Pareja de noé

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Pareja de Noé Camilo Rodríguez Chaverri

Poesía


De cerca


1 Cientos de besos estampo por cada peca de tu cuerpo. No es una exageración. Son más besos que las habitaciones que tiene el Vaticano, la cantidad de niños que mueren de hambre por año, las mujeres a quienes matan sus compañeros. Pero no cabe aquí la denuncia social. Varios cientos de besos quiero ponerte en el cuerpo. Serán tinta que forma un mapa en tu piel. Van y vienen los besos. Se topan de camino. No cabrían en un estadio. Son más besos que graznidos en el cielo, que aletazos ante un disparo a las nubes. Tantos, tantos besos que te dejo tatuado el cuerpo. La huella de los besos será marca indeleble, como la que dejan ciertas enfermedades incurables.


2 El cielo se tomó una foto y puso el negativo en tu cara. Retrata una noche con miles de estrellas. Parecen pequeños ojos mirones. Su vocación las hermana con los búhos. Son camanances por donde se escapa la luz. Las constelaciones caben en tu piel. Lo único distinto es que aparecen dos lunas. Son el asombro en la gráfica de este instante. Desaparecen al mismo tiempo cuando te duermes.


3 Fueron polvos mágicos o alguna fragancia especial, mal de ojo o un hechizo pagado a hacer. Fue un “trabajo” a la medida, dirían en el campo. Me lo embarraste con disimulo al bailar. Mándale a decir a quien te ayudó a atraparme con algún saumerio de otra época que le quedo agradecido, que con sólo tu boca me siento recompensado del susto. Bastó con que me pusieras una mano encima como si fuera un juguete viejo y descosido que encontraste mucho después de la niñez. También me reconociste al instante. Caigo en la cuenta. Eres el embrujo.


4 Antes de ti estaba lleno de malezas, de bichos que se comían los plantíos y las flores. Llegaste como un temporal. Se fueron para siempre las plagas del suelo. Estoy listo para que plantes aquí un jardín a tu gusto y coseches conmigo los frutos de la tierra.


5 Lo mejor que tienes es algo tan tuyo como mío. No me recuerdas a nadie y nadie es mejor que tú en mis recuerdos. Estás mucho mejor que todos los fantasmas de mi memoria. No te tengo miedo por ello.


6 He andado muchas veces por esta carretera, he visto estas montaĂąas, las formas de los ĂĄrboles, los verdes y los azules que nacen con el dĂ­a. Hasta hoy me detengo a celebrar tanta belleza. Tu mano en mi rodilla, a lo largo de este viaje, ha hecho la diferencia.


7 Cuando me miras se le abre el pecho al cielo y de cada estrella caen semillas. Nos toca hacer la siembra. Tengo el espeque. Tienes la era. El cielo nos dio lo que nos faltaba. Se lo debemos a tus ojos.


8 Cuando estaba pequeño, en un turno mi papá se quedó viendo a una muchacha. Andábamos solos, él y yo. La muchacha estaba tan bella que lo acompañé, mirándola mucho. Ese día, mis ojos conocieron un nuevo aroma. Sin saber, en aquel momento me convertí a una religión donde se venera la belleza de las mujeres. Un cuarto de siglo después, lo recordé cuando te vi. Tal vez tú seas mi último sacramento.


9 Te soñé después de leer alguna leyenda indígena. Hice un retrato en mi memoria. Quién sabe cuánto tiempo después te vi en un baile. Ya te estaban esperando mi historia y mis recuerdos.


10 Te veĂ­a en las procesiones de Semana Santa. Te llevaban en hombros. Una multitud de hombres te perseguĂ­a Vienen tras tu pureza. Lo siento mucho por ellos. Llegaron tarde a la cita.


11 Es mentira que esta piel y la tuya no se conocían. Alguien, en otra época, nos juntó para siempre. No alcanza un mes, ni un año, ni diez, ni quince, para aprender a desatar corrientes como cuando me besas. Es trabajo del tiempo. Tu boca es una coordenada de mi anterior paso por la muerte…


12 Dormida no me perteneces. No le perteneces a nadie. Dormida s贸lo te faltan la corona y el trono. Dormida no est谩s a mi alcance, aunque me recuerdes a algunas frutas maduras. No te reconozco. Te venero.


De lejos


1 Entiendo que hasta el mar me envidie cuando se ve en tus ojos.


2 ÂżSabrĂĄ el cielo que tus ojos lo resumen y lo superan?


3 Tarareo tu nombre. Es como respirar pensando en el aire.



4 Cinco rĂ­os te desembocan en cada mano. Los pones a reposar en mi pecho. antes de apagarte.


5 Te propongo un bolero hasta que la muerte nos separe.


6 Te estรกn llamando las flores, el canto de los pรกjaros, los lugares que frecuento. Te llaman hasta los paisajes en los que nunca has estado Ya no estรกn listos para mi vista sin ti.


7 Me estorba algo en el estómago. Los médicos no podrían diagnosticarlo. Es un vacío de mariposas, Lo deja la ausencia de alas aquí adentro. Todas se fueron con tu boca.


8 Este cuerpo es una guitarra que descubriste. Ahora no suena. Llora. Te quedaste con las cuerdas.


9 Naufrago en un mar de gente sin ti. Para nadar, me faltan tus brazos.


10 ¿Qué estarás viendo en el horizonte a esta hora? ¿Con quién comentarás los colores de la tarde? ¿Quién celebrará tus ocurrencias a punto de parir palabras? ¿Con quién se aparean tus sonidos si, a lo lejos, no es mío lo que dice tu boca?


11 De nada me vale quejarme porque te me metiste hasta por las orejas. De nada sirve que te alejen las circunstancias del día Soy una piedra que sacan de un río después de muchos años: el paso de tu corriente zanjó un camino en mí. Te pareces a la viruela. Dejas una huella para siempre.


12 No sé qué hago a este lado del mundo, mientras estás sentada en la boca de algún atardecer, o colgando de una nube, columpiándote en la luna menguante, o integrada al paisaje en cualquier potrero. No sé qué puedo hacer lejos de tus ojos. Son el único espejo en que me encuentro.


13 Si no puedo verte, tus recuerdos me tiran piedras. Me llueven encima sapos y culebras. Al otro lado del telĂŠfono, eres el Ăşnico cielo que me importa.


14 ¿Qué hace el viento con tus manos? ¿Dónde están las heridas que pusiste en el paisaje? ¿Tienes nuevas formas de imaginar las ventanas? Cuando no estás aquí, ¿te enteras del dolor de la noche, de su afán por llorar? Somos dos, la noche y yo.


15 No me alcanza con todos los poemas para abrazarte de lejos. Lo pienso mientras te escribo en una servilleta. La dejo sobre un plato sucio. Salgo del restaurante con la misma desaz贸n por dentro.


16 Si te fueras, no podrĂ­a ni tocarte con la palabra. No eres culpable de tu luz ni de los ĂĄngeles que vuelan sobre tu cabeza. No le debes a nadie las persianas que tienes por dentro. En lugar de una tumba, te prometo un altar.


17 La lluvia baja los brazos y cierra los ojos en esta esquina de la conciencia. Estoy a este lado y no te encuentro en las faldas de la noche. Todo se quema en la oscuridad sin ti.


18 La lluvia de San Carlos, en el norte de Costa Rica, es diferente a todas las lluvias. Un poeta, aunque sea malo, puede notarlo. Antes lo celebraba sin entenderlo. Suele suceder. Es el misterio, siempre bello, de algunos encantamientos. La respuesta me lleg贸 contigo. Fue un derrumbe de dados. Hasta la lluvia tiene un sobresalto cuando te toca. Hasta las gotas se estremecen con tu piel.


De adentro


1 Entiendo la furia del viento que quiere botar las paredes. Comprendo la locura de la ola. Se impulsan las aguas para llegar hasta el patio. Las gaviotas se pelean los รกrboles del vecindario. Los pรกjaros grandes desean salir corriendo. Las nubes son caballos con alas. Miles de animales pierden las coordenadas del cielo. Te presentimos. Como un terremoto, eres demoledora.


2 Me envidian los seres del bosque. Se les nota cuando me miran. No es mi culpa tu belleza.


3 Caen verdes las hojas de los árboles. No respetan el ciclo natural de la vida. Se lanzan. Parecen peces que saltan del río cuando envenenan las aguas. Ocurre cuando corremos por estos senderos. Los árboles quieren besar tus pies. La ansiedad que provocas destroza las leyes del ambiente. Si estos árboles fueron hombres les dejaron para siempre la mirada.


4 Contra el fuego que cierra los ojos, contra la marea sorda que nos da la espalda sorda, contra la sequĂ­a, contra el dolor, contra el temporal, contra la pereza, tu sonrisa, como una puerta, un ventanario, un escudo, una soga, tu sonrisa, un vendaval de estrellas. Tu sonrisa mata espantos, canta con las sirenas, y pone el azul del cielo en el corazĂłn de la llama. Es el Ăşnico extintor para mi desgracia.


5 Como una diosa indígena, serás el antídoto para las plagas que caigan sobre mí en la tierra.


5 Ni las mujeres pintadas por Bertheau tienen la dignidad que se te nota ahí sentada en cualquier silla de este museo. Pareces salida de una pared. Eres la versión original, y la mejor, de las mujeres que después pintó Rafa Fernández. Estás iluminada por el misterio de tus sobresaltos. Eres una reina que perdió la corona en otra vida. El reino lo tienes en mis ojos. El talento de Dios se nota en tu postura. Ahí sentada, desde todas las pinturas te miran con envidia. Eres una obra de arte que camina.


Desde afuera Hay cierta dignidad que s贸lo la tienen los vencidos. Jorge Luis Borges En el amor perdemos porque los dos ganamos; ganamos porque los dos perdemos. Mario Benedetti


1 Te fuiste como el agua se va cuando el mar retrocede. Estaba feliz con los pies en tu arena. Soñaba la ola con un nuevo código entre los dedos. Corrió el destino las sábanas cristalinas y me dejó al descubierto. Hay que esperar que amanezca de nuevo… Aguardo al mar de regreso, porque va y viene, indeciso. Esperaré tirado a la orilla, viendo al cielo, para engañarlo. Que crea que me conformo con una estrella fugaz, que se imagine que me basta con el asombro.


2 Tendría que arrancarme los brazos y las piernas, desprenderme de la piel como se le quita el cuero a las reses, cortarme los músculos con la precisión de un carnicero… Tendría que dejar esta existencia y también estos pellejos para sacarme de adentro la espada que dejaste ahí como una flor sobre una tumba.


3 Una culebra me anda entre los huesos, sube por mi espinazo, se asoma por los hombros y las uñas, riega su veneno aquí adentro. Ahora sé que entró con mi consentimiento. Parecía inocente e inofensiva. Vino de tus labios con el último beso.


4 Tengo que lanzarle gritos a la noche, decirle a la luna que no está tan bella, invocar a la lluvia para que se lleve los rumores de las sombras. Paso entre los árboles y parecen decirme pobre hombre ese… Todo fue armonía. No puedo cantarle al caos. Ahí donde está la herida, la sangre encontró su boca, y a cada rato escucho tu nombre. Me tapo los oídos para no escuchar cómo te invocan. De nada sirve. Yo cargo con los lamentos.


5 Entre las siguientes dimensiones cabe todo mi amor posible: 1,72 de altura, 130 libras de peso, 89 de busto, 95 de cintura y 97 de cadera. Es lo m谩s cercano que conocen mis manos a lo que llaman perfecci贸n.


6 Tengo muchas puertas al frente. S贸lo puedo abrir algunas. Es un misterio. Hay derecho a equivocarse. Quien yerra, debe correr a cerrar la puerta. No perdonan que uno deje abierta la puerta incorrecta. Cuando se titubea, todos los caminos se convierten en el camino equivocado. El poeta tiene derecho a contar la historia, pero no la moraleja. Contigo todas las puertas aplauden y sonr铆en. S贸lo la magia puede tanto como el misterio.


7 Una sonrisa me delata. DespuĂŠs del naufragio de anoche, no me cabe tu olor por la nariz. La boca le ayuda a respirar. Entre los dientes se me nota la alegrĂ­a.


8 Desde dónde tú, con quién llegaste, cómo fue que la tierra y el cielo te dejaron aquí, con un canasto de flores, en la puerta de mi asombro.


9 Te me metiste como un tiro en el pecho. La sangre sale. El coraz贸n la escupe. No puede bombear y decir tu nombre al mismo tiempo.


10 Lluvioso serĂ­a un exilio de ti.


11 No alcanzo a levantar vuelo. Fuiste viento y desbandada. Yo te invento en el cielo pero al paisaje no lo engaño fácilmente. Si no estás aquí, de nada sirven estas alas.


12 Al amanecer, había desaparecido todo lo que conocía… Ya no era silla la silla, ni ballena la ballena. Tuve que empezar por ponerle nombre a lo que iba descubriendo. La demolición de lo que miraba antes surgió de mí. El vacío de aquí adentro se extrapoló al horizonte. Desde tu huida, todo cambió en este paisaje para siempre.


13 Hay un viento secreto, inescrutable. Camina como brisa sobre este pellejo. Serpentea antes de la tormenta. Es la señal que necesitan los animales para salir corriendo. Soy el dueño de estos cueros. No los puedo abandonar en una esquina. Me tocan la fiebre y la pena. No tengo derecho a transferir mis dolores. No importa la derrota sobre este poeta. Al final, me pertenece esta dignidad de no perderme. Es mía esta pobreza, mío este dolor, mías estas palabras. También me pertenece este dolor, aunque muera.


14 Te regalé una hoja con forma de corazón. Ahora que me llevo mis cosas, ahora que te quedás con el esqueleto vivo de lo que fuimos, no podría llevármela porque está clavada en la pared de tu casa. El lugar en que vivís respira y palpita a través de esta hoja. Tendrías que quemar este apartamento para terminar de matarme. Aún así, no te prometo renunciar a tus sombras.


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