Retrato hablado de fantasmas
Camilo Rodríguez Chaverri Maya & P.Z. Colección “Mis cien libros”
Primera Parte. Los otros nombres de la nostalgia Segunda Parte. Gatilla Tercera Parte. Eva
Los otros nombres de la nostalgia
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Diana, el viento Diana le puso nombre al viento. El viento toca con sus dedos a los árboles. Las copas y las ramas se ponen a cantar su recuerdo. El viento peina los pastos. Y es el cabello de ella en el monte. Cada vez que llega a mí con su susurro entre las manos el viento me dice su nombre. Fue el inicio de todo. Fue la primera puerta. La abrí y nunca se ha cerrado. Es una puerta que miro de lejos. Una puerta que navega sobre el mar. Una puerta que vuela como un papalote. Una puerta en mi costado. Una puerta en el vientre. El viento toca la puerta. El toc toc resuena aquí adentro. Diana le puso nombre al amor y al caos. No le he puesto su nombre al olvido.
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Marcia, el mar Con Marcia conoc铆 el mar. Es la forma femenina de la abundancia. Es rosada y azul a la vez. Marcia se guinda del cielo y hay competencia para las gaviotas. Ella fue un fen贸meno de la naturaleza. Un eclipse. Un tsunami. Una tormenta tropical. Todo cambi贸 para siempre.
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Marcia, cambio de era Marcia fue una sorpresa, una estrella fugaz, un avistamiento de objetos curiosos en el cielo. Basta con decir que fue un terremoto. Su paso dur贸 muy poco. Su presencia dej贸 todo patas arriba. Todav铆a me estoy reponiendo.
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Alba Luz, llamarón Alba Luz es el nombre propio del amanecer. No es mi culpa. No fui yo el de la idea. Su nombre es un cañón de guerra. Dejó un hueco en el centro de esta pared que respira. No me derribó. Quedó un orificio insalvable. Su paso es una huella de piedra, una cicatriz que camina para el frente, con la frente muy en alto.
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Geo, el asombro Con Geo llegaron los animales vestidos de fantasía. Ella hablaba con la luna. Con sus dedos acomodaba los astros del cielo. Los días de lluvia sentía dolor por las vacas. Quería cobijarlas en el potrero. Con Geo, llegaron los peces a este mar. En su vientre saltaban los delfines. Destendí en ella una falla tectónica. Nos regaló el tiempo un enjambre sísmico. Su paso fue telúrico.
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Sylvia, la cúspide Con Sylvia fui a las montañas empinadas. Nos bañamos en los mares peligrosos. Nos zambullimos en las pozas verdes y azules. Nos lanzamos en bote sobre los ríos fogosos. Anduvimos corriendo sobre los cables de la electricidad. Caminamos al lado de los volcanes. No le tuvimos miedo al abismo. Nos fuimos de paseo a las cavernas. Nos escondimos en una cueva. La altura era un juguete para nosotros. Sylvia era un cráter escondido entre la maleza. En ella descubrí una fuente de aguas termales. Sus poderes mágicos me curaron de espantos.
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Dehiry, el rescate Con Dehiry, rescaté a mi pueblo de los escombros. De nuevo fue azul el verde de lo que crece. De nuevo fue de oro el paso del sol por la montaña. De nuevo encontré leyendas en las historias de su gente. Ahora todo huele a ella en el pueblo. Todo sabe a ella en los recuerdos. Rescaté a un pueblo pero no me pertenece. El pueblo que tengo ahora es de Dehiry.
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Dehiry, despertar de la poesía Todas las mañanas le dejaba un sobre con poemas entre las hojas de los árboles. En su jardín yacían, apenas dormidos, los montoncitos de tesoros escritos por grandes poetas. Cuando ella los leía, en sus ojos nacían los secretos descifrados por los curanderos del tiempo. Todos los poetas dormían a sus pies.
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Evelyn, la lluvia Una cabeza de agua anunciaba con su boca de escritora. Ella contaba cuentos con su risa de niña traviesa. Yo le contaba las olas, los caracoles, los hilos de la espuma. Ella reía con sus cuentos inventados. Yo seguía de rodillas, atajando su mar a ciegas. Palos y piedras traía un río hasta desembocar aquí. Teníamos naufragios felices. No la interrumpía la lluvia. Sobreviví a la inundación para contarlo.
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Kyra, el silencio Kyra fue un temporal. Lo mojó todo. El paisaje parecía recién salido del mar. Las flores tuvieron alas de colores. El verde se llenó de adjetivos. Después de un chaparrón, se fue con su miel oculta. Llegó con una llovizna, se fue con un llanto en las manos. Al principio creí que era un hada. Como un hada voló por el bosque. Nunca salió del sueño. Se la llevó el viento.
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María Inés, espejo de la noche Tiene un mapa en el cuerpo. Todas las rutas llevan a una sorpresa. Hay un oasis cuando parece que llegó el desierto. Hay cilampa cuando amenaza la sequía. Su boca era una costa. Encontré montañas gemelas, cúspides de nieve, acantilados. Su risa desencadena un trepidar de huellas. Antes de mis manos, llegó a ella la luna. En cada hoyo que le hizo al mirarla luego la noche puso una estrella. Fue un campo de velas encendidas. Fue un cielo con los ojos abiertos de los astros. Un cielo visto a bocados desde el mar. Su nombre secreto es Marina.
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Zahyra, calidez chorotega Zahyra tiene una playa en los ojos. Se ríe y abre una bocanada de viento. Zahyra es la brisa en el verano. Es la calidez que no sofoca. Fue mi aterrizaje feliz en la pampa. Fue el único vuelo placentero. A media altura, divisé con ella el horizonte. Fue una estación de paso por la paz. Fue el abrazo escrito en la memoria. Sigue siendo una cascada. Su presencia no se seca.
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Mónica, descifrar el poema Escondía poemas en los dedos de los pies. Tenía metáforas en los sitios escondidos. Su belleza llegaba a las axilas y los codos. Era una luz sostenida sobre la tierra. Era una ventana llena de cielo. Era la luna que hablaba con voz baja. Como la luna, tenía cuatro estaciones. La quise en el otoño. La celebré en el verano. Ella fue una primavera. Y en el invierno, hibernó para siempre. Duerme su leyenda.
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Alejandra, el primer vuelo La vi y caí en un caño. Iba caminando por una acera. Nadie me preparó para enfrentarme a su belleza. Fue encontrarme con una centella. Fue la locura para mis ojos. No podía retener su rostro. Nadie está listo para que lo metan en un cuento de muñecas. Con sus 16 años, Alejandra era la princesa escapada de una leyenda. Yo tenía 13. Fue la única vez que quise ser un príncipe azul.
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Nury, encender el fuego Yo leía poemas de Debravo y de Neruda. Nunca había escrito. Ella me pidió un poema. Estábamos en el colegio. Cuando llovía, se le mojaba la blusa. Cuando llovía con viento, le volaba la falda. Le escribí muchos versos asustados. Ella me abrió el cielo y no han dejado de lloverme las palabras. Le agradezco el fuego que encendió. He llevado leña de otros bosques. La hoguera sigue despierta.
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Marjorie, alas de la memoria Marjorie vivía al lado de un río. Pasaba un portón y estaba en un mundo paralelo. Los pájaros hablaban, los tigres saltaban por las piedras, entre el agua. Las serpientes tienen alas y los peces suben a los árboles de la orilla. Desde las ramas, se zambullen en las pozas, felices. Marjorie creía en los duendes. Eran los peces que trepaban a las copas más altas y los pájaros hablantines. Para ella, las pozas escondían una música entre las piedras del fondo. Marjorie era un espíritu libre del bosque, una ninfa. Fui un gnomo en los brazos cálidos, en el candor de su adolescencia. La leyenda se fue de mi pueblo a los años y un infame hotelito de esquina sepultó aquel universo que la lluvia siempre mantuvo en secreto.
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Grettel, la leyenda Grettel salió de una película. Me llevó de la mano por las esquinas del cuerpo. Dibujó raíces en mi pecho. Esculpió las columnas de su templo entre mi nido de vellos. Me mostró el camino oculto de sus silencios. Me llevó a la cabaña escondida por el tiempo. La ternura se vistió con su cuerpo. Anduvimos descalzos. Dejamos la ropa entre el monte. Sus piernas y sus brazos fueron gradas discretas y subí a un rincón del cielo.
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Islita, aprender la sorpresa Cuando Islita cuenta las historias de Carmen Lyra, el tío Conejo se lanza por los bejucos que cuelgan de los árboles del jardín. Cuando habla de tía Ballena, suena un animalón en la piscina. Cuando cuenta de tía Tortuga, se agita un bicho en la pila, al otro lado de la pared, cerca de la cama donde está ella como una ola dormida. Cuando dice algún detalle de tío Coyote, aúlla el perro de bronce que está en la sala. Islita cuenta una historia y la niñez se sienta a compartir con nosotros la mesa. Nadie imagina que quien cuenta estas aventuras lleva una historia de fuego en las venas.
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Tatiana, cicatriz del recuerdo Cuando se ríe, se salta el cerco y cae a este lado de la vida. Es como Alicia. Vino de un lugar con conejos gigantes y flores que se ríen a su paso. Cuando cuenta una historia con los ojos, salto el charco y ando metido en un reino de animales, llevo un arco iris pintado en el cuero. Me siento una cascada aquí. Soy un viento fresco. Un chaparrón. Se fue esa risa de mí. Se quedó para siempre. Tatiana nunca más abrió la puerta. Es una puerta de vidrio.
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Gatilla
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1 La gata se lanza del techo y mis ojos la siguen asombrados. Anda por el patio y yo voy con ella entre flores y piedras. Mis ojos enloquecen cuando salta o mueve su melena de leona. Agita el rabo y me encuentro al fondo del patio. Dice miau y yo quiero ser para siempre el gato de esta hembra.
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2 Ronroneas y vuelan despavoridos los pájaros que se bañaban sobre una piedra. Ronroneas y dejas de ser muchacha. Eres mujer y gata al mismo tiempo. Hembra. En cualquier momento, saltarás sobre tu presa.
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3 Versi贸n femenina del cielo. Hembra del mar y del viento. Puente de las palabras. Hay un puerto en tu piel para la m煤sica y el alumbramiento. Gatilla, versi贸n silvestre, espejo para ver un esp铆ritu desde adentro.
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4 Te veo correr con tu monumental vaivén de la espalda a los pies y sé, de pronto, para siempre, que sos el resumen animal que camina, la síntesis de la respiración de la selva, el espíritu de la montaña.
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5 La gatilla se observa en el espejo. Se encuentra con su belleza. Se lame el pelo que le cae sobre las orejas. Se ríe con ella misma en el cristal mágico. A veces quiere llorar, viéndose. Se queja con la otra ella. Se ve a sí misma, cara a cara, y encuentra en sus ojos, con sus ojos, lo mejor del paisaje. Se percata de eso y sale corriendo.
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6 Quien te ve asĂ de callada, como alguien ausente de su cuerpo, (ni respira ese animalito sereno) diosa de piedra en el jardĂn, escultura con pelo, no sabe que puedes ser una gata fiera, correr sobre los ĂĄrboles como una puma, sembrar tus garras en las paredes del cielo, lanzar un maĂşllo desgarrador, cortar en dos el viento y los pedazos de viento, como granitos de aire, caen sobre la selva. Son tus semillitas punzocortantes.
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7 Cuando eras una gata niña, una niña gata, creías que las golondrinas no tenían ojos. Las admirabas porque volaban sin ver y no chocaban con las copas de los árboles. Jugabas a ser una gata ciega. Y andabas por los potreros como las golondrinas, con los ojos cerrados. Como una golondrina que anda, que no vuela. Los gatos ven hasta con el bigote y con las garras. Sos una gatilla. Me ves hasta cuando estás dormida.
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8 Sos una gata envuelta en jabón. Resbalosa. Si quisiera atraparte, rodaría entre los juguetes y los armarios, entre las plantas del jardín, en medio de las raíces de los árboles. No hay bicho capaz de atraparte. El ciclo alimenticio termina en vos. No hay animal que pueda comerte. Escurridiza, recibiste un baño de mar. El jabón de tu pelo es una clave. No tenés que huir. Nadie puede perseguirte.
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9 El cielo de Tilarán tiene olas. Hay un mar invisible sobre nosotros. El viento del océano duerme entre las nubes y los árboles. La gatilla está despierta. No le gusta mojarse los pies. Teme por las olas del viento. No quiere que mojen nuestro refugio oscuro. La mía no es una gata marina.
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10 Cincuenta gaviotas se posan en unos รกrboles gemelos. Parecen flores dormidas. Si abren las alas, son flores despiertas. Si vuelan, son flores en el viento. Las poliniza el cielo. La gatilla quiere ser flor. Salta. Se zambulle en el viento. Florece.
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11 La gatilla camina sobre el gamalote. No le alcanzan sus patitas para saltar sobre las matas. Cuando hay una planta con flor, se abraza a esa planta de colores. Son dos flores abrazadas. Ella es una flor con bigotes, una flor que maĂşlla.
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Eva
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1 Eva respira y el aire tiene cara. Respira y el aire es un gusano. Ortiga escondido entre las luces. Respira y el aire que la recorre es un drag贸n cuando sale, es un 谩guila que canta en el lomo de las nubes.
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2 Eva patea piedrecitas cuando camina. Se transforman en ratones. Chillan las piedras. Silban. Son roedores que emanan luz. De noche, parecen estrellas fugaces, ojos brillantes que caminan.
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3 Eva toma la manzana. La baja del รกrbol. Su mano es de seda y de cuero. Entre sus dedos, la fruta es un perico, una culebrilla de sangre, un pulmรณn que vuela solo, como una medusa de viento. La manzana lleva por dentro una guitarra. Le descubre al mundo una canciรณn en llamas. Con la manzana, llegaron la pasiรณn y el caos. Con Eva, llegรณ la ternura.
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4 Eva calcina las hojas de parra en un ramo de olas. Las aguas se agitan. Los vientos silban con su voz a cuestas. Se conmocionan las placas de la tierra. Las criaturas de la selva cantan su miedo al vacĂo. El mar grita desde su alfombra verde. El tacto sabe del amor cuando Eva roza los restos de las hojas. Los toma en sus manos. Les da un sitio en el planeta. La miro con los restos de la parra. Desnuda la esbeltez de su dignidad serena.
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5 Con Eva nació el fuego. Las piedras se estremecieron. Las hojas secas emanaron luz. El viento tuvo boca por primera vez. Sopló con alevosía. El fuego llegó en sus manos mágicas. Con Eva, el cielo conoció los fuegos de pólvora y la tierra abrazó a las hogueras. Debo llamarla señora de las llamas, ama y custodia del calor eterno.
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Camilo Rodríguez Chaverri (1976) es periodista y escritor. Tiene estudios en Periodismo, Psicología, Administración y Cine. Tiene veinte años de trabajar en medios de comunicación. Es productor de radio y televisión. Es editor de prensa escrita y columnista de varios medios. Con su nueva colección de obras impresas, llegó a cien libros publicados.
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