La paz una utopía

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RICARDO ANGOSO GARCÍA ANALISTA INTERNACIONAL - CORRESPONSAL REVISTA CAMBIO 16

OPINIONES ACERCA DE LAS CONVERSACIONES CON LOS GRUPOS GUERRILLEROS Y EL FUTURO DEL PAÍS

P ró l o g o PLINIO APULEYO MENDOZA



Ricardo Angoso García

LA PAZ…

¿UNA UTOPÍA? Opiniones acerca de las conversaciones con los grupos guerrilleros y el futuro del país



Contenido Prólogo 9 Introducción 13 Clara López

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Álvaro Uribe Vélez

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Carlos Lozano

47

José Obdulio Gaviria

57

Efraín Cepeda

65

Jaime Caycedo

75

Carlos Gaviria

87

Enrique Gómez

97

Presidenta del Polo Democrático Alternativo y exalcaldesa de Bogotá Expresidente de Colombia

Director de Voz, órgano oficial del Partido Comunista Colombiano Exasesor del Presidente Álvaro Uribe y experto en temas de seguridad y defensa Expresidente del Partido Conservador Colombiano Secretario general del Partido Comunista Colombiano Excandidato presidencial y exmagistrado Exsenador conservador e hijo del Presidente Laureano Gómez

Jorge Enrique Robledo

115

Jaime Ruiz Barrera

123

Senador del Polo Democrático Alternativo General en retiro y presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares (Acore)


Antonio Navarro Wolff

133

Alejandro Ordóñez

141

Francisco Santos

151

Aída Abella

157

Horacio Serpa

165

Sergio Fajardo

175

Alfredo Rangel

183

A modo de conclusión

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Exlíder del M-19 y exgobernador de Nariño Procurador general de la República de Colombia Ex Vicepresidente de la República de Colombia y ex precandidato presidencial por el Centro Democrático (uribismo) Candidata a la vicepresidencia de la República por la coalición de izquierdas Polo Democrático-Unión Patriótica Excandidato presidencial, senador y ministro, durante el mandato del Presidente Ernesto Samper Gobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín Director del Centro Seguridad y Democracia de Colombia y senador por el Centro Democrático


Prólogo Éste es, sin duda, un libro excepcional. Reúne entrevistas con relevantes personajes colombianos de opuestas tendencias políticas y perfiles ideológicos que abarcan desde la extrema izquierda hasta la derecha en sus más duras facetas, sin descuidar el centro en todas sus variantes, a fin de saber qué le espera a Colombia en el más inmediato futuro. Es lo que se ha propuesto con admirable empeño su autor, el analista y sociólogo español Ricardo Angoso. Su experiencia en el ámbito internacional es de una sorprendente dimensión. Para mostrarnos los conflictos que en un momento dado hirvieron en los Balcanes, pasó largas temporadas en Albania, Bosnia y Herzegovina, Hungría, Rumania, Macedonia, Montenegro, Serbia y Turquía. Luego fijó su atención en América Latina. De Honduras y Venezuela, experiencia recogida en un libro, ha pasado a Colombia para explorar nuestra conflictiva realidad. No se ha detenido, como la mayoría de los analistas internacionales, en los diálogos que se adelantan en la Habana entre el gobierno del Presidente Santos y las Farc, con miras a llegar a un acuerdo, sino que ha llevado también sus indagaciones al campo de la economía, a las vías hacia el desarrollo —germen de agudas controversias— y a las opciones en la lucha contra la pobreza y las evidentes desigualdades sociales. ¿Hacia dónde va Colombia?; ¿cómo ve el actual proceso de paz?; ¿cómo evalúa el gobierno de Santos?; ¿qué medidas concretas deben llevarse a cabo para luchar contra la pobreza?; ¿cómo valora 9


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la seguridad pública?; ¿con qué modelo de izquierda se identifica usted? Esta fuerte artillería de preguntas está dirigida a connotados personajes de las más diversas y opuestas tendencias que se mueven en el ámbito político del país. ¿Qué impresión dejan las numerosas respuestas obtenidas por Ricardo Angoso? Pues bien, una muy confusa. En cualquier país europeo todas ellas quedarían matriculadas en un partido. Por ejemplo, si de España se tratara, las respuestas expresadas por los personajes entrevistados se ubicarían en su gran mayoría en el Psoe o en el Partido Popular. Entre nosotros, los partidos han dejado de tener la misma coherencia y la misma estructura interna, de modo que aún quienes dicen pertenecer a ellos, lo que expresan en una entrevista tiene un sello muy personal. De ahí que Angoso tenga razón cuando señala que el futuro de esta nación no se vislumbra de manera fácil y está más plagado de incertidumbres que de certezas. Esta consideración puede aplicarse al llamado proceso de paz que se adelanta en la Habana. Es cierto que tras cincuenta años de un conflicto sembrado por parte de la guerrilla de constantes atrocidades, reclutamiento de menores y de actos terroristas contra la población civil, todo lo cual ha producido seis millones desplazados, la esperanza de alcanzar la paz la comparte la gran mayoría de los colombianos. Pero es también cierto, como lo dice el propio Ricardo Angoso en la introducción de este libro, que, “casi todo el mundo desconfía de las Farc y nadie tiene mucha confianza en sus verdaderas intenciones”. ¿Qué otra alternativa quedaría? Tampoco está claro. Cercanos amigos del gobierno del Presidente Santos se apresuran a lograr de estas dudas beneficios electorales llamando “amigos de la guerra” a quienes se oponen a una ausencia de castigos penales para los guerrilleros y a la no entrega de las armas. 10


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Para hacer más confuso el panorama, uno advierte que tanto la izquierda como quienes podrían ubicarse en otro ámbito ideológico, están profundamente divididos. Si bien el Polo Democrático, el Partido Comunista, los Progresistas de Gustavo Petro o Navarro Wolff, son opuestos a un modelo de economía liberal y aceptan sin restricciones un acuerdo con las Farc, están lejos de formar un solo bloque capaz de abrirles las puertas al poder. Suelen calificar de derecha a Juan Manuel Santos y a Álvaro Uribe Vélez, cuando en realidad estos podrían ubicarse con más objetividad en un centro izquierda y en un centro derecha. ¿Qué divide a estos dos últimos, pese a que comparten un similar modelo de desarrollo basado en la libre empresa y un clima favorable a la inversión extranjera? Sin duda, rasgos de carácter y formas de abordar los compromisos políticos. Sus partidarios los defienden, según vemos en este libro, con la misma vehemencia. Es muy común en América Latina que un liderazgo propio de caudillos y dirigentes políticos provoque irremediables fisuras. Aunque la mayoría de las entrevistas recogidas en este libro tienen toda su vigencia, algunas parecen desbordadas por la actualidad. Conocidos dirigentes del partido Conservador, entrevistados por Angoso, se manifiestan abiertamente partidarios de la reelección de Juan Manuel Santos, sin sospechar que en la reciente convención conservadora las bases del partido postularon la candidatura de Marta Lucía Ramírez, fuerte opositora del actual gobierno. Es posible también que la visión de Gustavo Petro dada por Antonio Navarro Wolff no corresponda hoy a la realidad de su gestión. No olvidemos que cuando la entrevista fue realizada, Petro acababa de ser elegido Alcalde de Bogotá y sus promesas de campaña eran las que se tomaban en cuenta. No sabríamos qué opinión tendrá ahora que ha sido destituido. 11


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Como sea, le sobra razón a Ricardo Angoso cuando asegura que una de las claves para el desarrollo de Colombia, siguiendo la propuesta de este libro, es “atender a los grandes desafíos que tiene el país en materias tales como sanidad, educación, infraestructuras, lucha contra el narcotráfico y seguridad pública”. Seguramente el lector sabrá distinguir cuál de los numerosos entrevistados llegó a fijar mejor su atención en estos problemas.

Plinio Apuleyo Mendoza

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Introducción Éste no es un libro sólo sobre el proceso de paz, sino sobre Colombia y su futuro inmediato. Desde diversos ángulos ideológicos, políticos e incluso sociales, sin evitar a nadie excepto a quien se negó a responder, he tratado de sondear sobre un abanico de temas que van más allá de las actuales negociaciones entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), aquellos que atañen a su economía, al desafío de la inequidad social, al futuro de la izquierda, a las diferencias políticas dentro del Establecimiento y, sobre todo, al futuro de una nación emergente en el siglo xxi pero repleta de problemas y también de energía para enfrentarse a los mismos. No sé si al final de la lectura de este libro, fruto de horas de entrevistas y grabaciones, pueda responder a la pregunta que lo encabeza, pero quizá haya conseguido contribuir a clarificar las distintas percepciones, a veces disonantes, otras polémicas, que hay en la vida política de este país sobre los mismos problemas, siempre tan complejos como la realidad misma de Colombia. El planeamiento que hago en este libro es una suerte de mosaico ideológico; es decir, aparecen entrevistas tanto de izquierda como de derecha, entremezcladas: he comenzado con una de izquierda y concluyo la obra con una que he situado a derecha, desde el punto de vista puramente político. Muchas veces, en las mismas, hay anhelos parecidos, preocupaciones, pero siempre late una diferencia que añade al debate político e intelectual, un prisma diferente acerca de conflictos no resueltos en una sociedad dinámica y vibrante. 13


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Resulta sorprendente el optimismo que desde la izquierda se percibe con respecto al proceso de paz que se desarrolla entre Oslo y La Habana. Destacable, sobre todo, debido a la negativa experiencia histórica y el fatídico final de la Unión Patriótica (Up), una fuerza de izquierda que nació de una “aventura” parecida y que concluyó en una masacre. Mientras, para algunos analistas situados más a la derecha, o claramente situados en el uribismo, el escepticismo es mucho mayor y se muestran más cautelosos, incluso algunos claramente en contra, como ocurre con el expresidente Álvaro Uribe. Paradójicamente, el Presidente Juan Manuel Santos, que inició estas conversaciones en un momento en que su popularidad estaba en mínimos, ha encontrado una mayor aceptación con respecto al proceso en las filas liberales, en la misma izquierda e incluso en algunos analistas y observadores de la realidad colombiana que proceden de la guerrilla, como es el caso de León Valencia o Antonio Navarro Wolff. Por no hablar del exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, también un firme defensor del diálogo con la guerrilla y la búsqueda de una vía política al problema de la violencia, que dura más de medio siglo en este país. El Presidente Santos, que llegó a la máxima responsabilidad del país aupado en la popularidad de su predecesor, el expresidente Álvaro Uribe, y aunando los votos del centro y la derecha, ha ido conformando, desde su llegada al Gobierno, una gran coalición que va desde los conservadores hasta los liberales, pasando por numerosos verdes, independientes e incluso gente de la izquierda que abandonó sus raíces para subirse al barco del “santismo”. ¿Unidad nacional o puro oportunismo? La respuesta la dejo en sus manos. No en vano, y siguiendo un diseño de lo que el Presidente llama el proceso de “unidad nacional”, sus apoyos en el legislativo 14


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colombiano han llegado a más del 90% de sus miembros, habiendo conseguido sumar a sus proyectos en las dos cámaras colombianas —Senado y Cámara de Representantes— un número de votos que se podría definir como mayoría “a la búlgara”, que vienen a representar mayorías casi monolíticas y disciplinada unanimidad. O, como señala con cierta acidez crítica el senador Robledo, el Presidente ha conseguido asentar sin fisuras y discusión al “partido del presupuesto”.

El proceso de paz entre las Farc y el gobierno: más incertidumbres que certezas En estas circunstancias de escasa masa crítica en los medios y apoyo político mayoritario desde las instituciones, es donde debemos “encajar” el proceso de negociaciones que comenzó entre las Farc y el ejecutivo colombiano, que ha tenido dos escenarios de desarrollo: la capital noruega, Oslo, y la cubana, La Habana. Dos países considerados amigos de Colombia, como son Venezuela y Chile, actúan como países acompañantes del proceso y darán fe, con su seguimiento político, de la voluntad de ambas partes por poner fin al conflicto y sellar una paz definitiva, asentada en unas condiciones justas para todos los colombianos. Sin embargo, el camino no va a resultar fácil y está más plagado de incertidumbres que de certezas. En primer lugar, casi todo el mundo desconfía de las Farc y nadie tiene mucha confianza en sus verdaderas intenciones. La experiencia histórica con respecto a anteriores procesos es nefasta y todavía sigue viva en la memoria de los colombianos el fracaso de las negociaciones del Caguán, donde el expresidente Andrés Pastrana asistió a una humillación sin precedentes al no presentarse el líder de las Farc de entonces y quedar la famosa silla vacía sin ocupar. ¿Volverá a ocurrir algo parecido? 15


Luego la permanente interferencia de países como Venezuela y Ecuador, en los asuntos internos de Colombia, dando cobijo y apoyo moral y político a las Farc, podrían hacer creer a los negociadores de esta organización terrorista que su fortaleza es mayor y sus posibilidades de éxito, también. El panorama regional es muy favorable a las Farc, donde una buena parte de las organizaciones de izquierda simpatizan con sus ideas, lo que podría llevar a este grupo a unas demandas desorbitadas y un mal manejo en la conducción del proceso negociador. La sociedad colombiana, junto con su ejecutivo, está dispuesta a ceder pero no a cualquier precio y el Presidente Santos debería saberlo, o al menos intuirlo. Y, en tercer lugar, hay sectores claramente no identificados con el proceso, como son los partidarios del expresidente Álvaro Uribe, las organizaciones representativas de las Fuerzas Armadas y otras organizaciones incluso ilegales, como los paramilitares. Muchos piensan, quizá hasta con razón, que las Farc estaban en la fase final previa a su derrota y que unos años más de presión militar la hubieran dejado fuera de juego. ¿Tienen una base sólida y asentada en la realidad estas percepciones o son puras quimeras? ¿Cuántos años habrían hecho falta para derrotar a las Farc? Es difícil de precisar, ya que la capacidad operativa de las Farc resulta complicado determinarla en tanto y cuanto históricamente han mostrado una enorme capacidad para mutarse e incluso convertirse en el primer cartel de la droga de toda Colombia. Aparte de la base política, conformada por gentes procedentes del Partido Comunista Colombiano y otras organizaciones, muchas de ellas trabajando en el campo de los Derechos Humanos, se calcula que cuenta con entre 8 000 y 10 000 hombres en armas y una nutrida red de informantes y colaboradores a lo largo y ancho del país. ¿Es posible derrotar a las Farc militarmente como sostienen muchos en Colombia? Es una pregunta de compleja respuesta.


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Y como cuarto aspecto a tener en cuenta, el ejecutivo de Santos necesita estas negociaciones de cara a las elecciones presidenciales del 2014. En un momento de caída libre y sin red en todos los estudios de opinión, incluidos los de los medios afines al ejecutivo, el actual Gobierno necesita salir exitoso de este proceso y es más que seguro que, conociendo al máximo mandatario colombiano, no va a caer en los errores de sus predecesores. Santos, seguramente, habrá fijado unas precondiciones con los negociadores de las Farc y si se ha tirado a la piscina, anunciando a bombo y platillo esta ronda negociadora, es porque hay agua, porque el proceso puede dar resultados prácticos y avanzar hacia una solución definitiva. Santos sabe, como experimentado político que es, que su futuro político está muy ligado a este proceso de negociaciones; de su éxito o su fracaso dependerá, en gran medida, su reelección. El reciente acuerdo ya definido entre las Farc y el ejecutivo de Bogotá, en el sentido de que esta fuerza guerrillera participe en la política colombiana, camina en esa dirección.

El modelo de desarrollo colombiano, germen de controversias Finalmente, en el libro también se analizan otros aspectos fundamentales para el futuro de Colombia como son sus relaciones exteriores, la lucha contra la pobreza, los procesos de integración latinoamericanos y el futuro de un país que se debate entre estar entre los primeros de la clase del continente o, si no juega bien sus cartas, entre los más rezagados. Una de las claves para el futuro desarrollo del país, tal como aseguran muchos de los entrevistados que comprenden la propuesta de este libro, es atender a los grandes desafíos que tiene Colombia en materias tales como sanidad, educación, infraestructuras, lucha contra el narcotráfico y seguridad pública. Para algunos, como Clara López, situada a la izquierda, “el modelo económico de crecimiento económico en Colombia está 17


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agotado definitivamente”, mientras que para otros, situados en el centro, como Efraín Cepeda, eso no es así y mantiene “que en la gestión del Presidente Santos hay que reseñar logros muy importantes, muy positivos, como por ejemplo el manejo de la economía”; es decir, que cree que el modelo funciona. Esa controversia acerca del manejo de la economía y del modelo social de desarrollo colombiano estará presente a lo largo de todo el libro y suscitará en el lector, sin lugar a dudas, el necesario debate acerca de la validez del mismo. Termino esta larga introducción con unas palabras del Senador Jorge Enrique Robledo, del Polo Democrático, que percibe amenazas y ‘nubarrones’ en este nuevo ciclo de crecimiento de la economía colombiana: “…La economía colombiana disfruta de una suerte de relumbrón, hay una bonanza de precios y de materias primas, por las condiciones del mercado, ya que es evidente que el flujo de capitales especulativos hacia Colombia ha generado una burbuja inmobiliaria. Hay un auge que tiene mucho que ver con un relumbrón del que está excluida la mayor parte de la sociedad. Este auge económico, y este aspecto es lo más grave, no obedece a las políticas del Gobierno, sino que obedece a aspectos externos que pueden cambiar en cualquier momento y lo pueden hacer en condiciones catastróficas para todos”.

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Clara López* Presidenta del Polo Democrático Alternativo y exalcaldesa de Bogotá

Tras su paso por la alcaldía de Bogotá, de donde salió con altos índices de popularidad, Clara López es uno de los grandes activos de la izquierda colombiana y uno de los principales referentes políticos y morales de la formación que preside: el Polo Democrático Alternativo (Pda). Procedente de la desaparecida Unión Patriótica, de la que fue su candidata a presidir la capital del país, Bogotá, ahora afronta un nuevo ciclo político donde su nombre ya figura como candidata a la Presidencia de la República para las elecciones del 2014. Valores no le faltan, es una política de raza.

Titulares: “La izquierda colombiana se halla en un proceso de franca recuperación”; “Aspiramos a crear una amplia convergencia nacional más allá de la izquierda que nos permita superar el modelo neoliberal”; “Santos y Uribe son dos caras de la misma moneda”;

* Por registrarse acá las respuestas de los entrevistados, los textos se han mantenido en la mayoría de los casos, sin modificaciones y se plasman tal cual lo expresaron.

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“Renunciamos a la violencia como forma de hacer política, pero tampoco aceptamos que nadie la utilice, ni la justificamos de ninguna forma en el actual escenario del país”; “La izquierda colombiana es estigmatizada permanentemente, señalada como un brazo político del terrorismo”; “El modelo de crecimiento económico en Colombia está agotado definitivamente”. Ricardo Angoso: ¿Cree que será posible que el Polo se recupere electoralmente tras la crisis vivida, casi una larga agonía? Clara López: Es cierto que bajamos en Bogotá, debido a que sufrimos una dura crisis en la ciudad, eso es algo innegable. Para nadie es un secreto que la suspensión en el cargo del anterior alcalde, Samuel Moreno, del Pda, es algo que le dio muy duro al partido. Pero la gente se queda en las malas noticias y no en las buenas, ya que a mí el partido me seleccionó en la terna para sustituir a Moreno y el Presidente de la República luego me eligió como Alcaldesa de la ciudad de Bogotá para culminar el mandato que no pudo terminar el alcalde procesado. Estábamos en un 18 % de aceptabilidad en las encuestas y salimos con el 72 % de popularidad, el nivel más alto que ha obtenido un alcalde en muchos años en esa misma encuesta. En esa última etapa tuvimos la capacidad de revertir esa tendencia negativa, y encontrar el apoyo de una sociedad que nos veía con escepticismo tras lo que había ocurrido. Fuimos, además, capaces de hacer una autocrítica como partido y, sinceramente, creo que estamos en un proceso de franca recuperación. R.A.: ¿En qué se diferencia su candidatura de la del resto de candidatos? 20


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C.L.: Nosotros nos diferenciamos profundamente en varios aspectos. Con el Presidente Santos coincidimos en la apuesta por el proceso de paz en Colombia, lo cual nos diferencia claramente de la oferta política del expresidente Álvaro Uribe, quien quiere ponerle palos en la rueda a las negociaciones en marcha para lograr la paz. Luego nos diferenciamos de ambos por nuestra visión económica del país, ya que pensamos que se tiene que dar sustento a la construcción de la paz y, por tanto, planteamos la necesidad de que Colombia requiere un gobierno profundamente democrático y social, que a la vez entienda que la economía debe estar al servicio de la sociedad y no viceversa. Eso implica que tenemos que mirar con detenimiento y analizar los tratados de libre comercio y cómo este país se está convirtiendo en importador de casi todo lo que antes producía. Se está generando un desempleo muy alto y una informalidad en el empleo que nosotros consideramos no ayuda a construir la paz. Hay que renegociar muchos aspectos de estos tratados de libre comercio para abrir espacios al avance social. También pensamos que el modelo económico y su necesaria revisión pasa por examinar qué es lo que se está haciendo en la minería. Nosotros decimos minería sí, pero no así, y eso quiere decir que apoyamos la utilización los recursos naturales de este país pero explotados de forma responsable para sembrar las inversiones en desarrollo tecnológico, en proyección de sectores importantes para la competitividad nacional e internacional, pero no como se está haciendo, ya que es una minería exclusivamente de extracción y con un bajo control estatal. No hay tampoco una voluntad política de defender el medioambiente, no hay los recursos del Estado para controlar estas cosas, y en este sentido nos diferenciamos claramente de las políticas de Santos y Uribe. Luego está el asunto de la tributación. Nosotros no somos amigos de las nacionalizaciones, o las expropiaciones, como 21


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hacen algunas fuerzas de izquierda. Queremos que los dividendos paguen sus impuestos. Pero esos cambios se deben hacer desde el respeto a la Constitución y las leyes. Necesitamos unos mejores servicios sociales y ese camino sólo se puede cumplir con una mejor tributación. Por ejemplo, la salud se ha convertido en un negocio y no en un servicio público, la atención a los ciudadanos es pésima y se les niegan a muchos ciudadanos sus servicios. Así no puede funcionar un país. La educación es otro aspecto fundamental que debe ser revisado, hacen falta nuevas coberturas y hay que profundizar en la calidad del mismo, lo cual tiene un coste, claro. Hace falta un Estado que garantice los derechos de todos los ciudadanos a todos los niveles y mientras eso no sea así se puede decir que tenemos un enorme déficit democrático que hay que subsanar. Falta una auténtica democracia social y económica. Tenemos que dar oportunidades a todos y un trabajo digno para que las familias puedan sustentarse. R.A.: En qué izquierda se sitúan ustedes, ¿en la moderna que puede representar el Partido de la Revolución Democrática (Prd) de México, e incluso de Lula, o en la populista tipo Chávez? C.L.: Nuestro modelo de izquierda es amplio, mirando hacia las buenas experiencias de Lula en Brasil, o de lo que está haciendo Mujica en el Uruguay, ya no sólo en la política, sino en su actitud personal hacia lo público y hacia la vida. Pero también aspiramos, en ese concepto dúctil de una izquierda que sería confiable y fiable, que podamos entrar en contacto no solo con los sectores de la izquierda del país, sino más allá de la izquierda, pues nosotros creemos que para cambiar a Colombia no lo puede hacer un partido solo o la izquierda por sí misma; nosotros tratamos de estimular una gran convergencia que incluya a amplios sectores de la sociedad colombiana y ser capaces de ofrecer una alternativa al modelo neoliberal que está haciendo 22


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aguas tanto en América Latina, como en otras latitudes. Se está viendo en España, Grecia y otras partes del mundo; ese no es el camino para afrontar la crisis y no lo digo yo, sino numerosos líderes y economistas. R.A.: ¿Cuál es el motivo que les ha llevado a abandonar la Marcha Patriótica, que para algunos era un foro de apoyo a los terroristas de las Farc, mientras que para otros era una iniciativa para lograr la paz en Colombia? C.L.: El Polo surgió como un esfuerzo mancomunado de todas las fuerzas y expresiones de izquierda, para buscar lo que siempre habíamos eludido: la unidad de toda la izquierda democrática del país sobre la base de un programa muy claro y de mínimos, no de máximos. Y en ese programa planteábamos un programa muy firme frente al proyecto neoliberal y también buscando una paz política negociada, pero, de la misma forma, nos desligábamos de toda forma de utilizar o justificar la violencia para conseguir nuestros objetivos políticos. Renunciamos a la violencia como forma de hacer política, pero tampoco aceptamos que nadie la utilice ni la justificamos de ninguna forma en el actual escenario del país, cualquiera que sea la pertenencia de quien la utiliza en el espectro político. Entonces, surge un nuevo movimiento, una nueva expresión de la izquierda, y estamos ya inmersos en un proceso de crear nuestro propio partido. Y ahora, en estos momentos, estamos reconduciendo el Pda, buscando nuevos espacios, tras una época de una cierta crisis. Y tenemos el firme convencimiento, después de nuestro último encuentro ideológico, de que tenemos cómo salir adelante superando nuestra crisis, y ampliando nuestro campo de acción a todas las expresiones de izquierda. Si bien no pudimos estar unidos durante un trecho del proyecto, ahora no vamos a perder la senda de la unidad en el camino hacia las elecciones del 2014. 23


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R.A.: Parece que la gestión del exalcalde de Bogotá, el progresista Gustavo Petro, fue muy decepcionante, ¿qué opina de su destitución? C.L.: Nosotros, desde luego, pese al distanciamiento de Petro hacia el Pda, que más que denuncia de la corrupción fue una suerte de garrote para destruir al partido, queríamos que las cosas le salieran bien al frente de la alcaldía. Y es que, en un país como el nuestro, las opciones de izquierda hay que cuidarlas mucho, pues los que trabajamos desde fuera de la coalición gobernante somos vistos con muy malos ojos; nuestro proceso de democracia todavía es muy restringido y la labor de la oposición siempre es examinada con recelo, es muy difícil trabajar en esas circunstancias. En la destitución de Petro, ocurrida recientemente, se debían haber respetado las medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El Polo cree que la principal afectada será la ciudad, tan necesitada de soluciones a sus problemas. Los bogotanos no podrán ver los proyectos terminados y nuevamente serán los más afectados. También creo que fue un error del alcalde no interponer el recurso de nulidad contra la decisión de la Procuraduría, como se lo dijo el Consejo de Estado, aunque esto tardara años para fallar. Además, Colombia se ha sustraído del Sistema Interamericano de protección de los Derechos Humanos, creando un precedente nefasto. Colombia no es un país que se haya destacado por el respeto a los Derechos Humanos y ahora se aparta de su tradición jurídica, en algo que yo considero una decisión política y no jurídica del presidente de la República. Luego Petro dejó atrás, por ejemplo, el asunto del metro, que es un proyecto que en esta ciudad se lleva barajando desde hace años, y lo iba a reemplazar por un tren ligero, un tranvía, algo 24


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que desde luego no cumple las expectativas que tenía la ciudad ni genera las posibilidades objetivas para resolver los problemas de movilidad que tiene Bogotá; una ciudad de ocho millones de habitantes sin Metro no es algo creíble para un gobernante que parecía atender más a las inauguraciones que a las necesidades objetivas que tenía la ciudad. Petro tenía más la vista puesta en rimbombantes proyectos sin la efectividad en las soluciones que demandaban los ciudadanos. R.A.: Uno tiene la sensación de que en Colombia lo que le impide a la izquierda llegar al poder es la existencia de un grupo terrorista como las Farc y que se ligue a determinadas fuerzas, como el Pda, con esa organización criminal, ¿es así? C.L.: Sí, la estigmatización es permanente. Nos tratan de asociar (al Pda) con las guerrillas, lo cual es falso y no se atiene a los principios ni a los fundamentos de nuestro partido. Nosotros, con mucho esfuerzo, hemos conseguido desligarnos del terrorismo. Pero cada vez que quieren golpearnos vuelven con el mismo cuento y tratan de asociarnos con las guerrillas. Lo más revolucionario, creo, es profundizar y afianzar la democracia en el país, en donde haya un mutuo respeto a todas las fuerzas y que a las alternativas se las pueda conocer por lo que son y no por lo que les endilgan injustamente. Es muy fácil combatir al contrario no por lo que propone, sino por la estigmatización de lo que le suponen los contrarios para evitar que la opinión pública desconozca lo que proponen y realmente desean para la nación. Tenemos unas alternativas y propuestas que muchas veces se desconocen porque nos estigmatizan con estas ideas que nada tienen que ver con nuestro ideario político. R.A.: ¿Qué noticias tiene acerca del proceso de paz, sabe algo más allá de lo que dicen los medios? 25


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C.L.: Esa es una de las quejas que nosotros hemos elevado al Gobierno nacional. Hemos solicitado oficialmente un canal de información para saber qué está pasando. La gente nos pregunta y no sabemos qué decir porque no tenemos la información de lo que realmente está pasando. No tenemos ninguna información más allá de la que escuchamos a través de los medios. Exigimos esos canales para conocer qué está pasando y reiteramos también que sería necesaria una mediación para terminar con este tira y afloja entre el Gobierno y la guerrilla. La opinión pública muchas veces ni siquiera sabe a qué atenerse. Una mediación seria, con autoridad moral y política, respetable, al estilo de un mandatario de prestigio, podría ayudar mucho para buscar puntos de acuerdo y que nadie se levante de la mesa hasta no llegar a una salida negociada. Además un tercero, a través de esa mediación, podría ayudar e informaría al país acerca de lo que realmente está ocurriendo. Creo que esa mediación también le aportaría la garantía para que se cumplan los puntos que se puedan firmar. Esa mediación, como ya le he dicho, aportaría ese canal de información que necesita y demanda la ciudadanía. No se puede vivir con este desconocimiento. R.A.: ¿Qué salidas se le puede encontrar al problema que representa el terrorismo de las Farc? C.L.: Yo sostengo que para hacer frente al conflicto y hacer la paz se requiere la voluntad política, tanto del establecimiento como de las Farc, pero tal vez el problema de fondo es que se quieren hacer las cosas de espaldas a la sociedad y en esta etapa de la vida nacional pienso que no se puede llegar a un acuerdo a puerta cerrada. Hay que interesar a toda la sociedad colombiana para darle sustento al Gobierno en el proceso de paz, que ahora parece tenerlo, y eso se está viendo con la oposición tan rabiosa 26


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que le ha surgido al Presidente de la mano del expresidente Álvaro Uribe. También hay que presionar a las Farc, y en este proceso se inscribe lo que los indígenas del Cauca han exigido a la organización terrorista para que cesen en sus acciones, para que les dejen vivir en paz. Es decir, llevarles a una mesa de negociación y obligarles a negociar. Creo que derrotar a las Farc, a una organización guerrillera de esas características, es casi imposible y así se ha visto en estos diez años de política de “seguridad democrática”, que no ha dado los resultados esperados y no ha llevado a la derrota definitiva del movimiento guerrillero. No bastaron esas políticas y ahora se pretende seguir con esa dirección e insistiendo, creo, en una dirección errada. Esperemos, no obstante, que en estos momentos se den resultados en estas mesas de negociaciones. Se está descuidando la lucha contra el crimen organizado mientras no se avanza en la lucha contra el terrorismo. Por ejemplo, casi todos los últimos presidentes han salido de alguna forma “tocados” o señalados por sus vínculos con el paramilitarismo, algo, desde luego, muy grave. R.A.: Y es que parece que la oposición al Presidente Juan Manuel Santos la ejerce el expresidente Uribe y no ustedes ¿es así? C.L.: El Presidente Uribe tiene altos índices de popularidad y no podemos negar que durante su mandato hubo grandes avances en materia de seguridad, pero él ahora está tratando de utilizar el agotamiento de su política de “seguridad democrática” que sigue vigente con Santos. Esa política está agotada y se demostró que no daba para más de lo que dio; Uribe utiliza esa “seguridad democrática” para golpear y atacar al Presidente Santos de una forma muy oportunista. A mí me parece que no es la verdadera oposición porque él no plantea una alternativa a la situación actual, 27


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plantea volver a más de lo mismo. Mientras que nosotros, el Pda, planteamos una oposición que es una alternativa que quiere un cambio profundo en el país, una transformación grande que no queremos hacer solos y que es un modelo económico distinto al de Santos y Uribe. La “seguridad democrática”, y el actual modelo económico, están agotados. Tenemos que buscar otros caminos y otros cauces, pues si no vamos a seguir con estas crisis que generan desempleo e inequidad social, incluso descontento e inseguridad en general. Las sociedades, además, se hicieron para el desarrollo de los ciudadanos y no para su represión. R.A.: ¿Cómo valora el mandato del Presidente Santos en estos tres años y unos meses más ya cumplidos? C.L.: Es un Gobierno que a nosotros al comienzo nos dio un respiro, ya que el Gobierno de Uribe era demasiado virulento con la izquierda democrática; era un ejecutivo que nos señalaba y nos estigmatizaba para desacreditarnos ante la opinión pública. Creo que el Gobierno de Santos ha cambiado su estilo menos virulento y violento, pero tampoco reconoce la existencia de una oposición. Pasamos de ser estigmatizados a ser ignorados por el nuevo ejecutivo. Por ejemplo, se vio en la reforma de la justicia, donde mantuvimos una posición seria y rotunda, denunciando la impunidad con la que se trataba de imponer y otros aspectos absolutamente criticables del proyecto. No fuimos escuchados y nuestras propuestas fueron desestimadas. Nos tuvimos incluso que retirar en uno de los debates para ser escuchados. El Gobierno como tal, está mal valorado, tiene un modelo agotado, como vamos viendo en las encuestas y la opinión pública así lo está reflejando. Dicen que crearon dos millones de empleos y no es cierto, pues son empleos de baja calidad social y sin una salud garantizada. El modelo económico no funciona, se ha agotado y no cumple las expectativas de la gente, que busca la igualdad social, la integración 28


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y la superación de la inequidad. A los tres años del gobierno de Santos poca gente piensa que dentro de dos años, lo que le queda de mandato, las cosas van a ser mejor para ellos y para sus hijos. El desencanto y la decepción son muy grandes, tal como revelan todas las encuestas y sondeos. R.A.: ¿Qué harían ustedes para luchar contra la pobreza en un país donde alcanza al 45% de la población? C.L.: Tiene que generarse un viraje en la forma en que se maneja la política. Hay que concentrarse en crear mercado interno y también hay que abandonar esa idea obsesiva de estar solo pendientes de los mercados internacionales, de las exportaciones y de los tratados de libre comercio. Somos muy dependientes de nuestras exportaciones, principalmente de materias primas, pero personalmente creo que debemos de centrarnos en mejorar los ingresos y los salarios de los colombianos para que aumente la demanda interna, muy baja en estos momentos. Así, a partir de generar una mayor equidad social, esa demanda interna generará una bonanza económica en el país, aun en medio de una crisis internacional. Creo que habría que pensar en un aumento general de los salarios, que es una política que tuvo éxito en el Brasil de Lula y ayudó a reducir la pobreza y la desigualdad social, mientras aumentaba el crecimiento económico del país; fue una política exitosa. Se generó una dinámica económica que no los exime de las crisis internacionales pero que les ha dado una fortaleza que, por ejemplo, no tenemos nosotros para resistirlas. Pero, sobre todo, se creó una dinámica de inclusión social que no hay en Colombia. En este país las grandes empresas, los bancos, las grandes corporaciones, e incluso las multinacionales, tienen ganancias anuales que a veces aumentan hasta un 30% año tras año, mientras que los salarios tan solo lo hacen en un 5%. 29


Ricardo Angoso García

R.A.: Brasil ha sido un país exitoso como modelo económico y social y Venezuela, obviamente, no. ¿En qué espejo se miran ustedes? C.L.: En el Pda hemos discutido sobre estas cuestiones en nuestro foro ideológico, y definitivamente le digo que hemos llegado a la conclusión que no vamos a copiar modelo alguno, sino que queremos trabajar por desarrollar y crear nuestro propio modelo. Trabajamos por un modelo de izquierda para Colombia, que ofrezca soluciones propias y genuinas. Miramos las experiencias de otros países, especialmente de América Latina, no solo para aprender de lo bueno, sino para no cometer los errores que pueden lastrar un crecimiento incluyente y justo, socialmente sostenible, quiero decir. R.A.: ¿Qué líderes se perfilan en el Pda como candidatos a las próximas elecciones en Colombia? Incluso su candidatura suena ¿tiene pretensiones? C.L.: Había dos precandidatos claros: el Senador Jorge Enrique Robledo —que ya se ha retirado de la carrera presidencial— y yo misma. Pero ninguno de los dos está en el proceso de campaña, eso todavía queda lejos; es un proceso prematuro que todavía no marcha. Lo que sí tenemos claro es que el Pda va a sacar una candidatura unificada ante las próximas elecciones y no vamos a caer en divisiones personales. Y quien salga seleccionado saldrá con el apoyo de todo el partido y formará el mejor equipo que el país necesita para hacer el cambio. Nosotros, además, pensamos que una vez tengamos nuestra candidatura presidencial y hayamos elaborado las bases de nuestro programa, que se va a decidir en los próximos meses, la política que vamos a desarrollar pasará por generar una gran confluencia en el país, que no sea solo el Pda, sino que debe ir a un proyecto más unitario donde quepan los liberales, los verdes, los progresistas y todos aquellos que buscan la paz y los avances sociales. 30


La Paz… ¿Una utopía?

R.A.: Finalmente ¿hacia dónde va Colombia? C.L.: El Presidente Santos ha perdido la llave de la paz, ya nadie sabe a ciencia cierta donde está. Ahora se abre un nuevo escenario. Esperemos que dé resultados esa plataforma coincidente de mínimos que nos lleve a un Estado social de derecho concertado, y así llegaremos a las metas deseadas. Tenemos la oportunidad de hacerlo y las encuestas empiezan a mostrarlo; si somos inteligentes y logramos esa gran plataforma no hay que descartar que seamos capaces de llegar a la Presidencia de la República en el 2014, frente al gran pacto de unidad nacional que significan Santos y Uribe, que son las dos caras de la misma moneda en cuanto a sus ideas sobre la seguridad y la exclusión social. Este modelo, además, no responde a las necesidades y a lo que ahora demanda la sociedad colombiana; el Polo, sí. El Polo quiere construir un Estado de derecho con derechos sociales para todos los colombianos, esa es la Colombia que queremos construir; ni más ni menos.

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