Mont mapía

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María Pía es una estrella que nació de nuevo. Nació de la fuente viva de una mujer. Se derramó como una sirena del océano. Es una estrella con dos pedazos de mar para ver. María Pía es una estrella clavada en mí. Tiene el mar en dos pedazos de cielo por los que mira. Ella es el cielo que puedo alzar, que puedo asir con mis brazos. María Pía es una luna grande, una luna que no cupo en la noche. María Pía nació mujer, nació luna, nació estrella.

Camilo Rodríguez Chaverri es periodista y escritor. Tiene veinte años de trabajar en radio, televisión y prensa escrita. Ha publicado más de cien libros. 43

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María Pía es una semilla. La moja la lluvia en miniatura que cae en Cervantes. Es semilla florecida. Una flor recién nacida. María Pía es una semilla con dos rincones de cielo. La semilla abre los ojos y hay tres cielos: las dos gotas de azul son mis fincas de cielo. El otro es el cielo de la luna, una luna como ella.

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Que la fe pueda en ella mucho más que las tinieblas. Haya siempre grandeza en su pequeñez. Haya luz para ella bajo el cielo que te pertenece. María, tuyo es mi asombro, tuya mi esperanza, tuyo mi tesoro más grande, el tesoro pleno. Tuya es María Pía. Te la dejo a tus pies. Es dejarla a los pies de mi reina.

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María Pía abre y cierra la mano para que la alce. Su mano es una flor que se abre y se cierra mil veces por la noche. Es un pulpo diminuto que baila con la luz que hace un hueco en el agua. Es un inusual pájaro hermosísimo que va formando una boca con su vuelo. Se traga el viento y lo convierte en luz, el pájaro a su paso. Abre y cierra la mano María Pía como se abre y se cierra la lengua del mar, y soy la arena que recibe el abrazo de las olas frenética, asombrada, siempre lista para una nueva embestida. Abre y cierra la mano, y esa mano es, como nunca antes, del tamaño de este corazón que me palpita.

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Después del baño, María Pía agita las piernas con alegría. Es como si chapuceara en el vacío. Es como si anduviera en una bicicleta invisible. Sus pies le dan vuelta a un molino de viento que va dejando burbujas de colores. Sólo ella y yo lo sabemos.

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No hay agua que no detengas. No hay fuego que no apagues, María. Mi hija a tus pies es una flor invencible, una criatura que no puede marchitarse. María Pía bajo tu sombra está más segura que bajo un ejército. Los ángeles corren a tus pies al mismo tiempo que mis palabras. Ángeles y arcángeles vuelan en el aire que Tú respiras. La pongo a tus pies para que la consagres. La dejo a tu lado para que la cuides. Tú, la llamada de los milagros, el acontecimiento sobre las llamas. Tú, la fuerza de los vientos, el idioma de Dios en mi memoria. Tú, el silencio de la noche, y la mañana siempre nueva. En tus manos, mi hija siempre será una planta fresca. Bajo tu aroma, crecerá y echará raíces. Soplas sobre ella y florece. Llueves rayos y ella está llena. Que no le falten pruebas. No importa. Que no le falten fuerzas. 41


Nada malo le ocurrirá bajo tu amparo, Señora. Que sea feliz, que sea serena, que nunca se conforme, que sea rebelde ante el dolor y las penas. No haya sobre su vida nubarrones ni piedras. Que pueda esquivar todos los golpes. Que se levante después de cada caída. Que no haya palabras sobre ella más fuertes que tu respaldo celeste. Que no haya maldición posible sobre sus hombros o ante sus ojos. Te la consagro con mi fe sin preguntas, con mi fe que tiene todas las respuestas, con mi firme certeza de tu poder, del poder de tu hijo, sobre los cielos y la tierra. No hay montaña más fuerte que Tú, no hay tormenta que te derribe, no hay tragedia que te toque, no hay estrella que te opaque. María, pongo a tus pies a mi hija. La pongo a tus pies con los ojos cerrados. Puedo firmarte todos tus planes para ella. Puedo poner a tus pies todos los ríos. 40

María Pía abre los ojos y me inunda el mar. Se estira como un pájaro enorme. Se encoge como un oso que hiberna. Se acuesta encima de su madre, se desliza sobre ella como un delfín recién nacido. María Pía cierra los ojos. El mar se devuelve. Yo quedo mojado y feliz.

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El aroma de María Pía viaja con el viento. Me llega de Cervantes. Me persigue por la ciudad. Vence al humo. Es más fuerte que los olores de la capital. Jinetea todas las corrientes de aire. Es un aroma domador. Llega hasta mí, invencible, fresco. El aroma es terrenal. Juraría que llega hasta mí sonriendo.

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María, pongo a María Pía a tus pies, con flores para Ti, con su sonrisa, con su asombro. Azules son sus ojos como tu cielo, azul su alma, pura como tu manto. María, te pido que no caiga un rayo sobre ella, ni haya sombras, ni trampas, ni fuego. Que pueda saltarse todas las barreras. Que pueda volar en sus sueños. Oh, María, blanca y pulcra, y morena, y negra, y de todos los colores, te la consagro a Ti, Madre mía, y madre de mi madre, y madre de mi hija. La pongo a tus pies con mis luces y mis sombras, con mis dudas y mis temores, con mis plegarias y mis miedos. La dejo a buen resguardo, en tu manto poderoso. 39


María Pía se ríe mientras sueña. En sus sueños el sol tiene alas, la luna tiene ojos, el arco iris termina en un río. Un río se conecta con el cielo y el arco iris besa sus pies en el agua en la que ella se mira.

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Me tira un beso María Pía, y se llena el aire de burbujas. Frunce sus labios de un año de vida e inventa para mí todo de nuevo. Nace el mundo en su primer beso. Nace la vida por su boca. Su beso es una flor que nace cada cierto tiempo.

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María Pía se carcajea. Hacen gárgaras los pájaros en su boca. Sus dientes son árboles jóvenes, felices. Su risa es una pequeña sandía que no se descompone.

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María Pía lleva un mar por dentro. Sus olas agitan el mundo a su paso. Suena la música y ella pone a vibrar el agua que le alumbra los huesos. No hay manejar de evadir el peso al abrir sus compuertas. María Pía se pone a bailar e inunda mis días y mis noches.

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María Pía abraza un árbol. Las ramas sudan. Las copas levantan la frente. Cada árbol que ella abraza parece un caballo de paso, un cisne en el agua.

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Ríe María Pía. Le hace cosquillas a las piedras. Desata los vientos que quieren entrar por la ventana. Hace que llueva bajo el sol. El arco iris asoma la nariz Y estornuda una pequeña nube rosada cuando ríe María Pía.

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Como si la vida fuera una pantalla y todo estuviera ocurriendo en una cinta que pasa, está María Pía en un recuadro, siempre presente, en una esquina de mi vista, en un rincón siempre vivo, de cada minuto en mi cabeza.

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María Pía nació en el fondo de un río. La besaron los peces cuando estaba pequeña. Su piel tiene una luz como la que se ve desde el piso molido de un río después de una cabeza de agua.

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María Pía es una montaña que anda, Es un río que mira. Es una caída de agua que sonríe. Una cascada que ruge. María Pía es un misterio. También es la única respuesta para ese misterio.

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María Pía es la bandera en mi cielo. Es el escudo que me protege de la tormenta. Es la pared imaginaria que detiene al ventolero. La sombrilla de flores que me cubre del sol, la oración viva que me salva de las dudas.

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María Pía tiene una risa musical. Se ríe y es un jilguero en el bosque, es un arroyo que acaba de despertar, es un abrazo con alas, una semilla que vuela y explota en colores, que sopla Dios hasta mí.

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María Pía tiene fuego bajo los pies. Puede quemar el sitio por donde pasa. Su huella es un dibujo en el paisaje que recorro. Tiene en los pies un fierro para el planeta. No dejo rastro. Parece como si volara a su lado.

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María Pía llueve su risa. Llueve sus ojos. Llueve su luz. Tanta agua me llena, te llena. Hay un fenómeno atmosférico Encima de ella. Me moja, me empapa, cuando se ríe y me mira.

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María Pía es una estrella de mar. Cae a los pies de mis pasos. Se me atraviesa en los ojos. Llega con el agua dulce. Le quita la sal a las olas. Brinca hacia el origen de las aguas. Salta contra todas mis corrientes. Se pone colorada, como si fuera un salmón. Tiene el azul en el centro de la memoria. María Pía es una estrella de mar. Aprendió a volar. Se atravesó para siempre en mi cielo. Siempre es de día cuando la recuerdo.

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María Pía sólo quiere sopa. Yo quiero para ella el arroz de una laguna, frijoles de mar, carne suavizada en una catarata, y todas las sopas buenas, todos los ríos hechos sopa. el mar entero en un plato para María Pía.

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María Pía se baña en el río. Los peces saltan a la orilla. Los lagartos salen, apresurados. Los pájaros se acercan, de rama en rama. Por primera vez han visto una sirena recién nacida, una sirena de río.

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María Pía sopla. El viento es una alfombra. Su aroma se riega. Es un contagio místico. María Pía camina por un potrero, el pasto baila, se agita, restriega sus hojas. Parece que camina el viento, que tiene pies.

María Pía sonríe. Se tapa la cara. ¿Sabrá que se tiñe de estrellas? ¿Sabrá que hay peces en su risa? ¿Sabe que el mar nace en sus ojos? María Pía sonríe y yo nado feliz en su azul profundo.

El aroma de María Pía puso a bailar, a saltar, a nadar, todo lo vivo que huele.

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Tus ojos son dos pájaros blancos Dos palomas con una hoja de olivo en cada ojo. Vuelo con tus ojos cuando te mezo en la vieja hamaca de la casa de tus abuelos.

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María Pía aprieta mi mano en la suya, sus pedacitos de dedo me crecen por dentro. Tienen tentáculos de miel. Son riachuelos con electricidad, aguas que me atraviesan. Encuentran puerto por doquier en mí. Su dulzura abre una puerta ante cada pregunta mía.

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María Pía lleva una antorcha. Nadie la ve. La esconde el viento. Te acercas a ella y el calor la delata.

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María Pía ruge, ni habla, pero ruge. Suelta la voz del tigre de su abuelo y huye la vieja gata de su casa. Mejor que corra. Ese animal que suena en la boca de María Pía quiere comerse y beberse la vida entera. María Pía ruge y mece sus manos hechas un puño sobre el pecho. La niña que ruge como tigre se lanza al patio, vestida de Heidy de los Alpes, besa el pasto mientras descubre la vida, una hija de la selva, una amazona en la hamaca de madera, la versión más bella de Tarzán, aunque sólo sea para mí y para la gata de la abuela.

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María Pía se mece sobre el mar aunque sea en el patio de su casa. Su vieja hamaca de madera es una nave espacial, un barco mágico, un avión que agita las alas, un pájaro de hierro que ama besar las olas con la panza. Se mece en su vieja hamaca que fue la hamaca de su madre. Le da cortas pataditas al viento. No sabe las tormentas, los ventarrones, las ventoleras, los huracanes, que esas pataditas inocentes provocan ahora sobre el mar, en las nubes y en estos recuerdos.

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María Pía fue a pasear a Caño Negro. Lulo la llevó en su panga. Peinaron el Río Frío. Los caimanes se secaban al sol, y las tortugas y las iguanas. No hay electricidad ni agua potable en el rancho donde viven Lulo y Ruth, su esposa maleku. Lulo cría chanchos sueltos en potreros. María Pía correteó con los chanchos. Como si fueran perritos. A los meses fui yo. María Pía lo dejó todo pringado de azul

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Envío una legión de ángeles que te cuide y que te espere, María Pía. Que ande como una nube de flores sobre tu cabeza. Que anide en ti, te cuide y produzca música para tus oídos. Que sean ángeles y pájaros multicolores. Que sean como estrellas que abren los ojos en la oscuridad del campo. Que sean guirnaldas para tu cabeza. Que sean sombrillas para los temporales y puentes, ante los abismos. Ángeles y escudos. Ángeles y guerreros.

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¿Quién más juega en ese columpio

cuando juega María Pía? Juegan Miguelito y Johnny, mis amigos, y Stephanie, la chiquita chocolate de mi niñez. Juego yo. Juega mi niñez de Cervantes. Es el viento de entonces. La bruma. El gris que se come al día. Mira de lejos mi abuelo Joaquín. Papi era mi abuelo Joaquín. Sigue siendo en mi memoria. Papi, María Pía, te mira desde una nube. Papi te silba, se ríe, golpea su anillo sobre una piedra voladora, golpea su anillo como cuando yo era un niño, y la música de ese golpe del anillo arrulla a María Pía que se viene del columpio y se dispone a dormir para seguir soñando.

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Si esos ojos son del cielo ahora soy un pájaro. Si esos son ojos son del mar, soy un animal curioso, un bicho para todo terreno. Esos ojos me descubren, me inventan. Volví a nacer en los ojos de mi hija.

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Iba caminando con María Pía en brazos. Resbalé en una acera mojada y fuimos a dar al suelo. En un segundo abracé su cabeza. La llevé hacia mí. Sólo yo toqué el piso. Me rompí las rodillas, quedé lleno de raspones y moretones en las piernas, la cadera, la espalda. Este es un poema escrito con el cuerpo.

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Mide menos de un metro, pesa pocos kilos, llega a mis rodillas cuando me abraza, es más grande que todos los árboles, más fuerte que todas las tormentas, me tomó las riendas, me volcó a su lado, puso todas mis velas en dirección a sus vientos, María Pía tiene un año, me cambió todas las rutas, sopló e hizo añicos mis puertos, arrancó las puertas con su risa, todas mis carabelas llegan a sus manos, y en sus ojos veo a Dios.

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María Pía señala una almohada al lado de la suya. La toca y me mira. Me invita a dormir a su lado. Una sonrisa se me clavó adentro. Fue un sabroso desbarajuste de mis emociones. La poesía es lo que no se puede explicar.

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María Pía camina en el kiosco del pueblo. Estoy sentado en las gradas. Camina hasta mí. Detrás están las montañas azules. Azul es el viento que la despeina. Me dice papá. Yo también me pongo azul, y rojo, y verde, y de todos los colores. Soy de los colores que María Pía quiera.

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María Pía es un obelisco. Una catedral que crece sola con el tiempo Un árbol que llevo por traje. Sus ramas me crecen por dentro cuando me mira.

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María Pía

Camilo Rodríguez Chaverri Editorial Maya & P.Z.


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