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CUADERNOS DE MOVILIZACIÓN
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CUADERNOS DE MOVILIZACIÓN
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EDITORIAL 2013 Envío Santiago/ Buenos Aires
El 2011 experimentamos en Chile una atmósfera inflamada que hasta el día de hoy se resiste a ser determinada por una lectura hegemónica. Más allá del razonamiento de políticos y sus comisiones de tecnócratas, la actual lógica de administración de la población se posicionó como un problema abiertamente discutido en los medios de comunicación, las redes sociales, asambleas territoriales y en la calle, conectando con eficacia el ámbito público y el privado, la gran y la pequeña política. Se lo discutió de muchas maneras, en distintas intensidades, con múltiples enfoques. Hoy, a dos años del movimiento de masas más grande registrado en el Chile democrático, las prácticas neoliberales que nos gobiernan comienzan poco a poco a despuntar en su total magnitud ¿De qué manera este fenómeno del pasado sigue actualizándose en el presente? ¿Cómo esta atmósfera de agitación que caracteriza al año 2011 sigue influyendo en nuestra contingencia? Pensar hasta qué punto van redibujándose los límites de este problema nos convenció de la necesidad de formular un instrumental analítico capaz de vérselas con el presente. De una teoría capaz de analizar estas nuevas prácticas políticas y estrategias
representacionales que alcanzan su cenit el 2011 y que han modificado hondamente el diagrama simbólico de nuestro país al instalar un régimen discursivo que sigue operando hoy, incluso en la campaña municipal del 2012 y en la presidencial del 2013, que han debido lidiar con una serie de demandas articuladas desde que los estudiantes chilenos exigieran educación gratuita y de calidad para todos. Cuadernos de Movilización se propone abordar esa zona gris entre la memoria individual y colectiva, reactivándola a través de ejercicios visuales y escriturales que participan del marco de sentido y referencia del movimiento social del 2011. La presente edición invita al espectador a experimentar este complejo fenómeno de las movilizaciones en Chile a través de la exposición de un archivo que recupera un número de intervenciones callejeras y plataformas de trabajo colectivo surgidos el año 2011 al alero del movimiento estudiantil. Este archivo se configura por una serie de cuatro imágenes y cuatro ensayos que en su interacción como materialidades significantes, formulan figuras, problemas y conceptos para leer en retrospectiva este fenómeno, estableciendo nuevas relaciones
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de temporalidad entre presente, pasado y futuro. Pues, ¿cómo dar cuenta de esa experiencia callejera de movilización?, ¿cómo referir a ella sino a través de los recuerdos y documentos que dejó? El archivo, como procedimiento de recolección, organización y significación de lo acontecido, si bien tiene implícito una disyunción de la experiencia original, hace también posible su actualización. Esta condición económica del registro, expande el original dando paso a nuevas articulaciones de sentido: si bien el marcado carácter performático de las movilizaciones, su sorprendente convocatoria y sus tácticas de apropiación del espacio público no pueden ser capturadas en su totalidad, esta experiencia que nos brinda la reproducción de aquello ocurrido, desencadena nuevas significaciones de este pasado reciente que logra actualizarse en nuestra mirada.
2011 Política y representación
El 2011 será recordado como un año de consolidación para el movimiento estudiantil, que ya el 2006 mostró capacidad de organización al articular una amplia red de establecimientos secundarios a lo largo de todo Chile que, mediante asambleas territoriales y tomas, presionó por la reforma a la LOCE. Gracias al fortalecimiento de esta institución de carácter local que es la asamblea, centenares de agrupaciones comienzan a reflexionar sobre sus condiciones de existencia, fortaleciendo lazos, elaborando discursos y proyecciones, inventando hábitos de alcance colectivo que signifiquen la práctica cotidiana.
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En este contexto de agitación, la Facultad de Artes de la Universidad de Chile como institución que reúne un amplio grupo de disciplinas y opiniones, sirve de escenario para la formación de distintos grupos o colectivos que se proponen formular un vínculo directo entre el quehacer académico y el proceso social que se iniciaba. La histórica condición universitaria del arte en Chile, junto a la necesidad de una correcta estrategia representacional que asegurara la socialización de las demandas más allá de la escena estudiantil, explican nuestra urgencia de politizar la práctica disciplinar, especialmente la artística, a través de la recuperación del rol de intelectual orgánico por sobre la condición de reproductor de conocimiento, tan conveniente a la academia neoliberal y sus prácticas de adelgazamiento disciplinar. Apostar por una intelectualidad orgánica al contexto social, capaz de elaborar una teoría para nuestro presente, requiere un análisis crítico de las prácticas que constituyen nuestro hacer. Concebido como una plataforma colaborativa, Cuadernos de Movilización ha desarrollado diferentes procedimientos ligados a la escritura crítica, el diseño de afiches, la intervención urbana y el ejercicio editorial de publicaciones experimentales, investigando las posibilidades de la serigrafía y del soporte papel, así como también las lógicas de distribución de estos productos en el paisaje callejero. Cuadernos de Movilización se hace cargo de su proveniencia disciplinar sometiendo a cuestionamiento la noción tradicional de autor y sus lógicas de producción asociadas, al formular ciertos procedimientos que hicieran viable un proceso de trabajo colectivo no sólo en el ámbito de la discusión, al delinear una cartografía de conceptos y figuras para la comprensión de estos fenómenos sociales, sino especialmente en
el ámbito de la escritura y la producción de imágenes que operasen como registro de lo que sucedió. Estos mecanismos de reflexión, escritura colectiva e intervención urbana, fueron desplegándose de forma experimental, como un método para abordar ciertos hitos de la coyuntura política del 2011 que parecían cardinales a la hora de comprender este mapa local del poder. Uno de los hitos más discutidos refería al grado de violencia física y simbólica con que el Gobierno y su aparato represivo hizo frente al movimiento ciudadano, y que a través de la redacción de la Ley Hinzpeter se propone criminalizar la protesta, reinstalando el vocablo terrorista para significar el tono de las actuales luchas sociales. Pero junto a estos hitos de carácter político, otros de marcado carácter estético iban tomándose la agenda pública, a medida que un cúmulo de estrategias y recursos representacionales iban utilizándose como medio efectivo para sociabilizar la crisis de la educación, subvirtiendo incluso la censura de los medios que, frente al carácter artístico de las manifestaciones, comienzan a moderar su discurso negativo abriendo espacios para la discusión o, por lo menos, enunciación de los problemas de fondo. En un contexto marcado por la lucha semántica entre el discurso oficial y uno multiforme y callejero que logra unificarse gracias la demanda por educación gratuita, Cuadernos de Movilización se propone la tarea de cultivar la eficacia del recurso poético y visual para reflexionar la crisis representacional —no sólo de los políticos y los partidos, sino del modelo neoliberal en su conjunto— que se instala en Chile con sorprendente fuerza desde el 2011. Utilizando una lógica de posproducción, fuimos configurando un repertorio de imágenes extraídas desde medios de prensa y redes sociales que retrataban cada una
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de las multitudinarias marchas y las constantes réplicas de las autoridades. Estos documentos fotográficos sobre la contingencia eran reinterpretados al hacerlos entrar en relación con frases y pequeños textos producidos en nuestras instancias locales de discusión y escritura colectiva. La gran política, desmenuzada en casa. En su análisis sobre la contingencia, Cuadernos de Movilización actuó como interfaz entre dos formas de archivo: uno pre-existente, conformado por el material de la prensa y de los cientos de fotógrafos amateurs que compartieron sus registros a través de la web, y otro por producir, que sometía el supuesto carácter documental de esos materiales a una lectura determinada, imprimiendo en ellos un sentido concreto que superaba con creces su referencia primaria. Frente a la impostada transparencia de los medios, Cuadernos de Movilización desarrolla una estrategia de opacidad, poniendo filtros a las imágenes, recortándolas y sometiéndolas a interacción con discursos. De este ensamble entre imagen y texto nacieron nuevas unidades de sentido, que si bien son diferentes de sus originales, los aluden a través de un desajuste en lo que sería una sensata o buena representación. En una de las ciudades más segregadas del mundo, cada una de las marchas por la
educación que se desarrollaron entre mayo y diciembre del 2011 ofrecieron una oportunidad única de transversalidad social, en la medida que distintos grupos dejaron sus guetos comunales para congregarse en el centro de la ciudad de Santiago, formulando nuevas modalidades de experiencia callejera. En miras a estas lógicas de interacción que impone la marcha, Cuadernos de Movilización desarrolla una estrategia editorial que desde una disciplina crítica, se aventura al encuentro con un público no estratificado, abierto y sin rostro reconocible, confiando en la capacidad que tiene el lenguaje para formar realidades que uno luego habita, ya sea en la transparencia o en el desajuste. Porque el lenguaje no sólo refiere el mundo, sino que lo produce en su enunciación.
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M ET テ:O RAS para la turbulencia
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METÁFORAS PARA LA TURBULENCIA
Desde otoño del 2011 se instala con fuerza en Chile una sensación de crisis que hasta entrado el 2013 sigue golpeando la imagen del poder. En un país temeroso del desacuerdo y que acostumbra a resolver los desafíos de la política empleando estrategias publicitarias, los niveles de desaprobación ciudadana demuestran que al cabo de dos años esta sensación se ha transformado en certeza: estamos sumidos en una crisis de representación que pese a su larga data, sólo adquiere real fisonomía con las movilizaciones estudiantiles del año 2011. Cada época está marcada por una economía simbólica del poder que le es propia, en que una serie determinada de fuerzas en oposición van configurando un campo semántico en el cual reconocerse y operar. La nuestra, está marcada por una crisis de representación que el marketing político con sus estrategias publicitarias para gestionar el voto no ha logrado conjurar, como si de pronto y tras veintidós años del término de la dictadura, las banderas y consignas que organizaron el diagrama del poder desde la recordada campaña del Si y el No diferenciando con aceitada eficiencia la derecha de la izquierda, resultaran anacrónicas o, lo que es peor, propias de un simulacro.
Contra el diagrama de poder de la democracia chilena, frente a sus símbolos y su régimen de verdad, el Movimiento Social por la Educación formula una estrategia de cuestionamiento y lucha semántica. Y lo hace a través del uso de los mecanismos de masa: la ocupación de las principales avenidas e instituciones de la ciudad de Santiago durante ocho meses, y el desarrollo de una política comunicacional en las redes sociales y los medios de prensa que neutraliza los ataques, sin miedo a la estructura de desigualdad social en Chile. (Recordado es el despacho en vivo donde la dirigente de la FECH Camila Vallejo replica las acusaciones del Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter, quien responsabilizara a las organizaciones convocantes de la marcha por los saqueos perpetrados por el lumpen a tiendas comerciales y farmacias. La dirigente responde escueta: “los saqueadores están en la Moneda”). Se trató de un mecanismo de orden performático que hizo resonar de un modo particular ambas instancias, la callejera y mediática, configurando una sola escena que los extras de televisión, esa masa informe que se representa a sí misma, se toma por completo, punteando su ritmo y
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Intento Colectivo, Cada intento. intervención realizada en Octubre del 2011 en la ribera norte del río Mapocho, Santiago de Chile.
derribando las distancias. De pronto a nuestro alrededor, todo está lleno de gente. Lo particular de este fenómeno es cómo lograr conectar dos modos de ser masa: aquella nacida en la experiencia callejera del tumulto propia de la época moderna, y esta nueva modulación que es la masa individualizada, acostumbrada a relacionarse con los otros pero a solas, a través de la pantalla. A lo largo de ocho meses, el movimiento estudiantil ensayó un sin fin de estrategias visuales para metabolizar el malestar, configurando una comunidad de imágenes y prácticas representacionales: a las tradicionales pancartas se sumó una serie de intervenciones urbanas a través de carros alegóricos, performances, instalaciones de grandes lienzos y ocupaciones territoriales sorpresivas al estilo flashmob, que fueron
profusamente documentadas y rápidamente viralizadas por las plataformas digitales. Esta impronta artística o cultural que caracterizó al movimiento estudiantil, la definiremos como una operación representacional capaz de obrar un doble movimiento: reactivo y activo. Por un lado, una operación disolvente que haciendo gala de la sátira y una afilada lógica del absurdo comienzan a diluir la épica del poder ridiculizando a los personajes que por más de veinte años escenificaron los rituales de la República sobre el tinglado de nuestra democracia. Por otro, el desarrollo de nuevas banderas y consignas como la de educación gratuita y de calidad y fin al lucro que en su proyección de un modelo social realmente inclusivo alcanzaron transversal apoyo de la población. Más allá de su carácter ético, es necesario preguntarse por qué la batalla por la educación logró capturar tantos adeptos y cómo fue que en específico operó el significante educación gratuita y fin al lucro en nuestro contexto, tan despolitizado. Lo hizo posicionándose como un aglutinante capaz agenciar los deseos de sujetos de distintas generaciones, clases sociales y posiciones políticas identificados con el valor de la igualdad, pero sobre todo hastiados de los abusos de una pequeña minoría que concentra con recelo el poder económico, el político, los medios de comunicación y las instituciones, y que durante los últimos decenios ha gestionado con gran eficiencia el traspaso de nuestras vidas y necesidades a un mercado hondamente monopólico. Sabemos que este ejercicio representacional a través del cual un significante logra agenciar distintos significados no es nuevo en la política local: las nociones de Democracia y Transición en los noventa también actuaron como fuerte aglutinante, al igual que la noción de Unidad Popular lo
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hizo en el gobierno de Salvador Allende. Lo interesante aparece al considerar hasta qué punto cada uno de estos significantes políticos logró materializarse y capturar a la ciudadanía mediante el desarrollo de una serie de estrategias y ejercicios de índole estético: a través del desarrollo de un imaginario, una síntesis sensible capaz de hacer aparecer un nuevo régimen que redibuja la noción de comunidad, o por lo menos, su promesa. La valía de este movimiento social pasa por su capacidad de desdoblarse, de actuar por resonancia en distintas esferas a través de la puesta en circulación de una serie de significantes que no pueden ser reducidos a un solo principio (el jurídico, el económico, el político, el social, el libidinal, etc.), sino que los conecta todos. Pero, ¿por qué resulta importante el desarrollo de ejercicios significantes? Si entendemos por significante una imagen mental que produce sentido, diremos que históricamente el arte se aboca a la producción de significantes que sean contemporáneos a sus espectadores, a la par que inaugura las condiciones para la emergencia de los espectadores del futuro, forzándolos mediante la creación de significantes que escapan al diagrama de comprensión impuesto. El archivo que aquí proponemos es un archivo artístico en tanto exhibe una serie de ejercicios poéticos, un sistema discursivo activo elaborado para incidir en la manera en que los fenómenos —en este caso, los sociales— son significados. Este
archivo artístico producido por Cuadernos de Movilización a su vez se nutre de otros ejercicios artísticos realizados durante las movilizaciones del 2011, que trabajan desde distintos enfoques y con distintas técnicas los modos en que se organiza el imaginario colectivo en nuestro país. Uno de estos ejercicios es la intervención Cada intento realizada en Octubre del 2011 en la ribera norte del río Mapocho por Intento Colectivo, y que a través de una cita a la intervención que el CADA efectuó en la década de los ochenta,
Anónimo, Sin Título. Intervención realizada a la marcha del 31 de Junio del 2011, Santiago de Chile.
recupera el símbolo NO+ articulando una serie de significantes para dar cuenta del desarrollo de la derecha en nuestro país desde la Dictadura hasta el gobierno de Sebastián Piñera. Este arco temporal logra articularse usando significantes fácilmente reconocibles: la pistola como símbolo del carácter represivo del Gobierno Militar; el ícono del Sí, identidad corporativa del oficialismo en la campaña por el plebiscito; y la figura del Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter, que
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recortado a la manera de un ícono pop, cierra este arco significante refiriendo a la manera en que hoy, dentro del marco legal vigente, opera la violencia de Estado. Un segundo ejercicio que Cuadernos de Movilización ha recuperado para formular este archivo sobre las movilizaciones, es el realizado a lo largo del 2011 por un colectivo fundado en la Escuela de Artes de la Universidad de Chile que, por el caracter de sus objetos —grandes carros que tras acompañar el recorrido de cada marcha eran incendiados, produciendo una potente experiencia carnavalesca— y la fuerza de trabajo implicada en su elaboración, renuncia a inscribir este ejercicio bajo los códigos de autoría tan propios del campo artístico. Su capacidad de elaborar símbolos del imaginario colectivo — como el carro policial lanza agua, la micro del Transantiago, o los martillos de la película The Wall— que son conectados con las movilizaciones estudiantiles, logran desplazar la problemática de la educación desde el seno de la familia hacia el ámbito de las instituciones: el reconocimiento que más allá de esfuerzos personales, la educación básica, media y universitaria se encuentra en una crisis terminal debido a la falta de control estatal de sus instituciones, como sucede también con el ámbito de la salud, las pensiones, la vivienda y un largo etcétera que ha sido entregado a la especulación mercantil. Por su eficacia representacional, el trabajo de ambos colectivos es analizado y desplazado por Cuadernos de Movilización produciendo nuevos ejercicios significantes a través de otros medios de producción como son la serigrafía y la edición. El objetivo fue transformar estas intervenciones en una serie de documentos que, en su interacción entre imágenes y textos, conformara un registro particular de aquello acontecido, permitiéndole salir al encuentro del espectador
por otras vías y en otras temporalidades. En un contexto de lucha semántica como el que se inicia con las movilizaciones del 2011, la importancia de establecer ejercicios significantes capaces de interactuar con el imaginario social, a la vez que ponerlo en crisis, adquiere un marcado carácter político. La potencia del significante radica en su capacidad de poner en forma aquello informe, que no puede ser aprehendido sin esta síntesis. El ejercicio constante de elaboración de significantes nos permite rearticular al infinito este procedimiento de síntesis, construyendo nuevos sentidos hasta alcanzar un proceso de transvaloración —de lo que es bueno y lo que es malo— que vuelva imperante la pregunta de ¿Quiénes somos nosotros en este presente que vamos construyendo?
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EL ROL DE LA CULTURA EN EL DESPERTAR CIUDADANO
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EL ROL DE LA CULTURA EN EL DESPERTAR CIUDADANO «Es un derecho de nacimiento Es el motor de nuestro movimiento Porque reclamo libertad de pensamiento Si no la pido es porque estoy muriendo» Un derecho de nacimiento, Varios
Las movilizaciones del 2011 fueron un hecho inédito en el Chile de la post-dictadura que tiene como antecedente directo la llamada revolución pingüina del año 2006. Sin embargo, entre ambos procesos es posible establecer una distinción que posiciona al movimiento del 2011 como inusitado: el movimiento del 2006 estuvo compuesto principalmente por estudiantes secundarios, a diferencia del 2011 que estuvo organizado tanto por la ACES (Asamblea coordinadores de estudiantes secundarios) como por los universitarios de la CONFECH (Confederación de estudiantes de Chile). Ambas agrupaciones tenían igual relevancia al momento de tomar decisiones y se reunían periódicamente para dirimir cuales serían los pasos a seguir. La ampliación de las demandas respecto al petitorio levantado el 2006 es otro punto que explicaría la importancia del movimiento del año 2011. Si bien la revolución de los pingüinos logró convocar decenas de miles de personas, siempre se mantuvo como un movimiento de estudiantes. Aquí radica una de las principales distancias con el 2011: la transversalidad social que este último alcanzó y que hasta hoy mantiene, lo transforman
en el mayor movimiento ciudadano en el Chile democrático. Miles de personas salieron a la calle semana tras semana con el firme propósito de generar una transformación en los esquemas, que mediante la doctrina del shock, fueron implantados en la médula de los habitantes de nuestro país durante los diecisiete años que duró el régimen militar. La dictadura tuvo como consecuencia directa un neoliberalismo descarnado, escenario donde estamos obligados a desenvolvernos. Las condiciones mínimas para una vida digna son desde 1980 transformadas en bienes de consumo y la noción de derecho desaparece entre el crédito, las AFP y las universidades privadas. Este cambio en el modelo es causa de una salud enferma, de sueldos miserables en trabajos monótonos, de una política urbana segregatoria y una educación deficiente y mercantil, políticas que gradualmente terminaron por convencernos que la calidad de toda asistencia para el óptimo desarrollo del sujeto en sociedad, está en directa relación con la solvencia económica que tenga. No es de extrañar entonces que el presidente Sebastián Piñera transparentara su posición en un discurso pronunciado en uno
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de los momentos más álgidos del conflicto estudiantil, durante la ceremonia de inauguración de una nueva sede del DUOC-UC (institución de enseñanza técnico-profesional privatizada durante la dictadura), declarando que en esta sociedad moderna es necesaria una mayor interconexión entre el mundo de la educación y el mundo empresarial, porque finalmente la educación es «un bien de consumo». Siguiendo esta lógica y como paliativo a la preocupación por los altos costos de la educación en Chile, el año 2012 el Gobierno lanza el sitio www.mifuturo.cl, página web que por primera vez sistematiza la información arancelaria y la cruza con estadísticas de empleabilidad e ingresos, criterios definidos como los más relevantes a la hora de proseguir estudios superiores. Como se evidencia, el centro de la preocupación es lo monetario, razonamiento ampliamente sociabilizado por los medios de comunicación que a principio de cada año bombardea a estudiantes y apoderados con titulares del tipo «Decidiendo qué estudiar: Algunas de las carreras que reciben mejor sueldo en Chile». Es tal la pregnancia de esta ideología mercantil, que el cálculo costo/beneficio prima sobre otras consideraciones como la vocación y el interés por el desarrollo personal. Frente a un sistema que circunscribe la producción de pensamiento a un campo laboral específico que lo legitima, el área de las Humanidades es sometida a cuestionamiento sobre su estatuto epistemológico y su rol social. Para tantear el alcance que esta disyuntiva ha tenido en la institución académica, destaco las preguntas que realiza el historiador Bernardo Subercaseaux en una editorial titulada El espacio de las Humanidades, por su pertinencia a la hora de enmarcar este cuestionamiento: «¿Qué implica y cuáles son los desafíos que enfrentan las Humanidades en este contexto
histórico?, ¿Tienen acaso el estatus y el espacio para desempeñar el papel que les corresponde?, ¿En qué consiste ese papel?, ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de Humanidades en el ámbito de la educación superior?, ¿Qué se espera de estos saberes, que cumplan solamente un papel de agregación de conocimiento según los parámetros de las Ciencias duras, avanzando paso a paso conforme a los micro objetivos de un saber acumulativo y riguroso como el que se supone que debe aportar un buen paper?, ¿No existe en esta modalidad el peligro del rigor mortis y de un saber tecnificado?, ¿No resulta acaso central en la tradición de las Humanidades un pensamiento crítico y creativo?, ¿No debieran cumplir las Humanidades, los estudios literarios incluidos, un rol con respecto a la democracia, al empoderamiento ciudadano y a lo público?» Dar respuesta a lo anterior resulta intrincado. No obstante, son preguntas que las Humanidades están siempre planteándose. Ejemplo de este ejercicio es el seminario Democracia y cultura en tiempos neoliberales, que la iniciativa JGM de la Universidad de Chile organizó el año 2011 con el fin de interrogar de manera directa los modos en que se estaba forjando el vínculo entre cultura y política en ese contexto de agitación. Es necesario considerar que varios hilos se anudan en la noción de cultura: de manera inmediata, la cultura se asocia a las expresiones de las artes y las Humanidades, áreas que se dedican a su estudio y cultivo profesional; pero esta noción también engloba al conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Y amplificando diremos que más allá de la noción de cultura como vestigio del hacer humano, la cultura es «el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico para operar
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en lo real». Resulta interesante que como un acuerdo tácito, todas las expresiones llevadas por los manifestantes hayan mostrado un marcado carácter cultural. Si aplicamos estas definiciones de lo que sería la cultura a lo ocurrido el 2011, diremos que ésta opera en dos niveles complementarios: en un primer nivel, el juicio crítico otorgado por la cultura permite al sujeto cuestionar las condiciones de existencia que han sido normalizadas por la doctrina neoliberal. En un segundo nivel, la cultura nos provee de formas para expresar el malestar, generando un impacto en la población y validándose como fructuosas. Frente a la atmósfera estética que definió al movimiento, las facultades universitarias ligadas a las Artes y Humanidades encontraron el escenario ideal para su desarrollo disciplinar. Ejemplo de estas propuestas en la Universidad de Chile fueron varias: la intervención titulada 1800 horas por la educación gratuita, que surgió en una asamblea de la Escuela de Teatro de la misma universidad, representando a través del recorrido perimetral del Palacio de Gobierno la cifra necesaria para cubrir los costos de la educación superior en Chile; una galería de muñecos gigantes confeccionados por estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, que personificaban a distintos miembros de las cúpulas de poder como el cura Hasbún, Pinochet, Piñera, Frei y Bachelet, por mencionar algunos; una pintura de grandes dimensiones confeccionada por decenas de estudiantes de la Escuela de Artes Visuales que situada en el frontis de Casa Central de la Universidad de Chile pregonaba La educación no cabe en tu Moneda, así como también una serie de carros alegóricos que fueron incendiados en medio de las marchas representando figuras con una fuerte carga simbólica como son el carro de represión policial (conocido coloquialmente
como guanaco, por lanzar chorros de agua tóxica) y la alegoría de la justicia. En este ambiente de efervescencia política y de cuestionamiento al rol de la cultura, Cuadernos de Movilización define una estrategia de reflexión que pasaba por poner a prueba el discurso teórico/crítico para pensar el contexto de agitación, produciendo pequeñas intervenciones en la marcha estudiantil con fanzines y afiches que buscaban socializar este discurso con los distintos agentes de la movilización. La relación entre cultura y política tiene antecedentes rastreables en distintos momentos de la historia de Chile, por ejemplo en el programa cultural desarrollado por el Estado en los años de la Unidad Popular o de un modo muy diferente desde el vínculo que las artes visuales establecieron con la dictadura militar. Desde el 2011, el nexo entre cultura y política parece reactivarse a través de estrategias que reclaman un cambio en la concepción que se tenía respecto a los derechos básicos que el estado debe proporcionar a sus ciudadanos, oponiéndose a que estos sigan bajo el estatuto de bienes transables. Actualmente, somos testigos de cómo la ciudadanía comienza a construir la sociedad que espera, aprovechando el potencial transformador que la cultura posee y el juicio crítico que le es intrínseco.
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VIO LEN CIA El odio como afirmaci贸n del querer vivir
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VIOLENCIA, EL ODIO COMO AFIRMACIÓN DEL QUERER VIVIR «Más que nunca el problema del sentido de la vida es un problema político. El odio debe ser dirigido contra la vida que es la que nos somete. Jamás contra el otro que es como yo» Santiago López Petit
Hace algunos años surge en Barcelona una organización llamada «V de Vivienda» que hace un llamado a manifestarse bajo la siguiente consigna: No tendrás una casa en la puta vida. Con claridad, esta frase simboliza la crudeza de la realidad construida bajo parámetros neoliberales y provoca que miles de personas salgan efectivamente a las calles, mostrando la potencia de los rostros del malestar, aquellos cuerpos hastiados de someterse a políticas del mal-vivir. Si al anunciado no tendrás una casa en la puta vida se le añade como derivación tampoco una vida en tu puta casa, se completa el escenario cruel de una economía que ha desplazado los tiempos y necesidades del humano por los tiempos y necesidades del mercado, instalando la economía de la deuda como base del desarrollo. Estos enunciados demuestran cómo la dignidad de la vivienda, dignidad a la cual no deberíamos aspirar sino por derecho poseer, queda completamente desplazada por la indignidad a la que nos empuja el costo que le ha sido asignado por el actual sistema económico, costo que oscila entre la imposibilidad que una necesidad pagada en cuotas sea algo más que un anhelo y un deseo sostenido por una vida que no vive, sino, para
pagar la vida que debe. La vivienda es una necesidad que la economía neoliberal concibe como negocio, mismo criterio que se aplica para la educación. En Chile, para recibir una educación de calidad, como en el caso de cualquier bien, se vuelve impresindible asumir una deuda que hipoteca nuestra vida. Bajo este sistema, ser moroso no implica únicamente una deuda, sino que por sobre todo, una culpa: somos culpables de tener una vida que debemos. Frente a este sistema resulta difícil imaginar que quienes se manifiestan contra el malvivir provocado por las políticas neoliberales, puedan considerarse ser más violentos que el sistema mismo. El neoliberalismo figura como madre de todas las violencias, en tanto pretende someter nuestras fuerzas al cumplimiento de su ley: pagar para vivir y vivir para pagar. Ya lo decía el presidente Sebastián Piñera con la soltura de quien vocifera la más lógica obviedad: nada es gratis en esta vida. Esta última frase, en nada anecdótica, nos sitúa en este momento histórico en que asistimos a la completa identificación entre el modelo económico y la realidad: donde el modelo económico se presenta como la única realidad posible e imaginable. Cuando el
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neoliberalismo debiese aparecer como un intolerable para nuestras hipotecadas vidas, surge más bien como un espacio/tiempo post-político que no se deja pensar, obstruyendo cualquier proyección de una sociedad por fuera de él. La reflexión que aquí se expone tiene la voluntad de mostrar cómo las manifestaciones españolas, chilenas y un número de casos similares son, finalmente, producto de un mismo malestar y que para su aplacamiento es necesario señalar intolerables. Pues más allá de la vivienda digna o de la educación digna que hoy pedimos, digno es exigir la experiencia de un límite, de un intolerable, de un NO que sea capaz de afirmar nuestro querer vivir. Desacatar la obviedad con que opera este sistema económico, tal vez sea el primer paso para denunciar que llevamos una vida que se ha vuelto intolerable. Cuando esta experiencia intolerable se visibiliza y la sentimos parasitando en nuestra carne, lo más probable es que comencemos a odiar ¿Pero qué es lo que odiamos? La primera dama Cecilia Morel, en los inicios de la movilización estudiantil y refiriendose a las acciones de encapuchados en las protestas, declaró su preocupación al observar cómo los jóvenes habían comenzado a odiar, actuando según ese odio.
Este odio que nace producto de un modelo económico que ha penetrado nuestras voluntades, sueños y relaciones, no puede ser dirigido contra el otro que es tan hijo como yo de la violencia. El odio debe ser tomado como una nueva práctica política dirigida contra nuestra propia vida, contra esa vida que siendo nuestra hemos cedido; pues solo cuando odiamos profundamente algo, podemos llegar a cambiarlo. López Petit plantea la teoría del odio libre. El odio libre no está ligado al resentimiento, como algo que en su negación sigue atado a la lógica que lo origina. El odio libre nos habla de un querer vivir, que libera, pues gracias a que odio mi vida, puedo dejar de lleva esta vida que odio. Cuando odio mi vida, hago entonces algo por cambiarla, hago algo para afirmar mi querer vivir: si salgo a la calle es justamente porque no quiero que la vida sea mi propio intolerable. Porque quiero tener una casa en mi vida y una vida en mi casa, porque quiero una educación que sea mía, que sea nuestra, y no de nuestra impotencia pagada en cuotas.
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ARCHIVOS POSIBLES ARCHIVOS NECESARIOS
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ARCHIVOS POSIBLES ARCHIVOS NECESARIOS
Frente a la pregunta de si es posible constituir un archivo de aquello que sucedió el 2011 en Santiago de Chile y las otras grandes ciudades del país, resulta más pertinente preguntarnos por la necesidad de dicho dispositivo ¿Necesitamos realmente archivar eso que vivimos? Pero, ¿Qué archivamos? Nuestra existencia produce vestigios, huellas de su presencia que la historia utiliza como materia prima en su narración del pasado, elaboración que media nuestra propia relación con los hechos y nos constituye como sujetos inscritos en un tiempo. En su hacer, el historiador puede ceñirse a dos metodologías: o administra los materiales a través de la memoria siempre expuesta a consideraciones subjetivas, o se los deja a la Historia con su método de legitimación de un orden temporal. La decisión reside en la utilidad que pueda encontrar a dichos materiales el sujeto que demande pensarse históricamente. La pregunta aquí se asoma más bien como una cuestión política acerca de la memoria, sobre la administración del pasado por parte de una institucionalidad que uniforma lo acontecido a través de la producción de un relato que se posiciona como oficial. Entenderemos la memoria como un acervo
histórico popular que engloba los relatos colectivos que aún no han sido mediados por la institucionalidad, y que surgen espontáneamente ante la pregunta: ¿Qué recuerdas de este episodio? Las respuestas pueden ser múltiples, todas casi igual de válidas y sujetas a una imposibilidad de escrutarlas en cierto nivel que tienen de irreductible. Dicha incapacidad radica en el fuerte componente subjetivo que yace en los recuerdos, aquello inaccesible e inefable que deambula por el ámbito de las percepciones atmosféricas en un momento determinado del pasado, y que al relatar un hecho no logra ser puesto en palabras. El archivo en tanto conjunto de vestigios del pasado organizado por un criterio de exposición, interpela al espectador a nivel subjetivo, colonizando espacios adormecidos para inscribir en ellos una memoria. Diremos que es justamente a través de la inscripción, de ese proceso de hacerle una memoria al animal-hombre, que estos vestigios adquieren sentido para un sujeto. Un asunto que necesariamente se discute al hablar sobre el archivo tiene relación con las nuevas posibilidades de exhibición y organización de la información que ofrece hoy la plataforma digital. Con el avance
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vertiginoso de internet, progresivamente muchos archivos de origen análogo están pasando a ser virtuales: vemos como bibliotecas enteras o incluso exposiciones artísticas han sido subidas a la web sosteniendo la idea de una democratización universal de la información. Sin embargo, muchos nuevos archivos, especialmente en el contexto artístico prefieren desenvolverse en el ámbito de lo material, invocando así un tipo de experiencia física del pasado a través del encuentro con ciertos objetos ligados a hechos específicos, que en tanto vestigios de aquello que sucedió interpelan al sujeto que los observa desencadenando el ejercicio del recuerdo. Así, para archivar lo que pasó el 2011 nos enfrentamos a la tarea de recopilar la mayor cantidad de testimonios y objetos que, al modo de una reconstitución de escena, nos instalen de vuelta en aquel contexto y su densidad significante. Los objetos interpelan al espectador, preguntando: ¿Qué significo para ti?, ¿Dónde estabas? o ¿Cómo era el ambiente en ese momento? Cuadernos de Movilización busca configurar un archivo que opere como marco de sentido posible para las movilizaciones estudiantiles del año 2011. Se trata de un encuadre que se desdobla: en un primer ejercicio, el archivo oculta lo arbitrario de su principio ordenador, mostrándose como registro de las movilizaciones (como lo haría un relato o fotografía periodística) y luego procede a mostrarse como archivo abierto de una historia posible, material reunido que espera a un principio ordenador diferente al que servir, ofreciendo así una historia alternativa. En este sentido, Cuadernos de Movilización es capaz de presentarse como paralelo a todo el proceso de movilizaciones y así revelarse no sólo como un archivo de este evento, sino que de sí mismo; un archivo que está abierto a inscribirse en lo que algún día podría llamarse Historia de las
movilizaciones estudiantiles en Chile y a la vez de otra historia, que podría ser de la producción visual o editorial de los estudiantes de la Escuela de Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. El archivo como conjunto de vestigios y huellas, entrega la posibilidad de relacionarse con el pasado estableciendo relatos discrepantes a los impuestos por la Historia, siendo esta apertura hacia nuevas configuraciones su mayor potencia. ¿Por qué optar por la memoria y no por la Historia para inscribir este periodo? Justamente porque el hiato generado entre el 2011 y la actualidad no ha sido agenciado aún por ninguna voz hegemónica: la Historia no ha actuado aún sobre este episodio. Por consiguiente ¿Es necesaria la elaboración de un archivo sobre lo sucedido el 2011? Es necesario cuando la política del olvido se impone tanto desde el Estado como desde los medios de comunicación, que intentan hegemonizar la memoria individual y colectiva elaborando sus propios archivos y borrando otros. El potencial emancipatorio del archivo anida en su capacidad para formar sujetos conscientes de cómo el pasado reciente contribuyó a sus actuales condiciones de existencia. El relato que desde los movimientos sociales pueda elaborarse sobre las movilizaciones del 2011, organizará de manera alterna y plural los diferentes hechos, reactivándolos en la memoria personal.
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Post-scriptum: Sobre la utilidad de los archivos. Sólo los nuevos movimientos sociales pueden dar sentido y utilidad al archivo, a través de la aplicación de un criterio que organice la lectura de esos vestigios. Ese criterio no se encuentra en el objeto, sino en el sujeto que requiere pensarse históricamente: de lo contrario el archivo se convierte en un montón de papeles que eventualmente pueden desecharse, ingresando al catálogo de lo que está en desuso. La política hace su ingreso en el archivo siempre y cuando un grupo de sujetos busque en su pasado la posibilidad de modificar el presente, siempre y cuando se pregunten: ¿Qué tiene el pasado que decirme acerca de lo que soy en la actualidad?
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Colofón Este proyecto fue diseñado para la curatoría La calle: experiencias, deshechos, imaginarios que Galería Temporal expone en el marco de ARTEBA Barrio Joven 2013. Esta edición está compuesta por una serie de cuatro afiches impresos a mano en serigrafía sobre papel imprenta de 100 gr. y por una serie de cuatro ensayos impresos en láser sobre papel fotocopia de 80 gr. y papel bond ahuesado de 80 gr. El diseño gráfico y editorial fue desarrollado por Cooperativa Vicuña. http://cooperativax.tumblr.com Cuadernos de Movilización trabaja en Santiago de Chile y está compuesto por Nadinne Canto Novoa, Mariairis Flores Leiva, Diego Parra Donoso, Daniela Sepúlveda Guzmán y Camila Urzúa Jaque. http://cuadernosdemovilizacion.tumblr.com Esta edición comprende 30 ejemplares que fueron impresos en Chile durante el mes de Mayo del año 2013.