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Japón, presente, pasado y futuro
Pop de consumo inmediato, sonidos vinculados al new age, algún éxito puntual que se suele calificar como una extravagancia y un poco de música tradicional: estos son los estereotipos que la mayoría de occidentales conocemos de la música hecha en Japón.
Ruta musical
Sin embargo, en ninguna parte de Asia se puede encontrar una variedad tan amplia de música como en tierras niponas: de los antiguos cantos budistas y la música de la corte imperial a las canciones populares que explican las historias de la gente, pasando por los estilos urbanos locales e importados (kayokyoku, enka o chindon, por un lado, cualquier forma de pop anglosajón que puedas imaginar, por otro), los repertorios occidentales más eruditos (el clásico, el jazzístico) y músicas de raíz de todo el mundo (sea a partir de copias exactas o desde particulares revisiones). Enfrentarse a toda esta avalancha creativa no es tarea fácil, máxime cuando no podemos olvidar que la industria japonesa del entretenimiento es una de las más desarrolladas del planeta, desarrollo que le ha permitido conseguir un elevado grado de influencia y penetración en el resto de países de la costa pacífica asiática. El modelo de pop nipón de consumo fácil (esos idoru kashu que venden millones de discos, que llenan estadios y que, en la mayoría de los casos, desaparecen con la misma rapidez que han aparecido) triunfa en China, Taiwán, Tailandia y Corea, y ha convertido a sus mediáticos cantantes en estrellas panasiáticas. Parece una jugada del destino, pues, como si fuera un círculo que se cierra, Japón devuelve música a algunos de los territorios que alimentaron el nacimiento de sus estilos tradicionales hace más de diez siglos. Tal vez se encuentre aquí el quid de la cuestión: tras una etapa de idas y venidas, los músicos japoneses han conseguido desarrollar la suficiente confianza en su identidad como para liderar, tanto en Asia como en otros lugares del mundo, ese proceso de inmersión en las tradiciones propias como paso previo para crear nuevas direcciones en estilos tan diversos como la música popular japonesa, las bandas sonoras del anime o la electrónica de vanguardia. El reto para nuestros oídos está servido.
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Japón, música contemporánea Japón, recopilatorios
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música clásica
Para entender completamente el desarrollo de los diferentes estilos clásicos japoneses hay que tener en cuenta las particulares circunstancias que marcan la historia de esta nación. Por tal motivo, la lectura habitual de la evolución de la música clásica japonesa parte de una división temporal de cinco etapas principales.
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La primera, que abarca desde la prehistoria hasta el siglo VII, nos remonta a unas formas de raíz indígena que mantuvieron contactos de distinta intensidad e influencia con la música continental a partir del siglo III, siendo dos momentos decisivos la llegada de ocho músicos coreanos a la corte en el año 453 y la introducción del budismo en el siglo VII. La segunda etapa, que cubre los periodos Nara (710-759) y Heian (794-1185), se caracteriza por la asimilación progresiva de los conceptos estéticos procedentes sobre todo de las cortes imperiales de China y Corea, incluyendo el gagaku (literalmente «música refinada»), el shomyo (el canto litúrgico budista) y los instrumentos que más tarde darían lugar al shakuhachi, el koto o la biwa (tres de los cuatro más representativos de la cultura japonesa). La tercera etapa, que coincide prácticamente con nuestra Edad Media, representa el nacimiento de la música clásica japonesa que hoy conocemos, con la aparición del wasan (el canto litúrgico budista japonés), el noh (forma teatral que combina música, canto, diálogo, mímica y danza) y el Heike-Monogatari (leyenda épica que se recita tocando la biwa). La cuarta etapa, que se desarrolla durante el periodo Edo (1600-1868), supone el nacimiento de una nueva dinámica cultural, vinculada a las ciudades, que generó manifestaciones como el teatro kabuki o la incorporación de instrumentos como el shamisen. La quinta etapa, al compás de la occidentalización del país propiciada por el periodo Meiji (1868-1912), se inicia con una tendencia generalizada de menosprecio hacia toda esta música clásica. Tras la Segunda Guerra Mundial, esta situación se invierte gracias a los grandes esfuerzos realizados por músicos, academias e instituciones para preservar y revitalizar el tesoro histórico y cultural que suponen estas composiciones. Te invitamos a descubrirlas.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música clásica
A primera vista, el shakuhachi no parece un instrumento excepcional, pues se trata de una flauta de bambú de cinco agujeros (cuatro delante, uno detrás) que, como tantas otras flautas de tantas otras culturas, destila una sonoridad suave y delicada.
Katsuya Yokoyama L’art du shakuhachi Ocora - Radio France, 1997
Sin embargo, al escucharlo con atención descubrimos su capacidad para ofrecer un completo abanico de notas, que se obtienen variando la posición del instrumento (los intérpretes consiguen el vibrato característico del shakuhachi con pequeños movimientos del mentón) y modificando la intensidad del soplo (fluctuación denominada meri-kari). También nos sorprenden la profundidad y la pureza de su sonido, depositario de una estética musical muy concreta desarrollada durante centenares de años. Según los etnomusicólogos, el origen del actual shakuhachi japonés se encuentra en un instrumento muy similar llegado desde China en el siglo VII y que formaba parte de las orquestas de gagaku, la música de la corte imperial. Tras diversos cambios y vicisitudes socioculturales, en el siglo XVII el shakuhachi se convirtió en el instrumento con que los komuso, monjes vagabundos practicantes del budismo zen, se acompañaban en sus viajes para pedir limosna. Uno de sus maestros más importantes, Kinko Kurosawa (1710-1771), estableció un repertorio que recuperaba piezas de épocas anteriores e incluía sus propias composiciones. El trabajo de Kurosawa sirvió para consolidar definitivamente el papel del shakuhachi en la música clásica japonesa, hasta el punto que aún hoy mantiene su vigencia. En este contexto de conservación de una herencia ancestral se inscribe Katsuya Yokoyama (1934-2010), uno de los grandes maestros del shakuhachi contemporáneo. Aprendió la compleja técnica del instrumento directamente de su padre y su abuelo, quienes le transmitieron los secretos de la escuela del citado Kinko Kurosawa. En este disco, Yokoyama (acompañado puntualmente por Yoshikazu Iwamoto con un segundo shakuhachi) sintetiza las dos características que definen el repertorio de los komuso (la musicalidad y la espiritualidad), interpretando nueve piezas representativas de la música japonesa del siglo XVII, entre las que destaca Koku, considerada una de las tres piezas más antiguas del repertorio de este instrumento.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música clásica
Con este disco, y como se suele decir coloquialmente, matamos varios pájaros de un tiro (en concreto, tres). En primer lugar descubrimos el koto, considerado por muchos el instrumento nacional de Japón. De un tamaño considerable (ciento ochenta centímetros de longitud), construido siempre con madera de paulonia imperial (kiri, en japonés) y emparentado con el resto de cítaras asiáticas, presenta trece cuerdas situadas sobre otros tantos puentes móviles.
Tadao Sawai Plays Michio Miyagi Playa Sound, 1996
Los intérpretes de koto ajustan estos puentes antes de la ejecución de cada tema, ejecución que realizan pinzando las cuerdas con tres uñas (de bambú o marfil) que se colocan en los dedos pulgar, índice y corazón de la mano derecha (la mano izquierda se utiliza para presionar las cuerdas y modificar ligeramente su afinación). El segundo elemento que da valor a esta grabación es Michio Miyagi (1894-1956), autor de las cuatro piezas que se pueden escuchar en el disco y responsable de la renovación de la música para koto. Compositor, intérprete y maestro de gran prestigio y talento, Miyagi realizó aportaciones revolucionarias a la tradición musical de su país al definir nuevas técnicas de composición y de interpretación. Cansado de enseñar y tocar siempre las mismas composiciones tradicionales, muy pronto empezó a escribir sus propias piezas, aunque tuvo que esperar hasta 1919 para presentarlas en concierto. A partir de ese momento, su fama empezó a crecer hasta el punto que uno de sus temas, Haru no Umi (compuesto en 1928 para koto y shakuhachi), se ha convertido en una de las melodías clásicas para dar la bienvenida al Año Nuevo en Japón. Completa esta particular trilogía Tadao Sawai (1937-1997), ilustre continuador de la obra de Michio Miyagi. Imaginamos que no debió ser fácil escoger estas cuatro extensas piezas entre las más de trescientas cincuenta que escribió el maestro. Sea como fuere, el talento de Sawai, reconocido a través de numerosos galardones desde que en 1959 fuera seleccionado como el mejor artista novel por la radio nacional japonesa, traslada las composiciones de Miyagi hasta el presente, gracias al dominio de la improvisación que demuestra en cada momento y a un estilo dinámico que renueva el espíritu de las piezas. Sin duda, pocos discos encontraremos mejor que éste para sumergirnos en el sonido cristalino de las cuerdas del koto.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música clásica
Junto al wasan (el canto budista en japonés) y el noh (la forma teatral que mezcla música, texto, mimo y danza), la epopeya del clan Heike (Heike-Monogatari, en japonés) marca uno de los puntos de inflexión de la música nipona.
Junko Ueda L’épopée des Heike Disques VDE-Gallo, 1990
El relato narra el breve periodo de prosperidad disfrutado por la citada familia, vivido durante todo el siglo XII hasta que en 1185 fue derrotada por el clan Genji. Aunque se han realizado numerosas versiones y ha sido interpretado en diferentes estilos musicales desde su creación a principios del siglo XIII (fecha señalada por el monje budista Kenkô Yoshida en su ensayo Tsurezuregusa, escrito hacia 1330), su característico modo recitativo apenas ha variado durante todo este tiempo y está directamente relacionado con el tipo de acompañamiento instrumental que la biwa permitía realizar a los monjes ciegos que interpretaron durante décadas la epopeya en las calles de los pueblos japoneses. La biwa es un laúd de cuerpo plano y mástil corto con trastes que llegó a Japón desde China durante el periodo Nara (710-759). De hecho, se la considera una variante de la tradicional pipa china y, como ésta, se sostiene de forma vertical. Hay seis tipos principales de biwa, que se distinguen por el número de cuerdas, los sonidos que pueden producir, el tipo de plectro que utiliza el intérprete para tañer las cuerdas y el estilo en que se encuadra. De hecho, existe una biwa especial para la interpretación del Heike-Monogatari, denominada heykioku-biwa, que tiene cuatro cuerdas y cinco trastes. Sin embargo, Junko Ueda (Tokio, Japón, 1969), la protagonista de este disco, utiliza una satsuma-biwa. Con sus cuatro cuerdas y sus cuatro trastes, esta variación fue diseñada y popularizada por los guerreros del clan Satsuma durante el siglo XVI. De ahí que su plectro sea más ancho que los utilizados en el resto de biwas (según la creencia popular, los samuráis usaban el plectro también como arma) y su sonido, más amplio y viril. En esta grabación, que presenta unas interesantes notas interiores, Ueda interpreta con rigor extremo tres piezas de la clásica epopeya medieval, intercalando las partes instrumentales con el relato cantado. El ejercicio, materializado por una voz sobria y unos efectos musicales muy sugerentes, transmite, como debe ser, la épica propia de una historia de estas características.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música clásica
De los cuatro instrumentos principales de la música clásica japonesa, el shamisen es el más moderno, pues fue incorporado por los intérpretes nipones en el siglo XVI. Según todos los estudios etnomusicológicos, este laúd de largo mástil, tres cuerdas y caja de resonancia cuadrada, deriva del sanshin, un instrumento desarrollado en el reino de Ryukyu (el actual archipiélago de Okinawa) a partir del sanxian chino.
Varios artistas Jam Session of Tsugaru-Shamisen King Record, 2001
Los primeros interesados en el nuevo instrumento fueron los intérpretes de biwa, atraídos por su capacidad para acompañar las complejas modulaciones de las formas vocales clásicas. Como las cuerdas del sanshin también se tañen con un plectro de considerables dimensiones (si lo comparamos con la púa de una guitarra), modificaron la estructura original de éste para crear el shamisen. De menor tamaño que la biwa o el koto, con la posibilidad de realizar tanto la función rítmica como la melódica y sin un repertorio previo que lo vinculara a un estilo, celebración o ritual concretos, el shamisen fue adoptado por la clase media de la época, que empezó a utilizarlo con asiduidad. Y así sucedió que rápidamente se crearon composiciones para shamisen solo y para dúos de shamisen, que se incorporó a los tradicionales conjuntos instrumentales de shakuhachi, koto y biwa o que encontró su sitio para acompañar a cantantes (caso del nagauta) y a actores (especialmente en el kabuki y el bunraku). A mediados del siglo XIX, el shamisen se había convertido en el instrumento más extendido del país, y hoy en día lo podemos encontrar en estilos muy diferentes, de la música clásica al teatro, de la canción popular al jazz. Para descubrir el sonido de este instrumento hemos seleccionado un disco que recupera el valor y el poder de la improvisación. Integrado en la prestigiosa colección Music of Japanese People, dirigida por el profesor Tomiko Kojima, la grabación se plantea (ya lo explicita su título) como una sesión abierta, desarrollando una forma de composición clásica en que una pequeña línea melódica se repite numerosas ocasiones hasta que, a partir de pequeñas modificaciones realizadas in situ por los músicos, surge una nueva línea que se desarrolla de igual manera que la anterior. Aprovechando esta libertad de concepto, los diferentes protagonistas de la jam session dan rienda suelta a una creatividad y una expresividad que sorprenden contínuamente.
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Japón, música clásica
Considerado el estilo musical armónico más antiguo que existe en la actualidad, el gagaku es una forma de música culta desarrollada en las cortes imperiales de China, Corea y Japón, cuando Europa apenas empezaba a recuperarse de la caída del Imperio Romano.
Varios artistas Gagaku Ocora - Radio France, 1987
Literalmente, gagaku significa música refinada, noble o justa, por oposición a la música popular que era considerada vulgar y primitiva. Y aunque el término no designaba exactamente el mismo estilo de música en cada uno de los tres territorios, su función sí que fue la misma: convertirse en la banda sonora de la corte, englobando tanto las celebraciones rituales como los momentos de ocio. Por otro lado, cabe añadir que la adaptación a la estética de cada lugar y la evolución propia de cada cultura han derivado en una separación que, en estos momentos, impide reconocer la relación original que existía entre los tres repertorios. En Japón, bajo el concepto de gagaku se agrupa la música del culto sintoísta (Mikagura) y los tres géneros de la música culta secular (Kangen, la música instrumental; Bugaku, la música para danza, y Uta-mono, la música vocal), desarrollados durante los periodos Nara (645-794) y Heian (794-1185) a partir de la asimilación de la música continental.Ya desde los primeros tiempos, un ensemble japonés de gagaku está formado por dieciséis músicos: tres flautas (ryuteki o komabue), tres oboes (hichiriki), tres órganos de boca (sho), dos laúdes de cuatro cuerdas (biwa), dos cítaras de trece cuerdas (koto), un pequeño gong (shoko), un gran tambor (taiko) y un tambor menor (kakko), que corresponde al director de la orquesta. Cada instrumento tiene una función muy concreta (desarrollar la melodía, marcar el ritmo, sostener la armonización) y no puede escapar de ella, convirtiendo la audición de esta música en una experiencia exigente para oídos poco avezados. Para los usuarios más atrevidos de la Mediateca hemos seleccionado este disco, grabado originalmente en el año 1979 y que nos acerca seis composiciones (tres Kangen y tres Bugaku) que, en algunos casos, datan del siglo VIII y que apenas han variado en todo este tiempo. La agrupación Ono Gagaku Kaï, una de las mejores orquestas de gagaku desde su fundación en 1887, se encarga de la interpretación de una tradición musical que constituye una parte fundamental del patrimonio cultural japonés.
Recomendaciones
Japón, música clásica
> Etsuko Chida, Chants courtois, Buda Records, 2002 Cinco extensas piezas, todas de autoría conocida y basadas en poemas clásicos, sirven a esta joven intérprete de koto para trasladarnos a diferentes épocas de la historia musical japonesa, desde los siglos X y XI hasta el periodo Meiji (1868-1912). > Gorô Yamaguchi, L’art de la flûte shakuhachi, Auvidis, 1988 Instruido por su padre y convertido él mismo en maestro con apenas 16 años,Yamaguchi es uno de los grandes representantes de la música clásica japonesa del siglo XX. En este disco interpreta cuatro populares temas de la tradición musical del budismo zen. > Kakujo Nakamura, Biwa Hitsuki-no-hibiki, Studio Pipars, 2005 Grabación realizada durante un concierto celebrado en Miyazaki, la ciudad natal de Nakamura. Incluye el tema Eclipse, revolucionaria pieza escrita en 1966 por el prestigioso compositor Toru Takemitsu (1930-1996) para biwa y shakuhachi. > Varios artistas, Rituel Bouddhique Shomyo, Auvidis / Unesco, 1991 El canto litúrgico budista, conocido con el nombre de shomyo, es uno de los pilares de la música clásica japonesa y los cincuenta minutos de ritual recogidos en este disco (junto a las notas del cuadernillo) son una excelente introducción a esta disciplina.
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>Varios artistas, Splendeur du shamisen, Playa Sound, 1993 Los cuatro temas de este disco nos presentan diferentes estilos de música para shamisen: la alegría de las festividades tradicionales, la hospitalidad de los salones de té, la teatralidad del kabuki y las estampas formales de la corte imperial.
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Japón, música popular
No es fácil acercarse a las músicas japonesas de raíz popular. Una de las principales razones es que mantienen un vínculo muy profundo con su pequeño universo, tanto en el caso de una canción min’yo que se inspira en un granjero que planta arroz como en el de la percusión atronadora de un conjunto de tambores taiko o en el del repertorio de shima uta (literalmente, «canciones de las islas») del archipiélago de Okinawa.
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Esta aproximación resulta difícil incluso para los propios japoneses, quienes en muchas ocasiones manifiestan numerosos prejuicios hacia este repertorio. Pero lo cierto es que Japón ofrece una rica diversidad de tradiciones musicales que, a menudo, quedan ocultas a nuestros ojos entre las austeras formas clásicas y las entusiastas imitaciones de los estilos occidentales.Y, precisamente, si algo propone esta tercera vía, por denominarla de alguna manera, es su proximidad a la vida cotidiana de la gente y su autenticidad como una manifestación verdaderamente japonesa. Encuadrados en ese cajón de sastre que son las músicas del mundo, estos ritmos étnicos nipones, más o menos actualizados, más o menos combinados con músicas de otras culturas, también han encontrado su lugar dentro y fuera de Japón. Ahí está el éxito internacional de los tambores taiko, cuyas formaciones no sólo realizan giras por todo el planeta, sino que además han creado escuela y han incorporado músicos europeos y norteamericanos a sus numerosas plantillas.También aparece en una posición destacada la sorprendente música de Okinawa, que transmite la particular sensibilidad artística que conservan y cultivan los habitantes del archipiélago.Y aún nos quedan los jóvenes que, como sucede en otros lugares del mundo, han puesto su mirada en un pasado de gran riqueza para proyectar su cultura y sus personalidades hacia el futuro. Así que olvida la primera frase de este texto y lánzate. Porque, como dijo alguien alguna vez, «la música tradicional es aquella capaz de penetrar en todos los ámbitos de la vida, la que puede explicar todo aquello que le pasa a una persona, desde que nace hasta que muere». Y en esa tesitura todos los seres humanos somos iguales.
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Ensemble Nipponia Kabuki & Other Traditional Music Nonesuch Records, 1995
Japón, música popular
La tradición cultural japonesa ha desarrollado diversas formas de expresión que combinan la narración y la música instrumental. Y aunque han evolucionado de manera independiente unas de otras, todas confluyen bajo el paraguas del teatro japonés. Entre estas distintas disciplinas teatrales (el noh, el kyogen, el bunraku...), el kabuki ha sido siempre (y continúa siendo) el más popular. Declarado Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad de la Unesco en el año 2005, el kabuki nació en el siglo XVII como un estilo de danza dramática femenina que recogía elementos de la narrativa del teatro noh, canciones populares y un acompañamiento instrumental más ligero y asequible para el gran público. Su éxito fue prácticamente instantáneo, pero el carácter irónico y sexual de muchas de sus letras (además, la mayoría de las actrices eran a la vez prostitutas) provocó numerosos escándalos y alborotos en las representaciones. Las autoridades decidieron apartar a las mujeres de los escenarios en 1629 para proteger la moral pública (prohibición que, por diferentes motivos, se convirtió en tradición y se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX) y pasó a ser una disciplina estrictamente masculina. En sus inicios, el kabuki incorporó diversos estilos musicales para acompañar sus representaciones. Pero a partir de mediados del siglo XVIII, el nagauta (literalmente «canción larga») se convirtió en el más utilizado y en el que mejor se integró con la acción escénica, pues además de acompañar la danza, ofrecía música de fondo para el recitado dramático y también momentos para que los instrumentistas pudieran exhibir su virtuosismo. Este disco del grupo Ensemble Nipponia, editado por primera vez en 1980 (en vinilo, por supuesto), dedica la primera mitad de su repertorio al nagauta, interpretando extractos de cuatro piezas de danza muy populares (en una representación de kabuki, estos temas podrían extenderse durante más de veinte minutos) y presentando el conjunto instrumental clásico (voz, shamisen, shinobue y diversas percusiones). La segunda mitad del repertorio nos acerca cuatro composiciones que pertenecen a periodos históricos muy distintos, pero que están vinculadas por esa narrativa instrumental que define la música japonesa.
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Japón, música popular
Aunque cada uno de los numerosos tambores tradicionales tiene su propio nombre, en Occidente identificamos con la palabra taiko todos los elementos que giran alrededor de la percusión japonesa, ya sea los diversos tambores que se utilizan o el conjunto instrumental que los reúne.
Ondekoza Legend Tropical Music, 1994
Pero, como suele suceder, la simplificación resulta peligrosa y oculta la realidad. De entrada, es preciso señalar que la tradición japonesa ha desarrollado una gran variedad de instrumentos de percusión (desde el espectacular odaiko de trescientos kilos hasta panderos minúsculos) que se utilizan tanto en la música popular como en la clásica. Si nos ceñimos a los tambores taiko, podemos decir que, por regla general e independientemente de su tamaño, se trata de instrumentos que se percuten con tres palos y presentan una caja de resonancia cerrada por ambos lados. Esta característica resulta definitoria, pues los tambores taiko se clasifican según se resuelve este cierre durante su construcción: un byou-uchi daiko tiene la piel clavada al cuerpo del tambor, mientras que un shime-daiko la presenta cosida en unos anillos de hierro. Cuando un conjunto de tambores taiko interpreta una pieza, el desarrollo suele seguir el concepto jo-ha-kyu (que se puede traducir como «inicio, ruptura, rápido») que también se aplica en la ceremonia del té y en algunas artes marciales. Esencialmente significa que todas las acciones o esfuerzos deben comenzar lentamente, incrementar progresivamente su velocidad y terminar con rapidez. Este desarrollo se aprecia explícitamente en el trabajo de Ondekoza, el proyecto creado en 1969 por Tagayasu Den en la isla de Sado y que se ha convertido, por méritos propios, en el grupo de taiko con mayor proyección internacional de los últimos cuarenta años (su primera gira estadounidense data de 1975). Con sus aciertos y sus polémicas, recuperando melodías tradicionales o creando nuevo repertorio, el trabajo de Tagayasu Den transformó la visión que se tenía del taiko, que dejó de ser una música folclórica que sólo se escuchaba en los matsuri (los festivales locales de carácter religioso) y se convirtió en un estilo de gran virtuosismo que podía presentarse en un escenario. Las seis canciones de Legend así lo demuestran.
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Japón, música popular
Para quien lea estas líneas, puede resultar un poco extraño que un texto dedicado a un grupo empiece hablando de otro. Pero así es la historia y así la vamos a contar.
Kodo Tsutsumi Sony Music, 1999
La creación del grupo Ondekoza en el año 1969 por Tagayasu Den, al hilo de una corriente general que intentaba redescubrir las tradiciones japonesas en las diferentes disciplinas artísticas, llegó acompañada de una decisión muy particular: los jóvenes seleccionados para desarrollar el proyecto, la mayoría sin grandes conocimientos musicales (de hecho, Tagayasu Den tampoco era un músico de taiko), se instalaron en la isla de Sado para trabajar juntos. La vida comunitaria era austera y rigurosa, con muchas horas dedicadas al estudio y la práctica del taiko, el shamisen, el koto y las danzas tradicionales. Junto a todo esto, Tagayasu Den situó la práctica del atletismo como un eje central de la vida de los componentes de Ondekoza. Así que los músicos salían a correr dos veces al día cuando se encontraban en la isla de Sado y, siempre que era posible, compaginaban sus conciertos con la participación en alguna maratón. Esta situación llegó al colapso en 1981, cuando las diferencias entre Tagayasu Den y sus discípulos (quienes ya no eran tan jóvenes y dóciles como en 1969) se hicieron insostenibles. Tras varios enfrentamientos, el maestro dejó la isla, llevándose el nombre del grupo y la mayoría de los tambores, y prosiguió su camino artístico desde la ciudad de Fuji. El resto de componentes permaneció en Sado y siguió trabajando, adoptando el nombre de Kodo y realizando su primer concierto aquel mismo año en Berlín. Desde entonces, además de las extensas giras que han llevado al grupo por todo el mundo y de los numerosos discos y DVD publicados, la labor de Kodo se ha distinguido por tres momentos: la puesta en marcha del festival Earth Celebration (1988), la inauguración de unas nuevas instalaciones en las que realizar sus actividades (también en 1988) y la creación de la Kodo Cultural Foundation (1997). En la Mediateca podéis encontrar varios de sus discos, pero hemos seleccionado Tsutsumi porque es uno de los que mejor traslada el sonido original del grupo, que se caracteriza por transmitir a través de la percusión una energía sencilla, fluida y alegre, en un intento declarado por el propio grupo de percutir sus tambores con cierta inocencia infantil.
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Japón, música popular
Este volumen de la serie Music of Japanese People nos acerca la música de Yaeyama y Miyako, dos grupos de islas que forman parte de la prefactura de Okinawa.
Varios artistas Music of Yaeyama and Miyako King Record, 1991
Este archipiélago, que integra centenares de islas en una cadena que se extiende más de mil kilómetros entre Kyushu (la más meridional de las cuatro islas principales japonesas) y Taiwán, es conocido como «la tierra de la música y la danza». Y es que aún hoy es habitual que los habitantes de Okinawa (el antiguo reino de Ryukyu, independiente hasta el siglo XVII), al llegar a casa tras la jornada laboral, tomen un instrumento (el más habitual es el sanshin) y dediquen un buen rato a tocar y cantar esas viejas canciones tradicionales que les permiten compartir sus sentimientos.Y qué decir de sus festivales locales, en los que hombres y mujeres agradecen y celebran la bondad de las cosechas a través de las entusiastas kami uta (literalmente, «canciones de dioses»). Dentro de esta generalización, podemos encontrar ciertas especificidades. Y así sucede con los dos territorios abrazados por este disco. Las islas de Yaeyama, por ejemplo, son especialmente conocidas por su rica tradición folclórica. Su repertorio vocal se divide en dos grandes categorías: las canciones narrativas, que tanto explican historias de los dioses como la dureza de la vida marinera, y las canciones líricas, cuya temática es básicamente amorosa. También existe un extenso repertorio de baile, que aprovecha la musicalidad del sanshin para ampliar el alcance de las melodías más conocidas. En Miyako, sin embargo, esta presencia del sanshin no se hizo evidente hasta tiempos muy recientes. Por eso, de los ocho temas incluidos en el disco, cinco son protagonizados exclusivamente por un o una vocalista, sin acompañamiento instrumental. El tipo de repertorio es similar al de las islas vecinas, pero este dominio máximo de la voz condiciona un desarrollo rítmico y melódico más pausado de las composiciones. La excepción la encontramos en las piezas de baile, que evidentemente resultan algo más enérgicas. Imprescindible la lectura de las notas interiores (en japonés e inglés), pues incluye interesantes explicaciones del repertorio seleccionado y de las características de la música de las dos zonas representadas, además de breves anotaciones sobre los cantantes y los instrumentistas que participan en la grabación.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música popular
Nacido en Nakagusuku (distrito de Nakagami, Okinawa, Japón) en 1952, Takashi Hirayasu es uno de los artistas más importantes de Okinawa y uno de esos pioneros que están aportando sonidos frescos y emocionantes a la escena de las músicas del mundo.
Takashi Hirayasu and Bob Brozman Jin Jin / Firefly World Music Network, 2000
Curiosamente, Hirayasu comenzó tocando blues y rock en los bares y las discotecas que rodean la base militar estadounidense de Okinawa. Al cumplir 20 años, descubrió la tradición de sus ancestros y decidió cambiar la guitarra eléctrica por el sanshin, el laúd de tres cuerdas y cuerpo de piel de serpiente. Durante un tiempo formó parte de Shoukichi Kina & Champloose, un grupo que se acercaba a las canciones populares de Okinawa, conocidas como shima uta, bajo una fuerte influencia del rock occidental. De hecho, en esta formación destacaba poderosamente la imagen de su cantante, líder y compositor, Shoukichi Kina, empuñando su shansin eléctrico en el escenario. Shoukichi Kina & Champloose se convirtió en una referencia de la escena musical japonesa y el trabajo de Hirayasu influyó en una generación de músicos de rock que quisieron reconectarse con su herencia musical (entre otros, Soul Flower Union, el grupo japonés de rock con raíces de mayor éxito). Finalizada la etapa de Champloose, Hirayasu se concentró en su carrera como solista y en reunir en su trabajo todos los elementos musicales de Okinawa. Hasta que un buen día tropezó con el guitarrista estadounidense Bob Brozman, un curioso personaje que viaja por todo el mundo con una inquieta obsesión por empaparse de las músicas tradicionales isleñas. Fue tal el impacto que se causaron mútuamente que, al poco de conocerse, ya se encontraban realizando este disco. Las sesiones de grabación de Jin Jin / Firefly se realizaron en una pequeña casa de madera de Taketomi, la más pequeña de las islas de Okinawa. En un ambiente casi mágico, Hirayasu y Brozman desarrollaron un curioso proceso de trabajo que les permitió grabar la mayoría de las doce piezas (excepto tres, todas tradicionales) en una o dos tomas, tocando juntos, sin apenas añadir efectos o realizar cambios en la edición posterior. El resultado, repleto de virtuosismo instrumental, son unas canciones que trascienden cualquier idioma y que nos dejan la sensación que todas las músicas de raíz pertenecen al mismo árbol.
Recomendaciones
Japón, música popular
> Ensemble Nipponia, TraditionalVocal & Instrumental Music, Nonesuch Records, 1990 Liderado por Minoru Miki, esta orquesta de cámara formada por distintos maestros de los cuatro instrumentos tradicionales japoneses (shakuhachi, biwa, koto y shamisen) realiza un inspirado ejercicio de técnica que se convierte en un hermoso tapiz de sonidos que envuelve al oyente. > Kodo, Best of, Sony Music, 1994 Esta compilación, que reúne ocho temas grabados entre los años 1988 y 1992, es una perfecta puerta de entrada para descubrir el nuevo camino emprendido por el grupo de la isla de Sado y para sumergirse en el sonido de unos tambores que pueden resultar delicados o atronadores. > Ondekoza, Devils on Drums, Tropical Music, 1986 Los tambores taiko han ido ganando una progresiva popularidad, tanto en Japón como en el resto del planeta, y buena parte de culpa la tienen las cuatro décadas de trabajo de esta formación, que ya en este disco contaba con músicos norteamericanos y europeos en sus filas. > The Shumei Taiko Ensemble, Earth Songs:Water, The Shumei Taiko Ensemble, 2004 Fundada en 1982, esta agrupación de taiko trabaja, sobre todo, el repertorio de nueva composición creado por Meisho Tosha, su director musical. En la Mediateca se puede encontrar también el DVD del mismo título y que complementa con imágenes la audición de este compacto.
Ruta musical
>Varios artistas, Les plus beaux contes zen, Frémeaux & Associés, 2002 Aunque la lectura se realiza en francés, este doble disco nos recuerda la importancia de los cuentos en la transmisión de la filosofía zen, especialmente cuando los monjes que recorrían el país se dirigían a los ciudadanos más humildes para transmitirles el pensamiento budista.
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Japón, música moderna
En el periodo de tiempo que abarca desde el siglo XVII hasta el segundo tercio del siglo XX, la sociedad japonesa vivió desde dos puntos de vista radicalmente opuestos.
Ruta musical
Durante el periodo Edo (1600-1868), los gobernantes japoneses limitaron al máximo el contacto con extranjeros, imponiendo un aislamiento social, económico y cultural casi absoluto. Esta situación cambió en 1868, con la llegada del periodo Meiji (1868-1912). Las puertas de Japón se abrieron de nuevo y la cultura occidental entró como un vendaval, sacudiendo un país que, en ciertos aspectos, se había quedado dormido. Así, tras tres siglos prácticamente inmóvil, en apenas cien años la música japonesa vivió una transformación extraordinaria, marcada también por la progresiva industrialización del país y avances tecnológicos como el disco, la radio o el cine. En todo este tiempo, sin embargo, un elemento de vital importancia no sufrió ningún cambio: la elevada capacidad técnica de los músicos japoneses, vinculada a la dificultad intrínseca que conlleva el dominio de sus instrumentos clásicos (shakuhachi, koto, biwa y shamisen). De ahí que no resultara nada complicado para ellos adoptar y adaptar géneros musicales de otras culturas a su propia idiosincrasia. En este sentido, resulta sorprendente (o tal vez no tanto) descubrir la cantidad de grupos y de aficionados que en Japón se mueven alrededor de estilos musicales que no tienen nada que ver con su tradición cultural, sea desde la copia más estricta o desde evoluciones tan particulares como el visual kei. A partir de los años setenta, superado este periodo de imitación, algunos músicos japoneses empezaron a trabajar desde otra perspectiva y buscaron redefinir su relación con la influencia exterior. En este nuevo contexto aparecieron diferentes artistas que buscaron conectar las dos culturas que, siendo más o menos conscientes, les eran propias: la de tradición japonesa, conservada y transmitida por sus ancestros, y la de influencia occidental, en la que crecían y se formaban. Todas estas opciones conforman un amplio abanico de propuestas entre las que, sin duda, encontrarás más de una sorpresa.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música moderna
En la portada de este disco, junto a su título, se puede leer un sorprendente lema: «The Return of Japanese Street Music.» ¿El retorno de la música callejera japonesa? Sí, sí, sí. Y es que ser una sociedad tan ordenada no tiene por qué significar una renuncia al alboroto y la alegría en las calles, aunque sea de forma puntual.
Cicala Mvta Ching Dong Tropical Music, 1999
Este estilo se conoce como chindon y, lejos de ser una forma artística de orígenes inciertos, surgió a principios del siglo XX, tomando como modelo las fanfarrias que alegraban las calles de Nueva Orleans. En las ciudades japonesas los grupos de chindon se hicieron muy populares, sobre todo utilizados como reclamos publicitarios. Cuando un comerciante abría un nuevo local, alquilaba un grupo de chindon para que se paseara por el barrio y atrajera la atención de los clientes hacia su tienda. Con el progresivo desarrollo de la televisión tras la Segunda Guerra Mundial, esta forma de comunicación tan particular fue desapareciendo. Así que pasó a mejor vida. Hasta que, en los años ochenta, jóvenes de todo el país decidieron acercarse a su herencia musical y conectarla con estilos de todo tipo.Y la influencia del chindon se hizo notar en proyectos de gran éxito como Soul Flower Union (y su versión acústica, Soul Flower Mononoke Summit) o Compostella. De una forma u otra, Wataru Ohkuma, clarinetista y líder del grupo protagonista de este texto, participó en estos tres proyectos antes de lanzarse a su propia aventura: Cicala Mvta. A partir del trabajo realizado junto a Masami Shinoda en Compostella (esto es, trasladar el chindon a ciertas formas del jazz experimental), Ohkuma y sus compañeros apostaron por acercar la música callejera japonesa a los estilos de fanfarrias que existen en diversas culturas del mundo. Así, Ching Dong, el primer disco firmado por Cicala Mvta, reúne composiciones escritas por Ohkuma, piezas basadas en el repertorio tradicional del kabuki y el rakugo, algunos clásicos del chindon y elementos de músicas como la nepalí, la turca o la balcánica para las orquestas populares de metales. En la Mediateca podemos encontrar también Deko-Boko (Tropical Music, 2002), segundo trabajo de esta peculiar formación y en el que encontramos una curiosa definición de su propuesta: «simplemente, música popular extraña».
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música moderna
La segunda mitad del siglo XIX significó el inicio de un nuevo camino para la cultura japonesa. El fin del periodo Edo (1603-1868) y el establecimiento de relaciones económicas, sociales y culturales con los países del entorno (incluido Estados Unidos, la nueva potencia de la región) provocó, en ciertos ámbitos, una rapidísima occidentalización.
Tokyo Ska Paradise Orchestra Ska Me Crazy Anagram Records, 2005
Al hilo de esta reacción, en el contexto musical los japoneses han destacado siempre por su extraordinaria capacidad para asimilar e imitar prácticamente cualquier estilo. Así, tras la Segunda Guerra Mundial, centenares de músicos enfocaron su actividad hacia sonidos como el rockabilly o el bugui-bugui, reproduciendo en disco o en el escenario las canciones de los grandes artistas norteamericanos. A medida que avanzaron las décadas, nuevos géneros (del heavy metal al flamenco) se fueron incorporando a este particular concepto de la escena musical nipona. Durante la segunda mitad de los años ochenta, el público japonés empezó a mostrar interés por la novedad que suponían las músicas del mundo. Esta exposición también despertó el genio japonés de la asimilación y en el país empezaron a surgir formaciones que imitaban las orquestas de música latina o los grupos de rumba africana, por citar dos ejemplos. Los atractivos ritmos jamaicanos, obviamente, no escaparon de esta dinámica y se convirtieron en uno de los actores más importantes de la escena underground durante muchos años. Con el paso del tiempo, las cosas han cambiado y en estos momentos algunos de sus grupos, como la veterana Tokyo Ska Paradise Orchestra, son auténticos fenómenos de masas. Conocida entre sus seguidores como Skapara o TSPO, la banda se formó oficialmente en 1988 por iniciativa del percusionista Asa-Chang y reunió inicialmente a una decena de veteranos del Tokio musical más alternativo. Durante estas dos décadas largas de vida, el grupo ha desarrollado una personal y exitosa combinación de ska-jazz tradicional y sonido sin fronteras, ha publicado más de treinta discos (entre originales, grabaciones en vivo y compilaciones) y ha ofrecido cerca de mil de sus espectaculares conciertos en escenarios de todo el mundo. Sin ninguna duda, Tokyo Ska Paradise Orchestra (o Skapara, o TSPO: como prefieras) es la mejor banda japonesa de ska. Y este disco, que reúne quince poderosas canciones publicadas entre los años 1998 y 2004, es una excelente fórmula para visitar su universo.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música moderna
Quienes tengan cierta edad tal vez puedan recordar una canción llegada desde Japón que, a principios de los años noventa, hizo furor en las listas de éxitos de Europa y Norteamérica. El tema en cuestión se titulaba Twiggy Twiggy y lo firmaba un grupo desconocido para la mayoría del público occidental, de nombre Pizzicato Five (a menudo identificado también con las iniciales P5).
Pizzicato Five Big Hits and Jet Lags, 1994-1997 Nippon Columbia, 1997
Fundado en 1984 por cinco amigos adolescentes, Pizzicato Five fue un grupo japonés de pop que se hizo especialmente conocido durante la etapa en la que, tras diferentes cambios en la formación, el dúo formado por la vocalista Maki Nomiya y el músico, compositor y DJYasuharu Konishi (uno de sus componentes originales) se situó al frente. Su sonido se inspiraba en el pop alegre y desenfadado de finales de los años sesenta, aunque no se quedó en la mera imitación y añadió diferentes elementos que la tecnología del momento permitía (scratches, samplers...), así como arreglos que conectaban su propuesta con el acid jazz, el hip hop o el funk. De hecho, Pizzicato Five fue considerado como una de las puntas de lanza del movimiento Shibuya kei, una de las familias del pop japonés que nació en el distrito tokiota de Shibuya y que se distinguía por ser una mezcla de jazz, pop y electropop que tendía más hacia la estética francesa que hacia la anglosajona. Para sus lanzamientos promocionales, el grupo acuñó el lema «un nuevo sonido estereofónico espectacular», que era al mismo tiempo una postura irónica y una declaración de principios sobre el concepto creativo del proyecto. Tras el éxito de Twiggy Twiggy, la música de Pizzicato Five apareció en numerosas películas, bandas sonoras de videojuegos y programas y series de televisión de todo el mundo. Algunas de estas canciones, como Happy Sad, Superstar, Baby Portable Rock o It’s a Beautiful Day, se incluyen en esta compilación, que coincide con el fructífero periodo liderado por los citados Nomiya y Konishi. Por cierto, lo sentimos mucho, pero Twiggy Twiggy no aparece en esta recopilación, pues fue incluida en el disco ThisYear’s Girl (Columbia Music, 1991). Por otro lado, en la Mediateca se encuentra también disponible Ça et là du Japon (Columbia Music, 2001), el disco que cerró la trayectoria de Pizzicato Five tras década y media de frenética actividad.
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Japón, música moderna
Como el resto de géneros de la música pop occidental, el punk también tiene escena propia en Japón. Y el grupo más destacado es, desde hace años, un trío femenino que surgió a finales de 1981 en la ciudad de Osaka bajo la influencia de los grupos de chicas de los años sesenta y de los primeros momentos del punk (con el quintento norteamericano Ramones a la cabeza).
Shonen Knife Universal Hits Universal Music, 2006
La iniciativa de las hemanas Naoko y Atsuko Yamano y de su amiga Michie Nakatani fue toda una sorpresa, pues en aquel momento una banda femenina que proyectara ese sonido era algo totalmente inusual. En cualquier caso, las chicas dieron rienda suelta a su energía sin importarles nada ni nadie y pronto empezaron a ofrecer conciertos en los que presentaron unas canciones muy sencillas, basadas en unas melodías contagiosas y unas letras muy simples, escritas tanto en japonés como en inglés. En esta primera formación, Naoko Yamano se encargaba de la guitarra y la voz principal, su hermana Atsuko se ocupaba de la batería y hacía segundas voces, y Michie Natakani, además de ser también voz principal, tocaba el bajo y los teclados. Durante los años ochenta, a medida que el trío pulía su sonido con cada disco editado y cada concierto realizado, su fama crecía dentro y fuera de Japón. A finales de esa década, Shonen Knife era un grupo citado por los grandes del rock alternativo anglosajón como SonicYouth, Nirvana o Redd Kross, estatus que han mantenido durante todo este tiempo y que se puede visualizar con este disco. Al fin y al cabo, Universal Hits es una jugosa compilación que reúne treinta y cinco temas, en dos compactos que presentan contenidos claramente divididos. Junto a un segundo disco que es una colección de rarezas, tomas alternativas de piezas conocidas del grupo y versiones de temas ajenos que interesan sobre todo a sus seguidores más incondicionales, el primer disco permite revisar, en veinte canciones, el trabajo de Shonen Knife desde 1992 hasta 2000. Este periodo, que pasa por discos como Let’s Knife (Mca Victor, 1992), Rock Animals (Mca Victor, 1993), Brand New Knife (Big Deal Records, 1997), Happy Hour (Big Deal Records, 1998) y Strawberry Sound (Universal Music, 2000), resulta decisivo para entender por qué Shonen Knife forma parte de la historia de la música pop japonesa.
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Japón, música moderna
Relacionado con cosplayers (los jóvenes que se disfrazan de su personaje favorito de manga o anime) y lolitas (las jóvenes que se visten tratando de imitar el aspecto infantil de las muñecas victorianas de porcelana), el visual kei es un movimiento del pop japonés que se caracteriza por el uso de maquillajes, peinados y vestuarios elaborados, incluso extravagantes, y que a menudo, aunque no siempre, implica asumir una estética andrógina.
An Cafe Gokutama Rock Cafe Gan-Shin, 2008
Aunque inicialmente la mayoría de las bandas se movían alrededor del glam rock, el punk y el metal, a medida que han pasado los años ha ganado mayor importancia la imagen que trasladan los artistas y el abanico de estilos musicales se ha abierto considerablemente. El concepto de visual kei apareció a mediados de los años ochenta, de la mano de bandas como X Japan, D’erlanger, Buck-Tick o Color, que durante una década fueron aumentando progresivamente su éxito e influencia sobre sus seguidores, que acudían a los conciertos caracterizados como sus ídolos. Tras la disolución de formaciones como X Japan o Luna, la escena vivió un cierto declive hasta que una nueva cosecha de grupos recuperó la antorcha del movimiento. Nombres como Versailles, Nightmare o The Gazette han conseguido de nuevo que el visual kei tenga una buena salud comercial y miles de seguidores. Entre los responsables de esta nueva vida se encuentra también el quinteto tokiota An Cafe (también conocido como Antikku Kafe o Antic Cafe), que desde sus inicios en 2003 ha publicado cinco compactos de larga duración, dos decenas de singles y nueve DVD. Aunque inicialmente An Cafe fue encuadrado en el estilo oshare kei (el subgénero menos extremo del visual kei, cuyos artistas ofrecen una apariencia más alegre e infantil), más tarde los chicos se definieron a sí mismos como una banda de Harajuku dance rock (Harajuku es la zona comercial más famosa de Tokio y el estilo Harajuku kei está vinculado a la colorida y desenfadada moda que se produce en el citado barrio). Extremadamente popular entre los adolescentes, An Cafe se ha ganado el favor del público gracias a unas canciones alegres y, sobre todo, a la energía que proyectan en sus atractivos conciertos, en los que, además de su talento musical, cada uno de los cinco componentes tiene que expresar su personalidad única.
Recomendaciones
Japón, música moderna
> L’Arc-en-Ciel, Ark, Ki/oon, 2006 Edición especial de un disco ya publicado en 1999 (esta nueva versión incluye un DVD) para celebrar el decimoquinto aniversario de uno de los grupos más exitosos del pop japonés, con ventas acumuladas que superan los quince millones de discos. > DMBQ, The Essential Sounds from the Far East, Estrus Records, 2005 Aunque puede que el título nos haga pensar en una grabación que nos acerque las bases de la música tradicional japonesa, la realidad es que este cuarteto practica un psicodélico rock deudor de grupos como The Jimi Hendrix Experience, Deep Purple y Led Zeppelin. > Guitar Wolf, R.R.E., Narnack Records, 2004 Uno de esos discos que deben ser escuchados a todo volumen, no queda otra opción. Guitarras distorsionadas, bajo y batería que no dan tregua, una voz siempre a punto de quebrarse... Y todo empaquetado en un sonido áspero y muy sucio. Incluye una versión del clásico Route 66. > Puffy AmiYumi, Hi Hi / Music from the Series, Epic, 2004 Banda sonora del programa de televisión protagonizado por esta divertida pareja, todo un fenómeno de masas en Japón que llena recintos deportivos con sus conciertos, marca tendencias de moda sin proponérselo y ha generado un sinfín de productos de merchandising.
Ruta musical
>The 5.6.7.8’s, Bomb the Rocks, Sweet Nothing, 2003 El subtítulo lo dice todo (Early Days Singles, 1989 to 1996) y nos permite revisar la primera etapa de este trío femenino abducido por el rockabilly, la música surf y el rock de garaje. Impagables las fotos interiores que explicitan su lema vital: «el futuro del rock and roll llega desde el pasado».
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Japón, música contemporánea
Trabajando proyectos de gran personalidad, poniendo el valor de la creatividad por delante de cualquier otro elemento, los músicos japoneses contemporáneos han sabido encontrar una nueva e identificable musicalidad.
Ruta musical
En algunos casos, incluso, han conseguido devolver la influencia recibida de Occidente y crear tendencias que han triunfado en todo el planeta, especialmente en la música electrónica. Tampoco podemos olvidar el impacto causado por el cine japonés, siendo especialmente notorio, hablando como hablamos aquí de música, el caso de las bandas sonoras que acompañan las películas de animación. Sin embargo, la mayoría de los artistas que protagonizan esta renovación se mueven en una escena alternativa, lejos del éxito masivo que tienen las bandas de pop de consumo fácil. Es el precio que tiene que pagar la gente de vanguardia, la gente que está abriendo nuevos caminos que, tal vez en un futuro cercano, serán transitados por muchos otros creadores y aficionados. El proceso vivido en su momento por artistas de renombre como Ryuichi Sakamoto o Kitaro también puede llegar a proyectos de avant-garde rock como The Boredoms o Rovo, a formaciones de jazz experimental como Tokyo Chutei Iki o Pascals, a propuestas que parten del dub como Dry & Heavy o Audio Active... En cualquier caso, queda claro que en el siglo XXI los músicos japoneses han conseguido, finalmente, sentirse cómodos consigo mismos a partir de su tradición, sea cual sea el estilo que practiquen. Así, los instrumentos clásicos aparecen en formaciones de todo tipo y jóvenes músicos, como el tocador de koto Michiyo Yagi, los han llevado hasta extremos nunca vistos antes, a través de colaboraciones y experiencias atrevidas que recogen el testigo de las realizadas, desde hace medio siglo, por el maestro del shakuhachi Hozan Yamamoto. Al mismo tiempo, otros artistas, como Agatsuma, han recuperado y revitalizado conceptos prácticamente olvidados (en su caso, la tradición del tsugaru shamisen). E incluso en la escena de la música dance se realizan estos encuentros con toda normalidad, sirviendo como ejemplo el trabajo que DJ Krush realiza, en estudio y en directo, con tocadores de shakuhachi.
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Japón, música contemporánea
Hablar de Ryuichi Sakamoto es hablar de una personalidad musical muy particular, con éxito y reconocimiento dentro y fuera de Japón.
Ryuichi Sakamoto moto.tronic Sony Music, 2003
En las notas interiores de esta compilación podemos leer: «Quiero romper las barreras entre géneros, categorías y culturas.» Y bien se puede decir que lo ha conseguido. Tokiota de 1952, inició su carrera a mediados de los años setenta y desde entonces se ha podido seguir su trabajo como compositor, productor discográfico, escritor, cantante y actor. Su primer éxito profesional data de 1978, cuando formó Yellow Magic Orchestra junto a Hosono Haruomi y Yukihiro Takahashi. El trío se situó a la estela del grupo alemán Kraftwerk y se convirtió en una de las formaciones pioneras de la música electrónica. Paralelo al trabajo con Haruomi y Takahashi, Sakamoto inició su carrera solista, que en esos inicios ya dejó dos discos tan interesantes como el experimental The Thousand Knives of Ryuichi Sakamoto (Denon Records, 1978) y el exitoso B-2 Unit (Cbs Records, 1980) que incluye Riot in Lagos, un clásico del sonido electro. Esta carrera propia alcanzó mayor velocidad en 1983, cuando el recorrido de Yellow Magic Orchestra llegó a su fin y Sakamoto firmó la música de Merry Christmas, Mr. Lawrence (Nagisa Oshima, 1983), película en la que además participó como actor. A partir de aquí, su nombre se convirtió en sinónimo de éxito y calidad, publicando y produciendo numerosos discos (su nombre aparece en un centenar largo de proyectos, sean propios o ajenos), componiendo la banda sonora para películas de Bernardo Bertolluci como El último emperador (1987) y El pequeño Buda (1994) o recibiendo el encargo de musicar la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992). Ante esta actividad profesional tan variada y dispersa, acude en nuestra ayuda este moto.tronic, una colección de éxitos que se centra en el trabajo realizado por Sakamoto entre finales de los años ochenta y principios de los años noventa. El disco incluye piezas para cine, canciones en el mejor estilo synth-pop, composiciones para piano solo y un par de interesantes colaboraciones (con el norteamericano Iggy Pop y la pareja brasileña que forman Paula y Jaques Morelembaum). Un disco para asomarse a la versatilidad de este gran artista japonés.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música contemporánea
Son muchas las bandas que aseguran que no existe otra formación como la suya en el planeta. Pero pocas pueden presentar unas credenciales verdaderas ante tal afirmación como esta exagerada big band que, en realidad, es algo más que un proyecto musical.
Shibusashirazu Shibu-Hata Smash Records, 2002
El germen de Shibusashirazu Orchestra (a veces también se la cita así) nació en 1988, cuando Daisuke Fuwa, un popular bajista del jazz nipón, recibió el encargo de componer e interpretar la música para una obra de la compañía de teatro de vanguardia Hakken no Kai. Ante este reto, Fuwa se propuso conectar la tradición teatral japonesa (que siempre ha otorgado un rol muy importante a su particular banda sonora) con la estética de la música moderna. Así que empezó a reunir a algunos de los mejores instrumentistas de la escena del free jazz. La llamada tuvo una respuesta tan entusiasta que la formación reúne, desde entonces, dos decenas de músicos que tocan instrumentos de viento (saxofón, trompeta, flauta, clarinete), de cuerda (violín, guitarra y bajo eléctricos) y de percusión (batería, congas). El trabajo con el grupo de teatro funcionó tan bien que decidieron seguir con el proyecto musical, incorporando gente de la danza contemporánea y de la danza butoh, actores del teatro gestual y diferentes cantantes para completar el espectáculo. Toda esta tropa junta da vida, desde entonces, a esta locura que es Shibusashirazu. La banda ha publicado en todo este tiempo una decena de discos y ha actuado en numerosos festivales de todo el mundo, destacando los cuatro años consecutivos en los que ocupó uno de los escenarios principales del popular Fuji Rock Festival y que congregaron siempre a una enorme cantidad de público. Una grabación, aunque sea realizada en directo como es el caso que nos ocupa, nunca podrá trasladar la energía que tanta gente puede generar en un escenario. De entrada, perdemos toda la parte visual que proyectan los bailarines y los actores. Pero en este Shibu-Hata podemos disfrutar de momentos muy interesantes, como la velocidad imparable de Hyottoko, los desarrollos instrumentales de Lion o el sorprendente groove de Mucho de Shogyo, y descubrir, a medida que discurre el disco, los elementos del rock, de la música enka japonesa, del folk, del funk y, evidentemente, del jazz que nutren el imaginario musical de una banda como no hay otra igual en el planeta.
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Japón, música contemporánea
En activo desde los años setenta, siempre alrededor de la música instrumental e investigando las posibilidades de los sintetizadores, los teclados digitales y los samplers, Masanori Takahashi (su verdadero nombre) es uno de los artistas más influyentes y constantes de lo que se ha dado en denominar new age.
Kitaro Sacred Journey of Ku-Kai / volume 2 Domo Records, 2005
Cerrada su etapa inicial en el grupo Far East Family Band (formación con la que realizó varias giras y grabaciones, llegando a trabajar con Klaus Schulze, del mítico grupo alemán Tangerine Dream), en 1977 Kitaro inició una carrera como solista que, tras dos discos que le convirtieron en uno de los protagonistas del por entonces naciente movimiento de la new age, pronto le traería su primer gran éxito. Y es que recibió el encargo de realizar la banda sonora de The Silk Road, serie documental producida por la NHK (la radiotelevisión pública japonesa) que pudo verse en todo el mundo a principios de los años ochenta. A partir de ese momento, su carrera ha vivido momentos muy diversos.Y uno de ellos viene representado por este disco, segundo volumen de una serie que Kitaro inició tras los sucesos del 11S de 2001 en Estados Unidos, ocurridos mientras el músico japonés se encontraba en ruta desde Japón hacia Los Angeles. Su avión fue desviado a Honolulu, donde todo el pasaje tuvo que pasar cinco días hasta que se restableció la normalidad en el tráfico aéreo. Durante esas jornadas, Kitaro profundizó en el mensaje pacifista y espiritual ya presente en su trabajo artístico y decidió realizar un conjunto de composiciones que, inspiradas en la peregrinación de Shikoku, ayudaran a las personas a reunirse alrededor de la música. La isla de Shikoku, situada al sur del archipiélago japonés, cuenta con ochenta y ocho templos que cada año son visitados, en un largo recorrido que supera los mil kilómetros, por numerosos peregrinos motivados por razones ascéticas, piadosas o, sencillamente, turísticas. Cada uno de los templos cuenta con sus propias y distintivas campanas y la intención de Kitaro es componer una canción para cada una de estas «campanas de paz» que hay en la isla (de momento, ha publicado ya cuatro discos que suman treinta y nueve composiciones), siempre con la intención de inspirar un despertar espiritual y un profundo sentido de paz en las personas que escuchen este complejo y extenso trabajo.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música contemporánea
Nacido en Otsu (prefactura de Shiga, Japón) en 1937, Hozan Yamamoto es uno de los grandes maestros vivos de la flauta shakuhachi. Intérprete, compositor y profesor, inició su relación con el instrumento a los nueve años de edad, inicialmente bajo la tutela de su padre y, más tarde, bajo la del legendario Chozan Nakanishi hasta que, en 1958, se graduó en Kioto. Desde bien joven dio muestras de una versatilidad que lo ha situado siempre un peldaño por encima de sus contemporáneos.
Hozan Yamamoto Otoño Nuba Records, 1998
Aunque siempre ha conservado su conexión con la música tradicional japonesa (en 1962 representó a su país en el UNESCO’s World Folk Music Festival), su capacidad, su talento y su interés le han permitido llevar el shakuhachi a terrenos novedosos. Así, ya en 1964 grababa, junto al koto de Shinichi Yuize y el clarinete de Tony Scott, el disco Music for Zen Meditation (Verve), para, posteriormente, realizar colaboraciones con personalidades de la talla de Ravi Shankar, Jean-Pierre Rampal, Karl Berger, Chris Hinze o Gary Peacock, entre muchos otros. Sus interesantes aportaciones han sido valoradas con la concesión de numerosos premios y honores, incluyendo la designación de tesoro nacional viviente por parte del gobierno japonés. Actualmente desempeña una tarea educativa en la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio y es el director de la Asociación Hozan-kai Shakuhachi. Otoño, el disco que hemos escogido para presentaros a Hozan Yamamoto, es un trabajo producido en nuestro país y que colocó al maestro japonés junto a algunos de los mejores músicos de jazz españoles. Ahí aparecen el pianista Chano Domínguez, el contrabajista Javier Colina o el percusionista Tino di Geraldo. Pero, sin duda, quien mejor se entiende con Yamamoto es Javier Paxariño, que aquí se encarga del clarinete bajo, el saxofón soprano, el bansuri (flauta india) y el ti-tze (flauta china). Sus diálogos –sobre seis piezas de Yamamoto, tres de Paxariño y una de Domínguez– son exquisitos y dotan a la grabación de un carácter de clara evocación oriental que se enriquece con el olor flamenco que surge de una guitarra, el toque de jazz que aporta el piano o la cadencia latina que marca el contrabajo. Uno de esos discos que muy pocos podrían haber llegado siquiera a imaginar, pero que es una realidad sorprendente.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, música contemporánea
En el año 2002 la sorpresa saltó en Berlín. El jurado del prestigioso festival internacional de cine que se celebra cada año en la capital alemana decidió otorgar su máximo galardón, el Oso de Oro, a una película japonesa de animación: El viaje de Chihiro (su título original es Sen to Chihiro no Kamikakushi, literalmente «El viaje espiritual de Sen y Chihiro»).
Joe Hisaishi Le voyage de Chihiro Studio Ghibli, 2001
Dirigida por Hayao Miyazaki, responsable junto a Isao Takahata de Studio Ghibli desde que ambos lo fundaran en el año 1985, la banda sonora de este espectacular anime es obra de Joe Hisaishi, compositor y director de orquesta nacido en Nakano (prefactura de Nagano, Japón) en 1950. Su firma ha aparecido en más de cien álbumes, entre trabajos para el cine y proyectos personales, desde que debutara en el año 1981 con Mkwaju (Columbia, Japan). Su talento innegable, su inquieta personalidad y su gran capacidad de trabajo le han permitido desarrollar un estilo propio que siempre ha explorado e incorporado diferentes géneros a sus obras, desde el minimalismo o la electrónica experimental hasta la música clásica (sea japonesa o europea). Tras veinte años de carrera, El viaje de Chihiro supuso uno de sus mayores hitos a nivel mundial. Pero no fue su primer trabajo para Miyazaki y Takahata. De hecho, se podría decir que es uno más de la gran familia Ghibli, pues su relación con esta pareja de directores, productores y guionistas de anime empezó en 1983, cuando fue recomendado para realizar la banda sonora de Nausicaä delValle delViento (Kaze no Tani no Naushiki, en japonés). Tras este primer trabajo, Hisaishi ha firmado las bandas sonoras de otras películas surgidas del prestigioso estudio como Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988), Porco Rosso (Kurenai no Buta, 1992) o La princesa Mononoke (Mononoke Hime, 1997; esta banda sonora se encuentra también en la Mediateca). Para crear el paisaje sonoro de la fantástica aventura protagonizada por Chihiro, Hisaishi se apoyó en la percusión japonesa y se apropió de detalles del lenguaje clásico occidental (destaca el uso de la sección de viento, combinando los gruñidos de los metales con la amabilidad de las maderas) para, según el desarrollo de la acción, acentuar el lirismo o la pulsación de cada tema. Sin duda, un triunfo en toda regla que refuerza la magia de las imágenes de Miyazaki.
Recomendaciones
Japón, música contemporánea
> Cibo Matto, Viva! La Woman, Wea, 1996 Disco de debut de la pareja artística formada por Miho Hatori y Yuka Honda, japonesas de residencia (en aquella época) neoyorquina. Diez canciones dedicadas a la comida, aliñadas con un sonido que mezcla hip hop, breakbeat, percusiones afrocubanas, cool jazz y funk. > Fantastic Plastic Machine, Les plus, Columbia Music, 2001 Recopilación de los mejores temas producidos por este discjockey de música electrónica, aficionado también a la bossa nova, el pop francés y el lounge. Reúne algunos de sus jingles más famosos para televisión y rarezas que, hasta la fecha, sólo se habían publicado en vinilo. > Kenji Tozai, The New Sound of Japanese Breakbeat Cultures, Blue Flame, 2000 Más conocido por sus trabajos en la música ambient, Tozai se acerca en esta ocasión a las atmósferas del drum’n bass. El disco, lejos de la contundencia habitual del género, resulta agradable, incluso suave en ocasiones, como si también buscara una conexión con el pop. > Masakazu Yoshizawa, Kyori (InnerVisions), Fortuna Records, 1987 Un disco en el que las ancestrales tradiciones musicales de Japón (el disco tiene como protagonistas el shakuhachi y la biwa) se encuentran arropadas por tonalidades de influencia occidental. Un encuentro entre culturas que traslada un misterioso y atractivo mensaje.
Ruta musical
>Merzbow, Sphere, Tzadik, 2005 Siendo como es uno de los máximos exponentes del noise («ruidismo»), el trabajo de Masami Akita (su verdadero nombre) no es apto para los débiles de corazón. Su propuesta resulta de escucha difícil, pero los más atrevidos son capaces de descubrir en ella estructuras musicales bien definidas.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
En la amplia escena de las músicas del mundo, los recopilatorios juegan siempre un papel importante, tanto para el neófito, que busca acercarse a un artista, un estilo o un país, como para el iniciado, que quiere profundizar en un ámbito que empieza a conocer. Lo cierto es que pasan tantas cosas en el planeta (y aún más en música, una disciplina artística en constante y afortunado movimiento) que es imposible saber de todas. Y nunca está de más atender los consejos de alguien que conoce el terreno, tal y como hacemos cuando buscamos la mejor guía posible antes de emprender un viaje hacia un destino más o menos remoto. Pero para que la selección musical se convierta en una herramienta realmente útil deberíamos exigir, como mínimo, dos elementos que se antojan imprescindibles: cierta coherencia en el repertorio (no todo vale) y amplia información en los cuadernillos que incluyen para acudir a las fuentes si decidimos avanzar otro paso. Bajo estas premisas, en este apartado encontraréis ediciones discográficas que os permitirán moveros con soltura y seguridad en las amplias aguas de las músicas que aquí os presentamos.
Ruta musical
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
Aunque cualquier recopilatorio genérico se quedara corto para visualizar toda la música que se hace en Japón, los diecinueve temas incluidos en este disco permiten echar un vistazo a la mayoría de estilos vinculados a las raíces culturales japonesas (desde el característico min’yo hasta las propuestas más modernas) y escuchar los instrumentos principales de dicha tradición.
Varios artistas The Rough Guide to the Music of Japan World Music Network, 1999
Entre el frenesí de la jungla urbana y la tranquilidad de un templo budista se abre todo un mar de posibilidades que, además, nos llevan del presente al pasado, y de aquí al futuro, prácticamente sin que nos demos cuenta. Para realizar este viaje, Paul Fisher (periodista musical inglés encargado de seleccionar el repertorio, que ha firmado otras compilaciones centradas en la música del este asiático y es responsable de Far Side Music, una de las mejores referencias cuando en Internet buscamos música de aquella zona del planeta) se detiene en el pop de sintetizadores y cajas de ritmos de Kawachiya Kikusuimaru, en la vanguardista combinación de biwa y acordeón que propone Yukihiro Goto, en la indiscutida categoría vocal que demuestra Takio Ito, en el minimalista cuarteto de koto que pone en práctica Koto Vortex o en la fuerza de los tambores taiko que desarrolla el gran Eitetsu Hayashi. No falta un detalle humorístico, protagonizado por la particular versión que la popular banda The Surf Champlers hace del tema principal de las películas de James Bond, ni tampoco la reivindicación del concepto de la música chindon, a través de la propuesta contemporánea realizada por Cicala Mvta. La obligada visita a Okinawa pasa por el proyecto de An-Chang, liderado en esta ocasión por la voz emotiva de Yasuba Jun, por la delicada sabiduría del maestro Tetsuhiro Daiku o por la contagiosa alegría que transmite Ayame Band. Incluso encontramos una aproximación a la cultura de los ainu, a través de la propuesta de Oki. Como sucede en este tipo de discos tan eclécticos, cada oyente encontrará momentos que despertarán su interés y otros que le resultarán prescindibles. Pero los conocimientos que Paul Fisher tiene del territorio, demostrados en las notas del cuadernillo, garantizan un interesante trayecto que nos ayudará a superar las imágenes estereotipadas que podamos tener de la música japonesa.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
El koto y el shakuhachi son dos instrumentos básicos de la música clásica japonesa que toda persona interesada en la cultura del país nipón debe conocer. El primero es una cítara de gran tamaño, cuyas trece cuerdas son pinzadas con tres uñas artificiales (de bambú o marfil) y que cuenta con unos puentes móviles que el músico ajusta durante su actuación.
Varios artistas Lullaby for the Moon Toshiba Emi, 1997
El segundo es una flauta que se construye con la parte inferior de un tallo de bambú. Se necesitan dos años para dominar las escalas y los microtonos con los que desarrollar ese sonido tan característico y diferente al de cualquier otro instrumento de viento. Para acercarnos a ellos sin temor a equivocarnos tenemos este disco, protagonizado por un destacado grupo de excelentes intérpretes (entre otros, HozanYamamoto, uno de los mejores tocadores de shakuhachi de la actualidad y de quien ya hemos presentado un trabajo en esta ruta musical dedicada a Japón). El recopilatorio reúne obras contemporáneas para koto y shakuhachi, algunas basadas en variaciones de melodías tradicionales (es el caso de Chidori, pieza para koto que fue escrita a mediados del siglo XVIII) y otras que son composiciones nuevas (como Toge Hachi-Ri, creación para dos shakuhachis de Inzan Tanaka). En numerosos momentos, la combinación de koto y shakuhachi resulta sorprendente desde su sencillez. Incluso, debido probablemente a la distancia que separa nuestros respectivos conceptos musicales, es posible que en algunos momentos sus desarrollos melódicos lleguen a inquietarnos, pero aportando siempre una perspectiva inspiradora y emocionante. Así lo reflejan, por ejemplo, los tres temas del citado Tanaka, que abren el disco y logran trasladar a nuestra mente diferentes imágenes de la naturaleza, sea un paso abrupto y montañoso o la niebla que oculta un bosque de pinos. Otro corte interesante es Kojo, variación de Ensho Yamakawa sobre esta melodía tradicional que el prestigioso flautista francés Jean Pierre Rampal ha incorporado a su repertorio de concierto. Aunque hemos de lamentar la falta de información y referentes sobre la grabación, Lullaby for the Moon es un disco muy apropiado tanto para quienes quieren descubrir la tradición musical japonesa más clásica como para quienes ya conocen algunos de sus secretos.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
En el año 2002, el ciclo Festivales de Navarra llevó hasta la ciudad de Pamplona un buen número de artistas japoneses (no sólo músicos) con la intención de acercarnos la cultura de un país lejano y desconocido para la mayoría de nosotros.
Varios artistas Las músicas de Japón Fnac España, 2002
El reto fue máximo, pues a la distancia física y emocional se unió la dificultad de resumir la enorme riqueza creativa, sea de raíz tradicional o moderna, que alberga Japón. Más allá de las actividades y los conciertos programados durante aquel verano, con las vivencias que artistas y espectadores se llevaron consigo, el festival dejó como testimonio este recopilatorio, realizado por el ubicuo Paul Fisher. Un disco con mensaje y concepto, pues como él mismo escribe en el cuadernillo interior «no hace hincapié en el hogaku, o partituras clásicas de Japón, atendiendo como atiende al tratamiento moderno de sus raíces sonoras y su mestizaje. Es un viaje musical que refleja las peculiaridades y contradicciones de una nación que proyecta toda su energía de la dialéctica resultante entre pasado y presente». Y es que más allá de la selección musical, que incluye canciones firmadas por Takashi Hirayasu, Seijin Noborikawa, Masahiro Nitta o The Sanshin Cafe Orchestra, entre otros artistas, Las músicas de Japón destaca por un texto, sucinto pero jugoso, con el que Fisher repasa, a toda velocidad, la historia de la música japonesa, desde el periodo Nara (710-794) hasta los primeros balbuceos del siglo XXI, pasando por las canciones enka, la modernización del periodo Meiji (1868-1912) o el rock con raíces. Su lectura, mientras escuchamos las trece canciones del disco, nos ofrece una perspectiva básica de la historia de la música japonesa que podemos utilizar como puerta de acceso a un mundo sorprendente. Porque, como bien escribe Fisher, «muchos músicos japoneses aparcaron hace unas décadas su propia herencia musical, rica y diversa como pocas. [...] Pero, con el tiempo, la asimilación a Occidente ha reculado en Japón para abrir puertas a la originalidad, la inspiración y los retos musicales derivados de la fusión. Ahora que han asumido su propio legado sonoro, los japoneses han comenzado a demostrar, verdaderamente, su habilidad para absorber influencias externas sin perder señas de identidad».
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
Una primera y breve visita de cuatro días en el año 2000 fue suficiente para que el productor musical Guy Blackman, jefe del sello australiano Chapter Music (especializado en música indie y lo-fi), decidiera que la siguiente ocasión que pisara territorio japonés sería para pasar un periodo de tiempo más largo. Y ese momento llegó en septiembre de 2002, cuando se mudó a Tokio decidido a residir en la ciudad nipona durante dieciocho meses para empaparse de su escena musical más alternativa.
Varios artistas Songs for Nao Chapter Music, 2004
Muchos de los grupos que despertaron el interés de Blackman se movían alrededor del sello Majikick, gestionado por el matrimonio Takashi y Saya Ueno, y forman parte de esta recopilación que reúne catorce grupos de Japón, como reza su subtítulo. Songs for Nao descubre un colectivo de grupos que trabajan a partir de elementos del lo-fi, las músicas del mundo, la psicodelia, el folk (tanto desde una perspectiva oriental como occidental) y el pop, apropiándose de los estándares de cada género y exprimiéndolos al máximo. Es fácil descubrir referentes como The Velvet Underground, Shonen Knife o Daniel Johnston, pero también evocaciones de música tradicional india, del este europeo o japonesa. Y todo ello a partir de ese concepto cercano al amateurismo tan propio del lo-fi, en el que la falta de compenetración entre instrumentistas o los errores de afinación vocal no parecen tener ninguna importancia. De los distintos cortes vale la pena destacar Good Night de Pervenche, la más indie-pop de todas las canciones y que llega firmada por una banda que se está ganando una creciente reputación fuera de Japón. También hay que prestar atención a Nikaidoh Kazumi (cuya voz, en Temperature of Windowside, recuerda por momentos a Björk), Place Called Space (con la suave y dulce canción de amor Stars and Dinosaurs), Kinutapan (grupo que realiza una imposible combinación de voces y trompetas en Lilac) y Nagisa Ni Te (la serena Stars es, probablemente, la canción mejor grabada e interpretada de las catorce). El disco incluye unas sencillas y útiles anotaciones sobre todas las bandas y nueve fotografías de Eigo Shimojo (incluida la de portada) que muestran, en algunos casos, una inquietante y surrealista visión de la modernidad japonesa. Sin duda, un documento musical de un estilo muy concreto, pero que resulta francamente interesante.
Japón, presente, pasado y futuro
Japón, recopilatorios
Las setenta y tres islas subtropicales que conforman el archipiélago de Okinawa (el antiguo reino de Ryukyu, independiente hasta el siglo XVII) distan más de setecientos kilómetros de Kyushu (la más meridional de las cuatro islas principales japonesas), prácticamente la misma distancia que las separa de Taiwán.
Varios artistas The Rough Guide to the Music of Okinava World Music Network, 2001
Así que resulta muy fácil imaginar que la música de Okinawa se ha ido desarrollando a partir de un conjunto único de influencias, distintas en la mayoría de los casos de las que afectaron a las tradiciones del resto del país. Entre estas influencias se encuentran un clima mucho más agradable y el contacto de las tradiciones locales con los elementos aportados por los marineros y los comerciantes que pasaban por allí. Con todas estas pistas iniciales, ya podemos enfrentarnos al contenido de esta referencia de la serie The Rough Guide dedicada a Okinawa. Como es habitual en todos los volúmenes de la colección, el repertorio seleccionado (sí, nuevamente es Paul Fisher quien la firma) busca acercarnos la mayor diversidad musical posible, planteando un recorrido que pasa por la música tradicional, alguna aproximación al pop y propuestas de fusión, y al mismo tiempo intenta provocar nuestra curiosidad para continuar por nuestra cuenta la investigación. El compacto se abre de forma brillante con tres temas de gran calidad, interpretados respectivamente por Rinsho Kadekaru, conocido como el padrino de las shima uta (las canciones de raíz tradicional), Chieko Iha & Four Sisters, brillantes intérpretes de una dulce y melancólica melodía, y la pareja formada por Takashi Hirayasu y Bob Brozman, quienes entrelazan desde el máximo respeto las músicas de sus respectivos territorios. Otros músicos legendarios que aparecen en el disco son Rinji Kadekaru, referente actual de un respetado e histórico linaje musical; Tetsuhiro Daiku, ganador de numerosos galardones por su dominio del sanshin, y Seijin Noborikawa, tal vez el último representante de la vieja escuela. Como contrapunto nos encontramos con los planteamientos más actuales que vienen firmados por Ryukyu Underground, grupo afincado en la experimentación electrónica; The Surf Champlers, con su particular y divertido surf rock; Shishars, conjunto vocal femenino de horizontes musicales muy amplios, y The Boom, la banda que convirtió la música de Okinawa en un fenómeno de masas con su tema titulado Shima Uta.
Rutas musicales