El amo de los temblores

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Montessus de Ballore: un sismólogo francés en El Salvador del siglo XIX.

Carlos Cañas Dinarte miércoles 9 de mayo de 2001/ martes 11 de abril de 2017 ccdinarte@gmail.com efemeridessv@gmail.com @ccdinarte2010 @efemeridesSV


Para el educador e historiador salvadoreño Jorge Lardé y Larín, por quien la musa Clío derrama sus lágrimas


. I Transcurrían los días del año 1881. Luego de innumerables y cruentas batallas e inestabilidades políticas, sociales y económicas a lo largo y ancho del istmo centroamericano, los Estados de la para entonces inexistente Federación de los generales Arce y Morazán se encontraban enfrascados en sacar adelante sus proyectos de nación, impulsados por la creciente bonanza cafetalera, la apertura comercial al mundo europeo y el férreo mando de varios caudillos liberales y conservadores, algunos de los cuales detentaban el poder, a sangre, fuego y mano de hierro, desde varios años atrás. Ese tenso espíritu de progreso acelerado se veía reflejado especialmente en la arquitectura gubernamental y en la actitud de los intelectuales de la época. Así las cosas, los destrozos causados por la naturaleza en los terremotos del 16 de abril de 1854, 19 de marzo de 1873 y 1879-1880 –que culminaron con el surgimiento de los cerros quemados, en el centro del Lago de Ilopango- habían sido superados con creces por obras públicas de buena factura, construidas con materiales antisísmicos de gran belleza, como lo eran la lámina de hierro y las finas maderas curadas y grabadas. A ellas se unían algunas plazas y calles empedradas, iluminación pública por mecheros neoyorquinos de reverbero y algunos adelantos tecnológicos como las líneas telegráficas -instaladas por los técnicos ingleses Charles E. Belling y Stanley McNider- y los tranvías de sangre o tracción animal, cuyo servicio entre Santa Tecla y San Salvador fuera inaugurado por el ingeniero francés Jean Louis Bueron el miércoles 26 de julio, hecho histórico que quedó consignado en un daguerrotipo realizado por Armand Harcq, el mismo cuyas lentes y bromuros rescataron para la historia los destrozos causados en la capital salvadoreña por el Gran Terremoto de San José, el 19 de marzo de 1873. Un par de años más tarde, entre 1881 y 1882, llegarían a la ciudad los primeros aparatos telefónicos para las casas y oficinas de J. Maurice Duke y sería inaugurado el primer servicio de ferrocarril entre Acajutla y Sonsonate. Puestas en el centro de una república formada por 301023 hombres y 333097 mujeres –cuya mayoría era de origen indígena y se hallaba sumida en la más absoluta ignorancia-, tres de las principales muestras de esa pujante como disonante arquitectura gubernamental la constituían el Palacio Municipal, el primer Palacio Nacional y el Palacio


Presidencial o Casa Blanca, estos dos últimos construidos a partir de 1866 e iniciados en sus respectivas funciones en 1869 y 1877. Por estas y más razones, San Salvador ya no era la misma ciudad aldeana que años atrás habían visitado los viajeros franceses Charles Etienne Brasseur de Bourbourg (1854) y Joseph Laferrière. Este último reflejó sus impresiones de la capital salvadoreña mediante sus propias descripciones, impresas en su libro De Paris à Guatémala: notes de voyages au Centre-Amérique, 1866-1875 (París, Hnos. Garnier, 1877, 450 págs.), el cual circuló en un exclusivo tiraje de 50 ejemplares (1) y fue acompañado por los 35 dibujos de E. A. Guillon y los grabados de A. Roland. Además del progreso material en edificaciones monumentales y otras obras públicas, a partir de 1868 sus calles, casas y aulas sentían la influencia de la educación y la medicina francesas, y de las venas literarias de Víctor Hugo y otros románticos –cuyas obras eran leídas en su lengua original, gracias al “galicismo mental” reinante y a las importaciones hechas por las escasas y elitistas librerías locales-. Los comercios abiertos por ciudadanos franceses eran cada vez más numerosos y parecían traer trozos de París, Marsella y Burdeos a los habitantes del corazón tropical de América. Entre ellos se destacaban Alexandre Villenave y su Panadería Francesa -estimuladora, entre otras, de la elaboración del ahora cotidiano "pan francés"-, el Gran Restaurant de William Belle –ubicado en una de las esquinas frente al Parque Central (ahora Parque Barrios)- y el almacén de variedades de Henry Vauvarin. Además, en el recuerdo de muchas personas aún perduraba la magnífica labor educativa desarrollada por el Colegio de Señoritas que, el 15 de noviembre de 1868, habían abierto en San Salvador las institutrices francesas María Lesquoy y Lucía Poupinelle, contratadas por el gobierno nacional y llegadas a la capital el 30 de octubre de ese mismo año. Once años después, su labor educativa fue retomada por la mentora Augustine Charvin (Nancy, 28.agosto.1838-San Salvador, 4.marzo.1921), quien desembarcó en el puerto de La Libertad el 2 de abril de 1879, dirigió el Colegio Normal de Institutrices (San Salvador, 1879-1882) y en 1884 abrió las puertas de su Kindergarten o Jardín de la Infancia, primera institución educativa preescolar y mixta del país. A unas pocas cuadras de distancia del pujante y contrastante centro capitalino, en el predio que ocupara entre 1580 y 1854 el colonial convento e iglesia de San Francisco, desde hacía dos años que se había establecido el Cuartel de Artillería de la ciudad.


Este sitio, donde ahora se alza el Mercado Municipal de Artesanías o Mercado Excuartel, estaba muy vinculado con importantes sucesos de la historia salvadoreña, pues fue usado como sede de la Asamblea Nacional que promulgó la primera Constitución salvadoreña el 12 de junio de 1824 y luego de la extinción de las órdenes religiosas en el territorio salvadoreño (1830) fue empleado como sede del preuniversitario Colegio de La Asunción (desde el 16 de febrero de 1841 hasta el 8 de diciembre de 1844) y del Palacio Arzobispal (1843). Destruido por el terremoto del Domingo de Resurrección 16 de abril de 1854, las paredes superiores del edificio de más de una manzana de extensión fueron demolidas, por orden gubernamental, en 1859. Parte de los elementos resultantes fue utilizada para la reedificación de la Iglesia de La Merced, en tanto que ripio, tierra y restos humanos de aquellos que estaban enterrados bajo la protección seráfica fueron lanzados al fondo del barranco situado en el antiguo terreno de las hermanas Zurita. Después, allí se instaló un cuerpo de infantería, el cual llegó a ser conocido como el Cuartel de San Francisco durante los sucesivos regímenes de Gerardo Barrios y Francisco Dueñas. Transformado en 1879, se convirtió en la sede original del cuerpo artillado nacional. A esta primigenia instalación artillera de San Salvador fue a la que arribó, a fines de abril o inicios de mayo de 1881, una misión militar francesa, contratada dos años antes, en París, por el gobierno del doctor Rafael Zaldívar. Estaba compuesta por dos jóvenes capitanes de artillería e ingenieros militares, egresados de la Escuela Politécnica parisiense: Jaime Agustín Dambrum y el jefe de la misión, Fernand-JeanBaptiste-Marie Bernard, conde de Montessus de Ballore. Quizá para no revelar un movimiento guerrero ante enemigos latentes tan poderosos como lo eran la vecina Guatemala y su Presidente, Justo Rufino Barrios, la llegada de ambos militares se produjo en el más absoluto sigilo, sin ninguna bienvenida gubernamental anunciada en el Diario oficial y sin ningún reporte en los telegramas que remitían las comandancias y aduanas portuarias de La Unión, La Libertad y Acajutla, entonces controladas respectivamente por P. Zaldívar y Carlos Escamilla; B. Monroy, B. Arce, Paul Spilbury –después residente en Honduras-, Carlos Salazar, P. Carmona, Fernando Palomo y Juan Moffat; Isidore Saget –el último general vivo de los que pertenecieron a la extinta Federación Centroamericana-, Fernando Meléndez y Policarpo Paredes. Es muy probable que los dos militares europeos solo hayan sido recibidos y atendidos inicialmente por el agente consular francés en San Salvador, Leopold Alexandre de Camboulas, uno de los seis representantes que tenía en tierra salvadoreña el cónsul general P. Dabry Thiersant, asentado en la capital guatemalteca, donde fue


sustituido por Jacob Philippe Auguste Le Brun, a partir del 1 de junio de 1883. II Aquella no era la primera vez que oficiales franceses prestaban sus servicios como “oficiales agregados” al ejército y gobierno salvadoreños. Una primera delegación de asesores en infantería, artillería y caballería, procedente de academias militares francesas, desembarcó en el puerto de La Libertad, el 25 de noviembre de 1859. Contratada por el senador presidente y general Gerardo Barrios, quizá ante los oficios del cónsul francés Gustave de Belot, estaba compuesta por los oficiales e instructores galos Bernard Pradet, Jean Vazelle, Hector Galliniery, Alejo Biscouby, M. Mélon, Charles A. Sherminier y B. Paul Brun, este último graduado de la École Spéciale Militaire de Coetquidan, en la villa de Saint-Cyr, en las cercanías de Versalles. Además, formaban parte de la misma otros oficiales, apellidados Ollafen, Luquetti y Bigot. En la cruenta batalla librada el 24 de febrero de 1863 en el cerro de San Pedro –llamado Malakoff por la similitud de sus fortificaciones con las trincheras rusas de este nombre-, en la jurisdicción de Coatepeque, departamento de Santa Ana, la certera artillería salvadoreña estuvo dirigida por los oficiales Biscouby y Vazelle. Su apoyo fue de suma importancia para que los 400 soldados salvadoreños, dirigidos por los generales Gerardo Barrios, Eusebio Bracamonte y Santiago González, derrotaran a los 6500 elementos bélicos guatemaltecos, comandados por el mandatario y general Rafael Carrera, quienes sufrieron una derrota manifiesta en mil muertos, 1500 heridos, más de 2000 piezas de fusilería y cuatro de artillería capturadas. En septiembre de ese mismo año y por órdenes del general Barrios, Biscouby y el capitán salvadoreño José María Osegueda establecieron una pieza de artillería sobre un piso de madera cerca del techo de la Iglesia de Santo Domingo (hoy Catedral de San Salvador), para combatir los disparos hechos por su homólogo, el coronel guatemalteco Castel, establecido en un terraplén sobre el pequeño templo de Santa Lucía, erigido donde hoy se encuentra la Plaza “14 de julio”, en el centro capitalino. En el intercambio, un disparo dio en la frente del capitán Osegueda y lo mató. Pocos días después, la plaza era tomada por las fuerzas invasoras guatemaltecas, que impusieron en el solio presidencial al licenciado Francisco Dueñas, digno de todo el apoyo del vecino mandatario, el general Rafael Carrera.


En 1870, el ingeniero francés Louis de Bresse -quien en 1864 dirigiera la construcción, mediante el sistema de McAdam, de la carretera entre San Miguel y La Unión- recibió el encargo de trazar un plano de la ciudad capital. A las 03:00 horas del 7 de octubre de 1875 falleció en San Salvador el general de brigada, inspector general de artillería e ingeniero topógrafo B. Paul Brun, el último de los supervivientes de la misión francesa contratada por Barrios casi dos décadas atrás. Al momento de su fallecimiento, este ciudadano francés dejó inconcluso su mapa de la república salvadoreña, magna obra encargada por el gobierno en 1874. Ese trabajo buscaba sustituir a la Descripción de cada uno de los departamentos del Estado del Salvador y a la primera e imperfecta carta topográfica oficial de El Salvador, compuesta por seis departamentos, trabajos creados y publicados en New York, en 1858, por el ingeniero germano Maximilian von Sonnenstern (Stuttgart, 1819Managua, 1895)(2). Aunque la familia del general Brun entregó los manuscritos y demás apuntes de su inconclusa obra a las autoridades de El Salvador, presididas por el mariscal de campo Santiago González, esos documentos fueron consumidos por las llamas, junto con gran parte de los Archivos Nacional y Federal, en la fatídica noche de noviembre de 1889 en que la población de San Salvador presenció la destrucción intencionada del majestuoso primer Palacio Nacional (3). Tras esa historia de militares y constructores franceses en suelo salvadoreño y con la contratación de Montessus de Ballore y Dambrum, el déspota ilustrado que era el médico Zaldívar buscaba asegurar la profesionalización de sus oficiales y más altos cuadros militares, cuya formación había quedado muy descuidada desde la desaparición del Colegio Militar, creado en 1868 y puesto bajo la dirección de los generales europeos Luis Pérez Gómez (español), Ernest de Salignac (francés) y André van Severen (belga). Los dos jóvenes oficiales franceses se constituían así en sus armas secretas, en sus ases bajo la manga en caso de una eventual guerra contra otro de los estados centroamericanos, por lo que sus lugares de residencia, sus órdenes y sus sueldos –quizá no considerados entre los 150,000 pesos asignados a los oficiales y jefes militares salvadoreños en el presupuesto gubernamental de ese año- se convirtieron en datos de acceso restringido, clasificado. Ambos oficiales fueron seleccionados y contratados en la capital francesa por el abogado y escritor colombiano José María Torres Caicedo (4), quien entre 1875 y 1885 fungió como representante diplomático salvadoreño ante los gobiernos de Francia, Santa Sede, Bélgica, Holanda, Inglaterra, España y Alemania. Su buena elección de los dos


artilleros e ingenieros militares pronto se vio afectada por la Parca, que ronda muy a menudo en los países centroamericanos. En septiembre de 1881, pocos meses después de su arribo, ella se llevó, entre fiebres y a los 29 años de edad, al capitán Dambrum. Por esta razón, no resulta extraño que en la memoria anual de labores presentada ante el cuerpo legislativo nacional, en la sesión del 8 de febrero de 1882, por Pedro Meléndez, secretario de Estado en los despachos de Hacienda, Guerra y Marina, este funcionario lamente el fallecimiento de Dambrum y anote que Montessus de Ballore dirige solo la novísima Academia de Artillería de San Salvador, “la cual está dando buenos resultados y no dudo que dentro de poco tendremos una oficialidad suficientemente instruida en el manejo de esta arma poderosa” (5). Debido a trámites burocráticos y a cambios en el gobierno francés, la llegada hacia El Salvador demoró casi dos años, pero una vez realizada dio pie a los grandes éxitos intelectuales y a las más profundas desesperanzas para este noble y artillero francés, llegado a tierras tropicales como un aventurero más, en un afán por emular los viajes de otros grandes europeos que lo habían precedido, como el alemán Alexander von Humboldt o los franceses Dollfus y Montserrat. III Fernand-Jean-Baptiste-Marie Bernard, conde de Montessus de Ballore, era un descendiente aristocrático del antiguo ducado de Borgoña. Había nacido en el Vellenoux, en la comunidad de Dompierre-sousSauvignes (Saona y Loira, Francia) el 27 de abril de 1851, en el hogar formado por el conde Philippe Montessus de Ballore y su esposa Françoise Lafouge, hija del coronel de estado mayor Lazare-Hercule y nieta de Philibert de Commerson, un destacado miembro de la Academia de Ciencias parisiense. Por el lado paterno, Fernand descendía del prominente ornitólogo Ferdinand de Montessus de Ballore (1817-1898), creador y mantenedor de las colecciones del Museo de Autun y autor de Historique des sciences naturelles (1878) Martyrologe et biographie de [Philibert] Commerson [(1727-1773)], médecin-botaniste et naturaliste du roi, médecin de Toulon-sur-Arroux (Saône-et-Loire) au XVIIIe siècle (Châlon-sur-Saône, L. Marceau, 1889, 224 págs.). Presos del espíritu intelectual de la familia paterna, dos de los propios hermanos de Fernand, los vizcondes Henry y Robert-Ferdinand,


llegaron a destacar en sus respectivos campos de trabajo, por lo que el primero se convirtió en profesor de la Facultad de Ciencias de Grenoble y contribuyó con la industria papelera de alta calidad, mientras que el segundo descolló en los campos de la física, la matemática y la meteorología, al grado tal que en 1905 obtuvo el Gran Premio de Matemáticas de la Academia de Ciencias de París. Tras realizar las escuelas primaria y secundaria, ingresó como cadete a la École Politechnique de la capital francesa, en cuyos años de estudio compartió aula y amistad con el futuro mariscal de campo Ferdinand Foch (2.octubre.1851-20.marzo.1929), célebre por sus acciones bélicas durante la Primera Guerra Mundial, que le merecieron el grado en el ejército británico. En esa institución educativa castrense, según el historiador salvadoreño Jorge Lardé y Larín, “nuestro biografiado reveló sus talentos matemáticos, su disposición en el manejo de las piezas de artillería, su asombrosa facilidad para resolver problemas tácticos y la sencillez y claridad para explicar las cuestiones más complicadas” (6). Luego de tomar parte en la guerra franco-prusiana (1870-1871), alcanzó el grado de capitán de artillería y fue designado por el mariscal Marie-Edme Patrice Maurice de MacMahon (1808-1893), duque de Magenta y presidente francés (1873-1879), como jefe de la misión militar que partiría hacia San Salvador, para cumplir con el contrato suscrito con el gobierno zaldivarista. Debido a tan importante cargo para su incipiente carrera, Fernand se apresuró a contraer nupcias con su novia, Jeanne-Rosalie Ponsigne, en un acto religioso efectuado en Avignon, en 1879. De esa unión nacieron cinco vástagos, tres de los cuales murieron a edades tempranas. Los otros dos, Raymond y madame Bacarreza de Casanova, se radicaron junto con su padre en Chile, en la primera década del siglo XX. El hijo no dejó descendencia y correspondió a la hija gestar siete niños y una niña, todos de nacionalidad franco-chilena, para darle continuidad a tan prominente familia de militares e intelectuales. Al llegar a San Salvador, su desconocimiento total de la lengua castellana hizo que Montessus de Ballore trabara amistad con algunos de los más destacados intelectuales decimonónicos, casi todos hablantes de la lengua francesa. Entre ellos destacaban los doctores David Joaquín Guzmán Martorell (1843-1927)(7), Rafael Reyes (1847-1908), Darío González (1835-1910), Santiago Ignacio Barberena (1851-1916) y Alberto Luna (1856-1922), de quienes obtuvo valiosas indicaciones y fuentes primarias para los trabajos que se proponía realizar en los años venideros. Desde su arribo, sus afanes se inclinaron no solo por la tarea militar encomendada, sino también por satisfacer las pasiones desatadas en su


espíritu por el clima, los restos arqueológicos, las prominencias orográficas y la sismicidad de esta pequeña región del planeta. Para muchos de sus trabajos de observación e investigación, contó con la ayuda del reemplazo francés asignado para la misión, el también joven capitán de artillería Albert Touflet, quien desembarcó en el puerto de La Libertad, a las seis horas del 5 de mayo de 1882, luego del viaje realizado a bordo del vapor estadounidense Río de Janeiro. En el telegrama dirigido por el empleado aduanero Carlos Salazar para señalar el movimiento diario de los buques en dicha rada, reportó erróneamente al pasajero como “Alberto Jeuflet”. Con el apoyo didáctico-militar de Touflet y el de los militares de infantería Paul Emile Scoaziet (bretón) y William M. Shervinton (inglés), Montessus de Ballore dedicó buena parte de sus horas libres a visitas de campo, con el fin de estudiar los sitios arqueológicos y la cerámica precolombina. Años más tarde, le dedicó a esta última área de su inquietud intelectual su breve trabajo La cerámica antigua de los indígenas de El Salvador (América Central) y su portafolio Le Salvador précolombien. Études archéologiques (París, Duffosé, 1891), veinticinco pliegos de 34 por 51 cms, prologados por Jean-François-Albert du Pouget, marqués de Nadaillac (1818-1904), e ilustrados en profusión con piezas de alfarería prehispánica dibujadas por A. Barbès y H. M. Boisgontier (8). La versión castellana de esta obra fue realizada por el escritor y crítico salvadoreño Luis Gallegos Valdés (1917-1990) e impresa en el número 17 de la revista Cultura (San Salvador, octubre-diciembre de 1959). El original usado para la traducción le fue obsequiado al mandatario salvadoreño José María Lemus y se perdió para siempre en la Casa Presidencial del barrio San Jacinto, entre las llamas que consumieron archivos y enseres luego del “madrugón de los compadres”, como fue llamado el golpe de Estado ocurrido el 26 de octubre de 1960 (9). Apoyado por sus amigos intelectuales y sus colegas militares salvadoreños, realizó grandes y progresivos logros en el dominio de la lengua hispanoamericana, por lo que inició los estudios sismológicos y vulcanológicos que lo llevaron a ser considerado como uno de los principales pilares actuales de la sismología contemporánea y el progenitor de las investigaciones científicas de carácter sismológico en el área centroamericana. En este sentido, fue creador y director del primer observatorio de ciencias de la Tierra de todo el istmo centroamericano -establecido en San Salvador, en 1883-, al igual que redactor responsable de los cuadros meteorológicos de la ciudad capital, los cuales eran impresos en los


principales periódicos de la época, especialmente en La república, que nada más era un apéndice del Diario oficial. Como resultado de esos cuadros meteorológicos, llamó su atención el clima reinante en la ciudad capital, por lo que entre mayo de 1881 y enero de 1885 realizó diversas observaciones barométricas y termométricas, gracias a las cuales llegó a la conclusión de que en San Salvador la temperatura promedio anual era de 23.3 grados Celsius (centígrados), mientras que en el litoral ascendía a 28.2 grados. En cuanto a la misión militar que le fuera encomendada en París, Montessus de Ballore cumplía con impartir sus cátedras teóricas y prácticas de artillería y estrategia militar, en pequeña escala. Más allá de eso, era imposible realizar prácticas militares de envergadura, porque -como bien lo reportara el ministro de Hacienda, Guerra y Marina, general de división Pedro Meléndez, ante el cuerpo legislativo, en la sesión del 25 de enero de 1883- “el establecimiento definitivo de la Academia de Artillería ha tropezado con inconvenientes insuperables; sin embargo, firme el [Poder] Ejecutivo en su propósito de plantearla de una manera cómoda y decente, ha mandado levantar el plano correspondiente para un edificio adecuado, que en breve estará concluido, llenando el importante objeto al que se ha destinado. Dos oficiales franceses de reconocidas aptitudes dirigirán el establecimiento. Entre tanto, uno de ellos dirige la construcción de la obra material del edificio, y el otro se ocupa de instruir diariamente a nuestros oficiales y soldados de artillería en ejercicios prácticos de esta arma, siendo de advertir que el Reglamento a que debe subordinarse ese establecimiento de instrucción militar está ya elaborado”(10). Estas palabras contradecían lo expresado veinte días antes, en el mismo lugar, por el Presidente Zaldívar con ocasión de la apertura de las sesiones legislativas ordinarias correspondientes a 1883. Para el Primer Ciudadano de la República, “varias son las reformas que se han introducido para regularizar y mejorar el servicio y la condición del ejército, figurando, entre otras, el establecimiento de una Escuela de Artillería en esta capital, para cuyo objeto se ha hecho construir un edificio amplio y adecuado que está ya en vía de conclusión” (11). El capitán francés y constructor al que se alude en el informe presidencial anterior era Touflet (12), quien ese mismo año fue declarado ganador de los mil pesos otorgados en el concurso del plano para el nuevo hospital general, obra iniciada con la colocación de la primera piedra, el 12 de abril de 1891, e inaugurada el 13 de julio de 1902. Mientras tanto, Montessus de Ballore se debe haber entregado a enseñar a sus oficiales educandos las nociones de artillería contenidas en


la Ordenanza militar del ejército salvadoreño(13). Para impartir sus enseñanzas, el capitán francés debe haber hecho uso de uno de sus propios libros de texto, titulado Manual de instrucción de artillería para uso de los alumnos de la Escuela Militar de la República del Salvador y de los cabos y sargentos del cuerpo de artilleros (San Salvador, Imprenta Nacional, 1883) (14). Según ambos documentos, dicha rama militar de fuego pesado tiene como unidad táctica a la brigada, la cual se divide en dos baterías como unidades administrativas y que cada una de estas se subdivide en tres secciones y dos piezas por cada sección. En el gobierno de cada batería debe encontrarse un capitán comandante, auxiliado por tenientes – quienes son los comandantes de sección y jefes de las primeras piezas-, subtenientes –encargados de las segundas piezas- y dos clarines de batería, mientras que cada pieza debe contar con cuatro artilleros principales, un sargento primero, cinco sargentos segundos, tres cabos primeros, tres cabos segundos, dos sirvientes y cincuenta artilleros en pelotones de vanguardia y retaguardia. Al mismo tiempo, escribió y publicó otro libro de texto, al cual dio por título Curso de aritmética para uso de los alumnos de la Escuela Militar de la República del Salvador (San Salvador, Imprenta Nacional, 1883, 174 págs.)(15). También observó científicamente los espectaculares crepúsculos que se produjeron en suelo salvadoreño y otros puntos del planeta desde noviembre de 1883 hasta marzo de 1884, como producto de la ceniza lanzada a la atmósfera terrestre por la horrísona explosión volcánica de la isla de Krakatoa (26-27 de agosto de 1883), en el estrecho de Java o de la Sonda. Fruto de esas tardes de observación fueron dos cartas, dirigidas a M. Cornu(16), miembro de la Academia de Ciencias de París, fechadas el 9 de febrero de 1884 y el 5 de marzo de 1885, en las que aborda el tema de las intensas y rojizas luces del ocaso solar –quizá como respuestas personales a los artículos La catástrofe de Java y La luz crepuscular(17)-, pero que también le sirven de anuncio sobre el trabajo vulcanosismológico en el que se encuentra enfrascado en esos momentos: la compilación y sistematización de documentación histórica centroamericana, con el fin de iniciar un monumental catálogo de los sismos y terremotos acaecidos en esta región desde la conquista española hasta los tres últimos lustros del siglo XIX. Así fue como surgieron las 246 páginas de su primera obra, Temblores y erupciones volcánicas en Centro América(18), publicada en castellano por orden del gobierno zaldivarista, en un volumen de 8º, en el que aprovechó la información extraída de libros y manuscritos de sus amigos Guzmán González, Barberena y de otros autores más, como


Edwin Rockstroh, Manuel Fernández (1801-1869) y José María Cáceres (1818-1889)(19). El libro fue editado por la Imprenta Nacional, que entonces pertenecía al médico romano Francesco Sagrini y contaba con la maestría tipográfica del decano Domingo Granados, en su local situado en la casa número 9 de la calle de la Aurora, actual 8a. calle poniente. Pese a que la portada del volumen indica que fue impreso en San Salvador, en 1884, los datos científicos recogidos en el interior revelan que Montessus de Ballore aún pudo incorporar un leve y trepidatorio movimiento de tierra, sentido en San Salvador el 1 de enero de 1885, por lo que ese libro no pudo haber salido de prensas antes de la primera quincena de enero de 1885. Aunque plagada de errores lingüísticos y de apreciación -varios de los cuales se encargaría de corregir en la edición francesa de 293 páginas, publicada en un volumen de 4º. (Tremblements de terre et éruptions volcaniques au Centre-Amérique depuis la conquête espagnole jusqu'à nos jours, Dijon, E. Jobard-Sociedad CientíficoNaturalista de Saona y Loira, 1888, aún sin traducción castellana), esa obra fue galardonada por la Academia de Ciencias (20) y representó un hito en los estudios sismológicos y vulcanológicos del mundo entero. El libro sirvió no solo para dar inicio a un inmenso catálogo histórico de los movimientos de la corteza terrestre –en el que enlistó 2300 sismos y 137 erupciones volcánicas, 1330 de los cuales habían ocurrido entre 1526 y 1885, mientras que el 90 por ciento había tenido lugar luego del año 1850-, sino que también le permitió a su autor echar por tierra diversos mitos y supercherías que circulaban en el mundo científico de entonces, pletórico de “hombres de ciencia” que también tenían su cuota de magos, falsos profetas y charlatanes, por muy europeos o estadounidenses que fueran. Con su primera y sesuda investigación en el campo sísmico, Montessus de Ballore refutó las creencias generalizadas de que los períodos de cambio de estación presentan más terremotos y que la estación lluviosa es más propensa a una mayor actividad volcánica. Con gran cantidad de datos en las manos, Montessus de Ballore se animó a descartar las hipótesis de Loomis, Fritz, Laur, Wolf, Kruge y Perrey, relativas a que los movimientos de tierra estaban vinculados con las fases de la luna, manchas solares, auroras boreales, disturbios magnéticos, alturas barométricas o explosiones volcánicas subterráneas, por lo que estableció la independencia entre los fenómenos sísmicos y los de naturaleza volcánica, en un prenuncio de la actual teoría tectónica de placas. Sin embargo, no contaba aún con el suficiente material como para hacer generalizaciones hacia otros puntos del mundo, por lo que enunció que había más terremotos de noche que de día (21) y previó que su


trabajo aún estaba en una fase inicial, por lo que decidió continuar con sus compilaciones estadísticas y sus estudios geológicos. Pese a no haber podido obtener ninguna deducción que le permitiera prever la proximidad de un macrosismo para los pueblos centroamericanos, sí dejó anotado que era importantísimo el establecimiento y mantenimiento de observatorios científicos para que, mediante el estudio sismo-volcánico y meteorológico a lo largo de varios años, “tal vez Centro América podrá, por previsiones científicas, como se hace ahora para las tormentas, poner sus ciudades al abrigo de las ruinas que tantas veces las han devastado”. IV Para cualquier persona supersticiosa, aquellos atardeceres de sangre, creados por el volcán insular de Krakatoa y que se vieron durante meses sobre El Salvador, no podían representar buenos augurios. Tal y como ya había ocurrido en 1835 con la erupción del volcán nicaragüense Cosigüina, que le fue atribuida por el populacho salvadoreño a la propia figura del general Francisco Morazán, muchas personas creyeron ver en tan intensos ocasos un negro futuro para el país. Por ello, no resultó extraño para muchos que el malestar social contra el prolongado régimen zaldivarista se manifestara en una intentona golpista, descubierta en la ciudad de Santa Tecla, en la mañana del 16 de abril de 1883. Para las fuerzas civiles y militares involucradas en la frustrada asonada, la casa comercial Gutti (San Francisco, California) hizo llegar 502 cajas en el velero Ounalaska, el cual fondeó a las 12:45 horas del 6 de mayo de ese mismo año. En las cajas, las autoridades encontraron 1200 rifles Remington de calibre 43, 400 cajas de mil tiros cada una, dos cajas de sables, 40 cohetes y 10 cajas de bayonetas. El arsenal fue requisado y muchas personas, culpables e inocentes, dieron con sus huesos en las mazmorras del régimen, donde un año antes había muerto torturado el orador y periodista hondureño Álvaro Contreras, padre de la escritora costarricense Rafaela Salvadora Contreras, quien en junio de 1890 se convertiría en la primera esposa de Rubén Darío. El corrompido régimen marchó más inestable a partir de ese momento y no hubo oportunidad en que el mandatario no viera amenazada su estancia en el solio presidencial, en especial cuando entre 1884 y 1885 comenzó a sentir la presión de un pretendido y amenazante intento de unión centroamericana, encabezado por el reformador guatemalteco Justo Rufino Barrios, quien buscaba convertirse en regente


de la nueva unidad política que sus ejércitos lograrían, por la fuerza de las bombas y la metralla, en el istmo. Mientras estas cosas ocurrían, las armas secretas francesas que debían haber sido su salvación en la batalla se hallaban muy descuidadas, casi sin atención por parte del mandatario, sus colaboradores y sus esbirros. Así, no resultan sorprendentes las siguientes expresiones del general Adán Mora, ministro de Guerra y Fomento, manifiestas ante el cuerpo legislativo, durante la sesión del 24 de enero de 1885: “[La Escuela de Artillería] ha venido a sustituir, en parte, al antiguo Colegio Militar, que, por causas que no han podido remediarse por el [Poder] Ejecutivo, se ha hecho difícil su restablecimiento. [...] Dos oficiales franceses, contratados por el gobierno, se han encargado de la Escuela de Artillería, la que no ha podido aún fundarse como se debe, por falta de una localidad aparente, que en la actualidad se trata de arreglar de una manera apropiada a las exigencias del establecimiento”(22). ¡Cuatro años después de la llegada de la misión francesa, el edificio aún era una promesa de las tantas que hiciera el doctor Zaldívar! Aún habría que esperar hasta enero de 1890, cuando el mandatario y general Francisco Menéndez inaugurara los gruesos muros y torretas de la fortaleza de artillería, construida sobre los cimientos del antiguo Cuartel de San Francisco desde fines de enero de 1879. La existencia material de esta estructura terminó en un espectacular incendio, ocurrido casi a la medianoche del miércoles 11 de abril de 1956. En enero de 1885, hay testimonio de que el capitán Touflet acompañó al doctor Zaldívar a un reconocimiento por la zona occidental del país. En la ciudad de Atiquizaya, el cuartel fue tomado por un grupo de revoltosos y opositores al régimen. Por temor a ser considerado cabecilla de ese hecho, el general Francisco Menéndez se presentó ante el comandante departamental, quien lo retuvo preso hasta la llegada del mandatario. Mientras Zaldívar interroga a su más fuerte contrincante, Touflet admira la escena desde lejos y exclama, en su castellano a medias: “Ese hombre no es cualquier cosa: hay que temerle. Me gustaría estrecharle la mano”(23). Por decisiones del Destino y de la Guerra, el militar francés no tendría ocasión ni de temerle ni de estrecharle la diestra. Apoyado en el decreto emitido por la Asamblea Legislativa de Guatemala, que el 28 de febrero de 1885 lo proclamara Jefe Supremo de Centro América, el general Justo Rufino Barrios se lanzó a lograr la unidad regional mediante sus 14500 soldados de infantería y artillería, bien entrenados y apertrechados. El 30 de marzo, estas huestes tuvieron el primer enfrentamiento con los 8000 elementos bélicos salvadoreños, mal armados y mal abastecidos, quienes solo contaban con los apoyos formados por la experiencia bélica del general Mora y el fuego de las


baterías artilladas encabezadas por el capitán Touflet (24), que se hallaban asentadas en la loma del Calvario, cerca de Chalchuapa, en el departamento occidental de Santa Ana. Dos días más tarde, en la primera mañana de abril, bajo el nutrido ataque de la artillería guatemalteca, Touflet cayó mortalmente herido, por lo que se hizo cargo de las piezas de bombardeo su más destacado discípulo, el teniente coronel Próspero Aguilar. Ante la muerte de su amigo y compañero de armas, cabe preguntarse por qué Montessus de Ballore no asumió la conducción de aquellas unidades y baterías, formadas por él mismo y por su difunto colega. Es posible que el atemorizado Zaldívar haya decidido no arriesgar de una sola vez a ambos militares extranjeros, por lo que quizá dejó al sismólogo a cargo de las unidades de reserva, con el fin de que dieran protección a la amenazada capital salvadoreña. En la mañana del dos de abril, cuando se acercaba la hora del brutal ataque final de las huestes guatemaltecas sobre las posiciones salvadoreñas, Belona y Clío, las deidades de la Guerra y de la Historia, dieron un duro revés a la superioridad numérica de las tropas chapinas. Un mensajero llegó a decirle al general Barrios que el Batallón Jalapa se negaba a empuñar las armas si no los dirigía él mismo en el campo de guerra. Estimulado su ego por esa noticia, el mandatario desoyó los consejos de sus más cercanos asesores y se marchó al galope, montado sobre su yegua Noche Buena, hacia un ligero promontorio, desde donde pretendía divisar el escenario de operaciones. Pocos minutos después, el impulsivo mandatario fue alcanzado por certeras balas, que lo mataron instantáneamente y sumieron en el desconcierto y el pavor a sus victoriosas tropas, las que se replegaron hacia su territorio y dieron fin a la contienda a las cuatro horas de aquella tarde tan roja como los atardeceres creados por el Krakatoa. Por los servicios prestados a El Salvador por el capitán Touflet, los gobiernos del doctor Zaldívar y del general Tomás Regalado emitieron sendos acuerdos ejecutivos (14 de abril de 1885 y 13 de julio de 1885), destinados a que se le cancelaran a la madre y a la viuda del valiente francés las respectivas sumas de 200 y 100 francos mensuales, en concepto de pensiones vitalicias. Touflet fue sepultado durante varios años en una tumba modesta, abierta en el camposanto del antiguo hospital santaneco. Después, fue exhumado e inhumado nuevamente en el sepulcro número 4, fila 13, del tercer cementerio de la ciudad de Santa Ana, construido en el cantón Santa Isabel y puesto en funciones desde el primer día de 1897. Allí le fue rendido un homenaje por parte de los franceses libres de San Salvador y Santa Ana, el 20 de julio de 1943, durante los hechos locales de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, bajo un pequeño obelisco de


mármol, yacen los restos de ese capitán francés, a quien se le rinde permanente homenaje en los sencillos versos esculpidos -con errores ortográficos- sobre el mármol y surgidos de la pluma del escritor y funcionario Calixto Velado: Ese que en la tumba ves Durmiendo el último sueño Fue más que salvadoreño Pues lo fue siendo francés (25). V Tras la batalla de Chalchuapa, otorgada a Zaldívar por el azar, la vanidad y la puntería de algún soldado salvadoreño, las inestabilidades y los ataques contra el régimen se hicieron más evidentes, en especial cuando el general Francisco Menéndez se declaró en rebeldía y organizó tropas revolucionarias contra el galeno déspota, quien finalmente se marchó al exilio el jueves 14 de mayo de 1885, no sin antes depositar el poder en los designados Fernando Figueroa y José Rosales, quienes se lo entregaron al victorioso agricultor ahuachapaneco el 22 de junio. En medio de tales noticias y quizá sabedor de que su presencia sería mal vista por el nuevo mandatario, Montessus de Ballore aprovechó el desorden reinante y se marchó hacia alguno de los puertos de la República, desde donde abordó un vapor que lo condujera hacia su patria natal. No hay registro alguno de su salida, pues los encargados portuarios y aduanales no reportaron en esas fechas los nombres de los pasajeros que se marchaban hacia sus tierras de origen o en busca de un sitio que los cobijara con el asilo político. De regreso en París, a fines de 1885, aquel ancianne élève entró a trabajar en su academia, la École Politechnique, con el cargo de inspector de estudios. Pero sus afanes ya tenían un rumbo y no pensaba dejarlo, por lo que a los pocos años abandonó el trabajo administrativo –no sin antes redactar un Étude statistique sur le recrutement de l’École Politechnique para la revista de la institución (26)- y se dedicó a viajar por distintos puntos del planeta, en procura de datos para engrosar el catálogo de distribución espacial de los sismos, iniciado en San Salvador y por el que el profesor y científico salvadoreño Jorge Lardé y Arthés (1891-1928) pronunciara la frase: “En Francia, nació el Hombre; en El Salvador, el Sabio”(27). En 1889, había logrado reunir en él 45000 entradas, las que se vieron incrementadas a 63000 en 1891, 131000 en 1900, 157000 en 1903


y 171434 en 1906, cuando lo abandonó para dedicarse a escribir sus más sólidas obras de aporte a la sismología. ¡Con razón los manuscritos originales, depositados y custodiados en la biblioteca de la parisiense Société de Géographie, ocupan una longitud de 26 metros, puestos portada contra portada! Entre 1892 y 1904, cuando su catálogo se vio incrementado con mayor rapidez, Montessus de Ballore dio a conocer varias memorias y trabajos acerca de diversas zonas sísmicas del mundo, en las que determinó 6789 focos de origen. Así, la sismicidad regional de Europa fue abordada en once trabajos (1892-1901), Asia en seis (1896-1901), África y Australia-Nueva Zelanda en dos (1892). Además, durante este período dio a conocer 86 trabajos científicos, con más de 1300 páginas en su conjunto. Como parte de esa titánica labor de compilación y sistematización, Montessus de Ballore escribió y publicó trabajos y libros fundamentales para la ciencia sismológica contemporánea, entre los que se destacan Effets des tremblements de terre sur les constructions et moyens d'y remédier (Paris, Berger-Levrault & Cie., 1894. 46 págs., extraído de la Revue du genie militaire. Fue traducido y ampliado en diciembre de 1906 como El arte de construir en los países expuestos a temblores de tierra, Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1907, 194 págs.) (28), Le Japon sismique (Ginebra, Bureau des archives…, 1897. Extractado de Archives des sciences physiques et naturelles, cuarto período, tomo 3, nos. 2-3), L'Amerique centrale et l'Amerique du sud sismiques (México, Memorias de la sociedad "Alzate"-Imprenta del gobierno federal en el ex-arzobispado, 1898, 14 págs.), Rélations géologiques des régions stables et instables du nord-ouest de l'Europe (Bruselas, Polleunis & Ceuterick, 1903, 48 págs.), Sur les régions océaniques instables et les côtes à vagues séismiques (Ginebra, Bureau des archives…,1903, 21 págs.), Essai sur le role séismogénique des principaux accidents géologiques (Bruselas, Hayez-Académie Royale de Belgique, 1903, 19 págs.), Geosynclinaux et régions à tremblements de terre; esquisse de géographie séismiquegéologique (s. d., 1904, 24 págs.) y L'art de batir dans les pays à tremblements de terre (ponencia en el XXXIV Congreso de Arquitectos Franceses, París, C. Schmid, 1906, 31 págs. con diagramas. Extraído del año XIX de L'Architecture, órgano de la Sociedad Central de Arquitectos Franceses). De esas investigaciones y publicaciones, Montessus de Ballore llegó a determinar varias leyes sísmicas, entre las cuales merecen destacarse: 1. Las regiones sísmicas más inestables se ubican en compañía de las grandes líneas de corrugación de la corteza terrestre.


2. En zonas sísmicas adyacentes, la más inestable es aquella que presenta las más grandes diferencias en su relieve. 3. La corteza terrestre tiembla más en dos grandes zonas circulares que se interceptan e inclinan en un ángulo de 67 grados: el círculo Mediterráneo (o Alpino-caucásico-himalayo-neozelandés, con el 52.57 por ciento de todos los sismos mundiales) y el círculo Pacífico (o Anglo-japonés-malayo, con el 38.51 por ciento de toda la actividad sísmico del planeta). El resto (8.92 por ciento) le correspondía a la zona polar noratlántica y a otras zonas extraeuropeas. 4. Al año, ocurren en el planeta 437768 temblores y terremotos, lo que arroja una frecuencia de uno por minuto. VI A raíz de tan grande actividad científica, fue contratado como director del primer Observatorio Sismológico de la Universidad de Chile. Este centro de investigaciones fue autorizado por el gobierno del Presidente Pedro Montt el 26 de septiembre de 1907 y creado por decreto el 1 de mayo de 1908, en respuesta al megasismo que el 16 de agosto de 1906 destruyó gran parte de Valparaíso y dañó la zona central del país. Después de su llegada a este país sudamericano, escribió y dio a prensas On some principles of seismic geology (en coautoría con William Herbert Hobbs y Eduard Suss, Leipzig, W. Engelmann, 1907, 362 págs.), Los progresos de la sismología moderna (conferencia leída en el Salón de Honor de la Universidad, Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1907. 20 págs.), La catastrophe sismique du détroit de Messine. Conférence donnée à Santiago le 29 janvier, 1909 au profit des sinistrés de la Calabre et de la Sicile (Santiago de Chile, Imprenta franco-chilena, 1909, 16 págs.), La topografía sísmica de la sierra costanera de California i el movimiento sísmico del 18 de abril de 1906 (Santiago de Chile, Cervantes, 1909, 46 págs.), Historia sísmica de los Andes meridionales (Santiago de Chile, Anales de la Universidad de Chile-Imprenta Cervantes, 1910-1913, 3 volúmenes), Fenomeni luminosi speciali che avrebbero accompagnato il terremoto di Valparaiso del 16 de agosto 1906 (Modena, Società tipografica modenese, 1912. 28 págs., separata del volumen XVI del Bollettino della Società sismologica italiana), Bibliografía general de temblores y terremotos (Santiago de Chile, Sociedad Chilena de Historia y Geografía-Imprenta Universitaria, 1915-1919, 3 volúmenes) y Las voces del coloso de Memmon ante la sismología... (conferencia, Santiago de Chile, s. e., 1916).


Por todo este despliegue intelectual, es más que merecido el tributo que representa el párrafo siguiente, consignado por los editores de la monumental Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana: “Los trabajos de Montessus de Ballore han hecho adelantar enormemente los estudios sismológicos, con el cálculo de la dispersión de las ondas sísmicas y la fijación de los epicentros, en relación con los accidentes geotectónicos, siendo, por lo tanto, el verdadero fundador de la moderna sismología”(29). Tras una fecunda existencia dedicada a la causa científica, Montessus de Ballore falleció en la ciudad de Santiago de Chile, el lunes 29 de enero de 1923. Para el momento de su paso a la eternidad, sus ardientes intereses científicos estaban orientados a la revisión de los aparatos de medición y las escalas sismológicas de entre I y X grados de intensidad, usadas en diversas partes del mundo. Estas comprendían desde la creada en 1874 y 1881 por el italiano Michele Stefano de Rossi y el suizo FrançoisAlphonse Forel hasta la elaborada en 1902 por el sismólogo y vulcanólogo italiano Giuseppe Mercalli (Milán, 21.mayo.1850-Nápoles, 19.marzo.1914). Pocos años después de su creación, esta importante escala sísmica fue modificada por primera vez por Cancani, quien le agregó dos grados más. Otras modificaciones le fueron introducidas en 1912 por Sieberg, por lo que en muchos países europeos aún es conocida como la Escala Mercalli-Cancani-Sieberg (MCS). Quizá toda la obra y vida científicas de Montessus de Ballore bien puedan sintetizarse en el contenido de dos de sus más grandes y serios ensayos, como lo son Les tremblements de terre; géographie séismologique (París, Librairie Armand Colin-Imprimerie de Charles Herissey, 1906, 475 páginas ilustradas con 89 dibujos y 3 de gran formato) (30), obra que le prologó madame Aibert Auguste Cachon de Lapparent (1839-1908) y La science séismologique; les tremblements de terre (París, Librairie Armand Colin, 1907, 579 págs. ilustradas con 222 figuras y mapas, con prefacio de Édouard Suess). A estas dos obras capitales se les unen sus estudios publicados en forma póstuma, varios de los cuales fueron revisados y editados por su hermano Robert, vizconde de Montessus de Ballore. Entre estos se encuentran Ethnographie sismique et volcanique; ou, Les tremblements de terre et les volcans dans la religion, la morale, la mythologie et le folklore de tous les peuples... (París, Librairie Ancienne Honoré Champion, 1923, 206 págs.) y La géologie sismologique; les tremblements de terre (París, A. Colin, 1924, 488 págs. ilustradas con 118 figuras y 16 dibujos fuera de texto), obra


prologada por Pierre Termier y acompañada por una nota biográfica y una lista bibliográfica del conde de Montessus, elaboradas por Armand Renier, quien por entonces se desempeñaba como jefe del Servicio Geológico de Bélgica. Pero Fernand Montessus de Ballore no solo se preocupó por llevar sus inquietudes y sus resultados de investigación a los círculos académicos del mundo entero, en idiomas que abarcaban el francés, español, inglés, italiano y alemán, sino que también buscó la manera de hacer llegar sus conocimientos al gran público, a la masa poblacional que es quien sufre, más directamente, los efectos de los movimientos de la corteza terrestre y las erupciones volcánicas. Por esta razón, dio a prensas un breve volumen de vulgarización, que era una síntesis de sus grandes tratados sismológicos y en la que incluyó un apartado referente a las construcciones antisísmicas: La sismologie moderne, les tremblements de terre (París, Librairie Armand Colin, 1911, 284 págs. ilustradas con mapas plegables y fotografías). El monumento científico personal de Montessus de Ballore y su importante contribución a la comprensión de los fenómenos de la corteza terrestre pueden sintetizarse en tres grandes apartados: 1. Su catálogo y sus numerosas memorias preliminares sobre la distribución espacial de los sismos. 2. Sus agudas críticas y discusiones para con los trabajos de otros sismólogos del mundo entero. 3. Sus ensayos históricos y sus últimos afanes por compilar la bibliografía sísmica existente en su tiempo, en diversos idiomas y regiones del planeta (31). En homenaje a la obra científica de Montessus de Ballore, desarrollada con persistencia y paciencia, la actual biblioteca del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile ostenta el nombre del artillero y sismólogo francés, el cual puede leerse en una placa situada a la entrada de dicho centro cultural. Pero si bien es cierto que su tránsito hacia la eternidad mereció los más variados homenajes en distintos centros culturales y científicos del mundo civilizado, el nombre de Montessus de Ballore ha ido desapareciendo poco a poco de la memoria de los pueblos a los que sirvió, así como de los tratados de las ciencias a las que consagró todas sus energías vitales. Por esta razón, aquí y ahora, es urgente traer a la memoria el justo reclamo que, veintitrés años atrás, en 1968, le lanzara a El Salvador el ahora difunto historiador Jorge Lardé y Larín: “El Salvador no ha honrado


la memoria de este ilustre francés, de esta gloria legítima de la ciencia contemporánea”. ¡En el sesquicentenario de su nacimiento, que la tierra le sea leve a Montessus de Ballore y que sobre su nombre caiga la humilde ofrenda de este país centroamericano, en el que comenzó, con paso firme, a marchar hacia su consagración en los altares de la Ciencia!

Notas (1) En el ámbito internacional, cinco ejemplares pueden ser consultados entre los ricos acervos bibliográficos de la Public Library, la Library of Congress, la Yale University Library, la Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas y la Bancroft Library de la Universidad de California, en las respectivas ciudades estadounidenses de New York, Washington D. C., New Haven, Austin y Berkeley. En territorio salvadoreño, un ejemplar se encuentra en la colección privada del empresario José Panadés Vidrí, ubicada en una zona exclusiva de la ciudad de San Salvador. (2) Este personaje alemán también levantó los mapas de Guatemala y Nicaragua y su vida centroamericana fue estudiada a profundidad, en la última década del siglo XX, por el historiador nicaragüense Orient Bolívar Juárez. (3) La llegada al país de misiones militares francesas no se detuvo en los años finales del siglo XIX. De esta manera, durante los regímenes presidenciales de los generales Rafael Antonio Gutiérrez y Tomás Regalado prestaron servicios oficiales galos como Luciano Hontinet y Jules Bias, quien llegó a desempeñar el importante cargo de director de la Escuela Politécnica Militar. (4) Abogado, intelectual y poeta colombiano al que el poeta y orador salvadoreño Francisco Esteban Galindo (1850-1896) dedicó su drama Dos flores o sea Rosa y María, publicado por la revista El correo de ultramar (París, 1872) y reproducido por El pensamiento (San Salvador, 1896), órgano de difusión mensual de la sociedad científico-literaria "La nueva generación". Nacido en Santafé de Bogotá en marzo de 1829, la orfandad en que lo dejó la muerte de su padre, afamado matemático, le destinó pobrezas de las que logró levantarse hasta coronar la carrera de doctorado en derecho civil (1853). Activo y de carácter fogoso y violento, fundó varios periódicos en Colombia y se batió a duelo en diversas ocasiones, en algunas de las cuales resultó herido.


Durante su estadía en San Salvador, en 1873, el doctor Torres Caicedo fue uno de los fundadores de la Academia de la Lengua de Centro-América, germen sansalvadoreño de la primera Academia Salvadoreña de la Lengua (1876). En 1875 fue designado como representante diplomático salvadoreño ante Francia y la Santa Sede y socio honorario de la Universidad Nacional de El Salvador por el antiguo Consejo Superior de Instrucción Pública (actual Consejo Superior Universitario de la Universidad de El Salvador). Ya residente en París como representante diplomático de casi toda Centro América, en 1878 recibió el diploma que lo acreditaba como miembro de honor de la Sociedad Literaria "El porvenir", con sede en la ciudad de Guatemala. En colaboración con Joseph Laferrière, en ese mismo año redactó en francés el cuaderno Noticia histórica y estadística de la República del Salvador. Exposición Universal de 1878, escrito e impreso en París. Colaborador en castellano de las páginas parisienses de El correo de ultramar, El fígaro, La linterna y La France, se casó en 1880 con Ana Seminario -quien entonces se encontraba de visita en la casa parisiense de sus progenitores-, con quien estableció su casa en la calle de Fortuni, cerca del parque de Monceaux, y procreó dos hijos. En 1884, acompañó al presidente salvadoreño Rafael Zaldívar durante su gira europea, en cuya parada madrileña tuvo ocasión de asistir junto con él y el general y doctor Luciano Hernández, entonces Ministro de Instrucción Pública, a una sesión de la Real Academia de la Lengua, especialmente montada para recibir al mandatario centroamericano (vgr. crónica en Las novedades, New York, reproducida en Diario oficial no. 182, tomo 16, San Salvador, sábado 2 de agosto de 1884, págs. 113-114). Después de varios años de servicio activo, en 1885 el gobierno salvadoreño le retiró a Torres Caicedo sus funciones como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante varios regímenes europeos. Consejero personal del presidente francés mariscal Patrice de MacMahon, fue condecorado con la Gran Cruz de Oficial de la Legión de Honor e integró los cuerpos colegiados de varios institutos y academias científico-literarias de Turín, París, Roma, Madrid y diversas ciudades de Brasil. Autor de Ensayos biográficos y de crítica literaria sobre los principales poetas y literatos hispanoamericanos (tres tomos, París, 1863-1868), De la peine de mort (París, 1864), Les principes de 1789 en Amérique (París, E. Dentu, 1865, 401 págs.), Unión latinoamericana,pensamiento de Bolivar paraformar una liga americana; su origen y sus desarrollos... (París, Rosa y Bouret, 1865, 385 págs.), Religión, patria y amor (poemario, París, T. Ducessois, ¿1865?, 568, págs.), Estudios sobre el gobierno inglés y la influencia anglo-sajona ... (con un prólogo en francés por A. Gresse, dos tomos, París, 1868), Mis ideas y mis principios (tres tomos, París, 1875) y La autoridad y la libertad, el derecho y el deber (tres tomos).


Sus intensas y tesoneras vigilias de trabajo académico, unidas a una constitución física delicada, lo condujeron a los oscuros callejones de la locura, en medio de los cuales terminó sus días, el 25 de septiembre de 1889, amarrado al pie de un poste, en el asilo para orates de Charenton (vgr. Villacorta, Mauricio. José María Torres Caicedo, La unión, San Salvador, año I, no. 9, sábado 16 de noviembre de 1889, págs. 1-2). Como una forma de acercamiento a su pensamiento y obra, Antonio José Rivadeneira Vargas redactó el libro El bogotano J. M. Torres Caicedo (1830-1889). La multipatria latinoamericana (Santafé de Bogotá́ , Academia Colombiana de Historia-Alcaldía Mayor de BogotáInstituto Distrital de Cultura y Turismo, 1989, 103 págs.), quizá el mayor trabajo dedicado a este intelectual colombiano de fuerte influencia parisiense e hispanoamericana. (5) Vgr. Diario oficial, San Salvador, no. 82, tomo 12, viernes 21 de abril de 1882, págs. 365-372. (6) Lardé y Larín, Jorge. Fernando de Montessus de Ballore, La Prensa Gráfica, San Salvador, domingo 3 de marzo de 1968 y El Diario de Hoy, San Salvador, lunes 19 de marzo de 1984, pág. 14. Este artículo fue complementado con los titulados El padre de la sismología centroamericana y Terremotos y erupciones volcánicas en Centro América, ibídem, lunes 26 de marzo y lunes 23 de abril de 1984, págs. 14. (7) Varios de sus trabajos sobre geología, sismología, climatología y arqueología salvadoreñas fueron reunidos por Carlos Castro en el volumen David J. Guzmán. Obras escogidas, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos-Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 2000, págs. 89-212. (8) El intelectual salvadoreño Dr. Darío González cita a esta obra – con título traducido al español- en una nota al pie de página de su artículo Las ruinas de Tehuacán, Anales del Museo Nacional, San Salvador, tomo II, no. 17, ¿octubre de 1906?, págs. 21-29. (9) Vgr. Lardé y Larín, Jorge. Toponimia autóctona de El Salvador oriental (San Salvador, Imprenta Nacional, 1975, pág. 19) y El Salvador: inundaciones e incendios, erupciones y terremotos (San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos-Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 2000, pág. 261, segunda edición). (10) Vgr. Memoria anual, Diario oficial, San Salvador, tomo 14, 4 de marzo de 1883.


(11) Vgr. Ibídem, no. 5, tomo 14, sábado 6 de enero de 1883, págs. 17-19. (12) Vgr. Silva L., Isidoro. Directorio general de la ciudad de San Salvador, San Salvador, Tipografía La Luz, 1893, pág. 140 (13) Vgr. Artículos 16 al 22, Ibíd., no. 70, tomo 14, martes 27 de marzo de 1883, págs. 301-302. (14) Existe un frágil y maltratado ejemplar de este texto en la Sala Salvadoreña de la Biblioteca Nacional de El Salvador, en el centro de la ciudad de San Salvador. (15) Ibídem. (16) Sur les lueurs crépusculaires observées à San-Salvador (Amérique Centrale) y Sur de nouvelles lueurs crépusculaires observées récemment dans l’Amérique Centrale, Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de L’Académie des Sciences, París, tomos XCVIII y C, págs. 761-762 y 191. (17) Vgr. Ibíd., nos. 249 y 296, tomo 15, sábado 27 de octubre y viernes 21 de diciembre de 1883, pág. 1030 y 1223. (18) Aunque existen varios ejemplares de este libro en la Biblioteca “Manuel Gallardo” (Nueva San Salvador), Biblioteca “Florentino Idoate” (Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador), Biblioteca Nacional de El Salvador y otros archivos particulares, para acceso al público solo hay una versión microfilmada en la Biblioteca Gallardo y otra en formato digital PDF, procesada por la Sección de Digitalización, Biblioteca Central, Universidad de El Salvador y que se encuentra disponible en http://www.ues.edu.sv/pdf/TEMBLORES.pdf (19) Historia de los terremotos en El Salvador desde 1765. Noticias tomadas de las crónicas del antiguo convento de dominicos de la Provincia de San Salvador. Custodiado en San Salvador por los descendientes de este educador viroleño, este cuaderno –fechado en San Salvador y Santa Tecla, el 9 de marzo y el 15 de mayo de 1873- está compuesto por 19 folios manuscritos y aparece incorporado en la compilación documental de Carlos Cañas Dinarte titulada José María Cáceres: un docente, una época (San Salvador, FEPADE, 1998; segunda edición, corregida, aumentada e inédita, 19992017). (20) Las ediciones salvadoreña y francesa de esa obra fueron sometidas a agudas revisiones y aclaraciones por los científicos


nacionales Dr. David Joaquín Guzmán Martorell (cfr. Obras escogidas, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos-CONCULTURA, 2000, recopilación y nota prologal por el poeta e investigador Carlos Castro) y Jorge Lardé y Arthés, quien realizó varias aclaraciones de importancia en su serie de artículos Historia sísmica y erupcio-volcánica de El Salvador, publicada en Diario Latino entre 1917 y 1919. Después, la serie fue reproducida por su hijo Jorge Lardé y Larín en la revista Anales del Museo Nacional “David J. Guzmán” (San Salvador, 19531954) y en el tomo I de las Obras completas de Lardé y Arthés (San Salvador, Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1960, págs. 439-576). Gracias al catálogo en línea Gallica, en la actualidad es posible acceder a una copia digitalizada en formato PDF de la edición francesa, disponible en http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k62276771.r=volcaniques%20au %20Centre-Am%C3%A9riqu?rk=21459;2 (21) Cfr. Repartition horaire diurne-nocturne des séismes et leur prétendue relation avec les culminations de la lune, Archives des Sciences physiques et naturelles de Geneve, Ginebra, tercera época, tomo XXII, 15 de noviembre de 1889, 16 págs. ilustradas con litografías. (22) Vgr. Memoria, ibíd., no. 58, tomo 18, martes 10 de marzo de 1885, págs. 237-240. (23) Vgr. Magaña Menéndez, Gustavo y Enrique. Francisco Menéndez a través de sus anécdotas, San Salvador, Talleres Gráficos Cisneros, 1932, págs. 78-79. (24) Por un error, este rango militar del artillero francés le es elevado al de coronel por José Luis Lemus en sus artículos La batalla de Chalchuapa del 2 de abril de 1885, Diario de oriente, San Miguel (El Salvador), año XXXVI, nos. 13875 y 13877, jueves 16 y lunes 20 de abril de 1942, págs. 3. (25) Más datos sobre el encuentro bélico en que murió este capitán francés se encuentran en los artículos de Jorge Lardé y Larín titulados Albert Touflet, La batalla de Chalchuapa y El holocausto de Touflet, El Diario de Hoy, San Salvador, lunes 9, 23 y 30 de julio de 1984, págs. 9 y 14. Los versos han sido tomados de A Touflet, poema de Velado, publicado en Repertorio salvadoreño, órgano oficial de la Academia de Ciencias y Bellas Letras de San Salvador, año I, tomo I, no. 1, agosto de 1888. En el año 2001, la propiedad de la tumba de Touflet le fue comprada a la municipalidad santaneca por la filial salvadoreña de la


empresa telefónica francesa Telecom, cuyo presidente era Dominique Saint John, graduado de artillería en la misma institución que el capitán fallecido en 1885. (26) París, tomo 63, 1893, págs. 27-37. (27) El conde de Montessus de Ballore, Diario Latino, San Salvador, 29 de enero de 1925. Citado por Lardé y Larín, Toponimia... y El Salvador..., págs. cits. (28) Una versión resumida de este trabajo fue publicada por el doctor David J. Guzmán en la revista Anales del Museo Nacional, San Salvador, tomos I y II, nos. 11 al 17, febrero de 1905 a ¿octubre de 1906? Otro resumen del mismo trabajo apareció en la revista Cosmos (San Salvador, no. 3, junio de 1921, págs. 28-30), dirigida por el bachiller y coronel Jesús M. Bran. (29) Madrid, Espasa-Calpe, ¿1925-1927?, tomo XXXVI, págs. 624625. En la misma enciclopedia, en la parte correspondiente a las voces Sismicidad, Sismógrafo y Sismología, tomo LVI, págs. 827-878, hay varias menciones dispersas sobre el trabajo teórico y compilatorio desarrollado por Montessus de Ballore, mientras que la sección de bibliografía del término Terremoto, tomo LX, págs. 1491-1514, presenta un rápido listado de obras y artículos del sismólogo francés, el cual comprende los años de 1888 a 1907. (30) Un ejemplar puede ser consultado en la Biblioteca Especializada de Patrimonio Cultural, Museo Nacional de Antropología “Dr. David J. Guzmán”, colonia San Benito, San Salvador. (31) En este punto, el autor reconoce el generoso aporte intelectual de Charlotte Derksen, bibliotecaria en jefe de la Branner Earth Sciences Library and Map Collections, Stanford University (Stanford, California, Estados Unidos). Sus correos electrónicos y sus faxes, remitidos hacia San Salvador durante abril de 2001, fueron de suma importancia para el conocimiento biográfico de Montessus de Ballore y la reconstrucción de su bibliografía y hemerografía. La referida institución universitaria estadounidense es depositaria de una amplia y valiosa cantidad de libros, folletos, artículos periodísticos y manuscritos que otrora pertenecieron al multicitado sismólogo francés, al que William Antony S. Sarjeant llamó “the world's two great seismic belts” (vgr. su magna obra Geologists and the History of Geology, varios tomos y editoriales, 1980-1996).


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