II Informe del Grupo de Trabajo OpEd–IPCC de CARE
En el Perú, los mega-desastres del pasado deben servir como una advertencia de los riesgos climáticos futuros por Milo Stanojevich, Director Nacional, CARE Perú Al leer el informe de esta semana del Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que describe los impactos climáticos observados y los muchos riesgos de un planeta que se está calentando, recuerdo una de las grandes tragedias que golpearon a mi propio país, el Perú, el 31 de mayo de 1970. Un enorme terremoto de magnitud 8 se desató en la costa de Ancash, a unos 100 kilómetros al norte de Lima. En cuestión de segundos, las ondas expansivas se dispersaron en una extensa área al este del epicentro del terremoto, dejando un rastro de destrucción a su paso. Entre otras cosas, el impacto mismo del temblor desestabilizó la pared norte del nevado Huascarán, haciendo que una enorme masa de hielo y roca se desprendiera y se precipitara hacia el valle inferior. Esta vasta masa de desechos, que medía 100m de ancho y 1.6 km de largo, alcanzó velocidades de 300 km por hora en su momento pico, y cuando llegó a los pueblos de Yungay y Ranrahirca, sepultó todo lo que se veía. Ese día perdieron la vida unas 100,000 personas, haciendo del Gran Terremoto Peruano el peor desastre natural de la historia de nuestra nación – la avalancha más mortífera de todos los tiempos. Aquí es cuando entra a colación el cambio climático. El Huascarán es apenas uno de los glaciares tropicales andinos que está experimentando un retroceso acelerado debido al calentamiento global. En efecto, el Perú alberga el 70% de los glaciares tropicales andinos de América del Sur, y en conjunto, han registrado una pérdida de más del 20% en su masa de hielo en las últimas tres décadas. De acuerdo con el informe de impactos del IPCC, este patrón se repite en todo el mundo, en donde los glaciares se reducen en muchas regiones y los glaciares tropicales pierden entre un 20 y un 70% de su área superficial desde los años 70.