Cinefilia

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Nº 1 Octubre / 2015

ESTUDIOS DE GRABACION ¿Vamos al CINE?

la historia de los cines de antes

MITOS DE HOLLYWOOD conoce algunas de las leyendas de la fábrica de sueños mas famosa

Dátos inéditos de:

Nunca antes VISTOS

John Williams El compositor de Holllywood


Diseño y Edición Carolina Izabal

Textos obtenidos a través de: http://algarabia.com/

Cinefilia es una revista tomada como ejercicio de clase dentro de la materia de Diseño VI por la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma de Baja California - Unidad Valle de las palmas en la Escuela de Ciencias de la Ingeniería y Tecnología. Material realizado sin fines de lucro.

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MITOS DE Hollywood Por Dr. Ian Q. Carrington La llamada «fábrica de sueños» también ha sido un caldo de cultivo para infinidad de leyendas urbanas que, con el paso del tiempo —sumado a la credulidad de muchos y a la falta de documentos para cuestionarlas— se volvieron míticas e irrefutables. He aquí un recuento de varios mitos que, incluso en libros «reputadísimos», se han dado por ciertos.

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Mito: en Ben-Hur (1959), un «doble» murió durante la filmación de la célebre carrera de cuadrigas, y la escena se conservó en la cinta. Este rumor, difundido durante más de 50 años, se originó debido a un accidente ocurrido durante la filmación de Ben-Hur: A Tale of the Christ (1925), cuando en la batalla naval uno de los incendios se salió de control y los extras tuvieron que saltar al agua. En los diarios se dijo que éstos habían muerto y de ahí surgieron otros rumores vinculados con la supuesta muerte de extras y «dobles».

Mito: en Tres hombres y un bebé (1987), se logra ver el fantasma de un niño que murió en la casa donde se filmó la película. El personaje que Ted Danson representa en esta cinta es un actor que —esto se confirma unos minutos antes de la «aparición del supuesto fantasma»— usaba un muñeco de cartón vestido con un esmoquin para ensayar algunas escenas. Lo que logra entreverse detrás de la cortina —primero con «forma de rifle» y, minutos más adelante, como «el niño muerto»—, no es otra cosa que esa figura de cartón.

Mito: la escena donde Brandon Lee es asesinado en El Cuervo (1994) quedó en la edición final de la película. Es cierto que el célebre hijo de Bruce Lee murió durante la filmación de esta cinta, lo que desató varias leyendas sobre una «maldición familiar». Sin embargo, la escena en la que Brandon Lee recibe un balazo la requisó la policía y, fuera de los investigadores, nadie más pudo verla. Demandó a los productores por 3 millones de dólares.

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Mito: el cadáver de Walt Disney se conserva congelado en una bóveda secreta en Disneyland. confirme que el «creador» del ratón Mickey se haya sometido a un procedimiento parecido. Por el contrario, sobran evidencias de que Walter Elias Disney fue cremado dos días después de su muerte —en 1966— y que sus cenizas fueron depositadas en su tumba familiar, localizada en el cementerio Forest Lawn de Los Ángeles, California.En su testamento tampoco hay mención de cosa parecida. Lo que sí es cierto, es que Walt Disney empleó a muchos ilustradores sin darles crédito e, incluso, se robó varios personajes ideados por ellos.

Mito: en 1993 Marisa Tomei ganó un premio Oscar porque Jack Palance se equivocó al mencionar a la ganadora auténtica. Hasta la fecha, en varios libros de cine se documenta este rumor, y se agrega que Palance estaba tan ebrio que no pudo leer el nombre de la verdadera ganadora —Vanessa Redgrave— y que sólo atinó a repetir el nombre de la última nominada. Lo cierto es que, desde 1953, la empresa Price Waterhouse Coopers se encarga de verificar y hacer el recuento de votos de cada nominación al reputado premio de la Academia de las Artes. Durante la ceremonia, los notarios de esta empresa se sitúan al pie del escenario para prevenir cualquier imprevisto y tienen órdenes de enmendar el error si un presentador se equivoca o comete un error.

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ESTUDIOS DE GRABACION

ESTUDIOS DE GRABACION En el numero 3 de la calle Abbey Road, St. Jonh´s Wood, City of Westminster, Londres, se encuentran estos estudios de grabación, que han sido testigos de momentos cruciales en la historia de la música popular del siglo XX.

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Este estudio, que es quizá el más famoso del mundo, está ubicado en una mansión que fue construida en 1830. El estudio como tal comenzó a operar en 1931, y desde entonces muchos músicos emblemáticos han grabado ahí. Por ejemplo, en Abbey Road se grabó el álbum The Dark Side of the Moon (1973). Los artistas que han grabado en el estudio crean música de todos los géneros: desde Depeche Mode hasta Plácido Domingo; desde Iron Maiden hasta Lady Gaga. El estudio es un destino turístico clave de Londres, ya que en el cruce peatonal que conduce a él, se tomó la inolvidable fotografía del álbum Abbey Road (1969) de The Beatles.

Actualmente hay una cámara web que vigila este cruce. Funciona las 24 horas y la pueden ver lo que sucede en tiempo real aquí. Como es de esperarse, los turistas aprovechan para tomarse una foto imitando al cuarteto de Liverpool. Desde 1980, también se graban los scores de muchas películas, como el compuesto por John Williams para El Imperio contraataca, interpretado por la Sinfónica de Londres. Otras películas cuyos scores se han grabado aquí incluyen: Ojos bien cerrados (1999), El señor de los anillos: El retorno del rey (2003) y Prometheus (2012).

Estudio 1 Gigantesco estudio que puede albergar a un ensamble orquestal de 110 elementos con un coro de 100 integrantes simultáneamente.

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STAR WARS

Por Carlos Bautista Rojas

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R2-D2 y C-3PO fueron creados con base en los personajes «cómicos» de la cinta La fortaleza escondida (1958), de Akira Kurosawa. El actor británico Alec Guinness —quien interpretó a Obi-Wan Kenobi—, siempre comentó que su experiencia durante la grabación de la película fue desastrosa, y que fue idea suya que mataran a su personaje para no tener que lidiar de nuevo con diálogos tan malos. Carrie Fisher —la princesa Lea— y Harrison Ford —Han Solo— lograron persuadir a George Lucas de cambiar varios diálogos pues, según Fisher: «que puedas escribir estas cosas no quiere decir que se puedan decir». Aunque Darth Vader es el personaje principal —la saga es la historia de su vida—, sólo aparece durante 12 minutos en pantalla. La idea de «empezar» por el episodio iv, surgió de las «matinés de sábado» de Buck Rogers y Flash Gordon que se produjeron en los años 40, y que se presentaban por capítulos —no siempre en orden numérico—. Antes del estreno, la 20th Century Fox le exigió a George Lucas que cambiara el título de Episodio iv a Star Wars, pues podía confundir al público qué había pasado con las primeras tres partes.

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MITOS DE HOLLYWOOD

La casa productora quería que Chewbacca usara por lo menos shorts, para que no estuviera «del todo desnudo». Chewbacca —cuyo nombre está basado en la palabra rusa Co6ák/sobaka/, ‘perro’— en origen era un monstruo pero adquirió su imagen actual porque Lucas siempre llevaba a su perro —de nombre Indiana— como «copiloto», mientras buscaba financiamiento para su película. Han Solo fue concebido para que lo interpretara un actor afroamericano. En las audiciones, fue elegido Glynn Turman, pero éste no pudo participar porque comenzó a filmar “El huevo de la serpiente”(1977), con Ingmar Bergman. Entonces George Lucas decidió cambiar la apariencia del personaje a la de un extraterrestre —que tampoco cuajó en las propuestas de maquillaje. En su origen, el apellido original de la familia Skywalker era Starkiller. La compañía productora tampoco estuvo convencida de que el título de Star Wars fuera el adecuado. Como no encontraron otro mejor, quedó así. Aunque varios expertos en historia del cine aseguran que Lucas en realidad «se inventó» el orden de las secuelas para darle mayor peso al contexto de su guión original.

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Los actores que interpretaron a los soldados imperiales en el desierto de Túnez, cobraron $6.50 dólares en 1976, equivalente a 24.76 dólares actuales. Fue la primera cinta de «ciencia ficción» (aunque los fanáticos prefieren definirla como «épica fantástica») —y la única de la saga— en ser nominada a Mejor película para los Premios de la Academia —Óscar. Las escenas de combate están basadas en documentales y en películas alusivas a la ii Guerra Mundial, como Flying Tigers (1942), Flying Leathernecks (1951) y Battle of Britain (1962), entre otras.

James Earl Jones y David Prowse —la voz y el actor que, de forma conjunta, dieron vida a Darth Vader—, jamás se conocieron en persona.

George Lucas quería que Orson Welles interpretara la voz de Darth Vader; pero al final desistió de ello porque la voz de Welles era demasiado reconocible para el público estadounidense.

Antes de Star Wars, David Prowse jamás había hecho un papel protagónico; una de sus interpretaciones «más relevantes», había sido como el hombre musculoso —Julian— que carga a Malcom McDowell en Naranja mecánica (1972).

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STAR WARS

Mel Blanc —quien dio vida a la mayoría de los personajes de Looney Toones— hizo una audición para interpretar la voz de C-3PO. James Earl Jones no quiso aparecer en los créditos de Star Wars para que no lo encasillaran como «la voz de Darth Vader». Sin embargo, su voz se hizo tan popular, que era imposible no reconocerlo. En las primeras filmaciones con David Prowse, al resto de los actores les costaba contener la risa, pues tenía voz aguda y un marcado acento de Bristol, Inglaterra. Por ello, en el set recibió el apodo de Darth Farmer —granjero oscuro. Para interpretar al traficante espacial Han Solo, hicieron casting James Caan, Al Pacino, Jack Nicholson, Robert De Niro y Burt Reynolds. Otros actores que estaban considerados eran Kurt Russell, Nick Nolte, Christopher Walken e incluso los cómicos Bill Murray, Steve Martin y Chevy Chase. Luego de obtener papeles secundarios en películas como El virginiano (1962) y Ironside (1967), Harrison Ford prefirió volver a su oficio de carpintero. Durante la construcción del set de American Graffiti (1967) conoció a George Lucas y éste le dio el papel de Bob Falfa —de donde luego surgiría el nombre de otro personaje emblemático de Star Wars: Boba Fett.

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Antes de su estreno, se esperaba que Star Wars fuera un fracaso, pues sólo 40 cines en los ee.uu. pidieron una copia de la cinta a la 20th Century Farrah Fawcett, Glenn Close, Barbara Hershey, Bernadette Peters, Bonnie Bedelia, Dianne Wiest, Margot Kidder, Jessica Lange, Meryl Streep, Sigourney Weaver, Cybill Shepherd, Christine Lahti Jane Seymour, Anjelica Huston, Catherine Hicks, Christine Baranski, Kay Lenz, Kim Basinger, Kathleen Turner, Debra Winger y Geena Davis, hicieron casting para interpretar a la princesa Lea. El papel de la princesa Lea iba a ser interpretado por Melanie Griffith. El argumento de la «nueva trilogía» —que narra el fin de la República, cómo se instauró el Imperio y el origen de la Alianza Rebelde—, se tomó del capítulo que se añadió a la historia cuando el Episodio iv fue adaptado a formato de novela. La mayoría de los soldados imperiales son zurdos, debido al diseño que tiene su uniforme para guardar el arma —y el arma misma. Harrison Ford se quedó con el papel de Han Solo porque él era asistente en las tomas de prueba y le explicaba a los demás actores cómo debía ser la actitud del personaje.

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JOHN WILLIAMS

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CINEFILIA

John Williams El compositor de Hollywood

Por Carlos Bautista R

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MITOS DE HOLLYWOOD

Reconocimientos John Towner Williams (Nueva York, 1932) es el músico vivo con mayores composiciones para la TV y el cine de Hollywood —140 y contando— y con más nominaciones al Premio de la Academia —Oscar—: 45, de las cuales ha ganado cinco. Fuera de los reconocimientos recibidos —18 Premios Grammy, tres Globos de Oro y dos Emmy—, su música ha determinado la intensidad emotiva de cada película para la que fue compuesta y ya forma parte del imaginar-

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io colectivo —como las cintas de Superman, Star Wars, Indiana Jones y Harry Potter—; es inevitable imaginar las escenas o los personajes con apenas oír unas cuantas notas. Ha compuesto el soundtrack de la mayoría de las cintas de Steven Spielberg, George Lucas y Chris Columbus. Además de su trabajo para Hollywood, también ha compuesto más de 30 obras para orquesta —conciertos y música de cámara— para intérpretes como Itzhak Perlman, YoYo Ma y Seiji Ozawa, entre muchos otros.


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Composiciones La isla de Gilligan —Gilligan’s Island— (1964) Perdidos en el espacio —Lost in Space— (1965) El túnel del tiempo —The Time Tunnel— (1966) Tierra de gigantes —Land of the Giants— (1968) Adiós, Mr. Chips —Goodbye, Mr. Chips— (1969)

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Las aventuras de Tom Sawyer —Tom Sawyer— (1973) Terremoto —Earthquake— (1974) Tiburón —Jaws— (1975) La batalla de Midway —Midway— (1976) Star Wars. Episodio iv: Una nueva esperanza —Star Wars. Episode iv: A New Hope— (1977) Encuentros cercanos del tercer tipo —Close Encounters of the Third Kind—(1977) Superman (1978)

Star Wars. Episodio v: El imperio contraataca —Star Wars. Episode v: The Empire Strikes Back— (1980)

Indiana Jones y los cazadores del arca perdida —Raiders of Lost Ark— (1981) E.T. (1982)

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Star Wars. Episodio vi: El regreso del Jedi—Star Wars. Episode vi: The Return of Jedi— (1983) El río —The River— (1984) Indiana Jones y el templo maldito —Indiana Jones and the Temple of Doom— (1984) Las brujas de Eastwick —The Witches of Eastwick— (1987) El imperio del sol —Empire of the Sun— (1987) Un tropiezo llamado amor —The Accidental Tourist— (1988) Indiana Jones y la última cruzada —Indiana Jones and the Last Crusade— (1989) Mi pobre angelito —Home Alone— (1990) El capitán Garfio —Hook— (1991) JFK (1991)

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Parque Jurásico —Jurassic Park— (1993) La lista de Schindler —Schindler’s List— (1993) Los hijos de la calle —Sleepers— (1996) Siete años en el Tíbet —Seven Years in Tibet— (1997) Salvando al soldado Ryan —Saving Private Ryan— (1998) Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma —Star Wars. Episode I: The Phantom Menace— (1999) I.A. Inteligencia Artificial —Artificial Intelligence: AI— (2001) Harry Potter y la piedra filosofal —Harry Potter and the Sorcerer’s Stone— (2001) Minority Report (2002) Star Wars. Episodio ii: El ataque de los clones —Star Wars. Episode ii: The Attack of the Clones— (2002)

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Atrápame si puedes —Catch Me If You Can— (2002) Harry Potter y el prisionero de Azkaban —Harry Potter and the Prisoner of Azkaban— (2004) La guerra de los mundos —War of the Worlds— (2005) Star Wars. Episodio iii: La venganza de los Sith —Star Wars. Episode iii: The Revenge of the Sith— (2005) Memorias de una geisha —Memoirs of a Geisha— (2005) Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal —Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull— (2008) Las aventuras de Tintín —The Adventures of Tintin— (2011) Lincoln (2012)

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CINEFILIA

Por Juan María Ordóñez Velasco

La cinefilia, al parecer, es una cosa hereditaria. Mi mamá —madre soltera y enfermera de profesión— nos contaba a mí y a mis hermanos que, al llegar del trabajo, aún exhausta después de las jornadas en el hospital, acudía sin falta —dos o tres veces a la semana— a las funciones de permanencia voluntaria a ver los clásicos de Alfred Hitchcock —«después de ver Psicosis, les juro que me daba miedo meterme a las regaderas del hospital»—, las superproducciones de Cecil B. De Mille, de Michael Curtiz o los musicales de Fred Astaire y Gene Kelly..

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Incluso, la santa señora se daba el lujo de adjudicarle la paternidad de cada uno de nosotros a su galán preferido del momento: Alain Delon, papá del mayor; Tyrone Power, del mediano,… y a mí me dejaba a Charles Bronson. Sí, el más feo de todos; pero, para mi fortuna, «sex appeal mata carita». Y es que, según intuyo ahora, la vida estresada de dobles y triples turnos en consultas, cirugías y urgencias, y la carga de criar sola a tres «hijos de Vi la» como nosotros, debía tener una vía de escape. Y ésta era la pantalla grande, la comodidad de las butacas y el esplendor de las cintas de la Época de Oro de Hollywood, los impecables números musicales, la belleza de los escenarios y del romance de dos personas que tenía siempre —no

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como allá afuera— un buen final, feliz y duradero.

Permanencia «involuntaria»

Antes de los años 70, ir al cine no era cualquier cosa. Los códigos de vestimenta del México de aquellas épocas señalaban que uno debía andar bien vestido, peinado y con sombrero, en especial si iba al box, al teatro o al cine. Además, era un evento tan preciado que se ponía cierta atención al momento de elegir una función: la gente mayor recordaba que, cuando las películas eran mudas, la sala se elegía de acuerdo con el mejor «presentador», un individuo muy elegante que, antes de proyectar, se plantaba frente a la audiencia y, con dotes histriónicas y de orador, pormenorizaba la tra-

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ma de la cinta en cuestión. Además, había una orquesta en vivo. Para los que conocieron la experiencia del celuloide ya en las actuales multisalas, es importante aclarar lo que significaba «elegir la sala»: durante el Pleistoceno al que me refiero, una película se proyectaba en un cine específico, y éste constaba de sólo una sala —grande, mediana o chica—, con una única taquilla, una sola dulcería y un cácaro a cargo. Así que, si uno quería ver, por ejemplo, a Bruce Lee en Operación Dragón (1973), y ésta se exhibía sólo en el cine Jesús H. Abitia, había que trasladarse hasta aquellos linderos sureños de la Ciudad de México. Y así con las demás: la cartelera de cines se ordenaba alfabéticamente y uno podía buscar el cine más cercano «y ver qué había» o, en su defecto, buscar una película específica y recorrer los kilómetros necesarios

para encontrarla. Una modalidad de exhibición, por demás extinta, era la «permanencia voluntaria», que significaba justo eso: uno podía permanecer en la sala, si lo deseaba, mientras se proyectaban dos o hasta tres películas seguidas casi sin interrupción. Con lo atractivo que podía sonar esto, la mayor parte de las veces —en especial cuando uno era niño— significaba una verdadera tortura. ¿Usted se imagina ver, literalmente de un sentón, Los diez mandamientos (1953) —con sus 220 minutos— seguida de Ben Hur (1959) —con otros tantos—, más sus respectivos intermedios? Es decir, ¿poco más de siete horas aplastado en una butaca desvencijada, ya húmeda y caliente? ¿Alternando la carga corporal en la asentadera izquierda, luego la derecha, izquierda, derecha? Y, al cabo de las horas, terminar en un recinto que olía

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a piso de linóleo con refresco derramado y pegajoso, a comida y a humanidad, a cargo del tío soltero y consentidor, que invariablemente roncaba durante toda la función. Y luego hay quien pregunta por el origen del trastorno por déficit de atención.

Comida y juego en el cine

¡Las dulcerías! ¿A qué niño no le emocionaba, antes de disfrutar de la función, acercarse al mostrador ilu-

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minado y pedir una o varias bolsas de dulces o pasitas con chocolate Escalona, una copa Holanda, unas Lenguas de Gato, las infalibles palomitas o los despachadores de dulces Pez? Y para bajar todo eso, ¿qué mejor que un refresco gigante de naranja, de limón o de cola? Sin embargo, no todos teníamos la misma suerte: una amiga me contaba que, a pesar de que su condición económica no era apretada, cada vez que iban al cine, su mamá le ordenaba: «Agarra dulces, que vamos al cine»; y así, ante sus ojos desfilaban los demás niños con risas como de hiena y las bolsas desbordantes de palomitas, sorbiendo los refrescos helados y sambutiéndose puños de dulces, mientras ella tenía que conformarse con lo que llevaba en los bolsillos: chiclosos del Osito Montes y paletitas Coronado. Yo tengo un trauma similar: en mi infancia padecí mucho

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de enfermedades respiratorias, y como la tradición dictaba que las nieves y helados provocaban tos y resfriados, la autoridad materna prohibió férreamente que el pequeño Juan María probara las copas Holanda. En su lugar, mi madre y mis tíos me daban un gaznate, que era —según ellos— «como un helado, nada más que no está frío». Luego por qué uno tiene que gastar miles de pesos en terapias hasta expulsar esos resentimientos de rincones inimaginables. El intermedio es otra figura arcaica. Consistía en una pausa de entre cinco y diez minutos, a mitad de la proyección, para que el público pudiera estirar las piernas, evacuar fluidos corporales sin perder la trama y, sobre todo, comprar más dulces, refrescos y palomitas, el verdadero negocio del cine. Pero en el caso de las películas infantiles, el intermedio era el momento en que los

niños liberaban la energía y los gritos contenidos durante 45 minutos, y corrían a aventarse por la pendiente alfombrada debajo de la pantalla, a corretearse y a juguetear con los grandes y pesados telones de antaño. Eran tiempos previos a la paranoia de los pater familias posmodernos, pero aun así —ya lo habrá adivinado usted—, fue otra de las experiencias cinematográficas que sólo pude contemplar…

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