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Antonio: entre un poema y un sueño

Cien años del bailarín que cambió la danza española

Por Rubén Olmo, Director del Ballet Nacional de España Fotografias de Pablo Guidali

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Zapateado, Centenario Antonio Ruiz Soler, Ballet Nacional de España (BNE) Sonatas, Centenario Antonio Ruiz Soler, BNE

La danza española solo ha tenido a un Antonio Ruiz Soler. Nadie ha alcanzado hasta ahora su nivel de virtuosismo en todas las disciplinas de la danza española, su talento como coreógrafo y su dominio global de todos los aspectos de un espectáculo, desde la escenografía al vestuario y la iluminación. Su talento natural para aprender de otros artistas y crear un lenguaje propio y la exigencia en la ejecución transformó la danza española desde sus giras internacionales con Rosario cuando era muy joven hasta las producciones con su propia compañía, al frente del Ballet Nacional de España o en las películas en las que participó.

Estar a la altura de un genio, pionero en bailar palos flamencos hasta entonces solo reservados al cante y maestro de la estilización de la danza española que ha influido a creadores posteriores, suponía un reto para el Ballet Nacional de España en el año en el que Antonio hubiera cumplido 100 años. La compañía le ha rendido homenajes en anteriores ocasiones, y ha repuesto regularmente sus obras más emblemáticas, como El sombrero de tres picos o Eritaña, por lo que mi desafío como director era conmemorar esta fecha de una forma diferente. No solo estudié su vida y su trayectoria hasta seleccionar piezas muy significativas de su carrera, sino que me planteé, junto a Miguel Ángel Corbacho, la aventura de crear coreografías nuevas fieles al espíritu y a la estética de las estampas flamencas que el maestro incluía en sus espectáculos.

El resultado es el programa Centenario Antonio Ruiz Soler, que el Ballet Nacional de España estrenó en abril de 2021 en el Teatro de la Maestranza de Sevilla y que inicia su gira en octubre en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia y en el Teatro Real de Madrid. El programa comienza con la reposición de una coreografía de Antonio que no se había representado íntegra desde hace casi 40 años. Sonatas, con música del Padre Soler, es un ejemplo de la influencia de la técnica de la danza clásica en el estilo de Antonio, que fusionó con la escuela bolera. De esta forma, esta coreografía no sigue los postulados tradicionales de este estilo ni en el braceo, los toques palillos o la estética goyesca. Me parecía que era una obra muy rica para que siguiera en el baúl, que tiene una estructura perfecta, como un ballet clásico.

La escenografía que eligió Antonio para esta suite de diez cuadros es la de la corte real del siglo XVII, con meninas, cortesanos y alabarderos. La hemos intentado recrear lo más fielmente posible para este montaje, con la ayuda de proyecciones audiovisuales de pinturas que reproducen los telones utilizados en la producción original de 1953, que Antonio y su Ballet Español estrenó en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada.

No ha sido sencillo aunar la técnica más depurada actual con la rapidez con la que se bailaba en la época de Antonio. El ritmo trepidante también es una de las características de la coreografía que Antonio y Rosario bailaron en la película Hollywood Canteen y que hemos recogido en el programa como Vito de gracia, al utilizar la conocida música tradicional andaluza El vito. No se ha reconocido lo suficiente el papel que ha desempeñado Antonio en el cine. No solo participó en su juventud en varias películas en Hollywood, en las que su nombre aparecía en el cartel. Después, protagonizó películas en España, Francia e Italia, aportando a los números musicales las innovaciones en escenografía, coreografía e iluminación que había aprendido.

Estampas framencas, Centenario Antonio Ruiz Soler, BNE

Estampas framencas, Centenario Antonio Ruiz Soler, BNE Fantasía galaica, Centenario Antonio Ruiz Soler, BNE

Fue precisamente en una película, Duende y misterio del flamenco, de Edgar Neville, en 1952, donde bailó bajo el Puente Nuevo de Ronda por primera vez un martinete, un palo flamenco exclusivo del cante hasta entonces. Otra escena mítica de esta película es la versión del Zapateado de Sarasate que baila andando por una carretera rural. Es el solo que quizás le dio más éxito a Antonio Ruiz Soler, así como a muchos intérpretes de danza española que después lo han bailado. Era su sello, que siempre representaba cuando actuaba en una gala benéfica. Por ello, creo que era imprescindible incluir ese solo emblemático de danza española estilizada en el programa del Ballet Nacional de España. Así como Fantasía galaica, una coreografía de folclore estilizado gallego con música de Ernesto Halffter. Es una de mis obras preferidas de Antonio. Creo que es redonda; todavía no se ha vuelto a crear una obra así.

Como demuestra esta selección, fue un artista versátil que dominaba todas las disciplinas de la danza española, y que seleccionó para sus espectáculos composiciones de los mejores músicos de nuestra historia, desde Falla a Halffter y Granados. Una de las partituras que no faltaba en su repertorio era Asturias, de Isaac Albéniz. Si en las obras ya mencionadas hemos intentado ser lo más fieles posibles a las obras de Antonio Ruiz Soler, tanto en vestuario como en escenografía e iluminación, en esta ocasión he preferido incluir en el programa una coreografía de Carlos Vilán. Al contrario que el solo de Antonio, que era siempre ejecutado por un bailarín masculino, Carlos Vilán creó esta pieza específicamente para Esther Jurado, bailarina principal invitada del Ballet Nacional de España. Esta versión encaja con el espíritu de este programa porque el coreógrafo conocía muy bien el estilo del maestro, con quien trabajó estrechamente en la compañía de María Rosa tras la etapa de Antonio Ruiz Soler como director del Ballet Nacional de España.

También en la parte flamenca del programa he optado por aportar una visión más personal. Creo que a él le hubiera encantado la versión de su estilo que hemos preparado con tanto cariño y respeto para este programa Centenario Antonio Ruiz Soler. Estas Estampas flamencas, que siguen la estela de la puesta en escena y el vestuario que utilizaba Antonio en sus montajes de flamenco, repasan el cante, el baile y el toque primigenios de los palos flamencos habituales en los trabajos de Antonio: el zorongo, el martinete, el taranto y los caracoles. Como cierre de esta parte, hacemos un guiño a la infancia de Antonio con las Sevillanas del Chiquetín que, según él mismo contaba, fue lo primero que vio bailar asomado a la ventana del estudio de Realito, su primer maestro.

De esta forma, recorriendo las diversas etapas de su trayectoria artística, hemos querido recordar a quien fue el director del Ballet Nacional de España entre 1980 y 1983. Antonio Ruiz Soler nos legó grandes creaciones de todos los estilos, y rompió patrones en la danza española, contribuyendo a su estilización y difusión en todo el mundo. Fue el bailarín, coreógrafo y director más completo de la historia; un genio con un carisma especial. Antonio fue único.

Antonio Ruiz Soler: vivencias al lado del genio

Por Carlos Vilán

Carlos Vilán en su debut con el Ballet de María Rosa (Sevilla 1987) junto a Antonio Antonio y Picasso

Cuando era estudiante de Danza Española en la Academia de Baile de Ángel Pericet en Buenos Aires, dirigida por su hermana Luisa, dentro de las biografías a estudio contábamos con las de Antonio, Carmen Amaya, Pilar López, Antonio Gades, etc. Esa era la información más cercana que yo tenía de él ya que por los 80, y por el cine, la predominante era la figura de Gades por las grabaciones de Carmen y Bodas de Sangre. Así que Antonio para mi era como muy lejano, y en esa época lamentablemente la herramienta de Youtube no existía. La tradición era oral o escrita.

Una vez llegado a Madrid en 1985 y tras el paso por la Cía de Gades para el film del Amor Brujo, María Rosa me hizo una audición y me contrató para su Cía. Tras dos años con ella, donde perfeccioné mi técnica bailando coreografías de Pilar López, Victoria Eugenia y Pedro Azorín, llegó a la Cía el maestro para montar El Rocío para la temporada del Teatro Monumental de 1987. Tras ver un ensayo de la Cía. me preguntó que con quíen había aprendido a bailar y al responderle que la carrera de danza la había hecho con Luisa Pericet asentó con la cabeza diciéndome: los padres y abuelos de Luisa también fueron mis maestros en Sevilla. Ahora entiendo, por tu procedencia de Buenos Aires, esa forma de baile con el estilo de La Escuela Pura Sevillana, como si procedieras de Sevilla. No lo podía creer. Comenzaron los montajes y aunque todos, a parte de respeto, le tenían un miedo considerable a su genio, yo no hacía caso. ¿Cómo pues iba a absorver como una esponja toda su sabiduría? Tanto fue lo que vió en mi, que me nombró repetidor de la Cía. y lo acepté con honor y mucha, pero mucha responsabilidad. Había momentos realmente de telepatía cuando desde el balcón de su oficina, que daba al escenario de su estudio, me ponía pasos y zapateados que no sé cómo descifraba pero que le hacía a él el montaje más fácil. Tras el estreno de El Rocío, mi estreno oficial como Primer Bailarín, él me ascendió de Solista a Primer Bailarín en la Cía de María Rosa. Debido al éxio que había obtenido, quería que bailase todas sus coreografías. Me gané su amistad y, junto a otros privilegiados, fui invitado tras los ensayos o las funciones a sus cenas, llenas de anécdotas y lecciones de vida de todas sus batallas desde sus comienzos. Creo que me tomó como un hijo pues su estima por mi era muy grande y sobre todo respetuosa, por mi calidad artística que siempre decía que era un don divino.

Antonio siempre decía que la perfección era aburrida, por eso tal vez a él no le gustaba ensayar sobre todo el Flamenco con sus parejas de baile, según pude luego saber por Carmen Rojas y hasta la misma María Rosa..., pero lo que sí es verdad es que se arrodillaba al reconocer el don que teníamos algunos elegidos,

Antonio y María Rosa

como él. Ese don que atrapa y embruja con el simple caminar por un escenario, con poco que hacer, o haciendo que todo un cuerpo de baile sea un solo bailarín. Ese es el don al que me refiero y al que él se refería. Claro está que como él decía.... con ensayo todo se saca pero hay cosas que por más que se ensayen no salen nunca y que lo que Natura no da, Salamanca no presta, y según él eso yo lo tenía y también Antonio Canales. En una entrevista que le hicieron para la revista Ritmo nos mentaba a los dos, uno más Flamenco y el otro más Bailarín, como sus bailarines destacados en los años 90.

Así y todo, para la temporada de 1989 se anunciaba la reaparición en los escenarios de Antonio estrenando en Sevilla con el Ballet de María Rosa. Preparando el espectáculo Sombrero de Tres Picos y Flamenco, a él se le notaba preocupado y me decía en las reuniones previas a los ensayos.... hay Carlitos, para qué me he metido en este berengenal!..... En fin, como su repetidor yo me estaba estudiando la coreografía del Sombrero de Tres Picos para montarlo a la Cía y él me montaba El Molinero, para cuando no lo bailase el mismo. Yo, naturalmente, pensaba que nunca lo llegaría a bailar dado que los empresarios querían que siempre lo bailase él. En un ensayo, y tras verle bailar, que era un deleite pues un día lo podría hacer de una manera y al otro con matices totalmente diferentes siendo la misma coreografía, por dolerle los pies se puso unos mocasines y marcándome unos pasos me agarró de la camiseta hacia atrás, trastabilló y se luxó el codo.

Tras este acontecimiento que malogró su debut él me dijo: “Ole tú mi Carlo, de la que me has librao, porque así escayolado ya no puedo reaparecer!” y esto a carcajadas. "Así que prepárate que ahora harás, si o si, El Molinero de mi Sombrero y todo lo demás".

Los detalles de arte que te ponía duraron poco, pues tras una bronca con María Rosa, dejó de ensayarnos aunque a mi siempre me dijo que su estudio y su casa estarían abiertos. En fin, que estrenamos en Sevilla y luego en Madrid y fue tal el éxito que se me contrató para la primera Gala de Estrellas de Ricardo Cue y Luis Ferruzzo que en Diciembre de 1989, encabezada por Sivie Guillem, hicimos en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Para esta ocasión le llamé para pedirle permiso para bailar La Farruca y pedirle consejo sobre qué más podría bailar y me respondió que su Sarasate y su ¡Viva Navarra! Yo le respondí que solo era una más. Él estaba orgulloso y feliz porque yo formara parte de ese plantel de Estrellas de la Danza y porque su nombre como coreógrafo prosiguiese.

Debemos ponernos en aquellos años. Tras su expulsión como Director del Ballet Nacional, luego dejar el Ballet de María Rosa sumándose a unas desafortunadas declaraciones que había hecho sobre la alta sociedad, Antonio era un nombre vetado para el Arte. Pero a mi llamada y el hecho de estar nuevamente con mis interpretaciones en las Galas de Estrellas en actualidad, fue algo que agradeció muchísimo y, seamos claros, yo realmente no quería bailar otras coreografías que no fuesen las suyas pues ya llevaba 3 años trabajando con él y no me iba a sumar al veto artístico que muchos en aquella época le hicieron. Creo que eso nos unió aun más. Gracias a Dios, todo pasa y luego regresó nuevamente a la Cía de María Rosa y el Ballet Nacional lo volvió a convocar con Aida Gómez y José Antonio, ¡cómo no hacerlo!

Jean Negulesco y Antonio el bailarín Con la Reina Isabel II de Inglaterra

Recuerdo en el Teatro Principal de Zaragoza, tras mi interpretación de su Farruca, fue tal la ovación en pie que recibí que tras mis saludos, coreografiados también por él, rodilla en tierra con los brazos en cruz, me fui hacia mi lado derecho al palco donde él se encontraba y fue emocionante como todo ese teatro acrecentó aún más esa ovación al creador y a la figura tan histórica de nuestra Danza Española. Realmente es un momento que atesoro como un dia muy grande por la emoción que sentimos ese día, creador e intérprete. una cena estuve flanqueado por ambos...que pena de época que los moviles con cámara no habían salido, aunque algún compañero me recordó aquella cena. Inolvidable, ¡imaginaros!

Antonio quería que yo fuese su repetidor en todos sus ballets. Cuando una Dirección no lo quiso; al enterarse, les quitó el Ballet. Aunque traté de convencerle, ya que para mi también era acertada la decisión de que mejorase mi técnica y que ese ballet lo repitiera otro, montó en cólera y también se enfadó conmigo diciéndome: ¡qué tanta técnica, ni técnica, que aburren y luego os hacéis esclavos de la misma y no podéis bailar con Arte! El evangelio según Antonio. Y no lo es en todos los casos pues la preparación es absolutamente esencial pero para todo hay una medida. Hoy por hoy se baila mucho, mucho paso, mu apretao todo y con una técnica excelente, pero aunque por suerte existen excepciones, la mayoría no pasa ni traspasa como decía la copla. La esencia del baile español, a mi parecer, es como que se ha perdido, carece de sentido armónico e identidad de lo español que es por lo que nuestra danza ha enamorado al mundo. Yo trato de seguir el camino que me han marcado a fuego nombres del Tronío y Majestad de la esencia del Baile Español.

Cuando entré al munco del Ballet Clásico, descubrí que lo que buscan los directores es que les de nues-

Sivie Guillem le mandó saludos personales de parte de su gran amigo Rudolf Nueyerv que poco después en

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