A veces trato de ser seria

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A V E CE S TRATO D E S E R S E RI A

Y otras soy Marifer. CAROLA CHÁVEZ


A veces trato de ser seria...

Chávez y en Cumbres de Curumo 21/12/06

Siempre me han gustado mi nombre y apellido. Me llamo Carola Chávez y eso no me había traído mayores inconvenientes, salvo cuando en el colegio me decían Tuchi (Chávez). Crecí con un nombre común y corriente bajo la reconfortante sombra del absoluto anonimato; aunque soñaba con ver mi nombre publicado en letras grandes y negras en algún periódico, siempre y cuando no fuese en la última página.

Ese día llegó sin que yo moviera un dedo para merecerlo. Allí estaba en primera plana, no en uno, sino en todos los periódicos nacionales y en muchos extranjeros. Era mi


apellido pero en la foto no estaba yo sino un soldado con boina roja. Desde ese día empecé a oír como los vecinos de todos los edificios de Caracas, cacerola en mano, coreaban: “Chávez, Chávez” una noche si y la otra también, a la vez que pedían que se fuera Carlos Andrés.

En el banco, los cajeros me atendían con esmero una vez que les mostraba mi cédula delatora. La gente me preguntaba si yo era familia de Chávez y yo les contestaba “yo no che”. -¿Te imaginas? Porque tu tienes unos primos en Barinas, pero claro no son tan negros pero ¿Quién quita?- Me decía emocionada mi futura cuñada mientras me mostraba una hermosa sonrisa enmarcada en unas encías moraduzcas que siempre parecían mortificarla. Eso y su pelo alisado y su nariz sospechosamente chata, que apenas me gradúe me la opero.

Eran tiempos de paz para mi en medio de un país en ruinas; digo paz no porque así lo sintieraentonces, sino por lo me tocó vivir despues.

En el 2004 volví a Venezuela después de diez años de ausencia. Como había emigrado con la amargura del desencanto, no me interesé mucho por lo que sucediera en mi país en todos esos años; salvo ciertas excepciones, como la tragedia de Vargas.

Arrullando a mi bebé un día, supe que Chávez era el nuevo presidente, supe que todos votaron por él, y me fuí a lavar teteros. Pocos años después en España vi a todos lo periodistas ‘’progres’’de la tele felicitando a los Venezolanos por el derrocamiento del tirano o el payaso, o el payaso tirano, que les había robado la libertad y el glamour entre


otras cosas. Oí a mi papá al otro lado del mar con la voz estrangulada de la rabia, impotencia, y miedo diciendo “esto se parece a Chile”. Entonces me preocupé por lo que podía pasar. Y pasó lo que pasó: volvió, volvió, volvió... Y yo, en medio de mi ignorancia, me alegré por mi papá y asunto cerrado.

Hasta que me tocó volver a Venezuela a pasar vacaciones en Cumbres de Curumo, cerquita de Los Campitos donde pasé gran parte de mi vida, cerquita de La Alameda y Santa Fe donde vivían mis primas, a un brinco de Las Mercedes, donde trasnoché tantas veces los fines de semana de mi no muy lejana juventud. Cerquita de todo lo que empecé a añorar en el mismo instante en que compré el boleto para volver.

La recepción en el aeropuerto fue maravillosa: el funcionario de la DIEX, que ahora se llamaba ONIDEX, me dio la bienvenida a mi país con una sonrisa tan amplia y sincera que me pareció sospechosa. Me quedé esperando que me dijera ‘’¡ay pajarito! a este pasaporte le falta algo (que no le faltaba)’’ pero no me lo dijo, como lo miraba desconcertada, el señor funcionario me preguntó si sabía donde buscar mi equipaje, como yo balbuceaba, el balbuceó en un ingles balbuceante unas direcciones que yo ya conocía y él, armado con su sonrisota, se despidió de mi con un festivo good bye.

Todas mis experiencias anteriores con los funcionarios de la DIEX fueron traumáticas emocional y económicamente. Tanto que antes de llegar a la taquilla siempre se me sudaban las manos y se me secaba la boca, y esta vez no fue la excepción. Así que al recoger mi equipaje lo primero que quise hacer fue comprar una botella de agua, pero fui interceptada por mi amorosísimo cuñado, que con los ojos cuajados de lágrimas, me ex-


tendía los brazos suplicando, con húmedos y ensayados pucheros, un abrazo de reencuentro. Lo abracé y solté dos lagrimitas, que más que de cariño eran de sed, y le supliqué que me dejara comprar agua.

Cuando estábamos llegando a la máquina expendedora de bebidas, noté que el rostro apacible de mi cuñado se puso tenso y el puchero que hasta hace un segundo desplegaba cedió el paso a unos labios pétreos y furiosos. No entendía nada hasta que su voz silbó con desprecio: - Espérate a que se vaya ese soldado de la maquina. Esos bichos son una mierda.- Pero mi sed no podía esperar, así que me acerqué a la maquina solo para descubrir que no tenía ni un bolívar. El soldado de mierda debió notar que me moría de sed, supongo que mi cara de pendeja con la boca abierta y seca y el monedero vacío, le darían alguna pista. -Tome señora.- me dijo extendiendo la mano con una botella de agua friíta. -Gracias , mi marido ya trae cambio, enseguida le pago.- Le hablaba al soldado pero sin dejar de mirar a mi cuñado que observaba la escena con ojos desorbitados, mientras el gorila de verde esgrimía la segunda sonrisa amplia y franca que recibí ese día. - No señora se la regalo para la bebé y para usted-. ¡Gracias chamo! así si da gusto volver a mi país, es que es la gente como tu no se consigue en ninguna otra parte, gracias por esta bienvenida.- Esta vez si solté dos lagrimitas de verdad y dos besos y un abrazo para un soldado que según mi cuñado debía ser de mierda.

Que raro.- dijo a regañadientes el tío de mi bebé.- Esas cosas no pasan nunca con esos carajos.- Mira tu, y yo tengo tanta suerte que me pasa a mi y delante de mi prejuiciado pariente político.


Por fin llegamos a Caracas, era raro no pasar por la mancha negra al subir de La Guaira, al comentarlo con mi cuñado me juró desesperado si que estaba allí, donde yo la había dejado hace diez años pero más negra y mancha que nunca. Igual que los huecos y los ranchos y los choros y la basura y los monos y los...

Llegamos a Cumbres de Curumo, era quince marzo, ninguna fecha patria que yo recordara, había banderas en cada edificio, todas a media asta, -¿Quién se murió?- pregunté. - La democracia, la libertad, la legalidad y ...- Interrumpí su letanía a punta de carcajadas. mi cuñado suele ser muy cursi y yo suelo reirme mucho de él.

Así estaban las cosas, en Cumbres guardaban luto por lademocracia y allí iba yo a pasar mis vacaciones.

Mi cuñada nos saludó emocionada, había tanto que contar, tenía que ponernos al día, suponía que sabíamos algo de lo que estaba pasando , -¿Cómo que no? ¿Nada de nada? Eso no es posible, ahora no nos van a decir que son unos ni-nis, ¿Qué no sabes lo que es un ni-ni? Esta noche amanecemos y no parrandeando precisamente.- Dijo mostrando sus blanquísimos dientes de odontóloga.

Vaya noche la que me tocó vivir. Fue como asistir a un cursillo acelerado de estupidez, pensé que el jet lag y las cervezas que me estaban confundiendo. Pensé mal, estaban amortiguando la intensidad de las ridiculeces que decían. Tenía catorce días por delante para confirmar que todo lo que oí la primera noche era solo el comienzo de mi reco-


rrido por el mundo de la política del este de Caracas y sus sucursales en las capitales de provincia.

Muy por encima, me enteré lo que era un ni-ni e instintivamente me ubiqué en esa categoría. Allí empezó lo que hoy aun continúa. Me explicaron que no podía ser ni-ni, porque un ni-ni es un chavista light; que tenía que ser de la oposición, por mi país, por mis sobrinos, porque claro, a ti que te importa si tu vives en Europa con tu hija, eso si que es civilizado, no como mi bello país que ha caído en manos de los monos, tienes que ser de la oposición y vamos a marchar, ¿Cómo que por qué? Por la democracia, para que se vaya Chávez. Que venga cualquiera menos el, Carlos Andrés, no me importa con tal de que no sea ese negro de mierda.

Que son unos brutos, si vieras a los ministros, ¡que vergüenza! No saben ni hablar. Ladrones, asesinos. ¿Cómo que los niños pobres? ¿ Para que vamos a marchar por los niños pobres? A mi que me importan los niños pobres, yo lo que quiero es vivir como hace seis años, tener mis dólares y mi libertad. Sabes que nos quieren quitar a los niños y mandarlos a Cuba por eso a mis hijos su les estamos tramitando el pasaporte español. A cada familia le van a meter en su casa dos o tres familias de monos. Nos están cubanizando, hasta traen médicos cubanos que no están graduados. No como mi marido que trabaja en la Floresta.

Chávez gobierna para los monos. No son personas como nosotros, por eso les decimos monos, es que esa gente es chavista porque Chávez les da real, esos son unos marginales, no quieren trabajar, no quieren salir del rancho, mira mi cachifa veintitantos


años viviendo en el mismo rancho, como es que no ha podido salir de allí. Mira todo lo que hemos hecho nosotros, porque trabajamos y pagaríamos impuestos pero ¿Para qué, para que se los roben? Yo solo pago mis impuestos municipales. No tienes que documentarte más como tu dices, nosotros somos tu familia y tu no puedes ir en contra nuestra, tienes que ser de la oposición. ¿Acaso no confías en nosotros? Yo no puedo dormir bajo el mismo techo que un chavista, asi que cuidado.

Aparte de todo las marchas son una rumba, nos vestimos todas con tops de bandera y sostenes push up, todo el mundo dice que las tipas de la oposición estamos buenísimas, en cambio en las de ellos hay puras monas horribles. Todo esto lo decía mi cuñada mientras trataba de domar sus chicharrones alisados con la mano y yo me iba haciendo con cada palabra un poquito más chavista.

Tuve catorce días para visitar a mi familia y amigos y que parecían testigos de Jehová pero predicando una democracia hecha su medida.

Escuché las cosas más insólitas como cuando mi prima me rogó que no fuera a Margarita porque allá habían campamentos de Al Qaeda, si, escondidos en La Sierra, Chávez los protege. Que la guerra de Iraq es una guerra necesaria, que Saddam es amigo de Chávez. Que lástima que perdió Aznar porque ahora vienen los socialistas y eso es un peligro para Venezuela, porque Aznar odiaba a Chávez pero estos... Que nadie quiere a Chávez que no ha hecho nada, que los pobres no lo quieren, porque fijate que mi cachifa me dice que no que ni ella ni nadie en su barrio es chavista, ni el conserje, ni el vigilante, que me abría la puerta cada día con una sonrisa de oreja a oreja desde que supo co-


mo me llamaba. Ni el taxista que me llevo a casa de mi papa, mientras me contaba como eran las guarimbas, y recordaba como, en tiempos de Rómulo, los soldados sacaron a toda su familia de su conuco en Cojedes con la excusa de que eran guerrilleros. Ninguno de ellos era chavista.Los chavistas eran los flojos marginales y algunos sinvergüenzas que no eran monos, pero que apoyaban al gobierno porque estaban chupando.

Que qué bolas tienes tu de decirle tu apellido a la vecina, ahora me rayaste con todo el edificio. Que ¿Cómo puedes vivir tu con ese apellido?. Que si no puede valer lo mismo el voto de un analfabeta que el de un profesional como yo. Que si los héroes de Altamira. Que si Leopoldito y Enriquito. Que pongas Globovisión. Que no puedes opinar porque no vives aquí. Que si eres de la oposición si te dejamos opinar aunque vivas en la conchinchina. Que si el paro petrolero fue cheverísimo. Que si dañaron las computadoras de PDVSA y que los brutos que pusieron ahora no pueden echar a andar la empresa. Que ojalá que vengan los marines y nos invadan. Que Bush help us, Chávez is a killer! Que en el muro de la libertad escribieron ‘’sed de sangre chavista’’.

Que no voy para tu marcha. que no firmo, que no soy racista ni fascista, que no me confundas con esa gente, que no me trago todo lo que sale en la televisión como los globovidentes, que lo único intolerable es la intolerancia, que no hay mancha negra, que las cosas han cambiado, que van a seguir cambiando, que yo no soy ni-ni, que soy chavista ¿y qué?, que claro que me voy de tu casa, aunque no entiendo por qué, si soy la misma de siempre, si siempre pensé de la misma manera, solo que ahora mis ideas tienen nombre. Igual si no lo puedes soportar me voy.


Y me fui...

Asi fui empujada a los brazos de chavismo, a las huestes de este rrrrégimen. Ahora soy parte de esas hordas de chabacanos que tienen libros en sus casas y peor aun, los leen, que no se conforman con lo que les dicen, que buscan información, que quieren un mundo más justo, que trabajan para que así sea, que creen en su país porque creen en su gente. Volví a mi país porque descubrí que tenía un país al que regresar y aquí estoy.

Mi cuñado una vez me gritó histérico: “Si te fuiste con Caldera y regresas cuando Chávez es que eres chavista.” Cuanta razón tenía.

Me llamo Carola Chávez y nunca me gustó tanto mi nombre como ahora.

Misión Urbanización Adentro 14/01/07

Llegué a Barrio Adentro como quien tiene la suerte de equivocarse en una calle y cruza a la izquierda solo para encontrarse con un paraje bien bonito. El año pasado quedé embarazada de mi segunda y tardía bebé. Una niña testaruda que tuvo la sabiduría y paciencia de esperar que sus papás regresaran a esta tierra de gracia para venir al mundo. No hay un mejor lugar para nacer que en un país joven, lleno de esperanzas y con ganas de romper con antiguos esquemas opresivos y


valores desfasados. Mi bebé sabia eso antes de venir, por eso se demoró ocho largos años en llegar.

Ya había parido a una niña preciosa en un lugar horroroso. Mi embarazo y parto fueron de antología. Después de una serie de malos tratos y negligencias, que no voy a enumerar para no parecer una madre necia y quejica, nació Daniela, mi hija mayor, que ahora tiene ocho años. Nació en los Estados Unidos, donde el derecho a la salud no es un derecho. Donde aun pagando una pequeña fortuna en seguros privados, no puedes comprar un trato digno y mucho menos humano.

La vida de mi bebé dependía entonces de que una gran empresa aseguradora aprobara una cesárea de emergencia que nunca se hizo porque la parí, contra viento y marea, una hora antes de que llegara la aprobación, veinticuatro horas más tarde de que se hiciera la solicitud, repito, de emergencia. A la compañía de seguros no le importaba el destino de mi bebé. Para ellos nosotras éramos solo una estadística más. A mi doctor tampoco parecía importarle, quien paga su sueldo es la aseguradora y con eso el pagaba su BMW.

Eso si, fue en una clínica lujosa, con una habitación de princesa, enfermeras de colores alegres y caras enfurruñadas; después supe que más por frustración que por otra cosa. Ellas sabían el riesgo que corríamos mi bebé y yo, incluso una de ellas, sejugo su puesto y le


gritó al doctor: ''mi paciente esta sufriendo mientras usted duerme en su casa.''

Gracias a la vida, todo salió bien. Daniela es una niña normal. Más que normal, es maravillosa. Se los dice su mamá.

Después de esa y otras experiencia menores en el sector salud mayamero, salimos despavoridos de ese país de anime y cartón y nos mudamos a España. Allí vimos como se empezaba a desmoronar el desenfadado estilo de vida español. Observamos con tristeza, como a los españoles les han ido desmantelando poquito a poquito, de una manera casi imperceptible, su tan apreciado sistema de seguridad social. Todavía los médicos tienen ética, aún son humanos, pero, sé porque ya lo he vivido antes, que van irremediablemente hacia el modelo americano. Tomará algún tiempo pero llegará. Ese es el precio a pagar por ser miembro de la Comunidad Económica Europea. Por eso Gabriela, mi nueva bebé no quiso nacer en otro país, por más primermundista que fuera.

Unos meses después de llegar a Margarita, los chipi chipis y guacucos surtieron efecto y quedé embarazada por segunda vez. Como acababa de llegar no tenia idea a donde ir con mi embarazo sorpresivo. Una amiga me recomendó al Dr. Cogorno. Su consultorio quedaba en la Clínica Libertad, en el tristemente abandonado centro de Porlamar. Al llegar allí sentí ganas de salir corriendo; era un edificio viejo, en una


calle medio abandonada, las escaleras para el segundo piso eran de madera inflada y pandeada por el sol y los años. Yo nunca había estado en una clínica tan fea. Comparada con la de Miami, con sus palmeras imponentes en la entrada, flores de todos colores y gramita demasiado verde para ser cierta, portones de cristal, olor a nuevo, sala de espera con cafetera expresso... Me dejé llevar por los prejuicios que tenemos enquistados y que solo a trancazos van desapareciendo. Pensé que el tal cogorno (con minúscula y sin doctor) debía ser un pirata. ¿Qué médico de prestigio iba a atender a sus pacientes en un lugar listo para ser demolido?

Como no tenía muchas opciones, como estaba aterrada, como no sabía que hacer con una barriga a los cuarenta y dos años; subí, me senté y esperé. Desde mi silla plástica medio desvencijada, que crujía apenas me movía, vi llegar a un ‘’muchacho’’, como de mi edad, que entró como Pedro por su casa. Supe al instante que era el doctor. No llevaba bata, nunca las usa, pero tenía manos de médico y cara de buena gente. Pensé que quizá no sería tan malo. Pensé mal.

No era tan malo, era buenísimo. Tuve la inmensa suerte de caer en manos del mejor doctor del mundo. Esto no lo digo por el ciego agradecimiento de una madre víctima de sus hormonas, y en nada es mi afirmación exagerada. . Me dedicó más de una hora examinádome, mientras me hablaba como si fuéramos viejos amigos. Yo, que había llegado allí llena de


dudas, aterrada con mi nueva situación, salí de su consulta feliz de volver a ser mamá; convencida que no había un mejor momento para tener otro bebé y tranquila porque sabía que Arnaldo, ese es su nombre de pila, pondría tanto interés en sacar mi embarazo adelante como yo.

Era tan buen doctor que no necesitaba el maquillaje del consultorio con paisajismo en la entrada, alfombras mullidas, hilo musical y capuccino. Además de doctor, descubrí que era chavista, rojo rojísimo, revolucionario apasionado. Una persona honesta, consecuente con sus ideas, muchas buenas ideas, que nos las regalaba en sus artículos en el periódico y en su programa de radio. Me convertí en su paciente, lectora y fan. Arnaldo, además, es es coordinador general de Barrio Adentro en el estado Nueva Esparta.

Así entré en contacto con una de esas misiones que nosotros, los de clase media, nunca consideramos que nos servirían de algo. Primero fue mi mamá con mil dolores y mil consultas a cuestas pero sin ningún diagnostico. Allí la trataron con cariño, paciencia y dedicación todos y cada uno de los doctores que la vieron. Le hicieron sopotocientos exámenes sin que tuviéramos que pagar ni un centavo. Y le dieron su diagnostico, tratamiento y tranquilidad. Una señora mayor, sin muchos recursos, agradece saber que tiene un servicio de salud humanizado al cual recurrir cuando los achaques achaquen.


Después le tocó a mi bebé. No ha sido mucho, porque es una bebé sanita, pero descubrí que en las clínicas bolivarianas los vacunan gratis, sin tener que hacer colas agobiantes, en hospitales saqueados y ruinosos. La Clínica Nueva Esparta de la Asunción es mas bonita y mejor dotada, que cualquier centro privado de la isla. Los doctores y enfermeras son personas dedicadas, eficientes y amables. Nunca me encontré con esas malas caras de empleado público insatisfecho que solían ser la norma años atrás.

Mis amigas y familiares del otro lado de la talanquera piensan que soy una irresponsable, que Arnaldo un cubano que finge ser venezolano, que los cubanos no son médicos, que son espías, que las vacunas son defectuosas y que en algunos casos utilizan a nuestros niños como conejillos de indias con drogas experimentales, Que nos lavan el cerebro con técnicas cubanas cada vez que llevamos a las niñas allá, que en fin de cuentas es mentira porque Barrio Adentro no existe.

Yo les digo que lo que no existe, por lo menos en mi casa, es la póliza de seguros que tenía que pagar todos los meses. Que ya no pre-pagamos posibles tratamientos para posibles enfermedades. Que ya nadie va a negociar con la salud de mi familia.

Solo tienen razón cuando dicen que si voy a Barrio Adentro es que soy una pelabolas, es verdad, y yo me alegro que haya un servicio de salud


digno para los pelabolas como nosotros y para todas las personas que pelan mucho más que yo.

¡Salud!

Petróleo, novelas y misses 17/01/07

Este lunes le dediqué algunos minutos de mi noche al programa de kiko, carla angola, y el gordito que hacia reseñas de sociales en el universal. (Todos con minúscula y sin una pizca de admiración). Un espacio televisivo que pretende ser cómico, y sin saberlo es comiquísimo, Hay cosas tan deprimentes que terminan dándome risa. La ridiculez adobada con soberbia e ínfulas de gente de mundo popof es una de ellas.

Pues ayer tenían como invitados a dos protagonistas de una novela de RCTV. Un galán inflado de musculitos, y una chica de esas que no le molesta que la llamen culito. El era el prototipo de ''metrosexual al descuido'', uno de esos tipos que se pasan tres horas frente al espejo aplicándose mousse, gomina y cera para lograr ese delicioso look de hombre que se acaba de levantar y que siempre se levanta bello. Supongo que así levanta más. Ella, bella: pelo Pantene, sonrisa Colgate, frescura de Botox; nariz, busto y caderas, diseñadas por algún médico


que ha dedicado tan noble profesión a la sublime tarea de embellecer a las bellas y engañar a las feas.

Su misión: defender lo indefendible. Como agarré el segmento por la mitad, pude soportar hasta el final. carla angola (con minúscula otra vez y siempre) trataba de llegar a través de sus preguntas de periodista de la UCAB, al corazón mismo de los ¿artistas?. Quería exponer su lado humano para que el televidente se solidarizara con su justa causa.

El galán era mudito, eso creo, estaba allí sentado, cuidadosamente desparramado, looking casual, levantando pasiones con un pucherito bien cuchi, bien ensayado, de niño que perdió a su perrito. Miraba a la cámara de abajo hacia arriba, como suplicando amor y ternura. Una mirada dice más que mil palabras, pensó alguien por el.

La galana, parlanchina, batiendo el pelo muy segura de si misma, con esa seguridad que solo se adquiere en la quinta miss venezuela (y dále con las minúsculas), despreocupada por su futuro, viviendo el momento, como para convencernos de que lo que dijo nuestro Presidente (con mayúscula y bien grandota) a ella no le toca. Hablaba de sus futuros proyectos con el canal como si hubiera futuro. RCTV no tenía mejor vocero.


Con aplomo, simpatía y una envidiable desenvoltura, trató de convencerme, a través de la cámara, que su labor era invaluable. La telenovela, dijo, es un patrimonio cultural de todos los venezolanos. Crecimos viendo novelas, son parte de nuestra vida, de nuestra cultura. Para apuntalar su argumento añadió, Venezuela, tradicionalmente exportaba petróleo, novelas y misses, y desplegó una radiante sonrisa que insinuaba su orgullo de ser un producto de exportación por partida doble.

Mi pensamiento voló a un tiempo no tan remoto, cuando una cervecera se anunciaba el la televisión con un oso chabacano que decía: Yo pongo la cerveza y las mujeres, la rumba la pones tu. Entonces comprendí por qué cuando le pregunté a mis amigas si no le parecían sexistas, y por ende indignantes, las cuñas de cerveza; ellas me miraron con esa cara de ‘’Carola, siempre con sus cosas’’, y, con la paciencia con que acostumbran a tratarme, me contestaron al unísono con un vacío y solitario no.

Crecieron viendo novelas, soñando con ser misses, bellísimas mujeres venezolanas, productos de exportación.

Que más da que un hombre disfrazado de oso gozón ofreciera ponerlas en una rumba como se ponen las bebidas, las mesas y las bambalinas. Que más da que las llamen culitos. Si son bellas y decorativas, que más da


que las consideren objetos.

Salvar al canal, para salvar las novelas, si Luis...

Aquella ilustrada muchacha, según dijo, era descendiente de una noble estirpe de misses, yo creo que ella también es una miss, una missma pendeja. De la P a la A...

Adoctrinamiento pero al revés 20/01/07

Cada mañana, al ver a mis niñas se hace más lindo el día y se me endulza el corazón.

No es ese el caso para algunos mamás y papás venezolanos. Ellos acuestan a sus pequeños cada noche y permanecen insomnes al lado de sus camitas, con el corazón arrugado por la terrible certeza de que esta noche puede ser la última que pasaran con sus hijos.

La incertidumbre les corroe el alma, cada vez más magullada. Sus carajitos, sus tesoros van a ser cubanizados, se los dijo el leopoldo,


el de globovisión y el de Chacao, se los dijo miguel ángel, marta, pedro, carla y kiko, (todos con minúscula, por razones obvias). Está en boca de todos, en el este de Caracas y sus sucursales de provincia, en el mercado, en la oficina, en la iglesia y en el club.

No saben exactamente cómo, pero si que lo van a hacer. Algunos piensan que se los van a llevar a Cuba y les lavaran el cerebro para luego devolverles uno niños desconocidos con las caritas de sus hijos, a quienes tendrán que querer, porque la voz es la misma, la sonrisita también. Los más moderados, en medio de su histeria, están convencidos de que el lavado y engrase cerebral lo harán en los mismos colegios que ellos pagan con el sudor de su frente y algunas cuotas extras. El colegio, ese recinto sagrado, donde antes depositaban a sus querubines cada mañana y hasta las cinco, con el alivio que produce no tener que calarse a esos carajitos, con su gritos y con sus mocos durante todas esas horas. ¿Por qué no habrá colegio el sábado? Pero aún asi se preocupan.

Según ellos, entre la lista de útiles para el próximo año escolar, junto a las temperas y plastilinas, habrá que comprar un silabario marxista, una pistola de balines y uniformes de guerrilleros pequeñitos marca FARC. Los hermosos colegios privados, serán convertidos en cuarteles infantiles. Toboganes y columpios serán arrasados y sustituidos por barriales con obstáculos y alambres de púas. El


catecismo por el librito de Mao o peor aun por la Constitución Bolivariana, las maestras por sargentos cubanos y el inglés por el español. Nos los van a adoctrinar...

Yo no se, cual es el problema con la adoctrinamiento de escolares, si no es nada nuevo, es lo mismo pero al revés. Yo cursé mi primaria en un colegio privado, se llamaba Santa Cruz, lo que sugiere al lector por donde van los tiros. En mi colegio, católico y muy caro, se formaron, mejor dicho, deformaron varias generaciones de niños bajo preceptos dictados por la santa iglesia católica. La doctrina religiosa me la embutieron por las orejas, junto con otras doctrinas de la misma calaña.

Nos enseño el cura de mi cole, El padre Lebrúm, que luego fue Cardenal, la virtud de ser humildes, a mirar a los de arriba con la cabeza gacha. Nos enseñaron, que efectivamente todos somos hijos de Dios, pero unos como que son bastardos. Aprendí en mi colegio que los niños no son todos iguales, que vienen en diferentes categorías, Ellos: los ricos, valencianos de pura cepa, descendientes de los ilustres que perdieron la cabeza a manos de Boves por chupamedias y arrastrados. (esto último lo descubrí yo algunos años después). Nosotros: los menos ricos pero con posibilidades de comer cada día, dormir arropaditos y recibir muchos juguetes en la navidad. Aquellos: negritos descalzos, con hambre y sin padre, a quienes ni siquiera el niño Jesús les paraba, puesto que cada navidad nos pedían en el colegio que trajéramos regalos para darle


a esos pobres diablitos.

Aquel acto de caridad, sembró la primera duda, el niño Jesús no existe y si existe es bien malo. Porque yo tengo juguetes y no necesito tantos, que me traiga uno solo y reparta los demás. Con paciencia, mis tutores me explicaron que no les llevaba nada porque habían sido malos. Después el catecismo, les complicó más la cosa, con sus misterios, sus mandamientos , sus sacramentos y su amplio surtido de pecados que van del original a los capitales. ¿Cómo si yo era buena podía ser tan mala?

La soberbia era uno de los pecados favoritos en mi colegio. Le llamaban soberbia a mis ganas de comprender. Cuestionar a un maestro o al cura, era un acto que me ponía en las puertas del infierno. Y yo, que preguntaba mucho porque no entendía nada, me convertí en la pecadora favorita del padre Saldivar, sustituto de Lebrúm cuando éste dejo a su rebaño para vestirse de obispo.

Recuerdo que todos los jueves pasábamos, de uno en uno, a la biblioteca, en los ocho años que estudié en ese colegio solo cuatro o cinco veces fuimos allí a leer. le habían encontrado un uso más elevado a aquel cuarto lleno de libro nuevecitos que no podíamos tocar. Lo convirtieron en confesionario. Yo iba a regañadientes porque era obligatorio, creer que no había pecado me convertía en una pecadora peor. Cuando estaba en sexto grado, me arrodillé una mañana frente al


padre Saldivar y miré hacia arriba buscando inspiración. Yo inventaba pecados cada jueves como para no quedar mal, pero ese jueves todavía no se me había ocurrido ninguno cuando llegó mi turno. Arriba del confesionario habían dos litografías, una de Sucre y otra de Bolívar. Se me prendió el bombillo y pregunte al padre con vocecita de yo no fui: Padre, ¿matar es pecado?- Saldivar, siempre pausado, esta vez contestó apresurado con su acento de español, claro que es pecado hija, y uno de los peores. Ahí es donde te quería tener- pensé. Entonces yo tengo un problema padre, si matar es pecado, ¿Dónde está Simón Bolívar, en el cielo o en le infierno?-. Al pobre padre Saldivar se le desorbitaron los ojos y comenzó a balbucear. Españoles y Canarios...pensaba gritar yo si el cura se equivocaba, no en vano era la presidenta de la Sociedad Bolivariana de mi colegio. Se salvó de chiripa, porque en vez de darme un explicación me mandó a rezar varios Ave María para que la Virgen me iluminara y aclarara mis dudas. Así me libré para siempre del santísimo sacramento de la confesión obligatoria. La rebeldía, aprendí, no se extingue a punta de dogmas extemporáneos, en todo caso se aviva.

Años después, en tiempos de Carlos Andrés, segunda parte, fui pillada infraganti, por una supervisora del ministerio de educación, tratando de convencer a mis alumnos de seis años, que el presidente de la república era un servidor público. Mis niños, incrédulos, me miraban como si su maestra les estuviera echando vaina, el bombero, el cartero,


el doctor y la enfermera, y el presidente- repetía y ellos se reían a carcajadas. La supervisora indignada me gritó: ¿Y quien le dijo a usted que el presidente es un servidor público? y no me dejó responder, salió dando un portazo y solicito mi despido inmediato. Yo me quedé sin trabajo y mis niños sin aprender...

Y son ellos los que hablan de adoctrinamiento escolar como si fuera una novedad, un invento diabólico del bestia que nos gobierna. No señor, hasta aquí llegamos, ya se les acabó el pabilo. Adoctrinamiento no, simplemente educación para la vida, educación de la buena. Nuestros niños van aprender a aprender, van a pensar y a preguntar y les vamos a responder y vamos a debatir y serán adultos críticos, solidarios, creativos, emprendedores, espontáneos, responsables y, lo que más les duele señores, patriotas.

La grosería mas grande se escribe con P 24/01/07

Hace pocos días escribí un artículo que, a mi entender, quedó bien bonito. Hablaba de nuestros niños y cuando se escribe sobre ellos no se puede ser grosero. Pero les cuento, parece que entre las palabras que escogí se me coló una palabrota, esa que empieza con P.


No lo había notado hasta que comencé a recibir mensajes de padres indignados por mi falta imperdonable. Dolidos, como solo un progenitor puede hacerlo cuando se relaciona a uno de sus retoños con semejante grosería, me increparon e insultaron, pero eso si, usando palabras muy cultas. Sacudieron furiosos definiciones enciclopédicas y referencias bibliográficas de autores reconocidísimos, que solo una mente simple como la mía, podía desconocer.

Esgrimieron sus conocimientos, intentando apabullarme, usaron frases impresionantes como ‘’balcanización de la dialéctica’’ y referencias históricas que me llevaron hasta el mismito corazón de ''Éfeso''. Me regalaron perfiles psicológicos carísimos y estudios sociológicos muy bien estudiados. Alguno, cual clarividente, adivinó que tengo y leo El Libro Gordo de Petete. Otro, desplegando una envidiable familiaridad con las palabras, me llamó ‘’banderillera’’ y lo hizo con tanta ira que, supongo, trataba de insultarme. Pero repito, las mentes simples no pueden llegar a tales limites de comprensión.

Me enriquecieron profesionalmente, explicando con claridad cual es el papel que jugamos los docentes y las escuelas en la sociedad. La escuela se encarga de las letras y números-. Dijeron, -y la enseñanza de conceptos como solidaridad, respeto, ética, responsabilidad es obligación exclusiva de los padres. Comprendí que


durante los diez años que dediqué a la enseñanza, me excedí y abusé de la inocencia de mis pequeños alumnos y , cual Ronaldinho, pateé la confianza que sus padres depositaron en mi. Finalmente, y lo entiendo porque soy madre, un padre arrebatado por la furia, martilló en su teclado con dedos iracundos: ‘’ Aquí la única P es usted’’

Anonadada y trastabillante busqué sostenerme y apoyé mi mano sobre un diccionario que estaba en mi escritorio. Hasta para evitar caídas sirve ese buen libro. Hojeé sus paginas buscando respuestas o, al menos, alguna palabra bonita que apaciguara mi angustia. Pero al abrirlo, mi viejo y sabio amigo, me escupió la palabrota en la pepa ojo.

A modo de castigo para redimir mi culpa, me armé de un coraje que no me caracteriza y, conteniendo la respiración, leí su significado. Mi corazón se detuvo, por un breve momento, mi mente cansada, por tanto vapuleo, hiló las palabras y entonces lo vi todo clarito. Aquí lo transcribo para verlo mejor:

P patriota. (Del gr. , compatriota). 1. com. Persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien.

Me gané una colección de insultos por expresar lo siguiente:


‘’Adoctrinamiento no, simplemente educación para la vida, educación de la buena. Nuestros niños van aprender a aprender, van a pensar y a preguntar y les vamos a responder y vamos a debatir y serán adultos críticos, solidarios, creativos, emprendedores, espontáneos, responsables y, lo que más les duele señores, patriotas.’’

Lo siento señores si mis palabras duelen; cierren los ojos, tápense las orejas y lleven a sus niños para Disney World. Yo me reafirmo en cada palabra que he escrito, porque estoy convencida que de haber tenido ustedes la educación que hoy se propone, nadie se habría ofendido por el uso correcto de una palabra cuyo significado implica amor por lo propio.

Me voy a permitir recomendar a esos padres furibundos, usar el diccionario ante cualquier duda, y aprovechando que ya están por la letra P echen un vistazo y busquen las palabras psicosis, paranoia, psiquiatra, prepotencia, prejuicio, pataleta, prójimo y paz. Huyeron muertas de miedo ¿Dónde están las neuronas? 25/01/07

La fuga de cerebros, es una de las consecuencias directas de la fuga de neuronas. Cuando yo era pequeña, no me tomó mucho tiempo descubrir que


el Coco no existía, me bastó que no se presentara cuando me juraron que vendría para comprender que no era más que un cuento. Si no te duermes ya va a venir el Coco - decían los mayores, sin imaginar el efecto contraproducente que eso producía. Yo , que soy más curiosa que un gato, quise ver al Coco.

Me quedaba despierta, jugando con la luz apagada, pero haciendo ruiditos para que mi mamá, desesperada, invocara al pavoroso bicho. Una y otra vez me quedé esperándolo, y creo que mi mamá también, pero nunca, por muy mal que me portara, se digno a visitarme. El Coco, descubrí, no existe y no va a venir a mi casa ni a ninguna de las casas de los niños que prefieren jugar un poco más para no perder el tiempo.

Así fui creciendo y descubriendo mentiras, una blancas y otras no tanto; mentiras que nos decían los adultos para lograr que los niños nos portáramos como ellos querían. Los niños también aprendieron a usar ese tipo de mentiras a su favor y en contra de otros niños. Si no me prestas tu muñeca nueva no voy a ser más tu amiga, y uno asustado de quedarse solo en el parque, entregaba a su muñeca favorita a manera de rescate anticipado, para salvar una amistad que estaba a punto de ser secuestrada.

El miedo, descubrimos pronto, hace que las personas actúen a nuestro favor muy a pesar de sus deseos. El miedo llega a cegarnos de tal


manera que somos capaces de hacer cosas que jamás haríamos, para bien o para mal. Yo, por ejemplo, le tengo pavor a las arañas. Las tarántulas lo saben y me siguen a donde vaya. Una vez una araña mona se escondió detrás de mi shampoo. Se quedó esperando la muy bicha a que yo me desvistiera, que me metiera en la ducha y cuando estaba enjabonada salió de su escondite. Yo salí corriendo despavorida, dando gritos y en pelotas hasta el patio de la casa, donde estaba un jardinero podando una matas. El pobre hombre, que era un viejito, se levantó en cámara lenta y sonriente abrió sus brazos. Este es mi día -, supongo que pensó. Y yo resbalosa, más no babosa, seguí corriendo de largo, dejando un rastro de burbujas a mi paso, hasta que me estrellé con el muro que limitaba el jardín.

No me acordé que estaba desnuda hasta que vi la cara de mi papá, blanco como un papel, tratando de distraer la atención del anciano, que por un instante se transporto a aquellos tiempos en que las mujeres le llovían y el se las quitaba a sombrerazos, o no.

Mi papá, después de propinar un chancletazo a la tarántula, me regaño furioso. ¿Qué es peor?- me dijo- una araña que no hace nada, y que no tiene la culpa de ser peluda, o un viejito libidinoso, machete en mano, persiguiéndote por el jardín. El miedo a las arañas es un miedo irracional. Y recuerdo que me dijo: piensa Carola, piensa siempre primero, que para eso tienes la cabezota.


También recuerdo la historia de una mujer brasileña que paseando por los Everglades con sus hijos, se tuvo que fajar con un cocodrilo que había confundido la pierna del mayorcito con una rica merienda. El miedo de ver a su niño a punto de morir la lanzó de cabeza en el lago y, cual Tarzana, medio mató a un lagarto que le doblada el peso y que además tenia más dientes que ella. La vi en el noticiero, tratando de contar su proeza. No sabia como lo había hecho porque, de tanto miedo que sintió, se enfocó solo en salvar al pequeño olvidando recordar los detalles. Pero era un notición en todo caso. El miedo producido por una amenaza real convirtió a una frágil y delicada garota en una súper heroína que salió hasta en la tele.

Ahora en Venezuela cunde el miedo. Unos le tienen pavor a un Coco, que no existe, pero que les aterra de tal modo, que no los deja pensar. Otros dicen que no es el Coco, que es una tarántula, que si existe y va a venir tarde o temprano y salen corriendo desnudos y enjabonados a las calles a gritar como locos, armados con chancletas y consignas para espantar a una araña que nunca pensó en venir. Algunos de ellos corren tanto que siguen por la autopista, pasan dando alaridos por el aeropuerto, se suben a un avión y no paran de correr hasta llegar a otro país mas frío, donde juran que no hay ni Cocos ni tarántulas que los vayan a asustar.


Yo a veces siento miedo de esas personas que por estar aterrados dejaron que sus neuronas emigraran. No tanto de los que se fugaron con sus cerebros vacíos. Siento miedo a veces, repito, de los que no se van a ir. De los que, chancleta en mano, van por las calles gritando, pretendiendo aplastar a quienes vivimos tranquilos. Los que ven a nuestros hijos como bichitos peludos que un día serán bichotes horrorosos, sin darse cuenta que son iguales a sus hijos. Los que maldicen, los que atropellan, los dueños de la única verdad, los que cobran los derechos de autor de las sagradas escrituras, los egoístas, los prejuiciados, los que se creen mejores porque tienen ropa fina, los que mandaron y ya no mandan, los que nos aterrorizaron por años a punta de hambre y miseria, a punta de injusticias e ignorancia, los que robaron nuestra autoestima colectiva, los que vendieron nuestro futuro, nuestra esperanza, y de sus seguidores, los tontos útiles que pondrían sus pescuezos para defender ideas que atentan contra ellos mismos.

Cuando siento ese friíto en la espalda que anuncia el terror, me acuerdo de mi papá y pienso, pienso siempre, para eso tengo la cabezota, y sin miedo les pido que no se atrevan porque si están asustados ahora por una imposible tarántula, se van a cagar (y perdonen la expresión) cuando se encuentren, frente a frente, con un pueblo consciente de que si se dejan, el cocodrilo (o caimancito en este caso) los muerde; y que va a pelear como aquella brasileña, armados con la fuerza que les da la razón, no importa cuan afilados sean sus dientes.


Asfixiada en el armario 29/01/07

Un domingo, hace varios años, paseábamos por la Plaza Catalunya con una pareja amigos y compatriotas, sus dos niñas y la nuestra. Sus hijas y mi gorda corrían gritando y lanzando arroz a las pobres palomas, que aterradas, volaban conservando la distancia, ignorando la merienda con la esperanza de que, más tarde, algún pacifico, estático y silente jubilado les diera de comer.

Mi amiga y yo nos sentamos en un banco a conversar un poco mientras las niñas corrían con sus padres detrás. De repente ella me interrumpió y comenzó a gritar a su marido: Fulano, mosca, las niñas, las niñas. Su expresión de terror me alarmó de tal modo que yo, sin saber lo que pasaba, comencé a gritar también. Al constatar la sordera de nuestros maridos, se levantó corriendo hacia donde jugaban las niñas, y yo, madre muy nerviosa, eché a correr sin saber por qué pero temiendo que algo horrible estaba por suceder.

Fernanda, ese es su nombre, llegó primero y cayó sobre las niñas, desesperada intentaba tapar seis ojitos solo dos manos. ¡No miren, no miren!- Decía como tratando de protegerlas de una visón grotesca. Yo buscaba cubrir por lo menos un par de ojos a ciegas porque los míos ya


estaban medio cerrados, es que soy muy impresionable. Aún así mi curiosidad me hacia buscar un cadáver aplastado con los sesos desparramados que debía estar en algún lugar de la plaza y que yo no había logrado ver.

Pervertidos asquerosos, deberían meterlos presos, este es un lugar público donde hay niños inocentes.- Decía Fefé con cara de indigestión. Dejé de buscar un cadáver y me concentré en los viejitos, esperando encontrar un pene al aire o algo por el estilo. Se dicen muchas cosas de los viudos libidinosos. Pero nada, otra búsqueda infructuosa, los jubilados estaban perfectamente vestidos, ajenos a nuestra angustia, dormitando bajo el sol cálido de la tarde.

De repente ante mis ojos y a plena luz del día, dos muchachos sentados sobre la hierba que rodeaba la fuente, se dieron un beso. ¿Lo ves? -Susurró indignada Fefé. Y lo han hecho varias veces.- Yo abrí los ojos de par en par, impresionada. Por poco me muero de un infarto. La incertidumbre cedió a la ira.

En su afán de proteger a las niñas, casi que la mía acaba en la orfandad. Me hizo correr como una loca en plena digestión, aterrada por su miedo, angustiada por sus gritos; todo porque habían dos chicos enamorados dándose un beso fresco sobre el frescor de la hierba. Quite mis manos de los ojos de mi gorda y silbé entre dientes con cara de


mapanare: Hay que ver que tu eres bien gafa, armar todo ese zaperoco porunos besos.- ¿Y no vez que son dos hombres?- preguntó entrecortada como conteniendo las ganas de vomitar.

Si, eran dos hombres que, al parecer, estaban pasando un domingo más feliz que muchos de los que visitaban la plaza aquel día. Parecían enamorados, o por lo menos lo estaban pasando bien. Se besaban, solo eso, con toda la ropa puesta. No eran besos de tornillo, con lenguas evidentes y hambrientas. Eran besitos sosegados de esos que se dan quienes ya se han besado de mil maneras distintas, todas ellas muy sabrosas.

Comprendí entonces por qué muchos como ellos optan por el meterse en el armario. El odio, el asco, el desprecio en la cara de mi amiga me lo explicó bien clarito. Sentí un alivio egoísta por no ser homosexual. Menos mal que nunca voy a encontrarme en una situación como ésta.Pensé de manera pueril.

Otra vez, pensé mal. Llegué a Venezuela con mis ideas de siempre, pero al parecer ahora eran ideas groseras, inmorales y hasta violentas. La sola mención de mi apellido provocaba reacciones iracundas. Me negaron cupos vacantes en algunos colegios donde pretendí inscribir a mi hija. Todo era perfecto hasta que escribía en la planilla el nombre completo de mi gordita. Perdí algunos amigos y parientes, solo por diferir con


discreción de sus ideas. Me insultaron, me botaron de algunos sitios de los que, de todos modos, yo me pensaba ir. Todo esto por la simple sospecha de que podía ser chavista.

Me mudé a Margarita, buscando refugio y cierto anonimato, ya que en Caracas estaba rayada. Aquí las cosas son más tranquilas, aunque no falta quien se confunda y me confunda y se ponga a echar pestes y culebras como si yo coincidiera con ellos. Es que solo me ven por fuera: morena clara, clase media, niñas blanquitas como su papá.

Creí que estaría cómoda viviendo una doble vida: por fuera mamá tonta, amiga fashion, que caro está todo pero lo compro igual. Por dentro, tal como soy, como siempre he sido, con mis ideas, mis libros, mis preocupaciones y mis ganas de conversar.

El disimulo no me cuadra, me cuesta mucho fingir, pero pensaba que de esa manera protegía a mi familia de un grupo de personas que cada vez me parecían mas irracionales y energúmenas. Por otra parte, el conserje, el vigilante, la señora de servicio de al lado, me trataban con distancia. Como yo soy confianzuda cuando les buscaba la lengua, ellos me juraban que Chávez era un canalla. Yo nadaba entre dos ríos: los chavistas me miraban con recelo por parecer una justiciera (vaya nombre tan ridículo) y los justicieros, más tarde rosaleros, sospechaban de mi apellido pero al final me trataban.


Botaba vapor con mi amigo Joel, el conserje de mi urbanización, le sonsaqué un día y confesó su pecado, era chavista pero no diga nada, que si lo saben me botan como botaron a Fermín, que se vino un domingo a hacer su turno de vigilante con una franela que dice uh ah. Y lo botaron señora Carola, que coño pana, no me digas señora o yo tendré que decirte señor Joel. Que cambiaron a Fermín que era bueno, trajeron a Gregory que era un choro, que se metía en las casas y robaba cuando salían los dueños pero, claro, no llevaba camisa roja con amenazantes uh ahs impresos en el pecho. Al comentar el caso en la junta de condominio mis vecinos estaban conformes con el cambio; es mil veces preferible un choro que un chavista. Según ellos, Gregory solo se llevó doscientos dolares y unas sortijas, pero Fermín nos espiaba, reportando directamente a Cuba, se quería llevar a nuestros hijos, nos quería quitar nuestras casas y bla bla bla bla bla...

Lo que rompió la represa fue mi ego, me quemaba la vergüenza que alguien pensara que yo era racista, clasista, materialista y bruta. Pretender estar de acuerdo con que los pobres son primates, que no valen como nosotros, que sus hijos no son tan hijos y que sus madres no son tan madres. Reirme a carcajadas con chistes que no dan risa y que ellos consideran chistes solo porque los protagoniza Chávez. Admitir públicamente que aquí no se ha hecho nada y que mi presi es un bruto que no sabe ni hablar. Cagarme en mi misma, negando mi inteligencia,


enseñándole a mi hija que hay que pasar por debajo y con los ojos cerrados. Y, para colmo de males, me lanzan a Rosales, me dicen que ese si que es un líder, un faro que nos va a guiar, un profeta, un mesías, una lumbrera, un prócer maracucho que nació en Mérida y tantas cosas más. Me faltaba el aire cada vez que respiraba hondo para no hablar, para no mandar todo a la mierda y decirles mil verdades.

Un día se me chispoteó delante de unos amigos. De todas mis amistades, ellos eran los más sospechosos de ser escuálidos. Apellidos bonitos, velero en el puerto, comida gourmet, viajes exóticos. Hubo algo en su conversación, cierta amplitud, cierta cultura, que me hizo sentir relajada y mi bocota, que casi siempre se adelanta a mi cerebro, se abrió y escupió mi secreto.

Suspiraron mis amigos, se recostaron en sus sillas, mostrando los dientes con una sonrisa cómplice y dijeron en coro ¿Tu también? -Si, -contesté -y mi papá y mi mamá y mis abuelos. Y Fulano y Mengano y Perencejo y este y aquel y el otro- añadieron ellos. Éramos un montón de gente escondida en un armario, creyendo que estábamos solos cuando, en realidad, estábamos muy bien acompañados. Entonces hicimos algo lo que hacen los chavistas clase media, nos cagamos de la risa, echando nuestros cuentos de cuando nadamos en las aguas de la oposición. Y como Margarita es una isla toda rodeada de agua, se podrán imaginar...


La mujer aparato 08/03/07

Siempre me ha horrorizado la posibilidad que a una mujer se le perciba como un objeto, aunque jamás sentí que existiese el más remoto chance de que me pasara a mi. No soy tan fea, es verdad, podríamos decir que soy del montón, es por eso que pinto mi pelo de azul a ver si destaco un poco entre la multitud.

A lo largo de mi vida se han referido a mi como la loca del copete de colores, palomita blanca copetico azul, cachete de burro, María Caracas, Carola Perola, incluso alguien alguna vez me llamó puta, aunque no estoy segura de si se trataba de un insulto o de un halago. Me han llamado muchas cosas, buenas, regulares y malas, pero nunca, hasta hoy, me habían dicho aparato.

Si, al parecer soy un aparato, y yo en todos estos años ni me había dado cuenta. Hubo muchos indicios, eso si, siempre he sentido que se me exige demasiado. Claro, es porque todos sabían que yo era un aparato y yo tan tranquila creyéndome persona.


Esto me hace recordar a un amigo que celebró su cumpleaños puntualmente cada dos de enero durante cuarenta años, hasta que un día se presentó en mi casa un siete de octubre y me dijo: Carola, soy libra. No Iñaki eres capricornio. -Le contesté de lo más horoscopera. No soy libra, hoy es mi cumpleaños. -Yo lo observaba preocupada porque se le veía nervioso, pensé que era por los problemas de su divorcio, pero no, el pobre Iñaki, según me explicó después de varios minutos en los que solo repetía su nuevo signo zodiacal, acababa de descubrir que era adoptado y que sus padres adoptivos decidieron fijar la celebración de su cumple al día en que llegó a vivir su nueva vida con ellos. Es duro crecer creyéndote capricornio, vasco e hijo biológico para que de repente te digan: libra, andaluz y adoptado.

Hoy mas que nunca comprendo la angustia de Iñaki. Yo persona, ciudadana, mamá, descubro de sopetón que soy un aparato. ¿Robotina? no, soy un desastre manteniendo una casa limpia y ordenada, ¿Terminator? no, no soy tan papeada, ¿Una batidora Oster? alguna vez me dijeron algo de eso, pero no; soy, señoras y señores, un aparato propagandístico.

Si, no han leído mal, lo han descubierto algunos amigos de la oposición, lo comentan en algún foro de algún colegio que queda en alguna ruta de la urbanización Los Campitos, municipio Baruta. ¿Dónde más? Según estos perspicaces foristas, yo no existo, soy un invento de la maquinaria propagandística cubano chavista.


Mi creador parece ser William Lara, ¡que duro! yo que me creía hija de José Rafael, (Te quise papi, perdón Sr. José). Mi blog no es mío, no soy yo quien teclea como loca, son unos barbudos de la misión blog adentro. No tengo una mamá cuida a mi bebé mientras yo escribo, porque tampoco tengo un bebé. Quien les escribe tiene tiene una barba, fuma tabaco, y todo cuanto relata ha sido minuciosamente diseñado por un grupo de expertos en guerra psicológica.

Que terrible despertar, me siento como Neo, el de Matrix, pero un poco más jodida, porque ni siquiera puedo dar esas patadas voladoras en cámara lenta que siempre me gustaron. Hace un rato lo intenté y lo único que logré fue aterrizar sobre mi culo, cosa que me hace pensar que quienes me idearon por lo menos pensaron en darme un mullido trasero sobre el cual caer cuando caiga.

Tengo muchas quejas que quiero hacer llegar a mis creadores. No consiento la falta de creatividad, especialmente en este caso. ¿Por qué hacerme normalita, cachetona, poco pelo y narizona? ¿Por que hacerme clase media pelabolas? ¿Por que no me inventaron un novio futbolista, inteligente, negro y grandote? ¿De qué sirve que tenga celulitis? ¿Por qué tengo que hacer mercado todos los jueves? Son realmente mediocres estos estrategas de la propaganda oficialista. Chavistas tenían que ser.


Con razón los genios de la oposición han descubierto todas sus tramas. Es evidente que los bombillos espías no pueden ser simplemente unos bombillos, las vacunas de barrio adentro tienen que ser parte de la guerra bacteriológica, las escuelas bolivarianas centros de adoctrinamiento, los consejos comunales redes de espionaje todo es posible y mientras más simple parezca mes sospechoso será . Todo está clarito para ellos. Olvida esté rrrrégimen que ellos han estudiado en instituciones privadas, que son bilingües, que han viajado; no son niños de teta.

La niña de teta soy yo que me creí que existía, que tenia una vida y un blog, que pensaba ser escritora para que las niñas que no tengo estuvieran orgullosas de la mamá que no soy. Que alguien me pellizque por favor, a ver si despierto de esta pesadilla. Y si en realidad soy solo un aparato, quítenme la celulitis y pónganme un cuerpazo, total, ya que coño importa que me consideren una mujer objeto, por lo menos suena más atractivo y sensual que mujer aparato y mi vida, que no existe, sería, virtualmente, muchísimo más sabrosa.

Las cartas sobre la mesa y una mano adelante y otra atrás 30/03/07


Desde que escribo artículos de opinión, me preguntan constantemente qué pienso sobre ciertos aspecto de la política como si yo fuera experta en la materia. Me halaga mucho que consideren mi opinión como algo importante pero de ahí a creerme una taquititaqui hay un enorme trecho. Confieso, para aliviar mi alma y mi buzón, que mi formación política es nula. Las cartas están sobre la mesa.

La teoría me aburre, debo admitir no sin un poco de vergüenza. Recuerdo que cuando era una pava besaba el suelo por donde caminaba Rodrigo. El era un estudiante de economía brillante que logró ser el único muchacho al que mi papá miraba con ojos de suegro.

Rodrigo era perfecto, un lector insaciable, estudiante destacado, guapo, responsable, inteligente y respetuoso. Intercambiamos libros e ideas por temor a intercambiar fluidos corporales, aún cuando había algo entre nosotros que el llamaba química y yo, mas simplona, lo llamaba no se qué.

Un día mi no se qué y su química decidieron que debíamos ir juntos a una fiesta a ver si podíamos hacer cuajar algo que nunca cuajó. ¡Ay! Les conté el final. Bueno, que sea como esas películas que empiezan con el protagonista muriendo desangrado y van de atrás para adelante.


Rodrigo se presentó aquella mañana en mi casa, sus manos siempre seguras, estaban sudadas y temblorosas. Carola, –dijo con voz entrecortada y mi cuerpo se puso como sus manos. Me lo va a decir. –Estaba emocionada como aquella adolescente que había dejado de ser hacia apenas unos meses atrás.

El hecho es que sus palabras me dejaron boquiabierta, sudorosa y un poco desinflada. No se bailar –dijo. Pero no te preocupes porque he tomado clases. Unas palabras inesperadas a cambio de otras que llevaba meses esperando. Había tomado clases, pobre Rodrigo , pero como era tan inteligente y destacaba en todo lo que hacía, no perdí la esperanza y le sonreí como para calmarlo… como para calmarnos.

Muchacho baila esta cumbia que esta cumbia si esta buena… Esa me la enseñaron, vimos cumbia merengue y salsa. – Pobre Rodrigo, bailaba mirándose los pies y contando en voz baja. Un, dos, tres, un dos tres… La Cumbia Cienaguera que se baila sabrosona…

Supongo que si se baila sabrosona en la ciénaga pero en esa fiesta, esa noche y con Rodrigo no. Oye, abre tus ojos, mira hacia arriba, disfruta las cosas bueeeenas que tiene la vida. –Suplicaba el sabio merengue de Willy Colón, pero Rodrigo insistía en mirarse los pies, un, dos, un, dos, a ritmo de merengue académico.


¿Seguimos? ¡Siiii!, ¿Paramos? ¡Nooo! –gritaba la multitud sumida en la sabrosura. Rodrigo también decía si y no cuando correspondía y como correspondía. Yo gritaba lo contrario y pedía parar de una vez la cadeneta de pisotones, traspiés y desilusiones que estaba padeciendo.

Yo no era una pava banal, realmente no habría importado tanto el hecho de que Rodrigo no diera pié con bola en lo que al baile respecta. Lo que pasa es que, a medida el que tropezaba, resonaban en mi cabeza las palabras de una amiga ninfómana que yo tenía entonces: ‘’Si tira como baila…

Hay cosas que no se aprenden el los libros y bailar es una de ellas. Al final de la noche Rodrigo me llevó a mi casa, me acompañó hasta la puerta y bajo la luna menguante me besó. Me quedé paralizada viendo como partía canturreando un merengue que no supo bailar. ‘’Si tira como baila…’’

Nunca lo supe, solo supe que besaba como bailaba y mi amor, igual que la luna, fue menguando hasta desaparecer.

¿Qué por qué cuento esto? Porque hay cosas que se sienten mucho antes de que nos las expliquen. Hay cosas que sabemos hacer, o no, muy a pesar de la teoría.


Discutían sobre política unos amigos el otro día y yo, pepita preguntona, pregunté. Yo quería saber si podía ser una buena revolucionaria a pesar de no haber leído nunca a Marx. Es verdad, nunca lo he leído y tengo tanto por leer que siempre lo voy dejando para un más tarde que nunca llega. Hay tanta literatura, siglos y siglos de escritores y poetas para leer en una sola vida tan atareada, con dos niñas un marido, cuentos, artículos, una casa en construcción, almuerzos por cocinar… Termina uno convirtiendo el baño en una sucursal de la biblioteca. ¡Bendita sea la gastroenteritis!

Obtuve diferentes respuestas, como suele suceder cuando uno habla de estas cosas, Desde no lo leas que ni los marxista se lo calan, pasando por es bueno leerlo porque no está de más, algún tienes que leerlo y te lo calas, hasta una serie de descalificaciones solo porque me atreví a preguntar.

Todavía no contenta con las respuestas me dispuse a leer al hombre que inspira tantas pasiones y le estoy entrando despacito, como con miedo. No ese miedo necio de los que temen al comunismo por que los comunistas comen niños. Tengo miedo a confirmar una sospecha.

Yo estudié en un colegio católico, ya les advertí que vamos para adelante y para atrás. En los años que estudie allí me embutieron la


palabra de Dios, te alabamos señor. Leíamos la Biblia y al principio nadie entendía nada, entonces un experto cura nos traducía las parábolas de Jesús. La traducción en nada se parecía a lo que yo había leído, pero el que sabe, sabe y uno va y se lo cree porque si no, te quedas sin recreo.

Más tarde y mas madura, me dio por revisar un poco aquellas parábolas, es que no me podía tragar todo aquello que en lugar de acercarme, me alejaba más de Dios. Así descubrí que la palabra de Dios viene con libre albedrío incluido, que cada uno entiende lo que le conviene, que hay quien la hace suya y se endiosa, que si a algunos eleva a otros aplasta contra el suelo, que nos clasifica en mejores o peores, en aptos e ineptos. Cosa complicada la palabra de Dios.

La palabra de Marx me ha venido dando esa misma sensación, aun antes de leerla. Demasiadas interpretaciones de gente que se supone apunta al mismo blanco. Parecen ajustarlas a sus propias necesidades. El nivel emocional que adquieren las discusiones sobre el tema hace muchas veces que la pasión nuble a la razón. De ahí mi miedo de entrar en aguas oscuras donde una vez nadé como loca tratando de mantener la cabeza a flote.

Sigo preguntando si es posible ser un buen revolucionario sin saber ni papa de marxismo. Pregunto como para ver si algún día nos ponemos de


acuerdo. Y pregunto más cosas: el sentido de justicia que se tiene, quien lo tiene, desde siempre, ¿cómo se teoriza? ¿Se agudizará más leyendo sobre la opresión que viviéndola junto a los oprimidos? y la lucha de clases, ¿no es evidente? ¿es que nadie ha visto a un conserje humillado por un presidente de junta de condominio? ¿nadie se ha dado cuenta de la necesidad de que se respete la labor de un obrero igual que la de un doctor?

Si pero ¿cómo se lucha, como se hace una revolución? ¿hay una formula única y patentada para hacerlo? Yo no lo creo. Yo creo, en medio de mi ignorancia y dejándome llevar por mis seis sentidos femeninos, que todas las revoluciones han sido, son y serán la continuación de la primera batalla que libró algún cavernícola que se sintió despojado de sus derechos primordiales. Aquel que cazó al oso y le tocó comer pellejo.

La revoluciones, según mi instinto, son la búsqueda de igualdad y justicia. Que cada pueblo libra su propia revolución tomando lo que le sirve de luchas pasadas y creando nuevas estrategias que se adapten a su situación particular. Que la lucha es en el fondo la misma, pero el entorno y el tiempo no.

Una de las cosas que más me perturbó en esta discusión fue la sensación de que si se acababan las diferencias sociales, comenzaría otra lucha


de clases: la de las clases intelectuales. Como tu no sabes nada de Marx yo soy mejor revolucionario que tu, soy más necesario, soy quien dirige tus ideas. Como que el mismo negro con otro cachimbo.

Yo se del capitalismo lo que aprendí viviendo dentro del sistema, jamás leí teoría alguna, se lo que no quiero, se a donde quiero ir, se que tipo de mundo quiero para mis hijas, les enseño a vivir en el aún cuando este no exista porque yo voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para no defraudarlas. Es mi compromiso con la revolución no faltarle a mis gorditas y a sus amigos y a los amigos de los amigos. ¿Qué mi compromiso sale de mi propio ombligo? Si, y eso me compromete más.

Ya voy leyendo a Marx muy a mi pesar y no se por cuanto tiempo. Jorge Amado, Cortazar, El Ché y siglos y siglo de literatura me esperan impacientes en las estanterías de las bibliotecas. Así que ya conocen la verdad desnuda, aunque, con un poco de pudor, dejé una mano adelante y la otra por detrás y un paraguas al ladito por si cae un chaparrón.

La salsa de tomate también tiñe de rojo 27/05/07


Voy a tratar un asunto muy serio: la violencia, o mejor dicho, la desensibilización a la violencia. De manera que si se encuentran sonriendo en algún momento al leer estas líneas no es porque mi intención sea minimizar la importancia de este asunto sino porque no soy capaz de escribir de otra manera. Así que a ponerse serios.

Hace ocho años quedé embarazada por primera vez. El embarazo, como muchas mujeres saben, da mucho sueño. Oscar y yo habíamos sido compañeros de tertulias y muchas otras cosas hasta que comencé a dormirme en medio de interesantísimas conversaciones, sobre el plato de la cena, o en la mitad de uno de esos momentos en los que lo mas sabroso estar bien despierto.

Una noche, sufriendo de una incontinencia de bostezos, le sugerí que compráramos una consola de video juegos para que no se fastidiara tanto, aprovechamos que yo aún tenia los ojos medio abiertos, fuimos a la juguetería y compramos una Playstation y dos juegos.

Lara Croft se llamó la mujer digital que acompaño a mi marido durante aquellos somnolientos, lentos y largos nueve meses. Lara era un mujerón de proporciones que solo existen en la imaginación masculina. No solo era bella, atlética y tetona, era una audaz arqueóloga, capaz de derribar templos antiquísimos, a punta de dinamita, con tal de recuperar una una figurita de jade que el malo quería robar.

Oscar, un amante de los animales, que cuenta entre sus hazañas ambientalistas el recate de un zamuro cojo, la remoción de una línea de veintitantos anzuelos del cuerpo


de un pelicano reincidente, y la adopción de una lagartija que prefirió vivir sobre su cabeza, en lugar de el acogedor terrario que, con dedicación, preparó para ella.

Les cuento que él es incapaz de matar a una mosca, porque me causó mucha impresión verlo, entre sueños, disparando con saña a unos leopardos de las nieves con los ojos desorbitados y un hilillo de saliva ecocida corriéndole por la barbilla. En realidad era ella quien disparaba, Oscar la dirigía apretando botoncitos con sus dedos ampollados de tanto matar bichos en peligro de extinción.

Por otra parte, mi gordo es todo un caballero, a las damas, ni con el pétalo de una rosa. Pero a la pobre Lara cada día le exigía más y de peores maneras. ‘’Corre puta de mierda.’’ -Se escuchaban sus gritos nocturnos por toda la urbanización. ‘’ Te volviste a caer pedazo de imbécil’’, ‘’ Salta mal parida, ya está, te escoñetaste por no saltar bien y a tiempo, ¡Jódete!’’.

Una mañana, noté que mi vecina me miraba con preocupación. Pensé que se refería a mi embarazo cuando me ofreció ayuda para cualquier cosa que necesitara, luego dejé de entender cuando me habló de la ley, me habló de un delito y me pasó una tarjeta de un abogado, por si estaba decidida a dejar a ese animal.

Mas tarde, mientras Oscar mataba al último leopardo para pasar a mayores y comenzar a matar personas, comprendí a mi pobre vecina que, sin poder ver lo que pasaba detrás de las paredes, escuchaba a un hombre frenético insultando a una mujer, ordenándole saltar y burlándose de sus caídas y magulladuras. Para mi vecina, esa pobre


diabla era yo. Ella no tenía idea del conveniente triángulo que habíamos armado Oscar, Lara y yo.

Yo le expliqué lo que pasaba pero no creyó ni una sola de mis palabras y dejó de hablarme para siempre, cuando a quien debía dejar de hablarle era a Lara Croft, una mujer que dirigida por los dedos de un hombre es capaz de cometer los más atroces delitos. Todo por ganarle a un malo que al final de todo, a mi parecer y comparado con la heroína, acaba siendo un bebé de teta.

Nació la bebé y compramos otro juego mas bonito, se llama Vice City, y tu misión es matar a cuanta gente puedas mientras haces trabajos para los narcos mayameros. Puedes atropellar viejitos en las aceras, puedes golpear mujeres y ella te golpean de vuelta hasta que tu le das un trancazo que la deja despatarrada en el suelo, puedes convertirte en el dueño de un estudio de cine porno, en fin, puedes ser un gran carajo y ganar puntos por ello.

En tiempos de Vice City yo no dormía mucho, así que me metí a jugar como cómplice de Oscar, de copiloto en el sofá. Yo, que soy capaz de desmayarme si veo una gota de sangre, yo, que lloro como una Magdalena si un pichoncito se cae de su nido, yo, una madre saturada de hormonas, me encontré gritándole a Oscar: ‘’ Mátalo, pisa a ese bolsa que va con la bolsita de mercado.’’ Y no conforme con eso, me moría de la risa cuando Oscar se subía a una azotea y comenzaba a disparar a los incautos transeúntes que al volarles la cabeza, les salían, a modo de fuente ornamental macabra, chorritos intermitentes de sangre por el cuello.


Fue solo cuando mi bebé comenzó a fijarse en lo que hacíamos que caímos en cuenta de que la niña no podía ser expuesta a este tipo de barbaridad. Comenzamos a jugar escondidos, mientras la gordita dormía en su cuarto pintado de nubecitas y ovejas. Matábamos mayameros desprevenidos con ganas de pasar de nivel para ver que venía después. Oscar y yo somos adultos y buena gente. Oscar y yo sabíamos que no estábamos matando a nadie en realidad, si algo estábamos matando era el tiempo, y el pobre moría sin que obtuviéramos ninguna cosa provechosa a cambio de su defunción. Antes de la Playstation yo mataba el tiempo leyendo y Oscar lo hacía pintando.

El problema está en que mis vecinitos de diez y once años estaban haciendo las mismas fechorías, en la misma cuidad podrida, pero con sus cabecitas confundidas por esta irrealidad. Ahora es Daniela quien tiene un Gameboy, se lo regaló su abuelo, junto con un juego de un dragoncito bien bonito que tiene que llevar a un bebé a su casa. Pues, adivinen qué: el dragoncito va matando cuanta criaturita preciosa se le para por delante. Mata a huevazos coloridos a unas margaritas que soplan burbujas de jabón, mata estrellitas, mata bichitos con antenitas y mató de tristeza a mi gorda que es muy sentimental.

Lo mismo pasa con la tele, las comiquitas siempre han sido violentas, desde Tom y Jerry, pasando por El Pájaro Loco, El Correcaminos y el Coyote, y todos los súper héroes. Con las comiquitas pasa como con la comida de bebé gringa. Cuando Daniela, mi bebe mayamera, comenzó a comer sólidos, el pediatra me indicó darle solo alimentos colados o compotas que no tuvieran ningún aditivo: ni sal, ni azúcar ni nada. Yo quedé maravillada con la variedad de productos envasados que habían con esas insípidas características y,


como buena mamá primeriza a la deriva, pregunté al pediatra si era seguro darle a la gordita ese tipo de alimentos. Por supuesto son ideales porque siempre están a la mano y los puedes llevar en la bolsa de pañales. -Respondió, mientras yo notaba que todo el consultorio estaba decorado con afiches y recomendaciones firmadas por un tal Gerber.

Así entramos en el mundillo de los alimentos para bebés que no se cocinan en casa. Y eso fue lo que comió mi gorda en la primera etapa, cada frasquito indicaba una etapa diferente según la edad del infante. Al pasar a la segunda noté que no era lo mismo, ahora contenían azúcar y harina de tapioca. Volví a preguntar y el doctor me respondió, como una grabadora, con las mismas palabras que la primera vez y me regaló, por si acaso, un babero y una cucharita ¿cortesía de quien? De Gerber, por supuesto.

Ya en la tercera etapa mi mandíbula de cayó al limpísimo piso de linóleo del supermercado, para la tercera etapa mi gorda, según Gerber, debía comer unas salchichas que flotaban en un liquido viscoso dentro de un envase igualito a los anteriores pero más grande. El resto del menú era espantoso, además de las salchichas había pollo con sabor a pizza, pasta azul con sabor a chicle, sopa de pescado con peces de de arroz teñidos de colores y sabor a tocineta, en fin, toda la comida sabía a otra cosa, porque Gerber sabe de sobra que a los niños no les gusta comer cosas que saben a lo que deben saber.

Lo mismo pasa con la tele. Para bebes hay programas bien bonitos, con colores armoniosos y musiquitas que dan sueño y calman al pequeño usuario y, por ende, a su mamá. Yo los veía con Daniela porque en verdad eran bonitos y educativos.


Una triste mañana noté que Plaza Sésamo se nos había quedado pequeña y que mi pequeña era un poco grande, así que no me quedó mas remedio que buscar otro canal y otra programación. Pues nada, igual que las compotas. Todo lo que había era grotesco, lo menos malo era un gato que coleccionaba esculturas hechas con sus propios mocos. Las comiquitas eran unas cápsulas de ‘’the american way of life’’, plagadas de situaciones violentas y de frases hipnóticas que te hacían salir corriendo a la juguetería, apenas terminaba el programa, para comprar la colección completa de muñequitos que te acababan de vender con vaselina.

De las comiquitas a los video juegos, a los video musicales de hip hop, con ídolos cubiertos de oro, armados con caras de malos, de esos que llevan pistolas y Uzzis debajo de la busaca que usan como camisa. Mujeres bellas restregándole las nalgas a un cantante feísimo, de esos que ellas nunca voltearían a mirar, pero en este caso rico, lo que justifica el restriegue. Empujones, sangre, vampiros góticos con cara de haber sido unos gorditos incomprendidos en su recién dejada infancia, nadie sonríe en esos videos, todos parecen que te quieren comer vivo. Violencia acompañada de ruidos que dicen ser musicales.

Esos niños que crecen rodeados de salchichas flotantes en frascos con dibujitos lindos, esos que ríen con un muñequito que le arranca la cabeza a su amiguito, y aprenden anatomía viendo como la columna vertebral del agraviado cuelga de su cabecita, mientras que el cuerpo, por otro lado, corre en círculos lanzando gotitas rojas de tinta roja, que, de tan roja perece, sangre.


Esos niños, ahora adolescentes, miran la guerra en el noticiero y creen que es un juego. Los que antes de los veinte años terminan, por desgracia y gracias a las multinacionales, con un arma en la mano, disparan y ganan puntos y lo celebran con un furioso ‘’yes’’ sin terminar de darse cuenta que mientras mas ganan, más daño hacen.

La muerte se hace ajena y artificial, la muerte no existe hasta que el muerto es propio. Hace unos meses alguien muy cercano me decía: ‘’Para sacar a Chávez tenemos que conseguir, al menos doscientos muertos.’’ Era como si estuviera hablando de arepas carros, o tornillos. Conseguir doscientos muertos: ¿Cuánto dolor implican doscientas muertes? ¿cuántos huérfanos, cuántas viudas?, ¿cuántas madres sin sus hijos y padres sin su esperanza?, ¿cuánta rabia?, ¿cuánto rencor?, ¿cuánta sed de venganza?

Si buscan doscientos muertos se van a encontrar con miles, de un lado y del otro, y ya no serán solo puntos ganados en un video juego porque entre los muertos, muchos serán propios.

Por eso recomiendo a todos apagar un poco la tele, salir a pasear con los niños, buscar con ellos conchitas en la playa, hacerles un gurrufío con chapas, mostrarles un panal de abejas, enseñarles a encontrar figuras de animales en las nubes. Así, tal vez un día, la sangre dejará de parecernos salsa de tomate, y los muertos, todos los muertos, los sentiremos como propios. En lugar de ganar puntos, ganaremos armonía y el mundo será un poco mas parecido a ese que les quisimos mostrar a nuestros bebes, cuando veíamos con ellos esos programas bonitos, con musiquita y llenos de gente buena.


Wop! Popi y yo somos iguales 29/05/07 Para mi ha sido un duro despertar. Descubrí esta mañana que Popi y yo somos iguales, cosa que me afectó mucho al principio ya que me había tomado una tazota de café, por lo que no podía decir que esta súbita revelación era solo parte de una pesadilla.

Popi, un payaso que tuvo el privilegio de que se le concedieran horas y horas para educar y hacer felices a los niños de mi generación, un esperpento con cachetes pintados y una peluca horrible que resultó ser su cabellera natural, un ser que no supo aprovechar su posición para respetarnos y enseñarnos, con su ejemplo, a respetar. Popi, ese Popi, se planta ahora frente a mi tele de mamá adulta a pedirme que me una a su lucha hueca, en la cual la sangre es mía y el beneficio es de el.

Popi, un personaje mediocre que se sentaba cada tarde a hablar de cosas que yo, con siete años, no podía entender, no porque fuera tontita, sino porque ese simulacro de persona jamás se dirigió a nosotros los niños. Se sentaba, recuerdo bien, frente a las cámaras a hablar con sus camarógrafos, que si fulano era gordo, que si no se quien se compró un carro, que si la suegra de mengano, y nosotros sentaditos, esperábamos las comiquitas que el intercalaba en su tertulia, asegurándose de intercalar también muchas propagandas, que yo aprovechaba para ir a la cocina y buscar esas deliciosas galletas que acababan de anunciar.


Pues ese Popi es igual a mi.

Hace poco escribí sobre la igualdad y citando las palabras de un amigo dije algo así como que no somos iguales en posibilidades ni en responsabilidades, pero si en dignidad.

Y con esas palabras en la cabeza amanecí y me hice una pregunta de pepita preguntona: ¿Quién se despoja de su dignidad sigue siendo igual a mi? Que manera de joderse el desayuno...

Pues mi reacción natural fue decirme que no, Popi nunca fue ni será igual a mi. Y eso me dejó comer en paz, pero mi cabeza, productora independiente y rebelde, no se quedó tranquila. Si me planteo la desigualdad de otros que actúan de maneras que yo considero reprobables, por no decir asquerosas y otra cantidad de adjetivos que sacarían mas ampollas a mis dedos ya ampollados.

Si dejo de considerar a Popi o a cualquiera como un igual, ¿no estaría haciendo justamente lo que deploro en ellos? Ellos se han basado en la idea de desigualdad para montar todo este sistema de injusticias que ahora se desmorona y por el cual me llaman a salir a la calle y dañar mis ollas de teflón.

Ellos eran mejores, por eso tenían más, por eso nos daban poco, porque, como seres inferiores, no solo nos conformábamos con cualquier cosa, sino que no merecíamos mas. Su autodeclarada superioridad les permitía traspasar cualquier límite, se convirtieron


en semidioses perversos, que usaban sus poderes para sembrar ignorancia, injusticia, y un sin fin de antivalores importados que a ellos les resultaban muy beneficiosos.

En ese Olimpo de utilería Popi era solo un dios menor. Había grandes deidades que hoy ven con rabia como su rebaño de esclavos despierta al ateísmo. Tratan aterrorizarnos como solo los dioses perversos lo saben hacer, pero: ¿cómo temer a un dios del cual negamos su existencia?

Se van cayendo las coronas, las alitas de escarcha, las liras desafinadas. Despojados de sus antiguos y poderosos recursos, apelan a nuestra humanidad poniendo a otros a llorar lágrimas por ellos, ya que creo que ellos no saben lo que es llorar. Recurren a nuestra sensibilidad humana, suplican solidaridad a través de sus histriónicos voceros, pero nunca Popi habló sobre eso, en verdad, Popi nunca nos habló.

Es tal la confusión de estos seres, que ahora pretender apelar a sentimientos que nos negaron, sentimientos que conocimos por otros caminos que ellos jamás quisieron recorrer. Nos hablan de libertad aquellos que pretendieron esclavizarnos. Ahora que somos libres nos hablan de libertad. Ahora pretenden convencernos de que aquella piltrafa de vida que pretendieron imponernos era buena y justa. Cualquiera diría que los dioses venidos a menos perdieron la razón.

Pero no la han perdido, saben exactamente lo que hacen, lo que si perdieron, y hace mucho tiempo de eso, fue el buen uso de su dignidad. Ellos y aquellos que se creyeron que todos no somos iguales. Ellos, los grandes beneficiarios, sus semidioses y sus angeli-


tos subalternos, pequeños asalariados cuyos suelduchos les permitían comer de vez en cuando en un restaurante caro. Ellos, los superiores, ahora nos hablan de defender nuestros derechos.

Pues es eso lo que estamos haciendo Popi, defendemos nuestros derechos, y aunque tu ambición no te permita verlo, defendemos los derechos de tus hijos y de toda tu descendencia, defendemos el futuro de todos los niños y lo defendemos con dignidad.

Una vez dijo otro amigo: ‘’los malo de los malvados es que nos vuelven malvados’’ y allí esta el meollo del asunto. No Popi, no me volví malvada, no nos volvieron malvados. Hasta en eso han fracasado.

¿Qué cómo llegué a darme cuenta de que nuestra igualdad está intacta? Pues fácil, me imaginé a Popi recién nacido, me lo imaginé pequeño igualito a mi bebé, bueno, tal vez un poco mas feo pero, como soy mamá, feitos o preciosos son bebés y me conmueven. Popi nació con la misma dignidad que tenemos todos los seres humanos. ¿Que mas adelante él optó por escoger ser y actuar de una manera babosa?, ¿que agarró su dignidad y se la metió por donde le cupo? Si, pero la tiene, metida en el culo, pero la tiene.

Por eso Popi y yo, muy a pesar del payaso, somos iguales. ¡Que vaina Popi! Tanto caminar para morir en la puerta, tanto deshacer mientras otros hacían, tanta burla, tanto irrespeto y todavía hay personas que nos resistimos a actuar como tu y tu legión de dioses caídos.


Somos iguales aunque actuemos de manera distinta. Eso es todo.

¿Ves que fácil es?

¡Con las guarimbas de mis hijos no te metas! 31/05/07

Hoy he tenido otra de esas mañanas en las que el café me sabe a ñoña y el cachito se me ataruga. Esta mañana me vi obligada a cuestionar mis convicciones y mis instintos, cosa complicada, sobretodo si estas masticando un bocado mientras cambias un pañal.

No es fácil ser mamá, eso lo sabemos todos, pero a veces la vida nos los pone más difícil al situarnos en encrucijadas en las que debemos tomar decisiones desgarradoras.

Amor de madre, ¿existe una amor mas grande?

Y ¿qué del amor a la patria? Es un amor inmenso también y si consideramos que esa patria es de nuestros hijos, ¡madre del cielo!


Salí buscando respuestas y me encontré a una vecina que estaba llegando de la calle con los ojos desorbitados. Supe en ese instante que ella estaba teniendo una mañana similar a la mía.

Vengo del colegio y todo está tranquilo. -Me dijo. Menos mal. -Respondí aliviada. ¿Menos mal? ¿Cómo que menos mal? ¿Tu crees que vamos a dejar que esto se quede así?

No mi amor, no vaya a creer ese señor que nos vamos a quedar tranquilas. El no sabe que una madre arrecha es peor que una leona. Hoy mandé a Juliana al colegio con uniforme de guarimba, en el bolso le metí cuatro piedrotas y un pedazo de ladrillo, un pañuelo bien bonito por si hay gases lacrimógenos y un juguito Yukypak. Las monjas ya tienen el patio lleno de cauchos que hemos donado los padres. Luisito, con solo cuatro añitos, quería donar el caucho de su bici nueva. eso si es un patriota.

Porque debes saber que esta es su patria, es la patria de mis hijos y estoy dispuesta a todo con tal de defenderla. Ya verás como cae ese bicho cuando muera un estudiante. ¿Que mi hija es estudiante dices? Si, pero ¿quién va a matar a una muchachita de doce años que protesta pacíficamente? Matarán a los de los liceos públicos, a los nuestros no. Tu lo que quieres es asustarme, ¿no serás tu una chavista?

Déjame que llamo a Julianita a ver como va la guarimba pacifica: Mi amor, ¿cómo estas? Tirando piedras, así es mi vidita, apunta a la cara porque esos bichos llevan cascos. ¿Una bomba molotov? Si mi amor, yo nunca he usado una pero lo que tienes que


hacer es decirle Sor Frígida que te explique, ella aprendió por internet. Cuidadito mi muñeca, no te vayas a quemar el pelo. Si mi amor, te compre Pepsi Light y tus chicles, te los guardo para cuando vuelvas de ejercer tu derecho a la protesta pacífica. Dios te bendiga mi niña y ni un paso atrás.

Estas ultimas palabras las escuche mientras cerraba mi puerta con manos temblorosas que no atinaban a meter la llave en el cerrojo. Está completamente loca mi vecina, la mamá del amiguito de mi gorda está loca de bola.

Sentí, debo confesarlo, una especie de morbo. Quise saber que hace que una madre se desquicie de tal manera. Decidí sumergirme en las oscuras profundidades del delirio oposicionista pero, como no viví ni las marchas, ni el carmonazito, no el paro petrolero, tenía que recurrir a ciertos métodos artificiales para acelerar mi disociación.

Preparé dos litros de café cargado, me los tomé de un solo golpe, me fumé siete cigarros de un tiro, me comí pollo piche que estaba olvidado en mi nevera, puse un disco de Marilyn Manson en mi computadora y otro de Wagner en la sala a todo volumen los dos, vi Rambo cuatro veces y Rocky IV, V y VI.

Cuando sentí que los músculos de mi cara se torcían como los de Stallone, me senté en el sofá con mi pasaporte vencido abierto sobre las piernas, justo en la página en el que estaba sellada la visa mayamera que dejé perder por desuso.


Así, tiritando de stress, sintonicé globovisión. Había una marcha de estudiantes pacíficos, iban todos con su look de guarimba, un nuevo estilo a tener en cuenta por las casas de moda internacionales para la próxima colección otoño invierno. Iban decididos a defender algo, lo que pasa es que no sabían qué. La ¿periodista? narraba lo que mis ojos veían, y yo comprendí que necesitaba lentes ya, así que seguí escuchando mientras llamaba al oftalmólogo preocupadísima porque estaba viendo cosas que nada tenían que ver con lo que en realidad estaba sucediendo.

Cerca de los marchosos pasaron unos motorizados que gritaron: ¡Viva Chávez!. Los ojos encendidos de odio de los jóvenes marchadores me hicieron estremecer, eran muchos para un solo motorizado, eran muchos y parecía que lo querían matar, vociferaban los muchachos y se cuadraban cual karatecas. Eso vieron mis ojos marchitos y resecos, pero la joven periodista, con sus ojos in situ, cual lazarillo me guiaba: la marcha pacífica acababa de ser agredida por unos motorizados que pasaron gritando consignas oficialistas. Esa banda de motorizados amenazaba la integridad física de quienes marchaban a favor de la libertad de expresión y lo hacían de la manera mas vil: Osaron expresar su apoyo al gobierno contra el cual marchaban los pacíficos universitarios marcharines.

Dos litros de café mas tarde, otras imágenes que tampoco pude enfocar: un grupo de jóvenes armados con piedras, tubos y motorolas chísimos, se ensañaban contra unos vigilantes que trataban de custodiar un edificio del gobierno porque no los dejaban quemarlo con sus bombitas molotov. Los custodios repelían a la turbita con balas de goma que disparaba, eso si, con unas armas que parecían mortales.


Yo con mis ojos gastados y el video con el sonido cortado, estaba perdida, hasta que fui rescatada por otro lazarillo, cortesía del canal de que dirige Ravell. Resulta que los estudiantes solo ejercían su derecho a la protesta pacífica, menos mal, -respiré aliviada. No querían hacer daño con el fuego y las piedrotas que lanzaban, ellos solo se defendían de la represión del gobierno. La patrulla de la policía municipal de Chacao no se detuvo a cumplir con su deber, porque no deben meterse con la libertad de expresión. Eso sería tiránico y totalitario y todos sabemos que Leopoldo es un demócrata comprobado.

Luego, en medio de un ataque de tos por los treinta y dos cigarrillos que había aspirado, vi mal como otros muchachos destrozaban papeleras y lanzaban cuanta cosa se les pusiera en frente a unos policías, que se vieron en la obligación de dispersarlos con gases lacrimógenos. Lazarillo iluminador que estar por todas partes, gracias mi lazarillo por explicarme que eso fue otra agresión y uso excesivo de fuerza por parte de los órganos represores del estado.

Así pasé mi día, tomando café fumando y con un pollo piche haciendo estragos en mis sistema digestivo. El canal informativo tuvo el gesto, para con los usuarios, de saltarse la ley resorte y utilizar el horario infantil y juvenil para seguir informando al país, ya que es el único medio no gubernamental que queda en este reprimido pedazo de tierra.

Era una medida necesaria para defender las libertades de este pueblo ciego como yo. Este pobre e ignorante pueblo que no sabe lo que saben los universitarios en rebelión ‘’pacifica’’. Ellos cumplen con el sagrado deber de mostrarnos que el país está en llamas, que el fuego lo prendieron los chavistas, que son ellos quienes agreden, quienes nos


odian por resentidos, que quieren los que nosotros nos hemos ganado con el sudor de sus frentes. Y sobretodo cumplen con una labor pedagógica invaluable: Yo aprendí hoy en globovisión que Venezuela comprende solo dos municipios, que los verdaderos venezolanos viven allí, que son sus derechos los que se deben defender, que las calles son suyas y las pueden cerrar, que las leyes son para otros y las libertades para ellos.

Me sentí grande, me sentí patriota, me sentí sabia porque yo si fui a la universidad. Subí a buscar a mi gorda para vestirla de guarimba, para lanzarla a la calle a defender su libertad, para hacerla líder a sus ocho años a punta de piedras y cabillas justicieras. Pero me dolía la cabeza, el pollo piche amenazaba con salirse por donde pudiera, la nicotina me mareaba, el café me hacía temblar.

Caí en la cama tendida como un cadáver, lo ultimo que recuerdo eran mis palabra entrecortadas por la rabia clamando libertad. No se si dormí o me desmayé, solo se que me desperté con unos gritos desgarradores que me devolvieron la razón y, presintiendo lo peor, corrí como pude hasta puerta de mi vecina.

Lo peor había pasado: Julianita y la monja internauta, habían metido la pata con la bomba molotov. La melena rubia de la niña quedó achicharra, su carita tiznada y su madre bañada en llanto le gritaba: ¡Mi niña, mi niña, quedaste igualita una negra tierrua! ¡Maldito seas, una y mil veces, Hugo Chávez! Pero esto no se queda así: mañana te pongo una peluca y nos vamos a guarimbear.

¡Libertad, libertad...!


Angel de la guarda no me jodas más 07/06/07

Esas palabras resuenan en mi cabeza durante estos días, Resuenan y remueven, debo confesarlo, un poco de rencor. Es que nunca falta alguien que sabe mejor que yo lo que es mejor para mi.

Todos tenemos una especie de ángeles de la guarda de carne y hueso, que se han autoproclamado como nuestros protectores y guías, y a quienes no hay manera de hacerles entender que si nos dejaran en paz estaríamos mucho mas felices.

El primero de estos ángeles suele ser nuestra madre, nadie como una madre para saber lo que es mejor para ti. Desde mezclotes horrorosos para abrir el apetito y que son capaces de hacerte vomitar, pasando por las clases de piano que ella nunca pudo tomar, así que te las enchufa para vivir su sueño a través de ti, luego por unos prometedores adolescentes en plena crisis de acné que serían perfectos para mi, y por esos pantalones que me hacían una bolsa en el culo, y aquella muchacha que no me convenía como amiga porque tiene cara de mala, y aquel ingeniero, no, ese de pelo rubio no, el otro, el gordito, el que tiene cara de buen marido, ¿me le declaro por ti?.


Un día glorioso mandé a mi mamá al carajo, me empaté con un tipo con cara de asesino en serie, me puse en pantalón roto y apretado y dando un portazo le corté las alitas de ángel guardián.

Al día siguiente escuche sus lágrimas por teléfono, escuche sus suspiros huérfanos y al final pude oír como su puchero se convirtió en una sonrisa de alivio. La pobre había pasado su vida agobiadísima viviendo para dirigir la mía, y yo, al fin y al cabo, parece que supe escoger solita lo que era mejor para mi. Al menos los pantalones me quedaban mejor.

Luego me he encontrado con ángeles fugaces encarnados en tías beatas, suegra, amiga del alma, amigo atacón disfrazado de amigote y vendedoras de bikinis; esas son las peores ya que tratan, a toda costa, de convencerte que esa rosca blanca mofletuda y fofa que te cuelga en la barriga no se nota para nada.

Pero uno va cortando alitas como puede y va escogiendo y formándose un criterio para las cosas. Así llegue a los cuarenta y tres años hace tres días, sacudiendo angelitos a diestra y, a veces, de manera siniestra,

Pero ahora me encuentro con una banda de post adolescentes fashion que saben exactamente que es lo mejor para mi, y están dispuestos a sacarse ampollas marchando hasta lograr mi libertad.


Resulta que ellos han descubierto que mi libertad de ver novelas me la han coartado, que mis noches, llenas de libros, se quedaron sin programas que nunca quise ver, pero que estaban allí por si acaso quería vaciar mi cabeza o llenarla de mierda, tal vez.

Se enfurecieron los muchachos MTV, porque su cachifa no iba a poder soñar con enamorar el señorito de la casa, ser violada por el malo, descubrir que era hija del viejo millonario que, convenientemente, muere sin mas herederos que ella y una falsa hermana que fingirá un embarazo para quitarle al galán. Le arrancaron la ilusión al pueblo y eso no se puede tolerar.

Ellos despertaron súbitamente con el clamor de un cacerolazo. Su mamá con la cara desencajada tocaba, por primera vez en años, una olla y un cucharón, pero no para hacer un sancocho, no. Lo hacía para alertar a los muchachos, esa generación de relevo latente, que les llegó su hora, que para orgullo de sus progenitores, alguien los estaba convirtiendo en líderes instantáneos de una lucha ideológica que carecía de ideas.

A marchar les dijeron, y marcharon y quemaron y apedrearon policías pacíficamente, exigiendo libertad de expresión. Como nadie los mató, marcharon más para defender el derecho de poder seguir marchando cuando les diera la gana. Como los dejaron seguir marchando, marcharon para exigir su derecho a marchar y a hablar con los magistrados de la corte suprema de justicia. Esto se está convirtiendo en el cuento del gallo pelón, pero esas cosas pasan...


Como los magistrados los recibieron y escucharon, como nadie los mató, ellos decidieron marchar para defender su derecho a marchar a la fiscalía general de la república y hablar con el fiscal general, como el fiscal los escuchó y de paso fueron invitados a la asamblea nacional para que debatieran con los otros estudiantes que no marchaban, ellos decidieron marchar para defender su derecho a marchar y mañana van a la asamblea, marchando o en metro, a debatir con los que no marchan sobre su derecho a marchar. Pero como todavía no los han matado, ellos planean marchar hasta el centro de Caracas, cerquita de Miraflores, a ver si allí alguien les da por matarlos de una vez porque esta marchadera se esta poniendo fastidiosa y a veces llueve y algunos olvidan llevar sus paraguas tricolor.

A todas estas, mientras marchan dicen que marchan por nosotros, por defender nuestros derechos humanos de expresarnos y marchar. Nos piden que nos unamos a ellos, que ellos saben por qué marchan y que lo hacen para salvarnos, aunque se dejen las suelas de los zapatos pegadas al pavimento de calles que jamás, hasta ahora, habían pensado en pisar.

Ellos declaran que no es una cuestión política, pero marchan gritando que Chávez va a caer. Dicen que marchan en nombre del pueblo, un pueblo que, debo recordarles, votó mayoritariamente por el sujeto a tumbar, y, no conformes con eso, cuando se les acerca un negrito, fruncen el ceño y se cuadran cual karatekas. Dicen que marchan por el derecho a la información veraz y llevan pancartas de RCTV, canal que no solo mintió, manipuló, deformó, corrompió, y enloqueció a una parte de nuestra juventud, en este caso marchante, sino que los pone en el frente de una conspiración, encandilándolos con un


estrellato repentino y dándoles la responsabilidad de defender con sus vidas el derecho de una empresa a seguir facturando, mientras miente, manipula, deforma, corrompe y enloquece.

Angeles de la guarda, no me jodan más. No votamos por ustedes ni lo haríamos jamás. Votamos por Chávez y por un proyecto de país soberano y justo. No necesitamos que los maten por una libertad que ya tenemos. No necesitamos sus marchas ni su falta de ideas, necesitamos de ustedes que vayan a sus salones, que debatan, que piensen, que descubran, que aprendan. Necesitamos de ustedes que comprendan lo que significa voluntad popular. Que entiendan de una vez que los engañaron al hacerles creer que este país es de ustedes solitos, que cada voz cuenta, y que nadie, salvo sus mamás, cree que ustedes valen más que el resto, ni que son mas bonitos, ni que sus derechos son mas importantes que los nuestros.

Y si quieren seguir marchando están en su derecho pero es mi derecho exigirles que no lo hagan en mi nombre ni en el de mis hijas, ni en el de ninguna de las personas que no ha movido un dedo en estos días para salir con ustedes a marchar.

¡Yo me marcho a cenar!

A nadie le huelen sus peos, ni sus hijos le parecen feos 09/06/07


Eso solía decir mi mamá con cierto conocimiento de causa. De las flatulencias de mi progenitora no voy a escribir porque madre es una sola y me vino a tocar a mi. De lo que si voy a escribir es sobre los hijos feos y de los bonitos también.

‘’Cuando se tienen dos hijos, se tienen todos los hijos de la tierra...’’ Eso dijo el poeta Andrés Eloy Blanco en ‘’Los Hijos Infinitos.’’ Solo un poeta como él podía describir un sentimiento que abarca tanto, que nos sobrecoge tanto, que tantas veces nos supera.

Hace ocho años, cuando nació mi gorda mayor, yo comencé a descubrir cosas tan sencillas y tan obvias, que por sencillas y obvias, nunca antes me había detenido a observarlas.

Una madre primeriza no puede quitarle los ojos de encima a su bebé, hay una especie de magnetismo que te lo impide. Yo no hacia más que mirar a mi niña de manitas gordas, con su carita de todo es nuevo y me gusta, su culito al aire y a mi que me importa, con su sonrisa de encías rosadas y cachetes brillantes. Cada movimiento nuevo era un descubrimiento para ambas.

Cuando ella descubrió que tenia manos y que eran suyas, yo descubrí en ellas a mis manos pequeñitas, y también me di cuenta de que esas manos gorditas y descoordinadas eran iguales a las del vecinito. Claro, vivíamos en la misma urbanización, éramos mas o menos iguales. Luego vino otra revelación más fuerte que me hasta el día de hoy me


conmueve, vi en el noticiero las manos de mi gorda en las de un niño muerto, era un bebé palestino, su manita inerte era exacta a la de mi niña cuando ésta estaba dormida.

Así fuimos descubriendo, de la cabeza a los pies, a todos los niños del mundo, aprendimos a caminar y nos caímos sobre los mismos culitos mullidos, descubrimos que un ruido fuerte nos hacía llorar de miedo, que si te muerde tu perro te duele, así que la próxima vez no le vayas a halar la cola, descubrimos que el hambre es fastidiosa y que se calma comiendo, que si no comes te enfermas y que si te enfermas tu, yo me enfermo de angustia. Descubrí que todos los llantos de niño me arrugan el corazón.

Hace poco tuve otra gordita, y me tocó descubrir que todavía me faltaba mucho por descubrir. Me cayó en la cabezota una paradoja abrumadora, si con la mayor reconocí manos, pies y culitos idénticos, cuando nació la enana me di cuenta de que cada bebé es diferente. Ante esta revelación lo menos que te puede dar es una depresión post parto. Yo tenía todo resuelto, como ya había criado a una bebé, y de paso del mismo signo horoscopero, pensé que la mitad de la tarea estaba hecha.

Pues no, nada de horoscopitos baratos, nada de manitas gorditas, igualitas eso si, pero no. Si la grande llegó al mundo flotando en nubecitas azules, su hermanita lo hizo montada en una motoneta sin silenciador. Dulces bebés gorditas y rosadas, una silenciosa y dócil, la otra un cachorrito de león.


Ya tengo dos hijas, lo que me califica para tener a todos los hijos del mundo. Sigo leyendo al poeta y me aterro: ‘’ Cuando se tienen dos hijos, se tiene todo el miedo del planeta...’’

Ese miedo puede ser causado por la incertidumbre. Los hijos, y eso lo se por ser hija, casi nunca somos lo que nuestros padres imaginaron que seríamos. Cuando somos bebés nos imaginan grandes, doctores, cultismos, bien peinados, responsables, perfectos. Nos imaginan como ellos quisieran haber sido, o nos imaginan como son, si es que tienen alta autoestima. Nos imaginan de cualquier manera pero, generalmente, casi nunca la pegan.

Siempre me asombró cómo mis padres me seguían queriendo a pesar de que les he llevado la contraria en casi todo. Si por ellos fuera, yo sería una señora elegantísima, entaconada y discretamente maquillada, tendría una casa ordenadita, sin un solo plato sucio, sin una partícula de polvo, sin una sola letra escrita, flores y velitas, bebes con lazos rosados, un piano de cola con una partitura muy tocada, un diploma en una pared, una cuenta de ahorros sólida, una vida sin tropiezos, como una foto de propaganda de jabón con blanqueador.

A mi me pasa lo mismo con mi gorda, que no le gustan los libros, que tiene como mascota una culebra que come ratones vivos, que no se quiere bañar cada día como dice el reglamento, me encuentro amando a mi otra gordita que se perfila tan compleja, que hasta el día de hoy, ocho meses después, ni siquiera sabemos con certeza de qué color


es su pelo. Mi gordita cara de culo, que no reparte sonrisas a menos que considere que de verdad las mereces.

Por eso ayer mi tarde fue muy complicada, asistí a dos eventos que se desarrollaron en uno. Ayer nuestros muchachos, mis muchachos tuvieron su día de gloria, los vi entrar a La Asamblea Nacional seguros, jovencitos, con caras de casi soy grande, de que se lo que hago, de que me la estoy comiendo y todos me están mirando. Y si, todos los mirábamos con el corazón en la mano. Cuando se tienen dos hijos se tiene todo el miedo del planeta...

Subió mi primer muchacho, muy serio, como muy tieso, subió con unos papeles llenitos de palabras y se paró en su sitio, sus hombros estaban caídos, sus ojos miraban abajo, quizá porque leía, quizá porque se sentía como si estuviera presentando un examen de esos que sabes que vas a raspar. Mi muchacho abrió la boca y salieron palabras de ella, las palabras que no expresan ideas son solo sonidos al aire. Mi muchacho habló y no dijo nada con la boca, pero sus ojos miraban con rabia, con arrogancia, y sin luz.

Mi corazón se arrugó por mi muchacho, mi niño oveja negra, y lo vi joven y lo vi viejo, sentí mucha pena por el. Imaginé a su madre orgullosa sentada frente al televisor, y sentí pena por ella. Nuestro muchacho con su mirada antártica, palabras vacías y gestos ensayados. Nuestro muchacho de probeta, con ideas de laboratorio que alguien pensó por el, tuvo su momento y se lo dejó quitar y tan ciego de arrogancia estaba mi niño, que no se dio cuenta de que si algo nos dejó con su puesta en escena fue una angustia pro-


funda, un mal sabor en la boca y una mirada tan vieja, tan vista y gastada, que por un momento, solo por un momento, sentí desesperanza.

Ocupó su sitio una niña estudiante de derecho, era bajita pero miraba hacia arriba. sus manos vacías, su boca llenas de palabras, muchas palabras, cada una en su sitio, sin titubeos mi niña expresó sus ideas. Una muchacha sencilla, algunas dirían que poca cosa, se fue creciendo con sus ideas, se iba haciendo grande, se iba haciendo cada vez más bonita. Yo acerqué a mi bebé a la pantalla como para que se le pegara algo, quise saber como hicieron sus padres para tener una hija así. Y recordé, como hija, que los padres hacen lo que pueden. Así que me senté con la gordita bien pegada a mi cuerpo, a ver si sentía un poco el orgullo que yo sentía.

Mi emoción con ojos aguados tuvo un breve receso. Otro muchachote, esta vez sin papel, pero igual de tieso, igual de frío, igual de viejo que el anterior. Balbuceó una explicación que no explicó nada y con la frente en alto, y la mirada clavada al suelo, se marchó dando la espalda a su oportunidad de mostrarnos algo, cualquier cosa que no fuera un silencio sin sentido.

Otra vez ese hueco en el alma que se cerró rapidito gracias a los muchachos y muchachas que no se quisieron ir. Aquellos que supieron reconocer allí tenían una gran tribuna para exponer sus ideas. Y así lo hicieron, hablaron con el corazón y la cabeza, hablaron con la osadía que solo tienen los jóvenes, nos hablaron nuestros muchachos y mientras lo hacían dejaron de ser el futuro lleno de esperanzas y se convirtieron en el presente lleno de orgullo. Nunca me sentí tan madre, jamás me sentí tan venezolana. Yo,


que soy una llorona, lloré a moco tendido. Yo que no soy muy cantadora sentí la urgencia de levantarme del sofá, con mi bebé en los brazos y cantar con mis muchachos el himno nacional.

Canté emocionada pero no pude dejar de pensar en los otros, los que se fueron, y quise que regresaran consciente de que no lo harían. Vi a mi mamá a mi lado, y recordé sus palabras y supimos que estábamos de acuerdo: a nadie le huelen sus peos ni sus hijos le parecen feos. Pero esa tarde por razones, que todavía no logro entender, las dos arrugamos la nariz, nos apuramos a revisar el pañal de la gorda y comprobamos que no era ella. Entonces tuvimos que admitir si, que a veces, muy a nuestro pesar, los hijos nos parecen feos.

Historia de dos ciudades De Altamira a Capitolio, de Beto y Teresita 28/06/07

Caracas es una ciudad bien compleja donde las cosas pueden no ser como se ven. Acaso es que yo veo todo al revés y por eso me gusta tanto pasear por esa ciudad para encontrar belleza en el desorden, melodías en el ruido, tesoros en medio de las aceras, oscuridad en la belleza, y belleza en la oscuridad.


Caracas son dos ciudades en una. La que conocí de pava, linda, la ciudad y linda yo y la que voy conociendo de cuarentina, grande la ciudad, pequeña yo, pequeña y feliz de poder ver.

La semana pasada me tocó cruzarla varias veces de este a oeste. El este que tanto conocí y en el que ahora, después de doce años de ausencia, desconozco, por donde me paseo con asombro de haber encajado perfectamente en ese sitio, en ese modo de vida, donde ahora me siento como una infiltrada, donde no entiendo nada de lo que antes era tan sencillo que no necesitaba explicación.

El este de Caracas es bonito, moderno, extranjero, si no fuera por los loros, que siempre regresan a dormir en el Guayre, se podría pensar que es una de esas ciudades genéricas que no tienen nacionalidad. Una Caracas políglota donde el café ya no se llama café, se llama capuccino o latte aunque sea solo café, donde las cuarentonas no se arrugan, donde la gravedad no afecta a las tetas, donde todas las narices son todas iguales, donde se camina con el pecho por delante, con cara de interesante, con expresiones tan estudiadas al caletre que ya no expresan nada.

El este de Caracas se distingue de Venezuela y se parece cada día más a Miami, lo que produce en sus moradores el orgullo vacuo del que copia porque no saber crear. Lo demás es monte y culebra...

Lo demás, el oeste, el lejano oeste de los cuentos de terror de mi infancia. Un lugar peligroso, sucio, feo...


La estación del metro en Altamira me traga y me escupe en Capitolio, debo llegar a la Plaza Bolívar y no tengo idea por donde ir, sigo a la gente, gente colorida, no tanto por su piel, que es como la mía, sino por sus ropas, su tongoneo, su ritmo interior que los hace bailar al son de mil canciones que suenan a la vez.

Un desorden generalizado y las advertencias que llevo tatuadas en el hipotálamo me hacen apretar mi bolso contra mi cuerpo, apretar el paso y poner cara de ja! ni se nota que no soy de aquí. Y se nota, pero no pasa nada, me ofrecen comprarme unos dólares que no tengo, nadie me silba o me sisea, lo que me indica que a mi si me afecta la gravedad y el tiempo, gracias al cielo, y un viejito me dice divertido que para llegar a la Plaza Bolívar solo tengo que dejar de caminar, y yo levanto la vista para ver al Libertador aguantando la risa por lo gafa que me veo allí parada, con cara de caraqueña extraviada en el medio de Caracas.

La otra Caracas, la que esta viva, la que se reinventa cada día, la que surge del olvido y se vuelve ciudad, la que se ordena y se desordena buscando su camino, la que lo encuentra mientras camina, la que encontró un futuro que hace años le fue negado, la que sobrevivió con la fortaleza del perro callejero, que flaco, sarnoso y apaleado todavía es capaz de mover la cola de alegría frente a una bolsa de basura recién tirada, no porque sea tonto ni sumiso, sino por que es capaz de encontrar alegría en lo poco bueno le toca.


Yo tuve un fox terrier, vaya perro cabrón el mío, cabrón y longevo. Beto nunca entendió que era un perro con mucha suerte, no supo ver que sin mi él habría muerto de un ataque de pulgas. Beto no podía comer pollo porque de daba gastritis, no podía comer nada que no fuera su comida, importada, carísima, sufría de eccemas en la piel, y de paso mordía, pero no a los ladrones sino a niñitos cariñosos y confiados y a la dueña de la casa que habíamos alquilado. Se meaba en la nuestras almohadas y se cagaba en medio del paso a la cocina justo a media noche, para que si alguien iba medio dormido a buscar agua, se despertara con la cálida sensación de la caca de fiel mascota escurriéndose entre los dedos de los pies. Beto sabía lo que hacía, era un perro muy inteligente, y se cagó en sus dueños durante diecisiete años porque, simplemente, era un cabrón.

Teresita llegó a la casa un día con la barriga hinchada de parásitos y muerta de miedo. Nos quedamos con ella porque nadie la quería. Era una perra sin raza, o con muchas razas revueltas. Perra amarilla con ojos agradecidos. Tere se meaba si, pero de alegría de vernos, comía cualquier cosa como si fuera un manjar, se arrancaba las pulgas con sus dientes, y se olvidaba de que era miedosa si algo nos amenazaba. Teresita sabía que tenía mucha suerte, que aun cuando hubiese sido capaz de sobrevivir en la calle, al contrario del cabroncete de Beto. La cuidábamos y la queríamos y ella nos retribuía con sonrisas perrunas, buena compañía y alegres meadas matutinas. Mientras Beto exigía más y más, Tere disfrutaba con los que le caía. Insisto, Beto era un cabrón.

Igual pasa con los caraqueños y conste que no estoy llamando perro a nadie. Los del este tienen mucho: la comida les sobra al punto de tirarla a la basura mientras que dicen a sus niños: ‘’ La comida no se bota’’. Tienen casas grandes, piscinas, carros, par-


ques, tiendas, productos importados, muchos zapatos, pantalones y camisas, tienen doctores que curan todo, tienen colegios y guarderías,trabajo en aire acondicionado, tienen señoras de servicio que limpian y cocinan, tienen viajes, cuentas bancarias, clubes, clases de karate y ballet, juguetes, muchos juguetes para sus niños. Del faltarles, no les falta nada que se pueda comprar. Pero nunca tienen suficiente, y se quejan, exigen, patalean y no se mean en la almohada porque la funda que las cubre es carísima y ellos mismo la pagaron.

No solo se quejan por lo que no han podido comprar aun, se quejan porque otros pretenden tener derecho a vivir, ni siquiera como ellos, porque eso es excesivo, sino a vivir dignamente. Los otros, los tierruos, pretenden comer tres veces al día, tener un techo que los cubra de la lluvia, un doctor que cure sus enfermedades, un colegio para sus niños. Pretenden estudiar en la universidad, y que sus hijos sigan su ejemplo, pretenden ser gente de bien, pretenden pensar y, para colmo, pretenden decidir con su voto el destino de todos los venezolanos.

Mis Betos de Baruta y Chacao, se enteraron hace dos semanas, que hay una lucha de clases. Ellos dicen que ese es un fenómeno nuevo, que aquí no existía hasta que Chávez, con su discurso incendiario, nos dividió. Es fácil no saber de luchas de clases cuando se es la clase explotadora y opresora. Más que fácil, es conveniente.

Ellos hablan de reconciliación nacional condicionando la misma al cumplimiento de sus exigencias. La reconciliación para ellos implica el desconocimiento de la voluntad popular, el regreso a un pasado grotesco y la desesperanza de las mayorías.


Yo no entiendo tanto egoísmo, o tanta ceguera, para no ser tan dura. No se en qué los afecta negativamente que todos tengamos una vida mejor. Solo se que cuando Beto se quería pasar de vivo con Tere, ella no se cortaba para meterle un mordisco y hacerlo correr, chillando y con el rabo entre las piernas.

Los caraqueños del oeste están descubriendo a que sabe la esperanza, ya han probado el sabor de una vida mas digna, no están peleando por un hueso, están defendiendo el futuro de todos los venezolanos, incluso el de quienes pretenden dejarlos sin futuro. De los del oeste tenemos mucho que aprender, tanto que podríamos sentir mucha vergüenza por haber sido tan ignorantes, tan soberbios y tan ciegos.

¿Monte y culebra? No lo creo, lo que hay mas allá de Chacaito es un país grande donde el café se llama café, la gente se llama gente y la reconciliación significa igualdad.

Hamlet en la cuerda floja 02/07/07

Vivir es como caminar en una cuerda floja que, para colmo, es sinuosa. A veces nos encontramos enfrentados a nuestras convicciones,con que somos buenos hasta que tenemos que ser malos, que somos justos hasta que dejamos de serlo, que somos valientes hasta que nos morimos de miedo.


Hace un tiempo leí de un amigo unas palabras que no puedo olvidar: ‘’Lo malo de los malvados es que nos hacer ser malvados.’’ Y es muy cierto, yo lo llamo el síndrome del nuevo. Cuando entramos a la universidad nos rayaron la cara y la ropa, a mi me escribieron con saña y tinta indeleble la palabra ‘’NUEVA’’ en la frente. Mi propio primo me esperaba con un montón de ex nuevos para rayarme, empujarme y aplastarme una torta en la cara, lo bueno es que la torta estaba sabrosa, lo malo es que también me querían cortar el pelo. Lo que era una broma tonta de iniciación terminó convirtiéndose en una empujadera con insultos, manotazos y una tijera ciega surcando el aire muy cerca de mi cara.

Repartí trompadas cual pugilista peso welter y gané la pelea y varios enemigos. Mi primo, asombrado, me llevó al cafetín y me compró un refresco. Me contó como había esperado todo el año por este día y cómo yo se lo había arruinado. El se sintió tan espantado cuando una horda de estudiantes le trasquilaron el pelo en su primer día de clases el año anterior, que para cerrar ese episodio pensó que debía hacer lo mismo con los ‘’nuevos’’ nuevos.

Hoy veo con asombro como algunos de mis compatriotas revolucionarios pretenden que nos comportemos como lo hacen los disociados y sus titiriteros. Si sus periodistas son sesgados , los nuestros deben serlo, si ellos son intolerantes, nosotros también, si ellos son excluyentes, pues nosotros debemos excluirlos.

Para estos superrevolucionarios quien no actúa como ellos suponen que debe hacerse, es un traidor o cuando menos un blandengue. Van por el mundo con su dedo des-


piadado y sabihondo apuntando a propios y extraños. El asunto, al parecer, es señalar, encontrar defectos donde no los hay, distrayendo la atención de lo que es realmente importante. Son contralores absurdos que marean y difuminan la realidad favoreciendo con sus criticas huecas justamente a quienes deben combatir.

Es fácil caer en ese juego si no se sabe por qué se lucha. La revolución no es una moda, es un modo de vida. Si no tenemos convicciones claras y sólidas por cualquier cosa nos tambaleamos.

Luego hay otra clase de compatriotas que están en el mismo bando pero sufren de intolerancia a la crítica constructiva. Este es otro tipo de paranoia revolucionaria. Son como las madres ciegas cuyos hijos son perfectos y achacan todos sus males a la malas juntas de sus retoñitos. El no fumaba hasta que Carlos le invito un cigarro, el no bebe, son sus amigos que lo incitan, el era estudioso hasta que se enamoró de esa bichita. Recuerdo a una mujer que le reclamaba sollozante a su nuera la calvicie de su hijo. ‘’El tenia pelos cuando te conoció y míralo ahora, pelón como un mamón chupao’’ Claro habían pasado catorce años, todos en su familia eran calvos y de paso barrigones. En todo caso quien podía reclamar era la enamorada engañada, ella se empató con un papachongo y este acabó pareciéndose a Lusinchi.

Y están los que ven, viven y se equivocan y rectifican, los que tratan de mantener el equilibrio de acuerdo a sus ideas, los que no quieren que los malos les contagien su maldad, los que son simplemente humanos. Los que caminan por esa sinuosa cuerda floja procurando no caer en el vacío del concurso del ‘’Revolucionario de Oro’’.


No estamos en un concurso, si algo nos estamos jugando es el futuro y, a la hora de la chiquita, nos estaremos jugando la vida. No quisiera que llegara el momento de jugárnosla en serio, espero con optimismo ingenuo vivir una ‘’revolución bonita’’. Pero si llegara ese día ya veremos a donde apuntarán los dedos o quizá veremos incluso donde se los van a meter.

Mientras tanto sigo en mi cuerda floja y sinuosa y, como Hamlet, voy preguntándome cada día: ¿Ser o no ser? y opto por no ser como ellos, por no dejarme contagiar con la locura, la intolerancia, la ceguera, y y sigo siendo como he sido: camino despacio y con los ojos abiertos y trato de mantener la cabezota despejada, si me equivoco, corrijo mis pasos, porque, si me caigo, se que abajo no hay redes protectoras. Antes pensaba que la trinchera tenía dos lados, ahora miro nerviosa como de mi lado también nos están apuntando... con los dedos.

Las palabras sin contenido son solo ruidos 06/07/07

El ruido molesta, incomoda, e irrita. El ruido me fastidia tanto que me he visto en la obligación de entrenar mis oídos a no oír. Aprender a no escuchar no es una tarea fácil,


de los cinco sentidos el oído es el mas expuesto al abuso, no trajeron párpados nuestras orejas, he ahí un error grave de la evolución.

Es fácil cerrar los ojos, bajas los párpados superiores y ya dejas de ver, es fácil dejar de sentir frío con una bufanda, un gorro y un abrigo, para no saborear la mierda solo debes evitar llevártela a la boca, la nariz está un poco desguarnecida pero siempre se puede aguantar la respiración.

Pero los oídos, pobrecitos, no pueden dejar de cumplir su función. Son unos trabajadores incansables que no duermen, y por ser tan eficientes, a veces, no nos permiten dormir.

Hace muchos años me tocó vivir, como La Cenicienta, con una madrastra mala y dos hermanastras peores. Mi madrastra tenía un problema espantoso: cuando de enojaba, y eso le sucedía cuarenta y seis veces al día, empezaba a dar un discurso doliente, para quien la tuviera que oír, monótono y repetitivo. No había escapatoria porque ella tenia dos piernas y, si era necesario, dos garras al final de sus brazos.

Como yo no era su hija, como mi papá me quería, como yo era feliz, me convirtió en el blanco favorito de sus ataques de cólera. Yo, que crecí en un ambiente armonioso, me sentía agobiadísima con sus peroratas infinitas. Ella era capaz de pasar de una rabieta a la otra sin necesidad de tomar aire.


Me despertaba con sus zumbidos de avispa gigante, desayunaba como podía y a veces lograba zafarme para ir a la universidad. Regresaba a su avispero para ser atenazada de nuevo y así almorzaba, estudiaba, me bañaba, hasta que ella se dormía y seguía quejándose entre sueños para que yo no pudiera soñar.

Una mañana me asusté mucho porque me di cuenta de que alguna de las dos había muerto. Yo me desperté descansada y muy tarde, escuché a los pajaritos, los pasos de mi papá en la escalera e incluso mi propio bostezo, escuche tanto como podía buscando un ruido con el que no me acostumbraba a vivir pero con el cual estaba estableciendo una extraña relación de dependencia: escucho el zumbido venenoso y luego existo.

Bajé a la cocina acompañada por los chillidos de mi hermanastra que, desde su cuarto, gritaba furiosa porque no cabía dentro de mi pantalón. La aspiradora estaba encendida, el portón de la entrada rechinaba, la licuadora despedazaba una lechoza y mi madrastra no se oía.

Se murió, eso es, no puede haber otra explicación. Entré a la cocina y me puse helada al verla allí de pié, esperándome como cada mañana, con sus ojos puyudos y estirados odiándome, batiendo sus garras con uñas acrílicas, moviendo sus labios rellenos de colágeno, igual que cada mañana pero sin emitir sonido alguno.

Me morí, eso es, la muerta soy yo, por eso los pajaritos y los ruidos caseros de mi infancia, estaba muerta y vagando por la casa esperando a mi papá para decirle adiós antes de ir a donde me tocaba. La muerte no era mala, era un verdadero alivio. Podía seguir


oliendo el café de la mañana, podía ver a todo el mundo, podía incluso hacer pipí, era como estar viva pero sin zumbidos.

Las garras manicureadas me alcanzaron y me zarandearon desesperadas, mientras la boca hinchada de la bruja se retorcía con muecas tan feas que merecían otra cirugía. Las arrugas de su cuello se movían solo para formar otras arrugas más profundas. La cara, frisada con una gruesa capa de maquillaje, se le notaba colorada y su boca se hacía mas grande y amenazadora, y yo, muerta de la risa por estar muerta y libre de aquel ruido que me persiguió por no se cuantas semanas.

Escuché la voz de mi papá detrás de mi, me zafé de la bruja y lo abracé riendo y le dije: Chao papi, me tengo que ir, pero no te preocupes que estoy contenta. Me miró extrañado mi pobre papá y me dijo que no me preocupara que el arreglaría todo, a lo que yo conteste que no se enredara mucho con los detalles, que yo siempre he sido muy sencilla y no valía la pena gastar ese dineral en un funeral.

Mi papá se espantó, pensó que la bruja me había hecho perder la razón y me arrancó de esa casa jurándome que yo estaba viva, que si no la escuchaba debía ser porque recuperé la sordera selectiva que tan útil me había sido cuando era una niña, y, en lugar se comprarme un funeral, me compró un desayuno y una mudanza para dos. Nosotros dos.

La sordera selectiva es una destreza maravillosa que los niños dominan a la perfección hasta que son domesticados a punta de lecciones de buenos modales y uno que otro


jalón de oreja, esto último parece dañar la compuerta que evita que las palabras fastidiosas lleguen hasta sus pequeños tímpanos.

Mi mamá era muy buena y pensaba que los pellizcos, bofetones y jalones de oreja atentaban contra la dignidad de los niños, por lo que mi compuerta auricular permaneció intacta, solo que cayó en desuso gracias a mi buena educación. Bastó un poco de abuso para que yo sufriera una regresión milagrosa y muy oportuna.

Desde entonces usé este don hasta que me convertí en mamá y decidí dejar la compuertas siempre abiertas por si acaso. Ahora escucho todo y de todo. He descubierto el vacío de las palabras, he oído a quienes hablan sin pensar por un momento siquiera el ridículo que están haciendo, los he escuchado decir, sin el más mínimo pudor, las cosas mas absurdas con palabras rebuscadas que no significan nada, adoptan frases que salieron de otras bocas brutas y las repiten como loros. Niegan el sentido del don del habla al mover la boca, emitir sonidos y no decir nada.

Hay palabras que suenan como patadas que no llegan a su blanco, palabras de odio que se devuelven contra quien las pronuncia. Hay insultos tan tontos, como el que me dijo un opositor furibundo que, dejando a un lado su hombría, pretendió ofenderme llamándome fea, ¿qué se le responde a eso? ¿mira mirita cara de papita?

Como todos tenemos boca, todos hablamos, y eso estaría muy bien si al hablar procuráramos hilar ideas con las palabras que pronunciamos. Pero nos vemos obligados a


escuchar a personas que no tienen nada que decir y que, de paso, te exigen que debatas con ellos.

Fiel al espíritu democrático accedo a sus peticiones, expreso mis ideas y ellos solo pueden decirme fea, y, como si eso fuera tan fácil, de tratan insultarme llamándome acomplejada, resentida, bruta. No saben que solo la verdad ofende. A eso ellos le llaman debate, a eso le llaman libertad de expresión.

Mis oídos escuchan frases hechas que niegan al prójimo y a todas sus luchas, oigo con decepción a quienes se dicen ser ‘’los educados’’ hacer ruidos grotescos con la boca. Ni una sola idea, ni una sola propuesta, ni una sola palabra que tenga contenido.

Pero me empeño en escuchar, a ver si algún día comprendo que es lo quieren decir cuando emiten esos ruidos, si es que en el fondo tienen otro significado mas allá del odio y el vacío que transmiten.

Y, como soy optimista, espero un día escuchar al menos una palabra que tenga sentido de una de esas bocas que, por ahora, solo sirven para bostezar, comer y negarse la oportunidad ser una boca humana que, si se conectara con su cerebro, podría dejar de hacer ruido y comenzar a hablar con coherencia. Solo entonces podremos dialogar.

Mientras tanto solo les puedo decir que el que lo dice lo es con la pata al revés...

De un sueño que quita el sueño


20/07/07

Dicen que todos tenemos un precio y yo me niego a creerlo. Claro, nunca me han ofrecido tanto como para que yo me vea en la situación de pensar en embarrarme las manos. Pero ¿se duerme bien con las manos pegostosas y hedionditas? Yo soy tan dormilona...

Hace años, cuando vivíamos en mayami, vinieron unos amigos de visita y, entre las mil cosas que compraron, adquirieron un ticket del Lotto que se jugaba el sábado y que repartía setenta millones de dólares. Nuestros amigos se regresaban a Caracas un día antes del sorteo y, con esa pueril certeza de que esta vez si les tocaba, le dijeron a Oscar que se quedara con el boleto y, si ganaban, compartían el premio miti y miti. Oscar no tardó ni medio segundo en responder: Si no sabes nunca mas de mi es que ganamos, y soltó una carcajada escalofriante que no solo me heló la espalda, sino que heló la sonrisa de su ‘’hermanazo del alma’’ que no sabia si romperle la cara, el boleto o el boleto en la cara.

No harías eso ¿verdad? -Preguntó tratando de conservar el sentido del humor nuestro futuro compadre.

Creo que si, es una posibilidad. -Añadió Oscar sin que le temblara el pulso.

Pero somos amigos, ¿serías capaz de cambiar a un amigo por setenta millones de dólares?


Mira Luis, -dijo mi gordo mientras mis ojos se salían de sus órbitas. Con setenta millones de dólares me compro amigos nuevos.

Yo estaba marcando el teléfono de un abogado para que me divorciara de ese salvaje, así que no pude despedir a mis amigos que se fueron sin boleto y deseando de todo corazón que no fuera ese el ticket ganador. Ya no por salvar una amistad, sino para se jodiera el miserable ese...

En la noche, solos el muérgano y yo, tuvimos que hablar, del divorcio, por supuesto. Yo temblaba de solo imaginar cómo esa serpiente que tenía por marido, me iba a desplumar con la repartición de bienes. Solo teníamos un sofá, una tele y mis libros, pero ese miserable, a pesar de tener ni el más mínimo interés por la literatura, sería capaz de quitármelos para venderlos por siete centavos. También estaba Beto, el perro, pero esa la pelea la ganaría quien se librara de tener que cuidarlo por dos quince años que le restaban de vida a la dentadura peluda que nos había tocado por mascota.

Yo salté primero, ya que dicen que la mejor defensa es el ataque, y dije: ‘’¡la tele y el perro son míos!’’, pensando que si mostraba desinterés por lo que si me interesaba, ganaría esta dolorosa batalla que se me venía encima.

Claro que son tuyos. -Contestó mi marido haciéndose el perplejo, ¿o el pendejo?.


¿Cómo que míos? ¿Es que te vas a quedar con mis libros? ¡Desgraciado!... Claro, tu lo que quieres dejar para ti solito son los setenta millones. Eres una rata del alcantarilla, ya te veo dándotelas de generoso: ‘’ Si mi ex Carola, te regalo las cuatro cosas que construimos juntos y el perro, que es como el fruto de nuestro amor’’ - En este momento, ciertamente, yo parecía la madre de Beto, con los pelos parados, los dientes afuera mordiendo el aire furiosa, y sin una pizca de sentido del humor.

Me le lancé a la yugular y Beto me acompaño buscando la carótida del canalla, pero nos frenó en seco una lluvia de almohadazos. Al perro le salió, por metiche, pasar la noche en el balcón y a mi, pasarla en vela escuchando una explicación tan sincera que hasta hoy me hace pensar.

Yo me conozco, dijo, dentro del contexto en el que vivo. Yo soy honesto, fiel, trabajador y todas esas cosas que sabes que soy, porque no tengo nada. Pero si un día me cae en las manos un premio tan gordo, no se si sería el mismo, sería muy arrogante de mi parte afirmar que lo se. Fue tan honesta la explicación de mi gordo, que prohibí desde entonces los juegos de azar en mi casa.

Claro que vivíamos en Mayami y buscábamos el sueño americano y ese sueño consiste única y exclusivamente en forrarse de dinero. Entonces fui mas lejos hurgando el alma de mi marido y pregunté algo ya había respondido hacía mucho tiempo: Si el dinero es corrosivo, ¿serías capaz de hacer algo ilegal o deshonesto por tenerlo? Y mi gordo, tan lindo y sincerote me respondió con simpleza: ‘’ No es lo mismo que te caiga el dinero y te corrompa, a que te corrompas por tener dinero’’


No me divorcié. ¿Cómo dejar a un hombre que no teme decir la verdad, a pesar de que ésta lo deje como una mierda? Luís tampoco se fue. Seguimos siendo pelabolas, lo que ha permitido que ahora sean compadres del alma.

Y ¿para que cuento todo esto?, preguntará el paciente lector. En este punto exactamente no lo se, contestará la honesta escritora. Estoy solo tratando de desenmarañar las razones que pueden llevar a alguien a embarrase por dinero.

Nosotros tuvimos la suerte de vivir en el corazón mismo del capitalismo mas salvaje. Vivimos cinco años en el lugar donde todo lo que no tiene valor se compra y mientras menos valor tiene, mas caro es. Descubrimos lo inútil que puede ser un Rolex si un reloj de siete dólares te da la misma hora. Descubrimos que un diamante sirve para preocuparte por no perderlo, que por muy caros que sean tus zapatos, si pisas una mierda de perro, se embarran igual, pero da mas rabia, porque la gamuza italiana se mancha horriblemente y no se puede lavar así no mas.

Descubrimos que nunca tienes suficiente, ganes lo que ganes, siempre hay mas que comprar. Que si tienes un Mercedes hay un Porsche, si tienes un Porsche, hay un Ferrari. Que los metros cuadrados son infinitos y que hay casas un poco mas allá, mas grandes, mas lujosas y tu las quieres y tu trabajas y trabajas y trabajas...

De domingo a domingo, sin desayunos en la mesa llena de niños, sin noches de sueño profundo y reparador, con hipertensión, con cuentas y cuentas, con caprichos que


comprar para sustituir caricias que no se dan porque no hay tiempo, porque son gratis y no valen nada, no dicen nada, caprichos que maquillan culpas, abandonos, ausencias...

Nos iba del carajo en mayami, ganábamos un montón de dinero. El escultor con quien me casé se convirtió en un ‘’hombre de bien’’, dejando de un lado sus creaciones para hacer reproducciones de piecitas que se convirtieron en ‘’best sellers’’. Eramos motivo de envidia de los incrédulos que pensaron que Oscar sería siempre un muerto de hambre, y ser motivo de envidia, en este caso, es ser exitoso.

Mi gordo era un tipo exitoso, tenia de todo, carro, casota, piscina frente al lago, vecinos millonarios que jugaban para los Miami Dolphins, propuestas para reproducir sus exesculturas en un taller mexicano, por mexicanos explotados que harían todo el trabajo para que el lo firmara y lo cobrara, pero eso si, no pienses mucho, haz perritos y gaticos en poses graciosas, no te pongas creativo que eso no es lo que vende.

Una vena en la sien de mi gordo latía con la frustración reprimida que el éxito no le dejaba mostrar. Cuando venían los amigos, la vena cobraba vida propia y poseía a mi marido que solo podía despotricar de la mierda de vida, de los gringos pendejos, que no entendían, que no sabían que esos perritos que compraban por quinientos dólares eran una cagada. Pero todos le palmeaban la espalda y le decían: ¿de que te quejas? Mira la casa que tienes, mira ese carro, mira ese lago artificial que tienes en frente, esto si es vida.

Pues no lo era, éramos un par de infelices, dos sardinas nadando en un mar de tiburones voraces. Y nos gustaba ser sardinas, éramos felices y mas libres cuando no tenía-


mos mucho y nadábamos en nuestra playita tranquila. Nos fuimos de mayami y nos convertimos en fracasados. Ya nadie nos envidia, ahora nos dan la mano los amigos que se quedaron.

Claro que cada quien busca lo que quiere en la vida. Para la mayoría de la gente que conozco el dinero es un fin, no un medio. Ellos buscan el éxito con venas palpitantes en la sienes. Muchos mueren buscando y no saben que es mas o menos como el caldero lleno de oro al final del arcoiris. Por mucho que tengas siempre hay mas que tener y trabajan y trabajan y trabajan...

Trabajan y no alcanzan, se arrima un poquito la ética, solo un poquito, para que cuadre la cuenta, pero hay mas y no tienes, y se arrima otro poquito, solo un poquito, pero no llegas, y si no te conformas, se arrima un poquito más y sin tanto pudor, que no pasa nada, y si eres ambicioso, la arrimas y empujas a ver donde hay mas, y si pierdes la vergüenza vas, te cagas en aquellas ideas que alguna vez tuviste, y te embarras hasta el tuétano.

Se preguntará el lector, si aun está leyendo, Ahjáa, ¿y a dónde quiere llegar Carola?

Pues al cambio, les respondo y me respondo. Porque estamos en un proceso de transformación que requiere una revisión de nuestros valores. Si crecimos a punta de teteros capitalistas y ahora nos encontramos con que se comen otras cosas y de otra manera, habrá que revisarse y ver cuan revolucionarios somos y cuantos estamos dispuestos a


no arrimar ni un poquito la ética para que nos cuadre una cuenta. Habrá que redescubrir que las cosas que mas valen, como dice la canción, ni se compran ni se venden.

Es que hay cosas que no me cuadran. No hay revolucionarios ‘’Lacoste’’, al menos eso pienso yo, a mi no me van a dar discursitos antiimperialistas batiéndome en la cara un relojote carísimo que da la hora en inglés, porque el discurso me lo creo, pero no creo en el orador. Porque irremediablemente las marcas de moda lo delatan y acaba, mi dudoso revolucionario, como el famoso monigote, que por mas que se tongonée siempre se le ve el bojote.

Yo pecadora... 30/07/07

Viernes por la noche, estaba recostada en mi sofá, fumandito, relajada, pensando en lo buenos que son algunos pecados y, sin darme cuenta, me encontré rezando una oración que me hacían repetir obligatoriamente en el colegio, sin que entendiera ni una sola palabra de las que estaba pronunciando: Yo confieso ante Dios todopoderoso, que he pecado mucho...


...si, y bien sabroso, y que pienso seguir pecando cada día de mi vida, cada vez que el cuerpo y el alma me lo permitan. Sin un ápice de culpa porque soy irredimible, porque me niego a condenar a mi alma a que descanse eternamente sentada en una nubecita, tocando un arpa chucuta que solo tiene tres cuerdas.

Así como en el cielo hay ángeles, arcángeles y un jefe de todos los jefes que no es uno sino tres, que no son más que tres en uno, Padre Hijo y Espíritu Santo, en forma de paloma este último, y que el hijo aun siendo uno aquellos tres, se sienta a la diestra de si mismo, o sea, del Padre, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, amén, y si no entiendes vas al infierno.

Supongo, claro, que en el cielo habrá arpas mas grandes, mas sonoras y con mas cuerdas, habrá nubes más lujosas y distinguidas, halos de papel de aluminio, bronce, plata y oro, batas blancas ‘’dry clean only’’, otras ‘’wash and wear’’ y muchas, simplemente percudidas. Habrá angelitos negros, eso no lo dudo, pero en las nubes de lluvia que se desbaratan con los aguaceros, Así en el cielo como en la tierra...

Habrá cúmulos, entre los cirros y estratos, en donde se alojan eternamente quienes en vida fueron profesionales asalariados y pequeños comerciantes, que levantan la vista hacia los cirros, ya no con envidia, porque estamos en el cielo, pero si con la ansiedad que produce la certeza de que ni en el paraíso podrán alcanzar la gloria.

Arriba, en lo más alto, amplios y mullidos cirros teñidos de colores crepusculares: rosado Miami, azul Santa Fé, lavanda Provence, dorado Vaticano y salmón finlandés. Ese


es el cielo VIP, reservado para y por los jerarcas de la iglesia católica, que, en la tierra, vienen siendo como unos promotores de bienes raíces celestiales, que reparten parcelas a prominentes personajes de la sociedad de consumo para garantizarse un descanso eterno rodeados de vecinos importantes.

Y es que así debe ser el cielo que ellos promueven desde este valle de lágrimas. Si fuera un cielo justo, donde todas las nubes fueran iguales, donde no hubiera diferencias entre ángeles, arcángeles, santos, beatos y simples mortales, ¿querrían ir allá el Papa y todos estos jerarcas de la Conferencia Episcopal y otras sucursales del Vaticano?

Yo lo dudo mucho. Si es que, a lo largo de la historia, han defendido a sotana y espada las causas más injustas, han bendecido bombas que iban a ser lanzadas sobre niños hambrientos de paz, sostienen que las mujeres hemos sido malas desde el mismo momento de la creación, y que solo somos el producto defectuoso de la mezcla de una bola de barro y la costilla de un hombre, a quien le sobraba una costilla, pero le faltaba cerebro. Si promovieron la idea de que algunos hombres no tenían alma solo porque su piel lucía más oscura, si han tratado de quemar vivas a las ideas chamuscando en la hoguera a quien se atrevió a pensar, si se cuadran con los asesinos y atentan contra el pueblo, ese pueblo al que ellos llaman rebaño del señor, y del que se autoproclaman sus pastores para conducirlo al matadero.

Pues yo creo que ese cielo ha sido un infierno desde siempre. Hubo al principio un ángel que, según cuentan, era el ángel más hermoso de la creación. Lucifer se llamó el


primero en rebelarse contra ese cielo y ese Dios, que creó, irresponsablemente, el mundo en una semana, tomándose incluso el ultimo día para echarse una siestecita.

Por andar tan apurado, aun teniendo toda la eternidad por delante, no pensó ese Dios en tomarse su tiempo y crear cada cosa con cuidado. De un plumazo inventó todo, absolutamente todo, y luego al hombre y a la malvada que lo acompañaría. Inventó cosas muy lindas pero frágiles como las flores, los bebes, que llegarían nueve meses después y la felicidad que en muchos casos no llega nunca, y cosas horrendas e indestructibles como las arañas, el libre albedrío y el ¨pagan justos por pecadores¨.

Imagino a Lucifer, sentado en ese cielo a la siniestra del creador y pensando que éste se había equivocado. Lucifer, creación amada, pensó que podía opinar al respecto y habló: Dios, creo que has puesto la cagada. -Una mirada, fulminante y omnipotente, no pudo detener al ángel rebelde. Mira tu esa vaina de inventar tantas maravillas y llamarlas tentaciones. Dime tu, creador de cosas, por qué inventar las zonas erógenas y orgasmos para luego catalogarlos como lujuria e imponer la castidad, para qué las manzanas dulces si no se deben probar, para qué hacer a tus hijos a tu imagen y semejanza si luego será considerado un acto de soberbia que quieran parecerse a ti...

Tenía Lucifer un millón de preguntas, todas sin respuestas, y no pretendía callar pero ese Dios, sentado en su escritorio dorado, buscaba con el dedo divino un botón que había creado para casos como este. Al encontrarlo lo oprimió y una compuerta, que había justo donde estaba de pie el ángel preguntón, se abrió de par en par y Lucifer cayó del cielo a tal velocidad que no tuvo tiempo de abrir sus alas. Se estrelló de tal manera que la tierra


no pudo detener su caída, por lo que descendió hasta el infierno, un local recién creado por el creador para alojar a Lucifer y a todo aquel que, de ahora en adelante, le diera por pensar como él.

Sin pensarlo mucho, como siempre, había matado dos pájaros de un tiro el Señor. Se deshizo del ángel agitador y se inventó un culpable para todos sus errores de cálculo. Le endosó las tentaciones a Lucifer e inventó la pena máxima para quien sucumbiera a ellas: la vida eterna en el infierno.

Lucifer respiró aliviado al verse dueño y señor de un nuevo reino, aunque era un poco oscuro para su gusto, por lo que encendió varias antorchas para darle mas claridad. Lucifer era un ángel muy amplio de criterio, no veía pecados en el amor, ni en el gusto por probar frutos sabrosos, ni en las ganas de saber y alcanzar la inalcanzable perfección, por el contrario, inventó muchas maneras de ofender a Dios sin ofender a nadie mas que a Dios y a sus secuaces.

La mermelada de manzana fue todo un éxito, los hoteles de paso, el chocolate, los tambores de la costa, cualquier costa, cualquier tambor, el vino, el baile, los libros, la imprenta, los planes de alfabetización masivos, las revoluciones, las carcajadas, la libertad...

Yo confieso ante ese Dios, dudosamente todopoderoso, que he pecado mucho, y que lo seguiré haciendo mientras los pecados sean sabrosos y no hagan daño a nadie, mientras el cielo sea el lugar a donde van a parar las ratas de iglesia, las viejas de gris que, con una mano huesuda y ensortijada, te dan la paz en la misa de domingo y el lunes,


a primera hora, envenenan al gato de tu hijita porque les molestan los maullidos, los curas que manosean monaguillos, los Obispos que callan, los que hablan para oprimir a los oprimidos, el Papa... -Son tan malos los Papas que hubo uno que destacó por su falta de maldad y se ganó el apodo del Papa Bueno. ¿Acaso no es que para llegar a ser Papa hay que ser bueno? He aquí otro misterio equiparable al de La Santísima Trinidad-. Los dictadores piadosos, los reyes católicos, el Cardenal Castillo Lara, que debe sentirse muy orgulloso de acompañar a tan selecto grupo, los miembros de la conferencia episcopal venezolana, los obispos que lloraron a Franco, los que besaron a Pinochet, los que convirtieron a Cristo en una vaya publicitaria y pretenden que nosotros carguemos la Cruz.

Es por eso que, desde hace mucho, pedí mi cupo en la quinta paila, porque si el cielo es para ellos, el infierno tiene que ser el paraíso.

Esta boca es mía 11/08/07

Si de hablar se trata todos tenemos boca, mas o menos pasa lo mismo con la escritura, que es como hablar con los dedos. Tenemos medios muy democráticos en donde exponer nuestras ideas, debemos utilizarlos, pero, pienso, que antes hacerlo hay que saber que no todo lo que nos pasa por la cabeza es una idea digna de ser publicada.


Hay mil razones para escribir y mil razones para pensar antes de hacerlo. En esta revolución, cuando escribimos, debemos tratar de construir con lo que decimos porque de hacer lo contrario acabaríamos pareciéndonos a los amigos de la oposición.

Opinar es un ejercicio democrático y, como tal, debemos ser responsables de las opiniones que emitimos. Si vamos a emitir un juicio el cuidado debe ser extremo, no vaya a ser que acabemos convertidos en una especie de Torquemada ¿moderno?.

No podemos hablar en nombre de la revolución en términos inquisitoriales, no podemos ir por la vida olfateando enemigos con la nariz congestionada, y entre mocos, acorralar con ladridos locos a cualquiera que nos parezca que no huele a lo que queremos que huela.

Resulta que es muy variado el pelaje de los revolucionarios, que esta revolución es nuestra, de las mamás que empujamos cochecitos, de los viejitos que que se quedan dormidos viendo Aló Presidente, de los niños que preguntan si Chávez es bueno, de los teóricos, de los luchadores ex perseguidos que ahora ven como todo no fue en vano, de los que hacen mucho y no dicen nada y de los que hablamos mucho y hacemos poco, de los que ponen el pecho, de los que ponen la cabeza, de los que ponen el lápiz, de los desde su casa alimentan a sus hijos con ideas de igualdad. De todos, de muchos es esta revolución.

Muchas veces he expresado mi preocupación por la rara competencia en la que parece que estamos: el concurso del revolucionario de oro, competencia en la que, paradóji-


camente, mi presi no tiene ni el mas remoto chance de ganar por no cumplir con los requisitos de vestiduras rasgadas, por no ser un perseguidor de sombras, por que no ladra a todo lo que se mueve, porque él es Chávez y no necesita demostrar a nadie que es mas chavista que si mismo.

No se cual es el trofeo que dan en ese concurso, pero creo que tiene mucho de alimento para el ego, soberbia y ganas de figurar, cosas que, al fin y al cabo, nada tienen que ver con una revolución bonita.

No se valora lo que uno escribe por la cantidad de lectores que que indica el contador que ponen abajito, al final del artículo que, amablemente, nos publican en internet. Los mejores artículos tienen pocas visitas comparados con los artículos de títulos escandalosos y contenido vacío. Títulos acusadores, amenazantes, a veces groseros, cuartillas y cuartillas que repiten los mismos comentarios sobre la misma gente, que ya sabemos quienes son y que hicieron y qué harán.

Con tanto que decir y se dice tan poco...

Yo no quiero dar lecciones de ética periodística, ya que no soy más que una mamá que escribe. Yo hablo como lectora, que se pasa la mañana pescando en un mar inmenso donde hay escasez de ideas. Donde las palabras necias generan una epidemia de oídos sordos, donde miles de letras sin sentido diluyen la importancia de lo que estamos construyendo.


Estamos inventando es una especie de prensa rosa política que, creo, que debemos denominar la prensa roja rojísima. Chismes, dimes y diretes, acusaciones sin fundamento, que le vi el ojo izquierdo a fulano y se notaba que miraba raro, que si el otro no dijo marxista leninista, que dijo socialismo indigenista, que eso no me gusta, que eso no te debe gustar, que te dije traidor, que ahora me retracto, que te lo vuelvo a decir así que cuidadito, que yo si soy un revolucionario porque mira como escribo sin miedo detrás de mi computadora y que me digan pío que voy y escribo mas.

Nuestras palabras pueden ser herramientas, armas de destrucción masiva o un mazacote de letras mudas que nos roban el tiempo y las ganas de leer. Vamos a ver que hacemos con ellas y con los espacios donde las publicamos, en favor de los lectores, de nosotros mismos y del café de mis mañanas que, últimamente, como que no me sabe muy bien.

Mozart con pelo chicharrón 20/08/07

¡Ah! La cultura, ese ‘’no se que’’ maravilloso e inalcanzable. Ese laberinto de sonatas, sinfonías, tocattas, fugas, allegros andantes, tenores, sopranos, trecento, quattrocento, cinquecento, manierismo, impresionismo, abstracionismo, odas, epopeyas, tragedias, elegías, acto primero, telón, arpa cuatro y maraca, golpe, polo y galerón.


Si, y Homero y Aquiles, pero Nazoa, y el viejito de la plaza que dice cosas bonitas en, voz baja, mientras alimenta a las palomas. La Gioconda en El Louvre, Las Meninas en El Prado y las flores y los peces que pintó mi gorda en mi pared y sin permiso.

Tonterías mías, esos arroces con mango que hacemos quienes no lo sabemos todo, los que escribimos por oído y bailamos a cualquier son.

Yo bailo mucho, hasta a Mozart bailo, para horror de los entendidos que no entienden que la música se siente, y que quienes sentimos mucho las cosas no podemos reprimirnos, y bailamos, aplaudimos a destiempo, lloramos a moco tendido, nos reímos…

Los entendidos no quieren que entendamos que la cultura es de todos, que todos hacemos cultura. Se inventaron una especie de Olimpo de cartón piedra al que solo pueden acceder ellos que saben y quienes paguen mucho para para aparentar sabiduría. Les aterra un Teresa Carreño con funciones populares de La Traviatta. ¡Dios mío! Hasta eso nos están quitando, Verdi se debe estar revolcando en su tumba, o no… No se si Verdi, pero seguro que Mozart si se revuelca, pero de risa.

No entienden los entendidos que las grandes obras maestras surgen de la irreverencia y del poco apego a las rígidas normas que ellos pretenden imponer. No entienden nada estos conocedores de todo, que inventan reglas para para estrangular los sentidos, y pretenden ser nuestros lazarillos ante una pintura, que lo que vemos no es lo que importa, sino lo que nos dicen que deberíamos ver, y por mucho que uno trata, no logra verlo porque no está allí...


Será que soy bruta, que Cezanne no pintó para mi, que no se dice que bonito, que se dice magistral, armonioso, profundo, nunca bonito, mujer ordinaria, nunca. Que no brinques en la silla al son de Bach, que ladees la cabeza, arquees una ceja y esboces media sonrisa enigmática sin mostrar los dientes torcidos. Que no puedes ir al concierto con franela y zapatos de goma, que desafina el cello y estornuda el primer violín.

Que no traigas a los niños que se van a fastidiar, que nos van a fastidiar, que esto es un templo, el templo de la cultura, y nosotros los sacerdotes que la preservamos de los embates de la ordinariez popular, que Otello es un blanco con la cara pintada de negro, como los bailarines de tap de las pelis de Shirley Temple, porque ¿Quién dijo que los negros saben de Opera?

Para los negros hay salsa, merengue y esas cosas que ellos oyen. El joropo que se quede en el llano, y esas flauticas andinas para los indios que viven allá y para los turistas bobos que se las llevan de souvenir.

Estos sabelotodos han creado murallas entre la gente y el arte. Entrar a una galería es exponerse a que lo miren a uno de arriba a abajo como buscando algún indicio del tamaño de tu chequera. Yo, generalmente, recibo del galerista una nariz arrugada de huele fó y una boca fruncida como si acabara de engullir un níspero pintón, pero entro y fastidio mirando, contaminando el ambiente exclusivo con mi plebeyez, y doy vueltas y miro y miro y muchas veces imito la expresión de quien no esconde la grima que le inspiro. Fastidio


y me fastidio mirando esculturas de gordas en imposibles equilibrios, que un buen artista inventó hace mucho y otros malos copiones repiten hasta el hastío.

Entra una cliente potencial, estampada en logotipos, estirada, remendada con un delicado zurcido invisible, inflados los labios gastados, un párpado mas caído que el otro, un pestañear forzado de una piel que ya no da más. ¿Este es un Fulano de tal? -Pregunta emocionada y sin esperar respuesta narra como se compró tres de sus obras en París. El amabilísimo vendedor trata de no contradecirla, pero no es un fulano de tal, es un Perencejo Pérez, que hace lo mismo, pero fíjese en el estilo, en esa sutileza, ese pié diminuto sosteniendo semejante volumen, note usted la irreverencia y el magistral desafío a las leyes de la física, es todo un ‘’statement’’… La señora Rococó se llevó una de estas, la mas grande, la mas rotunda. ¿Fefé Rococó tiene una? Pues me llevo esta y esta y esta otra también.

Yo tuve la suerte de tener una pequeñísima galería de arte en Caracas. Fue un espacio que inventamos para vender las esculturas de mi esposo, que es un artista que casi nadie toma en cuenta porque se ríe de su propio trabajo, pero es que en verdad lo que hace da mucha risa, cosa que no les gusta a los galeristas, que no se ríen mucho para parecer personas serias.

Tuvimos la dicha de tener mucho éxito, cosa que tampoco les causó risa a estos enfurruñados conocedores. A mi galería llegaron otros artistas felices y desenfadados que no tenían que dar largas y confusas explicaciones sobre su trabajo para justificar, como


suelen hacer algunos artistas verdaderos, que tres hojas de gamelote secas dentro de una inmensa caja de madera es una obra de arte conceptual que se llama ‘’Sequía’’.

Para drenar su frustración, los galeristas serios se dedicaron a explicarme muchas cosas sobre el arte, empeñados en hacerme ver que mi esposo me había engañado, que no era un artista y mucho menos talentoso, que su obra era muy fácil de descifrar, que no había que pensar y pensar durante horas buscando un significado oculto que, al parecer, solo conocen el creador y, por supuesto, el dueño de la galería: un ser superior que, gracias a sus relaciones sociales y a su capacidad de armar frases rimbombantes y sin sentido, es capaz de vender tres hojas de gamelote seco por un precio exorbitante.

Un día entró un despistado conocedor a mi galería, maravillado con tanta originalidad y desfachatez me preguntó: ¿De dónde es el artista? Venezolano. -Respondí. Ahhh, un artesano venezolano. -Me dijo arqueando una ceja. Esta muy bonito. -Dijo bonito, cuando él sabe mejor que nadie que no se dice bonito, que se dice, interesante propuesta, irónica, irreverente, cualquier cosa que suene rebuscada, pedante, superior.

El artesano y yo nos fuimos a ver el mundo y al cabo de diez años regresamos. Bastó que dijera mi gordo que había vivido en mayami y en Europa para que fuera promovido, de manera instantánea, de artesano del montón a artista genial. Si señora Rococó, estas obras, cargadas de humor e ironía, se venden en Mayami, Chicago, Boston, y en Europa. Es increíble que su autor sea tan poco conocido aquí en su tierra, que ironía ¿no?.


Y les pasaba a muchos artistas a quienes les sobra el talento y les faltan padrinos, un look cosmopolita, y la disposición de lamer zapatos caros a cambio de un espacio para exhibir su obra.

Les pasaba digo, porque algo está cambiando. Estamos rescatando ese espacio que había sido secuestrado por un puñado de personas, que se sintieron con derecho de quitarnos los que es de todos. Estamos abriendo puertas y tirando las llaves bien lejos, para que se queden abiertas, para que todos podamos entrar.

En estos días tiembla el mundo de la cultura en Venezuela, se atrincheran los conocedores en sus ateneos subvencionados por el estado, ponen el grito en el cielo porque se abren los espacios para esos pata en el suelo, que se dicen artistas y no los conoce nadie. Las cosas que tienen que soportar tan refinadas personas: el pueblo en el teatro donde, hasta no hace mucho, entraban solo ellos pagando pequeñas fortunas para ver a Luis Miguel. El pueblo escuchando a Mozart, aplaudiendo con manos callosas y percudidas, aprendiendo, disfrutando. El pueblo sobre el escenario cantando en lenguas nativas, inventando fusiones inimaginables, movimientos maravillosos, enseñándonos a conocernos, a encontrarnos, a querernos a nosotros mismos. Rescatamos nuestra autoestima y eso no les conviene a los guardianes de lo inalcanzable. Rescatamos nuestros espacios, alcanzamos, rebasamos, y eso les aterra. ¿Quien va a lamerles los pies ahora? ¿A quien le ven a restregar su superioridad en la cara?

Los entendidos están de luto porque Gustavo Dudamel, su Dudamel, dirigió a la orquesta que tocó el Himno Nacional el día que salió al aire TVes, la Televisora Venezolana


Social, que reemplazó, por cierto, a un canal de descomposición social que, dirigido por los exquisitos, escupía basura al pueblo.

Si me permiten un consejo estimados señores superiores, desde mi mas profunda ignorancia y ordinariez, me atrevo a sugerirles que, si nos les gusta, desempolven sus abrigos, metan su soberbia en una maleta, y huyan a al Met de Nueva York, porque en Venezuela, Mozart ya no es un símbolo de status.

De primeras veces y amores eternos

27/08/07

Para Augusto, que no opina lo mismo pero lo quiero igual...

Dicen que la primera vez nunca es buena, que incluso hay a quienes esa experiencia los marca para toda la vida y los llena de aprehensión.

Mi primera vez fue espantosa, en primer lugar por la escasez de candidatos, ninguno daba la talla pero estaba obligada a escoger, no solo por la presión social, sino también por la curiosidad natural que empuja a una adolescente a querer convertirse en una mujer porque ya le llegó la hora. En segundo lugar porque no estaba consciente de las consecuencias que aquel primer acto de adultez traería a mi vida y a la de todos los que me rodeaban.


Corría el año ochenta y tres y yo corría como loca por la vida, mirando, buscando sin saber a donde mirar ni que buscar, a los diecinueve años es muy difícil saber que es lo que se quiere, y en ese estado de indefensión me llegó el momento de elegir.

Me presentaron a un pediatra con cara de bonachón, un buen hombre que adoraba a su mamá, una viejita con cara de pediatra bonachón pero arrugada. También me presentaron a un mozo sonriente, con la nariz sonrosada, que daba la impresión de ser un buen bebedor. Tenía un nombre salvaje que no pegaba ni con cola con su copete aplastado, su camisa almidonada, sus uñas manicuradas.

Había mas candidatos claro, desde un brujo hasta alguna mujer que pretendía seducirme con el simple argumento de que las mujeres tenemos las mismas necesidades así que ella sabría satisfacer las mías.

Llegó el día impostergable. Acudí emocionada y temblorosa ante el miedo a lo desconocido, ante la duda, ante la responsabilidad que colgaba de mi espalda junto a mi ya pesada mochila.

Me impresionó la tranquilidad rutinaria con que me recibieron en el lugar de mi cita. Un dedo mudo me señaló el pequeño cubículo en el cual yo debía convertirme en adulta. Mi privacidad sería escasamente protegida por una improvisada cortinita de plástico que, de tapar, no tapaba nada. Respiré hondo, entré, y deposité en las manos del pediatra mis esperanzas y mi futuro.


Como pasa en la novelas baratas, él se burló de mi. Olvidó su rosario de promesas, nunca se molestó saber mi nombre, ni mirar mis ojos jovencitos e ingenuos. Para el solo fui un número más, una esperanza, un futuro entre los muchos que el, conscientemente, pensaba destruir.

Como en una novela barata me dije: la esperanza es lo último que se pierde, no voy a dejar de buscar, los finales felices si existen. Seré una mujer un día, tendré hijos y necesito que alguien me ayude a velar por ellos. Alguien inteligente, honesto, valiente, responsable, sensible, trabajador y si ademas es un buen conversador, romántico y serenatero mejor.

Paralelamente, y como la vida es un mazacote de cosas que soy incapaz de separar, ademas de este hombre perfecto, buscaba también a un novio que mereciera ser el padre de mis futuras hijas.

Los candidatos a marido eran muchos y variados; fue así como me encontré con algunos de esos hombres inseguros que no entienden que vale más una propuesta indecente que una mentira bonita, pues cuando una está dispuesta simplemente lo está. Hubo otros muy sinceros pero con malas mañas, unos sosos e incapaces de arrancarme ni un suspiro, y algún despistado que batió en vano su gruesa billetera para tratar de deslumbrarme.


La búsqueda se me hizo fastidiosísima, así que me refugié en un cuarto desordenado que compartía con dos impúdicos periquitos que se burlaban de mi soledad y desencanto amándose en mis narices. A mis periquitos no les preocupaba el futuro, ni la economía, ni los aranceles aduanales impuestos a la importación de libros, se besaban inocentes del hervidero de atropellos que se cometían mas allá de mi ventana. Nada como ser un periquito…

Pero la vida es como es, y muy a pesar de mi renuencia a aceptarlo, se parece a las telenovelas. No, no resulté siendo la hija perdida de un millonario que termina trabajando de sirvienta en casa de su propio padre. Pasó algo mejor, aparecieron, casi de manera simultánea, los dos hombres de mi vida. Uno sabiendo bien lo que hacía y el otro sin saber donde se metía.

El despistado se casó conmigo mientras el otro me dijo: Carola, voy preso, por ahora...

Nunca la felicidad es completa, suele decir mi suegra, y entonces tenía razón. Vino otro candidato con una jauría de chiripas, y se hizo presidente para terminar de patear lo poco que había dejado su predecesor. Pero en medio del saqueo y del reparto del botín, tuvo un lapsus el senil gobernante y, sin querer queriendo, sacó de la cárcel a mi Hugo.

Cuando me casé me preguntó la jueza: ¿aceptas a Oscar Vicente García para toda la vida? Y yo, con el salvoconducto del divorcio en mi liguero de novia enamorada dije ‘’si, para toda la vida’’, mientras clavaba mi mirada de ‘’cuidadito y te resbalas’’ a mi amantísi-


mo novio que, muy a pesar de su despiste, no olvidó guardarse uno de esos salvoconductos en el bolsillo, junto al pañuelo que mas tarde usaría su madre para secar sus tradicionales lágrimas de suegra desconsolada. Ahhh el amor…

Juramos antes todos los presentes amarnos, respetarnos, apoyarnos. Y nos juramos a nosotros mismos que de de no hacerlo nos mandaríamos al carajo. Toda la vida es mucho tiempo.

Toda la vida es mucho tiempo y el dos mil siempre también. Tuve la extraña suerte de encontrar a los hombres que cumplen con una interminable lista de exagerados requisitos, me casé con uno para toda la vida y todos aplaudieron felices. El otro, a mi simple entender, un hombre maravilloso, único, irremplazable, uno de esos hombres que nacen cada doscientos años y pretenden decirme que no puedo tenerlo hasta el dos mil siempre.

Pues señores yo pataleo, mientras sea como ha sido yo lo quiero. Mirándolo a los ojos, como vi a Oscar aquella noche, con mi salvoconducto de referéndum guardadito en mi cartera, le clavo a mi presi mi mirada de: ‘’tu me lo diste y sabes que lo tengo, sabes perfectamente que si me decepcionas lo voy a usar sin que me tiemble el pulso.’’

Es por eso que me lanzo al agua de cabeza y, satisfecha y aliviada, les doy mi SI a ambos. Chávez y García hasta el dos mil siempre.

Pancho no quiere chicle


02/09/07

Los gringos son una especie de Rey Midas de los estereotipos. Todo lo que miran lo reinterpretan, lo sintetizan y luego lo escupen a para que nosotros creamos que somos lo que ellos dicen y no lo que realmente somos.

Para ellos un ‘’latinou’’ es un personaje morenito, bajito, que usa un sombrero grande con madroños en el ala, un poncho al hombro de origen indefinido, pantalones blancos percudidos, alpargatas, chalequito de torero, bigotito que no termina de germinar, siempre achinado, portador eterno de una sonrisa tonta, porque un tonto no sabe sonreír de otra manera. Es dormilón nuestro ‘’latinou’’, duerme porque es muy flojo y, cuando no lo hace, además de sonreír como tonto, dice ‘’si señor, si señor’’ a todo lo que le pregunten.

A veces baila Pancho, porque siempre se llama Pancho. Cuando Pancho baila muerde obligatoriamente un clavel, se para como un torero y da un taconazo al piso con la suela de su alpargata. Toma a María en su brazos y baila un jarabe tapatío dando largos pasos de un tango sintético, gringo, de brazos estirados. La música le llega al cuerpo de nuestro Pancho desalmado, y siente una urgencia de lanzar a María, de un empujón apasionado, al otro lado de una pista de tierra, donde por alguna razón, siempre hay una gallina que huye aleteando alarmada. Zapatea Panchito emocionado como lo haría un imaginario e imposible andaluz, mientras grita. ¡Andale, ándale, ipa, ipa y olé!

Pancho sufre del un mal común entre los Panchos, cada vez que aparece en escena un acorde de guitarra lo acompaña. Su pueblo, siempre polvoroso, no conoce el silencio,


cada Pancho un acorde cada acorde un tiroteo, un ay ay ay, un si señor. Cuando Pancho duerme María lava la ropa en el río mientras, miles de Pepitos corren medio desnudos por las calles de tierra detrás de un perro flaco.

En el pueblo hay una iglesia, una cantina, que siempre se llama Cantina, y un mercado que es destrozado cada día cuando Pancho pelea con Pancho, haciéndole mas daño a los tomates y piñas, nunca faltan las piñas, que al bribón que se ganó la golpiza por decir no se qué de la madrecita santa de Pancho que también se llama María.

Siempre hay un gringo extraviado, que aparece en el pueblo para remediar lo irremediable. Con su ingenio innato, inventa una bomba para sacar agua de un pozo que el mismo excava con el viril sudor de su frente. Cuando suda Jack no suda, se pone mas guapo, es como si se pusiera gomina, su pelo se despeina bonito, cae el mechón indómito justo sobre el ojo azul cielo del hombre que conoce la libertad.

Como el usa Colgate sus dientes son tan blancos que ya no parecen dientes, parecen chicles de menta. Y es eso lo que atrae a los Pepitos harapientos que, en coro desafinado, gritan señor, señor chicle por favor.

Conocen el chicle de forma ancestral. En tiempos inmemorables un Billy estuvo en el pueblo y dejó siete viudas, doce hijos, un Ford modelo T, y una primitiva caja de chicles. El abuelo Pancho cuenta cada noche de luna, las aventuras de aquel gringo valiente que salvó a pueblo de si mismo cuando el solo era un Pepito.


El pueblo de Pancho se llama indistintamente, Tijuana, Río de Janeiro, Buenos Aires, Bogotá o Madrid. Tiene un aeropuerto en el cual aterrizan modernos Boeings y Jumbos entre cochinos, ovejas, cabras y gallinas que viven el todas partes menos en un corral. Custodian a modo de pastorcitos al rebaño y a la patria Panchos uniformados de soldados represores, malvados, corruptos, dispuestos a desplumar tanto a las gallinas como a los gringos que pasen por su jurisdicción.

Dentro de una oficina de paredes sucias, que no han visto una mano de pintura desde que Bobby pasó un día y la pintó, un bombillo intermitente y solitario cuelga del techo como un ahorcado que se niega a pasar a mejor vida. Una mesa compartida por sellos, botellas de tequila vacías y María de la Mala Vida, quien le soba los pies al sargento Pancho que, sin botas, sin camisa pero con la pistola al cinto, extiende la mano, sin levantar la mirada, y con voz pastosa de dice: ‘’dólar señor’’.

El presidente Pancho, vestido de general condecoradísimo, habla inglés como Ricardo Montalbán. Recibe a Jimmy, un emisario del valiente George, con una sonrisa cínica, un buenos días burlón, y un desayuno ranchero en un patio andaluz opulento, pletórico de aves meridionales, según palabras rebuscadas de Pancho, y gallinas no tan exóticas que, como ya sabemos, son los únicos seres que gozan de libertad por estos lados.

Pobres Panchos ricos en diamantes, oro, petróleo, madera, ríos, mares. Lo que la naturaleza tenía que repartir por todo el mundo cayó sobre ese pueblo polvoriento. Panchos brutos incapaces de manejar sus recursos y sus destinos, Panchos que recién descubren los carros, la televisión, la Coca-Cola. Ignorantes personajes que deben ser edu-


cados a punta de Paris Hilton, Warner Brothers y American Express. Cambiou espejitou por orou.- Dice Sam con sus dientes Oral B, su pelo Head & Shoulders y su actitud Monroe, América para los americanos, o sea, All of the Americas just for us.

En la medida que nos sintetizan nos fragmentan en mil Tijuanas. Vaya paradoja, nos dicen que no somos hermanos, tenemos fronteras, el vecino es raro, no existe, o es una amenaza, pero a la vez somos todos Panchos y Marías, lo vi en el cine mientras comía cotufas, lo veo en la tele cada día. Señores que confusión.

No se salvan ni ellos mismos de esa manía reinvencionista. Se dibujan a si mismos como musculosos salvadores irremediablemente guapos, capaces de dar la vida por defender su causa en lugares remotos y hostiles. Son hijos de la tierra de la libertad, the land of the free, the home of the brave. Son todos ricos y poderosos aun cuando Billy Bob viva en un trailer de latón. Tienen negros malos, Panchos degenerados, pero siempre ganan los buenos, ellos, rubios, hombres tan templados que son capaces de besar a Jenny en medio de una explosión devastadora, que no les tiembla la voz ante un cañón de Magnum apuntándole la nariz: ‘’go ahead make my day.’’

Se pintan tan maravillosos, nos pintan tan imbéciles, que no les cuesta creerse su propia mentira, dejan de verse mientras se miran en la pantalla gigante de su vanidad.

Pero como yo me llamo Carola y no usé nunca faldas de flores y faralaos, ni parí ocho pepitos, no me lo creo. Jamás esquivé a una gallina en un aeropuerto, si vi algún soldado con cara de maluco alguna vez, pero he visto otros con caras de Robertos nor-


males y corrientes. Nunca he sido arrojada, por hombre alguno, al otro lado de la pista de baile de un apasionado empujón. Yo no me lo creí, ni yo, ni la mayoría de quienes vivimos al sur del Río Grande.

Claro que siempre hay un desubicado que, al ver que no se parece a Pancho ni María, que por el contrario, es blanco, tiene carro y habla inglés, se cree que es un gringo con mala suerte, que le toco nacer en Caracas y no en la mayami de sus anhelos.

Se sienten como un Mike atrapado en el cuerpo de un Alberto, viven una vida limitada por un pasaporte que nos los representa. Desean desesperadamente una intervención de esas que los militares llaman quirúrgicas, de esas que los civiles blancos creen que no los afectan. Se consideran inmunes a las bombas inteligentes que no distinguen a un Pancho de un Alberto porque fue un Andrew quien la inventó.

Mission accomplished dijo Georgie, vestido de piloto de combate con un traje que le quedaba apretado y hacía que su andar fuera extraño porque se le quemaba el arroz. No solo calculó mal la talla de su disfraz de héroe, se equivocó, como solo lo puede hacer un idiota que se traga sus propias mentiras, al calcular la talla de su adversario.

¿Misión cumplida George? ¿Really?...

Sobre esa montaña de mentiras definen sus estrategias y así no hay cálculo posible. No hay flecha que de en el blanco si se apunta a un espejismo.


Usando a sus Panchos útiles, intentan en vano quebrantar nuestro espíritu con tarjetas Mi Negra, limosnas que no queremos, sueños que no soñamos. Como el flautista de los cuentos, pretenden atraernos con su música a ritmo de barras y estrellas, pero tenemos ojos grandes y vemos mas allá, y por muchas estrellas que nos ofrezcan, nosotros solo miramos las barras detrás de las cuales nos quieren colocar.

Entonces se descolocan cuando les miramos a los ojos, sin sombreros con madroños de por medio, y les decimos decididos: No señor, no señor, váyase a la mierda señor...

Y ¿qué nombre le pondremos? Matarile-rile-rón 06/10/07

A veces, solo a veces, me pregunto: ¿Cómo se llamaba la hallaca antes de que existiera la hallaca? Había masa de maíz, habían guisos, aceitunas y pasas, había, incluso, tamales que, si se ven a vuelo de pájaro, se podría decir que son hallaquitas, a lo que el conocedor respondería con un agraviadísimo No, ¡jamás! una hallaca es una hallaca y la mejor hallaca la hace mi mamá.

La hallaca no existía, no tenía nombre y solo lo tuvo una vez que fue inventada. Y digo yo, ¿es que acaso no debería ser así como se nombra a las cosas?


Claro que para inventar algo hay que tener un marco de referencia, pero allí está el problema. Supongamos por un momento que voy a Suecia y le pido a unos suecos que inventen una hallaca sueca, una que puedan hacer todos ellos y que les resuelva la siempre complicada cena navideña en lugar de complicarla mas.

Pues los suecos son muy trabajadores y organizados, eso me han dicho, por lo que se entregan en cuerpo y alma a la elaboración de su hallaca. Preparan un guiso delicioso a base de albóndigas, morcillas, repollo, para rematar un suculento toque de arenques agrios. Envuelven todo aquello en una delicada masa de hojaldre y luego en papel de aluminio, porque los diligentes suecos, en pleno invierno escandinavo, no fueron capaces de conseguir varios kilos de hojas de plátano para envolver sus ¿Hallacas?

Y yo me digo: estos suecos se están haciendo los suecos. Yo les pedí que hicieran hallacas y me sirven en mi plato navideño un struddel de morcilla con pescado agrio.

Miren suecos, la hallaca se hace con harina de maíz, se envuelve en hojas de plátano, aquí está la receta, miren, esto no es una hallaca, y de paso sabe horrible. Pues a ellos como que les encantó, no dejaron ni una sola miguita, los niños pedían mas y las mamás les prometían hacerlas cada año. Son felices los suecos con sus hallacas, tan felices que deciden exportarla a Noruega, Dinamarca y Finlandia donde tienen un éxito rotundo, claro, con algunas asquerosas variantes.

Yo me voy indignada por la incapacidad de los escandinavos, incapaces e ignorantes, tanta razón tengo que un sueco purista decide venirse conmigo y exiliarse para siem-


pre de ese país herejes. Eso no es una hallaca, que le pongan el nombre que quieran y que se la coman con pan. Hallacas... habrase visto…

Claro que le pusieron pasitas, alcaparras y aceitunas, claro que la amarraron a pesar de no ser necesario, ellos hicieron una hallaca para ellos, pero para mi, eso es un struddel.

Se preguntará el lector: ¿A dónde va Carola con ese cuento sueco? Y yo con diligencia escandinava me dedico a responder: Las recetas son un marco de referencia, recurrimos a ellas para lograr un objetivo, ya sea hacer una torta de cumpleaños, un preparado para la tos, o un país.

Pues eso es, construimos un país bajo la premisa robinsoniana de inventar o errar. Hacemos como los escandinavos con las hallacas, usamos una receta como base pero ponemos nuestros ingredientes locales, los que se ajustan a nuestra realidad. ¿Cómo se llama esa hallaca que estamos inventado? Pues la receta dice socialismo y allí empieza la confusión.

El nombre de la receta saca ampollas por todos lados. Los rosaleros saltan como si estuvieran pisando el fuego del mismito infierno: socialismo ¡Vade retro! Los acompañan en sus brinquitos los curas reaccionarios de la conferencia episcopal. Pero ellos van a saltar salga sapo o salga rana.


Este ilustre grupo basa su argumento en las comiquitas de Rocky y Bullwinkle que nos embutieron a todos en nuestra infancia. Los comunistas son malos, y malos para ellos significa que les van a quitar niños, quitar casas, quitar cuentas de banco, colegios católicos, clínicas privadas, periódicos, perritos con lacitos rosados, toallas sanitarias, quitar, quitar, quitar… en fin, todo lo que ellos desde siempre le han negado al pueblo.

Los justicieros, con una ignorancia espeluznante, se llenan la boca hablando de socialismo ‘’democrático’’. No saben ellos lo que es democracia, niegan de plano la voluntad de las mayorías y tratan, a punta de conspiraciones importadas, de acabar con un gobierno electo por el pueblo, porque para estos ‘’socialistas democráticos’’ el pueblo es una masa ignorante y fea que no puede decidir los destinos de ellos, blancos, bilingües y chic. No saben lo que es democracia, no saben lo que es igualdad y pretenden hacernos creer que son socialistas. No saben lo que es justicia y se llaman justicieros...

Luego están los compatriotas de este lado de la talanquera a quienes les parece un sacrilegio que adaptemos su receta sagrada a nuestra realidad, que no comprenden cómo nuestro proceso, llamado socialista, pretende incorporar ingredientes propios, ideas que no están en el librito, porque eso de inventar o errar no encaja cuando ellos tienen un kit de socialismo con todas las instrucciones.

No entienden estos compañeros de lucha que ese kit nos resulta muchas veces como las hallacas suecas, que la única verdad es la realidad y que nuestra realidad no está escrita en ningún tratado, la estamos escribiendo nosotros cada día.


Y pienso yo en mi hallaca, aquella que no se había inventado antes de que se inventara una hallaca, la que hicimos con la masa de maíz tan nuestra, con hojas de plátano ancestrales, con un guisito mestizo, con aceitunas andaluzas, especies del oriente, tomates de aquí.

Nos quedó muy buena la hallaca, tan buena que no hay otra igual, es nuestra, la hicimos nosotros para nosotros. Nos gustan tanto que las preparamos en familia y las comemos juntos, las intercambiamos con los amigos mas queridos, la celebramos.

Y sigo yo pensando en mi hallaca y digo: por qué no hacemos, probamos, mezclamos, ponemos un poquito de aquí, otra pizca de allá, como hace mi presi, que habla de Marx mientras agradece a Dios, que mezcla la chicha con la limonada y que no se derrumba el mundo por eso, que, por el contrario, está construyendo un país único, un modelo nuestro y que no hay recetas para inventar una hallaca si todavía no se ha inventado.

Y ¿que nombre le pondremos a esta receta? El que sea, cuando esté lista el que sea.

Un rompecabezas incompleto 18/10/07


La historia, aprendimos al caletre en el colegio, es importante para conocernos a nosotros mismos. Por medio de ella sabemos de dónde venimos, qué somos y a dónde podemos llegar. Muy bonito todo esto, saqué veinte cuando lo puse en el examen, pero ahora, cuarentona, sin moñitos con lazos azules y uniforme planchadito, ahora que soy grande y no necesito un veinte ni una estrellita dorada, pienso en la historia de Venezuela que me enseñaron en el cole y me doy cuenta que, en lugar de historia, me dieron un rompecabezas que, para colmo, le faltaban muchas piezas.

Hago un breve repaso de lo que mis maestras demoraron seis largos años en enseñarme, breve digo, no por sintetizar, breve, porque es todo lo me dijeron una y otra vez hasta grabarlo en mi memoria:

12 de Octubre de 1492: Colón descubrió a América. Que se llamó así gracias a Américo de Vespucio. Cosa que me hacía pensar que los indios que habitaban estos lares o eran muy flojos o poco creativos, ¿Qué trabajo les costaba a nuestros ‘’primitivos habitantes’’ ponerle un nombre al suelo que pisaban?

1498: En el tercer viaje descubren a Venezuela. Alonso de Ojeda al ver los palafitos en el Lago de Maracaibo, se recordó de la lejana Venecia. Venezuela, la pequeña Venecia. Y yo pensaba mientras veía fotos de la Plaza de San Marcos que Ojeda, o era muy romántico, o era miope.

Supimos que los indios no eran civilizados, no creían en Dios, y adoraban a unos ídolos de barro que no podían hacer milagros. Eran tan salvajes que les llamaba salvajes,


y es que solo usaban guayucos cuando en el mundo existían camisas, pantalones y brillantes armaduras. Pero eso no es nada comparado con sus mujeres: unas facilongas topless que apenas vieron a los conquistadores, se lanzaron a sus brazos peludos coronando con un par de cuernos las cabezas de sus abatidos Toros Sentados.

Los conquistadores nos hicieron el favor de construir las ciudades que hoy habitamos, nos salvaron de vivir en chozas, porque los salvajes vivían en chozas de paja como el cochinito más flojo del cuento, eran flojos sin duda alguna. También nos enseñaron que el oro no eran solo pepitas brillantes, se lo llevaron a España en sus barcos y allá lo transformaron en joyas, monedas, coronas, maravillas que hoy se llaman antigüedades.

Luego no pasó nada, por siglos no paso nada de nada...

24 de julio de 1783: Nació en Caracas Simón Bolívar. Su papá se llamaba Juan Vicente de Bolívar y su mamá Concepción Palacios y Blanco. Los pobres como que eran viejitos ya que murieron pocos años después. Se quedaron a cargo del huérfano sus hermanos, la negra Hipólita y la negra Matea. Más tarde vino un hombre bueno que se llamaba Andrés Bello y fue maestro de niño Simón. Después como que lo despidieron, porque vino otro que resultó ser tocayo del futuro libertador. ¿Qué le enseñaron sus maestros? Mis maestras no me lo enseñaron…

Décadas de absoluto silencio, aunque me sospecho que la cosa como que no iba muy bien…


19 de abril de 1810: declaración de la independencia. El pueblo se reunió en frente de el ayuntamiento ese día, al parecer estaban hartos de un señor llamado Vicente Emparan, que era el representante de España. O a lo mejor no estaban hartos sino que a Emparan le dio por preguntarle a la gente allí reunida, por quien sabe que motivo, si querían que el los siguiera gobernando. Salió por detrás del incauto preguntón, el dedo malicioso de Madariaga, de un cura heroico que, agitándolo de izquierda a derecha, indicó al pueblo, que nunca ha sabido lo que quiere, que debían decir que no. ¡Nooooo! gritaron todos y Emparan, herido en su orgullo, dijo que de mejores sitios lo habían botado y se fue.

Silencio…

5 de julio de 1811: Firma del acta de independencia. Al parecer el acta era muy larga y difícil de escribir ya que las rúbricas se estamparon casi un año y tres meses después aquel suceso del dedo. De la firma del acta nos mostraron un cuadro de un reconocido pintor que no conocí. Había varios patriotas, porque ahora habían patriotas en la historia, alrededor de una mesa en poses muy heroicas y estudiadas, como si supieran que les iban a tomar una foto al óleo para la posteridad. Luego vino una guerra porque, al parecer, los españoles dijeron que se limpiaban el trasero con el acta, cosa que enfureció a los patriotas ya que les había costado mucho redactar y firmar el documento emancipador, y ni hablar de las dolorosas poses que tuvieron que mantener durante horas y horas mientras les hacían la foto.

Silencio... Batallas: la naval del lago de Maracaibo, unas en los llanos... Silencio… El congreso de Angostura… Silencio… Memorizamos y olvidamos fechas y lugares de naci-


miento de los próceres, nombres de sus padres, fecha y lugar de su muerte, pero ¿por qué eran próceres?... Silencio…

24 de junio de 1821: La Batalla De Carabobo. Tras diez años en guerra con ‘’ La Madre Patria’’ los bandos en conflicto se dieron cita en Carabobo. Fue una batalla sangrienta en la cual murió Negro Primero, el único prócer negro en un país donde no habían casi blancos. Conocimos a Negro Primero ese día, lo conocimos para verlo morir con las alpargatas puestas. Ganamos la batalla y la independencia. ¿Para qué? Para ser libres, me dijo la maestra, a la vez que me pidió que dejara la preguntadera ya que solo eso salía en el libro que le dieron.

Silencio… Batallas al caletre: Boyacá, Pichincha, Ayacucho. Victorias aplastantes que se dieron en algún lugar de aquel territorio que jamás sería La Gran Colombia. Liberamos a Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú… Silencio...

17 de Diciembre de 1830: Simón Bolívar murió en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, Colombia. Y ¿Por qué murió en Colombia? Porque así lo quiso Dios, eso me dijeron.

Silencio…

Como era buena alumna y me gustaba mucho la historia, en sexto grado me nombraron Presidenta de la Sociedad Bolivariana. Además de emocionada, me sentí aturdida por la responsabilidad que supuse acarrearía semejante distinción.


Aprendí en ese año de ‘’mandato’’ con que los presidentes de entonces no tenían responsabilidades. Mi misión durante ese periodo se limitó a copiar de una enciclopedia la biografía de Bolívar y escoger a dedo a dos niños cada día para que izaran y arriaran la bandera al son de Himno Nacional.

Comprendí también que el poder embarra, y yo Carola Chávez, a diferencia de mi tocayo Hugo, me convertí en una tirana que disfrutaba de la adulación: Todos los niños querían tener el privilegio de quedarse fuera del salón un ratico más, aunque fuera para izar la bandera, tiesos, allí paraditos, sin respirar, sin parpadear, tal como yo se los ordenaba.

Al final de mi reinado fui distinguida con un diploma y un agradecimiento al cual yo respondí con un sincero ‘’de nada’’, ya que durante todo ese año, de Bolívar, por Bolívar no había hecho nada.

Salí de sexto grado de primaria con mi diploma de honor y una boleta llena de estrellitas doradas, una por cada veinte, un veinte por cada examen.

Luego en bachillerato, una lista de presidentes en orden cronológico, que lógicamente olvidé.

Boleta preciosa, padres orgullosos, diploma de Bachiller.


Mi carísima educación privada fue un fraude cocinado a fuego lento. Doce años de historias incompletas, y solo les hablé de la historia, pero la geografía que estudié me dejó la sensación de que mas que un continente, éramos islas pobladas de amnésicos enemigos irreconciliables, qué no podían recordar qué carajo se habían hecho para tenerse tanta rabia. Ni hablar de lengua y literatura, ésta es una pesadilla que merece un capitulo aparte.

Todo lo que nos permitiera vernos hacia adentro, reflexionar acerca de lo que somos y desde ese conocimiento fortalecernos como pueblo, como país, como continente, todo eso nos fue negado. Al mismo tiempo nos inculcaron una especie de servilismo, veneración y agradecimiento hacia otros países con culturas ajenas y lejanas, aquellos que nos explotaban, aquellos que nos despojaban de nuestro autoestima colectivo.

Al fraccionar la historia y la geografía, al hacernos aborrecer a García Márquez, (no se pierda el próximo capítulo) nos estaban aislando, nos estaban fragmentando. Al hacernos repetir dos frases de Bolívar fuera de contexto, nos estaban robando nuestra herencia, todo esto mientras nuestros incautos papás pagaban para que nos castraran intelectual y culturalmente.

Aquí es cuando yo grito furiosa y con razón: ¡Frrrrraude! Y me pregunto: ¿Al servicio de quién estaba nuestra educación chucuta? Y me respondo: al nuestro no, evidentemente…


Menos mal que algunos teníamos padres inquietos, que trataban de complementar nuestros conocimientos y, en lugar de llevarnos a Disney, nos regalaban una biblioteca y nos alentaban a leer. Algunos tuvimos la suerte de poder ver más allá de nuestra arrogancia. Algunos descubrimos que, por muy bilingües que fuéramos, éramos unos ignorantes. Algunos decidimos buscar información, y no creer en todo lo que nos decían. Algunos descubrimos que nunca se deja de aprender.

Menos mal que ahora nos cuentan toda la historia, que ahora podemos atar cabos y comprender. Quienes mutilaron nuestro derecho de saber, quienes mintieron por omisión, quieren ahora explicarnos su historia, justificar lo injustificable. Callaron la palabra de Bolívar y ahora que las escuchamos y comprendemos, pretenden decirnos que son solo ideas caducas. Los mismos apátridas que construyeron un sistema educativo al servicio de intereses depredadores y ajenos, pretenden desde sus butacas de la academia nacional de historia hacernos creer que el cuento no fue así sino asá.

"Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción"

Eso lo supieron ellos siempre y lo usaron en nuestra contra.

Eso lo dijo Bolívar y ahora nosotros lo sabemos, porque cada día somos menos como ellos necesitaban que fuéramos, ya no somos un pueblo ignorante.

Que se queden ellos con sus títulos huecos colgados en la pared: el de su cole, cuyo lema era excelencia educativa, el de ‘’la universidad de hoy para el hombre de mañana’’.


Que se sienten sobre su arrogancia y pataleen de rabia, si quieren, porque nuestro ‘’hoy’’ es muy distinto a ese mañana chucuto que quisieron construir.

Ese es su problema. Su problema es que no entienden nada, su problema es que no quieren entender, su problema es que no volverán.

A la feria y en metro 16/11/07

Mientras yo me subía al metro en la estación de Gato Negro, el rey de España perdía la compostura y mandaba a callar al culpable de mi visita a Caracas.

Mientras yo iba en metro por Bellas Artes, arriba en la calle, un grupo estudiantes, ignorando que se convertirían en súbitos neo monárquicos, marchaban libremente exigiendo libertad para marchar libremente exigiendo libertad.

En la estación de Chacao subieron tres estudiantes de abolengo, como peces fuera del agua, con sus peinados de diseño, su look de marcha, y sus miradas que decían: la marcha ha sido un fracaso, no pasó nada, estamos enteritos, ni un rasguño nos hicieron los chavistas siempre violentos, ni un pellizquito para sacarlo en Globovisión. Los chavistas o son brutos o son maricos.- Dijo el mas engominado de los tres, y sus amigos sonreían esperando la deseada trifulca que nunca sucedió.


En la estación de Altamira se bajaron los malcriados porque, de seguir en el metro, corrían el riesgo de acabar, como la mayoría de los pasajeros, en El Parque del Este donde se celebraba, nunca mejor dicho, La Feria Internacional del Libro.

Estaba atardeciendo cuando entré al Parque del Este de mi infancia, aquel parque tan lindo al que había dejado de visitar desde que fue abandonado a su suerte hace más de treinta años.

No quedaban huellas de la desidia que abatió a mi parque durante tanto tiempo, había vida, luces, música y mucha gente. Había unas taquillas clausuradas anunciando al visitante que este era un espacio libre. Había una doble fina de banderas de diferentes países acompañando a la nuestra de ocho estrellas, que me recibían, que nos recibían con un saludo de colores ondeantes en el cielo mas bonito que he visto en muchos años.

Yo que soy llorona, dejé que mis ojos hicieran lo que les diera la gana y a ellos les dio la gana de soltar dos lagrimones de emoción. Y esa emoción me hizo ignorar a los libros y fijarme en la gente. Los libros podían esperar hasta el domingo, pero los coches con bebes dormidos, los niños corriendo en las islas de grama que se formaron alrededor de los pabellones y kioscos, mamás sentadas en los ‘’petates’’ olorosos a hojas secas, olorosos al jardín de mi abuelo, que los organizadores habían colocado allí, sin saber que una viajera llorona, lloraría una vez mas al ver a los niños enrolladitos en ellos, jugando como yo lo hacía cuando tenía su edad.


Había música y estrellas, así que me acosté un rato a mirar al cielo, pero la gente brillaba mas, así que tuve que sentarme a mirarlos a ellos, a reflejarme en ellos. Esa es mi gente, esa era yo. Tanta alegría, me hizo pensar en los ojos furiosos de aquellos muchachos, que se bajaron una estación antes para no dejar de sentir rabia.

Al día siguiente, caja de pañuelitos en mano, volví a la feria con ganas de ver algunos libros pero me detuvo casi en la puerta un recital de poesía que me dejó sin aire de tanto aire, de tantas palabras tan bien hiladas, de tanta emoción al decirlas. A veces las palabras vibran como tambores en el pecho, y fue Antonio Preciado, el ministro de cultura de Ecuador, un negro, para horror de los ex dueños de la cultura, imagino, un negro bajito con voz de gigante quien hizo que mis ojos se pusieran necios otra vez y, a punta de lagrimotas, me regaron al rimmel dejándome un aspecto de emocionadísima novia de Drácula que no podía dejar de aplaudir.

Luego el sol, el viento sabroso de Caracas, y unos amigos, para una tarde llena de libros, café y agua de coco. Una pareja jovencita leyendo poesía, sobre el hombro de su papá dormía una bebé, sobre el otro hombro, recostaba la cabeza su mujer mientras él leía en voz bajita, solo para ella, un poema que no quise escuchar por no interrumpir aquel momento de tan íntimamente lleno de ternura. Esta vez en lugar de llorar sonreí pensando en el futuro tan bonito que estamos construyendo para esa niña dormidita, para todos nuestros niños.

Otro día de sol y viento fresco cuando debería estar lloviendo. Las nubes no quieren mojar la fiesta y se apartan. Solo una nube que sufría de incontinencia dejó caer unas es-


casas y frescas gotas sobre mi café, mi petate y mi libro nuevecito. Tan sabroso era estar allí que, sin moverme, sin apartar la vista de mi libro, agradecí sentir el agua humedeciendo mi pelo. Fue una sensación de libertad, tal vez un poco tonta, pero eso de no buscar refugio cuando llovía, de no temer al papel mojado, de saber que pronto saldría en sol de nuevo, me hizo pensar en los otoños catalanes que padecí durante cinco años y me sentí feliz de haber regresado a mi caribe monoclimático.

Caminado sin rumbo llegué a los pabellones dedicados a los niños para encontrarlos llenitos de caritas felices que jugaban con las letras porque para eso se hicieron. Leer es, sobre todas las cosas, un placer, y esos niños que antes estaban destinados a ser analfabetas, hoy escribían cuentos armando el rompecabezas mas bonito de todos: el alfabeto.

Y allí, entre las risas de mis niños, me encontré con Toña, una amiga, compañera de estudios de la Universidad Metropolitana, que se salió del camino como yo y, que en lugar de estar en el club ese día, le dio por trabajar con los niños de las escuela bolivarianas que tenían la suerte de saberse libres por lo que no tenían que pintarse las manos de blanco.

Por supuesto la prensa no podía dejar pasar este evento por debajo de la mesa. Hoy leí una reseña que decía que la feria, según la editorial que representa al libro Harry Potter, ha sido un fracaso ya que hasta el día de hoy no habían vendido ni una sola copia de esa maravilla de la literatura comercial. Pero es que: ¿cómo venderla?, si los amiguitos de manos blancas, que son los que compran ese tipo de tesoros de colección, se niegan a asistir a un evento, que según ellos, o no existe, o es para brutos e ignorantes y, de paso,


están ocupadísimos en otro lado reclamando su derecho de suprimir los derechos de los demás.

Fui a la Feria Del Libro a buscar libros, por supuesto, pero no fueron los libros los protagonistas, fue la gente, fue mi gente, fue la feria del pueblo venezolano que ha dejado de soñar para empezar a vivir su sueño.

De la libertad y otras cosas terribles 02/12/07

Si la libertad se pudiera obtener en una tienda, digamos, en una ‘’libertadería’’, ¿cómo haríamos para que nos dieran exactamente lo que queremos?, ¿Sabríamos exactamente lo que estamos pidiendo?

El problema con la libertad es que no es una torta de chocolate. Cuando vamos a una pastelería y pedimos una torta de chocolate, sabemos todos a que nos referimos, sabemos que tiene huevos, azúcar, harina y, por supuesto, chocolate.

Las hay mas chocolatosas, esponjosas, pegostosas, pero todas absolutamente tienen unos ingredientes básicos que le dan la denominación de torta de chocolate.


La libertad por ser un concepto abstracto, acaba en la misma categoría confusa que la belleza. Se ha hablado mucho de ella, se han escrito tratados, desde que el mundo es mundo, sobre un ideal, pero no nos hemos puesto de acuerdo en que carajo es ese ideal.

Millones de citas contradictorias encontré en internet. La libertad vista desde ángulos tan opuestos que, en algunos casos, pareciera que se habla de todo lo contrario: La esclavitud.

Hay quienes aseguran que la libertad es un derecho individual, que es al derecho de decidir hacer o no hacer algo y luego asumir las consecuencias. Y yo me digo: eso está muy bien pero, si yo hago algo que me da la libre gana de hacer, ¿Ante quien asumo las consecuencias? ¿Ante el cosmos? ¿Ante Dios? ¿Ante la posible víctima de mi ejercicio de libertad? ¿Ante mi comunidad?

Esta libertad individualista no acepta el que el termino justicia vaya ligado a la misma, para ellos son dos cosas distintas que nada tienen que ver la una con la otra. Libertad sin justicia, me explican, libertad de ‘’elegir’’ entre hacer el mejor esfuerzo, de desarrollar tus potenciales al máximo o no hacerlo, aquí la justicia nada tiene que ver.

La justicia, siempre por separado, para estas personas es algo muy simple: ‘’quien se destaque más, obtiene más’’, al menos así me explicaba un defensor de esta posición. Y digo yo: Y ¿la equidad dónde queda?.


Según mi amigo, la equidad es injusta ya que todos no se ‘’destacan’’ de igual manera, así que no queda.

Hilando esta conversación me doy cuenta de que la libertad para estas personas es un privilegio, que existe independientemente de que todos puedan disfrutarla, que es libre quien tiene suerte, ya no todos tenemos las mismas posibilidades de elegir entre ser doctor o barrendero, pero aún así nos hacen todos responsables por las vidas que nos han tocado. Al fin y al cabo, los pobres son pobres porque lo ‘’eligieron’’ así.

Su argumento se sustenta con frases sacadas de libros de auto-ayuda: ‘’quien quiere puede’’, con historias tomadas con pinzas sobre alguien que salió de la miseria y ahora es doctor. Son esas escasas excepciones, tan raras que merecen titulares en la prensa, a las que ellos aplauden y utilizan para demostrar su tesis.

Concluyen aseverando que hay quienes se niegan a ser libres, quienes tienen mentalidad de esclavos, y por eso se marginan y no destacan. Aseguran que aportar soluciones es esclavizar, que la solidaridad solo se ejerce cuando uno ve a el ahogado pataleando. Hay que merecer solidaridad, tiene que juzgar quien te podría tender la mano si considera que te esfuerzas lo suficiente como para ser salvado.

Es la ley de la selva para seres humanos racionales y ‘’destacados’’. Y pienso en National Geografic y los leones comiéndose, sin un ápice de piedad a los animales enfermos, a los más viejos, a los más débiles, a las crías de cuanto herbívoro tonto, que eligió no nacer con colmillotes y garras. Porque es cuestión de elegir... ¿O no?


Libertad electiva, que convenientemente produce esclavos acobardados ante tal elección. Libertad individual que no acepta ser coartada por la las necesidades de otros. Libertad depredadora, egoísta y alienante. Libertad que puede elegir no ser solidaria, justa, y que solo responde a quien la ejerce, a quien ‘’se hace responsable de sus actos’’. Libertad que no se negocia, aunque atropelle, excluya, y niegue la libertad de los demás.

Tomo dos litros de Primperán porque esto es demasiado para mi delicado estómago…

Luego pienso: si vivimos, desde que el mundo es mundo, en compañía de otros seres humanos, porque el hombre es un animal social, o lo era hasta que esta ola individualista comienza a apoderarse de nosotros en la medida en que somos más ‘’civilizados’’.

Yo recuerdo una de las cosas que más me mortificaba cuando vivía en mayami, era la cantidad de gente que comía sola en los restaurantes que han sustituido a los acogedores y familiares comedores de sus casas. Es una estampa muy triste ver a alguien con un periódico cubriendole la soledad de la cara, sentado en una mesita con tres de sus cuatro sillas desocupadas, mientras espera callado un plato genérico y una sonrisa humana, aunque sea a cambio de una propina.

Y es que el individualismo aliena. Ya no somos grupales, la supervivencia depende de nosotros mismos. En esa lucha constante por ‘’destacar’’ es necesario pisar algunos callos ajenos, y hay recelo, desconfianza, emociones reprimidas porque las emociones


son síntoma de debilidad y ya sabemos los que pasa con los débiles. Ya no somos humanos porque nos dejamos nuestra esencia ejerciendo la libertad.

Y yo me pregunto si vale la pena ser libre de ese modo, y me respondo que no, por supuesto. Porque esta no es la libertad que pediría en la ‘’libertadería’’, y si me la dieran, yo la echaría a la basura y escogería, tal vez, no ser libre y pediría libertad colectiva, por favor, y con azúcar. Esa que los individualistas rechazan por tener límites, según ellos, externos e impuestos que coartan la libertad y por ende la niegan.

El concepto libertad, creo haber entendido, surge en el mismo momento en que nos encontramos acompañados, es como el hueco que deja el diente caído que nos recuerda que allí había un diente.

Un hombre solo, cosa inimaginable a menos que seas el naufrago de las comiquitas, puede hacer lo que se le venga en gana y asumir las consecuencias de sus actos el solito, ya que el sería el único afectado por sus elecciones. Pero una vez que se une a otros, ese sin sentido que es la libertad absoluta, deja de serlo para convertirse en el hueco que dejó el diente caído.

Se hacen espacios para que la convivencia fluya, para que las metas comunes sean posibles de alcanzar. Se hacen comunidades, se establecen esas normas que le dan sentido a la libertad. Son justamente los límites los que nos recuerdan que tenemos libertad por paradójico que parezca.


La libertad colectiva implica necesariamente justicia, si todos no somos libres simplemente no hay libertad. También implica solidaridad, ya que para lograr la libertad de todos, todos debemos ayudarnos unos a otros. Con que exista un solo esclavo ya nos estamos negando la posibilidad de ser libres.

Esto es mucho para una cabeza solita, por eso es que somos seres grupales, por eso nos necesitamos y por eso debemos complementarnos en lugar de alienarnos.

Pensar en el bien individual sobre el bien común atenta contra la libertad. Es un o todo o nada que termina favoreciéndonos, que nos destaca en conjunto, que hace que cada uno de nosotros sea importante. Nos obliga a no dejar a nadie atrás, nos obliga a pensar antes de actuar, a no pisar callos ajenos.

En fin, que no es fácil ser libres, exige un esfuerzo constante de muchos, acarrea responsabilidades inmensas que deben ser compartidas. De allí surge la necesidad de vivir en comunidades, entendiéndose éstas como la suma de las personas que la forman mas algo, y ese algo es lo que los vertebra y es eso lo que da pie a la responsabilidad ya que puedes hacer cualquier cosa menos romper el hilo que une a la comunidad.

Visto de esta manera la libertad mas que un derecho es un deber.

Deberes, responsabilidades… ¿Quieren libertad?


Pues bien, manos a la obra y un frasquito de Lexotanil. Olvídense de ‘’destacar’’ si no están dispuestos a hacerlo en equipo. Noten que están pidiendo mas responsabilidades de las que han estados dispuestos a asumir hasta ahora. Sepan que el día que sean libres la vida se les volverá difícil, que tendrán la certeza de que la más mínima decisión que tomen podrá tener consecuencias terribles en algún lugar remoto. Que serán padres de cada uno de los niños que hay en el mundo, que serán hijos de todos los viejos. Que cada Coca Cola que se tomen les sabrá un poco a miseria, que cada franela Gap que usen les causará la picazón que produce la alergia a la explotación humana.

Sepan que no tendrán señora de servicio que les haga sus arepitas, porque no serán capaces de contratarla a menos que les puedan pagar una salario digno, y cuando digo digno me refiero pagar mas mucho más que el monto mínimo que establece la ley. Sepan que se les acabará el placer que les produce un mesonero adulador, que los beneficios grotescos que producen sus empresas les parecerán inmorales, que rechazarán las piñas coladas servidas a la orilla de una playa privada por un pobre diablo disfrazado de marinerito. Que descubrirán que su papá, ese doctor prominente, vale tanto como el papá de otro, aquel campesino incansable. Que despertarán con una opresión en el pecho por haber sido tan ciegos y se pasarán el resto de sus vidas luchando por recuperar el tiempo perdido.

La ‘’libertadería’’ está abierta: ¿Alguien quiere libertad? Les advierto que cuesta una pelota, pero bien vale la pena.


La oscura vida de Clara o El Síndrome de Estocolmo. 21/12/07

Cada mañana, Clara se levanta y, antes de colar el café, antes de cepillarse los dientes y lavarse la cara, antes de besar a su pareja y a los niños, enciende el televisor para sintonizarse con el captor de sus ideas.

En lugar de ver un sol radiante al despertar, Clara se desayuna con un buenos días que, más que un saludo, parece un escupitajo. Una locutora, como sacada de un casting para la novia de Drácula, se encarga de ensombrecer un día que podría ser precioso, con un panorama aterrador.

Las noticias más que hechos son amenazas, los análisis son augurios apocalípticos, las tertulias, rosarios grotescos de mentiras y burlas. Veinticuatro horas de agresiones que Clara acepta como una realidad inevitable, sin darse cuenta que Globovisión y otros canales secuestraron su tranquilidad hace años.

Con el desayuno atragantado, se despide de su marido para siempre, como cada mañana. Con los ojos maléficos de Aymara Lorenzo en la mente, no nota que su pequeña va al cole con los ojitos llenos de lagañas.

Salen tempranito, porque a Clara le toca su ‘’pico y placa’’, como cada miércoles. Sube a los niños al carro y sintoniza la radio en cualquier estación que le recuerde que su


vida está un paso de convertirse en pesadilla. Los niños atrás, escuchan cómo su futuro será negro, mientras matan bichitos en su gameboy.

Clara llega al colegio y se dirige a la administración para pagar su donación obligatoria, es una manera muy ingeniosa que descubrió el colegio para contrarrestar la medida del gobierno, que tuvo el tupé de congelar las matriculas escolares para que la educación de calidad que reciben sus niños, como todo en este país, termine de desmoronarse.

Aunque tenga que comer mierda. -piensa Clara con rebeldía, mientras paga en efectivo para no dejar rastros de su patriótico acto de desobediencia civil.

Una vez en su oficina, Clara recibe una noticia que no esperaba, hoy no va a cobrar su sueldo de siempre, desde ahora será un poco más pobre por el bien de la empresa. Este gobierno nos está ahorcando.- explica el jefe. -Ya no es rentable hacer lo que hacemos, por lo que pido que nos apretemos los cinturones para que esta gran familia que somos pueda seguir de pie y unida. Una vez dicho esto se sube el pez gordo en un avión rumbo a Saint Marteen, mientras Clara se pregunta cómo va a hacer con la donación obligatoria, con la póliza de salud, con la ropa de los niños y las piñatas que cuestan un ojo de la cara.

Clara necesita despejarse, por lo que va al centro comercial a comprar cualquier tontería que, a modo de Alka Seltzer, le proporcione alivio instantáneo. Compra una pintura de labios igualita a una que compró hace tres meses en mayami. Allá pago ocho dólares


por ese tubito embellecedor. Aquí le cobran diez veces más por el mismo producto, pero ella lo paga, porque no es culpa del comerciante, sino de Chávez y su control de cambio.

No hay leche. Aunque Clara tiene diez latas de leche en polvo en su despensa, trata de conseguir un poco mas por si acaso. Es increíble, -dice indignada a otra señora que busca lo mismo sin éxito. -La regulación afecta el margen de ganancia de los empresarios y comerciantes. ¿Como va a haber leche? ¿Es que acaso pretenden que esa gente trabaje como burros para ganar tres centavos?

No hay leche, ni carne, ni huevos, ni pollo, ni arroz, ni azúcar, no hay ninguno de los productos que están sometidos al yugo caprichoso de Chávez. Pero hay productos lácteos que no están regulados, leche en polvo con sabor a vainilla, hay queso, yogur, hay ketchup picante y light, hay postres ricos en las panaderías, toditos llenos de huevo y azúcar, hay todo lo que no hay, pero disfrazado de otra cosa. Eso es culpa de Chávez.

Al final de la tarde, Clara recoge a los niños en el cole. Al menor lo castigaron tres día sin recreo por gritarle a la maestra ‘’¿Por qué no te callas?’’. Mami, no te pongas brava, -dice el chico- si te vi aplaudiendo como loca cuando el rey le dijo así a Chávez.

Al llegar a casa, descubre que el vigilante no está. Lo botamos por chavista. -dice la presidenta del condominio. -Menos mal que se dieron cuenta. -respira aliviada nuestra oscura Clara, que esta noche no pegará un ojo pensando en esa puerta sin vigilancia y en ese ex vigilante chavista.


Clara está aturdida porque no viene mas la señora de servicio. Resulta que la muy traidora, después de todo lo que he hecho por ella, después de haberle abierto las puertas de mi casa para que la limpiara, le ha dado por meterse en la misión no se que cosa para luego trabajar en una cooperativa. A este ritmo no va a haber quien quiera trabajar de verdad verdad.

Ya lo habían advertido el Aló ciudadano, ya nos avisaron cómo nos van a ir desangrando estos comunistas.

Clara vive una vida oscura, es el jamón de un sandwich amargo. Se encuentra defendiendo intereses que atentan contra los suyos solo por evitar el peligro que se cierne sobre ella y su familia: La nube roja, violenta y devastadora del comunismo.

‘’Que me rebajen el sueldo, que me vendan capuccinos con leche que no es leche porque tiene vainilla, que regresen los créditos indexados, que regrese Lusinchi con todo y barragana, quiero a que La Bicha me amargue mi café en señal abierta, quiero marchar y marchar hasta que se gasten mis zapatos, que se vaya Chávez, que lo saquen como sea…’’

Hiperventila en la cama Clara, pero no porque su marido la esté sobando. Ni ella ni él están para esas cosas, no vaya a ser que tengan otro niño que en cualquier momento les vayan a quitar.


A través de sus ojos abiertos y secos por un sueño que nunca llega, entran nuevas amenazas, nuevas certezas de que el final está cerca. Recuerda aquella frase tan graciosa de su no lejana juventud: ‘’A tirar, a tirar que el mundo se va a acabar.’’ Pero nada, no se acaba el mundo, solo se acaba su país.

Mas allá, cruzando el pavoroso Caribe, pasando sobre la isla inmombrable, allá arribita está la civilización. Allí todos tiran seguramente, pero no porque el mundo se vaya a acabar sino porque son felices.

Kiko y Carla se ríen y Clara llora. Viene el himno y Clara tiembla de pavor.

Abajo cadenas, grita Clara como el señor, cagándose en el pobre en su choza que libertad pidió.

En la mañana la veo salir con sus ojeras oscuras como su vida. Clara, -le digo, no crees que sería bueno que no vieras mas Globovisión, que escuches a tus niños en el carro en lugar de oír a Marta Colomina, que no te sigan envenenando, que no dejes que sigan secuestrando tus ilusiones, tus ideas, tu alegría.

Una mirada furiosa hizo que sus ojos cobraran vida por un momento. Fue entonces cuando supe que tanto tiempo en cautiverio solo podía dar paso al Síndrome de Estocolmo.

¿Sabes que es eso Clara?


No, -respondió- pero si viene de ti, es otra mentira chavista.

Y se subió en su camioneta, la vi alejarse con sus dos NO pintados en los cristales, con su tortícolis crónica, con esa vida de mierda por la que está dispuesta a morir, con su terror aumentado porque los chavistas habíamos agregado un nuevo elemento a su lista horrores: El Síndrome de Estocolmo.

¿Qué carajo será eso?...

Cuando muchos milagros no son suficiente 01/01/08

No se por qué hoy me he estado recordando tanto de una película que vi hace años. Bueno, si lo se, y es por eso me he sentado a escribir.

Era semana santa, hace muchos años. No había ido a la playa no se por qué motivo, así que me vi obligada a sufrir una serie de películas épicas, peléticas, pelempempéticas que me confirmaron definitivamente que la peor manera de pasar una semana santa es viendo la televisión.

Sábado de Gloria: dos potes de comida china, es que los orientales, además de tener ojos pequeños, son herejes y trabajan en esos días, una tele con Charlton Heston in-


terpretando a Moisés en Los Diez Mandamientos y yo allí sin poder entender por qué tanta mezquindad.

Resulta que Moisés era hermanazo del alma del Faraón Ramses II. Pero Moisés, fue capaz de ver desde su cómoda sillita de mano el sufrimiento de un pueblo esclavizado. Para colmo de males y para que la trama de la peli se ponga mas espesa, descubre el pobre príncipe, que no es príncipe ni nada. Que él es hijo de esos esclavos que ve morir cada día construyendo extraños edificios de forma piramidal.

Vaya carácter el de nuestro héroe: le importó un comino la riqueza, la comodidad y el amor que su hermano Faraón le tenía. Se quitó sus ropajes reales, dejando sin aliento a mas de una con su delicioso torso made in Hollywood, y se vistió de esclavo para convertirse en esclavo, ni mas ni menos.

Pero un príncipe, aunque se vista de esclavo, sabe que puede hacer más que mezclar barro del Nilo, por lo que se decide a liberar a su pueblo.

Para hacer el cuento corto, ya que la película es muy larga, Moisés se enfrenta solito a Ramses, lo pone contra la pared haciendo trucos que solo un elegido puede hacer: tiñó ríos de rojo con un bastón de madera, invocó a siete plagas terribles. Recuerdo una muy cruel que era un humito mortífero que mataba a los primogénitos de todo aquel que no fuera amigo de Moisés. Nada mas pavoso y pavoroso que ser primogénito en tiempos bíblicos.


Fue tal la presión, fue tal el poder sobrehumano de Moisés, que su hermanazo del alma lo dejo irse con su gente con tal de que lo dejara en paz con sus esfinges.

A todas estas, yo alucinaba ante la incredulidad de los paisanos de nuestro galán. El único que parecía saber que él era capaz de tanto era su ex hermano y ahora enemigo mortal. Su pueblo, muy a pesar de aquella montaña de milagros malignos, se empeñaba en cuestionar su capacidad de liberarlos y no solo eso, osaban dudar de el y no se medían al llamarlo traidor.

Moisés no tuvo más remedio que separar las aguas del Mar Rojo, que era azul, pero ya sabemos que él tenía un bastón para teñirlo de ser necesario.

Sus seguidores, aterrados ante tal fenómeno se negaron a reconocer que Moisés era una maravilla que les abría un camino justo cuando creyeron que se terminaba el camino. Pataleaban y maldecían, cuando vieron que el ejercito del faraón les pisaba los talones. Solo entonces decidieron seguirlo un rato más, no sin dejar de dudar y quejarse y como era su costumbre. Y era en este punto de la película cuando yo empecé a preguntarme si se pondría bravo Moisés y los mandaría a todos a la mierda.

Pero no, un héroe bíblico no es cualquiera, y Moisés era el galán de la peli por lo que condujo su pueblo a la pata de una montaña y les pidió que no perdieran su fe mientras el subía a buscar unas leyes importantes.


Pues nada, apenas dio dos pasitos cuesta arriba y se perdió de vista, el pueblo se volvió loco, cambió a Dios por una vaca y armaron un despelote.

¿Por qué viene este recuerdo fuera de época a mi memoria? Porque, para algunos, no hay milagro suficientemente grande. No basta dejarse la vida en favor de los demás, no basta aportar ideas y llevarlas a cabo, no basta apechugar solito con comandar la liberación de un pueblo, no basta el pan en la boca del hambriento, la luz en los ojos del ciego, no bastan los niños sanos, ni las letras que dejan de ser garabatos para convertirse en palabras. No basta el haber devuelto la esperanza, la dignidad, el orgullo a quienes se la habían robado. No basta lograr la unión de los pueblos que antes se veían con grimita a pesar de ser un mismo pueblo regado por todo un continente. No basta nada cuando creemos no entender.

Se olvidan los milagros, se mira con recelo al líder, se muerde, se escupe, se envenena, todo porque no entendemos.

Y digo yo: quien nos enseñó a mirarnos a nosotros mismos, quien nos va mostrando el camino, debe saber muchas cosas que nosotros no sabemos. El nos explica como nadie lo había hecho. Hemos aprendido a ser un pueblo que sabe por qué está luchando. Somos mezquinos con nuestro presidente al darle la espalda ahora cuando nos está enseñando algo nuevo.


Nos vamos a convertir en lo mismo que despreciamos al repetir como loros sin pensar lo que decimos. Es un juego peligroso e irresponsable este de desconectar la boca de la experiencia y del pensamiento crítico.

En fin, y perdonen que me ponga bíblica, que mi presi como Moisés, nos conduce a la liberación, reafirma nuestra identidad como pueblo y no merece la duda y el recelo que algunos le están regalando. Que las revoluciones son largas y, a veces, van despacio. A veces, cuando creemos ir hacia atrás estamos yendo hacia adelante. Que tenemos un líder que nos enseña a pensar y a distinguir las cosas y que si hemos aprendido algo deberíamos demostrarlo justo ahora. De hacer lo contrario demostraríamos que Chávez se equivocó, pero no por sus actos, sino por haber creído en nosotros.

Venezolanos siete estrellas 14/01/08

Recuerdo, hasta donde mi memoria alcanza recordar, que siempre hubo quienes se sentían incómodos por poseer la nacionalidad venezolana que, según ellos, es una nacionalidad de tercera. Esos que han fingido acentos en el exterior para ser confundidos con los locales, ellos que se morían de asco frente una arepa cuando había tantos croissants, tantas quarter pounders, tantas deliciosas New York cheesecakes, y que ahora, repentinamente, creen haber recuperado su venezolanidad.


Pero no se confundan, no se refieren a la venezolanidad del pueblo, la que huele a tierra mojada, a jaboncito mañanero dentro de un autobús, la que no se contiene cuando escucha un tambor, la salsera, la fiestera, la que ríe a carcajadas cada vez que la vida le da un motivo, la que encuentra motivos para reír aun cuando la vida se los niegue.

Ellos descubrieron una venezolanidad sintetizada medio de aquí mucho de allá. Son venezolanos envasados con ingredientes selectos traídos los más exóticos parajes mayameros. Vibran con el himno cuando lo escuchan de lejos, se amarran la bandera al cuello cual capa de Superman, bailan tambores en bodas elegantísimas y cuando agonizan de amor patrio cantan ‘’¡¡¡Sabaaaaaanaaaaaa!!!’’ y nada mas, porque nunca escucharon el resto de la canción.

Piensan que Venezuela es un país que les ha sido usurpado a sus legítimos dueños: ellos. Por lo que han decidido construir un país paralelo, con otra bandera, con otro huso horario, con otra moneda, con un presidente colombiano, con un rey que los mande a callar, un ejercito de chicanos, negros y blancos pobres que les traiga el sosiego con sus bombas inteligentes.

Y es que su país no tiene pretensiones de soberanía, para ellos entregar lo que pertenece a todos para beneficio propio es un ideal. El país que quieren no tiene dignidad, abrirían sus puertas para que lo pisotearan las botas de cualquier ejercito y se unirían a ellos para acabar con sus compatriotas no deseados. El país que ellos quieren no clama justicia y la libertad se subasta al mejor postor.


Sueñan con un país de esclavos de distintas categorías, pero esclavos todos de un poder voraz, que les deja miguitas para que ellos las recojan mientras se sienten honrados por tal distinción.

Sueñan con un país que conocimos de cerca porque hace poco existió. Aquel, con su bandera de siete estrellas, su himno, el mismo que cantamos ahora, pero que antes nos sonaba hueco, triste, ultrajado. Con su pueblo dormido por la desesperanza y sus veinte barrigones con corbatas escondidas bajo papadas hinchadas de gula y egoísmo.

Sueñan con tener aquel país que siempre les avergonzó. La Venezuela de ladrones, la fea, la de los niños muertos de diarrea, la del hambre, la ignorante, la de las esperanzas rotas, la que solo caminaba para atrás. Sueñan pesadillas mientras duermen tan tranquilos. Eso no es soñar, eso no es pensar, eso no tiene nombre o peor aún, si lo tiene: eso es ser apátridas.

Pues a los apátridas no se si llamarlos compatriotas, no suena coherente, no queremos lo mismo, mientras avanzamos nos ponen piedras esperando vernos caer, nos odian, nos tienen asco, nos tienen miedo.

Y claro que deben temernos, no los culpo, nada como la mediocridad que ellos sembraron para mantenerse a flote. Mediocres ellos que no supieron ver el momento en que el pueblo despertaba, mediocres ellos que no tienen idea de como vivir en un país libre.


Mediocres porque temen al pueblo educado, consciente y dispuesto a luchar su patria, la de todos, incluso la de ellos, los apátridas.

Venezolanos de siete estrellas, eso son, que es lo mismo que no ser nada. Sufren nuestros logros como terribles derrotas, celebran los ataques a nuestro país como si éste no fuera el suyo y lo hacen a voz en cuello sin sentir la más mínima vergüenza. No se dan cuenta de lo despreciables que son para nosotros y para nuestros enemigos.

A la hora de la chiquita, hora que esperamos que nunca llegue, se darían cuenta, demasiado tarde, que la sangre de todos nuestros hijos se derramaría por igual, que para sus ‘’gringos salvadores’’ los destrozos que ocasionan en nombre de ‘’ la libertad’’ son daños colaterales y nada más.

No se si llamarlos compatriotas… que vaina...

Por un maní 21/01/08

Una vez vi un documental de los elefantes del circo en el que explicaban cómo hacían los domadores para lograr que tan majestuosos animales dejaran a un lado su dignidad paquidérmica e hicieran estupideces para un puñado de humanos idiotas a cambio de aplausos y maní.


El domador explicaba orgullosísimo que el secreto estaba en quebrar el espíritu del animal. Una vez hecho esto, un elefante, olvidando que era un elefante y todo lo que eso implica, haría lo que fuera con maní o sin él.

El espíritu, descubrí minutos más tarde, se quiebra a palazos, a fuerza de hambre, torturas, humillaciones de todo tipo hasta que el elefante se da cuenta que ser un payaso es mas seguro que seguir siendo lo que es.

Algunas veces ha pasado que el elefante no puede contenerse más. Algo le hace clic en su cabezota y se vuelve mas elefante que nunca. Es entonces cuando agarra al domador con su trompa y lo lanza con toda la rabia acumulada en su memoria elefantiásica por años de torturas y humillaciones.

Un tiempo después de haber visto a los elefantes del circo tuve la oportunidad de asistir a un circo peor porque es mas grande, los domadores más crueles y los elefantes son personas.

Me refiero al circo de la ‘’civilización’’ entendiendo que ésta solo es civilizada si viene de Mayami o Nueva York.

La cosa funciona de esta manera: Nos presentan un modelo ideal de civilización, nos dicen que necesitamos pertenecer a ella y nos ponen un maní frente a los ojos. A cambio solo tenemos que dejar que nos quiebren el espíritu, que nos amputen los instintos, pero tranquilos, que el maní es grande y encandila como un diamante.


Debemos deshumanizarnos para ser civilizados.

Todo empieza durante el embarazo: Una madre mayamera debe aprender temprano a enterrar el instinto mas poderoso de todos. Las madres mayameras asisten a cursos prenatales en donde les enseñan, entre otras cosas, a parir acostadas en una cama, conectada a mil cables, a mil máquinas que hacen unos ruiditos que les recuerdan que parir no es cosa fácil, que sin doctor ni maquinitas no hay manera de hacerlo, que no son animales sino mujeres civilizadas y gracias al cielo que están en el primer mundo para que puedan parir en paz.

También aprenden en el cursillo que la leche materna no es mala, pero es inconveniente porque te ata al bebé día y noche, porque pierdes tu individualidad, porque no puedes trabajar si estás amamantando, porque hay fórmulas para lactantes que superan a la leche materna, eso, gracias al cielo y a la, ya saben, civilización. Así que enfermeras que visten batas de alegres colores, enseñan a las madres a secar su leche, vendando, de manera muy moderna, las tetas cargadas de alimento. Duele, pero vale la pena…

Así llega un humanito al mundo, buscando la teta y encontrando una tetina de látex, buscando el calor de su mamá y encontrando una almohadita a pilas, que no solo lo calienta sino que además le reproduce el ‘’ sonido uterino’’ según dice en la caja.

El humanito tiene una mamá moderna y civilizada que lo adora. Ella se promete a si misma que hará todo lo que esté en sus manos para que a su retoñito no le falte nada du-


rante los próximos dieciocho años. Si, oyó bien, en la clase de parto le recordaron algo que ella sabía por experiencia propia: Los hijos se van del nido al terminar el bachillerato y tu puedes volver a ser feliz con tu pareja, eso si antes no se han divorciado civilizadamente.

Para darle todo lo que necesita el bebé, la madre le quita lo único que realmente necesitaba y lo inscribe en una guardería de 8 a.m a 6 p.m. Así se queda el pequeño en una cuna comunitaria mirando al techo, mientras ‘’mommy’’ trabaja para comprarle un cochecito precioso, ropitas de patatús, y, claro, depositar desde ya en el fondo universitario porque ‘’baby’’ será doctor.

Baby tiene abuelos que viven lejos, gracias a Dios. Toda persona civilizada sabe que los viejos molestan con sus achaques y sus manías. Así que tenemos a un bebé en una guardería y unos abuelos en otra, cuando sería mucho más sano, más feliz y más económico tenerlos a todos en casa. Los abuelos no se sentirían como bagazos inútiles y el bebé tendría unos brazos amorosos donde pasar el día.

Pero tenemos un bebé civilizado, independiente, que no tiene apego hacia su madre por lo que el salir de bachillerato se irá de su casa, y llegará el día que, sin mayor problema, ejecutará su mayor venganza: meter a sus padres desvalidos en una guardería.

La familia humana, la ancestral, la verdadera, no tiene cabida en el mundo civilizado, no es productivo tener personas que dejen de trabajar por cuidar una gripe de un hijo, o al


abuelo con tos, no es productivo dejar de pagar guarderías llenitas de empleados que a su vez pagan otras guarderías llenitas de empleados que a su vez…

Si soportamos esta dolorosísima amputación del instinto maternal, los siguientes instintos podrán ser extirpados sin anestesia. Al desbaratar los vínculos mas fuertes entre los seres humanos, nos quiebran el espíritu como a los elefantes.

¿Pero por qué llegamos a hacer tales estupideces?

Lo hacemos por el maní.

Un maní de cuatro habitaciones, cocina minimalista, y terraza con vistas. Maní 4X4 con DVD y portavasos, maní en clase turista con orejas de ratón, un maní lleno de logotipos que muestren que no es un maní cualquiera aunque cualquiera pueda tenerlo. Un maní privado bilingüe con actividades extra-curriculares, un maní con campo de golf solo para socios selectos…En fin el codiciado maní del éxito.

Como los pobres elefantes del circo, perdemos nuestra esencia, funcionamos por impulsos externos por lo que somos vulnerables y susceptibles a ser manejados. Pero como los elefantes, podemos hacer clic a arrojar al domador con la trompa y cagarnos en el sistema, en el éxito, en el maní y, desde lo mejor de nuestra humanidad, hacer una revolución.

Tanta miseria por un medio maní…


¿Bailando al son que nos tocan? 07/02/08

Imaginen un comercial de pasta dental en el que te muestren una boca con solo tres dientes cariados, encajados en unas encías enrojecidas, hinchadas, podridas de periodontitis. Una toma muy cercana para que te impacte lo suficiente y luego un locutor con voz solemne advirtiendo: Use Dentylimp para que su boca no termine así.

¿Saldría alguien a comprar Dentylimp? Tal vez si, aterrados ante las consecuencias de no usarla, por una vez o quizá dos, pero un día ve otro comercial en el que sale una sonrisa de dientes blancos acompañada de una voz femenina: Con Perlident mi sonrisa queda ¡uhmmm! Deliciosa y fresca.

Se jodió Dentylimp, y es que no imagino a nadie que no quiera tener una sonrisa deliciosa y fresca.

Pues algo parecido a lo que pasa con Dentylimp, le pasa a los medios del estado.

A veces, después de ver VTV termino con la sensación de que si no uso Dentylimp se me van a podrir lo dientes. Pasa, muchas veces, que del ‘’patria, socialismo o muerte’’ que tan asumido tengo, solo parecieran destacar la parte de la muerte.


Termino convencida de que si no triunfa la revolución lo que vendría es ‘’matanga’’. Pero eso ya lo sabía antes de que me lo contaran. Tal vez fue bueno que me lo explicaran una vez, y otra por si acaso, pero cada vez que pongo la tele…es mucho.

Es como el cuento de ahí viene el coco, pero con coco de verdad verdad. Ya se que el coco existe, ya se que quiere nuestras cabezas, ya entendí. Creo que si querían que explicarlo lo han hecho y muy bien, pero también creo que de tanto decirlo muchos se están aturdiendo de miedo.

El miedo a que nos roben la revolución se suma ahora al miedo a seguir peleando: Si avanzamos nos invaden, si profundizamos habrá guerra, si ganan ellos nos van a matar y si no ganan también.

Todas estas son situaciones probables y aunque, insisto, es necesario que estemos al tanto de ellas, es bueno cilantro pero no tanto.

Mientras nos abren los ojos para alertarnos sobre los planes del enemigo, usando horas y horas de televisión, nos impiden ver el por qué de los riesgos que estamos asumiendo. Ya casi no se habla de la revolución bonita, ya no se celebra la alegría, no se habla de hacia donde vamos, de la meta, de sus beneficios. Se habla de combate, tensión, miedo, rabia, mentiras, traición…

Como Dentylimp, no estamos comunicando las bondades de la revolución sino las consecuencias terribles de no llevarla a cabo.


Si el pueblo se nota apagado es porque, en buena parte, nuestros medios lo están apagando.

Hacemos lo mismo que Globovisión: ellos asustan a su gente con sus mentiras y nosotros, a los nuestros, con nuestras verdades y tal vez con sus mentiras. Estamos comunicando miedo y el miedo no atrae, por el contrario, espanta.

Si usamos gran parte de nuestro esfuerzo y tiempo para desmentir a Globovisión y sus medios aliados, y otra buena parte para alertar al pueblo sobre posibles conspiraciones, terminamos restando tiempo para poner sobre la mesa propuestas objetivas y positivas, que nos muestren la recompensa, el verdadero sentido liberador de nuestra lucha, la sonrisa deliciosa y fresca que todos quieren tener.

Hagamos como Perlident, mostremos las bondades de la revolución, sin dejar de recordar, de vez en cuando, que existen las caries y que los dientes se caen.

Para finalizar, antes de ir a cepillarme los dientes, me pregunto: ¿Acaso estamos dejando que sea Globovisión quien dicte nuestra agenda comunicacional?

Método sencillo para ser un capitalista de buen corazón 12/03/08


El capitalismo es un sistema aberrante, no hay más que asomarse a la ventana o a la pantalla de la tele para darse cuenta de esto, pero hay gente buena que defiende este sistema con toda el alma y aún así creen que conservan al alma impoluta. Claro, esto si es que el alma existe, pero esa es otra discusión.

Cuando veo a unos padres con ese aire de éxito que se compra en tiendas caras, con sus niños vestiditos con marcas por todas partes, con zapatitos mínimos que cuestan un sueldo ídem, con cochecitos que pueden costar lo mismo que una moto, con más juguetes de los que esas manitos pueden sostener, no puedo dejar de preguntarme si cuando miran a su alrededor no sienten un pellizquito de remordimiento.

Pues como soy preguntona he ido indagando y he descubierto que tienen un método muy simple para no permitir que las miserias de otros empañen su felicidad perfecta.

Todo comienza con el individualismo: esta, según me han explicado, es una gran virtud. Resulta que aprendieron que todo se puede lograr con solo proponérselo, que quienes ‘’triunfan’’ lo hacen porque quisieron y se fajaron contra viento y marea, y quienes ‘’fracasan’’, simplemente, no se han esforzado.

Permítame el lector una pequeña explicación de los términos triunfo y fracaso según estas personas.

Triunfo: tener más dinero que sus vecinos y que se te note.


Fracaso: que se note a leguas que no tienes dinero.

Porque el dinero, en el capitalismo, lo es todo.

Claro que como no todo es blanco y negro, por momentos se encuentran nuestros capitalistas de buen corazón en situaciones que merecen agregar algunos elementos anestésicos de conciencia. En estos casos entran en juego los eufemismos, la estadística y las ONG’s.

Los eufemismos: Se usan para que algo horrendo no lo parezca tanto. La pobreza, por ejemplo, se le achaca a la suerte al llamar a los pobres ‘’los menos afortunados’’. Como es cuestión de fortuna te liberas de la responsabilidad. En fin, duermes tranquilo encerrado en tu apartamento con aire acondicionado, mientras muchos otros con mala suerte tratan de dormir con la barriga vacía. La vida es una ruleta.

La estadística es una maravilla: borra caras de gente y las convierte en números. Cuando hablan de un tanto por ciento de desempleo, no ven a un padre que no tiene cómo alimentar a sus hijos, ni a una madre que llora angustiada, ni un niño que no va a la escuela porque no tiene zapatos. Cuando se trata de ingreso per cápita, peor, pareciera que todos ganamos más o menos lo mismo, solo que los menos afortunados, además de mala suerte, tienen mala cabeza para administrarse.

Las ONG’s son apaciguadores de conciencia muy efectivos. El mundo está lleno organizaciones dedicadas a ayudar a los menos afortunados. ¿Casualmente? éstas organi-


zaciones nacen justamente en los países ricos. ONG’s pidiendo a gritos, desde la devastada Europa, salvar el Amazonas. Otras que te enseñan que con solo diez euros pueden vacunar a cuarenta niños en África que de otro modo morirían de mengua. Unas claman por los derechos humanos desde el corazón mismo del monstruo que convirtió nuestros derechos en reveses.

Adoptemos negritos sin llevarlos a casa, salvemos los peces de la costa de Madagascar porque los nuestros ya nos los comimos. No maten a ese elefante, que gente sobra en el África y paquidermos quedan pocos, que le quiten el velo a esa niña musulmana, que el sombrero de la judía se quede donde está, que no coman titis los yanomamis y que de paso aprendan a rezar, que no practiquen el sexo que se contagian de sida y las medicinas son tan caras que se van a morir, que nada de sexo, que no tengan hijos, que les vamos a enseñar a cuidarse para que no haya mas pobres... Por solo diez dólares al mes compras la certeza de estar arreglando al mundo.

Y es que la pobreza tiene que tener sus causas y estas no pueden ser culpa de ellos. Ellos ayudan, dan trabajo a la gente, les pagan poco pero pagan lo que estipula la ley. Y aquí entran en juego las leyes, maravillosas herramientas para lograr un efectivo despojo de culpas.

Existen dos tipos de leyes, las que se cumplen al pelo y las que se interpretan a conveniencia. El salario mínimo legal es el que es y no se paga ni un solo centavo por encima de lo que diga la ley. Si no le alcanza el sueldo a Juan no es mi culpa, que vaya y le reclame al gobierno. Si la ley dice que los impuestos sobre la renta son el tanto por ciento


de los ingresos, pues, allí empiezan a interpretar que significa la palabra ingresos, y que significa tanto por ciento, y van acomodando hasta que les cuadre la ley justo a su medida.

La ley les alivia el peso de su mezquindad.

Esto nos lleva al último elemento a tener en cuenta en este sencillo método: La conveniencia: así como aplican la ley cómo y cuándo les conviene, hacen uso del individualismo de la misma manera. Cuando ellos, solitos con su conciencia, se encuentran con la posibilidad de tomar decisiones que apunten a ser más justas, van y apelan a una ley ‘’colectiva’’ que las tome por ellos.

Es fácil ser un capitalista de buen corazón, con no pensar tienes.

Noticias con glutamato y amarillo #5 21/03/08

El comfort es una de las obsesiones de los gringos y uno de sus principales productos de exportación. Desde los tiempos de los Picapiedras soñaban con vivir como los Supersónicos, con casas llenas de botoncitos que hicieran todo por ellos. Un botoncito amarillo, pollo frito con puré y maíz; otro verde, ropa lavada y planchada; uno morado, robotina que barre, pasa el coleto y lava los baños.


En el camino a esa vida en la cual un dedo será un apéndice vital, se han ido simplificando muchas cosas, y en la medida que adoptamos ese estilo confortable de vida, vamos siendo cada vez más inútiles y dependientes.

En tiempos no muy remotos, para mandar una carta había que ir al correo y lamer una estampilla que sabía a estampilla. Para llamar por teléfono a tu mamá, había que llegar a casa y discar el número completo, por lo que, o tenías buena memoria o tenías una libreta escrita a puño y letra con todos todos un montón de datos ordenados en forma alfabética. El sofá tenía que estar cerca de la tele porque no había como cambiar de canal sin tener que levantarte, aunque algunos lograron un envidiable dominio del dedo gordo del pie, con el que no solo cambiaban de estación sino que subían y bajaban el volumen y alcanzaban la bolsa de papas fritas que estaba junto al televisor. Los carros, por increíble que parezca, no tenían portavasos así que el conductor y los pasajeros se veían en la obligación de sujetar entre las piernas, de manera precaria, sus bebidas durante todo el trayecto. Para comer había que cocinar.

Un día nos descubrimos desayunando apurados en un local de comida genérica y nuestros ojos brillan al notar que no hay que lavar los platos, que se tiran a la basura, que no salió tan caro y que además te dan la comida rapidísimo por lo que no llegas tarde a donde ibas. Al mediodía tienes que volver, es que comer es una de esas cosas que deberían ser optativas ya que quita tiempo y engorda. En estos comederos sintéticos por lo menos no pierdes tanto tiempo haciendo esas cosas tan naturales y primitivas que no te permiten ser un hombre moderno.


El comfort es síntesis.

En lugar de teta, tetero; en vez de sopita, compota; para cocinar, descongelas en el microondas, si sale un buen libro, esperas la película… y así con todo: el amor, unos buenos polvos, el matrimonio, mientras dure el amor; la verdad, lo que salga en la tele; la tele es la escuela, la guía, la agenda, la que te libera del fastidio de tener que pensar.

El comfort es liberación.

Nos volvemos perezosos, todo lo que quita tiempo estorba, el tiempo es oro y el oro compra cosas y si las compras haciendo clic ganas tiempo para obtener más oro para hacer más clic.

En medio de tanto apuro, vienen y nos dicen que vivimos en la era de la información y la gente se pregunta: ¿en qué tiempo se va uno a sentar a informarse si de casualidad tenemos tiempo para comer una hamburguesa con papas plásticas que gracias a glutamato de monosodio saben a comida y no a cartón?

Pues las empresas de información, al detectar la necesidad de síntesis que se impone y la conveniencia de que la gente les permita pensar por ellos, se transformaron en proveedores de noticias predigeridas.

La línea que separaba los hechos de las opiniones se borró, tímidamente al principio, hasta llegar al desparpajo de hoy. Y es que con ese no tener tiempo para pensar de-


jamos una puerta abierta, peligrosamente abierta, por donde se cuelan medias verdades que construyen grandes mentiras, ideas que no son nuestras y que atentan contra nosotros mismos, necesidades que no teníamos y que ahora nos son vitales.

Al mejor estilo del Conde Drácula, los medios privados nos vampirizan. Nos seducen, nos llaman inteligentes cuando saben tenemos las neuronas anestesiadas, nos hacen sentir distinguidos cuando, para ellos, somos gente del montón. Nos regalan titulares escandalosos que nada tienen que ver con el contenido de la noticia, nos auguran desastres que nunca llegan, nos atemorizan, nos convencen que solo con ellos podremos salvarnos y, para colmo, nos convierten en vampiritos propagadores de esa epidemia desinformadora.

Justo en la era de la información y de la comunicación es cuando estamos más desinformados e incomunicados. Y pensar que la información está frente a nuestras narices, que para poder acceder a ella, en muchos casos, lo único que tenemos que hacer es saber buscarla y apretar un botón.

¡Clic!

Mejor no pensar... sueña 08/04/08

s


Un barrio, por ejemplo, es una montaña que podía ser verde como el Avila, pero que ahora es fea, llena de ranchos, y éstos no son mas que fachadas sin contenido. La gente, de tan acostumbrada que está de verlos, apenas nota que en sus ventanas cuelga ropa, ropa de personas que la usan. Generalmente hay mucha ropa de niños, pero casi nadie lo nota, porque de hacerlo tendrían que pensar en esos muchachitos que crecen en esa montaña tan fea, y pensar complica las cosas, así que nada, compra un tostón en la cola de la autopista, sube la radio y sigue. Mejor no pensar...

Una vez en casa la televisión nos reparte imágenes de niños preciosos, gorditos, sanos, corriendo por la sala de una casa espaciosa y llena de juguetes. Da la impresión que así son todos los bebés. Todo es maravilloso hasta que, en el noticiero, otros niños, negritos, con moscas en la cara, ojos desorbitados, con una manita que se revela contra lo inevitable aferrada a la bata de una mamá que ya no llora,. Otra vez la sequía, otra vez la hambruna, ¿o era una guerra? O un golpe de estado. En fin, otra vez los mismos negritos padeciendo los mismos males de toda la vida. ¿Por qué mueren esos niños? Mejor no pensar…

Hay guerras eternas que ya dejaron de importarnos. Nada tiene de novedoso un niño moreno, narizón y de ojos grandotes que nunca más se van a abrir. Una vez lloramos por ellos, pero ya, de tan visto, dejó de ser noticia. ¿Qué culpa tengo yo de esa guerra tan lejana? Mejor no pensar…

Aplaudimos conmovidos por actos asquerosos que te presentan con un titular atado con lazos, palomas de la paz, y con musiquita de esa que hace correr las lágrimas: Ah-


med, huérfano, mutilado y quemado por bombas de la coalición que lo vino a liberar del malvado Saddam, es llevado a Londres donde lo van a operar, le regalarán piernas y brazos plásticos, un teléfono celular, tarjetas firmadas en ingles que le desean ‘’get well’’. ¿Y por qué un niño que tenia familia, que nació completico, necesita ahora de tanta generosidad ajena? Mejor no pensar…

Y justo cuando estás en pleno no pensar, el noticiero te brinda un espacio maravilloso para cerrar: ‘’Estilo’’ así suele llamarse. Este espacio es como un extractor de neuronas y un borrador de sensibilidades. ¿Sufriste mucho con el negrito moribundo? No te preocupes, mira este spa en las islas Seychelles, exclusivo, solo para quienes pueden mimarse a todo trapo. Y ahí si piensas en que quieres llegar allí, que debe ser delicioso ese masaje con aceite de ballena y esencia de Yoki Yoki. Y corres a conectarte en internet, y buscas qué carajo es Yoki Yoki, y ubicas las islas carísimas, y te aprendes de memoria los precios, vuelos, conexiones, alojamientos, te aprendes hasta que la arena blanca es rosada y que acaricia tus pies al andar.

Desconectas y te vas a soñar.

Chávez y Fernández celebrando de lo lindo 17/04/08

El domingo fuimos a celebrar con mi presi el Día del Bravo Pueblo, Julio Fernández Baraibar y yo, Carola Chávez.


Para ambos fue la primera vez y como toda primera vez era un poco inquietante.

Yo no sabía lo que iba a encontrar ya que mi conocimiento sobre estas cosas se limitaba a lo que recibía desde la tele y otros medios del gobierno y la oposición.

Llegué convencida de que encontraría un termino medio de aquello que había visto, leído y escuchado. Supuse que esperando solo eso no habría desilusión posible.

Julio iba disfrazado de argentino que va a una marcha chavista: zapatos de suela, pantalón elegante, camisa clara, fresca y bien planchada y un sombrero de pajilla tipo turista que visita Panamá en los años cuarenta. Yo iba disfrazada de mi: Peto azul, franela blanca con corazones rojos brillantes, zapatos y coletas moradas y cara de no puedo más con tanta felicidad y anticipación.

Caminamos, el argentino chavista y la venezolana peronista, desde la Plaza Altamira, bastión del fracaso opositor, hasta un restaurante que en su día fue barato y que ese domingo hizo que Julio tuviera que pedirme veinte bolívares para completar el pago de la cuenta.

Creo que jamás comimos un pulpo a la gallega y camarones al ajillo más caros en nuestras vidas.


Desplumados seguimos caminando hasta la estación del metro en Chacaito. Subimos a un vagón donde nadie iba de rojo, por lo que mi corazón se arrugó del miedo pensando en los titulares de la oposición.

Al llegar a Capitolio se abrieron las puertas de nuestro descolorido vagón para lanzarnos en una multitud roja rojita donde los insípidos éramos el argentino y yo.

Un hormiguero rojo era aquello y yo, deslumbrada, solo supe preguntar como una tonta a un vigilante por el camino a la concentración. El hombre, sonriente, me dijo: señora, salga por la puerta que quiera, que estamos por todas partes.

Los vigilantes del metro no mienten, la calle estaba roja por todos lados. Había gente con banderas, había niños, viejitos, una señora con sus piernas flaquitas por un polio de esos que regalaba el descuido de los gobiernos anteriores, había perros callejeros, vendedores ambulantes, música en cada esquina, había una alegría que no solo se reflejaba en las sonrisas de todos, sino también en el sabroso tumbao con el que caminábamos. Parecía por momentos la fila de conga más larga del mundo. Había canadienses que fueron a ver como su tele los engañaba, europeos alucinados que abrazaban a esos negros sudados y entre contentos y buscando cicatrices de torturas o algún síntoma que denotara la represión que tanto claman su periódicos. Había, señoras y señores, gente del Este como yo.

Como en toda buena fiesta venezolana, había cerveza. Yo recordé conciertos callejeros de mi no tan lejana juventud, y temí por un desenlace a puños. ¡Coño!, pensé.


Pero no dejé de bailar, y Julio tampoco pero a su muy tanguero modo. El estaba tan feliz, yo estaba tan feliz, que no fui capaz de corregirle: Julio, dobla las rodillas, no menees los hombros así, más tiesito de aquí, más sueltico de allá...

Naaaa, Julio estaba tan feliz, yo estaba tan feliz… Además, tal vez un día, el baile sea un tango y la que doble mal las rodillas termine siendo yo.

Caminábamos hacia la tarima donde hablaría mi presi, eran casi las cuatro de la tarde y la fiesta había empezado a las diez de la mañana. Coño, tanta cerveza pensaba yo...

No se cómo ni cuando subió mi presi a la tarima, solo se que los gritos de la gente me hicieron gritar a mi. El ruido era tremendo y, de repente, en medio de aquel barullo, empezamos con mi presi precioso a cantar el himno nacional.

Miren amigos que yo he cantado el himno muchas veces en la vida, pero jamás como ese domingo. Cada palabra que salía de mi boca tenía sentido, cada una de ellas las decía con orgullo y convicción. El corazón me rebotaba como loco y yo como loca canté sin reparar en mi amigo argentino que segurito no se sabía el himno nacional de aquí.

Ya se lo enseñaré un día y a ritmo de salsa a ver si matamos dos pájaros de un tiro.

Cuatro y diez de la tarde, mi presi toma la palabra y promete ser breve. Su pueblo que lo conoce dice ¡NOOOOOO! para que hable mucho, y lo dijimos por decirlo porque él


sabe que queremos escucharlo, que por nosotros puede hablar tres días seguidos si quiere...

Cuando mi presi habla, como por arte de magia toda la calle se calla. Todos quieren escuchar, y si a alguien se le ocurría abrir la boca, todos alrededor decían: ¡shhhhh! esta hablando mi comandante.

Cuando yo vi esto me di cuenta de que algo muy grande había pasado con mi gente. Lo supe desde mi venezolanidad bochinchera, ruidosa e irreverente. La gente, toda, prestando atención a nuestro presi y él diciendo cosas que no merecían menos que toda nuestra atención.

El efecto de las cervezas, aparentemente, se evaporó a punta de baile. Mis temores fueron borrados de un porrazo a punta de buena conducta y educación.

Algún incidente hubo, claro, en una multitud es inevitable. Una muchacha que iba pasando se detuvo delante de un hombre y le gritó en la cara: ¡Tu eres un escuálido! ¡No puedes estar aquí, falta de respeto!. La gente le preguntó qué era lo que pasaba y ella, temblando de rabia, dijo: ‘’Un revolucionario jamás le agarraría sin permiso una nalga a una mujer, ese es un escuálido y no debe estar aquí’’. El abusador no sabía donde meterse ante las miradas de reproche que en otros tiempos hubiesen sido de aprobación.

Y es verdad, un revolucionario respeta a las mujeres, y eso hemos aprendido todos. Eso y tantas cosas más.


Chaburros nos llaman los opositores que cuando marchan vandalizan la ciudad de todos, chabestias nos dicen a la vez que insisten en que no existimos. Según ellos no estuvimos el domingo allí, según ellos el trece de abril no existió.

Pero es ese justamente su problema: existimos. Y por eso hubo un trece de abril para su asqueroso once, por eso Caracas se tiñe de rojo vida para celebrarlo, por eso ellos en sus medios prefieren seguir negándolo.

Al final mi presi con nosotros gritamos ¡Venceremos! Y así será porque ya estamos venciendo cada día.

Fernández y Chávez regresaron en metro a la Plaza Altamira y como en una peli de ciencia ficción, allí no había pasado nada. Los pavos con sus peinados fashion comían hamburguesas, las señoras de pechos operados tomaban capuccinos después de salir de misa en el Don Bosco y Julio y yo, felices y cansados, nos despedimos hasta la próxima mezclándonos entre la gente que niega nuestra existencia.

¿Terrorismo o piedras en el zapato? 19/05/08

Si quiere estar a la ultima moda, si quiere ser parte de ese grupo exclusivo que viaja a Disney en lugar de pasar largas vacaciones en Guantánamo, incorpore en su vocabula-


rio la palabra terrorista y úsela a diestra y siniestra cada vez que sienta que sus privilegios están siendo amenazados.

En este mundo tan cambiante hasta la palabras deben ajustar su significado según las nuevas situaciones que se vayan presentando. Si en un comienzo el terrorismo se definió como una sucesión de actos violentos ejecutados de manera premeditada para inducir el terror en la población civil, hoy nos encontramos con que estos actos violentos se han usado tanto que, por cotidianos, acabaron siendo incorporados y aceptados como métodos legítimos para preservar el orden mundial.

Dado que el orden mundial es un absoluto desorden, los pueblos que ha sufrido los estragos de este terrorismo institucionalizado, se están rebelando y hay que hacer algo para detenerlos en seco. Ya lo sé -dijo un maestro del cinismo- los acusaremos de ser terroristas, nada más terrorífico que eso, si lo sabremos nosotros…

¡Terrific Georgie, eres un genio! -dijeron sus amigotes- Si necesitas que encontremos armas de destrucción masivas en sitios donde no las hay tenemos satélites que pueden hacerlo. Si necesitas un computador a prueba de bombas, que se enchufe en cualquier bejuco de la selva, que pertenezca a un idiota que no sabe que existen sistemas para encriptar datos, que el idiota guarde en él documentos sensibles junto con las fotos de su perro, nosotros te la encontramos. Adelante Georgie, que en nuestro patio trasero hay muchas piedritas que insisten en meterse en nuestros zapatos.


Es así como todo aquel que decida rebelarse y defender sus derechos se convierte, como por arte de magia, en un terrorista. Por eso les aconsejo: Estén alertas, porque mañana su empleada domestica puede querer que le pague usted el sueldo mínimo que establece la ley, no dude en acusarla de terrorista. Si un cliente se niega a pagar sobreprecio por un pollo y lo amenaza con llamar al INDECU, acúselo usted, honesto comerciante, y hágalo a gritos para que todos se enteren. Si su esposa le reclama por llegar a ‘’estas horas’’ apestando a pachulí, ¡Terrorista! debe ser la única palabra que salga de su recién besuqueada boca.

Ya lo sabe, terrorista, según definición de quienes ha hecho del terror un modo de vida, es todo aquel que pretenda que se le respeten sus derechos. Uselo a su favor.

Un espejismo en una pesadilla 06/07/08

El ejército colombiano liberó a un grupo de retenidos por las FARC, entre quienes estaban Ingrid Betancourt y los tres ‘’contratistas’’ (eufemismo para mercenarios) gringos. Esto es lo único que puedo registrar como una verdad en medio de esta tormenta de palabras e imágenes que más que decir callan.

Todo lo demás que vi y escuché, todo lo que he venido leyendo solo agrega confusión a mi ya confundida cabeza.


Ver a Ingrid Betancourt alabando las bondades de la reelección de Uribe, justo en estos días, cuando la corte suprema de su país cuestiona su legalidad. Justo en estos días cuando Uribe se tambaleaba, después de tantos años de olvido deliberado, van y rescatan a la mujer que nadie en su gobierno quería rescatar...

La omisión unánime del nombre de Chávez y de la senadora Piedad Córdoba en la lista de agradecimientos. Alguna mención condicionada y nada más.

La película de Hollywood que nos narró el ministro Santos. Creo que la calificó así para que nos la tragáramos como quien se traga Rambo VII.

Las muchas piezas que no encajan: la repentina ingenuidad de un grupo guerrillero que debe saber más por viejo que por diablo. Una mancha de sangre que aparece y desaparece. Una comisión francesa que fue tomada por sorpresa por segunda vez. Una mujer en estado de vulnerabilidad diciendo cosas que nadie esperaba. Un micrófono arrebatado de sus manos por el ministro Santos ante una pregunta dirigida a ella cuya respuesta, tal vez, no había sido previamente acordada. Y una sentencia atroz: ‘’Queremos la paz por las buenas o por las malas.’’

Un espejismo de esperanza en medio de una pesadilla que, al parecer, algunos no quieren que se acabe. Unos retenidos enterrados en la selva que se quedan sin el salvavidas que era Ingrid para ellos. Tantos esfuerzos saboteados, tanto silencio entre tantas palabras.


La paz por las buenas o por las malas. Por las buenas, es evidente que no le interesa al gobierno de Uribe, por las malas, simplemente, no podrá llamarse paz.

Entre la guerra y la paz, cascarones de huevo 12/07/08

Durante toda esta semana leí cómo muchos de mis compatriotas, indignados, cuestionaban la decisión de mi presi de reunirse con Uribe.

Con la dignidad de un pueblo no se juega, decían. Yo no soy hermano de ese miserable, agregaban. Y yo pensaba que es cierto, que la dignidad de un pueblo nunca se debe poner en juego, y que de Uribe no soy nada. Pero también pensaba que con la vida de los pueblos menos se debe jugar y la vida de esos pueblos depende de la paz.

Entre la guerra y la paz hay un campo de cascarones de huevos sobre los cuales debemos caminar procurando no romper ninguno. A veces se pisa fuerte y ¡zuas! se arma el zafarrancho y nos vemos cerquita de una situación que a nadie favorece. O mejor dicho, favorece al zorro que está más allá agazapado, esperando que se rompan todos los huevos para comerse la yemas.


Mi presi pisa fuerte cuando hay que hacerlo, pero también sabe cuando debe andar de puntillas.

La paz del continente depende de la capacidad que tengamos para lograrla, y la guerra, por mucho que digan, nunca trae la paz.

Podemos ignorar al malvado, dicen algunos. Pero yo creo que ignorarlo es ignorar la realidad, y la realidad es que Colombia existe, que nos queda al lado, que Uribe es su presidente y que por cerrar lo ojos nada de eso va a desaparecer.

Es como el vecino necio que vive en nuestra calle, el que grita, toca corneta a media noche, el que tira la basura por la ventana. Uno va y habla con él y, el muy maleducado, te deja con la palabra en la boca. Te mueres de ganas de clavarle un puñetazo en la nariz, o de mentarle la madre, pronunciando cada sílaba con desprecio para que no quede duda de cuanto lo aborreces. Pero ves a tus hijos jugando en la calle, sabes que el malvado sabe que son tus hijos, sabe el malvado que aquella, la de la florecitas en la ventana, es tu casa y que tu carro tiene cuatro cauchos que bien puede pinchar. Sabes que el muy bicho no se cortaría de hacerte una maldad, sabes que está buscando pelea.

Te metes el puño en el bolsillo, te muerdes la lengua y te tragas la mentada de madre más sabrosa que pudiste pronunciar en tu vida y te vas a tu casa consciente de que el vecino está allí, que de allí no se va, y que tienes que hacer algo para que esa cercanía tan amenazadora deje de serlo tanto.


Pues más o menos eso ha hecho mi presi, y más o menos eso ha hecho Uribe también, o ¿Es que acaso creen que para Uribe no somos una amenaza los venezolanos y nuestra revolución?

Caminamos todos sobre cascarones de huevo, simulamos sonrisas, nos damos la mano, firmamos acuerdos que complacen al enemigo pero que a su vez lo atan. Acuerdos que generan dinero y eso es todo lo que los mueve a ellos, acuerdos que generan paz para toda la región que es lo que nos mueve a nosotros.

Para pisar sin romper cascarones hay que tener mucho equilibrio, y es aquí cuando el corazón no puede tener más peso que la razón.

¿Más grande que el partido más grande? 05/08/08

Una abuela que lee novelas rosa, un economista que le ha ido muy bien en la vida, un pescador artesanal, una mamá que escribe, un ex guerrillero, prospecto de malandro que decidió ganarle al destino y se metió a trabajador honesto, un pintor comunista, una señora que reza el rosario cada mañana, un escultor que jamás, hasta ahora, se detuvo a pensar en política, un portugués de panadería, una señora elegantísima que tiene una galería de arte, un argentino, dos... tantos... brasileños, bolivianos, uruguayos, españoles…


gente de toda procedencia unida y apuntando al mismo lado. Todos revolucionarios, todos bolivarianos.

La revolución bolivariana ha unido a un sin fin de personas que si bien apoyan la misma causa no proceden de la misma tendencia ideológica. Es por eso que muchas veces nos encontramos a compañeros cuestionando la fidelidad de algunos, llegando incluso a acusar a otros de escuálidos, saltadores de talanqueras, o infiltrados.

Que si eres de izquierdas o de derechas, que si eres marxista, que si no eres, que si eres cristiano, que si eres sifrino, que... ¿Qué importa? Somos ‘’chavistas’’ eso es todo y no es poca cosa.

Unir a todas estas personas en torno a una idea es un gran logro, dedicarse a deshilachar quien viene de dónde y cómo queremos que sean, es tarea de locos y al final no conduce a nada.

Vengamos de donde vengamos queremos llegar a mismo lugar. El perfil del ‘’chavista’’ es simple: queremos un país justo, soberano, libre, grande. ¿Y cómo se logra eso? Pues cada quien tiene una idea y ninguna es despreciable si se trata de construir la patria que queremos.

Lo que nos hace chavistas, bolivarianos, revolucionarios, o como queramos llamarnos, es que queremos ser una nación y no una colonia. Luchamos contra todo lo que atente contra nuestra soberanía. Esa es la diferencia básica entre nosotros y la oposición.


Sabemos que solo siendo soberanos seremos capaces lograr la justicia y la libertad que buscamos. Sabemos también que eso no lo podemos hacer sin tomar en cuenta a los otros países de la región. Sabemos que no vamos a ninguna parte si en el resto de América Latina los pueblos son saqueados por intereses ajenos y lejanos. Cuando hablamos de soberanía, justicia y libertad, aunque comencemos por casa, nos referimos a todo el continente.

Por desgracia, o por fortuna, las revoluciones no se hacen como las sopas de pollo Maggi. No basta con agregar agua y ya. Por desgracia o por fortuna, no se puede agrupar a toda esta gente dentro de un partido político, ni dentro de una sola ideología, a menos que hagamos una nueva a partir de lo que somos y tenemos.

Por fortuna podemos pensar en términos de una agrupación más grande que el partido más grande que tenemos, se puede englobar a toda esta gente dentro de lo que llamaríamos un movimiento.

Un movimiento político es mas amplio que un partido. Es la fuerza que aglutina al pueblo en torno su líder. Un movimiento implica una relación de ida y vuelta en la que el pueblo aprende de Chávez y éste aprende del pueblo. Allí cabe mi abuelo, que no está inscrito en el PSUV pero que no se pierde una sola palabra que pronuncia mi presi, que no deja de aplaudirlo y que vota cada vez que tiene que hacerlo muy a pesar de sus 89 años. Allí caben las mamás que nunca pertenecieron a ningún partido, los conserjes que no consideran importante estar inscritos en el partido sino trabajar cada día con su comunidad y votar, sin falta, cada vez que haya elecciones, los niños que no votan pero pronto


lo harán, toda la gente que cree en el derecho sagrado que tiene el pueblo venezolano a decidir su propio destino.

Un movimiento incluye, acepta diferencias, suma en lugar de restar. Vernos como parte de un movimiento evitaría tantos roces, acusaciones, sospechas. Comprenderíamos que más allá de ideologías o tendencias políticas la meta es la misma: la construcción de la patria a partir de la defensa de nuestra soberanía.

Y ¿Dónde queda la ideología? Pues, como cada uno cree en la suya, para hacer coincidir pensamientos tan disímiles condensamos los puntos en que todos estamos de acuerdo, es decir, los puntos de interés común y hacemos una doctrina. Y todos actuamos de acuerdo a ella. La doctrina es el instrumento para llegar a la meta.

Y ¿Donde queda el partido? Pues exactamente donde está: El partido es la herramienta electoral del movimiento. Así que a la hora de sacar cuentas sabemos que el partido más grande todavía lo es más porque tiene movimiento. ¡Zuas, zuas! ¡Uh ah!

Algunos dirán: Carola como que está fumando raro, pero yo les digo que Carola está viendo como se puede hacer para encajar las piezas de este rompecabezas antes de que desarme y nos rompa las cabezas.

O revisamos o erramos


19/08/08

Yo nunca pensé que viviría una revolución. La verdad es que en el mundo en el que crecí jamás se planteaba una revolución como algo posible. Las revoluciones, aprendí en el colegio, eran revueltas sangrientas que arrasaban con todo y que luego eran arrasadas.

Sin el más mínimo interés por la política, y durante años creí que la política era solo el medio que tenían los grandes ladrones para parecer grandes señores. Sin una pizca de formación ideológica, así llegué de paracaidista a esta revolución.

Aclaro esto porque siento que hay mucha gente como yo. Me atrevería a decir que la mayoría de los que nos unimos a esta lucha porque la sabemos necesaria y justa, pero que más allá de eso no dejamos de ser personas comunes y corrientes, víctimas todos de una educación mutilada, inoculados con el germen del capitalismo, repleto de ideas que atentaban contra nosotros mismos y que aceptábamos e incorporábamos como la única forma de hacer las cosas.

Parte del proceso por el que pasamos nos obliga a revisarnos constantemente porque la realidad nos enfrenta a nuestros viejos prejuicios, a los deseos inducidos, al afán por un éxito artificial que solo se logra el día que te condecoras con un cocodrilo en la camisa.


Y así, mientras pretendemos cambiar al mundo debemos cambiarnos a nosotros mismos.

Al parecer a cada uno se revisa como quiere. Es por eso que nos asombramos al ver funcionarios públicos tomando agüita Evian o vistiendo camisas Lacoste rojas rojitas, o con unos relojotes sospechosamente caros. Es por eso que aún hay organismos del estado que funcionan a medio tren o que simplemente no funcionan. Es por eso que de alguna manera sentimos que estamos estancados.

Hemos logrado mucho en estos diez años, y son estos logros los que nos obligan a seguir avanzado. El camino es muy largo y hay algunos que, una vez ubicados, como que no quieren andar más.

La revolución es para todos o no es para nadie. No luchamos contra la injusticia para terminar siendo injustos. No luchamos por la igualdad si seguimos soñando los mismos sueños capitalistas. No se detiene la marcha mientras haya gente que no ha llegado a la meta. Y es que la mayoría apenas empieza a andar y la meta está tan lejos.

¿O acaso las ideas se desdibujan cuando nos sientan en una oficina con aire acondicionado?

Recuerdo las tres erres aunque ya nadie las nombre. Recuerdo sobretodo la erre de revisión. Recuerdo que no se puede olvidar, que no sirve repetir como loros y luego dejar pasar. Les recuerdo que sin revisión no hay rectificación ni mucho menos reimpulso. Les


recuerdo que el pueblo ahora es más sabio, que ya no es esa masa aletargada con la que jugaban a la pelota adecos y copeyanos. Este recordatorio no va dirigido a nadie en particular y a todos en general, que cada quien se revise a ver si recuerda a donde iba cuando empezó a caminar. Y es que pa’lante es pa’llá.

Los mismos gritos, el mismo silencio 02/09/08

En estos días he estado mirando atónita cómo se repite una historia. Parece que no somos capaces de aprender de nuestros propios errores.

Se ha desatado una inmunda guerra comunicacional en la cual el enemigo ataca a sus anchas, usando todo tipo de mentiras disfrazadas de opiniones de expertos. Veinticuatro horas de cuentos de terror más pavorosos que que Drácula, Frankenstein y Michael Jackson juntos. El supuesto motivo: las 26 leyes decretadas por mi presi. El verdadero motivo: Confundir, asustar, alborotar, sabotear. El fin: acabar con la revolución bolivariana, como siempre.

No me extraña la actitud de los medios opositores, es más de lo mismo. Lo que me extraña es la pasividad de nuestros medios, del mismo Ministerio de Comunicaciones que, conociendo a la oposición cómo los conocemos, no haya ideado de antemano una campaña informativa sobre las leyes en cuestión.


Resulta que las leyes están escritas en leguaje ‘’abogadil’’. Resulta que la mayoría de nosotros no somos abogados, por lo que necesitamos un traductor que nos ayude a deshilachar cada uno de los artículos que tan abogadamente un abogado redactó.

No basta ver a un ministro decir en la tele que estas leyes benefician al pueblo. Necesitamos expertos comunicadores explicándonos cómo y por qué nos benefician. Una por una, no de forma general.

Así como nos burlamos de los opositores que no conocen el contenido de las leyes, ellos se burlan de nosotros por no poder explicar por qué las apoyamos sin reservas. Nuestra respuesta más sincera es que mi presi las decretó y mi presi solo decretaría leyes que beneficien al pueblo. Es una respuesta del corazón, pero no es un buen argumento para ganar esta pelea, ni esta ni ninguna.

La oposición está usando el paquete de leyes como caballito de batalla en su campaña electoral. Aún cuando no creo que las 26 leyes puedan influenciar negativamente el resultado, ya que son para nosotros un gran paso adelante, si creo que la no comprensión de las mismas nos puede hacer mucho daño a todos.

¿Si las leyes se hacen para el pueblo, no debe el pueblo entenderlas al pelo?

No puede esperarse que todo lo haga mi presi. Si bien es el mejor comunicador que tenemos, no podemos pretender que se enfrente él solito a ese ejército mediático que nos está atacando a todos.


Yo trato de leer los artículos de las leyes para hablar sobre ellos en mi programa de radio, pero me enredo en tanto lenguaje legal, que se me hace muy difícil explicar lo que por encima estoy entendiendo.

Necesitamos un diccionario abogado-castellano. Necesitamos un traductor. Necesitamos entender de una vez por todas que la guerra comunicacional no se gana si no es peleando con la verdad en la mano.

Otra vez perdemos el tiempo riéndonos de las idioteces de Kiko y Carla, otra vez la oposición nos distrae con su carnada tonta, con sus noticias absurdas que nos obligan a ocuparnos de desmentirlas, que nos restan el tiempo que tenemos para informar. Otra vez la misma cancioncita y otra vez bailamos al mismo son.

A ver si aprendemos de nuestros errores de una buena vez, no vaya a ser que nos despertemos un día preguntándonos qué fue lo que pasó.

Antichavismo: distancia y categoría 21/09/08


Muchas veces me he preguntado por qué en los sectores de la clase media abundan opositores tan furibundos como ciegos. No entendía por qué se rechazan cualquier medida que venga del gobierno aún cuando esta no haga más que beneficiarlos. Como si le tuvieran asco, como si los amenazara con algo espantoso, como si se les fuera a acabar el mundo.

Y es que creo que si se los amenaza y si les acaba el mundo en el que han venido nadando, siempre con el agua al cuello, siempre corriendo la arruga, siempre al último grito de una moda creada solo para ellos y que les permite, en apariencias, alejarse de su pasado reciente: la pobreza de un abuelo, una tía de pelos muy rizados y labios demasiado gruesos, los esfuerzos sobrehumanos de unos padres que lograron subir un imposible escalón…

Todo eso debe ser encerrado bajo siete llaves en el baúl de las vergüenzas. Ya no son pobres del montón, ya no son los del sótano, ahora están en planta baja y otros, con más suerte, ocupan el primer y segundo piso de un rascacielos tan inclemente que no tiene ni escaleras ni ascensor.

Mirar hacia arriba es la única forma de mirar porque están tan cerca de donde salieron que da miedo echar aunque sea una ojeadita hacia allá abajo.

La pobreza ofende y a nadie ofende más que a quien teme volver a ella.

¿Que por qué digo todo esto? - Se preguntará mi paciente lector.


Porque el otro día estaba en la cola del supermercado y me puse a observar a la gente. Había delante de mi una abuela con zapatos tan arrugados como ella, dignamente cubierto por innumerables capas de betún. Delante de ella una señora treintona, morenita, con una cabellera indomable domada, a duras penas, por una tenaz coleta, pantalones y cartera de marca pero made in Cúcuta, y ¡Horror de los horrores! Una franela roja que, por descuido, se puso esa mañana sin pensar mucho en las consecuencias que esto le podía traer.

Todo iba muy bien para la treintona hasta que se acercó a saludarla una amiga provocando sin saberlo la consecuencia inevitable: ¡Hola! Besos, besos, bla, bla bla… ¿Y esa camisa roja? Mosca chamita que te van a confundir.

La cara tostadita de la pobre descuidada se tornó blanca Acción Democrática. Avergonzada miraba alrededor mientras su ojos suplicantes nos pedían mil disculpas. No chama, esta es la única ropa roja que tengo y no sé por qué me la puse, ese color lo borré de mi vida. ¿Chavista yo? Primero muerta. ¡Jajajaja! -su risa sonaba a llanto pero todos rieron con ella, con el mismo nerviosismo y gritando a voz en cuello su más furibundo antichavismo.

Ser chavista es pecado. -Sentenció la viejita cuyos zapatos envejecieron con ella. ¡Guillo! -agregó un barrigón que estaba más allá. Con esos muertos de hambre ni a la esquina…y así fueron reafirmándose cada uno en el lugar que les correspondía, todos, por supuesto, más arriba de quienes no dijeron nada.


Era como si ,de repente, al declararse opositores entraran en un selecto club, como que reforzaba los débiles logotipos falsos que llevaban, como que les daba caché.

En fin, declararse antichavista sale más barato que una cartera Luois Vuitón, y tiene el mismo efecto para quienes creen que una cartera llena de logos los acerca a María Corina Machado a las vez que los aleja de fortaleza su abuelo pobre, de su tía, cuyos labios heredaron, del digno sudor de la frente de sus padres.

Yo, parada en la cola del mercado, estaba viviendo un drama terrible: Pobres personas para quienes la vida no tiene más sentido que mal imitar a quienes los desprecian y los explotan. Gente que se opone a si misma y, peor aún, se oponen a gente como sus padres y abuelos, a cualquiera que se atreva soñar una vida más digna. Porque si por un lado les aterra volver a la pobreza; que los pobres dejen de serlo les espanta aún más.

Si todos llegamos a ser iguales ¿Como carajo me distingo yo?

¡¡¡Fuera, fuera, fuera!!!!

Expertos en estupidez 19/10/08

No deja de impresionarme la capacidad que tienen los medios privados para encontrar expertos para toda ocasión.


Estos expertos son personajes que alquilan su prestigio hasta agotarlo a punta de pronósticos que nunca se materializan, de afirmaciones que niegan la realidad y que ciegan más a los ciegos que se niegan a verla, de oscuras revisiones históricas que rayan en el más abyecto reptilismo.

Son perfectas herramientas para mantener a una audiencia estúpida, para aquellos que prefieren la opinión de un ‘’experto instantáneo’’ siempre y cuando éste les diga lo que quieren escuchar. Alguien que les refuerce la idea de catástrofe a punto de ocurrir a la que se han hecho adictos. Alguien que les diga que no se equivocan al preferir guardar sus neuronas en una caja y dejarse llevar por los ‘’cantos de ballenas’’ de cualquier mamarracho, siempre y cuando sea de oposición.

Así tenemos economistas que, con sus caras tan lavadas, tratan de justificar lo injustificable y a falta de explicaciones, deciden acusar al gobierno de cualquier idiotez como tratando de tapar el sol con un dedo, ¿O será con un maletín?. Ayer vi a uno, economista él, que afirmaba que los funcionarios públicos que depositaron fondos de sus instituciones en Lehman Brothers debían ser juzgados y condenados por negligentes. Es decir que los negligentes, para este ‘’experto’’, son quienes confiaron sus ahorros a estas entidades del delito y no los directivos irresponsables que se robaron el futuro de un gentío y la estabilidad ese sistema ‘’perfecto’’ de manos invisibles, que solo se ven cuando exigen y se embolsillan la ayuda del estado, ese que, según ellos, nunca debe intervenir, bajo la amenaza de ‘’o nos salvan ahora o nos hundimos todos juntos’’.


Esta crisis nos regala expertos petroleros, de aquellos que, gustosos, degradaron a bitumen al petróleo del Orinoco. Bituminosos e impúdicos personajes que se horrorizaron tantas veces ante las cámaras porque el petróleo con el que ayer se embarraron, hoy compra salud, educación, comida y viviendas para quienes más lo necesitan.

Fascinados, vaticinan como se desplomará el precio de nuestro petróleo a niveles nunca vistos. Salivosos, advierten que ya no habrá más misiones y sin misiones ya no habrá más Chávez. Porque, según estos expertos de la estupidez y sus recetarios del Fondo Monetario Internacional, en tiempos de crisis lo primero que hay que recortar es el gasto social. Bien lo saben ellos que nos metieron el paquete de Paquetico en tiempos de Carlos Andrés.

Aplaude esperanzada la audiencia mononeuronal. Desempolvan sus pitos y banderas siete estrellas por si acaso. ¡Se quema la casa! -Dicen jubilosos, sin terminar de darse cuenta de que viven también dentro de ella.

Yo, sin ser experta, les sugiero que desempolven sus neuronas. Que Venezuela ya no es la misma. Que si hay que apretar cinturones, no serán los de los más pobres. Que no se alegren tan rápido, mis amigos, porque se van a llevar otro de esos chascos a los que, creo, se están acostumbrando.

Si por un solo momento se sentaran a pensar ya se estarían preguntando por qué estas lumbreras no han pegado ni una sola. ¿No será que son expertos, si, pero expertos en estupidez?


Yo quiero un libro 22/12/08

Casi nadie regala libros por navidad. La verdad es que casi nadie regala libros y punto. Es que hay teléfonos celulares que sirven para todo, hasta para hablar por teléfono. Hay videos juegos que te dejan ser asesino por un rato para luego volver a ser una buena persona como si nada. Hay zapatos perecederos, que si no los regalas hoy, mañana estarán pasados de moda. Hay lentes de sol que cuestan un ojo de la cara. Hay anillos de diamantes para sacarlos de la caja, mirarlos, suspirar y ponerlos de nuevo en su caja a riesgo de que te arranquen el dedo y, de paso, el anillo. Hay relojes carísimos que aunque sólo dan la hora, lo hacen con distancia y categoría. Hay bombones que se comen en ocasiones especiales que nunca parecen llegar… Hay corbatas para papá, a quien nunca sabemos que darle. Hay perfumes para que mamá huela como señora de al lado. Hay juguetes que juegan solos mientras los niños los miran queriendo jugar. Hay muñecas con tetas imposibles para futuras adictas a las siliconas. Hay pistolas de colores


que disparan con sus balas de goma la horrenda mentira de que las armas pueden ser juguetes inofensivos. Millones de regalos made in China, originales e imitaciones, hechos para nadie en particular y que todos compran pensando en ‘’ese alguien tan especial’’. Toneladas de regalos que en pocos meses serán objetos caducos ocupando espacio en las gavetas y en el recuerdo, hasta que se olvidan debajo de otro regalo de otra navidad… Y hay libros: el regalo más bonito y menos regalado. Será porque el papel es sólo papel. Será porque no tienen diamantes de bisutería incrustados en ninguna parte. Será porque no hay marcas buenas sino buenos autores. Será que se pueden comprar por menos de lo que cuesta un paquetico de chicle bomba. Será que no te lo puedes colgar como un collar para matar de la envidia a todos en una fiesta. Será porque no huelen a rosas de la china con sándalo y cáscara de limón a menos que lo leas. Será porque no pasan de moda y en la moda sólo vale lo que, un día cercano, dejará de estar de moda. Yo no quiero estar a la moda, yo no quiero bisutería, yo no quiero tacones que duelan mientras se marchitan en mis pies, no quiero matar a nadie en una tele pantalla plana. No quiero perfumes que no huelan a mí. No quiero lentes de sol que tapen mis patas de gallo de lectora miope. Sólo quiero un libro de alguien que mientras escribía, aún sin saberlo, estaba pensando en mí.


Del diario de Kiki Aranguren, estudiante marcharina

Osea… 21/01/09

Osea, estoy furiosa, osea, angry. Es que hoy estábamos en nuestra marcha pacífica, todos vestidos de marcha, zapatos mega cool traídos de mayami, o sea, new, estábamos ahí manitas blancas, caritas blancas y otras no tanto pero que quieren parecerse a nosotros, osea, niches, pero no importa porque hacen bulto.

Osea que estábamos ahí en una plaza super chimba que se llama la plaza noséquecosa en Chacaito, osea que estábamos listos con nuestros Blackberries con GPS para poder llegar a no sé que tribunal de Primero Justicia, para pedir libertad de expresión y no a la enmienda esa, osea porque no es no.

Osea que somos estudiantes organizados y tenemos hasta un camión hiper cool que lleva las frescolitas, porque a uno le da sed en esas marchas y ni locos que nos vamos a meter en un sucucho en el centro a pedir un refresco, ni hablar de una Perrier… osea que Caracas es very hot y eso de andar a pie por la calle… osea, pero no eres nada cool si no estás marchando, o sea que si no vas, eres un looser.


Osea que estaba con mi prima la Tuti, que tiene un cuerpazo, o sea y se tuvo que poner, pobrecita, una franela roja con letras chavistas para confundir… osea que yo me confundí y le dije TUTIIII!!! Te metiste a niche? Que pena con la Tuti, osea, vestida de ese colorcito, pero funciona, osea, confunde tanto eso que hasta yo, la Kiki, su prima de su alma, osea, su primi amigui super best friend, también me confundí.

Osea que estábamos ahí cantando cancioncitas que nos mandamos ayer por internet, que si Se va, se va, se va! y Eeeeeestudiantes clap clap clap, cuando llegaron unos policía de la metropolitana, pero no de la UNIMET, sino policías de esos a los que tenemos que golpear furiosas. Osea, llegaron esos tipos y decomisaron el camión de frescolitas porque dijeron que podían explotar, osea, que alguien batió los refrescos pero no es para tanto.

Osea que se me corrió el maquillaje porque nos lanzaron bombas y lloré, y eso que llevé una máscara de Hello Kitty super cuchi que usé en Halloween. O sea que corrí con la Tuti y me escondí en una arepera. Osea que que pena!

Osea, que no me podía quitar la máscara porque estaba super fea con el rimmel chorreado, ahí en una arepera, osea, cuando lo que quería era esconderme en un Mac Donald’s y de paso comerme un Sundae de Hot Fudge mientras pasaba el humo ese.


Osea, entonces vinieron los periodistas con sus uniformes de soldados, osea, que que susto! Y nos tomaron unas fotos de nuestras caras de sufrimiento, porque sufríamos con ese olor a arepas y bombas, osea que fuchi guácalas fó.

Osea que somos famosas porque salimos en internet y en unos periódicos importados que salen en otros países que si son mega fashion y super cool.

Osea que salió la foto con la Tuti desgreñada, yo con mi máscara de Hello Kitty puesta y un perro de esos que piden arepas en las areperas… osea que que raya.

Osea que estoy super angry porque fuera ya!. Yo quiero mis dólares y mi RCTV y quiero otras cosas pero mi papi me dijo que me las va a traer de New York la semana que viene. Osea que no puedo esperar.

Osea que Libertad, libertad!, que ya basta! que queremos cerrar la autopista cada vez que nos de la gana. Que queremos poder hacer una parrillita el el Avila, porque eso era lo que estábamos haciendo, osea un picnic al aire libre, porque queremos ser libres y este gobierno no nos deja.

Osea que me voy a dormir con dos rodajitas de pepino en los ojos porque las bombas me hicieron llorar y los tengo horrendos de hinchados…

Osea que SI, que estoy furiosa… ¿Dije SI? Oh my god, ya ni sé lo que digo…


Bolívar quita y pon 03/02/09

La oposición no deja de asombrarme, aunque no logre hacerlo gracias a su creatividad y talento sino a punta de desfachatez.

¡Saquen a ese carajo de aquí! - Debió gritar alguien borracho de poder efímero, y algún adulador, ‘’jalando’’ el mecate equivocado, bajó a Bolívar de su sitio en Miraflores por allá por el 2002. Sin saberlo, le evitaron un pésimo rato a nuestro Libertador, quien seguramente lleno de impotencia, prefirió permanecer arrumado en un depósito antes que salir en la foto con aquellos personajes infames que ‘’hacían historia’’ traicionado, una vez más, a su patria.

¡Pongan a ese carajo aquí! -Porque estoy segura de que así le dicen a Bolívar. Y corren a desempolvar libros que jamás leyeron buscando una frase, una solita, que les pueda servir. Y un ‘’genio’’, de esos que entre ellos pululan, saca la frase con pinzas, la saca si, pero de contexto, sepultando a conveniencia el resto del Discurso de Angostura.

Comando Angostura se hacen llamar quienes, padeciendo de una severa angostura mental, reniegan de su propia patria, de La Patria Grande, de la solidaridad con los pueblos hermanos, de la esencia misma del pensamiento bolivariano.


No conocen a Bolívar porque en su pretensión de reducirlo a una estatua ecuestre cagada de palomas, a una voz profunda que lanzaba frases inconexas, a unos días patrios que se celebraban en la playa, terminaron embarrándose de su propia ignorancia. Arrogante ignorancia de quienes se autodenominan ‘’la gente pensante de este país’’…

Ciegos de arrogancia consideran que ‘’no es no’’ basta y sobra como argumento. No para nosotros, que estamos irreversiblemente con el SI, sino para sus propios seguidores, que, en verdad, no sé por qué todavía los siguen.

No es no, repitan y no pregunten más. No es no, y no se les ocurra leer otra cosa que no sea El Nacional. No es no, y luchen por el retorno de los créditos indexados, los intereses al 80% y la cadena perpetua de vivir alquilados. No es no, y apoyen el fósforo blanco de Israel si ellos apoyan a las mil y tantas víctimas de Gaza, no importa que la mayoría hayan sido mujeres y niños. No es no, y olviden el pasado que con esmero pateamos nosotros, ignoren el futuro que no les ofrecemos, ese que los llevará al pasado que queremos que ignoren. Sean ignorantes, pues, que si una frase de Bolívar, aunque sea una solita, conocemos al pelo, es esa de que un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción. No es no, y sigan marchando por el camino que conduce a su propia miseria…

Por eso, entre un millón de cosas, SI. Porque no queremos jugarnos el futuro, ahora que lo tenemos, porque Bolívar no es quita y pon, y nuestra consciencia no es lava y listo.


Encuentro cercano del no sé qué tipo 14/02/09

Lo que voy narrar a continuación podría parecer un texto salido de la mente retorcida de esta escritora desesperada por contar una historia. Una escritora sin escrúpulos que trata de hacer pasar como hechos reales la más espeluznante ficción. La verdad es que yo preferiría no tener que vivir las cosas que les voy a contar, y ustedes, mis amados lectores, sé que preferirían no tener que vivir lo que ahora van a leer. Pero lo vivimos, aún cuando no lo deseamos lo vivimos… Debería musicalizar este texto con un solo de violoncello compuesto por dos notas muy graves entre párrafo y párrafo, algo así como el tema musical de Tiburón. Pero no soy experta en multimedia, soy solo una escritora, por lo que dejo a mis lectores la responsabilidad de emitir el sonido del cello, un ronco chan, chan, chan, chan de garganta, acelerando el ritmo en la medida que se aceleren los latidos de su corazón. Todo sucedió en un día lluvioso, porque tienen que ser lluviosos los días así. Aún si hubiese amanecido soleado, un encuentro cercano como el que me tocó vivir, habría logrado desatar los más oscuros nubarrones, portadores de la más tenebrosa tormenta, y ese cello sonando, sonando, sonando… Me encontraba paseando por el mundo virtual y me topé con un grupo de viejos amigos jugueteando en Facebook. Se burlaban divertidos de lo brutos que eran algunos chavistas. Yo escuché sus risas que parecían gruñidos y me acerqué para decirles que no


se preocuparan, que en todos lados se cuecen habas. Les conté, para probar mi tesis, que había escuchado a un líder de oposición pedir peras al horno. Las risas se apagaron, pensé que vendría un silencio de esos que te hacen dudar si todavía estás vivo, pero no. Saltó uno de ellos y me dijo caradura, fanática, chavista-violenta-de-discurso-programado-por-tus-jefes-que-te-pagan, tarifada, jalamecates, adoctrinada, criminal. (No se olviden del cello in crescendo) Hermosos epítetos que aderezaban una ensalada de mordaces argumentos que eran, sin lugar a dudas, un condensado magistral de los últimos cinco años de Aló Ciudadano. Que si queremos instaurar un pseudo-comunismo totalitario, que si regalamos el dinero a otros, que si el discurso violento (insulto intercalado), que si los intelectuales del mundo repudian la revolución, que los que la apoyan son corruptos, tarifados, jalamecates y algunos muy viejitos que son unos comunistas trasnochados, que en Venezuela nunca hubo analfabetas, que no existen las misiones y que si existen no sirven, que se ha dilapidado el dinero en esas cosas… Yo le pedí que mirara los datos de UNICEF, UNESCO, CEPAL que avalan lo que le estaba diciendo sobre los avances de la revolución, pero mi opositor enfurecido me dijo que los leyera yo, que él no iba a leer nada… Supongo que prefería tener la razón a pesar de no tenerla. No había terminado tan constructiva tertulia cuando apareció una vieja amiga, sorprendidísima de mi posición. Entre estupefacta y conmovida se preguntaba cómo una niña como yo terminé en estos derroteros. La cito textualmente porque sus palabras son poesía pura:


‘’Me gustaría saber que le pasó a la Carola que recuerdo vecina en nuestra urbanización!!!!! Una niña bella y encantadora, con un peluche de "Snoopy" , proveniente del mas puro imperialismo salvaje, por lo que tus hijos no podran disfrutarlo como tu, al igual que un viaje a Orlando, conocer a Mickie, Minnie o al pato Donald, ni podran aprender el idioma Inglés, el que tu en EEUU aprendiste muy bien estudiando en ese país, incluso conservo fotos de mi hermano en Florida en tu compañia. ¿Te recuerdas cuando los comunistas secuestraron a tu papá siendo Decano de la Universidad de Carabobo?? que pesadilla cierto?? Igual que la pesadilla que vivimos LA MAYORIA DE LOS VENEZOLANOS cuando unos individuos mal llamados militares agreden con un ventajismo asombroso y gas "del bueno" a estudiantes desarmados e indefensos, solo porque piensan diferente!’’ Luego, como tratando de responderse concluye que la vida me ha tratado mal y que soy chavista porque estoy traumatizada por algo terrible que ella no se atreve a imaginar. Además y manteniendo el tono maternal, me explica que no es bueno provocar de esa manera, que no se emite una opinión contraria cuando un grupo que no piensa como yo está hablando, que es cuestión de madurez saber estas cosas. Debía saberlo y no lo supe pero ya estaba encendido el caldo y no iba a ser yo quien lo apagara. La verdad es que le añadía leña al fuego porque yo necesitaba escribir y ellos estaban regalándome una historia desgarradora arrancada de la vida misma. Así seguía mi amiga explicando cómo el país está arruinado, que podíamos ser lo que no somos porque somos lo que somos y no lo que podíamos ser. Y soñando en lo que sueña me narró cómo no somos productores de agrocombustibles, tan ecológicos, tan acordes con los tiempos. ¡Agrocombustibles!


Procedí a explicarle cómo el año pasado solamente, según cifras de la FAO, murieron de hambre 5 millones de niños mientras los carros tragaban maíz. Agregué además, que en verdad no es prioritario que los niños conozcan a Mickey, en cambio es fundamental que tengan acceso gratuito a la salud del que carecen los niños gringos. Que, lamentablemente, Mickey no cura ni una gripe. Ante a esto amiga se convenció y me lo hizo saber: ‘’Ya me convenciste Carolita, de que eres chavista de verdad verdad, solo ustedes se caracterizan por ver el lado oscuro de la vida (y no de la luna como el album de los genios de Pink Floyd jijiji) el lado sórdido y mísero del mundo, la anulacion por completo del estado "niño" segun el analisis transaccional, la pérdida de las ilusiones, de lo lindo, de la esperanza, de MICKEY!!! quien aunque no lo creas, está demostrado que en medicina, el optimismo, el buen humor, la risa, la generosidad, el compartir, la familia, los amigos, la buena compañia, la CALIDAD de vida, influye notablemente en la mejoría y cura de enfermedades tan fatales como el cancer!!’’

En fin, que tuve que vivir este encuentro cercano de ya no se qué tipo para descubrir que soy pavosa. Que para qué me voy a molestar si mis dos niñas no se murieron de hambre junto con esos 5 millones de niños que quién sabe dónde viven. Que la vida es bella, y yo aquí inventándome problemas que no son míos. Que la generosidad es llevar a tus hijos a ver a Mickey, y la calidad de vida, bueno, eso es para quienes la puedan pagar.

La verdad es que SI soy bien pavosa...


Tu peor pesadilla 21/02/09

Como cada jueves, Ana Julia se dirige a su clase de yoga. Espera al ascensor mientras se queja con su vecina de los últimos atropellos del rrrégimen, con los que se acaba de desayunar en Globovisión. Su vecina sonríe, le contesta cualquier cosa y se afana enderezar un moñito de su pequeña que nunca estuvo torcido.

Al llegar a la clase de yoga le implora a su instructora: Profe, porfa, necesito una clase doble a ver si puedo olvidar, aunque sea por un segundo, que ese dictador volvió a robarnos las elecciones. La profe respira hondo, Ana Julia la imita, ambas tratando de olvidar.

No puede olvidar nuestra estresada Ana, así que corre a la terracita de siempre, donde están sus amigas de siempre, remojando ociosas de los temas de siempre en espumosos capuccinos.

Ahora si nos van a meter cubanos en la casa, Maru. Te lo juro amiga que esta vez no nos salvamos. Y nos van a prohibir los blackberries, el internet y el botox, eso es seguro, me lo dijo el primo de la cuñada de una señora que está ‘’adentro’’…

Shhhh, baja la voz loca, -suplica Maru aterrada- que el mesonero te va a escuchar y ese, como todo mesonero, es chavista.


Silvia juega con la espuma de su café y mira su reloj distraída.

Silvy, amigui, no dejes que la tristeza te tumbe que si hay que tumbar a alguien es al que te conté.

Ana Julia tiene que retocarse la cabellera. Gianfranco, además de estilista funge de pañito de lágrimas para sus clientas desesperadas.

Gianni, perdimos, my friend!!! Te traigo mi pelo que está igualito al panorama que tenemos por delante, o sea, ¡HO-RRI-BLE!

Gianfranco, tijeras en mano, siempre concentrado en su trabajo, calla y corta, un poquito aquí, un poco más allá, clip, clip, clip, y zuas! un mechón grandote que si no fuera porque Gianni es un artista Ana Julia pensaría que la ha trasquilado.

Luego al colegio a recoger a los niños. ¡Ay! Carmen, yo todavía no lo puedo creer. Me parece que no he despertado de una pesadilla. Pellízcame, pellízcame para ver si despierto y, en lugar de este petrodictador-castro-comunista, tenemos en Miraflores a Henrique Capriles Radonsky, plis.

Carmen aprovecha el pedido y pellizca con saña. ¡Cónchale no tan duro! Yo sé que también estás frustrada con esto de la enmienda pero no la pagues conmigo…


Carmen, amorosa, se despide de sus alumnitos hasta mañana. Ana Julia se los lleva feliz de poder pagar un colegio donde sus hijos estén solo entre gente como ella.

En la sala de espera del pediatra no se habla de otra cosa: Cinco madres enfermas de angustia porque van a expropiar las clínicas privadas. Vacunas cubanas con burundanga adoctrinadora, santeros, médicos brujos, ramazos en lugar de Tachipirín…

No puedo más Carlos Augusto, este rrrégimen me tiene al borde. Mira que hablar de medicina cubana como si en Cuba hubiera medicina. Salud gratuita, por Dios! Si todo el mundo sabe, digo todo los que somos pensantes, que lo bueno se tiene que pagar.

Carlos Augusto receta al niño Tachipirín cada seis horas y valeriana para la mamá. Podía haber recetado acetaminofén genérico pero no. De paso le cobra completo para que no quede dudas de que el niñito solo tiene gripe y que se va a curar.

Ana Julia pasa el día arrastrando su penas en sus círculos cerrados y seguros. Conoce a los chavistas y se cuida bien de evitarlos. Deja al vigilante con el saludo en la boca, a la señora de servicio la tiene en la mira, al del kiosco donde compra sus revistas, al muchachito que empaca las bolsas del mercado, mesoneros, motorizados que se le cruzan irreverentes en las calles que antes eran de ella, negros, feos, pobres, brutos… chavistas todos.

Pasadas las once de la noche Ana Julia sufre las malas noches de Buenas Noches. Temblorosa, ofuscada, no llega a oír el son de La Hojilla que se mete por su ventana des-


de la ventana de la vecina y la de profe de yoga, y la de Silvia, Giancarlo, Carmen, Carlos Augusto…

Estamos en todas partes, Ana Julia. Tomamos café contigo, enseñamos a tus hijos, los curamos, vamos a tu club, a tu terracita, ¡a tu casa!. Votamos juntos en el mismo centro, hicimos la misma cola, nos tocó la misma mesa… Y muérete del susto, mi ya aterrada Ana: Aunque tu no lo notes, amigui, nosotros votamos que SI.

Silencio bolivariano, hipocresía opositora 01/03/09

Si alguien pensó que no tenemos nada en común opositores y revolucionarios se equivoca. Tenemos preocupaciones comunes y una de las más notorias es la corrupción. Claro que, una vez preocupados, el enfoque que damos al problema es completamente distinto.

Siendo este un asunto tan grave y, a veces, tan obvio, me extraña araña que no sea un tema explotado por los medios de comunicación privados. Y es que sería tan fácil rascar la picada para que pique más…

Pero ¿cómo puede El Nacional, por ejemplo, denunciar a Juan Barreto? ¿Qué le pasó a Globovisión con el maletín? ¿Denunciarían a un funcionario del INDEPABIS que se haga la vista gorda, digamos que, con La Polar?


Está bien, estoy hablando de las grandes ligas. Ubiquémonos entonces en las ligas menores, es decir, el ciudadano de a pie, perdón de a camioneta último modelo: Personas normales y corrientes que solo aspiran a vivir como Dios manda: carro nuevo, acción del club, floreciente pequeña o mediana empresa, viajes a Disney una vez al año y brinquito a Aruba cuando los cupos lo permitan.

Estos ciudadanos de a camioneta son de los que más amargamente se quejan de la corrupción. No pueden reconocer ningún logro de nuestro gobierno porque la mancha cochambrosa de la corruptela afecta su moral impoluta de tan modo que los ciega de rabia e impotencia.

¿Impotencia? -Pregunto yo.

La verdad es que exageré: la impotencia se siente cuando uno no puede hacer nada para cambiar una situación. Mis queridos ciudadanos de a camioneta pueden hacer y no hacen.

No una, sino muchas veces, me he topado con con esta conversación: ‘’La corrupción nos está matando. Imagínate que el otro día llegó a mi empresa (pequeña empresa) un funcionario a pedir un presupuesto y, con la cara tan lavada, me dijo que lo inflara un 12% para cubrir su comisión. ¿Lo puedes creer? Así como si eso fuera lo más normal del mundo.’’


Y yo, como la cosa más normal del mundo, les pregunto: ¿Que hicieron? ¿Lo denunciaron? ¿Lo sacaron a escobazos de su oficina?

La respuesta es siempre la misma: Nooooo, ¿tu estás loca? Si lo hago no me dan más contratos y se van a la competencia. Entonces yo ¿de qué voy a vivir?

Aquí es cuando uno debe definir concretamente qué significa vivir y, ya que es tamos en eso, definir también qué es corrupción.

Si vivir es poder tener muchas cosas que no necesitas, si es poder pagar una acción de un club y un apartamento para pasar vacaciones. Si vivir es poder viajar a Disney cada año, llueva, truene o relampaguee… si vivir es que tus hijos tengan juguetes nuevos todo el año de modo que en navidad haya que inventarse unos regalos obscenos para que se note que es navidad. Si vivir son cinco relojes, veinte carteras con sus zapatos a juego, si vivir son blackberries para toda la familia... si eso es vivir, pues, la verdad es que sin pagarle a un corrupto no se puede vivir.

Luego estamos los que vivimos ‘’a medias’’ pero somos ‘’perdedores resentidos envidiosos y por eso somos chavistas’’.

Ahora vamos con la corrupción: Si no hay quien corrompa, es decir, si no hay quien se preste a pagarle a un funcionario para que le adjudique un contrato, entonces no hay corrupción. El niño que llora y el otro que lo pellizca, diría mi mamá. Y agrego yo que, pa-


ra colmo, el pellizcador termina llorando por un mal que él mismo genera y del que obtiene sabrosos beneficios.

Ahora dejemos a un lado la hipocresía de la oposición y adentrémonos en el silencio bolivariano:

Si todos sabemos que fulano es un corrupto, ¿para qué callarnos? Que le damos de comer a la canalla, dicen los que dicen cosas. Pues yo les digo que la canalla siempre come aunque sea a punta de mentiras. Que el momento político no es el adecuado, que puede perjudicar el resultado electoral tan necesario para nuestra revolución, siguen diciendo los decidores. Incluso hubo alguna periodista que me culpó de la derrota del candidato de la revolución en Margarita porque yo me dediqué ¡horror de los horrores! a denunciar unas marramuncias asquerosas que se estaban cometiendo en el Mercal de Pampatar. Es decir que la culpa no fue del los corruptos que siguen por ahí con sus franelas rojas rojitas y sus caras tan lavadas, sino de esta escritora que se dedicó a denunciarlos.

Y yo les digo que la gente honesta se sentiría más cercana a nosotros si, con valentía y claridad, señalamos a nuestros traidores. ¿Cuántos votos hemos perdido por puro desencanto?

¿Hasta cuándo van a poder tapar el sol con un dedo sin terminar pareciendo cómplices? ¿Cuántos cómplices tenemos dentro?


Uno, revolucionario de a pie, o de a carro magullado, no deja de preocuparse…

Si así como se investiga, y con razón, a Manuel Rosales por aquellos relojes carísimos y quien sabe qué otras linduras… Decía, si así mismo se investigara y procesara a otros que fingen ser ‘’nuestros’’ cuando en verdad juegan en contra de la revolución, les aseguro que los tan anhelados diez millones en lugar de ser hoy cinco y pico serían diez de verdad, verdad.

Al final es siempre lo mismo: Ellos, como lo han venido haciendo con la guarimba alimentaria, logran debilitar el proceso mientras se forran de dinero. Y nosotros los vamos dejando hasta que llegue el día en que perdamos la credibilidad, se nos caiga todo encima y nos maten por pendejos.

A ver si espabilamos...

Monólogo virtual de una sorda que quiere ser ciega pero muda jamás. Acto único.

En un cuartico estéril, con un escritorio, una sillita incomodísima y una computadora cuya pantalla es la única fuente de luz en el escenario, una mujer que pareciera padecer una menopausia crónica, una opositora globalizada que redime su soledad y aridez en el


mundo virtual. Desde su país, Argentina, está convencida de que NO es NO y no piensa callarse.

¡Hola amiguitos! Soy una argentina que odio a Chávez porque odio a Cristina. Pero no solo a Chávez y a Cristina, odio a muchos y por muchas razones que no seré capaz de exponer aquí, porque nunca he sido capaz de exponer razón alguna para justificar mis odios que son tantos y tan variados. Odio a los comunistas en nombre de Dios. Los odio porque Dios es amor y ya saben que hay amores que matan, aunque yo no sepa lo que es eso, digo, morir de amor, pero bueno, hablaba de Chávez, de ese comunista amigo de los terroristas cubanos que anda de la mano con Cristina, que creo que tiene mi edad pero se la ve tan joven...Mi queja concreta es que Chávez se mete en mi país y, fingiendo amistad, nos hipoteca comprando la deuda argentina, regalando así el dinero del pobre y abandonado pueblo venezolano, que muere de hambre en las calles, que no tienen escuelas ni hospitales, ¿Que cómo lo sé? Lo leí en un blog de unos pibes, Los Morochos, ¿vos no los conocés?, yo tampoco pero me vinieron como anillo al dedo porque escriben barbaridades contra Chávez, de cómo derrocha su dinero como cuando compró nuestra deuda. Y es que es el colmo esto de comprar papeles vencidos a nuestro gobierno justo cuando estaba a punto de caer, papeles que nadie quería comprar, que tenían a Cristina contra las cuerdas pero noooo, tuvo que venir este sujeto con complejo de Reyes Magos, en su caso Baltasar, y regalarnos otro dolor de cabeza y aliviar el de Cristina, que bien merecido que lo tiene. ¡Ja! Mirá lo que encontré en internet: que el petrodictador no nos regaló nada, mirá vos, aquí lo dice este diario que los ‘’progres’’ llaman gorila (¡Muerte a


los progres, amén!). Nos cobra el muy usurero el 15% de interés a este mi pueblo exprimido. Y luego se llena la boca hablando de solidaridad. ¡Usureros! y no conformes con eso se vienen la semana pasada a firmar 22 convenios bilaterales con este gobierno que queremos derrocar. Y ahora viene una comunista y se aparece en mi ciberforo favorito a tratar de desdecirme. Ya vengo amiguitos, voy a meditar: Ommmmmmmmm! Esta roja dice tener un amigo economista que le explicó el asunto y mirá lo que me pone, como si yo me lo voy a creer: ‘’que el riesgo del país era elevado y esto eleva las tasas de interés, y que por ser una inversión riesgosa nadie quería comprar esos bonos.’’ Agrega además el cometario de otro dudoso economista que dice: ‘’ las leyes venezolanas no le permiten a Chávez no cobrar la tasa de interés que marca el mercado’’. Y para colmo, ambos economistas coinciden en que, sin duda alguna, fue un acto de solidaridad. Me van a venir con ese cuento a mi, que soy experta en egoísmo, sho y solo sho, por lo que puedo detectar a un egoista a distancia... como si yo fuera idiota y no me diera cuenta de que Chávez es un usurero que nos cobra el 15 % del dinero que nos regaló dejando a su pueblo en el más absoluto abandono. ¿Que decís? ¿Que es tema viejo? Ya lo sé pero hay que atacar con todo y más aún cuando la semana pasada se firmaron todos esos convenios bilaterales que a nadie convienen sino a la revolución bolivariana que crece y crece y tiene adeptos en todos lados… Ya los tenemos dentro ¡Libranos Señor!. Es que nosotros estábamos bien, che. Al menos estábamos lejos del fantasma de comunismo que ahora se cierne sobre mi patria chica, que chica la quiero, ¿me escuchan? ¡Chica!. No me van venir a mi con este esperpento de la Patria Grande y esa mezcolanza colores, olores y sabores que, por pecaminosos, no voy a poder probar. A mi no, porque ¡no es no!.


La rebelión imposible.

La oposición venezolana vive en un país paralelo donde la visión está limitada por un velo de miedo, donde el razonamiento es un producto importado, enlatado, saborizado con odio, y predigerido por canales de tele y voceros con poca moral y grandes prontuarios, un país que vive al borde de una ansiada catástrofe que nunca llega.

Mientras esperan el Apocalipsis que los elude combaten al gobierno, aún cuando salen de vacaciones. Sorbiendo piñas coladas en Punta Cana, teclean desde sus blackberries llamados a la rebelión: ‘’Pueblo cobarde y genuflexo: ¿hasta cuando van estar postrados a los pies del tirano? A la calle ya. Sangre, fuego y más sangre para recuperar la patria. Militares arrastrados atiendan el llamado del deber. Muerte a los chavistas y a toda su descendencia. Cacerolas a la ocho, cornetazo a las diez, buffet de frutos del mar a la once, pero solo para huéspedes y ustedes no están aquí.’’

Hoy, cuando mi presi cuenta con el 71% de apoyo popular, ellos no se preguntan por qué, sino cómo sacarlo a toda costa. Descartan la validez de estas cifras calificándonos de ignorantes cuando son ellos quienes ignoran todo lo que hemos logrando.


Bozal de arepas le llaman al hecho de que la gente pueda comer tres comidas al día. Inexistente le dicen al sistema de salud que ha logrado reducir a la mitad la tasa de mortalidad infantil, califican de curanderos a los médicos que deciden atender sus comunidades en lugar de convertirse en mercaderes de la salud en clínicas privadas cinco estrella, o, debería decir siete… Adoctrinados llaman a los niños que hoy tienen acceso a la educación, con comidas incluidas, en las escuelas bolivarianas. Vende patrias llaman a nuestros deportistas que triunfan y ‘’bien hecho por chavistas’’ a los que no traen medallas. Focas tarifadas a quienes trabajamos por la revolución.

Es tan su arrogancia que pretenden dirigir a control remoto una rebelión suicida en la que el pueblo, seducido a punta de insultos, se sacaría la comida de la boca, la esperanza del alma y caminaría voluntariamente al paredón solo para satisfacerlos en su egoísmo.

Nos siguen creyendo idiotas porque, como idiotas, se creen sus propias mentiras.

¿Cuándo despertará el pueblo? Se preguntan desesperados. Despierten ustedes, mis amigos opositores, porque el pueblo hace años que despertó.


En lugar de buscar rebeliones imposibles, háganle un favor a la patria y empiecen a pensar en hacer una oposición seria. A menos que prefieran, como las moscas, seguir golpeándose la cabeza contra los cristales que los separan de la Venezuela de verdad.

¡Nos lo merecemos por chavistas! Un amiga opositora, antes de irse del país dando un portazo y sacudiéndose la tierrita de los zapatos, porque ya no quería ni la tierrita de la tierra que la vio nacer, me dijo con inusual sabiduría: ‘’Cada pueblo tiene el gobernante que se merece’’.

Aquella ¿terrible? sentencia de la viajera sin retorno, fue producto una súbita revelación que le dio en plena cara el pasado 15 de febrero cuando perdieron el referéndum de la enmienda.

‘’Ganaron los chavistas, no hubo frrrrrraude, como tampoco lo hubo en 2004 cuando me hicieron creer. Yo vi la cola en mi centro y todos éramos opositores. Yo anduve por el este de Caracas y era evidente que el dictador tenía los días contados. Yo escuché a mis líderes prometiendo pruebas que jamás presentaron. Yo desperdicié cinco preciosos años de mi vida creyendo que el país era nuestro y que nos lo habían robado.’’


Fue un duro golpe para esta amiga el descubrirse en un país llenito de gente que no piensa como ella y que, por lo tanto, tampoco vota como ella.

Vio rojo mi amiga.

Vio rojo porque Venezuela es roja y porque cuando uno se pone bravo se dice que uno ve de ese color. Indignada ante semejante revelación, tomó la única decisión que se puede tomar en estos casos: hizo sus maletas y se fue; no sin antes, con un ‘’ahí le dejo eso’’, regalarme mi país para que sigamos ‘’haciendo con él lo nos de la gana, total, cada pueblo tiene el gobernante que merece’’.

Yo me sentí honrada por el regalo de mi amiga y por su frase lapidaria. Merecemos, sí, toditas y cada uno de las cosas que hemos logrado. Las merecemos tanto más si pensamos en el esfuerzo extra que hemos puesto para superar las cotidianas zancadillas y codazos que los amigos de mi amiga nos han tratado de meter.

Imagino donde estaríamos hoy si no hubiésemos tenido golpe, paro y sabotaje petrolero. Imagino qué sería de nosotros si nuestros opositores hubieran sabido entender antes lo que mi amiga, por fin, entendió.


No estoy diciendo que quiera que se vayan, aunque este es un país libre y pueden hacer lo que mejor les parezca, lo que quiero es que entiendan que sí tenemos el presidente que queremos y que merecemos, que estamos aquí para defenderlo, que nos ha costado mucho llegar a ser el país más feliz del mundo y que no se puede ser tan egoísta para sentir tanta rabia ante la felicidad de tantísima gente.

Dicen que las despedidas son tristes, pero ésta en verdad no lo fue.

Chávez y Chávez y besos y besos 22/10/08

Tenía que pasar: Chávez me voló un beso y yo le volé diez mil. Pero eso debe ir en el octavo o noveno párrafo de mi relato, así que empecemos por el principio, sabiendo, eso si, que hubo besos, declaraciones de amor y rodillas temblorosas…

Todo sucedió ayer en el día más psicodélico que recuerdo haber vivido. Nos citamos en la Calle del Hambre de Porlamar a las doce del mediodía. Yo, siempre ansiosa, llegué a las nueve y media de la mañana sin haber desayunado. Allí debía hacer el contacto con quien me acercaría a una distancia propicia para poder lanzar besos que lleguen.


Mi contacto no podía imaginar que jugaba a la Celestina en esta historia de amor al viento, su misión ese día era otra: velar por la seguridad de mi presi. Yo tampoco pensé que tendría la ocasión de que él se fijara en mis colitas moradas en medio de aquella multitud donde el rojo era el color de etiqueta.

Pero me tocó estar ahí, a menos de diez metros, tal vez cinco, ya no lo puedo precisar. Ahí tan cerquita que los guardaespaldas de mi presi me pedían que diera un pasito para atrás por favor…

Estaba donde suelen ir los periodistas. Allí donde mi barbilla se podía posar en la tarima.

Pero eso pasó después, porque antes tuve que esperar varias horas bajo un sol achicharrante que aproveché para que mi piel pareciera la piel de quien en verdad vive en una isla.

Allí, mientras me bronceaba me reuní con toda una fauna de políticos de toda calaña: Candidatos a alcaldes repitientes con estuchitos para celular Gucci, aspirantes a diputados regionales que no deberían aspirar a nada, modestos candidatos primerizos que si no ganan perdemos todos, y yo, ahí incomodando a algunos con mis miradas de escritora que quiere contar una historia.

Los alcaldes repitientes, acostumbrados a ser alcaldes y no pueblo, estaban molestos porque no los dejaban pasar de primeritos, les molestaba el sol de su isla, les quema-


ba su piel acostumbrada al aire acondicionado, les molestaba no poder mandar porque allí mandaba una mujer que si sabía mandar, y los mandó a callar, a quedarse donde les dijo a riesgo de quedarse fuera si no obedecían.

Molestos estuvieron hasta que pudieron pasar. Yo pasé un poco después y pude ver que su molestia se había tornado en sonrisa de candidato de afiche electoral.

Ahora si nos ubicamos en mi sitio, allí donde mi barbilla podía posarse en la tarima. Apenas tuve tiempo de darme cuenta de cuán cerca estaba del lugar donde mi presi hablaría cuando escuché un griterío que de hacía más fuerte en la medida en que el Jeep de mi presi, milagrosamente, avanzaba entre la multitud sin espachurrar a nadie.

Yo empecé a saltar a ver si lo veía y lo vi llegar entre saltos. Mis gritos se mezclaron con todos los gritos hasta que no pude gritar más porque una cosa, como una papa o un nudo, se atoró en mi garganta.

No vas a llorar aquí, Carola, me dije y casi que me respondo que si, pero no tuve tiempo porque mi presi precioso saltó cual paracaidista del Jeep y se dirigió hacia la tarima donde yo posaría mi barbilla.

Subió saludando a la gente que le gritaba. Saludaba a la gente en los balcones cercanos, a los que estuvieron chamuscándose durante horas solo para poder verlo, a los discapacitados que de pié y con muletas lo esperaban sin quejarse cual aspirantes a burgomaestre.


Yo lo miraba todo como en cámara lenta y en cámara lenta saltaba mientras le volaba besos a mi presi precioso. No recuerdo qué le decía pero sé que le decía algo entre besos y besos que iban volando. Mis coletas al sol debieron encandilarlo, eso o mis gritos siempre estridentes, pero el hecho es que entre las miles de cabezas que le gritaban él se fijó en la mía. Claro, debemos tener en cuenta que yo estaba allí cerquita, donde entran solo algunos pocos que tienen mucha suerte y yo ayer la tuve y mucho.

Como les iba contando, mis coletas moradas capturaron la atención de mi presi y yo, en ese segundo, le mandé doscientos besos. Él, atolondrado de tanto amor, me retribuyó con uno solo pero lo acompañó de un golpecito en el corazón, de esos que se usan ahora para decir te quiero. Yo, cual King Kong enardecido, me golpeaba el pecho con ambos puños y le gritaba, por si no entendía el gesto, que lo amaba, que lo amaba… que lo amo.

Mis rodillas parecían de majarete y ahí majaretosa, se me cruzó por el frente el jovencísimo ministro Héctor Rodríguez. Yo era toda amor en esos momentos así que le dije: ¡Hola Héctor! Y el me dijo ¡Hola! con la misma sonrisa linda de su mamá Jazmín. Entonces le regalé un beso a su cachete de pavo ministro y él me dio uno en mi cachete de cuarentona insolada.

Y así, besucona y al borde de un colapso de calor, me fui a buscar a el ministro Izarra, Andrés de los ojos bonitos. Me acerqué a un soldado y le dije que le informara al ministro que lo buscaba Marifer Popof.


Acudió presto el ministro a tan glamoroso llamado. Le dije alguna cosilla, él me dijo otras a mi, y como fue tan amable ¿Qué más podía hacer sino darle un beso?

Al ministro Ramírez no le di besos porque es muy alto y yo no alcanzo. Además, que si me quedaba un minuto más repartiendo besos me iba a dar un yeyo porque el calor me estaba matando.

Salí de la concentración mientras escuchaba a mi presi, salí buscando una burbujeante y capitalista Cola Cola que me diera un toque de frío y un poco de azúcar para mi cuerpo en ayunas.

Caminé por la Calle del Hambre muerta de sed. Caminé entre mucha gente, muchos soldados, mucho ruido, hasta que llegué al Wendy’s y ¡Oh my God! El sol ya me había ganado, estaba alucinando: En la puerta de tan gringo lugar, un gringo, como esos que salen en las películas, esos que fuman recostados de la pared de una bomba de gasolina de carretera. Así, con una bota de leñador en el suelo y la otra contra la pared, con una gorra de béisbol gastada, unos lentes pasados de moda, un cowboy de nuestros tiempos en el medio de Porlamar, rodeado de gente de rojo, mirando a la gente que no lo miraba estaba Sean Penn.

Yo no quise interrumpir el placer que podía estar sintiendo tan reconocido personaje al no ser reconocido, habría sido mezquina al tomarle una foto, habría sido imbécil al pedirle un autógrafo, así que solo atiné a pasarle por el lado, porque estaba en la puerta que


me separaba de la vida, Coca Cola is life, creo que decía un anuncio, y, al pasar, le dije sin mirarlo y sin detener mi marcha: ‘’Sean Penn, this is the weirdest day I’ve ever had.’’

¿Y donde está la política? -Se preguntarán mis confundidos lectores.

En los días psicodélicos la política pasa a un segundo plano.

Otras veces soy solo Popof.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

Con mi rectoscopia no te metas 03/04/07

Suenan todas las alarmas, se declara una emergencia sanitaria. No es la gripe del pollo, no es la fiebre amarilla, ni reuma, ni tos ferina. No hay epidemia alguna, pero la habrá, se los aseguro. Chávez esparció el virus del pánico al estornudar ayer y sin taparse la boca. Ahora pretende regular los precios de los servicios médicos privados. Con mi rectoscopia no te metas.


¿Dónde está las libertades que tanto amamos? ¿Hacia a dónde nos quiere llevar ese señor? ¿Es que acaso nos veremos obligados a enfermarnos sin tener que hipotecar el futuro de nuestros hijos? ¿Tendrán que aprender los mas viejos, y loro viejo no aprende a hablar, a vivir sin el terror que les produce una muy posible y cercana enfermedad?

La salud barata es una aberración, como todo lo barato. ¿Qué médico que se considere honorable va a cobrar un precio razonable por una intervención? Y el caché de las clínicas ¿dónde queda? ¿Cómo vamos a diferenciar una clínica cinco estrellas de una de medio palo si todas cuestan lo mismo?

Con las clínicas va a pasar como pasó con el Sambil, le pusieron el metro al lado y se hizo accesible a las hordas de niches que ahora invaden sus pasillos, convirtiendo lo que debía ser el Mall mas popof de Caracas en una merienda de negros con tiendas caras.

No quiero ni pensar en las lujosas y cómodas salas de espera de la Clínica el Ávila, llenas de mujeres con bebés semidesnudos pegados a la teta, viejos sin dientes y con tos, gente vestida de poliéster con bollitos y hediondos a pachulí.

Y ¿qué será de la calidad del servicio? Porque esa gente tiene que comer, pagar la camioneta, el condominio, las cuotas del club, el colegio de los chamos, el viaje a Disney World, comprar ropa que los represente, porque no pueden ir como unos percusios.


No cualquiera puede ser doctor, eso hay que reconocerlo y la mejor manera de hacerlo es pagándole lo que valen. Dedicaron su juventud a quemarse las pestañas, trabajan como burros con aire acondicionado, y al fin y al cabo tienen nuestras vidas en sus manos. ¿Acaso eso tiene un precio que pueda ser regulado?

Te imaginas que si ganado lo que ganan, de vez en cuando meten la pata, ¿como será cuando una operación no les de para recorrer Europa?

¿Que va a pasar con todos esos doctorcitos recién graduados que aspiran a un futuro mejor? No me van a venir ahora con el cuento de que el capitalismo salvaje campea en esos sagrados templos de salud. Que si hay canibalismo gremial, que si el médico explota al médico. Hay quien dice, válgame Dios, que los doctores adinerados ‘’apadrinan’’ a jóvenes y talentosos médicos patenelsuelo. Que les ponen frente a los ojos la zanahoria de una posible futura sociedad, el acceso imposible a un mundo que no se habían atrevido a soñar.

El prestigio que les otorga curar a prestigiosos pacientes en prestigiosos quirófanos, se paga con trabajo subpagado. Con domingos y madrugadas, con hijos que nunca ven a sus papás. ¿Qué mientras tanto el doctor en jefe toma piña colada con sombrillita en alguna playa del caribe? Si, es el quien se vació el bolsillo para comprar la acción. No serán tan malagradecidos de pensar que esto es injusto, no irán a morder la mano del amo que los alimenta, aunque sea con sardinas.


Yo propongo hacer clínicas clandestinas donde podamos ser desplumados en paz. Es nuestro derecho, es nuestro culo es que esta siendo hurgado por el dedo de la especulación y en mi culo mando yo.

Atentamente,

Marifer de Popof. Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

¡Vamos Kiko, no te juntes con esa chusma! 04/06/07

Ayer vimos de reojo como nuestra capital se tiño de rojo, bueno de rojo con negro, bruto, borracho y feo. Lo vimos con nuestros propios ojos en Globovisión. Menos mal que nos dijeron que de no haber sido por ellos, que pusieron un video de esos bellísimos, editados a la medida de nuestras necesidades y anhelos, habríamos sido forzados por el rrrrrégimen castro-chavista-indigenista-alqaedista-comunista a ver la mismísima realidad nacional que ellos nos quieren imponer.


¡Chusma, chusma, chusma, pffffrrrrrrrrr! Eso es lo que había, poquitos del lado de nuestra pantalla, muchos del lado de la de ellos. ¡Chusma y mentirosos! Es que creen que el realero que hemos gastado en estudios, dentro y fuera del país, no nos han dejado la sabiduría y la capacidad de discernir entre la verdad y la mentira. ¿No saben que somos demasiado inteligentes como para ser manipulados?

Las nuestras, esas sin son marchas multitudinarias, no solo en cantidad sino en calidad. No me van a decir a mi, licenciada en psicología, magister del IESA y MBA en Boston U, que esa cuerda de negritos valen lo mismo que nosotros. Dígame lo bonitos que salen nuestros hijos en la tele, vestiditos de guarimberos high, con sus bermudas cargo de camuflaje, los varones y sus tops de tiritas las muchachas, eso si es tener clase, y con la clase se nace...

Con razón se asustaron el otro día cuando esos motorizados chavistas les cortaron el paso, es que cualquiera habría echado a correr despavorido, pero nuestros valientes hijos, lívidos pero estoicos, se quedaron paraditos en su sitio, ni un paso atrás. Es que hay que verle la cara a toparse frente a frente con quince individuos de esa calaña, dizque defendiendo su derecho al trabajo, dizque las calles son de ellos también, cuando todos sabemos que son una plaga de ladrones y que en su vida han trabajado, que viven de las migajas que les da el gobierno y así los mantiene a su lado. Derecho al trabajo ¡Ja!

Derecho el de nuestros hijos a defender los derechos de esos ignorantes que no se dan cuenta, o no les importa, que vamos directo al comunismo sin pasar por ‘’go’’ ni cobrar doscientos. Son ellos el futuro de la nación, y si es que en el futuro nos queda na-


ción, solo ellos saben qué es lo mejor para los venezolanos, así como lo supimos nosotros en nuestro momento de gloria y dominio total de la situación.

Lo que no me va gustando es que he notado que, en la medida en que las guarimbas fashion merman, los dirigentes estudiantiles van rotando y cada vez son mas negritos, mas cara de pueblo, más ranchiles. Mira tu, incluso tienen a uno llamado Lenin, a mi eso me suena a ruso y a niche. A mi, particularmente me gusta mucho John, con ese apellidote tan Guipuzcoano, tan colonial. Ese muchachote parece como si fuera un hijo mío, tanto que si se lanza para alcalde yo voto por el. La verdad es que ese niño da gusto.

Ya quisiera ver a esos de la Universidad Bolivariana debatiendo con nuestros hijos, que risa, me parece que será mejor que la rochela. ¡Ay mi rochela! Pues para que entiendan de una vez, si nuestros muchachos no van a debate es para no humillar a esos desnutridos que no saben ni hablar.

Mira a donde hemos llegado con este rrrrrrégimen, nuestros bebes tan inocentes han tenido que despertar abruptamente punta de represión y libertades secuestradas. Y no lo saben todo los pobres, porque si supieran, si se sentaran a pensar un rato les daría un patatús.

No es que deben defender con sus guarimbas pacíficas la libertad de expresión de un canal que no ven. Es mas, mucho mas: veinticuatro universidaduchas pretende crear el inquilino de Miraflores, veinticuatro fabricas de pseudo profesionales mediocres que van a querer igualar sus títulos con el de mi Enrique Mauricio.


Miles de recién alfabetizados compitiendo en el mercado laboral, accediendo a cargos en PDVSA, que fue nuestra y nos corresponde por derecho, que ahora es roja rojita, eso dicen, eso se creen ellos. Es que son tan brutos que creen que los americanos se van a quedar con los brazos cruzados mientras que estos comunistas les arrebatan sus inversiones, su petroleo y su orgullo. Ya les quiero ver las caras cuando lleguen los marines a liberarnos de este déspota.

Mientras tanto nuestros heroicos hijos, junto con los hijos de lo mas selecto de nuestra sociedad, seguirán defendiendo su libertad de expresión, nuestras inversiones, las de multinacionales que tanto producto lindo nos venden, la medicina privada, la educación católica apostólica y romana, al Papa, al mundo civilizado, pero sobretodo defendiendo su status, el de sus familias y amigos porque por el camino que vamos, este país se va a convertir en una merienda de negros.

Y si en medio de la lucha Enrique Mauricio tiene la puntería de levantarse a Chichi Gurrucheaga, de los Gurrucheaga del Banco de Crédito Indexado, pues todo sacrificio habrá valido la pena.

Atentamente,

Marifer de Popof. Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.


Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

¡(bip)! Chávez dijo mierda 06/12/07

Que (bip) tiene el (bip) de su madre ese, decir semejante vulgaridad en televisión y en horario restringido.

Yo soy madre de familia y tiemblo de la (bip) con la falta de respeto del (bip) que habita en Miraflores. Es que con las madres, solo se meten los (bip) de madres de su calaña.

Un (bip), eso es lo que es, con el perdón de los (bip), claro. Justo ahorita que nos tragamos el asco que él y su séquito de (bip) nos producen y hablábamos de reconciliación. Me (bip) en su alma y en su revolución de (bip). Es que no deja de recordarme al chiste graciosísimo que siempre cuenta Pipo sobre el negro que tenía diarrea y creyó que se estaba derritiendo.


Miren como estaré de (bip) con ese (bip) que les acabo de contar mi chiste favorito y ni siquiera pude sonreír. Convulsiono de la ira.

Ya me imagino a la cuerda de (bip) que tiene por ministros tratando de justificar a su jefe a toda costa. Cuerda de lambe (bip) todos, lambe (bip) y jala (bip).

Yo, como madre, exijo respeto a las familias decentes de este país, a nosotros, los ciudadanos honestos que somos incapaces de pronunciar semejantes (bip) sin que suframos una indigestión aguda.

No vamos a tolerar que un (bip) de (bip), empañe nuestra dignidad patria, usando ese tipo de términos para referirse a nuestra victoria. Victoria, por demás, gloriosa y contundente, de un pueblo que se niega a ser cubano, a menos que nos den visas de residentes en mayami. Un pueblo que no se va a calar mas cada (bip) que le pase por la cabeza a ese gran (bip).

NO, NO Y NO!!!

Dijimos NO, ¿escuchaste cabeza de (bip)? O ¿Es que te tenemos que patear el (bip) hasta dejártelo cuadrado? Agárrate las (bip), si es que las tienes, que la gente decente y educada de este país ya está (bip) de este (bip).

Por nuestros hijos te lo juro: Si de tu boca sale otra palabra como esa, que mi boca se niega a pronunciar, nos (bip) en ti y en toda tu descendencia.


Y dale gracias a Dios que estoy apurada porque tengo una misa de reconciliación a las siete, porque de lo contrario me pasaría todo el día pegada a la computadora poniéndote en tu sitio. ¡(bip)!

Atentamente,

Marifer de Popof. Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

¿Para esto usan el petróleo de Exxon? 13/02/08

Es una vergüenza lo que acabo de descubrir en una de la principalísimas avenidas de nuestro municipio Chacao.


¿Sabían ustedes que en el corazón nuestro bastión de libertad y democracia está ubicada una oficina de adoctrinamiento del régimen?

Pues si, mis estimadas amigas, en medio de la Luis Roche, que si Luis estuviera vivo le daría un soponcio, allí, en tan lujosa arteria vial, disfrazada de centro cultural, se encuentra esta guarida de espías y propagadores de embustes.

Confieso haber entrado en ese asqueroso recinto, pero lo hice pensando que era un lujoso café, o un nuevo mini centro comercial. Y si, allí hay un café y, en lugar de tiendas, una librería frente a la cual me di cuenta de la perversidad del plan que tienen estos castroevochavistas entre manos.

Es en ese minúsculo y mal decorado local donde se fragua la trampa mas vil que mente alguna pudo imaginar: ¡Venden libros a cinco bolívares! Por cinco mugrosos bolívares fuertes que no alcanzan ni para comprar un capuccino triple mocca, te dan un libro gordote, lleno de letricas negras, sin fotos, ni artículos sobre la lucha contra la celulitis.

Letras que forman palabras que forman ideas, y ya sabemos que ideas deben formar esas palabras obscenas que usan los chavistas. Libros ‘’y que’’ premiados por un tal Rómulo Gallegos que se venden como pan caliente, no por buenos, sino por baratos. Y es que nosotras sabemos que nada que sea barato puede ser bueno.


El problema, mis amigas, es que mi revista ¡Hola! maravilla semanal llena de información relevante sobre gente relevante, esa revista de páginas lustrosas cuesta lo mismo que tres de esos mamotretos encuadernados.

¿Y a nosotras que nos importa? Preguntarán mis inocentes compañeras de canasta, pues lo que pasa es que los niches patenelsuelo pueden comprar esos libros y los leerlos permitiendo que sus deficientes cerebros sean lavados cual edredones de plumas en una tintorería idelogizante.

Esto es competencia desleal, dice mi marido que sabe mucho de eso. Es que el régimen subsidia éste atentado contra la moral y las buenas costumbres con los dólares de Exxon, o sea los dólares de los venezolanos decentes, es decir nosotros, los educados, los bilingües, los que compramos ¡Hola! para saber quien es quien.

¿Y quién subsidia a ¡Hola!? Pues nadie, es esta una empresa líder en el mercado por mas de tres décadas que ahora se ve amenazada por esta avalancha ideológica de a cinco bolívares por librito.

Claro que nos importa tres pitos que los tierruos lean nuestras revistas. El problema es que lean y punto. Ahora con sus libros bajo el brazo se sentirán muy sabihondos y vendrán a querer discutir con nosotros de tu a tu. Creerán que tienen ideas propias y que saben que es lo que quieren. Y, peor aún, votarán por el déspota que les subsidia los libros con el dinero de los demás.


Señoras dignas de Venezuela, afilen los tacones ‘’Manolo Blahnik’’ que tenemos que marchar: La marcha de la elegancia, de las clases superiores, las que nos negamos a ser adoctrinadas con libros de ese Gallegos. Una marcha por ¡Hola! y por el orden establecido que en nuestro bello país se ha venido desordenando desde hace nueve años.

¡Abajo todas las publicaciones sin fotos ni consejos de belleza! ¡Muerte a los libros de cinco bolívares y palo a los niches alfabetizados!

Atentamente,

Marifer Popof

Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que hace el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno

Prefiero morir de hambre 19/02/08

Ayer por poco me dio un soponcio. Claro que cuando desfallecía recordé la causa de mi desmayo y recuperé la fuerza para evitar morir envenenada.


Así como lo oyen, mis combatientes amigas: En-ve-ne-na-da.

Es que eso es lo que hace este rrrégimen con los pobres indefensos que se encuentran hospitalizados en la Policlínica Metropolitana. El gobierno ha introducido de manera inescrupulosa alimentos de Mercal en este recinto sagrado de la salud privada y costosa.

Mi pobre vecino, que estuvo internado la semana pasada por una amigdalitis subcutánea aguda, estuvo sometido a la humillación de ser forzado a comer, sin su conocimiento, caraotas con gorgojos de Bielorrusia, pollo cubano, leche radioactiva iraní y otros productos de dudosa procedencia.

Los médicos no lograban comprender cómo el cuadro clínico de mi vecino se complicaba cada vez más. Lo sometieron a dos operaciones carísimas en solo cuatro días, el martes del apéndice y el viernes de la próstata, pero su amigdalitis no cedía. Fue solo ayer que dieron con la causa: La comida que con tanto cuidado, higiene y amor se le suministraba a los pacientes era elaborada con productos de Mercal.

Esto es otra estrategia terrorista de éste régimen castro-evo-chavista que se ensaña con los más débiles.

Ahora el terror se riega como la pólvora: Una paciente gritaba desesperada que solo comería combos # 4 de Mc Donald’s. Pero alguien muy perspicaz sembró una semilla de duda que nos quitó el aliento: ¿Y si la carne del Mac es también de Mercal?


Todos corríamos por los pasillos con las manos en la cabeza sin saber a dónde ir. Algunos, los más centrados, corrieron a los sanitarios a devolver el almuerzo. Había empujones, codazos e insultos de esos que se perdonan solo en casos como estos.

Las enfermeras, repartían prestas bolsitas pláticas iguales a esas que hay en los aviones. En verdad fue una de las peores experiencias de mi vida. Solo comparable a la cancelación del concierto de Alejandro Sanz.

Desde entonces no pruebo bocado, sospecho de todo y de todos. La carne de las jugosas Big Macs, las costillitas de Bobby Rubbinos, los estupendos pollos de KFC, hasta los T-bones del Lee Hamilton. Toda la alta cuisine podría estar infiltrada.

¡Dios Santo! ¿Ahora que comemos? -Dirán mis aterradas compañeras de shopping. Pues nada. Estamos en una guerra y en la guerras no se come. Debemos preferir morir de hambre a ser inoculadas con quien sabe que microbacteria cubanizante.

Ya sabemos de lo que son capaces esos comunistas sin alma. No olviden lo que pretendían hacernos con sus supuestos bombillos ahorradores. De probar un solo bocado podríamos acabar en una marcha chavista gritando loas a Fidel.

Señoras decentes de este hermoso y maltratado país: Tirad a la basura esos profiteroles por suculentos que parezcan, escupid ese bocado de lomito en salsa de fresa, negad heroicamente el Happy Meal a sus retoños, no importa que estén regalando la colec-


ción de Hello Kitty. Ayunad mis valientes damas, que a muchas no les vendría mal rebajar unos kilitos.

Ayunad y marchad aún nos cuando falten las fuerzas para hacerlo.

No es momento de desfallecer porque, de hacerlo, ya saben que iríamos a parar en una de esas clínicas, otrora seguras, hoy contaminadas.

¡Fuerza mi valientes! Pensad que al combatir al régimen combatimos también la celulitis, roscas y mofletes.

Atentamente,

Marifer Popof

Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno.

Chávez me robó mi patria, entre otras cosas 06/03/08


Yo nací en la ciudad de los techos rojos, cuando de esos techos rojos no quedaba ni una teja, en la ciudad de de la eterna primavera, de la cual no queda más que la bella y delicada jardinería de la Plaza Altamira, último bastión de la decencia en este triste despojo de país.

Yo era venezolana cuando tenía un pasaporte diplomático, aun sin haber pertencido nunca al cuerpo consular. Yo era venezolana, y lo decía con orgullo, cuando surcaba los cielos del mundo en aviones la otrora gloriosa PDVSA. Yo era venezolana cuando tenía el poder de decidir por todos y, por supuesto, decidía solo para mi.

Yo era venezolana cuando Bolívar era solo una voz de barítono que decía frases aisladas que uno podía interpretar a su antojo, cuando teníamos siete estrellas, un caballo diestro, y la sartén por el mango.

Hoy, mis queridas compañeras de capuccinos doble mocca, no tengo patria. Así como lo escuchan: El inquilino de Miraflores, no conforme con robarnos todos nuestro privilegios, nos ha robado el orgullo de ser venezolanos.

¿Quién iba a decirme a mi que acabaría siendo compatriota de un Jairo Restrepo cualquiera? Porque lo del Rey Juan Carlos era más fácil de tragar, la nobleza llama.

Pero compartir el sentimiento patrio con quienes desde siempre fueron nuestros carteristas, buhoneros y sirvientas es demasiado para una mujer de mi condición.


Es terrible tener que escuchar vallenatos y pretender vibrar de emoción, porque una cosa es el Alma Llanera interpretada por Ray Conniff y otra muy distinta son esos acordeones destemplados que tocan allá. Es horroroso fingir que no sabemos que Uribe es un narco recién vestido, sin abolengo, sin tatarabuelos próceres, sin propiedades bicentenarias heredadas a punta de sangre noble y sudor de negros muertos de hambre.

Yo casi que no puedo más.

Hoy soy colombiana, señoras, no tengo más remedio que serlo. Como ayer fui más española que la mismísima Isabel Pantoja, y como siempre he sido estadounidense republicana y bushista.

Aún así me veo obligada a portar documentos de un país que no me representa porque ya no es mío. Vivo sometida sufrir el escarnio de presentar un asqueroso pasaporte que me identifica como ciudadana de una replubliqueta dizque bolivariana en las taquillas de inmigración de países decentes, cultos, civilizados.

Esto es un atentado contra los privilegios humanos. Así como lo oyen, los privilegios humanos. Porque mucho se habla de los derechos humanos que a nosotros, por haberlos disfrutado desde siempre, nos importan un comino. Cuanta alharaca cuando se atropella uno de esos derechos baratos y cuanto silencio cuando se nos arrebatan nuestros privilegios.


No existe organización alguna que levante la voz para condenar este atropello. Solo contamos con nuestros medios de comunicación, mientras no nos los quiten, con el grupo Prisa, con CNN, con Fox, con la conferencia episcopal, con el Departamento de Estado, con George W... pero ¿y si gana el negro demócrata?

Alerto al pueblo norteamericano sobre los efectos nefastos de dejarse gobernar por un negro, mírense en nuestro espejo: sin patria, sin dólares, despojados de los más esenciales privilegios.

Y sepan mis compatriotas del gobierno colombiano que estamos con ustedes, que cuentan con nosotros, porque hace tiempo que dejamos de sentir que este pedazo de tierra nos pertenece y si no puede ser nuestro, pues, de esos negros resentidos tampoco lo será.

¡Que viva Colombia!

¡Que viva Santander!

¿Viva la cumbia?

Colombianamente,

Marifer Popof


Presidenta del frente de damas indignada por todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

Que me implementen el curriculum ¡ya! 21/04/08

Ahogada de ira, una vez más me veo en la necesidad de denunciar como este gobierno ilegítimo abofetea a la gente decente de este país.

Hace algunas semanas nos amenazaron con la implementación arbitraria de ese esperpento que ellos llaman curriculum bolivariano. Como primera medida para sembrar el terror entre la población, suspendieron las clases durante una semana completa, obligándonos a buscar niñeras de emergencia, campamentos vacacionales improvisados y todo tipo de soluciones tiradas por los pelos para no tener que soportar a nuestros terri-


bles tesoritos, porque bien sabe el tirano que no hay nada más desestabilizador para el seno familiar que unos niños en vacaciones.

Frente a esta terrible amenaza, como buenas luchadoras incasables, las damas de este heroico y elegantísimo frente nos dispusimos a organizar todo tipo de actividades para derrocar a esta dictadura narco-castro-FARC-evo-correa-comunista.

Mandamos a imprimir pancartas, franelas y, por supuesto, banderas al revés. Colocamos anuncios en la prensa para movilizar a la sociedad civil, desempolvamos nuestras cacerolas de teflón y revivimos nuestro tan emotivo lema: Con mis hijos no te metas.

Teníamos todo listo para poner al rrrégimen aplastado contra la pared. ¿O debería decir paredón?

El inquilino de Miraflores, mostrando su usual cobardía y su desprecio por el trabajo ajeno, nos ha dejado con los crespos hechos al posponer, de manera arbitraria, la implementación del bodrio hasta el año que viene. Como bien sabemos, queridas compañeras de sesiones de Botox, nuestros crespos son de diseño, carísimos y elaborados, previa cita, por estilistas sensibles incapaces de soportar tamaño desplante.

Ahora habla de debate, cuando hemos dejado bien claro que nosotros no tenemos nada que debatir con gente de baja ralea, que somos quienes decidimos por todos ya que somos la clase educada y trabajadora de este país. Ya lo hemos dicho mil veces: los derechos no se negocian, y los privilegios menos.


Todos sabemos perfectamente bien que la izquierda y los derechos no son compatibles.

Como si nos sobrara el tiempo, el vil rastrero, pretende obligarnos a leer las no se cuantas páginas que componen ese disparate curricular. Pues prefiero morir mil veces ante que posar una sola de mis uñas postizas en un documento diseñado por cubanos lavadores cerebros.

Además, qué va a decir allí que ya no sepamos: que Fidel es bueno, que el comunismo también, que ser rico es malo, y que Bart Simpson es un mal ejemplo para nuestros pequeños. Imagino que serán capaces hasta de decir que Santa Claus es un invento de la Coca Cola.

Si pretende este señor, que se dice presidente de todos, que esperemos hasta el año que viene para marchar y tumbarlo, pues es mi deber decirle que está, como siempre, muy equivocado. No nos van a detener, necesitamos un detonante para la explosión social que se avecina, por lo tanto exigimos al cabecilla de esta banda de pillos que se dicen ser el gobierno, que implemente, forzosamente, el nuevo curriculum ya!

Dignas señoras encrespadas de este nuestro hermoso y temporalmente oprimido país: Convocad a vuestros estilistas, retocad vuestros crespos, afilad vuestras uñas perfectamente manicuradas y preparaos para la marcha final. Porque este nuevo curriculum,


o lo implementa el gobierno o lo haremos nosotras en nuestros colegios como un heroico acto de desobediencia civil.

¡Curriculum Bolivariano ya!

(Dios mío, las cosas que nos obliga a decir este rrrégimen…)

Atentamente,

Marifer Popof

Presidenta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

Caminito que el tiempo ha borrado... 22/06/08

Hace unos días el rrrégimen celebraba a soto voce el primer aniversario de ese esperpento que ellos llaman viaducto.


¿Y por qué a soto voce? Se preguntarán mis indignadas compañeras amantes de la haute couture. Pues para eso estoy aquí, para responderles y denunciar el ultimo atropello de este desgobierno tiránico y depravado.

Resulta, mis conmocionadas amigas, que como resultado de esa obra de infraestructura mucha gente quedó viviendo en condiciones infrahumanas. Me refiero a los habitantes de la carretera vieja de La Guaira.

Ya se que nos importa un pepino esa gente de baja ralea, pero es que de algo tenemos que colgarnos si queremos derrocar al inquilino de Miraflores y su corte de aduladores.

Durante los días de gloria, cuando se desplomó el viaducto, en medio del regocijo aprovechamos para bombardear al desgobierno mientras cantábamos Alé Limón. Recuerdo aún, con lágrimas en los ojos, aquella trocha que tanto nos dio de que hablar. Aquella cámara fija de Globovisión que mandamos a instalar para transmitir, en vivo y directo, una tragedia que no llegó a suceder.

Luego la construcción atropellada de ese puente de campaña que, dicen, será indestructible, aquel valiente reportero contando tornillos faltantes, la gente ignorante arriesgando sus vidas, las de sus familias, lanzándose por el puente aún a sabiendas de que la muerte acechaba, porque si algo hicimos y con insistencia fue advertirles que no iba a du-


rar más de dos meses en pie. Ese viaducto era una bomba de tiempo y el tiempo pasó y la bomba… Bueno, no les voy a contar lo que ya saben.

Un año ha pasado desde aquel nublado día, cuando cortando una cinta de bandera, una de esas a las que le sobra una estrella, se inauguró el viaducto dejándonos, a la gente decente de este país, sumidos en la más profunda indignación.

Pero erraron en sus cálculos estos engendros castro-narco-computador de Raúl Reyes avalado por la Interpol-chavistas. Erraron como suelen errar quienes se creen sus propias mentiras y, otra vez, por tratar de engañar a muchos con esos espejismos de progreso, olvidaron al señor que vendía chicharrón (después les explico que es eso) allá en la carretera vieja.

Juan Gómez se llama el infortunado, un hombre que hoy ve como su sueño de pequeño empresario de la gastronomía criolla se le escapa de las manos. Nuestra cámara fija no fue capaz de filmar entonces esa tragedia en desarrollo, no fuimos capaces de adelantarnos al futuro ominoso que acechaba al chicharronero.

Pero ahora lo tenemos enfocado con un gran angular. Por lo tanto, desde hoy, amigas mías, Juan Gómez somos todas, y no digas ni pío, Ana Julia, porque estamos haciendo patria.

Ya basta de ser cómodos, ya basta de querer llegar a La Guaira en veinticinco minutos, es hora de sacrificarnos como nunca antes lo hemos hecho. Marchad mis admirables


y bien conservadas damas, comed chicharrones de Juan Gómez y cuanta fritura asquerosa vendan por esos lares, tomad, eso si, sobre dosis de Alka Selzer Ultra Plus, soportad con estoicismo los estragos de una indigestión segura que la patria pide a gritos nuestro máximo sacrificio. Gritad vuestras consignas a los cuatro vientos: ¡Con mi chicharrón no te metas! ¡Ni una autopista más! ¡Chávez, devuélveme mi trocha y mi país!. Y no os preocupéis, mis esbeltas damas, por la ingesta excesiva de carbohidratos y grasas saturadas, que marcharemos tanto y tan arriba que no habrá chicharrón, ni celulitis, ni dictatorzuelo tropical que pueda con nosotras. Claro, que una vez logrado el objetivo nuestro primer decreto será prohibir el chicharrón.

Atentamente,

Marifer Popof.

Presidenta del frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

66 puñaladas y un balazo al corazón de la libertad 11/08/08

Como otra muestra más de mi sacrificada lucha en defensa de la libertad, desde mi lecho y todavía sufriendo los estragos de un cuasi mortífero soponcio, tecleo estas líneas para levantar la voz contra la última afrenta de este rrrégimen que, al parecer, cree que


puede hacer lo que le da la gana, cuando todos sabemos los únicos que podemos hacer lo que nos da la gana somos la gente decente de este país.

De madrugada, a la hora en que roban los malandros, cuando los antros de los bajos fondos capitalinos están en pleno apogeo, durante esas horas en que la oscuridad cobija los más oscuros acontecimientos, justo a esa hora, el autócrata Castro-fraude-en-el-referendum-Evo-farc-comunista, nos inventa y nos decreta 26 nuevas leyes sacadas de yo no se dónde.

La verdad es que si sé de donde las sacó: las trajo de La Habana como siempre. Pasando por las selvas colombianas, por el afligido Ecuador, por la oprimida Bolivia, por la desorientada Argentina, esas leyes han hecho un periplo sórdido. El petrodictador pupilo de Fidel antes de asestarnos las 26 puñaladas habilitantes, se aseguró de comprar conciencias en el resto del continente para que no hubiera una sola voz que se alzara en defensa de la legalidad.

Tapadas todas la bocas con un bozal bituminoso, nos amarga otro despertar con el anuncio de que, en el último momento, cuando ya casi empezábamos a respirar medio aliviados, había decidido asfixiarnos con esas 26 obscenidades que ellos catalogan como leyes.

No me pregunten, mis aturdidas compañeras de tea parties, cuál es el contenido de ese mamotreto antidemocrático porque, como ya deben saberlo, me niego a leer cualquier bodrio que salga de Miraflores. Lo que si les puedo asegurar es que su contenido es tan


macabro que la sociedad civil, aún sin conocerlo, con su fino instinto para detectar atropellos a la libertad de explotar al populacho, la rechaza con firmeza. Claro que la mayoría de la sociedad civil está de vacaciones y es por eso que la marcha de el sábado no fue como esperábamos.

Para colmo de males, no contentos con este golpe bajo, nos propinan otro de igual o mayor intensidad: inhabilitan a Leopoldo y a Enrique, porque los demás nos importan un comino, pero nuestros más encumbrados líderes han sido vilmente excluidos del simulacro de juego democrático que esta gente quiere montar el próximo 23 de noviembre.

Inhabilitados, habilitanteados, esto es más de lo que un corazón de siete estrellas puede soportar.

En mi lecho de soponcio estaba, los signos vitales apenas daban señales de vida, cuando en la pantalla de globovisión apareció el vice presidente diciendo, con un cinismo nunca antes visto por mis ojos verde agua, que él no entendía cual era el escándalo por esas 26 leyes si en realidad no eran veintiséis sino sesenta, oigase bien, sesenta y seis leyes que el inquilino de Miraflores había aprobado con su poder habilitante.

Sesenta y seis puñaladas para este corazón sofocado por la tiranía.

Por eso, desde aquí invoco la ira de mis damas indignadas y urjo a que marchéis hasta el fin del mundo de ser necesario. Pedidle a vuestras cocineras que os ubiquen vuestras cacerolas, tenedlas a mano para abollarlas con furia. Quemad chaguaramos, se-


tos de azaleas y rosales, cuidado, no queméis a Manuel Rosales en medio de la confusión. Cread el caos en cada rincón, pedidles a vuestros choferes que se paren mañana a las doce en medio de la calle, mañana, pasado y el miércoles también. El jueves no porque es el baby shower de Fefi y ya saben como está de llorona con esto del embarazo… Haced temblar los débiles cimientos de este rrrégimen bananero mientras yo, vuestra presidenta, me recupero.

Es cosa de vida o muerte, ¿O es que acaso creen ustedes que tanta indignación no nos produce envejecimiento prematuro? Miren a Mariyoyi, está decrépita.

Multipliquen sesenta y seis leyes y una inhabilitación por patas de gallo. ¿Acaso necesitan más motivación?

Adelante mis bellas y refinadas damas, adelante la recuperación de nuestros saqueados privilegios depende de ustedes.

Moribundamente,

Marifer Popof.

Presidenta del frente de damas indignadas con todo de que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

¡Chaguaramos temblad!


08/09/08 Por si alguien pensó que nos quedaríamos de brazos cruzados, por si alguien osó imaginar que el fuego de la libertad que arde en nuestros corazones se había apagado, por si cruzó por la mente de alguno la posibilidad de que la gente decente de este país se había rendido; me voy a permitir amargarles la fiesta con Chivas 18 años, seguramente adulterado: Se acabaron las vacaciones.

Bronceados por el sol cinco estrellas de algún exótico paraje, plenos de vigor después de recuperarse tendidos en playas blancas cuyos nombres jamás serían Chichirivichi o cualquier ordinariez por el estilo, colmados de maletas y de amor por la patria, renovado su ímpetu incendiario, nuestros estudiantes han regresado.

Hay que exaltar la valentía y entrega de estos jóvenes patriotas que pudiendo quedarse allá, donde el capitalismo florece y la libertad pulula, deciden enfrentarse a un regreso deprimente, a un país que se desmorona en las garras del más salvaje castro-farcmaleta de antonini-hezbollá-chavismo-comunismo.

Hay que quitarse el sombrero ante quienes, dejando atrás vitrinas pletóricas de productos exclusivos, hermosísimos centros comerciales incrustados en avenidas amplias, custodiadas por amables, fornidos y rubios policías que ahuyentan con su solo porte a rateritos de color… Decía, hay que honrar a quienes retornan al país que les perteneció hasta hace poco menos de diez años y que les fue arrebatado para ser entregado a un pueblo que, como siempre, no tiene ni idea de qué hacer con él.


Regresan para recibir una vil bofetada en forma de paquetazo y, aún así, regresan nuestros valientes hijos.

Es por eso que hoy hago un llamado a las madres decentes de este país, a quienes pusimos a nuestros pequeños en manos de las mejores niñeras, a quienes nos pudimos dar el lujo de formar a nuestros querubines en colegios bilingües con curriculum americano, quienes, año tras año, los llevamos de la mano de sus nanas a impregnarse de civilización y progreso en los fabulosos parques de Orlando.

Madres dignas de este país: no desmayéis ahora cuando el futuro que planeasteis para vuestros vástagos les es arrebatado. Dotadlos con yesqueros, preferiblemente de Zippo, y bidones de gasolina. Escenificad juegos de guerra en vuestros frondosos jardines animados por Dj’s cual si fueran verbenas. Practicad el saqueo, la persecución y avivad el odio que el petrodictador sembró en sus tiernos corazones. Convertidlos en toros de lidia que embistan contra todo lo que sea rojo y se mueva.

Convertíos, mis elegantes damas, en generalas siete estrellas de este ejército de bien peinaditos defensores del libre mercado. (No se les ocurra ponerse uniformes militares, ni que los haya diseñado Carolina Herrera, recuerden que el estampado de camuflaje está out desde hace dos años.)

Y marchad, mis compañeras de aromaterapia; que vuestras botas Prada marquen el sendero por el cual nuestros retoños habrán de recuperar, a punta de gritos y piromanía,


sus privilegios secuestrados por ese pueblo que tiene que entender, de una vez por todas, que existe para servirnos, no para mandar. Habrase visto…

Atentamente,

Marifer Popof

Presidenta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

No bajaron los cerros, pero bajarán 23/03/09

Este sábado, como ya es costumbre con este rrrégimen, recibimos otra bofetada, que más que bofetada, fue un puñetazo directo a la dignidad de la poca gente preparada y decente que queda en este país.

Después de que nuestros ilustrísimos IESA boys pasaran semanas enteras, públicamente analizando, con la certeza que caracteriza a los que si saben de lo que hablan, las medidas a tomar por el petrodictador para paliar la crisis que él mismo generó, -porque no debemos olvidar que TODO es culpa de Chávez- se presenta este señor con su cara tan lavada y anuncia un paquete que de paquete no tiene nada.


Quienes sabemos de paquetes estábamos en pie de guerra: cacerolas en mano y piticos en la boca, banderas siete estrellas y al revés… ¡Fuera ya! Era la única frase que rondaba en nuestras mentes torturadas y oprimidas aquel sábado agónico y eterno. Decía, en pie de guerra, dispuestos a bajar de nuestros cerros: Cerro Verde, Lomas de San Román, de la Lagunita y El Alto Hatillo, para hacer temblar a Caracas como nunca antes tembló.

Al mediodía era la cita. Sabíamos que sería imposible almorzar y liberar a la patria al mismo tiempo, por lo que desayunamos copiosamente. Pasó la hora anunciada y nos vimos en la necesidad de picar alguna cosita mientras que el teniente coronel, seguramente, comía a cuerpo de teniente coronel.

Era casi la hora de empezar a vestirnos para nuestros compromisos sociales de cada sábado y todavía nada. Hice llamadas del última hora para tratar de aplazar algunas bodas y otros eventos organizados con esmero, premeditación y alevosía. Todo por la patria, pero no, a esa hora, era poco lo que se podía hacer.

Cinco y media y yo a medio vestir. Justo entonces apareció el nefasto personaje que rige el destino de mi pobre y abatido país.

Casi tres horas se tomó, con su sadismo acostumbrado, para decirnos que no había paquetazo, que nuestros ilustres analistas se habían equivocado, que la crisis no era aquí


sino allá. Que no devaluaría la moneda, que no aumentaría la gasolina, que no liberaría los precios y, peor aún, que no privatizaría PDVSA como muchos anhelábamos.

Todo esto a sabiendas de que no hay paquetazo que no incluya estos ingredientes esenciales. Otra demostración de que el tirano de Sabaneta no tiene ni la más remota noción de lo que es economía y finanzas.

¿Por qué lo hizo? -Se preguntarán mis atribuladas damas. Lo hizo para arrastrar por el fango a nuestros expertos, para enlodarlos con su miseria, para desprestigiarlos públicamente, como suele hacer con todo aquel que, valientemente, se atreva a adversarlo.

Y nosotros, la gente decente, pensante y productiva de este país, allí en nuestros cerros y lomas, paralizados ante la disyuntiva de asistir a nuestros compromisos sabatinos o bajar a tumbar al rrrrégimen. ¿Pero cómo hacerlo sin paquetazo?

Tal bajeza hizo que una vena en mi cuello de cisne, inflamárase de ira hasta reventar el collar de perlas que heredé de mi bisabuela. ¡Ni a tumbar al tirano ni al ágape de Maru y Víctor José! ¿Acaso se puede salir en semejante estado de indignación?

Como las perlas de mi collar, mis ilusiones quedaron regadas sobre la alfombra de mi vestier. Ya las recogerá la muchacha, a quien voy a tener que subirle el salario por decreto dictatorial.

No bajamos esta vez, pero bajaremos…


Atentamente,

Marifer Popof.

Presidenta del Frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

Guarimba en Do mayor.

Otra semana, otra bofetada, pero ésta vez se trata de una bofetada importada, cual formaggio peccorino, de mismísimo cuore de la bella Italia. Boccelli se llama el agresor y dice que vino a cantarnos.

Adquirimos entradas VIP, como unos incautos, para ver a este tenor, sin tener la más remota ideas del tenor de su visita: ¡Soportad mis fieles damas! Boccelli vino a ver al tirano. -No, Mari Cuchi, no se trata del Hotel de Chana en Playa El Tirano. Me refiero al dictatorzuelo narco-Farc-castro-evo-cumbre de Trinidad-obama-comunista-.


Como lo oyen, mis atribuladas damas: queríamos recrear nuestros oídos con Puccini en la voz de este tenor de fama mundial, pero lo que nos toca escuchar es la traición de un hombre que se niega a ver la realidad que nos aplasta a la poca gente decente que queda este país.

No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Y así estamos: con nuestras entradas compradas y nuestros crespos hechos... - Es solo un decir Maru, ya sé que nuestras melenas son lacias naturales-. Decía, aquí estamos sumidas en la decepción y obligadas a tener que asistir a lo que prometía ser el evento cultural del milenio, y que ahora debe convertirse en un clamor por la libertad de ésta, nuestra pobre y desangrada patria.

Por lo tanto, debo hacer algunas recomendaciones, de carácter obligatorio, a ustedes, amantes de la opera y de la libertad, que ésta noche deberán defender sus privilegios aún en los lugares más insospechados.


Lo primero que debemos hacer es cambiar el vestuario, ya que ahora no vamos a un concierto sino a una marcha multitudinaria y de lo más selecta, porque las entradas eran carísimas. Vamos de negro, pero no de negro gala sino negro luto activo.

Es imprescindible llevar cacerolas, pitos, banderas siete estrellas, estudiantes manos blancas, artículos incendiarios y máscaras de gas. No deben faltar, por supuesto, las cámaras de Globovisión conectadas en vivo a CNN, para que le griten al mundo que, los que si sabemos lo que es cultura, no vamos a tolerar que un tenor desafine en nuestro concierto por la libertad.

Olvidad vuestros tacones y alhajas, mi sufridas damas, olvidad la elegancia y la buena educación. Insultad al italiano (marrano), como lo hicimos con aquel presidente manisero que tiene una fundación con su nombre, ensordeced al ciego a ritmo de cacerolas, perded el glamour y lanzad tomates, guarimbead hasta quedar exhaustas, que la patria así os los exige.

Que mañana, os lo aseguro, no habrá tenor que no cante al son que les toquemos. Atentamente, Marifer Popof Presidenta del Frente de damas indignadas con todo lo que haga el gobierno.


Fin Por ahora...


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