Camper - The Walking Society Magazine - Issue nº17 - Kriti (CL)

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Kríti

CAMINAR significa viajar, ir de un lugar a otro. En sentido metafórico también significa avanzar, explorar e innovar. The Walking Society es una comunidad abierta a personas procedentes de todas las realidades sociales, culturales, económicas o geográficas y que, de forma individual y colectiva, dedican su imaginación y esfuerzo a aportar ideas y soluciones útiles para que el mundo mejore. De una manera simple y honesta.

CAMPER significa campesino en mallorquín. Los valores y la estética de nuestra marca están influidos por la simplicidad del mundo rural combinada con la historia, la cultura y el paisaje del Mediterráneo. Nuestro respeto por el arte, la tradición y la artesanía fundamentan nuestra promesa de ofrecer productos de alta calidad, originales y prácticos, con un diseño atractivo y un espíritu innovador. Buscamos una manera de hacer negocios más humana, esforzándonos por fomentar la diversidad cultural al tiempo que preservamos el patrimonio local.

KRÍTI tiene un alma salvaje y un corazón ancestral. Conocida como la Zeus del archipiélago griego, esta isla es un tapiz de historias que difuminan los límites entre la realidad y la mitología.

THE WALKING SOCIETY El decimoséptimo número de la revista The Walking Society nos lleva de viaje a la cuna de la civilización moderna. Una isla donde la nieve se encuentra con el mar, el pasado abraza el presente y donde nadie se levanta de la mesa sin haber tomado una ronda de raki.

PÁG. 22 DESFILE DE CAMELLOS En lo más profundo de Creta nos encontramos con el hombre que inventó una de las tradiciones más singulares de la isla: el desfile de camellos, que en un principio era de burros. PÁG. 34 ILIANA MALIHIN Una historia llena de lucha y renacimiento: el resurgimiento de Iliana tras un incendio devastador y la historia de un vino que sabe a Kríti. PÁG. 43 EL LABERINTO El famoso mito a través de los ojos del minotauro y de otros que creyeron que el mundo era en sí mismo un laberinto. PÁG. 50 GRECAS GRIEGAS Grecas como nunca antes las habías visto. Una inesperada oda a la libertad en forma de vello axilar (y mucho más). PÁG. 58 TALOS La leyenda del insondable gigante de bronce que protegía la isla ante los invasores rodeándola tres veces al día. PÁG. 64 ELAFONISI La playa más fascinante de Kríti, donde la arena es del mismo color que el atardecer y el mar se esfuerza por sacarle los colores.

PÁG. 86 EL PERFIL GRIEGO Un recuento iconográfico de personas que solo parecen existir de perfil: repasamos sus posturas más comunes, tanto físicas como intelectuales. PÁG. 107 – SARIKI La historia del sariki: de prenda tradicional cretense que adorna los espejos retrovisores. PÁG. 115 DIOSAS MINOICAS Estatuas votivas del siglo XIII a.C., con los brazos alzados, que invocan el más allá y conectan lo terrenal con lo divino. PÁG. 122 NIKOS TSEPETIS Un paseo por el multifacético mundo de Nikos Tsepetis a través de sus creaciones: el Hotel Ammos, la panadería Red Jane y su próximo proyecto, Garten. PÁG. 130 TRAJES TRADICIONALES CRETENSES Desde las danzas folclóricas hasta la vida cotidiana, los trajes tradicionales cretenses encarnan un diálogo continuo entre el pasado y el futuro. PÁG. 144 JOHN EN VERSIÓN MINI Un taller para niños que celebra al artista británico John Craxton y su amor por Kríti, de manos de la visionaria profesora Eltha Yiakoumaki.

Kríti posee tantas facetas como superlativos. Además de ser la isla más grande de Grecia, también se encuentra en uno de los puntos más meridionales del Mediterráneo. Su extensión de 260 kilómetros de este a oeste se ve recorrida por una larga cordillera que la eleva sobre el nivel del mar y la dota de una cresta de hasta 60 kilómetros de ancho con cumbres inesperadamente nevadas.

Conocida como la Zeus del archipiélago griego debido a su tamaño, Kríti fue el lugar que vio nacer al padre de todos los dioses. Cuenta la mitología clásica que Zeus nació en una cueva en el monte Ida, el más alto de la isla, donde fue criado por ninfas que lo alimentaban con miel y leche de cabra; dos productos que siguen siendo una parte integral de la cultura cretense. Lo que sí sabemos con certeza es que la isla pronto se convirtió en un símbolo de perfección, prosperidad y favor divino, gracias en parte a Talos, el infatigable gigante de bronce que protege la isla.

Otro de los famosos hijos de la isla de Kríti —nacido años más tarde, fuera del mundo mitológico— es Nikos Kazantzakis, escritor y poeta que capta en su trabajo la dolorosa belleza de esta tierra mejor que nadie. En su autobiografía, Informe al Greco, lo describe así:

«En Creta hay una especie de llama —llamémosla “alma”—, algo más poderoso que la vida o la muerte. Hay orgullo, obstinación, valor y, además, algo inexpresable e imponderable, algo que te hace alegrarte de ser humano y, al mismo tiempo, estremecerte».

Olivia tiene 10 años y vive en Heraclión. Su madre es de Génova y su padre de Kríti. Le gusta bailar, pero sobre todo nadar y bucear. Tiene un perro dos años mayor que ella y dos hermanos, uno de los cuales vive en Italia.
Arselaida es albanesa y se mudó a Heraclión cuando era muy joven. Para ella, la cultura de este lugar se asemeja a la suya, pero vivir en una isla es muy diferente. Es profesora de Inglés y le gusta interactuar con otras culturas, algo que, según nos cuenta, le ayuda a conocerse un poco más.
Nefeli es de Heraclión. Se mudó a Lyon para estudiar Derecho, pero tardó poco en darse cuenta de que ese no era su destino y volvió a casa. Ahora estudia Marketing y trabaja en el sector. Habla cinco idiomas, pero piensa que la comunicación es principalmente una cuestión de colores. «Kríti es todo color», nos comenta.
Clementine trabaja en finanzas y vive en La Canea. Su padre es de Ítaca y su madre de la República Democrática del Congo. Se conocieron en la isla de Ulises después de que ella se embarcara en una odisea contemporánea. A pesar de ello, la Kríti de Clementine sigue siendo su Ítaca.

Años antes, Kazantzakis encarnó él mismo la «obstinación» griega en una tarea tan atrevida como desaconsejable: reescribir La Odisea. Tenía como objetivo rescatar las palabras que poco a poco estaban desapareciendo del diccionario griego. Lo consiguió entrevistando a ancianos del lugar para preservar su conocimiento, consciente de que, en Kríti, todo pasado merece ser recordado.

Cuna de la civilización minoica, una de las más antiguas de la tierra, la isla ha servido durante mucho tiempo de punto de encuentro entre personas y culturas. Tras la caída del reino de Minos, micénicos, dorios, romanos, bizantinos, árabes, venecianos y otomanos han pasado por Kríti, y cada uno de ellos dejó su huella. Este rico mosaico de influencias históricas se aprecia en los yacimientos arqueológicos y estratificaciones arquitectónicas de la isla.

Por ejemplo, la ciudad de La Canea, al noroeste de la isla, es una Venecia marcada por otro destino. En comparación, el resto de pueblos parecen agrupaciones de cubículos blancos, abandonados como los dados de dioses rendidos.

Pero lo que llama de verdad la atención es la naturaleza, salvaje y domesticada al mismo tiempo. Al pie de las montañas que cruzan la isla, las colinas se rinden ante la llamada del mar, desde donde surge con timidez este pequeño paraíso.

Los frutos de esta naturaleza armoniosa hacen de cada comida un ritual sagrado. Tanto en los hogares como en las tabernas, la leche, la miel, el aceite de oliva y el vino forman la base de una dieta tan divina como mediterránea.

Nadie se levanta casi nunca de la mesa. Es solo un pretexto; un momento para que las cosas vuelvan a ser como eran y quizás como deberían seguir siendo. Y si alguien se atreve a intentarlo, no le van a dejar sin tomarse antes una ronda de raki, el licor de anís típico de la isla. Una bebida que honra al pasado y que al mismo tiempo es un símbolo de la hospitalidad local.

En Creta no hay forasteros, solo invitados. En los pueblos más pequeños, se cuentan historias de cómo era el tiempo antaño, cuando la vida fluía tranquila y sosegada. Un tiempo que, de manera milagrosa, pervive en los rincones más remotos de la isla.

De todas las islas griegas, Kríti es la que ostenta más récords: es un lugar donde conviven pasado y presente, y donde la gente lucha para preservar el dialecto. Porque Kríti es tanto el ayer como el mañana.

Aris es ingeniero civil pero, ante todo, deportista. Tras completar sus estudios en Atenas, se embarcó en el mundo de la calistenia y ahora se pasa gran parte del tiempo boca abajo. Cuando no está entrenando, trabaja en el negocio familiar de producción de aceite. Vive en La Canea y sueña con compartir su pasión con alguien especial.
Eleanna es oriunda de Atenas pero lleva varios años en Heraclión, donde estudia para convertirse en trabajadora social y se mantiene trabajando en una heladería. En Kríti ha descubierto un mundo que no tenía ni idea de que existía y tiene toda la intención de quedarse.
Marina es de Tebas, cerca de Atenas, pero lleva nueve años viviendo en Kríti. Es cocinera en una cooperativa, pero su pasión es la música. Hace poco ha empezado a ir a clases de bajo y está deseando dar su primer concierto.
Konsta acaba de cumplir 30 y lleva el chiringuito en la playa de Ligres. Tiene una hija de once meses, Eli, que da sus primeros pasos en la arena mientras estamos aquí. El mar es su hogar: no se puede imaginar una vida sin él.
Olga y Olga son abuela y nieta, una de 73 y la otra de 10 años. La mayor solo habla griego y la pequeña sabe algo de inglés.
El chiringuito en la playa de Ligres solía ser suyo. Aunque ya no lo sea, sigue siendo su hogar.
Konstantinos fundó la empresa Minoan Pottery, que lleva 25 años produciendo vasijas de cerámica siguiendo la antigua tradición de Thrapsanó. Antes de enseñarnos cómo se hacen, nos dice: «Las cosas más importantes son las que no se ven».

UN DESFILE DE CAMELLOS

En lo más profundo de Creta, entre viñedos y olivos, se encuentra el pueblo de Nívritos. Aquí vive Michalis Psomas (90) el inventor reconocido de una de las tradiciones más peculiares de la isla. Solo habla griego e insiste en ofrecer una ronda de raki, la bebida de bienvenida cretense, antes de entablar cualquier conversación. La temperatura exterior alcanza los 40 grados, pero esto no parece molestarle; al fin y al cabo, la cifra coincide con el volumen de alcohol en el vaso.

La tradición del carnaval no llegó a la isla hasta los años cincuenta. Cada pueblo lo celebraba a su manera, en pequeños grupos de amigos y familiares. Pero Michalis creía que podían llegar más lejos. Tras meses de investigación en el sótano de su casa, se le ocurrió una idea que todavía a día de hoy anima el carnaval cretense: un disfraz de burro hecho con una manta, la cabeza de un animal (muerto) y un par de personas para sostenerlo. Un concepto tan sencillo como sofisticado, que incorpora el material tejido a mano siguiendo la antigua tradición minoica. Durante el desfile, los motivos se entrelazan y solapan, lo que da a los animales un aspecto en constante cambio.

Los habitantes de los pueblos vecinos sintieron curiosidad por la iniciativa y la observaron bien de cerca, esperando poder recrearla al año siguiente. Pero se les escapó un detalle muy importante: el burro. Creyeron que se trataba de un desfile de camellos, un tributo al exotismo de este animal que acababa de entrar en la imaginación cretense. Convencidos de su interpretación, continuaron la tradición sin conocer su significado original. No pasó mucho tiempo para que aquella se convirtiera en la versión oficial, siendo la verdad solo conocida por Michalis y su familia.

Después de un breve parón en la década de los ochenta, el desfile de camellos se ha convertido en un evento imprescindible para los locales desde 1995. Más allá del valle, en los pueblos vecinos, algunos optan por otros disfraces, normalmente cabras. Aun así, los camellos siguen siendo un emblema de los carnavales del lugar, y simbolizan una fascinación eterna por lo desconocido que todavía caracteriza alguna de las zonas más remotas de la isla de Kríti.

Michalis es el creador del tradicional desfile de camellos. Originalmente estaban destinados a ser burros, pero los vecinos malinterpretaron el diseño pensando que se trataba de otro animal. Aunque al principio no le hizo gracia, al final acabó aceptando el éxito de este divertido malentendido.

De raíces y renacimientos con

ILIANA MALIHIN

La zona en torno a Melambes, en la región central de Rétino, tiene una cordillera montañosa que se va suavizando a medida que se acerca a la costa. Las viñas y los olivos parecen competir en silencio por la tierra, en una batalla infinita. Las malas hierbas se apoderan de lo que queda, dejando algo de espacio a zonas áridas donde el sol parece llegar a cada rincón. Una fina neblina intenta ocultarlo todo en la distancia, pero el mar sigue asomándose detrás de las montañas.

Iliana conoce bien todos estos lugares, pero algunos de sus viñedos llevan aquí mucho más tiempo que ella. Los más viejos tienen doscientos años y los más jóvenes, su misma edad. El proyecto surgió en 2019 avivado por un amor incondicional por la tierra y el deseo de llevar los sabores de Kríti al resto del mundo. En 2022, un terrible incendio arrasó y destrozó casi por completo los viñedos, pero Iliana no perdió la esperanza. Como un fénix, resurgió de sus cenizas con más fuerza que nunca, gracias a una campaña de crowdfunding, con la que recaudó lo que necesitaba para volver a empezar. Hoy vuelve a observar esas viñas tan resistentes con el orgullo que solo alguien que conoce su historia al detalle puede sentir y por fin está lista para mirar hacia al futuro.

Háblanos de ti. Eres joven, pero ya has acumulado mucha experiencia. ¿Cómo te metiste en el mundo del vino?

Es una historia algo rara porque yo nací y crecí en Atenas, lejos de la naturaleza, pero pasaba todos los veranos en Kríti en el pueblo de mis abuelos. Tenían un pequeño viñedo y algunos olivos. Mi aceite se llama Emmanuel en honor a mi abuelo, del que he heredado su pasión por esta tierra. Cuando tenía diecisiete años, me mudé a Kríti para estudiar Agricultura. Volví a Atenas para hacer un máster en Enología, pero tenía claro que esta isla

era mi hogar. Durante mis estudios, me concentré en la vidiano, una variedad de uva blanca que solo se da aquí. Pronto gané cierto reconocimiento en el mundo del vino griego y, en 2018, decidí elaborar mi primer vino con vides viejas de vidiano de Kríti y vides de assyrtiko de Santorini. Fuimos los primeros en mezclar variedades de dos islas griegas y se agotaron las botellas enseguida.

¿Cuántas botellas produjisteis?

Algo más de mil botellas.

No está mal para empezar.

Algo modesto, pero es una buena manera de empezar. Desde aquel momento, empecé a buscar otros viñedos y acabé aquí casi por casualidad. Nunca había visto algo así y supe enseguida que este era mi sitio. En 2019 alquilamos el edificio, lo renovamos y montamos la bodega.

¿Qué objetivo te pusiste en 2019 cuando te metiste en este proyecto?

Al principio seguí mis instintos. Sabía que quería hacer algo diferente, pero no tenía muy claro qué exactamente. Al cabo de poco tiempo, me di cuenta de que quería cambiar la historia de Rétino. Quería ayudar a la gente del lugar y al mismo tiempo devolverles la vida a los viñedos. Son las únicas viñas en Kríti que sobrevivieronla filoxera —una plaga que acabó con más del 80 por ciento de los viñedos del mundo en el siglo XIX—, y tienen casi 200 años. Alguien tenía que ocuparse de ellas, así que encontramos pueblos cercanos con la misma cultura vinícola y empezamos a colaborar con productores locales. El objetivo en sí llegó más tarde, pero ahora lo tengo clarísimo: quiero ayudar a las personas a quedarse en los pueblos o volver a su tierra sin que se sienta forzada a irse en busca de un futuro, con la esperanza de que esto les proporcione una vida mejor.

Tus palabras casi nos hacen querer mudarnos aquí.

Pero no es nada fácil.

Debe de estar muy aislado. ¿Qué hace que esta región sea tan especial?

En su momento, Melambes era un lugar con muchísimo encanto, pero con el tiempo se ha ido abandonando. Antes todo el mundo tenía un viñedo aquí para la producción familiar: la gente hacía vino para su consumo personal y para el pueblo, en momentos de celebración y para socializar. Sin embargo, en Heraclión, la capital de Kríti, el vino se elaboraba por motivos comerciales. Cuando llegó la filoxera, arrasó con prácticamente todos los viñedos de Europa. Se deberían haber replantado, como en el resto de la isla, pero ahí la uva solo se cultivaba por el placer de beberse el vino, sin presiones comerciales ni financiación para empezar de nuevo. Por eso hoy nuestros viñedos son los más antiguos de Kríti.

Al final, la autenticidad del lugar tuvo su recompensa.

Así es. También creo que el suelo en Rétino es especial. Tenemos rocas que no se encuentran prácticamente en ningún otro lugar del mundo. Y, lo más importante, tenemos montañas, aunque estamos junto al mar.

¿Qué tiene de única la uva vidiano que te ha hecho estudiarla desde tus días universitarios?

Es una uva especial. Es bastante grande y muy sabrosa. Recuerda a los aromas de las frutas con hueso, como los albaricoques y los melocotones, pero también tiene un toque a manzanilla. No mucha gente la conocía antes y ahora es la uva más famosa de Kríti. Al fin y al cabo, solo se cultiva aquí.

Hoy estás aquí, sonriente, y todo parece ir viento en popa. Pero en 2022 un terrible incendio arrasó tus viñedos y destruyó todo lo que encontró en su camino. ¿Cómo viviste todo aquello?

Siempre ha habido muchos incendios aquí. Desde 1964, hemos tenido catorce. Es un problema muy grave, pero no parece preocuparle a nadie. El de 2022 fue el primero que viví, pero la gente de aquí ya estaba acostumbrada. Ha tenido tiempo para ello a lo largo de los años, pero seguían enfadados después de todos sus esfuerzos por revivir esta tierra. Nos dijeron que el incendio lo causó un apicultor sin querer. Fue un accidente, pero el problema fue que los bomberos llegaron demasiado tarde. El fuego se propagó y eso es algo que no podemos perdonar. Estuvo activo durante cuatro días y destruyó veintiún mil hectáreas de terreno. Una extensión enorme. Fue un auténtico desastre.

¿Y cómo te sentiste?

Fue horrible. Los viñedos son mi hogar, el lugar al que pertenezco. Fue como perder a mi padre seis años antes.

Seguro que fue duro, pero tu reacción fue extraordinaria. En poco tiempo, empezaste una campaña de crowdfunding que alcanzó más de cincuenta mil euros. La bautizaste «El resurgir de las cenizas» y eso fue precisamente lo que hiciste. ¿Cómo lo lograste?

Me llevó unos diez días. Estuve en cama con fiebre y no me podía ni levantar. El golpe fue muy intenso. Pero estaba rodeada de mis maravillosos amigos, que fueron los que me dieron la idea de iniciar la campaña de crowdfunding y me ayudaron a ponerla en marcha. Fue algo que tuvo un gran impacto en Grecia y en el extranjero. Aquí en Kríti, todos los restaurantes le dedicaron un día entero a mis vinos, algo que me dio mucha confianza. Pronto pasó a ser la causa colectiva en la que se convirtió.

Es maravilloso que unierais fuerzas. ¿Y ahora ya te has recuperado del todo o sigues notando los efectos del incendio?

Todavía andamos lidiando con las consecuencias porque los viñedos no han vuelto a su plena producción y aquellos que se quemaron por completo siguen sin dar fruto. Por otro lado están los problemas económicos, que no deben subestimarse. Seguimos sin protección contra incendios y usaremos el dinero recaudado para ello, pero no será suficiente. Esto es solo el principio y nos queda un largo camino por delante.

Aun así, es un buen comienzo. Pero volvamos a ti: antes del incendio, producías cinco tipos de vino. Hoy has añadido tres más para sustituir las producciones que todavía no habéis podido reiniciar. ¿Nos puedes contar un poco más?

Cada tipo proviene de un pueblo concreto o de una combinación de uvas particular. Las primeras tres botellas eran de aquí (Melambes). Ya no las producimos debido al incendio, pero las hemos sustituido por lefkós y liatiko rosado. El cuarto vino viene de Fourfourás y el último de Meronas. Cada uno tiene algo especial. Los diferenciamos en la vinificación dependiendo del pueblo, pero también de la edad de las vides.

«Desde que venía aquí de vacaciones cuando era niña, he sentido una atracción magnética con esta isla. Una fuerte sensación que no podía ignorar. Creo que soy hija de Kríti».

En el Manifiesto del Tercer paisaje, Gilles Clément plantea una ética para el jardinero que consiste en hacer lo máximo posible 'con' y lo mínimo posible 'en contra'. Esto me recuerda mucho a tu «filosofía de intervenir lo mínimo». ¿Nos cuentas en qué consiste?

Mi «filosofía de intervenir lo mínimo» exige mucha paciencia por parte del viticultor, que debe observar los cambios y entender lo que necesitan las viñas. Esto es así porque no usamos protocolos; tratamos cada cultivo de manera muy personal. Pedimos a nuestros viticultores que pasen mucho tiempo en los viñedos y que tengan muchísimo cuidado al podar, porque gran parte de la producción depende de ello. La idea es que no debemos intentar gobernar a la viña, sino dar un paso atrás, observar y hacer lo menos posible. Eso es lo que necesita la naturaleza. La filosofía es similar con nuestros vinos porque no cambiamos nada del producto original. Por eso debemos tener cuidado en la vendimia. De este modo, respetamos el vino y el terroir del que procede, sin añadir ni eliminar nada que pueda alterar su sabor.

¿A quién están destinados vuestros vinos?

¡A todo el mundo! Desde gente joven que empieza a descubrir el mundo del vino y busca un producto sencillo y genuino, hasta paladares con más experiencia que quieren probar algo muy especial. Son vinos auténticos para todo el mundo. Todo lo que contienen aparece en la etiqueta, así como la historia del vino, para que todo aquel que la lea —por muy lejos que esté— pueda viajar hasta la isla de Kríti y deleitarse con sus sabores.

El diseño de las etiquetas está muy bien cuidado. Cada una es una obra de arte en sí misma. ¿Cuál es su historia?

Las ha diseñado todas mi primo. Cada una tiene un simbolismo muy concreto vinculado al vino que representa. Por ejemplo, la imagen de dos chicas jóvenes representa uvas jóvenes, mientras que la señora mayor hace referencia a la viñas más antiguas.

También hay referencias a la morfología de la tierra y a la luna en el caso de ciertos procesos de producción biodinámica. La etiqueta que más me gusta es la de las tres manos: si fuera un vino normal, se verían dos, pero como no lo es, hay tres.

Tus vinos tienen distintos orígenes y aromas, ¿pero cómo describirías el sabor de Kríti?

Sin duda, sabe a salvia. También a sal marina, brisa de la montaña, aceite de oliva y leche. Tenemos tantos.

¿Qué significa Kríti para ti? ¿Por qué decidiste vivir aquí?

Fue solo una sensación. Desde que venía aquí de vacaciones cuando era niña, he sentido una atracción magnética con esta isla. Una fuerte sensación que no podía ignorar. Creo que soy hija de Kríti.

¿Qué planes tienes para el futuro?

Me gustaría presentarle mi vino al mundo y llevar la tradición cretense más allá del mar. Creo que probar los productos de un lugar es un poco como haberlo visitado. Un viaje limitado a unas cuantas sensaciones. Por ahora, exportamos a Estados Unidos, Nueva Zelanda y Europa, pero me gustaría ir más allá. En el futuro, me gustaría estar a salvo de incendios. Me gustaría ampliar la producción y ayudar a las personas a tener vidas mejores. Sueño con una vida diferente, tanto para los pueblos como para los viticultores; una vida en la que nadie se vea forzado a abandonar esta tierra.

Después de la destrucción llega el renacimiento. Iliana es consciente del valor de cada día, por eso captura cada momento en un pequeño álbum de fotos. En su interior encontramos cada paso del proceso de reconstrucción, una especie de milagro que ha llevado muchísimo trabajo.

LABERINTO EL 43

Hay muchos caminos que llevan al laberinto, pero ninguno lleva a la salida. Puede que parezca una paradoja, pero es así: una ilusión del espacio que retiene el tiempo como rehén. Solo tiene sentido cuando se observa desde arriba, un lugar al que solo los dioses y las aves tienen acceso. Y así, el privilegio celestial se alza sobre las complejidades de la tierra en busca de un significado para los errores humanos; y lo

encuentra en el laberinto. En otros lugares, trayectorias igualmente intrincadas parecen evocar muros invisibles.

Según El Aleph, escrito por Jorge Luis Borges en 1949, el propio mundo era un laberinto del que era imposible escapar: no había necesidad de construir nada más.

Pero Minos no lo veía así.

Cuenta la leyenda que el soberano de Kríti, hijo de Zeus y de Europa, quiso reivindicar su derecho al trono mediante la concesión divina. Se la otorgó Poseidón, ofreciendo como regalo un hermoso toro blanco. Minos estaba tan fascinado por la belleza del animal que decidió quedárselo en lugar de sacrificarlo, como había prometido. Esto desató la ira del dios del mar que, como castigo, hizo que Pasífae, la mujer del rey,

se enamorara del animal. Con la ayuda del ingenioso inventor Dédalo, pudo consumar su amor y, de esta unión, nació el minotauro, un monstruo con cuerpo de humano y cabeza de toro. Minos, repugnado por la criatura pero incapaz de matarla, volvió a recurrir a Dédalo. La estructura que diseñó era tan compleja que nadie sería capaz de encontrar la salida, incluido el minotauro atrapado en su interior.

Ni hombre ni dios, el minotauro solo sabía lo que no era. Al ver innumerables seres como él en las paredes de espejos que lo rodeaban, sintió durante un breve momento algo parecido a la felicidad. Pero cuando se dio cuenta de que estaba solo en medio de un mar de minotauros que copiaban sus gestos, una furia brutal se apoderó de él. Según el escritor Friedrich Dürrenmatt, que le dedicó una larga

serie de versos, el minotauro era un ser que se encontraba excluido del mundo y a la vez atrapado en su mecanismo infernal. El laberinto existía porque él existía, y una criatura como él —según llegó a la conclusión el minotauro al final de sus días— nunca debería haber existido.

Aun así, solo el minotauro de Dürrenmatt comprendió algo sobre sí mismo antes de morir. Los demás solo aceptaban la condena de su naturaleza, devorando a cualquiera que se atreviese a poner un pie en el laberinto. Según la leyenda, cada nueve años Atenas tenía que pagar tributo a Kríti enviando a siete chicos y a siete chicas a la isla a morir en las fauces del minotauro.

Un día, Teseo, el príncipe de Atenas, decidió poner fin a esta práctica tan horrible. Se ofreció como uno de los tributos y partió hacia Kríti para derrotar a la bestia. Al llegar a Cnosos, conoció a Ariadna, hija de Minos, que se enamoró de él. Ansiosa por ayudar a Teseo, se le ocurrió una idea que le ayudaría a salir con vida de su hazaña.

Le dio un ovillo de hilo rojo, que Teseo fue desenrollando a medida que avanzaba por el laberinto. Tras una lucha encarnizada con la criatura monstruosa, solo tenía que volver sobre sus pasos, siguiendo el hilo, para encontrar la salida y llevar a los otros jóvenes a un lugar seguro. Los pájaros, testigos de la batalla y conocedores de los secretos del laberinto, se apresuraron a devorar los restos del

minotauro. Desde entonces, todo lo que queda de ese lugar y su historia es un mito.

Caminandopor el palacio de Cnosos, el mayor centro de la civilización minoica, es fácil imaginar de dónde proceden todas estas historias. La arquitectura fue en su día una serie de pisos solapados, tan compleja que cualquier podría

perderse. Hoy queda poco del palacio, pero pasear por sus ruinas es como volver sobre el callejón sin salida que conducía al laberinto. Teniendo esto en cuenta, se podría vislumbrar el mismo camino por el que se perdió la existencia humana y del que Borges se convirtió en profeta.

Friedrich Dürrenmatt, «La balada del Minotauro» en Escritos seleccionados, Volumen 2, Ficciones, 1985

GRECAS GRIEGAS

Una greca, según Karl Kerenyi, es «la figura de un laberinto en forma lineal». Se podría pensar que los griegos disfrutaban perdiéndose en complejas, aunque precisas, estructuras, como si quisieran reconstruir visualmente una línea de pensamiento. Como pequeñas trampas hipnóticas, las grecas siguen hipnotizando a quien se las encuentra, evocando la infinidad que simbolizaron en su día. También conocidos como meandros en referencia al sinuoso cauce del río turco Menderes (gran meandro), estos ornamentos han viajado más allá de su contexto artístico y arquitectónico original, y han encontrado una amplia variedad de nuevas aplicaciones.

Si Kríti todavía tuviese a su protector, probablemente no existirían los incendios, el viento sería más agradable y las olas de calor más leves. Pero el semidiós que en su momento protegió la isla, murió a manos de un humano, cegado por el amor y el afán de dominación.

Según la mitología griega, Talos era un gigante de bronce insondable que Zeus le dio a Minos para custodiar la isla de Kríti. Mitad dios y mitad humano, tenía una única vena que recorría su cuerpo desde la cabeza hasta el tobillo, su único punto débil.

Talos rodeaba la isla tres veces al día para defenderla de los invasores. Cuando los enemigos se aproximaban, les lanzaba rocas gigantes o los aplastaba con sus propias manos. A menudo, se tiraba al fuego, alcanzando temperaturas tan altas que su tacto era aún más devastador.

Parecía que el gigante era invencible, excepto por esa dichosa vena que terminaba en su tobillo y a la que nadie se atrevía a acercarse. Un día, con la llegada de la nave Argo, Talos perdió la partida. Medea —que estaba enamorada de Jasón, líder de los argonautas— le lanzó un hechizo tan poderoso que lo hizo perder el equilibrio. Al caer, su tobillo rozó el filo de un peñasco y se desangró.

Desde entonces, la indómita isla de Zeus ha permanecido en el mundo sin un protector, expuesta al azote de los vientos y a la interminable sucesión de acontecimientos humanos.

ELAFONISI

En Kríti hay un lugar donde la arena es del color de un atardecer rosa. Se llama la playa de Elafonisi, en la costa oeste de la isla. La carretera que lleva hasta allí es una sucesión de curvas que serpentean por pueblos olvidados donde parece haberse parado el tiempo. Pero una vez allí, la naturaleza se alza victoriosa.

Elafonisi es una isla en sí misma, pero también lo es el tramo de costa que se encuentra frente a ella. Para llegar, hay que zambullirse casi por completo en el agua y seguir un camino que cambia con la marea. El color de la arena es producto de antiguas conchas desgastadas con el paso de los años por el vaivén de las olas. Con el tiempo, las corrientes las han llevado hasta la orilla para pintarlo todo de rosa.

En la actualidad, hordas de turistas se acercan desde todos los rincones del mundo para ver con sus propios ojos esta arena de color tan singular. Hay quien viene vestido a juego con la esperanza de acentuar los tonos un poco más. Otros vienen cargados de botellas para llenarlas de arena y cometer un crimen atroz. La isla de delante observa el ir y venir de las personas desde la distancia, felizmente ajena. Un poco más lejos, los lugareños esperan con impaciencia a que se ponga el sol. «Ningún turista pasa la noche aquí —nos cuentan— y la arena se vuelve aún más rosa cuando se van.»

F/W 2024 WALK, DON’T RUN. Pelotas Ariel
F/W 2024 Pelotas Ariel (TWINS), Walden
F/W 2024
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WALK, DON’T RUN.
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F/W 2024 Pelotas Ariel
F/W 2024 Junction Runner
F/W 2024 Karst

EL PERFIL

El antiguo arte minoico nos da la impresión de los cretenses solo existían de perfil. Pero, en realidad, se trataba de una elección artística intencionada que daba prioridad al contenido sobre la forma y a la representación a expensas del realismo. Las imágenes se observaban desde un punto de vista simbólico, no estético. Esta teoría la respalda también la falta de profundidad, que hace que las figuras parezcan sombras proyectadas en una pared. De los contornos de color

GRIEGO

negro surgen figuras inconfundibles que definen la particular fisionomía cretense: ojos grandes, miradas amables y narices pronunciadas. Y después están las manos y los cuerpos, colocados en el espacio como fonemas de un lenguaje desconocido. En la actualidad solo se conservan algunos restos de este mundo, preservados en el aire acondicionado de museos lejanos, pero esa postura tan distintiva —sonriente y de perfil— aún puede encontrarse aquí.

SARIKI

En la actualidad, el sariki se ve a menudo decorando espejos retrovisores de coches antiguos o las caderas de chicas jóvenes en la playa, pero en su día tenía mucha más importancia. Este pañuelo tipo turbante está confeccionado con densos hilos de redes de pesca y rematado con flecos y borlas. Sus orígenes se remontan a la época de dominación turca, tras la cual se convirtió en el símbolo de la resistencia cretense.

Sin embargo, el auténtico secreto detrás de la tradición del sariki es su color. El negro representa el luto y se lleva tanto en los funerales como durante los meses o años posteriores. El mensaje implícito, como nos explica un joven lugareño, es la vida tal como es, con borlas que enmarcan la cara del que lo lleva como si fueran lágrimas. Por otro lado, el sariki blanco es para celebraciones, sobre todo bodas, pero también otros momentos especiales. En este caso, las borlas representan lágrimas de alegría y simbolizan la pureza de una existencia sin tristeza.

Como suele ocurrir, queda poco espacio para los grises, lo cual explica por qué el uso original del sariki ha ido desapareciendo. Aun así, hoy sigue siendo un emblema de la mentalidad cretense: en la mesa y en todas partes, todo pertenece a todos y nada le pertenece a nadie. Alegría y tristeza, ensaladas griegas y queso frito saganaki; porque esta es la única manera de probarlo todo.

DIOSAS MINOICAS

Imagínate paseando por un viñedo cretense y encontrarte con una estatuilla de arcilla con las manos alzadas, como muestra de entrega o rendición. Ahora imagina que descubres que esa estatuilla data del siglo XIII a. C. y que no es la única bajo estas viñas.

Puede que parezca el principio de un cuento, pero esto es precisamente lo que ocurrió en Gazi, en la costa norte de Kríti, y lo que llevó al descubrimiento de toda una población de pequeñas diosas minoicas. Hubo un tiempo en el que los viñedos eran santuarios comunitarios cuyo propósito era unir el cielo con la tierra, o lo que es lo mismo, lo terrenal con lo divino. Hay quien dice que los brazos alzados simbolizan el acto de rezar y bendecir, y otros lo interpretan como un saludo de la diosa cuando deleitaba a los mortales con su presencia. Sea cual sea tu interpretación favorita, la recurrencia de este gesto —que evoca siempre algo invisible— resulta ciertamente sorprendente.

ESTATUA DE TERRACOTA DE UNA DIOSA MINOICA

CON LOS BRAZOS

ALZADOS Y CORONA DE SEMILLAS DE AMAPOLA

ESTATUA DE TERRACOTA DE UNA DIOSA MINOICA POSPALACIEGA

CON LOS BRAZOS ALZADOS Y CORONA DE SERPIENTES

Incluso las caras se parecen entre sí, aunque tengan expresiones diferentes. Algunas sonríen con calma y otras hipnotizan al que las observa con rasgos enigmáticos. Cada una presenta detalles pequeños y únicos que son esenciales para identificar su naturaleza, como las diademas ornamentales que coronan sus cabezas con orgullo.

La diosa más poderosa lleva una corona de semillas de amapola, que tienen fuertes propiedades alucinógenas. Se cree que su función estaba relacionada con el sueño, la muerte y la posibilidad de influir estos estados, lo cual podía llevar, por ejemplo, a una sanación milagrosa. También evocaba el mundo onírico y la comunicación directa con el más allá, por lo que resultaba una figura tan fascinante como temida.

Una rival digna es sin duda la diosa de las serpientes. En la versión más común, la estatuilla sostiene dos serpientes, sometidas a su poder.

En otra, las serpientes decoran su corona y dan la impresión de ser parte de su pequeño ejército. En ambos casos, la diosa controla la naturaleza y determina sus acciones.

Se trata de una figura protectora tan poderosa como peligrosa, capaz de influir en la fertilidad y la regeneración, los fenómenos atmosféricos y los desastres naturales.

Al final de la tierra está el cielo: la tercera diosa sonríe con pájaros que anidan en su diadema. Esta figura, más que ninguna otra, actúa como mediadora entre los mundos terrenal y celestial, y representa la dimensión divina. Los pájaros son sus mensajeros y su obra está ligada a la revelación y la profecía.

Quién sabe cuántas diademas más siguen ocultas bajo estas capas de pol vo antiguo; cuántas dio sas, todavía sin nombre, determinan inescrutablemente el destino de esta isla. En de Marusi, Henry Miller afirma: «En Grecia los cambios son bruscos, casi dolorosos. En algunos lugares puedes recorrer […] cincuenta siglos en cinco minutos. Todo está delineado, esculpido, grabado. Incluso los páramos se envuelven de un aspecto eterno».

Diosa de la amapola hecha de arcilla con las manos alzadas, minoico tardío IIIB, Gazi
Diosa de arcilla con las manos alzadas y diadema de serpientes, minoico tardío IIIC, Kannia
Diosa de arcilla con las manos alzadas y diadema con pájaros, minoico tardío IIIC, Karfí pág. 116

ESTATUA DE TERRACOTA DE UNA DIOSA MINOICA

CON LOS BRAZOS ALZADOS Y CORONA CON PÁJAROS

Todas las vidas de

NIKOS TSEPETIS

Nikos Tsepetis nos recibe en la entrada de su nueva panadería con Johnny, su inseparable Boston terrier. Antes de invitarnos a entrar, decide enseñarnos su casa, que está a la vuelta de la esquina. Subimos al séptimo piso en un ascensor cubierto de espejos y llegamos a un loft bien cuidado, donde todo sucede en una única estancia. La pared principal tiene una ventana grande que enmarca el casco antiguo de Chanià y el mar azul. El piso es blanco con pequeños detalles de color colocados adrede para llamar la atención. Una estantería azul con estantes asimétricos y vacíos (aunque hay libros por todas partes, sobre todo en la encimera de la cocina); una silla Thonet roja con una pata anudada; una foto de un espacio interior que dialoga con el loft como si fuera una extensión de este: una habitación dentro de otra. El baño lo reserva para todo aquello que no le gusta lo suficiente como para tenerlo a la vista, como una pila enorme de revistas y algunas piezas de arte. Al otro lado de la habitación, vislumbramos un agujero en el suelo y descubrimos que es lo único que queda de una escultura de Simone Fattal, que en su día estaba fija para que no se cayera.

La casa es magnética, pero su panadería, Red Jane, nos espera a pocos minutos de distancia. Nikos nos habla del proyecto, desde la historia detrás de su nombre hasta la colaboración con Michael Anastassiades. Habla del Hotel Ammos, una bendición y una maldición al mismo tiempo, que lo une a Kríti, y de Garten, su futuro «bebé», donde el diseño ya no será el protagonista. ¿La norma por la que se guía? Seguir cambiando siempre, porque estancarse es caer en la trampa.

Antes eras periodista, después un emprendedor con gran pasión por el diseño. Cuéntanos tu historia.

Fui periodista durante diez años y ahora dirijo un hotel. Mi padre empezó a construirlo a mediados de los ochenta, cuando yo era niño, pero lo dejó a medias y me pasó a mí las riendas. Abrí el hotel en 1996. Durante los primeros años repartía mi tiempo entre el hotel y mi trabajo como periodista, pero al final, a mediados de los 2000, decidí dejar de escribir.

¿Sobre qué escribías?

Política, sobre todo. Hacía fotos y escribía artículos. Fue la época dorada, la burbuja. A todo el mundo le pagaban y se ganaba muy bien.

Las cosas han cambiado.

La crisis lo cambió todo. Por aquel entonces, escribí una columna polémica y vivía con miedo a que me demandaran. Por eso los periodistas griegos no tienen nada a su nombre, pero yo ya tenía el hotel y no me podía permitir perderlo. Hoy mi trabajo es cuidar de las personas.

¿Era el Hotel Ammos?

Sí, así es. Lo llamé Ammos, que significa ‘arena’ en griego.

Un buen nombre dadas las vistas al mar.

¿Cómo pasó todo? ¿Qué visión tenías para Ammos?

Como decía, acabó en mis manos casi por casualidad. Nunca habría pensado en hacerme hotelero si no fuera por mi padre. El hotel ya estaba casi construido… No tenía escapatoria. Tenía que hacer algo con él. Tenía planes de viajar al extranjero y estudiar Cine, pero no tiene sentido hablar de eso ahora. Al final, acabé siendo hotelero. Quería acercar todo lo que me gusta a Ammos, como la comida y el diseño, y hacerlo de una manera que respete a las personas que pagan por venir aquí cada día. Tengo que admitir que nunca estoy satisfecho con lo que hago, siempre creo que hay algo que se puede mejorar.

Sí, para qué negarlo. Por ejemplo, lo de la panadería surgió de repente. Vi este edificio y enseguida quise comprarlo. Pero tuve que pararme a pensar qué hacer con él. No quería crear una galería de arte, en la que exponer o vender productos.

El diseño tiene que formar parte de un contexto. Debe tener sentido.

Sí. Me gusta la idea de crear algo más que vender productos.

Eso es precisamente lo que hiciste con el hotel. Hay quien dice que parecían improvisaciones de jazz. ¿Cómo elegiste cada pieza?

Se parece al jazz porque no todo se hizo al mismo tiempo; es el resultado de un proceso muy largo. Yo he ido cambiando a lo largo de treinta años y Ammos ha cambiado conmigo. Todo empezó cuando abrimos. El hotel siempre ha tenido una ubicación excelente. El servicio era bueno, la gente era amable y las habitaciones estaban limpias, pero no había nada planeado. La primera fase fue fácil. No contaba con un presupuesto en ese momento, así que no tenía que tomar decisiones. Me llevó años descubrir lo que quería y reunir el valor para cambiar. Es fácil cuando haces algo como la panadería, donde hay un plan claro y todo se hace correctamente. No hemos cambiado nada en Red Jane desde el día que abrimos y sigue funcionando. Nunca cambiaré nada al respecto. Es mucho más trabajo cuando no tienes claro qué hacer desde el principio o cuando no tienes el presupuesto que necesitas.

Pero al final el resultado es más interesante.

Eso es porque es un proceso más lento y, sin duda, más doloroso. Un toque interesante del hotel fue tu idea de sustituir la televisión en cada habitación por una copia de Zorba el griego de Nikos Kazantzakis.

O sea, que eres un perfeccionista.

Sí, pero la gente se llevaba los libros. Compré trescientas copias y al final lo dejé. Sigue sin haber teles en las habitaciones, pero tampoco hay libros. La idea sigue ahí, como siempre.

¿Por qué elegiste ese libro? ¿Qué significa para ti?

Puede que hoy no se conozca tanto, pero Zorba el griego fue en su día un auténtico fenómeno. En los años sesenta, la película cambió por completo la visión que el mundo tenía de Grecia. Se convirtió en todo un icono, como la imagen de Jane Fonda de la que viene el nombre de la panadería Red Jane. Nunca antes alguien tan famoso se había sentado en el tanque del enemigo para una foto. Aquello marcó un antes y un después; fue como empezar de nuevo. Y lo mismo ocurrió con Zorba, que acabó siendo el nombre con el que se bautizaba a toda persona griega.

¿Crees que se ha convertido en un estereotipo?

Puede. Pero es interesante que el libro se desarrolle aquí, en Kríti. La película ganó un Oscar. Michael Cacoyannis era un director extraordinario y el cinematógrafo también era estupendo. Se llamaba Walter Lassally. Se enamoró de la isla después de rodar la película. Se compró una casa y vivió aquí el resto de su vida. Conclusión: tenía que elegir un libro y para mí no había duda: tenía que ser ese.

Sin duda. Pero Ammos no es tu único «bebé». El año pasado abriste la panadería Red Jane, donde nos encontramos ahora. Según internet, fue «amor a primera vista».

Porque sí. Éramos famosos por nuestro espectacular bufé de desayuno en el hotel. Luego llegó la covid y tuvimos que dejar el formato y empezar a servir el desayuno. Decidí que el pan y los cruasanes caseros compensarían el cambio, y de ahí surgió la idea de la panadería. Como ya nos encargábamos nosotros de la elaboración, pensé que con dos o tres personas más sería suficiente; no sabía que harían falta veinte.

Sabemos que el nombre Red Jane hace referencia al escándalo que envolvió a Jane Fonda por una foto que se tomó en Vietnam durante la guerra. ¿Por qué decidiste llamarla así?

Es un nombre que me acompañaba desde hacía un tiempo. Me gustaba el sonido y el significado. Siempre pensé que si abría un nuevo local lo llamaría así, y así fue. Lo elegí sobre todo por la historia. Jane Fonda va a Vietnam y se hace una foto en el tanque enemigo… La tildaron de traidora, pero a mí me fascina el concepto de traición.

Vi este edificio hace años y me enamoré al instante. Quería comprarlo, pero no me lo querían vender. Cambiaron de opinión cuatro años después. En aquel entonces era un taller y lo compré sin saber qué iba a hacer con él. El edificio es de los años treinta y fue construido por una familia de inmigrantes que huía de la guerra en Turquía. Pero tampoco andaba buscando un espacio para montar una panadería.

¿Y por qué lo compraste?

¿Piensas que la panadería Red Jane traiciona de algún modo tu propio país?

Sí y no.

¿Quizá prefieres el término ‘diferenciación’?

No lo sé. Sin duda hay cierta influencia externa en las opciones la carta y fantasía en la arquitectura, pero creo que es más un concepto general. Al principio quería llamarla así sin hablar de la historia de donde salía el nombre, pero al final la historia salió a la luz.

Una panadería vanguardista que es al mismo tiempo un templo del diseño contemporáneo. ¿Cómo surgió la colaboración con Michael Anastassiades?

Pensé enseguida en él porque me parecía la persona ideal. Le propuse venir a ver el local y trabajar en él juntos. Se apuntó enseguida. Usamos azulejos diseñados especialmente para la panadería, con mármol ateniense tradicional pero en rojo.

“Tuve que meterme de lleno en el proyecto. Viajé, conocí a gente, aprendí mucho y comí hasta hartarme. Si me abres, soy todo hidratos de carbono, pero mereció mucho la pena.”

Michael también reflexionó mucho sobre la iluminación, que es la joya de su trabajo. Quería dejar el resto lo más parecido posible al edificio original y la fachada se ha mantenido idéntica. Pero Michael no se encargó solo del diseño, participó mucho en todo el proceso, en todas las decisiones. También trabajamos juntos en las recetas. Comíamos juntos, viajábamos juntos. Incluso diseñó el logotipo. Solo hay una cosa que él no diseñó y es el banco en el que estamos sentados.

Hablando del menú que creaste con consejos de Eyal Schwartz, cofundador de la icónica panadería e5 Bakehouse de Londres. ¿Cómo encaja la tradición culinaria cretense en un menú con un aire tan contemporáneo e internacional?

Kríti no tiene una gran tradición pastelera o panadera. Tenemos el paximadi, un pan seco de cebada.

¿Es el pan que se usa para el dakos (un plato tradicional cretense, similar a la bruschetta, condimentado con tomate, aceite, sal, orégano y queso feta)?

Así es. Cuando decidí abrir la panadería, me dije que no ofrecería productos que ya existían aquí sin darme la ocasión de mejorarlos. Por eso desarrollamos diferentes técnicas. A lo sumo intentamos interpretar algunos ingredientes griegos en la tradición nórdica, para que la gente pueda conocerlos también aquí.

¿Has pensado alguna vez en vivir en otro lugar que no sea Kríti?

Lo he pensado toda mi vida, pero ya soy demasiado mayor. Al final, fue por pura casualidad. Si no hubiera sido por el hotel, me habría ido al extranjero a estudiar y estaría haciendo algo distinto.

¿Qué querías estudiar?

Cine. Lo hice durante un tiempo, pero no funcionó. Antes de eso, estudié Ciencias Políticas. La cosa es que no se puede hacer todo, no se pueden vivir tantas vidas.

¿Tienes planes para el futuro? ¿Ya sabes cuál será tu próximo «bebé»?

La verdad es que sí. Voy a abrir un nuevo local aquí cerca. Es otro edificio que, en este caso, data de los años cincuenta. Abriremos una vinoteca donde venderemos botellas y copas de vino. También he comprado el terreno de al lado para crear un jardín.

¿Apostarás por la tendencia del vino natural?

Me gusta el vino natural, pero Grecia aún está un poco limitada en lo que respecta a las opciones naturales. No voy a rechazar vinos buenos solo porque no son naturales.

¿Y el jardín?

Lo va a diseñar Helli Pangalou, que acaba de supervisar un proyecto muy interesante para la Ópera Nacional de Grecia en Atenas.

¿Cómo se va a llamar?

Garten, que en alemán significa ‘jardín’ pero también ‘patio’. Un lugar donde poder disfrutar de una copa de vino y de algo de picar.

¿Vas a colaborar con algún diseñador famoso como hiciste con Red Jane?

No, lo vamos a diseñar mi amiga Alexia Mylonogianni y yo. No me quiero repetir. Red Jane fue un proyecto complicado. Fue un acto de vanidad.

¿Crees que la gente aprecia todo el trabajo que invertiste en este proyecto?

Creo que sí. No solo el diseño, sino también el ambiente, que creo que es la esencia del diseño. También la calidad de la comida. Si el pan no está bueno, no me importa el aspecto que tenga el local; es mucho más que eso. Tuve que meterme de lleno en el proyecto. Viajé, conocí a gente, aprendí mucho y comí hasta hartarme. Si me abres, soy todo hidratos de carbono, pero mereció mucho la pena.

Si hay una isla donde las tradiciones nunca pasan de moda, esa es Kríti. Aquí cada pueblo tiene su propia fiesta y cada fiesta su propio idioma. Nadie admitiría jamás que todas se parecen; es la presunción de superioridad lo que galvaniza a cada pueblo. El sonido de la lira, las danzas folclóricas y la euforia embriagadora son solo algunas de las muchas formas de recordar y celebrar, con teatralidad simbólica, la recurrencia de algo. Sirven igualmente para trazar los contornos de un mundo particular, que en otros lugares está al borde de la desaparición. También se puede encontrar un código de vestimenta distintivo en medio de esta miríada de costumbres diferentes que de alguna manera son todas iguales, de inspiración puramente bizantina. Vestidos amplios con mangas abullonadas; chalecos negros con adornos dorados y cinturones rojos; botas y delantales… Cada conjunto cuenta una historia. En ocasiones es la historia de quien lo llevó puesto, en otras es la historia de aquel que se lo pondrá, con el toque moderno de una camiseta estampada o un par de zapatillas. Pero así es Kríti: un lugar donde la obstinación del mundo antiguo choca con el entusiasmo de la vida moderna. ¿El resultado? Una estratificación de culturas donde cada existencia encuentra su lugar.

TRAJES TRADICIONALES CRETENSES

John en versión mini

Eltha Yiakoumaki no es una profesora cualquiera. Nació y creció en Chanià, y estudió para convertirse en maestra de preescolar en Salónica antes de abrir su propia guardería en 2006. La educación tradicional siempre le resultó muy restrictiva, por lo que en 2021 decidió tomar una vía más liberadora. Tras años de experimentos, dio con una manera de combinar su pasión por el arte con un enfoque educativo menos convencional que saca el lado más individual de cada niño y niña. Lo logra gracias a la ayuda de grandes

figuras dentro de la historia del arte, que presenta a sus jóvenes estudiantes a través de talleres temáticos. Una vez a la semana, durante unas horas, reúne a grupos de niños de cuatro a nueve años para explorar el mundo de diferentes artistas. Comienza mostrando las obras del artista y contando anécdotas de la vida de su singular creador. Después, selecciona las imágenes más impactantes y delinea su contorno. Por último, explica las reglas de la teoría y, al final, da total libertad a los pequeños para romperlas.

Artemis Christos Katrina Dimitra Marina
Trabajo inspirado por John Craxton, Cockerel and Cat, 1957
Trabajo inspirado por John Craxton, Hotel by the Sea, 1946
Trabajo inspirado por John Craxton, Head of a Goat, 1948

Si John Craxton y Eltha Yiakoumaki se hubiesen conocido, probablemente se habrían llevado de maravilla. Por eso, Eltha lo elige para un taller especial, un homenaje a la isla donde ambos actúan como creadores y guardianes: Kríti. Mientras que para ella el amor por esta isla es un regalo de la infancia, para Craxton fue un descubrimiento tardío, fruto de sus muchos viajes para escapar de Londres. La carrera artística de Craxton, nacido en 1922 en una familia de músicos, lo llevó lejos de la ajetreada vida urbana en busca de paisajes que resonaran con su propia sensibilidad. Eligió Kríti por su paisaje, que aportaba armonía a sus composiciones angulares. Fue aquí donde se dio cuenta de que la vida es la forma más elevada del arte y que, a menudo, no hay diferencia entre ambos. Gracias a Kríti, Craxton comprendió el valor definitivo de la experiencia, que va mucho más allá de su representación. Hoy, muchos pequeños ‘Johns’, guiados por la audacia de Eltha, descubren que esta experiencia puede trascender la realidad cuando se contempla a través del filtro del arte.

Manos es de Heraclión y estudia Ciencias Políticas en Atenas. Su sueño es ser cineasta, aunque le preocupa la opinión de su padre. Cada verano, vuelve a Kríti a disfrutar del mar y de la tranquilidad de la isla.
Anna nació en Heraclión, pero vive entre Atenas y Salónica. Antes de descubrir el mundo de la interpretación, quería ser bióloga marina.
En su tiempo libre, hace de DJ, pero lo que más le gusta de Kríti es el silencio.
Georgios es griego y su mujer, Carol, irlandesa. Hace trece años su amor los trajo hasta Kríti. Su hijo mayor, Evangelos, nació en Dublín, pero la familia se mudó a Heraclión cuando este cumplió un año. Patrick y Tristan, de 12 y 10 años, son de aquí, pero conservan un especial vínculo con Irlanda.

historia,

por los vientos y las acciones de los dioses antiguos. En la playa de Ligres hay alguien que se conoce estas piedras como la palma de su mano y se asegura de que todas están presentes cada mañana. Como ya se sabe, el mar tiene la costumbre de robar fragmentos de la tierra y llevárselos lejos.

En Kríti, cada roca y cada peñasco esconde una
moldeada
Pelotas Ariel F/W 2024
Alexia nació en un pequeño pueblo cerca de Mánchester, pero creció en Heraclión. De madre inglesa y padre griego, se considera cretense, aunque no le apasiona el sol. Tras estudiar Ciencias Políticas y Sociología en Atenas, volvió a Creta para rodearse de naturaleza.
Melina es informática y trabaja por las noches en un bar. Este es su momento
favorito del día, porque es cuando socializa con la gente, en lugar de ordenadores. Le gusta la naturaleza de Kríti, pero no hay demasiada en Heraclión, donde está afincada.
Manolis tiene 20 años, es hijo de Konstantinos, el fundador de Minoan Pottery, y está aprendiendo el negocio familiar. Como al resto de su familia, le encantan los gatos y cuida de los que viven en su granja. Los gatitos se pasean entre vasijas y hacen que la cerámica parezca aún más grande de lo que ya es.
Katia tiene 17 años y va al instituto, aquí todos van al mismo. Vive en Heraclión donde baila con la esperanza de convertir su gran pasión en una profesión. Cuando no está bailando, va al mar, donde encuentra la paz que a veces le roba la adolescencia.

Edición y creación

Alla Carta Studio

Director creativo de la marca

Achilles Ion Gabriel

Directora de la marca

Gloria Rodríguez

Fotografía

Maxime Imbert

Estilismo

Francesca Izzi

Ilustraciones

Francesca Albergo

Redacción

Robin Sara Stauder

Producción Hotel Production

Agradecimiento especial a Emmanuelis Angelakis

Christos Bairabas

Alex Brack

Eva Grimm – Cretan Folk Art and Antiques Gallery

Konstantinos Houlakis – Minoan Pottery

Guillaume Mercier

Nivritos Cultural Association

Oloapitreps

Ioannis Papadakis

Arianna Sesia

Sorry Mummy

Evelina Evangelia Stoltidou

Studio Levi

Universo Maglia

Créditos de imagen

© Maxime Imbert

© Fele La Franca, fotogramas: pág. 80-85

© Iliana Malihin pág. 41

© Heraklion Archaeological Museum pág. 116-121

Impresión

Artes Gráficas Palermo, Madrid

ISSN: 2660-8758

Depósito legal: PM 0911-2021

Impreso en España

Alcudia Design S.L.U. Mallorca

camper.com © Camper, 2024

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