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Antonio, el niño que bailaba con el organillo

tra identidad, nuestro color y nuestro sol a sus bailarines. Ellos están pasados de técnica, de piruetas y de piernas hasta detrás de la nuca, pero de mí recogen esencia y el cambio es brutal. Lo agradecen aunque les cuesta, es muy reconfortante. Nuestra identidad enamora. Recuerdo ver a Maya Plisetskaya viendome entre cajas bailar el Asturias de Antonio y al terminar mi interpretación decirle a Ricardo Cue: ¡Carlos es España! Todas las poses, giros a la española con toques de palillos y zapateados, a Maya la llevaban a ese Basilio a la española de los Quijotes que tanto había interpretado en el Bolshoi.

Conocer a Maya fue uno de los regalos que a la Danza debo, recordando que con solo 6 años la vi en le Teatro Colón de Buenos Aires y 22 años después terminó siendo madrina del que fui Director en Buenos Aires. Regalos de la vida inolvidables de otra gran persona.

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Para ir concluyendo. Antonio veía todos mis programas de televisión y, al concluir cada uno de ellos yo le llamaba para contarle lo que programaría para el siguiente. Recuerdo que, estando de gira con Rafael Aguilar, a quien también respetaba, María Rosa me llama a Alemania para comunicarme de su malogrado ataque y en cuanto puse el pie en Madrid fui a verlo. Con su humor y el abanico en el brazo que sí podía mover, me mostraba como el arte aún seguía vivo aunque fuese en media parte de su cuerpo. Me fui muy triste pero dándole animos para que pronto recuperara su movilidad completa. Fue la última vez que le vi pues al año siguiente, en 1994, me nombraron Director del Ballet Español del Teatro Avenida de Buenos Aires. Desde allí le pedí obras suyas para el repertorio del nuevo ballet que llevaba el madrinazgo, nada más y nada menos, que de Maya Plisetskaya y el suyo propio. Esto le hizo muy feliz y aun enfermo quiso venir para el estreno de su Sombrero de Tres Picos, que de puño y letra suya me envió por carta autorizándomelo. Lamentablemente unos meses después ya entrados el 1996, fallecía en Madrid y con él tantos proyectos hermosos que habíamos empezado a consolidar.

Por ello y cuando por primera vez el Ballet Nacional de España, dirigido por Antonio Najarro, me llama para repetir a los primeros bailarines Sarasate y el Molinero, que debutaría Sergio Bernal, sé que su mano del más allá estuvo sobre mi cabeza. Posteriormente el actual director, Rubén Olmo, me pidió la coreografía Leyenda para que se bailara en el homenaje a Antonio y forme parte del repertorio del Ballet. Yo se que él lo ha dispuesto por la lealtad que siempre le he tenido.

Para corroborarlo solo añadiré algo muy mágico que me pasó, aquí en Turquía, antes de ir a Madrid y Sevilla para el estreno. Aquí es muy común que te lean los posos del café y yo, con mucho miedo por el viaje dada la pandemia y que todavía no estaba vacunado, pregunté si era propicio el viaje que iba a realizar. La intérprete, tras ver el dibujo que quedó en la taza, me dijo: Vaya sin problema pues un hombre, bajo su ámplia capa, le estará protegiendo de todo... Y si nos acordamos de Antonio en su caña o con aquella capa púrpura que sacó en su Sombrero de Tres Picos, la misma que vistió en su despedida final..... se me cayeron las lágrimas.

Fuí a España y regresé ileso. Sé que él sigue estando, desde otro plano, protegiéndonos y agradeciendo a todos los que de verdad estuvimos con él, de corazón y que hacemos de su obra lo que a él tanto le preocupaba y quiso siempre: la inmortalidad. Quiero agradecer al Ballet Nacional de España, y a su director Rubén Olmo, por el recuerdo a su memoria y por rendir este magnífico homenaje con tanta alma y devoción. Muchas gracias.

Antonio, el gran Antonio, mi referente e ídolo

Por Maribel Gallardo, Maestra Repetidora Ballet Nacional de España

Maribel Gallardo en Sonatas de Antonio Antonio Ruiz y Aurora Pons en 1967 En Hollywood, Antonio y Rosario

A través de mi maestra Victoria Eugenia "Betty", y siendo aún muy niña pude conocer y de alguna forma admirar a Antonio ¨El bailarín¨.

Betty fue bailarina de su compañía y también amiga de Antonio, nos hablaba de él como persona y nos detallaba lo maravilloso que era como artista, ¨un ser único¨, nos repetía.

Jamás pensé que ocho años después (1980), ingresaría al Ballet Nacional de España y entraría de su mano como director.

Para ser parte del elenco tenía que pasar primero por la escuela del BNE, en el cual estuve tres meses, y me anunciaron que en enero (1981) formaría parte del elenco de la compañía.

Antonio se pasaba por las clases que impartían tanto Victoria Eugenia ¨Betty¨, María Magdalena, Martín Vargas, Aurora Pons y mi maestra de danza clásica Juana Taff; así era como seleccionaba el perfil para la compañía, es decir, en realidad era la audición para entrar. Después estabas un año de meritoria y pasabas al cuerpo de baile.

Recuerdo que fue un poco duro para mí, ya que con trece años siendo mi primer contrato con el Ballet Folklórico Nacional, bajo la dirección de doña Pilar López, en aquel entonces firmé como meritoria y después como cuerpo de baile, más tarde como solista en las compañias de María Rosa, Ballet Antología de Mario, Marisol y Alberto Lorca, Rafael de Córdoba, “Siluetas” de José Antonio y Luisa Aranda entre otros.

En realidad, lo que más deseaba en esos momentos era pertenecer al Ballet Nacional de España y ser dirigida por uno de los más grandes coreógrafos e intérpretes de la danza española como era Antonio. Recuerdo cuando estábamos todos los bailarines en el aula y entraba Antonio por la puerta, personalmente me temblaban las piernas, su personalidad era sublime, su mirada, su forma de dirigirse a nosotros, él me bautizo como "La Gallardo" y cuando tenía que decidir sobre el elenco me decía: "a ver la gallardo"...

Cuando me incorporé a la compañía estaba reponiendo “El Sombrero de tres picos”, el cual interprete como cuerpo de baile, y años después en el personaje protagonista de La Molinera. Aún estando en la escuela me seleccionó para bailar las “Danzas vascas” de Mariemma como refuerzo para la compañía, “El amor brujo”, “el Allegro” de “Concierto Galaica”, también tuve la fortuna de bailarlo de su mano y en la reposición de ¨Sonatas¨ me eligió para el rol de solista en el 1982. Jamás lo olvidaré, saber que me daba esa oportunidad como solista, fue lo más emocionante que me había ocurrido en mucho tiempo.

Ensayando en Teatro Campos Eliseos de París 1951

Antonio en ocasiones nos deleitaba bailando el molinero, el corregidor, inclusive en alguna ocasión marcaba la molinera, y confieso que era espectacular, sublime.

Fue muy generoso y con un sentido del humor maravilloso, con muchísimo carácter y exigente, muy exigente, eso nos hacía crecer como artistas, y a mi personalmente, al ser muy joven, también madurar como persona.

Soy consciente que durante su mandato no fueron sus mejores años tanto personal como artísticamente, aun así, Antonio era un genio, un ser muy especial y con una gran sabiduría, dejándonos un legado de una riqueza inmensa.

A Antonio, el mundo de la danza le debe mucho, gran revolucionario y creador de un estilo y de una época.

Antonio

Por Ricardo Cue

Antonio Ruiz Soler Antonio Ruiz Soler Rosario y Antonio en Los Lagarteranos, J. Gyenes Rosario y Antonio

Los dioses eligen a unos pocos para el disfrute de muchos. Antonio, sin apellidos, fue uno de los elegidos.

Mucho se ha escrito sobre este carismático bailarín. Aquí escribiré unas notas echando una mirada a dos días de su carrera, días gloriosos de su arte y de su baile en la capital del mundo, como si miráramos por el ojo de la cerradura de su vida y esto es lo que nos tocó ver. Viví años en Nueva York en una época dorada, una verdadera década prodigiosa. Allí, entonces, creaban y bailaban los grandes, probablemente fue la mayor reunión de artistas en la historia de la danza. Hablamos de los años 60 y 70 del siglo XX. Balanchine, Graham, Robbins, Cunningham, Tudor, Taylor, Plisetskaya, Nureyev, Fonteyn, Baryshnikov, Gregory, Bujones y Antonio, entre muchos. Escogeré sólo un par de noches del 1966.

Asistí en el New York City Center a las funciones de Antonio y sus Ballets de Madrid. El primer día del año comenzó con una histórica huelga de transportes, metro y autobuses, durante doce días, en la mega ciudad y los teatros se vieron muy afectados. Pero Antonio, que estrenaba el día 4 de enero, llenaba el teatro todas las noches. El repertorio de su compañía era apabullante. Lo mejor de su creación con obras que han pasado a ser clásicos de la danza española. Eritaña, El Amor brujo, La Taberna del Toro, Martinete, El Sombrero de Tres Picos y Fantasía Galaica, entre otros. Antonio estaba en escena con una energía que proyectaba y contagiaba. Su baile llenaba de gozo al público al que le entregaba todo, absolutamente todo, nada se reservaba. Él estaba allí porque tenía la necesidad de bailar. Cada noche entregaba la gracia y la fuerza que le habían otorgado los dioses y que tenía que lanzar al público porque si no explotaban en él. Su danza no era para él, era para quien venía a por ella. Él se vaciaba cada noche para poder recargar lo que se le otorgaba cada día. Solo salía del escenario para cambiar el vestuario. Verlo en escena era un derroche, derroche de energía a ambos lados del telón. Lo mismo bailaba una bolera con zapatillas como en Eritaña que pasaba al zapato con El Sombrero. En Fantasía Galaica vaciaba la abundancia del baile y del folclore gallego extrayendo la raíz del folclore y proyectándola a la más exquisita muestra de danza española en un final en el que no sólo explotaba él si no toda la compañía. Y todas las coreografías eran de su creación, también dirigía lo que era una gran compañía que abría las puertas de la danza española en todos los escenarios del mundo.

Años más tarde, en noches madrileñas, cenando y celebrando la vida hablaba con Antonio de esas noches. Ya no bailaba en público pero sentado o de pie se movía y marcaba gestos y pasos con la misma vida y energía. Su voz salía de él con ese mismo poder y una gran rotundidad en todo lo que decía. Siempre genio y figura. Simplemente, Antonio, el bailarín.

Mis primeros años de bailarina con Antonio

Por Carmen Rojas Fotografias del archivo personal de Carmen Rojas

Antonio con Carmen Rojas en una escena de la película Luna de miel Antonio y Carmen Rojas, Juan Gyenes Rosita Segovia, Antonio y Carmen Rojas

Antonio ha sido el mejor bailarín que ha tenido España. Un bailarín genial y maravilloso. Había muchos y muy buenos bailarines pero ninguno de ellos ha podido eclipsarlo. Él ha sido un genio pues, aparte de ser un bailarín extraordinario era también un coreógrafo excepcional que nos ha dejado un maravilloso legado. Él también se encargaba de diseñar y dirigir las luces para los estrenos, las escenografías y supervisaba el diseño y la confección del vestuario. En el baile y en el teatro él lo supervisaba absolutamente todo. Yo le debo muchísimo a Antonio porque, lo poco o lo mucho que yo haya dado al baile, se lo debo a él. Ha sido mi maestro y tengo a gala haber podido bailar siendo pareja y tenerlo de frente. Con su mirada te indicaba lo que tenías que hacer

Os voy a explicar como conocí a Antonio. Yo soy de Ceuta. Yo adoraba el baile y quería ser bailarina a toda costa pero en Ceuta, en mi época, no había academias de danza, ni nada de baile. Entonces nos mudamos a Madrid y yo le pregunté a mi madre que porqué tenia yo que seguir estudiando si lo que yo quería era bailar. Mi madre dijo: “vale, vamos a ver si vales o no para ser bailarina”. Yo tenía entonces dieciseis años y coincidió con que el Teatro Fontalba, ahora desaparecido, programaba unas funciones con Rosario y Antonio. Allí que nos fuimos. Mi madre, mujer muy decidida pensó: “yo tengo que ver a Antonio y preguntarle si mi niña vale o no vale para ponerla a estudiar baile o que siga estudiando en la escuela” Yo no se como se las arregló ella pero el caso es que entramos hasta el camerino de Antonio. Él estubo encantador, muy simpático y mi madré le lanzó la pregunta: “Yo vengo a verlo a usted para que me diga sinceramente si usted ve cualidades femeninas de baile en mi niña porque de lo contrario mi niña seguirá estudiando en la escuela” A él le hizo mucha gracia ese arranque de mi madre, mandó llamar a un guitarrista y me dijo que le bailara algo. Fíjate tu la invitación. “bailame algo” a mí que yo no tenía ni idea de nada. Yo no se lo que hice, moví las manos, hice lo que me salía de natural. A él le gustó y le dijo a mi madre que si queríamos nos daría una tarjeta para “Los Chavalillos Sevillanos” para que yo trabajara allí. Era una compañía de niños de Sevilla y mi madre le dijho que ella prefería que yo me pusiera a estudiar baile. Si él había dicho que yo podía bailar, yo tendría que estudiar para ser bailarina. Y así fue mi primer encuentro con Antonio Ruiz Soler sin ni siquiera imaginar que aquello sería el principio de una larga relación profesional con el genio.

Ya en Madrid y después de haber hablado con Antonio, mi madré me puso a estudiar baile en una academia que se llamaba María de Román. Ella era una señora que nos daba clase pero no aprendíamos técnica. Ella montaba bailes y nosotras los aprendíamos. Es por entonces cuando yo me entero de que Antonio está haciendo audiciones para montar su propia compañía. Estamos hablando de 1952. Acompañada de mi padre, allí me presenté a audicionar para entrar en su compañía. Para entonces yo ya sabía algo más de bailar. Fue mi primera audición y fui contratada de inmediato.

Antonio y Carmen Rojas en El Amor Brujo

Firmé mi primer contrato en el año 1952, de inmediato comenzaron los ensayos y se formó la compañía en 1953. Debutamos en Granada, en los Festivales de Música y Danza de Granada que se realizaban en el Generalife. Pasé todo el año formando parte del cuerpo de baile. Pasado ese primer año, la bailaora que siempre le acompañaba dejó la compañía y Antonio me dijo que si yo me atrevía a bailar con él de pareja. Yo pensé: “esta es la mía” y le dije que por supuesto que yo me atrevía. En ese momento me puso a ensayar con su hermana Pastora Ruiz para una función especial en el Castillo de Perelada.

De Perelada bajamos a Jerez de la Frontera. En Jerez la responsabilidad era grande pues el público era, y es, gran entendido en el baile. Allí bailamos una seguirillas y hay una anécdota muy buena. Yo tenia que dar una vuelta con bata de cola para la izquierda y él, en ese momento daba otra también a la izquierda en el aire para caer de rodillas. Yo, con los nervios propios de principiante y como me era más cómodo, la di a la derecha. En ese momento chocamos y le dí con la bata de cola mientras él estaba en el aire y se cayó al suelo. No quiero contar lo que allí sucedió ni como se puso. Él repetía: “en Jerez, en Jerez, me has tirado al suelo en Jerez” Yo me escondí para no saludar, aterrada y pensando “verás, mañana te ponen en el tren y hasta aquí has llegado” Él tampoco quiso saludar pero en los “bises” que se hacen al final del espectáculo, se acercó a mi y me dijo: “venga, a ver que haces ahora” Empezamos a bailar tanguillos, rumbitas y etc y fue todo un éxito. Al acabar la función, se acercó a mi y me dijo: “mañana tienes que ensayar esa vuelta para el otro lado” Ese fue realmente mi principio de estar con él bailando. Para mi era y ha sido el mayor orgullo y la mayor satisfacción que yo he tenido en mi vida. He estado a su lado muchos años girando en compañía por todo el mundo.

Él improvisaba mucho cuando bailaba, sobre todo la parte flamenca. El flamenco no le gustaba ensayarlo y prueba de ello es que ninguno de sus bailes, solos o conmigo de pareja, se han grabado en video como otras piezas de ballet de su autoría. Siempre ensayaba yo, porque él me mandaba ensayar con los guitarristas, una base y luego había que seguir su improvisación. Si se hacían dos, tres o cuatro bises todos eran diferentes y ninguno tenía ensayo alguno. Su labor ha quedado y perdura en el tiempo. Su legado queda para la historia.

Con Antonio he recorrido distintos paises, una experiencia estupenda. Conocer distintas costumbres, idiomas y formas de ser de los seres humanos ha sido muy enriquecedor. Además, en nuestra época, el viajar fuera de España costaba mucho dinero y no había tanta posibilidad. Bailando hemos estado en lugares preciosos, hemos conocido embajadas, teatros de todo el mundo. Ha sido una experiencia muy enriquecedora y estoy muy satisfecha de haber tenido la oportunidad de hacerlo bailando junto al más grande de los bailarines españoles. Una vez que yo dejé la compañía de Antonio seguí viajando y bailando pero ahora era con el Ministerio de Información y Turismo de la época. Bailábamos en el Pabellón Español representando a nuestro país dentro de las expotures y ferias internacionales. Era una promoción del arte y costumbres españolas. El cante y el baile también formaban parte de esa oferta turística promocional de España. Os he hablado bastante de Antonio “El Bailarín”. Ahora me gustaría hablaros un poco de ese Antonio fuera del teatro, cuando no bailaba, en su vida normal. Para mi era una persona muy divertida, muy cariñoso y muy cercano. Yo tengo recuerdos preciosos de él. Antonio quería mucho a mi madre. Recuerdo una anécdota después de un tiempo que no se veían. Antonio me preguntó por ella y yo le dije que estaba en el pueblo con mi padre. Entonces dijo “pues tenemos que ir a verla” Llamó al chofer y fuimos a verla. En esta ocasión fuimos acompañados por Ismael, un gran amigo de Antonio de esa época.

Para mi ha sido siempre una persona encantadora. He tenido mucho contacto con él, enfín que hemos estado muchos años juntos, profesionalmente hablando, no solo en el baile si no también fuera del baile. Solo puedo expresar agradecimiento a todas esas personas que están reviviendo sus coreografías en los homenajes que se están realizando antes y durante el centenario de su nacimiento. Una gran labor para que su recuerdo siga siempre entre nosotros, los que bailamos con él y lo conocimos, así como para las generaciones que no lo conocieron. Su legado siempre estará presente y vivo pues forma parte de los anales de la Danza Española figurando en el repertorio de nuestro Ballet Nacional de España.

Yo podría seguir hablando de Antonio pero necesitaría varios tomos más para contar tantas anécdotas y experiencias vividas a su lado en mis casi quince años junto a él. Ójala estas lineas sirvan para acercarnos a la persona que fue Antonio Ruiz Soler, un grande del baile y un genio universal.

Antonio y Carmen Rojas bailando Tanguillos y rumbitas Antonio y Carmen Rojas en El Zorongo

Recordando al verdadero Antonio Ruiz Soler… En compañía de Estrella Morena

Por Orlando Taquechel / Artburst Miami

Antonio y Estrella Morena, en el Palais Theatre de Melbourne (Australia, 1971) National Library of Australia El mundo celebra este año el centenario del nacimiento de Antonio Ruiz Soler y Miami, con tantos artistas y seguidores del baile flamenco, no puede quedarse fuera de la celebración.

Es posible encontrar en línea toda la información sobre la carrera artística de “Antonio el Bailarín”, pero solo los que estuvieron verdaderamente cerca de “el Gran Antonio” pueden ayudarnos a descubrir al verdadero Antonio Ruiz Soler, el hombre que nació el 4 de noviembre de 1921, en Sevilla y nos abandonó el 6 de febrero de 1996, en Madrid.

Usted ya se habrá dado cuenta que hay varias maneras de mencionar a este genio irrepetible de la danza: Antonio Ruiz Soler es su verdadero nombre y “Antonio el Bailarín” es como se le conoce en España y en casi todos los países de habla hispana. “El Gran Antonio” es como fue aclamado en lugares tan distantes de España como Estados Unidos y Japón.

Durante su larga carrera fue parte de la pareja de baile Rosario y Antonio por más de 20 años y después, Antonio a secas, porque solo los otros con el mismo nombre necesitan el apellido. Antonio se retiró como bailarín en 1979 y fue director artístico del Ballet Nacional de España de 1980 a 1983.

En la búsqueda de testimonios personales, descubrimos que el bailarín argentino Rodolfo Rodríguez lo conoció en Buenos Aires cuando ambos eran muy jóvenes, compartió un rato con él durante la celebración de los 80 años de Picasso en Niza (Francia) en octubre de 1961 y se hicieron amigos cuando Rodolfo se estableció brevemente en Madrid después de haber dejado de bailar. “En toda mi vida solo me he encontrado con dos bailarines completos… y por completos quiero decir, que hacían bien todos los estilos: Baryshnikov y Antonio”, afirma Rodolfo.

Por su parte, Ilisa Rosal, directora del reconocido Ballet Flamenco La Rosa, nos confesó que nunca lo había visto bailar en persona y nos envió un texto sobre su importancia histórica, que enriqueció nuestra valoración sobre su trayectoria artística. Pero fue la bailarina y maestra Celia Fonta, figura emblemática del flamenco en el sur de la Florida, la que nos sugirió contactar a Estrella Morena.

Nuestro encuentro con Estrella Morena resultó ser una sesión de amable remembranza, humor conectivo y mucha nostalgia, pero de la buena. Ante la imposibilidad de reconstruir el pasado la bailarina reflexiona sobre el mismo y siempre lo recrea embellecido. Su talento para la narración es algo mágico y sus anécdotas son disfrutables “hasta el último buchito”, como la taza de café cubano que nos ofrece.

Estrella Morena comenzó su formación a los 5 años de edad y su carrera profesional a los 15, en los tablaos flamencos de Madrid. Cuando cumplió 17 años, fue contratada por Rafael de Córdoba y debutó como Primera Bailarina en el Teatro de La Zarzuela en Madrid. Después llegó el hito temprano de ser también Primera Bailarina para Antonio y su Ballet de Madrid. Desde 1974 ha desarrollado una exitosa carrera en los Estados Unidos, actuando con frecuencia junto a su marido, el gran cantaor Pepe de Málaga. En 1984 estableció residencia en Miami. “Aquí, para trabajar en cier-

Estrella Morena, en todo el esplendor de su belleza. Madrid, 1970. “Mi cara no es de clásico. Mi cara es muy flamenca”, nos dice. Juan Gyenes Programa de la temporada en el Royal Festival Hall de Londres. Inglaterra, 1969, Estrella Morena

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