1 “Prat” Héroe por descarte alejandra costamagna En su tercera versión, que acaba de culminar, el Festival de Dramaturgia y Dirección Víctor Jara, organizado por el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, fijó con meridiana claridad sus objetivos: acoger los códigos de los nuevos lenguajes teatrales, validar las apuestas sobre las tablas y escuchar las voces de la generación de recambio en la escena local. Sin proponérselo, o al menos no explícitamente, el encuentro ha conseguido llenar el vacío generado tras la suspensión del tradicional Festival de Nuevas Tendencias Teatrales. Y a pesar de lo dispar de los textos en competencia, cada año el resultado ha sido bastante satisfactorio. En 1998 el ganador fue “El Apocalipsis de mi vida”, de Alexis Moreno; en 1999 “Corral”, de David Costa, y en la reciente versión el premio se lo llevó “Prat”, de Manuela Infante. Con un manejo del humor efectivo y punzante, la dramaturga construye en este texto una fresca relectura del patriotismo, del discurso del éxito y de la figura de Prat, a quien sitúa como un héroe descreído y frágil, acaso un antihéroe. Arturo Prat (un conmovedor Héctor Morales, premiado como mejor actor del certamen) es acá un adolescente de dieciséis años, que se cuestiona frecuentemente su condición de triunfador. Un héroe que se resiste a ser héroe; un héroe con la madre escondida en los laberintos de la nave; un héroe inoperante, que admite no tener edad para el honor ni para querer a otra mujer que no sea su propia madre. Es la perspectiva de la inocencia, de cierta rectitud espontánea, ajena al Prat de la historia oficial. La dirección, a cargo de María José Parga, no pierde la frescura ni la ironía originales del texto. Sin embargo lo sitúa en un tono más duro, tal vez más trágico. La puesta en escena se percibe ágil, sin mayores dilaciones ni desvíos, con una entrega graduada de la información que afirma un ritmo dinámico y que, en general, mantiene la obra en tensión. Es 18 de mayo y los tripulantes están sentados alrededor de una mesa de madera, sobre un par de bancas con una lectura precisa: Esmeralda (la misma palabra se mostrará estampada más tarde en los calzoncillos de cada uno de los marinos). Sobre el buque los hombres se acercan al combate, al 21, a la fecha emblemática de la historia. Narrativamente importa la gesta, pero lo que enfatizan mayormente el texto y la puesta son los cuestionamientos, las divagaciones y los conflictos internos del protagonista. Prat en su laberinto de emociones. Prat revisando su biografía, ebrio, vulnerable y medio desarticulado: “Si yo hubiera sido primero huacho o suicida u obediente no habría tenido que ser capitán de nadie. A mí el heroísmo me tocó por descarte, ¿estamos claros? ¿Y si no quiero? ¿Qué? ¿Me hago el flaco? ¿El pobre gil? No, señores”.