El cabo de año

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EL CABO DE AÑO RITUAL MORTUORIO ANDINO EN HUAMACHUCO

EL CABO DE AÑO RITUAL MORTUORIO ANDINO EN HUAMACHUCO

Fernando Guerrero Zafra

FEMUNH


Editado por: Municipalidad Provincial de Sánchez Carrión, Jr. Ramón Castilla 564, Huamachuco Teléfono: 044-441097, email: sgrh@munihuamachuco.gob.pe, a través de la Gerencia de Desarrollo Social, Casa Municipal de Cultura, y su: Fondo Editorial Municipal Huamachuco (FEMUNH) Primera edición digital, junio de 2017 ©Fernando Guerrero Zafra ©Paul Orlando Oliva Quispe ©Fondo Editorial Municipal Huamachuco (FEMUNH) ©Pontificia Universidad Católica del Perú Diseño y cuidado de la edición: Paul Orlando Oliva Quispe Símbolos de iluminación interior: Pedro Franchescoli Oloya Quiroz ISBN: 978-612-47211-3-7 Está permitida la reproducción y divulgación pública de los contenidos siempre que se cite la fuente de procedencia El contenido de los textos es entera responsabilidad de sus autores


PRESENTACIÓN Aspiramos a la grandeza de nuestro pueblo. Y a ella se llega también con la cultura. Todo desarrollo debe caminar impulsado y de la mano con la cultura. Esta gestión viene invirtiendo de sobremanera en cultura, en lo que va de gobierno tenemos hitos como nuestras Academias Municipales de Arte, que desarrollan capacidades y habilidades artísticas de niños y niñas; nuestra Área de Investigación Cultural, a través de la cual se realiza, por ejemplo, el registro antropológico de las fiestas patronales de nuestra provincia; el Archivo Histórico Municipal, que ya cuenta con miles de materiales digitalizados entre documentos, fotos y vídeos; nuestra Biblioteca Digital Huamachuco, ya construida y pronta a lanzarse. En especial, este gobierno ha generado el Fondo Editorial Municipal Huamachuco, a través del cual ya se han publicado tres libros de índole cultural, que han sido distribuidos gratuitamente a la población local, regional y nacional, logrado exitosamente la difusión de nuestra identidad. Todos estos proyectos, pioneros en el país, nos llenan de orgullo, porque nos hacen una gestión innovadora y a la vez amante de nuestras raíces. Hoy celebramos, con la publicación de El cabo de año, ritual andino en Huamachuco, la inserción de nuestra cultura al mundo digital. Tenemos políticas gubernamentales modernas que nos permiten una masificación del conocimiento y una democratización de la cultura nunca antes vista, este primer libro digital del Fondo Editorial Municipal es prueba de ello. Importante aquí es reconocer el apoyo de una de las mejores universidades de Latinoamérica, la Pontificia Universidad Católica del Perú. Esta gestión no descasará en sus esfuerzos por invertir en acciones que conlleven al desarrollo cultural, así nos lo exige nuestra historia y así lo hacemos con el compromiso y amor por esta tierra. MG. ARTURO REBAZA LÓPEZ

Alcalde Municipalidad Provincial de Sánchez Carrión 4


INTRODUCCIÓN Globalización e identidad Antes de esta globalización, las sociedades eran complejas de por sí; a su llegada, esta complejidad fue abrumadora. Si ya antes era difícil asimilar los procesos sociales propios de un desarrollo «autónomo»; hoy, recibiendo influencias demasiado externas y extrañas, la comprensión social se hace intrincada como nunca. Y la cultura podría ser la que más sufra: identidad inestable, costumbres en riesgo de transculturización. Lo que diferencia a unos pueblos de otros, ante la globalización, podría debilitarse a riesgo de perecer en la bruma de lo típico y uniforme. Y a pesar que la identidad tiende hacia su reestructuración y recomposición permanentes, a través de mecanismos que implican préstamos o reapropiación, y asimilación, de elementos culturales externos1; y que este proceso ha sido sempiterno en las sociedades; ante la nueva era globalizante es imposible no sentir miedo a la transformación, más aún tratándose de perder elementos tan propios, característicos y definitorios. Este miedo tiene su explicación en el proceso donde ciertas ideas y prácticas culturales se difundirían, sobre todo desde los centros occidentales, hacia las regiones más remotas del mundo, y llevarían a una pérdida de las identidades locales2. Nunca antes nuestra cultura y las demás similares afrontaron un proceso globalizante tan complejo, veloz, y con tanta fuerza en su producción (medios y materiales), que no sólo ataca la infraestructura sino, además y

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Tellez-Girón López, Ricardo. 2002. «Antropología, identidades y globalización», en Elementos, Revista de Ciencia y Cultura, N°44. Universidad Autónoma de Puebla Editor, México, pág. 19. 2 Ludwig, Huber. 2002. Consumo, cultura e identidad en el mundo globalizado: estudios de caso en los Andes. Instituto de Estudios Peruanos, Lima. 125 pp.

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sobre todo, la supraestructura social —que es quien define la identidad, representada por esa dimensión subjetiva de la conciencia social que construye un «ser colectivo», un «nosotros», frente a todos los demás grupos que constituyen «los otros»3—, y que podría desencadenar en una homogenización cultural inesperada y, de cierto modo, lacerante. Y aunque a los fatalistas señalen que la globalización es un proceso nuevo ya consumado e inevitable, y los conservadores indiquen que se ha dado por siempre en las sociedades4 y que, por tanto, no debiera extrañarnos; lo cierto, paradójicamente, es que es una variante del fenómeno que apenas inicia y cuya magnitud no tiene parangón en la historia nuestra. La identidad se expresa primariamente en lo cotidiano: actitudes y aptitudes relacionadas a un contexto con múltiples elementos incidentes en la vida diaria. Y es justamente en lo cotidiano, en lo del día a día, donde más ataca la globalización. ¿Qué hacer entonces ante este panorama desolador? ¿Cómo podríamos evitar que la identidad cultural de los pueblos perezca o se uniformice irremediablemente? En principio, conviene entender que, pese a los entusiastas espíritus nacionalistas, no existe cultura ni identidad puras, sino que, como se anotó líneas arriba, estas se forman con préstamos, reapropiación y asimilación de elementos culturales externos a los elementos propios; es decir que lo nuestro en realidad viene ser algo híbrido y heterogéneo en su formación y que en un proceso histórico acabamos absorbiendo, definiendo y tipificando como propio y único. Si comprendemos esta cláusula, podremos asimilar los elementos externos, y la globalización, de mejor manera, viéndolos, en cierta medida, como adjuntos en la formación de las identidades. Así pues, las cuatro tradiciones que en Huamachuco tenemos reconocidas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación: las danzas Incas y Contradanza, y las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Alta Gracia y la que celebra en homenaje a San Francisco de Asís, son pues producto de esta asimilación y reapropiación de elementos foráneos, y posterior simbiosis a los propios, dando como resultado un ente que ya sentimos como nuestro y que define la identidad huamachuquina. Tanto la influencia inca y española en ambas danzas mencionadas, cuanto la de la religión católica en las fiestas patronales, fueron, en principio, factores externos que irrumpieron nuestro panorama; no obstante, jugaron después un rol decisivo en

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Tellez-Girón López, Ricardo. Op. cit., 2002, pág. 20. Ludwig, Huber. Op. cit., 2002, pág. 10.

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la configuración de lo nuestro. Conviene concluir, por tanto, que todo elemento externo intrusivo ha podido puede ser asimilado en el proceso de formación histórica de nuestra sociedad. Sin embargo, toda época tiene sus particularidades. Esta, como se anotó, presenta un proceso globalizante tan alto que no tiene comparación en la historia. Conviene, por tanto, emprender también acciones razonadas, a la altura de la exigencia. A diferencia de la formación de las identidades, su gestión, políticas de mantenimiento, su promoción y transformación, operan a través de mecanismos que sí tienen un carácter de tipo consciente5. Por ello, el futuro posterior a su creación puede ser perfectamente manejable. Esto significa, a priori, que es más fácil salvaguardar las identidades ya desarrolladas que controlar el proceso de formación de las que vendrán. Aquí conviene advertir, antes de continuar, que los métodos de salvaguarda que se emprendan deben partir de un conocimiento pleno de las identidades ya establecidas. El conocimiento de la naturaleza, cualidades e implicancias de cada una de ellas determinará la particularidad de su protección. Porque no todos nuestros elementos culturales son iguales, por tanto no ha de ser igual el método de salvaguarda. Por ello justamente el valor de estudios como El cabo de año: ritual mortuorio andino en Huamachuco; porque nos proveen de una comprensión mayor y a fondo de lo nuestro. A esta altura, se puede advertir que poquísimos son los estudios verdaderamente científicos sobre el patrimonio huamachuquino. Por tanto, y vista la necesidad, creemos que una política primordial cultural debe ser la gestión de este tipo de acciones indagatorias. Dicho lo anterior, y por el poder y rango de acción que le confiere la ley, quien debe planificar y realizar políticas de salvaguarda cultural ante la globalización debe ser, primero, el gobierno: nacional, provincial y local; fundamentalmente desde sus unidades de educación y cultura. Las acciones que realice deben ser analizadas a profundidad antes de ser emitidas, y basadas en la naturaleza de lo que se quiera proteger, variando, claro está, en cada caso particular. La acción de preservación implica, primero, como ya se dijo, un conocimiento pleno del hecho que se quiere preservar, y luego políticas certeras y concienzudas que confluyan en un acto cabal de resguardo. El trabajo mejorará si en alguna parte del proceso, más aún en la de difusión y aplicación, se toma en cuenta la sociedad civil organizada, priorizando los medios masivos de comunicación. 5

Tellez-Girón López, Ricardo. Op. cit., 2002, pág. 21.

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Distinto, y más complejo todavía, es controlar las identidades que vendrán, las que se formarán en este tiempo, en esta era globalizante; porque como lo muestra la historia, ellas emergen siempre, su proceso de creación es constante. Y nunca una entidad, pública o privada, ha intentado controlar su formación; a lo más se han preocupado por el cuidado de las ya establecidas. No obstante, como ya se explicó, esta era lo exige, prácticamente nos obliga a ser agentes activos y decisivos en el proceso de su creación. Ese es pues el deber cultural más grande de hoy. Este es el reto mayor: ayudar a que se formen identidades acordes a nuestra historia, o, mejor aún, no inarmónicas ni opuestas; en medio de una globalización abrumadora que nos inunda, pero que, a la par, nos brinda también los medios para salir a flote. Hemos de buscar entonces una asimilación analizante de los elementos culturales externos que llegan, hemos de preparar los medios y maneras de recibirlos tales que la simbiosis nos fortalezca y nos cimiente más. Hemos de nutrirnos del cambio, usarlo a nuestro favor y que de ningún modo esta relación sea conflictiva, lacerante o dañina para nuestros intereses culturales de preservación, generación y promoción de una entidad ya tipificada. Hemos de buscar que el elemento intrusivo confluya con el propio de manera tal que el resultante esté dentro de los cánones y patrones culturales que ya conocemos e identificamos como nuestros. La globalización posee características fundamentales: es masiva, rapidísima y usa al individuo para su masificación. Hemos pues de usar también medios masivos, de producción y comunicación, para insertar elementos propios de nuestra identidad y luego expandirlos de tal manera que estén a la par con los foráneos, de modo que, cuando se generen nuevos, lleven en su estructura algo de lo nuestro. Aprovecharemos la rapidez globalizante para que ella cargue, contagie y germine el polen de nuestra cultura. Hemos de educar al individuo, o armarlo inconscientemente, para que en su día a día transmita nuestra identidad, su identidad. Tarea quijotesca y nunca vista la que nos espera. Tarea que debe comprometer, siempre, la estructura estatal, sociedad civil organizada e individuo que siente y ama su tierra.

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Ha llegado la globalización y nos está cambiando, otorga nuevas oportunidades y significados a nuestra vida. Podemos hacer que esas oportunidades y significados estén, de algún modo, ligados a la tierra que nos vio crecer, a la que nos otorgó el ser social. Podemos hacer que este pueblo, al que le debemos tanto, siga siendo único… Trabajo con la PUCP y el Cabo de año En el 2015, Manuel Raez, profesor de Antropología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, visitó Huamachuco con el fin de recabar fotos de antiguas tradiciones de esta zona; acción que su universidad realizaba en convenio con la Biblioteca Británica de Londres. Por entonces, nosotros andábamos en lo mismo: recolectando fotos, documentos, audios, vídeos sobre Huamachuco, con el objetivo de formar después un Archivo Histórico Municipal y una Biblioteca Digital. Rápida fue la amistad y oportuna la colaboración entre ambas instituciones: la PUCP obtuvo varios archivos digitales en Huamachuco y nosotros aprendimos los mecanismos más óptimos para realizar dicho trabajo. Fundada la relación, decidimos emprender una acción conjunta: Manuel traería a Huamachuco alumnos de Antropología para que realizaran investigaciones en campo. Nosotros, mientras tanto, plantearíamos los temas etnográficos sobre los cuales versarían las investigaciones. Y así se hizo. Producto de esa coordinación, en mayo de 2016, siete personas, entre alumnos y alumnas, estuvieron una semana en nuestro distrito y llevaron a cabo las pesquisas. Los temas elegidos fueron: minería, rondas urbanas, iglesia evangélica, danzas típicas, rituales mortuorios y mitología huamachuquina. Si bien no son los primeros trabajos de este tipo en Huamachuco, es sí el primer convenio que una institución gubernamental huamachuquina realiza con una casa superior de estudios en materia de investigación antropológica. Este acuerdo permite que ambas instituciones se solidifiquen: los alumnos de la PUCP tendrán una experiencia en campo vital en formación profesional, y los huamachuquinos y huamachuquinas tendremos estudios o miradas externas acerca de nuestra cultura que, a posteriori, ayudarán a su mejor comprensión y aprehensión. Ese proceso convendrá en que tengamos un conocimiento profundo de los elementos que nos brindan identidad y, a partir de él, emplear acciones que nos ayuden en su difusión y salvaguarda.

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Nos complace presentar hoy, a través de la línea digital de nuestro Fondo Editorial Municipal Huamachuco (FEMUNH), el primer trabajo resultante de estas pesquisas etnográficas: El cabo de año: ritual mortuorio andino en Huamachuco, de Fernando Guerrero Zafra; un ensayo que aborda la cosmovisión que nuestra sociedad tiene sobre dos temas fundamentales: religión y muerte. En él veremos la incidencia y dominios de la muerte sobre la vida a través del duelo, y cómo ella trata de libertarse, en ceremonia y parafernalia, para seguir sus rumbos naturales. No obstante la poca duración del estudio y su limitación geográfica, Fernando Guerrero muestra una visión aguda y un análisis virtuoso de este tema tan huamachuquino; su aporte es grandilocuente y necesario. Con este ensayo, la Municipalidad Provincial de Sánchez Carrión, a través de la Gerencia de Desarrollo Social y la Casa Municipal de Cultura, demuestra, una vez más, el interés y lugar de primerísimo orden que le otorga a la cultura e identidad, que son cimiento y alma de nuestro pueblo.

PAUL ORLANDO OLIVA QUISPE

Director del Fondo Editorial Municipal Huamachuco

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Lo que queda inscrito e imprime marcas no es el recuerdo, sino las huellas, signos de la ausencia Marc AugĂŠ

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a muerte no es el fin de la vida, es sólo un momento, un hecho instantáneo, temporal. Es el paso a otra vida, al recuerdo. Es sólo una transición hacia la inmortalidad. El recuerdo es una «impresión»: la impresión «que permanece en la memoria». Y la impresión se define como «…el efecto que los objetos exteriores provocan en los órganos de los sentidos» (Augé, 1988: 23). El Cabo de año es una ceremonia que imprime en la memoria, y los cuerpos, todo lo vivido durante el año de luto que se guarda al finado y que se manifiesta el día de la celebración a través de los objetos, los íconos, las comidas, los hechos y las acciones, el lenguaje específico, las personas y los momentos que intervienen en el transcurso del ritual. El tránsito de la muerte hacia una nueva vida no es algo que se tome a la ligera, no es una carga fácil de llevar para los que aún estamos vivos. Los que ya han muerto, en el momento de su muerte, no la sienten, sólo mueren. Por lo menos nadie hasta ahora ha podido describir o explicar qué sucede en el preciso momento en que una persona muere. Tampoco se conoce sobre alguien que murió y volvió a la vida para contarnos qué sucede en ese preciso momento. Tal vez sólo queda imaginarnos qué puede sentir o qué sucede. Tal vez también sólo nos imaginamos que hay una vida más allá de la muerte y que por creer que existe esa nueva vida, no terrena ni corporal, nos vemos en la necesidad u obligación de ayudar, a quien muere, a partir en ese camino hacia una nueva vida. El dolor, el recuerdo, la memoria y el olvido son agentes fundamentales para entender el comportamiento y los sentimientos de las personas durante el año que guardan duelo; el cual deben dejar de sentir el primer día después del Cabo de año. Deben despedirse del dolor de haber perdido a un ser querido y, en cierto modo, deben olvidar ese dolor. El fin del luto significa eso precisamente: ya no sentir más la pena, angustia o triste nostalgia por quien ya no está más entre nosotros. Sólo queda, o debe quedar, el regocijo del descanso eterno del finado; que su trayecto de esta vida, mediante la muerte, hacia una nueva vida no tenga interrupciones o desvíos, que sea tranquilo y placentero. Es por eso que se celebra también el Cabo de año. Es un pedido constante por el viaje emprendido y es también, al mismo tiempo, un pedido por otros familiares que también se encuentran en este camino; o si ya lo pasaron, un recuerdo y pedido por su reencuentro en el cielo, donde viven eternamente.

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Es alrededor de estos temas que surge el interés y la voluntad de tratar un tema como la muerte, considerado como sensible o difícil de investigar. Es relevante, tanto para la Antropología como para cualquier otra ciencia social o de interés general, ya que la muerte es un hecho o fenómeno individual si se quiere, en tanto que el individuo nace y muere, pero la familia no muere, se identifica con la vida. Sobre todo con la vida colectiva y lleva a delinear un cierto estilo de sensibilidad y comportamiento (Thomas, 1983:527). Son estas sensibilidades y comportamientos los que son invariablemente heterogéneos, que se encuentran de distinta manera expresados en diferentes lugares; a través de cada cultura o sociedad se exteriorizan y se hacen visibles de acuerdo al particular entorno en el que cada cultura o sociedad se desarrolla y se reproduce. De esta manera, el conocimiento de rituales de duelo o mortuorios también nos permite, en su producción, entender la sociedad en su conjunto; mediante las prácticas religiosas que se realizan es evidenciado el sistema de creencias en el cual se sumergen y las formas de organización social que cada una desarrolla. El propósito de este trabajo, a través de la observación participante, es conocer todos los elementos involucrados y las prácticas que se realizan en la celebración del Cabo de año. Esto es, la preparación previa que se debe hacer para el día de la ceremonia, todo lo que acontece durante la ceremonia y cómo esta concluye. Durante el transcurso de la celebración hay una serie de objetos con significados diversos y personas que cumplen roles específicos, que ayudan a entender y comprender la importancia de su participación en cada momento, y también el funcionamiento y propósito de esta tradición. Al mismo tiempo, alrededor del Cabo de año existe todo un imaginario de percepciones en torno a la vida y la muerte, de alguna manera dentro del marco religioso católico, que es de donde proviene esta tradición. La hipótesis que me planteo es si el Cabo de año no está solamente relacionado con la muerte del finado, sino que también involucra una relación con ancestros asociado a épocas de lluvia y de cultivo del campo. A través del trabajo de campo realizado en dos cabos de año (uno de año y otro de medio año) en el distrito de Curgos, provincia de Sánchez Carrión, departamento de La Libertad, se probará esta hipótesis y se responderá a los objetivos planteados líneas arriba. Peter Gose, en su libro Ancestors and Invaders, ha hecho una descripción sucinta sobre el Cabo de año, en el marco de la erradicación de idolatrías por parte de los españoles en la época de Conquista, mencionando cómo era el rito en esos tiempos y lo que se buscaba a través de

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esta práctica sobre los otros ámbitos de una sociedad andina. En este libro menciona que esta celebración era conocida como vecochina; había una confesión de pecados a los sacerdotes de los ayllus, seguida de un baño en el río y otras purificaciones para remover el pecado. Así también incluía cinco días de abstenciones de sexo y prohibición de ciertas categorías de comidas. El cuerpo del finado era llevado de la tumba a la plaza ceremonial donde se le vestía con nuevas ropas o algunas lavadas en los rituales purificadores. Se hacían sacrificios y ofrendas seguidas de grandes fiestas, donde se tomaba para facilitar el hambre y sed del recién muerto en su pasaje a la otra vida. Los parientes vivos danzaban durante la noche cargando al muerto a sus espaldas en la plaza ceremonial, hasta la entrada de las tumbas. Este es uno de los principales trabajos sobre el Cabo de año que se ha encontrado. Como veremos más adelante, en el contexto de la extirpación de idolatrías se ven cambios con respecto a la forma en cómo se realiza ahora el Cabo de año; no obstante, la esencia del ritual parece haberse mantenido. Por otro lado, Takahiro Kato, no específicamente sobre el Cabo de año sino más bien sobre la muerte y ciertas creencias populares alrededor de ella, también en los andes, muestra en La muerte y el hogar en la creencia popular una relación con elementos de la naturaleza que indican que la aparición de ciertos agentes de la naturaleza, como algún pájaro, pueden vaticinar o traer la muerte de algún familiar. Alrededor de estas aproximaciones, también me interesa observar cuáles pueden ser esas relaciones y creencias sobre y con la naturaleza que puedan generar las percepciones que se tienen sobre la muerte y su proximidad constante en la vida cotidiana de las personas. Luis Millones también ha producido conocimientos acerca de la muerte y cómo es percibida a través de ciertas creencias y en determinados lugares. También se ha enfocado en estudios sobre la muerte como espectáculo, es decir la producción que hay detrás de la ceremonia funeraria del muerto, cómo es producido en el sentido de la preparación del cuerpo para su entierro, el uso del cuerpo y el evento del funeral como recordatorio de quién fue, cómo vivió y la importancia que tuvo antes de morir. En el caso que presenta, habla sobre las ceremonias fúnebres de los incas, de modo que en la muerte y en el camino hacia el más allá, la ostentación de riquezas no fue ajena al momento de la despedida frente a sus súbditos; y que esta era la manera de despedir a una persona como el inca.

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DISTRITO DE CURGOS

El distrito de Curgos se encuentra dentro de la provincia de Sánchez Carrión, en el departamento de La Libertad. Se ubica a 7° 51' 49.69" de latitud sur, a 77° 56' 31.46" de longitud oeste y a 3,260 metros de altitud. Tiene una extensión geográfica de 99.5 km² y cuenta con una población total de 8,181 personas, según el Censo Nacional del 2007, realizado por el INEI. La población urbana del distrito es de 1,912 personas: 886 hombres y 1,026 mujeres, donde en los últimos años se ha producido un crecimiento debido a la migración de la zona rural, buscando nuevas alternativas de desarrollo; y la población rural es de 6,269: 3,035 hombres y 3,234 mujeres. No obstante ser uno de los distritos más pobres de la provincia y el país, es uno de lo más progresistas y entusiastas en su producción. La actividad principal es la agricultura, donde se produce una de las mejores papas de la región. Además, se practica la crianza de animales mayores y menores, esperando que más adelante se promueva de modo que se logre el mejoramiento del ganado lechero. Antes de ser un distrito, Curgos era un campo casi despoblado, sólo habitado por algunas familias que se dedicaban a la crianza de ganado y cultivo de la tierra para autoconsumo. Se le dio la categoría de distrito el 13 de diciembre de 1943, cuando se promulgó el Decreto de Ley N° 9844, durante el gobierno del expresidente Manuel Prado Ugarteche; y su inauguración fue el 8 de febrero de 1944, donde se contó con la presencia de personas notables de Huamachuco, como el Subprefecto de esa época, Armando Gamarra Cruchaga. El fundador, y primer alcalde de Curgos, fue Santiago Daza Bermúdez. Existen dos leyendas que explican el origen de su nombre. La primera cuenta que años atrás existió un San Pedro de Burgos, de donde derivó el nombre de Curgos. Y la segunda, que en un pampa existían animales de un solo cuerno y que cuando los pobladores iban a cazarlos, los llamaban Burgos, de donde se originó el nombre de Curgos que lleva hasta la actualidad. Cuenta con un relieve accidentado, debido a la presencia de quebradas, ríos, hoyadas y cerros con elevaciones de 100 a 200 metros de altura. Los cerros que rodean el distrito son: Muñiguindo, Morado y Mollorgo. Además, otros cerros que se encuentran en las cercanías son: Monte Grande, Redondo, Negro y Huangasparate. El tipo de suelo es arcilloso,

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limoso y arenoso, con áreas rocosas junto a las faldas de los cerros. Presenta un clima frío y templado, con temperaturas entre 4 °C y 20 °C. La época en que no hay precipitaciones está entre mayo y agosto, antes de las siembras. Las precipitaciones más fuertes se dan entre diciembre y marzo, aunque también existen lluvias en los meses de octubre y noviembre. Los límites distritales son hacia el norte con Yanasara (comunidad perteneciente a la provincia de Sánchez Carrión), hacia el sur con el centro poblado de Cerpaquino (Sarín), hacia el este con el distrito de Chugay y hacia el oeste con Huamachuco, capital de la provincia de Sánchez Carrión. Curgos cuenta con dieciséis caseríos y un centro poblado. Posee, además, lugares turísticos naturales como las aguas termales de El Edén, ubicadadas en el cerro Pillausaca, a 5 kilómetros de Curgos; estas aguas termales tienen una temperatura entre los 41 °C a 70 °C. Existen también restos arqueológicos como los del Clarinoco, ubicado a 8 kilómetros de Curgos, en el caserío de Huamanzaña. En el caserío de Cuypampa, al oeste de Curgos, se encuentra el pantano de Collasgón, donde habitan patos silvestres, garzas, truchas y carpas. Durante el año se celebran tres festividades: la festividad principal del distrito, en homenaje al Señor de los Milagros, que se celebra el 3 de mayo; el 18 de junio, la festividad a la institución educativa Abelardo Gamarra Rondo; y el 4 de octubre, la festividad a San Francisco de Asís. Tienen cuatro danzas características: Los Huaylulos, Los Indios Fieles, Los Turcos y Las Pallas. Sus platos principales son el picante de cuy, la patasca, el locro de mayo, el pepián de chocho y el chicharrón de chancho con mote. Entre sus postres se encuentran el dulce de chiclayo, hecho de calabaza y chancaca; y el chuño, hecho del almidón de la papa. Finalmente, entre las bebidas que preparan localmente se encuentra la chicha colorada, hecha a base de jora y chancaca fermentada entre diez a doce días con habas, quinua, cebada, uva, manzana y zanahoria.

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EL CABO DE AÑO

El Cabo de año es la ceremonia ritual que marca el fin del luto cuando se cumple el año de fallecido del finado. Para entender este proceso en toda su dimensión, profundidad y alcances, tenemos que comenzar desde el fallecimiento de la persona. Al mismo tiempo que voy desarrollando cronológicamente el año de duelo, conforme vayan apareciendo, también explicaré los roles y funciones de los principales agentes en cada momento de esta tradición. Luego de la muerte de la persona, se prepara el velorio, que dura tres días. Este es el inicio del luto por parte de la familia y que durará durante un año calendario. Es en este velorio donde también comienza a celebrarse el Cabo de año. Cada etapa que se irá mencionando y desarrollando es un momento que, al mismo tiempo que va acrecentando el dolor por la pérdida del ser querido, también va marcando la cuenta regresiva hacia el fin del luto. Es en el velorio donde el Tumbero levanta la primera tumba. Es una tumba bastante simple con respecto a las siguientes por venir, ya que en esta primera tumba sólo se pone el portal donde se encuentra la imagen de Cristo en la cruz; encima de él, la imagen del Padre Eterno; y debajo de Cristo, la imagen de la virgen María. Esta tumba permanece durante los tres días de velorio y se queda hasta el noveno día luego de la muerte del finado. Al tercer día es enterrado, y luego del noveno, se baja la tumba. Forma parte de la creencia que tiene que mantenerse la tumba los nueve días, ya que durante éstos, el finado está recogiendo sus pasos en la tierra y está siendo juzgado y castigado por sus acciones y errores cuando vivo. De esta manera, la tumba puesta estos nueve días forma parte de la ayuda de la familia para que su alma pueda entrar en paz a la otra vida. Luego del noveno día, se baja esta primera tumba. El Tumbero es la persona que prepara y levanta la tumba. Él es quien se encarga de dibujar y pintar cada imagen presente en la tumba, así mismo el portal y el cielo, que también forman parte de ella. El cielo es el techo de la tumba, está compuesto por la luna (a la izquierda), el sol (a la derecha), estrellas y ángeles. La tumba supone un trabajo realmente delicado por parte del Tumbero, ya que es dibujada y pintada a mano por él mismo. Cada Tumbero tiene su propio estilo, mantienen ciertas características comunes, pero el estilo de dibujo y arte de cada uno de los dibujos presentes varía entre los tumberos. Otro de los componentes de la tumba 17


es el rebozo. Durante los nueve días no forma parte de la tumba. Recién a partir de los seis meses se le coloca en la tumba de medio año. El rebozo va creciendo conforme va pasando el tiempo durante el duelo hasta el Cabo de año. En los nueve días no está presente. Al medio año, se coloca el rebozo en una sola pared de la habitación donde se esté realizando la ceremonia. Al año, el rebozo crece y ocupa la mitad de la habitación a una distancia equidistante del portal. Al tercer, o quinto año, ocupa las tres paredes de la habitación. Y al décimo año, el rebozo cubre la totalidad de la habitación. Muchas veces el Tumbero también cumple el rol del Rosariero. Por lo general, es el Tumbero quien realiza el primero de los tres rosarios que se leen durante la ceremonia del Cabo de año. Esto depende de cómo se haya organizado la familia, a veces puede ser el mismo Tumbero que sea también el Rosariero y rece todos los rosarios, como puede haber tres rosarieros distintos. La familia busca con anticipación, para asegurar y contar con la presencia del Tumbero y el Rosariero, dado que no son las únicas actividades que estos realizan. Siendo parte del distrito o del caserío, también tienen sus tierras y las trabajan, o se encuentran fuera de la localidad, realizando otras actividades, tal vez como tumberos o rosarieros en otras localidades, de modo que en ocasiones pueden no encontrarse disponibles y la familia debe prever esto para poder realizar el Cabo de año. Con respecto a los términos que acuerdan entre la familia y el Tumbero o Rosariero, no hay nunca una transacción económica de por medio para que realicen sus funciones; la «forma de pago» es a través de las comidas, bebidas y hoja de coca que se les invita para contar con su presencia. Otra característica particular de ambos es que ninguno puede ser un familiar directo de la familia ni del fallecido. Esto puede tener que ver con que los familiares también desempeñan roles específicos durante la celebración del Cabo de año, por lo que no podrían desempeñar el rol de Tumbero o Rosariero al mismo tiempo. No es una afirmación ni una certeza obtenida en el trabajo de campo, ya que no hubo mayor aclaración respecto a eso, sino, más bien, es una suposición hecha por mí de acuerdo a lo visto y encontrado durante las ceremonias. Una vez llegado los seis meses, se realiza el siguiente momento de duelo, el Cabo de medio año. En este cabo se hacen preparativos a la ceremonia con una semana y media de anticipación. Se tiene que macerar la chicha colorada, entre diez a doce días antes. La res para las comidas es sacrificada dos días antes. El pelado de los tubérculos para las diferentes comidas también comienza a hacerse en los días previos a la celebración,

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así como la compra y/o alquiler de otros artículos que sean necesarios para ese día, como sillas plásticas para la compaña, bolsas de plástico para que la compaña se lleve su merienda (almuerzo), el cañazo para el calientito, la hoja de coca para repartir a la compaña, la separación de la iglesia para la misa, el aviso a través de medios de comunicación, como radio o, incluso, televisión, entre otros. El ritual comienza con la llegada del Tumbero, muy temprano por la mañana, alrededor de las ocho o nueve, para comenzar a levantar la tumba. Esta vez colocará más objetos que en el Cabo de nueve días. Primero, se coloca el rebozo en la pared, luego el portal, e inmediatamente, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda, y de manera paralela en cada lado, se van colocando imágenes relativas a la muerte. Se colocan imágenes de ángeles, que van acompañando y cuidando al finado en su camino hacia la otra vida; también se colocan imágenes de aves como el tuco y la gallareta, que preconizan la muerte de la persona aún en vida. Se dice que se presentan doce años antes y le cantan a la persona que va a fallecer. Tal vez esa persona no reconozca el canto y no sabe que su destino está escrito. También está presente el rastrero, que es el ave que recoge los pasos del finado en la tierra, cuando se va acercando a su muerte y, una vez que muere, es quien lo lleva hacia el otro mundo. Se encuentran otro tipo de imágenes relacionadas a la muerte misma, que están presentes siempre durante el duelo, también imágenes alusivas al muerto, pero no son imágenes de la persona fallecida, sino su representación caricaturizada como un esqueleto ya muerto, o dentro de un ataúd, siendo cargado por sus familiares. Están presentes también demonios en forma de dragones, en representación del infierno, fuego eterno y sufrimiento de las almas que en vida pecaron y cometieron delitos y que, al ser juzgadas, durante los primeros nueve días de su muerte, su veredicto fue el infierno y no el descanso eterno. Finalmente, hay imágenes alusivas al pecado original, presente en todos los cristianos y representado a través de Adán, Eva y la serpiente que les hizo comer la manzana y pecar. Todas estas imágenes representan el tránsito entre la vida, la muerte y la eternidad; también muestran los tipos de muerte, que a veces puede ser natural u otras veces la misma persona se quita la vida. Luego de haber sido colocadas todas estas imágenes, se termina de armar la tumba, con un armazón que forma una especie de panteón dentro de la habitación y que, de alguna forma, le da la verdadera forma y sentido de la tumba, porque también cuenta con el cielo, que es colocado al final de todo este proceso. Finalizado el armado de la tumba, se coloca una

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mesa pegada al portal. En esta mesa se colocan todas las ofrendas que le hace la familia al finado. Delante de esta mesa se coloca el recuerdo, que es una cruz mandada a hacer en metal con las iniciales del finado y la fecha de su fallecimiento. Dependiendo de cada familia, se le manda a colocar una pequeña reseña con una foto del fallecido en un cuadro que va pegado a esta cruz. Finalmente, delante del recuerdo, se coloca un candelabro, que puede ser armado artesanalmente, donde se colocan seis velas que deben mantenerse encendidas y repuestas con nuevas velas cuando estén por agotarse las anteriores durante toda la duración del Cabo de año. Luego, cada integrante de la familia le hace una ofrenda de pan, comida, vino, frutas y postres al finado. En este momento, además de poner todas estas ofrendas para el fallecido (al centro de la mesa), también se le hacen ofrendas a otros familiares que ya han fallecido (a los costados) y también se le hacen ofrendas, en una menor cantidad, a las almas del común (hacia el frente de la mesa), por su descanso y gloria eterna. Una vez realizadas todas las ofrendas por parte de los familiares, el Tumbero procede a bendecir las ofrendas con una oración dedicada al finado y con esto da por finalizado la puesta de la tumba. Todo este proceso les lleva hasta el mediodía más o menos. Alrededor de la una o dos de la tarde, según haya organizado la familia, se trasladan hacia la iglesia donde se le celebra la Misa de medio año al difunto y, luego de ella, se extiende la invitación a todos los asistentes a la casa de la familia para la merienda. A la vuelta, la familia se organiza para atender a todos los asistentes, es decir, a la compaña. La compaña son todas las personas que desde ese momento, y durante toda la duración de la celebración del Cabo de medio año, están presentes en la casa acompañando a la familia en el duelo al finado. Por lo general, son las mujeres las que se encargan de servir la comida a la compaña y los hombres. Mientras algunos comen y otros esperan, van pasándose las jarras de chicha colorada. Una vez servidos, algunos se retiran a sus casas llevando la comida en bolsa. Esto lo hacen porque aún tienen algunas actividades por realizar, sea algún trabajo en el campo o atender a los hijos que salen del colegio a esa hora, para volver horas más tarde, antes del rezo del primer rosario y acompañar durante la noche. Es a las ocho de la noche que se reza el primer rosario. La compaña ha vuelto, desde hace una hora o dos, para estar presentes a lo largo de la noche. En el primer rosario se rezan los misterios gozosos. No sólo se rezan el Padre Nuestro y las avemarías, previo a estos rezos, se hacen rezos introductorios en memoria y con el propósito expreso de dedicarlos al

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finado. Al comenzar el primer rosario, el Rosariero se coloca frente a la tumba; los dolientes, conformados por los hombres y mujeres que forman parte de la familia del finado, se colocan divididos por género: los hombres a la izquierda y las mujeres a la derecha. A todos se les entrega una vela que tienen que mantener encendida durante el rezo de todo el rosario; al finalizar el rezo, es el Rosariero quien las apaga y recoge una por una. Aproximadamente una hora más tarde, se procede a servir a todos los presentes la primera comida de la noche. Esta es servida por el Sirviente, quien también ha acordado con la familia realizar esta función a cambio de comida, bebida y hojas de coca durante las dos veces que tiene que ayudar a servir las comidas. Los dolientes hombres, en esta oportunidad, se sientan alrededor de la tumba, en la posición que ocupaban cuando rezaron el rosario, y también en la posición de las mujeres, para comer esta primera comida de la noche. El Sirviente coloca un mantel en el medio de los presentes, junto con las cucharas, para poder comer, y también el ají local: el buscapleitos. Una vez que los dolientes finalizaron de comer, el Sirviente les retira los platos y les trae el dulce; y también los retira cuando han terminado. Luego de la comida, la compaña se encuentra tranquila, conversando o echando el bolo (chacchando la hoja de coca, junto con los poros llenos de cal de coca), al mismo tiempo que van rotando el calientito o güirri para mantenerse despiertos y sin frío toda la noche. Alrededor de la una de la madrugada se reza el segundo rosario. Esta vez es otro Rosariero el que lo realiza y, en esta ocasión, son los misterios dolorosos los que se rezan. El procedimiento es el mismo al rezo del primer rosario. A lo largo de los tres rosarios, y quizás más acentuado e intenso en este, las dolientes lloran el dolor del duelo por el finado. Cuando dan las cuatro de la madrugada, el Sirviente sirve el caldo y el dulce a la compaña. También se repite el mismo proceso que en la primera cena. Entre el segundo rosario y el caldo, la compaña sigue boleando y tomando el calientito. Aquí, la compaña muchas veces se ha visto reducida porque no todos resisten la amanecida, a pesar del boleo; muchos se echan a dormir y son despertados para el siguiente rosario o comida. O, en todo caso, han retornado a sus casas a descansar, despidiéndose de la familia y del finado, con la posibilidad de retornar a la mañana siguiente para estar presentes durante el último rosario o ya para la bajada de la tumba. A las cinco de la mañana se reza el último rosario, con un tercer Rosariero. Los misterios a rezar son los gloriosos. La realización de este rosario es igual a la de los dos primeros. Una vez terminado el rosario se hace

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una oración de cierre, también dedicada profundamente al finado, dando por finalizado el rezo de rosarios, quedando sólo la bajada de la tumba, programada aproximadamente para las diez de la mañana. Una vez llegada esa hora, comienza el último rezo a la tumba y al finado; se pide por su redención y descanso eterno, y se pide por los seis meses por venir, para que sean lo más llevaderos posible, tratando de disminuir el duelo y el dolor que significa haber perdido a su familiar. Luego de este rezo, el Rosariero, quien muchas veces otorga este momento a la familia, reparte las ofrendas entre la compaña, quienes van recibiendo cada ofrenda y la van guardando para llevársela a sus casas o las van consumiendo luego de que se las entregan. De esta manera, se agradece a la compaña por haber estado presente durante la larga noche de duelo por el Cabo de seis meses. Una vez finalizado el reparto de las ofrendas, el Tumbero, que puede haber estado presente toda la noche, como también puede haber vuelto antes del último rezo a la tumba y al finado, comienza a bajar la tumba. Comienza por el lugar que terminó cuando la levantó y sigue el mismo orden hasta que termina con la bajada del rebozo. Luego de esto, se da por finalizado el Cabo de medio año. La compaña se comienza a retirar y sólo va quedando la familia. Almuerzan y juntos se dirigen al cementerio a visitar la tumba donde está enterrado el finado. Allí le rezan de manera más personal, al mismo tiempo que se quedan alrededor de una o dos horas, mientras bolean y comparten el calientito. Finalmente, para el Cabo de año, la sucesión de hechos es la misma del Cabo de medio año, hasta la bajada de la tumba, donde hay uno o dos momentos distintos y que finalmente marcan el fin del luto. Uno de estos cambios es, como ya se mencionó, la extensión del rebozo. Para el Cabo de año ocupa la mitad de la habitación. Hacia el final de la ceremonia, antes de la bajada de la tumba, en la última oración que se le realiza a la tumba y al finado, los dolientes, tanto hombres como mujeres, se han colocado ropas de colores debajo de las ropas de luto, que son negras. Luego de este último rezo, otros familiares o algunos integrantes de la compaña, están parados delante de ellos y, finalizado el rezo, los desvisten de las ropas negras de luto, quedando ahora vestidos con colores más vivos y más alegres. Normalmente son ropas de color rojo, que simbolizan la alegría, pero pueden usar ropas de cualquier color que no sea oscuro. Este es uno de los momentos más intensos de la ceremonia, es el fin real del luto. Según la tradición, ya no se puede sentir más dolor por el finado, es el momento en que se debe olvidar del dolor; en que el recuerdo, la nostalgia,

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la pérdida deben ser pensadas alegremente. Ya no hay motivos para sufrir, sino para celebrar la vida. Es un momento muy contradictorio, muy difícil. Y es justo en este momento, del fin del dolor, donde parece que se sufre más que en todo el año que ha pasado, que luego de haber bajado la tumba, se instalan los equipos de sonidos y comienza la celebración, la fiesta. Donde las jarras de chicha colorada ingresan sin parar, donde la música comienza a sonar y algunas parejas se animan a bailar, mientras que las dolientes, y sólo las dolientes, son las que se despiden una última vez de este dolor por la ausencia y pérdida del finado en el llanto más desconsolador que se puede oír y sentir. Parte de la tradición indica que algún familiar o miembro de la compaña debe sacar a bailar a los y las dolientes para alegrarlos, para consolarlos y hacerles dejar de sentir esa pena, que la celebración y la fiesta por el finado signifique un nuevo inicio, una nueva etapa, quizás de un duelo positivo, de la aceptación de la muerte y de celebración de la vida, de la inmortalidad. Es finalmente una voluntad que se tiene hacia el finado y que se le recuerda por el cariño y lo que significó esa persona para la familia y para la sociedad. El Cabo de año finaliza al día siguiente de la fiesta de celebración, ya que esta dura desde las dos de la tarde hasta las cuatro o cinco de la madrugada del día siguiente. De esta manera se da por finalizado el Cabo de año y se marca el fin del duelo. Con respecto a los cabos de tres o cinco años y el de diez años, sólo puedo mencionar algo que ya mencioné líneas arriba: la extensión del rebozo marca la magnitud del recuerdo. En estos casos no se tratará de un fin de duelo, sino de una celebración conmemorativa del finado. Ya no será más una celebración triste, será una celebración de su memoria y de sus logros en vida, un recuerdo, un homenaje.

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CONCLUSIONES

Finalmente, todo ese proceso está determinado por el calendario anual, esto debe obedecer a una organización del tiempo y estructura que responde a procesos distintos en y sobre los cuales está organizada esta población. Como si el proceso de duelo deba estar enmarcado en ciertos momentos que marcan hitos y que en cada uno de ellos significan cosas muy distintas. El inicio del dolor con la muerte, el progresivo duelo a través de las celebraciones de nueve días y medio año, manteniendo el recuerdo vivo, manteniendo al finado aún vivo y la finalización del duelo una vez cumplido el año. A pesar de encontrar esta agendización del dolor, entiendo el proceso mucho más estructurado y complejo. No se llega a desprender completamente del pensamiento del muerto y los sentimientos que la muerte crea hasta que llega este momento, más allá de haber ya enviado el alma del finado al cielo con el lavado y humado de ropas, y haber enterrado su cuerpo en el cementerio. Parece ser que el proceso de superar esta etapa, de superar la muerte, es un proceso más llevadero en grupo y que al sociabilizarlo permite a todos ser partícipes y compartir la transición que significa desprenderse de la vida, que organiza y reorganiza en su interior la sociedad y que permite un desenvolvimiento dinámico dentro de su estructura. Por tanto, luego de lo visto y expuesto en este trabajo, pude llegar a las siguientes conclusiones: El Cabo de año no es un ritual asociado a las épocas de lluvia y cultivo del campo, ya que las nuevas dinámicas y cambios que este ritual ha sufrido, desde antes de la Colonia hasta el día de hoy, no involucran a la tierra y el medio ambiente. Pero sí está asociado a los ancestros, en tanto también se les ofrenda y se les recuerda en cada Cabo de año que se realiza. Además, cada ancestro tendrá mayores o menores ofrendas de acuerdo a la memoria colectiva de la familia, de acuerdo a lo que hizo en vida y lo que consiguió tanto a nivel familiar como dentro de la comunidad a la que pertenece. Es un ritual con una carga emocional muy fuerte, desde el inicio, desde la muerte del ser querido, el dolor no disminuye sino que cada vez se hace más difícil llevarlo y cuando toca ya despedirse de él, es más difícil aún. Además, este dolor tan presente, no sólo se ve expresado a través del llanto, hay algo más que hace sentir el ambiente de esa manera y que 24


contagia a todos los presentes. A través de la compañía, es una forma de disipar esa tensión, esa carga tan fuerte que tiene la muerte en el momento en que hay que despedirse del dolor. Del mismo modo, se evidencian el reconocimiento y respeto que se tiene hacia el finado, tanto a través de las ofrendas que se le hacen como en la organización misma del ritual. Es así que se puede establecer el estatus del que gozaba la persona antes de morir y que a través del gasto que realiza la familia en su conmemoración queda claro. Además, también de determinar el estatus que ocupa la familia al realizar el gasto necesario para celebrar esta ceremonia. Los roles de género están bien marcados en este ritual, las mujeres cumplen roles específicos tradicionales, propios de la cultura andina, y que a través de esta ceremonia se evidencian claramente; y los hombres también. Por un lado, los hombres se encargan del sacrificio de la res y de conseguir las cosas necesarias que haya que comprar fuera del caserío para realizar el Cabo de año. También de repartir el calientito entre la compaña y el estar serios o mostrar una actitud marcadamente masculina de no llorar. Las mujeres se encargan de la cocina, de servir los platos (salvo el rol del Sirviente pero no está sujeto a la cocina) y lloran desconsoladamente, haciendo sentir y evidenciar el dolor. A lo cual se quejan y exigen a los hombres que también lo hagan.

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Tumba de Cabo de año del finado Carlos Layza Palomino. Localidad de Curgos, distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


Tumba de Cabo de año del finado Carlos Layza Palomino. Localidad de Curgos, distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


Tumba de Cabo de medio año del finado Nicolás Ágreda Vera. Localidad de Curgos, distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


Dolientes en Cabo de medio año del finado Nicolás Ágreda Vera. Localidad de Curgos, distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


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Iconografía de la Tumba de Cabo de año, a través de ilustraciones relacionadas a la muerte: búho (2, 7), gallareta (6), corazón atravesado (3), dragón (5), muerte personificada (1, 4). Van sujetas al pañolón a través de espinas de caracashuas (Opuntia cylindrica).


Mesa de ofrendas en Cabo de año del finado Carlos Layza Palomino. Localidad de Curgos, Distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


Mesa de ofrendas en Cabo de medio año del finado Nicolás Ágreda Vera. Localidad de Curgos, distrito homónimo, provincia de Sánchez Carrión


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