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Al abordaje alejandra costamagna ¿Cuántos de quienes estos día opinan que la obra "Prat" es un bodrio han visto el montaje? Probablemente no más del cinco por ciento. Es curioso que el noventa y cinco por ciento restante debata con tanta soltura sobre algo que desconoce. Algunos argumentan que no es necesario someterse a dos horas de teatro para emitir un juicio, porque la sola idea de distorsionar la figura del héroe naval ya vuelve malsano el resultado. ¿A qué le teme esta gente? ¿A la vastedad de las interpretaciones? ¿A la novata mirada de un grupo de actores que presenta a un héroe ni tan santo ni tan sagrado? Hace poco más de un año el Festival de Dramaturgia y Dirección Víctor Jara, organizado por el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, premió este texto escrito por Manuela Infante. Entonces hubo un fin de semana de funciones, pero por alguna razón (quizás porque las noticias del mes no estaban tan ancladas en los poderes militares y en las presiones fácticas de esta pesada transición) nadie hizo ningún escándalo. Los que pudimos ver la obra entonces constatamos que éste y los restantes montajes en competencia comenzaban a emitir los balbuceos de una generación de recambio en la escena local. Sin proponérselo, o al menos no explícitamente, el encuentro había conseguido llenar el vacío generado tras la suspensión del tradicional Festival de Nuevas Tendencias Teatrales. Los años y el oficio podrán pulir los trabajos futuros de Manuela Infante, pero la mano diestra ya existe. Con un manejo del humor efectivo y punzante, la autora construye en "Prat" una relectura del patriotismo, del discurso del éxito y de la figura del héroe nacional, a quien sitúa como un sujeto frágil, un poco descreído, a ratos temeroso y aprensivo. Arturo Prat (Héctor Morales, premiado como mejor actor de aquel certamen) es acá un adolescente que se autocuestiona su condición de triunfador. Un héroe que se resiste a ser héroe y que admite no tener edad para el honor ni para querer a otra mujer que no sea su propia madre. Es la perspectiva de la inocencia, de cierta rectitud espontánea, sin duda ajena al Prat de la historia oficial. El texto de Infante enfatiza los cuestionamientos, las divagaciones y los conflictos internos del protagonista. Prat en su laberinto de emociones, revisando su biografía, inseguro, vulnerable y medio desarticulado: “Si yo hubiera sido primero huacho o suicida u obediente no habría tenido que ser capitán de nadie. A mí el heroísmo me tocó por descarte, ¿estamos claros? ¿Y si no quiero? ¿Qué? ¿Me hago el flaco? ¿El pobre gil? No, señores”. Prat, al final, perturbado por la ausencia de su madre, rescribiendo el discurso que lo hará inmortal: “Les decía que yo entiendo, la contienda es desigual, así son las contiendas señores, pero hasta que no aparezca mi madre no saldrá de mi boca ni de la boca de ninguno de mis subordinados ninguna palabra que se parezca a fogata, ¿está claro? ¡Y que viva Chile!”. En esta obra no puede haber agravios ni ultrajes a la patria porque nadie pretende hacer una interpretación de la historia ni un documento irrecusable. Chile no va a dejar de ser Chile porque un grupo de actores presente a un héroe con


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