En nuestros trabajos anteriores hemos indagado en la representación de figuras históricas, abriéndolas siempre a múltiples reinterpretaciones y por ende cuestionando siempre la posibilidad de una versión única para la historia. Mediante este gesto hemos ido viendo que lo que se revela en estas representaciones es mas quien representa, que quien es representado; salen a flote nuestras propias interrogantes en relación a qué es la realidad, la historia, el poder, el sujeto, etc. En continuidad con esta investigación, nos planteamos el desafío de abordar la figura de Cristo. Prontamente, luego de decidir centrar nuestra creación en la narración bíblica de sus últimos días, surgió el problema que se convertiría en el centro temático de nuestro trabajo: ¿Quién es Cristo? o ¿Qué es Cristo? Intentando dar una respuesta a esta pregunta nos dimos cuenta que lo único a lo que podíamos acceder era a representaciones de Cristo. En otras palabras, esta idea, imagen o concepto al que llamábamos Cristo, y que antes nos parecía estable, auto contenido y sólido, parecía haberse dispersado bajo una mirada más inquisitiva, parecía haberse fragmentado en miles de otras pequeñas imágenes y conceptos. ¿Sería Cristo mas bien una cadena interminable de figuras, palabras, cuadros, canciones, etc., que superpuestas aparentaban un ente estable y cerrado? Antiguamente un signo se entendía como una figura, imagen, palabra, etc. que representaba algo. Así, una palabra era el significante para un objeto, representaba tal objeto. Este objeto al que se hacia referencia mediante la palabra era el significado. En la filosofía y literatura contemporánea han surgido teóricos que reformulan esta noción de signo. Según éstos la relación entre significante y significado no es en absoluto directa, de hecho muchos defienden la idea de que estamos en presencia de una cadena de significantes sin significado. Porque cada significado se transforma de inmediato en un significante y nos impide acceder a un significado estable y final.1 Cristo es un signo, porque cristo es la encarnación de Dios, se dice de él que viene en su representación. De este modo podríamos decir que Cristo es el significante y Dios el significado. Sin embargo, lo que nos ocurre es que detrás de cada imagen de Cristo no aparece Dios ni significado alguno, sino otra imagen de Cristo, y el juego de substituciones pareciera no tener fin. ¿Será posible que el significado final de “Cristo” no exista? “Es peligroso desenmascarar imágenes” dice Baudrillard “porque lo único que ellas disimulan es el hecho de que detrás de ellas no hay nada”. ¿Qué pasa si estamos solo ante una cadena interminable de signos? ¿Como se representa algo, como es el caso de la figura de Cristo, que no es en si mas que una cadena de representaciones? Y si llevamos este argumento más lejos: ¿Será posible que lo que llamamos realidad no sea a su vez, más que una superposición de representaciones? Cristo, como signo y como figura histórica cuando es sometido a una operación de representación, se deconstruye a si mismo, cuestiona su propia realidad, poniendo de este modo de relieve la tan contemporánea problemática de la fugacidad de lo real. Consecuentemente la distinción entre realidad y representación parece esfumarse, o al menos se ve profundamente problematizada. Entonces, ¿Cómo se entiende la teatralidad si esta es supuestamente una representación de la realidad?. Y si se hacen difusos los limites entre realidad y ficción, como se ve afectada nuestra concepción de identidad?, ¿Será la identidad una representación en si misma? Donde se sitúa la identidad, en el
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Tengo que referirme a bibliografía.
terreno de la ficción o la realidad? Es la identidad una construcción o una cualidad esencial? Como es posible de apreciar, el solo gesto de intentar poner a la figura de Cristo en un espacio de representación, como el teatral, deriva en una serie de reflexiones que trascienden su figura como tal y nos plantean la posibilidad de considerar categorías que antes nos parecían “naturales” como construcciones culturales. Nuestro proyecto CRISTO consiste en instar, presenciar y participar en la deconstrucción de tales categorías. De este modo, mediante la representación, o mejor dicho, el intento de representar la figura histórica de Cristo, nos veremos enfrentados a tratar el tema de la representación en si y de su función como constructora de realidad, en tanto define por oposición lo que entendemos como real. Darse espacio y tiempo para hacerse estas preguntas desde una perspectiva intercultural, es decir desde Chile pero en el contexto de una cultura occidental cada vez más interconectada, nos parece tremendamente relevante y poco abordado desde la escena teatral chilena. Nos parece necesario trascender la mirada local en las temáticas y las formas de nuestro teatro, pues vivimos en una cultura que es tan global como local, y en la que lo que entendemos por realidad no solo esta sujeto a la contingencia nacional sino que se forma en complejas redes de conexiones internacionales tanto mediática, política y económicamente. Es por esto que queremos abordar estas nociones, representación, realidad, e identidad desde su historicidad, como categorías en ningún caso estables, y que a su vez son efecto y causa de las condiciones actuales en las que vivimos. Como teatristas jóvenes nos sentimos responsables no solo de plantearnos a nosotros mismos y al espectador estas preguntas, sino de hacernos cargo de asumir una mirada más intercultural o internacional al abordarlas. Creemos que las preguntas que aquí planteamos trascienden la localidad, que estamos ante giros conceptuales profundos que se suceden justamente por la creciente interconexión cultural. Creemos así mismo que al tiempo que se van modificando nociones como realidad, representación, ficción o identidad se va redefiniendo también el rol del teatro. De ninguno de estos procesos podemos desentendernos como teatristas pues sostenemos que al representar no solo replicamos una realidad sino que también la construimos.