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Kutsua / La Huella
from BIHOTZEZ Nº61
Comprobar que el tesoro sigue ahí
En esta “Huella” recogemos un extracto del inicio del Retiro de Cuaresma de Cáritas de la Vicaría VI, realizada por Mikel Hernansanz en febrero pasado.
“Un hombre iba por el campo y de repente encontró un tesoro y eso le produjo tal alegría que vendió todo lo que tenía para adquirir ese campo con tesoro incluido”. Mt. 13, 44. A veces hemos subrayado en esta parábola que tenemos que venderlo todo, que hay que desprenderse de todo… cuando lo más importante, es… ¡la alegría! Es la sorpresa, el asombro ante lo inesperado, la sensación de que lo que hemos descubierto es tan grande que todo pasa a segundo o tercer lugar.
Dolores Aleixandre, prolongando esta parábola, cuenta que aquel hombre, de noche y a escondidillas, volvía a aquel campo a comprobar que “el tesoro seguía allí”. Se llenaba de alegría y continuaba con la venta de los bienes que le restaban.
¿En qué consiste ese tesoro?. ¿Qué es tan importante como para venderlo todo? Las respuestas van a ser las riquezas de nuestra fe que son las riquezas de nuestra vida.
Voy a compartir tres de las riquezas que yo he encontrado, motivo de mi mayor alegría. Tres joyas que llenan de sentido mi vida, que me hacen resistente en mis trabajos y me enseñan a mirar la realidad de una forma distinta: Dios está trabajando en la realidad, en el mundo, en mí
LA HUELLA es una sección de Bihotzez destinada a la reflexión de sus lectores y lectoras. Sus contenidos pretenden hacer detenernos durante un par de páginas para dar a acogida a ideas que remuevan, refresquen o alteren nuestra conciencia, desde claves humanistas y creyentes.
mismo cuando le dejo; Dios cuida de nosotros siempre: enteramente y eternamente, también extrañamente; y que los pobres, los pequeños, los que pecadores, los que lloran… todos aquellos de los que hablan las bienaventuranzas (y entre los que quiere estar Cáritas)… ésos, ocupan un lugar privilegiado en el corazón de Dios. Que si pudiéramos ver por dentro cómo es el corazón de Dios y quiénes lo habitan… nos los encontraríamos a ellos y ellas ahí, en los primeros puestos. Dios apuesta por “el caballo de la pata rota”. Cuando Dios acude a la ventanilla de apuestas lo pone todo apostado por el caballo perdedor.
Para acercarnos a esta triple convicción os propongo entrar en otra parábola que pone imagen a este tesoro encontrado.
“Un hombre había plantado una higuera en su viña pero cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo encontró. Entonces dijo al viñador: “Hace ya tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. ¡Córtala!
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Por qué va a ocupar terreno inútilmente”. El viñador le respondió:” Señor, déjala todavía este año. Yo la cavaré y le echaré abono a ver si da fruto en lo sucesivo. Si no lo da, entonces la cortarás”. Os invito a dar nombres y rostros a esta higuera. Esta higuera representa aquellas personas, situaciones, familias, proyectos, sueños, preocupaciones… que no están saliendo para adelante, que no están dando fruto.
Dos personajes: dos formas de mirar la realidad
En la parábola aparecen dos personajes que contemplan la misma realidad: una higuera que no da fruto. En ellos podemos reconocer dos actitudes distintas que se dan también en nosotros.
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El propietario representa esa mirada realista y un tanto dura según la cual, ante la impresión de que nuestro trabajo no da el fruto que esperábamos, se produce una reacción espontánea ¡tan humana! : “Corta la higuera, córtala”. Es la mirada cansada de tanta desproporción entre nuestros deseos y nuestros esfuerzos, de tanta fragilidad, propia y ajena.
Al lado de ella aparece la del viñador. Tampoco éste niega lo que está viendo: una higuera que no da fruto. Es tan realista como la otra. Pero viendo lo mismo, ve eso y ve más. Donde el propietario ve una higuera a cortar, el viñador ve una higuera a cuidar. Donde el propietario ve decepción, el viñador ve preocupación activa. El viñador ve las apariencias pero ve también las posibilidades ocultas.
Dejarnos empapar por la mirada que tiene Dios
Dios mira la realidad, sobre todo la realidad rota, como el viñador. Dios mira así este mundo nuestro: no como una higuera a maldecir o a cortar, sino como una higuera a cuidar con mayor esmero, precisamente por su fragilidad.
Para Dios nadie en este mundo está de más, “ocupando terreno inútilmente”. Ninguna realidad puede darse definitivamente por perdida. “Dios sólo sabe contar hasta uno”. Porque, para Él, cada uno, cada una, somos el universo.
Es Dios mismo quien frena nuestras reacciones espontáneas ante la desesperanza. Cuando nos asalta la sensación de abatimiento, es bueno escuchar a este Dios que nos suplica que cada día sea un tiempo de esperanza y de cuidado: “¡No cortes la higuera, dale otra oportunidad… todavía este año! Lo que salva a la higuera es la fe que el viñador tiene en ella y el trabajo que está dispuesto a hacer por ella. Y esta es una de las joyas que están alojadas en aquel tesoro: la convicción de que Dios apuesta siempre por higueras improductivas. Dios apuesta por el caballo de la pata rota. Esta mirada yo no la quiero ignorar. Aunque no siempre sea la mía o me cueste tener una mirada así. No la quiero ignorar porque esta es la mirada buena.