Revista Dale!

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¡Dale! es una revista inquieta para gente inquieta. Pero para leer quietos y atentos, o no. En realidad nosotros podemos diseñar una revista, pero no podemos preveer cómo va a ser leída. A veces nos esmeramos en secuencias espectaculares que son perfectamente ignoradas por los lectores que -como yo- empiezan una revista por el final o por el medio. Y para colmo puede ser leída en un cómodo sillón acariciando al perro, o en el baño. Probablemente a ¡Dale! no la podamos leer en la peluquería, o salas de espera, por suerte será para otros ámbitos y nos dejará en paz disfrutando sin culpas de la última Gente o Caras mientras nos cortan el pelo, aunque no conozcamos muy bien a los personajes que son retratados allí. Quizás imaginemos a ¡Dale! como un refrito -ahora remix- de todo eso junto: opinión, actualidad, mucha cultura, música, literatura, cine, artes visuales, viajes hacia adentro y hacia afuera, ciencias, innovación, diversidad, dinamismo. Poco o nada de contenidos de diseño (un alivio), poco o nada de Sushi, de cómo reconocer el sabor a fresas en un vino tinto, o de botox. Más “casa FEA”, que casa FOA. Es decir: una revista realista que no ama a la realeza. ¡Dale! pretende ser una revista sincera, mensual, pensada y pensante, lo que exige de nosotros las mismas aptitudes.

Sergio Manela x


Magazine cultural Año 1 - Número 1 www.dalemag.com @dalemag

OCTUBRE 2012

.../Dale!

Crónica Los Gardeles porteños Relato de viaje Tres favoritos de... Paris Opinión La casa del chalecito

p.24

p.28

p.30

Otoño

Cine Juego amoroso Cortometrajes Medianeras

p.20

Cine Europa europa

p.08 p.16

Opinión Un amor que continuará

p.06

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Carina Coco Edición de fotografía

Carina Coco Diseño y Edición de arte

María José Galanda Angie González Giselle Santi Redacción y Corrección

Agustina Zato Virginina Weiss Emmanuel Prado Coordinador de producción

Sergio Manela Director Editorial

_Staff

Música Reseña de discos Entrevista Peter Jenner Receta Macarons de colores Literatura Reseña de libros

p.50 p.52 p.58

p.60

Primavera

Invierno

Bio León Ferrari Dossier anexo León Ferrari

p.46

Web Graduados

p.40 p.44

Arte La toma de Berlín

p.34


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De Los tres chiflados a Seinfeld, de Perry Mason a La ley y el orden, de Ben Casey al Doctor House, el mapa de nuestra vida está surcado por series de televisión. Desde que había que terminar la merienda a tiempo porque ya empezaba Bonanza, hasta estos tiempos en que llevamos la última temporada de Nurse Jackie en el pendrive.

_ Las series fueron la patria de la infancia. La televisión llegó tarde a nuestros países, y más tarde aún a nuestras casas. Llegó en forma de aparato enorme de madera lustrada, con una ventana gruesa en blanco y negro que nos mostraba el mundo de la aventura y la ilusión. Pero en lugar de alegrarnos, nos enfermamos. ¡Tendríamos que ver todos los programas desde el principio de la tele, y nunca nos pondríamos al día! Mi madre me tranquilizó: —Eso será —me dijo— cuando inventen los discos extraíbles. La tele tenía un horario fijo y un menú acotado: el noticiero, una telenovela, una película, dibujos animados... y el resto eran series. Ah, las series. En treinta minutos de comedia, o en una hora de drama, visitabas otras tierras, viajabas en el tiempo, peleabas en la Segunda Guerra o te tiroteabas con cuarenta forajidos y después galopabas hacia el atardecer. Era como leer un libro de aventuras de a un

capítulo por semana, y con más emoción. Las series nos enseñaron el mundo mucho antes que los diarios o la política. Uno sabía, desde chico, que Norteamérica era un lugar hostil en el que un médico honrado y solidario como Richard Kimble tenía que andar escondiéndose. No hizo falta que nadie nos tirara abajo el “sueño americano”; bastaba ver a El Fugitivo ayudando a gente que después lo denunciaba, para conocer el lado oscuro de los sesenta, como después solo volveríamos a verlo en Mad Men. Tengo la sospecha de que, en algún momento, Don Draper se cruzará en el tren que lo lleva a los suburbios con un pasajero que es, en realidad, un médico prófugo en busca del hombre manco que mató a su mujer. La tele, por entonces, estaba llena de médicos. Ahora también. Pero a nosotros nos desconcertaba Ben Casey de la misma manera que ahora nos incomoda House. La apertura de la serie era una mano que

dibujaba con tiza unos signos en vertical, mientras la voz del protagonista decía “hombre…, mujer…, vida…, muerte…, Infinito”. Me hipnotizaban esos cinco trazos. Yo veía la mano de Ben Casey con la tiza y soñaba con ser dibujante. Lejos de prohibirme tantas horas frente al aparato—como iban a recomendar más tarde los psicólogos— mi madre me veía colgado a Centro Médico y los ojos se le llenaban de se le llenaban de lágrimas: —Shhh... No lo molesten, por favor. ¡El nene quiere ser doctor! Cambiaron mucho las series médicas desde esas épocas hasta ahora. Está bien: los hospitales y sanatorios siempre fueron una excusa argumental para desarrollar una historia de amor. Pero una cosa era la jefa de enfermeras profesando hacia el médico un amor imposible (como el de Moneypenny y James Bond) y otra cosa es Grey’s Anatomy. ¿Cuál es la premisa argumental de esta serie? Se juntan


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mer es Frasier, el psicoanalista obsesivo que conduce un programa de radio y tiene media hora de sitcom, o si encarna durante cincuenta minutos a un alcalde de Chicago —con enfermedad neurodegenerativa— en esa tragedia contemporánea llamada Boss. Estará otra vez la semana próxima en Cuevana y es lo único que importa. Caen los bancos, se ponen en duda los mercados continentales, el cine se pierde por el camino de las remakes, pero en siete días, a la misma hora, Louie o Boardwalk Empire volverán a nuestras agendas de Espoiler TV. Abramos, entonces, un paréntesis en los acontecimientos a los que la cultura otorga importancia, dejemos el cine a los críticos y hablemos de policiales que se alargan, de funebreros que se preguntan por la existencia, de mafiosos que van al alargan, de funebreros que se preguntan por la existencia, de mafiosos que van al psiquiatra, de islas que desaparecen en el medio del mar. Hagamos un hueco de treinta minutos, o de una hora, saquémosnos los zapatos y prendamos la compu o el televisor. Y hablemos nada más de las cosas que nos gustan. En el “to be continued” está el pacto implícito de todas las series del mundo, y también de estas páginas de la revista: una promesa segura de futuro por compartir. Así que... Continuará. x

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ción, Los Vengadores eran un par de sibaritas. John Steed un caballero de paraguas y bombín, y la señora Peel una mujer enfundada en un traje de cuero que heredaría después Gatúbela; los dos desplazándose por un territorio delirante, más digno del submarino amarillo que del servicio secreto de Su Majestad. ¿Cómo reconocemos a una serie inglesa de una norteamericana? Fácil: los actores hablan como con una papa en la boca y la historia te dice más en menos capítulos. Si la famosa serie 24 se hubiera rodado en Inglaterra, se habría llamado 6. Una serie de nerds disfuncionales, que en el Reino Unido se llama The IT Crowd y dura tres temporadas de seis episodios, en Estados Unidos se titula The Big Bang Theory, lleva siete temporadas y ni señas de terminar. En los siete capítulos de Episodes se disecciona al personaje de Joey Tribbiani con más certeza que en las diez temporadas de Friends. Para los norteamericanos las producciones tienen que ser más grandes que la vida misma. Para los británicos, menos es más. ¿Pero es que amamos a las series por encima de las películas? No señor. Uno va al cine, con suerte y viento a favor, una vez por quincena, pero la tele está en casa y la vemos todos los días. Con una buena película experimentamos la seducción de los momentos intensos. Con una buena serie, cultivamos la persistencia del vamos la persistencia del amor. Nos prendamos de Emma Thompson y de Anthony Hopkins en Lo que queda del día, es verdad, pero con los nobles Crawley de Downton Abbey nos disponemos a convivir. Las series no te piden que te vistas para la ocasión, ni que salgas con tiempo de casa, ni que hagas filas para sacar entradas, ni que compartas con extraños dos horas de idéntica oscuridad. No. Las series son relajadas y permisivas. Saben que las vas a ver en piyama y en pantuflas, tirado en la cama o picando algo en el comedor. Es otra la relación que uno establece con un personaje que te acompaña todas las semanas, no importa si es una enfermera o un asesino serial. Qué interesa si Kelsey Gram-

P o r B E R N A R D O E R L I C H

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ocho o diez personas repartidas entre ambos sexos, se les pone uniforme de cirujano y se las deja aparearse unos a otros a lo largo de siete u ocho temporadas. Parece un teleteatro, pero es un experimento sociológico: la tasa de intercambio resulta increíble. Al punto que algunos saltan la valla y se relacionan con gente de su mismo género. Así, de puro aburrimiento. Eso sí: nada reemplazó la tiza de Ben Casey hasta que aparecieron los fibrones de House. Si la leyenda urbana dice que Vince Edwards era un actor inexpresivo que tenía un ojo de vidrio, la pantalla muestra que House es un rengo con mal humor. ¿Qué es House MD? Una serie de detectives. ¿Pero no era de médicos? También. ¿Perdón? Es que los géneros cambiaron mucho. Gregory House es un médico con un cerebro privilegiado, que juega al detective con enfermedades fuera de toda lógica. Como todo genio, es agrio, pero a su vez cojea, por culpa de un infarto muscular que tuvo en la pierna. ¿Es necesario recargar un personaje de ese modo? Parece que sí. Veamos: el protagonista de Monk es un detective también brillante, pero sufre un trastorno obsesivo compulsivo que le dispara fobias disparatadas. CSI Las Vegas es un equipo forense de escena del crimen dirigido por Gil Grissom, un hombre digno del renacimiento, cuya pasión es la entomología. Y podemos seguir hasta la noche: Luther, un policía gigante perturbado por la ira. Big Love, una acuarela familiar de un marido con tres esposas;; Lost, un cruce de historias, épocas y misterios que escapa cualquier categoría; Zen, un policía italiano con nombre oriental y producido por la BBC. Pero esto tampoco es nuevo. La primera vez que un personaje extraño nos subyugó en una serie fue el señor Spock en Star Trek. El capitán Kirk era un cowboy al comando del Enterprise —la nave soñada— y su primer oficial un hombre flaco, de orejas puntiagudas, flemático, parco, de piel verdosa y fuerte control emocional. Cuando le pregunté a mi padre de qué planeta venía Spock, me respondió sin dudar: —Es inglés. Ah, los extravagantes británicos. Mientras los espías norteamericanos reclutaban gente de poco diálogo y mucha ac-


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UN BALANCE DE LAS PELICULAS EUROPEAS DE WOODY ALLEN

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El éxito que está teniendo A Roma con amor en los cines argentinos corona el inesperado éxito que reconquistó Woody Allen hace siete años cuando dejó eeuu y se fue a filmar a Europa. Después de siete películas en Londres, Barcelona, París y Roma, Allen emprende su regreso a América. Por eso, Dale! hace un balance de estos años de misantropía, comedia y desesperanza.


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realidad sobrepasaba la imaginación.

nueva película, nos dimos cuenta de que la

: Mientras pensábamos en los episodios de la

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¿Qué llevó a Woody Allen a emprender dito rojo dando clases de sexo a un recién casado. Woody Allen hace de Woody Allen: aunsu tour europeo, más allá de los generosos que sus chistes de aviones, después de las Torres Gemelas y los kamikazes islámicos, suenen permisos, locaciones y financiaciones que viejos, siguen siendo buenos (“Odio las turbulencias, soy ateo”), tiene otros mucho más ciudades como Londres, París, Barcelona y actuales (“Te casaste con un genio. Tengo un IQ de 160”, le dice a su mujer. “Estás pensando Roma le ofrecían? Después del 11-S Nueva en euros; en dólares es mucho menos”, le responde ella) y encarna con la gracia de siempre York se fue volviendo una ciudad tensa, pa- a un artista que planea obras incluso absurdas para evitar la jubilación. El episodio del ranoica, poco proclive a la broma, de un na- tenor que sólo puede cantar en la ducha podría estar en una película de Nanni Moretti. Y cionalismo solemne, un escenario que hu- el de Benigni (¿dónde estaba Nanni Moretti cuando se lo necesitaba?) es un réquiem ridíbiera hecho de los personajes de Allen es- culo a la Via Veneto de Fellini: ¿qué es la fama hoy sino puro reality? Pero es Alec Baldwin, pecímenes superfluos e incómodos, como un arquitecto que desiste de visitar las ruinas romanas con su mujer y sus amigos para plantas frívolas en una selva. Intentó algu- perderse, en cambio, por el laberinto empedrado del Trastevere en busca de la casa donde nas películas, pero todas parecían desfasa- vivió un año durante su juventud, el que da cuerpo a la liviana profundidad de la película: das, ligeramente corridas hacia el pasado. en busca de los fantasmas de su pasado, se convierte él mismo en la voz de la conciencia de Es una pena que no haya hecho grandes un joven como fue él. Nadie aprende sino a través de la experiencia. Las ruinas de fondo lo chistes con el terrorismo. Pero tampoco los atestiguan. Roma es la ciudad eterna: si en París una calle es un pasaje a otro tiempo, Rohizo con dejar a su mujer y terminar casado ma contiene todos los tiempos. Es leve e imperceptible el modo en que el tiempo se disuelcon su hija adoptiva. En cambio, optó por ve en la película: una historia parece transcurrir en una tarde, la otra atraviesa varias días darle con gracia la espalda a la realidad e y otra necesitaría, en otra película, meses. Como en el Decamerón, éstos son apenas unos irse de vacaciones. cuentos mientras tanto. Por más que haya cambiado el título, por más que no dure diez Durante casi una década, Europa le o- días ni sean cien novelas, ahí están, en la primera escena y en la última, el Proemio y la freció los escenarios más sosegados de sus Conclusión de Boccaccio livianamente reescritos a la cámara. viejas películas y ricos menos frenéticos Roma será eterna, pero el tiempo pasa y nosotros también. Dino Risi, hablando sobre para visitar a Hitchcock y desplegar sus his- eso, sobre los cambios en el mundo durante los 14 años entre I Mostri e I Nuovi Mostri, ditorias morales (Match Point, El sueño de jo: “Mi antigua película era sobre todo un espejo de la sociedad de entonces. En aquella éCassandra, Scoop), destilar su misantropía poca los monstruos eran bastante cómodos. La monstruosidad no era ni difusa ni violenta (Conocerás al hombre de tus sueños), hasta como hoy. Mientras pensábamos en los episodios de la nueva película, nos dimos cuenta divertirse con sus fantasías sexuales con el de que la realidad sobrepasaba la imaginación. Leíamos el periódico, veíamos los noticiestar system (el ménage à trois con Penélope ros y observábamos monstruosidades mucho mayores que las que tratábamos de presenCruz y Scarlett Johansson parece el único tar. En la primera película se podía hacer una deformación de costumbres italianas de motivo para filmar y ver Vicky Cristina Bar- entonces. Hoy no sólo la monstruosidad es general, sino que cotidianamente se presenta celona) y reírse un poco del mito del artista como un hecho natural. Sólo es necesario poner la cámara en la esquina”. emigrado en busca de inspiración (MediaExactamente ahí es donde empieza y termina A Roma con amor: en una esquina. Con noche en París). alguien hablando a cámara, contando la película, prometiéndole más a quien vuelva. Ahora la gira termina en Roma. Es una Después de siete años y siete películas, Allen es un hombre que viaja con la amargura lástima que A Roma con amor haya perdido que le dejaron sus bromas. Una amargura que ya ni siquiera parece angustia. Europa le en el camino su título original, Bop Decame- permitió pasearla. Ahora, a los 76 años, vuelve a casa. Antes de Manhattan, lo espera San rón. ¿Qué es el Decamerón sino los cuentos Francisco. En las calles de esa ciudad Hitchcock filmó, a los 77 años, su última película. que se cuentan los ricos mientras afuera la Veremos qué hace Woody Allen en sus esquinas. >> peste arrasa con todo? Aquel título también P o r encerraba las referencias al ritmo vertiginoso y asincopado del jazz de los ’50 y al cine J U A N I G N A C I O italiano que, secretamente, debajo de Bergman, Allen parece adorar. Ya había filmado una B O I D O remake bastante libre de Los desconocidos de siempre de Mario Monicelli con Ladrones de medio pelo. Ahora volvió a filmar una de esas películas de varias historias y episodios, tan caras al cine italiano. Más de una vez, Allen expresó su gusto por esas películas como Los Monstruos y Los Nuevos Monstruos, pero “lo que no funciona es reunir a siete grandes directores para representar los siete pecados capitales o juntar en Boccaccio ’70 a Fellini, Visconti, De Sica y Monicelli para filmar cuatro brillantes historias italianas en torno del sexo adaptadas del Decamerón”. Quizá la cita hubiese sido un exceso para una película ligera que se burla de las dudosas citas culturales de los norteamericanos. Quizá no. Si Medianoche en París dejó claro que no hay mucho que aprender del pasado, que la melancolía es la condición del artista y del emigrado, y que no por eso hay que sucumbir a la nostalgia, A Roma con amor esquiva moverse entre ruinas en la ciudad de las ruinas. Quizás haya una sombra de Daisy Miller de Henry James, el gran emigrado, en el comienzo: 150 años después, otra inocente norteamericana, buscando en su mapa alguna Piazza histórica, sucumbe a los encantos de otro joven italiano. Pero lejos de la suite moral de James, su película es ácida y soleada como una naranja. Penélope Cruz está infartante en su vesti-

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_Todos los caminos


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VICKY CRISTINA BARCELONA (2009)

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_Mediodía en Barcelona Si hay algo que un nativo de Barcelona de bien odia más que a La Sagrada Familia de Gaudí, ese algo es Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen. Y no sólo al producto terminado y estrenado y oscarizado sino –entre junio y agosto de 2007– al making off del asunto en cuestión. Así, Barcelona –que hasta entonces amaba incondicionalmente todo lo que hacía el norteamericano universal– no llevó muy bien la estadía de Allen y su tribu entre sus calles y paseos. Para empezar, los requerimientos para el rodaje: el cierre de avenidas, la disposición absoluta de hitos turísticos, la allenización de la ciudad toda escogida por el director de Manhattan para continuar –agotada Londres– su carrera como agente de viajes cinematográfico y director de home movies turísticas para ser consumidas por el mundo entero y, en especial, por señoras y señores de Iowa a los que no les gusta viajar por el extranjero mucho más allá de Miami. Sé muy bien de lo que hablo porque, por entonces, yo vivía junto a La Pedrera y –a lo largo de una semana inolvidable, con la calle y puerta de mi edificio tomadas por camiones de filmación y nerviosos individuos (¿tal vez los misteriosos gaffers que jamás supe muy bien a qué cuernos se dedicaban y cuál era su función?)– te daban órdenes a los gritos y convertían las idas y vueltas a comprar el pan y el diario en algo demasiado parecido al cruce de las Termópilas. Debo decir que no era una experiencia nueva: en 2001 ya había soportado –mismo lugar– el rodaje de Gaudí Afternoon de Susan Seidelman, con Juliette Lewis y Judy Davis y, en perspectiva, algo así como una paradójica falsificación anterior de Vicky Cristina Barcelona más un pizca de Almodóvar mal entendido. Gaudí Afternoon nunca llegó a los cines de Estados Unidos, editándose directamente en DVD, y se lo tiene bien merecido. Seis años después, por ahí andaban Javier Bardem y Penélope Cruz (que estrenaron su amor durante la filmación). Y Scarlett Johansson (que en persona y de cerca no es gran cosa, digámoslo) y Rebecca Hall (mucho más atractiva y simpática que la anterior y, de acuerdo al guión, arribando a la ciudad para “un master en identidad catalana”) y el mismísimo Woody Allen haciendo de Woody Allen. Un Woody Allen al que uno miraba siempre fijo, con una mezcla de irritación por lo que ahora soportaba y de amor por todo lo que había recibido y sin dejar de lado las pupilas dilatadas de quien fantasea –con La Vanguardia y un par de chapatas bajo el brazo– con ser descubierto y aparecer allí como extra, con una línea inolvidable en los labios, como Jeff Goldblum gimiendo en Annie Hall que ha olvidado su mantra o algo así.


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Después o antes –no estoy seguro– A- siendo sólo superada por Medianoche en París; en la pequeña llen y su troupe partieron a Oviedo, en pantalla de mi televisor, cortesía de Canal +, lo cierto es que, sin Asturias, para continuar filmando, y allí ser buena, Vicky Cristina Barcelona no me pareció tan mala. le dedicaron una estatua a la que, desde Aunque jamás comprenderé cómo alguien puede darle a Penéentonces, todo el tiempo, se la pasan arran- lope Cruz un Oscar y un Bafta por hacer eso que solían hacer cándole sus gafas de bronce y, sí, los as- los actores secundarios Made in USA circa 1920 y 1930 y 1940 y turianos son más amigables que los bar- 1950 cuando tenían que representar graciosos y pintorescos y celoneses. apasionados seres “exóticos” en los sets de Hollywood. No vi la película en el cine (esperé hasta Tiempo después, el Hombre Murciélago llegó a la Ciudad que la pasaron por televisión) porque ha- Condal desde Ciudad Gótica para protagonizar aquí, durante un bía tenido una sobredosis de Vicky Cristi- Sant Jordi, el comic-book titulado Batman/Barcelona: El Cabana Barcelona. Ya sabía todo sobre ella sin llero del Dragón. Ahora –en cambio, los tiempos cambian– se necesidad de ver ni uno de sus fotogramas. espera y se apuesta y se cruzan los dedos a que un magnate del Desde la trama un tanto absurda con chi- juego se decida por estos lares para elevar Eurovegas. cas neoyorquinas aventureras cayendo en Vicky Cristina Barcelona –como todo el Woody Allen molas garras mediterráneas y latinas de un delo Frequent Flyer– es la postal en movimiento de un parque pintor en celo y una española celosa (en el temático con ese encanto levemente psicótico de los relatos de guión original el pintor era un torero hasta Marco Polo o de todo aquel que se inventa aventuras y viajes a que le explicaron a Allen que torero + Bar- lugares lejanos sin salir de casa. Con la diferencia de que Allen sí celona era ya demasiado inverosímil); has- viaja, pero no por eso deja de imaginarse una Londres o una Rota el “escándalo” porque buena parte del ma o una París a su medida, desde su penthouse frente al Central rodaje fuese en parte financiado por el A- Park, en Nueva York, donde escribe sus guiones tirado en la cama yuntamiento y la Generalitat con dinero como si se tratase de una reposera. público para promocionar así universalEn lo que a mí respecta, hace ya cinco años que no vivo mente la “marca Barcelona” y que, en pa- junto a La Pedrera y difícil que alguien venga a filmar algo aquí, labras de una autoridad, “haría por la ciu- en las cercanas afueras, pero lejos de todo Gaudí. dad lo mismo que El señor de los anillos La Barcelona y la España que filmó Woody Allen en Vicky hizo por Nueva Zelanda”. Un total de un Cristina Barcelona no existe. >> 1.500.000 euros saliendo de impuestos o P o r algo así (según una encuesta de El Periódico, la maniobra le paR O D R I G O reció “excesiva” a un 75 por ciento de los encuestados) y hoy le F R E S Á N pedirían a Allen que, por favor, dejase unos euros por el amor dejase unos euros por el amor de Dios. Es decir: yo estaba más que preparado para odiar algo que –Allen dixit– sería “una love letter mía para Barcelona y una love letter de Barcelona para todos... Una película romántica, seria, con algunos momentos divertidos y sin sangre... Comenzará con alguien enseñando la ciudad a dos personas que acaban de llegar. Mi propósito es mostrar Barcelona igual que muestro Man: La Barcelona que filmó Woody hattan, muy a través de mis ojos” y en la que, avisó Bardem, “yo interpretaré a un tipo totalmente normal, pero que tiene loAllen no existe. Y de haber cas a Penélope Cruz y Scarlett Johansson”. A saber: un ligero, existido alguna vez, leve, más leve todavía, vaudeville con macho ibérico, fogosa hembra española y turistas norteamericanas con ganas de emocioseguro, ya no existe. nes fuertes pero tampoco fortísimas; porque para eso está el gore-slasher-lonely planet-traveller check de la sangrienta saga Hostel. Pero cosa de un año después de que Vicky Cristina Barcelona se convirtiera en un gran éxito internacional y local para Allen (costó unos 15 millones de dólares y acabó recaudando casi 100), recibiera múltiples galardones y reconocimientos de la crítica (ganó 21 de 28 nominaciones en total, incluyendo varios Independent Spirit Awards, el Sebastián 2008 que la asociación de homosexuales Gehitu concede al film del Festival de Cine de San Sebastián en el que “mejor se siente representada la comunidad de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales”), y


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_Nunca tendremos Paris “Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra.” Así empieza “El otro cielo”, de Cortázar, pero también podría empezar así Medianoche en París, en los labios o la mente del joven escritor y guionista Gil Pender (Owen Wilson) cuando viaja a idealizar París, pero aún no advierte el error o la paradoja de su engañosa utopía: no añora un lugar sino una época. Y así podría haber empezado París era una fiesta si no empezara diciendo “Para colmo el mal tiempo”. ¿Lo recuerdan? La bohemia era feroz entonces, aunque los años la hayan vuelto encantadora. Había sentimiento y ajenjo. Eramos pobres pero honrados. Eramos artistas. Volver a la bohemia es un gran deseo imaginario de todos los artistas de todos los tiempos. Pero pocos bancan de verdad la tristeza, la garúa, la resaca. Woody Allen lo entendió y transformó el viaje en una caricia suave, alegre y reparadora. Quizá todo el arte –por lo menos la literatura y el cine– no sean otra cosa que una experiencia de pasaje; un cruce, estar aquí y querer estar allá. Vivir entre. Algunos podrían reducirlo a “evasión”, y sin embargo, puede pensarse que también la literatura “social” es –de parte de la gran mayoría de los escritores– un viaje hacia “abajo”, vertical, donde espera el otro, los otros (¿el prójimo?). Escribir, experimentar, filmar, son siempre una forma del exilio. El problema será: volver o no. La inclinación de Cortázar por las historias de pasaje es célebre y habitual para sus lectores. En la época más opresiva, cuando era el burguesito a quien los bombos peronistas no le dejaban escuchar su música

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dilecta, a esa inclinación se la identificó mos sido... lo que no somos. Nuevamencon una definición política: “Casa toma- te, acecha la aventura del exilio, la gran da”; “Las puertas del cielo”; quizá “Lejana”. disyuntiva: irse o quedarse. Irse: fugar haEl planteo se sofistica en “La noche boca cia atrás, contesta Medianoche en París. abajo” y se depura en “El otro cielo”. Aquí, Ahí donde la intensidad vive. Siempre el narrador escapa de un presente de patio atrás. Si bien la respuesta es demoledora, en y matrimonio (la Irma) para encallar en París, pero no se trata de una ciudad gla- la película de Woody Allen está atempemorosa o intelectual sino de un París labe- rada por una ligereza de comedia que sólo ríntico y prostibulario, donde un asesino es un gesto de buena voluntad y generoaterroriza a las prostitutas y él es desdi- sidad hacia el público, sobre todo pensanchado, pero feliz. Es, finalmente, otro. Son do que entre ellos puede haber unos cuanlos años ‘40 en Buenos Aires y lo que más tos jóvenes. Victor Hugo. Balzac. Hemingway. Fitzgeparece perturbarlo no es el incipiente peronismo sino la asfixia de la clase media. rald. Woody Allen. París es la mejor ciudad Se sabe que para la época de publica- del mundo, pero ¿en qué mundo? ¿En que ción de Rayuela y Todos los fuegos el fue- época? ¿En qué siglo? Es la mejor ciudad del go, Cortázar ya está haciendo su apren- mundo porque siempre reside en el pasado, dizaje de un exilio productivo y volunta- espera atrás para confirmar nuestras peorio, no sobredeterminado por la historia res nostalgias. Por eso, ay, nunca tendremos sino condicionado por la cultura. Es un París, la ciudad perdida. Hay que volver del mandato de la cultura argentina el que lo exilio. Y para colmo el mal tiempo. >> lleva a París y desde allá no se hará “universal” como Borges sino rioplatense y latinoamericano. Pero ésa es otra historia. Gil Pender no parece pensar en Cortázar y su exilio parisino cuando llega a París poco antes de “contraer” matrimonio, como si contrajera una enfermedad crónica y abúlica. Pero sí ama la idea de París en abril con aguacero, y aunque tampoco piense en César Vallejo, lo deslumbra el imaginario de una ciudad abierta a la cultura y la sensibilidad y la soltería, todo lo que al parecer no se consigue en los duros tiempos del presente norteamericano. Entonces, como es escritor en ciernes y está en París, no puede sino pensar obsesiva e idílicamente en el “grupete” de París era una fiesta. Su experiencia de pasaje es mediante un automóvil que lo recoge a medianoche en el Barrio Latino y lo deposita en la “fiesta móvil” de los años ’20, donde están Scott y Zelda Fitzgerald poco antes de enloquecer, Cole Porter, Gertrude Stein tajante, Picasso, Dalí y, por supuesto, Hemingway, brusco y vital como él mismo se encargó de pintarse. Es Hemingway precisamente quien lo desengaña un poco. Allen-Owen-Pender creen haber llegado al París-Paraíso, pero pronto va a entender que todo paraíso es un paraíso perdido. Nuestra edad gloriosa siempre está atrás. Y más atrás y más atrás. Nadie está conforme con el presente, su presente. En el corazón de esa bohemia en permanente fiesta, hasta Picasso añora el París de Toulouse-Lautrec y los Años Locos sueñan con la pinta de la Belle Epoque. Necesitamos fabricarnos una edad dorada en la que habría-


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El inicio del autoexilio creativo de Woo- de Orfeo, deshilvana de a poco todo rastro de justicia poétidy Allen comenzó allá por 2005 en la ciu- ca. Algo que retumba con fuerza en Conocerás al hombre de tus sueños (2010) cuando la idealidad del amor se asoma en la dad de Londres. La justificación más senventana de enfrente, tan sensual como inalcanzable. cilla de su partida tal vez sea que HollyLa puerta al mundo más allá del arco iris supuso para Woody wood le cerró sus puertas y el encendido Allen internarse en los laberintos de una ciudad que se hace einterés que siempre despertaron sus petérea y misteriosa, que enloquece en su fascinante dualidad lículas en Europa abonó un terreno fértil de Mefisto y Adonis. Como en Amanece (1927) de F. W. Murnau, para cambiar de óptica y agitar así el traje en la febril agitación citadina o en la placentera calma del ciede la comodidad que venía vistiendo en lo campestre, la vida es siempre igual, a veces dulce, a veces amarsus últimos estrenos. ga. Y en la encrucijada moral del migrante, el viaje es siempre aLo cierto es que ese viaje iniciático haventura, a veces dulce, a veces amarga, pero siempre la más mácia la tierra de Shakespeare dejó como regica de las aventuras. sultado una serie de cuatro películas, que x más allá de las filiaciones con su filmografía anterior y el desfile habitual de sus preocupaciones tradicionales (la neurosis de sus personajes, el judaísmo, los conflictos amoroso-existenciales, el miedo a las enfermedades), dibujan un notable retrato de Londres como un Oz contemporáneo. “There’s no place like home”, dice Dorothy al final de El mago de Oz. Pero esa reflexión sobre la placentera tranquilidad que ofrece lo cotidiano y familiar sólo puede ser posible luego de haber vivido la más increíble de las aventuras. Y si la aventura de Dorothy incluye brujas, munchkins y hombres de hojalata, la excursión londinense de Woody Allen refleja su más honda reflexión sobre el azaroso balance entre el deseo como ideal y aspiración, y la culpa como expiación del miedo a su concreción. En Match Point (2005), aclamada como su “regreso” a la etapa prestigiosa de Crímenes y pecados (1989), Chris y Nola inician un tórrido romance en los vericuetos de una Londres fragmentada en sus escenarios típicos, desde el Holland Park, pasando por el Covent Garden hasta el Royal Opera House. Ese ideal urbano que, al igual que en El sueño de Cassandra (2007) se cristaliza en una fantasía embriagadora de placer o bienestar, termina hecho añicos contra el acerado rostro de la realidad. Idealismo como anhelo que sucumbe, con los tintes trágicos del drama dostoievskiano, al pragmatismo de la cotidianidad en dos de los finales más amargos y lúgubres de este período. Con el ligero velo de una comedia de espionaje, Scoop (2006) recrea esa fascinación por el peligro que invade al recién llegado, atraído por la voz irónica de un azar que, como el canto

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_El mago en Oz


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JUEGO AMOROSO

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El joven prodigio Xavier Dolan primero mató a su madre y luego, en su segunda película Los amores imaginarios, muere de amor atrapado en un triángulo queer.


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_ El vértice bisagra de la tríada geométrica del relato de Los amores imaginarios es Nicolas, interpretado por Niels Schneider, que podría ser un eslabón de la cadena evolutiva del Tadzio encarnado por Björn Andrésen que moldea Visconti para su versión cinematográfica de Muerte en Venecia (1971). Con rulos rubios de querubín y una masculinidad laxa algo estilizada, Nicolas es un recién llegado al círculo de amistades de Francis (Xavier Dolan) y Marie (Monia Chokri), quienes competirán por conquistar su amor esquivo. Dos o tres planos son suficientes para establecer la mirada cautivada por Nicolas: con sólo verlo fumar en cámara lenta en una charla casual puede flechar corazones a la deriva. Es que Schneider hace de su Nicolas un prodigio de fotogenia pura, de sex appeal instantáneo, que lo convierte en heredero de una casta de actores franceses de belleza aguerrida y casi obscena, cuya máxima expresión podría ser Gérard Philipe. Su evidente star quality lo ubica a Nicolas en el pico más alto del triángulo de Los amantes imaginarios, un vértice que brilla con estrella propia. Y aunque podría pensarse que el amor a primera vista podría ser el tema central de la segunda película de Dolan, en realidad, la construcción de la escena amorosa más que el amor, y sobre todo la construcción de las estrellas cinematográficas, tiene una importancia inusitada y es donde reside su originalidad. En su visión del romance artificial entre los tres personajes, Dolan plantea el nivel de erotismo de las estrellas de cine y de cómo las películas fueron construyendo y contaminando muestra propia identidad sensual a través de la representación de

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_Tadzio siglo XIX

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Cuando todavía no había cumplido los veinte años, Xavier Dolan tenía una larga trayectoria como actor infantil en Canadá y ya había debutado con su primer largometraje como director, guionista y protagonista, que sería elegido para competir en la sección Director’s Fortnight del Festival de Cannes. Su título, Yo maté a mi madre (J’ ai tue ma mère, 2009), le aseguraba al joven de Quebec que el mote de enfant terrible se multiplicaría en la prensa francesa. La película era una suerte de psicodrama eléctrico sobre las tensiones entre una madre y su hijo gay, llegando a picos de violencia verbal bastante extremos, donde se adivinaban visos autobiográficos en las catarsis que se sucedían en cada secuencia. Después de arrasar en Cannes con los premios, volvió por más al año siguiente con Los amores imaginarios (Les amours imaginaires, 2010), que lo vuelve a contar detrás y delante de la cámara, para cristalizar no sólo una capacidad precoz para sostener una producción cinematográfica sino la versatilidad para poder dar una vuelta de hoja a su obra. Desacelerado, sin la virulencia adolescente que desarrollaba en su debut, Dolan tiene la mirada más calma para retratar otra historia de amor imposible, en este caso un triángulo amoroso que tiene más de tristeza más de tristeza que de romance.


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actores y actrices que se volvieron iconos de una forma de enfrentar nuestra propia experiencia de seducir y ser seducido. “¿Pensás en estrellas cuando cogés, en Marlon Brando, James Dean, Paul Newman?”, le pregunta un amante a Marie, para tratar de desenredar el lugar que ocupa en la mente de su partenaire la cinefilia erótica, y así se hace explícito cómo el star system funciona en la narración como fetiche sexual. Por eso, el título de la segunda película de Dolan se refiere a las estrellas de cine, a amantes de celuloide que son carne de la fantasía colectiva, fantasmas que materializan luces y sombras de nuestros deseos. El aura que Walter Benjamin planteaba que había desaparecido del arte en la época de la reproductibilidad técnica, se trata de restituir en las películas a través del culto a la estrella de cine, que todavía mueve constelaciones de espectadores. El impacto social de las estrellas de cine se puede ver como un relato sobre la sexualidad queer, como lo demuestran los libros de Manuel Puig al fenómeno dentro y alrededor de The Rocky Horror Picture Show, dos de los exponentes más arácnidos de esta forma de sensualidad, en el sentido de capturar al público como moscas en las redes de la seducción polimorfa.

_El anacronismo es muy sensual Dolan transforma a sus personajes en una versión vintage del apogeo de la estrella cinematográfica de la década del ’50. Jóvenes anacrónicos, Marie y Francis se mueven en la Canadá contemporánea como eyectados de otra época, con su estética retro que refiere al Hollywood clásico, a los mitos fundantes de la juventud glam que erotizaron la elegancia con candidez y rebeldía en altas dosis. Así, Marie se traviste de Audrey Hepburn, la actriz adorada por Nicolas, para atraparlo en su estilo: muñequita de lujo, con tanto destello camp como para pasar por drag queen, con peinado alto y una explosión de color entre sus pliegues (diseñados, como todo el vestuario, por el mismo Dolan). Por su parte, para construir su identidad, Francis se draguea de James Dean, con jopo a la gomina, chaquetas y jeans, el modelo de juventud que su personaje gay reivindica como sensibilidad urbana. Y la película, en largas caminatas en cámara lenta robadas al Wong Kar-wai de Con ánimo de amar, hace desfilar por las calles convertidas en pasarelas a sus tres protagonistas, para demostrar la vigencia retro del artificio estelar. Hasta en la intimidad, cuando las luces rojas, verdes, azules bañan los cuerpos de los y las amantes para descomponer en su piel la potencia sensual del technicolor, con distintas suites de Bach atronando para que sus dormitorios tengan la banda de sonido que la pomposidad que el cariño fantástico de las caricias merece. Así, Dolan apuesta a teñir cada detalle con una teatralidad donde el amor y el sexo acceden a una dimensión de glamour que el mundo actual, convertido a la religión de reality, está perdiendo. Los amores imaginarios es un homenaje performático a cierta pasión perdida por el afeite, el look y la pose, a cierto goce por una personalidad Frankenstein, monstruosa en su poder de sugestión, que el firmamento del cine forjó durante el siglo XX. El mes pasado, el Festival de Cannes programó Laurence Anyways (2012), la última película de Xavier Dolan, que explora las tribulaciones de un hombre que quiere convertirse en mujer, mientras trata de conservar una larga relación heterosexual que mantiene con su pareja. Dolan describió la película como “semificcional y semiterapéutica”. Es una buena noticia que su transformación siga en curso. x

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Les amours imaginaires


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MEDIANERAS

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: la obesidad, las contracturas, la inseguridad, el hipocondrismo, el estrés y el sedentarismo son responsabilidad de los arquitectos y empresarios de la construcción.

P o r F a c u n d o d e A l m e i d a

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Si algo le faltaba a la cuestión patrimonial era lle- su preservación como integrante del medio ambiente. gar a la pantalla grande. Tuvimos un anticipo con la El medio ambiente urbano. película El hombre de al lado, de Mariano Cohn y GasEs curioso pero, en Medianeras, otra vez la pared latetón Duprat, pero se refería a un conflicto entre veci- ral del inmueble es la protagonista. La que impide la nos por razones más bien estéticas y de conservación entrada del sol, la que no nos deja vincularnos con el de un bien patrimonial, y en definitiva no era más que de al lado. Pero esta vez, la apertura de dos ventanas –ipura ficción. La Casa Curutchet sigue allí sana y salva, legales también– es la que finalmente permite que Marsin ninguna ventana en la medianera. tín y Mariana se conozcan y se encuentren, y lo haMedianeras, dirigida por Gustavo Taretto y estre- cen burlando una publicidad, es decir, un negocio. nada en 2011, sin dejar de ser ficción, nos acerca sin La referencia a la ciudad donde se proyectó la pelícuembargo a los misterios de la soledad y la incomuni- la no es gratuita. La protagonista, Mariana, expresa en cación y nos revela, con enorme realismo, cómo es- un pasaje: “Quiénes habrán sido los genios que planifito es consecuencia de la vida en una ciudad “caóti- caron una ciudad de espaldas al río”. ca, impredecible, contradictoria, luminosa, empoA pocas cuadras de una rambla pública de cientos de brecida y hostil”. kilómetros de largo, en una ciudad con escala humana, La semana pasada se presentó en Montevideo con donde se pueden ver el Sol y la Luna, y donde los vecila presencia de Inés Efron y Javier Drolas, dos de los nos se saludan en la calle, hace que la frase retumbe aún integrantes de un elenco que comparten con Pilar Ló- más fuerte en nuestros oídos y que no parezca tan exapez de Ayala, Carla Peterson y Rafael Ferro. La función gerada la conclusión del protagonista: “La incomunicafue organizada por la embajada argentina y formó ción, la falta de deseo, la abulia, la depresión, los suiparte del 30º Festival Cinematográfico Internacional cidios, las neurosis, los ataques de pánico, la obesidad, del Uruguay, que es una de las varias acciones de esa las contracturas, la inseguridad, el hipocondrismo, el organización señera que cumplió 60 años de vida: la estrés y el sedentarismo son responsabilidad de los arCinemateca Uruguaya. quitectos y empresarios de la construcción”. x Esta columna podría, sencillamente, ser una transcripción del parlamento inicial con el que una voz en off describe Buenos Aires, donde vive Martín, el coprotagonista, pero sería un plagio y nos impediría referirnos a otros pasajes del film, también reveladores de los dramas de una mala o ausente planificación urbana. La voz de Martín describe una ciudad que “crece descontrolada e imperfecta. Una ciudad superpoblada en un país desierto... En la que se yerguen miles de edificios sin ningún criterio. Al lado de uno muy alto, hay un muy bajo. Al lado de uno racionalista, hay uno irracional. Al lado de uno de estilo francés hay uno sin ningún estilo. Probablemente estas irregularidades nos reflejen perfectamente, irregularidades éticas y estéticas. Estos edificios que se suceden sin ninguna lógica demuestran una falta total de planificación”. En pocas palabras sintetiza el modo en que hoy, y desde hace muchos años –pero agravado en esta etapa en que se confunden funcionarios públicos y depredadores inmobiliarios–, se desplanifica la capital argentina. Revela también cómo ese modelo de ciudad incide sobre la forma de vivir, sobre la calidad de la vida de sus habitantes. Es allí donde se entienden las razones por las que el patrimonio arquitectónico en las nuevas leyes y constituciones ha pasado de una lógica de protección centrada en lo histórico o cultural –en sentido estricto–, a

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LOS GARDELES PORTEテ前S

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Mural del Abasto


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Hace algunos años llegó a Buenos Aires por primera vez una delegación, proveniente de la ciudad francesa de Toulouse, de L´Association Carlos Gardel-Amis du Tango. Sus integrantes buscaban ansiosamente la impronta gardeliana en nuestra ciudad. El primer contacto fue el que lo hace eterno: la magia de su voz se hizo presente (Mano a Mano, Almagro, Anclao en París, Canchero, Cuando tu no estás, El día que me quieras….) y, por supuesto, la sonrisa eterna que se reproducía, amable y seductora. En Corrientes las disquerías ofrecían sus grabaciones completas. En la misma calle (así la seguimos llamando, como cuando era angosta, pese a ser avenida), en el 1369, muy próxima a su cruce con Uruguay, la famosa pizzería Los Inmortales tiene en lo alto de su fachada un gran cartel, pintado por Carlos Leonetti en 1955, donde Gardel aparece impecablemente vestido, con Corrientes como marco y el Obelisco que cierra la clásica perspectiva. Lo real y lo virtual en un mismo instante. El grupo francés, ya avec ravissement, decidió dirigirse hacia el Abasto, vía subte de la línea B. Otras imágenes y nuevas sensaciones los aguardaban. En la esquina de Corrientes y Paraná, en la misma vereda del Teatro San Martín, está el Quiosco del Tango, donde Carlitos es protagonista. Un poco más adelante en la esquina noroeste con Callao, desde otro quiosco de diarios y revistas, Gardel observa por Corrientes, como se detienen autos y colectivos demostrando su afecto. La luz verde del semáforo interrumpe la breve e infinita ceremonia. La próxima roja mantiene la continuidad. Por Rivadavia 2056, casi al lado del Café de los Angelitos, clásico referente gardeliano, una ferretería luce un mural pintado por Villar, como tantos otros que tiene realizados en la ciudad, con impronta tanguera y la imagen del “morocho” acaparando la atención de los transeúntes. Ya en la zona del Abasto, precisamente en la estación de subte Carlos Gardel, descubrimos un bello filete de León Untroib, y dos murales cerámicos del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró. En el andén hacia Avenida de los Incas otro mural cerámico, en este caso del plástico Andrés Compagnucci, provoca fastidio kitsch entre los tangueros más radicalizados.

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Celedonio Flores (Corrientes y Esmeralda)

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Cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel.


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Volviendo a emerger, en la cortada Carlos Gardel, en su esquina con el Abasto de Delpini, Sulsic y Bes (hoy shopping), surge un nuevo “bronce que sonríe” en versión libre del gran escultor Mariano Pagés. Al lado el antiguo bodegón Chantacuatro devenido en lujoso restaurant Carlos Gardel tienta con su espectáculo en vivo. Sobre la pared de la cortada un stencil con estilizada imagen del “mago”, dice No me lloren, crezcan. En Jean Jaurés 735, está la casita que el cantor compró para tranquilidad de su “viejita” Berta. Con su transformación en casa-museo de Carlos Gardel institucionalizó su memoria. La breve calle Zelaya, en el mismo barrio, presenta en su proximidad con la de Jean Jaurés, una serie de murales con el rostro del creador de Volver, algunos pintados y otros realizados con venecitas, obras del pintor e interventor urbano Marino Santa María. Este artista plástico es recurrente con la imagen gardeliana, otro ejemplo encontramos sobre la calle Suárez, al llegar a la cortada Lanín. Una silueta de Carlitos recortada en tamaño real nos invita a ingresar en el restaurante La viña del Abasto, en Jean Jaurés y San Luis. La calle Carlos Calvo no se queda atrás. Casi al llegar a Defensa, un stencil recuerda la amistad que unió a nuestro cantante con el gran jockey Irineo Leguisamo. Siguiendo hacia el oeste, en el 579, la sonrisa ganadora surge desde la vidriera del hostel Carlos Gardel. Llegando al barrio de San Cristóbal, en la esquina con Saavedra, un legendario café fundado en 1908, muestra en su fachada una pintura naïf con la imagen de Gardel, el café en cuestión se llama Carlitos, en claro homenaje al “zorzal”. En Defensa y Chile, del lado de San Telmo, la pizzería La Continental. Tiene en su interior una muy buena fotografía luminosa, intervenida por Ricardo Sanguinetti, que muestra a Gardel sentado comiendo una pizza y tomando una cerveza Quilmes, mientras algo más atrás aparece la sugerente figura de Mona Maris. Gardel fue un adicto a los helados de limón de Saverio, la famosa heladería de la avenida San Juan. Enrique Cadícamo lo certifica en sus memorias. Un afiche con un Gardel gauchesco, guitarra en mano, dice Saverio, pasión por la calidad.

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“Volver“ abasto Bs. As.


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Otras heladerías, también lo tienen a Gardel, como la de Defensa y Chile, en el fileteado de su vidriera, mirando la simpática estatuita de Mafalda, y en Filippo de Jorge Luis Borges y Costa Rica donde una silueta en tamaño natural lo muestra degustando un cucurucho. El Café Los Galgos, es una verdadera tradición en la esquina de Lavalle y Callao. La presencia de “El mudo” se materializa con una foto y una silueta adherida sobre la boiserie del local. En Magallanes y del Valle Iberlucea, prácticamente en el ingreso a Caminito, un mosaico, firmado por Vitale, insiste con el rostro familiar y la leyenda: Carlos Gardel. El mago presente con los muchachos argentinos y uruguayos. De corazón a corazón. En el barrio de Villa Ortúzar, en la esquina de Plaza y Zárraga, existe un local más que recomendable, Don Chicho la cantina inmortal (magníficos fussilli al fierrito amasados a la vista por la señora Coti). Aquí encontramos una curiosidad, un Gardel con sombrero, luciendo la camiseta de Chacarita, obviamente una licencia poética de los propietarios y su predilección futbolística. Sabido es que Gardel fue simpatizante de Racing. En la Avenida de Mayo 833, al lado del más antiguo de los cafés porteños que permanecen en actividad, el Tortoni (donde cantó Gardel), se encuentra el acceso a la Academia Nacional del Tango. El mármol blanco de su umbral hace que resalte más su inscripción: Palacio Carlos Gardel. El recomendable bodegón Paco´s, en Talcahuano casi Perón, exhibe un cartel con las caras de Gardel y de Luca Prodán y la leyenda Ellos también eran inmigrantes. La discriminación es hija del miedo y la ignorancia. Durante algún tiempo afiches con la imagen de Gardel, de Osvaldo Pugliese y de Tita Merello, protagonizaron el paisaje urbano. Fue durante el mes de agosto pasado cuando el Gobierno de la Ciudad organizó Tango, Festival y Mundial. Una verdulería del barrio de Villa del Parque tiene entre su oferta naranjas de Misiones y duraznos de Baradero El Morocho del Abasto S.A. La etiqueta de los cajones, de color verde, en su extremo izquierdo muestra a Gardel guitarreando, vestido con prendas gauchescas. Desde la radio, una vez más, surge su voz incomparable, su verdad eterna: Mi Buenos Aires querido…. Carlitos sigue cantando mejor cada día! x


TRES FAVORITOS DE...

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El músico y escritor argentino Pablo Krantz vivió varios años en París y hace algunos meses volvió a Buenos Aires, donde nació y donde tocará próximamente los temas en francés de su último disco Les chansons d’amour ont ruiné ma vie, grabado en 2007 en París. Estos son los tres lugares preferidos del artista, que también cuenta -en especial para Viajes Libres!- cuál es la anécdota que está detrás de su elección.

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PARIS

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Huerta

Palais de Tokyo

Rue de la Manutention

El restaurant/bar/sala de conciertos Au Connétable. Queda en el barrio 4, es decir el Marais, en el 55 de la rue des Archives. Es un viejo hôtel particulier de algún

2/ AU CONNÉTABLE

La rue de la Manutention . Se trata de una calle medianamente perdida que queda a la vuelta del Palais de Tokyo y del Museo de Arte Moderno, en uno de los barrios más ricos de París. Mide unos 150 metros, desemboca en el Sena y nace con la forma de una gran escalera de piedra que desciende. A uno de los lados hay una huerta colectiva muy bizarra, en la que diversos personajes más o menos relacionados con el Palais de Tokyo cultivan tomates o quién sabe qué, en medio de adornos (muñequitos de superhéroes, gnomos de jardín colgados boca abajo, vinilos viejos por todas partes) y de cartelitos esotéricos. También hay una suerte de baldío gigante y hermoso (a la vuelta de la huerta), un restaurant con especialidades del Sur de Francia, unas cosas que se parecen a anclas colgadas a unos treinta metros de altura (donde empieza la escalera de piedra) y unas cuantas casas bajas y simpáticas. Parece una calle de un pueblo mediterráneo perfecto, y hasta parece soplar una brisa marina. De vez en cuando, la gente de la huerta hace un gran pic-nic público donde regala todos sus productos. Alguna vez pasé por ahí con auriculares y anteojos negros y me puse a comer espléndidas zanahorias y grandiosos apios en medio del gentío, haciéndome el distraído, pensando estar ejercitando mis dotes de colado típicamente argentinas. Tardé un buen rato en darme cuenta de que todo el mundo estaba igual de colado o de invitado que yo.

1/ LA RUE DE LA MANUTENTION


El Musée Guimet, el museo de arte oriental. Colecciones formidables, un jardín japonés en el último piso y entrada gratis. Alguna vez me quedé mirando fijo una estatua de Buda camboyana durante media hora, y creí absurda pero confiadamente haber alcanzado algo parecido al Nirvana.

3/ MUSÉE GUIMET

o quién sabe qué.

sos personajes cultivan tomates

lectiva muy bizarra, en la que diver-

: A uno de los lados hay una huerta co-

siglo lejano. En el sótano hay un lugar de conciertos pequeño pero maravilloso donde toqué un montón de veces. En la planta baja funciona un bar en cuya barra siempre hay una decena de cincuentones franceses con bigotes gigantes que hablan sobre Brassens y/o sobre negocios millonarios. En el primer piso funciona un restaurant muy tradicional francés donde se come a la luz de las velas. En todos los pisos hay pianos. A partir de la una de la mañana, cuando los vecinos irascibles no hacen denuncias a la policía, se vuelve un lugar como nunca he visto otro: en el sótano, todo aquel que trae un instrumento se pone a tocar con quien sea (una vez hice una suerte de improvisación a la guitarra con cuatro percusionistas africanos, un pianista clásico italiano y un bajista desquiciado al que daban ganas de matarlo) y la gente escucha y/o baila y siempre bebe. El lugar está atestado de personajes que hablan hasta por los codos con todo el mundo, es como el paraíso del francés sociable (una raza en extinción, al parecer). El que quiere saca una guitarra y se pone a cantar flamenco o alguna canción marroquí, ante la indiferencia o el entusiasmo de los que lo rodean. Para recorrerlo de un punto al otro (y eso que es pequeño) se tardan a veces 15 minutos, tan repleto está de gente que te empieza a hablar de cualquier cosa y en cualquier idioma. Es una versión simpática y acogedora de la torre de Babel.


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El Obelisco es un verdadero referente, no sólo del barrio de San Nicolás o del Centro, sino de toda la ciudad. La Avenida 9 de Julio, Corrientes y la diagonal Roque Sáenz Peña (la norte), lo enmarcan y lo jerarquizan. Nuestro hito fundamental porteño, tiene un digno observador, a su altura y que lo vio desde su nacimiento, la “casa del Chalecito”. En Sarmiento 1113, casi esquina Cerrito, el señor Rafael Díaz Ruiz, un emprendedor inmigrante valenciano, tuvo la satisfacción de poder concretar una singular obra arquitectónica. Don Rafael había llegado a Buenos Aires en la década de 1890, famosa por iniciarse con la Revolución del Parque, cuando la Unión Cívica empezaba a hacerse fuerte de la mano de don Leandro N. Alem y de su sobrino el joven Hipólito Yrigoyen. Díaz a poco de su llegada desde España comenzó a trabajar en nuestra ciudad, lo hizo en una mercería de la calle Chacabuco y en otros comercios similares como La Baratilla sin Igual, El Barato Argentino y El Barato de Londres, hasta llegar a la prestigiosa tienda El Progreso. Fue entonces cuando pudo ahorrar, llegando a tener un capital que le permitió abrir su propia mueblería, en la calle Artes (hoy Carlos Pellegrini) al 400. Noble inmigrante, trabajó y trabajó. Durante los años 20 se asoció con algunos compatriotas iniciando sus actividades empresariales. En 1927 inauguró Muebles Díaz, en un edificio de nueve pisos, donde en algunos de ellos exhibía mobiliario de diferentes estilos. En la terraza del mismo don Rafael, como era llamado por su empleados, mandó construir el famoso chalet, inspirado aparentemente, en uno existente en la ciudad de Mar del Plata que le gustaba mucho. Está retirado respecto de la línea municipal y su frente mira hacia la calle Sarmiento. Allí almorzaba, y dormía una pequeña siesta luego de sus tareas matinales en la oficina y en el sector de ventas de la planta baja. Retornaba a la labor a eso de las cuatro de la tarde, hasta el final de la jornada, cuando ya de noche, Díaz regresaba a su domicilio en la localidad bonaerense de Banfield. Cabe manifestar que quien construyó el edificio fue un destacado italiano de Molise, don Pascual Filomeno Piergiovanni, también constructor de los teatros Astral, Buenos Aires y Solís. El chalet cuenta con tres plantas y un bello “bow-window”. Díaz tenía allí sus oficinas y fue un visionario precursor al amoblar el chalet con sus productos, como si se tratara de una casa para exhibir sus muebles. Hoy diríamos que se trataba de un auténtico “show room”, donde los eventuales compradores podían imaginar como podrían quedar los muebles ubicados en sus casas. Don Rafael entendió, bajo todo aspecto, que el suyo era realmente un edificio-anuncio.


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En días claros desde el chalet se llegaba a ver la costa del Uruguay, y por sus ventanas, el señor Díaz vio en 1936, como bloque por bloque se fue levantando el Obelisco; obra del arquitecto Alberto Prebisch; y también fue testigo de la apertura de la avenida 9 de Julio. Muebles Díaz fue una de las más grandes mueblerías de América y pionera en la venta a crédito. Popularmente se la conocía como “la mueblería del Chalet”, o “la casa del chalecito”, una verdadera curiosidad en pleno Centro. Desde la avenida 9 de Julio ya construida se visualizaba el chalecito de Muebles Díaz. Es más, funcionaba como un punto de referencia para los encuentros. “Te espero enfrente del chalecito de Muebles Díaz”, decían los peatones. En 1968 falleció Rafael Díaz y la empresa quedó en manos de sus hijos. Durante la década del 70 mantuvieron muy pocos pisos y la planta baja como exposición. El resto de los pisos fueron alquilados a diversas empresas. Pero ahí sigue la enorme mayólica con el nombre del negocio, en la medianera oeste del edificio. Ahí sigue el chalet. Una pieza del riquísimo patrimonio arquitectónico de Buenos Aires. Se llegaba al palier por ascensor y luego por escalera, hasta el chalet. Un dato curioso: en la buhardilla se encuentran los motores de los ascensores del edificio. Alejandro Schang Viton realizó una interesante nota sobre la mueblería en el diario La Nación del 14 de mayo de 1998, donde transcribió algunas palabras de Agustín Blanc, quien fue durante muchos años ascensorista de Muebles Díaz: “Cuando le pregunté a don Rafael por el origen del chalecito, me contó que un señor al que le había hecho un gran favor le dio la idea al decirle: Ud. va a ir al Paraíso, usted tiene ganado un chalecito en el paraíso…” En la misma nota la nieta de don Rafael, Alcira Thelma Díaz recordaba los momentos -radiales de su abuelo. Efectivamente, Díaz era un hombre muy activo, en 1928 llegó a tener su propia radio, L.O.K Radio Muebles Díaz, por la que emitía música y diversas promociones del afamado negocio. Al año siguiente el gobierno nacional, durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, se hizo cargo de la radio adoptando el nombre de LS5 Estación Rivadavia. En 1934, por una disposición general del gobierno pasó a ser LS5 Radio Rivadavia. En la terraza de Muebles Díaz se filmaron escenas de varias películas. Algunos empleados de la casa recordaban particularmente a la actriz Libertad Leblanc y su sensual presencia por la casa del chalecito. Mónica Abal, bisnieta de don Rafael, lo recordaba como próspero negociante que con las posibilidades que le dieron los muebles compró edificios, cines, teatros y hoteles en Buenos Aires y Mar del Plata. En una oportunidad llegó a regalarle a su esposa por el cumpleaños, el hotel Riviera, en Mar del Plata. Los últimos años los pasó en silla de ruedas, hemipléjico pero lúcido, hasta que finalmente falleció en 1968. El negocio quedó en manos de sus hijos y, hacia fines de los años 70, los pisos se alquilaron para otros usos. Con el apogeo de los carteles lumínicos, el pequeño gran chalet, el símbolo del sueño del señor Díaz, quedó algunas veces semitapado. Hacia fines del siglo XX, por el año 1998, la planta baja fue oficina de los administradores del edificio, familiares de Rafael Díaz, y los dos pisos superiores fueron reciclados por la diseñadora y bisnieta ya mencionada, Mónica Abal. Sobre la medianera que da a la calle Libertad, queda la mayólica con el nombre Muebles Díaz. Y el cartel de chapa de la entrada, fileteado. También, un manuscrito inédito en el que, según su bisnieta, Don Rafael cuenta su vida y habla de la Buenos Aires que vivió. La que veía todos los días desde su chalecito. x



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La última Bienal de Berlín tuvo una particularidad que la volvió un evento único en su historia: la curaduría de Artur Zmijewski. Decidido a que el arte deje de hacer preguntas y ofrezca algunas respuestas, el curador y artista polaco –ya bastante polémico él mismo con su obra– abrió la bienal a gente que vive del robo, a organizaciones llamadas terroristas, a lectores del libro (xenófobo) más vendido después del Mein Kampf y a debates sobre las identidades nacionales en Europa. La artista argentina Sofía Medici pudo visitarla de manera privilegiada y cuenta todo eso que escapaba al visitante común.

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La polémica Bienal de Berlín

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LA TOMA DE BERLÍN 35


Llegué a Berlín con una beca llamada working visits, que consistía básicamente en recorrer la bienal de la mano de sus curadores y discutirla hasta caer rendidos del agotamiento. Una tarea bastante peculiar, sobre todo tratándose de esta bienal, que es materialmente inexistente. Aunque la bienal dura algo más de dos meses, nuestra visita consistió en una intensa semana cuando todo se estaba poniendo sobre el tapete. Eramos siete y veníamos de cinco países distintos, pero solo dos de nosotros proveníamos de países no europeos: un japonés y yo, argentina. Coordinados por Florian Malzacher, programador, dramaturgo y curador especializado en artes escénicas, recorrimos y discutimos las obras que vimos durante nuestra semana de trabajo. Artur Zmijewski, su polaco y polémico curador, puso sobre la mesa una discusión que lleva más de un siglo: el dilema de la utilidad del arte. Y parafraseando a Godard, planteó que si el arte quiere ser político, tiene que hacerse en forma política. En resumidas cuentas, que no tiene sentido hacer del arte un hobby de la gente de izquierda, que piensa parecido y va a ver una obra en la que se habla de los eventos en la plaza Tahrir para concordar profundamente con sus colegas: “Sí, sí, qué increíble cómo se revolucionaron los egipcios y todo gracias a Twitter”, que hay otras voces presentes en la política real y que negarlas es negar la realidad política. Zmijewski es, antes de ser curador, un reconocido artista que más de una vez causó con-

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moción, como con su video Berek, en el que varias personas desnudas juegan a la mancha dentro de una cámara de gas, o en 80064, donde el artista convence a un sobreviviente de un campo de concentración de que vuelva a tatuarse su número en el brazo como una forma de realzar su identidad. Para esta bienal, Zmijewski convocó a varios artistas, pero también a varios políticos a hacer sus “obras”. Una de las primeras invitaciones fue al grupo Voina, a quienes llamó como cocuradores. Voina es un colectivo artístico radical ruso que sólo habita en lugares prestados y no usa dinero. Todo lo que comen o consumen es robado, como premisa. Voina también quema autos policiales y está perseguido como grupo por la ley, incluso internacionalmente. No pueden aparecer públicamente porque terminarían en la cárcel. ¿Cómo podía este grupo cocurar la bienal? Pues bien, la solución fue que simplemente sean curadores a nivel nominativo y esto les permite, por prestigio, darse a ver un poco más a la luz. Una acción formal, pero concreta. La segunda decisión polémica de Artur Zmijewski fue la de ocupar Kunstwerke (KW), la sede de la bienal: toda la planta baja del edificio fue donada durante los dos meses del evento a grupos activistas que tienen derecho a hacer lo que se les cante. Algunos cocinan, otros duermen, otros hacen talleres de cocina o conferencias sobre temas de la actualidad. En el patio trasero, el día de la visita, había un grupo que hacía una especie de juego de rol. Un cartelito escrito a mano en la pared decía “violencia”.

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: no tiene sentido hacer del arte un hobby de la

gente de izquierda, que piensa parecido y va a

ver una obra en la que se habla de los eventos en

la plaza Tahrir. 36


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El moderador explicaba que el actual candidato del Partido Verde está apoyado por multinacionales de dudoso accionar. Luego preguntaba a cada uno de los participantes: “¿Le tirarías una torta en la cara como forma de protesta?”, y luego: “¿Sería tirarle una torta en la cara un acto violento?” y así sucesivamente. A la salida, otros carteles (“Me falta mes al final del sueldo”, “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”). Siguió la obra de Martin Zet. Al igual que en el resto de la bienal, la Deutschland schafft es ab (Alemania se deshace de eso) es intangible. O más bien, es un video, pero el video no cuenta realmente de qué se trata sino que simplemente ilustra algunas conversaciones durante el proceso. Lo más interesante lo cuenta Joanna Warsza, también cocuradora de la bienal. Zet realizó una convocatoria pidiendo a varias instituciones que pusieran buzones en sus halls y fueran receptoras de un libro. El libro no es cualquiera sino Deutschland schafft sich ab, escrito por Thilo Sarrazins. La traducción del título sería más o menos “Alemania se elimina a sí misma” y hace referencia directa a la cantidad de inmigrantes que viven en el país y lo perjudiciales que son para el crecimiento de Alemania. Lo curioso no es que este libro se haya escrito y publicado, sino que además es un bestseller, el libro de no-ficción más vendido después de Mein Kampf. Zet quería que las personas que habían comprado el libro lo devolvieran, pero solo juntó cuatro. Sin embargo, lo más relevante de este proyecto fue lo que pasó al lanzarse la convocatoria. Tanto la prensa de derecha como la de izquierda despotricaron contra el artista acusándolo de fascista y poniendo énfasis en el uso de la palabra sammel

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(colecta), que había sido utilizada tanto para reunir los libros en las quemas nazis como para “colectar” individuos para ser llevados a los campos de concentración. El artista tuvo incluso una manifestación en su contra. Y hablando de campos de concentración, una de las pocas obras tangibles en KW es la de Lukasz Surowiec, que trasladó de AuschwitzBirkenau algunos árboles y los plantó en Berlín. Además armó un invernadero en el último piso de KW con semillas de estos árboles. Uno sale del recinto con una plantita y un certificado que no garantiza poder pasarla por la aduana en Argentina. Y de lograrlo, ¿que hacer con la plantita? ¿Llevarla a la ESMA como símbolo del paralelismo entre los campos de ambos países? ¿O invertir su carga simbólica y plantarla en una isla del Delta para que simplemente crezca? Al fin y al cabo es tan sólo una planta. Finalmente quedó en el balcón de una amiga y en pocos días estaba totalmente camuflada. Otra de las obras en KW, una de las más “efectivas” quizás, es State of Palestine. Khaled Jarrar inventó un sello muy lindo con un pájaro que vuela y dice “Estado de Palestina”. El artista invita a quien se acerque a prestarle su pasaporte para sellarlo. En una larga mesa están dispuestas decenas de fotos impresas en formato 13 x 18 en las que se puede ver al público (incluidos los curadores de la bienal) mostrando sus pasaportes con el sello. A partir del momento en que adquieren el sello, los pasaportes dejan de tener validez, pero solo una revisación exhaustiva daría cuenta de ello. La audiencia que participa de esta obra pasa a formar parte de la obra misma, corriendo el riesgo de perder su pasaporte en cualquier frontera. Por eso la foto más relevante es la de un

pasaporte israelí, que junto al sello del pájaro tiene cuatro sellos que dicen “CANCELADO”. Las obras que se encuentran en la sede de la bienal no son sin embargo las que generaron mayor expectativa. El calor de esta bienal está afuera de KW, en los eventos “que están por ocurrir”. En ese sentido, tres de las producciones más interesantes de la bienal en la semana de la visita son: el congreso de grupos listados como terroristas, de Jonas Staal; el concurso por la identidad de Hungría, en formato de talk show, del grupo húngaro Krétakör, y el primer congreso por el regreso de los judíos a Polonia, organizado por la artista israelí Yael Bartana. Estas tres obras tienen como común denominador el formato de congreso en vivo, pero los efectos de cada obra en su intervención con “lo real” son en los tres casos diferentes. Cuando llegamos, terminaba New world sumit, la obra de Jonas Staal. La mayoría de los participantes eran, claro, activistas de segunda línea de las organizaciones. Es decir, los que arguyen pertenecer a la rama no armada y por ende no son buscados por las organizaciones policiales internacionales. También había varios abogados que representaban a algunas de estas organizaciones. Según el artista, uno de sus objetivos era cuestionar el modo en que se arman las listas de organizaciones calificadas de terroristas y, sobre todo, quién ostenta el derecho de definirlas. En ese sentido, la obra, a pesar de haber funcionado como congreso, dio que hablar mucho más durante su organización. Varios de los invitados tuvieron que negociar durante meses la posibilidad de viajar e ingresar a Europa. Otra de las negociaciones tuvo que ver con la disposición de las banderas de cada grupo.

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Vista parcial de la

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instalaci贸n de Kurst Werke.


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Aparentemente, Zmijewski quería colgar una de las banderas en la fachada del KW. Se le advirtió que en ese caso la obra de Staal sería censurada por apología al crimen. Zmijewski estaba tentado con el escándalo de la cancelación de la obra, pero Staal prefirió hacerla y se conformó con poner las banderas adentro del recinto. La obra de Krétakör, IlumiNation, tenía un formato un tanto distinto. Sin cámaras en vivo, todo el funcionamiento fue el de un talk show de larga duración. El grupo había publicado una convocatoria abierta en la que se pedían candidatos para representar la identidad húngara. Tenían que tener un proyecto concreto y también había un premio de 5000 euros para el ganador. En un inicio había habido muchos candidatos, pero para el segundo día quedaban solo cuatro. La obra transcurría principalmente en húngaro y alemán y era traducido simultáneamente al inglés, al alemán y al húngaro según correspondiera. El público estaba ubicado en butacas y el escenario era el lugar del show. Los cuatro candidatos enfrentaban al público sentados en sillas con una pantalla a sus espaldas en la que aparecía alternándose el logo del proyecto IlumiNation o un excell mostrando los puntos ganados por cada candidato. A su derecha, en una tribuna, había un foro húngaro de representantes de diversas entidades de derecha, centro e izquierda, que incluían sociólogos, economistas e incluso el representante de un grupo de motoqueros que despotricaba contra los gitanos. A la izquierda estaba situado el jurado, un grupo de alemanes provenientes de diversas clases sociales. En esta obra fui invitada a participar en la ronda final como “abogada” de uno de los grupos. Mi rol consistió en defender el proyecto

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en cuatro minutos para convencer al jurado y ganar en la última votación. En solo una hora tuve que sintetizar lo que me contaron, seleccionar datos que creí podían ser convincentes y desechar los otros, como un abogado supongo que hace. Finalmente ganamos el concurso y mis representados se llevaron el premio en moneda real. Y aunque IlumiNation tuvo un formato enmarañado que excluyó durante la mayoría del tiempo al público, la sensación fue de estar lidiando con algo preciso: un premio en euros, concursantes concretos, enemigos ideológicos que seguían discutiendo en el lobby, cámaras siguiéndolos como trastienda de un programa de televisión. El foro entero y los participantes volvían al día siguiente todos juntos a Hungría en un viaje en micro que duraría 16 horas. La obra de Yael Bartana tuvo otro color. Fuertemente estetizada, con logos, prendedores, banderas y bolsos, la disposición del congreso emulaba al de movimientos gubernamentales nacionalistas de varias épocas históricas. Los presentes estábamos divididos en tres: representantes, participantes y público general. Los representantes traían demandas para ser incluidas en la agenda del movimiento, que serían votadas tanto por ellos como por los participantes. Ambos, participantes y representantes, tenían derecho a la palabra durante los debates. El congreso en sí tenía algo de ficcional, ya que partía de los films anteriores de Yael Bartana, en donde el líder del movimiento Slawomir Sierakowski (un líder ficticio) convocaba a los judíos a retornar a Polonia. No para hacerles un favor a ellos, sino para que ellos le hagan un favor a Polonia pluralizándola. En otro de los films, el líder ha sido asesinado por sus enemigos y se ven masas asistiendo a su fune-

ral. El congreso duró tres días y cada día tenía como eje una pregunta. ¿Cómo debería hacer Europa para dar la bienvenida al otro?, ¿Cómo debería hacer Polonia para traer de vuelta a sus judíos?, ¿Cómo podría hacer Israel para formar parte de Medio Oriente? Las demandas de los representantes debían ir en dirección a la pregunta del día. Algunas demandas generaron polémica y momentos de acaloramiento refrenados por el moderador de turno. Hubo discusiones sobre abrir totalmente las fronteras, eliminar lenguas oficiales, establecer el hebreo como segunda lengua en Polonia, etc. Sin embargo, todas estaban destinadas a formar parte de la agenda de un movimiento que realmente no existe. Pero a Bartana no parecía importarle mucho la cuestión de cuán real era el congreso. Ella logró engañar sutilmente a Zmijewski. El la había convocado para que transformara su movimiento ficcional en un movimiento real; y ella usó el congreso con un objetivo artístico propio: los tres días fueron filmados exhaustivamente por cámaras profesionales que rodeaban el precinto, incluso editadas en vivo y proyectadas sobre una pantalla gigante. Bartana usó el congreso para hacer una nueva película. Con el lema “Forget Fear” (Olvidate del miedo), la bienal propone a los espectadores dejar de serlo y pasar a formar parte de las obras; a los artistas les sugiere dejar de hacer arte político que sirva sólo para visibilizar o generar discurso y a cambio tener consecuencias concretas; y a los políticos los invita a tomar herramientas del arte para cambiar la forma de hacer política. No está claro si las obras de la bienal cumplen con estos criterios, o si los artistas, espectadores y curadores que partiP o r S o f i a M e d i c i

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cipan terminaron de entenderlo o estar de acuerdo. Pero claramente la diferencia entre la séptima Berlin Biennale y otras bienales de arte tiene que ver con su acercamiento a la realidad. En esta bienal, la prensa estuvo forzada a hablar del impacto de las obras en el contexto real. La organización misma de la bienal, los escándalos provocados en la prensa, los conflictos organizativos con las instituciones, fueron de alguna forma una obra más. Zmijewski propone, en el periódico editado especialmente para la bienal, que el arte deje de plantear preguntas y busque respuestas. El emprendimiento parece difícil y largo, sobretodo teniendo en cuenta que el público general, el que asistió a la bienal sin leer los manifiestos o tener un conocimiento profundo de los objetivos de los curadores, quedó bastante confundido. Es probable que la bienal sin embargo no esté destinada al público. Una cosa es moverse con el privilegio de tener información de primera mano que permite, sobre todo, entender hacia dónde apuntaron las obras. Sin embargo, quizá no sea una bienal repleta de respuestas. Tampoco se trató sólo de preguntas, sino más bien de una serie de ensayos sobre cómo ejercer tanto tácticas artísticas en el terreno de la política real como tácticas políticas en el terreno del arte.


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Con 24 años y un equipo de producción igual de joven y el aporte de setecientas personas interesadas en un proyecto que se difundiría de manera gratuita, Germán Doin se propuso diseccionar el paradigma del sistema educativo y explorar todos los otros modelos –la logosofía, el Waldorf, el Montessori y el Killpatrick, la Educación Libre, la Educación Popular de Paulo Freire, la Escuela Nueva-Activa del Constructivismo y el “Home-Schooling”– que pueden ayudar a devolverle al niño el protagonismo de su propia educación. Con entrevistas a especialistas de toda Latinoamérica y un montaje de más de dos horas, La educación prohibida convocó inesperadamente a millones de espectadores y se convirtió en el furor en Internet.

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GRADUADOS

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Ni la nueva de Batman, ni la nueva de Suar: la película que rompió records de público en las últimas semanas fue La educación prohibida, del argentino Germán Doin. A las más de 500 exhibiciones independientes en una veintena de países de este continente y el europeo, que ya juntaron su buena cantidad de espectadores, hay que sumar las doscientas mil descargas de la página web (www.educaciónprohibida.com) y a quienes ya la vieron online (dos millones doscientos mil reproducciones, y contando). Todo esto para un documental de dos horas y media sobre un tema que no necesariamente se encuentra entre los más taquilleros: la educación. “Tenemos explicaciones más pesimistas y otras más optimistas”, comenta este inesperado éxito su mentor, un joven de 24 años egresado del ISER que empezó el proyecto cuando tenía 21 y lo financió en buena parte mediante el método del “crowdfunding” o financiación colectiva, por lo que la película cuenta con setecientos productores y se distribuye de forma libre y gratuita. “La explicación pesimista es que se trata de un fenómeno típico de las redes sociales, por haber estado en la portada de YouTube. Y la optimista es que hay una necesidad latente de hablar de educación, que es precisamente de donde surge el proyecto, de esas cosas que uno discute y critica cuando es adolescente.” Así de personal es también el principio de esta producción independiente, la primera en su tipo que llegó a la pantalla grande: “Siempre recuerdo una clase de filosofía donde el profesor nos relató esta historia...”, dice la voz en off, que es la del director. Lo que sigue, ilustrado por dibujos animados, es la alegoría de caverna de Platón, aunque sólo reconocible para quienes lo hayan aprendido en la escuela, pues no se menciona a su autor. “La idea fue empezar con una validación de la escuela, diciendo: esto lo aprendí ahí. Cosa que además fue real, me pasó. Fue mi forma de decir: yo vengo de la

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EXPLOTO EN INTERNET

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escuela normal, no de una diferente. Y por otro lado es señalar que de la escuela nos quedan experiencias y reflexiones, vínculos personales con un maestro, pero no nos quedan datos concretos”. A la alegoría secreta le sigue una ficción explícita, con un elenco encabezado por Gastón Pauls. A eso se empiezan a sumar luego los fragmentos de reportajes a diversos educadores latinoamericanos, la mayoría de ellos en representación de metodologías de enseñanza que están por fuera de la educación pública tradicional de cada país. De esa alternancia entre animaciones o dramatizaciones con voz en off, la historia de unos chicos rebeldes al estilo Socorro Quinto Año y los testimonios en distintas tonalidades del castellano se sirve Doin para criticar el sistema escolar tal cual lo conocemos, luego para contar su origen e historia a través de los siglos y al fin para presentar modelos alternativos, todo salpicado por máximas de personalidades que van desde Aristóteles hasta Krishnamurti. La crítica furibunda que ocupa la primera media hora no dista mucho de la que ya le hacía Pink Floyd a la escuela en los años setenta, y que en gran medida parece seguir tan vigente como el mismo Roger Waters. Un sistema autoritario, semejante al que rige en las fábricas o en el ejército, que se lleva a cabo en edificios reminiscentes de las cárceles y está regido por docentes sólo interesados en cumplir con una currícula diagramada por burócratas de la educación. “La educación, como la estamos viendo hoy, es administrativa –grafica el educador chileno Fernando Jorqueira, fundador de la plataforma yoaprendo.cl–. Alumnos que llegan, profesores que dan clase, alumnos que se van, profesores que se van. Y al día siguiente se repite el ciclo.” Las calificaciones, que masifican al alumnado y atizan la competencia siempre insana, están en el centro de las críticas. “Comparan el sujeto y sus aprendizajes con una escala estandarizada que mide... ¿qué?”, se pregunta William Rodríguez, del Instituto Popular de

LA EDUCACION PROHIBIDA, EL DOCUMENTAL QUE

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Cultura de Cali. Lejos de los deseos y necesidades de los pequeños, la escuela se transforma en un “aparcadero de niños” hasta que estén en edad de trabajar, en un lugar de adiestramiento en el que si alguno no se adapta al sistema, fracasa. “Pero no es el estudiante el que fracasa, es el sistema el que está mal planteado”, resume el investigador chileno Calvo Muñoz, autor de Del mapa escolar al territorio educativo. Este denostado modelo de escuela tiene una historia que el documental presenta casi como una condena. De corte despótico, con raíces en Esparta y útil a los regímenes totalitarios del siglo pasado, nada bueno puede esperarse de él, y nada fundamental parece haber cambiado en su concepción del aula desde Sarmiento. “La esencia prusiana está inmersa en la estructura misma de nuestra escuela –afirma la película–. Los tests estandarizados, la división de edades, las clases obligatorias, las currículas desvinculadas de la realidad, el sistema de premios y castigos, los horarios estrictos, el encierro y la separación de la comunidad, la estructura verticalista. Todo esto sigue siendo parte de la escuela del siglo XXI.” A principios del siglo XX, se cuenta luego, aparecieron diversos movimientos en la pedagogía que “desarrollaron experiencias educativas concentradas en la acción, la libertad del niño y la construcción autónoma del aprendizaje, replanteando toda la estructura de la escuela tradicional”. Estos modelos alternativos, pensados por pedagogos como Piaget o Montessori, no se adaptaban a los modelos estatales convencionales y por lo tanto no lograron prosperar como para convertirse en verdaderas alternativas masivas de educación. En esas experiencias se centra la última parte de la película. Tomando un poco demasiado al pie de la letra al chileno González Heck, de la Escuela Rudolf Steiner, este tipo de alternativas son definidas como “la educación prohibida” a la que alude con el título. “A mí no me gusta llamarlas experiencias prohibidas, porque no lo están –matiza Doin–. Pero la verdad es que muchas de estas experiencias se la ven bastante difícil para poder sobrevivir, más que nada las que están dentro de la escuela pública.” Con estas escuelas, al menos en el caso argentino, Doin se refiere a las escuelas experimentales, financiadas en buena parte por el Estado. Existen hace ya varias décadas y están dispersas por todo el país, aunque su mayor número se concentra en Tierra del Fuego. En estas escuelas no hay calificaciones, los útiles quedan en el aula y se comparten

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El documental puede verse en www.educaciónprohibida.com

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entre todos, las clases se dan sentados en el piso en ronda, etc. Los otros métodos pedagógicos que aparecen retratados en su película son el de la logosofía, el Waldorf, el ya mencionado de Montessori y su oponente Killpatrick, la Educación Libre, la Educación Popular de Paulo Freire, la Escuela Nueva-Activa del Constructivismo y hasta el “Home-Schooling”. La guía en off no se inclina por ninguna de ellas, sino por lo que todas parecen tener en común: quitar al maestro y a los contenidos del centro de la escena y colocar allí al niño, con sus deseos y aptitudes individuales; olvidar las ideas de autoridad, disciplina y competencia y reemplazarlas por las de respeto, libertad y amor. Tan incontestables como naïves son también las metáforas con que la película de Doin (y de su igual de joven equipo de producción) busca graficar estas ideas, en especial la que compara al niño con una semilla que luego será árbol y aun bosque. “Es muy humano esto de pensar que si al bosque no lo cuidamos, se estropea”, explica Cristóbal Gutiérrez, de la fundación española El Cuidado del Alma Infantil. “Pero al bosque, con dejarlo tranquilo, es suficiente. Todo lo que tenemos de bosque es porque el ser humano no ha intervenido.” Desde este marco ecologista y holístico y aun esotérico, sin hacerse cargo de temas socioeconómicos ni aun distinguir entre emprendimientos más o menos privados o públicos, la película señala las nomenclaturas morbosas con que se cataloga a los niños problemáticos desde temprana edad (y la consiguiente administración de psicofármacos), la separación por edades en las aulas (con la consabida presión para quienes no logran estar a la par de sus compañeros en ciertas materias) y los saberes duros tradicionales (que relegan a las artes a un segundo plano, o a ninguno). El largo, larguísimo metraje remata, un buen rato después de lo que podría, con un lacrimógeno manifiesto juvenil de los alumnos de Pauls, que se viraliza por YouTube al igual que la película que lo contiene. Luego viene una invitación a sumarse a Reevo, una “Red de educación viva” con sede en la web que ya cuenta con un “centro de contenidos” y una “incubadora de proyectos”. Con el correr de los meses también está planeado ir liberando el crudo de las 90 entrevistas que se hicieron en ocho países distintos, a fin de que cada espectador pueda escuchar completo al educador que mejor le cayó y hasta editar su propia versión del documental. Como era de esperar con un tema tan universal y polémico, La educación prohibida no se quedó sin sus inmediatos cuestionadores. Una de las primeras críticas vino naturalmente desde el sector público.

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P o r A r i e l M a g n u s

En una nota sin firma de su blog, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) se muestra decepcionado y aun alarmado por el éxito de lo que “se supone una defensa de las experiencias alternativas en educación, pero en realidad sólo se corresponde con un paradigma educativo: el espontaneísmo pedagógico”. Este paradigma “supone que todo nace del niño, que no debe haber institución o autoridad que coarte su libertad, que sólo hace falta regar su creatividad ilimitada”, pero “tiene muchas limitaciones ampliamente discutidas en la arena pedagógica” y es en definitiva una “exaltación del aislacionismo” que “desconoce cómo se construyen y defienden los derechos sociales, cuyo garante central es el Estado”. El gran problema de la película, siempre según el Cippec, “es su ataque a la escuela pública”, que “puede invitar a la desescolarización. Cuando millares de educadores están preocupados por evitar la deserción escolar, especialmente en el nivel secundario, La educación prohibida poco menos que la alienta.” Germán Doin, egresado de una escuela privada de la zona sur de Buenos Aires (“80 por ciento subvencionado por el Estado”), se defiende de estas críticas aclarando que así como la película empieza desde la escuela, también vuelve a ella para desdemonizarla. “La evolución que sigue la película es la misma evolución que seguimos nosotros al investigar sobre el tema –explica–. Al principio decimos que las escuelas son como cárceles, pero al final decimos que no todas las escuelas son así. Hay experiencias en las escuelas públicas y tradicionales que son muy enriquecedoras.” En cuanto a los problemas macro que la película no parece tener en cuenta, o en los que prefiere no meterse, también tiene en claro que son primordiales. “Desde luego que antes hay que solucionar lo que tiene que ver con la gestión educativa, como el sueldo de los docentes o el tema edilicio. No es que el docente mal pago va a estar bien en un modelo diferente. El buen sueldo está implícito en la propuesta. La ponderación del niño implica una ponderación del docente también.” Sin embargo, la disyuntiva público-privado no debe, según Doin, limitar el debate sólo a cuestiones administrativas. Su película es una invitación a debatir más allá de lo coyuntural, de cero. “Hay que pensar una educación distinta, que respete el proceso de aprendizaje y desarrollo de los chicos.” x

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Elemental dossier de su obra

LEÓN FERRARI

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Nació en Buenos Aires en 1920 y su régimen por el arte comenzo en [1954]] creando unas esculturas de cerámica que inicia en Italia. En 1955 trabajaba con diversos materiales: cerámica, yeso, cemento, madera y alambres de acero inoxidable. en 1962 realizó la primera escritura abstracta, ininteligible, en el cuál continuó hasta la actualidad. En el Premio Di Tella de 1965 presentó “La Civilización Occidental y Cristiana”, un cristo crucificado en un bombardero estadounidense. La obra no fue exhibida, pero sí las tres cajas que formaban parte de su representación y que transitaban el mismo tema: la relación entre violencia y religión en la cultura de Occidente. Estas cajas provocaron la oposición del crítico del diario La Prensa y la respuesta del artista en una carta que publicó la revista Propósitos. Por razones políticas abandonó el país en 1976 y se radicó en San Pablo, Brasil, donde retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto, libro de artista, etc. En 2000, su muestra “Infiernos e idolatrías”, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), fue atacada por grupos católicos que arrojaron gases, pintura y basura. La exposición confirmaba, desde la imagen, el pedido que Ferrari había iniciado en 1997 con una carta dirigida al Papa y firmada por cientos de intelectuales: la abolición del Juicio Final y la destrucción del infierno. En noviembre de 2004 se montó en el Centro Cultural Recoleta una muestra retrospectiva que reunió 50 años de la producción de León Ferrari. La exposición reunía las dos líneas centrales de su trabajo artístico: aquella más abstracta y poética, representada por dibujos y esculturas en alambre, y la más política, iniciada con su emblemático avión y que culminaba en los collages sobre religión, política y erotismo y en sus polémicas series de Infiernos. En octubre de 2007 fue elegido mejor artista en la 52º Edición de la Bienal Internacional de Arte de Venecia donde se le otorgó el “León de Oro” y considerado por el New York Times como uno de los cinco más importantes artistas plásticos vivos del mundo. El martes 25 de septiembre en el teatro presidente Alvear la Secretaría de Cultura de la Nación distinguió la trayectoria de destacados músicos y artistas plásticos, entre los cuales figuró León Ferrari.

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Le贸n Ferrari

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_dossier


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ESCULTURA / SCULPTURE


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OBJETOS / OBJETS



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_RESEÑA DE DISCOS

THE XX

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TODAS LAS CANCIONES DEL NUEVO ÁLBUM SON DE AMOR The XX tiene un sonido elegante en todo lo que hace y de eso, entre otras cosas, le deben agradecer a Jamie Smith, el que se encarga de realizar las producciones (en la mayoría de las veces) y quién está detrás de los sintetizadores. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta, después del debut, la importancia de Jamie en la agrupación. Con el tiempo fueron apareciendo remix que hizo Smith junto a otros grandes artistas de la actualidad y notamos qué es lo que se trae este chico. Sin ir más lejos, en “Chained”, el segundo track del disco, alguien que no lo conoce tranquilamente podría decir que hay un beat que va a destiempo. Es real, pero no podría quedar mejor e ir metiéndose poco a poco en el tema hasta que esa especie de error (¿Es error cuando se auto induce?) desaparece. Hay algo que hay que entender de The XX y es que son una banda que si bien hace música que por momentos es de lo más groovera, también por otros es una banda que hace temas soporíferos que, al mismo tiempo, son verdaderamente increíbles y tienen momentos de increíble grandeza. Este disco tiene eso, que es su marca de agua, su manera de trabajar, su sonido en la música. Si no les gustó el primero, tampoco les gustará Coexist, porque ellos son esa música, ellos son ese estilo. Hay algo que dijeron hace poco y es que Coexist no se aleja mucho de su producción inicial y, la verdad, es que es una completa realidad. Quizás eso es lo que más me molestó de este segundo disco que, al menos en mi opinión, se siento como una extensión del primero. ¿Qué hubiese preferido? Un poco más de riesgo, quizás. Esto no quiere decir que al música tenga que evolucionar obligadamente. Hay bandas que durante toda su carrera hicieron lo mismo, tuvieron éxito y mantuvieron a sus fanáticos siguiéndolos hasta el mismísimo infier-

no. Sea como sea, soy de los que aman la música y les gusta ver cosas nuevas y siento que aquí no hay tanto nuevo de The XX, aunque sí hay algunas canciones que son verdaderamente espectaculares y tiene un ritmo y una belleza única: “Swept Away”, “Unfold” y “Angels” son solo tres de ellas, por nombrar algunas, pero hay más que podrán descubrir a medida que lo escuchen una y otra vez. El cierre, “Our Song”, tiene poco más de tres minutos y es una canción que se apoya en las voces de Oliver y Romy. Es como debe terminar un disco de The XX: tranquilo, amoroso, delicioso, y con una subida para el minuto de track que va muy bien. ¿Vale la pena? Sí. ¿Nos encontraremos con grandes novedades en cuanto al sonido de la banda? No. Sea como sea, a medida que le vayan dando más y más escuchadas no tengan dudas en que van a encontrar diferentes sentidos y diferentes sonidos que valen muchísimo la pena. The XX no se alejó mucho de lo que hicieron, pero es su segundo disco y tenían que asentarse, establecerse y demostrarle a sus fanáticos y a la crítica cuál es su sonido y qué es lo que vinieron a hacer al mundillo musical. Fecha de lanzamiento: 20/9/2012 Discográfica: Young Turks


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FLAMING LIPS HEADY FWENDS

“Pienso en la distancia cuando estoy con vos, y pienso en vos cuando estoy a la distancia”, dice Juan Román Diosque con su habitual sagacidad para crear sentencias. Bote, su segundo disco, está repleto de esas observaciones cotidianas y profundas que son su marca registrada. Con el ocio y la contemplación del presente como fuentes de inspiración, Diosque por momentos parece un filósofo griego que tuvo la ¿mala? suerte de nacer en el momento y el lugar equivocados: más de uno dirá que es un vago trasnochado. Como sea, si hay algo que lo hace único es su capacidad de ver la belleza en donde otros no ven nada. “La basura tiene un precio que no puedo dar”, canta, y automáticamente nos recuerda a su viejo fotolog, en el que le sacaba fotos a la mugre que se acumulaba en el patio de su casa después de barrer: una obra de arte instantánea y hermosa, prueben hacerlo con sus escobas. Esa combinación entre lo inmediato y lo eterno es su motor, y se traduce en canciones de guitarra acústica y voz, al mejor estilo payador, complementadas por una producción moderna y espacial que se apoya en el uso de sintetizadores. En los dos minutos que duran sus temas pasa una galaxia entera, con sonidos de todos los colores y baterías que entran y salen para darle el característico ritmo cansino (Diosque siempre parece estar cantando a la hora de la siesta). De momento el disco no tiene edición en CD, sino que se consigue entrando a diosque. com.ar, página que colapsó en la semana de su lanzamiento por la gran cantidad de descargas. “Gracias por romper el sitio”, dijo su autor, que una vez más vio lo hermoso de una falla.

En el universo anglosajón hay, como aquí, algo llamado el Día de las Disquerías. Pero por allá no sólo hay shows en esos curiosos lugares donde se venden compacts y vinilos, sino que cada vez más aparecen ediciones especiales para semejante celebración. Generalmente, esos discos –y especialmente simples– quedan restringidos al mercado local, pero el tenor de los invitados ha generado que el experimiento de los Flaming Lips (reuniendo en un disco los delirantes EP que han ido lanzando recientemente) haya sobrevivido –y multiplicado– más allá del día en cuestión. Sin embargo, sólo es posible disfrutarlo pensando en que es justamente eso, un experimento. Más cercano a los comienzos lisérgicos del grupo, y con invitados de alta exposición como Chris Martin, de Coldplay, o Ke$ha, Flaming Lips and Heady Fwends es, antes que nada, un viaje. Hay que acercarse a semejante artefacto musical olvidando las melodías que ha sabido conquistar el grupo de Wayne Coyne para convertirse en algo más que una banda de culto, y con ganas de dejarse llevar por sus heterogéneos decorados musicales. Algo que han hecho con gusto invitados como Nick Cave o Yoko Ono, protagonistas de atrevidos experimentos bautizados con signos de pregunta o admiración, como You Man? Human??? o Do It!, respectivamente.

P o r C l a u d i o K l e i m a n

P o r L u c a s G a r ó f a l o

Primavera

P o r L u c a s G a r ó f a l o

El quinto disco de estudio de Lisandro Aristimuño demuestra que el solista sureño aún no ha encontrado su techo: Mundo anfibio es un ciclo de canciones envueltas por un sonido que deslumbra tanto por lo ambicioso de su concepción como por la justeza de su concreción. La tapa, una pintura de Gabriel Sainz que recuerda los paisajes alucinados de Brueghel y El Bosco, plantea una oposición entre un mundo natural -identificado con los orígenes y la armonía con el medio ambiente- y la civilización, con su depredación sobre la conciencia humana y su entorno. Alrededor de ese concepto, Lisandro desarrolla un universo absolutamente personal, integrado por melodías límpidas, una poesía de gran fuerza evocativa, samples, sonidos étnicos, arreglos de cuerdas, instrumentos acústicos y programaciones. Voces deformes, canciones infantiles, melodías orientales contribuyen a completar ese clima onírico, entre la epifanía y la pesadilla. Hay canciones gloriosas: las dos primeras, “Elefantes” y “Un dólar, un reloj y una frase sin sentido”, emergen con fuerza arrasadora, impulsadas por un cuarteto de cuerdas y (en la segunda) la voz del invitado Ricardo Mollo. En “Cien pájaros”, “Aurora breal”, “Igual que ayer”, el clima de invención y asombro es tal que da la impresión de que la Incredible String Band se hubiera reencarnado en el siglo XXI en el noroeste argentino. Mollo reaparece en “Traje de Dios”, probablemente lo más rockero del disco, y también Hilda Lizarazu y Boom Boom Kid hacen convincentes cameos vocales.

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DIOSQUE - BOTE LISANDRO ARISTIMUÑO MUNDO ANFIBIO


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PETER JENNER

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“no puedes luchar cont el progreso


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Descubrió a Pink Floyd. Se llenó de dinero. Conoce la industria discográfica desde adentro. Hoy, a punto de cumplir setenta años, es el mayor referente de la filosofía copyleft. No hay crisis en la música, dice, sino en el negocio de la música.

Peter Jenner todavía es joven. Acaba de graduarse en Económicas en Cambridge y dicta clases en la prestigiosa London School of Economics. Nadie duda de sus capacidades, ni del futuro impresionante que al muchacho le espera en la Bolsa de Londres. Pero no. Hay algo muy poderoso rugiendo allá afuera: la locura del Soho londinense, un lugar repleto de pubs y de bares abiertos toda la noche. Y de música. Un mundo completamente nuevo para el veinteañero Peter, en el que las palabras acción y valores significan otra cosa. Pero eso no es todo: corren los años sesenta, y a la vuelta de la esquina, en un lugar conocido como Marquee Club, toca un muchacho llamado Syd Barret. Entre cigarrillos y tragos de cerveza, Peter Jenner queda prendado para siempre del errático y magnético líder de lo que, algunos años después, serían los Pink Floyd. Adiós Dow Jones. Nunca más Top Down, Botton Up. El pichón de tiburón financiero se desajusta el nudo de la corbata, se quita el traje para siempre. Acaba de encontrar su lugar en el mundo. Por entonces, los embrionarios Pink Floyd coquetean con el Rythm and Blues. Jenner no tarda en convertirse en el má-

nager de la banda, a la que maneja durante sus primeros años. Contribuye, y mucho, a la hora de crear y afianzar la leyenda de uno de los grupos más singulares y extraordinarios de todos los tiempos. Más tarde también pasarían por sus manos bandas y artistas como The Clash, TRex, Ian Dury o Billy Bragg, galardones más que suficientes para asegurarle una vitrina en el museo de la historia del rock. Pero, otra vez, no. Jenner se resiste a vivir de viejas glorias, entregado a sacar lustres a trofeos polvorientos. Ahora tiene sesenta y ocho años, preside el International Music Manager’s Forum y es miembro de la Featured Artist Coalition, además de mantener una estrecha colaboración con el famoso festival de músicas del mundo, WOMEX, en el que lleva participando diez años. Pero sobre todo es una de las voces más autorizadas del mundo a la hora de abordar el delicado tema de los derechos de autor en internet. Con nosotros, Peter Jenner, un caballero inglés que intenta plantear soluciones a los nuevos retos de una industria que, en sus palabras, ha perdido el alma.

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tra o”

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—Usted es un superviviente en una industria que está en crisis. ¿Cómo ve la situación en estos momentos? —No hay una crisis en la música ni en los amantes de la música, solo en el negocio de la música grabada. De las empresas que gestionaban las diligencias con las que se transportaban las cosas en el Wild West, solo una sobrevivió con la llegada del tren. Y esa fue Wells Fargo, porque supo adaptarse a un nuevo ambiente. Transportaba oro,así que se convirtió en un banco. La tecnología digital es increíblemente rupturista para el negocio tradicional de la música. Estas compañías discográficas que llevan veinte años gestionando el mismo entramado de veinte mil trabajadores terminan por actuar a la defensiva. Tienen miedo a que les pase lo mismo que le pasó, por ejemplo, a la industria de las máquinas de escribir. —Pero incluso en los lugares donde el agua es de alta calidad se sigue vendiendo agua mineral embotellada. ¿Qué es lo que falla entonces? —Lo más cercano a saber adaptarse ha sido atunes: tiene imagen suficiente para conectar con la gente joven y así consigue hacerles llegar de un modo u otro canciones, que es de lo que se trata. Aunque el precio de ese producto a su vez plantea otros problemas. Son muchos los retos a los que se enfrenta esta industria y yo, a pesar de ser mánager, entiendo las necesidades de los artistas y he de decir que ellos han encontrado un modo de hacer llegar sus creaciones al público con estrategias de negocio que funcionan (aunque también es cierto que los servicios digitales que proveen su trabajo, nunca antes habían lidiado con el arte y no lo tratan con la empatía suficiente). Por tanto es un problema para ellos y también para el resto de la industria, que tiene que reconstruirse.

Y por si fuera poco, lidiar con los diferentes entornos legales de cada país con respecto a los derechos de autor. ¡Es de locos! —Lo cierto es que el consumidor de música tampoco es el que era… —Cuando era joven tenía toneladas de discos, pero tener cien discos en casa ya era una locura. Ahora ves a niños con miles de canciones metidas en un iPod, que además consiguen gratis… Simplemente ha cambiado el modo en que la gente se relaciona con la música grabada, y lo ha hecho de un modo drástico. Además, algunos usan la música para amenizar la espera de un ascensor y paraptrps significa su vida entera. Tenemos que adaptarnos también a todo ese distinto rango de necesidades. Se acabó lanzar el mismo producto una y otra vez. Hay que tomarse la molestia de ofrecer propuestas distintas, a personas distintas que están a un nivel distinto. Así estarán felices de pagar por ello, como siguen pagando por los conciertos. —Si nos referimos a despertar interés, sigue habiendo algunas —pocas— estrellas de masas en la música. —Chopin, Liszt, se convirtieron en estrellas de la música cuando llegó el telégrafo. Luego llegó la radio, y luego la televisión, que hizo a los artistas internacionales. Con internet se podrían hacer cosas increíbles. Que un artista como Lady Gaga venda doce millones de discos en un entorno como el de Internet, donde un video exitoso de Youtube consigue cientos de millones de visitas, no es mucho, aunque el marketing diga lo contrario. Ahora mismo la gente que compra música está en realidad comprando artefactos. ¿Cuándo la música se convirtió en un artefacto? Están muy bien esas


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—Aún existe la posibilidad de comprar el disco o el vinilo. —En mi juventud, en los sesenta, comprabas un disco, lo escuchabas varias veces, invitabas a tus amigos a casa a que descubrieran tu nueva joya, intercambiabas… Era como un ritual. Pero ahora todo lo tienes a un clic y pasas de una cosa a otra en apenas segundos. Es una relación más casual la que se tiene ahora, aunque la música siga siendo importante. No está tan relacionado con la pasión coleccionista ni el oyente se involucra tanto. Un disco es en estos días solo un elemento más para definir la identidad en plena fiebre de las redes sociales. La gente siente la necesidad de mostrar continuamente su personalidad deseada através de los periódicos que lee o las revistas o las canciones que escucha... Es como si compráramos pantalones, ¿qué tipo de pantalón eres? Y así envías un mensaje a la gente. Del mismo modo pasaba con los ejecutivos financieros. No recuerdo haberme sentido jamás identificado con ellos. Todos estaban deseosos de llevar traje para demostrar que eran respetables, que eran tipos duros de los de toda la vida... —¿Fue ese inconformismo el que le llevó entonces a convertirse en mánager de rock? —Fue un accidente. Siempre fui un fanático de la música, de los discos. En mi formación en la London School of Economics descubrí cómo la gente se relaciona con el dinero, lo que por lo general no tiene que ver con el dinero en sí. Era muy ingenuo pensar lo contrario, había algo más. Siempre he estado interesado en investigar los espacios intermedios. Especialmente en los años sesenta, porque los acontecimientos de esa época hacían que te centraras en otras cosas que iban más allá del dinero, como la seguridad, el estado social, la búsqueda de oportunidades... Entonces creía —y sigo creyendo— que la política, la sociología,

la psicología influyen en las decisiones económicas, y estaba intrigado por el funcionamiento real de la economía. —Entonces fue una sana curiosidad lo que le desvió del camino... —Mi carrera estaba centrada en no salirse de ciertos patrones establecidos y yo quería saber cómo funcionaban realmente las reglas del mercado. Y en eso me ayudaron mucho los (Pink) Floyd. Yo pensaba que tenía que haber explicaciones mucho más sofisticadas a las que mostraban mis libros de textos. Estaba intrigado y en esos momentos quise convertirme en un “observdor participativo”. A mi aburrimiento en la vida académica y laboral se unió mi pasión por la música: quería saber los trucos del mago, y para eso tienes que convertirte en uno de ellos. No quise acotarme a un área específica de la industria musical. Por eso me in volucraba por un año con discográficas y luego pasaba al lado de los periodistas y más tarde estaba otro tiempo con artistas o pertenecía al gremio de los representantes... Así lidiaba con todo el mundo, incluso con el propio público, que es algo que le falta hacer a las cabezas pensantes del negocio. —Tomó decisiones arriesgadas, como permanecer del lado de Syd Barret cuando Pink Floyd ya le había buscado un sustituto… ¿Qué pasó en ese encuentro con la banda? —No creo haber tomado decisiones arriesgadas... En el momento eran las más obvias y razonables. Ante la complicada situación de Syd, los miembros del grupo restantes se sentaron y me dijeron: “No crees que seamos capaces de hacerlo sin él”. Yo contesté: “Es verdad, no creo que podamos hacerlo sin él”. Así que entre to-dos convenimos que era mejor separarnos en dos. Siempre pensé que Syd iba a mejorar. Tenía completa fe en ello. —No parece que haya arrepentimiento en sus palabras… —Admiro lo que han logrado los Pink Floyd desde entonces, pero me atrevo a

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reediciones de lujo con libro incorporado, imágenes inéditas, etcétera. Si hay tiempo, esfuerzo y talento detrás de esto, la gente pagará por ello y todo el mundo estará contento, pero eso no ocurre de cualquier manera ni en todos los casos. —¿Cómo hacía usted negocio con la música, entonces? —Nunca fui bueno haciendo dinero, me sentía más inclinado a buscar la diversión o la autorrealización a la hora de hacer las cosas. Sabía reconocer dónde se encontraba el dinero, pero no tenía ese instinto animal para correr hacia los billetes apartando a todos los demás de mi camino. Aunque sabía cómo hacerlo, en cuanto a que entendía las reglas del juego, no estaba hecho para pelearme por una libra de más o de menos cuando cerraba acuerdos. No era capaz de pasarme mucho tiempo peleando por cerrar un trato por trece libras en vez de doce, cuando en realidad para hacer dinero no debería parar hasta conseguir las quince libras. Lo cierto es que así es como debía hacerse, pero no podía evitar que me preocuparan otras cosas. Cuando nos encerrábamos en un estudio con Pink Floyd, los mejores ingenieros de sonido y las mejores máquinas… eso no lo puede hacer cualquiera con una Mac. Con acuarelas no se puede hacer la Capilla Sixtina. —Se plantea el eterno dilema de la cantidado la calidad. —La idea es hacer todo lo más rápido y lo más simple posible, sin descuidar la calidad de las cosas; eso siempre lo he tenido muy claro. En este caso sería aproximarse a las compañías telefónicas que están enriqueciéndose con el tránsito de contenidos y llegar a un acuerdo para que compartieran parte de esos beneficios con los creadores, que a su vez les pondrían las cosas más fáciles. La Motown solo tiene un cinco por ciento de su catálogo disponible en servicios legales. El usuario que quiera descargar su música no tiene elección, tiene que hacerlo de un modo ilegal. Y eso ocurre con uno de los sellos más exitosos de la historia…


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afirmar sin miedo a caer en el cliché que lo que han hecho es construir un sonido de un modo muy solvente, mientras que lo que hacían con Syd era expresar… Roger (Waters) era un arquitecto, empeñado en construir cosas, pero Syd era un artista, empeñado en expresarlas. Las drogas liberaron sus demonios, algo que fue muy bueno para su inspiración pero nocivo para todo lo demás. Escuchar “Scream Thy Last Scream” o “Jugband Blues” es como asistir al proceso de locura de una persona, como lo haría el mejor libro o la mejor obra pictórica… Cuando regresamos al estudio para grabar en solitario fue una experiencia muy frustrante y triste. Había destellos de genialidad en una melodía, la parte de una letra… pero no era capaz de retenerlos, se le escapaban irremisiblemente. —Además de perder al amigo estaba perdiendo su apuesta personal. —Era doloroso. Sigo sin poder escuchar esos discos. Además, como te he dicho, nunca he sido un gran hombre de negocios. Necesito creer que el artista que está a mi lado está haciendo algo único. Comprometerme con él. No me interesa repetir o reinventar fórmulas para conseguir un éxito individual detrás de otro. Prefiero idear para resolver problemas más estructurales, como ahora mismo el de la transición digital. Por ejemplo, una lámpara cuyo coste de fabricación es menos de una libra, se vende por más de cincuenta libras simplemente por su patente… Eso es lo que hace dinero y sobre ese concepto hay que trabajar también en la música. —Los Clash intentaban vender siempre sus álbumes al mismo precio, fueran dobles o triples… —London Calling (1979) fue un gran álbum con dieciséis cortes, así que añadimos alguna canción más y lo hicimos un álbum doble. Funcionó. El siguiente paso

fue editar un disco triple —Sandinista (1980)—. No porque hubiesen creado buenas canciones suficientes como para ello, solo querían hacer algo aún más grande. Les comenté que si seleccionaban las mejores doce canciones sería un álbum maravilloso y no sería tan caro para el público, pero eran autoindulgentes… Querían solo jugar a ser rockstars. Lo que ocurrió al final es que no podían escapar de su contrato con Sony-­Columbia porque sus decisiones les habían llevado a perder mucho dinero. Querían tener la mejor iluminación en sus espectáculos en directo sin subir el precio de la entrada. No era rentable. A nadie le importaría pagar una libra extra por un buen show… Al final, en contra de mis consejos, hicieron todo lo que la compañía de discos les pidió con tal de llevar a cabo sus disparatadas ideas, y considero que eso fue el principio del fin para ellos. Sufrieron demasiada presión, se les fue la mano con las drogas y sobre todo se traicionaron a sí mismos, actuando por ejemplo en estadios, algo que tantas veces me habían jurado que jamás querrían hacer. Todo por culpa del ego… —A todo ello hay que sumarle la libertad del oyente actual, que no tiene por qué ser fiel a una banda y puede descargar sus canciones cuando le venga en gana. ¿Dónde está la solución ante eso? —Mi número de la suerte en estos momentos es el sesenta. Voy a poner un ejemplo hipotético y sencillo. Hay sesenta millones de contratos relacionados con distribuidores digitales y con todos ellos pueden descargar música (ya sea ADSL, teléfono móvil, iPads, etcétera). Si se incrementara una sola libra a cada uno de esos contratos en concepto de copyright para artistas, nadie notaría la diferencia y supondría sesenta millones de libras al

mes, o lo que es lo mismo, setecientos veinte millones de libras al año generadas para la industria musical. ¡Es una cifra que no reporta ahora mismo la venta de discos en el Reino Unido! Tendrían que cerrarse unos flecos, pero de esa forma no importa-ría en absoluto que las ventas de discos físicos descendieran. —Hay países donde las empresas telefónicas se niegan a esa medida. —Una de esas dos industrias está destruyendo a la otra y despreciando un trabajo legítimo: el de los músicos. Si, por ejemplo, un veinte por ciento de los contenidos que estás ofreciendo es música, esa fracción de la valía de tu servicio y de tus beneficios debe ir destinada a esa industria. Las autoridades también están despreciando el trabajo intelectual si no obligan a que medidas como esta se apliquen. —¿Y qué parte de culpa tienen las discográficas en esto? —El error de las discográficas es que al principio no quisieron entablar un diálogo, intentaron directamente cargarse el nuevo sistema de distribución porque afectaba al suyo. No les interesaba que otro se inmiscuyera en su negocio. De nuevo fueron muy inflexibles, litigaron contra Napster e intentaron sin éxito parar un proceso inevitable… Pero no puedes luchar contra el progreso, contra la llegada del tren. No lucharon contra la distribución ilegal, lucharon contra el avance tecnológico. Tengo una fe inmensa en lo racional y se que al final se van a dar cuenta de que se comportan de un modo poco inteligente. También tienen que asumir de una vez que ahora tendrán que cobrar dos donde antes cobraban diez, lo cual no es descabellado, teniendo en cuenta que los costes de copia y distribución se han reducido al mínimo. Además, como decíamos antes, ahora deben trabajar para un mercado que está


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: Una vez soñé que los Pink Floyd

iban a llegar a ser una de las ban-

das más grandes después de The

Beatles, y así fue.

Copenhague

P o r H é c t o r L l a n o s

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Desde

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muy fragmentado, su fórmula única ya no es válida. También hay que entender que su estatismo se debe a que, en cierto modo, desean proteger los puestos de trabajo de millones de personas, gente queahoraparticipadeunacadenadedistribución que se ha quedado obsoleta. —Al final parece que el consumidor es la víctima. —Jamás pensé que la gente fuera a pagar un extra por ver el fútbol televisado de pago, pero lo hizo, al igual que pagarán un poco más por verlo en HD, en 3D o como sea… y los estadios siguen llenándose. Sorprendentemente, la gente no se cansa nunca del fútbol, por lo que tampoco lo hará de la música. Solo hay que encontrar la forma de que quieran pagar por ella de nuevo. La música se relaciona con la gente muchas veces como lo hacen las religiones. —Hace un rato se vanagloriaba de no haber tomado la decisión obvia en muchos momentos de su vida, pero ahora exige raciocinio a discográficas, gobiernos y compañías de comunicación… —Ambas son necesarias. Hay que intentar hacer las cosas porque se cree en ellas en la medida de lo posible. Cuando digo que tengo fe, me refiero a que se van a dar cuenta, de un modo genuino, de lo que se necesita para llegar a un punto común. Además, personalmente, me gusta tener cierto optimismo… A veces las fantasías se cumplen. Una vez soñé que los Pink Floyd iban a llegar a ser una de las bandas más grandes después de The Beatles, y así fue. x


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_RECETA DE COCINA

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MACARONS DE COLORES


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:INGREDIENTES

:PROCEDIMIENTO

Base

Base

. Claras 4

1/ Batir las claras a nieve con el azúcar. 2/ Una vez firmes, agregar el colorante del color deseado. Incorporar las almendras procesadas y el azúcar impalpable en forma envolvente. 3/ Colocar la preparación en una manga con boquilla lisa. Sobre una placa antiadherente, formar piezas de 3 cm de diámetro. 4/ Dejar reposar 20 minutos a temperatura ambiente. 5/ Cocinar en horno a 150°C durante 12 minutos. Dejar enfriar en la placa.

. Colorante a elección c/n . Almendras 250 g . Azúcar impalpable 250 g

Relleno . Azúcar 200 g

Relleno 1/ En una cacerola mezclar el azúcar y las frambuesas, cocinar a fuego mínimo durante 10 minutos. Dejar enfriar.

. Frambuesas congeladas 250 g

Armado

Para el ganaché de chocolate:

1/ Untar con el dulce de frambuesa uno de los discos y cerrar con el otro disco para formar un alfajor. Presentar en una bandeja.

. 100 gr chocolate de cobertura . 75 ml de nata 35% m.g. . 1 cucharadita de mantequilla

Ganaché de chocolate 1/ Ponemos la nata y el chocolate troceado en un cazo y llevamos a ebullición a fuego lento. Removemos todo el rato con una cuchara de palo. 2/ Sacamos del fuego y añadimos la mantequilla, mezclamos bien. 3/ Dejamos enfriar y listo para usar.

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. Azúcar 25 g

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Este es un ejemplo de la infinidad de sabores y colores que podemos hacer con este delicioso y delicado bocado francés. Son tantas las combinaciones que podemos hacer: Mismo relleno y distintos colores y sabores, mismo tipo de macaron y distintos rellenos… Me he guiado, como en muchas otras ocasiones, de una receta del mejor pastelero del mundo, Pierre Hermé. Una vez que tienes una receta base de macarons puedes hacer los cambios que se te antojen y ajustarlo a tus gustos. Estos mini alfajorcitos hechos con merengue son una verdadera delicia para disfrutar siempre. Estos pastelitos franceses pueden variar su color, relleno, pero siempre mantienen su forma. Se preparan con 4 ingredientes básicos: almendras molidas, azúcar impalpable, claras de huevo y azúcar común.


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_RESEÑA DE LIBROS

.11/22/63

Autor: Stephen King

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Editorial: Plaza y Janes Año: 2012

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P o r F e d e r i c o R o d r í g u e z

A primera vista, la nueva novela de Stephen King parece ser sobre un hombre que puede viajar en el tiempo para detener al asesinato de John F. Kennedy, y es desde ese punto que los lectores deben suspender la incredulidad y comprar el concepto de “viaje en el tiempo”. Algunos podrían tener que suspender la incredulidad sólo para comprar un libro de 849 páginas, pero es recomendable en este caso. Esta última épica de King es tan fascinante como promete. Jake Epping, un profesor de 35 años de edad de la escuela secundaria en Lisbon Falls, Maine, se entera por su amigo Al Templeton, propietario de Fatburgers de Al, que la despensa del empalme de la hamburguesa es un portal de viajes en el tiempo (cualquier semejanza con El Aleph de Borges, bueno, que María Kodama le haga juicio a King). El profesor pasa a través de ella y es transportado al instante al 9 de septiembre de 1958. Al había estado utilizando el portal para comprar carne molida de res a precios de 1958, antes de decidir que debía darle un uso más noble, como el de cambiar la historia para mejor. Sin embargo, Al tiene cáncer. Sabiendo que va a morir, alista al reticente Jake para salvar a John F. Kennedy, de ahí el título del libro, 11/22/63 (fecha en que lo asesinaron). Sí, 1958 es cinco años antes de que Lee Harvey Oswald disparó a Kennedy. Parte de la genialidad (y peso) de esta convincente novela es que Jake tiene que vivir en el pasado por cinco años, con el tiempo de pasar por la acogedora ciudad de Jodi, Texas, donde enseña en la escuela secundaria y trata de seguirle la pista a Oswald. Es durante esos años que esta ficción histórica, que está perfectamente mezclada con la ciencia ficción, se transforma en una historia de amor entrañable cuando Jake se enamora de la bibliotecaria de la escuela, Sadie Dunhill. Es cierto que King no es el primero en escribir acerca del asesinato de Kennedy a través de viajes en el tiempo, pero su narrativa es tan persuasiva y cautivadora que hace que la originalidad parezca un tema menor, sobrevalorada (¿qué hay de nuevo desde La Odisea después de todo?). King hace que la historia se más plausible de ser tomada en serio al tener personajes de ficción y personas reales que interactúan en Dallas. Y retrata con precisión los detalles retro de los años 50 y principios de los 60, otro aspector encantador del libro, aún para quienes no habíamos nacido para ese entonces, y ni siquiera somos parte de ese país. Pero la maestría de King nos transporta, una vez más, a ese mundo tan irreal como cierto que es Estados Unidos. Es un momento histórico en que un galón de gasolina cuesta 19 centavos, Jake compra un Ford ‘54 Sunliner convertible, sintoniza los Everly Brothers, y se dirige hacia Dallas. Pero el objetivo de Jake nunca se desvía de Oswald. Pero el final lo dejamos para quienes lean estas maravillosas 900 páginas. Los lectores se acordarán de la tensión, del suspenso, del terror de King. Pero 11/22/63 no es una de esas pesadillas. No es un libro típico de Stephen King. Es, tal vez, el King que se viene, quien está cada vez más cerca de esa utopía que es escribir la “gran novela norteamericana”.


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.UN PUBLICISTA EN APUROS

Año: 2012

.EL HIELO Resulta extraño encontrar, hoy en día, libros que incomoden políticamente. Hielo, del ruso Vladimir Sorokin lo hace, al igual que lo viene haciendo gran parte de su obra. Putin y la Rusia oficialista se incomodan ante los libros de este autor, quien no duda en hacer declaraciones como la siguiente: “Rusia es un enorme tiranosaurio con los dientes desgastados. Apenas se mueve, cada vez le cuesta más moverse. Yo diría que es un animal que se muere”. Nacido en 1955, Sorokin es autor de doce novelas, diez obras teatrales y varios guiones cinematográficos. Sus primeros libros fueron publicados en Paris antes que en la Rusia Soviética. Acusado de pornógrafo y perseguido por los gobiernos de turno, en 2001 fue reconocido con el Premio Andréi Bely por “sus excepcionales aportaciones a las letras rusas” y además recibió el Premio Booker Popular. Pero volviendo a Hielo, que forma parte de una trilogía, narra la historia de una secta y trata de la “búsqueda del paraíso espiritual perdido” (Sorokin dixit) y es una “reacción a la desilusión por el intelectualismo actual”. Perteneciente al géne¬ro negro, con toques de simbolismo, y con un formalismo posmoderno, la novela se puede resumir en pocas líneas: trata de una secta milenarista que adora un meteorito y que usa martillos de hielo para arrancar los corazones de jóvenes rubios y hablar con ellos. Haciendo referencia a esos oprichnik (eran los matones de Iván el Terrible), la novela denuncia los intentos de aislar a Rusia de Occidente tras el naciona¬lismo y la moral costumbrista usando la riqueza petrolífera como herramienta. Escrita (o al menos traducida) en frases cortas y punzantes, la novela trasciende su propia ficción y da un panorama demoledor de la sociedad Rusa, decadente e inmoral. Ese breve resumen puede sonar a muy poco o a demasiado, según como se lo mire, y en definitiva es cuestión de gustos. Lo que no se puede obviar es que se está ante un fenómeno literario como, ya se ha dicho, no abundan. Sorokin pude integrarse al grupo de los Houellebecq, Easton Ellis, Palahniuk, autores que incomodan por estar destinados a ver (y narrar) lo que nadie quiere ver.

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Editorial: Mondadori

Autor: Vladimir Sorokin Editorial: Alfaguara Año: 2011

P o r L u i s F a l c o n e

Primavera

Autor: Natalia Moret

La primera novela de Natalia Moret, lejos de parecer una novela iniciática, se lee como si fuera un tercer o cuarto libro de un joven autor. O sea, el lenguaje y la dinámica del libro hacen que olvidemos que estamos ante un debut literario (debut falso por otro lado, ya que Moret ha publicado en varias antologías de cuentos y en revistas, además de escribir en medios periodísticos y blogs). La condición humana parecería ser el tema central del libro, escondido tras la potente figura de Javier Franco, el protagonista y el personaje mediante el cual se escribe el libro. Javier es un ser un tanto despreciable, racista, paranoico, mentiroso y oscuro. Javier bien podría haber sido un personaje salido o inspirado en esa otra terrible novela American Psycho, de Bret Easton Ellis. Dicho todo esto del protagonista, quizá sea necesario destacar la habilidad de la autora para que en algún momento de la novela, Javier se vuelva un tipo un tanto querible. Tal vez porque a pesar de los muros que levanta ya sea con su cinismo, o con sus actitudes políticamente incorrectas, también se puede apreciar que es un ser falto de afecto y solitario, lo cual, a la larga, termina siendo identificatorio para la mayoría de los seres humanos. A Javier, que vendría a ser un proyecto de joven yuppie porteño, de clase media alta, lo impulsa una voracidad insaciable por todo lo que se puede poseer (como el dinero, el poder, las drogas) y también por las mujeres. Y es justamente a una mujer a quien está buscando Javier, en parte por amor, en parte para desentrañar la solución de un crimen que lo ayudaría a cuidar su propia economía. Esa búsqueda lleva al protagonista a sumergirse en un thriller que poco tiene de thriller y a la vez todo, a salir de su acomodado entorno social para adentrarse en los barrios bajos, en la pobreza, en Constitución… Javier tendrá trato entonces con travestis, dealers, gente oscura y peligrosa, outsiders de una sociedad que, de pasada, está retratada y es criticada indirectamente en la novela. Un publicista en apuros también retrata el micromundo de las agencias de publicidad, del poder y los contactos, de las estafas y las avivadas. El lector común tal vez no llegue a develar cuánto hay de verdadero y cuánto de ficción en esos momentos, pero lo cierto es que el libro está tan convincentemente escrito que la tendencia es a suspender la credulidad mientras se lo lee, lo cual es una forma de volverse un verdadero compañero de ruta de Javier Franco, lo que equivale a sacar un boleto de ida al alma negra del porteño medio.


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_RESEÑA DE LIBROS

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.NOCTURNOS

Autor: Kazuo Ishiguro Editorial: Anagrama Año: 2010

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P o r A r i e l G a m a r r a

Con su primer libro de cuentos, Kazuo Ishiguro incursiona en el mundo de la música, que forma parte de la atmósfera y del paisaje en el que se desarrollan las narraciones. Son cinco cuentos: “El cantante melódico”, “Come rain or come shine”, “Malvern Hills”, “Nocturno” y “Violonchelistas”. En la el primer cuento, El cantante melódico, un guitarrista de Europa del Este que trabaja en Venecia tocando en una plaza, reconoce entre la gente al cantante favorito de su madre: Tony Gardner. Y es justamente Tony Gardner quien le pide que lo ayude acompañándolo en una serenata para su esposa. Cuando están ejecutando, sobre una góndola, las canciones, se pueden oír los llorozos de Lindy Gardner, la esposa del cantante. El motivo: esa era una particular forma de decirse adiós, la pareja iba a divorciarse. Lindy Garder reaparece en otro cuento, Nocturnos, donde ella está en otro hotel, recuperándose de una cirugía facial luego de su divorcio. Allí conoce y entabla una relación de amistad con Steve, un saxofonista venido a menos y recién divorciado que se presta a una operación facial para mejorar su fealdad y así poder tener una chance en el mundo de la música. El cuento tiene un aire surrealista, Lindy termina siendo un personaje más interesante y hasta profundo que Steve, una osrpresa dado que el cuento está relatado por Steve y cuando habla de ella lo hace despectivamente (imposible no pensar en nuestra vernácula Susana Giménez cuando describe lo estúpida y superficial que es Lindy Gardner). Los cinco cuentos están escritos en primera persona y son narrados por hombres. El efecto el propio de los libros de Ishiguro. Un tono confesional e íntimo que parece deliveradamente casual. En estos cuentos se trata la tristeza que se tiene al final del día, o ante la muerte del amor o de la amistad. Como sucede en Come rain or come shine, donde una pareja de viejos amigosinvitan al protagonista a pasar una semana en su casa. Inmediatamente advierte que la invitación fue hecha para que él ayudara a su amigo a salvar su matrimonio. Es el cuento más humorístico del libro, a pesar de todo. Violonchelistas es el último cuento del libro y trata sobre una particular maestra del violín, alguien que nunca tocó el violín en su vida pero que es capaz de indicarle a alguien que sí exactamente lo que hace mal en su ejecución y cómo debe hacerlo. Durante todo el cuento esperamos que esos dos personajes se enamoren, o al menos tengan algún acercamiento amoroso, pero como sucede en todos los cuentos del libro, los gana el desasociego y lo que puede terminar mal, termina mal. Si en su anterior libro, Nunca me abandones, lo que se ofrecía al lector era la evidencia de un destino oscuro y hasta siniestro, en Nocturnos se impone la certeza de lo que pudo ser y no fue.


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