La historia de Media Libra La vida de Marvin Mora
Camilo RodrĂguez Chaverri Maya y PZ Editorial
Dedico este libro a los nueve hijos de Marvin Mora, “Media Libra�, a quienes llevan los genes de este hombre fuera de serie.
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la vida de un gran emprendedor Primera parte
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Qui茅n soy y de d贸nde vengo
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e llamo Marvin Antonio Mora Brenes, nací el 28 de junio de 1963, en Orosi, en un lugar conocido como Alto de Loaiza, donde vivían mis papas. A mi madre, la atendió en el parto doña Vibina, la partera del pueblo. Mi papá se llamaba Carlos María Mora Sancho y mi mamá, María Cristina Brenes Gallardo. Tuvieron quince hijos, ocho hombres y siete mujeres. Soy el tercero de abajo para arriba. Tengo hermanos y hermanas que podrían ser mis papás. Mi mamá fue ama de casa y ayudaba al campo, y papá era carpintero, agricultor y peón de finca. Nos dicen los “Media Libra” porque papá trabajó con un hombre que se llama don Luis Tinoco, y trabajaba con ellos, un hombre que se llamó Fausto Jiménez. A papá le gustaba mucho lo que era el ganado. Mi papá vendía leche y queso, de unos animalitos que él tenía. En los tiempos libres se dedicaba a eso. Vendía paquetes de media libra de queso, y Fausto lo puso “Media Libra”. Nos dicen “Media Libra” a todos los hermanos. Me crié en una finca que se llama Altos de Loaiza, donde ocurrió un deslizamiento el 30 de agosto del año 2002, donde murieron ocho personas. Fue una niñez muy pobre. Cuando fui a la escuela, teníamos que bajar desde la casa hasta el pueblo de Orosi, unos tres kilómetros, para llegar a la escuela. Durante el primer año de escuela, había una panadería de un señor Bernardo Rodríguez, donde ahora está el salón comunal, detrás del acueducto. Conocí esa panadería, ahí trabajaba una muchacha, Leonor Granados, y me encariñé tanto con esa muchacha que dejé de ir a la escuela durante medio año. Tenía unos 7 años. Me quedé en primer grado. Cuando mis padres se dieron cuenta, me castigaron. Íbamos descalzos a la escuela o con botas de hule. Vendían botas rojas o azules, que traían un dibujo de un caballito. Estando en la escuela, nos obligaban a hacer muchas tareas del campo o de la casa después del estudio, como barrer la casa, limpiar zanjones o alcantarillas.
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Camilo Rodríguez Chaverri En la escuela de Orosi estuve los seis o siete años que fui a la primaria, hasta que terminé el sexto grado, con muchas trifulcas. Estando en quinto grado, hicieron una donación de instrumentos musicales a la escuela de Orosi. Me metí a practicar música. Quería tocar trompeta. Después de haber practicado mucho tiempo, lo único que aprendí fue las notas del himno nacional. Sólo una vez tuve la oportunidad de tocar. Éramos como quince. Otros aprendieron saxofón y otros instrumentos. Recuerdo que durante tercero, cuarto y quinto grado me dio clases un maestro que se llama Oscar Molina Bogantes. Cuando estábamos en la escuela, en muchas ocasiones me hincaron en granos de maíz o en chapas. Había una maestra que daba clases de dibujo. Se llamaba la Niña Edith, y otra que se llamaba Rosita Bogarín, La directora en ese entonces era doña Cari. Doña Cari y la Niña Edith me hincaban en granitos de maíz o me tiraban el borrador. Nos agarraban copiando o tirábamos cosas al suelo para verlas a ellas mientras se hincaban a recoger las cosas. Sexto grado me lo dio una mujer que era la hija de un hombre que vivió en Orosi durante muchos años y que tenía una pulpería donde vendían melcochas a cinco céntimos y a diez céntimos. Eran las melcochas marca “Estrella”. Se llama Elías Rodríguez. Las hijas de él eran maestras, Elisa y Elia. Elia me dio clases en sexto grado. Fue una gran alcahueta conmigo. Como yo era tan reburro, me mandaba a Cartago a hacerle los mandados de ella.
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Cobrador de bus, jardinero, monaguillo‌
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stando en sexto grado, en ese momento uno de los dueños de la empresa de buses, Mata Irola, que es la empresa de buses en la actualidad, me dio trabajo para sábados y domingos como cobrador de bus y limpiando la microbús. Se llama German Mata Irola. En ese entonces, había que abrir y cerrar la puerta de las microbuses, para que la gente no las tirara. Y me tocaba acomodar la gente y jalar las bolsas. Trabajaba sábados y domingos. Nunca supe lo que fue estudiar. Por eso no aprendí ni a escribir ni a leer corrido. No sé qué lleva tilde. Estando en sexto grado, conocí a mi primera esposa, Flor del Carmen Garita Castillo. Me enamoré de ella. Me copaba a Florcita en la escuela. En los recreos, me la apretaba. Recuerdo que una vez, estando en la escuela, había una muchacha que se llama Roxana Granados, que era muy amiga de Florcita. Yo le eché el cuento a Roxana y ella fue a contarle a Florcita. Me echó al pico. Se enojó conmigo. Estaba en la escuela un niño que se llama José Francisco Sánchez, que quería conquistar a Flor. Entonces yo me agarraba con él. Qué pleitos tuvimos en los recreos. Como éramos tan pobres, nunca me escogieron para presentarme en actos cívicos. Tenía un pantalón y una camisa para toda la semana. Llegábamos y las lavaban. Las ponían a secar en una silla a la par de la chimenea. Olíamos a puro humo. Mi suegra se llamaba Argentina Castillo Brenes, y mi suegro, Evelio Garita González. Después de que salimos de la escuela, Florcita se enamoró de otro carajo, un chiquillo como yo, Alberto Obando Sánchez. Peleaba y peleaba. La buscaba por todo lado. Cuando ella entró al Colegio Vocacional de Artes y Oficios (COVAO), yo no pude seguir estudiando. Yo la iba a buscar hasta el COVAO. Fue tanta la insistencia, pasaron años y años, pero yo volví a conquistarla. Una vez que salimos de la escuela, me metí mucho a la iglesia. Estaba muy chiquitillo. Mi papá me obligaba a trabajar mucho, cogiendo café, bañando animales, arreando vacas, ordeñando. Como éramos tantos hermanos, siempre había algo que hacer. Un día no quise ir a trabajar, y mi papá me dijo, “papito, si usted no quiere trabajar, aquí no puede comer ni vivir, busque vida”. 12
Camilo Rodríguez Chaverri Entonces me fui a trabajar a la iglesia de Orosi, como jardinero y como sacristán. Estando en la iglesia, en el garaje del cura arreglaba bicicletas. ¿Cómo era mi día de trabajo? Primero que todo, vivía ahí, a la par de los curas. Primero, arreglaba el jardín, durante las mañanas. Después, por las tardes era sacristán. Yde noche arreglaba las bicicletas. Hubo un tiempo en que vinieron a ampliar la carretera a Orosi. La gente buscaba dónde comer. Había una cantina que la alquilaba un señor que ya murió que se llamaba Manuel Ramírez, hijo de otro señor, Manuel Ramírez Masís. A Manuel Ramírez hijo le decían Manuel “El Diablo”. A toda su familia le decían “Los diablos”. Este hombre me contrató de cuatro a seis de la mañana para que le ayudara a servir los desayunos para toda la gente que estaba trabajando en la construcción de la carretera. Me dijo un día que si alguna vez llegaba yo a tener algo en la vida y él moría, que le prometiera que no iba a dejar solos a sus hijos. A las seis de la mañana pasaba al jardín de la iglesia, y ahí trabajaba hasta las doce. Los curas me daban la comida. En ese entonces, mi papá jalaba café con un camión, para el beneficio de los Batalla, para el Beneficio La Anita. Mi papá me consiguió un trabajo en un recibidor de café. Iba a medir café de la una de la tarde a las cinco de la tarde, en Palomo, que es un pueblo que está al lado de Orosi. De ahí me venía a arreglar bicicletas, y seguía ayudando como monaguillo.
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PolicĂa y patrullero
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stuve en la iglesia durante muchos años. Una vez que salí de la iglesia, me fui a trabajar como guardia civil, en la Comandancia de Cartago. Quien me invitó a trabajar en ese puesto fue un hombre que llegó a ser coronel, y que se llama Eduardo Sáenz Carvajal, Él era el coronel de la provincia de Cartago. Su asistente se llamaba el Mayor Hare, y el capitán era de apellido Meneses. Estando en la Fuerza Pública, fue que vino el Papa Juan Pablo II. Me tocó estar en La Sabana. Lo vi pasar, al puro frente, y le rendí honores. Siendo guardia civil, siempre le pedí a Dios que no me enviaran a la frontera. Estaba la guerra de Nicaragua, entre Somoza y los sandinistas. Estuve en la Escuela Nacional de Policías. Una de las experiencias que recuerdo fue que veníamos libres y nos iban a dar de almorzar, y yo me volví y dije, “qué comida más fea”. Era arroz con atún. Detrás de mí estaba el capitán Gari, que era un instructor. Entonces, por disciplina, me dijo, “usted no sale hoy”. Lo que llamaban antes “dejar guardados por dentro”. Y yo enamorado de Flor. Se imagina qué problema. Después fui chofer de patrulla y, más adelante, encargado de patrullas de Cartago. Un día me invitaron a salir de la Guardia Civil y meterme en la Guardia Rural. Me nombraron delegado distrital en Santiago de Paraíso. Llegué un día, limpié la delegación, porque siempre me ha gustado la limpieza, y al día siguiente ya no fui. Me dejaron en la delegación de Paraíso. Fui radio operador. Supe lo que fue correr línea, o sea, andar midiendo calles. Una de las experiencias vividas cuando fui guarda rural fue el robo de las joyas de la Virgen de Ujarrás. Entró una llamada. Dijeron que por el Estadio de Paraíso se estaban metiendo a robar. Era una plaza, todavía no estaba el estadio. No era cierto. Era para distraernos. Mientras nos fuimos para allá, se metieron a robar a la iglesia de Paraíso. Enviamos a la gente para donde ahora está el estadio. Después nos tocó correr mucho. Cuando alcanzamos a los malhechores, los llevamos a la delegación. Alguien, un familiar de uno de ellos, les llevó comida. Debajo del plato decía, “no diga nada, nos están siguiendo”. Ahí empezó toda la investigación. Una vez entendido dónde había sido, y quienes habían sido, un día nos enviaron a buscar en un tanque séptico las perlas de la corona de la Virgen de Ujarrás. 16
Camilo Rodríguez Chaverri Ya habían aceptado y nos dijeron que ahí habían tirado las joyas. Fue una gente de Paraíso. No voy a decir quienes fueron. Me fui a sacar el tanque séptico, balde por balde, y a zarandear todo aquello. Fui con un hombre que le dicen “Cucha”. Ahí localizamos trece perlas, en medio de la caca. El bastoncito de la Virgen de Ujarrás apareció en Changuinola de Panamá, y algunas joyas aparecieron en Paraíso, 200 metros al Este de la iglesia de Paraíso. En un lugar que se llama La Joya, pero se llamaba así desde antes. Mi compañero como radio operador era de apellido Astúa. Se fue para la playa, se cayó de una palmera y quedó en silla de ruedas. Una vez se enojó conmigo. El hombre estaba de mal humor, nos pusimos a discutir y me disparó. La bala pegó en la tapia de la casa de un hombre que era comandante en Cartago. La delegación estaba en el mismo lugar que ahora, detrás de los Bomberos de Paraíso. La casa en que pegó la bala era y sigue siendo de un hombre que en ese momento era comandante de la Guardia Rural en la provincia de Cartago. Al día siguiente pedí que no quería ser más radio operador. Me mandaron a correr línea, a medir calles. Era el día de la Pasada de la Virgen de Ujarrás. Pensé que eso no era para mí, y renuncié.
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Mis aĂąos de mensajero en San JosĂŠ
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La historia de Media Libra Un día, un hombre que se llama Rigoberto Solano Castillo, que trabajaba en un lugar que se llamaba Tarjetas de Crédito Unicard, me ofreció trabajo como mensajero. Empecé a trabajar allá como a los 22 años de edad. Me fui a trabajar a San José. No conocía bien San José. Y era un problema llegar. En Orosi, había bus cada dos horas y en SACSA, en Cartago, había que hacer filas de hasta de doscientos metros. Dos veces me bajaron de camino por reclamar y decir que los buses estaban muy viejos. Nos bajaron por chusmas. Los jóvenes de ahora rompen los asientos. Antes, era sólo gritar. Empecé de mensajero a pie. No conocía nada. Me ubicaba preguntando. Luego, ahí estuve como mensajero un buen tiempo. Después, a medio día me ponían a atender el teléfono. Recuerdo que la parada de buses era en Cuesta de Moras. Al frente de la parada, al lado debajo de la librería Trejos, había una soda de un español. Nos metíamos, mi amigo Rigoberto y yo, y gastábamos los pases. Había que pedir prestado para venirse hasta Cartago, y después a pie de Cartago a Orosi. Se dura como tres horas. Muy pocas personas tenían carro en Orosi. Tenían carro Luis Héctor Mata (“Pelo”), Benigno Arce, Guillermo Chaves, Julio Sánchez (“Julio Candelas”) y Otto Chaverri, que la esposa, Telina Cedeño, fue mi maestra de costura en la escuela. También tenían un carro “Los Chusquitos”, unos señores de Orosi. Una vez andábamos comprando café seco. El que manejaba decía “Chiro, Chiro, tirame un palo que voy sin frenos”. Chiro le tiró el palo, pero el camión nunca frenó y fuimos a dar a una orilla del río Reventazón. Bueno, para volver con el cuento de venir a pie, sólo a veces alguien nos daba un ride, un aventón. Unicard era de un abogado que se llama Raúl Herrera Ortiz. En un fin de año se fue a pasear y me dejó cuidando la casa con Rigoberto Solano, en Los Yoses. Como a las doce y media de la noche, oímos una bulla. Llamamos a la mamá de don Raúl, resulta que la mamá dice, “ay, muchachos, casi me matan, ¿cómo se les ocurre llamarme a esta hora?”. Entonces Rigo y yo, muy valientes, fuimos a ver qué era lo que sonaba. Yo iba atrás con un revólver. En un momento se levantó un gato y casi mato a Rigo. Yo disparé y casi lo pego. 20
Camilo Rodríguez Chaverri De las anécdotas que recuerdo, es que un día se me quebró la tacita en que jalar el almuerzo, y pasaron días que no podía llevar almuerzo, y tenía que pasar sin almuerzo. Otra anécdota fue que veníamos en el ascensor de la UNED, a un costado de la Corte Suprema de Justicia, me puse a brincar en el ascensor, y se trabó. Nos quedamos encerrados como cuarenta minutos. Estaba conmigo un hombre que se llama Herman Mora Vargas. Él era asistente de Raúl Herrera Ortiz. Él se hizo abogado. Siendo mensajero, un día para un tope de San José, estaba el finado Banco Anglo en la Avenida Segunda. Me mandaron a hacer mandados. Las filas en ese banco eran muy largas. No había muchas sucursales de bancos en San José. Llegaban los mensajeros de La Nación y de la Cervecería Costa Rica a depositar, y había mucha fila. Yo llegaba y le dejaba a los cajeros mi depósito, mientras que les iba a comprar un fresco a ellos. Ese día fui a traerles algo para que tomaran café. Las oficinas del Banco Anglo están donde ahora está el Ministerio de Hacienda. Ahí había un balcón. Me subí a ver el tope desde ese balcón. Ahí me quedé como hasta las dos de la tarde. Cuando llegué a la oficina, una secretaria que se llamaba Ana Sáenz, me llamó y me dijo, “Marvin, venga, Raúl y yo queremos hablar con usted”. Me dice, “¿dónde estaba usted?” Le contesté, “en el banco, había una gran fila”. Ella dice, “no, venga para que vea”. Había grabado en un VHS cuando yo salí en tele. Les expliqué lo que pasó, pero me despidieron. Les dije, “no hay problema, me voy”. Cuando me alistaron la liquidación, que eran 49 mil colones, porque ganaba doce mil colones por quincena, me alistaron el cheque, pasé y me vine. Cogí el ascensor y cuando llegué abajo, estaba don Raúl. Con él, de nuevo, iniciaría una nueva etapa en mi vida.
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Asistente de todos en un bufete
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on Raúl me contrató para que me fuera a trabajar con él en el bufete. El bufete se llamaba “Estudios Jurídicos”. Estaba ubicado en el quinto piso del Edificio Cosiol, donde estaba la Bolsa Nacional de Valores. Ahí me fui a trabajar con un grupo de abogados, entre ellos, Álvaro Peralta, Fernando Salgado, Ileana Mateo, German Mora y Manuel Portugués, hijo del doctor Antonio Portugués, fundador de la Clínica Santa Rita. Aprendí a hacer estudios notariales en el Registro Público, cuando se cobraban 150 colones por estudio. También existía el negocio de comprar y vender dólares en los bajos de Radio Monumental. Usted podía comprar y vender dólares. Ahí conocí a muchos funcionarios públicos y altos funcionarios de empresas privadas. Muchas veces, anduve con mucha plata en el carro, hasta ciento cincuenta millones de colones. Me metía a los bancos por los sótanos. Estando en la oficina del Edificio Cosiol, una vez me mandaron a las dos de la tarde a hacer un cheque en dólares en el Banco BCT. Resulta que llegué donde la muchacha, le pedí que me diera un cheque y nunca le dije a nombre de quien, pero por irme a hacer otros mandados, la muchacha me hizo el cheque a nombre de un banco de Estados Unidos. Cuando llegué a entregarle el cheque a Manuel Portugués, me dijo “ese no es mi problema, el problema lo tiene usted”. Había una muchacha que me gustaba, Anabelli Arce Siles. Viajábamos juntos en el bus de Orosí. Trabajábamos en los altos del edificio Cosiol, y alquilaron una nueva oficina al frente de la puerta de Emergencias del Hospital Calderón Guardia. Yo llegué temprano un día, cogí un carro sin permiso, y para impresionar a Anabelli, salí para ir a dejarla en el trabajo. A los cincuenta metros me estrellé. Ni siquiera llegué donde ella. Llamé a uno de los jefes, y le conté. Él tenía un dicho, “yo no le presté el carro, ese no es mi problema, usted lo resuelve”. Tuve que arreglar con el señor. Le pagué al señor. Siempre he creído que hay que dialogar con las personas para arreglar las cosas. Nunca conquisté a Anabelli, por más que quise. 24
Mi primera esposa
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la que sí conquisté fue a Flor. Me casé cuando tenía 21 años. Estaba trabajando en San José, en el bufete. Mi esposa empezó a trabajar en San José, en Coopenasa, por el Hospital San Juan de Dios. Después se vino para una compañía en Cartago que se llama Coto y Compañía. Construí mi primera casa en la entrada de Orosi. ¿Cómo la construí? La construí gracias a las comisiones y los salarios de mi esposa y los míos. Mientras que trabajaba en San José, yo también ayudaba como asistente de Derecho en las oficinas de Coto y Compañía. Mi esposa era la secretaria ahí. Esa empresa vendía casas. Mi esposa y yo íbamos a vender casas todos los sábados y los domingos. Gracias a las comisiones, compramos una casa en Cartago. Era la segunda casa. Un día, los papás de mi esposa Flor, tomaron la decisión de repartir unos lotes. Eran nueve lotes. A mi esposa le tocó el más feo y el último, porque dijeron que ella ya tenía dónde vivir. Arreglamos ese lote. Contratamos a un hombre que trabajaba en un quebrador de Orosí que se llamaba “Quebradores Unidos”, que era de don Aldérico Salazar. Ahí trabajaba un hombre que se llama Matías Brenes Brenes. Él fue a quien contraté para que me arreglara el terreno. Empezamos a construir una casa que en ese momento tenía unos quinientos metros cuadrados. En ese momento era una de las mejores casas de Orosi. A mitad del camino de la construcción, hubo que vender las dos casas, la casa donde vivíamos y la que teníamos en Cartago, para terminar de construir la casa, hasta que llegó un momento que no alcanzó la plata, trabajando yo en San José. En las noches yo llegaba del trabajo, y subía en carretillo todo el material porque era en una cuesta y no subían las máquinas. Como no nos alcanzó la plata, al final un día me fui a buscar una plata a San José. Me fui a la Caja Costarricense del Seguro Social. La persona que tenía que autorizar los créditos era Edgar Vargas, que fue alcalde hace poco en Moravia. Caminaba por los pasillos de la Caja, un cura que estaba en la junta directiva de la institución. Edgar me dijo que el padre era miembro de la junta directiva. El padre me ayudó. Me contó que vivía bajando hacia Orosí. Él autorizó que me dieran el crédito. Era por dos millones de colones. 28
El cr茅dito que cambi贸 mi vida
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na vez autorizado el crédito, renuncié a mi trabajo en San José. Tenía que terminar mi casa. Era una de las decisiones más difíciles que he tomado: renunciar para terminar mi casa y dedicarme a otra cosa que me gustaba en la vida, la maquinaria. Renuncié, me fui porque quería aprender un nuevo oficio. Con el crédito, pagué doscientos cincuenta mil colones para terminar la casa; con otros ciento cincuenta mil colones compré un Toyota Mil; cogí otros ciento cincuenta mil y se los presté a mi ex suegro… Con lo que me quedó cancelé la primera mensualidad y los honorarios del crédito. Y un domingo 8 de diciembre, me fui con un amigo mío, Adrián Quirós, conocido como Pajiba, y con Flor, mi esposa, a buscar un back hoe que yo sabía que estaba a la venta. Me fui de Orosí a las seis y treinta de la mañana. Fue en el año 1987. Estuvimos todo el domingo sentados, esperando al dueño del back hoe. Se llama Wilberth Saborío. No llegó en todo el día. Lo llamé por teléfono y me dijo que llegara al día siguiente. Llegué y le compré el back hoe. Contraté un camión para que se lo trajera de San José. Duró un día entero de Moravia a Orosi. Compré un back hoe discapacitado, no levantaba las patas ni el rabo. Casi ni arrancaba. Empecé a repararlo. Una vez reparado, contraté a un operador que se llama Elías. Recuerdo que uno de los primeros trabajos que realicé, fue a un hombre que se llama Walter Mora Monge. Era de los antiguos dueños del Motel Río, en Palomo de Orosi. Cobrábamos a mil colones la hora. Estábamos haciendo el trabajo, en un lugar que se llama Calle Sánchez, cuando llegó el propietario de la finca de al lado, un hombre que se llama Dagoberto Coto, y empezó a discutir con Walter Mora. Una de las casitas de don Dago se estaba deslizando. Una vez que se paralizó el trabajo de ese día, por la discusión, el señor Walter Mora me dijo que si don Dagoberto me preguntaba, que le dijera que el trabajo era por contrato, no por horas, para que no le cargaran una responsabilidad a él. Yo le contesté que eso a mí nunca me lo habían enseñado, que si me preguntaban, yo decía la verdad, entonces me dijo “no le pago”. Y no es cuento, no me pagó. Eso sería como tres millones de colones al día de hoy. 32
Camilo Rodríguez Chaverri Seguí trabajando y trabajando, y pagando la deuda. Como a los dos meses, se me frenó el back hoe. Se le fregó la bomba principal. Entonces quebré. No tenía con qué arreglar el back hoe. Cerca de donde yo vivía, en mi casa, era la entrada a la finca La Laja. Por ahí pasaba el dueño de la finca, Rodolfo Mora Esquivel, casado con una de las cuatro reinas. Por eso se llama Cuatro Reinas de Tibás. Eran cuatro mujeres muy lindas, cuatro hermanas. Le conté la historia a don Rodolfo Mora. Me dijo, “le presto cincuenta y cinco mil colones”. Se compró la bomba principal en Estados Unidos. Me dijo, costó “cincuenta y cinco mil colones, me los paga a cinco mil pesos por mes”. Así lo hice, y los últimos cinco mil colones me los regaló. De ahí en adelante arreglé el back hoe, y continué. Vino a Costa Rica un suizo, Ronald Hoover, y me dediqué a ayudar en la finca, a hacerle trabajos. La finca estaba en el Mirador de Orosi. Se llama “La Bri”. Le hice varios trabajos, y él me invitó para que fuera a Estados Unidos. Yo le dije a él que quería ir a Estados Unidos a buscar un back hoe. Él me acompañó. Fui a comprar el back hoe con él. Yo compré el back hoe con una plata que él me prestó. Como no tenía plata, después le pagué con una tarjeta de crédito. Lo compré en dos millones de colones. Nos vinimos para Costa Rica. Después llegó el back hoe, y lo puse a trabajar. Casi me arruino pagando la tarjeta de crédito. Fue muy difícil. Mi amigo Adrián Quirós, “Pajiba”, me vendió la vagoneta que él tenía. Puse de chofer a mi hermano Eduardo. Al año de ser el chofer, me dijo que ya no quería trabajar más conmigo. Le dije, “déjese la vagoneta, la mitad para usted y la mitad para mí”. A los días me la devolvió hasta sin llantas. No pudo administrarla. Me dijo que eso era muy difícil. Le dije, “le voy a ayudar”, y le di setecientos cincuenta mil colones para que siguiera trabajando conmigo. De ahí en adelante, conocí a un hombre que vendía camiones en Grecia. Se llama Dagoberto Quesada, mejor conocido como “Coneja”. Él me daba los camiones en cabezal, y yo los convertía en vagoneta en el taller. Eso es más barato que comprar las vagonetas hechas. Me daba noventa días para que se los pagara. Ahí empecé a comprar camiones, a hacerlos vagonetas y a venderlas. El primer camión que le compré, se lo compré en setecientos cincuenta mil colones. Eso fue por allá del año 91, hace más de veinte años. Ya tenía la segunda vagoneta. Siempre fue trabajo y trabajo y trabajo. 33
Mi empresa empieza a crecer
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mpecé a comprar más máquinas. En el año 1996, por primera vez me acerco a un banco, el Banco Crédito Agrícola de Cartago. Me prestan la suma de treinta y cinco millones de colones. Pido prestado para comprar un tractor y un back hoe, y ya tenía varios camiones. Seguí trabajando. En el año 1998, por primera vez estreno un Range Rover. Me lo entregaron el Miércoles Santo. Ese día recogí el carro y lo guardé. No uso el carro ni Jueves Santo ni Viernes Santo. El Sábado Santo fui a trabajar y una de mis hijas, que se llama Belén, agarró una piedra y empezó a jugar con las paredes del carro. Lo rayó todo. Mi hija siempre es más importante. No me importó el carro. Seguí comprando maquinaria. He tenido muy buen equipo de trabajo, y un excelente personal. Después, cancelé la deuda con el Banco Crédito Agrícola de Cartago y le pedí al Banco de Costa Rica otros treinta millones de colones para comprar más maquinaria. En el año 1997 conocí a Cecil Murray Lindo, un piloto de mucho prestigio. Me dijo que si podía hacerle un trabajo porque su hija Jenny, dueña del restaurante Ambrosía, en San Pedro, quería venirse a vivir a Orosi, y que él tenía una finca, y que necesitaba hacer un trabajo, una terraza, para construir la casa de su hija. Caminé con don Cecil por la finca, y subimos hasta donde estaba el camino trazado. Llegamos a un sitio donde hoy llamamos la Vuelta de la Ardilla. Me contó que ese camino lo había trazado “El Niño Millón”. Fue el famoso niño que cumplió un millón de nacimientos en el país. Yo le tracé el resto del camino y le hice la terraza. Una vez terminada la terraza, me pidió que le calculara cuánto le costaba lastrear el camino. Le dije que él tenía al pie del camino un tajo que le podía servir para lastrear el camino. Le lastrié el camino y una vez finalizado el trabajo, muy contento don Cecil Murray me dijo, “Media Libra, ¿cuánto cuesta darle mantenimiento a este camino?”. Yo le contesté, “Don Cecil, eso es muy variable. En ese momento, él me ofreció vender un lote. Me propuso que le comprara un lote barato, para que yo hiciera una casa, para que acompañara a Jenny, su hija. Me confesó que a él le interesaba que yo estuviera cerca de Jenny por el camino. 36
Camilo Rodríguez Chaverri Le compré el lote, y luego empecé a hacer la casa donde vivo actualmente. En ese momento, Cecil y yo conversamos, y de palabra de hombre, le dije, “Don Cecil, aquí acompañaré a su hija hasta que el tiempo me lo permita”. Él me manifestó lo siguiente: “Media Libra, este es su lote, se lo vendo para que construya su casa y viva aquí, acompañando a Jenny”. Le dije, “Don Cecil, ¿cómo le voy a cancelar el lote?, ¿cuánto me va a cobrar?”. Me dijo, “Media, me lo va pagando con trabajos”. Le dije, “Don Cecil, no puedo hacer la escritura porque no tengo plata”. Me dijo, “Media, con mi palabra basta”. Don Cecil Murray fue la primera persona que me montó en una avioneta para ir a ver un trabajo en Guanacaste. Para mí, ese fue un hombre increíble. Fue un hombre de tanta capacidad, y tan buen vecino. Su hija y yo no nos vemos por días, de vez en cuando, pero ella dice que conmigo se siente como si la estuviera cuidando el papá.
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Cancelar una deuda con el destino
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n el año 1997, ya había fallecido Manuel Ramírez, “Manuel Diablo”. Un día me llamó la viuda, Xinia Barrientos, para explicarme que la propiedad de ella la iban a rematar y que no podía pagar porque estaba hipotecada, y no podía hipotecarla de nuevo porque no había hecho la mortual. Entonces yo me preocupé por ella, compré un lote, le hice una casita pequeña, y luego le compré la propiedad que estaba a punto de perder, con una casita que estaba en muy malas condiciones. Ahí construí mis primeras siete habitaciones, en Orosí, así como un pequeño restaurante. Esas fueron de las primeras habitaciones que se construyeron en Orosí. Hoy en día, hay unas doscientas cincuenta habitaciones. En el año 2000, compré a Matra las excavadoras. Ya con las habitaciones y las excavadoras, empezó una nueva etapa en mi vida como emprendedor.
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La casa del sabio de OrosĂ
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n el año 2001, iba camino a mi casa, del centro de Orosí hacia la montaña, cuando de un momento a otro, pasaba por un lugar que tenía unas tapias blancas. Yo había escuchado que ahí vivió un escritor francés, llamado el Doctor Burdeaux. Pasé y vi un número teléfono, que estaba en un rótulo. Llamé interesado por la propiedad. Me cobraron un montón de plata. Me cobraron una suma exagerada. Luego de mucho tiempo, que pasaba yo para arriba y para abajo, por ese sitio, después de ocurrida la emergencia del Valle de Orosi, de El Alto de Loaiza, donde yo nací, en el 2002, un día pasé por la misma propiedad. Tenía tanta curiosidad que me brinqué la tapia. Me encontré a un hombre a quien le decían “Avena Quaker”. Me encontré a ese hombre y le pregunté que si todavía estaban vendiendo la casa del Doctor Burdeaux. Me dijo que sí, que podía llamar a un número telefónico, donde me contestó un hombre que se llama Robert Güell. Es tico. Me dijo que sí tenía interés en vender la propiedad. Me explicó que la propiedad era de un cliente de él que vivía en California. Yo le pregunté que si este hombre había comprado esta propiedad, o si esta propiedad seguía siendo de los familiares del Doctor Burdeaux. Él me manifestó que esta propiedad era de un hombre que la compró porque supuestamente se curó de una enfermedad leyendo los libros del Doctor Burdeaux. Le pregunté qué cuánto valía la propiedad, y el monto que me dio fue la mitad de lo que me había cobrado hacía un año. Me fui a la oficina y le pregunté a Milady, mi secretaria y mi mano derecha, que si teníamos plata. Ella me manifestó que no. Le dije, “pues lo siento, esa propiedad yo la compro”. Y la compré dando un amarre de tres mil quinientos dólares y de ahí en adelante, los pagos eran de tres mil quinientos dólares mensuales. El último pago fue de mil doscientos sesenta y dos dólares. Una vez comprada la propiedad, el señor Güell me manifestó que él me vendía la propiedad, pero que dentro de la propiedad había una imagen y una esfera que no entraban en el negocio. Mucho tiempo después, estando en mi casa, viniendo de mi casa hacia abajo, llegó un camión de Mudanzas Mundiales a llevarse la imagen y la esfera. El señor que venía a cargo de la imagen, me dijo que esa obra de arte era más costosa que todo Orosí junto. Compré esta propiedad con la ilusión de hacer un rancho para cuando yo cumplía años, hacer aquí mis fiestas.
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Camilo Rodríguez Chaverri Cuando compré, había unas tapias, una casa vieja y unos dormitorios, que le servían al Doctor Burdeaux de bodegas. Se notaba que había mucha seguridad. Las paredes eran muy gruesas. Esta propiedad tiene una fuerza magnética por muchas razones. Tenemos las posibilidades más grandes de traer grupos. Hemos comprado una planta de karaoke y nadie la usa. Como que no calza la propiedad con la bulla. Es un lugar de paz. Dicen que aquí hay una fuerza de algo positivo. Cuando uno llega aquí, se siente la paz. La gente que visita este lugar es gente muy tranquila. Las “pelotas de gente” que se ven en otro lugar cuando hay partidos de futbol, no se ven ni se sienten aquí. Cuando llegué aquí, lo primero que quité fueron las veraneras, moradas y rojas. Después, la empresa de transportes Mata Irola, en ese momento quería hacer un plantel para los autobuses. Entonces, el señor Oscar Mata Irola, que era el gerente en ese momento, me contrató para hacer un relleno donde ellos estaban construyendo el plantel, en Río Macho. En ese momento, yo estaba haciendo terrazas para construir la sala de actividades, una cancha de futbol y una cancha de tennis. Le vendí toda la tierra que saqué de aquí para hacer el relleno en Río Macho. Luego, seguí construyendo el bar restaurante, que tiene una vista espectacular. Debajo de ese bar estaban los garajes. Los convertí en baños. Después construí los parqueos. En la esquina donde construí el parqueo, estaba la casita de un hombre que le escribía los libros al Doctor Burdeaux. El doctor los dictaba y él se los digitaba. Boté la casita esa. Era un hombre extranjero, de apellido Norman. Posterior a eso, construí la recepción. A través del tiempo, fui construyendo todo, poco a poco. Primero me ocupé de remodelar las bodegas. Estaba en dos pisos. Yo le levanté los techos y le hice los baños. Finalmente, construimos el restaurante grande. Para eso, desarmamos la casa donde vivía el doctor. Cuando estaba desarrollando el hotel, le pusimos el nombre Tapantí Media gracias a una idea de Saúl Chinchilla, un compañero mío en la escuela. Me dijo que le pusiera Tapantí por el Parque Nacional Tapantí. Yo le agregué la palabra Media en honor a mi padre, y le puse Hotel Tapantí Media de Orosi porque hay otro Hotel Tapantí camino al Cerro de la Muerte.
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Los dulces frutos de la adversidad
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La historia de Media Libra
E
ntramos en una crisis en la empresa, que primero se llamaba Transportes Media Libra. Se entró en una crisis financiera por haber tomado toda la plata, el dinero de esa compañía para desarrollar ese proyecto. Desvestí un santo para vestir otro. Visité el Banco de Costa Rica para que me prestara una plata para pagar un dinero que debía. Un analista me manifestó que yo no era sujeto de crédito. Era un muchacho Nelson Herber. Luchándola mucho, al ver la crisis tan profunda en que estaba nuestra compañía, me senté con un amigo, Marvin Arce, compañero de infancia, y en un momento muy triste, en medio de la situación, me dijo Marvin, “sentémonos a organizar las cosas”. Le manifesté, “¿cómo las vamos a organizar si nadie me presta plata?”. Me dijo, “pongámonos a ver qué debemos, qué nos deben y qué tenemos que no necesitemos, para venderlo”. Le contesté que no podía vender nada porque todo lo necesitaba. Entonces, me replicó, “si todo lo necesita, ¿por qué no lo pone a trabajar?”. Le dije, “sí, tenés razón”. De ahí seguimos luchándola. Después de eso, me llamó un hombre, un amigo mío, gerente de Amanco, Fausto Bejarano, y me dijo, a la par de un asistente de él que se llama Rodrigo Arias, que si quería ayudarles en la demolición de la antigua planta Ticatex, ubicada en San Antonio de Belén. Acepté el trabajo. En la mera crisis que vivía nuestra compañía, empecé a trabajar en Amanco con varios de mis colaboradores y con mis máquinas. En un momento me ofrecieron cambiar trabajo por chatarra, por todo lo que había demolido. Tuvimos la gran suerte de que mucho de ese material se reutilizó en la construcción del Hotel Tapantí Media de Orosi, así como en mis oficinas de Orosí centro. Actualmente, estoy utilizando parte de ese material donde se está construyendo la lechería agroturística y en la casa de mi hijo Roberto. Para salir de la crisis fue muy importante el haber conocido en Amanco a un señor que se llama don Víctor. A él lo contraté para que me diera una asesoría en la compañía. Cuando le mostré mis estados financieros, y le dije en la crisis en que estaba, me preguntó, “¿cuánto debe, cuánto le deben y cuánto tiene?”. Después de observar todas estas cosas, me dijo que yo lo que necesitaba era trabajo, para tener un poquito de liquidez, pero no era que yo estuviera quebrado. 48
Camilo Rodríguez Chaverri Muchos de mis amigos me ayudaron, principalmente un hombre que se llama Roberto Miranda, que tiene un beneficio de café seco, en El Molino de Cartago. Él me prestaba plata para pagar las planillas. Así fue como busqué luego a mi amigo Óscar Echeverría, uno de los dueños de Motores Británicos, y él me llevó donde un hombre que se llamaba Édgar Gutiérrez, que era un hombre muy inteligente, que tenía una oficina de estudios contables. Él me llevó a su oficina, en Zapote, cerca de la casa del expresidente Mario Echandi. Me reuní con don Édgar Gutiérrez y con don Óscar Echeverría. Don Édgar me dijo que yo necesitaba ordenar los estados financieros. En ese momento, él procedió a ayudarme. Yo le cambié parte de ese trabajo por unos trabajos de movimiento de tierra que él estaba haciendo en Orotina. Con esos estados financieros me fui al Banco Popular y solicité un crédito. En ese momento estaba como gerente del banco en Cartago, un señor que se llama don Omar… Él confió en mí, y me prestó la plata. Con esa plata hice una refundición de deudas. Gracias al Banco Popular que confió en mí, a diferencia del Banco de Costa Rica, logré cancelar a proveedores y a amigos que me habían prestado plata de palabra, por pura amistad y confianza. Ya trataba de dormir tranquilo. Después, puse a la venta las Cabinas Media Libra. Se los vendí a los Carrots, unos señores de Estados Unidos. En la mera crisis, cuando Marvin Arce me dijo que empezara a vender cosas, recuerdo que vendí el carro de mi ex esposa. Agarré la plata para pagar deudas. Tenía que llevarla todos los días hasta Cot y también tenía que ir a traerla. Ella era maestra en la escuela de la comunidad. Ella todavía estaba conmigo. Ya estamos hablando de la segunda esposa, Guiselle González. Ese carro era de ella, no mío. Ella me prestó la plata para que yo la trabajara. Era un carro que yo le había regalado a ella. Lo vendí en millón ochocientos mil colones. Al año ya eran dos millones ochocientos mil colones. Me fui para Paraíso y vendí un carro que era de la compañía, un Isuzu NKR. Lo vendí en cuatro millones y medio de colones.Cuando recibí la plata, llamé a Guiselle y le dije, “ya tengo la plata que te debo”.
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La historia de Media Libra Eso fue como una bendición de Dios. Cuando el Banco Popular me dio el crédito, empecé a ver la luz. Creo que nunca la he visto, pero poco a poco vamos saliendo. He vivido muchas crisis. Por ejemplo, fue muy duro para mí ver a Matra recoger una excavadora. Y muy duro también saber que no podía usar mi carro, Range Rover, porque estaba en cobro judicial. Lo compré financiado con un banco y lo debía. Es por eso que no le recomiendo en mi vida, a nadie, comprar carros financiados porque las pólizas de los bancos son tan caras que afecta mucho a quien le toca pagar mes a mes. También las oficinas estaban en cobro judicial. Y todavía más triste fue el oír a la competencia decir que Media Libra estaba quebrado. Fueron momentos bastante difíciles. Sin embargo, siempre he creído que uno nunca puede echar atrás. Para resumir, ¿cómo salí de esa crisis? Vendí parte de las máquinas, vendí las cabinas, vendí los carros y conseguí el crédito del Banco Popular.
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Amores motorizados
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La historia de Media Libra
M
i primer vehículo fue una motocicleta. Luego, cuando me casé, con el préstamo que hice en la Caja Costarricense del Seguro Social compré mi Toyota Mil. En la infancia, estando de sacristán, compré una bicicleta en Atenas. Una vez pasé en un bus, la vi pegada en una pared, y fui hasta allá para comprarla. Me fui en bus hasta Cartago, luego a San José y de San José a Atenas. Era una bicicleta de carreras. Me la traje en bus, desarmada. La armé en Orosi. En ese entonces, la bicicleta me costó dos mil ochocientos colones. Mi primer carro lo vendí a mis amigos Ana Damaris Quesada y Juan Ignacio Sojo. Ellos lo vendieron como dos años después, y pocas semanas después, el tercer dueño lo estrelló por la represa de Cachí. Lo vendí para comprar un pick up Toyota 22R. En una noche, cuando se estaba construyendo la planta hidroeléctrica Toro I y Toro II, me llamaron que se había estallado la llanta de una vagoneta. Me fui para allá. Cuando llegué, hice los cambios de llantas que tenía que hacer, y me vine. Cuando venía de allá para acá, pasé por el río Toro Amarillo, en Venecia de San Carlos. En ese momento, no vi que el río estaba crecido, me eché a cruzarlo con el carro y me llevó el río. El río me arrinconó contra una piedra. Yo no sé nadar. Me salí del carro, y me encaramé en una piedra. Estuve ahí como veinte minutos, hasta que llegaron a auxiliarme. Sacamos el carro, lo revisamos, que no se le hubiese metido el agua al motor, luego lo arrancamos y me vine. Llegando a Cartago, por el cementerio, explotó el motor. Sacó una biela. No había cómo arreglarlo aquí. Era muy difícil en ese entonces. Me fui para Estados Unidos. Fui a Miami, con un hombre que era mecánico de aviación, a quien había conocido en Costa Rica, haciéndole un trabajo con una máquina. Llegué sin conocer, me quedé en la casa de él, y como él no tenía tiempo para atenderme, me tuvo en la casa tres días. Arreglé cosas de la casa y le limpié hasta los pisos. Al cuarto día, él salió conmigo. Me llevó a un lugar donde había muchos negros.
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Camilo Rodríguez Chaverri Ahí compramos el motor. Tuve que desarmar el carro para traerme el motor. Ese día llovía montones en Miami. Fue el día del eclipse. Una vez desarmado el motor, lo metí en una caja y fuimos a una naviera, para mandarlo para Costa Rica. Luego de todo eso, me quedé en la casa de un hombre amigo de mi amigo. Al día siguiente, de madrugada, sin conocer nada, me tuve que ir para el aeropuerto, para devolverme para Costa Rica. Le monté el motor al carro y empezó a caminar bien. Siempre me ha gustado mucho la mecánica. Nunca he sido mecánico. He tenido que reparar mi maquinaria. Antes tenía que ponerle atención a la maquinaria. Ahora contrato a alguien que me ayude.
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Mi viaje a Alemania
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La historia de Media Libra
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na mañana, me llama por teléfono un hombre que se llama Andreas. Su esposa se llama Cornelia. Ambos alemanes. Me indican que quieren conversar conmigo porque quieren hacer un proyecto en un lugar que se llama La Guaira, cerca de Cachí. Querían hacer unos invernaderos. Eso fue un martes. Les dije que nos viéramos al día siguiente, el miércoles, a las seis de la mañana. No pude llegar a las seis de la mañana, porque estaba llevando adelante un proyecto en San José. Como a las seis y treinta me acordé de esa cita. No pude llamarlos porque no tenía el teléfono. Ellos me llamaron. Les dije que llegaba a las siete. Pero no pude llegar. A las siete y media me llamaron. Les dije que llegaba a las ocho y media. Muy disgustados, me dijeron que era un irresponsable, pero que de todos modos me iban a esperar. Me dijeron que de verdad a qué hora iba a llegar. Les dije que a las nueve y media. Me dijeron que me iban a esperar. Cuando llegué donde ellos, en el centro de un cafetal donde había una pequeña casa de madera, estaba la pareja de alemanes. Estaban muy jóvenes. Les ofrecí disculpas. Me dijeron que no me preocupara. De inmediato, me dijeron que no me iban a dar el trabajo que me querían ofrecer, que yo ni siquiera sabía qué era. De nuevo me dijeron que yo era un irresponsable. Les hice varias recomendaciones. Después de dos horas y media de conversar, logré conquistarlos. Aprendí que llegar tarde a una reunión es una falta de respeto. Días después empecé a hacer un movimiento de tierra en la finca de ellos. Querían montar unos invernaderos. Una vez hecha la infraestructura, nos dedicamos a construir los invernaderos. Luego, una vez hecho todo el trabajo, estaban muy agradecidos tanto ellos como los dueños. En gratitud, ellos me invitaron a conocer Alemania, para que viera proyectos de invernaderos de la misma empresa. Me fui para Alemania. Fue para mí una experiencia muy grande, viajar por primera vez diecisiete horas en avión. Me fui para la casa de los papás de Cony, que es como le decimos a Cornelia. Me acompañó uno de mis mecánicos, Leonel Piedra Rodríguez. Nosotros íbamos con Andreas y Cony. Ellos le dijeron a unos amigos que iban a visitarlos junto a Marvin y Leo, y cuando llegamos a esa casa, tenían una cama para Cony y Andreas, mientras que para Leo y para mí, tenían dos canastas, porque creían que Marvin y Leo eran dos perros. Al final, terminamos durmiendo juntos. El carajo que
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Camilo Rodríguez Chaverri nos atendió roncaba como estar escuchando un freno de motor. Luego, nos devolvimos a la casa de los papás de Andreas y Cony. Era tal el frío que nos dieron un calentador. Como Leo y yo no sabíamos cómo funcionaba eso, le pusimos toda la fuerza. A la una de la madrugada la casa estaba calientísima. Salía el humo por las ventanas. La mamá de Cornelia se levantó a ver qué pasaba. Al día siguiente nos llevaron a un lugar cerca de la frontera con Suiza, en Bavaria. Nos subieron en un funicular a mil ochocientos metros de altura. Me ofrecieron que me montara en un parapente. Les dije que prefería quedarme ahí arriba. Conocí la nieve. Visitamos también varios castillos, entre ellos, el castillo de un hombre llamado “El rey loco”. De ahí copié el diseño de mi cama y parte de la fachada de mi casa. Íbamos por quince días, pero nos vinimos a los ocho días. No me gustó. Me agarró desesperación por volver. Una vez en el aeropuerto, para regresar, no sabía qué eran los documentos que había que traer a mano. Agarré y eché el pasaporte entre la maleta. Veníamos solos Leo y yo. Había ocurrido un accidente aéreo. Un avión cayó en un pantano. El avión voló dos horas más. Cuando logramos aterrizar en el aeropuerto de Miami, no me dejaban salir. Todo estaba en las maletas. Cuando fuimos a buscar las maletas, no aparecía. Apareció cuatro o cinco horas después. Leo y yo nos quedamos esa noche en la casa de un amigo que tenía una casa en Paraíso. Se llama Luis Sosa. Lo habíamos conocido por medio de otro amigo, don Guillermo Chaves. Cuando llegamos a la casa del señor Sosa, a los cincuenta metros cayó una avioneta. Llamé ese viaje como “el viaje de los sustos”.
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Mi finca en TapantĂ
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a finca de Tapantí la compré de la siguiente manera. Conocí al papá de mi amigo Óscar Echeverría, quien tenía una finca en El Bosque de Oreamuno de Cartago. Una mañana visité la finca con mi amigo Oscar hijo. Me encontré con el papá, quien es una persona muy inteligente y muy capaz, y vi que era una persona muy preocupada por su salud. En ese momento vi que yo podía ayudarle con la finca. Él necesitaba un administrador para su finca. Viendo que es una persona tan interesante, yo le ofrecí ayudarle sin costo alguno. Le ayudé con la administración durante seis meses. Le seleccioné varias personas. De ahí que un día ya me di cuenta que me estaba gustando mucho la lechería. Me vine a la oficina y conversé con un hombre que me ve asuntos tributarios desde hace unos dieciocho años. Le conté que me gustaba el negocio de la lechería. Me dijo que era algo muy interesante. Me dijo que “si uno tenía cien vacas, si les da de comer, muy bien, y si no les da de comer, también”. También me dijo que este es un país difícil para hacer empresa por las cargas sociales. Bueno, me entraron ganas de tener una finca. Un día, conversé con un amigo que es funcionario de un banco y me contó que sabía de una finca que estaba a la venta, en Purisil. La finca está muy cerca del Parque Nacional Tapantí. Esa finca en ese momento le pertenecía a la señora quien había recibido esa finca por herencia de su padre. Fui donde ella varias veces, y en muchas ocasiones, hablando con ella, le pregunté si tenía interés en vender la finca. Me dijo que no, pero que sí le interesaba tenerme como vecino. En ese momento, ella me contó que un hombre estaba tratando de comprarle parte de la finca, pero que todavía no le había ofrecido nada en concreto. Yo le ofrecí comprar la finca. Seguí conversando con su administrador, Emilio Chinchilla, quien intervino mucho para llevar a cabo la negociación de la compra de la finca, que duró más de un año. Compré la finca con un dinero en efectivo y terminé de pagarla con un crédito del Banco Popular. Compré esas fincas en el año 2010. Entré a trabajar en la finca el 22 de julio del 2010.
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Camilo Rodríguez Chaverri Compré esta finca con el fin de desarrollar una lechería agroturística que va de la mano con el Hotel Tapantí. La idea es ver cómo desarrollar la finca para que la lechería esté abajo y arriba, en la segunda planta, estén las habitaciones y una cafetería. Además, que haya tours a caballo y mountain bike. El Banco Popular me dio el dinero para cancelar la finca, pero no para la construcción. Ha sido muy duro porque es construir sin dinero. Lo que va generando la empresa constructora Media Libra lo voy invirtiendo en la lechería. Empecé el primero de agosto. Primero reparé la casa, luego la lechería. Esta finca será un gran distractor para mí, me relaja, me desestresa, me permite alejarme de los carros, la bulla, el mundo tan contaminado. En la sociedad se ve mucha envidia, mucha corrupción. Voy a tener un lugar para recrearme, para ver lo bonito, para poder llevar a cabo mis sueños. En un futuro, espero que la constructora se quede en el sitio donde está, y que Janet, mi esposa, se quede a cargo del hotel. Yo quiero estar a cargo de la finca para desarrollar el proyecto. Esta finca ha sido una lucha. He llegado a entender y a comprender que la investidura de los funcionarios públicos de este país a muchos los lleva a no querer ver las cosas bien hechas. Eso hace que uno tenga muchas trabas. Esa finca colinda con el Parque Nacional Tapantí. Los que han estado pendientes del proyecto, que son vecinos, los guarda parques, podrán ver que no hemos afectado al ambiente, pero hay personas que no quieren ver todo un desarrollo bonito y bien hecho, y tratan de boicotear el proyecto. Es una buena oportunidad para el Parque Nacional Tapantí, en sí, porque va poca gente. La envidia a veces puede más que la visión. A mí me gusta hacer bien las cosas. He ofrecido que si el gobierno asfalta seis kilómetros, que van de Río Macho al puente de Tapantí, yo le arreglo el camino de ahí para adentro, cuatro kilómetros de vía nacional, que es hasta El Alto del Tractor, y dos kilómetros de camino privado, que es hasta llegar a la caseta del parque.
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Los secretos de un emprendedor
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La historia de Media Libra -¿Qué le aconseja usted a los jóvenes y las jóvenes que sueñan con tener una empresa propia? -Mire, hoy en día la juventud está muy perdida. Les venden un mundo ficticio. Sólo quieren vivir el día. No piensan en el futuro. Esperan que les den las cosas. No tienen interés en desarrollar proyectos. A los que quieren desarrollar proyectos, les digo que hay que echar para adelante. No pueden pretender nunca vivir en un mundo de conformismo. Yo me levanto todos los días a las tres y media de la mañana. Cuando no tenía el restaurante me acostaba a las siete. Ahora me acuesto a las nueve o diez de la noche. Trabajo todos los días. Trabajo hasta los domingos. Trabajo hasta los feriados. -Entonces, les dice que hay que trabajar mucho. -No pueden pensar en trabajar poquito, tienen que trabajar mucho. Aquí hay mucha burocracia. El Estado todo se lo complica a los emprendedores como yo. El Estado tal vez no. Más bien, los que complican son los seres humanos que trabajan en el Estado. -¿Cómo fue tomando los riesgos? -Uno en la vida no puede ser paños tibios. Usted tiene que tomar decisiones y luchar por metas. O va o no va. Uno no puede ser una persona indecisa. Lo observo mucho cuando alguien va manejando un carro y yo voy al lado. Una cosa es ir en un carro con alguien que es decidido y otra con alguien indeciso. -¿Qué piensa de los políticos? -En sí, la política es algo necesario, digamos inevitable, pero los políticos son un problema para este país. En nuestro país, los políticos utilizan sus posiciones para manipular el desarrollo del país, sobreprotegen a muchas personas que no merecen ese tipo de apoyos, pero los políticos adquieren muchos compromisos y después actúan de acuerdo a esos compromisos y presiones, no a favor del desarrollo del país. Los políticos son muy mal vistos porque son ficticios, son como de mentiras, tienen varias caras, gente que vive comprometida por sus propias promesas… Los políticos tienen muy mal a Costa Rica. Por lo menos, el ochenta por ciento de los problemas que tiene Costa Rica es por culpa de los políticos. 66
Camilo Rodríguez Chaverri -¿Qué le preocupa de la Costa Rica de hoy? -Me preocupa hacia dónde vamos. El rumbo del país me preocupa. Los ticos no quieren trabajar. Quieren tener el doble y trabajar la mitad. Los ticos quieren ser profesionales para trabajar poquito. Los ticos quieren tener todo sin trabajar. Muchos ticos dicen que los extranjeros han venido a quitarles el trabajo, pero es que los ticos no quieren trabajar en muchas tareas. -¿A qué atribuye su éxito? -El éxito de una empresa empieza por la buena selección del personal. La perseverancia de los trabajadores buenos que quieren ir adelante sin pensar en que la empresa no es de ellos, esa perseverancia hace una gran diferencia. Hay que tener amor por hacer las cosas bien hechas. Lo que llamamos aquí, “sudarse la camiseta”. Siempre que entrevisto a una persona, le pregunto qué le gusta hacer en la vida. Es importante que la persona haga algo que le gusta. -¿Qué significa Orosi para usted? -Orosi es como mi casa. Es un valle donde yo nací, me crié y me desarrollé como empresario. Siento que debo retribuirle a Orosí lo bien que me ha ido en la vida. Es uno de los valles más lindos que tiene Costa Rica. En Orosí uno tiene todo lo que significa la vida de pueblo y está cerca de la capital. Uno puede disfrutar de la naturaleza. En Orosi, la vida todavía es sana
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Mi experiencia con Melvin
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La historia de Media Libra -Usted tiene un hijo que superó la drogadicción y que lo hizo vivir situaciones muy difíciles. -Mi hijo Melvin se metió en drogas cuando tenía trece años. Vivir con un drogadicto es muy complicado. Sobre todo porque tengo una buena relación con muchas personas que trabajan en el Poder Judicial. Trabajé muchos años como mensajero y como auxiliar en un bufete. Uno de mis mejores amigos es juez, Marvin Arce. Me gusta mucho colaborar con el Poder Judicial. Para mí, el Poder Judicial es el reducto de honestidad que le queda al país. Al tener tanta relación con ellos, era muy complicado para mí, saber que un hijo mío estaba en drogas. -¿Cómo abordó el tema? -Melvin andaba con malas juntas. Mi amigo Marvin, conocedor de la situación, me empezó a decir que Melvin tenía un comportamiento de un muchacho adicto. Empezamos a ver lo que pasaba con él. Empezamos a hacerle pruebas de doping, y así nos dimos cuenta. Él siempre lo negó. Decía que eran mentiras de la gente. Muchas veces, lo llevé porque lo convencí de que era lo mejor para él. Ingería marihuana, cocaína y piedra. Inició fumando marihuana. De las experiencias más duras de Melvin, una fue verlo guindando en la torre de radiocomunicación de la oficina. Estaba guindando con una manguera porque se iba a ahorcar. Otra experiencia muy dura fue una noche que estábamos durmiendo y escuchamos golpes en el portón. Llegó con una moto a mi casa, golpeaba el portón y se devolvió, y desde una curva me gritaba, “maldito, sos una lacra, sos un obstáculo en mi vida”. Me dijo que yo era Satanás para él. De todas las palabras que él me dijo, yo le contestaba, “sí, pero así te quiero, yo te amo”. Arrancó y se fue, pero no lo escuché más. Entonces me fui a buscarlo. Como no lo encontraba, llamé a la policía. Logramos encontrarlo. Estaba metido en un charral, donde cayó. Cuando llegamos, estaba totalmente drogado, como dormido, completamente ido. Vino su hermano Roberto y entre los dos lo sacamos. La policía se lo llevó para la Delegación de Paraíso. A las seis de la mañana lo soltaron, llegó a la oficina y quebró todos los vidrios de la oficina. Después lo detuvieron y lo llevaron a la Delegación de Orosi. Cuando yo llegué con su mamá y con su hermano José Pablo, lo llamé para hablar con él. Estaba muy agresivo. Lo volvieron a meter a las celdas, y de un momento a otro se quedó callado. Nos fuimos con la policía, se había amarrado la camiseta al cuello y estaba morado, listo para morirse. 70
Camilo Rodríguez Chaverri -¿Qué hizo para sacarlo de esa situación? -La luchamos tanto, tanto, tanto. No podíamos con la situación. Hasta que un día tomé la decisión de dejarlo que hiciera lo que quisiera. Siempre pensé que se iba a matar o lo iban a matar. Todas las llamadas que recibía después de las diez de la noche, creí que eran llamadas para avisar que se había matado. Que yo lo dejara un poco, lo hizo reaccionar. Él trabajaba conmigo. Un día, cerca de diciembre, fue a Paraíso, se drogó y se vino para Orosi en un carro mío. Venía tan rápido y estaba tan drogado que se salió de la calle y dio vueltas con el carro. Cayó en un cafetal. El carro quedó destruido. No se sabe cómo lo sacaron unos amigos. Me entró una llamada como a las dos de la mañana, de mi hermana Marita, la mayor. Me dijo, “mirá, yo sé que a vos no te gusta que te llamen a esta hora, ni que te molesten, pero Melvin se estrelló, el carro quedó destruido, y aquí está, en Puente Negro, y está diciendo que se va a matar”. Me levanté y me fui con Janet, mi esposa. Cuando llegué a Puente Negro, vi el carro destruido y vi un resplandor. Vi a Melvin en medio de aquella luz. Le dije a Janet, “¡qué linda Navidad!”. El problema más grande era controlarlo. Era muy difícil controlarlo. Sentía un odio contra mí, muy grande. Lo subimos al carro, a cómo pudimos, lo llevamos donde la mamá, lo bajamos del carro y se acostó a dormir. Recogimos el carro, lo guardamos y optamos por no darle más el carro. Destrozó ese carro tres o cuatro veces. Él vivió una depresión profunda por la separación de sus papás. Uno de los momentos más duros de mi separación fue un día que yo llevaba a Melvin para el kínder, en Cartago. Ya mi matrimonio había fracasado y entendí, por lo que me dijo, que él, siendo tan pequeño, había sido marcado por esa situación.
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Mi sue単o de rescatar drogadictos
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La historia de Media Libra
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l hecho de que mi hijo Melvin pudiera salir de las drogas, me sensibilizó en el tema. Teníamos alquilada una patente de licores. No era de nosotros. En ese momento, el dueño de la patente la necesitaba. Le conté a mi hijo Melvin, y él me dijo que el dueño de SERPASA tenía interés de vender la propiedad donde estaba su sala de actividades, ubicada detrás de la gasolinera de Orosí. Entonces le dije a Melvin que fuera y averiguara en cuánto la vendía. Él fue. Le cobraron una suma. Regresó a la oficina y días después le conté al asesor financiero que yo tenía, don Carlos Solís. Vinimos a ver la propiedad. Mandamos a Melvin, mi hijo, a hablar con un hijo de uno de los dueños. Le reafirmó el interés de vender esa quinta. Llamé a Carlos Rodríguez, que es uno de los socios de SERPASA. Carlos Rodríguez me dijo que le iba a decir a don Fausto, que era quien cuidaba la quinta, para que me dejaran entrar. Vi la propiedad con don Carlos Solís. Tomamos la decisión de comprarla. Hicimos un plan de pago y la compramos. Como en ese negocio estuvo involucrado Melvin, y venía saliendo de su problema de drogas, vimos como lo más correcto, el desarrollar ahí un proyecto especial, una clínica de desintoxicación de adictos. ¿Cómo nació este proyecto? Una vez enviamos a Melvin a una clínica de desintoxicación del Ejército de Salvación. Esa clínica se ubica en Tres Ríos. Después de eso tuvo una recaída. Un tiempo después, lo llevamos a una clínica que está camino al túnel Zurquí. Se llama “Buena Vida”. El día que llevábamos a Melvin para ahí, mi primera esposa, Flor y yo pasamos a almorzar a un restaurante. Una vez que llegamos al sitio donde había que dejar a Melvin, nos bajamos del carro para hacer los papeles para dejarlo internado, y no me gustó lo que vi ahí. Una de las características que no me gustó es que los dejaban fumar. Melvin me pidió el carro para ir a comprar tres ruedas de cigarros. Luego de ver muchos elementos que no me gustaron, me devolví para Orosi. Al día siguiente le hablé del tema a mi amigo Marvin Arce. Él y yo nos fuimos de nuevo para la clínica, para hablarles del caso de Melvin, porque había condiciones en esa clínica que personalmente no me gustaban. 74
Camilo Rodríguez Chaverri Es una opinión mía, como padre de un muchacho que en ese momento era adicto. Luego de esa conversación, hablamos con Melvin y él decidió seguir. Una vez que se cumplió un mes de tratamiento, los señores de la clínica me dijeron que Melvin debía quedarse quince días más, porque no estaba listo para salir, y que yo debía cancelar un cincuenta por ciento adicional. Cancelamos esa suma. Después Melvin salió y rápidamente tuvo una recaída. Viendo toda esta situación, decidí que, haciendo uso de muchos materiales que yo tenía en bodega, de casas que había desarmado en San José y con unos materiales que me quedaron en Ticatex, así como con unos materiales que canjeamos en Holcim por trabajos nuestros, se podía empezar la construcción de una clínica de desintoxicación de adictos, que se llamaría “Melvin Mora”. Empezamos a construir la clínica hace unos dos años. En este momento, la clínica está en un cincuenta por ciento, a la mitad del camino. ¿Qué llevará esa clínica? Veinticinco habitaciones para cuatro personas cada una, ocho consultorios médicos, un gimnasio, una piscina, una batería de baños, una sala para que reciban a los familiares porque creo que no se deben privar de sus seres queridos, una cancha multiuso, una sala de conferencias con capacidad para cien personas, un restaurante, una cocina muy amplia, una casa para un médico residente, un bus para sacarlos a hacer trabajo social, una plaza de futbol, un parqueo para veinticinco vehículos y muchas zonas verdes. Deseo que este proyecto sea una realidad muy pronto. Apenas termine el proyecto de la Hacienda Ganadera Tapantí Media, continuaremos con esta clínica.
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Confesiones
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La historia de Media Libra -¿Qué piensa de sus relaciones con seis mujeres, con quienes ha tenido hijos? -Ese es el costo de lo bien que me ha ido en la vida, porque toda laguna tiene un desagüe. -¿Cómo ha cambiado? -Me he quitado mucho de las fiestas. Las fiestas en las casas no son convenientes. Desde que vivo con Janet vivo muy tranquilo. No soy celoso. Soy plantado. Como he vivido tantas cosas, soy quisquilloso. A veces me pregunto, ¿tanto hay que vivir en la vida para saber lo que yo sé? Si trabajás mucho, se pierde el matrimonio. Si no trabajás, que sos un vagabundo. Si tiene uno mucha plata, que con la plata lo consigue todo. Si no tiene uno plata, que uno es un limpio. A resumidas cuentas, los problemas de una pareja, los resuelve la pareja. -¿Qué haría diferente en la vida? ¿De qué se arrepiente? -Los hijos son muy lindos. Tengo nueve hijos. Los amo. Todos son muy lindos. Me duele no haberlos visto crecer, porque no vivieron conmigo. -De acuerdo con su experiencia, ¿qué aconseja en cuanto a la crianza de los hijos y las hijas? -Creo que lo mejor es que los hijos vivan con sus padres.
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Camilo Rodríguez Chaverri -¿Qué le aconseja a la gente joven, que no se ha casado? -Después de haber vivido tanto, les digo que, a pesar de ser católico, pienso que deben conocerse y mantenerse sin hijos por una muy buena temporada. No es igual verla venir, que estar con ella. Uno no sabe lo que brinca la yegua hasta que se monta. Y como dijo mi padre, “la yegua que usted no amansa, no la puede tener”. -¿Qué cree que piensa Janeth de todo lo que usted ha vivido? -Yo nunca en mi vida he vivido tan bien como vivo con Janeth. Nunca pueden ponerse los familiares en medio de los problemas de una pareja. -¿Cómo cambia su visión de la vida? -Como dice mi compañera, Janeth, hay que vivir la vida en momentos. Hay que vivir cada instante. Todo puede cambiar en un segundo. -¿Qué piensa de los amigos? -Los amigos son temporales. Todo pasa, hasta la amistad. El noventa y nueve por ciento de mis amigos han sido temporales. Nadie “se casa” con uno en las buenas y en las malas. ¿Quiénes son sus amigos? Su papá y su mamá. Sin embargo, yo soy fiel a mis amigos hasta la muerte. Pero no todos han sido fieles conmigo. Los grandes amigos de uno siempre son una excepción.
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El problema con la Caja
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ara una época en que tuvimos muchos problemas de flujo de caja, en dos, en tres, en cuatro o en más ocasiones, alguna gente de la Caja Costarricense del Seguro Social nos cerró la oficina. Interpusimos varios recursos, que fueron rechazados. En este país, la Caja Costarricense del Seguro Social es intocable. Sin embargo, siempre consideré que esa ley del cierre de una oficina durante cinco días por deudas con la Caja Costarricense del Seguro Social es una ley inconstitucional. Siempre consideré que cuando me venían a cerrar la oficina, lo que cometían era un atropello. ¿Por qué? Porque se deja al descubierto a los trabajadores. Al final, le he ido pagando a la Caja Costarricense del Seguro Social todo lo que debía. Debo aclarar que todos los trabajadores que tenemos no reciben atención alguna de la Caja Costarricense del Seguro Social porque pago un médico particular para que los atienda cuando se requiera. En caso de que alguien se incapacite, se le continúa pagando el salario completo, así como pueden cobrar la incapacidad, para que se ayuden. En todo el tiempo que tengo de dirigir mi empresa, nos ha tocado ir a tribunales de justicia, por un asunto laboral, solamente en dos ocasiones, y en ambas ocasiones se ha conciliado. La sensibilidad social debe ser muy importante en un empresario. En la Hacienda Ganadera Tapantí Media, una vez que empezamos a arreglar los caminos, iniciamos en una serie de trabajos especiales con la comunidad. Por ejemplo, nunca se recogía la basura en esa zona. Ahora, yo recojo la basura con los guarda parques, haciendo uso de mis vehículos.
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Mi experiencia en Cinchona
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uando ocurrió la tragedia de Cinchona, estaba con mi compañera, Janeth, en Rancho Redondo, en un restaurante que se llama “La Hacienda”. No más en la entrada de ese restaurante, había una mesa para dos personas. Le dije a Janeth, “corrámonos de aquí, porque si tiembla, no tenemos hacia dónde salir”. Nos corrimos hacia la ventana, donde se veía un lago. No habían pasado ni cinco minutos cuando ocurrió el terremoto. Como no terminaba, yo salí. Terminamos de almorzar y nos vinimos para Orosi. Viendo noticias en la noche, nos dimos cuenta de la magnitud de la tragedia. No más ahí, llamé al director de la Policía de Tránsito, el señor German Marín. Le conté que tenía deseos de enviar maquinaria para colaborar. Me dijo que se lo comunicaría a las autoridades. Esperando la llamada de don German, tomé la decisión de llamar a don Daniel Gallardo, que estaba al frente de la Comisión Nacional de Emergencias. Yo lo conocía. Tenía su teléfono. Lo llamé y le dije que quería ir a trabajar sin costo alguno. Eran las diez de la noche cuando ni don Daniel ni don German me habían devuelto la llamada con una respuesta concreta. Insistí con don German, y me dijo que le había hablado a la ministra de Transportes de entonces, doña Karla González, y que le había dicho que me dijera que enviara las máquinas durante la madrugada. Me explicó que él me ayudaría a escoltar las máquinas de Alajuela hasta donde ya no había paso, y que de ahí en adelante, yo me encargara de ir abriendo paso. Faltando dos o tres kilómetros antes de donde estaba el primer terraplén, me topé un empresario. Él me preguntó qué andaba haciendo yo ahí, porque ya lo habían contratado a él. Le dije que estaba ayudando, trabajando ad honorem, que yo no iba a cobrar. Recuerdo que la primera parte donde estuvimos fue un kilómetro antes de donde murieron unas chiquitas. Bajamos las máquinas, pero no nos dejaban trabajar. En ese momento, había una máquina trabajando con un inspector de la Comisión Nacional de Emergencias y del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT). Como no nos dejaban trabajar, llamé a don German y él le habló a doña Karla González, la ministra. Doña Karla dio la orden de que nos permitieran trabajar.
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Camilo Rodríguez Chaverri Llevábamos un equipo de diez máquinas entre back hoes, excavadoras y vagonetas. De ahí en adelante, una vez dada la orden, seguimos trabajando hasta llegar a Vara Blanca. De Vara Blanca al hotel, se incorporaron varias empresas como la mía, pero que estaban contratadas por la Comisión Nacional de Emergencias. Recuerdo que un domingo no pude llegar al sitio, envié a los operarios, pero no hubo quien los llevara, no hubo quien los pasara por los puestos policiales, por lo que no pudieron trabajar. Debido a esta situación, tomé la decisión de traer a los operarios el domingo por la tarde. Yo mismo fui. Ya allá decidí traerme también los equipos, la maquinaria. Vi que la gente no tenía interés. Sólo le interesaba el bienestar de muchos empresarios. Sentí que los empresarios estaban por encima de la emergencia en sí, como suele pasar en este país en todas las emergencias. Me vine a Orosí, para enviar a recoger los equipos el día siguiente. Estando en Orosi, a eso de las nueve de la noche, recibí una llamada de un miembro del Servicio Policial de Intervención Inmediata (SPI) El señor se llama Pablo. Él me manifestó que había una familia que buscaba a sus dos hijos, que habían hablado con la Comisión Nacional de Emergencias, con los pilotos de los helicópteros del Ejército de Colombia y con varias personas. Todos coincidían en que no podían rescatar los cuerpos porque se necesitaba maquinaria pesada para remover la tierra. Me dijo que don Jorge Rojas, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) estaba muy preocupado por esas familias, que no quería dejar a nadie abandonado. Le confesé que había decidido traerme la maquinaria, pero que con mucho gusto les iba a ayudar. Que nos viéramos a las cinco de la mañana en Vara Blanca, para caminar y ver el sitio. Era específicamente en San Rafael de Vara Blanca. Una vez en el sitio, recuerdo que había funcionarios de la Comisión Nacional de Emergencias, quienes desacreditaron la labor que íbamos a llevar adelante. Yo contesté, “ellos tienen la teoría, pero yo tengo la práctica, así que la vamos a luchar”. Enviamos la maquinaria por un potrero. Bajamos hasta donde estaban los cuerpos. Pasamos dos días excavando.
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La historia de Media Libra El segundo día, a eso de la una de la tarde, habíamos removido muchísima cantidad de tierra, cuando llegó un familiar de los desaparecidos, y me lloraba diciendo que no quería que nosotros nos viniéramos de ahí, que ya le habían dicho que nosotros nos iríamos esa tarde. Ya no íbamos a buscar más porque aparentemente ya no había posibilidades de encontrarlos ahí, pero un sexto sentido me decía que debíamos seguir buscando. Yo me puse a preguntarle a la muchacha dónde estaban ellos en el momento del deslizamiento. Ella me dio unas direcciones, y yo le contesté que entonces los cuerpos podían estar cerca de donde ella me estaba manifestando. Era como a treinta metros de donde estaba la maquinaria. Ahí encontramos los cuerpos cerca de las tres de la tarde. Rescatamos los cuerpos. Recuerdo que a las seis de la tarde, cuando llegamos al puesto de control donde estaba la gente del OIJ, los que estaban ahí me dijeron que me iban a ayudar con un poco de combustible, y yo les manifesté que había venido a ayudar, no a recibir ayudas. Una de las cosas que más me llamó la atención fue que don Jorge Rojas se puso de pie, se dirigió hacia mí, me dio la mano y me dijo, “muchas gracias, ojalá que todos los costarricenses pensaran y actuaran como usted”. Muchos días después de haber ocurrido todo esto, estaba en mi hotel un domingo, trabajando con mi esposa y mis colaboradores, cuando a eso de las once de la mañana llegaron varios vehículos. Me impresionó mucho que todos buscaban a Marvin Mora, “Media Libra”. Eran los familiares de las personas cuyos cuerpos rescatamos.
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¿Por qué no tomo licor?
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mi papá le gustaba tomar licor, pero no le gustaba emborracharse. Yo no tomo. Cuando era cobrador de buses, un 31 de diciembre, por la noche, tres o cuatro hermanos que son los dueños de la empresa Autotransportes Mata Irola se reunieron en la casa de uno de ellos, de German Mata Irola. Querían despedir el año. Se pusieron a echarme licor, cerveza y otros tragos, en un solo vaso. Me emborraché a tal punto que al día siguiente, el primero de enero, en la primera carrera de Cartago a Orosi, venía cobrando y se me olvidaba por dónde iba. El empresario German Mata, dueño del autobús, me regañó. Cuando paró donde había una cantina, me bajé, le dije que no trabajaba más, me tomé una Fanta Naranja, en una cantina que se llama “La Violeta”, y que por sobrenombre le decían “El Sapo Triste”. La Fanta Naranja me cayó como del cielo. Esa fue la primera y última vez que tomé licor. German hizo la carrera, a la vuelta me recogió y continué trabajando. No me dijeron nada. Continuamos trabajando, como si nada. Tampoco he fumado nunca.
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Testimonios sobre Marvin Mora, Media Libra Segunda parte
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El jefe del policía “Media Libra”
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e llamo Eduardo Sáenz Carvajal. Yo tengo el grado de coronel de Seguridad Pública. El gobierno de Rodrigo Carazo unió el Ministerio de Seguridad y el de Gobernación. El ministro era Echeverría Brealey. Yo era primer comandante de la provincia de Cartago y a la vez era el gobernador. Casé un montón de gente, di todos los permisos de las fiestas. Después en el gobierno de Luis Alberto Monge, me nombraron primero como mayor y después como coronel. Yo he mantenido el grado, porque eso no se pierde. Tengo el nombramiento firmado por Luis Alberto Monge. Conocí a Marvin Mora porque al ingresar de comandante, empecé a recibir la gente nueva, nombrada por el Partido Liberación Nacional. Ahora no es así. Los nombramientos no son políticos. Tanto es así que no hay sustitución de comandantes, como ocurría antes. Cuando era el comandante, hacía la selección y aprobación de la gente que iba a ingresar. Ingresó Marvin Mora, como cualquier otra persona de la Fuerza Pública. Dijo que él podía ser chofer. Teníamos seis radio patrullas. Se necesitaba dieciocho choferes, porque son choferes de turnos de ocho horas. Nunca cobré el cheque de mi salario. Lo cambiábamos, y con esa plata comprábamos lo que faltaba en la comandancia. No había ni uniformes. El comedor de oficiales estaba cerrado con llaves. Se habían llevado la cocina y todo lo que había. Renuncié para hacerme cargo de esta finca, donde usted me entrevista. Media Libra me manejaba una patrulla en su horario de ocho horas. Era una persona muy responsable. Era muy serio y muy honesto. Ese muchacho, siendo tan bajito, es energía pura. Cuando él estaba trabajando en la comandancia, se dedicó a trabajar como extra en unos bufetes. Una vez me lo encontré, y me dijo que se iba a dedicar a trabajar con maquinaria. Me dijo que quería trabajar con el ICE, jalando material. Yo tengo una financiera. Se llama Inversiones Reblanc. Ya tenemos casi treinta años. Yo le presté dinero. Compró una vagoneta y un back hoe. Consiguió un contrato muy bueno, entonces en lugar de gastar la plata, empezó a invertir en la compra de más maquinaria. Es una persona muy empunchada. Le tengo muy buena voluntad. Es una potencia para hacer negocios. Luego le hicimos otro financiamiento para la construcción de ese hotel. 98
Camilo Rodríguez Chaverri Me dio como garantía las instalaciones. Aquí nos ayudó a arreglar los caminos de esta finca. Siempre ha sido muy buena paga. Como creció tanto, el banco le financió y me pagó a mí. De un momento a otro lo vi con más vagonetas y más back hoe. Todo lo ha hecho con base en préstamos y trabajando mucho. La casa la construyó gracias a un negocio con Cecil Murray. Le dio muy barato un lote a cambio de que le diera mantenimiento al camino. Tuvo esa suerte. Está haciendo una institución de recuperación de adictos, en el centro de Orosi. Sueña con tener una clínica para recuperar a personas con problemas de adicción. El último santo es que compró una finca a la par del Parque Nacional Tapantí. Quiere hacer una lechería con fines turísticos. Tengo mucha afinidad con él. Es un tipo muy trabajador. Si tiene un apuro, me visita, y nos ponemos de acuerdo rapidísimo. Le he financiado varias veces y es ejemplar. Lo admiro a él, porque su mentalidad es arriesgarse, lo que ahora es difícil, porque a los inversionistas ahora les gusta tener la plata en el banco. Él siempre honra su palabra. Hace como tres años, me arregló el camino. Es una persona muy capaz, un hombre muy visionario. Se mete en proyectos que tal vez otros no se atreven a entrarle.¿Cómo va a ser que alguien que era mensajero se metió a trabajar con maquinaria? Es una persona con mucho empuje. Es una persona leal, honesta. Lo admiro porque calcula el riesgo y se deja ir. Sobra quienes le ayudemos, porque nunca le ha quedado mal a nadie. Es muy puntual para pagar.
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La otra mamรก de Media Libra
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e llamo María de los Ángeles Barquero Brenes. Soy la hermana mayor de Marvin. Tengo unos apellidos diferentes porque mi papá era hijo natural. Después, mi papá decidió quitarse el apellido del papá y dejarse sólo los de la mamá. Él pasó a llamarse Carlos Mora Sancho, y antes se llamaba Carlos Barquero Mora. Yo no me cambié porque ya estaba casada y tenía hijos y de todo. Mis hermanas y yo decidimos quedarnos con el Barquero. Pero Marvin sí fue Mora desde el inicio. Vivimos con muchas limitaciones. Yo me crié con mis abuelos, los papás de mi papá, es decir, con mi abuelita y su compañero, porque no era el papá de mi papá, pero más bien era como si fuera mi papá. Hay mucha gente que no sabe que soy hermana de ellos. Mis papás (quiero decir, mis abuelos) tenían una pulpería y una cantina con salón. Yo aprendí a vender guaro desde que un traguito valía sesenta céntimos. Ese señor, José Vargas López, que de sangre no fue nada mío, fue como mi verdadero papá. A mis propios papás iba a visitarlos. Había temporadas que si mi propia mamá estaba enferma, yo me iba con ellos. Me fui con mi abuelita porque cuando mi mamá quedó embarazada del segundo hijo, Cabeto (Carlos Alberto) se enfermó, y entonces me mandó donde mi abuelita. Yo tenía tres meses de nacida cuando me llevaron donde mi abuelita. Mis abuelos vivían aquí mismo donde vivo yo, pero en otra casa. Y la cantina estaba aquí a la par. Para ir a la escuela, nos daban una peseta. Íbamos en cazadora. Con quince céntimos, pagaba el pasaje del bus. Con el diez que me sobraba compraba un sirope y un tostel. A mí me dicen Mary Media Libra. A todos nos dicen Media Libra. Cuando Marvin estaba más joven, compartía mucho con él. Marvin se parece mucho a mi mamá físicamente y a mi papá en la forma de ser. Papá era simpático, como Marvin. Era trabajador, como Marvin. Era pulseador, como Marvin. Lo único es que Marvin no toma, y a mi papá le gustaba el traguito, pero calmadito. Para mí, es un gran gusto ver cómo ha surgido Marvin. Lo único que le digo es que no se estrese tanto. Uno se muere y vienen otros a disfrutar lo que no les ha costado. Me acuerdo cuando Marvin era jardinero, en la iglesia. También recuerdo cuando era policía. Salía por la televisión. Me daba horror que lo mataran. 102
Camilo Rodríguez Chaverri Él es de lo más metiche. Eso sí ha tenido. Él ha surgido por trabajar tanto. Trabaja mucho desde la madrugada hasta la tarde, y así pone a trabajar a la gente que le ayuda. Siempre tengo fe en Dios y en la Virgencita que le ayudan a Marvin a salir adelante. Yo vivo con dos nietos que me robé. Mi hija vive a la par. Pero sus hijos viven aquí, conmigo. Tengo treinta y cinco años de viuda, y nunca pensé volver a casarme. No sé él por qué Marvin se ha casado o juntado tantas veces. Yo le digo, “ya, Marvin, tranquilo, quédese como está, ya, estese con Janeth, porque ella le ayuda mucho a trabajar”. Él llega a las cinco de la mañana a esta casa. Me apuro a bañarme y alistarme, para que no me encuentre en piyamas. Marvin madruga como mi papá. Me acostumbré a levantarme temprano con mi papá. Había que tenerle el café listo. Viene temprano, a desayunar. Viene casi todos los días a desayunar. Si deja de venir dos o tres días, ya lo llamo. Cuando vendí mi propiedad, pensé que no podía dejarme la plata porque la gastaba. Donde me pagaron, ahí mismo le di a mis hijos, le di a los nietos, y pedí la cuenta de Marvin. Le deposité mi platica sin preguntarle nada. Le dije que me cuidara la plata. Él me trae los intereses todos los meses. Con plata mía, él me construyó esta casa. Él mismo me mandó el albañil. Un 2 de agosto llegó con cuatro muchachos. Vino y dijo que había que botar la casa de mis abuelos, donde yo vivía, y les dijo a los muchachos que no me hicieran caso a mí, sino a él. Entonces, esta casa la diseñó él para mí. Y después de hacerme la casa, me hicieron una cocina aparte para conservarme la cocina de leña. Le digo siempre, “si vos hubieras estudiado pa´ingeniero, hubieras pegao, porque sos buenísimo pa´ eso”. Tengo dos hijos y una hija. Con Marvin trabajan mi hijo Rodrigo y mi yerno, Carlos Arce, conocido como “Güarito”, pero no le dicen así porque tome, porque no toma. Yo preparo comida para todos. Aquí, en esta casa, se desayuna y se almuerza. Todos los nietos y los hijos que están cerquita, comen aquí, conmigo. Esa es mi vida, cocinar aquí, para todos, y esperar que llegue la gente. Durante muchos años, Marvin le dio un sueldito por quincena a nuestra madre, y eso siempre lo va a tener bendecido por Dios. Esas son las leyes de la vida.
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El mejor amigo, el inseparable
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e llamo Marvin Arce Portugués. Nací en Orosí, el 8 de junio de 1959. Soy cuatro años mayor que Marvin Mora. Nos conocimos de niños. Mis papás, Jesús Arce Cedeño y María Portugués Olivares, eran muy amigos de los papás de Media. Mis papás fueron padrinos de muchos de los hijos de don Carlos y doña Tina, los papás de Media. Ellos vivían en El Alto de Loaiza. Íbamos a visitarlos, y doña Tina hacía pan casero y biscocho para nosotros. Ellos tenían un montón de carajillos. Nosotros éramos seis. Éramos muy allegados a ellos. La familia de Media tenía una finquita de café y nosotros teníamos una finquita muy cerca. Nosotros íbamos a coger café a la finca del papá de Media y ellos iban a coger café a la finca de nosotros. Cuando se terminaba el café, nos íbamos a otras fincas, donde sí ganábamos, porque en las fincas de nuestros papás no nos pagaban nada. Íbamos a la finca La Laja, la finca El Banco (que es donde está ahora este hotel de Media, el Tapantí Media), la finca de los Batalla… El pueblo de Orosí era un caserío. No había alumbrado público. Lo que había era la iglesia, la plaza, la escuela, y unas poquitas casas alrededor. Toda la gente se conocía entre sí. La familia de Media era una familia muy numerosa. Vivían en una condición más desventajosa que nosotros, porque nosotros éramos menos. Lo recuerdo en la escuela. A Media le costaba mucho. Yo estaba más adelantado. Como las familias se visitaban, los papás les decían a mis papás. “Es que este diablo (Media) es muy fogoso, y no le gusta estudiar”. El papá de ellos tenía una mentalidad diferente al papá de nosotros. El papá de Media pensaba que los chiquitos tenían que salir a trabajar, ganarse la vida, aportar a la casa. Mi papá no. Mi papá pensaba que nosotros teníamos que estudiar para salir adelante. Pensaba que teníamos que ayudarle en la finca, pero también teníamos que estudiar, porque estudiar es la única forma de salir de la pobreza. Recuerdo a Media cuando era monaguillo, cuando era jardinero. Era un empleado fijo de la iglesia: hacía los jardines, tocaba las campanas y asistía al padre en la misa. No recuerdo verlo arreglando bicicletas. Pero sí arreglaba bicicletas. Sé que era muy trabajador. Los hermanos eran muy trabajadores. Siempre han sido muy trabajadores. 106
Camilo Rodríguez Chaverri La mamá hacía empanadas de chiverre y pan casero. Ellos salían a venderlo. También vendían copos. Recuerdo a Media cuando era policía. Yo estaba dedicado a los estudios, y no andaba muy cerca de él en ese momento. Pero no por nada en especial, sino porque la vida me tenía en otras cosas. Fue patrullero y encargado de patrullas. Fue mensajero en una compañía emisora de tarjetas de crédito que se llamaba Unicard. Él viajaba de Orosí. Así conoció a mucha gente. A pesar de que ni siquiera cursó estudios de secundaria, es muy desenvuelto, muy entrador. No le da pena hablar. No se cohíbe. Dice palabras mal pronunciadas, mal conjugadas, pero las dice con seguridad. A él no le importa decir lo que dice, ni cómo lo dice. Es muy auténtico. No esconde sus raíces. Él mismo admite su ignorancia. Por ejemplo, le costó mucho sacar el curso de Seguridad Vial. Pero le veo muchas virtudes. Nunca tuvo vergüenza de hablar con la gente. En la mensajería empezó a conocer a mucha gente. Por su sencillez, por ese deseo de irse superando y de ser alguien, se echó al agua. Recuerdo que se echó al agua con un crédito que solicitó. Primero se compró un equipo viejo. Era mucha plata. Estaba asustado. Compró un Toyotilla Mil. Con ese carro se movilizaba a conseguir trabajos. Se le varó el back hoe y no tenía plata para arreglarla. Prácticamente estaba quebrado, iniciando en el campo de los movimientos de tierra. Ya estaba casado. Creo que Flor Garita, su primera esposa, le ayudó bastante. Pienso que, por lo menos, desde el punto de vista de mi percepción, eran una familia muy unida, que iban a misa, que compartían. No sé a lo interno cómo vivían. Pero proyectaban que el de ellos era un matrimonio muy unido. Fue creciendo un poco en la empresa. El negocio le fue funcionando. Poco a poco, fue comprando maquinaria más nueva. De las cosas que admiro en él es su audacia. Otra de las cosas que admiro es que es muy emprendedor. Y es un tipo de mucha fe en Dios, es muy creyente. Si mal no recuerdo, él siguió con su crédito. Era la manera para crecer en esa actividad. Fue comprando máquinas más nuevas. Hubo una época en la que aquel record crediticio que él tenía, en la banca estatal, se demeritó por una crisis que él tuvo a lo interno de la empresa. Eso fue hace unos diez, doce años. 107
La historia de Media Libra Hubo una época en la que aquel record crediticio que él tenía, en la banca estatal, se demeritó por una crisis que él tuvo a lo interno de la empresa. Eso fue hace unos diez, doce años. Fue terminando la década de los noventa, ya casi hacia el año 2000. Me pidió consejo, me pidió ayuda. Yo comencé a ayudarle haciendo un análisis de la empresa, a pesar de que no soy administrador, ni economista, ni contador. Soy abogado. Le hice algunas recomendaciones. Analizamos la situación económica y financiera de la empresa. Pudimos constatar que los activos superaban el pasivo. Entonces le recomendé que había que vender activos, obviamente discriminando los de menor utilidad y uso, para traer recursos frescos a la empresa, e ir pagando las deudas. Hicimos un análisis de lo que él no necesitaba. Le recomendé que vendiera las Cabinas Media Libra, a la entrada del balneario de Orosi. Vendió algunos vehículos que tenía. Se deshizo de algunas máquinas viejas, que le daban mucho problema. Obviamente que se tuvo que despedir gente, porque tenía una planilla muy grande. Se quedó sólo con el personal necesario para operar con lo que se iba a dejar. Así salió adelante. Pagó sus deudas. Una cosa difícil, que sucede con la banca, es que cuando se pierde ese récord crediticio, como que se cierra la puerta. Después de la crisis, no era sujeto de crédito. Eso se superó hasta hace poco. Ahora, nuevamente la banca vuelve a creer en él y en su empresa, y vuelve a ser sujeto de crédito en el sistema bancario nacional. El éxito que él ha tenido se debe a su tenacidad, su visión, su fe, porque Media tiene mucha fe en Dios, y él es muy trabajador. Esas son sus virtudes más fuertes. Ha encontrado en su compañera un gran apoyo. Janeth es una mujer trabajadora, que le ha ayudado mucho. El Hotel Tapantí Media no tendría la consolidación que ha alcanzado si no tuviera a una persona como ella al frente. Me imagino que a Janeth le gusta mucho lo que está haciendo, y cuando a uno le gusta lo que está haciendo, uno quiere dar lo mejor de uno. Como amigo, él ha sido incondicional conmigo. Es una persona en la que se puede confiar. Él escucha, si uno necesita que lo escuchen. Y siempre ve la forma de ayudarle a uno. Él es muy visionario. Cualquier cosa que él se imagina y que lleva adelante, tiene éxito. 108
Camilo Rodríguez Chaverri Cuando compró la casa donde está el hotel, uno no podía creer que pudiera hacer un hotel a partir de lo que había imaginado. Es increíble lo que ha hecho aquí, en el Hotel Tapantí Media. Ahorita, ahorita, puedo decir que este es un negocito consolidado, como cualquier negocio grande de la zona, para fines de semana, para actividades especiales. Ahora genera empleo para mucha gente. El negocio paga su planilla, paga sus cargas sociales, y se mantiene solo. Media Libra no se puede quedar quieto. Es hiperactivo. A veces le he señalado que no comience un proyecto antes de consolidar otro, pero él dice que no, que no puede dejar que pasen las oportunidades. Sabe que en la vida no se presentan dos oportunidades iguales. A veces aparece una sola oportunidad. Yo no soy así. Soy más reflexivo, más crítico, más calculador. Yo soy lento para tomar las decisiones. Él no. Él se lanza de una vez. Dice, “vámonos, adelante”. Él me ha animado muchas veces, para tomar decisiones. Él me ha animado para hacer muchas cosas. Él piensa que mañana nos morimos y qué. Piensa que las cosas hay que hacerlas ya. Esa es la mentalidad de él. Yo le admiro mucho eso. Cuando hizo ese negocio nuevo, de comprar la finca en Tapantí, no tenía la plata, ni un cinco, pero el banco le ayudó. Hace los negocios sin tener la plata. Dice que para hacer los negocios, no se necesita tener plata. También la gente ha confiado mucho en la palabra de él. Es un chavalo en que se puede confiar. El papá le legó eso. La palabra empeñada era muy importante para nuestros padres. No es tanto como firmar documentos, que es como ocurre ahora. Los señores de antes empeñaban su palabra, y eran fieles cumplidores de su palabra. Se embarca con nuevos proyectos, y lo que hace es trabajar más. A las tres y media de la mañana, todos los días, Media Libra ya está levantado. Baja a la oficina, organiza el trabajo del día, y siempre está al frente de los proyectos. Una de las cosas que también le admiro y le critico es que le digo que pare un poquito, que delegue un poquito, pero él trabaja mucho y va adelante con sus proyectos. Si no es con el visto bueno de él, las cosas no caminan. Me parece que el hijo mayor, Roberto, le ha ayudado mucho. Aun así, si hay que hacer algo, en la empresa, Media tiene que autorizarlo. Tal vez si no fuera así, no estaría dónde él está. Hace un uso absoluto de la autoridad. 109
La maestra que le regal贸 el diploma
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La historia de Media Libra
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e llamo Elia Rodríguez Chaverri. Soy maestra. Soy de Orosi. Crecí en Orosi. Mis papás se llamaban Elías Rodríguez Oviedo y Adela Chaverri Picado. Mi papá tuvo un negocio en Orosi que se llamaba La Herediana. Era una pulpería y cantina. Crecí en Orosi, fui a la escuela de Orosi durante tres años y terminé en la Escuela Ascensión Esquivel, porque me vine a vivir con mi abuelita, Mónica Picado, que era oriunda de Paraíso. Estudié en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, y me formé como maestra en la Escuela Normal Superior de Heredia. Fui maestra en Orosí durante veinte años. Ahí fui maestra de Marvin Mora. Ya le decían Media Libra. A toda la familia le dicen Media Libra. Era muy mal estudiante. Le costaba mucho. Pobrecito. Era cerradillo de la cabeza. Y era muy inquieto. Pero yo lo quería montones. Desde cuarto o quinto grado, Marvin se enamoró de una chiquilla, Flor Garita. Yo los regañaba mucho. Creía que a Flor no le iba a resultar Marvin porque era loco, atarantado. Se quedó varios años. El sexto grado se le dio porque en aquella época, se hacía como una constancia en la que los papás se comprometían a no mandarlo al colegio, y esa la condición para darle el sexto grado. Él necesitaba el sexto grado para el trabajito. En Orosi, él trabajó en el convento y después arreglaba bicicletas. Era muy cariñoso. Ellos eran muy pobres. No salía en actos cívicos. Era descalzo. Todavía sigue siendo cariñoso. Donde él me ve, para el carro y me saluda, me abraza. Yo me impresiono de ver cómo él ha surgido a pesar de que viene de una familia tan pobre y a pesar de que le costaba tanto el estudio. Es digno de admirar que haya ido progresando, que haya ido creciendo de escalón en escalón, poco a poco, con base en mucho trabajo.
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El policĂa judicial y el policĂa civil
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La historia de Media Libra Me llamo Luis Fernando Guillén Chávez. Soy oriundo de San Rafael de Oreamuno, Cartago. Soy abogado. Trabajo como fiscal en el Poder Judicial. Mi esposa se llama Ana Victoria Meza Sandoval. Tenemos tres hijos, Mariana, María Laura y Erick Fernando. Conocí a Marvin, a quien por cariño le digo “Media”, allá por 1983 ó 1984. Él estaba en la Guardia Rural de Orosi. En ese momento, yo era policía judicial. En esa época, había una coordinación muy estrecha entre la policía judicial y la policía administrativa. “Media” nos mantenía informados. Era como es ahorita, pero hace veinte años. Sólo que tenía mucho pelo. Es una persona muy amable y muy transparente. Es increíble ver que pasó de policía a mensajero y a empresario, pero no ha cambiado su trato con la gente. Es una persona entregada, servicial. Si él no puede hacerle un favor a usted, directamente, mueve lo que sea. Mi hija mayor tiene retardo mental y parálisis cerebral. Cuando estaba en la Escuela de Enseñanza Especial Carlos Luis Valle Masís, en Oreamuno, creamos un programa de padrinos para niños necesitados. Marvin, Media, me ha ayudado siempre. En ese momento, me daba el dinero sin preguntar ni qué sufría el niño. Nunca conoció a los niños, pero me enviaba el dinero para cada niño. También le he pedido dinero para alguna familia necesitada, y siempre me ha ayudado. Atribuyo su éxito al esfuerzo de él. Es un hombre que se levanta a las tres de la madrugada. Mientras la mayoría de la población duerme, él está trabajando. Cuando todos nos levantamos, él ya tiene varias horas de esfuerzo. Algo que me gusta es que, cuando tiene un proyecto, lo asume como emprendedor, con gran entusiasmo, y le encanta darle trabajo a la gente. Le admiro lo visionario que es. Ve negocios donde nadie los ve. Ve los proyectos donde algunos de nosotros no vemos más allá de la nariz. Es muy inquieto. Con todo respeto, a veces le digo, “Marvin, ¿ya te tomaste tu ritalina?” Creo que nunca ha estado tres horas en un lugar, sin hacer algo. 116
Camilo Rodríguez Chaverri A pesar de ser de una familia de catorce hermanos, y de tener un origen muy sencillo, nunca se conformó con su situación. La felicidad de él es poder ayudarles a sus amigos, es poder ayudarles a las personas que lo necesiten. Es una persona muy valiente. No le da miedo asumir un reto. Cuando iba a comprar la propiedad del hotel, que iba a hacer un restaurante y un hotel, yo le dije, “¿vos estás loco?”. Jamás me imaginé que iba a conseguir algo así. Asume los retos y no deja botados sus proyectos. Prácticamente no sabe leer ni escribir. Ni siquiera pudo terminar el sexto grado, pero ha sido muy emprendedor. Si el día tuviera treinta y cinco horas, él trabajaría treinta horas por día. Marvin no es Marvin sin el sombrero. Es parte de su personalidad. Esté donde esté, él siempre va a andar con su sombrero blanco.
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La compa単era de asiento
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La historia de Media Libra
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e llamo Ana Damaris Quesada Murillo. Soy de Los Ángeles de Cartago. Vivo en Paraíso desde hace veintitrés años. Me vine para Paraíso cuando me casé con Juan Ignacio Sojo Quesada. Conocí a Media Libra en un autobús. Teníamos muchos problemas para ir a San José porque la empresa de buses tenía muchas limitaciones. Había una cultura diferente. No había cultura para hacer filas. En los molotes que se hacían para subir al bus, conocí a Media Libra con otros dos muchachos, Jorge Mata y Rigoberto Solano. Yo viajaba porque trabajaba en la Agencia de Viajes Meliá, en la esquina noroeste de la Plaza de la Cultura. En las filas del bus nos conocimos. Cuando empezaron los problemas serios con los buses, pusieron el servicio del tren a San José. Empecé a ir a San José en tren. Un día les conté. Ellos empezaron a ir en el tren. Marvin siempre ha sido impulsivo. Cuando íbamos en bus, el bus paraba cada cien metros. Un día, Marvin hizo un escándalo porque el bus iba parando, para subir más gente, a pesar de que iba lleno, y de castigo lo bajaron del bus, por donde ahora está Terramall, pero por la calle vieja, porque en ese momento no existía la pista. Él cuenta que tuvo que irse caminando hasta San José. Íbamos dispersos en el bus. Sólo que lo escuchábamos gritando. Media Libra tenía pocos ingresos. Muchas veces teníamos que pagarle los pases del bus. Había que ayudarle. A mí siempre me llamó la atención que llevaba un almuercito en una ollita de loza, con tapa y con una argollita. Lo amarraba con una servilleta de tela. Era una persona muy sencilla, muy humilde, de una familia muy pobre. Los amigos con los que yo lo conocí le tenían mucha consideración. Le ayudaban y lo protegían mucho. Lo único que sabía de él es que era mensajero de Tarjetas Unicard. No estaba casado. Trabajé en San José como seis meses, nada más. Luego me vine a trabajar en el Instituto Tecnológico. Cuando se iba a casar la primera vez, me dijo que se iba a casar. Yo le hice los recuerdos. En realidad, era una persona muy pobre. Quería hacer la boda lo más bonita posible. Me comentó que casi no tenía plata para casarse. Me dijo que la novia soñaba con que tuviéramos recuerdos. Me ha gustado tejer. Se me ocurrió hacerle una canastita pequeñita, tejida, con malín, para envolver unos huevitos blancos, que compré en el Auto Mercado. 120
Camilo Rodríguez Chaverri Pagué a hacer una tarjetita que decía “Flor y Marvin”. Cuando le di ese regalo, creo que hasta lloró. Cuando los tenía listos, se los llevé al bus. Yo era una muchacha muy joven, de diecinueve años. Le di los recuerdos en una bolsa. Se los di un día de antes de casarse. Creo que le di de regalo un juego de sábanas. En realidad, no estaba ni invitada a la boda. Ni siquiera pensé en ir. Yo simplemente guardaba un espacio para él en el bus. Recuerdo que guardaba cuatro espacios. Les guardaba el espacio a Media Libra y sus dos amigos. Lo conocí estando yo soltera. Luego, ya casada, en 1990, mi esposo y yo le compramos nuestro primer carro. Era un Toyota mil, color amarillo huevo. Nuestros amigos lo bautizaron “El Amarillejo”. Mi suegro tenía un depósito de materiales. Llegamos un sábado por la tarde, y ahí estaba Media Libra. El carro tenía una visera polarizada, un rótulo que decía “Media Libra”. Tenía el volante pequeñito, deportivo, y la palanca de las marchas era pequeñita, deportiva. Me quedaba a la medida. Yo era como la otra media libra para el carro. Lo compramos en ciento cincuenta mil colones. Le dije que la condición era que le quitara el polarizado. No sabía por qué tenía ese rótulo. Cuando lo conocí, yo le decía Marvin. No sabía que le decían Media Libra. Los dos amigos con los que lo conocí no le decían Media Libra. Pensé que si yo llegaba con ese carro y ese nombre al Instituto Tecnológico, me iban a bautizar a mí como “Media Libra”. Cuando llegó a entregarnos el carro, Media Libre nos dijo que el carro estaba con toda la pata, pero que sólo tenía un problema, que tenía malo un muñequito, nos dijo él. “Tiene malo el muñequito ese”, dijo, mientras lo señalaba con el dedo por el motor. Era que tenía mala una rótula. Cuando quedé embarazada, llegó el momento en que no pude manejar porque no me cabía la panza. Si acomodaba el asiento para que me cupiera la panza, no me llegaban mis piernas tan cortas hasta los pedales. Luego de la venta del carro, seguimos tratando con Marvin. Mi esposo es ingeniero civil.
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La historia de Media Libra Una vez, hizo un diseño para una urbanización en Parrita, y le dijo a Marvin que participara en la licitación del movimiento de tierras. Él participó y ganó. Después, nos arregló un lote que teníamos, que tuvimos que venderlo porque no contábamos con el dinero para construir ahí. Y cuando, un tiempo más adelante, compramos con mucho esfuerzo otro lote, donde está ahora nuestra casa, resulta que ese lote tenía mucho de estar baldío, por lo que había grandes cantidades de basura. Contratamos a un señor que lo chapeara, y media hora después de empezar, nos llamó para decirnos que no se podía por toda la basura. Y de nuevo viene Media Libra a nuestra historia, porque él se encargó de sacar toda la basura que había en el lote. Había hasta colchones, llantas, sillones y refrigeradoras. La gente de Media Libra sacó cuarenta y cinco vagonetas de basura. Sinceramente, admiro el progreso que él ha tenido. A veces pienso que cómo ha hecho. Es muy difícil generar un capital cómo el que él ha generado. Es muy trabajador. A las cuatro de la mañana ya anda trabajando, en la calle. Lo que tiene, lo que ha hecho, lo ha hecho con base en mucho esfuerzo y trabajo. Marvin partió de cero. Yo lo vi como mensajero en Unicard en el año 1983, y dejé de verlo hasta el año 1990. Fue increíble lo que fue impulsando.
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Este libro fue escrito en Semana Santa del año 2011. Las circunstancias del empresario Marvin Mora pueden ser un tanto diferentes ahora,dado lo dinámico e inquieto que es. El autor del libro, Camilo Rodríguez Chaverri, es periodista y escritor. Tiene veinte años de trabajar en radio, prensa escrita y televisión. Es autor de más de cien libros.
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