacionados con sus obras, pude comprobar que se encomendaba confiadamente al Señor y a María Auxiliadora y siempre le llegaban las ayudas en el momento oportuno. Recuerdo que me pidió, no en plan de queja, que rogase al Señor para que la liberasen de tener que tocar en las clases de música que daba a los diversos cursos, porque, dada su enfermedad, le resultaba muy penoso y le dolía todo el cuerpo. Esto no era obstáculo para que ella cumpliese fielmente su cometido.
Virtudes cardinales: La templanza. La vi siempre serena. Se la veía sobria en la comida y puntual en la observancia comunitaria; nunca me di cuenta de que tuviera afecto desordenado hacia ninguna persona y nunca advertí que faltase al dominio de sí misma en ningún campo.
Virtud de la pobreza Fue sencilla en su porte, vestidos y cosas que usaba. Es cierto que pasó mucho dinero por sus manos, pero siempre actuó de acuerdo con sus superiores. Todo lo dedicó a las obras a favor de los pobres, y nunca usó el dinero en provecho de sí misma, ni siquiera para un refresco. No sé nada de que haya recibido alguna herencia. Me consta que su padre se hizo fiador de una persona que luego lo traicionó y por eso su familia quedó en extrema pobreza. Nunca vi que faltara el espíritu y práctica de la pobreza, según su vocación.
Virtud de la humildad Nunca se atribuyó a sí misma ninguna de las muchas buenas obras que hacía a favor de los pobres; siempre decía que eran obras de su Rey y de su Reina. Tuve la impresión de que vivía el espíritu Magnificante. Era por todos conocida la indisciplina de sus alumnas que llevaba con mucha mansedumbre. Siempre fue reprendida por esto, no se excusó. Recibía la observación con serenidad y agradecía a la Hermana Directora la reprensión. Algunas veces que la alababan por sus obras, la oí decir: “Yo sólo sé que soy pecadora y que el Señor me trata con gran misericordia”.
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No era testaruda, sí era tenaz siempre con humilde sumisión respeto y estima sus consejos haberla visto faltando alguna vez
en preservar en sus buenos intentos, pero a sus superioras: escuchando también con y los de personas prudentes. No recuerdo a esta virtud.
Virtud de la obediencia Durante los años que conviví con ella, pude apreciar su plena obediencia a las superioras. Fueron los últimos años en que sus iniciativas no eran siempre bien vistas, y le ponían dificultades o le negaban permisos. En esas circunstancias, pude apreciar el heroísmo de su obediencia. La veía orar con intensidad, para que el Señor iluminara los corazones y abriera caminos, para que los superiores aprobaran sus proyectos, si así era mejor para gloria de Dios. Pero entre tanto, no daba un paso fuera de la obediencia a sus Superioras.
Virtud de la castidad La virtud de la pureza y castidad se traslucía en su semblante, y todo su porte externo transpiraba pureza. Se preocupaba y vigilaba para que las niñas no faltaran a esta virtud y más bien adquirieran gran aprecio por esta. Incluso, en la selección de cantos religiosos, evitaba expresiones que pudieran llevar a las niñas a pensar en amores humanos y distraerlas de la referencia a Dios y a la Virgen María. No tengo noticia de que alguna vez haya sido acusada de faltar a la virtud de la castidad.
Sobre el grado de heroicidad de las virtudes No dudo en afirmar que la práctica de las virtudes de parte de la S.d.D. fue singular e incluso heroica. El tiempo que yo viví con ella, lo llamaría el período de las continuas regañadas y contrariedades. Siempre lo llevó con serenidad, constancia y actitudes positivas de amor fraterno y obediencia. Resplandeció en esas circunstancias, su espíritu de fe, de humildad, de fortaleza, de confianza en Dios, de profundo espíritu de oración, de celo por el bien de los pobres, por la salvación de almas, por la gloria y servicio de Dios y de su Reino.
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Dones carismáticos y hechos preternaturales En el año 1938, cuando íbamos a recoger café del cafetal que estaba frente a la casa, Sor María me invitó a rezar Ave Marías, para que ese cafetal se convirtiera en Casa de María Auxiliadora con todas las obras que ya ella tenía en mente realizar. Así me habló del dispensario, del internado y de todas las otras obras que ella pensaba realizar en bien de los pobres y que, de hecho, ya hoy en día son una realidad. Se empezaron en 1960.
Sobre la muerte de la Sierva de Dios Sobre las circunstancias, antecedentes, concomitantes y posteriores a la muerte de la S.d.D. nada puedo decir, porque en esa época yo estaba viviendo en México. Lo que sé es porque otros me lo contaron, y lo que se dice en la biografía escrita por Sor Doménica Grassiano.
Eventual culto público en honor de la Sierva de Dios No conozco ni sé de culto público a la S.d.D. Sor María Romero, que el pueblo le tenga devoción a Sor María sí me consta, y me consta también que ella ha concedido gracias y favores, por su intercesión ante María Auxiliadora, según dicen los mismos fieles.
Fama de Santidad de la Sierva de Dios La S.d.D. mientras vivía en este mundo, ya gozaba de fama de santidad. Comprobé por mí misma los años que conviví con ella (1945 - 1949) que las alumnas comentaban entre sí que la S.d.D. era una santa. Al ver la humildad, paciencia y serenidad con que aceptaba y agradecía las correcciones que la superiora le hacía delante de ellas. Yo veo que la fama de santidad de la S.d.D., lejos de apagarse, más bien ha ido aumentando día a día, debido a los favores que la gente atribuye a su intercesión. Esta fama de santidad está viva y extendida, sobre todo entre el público, y para nada han influido ni sus hermanas en religión, ni sus pacientes, ni sus amigos.
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Puedo decir también que, en el momento presente, no hay ni rumores, ni escritos contrarios a la virtud y fama de santidad de la S.d.D. Más bien, la gente se manifiesta contenta de que se haya introducido el proceso de canonización de la S.d.D. Sor María Romero Meneses.
Gracias y hechos preternaturales Entre los años 1981 y enero de 1989, encontrándome en Granada, Nicaragua, muchas personas acudían a mí para relatarme gracias y favores que habían recibido por intercesión de la S.d.D. Yo me concretaba a escribirlos uno a uno, y luego los mandaba aquí a Costa Rica, a Sor Ana María Cavallini. Cada declarante firmaba su declaración ante dos testigos, y esta era enviada a la Curia arzobispal de Granada para ser autenticada y enviada a Costa Rica.
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QUINTO TESTIMONIO
Me llamo Elvira Mejía Tabora. Hija de Mariano Mejía Navarro y de Adela Tabora García. Nací el 3 de enero de 1919, en la Unión de Copán, Honduras. Soy religiosa. Hija de María Auxiliadora. Cursé estudios regulares de Perito Mercantil; actualmente soy ecónoma de la Casa de María Auxiliadora Obras Sociales. No soy pariente de la Sierva de Dios, Sor María Romero. Pertenezco al mismo Instituto Religioso. Conviví con ella durante siete años: desde 1970 hasta 1977. Fui nombrada ecónoma de la Casa María Auxiliadora Obras Sociales, en 1970. En el año 1971, la Casa de María Auxiliadora Obras Sociales fue constituida comunidad aparte de la casa Sagrado Corazón de Jesús a la que estaban vinculadas desde 1960 la S.d.D. y Sor Laura, que estuvieron atendiendo todo ese tiempo a las Obras Sociales. Yo fui la primera Directora de la nueva Comunidad. Y durante seis años fui la superiora local de Sor María Romero y de Sor Laura. Así hasta enero del año 1977 (año en que murió la S.d.D.). Fui también la ecónoma de la Casa, siendo la superiora. Presento mi testimonio, no por motivos humanos sino por aprecio personal de la S.d.D. Acerca de la vida de la S.d.D. anterior al año 1970, no tengo conocimiento directo, me remito a la biografía escrita por Sor Doménica Grassiano. Como he dicho, sólo desde 1970 quedé vinculada a esa casa y conviví con la S.d.D. los últimos años de su vida hasta seis meses antes de su muerte. Desde 1980 hasta ahora soy de nuevo ecónoma de la Casa María Auxiliadora Obras Sociales. Como superiora de la Casa de María Auxiliadora, puedo testificar lo siguiente: la S.d.D. era una súbdita muy obediente y humilde. Escribía frecuentemente y mantenía relación epistolar constante con las Superioras Mayores. Pasaba largos ratos en la capilla y de vez en cuando atendía también a personas que llegaban a buscarla. También se dedicaba a comunicarse con médicos, e ingenieros, para tratar asuntos sobre la obra que ella tenía entre manos y que era su mayor preocupación. De aquí surgió el 24 de enero del 70, el Consultorio María Auxiliadora. Un día pregunté a la S.d.D. por qué había emprendido esta obra teniendo aún otras pendientes. Me contestó que lo hacía únicamente con el fin de ayudar y promover a las personas. Por las tardes se dedicaba a atender a todos los que acudían a ella pidiendo consejo y ayuda y, para que no se cansara excesivamente, se repartían únicamente 24 fichas, aunque a veces se le pasaba la medida. Durante estas audiencias solía haber un sacerdote disponible para confesiones. Ella atendía de 2 a 5 de la tarde. A las 5, la S.d.D. invitaba a las personas a que asistieran a la Misa y muchos de ellos, motivados por los consejos de la S.d.D. y por el espíritu de fe y la devoción que ella les transmitía, se confesaban y comulgaban. Para muchos, esto era un motivo para acercarse a Dios. Además pude comprobar que muchas personas la solicitaban por teléfono pidiéndole oraciones y haciéndole consultas.
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Siempre observé en ella mucha humildad y obediencia en todo. Aceptaba todo, y cuando había alguna discrepancia de opinión, la vi siempre someterse en paz y con espíritu de obediencia. Con las demás superioras, tanto la General, como la Inspectorial, se comportaba religiosamente, observando las virtudes propias de la vida religiosa. Con las superioras mayores, mantuvo relación epistolar continua. Cuando llegué a convivir con la S.d.D. ya las obras estaban florecientes y las dificultades que tuvo al principio ya se habían superado, pues se había obtenido el consenso de las Superioras. Cuando yo, llegué se inauguró la obra del Consultorio médico y luego ASAYNE, quedando al frente de estas obras que ella había iniciado anteriormente. Siempre tuve paz y seguridad en el trato con ella. Me di cuenta que las otras personas notaban algo especial en la S.d.D. que infundía respeto y confianza, como si percibieran algo sobrenatural. Durante los paseos de la comunidad al campo, toda la gente al pasar las hermanas salían de sus casas para ver a la S.d.D. y la señalaban diciendo, “es esa”. Ella lo tomaba con sencillez y naturalidad, sin darle importancia. Las misioneritas fueron, poco a poco, desapareciendo; sus tareas las asumieron las religiosas en los oratorios festivos con las Aspirantes y Postulantes, tomando así de lleno parte del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y, ya no se hacían en las calles sino en las parroquias. El ritmo en las entronizaciones disminuyó un poco, pero siempre había gran cantidad de cuadros, con el propósito de continuarlas. Todavía hay muchos devotos y muchas personas han obtenido favores a través de ella; por ejemplo, curaciones, abandono del vicio del alcoholismo, etcétera. Incluso pude constatar que muchos ganaderos de Guanacaste acudían a la S.d.D. por agua para que sus ganados se curaran y ella les decía que la usaran con fe y que la Santísima Virgen los curaría porque solamente la Virgen los habría de curar. Con el tiempo estos ganaderos venían a darle gracias a la S.d.D. y en agradecimiento le asignaban varias cabezas de ganado para que ella dispusiera de ellas, las cuales se vendían para ayuda de las Obras Sociales. Sobre la catequesis puedo decir que aún hoy en día se continúa con la colaboración de la Legión de María. La S.d.D. impartía la catequesis de adultos y preparaba para la Primera Comunión y para el Sacramento del Matrimonio, y ella misma les proporcionaba todo, es decir, anillos y comestibles para la celebración de la fiesta. Los Ejercicios Espirituales para niños de los sextos grados de diversas escuelas del Estado, perduraron todavía unos tres años más, pero, por diversas circunstancias ajenas a la voluntad de la S.d.D., se suspendieron; en cambio los que se daban a las señoras beneficiadas, es decir, a las que reciben habitualmente ayuda material, todavía existen y se dan una vez al año. Lo mismo también hay que decir de los Ejercicios Espirituales que se dan a las
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colaboradoras de las Obras Sociales. Estos Ejercicios se concluyen siempre con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Esos servicios religiosos todavía se dan todos los días; se celebran varias misas, pero la mayor solemnidad y concurrencia de fieles, sobre todo de hombres, se da los sábados por la tarde. Particularmente quiero señalar la procesión de los sábados a las cuatro y treinta de la tarde con el santísimo Sacramento que sigue siendo muy concurrida. Destaco también la celebración solemnísima de la novena en preparación a la fiesta de María Auxiliadora, a la que concurre todos los días gran cantidad de fieles. La fiesta de María Auxiliadora es la más concurrida de todas; pues los fieles llenan completamente la capilla, desde las cuatro de la mañana hasta las siete de la noche. Para las mañanitas, que se celebran a las cuatro de la mañana, vienen gentes de todas partes del país, llenando las calles varias cuadras a la redonda; invadiendo todos los corredores de la capilla y no sólo éstos sino todos los corredores adyacentes. Otras solemnidades, que aún hoy se celebran, son las del Corpus Christi, Sagrado Corazón de Jesús, la Natividad del Señor, contando con la presencia de gran cantidad de niños a quienes todos los días de la novena se les dan regalos. Se puso en un principio un límite de cuatrocientos niños, pero a veces se ha comprobado que pasan de mil. La S.d.D. encaminó a varias jóvenes hacia varios institutos religiosos y hacia el propio Instituto, mostrando así gran prudencia, equilibrio y discernimiento en plena libertad. Ayudaba también a las vocaciones sacerdotales, socorriendo a los seminaristas pobres. Ayudaba también a las misiones, cuyo aporte económico lo enviaba cada año. Y se conservan cartas de superiores y de obispos misioneros en las que agradecen a la S.d.D. la ayuda monetaria enviada. Recogía también intenciones de misas y las mandaba a las misiones. Incluso acogió como internas a un grupo de treinta y cuatro muchachas, para librarlas de los peligros morales del ambiente en que vivían. El internado se suspendió por 3 años mientras se demolían las casitas y se construía el nuevo edificio. Pero durante su vida no se pudo construir, sólo unos años después de su muerte fue cuando se construyó el local que ahora permitiría reanudar y aumentar el internado. En mi tiempo, el kínder no existía; el teatrito funcionaba para solemnizar y amenizar las fiestas de María Auxiliadora, la del Papa, pues Don Bosco nos dejó estos tres amores: a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora y al Papa. El teatrito era para atraer y educar a los niños; en él se presentaban cantos, sainetes, danzas, etcétera, que dejaban siempre alguna enseñanza moral o religiosa. Todo esto era posible por su celo religioso apostólico y, sobre todo, por los dones que el Señor le había concedido. En relación a la fiesta de los Inocentes, esta fiesta siempre existió antes de llegar yo a esta casa y todavía existe. Todos los años, el 28 de diciembre, previa repartición de dos mil tiquetes, en las diversas unidades de salud adonde acude la gente pobre, se
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acogen a los que presentan el tiquete (niños y niñas menores de dos años) y se les reparte ropita, juguetes, golosinas. En la Casa de María Auxiliadora se daba catequesis, jornadas de espiritualidad, ejercicios espirituales, frecuencia de los sacramentos, se les inculcaban diversas devociones y además se les daba canto, corte y confección, cocina, tejido, bordado, repostería y otras manualidades; mecanografía, habiendo ideado la S.d.D. su propio método. Es notable el bien que hace a las alumnas la práctica salesiana de los “Buenos días”, para las alumnas externas y las “Buenas noches” para las internas, que usó la S.d.D. en la formación espiritual de las jóvenes a su cargo. Cuando yo llegué a esa casa, ya el taller existía. La S.d.D. logró que la firma industrial de Barzuna, le prestara primero y luego le regalara 16 máquinas industriales. Allí se preparaba a jovencitas a trabajar, primero a esta fábrica y después a otras fábricas. El curso duraba de dos a cuatro meses, según la capacidad de las jóvenes. La S.d.D. hacía esto para preservar a las jovencitas de todo peligro, recibiendo ellas siempre una esmerada formación espiritual en catequesis y frecuencia de los sacramentos, habiendo pasado, hasta el momento por lo menos, unas cinco mil jóvenes. Muchas de ellas han logrado superarse intelectualmente, habiendo logrado hacer estudios superiores, que ellas mismas costean a base del propio trabajo y muchas también han llegado a formar hogares cristianos. Yo creo que, aproximadamente, entre cuatro o cinco mil jóvenes se han beneficiado con estos cursos que anualmente se dan de marzo a octubre. Este servicio a los necesitados fue fundado por la S.d.D. y todavía existe. En su vida se distribuían alimentos a sesenta o setenta familias cada vez que le tocaba el turno y hoy en día han subido a ochenta o noventa familias por día, seguramente debido a la situación. Cada quince días, son unas cuatrocientas familias las que actualmente reciben subsidio. Se les distribuyen comestibles, mediante contraseñas; se les hace un estudio previo, y según éste se les da la ayuda necesaria. De cada una de estas familias se lleva un registro y se les da arroz, frijoles, café y otros comestibles. Alguna que otra vez se les da leche en polvo. Estas familias cada año, en el mes de febrero, hacen un retiro espiritual, celebran las fiestas de la Iglesia y sobre todo la novena de María Auxiliadora, del Sagrado Corazón de Jesús y de San José. Antes de distribuirles los comestibles, se les reúne y se les da una especie de instrucción espiritual y se reza el Santo Rosario. La S.d.D. solía decir, “la comida se la pueden dar otras personas, pero el alimento espiritual se lo tenemos que dar nosotras”. El dispensario fue iniciativa de la S.d.D. y el Instituto religioso se le dio a ella como centro de misión. Antes de llevar a cabo la construcción de este, la S.d.D. se hizo asesorar por médicos y lo levantó según las indicaciones de ellos. El ideal era que los pobres no asegurados, que no iban a tener ninguna atención médica, tuvieran allí lugar donde poder ser atendidos. Fue inaugurado el 24 de febrero de 1970 y todavía sigue funcionando, y cada vez se ha ido mejorando. En él colaboran muchos médicos: a unos se les remunera, pero con una suma
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muy módica. Se benefician, más o menos, 75 pacientes por día. La consulta se hace por las mañanas, de 7 y media a 12 medio día. En tiempos de la S.d.D. se atendían ciento cincuenta pacientes por día y se consultaba por la mañana y por la tarde. Esto se redujo después por dificultades que surgieron al asumir la Caja Costarricense del Seguro Social los servicios médicos del país. Eran más asegurados y menos los no asegurados y era difícil conseguir médicos. En el consultorio, se tienen los siguientes servicios: medicina general, pediatría, oftalmología, odontología, cirugía menor, laboratorio y farmacia. A los pacientes se les da consulta gratuita y también las medicinas, aunque, a los que buenamente puedan dar, se les pide una contribución de veinte colones; en tiempo de la S.d.D. era sólo de dos colones, y aun contra su deseo, ya que quería que este servicio fuera completamente gratuito. Pero después, la S.d.D. cedió a instancias de los médicos que le decían que lo hiciera con fines educativos. Junto a la medicina corporal, también se les administra la espiritual, pues la S.d.D. decía que la medicina corporal la podían obtener en el Hospital San Juan de Dios. “A nosotras nos toca darles la medicina espiritual”. Así que, antes de cada Consulta Médica, se les da una instrucción espiritual de más o menos media hora. A este propósito, en el llamado salón de espera se les catequiza. Esta acción está a cargo de catequistas voluntarias, algunas de quienes aún hoy, son del tiempo de la S.d.D. El trabajo y la obra de la S.d.D. son muy apreciados, y cuando se pide colaboración, siempre se nombra a la S.d.D., debido a que su obra es muy conocida y apreciada; y en el consenso general de la gente, a la Casa de María Auxiliadora, se la conoce mejor como Casa de Sor María Romero. Al solicitar los servicios de un taxi, la dirección más conocida por ellos es la de la “Casa de Sor María Romero”. La S.d.D. se confesaba con el confesor designado por la comunidad. Entre ellos, el Padre Manuel Serrano y el Padre Mario Morera S.D.B., y como las demás religiosas de la comunidad, también podría acudir a sacerdotes que llegaban a la comunidad. Yo recuerdo que mencionada también a Monseñor José de la Cruz Turcios, durante el tiempo en que él vivió en Costa Rica. Acogía siempre sus consejos, con docilidad. Era una nota distintiva de la S.d.D. el ser fiel a las constituciones y reglas de nuestro Instituto, porque en ello veía siempre la voluntad de Dios, siendo su comportamiento muy edificante para las hermanas de la comunidad y colaboradores laicos. Se daba el caso, que cuando estaba atendiendo a alguna persona y se llamaba para algún acto de la comunidad, por ejemplo la Santa Misa, ella pedía disculpas a esa persona y la invitaba a ir a la Santa Misa, dejando para otra ocasión lo que tenía entre manos, pues Dios la llamaba en ese momento. A mí me consta que ella era muy fervorosa y como ella sabía tocar el órgano, animaba las funciones litúrgicas y participaba en ellas con mucha piedad, invitando también a los presentes a hacer lo mismo. En el estudio, la meditación era muy asidua y me consta también que la S.d.D. leía mucho la
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Sagrada Escritura y a ella se refería siempre en sus escritos. Era habitual en ella pasar largos ratos en la presencia de Jesús Sacramentado. Procedía siempre con su humildad y se daba generosamente y con alegría a ayudar a los demás, olvidándose de sí misma, para atender a las necesidades de los otros, sin quedar afectada por la opinión o las actitudes de los demás con respecto a ella. Con un hermanito suyo hacía el propósito de privarse de algún manjar que le gustara mucho, y aunque se lo presentaran a la mesa, hacía el sacrificio de no comerlo. Por eso veo yo que no hay duda de que la S.d.D. estaba habituada a hacer penitencia; en los años en que conviví con ella pude darme cuenta de que la S.d.D. era muy sobria y austera en su vida, por ejemplo en las comidas, en las cosas de uso personal. Ella no buscaba su bienestar. Para ella, la gran penitencia era el cumplimiento exacto de sus obligaciones. En general, se veía prudente y discreta. Yo nada sé sobre las penitencias corporales de propia elección. Antes de que yo llegara, por unos años, y de acuerdo con las disposiciones de las superioras, la S.d.D. que estaba construyendo la nueva casa, que estaba dependiendo de la Casa Inspectorial. Acudía a la comunidad para las reflexiones y la visita al Santísimo Sacramento, retirándose después y pasando el resto del día siguiendo un plan, que ellas mismas habían hecho. Cuando me integraron al grupo, para formar ya una comunidad, de acuerdo con nuestras constituciones, establecimos el horario normal de una comunidad y no hubo ninguna dificultad, sino que más bien fue acogido con gran alegría y fidelidad de parte de la S.d.D., sirviendo esto de estímulo y buen ejemplo para las demás, y nunca siguió ningún horario personal, sino el de la comunidad. La S.d.D. era puntual a las prácticas comunitarias de piedad y si en alguna ocasión no podía participar en ellas, siempre las suplía personalmente. Nunca pretendió ser objeto de particulares atenciones, ni de ningún tratamiento especial. Durante los años en que conviví con ella, gozaba de estima, afecto e incluso de devoción, que yo misma compartía, pero siempre la vi muy sencilla, serena, modesta y desprendida de sí misma. Con respecto a ellos, mostró siempre serenidad, confianza, sumisión, humildad y caridad teologal. Era fácil conocerla, porque no tenía doblez. Si en otro tiempo surgieron desconfianzas e incomprensiones respecto de la S.d.D. con sus superiores, puedo afirmar que en mi tiempo todo eso había sido superado. Yo misma, como su superiora local en sus últimos seis años, no tuve dificultad alguna con la S.d.D. A sus hermanas les daba un trato prudente, caritativo, y sabía aceptar a cada una según su modo de ser y les prestaba los servicios que tuviera a su alcance. En el tiempo que yo fui su superiora nunca pude observar que la S.d.D. tuviera excesivo apego particular hacia ninguna hermana o superiora. A mí me consta que fue siempre prudente tanto en la comunidad como con tantas personas que se acercaban a ella, y nunca hizo comentarios de cosas
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reservadas ni sobre asuntos relacionados con la comunidad ni tampoco lo que ella supo por razón de su apostolado o por llamadas consultas. La S.d.D. manifestaba la necesidad de las obras, pero nunca pedía directamente ayuda. Y siempre daba cuenta estricta de lo que invertía. Las colaboradoras de la S.d.D., durante el tiempo que conviví con ella, fueron muchísimas; solamente recuerdo en este momentos estas, que aun hoy siguen colaborando con las obras sociales, Doña Amalia Orlich de Brealey, Doña Thelma de Gutiérrez, Doña Ilse de Segares, Doña Lilian Campodónico de Bryce, Doña María Elena de Barzuna. Estas señoras suelen hacer actividades para reunir algunos fondos y existen varios grupos que colaboran; estas señoras recogen ayudas que entregan en mayo y en diciembre. La S.d.D. motivaba a sus colaboradoras mediante la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, puesto que todo cuanto se daba, se daba a la Santísima Virgen María para sus pobres. Y aún hoy en día aparecen sobres con la leyenda: “esto es para los pobres de la Virgen”. En cuanto a la formación espiritual, la S.d.D. motivaba a sus colaboradoras. Le hacían como una promesa que la habían hecho a la Santísima Virgen. Para las actividades que ellas iban a desarrollar, la S.d.D. solía dar las iniciativas o las ideas, y ellas actuaban según las indicaciones de la S.d.D., acomodándolas a las actividades concretas que ellas iban a realizar. La S.d.D. siempre mostraba confianza y respeto por todos; compartía con sus colaboradores ilusiones, planes y evaluaciones. La S.d.D. no despreciaba las orientaciones y sugerencias que otros le hacían; sometía sus planes a gente entendida y escuchaba sus pareceres. Cuando se trataba de construir el Consultorio, pidió el parecer a los médicos y enfermeras e incluso consultó a las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl que, en ese entonces, tenían a su cargo el Hospital San Juan de Dios, para orientarse en el modo de cómo tratar con los médicos, las enfermeras y los pacientes. Cuando iba a construir las casas de Salitrillos, primero consultó con arquitectos e ingenieros, siguiendo su parecer y aceptando cualquier otra sugerencia; también consultaba sobre el método de aprender mejor el manejo de la granja que formaba parte del complejo de las casas, con la intención de que los moradores de las mismas casas recibieran formación también en ese aspecto. Durante el tiempo en que yo conviví con ella, por lo general la S.d.D. no visitaba a nadie, porque esto habría mermado su actividad más directa en otras cosas, pero sí animaba a sus colaboradoras y lo hacía usando el teléfono y atendiendo a las personas que la visitaban. Lo que más me llamaba la atención era lo bondad, la compasión por los pobres, una gran fe y confianza capaz de ser transmitida a otros; amor a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen. Siempre fue muy querida y apreciaba por sus colaboradores, quienes sentían gran veneración por su persona. La S.d.D. siempre dependió en todo de sus superiores, tanto de la Madre Inspectora como de mi persona como Superiora Local. Como prueba de esto que estoy diciendo, puedo afirmar que la S.d.D.
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llevaba escrupulosamente nota de cuanto recibía: grandes o pequeñas aportaciones, y me insistía que yo llevara la lista cada día de los nombres de los donantes, salvo aquellos que preferían quedar en el anonimato, pues no daban su nombre y sólo decían: “La Virgen lo sabe”. La S.d.D. informaba y entregaba todo a la ecónoma, que en este caso era yo misma, quien llevaba la administración y la contabilidad. Sólo ASAYNE, que tiene personería jurídica, llevaba su propia administración. Absolutamente la S.d.D. fue siempre desprendida, justa, puesto que todo cuanto ella recibía era para sus pobres, no para ella. Con respecto a la Casa Obras Sociales, cuando yo llegué ahí había una hipoteca, en el Banco Nacional de Costa Rica, a cargo de la Casa Inspectorial, y que había sido hecha para construir parte del Consultorio, pero que se consiguió amortizar mucho tiempo antes de lo previsto, o sea, antes del tiempo estipulado. Su Reina todo lo se lo iba a arreglar pues tenía tanta confianza en María Auxiliadora, que todo lo esperaba de ella. Porque todo lo que ella llevaba entre manos era de la Virgen, y su Reina tenía que ver cómo la sacaba de apuros. Siempre fue muy agradecida la S.d.D. con toda clase de personas, de cualquier condición social o económica. Apreciaba muchos las aportaciones de los pobres que siempre recibía con gran cariño y alegría. Frecuentemente me ofrecía oraciones y sacrificios para los bienhechores. La S.d.D. fue siempre de un gran espíritu religioso, desde el día en que se consagró al Señor. Amaba mucho su vocación, amó mucho al Instituto, a sus Superiores, a la Iglesia, a las almas; fue muy notoria su alegría que contagiaba a los demás; fue de un trato muy amistoso y lleno de confianza hacia todos. Conservó siempre su serenidad y carácter, a pesar muchas veces del cansancio y las vicisitudes por las que tuvo que pasar, y todo esto fue siempre muy superior a lo común. En mi tiempo de superiora, yo le veía leer la Biblia y los apuntes que ella misma escribía, las constituciones y, en general, toda la literatura salesiana. Muchas veces, en los momentos de oración ante el Santísimo Sacramento, la S.d.D. hacía apuntes. He oído que de estos se ha hecho una colección. En mi tiempo, pude notar en la S.d.D. una fe firme, manifestada en una confianza plena en Dios y en la Santísima Virgen María. Fue siempre de una fe humilde, reconoció en las Superioras a los enviados de Dios; toda su seguridad descansaba siempre en Dios, al mismo tiempo que desconfiaba de sus propias fuerzas. En la vida ordinaria recibía y aceptaba a las personas como hijas de Dios y por eso siempre los trataba con fineza. Sus devociones principales fueron la Santísima Trinidad, Jesús Sacramentado, María Auxiliadora, San Juan Bosco, Madre Mazarello, al Santo Ángel de la Guarda, San José, y en general, a todos los Santos. No recuerdo haberla visto en grandes apuros, ni en momento de desfallecimiento de la fe. Nunca perdía la confianza en su Reina. Las relaciones con sus superiores eran muy claras, llenas siempre de espíritu de fe.
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Se sentía que estaba en un contacto continuo con Dios; pasaba largos ratos ante el Santísimo Sacramentado. Decía con frecuencia, “Todo se lo cuento a mi Reina”. En forma muy sencilla vivía profundamente la adoración, la alabanza y la actitud contemplativa. Vivía su espíritu de fe en el trato ordinario con los hombres, a quienes trataba con bondad y sabía excusar las faltas que solían percibirse en la comunidad. En ella se observaba el fiel cumplimiento del reglamento, pues era Dios quien la llevaba a cumplir el deber de cada día. Solía los sábados pasar largos ratos ante Jesús Sacramentado, y allí, a solas; ella cantaba y tocaba a su Rey lo hacía con mucho fervor; sentía continuamente la presencia de la Santísima Virgen, se sentía muy amada de Dios y de la misma Virgen, y de ello estaba muy convencida. El amor a Dios la llevaba a trabajar por las almas y siempre tuvo un espíritu joven. Su entrega a Dios fue hasta los últimos días de su vida. Nunca dio muestras de vacilación en su fe; tampoco me consta que hubiera faltado a ella. Confiaba en la palabra de Dios, en Cristo Resucitado, presente entre nosotros, y eso la fortalecía y sostenía en la fiel observancia de las constituciones y demás exigencias de la vida consagrada. Sobre las pruebas espirituales y dificultades, se mostró serena y confiada. Siempre, ante Jesús Sacramentado, ella resolvía sus problemas; cuando estaba preocupada solía ir a la capilla y allí, ante el Señor, encontraba la solución a todas sus preocupaciones. No la veía preocupada por las cosas materiales que necesitaba para sus obras, pues confiaba plenamente en que Jesús y María darían la solución. El dinero no le preocupaba, pues todas sus obras han sido fruto de limosnas que llegaban. La confianza en María Santísima le ayudó en los momentos de desaliento, mostrando siempre paz de espíritu, y frecuentemente se le oía decir: “Gracias, Reina”. Nunca la vi desconfiar de Dios, ni siquiera esporádicamente. Tenía el don de transmitir a otros la confianza que ella poseía. Particularmente a todos aquellos que acudían a ella en busca de consuelo o de consejo. Cuando necesitaba algo, decía, “la Virgen me lo va a traer”, “la Virgen lo va a arreglar, tenga fe, tenga confianza”. Con frecuencia expresaba su gozo al imaginarse su encuentro definitivo con Dios, acompañada de su Reina. La S.d.D. Sor María Romero sintió fuertemente en su vida el amor de Dios y respondió con fidelidad amorosa a esa gratitud divina, dándose progresivamente con gran generosidad. Su caridad se demostró con su vida de oración y de trabajo en la misión educativa. En la vida comunitaria expresó su caridad fraterna siendo muy comprensiva, delicada, prudente y generosa con todas sus hermanas. Con las Superioras fue siempre muy adicta, respetuosa y obediente. Especialmente expresó su caridad en la vida apostólica, atendiendo espiritual y materialmente a muchísimas personas, que, agradecidas, le guardan cariño y la veneran.
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Cuando yo conocí a la S.d.D. ya estaba cosechando los frutos de lo que había sembrado. A todos trataba por igual, sin tener preferencias por ninguna persona. Para mí, que la S.d.D. ponía mucho amor en todo cuanto hacía; su espíritu apostólico la llevaba a desear que todos amaran a Dios, y por eso se preocupaba de que cuantos acudían a ella estuvieran en gracia de Dios; los invitaba a confesar sus pecados y a comulgar y a la práctica de los quince sábados que había sido instituida para fomentar el amor a Dios y la Santísima Virgen. Nunca supe que la S.d.D. cayera en ninguna culpa deliberada contra la ley de Dios o de la Santa Madre Iglesia. Su gran amor la llevó a darse a los pobres de un modo preferencial; por eso llevó con gran empeño la fundación de varias obras sociales: Escuela de orientación social para jóvenes de escasos recursos económicos; Cursos de aprendizaje del manejo de máquinas industriales para jóvenes, Consultorio médico gratuito para personas pobres no aseguradas. Ayuda en comestibles para familias muy pobres e incapacitadas para el trabajo, y la Asociación ayuda a necesitados (ASAYNE), para la construcción de viviendas para familias pobres. En todas estas obras de caridad se notaba en ella que sólo buscaba la gloria de Dios y complacer a su Reina, la Santísima Virgen, pues nunca le gustó aparecer ni llamar la atención por ningún medio de comunicación. Para mi modo de ver, el amor al prójimo de parte de la S.d.D. era extraordinario y poco común. Era como una obsesión que la movía siempre y si había alguna preferencia era para los más pobres; para ellos era algo muy especial, era su distintivo; tanto a conocidos como a desconocidos siempre los trataba bien, a todos por igual; estoy segura de que también trató con gran caridad a los incrédulos y a los enemigos de la Iglesia. Nunca jamás la S.d.D., hizo cosa alguna contra el prójimo, más bien los atraía para después llevarlos a Dios. Desde el tiempo que conocí a la S.d.D. aprecié la delicada prudencia que siempre tuvo en el trato con la comunidad y con cada una de las religiosas, como también con cada una de las personas que atendía, 24 personas por día, mediante citas previas dada la gran cantidad de solicitudes. A nadie rechazaba y a todos trataba con suma delicadeza; la misma confianza que todos ponían en ella prueba la confianza plena que tenían debido a su prudencia. Esta virtud de la prudencia se manifestó también en las obras que realizó, lo cual sometía al juicio de sus superiores y entendidos en la materia. Considero que lo extraordinario de la virtud de la prudencia en la S.d.D., estaba en que se mostraba igual en todo y con todos. Actuaba siempre para gloria de Dios, lo que fácilmente se notaba en ella. Era como una inspiración de Dios. Nunca llegué a oír juicos negativos sobre la S.d.D. y nunca tampoco oí que hubiera faltado contra la prudencia. Por lo que conocí y ella misma lo contaba, se entregó por entero al Señor desde muy niña. Siguió siempre su llamamiento con fidelidad correspondiendo con generosidad y perseverancia a las exigencias de su vocación religiosa.
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Siempre la conocí como muy generosa con Jesús y María, sobresaliendo en mucho en su celo apostólico; practicando, en grado sumo, la virtud de la justicia, con alegría, sencillez, humildad y obediencia. Los dones que ella recibía los entregaba a las demás personas, mediante su vida apostólica; fue muy agradecida al Señor por todos los dones recibidos de Él, sobre todo el de su vocación, que fue para ella de total entrega al Señor, sin tener tiempos de enfriamiento, sino que luchó cada día y cada vez más se congregó al Señor. Se mostraba muy agradecida también con las personas que le ayudaban, viendo en ellas un instrumento de la Divina Providencia para sus obras; agradecimiento para toda persona que le hiciera algún favor, cualquiera que fuese la condición de la persona y por pequeño que fuese el favor. Frecuentemente la oía decir que todo cuanto recibía era un regalo de su Rey y de su Reina. Pude comprobar una vez que, al no poder atender con prontitud a un muchacho pobre a quien le dijo que viniera en otra ocasión, inmediatamente sintió como si hubiera sido infiel al Señor y ella misma salió a la puerta a llamarlo y lo atendió caritativamente, manifestando de inmediato esa falta. Fue muy observante de todos sus deberes religiosos, y, necesariamente, también lo fue de la ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Nunca hallé doblez en su vida: siempre fue fiel, leal, sincera, transparente, sensible, y generosa con todos, sobre todo para con los pobres; siendo muy solícita ante las miserias ajenas. Nunca supe que la S.d.D. hubiera faltado contra la justicia hacia Dios o hacia el prójimo, pues siempre se mostraba muy caritativa, prudente, amable y franca. Sé que la S.d.D. tuvo que pasar por grandes pruebas y penalidades, pero eso ya no lo vi, porque cuando yo llegué a convivir con ella todo había pasado. Pero sí sé que la S.d.D. superó estas cosas con serenidad, mostrándose siempre serena y nunca le noté amargura ni resentimiento por todo lo pasado. Incluso cansada, hacía su trabajo con entusiasmo, porque sabía que era Dios quien se lo pedía. Para todo tuvo fortaleza, sin haber faltado a ella en lo más mínimo. Supe, por testimonio de las mismas exalumnas, que reconocen que fueron indispensables en sus clases, que admiraban siempre su mansedumbre y su paciencia y la consideran una santa. Estas exalumnas, las más traviesas, son las que están ahora colaborando más activamente en las obras sociales fundadas por la S.d.D. Considero que la S.d.D. tenía un temperamento fuerte y pronto y esto de familia, pero ella se dominó mucho; trabajando en moderarlo, convirtiéndose luego en una persona paciente, cariñosa, serena, accesible, pues no infundía miedo al acercarse a ella. Al prójimo lo trató con bondad; y cuando alguna vez se dejaba llevar por su carácter, al momento ella reconocía su falta y se esforzaba en repararla. Me consta, que durante el tiempo que conviví con ella, llegó a dominar su propio orgullo, la vanidad del espíritu, el apego a las propias ideas así como las demás pasiones corporales. Conviví con ella hasta pocos
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meses antes de su muerte, y la vi habitualmente serena, amable y dulce, esforzándose en dominarse a sí misma. Fue también parca en sus alimentos y en el sueño. La veía muy mortificada pero lo hacía no notoriamente, sino con sencillez, según nuestro espíritu salesiano.
Virtud de la pobreza Durante el tiempo que conviví con ella pude admirar su espíritu de pobreza, viviendo desprendida de todo, sobre todo en cosas de uso personal; no disponía de nada sin el debido permiso. Para ella, nunca escogía lo mejor. Cuando daba algo, siempre pedía el debido permiso, aun para disponer de algo que le habían dado. Admiré también su pobreza en cuanto al trabajo. Siempre estaba ocupada y trabajaba con alegría salesiana y no daba a conocer el sacrificio que estaba haciendo. Recuerdo que cuando hacíamos paseos, admiraba el modo de vivir de los pobres, deseando vivir así como ellos. He sabido, porque la S.d.D. lo comentaba, que deseaba vivir como ellos y entregarse a servirles a ellos. Siempre admiré el respeto y la preferencia que ella sentía por los pobres y humildes, dedicándose enteramente a ellos. Prueba de esto son las obras que ella realizó. Las obras eran sus predilectas. Todas las donaciones que recibía, no eran para ella, sino para sus pobres. Al recibir algún honor, no le daba ninguna importancia; no sentía nada de vanagloria, pues para ella no era ningún valor. Recuerdo que en uno de los últimos años de su vida, el Club Rotario la distinguió con la medalla del Buen Servidor. Fue invitada al acto, pero ella renunció a tal honor. La Madre Superiora le dijo que si no iba al acto de entrega, que por lo menos, por obediencia, recibiera la distinción en la casa y así se hizo; los señores rotarios vinieron a casa y le entregaron la medalla. La S.d.D. agradeció el gesto de los señores rotarios, y obsequiando a cada uno una medallita de aluminio con la imagen de María Auxiliadora y los señores se fueron agradecidísimos con el regalo de Sor María. Noté también que la S.d.D. buscaba siempre pasar desapercibida (inadvertida). Nunca supe que la S.d.D. hiciera algo contra la virtud de la pobreza, durante el tiempo que la conocí.
Virtud de la humildad Observé siempre el trabajo que la S.d.D. hacía para ser humilde: se notaba que había trabajado mucho por adquirir esta virtud, llegando a una actitud de humildad y mansedumbre. Se traslucía que los dones que ella poseía eran de Dios, de Jesús y de la Santísima Virgen María; de ahí que la gente la admirara
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y la siguiera. Sabía que tenía esos dones, pero eran de Dios. Demostró siempre sumisión y respeto a sus superioras y hermanas. No sostenía sus puntos de vista, sino que cedía fácilmente. Al perder sus padres todas sus posesiones, ella nunca se quejó. Recibió la noticia con serenidad, diciendo que esa era la voluntad de Dios, pues esos bienes familiares eran también dones de Dios. De su familia nunca habló con orgullo pues siempre lo hacía como un pobre. Si algo no sabía, preguntaba pidiendo consejo. Y se reconocía a Sí misma una persona de poca instrucción. Reconoció también humildemente, que no era capaz de guardar la disciplina de las niñas, a quienes fácilmente excusaba diciendo que la culpable era ella y no sus alumnas. Reconocía su debilidad, su inutilidad y decía que no era capaz de grandes cosas. Me di cuenta de que, hasta su muerte, fue constante y perseverante en el ejercicio de la humildad. Se notaba que había trabajado mucho en alcanzar esta virtud.
Virtud de la obediencia Siempre se distinguió por su espíritu de obediencia y se esmeró en ver la voluntad de Dios en las mediaciones: Superioras, Constituciones, horarios, comunidad, acontecimientos. Fue muy adicta a sus superioras, con afecto, respeto y sumisión. Si se le decía que tal o cual cosa no convenía, cedía fácilmente; así lo palpé en la fundación de ASAYNE: no todo, como ella lo quería, lo podrían aprobar las superioras, porque ella había propuesto que fuese obra del Instituto, pero las superioras decidieron que se constituyese una entidad de laicos que tuvieran a su cargo la administración, permitiéndole a Sor María que fuera sólo la orientadora y animadora. Notaba yo que ella sufría mucho, pero obedeció y luego comprendió que las superioras tenían toda la razón, aceptando tal decisión con toda humildad.
Virtud de la castidad Para mí, Sor María fue un alma pura y delicada: observó la modestia en forma delicadísima; se notaba que sus afectos eran cosa de Dios, sin detenerse en cosas mundanas. Inculcaba a las señoras y a las niñas esta virtud de la castidad, sugiriéndoles que fueran delicadas y recatadas consigo mismas, insistiendo en esto con mucha naturalidad y sencillez, espontaneidad y sin afección alguna. Recuerdo que hacía modelos de ropa interior a las jovencitas. Y me consta que hoy en día hay muchas señoras que conservan el recato y la modestia sugeridos por Sor María.
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Su mismo aspecto inspiraba una gran pureza; sus conversaciones eran siempre alegres, jocosas, pero muy delicadas; en ellas ni había nada de malicia. Siempre interesada en la práctica de esta virtud, inculcaba a las jóvenes que ni tenían vocación religiosa que se prepararan bien para el matrimonio, solía decir que era para que no pecaran. Se fijaba en el rostro de las personas, de cualquier sexo y admiraba en ellos lo grande que es Dios para hacer cosas tan bellas. Sabía distinguir al momento cuando había peligro y advertía al instante. Por eso fue pura, pero conocía el mal y sabía intuir sus manifestaciones. Durante el período en que yo fui superiora, la gente la tenía por santa, incluyendo aquí la guarda de la pureza. Y aún hoy en día, al oír hablar de Sor María la gente admira su santidad, su amor a Dios, a alguien que no buscaba lo humano. Que yo sepa, nadie la ha acusado de no haber guardado la castidad perfectamente. Personalmente no fui testigo de visiones o éxtasis en la S.d.D. pero me parecieron siempre particularmente significativas las siguientes cosas que pude comprobar: sus deseos, aunque no expresados, influían en las personas que espontáneamente y en el momento oportuno le procuraban lo que deseaba. En su trato corriente infundía confianza, seguridad, fe en el Señor y en la Virgen. En ella misma vi siempre la emoción con que vivía su fe y amor a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, y como buscaba siempre comunicarla a los demás. No fui testigo directo de lo referente a su muerte; pero sé, porque es conocido, que murió en León de Nicaragua, por estas circunstancias: los familiares quisieron reunirse algunos días y pidieron a la S.d.D. que asistiera también ella a la reunión. La S.d.D. más bien se resistía a ello, pero la Madre Inspectora le dijo que viajase a Nicaragua para que le sirviera también de descanso en esos días con sus familiares, pues la S.d.D. estaba en ese tiempo muy cansada, y fue precisamente en la casa que los familiares alquilaron en la playa para estar reunidos, donde acaeció repentinamente la muerte de la S.d.D. Estoy viviendo en la misma casa en que vivió la S.d.D. durante los últimos quince años y conviví con ella los últimos siete años, seis de los cuales fui su superiora hasta enero del año mismo en que murió. Puedo testificar que hay continuas manifestaciones de veneración de la S.d.D. de parte de la gente que sigue acudiendo a la casa. Recuerdan los consejos que les dio, el provecho que sacaron de ellos y diferentes aspectos de sus obras. Llegan a la casa donativos en memoria de la S.d.D. Suelen decir: “Para los pobres de Sor María”. Solicitan estampas, recuerdos de la S.d.D. Se interesan por adquirir las publicaciones, sea de la vida de la S.d.D., sea de las oraciones, pensamientos espirituales que hasta ahora se han publicado. Sé que la tumba de la S.d.D. es visitada y cuidada con veneración, tanto de parte de las hermanas como de las personas de fuera.
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También de las hermanas religiosas se advierte esta creciente veneración por la S.d.D. Pero no conozco que se le haya dado culto público. En el tiempo en que yo conviví con la S.d.D., gozaba de fama de santidad. Acudía mucha gente que quería conocerla, acercarse a ella, hablar con ella, le pedían oraciones y exponían sus penas; confiaban en su consejo y ayuda. Durante estos últimos años, después de su muerte, en que yo vuelvo a estar en la Casa Obras Sociales María Auxiliadora, la fama ha crecido, de parte de personas de todas clases sociales. Hasta ahora se han publicado escritos espirituales de la S.d.D.
Dones y hechos preternaturales He oído muchos casos pero no puedo dar nombres concretos. Sólo me permito indicar como referidos los siguientes casos: La curación del hijo de Don Rodrigo Crespo, que, a causa de un accidente quedó con una mano deforme y los médicos no lograron curarlo, no obstante haberlo llevado a Estados Unidos, y, la S.d.D. lo curó. Una hija de Don Rodrigo Barzuna, que siendo niña, contrajo la leucemia y no pudo ser curada por los médicos de Costa Rica ni de Estados Unidos y fue curada por la S.d.D. Conviví con la S.d.D. Sor María Romero los siete últimos años antes de su muerte. Durante ese tiempo recibí de su parte testimonios de sus virtudes. Según mi parecer era una persona muy sencilla y humilde, demostraba con sus actitudes que buscaba sólo la gloria de Dios; no se detenía en complacerse por manifestaciones de cariño, admiración y devoción, que directamente, toda la gente, de distintas condiciones sociales y económicas, le manifestaba; todo se lo atribuía al gran amor que su Reina, la Santísima Virgen, le tenía. Buscaba el no aparecer importante en las actividades que realizaba en beneficio de los más necesitados y decía: “mi Reina me lo da todo para que se lo dé a sus pobres”. Estaba segurísima de que la Santísima Virgen la complacía en todos sus antojitos. Cierto día, estando ella afanada en diseñar un lindo sagrario para su Rey, me dice: “Hermana Directora, ¿tiene usted un compás que me preste?”. Le contesté: me parece que en esta casa no hay ninguno pero se lo buscaré. Mientras yo registraba algunas gavetas, tocaron el timbre y fui a la puerta y un joven me entregó un paquete que le enviaban a Sor María de la Librería Universal, lo abrimos, era una docena de cajas de compases, sin inmutarse, con toda naturalidad tomó uno para usarlo y me dijo, “así es mi Reina”, y continuó su dibujo. En otra ocasión, cuando estaba afanada y entusiasmada con la Granja en la Colonia María Auxiliadora, a toda costa quería tener cerdos. Le encantaban los animales porque admiraba la grandeza de Dios al observar los instintos con los que los había dotado y porque desde niña se había recreado con ellos en las
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posesiones de sus padres. Yo cariñosamente le decía: Sor María, los cerdos son muy feos, muy sucios; no, me decía, yo los tendré bien aseaditos, ellos me quieren mucho, en ese momento tocan el timbre y oigo que dice un señor: aquí le traigo un cerdito para Sor María; y me dice ella riéndose; ya ve como es mi Reina. Se acabó la broma y quedé convencida de que todo lo que quería, lo obtenía. Ese cerdito llegó a aumentar el número pues ya tenía una hermosa pareja de cerdos de raza que le habían obsequiado y un Ingeniero le había construido una apropiada e higiénica pocilga. Era muy observante de la pobreza y muy austera consigo misma, había que observarla para proveerle aún las cosas necesarias. Cuando atendía a las personas, algunas le daban limosnas, por la noche me las entregaba (era yo la ecónoma) y con frecuencia me decía: “cuando yo me vaya, verá los platales que les mandará mi Reina para los pobres”. Fui ecónoma cuando conviví con ella; y después de su muerte, desde el año 1980 hasta el presente año 1989, y he podido constatar que sus palabras se han cumplido pues nunca nos ha faltado lo necesario para llevar adelante todas las obras de beneficencia y, además, lo confirma el nuevo edificio que se acaba de construir para la Escuela de Orientación Social e Internado de las niñas más pobres, como era su deseo. Tanto la escuela como el internado fueron fundados por ella. El internado se suspendió por un tiempo mientras se construía el edificio. Era muy obediente con todas sus Superioras mayores y con su propia directora. Pedía todos los permisos, consultaba y cedía en el caso que algo, por algún motivo, no era conveniente concederlo. Era exacta en la puntualidad a los actos comunitarios porque estaba siempre dispuesta a seguir en todo momento la Santa Voluntad de Dios manifestada a través de las Constituciones. Se notaba en ella un ejercicio continuo en el espíritu de fe. Era amable, serena, alegre; en los momentos de distención comunitaria tenía siempre un relato jocoso que hacía reír aun cuando en ese instante podía observarse alguna tensión producida por el cansancio. Se mostraba muy humana y comprensiva. Su edad avanzada, escasa salud física, cansancio y carácter franco y pronto la hacían, a veces, impacientarse cuando algún trabajo no se lo habían hecho como ella lo deseaba, pero muy pronto reaccionaba con humildad y volvía a su modo natural y si era el caso pedía dispensa. Después de un momentito de estos, muy humano, cualquier persona podía acercarse a ella y era bien recibida. Pasaba largos ratos en la Capilla ante Jesús Sacramentado, haciendo oración y escribiendo en papelitos sus inspiraciones, pensamientos y proyectos. Todos los sábados, después del desayuno, se iba a la capilla y en el órgano se inspiraba con canciones para Jesús Sacramentado y la Santísima Virgen. Esa gran confianza y amor a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora era capaz de transmitirla a las personas que consultaban sobre sus problemas de toda especie. Decía ella: “Yo a las personas no les digo nada especial, sólo les
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pido que hagan los primeros sábados, así se confiesan y comulgan cinco veces, pero después les pido que hagan los quince sábados y los sesenta sábados hasta que se acostumbren y siempre vivan en gracia de Dios y así aman también a mi Reina”.
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SEXTO TESTIMONIO
Me llamo Amalia Orlich Bolmarcich de Brealey. Soy hija de José Orlich Zamora y de Georgia Bolmarcich. Nací el nueve de marzo de 1916 en San Ramón de Alajuela. Soy viuda, ama de casa, católica, con domicilio en San Rafael de Escazú. Conocí a la S.d.D. en un 24 de mayo (fiesta de María Auxiliadora, en el año 1936). Desde el primer momento me impresionó su humildad y su dinamismo. Asistí a sus clases de pintura durante unos seis meses, en el año 1936 ó 1937. Posteriormente me llamó a colaborar con ella en sus actividades apostólicas y sociales. Nunca supe exactamente lo que le movió a contar conmigo. No solía tener conversaciones de cosas íntimas con Sor María, pero sí muchas comunicaciones relacionadas con la colaboración de sus actividades. Recuerdo la ocasión en que por primera vez me pidió que colaborara con ella. Fue el año 1951. Mi segundo hijo, Kenneth, tenía entonces seis años; tartamudeaba y esto le hacía sentirse mal en el trato con los demás niños. Rogué a Sor María que me lo fuera preparando para recibir la Primera Comunión. La S.d.D. lo acogió con mucho cariño. Después de tratar el asunto, me dijo sin más: “Organízame un té” (un grupo de señoras que reúnen semanalmente para recoger fondos y confeccionar ropa para los pobres, y toman un té). Desde entonces, fue solicitando mi colaboración en muchas cosas. Cuando me decía, “siéntate y me escuchas”, yo pensaba, ya está inventando algo nuevo. Y siempre eran diligencias o iniciativas a favor de los pobres. He colaborado en varias actividades para la promoción de muchachas pobres en cocina, manualidades, etcétera. La he acompañado no pocas veces en visitas a barrios pobres o en otras diligencias. He de mencionar como colaboración específica mi trabajo en ASAYNE de la que Sor María quiso que fuese yo la Presidenta y sigo siéndolo y colaborando hasta hoy. Reconozco que Sor María ha tenido, y aún hoy tiene, un gran influjo sobre mí y sobre mi vida. Le obedecía plenamente. Su trato me inspiraba plena confianza y me llevaba a vivir y practicar el bien. Me inculcó siempre gran cariño e interés por los pobres. Siempre admiré su gran virtud, su profunda espiritualidad, su dinamismo en servicio de los pobres, su amor y absoluta confianza en Jesús y en María Auxiliadora. Y lo hago también, por el gran bien que me ha hecho y me sigue haciendo Sor María: ha sido y es como una guía en mi vida. Ignoro razones y circunstancias del traslado de Sor María al Colegio María Auxiliadora y qué Superiora lo dispuso. Pero sí he de decir que yo conocí a Sor María cuando yo estaba en dicho colegio. Tampoco puedo decir nada de las características de la vida religiosa interna de la Comunidad Salesiana. Según pude saber, Sor María era la profesora de música, canto y dibujo. Yo misma, como dije, asistí a sus clases de pintura. Pude ver que en esos años promovía ya las actividades de los oratorios, de las misioneritas, de ayuda a los pobres. En esto último ya empecé yo a ayudar. Estas y otras actividades las proseguirá después la S.d.D. en las otras casas a las que fue trasladada. Al ir creciendo el movimiento de iniciativas apostólicas
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sociales de Sor María se le concedió a la S.d.D. un local en el mismo colegio, donde pudiera tener sus cosas. De vez en cuando me llamaba para que le ayudara en la limpieza y buen orden de las cosas guardadas. Las alumnas del Colegio la querían mucho, se alegraban de estar con ella y se sentían felices a su lado. No obstante que Sor María no conseguía tenerlas muy disciplinadas en su clase, las alumnas aprendían bien las respectivas materias, experimentaban la bondad y mansedumbre y humildad de la S.d.D. y se sentían contagiadas de su devoción a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora. Muchas veces pedía a sus alumnas que hicieran oración para obtener del Señor y de la Virgen bendiciones y ayudas para sus obras. Así también les inculcaba la atención y el amor a los pobres. Muchas de aquellas alumnas son hoy madres de familia, profesionales, líderes o animadoras de movimientos apostólicos y reconocen el bien espiritual que ha sido para ellas haber conocido y tratado a Sor María y expresan palmariamente el gran concepto que tienen de la humanidad y santidad de la S.d.D.
En la Casa Sagrado Corazón de Jesús Yo no supe por qué fue destinada a esta casa. Tampoco conocí las finalidades de este traslado, así como tampoco qué actividades específicas desarrolló ahí.
En la Casa de María Auxiliadora Sor María tenía el gran anhelo de dedicarse de lleno a los pobres a través de diferentes obras y acciones de caridad. Nunca supe por qué razones la superiora la autorizó a construir la casa de María Auxiliadora, nunca se lo pregunté, pero me imagino que las Superioras vieron en Sor María la capacidad para afrontar una nueva obra independiente, y al servicio de los pobres. No sé quién la autorizó, me imagino que fueron sus superioras. Nosotras, las colaboradoras, trabajábamos con ella en el colegio María Auxiliadora, en un cuartito muy pequeño donde ella tenía de todo, pero era insuficiente, y nos pareció que era lo más lógico que se trasladara a un nuevo local. Nunca supe quién fue la primera superiora de la Casa de María Auxiliadora, pues yo me ausenté de San José y viví varios años en San Ramón de Alajuela. Su relación con las superioras era de gran obediencia. Ella nunca fue superiora, pero era muy obediente a su directora. Fui testigo de momentos en que su directora le dijo expresiones como éstas: “tal cosa no me parece así, sino mejor de otra forma”. Si le llamaban la atención, Sor María siempre
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obedecía. Siempre pedía permiso a su superiora o le consultaba todas las ideas y proyectos antes de iniciarlos. Nunca me enteré qué opinaban los salesianos al respecto de Sor María, pues yo me dediqué más que todo a ayudarle a ella en su obra. Iniciadas las construcciones de lo que llegó a ser la casa de María Auxiliadora, Sor María vivió los primeros años sólo con Sor Laura; después a medida que la obra iba creciendo, también la comunidad creció, pues ellas dos no podían hacer frente a todas las actividades de la casa. Cuando Sor María murió, la comunidad había llegado a ser de ocho hermanas. La obra social pasó momentos difíciles sobre todo desde el punto de vista económico, no de otra índole, ya que la persona de Sor María, era acogida y valorada de parte de la gente, por su forma de ser. No vi nunca defectos: sí virtudes que manifestó en ese período, a través de frases que ella decía: “como Dios quiera”, “ya verá que llegaremos a tener tal cosa”. En todo momento se acogía a la Divina Providencia, a la ayuda del Señor. Al principio, la obra de Sor María eran los oratorios festivos, luego visitaba a los barrios pobres de San José, ayudaba a las misioneritas. Se preocupó también de dar de comer a los pobres; después dio inicio al dispensario médico, e intentó crear un albergue para niñas sin techo, y abrió la escuela albergue de promoción social. Creo que Sor María permaneció siempre en la casa de María Auxiliadora, excepto cuando fue a Nicaragua a visitar a sus parientes, y donde murió. Todas las personas que conocían a Sor María quedaban admiradas de su forma de ser: ella consolaba y aconsejaba a quienes tenían necesidad.
Iniciativas y actividades suscitadas y realizadas por la S.d.D. ASAYNE fue promovida por Sor María Romero con la ilusión de dar casa a gente pobre. Aún recuerdo lo que me dijo cuando me llamó para que le ayudara en esto: “A los pobres les tengo dispensario médico, les doy comida y vestido, les tengo escuela de capacitación; ahora tengo que darles techo”. Esto ocurría cinco o seis años antes de la muerte de Sor María. La primera intención de Sor María fue que la obra de construcción de casa para los pobres fuera una obra más de la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Sus superioras creyeron más prudente que se constituyera como asociación con personería jurídica propia e independiente. Sor María aceptó la decisión de sus superioras. Pero no hay ninguna duda de que la labor realizada por la Asociación y el espíritu mismo nacieron y se sustentan aún hoy del celo apostólico y del impulso evangélico recibido de la S.d.D., que sigue animando a esta asociación. Así lo reconocemos y profesamos todas las que aún hoy llevamos adelante esta tarea. Según deseo de Sor María, se constituyó la Junta
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Directiva, llamémosla así, de ASAYNE, con 15 señoras en honor de los quince sábados, devoción a la Virgen muy recomendada y propagada por la S.d.D. Aún quedamos siete del grupo primitivo de las quince. La Asociación tiene sus estatutos, aprobados por la autoridad civil, y un abogado asesor. No paga impuestos de la renta, porque está reconocida como asociación sin fines de lucro; pero sí se paga el impuesto territorial. Si por alguna circunstancia, ASAYNE tuviera que desaparecer como asociación reconocida por la autoridad civil, su patrimonio pasaría a las Obras Sociales de María Auxiliadora. Puestas a la obra bajo la dirección de Sor María, se buscaron terrenos en zonas pobres de San José, y después de varias vicisitudes se concretizó la adquisición de terrenos en tres zonas distintas: una en Lomas de San Miguel de Desamparados; otra en el lugar llamado Salitrillos, hoy Santa Teresita, en Aserrí; y en otra en San Gabriel de Aserrí. En Lomas de San Miguel de Desamparados se construyeron, hasta ahora, siete casas, además una escuela primaria hasta sexto grado, que, asumida por el Gobierno después de la muerte de la S.d.D., se le ha dado el titulo de escuela Sor María Romero. Actualmente se tiene el proyecto de construir casas y un salón comunal. En San Gabriel de Aserrí, una señora regaló a Sor María un terreno de dos manzanas y media de extensión. Allí se ha construido una Ciudadela María Auxiliadora que por ahora ya tiene 32 casas. A cada familia se le dio el lote catastrado, y cada una ha construido su casita. Me alegra poder decir que el Señor Párroco de San Gabriel de Aserrí, Don Minor Montero, perteneció a los Oratorios organizados por Sor María Romero. En Santa Teresita de Aserrí, la S.d.D. compró un terreno de cinco manzanas. Se han construido ya 50 casas. Las primeras se inauguraron en vida de Sor María. Se ha construido un amplio templo de 700 metros cuadrados (35X20) y aulas para catecismo. Se ha reservado un solar de 400 metros cuadrados para la futura casa cural. Posteriormente el templo y solar para la casa cural fueron cedidos a “Temporalidades de la Arquidiócesis”. También se ha construido un salón comunal. Está previsto un terreno para parque de diversión de los niños. En esta ciudadela de Santa Teresita de Aserrí se ha organizado una granja con 25 gallinas, cuyos huevos se venden en los mercados. Hay también en la granja otros animales, mirando al servicio y beneficio de los vecinos. Se ha instalado también un taller de maquila en donde trabajan unas quince mujeres de ciudadela, (pequeño grupo de las muchachas jóvenes que fueron adiestradas en el manejo de máquinas industriales en la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales). Trabajan para la Caja Costarricense del Seguro Social, confeccionando prendas para hospitales y Clínicas de la Caja. Hay también una soda que funciona los sábados por la tarde y los domingos por la mañana; se venden refrescos y comidas típicas sencillas, con el fin de allegar fondos para beneficio de la misma Ciudadela. Se ha evitado la
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introducción de “cantinas-bar”. Se abrió también un mercadito (Sor María lo promovió con ilusión), en el que se venden unos quince productos de consumo básico, a precios módicos. Las casas que se han ido construyendo empezaron costando unos 25 mil colones, aumentando proporcionalmente el precio según la ubicación, tamaño de la casa, materiales y tiempo empleado. Hoy los precios oscilan entre los 200 y 400 mil colones. Son casas construidas con bloque, madera o prefabricadas, según los casos. Tienen sala, comedor, 2 ó 3 dormitorios, cocina, servicio sanitario y además una galera para la pila de lavar la ropa, etcétera. Y queda un patiecito de unos cincuenta metros cuadrados. Para el estudio socio económico de las familias que solicitan, recurrimos también al asesoramiento y consejo del IMAS (Instituto Mixto de Ayuda Social, organismo paraestatal). Las casas que se construyeron son inicialmente prestadas a los moradores durante un período de observación que suele durar unos tres años, sin pagar alquiler (evitamos así estar bajo la ley de inquilinato); pero sí han de pagar los servicios de corriente eléctrica y del agua. Se les pide una módica cuota para el mantenimiento proporcionada a los ingresos de cada familia. Hasta ahora sólo ha habido unos seis o siete casos en los que, durante el período de observación, ha habido que sacar a moradores que creaban problemas de convivencia. Después del período de observación, se les da la posibilidad de comprarlas, con facilidades de pago. Al acoger a los inquilinos se da la preferencia, siempre entre los pobres, a las viudas con hijos, a las madres solteras con hijos, a los matrimonios con muchos hijos. La Ciudadela tiene su junta directiva o comunal. Hay también diversos comités, en cada uno de los cuales hay un miembro de ASAYNE. El comité social, por ejemplo, realiza diversas actividades para recoger fondos y atender algunos gastos de la misma ciudadela. Hay también un comité de finanzas, otro del cuidado de la granja, etcétera. Se podrían mencionar tantos otros aspectos y detalles de organización que Sor María inició y nos inculcó. Quiero destacar que Sor María daba mucha importancia a la promoción de las personas en todos los aspectos humanos y cristianos, y las que trabajamos en ASAYNE tenemos muy presente este espíritu y esta consigna de la S.d.D. Podría citar muchos casos en este sentido. Recuerdo cómo fomentaba las devociones cristianas y la vida sacramental. Me permito recordar este caso: llegó una madre soltera, joven, con seis hijos y sólo una olla para cocinar; lo hacía sobre tres piedras en el patio de la casa. Ni sillas, ni camas tenía. Se iba a trabajar y dejaba la mayorcita de nueve años, al cuidado de sus hermanitos menores. Ahora esta mujer tiene su casita amueblada y hasta goza del servicio de teléfono en su casa de la Ciudadela. Desgraciadamente hay casos en los que los mismos beneficiados no ponen mucha ilusión en promoverse. Se estimula el buen orden, la limpieza, la convivencia y la colaboración. También se estimula el ahorro solicitándoles
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mensualmente una cuota voluntaria, y en casos de necesidad, ellos pueden retirar su dinero. El terreno de la Ciudadela donde aún no se ha construido está dedicado al cultivo del café, y se da la oportunidad a los habitantes de sembrar alguna otra cosa en las eras. Quiero destacar que es impresionante la experiencia de la Providencia del Señor y de María Auxiliadora. Según nos inculcó repetidas veces Sor María, vamos adelante confiadas en esa Providencia y vemos que nos falta. Van llegando los donativos y podemos ir adelante, paso a paso, pero sin necesidad de contraer deudas. Sor María Romero sigue siendo una llamada a la generosidad de tantos donantes voluntarios a favor de los pobres. Yo considero que, hablando propiamente, las obras que fue realizando Sor María no surgieron de planes trazados primero por las superioras cuya realización se le confiaba después a la S.d.D., sino más bien fue a la inversa. Las obras fueron inspiradas por el Señor a la S.d.D. y brotaron de su carisma especial dentro de la Congregación Salesiana. Las Superioras aprobaron ese carisma de Sor María Romero, esa iniciativa de evangelización y promoción de los pobres, y le autorizaron a realizar esas obras apostólicas y sociales confiando en el espíritu que movía a la S.d.D. y en las facultades que tenía para llevarlas a cabo, siempre bajo la obediencia a sus Superioras. Sor María asumió las obras sociales con amor, con entusiasmo, a pesar de las vicisitudes que afrontó. Su espíritu lleno de Dios le favoreció ese entusiasmo y constancia de las obras. Sus móviles fueron el principal espíritu de amor a su Rey y su Reina, y el amor a sus pobres y necesitados. Del amor y la fe al Señor, brotó su iniciativa de promoción de los pobres. Ella nos recalcaba con frecuencia: no sólo hay que tener fe, sino que hay que manifestarla en el amor por los pobres. Yo considero que en su comportamiento, Sor María más que defectos, manifestó virtudes. La vida de Sor María me daba la impresión de que era como un río que iba avanzando hasta formar un enorme lago de bien, que todas son sus obras. Sor María nunca rechazó a ninguna persona necesitada, pero atendió principalmente a la gente económicamente pobre. Su postura ante la gente pobre no era ni exclusiva ni excluyente. Sí creo que hubo gente que criticó el proceder de Sor María; yo oí expresiones de que era una bruja, que tenía ciertas creencias. Pero no creo que haya sido esta una crítica significativa, porque la mayoría de la gente la apreciaba mucho. Sé que tuvo dificultades con la dueña de una propiedad vecina que no quiso nunca vendérsela. Ella continuó construyendo su casa, despreocupándose de esa dificultad. Sor María en todo momento manifestó mucha fe en la providencia de Dios. Por conocimiento directo o por común sentir y testimonio de las personas que trataban con Sor María, me consta que la S.d.D. realizó todas esas actividades que se mencionan. Me limitaré a declarar sobre las que pude conocer más inmediatamente o participar en ellas de alguna forma.
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Devociones que inculcaba En todas sus actividades, la S.d.D. procuraba inculcar las prácticas y devociones propias de la vida cristiana. Dios, Jesús Sacramentado, María Auxiliadora, “Mi Rey y mi Reina”, como habitualmente los llamaba, fueron constantemente recomendados por ella al amor, devoción y confianza de los fieles. Propagó muchísimo la devoción de los Quince Sábados en honor, en súplica y en acción de gracias a María Auxiliadora. Decía: así los fieles entran en el amor a Jesús y en la vida sacramental, puesto que se trataba de celebrar los quince sábados frecuentando los sacramentos de la confesión, comunión y santa misa. También inculcaba la devoción a los Ángeles y a los Santos. Promovió mucho la devoción a las entronizaciones del Corazón de Jesús y de María Auxiliadora en los hogares. Realizó esto en muchos hogares de familias pobres. Me dijo una vez que en una de sus campañas en una barriada pobre se presentaron más solicitudes de las que había previsto al preparar los cuadros correspondientes y que, no obstante, hubo para todos y aún sobraron algunos cuadros. Hicimos un paquete con los que había sobrado y me encargó guardarlos en el local que tenía para sus cosas. A la S.d.D. se debe sin duda en grandísima medida la amplia difusión de Costa Rica (con resonancia en otras naciones), de la devoción a María Auxiliadora. La inculcaba por todos los medios en toda ocasión. Tenía la virtud de contagiarla en los corazones de cuantos se relacionaban con ella. La solemne novena preparatoria a la gran celebración del 24 de mayo, impulsada por la fervorosa, entusiasta y constante acción de la S.d.D., constituye aún hoy una impresionante manifestación de fervor religioso, mariano y eucarístico. La fiesta se inicia solemnemente a las cuatro de la mañana, con el canto de las mañanitas con mariachis, la gran procesión con el rezo del santo rosario y cantos que se desarrollan por varias cuadras de la ciudad y que culmina con la celebración solemne de la santa misa al aire libre junto a la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Los fieles a estas horas de la madrugada llenan varias cuadras. Durante todo el día, hasta el anochecer, se celebran misas, hay sacerdotes disponibles para el ministerio de la confesión sacramental y se distribuyen gran cantidad de comuniones en las misas. También durante todo el día, hay que atender a muchísima gente, que acude incluso de lejos, sirviéndoles café, comida; todo bien organizado con colaboradoras que participan con mucha dedicación y alegría.
Las consultas Fue, sin duda, una actividad notabilísima de la S.d.D. que mantuvo hasta el final de su vida. Afluían muchas personas de las diversas clases sociales, pero
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especialmente gente pobre y sencilla. Hubo que organizar esta actividad, y para ello se distribuían fichas. Atendía de lunes a viernes, desde las dos de la tarde hasta la hora de la misa vespertina a la que invitaba a los que podían asistir. Todos salían muy consolados y confortados. La S.d.D. en sus consejos exhortaba a la práctica de la vida cristiana y a las devociones que ella misma profundamente vivía.
El agua de la Virgen Fue también una forma de devoción a la Virgen muy recomendada por la S.d.D. Insistía en que su uso devoto fuese acompañado de gran fe en la intercesión de la Virgen María y del empeño y compromiso de vida cristiana. La recomendaba junto con los quince sábados. La daba siempre gratis, pero los fieles solían dejarle alguna contribución voluntaria para las obras a favor de los pobres.
Distribución de víveres a gente necesitada Todos los días, de lunes a viernes, acuden pobres para recibir ayuda en comida. Se han dividido en grupos, y cada grupo de beneficiados recibe ayuda cada quince días. Al principio eran unas 50 familias; el número fue aumentando. Hoy se acerca al millar las que reciben quincenalmente esa ayuda. A la una de la tarde llegan esas mujeres pobres; reciben una charla espiritual, luego clases de alfabetización, hacen limpieza de la capilla y de los corredores adyacentes y reciben la donación de víveres. La S.d.D. no desperdiciaba momentos y ocasiones para fomentar en estas personas la vida espiritual.
El celo de la S.d.D. por el bien de los pobres. Fue una de las grandes preocupaciones de Sor María a la vista de lo que ella personalmente podía observar en sus visitas a las casas de los pobres que le referían sus misioneritas que iban a catequizar a los pobres. Uno de los intentos de Sor María en este campo fue dar acogida a las muchachas pobres que del campo venían a la ciudad a trabajar a las que quiso dar albergue por la noche. Este proyecto no dio resultado porque a las jóvenes
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no les gustaba pasar la noche en tal albergue. Cuando yo acompañaba a Sor María con mi carro por la ciudad y especialmente por los barrios pobres, Sor María me expresaba su preocupación y sufrimiento al ver a tantas jóvenes por las calles entregadas al vicio y al pecado o en peligro de caer en ello. Para ayudar a esas jóvenes promovió la escuelita de capacitación, donde se daban cursos de cocina, manualidades, corte y confesión, ortografía, mecanografía e incluso adiestramiento en el manejo de máquinas industriales. Esto último lo pudo realizar porque el señor Barzuna le regaló varias máquinas. Con ellas, las jóvenes se capacitaban en costura de máquina. Han pasado muchísimas jóvenes por este adiestramiento, y les ha abierto camino en la vida con trabajo en diversas fábricas. Otra gran ilusión y empresa de Sor María a favor de las muchachas pobres fue contar con un internado donde recibieran formación integral humana, cristiana y capacitación para oficios domésticos. Con este fin procuró comprar unas casitas que colindaban con el terreno del cafetal propiedad de las religiosas donde iba surgiendo la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Para poder comprar esas casitas recurrió al préstamo del Banco Nacional. La solicitud del préstamo se hizo famosa, pues cuando se trató de rellenar el formulario de la solicitud, Sor María, propuso términos completamente ajenos a las leyes bancarias; pues decía que el fiador era La Divina Providencia con María Auxiliadora, que el pago seria “según se fuera presentado la oportunidad”, etcétera. Sor María se expresaba así porque tenía la plena seguridad en María Auxiliadora de que, con las aportaciones que iba recibiendo, llegaría a responder satisfactoriamente del préstamo. Naturalmente, y en un primer momento, todo esto no dejó de causar cierta hilaridad en los miembros de la junta directiva del banco. Pero, por lo visto, terminaron confiando en la palabra de Sor María Romero, y le concedieron el préstamo pagadero en algunos años. De hecho, Sor María canceló la deuda mucho antes de terminar el plazo previsto.
La amplia iglesia de la Casa de María Auxiliadora. Desde el primer momento, cuando empezaron Sor María y Sor Laura a trabajar en los primeros locales construidos en el “cafetal”, la ilusión de Sor María fue que la casa, que iba surgiendo, de obras sociales, tuvieran un templo amplio para su Rey y su Reina, que fuera como el corazón de toda la casa. Durante los primeros años, ni siquiera pudieron tener reservado el Santísimo en esos locales, y sólo después de un tiempo se permitió celebrar la misa los sábados. Iniciadas las obras de la construcción de la capilla a finales de 1963, iban a ritmo lento cuando ya se estaba en abril del año 1964. Sor María quería que la
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capilla se inaugurara ese año en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Parecía imposible. La S.d.D. me aseguraba, ya verá, ya verá. Organizó, entonces, doce grupos de colaboradoras, con un promedio aproximado de quince miembros cada grupo, y los mandó a recoger fondos para la obra. Después de mucho trabajo se consiguió inaugurar realmente la capilla en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Desde entonces, este templo es, sin duda, uno de los centros más activos de todo San José en la promoción de la vida espiritual eucarístico mariana. Se ha hecho tradicional, por ejemplo, la procesión con el Santísimo por los corredores de la casa los sábados por la tarde después de la celebración de la santa misa. Acude mucha gente, muchos varones. Llevar los valores del palio era y es considerado un gran honor. Sor María que organizaba todo con mucho cuidado, sabía escoger. Para no pocos varones, sentirse invitados por Sor María fue ocasión de conversión a la vida cristiana o de intensificación de esta.
A favor de los niños pobres No hay duda de que los niños pobres fueron objeto de gran cariño y solicitud para su bien, de parte de Sor María. Ya que fue esto lo que le movió a suscitar tantos oratorios en diversas barriadas pobres de San José. Quiero señalar la gran Novena de Navidad y la fiesta de los Inocentes el día 28 de diciembre. Sor María llegó a suscitar, en formas y ambientes diversos, la colaboración de señoras de media y alta sociedad y de personas pobres, que durante el año iban confeccionando ropa para los niños y jovencitos pobres. Y recogía donativos para adquirir juguetes y dulces. Durante la novena de Navidad cada día se veían llegar autobuses llenos de niños y jovencitos pobres de los oratorios establecidos en las diversas barriadas. Sor María pagaba también el transporte. Cada día, a todos se les daban juguetes, vestidos, etcétera. Pero a los diez mejores de cada grupo se les permitía escoger el regalo, siguiendo un orden numérico. Causaba maravilla ver la organización, hasta en detalles, que consiguió Sor María, como por ejemplo dar a cada niño la talla de pantalones que le correspondía. Yo creo que durante toda la novena de Navidad vendrían a ser como unos cinco mil los que recibían obsequio. El día 28 de diciembre organizaba la fiesta de los Inocentes. Se daban regalos a las madres de los niños pequeñitos (menos de dos años). Recuerdo que un año para esta fiesta llegó más gente de la prevista y la S.d.D., me dijo: no tengo suficientes galletas para distribuir entre tantos. Pero se repartieron galletas a todos los que acudieron y sobraron algunas cajas. Al final Sor María me dijo: “vea usted lo que es la Divina Providencia”. Ella tenía la convicción de que el Señor siempre le respondía.
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Otra actividad apostólica que también promovió mucho, fue la de los ejercicios espirituales. Los organizaba cada año para sus colaboradoras, para las mujeres que recibían ayuda, para niños de las escuelas públicas. Quiero añadir algunas cosas que experimenté cuando la acompañaba en sus visitas a la gente pobre o en otras diligencias. Cuando visitaba los barrios pobres trataba con sencillez a las familias, les enseñaba, los catequizaba en forma de conversación y hacía algún obsequio a los niños. La forma de tratar a las personas era muy bondadosa, y corregía con cariño. Me daba la impresión de que captaba rápidamente las situaciones de las personas e intuía lo que les afectaba. Cierto día que le faltaba dinero para sus obras me envió a la casa de Don Fernando Castro Cervantes, hombre de mucho dinero y muy calculador a su manera de ser. Don Fernando se admiró de que Sor María le pidiera ayuda, pero se la concedió. Le envió varios miles de colones con los que Sor María en esa ocasión pudo llevar adelante sus obras. Sé que la S.d.D. recibía constantemente donaciones, pero ella no me solía decir cuánto le daban ni quiénes eran los donantes. La S.d.D. pensó que podría serle útil un carro para diversos servicios relacionados con su obra. Un día se presentó una pareja joven y le regaló un carro. Pero resultó que, según las normas de la Congregación, las superioras no creyeron oportuno que lo usara. Entonces promovió una rifa, y lo que se recaudó se destinó al beneficio de sus obras. Cierto día, Sor María estaba muy angustiada porque en una tienda donde solía comprar cosas para sus pobres tenía ya una deuda notable y la tienda se negaba a entregarle más mercancía a crédito si antes no pagaba la deuda pendiente. Y le urgía en ese momento adquirir ropa para los pobres. Quiso que le acompañara a la ciudad. La llevaba con mi carro. Y al detenernos en un semáforo, la señora Ivonne, primera esposa del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, que fue presidente de la República, se le acercó y le entregó un cheque, que según dijo la señora, iba a llevarlo personalmente a Sor María para sus obras. Era exactamente la cantidad que la S.d.D. necesitaba para pagar la deuda en la tienda. Muchas veces, ayudas providenciales coincidían con lo que en ese momento Sor María necesitaba para algún caso concreto. Por muchos años, una empacadora de carne le enviaba los residuos a la S.d.D. y ella hacía paquetes de un kilo y los repartía entre los pobres. Hubo algunas empresas que ayudaban porque reconocían la gran labor humanitaria y social que realizaba Sor María. Muchas personas mostraban a Sor María su agradecimiento por favores recibidos de María Auxiliadora desprendiéndose de sus joyas. La S.d.D. ponía mucho cuidado en que estas joyas fueran valoradas por personas expertas y de confianza, y después se vendían o se rifaban siempre en beneficio de las obras a favor de los pobres. También recibía cantidad de prendas de vestir y calzados usados y en buen estado que la S.d.D., seleccionados, ordenados y
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limpios, las entregaba a los pobres. Aún hoy día siguen llegando donativos de joyas, vestidos, de gentes de todo el país y aún del extranjero. La obra de la S.d.D. es muy admirada aún hoy en Costa Rica por tanta gente de todo el país que conoció a la S.d.D. y por muchos que no llegaron a conocerla, pero que han experimentado muchos beneficios por el contacto espiritual con ella.
Comportamiento de la S.d.D. Muchas veces le oí decir que tenía que ir a la Curia Metropolitana, a consultar varias cosas que tenía entre manos. Ella consultaba con frecuencia a Monseñor Oscar José Trejos que fue Vicario General muchos años. Todas sus obras fueron pensadas y creadas por Sor María, pero en todo consultó con los obispos. No era una persona autoritaria, corregía con dulzura. Fui testigo cuando en una ocasión corregía a una alumna de la escuela de orientación social, porque no estaba comportándose adecuadamente, pero la corrigió con mucha dulzura y amabilidad.
Comportamiento con los colaboradores Sor María inició su obra pidiendo colaboración a varios grupos de señoras para organizar los famosos tés, mensuales o quincenales. A ellos íbamos a rezar el Santo Rosario, a hacer trabajitos para vender y recoger dinero para las obras sociales. Yo fui invitada personalmente por ella para esta actividad. También tenía un grupo de señoras que cortaban los vestidos de los niños, otras los cosían. Otro grupo colaboraba en la escuela de capacitación de las jóvenes, impartiendo el club de cocina y otros. Puedo decir que han sido miles las colaboradoras de Sor María. Unas pocas a tiempo completo, las demás en actividades esporádicas. Sor María se preocupó de promovernos espiritualmente, con charlas, retiros espirituales y el día del Sagrado Corazón de Jesús, nos organizaba una fiesta especial que concluía con el almuerzo. Compartía con nosotras sus planes e ilusiones, principalmente lo hacía con algunas que estábamos más cerca de ella. Conmigo concretamente lo hizo. Sor María al inicio de la obra visitaba a algunas familias, pero después cuando la obra era más compleja, suspendió sus visitas. A mí me decía: yo corto por lo sano, porque si visito a una familia, las demás se pueden resentir. Nunca me di cuenta que alguna colaboradora tuviera que ser separada de la obra por Sor María. Algunas tristemente se han separado por su decisión u otros motivos.
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Sor María nunca obligaba a ninguna persona a brindar su ayuda; nos decía: “si usted pude…”. Lo que pasa es que como Sor María era bien querida, la gente y yo también, deseábamos colaborar con ella a pesar de las dificultades e incompatibilidad con el horario y obligaciones del hogar. Yo nunca observé en la S.d.D. ningún defecto, sólo virtudes. Mientras ella vivió la gente en general opinaba que Sor María era una santa, que tenía algo muy especial que atraía a la gente. Sor María recibía consejo de grupo de profesionales, como, por ejemplo, cuando quiso construir una casa modelo para la ciudadela, se hizo asesorar por los ingenieros, en especial por el ingeniero Barzuna, hermano del que le obsequió las máquinas industriales, y que también le ayudaba mucho en sus obras. Ella experimentó la ayuda providencial del Señor; era admirable ver cómo cuando necesitaba una cantidad de dinero, en el tiempo oportuno llegaba una donación, con la suma exacta. Esta providencia continúa llegando de esta misma forma a la casa de María Auxiliadora. Sor María atribuía todo esto a su Rey y a su Reina. Fue muy agradecida y cariñosa con los bienhechores. Era una persona que, con su bondad, manifestaba su gratitud. Nunca usó para su provecho personal nada de cuanto recibía. Recuerdo que una vez una persona le dijo que le iba a donar una finca. Y ella le dijo que no podía aceptarlo personalmente, pero que hablara con el abogado para que esa propiedad fuera traspasada a las obras sociales, y a la comunidad. Recuerdo que le obsequiaron un carro y ella lo rifó. En todas las cosas de uso personal era muy pobre y austera. Sor María dio prueba de un gran amor a Dios, a la Iglesia y al Instituto. Puedo decir que ella era amor en todo. Como juicio general, puedo afirmar que su comportamiento era óptimo, lleno de virtudes. Era la persona a quien yo acudía para todo. Cuando mi marido se disgustaba porque yo iba mucho a ayudarle a Sor María, yo se lo contaba, ella me respondía: “es que su marido la quiere mucho a usted y quiere tenerla consigo”.
Sobres los escritos de la S.d.D. Conozco el libro titulado “Las Obras Sociales de las Hijas de María Auxiliadora en San José de Costa Rica”. Sé que este libro fue escrito por la misma S.d.D. Ella me lo regaló y no tengo la menor duda de que ella mismo lo escribió. Tengo que añadir que yo viví con Sor María muchas cosas de las que están escritas en este libro. También publicó algunos folletos devocionales, por ejemplo, sobre los Quince Sábados, devoción que ella recomendó y difundió muchísimo, sobre la santa misa y otras devociones. Además algunos pensamientos espirituales y oraciones.
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Además, compuso el así llamado “Rosario de Sor María”, que consistía en lo siguiente: en vez de las Ave- María se decía alternando: “Por caridad Madre Mía concédeme esta gracia; ten compasión y misericordia de mí”; y otra: “Déjate llevar de tu bondad maternal; por tus dolores y lágrimas ten piedad de mí”. Hay escritos no publicados de la S.d.D., como cartas, apuntes e incluso algún libro de contabilidad. Entre ellos, se han conservado muchos apuntes sueltos de carácter espiritual. Sé que Sor María Doménica los va recogiendo y tiene la intención de publicar algunos libritos que, sin duda, servirán para poder apreciar el espíritu que animó siempre a la S.d.D. De las lecturas habituales de Sor María, no puedo decir nada, porque no tuve ocasión de intimar con ella en este aspecto. Sobre la S.d.D. se conserva muchas declaraciones y testimonios de personas que refieren gracias recibidas de la Virgen o atribuidas a la intercesión de la S.d.D., sea durante su vida o después de su muerte, o que expresan el concepto de santidad que tienen de ella y de las obras que realizó. Se han publicado artículos sobre Sor María, algunas entrevistas que le hicieron los periodistas y con ocasión de la muerte de la S.d.D. Conozco la amplia obra que sobre Sor María ha publicado Sor María Doménica Grassiano. He conocido personalmente a Sor María Doménica Grassiano, sé la gran diligencia que ha puesto en recoger datos y estudiar documentos acerca de Sor María. Y puedo asegurar que ese libro refleja fielmente lo que fue Sor María Romero.
Virtudes teologales. La fe Me consta que la S.d.D. cultivó en grado sumo, constantemente, y en forma no común la virtud de la fe. Para mí ella tenía una fe y confianza absoluta en las cosas espirituales, porque sabía que si se entregaba a Dios, Él también correspondía. Si la S.d.D. conocía que algo convenía a los intereses de Dios, ella lo hacía, si no, no; si le negaban los permisos, ella no insistía entonces, porque veía que Dios no lo quería. Cuando me planteaba algo, y yo veía que era difícil llevarlo a cabo y por eso yo me desanimaba, ella me decía: “mujer de poca fe”, entonces yo no insistía más; yo le obedecía porque sentía el influjo de su fe en Dios sobre mí. Los valores y las realidades sobrenaturales han ocupado un puesto primordial en la vida religiosa de la S.d.D.: practicaba la contemplación; muchas veces yo la veía concentrada en la oración, de tal manera que no se percataba de lo que había a su alrededor y había que tocarla para que volviera en sí. La alabanza de Dios y la meditación de las Sagradas Escrituras ocupaban en ella un primerísimo lugar. Con frecuencia la oía expresarse: “Mi Rey y mi Reina”. Buscaba siempre lo mejor para ellos. Yo puedo calificar todo esto como una obsesión de la S.d.D. por su Rey y su Reina.
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La piedad de la S.d.D. hacia la Santísima Eucaristía era impresionante. Era en verdad lo más grandioso. Se le veía transportada y se maravillaba al ver cómo todos asistían con gusto a la Santa Misa. La S.d.D. era excepcional en sus manifestaciones de fe hacia la Iglesia, el Papa, los obispos y autoridades de su Instituto. Con frecuencia nos hablaba de ello, inculcándome esas mismas actitudes. Las devociones principales de la S.d.D. giraban o las centraba en María Auxiliadora. A quienes acudían a ella para las consultas, les recomendaba su devoción. También recomendaba la devoción de los Quince Sábados, a la Sagrada Eucaristía y en concreto insistía en la comunión frecuente. Promovió extraordinariamente la devoción a María Auxiliadora. Durante toda la novena asiste gran cantidad de gente y el propio día 24 de mayo se celebran las misas cada hora, y en cada una de ellas la amplia Capilla se desborda. Toda la vida de la S.d.D. fue una expresión de su fe profunda y no sólo en algunas ocasiones. Cuando tenía problemas, la S.d.D. redoblaba su fe; sabía que Dios la tenía que ayudar y que ella saldría adelante. Nunca se acobardó aún en las adversidades más grandes de su vida. Su fe heroica quedó de manifiesto al vencer las múltiples dificultades que tuvo que afrontar de parte de sus superioras religiosas y por la escasez de recursos. Fue siempre tenaz en las cosas del servicio de Dios, aunque siempre se sometió al parecer de sus superioras. La S.d.D. demostró en grado altísimo, su fe heroica en la promoción, animación y realización de las múltiples actividades en bien de los pobres. Convenció, en una palabra a sus colaboradoras de que lo que se estaba haciendo era obra de Dios. Supo motivar a todos cuantos la rodeamos, con motivos de fe a favor de los pobres. Años después de su muerte seguimos recordando las palabras con que ella nos motivaba para seguir adelante, ayudando a los pobres. Ella nos inyectaba algo que nunca se nos ha borrado de la memoria. No hacía distinción de personas para prodigar una palabra de aliento; junto a gente distinguida había también gente pobre. Supo intuir siempre, como si fuera eximia psicóloga, la situación de las personas que se le acercaban. En su acción respecto a ellas siempre tuvo en su mira la promoción integral de la persona. Me consta que muchas personas la tenían como su consejera espiritual habitual y hasta recorrían largas distancias, incluso hasta de otros países, para recibir sus consejos. Me llamaba la atención el que aún hoy en día, después de doce años de la muerte de la S.d.D. todo sigue igual, como si ella aún viviera. La S.d.D. perseveró hasta los últimos instantes de su vida profesando abiertamente los valores y certezas de la fe, y tan salesiana como el primer día, no obstante que se le veía cansada, nunca sucumbió, sino que su testimonio de fe fue siempre claro. Nunca la vi decaer en su vida de fe, ni siquiera esporádicamente.
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Virtudes teologales. La Esperanza. Con su fe enorme, entregada completamente a Dios, ella esperaba de Él todo cuanto necesitaba para llevar a cabo su obra a favor de los pobres. Muchas veces la vi profundamente concentrada en la Capilla, pidiendo a Dios le concediera lo que necesitaba para sus obras. Esta esperanza la fortalecía en los momentos difíciles, sobre todo cuando no alcanzaba lo que pedía. Supe que sufrió muchísimo, pero nunca lo demostró; es decir, no se mostró angustiada ni desalentada. Lo que le sostenía en todo esto era su celo por la salvación de las almas. Recuerdo que siempre me repetía esta frase: “Si lográramos salvar un alma, ya es mucho”, queriendo decir con esto que valía la pena todo esfuerzo y sacrificio. Este celo lo comprobé cuando se trató de abrir la escuelita de promoción social y también al fundar ASAYNE. Las veces que se proponía llevar a cabo una obra y yo le indicaba que lo que ella deseaba era imposible de realizar, me decía: “ya lo verá usted, Mi Reina no me desamparará”. Así que la principal meta de sus obras era proteger al pobre; ayudaba a la gente, porque sabía que esto equivalía a servir al Señor. La confianza en Dios se reflejaba claramente en ella, pues sentía que Dios la estaba ayudando. En esto se inspiraba su tenacidad, pero también su entereza. Hoy, a distancia de años, puedo aquilatar más el espíritu que la movió para realizar estas grandes obras. Pues sólo un espíritu lleno de Dios puede ser capaz de llevar adelante estas obras que promovió y mantuvo. Y no solamente eso, sino que también nos contagiaba a todas de ese mismo espíritu. Aún hoy recordamos sus palabras y ejemplos que nos sostienen perseverando aún ante las dificultades. Yo creo que a esto se debe el que una institución como ASAYNE, compuesta de colaboradoras voluntarias, se haya mantenido durante 15 años. Creo que sólo la muerte nos separará de esto. Aún el lema de todas que estamos hoy en esta obra y que ella nos inculcó es “seguir adelante confiando en el Señor”. Yo sí creo que tuvo sus dificultades en la vida religiosa pero no las demostraba, porque confiaba siempre en el Señor. Era muy discreta y reservada, y por eso nunca me las manifestó. En las dificultades que tuvo que superar en las actividades que realizó en bien del prójimo, la S.d.D. acudía con frecuencia a la oración. Puedo decir que su oración era continua y pasaba ratos largos en la capilla. No siempre se mostraba preocupada por conseguir dinero para sus obras. Su preocupación más grande era entregarse a Dios, pues sabía que Él la sacaba de apuros, y por eso se tranquilizaba al punto. Una que otra vez noté en ella cierto nerviosismo, sobre cuanto tenía que hacer algún pago y no tenía con qué, pero la tónica era, aún en los momentos más difíciles, confiar siempre en Dios. Tenía la certeza absoluta de que Él le ayudaría. En ocasiones, prósperas o adversas, solía decir como jaculatoria preferida: “María Auxiliadora,
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ayúdame”, o bien esta otra: “Virgen mía, cúbreme con tu manto” o esta otra cuando usaba el agua de la Virgen: “Pon tu mano, Madre Mía, ponla antes que la mía”. Aún en situaciones difíciles, se le veía dominada por el optimismo y la alegría. Nunca se manifestó pesimista; su optimismo la llevaba a confiar en que todo se iba a cumplir. Tenía la esperanza puesta en que iba a realizar las obras que se había propuesto llevar a cabo. Cuando había obtenido lo deseado, llegaba muy alegre y me lo contaba. Puedo decir que Sor María irradiaba felicidad, aún en circunstancias en que otros se ponían nerviosos o preocupados. Poseía una sonrisa muy simpática y humilde y nunca me sentí mal si alguna vez me regañó. Durante todo el tiempo que estuve a su lado, nunca supe que la S.d.D. hubiera faltado, aunque esporádicamente, contra la esperanza y la confianza de Dios.
Virtudes teologales. Caridad para con Dios La S.d.D. practicó el amor a Dios. Siempre vi en ella aquel gran amor entrañable que ella sentía por Dios. Yo la puedo calificar como una enamorada de Dios. Cuando hablaba de Dios, se le veía una gran felicidad, que yo puedo comparar con felicidad que experimenta la novia cuando espera al novio. No recuerdo expresiones especiales de la S.d.D. en las que ella manifestara su caridad para con el Señor, porque todo su hablar era de Dios: Su Rey. En todos los actos de su vida pude notar en ella ese amor, pues con sólo oírla hablar se notaba que su único amor era Dios. También puedo decir que Sor María gozaba sobremanera solemnizando las fiestas del Señor. Ese amor poco común y extraordinario hacia el Señor, la S.d.D. lo demostraba todo el tiempo, pues no había diferencia entre un día y otro. Era preocupación constante de Sor María, el que la gente conociera más a Nuestro Señor y nunca omitía en su vida aquellos actos en los que se manifestara más claramente el amor a Dios. Puedo afirmar que siempre, en su celo por el bien del prójimo, Sor María estaba movida por el deseo constante de que el Señor fuera siempre conocido, amado, servido y glorificado por Dios.
La caridad hacia el prójimo Yo llamaría extraordinaria su caridad hacia el prójimo y su entrega por completo al necesitado. Practicó esta caridad en circunstancias insólitas y difíciles, venciendo toda dificultad en el ejercicio de su amor al prójimo. Debió haber tenido momentos muy difíciles. Yo digo que las obras mismas que realizó fueron de suyo difíciles, puedo afirmar que Sor María programaba y
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realizaba todas sus obras asistenciales, inspirada y movida por caridad sobrenatural hacia el prójimo.
Virtudes cardinales. La Prudencia. Para mí, la S.d.D. fue una mujer prudente. Cuando encontraba rechazo, dificultades, incomprensiones en las obras que ellas creía que eran para el servicio de Dios y del prójimo, siempre hallaba la manera de volver a insistir en ellas, dentro de la obediencia y sinceridad para con sus superioras. Esto lo vi cuando se trató de iniciar los trabajos de la escuelita, el dispensario y ASAYNE. Su criterio fue siempre muy espiritual, práctico y correcto, siguiendo constantemente la voluntad de Dios con miras a proteger y a levantar a la persona desvalida. A pesar de tantos tropiezos, trataba siempre de levantar al individuo y promoverlo. En esto, su prudencia me pareció extraordinaria. No creo que Sor María haya dejado pasar la inspiración del Señor; más bien la atendía y la llevaba a cabo con tenacidad. Para mí, esa era su norma de vida y nunca se desviaba de ella. Se sabía que la S.d.D. respondería en esta forma, pues era recta en todo. Sobre la actitud concreta de la S.d.D. frente a todas las disposiciones de los superiores eclesiásticos sobre sus iniciativas, diría yo que fue de obediencia, humildad y serenidad. Es asombroso palpar cómo ella es conocida, y cómo se habla siempre de ella. Nosotras, sus colaboradoras, constatamos que con sólo decir tal obra es de Sor María, es más que suficiente para que se nos abran las puertas. Un hecho muy importante es el siguiente: Precisamente en este día, en la Asamblea Legislativa, en su sesión plenaria, se está declarando la ciudadanía de honor costarricense a favor de Sor María Romero.
Virtudes Cardinales. La Justicia Creo que Sor María, como era estricta en sus actuaciones, fue siempre justa en todo, tanto para con Dios como para con el prójimo, pues nunca nadie, que yo sepa, se quejó de que fuera injusta. Se entregó sinceramente a Dios, hasta el grado máximo, dándole a Él todo honor, alabanza y gloria. Con respecto al cumplimiento de los mandamientos de Dios, de las leyes de la Iglesia y de los deberes de su propia condición, yo diría que los observó en forma extraordinaria. Mientras estuve a la par de ella los cumplió en grado sumo. ¡Ah, sí vivía en un continuo agradecimiento con Dios por todos los bienes que le había concedido! Agradecimiento que también nos transmitía a todos los que le tratábamos. En ella no había doblez, insinceridad ni hipocresía; en cuanto pude apreciar, todo en ella era sincero. Se le veía siempre dando gracias a Dios.
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Justicia para con el prójimo Quiero referir un hecho que yo misma presencié: Una vez la S.d.D. tenía unos trabajadores en la construcción de la ciudadela, que se alzaron en huelga y llegaron a molestar a Sor María, a pedirle cosas a las que ella no se había comprometido; me llamó a mí y a don Rodrigo Barzuna para que la asesoráramos, y le dijéramos si había incurrido en alguna injusticia. Estudiando el caso le respondimos que no, pero la S.d.D. les dio lo que ellos pedían sin razón. Recuerdo que en esa ocasión manifestó, “prefiero pagar lo que no debo, que dejar de pagar lo que tal vez debo”. Decía también: “allá Dios con su justicia; Él lo arreglará todo”. No quería Sor María que Dios le fuera a decir que había sido injusta con esos trabajadores. Yo veo en este hecho la delicadeza de conciencia de la S.d.D., que tenía miedo de faltar a la justicia. Ella hacía todo lo posible para ayudar a los demás, compadeciéndose así de todos. Esto lo hacía para disponer el ánimo de recibir el mensaje de amor a Dios. A la S.d.D. le preocupaba particularmente la situación del adolescente: siempre ideaba algo para atraerlos a Dios y alejarlos del peligro. Esto le inspiró a ella llevar a cabo la obra de la construcción de la escuelita. Con relación a las maneras habituales de la S.d.D. en su trato con el prójimo, puedo decir que fue siempre cariñosa y bondadosa. En esto le acompañaba el tono de su voz, que era dulce, suave y agradable. Llamaba la atención cuando veía algo incorrecto, pero era necesario, y lo hacía siempre con ese tono de voz dulce y suave.
Virtudes cardinales. La fortaleza Sin duda alguna, una de las grandes virtudes de la S.d.D. fue la fortaleza. Sor María, sin esta virtud, nunca habría llevado a cabo todas las obras que realizó. No cabe duda de que practicó esta virtud en grado máximo, porque ella encontró en sus obras mucho contratiempo, tropiezos e incomprensión. Recuerdo que cuando manifestó la idea de construir el Dispensario, la esposa de un médico se opuso rotundamente, porque según su esposo, esto era diversificar los servicios médicos del Seguro Social; pero la S.d.D. lo quería construir a favor, precisamente, de todos aquellos que no podían acudir a los hospitales, por falta de requisitos legales. Sor María no se desanimó; recuerdo que en esa ocasión me dijo: ya verá usted, cómo eso se va a llevar a cabo; y así fue. Sor María fue incomprendida en muchas ocasiones; hasta llegaron a decir que lo que ella hacía lo realizaba porque era bruja. No obstante esto, no se desanimó. Luchó y luchó hasta lograr lo que quería. En los momentos más
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difíciles de sus actividades, ella mantuvo un pleno control de sí misma y manifestó verdadera fortaleza de espíritu; esto lo logró porque la sostenía ese amor grande que ella sentía por Dios. Todo se lo encomendaba a Él. Recuerdo que en muchas ocasiones tuvo necesidad de animarnos a nosotras, sus colaboradoras. Muchas veces nos habló en un sentido como apremiante: ¿cómo es que ustedes no tienen fe en esto? ¿por qué es que no quieren ayuda?”. La fortaleza de la S.d.D. también la supe apreciar en la forma cómo ella superó las dificultades económicas, las incomprensiones, etc. Ella tenía una táctica para irse metiendo y conseguir lo que necesitaba. Era una inspiración divina. Pienso yo que era una especie de carisma que, poco a poco, lo transmitía y convencía a la gente de que las cosas tenían que ser así. Ejemplo de ella fue la fuerza persuasiva que usó para convencer a los miembros de la Junta Directiva del Banco Nacional de Costa Rica, para que le concedieran un préstamo en condiciones excepcionales. De esta manera la S.d.D. superaba todo con su palabra que convencía. La S.d.D. manifestó resignación y conformidad al querer divino. Cuando las cosas no le salían bien; no se irritaba. Cuando sentía cansancio, le pedía a Dios fortaleza, para poder seguir adelante. A mi parecer, la S.d.D. nunca faltó contra la virtud de la fortaleza. Muy al contrario, era admirable cómo ella podía superar todas las cosas. Yo sabía que era delicada de salud, pero nunca me habló de ello. Sólo observé que usaba un bastón, probablemente para ayudarse; cuando no lo usaba se apoyaba en mí para caminar. Supe que el sol le molestaba mucho, causándole como una alergia que le producía una inflamación en el rostro. Por eso procuraba evitar el exponerse al sol, y cuando iba conmigo en mi carro, prefería sentarse en el asiento trasero, teniendo así la oportunidad de cambiar de posición, según los rayos del sol cayeran o no sobre el carro.
Virtudes cardinales. La Templanza. Yo diría que la S.d.D. ejercitó la virtud de la templanza en grado superlativo, mostrándose siempre serena, humilde, dulce y alegre. He pasado muchas horas cerca de ella y nunca me pareció que hiciera las cosas con desgana. Si no se sentía bien, trataba de disimular y seguir adelante. Al notar algunas veces cansancio en su rostro, sentí compasión de ella, pero me respondía que con el sueño de la noche se sentiría mejor. Siendo de temperamento tranquilo y carácter dulce, trató al prójimo siempre con dulzura y cariño. Era risueña con una sonrisa simpática. Yo nunca vi que la S.d.D. tuviera pasiones de orgullo o vanidad del espíritu o que quisiera imponer sus ideas. Hasta la muerte mantuvo así ese carácter, esa serenidad, esforzándose cada día en dominarse a sí misma. Noté también que se mostró siempre imparcial. No quería a una más
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que a la otra, pues mostró gran equilibrio en el trato con los demás. Yo me imagino que la S.d.D. fue parca y moderada en cuanto al alimento y el sueño, pues en aquel entonces no era permitido a las religiosas comer con otras personas; yo observé que la S.d.D. fue siempre fiel a esa tradición religiosa, pues nunca aceptó nada que fuera contrario a sus disposiciones. Nunca conseguí que aceptara ir a mi finca, aunque fuera por unas horas, a descansar. En cuanto a la sencillez y modestia en su estilo de vida, noté que nunca era ridícula en su manera de ser: se mostraba siempre como la mujer humilde, sencilla y dulce.
Virtudes varias. La Pobreza La S.d.D. practicó, en la modalidad propia de su condición religiosa, la virtud de la pobreza, enteramente se entregó a ella, se veía que sus vestidos y sus zapatos los conservaba hasta que ya no se podían usar. Su mismo bastón, que necesitaba para apoyarse, no era bastón sino un simple palo. Era difícil hacerle regalos a ella, pues decía que no los necesitaba, y con frecuencia los daba a su vez a los demás. Su hábito era pobre, pero bien remendado, pues ella no quería desperdiciar nada. Cuanto le daban, lo aceptaba con muy buena voluntad. Se mostró ajena y desasida de todos los honores y títulos: ella los rechazaba y no quiso aceptarlo; por ejemplo con ocasión de ser designada “Mujer del año”, de parte de UAM (Unión de Mujeres Americanas). Cuando yo le comenté acerca de este título honorifico, ella me contestó: “No hablemos de eso…no tiene importancia”. La vida de la S.d.D. fue sencilla, como también lo fue su habitación. En los últimos días de su vida, que pasó con sus familiares en Nicaragua, quiso también tener una habitación sencillísima: solamente una cama, sin mesa de noche ni silla. Recuerdo que la silla que la S.d.D. usaba para atender a toda la gente que acudía a ella a pedirle consejo, era una silla de madera; ni siquiera tenía un cojín para sentarse, y pasaba así varias horas diarias, de lunes a viernes. La S.d.D. nunca usó cosas de lujo. Tenía lo necesario, pero todo muy sencillo. Se dedicó por entero, en alma y cuerpo, a favorecer a los pobres, teniendo siempre hacia ellos gran respeto y preferencia. Que la S.d.D. haya recibido herencia de parte de los suyos, yo no lo sé, sí sé que recibía mucho dinero en donaciones, lo aceptaba, pero no para ella, sino para sus obras; no podía tener dinero, porque al momento lo daba, o a los pobres o para sus obras, como sucedía con ASAYNE. Además de lo que daba a los pobres en comida y vestido, se preocupaba por darles algunos centavos para los “socorristas rápidos”, como los pases, leche para los niños y golosinas en general.
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Así que puedo decir que, del mismo que le entraba el dinero, así le salía. Si bien la S.d.D. vivió siempre pobre, esto no quiere decir que no se esmerara en procurar lo mejor para su Rey y su Reina. Ella no buscaba lujo, pero sí buena calidad y que todo estuviera bien hecho.
Virtudes varias. La humildad La S.d.D., me consta que practicó habitualmente y en forma no común la virtud de la humildad; más bien diría yo que fue ella en extremo humilde. Para mí, el concepto que de ella tengo es que era humilde en todo sentido: desde su voz, que era suave y melodiosa, hasta la actitud que ella tenía con toda clase de personas, no distinguiendo clases sociales para tratarlas con humildad. Recuerdo que visitaba las casas de los pobres con mucha sencillez y cariño. Recuerdo también el día que fue nombraba la “mujer del año”, honor que recibió con mucha humildad, pues no le gustaba la ostentación. Tampoco tenía reparo en acoger a la gente mal vestida, sucia, y no mostraba repugnancia alguna hacia ellos. Su humildad también fue sincera en sus relaciones con el Señor; y por lo que he oído, ella se consideraba pecadora, y por eso recurría con frecuencia al Sacramento de la Confesión. Yo creo que era la gracia de Dios la que la mantenía en ese estado de sencillez, humildad y mansedumbre. Fue también sinceramente humilde en sus relaciones con el prójimo, manifestándole también estimación, respeto, benevolencia; era imparcial con todos y no tenía aceptación de personas; además, de muy buena voluntad se sometía al juicio de personas prudentes. El servicio a los pobres, ella lo hacía con dedicación, tanto que no se preocupó de su salud, y aun cuando se le notaba cansada, no abandonó su trabajo, que siguió siempre adelante. Siempre que se presentaba la ocasión, la S.d.D. servía personalmente a los pobres con mucho entusiasmo, se acercaba a ellos y les servía con amor. Puedo decir que S.d.D. nunca sintió fastidio en servir a los pobres, muchas veces la vi buscándoles a ellos prendas de vestir, se las medía y luego se las daba. Puedo también decir que la S.d.D. fue constante y perseverante en el ejercicio de la humildad hasta su muerte. Su costumbre era ser así, nada anormal se notaba en ella y tampoco nada llamativo.
Virtud de la obediencia Yo sé que S.d.D. ejerció la virtud de la obediencia según el espíritu y la modalidad propios de su condición religiosa. Algo que me ha llamado mucho la atención ha sido que Sor María nunca pretendió ser superiora de la casa:
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siempre quiso ser una religiosa corriente, prefiriendo ser súbdita y nunca superiora, y esto hasta su muerte. Al realizar sus obras exponía sus proyectos, los comentaba, y si le daban permiso, los ejecutaba. Todas sus realizaciones las hizo dentro del marco de la obediencia, porque nunca llevó a cabo nada si no tenía permiso de sus superiores.
Virtud de la Castidad Sor María se mantuvo fiel en las palabras y en la conducta externa a la virtud de la castidad. Ella la reflejaba, no sólo en el rostro sino en sus actuaciones y modales de ser una mujer muy pura. Prueba de ello fue la inspiración que tuvo al sentir lástima por las niñas descarriadas, de fundar la escuelita, que tenía un fin preventivo, ella solía repetir que si salvábamos un alma era mucho. Poseía tal pureza de corazón, tal pudor y candor de su alma, que nunca vi en ella actitudes inconvenientes en este aspecto. El enamoramiento por su Rey y su Reina la llevaban a ser cautelosa y precavida para alejar de sí todo peligro contra la castidad. Yo creo que ella no usó ningún instrumento de mortificación. Su alma era muy pura, y desde que la conocí se mostró constante, equilibrada y prudente en la observancia de la castidad. Mientras la S.d.D. estaba en esta vida gozó de fama de santa: fue creída y llamada Santa y para mí Sor María es en verdad una gran santa en todo sentido: al estar a su lado yo tenía la seguridad de que estaba junto a una persona extraordinaria y de gran virtud.
Sobre el grado de heroicidad de las virtudes Refiriéndome a la práctica de las virtudes de la S.d.D., de las que ya he hablado las encuentro extraordinarias. Verdaderamente las practicó con equilibrio, prontitud, alegría, y constancia, y me atrevo a afirmar que las practicó en grado heroico. A mí, Sor María siempre me ha parecido extraordinaria, y cuanto ella se proponía hacer, lo llevaba a cabo. Tuvo tenacidad, y con toda seguridad consiguió lo que quería, por la gracia de Dios, ya que por Él sentía un amor muy grande.
Dones Carismáticos y Hechos preternaturales Para mi concepto, Sor María poseía un carisma extraordinario. Apenas lo veía a uno, ya ella de antemano, sabía qué le iba a decir. Con sólo ver a la persona,
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ella intuía de qué le iba a tratar. Sobre el don de profecía recuerdo este hecho: un día me dijo que veía a su patria ensangrentada. Sin duda, refiriéndose a los hechos que han acaecido últimamente en Nicaragua. (La Revolución Sandinista). Otro hecho es el siguiente: Muchas veces se le oyó decir que en el cafetal que estaba en el costado este de esta Casa Sagrado Corazón de Jesús, iba a tener una casita para sus obras sociales y en donde la Virgen sería honrada. Hoy en día, esto es una realidad, porque allí se ha construido la casa de las Obras Sociales de María Auxiliadora en donde ella vivió los últimos años, el dispensario, varios salones, la capilla y últimamente el internado. Con respecto a las curaciones, yo sé que muchas personas se han curado de sus enfermedades después de haber hecho la práctica religiosa de los quince sábados, la novena a la Virgen recurriendo al “agua de la Virgen” y hasta he sabido de personas de cáncer de la vesícula y Sor María les dijo que no se operara, porque se curaría sin necesidad de operación. Conozco también el caso de una amiga llamada Gloria Esquivel de Montealegre, cuyo esposo no deseaba tener más hijos varones sino una niña, al quedar ella embarazada, acudió a la S.d.D. y Sor María se quitó el crucifijo que llevaba, se lo puso sobre el vientre de la señora y la aseguró que tendría una niña, y a los nueve meses, en verdad, nació una niña. En cuanto a éxtasis, yo sí la vi una vez en la capilla, me le acerqué, me quedé un rato parada a su lado, y como no reaccionaba, la toqué, y de inmediato volvió en sí, por lo que me quedé apenada de haberla sacado del éxtasis. Sé del caso de una mujer pobre, de las asistidas por Sor María, la cual ya tenía ocho hijos y había salido nuevamente embarazada y le dijo repetidamente a Sor María que ello no podría sostener a un hijo más y que en cuanto naciera se lo traería, para que ella viera qué podría hacer con la criaturita. Sor María le había dicho a la mujer que no se la trajera, porque ella no sabría qué hacer con la criaturita, ya que a ella no le permitían tenerla. Yo de esto nada sabía. Mientras tanto, una amiga mía, al final de una reunión, me manifestó que su esposo quería adoptar una niña, ya que ella no lo podía tener. Al llegar yo a mi casa, después de esa reunión, me dijeron que Sor María me estaba llamando con insistencia, yo la llamé y me dijo: “tengo aquí una chiquita recién nacida y no me permiten tenerla más allá de las seis de la tarde; ayúdeme en esto”. Yo le dije: corte la conversación que yo le voy a resolver ese problema. Inmediatamente llamé a mi amiga y le dije: donde Sor María está la chiquitita que vos querés, anda inmediatamente a recogerla. Esta amiga mía se llama Marta Chacón de Vega. Así, mi amiga y su marido fueron inmediatamente a recoger a la niña. Esta niña era casualmente la hija de aquella mujer pobre que había manifestado su problema a Sor María. A las siete de la noche mi amiga me llamó y me dijo que ya tenía la niña en la casa y que los dos estaban felices. En una hora se resolvió todo milagrosamente. Hace un año aproximadamente, en una reunión, una señora joven, casada, que estaba sentada frente a mí, oyó que me llamaban por mi nombre y me preguntó: “¿Es
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usted doña Amalia? Le respondí que sí, y ella me dijo: Yo soy la chiquita que usted le llevó a mi mamá”. Esto me emocionó particularmente, pues precisamente este diálogo fue en el mismo lugar donde Sor María se la entregó a la mamá siendo ella niña. La S.d.D. manifestó estos dones, simplemente realizándolos a favor del prójimo. Oí que la tildaban de “bruja”, pero creo que eso se debió a una mala interpretación de la gente, al ver cómo llegaban a ella tantas personas con problemas y obtenían milagros. De mi parte, nunca me enteré que practicara la magia, o el ocultismo. Considero que la cultura y la espiritualidad de Sor María eran lo suficientemente elevadas como para abstenerse de ese tipo de cosas.
Muerte de la S.d.D Con respecto a la muerte de la S.d.D., no puedo testificar nada, porque ella murió en Nicaragua y sólo a media noche me enteré porque Sor Laura me llamó por teléfono comunicándome la noticia.
Circunstancias posteriores a la muerte Fue grande la cantidad de personas que visitaron los restos de la S.d.D. durante el tiempo que estuvo en capilla ardiente, en la Iglesia de la casa donde ella vivía, la Casa de las Obras Sociales. Fueron grandes multitudes, de todas las clases sociales: colaboradoras y no colaboradoras, gente pobre y rica. Sus exequias fueron solemnísimas. La concelebración Eucarística estuvo presidida por el Señor Arzobispo, Monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós, asistido por muchos sacerdotes del clero secular y regular. Fue tal la cantidad de gente, que llenó y hasta se desbordó la capilla y las calles aledañas a la casa, significando así la alta estimación y admiración extraordinaria que el pueblo sentía por la S.d.D. La oración fúnebre estuvo a cargo del mismo Señor Arzobispo. Acabadas las honras fúnebres, el cadáver de la S.d.D. fue conducido hacia el cementerio General, siempre con gran acompañamiento de pueblo y allí actualmente se encuentra sepultada en una de las tumbas de propiedad de las Hijas de María Auxiliadora.
Eventual Culto público en honor de la S.d.D. No he llegado a ver que se tribute culto público a la S.d.D.; nunca he visto en su sepulcro ni ex votos, ni retratos, ni imágenes. La tumba la visito con frecuencia y me he dado cuenta que constituye un lugar de veneración y
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recuerdo de la S.d.D., pues siempre está llena de flores, que le llevan los que la conocieron, o en señal de agradecimiento, los que recibieron de ella algún favor. Es una muestra de la veneración hacia la S.d.D. que no tienen otras tumbas, pues Sor María fue siempre bien querida; cuando visito su tumba, que es por lo general una vez al mes, así se lo inculco a mis nietecitas que me acompañan. La casa en donde la S.d.D. vivió la visito a diario; ya sea que vaya a la Santa Misa o bien a alguna que otra reunión, colaborando con las Obras Sociales, siendo mi principal colaboración el apoyo a ASAYNE.
Fama de santidad de Sor María Romero Mientras vivía en este mundo, ya Sor María gozaba de fama de santidad. Así la considerábamos todas sus colaboradoras y la gente en general. Todos aquellos que a diario acudían a ella, ya la consideraban una santa. Nosotras, sus colaboradoras, temíamos que, muerta Sor María, sus obras se debilitarían, pero parece mentira: estas obras van creciendo siempre más y más. Incluso, desde el extranjero llegan frecuentemente contribuciones para sus obras. Al morir la S.d.D. se dieron varios testimonios y declaraciones sobre su santidad. Hubo reportajes en los diarios y fotografías a profusión. Tales declaraciones salieron del público en general, que siempre la ha considerado y venerado como santa. La fama de santidad de Sor María ha existido siempre, y cuando supimos que se iba a introducir la causa de canonización hubo mucha alegría en todos. Entre nosotros está siempre viva la fama de su santidad. Sentimos que ella está entre nosotras y nos protege continuamente. La fama de santidad de la S.d.D. no ha sido creada ni fomentaba por obra de sus hermanas en religión o de sus parientes y amigos. Son los mismos hechos de la S.d.D. los que hablan de la fama de su santidad. Ella no ha necesitado de propaganda alguna. Al momento presente, no conozco nada de rumores o escritos contrarios a la virtud y fama de santidad de la S.d.D. Tampoco sé de personas o grupos de personas que no compartan ni simpaticen con la fama de santidad de la S.d.D. o que sean contrarios a la actual causa de beatificación. Al contrario, puedo referir un hecho presente, muy conocido: En nuestra Asamblea Legislativa, el día en que fue declarada Ciudadana de Honor en Costa Rica, los señores diputados se expresaron muy bellamente de la S.d.D., incluso un diputado protestante alabó a la S.d.D. y su obra, afirmando que la S.d.D. había vivido y practicado las Bienaventuranzas Evangélicas, cuyo texto él leyó cuando dio su voto a favor a la ciudadanía de honor para Sor María Romero.
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Gracias y hechos preternaturales atribuidos a la S.d.D. A mí me consta, porque es fama común y se oye, entre la gente, que hay milagros y favores recibidos por intercesión de la S.d.D. Yo conozco de dos hechos, con características extraordinarias, uno de la señora Mary Malavassi de Sánchez y otro de la señora Esquivel Volio, cuyo nombre completo no recuerdo, porque son varias hermanas.
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SÉTIMO TESTIMONIO
Mi nombre es Emma María Holman de González. Mi padre, Carlos Holman Reinecker. Mi madre, Ana Morice Belmonte. Nací en Rivas; Nicaragua, el 18 de noviembre de 1917. Casada y ciudadana alemana, católica. Oficios domésticos, me dediqué a la música y artes en general. No estoy ligada por ningún vínculo natural con Sor María Romero. Sólo nos unió la amistad. Hubo mucha unión entre ella y yo. Conocí a la S.d.D. cuando yo tenía siete años de edad, en el Colegio María Auxiliadora de Granada, en donde estuve tres o cuatro años. Y después, estuve en relación con ella por más de treinta años hasta su muerte. Durante todo este tiempo nos escribíamos, nos hablábamos por teléfono o yo venía a Costa Rica a visitarla. Mis entrevistas con Sor María eran puramente espirituales, pues en ellas yo le contaba cuanto me estaba sucediendo en mi vida matrimonial y ella me aconsejaba.
Iniciativas y Actividades suscitadas por la S.d.D. Yo sé que Sor María ha llevado a cabo todas esas diversas obras especialmente a favor de los pobres, porque ella misma me las contaba; pero en eso no profundicé, porque, como dije, nuestras conversaciones giraban en torno a las cosas espirituales mías que yo le consultaba. Pude darme cuenta que Sor María era una persona extraordinaria en su solicitud por los pobres y que se dedicó de lleno a trabajar por ellos. Si hay una persona que se haya dado por entero a los pobres, esa persona es Sor María. Yo misma le ayudé mucho con limosnas para sus obras. Sor María era puro amor: amor a Dios y amor a los pobres. Cuando yo estuve enferma del corazón, Sor María decía que me echaran de esa agua, inspirándome mucha fe en su uso. Yo he tomado mucha de esa agua. Le he cogido mucha devoción, le he tenido mucha fe y hasta hoy en día sigo tomando. También he dado a beber de esa agua a mi hija enferma. Yo creo que la estampita de María Auxiliadora que siempre traigo conmigo y el agua de la Virgen son las que me han curado del corazón y han curado también a mi hija. Era muy devota e infundía fe a nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María. Muy frecuentemente me repetía y me lo inculcaba en sus cartas, que Jesús nunca le niega nada a su Santísima Madre. También me decía: “téngale mucho amor a Jesús y a María”. Mis relaciones con la S.d.D. eran principalmente en el campo espiritual. A mí me hizo muchísimo bien. Sé que quien se acercaba a Sor María era extraordinaria. Gran cantidad de gente acudía a ella a diario a pedirle consejo. Y me consta que venía gente a consultarle. Ella lo hacía siempre con la alegría de poder ayudar a llevar a todos a Dios y a la Virgen; y aunque estuviera cansada se la veía sonriente. Era algo que le venía de lo alto.
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Todas las personas con quienes he conversado sobre esto se maravillan de la gran obra realizada por la S.d.D. Lo consideramos un milagro patente. En todas estas construcciones, se puede palpar la gran fe que Sor María tenía en Dios.
Virtudes Teologales. La fe. Sor María poseía una fe inmensa que a uno mismo se la transmitía y lo que creía y decía que iba a suceder, eso mismo sucedía. Hablaba con una gran seguridad. No tenía duda alguna. Dios era todo para ella y lo alababa continuamente. Cuando se le narraba algo que se había recibido ella decía, “Sea alabado Dios continuamente”. Yo siempre he creído que Sor María poseía un inmenso amor a Dios y a la Santísima Virgen María. En una ocasión la llamé desde Estados Unidos para recomendarle un hijo que tenía una enfermedad incurable y ella me respondió: “Ten fe, que él se curará”, y en verdad se curó completamente y hoy ya tiene 44 años. Era, en verdad, una mujer llena de fe. Desde que murió, yo estaba segura de que estaba en el cielo y, por eso, creo que no se alejó de mí. Sentía una piedad grandísima hacia la Santísima Eucaristía, rezaba ante Jesús Sacramentado, aún durante las altas horas de la noche, pues muchas veces la llamé por teléfono, alrededor de las diez u once de la noche y ella me decía que estaba rezando en la capilla. Con frecuencia a Jesús y María, “Mi Rey y mi Reina”.
Virtudes Teologales. La esperanza. Yo sé que ella tenía esta virtud de la esperanza, porque en mis llamadas telefónicas, ella siempre contestaba con plena seguridad. No se veía que vacilara, y cuando yo recibía sus respuestas, me sentía tranquila inmediatamente. Siempre la vi dominada por el optimismo y la alegría, aun en situaciones difíciles. Se le veía risueña, tranquila y dueña de una gran paz y tranquilidad.
Virtudes Teologales. La caridad para con Dios El amor único y absoluto de la S.d.D. por el Señor fue siempre evidente y se manifestó en la actitud habitual y en la conversación habitual. Yo lo veía cuando le solicitaba que interviniera ante Dios para obtener una gracia; ese amor a Dios era lo que siempre Sor María transmitía. Estoy cierta de que Sor
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María nunca cayó en culpa alguna externa deliberada contra los Mandamientos de Dios o las leyes de la Iglesia.
Caridad con el prójimo La S.d.D. siempre demostró ese amor sobrenatural que ella sentía hacia el prójimo. Para mí era un amor extraordinario demostrando en circunstancias insólitas y difíciles, pues con sólo ver la obra que ella realizó, allí lo demostró todo. Dedicó toda su vida, hasta su muerte, a favor de los pobres. Es este un mérito suyo inmenso, que pocas personas tienen. Ella un puro amor a Dios y al prójimo. Yo no me explico cómo Sor María tenía siempre tiempo para todo y para atender a todos los que acudían a ella. No me explico de dónde sacaba tanto tiempo para hacer tantas cosas.
Virtudes Cardinales. La prudencia Sor María fue siempre muy prudente. A mí, personalmente, me confiaba muchas cosas, y a su vez yo sentí por ella mucha confianza. Su prudencia fue extraordinaria; yo sabía que lo que le contaba, allí se quedaba, pues con nadie hacía ningún comentario. En todas sus actividades, ella nunca actuó movida por intereses personales; Sor María era de Dios y servía siempre a Dios. Era también muy discreta: de ello me di cuenta durante el tiempo que la traté. Fue prudente en todo y nunca buscó alabarse a sí misma. Todos cuantos la trataron, religiosos o seglares, la tuvimos como a una persona extraordinaria.
Virtudes cardinales La justicia con Dios y el Prójimo Por supuesto que la S.d.D. ejercitó de modo habitual y constante la virtud de la justicia, pues para mi concepto ella se entregó completamente, por entero al honor, a la alabanza y a la Gloria de Dios. Fue fiel a los mandamientos, a las leyes de la Iglesia y a los deberes de su condición religiosa en todo y en grado extraordinario. Yo la notaba siempre agradecida con el Señor, y a Él le atribuyó todos los bienes de su vida. Sor María era recta en todo, no había en ella nada de insinceridad o hipocresía. Era de una sola pieza. Sor María era toda para Dios, y ciertamente vivió agradecida con Él. Daba gracias tanto por las alegrías como para las tristezas, en una palabra, le agradecía todo lo que Él mandaba.
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Justicia para con el prójimo La S.d.D. fue veraz y honesta con todos, sensible, generosa frente a los derechos y necesidades de los demás. Mostró solicitud y una bondad grande ante las necesidades del prójimo, que yo califico de 100%. En su trato para con el prójimo fue excepcional. Si para conmigo lo fue así, ciertamente también lo debió haber sido para con las demás personas.
Virtudes Cardinales. La fortaleza Para mí la S.d.D. ejercitó la fortaleza cristiana en grado heroico. Muy frecuentemente decía, “Hay que tener fortaleza para todo, y siempre pedirle a Dios que nos dé fortaleza”.
Virtudes Cardinales. La templanza Sor María manifestó tener un temperamento suave y un carácter muy dulce; tratando siempre a todos por igual, porque ella era pareja con todos. Habitualmente era serena, amable y dulce, de muy buenos modales, y si conmigo lo fue, lo mismo debió comportarse con todos los demás, porque, como dije antes, ella era muy imparcial. Fue equilibrada en sus afectos, sencilla y modesta en su estilo de vida.
Virtud de la humildad Por las actuaciones y manera de proceder de la S.d.D., pude constatar el elevado grado de humildad que practicaba y que, sin duda, mantuvo hasta su muerte.
Sobre el grado de las virtudes Sor María practicó las virtudes en grado extraordinario. A mi juicio fue una persona de una sola pieza; pude tener plena confianza en ella. Tenía una perenne sonrisa con todos, un amor ardiente a Dios, a la Santísima Virgen y al Prójimo. Siempre la sentí muy segura y correcta en su fe.
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Dones Carismáticos y Hechos Preternaturales Yo no sabía que Sor María estaba en León, Nicaragua. El día 8 de julio de 1977, día siguiente de la muerte de la S.d.D., yo tenía una cita con un especialista de la garganta, y me fui temprano de Diriamba a Managua y, como había tiempo suficiente para la hora de la cita, fui a la casa de mi hija Sandra. Poco después llegó mi yerno David y me dijo: Doña Emma, murió Sor María. En ese momento, llorando le respondí: Gracias a Dios anoche hablé con ella por teléfono. Y me dijo mi yerno: Doña Emma, si Sor María murió ayer por la tarde. Yo estoy cierta de que sí era la voz de Sor María, pero no recuerdo si fui yo quien la llamó a ella o ella a mí. Yo creo que este es un hecho preternatural. Es algo que yo no me puedo explicar. Yo hablé por teléfono en un momento en que ella ya había muerto. Inmediatamente me fui a buscarla al colegio de la Profesional, creyendo que, como había muerto el día anterior, la tenían allí, pero no la encontré. Entonces, me fui al colegio María Auxiliadora y supe que habría una misa el día siguiente, 9 de julio, en la Catedral. Ese día, muy de madrugada, salí de mi casa con dos personas más. Llegamos a las 6 de la mañana a Granada y ya estaba el cuerpo allí. Sólo estaba la superiora y dos compañeras más. Pedí permiso para abrir el féretro, pero al principio no me fue concebido. Entonces, les enseñé un rosario que Sor María me había regalado y según ella era el de su profesión, y le mostré también una carta que ella me había enviado juntamente con el rosario. Entonces, la superiora me dio permiso. Abrí la caja, me incliné sobre ella, le puse el rosario encima y allí me quedé hasta que empezó la misa. Como siempre llevo unas tijeras en mi bolsa, las saqué y le corté un pedazo del hábito. Siempre traigo un pedacito de él conmigo, y el resto se quemó cuando me quemaron mi casa los comunistas en Nicaragua. Estando yo en Estados Unidos, apenas supe que mi casa había sido quemada, llamé por teléfono para que me recogieran el rosario de Sor María y me respondieron que era lo único que se había salvado. De todo lo que había en mi casa, era lo único que me importaba. Todo lo demás se perdió.
Sobre la muerte de la S.d.D No tuve conocimiento de las circunstancias de la muerte de Sor María. Me remito a lo que dije anteriormente, a propósito del hecho que considero preternatural de mi comunicación telefónica con Sor María el mismo día de su muerte y en horas posteriores a su muerte.
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Fama de santidad de la S.d.D. La fama de santidad de la S.d.D. ha crecido y se ha difundido también en los Estados Unidos, donde cada 24 de mes se celebra la memoria de María Auxiliadora como se hace en la tradición salesiana.
Gracias y hechos preternaturales Hace unos 15 años, todavía en vida de la S.d.D., tuve una angina de pecho. Me pusieron muchas inyecciones y después, cuando me sentí mejor, me fui para Houston, Estados Unidos, donde me diagnosticaron un mal. Una vez que me dieron el diagnóstico y las medicinas, regresé a casa, Como al minuto de haber llegado a mi casa, sonó el teléfono. Era Sor María Romero, que llamaba desde Costa Rica. Me preguntó qué me pasaba. Yo le conté lo que me había sucedido. Me dijo con toda certeza: Nuestra Reina María Auxiliadora te va a curar, ponte el agua de la Virgen y la estampita, justamente con la oración que ella solía recomendar: “Pon tu mano Madre mía, ponla antes que la mía”. Siempre seguí chequeándome y la última vez que fui a Houston, los médicos comprobaron que el derrame cada día era menor y seguí tomándome el antibiótico, pero la verdad de mi curación la supe el 18 de noviembre de 1988, día en que se dio inicio al proceso de canonización de Sor María. Ese día recibí por escrito la carta del hospital de Washington, donde se me notificaba que la válvula se había cerrado y mi estado era normal. Desde entonces, no he vuelto a tomar el antibiótico. Yo en todo esto veo la mano de Sor María, y comprendo, entonces, aquellas palabras que me dijo por teléfono apenas llegada de Houston: “Nuestra Reina María Auxiliadora te va a curar…”.
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OCTAVO TESTIMONIO
Mi nombre es Sor Angelita Marcolin Dal Trozzo. Mi padre se llamaba Antonio Marcolin y mi madre, Amelia Dal Trozzo. Nací en Bassano del Grappa, Vicenza, Italia, el 31 de mayo de 1917. Soy religiosa profesa de votos perpetuos, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, y pertenezco a la misma congregación a la cual pertenece la S.d.D. Yo sólo voy a decir lo que he visto y oído de la S.d.D. He convivido con Sor María y de ella fui superiora cinco años: desde 1966 hasta 1970. Luego fui trasladada a San Salvador, y, muerta Sor María regresé a Costa Rica, siendo destinada a la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Mi relación personal con la S.d.D. fue muy espiritual. Ella me pedía que la ayudara allá en casa, donde Sor María vivía; sobre todo, me pedía que la ayudara en la disciplina con los niños, pues a ella se le hacía muy difícil la disciplina y, por eso me pedía esa ayuda. Mientras la casita dependía de la casa vecina del Sagrado Corazón de Jesús, la superiora concretamente de Sor María era la Madre Inspectora, Sor María Ángela Cantone. Su comportamiento en relación con ella fue siempre de docilidad y nunca se expresó mal de sus superioras. Una vez constituida como comunidad aparte la Casa de María Auxiliadora, la S.d.D. vivió ahí con Sor Laura; fue siempre súbdita, nunca superiora: la directora en ese entonces, a partir de 1971, era Sor Elvira Mejía. La S.d.D. acogió las decisiones de las superioras muy contenta y con espíritu de fe. Al estar viviendo ya en la casa de María Auxiliadora, se entregaba totalmente a sus obras sociales; así no perdía tiempo al estar yendo y viniendo de una casa a otra. Sólo en las grandes fiestas nos juntábamos todas, además porque siendo ella la responsable de la música, tenía que ver con las fiestas. La S.d.D. se dedicó totalmente a las obras sociales en la nueva casa, porque esa era la finalidad de esta, y Sor María sentía necesidad de darse a sus pobres y dedicarse a las jóvenes. La casa Obras Sociales y la misma S.d.D. atravesaron momentos difíciles particularmente al inicio de la obra, debido especialmente a la escasez de personal. También porque hubo personas en contra, pues veían con malos ojos la obra emprendida por la S.d.D. Estas cosas entristecían a Sor María, pero al mismo tiempo no perdía la sonrisa y la paz. En Dios, ella encontraba el consuelo. Nunca la oí quejarse. El kínder, la ciudadela María Auxiliadora, los Oratorios, el Consultorio, el manejo de máquinas industriales, el internado para jovencitas pobres en peligro y las fiestas de los Inocentes, cuando a los niños se les da la ropa, dulces y juguetes. Para que los pobres, los enfermos pudieran caminar fácilmente y visitaran a su Rey, hizo construir gradas muy fáciles de subir. La S.d.D. continuó viviendo en esta Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales, hasta su muerte. La opinión de todos coincidía en que Sor María era un alma privilegiada, que poseía dones extraordinarios de parte de Dios, y por eso le consultaban tanto. La S.d.D. se entregó a estas obras con todo su corazón; sentía gran satisfacción en atender a los pobres y lo hacía con alegría, con su sonrisa característica. Según mi opinión, el gran amor que ella sentía por las almas, era
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lo que la hacía actuar así y atendía a todos por igual, tanto a ricos como pobres. No hacía distinción de personas. Y la fe y el amor según el Evangelio fue lo que la movió principalmente a dedicarse a estas obras. Ella lo sintetizaba en esta frase: “por amor a mi Rey y a mi Reina”, y se notaba que en verdad esa expresión le salía del corazón. Las condiciones eran muy pobres, pues el sector donde sólo vivía gente pobre, y la misma Sor María era muy pobre, de suyo nada propio tenía y por eso era que ella se dedicaba enteramente a sus pobres. La S.d.D. realizó en toda su vida la opción preferencial por los pobres. Sólo para ellos vivía; de los ricos se valía para que la ayudaran a sostener sus obras, pero ella no los buscaba, sino que ellos, al ver las necesidades por las que pasaba Sor María, acudían espontáneamente en su ayuda. Antes de que la gente fuera atendida en el consultorio médico y antes de dar a los pobres la ayuda material, se las daba, y aún hoy se les da, la ayuda espiritual: catequesis y evangelización. Hoy en día todo ha seguido igual. A propósito, recuerdo la siguiente anécdota: un extranjero vino a nuestra casa a conocer la obra de Sor María Romero e hizo esta observación: En mi país hay obras iguales a estas, pero carecen de la vida espiritual que sí tienen las obras de Sor María Romero. Sor María, al promover sus obras, tenía un ideal claro: favorecer a los pobres, no tenía otra mira, pero no excluía a las personas pudientes, a quienes apreciaba porque como dice la misma gente: lo que ella le preocupaba era la salvación del alma de esos ricos, y con los pobres buscaba las dos finalidades: ayudarles espiritual y materialmente. Ella decía, nadie tiene que salir de la Casa de la Virgen, sin tener un pensamiento formativo y espiritual. Es por eso que Sor María antes de dar la ayuda, o atender en el consultorio, quería que todos recibieran la instrucción religiosa y moral. Ella procuró dar junto a la promoción humana, la enseñanza de la religión. No quería que nadie se fuera de su casa, sin haber recibido la catequesis. La primera etapa fueron los oratorios periféricos en San José; luego la atención a las personas de escasos recursos a quienes repartía víveres; la consulta y consejería a todo tipo de personas, el consultorio médico y la escuela de orientación social, junto a la cual ella abrió un internado. Demostró gran prudencia al asumir y promover estas obras. Prudente sobre todo cuando en su obra de las consultas le prohibieron atender. Ella no dijo nada a la gente sobre el porqué se lo habían prohibido. Yo no supe el porqué de la prohibición de la consulta y de la distribución del agua. Supe de ello, porque ella me lo contó llorando en este jardincito de la casa Sagrado Corazón, y no conozco la causa, pero yo supongo que fue por habladurías de la gente. En todo el tiempo de esta prohibición, se mantuvo obediente en todo a su superiora, aunque ella tenía los permisos del Arzobispo Monseñor Rodríguez Quirós para este apostolado. Yo me acuerdo que en un 24 de mayo él vino a celebrar una misa, y animó a Sor María a seguir con esa obra de la distribución del agua. No me acuerdo si esto sucedió durante la prohibición. Para la S.d.D., Monseñor Rodríguez era como un
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consejero. Sor María dedicó toda su vida y su tiempo a promover y animar la continuación de las obras iniciadas. Y lo hizo todo por fines sobrenaturales, al punto que no le importaba lo que decían los demás, lo hacía porque estaba convencida que Dios y la Virgen se lo pedían. Yo no conocí directamente al grupo de misioneritas. Supe que las mandó a catequizar a Limón, a Guanacaste y aquí en San José.
Oratorios festivos Ella fundó 30 oratorios aquí en San José. A esos oratorios iba una hermana con dos o tres catequistas o misioneritas. Ella había organizado un horario así: catequesis, juegos, y misa, al final distribuía las famosas melcochas. Sor María había editado un librito guía sobre la entronización, que considero está aún en la biblioteca de los objetos y libros de Sor María.
El agua de la Virgen En 1975, cuando yo vine de Argentina, permanecí en la Casa Sagrado Corazón, y supe de esta iniciativa de Sor María respecto a la distribución del Agua de la Virgen. El aprecio y la fe que tiene la gente en el Agua de la Virgen, remonta a Sor María en cuanto a ella la Virgen se la dio para ayudar a la gente a través del agua. Esta fe continúa actualmente porque la gente sigue constatando los resultados y las gracias que se obtienen por medio de ella. Sé de personas que han dado esta agua a su esposo que tiene el vicio del licor, y han obtenido la curación después de algún tiempo de mucha oración. Ya mencioné anteriormente la preocupación de Sor María, por impartir la doctrina cristiana a todas las personas que llegaban a pedir ayuda a su casa. Lo mismo hacía con los miles de niños que frecuentaban los 30 oratorios de los barrios periféricos de San José.
Devociones principales Su devoción principal fue a Jesús Sacramentado, al Sagrado Corazón de Jesús. Y, sin duda, la devoción a la Virgen Auxiliadora, a Don Bosco, de quien hablaba mucho a los niños en los encuentros catequísticos y en los retiros espirituales.
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Tandas de Retiros Espirituales Sor María había organizado una tanda de ejercicios espirituales, para las señoras que reciben la ayuda. Las señoras colaboradoras tienen otra tanda de retiro espiritual, que termina con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. También promovía con los niños de sexto grado de escuelas vecinas, un retiro espiritual, antes de la clausura del año. Consistía en una serie de charlas de orientación doctrinal sobre los temas de confesión y la Eucaristía. Les proporcionaba la confesión y la Santa Misa, con la cual terminaba su año.
Promoción culto divino La S.d.D. preparaba la celebración de la Santa Misa con una particular solemnidad a través de los cantos que ella misma animaba con el órgano. También se preocupaba porque la capilla estuviera suficientemente adornada de flores. Los sábados, después del desayuno, dedicaba un tiempo en la capilla a tocar el órgano para su Rey y su Reina.
Pastoral vocacional Conozco dos hermanas salesianas que fueron ayudadas vocacionalmente por ella. También ayudó y orientó a varios sacerdotes de diversas congregaciones religiosas. Del grupo de las misioneritas supe que salió una vocación salesiana.
Alfabetización Toda su obra es reflejo de su interés por las jóvenes. Sé que al inicio de la obra, ella misma salía con un bus a recoger a las muchachas de los barrios vecinos para que vinieran a aprender un oficio, aunque su interés era salvarlas de peligros, tanto que al inicio ella deseaba que el internado fuera para niñas que trabajaban durante el día y por la noche no tenían donde dormir, pero esta obra no le dio resultado, por lo cual abrió la escuela de Orientación Social, ayudada por profesoras que ella pagaba para que fueran más responsables. En la escuela de promoción social organizó, con mucho sacrificio, los clubes de capacitación humana y cultural de las jóvenes. Fueron inicios muy difíciles en los que la S.d.D. experimentó varias formas de educación y ayuda; fue difícil también porque no había religiosas que le ayudaran, sólo Sor Laura. Actualmente la obra ya tiene una orientación educativa más definida y la
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comunidad trabaja en sintonía con los ideales de Sor María y según las orientaciones actuales del carisma, que pone gran énfasis en la promoción y educación de la mujer pobre. Este era el gran sueño de Sor María y el último que se realizó, principalmente en referencia a la nueva sede del internado, construido después de su muerte.
Distribución de alimentos Sor María organizó por medio de tiquetes la distribución de alimentos a los pobres, en grupos de 50 familias y que llegaban cada semana. Ahora se les da cada quince días, pero el doble de ayuda. Creo que se benefician en total 500 familias que reciben arroz, frijoles, azúcar, café, pasta y pan. El dispensario médico atiende de lunes a viernes. Cuenta con cuatro médicos de medicina interna, dos oculistas, dos dentistas, un microbiólogo y una pediatra. Se ofrece el servicio de rayos X y una farmacia. Estos servicios son gratuitos incluidos los análisis clínicos y las medicinas.
Ciudadela para los pobres Yo no estoy muy enterada, pero sé que Sor María inició la Ciudadela, buscando los lugares más pobres de San José, y organizó una asociación: Ayuda a Necesitados (ASAYNE), cuya primera presidente continua aún hoy, Amalia Orlich de Brealey. Sor María había adquirido a un precio ínfimo varias hectáreas en Aserrí. Fundó una ciudadela llamada María Auxiliadora y actualmente consta de 70 casas, una capilla amplia atendida por los sacerdotes de Calasanz, una panadería, un mercadito, cafetal y granja. En Las Lomas de Desamparados, una escuela actualmente lleva el nombre de Sor María Romero. Esta ciudadela es animada espiritualmente a través de la coordinación catequística de iniciación sacramental, y un oratorio de promoción.
Consulta Sor María dedicaba de 2 pm a 5 p.m. para atender a las personas que, con ficha, esperaban hablar con ella. No sé quien le prohibió la consulta. Sé que fue una Superiora, pero Sor María reaccionó religiosamente, llevada por el espíritu de la fe. Entre otras obras estaba la preparación que ella daba a las parejas pobres para recibir el sacramento del matrimonio. Al final de la preparación, les obsequiaba los anillos y arras, y una canasta de víveres especiales para que prepararan un buen almuerzo. A los niños pobres que nacían sin recursos, ella les daba un ajuarcito. Aún hoy continúa esta actividad.
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La gente tiene una gran estima y aprecio de la obra de Sor María, los que reciben ayuda se muestran muy agradecidos con la comunidad que continúa la obra iniciada por Sor María. Yo considero que el titulo de ciudadana de honor que le otorgó la Asamblea Legislativa de San José, a Sor María, es como una expresión de aprecio y valoración a su obra por parte de los costarricenses.
Comportamiento de la S.d.D. Respecto a las relaciones de la S.d.D. con los Obispos locales, he de decir que con Monseñor Rodríguez Arzobispo de San José, se tenían mutua confianza. Los sacerdotes la visitaban para recibir consejos de Sor María quien los ayudaba en su vocación. Las relaciones y actitudes de la S.d.D. con los Reverendos Salesianos, fueron muy buenas, pues con frecuencia recibía de ellos ayuda en lo referente a las fiestas de don Bosco y de María Auxiliadora, en la administración de sacramentos, confesiones, primeras comuniones, etcétera. También prestaban su ayuda en las confesiones de la comunidad. Atendía a hermanas de otras congregaciones, quienes la visitaban para recibir de la S.d.D. consejos y ayuda espiritual. La S.d.D. se manifestaba paciente cuando hacía las correcciones necesarias. Siempre tenía una palabrita de animación para la gente, esa palabrita propia de ella. Yo la vi sólo una vez fuerte ante la falta de una muchacha que trabajaba en la casa como empleada: ella, con seriedad, dio la orden terminante de enviarla a su casa. En todo se notaba la caridad que la animaba, su comprensión y mansedumbre. No era autoritaria, aunque muchas veces le tocaba mandar, siempre lo hacía de buen modo. Yo veía que aún en medio de algunas pruebas, ella iba adelante contra viento y marea. Solamente en ocasión de que la Madre Inspectora le prohibió dar el agua, ella se vio preocupada y hasta un poco triste, pues por algún tiempo no podría dar el agua de la Virgen; pero ella nunca se lamentó. Cuando aún no estaba constituida en comunidad esa Obra Social, ella iba a la Casa Inspectorial a confesarse con el mismo confesor, el Padre Huertas. Ella era muy observante, siendo de buen ejemplo para sus hermanas de comunidad. Sufría al ver el escaso personal con que contaban sus obras y muchas veces pedía que se le atendiera en esto.
Sobre su fervor en la vida litúrgica Sor María era muy delicada y se esmeraba mucho. Como sabía tocar el órgano, se preocupaba por preparar bien las funciones de la Iglesia. Leía con esmero la palabra de Dios. Tenía su texto de la palabra de Dios, muy subrayado; lo cual demostraba que la usaba con frecuencia para meditar en ella. En la oración personal se notaba especial fervor. Dedicaba sus buenos ratos para tocar el órgano como obsequio a Jesús. Se sentía feliz al estar con
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la comunidad, y lo manifestaba abiertamente. Esto era muy notorio en ella. Sor María era muy asidua y puntual a sus prácticas de piedad. La S.d.D. compartía siempre con sus hermanas las alegrías y tristezas, pues eran muy unidas. Ella compartía también los bienes materiales. A ella no le gustaba que le rindieran honores y distinciones. Se mostró siempre muy responsable en todo lo que debía realizar. Como maestra de música fue muy competente, pues su clase la hacía muy amena, lo que le gustaba a sus alumnas. Se comportó siempre con respeto, humildad, espíritu de colaboración, caridad. Era muy estimada de todas. Fue igual en el trato con todas pues nunca tuvo apego particular hacia ninguna, era imparcial. La S.d.D. nunca contaba nada de lo que había oído en las consultas, por lo que se deduce que era muy prudente. Tampoco comunicaba las cosas íntimas de la Congregación a ninguna persona extraña. Trabajó para el Instituto y cumplió fielmente todos los encargos que se le confiaron. Los bienes que adquiría siempre los invertía en su apostolado, pues ella era fiel en cumplir la voluntad del donante. Cuando recibía alguna limosna de gran valor, lo comunicaba a sus superioras y siempre procedía de acuerdo con ellas. Sor María se sometía al horario de la Comunidad, en la medida de lo posible. Participaba siempre en la conferencia semanal de la comunidad; jamás se desligó de sus obligaciones religiosas. En un principio de la obra; sólo una hermana religiosa le ayudaba, pero recibía ayuda de muchas personas laicas, a quienes animaba y entusiasmaba comunicando todo lo que tenía planificado para determinada actividad. Se trabajaba con alegría. Entusiasmaba a todos. Tenemos todavía cinco médicos y cinco enfermeras auxiliares que fueron puestos por Sor María. A todos estos colaboradores les comunicaba su entusiasmo y optimismo. Siempre existió una mutua comprensión y comunicación. Ella visitaba siempre a los trabajadores y, como don Bosco, tenía siempre para ellos palabras de aliento, de bondad, para animarlos. Lo único que presencié fue cuando ella, después de una falta cometida por una de sus colaboradoras, le dijo: ahora mismo te vas a tu casa. Yo esto lo consideré algo bueno, pues sólo aplicó el castigo, pero no difamó a la interesada. Sor María era muy considerada, no obligaba a nadie, pues las que le ayudaban, lo hacían con mucho gusto, con tal de ayudarla. Sor Laura la cuidaba mucho en su salud pues ella se daba sin medida, olvidándose de sí. La S.d.D. hacía notar con delicadeza cuando algo no era bien hecho. Nada hacía sin pedir permiso. Todo lo sometía al parecer de sus superioras. Hubo casos en que le dijeron que no. Sí actuó con desprendimiento, prudencia y claridad en la administración de los bienes. En la construcción del consultorio y otras obras de la casa, consultaba siempre a personas entendidas. Cuando le llegaban ayudas, muy fácilmente lo atribuía a la asistencia de la Divina Providencia, manifestándolo siempre con sencillez. Ella organizaba muy bien la manera de distribuir lo más equitativamente posible. Ella siempre decía: Mi rey y mi Reina. La S.d.D. esperaba siempre la ayuda de lo alto, por intercesión de María Santísima. Agradecía siempre cualquier cosita que le mandaran. Ella nunca
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utilizó para sí nada de lo que daban para los pobres. Las obras actuales de la Casa de la Virgen atestiguan que su espíritu religioso era muy superior.
Virtudes teologales. La fe Las obras que la S.d.D. ha hecho hablan muy claro de la fe que ha tenido Sor María Romero. Recuerdo el hecho de cuando fue al banco a solicitar un préstamo para la construcción del consultorio. El señor del banco le preguntó cómo iba ella a pagar la deuda si no tenía dinero. Sor María le contestó, en una forma serena y tranquila, “no se preocupe porque la Virgen Santísima proveerá y ella misma será la que va a cancelar el préstamo”. Y el banco se lo concedió. Esto se le debe a la gran confianza que Sor María siempre tuvo en la Divina Providencia y en la Santísima Virgen, y se lanzó a realizar todas sus obras porque ella estaba muy segura de que Dios la iba a ayudar. Recuerdo también cuando quería fundar el consultorio. Un día me pidió un grupo de niñas para que rezaran a la Santísima Virgen porque no tenía dinero suficiente, y las mandó a rezar porque necesitaba que la Santísima Virgen la ayudase. Por tanto, la fe de la S.d.D. era una fe con mucha seguridad. Era una fe heroica. No había persona que se acercara a ella, que no saliera con un pensamiento de fe y de animación. Sor María no veía dificultades. Simplemente pasaba por encima de ellas. La fe de Sor María fue probada muchas veces. Recuerdo que cuando se le prohibió dar el agua de la Virgen. Ella nunca criticó la actitud de sus superioras, ni nunca puso en mal sus actuaciones. Los valores y las realidades sobrenaturales han ocupado un puesto muy importante en la vida religiosa de la S.d.D. Se sentía segura e iluminada al estar en la capilla. Ella vivía la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Lo sentía y lo disfrutaba plenamente. La fe de Sor María era una fe profunda, porque todo cuanto decía y hacía era el exponente de lo que ella poseía. Las personas que con ella hablaban, salían como trasformadas. Incluso hubo casos de sacerdotes y religiosas a quienes ella ayudó a perseverar en su vocación. La devoción al Santísimo Sacramento ocupaba el primer lugar. Prueba de ello son las procesiones de los sábados, con el Santísimo Sacramento, que aún hoy se siguen realizando con gran concurrencia de personas. La preparación de las Primeras Comuniones de los niños y la forma como ella las llevaba a cabo, dan a entender también su amor y profunda devoción, cuando estaba en la Capilla tocando el órgano y cantaba como ella decía: “para mi Rey”. Sor María, en cada circunstancia de su vida, se comportó como hija apasionada de la Iglesia, como religiosa dócil y respetuosa al Magisterio del Papa, obediente a las directrices de la Iglesia y del Instituto. Cualquier problema o dificultad que ella tuviera, lo discutía con el Señor Arzobispo de entonces, Monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós, bien sea que ella
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fuera a buscarlo a la casa arzobispal o bien que él viniera a la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Nada hacía sin consultar con la autoridad eclesial. También debo decir que en nuestra propia casa, Sor María nada hacía sin pedir el permiso. Todo lo consultaba con la Madre Superiora. Entre las devociones principales y preferidas por la S.d.D. y en las que más vivamente manifestó su espíritu de fe, fueron la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Fueron estas devociones las que más practicó. Ponía todo su esmero para que la capilla estuviera siempre muy elegante, porque allí estaba presente Jesús. En la vida de la S.d.D. hubo muchas ocasiones en que ella solía expresar y manifestar la virtud y el espíritu de fe. Yo creo que en toda su forma de hablar estaba siempre presente Dios. Solía repetir con frecuencia: “Dios lo sabe todo, Dios le va a ayudar”. Y muchas veces levantaba su mirada al cielo como si estuviera viendo a Dios. En su vida, dio muchas pruebas de un espíritu de fe poco común, sobre todo cuando tuvo dificultades con el agua de la Virgen, en la construcción del consultorio, etc. Ella sabía que Dios la ayudaría y no la iba a desamparar. Nunca llegó a perder el ánimo ni la serenidad en esos momentos difíciles, aún en los más dolorosos de su vida. Su fe heroica la demostró muy particularmente en la realización de las múltiples obras en bien de los pobres. La S.d.D. las hacía para poder salvar a las almas. Yo podría decir que la vida de Sor María era una continua dificultad, por la escasez de los medios, por la falta de ayuda de personas y, sin embargo, todo lo superó, pues decía, “la Santísima Virgen lo quería así”. Igual tranquilidad de ánimo mostraba las veces que le robaban materiales que ella tenía para la construcción de sus obras o para sus pobres; las múltiples actividades en bien de los pobres: la S.d.D. las hacía para poder salvar las almas. En los momentos difíciles, vivió siempre en el temor filial de Dios teniendo en Él toda su confianza y con el deseo de agradarlo sólo a Él.
Virtudes teologales. La esperanza Sor María poseía una gran confianza en Dios, pero también poseía confianza en las mismas personas, sobre todo en aquellas en quienes ella veía que le podían ayudar en las obras que ella realizó, aunque todo lo esperaba del Señor y tenía en Él toda su esperanza. Sabía que Dios le daría los medios necesarios para su obra. La salvación de las almas era lo que movía a Sor María juntamente con el deseo de aliviar las penas de las personas, sus enfermedades y dificultades, aunque personalmente no gozaba de buena salud. Ella, a pesar de todo, no dejaba de confiar en el Señor. En la capilla, frente a Jesús Sacramentado, ella se desahogaba, pero poco sabíamos nosotras de lo que se trataba. En las dificultades que encontraba en su vida diaria y que tuvo que superar, Sor María recurría a la oración y, como he
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dicho, se desahogaba con Jesús en la capilla. Sor María permaneció confiadamente abandonada en toda circunstancia a la voluntad de Dios. Era una persona extraordinaria, llena siempre de Dios y en las contrariedades, incomprensiones, rechazos, desgracias, fracasos, etcétera, nunca llegó a vacilar en la virtud de la esperanza. Se afligía, sí, cuando sabía que se había ofendido a Dios. Dio muestras de paz de espíritu. Nunca se le vio inconforme, abatida o desorientada. Para nosotras, Sor María era la nota alegre de toda la comunidad, su optimismo y su alegría nos contagiaba a todas, aún en las situaciones difíciles.
Virtudes teologales. La caridad El amor único y absoluto por el Señor fue siempre evidente y manifiesto en la actitud habitual y en la conversación cotidiana de Sor María, de tal manera que ella amó al Señor durante toda su vida. Ella lo amó por encima de toda criatura y siempre tenía todo su espíritu puesto en el Señor. Sus mismas obras sociales fueron hechas por Dios. Dormía dos o tres horas solamente, ya que el resto de la noche lo pasaba ella pensando en las obras que iba a realizar. A mí me parece que más que las palabras, con las obras hechas por ella están las expresiones que manifiestan claramente la caridad para con el Señor, pues en esas obras demostró la S.d.D. todo su amor poco común y extraordinario para con el Señor. Lo único que Sor María buscaba era que el Señor fuera conocido, amado y glorificado por todos. Todas sus obras nos hablan de la gloria de Dios que ella siempre tenía presente en todo. Yo considero que la caridad de la S.d.D. hacia el prójimo, fue extraordinaria, pues esta era su móvil. Fundó la Escuela de Orientación Social. Al principio, ella recogía a las muchachas en autobuses y las traía a la Casa Obras Sociales, y allí recibían instrucción catequista, les daba clases de tejido y manualidades y después las devolvía a sus hogares en los mismos buses, yo misma fui testigo del gran cambio que esas jóvenes tuvieron durante la permanencia en la escuela de Orientación Social. Sor María vivía en carne propia la necesidad de ayudar a la gente. También debo decir que varias veces al año llevaba a las niñas a pasear en autobuses que estaban a su servicio. Puedo agregar que dos o tres veces a la semana, divertía a sus destinatarios, proyectándoles películas; invitaba también a los padres de la familia. Ella compró la máquina de cine. Sor María no hacía excepción de personas, a todos los trató igual, tanto a los extraños como a los pobres, enfermos, necesitados, sufrientes.
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Virtudes cardinales. La Prudencia Ella nunca llegó a quejarse. Con frecuencia decía: Dios lo permite así. Además, he notado también que era muy prudente en las cosas que la gente le confiaba. Para mí, era como un sepulcro. ¡Cuántos secretos no se llevaría a la tumba! De estas cosas me consta desde el tiempo que yo la pude conocer y tratar. Su prudencia era extraordinaria. Hubo sacerdotes y religiosas que acudían con frecuencia a ella a pedirle consejo y he sabido que varios de estos sacerdotes le deben a Sor María su perseverancia en el sacerdocio e incluso alguna vez pedía permiso al Obispo para atender ella misma en su casa esos sacerdotes con problemas. En sus actividades, Sor María nunca se movió por intereses personales u otros motivos incompatibles con su condición religiosa. Ella lo hacía todo sólo para la gloria de Dios y para la salvación de las almas, sobre todo por la juventud. La prudencia de la que hablé antes, demuestra que Sor María fue discreta en todo. Fue prudente en sus fundaciones y obras. Ella nunca hacía alarde de las cosas realizadas. Siempre lo hacía todo de callado, sin llamar mucho la atención. La aceptación humilde de todas las disposiciones de sus superiores fue la actitud concreta de la S.d.D. Ella nunca llegó a renegar de lo que sus superiores disponían de ella. Todos los que trataron a Sor María tenían un gran concepto de ella y para ellos Sor María también era una santa. Muchas veces sucedía que alguna persona acudía a exponerle un problema que tenía. Sin hablar con esa persona, Sor María le daba ya la respuesta. También aconteció cuando se trataba de jóvenes que deseaban entrar en la vida religiosa. Ella decía si tenía vocación o no, y luego se comprobaba la verdad de lo dicho por la S.d.D.
Virtudes cardinales. La justicia Ella daba a Dios todo el tiempo necesario tanto en la oración como para darse a los demás. Se entregó en grado sumo al honor, a la alabanza y a la gloria de Dios. Siempre lo buscaba en todas partes, en todos sus trabajos y en todas sus iniciativas. Se entregó de lleno a Él. Fue una actitud continua de Sor María Romero el atribuir a Dios todos los bienes de su vida, agradeciéndoles por todo a Dios y a la Santísima Virgen. Sor María vivía por encima de toda alabanza o desprestigio que se le atribuyera a ella, tanto lo uno como lo otro, todo era para Dios. Yo creo que Dios le hizo muchos favores porque ella reconocía que todo venía de Él.
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Justicia para con el prójimo Se manifestó con la veracidad y honestidad para con todos. Era sensible, generosa frente a los derechos y necesidades del prójimo. Toda su vida estuvo entregada a obras de caridad. Sor María preparaba semanalmente lo que distribuía a los pobres y si no hubiera sido así, quién sabe cuántos pobres habrían sufrido mucho, habrían pasado grandes necesidades. Repetía con frecuencia: Nadie tiene que irse de esta casa sin llevarse algo. Ella quería que todo se hiciera en forma ordenada y aún sigue siendo así.
Virtudes Cardinales. Fortaleza A mi juicio, las pruebas mayores y las amarguras más penosas en la vida religiosa de la S.d.D. fueron cuando en el colegio le dijeron que ya no podría ejercitar las obras de caridad por falta de local. Fue entonces cuando Madre María Bernardini le indicó que la Congregación le daba un terreno para sus obras pero no le podía dar ayuda alguna para las construcciones. La S.d.D. le respondió a la Madre Bernardini: La Virgen va a mandar lo demás. Sor María en esa ocasión demostró una gran alegría por la donación que le hacía la Madre Bernardini a la Congregación. En los momentos más difíciles de las actividades de la S.d.D. ella tuvo un pleno control de sí misma y manifestó verdadera fortaleza de espíritu, todo lo hacía con serenidad, se le notaba, sí, la pena que la afligía, pero no se quejaba en nada; como persona humana ella lo sentía, pero como estaba llena de Dios, lo podía superar muy bien. Con la confianza puesta en Dios, Sor María pudo superar todas las dificultades económicas y todas las incomprensiones, pues estando unida a Él, todo lo superaba.
Virtudes Cardinales. La templanza Comía en una vajilla muy pobre y muy ordinaria porque ella quería imitar así la pobreza de Jesús. El alimento, por lo general, era pobre. Con respecto al temperamento y al carácter que tenía la S.d.D., puedo decir que había logrado un pleno dominio de sí misma y lo demostraba con la igualdad de carácter con que trataba a todos. Por lo general, se mostró serena, amable y dulce, así fue como la conocía yo. Cuando necesitaba desahogarse, decía, únicamente, “Santísima”. Era una forma cariñosa de pedirle ayuda a la Santísima Virgen.
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Virtudes varias. La virtud de la pobreza Estuvo desprendida completamente de todo lo terrenal. Nada ambicionaba y estaba desasida de honores y riquezas mundanas. Cuidaba muy bien el dinero que pasaba por sus manos. Decía que era para los pobres. El dinero era sólo para los pobres; sobre el vestido tenía únicamente lo indispensable; sobre su habitación, la compartía con Sor Laura, la otra hermana que siempre la acompañaba. Todo cuanto hoy se haya en la casa de María Auxiliadora es, en gran parte, donación.
Virtud de la Humildad Su actitud fue siempre humilde y, en forma no común, se le notaba la virtud de la humildad. En su modo de hablar no se le notaba el querer imponerse sino que hablaba sencillamente. Por eso, en cuanto me consta, la S.d.D. practicó esta virtud en grado eminente. En sus relaciones con el Señor, la S.d.D. fue sinceramente humilde. En la oración, se comportaba como si realmente estuviera viendo al Señor. Se sentía necesitada de Dios y reconocía su impotencia comportándose de esta forma, con sencillez y mansedumbre. Era muy apreciada por la gente. Cuando iba a su país, Nicaragua, lo hacía a escondidas, porque, de lo contrario, era asediada por la gente. En los momentos más difíciles de su vida, la S.d.D. demostró estar desprendida de sus intereses personales. Todo lo solucionaba con el silencio. Con nadie lo comentaba. Se desahogaba únicamente con Dios.
Virtud de la Obedencia Sor María no hacía nada sin consultarlo antes. Puedo dar fe de la perfecta obediencia a sus superioras en los años de su madurez y en el desarrollo de sus múltiples actividades, pues fue en ese período en que yo fui superiora local. Nunca tuvo una actitud de rebeldía, sino de aceptación de la voluntad de Dios, aunque notaba que ella lo sentía y lo sufría interiormente. Además, puedo decir que Sor María nunca insistió frente a una negativa.
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Virtud de la castidad En toda su actitud, Sor María siempre inspiró un gran amor hacia la virtud de la pureza. A nosotras nos parecía que ella no era de la tierra. Las mismas mortificaciones que Sor María practicaba en cuanto al alimento, en el dormir, y en sus enfermedades, muestran su inclinación hacia la virtud de la castidad. Demostró que poseía la pureza de corazón, la guarda de los sentidos, el pudor y el candor de su alma, y todo esto lo demostraba también en sus actitudes, en sus manifestaciones de cariño, en su manera de actuar, en sus palabras. Todo esto inspiraba una sensación muy profunda a su virtud de la pobreza; con sólo su mirada celestial lo demostraba todo. Después de la muerte de la S.d.D., venían muchas personas a la casa de María Auxiliadora, a dar noticia sobre curaciones, favores, etcétera, recibidos por intercesión de la S.d.D. Entonces, la Madre Inspectora dispuso que fuera Sor Ana María Cavallini, la encargada de recibir todas esas relaciones de gracias espirituales del cielo, curaciones extraordinarias obtenidas de la S.d.D.; Sor Ana María Cavallini recibe aún hoy todo esto, además de preguntar el nombre, apellido, condición social, domicilio de la persona. Lleva cada información a la Curia Metropolitana para que ahí sea autenticada.
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NOVENO TESTIMONIO
Mi nombre es Sor Angela Clara Sessa Carabelli, hija de Ricardo Sessa y de Rosa Carabelli. Nací en Jerago, provincia de Varese, Italia, el 18 de febrero de 1910. Soy religiosa de votos perpetuos en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. En octubre de 1936, llegué a Costa Rica y fui destinada al Colegio María Auxiliadora. Sor María Romero ya estaba en dicho colegio. Allí conviví con ella, día a día, hasta el año de 1949. Fui maestra de novicias. Sor María venía a enseñar canto a las novicias. Durante el año 1959, Sor María dejó el colegio y fue trasladada a la comunidad del Sagrado Corazón de Jesús para encargarse ya más de lleno a las obras sociales, y pasaba el día con Sor Laura en las primeras construcciones que surgieron en el llamado cafetal. En 1963, fui trasladada a El Salvador. Cada año venía a San José para los ejercicios espirituales. Me comunicaba con Sor María y podía ver cómo se iba desarrollando la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. En 1976, regresé a Costa Rica, y fui destinada a la nueva sede del Noviciado, en Granadilla de Curridabat, con pocas oportunidades de tratar personalmente a la S.d.D.
Colegio de María Auxiliadora El ambiente de la comunidad fue el de la fiel y estricta observancia salesiana con la dedicación específica a la tarea educadora propia de un colegio salesiano entonces. Era agradable convivir con ella. Yo la vi siempre como verdadera religiosa de piedad profunda y sentida, y con gran amor a la Iglesia. Fue profesora de música y canto, de dibujo y pintura. Muy apreciada por las alumnas, que no siempre guardaban la disciplina y orden en las lecciones; pero siempre aprendían la materia. Ninguna de sus alumnas hablaba desfavorablemente de ella. Siempre la estimaban por su piedad, que siempre les inculcaba, y por su celo apostólico las animaba especialmente a interesarse por el bien de los pobres. Supo suscitar la colaboración de las alumnas, ex alumnas y varias personas seglares adultas.
Construcción donde estaba el cafetal Las superioras creyeron oportuno construir unos locales en el cafetal cercano a la casa inspectorial, para establecer allí un kínder, y se pensó levantar un piso alto donde Sor María pudiera guardar y organizar todo lo que iba recogiendo y distribuyendo a los pobres. Estos primeros locales fueron construidos donde estaba el cafetal. Se le llamó como Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Esta casa no fue constituida como comunidad a parte de la Casa Inspectorial hasta varios años después. Era ayudada por algunas Hermanas Religiosas y aspirantes y por sus colaboradoras seglares. Todos los días llegaban grupos
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de señoras pobres. Les daba catequesis y luego les repartía comida. Continúa la obra de los oratorios, que creo llegaron a ser como veinticinco, en diversas barriadas pobres de San José y alrededores, y cuyo fin principal era la catequesis de los niños, y tenerlos alegres y apartados del peligro del mal. Proveía de todo el material necesario.En esta Casa se continuaron las obras sociales ya en curso, y surgieron tantas cosas nuevas: la promoción de jovencitas en instrucción cristiana y labores de casa y capacitación para oficios.
Comportamiento de la S.d.D. Las relaciones de la S.d.D. con los obispos locales, con los sacerdotes de la diócesis y con la Nunciatura apóstolica fueron siempre buenas. Nunca hubo queja alguna de parte de ellos. Sé que siempre estuvo sumisa al propio obispo en todo. Nada hacía sin consultar. El Señor Obispo era Monseñor Víctor Sanabria Martínez, y así fue como se lanzaron a catequizar por todos los barrios. Yo siempre la vi sumisa en todo. Ella misma se sentía como si fuera la última de todos. Nunca la vi impaciente. Nunca oí que fuera objeto de murmuraciones, lamentos, críticas. Siempre oí que hablaban bien de ella. Se distinguía por su empeño puesto en la observación íntegra de las Constituciones y reglas del Instituto y su comportamiento servía de buen ejemplo y testimonio para todas las Hermanas y colaboradoras laicas. Habitualmente vivía la presencia del Señor. Recuerdo que, terminado el desayuno, iba a la capilla, hablaba con el Señor y se ponía a escribir. Pude observar que ella sentía disgusto cuando tenía que tocar y se habían perdido los libros, pero ella no se impacientaba. En cuanto a mí respecta, me gustaba siempre su compañía, pues fomentaba el espíritu comunitario y el fervor religioso. No le gustaba llamar la atención en nada. Las relaciones de la S.d.D. con sus Superioras y Superiores fueron siempre sinceras, de confianza, de sumisión, de humildad, y las quiso con mucho respeto. Sor María nunca fue amonestada, corregida por sus superioras, que también la apreciaban mucho y durante el tiempo en que yo conviví con ella, nunca me di cuenta que hubiera problemas con otras religiosas. Siempre noté prudencia en todo cuanto ella había llegado a conocer por razón de su apostolado, o a través de las llamadas consultas. Sor Laura era la que la que ayudaba en atender a sus pobres. Sor María tuvo cuidado de promover la formación espiritual, cultural y apostólica de sus colaboradores. Ese era su fin principal y, sobre todo, el prepararlos para las actividades en que le iban a ayudar, ante todo con los niños pobres. A todas sus colaboradoras, tanto religiosas, como laicos, los trataba con la misma amabilidad. Al principio de sus obras, como su fin era recibir para dar, Sor María no llevaba un control estricto de las entradas y salidas. Sé que más adelante las Superioras le dieron una hermana que se ocupara de la
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contabilidad. Si emprendía algo superior a sus fuerzas, lo hacía siempre por amor a Dios. Su virtud fue siempre heroica, porque ella no gozaba de buena salud, y por eso era más intenso el sacrificio con que lo hacía.
Sobre la S.d.D. Su libro principal, que yo veía que leía siempre, era el Nuevo Testamento. Sustentaba su trabajo en los evangelios, en la vida de Cristo, en el catecismo diocesano, para preparar la catequesis de los niños. También vi que leía la vida de Don Bosco. De ella se impregnó y la vivía. Estaba llena del espíritu verdaderamente salesiano.
Virtudes teologales. La fe La Eucaristía y la Virgen María Auxiliadora eran los que movían todas sus acciones, pues ese espíritu de fe era muy grande en la presencia de Dios. Su piedad estaba también movida por el amor a Dios, y llevaba siempre las almas a Dios. En cada circunstancia de su vida, fue apasionada de Dios y se comportó también como hija apasionada de la Iglesia. Recuerdo que sólo una vez en su vida, me dijo que estaba cansada, pero yo la vi físicamente cansada, con agudas molestias, cuando tocaba el órgano, ya que cada nota de la música la hacía sufrir muchisimo. Tuve una fe heroica en la promoción, animación y realización de las múltiples actividades en bien de los pobres. En esos momentos difíciles, vivió siempre en el temor filial de Dios, puesta la confianza en él, y con el deseo de agradarle sólo a Él, anhelando cumplir su voluntad. Lo único que deseaba era que le dieran permiso de llevar a cabo sus obras, lo demás corría por cuenta de Dios, y hacía todo lo posible para apartar a las almas del pecado.
Virtudes teologales. La esperanza Yo veía que la esperanza en ella era sostenida por su fe y a veces platicando con ella me decía, si esto es obra de Dios, continuará después de mi muerte. Si no hubiera tenido fe, tampoco se hubiera sostenido su esperanza. En su actividad religiosa, las intenciones que movían a la S.d.D. eran siempre el amor a Dios y llevar a Él las almas. Deseaba tener una casa para la Santísima Virgen María. A ella no le agradaba que dijeran que era la casa de Sor María Romero. A veces se mostraba preocupada por conseguir el dinero para sus obras, pero esa preocupación más bien mostraba que estaba segura de que
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conseguiría ese dinero porque confiaba en Dios. En las contrariedades, incomprensiones, rechazos de sus propuestas, prohibiciones, desgracias o fracasos, siempre se mostró sumisa y abandonada a la voluntad de Dios.
Virtudes teologales. La caridad Lo principal era para ella amar a Dios. Dios y las almas eran lo más importante, y a nadie más amó por encima de Dios. Su amor era un gran círculo que podía abarcar todo el mundo, ya que el amor de Dios y a las almas era inmenso. Ella sufría cuando Dios no era amado, así que su amor para con el Señor fue poco común y, sin duda, extraordinario. La caridad de la S.d.D. para con el prójimo en circunstancias a veces difíciles, era evidente. Se compadecía de todos ellos, sobre todo de los más pobres. Durante el tiempo en que yo estuve con ella, siempre era agradable su presencia, así que la caridad también la practicó con sus hermanas religiosas. Poseía un corazón sensible a todos, y a los alejados de la Iglesia, como a los incrédulos y enemigos de la fe. Ella trabajaba para atraerlos.
Virtudes cardinales. La Prudencia Nunca actuaba solamente de su propia iniciativa y tenía cierto criterio para solucionar las cosas en los momentos difíciles. Por eso, creo yo que la prudencia en Sor María fue siempre sobrenatural. Cuando ella iniciaba su obra, vio cómo los protestantes trabajaban incansablemente para atraer a la gente. Entonces, ella envió un grupo de niñas al señor obispo, para preguntarle si podían ellas ir a catequizar. Por eso, veo yo que siempre ella consultaba. Aprovechaba las ocasiones, para seguir las inspiraciones del Señor.
Virtudes Cardinales. La justicia Se entregó de lleno a darle a Dios honor, alabanza y gloria. No tenía palabras para agradecerle a Él todos los beneficios recibidos. A Él le atribuyó todos los bienes de su vida, y muchas veces le expresaba este agradecimiento yendo a la capilla para tocarle el órgano y cantarle. Evitó toda circunstancia de doblez, insinceridad e hipocresía, manifestándose sencilla, abierta y siempre sincera. Siempre trabajó por entero para ser veraz y honesta con todos, y generosa frente a los derechos y necesidades de los demás.
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Virtudes Teologales. La fortaleza Cuando se sentía agotada, su fuente de energía era siempre Jesús Eucaristía, y María Auxiliadora; de ahí sacaba las fuerzas que la sostenían. Le pedía a Dios la fuerza para sí, y luego para darla a sus colaboradores. Manifestó también resignación y conformidad, pero el cansancio muchas veces la abrumaba.
Virtudes cardinales. La templanza. Llegó a dominar su propio orgullo y la vanidad del espíritu. El único apego que yo creo que ella tenía a sus propias ideas era a la idea de Dios y de las almas. De ahí no salía. Se mostró habitualmente serena, amable y dulce, y creo que lo logró hasta la muerte, porque yo después sólo la veía esporádicamente.
Virtudes Cardinales. La pobreza Algo que me ha impresionado mucho fue este hecho que pude apreciar, y que me llamó mucho la atención: verla remendando un hábito, y fue en vísperas de viajar a Nicaragua, donde después murió. El dinero que recibía para sus obras, pasaba rápidamente a la atención y servicio de los pobres. Ella escribía mucho, pero lo hacía usando pedacitos de papel, no porque le faltara, pues papel había, pero ella no quería desperdiciar nada.
Virtud de la Humildad Fue, sinceramente, humilde en sus relaciones con el Señor. Se sentía la más indigna, la más sencilla y se confesaba pecadora y necesitaba la gracia. Servía siempre de buenas maneras al prójimo. Repetía, “hacer el bien a todos, el mal a ninguno”. De testarudez y obstinación nada tenía, cedía fácilmente al juicio de sus superiores y de personas prudentes. A los pobres les servía con amabilidad y con corazón grande.
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Virtud de la Castidad Se mantuvo fiel a ella en sus palabras, conducta externa, modales. Luchaba denodadamente para impedir lo que pudiera ofender esta virtud. La sentía profundamente en su interior. Sé, también, que muchísimas personas al estar en contacto con ella se sentían atraídas por esta virtud de la castidad. Cierto día, formó un grupo de jovencitas que vistió de blanco para demostrar así su pureza. Fue grande la fama de que gozó la castidad de la S.d.D. mientras vivía.
Sobre el grado de las virtudes Supo corresponder en grado heroico a los dones que Dios le había dado, y lo digo así porque se le veía tener como sed y hambre de Dios. Con frecuencia hablaba del amor a Dios y a la Santísima Virgen. Un día por la tarde, cuando regresaba a esta casa, me contó haber soñado que Don Bosco señalaba el cafetal que estaba en frente y le decía que allí iba a hacer una gran obra. Vivió una fe ciega y un abandono total en Dios. Mientras vivía en este mundo, fue mucha la fama de santidad de la S.d.D. Todos aquellos que por uno u otro motivo se acercaban a ella se llevaban la impresión de que Sor María era una verdadera santa. Esta fama de santidad de la S.d.D. no ha disminuido aún, sino que cada día crece más y se difunde más, así como tampoco han disminuido sus obras y los proyectos que ella tenía. Yo veo aquí la mano de la Santísima Virgen María y la confianza plena que Sor María tuvo en Dios. Todas sus obras se han difundido y cada día acude mucha gente a la Casa de la Virgen.
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DÉCIMO TESTIMONIO
Me llamo Adela Santos Bolandi. Soy hija de Clemente Santos Ruiz y de Cristina Bolandi Mata. Nací el 26 de noviembre de 1901. Viuda, católica, ejerzo la profesión de alta costura. Conocí a la S.d.D. en el colegio María Auxiliadora de Granada, cuando juntas cursábamos el cuarto grado de colegio. La conocí por mucho tiempo y siempre íbamos juntas al colegio jugando bolero. La S.d.D. nació el 13 de enero de 1902 en Granada, Nicaragua; así que yo soy mes y medio mayor que ella. Conocí muy bien a sus padres. Eran dos personas muy santas. Muchas veces fui invitada a comer a su casa y como yo era huérfana, la tía que me crió me permitía invitar a comer en mi casa a la S.d.D. Eran de condición social y económica holgada, gente rica, pero siendo víctimas de la situación política de aquel tiempo, perdieron casi todo lo que tenían. Recuerdo que toda la gente pobre la buscaba para que fuera madrina de sus hijos. Conocí también unas tías de la S.d.D., las tías Romero, que tenían una escuela, y creo que fue allí donde Sor María comenzó su primera enseñanza. Ellas eran gente muy buena y muy queridas de todos. Eran también muy famosas y apreciadas en la comunidad porque eran gente bondadosa y caritativa. Recuerdo también que su casa tenía cuatro corredores y todos los días, en una de las esquinas yo la veía recogida en oración, estando como en éxtasis, y notaba que le brillaba el rostro. Nuestro encuentro definitivo fue alrededor de los 10 años de edad, en el colegio. A pesar de los estricto de la disciplina en el colegio, ella cumplía puntualmente con todo. Nunca tuvo una mala calificación. Nunca participó de las cosas del mundo, bailes, fiestas. Tenía un carácter alegre, muy jovial, siempre risueña. Estando en el colegio, Sor María se vio gravemente enferma de fiebre reumática. Sus familiares creían que se iba a morir. Una mañana pasé yo, como de costumbre, a verla, y su madre me dijo que había pasado muy mala noche y me dijo, “La Marita se nos va”. Y yo entonces le respondí, “ella no puede morirse”. Por la tarde, pasé a verla y estaba mejor. Luego me quedé extrañada, pensando por qué yo había dicho eso. Esas palabras me impresionaron porque no supe quién me las había inspirado. Como yo pasaba todas las tardes a verla, lo primero que me preguntaba era, “¿qué pasó hoy en el colegio?”. Un día le dije, “María, te tengo que contar algo serio. Fíjate que Sor María Cabrito, que era la profesora de labores, se salió del aula y todas las compañeras se pararon y empezaron a pegar gritos y dijeron: Adela Santos, cuida la puerta y cuado la veás venir nos avisas. En eso la veo venir y grito: Muchachas, ahí viene Sor Cabro. Y ella, que me oyó, me hizo unos ojos que me decían todo su enojo. Todas se fueron a sentar y la que sacó la mala nota fui yo”. A María le cogió un ataque de risa; vino doña Anita y me dijo, “Adelita, no me la hagas reír”. Ella estaba muy grave. Durante la juventud de la S.d.D. no tuvo ningún cambio de comportamiento y sobre todo en su vida de piedad y la frecuencia a los sacramentos. Todos los días, muy temprano, iba a misa, siguiendo con interés y devoción las funciones religiosas. En el colegio, recuerdo que durante los recreos iba a la capilla, pero no era una persona extraña. Al contrario, jugaba, siempre sonriente. Ella tenía su carácter. Cuando decía no, era no. Siempre alcanzaba buenísimas notas y
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todos los cuadros de honor. Cuando Sor María se hizo religiosa, y yo me vine para Costa Rica, nos sentábamos a conversar y me decía, “¿Te acordás, Adelita, cuando estábamos jóvenes, ¡qué conversaciones más bonitas que teníamos!? Hablábamos de Dios, de cosas de niñas, de historias, cosas instructivas… Nunca una palabra fea, nunca una cosa impura. Qué distintas éramos a como se es hoy”. “Sí, Sor María, le decía yo, ahora todo ha cambiado”.
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ONCEAVO TESTIMONIO
Me llamo Sor Yolanda Porras Álvarez. Soy hija de Juan Rafael Porras y de María Ángela Álvarez. Nací en Concepción de Atenas, Alajuela, el 20 de marzo de 1943. Soy religiosa de votos perpetuos de las Hijas de María Auxiliadora. Conocí a la S.d.D. porque conviví con ella durante nueve meses, en 1966, antes del ingreso en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Posteriormente, ya como profesora, trabajé cuatro años, de 1971 a 1974, en la Escuela de Orientación Social.
Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales Todo cuanto la S.d.D. recibía era para los pobres, nunca para sí misma. A nosotras nos mandaba no desperdiciar nada, sino cuidar mucho de lo que ella recibía para los pobres. Consigo misma era muy austera. Lo llegué a notar por lo parca que era en el comer. Pero era espléndida con los demás. Tenía un trato noble, cariñoso, sencillo, y era generosa con todos. Acataba las decisiones de sus Superioras y a nosotras nos pedía oraciones para que las Superioras atendieran su solicitud. Yo nunca la vi disgustada, ni revelaba contradicción alguna, ni se ponía negativa; se abandonaba totalmente a la voluntad de Dios y en la Santísima Virgen María, que siempre fue para ella su guía y su maestra, y confiaba en ella como su Madre. También confiaba plenamente en Jesús, a quien ella llamaba su Rey. Sí hubo comentarios sobre la S.d.D. y cómo fue acogida en el ámbito de la Inspectoría salesiana de Centroamerica. La obra de Sor María era algo extraño: era fuera de lo común cómo se llevaban adelante las obras. Como todo en sus comienzos, la Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales, y la misma Sor María atravesaron momentos especialmente difíciles, sobre todo para poder establecerse en ella y para acondicionarla. Todo lo esperaba de las manos de Dios. Al finalizar los nueve meses que estuve con ella, me llamó y me propuso las dos opciones: el matrimonio o la vida religiosa. Ella se puso muy contenta y feliz y corría por todos los lados para ayudarme a hacer los trámites de ingreso y a preparar el ajuar de aspirante. Y posteriormente, siempre que me veía, me hablaba de la vida salesiana y me ofrecía sus oraciones para mi perseverancia. En ese entonces, vi que llegaban ayudas materiales para las obras de la S.d.D. Yo creo que Sor María tenía ese carisma de ayudar a los pobres. El Señor la eligió para esa obra y las Superioras supieron ver ese carisma, y así le encomendaron a Sor María la obra de los pobres. Lo que la inspiraba y movía principalmente en la realización de esas obras, era su gran amor a Dios y también su amor por sus almas: salvarlas y llevarlas a Dios. Preferencia tuvo especialmente por los oratorios, que fue creando en muchos barrios de San José, y una gran cantidad de niños fueron los beneficiados. Nunca abandonó las obras que había fundado, sino que ponía gran interés en ellas, y seguía su
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marcha y su funcionamiento para que fuesen animadas siempre de sentido sobrenatural y de servicio al Señor.
Iniciativas y actividades suscitadas y realizadas por la S.d.D. Conozco un poco más los oratorios porque yo ayudé ahí. Los tenía por todos los barrios de San José. Eran asistidos por las aspirantes, acompañadas por las Hermanas. Apenas llegábamos al barrio, se participaba con los niños a la Santa Misa; luego venían los juegos, la catequesis, donde se preparaban para la primera comunión , y se daba catequesis de perseverancia. A los niños del oratorio se les daba también retiros espirituales. La devoción de entronizar el Sagrado Corazón de Jesús y María Santisíma fue algo que se difundió muchísimo por todo el país, por medio de las misioneritas y los oratorios. Ella misma le había pedido a la Santísima Virgen que así como en Lourdes se usaba el agua para las curaciones, así ella quería que esa agua sirviera para sanar; pero he de advertir que no lo hacía ni por superstición, ni por hechicería. Sor María repetía que era un regalo de la Virgen y le pedía a ella que el agua fuera un instrumento para las curaciones y de hecho mucha gente recibió curaciones mediante el uso de esa agua. Se dice que cuando la persona que recibía esa agua estaba en pecado, el agua se descomponía.
Fiesta de los inocentes La fiesta de los inocentes era para los niños y Sor María se sentía muy feliz preparando las obras que se iban a presentar. La fiesta de los Inocentes fue instituida para los niños menores de dos años. Ella pensaba que como esos niños no estaban en los Oratorios se quedaban sin regalitos para la Navidad. Entonces, inventó la fiesta de los Inocentes el 28 de diciembre. Llegaban las madres con sus niños en brazos y a cada uno les daba un regalito después de darles una bendición. La distribución de víveres a gente necesitada se daba todos los días, de lunes a viernes. El dispensario médico es otra de las grandes obras de la S.d.D. para la atención médica de la gente pobre. Al ver Sor María que los pobres no tenían dinero ni para acudir al médico, ni para comprar medicinas, ideó el dispensario. Sor María deseaba que todos esos servicios se hicieran con amor y cariño. Todas las tardes, se formaba una gran fila de gente que quería hablar con ella sobre la salud, problemas morales y espirituales; y todos salían felices y esperanzados. Sor María veía todo con resignación, como venido de la mano de Dios, y obedeció siempre a sus superioras. Todo ese trabajo de la S.d.D. es juzgado hoy en día por el pueblo
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como una manifestación del amor de Dios de la que toda la gente se beneficia; y digo que es obra de Dios porque si no lo fuera, con la muerte de Sor María se habría terminado todo, y aún hoy en día crece siempre con más fuerza. Ha sido una obra de gran bien para todos y muy apreciada y provechosa en todo aspecto.
Comportamiento de la S.d.D La S.d.D. mostró gran adhesión a todas las autoridades eclesiásticas locales, a los obispos, sacerdotes. Siempre se notaba un gran respeto que ella sentía por todos estos ministros sagrados. Con los padres salesianos, tanto de Costa Rica como de las otras naciones de Centro América, les mostraba una verdadera fraternidad. Cuando ella corregía, amonestaba o aconsejaba, siempre estuvo animada por un auténtico espíritu de caridad. Nunca fue autoritaria ni exigente. Si encontraba algo que no estaba bien hecho, lo corregía con caridad. Nunca se mostró autoritaria ni dura en sus modales, ni poco comprensiva o impaciente, sino más bien tolerante y condescendiente en las cosas positivas, pero muy severa y exigente en las cosas que podían causar la menor ofensa al Señor. Sor María nunca tenía para sí misma nada de extraordinario. Todo era de la comunidad. Por eso, yo creo que su confesor ordinario y su director espiritual era el mismo de toda la comunidad. Fue también muy exacta y distinguida en las prácticas de piedad. Suficientemente desprendida de sí misma, decía que ella no era nada. Se sentía muy poca cosa ante Dios y se consideraba la última de toda la comunidad. Recuerdo que cierto día, alguien le preguntó si ella sería superiora de la casa, a lo que respondió: “no, Sor María seguirá siendo siempre Sor María; aquí ha de haber siempre otra persona mejor que yo para ocupar ese cargo”. Fue siempre puntual en la vida de la comunidad, desde buena mañana, luego durante su trabajo y por toda la tarde. Ella nunca se dio importancia a sí misma. Nunca fue objeto de particulares atenciones o tratamientos especiales, aunque sí, la gente la quería, la estimaba y le tenía profundo afecto. Las obras sociales fueron, sin duda, fruto de un carisma personal de Sor María Romero al dedicarse a esas obras sociales. La fuerza del carisma personal de la S.d.D. al ser aceptado por sus superioras dio ocasión a que en su congregación surgiera una nueva forma de presencia salesiana en la Iglesia y en el mundo. Nunca supe que haya habido entre la S.d.D. y los superiores desconfianzas e incomprensiones y su comportamiento fue tal que nunca fue necesario amonestarla, corregirla, ni mucho menos castigarla. Se mostró en todo reservada y prudente, nunca llegó a revelar lo que ella pudo conocer a través de las llamadas consultas. Las colaboradoras de la S.d.D. en sus obras asistenciales y apóstolicas fueron innumerables; había un grupo de señoras que ayudaban a cortar y coser la ropa de los niños
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en la Navidad; señoras que hacían grupos de té para ayudar sus obras. Desde un principio, esa ayuda de la gente a Sor María fue grande. No hubo necesidad de buscarlas. Ellas mismas acudían en su ayuda al ver la obra que ella había emprendido. A todas ellas las motivaba siempre hablándoles del Reino de Dios y la recompensa eterna, y las llevaba a trabajar por Dios y por la salvación de las almas en servicio de los pobres. Las relaciones con sus colaboradoras fueron de confianza, respeto, apertura de ánimo, caridad, compartiendo con ellas sus ilusiones, planes y evaluaciones. Fue muy delicada en ayudar a los llamados pobres vergonzantes, es decir, las personas que económicamente habían sido pudientes y que después habían caído en situaciones de pobreza. A las colaboradoras, ella nunca les exigía graves sacrificios y privaciones. En todo respetaba su libertad. De ella se decía que era una santa. Me encargaron que tratara de tomar todos los apuntes posibles de lo que Sor María decía a las niñas, que eso podía servir algun día, que es lo que ahora estamos haciendo.
Comportamiento de la S.d.D. En todo lo relacionado con la administración de bienes, aún antes de ser religiosa ya me daba cuenta que no era Sor María la que los administraba, sino la ecónoma de la casa. Frecuentemente llegaban a ella, ayudas económicas, algunas veces grandes, otras pequeñas y la S.d.D. las recibía como venidas de Dios mismo por medio de María Auxiliadora. Con sus numerosos bienhechores, la S.d.D. se mostró siempre agradecida, ya sea que recibiera de ellos fuertes ayudas o bien, pequeños donativos de la gente sencilla y pobre. Este agradecimiento ella solía expresarlo con algún sencillo presente. Sor María dio pruebas de espíritu religioso superior a lo común, de amor heroíco a Dios, a la Virgen María, a la Iglesia, a su instituto y al prójimo en general y especialmente a los pobres. Algunas veces, pude ver cómo ella escribía en dichos papelitos sus reflexiones.
Virtudes Teologales. La Fe A la S.d.D. la movió siempre la gloria de Dios y el deseo de ganar a todos para Él, y esto la movió para trabajar intensamente para alcanzar estos fines. Su fe fue heroica, empezando porque su obra es un claro testimonio de la misión que llevaba a cabo Sor María y que el Señor le había encomendado y que ella realizó a pesar de las dificultades que tuvo. Con frecuencia se le oía exclamar frases llenas de fe y de amor a Dios: “Jesús, te amo,” “Jesús, ten misericordia de mí,” “te adoro, mi Rey”, “María, auxilio de los cristianos: Reina Mía…”. Insistía mucho en la preparación a la comunión, que se recibiera dignamente y
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que ese contacto con Jesús no se perdiera de una comunión a la otra, sino que siempre permaneciera, de allí que también insistía en la comunión espiritual. Entre las devociones principales y preferidas por la S.d.D. estaban la devoción a Jesús Sacramentado que era constante, al Corazón de Jesús, a María Auxiliadora, así que la presencia de Jesús y de María en su casa era una presencia viva. Sor María vivía plenamente de su fe, no creo que haya flaqueado alguna vez en su vida; para mí, nunca vaciló en su fe.
Virtudes Teologales. La esperanza Ella vivió suspirando siempre por el cielo. Cuando se encontraba asediada por el trabajo, no descansaba y decía que Don Bosco nos había enseñado que sólo en el Paraíso se descansaba, y mientras estuviera aquí ella tenía que trabajar. Ponía toda su confianza en la Providencia Divina y, por eso, el aspecto económico no era para ella una preocupación, ya que su obra era de Dios, Él la llevaría adelante, sin que por esto se decuidara de las debidas deligencias para que fuera adelante. Cuántas cosas se podrían decir si uno hubiera puesto atención en todo lo que pasaba, sobre todo en esto de la confianza en la Divina Providencia, que era una confianza sin límites. En todo esto, disimuladamente Sor María daba vuelta para que en cada paquete no faltara nada para cada niño. Ella se comportaba con tanta naturalidad que nosotras ni siquiera nos dábamos cuenta de los hechos extraordinarios que estaban sucediendo. Fue muy perseverante en esperar lo que pedía, pero siempre respetuosa con la decisión de sus superioras. En situaciones difíciles, siempre la vi contenta y muy feliz, dominada por el optimismo y la alegría. Sor María nunca faltó ni siquiera esporádicamente contra la virtud de la esperanza y la confianza en Dios.
Virtudes Teologales. La caridad Amó al Señor por encima de toda criatura y durante toda su vida, y eso la llevaba a trabajar para que las demás personas conocieran y amaran a Dios. Nunca criatura alguna estuvo por encima de su amor al Señor. Con frecuencia, en medio del trabajo o caminando, se le escuchaba decir ciertas expresiones, que aunque no sabía que estaba haciendo, si podía entender que estaba hablando con Dios. Cuando quería sugerir prudencia, decía esta frase: “Los Secretos para el Rey”. Además de esto, todas sus obras manifiestan que ella las hacía para gloria de Dios, para que las gentes que iban a hacer uso de ellas, conocieran más a Dios, así que sus mismas obras hablan de su amor para con el Señor. Sor María hacía todo para la gloria de Dios. Procuraba
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hacer bien las celebraciones eucarísticas porque eran para el Señor. Una gran inquietud tenía ella hacia las almas. Por eso decía que todos cuantos pasaran por esta casa tenían que ser para Dios. El amor que la S.d.D. sentía hacia el prójimo fue un amor sobrenatural y extraordinario. El trato que ella tenía hacia los pobres y necesitados era muy delicado; daba con sonrisa y cariño. Fue también muy generosa con las trabajadoras de la casa y a todas las trató igual, aún a mí que aspiraba a ser religiosa. Con sus hermanas religiosas, ella fue una verdadera hermana. Con ella, se vivía una vida de familia, compartía con nosotras como si fuera una religiosa más. Deseaba también salvar de los peligros a aquellas niñas que en sus mismos hogares corrían el riesgo de perderse a causa de sus padrastros y por muchas circunstancias familiares que no favorecían la moralidad de las jóvenes. Se preocupó también en orientar a la familia, cómo pudieran los papás vivir bien, cristianizar los hogares, sobre todo con la vida de gracia. Ella ponía gran cuidado de que en su dispensario se les atendieran con gran caridad y, mientras esperaban las medicinas, ella se preocupaba de que les dieran café y catequesis, pues quería que, a la par de lo material, estuviera lo espiritual.
Virtudes Cardinales. La Prudencia Todo lo llevaba con prudencia y tacto, y nunca dejó de presentar a sus superiores lo que a ella le parecía tenía que realizar. Era muy espontánea, alegre y chistosa, y nunca se le oyeron expresiones fuera de lugar, fue muy comedida en sus actitudes y en su manera de ser, y nunca se le escuchó decir nada contra esta virtud de la prudencia. Observé la prudencia en grado máximo y el mismo hecho de que la gente, durante tantos años, depositara en ella sus confidencias , con tanta confianza, es señal de que tuvieron un concepto muy elevado y muy seguro de su prudencia.
Virtudes Cardinales. La justicia. Le noté siempre fidelidad al cumplimiento de los mandamientos y fue exigente consigo misma en observar las leyes de su instituto religioso. Evitó toda hipocresía, doblez e insinceridad. Nada hacía por vana gloria ni vanidad. Para atribuir la gloria de Dios, solía exclamar, “¡qué providencia la de Dios! Yo soy instrumento inútil en las manos de Dios…”. Se consideraba muy poca cosa. Yo siempre he dicho que la obra de Sor María es un monumento a la sensibilidad frente al dolor y el sufrimiento del prójimo. Solía decir, “esta es una casa de la caridad, y la caridad empieza por casa”. Por tal motivo, trataba con exquisita caridad a las muchachas que trabajaban en casa. Se manifestaba muy
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agradecida con las personas colaboradoras; la más mínima ayuda recibida, la agradecía; reconocía con mucha deferencia el trabajo, el servicio o el aporte económico para los pobres.
Virtudes Cardinales. La Fortaleza Creo que Sor María ejercitó la fortaleza en forma heroica. Era difícil saber cuando estaba cansada, pues nunca se quejaba. Respecto a las dificultades económicas, su reacción fue siempre positiva: sabía que encontraría respuesta en Dios y en la Virgen, que le iban a ayudar a conseguir cuanto ella necesitaba para sus pobres. Con frecuencia, oí decir que cuando ella necesitaba una determinada cantidad, llegaba la Providencia a través de algunos donativos de personas, y que en muchas ocasiones le entregaron la cantidad exacta de dinero que ella necesitaba para pagar lo que entonces estaba debiendo. A pesar de tanto trabajo y sacrificio, siempre se mantenía serena y tranquila. Era siempre puntual en las prácticas de piedad. Nunca perdió el entusiasmo por llevar adelante la obra a favor de los pobres.
Virtudes Cardinales. La templanza La S.d.D. era parca y moderada en cuanto a la alimentación. En cambio, para los demás se esmeraba con muchos detalles. No se concedía descanso especial para sí misma, sólo lo estrictamente necesario. A nosotras, las jóvenes que trabajamos con ella, nos decía: hay que mortificar los sentidos para lograr las virtudes, es necesario ser vigilante para guardar la virtud de la pureza, es imposible querer verlo todo y conservar la gracia, tan bella es un alma en gracia que no nos sería posible contemplarla y seguir viviendo.
Virtudes varias Era muy cuidadosa de las cosas que usaba. Nunca pedía para sí cosas superfluas. Se limitaba a lo estrictamente necesario y se conformaba con las cosas y utensilios que había a disposición. Cuando nos visitaba en la cocina y veía algún desperdicio decía, “hay que cuidar los alimentos, los utensilios, porque son la Providencia de Dios”. Me llamó mucho la atención la máquina de escribir que usaba. Era vieja y anticuada. Tenía muebles sencillos. Servía a todos con gran cariño y dedicación y se gozaba mucho en ello. En el trato con las demás personas se mostraba humilde, sencila y se consideraba ser la última de la comunidad. Durante el tiempo que conviví con ella, nunca la vi
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testaruda, ni obstinada en sus puntos de vista; insistía, sí, pero no se imponía. Sabía esperar. Siempre. Se manifestó siempre desprendida de sus intereses personales. Nunca los buscaba. No era lo propio de ella. Practicó constantemente la virtud de la obediencia en grado eminente. Creo que donde más se mostró obediente fue en la nueva casa que se fundó de las obras sociales; dependía allí en todo de la directora, siendo su obediencia bastante notoria. Con todo, la S.d.D. llegó a compenetrarse bien, con ella, y le tuvo sumisa y respetuosa como súbdita muy adicta. Si alguna vez algo no le salía bien como ella lo deseaba, no se mostraba contrariada, sino que nos orientaba para que trabajáramos como Dios y la Virgen querían que se trabajara en esa casa, en donde se recibían muchachas que procedían de ambientes irregulares, y que, por lo tanto, exigían mayor comprensión y paciencia.
Virtud de la castidad Su comportamiento, sus ojos, sus palabras, su serenidad, daban a todos una agradable impresión de su pureza. Yo la considero como un ángel de la pureza. Con frecuencia, usaba el lirio como símbolo de la pureza. Nos decía muchas veces: antes morir que pecar. Si inculcaba con tanta fuerza el amor a la pureza era porque ella la vivía. Cuando alguna muchacha, por vana gloria, se mostraba mal vestida, era intolerante, no lo soportaba, pero si era por pobreza ella misma buscaba el remedio. Es mi opinión que Sor María practicó en grado eminente esta virtud de la castidad. Su manera de ser tenía que impresionar a la gente, y, por eso, tanto en vida como después de su muerte, siempre ha tenido fama de haber guardado la castidad y que, por eso, tanta gente se sintió atraída y confiada en ella.
Sobre el grado de las virtudes Sor María practicó todas en grado heroico. La entrega total a su misión, la búsqueda del amor de Dios y de su gloria, me llevan a afirmar que verdaderamente la práctica de las virtudes de Sor María fue heroica. Sobresalían en ella la sintonía y comunión con las superioras, y la fidelidad al Espíritu Santo, y todo esto no obstante su edad, su cansancio y los malestares físicos, pues siempre mostró un estado de ánimo constantemente alegre, sereno, en la práctica de todas las virtudes.
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Dones Carismáticos y hechos preternaturales Ella recibió dones de parte de Dios para llevar a cabo su obra. Fue la elegida de El Señor y Él la dotó de ciertos dones carismáticos, entre ellos, el de la sanación. Uno de los medios usados por Sor María para la sanación fue el agua de la Virgen. Sobre el don de contemplación, puedo decir que muchas veces, la vi como si estuviera en éxtasis. Estaba como perdida en algo, como viendo hacia algo lejano y en dos ocasiones vi su rostro iluminado, con una blancura que no puedo explicar. Fui testigo de que las cosas que se distribuían a las personas necesitadas, se multiplicaban. La S.d.D. educó a la gente en la verdadera devoción de Jesús y la Virgen. Mientras vivía en esta mundo, la S.d.D. gozaba de fama de santidad: desde que yo la conocí, se tenía ese concepto de que era una persona santa, y así lo pudieron también percibir las personas que conmigo estaban. Ella buscaba la gloria de Dios y el Señor se encargó de llevar su obra adelante. La fama de santidad de la S.d.D. no ha sido buscada, ni creada, ni fomentada por obra de sus hermanas en religión, ni por sus parientes ni amigos. Tampoco he sabido que circulen rumores o escritos contrarios a la virtud y la fama de santidad de la S.d.D., ni que haya persona alguna o grupo de personas que no comparta ni simpatice con la fama de santidad de la S.d.D., o sea, que sean contrarios a la actual causa de beatificación.
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DOCEAVO TESTIMONIO
Me llamo Álvaro Abarca Jiménez. Soy hijo de Salvador Abarca B. y de Marcelina Jiménez Segura. Nací en Juan Viñas, cantón de Jiménez, Cartago, el 11 de febrero de 1926. Soy soltero, católico y de profesión ebanista. A las 14 años vine a San José en busca de trabajo y me empleé en el taller de Don José Urgellés. Luego abrí un taller propio para ayudar más eficazmente a mi madre ya viuda y a mis hermanas que vivían aún con ella en Tres Ríos. Conocí a las Hermanas Salesianas cuando, por el año de 1945, una religiosa llamada Sor María Rinaldi llegó a mi taller a encargarme un mueble. La acompañé en el traslado del mueble a la casa llamada Kinder María Auxiliadora. Posteriormente, dicha hermana me invitó a trabajar tiempo completo con las hermanas salesianas. Acepté, tenía yo entonces los 19 años. Frecuentaba también la obra del Técnico Don Bosco y el Oratorio dominical. Mi devoción a María Auxiliadora se encendió particularmente cuando en un momento de apuro económico fui a la iglesia de los Salesianos a pedir a la Virgen su bendición y ayuda. Al regresar a mi casa, la gracia estaba ya concedida. Desde entonces tuve una devoción especial a María Auxiliadora. Tuve mucha cercanía con S.d.D. por motivos de trabajo y otras circunstancias providenciales. Ella era profesora de música y de dibujo. Todo el mundo la quería: profesoras, alumnas, exalumnas, las muchachas de casa. Aún hoy, hablando con ex alumnas, ya señoras mayores, he constatado que tienen grato recuerdo de Sor María y de sus obras. Una de las actividades apostólicas de Sor María en ese tiempo, y a la que se dedicaba con mucho amor y entusiasmo, fue la de los Oratorios festivos. También supe de las actividades misioneras que realizó en zonas de Guanacaste, con la colaboración de Hermanas Salesianas y seglares misioneritas. En el colegio, le cedieron a Sor María un local para que pudiera conservar y ordenar todas las cosas que ella manejaba para los oratorios y demás tareas apostólicas y asistenciales.
Construcción en el cafetal Por lo que recuerdo, se habían iniciado las primeras construcciones en el cafetal para dar lugar a un kínder, que de hecho duró pocos años. El constructor, don Bernardo Monge, fue a ver el local del colegio en el que Sor María tenía las cosas para sus actividades sociales y sugirió levantar una planta en el local que se iba a construir para que Sor María pudiera pasar allá todas esas cosas y organizarse mejor. Tuve la impresión de que Sor María Romero fue bien acogida por la Comunidad de las Hermanas de la Casa Sagrado Corazón de Jesús. Si no recuerdo mal, Sor María siguió por algún tiempo dando clases de música y pintura en el colegio. La misma S.d.D., en sus ratos libres, pintaba telones y cortinas para el Sagrario. La Madre Inspectora le dio facultad para que fuera organizando y construyendo la casa
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según creyera conveniente para sus obras a favor de los pobres. No recuerdo el nombre de la Superiora de entonces. Sé que Sor María fue muy obediente y para todo nuevo paso de construcción o de iniciativas pastorales, se sometía al discernimiento y obediencia de sus Superioras. Recuerdo que, en una ocasión, se le ofrecía la posiilidad de comprar un terreno y tenía el dinero para ello, pero no lo quiso hacer antes de obtener el permiso de sus superioras. Frente a las dificultades, incluso graves, que se le presentaron, Sor María solía decir, “mi Reina me lo va a conceder todo”. Sus apuros eran principalmente económicos. Y puedo decir que, efectivamente, su Reina se lo ponía todo como en bandeja.
Casa de María Auxiliadora, Obras Sociales. Esta casa, de hecho, fue surgiendo a partir de 1960 durante los años en que Sor María Romero, ayudada por Sor Laura, y aún vinculadas a la comunidad de la casa del Sagrado Corazón, estuvieron trabajando ya en el cerco o cafetal. Sor María Romero no fue nunca superiora; yo no recuerdo haberla llamado nunca Hermana Directora. Pero no hay duda que siguió siendo la animadora de la amplia y diversificada obra espiritual y social que se realizaba en la casa. Tuve la clara impresión de que la Superiora le reconocía a Sor María su fundación. Cuantos de una manera o de otra, continuábamos con Sor María, teníamos una grande estima y veneración por ella: todos estábamos convencidos de que Sor María poseía una gran santidad. Estábamos admirados de las continuas gracias que le concedía la Virgen. Ella promovió también la entronización de María Auxiliadora, a través de cuadritos pequeños de la Virgen. Sor María distribuía con mucha fe, pero de parte de la gente hubo muchas conjeturas. Yo, personalmente, no estaba de acuerdo y lo comenté un día con la Madre Inspectora Sor María Catalina Marchesotti, y ella me respondió, “yo le he dicho a Sor María que Don Bosco nos dejó la gran devoción de las tres Ave Marías”. La principal devoción de la S.d.D. fue a la Eucaristía. Ella fue la que inició la procesión a Jesús Sacramentado todos los sábados. Puedo decir que ella fue loca por la Eucaristía. Se interesaba de que se celebraran muchas misas en la capilla, para que, como ella decía, Jesús estuviera acompañado. No conozco ninguna persona que haya sido cultivada vocacionalmente por Sor María, para ser Hija de María Auxiliadora. Pero sí me di cuenta que ayudaba a jóvenes para que siguieran la vocación religiosa. En favor de las jóvenes, promovió cursos de mecanografía, bordado, corte y confección, etc.
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Actividades y obras suscitadas y realizadas por la S.d.D. Las jóvenes sin techo eran precisamente las que acogía Sor María, en las casitas que fue adquiriendo en la casa de Obras Sociales, en pequeños cuartos estrechos. El kínder del cafetal funcionó, creo que sólo tres años; después de sus aulas se integraron en el complejo, construcciones que iban surgiendo y que formaron la Casa de María Auxiliadora. La formación espiritual era el objetivo principal que la S.d.D. buscaba para las jóvenes. Era una buena instrucción espiritual. Además, también las preparaba para la Primera Comunión, para el Sacramento de la Confirmación y se informaba sobre si los papás estaban casados o no. Ante todo, la S.d.D. trataba de saber la capacidad intelectual de cada niña, cuáles facildades poseían. Me es muy dificil saber el número de las jóvenes que se han graduado en el manejo de máquinas industriales, pero sí sé que muchas de ellas han llegado a ocupar puestos altos en fábricas de ropa. Todos estos cursos surgieron a raíz de que a muchas jóvenes les costaba el estudio y era necesario encausarlas a algún oficio que les fuera provechoso para el futuro. La distribución de los alimentos para la gente necesitada, todavía aún continua. En alguna ocasión, en que empezaba a escasear el alimento, me llamó y me dijo, “Ves lo que tenemos, nos queda poco”; y agregaba enseguida, “pero mi Reina me lo da todo”. En un principio, llegaba mucha gente donde Sor María solicitándole ayuda y medicinas. Era lo primero que le pedían. Este dispensario ha funcionado desde el principio muy bien, y continúa actualmente funcionando. Sor María les pedía a los médicos o a los centros de salud, pero en el sentido de que enviaran las que sobraran. Una cosa que me ha parecido muy extraña es que el Seguro Social ha mandado algunas medicinas, pero no tantas como pudiera hacerlo. El dispensario funciona a base de fichas que día a día se reparten a las 7 am y se hace de este modo, porque los médicos que allí trabajan dan pocas horas para atender médicamente a los enfermos, una o dos diarias o semanales. “El que viene a mi casa tiene que estar bien con Dios, y si no, vamos a comenzar a ponerlo bien con Él”. La catequesis que se les da diariamente es impartida por seglares, Damas Salesianas o alguna otra catequesista que se ofrece. También Sor María recibió ayuda de profesionales de construcción, tales como ingenieros, arquitectos, etcétera. En todo esto veo la mano de Dios, pues murió Sor María y la obra ha seguido adelante. También se han levantado talleres para maquila, una sodita, un mercadito donde se vende lo necesario a bajos precios, un gallinero, unos salones para catequesis. Vi que llegaban personas en busca de consejo espiritual y ayuda en problemas familiares por desarreglos morales y fallos en la vida cristiana. También acudían muchos buscando curaciones de diversas enfermedades. Al respecto de las consultas, conocí muy bien el caso
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del señor Luis Antonio Yong, ciudadano norteamericano. Este señor estaba bajo tratamiento psiquiátrico, en el que había gastado casi todo su dinero, y curado espiritual y psicológicamente, pudo realizar su deseo de regresar a los Estados Unidos. Años después de cuando fui a visitarlo a los Estados Unidos, me manifestó su temor de volver a enfermarse, y yo le dije: tenga fe, pues la Virgen lo curó y no volverá a enfermarse. Muchas otras personas recibieron favores y gracias semejantes por la oración de Sor María, y siempre todos atribuían estas gracias a María Auxiliadora. Todo esto lo hizo Sor María buscando principalmente el bien espiritual de las personas. En todo esto Sor María se mostró siempre humilde. Nunca hizo gestos de grosería alguna por las personas que interpretaban mal la distribución del agua y las curaciones. La gente apreciaba mucho la obra de Sor María, no sólo en Costa Rica, sino en todas partes. Sé que muchas personas continúan invocándola y exponiéndole con fe sus problemas, para que interceda ante la Virgen.
Comportamiento de la S.d.D. En general, las relaciones de la S.d.D. con los obispos locales, con los sacerdotes, el nuncio apostólico, los padres salesianos y las otras congregaciones de religiosas, fue de mucho respeto y comunicación. Cuando se daba cuenta de que alguna persona interpretaba ambiguamente las consultas o la distribución del agua de la Virgen, solía decir, “o estamos con Dios o estamos con el diablo. No podemos trabajar a medias”. Sor María, para motivar a sus colaboradoras, simplemente invitaba: “vengan a ayudarme para mis pobres”, y muchos de ellos, viendo la obra de Sor María, acudían a ayudarle. Sor María tuvo gran cuidado de promover la formación espiritual, cultural y apostólica de sus colaboradores. En esto ella fue muy celosa. En la relación con sus colaboradores, Sor María mostraba confanza, respeto, apertura de ánimo, caridad. Todo lo hacíamos juntos. Sor María nunca exigía de sus colaboradores grandes sacrificios y privaciones. Le gustaba que toda colaboración fuera espontánea, lo que cada uno voluntariamente pudiera hacer. Sor María todo lo buscaba para el bien del necesitado. La S.d.D. vivió completamente bajo la dependencia de sus superioras, así presente su condición de religiosa y su dependencia de la Inspectora. Actuó también con claridad, prudencia, justicia y desprendimiento de los bienes terrenos. Fue también sensible y generosa para con los miembros de su Instituto y para con los muchos pobres que recurrían pidiéndole ayuda, participando así con sus hermanas en religión y con los pobres, de todo cuanto a ella le daban. Así mismo, se mostró agradecida con los numerosos bienhechores de las obras sociales que realizó, manifestando mucho aprecio hacia todas aquellas personas que le hacían llegar sus donativos, sin hacer distinción si eran grandes o pequeños.
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Virtudes Teologales. La fe La piedad de la S.d.D. hacia la Santísima Eucaristía fue inmensamente grande. En cada circunstancia de su vida, se comportó como hija apasionada de la Iglesia. Entre las devociones principales y preferidas por la S.d.D. en las que más vivamente manifestó su espíritu de fe, fueron a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. En la promoción, animación y realización de sus múltiples actividades, buscó siempre el bien para sus pobres. Toda la vida de Sor María estuvo inspirada en un gran temor filial de Dios y confianza en Él. Agradarlo en todo era su primer deseo. Se dedicó a la promoción religiosa cultural y moral de las personas, destinatarias o colaboradoras, con gran espíritu de fe, pues toda su actividad estaba inspirada en esta virtud.
Virtudes teologales. La esperanza Esperaba siempre ver cumplidos todos sus deseos en su obra, con una esperanza muy grande en que Jesús y la Santísima Virgen la habrían de ayudar. En su actividad religiosa, la S.d.D. nunca trabajó por sí misma. Todo cuanto hacía, lo hacía por Dios. Frecuentemente oraba y nos pedía también a nosotros la oración, pues deseaba que cooperáramos con un granito de oración, para que Dios le ayudara en sus obras. En las diversas dificultades que tuvo que superar, constantemente recurría a la oración. Y a todas las personas que se acercaban, les pedía también oración, diciéndoles, “tengo que obtener algo muy grande y por eso les pido ayuda”. Ella nunca se mostró demasiado preocupada por conseguir el dinero para sus obras, más bien era calmada, confiaba en que su Reina le enviaría lo necesario. Entre las jaculatorias preferidas que solía repetir en las ocasiones prósperas o adversas, yo recuerdo, “Jesús mío, Reina mía”. Por más duras que fueran las pruebas, ella mostraba optimismo y alegría. Para mí, no es posible que Sor María haya faltado aunque fuera esporadicámente contra la virtud de la esperanza y confianza en Dios, pues toda su esperanza estaba fundada en Jesús. Lo que Sor María hizo a favor de los niños pobres, las niñas expuestas a peligros morales, los niños abandonados y generalmente a favor de los necesitados, con frecuencia y en buen número, son las principales iniciativas que ella tomó. Habitualmente, la S.d.D. con los extraños y desconocidos, con los pobres y necesitados, con los enfermos y sufrientes, con los incrédulos y los enemigos de la Iglesia, con todos, se mostró siempre igual, no tuvo ninguna discriminación, ni tampoco gestos ni palabras duras para nadie. Yo nunca la vi cambiar ni aún con personas protestantes que venían a pedir ayuda.
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Virtudes Cardinales. La prudencia La prudencia demostrada por la S.d.D., yo diría que más que humana fue extraordinaria y sobrenatural. Su prudencia estaba inspirada, sobre todo, en Dios. Su misma mirada lo decía. En sus actividades, nunca se movió por intereses personales, ni por motivos incompatibles con su condición de religiosa. Nunca se movió para ganarse una amistad. Sus motivos fueron siempre religiosas. Todo cuanto Sor María hizo, creo que lo hizo por iluminación de Señor y de la Santísima Virgen, y yo no creo que haya dejado de lado las inspiraciones del Señor por un exceso de prudencia, más bien creo que le faltó tiempo para organizar otras muchas cosas. Todos cuantos tratamos, nos formamos el juicio de que Sor María era una santa. Este fue el concepto que nosotras nos hicimos de ella y que también tuvieron muchísimas otras personas. Yo no creo que Sor María haya faltado una que otra vez contra la virtud de la prudencia.
Virtudes Cardinales. La justicia Sor María se entregó por entero al honor, alabanza y gloria de Dios. Algunas veces se le invitaba a ir a pasear, pero ella rechazaba la invitación diciendo que no iba porque le faltaba tiempo para hacer oración, y para poder cumplir con todo lo que Dios le pedía.Constantemente fue agradecida al Señor y atribuyó a Él todos los bienes de su vida, porque Él había otorgado tantísimos bienes. Yo no puedo creer que Sor María haya faltado alguna vez con la virtud de la justicia para con Dios y tampoco para con el prójimo, porque ella fue muy justa en todo sentido, fue veraz y honesta con todos, sensible, generosa frente a los derechos y necesidades de los demás, tanto de las personas en general, como de las jóvenes en peligro, como de las religiosas. Sus maneras habituales en el trato con el prójimo fueron muy concretas: amable, comprensiva, poseía el don de gentes, era muy noble hacia todos, dulce y cariñosa con todos. Se desprendió de todo, hasta de lo último, para dárselo al necesitado. Quería lo mejor para Jesús y María y también para los pobres. No creo que haya faltado alguna vez contra la justicia hacia el prójimo.
Virtudes Cardinales. La fortaleza Fue, en todo tiempo, muy fuerte. A mi juicio, las mayores pruebas y amarguras en la vida religiosa de Sor María, estuvieron cuando quiso hacer la fundación de la Casa de María Auxiliadora Obras Sociales. Basada en el amor a Jesús y María, ella estaba segura que conseguiría tal permiso. No obstante, las
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contrariedades e incomprensiones que en esa ocasión hubo muchas, de parte de algunas superioras religiosas. Yo pienso que también la salida de Sor María para Nicaragua, en su último viaje, fue también para ella una prueba muy dura, pues a mi parecer no quería ir, pero por obedencia fue. En los momentos más difíciles de sus actividades, ella se mantuvo en pleno control de si misma y demostró tener verdadera fortaleza de espíritu. Demostró su fortaleza para superar las dificultades económicas, recurriendo a la oración, en la que ella era muy ferviente, nunca la descuidó y, por eso, el Señor siempre la escuchó.
Virtudes Cardinales. La Templanza Desde un principio, ella tuvo la misma amabilidad que usaría en toda su vida; aún en vísperas de su muerte. Poseía siempre un mismo temperamento y carácter. Nunca la llegué a ver con cara agria o haciendo mal modo. A nadie desechó y con todos fue siempre la misma. Habitualmente era serena, amable y dulce. Esta amabilidad y dulzura, se veían en su mirada. Fue equilibrada en sus afectos y en su espíritu de mortificación, que ella practicaba y nos enseñaba también a nosotras a practicarla. Fue parca y moderada en el sueño y los alimentos. Sobre el sueño, puedo casi asegurar que pasó noches sin dormir y esto por la oración y el trabajo. La oración le quitaba horas de la noche. Ella estaba dedicada enteramente a lo que el Señor le había encomendado hacer en esta vida.
Virtudes varias. La pobreza Lo que le ayudó en ella a practicarla en grado sumo fue la humildad. Ella no pedía nada, tan sólo exponía las necesidades, y en esto era muy resignada: si se conseguía algo, bien, si no, también. Honores nunca aceptó. Por eso, estuvo desprendida de toda avidez terrena de honores y riquezas mundanas, porque, según repetía, con mucha convicción, nada hacía, todo lo hacían Jesús y María. En cuanto al uso del dinero, ella fue muy escrupulosa y cuidadosa de los bienes. Ella solía decir que no eran suyos sino ajenos y, por lo mismo, había que tener mucho cuidado con esos bienes y, más aún, decía, “este es un dinero que Jesús y mi Reina me dan para las obras que ellos desean que yo haga, somos tan solo administradores y de ello tenemos que dar cuenta”. El úlitmo hábito que usó creo que se conserva en el cuarto de Sor María Romero. Ahí también están los últimos zapatos que usó. Su habitación fue igualmente sencilla. Yo me atrevo a presentar su habitación de esta manera: su camita, las cajas y la Reina. Lo principal en la vida de Sor María fue el respeto y la preferencia por las personas humildes y pobres. Las ayudaba en todo sentido,
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espiritual, corporal, material, incluso llegaba hasta a pagar los pasajes a las personas que venían de lejos a visitarla.
Virtud de la Humildad Ella no pedía, sino que manifestaba la situación en que se encontraba, y esperaba que la persona le contestara. Si esa persona le ayudaba, ella aceptaba con alegría su ayuda; si no, quedaba tranquila y decía, “vendrá otra persona que me ayudará”. Ella, como religiosa, demostraba también su humildad en su forma de orar constantemente y que muchas veces se comprobó que era escuchada. Otra forma de demostrar su humildad fue al tratar con la gente sucia y mugrosa. Solía decir, “si ellos se acercan a mí, es porque algo necesitan”. Y con toda humildad se acercaba a ellos, los escuchaba y ponía atención en lo que ellos necesitaban. Fue sinceramente humilde en sus relaciones con el Señor, considerándose pecadora y necesitada de su divina gracia. Era muy delicada de conciencia. Ella nunca quiso que nadie supiera lo que ella regalaba, para evitar alabanzas personales. Se entregaba también al juicio de personas prudentes y creo que esto fue lo que le ayudó muchísimo a hacer todo cuanto llevó a cabo. Veía primero la necesidad y luego daba lo que aquella persona necesitaba, como dije anteriormente, sin decirle a nadie lo que ella estaba dando, para no vanagloriarse a sí misma.
Virtud de la castidad Sor María Romero se mantuvo fiel tanto en las palabras como en la conducta externa. Tuvo que haberla vivido completamente, se le veía en el modo de hablar, en el modo de expresarse, en la forma como se conducía, particularmente con los hombres, con quienes tuvo que estar a causa de los trabajos de sus obras. Sor María quería que todos nos hiciéramos mejores pero para ello nos falta mucho. Decía, “yo lo que quiero es que todos se salven, si no guardamos la pureza lo perdemos todo”. Usó toda clase de cautelas para superar toda tentación, para alejar de sí, de su casa y del ambiente en que vivía, todo peligro contra la pureza. Solía decir, “en mi casa no quiero nada que esté manchado, quiero que todo esté limpio, porque es la casa de mi Reina”. Era también muy delicada en cuidar las representaciones teatrales y proyecciones de cine que solía dar en su casa. Hubo ocasiones en que Sor María rechazaba la cinta del cine, aún cuando esta hubiera sido obsequiada. Se veía en ella la observancia de una pureza perfecta.
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Dones carismáticos y hechos preternaturales Ella siempre estaba segura de que su oración sería escuchada y en todo esto ella encontraba la recompensa de lo que pedía. Nunca falló en lo que deseaba para el prójimo: tuvo sentido profético pero, yo diría, fundado en la oración que ella hacía al Señor y a la Santísima Virgen María. Yo la veía orando con la vista fija en Jesús y María, pero en su oración ella tenía una postura natural y sencilla. Yo la comparaba con Santa Bernardita orando, sólo que ella lo hacía apretando el Crucifijo que colgaba en su cuello. Ayudó a los grandes pecadores a convertirse, pero era por medio de la oración.
Sobre la muerte de la S.d.D. Estoy segurísimo de que Sor María nunca tuvo miedo a su muerte. Ella se entregaría a la muerte tan pronto llegara. Estaba siempre preparada. Le gustaba mucho que adornáramos la imagen de la Virgen con azucenas, el 24 de mayo. Como ya dije en otro momento, Sor María no quería ir a Nicaragua. Fue, a mi parecer, por obedencia, porque la Madre Inspectora se lo mandó. Desde que se supo en San José que los restos de Sor María estaban por llegar de Nicaragua, se reunió en el aeropuerto una cantidad muy grande de gente que esperaba su llegada y toda esa cantidad de gente desfiló hasta la casa de la Virgen que también estaba inundada de gente que no había podido ir al aeropuerto. Terminada la misa exequial, el cuerpo de la S.d.D. fue llevado en hombros por la multitud hasta el cementerio distante a más o menos un kilómetro. La tumba de la S.d.D. constituye un lugar de atracción y objeto de veneración para los fieles desde que el cuerpo reposó allí. Hay personas que no la conocieron personalmente, pero van a visitar su tumba. Hay personas que han asegurado haber sentido un gran consuelo y han conseguido favores al visitar su tumba. Las visitas de los fieles a la tumba son espontáneas y continuas, particularmente se observa más gente el 7 de julio, aniversario de su muerte, y los días sábados. Lo único que he visto sobre su tumba son flores y últimamente la placa que le colocó la Asamblea Legislativa con motivo de la ciudadanía de honor. He podido observar que las flores que están sobre la tumba de Sor María son puestas por gente humilde, porque son flores que no vienen de una floristería, sino cultividas en casa. Mientras Sor María vivía en este mundo, gozaba ya de fama de santidad; así la considerábamos nosotros cuando la conocimos. Todos cuantos nos acercábamos a ella, nos convencíamos de que Sor María era en realidad una santa, por estos motivos: por las obras que llevó a cabo, por la caridad que practicaba hacia los necesitados, ayudando a los necesitados en situaciones difíciles, ante
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inconformidad en la familia, y porque todo esto lo hacía en íntima unión con Dios y la Virgen María.
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TRECEAVO TESTIMONIO
Me llamo María Guzmán León. Nací en San José de Costa Rica, el día 26 de setiembre de 1921. Soy religiosa, Hija de la Caridad de San Vicente de Paul, de votos anuales. Conocí a la S.d.D. Sor María Romero, desde que yo era niña, pues yo pertenecía al oratorio y era alumna del Colegio María Auxiliadora. Sor María desempeñaba los oficios responsables de los oratorios. Luego nos mandó como Misioneritas a donde es hoy el Barrio Sagrado Corazón de Jesús. Recuerdo que ella misma fue la que bautizó esta barriada con ese nombre. Recuerdo yo que siendo parte del grupo de las misioneritas, Sor María un día nos dijo que rezáramos para que María Auxiliadora le concediera el favor de obtener el terreno del cafetal, para construir ahí las obras de María Auxiliadora, donde tenía pensado abrir la obra para los niños pobres.
Virtudes teologales. La Fe La fe que tenía Sor María era una fe muy grande y fue la que la movió a realizar todas las obras que ella hizo. Fue una fe grande en Jesucristo Sacramentado y la Santísima Virgen, María Auxiliadora. Recuerdo aquella vez cuando regresó de Roma, con qué fe y amor nos hablaba ella del Santo Padre. Las devociones principales y preferidas fueron al Santísimo Sacramentado y la Virgen, María Auxiliadora. Lo hacía todo por Dios. Sor María era un alma que nunca salía de la oración.
La esperanza Un alma tan piadosa como era ella, lo esperaba todo de Dios y de la Santísima Virgen. El optimismo y la alegría siempre la acompañaban aún en situaciones dificiles, porque nunca la vi triste, ni alterada, ni aburrida, ni deprimida, sino alegre en todo momento.
La caridad Las expresiones de amor a Dios que ella solía decir no eran expresiones que salían sólo de los labios, sino que brotaban de su corazón. Todos sus actos de amor han sido para mí muy edificantes. Su caridad no era una caridad común, sino perfecta.
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La templanza Como toda virtud, la S.d.D. vivía la virtud de la templanza en grado sumo. Yo siempre la encontré ecuánime, y como ya dije antes, trataba por igual a todos cuantos a ella se llegaban. Se mostró habitualmente serena, amable y dulce, particularmente en circunstancias adversas guardó la tranquilidad. Fue equilibrada en sus afectos y actividades. Fue un alma tranquila, nunca se enorgullecía de nada, ni en nada quiso sobresalir. Era una persona muy mortificada. Nunca he sabido que haya faltado alguna vez a la virtud de la templanza. Sobre la fama de la Santidad de la Sd.D., nosotras, las que conocimos y tratamos a Sor María, la considerábamos muy buena y muy santa, por sus expresiones y por su ardiente amor a Dios y por su gran devoción a la Santísima Virgen María. Todos le teníamos en un alto concepto de santidad.
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DECIMOCUARTO TESTIMONIO
Me llamo Miriam Aguilar Vargas, nacida en Esparza, Puntarenas, el día 31 de octubre de 1921. Soltera, católica, profesora pensionada. Su obra fue muy bien acogida entre las superioras de las Inspectoría Centroamericana, porque desde un principio tuvo su apoyo, y los comentarios al respeto, tuvieron que ser muy buenos, porque siempre la apoyaban. En esa casa, Sor María nunca fue superiora. Siempre fue súbdita. La superiora creo que era la directora del kínder y para todo Sor María siempre acudía a esa superiora, cuyas decisiones Sor María las acogía a la mayor brevedad, ya que siempre se mostró obedientísima. En su vida, Sor María realizó la opción preferencial por los pobres, pero también atendía a los ricos que a ella acudían. Trataba siempre de ayudarles, recuerdo que decía, “yo soy la pobre de los ricos, para ayudar a mis pobres”. Sobre el Agua de la Virgen, puedo decir que antes de conocer a Sor María de forma personal, ya yo llevaba esa agua a mi casa y a la escuela donde trabajaba y la llevaba por galones, como quien llevaba agua de la Virgen de los Ángeles, la patrona de Costa Rica. Sor María demostró especial solicitud para descubrir y fomentar vocaciones, no sólo para el propio Instituto, sino también para todas las otras congregaciones. Siempre estuvo pendiente de esas vocaciones y, a pesar de su pobreza, a muchísimas les ayudaba. Sor María tuvo gran cuidado en promover la formación espiritual, pastoral, de todas aquellas jovencitas que participaron en los cursos de formación profesional. Las relaciones de la S.d.D. con los obispos locales, sacerdotes de la diócesis y con la Nunciatura Apóstolica, sé que fueron excelentes. Me consta que fue muy querida por el arzobispo de entonces, Monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós. Algunas veces fue objeto de críticas y de aversiones. Por lo general, esto vino de parte de sus Hermanas de Religión. No pocos tratos injustos le vinieron de parte de una directora, que por cierto duró sólo un año. Ordenaba cosas que iban contra la voluntad de Sor María. Era suficientemente desprendida de sí misma y de lo que los otros dijeran de ella. Todo se lo ofrecía a su Rey y Reina. Fue siempre reservada y prudente en todas aquellas cosas que ella había llegado a conocer por razón de su vasto apostulado y a través de las llamadas consultas. Yo nunca llegué a oír que dijera cosa alguna que ella supiera a través de esas consultas. Todo ello quedaba como en una tumba. Se mostró agradecidísima con todos sus bienhechores. Para ella valía más una peceta que le daban los pobres, que un gran cheque que le podía dar una persona rica. Todo cuanto pasaba por sus manos era para sus pobres, así que ella nunca usó de esos bienes materiales para su propia comodidad y provecho.
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Virtudes Teologales. La Fe Puesto importantísimo también tuvieron en la vida espiritual de Sor María, la Santísima Trinidad, la persona de El Salvador, la Santísima Virgen María, los Ángeles y los Santos. La devoción de Sor María hacia la Santísima Eucaristía fue de una oración constante, porque vivía adorando siempre a su Rey.
La esperanza Lograr este final era lo que movía la actividad religiosa de Sor María. Todo esto es pasajero, nos decía, arriba está lo principal. Su locura era salvar almas; qué importa perder el mundo, decía, con tal de salvar un alma. Se preocupaba por conseguir dinero para sus obras, pero eso no le impedía poner toda su confianza en Dios. Decía, “amo la pobreza pero necesito millones para mis pobres. Soy feliz siendo pobre”. En las contrariedades, incomprensiones, rechazos de sus propuestas, prohibiciones, desgracias o fracasos, nunca la vi enojada, más bien decía, “todo esto viene de Dios, y esto es lo que nos santifica”.
La caridad Todo cuanto se haga por amor a Dios, decía, no cansa, da felicidad, Este amor para con el Señor, poco común y realmente extraordinario, lo demostraba a la hora de la comunión. Practicó la caridad para con el prójimo siempre, en todas las circunstancias, aún en las insólitas y difíciles. Por ejemplo, recuerdo que un día llegó un borrachito a pedir café y cuando se le sirvió el café, él se lo echó encima a la niña que se lo servía, ella se enojó mucho y se lo fue a decir a Sor María, quien le respondió, “eso no es nada, tenemos que dar con amor, esas personas son mis cristos rotos, eso nos enseña a dar con el corazón, a dar sin esperar recompensa alguna, tan sólo demostrando el amor a las personas”.
La justicia En el cumplimiento de los mandamientos divinos, de los mandamientos de la Iglesia, y de las constituciones de su Instituto, Sor María fue en todo excepcional. Fue agradecida en todo con el Señor y todo cuanto recibía lo atribuía a Él. Ella fue siempre una persona sincera. En ella nunca hubo
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hipocresía. Fue veraz y honesta con todos, sensible, generosa frente a los derechos y necesidades de los demás.
La fortaleza A mi juicio, las pruebas mayores y las amarguras más penosas en la vida religiosa de Sor María, tuvieron lugar en las contrariedades que sufrió cuando hubo oposición o incomprensión en relación a las obras que ella iba a realizar en bien de sus pobres. Decía que Jesús era su fortaleza. Demostró su fortaleza para superar las dificultades económicas y las incomprensiones, confiando siempre en Jesús y María, con un gran amor, porque todo lo aceptó por amor a Dios. Sor María, mientras vivía en este mundo, gozaba de fama de santidad, porque todos cuantos la admirábamos decíamos que Sor María era una santa, y lo decíamos porque experimentábamos la manera como ella actuaba, siempre llena de amor y gran caridad para con todos. Cuando ella murió, nosotras decíamos, ya tenemos en el cielo una santa, esto lo comentábamos las que con ella convivimos. Eran conversaciones que teníamos entre nosotras mismas. En los años que han seguido a su muerte, la fama de santidad ha crecido y se ha difundido cada día más y más, y esto también porque me he dado cuenta de que cada día llegan más personas a dar el estipendio para misas en sufragio de ella. Esta fama de santidad de Sor María no sólo se ha extendido y está viva entre todos aquellas personas que frecuentabamos la casa Obras Sociales, sino que también su fama ha sido internacional.
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índice Introducción................................................................................................... 1 Primer Testimonio.......................................................................................... 7 Ejercicios Espirituales................................................................................... 15 Anexo 1 de la testigo Sor Ana María Cavallini.............................................. 29 Anexo 2. Fragmentos publicados en la biografia escrita por Sor Doménica Grassiano...................................................................................................... 33 Anexo 3. El Llamado “Cuaderno Cavallini”.................................................. 35 Segundo Testimonio...................................................................................... 73 Anexo correspondiente a la declaración de Sor Manuelita Andrade. Acerca de la vida de Sor María Romero....................................................... 83 Tercer Testimonio.......................................................................................... 87 Anexo correspondiente a Monseñor Enrique Bolaños.................................. 91 Cuarto Testimonio.......................................................................................... 93 Quinto Testimonio.......................................................................................... 103 Sexto Testimonio........................................................................................... 121 Sétimo Testimonio......................................................................................... 149 Octavo Testimonio......................................................................................... 157 Noveno Testimonio........................................................................................ 173 Décimo Testimonio........................................................................................ 181 Onceavo Testimonio...................................................................................... 185 Doceavo Testimonio...................................................................................... 195 Treceavo Testimonio..................................................................................... 207 Décimo cuarto Testimonio............................................................................. 211
Camilo Rodríguez Chaverri (Cartago, 1976) es periodista y escritor. Tiene veinte años de trabajar en prensa escrita, radio y televisión. Ha publicado más de cien libros.