II CREARTE HUAMACHUCO
II CREARTE HUAMACHUCO 2017 Trabajos ganadores de los Concursos Provinciales de Talento ArtÃstico: Canto, Cuento, Pintura
FONDO EDITORIAL MUNICIPAL HUAMACHUCO
EDICIÓN Y FOTOGRAFÍA Paul Orlando Oliva Quispe MAQUETACIÓN DIGITAL Y CUIDADO DE LA EDICIÓN Vigo Junior Mallqui Cruzado ILUMINACIONES Luis A. Vilchez Montes CORRECCIÓN Enrique Carbajal de la Cruz Paul Orlando Oliva Quispe
EDITADO POR: Municipalidad Provincial Sánchez Carrión, Fondo Editorial Municipal Huamachuco (FEMUNH) Jr. Ramón Castilla 564, Huamachuco. Telefono 044-441097 Email: sgrh@munihuamachuco.gob.pe
IMPRESO EN: Gráfica Rosman Edhu, Jr. Independencia 938, Huamachuco; Jr. Lencio Prado 147, Cajabamba
1a edición, abril de 2018 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N°2018-04698 ISBN: 978-612-47211-4-4
©Municipalidad Provincial Sánchez Carrión, Fondo Editorial Municipal Huamachuco (FEMUNH) ©Ganadores del CreArte Huamachuco 2017
Está prohibida su reproducción, bajo cualquier medio, sin el permiso previo del editor y autores Se imprimió un total de mil ejemplares, el mes de abril de 2018 Impreso en Perú. Printed in Peru
Edición homenaje a los Cincuenta años de la muerte de Ciro Alegría Bazán (1967-2017)
COLECCIÓN
ÍNDICE Presentación............................................................11 Cuentos ganadores Primer Puesto: ¡Pooola!.......................................................13 Segundo Puesto: Travesuras....................................................17 Tercer Puesto: Sueños........................................................23 Menciones honrosas La vista ciega...............................................27 Te estoy observando...................................32 De risas mudas y sonrisas...........................38 Pinturas ganadoras, Categoría Niños Primer Puesto....................................................44 Segundo Puesto.................................................46 Tercer Puesto.....................................................48 Pinturas ganadoras, Categoría Jóvenes Primer Puesto....................................................50 Segundo Puesto.................................................52 Tercer Puesto.....................................................54 Ganadoras de Canto...............................................57 Créditos y Agradecimientos..................................63
PRESENTACIÓN
Si Ciro Alegría no hubiese ganado los concursos de novela Nascimento, Ziz Zag y Farrar & Rinehart, en Chile y Nueva York, con sus tres novelas espléndidas: La serpiente de oro, Los perros hambrientos y El mundo es ancho y ajeno, respectivamente, sin duda su destino no hubiese sido el mismo. Y es que los premios no solo le permitieron salir de la condición precaria en la que se encontraba, a raíz del destierro en Chile, sino, sobre todo, le abrieron las puertas a su enorme talento y le otorgaron reconocimiento internacional. En el 2017 se cumplieron cincuenta años de la muerte de nuestro ilustre paisano, el escritor peruano más traducido hasta la aparición de Vargas Llosa, quien justamente dijo de él: «[Ciro Alegría]... es nuestro primer novelista clásico…». Su municipalidad, a través de la Gerencia de Desarrollo Social y Casa de Cultura, ha decidido rendirle un homenaje... y qué mejor manera que invertir en arte y cultura, y en la formación de nuestra niñez y juventud huamachuquinas. Los CreArte Huamachuco son concursos de talento artístico que iniciaron en el 2016. Esta, su segunda edición, estuvo dedicada a
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nuestro gran novelista y buscó brindar una oportunidad excepcional para que nuestros artistas puedan mostrar sus mejores expresiones y el pueblo pueda conocerlas y disfrutarlas con beneplácito. Confiamos que con esta acción estamos ayudando en la formación de los que se inician en el mundo del arte; que les otorgamos la confianza de saber que su obra es valorada y que les abrimos las puertas a un camino difícil, pero espléndido y glorioso. En esta edición realizamos los concursos de Canto, Cuento y Pintura, habiendo tenido cincuenta y un participantes en el primero, sesenta y dos en el segundo y ciento veinte en el tercero, lo que hace un total de doscientos treinta y tres concursantes. De ellos, se premió a dieciocho ganadores. La decisión de publicar este libro radica en que la obra artística debe ser siempre masiva, abarcar todos los sectores sociales posibles. A donde llegue, confiamos, dejará su sentimiento inigualable y sembrará esperanzas de continuidad en la mente y corazones de los más jóvenes. Componen este libro, obras cuya notable factura hace ilusión en que pronto tendremos muchachas y muchachos de la talla de Ciro Alegría, hombres y mujeres que seguirán otorgando a su pueblo el inconmensurable grado y nivel artístico que ha mantenido desde hace milenios. Arql°. Paul Oliva Quispe Director de la Casa Municipal de Cultura y el Fondo Editorial Municipal Huamachuco
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¡POOOLA! Cuento Primer puesto
Autor: Yojan Eduar Mora Oloya Institución Educativa: César A. Vallejo Mendoza
Yojan Eduar Mora Oloya 16 aĂąos
¡POOOLA!
Caminaba de prisa porque el día se acababa, la luz se ocultaba como si estuviera apurada, la noche asomaba con toda su negrura y un silencio sepulcral me acompañaba; me esforzaba por no pensar, por ordenarle a mis pies apurarse a pesar del cansancio, por miedo, por lo lejano que aún quedaba la casa más cercana; y, mientras me perdía en mis pensamientos, algo me interrumpió: Hijito, hiiijo, espérame. Era una voz, casi un susurro. Mi cuerpo se paralizó, esas palabras irremediablemente me regresaron a mi niñez. De pronto me vi a su lado; sí, junto a ella, a esa mujer llamada Pola, mi tía, la pastora de ovejas, la que se alegraba cuando no había clases para disfrutar de mi compañía en el campo tras el ganado. Era su voz hablándome otra vez, inconfundible. Me detuve, y no porque quisiera esperar, sino porque mi cuerpo no me obedecía, no sentía la tierra, el camino debajo de mis pies, solo la sensación de que Pola estaba cerca, justo detrás de mí. No era la primera vez que escuchaba su voz. Antes, en otras ocasiones, ya me había llamado; como la vez que, enfermo, intentaba dormir sin conseguirlo; la noche en que me despedía de mis amigos terminando un trabajo grupal; o cuando, por alguna razón, me quedaba solo en casa. Siempre era: hijiiiiito, hiiiijo, Eduarcito.
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Al principio no me importó porque no estaba seguro si era para mí, luego pensé que era producto de mi imaginación. Es que, últimamente, había escuchado mucho hablar de ella. Después, decidí que la visitaría porque ya no la quería oír. Total, siempre tuvimos una conexión especial. Hice tiempo en el trabajo y en los estudios, aunque la verdad parecía ayer cuando la dejé allá en el terruño para ir a la ciudad y comenzar una nueva vida. Se quedó sola porque no tenía hijos; pero ella era una segunda madre para mí. Partí justo el día de su santo. Quise ir por ella temprano, pero algo se interpuso en mi camino. Y me hallaba allí, casi de noche, en medio de ese solitario camino cerca del cementerio, con su monótona voz, justo sobre mí. Me horroricé, grité sin voz, sentí cómo, poco a poco, me iba en absoluto silencio. Es que ella, Pola, mi tía, ya no pertenecía a este mundo, se había ido hacía casi un año atrás. No estuve allí y jamás le dije adiós.
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TRAVESURAS Cuento Segundo puesto
Autor: Moisés Efraín Cachi Morillo Institución Educativa: La Inmaculada
Moisés Efraín Cachi Morillo 13 años
TRAVESURAS
Hoy el profesor de Arte estuvo de permiso, por eso en las últimas horas de clase era un caos total en el aula. Nadie hacía caso al brigadier. Corríamos, saltábamos por entre las carpetas, nos tirábamos con la pelota, nos jaloneábamos; era un griterío total. —Juan, róbale las agendas al brigadier y vámonos al internet. Y Juan robó las agendas y salimos en silencio del aula. El guardián no estaba en la puerta por lo que salimos del colegio corriendo. Nadie nos vio. —Vamos a jugar plantas versus zombis. —Sí, pero, ¿tienes plata? —¡Claro!, saqué del frasquito de mi mamá mientras se descuidó de su tienda. —¡Tú sí, ah! Mañana saco yo. Hoy no pude, mi mamá estuvo todo el tiempo en su tienda. Estuvimos hasta las nueve de la noche jugando en el internet. Hubiéramos seguido, quizás hasta la media noche, si Luis no me llamaba a mi celular. —Vamos, Luis, nos reunimos en el campanario. —¿A qué hora? —A las nueve y media. —Yo voy a ir con el gordo Daniel, ¿estamos? —¡Estamos!
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A las nueve y media estuvimos en el Campanario, Luis, Daniel, yo y Juan. El gordo Daniel había venido con su poncho para protegerse del frío. —Qué cobarde eres, Daniel, ¡con poncho! —Sino, me muero de frío, ¿hasta qué hora vamos a estar? —Hasta la media noche, pues; a las doce en punto entraremos al cementerio. Tenemos que dejar una estaca cada uno, plantada en el centro del cementerio para probar que hemos llegado hasta ahí. A ver quién es el más cobarde que no se anime a entrar. —¡Bah!, a mí no me da miedo. —Quiero verlo, entraremos uno por uno. —¡Yo voy primero! —dijo el gordo Daniel. —Vamos a la plaza primero, he traído los quetes —propuso Luis. —¡Bah!, ¡yo entro al cementerio con marihuana y sin marihuana! Soy capaz de quedarme a dormir ahí —respondió el gordo Daniel. —Ja, ja, tú eres el más miedoso, creo. —Te apuesto, Luis, que yo entro primero. —Si lo haces, yo voy después. —Ya, Luis, yo voy tercero —dijo Juan. —Y yo voy cuarto —dije yo. Hasta las once y treinta estuvimos en la plaza fumando los quetes y haciendo saltos y piruetas, ahí en la glorieta. Y por fin se llegó la hora de probar nuestra valentía. Nos fuimos rumbo al cementerio. —Vamos por la parte de atrás, porque ahí debe de estar el guardián.
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—Sí, pero cállense. La pared de tapial estaba baja. —Parece que no somos los únicos que entramos al cementerio. En la pared hay rastros de que alguien más entra. —Ya, gordo, son las doce de la noche. Lleva tu estaca. Lo plantas en el centro del cementerio para probar que has llegado hasta ahí. El gordo Daniel cogió su estaca y se prendió por la pared. Nosotros esperamos en silencio. Bajó Daniel, despacio, sin hacer ruido. Ya estaba dentro del cementerio. Miré a mi alrededor. Cruces caídas, blancas, marrones. Otras estaban bien plantadas en la tumba. Caminé despacio, en silencio. A medida que me adentraba al cementerio, me iba invadiendo un pequeño temor. Pero seguía caminando. Más allá, más allá. El cementerio es enorme y yo debería llegar hasta el centro, a clavar mi estaca. Una corriente de viento hacía zumbar mis oídos. Cuando, de pronto, regresé la mirada hacia atrás. Unas cuantas cruces tumbadas pude ver. Pero me pareció que se movieron. Entonces me vino el temor. Pero yo seguía caminando. Parecía que me elevaba, mi sangre se alborotó y mis pelos se levantaron. Volví a mirar hacia atrás: una tumba, dos, tres, muchas tumbas oscuras, silenciosas. El viento seguía sonando. Ya casi llegué al centro, sí, creo que ya estaba en el centro. Me incliné a clavar mi estaca. Con una piedra golpié el palo, a fin de que se clavara en el suelo. Ya estaba bien clavada. Cuando fui a levantarme, alguien me cogió del poncho. Di un grito y me caí desmayado.
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Escuchamos su grito. Pero esperamos en silencio. Un solo grito dio el gordo Daniel. No regresaba. Seguíamos esperando, y nada. Ya era mucho tiempo. Vamos a ver qué le ha pasado, propuso Luis. Vamos, dijimos nosotros. Y saltamos la pared, caminamos silenciosos, presurosos, pero tranquilos. Éramos tres, así el miedo no invade. Cuando llegamos al centro del cementerio, ahí estaba Daniel, tirado en el piso junto a su estaca que había clavado. Le llamamos, pero no respondía, estaba desmayado. Hay que cargarlo, dijo Luis. Cuando empezamos a levantarlo, nos dimos cuenta que la estaca lo había clavado sobre la esquina de su poncho. Sin duda eso fue lo que jaló del poncho: la estaca. Pero él interpretó mal y se desmayó. Lo cargamos y lo llevamos. Con las justas lo pasamos por la pared. Y ahí, atrás del cementerio, empezamos a darle los auxilios. Jala de su dedo, muévele su mano, sóplale el rostro. Pero, nada. Daniel no revivía. Estuvimos un buen rato esperando, cuando de repente empezó a moverse. Daniel, despierta, Daniel, levanta. Poco a poco fue volviendo a su normalidad. Hasta que se sentó. No decía nada. Estaba mudo. Le preguntábamos qué había pasado, pero seguía mudo. Entonces lo ayudamos a levantarse. Y nos fuimos. Desde ese día, el gordo ya no quería salir con nosotros. Ahí nomás la profesora de Religión nos llevó a un retiro espiritual. Ahí reflexionamos y nos propusimos dejar la marihuana y ser buenos estudiantes.
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SUEร OS Cuento Tercer puesto
Autora: Yanela Meliza Alzugaray Marcelo Instituciรณn Educativa: 80779 La Inmaculada
Yanela Meliza Alzugaray Marcelo 15 aĂąos
SUEÑOS A Vallejo, Ciro y Víctor
No volví a ver ni a Vallejo ni a Víctor Raúl. Seguro están ocupados o quizá Vallejo viajó a París porque, según me comentó, Georgette le había escrito que su obra teatral había sido reconocida por la clase obrera de París como símbolo de lucha. Y es seguro que viajó porque ni ayer ni antes de ayer su columna de opinión apareció en el Halcón y sí la de Víctor Raúl; aunque no sé por qué tengo la idea que Víctor las envía, desde Trujillo, por fax. Y no me equivoqué, tal cual fue: Vallejo viajó a París, y Víctor envía sus artículos por fax. A Ciro le molesta eso porque, según dice, un periodista tiene que estar en el lugar de los hechos para comprobar de cerca la realidad, sino cómo pues, sobrino, me dijo. ¿Cómo crees que La serpiente de oro nació, ah? ¡Habla, pues!, me dijo. Entonces supuse que Ciro tenía razón, que uno no puede distanciarse o estar como lejos para saber lo que dice y si es más para un público tan letrado. No recuerdo más de esa conversación porque ambos nos distrajimos mirando la contradanza. Volví a ver a Ciro y esta vez por la plaza, acompañado de una señorita que nunca había visto; tenía chompa roja y falda verde. Me pareció extraño porque esa tarde no me pidió que le lustre sus botines y ni siquiera me respondió el saludo; fue extraño.
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Esta semana no fui a lustrar porque los serenos no dejan, dicen que la plaza es la plaza y es solo para turistas, para visitantes; y me encontré con el Pulga, me dijo que por la San Martín se podía lustrar, que había clientes. Decidí ir y sí me va bien. Lo que sí se me es extraño que no vengan ni Ciro ni Vallejo, bueno Vallejo está en París. ¡Despierta, perezoso, despierta! La Pulga me despertó y me dijo que volvamos a la plaza, y yo le dije que no porque los serenos no dejan. El Pulga me dice vamos dormilón, perezoso, hablas sonseras. Yo que no, que… que… que si quieres podemos lustrar, yo a Ciro y tú a Vallejo, cuando vuelva de París. El Pulga llama por ayuda, que lo ayuden. Que me lleven al hospital. Ahora me veo en París con Vallejo. Ahora por Shicún buscando arados, por Mansiche con Víctor Raúl. Arrojo, estoy arrojando. El mundo da vueltas, muchas vueltas. El doctor me dice que me tranquilice, que respire. Oxígeno, oxígeno para el paciente, oigo entre laberinto de gritos de mujeres embarazadas y hombres con otras dolencias peores. Los perros aúllan como si me tuvieran miedo y recuerdo que lo hacen solo cuando ven a la muerte. Yo estoy muerto. Ya estoy muerto, los perros me ladran, me lloran. Ahora entiendo, ese viaje fue de mi niñez, de reconocimiento de los lugares que de niño caminé y los mundos que imaginé.
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PRIMERA MENCIÓN HONROSA Autor: Addison Alissandri Álvarez Araujo IEP Marcelino Pan y Vino
LA VISTA CIEGA
Su nombre es Addison, tiene dieciocho años, reside en la ciudad de Huamachuco y estudia en la UNCA. Vive con su hermana mayor de veintisiete años: Alexandra. A sus padres los asesinaron cuando él apenas tenía cinco años, y la policía nunca dio con los culpables. «Mi hermana me levantó, como siempre, echándose en mi encima, me dijo que me hacía tarde, que ese día tenía universidad. Entonces fuimos a desayunar. Cuando la veo, me recuerda a mi madre; creo que ha heredado su carisma y su habilidad para la cocina. Me fui a la universidad y, cuando el profesor explicó, me pareció increíble, siempre lo respeto. Regresaba a mi casa, eran las siete y diez de la noche, y pasaba frente a un callejón, cuando de pronto vi a una chica que estaba siendo maltratada por dos maleantes; le tiré una piedra a uno y le cayó en la cabeza, pero el otro empezó a perseguirme. Corrí a un parque donde encontré un guardia, él lo atrapó. Le di las gracias y fui a
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ver a la chica. La encontré desmayada, y yo no sabía qué hacer; hasta que decidí llevarla a mi casa. Le expliqué lo ocurrido a mi hermana; ella dijo que se podía quedar con nosotros». «El día siguiente me levanté temprano, mi hermana estaba haciendo el desayuno y, en eso, se acerca la chica y nos pregunta, extrañada, en dónde se encontraba. Le di los buenos días y le pregunté cómo se sentía. Me respondió que bien. Le pregunté de dónde era y cómo se llamaba, pero me dijo que solo recordaba su nombre: Asuna. Era muy hermosa. Sin darme cuenta, me quedé mirándola con atención. Mi hermana me regresó a la realidad cuando dijo a tomar desayuno, por cierto, mi nombre es Alexandra, señorita Asuna, no muy amable. Desayunamos. Cuando terminamos, Asuna agradeció y se fue a la azotea; yo quería ir a hablar con ella pero mi hermana me impidió, que la dejara sola por un rato. Entonces fui a hacer mis trabajos de universidad, pero, de pronto, Asuna entra a mi cuarto y me dice: Hola. Empezamos a conversar animadamente y, sin darnos cuenta, a construir una amistad que nunca había logrado con mis mejores amigos. Intentaba hacer recobrar su memoria, pero siempre era en vano. Ese mismo día salimos a la plaza de armas; la veía demasiado hermosa, sin duda que me estaba enamorando, pero no era tiempo para pensar esas cosas. Me puse en su lugar y sentí lo horrible de no recordar nuestro pasado. También era mi caso, y decidí contarle. Le confesé lo difícil que era para mí hacer muchos amigos debido a que los padres de mis compañeros les decían que no se junten conmigo, pues pensaban que mis padres estaban metidos en algo muy malo y que por eso los mataron. Cuando le conté esto, Azuna empezó a derramar lágrimas y me compadeció: Qué triste. Pero no me rendí, le dije, seguí mirando adelante, no me preocupaba lo que las demás personas dijeran. Ella se
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alentó: Tienes razón, no tenemos que rendirnos, tenemos que mirar adelante. Logré que ella se aliviara y eso me alegró muchísimo. Más tarde, en la cena, me alegré muchísimo más cuando noté que mi hermana y Asuna se estaban llevando de maravilla, esa noche se iban a bañar juntas. Mi hermana me advirtió que no trate de espiarlas. Yo fui a dormir». «Un mes lo habíamos pasado felices. Un día, mi hermana y Asuna fueron a esperarme en la puerta de la universidad. Volvíamos juntos, cuando intempestivamente un carro se cuadró frente a nosotros y bajaron cinco personas, dos me agarraron a mí, otras dos a Asuna, y la otra apuñaló a mi hermana. Se subieron al carro y se fueron. Llamé a una ambulancia mientras Asuna estaba impactada por el terror que nos devoraba. Yo me sentía estúpido por no hacer nada por defender a mi hermana, me lo repetía con lágrimas en los ojos. Cuando vino la ambulancia, le rogué con llanto al doctor que por favor la salvara. Pero una hora más tarde, ya en el hospital, se acercó el doctor fríamente a decirme que lo sentía, que había sido imposible salvar a mi hermana. Volví, sabe Dios cómo, a la casa a derramarme en lágrimas. Asuna, que también se veía traumada, me consolaba en su regazo. Esa noche no dormimos hasta la madrugada». «Desperté a las ocho de la mañana, arrullado como un niño en una esquina de la cama. Asuna estaba despierta, sentada sobre la misma tarima y con una ropa extraña, capucha y armas. Luego me di cuenta que mi ropa también era parecida a la de ella; entonces le pregunté qué estaba pasando, pero me dijo «Cállate y sígueme». Noté que sabía parkour, el arte del desplazamiento; yo también lo sabía, así que no me fue difícil seguirla. Llegamos a una casa abandonada y entramos por el techo, me asombré al encontrar una enorme biblio-
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teca de archivos. Asuna me dijo que la ayude a llevar todo eso a la casa, y así lo hicimos. Luego, me ordenó leer todos esos archivos, y yo no tenía otra opción que obedecerla. A medida que leía, fui entendiendo la intención de mi compañera; empecé a desengañarme de las personas que tanto admiraba. Hasta que en un momento, Asuna, mi maestra, me pregunta «¿Crees que son desconocidos los que mataron a tu hermana y a tus padres?», me dijo con un aire seguro y desafiante. No supe qué contestarle. Seguí buscando y leyendo, y luego creí comprender todo. Entonces, lloré de mi desgracia, pero más de rabia por la desgracia del mundo. Asuna me compadeció y me abrazó en su pecho, me dijo que ya no era tiempo de lamentarse, que yo también soy parte de El Credo, y que ya sabía lo que tengo que hacer. Dormimos abrazados esa noche». «Al despertarnos, Asuna se separó inmediatamente de mí, estaba un poco avergonzada; a mí también se me enrojeció la cara. Pero ella lo arregló cuando se puso de pie y me dijo que No tenemos que perder tiempo. Miré por la ventana y vi un patrullero, y, en él, el alcalde. No pude contenerme, quise bajar corriendo a deshacerme de una vez de ese hombre. Pero Asuna me detuvo, que no era el momento, me dijo. Así que me llevó a un bosque, y cuando le pregunté el motivo, otra vez me dijo Cállate y sígueme. Nos quedamos en una casa vieja de madera, esta vez más juntos que nunca en un rinconcito del acogedor refugio. Ella se durmió de inmediato, pues se sentía segura. Yo planeaba mi venganza, en realidad debía ser la venganza de todo el pueblo, me sentía su representante. A la una de la madrugada me levanté sin hacer ruido y dejé sola a mi adorada compañera, dormía como dicen que duermen los ángeles».
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«Al siguiente día, escuchamos las noticias locales desde nuestro refugio de madera, y la primera noticia, que lamentaban los periodistas, era sobre el asesinato del doctor Benavides, el que supuestamente trató de salvar a mi hermana. Agregaban que las investigaciones ya estaban en marcha y que era muy extraño el encontrarlo junto a una niña, también muerta, con sus órganos fuera…». —¡Máximo!, baja para almorzar. —¡Ya voy, mamá!... Mira, mamá, encontré este libro, es muy curioso, cuenta la vida de un joven con el nombre de mi papá, Addison. Y tú también estás. Aquí, mira, dice Asuna. —Dónde has encontrado ese libro, hijo, es el diario de tu papá. —¿Mi papá? Dime, mamá, ¿mi papá derrotó a los malos? —Sí, lo hizo, a cambio de su vida, tu papá es un héroe… ¿Quieres que yo te lea el libro a partir de ahora? Quiero saber lo que escribía tu papá de mí. —Claro, mamá.
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SEGUNDA MENCIÓN HONROSA Autor: Carlos David Coronel Tirado IEP Florencia de Mora de Sandoval
TE ESTOY OBSERVANDO
Existe un relato muy poco conocido, talvez porque las desafortunadas personas que lo han vivido no pudieron contarlo. De aquí, esta historia: Era una tarde lluviosa y solitaria, cuando Ana, una empresaria muy reconocida, volvía conduciendo por las peligrosas y remotas carreteras de Deathlook, la ciudad a la que ella pertenecía, de un pequeño pero muy arduo viaje de negocios, por lo que parecía muy agotada. Durante su crecimiento, destacó en ella su valentía, inteligencia y sobre todo su hermosura, ¿cómo no?, tenía un hermoso cabello marrón, deslumbrantes ojos azules y una mirada cautivadora. Debido a esto fue muy querida por todos. Poseía también un extraño don de percibir cosas que los demás no podían, como por ejemplo las personas que ya no están con nosotros.
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Tenía mucho sueño, tanto que se le hacía imposible conducir en paz; la niebla impedía una correcta visualización e incluso fue capaz de empañar el parabrisas de su auto; desafortunadamente, justo en ese instante, empezó a cerrar los ojos (debido al sueño) y de repente fue despertada por un ruido extremadamente fuerte, al parecer lo que lo provocó también causó que su parabrisas se rompiera; rápidamente perdió el control de su vehículo y sin tener otra opción tuvo que frenar. Durante esto, perdió por un momento la conciencia y tuvo que pasar poco tiempo para poder darse cuenta de que había atropellado brutalmente a una persona. La víctima, al parecer, era una joven de no más de veinticinco años de edad; estaba literalmente posada en un charco de sangre; lo único reconocible en ella era su sexo, pues todo lo demás se hallaba esparcido por todos lados. Era una escena atónita y sobre todo sangrienta. Ana quedó en shock al observar todo eso; dejó de hacer cualquier acción por no menos de un minuto, estaba realmente aterrorizada. Le tomó un par de minutos asimilar lo que había pasado, pero, al reaccionar, lo primero que hizo fue llamar a la ambulancia y huir de la monstruosa escena; sin embargo, esto marcaría el tormentoso y cruel destino que sufriría al cabo de poco tiempo. Al llegar a casa, aún seguía temblando, pensaba en lo que había hecho y eso sí que le atormentaba; al cabo de un día, el asesinato había salido a la luz y estaba en todos los titulares de telenoticias regionales, se le conocía como: «El asesino de la carretera» Y, obviamente, leer esto le resultaba muy desagradable, pues su conciencia le atormentaba; pensaba en todo momento del día sobre lo que había hecho, la culpa era en toda forma insoportable.
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Pasaron un par de semanas; todo había transcurrido con normalidad, al menos hasta ese día. Por la noche, cuando ella se disponía a dormir, sintió algo extraño, algo muy incómodo, como si le estuvieran observando; la situación resultó muy desagradable, pero no había nada más que hacer, así que fue a dormir. Estando entre sueños, fue despertada por un fuerte ruido, su corazón empezó a palpitar descontroladamente; entonces, tomó una linterna y fue a investigar, pues parecía que el ruido venía del sótano; por cierto, ella vivía sola. Al llegar al sótano, temblaba e impedía poder fijar la luz de la linterna a un lugar determinado; buscó y buscó por mucho tiempo sin obtener un resultado; convenciéndose de que no había sido nada, subió de nuevo a su habitación, pero, al momento de abrir la puerta, encontró una nota en la alfombra: «Me recuerdas, ¿verdad?» Al leer esto, salió corriendo lo más rápido posible, tan rápido que tropezó varias veces. Al llegar a la carretera estuvo desconcertada por un momento y la única idea que tuvo fue llamar a la policía reportando que alguien había invadido su casa. Esperó por unos minutos y, al llegar la policía, les informó sobre lo que había pasado y les mostró la nota: «…» En ese momento los policías (que por cierto eran tres) rieron a carcajadas, pues en esa «nota» no había nada, estaba en blanco. Le dijeron que no les haga perder su tiempo y sin más que decir se fueron (aún riéndose). Ella, en ese momento, no pudo comprender lo que había pasado.
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Unos días después, al regresar de su trabajo, recibió una llamada, a la cual contestó: —Aló —dijo Ana—, ¿quién habla? —No debiste haber hecho eso —dijo aquella voz. —¿Qué? —preguntó Ana—, ¿quién es? En ese momento escuchó el tin, tin, tin, del teléfono, que significaba que habían colgado la llamada. Ella intentó preguntar a su operadora sobre el registro de llamadas para así obtener información sobre esa extraña llamada, pero no tuvo éxito, pues se le informó que nunca había recibido una llamada a esa hora exacta. Entonces se armó de valor y buscó información en internet sobre «El asesino de la carretera». Sobre toda la información encontrada, destacó una que decía: «Este viernes 13 fue encontrado el cuerpo de una mujer atropellada en las carreteras de Deathlook, una ciudad no tan conocida de EEUU, el cuerpo fue brutalmente golpeado, es irreconocible, sus restos fueron enterrados en el cementerio de dicha ciudad, se espera encontrar al culpable». Eso al menos fue algo normal, no como la noticia publicada después de trece días de la anterior noticia: «Hoy se reportó algo escalofriante sobre el hallazgo del cadáver de la carretera; el cavatumbas de dicho cementerio mencionado reportó haber encontrado la tumba de dicha joven saqueada, al parecer fue algo sumamente raro, pues el orificio de salida viene desde adentro. El cadáver hasta la fecha no ha sido hallado». Esto concordó exactamente con el inicio de sus experiencias paranormales; pero, si el cadáver también desapareció, ¿en dónde
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está?, y ¿es que por eso se sentía vigilada en todo momento del día?, ¿es por eso que se estaba volviendo loca?, y, sobre todo, ¿también es por eso que, poco a poco, se acercaba su oscuro final? Pasaron unos días, en los cuales obviamente ocurrieron hechos paranormales, pero el más aterrador fue el que le ocurrió en ese mismo día. Ana bajó al sótano a traer adornos viejos de Halloween, pues esa fecha se acercaba; encontró la caja de adornos y rebuscó por curiosidad, al cabo de unos segundos halló un espejo, lo sacó para después soplar el polvo que tenía encima, pero para su aterradora sorpresa pudo observar a través del espejo a alguien más atrás de ella; se quedó paralizada por unos instantes, pero al ver que no era producto de su imaginación, huyó lo más rápido que pudo de ese lugar; desafortunadamente no pudo salir, ya que la puerta se encontraba cerrada, pero ella había dejado la puerta abierta al momento de entrar; entonces, escuchó claramente cómo alguien subía las escaleras del sótano, cada vez el ruido era más intenso; Ana, por otra parte, no quiso mirar atrás, pues sabía lo que se encontraría; empujó repetidamente la puerta, mas no tuvo éxito, el sonido ahora era claramente más fuerte que antes; hasta que, por el contrario, el sentimiento de horror se hizo mayor, pues el sonido se detuvo, justo detrás de ella; para ese entonces, Ana aún seguía intentando escapar de allí, pero, inesperadamente, la puerta se abrió y Ana cayó al piso fuertemente, creándose un moretón en el brazo. Hasta ese punto, todo lo ocurrido había generado una especie de locura en ella, pues tantas anécdotas paranormales pueden volver loca a una persona; pero todo este sufrimiento llegaría a su fin, pues ella en poco tiempo conseguiría la paz absoluta, un frío desenlace.
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Sin tener adonde ir, Ana tuvo que quedarse en esa casa, y aunque sabía que todo iba y seguiría empeorando, seguía allí, puesto que no tenía otro lugar a donde ir. Una semana después, al igual que las otras, fue de entero sufrimiento; ocurrió lo mencionado anteriormente; Ana fue a dormir, pero esta vez extrañamente pudo hacerlo; ya acercándose las tres y treinta fue despertada con el mismo ruido que la despertó la primera vez, pero en esta ocasión era algo diferente, como si hubiera alguien más en esa habitación, allí, con ella; por eso, bien se dice que «el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento»; ella tenía miedo a ver qué era lo que había ocasionado ese ruido. Pero tuvo que hacerlo, empezó a sentarse poco a poco y, cuando logró observar lo que era, no tuvo más remedio que gritar y salir corriendo sin mirar atrás. Había palabras escritas con sangre en la pared de su habitación: TE ESTOY OBSERVANDO, ¿Y TÚ? Bajó las escaleras gritando y llorando, todo eso producto del pánico que le ocasionó ver eso; abrió la puerta y huyó lo más lejos posible de su casa, corrió y corrió, sin mirar atrás; pero, de todos los errores que cometió, ninguno fue tan grave como el no mirar qué venía del otro lado de la autopista; murió arrollada por un automóvil. Desde ese momento, se puede observar a una mujer que deambula por esas carreteras, esperando ser atropellada y así poder pasarle el turno a su víctima. Siempre estará observando a aquella desafortunada víctima.
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TERCERA MENCIÓN HONROSA Autor: Eyvind Yossef Gutiérrez Layza IEP Buen Pastor
DE RISAS MUDAS Y SONRISAS
Fue un día gris y lluvioso, de esos que solo se ven en invierno. Un día singular, el día en que lo conocí. Él, la persona con la sonrisa más linda que alguna vez vi: Daniel. Recuerdo perfectamente la primera vez que lo vi, con una desgastada camiseta azul del hombre araña, tenía una mueca en su rostro y unos lindos ojos verdes. Mamá me había obligado a ir a casa de los nuevos vecinos a pedirle disculpas al tedioso niño que había decidido cruzarse en mi camino cuando intentaba manejar mi bicicleta por el barrio. —Daniel, cariño, ¡ven aquí! —gritó la que imaginé era su madre, por los lindos ojos verdes que también tenía. Mi vista se enfocó en el moretón que tenía Daniel en su rodilla, y en cómo al verme se escondió tras las piernas de su madre. —Lo siento mucho, po-podrías dis-culpar-me, estoy aprendiendo a manejar —esbozó una tímida sonrisa y asintió con la cabeza.
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Terminamos por entrar a la misma escuela, su madre solía invitarme siempre a jugar con él, aunque él solo reía y sonreía sin decir nada, lo cual era extraño; pero supe luego por mamá que debido a un accidente de pequeño no podía hablar. La secundaria fue dura al principio, pero logré adaptarme; solo había un problema y es que Daniel se había pegado a mí desde el primer día. Hablar con él no era tan malo, yo solo despotricaba mis quejas y él asentía como si entendiera. Lo más molesto eran sus ojos y esa maldita sonrisa que no borraba nunca. Mi tonta ideología de ser popular me impidió seguir mi amistad con él, y es que había un grupo de chicos de quinto año que se burlaban de él y, aunque sabían que Daniel no hablaba, solían decirle: ¿Por qué eres tan retrasado? Su madre había ido al colegio una vez porque Daniel llegó con moretones. No me importó y, por más que le dijera que se alejara, volvía a mí. El primer año pasó al igual que el segundo, y el tercero llegó, al igual que Leo. Aquel chico alto, moreno y de ojos negros. Había sido complicado acercarme a él, debido a su fama de chico malo y rompecorazones. —Disculpa, eso que lees ¿es After? —mis ojos se abrieron exageradamente al reconocer su voz—. Amo ese libro, lo he leído ya unas seis veces —rió. Yo lo hice con él. Esa pequeña charla sobre el libro se volvió en un diálogo que duró toda la tarde y me di cuenta que tras esa fachada de niño malo había un chico risueño que amaba leer y tocar la guitarra. Recuerdo haber gastado todos mis ahorros en un vestido rosa y corto, haberme puesto tacones sin saber caminar con ellos y maqui-
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llarme por primera vez, todo por impresionar a Leo en su fiesta de cumpleaños. Todo se fue al diablo cuando supe que mis padres me dijeron que solo podría ir si Daniel iba conmigo. Esa noche recibí mi primer beso, Leo me presentó a todos como su novia y Daniel, al escucharlo, derramó su bebida sobre un chico gordo que, al sentir el líquido sobre él, lo golpeó y le dijo retardado. Quise defenderlo al ver la sangre bajar por sus labios, pero me detuve al escuchar la risa de Leo. Me castigaron dos semanas, pues al parecer Daniel estaba enfermo de algo y luego de la pelea en la fiesta tuvo una recaída que lo tuvo un mes en el hospital. Mi madre me obligaba a visitarlo, y lo que más me sorprendía era que esa linda sonrisa nunca se borró. —Eres rara, al igual que él —rodé los ojos, era ya la cuarta vez que me decían rara en ese día. Realmente estaba perdiendo la paciencia. —¡Ya deja de seguirme, retrasado! Me arrepentí mucho después de haberle dicho eso, pero no me disculpé porque cuando intenté hacerlo Leo me miró y negó con la cabeza. —Le haremos una broma al niñito raro, ¿me ayudarás, cierto? —la voz de Leo era escalofriante, al igual que su mirada—. Vamos, nena, no me digas que tienes miedo, solo tienes que llevarlo a mi casa. —No tengo miedo, lo llevaré. Debí haber sabido que su broma sería cruel, pero ya era demasiado tarde. Daniel tenía pintura en todas partes. Escuché las risas de todos, diciendo cosas como tonto y retrasado, que me hicieron enfurecer, tomar de la mano a Daniel; gritarle a Leo, quien tenía una
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mirada fría, que era un imbécil, y salir de allí con Daniel, sollozando en silencio. Estaba molesta conmigo misma, y demasiado; fui demasiado tonta por no haber defendido a Daniel desde el principio. Me enfurecí aún más cuando Leo me llamó pidiendo que me disculpe, cuando era él quien debía hacerlo; sin embargo, Daniel parecía haber olvidado lo que pasó, pues iba a mi casa cada tarde, veíamos caricaturas, y, al sentir su risa muda, me sentía culpable de haberle hecho tanto daño. Su padre nos llevó a la playa, sus ojos brillaban como nunca y su sonrisa era hermosa; al atardecer agarré su mano y, mientras el sol se ocultaba, vi sus labios moverse, formulando un silencioso «gracias». Me di cuenta que comenzó a adelgazar, que en sus níveos brazos había piquetes de agujas y que comenzó a usar un gorro de lana que ocultaban sus castaños cabellos. Estar con él, y ver su sonrisa, trajo esas horribles mariposas o, como yo le decía, calambres a mi estómago nuevamente. Una noche, mientras observábamos la luna llena, un me gustas y lo siento salió de mis labios; sus ojos estaban cerrados, pero pude ver cómo sonreía. Al día siguiente llegaste con dos entradas para el circo que había venido a la ciudad. Le tenía miedo a los payasos, pero al ver tu enorme sonrisa no pude negarme, tu risa muda al ver mi rostro pálido por esos ridículos payasos que se acercaron a nosotros. Sostuviste mi mano fuertemente y me abrazaste. Tus ojos verdes brillaron cuando, al regresar a casa, mientras comíamos algodón de azúcar, viste a ese cachorrito y decidiste llevártelo porque estaba solo y herido. Tenías un gran corazón, uno tan grande como el que me dibujaste en la tierra mojada aquella vez que llovió. Andaba tan concentrada en aclarar mis sentimientos que no me di cuenta de que estabas realmente enfermo.
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Esa tarde en la que no solo me di cuenta que me gustabas, sino que te amaba, me besaste y dibujaste un «te amo y no me olvides» en mi brazo, luego cerraste tus ojos y no los volviste a abrir. Recuerdo haber llamado a mis padres, unas luces rojas que ahora se fueron de la ambulancia, el llanto de tu madre al ver cómo el médico te cubría con una fina sábana blanca y anunciaba tu muerte, mis lágrimas caer con fuerza, susurrar un «te amo» que nunca escucharías y sentir mi pecho doler mucho. Entonces lo supe, supe que te habías ido para siempre…
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PINTURAS GANADORAS Categoría Niños y Jóvenes
Hilda Jhulissa Rondón Altamirano IE La Inmaculada 11 años
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PRIMER PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Técnica: Témpera sobre cartulina
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Teilor Anderson Pastor Cueva IE La Inmaculada 10 aĂąos
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SEGUNDO PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Técnica: Témpera sobre cartulina
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Lucía Anabell Sánchez Ramos IEP Francisco Pinillos Montoya 12 años
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TERCER PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Técnica: Témpera sobre cartulina
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Romario Gaytán Polo IE La Inmaculada 16 años
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PRIMER PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES Técnica: Óleo sobre lienzo
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Luis Fernando Altamirano Vejarano IE Florencia de Mora de Sandoval 17 aĂąos
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SEGUNDO PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES Técnica: Tiza pastel sobre cartulina
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Fiorela Antuane Villa Enriquez IEP Marcelino Pan y Vino 14 aĂąos
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TERCER PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES Técnica: Mixta
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CONCURSO DE CANTO Categoría Niños y Jóvenes
CANTO PRIMER PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Alma Solari Joaquín Ramírez IE La Inmaculada
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SEGUNDO PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Hilda Jhulissa Rondon Altamirano IE La Inmaculada
TERCER PUESTO, CATEGORÍA NIÑOS Meylin Milagros Escobedo Paredes
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CANTO PRIMER PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES María Gracia Ruiz Armas IE San Nicolas
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SEGUNDO PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES Xiomara Shelidey Chacón Reyes IEP Francisco Pinillos Montoya
TERCER PUESTO, CATEGORÍA JÓVENES Sheila Margery Contreras Arce IE César Vallejo
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TROFEO PARA LOS GANADORES Y GANADORAS
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CRÉDITOS Y AGRADECIMIENTOS
Equipo de organización: Director de la Casa Municipal de Cultura: Paul Orlando Oliva Quispe. Personal de la Casa Municipal de Cultura: Manuel Anthony Rojas Rodriguez, Cristian Rubio Flores, Vigo Junior Mallqui Cruzado, Jorge Luis Quiroz Vargas, Pedro Franchescoli Oloya Quiroz, Lorenzo Campos Mercado, Abner Rios Ramirez, Madacena Sundari Carbonell Garcia, Loida Noemi Castillo Ramirez, Cesar Ricardo Acosta Villanueva. Gerente de Desarrollo Social: Eriberto García Paredes. Alcalde: Carlos Arturo Rebaza López. Jurados de Cuento: Richard Vargas Olivares, Enrique Carbajal De La Cruz y Jorge Luis Valverde Acosta. Jurados de Canto: Jhampier Paredes Valverde, Godofredo Morillo Reyes y Jessy Castillo Arteaga. Jurados de Pintura: José Ismael Vera Beltrán y Luis Zamora Bello. Maestro de ceremonia: Juan Gamara Vargas y Luis Eduardo Agrega Cerna. Niños de la portada: Cielo Soledad Leonardo Mauricio y Edenny Banner Quispe Casamayor.
Este libro se imprimiรณ en los talleres de Grรกfica Rosman Edhu, Jr. Independencia 938, Huamachuco; Jr. Lencio Prado 147, Cajabamba