Ministerio de Cultura de la Nación El gran juego de Leopoldo Marechal. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ministerio de Cultura de la Nación. Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, 2015. 120 p. ; 21 x 21 cm. ISBN 978-987-3772-44-3 1. Literatura Argentina. CDD A860
CASA NACIONAL DEL BICENTENARIO MINISTERIO DE CULTURA - PRESIDENCIA DE LA NACIÓN 15 de junio de 2015 - 27 de marzo de 2016
Nine, Lucas Detalle de Ilustraciテウn del Adaフ] Buenosayres, 2015.
Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner Ministra de Cultura de la Nación Teresa Parodi Jefa de Gabinete Verónica Fiorito
Secretario de Gestión Cultural Jorge Eduardo Espiñeira Director Nacional de Artes Rodolfo García Directora Ejecutiva de la Casa Nacional del Bicentenario Liliana Piñeiro
Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional Ricardo Forster Director Nacional de Pensamiento Argentino y Latinoamericano Matías Bruera
La muestra El gran juego de Leopoldo Marechal nos propone un recorrido por la vida y la obra del escritor que se detiene también en los documentos y en los objetos de su oficio. Al riquísimo material de archivo fotográfico y documental y a las primeras ediciones de sus libros se suma el trabajo de los ilustradores Lucas Nine, Daniela Sawicki y Johanna Wilhelm y el realizado por la Casa Nacional del Bicentenario y la Fundación Leopoldo Marechal, logrando un excelente resultado. A Leopoldo Marechal le gustaba pensar que los escritores debían ser “manifestadores de su pueblo”, una imagen que se aplica muy bien a su figura de intelectual y artista. Marechal no podía concebir su tarea sin compromiso: “todo escritor por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología políticosocial, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable.” Y en ese compromiso personal, social, político y también religioso y ético, la obra de Marechal se nos revela en este siglo XXI en una dimensión poco frecuente. Desde el Ministerio de Cultura de la Nación hemos decidido celebrar, homenajear y difundir a este pensador y creador que nos sigue movilizando e interpelando para pensarnos como argentinos con la lucidez y la originalidad de su voz. Leopoldo Marechal experimentó géneros, cruces y procedimientos de vanguardia teniendo muy cerca y presente nuestra tradición y la raíz de nuestra identidad. Fue también un creador que atravesó la problemática regional, nacional y latinoamericana abriéndola a su dimensión universal.
Teresa Parodi Ministra de Cultura de la Nación
Presentamos el catálogo que recoge la experiencia de El gran juego de Leopoldo Marechal, una exhibición que rinde homenaje a una figura central en nuestra literatura, un autor que ha dejado, en la cultura argentina, una huella profunda. Con esta exposición, que llevamos adelante conjuntamente con la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional a cargo de Ricardo Forster, nos propusimos sumar nuestro aporte para dar visibilidad a un autor un tanto opacado por vaivenes políticos. Hablar de Leopoldo Marechal es también hablar de sus contemporáneos: Xul Solar, Jorge Luis Borges, Raquel Forner, Jacobo Fijman, Oliverio Girondo y tantos otros que contribuyeron a afianzar nuestra identidad cultural. Es, a la vez, reconocer un momento de nuestra historia a través de la literatura. Convocamos a la Fundación Leopoldo Marechal, representada por sus dos hijas, María de los Ángeles y María Magdalena, y a María Rosa Lojo, escritora y especialista en la obra marechaliana, como asesora literaria. Invitamos, además, a un grupo de artistas que ilustraron para la ocasión distintos momentos de la obra de Marechal y aportaron su mirada desde las artes visuales. El resultado de este trabajo conjunto es una exhibición donde se entrelazan sus textos con material de archivo fotográfico y documental, las primeras ediciones de sus libros y otras publicaciones. Quiero agradecer a los archivos públicos y privados que, como siempre, cedieron parte del material patrimonial que compone el recorrido de la exhibición, y destacar el valioso trabajo del Área de Producción de la Casa Nacional del Bicentenario, tanto en el desarrollo de contenidos como en el diseño de montaje: Luciana Delfabro, Josefina Cabo, Cristina Blanco y Marcela Roberts, así como a todo el equipo que día a día, con su tarea, contribuye a consolidar este espacio de y para la cultura de los argentinos. Liliana Piñeiro Directora Ejecutiva de la Casa Nacional del Bicentenario
En momentos de grandes movimientos populares se despiertan del letargo los cancerberos de la literatura de un país y deponen al poeta emancipador: ¡es otro el destino que le has dado a tu lenguaje, bardo de la calle Monte Egmont! Cuando Leopoldo Marechal volvió de un viaje oficial por Europa, en 1949, lo recibió el silencio. Adán Buenosayres, la obra que de manera explícita conmemoraba los encuentros del grupo martinfierrista de la década del veinte, había sido intencionalmente inadvertida por los escritores de su generación. Se prefabrican los silencios en torno al antiguo amigo, se acalla su obra en los cenáculos porque el bardo ha traficado voces literarias entre el pueblo visible y el invisible. Pero el uso de voces coloquiales, lunfardas y vocingleras no era tan grave. Deponen al poeta porque hace de su oficio el trabajo dedicado a la emancipación del humilde, el desplazado, el silenciado. En la mente de sus contemporáneos, trabaja una lengua peronista con capital simbólico de la cultura ilustrada. Esto es lo que no perdonan: que la vanguardia estética de un fraternal amigo de los años veinte en la revista Martín Fierro haya caído en las manos de un cristiano primitivo, predicador del amor al pobre y al humilde de los Sagrados Evangelios en un gobierno nacional-popular. Callar al poeta, pero al poeta que quiere escribir por el destino desamparado de un pueblo sin leyes que velen por él. En 1919, un hombre asalariado muere porque no pudo faltar a la fábrica aunque estuviera enfermo. Era Alberto Marechal. Si para el martinfierrista Jorge Luis Borges, el destino de un hombre “consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”, para Marechal ese momento fue la muerte de su padre. Cómo no escribir para las voces acalladas por los altos legisladores de la patria liberal. El 17 de octubre de 1945 el poeta bajó a la calle. Se mezcló entre la gente. Quizás, lo alcanzó una epifanía: una lengua ganada para la liberación de la masa oprimida. Una literatura ganada para la emancipación de un pueblo que en el momento de su derrumbe sabe que solo un acto de heroísmo lo salvará de la desaparición. Y así va a expresarlo. De eso se trata, acaso, su última novela, Megafón, o la guerra (1970). La historia del héroe de guerra martirizado, y también el último acto de resistencia del escritor frente a los anteriores y futuros procesos de desaparición de voces políticas. No dejar que calle el reclamo de un padre asalariado. Esta muestra es una conmemoración del poeta, del hombre que fue Leopoldo Marechal. Pero aún más un viaje en la memoria de sus combates fundamentales de palabra: Adán Buenosayres (1948), El banquete de Severo Arcángelo (1965) y la ya citada Megafón, o la guerra, además de sus trabajos ensayísticos en Cuaderno de navegación. Dejar hablar al poeta es también dejar que sus libros no ocupen el olvido en una época de excursiones apresuradas por el pensamiento político argentino. Desde la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional junto con la Casa Nacional del Bicentenario y la Fundación Leopoldo Marechal, dirigida por María de los Ángeles y María Magdalena Marechal, impulsamos este recorrido por los documentos y objetos del oficio del escritor. Para que estas piezas íntimas, en su aparente silencio, también testimonien la historia. Ricardo Forster Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Los libros
Nine, Lucas Detalle de Ilustraciテウn del Adaフ] Buenosayres, 2015.
LEOPOLDO MARECHAL, El gran alquimista A la manera de los griegos, Marechal concibe al poeta como el hacedor. La poesía, en el sentido general de “creación”, es para él una sutil operación cosmogónica que reconstruye, en otra trama, desde otros vínculos, la realidad. Su obra reinventa el mundo con la imaginación de un alquimista dispuesto a las combinaciones más audaces. Se funden en su alambique lo lírico y lo grotesco, el absurdo y la plenitud semántica, lo cómico y la trágica seriedad, lo sobrenatural y lo ordinario, la prosa y la poesía. En complejos símbolos de base tradicional, artísticamente “intervenidos” (entre otros, el viaje, el banquete, el juego, la espiral y el laberinto, el centro, y sobre todo, la mujer), se extrema la tensión de los opuestos hasta sugerir su coincidencia en un plano que trasciende todas las antinomias. La aventura estética confluye con el salto al vacío de la visión metafísica. Una de sus síntesis más logradas es la de lo universal y lo nacional. Los motivos literarios y los mitos más prestigiosos de las grandes tradiciones, se nos acercan desde una perspectiva original. Con renovada eficacia, iluminan el mundo inmediato, atraviesan historias que ocurren en nuestros espacios habituales y se hablan en el idioma de los argentinos. María Rosa Lojo
Novelas
Marechal entra a la novela por la puerta grande con Adán Buenosayres (1948) cuando ya era un poeta ampliamente consagrado. Esta obra monumental y pluriforme, a la manera de la “novela total” postulada por los románticos, alcanza los extremos de la sublimidad y de la parodia, combina visiones del más allá, alegorías y descripciones costumbristas, teorías estéticas y payadas criollas, símbolos intemporales y personajes cuyos modelos estaban en el pasado cercano. El Banquete de Severo Arcángelo (1965) adopta los recursos del género policial para instrumentar un ritual iniciático en procura de la expiación y el autoconocimiento; Megafón, o la guerra (1970), dividido en rapsodias a la manera del antiguo poema épico, narra la gesta de un héroe abocado a la emancipación de la Patria, tanto en el plano terrestre como en el celeste.
En las tres novelas se reitera la pesquisa heroica en pos de una revelación fascinante que asume, sobre todo, una forma femenina y se enriquece cada vez con nuevos sentidos. Hay personajes que migran de una novela a otra, empezando por Marechal mismo (enmascarado como “editor” en la primera, como testigo y transmisor del relato de Farías en la segunda, y como narrador y personaje en la tercera). Pero sin duda, el migrante fundamental es Samuel Tesler (Adán…), que, rescatado del manicomio en Megafón, o la guerra, alcanza aquí una apoteosis profética y sapiencial desde la risa y el absurdo. M.R.L.
Adán Buenosayres Allí estaban los iberos de pobladas cejas que, desertando las obras de Ceres, conducen hoy tranvías orquestales; y los que bebieron un día las aguas del tormentoso Miño, varones duchos en el arte de argumentar; y los de la tierra vascuence, que disimulan con boinas azules la dureza natural de sus cráneos; y los andaluces matadores de toros, que abundan en guitarras y peleas; y los ligures fabriles, dados al vino y a la canción; y los napolitanos eruditos en los frutos de Pomona, o los que saben empuñar escobas edilicias; y los turcos de bigote renegrido, que venden jabones, aguas de olor y peines destinados a un uso cruel… Derecha: Nine, Lucas Ilustraciones de los siete libros de Adán Buenosayres, 2015. Vinilo impreso montado Copias de exposición: 55 x110 cm
Si alguien adujera que un escudo no es una ropa de dormir, le diría yo que una ropa de dormir bien puede ser un escudo, como lo era la de Samuel Tesler, paladín de la historia, que a falta de corcel jineteó una cama de dos plazas y cuya sola caballería fue un sueño tenaz con que se defendió siempre del mundo y sus rigores. LIBRO I
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En la jeta de Abdalla, bajo sus bigotes de alambre, la risa se quiebra de súbito para dar lugar a una mueca horrible. Se mantiene de pie, un instante aún; pero cae sobre sus rodillas que resuenan con un ruido de huesos, y al fin se derrumba todo, como un buey, no sin aferrarse a un cajón de naranjas brasileras que también se viene abajo. LIBRO II
La lengua del Neocriollo será el órgano del gusto y de la expresión a la vez, y estará dominada por Mercurio. Tendrá la forma de una cinta larga y flexible, como la de los osos hormigueros. Eso quiere decir que su boca será un agujero apenas, y estará desprovista de dientes, ya que el Neocriollo no se alimentará de substancias groseras, ¡ah, no!, sino de todo lo sutil que hay en este mundo. LIBRO III
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Entre los once del vestíbulo se patentizó un hondo malestar: el Conductor Gallego tenía una expresión adusta en el semblante y el Mercader Sirio un relampagueo cruel en los ojos; agachaba su cabeza el Gasista, con el aire de un animal recién castigado; el Señor Maduro, indiferente, había vuelto a la lectura de su periódico; Adán y Schultze, Pereda y Bernini, Samuel y Franky hablaban entre sí o lo fingían, ansiosos por hurtarse a la mirada circular de Jova. LIBRO IV
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Espadas angélicas y tridentes demoníacos chocan sin ruido en la calle Gurruchaga: se disputan el alma de Adán Buenosayres, un literato, porque según la economía suprema, vale más el alma de un hombre que todo el universo visible. Pero Adán no lo sabe, y es bueno que no lo sepa todavía. LIBRO V
Así fue como salió mi alma de su primera inmovilidad, en un día que la memoria no ha olvidado. Y al dirigir su movimiento hacia las criaturas exteriores, no lo hizo en línea recta, sino en la dirección de una espiral que, arrancándola de su centro, la fue llevando siempre alrededor de sí misma, pero la distanciaba de sí misma en cada una de sus revoluciones. LIBRO VI
Iba Schultze a responderle como se merecía y a revelarnos quizás una tercera historia, cuando se nos vinieron encima dos Cíclopes enormes que avanzaban a trancos, revolviendo a izquierda y derecha sus ojos frontales, como si buscaran algo en la penumbra. El de la vanguardia no tardó en descubrir a los tres héroes waterclosescos, y con una facilidad asombrosa los arrancó de sus tronos. LIBRO VII
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El Banquete de Severo Arcángelo …hay símbolos que ríen y símbolos que lloran. Hay símbolos que muerden como perros furiosos o patean como redomones, y símbolos que se abren como frutas y destilan leche y miel. Y hay símbolos que aguardan, como bombas de tiempo junto a las cuales pasa uno sin desconfiar, y que revientan de súbito, pero a su hora exacta. Y hay símbolos que se nos ofrecen como trampolines flexibles, para el salto del alma voladora. Y símbolos que nos atraen con cebos de trampa, y que se cierran de pronto si uno los toca, y mutilan entonces o encarcelan al incauto viandante. Y hay símbolos que nos rechazan con sus barreras de espinas, y que nos rinden al fin su higo maduro si uno se resuelve a lastimarse la mano.
… la Vida Ordinaria, en su aparente seguridad, sólo es una formidable ilusión colectiva. Un hecho libre, cualquier influjo no previsto que se infiltrara en la ratonera destruiría su organización ilusoria, como un grano de arena paraliza todo un mecanismo perfecto.
Megafón, o la guerra —Yo, en tu lugar, buscaría en el pueblo la vieja substancia del héroe. Muchacho, el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio.
El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido.
Izquierda: Marechal, Leopoldo Detalle de hoja manuscrita de El Banquete de Severo Arcángelo, s/f. Derecha: Marechal, Leopoldo Detalle de boceto gráfico de la casa de Megafón, de la novela Megafón, o la guerra, s/f.
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Spotorno, Juan Antonio Ilustraci贸n de portada Descenso y ascenso del alma por la belleza,
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Ensayo Spotorno, Juan Antonio Grabados que acompañaron la primera edición de Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Sol y Luna, 1939.
Marechal no se privó de reflexionar sobre su propia práctica de escritor y sobre cuestiones generales de estética. El más importante de sus ensayos en este último rubro es Descenso y ascenso del alma por la Belleza (1939). Desde un eje filosófico neoplatónico, se ocupa del itinerario que Adán Buenosayres describe como vívida peripecia novelesca: el viaje del alma por el universo plural de las creaturas (aunque seductor, perecedero), donde no podrá ni deberá permanecer para siempre, porque su destino es la Unidad inmortal, la Belleza divina, más allá de las apariencias. Cuaderno de navegación (1966) es una miscelánea que ofrece muchas claves concretas de su producción. En primer término, las "Claves de Adán Buenosayres" que aportan valiosas informaciones sobre el contexto de es-
critura y recepción de la obra, y “Del poeta, el monstruo y el caos”. La “Autopsia de Creso” nos remite a un episodio de Megafón, o la guerra. En ambos casos el objetivo es señalar la aberración de las sociedades contemporáneas, sometidas a Creso (el “Hombre Económico”, productor y acumulador de riquezas), quien en realidad debiera estar subordinado a imperativos más altos: el conocimiento, la creación, la felicidad. Además de otros ensayos dispersos, no recogidos en un solo volumen, Marechal publicó libros como Historia de la Calle Corrientes (1937) o Vida de Santa Rosa de Lima (1943). M.R.L. 29
Ya ves, Elbiamor, cómo el arte, puesto al servicio de una actividad que lo supera en jerarquía, continúa siendo libre, tenga o no conciencia de tan alta servidumbre. Pierde su libertad, en cambio, si presta servicio a planos de actividad inferiores al suyo (como lo son el de lo político, lo social y lo económico); porque tales actividades, tan necesarias en su “género”, le impondrán al arte una razón suficiente que no es la suya propia, con lo cual el arte dejará de serlo para descender a la “bajeza” de lo que sirve. “La torre de marfil asediada”, Cuaderno de navegación
…también se da luego en la comedia una catarsis: una “catarsis por la risa”; y se da en la “conformidad riente” con que acepta el espectador aquella toma de conciencia de sus propios defectos y limitaciones. Ahora bien, esa toma de conciencia no sería dable al hombre, si no tuviera él en sí mismo y de algún modo la noción de Alguien sin límites ni defectos con quien comparar la magnitud y naturaleza de sus privaciones humanas. Y ves aquí, Elbiamor, de qué manera una carcajada puede ser el arranque de una metafísica. “Breve tratado sobre lo ridículo”, Cuaderno de navegación
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Spotorno, Juan Antonio Grabado que acompañó la primera edición de Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Sol y Luna, 1939. Copia de exposición: 25 x 35 cm.
Elbiamor, hay dos Narcisos. Uno, asomado a las aguas exteriores, no ve sino su propia imagen reflejada en ellas, enamórase de su propia imagen, y al intentar alcanzarla muere por el amor de sí mismo: es un Narciso que “no trasciende”. Pero hay otro Narciso que “se transforma en flor”: asomado a las aguas, este Narciso feliz no ve ya su propia imagen, sino la imagen del Otro; quiere decir que depone su forma de un día por la forma eterna de lo que ama: es un Narciso que “trasciende”. …Belleza, Verdad y Bien son tres aspectos diferentes del Ser único: diferentes, no en el Ser mismo, sino en nosotros que lo consideramos, y que responden a tres momentos distintos en nuestra captación del Ser. Descenso y ascenso del alma por la belleza 31
Marechal, Leopoldo Cuaderno de navegaci贸n, Buenos Aires: Sudamericana, 1966. Primera edici贸n Casa Nacional del Bicentenario
Marechal, Leopoldo Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires: Sol y Luna, 1939. Primera edici贸n Biblioteca Nacional de Maestros
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Marechal, Leopoldo El banquete de Severo Arcángelo, Buenos Aires: Sudamericana, 1965. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
Marechal, Leopoldo
Marechal, Leopoldo
Adán Buenosayres, Buenos Aires: Sudamericana, 1948. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
Megafón, o la guerra, Buenos Aires: Sudamericana, 1970. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
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Paez, Roberto Ilustraci贸n (detalle) El Poema de Robot, Bs As, Americalee, 34 1966.
Poesía
Después de Los Aguiluchos (1922) –todavía de fuerte sesgo modernista– Marechal se une a la vanguardia donde militaban Girondo, Molinari, Borges. Días como flechas (1926) testimonia esta etapa, regida por la metáfora sorprendente.
Quiso retornar a formas y motivos clásicos en Laberinto de amor (1936), El centauro (1940) y Sonetos a Sophia (1940), sin que esto apagase una voluntad experimental que continuaría hasta el fin de su vida, en textos como El Poema de robot (1966), “Poema de la Física” y “Poema de Psiquis”.
Odas para el hombre y la mujer (1929) y Poemas australes (1937) entrelazan (sobre todo el último) la revelación de lo humano esencial con el espacio mítico del Sur (Maipú), que Marechal revisita siempre, como eje de su imaginario, también en el singular Heptámeron (1966), a la vez poema y tratado de poética. Dentro de su poesía cabe incluir el Canto de San Martín (1950) compuesto para la “Cantata sanmartiniana”, con música de Julio Perceval.
Su poesía se construye a partir de los elementos naturales, con centro en la llanura. La patria resplandece, siempre renovada, en un paisaje prístino pero modificado por el trabajo creador (la siembra, la doma, la cosecha) donde hombres y mujeres son protagonistas de una épica y, también, de una cosmogonía. M.R.L. 35
Laberinto de amor “Señor –le dije–, clavo la rodilla y la frente, pero, ¿cómo salir de la noche doliente?” Y respondió: “En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba”
Odas para el hombre y la mujer Del poema “De la soledad” Desatado de guerras oigo cantar mi viento. Yo recogí mi corazón perdido sobre la muchedumbre de las aguas. Yo soy un desertor entre las huestes que asaltaron el día.
Heptamerón La complexión monstruosa del poeta se afirma en el contraste de su doble mirada: con el ojo derecho mira en horizontal, como el buey de paciencia cotidiana o el hombre de peinado triste y obligatorio; con el izquierdo mira en vertical, según la ley del ángel, hacia la flor abierta de todas las alturas.
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Basaldúa, Héctor Ilustración de Cinco Poemas Australes, Buenos Aires: Convivio, 1937.
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Veroni, Raoul Aguafuerte de El viaje de la primavera, Buenos Aires: EmeceĚ , 1945.
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Sonetos a Sophia y otros poemas Del poema “Del amor navegante” Si fuesen uno, Amor, no existiría ni llanto, ni bajel, ni lejanía, sino la beatitud de la azucena. ¡Oh, amor sin remo en la unidad gozosa! ¡Oh, círculo apretado de la rosa! Con el número Dos nace la pena.
Cinco poemas australes Del poema “A un domador de caballos” Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: Es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua; poner un freno al aire, dos alas a la tierra. ¡Buen domador el que armoniza y tañe las cuatro cuerdas del caballo! (Cuatro sonidos en guerra forman el potro salvaje). Y el que levanta manos de músico y las pone sobre la caja del furor Puede mirar de frente a la Armonía que ha nacido recién y en pañales de llanto. Porque domar un potro es como templar una guitarra.
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Paez, Roberto Ilustraciones que acompa帽aron la primer edici贸n de El Poema de Robot, Buenos Aires, Americalee, 1966.
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Detalle de boceto escenográfico de Antígona Vélez para su versión operística de 1991, en el Teatro Colón. Realizador: Christian Prego.
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Teatro
La idea del mundo como gran teatro, donde jugamos la “comedia inefable” de nuestra salvación (Adán Buenosayres) se desarrolla, específicamente, en las obras dramáticas que Marechal escribió durante su período de madurez. Antígona Vélez (1951) y Don Juan (que iba a estrenarse en 1976 y se prohibió por el golpe militar), retoman personajes y motivos de largo recorrido: la Antígona de Sófocles y el Don Juan creado por Tirso de Molina, que Marechal sitúa en el espacio pampeano, entroncándolos con la historia y la cultura locales. Así, su Antígona le da sepultura al hermano que combatió del lado de los indios; Don Juan, un estanciero seductor de muchachas, se rinde ante la virginal Inés. La comedia Las tres caras de Venus (1952) gira en torno a la mujer como símbolo, no sin un guiño burlón
hacia los varones que pretenden reducir y encarcelar sus inquietantes potencialidades. La Batalla de José Luna (estrenada en 1967) es un “sainete a lo divino”, que transcurre en un conventillo porteño, donde José Luna, vendedor de Biblias, el demonio Nebiros y el ángel Cantabelli, disfrazados de anarquista y de vinatero, pelean por esta mujer enigmática. Otras obras teatrales que permanecían inéditas han comenzado recientemente a publicarse (como Alijerandro). Buena parte de la dramaturgia de Marechal se halla aún por descubrir. M.R.L. 43
Don Juan Teatro Nacional Cervantes puesta y dirección de Malena Marechal, 2015.
Don Juan Don juan: (Se pasea intranquilo.) ¡Si al fin lograse reposar el ansia! ¡O si esta sed fuera como la de los ojos cuando se abrevan tranquilos en un paisaje! (Recita.) “No es bueno despertar una sed, y luego arrancarla del pozo recién cavado.” ¡Tenía razón el viejo: Hablaba de la sed ajena, y eso es tan fácil! Pero, ¿quién despierta la mía, y la deja siempre con los labios resecos? ¡Felices los que reposan junto a su agua inagotable! Muerto de envidia y de rencor he mirado a los que se demoraban junto a su pozo, con la boca fresca y el corazón hecho un puro remanso. 44
La batalla de José Luna Teatro Municipal de Río IV, puesta y dirección de Malena Marechal, 1984.
La batalla de José Luna Lucía: (En un crescendo terrible.) ¡Todos esos candelabros de plata que ardieron para nadie! ¡Y dos manos que habían sido hechas para bendecir el Amor, y que no se tendieron aquella noche! ¡Y las campanas que gritaron inútilmente, porque nadie vino! ¡Y el organista que no llenó de aire los tubos ni recorrió los teclados! La gente dice: “Lucía Febrero anda sin juicio porque alguien faltó a la ceremonia, el único que no podía faltar”. ¡Y no es cierto! ¡Lo que ha trastornado a Lucía Febrero es aquella luz de iglesia que no cumplió su destino, y aquella música de órgano que no pudo nacer, y aquellas manos bendecidoras que no hicieron su oficio, y las campanas que se desgañitaron en balde… 45
Antígona Vélez Antígona: (Con amargura.) Porque han olvidado allá que Antígona Vélez ha sido también la madre de sus hermanos pequeños. Le tenía miedo a la oscuridad: ¡y me lo han acostado ahora en la noche, sin luz en su cabecera! ¡Ignacio! ¿Por qué no corre hasta el pecho de Antígona? ¡Es que no puede! ¡Le han hundido los pies en el agua negra! Pero Antígona buscará esta noche a su niño perdido, y lo hallará cuando salga la luna y le muestre dónde han puesto su almohada de sangre. Han olvidado allá que Antígona Vélez fue la madre de sus hermanitos. ¿Por qué no se levanta la luna sobre tanta maldad? ¡Ella entendería cómo una mujer no puede olvidar el peso de un niño, cuando vuelve asustado de la oscuridad, con dos estribos de plata en sus manos que tiemblan!
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Don Facundo: (Violento.) ¿Quién enterró a Ignacio Vélez? Antígona: (Con voz natural.) Yo lo enterré. Mujeres: ¡Antígona! Antígona: (Irguiéndose, como transfigurada.) ¡Yo lo enterré! (Y ahora en un grito salvaje, mezcla de triunfo y dolor.) ¡Yo lo enterré anoche! Mujer 1ª: ¡Fue Antígona Vélez! Hombre 1º: ¡Y se ha perdido! Don facundo: (A Antígona.) Mujer, ¿sabías cuál era mi voluntad? Antígona: Yo seguí otra voluntad anoche. Don facundo: ¡En esta pampa no hay otra voluntad que la mía! Antígona: La que yo seguí habló más fuerte. Y está por encima de todas las pampas.
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Marechal, Leopoldo
Marechal, Leopoldo
El poema de Robot. Buenos Aires: Americalee, 1966. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
El Centauro. Buenos Aires: Sol y Luna, 1940. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
Marechal, Leopoldo
El viaje de la primavera. Buenos Aires: Emecé, 1940. Primera edición. Biblioteca Nacional de Maestros
Marechal, Leopoldo
Heptamerón. Buenos Aires: Sudamericana, 1966. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
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Marechal, Leopoldo
Antígona Vélez, Buenos Aires: Citerea, 1965. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
Marechal, Leopoldo
La batalla de José Luna, Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1970. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
Marechal, Leopoldo
Don Juan, Buenos Aires: Ed. Castañeda, 1978. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
Marechal, Leopoldo
Las tres caras de Venus, Buenos Aires: Citerea, 1965. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros
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Textos crĂticos 53
Sawicki, Daniela La mujer simb贸lica Detalle de ilustraci贸n, 2015.
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La mujer simbólica
La figura femenina recorre toda la obra de Marechal, unida a una dialéctica de lo sagrado. En el Adán Buenosayres la joven Solveig Amundsen deslumbra y encanta al poeta con una luminosa pureza que la aproxima a la Beatrice de Dante Alighieri. Desde el “Cuaderno de Tapas Azules”, reaparece como “Aquella”, la que reúne todas las perfecciones y es la guía hacia un plano superior. No obstante, Adán entenderá que la muchacha de Saavedra no puede encarnar un Absoluto trascendente desde su frágil soporte mortal. Por eso practica sobre su imagen una “transmutación alquímica” que la despoja de su condición
perecedera. Muere así para Adán la mujer terrestre, reemplazada por la mujer celeste: la “Niña-que-ya-no-puedesuceder”, espejo secreto del alma y su deseo. Y en tanto, en lo profundo del sueño, surge una visión enigmática, lunar y nocturna, el lado en sombras de la primaveral “Aquella”: la Mujer proyectada sobre el cielo en una esfera cuatripartita. Alma del Mundo, misterioso mandala, anticipa la Lucía Febrero de Megafón, o la guerra, y sugiere una Realidad total, en sus aspectos ocultos y manifiestos. M.R.L. 55
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EL CARACOL DE VENUS Y LA NOVIA OLVIDADA En el Delta del Paraná, sobre la confluencia de los ríos Luján y Sarmiento, bajo un edificio de una sola planta cuya forma “era un hongo chato, una torta de casamiento, una tumba egipcia o un garaje monstruoso”, se halla el Château des Fleurs o Caracol de Venus: sofisticado prostíbulo que oculta la más sublime de las cautivas: Lucía Febrero, la Novia Olvidada. Desde su breve primera aparición en Adán Buenosayres como la “Flor del Barrio”, enloquecida por el abandono de un novio que nunca llega al altar, este personaje cobra protagonismo y espesor significativo en La batalla de José Luna, hasta convertirse en objetivo último de la búsqueda heroica en Megafón, o la guerra. “Quilombo enigmático”, helicoidal como el Infierno de Schultze, laberíntico como la morada del Minotauro, el Caracol de Venus es una compleja figura de la totalidad, centro del cosmos con su caverna iniciática (la cámara escondida donde se halla Lucía, encadenada sobre un altar). Un Infierno donde se peca, se odia y se mata, pero que también contiene la llave secreta del Paraíso. Mediante la pesquisa del Château des Fleurs que concluye con el sacrificio del héroe, llega a su apogeo la conjunción de los opuestos como práctica estética y aspiración metafísica, reiterada en la obra de Marechal. Las contradicciones desgarradoras del mundo visible parecen superarse en la ambivalente figura de la Novia Olvidada: piedra filosofal de los alquimistas, virgen y prostituta que condensa todas las valencias de la sacralidad femenina. En ella culmina la Batalla Celeste de Megafón y la paz y la guerra se conjugan entre sí “como dos tiempos necesarios de una misma bondad.” M.R.L. 57
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Nine, Lucas Detalle de Ilustraciテウn del Adaフ] Buenosayres, 2015.
La metáfora Me considero un “autodidacto”, vale decir, un hombre que busca en los libros, en las cosas y en la meditación una respuesta vital a sus problemas interiores, y que además busca y perfecciona los “medios expresivos” que han de servirle para traducir “ad extra” ese trabajo interior.
“Jugar con las formas, arrancarlas de sus límites naturales y darles milagrosamente otro destino, eso es la poesía”, dice Adán Buenosayres, defendiendo la poética vanguardista y sus insólitas creaciones metafóricas. Se trata de imitar, no ya, previsiblemente, lo creado mismo, sino la acción creadora de Dios, rompiendo las fronteras ordinarias de las cosas, emancipándolas de sus “estrechos
límites ontológicos”. En un verdadero acto revolucionario, el poeta se sumerge en la unidad primordial del Intelecto Divino para formar nuevos seres, revelando los vínculos ocultos bajo la superficie de lo existente.
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Nine, Lucas El humorismo angĂŠlico 2015
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El humorismo angélico
¿De qué se ríen o sonríen los ángeles? Según el narrador de Adán Buenosayres, lo hacen, bondadosamente, de la locura de los hombres; por eso los imita en su novela, convencido de que la sátira puede ser también una forma de la caridad. Los ángeles marechalianos, tan entrometidos como solidarios, luchan sin cuartel para salvar a sus protegidos, los humanos mortales, y con su poderosa risa celeste los llevan a tomar conciencia de sus ridículos errores, emancipándolos del Mal y de los males. Claro que los hombres también se ríen de sus ángeles. Dónde están, se pregunta Franky Amundsen, los “ángeles culones”, “los ángeles de Schultze, que se dedican a incubar los futuros barrios porteños. ¡Y qué nalgas deben tener para eso los angelitos!” Es que ángeles, hombres y sobre todo, demonios, son siempre dignos de burla frente al Único que no es risible,
el Hermoso Primero. Pero la risa, paradójicamente, ofrece puentes para que los hombres se compadezcan unos a otros en sus limitaciones y se alejen del horrible Paleogogo sumido en el fondo del helicoide infernal donde los ciudadanos de Buenos Aires (incluso los poetas) están condenados a repetir sus fallas caricaturescas. Irreverentes y díscolos, Gog y Magog, Barrantes y Barroso: los payasos mordaces de El Banquete de Severo Arcángelo y de Megafón, o la guerra, respectivamente, muestran las fealdades de la sociedad, las defecciones y las condenables traiciones de quienes la dirigen. También la patética debilidad que los hace tan grotescos como dignos de lástima frente a los ángeles que, pese a todo, siguen tendiéndoles un ala risueña para procurar su redención. M.R.L. 63
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Marechal, Leopoldo Diagrama del Concilio. Boceto graĚ fico para la novela El banquete de Severo ArcaĚ ngelo.
Los espacios
DE LA MESA GIRATORIA A LA CIUDAD CÚBICA
Novela experimental, El Banquete de Severo Arcángelo, es en sí misma la historia de un arriesgado experimento. El Banquete es un Infierno, pero no en el sentido de eterna tortura, sino de ardua metamorfosis. Quizá la de “los hombres en tránsito hacia el niño, por autodestrucción simplificadora”, como esos lectores a los que Marechal invoca en su dedicatoria del Banquete organizado por Severo Arcángelo, el Metalúrgico de Avellaneda, solo se conocen sus preparativos: un despiadado proceso de autoconocimiento y redención, en que el grotesco y el absurdo son elementos imprescindibles. Pecador y angélico, admonitorio y penitente, Severo es al mismo tiempo el Gran Revolucionario y el Gran Retrógrado, que busca restaurar la pureza originaria de un Adán desfigurado por el mal, cada vez más distante de la imagen divina, hasta ser un reflejo de reflejos, imagen cuatro veces degradada en la presente Edad de Hierro, y su último avatar: el Robot. El Banquete es un juego peligroso. Una parodia y un anuncio de Juicio Final, un acertijo en cuyo desciframiento se apuesta la vida. Una obra de teatro preparada por el Fundidor donde los actores tendrán que ir improvisando sus
propias letras, “un laberinto al cual se nos había lanzado y que ahora recorríamos a ciegas”, dice Lisandro Farías; “un teorema abierto a las inquisiciones del alma”. Como siempre, los espacios son fundamentales: la enorme casa de Severo, austera y silenciosa, que cada uno recorre siguiendo su intransferible itinerario; la Zona Vedada; la perrera donde los payasos Gog y Magog predican un mordaz escepticismo; la Mesa Giratoria, que expondrá a los treinta y tres comensales a la prueba decisiva con sus vertiginosas vueltas. Los que la resistieron (salvo Lisandro Farías, infortunado desertor) siguen viviendo presumiblemente en el Edén recuperado de la Cuesta del Agua. Allí donde el Jardín circular se inserta en la Ciudad Cúbica prometida para el fin de los tiempos, y una sociedad nueva se regenera en Cristo: el Hombre de Sangre, el Demócrata del Reino.
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SAAVEDRA:
espíritu de la tierra y puerta del infierno Los tripulantes de la “Nave de los Locos” realizan en el Adán Buenosayres dos expediciones nocturnas a los “bajos de Saavedra”, situados en la indecisa frontera entre la ciudad y el campo. Una epopeya paródica (Libro III), con rasgos alegórico-fantásticos, se despliega allí entre matorrales pantanosos y el croar de los “sapos cisnes”. Ante los ojos de los excursionistas desfilan figuras insólitas, que representan el pasado, el presente y el futuro de una Argentina en permanente ebullición: desde el Gliptodonte parlante (Espíritu de la Tierra, en la teoría del petiso Bernini), hasta el fabuloso Neocriollo imaginado por el astrólogo Schultze. El velorio de Juan Robles, pisador de barro, significará, por fin, un inolvidable encuentro tragicómico con la mitología del arrabal, encarnada en taitas, malevos y mujeres encandiladas por las luces del centro que retornan a sus orígenes humildes. En el segundo viaje (Libro VII) el mismo Adán contará su experiencia de descenso al Infierno suburbano (Cacodelphia), cuyo acceso, guardado por la bruja doña Tecla, se oculta bajo un ombú gigantesco. Con la guía de Schultze, “raro Virgilio”, creador de ese mundo subterráneo, llegará hasta el sector de “los violentos del arte”, y deberá justificar la audacia disruptiva de sus metáforas. Habrá un tercer viaje a Saavedra en Megafón, o la guerra, décadas más tarde, en un paisaje muy diferente: el ombú ha sido cortado y un edificio se alza sobre la entrada del inframundo. Schultze ya no existe, los malevos de otro tiempo se reúnen, como jubilados nostálgicos, en un almacén de campo semiderruido, pero Saavedra continúa siendo “la misteriosa” y “la boca del Infierno sigue abierta” bajo el cemento, perturbando a los porteros desprevenidos, hasta “que Buenos Aires tenga su juicio final”. M.R.L. 66
Marechal, Leopoldo En Saavedra. Boceto graĚ fico para la novela AdaĚ n Buenosayres.
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Al infierno y al paraíso se llega en espiral. El horrible Paleologo y la Sabiduría Divina viven en Buenos Aires, en el centro de laberintos con forma de helicoide. (M.R.L.)
Marechal, Leopoldo El Neocriollo. Boceto gráfico para la novela Adán Buenosayres.
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Yo escribo sobre la base de dibujos, especialmente de los ambientes en que se desarrollan algunas escenas, o sobre esquemas con significación metafísica.
Marechal, Leopoldo Calidephia y Cacodelphia. Boceto gráfico para la novela Adán Buenosayres.
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de sala 71
Puerto de Buenos Aires, s/f, AGN
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El campo y la ciudad Y ahora te hallas en Buenos Aires, forastero y estudioso de la gran ciudad, a la que acabas de llegar, portador de un mensaje de frescura que no sabes manifestar aún.
La mirada de Marechal no enfrenta, como algunos clásicos argentinos del siglo XIX, el campo “bárbaro” a la “civilización” urbana. El campo está siempre presente, en su poesía y en su narrativa, desde el recuerdo de Maipú: una localidad rural donde su Adán Buenosayres (y Marechal mismo) pasó los veranos de la infancia, pero no es una entidad destructiva o amenazante. Transfigurado en zona mítica personal, lo acompañará en tanto norma ética (las vidas “heroicas y sin laurel” en la llanura) y espacio míticopoético que remite a los orígenes del ser y de la palabra, contemplados como un perpetuo advenimiento. Si en sus novelas urbanas el campo “entra” en la ciudad, no lo hace en calidad de fuerza caótica y embrutecedora; antes bien, encarna la razón cósmica, el modelo de los ritmos de la creación divina y humana. Para el que va extraviado,
buscándose a sí mismo y al hilo del sentido en el laberinto citadino, hay una brújula oculta: el Sur, la pampa austral, que es también la matriz metafórica fundamental de la poesía marechaliana, desde Días como flechas (1926). Las provincias, claramente representadas en Megafón a través de las costumbres, las comidas, las fiestas, la danza; la edénica Cuesta del Agua (El Banquete…), en algún lugar del Norte argentino; la trágica pampa de Antígona Vélez donde sin embargo se funda una patria, o la de Don Juan, donde el gran transgresor finalmente se redime, no son territorios marginales en la intemperie bárbara, sino zonas de (re)generación de la identidad nacional y también de una revelación existencial y metafísica. M.R.L. 73
Mapa literario de las novelas de Leopoldo Marechal Maite Larumbe, Josefina Cabo 2015
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Contextos 77
Leopoldo Marechal con amigos del “Grupo de París”, 1930.
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Marechal y la vanguardia En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa, dirigida por Güiraldes, Borges y creo que Rojas Paz. Casi enseguida me enrolé en el grupo que decidió imprimir a la revista Martín Fierro un ritmo verdaderamente revolucionario, que no tuvo en su primera época.
Como parte del grupo de escritores y artistas que, en la década del veinte, busca romper con los cánones de consagración hegemónicos para “entrar por la ventana” en la literatura y el arte, Leopoldo Marechal colabora activamente en dos revistas de la vanguardia porteña: Proa (1922-1928) y Martín Fierro (1924-1927). Desde la trinchera martinfierrista, y junto con Jorge L. Borges, Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Xul Solar, Emilio Pettoruti y Evar Méndez, entre otros, participa de las afrentas a Leopoldo Lugones –el consagrado poeta “oficial” era un blanco de ataque frecuente– y del tono irónico, paródico y desacralizador con que la revista intervenía en la escena literaria.
Además, en sus viajes a Europa (1926; 1929), Marechal intensifica y afirma sus vínculos con los artistas argentinos que, instalados en la capital francesa, buscaban una renovación en el campo del arte: introducido por su amigo José Fioravanti, comparte viajes, paseos y preocupaciones estéticas con plásticos como Horacio Butler, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Antonio Berni, Raquel Forner y Alfredo Bigatti, miembros del llamado “Grupo de París”.
Josefina Cabo 79
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la nave de los locos personajes de la vanguardia
Entre tantas otras cosas, Adán Buenosayres es una novela sobre la vanguardia de los años 20, que permanece fiel a su espíritu lúdico y anti solemne, su insolente creatividad y su sentido del humor. Los principales destinatarios de esta sátira desenfadada son los vanguardistas mismos, entre los que se cuenta, desde luego, el propio autor. La vida bohemia de aquellos años incluía incursiones aventureras en los suburbios y tertulias nada convencionales. Entre los excursionistas que Marechal imagina, es posible señalar algunas reconocibles afinidades con escritores y artistas del grupo, aunque nunca se trata de identificaciones mecánicas o literales sino de trasposiciones estéticas, con una proyección que excede a las personalidades puntuales. Como señala Marechal, “el verdadero narrador es un intérprete y no un fotógrafo de la humanidad”. Dentro de los “locos” de la Nave se encuentran Adán, Luis Pereda, Samuel Tesler, el petiso Bernini y el astrólogo Schultze, demiurgo y timonel, en quienes se podría ver respectivamente (y con las salvedades apuntadas), a Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, el poeta Jacobo Fijman, el ensayista Raúl Scalabrini Ortiz y el polifacético artista plástico Xul Solar. Otros dos tripulantes (menos identificables) son los personajes Franky Amundsen (en quien confluyen rasgos de varios integrantes de la revista Martín Fierro) y el criollista Del Solar. Los encontraremos a todos reunidos en el jovial “manicomio de los Amundsen”, que probablemente alude a la casona de la familia Lange, donde las hermanas Haydée y Norah (talentosa escritora, casada luego con Oliverio Girondo), oficiaban como verdaderas “musas vanguardistas”. M.R.L. 81
Wilhelm, Johanna Siluetas del Adรกn Calados en papel. 2015.82
Adán Buenosayres
Samuel Tesler
Luis Pereda
“¿Desde cuándo te hablaban así las formas resplandecientes de las criaturas? ¿Desde cuándo te hablaban ellas en aquel idioma que no entendías aún claramente, pero que te adelantaba la certidumbre de lo bello, lo verdadero y lo bueno, y hacía lagrimear tus ojos, y despertaba en tu lengua la dolorosa comezón de responder con el mismo lenguaje? Ciertamente, una mañana, leyendo tu trabajo de colegial, Don Bruno había dicho en clase: ‘Adán Buenosayres es un poeta’; y los chicos te observaron a fondo, como si te desconocieran. Pero, ¿desde cuándo? Señor, un niño que se aparta de los juegos, furtivamente, para tejer en los rincones una urdimbre de palabras musicales: ‘¡Oh, la rosa, la triste rosa, la descarnada rosa!’”.
“Un lustro apenas tenía cuando emigró con su tribu y sus dioses a las tierras del Plata, donde creció en fealdad y sabiduría, recorrió paisajes, tanteó caracteres, estudió costumbres, y gracias al más asombroso de los mimetismos llegó a considerarse un aborigen de nuestras pampas, hasta el extremo de que, mirándose al espejo, solía preguntarse si no estaba contemplando la mismísima efigie de Santos Vega”.
“Luis Pereda, criollista teórico, llamado hasta poco antes ‘el hombre fortachón y bamboleante como un jabalí ciego”.
Solveig Amundsen “Solveig Amundsen era la materia prima de toda construcción ideal, o el barro con que se amasan los ensueños; y era todavía indescriptible, como un agua que no ha tomado aún ninguna forma ni se ha vestido de ningún color”.
El petiso Bernini “Había llegado la hora del petiso Bernini, sociológo de vanguardia, el cual (si hemos de dar crédito a un horóscopo debido a la pluma de Schultze) había nacido bajo tales conjunciones y oposiciones astrológicas, que todos los problemas humanos encontraban en su intelecto una solución definida por alguno como aputanada y por otros como rigurosamente científica, y que se vinculaba siempre con la tan difícil cuanto agradable unión de los sexos”.
Haydée Amundsen “Su pelo de cobre, su frente de oricalco, sus ojos de turquesa, sus labios de granate, su dentadura de ágata, sus manos de latón, sus pechos de marfil, su torso de alabastro, su vientre de mercurio, sus piernas de ónice, todo anunciaba que la madre Natura se había complacido en reunir sus más caras joyas dentro de aquel estuche abierto que se llamaba Haydée Amundsen”.
El astrólogo Schultze “Tenía el astrólogo un cuerpo flaco de casi dos metros de talla, una cabeza de frente anchurosa y cabellos argentados, y un rostro severo que se resentía de cierta palidez terrosa, comparable a la de los bulbos, y se animaba con la luz de unos ojos grises cuyo mirar caía de pronto sobre uno como un puñado de ceniza”. “En cuanto a la sabiduría del astrólogo, el sentir popular andaba igualmente dividido: había quienes lo imaginaban en el grado último de la iniciación védica, y quienes lo suponían flotando en las excelsas regiones del macaneo teosófico, amén de algunos que, demasiado suspicaces, lo reverenciaban como al humorista más luctuoso que hubiese respirado las brisas del Plata”.
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Nota de despedida de Xul Solar a Leopoldo Marechal, Revista MartĂn Fierro, enero de 1927.
Ejemplar Archivo Museo Xul Solar.
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Carta natal de Leopoldo Marechal realizada por Xul Solar, s/f.
Documento original Archivo Museo Xul Solar.
Leopoldo Marechal, “El Panjuego de Xul Solar” en Cuadernos de Mr. Crusoe, 1967.
Ejemplar Archivo Museo Xul Solar.
Primera edición de Días como flechas, dedicada a Xul Solar por Leopoldo Marechal, 1926.
Ejemplar Archivo Museo Xul Solar.
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L.M. con sus amigos del "Grupo de ParĂs", Sanary sur-mer, 1930
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Nine, Lucas Detalle de Ilustraciテウn del Adaフ] Buenosayres, 2015.
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Marechal y la política
POLÍTICA Y FICCIÓN El plano de la política: es decir, el orden que los seres humanos se dan a sí mismos para vivir en sociedad, está siempre presente en la obra de Marechal en todos sus géneros y especialmente en sus novelas, donde alcanza un brillante desarrollo narrativo, argumentativo y alegórico. Resulta inseparable de su concepción cristiana del mundo, en tanto y en cuanto la buena política será, para él, aquella que logre encarnar los valores del Evangelio. Ya en el Adán Buenosayres la necesaria fraternidad de lo diverso aparece como objetivo de la vida cotidiana, y Calidephia, la ciudad de los hermanos, como el horizonte utópico de concordia contrapuesto a la infernal discordia de Cacodelphia. En El Banquete de Severo Arcángelo, la búsqueda metafísica de los que son llamados al ágape revulsivo y purificador se relaciona directamente con las insuficiencias de un sistema que exilia a los hombres de su propio ser en la “ratonera de la Vida Ordinaria”, so-
metiéndolos a la rutina del trabajo automático y el consumo, vaciándolos de objetivo espiritual. Todos son víctimas, pero algunos, también, son victimarios: los que, como Severo, el Metalúrgico de Avellaneda, han quemado lo más valioso de su propio tiempo y el tiempo de los otros. Pero es en Megafón, o la guerra donde, sin abandonar el registro alegórico y simbólico, se pone en escena, de manera dramáticamente explícita, el país que sucede al derrocamiento del peronismo, en los años 50 y 60. Megafón y sus variopintos compañeros (incluido un Samuel Tesler rescatado del manicomio) juegan allí también, con las mejores herramientas de la sátira, una “batalla terrestre” cuyo objetivo es asediar las conciencias dormidas o corruptas de quienes sustentan un régimen de ilegitimidad, y devolver una patria a un pueblo en espera. M.R.L.
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En tranvía cerca de Pza. Constitución Imágenes del peronismo. 1945-1955 de Horacio Botalla y Samuel Amaral Eduntref, 2010.
FRANCOTIRADOR LITERARIO, MANIFESTADOR DE SU PUEBLO
“En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo”, escribió Leopoldo Marechal en “Los puntos fundamentales de mi vida”. En el apartado siguiente de ese mismo breviario autobiográfico, especificó: “Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la ‘voz de su pueblo’, es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar”. Fue el espectáculo de la Plaza de Mayo inflamada en voces de su pueblo (que “de pronto alzó la frente y se hizo rayo”), durante el 17 de octubre de 1945, el que despertó en Marechal la convicción de que ese día sucedió “la única revolución verdaderamente popular que registra nuestra historia”. Hacía un año que había sido nombrado Director General de Cultura, luego de renunciar al cargo de Director del Consejo General de Educación, de la provincia de Santa Fe. A lo largo de la vida de Marechal, la función pública se entreveró con el cultivo de la bohemia, los viajes, el ejercicio de la docencia y la escritura de poemas y relatos. Además
de esa novela insignia, Adán Buenosayres, que fue plasmando a través de los años y las ausencias. Tras su publicación, en 1949 Julio Cortázar (casi el único, en el entorno literario porteño, que celebró esa obra desmesurada) escribió: “Tal como lo veo, Adán Buenosayres constituye un momento importante en nuestras desconcertadas letras. Para Marechal quizá sea un arribo y una suma; a los más jóvenes toca ver si actúa como fuerza viva, como enérgico empujón hacia lo de veras nuestro. Estoy entre los que creen esto último, y se obligan a no desconocerlo”. Es ocioso cifrar el pensamiento político de Leopoldo Marechal por fuera de su obra literaria (que incluyó también ensayos y piezas teatrales, por los que obtuvo premios nacionales y municipales). “El hombre de letras es un manifestador de su pueblo y de las virtualidades de su raza”, habría de ratificar un Marechal de última hora. Bajo esta perspectiva, es en el testimonio de la mítica Buenos Aires —conjeturada por el “poeta depuesto” desde la mirada del peronismo—, que cobra sentido cualquier arqueología ideológica sobre su pensamiento. 91
EL POETA DEPUESTO José María: En La Nación del 17 de noviembre de 1963, H. A. Murena, objetando polémicamente al crítico uruguayo Rodríguez Monegal ciertas apreciaciones de su libro Narradores de esta América, dice, refiriéndose a mí: “Marechal constituye un caso remoto por la doble razón de ser argentino y de que, a causa de su militancia peronista, se hallaba excluido de la comunidad intelectual argentina”. Ciertamente, y como sabes, yo venía registrando en mí, desde 1948 en que apareció mi Adán Buenosayres, los efectos de tal “exclusión”, operada, según la triste característica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fácil de los silencios y los olvidos prefabricados. La declaración de Murena fue un acto de valentía intelectual, como lo fueron las de Sábato repetidas en numerosas instancias. Y su confirmación de lo que yo había experimentado en carne propia me llevó a estas dos conclusiones: 1ª, la “barbarie” que Sarmiento denunciara en las clases populares de su época se había trasladado paradójicamente a la clase intelectual de hoy, ya que sólo bárbaros (¡oh, muy lujosos!) podían excluir de su comunidad a un poeta que hasta entonces llamaban hermano, por el solo delito de haber seguido tres banderas que creyó y cree inalienables; y 2ª, desde 1955 no sólo tuvo nuestro país un Gobernante Depuesto, sino también un Abogado Depuesto, un Médico Depuesto, un Militar Depuesto, un Cura Depuesto y (tal es mi caso) un Poeta Depuesto”.
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Palabras al Che Cuando se haya redimido este ya largo deshonor que Gravita sobre Latinoamérica; Cuando esa gran vergüenza sea lavada con el buen Jabón que da la sangre de los héroes; Cuando la libertad no sea entre nosotros un giro en Dólares y una ilusión tramposa; Entonces, compañeros, se verá cómo un fénix puede Resucitar de su acostada ceniza; Y no importa si el mismo sol alumbra por igual ahora La tumba de un guerrillero recién caído; Y la espada estéril de los tristísimos generales. ¿De qué te indignas, hombre? ¿Por qué lloras, mujer? ¿No sabías que un héroe debe morir y muere, como Llevado por su hermoso viento? El héroe fue una instancia que no sabía dormir Y un desvelo con la boca llena de clamor. Un peligro, en suma, y una incomodidad irritante. Por eso, cuando el héroe sucumbe, los malditos en Acto se alegran de frente Y los benditos cautelosos se duelen de perfil. ¡Oh, Che, no soy yo quien ha de llorar sobre tu carne Derrotada! Porque otra vez contemplo una balanza ya puesta en Equilibrio por tu combate último. Y frente a esa balanza, diré a tus enemigos y los nuestros: “Han hecho ustedes un motor inmóvil de un guerrero Movible”. Y ese motor inmóvil que alienta en Santa Cruz Ya está organizando el ritmo de futuras batallas. En Cuba por argentinos, A.A.V.V, Buenos Aires, Merlín, 1968.
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Leopoldo Marechal en Cuba, 1967.
—¿Cómo puede ser — me dije — que un Estado marxista-leninista invite a un cristiano viejo, como yo, que además es un antiguo “justicialista”, hombre de tercera posición? Y decidí viajar a la isla en busca de respuestas a esa pregunta, y a otras que yo me había formulado acerca de un pequeño país del Caribe sobre el cual gravitan leyendas negras y leyendas blancas, miedos y amores tal vez prefabricados.
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Bagnat Mar铆a Epifan铆as Instalaci贸n audiovisual Duraci贸n: 01:14 min 2015
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Mar铆a Bagnat Descubrimientos Marechaleanos Instalaci贸n sonora sobre el poema Descubrimiento de la patria de Leopolodo Marechal leido por el autor Duraci贸n: 07:43 min 2015 M煤sica original: Mariano Bagnat
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Apuntes biográficos
ENTRE BUENOS AIRES Y MAIPÚ Leopoldo Marechal nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1900. Sus padres –Lorenza Beloqui, de ascendencia vasco-española, y Alberto Marechal, uruguayo de familia francesa– viven en una casa en la calle Humahuaca 464 (hoy Humahuaca 3764), en el barrio de Almagro, donde se habla tanto español como francés. En 1910, la familia se muda al barrio de Villa Crespo, a una propiedad en la calle Monte Egmont 280 (hoy Tres Arroyos) que finalmente adquiere en 1915. Alberto, mecánico vocacional y autodidacta, no solo arregla los artefactos descompuestos de todos los vecinos –y se gana su cariño– sino que también fabrica los juguetes para sus hijos: Leopoldo y sus dos hermanos menores, Hortensia y Alberto. “Fue gracias a la habilidad de mi padre que, pese a nuestra digna pobreza, tuve yo en mi niñez los juguetes más insólitos, los manomóviles más raudos, los más certeros fusiles de aire comprimido y los patines más voladores, obra de sus manos inquietas y de su invención que no dormía”
Desde niño, Marechal pasa los veranos en Maipú, provincia de Buenos Aires, donde viven su abuelo, Juan Bautista Beloqui, y sus tíos Martina y Francisco Mujica, puesteros de campo. Acompaña a Francisco en los recorridos de acopio de frutos por puestos y estancias. Allí les cuenta a los niños del lugar, que su maestro lo felicita por su escritura y le anuncia que será poeta. Cuando los niños lo comentan con sus padres, ellos dicen que habla así porque es de Buenos Aires, lo que origina que los lugareños lo apoden “Buenos Aires”. Entre la Capital y Maipú, durante su infancia y juventud, Leopoldo ensaya sus primeros escritos, a la vez que, ahorrando los centavos que le dan para tomar el tranvía hacia la escuela (va y vuelve a pie), compra sus primeros libros usados.
(Leopoldo Marechal, “Las herramientas de la patria”, 1968). 103
“Nací en la Capital Federal y en su barrio de Almagro, el 11 de junio de 1900. El hecho de que algunos me crean natural de la provincia de Buenos Aires responde a la circunstancia de que, durante mi niñez y mi adolescencia, pasé largas temporadas en la llanura de Maipú, con parientes ganaderos. Allí me inicié en el conocimiento de las ontologías del sur (hombres y cosas) que con tanta frecuencia aparecen en mi obra literaria” (Leopoldo Marechal, “Los puntos fundamentales de mi vida”).
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Leopoldo Marechal el día de su comunión, Buenos Aires, ca. 1908-9. Fotografía Archivo María de los Ángeles Marechal.
Leopoldo Marechal con su hermano Alberto en Maipú, ca. 1921-23. Fotografía Archivo María de los Ángeles Marechal.
Los trabajos Con la muerte de su padre, en 1919, ingresa formalmente al mundo del trabajo, a la vez que finaliza sus estudios secundarios en la Escuela Nacional Normal Superior N° 2 “Mariano Acosta”. Si bien quiere colaborar con la manutención del hogar, es decisión de la familia que Leopoldo culmine su formación. A mediados de agosto de 1919, es contratado como bibliotecario rentado en la Biblioteca Popular Alberdi y, en noviembre, se recibe de maestro. Consigue su primer cargo docente en 1921, en la escuela “Juan B. Peña”, en la calle Trelles 948.
A partir de 1928 ejerce el periodismo regularmente, tras aceptar una oferta de Alberto Gerchunoff para integrar la redacción del diario El Mundo. Allí comparte tareas con otros jóvenes escritores:
Mientras a su derecha Roberto Arlt teclea furiosamente sus “Aguafuertes porteñas”, Leopoldo escribe junto con Conrado Nalé Roxlo la columna de humor “Ecos del día”, o traduce, con Amado Villar, la historieta del Gato Félix, de Sullivan, sin saber una sola palabra de inglés, solo guiándose por su figura. Desde 1921 y hasta que se jubila, trabaja en la órbita del Ministerio de Educación desempeñando numerosos cargos: En 1943 preside el Consejo General de Educación de la Provincia de Santa Fe; en 1944 forma parte de la recién creada Secretaría Nacional de Cultura, donde es designado Director General de Cultura Estética; en 1945 es nombrado Director General de Cultura; en 1948, esa Dirección se transforma en Secretaría, y Marechal es destinado a un espacio de menor jerarquía: la Dirección de Enseñanza Artística. Desde allí creará, junto con Antonio Barceló, la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas. En 1955, luego del golpe de Estado que derroca al presidente Juan Domingo Perón, inicia sus trámites de jubilación. Leopoldo Marechal leyendo en la escuela “Juan B. Peña”, Buenos Aires, ca. 1922-23. Fotografía Archivo María de los Ángeles Marechal.
El gato Félix, dibujo animado de Pat Sullivan. Reproducción de portada
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DÉCADA DEL ‘20 Los años veinte marcan el inicio de Marechal como escritor. En 1922 publica su primer libro, el poemario Los Aguiluchos. Lo edita Manuel Gleizer, dueño de la Librería La Cultura, de Villa Crespo, local que se convirtió en punto de reunión para muchos de los escritores e intelectuales del momento. Allí asistían los jóvenes: ARTURO CANCELA RAÚL SCALABRINI ORTIZ JORGE LUIS BORGES CÉSAR TIEMPO NICOLÁS OLIVARI RAÚL Y ENRIQUE GONZÁLEZ TUÑÓN Ya vinculado con los jóvenes porteños del movimiento vanguardista, comienza a participar en la revista Proa y, posteriormente, en la revista Martín Fierro, junto con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Xul Solar, Emilio Pettoruti y Norah Lange, entre otros. Producto de esos años de efervescencia vanguardista, en 1926 publica, también por Manuel Gleizer, Días como flechas. En 1929 funda, con Francisco Luis Bernárdez, la revista Libra, de la que solo se imprime un número. Ese mismo año
Los aguiluchos, primer libro publicado por Leopoldo Marechal, 1922. Reproducción de portada Archivo María de los Ángeles Marechal Revista Proa (1924-1928), enero de 1925. Reproducción de tapa Archivo Biblioteca Nacional.
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se publica su tercer libro, Odas para el hombre y la mujer, por el que gana el Primer Premio Municipal de Poesía.
El primer llamado me llegó de la revista Proa, en la cual publiqué un Ditirambo a la noche que nunca recogí en ningún libro y que me gusta todavía. El segundo llamado me vino de Evar Méndez, en cuya casa, y en una noche memorable, me reuní con Ricardo Güiraldes, Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, el pintor uruguayo Pedro Figari, Borges, Bernárdez y otros que durante cuatro años fueron mis camaradas “martinfierristas”. ¿Qué fines perseguía esa reunión nocturna? Los de imprimir a la revista Martín Fierro, que trotaba su primera época, un galope o ritmo revolucionario. En César Fernández Moreno, “Distinguir para entender”.
EUROPA En 1926, viaja por primera vez a Europa. En Madrid, como embajador de los jóvenes martinfierristas, visita a Ramón Gómez de la Serna y José Ortega y Gasset; en París se encuentra con su amigo Francisco Luis Bernárdez y con el grupo de artistas argentinos allí instalados: Horacio Butler, Alfredo Bigatti, Antonio Berni, Raquel Forner y José Fioravanti, entre otros.
En el Atelier de José Fioravanti, París
01. 1926 y 1948 Madrid
Las relaciones con los artistas argentinos de París vuelven a estrecharse en 1929, cuando realiza su segundo viaje. Es allí donde, un año más tarde, comienza a escribir su novela Adán Buenosayres. Antes de emprender su regreso a Buenos Aires viaja a la ciudad de Florencia, en Italia, donde durante un mes busca las huellas de Dante Alighieri. En 1948, regresa por última vez a Europa, en esta oportunidad en viaje oficial como Director de Enseñanza Artística, acompañado por Jorge Arizaga, Secretario de Educación. Durante su paso por Madrid, dicta una conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras sobre San Isidoro de Sevilla. En España recibe la condecoración de Alfonso X, el Sabio.
02. 1926 y 1929 París
A orillas del Sena con sus amigos del “grupo de París”
Con grupo de artistas plásticos, París.
03. 1930 Florencia
En el barco a Europa. Marechal, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Alfonso Reyes, Jorge 1926 Larco, Antonio Ardissono.
Buenos Aires
Hice mi primer viaje a París en 1926, época de la revista Martín Fierro y año en que murió Güiraldes (sic) allá mismo. Compartí con Francisco Luis Bernárdez una existencia de cabarets que terminó cuando el escultor José Fioravanti, del cual era viejo amigo, me arrancó de la “mala vida” y me introdujo en la órbita de los plásticos europeos. Por mi amiga Suzanne, propietaria de la librería “L’Esthétique”, conocí al grupo de los superrealistas franceses (Aragon, Eluard), que practicaban el superrealismo literario mientras nosotros nos entregábamos al superrealismo vital. De igual modo compartí horas amables con algunos plásticos argentinos de la escuela de París (Butler, Basaldúa, Berni y Badi, o sea las cuatro B). (En César Fernández Moreno, “Distinguir para entender”).
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LA FAMILIA En 1934 se casa con María Zoraida Barreiro, profesora de Letras que había conocido en 1931. Viven en la calle México 3306, y la suya es una casa de puertas abiertas en la que se realizan frecuentes reuniones con familiares, pintores, poetas e intelectuales. Del matrimonio, años más tarde nacen María de los Ángeles y María Magdalena (Malena). En 1938, la familia se muda a un edificio de la calle Rivadavia al 2300, donde Marechal vivirá hasta el final de su vida. En 1941, luego de haber ganado el Primer Premio Nacional de Poesía por sus poemarios El Centauro y Sonetos a Sophia, la familia adquiere una casaquinta en Adrogué donde se instalan de forma permanente por dos años. Ya en la Capital, su esposa enferma gravemente y fallece en 1947, dejando a sus dos hijas pequeñas. Marechal sufre una fuerte conmoción emocional; mientras su madre lo ayuda con la crianza de sus hijas, que se trasladan a su casa, Leopoldo se aboca fuertemente al trabajo de escritura. Al año siguiente, conoce a Juana Elvia Rosbaco —Elbiamor o Elbiamante— con quien convive hasta su muerte. Actualmente, María de los Ángeles y Malena llevan adelante la Fundación Leopoldo Marechal, dedicada a la difusión de la obra. Entre sus objetivos, se encuentran la recuperación de los manuscritos y la biblioteca, la custodia del acervo y de los objetos del escritor.
Ejemplar de su Antología Poética dedicado a su hija María de los Ángeles con motivo de su cumpleaños nro 15, s/f. Reproducción de portada Archivo María de los Ángeles Marechal
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Leopoldo Marechal con su esposa, María Zoraida Barreiro, y sus hijas: María de los Ángeles y Malena, ca. 1946. Fotografía Archivo María de los Ángeles Marechal. Casa en la que residió Leopoldo Marechal con su familia, Adrogué, ca. 1941-43. Fotografía Archivo María de los Ángeles Marechal.
LA POLÍTICA Comprometido tempranamente con la reflexión sobre la patria, en su juventud se identifica con las ideas del socialismo. En la década del veinte, adhiere al radicalismo, representado en la figura de Hipólito Yrigoyen, quien buscaba obtener nuevamente la presidencia del país. Junto con sus compañeros escritores y poetas funda el Comité Irigoyenista de Intelectuales Jóvenes (sic.), del que será vicepresidente. El gobierno de Yrigoyen dura poco. Marechal desde Europa conoce la noticia: el Presidente ha sido derrocado por un golpe de Estado al mando de José Félix Uriburu el 6 de septiembre de 1930.
cristiana, y se incorpora a los Cursos de Cultura Católica, donde se acerca a figuras ligadas al nacionalismo católico: Marcelo Sánchez Sorondo, Tomás Casares, César E. Pico, Antonio Vallejo, Mario Pinto e Ignacio B. Anzoátegui. Este grupo de intelectuales y políticos se reunía bajo el nombre de “Convivio”. Comparte ese espacio, también, con sus amigos Francisco L. Bernárdez y Jacobo Fijman. A partir de 1943 adhiere a los lineamientos políticos y sociales de Juan Domingo Perón, quien desde su labor en la Secretaría de Trabajo y Previsión comenzaba a esbozar la doctrina del movimiento justicialista. Más tarde escribirá sobre la masiva e histórica manifestación del 17 de octubre.
A su regreso de Europa, y a raíz de una profunda crisis espiritual, retoma el contacto con su formación religiosa
No vaciles jamás en la defensa o enunciación o elogio de la Verdad, el Bien y la Hermosura. Son tres nombres divinos que trascienden al mundo, y es fácil deletrearlos en las cosas. No los traiciones, aunque te flagelen: yo sé bien que la triste Cobardía suele atar a los hombres junto al Río moroso. Vence a la Cobardía de los ojos oblicuos, y la Patria futura dará el santo y el héroe que han de trazar las líneas de la Cruz.
Hoja membretada del Comité Irigoyenista (sic) de Intelectuales Jóvenes, marzo de 1928. Documento, Archivo María de los Ángeles Marechal.
(Fragmento del libro La Patria)
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DE POETA A NOVELISTA En 1948, publica su primera novela, Adán Buenosayres. Si bien este hecho marcaría un hito fundamental en su carrera, ya en la década del 40 Marechal era un poeta reconocido: para ese momento, había publicado una decena de poemarios de los cuales la mitad habían sido premiados (Odas para el hombre y la Mujer, Primer Premio Municipal de Poesía en 1930; Cinco poemas australes y Laberinto de amor, Tercer Premio Nacional de Poesía en 1937; El Centauro y Sonetos a Sophia, Primer Premio Nacional de Poesía en 1940). Adán Buenosayres le lleva 18 años de elaboración. La escribe a mano, en cuadernillos cuadriculados y en espiral que lleva todo el tiempo consigo. Luego de la publicación emprende un viaje a Europa; al volver, a fines de enero de 1949, se sorprende y se decepciona por el silencio en torno a su libro, al que escapan una reseña fuertemente crítica de Eduardo González Lanuza, publicada en la Revista Sur y una altamente valorativa de Julio Cortázar publicada
Entrevista en la revista Leoplan, 8 de enero de 1948. Reproducción Archivo María de los Ángeles Marechal.
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un año más tarde en la revista Realidad. “La aparición de este libro me parece un acontecimiento extraordinario en las letras argentinas, y su diversa desmesura, un signo merecedor de atención y expectativa”. Cortázar tenía razón: en las décadas siguientes, la novela fue releída con atención por escritores, críticos y público lector, y se convirtió en un clásico de la literatura argentina del siglo XX. De ella se realizaron, al día de hoy, numerosas ediciones y reimpresiones. Luego de la publicación de Adán Buenosayres, Marechal intensifica la producción de obra dramática: en 1950 se estrena una adaptación suya de Electra de Sófocles, en la Facultad de Derecho; en 1951, se estrena en el Teatro Nacional Cervantes Antígona Vélez, y en septiembre del año siguiente el Teatro Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales estrena Las tres caras de Venus, bajo la dirección de Antonio Cunill Cabanellas. En 1954, recibe el Primer Premio Nacional de Teatro por Antígona Vélez.
A Julio Cortázar: Mi estimado amigo: por Graciela de Solá, que acaba de visitarme, tengo su dirección de París. Y le envío estas líneas, que confieso extrañamente “demoradas”, ya que debí escribírselas hace mucho, cuando usted, mostrando una generosidad intelectual y un coraje viril que no abundan en estas latitudes, publicó las primeras palabras bondadosas que recibió mi Adán Buenosayres (mon sacré bouquin, el de torcida historia). (Fragmento de la carta de Leopoldo Marechal a Julio Cortázar a propósito de la novela Rayuela, 1965).
UNA DÉCADA DE AISLAMIENTO En 1955, luego de la autodenominada “Revolución Libertadora” que derroca al Presidente Perón, Marechal deja sus cargos públicos, tramita su jubilación e inicia una vida de aislamiento. Su familia y amigos de siempre intentan visitarlo, pero se niega a recibirlos y prácticamente no sale de su vivienda; entre los pocos que pueden acceder a su casa, donde convive con su segunda pareja, Juana Elvia, están sus amigos poetas José María Castiñeira de Dios y Rafael Squirru. En esa época, comienza a escribir una autobiografía política en que se define como “el poeta depuesto”. Allí denuncia la proscripción intelectual a la que fue sometido por su adhesión al peronismo y realiza un balance de la doctrina del movimiento y su aplicación. Sin embargo, aunque de encierro, el período que va de 1955 a 1965 también es una etapa productiva: en 1960 publica su canto “La patria”; en 1962, La alegropeya, y en 1965, su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo.
“Durante diez años de ‘proscripción literaria’, como ya dicen muchos, me dediqué a la lectura, la relectura, la meditación y la creación. El resultado, en poesía, está en el Heptamerón (los siete días poéticos), ed. Sudamericana, 1966, y en el Poema de Robot, ed. Americalee, 1966, todos escritos con la independencia y la falta de compromiso que da un destierro bien aprovechado. En narrativa, escribí El banquete de Severo Arcángelo, con el resultado que tú conoces”.
El poeta depuesto Ciertamente, yo venía registrando en mí, desde 1948 en que apareció mi Adán Buenosayres, los efectos de tal exclusión, operada, según la triste característica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fácil de los silencios y los olvidos prefabricados. 1º, la “barbarie” que Sarmiento denunciara en las clases populares de su época se había trasladado paradójicamente a la clase intelectual de hoy, ya que sólo bárbaros (¡oh, muy lujosos!) podían excluir de su comunidad a un poeta que hasta entonces llamaban hermano, por el solo delito de haber seguido tres banderas que creyó y cree inalienables; y 2º, desde 1955 no sólo tuvo nuestro país un Gobernante Depuesto, sino también un Abogado depuesto, un Médico Depuesto, un Militar Depuesto, un Cura Depuesto y (tal mi caso) un Poeta Depuesto. (Cuaderno de navegación).
(En César Fernández Moreno, “Distinguir para entender”).
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PUERTAS ABIERTAS En 1965, la aparición de su segunda novela, El Banquete de Severo Arcángelo, despierta un gran interés que vuelve a ponerlo en el centro de la escena literaria. Recibe por ella el “Premio Forti Glori”. Su obra comienza a ser revalorizada dentro del campo literario e intelectual.
El 26 de junio de 1970, a los setenta años, muere en su casa, víctima de un síncope. Poco después de su muerte, se publica su tercera novela, Megafón, o la guerra —en prensa al momento de su fallecimiento— que se convierte en un gran éxito editorial. Deja preparadas numerosas obras de teatro, que permanecen inéditas al día de hoy: El arquitecto del honor, El superhombre, Mayo el seducido, Muerte y epitafio de Belona, Don Alas o la virtud, Un destino para Salomé, Estudio en Cíclope, El Mesías y Polifemo y una novela inconclusa: El empresario del caos.
En 1967 viaja a Cuba, invitado por Casa de las Américas, para formar parte del jurado del Certamen Anual de Literatura junto con Julio Cortázar, José Lezama Lima, Juan Marsé y Mario Monteforte Toledo. Premiarían la novela Hombres de a caballo, de David Viñas. Por encargo del semanario Primera Plana, escribe “La isla de Fidel”, artículo sobre su viaje a Cuba en que manifiesta una visión positiva sobre el desarrollo de la Revolución. Por diversas razones, entras ellas debates internos sobre una posible censura, el texto no se publica en la revista y permanece inédito hasta 1968. Ese año, sale a la luz en el libro Cuba por argentinos, de editorial Merlin, junto con artículos de Julio Cortázar, Paco Urondo y Rodolfo Walsh, entre otros. En agosto de 1969 viaja a Santiago de Chile para participar del “Encuentro Latinoamericano de escritores”, del que también formarán parte Juan Carlos Onetti, David Viñas, Mario Vargas Llosa, Mario Monteforte Toledo, Juan Rulfo y Ángel Rama, entre otros. Durante la segunda mitad de la década del 60 también es prolífica la publicación de obras de su autoría, muchas de ellas escritas hacía tiempo: Heptameron, Antígona Vélez, Las tres caras de Venus, Cuaderno de navegación, Autopsia de Creso, El poema de robot y la antología Poemas de Marechal. 112
Leopoldo Marechal con Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez, jurado seleccionado para el Premio de Novela de la revista Primera Plana, 1967. Reproducción de nota Archivo María de los Ángeles Marechal
Sawicki, Daniela Carta astral de Leopoldo Marechal, 2015 Acuarela Impresi贸n: vinilo autoadhesivo
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FOTOGRAFIAS ARCHIVO MARIA DE LOS ANGELES MARECHAL
Leopoldo Marechal con cigarrillo, Buenos Aires, década del 40. Fotografía Copia de exposición: 14 x 23 cm.
Leopoldo Marechal leyendo en la escuela “Juan B. Peña”, Buenos Aires, ca. 1922-23. Fotografía
Leopoldo Marechal con amigos escritores en viaje a Europa, 1929. Fotografía Copia de exposición: 33 x 22 cm.
Leopoldo Marechal con Antonio Barceló en la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas, ca. 1951-52. Fotografía
Familia Marechal en el patio de su casa en Monte Egmont 280, Buenos Aires, ca. 1916 Fotografía Copia de exposición: 21 x 15 cm.
Leopoldo Marechal con su esposa, María Zoraida Barreiro, y sus hijas: María de los Ángeles y Malena, ca. 1946. Fotografía Casa en la que residió Leopoldo Marechal con su familia, Adrogué, ca. 1941-43. Fotografía María Zoraida Barreiro, esposa de Leopoldo Marechal, ca. 1940. Fotografía Leopoldo Marechal en su escritorio fumando su pipa, Buenos Aires, década del 60. Leopoldo Marechal en Cuba, 1967. Fotografía Copia de exposición 245 x 383 cm Leopoldo Marechal con Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez, jurado seleccionado para el Premio de Novela de la revista Primera Plana, 1967. Leopoldo Marechal con su esposa, María Zoraida Barreiro, y sus hijas: María de los Ángeles y Malena, ca. 1946. Fotografía Copia de exposición: 23x18 cm. Leopoldo Marechal muy joven escribiendo, Buenos Aires, ca. 1921-23 Fotografía Copia de exposición: 15 x 23 cm. Leopoldo Marechal con alumnos en la plaza, Buenos Aires, década del 30. Fotografía Copia de exposición: 21 x 30 cm. Leopoldo Marechal con alumnos en la escuela “Juan B. Peña”, Buenos Aires, década del 30. Fotografía Copia de exposición: 20 x 27 cm.
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La familia Marechal en su casa de Monte Egmont 280, Buenos Aires, ca. 1916. De izq. a der. Arriba: Hortensia Marechal (hermana), Alberto Marechal (padre) y Leopoldo. Abajo: Martina Beloqui de Mujica (tía), Alberto Marechal (hermano) y Lorenza Beloqui (madre), ca. 1916. Fotografía Copia de exposición: 13 x 18 cm. Leopoldo Marechal fumando, Buenos Aires, década del 40. Fotografía Copia de exposición: 14 x 23 cm. Leopoldo Marechal el día de su comunión, Buenos Aires, ca. 1908-9 Fotografía Copia de exposición: 15 x 20 cm. Librería de Manuel Gleyzer, se exhibe la primera edición de Días como Flechas. Buenos Aires, ca. 1926-7 Fotografía Copia de exposición: 30 x 24 cm. Leopoldo Marechal con compañeros de la carrera de magisterio, Buenos Aires, 1919. Fotografía Copia de exposición: 25 x 17 cm. Leopoldo Marechal fumando su pipa, Buenos Aires, ca. 1967-68. Fotografía Copia de exposición: 10 x 15 cm. Leopoldo Marechal en la escuela con alumnos, Santa Fe, ca. 1943-44 Fotografía Copia de exposición: 38 x 25 cm. Leopoldo Marechal con su hermano Alberto en Maipú, ca. 1921-23. Fotografía Copia de exposición: 12 x 17 cm. Leopoldo Marechal con Susana Rinaldi y Astor Piazzolla en San Telmo, Buenos Aires, ca 1966-67.
Fotografía Copia de exposición: 16 x 25 cm. Leopoldo Marechal recibe el premio Forti-Glori por El banquete de Severo Arcángelo, Buenos Aires, 1965. Fotografía Copia de exposición: 24 x 17 cm. Leopoldo Marechal joven, de perfil Fotografía Copia de exposición: 20 x 32 cm. Leopoldo Marechal en Vigo, España, 1926. Fotografía Copia de exposición: ver tamaño ARCHIVO FUNDACION Forner-Bigatti Leopoldo Marechal con sus amigos del “grupo de París” (Alfredo Bigatti, Raquel Forner, Maurice Mazo, Alberto Morera, Horacio Butler, Juan del Prete) frente al Monumento a Cézanne de Aristide Maillol, París, 1930. Fotografías Copias de exposición: 41 x 24 cm. Archivo Fundación Forner-Bigatti Leopoldo Marechal con sus amigos del “grupo de París”, Sanary-sur-Mer, 1930. De izq. a der.: Alberto Morera (sentado), Horacio Butler, Raquel Forner, Aquiles Badi, Leopoldo Marechal (posando) Fotografía Copia de exposición: 320 x 186 cm. Archivo Fundación Forner-Bigatti ARCHIVO MARÍA MAGDALENA MARECHAL La batalla de José Luna en el Teatro Municipal de Río IV, puesta y dirección de Malena Marechal, 1984. Fotografía Copia de exposición: 59 x 44 cm. DOCUMENTOS ARCHIVO MARIA DE LOS ÁNGELES MARECHAL Carta de Leopoldo Marechal al director de Primera Plana, 1967. Reproducción. Solicitud de colaboración a Alfonso Reyes por parte de la redacción de la revista Proa, integrada por Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Francisco L. Bernárdez, marzo de 1928. Reproducción.
Tarjeta de invitación a cena de camaradería para festejar el regreso de Europa de Leopoldo Marechal, Buenos Aires, 1927. Reproducción Nota periodística del diario Crítica en que se anuncia la creación del Comité Irigoyenista (sic) de Intelectuales Jóvenes, diciembre de 1927. Carta de Leopoldo Marechal a su amigo Francisco L. Bernárdez, abril de 1946. Hoja membretada del Comité Irigoyenista (sic) de Intelectuales Jóvenes, del que formó parte Leopoldo Marechal, marzo de 1928. Entrevista en la revista Leoplan, 8 de enero de 1948. Reproducción Ejemplar de su Antología Poética dedicado a su hija María de los Ángeles con motivo de su cumpleaños nro 15, s/f. Reproducción de portada Hoja manuscrita de la novela Adán Buenosayres, s/f Reproducción. Copia de exposición: 35 x 44 cm Hoja manuscrita de la novela El Banquete de Severo Arcángelo, s/f. Reproducción Copia de exposición: 35 x 44 cm Hoja manuscrita de la novela Megafón, o la guerra, s/f. Reproducción Copia de exposición: 35 x 44 cm Boceto gráfico de la casa de Megafón, de la novela Megafón, o la guerra, s/f. Reproducción Copia de exposición: 35 x 44 cm Marechal, Leopoldo En Saavedra. Boceto gráfico para la novela Adán Buenosayres. Documento Copia de exposición: 63 x 100 cm Propiedad María de los Ángeles y María Magdalena (Malena) Marechal. Marechal, Leopoldo El Neocriollo. Boceto gráfico para la novela Adán Buenosayres. Documento Copia de exposición: 71 x100 cm Archivo María de los Ángeles Marechal. Marechal, Leopoldo Calidephia y Cacodelphia. Boceto gráfico para la novela Adán Buenosayres.
Documento Copia de exposición: 74 x 100 cm Propiedad María de los Ángeles y María Magdalena (Malena) Marechal. Marechal, Leopoldo Diagrama del Concilio. Boceto gráfico para la novela El banquete de Severo Arcángelo. Documento Copia de exposición: 71 x 100 cm Archivo María de los Ángeles Marechal Museo Xul Solar Carta natal de Leopoldo Marechal realizada por Xul Solar, s/f. Documento original Leopoldo Marechal, “El Panjuego de Xul Solar” en Cuadernos de Mr. Crusoe, 1967. Ejemplar Primera edición de Días como flechas, dedicada a Xul Solar por Leopoldo Marechal, 1926. Ejemplar Nota de despedida de Xul Solar a Leopoldo Marechal, Revista Martín Fierro, 1927. Ejemplar OTROS ARCHIVOS Leopoldo Marechal ganador del Tercer Premio Nacional de Poesía por Cinco Poemas Australes (1937) y Laberinto de Amor (1936), 1937. Archivo General de la Nación. El gato Félix, dibujo animado de Pat Sullivan. Reproducción de portada Boceto escenográfico de Antígona Vélez para su versión operística de 1991, en el Teatro Colón. Realizador: Christian Prego. Reproducción. Copia de exposición 94 x 60 cm Archivo María Magdalena (Malena) Marechal Boceto escenográfico de Antígona Vélez para su versión operística de 1991, en el Teatro Colón. Realizador: Christian Prego. Reproducción. Copia de exposición 94 x 64 cm Archivo María Magdalena (Malena) Marechal
PUBLICACIONES BIBLIOTECA NACIONAL DE MAESTROS El Centauro. Buenos Aires: Sol y Luna, 1940. Primera edición. Biblioteca Nacional de Maestros El viaje de la primavera. Buenos Aires: Emecé, 1940. Primera edición. Biblioteca Nacional de Maestros El poema de Robot. Buenos Aires: Americalee, 1966. Primera edición. Biblioteca Nacional de Maestros Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires: Sol y Luna, 1939. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros Adán Buenosayres, Buenos Aires: Sudamericana, 1948. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros El Banquete de Severo Arcángelo, Buenos Aires: Sudamericana, 1965. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros Las tres caras de Venus, Buenos Aires: Citerea, 1965. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros La batalla de José Luna, Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1970. Primera edición Biblioteca Nacional de Maestros OTROS ARCHIVOS Los aguiluchos, primer libro publicado por Leopoldo Marechal, 1922. Reproducción de portada Archivo María de los Ángeles Marechal Revista Proa (1924-1928), enero de 1925. Reproducción de tapa Archivo Biblioteca Nacional. Revista Martín Fierro (1924-1927), N° 4, mayo de 1924. Reproducción de portada Fondo Nacional de las Artes (edición facsimilar) Megafón, o la guerra, Buenos Aires: Sudamericana, 1970. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
Cuaderno de navegación, Buenos Aires: Sudamericana, 1966. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
Sawicki, Daniela Carta astral Ilustración, 2015. Copia de exposición: 160 x 220 cm
Heptamerón. Buenos Aires: Sudamericana, 1966. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario.
Wilhelm, Johanna Personajes de la vanguardia en Adán Buenosayres Calados en papel.
Antígona Vélez, Buenos Aires: Citerea, 1965. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
Maite Larumbe, Josefina Cabo Mapa literario de las novelas de Leopoldo Marechal Realización: Casa Nacional del Bicentenario Copia de exposición 330x498 cm 2015
Don Juan, Buenos Aires: Ed. Castañeda, 1978. Primera edición Casa Nacional del Bicentenario
VIDEOS E INSTALACIONES ILUSTRACIONES Spotorno, Juan Antonio Grabados que acompañaron la primera edición de Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Sol y Luna, 1939. Reproducción Copia de exposición: 25 x 35 cm. Paez, Roberto Ilustraciones que acompañaron la primera edición de El Poema de Robot, Buenos Aires, Americalee, 1966. Reproducción Copia de exposición: 15 x 25 cm. Veroni, Raoul Aguafuerte que acompañó la primera edición de El viaje de la primavera, Buenos Aires: Emecé, 1945. Reproducción. Copia de exposición: 35 x 23 cm. Basaldúa, Héctor Ilustración que acompañó la primera edición de Cinco Poemas Australes, Buenos Aires: Convivio, 1937. Reproducción Copia de exposición: 25,5 x 35 cm. Nine, Lucas Ilustraciones de los siete libros de Adán Buenosayres, 2015. Vinilo impreso montado Copias de exposición: 55 x 110 cm. Nine, Lucas Humorismo angélico Ilustración, 2015. Copia de exposición: 250 x 264 cm Sawicki, Daniela Mujer simbólica Ilustración, 2015. Copia de exposición: 138 x 111 cm
Don Juan Voz en off: María Magdalena (Malena) Marechal Imágenes: Don Juan en el Teatro Cervantes, 2 y 3 de mayo de 2015, dir. Malena Marechal. Archivo María Magdalena (Malena) Marechal Realización: Casa Nacional del Bicentenario Antígona Vélez Producción y realización: Casa Nacional del Bicentenario Entrevistados: Jorge Dubatti, Ana Yovino, Malena Marechal Material de archivo: María de los Ángeles Marechal, María Magdalena (Malena) Marechal, Archivo Histórico Teatro Nacional Cervantes. Duración: 11:10 min 2015 Bagnat, María Descubrimientos Marechaleanos Instalación sonora sobre el poema Descubrimiento de la patria de Leopolodo Marechal leido por el autor Duración: 07:43 min 2015 Música original: Mariano Bagnat Bagnat, María Epifanías Instalación audiovisual Duración: 01:14 min 2015 Diseño sonoro: Mariano Bagnat. Edición: Bruno López y Tomás Larrinaga. Asistencia de edición: Pedro Tomás Guerri, Rafael Belaustegui y Gabriel González Lascano. Bagnat, María La Techné. Entretiempos Instalación audiovisual Duración: 01:38 min 2015
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CASA NACIONAL DEL BICENTENARIO Directora ejecutiva Liliana Piñeiro
Teatro Luciano Kaczer
Asistentes de Dirección Andrea Marchionni | Mercedes Bonanno
Educación Coordinadora Julieta García Asistente Josefina Cabo Educadores Analía Marcolini | María José Grenni y Borghi | Mariano Sayavedra | Nicolás de Brea Dulcich | Mara Palazzo
Coordinadora General Laura Quesada Coordinadora Operativa Inés Pocci Exposiciones Coordinadoras Cristina Blanco | Marcela Roberts Equipo Johanna Scarlata | Maite Larumbe | Magdalena Fazzolari | Marina Lazo Edición de contenidos Luciana Delfabro Coordinadora itinerancias Agustina Arnau Diseño Coordinadora Cecilia Aschenazi Martínez Equipo Pablo Verón | Emmanuel Orezzo Realización Audiovisual y Nuevos Medios Coordinador: Javier Corbalán Equipo Ariel Bocco | María José Re Dalinger | Ignacio Renzi Actividades Complementarias y Técnica Coordinador Paulino Estela Equipo Leandro Calonge | Pablo Sánchez Rial | Demián Visgarra | Manuel Schjaer | Jorge Espinal Cine José Ludovico Danza Soledad Pérez Tranmar
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Prensa Coordinadora Ariana Ponzo Equipo Mariana Pintos | Nicole Dourmerc | María Zentner Informes Ariel Giordanengo | Florencia Giorgio Fotografía Diana Hoffmann Administración Coordinadora Patricia Belvedere Equipo Silvia Villar | Marcelo Rao | María de los Ángeles Carreras Pagano | Juan Martín Rinaldi Infraestructura Coordinador: Ricardo Olmedo Asistente: Rodolfo Rau Equipo Leandro González | César Sánchez | Ángel Palacios | Sebastián Aguirre | Ezequiel Petralanda | Lucas Romero | Hernán Laglezzi Guardarropas Laura Hernández | Gladys Urueña Sistemas Pablo Graffigna Coordinador sábados, domingos y feriados Esteban Pervanas Consultor en temas históricos Julio Fernández Baraibar
EXPOSICIÓN El gran juego de Leopoldo Marechal Dirección de proyecto Matías Bruera Liliana Piñeiro Homero Koncurat Luciana Delfabro Asesoras Malena Marechal María de los Ángeles Marechal Asesora literaria María Rosa Lojo Asistente Enzo Cárcano Guión expositivo Luciana Delfabro Investigación y desarrollo de contenidos Josefina Cabo
CATÁLOGO Dirección Liliana Piñeiro Edición, coordinación editorial Luciana Delfabro Producción Marina Lazo Johanna Scarlata Textos María Rosa Lojo Josefina Cabo Diseño gráfico Emmanuel Orezzo Pablo Verón
AGRADECIMIENTOS
La Casa Nacional del Bicentenario agradece la colaboración de personas e instituciones públicas y privadas: Archivo General de la Nación, Archivo Histórico del Teatro Nacional Cervantes, Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Biblioteca del Congreso de la Nación, Biblioteca Nacional, Biblioteca Nacional de Maestros, Fundación Forner-Bigatti, Museo Xul Solar, Jorge Dubatti, Ana Yovino, Julio Fernández Baraibar.
Fotografías de sala Diana Hoffmann
Coordinación de producción Cristina Blanco Marcela Roberts Nicolás Sticotti Producción Agustina Arnau Magdalena Fazzolari Maite Larumbe Marina Lazo Johanna Scarlata María Victoria Taborelli Diseño expositivo Cecilia Aschenazi Martínez Emmanuel Orezzo Pablo Verón Coordinación audiovisual Javier Corbalán Ariel Bocco María José Re Dalinger Ignacio Renzi Administración Gabriel Diner Equipo Michelle Chirkes Violeta Pastoriza Ginette Seminara Ignacio Vegas Carla Veiga
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