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Los colores
La sección dedicada a los colores es el punto de partida de este proyecto. En ella, se identifican los colores básicos que aparecen de forma recurrente en elementos arquitectónicos, indumentaria, piezas de artesanía o paisajes de Marruecos. En este apartado, se recopilan algunos de los modos de obtención y aplicación de los pigmentos que permitían conseguir el tono deseado, pero también se analiza su simbología, su valor económico o su presencia en otros espacios y tiempos. Esta sección despliega una paleta cromática del país que, a su vez, propone un acercamiento al mismo desde las tonalidades que lo atraviesan.
Blanco
El blanco es un color recurrente en la arquitectura marroquí y sus decoraciones en yeso y mármol. Durante la época medieval, el mármol con el que estaban esculpidos estanques, fuentes y ornamentaciones arquitectónicas se importaba de Andalucía o de Argelia. Bajo la dinastía saadí (siglos XV-XVII), la arquitectura se enriqueció con la utilización de materiales nobles como el mármol blanco de Carrara, que se intercambiaba al peso por azúcar, materia de la que Marruecos era gran productor. En todo el país, sobre todo en el sur, existen importantes canteras de piedra y de mármol de alta calidad, como el Travertino Volubilis, que muestra cálidos matices amarillos.
Los colores
Negro y Gris
Mezclado con blanco, el negro desemboca en diversas tonalidades de grises, presentes, entre otros, en los trabajos del metal. A lo largo de su historia, Marruecos ha tenido numerosas explotaciones mineras y centros metalúrgicos de cobre, plata, hierro y plomo, así como un elevado número de talleres artesanales centrados en las artes del metal. Tanto en plata como en otros metales se han realizado puñales, manos de Fátima, piezas de vajilla o tronos para la celebración de bodas, cubiertos con motivos geométricos o florales realizados en grabado, filigrana o damasquinado.
Naturales
Los colores naturales del barro, la madera y la piedra ocupan en Marruecos un lugar protagonista tanto en la arquitectura y la cerámica amazigh, como en las manifestaciones artesanales procedentes de la cultura arabo‐andalusí. La madera de cedro del Medio Atlas es una de las principales materias primas utilizadas en los trabajos de carpintería que dan lugar a las celosías, puertas, frisos y mocárabes que decoran las arquitecturas del país. También se han utilizado maderas de caoba o ébano, e incluso en Esauira existe una floreciente industria moderna de elaboración de muebles y objetos en madera de tuya con incrustaciones de ébano, limonero, nácar e hilo de metal. Los tonos naturales también se encuentran en los alcázares y alcazabas de la zona sur del país.
Realizadas en barro mezclado con paja y agua, las superficies exteriores más expuestas se reforzaban con piedra, mientras que el interior se completaba con techos, puertas o dinteles de madera.
Amarillo y Dorado
El término más habitual para denominar al color amarillo en árabe es asfar, que comparte raíz con la palabra azafrán. Presente en diversos platos de la cocina marroquí, el azafrán también se utilizaba, junto a la cúrcuma, más barata, para teñir la seda. En el caso del tintado del cuero, el pigmento más habitual se extraía de la cáscara de granada. Junto al azafrán, la cúrcuma o la cáscara de granada, también se ha recurrido a plantas como la gualda, la Daphne o la manzanilla para la obtención del amarillo en Marruecos. Hoy en día, la mayoría de colorantes son sintéticos. Por otro lado, el dorado aparece en elementos arquitectónicos y complementos, como pueden ser las puertas cinceladas, las joyas o los cinturones y telas decorados con brocado, una técnica que mezcla hilo de seda con hilo de oro y de plata.
Rojo y Naranja
Presente en las alfombras, el delantal rifeño, el tarbús –también llamado fez– o los uniformes de la Guardia Real, el color rojo es un tono predominante en los textiles del país. El pigmento se extraía de la raíz de la Rubia tinctorum –comúnmente conocida como granza–, y en menor medida, de la cochinilla. El rojo se combinaba con naranja en los paneles de fibra natural de junco que cubren las paredes de algunos espacios interiores, así como en alfombras y otros textiles. El tono naranja se lograba tiñendo la lana con un pigmento amarillo y sumergiéndola en un baño rojo de rubia, a la que alternativamente se le podía añadir un mordiente ácido.
Rosa
En la región de Kelaa M’Guna en el Alto Atlas se cultivan y procesan toneladas de rosas damascenas –destinadas en su mayoría a la exportación– de las que se destilan el agua y la esencia. En mayo, se celebra el fin de la recolección, una fiesta en la que el rosa es el tono protagonista. Este color también está presente en el enlucido exterior e interior de algunas casas en distintas zonas de Marruecos. Recientemente se ha recuperado la técnica del tadelakt para algunos interiores, una forma de estuco tradicionalmente utilizada en los baños o hammams. Esta técnica consiste en tratar las paredes con una pasta de yeso y arena, posteriormente pulida con piedras lisas y jabón, lo que permite impermeabilizar los muros y dotarlos de un brillo intenso. Muchas de las estancias revestidas con esta técnica –actualmente utilizada con frecuencia en el diseño de interiores internacional–, adoptan un tono rosado.
Azul
Desde los azules de la medina de Chauen, al añil de la Ville Majorelle en Marrakech, el azul adopta distintos tonos en las arquitecturas y artesanías de Marruecos. El índigo o añil se obtenía principalmente del arbusto denominado Indigofera tinctoria. Este es uno de los pigmentos más costosos, ya que para obtener un kilo del mismo, es necesario procesar cincuenta kilos de hojas. Por esta razón, hasta el siglo XIX, momento en que se empieza a producir el azul sintético que permitiría democratizar su uso, este pigmento era tradicionalmente utilizado por miembros de la nobleza. Los habitantes del desierto