Abril/2011
Recordando nuestra infancia ●
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/revistacarpediem ●
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Editorial La niñez es un periodo sin comparación a cualquier placer que se pueda imaginar, es la etapa más pura de la mente y del corazón. A su vez es un proceso donde luchamos por experimentar el mundo, todo queremos probarlo, todo queremos conocerlo. En esta edición, Carpe Diem se vuelve más personal y refleja una parte importante del ser humano, su infancia. Retomamos nuestras memorias, reviviendo los momentos más significativos de nuestra puericia. Tomamos un descanso de los artículos para entretener al lector con las historias verídicas de los autores, viajando en el tiempo hasta nuestra niñez. Decidimos enfocarnos en las experiencias vividas por los autores durante dicha etapa, vivencias que van desde lo más ordinario, como travesuras, hasta aspectos que marcaron la vida de los escritores, situaciones que repercutieron en nuestra manera de ser actualmente. Además de ser una oportunidad para conocer mejor a cada colaborador de la revista, a través de anécdotas pueriles. Tales recuerdos deberían quedarse en nuestra mente pues nos formaron durante nuestro crecimiento para ser quienes somos el día de hoy. Fuimos niños y, fuera de cualquier contexto, todos logramos vivirlo al máximo, a nuestra forma pero con una gran felicidad. La infancia: recuerdos de la inocencia, recreos de ayer y esa personalidad tan perspicaz y nada pretenciosa que caracteriza a los niños. Carpe Diem busca llevarnos a esa bella etapa de nuestras vidas, para explicarnos como nuestro caminar ha cambiado, sin embargo, nuestra esencia sigue siendo la misma. Y así, resaltar la importancia de recordar nuestro pasado para entender mejor nuestro presente y poder avanzar hacia un futuro mucho más próspero. Conmemorar y analizar nuestra infancia nos da la virtud de poder valorarla, voltear a ver lo que somos con respecto a lo que hemos vivido. Con estos escritos deseamos transmitirles las esperanzas y alegrías que trajo consigo esta hermosa e inocente etapa de nuestras vidas. Si todos ponemos de nuestra parte, podemos lograr que los niños tengan una buena inocencia y sean un futuro próspero para el mundo. Les presentamos otro número de nuestra afectuosa revista electrónica con la inclusión de poemas y escritos referentes al ser más inocente y especial que conoceremos en nuestras vidas: el niño.
Índice Aprendizaje .............................................................................................................................................. 6 Cambios ...................................................................................................................................................... 7 Crónica de una enfermedad anunciada ............................................................................................. 9 El cumpleaños número 4 de mi hermana .......................................................................................... 10 El precio de un beso............................................................................................................................... 11 El progreso de la infancia ....................................................................................................................12 Esos son… ¿tus hijos? ......................................................................................................................... 13 La infancia de......................................................................................................................................... 15 La lista de los feos............................................................................................................................... 16 Las nimiedades de mi niñez................................................................................................................ 18 Mi infancia llena de… ¿balones? .........................................................................................................19 Mis más bellos momentos ...................................................................................................................20 Nina Beba Bazán ....................................................................................................................................21 Nostalgia por una niñez pasada ....................................................................................................... 22 Ornitofobia .............................................................................................................................................. 23 Pasear como niña grande ................................................................................................................... 24
Perdida… encontrada .......................................................................................................................... 25 Querido Diario ...................................................................................................................................... 26 Querido Padre ....................................................................................................................................... 28 Sangre ..................................................................................................................................................... 29 Será mañana, César Miguel.............................................................................................................. 30 Si deseas ver el arcoíris, tienes que soportar la lluvia ............................................................. 31 Spielzeugen ............................................................................................................................................ 32 Sustos que marcan vidas .................................................................................................................. 33 Tres ......................................................................................................................................................... 35 Un cambio de actitud .......................................................................................................................... 36 Un cambio en mi vida........................................................................................................................... 37 Un gran susto ....................................................................................................................................... 38 Una historia nada extraordinaria, que tampoco intenta serlo .............................................. 40 Una infancia peculiar ............................................................................................................................ 41 El fruto de mi niñez, dejando una sonrisa en cada porvenir ................................................... 42 Erre .......................................................................................................................................................... 43 Inocencia ................................................................................................................................................. 44 Mi niño infeliz, el que grita por querer salir .............................................................................. 45 Risa Infantil ............................................................................................................................................ 46
Aprendizaje Luis Carlos Huape La infancia es una etapa muy importante en la vida, al menos para mí ha sido una etapa que la recuerdo con gran alegría. De los momentos que más recuerdo de mi infancia, son esas horas que me la pasaba jugando imaginándome que era un superhéroe salvando a la tierra, al igual que los personajes de caricaturas que veía, lo cual me hace recordar también otra de mis grandes pasiones que aún tengo y que ha sido gracias a las caricaturas ha sido el deporte, en especial el futbol. Que inicié jugando a los 7 años y que aunque ya no lo practiqué, hoy en día sigue siendo algo que me gusta ver y que sin duda te distrae de todas las preocupaciones que puedas tener, aunque a esa edad sean muy pocas. Una de las cosas más maravillosas de la infancia es el cómo podemos creer en cosas que no vemos, es decir, se tiene una gran fe en los que nos dicen. Ya que quien dice que no creyó en alguno de estos personajes como Santa Claus, el hada de los dientes o el coco, no vivo una infancia como la mayoría llena de ilusión. Lo que me hace reflexionar cuanto esfuerzo hacen los padres por crearnos una ilusión sobre magia y fantasía, simplemente para que nos portemos bien y los obedezcamos sin darnos cuenta. La infancia es muy importante, porque es cuando se nos forja una gran parte del carácter que tenderemos y como manejaremos algunas decepciones. Ya que cuando eres niño es cuando absorbes todas las actitudes de los que te rodean y creas la tuya, es por eso que generalmente cuando un niño vive en un ambiente en el cual los adultos se expresan con groserías 33y demás este niño hará lo mismo. Como lo he visto últimamente en una escuela primaria donde ayudamos a los niños a su aprendizaje, los cuales son de 7 años, algunos de ellos ya dicen groserías y quieren arreglar todo lo que los irrita a golpes. Es por esto que la infancia es muy importante, ya que es cuando ves lo que está mal y lo que está bien. Una de las cosas que me ha marcado mucho en mi infancia ha sido las veces que en la que jugando hacia cosas que no sabía que estaban mal. Como cuando en la escuela un niño llevo uno cohetes pequeños los cuales, tronaban al aplastarlos o al lanzarlos al suelo, y empezamos a arrojarlos a otros niños sin saber el daño que podíamos causarles por lo cual fuimos merecedores de un gran regaño. Otra cosa de las cosas que pasan en la infancia al igual que en cualquier otra etapa de la vida son los errores y derrotas, pero a diferencia es que aquí es donde se tiene que enseñar cómo se debe manejar esto. Un ejemplo basado en mi propia experiencia, es cuando en la escuela había un concurso de deletreo de palabras en inglés, a los cuales no llegaba a un lugar en el que merecía premio, lo cual me hacía ponerme triste. Hasta que les pedí ayuda a mis hermanas mayores y los dos últimos años de la primaria en los cuales me ayudaron a llegar al 4to lugar. Con esta experiencia aprendí de mis errores, el cual fue no pedir ayuda y aprendí a manejar las derrotas, ya que sabía que me había esforzado y estaba feliz aun cuando no hubiese ganado un lugar más alto. Por lo cual la infancia para mí ha sido la etapa donde se forjaron algunas de las cosas que hoy en día me continúan gustando; donde se aprende lo que es bueno y lo que es malo, y que sin una buena supervisión no lo aprendes y sigues cometiendo los mismos errores. Y que sin duda es donde se forma el carácter que se tendrá al crecer.
Cambios Karla Monge Un octubre de 1996, dejé de ser hija única para súbitamente convertirme en “la hermanita mayor". De ahí en adelante mi vida cambió por completo, y un 7 de mayo de 1999, cambió aún más. Empezando porque nunca me pareció que alguien más recibiera la atención que me pertenecía; en mi familia nunca olvidarán las muchas veces que escondía a mi hermano cuando venían las visitas. Una de esas veces, que llegaron a conocer a mi hermano unos tíos, yo estaba tan celosa y enojada porque a mí no me hacían caso, que me paré en la puerta de su cuarto y no me moví de ahí, alegando que estaba dormido y no debían despertarlo. Funcionó por unos minutos, pero al cabo de un rato, me quitaron de la puerta y procedieron a ignorar todo esfuerzo de mi parte por llamar su atención, y hacerle caso al nuevo bebé. Nunca me rendí, y en repetidas ocasiones apliqué la misma técnica. Varias veces envolví a mi hermanito en papel de baño, o le puse vaselina para que no lo cargaran por estar pegajoso. Cuando mi hermanita llegó, ya estaba acostumbrada a vivir con un hermanito; pero solamente uno. Debo admitir que estaba mucho más emocionada por tener una hermanita, que por haber tenido un hermanito. Creía que podía hacerla como yo quisiera, era como tener un juguete nuevo. Estaba tan emocionada que inclusive le llevé flores, y
uno de mis ositos favoritos. El tiempo pasó y crecimos juntos, jugábamos muchísimo, y nos encantaba salir a nuestro patio a imaginar que éramos piratas, o hacer “guaridas” con los sillones y muchas cobijas. Una de las veces más memorables que pasamos entre hermanos, fue cuando nos trajeron un trampolín de regalo de navidad, para ese tiempo yo tenía unos 8 años, mi hermano unos 5, y mi hermanita unos 2 años. Pasaron las semanas, y en nuestro último fin de semana de vacaciones de invierno; que era el único fin de semana que quedaba para estar juntos y jugar sin límite de horario, se me ocurrió la idea más grande que había tenido a mi corta edad. En el trampolín que nos habían regalado, había varios postes sosteniendo una red de seguridad, para que no nos fuéramos a caer al momento de estar brincando. En una de las esquinas del patio de mi casa había un árbol, y quedaba justamente en diagonal a uno de los postes que sostenían la red. Decidí comentarles mi plan maestro a mis hermanos y fuimos por unas cuerdas que tenía mi papá, cortamos una frazada en tiras largas y agarramos todos los cintos que mi mamá tenía; con nudos simples, hicimos una larga cuerda de diversos materiales. Yo acomodé y amarré la cuerda en el poste, y mi hermano amarró el otro extremo en el
árbol. Mi idea era crear una tirolesa como las que veíamos en la televisión, y cruzar todo el patio hasta llegar al árbol.
llegó mi papá de trabajar y vio a mi hermanita con semejante moretón, en ese preciso momento supe que me iba a tocar un regaño de lo peor.
Cómo no sabía si mi plan funcionaría y mi hermanito le tenía miedo a las alturas, entre los dos decidimos que la más apta para realizar la hazaña por primera vez, era mi hermanita menor. Nos aprovechamos de su entusiasmo e ingenuidad, la cubrimos con varias cobijas en los codos y en las rodillas para “evitar fracturas” si es que se caía y le pusimos un sombrero como casco protector. Mi hermanita se lanzó sin miedo por el trampolín, y ni siquiera llegó a la mitad del trayecto, cuando las cuerdas se cayeron, junto con mi hermana. Mi hermano y yo bajamos corriendo del trampolín a verificar si estaba bien; además de evitar que llorara, porque si lo hacía, mi mama nos iba a regañar. Cuando llegamos ya era muy tarde, mi hermana estaba llorando y se agarraba la rodilla con mucha fuerza porque le dolía bastante. Mi mamá salió corriendo de la cocina a auxiliarla y a ponerle pomadas, ungüentos y remedios caseros para que no le doliera la rodilla. Afortunadamente, mi hermanita se quedó sólo con un moretón que recorría casi toda su pierna; si se hubiese quebrado la pierna jamás me lo habría perdonado. Cuando
Mi mamá me regañó a mí, por ser la mayor, y por no cuidar de mis hermanitos; obviamente me quitaron TODAS mis muñecas, ositos, y demás. Lo que más me dolió fue cuando me dijeron que ya no iba a jugar con mis hermanos en lo que quedaba de vacaciones, porque cada que yo jugaba con ellos, “mágicamente” alguno de los dos salía herido. Mi papá me dio un discurso de la solidaridad y de que debía apoyar a mis hermanitos, no perjudicarlos; aunque perjudicarlos nunca era mi intención, simplemente pasaba algo malo o se me salía de las manos. Además, ellos siempre se divertían al final. Nunca voy a olvidar, que esa misma tarde mis dos hermanitos llegaron a decirme que iban a ser “solidarios” conmigo y que ellos también iban a obedecer el castigo que me habían impuesto solamente a mí, fue entonces cuando entendí el verdadero significado de solidaridad, un valor que es de lo más importante en mi familia. No fue necesario un sermón ni mucho menos, solamente mis dos hermanitos asumiendo la culpa de mi travesura, junto conmigo.
Crónica de una enfermedad anunciada Karla Michelle Canett Castro -Michelle, Michelle, ¡Mira! Me encontré un gato-, decía algún primo entusiasmado con su descubrimiento. -¡Qué padre! Déjame tocarlo-, vociferaba emocionada con la idea de acariciar un felino, creo que nunca había estado tan cerca de uno. Pero justo cuando estaba a punto de tomarlo en mis manos escuché esa voz que me oprimió por muchos años, -¡Ya te he dicho que te hacen daño los gatos porque sueltan muchos pelos!- Rayos, otra vez me había cachado con las manos en la masa. –Ay mamá, pero sólo quiero tocarlo poquito…argumentaba en mi defensa, pero siempre era en vano. Mis padres trataron de todo, aceite de no sé cuántos animales extraños, los cuales tenían un olor horrible y tenía que tomar algo de jugo después de ellos. Todas las noches me nebulizaban, recuerdo quedarme dormida con ese aparato puesto. Mi madre me daba golpes en la espalda para aflojar las flemas, decía ella, aunque nunca estuve muy convencida de los resultados. Eso, sin contar el par de veces que estuve internada por mi trágica enfermedad, así es: sufría de asma. Existen diferentes teorías de por qué contraje ese mal: la primera dice que porque mi madre comía mucho hielo cuando estaba embarazada de mí, ésta me parece muy absurda, pero eso dice mi nana. La segunda explica que como en la ciudad de Ensenada, a donde nos mudamos cuando tenía días de nacida, hay mucha humedad y la casa era fría, pues afectó mis bronquios; esto suena un poco más lógico, pero sigue sin convencerme. La tercera afirma que nací con ella por razones de herencia, genes y esas cuestiones de la naturaleza que nunca he logrado entender. Sea cual sea la razón, la verdad es que me causó muchos momentos infelices.
Mientras todos mis primos se metían a la alberca, se tiraban clavados y jugaban luchitas, yo, una pequeña niña con ganas de nadar como ellos, me quedaba sentadita como una muñeca observándolos. Por alguna razón, siempre fui muy madura, más despierta y consciente que los demás, así que cuando mi madre me explicaba que debido a mi enfermedad y por mi bien no podía realizar todas aquellas actividades divertidas que los niños normales hacían, lo entendía sin renegar y aceptaba su disposición con gusto. Pero ahora, no tengo ninguna historia divertida que contarle a mis hijos de aquellos años de infancia. Aunque no todo fue tan infeliz, tuve mis buenos momentos. Además, un día sin más, dejé de padecer asma. No sabemos cuál de todos los remedios que se me dieron fue el efectivo, yo confió que fue Dios quien me sanó. Sin embargo, mi madre prefería tomar sus precauciones. Así que tuve que sufrir un tiempo más de cuidados extremos: muchas chamarras y bufandas, no salidas después de bañarme, nada de raspados ni nieve, entre otras reglas. De hecho, creo que mi tono de piel tan pálido se debe a la poca exposición al sol que tuve durante mi niñez. Mi abuela paterna, quien vive a un lado de mi casa, es decir, es mi vecina, sólo me miraba unas dos veces por semana y bajo ciertas condiciones. Bueno, tal vez no era tan estricto, pero en verdad que era extraño encontrarme fuera de casa. Debo agregar que nunca comí fresas con crema hasta que estuve en la secundaria, estaban prohibidas dentro de mi dieta ya que las fresas, al ser de una planta rastrera, no podían estar completamente libres de tierra, lo que también era dañino para mi salud. Pero entre todas aquellas experiencias inolvidables de medicinas, remedios y doctores, fui una niña feliz con buenas calificaciones desde el jardín de infantes. Al final, la leche de cabra que tomaba no era tan mala (la de vaca también me hacía daño…), y tal vez ayudó al desarrollo óptimo de mi cerebro. Sinceramente, agradezco a mis padres por todo su esfuerzo durante ese tiempo, pues sin ellos, me encontraría hospitalizada en estos momentos.
El cumpleaños número 4 de mi hermana Rosa Ptanick La primera vez que fui a Disneylandia es un día que tengo muy presente aunque era muy pequeña cuando sucedió. Fue el 9 de abril de 1998, cuando Sofía, mi hermana menor cumplió 4 años. El 8 de abril llegamos a San Clemente mi mamá, mi papá, mi hermana y yo. Dejamos las maletas, saludamos a la familia, y mientras los adultos platicaron un rato, los primos jugamos hasta cansarnos y después nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, nos despertamos tempranito y partimos el pastel en la mesa del comedor. Allí, además de mis papas y mi hermana, estaban nuestros anfitriones: mi tío Alex, mi tía Ivonne y mis primos Alejandro, Alejandra y Eduardo. Después de desayunar y comer pastel, mi pequeña familia y yo agarramos carretera rumbo a Disneylandia. Llegamos pronto pero a mí me pareció una eternidad porque ya no podía esperar más para conocer Disney. Cuando por fin llegamos, todo era tan grande y tan bonito, completamente nuevo para mí. Lo primero que hicimos fue comprar boletos y el plan era conocer todo el parque y después empezar a subirnos a los juegos. ¿De veras creían mis papás que una niña de 4 años y otra de 5 podían esperar tanto tiempo? Cada que veíamos un juego sentíamos la necesidad de subirnos, y claro que mamá y papá no pudieron decir que no. Nos subimos al de Dumbo, al de Blancanieves, fuimos donde está la espada en la piedra y la intenté sacar pero no pude y de ahí corrí al carrusel. Nos subimos también al juego de las muñecas que cantan “Que pequeño el mundo es” y al de piratas del caribe. Lo más impresionante para mí fue el submarino, pues todo parecía tan real que hasta me dio poquito miedo. Hablado de juegos que dieron miedo, había uno de una ranita que se llama “Mr. Toad´s Ride” y a mí me tocó ser “inocente” según el juego y todo fue muy feliz, pero a Sofía le tocó “culpable” y salió llorando porque le dio mucho miedo el juego. Después nos subimos al juego de Alicia en el País de las Maravillas y comimos muy rico, compramos dulcecitos y muñecos, recuerditos y esos artículos que compras cuando visitas Disney. A pesar de que cuando fui era muy pequeña, hay recuerdos que tengo muy grabados y aún hoy, es un día que recuerdo con mucho cariño y fue un día muy especial para mí porque es de los pocos viajes que recuerdo en los que estábamos mi mamá, mi papá, mi hermana y yo.
Karina Sujey Cárdenas Rivas Un día como cualquier otro en el jardín de niños, nos reunimos por grupos de amigos, las niñas de un lado y los niños del otro. El líder de los hombres era un pequeño llamado Ever. Lo que hacía esa mañana diferente era lo sospechoso que se comportaban los niños, sus risas y miradas indicaban que tramaban alguna travesura y, por lo visto, no sería nada bueno. Al timbrar la campana del receso, salimos todos gritando y corriendo para apartar un lugar donde comer. Cuando por fin habíamos elegido dónde sentarnos llegaron los niños gritando: “A ELLA”, entonces me di cuenta que me habían señalado y que se acercaban a atacarme; me levanté y corrí hasta que terminó el receso, en ese momento me pareció haber corrido por horas pero no dudo que en realidad no hayan pasado ni diez minutos. Terminé completamente cansada. Al regresar al salón de clases me acerqué a pedirles una explicación, ellos sólo se burlaban de mí. De pronto escuché que uno gritó “él te quería dar un beso” y
otro amigo lo golpeó. Les dije que era una tontería y que dejaran de molestarme. Indignada fui a tomar asiento. Mientras esperaba a mi mamá para irnos a casa, vi cuando mi hermano y Ever platicaban como si fueran amigos, algo inusual pues, frecuentemente, mi hermano peleaba con Ever para defenderme de él. Después me habló mi hermano para que saliera del salón, pues ya habían llegado por nosotros. Al salir sentí que alguien corría cerca de mí y, al voltear, era Ever, quien ya me había dado un beso en la mejilla. Mientras me limpiaba el beso, Ever llegó de nuevo y me dio otro beso en la otra mejilla. Al llegar a casa mi hermano se reía de mí, al preguntarle cómo era que sabía lo sucedido, me platicó sobre el trato que había hecho ese par: Ever le daría una lección de karate a cambio de que lo dejara darme un beso. Obviamente, al día siguiente los encontré juntos practicando karate.
El progreso de la infancia Ricardo Andrés Zapata Villalobos “La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño” Nietzshe. Esta época de alegría y fantasías que representa la infancia solamente se vive una vez. Para muchos es simplemente una etapa, mientras que para otros es un estado de la vida en la cual desempeñamos toda nuestra capacidad de imaginación. En la actualidad, la niñez se ha visto afectada por el avance tecnológico; ya que los pequeños empiezan a aprender el uso de la computadora a muy temprana edad y algunos de ellos ya poseen redes sociales. Hace 20 años la infancia se encontraba jugando principalmente en las calles, las personas salían por las tardes y se observaban niños jugando futbol, se escuchaban risas por todas partes y esto fue cambiando debido al progreso económico y social, porque algunos países decidieron convertirse en potencias mundiales forjando a los niños desde pequeños a que decidieran un futuro que muchos de ellos no deseaban; y convertirse así, en el símbolo del crimen organizado en nuestro país; se dejaron guiar por el camino del mal en vez de hacer lo correcto y progresar como una nación que se viera influenciada por la importancia de la infancia, dejar que ellos decidieran lo que quieren para que su país progrese no sólo como una potencia, sino que sea el ejemplo que conforma la niñez mexicana. Para algunos grupos sociales, la niñez es sólo el comienzo a una vida llena de aventuras y sueños los cuales cada uno se verá comprometido a realizarlos, estos se cumplen mediante acciones, no con palabras. La infancia es la etapa de la vida en la cual desarrollamos la imaginación al máximo, esto es debido principalmente a los medios masivos de comunicación y a los relatos o historias de los libros. Hoy en día este talento no se desarrolla lo suficiente como en años anteriores debido a la tecnología, la cual ha influenciado a no sólo a los jóvenes sino también a los niños desde su nacimiento, esto podría ocasionar un serio daño en el futuro no muy lejano debido a la radiación que emiten las computadoras y esto ocasionaría los problemas oculares por el uso excesivo de estos aparatos. “Se debe empezar desde los más chicos”, una frase muy conocida, utilizada principalmente para fines de educación y política que puedan favorecer lo que los adultos no pudieron hacer en sus tiempos, otorgándonos un país en donde la corrupción y la delincuencia organizada predominan. “Los jóvenes son el futuro de México”, un futuro el cual se ve con muchos obstáculos debido a la falta de interés y compromiso en el gobierno, la cual nos da pie a tomar decisiones que hasta los adultos no entenderían y pensando que las futuras generaciones de niños y jóvenes lo solucionaran. Es por esto que sólo una vez al año hay un día para los niños y otro dedicada a los estudiantes, días que son de suma importancia para nosotros que somos el futuro de nuestro país, si queremos que progrese debemos de empezar hoy y no dejarlo para mañana como acostumbramos, lograr que los niños de México lo cambien totalmente, sin delincuencia, corrupción y narcotráfico, porque nosotros somos el ejemplo a seguir, héroes que trabajaron para darnos todo lo que hoy tenemos y que nosotros no pudimos lograr. En este próximo día del niño reflexionemos acerca de adónde vamos y qué queremos lograr con nuestras acciones, para que nuestros hijos y nietos nos tomen como ejemplo, porque la imaginación puede cumplir nuestros sueños, pero esos sueños lo podemos lograr con perseverancia y entrega. Referencias: http://diadelnino.idoneos.com/index.php/Recuerdos_de_la_infancia
Esos son… ¿tus hijos? Ana Cristina Ochoa Amigos lectores se supone que esta edición de nuestra revista, hacemos un “flashback” de nuestra infancia; anécdotas, cosas divertidas, algo que nunca se nos olvidara y vivencias propias. Sin embargo no pude contenerme al contarles la historia de Anita, por cierto cabe recalcar que es en sentido a la infancia de Anita. Todo empezó un miércoles por la tarde, donde al parecer toda la familia de Anita estaba invadida por las compras navideñas. Sé que muchos han pasado por esas últimas compras y se han vuelto locos. Anita junto con sus 4 hermanos, sus dos primos, su tía Lourdes y su mamá, emprendieron el viaje; largas filas para cruzar a Estados Unidos, cuando menos dos horas. Anita era la única mujer dentro de esas camionetas tipo “mamá móvil” y estaba harta de que sus hermanos y sus primos estuvieran enfadando acerca de la muñeca que Anita quería para esa navidad. Después de la larga fila la mama de Anita junto con su tía decidieron ir directamente a la juguetería y después a comer para así avanzar más rápido en las compras y regalos que faltaban. Al llegar a la juguetería las señoras decidieron encargarles esta tarea a los chicos mayores.- “vallan a electrónicos, y empiecen hacer la fila; uno de los dos tiene que llevar a su
hermana a buscar su muñeca, para que cuando su tía y yo nos bajemos compremos las cosas y sea más rápido”. Los niños obedecieron y entraron a la juguetería como su madre les había dicho. Al llegar a la zona de electrónicos quedaron totalmente en shock cuando vieron la cantidad de gente que había haciendo fila para entrar. Uno de los más pequeños les dijo que quería ir a hacer del baño. Así que se quedaron en la fila los hermanos de Anita y un primo. Los adolescentes se dieron cuenta que la consola de videojuegos no la tendrían como regalo para esta navidad ya que esa era la última oportunidad de que hubiera en existencia. Cuando iban camino al baño a uno de ellos se les ocurrió que podían meterse a la fila, a otro sólo ir con un encargado y decir que le dieran la consola, pero al mayor de todos y más travieso se le ocurrió un mejor plan. Al llegar a los baños a un lado de los bebederos había una alarma para incendios donde era totalmente imposible que alguno de ellos alcanzara sin la ayuda de alguna escalera o silla. Entonces se les ocurrió que podían subir a Anita, era la más pequeña de todos y ella haría caso a todo lo que su hermano mayor y primos dijeran. Se fijaron bien que no hubiera ningún encargado para realizar tan malvado plan. Después de 5 minutos de
debatirlo llegaron a la conclusión que era lo correcto. Mientras tanto los chicos que estaban haciendo fila, encontraron una nueva diversión las bicicletas eléctricas. La mamá de Anita y su tía ya estaban dentro de la tienda, cuando se encontraron con una vieja amiga. La señora les presentó a su esposo y a sus hijos, unos niños extremadamente educados y con una disciplina que podrías creer que los educaba un coronel o general de guerra. Las señoras quedaron perplejas y empezaron a alardear de lo bien portados que eran sus hijos, mientras que Sonia la vieja amiga queda maravillada. Todo sucedió tan rápido: imagínenselo. Suena la alarma contra incendios, todos en la tienda y en la zona de electrónicos entran en pánico, los chicos al tocar la alarma salen disparados en dirección al punto de reunión pero no contaban con que de los niños, que se
supone que estarían haciendo la fila estuviera arriba de una bicicleta y perdiera el control así estrellándose contra el estante de “Barbie”. En cuanto chocó contra el estante, este de inmediato calló enfrente de los pies de la mamá, tía y la vieja amiga junto a su familia. Lo único que pudo preguntar Sonia fue: Esos son…. ¿Tus hijos? Como ven esa navidad, los niños junto con Anita, que sólo fue una víctima de las travesuras de sus hermanos y primos, no tuvieron regalo, ya que tuvieron que pagar por los juguetes dañados, una multa por encender la alarma y el estante que se rompió. Moraleja: jamás dejes solos a tus hijos dentro de una juguetería, no sabes cuantas cosas pueden ocurrírseles con tal de conseguir su juguete preferido. Algún parecido con la realidad es pura coincidencia.
La infancia de... Brandon Esquivias Estudiante de la preparatoria Centro de Enseñanza Técnica y Superior, donde cursa actualmente su último semestre. Persona dedicada, responsable y honesta; ingresará a la UABC convirtiéndose en cimarrón, donde estudiará la carrera de Ingeniero en Energías Renovables. ¿En qué etapa de tu vida consideras que ha ayudado en la formación de tu persona? Sin duda la formación de toda persona se realiza durante toda su vida, pero donde tengo mis bases es durante mi infancia. Es aquí donde se empieza a definir mi carácter, y no creo que sólo mío sino el de todos; es donde mi mamá me enseña lo que es correcto, donde recapacité lo que observé y donde aprendí más de las personas. ¿Cómo consideras que fue tu infancia? De mucho trabajo, puesto que mi papá siempre ponía a todos mis hermanos y a mí , a realizar tareas básicas como barrer, pintar, lavar carros, acompañarlo en las compras de su comercio; también está la de ir con él todos los domingos, la cual sigo realizando, donde le ayudaba en limpiar y empacar materiales. Por un lado estaba siempre el trabajo, pero como aprendí, después vienen las grandes recompensas, como fueron los alimentos, las cosas materiales y las salidas a San Felipe y Los Ángeles. ¿Cuál fue un factor importante para la realización de tu carácter? Yo considero que fue mi madre, pues que ella siendo muy estricta me marco pautas y límites a los cuales uno debe llegar para no caer en los excesos. Una de sus muchas reglas que impuso en la casa fue la de no ver televisión ni jugar videojuegos entre los días de escuela, solo los fines de semana. Una medida que previno el exceso pero no impidió mi gusto por este tipo de tecnología. ¿Alguna anécdota que te gustaría compartir? Sí, siempre la gente me pregunta sobre una cicatriz que tengo en la parte de atrás de mi cuello; la mayoría piensa que fue por una cirugía o una fuerte pelea con algún maleante, pero no fue ninguna, por el contrario fue por la negligencia de mis padres. Estábamos en el Valle de Mexicali, Luis B. Sánchez, Sonora e íbamos hacia el comercio de mi abuelo; mi padre conducía un pick-up de cabina y media, mientras yo estaba en la parte atrás sin cinturón; durante un frenón por parte de mi padre yo me desbalanceo y caigo sobre una placa de carros que se encontraba ahí. Después desconozco lo que sucedió, pero llego un momento en que sostenía una lata de pintura de espray y rayaba un pedazo de cartón. La cicatriz que actualmente tengo, que no es de su tamaño original, me acuerda de siempre tener el cinturón de seguridad puesto. De antemano agradecemos sus sinceras respuestas a nuestro cuestionamiento, esperamos una próxima entrevista.
La lista de los feos José Miguel Lino Últimamente he dormido poco. Insomnio, no sé; pero ya van varios días que estoy despierto a las 2 de la mañana sin nada que hacer. No tengo con quien platicar y la verdad es que los programas en la tele a esa hora son malísimos; por lo tanto, ese tipo de distracciones no me funcionan. Lo curioso es que, por alguna extraña razón —quizás producto de la soledad—, en ese momento mi hámster cerebral comienza a correr mucho más rápido de lo normal y vienen a mi mente ideas bastante curiosas. Pensamientos que no se me hubieran ocurrido en cualquier otra ocasión. Reflexiones, quizás irrelevantes pero muy profundas. Por ejemplo, de los traumas de mi infancia. Encontrar a mi papá tirando mis dientes por el escusado, cuando yo lo que estaba esperando era un ratoncito adinerado; el recibir una carta firmada por el mismísimo Santa Claus (pero con la misma caligrafía de mi mamá), explicando que aquel año hubo una huelga de duendes en el Polo Norte, por lo que no podría
regalar nada a nadie; y los regaños de mi abuela —que iban desde regaderazos de agua fría hasta taconazos en el cuello, y que me ponían tan nervioso, al grado de provocarme calentura—, son sólo algunos ejemplos de eventos que marcaron mi niñez. Bobos, tal vez, pero que impactan bastante a los 6 años. Así, como la lista de los feos. La lista de los feos —o simplemente 'la lista'— se ha convertido en una tradición dentro de mi familia materna y que surgió gracias a la increíble sinceridad de todos sus miembros (aunque no sé exactamente hace cuánto tiempo), cuyo propósito es catalogar a todos los feos de la familia desde que nacen y hasta los 21 años. No es ninguna lista tangible, no está escrita en papel. Todo es mental, pero es tan importante que todos conocen su contenido —o sea, los feos estamos bien identificados—. El cómo empezó no está claramente definido, pero varias versiones apuntan a una fiesta familiar, hace ya varios años, en donde una tía... o una bisabuela... o una tía bisabuela —o no
sé, porque francamente yo nunca la conocí— pidió que todos llevaran a sus recién nacidos para conocerlos. La mayoría 'preciosos' o 'muy bonitos' o 'ay-está-divino'; pero hubo un primo que no pasó la prueba... la prueba de la belleza. Lo acercaron muy envuelto en una cobija a la tía, que cuando lo descubrió quedó tan asombrada por la fealdad de aquel niño, que sólo atinó a decir: —Mija, pero qué calientito lo traes. De ahí, todo se fue en picada hasta el suelo —para los feos, digo—. Ese comentario desató la risa de los presentes y trajo como consecuencia la elaboración de una lista formada por todos las criaturas que no pasaran la prueba de la belleza. El juego comenzó y se acordaron las reglas: el momento de ingreso —si la tía, o quien fuera la encargada de la lista, así lo decidía— era al nacer, y la salida, en automático, se hubiera quitado lo feo o no, al cumplir los 21 años (lo equivalente a la mayoría de edad en Estados Unidos, porque gran parte de la familia es americana). Sin excepciones y sin piedad: los feos entran a la lista. El problema vino cuando los familiares para los que todo era risa y diversión, tuvieron un hijo feo. No a todos les hizo gracia escuchar un comentario negativo acerca de su bebé, de parte de la tía bisabuela —a fin de cuentas, ¿quién era
ella para juzgar la belleza?—. La lista ha provocado fuertes conflictos en la familia: ha traumado niños y ha cortado la comunicación entre familiares. También ha vuelto locos a algunos de sus integrantes, que desesperados por limpiar su nombre, intentan todo tipo de sobornos hacia la máxima autoridad —que desde hace unos 18 años es mi abuela materna—. Sí, yo estoy en la lista —cómo no voy a estar, si desde niño, mis retratos que mandaba por correo con la intención de que fueran colocados en la sala de la casa de mis abuelos, fueron utilizados por un tío para espantar cucarachas—. Incluso fui el abanderado de la lista un par de años, pero pienso que ser feo es más divertido (en el caso de los hombres, claro). Además, sé que la familia no lo hace con mala intención. Se lo toma muy enserio, pero su propósito no es destruir vidas; y como sea, a mí sólo me faltan 3 años para salir de la condenada lista. Lo bueno por lo malo, lo malo por lo bueno... no sé, pero el haber sido señalado como feo por tantos años —y por personas tan cercanas (que seguramente me seguirán diciendo feo, aún cuando salga de la lista)—, hace que cada 'estás muy guapo' o 'me gustas mucho' valga por dos y me haga sentir inmensamente feliz. Feo, pero feliz.
Las nimiEdadEs dE mi niñEz Alicia Ameyali Escobar Romero No quisiera recordar mi niñez con tristeza o añoranza por las cosas que no volverán. Recuerdo que en mis momentos de crisis existencial con tintes absurdos, mi mamá decía: ‘’aprovecha esta época, que será la más bella de tu vida’’. Pero no le creí. Tantos asuntos que parecían ser tan absurdos y la falta de drama en la vida hacen que me divierta recordando las tonterías que cometí (de las cuales, algunas se me volvieron costumbre). Veo a otras personas cuya infancia fue reprimida o nunca tuvieron la atención suficiente de sus padres, y me da tristeza porque sé que nosotros no escogemos a quienes nos educarán y yo tuve la suerte de siempre contar con un apoyo incondicional. Ahora miro atrás entre sonrisas y carcajadas, porque mi infancia fue increíblemente feliz. Disfruté como cualquier persona debe pasar esa época: sin preocupaciones. Fui tan, tan, pero tan consentida (¿malcriada?) que desarrollé mis travesuras al máximo. Me comí el pastel de cumpleaños de una tía, soy la razón de que las paredes de mi casa estén pintadas de forma que cubran mis infantiles obras pictóricas, entre muchas otras experiencias bastante curiosas. Una de las más cómicas, fue gracias a que mi conocimiento del mundo era tan limitado que cuando me intentaron explicar cómo es que el agua limpia el interior de tu cuerpo, agarré un vaso de agua y me lo derramé dentro de la blusa…
E incluso siendo pequeña, adopté un instinto protector hacia mis seres queridos, al punto de regañar a mi hermano de forma que mis papás decidieran no aunarse a mi sarta de reproches. Fui una niña muy feliz, y pienso que no debemos de dejar que esa pureza interior ceda ante la opaca realidad sino aprender a vivir con la inocencia al tiempo que maduramos.
Mi infancia llena de… ¿balones? Guadalupe Zavala Cada persona pasa por una etapa mágica y maravillosa que es la niñez. Durante esa etapa el niño se construye un mundo de fantasías donde los malos pensamientos no caben en su mente, se pueden escuchar risas y juegos, nada más. En ese mundo se encuentran sus sueños, ilusiones, pero sobre todo deslumbra su imaginación para encarnar cada de uno de sus personajes de sus cuentos. En esa etapa los niños quieren ser personas adultas y por eso juegan a ser astronautas, doctores, bailarinas, bombero o futbolista, como fue mi caso. Hace algunos años mi tío entrenaba a un equipo de fútbol varonil que se llamaba “Club deportivo España”. Un día cuando llegaba del kínder mi papá me sorprendió con una noticia: iría a entrenar con mi tío en su equipo de fútbol varonil; esas palabras fueron el inicio de un gran cambio en gran parte de mi infancia. Esa noticia tuvo un impacto en mí, ya que lo que esperas que te diga tu papá es que te haya inscrito a una clase de baile o algo parecido, pero no fue así. Recuerdo que los primeros días me sentía asustada, ya que el equipo eran todos hombres y yo era la única mujer, ellos decían que cómo una niña de mi edad podía jugar fútbol y lo peor es que yo también me lo preguntaba. Conforme pasó el tiempo, me fui adaptando y poco a poco me fue gustando y llego a tal grado que ya no iba por una obligación que mi papá me puso, sino porque realmente me gustaba ir a entrenar. Al paso de los años sentí que el fútbol era algo muy importante en mi vida, ya que gracias a la práctica y el esfuerzo me convertí en una buena jugadora desde pequeña. En el equipo, mis
compañeros se quedaban impactados con la rapidez que aprendí a jugar, pero llegó un momento en el que tuve que dejarlo por situaciones familiares. Cuando estaba en quinto de primaria llegó la oportunidad de representar a la escuela en el equipo de fútbol varonil y en femenil. Durante los partidos los entrenadores me observaron cómo jugaba, entonces una vez llamaron a mi casa para anunciar que había sido seleccionada para participar en la selección femenil de Mexicali. Mis papas me felicitaron por esa gran noticia, pero para mí fue un sueño ya que puse mucho esfuerzo por demostrar que las niñas podemos jugar fútbol al igual que los hombres, pero esa responsabilidad aplicaba un triple esfuerzo ya que participaba en tres equipos y tenía que entrenar cuatro horas diarias. Al paso de los meses pensé que mi futuro sería ser una futbolista profesional, pues me informaron que había sido seleccionada para participar en la selección femenil de México. Un día me senté y pensé ¿será ese mi futuro? y la respuesta que obtuve fue un no. Cuando les comenté a mis papas de la decisión que había tomado me apoyaron. Entré a la secundaria y ya no jugaba con los equipos de antes si no con otros, pero ya no sentía la misma chispa que cuando iba en la primera, entonces decidí retirarme. Sobre la decisión que tomé sigo pensando que fue la correcta, ya que ahorita me siento feliz y contenta cuando recuerdo los bellos momentos que me trajo el fútbol, que al principio pensaba que era lo peor que me podía haber pasado y que después se convertiría en lo mejor de mi infancia.
Mis más bellos momentos Paola Orejas
Aquella etapa en la que todo era fácil, donde no había problemas y todo se arreglaba con dulces. Los momentos más felices los viví en mi infancia. Desde pequeña fui una niña dedicada al deporte, pero también hubo otra disciplina que captó mi atención: ballet. Comencé cuando tenía 5 años y aunque solo bailé por poco tiempo, me gustó mucho porque hasta ahora que soy adolescente me di cuenta que varias personas con las que estuve en ballet, son parte importante de mi vida ahora. Otro pasatiempo que me gustaba mucho era usar la bicicleta y aún recuerdo las aventuras que me pasaban, pero me acuerdo de una en especial, que fue cuando me caí. Era un día en el verano; estaba en Rosarito con mi familia y mis primos. Solíamos jugar carreritas en la bicicleta pero aquella vez decidimos poner una rampa; todo iba tan bien hasta que subí a aquel artefacto creado por mis primos. Recuerdo que fue el dolor más grande que sentí
durante mi infancia, pues hasta ahora no se me ha olvidado. Surgió algún percance con la llanta de mi bicicleta y rodé estando arriba de ella hasta terminar en el piso. Mis llantos fueron escuchados por mis padres, quienes fueron a socorrerme rápidamente; mi cara tenía muchos raspones pero aquel de la barbilla era el que más me dolía. Los días siguientes fueron aburridos, pues no pude salir a jugar como solía hacerlo. Un hecho muy importante que marcó no solo mi infancia sino mi vida entera fue la llegada de mi hermana, quien nació un año y un día después de mi cumpleaños y por lo tanto, todas nuestras piñatas desde pequeñas las hemos celebrado juntas. La que más recuerdo fue aquella fiesta cuyo tema era Tatiana; mi madre nos hizo un traje parecido al de la cantante y contrató a una doble de ella, quien con coreografías y cantos hizo que pasáramos un buen rato. Pienso que aquellos momentos en los que jugábamos eran los más divertidos, pues ahora hemos crecido y las responsabilidades han aumentado junto con la presión y el estrés por la interminable duda de qué nos depara el futuro.
Nina Beba Bazán Krishna Gabriela Almaraz
“Había una vez… un niño… que se fue al mar… en un barco… ¿y adivina qué?. Te trajo un caramelo.” Después se escuchaban mis risueñas carcajadas y sonrisas y le rogaba a mi papi que la volviera a contar. Una y otra vez, hasta que él se cansara. Creo que mi papá nunca entendió porque amaba que me contara ese pequeño cuento. Mi padre tiene la imaginación más poderosa que conozco, y siempre me deleitaba con sus complicadas historias, sus fantásticas aventuras, y sus espectaculares experiencias. Mi nombre es Krishna Gabriela Almaraz y nací entre amor. Soy la primera nieta en una familia grande y exageradamente unida. Desde pequeña me empaparon con una ola gigante y profunda de cariño, mis tíos y abuelos se dedicaban a cuidarme y a enseñarme a descubrir el mundo. Si me preguntaban mi nombre yo con orgullo contestaba: NINA BEBA BAZÁN (Krishna Gabriela Almaraz). Pero a los que les agradezco todo lo positivo que tengo son a mis padres. Mi madre no lo sabe, pero es la mujer más hermosa y capaz que conozco. Mi madre literalmente entregó su vida a mi desarrollo. Con paciencia me enseñó a hablar dos idiomas a la perfección, me contestaba las extrañas preguntas que se me ocurrían, y se tomaba horas de su día en cocinarme todo orgánico y muy saludable. Gracias a ella aprendí a diferenciar lo bueno de lo malo, a tener conciencia de mis acciones y a ayudar a mi comunidad. Me enseñó que la honestidad es lo más importante y a cuidar el medio ambiente. Mi padre se encargó de la parte un poco más rebelde, como quien dice, él me corrompió. Aunque cuando era bebé no hizo más que llenarme de amor y contarme cuentos lindos, en cuanto podíamos mantener una conversación juntos todo se volvió distinto. A mi padre le agradezco la parte de mi ser que se encarga de cuestionar todo. Mi padre me enseñó a mentir, y a salirme con la mía. Me enseñó a manipular mi entorno y a los demás de acuerdo a mi conveniencia. Por supuesto, el me introdujo a la música que se escuchaba en sus tiempos. Bandas de rock que ahora siguen siendo mis favoritas como KISS y Pink Floyd. Creo que la combinación fue buena. He hecho demasiadas travesuras en mi vida. Algunas chistosas e inclusive dulces y otras no tanto. Pero no me arrepiento de nada. Porque de todo se aprende, y sigo perfeccionando mi persona y tratando de ser mejor cada día. Para que mis padres estén orgullosos.
Nostalgia por una niñez pasada Juan Pablo Bárcena Es curioso cómo es que toda la vida me ha molestado la inmadurez de mi hermano de 11 años, junto con sus lloriqueos y sus berrinches eternos, pero ahora que lo veo a sólo unos cuantos pasos de la pubertad no puedo evitar sentir nostalgia y añorar los tiempos pasados. Tiempos pasados, mas no perdidos. Los tiempos de mi infancia son los responsables por la persona que soy hoy en día; son aquellos sucesos que considerábamos, en aquél entonces, los más insignificantes y comunes, los que más se extrañan en el presente. Eran las pequeñas cosas las que le daban sabor a la vida, porque con la más simple piedra se podía jugar al más divertido de los juegos. No había discriminaciones ni rencores. Las únicas preocupaciones eran las de entregar a firmar los reportes por acumulación de tareas incumplidas a mis padres. Los apuros eran por llegar rápido a casa para comer aún más velozmente para poder ver el nuevo episodio de “digimon”. Ansiedades eran al tener que esperar por la navidad o tu cumpleaños para que te llegaran tus regalos. Felicidad, mayor aún que la época navideña, era cuando los viernes, saliendo de la escuela, te ibas a casa de tu mejor amigo para jugar cualquier juego absurdo. Alguna vez leí en un libro de bolsillo cualquiera que es muy triste como es que se vive la vida diariamente y sentir que se hace lo mismo todos los días y de pronto, voltear atrás y ver cómo han cambiado las cosas. Esto es exactamente lo que me pasa a mí siempre que me hundo en mis recuerdos; no puedo evitar recordar cómo es que en la primaria moría por ser adolescente y que mi padre me prestara el carro; como es que en la secundaria moría porque mis padres dejaran de molestarme con las calificaciones, como es que en la preparatoria muero por irme de mi casa con destino a alguna universidad en otra ciudad. Realmente me doy cuenta que vivo esperando a lo que sigue sin darme cuenta de que lo que vivo en el momento es realmente grandioso y que las únicas ocasiones en que he vivido mi vida al máximo ha sido en mi niñez. Cuando cada experiencia, por más aterradora que fuera, siempre la vivía al máximo y no esperaba futuras situaciones para poder divertirme. Inclusive en la escuela el aprender era algo fantástico y las palabras en inglés aprendidas las volvía a pronunciar en mi casa bajo el aplauso de mi madre; el salir a jugar con mi perro era el recorrer la mayor de las aventuras junto con el corcel más feroz y fiel de todas las bestias; el subir a una brincolina en las fiestas de los cumpleaños era el paroxismo de la semana y lo que lo hacía tan especial era que lo vivía con mis mejores amigos. Al releer lo que escribo me doy cuenta que no hago más que citar viejas experiencias que tenia de pequeño, y al mismo tiempo, sonrió. La niñez no fue una época en la que nuestras decisiones marcaran nuestra vida, las decisiones eran tomadas por nuestros padres y ahora me doy cuenta que fueron las mejores; la niñez no fue un tiempo en que nos estresábamos por ir a la escuela los lunes, era una emoción el poder ir a la escuela los lunes y así ver de nuevo a tus amigos en la escuela; la niñez no se encasilló en modas y dinero, la niñez se encasilló simplemente en la diversión. La niñez fue una época de felicidad que nunca regresará, pero así es la vida. Al escribir acerca de mi niñez me pongo a pensar en todo lo que abarcó y ahora que poseo mayor nivel de madurez me doy cuenta que lo único que se puede decir de mi niñez es que fue feliz. Mi niñez no necesitaba de cosas materiales ni experiencias nuevas. Era la máxima expresión de ser yo mismo y ser suficiente. No tenía miedos ni inseguridades por lo que los demás pensaran de mí, y parecía que los demás eran iguales que yo en ese sentido. Todo lo que buscábamos era compartir sonrisas, y fue lo que hicimos mis amigos y yo, y es aún mayor mi orgullo al recordar esas sonrisas de mi infancia compartidas con las personas con las que comparto las sonrisas de mi adolescencia: con mis padres, mis hermanos y mis amigos, aún están todos presentes en mi vida y me doy cuenta que no habría podido seguir adelante sin cada uno de ellos. Es simplemente motivo de sonreír el ver mi infancia compartida por las personas que comparten mi presente y que espero compartan mi futuro.
Ornitofobia Eva Yahel Guerrero V. El mayor obstáculo de mi vida, y esto puede sonar un tanto ridículo o infantil, es mi ornitofobia, es un término que presta a confusiones pero realmente se le define como un miedo anormal e injustificado a los pájaros, pero soy un caso especial. Mis peores enemigos y a los cuales respeto son a los pichones; pensarás ¿qué te pueden hacer estos pobres animalitos? La verdad ni yo tengo la menor idea pero considero que al ser injustificado le brinda una parte divertida o graciosa a las fobias. Seré sincera, al inicio me daba pena decir esta penosa situación pero con el tiempo lo acepté como parte de mí. Ahora simplemente, aunque me cueste más trabajo o esfuerzo, le doy la vuelta al espantoso animal evitando cualquier tipo de situación posible. Pero todo tiene su comienzo. Este terror no surgió de la nada ni por generación espontánea, tengo una historia aunque no estoy completamente segura de que en ese momento apareció. Recuerdo que era una tarde de verano y me encontraba en casa de mi nana (está a dos cuadras de la mía), y como toda niña curiosa que era y sigo siendo, si mi nana me decía “No te subas en la plataforma”, pareciera que escuchara, súbete; ese fue mi peor error. Ignoré las advertencias de mi abuelita pero como la esperanza muere al último, me dio un ultimátum y dijo -bájate o los pichones no te van a dejar. Desobedecí a mi nana y me senté en la orilla de la plataforma lejos de las escaleras. El sol comenzó a bajar, era “la hora feliz de los pichones”, en donde estas peculiares criaturitas llegaban a sus nidos en la plataforma. Para ellos yo era una invasora y como su instinto animal les dice defender su espacio como sea, yo no sería la excepción a la regla. Referencias: http://www.fobias.net/Ornitofobia
No recuerdo bien el momento, pareciera como si mi cerebro bloqueara la situación para así poder cumplir con las “características” del término fobia (injustificado), pero sí recuerdo que mi nana al escuchar mis gritos de desesperación corrió a las escaleras de la plataforma y riéndose a carcajadas, me salvó de las terribles bestias plumíferas. Para mi suerte o infortunio la famosa plataforma (escena del crimen) aún existe y funciona como “hotel” para pichones. Esta experiencia me marcó para el resto de mi vida, puede parecer una niñería pero no he gozado de algunas situaciones como la de comer tacos de carne asado al aire libre, me he retrasado en mis actividades porque hay un pichón en el camino o he tenido que recorrer distancias mayores que cualquier otra persona para poder llegar a un lugar por el simple hecho de que esta abominación de animal se interpone en mi camino o no puedo ver películas sin llorar porque un ave aparece en alguna escena o subirme de nuevo a esa plataforma sin ponerme histérica o el que aquellas personas que me conocen se mofen de mi miedo tan raro, lo cual no me molesta en lo absoluto porque sé que sí es algo extraño y si no fuera mi problema a mí también me causaría risa. En realidad todo lo anterior me da igual, el tener que caminar más porque un pichón está en mi camino o no subir a la famosa plataforma ni mucho menos me preocupan las películas, lo único que sí me pesa, un poco, es la situación de los tacos de carne asada, pero algún día espero superarlo. Viéndole el lado positivo a todo esto es que tendré mucho que contarles a mis nietos y darles un momento de carcajadas por mi ornitofobia.
Pasear como niña grande Diana Casarez -¿Ya puedo salir a jugar? -Está bien, pero que te acompañe tu abuelo. Tras esas palabras de mi abuela salí al patio y tomé mi pequeña bicicleta, un regalo de Santa la navidad anterior, era morada con flores hawaianas, tenía listones coloridos en los extremos el manubrio, un pequeño claxon y finalmente unas llantitas de apoyo. En ese típico día de verano cuando comenzaba a bajar el sol, corrí con entusiasmo hacia la calle a un costado de la casa, aún sin pavimentar en ese entonces, libre de cualquier peligro pues era muy poco transitada, en resumen el perfecto escenario para salir a jugar. Monté mi bicicleta y estaba a un segundo de pedalear cuando… - ¿Cuántos años tienes? Pregunto mi abuelo. - Seis, le respondí. Me pidió que regresara a la casa y de inmediato comenzó a quitarle las llantas de apoyo a mi bicicleta, me dijo que ya era tiempo de aprender a hacerlo sola. Al principio tuve miedo, estaba dudosa sin embargo desde pequeña mi abuelo había mostrado hacia mí un trato peculiar, siempre lleno de expectativas, quizás por ser su primera nieta, no lo sé, pero depositaba en mi todas sus esperanzas. Por lo tanto no quise defraudarlo y estaba dispuesta a intentar. - Ándele hija, súbase, no tenga miedo yo la voy a cuidar. Con esas palabras como única garantía, monte mi bici una vez más, me costó mantener el equilibrio, pero al voltear él estaba ahí sosteniéndome. - ¡Dale, pedaléale con ganas, dale! Pedaleé todo lo que pude y logre avanzar, me emocione demasiado al ver como seguía moviéndome, cuando escucho la alegre carcajada de mi abuelo diciendo - ¡Muy bien, ahora regrésate! Al tratar de parar perdí el equilibrio y caí, sin embargo caí con una sonrisa en el rostro y la emoción en todo el cuerpo tras haber logrado algo que parecía tan difícil. El resto de la tarde y hasta que se escondió el último rayo de sol practique, caída tras caída me levanté y llena de raspones le conté a mis papas lo que había sucedido y su orgullosa respuesta me alentó a seguir practicando. Esa palmada con una sonrisa que mi abuelo me dio cuando lo logré significo tanto para mí, que nunca lo voy a olvidar.
Perdida… encontrada Metzli Sandoval Todos piensan que perderse es traumante para el niño pero también es para la mamá, ahora imagínate que te pierdes a la salida de Disney… Este no es algo muy emocionante pero ahora después de casi 12 años lo sigo recordando como si fuera ayer. “Hace mucho tiempo mi mamá decidió que era buena idea invitar a sus hermanos, los cuales viven en México, a visitarnos, y nosotros nos encargaríamos de darles un recorrido en Mexicali y después en llevarlos a Disneyland, todo iba como mi Mamá lo había planeado desde ya hacía tiempo, nos quedamos a dormir cerca de parque de diversiones y ya teníamos los boletos. Todo el día fue pura diversión aunque un poco cansado, mas al llevar niños de alrededor 4 a 15 años, en la noche para cerrar con broche de oro este maravilloso viaje, decidieron que subirse a la montaña blanca era mejor, ya que nadie se va de Disney sin subirse a esta famosa montaña, haciendo fila, Mamá me traía en brazos, y veía como una pareja de americanos se me quedaba viendo, muy curiosos. Las 12 dieron y como era de costumbre todos sabíamos que era hora de salir del parque, en la salida mi mamá decidió dejarme en el piso y empezar a contar a todos para ver si estábamos completos, pero de repente vi como mi Mamá iba caminando hacia lo lejos y decidí seguirla, yo juraba que era mi Mamá, hasta que voltio a verme
cuando le di la mano, en ese momento vi que no era ella, una desesperación me entro, al igual que una tristeza, un sentimiento que hasta la fecha no puedo comparar, salí llorando justo cuando unos policías se dieron cuenta que estaba perdida, para mi edad y mi poco vocabulario era difícil de entender lo que estaban diciendo, mas por que no sabían español a como pudieron me empezaron preguntar sobre mi nombre y quienes eran mis padres, voceándome, por todo el parque para que mis padres pasaran por mí, en ese momento vi a lo lejos a mi tío, corriendo que iba por mí, angustiado aunque feliz, porque me había encontrado, me cargo entre brazos y me dijo que me tranquilizara que todo iba a estar bien que él me iba a cuidar. “ De ahí en adelante no me acuerdo de nada más, hasta la fecha mi mamá me pregunta si no me había dado cuenta, que ella estaba segura que la pareja de americanos me había secuestrado o que me había pasado algo más, pero en ese tiempo me dijo que parecía loca, puesto que estaba desesperada por encontrarme y que en vez de ayudar, pensaban que iba a hacer otro problema. Al igual que no me separe de ella por mucho tiempo, por miedo de volver a perderme. “Algunas veces es bueno perder el rumbo, pero no la cabeza.”
Querido Diario Sherly Cruz 6 de Febrero de 1993 Querido diario: hoy día soleado, empieza una nueva historia la cual cambio mi vida por completo, nace mi primogénita la cual esperábamos con ansias. A principios de mi embarazo creíamos que era varón pero ¡OH! Sorpresa era una hermosa niña, aun no estábamos preparados para tener una niña, pero era la mejor bendición que Dios nos podía mandar. No teníamos idea del nombre para ella, duramos dos semanas combinando nombres para seleccionar el mejor, mientras unos decían que fuera Constanza Sarahi , otros Fernanda Sarahi, llego el momento de darle un nombre el cual es Sherly Sarahi Cruz Sandoval. Es todo por hoy espero seguir escribiendo…. 6 de febrero 1996 Querido diario me ausente por bastante tiempo, estuve ocupada con Sherly, una niña algo inquieta pero muy bonita, estuve presente en su primera palabra que fue papá, su primera caída de la andadera por perseguir una paloma, lo bueno que no fue algo grave. Ha llegado a su tercer año de vida y lo celebraremos con la familia y una ceremonia religiosa presentándola a Dios y agradeciéndole los años de vida que le ha dado. Seguiré escribiéndote y contándote más acerca de Sherly… Diciembre - Agosto 1998 - 1999 Querido diario una vez más escribiendo de Sherly sigue creciendo cada día y aprendiendo cosas nuevas, hoy descubrió que le gustaba cantar, también agarró por primera vez una pelota de baloncesto y su papá le enseñó a botar la pelota mientras yo tomaba fotos para captar cualquier momento. Pasamos navidad aquí en Mexicali con la noticia de que su hermanita había llegado al mundo. Ahora ya no era una niña eran dos, Sherly recibió los mejores regalos de navidad lo cual le gustaron mucho, disfrutó estar con la familia. Cumplió 6 años lo cual significaba que entraría a una nueva etapa la PRIMARIA, donde tendría nuevos retos y más responsabilidades. Ella estaba nerviosa pero a la vez muy feliz
porque conocería compañeros nuevos con los cuales compartiría muchos momentos bonitos. El primer día de colegio se veía muy bonita con su mochila y su uniforme, debo de ser sincera lloré después de dejarla en el colegio pues ya sería independiente y tenía que enfrentar los problemas ella sola. Año escolar 2000 – 2003 El día de hoy Sherly va en 4to año, se va a Big Bear a un torneo de baloncesto, ha practicado este deporte desde los 5 años esta vez no puedo acompañarla así que se va con su compañeras del equipo. Espero ganen el primer lugar y lo haga lo mejor posible junto a sus compañeras. Es todo por hoy… Año escolar 2004 -2005 En este año escolar Sherly se gradúa de 6to de primaria, ha pasado tan rápido el tiempo que me da gusto saber que mi hija termina la primera etapa, ahora tendremos que enfrentarnos a una nueva etapa, SECUNDARIA; Donde Sherly será adolescente y tendré que acoplarme a los cambios que ella tenga. Seguiré escribiendo…. Secundaria Sherly comenzó la secundaria con el pie derecho, hasta ahorita todo marcha bien, va excelente en calificaciones, cuando comenzó segundo de secundaria comenzó a tener cambios de carácter, se volvió más contestona pero es muy buena niña dentro de lo que cabe, estaba cambiando mucho ya no era la niña tranquila ahora era más inquieta y platicadora. Recibió por primera vez su reporte por llevar las uñas pintadas cuando ella sabía que no tenía que llevarlas así. Curso todo segundo de secundaria con un buen promedio jamás me bajo de calificaciones y eso me parece bien. Llega su tercer año de secundaria cada día más inquieta emocionada por saber a qué prepa entraría y preparando todo para su graduación. Dentro de las cosas negativas es que se dedicó hacer travesuras que llegaron a suspenderla de la escuela pero nunca sobrepasando las reglas del colegio, siempre con la inocencia que la caracterizaba. Por fin llego el día de su graduación muy contenta con su vestido y disfrutando de una gran fiesta junto a sus amigos. Momento de escoger una preparatoria, estaba nerviosa porque ella quería entrar a cetys pero mucha gente le decía que estaba difícil y que no lograría estar en esa escuela. Sin embargo tomó el reto y decidió entrar ahí. Seguiré escribiendo besos… Preparatoria Entró a Cetys, se enfrentó a varios obstáculos los cuales superó poco a poco, hoy se encuentra en 6to semestre de prepa, semestre de decisiones y retos. Curso toda la preparatoria con muchas dificultades pero al fin llego a la meta que yo quería como madre. Actualmente tiene 18 años ha pasado tanto tiempo y es por eso que yo escribo este diario para que después de un tiempo se dé cuenta de que tan importante es para mí que esté a mi lado y que sepa que la quiero mucho y recuerde cada vivencia y anécdota que paso durante su infancia.
Querido Padre Merienne López Querido Padre: Hola, ¿Cómo estás? Espero que te encuentres muy bien, hace mucho que no te veo. Tengo tantas cosas que contarte, como no tienes idea. Estoy a punto de graduarme de la preparatoria de Cetys. Tengo que admitir que nunca pensé que llegaría este momento tan importante, pero ya voy a salir de una de las etapas más importantes de la vida del ser humano. Al principio no estaba segura de lo que quería hacer con mi vida, pero cada vez me fui acercando más a la respuesta, y creo que ya la tengo; quiero ser como tú. En este momento, estoy sentada, pensando en los momentos agradables que pasamos juntos. Quiero decirte que extraño esos momentos. Debo aceptar que estoy un poco molesta contigo por el hecho de que nos dejaste solas, a mi hermana, mi mamá, y a mí; ni siquiera nos avisaste que te ibas. Pero entiendo tus razones. Recuerdo perfectamente el día antes de tu partida. Ese día en la escuela comencé a sentirme mal, empecé a llorar y la maestra me preguntó lo que me pasaba, no quería decir nada pero todos mis compañeros estaban atentos a mi sufrimiento, así que tuve que decirlo. Iban a operarte y de hecho nunca me había percatado de lo grave que te encontrabas, y por algún motivo, en ese momento me di cuenta de ello. La profesora entendía por lo que estaba pasando, así que pidió de favor a todos que hicieran una oración por ti, para que la operación resultara exitosa. Esa misma tarde tú fuiste por mí a la escuela, nunca lo hacías, por lo que nadie te conocía, nadie sabía quién eras, pero yo sí sabía; eras y sigues siendo una de las personas más importantes de mi vida. Recuerdo la última conversación que tuvimos. Te dije que te iba a extrañar, pues no íbamos a vernos por un día completo, me dijiste que tendrías contigo tu teléfono celular para avisarme, después de la operación, que te encontrabas perfecto, que nada había salido mal. No importa que no me hayas hablado, porque no hace falta que me lo digas, yo se que te encuentras perfectamente bien. Faltan demasiadas experiencias por contarte, pero la verdad no voy a decírtelas, porque ya las viviste junto conmigo. Porque siempre has estado conmigo, en mis pensamientos, en mi mente, en mis recuerdos, en mi corazón. Te extraño y espero que te sientas orgulloso de mí. Nunca te decepcionaré. Te quiere, Tu hija.
Sangre Fernando Márquez Todo empezó una noche como cualquier otra en el año 1997 en la ciudad de Mexicali. La familia Duarte estaba reunida en la casa recién arreglada de uno de los hermanos: Jorge, el 3ero de 4 hermanos. Los sobrinos, que eran 5 estaban emocionados como cualquier niño pequeño en una reunión familiar, el más pequeño no estaba con los demás, ya que tenía 2 años, apenas podía caminar, mientras los otros primos: David, Georgina Y Claudia jugaban en el patio alegremente. Abraham, el primo mayor no estaba con ellos, probablemente porque se creía maduro o porque no le gustaba jugar y/o correr. La casa era muy bella; 2 pisos, patio amplio, jardín, cochera. A la entrada había una puerta de reja elegante, y entrando, a la izquierda estaba la cochera a la derecha una oficina por el negocio de Jorge, seguías un camino de loseta recién hecho, y entrabas a la casa, a la derecha estaba el jardín, con mesa de verano y una fuente. Los 3 primos: David de 4 años, Georgina de 4 años y Claudia de 9 años estaban jugando a las atrapadas esa mañana de primavera sin saber que sucedería un grave accidente… - Hay que jugar a “las trais”- dijo David - Mejor hay que jugar a la roña-dijo Georgina - Mmm….- se quedó pensando Claudia- yo digo que a las atrapadas- ¿Qué es eso?- preguntó Georgina - ¿Qué no es lo mismo que “la trais”?- cuestionó David - Pues lo que sea pero hay que empezar ya- terminó Claudia. Los 3 primos empezaron a correr por el patio y a jugar despreocupados, mientras los hermanos Duarte hablaban, ellos eran por orden de edad: Humberto, Edna, Jorge y Lorena. Estaban hablando de la nueva casa, recordando cuando ellos eran niños vivían en la colonia 1ro de Diciembre, de chicos ellos se entretenían jugando en el lodo, ahora todo había cambiado… Los hermanos Duarte observaban como sus hijos jugaban alegremente en el patio corriendo y gritando, como cualquier niño de esa edad, alegre y travieso. Cuando estaban jugando a las atrapadas, Georgina estaba persiguiendo a David, en este momento sucede lo inesperado: David resbala por la loseta justo antes de los escalones para llegar a la puerta y su cabeza golpea con el escalón de en medio, al principio solo sintió dolor, pero al tocarse la cabeza se percata de que su mano está llena de sangre, se asusta y Edna, su madre va corriendo para ver qué ocurre; en la cabeza se abrió una herida pequeña y sale sangre de ella, no deja de salir, David empieza a llorar y todos se asustan, Edna como doctora especialista, llama a sus contactos y en menos de media hora David está en el hospital. Afortunadamente la sutura sale bien y David solo queda con una cicatriz. No sufrió alteraciones craneales.
César Miguel Valdez Sin duda, la vida de todo ser humano es desde temprana edad, una trayectoria sin ningún tipo de obstáculo más que el mismísimo horizonte que nos indica que todo recorrido tiene, inevitablemente, final. Era entonces, de lo más común que un niño de edad apropiada para estos recorridos quisiera llegar al final de todas sus trayectorias, día con día, tan solo para descubrir que le traería su siguiente ocurrencia. Las metas nunca estaban fijas, puesto que para un niño de tan temprana edad, todo parecía un mundo completamente nuevo, lleno de momentos y sensaciones por descubrir y disfrutar. Sin embargo, aún con todas estas oportunidades y ansias de aprovecharlas, aquel pequeño protagonista se veía enfrentado, en ocasiones repetidas, con un adversario de fuerza incomparable a la suya que frenaba todos sus esfuerzos con el mismo ímpetu, vez tras vez, y como en una de muchas ocasiones, era entonces que el pequeño volvería a escuchar esa frase que lo frenaría, al menos por ese instante. “Sera mañana, César Miguel”. Sucedía que en ese momento no lograba comprender el porqué de esas palabras, ya que a su entendimiento venían de una persona que solía apoyarlo en toda
ocasión, lo cual le añadía a su perplejidad, puesto que esta familiar frase tan solo era recitada en momentos decisivos justo antes de emprender cualquier clase de acción de la cual se requiriera alguna clase de autorización o quizá inclusive, ayuda para realizar la dichosa tarea. Después de insistir y ver que sus esfuerzos eran aplastados por la misma frase que tantas veces había ya escuchado, entendía que tal vez no era el momento indicado, o quizá simplemente no había un porqué de aquella acción. Esto resultaba un tanto frustrante, aunque no del todo, puesto que esa esperanza para emprender un nuevo día seguía intacta, sin importar el número de veces que esta fuera recitada. Como en todas las historias, el tiempo paso, junto con aquellas instancias donde el mañana fuese invocado ante los deseos de César Miguel. No obstante, junto a esos ratos de incertidumbre, fue que trajo el porqué de la famosa frase, que no era pronunciada por el hecho de que faltara un momento correcto o quizá el deseo para realizar semejante suceso, si no para conservar dentro de nuestro protagonista, el hambre por descubrir todo aquello que le esperaba, mañana tras mañana.
Si deseas ver el arcoíris, tienes que soportar la lluvia Estefanía González Habiendo salido a las 2 de la tarde de la escuela y después de recorrer 30 minutos en auto hasta llegar a mi casa, me quedaban cerca de 40 minutos para comer, vestirme con mi leotardo negro, los pantalones de rayas blancas que tanto odiaba, y mis zapatillas de jazz; y después, contaba con otros 45 minutos para hacer una tarea que formaría parte de mi promedio de 10. Eran alrededor de las 4:05 pm, y estaba retrasada… como siempre. Diez minutos que tardaba en apurar a mi madre, más cuarenta minutos de camino para llegar a la agencia Ciarsolo Modelos… si era mi día de suerte, llegaba a las 5:10 pm. Desde los 7 a los 10 años, lunes a jueves, esa era mi rutina. Sí. Es cierto, lloré algunas veces, pues me encantaban las presentaciones y eventos, pero me fastidiaba muchísimo ensayar; también me perdí varios cumpleaños, me desvelé en innumerables ocasiones, y unos cuantos regaños de mi madre no faltaron, pero en ese entonces era sólo una niña que no conocía el significado de la palabra estrés. Y me resultaba mucho más placentero poder ver los resultados de todo mi esfuerzo. Con nada se podía equiparar la satisfacción que sentía al posar en las pasarelas de los eventos de moda más importantes de Tijuana; en esos momentos todo el fastidio
que me habían causado los desvelos, los regaños y el cansancio, desaparecían, pues no cambiaría por nada el poder sentir las luces de decenas de cámaras empapando mi rostro, y la felicidad que me producía el estar rodeada de modelos a las que no les entendía ni una palabra (después supe que hablaban en inglés) y ser maquillada y peinada como las modelos de las revistas que coleccionaba. Mi familia fue, es y será siendo el sustento más importante, pues siempre estuvieron apoyándome en todas mis presentaciones, y constantemente me brindaban la confianza necesaria para la toma de mis decisiones; pero sobretodo, mi madre siempre estuvo a mi lado en los momentos difíciles, diciéndome que si quería ver el arcoíris, antes tenía soportar la lluvia. Más tarde me di cuenta de que su frase le fue “robada” por la cantante de música country Dolly Parton, pero nunca se lo dije para no provocar conflictos legales. Ahora el modelaje ya es algo muy lejano en la vida de mi familia, pero sigo buscando el momento idóneo para darle las gracias (sobre todo a mi madre) por todos los sacrificios que estuvieron dispuestos a hacer para que yo cumpliera uno de mis innumerables sueños.
Mario Lomelí Navarrete Un juguete es uno de los máximos exponentes de recreación que un infante puede utilizar, se identifica fácilmente con esta herramienta, le encuentra más funciones que su mismísimo creador y más que en un amigo, se convierte en un sostén emocional de nuestras vidas. Claro, aquí es cuando se marca fuertemente los gustos de la persona, sobre todo entre varones y mujeres; la cantidad y los tipos de juguetes oscilan dentro de una extensa gama que nunca conocerá fin, pues sabemos lo bien que se sintió jugar con su robot, el “yoyo”, los carritos o algo un poco más elaborado como acompañar a su vecinita a una reunión de té y galletas con el Lic. Oso o con la Ing. Ricitos de Peluche. Es la mente del niño la que tiene más destreza para desarrollar coreografías e historias complejas y llamativas de manera casi instantánea, con esto me refiero a que pueden elaborar películas muy completas con simplemente un par de figuras de acción o con sus aeroplanos de plástico, ¡y existen directores profesionales que les toma meses desarrollar la misma idea! Mientras vamos creciendo, aprendemos a explorar nuestro alrededor, nos volvemos más independientes y nos convertimos en elementos funcionales de la sociedad, aquello que más nos importaba en la infancia o en la adolescencia se volvió irrelevante y obsoleto. Casi con plena seguridad, la mayoría de nosotros ni siquiera nos acordábamos de la intensidad sentimental que generaba un simple juguete, nos llevaba a tal grado que si se rompía, se nos extraviaba o nos despojaban de este, lloraríamos sin remedio alguno esperando encontrar una solución ante esta situación de manera desesperada. Como adultos ya no entendemos esto y la solución inminente es: “No llores, te comprare uno nuevo.” - lo que resulta aún más doloroso para el pequeño, pues bien sabemos que los niños son tercos por necesidad y quieren exactamente el mismo juguete, porque para ellos no es considerado como algo reemplazable, es en efecto, el mejor amigo que tendrán en esa etapa de sus vidas. Es algo triste, como este sentimiento está formando parte de todo lo que es antiguo, pues ahora lo nuevo es que un niño de seis o siete años de edad tenga una laptop o una consola de videojuegos, que a su vez les enseña a ser creativos pero, ¿Qué es lo que le daremos a nuestros hijos cuando nosotros tengamos treinta años de edad y ellos apenas tengan ocho? ¿Acaso será una compleja computadora de diseñador o una consola de videojuegos con internet? En un futuro, las generaciones que están por debajo de la nuestra nunca sabrán la euforia que ocasionaba un simple muñeco, tampoco se realizarán torneos de trompos en la esquina ni tampoco experimentaran la adrenalina ni el vértigo de una pista de carreras para los carritos pequeños. Todo eso se convertirá en una leyenda y se perderá en las páginas de nuestra historia como algo primitivo o viéndolo de otra manera, será algo insólito; no podrán creer en mil años el “porqué” de nuestro afán por jugar con juguetes cuando ellos (incluso los niños) tengan la tecnología codiciada por el hombre del siglo XXI. De verdad me gustaría a mí ver a mis hijos jugando con los juguetes que utilizaban mis padres, mis hermanos, mis primos y mis amigos, pues siento que si la diversión de un infante es dependiente de algo tan mecánico y versátil como una computadora de última generación y diseño de alta clase, nunca será lo mismo que un simple y barato juguete fabricado a mano, tampoco experimentarla la belleza que representaba jugar con el mismo y perderán su humanidad como la conocemos. Si ese es el rumbo del cambio y el cambio constante es un evento necesario, entonces somos nosotros los que debemos aceptarlo y seguir adelante, aunque seria para mí un final tan triste para algo tan alegre como el juguete.
Sustos que marcan vidas Abril Martínez Hay momentos de la vida en los que la convivencia con los hermanos se torna tediosa, sobre todo en la infancia. "Los hermanos están hechos para caerse mal," me decía una profesora cuando estaba en cuarto grado de primaria. Siempre habrá innumerables peleas y los inmaduros deseos de ser hijo único; son raros los hermanos que se llevan perfectamente desde el primer día, durante toda su niñez y juventud. Sin embargo, las experiencias y el caminar de la vida nos presentan pruebas y momentos familiares que no son necesariamente placenteros, pero que nos dejan un aprendizaje valioso que recordaremos toda nuestra existencia. Si alguien me preguntara sobre algún suceso que ha marcado mi vida, no dudaría en contestar que la primera memoria de uno de los mayores miedos que he vivido es ver a mi hermano ensangrentado de pies a cabeza cuando él y yo teníamos 2 y 5 años, respectivamente. Sucedió un día como cualquier otro en la escuela preescolar, el "jardín de niños", al cual disfrutaba mucho ir. Nunca tuve conciencia del grado en el que estaba; la lógica me dijo después que si mi hermano ya se encontraba también en preescolar, siendo dos años menor, yo debía de estar en tercer año, con los próximos a graduarse. Caminaba con unas amigas en la hora del recreo, probablemente platicando sobre ir a los juegos, entre ellos el pasa-manos que siempre fue un imposible para mí debido a mis débiles brazos. Deambulaba por los pasillos con ellas cuando de pronto observé cómo un par de profesoras caminaban hacia nosotras sosteniendo a alguien; a primera instancia no
me fijé en quién era, sólo veía rojo; roja su ropa, sus brazos, su cara, sobretodo su cara, por lo que concentré mi mirada en el rostro que cada momento se volvía más familiar. ¡Mi hermano! ¡Era mi hermano! A pesar de que nunca me ha sucedido, creí tener la sensación de estar a punto de desmayarme. Recuerdo cómo las profesoras pasaron y se cruzaron conmigo, pero no me miraron, iban apresuradas cargándolo y dirigiéndose a no sé dónde. Y yo me quedé ahí, con la boca abierta y los ojos como platos, congelada. Mis dos compañeras no podían dejar de gritar: "'¿Viste? ¡Era tu hermano! ¡Lleno de sangre! ¿Qué le pasó?", pero dejaron de hablar al ver mi expresión y cómo lentamente comenzaban a salir lágrimas de mis ojos que continuaban abiertos en grande. Me senté en la banca más cercana que tenía y sé que empecé a balbucear preguntas y oraciones sin sentido. Cuando acabó el receso y regresamos a clases, ni una sola profesora se había acercado a mí para decirme qué era lo que había pasado, y yo continuaba sin saber qué pensar. Mis amigas, que habían ido a investigar rápidamente a dónde habían ido las profesoras que pasaron cargando a mi hermano, regresaron sólo para decirme muy intrigadas: "Lo subieron a un carro, se lo llevaron." Supongo que cualquiera hubiera pensado que se lo habían llevado al hospital o incluso a nuestra casa. Pero, ¿qué cree una persona de cinco años? Estaba tremendamente asustada y sólo sabía que mi hermano estaba gravemente herido y que se lo "habían llevado en un carro" a un lugar desconocido. Fue probablemente uno de los primeros momentos en que también sentí indignación. ¿Qué se creían las maestras?
¿Qué acaso nunca me vieron llorar? ¿Por qué no me decían nada? Tal vez debí haber preguntado, pero tenía miedo de lo que me fueran a contestar, así que mejor esperé y no hablé en lo que restó del día escolar. Cuando fueron por mí a la hora de salida, noté que era mi abuela la que iba a recogerme, pero, ya un poco calmada, supuse que mi mamá se encontraba con mi hermano, y eso me tranquilizó un poco más. Mi abuela me abrazó fuertemente y sonrió para mí, diciéndome que todo estaba bien y que no me preocupara. No recuerdo qué pasó durante el resto del día. Sólo quedó en mi memoria la imagen roja, la pregunta del carro misterioso que se había llevado a mi hermano y la seguridad con que mi abuela me dijo que todo estaba bien. Fue el primer gran susto de mi vida, y el momento en que me di cuenta de que mis hermanos son lo más importante para mí. No fue muy grave el accidente, sólo una lastimadura en la boca y nariz que causaron mucha sangre, mas nada roto, pero sí lo suficiente para que mi versión de cinco años de edad pensara lo peor.
El tiempo pasó y varias veces conté la historia sobre la primera vez que sentí miedo de verdad, inconsciente de que ese miedo se quedaría conmigo durante toda mi vida, porque cada vez que veo a mi hermano realizar actividades extremas o que pudieran ponerlo en peligro, la ansiedad que me llena es increíblemente agobiante, los nervios me atacan y mis manos transpiran, sin poder dejar de recordar aquel momento impactante. Sin duda alguna, el accidente ocurrido hace trece años será algo que nunca olvidaré, ya que mi querido hermano seguirá recordándomelo inconscientemente cada vez que lleve a cabo actividades que yo considere imprudentes, atacando mis nervios. Es así como la vida nos abre los ojos; a mí me hizo darme cuenta del amor inmenso que tengo hacia mis hermanos. Reconocí, desde ese momento, una cierta necesidad de protegerlos, siendo la mayor. Todos y cada uno de los momentos que vivimos los guardo y espero con ansias el día, en nuestra vida adulta, en que podamos sentarnos a platicar tranquilamente sobre cómo nuestra infancia estuvo llena de tantas experiencias que no cualquiera vive. Somos afortunados, lo reconocí.
Tres Catalina Dávila ¡Ay viene mi mamá! Era la frase habitual de todas las noches en vacaciones, cuando jugaba baseball con mis hermanos; malamente lo hacíamos dentro del cuarto y arriba de las camas, donde llegábamos a quebrar focos, cuadros, muñecos de porcelana entre otras cosas; no importaba las veces que nos prohibieran volver a jugar, por alguna extraña razón… siempre nos levantábamos en la noche para seguir con aquella rutina que nos llenaba de alegría. Luces prendidas, gritos de tres niños, golpes en la pared con una pelota, alguno que otro llanto… era imposible que alguien no se despertara en medio de la noche ante semejante ruido, por eso, agudizábamos nuestros sentidos para escuchar cuando alguno de nuestros padres se levantara, curiosamente sólo nos dábamos cuenta porque escuchábamos el rechinido de una puerta; era ahí cuando mis hermanos o yo gritábamos: ¡Ay viene mi mamá! Y no importara el lugar donde estuviéramos, nos dejábamos caer (en la cama, el piso, el sillón, un mueble) y nos hacíamos los dormidos para que no nos atraparan “infraganti”. Sí… ilusos, creíamos que engañábamos a nuestros padres después de haber gritado a todo pulmón y hacernos los dormidos con la luz prendida ¿Pero qué puede hacer un niño si se deja llevar por la diversión y la noción del tiempo? Mis padres se acuerdan de esto con alegría, pues éramos tan pequeños que cuando digo en medio de la noche me refiero a las 10 pm y ellos nos seguían el juego pretendiendo que estábamos dormidos, y diciendo algo chistoso para hacernos reír; pero debo mencionar que el momento era tenso… muchas veces podíamos estar en la tercera base, a punto de hacer una carrera, el momento era decisivo, en cuanto una bateara el otro saldría corriendo, los movimientos tenían que ser precisos, esperar el segundo adecuada para correr… y de repente ¡ñigggg…! El rechinido de una puerta, todos a hacerse los dormidos, caras serias y silencio total, cuando en realidad, el cuarto estaba a dos pasos del de papá y mamá, y claro está, no los engañábamos, aunque era divertido porque en nuestra conciencia, sabíamos que nos iban a seguir el juego, intentando asustarnos o haciéndonos reír. Es curioso, porque a pesar de ser un momento sencillo de la vida, se puede extraer jugo y recuerdos positivos, así es como recuerdo mi infancia, con una familia unida, llena de alegrías, podrá parecer sencillo, pero será una anécdota que seguro, contare a mis hijos.
Un cambio de actitud Kathia Sáenz Los cambios no eran lo suyo. Eran dolorosos, terroríficos y tan repentinos que no le daban tiempo de adaptarse. Después de mudarse de Monterrey a Mexicali, y durmiendo en su tercera casa, el cambio hacia una secundaria diferente a la que esperaba, era aterrador. La llenaba de pánico el hecho de pensar que no reconocería a nadie, ni a sus compañeros o a sus maestros. Cursó cinco años y medio en la misma primaria con la misma gente y la misma burla. Uno diría que si un niño recibe bromas toscas, este querría cambiar de vida, pero con ella era distinto. Ya estaba acostumbrada. - ¡Pero mamá! Este colegio también tiene secundaria. ¿No me puedo quedar? - Esta secundaria acaba de abrir, y no tiene la experiencia suficiente. Vas a ver que el cambio te hará muy bien. - ¡Mi amiga se quedará! No la quiero dejar. - Es hora de que abras tus horizontes y hagas nuevos amigos. La mortificación estaba por todo su cuerpo. Ahora no sólo tendría que dejar a todas sus amigas, pues todas se separarían e diferentes a escuelas una vez que se graduaran de sexto de primaria. Si se quedaba, podría estar con su mejor amiga y sobrepasar todo juntas. Pero su madre no lo permitiría. Todos los días le repetían que era “un nuevo comienzo”. Pero para ella era el comienzo de un sufrimiento aún peor. Durante su primaria, todos se burlaron de ella, le decían de nombres y susurraban detrás de sus espaldas. Le decían “rara” y “niñita” y dolía mucho, tanto que se llegó a hacer cerrada. Recordaba que al irse, no volvería ver por un rato a estos compañeros que la hostigaban, pero también pensaba que sus nuevos compañeros podían ser peores. No soportaría la presión. No podía ser ella misma frente a los extraños, no podía ser valiente. Y pasaron los meses, llegó la graduación y las vacaciones. Con cada día, la angustia se hacia mayor. El tiempo no paró bajo sus súplicas y llegó el primer día de clases. Vestía su uniforme guinda, con chaleco y falda cuadriculada, muy diferente a su informe verde de la escuela anterior. Después de tanto tiempo con el mismo uniforme, era difícil estar orgulloso de su nueva institución. Todo era nuevo: los niños de grados mayores y hasta los de su grado, las instalaciones y los profesores, hasta había una cafetería. Reconocía unos pocos de su escuela, algunos que la llegaron a molestar dos que tres veces, pero no la voltearon a ver. Buscó su salón, descubriendo que sería el primero “X”, (En esta escuela sólo existía “X”, “Y” y “Z”) y decidió entrar. Encontró dos de sus compañeros de la primaria. Esperaba miradas frías de su parte, pero comenzaron una plática normal. Quedó sorprendida. Era como un borrón y cuenta nueva, no burlas no risas, hasta después de conocer de ella. Con cada conversación, su cuerpo tenso se relajaba y gozaba el platicar con gente que jamás había visto. Se sentó con el grupo en el receso, habló de sí misma sin problemas y todo el pasado lo miró por primera vez como un juego de niños inmaduros, que no saben lo que hacen, que no importa lo que hagan pues esta era la niña que debían conocer. Era un “hola” a la nueva “YO”. Porque nunca me sentí tan bien hasta ese momento, nunca tuve ganas de ir a la escuela hasta entonces. Fue la oportunidad perfecta para abrirme. Fue mi primer cambio de actitud.
Un cambio En mi vida Armando Ramírez Contar una anécdota siempre es difícil y más una como esta, que puede ser analizada desde diferentes puntos de vista. Cuando un evento te cambia la vida, se queda en tu memoria para siempre, como ahora es el caso. ¿Cómo se sentiría un niño que está acostumbrado al ejercicio y a la actividad física, si de un día para otro se ve obligado a permanecer en su cama sin poder moverse gran cosa? Yo era un niño muy activo, practicaba mi deporte favorito casi todos los días y creo que tenía habilidad para ello. Siempre contaba con mucha energía y para todo me ofrecía, me gustaba estar en todo. No es raro que después de lo que pasó, me sintiera desdichado y con muy poca suerte; me vi obligado a cambiar mi vida casi por completo y no hace falta decir que fue un poco difícil. ¿Pero acaso no valió la pena tanto sufrimiento para el final encontrar mi verdadera pasión? Las cosas pasan por algo, de eso no hay duda. Todo empezó un día como cualquier otro en el que estaba jugando con mi hermana, nos encontrábamos en un pasamanos como cualquier otro, jugando como cualquier otros niños. No recuerdo muy bien como ocurrió, pero el punto es que caí desde una altura poco mayor a un metro, mi cadera golpeó directamente el suelo empedrado y hasta ahí llega mi memoria. Solo sé que el dolor de los siguientes años fue hasta cierto punto insoportable y que por culpa de ese accidente, se me presentó la enfermedad que hasta estos momentos es mi fiel acompañante. Debemos tomar en cuenta que solamente tenía 13 años, era un niño todavía y verse postrado en cama a punto de descubrir una enfermedad de la que muchos se espantaría, fue muy impactante para mí.
Fractura de sacro, ese fue el resultado de la caída pero por la incompetencia de ciertos médicos, me enteré de ello hasta que otros dolores me aquejaron y después de un año. Para no hacer el cuento largo, creí que me había recuperado de esa fractura y regresé a entrenar, cosa que acrecentó mis dolores he hizo que nos diéramos cuenta de mi enfermedad. Ya no podía hacer ejercicio como antes y toda mi energía se acumulaba, acarreándome problemas porque tenía que descargarle en otras cosas, muchas indebidas. Recordemos que era un niño y hacia travesuras, como cualquier otro. Pero lo que me cambió la vida vino después, cuando se estaban por cumplir los 2 años del accidente. Mis padres, preocupados por encontrarme alguna otra actividad que me llenara tanto como el deporte, descubrieron por mi dedicación a la banda de guerra en la primaria a la que asistí, que tal vez la música seria un buen camino para mí. Así fue como hallé mi verdadera pasión en la vida: la música. Esa sensación de descargar todas tus emociones y sentimientos sobre unos pobres tambores que se resisten a los embates de tu energía, es inexplicable; es algo que no puedo describir, lo único que puedo decir es que mi vida no sería la misma sin la música. No sé si agradecer sea lo correcto, pero estoy agradecido con la vida por haberme guiado a descubrir mi pasión. Fue muy difícil el camino, a veces doloroso, pero en la vida hay que sufrir para conseguir lo que queremos. No me arrepiento de todo lo que sufrí, al contrario, por lo mismo valoro mucho más lo que tengo actualmente. “La música es el arte de crear, no de imitar.” Creo que mi vida es distinta a la de muchos y me siento orgulloso de ello.
Mariela Martínez Villareal Se había convertido muy tediosa la manera de esperar. Mientras mi madre archivaba sus papeles, giraba el asiento hacia todos lados y hablaba por teléfono yo solo miraba esta escena con una expresión inconforme. Era miércoles y eso significaba que decenas de puestos de ropa, animales, comida o juguetes se localizaban cerca de mi casa y realizaban un comercio gustoso. Nunca había tenido la experiencia de contemplar estos simultáneos y coloridos movimientos en el verano y como es costumbre de niños ser curioso, me moría por ver de qué se trataba. Habría de tener unos 7 años, era pequeña y con una actitud obstinada. Por fin me anime a preguntarle a mi mama si podíamos ir allá y para mi sorpresa me dijo que si, seguido de un “Déjame terminar de hacer unas cosas”. Habían pasado ya 2 horas y se acercaba el reloj a dar a la 1 y mientras avanzaba el tiempo, mayor era mi decepción y ansiedad. No estaba sola en esos momentos, la señora que venía a ayudarle a mi mama con la limpieza tenía una hija que se llamaba Karla; unos años menor que yo y nuestra amistad era más que sutil. Lentamente me fui alejando de la idea de que mi madre me iba llevar y me puse a jugar con mi amiga Karla. Mientras estábamos jugando a la cocinita llego el inevitable momento donde mi mente no podía sacar la idea de ir hacia afuera. Pronto me vi escuchando solamente mis pensamientos e ignorando las palabras y preguntas que Karla me dirigía, hasta que mi boca se abrió y salió un sonido “¿Quieres ir afuera, Karla?”. Ella me vio con atención y su expresión no tornó a una presunta respuesta negativa. Rápidamente mi mente empezó a analizar las posibles opciones que teníamos para salir sin ser vistas y como un engranaje, mi mente empezó a crear un plan de salida. Me dirigí junto con Karla a revisar en donde se encontraban los adultos y que se encontraban haciendo. Fuimos primero a revisar de nuevo el lugar donde estaba mi mama, quien se encontraba aun hablando por teléfono pero con menos actividad que hace rato pero definitivamente su atención se veía totalmente ocupada. Después, fuimos por toda la casa a ver si nos encontrábamos a mi papá o la mamá de Karla. Al entrar al cuarto de mi mama y ver que no se encontraban las llaves en el buro de mi papá, deduje que el todavía estaba trabajando y probablemente en unas horas regresaría. Al bajar las escaleras no escuchamos cerca a la mama de Karla e incluso pensamos que ya se había ido. Así que salimos de la casa y se escuchaba de lejos el sonido de una manguera a presión. Nos asomamos en la parte trasera del jardín y se encontraba dándonos la espalda Mary la madre de Karla regando las plantas con una manguera. Karla le grito varias veces para ver si escuchaba y al no responder ni voltearse, las dos nos sonreímos al ver que ya todo daba para irnos. Antes de irnos fuimos al cuarto de lavar donde se encontraba encima de unas puertas “el vasito de las ferias” como decía mi papá. Cuando lo encontramos, tomamos un puño de monedas y nos la metimos a la bolsa del pantalón con rapidez. Después de tener dinero por si queríamos comprar algo, nos encaminamos al cerco de mi casa y procedimos a abrirlo y adentrarnos a la calle. Pasamos el final de la cuadra y nos localizamos donde estaban todas las tiendas y vimos con ojos temerosos todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Con la fuerza de las manos de Karla me aferraba en los momentos en que las figuras de los adultos o de la multitud me parecían intimidantes. Recorríamos las calles y nos parábamos en los puestos donde veíamos algún juguete llamativo o animalito esponjoso. Inclusive nos detuvimos a comprar unas inservibles lucecitas que eran dulces a la vez, yo digo, que en ese entonces la razón por la cual la compramos era porque eran llamativas. Mientras transitábamos todo ese pasaje comercial se iba penetrando la sensación de una lejanía en el ambiente, como si ya no estuviéramos en un lugar conocido. Aun así, Karla y yo continuábamos caminando hacia un rumbo incierto. Pasaron lo que para
mi fueron minutos, pero en realidad eran horas ya que se podía apreciar como el sol sigilosamente transitaba por el cielo. Llego un punto donde después de pasar tras puestos multicolores y personajes indiferentes ya no se encontraban restos de lo que al principio de esta pequeña jornada fue. Mientras avanzábamos, ya solamente quedaban las bases de lo que eran los sencillos comercios y se podían observar los personajes cansados que levantaban los restos de lo que fue un arduo trabajo. Ahí fue cuando caímos en cuenta mi amiga y yo que nuestro plan no consistía en el regreso, y que teníamos la ilusa impresión de que tal vez todo el movimiento de ventas seria infinito. Nos empezamos a regresar y vimos como todo ya no era para nada a como creíamos que seguiría estando, las calles volvían a ser vacías y grises. Ahora parecía que solamente éramos las dos personas en ese momento que querían estar ahí y aun así con ese sentimiento seguíamos yendo hacia donde suponíamos que estaba mi casa. Siguiendo las reglas básicas para no ser machucadas (Irse en la orilla, voltear a los dos lados antes de cruzar la calle) nos la ingeniamos para estar a una cuadra de mi casa, ya que desde lejos se podía ver el árbol característico que se encontraba a un lado de mi hogar. Al estar a tal distancia del lugar de partida, sentimos una presencia extraña, como si alguien nos siguiera. Al voltear pudimos ver como un carro gigante, incluso a mis ojos en aquella edad monstruosa, estaba detrás de nosotras. El carro tenía unas reconocibles luces rojas y azules encima y por los lados tenía una franja negra. Al ver que era la policía le dije a Karla que no se asustara y que si preguntaba el oficial le dijera que ella tenía 8 años, aunque tenía aproximadamente unos 5. Lentamente, la patrulla de policía se acerco hacia nuestro lado y bajo la ventana el oficial. Ahí fue cuando pregunto hacia dónde íbamos y que si cuantos años teníamos. En ese momento me di cuenta que no se mentir, infortunio que todavía prevalece en mí. Al ser descartado el intento de hacerle creer al policía que yo tenía 10 años y mi amiga 8 y que fuimos por pan pero no teníamos dinero, el policía nos subió a su patrulla y se ofreció a llevarnos a mi casa. Como su intimidante uniforme y porte me logro intimidar, fue fácil sacarme la verdad y decirle que nos habíamos escapado pero que mi casa estaba cerca. Por fin, llegamos a mi casa y el policía se bajo con nosotras, mientras mi madre y la de Karla respectivamente se soltaban en llanto y tiraban al aire exclamaciones. Después de apapachos, gritos y reclamos el policía se quedo hablando con nuestras madres y nosotras nos metimos a la casa. Las escenas consiguientes no son claras para mi, supongo que ambas se quedaron comentando de el gran susto que las habíamos hecho pasar y lo bueno que era que ya estábamos de vuelta en casa.
Una historia nada extraordinaria, que tampoco intenta serlo Pedro Samayoa El día que descubrí mi valor, comenzó como todos los demás. Mi mamá me levantó temprano para ir al kínder, pero como siempre, me levanté sin ganas, sabía que toda esperanza de diversión en la escuela se vería frustradas por esa figura oscura, por el miedo que le tenía a él. Mi experiencia en el jardín de niños no fue la etapa más feliz de mi vida, a diferencia de la mayoría de mis amigos, yo sufrí. Creo que en toda escuela siempre hay un joven incomprendido que no está feliz con su vida e intenta hacer miserables a todos los que puede, en la mía el encargado de hacer sufrir se llamaba Mario. Era alto (para un niño de 6 años), tenía una cicatriz en donde debía estar su ojo izquierdo, su pelo castaño era largo y rizado, y su único diente era un colmillo de metal capaz de hacer temblar hasta al más audaz de los pequeños. Desde el día en que lo conocí supe que estaría destinado a sufrir sus abusos, que sería su víctima predilecta. Cuando me vio, sin siquiera conocerme, se lanzó sobre mí y me dio una nalgada, me dijo que seríamos muy buenos amigos y que esperaba que yo fuera generoso con él, me arrancó de la mano el taco que mi abuela me había freído y se lo comió, lentamente. Acostumbrado a la rutina me di un baño, mi mamá me puso mi chamarra azul marino,, me lavé los dientes como era costumbre y me pasé el peine por el cabello, sin mucho esfuerzo (hasta la fecha esa ha sido mi rutina antes de ir a la escuela). En el camino al colegio todo parecía igual, el vago de la segunda cuadra a la izquierda traía la misma ropa, sucia, rota. Al momento de detenerse mi mamá en el alto el señor nos pidió una moneda, como siempre hacía y al recibir la negativa de mi madre se sentó en la acera, silbando. 7 minutos después mi mamá me despedía, me daba una bendición (que de nada servía) y me entregaba mi lonchera, nada sabía ella que probablemente iría a parar al estómago de mi abusón. Al momento de hacer honores a nuestra bandera, Mario se sentó a un lado de mí y me dijo: - Buenos días princesa, espero estés lista para un día más de mi reinado.Al sonar el timbre entramos al salón, a paso redoblado y vi que algo no estaba bien, la maestra Lucía no se encontraba en su asiento. En su lugar estaba un hombre alto, de unos 40 años, su corte era a rapa y portaba unos lentes enormes, de miope. Se llamaba Josué. Nos dijo que nos iba a dar una plática, que probablemente nos serviría mucho, era acerca de un fenómeno al parecer bastante común en las escuelas, los llamados “bullys”.Josué nos dijo que un “bully” era una persona que abusaba de los demás, por placer o por respeto, también nos explicó el perfil psicológico de ese tipo de personas y de cómo deberíamos hacer para denunciarlos.Dijo que lo mejor era contarle a un profesor, o prefecto, pues esos comportamientos eran reprochables y debían ser castigados. No fue mucho tiempo, quizás 10 segundos, no, menos; pero por ese pequeño lapso, fue la persona más feliz de la tierra. Pensé en denunciar a Mario ahí mismo, enfrente del salón, con Josué, para que quedara desenmascarado como lo que era: un sucio abusón. Entonces levanté mi mano pero no me dieron la palabra. Mario entonces me vio como diciendo: “Ni se te ocurra”. Concluí que si hablaba estaría frito, Mario quedaría desenmascarado, pero me lastimaría, y si trataba de resistir me golpearía aún más duro por respondón, la verdad es que yo siempre he sido muy pequeño, y no tenía ni tengo las habilidades para defenderme. Bajé la mano, Josué dejó de hablar y sonó la campana. En el receso Mario me preguntó:-¿Qué me hizo tu mamá ahora de comer? ¿Algo rico? Me quedé callado y le entregué mi lonchera, resignado.
Una infancia peculiar Priscilla Sam Cortés Hoy en día mi familia sigue recordando y compartiendo anécdotas, vivencias y experiencias divertidas sobre mi infancia. Siempre rodeada entre estruendosas carcajadas no me queda más que unirme a las risas descontroladas, aunque debo reconocer que la verdad es casi inevitable, fui todo un personaje durante esa etapa de mi vida. Como todas, era una niña inocente, imprudente, ingenua, linda e inoportuna, sólo había algo en especial que me caracterizaba, la imaginación y la creatividad desmedida que poseía, me refiero a que de niña siempre tuve proyectos a largo plazo, ya sea haciendo historietas, revistas, retratos, etc. Sin olvidar claro, que siempre tuve un registro de mis actividades diarias, sueños y aspiraciones, es decir, un diario. Desde ese entonces mi gusto por dibujar y escribir se empezó a desarrollar. La verdad no puedo recordar un momento en particular, mis experiencias en la niñez son como un rompecabezas al que se le perdieron las piezas. Crecí jugando con soldaditos, inditos, caballitos y dinosaurios (nunca jugué con las famosas Barbies que en ese entonces eran tan aclamadas), no sé qué pretendía mi papa comprándome juguetes de varón. La primera anécdota que recuerdo es a mis 3 años de edad en una piñata, donde me encontraba jugando con otros niños en un resbaladero. Me deslicé por el resbaladero y me quedé sentada en la parte inferior, uno de
los niños que estaban ahí se deslizó después de mí, me empujó y me caí. No pasaron ni 5 segundos en lo que me levanté, lo golpee en la nariz y se la rompí (no estoy segura si se la rompí pero le salió muchísima sangre). Otro relato interesante es que tenía la costumbre de morder a las personas, aunque hubo un caso que no fue una persona a la que mordí. Mi familia se encontraba platicando en la cocina de una casa en Ensenada, cuando de repente llega la pequeña Priscilla con la boca cubierta de pelos. Mi madre se asustó y me preguntó el porqué de mi boca peluda, felizmente le dije que había mordido al rotweiller que teníamos en esa casa (que buen perro al no hacerme nada). Esta costumbre de morder cosas pienso que nació en el momento en que decidí volverme un zoológico humano, al decir esto me refiero a que imitaba a todo animal existente en el planeta. Por ejemplo, al comer sopa siempre ponía mi plato en el suelo y el agua ya se imaginarán la manera en la que me la tomaba (visualicen a un perro tomando agua para ser más precisa). No cabe duda que a pesar de haber sido una niña algo peculiar terminé siendo una mujer normal, mis juegos consistían en golpes pero interiormente siempre fui una linda, pequeña e inocente niña que simplemente amaba a los animales y sabía protegerse.
el fruto dE mi niñEz, dEJando una sonrisa En cada porvEnir Andrea Romero
Tiempos de gran anhelo, serenidad y goce Y sueños primeros y eternos echando raíz Estos fueron mis primeros de muchos trotes Y cada uno de los recuerdos que me hacen sonreír. Esos son los primero días de eterna gloria En donde no nos fijamos en el que dirán, Ni en los estándares y por menos la soledad, Si no en amigos, con el que uno aprende a jugar. Primeros años de lucidez e inocencia por doquier, Dando risas y llantos sin algún tipo de desdén Primeros molares mudados y cicatrices en vaivén Demostrando aquellos primeros años de niñez. Y aunque estos días, lágrimas y recuerdos no volverán Siempre miro atrás para ver la semblanza que me dejó Cada uno de aquellos recuerdos sin dolor y recordando Cuando cada uno de mis sueños comenzó Me atrevo a admitir que mi niñez es lo que me forjó Y que ahora sus rendes recuerdos me ayudan a seguir, Porque aunque la madurez ha llegado a mí El recuerdo mi niñez es lo que me hacer volver a sonreír.
Erre Miguel Ruiz Quiero recordar aquel día, el primer momento, mi primer recuerdo de toda mi vida y ver lo feliz que era. Sin preocupación alguna acostado en mi cuna, es como yo quisiera estar, dentro de un planeta, donde todo fue alegría. Recordar como pequeños detalles, era lo que me hacían feliz, un pequeño carro de juguete Que me llevaba a otro mundo. Un mundo donde yo quisiera regresar, olvidar mis preocupaciones para siempre y volver a experimentar la felicidad, pero tengo que enfrentar la triste realidad. He aprendido a ocultarlo en un cajón miento bien al parecer creo que me hecho creer que estoy consciente y estando así no encontrare una respuesta a mi vida. Escapo en la realidad Me voy a la infinidad, y fue aquel momento donde yo recordé estando con mi primo en el patio jugando. Pocas horas después dentro de un hospital me puse muy sentimental, y en eso veo a mi mamá con algo en brazos y empieza a llorar y ella traía a María Montserrat.
Inocencia Mónica Galván Ainslie Años de pureza, años de comienzo Ingenuidad sincera y juegos diversos, Tretas inocentes y tardes en el parque, Cada amuleto que poseen ayudará a su suerte. Un salto con un sonido, una risa con una palmada, No hay preocupaciones ni problemas que los agobien, Solo el hecho de que les roben su dulce, O que los alcancen en la carrera del recreo. Nada los detiene, nada los cansa, La diversión y los colores son su motor; Un pequeño logro para nosotros es uno enorme para ellos, Y la simpleza del mundo es su más grande descubrimiento. No hay complicaciones en la percepción, En la forma de asimilar y resolver una cuestión, Una sonrisa suya dibuja una en nuestro rostro Y un abrazo es su alivio en el llanto. Son la más bella bendición y preocupación, Viven en libertad y con emoción, Nos recuerdan que aún existe la inocencia, Los niños, un rayo de luz que atraviesa las nubes. Son delicadeza y travesura, admiración y piruetas, Energía inagotable sin incentivo necesario, Ángeles terrenales, producto de una fusión, Resultado de una explosión, la más hermosa expresión de amor.
Mi niño infeliz, el que grita por querer salir José Alvarado Tovar ¡Mi hermoso! Fuiste el producto del amor infinito, Fuiste la inocencia que me hace feliz, Pero también la inteligencia que me hizo pensar, Junto con la curiosidad que me hizo crecer. ¿Crees que no te he extraño? Nadie se expresa como tú, Al escribir destrozabas la ortografía, Al hablar no te importaba cómo sonaba, Pero con esas palabras me realizabas el día. ¡No sé lo que pasa! Es tan triste que extrañe, Aunque de mí no te he sacado, Es más triste que te olvide, Porque para otros ya eres pasado. ¡Qué horrible! ¿Qué te he hecho! Mi niño, que jugabas a ser el héroe, Y ahora sólo quieres ser…alguien, Que decías que matarías a los malos, Y ahora cualquiera puede dañarte. ¡No me dejes aquí! Teniendo como a enemigo al mundo, Con el cuerpo disfrazado de adulto, Que no sabe si dejar lo que fue o lo que será, Por las decisiones que no sabrá tomar. ¡Te necesito! Tus palabras cambiaban mi mundo, Ya nada será igual, Porque hoy tengo la desgracia, De pensar como tú, pero hacer lo de otro. Mi pequeño Josecito… Aunque ya no estés aquí, Guardaré la grandeza de tu inocencia, Y partiré sin ti aunque me duela, Porque es mi cuerpo el resultado de tanta tristeza.
Risa Infantil Ivon Mireles Benavides Esa mañana he de escuchar Las notas más dulces Que me hagan recordar y cerrar Los días que hemos dejado atrás… Con mi tonta risa infantil, Y mis ojos que han visto al fin Poco más de lo que algún día imaginamos, No puedo pensar en un mejor cierre que bailar, Por más que todo haya cambiado, Por más que hemos cambiado. Buenos fueron los momentos En que me tuviste al alance de cualquier calendario y horario, Buenos fueron los momentos en que cada doce meses, Había aniversarios que celebrar, Pero más vale el verte, En este plan de cierre Y limpiar mi alma, Y contarte que somos niños otra vez. Somos niños otra vez, Somos niños otra vez. Hoy veo tras de mí Fechas que tal vez jamás saldrán de un viejo diario, Promesas que enterrar en algún sitio olvidado, Poemas de tinta invisible para quien me había inspirado, Llamadas perdidas que deseara en su momento haber contestado, Días impacientes de un regreso que aún espero cada fin de semana… Y hoy, hoy, hoy… cierro todo esto junto a ti; Con mi tonta risa infantil, Con la que te conocí.
“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. -Pitágoras-